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Reportero-15-anos--la-amargadulzura-de-informar

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA 
DE MÉXICO 
 
 
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ARAGÓN 
 
 
 
REPORTERO 15 AÑOS: 
LA AMARGA-DULZURA DE INFORMAR 
 
 
 
 
INFORME DE DESEMPEÑO PROFESIONAL 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE : 
LICENCIADO EN PERIODISMO 
 Y COMUNICACIÓN COLECTIVA 
 P R E S E N T A : 
 URBANO BARRERA SÁNCHEZ 
 
 
 
 
 
ASESORA: LIC. SILVIA VERÓNICA RIVERA NAVARRETE 
 
 
 
 
 
 
 
 MÉXICO 2006 
 
 
 
 
 
 
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UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
Índice 
 
Introducción 
 
Capítulo 1 
 
Información marginal-prensa diaria 
 
Pluma Gráfica 12 
Expresión 13 
El trabajo artesanal 14 
Editores ingenuos 16 
Pagar el precio de llegar solo a un diario 18 
Al fin sindicalizado 21 
 
Capítulo 2 
Picar piedra en el diarismo 
 
Lucha por las fuentes informativas 24 
Enviado especial 27 
Explosiones en el Sector Reforma 28 
Chiapas: cobertura de años 31 
Aguas Blancas 38 
El Ejército Popular Revolucionario EPR, ERPI-FARP 40 
Epidemias y el olor a carne humana 42 
Información antes que la vida 43 
Entre presidentes y el Metro 47 
 
Capítulo 3 
 
Relaciones sanas e insanas 
 
Periodismo policíaco: “las bases de la investigación” 52 
Fuentes de información y una buena agenda 57 
Las exclusivas, ocho columnas y citatorios judiciales 60 
Las filtraciones 65 
La columna 67 
Información como espectáculo o “show informativo” 73 
 
 
 
 
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Capítulo 4 
 
Del oficio a la realidad 
 
La redacción de Ovaciones 78 
La tecnología 82 
Salas de prensa y oficinas de comunicación social 85 
Actualización periodística 87 
Situación laboral de un periodista 99 
Códigos de ética 107 
Portales de Internet: “un jefe de información para todo el país” 109 
El Ombudsman del lector y la necesidad de un Colegio de Periodistas 111 
 
 
Conclusiones 115 
 
Bibliografía 119 
 
Anexos 120 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Introducción 
 
 
 “Poder y dinero: eso es el periodismo. No lo dudes, estudia comunicación y lo 
verás”. Fue la recomendación de un viejo periodista en una celebración de Navidad y 
varios años antes de tomar la decisión. 
 
 ¿Su nombre? No tiene caso. Él desarrolló la mejor parte de su vida en las 
décadas de los 70 y 80, etapa donde los reporteros eran intocables y todas las 
dependencias de gobierno les rendían pleitesía, debido a que estaban inmersas en 
corrupción y malos manejos administrativos. 
 
 La ganancia de ese comentario, lo reconozco, me sembró la inquietud de volver 
la vista hacia el periodismo, por encima de la medicina, la biología y el derecho, que 
también me atraían. Después de 15 años de ejercer la profesión, me di cuenta que ni 
poder ni dinero, sino exceso de trabajo, bajos salarios, desintegración familiar y 
tensiones a cada momento. Sin embargo, una labor apasionante y de la cual no tengo 
duda o arrepentimiento. Y es que el periodismo es una puerta a la investigación, a la 
creatividad y al arte de escribir, cuando se utiliza bien el lenguaje. 
 
 En este Informe de Desempeño Profesional, titulado Reportero 15 años: la 
Amarga-dulzura de informar, muestro la experiencia adquirida por un egresado de la 
Escuela Nacional de Estudios Profesionales Aragón, hoy Facultad de Estudios 
Superiores, de la Universidad Nacional Autónoma de México, en un diario 
representativo del periodismo mexicano: Ovaciones. 
 
 Como alumno regular de la generación 1984-1988, intenté titularme por medio 
del sistema tradicional de la tesis, y no lo conseguí. En esos años elaboré un 
documento que pretendió ser la tesis llamada Contracultura, contrainformación y 
medios alternativos, pero una huelga, el inicio de mi vida laboral y la falta de decisión 
me rebasaron. 
 
 Recientemente, un compañero de Ovaciones, Juan Carlos Meza, se tituló con la 
modalidad de Informe de Desempeño Profesional, y me recomendó tal alternativa. 
Por el camino andado en el diarismo, reunía los requisitos para intentarlo y decidí 
empezar. Me fijé como propósito un trabajo con el que pudiera aportar, por lo menos, 
un elemento útil a las nuevas generaciones y someterme a la autocrítica al mostrara 
un colaborador de los medios de carne y hueso. 
 
 Siempre en el entendido de que cada egresado se enfrenta de manera particular 
a una realidad concreta y la transmite según su formación y cultura, en Reportero 15 
años: la amarga-dulzura de informar describo mi experiencia, planteo situaciones, 
errores y aciertos, críticas al gremio y al trabajo propio. También ofrezco propuestas 
para mejorar la perfectible y cambiante tarea del periodismo. 
 
 
 
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 En el Capítulo 1, Información marginal-prensa diaria, describo cómo fue mi 
inicio en el periodismo escrito, desde la primera publicación en un medio modesto o 
“marginal“, hasta el tránsito hacia un órgano de difusión estudiantil; la edición de un 
libro y el ingreso a un diario de circulación nacional, así como las colaboraciones en 
revistas al amparo de un seudónimo. Las armas para enfrentar esta etapa eran el deseo 
de progresar, “cambiar lo establecido” y cristalizar anhelos con la instrucción 
académica. A finales de 1988 la revista estudiantil Expresión me mostró que el camino 
sería difícil, pero no imposible. 
 
 En el Capítulo 2, Picar piedra en el diarismo, narro algunos episodios de los 
inicios de un egresado de la carrera de periodismo en un diario nacional. La forma en 
la que se puede abrir camino cuando no hay ninguna recomendación de por medio y 
la receta para mantenerse vigente. En esta parte muestro que sólo trabajo, 
actualización, estudio y constancia son las llaves para acceder a los ámbitos 
informativos más cotizados en un diario como Ovaciones. 
 
 Las armas para sobrevivir: el conocimiento adquirido en las aulas de la actual 
FES y los consejos de los maestros a quienes se valora de verdad cuando uno está solo 
en el campo de trabajo. Ahí es donde se agradece el haber contado con académicos 
enérgicos y no con aquellos que por un trabajo extra, en ocasiones mejor remunerado, 
desdeñaban las cátedras o las dejaban en segundo lugar. 
 
Al llegar al Capítulo 3, Relaciones sanas e insanas, relato cómo un 
informador puede compenetrarse de un tema en particular o fuente informativa y tejer 
una red de contactos hasta llegar a manejar información confidencial. Tal situación 
lleva a tres escenarios: uno, el del valor de la información exclusiva; dos, las 
aclaraciones y, tres, los citatorios judiciales y extrajudiciales. El dominio del área 
puede ser tan responsable y profesional como irresponsable y antiético, al grado de 
convertir la información en un negocio, espectáculo o “show informativo”. 
 
 Aquí narro la forma en cómo se puede acceder a una columna; es decir, tener la 
gran responsabilidad de manejar un género de opinión. Ello implica anteponer el 
interés general de la sociedad al particular o de grupo, ya que a ese ámbito llegan 
muchas propuestas nada profesionales. 
 
 En la parte final, Capítulo 4, Del oficio a la realidad, repaso cómo evoluciona 
una redacción donde se forman hasta cuatro ediciones en un mismo día, la 
transformación de la tecnología para informar, la “contaminación” de las salas de 
prensa y oficinas de comunicación social, donde el objetivo institucional es “apoyar” 
el trabajo informativo y la mayoría de las veces obstaculizarlo. Además, cuál es la 
profesionalización-actualización de los informadores y la manera en que se rezagan las 
condiciones laborales a capricho de las empresas mercantiles de información. 
 
 
 
 
 
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En esta parte es donde se observa cómo se globalizan las formas y técnicas 
para informar, al mismo tiempo la manera en que Internet marca líneas por encima de 
las políticas editoriales de cada empresa. Para mediar este problema, se enuncia la 
forma en que influyen los “códigos de ética”, “manuales de periodismo”, 
recomendaciones, cursos y la imperante necesidad de agremiarse para constituir un 
Colegio de Periodistas. Esto, porque el periodismo sigue en la tabla de oficios y no de 
profesiones, pese a ser una disciplina de profesionistas, quienes para licenciarse deben 
cursar una carrera a nivel universitario. 
 
 En el remate o epílogo de este informe relaciono varias consideraciones que me 
quedaron como experiencia y una visión muy personal de lo que es esta disciplina 
adictiva de claroscuros, noble e irreconocida, de encuentros y desencuentros, episodios 
amargos y dulces: el periodismo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Capítulo 1 
Información marginal-prensa diaria 
 
La edad requería que cantáramos y nos cortáramos la lengua 
La edad requería que fluyéramos y repiqueteáramos por el bitoque 
La edad requería que bailáramos y nos estrujáramos en unos pantalones de hierro 
Y al final a la edad se le entregó la clase de mierda que requería 
 
 Ernest Hemingway 
 
 
 
 
 
 
 
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La única barrera que existe entre imaginar y poder llegar a los medios masivos 
de comunicación es la que uno mismo se impone. Cierto, al inicio se deben sortear 
miles de dificultades; primero, lo peor y más difícil, ser artesano e ingenuo; después, 
conocer el principio del camino y, más tarde, transitar por la senda apasionante y 
desgarradora que es el periodismo. 
 
Como en todas las disciplinas, cuando no se tiene experiencia o recomendación, 
la opción es una: trabajar y hacer de las herramientas académicas la materia prima para 
subsistir. El complemento es nunca declinar en los ideales y avanzar siempre sin perder 
la conciencia de clase. 
 
Existen resistencias, intereses empresariales y particulares, pero debe prevalecer 
el compromiso con la verdad, porque el periodismo es una disciplina humanista y de 
corte enteramente social. 
 
Los sinsabores no deben ser el obstáculo a vencer, sino los actores y todas las 
conductas que degeneran la convivencia social. De ahí que un egresado universitario 
que se integra al periodismo no debe perder el rumbo, tiene que conservarse sereno ante 
la derrota o la victoria y saber que su tarea es, exclusivamente, con y para la sociedad. 
 
Pluma Gráfica 
 
En abril de 1987 la realidad llegó de golpe. Todavía en las aulas universitarias y 
con la angustia de no acceder a los medios de información antes de concluir el cien por 
ciento de los créditos académicos surgió la primera opción. 
 
Se trataba de una revista marginal, que cuando mucho, significaba un número 
más entre las dos mil publicaciones que ese año circulaban a lo largo y ancho del Estado 
de México. Su nombre: Pluma Gráfica, un informativo de 36 páginas cuyo objetivo 
mensual era llegar a políticos y servidores públicos con capacidad para pagar publicidad 
o retribuir los favores del editor por el manejo de la imagen. 
 
Jorge A. Arevyan Aires, director de la revista, aceptó incluir en su plantilla de 
apenas dos reporteros, a un universitario que casi concluía sus estudios, pero con una 
advertencia: “¡Aquí nada de grilla. Lo de nosotros es el dinero!”. Esta misma 
reprimenda la hizo Arevyan a la persona —compañero universitario— que me 
recomendó. Él desde que platicábamos en las aulas me decía: “para que te empieces a 
‘foguear’ en un medio informativo impreso”. 
 
Pasaron casi tres meses antes de caer en la desesperanza y desilusión. Y es que, 
la revista marginal se dedicaba a halagar a quien pagaba y a golpear a todos aquellos 
que no lo hacían. 
 
En ese tiempo conocí cómo era el núcleo de trabajo, la escasa preparación de 
quienes realizan el trabajo informativo a nivel marginal y a un pequeñísimo grupo de 
profesionales. 
 
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El 7 de junio de 1987 —Día de la Libertad de Expresión— fui invitado a 
cuando menos diez festejos. Uno, el oficial, discreta reunión en la alcaldía de 
Nezahualcóyotl; el resto en antros y loncherías de quienes subsidiaban los cientos de 
publicaciones marginales a los que había sido convidada Pluma Gráfica. 
 
Supe entonces que la mayor parte de estas publicacionesservían, 
exclusivamente, como “amparo” o “escudo” para negocios ilícitos y que estaban muy 
apartadas de lo que realmente es el periodismo. La ganancia fue el aprendizaje sobre 
cómo diseñar de manera artesanal una revista. 
 
Ahí aprendí desde la elaboración de los textos y la aplicación de los “géneros 
periodísticos”, hasta el denominado “domi-mecánico”, armado en una “mesa 
traslúcida”, con letras de plantilla para las cabezas o titulares y delgadas tiras de cinta 
adhesiva de colores para hacer recuadros, líneas y separación de columnas y viñetas. 
 
Otra de las enseñanzas fue que había que enfrentarse a la calle, tejer una red de 
contactos, hacer una gran agenda y soportar días enteros con exceso de trabajo, poco 
alimento y nula paga. 
 
 Expresión 
 
En los meses de septiembre-octubre de 1987 Pluma Gráfica ya era pasado. Pero 
seguía la necesidad de informar y de manera utópica “comunicar”, pese a lo limitado de 
los recursos con que contábamos y que se resumían en casi nada. 
 
Para ese tiempo iniciaba la recta final de los cuatro años de carrera. Además, los 
profesores, principalmente los de redacción, comentaban que a nivel académico en la 
entonces ENEP ya existía un medio informativo de nombre Alternativa (uno de los 
pilares dentro del informativo era el profesor y articulista del diario El Financiero, 
Salvador Mendiola), pero a nivel estudiantil no. La sugerencia, recomendación o 
reclamo, invitó a tres estudiantes: Carlos Macedo López, José G. Granados Contreras y 
al que escribe, a reflexionar, incluso, a hacer planes de cómo lanzar una publicación. 
 
Teníamos todos los factores en contra. El principal: no había dinero para 
empezar. Buscamos la ayuda oficial —ENEP— pero existían prioridades que hacían 
imposible apoyar un experimento de esa naturaleza. Realizamos “boteo” y no 
conseguimos siquiera para pagar la tipografía, experimentamos con publicidad 
comercial y captamos una inserción que nunca pudo ser cobrada. 
 
No hubo otra salida más que vender una idea o ilusión entre los mismos 
compañeros, principalmente, entre los que tenían un empleo formal y estudiaban 
periodismo. 
 
“¿Qué les parece ser integrantes del Consejo Editorial de la revista de los 
estudiantes de periodismo de la ENEP-Aragón?”, se les planteó. 
 
 
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Seleccionamos a siete que podían aportar 30 pesos y junto con los 90 de 
nosotros se reunían 300, justo lo que se necesitaba para pagar a uno de esos solidarios 
impresores que todavía existen. Ese dinero equivalía a por lo menos 24 botellas de vino 
de regular calidad y las suficientes botanas para una fiesta. De ahí que integrar el 
Consejo Editorial no fue tan fácil. 
 
Se trataba de 300 ejemplares de una revista en papel bond, tamaño carta, 16 
páginas, en blanco y negro. En el directorio inflamos el tiraje y reportamos tres mil, 
también el precio se imprimió en forma incorrecta. Como quiera que sea, respondieron a 
la convocatoria Ricardo Hernández Vega, Enrique Pichardo Velasco, Facundo García 
García, Felipe Jiménez, Enrique A. Gómez Vargas, Héctor E. González Rangel y 
Mauro Vázquez de Jesús. 
 
A todos ellos también se les pidió una colaboración periodística y como se 
trataba de los integrantes del consejo tenían preferencia frente a los colaboradores 
externos. Con el dinero en las manos recorrimos cada una de las aulas de la carrera de 
periodismo e invitamos a la comunidad del turno vespertino a presentar trabajos. 
 
Sentíamos que con nuestra publicación le generaríamos un boquete al semanario 
Proceso, de Julio Sherer García, sólo que las entrevistas, ensayos, artículos, poemas y 
reportajes nunca llegaron, únicamente Enrique A. Gómez Vargas cumplió. No había 
otra opción; los tres “aventureros” tenían que empezar solos o de lo contrario 
ganaríamos el repudio de quienes nos confiaron su dinero. 
 
Trabajo artesanal 
 
Al llegar diciembre de 1987 se convocó al Consejo Editorial, pero sólo 
concurrieron las mismas tres personas. Las posadas y reuniones en el estacionamiento 
de la escuela se impusieron. 
 
Por tal, decidimos comenzar. Después de una larga deliberación llegamos al 
nombre: Expresión, y al lema: Análisis e Información. Este último, nada original, 
sencillamente, un plagio del que utilizaba Proceso. 
 
El índice abrió con un editorial reivindicativo; después un artículo político 
exclusivo en México, autoría del teórico venezolano de los medios informativos 
Ludovico Silva; también un análisis de la situación preelectoral rumbo a las elecciones 
presidenciales de 1988; una colaboración más sobre el panorama económico del país; un 
cuento corto, dos reportajes y una sección cultural. 
 
Cada página estaba formada con recuadros hechos con tiras de cinta adhesiva de 
colores. Obvió, las reglas, escuadras y navajas tuvieron que ser rescatadas, porque los 
programas de diseño en computadora todavía no eran comerciales y en caso de que así 
hubiera sido, una “PC” estaba muy lejos de nuestro alcance. Pensar en tipografía era un 
sueño y tuvimos que armar el encabezado y titulares de las páginas interiores con 
recortes de periódicos, letra por letra, un verdadero trabajo artesanal. 
 
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El contenido aparecía a tres columnas por página. Su diagramación fue una 
verdadera hazaña. Y es que, al no contar con tipografía, en papel de cuadrícula chica 
acomodábamos cada renglón en 26 espacios para simular tipografía y diseñar galeras. 
 
Carlos Macedo, contaba con una máquina eléctrica de manufactura alemana 
cuya virtud era un tipo muy pequeño, casi el equivalente a ocho puntos de Times New 
Roman similar a la que usan la mayoría de periódicos y revistas. El pero de la máquina, 
no tenía acentos y se utilizó una Olivetti portátil para colocar tildes. 
 
 Texto íntegro del editorial de la revista expresión, primer órgano informativo de 
los estudiantes de periodismo de la entonces ENEP-Aragón (febrero de 1988). 
 
Manifestar nuestra postura, sobre la intención de la presente publicación, ante 
la comunidad universitaria, está relacionada con nuestra posición ante los medios 
impresos. 
Para nadie es un secreto la censura que la clase dominante tiene impuesta sobre 
diarios y publicaciones periódicas. La violación de la libertad de expresión es tan antigua 
como la comunicación misma, partiendo del razonamiento de que paralelamente surge la 
clase dominante, y por ende, la clase de los dominados. Como respuesta a este fenómeno 
surge la prensa crítica, de análisis o prensa contrainformativa, que acompaña, durante 
todo el tiempo, el desarrollo de los medios. 
La importancia de estas publicaciones, dentro de las cuales se encuentra la 
prensa independiente o marginal, radica en la objetividad y el análisis concienzudo de 
los acontecimientos, la crítica, a veces agresiva, pero con la intención de servir y orientar. 
Los medios alternativos, independientes y comprometidos con su realidad 
surgen al rescate de la verdad histórica de un país, no la historia manipulada y 
tergiversada de los periódicos oficiales y los noticieros televisivos, historia que no va 
acorde con la necesidad de transformación social, historia que oculta hecho decisivos 
para los intereses mayoritarios y por el contrario protege los intereses de una clase 
pudiente. 
Ejercer el periodismo honesto puede resultar una práctica asfixiante en un 
sistema político que a veces toma decisiones represivas. Sin embargo, publicar la opinión 
propia y la de nuestra comunidad universitaria oxigena la cada vez más descascarada 
democracia universitaria y nacional. 
Es por ello que surge E x p r e s i ó n, como un órgano informativo que tiene la 
sincera intención de dar voz a un estudiante, que busca enriquecerse intelectualmente a 
base de la comunicación. 
Expresión se crea como una respuesta a las demandas de la comunidad 
universitaria en un intento de reflejar la realidad, misma que todos conformamos, y que 
puede ser transformadacuando logremos comprenderla. 
 
Las ilustraciones fueron otro trauma. Acudimos al periódico La Jornada y 
explicamos a sus moneros El Fisgón, Rocha y Helguera la aventura informativa. El 
propósito era lograr una colaboración, pero no obtuvimos ni un autógrafo. 
 
El maestro Bulmaro Castillo Magú, que de vez en cuando apoya este tipo de 
causas, no se encontraba y sus discípulos nos comunicaron: “anda en sus jugos”; es 
decir, tan borracho como bohemio era el periodismo en esos tiempos. No hubo otra 
salida y las ilustraciones fueron dibujos defectuosos a tinta, fotos recortadas de 
periódicos y revistas (de los créditos y la Ley de Imprenta ni nos acordamos). 
 
Pese a todas las limitantes en enero de 1988 ya teníamos el “domi-mecánico” en 
las manos. Era muy rudimentario, pero en ese tiempo no nos importaba nada. Sin 
pensarlo nos dirigimos con el impresor y en una semana fue el “alumbramiento”, nació 
nuestro hijo de nombre Expresión. (Ver anexo 1 en la pagina 121). 
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¡Sorpresa! El producto llegó mal, con un defecto. El impresor nos entregó mil 
200 pliegos doble carta con cuatro caras impresas. Esto es: nunca nos dieron revistas 
dobladas ni engrapadas. En ese momento tuvimos que compaginar y doblar los pliegos 
hasta dar forma a las revistas. Corregidos los defectos del producto, lo presentamos en 
sociedad. 
 
Los primeros en conocer Expresión fueron los integrantes del Consejo Editorial, 
quienes no lo creían. Les mostramos maletas repletas de revistas y de inmediato 
propusieron recorrer las aulas en grupo de cinco para vender la publicación. 
 
Todo era felicidad y nos lanzamos a la venta del órgano informativo. En un día 
recorrimos casi toda la ENEP y las ventas fueron muy, pero muy bajas, simple y 
sencillamente la revista no interesó. Los comentarios fueron muchos y, entre otros, se 
escuchó: “pagar por esto, yo prefiero La Jornada”. 
 
 Al paso de los días, como ocurre en el periodismo, el material se hizo viejo y las 
maletas se quedaron llenas de revistas. En síntesis: el primer órgano de información 
estudiantil de la ENEP-Aragón no pasó de un primer número. 
 
El infortunio no significó un freno y preparamos el “domi-mecánico” del 
ejemplar número dos; pero las finanzas, vacaciones de Semana Santa y una huelga nos 
sacaron de circulación. (Ver anexo 2 en la pagina 122). 
 
Editores ingenuos 
 
Pasaron los meses y –en mayo de 1988– poco antes de que concluyera la 
instrucción profesional formal, el profesor de periodismo y académico del Instituto de 
Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México 
(UNAM), Manuel de Jesús Hernández, hizo una propuesta. 
 
–“Compañeros… ustedes tienen cierta experiencia en la edición de una revista, 
qué les parece si editamos un libro y del producto de la venta compartimos ganancias”. 
 
 La respuesta no se hizo esperar, de manera súbita aceptamos; por una parte, 
pensamos que con Expresión, nuestro primer hijo editorial, ya teníamos explorado un 
largo camino y; por la otra, no podíamos quedar mal con el profesor, por cierto, muy 
reconocido entre la comunidad académica de Ciudad Universitaria. También, esta oferta 
nos sugería tener un pequeño ingreso y no entrar de golpe al desempleo que tanto 
angustia en la etapa de universitario-egresado. 
 
–“Yo pongo la obra y el dinero, ustedes el trabajo editorial”, fue la oferta. 
 
–“Sí. ¿Cuándo empezamos?”, dijimos convencidos y enamorados de nuestro 
primer trabajo. 
 
 
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Para ese tiempo, únicamente sobrevivíamos dos de los editores de Expresión, 
José G. Granados y yo. Las clases de periodismo en la ENEP concluyeron, pero 
nosotros seguimos. Durante varios meses revisamos cientos de veces la obra titulada 
Los Inicios de la Fotografía en México: 1839-1850. 
 
Más tarde, recorrimos decenas de casas editoriales para buscar el mejor precio y 
calidad. Tras un largo peregrinar llegamos a Editorial Hersa. Esta empresa, entre otras 
cosas, se dedicaba al tiraje de revistas de rock y publicaciones de jóvenes del tianguis de 
El Chopo, en la colonia Guerrero. 
 
Ahí conocimos las bases del trabajo editorial, la tipografía, la corrección de 
galera, pruebas finas, negativos, imágenes y grabados. También las calidades en la gama 
y gramaje del papel, las tintas y las portadas o forros, los lomos pegados y cocidos de un 
ejemplar, así como decenas de cuestiones técnicas en la elaboración de un libro. 
 
Para ese tiempo teníamos muy frescos y en la cabeza los símbolos de 
señalización de corrección ortotipográfica: acentos, marcas de reemplazo, punto y 
seguido, punto y parte, alinear en forma horizontal, trasponer palabras, suprimirlas, abrir 
y cerrar espacios entre renglones, centrar, colocar sangrías, insertar símbolos, componer 
negritas, cursivas, mayúsculas, minúsculas, versalita y demás. 
 
El 31 de julio de 1989 después de infinidad de vicisitudes y pensando en el CL 
Aniversario del Descubrimiento Mundial de la Fotografía nació nuestro segundo hijo 
editorial con la obra de Manuel de Jesús Hernández. Se trataba de un ejemplar media 
carta, todo en papel couché y 167 páginas en blanco y negro. (Ver anexo 3 en la pagina 
123). 
 
Sin duda el trabajo fue arduo, pero lo mejor estaba por llegar. Y es que las 
maletas que alguna vez llenamos con la revista Expresión cedieron su espacio para Los 
Inicios de la Fotografía en México: 1839-1850. 
 
Al salir de Hersa con mil ejemplares empezó el calvario. En forma inocente nos 
presentamos en librerías como Gandhi, El Sótano, Cristal, Parnaso, Buñuel, y casas de 
artículos fotográficos. De manera ilusa intentamos ingresar a Sanborns, firma donde sin 
dudar nos dieron un rotundo no. 
 
Pretendimos vender el libro en un precio con el cual se pudiera rescatar la 
inversión y, además, obtener una ganancia para repartir entre tres. Los libreros nos 
abrieron una gran puerta hacia la realidad y tajantes nos dijeron: “Si quieren pueden 
dejar sus ejemplares a consignación –encargados– y periódicamente regresar a ver 
cuántos se vendieron. 
 
“Entiendan… ni a Octavio Paz o Gabriel García Márquez se les paga por 
adelantado. Además, las grandes editoriales nacionales y extranjeras nos dan 
superprecios”. 
 
 
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No había otra salida, varios cientos de libros se quedaron a consignación y 
semana tras semana constatamos que se vendían a cuentagotas. 
 
En algunas librerías, al acudir a revisar la evolución de las ventas, de plano nos 
comunicaron: “lo sentimos sus libros se los robaron, el resto siguen ahí. Cuando se 
vendan todos hacemos cuentas”. El tiempo siguió su curso, poco a poco, el autor y los 
dos editores ingenuos nos alejamos. Ya nada había que hacer, el monstruo editorial 
nacional y transnacional nos devoró. 
 
 Para mi consuelo en 1999 y diez años después de que la obra de Manuel de Jesús 
Hernández impresa en Hersa –editorial donde su jefe de operaciones estaba más 
empeñado en no faltar a todos los partidos de fútbol del Atlante que en concluir la 
publicación– llegó un aliciente que después fue “decepción”. 
 
 Un compañero fotógrafo de prensa, Ramón Campos, quien recorrió el mundo 
con su lente para enviarle gráficas a Ovaciones, me preguntó: 
 
–“Tú eres Urbano Barrera”. 
 
– “Sí”, respondí. 
 
–“Acabo de comprar un libro en el que colaboraste. ¿Eres tú o your father?” 
 
–“No soy yo, mi padre se dedicó a otra cosa”, añadí. 
 
–“Se pasan tuve que gastarme 150 pesos”. 
 
Tras el irónico comentario sonreí y pensé: 50 de Manuel, otro tanto igual para 
José y 50 para mí. ¡Díos mío debe ser muy difícil vivir con 50 pesos de ganancia en diez 
años! 
 
 Pagar el precio de llegar 
solo a un diario 
 
 En el invierno de 1989 –e instalado formalmente en el desempleo– llegó la 
desesperanza y angustia. Ni radio, ni televisión, mucho menos cine, relaciones públicas 
o prensa escrita. Para esa fecha preparaba mi tesis con el nombre Contracultura, 
contrainformación,medios alternativos. Fue un borrador de casi 300 cuartillas, bastante 
documentado, con traducciones del italiano, francés e inglés, introducción, 
conclusiones, bibliografía y hemerografía, pero se quedó pendiente de trámite ante la 
ENEP. 
 
Sin acudir a los medios –por mala información y aquellos complejos de que sólo 
los egresados de universidades privadas eran aptos para el mercado de la comunicación– 
decidí viajar a Estados Unidos y tratar de buscar una beca para especialización. 
 
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Llegué a Illinois y pedí informes en la Universidad de Chicago –especializada en 
comunicación–, pero era necesario un título y saber inglés al cien por ciento. 
 
 En diarios como The Chicago Sun Times o Chicago Tribune las secciones latinas 
son poco exploradas. La opción: Diario Raza y las estaciones de radio hispanas, pero 
como existen uniones y sindicatos, también se requería estar titulado. 
 
 Para fines de enero de 1990 estaba de vuelta en México y decidí ir a los 
denominados medios masivos de información. Por una parte, sentía una gran pena por 
defraudar a mis padres y, por la otra, tampoco podía frenar mi desarrollo profesional, 
pues era como negar mi aprendizaje y naturaleza de una persona formada en la UNAM. 
 
 Un conocido de la familia, Ignacio Sánchez Martínez, ofreció llevarme a 
Ovaciones y al final de febrero de 1990 me citó en las oficinas del periódico localizado 
en la calle Lago Zirahuén 279, colonia Anáhuac, en el Distrito Federal. 
 
 El día llegó, pero quien me tenía que recomendar no. Como ya estaba ahí, pedí 
permiso para ingresar al edificio, para solicitar trabajo. En la recepción me dijeron que 
tenía que entrevistarme con el líder del sindicato o con el secretario del trabajo. 
 
No dudé y de inmediato pregunté al primer trabajador que tuve enfrente, quién 
era el líder sindical. Me mandó con una persona de nombre Benito Barba. Sin más, 
llegué con él y comenté: “señor Barba soy egresado de la carrera de periodismo y quiero 
saber si hay una oportunidad de trabajo”. 
 
Se sonrió y me respondió: “Estás equivocado”. Me vino a la cabeza que sólo los 
egresados de las universidades privadas eran aceptados, pero inmediatamente me hizo 
saber que él era el líder de los trabajadores de talleres y no de redacción. En esos años 
en Ovaciones había dos sindicatos. 
 
Me regresó el alma y pregunté quién era el secretario general del sindicato de 
redactores, a lo que respondió: Ignacio Álvarez. Es el señor que está allá, en la mesa de 
redacción. Caminé hacia él, temeroso y le lancé la misma letanía: “soy egresado de la 
carrera de periodismo de la UNAM y quiero saber si hay una oportunidad de trabajo”. 
 
Lo primero que me dijo fue: “Quién te recomendó”. Y respondí, nadie señor. 
 
Junto con él estaba en la mesa de redacción el reportero titular de la fuente 
presidencial, Martín Moreno –actual conductor del noticiero radiofónico Reporte 98–, a 
quien le comentó. “Este chamaco quiere trabajar”. 
 
Martín Moreno ese día realizaba funciones de jefe de información y leía un 
ejemplar del diario El Universal, particularmente una nota sobre el incremento de tarifa 
en el ferrocarril de pasajeros. 
 
 
 
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De inmediato me ordenó: “quiero una encuesta entre pasajeros de la terminal de 
Buenavista”. No me dijo para cuándo la necesitaba y tampoco la extensión. Eran casi las 
18:00 horas y salí de Ovaciones, ni siquiera sabía dónde estaba Buenavista, pero 
pregunté y llegué en menos de 30 minutos. En la estación chequé los nuevos precios 
según el destino y los comparé con los anteriores. 
 
Después obtuve opiniones de los pasajeros y solicité hablar con el responsable 
de la estación, para lo cual me anuncié como reportero. Nadie me hizo caso, pero 
coincidió que el director de la estación salía de su oficina para ir a descansar. 
 
En el camino a su vehículo logré algunas declaraciones sobre cuál era el impacto 
y posible beneficio. Para las 19:00 horas ya tenía casi toda la información y regresé al 
periódico. Dos cosas me orillaron a hacer esto último; una, desengañarme sobre si 
servía para el periodismo o no y, dos, mi máquina Letera Olivetti portátil estaba a dos 
horas de distancia. 
 
En la redacción tomé una máquina de escribir mecánica y en hojas de papel tipo 
revolución redacté mi encuesta, así como las declaraciones del funcionario de 
Ferrocarriles Nacionales de México. 
 
Alrededor de las 20:00 horas me acerqué a la mesa de redacción e Ignacio 
Álvarez me dijo: “¿qué pasó a qué hora te vas a hacer la encuesta?” Aquí está señor, le 
respondí y entregué mis dos cuartillas mecanográficas. Leyó la nota casi completa y 
levantó la cara para mirarme, sentí que me regañaría. Comentó: “tiene dos gerundios y 
hay que subir la declaración del funcionario. Déjame esto y ven mañana a las nueve de 
la mañana”. 
 
Al otro día, llegué puntual e Ignacio Álvarez ya estaba en la redacción. Saludé y 
me volvió a decir: “qué pasó chamaco, de verdad quieres trabajar?”, la respuesta fue 
afirmativa. Llamó al jefe de la página de ciudad y le sugirió: “Ríos, checa si este 
muchacho te sirve”. No sabía que su intención era fastidiarme, para que desistiera. 
 
Arturo Ríos me mandó a los barrancos de la delegación Álvaro Obregón, que en 
ese tiempo sufrieron deslaves. Debía hacer una nota informativa y entregarla a las 8:00 
horas del día siguiente. 
 
Puntual a la cita le entregué mi primera colaboración y de inmediato me mandó 
a buscar una grieta de gran tamaño que afectaba viviendas según él en la delegación 
Tláhua, pero no me dijo por qué colonia estaban. Para mi fortuna, yo vivía en 
Iztapalapa y sabía que las gritas no estaban en aquella demarcación, yo las tenía 
perfectamente ubicadas, al otro día llegué a las 8:00 horas con mi nota. 
 
La tercera instrucción fue entrevistar a las personas que vivían en vagones viejos 
de ferrocarril en Tlalnepantla, Estado de México, y reflejar sus penurias. Cumplido el 
encargo, la siguiente orden fue checar si en tres departamentos de un edificio viejo de la 
calle de Matamoros, en el Barrio de Tepito, después de las 22:00 horas, se vendía droga. 
 
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Acudí al lugar y junto a la puerta del edificio había una lonchería, donde pedí 
una torta y platiqué con el encargado. Al terminar, entré al edificio y al buscar los 
números indicados me encontré a varios jóvenes drogándose, saludé al puro estilo del 
barrio y seguí mi camino. Llegué a los departamentos –sí existían– y comprobé que 
estaban habilitados como bodegas de contrabando. 
 
Al siguiente día llegué a la redacción y le dije a Arturo Ríos: 
 
–“No venden droga, son bodegas de fayuca”… Echó a reír y me contestó. 
 
– “Son de mi compadre… nada más quería probar que fueras cabrón”. 
 
Ese mismo día comunicó al secretario general del sindicato: “este joven me sirve 
para el trabajo de la ciudad. Yo me encargo de pagarle de mi bolsa mientras lo 
contratan”. 
 
 Al fin sindicalizado 
 
 Después de una semana de entregar encuestas, notas informativas y entrevistas, 
llegó un lunes en el que leí en la sección “La Metrópoli”, como información principal, 
la nota de los barrancos en la delegación Álvaro Obregón y en el texto mínimas 
correcciones. Quería gritar de gusto y mostrar a todos que mi trabajo servía. Seis días 
llevé la nota principal de la sección, pero sólo el editor y mis compañeras –tres 
reporteras– sabían que eran mis colaboraciones, porque no aparecían firmadas. 
 
Fue el viernes 13 de abril de 1990 cuando apareció por primera vez mi crédito en 
una nota que denunciaba la venta de permisos para comerciantes ambulantes en las 
calles del centro de la delegación Iztapalapa. Pasaron seis meses y la página de ciudad 
quedó atrás. El 2 de octubre de 1990 por primera vez coloqué una nota en primera 
plana: “Entra en vigor la prohibición de consumir cigarros en lugares públicos”. 
 
El sábado 17 de noviembre de 1990 mi información ocupó el primercintillo bajo 
o “calzón” con un recuadro en primera plana “San Juanico a seis años. Se niega a 
morir”. Para el 19 de diciembre de ese mismo año, mi información fue seleccionada 
como nota de ocho columnas en la Segunda Edición de Ovaciones y después fueron 
muy comunes. 
 
Todo estaba muy bien, máxime que ya me pagaban un salario semanal. En aquel 
tiempo, la regla era llegar a prueba y sin salario. De febrero a septiembre de 1990 no 
cobré un solo centavo, mis padres me brindaron apoyo incondicional. 
 
Ese mes de septiembre, dos compañeros ingresaron a la redacción de Ovaciones, 
Laura Estévez Arcos, quien después se convirtió en mi esposa, y Juan Carlos Villarruel 
Hemer, ambos de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. La primera semana 
de trabajo cobraron su sueldo. Esto llamó mi atención y reclamé de inmediato a mi 
editor Arturo Ríos Ruiz. Su respuesta fue: 
 
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“Ya no me acordaba que no cobrabas. ¿Yo te debo verdad cabrón? No te apures 
jefe voy a hablar con Miguel Ángel Rocha –entonces secretario del Trabajo– para que te 
incluyan en la nómina”. 
 
En septiembre de 1990 me incrusté formalmente en la nómina de un diario de 
tradición y circulación nacional. Sabía que sólo el trabajo y dedicación me 
mantendrían. Era ya un sindicalizado y un “obrero de las letras del diarismo”. 
 
Trabajé junto a egresados de las diferentes escuelas de la UNAM y algunas 
facultades, compañeros formados en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), 
en la del Valle de México (UVM) y en la Iberoamericana (UIA), con quienes comprobé 
que ninguna institución educativa por sí sola hace al reportero. 
 
Se requiere formación académica; pero, sobre todo, tenacidad y ganas de 
cumplir una labor social no muy bien remunerada, aunque de gran dignidad cuando se 
ejerce en forma vertical. Otra condición que le escuché decir a Renato Leduc era: “saber 
escribir y no ser pendejo”. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Capítulo 2 
Picar piedra en el diarismo 
 
Da tu sangre 
Aunque bien no pudiera bastar 
Dala, alguien dirá que no es suficiente 
Cede tu sangre. Sin esperar recompensa 
Da tu sangre 
Darás toda y te pedirán siempre más 
Cede tu sangre 
Aunque te cueste más que la dignidad 
Cédela 
Muestra tu injustificable palidez 
Dona tu sangre 
Llorando dirán que te la deben 
 Dónala 
 Pero tras un suspiro lo olvidarán 
 Así que da tu amor y que la sangre quede en familia 
 
Pete Townshend 
 
 
 
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 El periodista es un ser de otra piel, sensible al dolor y al gozo humano, que 
diario reporta, describe, narra, analiza y critica. Un ser que, al perseguir la noticia, no 
sabe de familia, amigos, enfermedad, hambre o sed. Debe eliminar sus miedos para 
poder cumplir su función. 
 
 Es un profesional que, en una primera etapa, lucha contra la competencia natural 
que representan sus compañeros y empresas. Y, en una segunda, contra él mismo, al 
enfrentar situaciones, como el dominio de la soledad, el escepticismo y la 
deshumanización. 
 
Vive una vida pendular al saborear y disfrutar los mejores y peores lugares, al 
estar con actores sociales de todo tipo, héroes y villanos de la historia contemporánea, 
que nace y muere cada día en las páginas de periódicos y emisiones de audio y video. 
 
Obrero de las letras que después adquiere el compromiso de pasar al estudio de 
las técnicas, estilos, especialización y, en algunos casos, a la narrativa, poesía y 
literatura. Un ser que debe estar siempre dispuesto a preguntar, a aprender y nunca a 
saberlo todo, porque en el momento que empieza a pensar así, inicia su decadencia, por 
joven que sea. 
 
El profesionista y profesional que a diario sortea la seducción artificial del 
poder, los desprecios de significar una clase incómoda y la satisfacción de cumplir con 
la sociedad, de enfrentar a quien la arremete, aunque en ello le vaya la vida. 
 
Lucha por las “fuentes” informativas 
 
 En el primer trimestre de 1990, al integrarme a Ovaciones, libré una doble 
batalla profesional. En un frente, contra la competencia natural, aquellos diarios que 
además de su edición matutina y nacional tenían ediciones meridianas y vespertinas; 
mientras que por el otro, contra los mismos compañeros. 
 
 En el terreno periodístico la lucha era –por la mañana y tarde– contra La 
Primera de Noticias y La Extra de Excélsior, El Universal Gráfico (hoy matutino), Sol 
de Mediodía y Cuestión. Para el día siguiente con todos los diarios de circulación 
nacional. Al interior de Ovaciones existían dos tipos de informadores: los compañeros 
que se formaron de manera empírica en la “talacha” o “jerga” periodística y los 
egresados de las escuelas o universidades. 
 
 Desde el primer día constaté que los jefes eran empíricos y con costumbres muy 
arraigadas. Celaban su escritorio, máquina de escribir, silla y hasta su espacio. Por la 
mañana, cuando llegaba a la redacción, las sillas estaban amarradas con los cables de las 
máquinas eléctricas y cometer el error de sentarse en “el lugar de un reportero” o tomar 
los instrumentos colectivos de trabajo era más que un delito. 
 
 
 
 
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Los reporteros llegaban por su orden del día a las 8:00 horas y algunos 
preparaban desde ese momento sus notas para la edición vespertina. Después salían a la 
calle a recabar información, enviarla vía teléfono, fax o como se pudiera. Por tal razón, 
la “locura” empezaba desde muy temprano. 
 
Yo, como elemento nuevo y desconocido, tenía que llegar a las 7:00 horas para 
poder escribir y no incomodar a los reporteros titulares de las fuentes informativas o 
responsables del sector. En una ocasión, tomé una máquina mecánica y me senté en un 
lugar, a mi entender, sin dueño. Inicié la redacción de mi nota a las 7:00 horas y, poco a 
poco, se me fue el tiempo, hasta que escuché un grito por la espalda. 
 
–“¡Sabe quién soy yo!”. 
 
–“No señor…”, respondí casi temblando. 
 
–“El titular de policía, juzgados y religiosas (omito el nombre porque esta 
persona falleció). Éste es mi lugar, mi silla, mi máquina, levántese…”. 
 
Sin saber qué hacer o decir obedecí y terminé mi trabajo en otro lugar. Entendí 
que todos los reporteros eran muy celosos de sus espacios, físicos e informativos. Ante 
tal situación, prefería redactar en mi casa y sólo presentarme por las mañanas a entregar 
mis notas. Como yo reportaba asuntos de la ciudad y lo que ocurría en las delegaciones 
políticas (no la nota del día), fui al fondo de los problema urbanos y conocí, con la 
ayuda de la gente, la problemática de cada una de ellas y muchas veces tenía primero la 
información que la encargada del Departamento del Distrito Federal (DDF). 
 
Obvio, al publicarse mi material ocasionaba molestia a la reportera Isabel 
Hernández, quien además, tenía compromisos publicitarios y de información con las 
dependencias y organismos capitalinos. Los reclamos no se hicieron esperar y la 
lucha por las fuentes informativas –sector asignado– eran casi a muerte. El motivo, 
porque al titular del lote le correspondía un 15 por ciento de cada inserción publicitaria 
–esquela, convocatoria, notificación, edicto, gacetilla, fotografía o líneas ágata en 
primera plana–. 
 
 Poseer una fuente informativa representaba un alto ingreso. La ganancia era 
superior al salario normal, máxime si se trataba de un convenio* en donde se le pagaba 
al reportero titular un porcentaje mensual. 
 
 
* Un convenio publicitario era una negociación comercial reportero-dependencia,durante tres, 
seis, nueve y hasta doce meses. Por medio del convenio se tenía derecho a un cierto número planas 
e, invariablemente, siempre la información era resaltar obras, declaraciones y puntos de vista del 
titular de la dependencia, sus familiares y subalternos. 
Había convenios millonarios como en el caso de la Presidencia de la República, Petróleos 
Mexicanos y todas las secretarías de Estado. Del Presupuesto de Egresos de la Federación se 
destinaba suficiente capital para las entidades descentralizadas y paraestatales. 
 
 
 
 
 
 
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El DDF, en ese tiempo era una de las fuentes o lotes informativos más 
redituables en el terreno informativo y económico. El salario de un reportero 
sindicalizado era superado hasta en 10 o 15 veces cuando se captaba publicidad. Por 
ello, la guerra por una titularidad era férrea. Los altos ingresos logrados por estos 
compañeros, desafortunadamente –no en todos los casos– condicionaban la veracidad 
de la información o por lo menos, siempre se destacaba el hecho positivo frente al 
negativo. La censura era automática, autocensura y compromisos empresariales que 
estaban por encima de la información veraz. 
 
Para esa época inició trabajos la Asamblea de Representantes del Distrito 
Federal (ALDF) y con la información de los asambleístas (todavía no diputados 
locales), así como con la investigación de campo pude sobrevivir y empezar a formar 
una red de contactos. 
 
 Para mí lo más importante, como no había dinero de por medio, era que podía 
escribir con menos restricciones y ello gustaba a algunos directivos del diario. Otro 
sector estaba tan comprometido que antes de redactar debía analizar si su información 
no ofendía a decenas de sectores gubernamentales, de empresarios y hasta religiosos. Es 
decir, los reporteros novatos servíamos como factor de equilibrio en las planas, aunque 
de manera consciente sabíamos que dicho trabajo era capitalizado por los titulares de las 
fuentes informativas. 
 
 Mi ganancia, como la de varios compañeros, era ocupar un espacio en el diario. 
La receta: “picar piedra”, investigar y denunciar los problemas de la ciudad. Además, el 
trabajo de investigación, la constancia y una línea crítica, significaron factores decisivos 
para, tarde o temprano, abrir puertas, incluso, para desplazar a varios compañeros con 
algunos vicios. 
 
 Las conductas nocivas iban desde el fuerte alcoholismo de muchos 
informadores, hasta la prepotencia, la extorsión, protección de giros y negocios ilícitos, 
así como tráfico de influencia en todos los niveles. Una gran mayoría de informadores 
eran gestores o “coyotes”. 
 
 En la actualidad, no en el mismo nivel, pero todavía existen estas prácticas 
nocivas y por lo que seguramente se abren espacios en los medios de información. Debe 
agregarse la no actualización o especialización en temas particulares, como factor que 
también provoca la expulsión de los reporteros en los medios. 
 
Lo cierto es que los medios informativos nunca se cierran, son extremadamente 
dinámicos, de trabajo extenuante y mal pagado para las nuevas generaciones. Esa es la 
“rendija” o la opción para que las nuevas generaciones se cuelen e integren a la talacha 
periodística, cuando no hay de por medio una recomendación. 
 
 
 
 
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Enviado especial 
 
 El 13 de febrero de 1991 llegaría la primera cobertura fuera del Distrito Federal. 
Para ese tiempo ya había ganado cierta confianza con mis editores y los trabajos que los 
reporteros con mayor antigüedad despreciaban me eran encomendados. En esa fecha se 
aproximaba la festividad en el Santuario de El Señor de Chalma, Estado de México. 
Miles de personas, como cada año, acudirían con el Santo Patrón. Para llegar al templo, 
la calle de acceso no medía más de cuatro metros de ancho y en cada lado se habían 
instalado puestos ambulantes, así que para el paso de los peregrinos no se dejó más de 
dos metros. 
 
El pequeño corredor operaba en dos sentidos, pero ante los miles de visitantes 
fue insuficiente. La multitud ansiosa por visitar a su santo terminó por aplastar y asfixiar 
a 40 personas, entre ellas, ancianos y niños de ambos sexos. 
 
 Ese 13 de febrero en la redacción de Ovaciones el jefe de información buscó un 
candidato. Y me eligió. 
 
 “¡Te vas a Chalma, pero no hay vehículo y el tuyo está muy dañado!”. 
 
 Pasaba por la redacción Carmen M. Salgado, otra compañera de reciente 
ingreso, pero tenía entre otras cualidades la de contar con un Volkswagen sedan, color 
blanco, recién salido de la agencia. 
 
 El jefe de información, Ignacio Álvarez, sin titubeo sugirió: “niña te vamos a 
encargar una misión especial, junto con Urbano. En este momento se van a Chalma, 
conságrense”. Salimos los dos a realizar la cobertura informativa. Para la edición 
matutina del 14 de febrero se publicaría el reporte firmado por dos enviados. 
 
Después de la talacha para la edición del Día de San Valentín, en Chalma 
empezó otra historia. Poco a poco, cayó la noche, la temperatura descendió y para la 
madrugada estábamos a menos cinco grados. En el pequeño poblado todo estaba 
ocupado y buscar un hotel era un sueño. 
 
La opción, el “vocho”, con vestiduras de plástico y tela “pliana” 
semicongeladas que no ayudaban casi en nada a mitigar el frío de los dos aprendices de 
reportero, quienes por la emoción de ser enviados, nunca evaluamos a qué lugar nos 
dirigíamos y de las chamarras o abrigos nunca nos acordamos. 
 
Como quiera que sea, el “vocho” era la mejor y única opción. Cuando los 
enviados de Ovaciones se disponían a descansar se integró una compañera del diario El 
Universal de nombre Abigail Cruz Guzmán –ahora empleada de Ovaciones– y pidió 
posada. 
 
 
 
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Era tanto el frío y la incomodidad dentro del vehículo que preferí bajar. Toda la 
madrugada trabajé, hice entrevistas, recopilé información sobre la localidad y la forma 
de vida. Después me refugié con los peregrinos frente a una fogata, donde además me 
compartieron café y aguardiente. Pensaban que estaba loco o drogado, ya que todo 
mundo traía chamarras al por mayor y se cubrían hasta con cobijas. 
 
En cambio, yo sólo vestía pantalón y una camisa delgada. Frente a esa realidad 
comprendí que empezaba a disfrutar las penurias en la vida de un reportero, y después 
se multiplicaron. Muy temprano, casi congelado, sucio y hambriento, dicté un reporte 
que ganó toda una plana en la Segunda Edición del 14 de febrero. (Ver anexo 4 en la 
pagina 124). 
 
Tenía suficiente información, la obtuve durante la noche y madrugada de 
peregrinaje, a cinco grados bajo cero de temperatura y con la intención de que alguien 
se apiadara de mí y me prestara, por lo menos, una jerga o una franela para cobijarme. 
 
Los reporteros de policía y el corresponsal en el Estado de México se harían 
cargo del seguimiento informativo. Ellos continuarían con los partes oficiales, los 
discursos de funcionarios, del gobernador, las clásicas frases: “No están solos”, “Se les 
ayudará con los gastos del sepelio”, “Nunca los olvidaremos”, “Dieron su vida por la 
fe” y tantas cursilerías más… 
 
La investigación de campo gustó en el diario y también la disposición a viajar a 
lugares difíciles sin poner pretextos. Carmen M. Salgado no compartía la misma 
opinión y es que, entre otra cosas, ni la gasolina le pagaron. Los compañeros con mayor 
antigüedad o las “chicas guapas” de Ovaciones jamás se meterían a esas coberturas 
¡ufff! Tales órdenes de trabajo para muchos y muchas eran hasta ofensivas, de 
principiantes. 
 
Explosiones en el Sector Reforma 
 
Así, el 21 de abril de ese mismo año, fecha en que se registraron 18 explosiones 
en cadena en el Sector Reforma de Guadalajara, Jalisco, el jefe de Información no dudó 
y la emergencia fue mi orden del día. “¡Aquí está tu boleto de avión. Sales en este 
momento. Te enviamos dinero, allá compras ropa. Por lo pronto, ten un cheque!”Esa cobertura duró casi 20 días y nunca pude hacer efectivo el cheque porque 
según los funcionarios bancarios tapatíos fue expedido en el Distrito Federal y como los 
“chilangos” no somos muy de su agrado… Conocí la gran variedad de tacos y tortas 
ahogadas de todo Guadalajara. Fue una rica y nutritiva dieta, todos los días. 
 
Resistí gracias a una tarjeta de crédito con reducido saldo a favor y a los 
víveres para los damnificados. No me costó mucho trabajo integrarme a las filas, mi 
apariencia era casi idem, pues si no tenía lo suficiente para comer, mucho menos 
contaba con recursos para comprar ropa. 
 
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Eso sí, era el huésped más desalineado de un hotel de cinco estrellas, ya que 
Ovaciones tenía convenio publicitario con la cadena Camino Real, sólo que el 
“paquete” no incluía alimentos. Cada noche lavaba mi camisa, trusa y calcetines; al 
pantalón le tocaba agua y jabón en el lavabo del baño dos veces a la semana. Para 
asegurar que se secaran las prendas las colocaba toda la noche y madrugada frente al 
aire acondicionado. 
 
Por fortuna, casi todos los hoteles de cinco estrellas, en sus cuartos de baño 
cuentan con secadora para el cabello, un “burro” y plancha. Pero, todo eso no 
importaba, eran cuestiones secundarias y de las que nunca se sabe o se debe saber en las 
notas periodísticas. Por lo menos eso indican los códigos de ética tan afamados como el 
del diario español El País, con el cual coincido en parte. 
 
La experiencia fue más que formativa. Había que sobrevivir sin recursos y 
enviar información para dos ediciones a la voz de ¡ya! Para los editores había un 
enviado y fallar equivalía a estar un buen tiempo “congelado” en la guardia con tareas 
menores. 
 
El día de las explosiones, obvio, el transporte era un caos, la telefonía celular no 
era comercial y la computadoras tipo lap top aparecían sólo en catálogos japoneses, 
europeos y gringos. 
 
Del aeropuerto internacional Miguel Hidalgo de Guadalajara al Sector Reforma, 
la salvación fue una ambulancia de la Cruz Roja, que me permitió llegar hasta el primer 
retén de policía y después a caminar, por fortuna yo no llevaba más que una libreta, 
bolígrafo y grabadora. 
 
Una hora después de caminar y trotar llegué al lugar de la explosión (colonia La 
Nogalera). Pese a la presión, un reportero nunca debe perder el “reloj editorial”; es 
decir, los tiempos para enviar adelantos, imaginar la evaluación de la información en la 
junta editorial y el cierre de edición, así como el espacio para organizar ideas en una 
libreta o de manera mental, para después poder empezar la odisea de buscar un teléfono 
y dictar. 
 
 Durante los recorridos tomé testimonios de los afectados, paramédicos, 
voluntarios, rescatistas, bomberos, doctores y cuantas fuentes directas estuvieran en el 
lugar, también registré el ambiente para redactar una “nota de color”, como se dice en la 
“jerga” periodística, no se trata más que de una crónica literaria o un intento de ella. 
 
Posteriormente, acudí a buscar la información oficial sobre el número de 
víctimas, daños materiales, demanda de ayuda, dígase medicamentos, cobijas, ropa, 
agua y demás. En tercer término, para avanzar de lo particular a lo general acudí a las 
fuentes secundarias, periódicos y revistas atrasadas, donde se había denunciado riesgo 
de explosión por fuertes olores a gasolina. 
 
 
 
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Con el cúmulo de información, agotado y sin comer como casi siempre ocurre 
en toda cobertura informativa, inicié la etapa del envió de información: las “notas 
duras” o informativas, las entrevistas de semblanza, las notas de ambiente “color” y 
como plus el manejo de hipótesis o una exclusiva sobre la causa del accidente con las 
principales autoridades. (Ver anexo 5 en la pagina 125). 
 
A cualquier precio o compromiso conseguí un teléfono para hablar por cobrar y 
al tiempo que dictaba la información hacía peticiones de mayores recursos. La 
respuesta: “¡tú quédate, ya le comunicamos la situación al contador!”. 
 
Para empezar a trabajar, organizar la información y después dictar, hay que 
observar las reglas mínimas de la investigación en ciencias sociales. Delimitar un tema 
en tiempo y espacio, observar el fenómeno y plantearse un problema para entrar a la 
investigación. Después con las fuentes primarias y secundarias; se debe cumplir con el 
desahogo de cinco puntos clave; uno, la delimitación del objeto en el espacio físico-
geográfico; dos, delimitar el tiempo; tres, realizar un análisis semántico de los 
principales conceptos; cuatro, formular oraciones tópicas o temas, y; cinco, evaluar los 
recursos disponibles. 
 
Así se podrá cumplir en cualquier información con las cinco preguntas obligadas 
en el periodismo informativo –qué, quién, cómo, cuándo y dónde– y sus dos adiciones 
por qué y para qué. Estos esquemas con la práctica se dominan en forma mental y con el 
trabajo diario permiten dictar oraciones cortas y directas, además como se cuenta con 
poco tiempo para usar un teléfono, fax o máquina de escribir, se debe ser directo y 
lacónico. (Ver anexo 6 en la pagina 126). 
 
Al término de la travesía informativa de cada día, se puede pensar en comer, 
beber desde agua hasta un buen trago, descansar y pensar en los motivos que nos tienen 
en el periodismo. Así recuperar fuerza y aliento suficientes para realizar una tarea 
extenuante, nueva y apasionante al siguiente día. 
 
Llegado el día 18 de cobertura informativa y después de todo el trabajo de 
campo en el que coincidimos varios informadores de la prensa nacional y regional, 
televisoras y noticieros de radio respecto a que el culpable era Pemex, llegaron las 
autoridades federales y reconocieron los hechos. 
 
Fue entonces cuando las declaraciones sepultaron el dolor, las páginas y tiempos 
pagados, las gacetillas y desplegados, le dieron otra cara a la desgracia de un pueblo. 
Los muertos quedaron atrás, las indemnizaciones, la reconstrucción, la violación a los 
reglamentos y disposiciones. Además, se minimizaron los hechos y funcionarios de muy 
bajo nivel fueron los únicos encarcelados. 
 
 
 
 
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Chiapas: cobertura de años 
 
Después de cubrir en abril-mayo de 1991 las explosiones en el Sector Reforma 
de Guadalajara, mis editores me ubicaron como reportero para trabajos especiales. Tuve 
la fortuna de esclarecer con investigaciones periodísticas casos como la masacre de 
Portales, El agua “milagrosa” de Tlacote, Querétaro, donde se puso al descubierto un 
fraude; el hallazgo de las máquinas de ferrocarril del proyecto México-Querétaro que 
nunca fueron utilizadas, situación que provocó la caída del entonces titular de 
Ferrocarriles Nacionales de México, y decenas de trabajos que destacaron en la prensa 
nacional. 
 
Yo estaba feliz, pero al tiempo que ganaba espacios en el terreno profesional 
también perdía familia, esposa, hijas y amigos. La relación con mis padres empezó a ser 
por teléfono, a mi esposa la veía en el aeropuerto o no hablábamos desde diferentes 
entidades porque ella también es reportera, mis hijas siempre encargadas con familiares, 
los amigos muy pocas veces. No había más, se trataba de conocer nuevos horizontes y 
empezar una vida absorbente de trabajo “delicioso” y por el que se tiene que arrastrar a 
mucha gente. 
 
Así, transcurrieron los años 91 y 92 en un diario dirigido por la familia González 
Parra, herederos de Fernando González Díaz Lombardo, quien fundó Ovaciones en 
1947. 
 
En 1992, Ovaciones fue vendido a Televisa y llegaron a dirigirlo Jacobo 
Zabludovsky, Alberto Ventosa y, en la parte editorial, Rodolfo El Negro Guzmán. Para 
1993, un hecho provocó que la historia cambiara en forma brusca, el 23 de mayo 
ejecutan al cardenal de la Diócesis de Guadalajara, Jalisco, Juan Jesús Posadas Ocampo. 
 
Los escenarios político, económico, social y, obvio, el religioso se empezaron a 
entremezclar. Era la etapa de la efervescenciapor el Tratado de Libre Comercio TLC 
(NAFTA por sus siglas en inglés) y los movimientos rebeldes que fueron silenciados 
oficialmente por los compromisos en el exterior. 
 
En el estado de Chiapas, particularmente en la zona serrana, cerca al municipio 
de Guadalupe Tepeyac, una patrulla del Ejército Mexicano descubrió un campo de 
entrenamiento guerrillero, pero sólo un periódico publicó una pequeña nota sobre los 
hechos. 
 
Fue el primero de enero de 1994 cuando el periodismo dio un giro de 360 grados 
en México. El subcomandante insurgente Marcos surge en la escena nacional e 
internacional y su movimiento entra en vigor junto con el TLC. (Ver anexo 7 en la pagina 
127). 
 
 
 
 
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En la redacción de Ovaciones se pensó en quiénes eran las mejores plumas o 
reporteros que podrían encargarse del caso. El mismo día del alzamiento rebelde 
viajaron dos compañeros redactores y dos fotógrafos de las fuentes políticas. Éstos no 
convencieron con su trabajo y no pasaron del día cinco de enero. Se tomó la decisión de 
relevarlos por otro equipo de cuatro reporteros. Las diferencias ideológicas entre estos 
últimos compañeros generó enfrentamientos y también que fueran regresados. 
 
El jefe de Información, en ese tiempo Miguel Ángel Rocha Valencia –actual 
director del diario Unomásuno–, envió entonces a los reporteros titulares de Policía, ya 
que se trataba de realizar investigaciones y buscar a los integrantes del Ejército 
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que se habían replegado a la sierra y sólo 
hacían contacto por medio de comunicados de prensa y piezas poético-literarias. 
 
El 15 enero estando en la redacción de Ovaciones recibí una llamada anónima 
que refirió: 
 
“…20 minutos antes de las 20. Un explosivo estallará en la parte lateral derecha de la 
escalinata del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) localizado en 
Magdalena Contreras. Ya lo escucharon 20 antes de las 20. Se responsabiliza de esta 
acción Comandante Lázaro, de la célula urbana del EZLN…”. 
 
Tan pronto como recibí la llamada comuniqué a la jefatura de Información lo 
ocurrido y me pidieron que de manera textual repitiera el contenido de la llamada 
telefónica. Se tomó la decisión de no publicar, hecho que me molestó y propuse que se 
investigara más a fondo a las supuestas células urbanas. Nadie dijo nada, pero para el 18 
de enero de 1994 se me ordenó, junto con el entonces jefe de Redacción de Ovaciones, 
Hugo García Salcedo, viajar a Chiapas y relevar a los compañeros de Policía, “¿al fin y 
al cabo tienen ganas de investigar o no?”, fue el argumento. 
 
El vuelo salió al mediodía y antes de dos horas llegamos a Tuxtla Gutiérrez, 
capital del estado. Del aeropuerto partimos a la ciudad colonial de San Cristóbal de las 
Casas, por la carretera Panamericana custodiada por el Ejército Mexicano. 
 
Ahí conocí los retenes militares en acciones similares a las realizadas en una 
guerra, las trincheras y a los francotiradores apostados en lugares estratégicos. Había 
que apagar las luces exteriores y encender las interiores en los vehículos, dar paso a 
revisiones exhaustivas y a los detectores de explosivos con que se checaba todos los 
vehículos, equipaje y personas. (Ver anexo 8 en la pagina 128). 
 
Al llegar a San Cristóbal de las Casas, nos dirigimos al hotel Diego de 
Mazariegos, donde se instaló una sala de prensa para los enviados nacionales e 
internacionales. Estaban las figuras del periodismo de México y de los países más 
importantes del mundo. 
 
 
 
 
 
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Por The New York Times cubría el famoso periodista Tim Golden, experto en 
guerrillas y guerras en todo el mundo. En plena acción había representantes de los más 
prestigiados diarios de Francia, Italia, reporteros de La Unita –donde periódicamente 
publica Umberto Eco–, periodistas de la Cadena Bild alemana, de la BBC de Londres y 
representantes de importantes rotativos japoneses. 
 
Obvio, se congregó “la crema y nata” del periodismo mexicano. Escritores de 
todas las tallas, articulistas, conductores y la artillería, reporteros que sudaban la 
camiseta para que sus jefes firmaran las notas principales. (Ver anexo 9 en la pagina 129). 
 
Después de ver tal reunión, casi tertulia literaria y de personajes, no había más 
que trabajar, debido a que la competencia era de gran nivel y no tenía la intención de 
compartir información o ir de paseo. Con el equipaje a cuestas nos propusimos buscar 
una habitación, ya que había en ese entonces más de mil 200 reporteros en San 
Cristóbal de las Casas, además de investigadores, simpatizantes, bases de apoyo, 
funcionarios, negociadores, legisladores y representantes indígenas de todo el mundo. 
 
Por fin localizamos a nuestros compañeros Moisés Ramírez, Gabriel Castillo y 
Santiago Jiménez, quienes nos dieron posada y después cedieron sus habitaciones. Al 
día siguiente, muy temprano, Hugo y yo partimos a la Selva Lacandona, junto con 
nuestras lentes Javier Narváez y Carlos Medellín (Premio Nacional de Periodismo en 
1988). Lo mismo hacían Moisés, Gabriel y Santiago, pero en sentido contrario, rumbo 
a Tuxtla Gutiérrez y después a la ciudad de México. 
 
Por la noche, al llegar a mi habitación y después de enviar mis reportes, encontré 
una carta manuscrita pegada en el espejo del tocador, un pequeño recado y un bolígrafo, 
marca Bic, tinta azul, que decía: 
 
Estimado Urbano: 
 
Cuando leas estas líneas tal vez ya estaré pisando la capital de México y tú ya habrás 
regresado de la selva. 
Quisiera hacerte la siguiente recomendación: 
La experiencia que he vivido aquí en Chiapas es, sino, la más grande de mi vida, y no me 
refiero al ámbito de la profesión periodística, sino al de la experiencia misma de la 
persona como humano. 
Ya te habrás dado una probada de lo que hay en Los Altos. Ahora tendrás un marco de 
referencia para comprender el movimiento del EZLN y darte cuenta en la miseria en 
que viven. 
Nuestra obligación como empleados de un medio de comunicación es decir la verdad. 
Mi recomendación es esa, dila, cuéntala, tal cual, cuando vayas entrando a otros pueblos 
te vas a dar cuenta de la más grande necesidad y del aberrante cacicazgo que existe en 
este estado. 
Cuídate mucho, habla con tu esposa diario y también con tu madre. Y sobre todo, sé 
independiente y rebelde en tus notas. 
Tu amigo. Subcomandante Santiago. 
 
P.D.: Te dejo la pluma con que hice mis mejores crónicas… (Ver anexo 10 en la 
pagina 130). 
 
 
 
 
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Mi compañero tenía razón. En todos los poblados y rancherías de los municipios 
de Ocosingo, Altamirano, Oxchuc, Las Margaritas, Guadalupe Tepeyac, Chenalhó, San 
Quintín, Zinacantán y San Juan Chamula la situación era más que crítica. 
 
La miseria era tal que una jornada de trabajo en el campo se pagaba en diez 
pesos y en las cabeceras municipales las mujeres indígenas se alquilaban como 
empleadas domésticas sólo por 10 o 20 pesos diarios. En muchas ocasiones, 
simplemente por la comida para poder alimentar a sus hijos. (Ver anexo 11 en la pagina 
131). 
 
La carta de Santiago Jiménez, desde luego me hizo reflexionar respecto a la 
cruel situación en que vivían nuestros hermanos indígenas, pero también sobre la 
necesidad de ser lo más objetivo posible y no apartarme de la verdad ante el dolor 
humano. 
 
El EZLN tenía control total sobre la información e ideó un sistema para evitar la 
censura en los medios de masivos. Desde diciembre de 1993 convocó en San Cristóbal 
de las Casas a periodistas de los principales medios del mundo y de las agencia 
internacionales, además el Comité Clandestino Indígena Revolucionario Comandancia 
General del EZLN manejaba Internet por vía satelital. 
 
A ello, debe agregarse que la familia de Amado Avendaño, quien después se 
autodenomino gobernador en rebeldía, controlaba cerca de cinco agencias informativas 
internacionales instaladas en Chiapas. 
 
 Es decir, si los mediosmasivos acostumbrados a las políticas priistas cerraban 
los espacios, los mensajes llegaban por agencia y al mundo vía Internet, mientras que a 
los periódicos, televisoras y estaciones de radio por canales diversos, no había opción 
para que las mentes editoriales retrógradas triunfaran. 
 
El subcomandante Marcos casi a diario enviaba comunicados de prensa y los 
dirigía a tres medios: El Tiempo, encabezado por Amado Avendaño –de distribución en 
San Cristóbal de las Casas–, La Jornada y semanario Proceso. (Ver anexo 12 en la pagina 
132). 
 
En un principio las misivas eran celosamente resguardadas por los reporteros de 
estos diarios a quienes les llegaban hasta su cuarto de hotel, al mismo tiempo que a la 
pequeña redacción de El Tiempo (casa habitación de la familia de Avendaño). De 
manera paralela, esta información se filtraba al resto de los medios informativos y a los 
servicios de inteligencia de la Secretaría de Gobernación y el Ejército Mexicano. 
 
Por mucho tiempo los comunicados del subcomandante Marcos, sus cuentos y 
narraciones fueron materia prima del movimiento. Más tarde el trabajo de campo y las 
voces de todos los actores ganaron terreno. 
 
 
 
 
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Hugo García y yo nos organizamos y mientras él cubría la información que se 
generaba en San Cristóbal de las Casas –sectores religiosos, campesinos, ganaderos, 
desplazados y funcionarios públicos– yo me encargué de la talacha y de recorrer 
población por población, para constatar la realidad de la zona serrana de Chiapas. (Ver 
anexo 13 en la pagina 133). 
 
Los primeros días de febrero se desató “la fiebre de reporteros caza 
pasamontañas”, ya que los alzados se refugiaron en la selva. El 6 de febrero, llegué a un 
retén del EZLN instalado en la población de San Miguel, municipio de Ocosingo, y se 
me permitió el paso para entrevistar a la Mayor Irma, una guerrillera indígena del 
primer círculo de ejército rebelde. 
 
Para ello, junto con mi compañero fotógrafo Javier Narváez, tuve que caminar 
seis horas por veredas y brechas lodosas. Al paso nos salían campesinos con machetes 
y, nos decían: “recto, recto, recto…”. Ellos contaban con comunicación de radio en 
banda corta. 
 
Casi al llegar a las primeras seis horas y cruzar varios valles, se nos emparejó 
otro indígena y se identificó como Bravel. Sin más, nos pidió dejar el camino y entrar 
por la hierba, y metros adelante un claro donde el lodo y el barro nos llegó a las rodillas, 
esto para que no pudiéramos caminar o correr. 
 
Bravel comentó: “ahí esperen”. Otro hombre con paliacate en la cara, ordenó 
“¡Abran sus mochilas! ¡Qué es lo que traen! ¡No prendan ninguna lámpara porque los 
aviones del Ejército Mexicano con la luz nos ubican!”. 
 
En medio de la tensión, de vuelos rasantes de aviones militares y de no saber si 
habría regreso, fuimos rodeados por un grupo de milicianos, que al mismo tiempo 
cortaron cartucho con sus rifles y metralletas. 
 
En segundos apareció una mujer con pasamontañas, camisola café y pantalón de 
campaña verde, botas tipo militar, fornituras, carrilleras y una subametralladora, 
terciada al pecho. (Ver anexo 14 en la pagina 134). 
 
– “Qué prensa son”, preguntó: 
 
– “Ovaciones, de la ciudad de México”. 
 
– “¿Qué quieren…? ¿A qué vienen…?”. 
 
– “¿Podemos grabar y tomar fotos?”. 
 
– “Sí, pero rápido. Tú, el de la grabadora, tápale el foco rojo. Con eso nos 
pueden ubicar”. 
 
 
 
 
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Irma, con tono enérgico ordenó: “¡Tienen cinco minutos aprovéchenlos!”. En 
ese momento empezaron las preguntas, en medio de la oscuridad, con el lodo hasta las 
rodillas y casi a gritos porque ellos estaban fuera del claro. 
 
Se logró una entrevista de casi 45 minutos, tiempo en el que Irma explicó el 
motivo del movimiento, parte de sus planes y estrategias a corto plazo, además hizo un 
llamado a los indígenas y “hermanos rebeldes” de México y el mundo. 
 
 Debemos regresar, nos espera el subcomandante Marcos y los comandantes del 
Comité Clandestino, dijo. Con la misma formación los rebeldes se retiraron y el 
campesino Bravel ordenó: “pueden irse, no prendan sus linternas, cigarros y cerillos, 
cuando escuchen un avión del Ejército tírense a la hierba ¡Suerte!”. 
 
 Eran casi las siete de la noche y aislados de toda comunicación nos esperaban 
seis horas de regreso caminando, para después buscar una caseta telefónica y dictar un 
reporte sobre aquel encuentro. 
 
El primer teléfono rural lo tuvimos a la vista casi a la una de la madrugada del 
otro día. El director de la primera edición, ordenó: “¡Adelante! Hoy lo medular de la 
entrevista para Ovaciones y Summa, mañana toda una plana para la Segunda Edición”. 
 
A las 5:00 horas llegamos a San Cristóbal de las Casas, listos para un buen baño, 
porque parecía que regresábamos de la guerra. Apenas hubo tiempo para comer lo que 
nos correspondía un día antes e inmediatamente a preparar el material para el diario 
vespertino. Sólo cinco medios nacionales pudieron hacer contacto en la selva con los 
milicianos del EZLN; por supuesto, La Jornada y Proceso –que tenían la puerta 
abierta– Reforma, Sol de México y Ovaciones. 
 
 Los textos eran redactados con máquina mecánica y la mayoría dictados a un 
compañero de guardia en la redacción, lo cual requería de considerable tiempo. Javier, 
la lente que me acompañó para transmitir de tres a cinco fotos vía telefónica con un 
aparato de rodillo –transiver–, se tardaba hasta tres horas. La tecnología era más que 
rudimentaria. 
 
Otra solución era viajar a toda velocidad por la Carretera Panamericana hasta el 
aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez y confiarle el material (rollos sin revelar) a un pasajero 
con destino al Distrito Federal, para que al llegar a la capital lo esperara un mensajero 
con un letrero de “Ovaciones”. En la sala de llegada nacional había carteles de 
Excélsior, El Universal, La Jornada, Reforma, Unomásuno, El Sol de México, 
Economista, Financiero y Ovaciones, entre otros. 
 
El primer domingo de febrero llegué a la plaza central del municipio de 
Altamirano y ahí se encontraban varios indígenas bebiendo. Me acerqué a ellos y les 
pregunté qué tomaban, me explicaron que era “posh”, licor tradicional, y me ofrecieron. 
 
En este terreno tenía algo de experiencia, –la adquirí en el estacionamiento de la 
ENEP y mi vecindario– y propuse: “yo pongo las siguientes”. 
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La confianza empezó y las preguntas también. Los indígenas explicaron cómo se 
organizó el movimiento en las cañadas, el rol de casi seis mil promotoras de salud, el 
activismo de monjas y sacerdotes simpatizantes con la teología de la liberación y la 
instrucción de guerrilleros españoles, franceses, canadienses, belgas, alemanes, 
estadounidenses y de varios países del mundo. Intempestivamente llegó un grupo de 
jóvenes y se llevó a mis recientes amigos con los que bebía en vasos para veladora. 
 
La información era oro molido y notas principales para las primeras planas. 
Ovaciones se emparejó con el resto de los periódicos y cumplimos con las expectativas. 
Las exclusivas fueron frecuentes y ello nos hizo ganar muchos amigos dentro del 
círculo de informadores de la prensa nacional e internacional. 
 
 A ese ritmo vivimos todo febrero y parte de marzo. Se decretó el cese al fuego, 
se nombró a los negociadores y Comisionado por la Paz, desahogado el primer diálogo 
de San Cristóbal de la Casas entre el subcomandante Marcos y la comisión encabezada 
por Manuel Camacho Solís. 
 
 El 23 de marzo de 1994 México fue sacudido por el asesinato de Luis Donaldo 
Colosio Murrieta y la preparación de las elecciones federales del 2 de julio. 
 
Así, el 18 de febrero de 1994 viaje a Chiapas, cubrí los primeros diálogos en San 
Cristóbal de las Casas, las elecciones federales en la zona zapatista –Vicente Guerrero, 
Guadalupe Tepeyac, San Miguel, Morelia y Venustiano Carranza– y la preparación para 
los diálogos de San Andrés Larráinzar

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