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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO 
 FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES 
 ARAGÓN 
 
 
 
 
 
 “INFORME DE DESEMPEÑO PROFESIONAL” 
 QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
 LICENCIADA EN PERIODISMO Y 
 COMUNICACIÓN COLECTIVA 
 
 
 
 
 P R E S E N T A 
 
 MARÍA GUADALUPE GUDIÑO MARTÍNEZ 
 
 
 
 TITULADO: 
 
 ¿EL PERIODISTA DEPORTIVO NACE O SE HACE? 
 
 
 
 ASESORA: M. EN E.S. VICTORIA ALICIA 
 ÁVILA CENICEROS 
 
 
 
 OCTUBRE 2006 
 
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UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 A ti mi gran Dios mil 
gracias por permitirme alcanzar un logro 
más en mi vida 
 
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ÍNDICE Páginas 
 
 
 
Introducción………………………….…………………………5 
 
 
 
Capítulo 1 Mi primer contacto con los medios 
 de comunicación 
1.1 El servicio social en el IMER ………………....….....8 
1.2 Un Campeón sin corona………...……...………………..9 
1.3 Análisis de contenido en el Senado de la República……11 
 
 
 
Capítulo 2 Periodismo Deportivo: entrega y pasión 
2.1 Mi gran oportunidad “Ovaciones buenas tardes”………..14 
2.2 ¡Por fin voy a reportear!…………………………………15 
2.3 El sindicato, un obstáculo a vencer………………….......20 
2.4 La mujer en el periodismo deportivo…………………….21 
2.5 Una cueva de lobos…………………….………….…….26 
2.6 Una profesión de resistencia…………………………….31 
2.7 Seúl 88 en Ovaciones…………………….……………...34 
2.8 Mi consolidación en el tenis……………………….…….36 
2.9 Llegó la hora de partir………………….………….…….42 
 
 
Capítulo 3 Monitor Deportivo de Radio Red 
 3.1 El reto: hablar ante los micrófonos de Radio Red…….….46 
 3.2 Antes que el descanso está el trabajo……………………..47 
 3.3 Transmisión en vivo de la Copa Davis México-Canadá....49 
 3.4 Un adiós para optimizar recursos…………………….......50 
 
 
 
 
 
 
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Capítulo 4 Nuevo periodismo en el Distrito Federal 
 4.1 Dos años en la sección de deportes..………..…………….53 
4.2 Otra forma de hacer periodismo………………….………..58 
4.3 De coeditora a editora del suplemento Club Reforma…….61 
4.4 Trátalas bien porque son niñas “bien”……………………..65 
4.5 Club Reforma sólo para mí…………..…………………….67 
4.6 Le dan un toque norteño………………..………………….69 
4.7 Llega la “salvación” de Club………….…….………….….71 
4.8 El mensaje es claro, hay que renunciar.………………......73 
 
 
Capítulo 5 Todo principio tiene un fin 
5.1 Colaboraciones para la revista Selecciones 
Reader`s & Digest………………….………………..….…80 
5.2 Colaboraciones para Editorial Televisa……………..…....83 
5.3 Lo sentimos, no hay recontratación……………….…..….85 
5.4 Perspectivas de trabajo en los medios de 
 comunicación; caso concreto, el periodismo deportivo…...86 
 
 
Consideraciones finales 
Fuentes de consulta 
 
 
 
 
 
 
 
 
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 5
Introducción 
 
 Ser periodista implica una gran responsabilidad ante la sociedad que está 
deseosa de saber qué es lo que pasa en su entorno, por eso quien se 
desempeña como tal debe hacerlo con profesionalismo. 
 No es fácil, se requiere de una preparación universitaria que es la base de 
una profesión digna de ser reconocida en todos los ámbitos de la sociedad. 
 Cualquiera puede autonombrarse periodista por el simple hecho de 
conocer a fondo un tema y desarrollarlo en algún medio de comunicación, 
pero sólo quien ha estudiado la carrera cuenta con las herramientas 
necesarias para investigar lo que se le pide y desarrollarlo en cualquiera de 
los géneros periodístico. 
 Atrás quedaron esos tiempos en los que el periodismo era considerado un 
oficio que se aprendía en los cafés o en la redacción de un periódico. 
 Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura en 1982, durante su 
participación en la 52 Asamblea General de la Sociedad Interamericana de 
Prensa, en octubre de 1996, en Los Ángeles, California, habló sobre el 
mejor oficio del mundo: el periodismo. 
 Así lo consideraban hace 50 años cuando no estaban de moda las escuelas 
de periodismo y los periodistas se formaban en las mismas redacciones 
donde se daba un ambiente de participación y aprendizaje de todos los días. 
 “Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de 
24 horas diarias o los que se aburrían de tanto hablar de lo mismo, era 
porque creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran”, mencionó el 
escritor colombiano. 
 Agregó que los verdaderos periodistas tenían la necesidad de una base 
cultural propia de la exigencia del trabajo, por eso absorbían todos los 
conocimientos que tenían a su paso, leían mucho y se documentaban de 
acuerdo al tema que iban a tratar. 
 Con el tiempo se dieron cuenta que este oficio necesitaba de un respaldo 
académico, por eso surgieron las escuelas de periodismo para formar a 
profesionales de la información con la capacidad de realizar su labor en 
cualquier sector de la sociedad. 
 Desde que era considerado un oficio, hasta convertirse en una profesión, 
el periodismo siempre se ha regido bajo un mismo principio: el de la 
veracidad, objetividad e imparcialidad, y quien no lo ponga en práctica no 
puede considerarse un profesional de la información. 
 Además, así como los pioneros del periodismo a los que hizo referencia 
Gabriel García Márquez que se documentaban de acuerdo al tema que iban 
a trabajar, en la actualidad quien cree que ya lo sabe todo, en realidad no 
sabe nada, pues todos los días se aprende algo nuevo. 
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 Estos conceptos son la base del verdadero periodismo que implica 
entrega, pasión y sacrifico para cumplir lo mejor posible con la tarea de 
informar. 
 Con base a mi experiencia de más de 15 años de trabajar como reportera 
en diferentes medios de comunicación, puedo afirmar, sin temor a 
equivocarme, que la persona que no aplica estos conceptos en su tarea de 
informar, no puede decir que es un reportero. 
 Así lo expongo en el presente trabajo que he titulado ¿El periodista 
deportivo nace o se hace? en el que comparto el difícil camino que recorrí 
para obtener mi primer puesto como reportera en el periódico Ovaciones, 
hasta formar parte de un nuevo concepto de prensa escrita en la ciudad de 
México, el periódico Reforma, en el que laboré por más de nueve años. 
 El periódico Ovaciones fue una plataforma de lanzamiento en mi carrera 
como reportera al permitir adentrarme en un mundo de información que no 
conocía. 
 Fue mi escuela en la práctica periodística, pues en sus páginas aparecieron 
publicadas mis primeras notas y dentro de sus instalaciones aprendí a 
sobrevivir en un ambiente dominado por los hombres. 
 Además pude comprobar satisfactoriamente que hice la mejor elección al 
estudiar Periodismo y Comunicación Colectiva, ya que ni el acoso sexual,los riesgos de andar en la calle, el sacrificar a la familia por el trabajo y las 
injusticias que a veces se cometieron conmigo, fueron suficientes para 
arrepentirme de ser reportera. 
 Gracias al trabajo realizado en Ovaciones durante cinco años, me llamaron 
para trabajar en Radio Red, en Monitor Deportivo, con Miguel Aguirre 
Castellanos (q.e.p.d). 
 Fue una nueva forma de reportear en la que en vez de cargar con pluma y 
libreta, tenía que llevar una grabadora y un micrófono con el logotipo de 
Radio Red. 
 El tiempo era mi peor enemigo, no podía darme el lujo de tardarme en 
redactar mis notas, que en realidad eran unas entradas cortas, pero 
contundentes. 
 Entrar en vivo a los programas radiofónicos fue una experiencia única en 
la que mi estómago era el que más sufría cuando hablaba frente al 
micrófono. 
 Exactamente fueron 12 meses de trabajo constante sin descanso, pero 
muy fructíferos porque aprendí otra manera de hacer periodismo. 
 Todas estas experiencias a la postre me permitieron acceder al equipo de 
trabajo del periódico Reforma, del cual me siento orgullosa en decir que fui 
de sus pioneras. 
 Entré a trabajar en este medio cerca de dos meses antes de que saliera a la 
venta y fui parte de ese gran equipo de hombres y mujeres que tomaron 
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como propio el éxito del lanzamiento del periódico y su consolidación a lo 
largo de casi una década que trabajé con ellos. 
 Me enseñaron la otra cara del periodismo, en la que la camaradería, la 
honestidad y el profesionalismo van siempre de la mano. 
 La camaradería a nivel interno en todos los departamentos, desde 
intendencia hasta Dirección General. La honestidad siempre estaba presente 
a la hora de reportear y al aceptar nuestros errores y rectificarlos. 
 El profesionalismo estaba presente en todo lo que se hacía y hasta hoy en 
día se ve reflejado en todas sus publicaciones, diarias o semanales. 
 Al dejar de trabajar en este medio, a principios del 2003, comprobé que el 
panorama laboral en el periodismo nacional no es muy halagador, sobre 
todo para los reporteros que rebasamos los 40 años de edad, sin embargo, 
no todo es tan desalentador, porque me he dedicado a trabajar como “free 
lance” en revistas como Selecciones Reader`s & Digest o Caras, de Editorial 
Televisa, realizando reportajes de diferentes temas. 
 En realidad hay muchas opciones para un periodista, lo importante es 
mantener ese gusto por lo que se hace y no dejar que la pasión se acabe sólo 
porque no se tiene un trabajo fijo. 
 Por eso en el presente trabajo hago hincapié en la gran responsabilidad del 
reportero de encausar positivamente el poder que le confiere su condición 
de comunicador social y no usarlo como un arma de destrucción. 
 Esto significa, tener conciencia de nuestro papel como comunicadores en 
la sociedad, que no cualquiera la tiene, pues no se compra en ningún lado. 
 Esta conciencia se adquiere a través del conocimiento académico que a 
futuro son los cimientos sobre los cuales se finca una carrera periodística, 
que nos permite incursionar en cualquier fuente que nos asignen en algún 
medio de comunicación. 
 Con base en lo anterior, quiero demostrar que el periodista deportivo, al 
igual que el de otra área, se forma a través de la práctica, la investigación y 
documentación diaria de su fuente asignada. 
 Además, un periodista está obligado a estar al día no sólo en lo que le 
corresponde cubrir, también debe informarse de lo que pasa en los demás 
rubros de la sociedad. 
 Y aunque en la actualidad se dan cursos de especialización en periodismo 
deportivo, esto no implica que estemos incapacitados para cubrir otras 
áreas. No hay que olvidar que un periodista tiene la capacidad para hacer 
una nota desde lo más trivial, hasta la información más dura. 
 Finalmente, con este trabajo que cubre más de 15 años de quehacer 
periodístico, quiero aprovechar la oportunidad que nos brinda la Facultad de 
Estudios Superiores Aragón a todos los egresados de la carrera de 
Periodismo y Comunicación Colectiva para obtener el título a través del 
Informe de Desempeño Profesional. Nunca es demasiado tarde. 
 
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Capítulo 1 Mi primer contacto con los medios de 
comunicación 
 
1.1 El servicio social en el IMER 
 
 Era el último año de la carrera y debía que decidir en dónde realizar mi 
servicio social, sentía que si no lo hacía antes de salir de la escuela después 
se me haría muy pesado. 
 Además, no podía quedarme atrás de mi hermana Liliana, quien estudiaba 
junto conmigo Periodismo y Comunicación Colectiva, y que también 
quería hacerlo antes de terminar la carrera. 
 Ella fue una gran motivación para que yo decidiera regresar a la 
universidad 14 días después de que nació mi hijo, y de nuevo me impulsaba 
para que realizáramos juntas el servicio social en la especialidad de radio. 
 Decidimos ir al Instituto Mexicano de la Radio y entregar nuestra 
solicitud. Nos aceptaron en el área de realización de programas 
radiofónicos y asistente de producción. 
 Fue una experiencia única porque durante los seis meses que estuvimos 
ahí (22 de mayo al 22 de noviembre de 1985) tuve la oportunidad de ver 
cómo se grababan los programas de radio, de realizar guiones para el 
programa “Los Sueños…sueños son” y musicalizarlos. 
 Tuve contacto con locutores de renombre y experiencia como Pedro de 
Lille. 
 Trabajé directamente con el productor Raúl Castelazo, quien al principio 
era un poco déspota e indiferente con el trabajo que yo realizaba, pero con 
el paso de los meses fue suavizando su actitud. 
 Castelazo me daba los guiones para que los leyera y me enterara de la 
historia que contaba cada uno, luego me iba a la fonoteca y los 
musicalizaba. Esto me gustaba mucho porque me ponía a escuchar música 
de todo tipo, desde la sacra, clásica y moderna, hasta instrumental. 
 Lo que más me agradaba era elegir la música de transición para 
transportar al radioescucha a través del tiempo, además de buscar los 
efectos de sonido. 
 Había discos con efectos de ambientación de una cafetería, de una gran 
tormenta, de caballos galopando, el correr del agua, el sonido de un avión, 
entre otros. Era maravilloso escucharlos. 
 Me dieron la oportunidad de entrar a la cabina de grabación con el 
productor y ayudar en las indicaciones a los locutores y técnicos de sonido. 
 Había un programa dirigido a los niños con cuentos de diferentes 
animalitos, era una maravilla estar en esa grabación y escuchar que una 
locutora de 50 años hiciera la voz de una niña de 8 años, o que la misma 
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productora, igual egresada de la carrera, tuviera facilidad para hacer la voz 
de diferentes animalitos en un solo cuento. 
 Un día me pidieron que entrara a grabar con ellos un cuento. Pensé que 
era una broma, pero era en serio. Me explicaron que había faltado una 
persona y habían pensado en mí para suplirla. 
 Fue una experiencia que aún recuerdo con mucha emoción porque debí 
hacer la voz más aguda de como la tengo para personificar a un osito. Me 
puse nerviosa y en dos ocasiones debieron repetir un pedazo de diálogo por 
mi culpa. 
 En el último mes del servicio social, el productor me pidió que realizara 
un guión con la historia que yo quisiera, que la inventara o retomara de 
algún momento de mi vida para el programa de “Los Sueños…sueños son”. 
 Escribí la historia de una joven que retrocedía en el tiempo y se 
encontraba con su madre cuando era una adolescente y juntas vivían 
muchas peripecias. Ahora que lo recuerdo creo que no fui muy original en 
mi historia, pero en ese momento debo confesar que me sentí realizada 
porque yo la escribí, la musicalicé e interpreté al personaje principal. 
 No cabe duda que la radio es una caja mágica que puede transportar 
nuestra imaginación a donde ella quiera. 
 Realizar mi servicio social en el IMER fue la mejor opción porque los 
conocimientos teóricos que obtuveen el taller de radio en la universidad, 
los viví en la práctica real. 
 Los seis meses que duró esta experiencia fueron muy intensos, porque 
además estaba en la recta final de la carrera y trabajaba en un suplemento 
semanal llamado El Campeón. 
 
1.2 Un Campeón sin corona 
 
 Carlos Pantoja, reportero de futbol llanero del periódico Ovaciones, a quien 
Liliana había conocido en una práctica que nos había dejado la maestra 
Guadalupe Pacheco, nos habló para decirnos que había una oportunidad de 
trabajo en un semanario deportivo que estaban por sacar a la venta. 
 Ángeles Bermúdez, Liliana y yo, las tres compañeras del mismo grupo, 
asistimos a una cita con el Director General del suplemento semanal El 
Campeón. 
 La cita fue en las oficinas del suplemento, ubicado en el quinto piso de un 
edificio en Niños Héroes. Después de 15 minutos de espera y con los 
nervios a flor de piel nos entrevistamos con José Luis del Villar, Director 
General del suplemento. 
 Ese mismo día quedamos contratadas sin haber firmado un papel y sin 
definir el sueldo que nos pagarían en un suplemento que apenas trabajaba 
con su número cero. 
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 Nada de eso nos importaba, estábamos muy emocionadas porque era 
nuestro primer trabajo como reporteras. 
 A cada una nos asignaron varias delegaciones políticas para reportear 
todas las actividades deportivas que se realizaran en sus instalaciones. 
 Yo propuse hacer una columna que se llamara “Deporteando la noticia” 
en la cual escribiría todo lo relacionado con las actividades en cada una de 
mis fuentes asignadas. 
 Era muy cansado porque al salir de clases nos íbamos al Instituto 
Mexicano de la Radio (IMER), donde realizábamos nuestro servicio social 
y en el camino nos comíamos una torta y tomábamos un refresco. No había 
tiempo para ir a comer a la casa. 
 Al terminar nuestra jornada en el IMER nos íbamos al suplemento para 
estar presentes en la junta de planeación que se realizaba todos los días. El 
reporteo lo hacíamos los sábados y domingos, y entre semana estábamos al 
pendiente de las fuentes vía telefónica. 
 A veces, cuando teníamos un rato libre en el suplemento, nos poníamos a 
imaginar lo que íbamos a comprar cuando nos pagaran, pensábamos desde 
lo más necesario hasta lo más trivial. 
 En una junta José Luis del Villar informó que pronto nos pagarían, pero 
mientras dieron unas tiras de boletos del metro como parte de las 
prestaciones que tendríamos en cuanto saliera el primer número. 
 El tiempo era lo de menos, nosotras tratábamos de hacer nuestro trabajo 
lo mejor posible con nula experiencia en el campo de acción. pero con 
muchas ganas. 
 Fueron tiempos difíciles, porque era dividirnos en las diferentes 
actividades que teníamos durante la semana, además sábados y domingos 
cubríamos torneos deportivos o partidos de futbol llanero que se realizaban 
en las diferentes delegaciones. 
 Cuando llegábamos a la oficina a redactar nuestras notas, debíamos 
turnarnos porque había dos máquinas de escribir para nosotras tres y ante la 
falta de experiencia para redactar bien, sin faltas de ortografía y con 
rapidez, nos tardábamos las horas. 
 Esto era desesperante, porque a Liliana y a mí casi siempre nos tocaba 
que una escribiera mientras la otra esperaba, así que cuando terminábamos 
las dos ya era muy noche y a esa hora nos teníamos que ir en metro a 
nuestra casa. 
 La primera satisfacción que tuve como reportera fue hacerle una 
entrevista al futbolista mexicano Hugo Sánchez, unos días después de que 
firmó su contrato para jugar con el equipo español Real Madrid. La 
entrevista se publicó en el número uno del suplemento y fue parte de la 
portada. 
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 En los primeros días de septiembre de 1985, después de varios números 
ceros, por fin se publicó el primer número del suplemento deportivo El 
Campeón. 
 Cuando tuve el suplemento en mis manos y vi mi nombre publicado en la 
entrevista y la columna “Deporteando la noticia”, me dio mucho gusto. 
Ahora las leo y me asusto de lo que escribí, porque la redacción está 
espantosa. 
 No es una disculpa pero creo que era consecuencia lógica de no contar 
con correctores de estilo y de la falta de conocimiento, de planeación y 
elaboración de un periódico por parte de los directivos del suplemento. 
 En ese tiempo la emoción de ver nuestro trabajo publicado compensaba 
todo, incluso el que aún no nos pagaran. 
 Nunca recibimos ese pago, ya que debido al terremoto que estremeció a 
la ciudad de México el 19 de septiembre de 1985, uno de los edificios que 
se vino abajo fue precisamente en donde estaban las oficinas. 
 Por la hora en que se registró el sismo no había nadie trabajando, el 
edificio se derrumbó, no se pudo rescatar nada y tampoco volvimos a saber 
nada de José Luis del Villar. 
 Ése fue mi primer contacto laboral con un medio de comunicación. 
 
1.3 Análisis de contenido en el Senado de la República 
 
 Cuando estudiaba la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva, a 
veces me preguntaba para qué me iban a servir las matemáticas, la 
estadística o el análisis de contenido cuando yo entrara a trabajar. 
 No debí esperar mucho para darme cuenta sobre la práctica que cada una 
de ellas cumple con una función específica en nuestra formación 
académica. 
 Mi primera experiencia se dio seis meses después de haber salido de la 
universidad. 
 Entré a trabajar bajo el régimen de honorarios de abril a septiembre de 
1986 en la Dirección de Publicaciones del Senado de la República para 
realizar un análisis de contenido sobre la imagen que se manejaba en la 
prensa escrita de Antonio Rivapalacio, líder del senado en ese entonces. 
 Las oficinas estaban ubicadas en Filomeno Mata, en el mismo edificio 
donde se encuentran las oficinas de la Asociación Mexicana de Periodistas. 
Salvador Martínez e Irma Arellano, excompañeros de la carrera, también 
trabajaban en esa área. Ellos me recomendaron con Joel Hernández, 
Director de Publicaciones. 
 La entrada era a las 9 de la mañana y la salida a las 3 de la tarde. El área 
de trabajo era muy amplia y la compartíamos con tres correctores de estilo. 
 Todos los días al llegar al trabajo ya estaban en nuestros escritorios 
copias de la síntesis informativa con las diferentes notas, entrevistas y 
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 12
columnas en las que se hablaba de Antonio Rivapalacio, publicadas en los 
periódicos de mayor circulación en la capital. 
 Durante cinco meses llevamos un registro del trato que se le daba en cada 
publicación, así como los adjetivos con los que se calificaba su trabajo y el 
espacio que se le asignaba diariamente en los medios impresos. 
 Al final los resultados fueron muy interesantes, Antonio Rivapalacio no 
contaba con la simpatía, sobre todo de algunos columnistas, en especial de 
los del periódico La Prensa, pero en general reconocían su trabajo y su labor 
al frente del Senado de la República. 
 Joel Hernández se mostró satisfecho con los resultados y nos propuso 
hacer una recopilación de datos históricos y personales de Venustiano 
Carranza, además de un análisis de cómo se veía el futuro del país con la 
firma del Tratado de Libre Comercio. 
 A mí me tocó ir a la Casa Museo de Venustiano Carranza y tener acceso 
a las cartas que le escribió a su esposa e hija. 
 Entrar al sótano de la casa y quedarme horas completas leyendo su 
correspondencia fue una experiencia única e irrepetible, porque de no ser 
por la carta de autorización del Senado, jamás hubiera tenido esos 
documentos en mis manos. 
 Recuerdo que cuando llegaba en las mañanas me gustaba respirar 
profundamente porque había un olor muy especial y quería que se me 
quedara grabado para siempre. 
 A través de las cartas que le escribió a su esposa y, en especial, a su hija, 
el político mexicano y principal figura constitucionalista de la Revolución 
Mexicana, mostraba su lado noble, cariñoso y comprensivo.Desafortunadamente, el trabajo quedó inconcluso, mejor dicho, sólo 
investigamos el tema unos cuantos días, pues se nos informó que debido a 
que no contaban con el presupuesto suficiente, concluía nuestra tarea y por 
lo tanto nuestra labor en el Senado de la República. 
 Éste, fue mi primer contacto con los medios de comunicación, primero en 
la radio con mi servicio social y al mismo tiempo en un intento de 
suplemento deportivo; posteriormente, en el área de comunicación social 
del Senado de la República realizando análisis de contenido, que a decir 
verdad, no fue de mi total agrado, pero me sirvió para saber que lo mío era 
estar en el campo de acción, es decir, el reporteo. 
 En realidad fue poco el tiempo que estuve en cada uno de ellos, pero fue 
muy fructífero porque me di cuenta del amplio campo de acción que 
engloba la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva, así como la 
importancia de las bases teóricas para poder desarrollarnos en la práctica 
profesional. 
 La producción de programas radiofónicos fue una experiencia única, 
porque para la radio se pueden crear las historias más increíbles y llevar al 
radioescucha a los lugares más recónditos del mundo. 
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 La experiencia en el suplemento deportivo El Campeón fue una pequeña 
probadita de lo que me esperaba en un futuro como reportera: fue mi 
primera prueba de resistencia en la que no hubo un sueldo, a veces no 
comía por llegar temprano a la oficina y no tenía descansos, porque los 
fines de semana era cuando había más actividad deportiva. 
 Aunque la publicación del suplemento deportivo quedó en un intento 
fallido, la realidad es que me sirvió para vislumbrar que el trabajo en un 
periódico no sería tan fácil como yo pensaba. 
 Otra de las satisfacciones que tuve durante este período, fue trabajar en el 
Senado de la República, en el área de análisis de contenido, porque me 
interesó mucho la investigación a fondo que se hacía de los temas que nos 
dieron a trabajar. 
 Aunque era otro ambiente en el que había que leer mucho y el contacto 
con la gente era casi nulo, todo el trabajo se desarrollaba en la oficina y eso 
me ahogaba, porque yo quería salir a la calle a buscar, cuestionar e 
investigar. ¡Eso era lo mío! 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Entrevista realizada al periodista español Julián de Arroyo, 
escritor del libro Hugo Sánchez, en las instalaciones del 
suplemento deportivo El Campeón, en agosto de 1985. 
 
 
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Capítulo 2 Periodismo Deportivo: entrega y pasión 
 
2.1 Mi gran oportunidad “Ovaciones buenas tardes” 
 
 Al terminar la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva pensé 
que no sería complicado encontrar trabajo, al menos así lo consideré al 
entrar a laborar en el área de Comunicación Social del Senado de la 
República a principios de 1986. 
 Sin embargo, el panorama se complicó cuando quise trabajar en un 
periódico donde el principal requisito era la experiencia y yo no la tenía. 
Fui a varios medios a pedir una oportunidad y en todos me rechazaron por 
considerarme inexperta. 
 Una amiga me dijo que en el periódico Ovaciones había una vacante para 
trabajar en el conmutador de las 4 de la tarde a las 11 de la noche con un 
descanso entre semana. 
 Me presenté y llené la solicitud, pero me dijeron que por contar con una 
carrera universitaria, no cumplía con el perfil para ocupar ese puesto. 
 Después de suplicar que me dieran el trabajo me aceptaron en enero de 
1987, con la condición de que estaría a prueba dos meses sin contar con 
descansos. 
 A pesar de que estaba casada y de que mi hijo tenía 3 años, acepté el reto 
como una opción a futuro para buscar una oportunidad de reportera en 
cualquier sección del periódico. Lo importante era estar dentro de un medio 
de comunicación. 
 Los dos primeros meses fueron muy pesados porque no tuve descansos, 
pero después me dieron un día entre semana. 
 En el turno de la tarde éramos cuatro personas en el conmutador, tres 
mujeres y un hombre. Todos casados. 
 Muy pronto me acoplé a los horarios de trabajo y aprendí a manejar el 
conmutador, que en realidad no era complicado, sólo era apretar botones de 
acuerdo al número de la extensión que pedía la gente. 
 Cada vez que entraba una llamada contestábamos “Ovaciones buenas 
tardes” u, “Ovaciones buenas noches”, según la hora que fuera. 
 Lo complicado era aprenderse el número de extensión de todas las 
personas, pues a pesar de que había un directorio no estaba actualizado. 
 Cuando pasábamos mal una llamada, había reporteros que llegaban a 
gritarnos que hiciéramos bien nuestro trabajo, se enojaban mucho y nos 
amenazaban con quejarse en el sindicato. 
 Al principio me asustaba, pero después no tomaba en cuenta sus 
amenazas y mejor ponía más atención a lo que hacía. 
 Durante nuestro horario de trabajo debíamos repartir los boletines de 
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prensa que llegaban al periódico, pero a mí nunca me tocó, pues había 
gente 
que le gustaba hacerlo porque así se quedaban a platicar con los demás. 
 A veces les llegaban regalos a los reporteros, algunos eran muy 
pequeños, como libros, cajas de chocolates o algún adorno para el 
escritorio, otros muy grandes, como canastas de vinos y quesos finos, 
portafolios, juegos de escritorio de piel, arreglos florales y cajas de cartón 
muy pesadas que estaban cerradas. 
 Cuando estaban de viaje o de descanso nos quedábamos con los arreglos 
florales o las cajas de chocolates. Los obsequios más grandes y costosos los 
guardábamos para entregarlos después. 
 Este trabajo me permitió conocer al personal de las diferentes secciones, 
ver de cerca cómo se hacía un periódico y cuál era el ritmo de trabajo de un 
reportero. 
 Mientras estuve en el conmutador nunca perdí la esperanza de que algún 
día me dieran la oportunidad de trabajar como reportera, finalmente para 
eso había estudiado. 
 
2.2 ¡Por fin voy a reportear! 
 
 El reportero de futbol llanero, Carlos Pantoja, a quien conocí a través de 
mi hermana Liliana, se dio cuenta que yo trabajaba en el conmutador y me 
dijo que en cuanto hubiera una vacante en deportes me presentaría con Luis 
Palacio, director de esa área, para que me diera la oportunidad de reportear. 
 Más pronto de lo que pensé me presentó a Luis Palacio, quien de 
inmediato me dijo que me pasara a deportes para apoyar a Alicia Pineda en 
la fuente acuática. 
 Alicia Pineda, periodista de gran renombre, era una de las tres reporteras 
que trabajaban en deportes y estaba a punto de jubilarse. 
 También estaba Rosita Rivera (q.e.p.d), una señora de 67 años de edad 
que cubría toros, y Juanita “Balón”, una joven de 28 años, que tenía la 
fuente de futbol. 
 Cuando me presentaron a Alicia le dio mucho gusto que fuera una mujer 
la que la apoyaría en su sección y me dijo: 
 “Espero que seas de carácter fuerte y no te dejes intimidar por la bola de 
reporteros morbosos con mentalidad machista que hay en el medio”. 
 Al principio no presté mucha atención a sus palabras, pero con el tiempo 
las tuve muy presentes. 
 Me cuestionó sobre los conocimientos que tenía de deportes, le expliqué 
que conocía un poco de futbol y eso porque a mi esposo le gustaba verlo 
por televisión. 
 “No te preocupes, nadie de los que estamos aquí llegamos siendo unos 
expertos en deportes, bueno, ni siquiera unos expertos como reporteros”. 
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 Me explicó que lo importante era que empezara a leer todas las secciones 
deportivas que cayeran en mis manos hasta vomitarlas y que aprendiera la 
historia y reglas de juego de cada una de las disciplinas que me tocara 
cubrir. 
 Por lo demás me dijo que no me preocupara, pues yo tenía la ventaja de 
haber estudiado la carrera y con los conocimientos adquiridos, la práctica 
se me iba a facilitar. 
 Mi primerorden de trabajo fue hacerle una entrevista al clavadista 
infantil Fernando Platas en el Comité Olímpico Mexicano. 
 Debía preguntarle de sus planes a futuro y de su preparación para su 
próxima competencia. 
 En el Comité Olímpico Mexicano me sentí perdida, no conocía a nadie, 
no sabía dónde estaba la fosa de clavados y ni siquiera conocía a Fernando 
Platas. 
 Llegué a la oficina de prensa y me presenté, me pidieron mi credencial de 
reportera y lo que mostré fue mi gafete de recepcionista. Sergio “El Chato” 
Lara Mejía, jefe de prensa, se portó muy amable y me brindó todas las 
facilidades para que realizara mi trabajo. 
 Me llevó hasta la fosa de clavados, me presentó a Salvador Sobrino, 
entrenador de los clavadistas infantiles, y a Fernando Platas, a quien 
entrevisté por más de una hora. 
 Le pregunté de su infancia, su familia, sus inicios en los clavados, sus 
hobbies y sus amigos, además de su preparación y competencias futuras. 
 Hasta ahí las cosas iban bien, el problema fue cuando me senté frente a la 
computadora para redactar por primera vez una nota que se publicaría al 
día siguiente. 
 Qué bueno que era una computadora y no una máquina de escribir porque 
me hubieran corrido por los cientos de hojas desperdiciadas. 
 Nunca tuve tan presente las palabras de la maestra Guadalupe Pacheco 
cuando nos hablaba de la estructura de una nota, de la importancia de una 
entrada bien redactada, corta y contundente. 
 Recordaba sus palabras una y otra vez, pero cuando las quería poner en 
práctica no podía. Estaba muy nerviosa y con dos horas sin haber logrado 
algo presentable. 
 Sufrí, me desesperé y volví a sufrir hasta que después de tres horas 
terminé mi entrevista de dos cuartillas. 
 Cuando Luis Palacio la tuvo en sus manos, se las mostró a los demás 
reporteros y pidió un aplauso para mí. No sólo me aplaudieron, también me 
felicitaron y hasta una porra me echaron. 
 Yo me quería morir de la pena, porque detrás de sus muestras de apoyo 
eran obvias sus risas de burla. 
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 Al poco tiempo, Alicia Pineda se jubiló y me asignaron las fuentes 
acuáticas que ella cubría: natación en sus cuatro estilos, nado sincronizado, 
waterpolo, clavados, remo y canotaje, así como esquí acuático. 
 Con su salida me dejaba la gran responsabilidad de mantener la sección 
acuática como una de las mejores del periódico en cuanto a contenido y 
notas de primera mano que ella publicaba. 
 Los primeros meses fueron muy difíciles porque a veces no sabía cómo 
clasificar la información que obtenía de cada una de las fuentes y todo se 
me hacía importante. 
 Además me sentía muy temerosa de mi información no fuera la más 
importante, sobre todo en las conferencias de prensa en las que veía a 
reporteros de otros medios con amplia experiencia para preguntar y con 
gran conocimiento del tema en cuestión. 
 Empecé a leer de cada uno de los deportes que me asignaron, un poco de 
su historia y de sus reglas, también leía otros periódicos para estar al 
pendiente de lo que escribían los demás, con el fin de que no se me fuera 
ninguna nota importante. 
 Al principio cometí muchos errores de precisión en datos, marcas de los 
competidores, tiempos de competencias, récords nacionales e 
internacionales, y escribía mal algunos apellidos de deportistas. 
 En la sección deportiva de Ovaciones uno era su propio corrector de estilo, 
lo publicado era responsabilidad absoluta del reportero. 
 A veces se iban errores de ortografía garrafales, no sólo me pasaba a mí, 
también a otros compañeros que ya tenían muchos años de experiencia. 
 No había justificación válida para esto porque el reportero tiene la 
obligación de utilizar correctamente el idioma español. 
 Sin embargo, durante los cinco años que estuve en Ovaciones nunca se 
tomaron medidas efectivas para erradicar este grave problema que venía 
desde las cabezas que dirigían la sección. 
 En una ocasión, la subdirectora, Sara González, quien de secretaria pasó a 
ocupar este puesto, me llamó la atención frente a todos los compañeros de 
la sección. 
 Me preguntó que quién me había enseñado que los apellidos se 
pluralizan, porque yo había puesto Fernando Platas y según ella era Plata. 
 Le expliqué que en los apellidos no hay una regla ortográfica y que si no 
se pluralizaban los apellidos, entonces yo era Martíne en vez de Martínez y 
ella era Gonzále y no González. 
 Todos se empezaron a burlar de ella, entonces me llamó a su oficina para 
decirme que cualquier aclaración se la hiciera en privado, porque le restaba 
autoridad ante los demás. 
 En otra ocasión, llegó a la redacción y nos preguntó a la reportera Aurora 
Serrano y a mí que si habíamos visto “subir para arriba a su jefe”, nosotras 
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nos miramos y nos empezamos a reír, entonces Sara corrigió de inmediato 
con lo siguiente: 
 “Perdón, ¡qué tonta soy! acabo de decir un antónimo”. 
 Era realmente vergonzoso que en un periódico tan importante como 
Ovaciones no se diera un control de calidad y veracidad de la información, 
sobre todo en trabajos especiales como entrevistas o reportajes. 
 Recién había llegado a la sección deportiva cuando me asignaron una 
entrevista con Felipe “Tibio” Muñoz, medalla de oro en la prueba de 
natación de 200 metros pecho en los Juegos Olímpicos de México 68. 
 Venía de Estados Unidos, donde se casó, tuvo sus hijos y vivió durante 
algunos años, pero había decidido regresar a México para trabajar como 
asesor en las albercas del profesor Nelson Vargas. 
 Fue muy amable conmigo y me cedió más de la hora programada para la 
entrevista. 
 Yo llegué muy emocionada a mi trabajo y redacté lo mejor posible la 
entrevista, busqué fotos de su participación en los Juegos Olímpicos del 68 
y quedó lista para publicarse al día siguiente en la portada del periódico. 
 A otro día muy temprano me habló el director a mi casa, yo pensé que era 
para felicitarme y me emocionó su llamada, pero casi me desmayé cuando 
me dijo que yo había puesto en la cabeza de la portada “Felipe ‘Tibio’ 
Muñoz aún vibra con su medalla olímpica de bronce”. 
 No podía creer que se hubiera ido un error de esa magnitud, quizá yo no 
me di cuenta porque estaba muy cansada cuando entregué el material, era 
ya muy tarde y en ese momento me pidieron la cabeza de portada. 
 Me acuerdo que el director la leyó y me dijo que estaba bien, aunque 
después negó que la hubiera visto. 
 Este tipo de cosas pasaban muy seguido en la redacción, siempre 
recuerdo que gracias a la observación de un formador no pasé la vergüenza 
de mi vida en una nota que escribí del profesor Nelson Vargas en la cual 
daba a conocer los pormenores de una competencia de natación. 
 Puse de cabeza “Nelson Vargas promueve la natación”, sólo que en su 
apellido no me di cuenta y en lugar de ponerle la primera a, le puse una e. 
 Nadie se había dado cuenta, pero el formador al tenerla en sus manos se 
percató del problema y de inmediato se lo comunicó al director, quien a su 
vez me pidió la corrigiera y pusiera más atención en lo que hacía. 
 Aún le sigo eternamente agradecida a don Juanito, como le llamaban 
cariñosamente al formador, ya que de no haberlo detectado no sé con qué 
cara le hubiera pedido disculpas al profesor y cómo hubiera enfrentado las 
burlas de todo el mundo. 
 Estas experiencias me ayudaron a ser más cuidadosa con mis escritos, 
siempre leía y volvía a leer el cuerpo y cabeza de mis notas, sobre todo en 
reportajes y entrevistas que a veces no se entregaban de un día para otro. 
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 Con la práctica aprendí que el reportero trabaja contra el tiempo, cada 
minuto es muy valioso, por eso debe desarrollar un olfato periodístico para 
saber dónde está la nota. 
 Para lograrlo debe documentarse en cada una de sus fuentes, estudiarlas a 
fondo, en el caso de los deportes, tener un panorama muy completo de cada 
una de las disciplinas a cubrir. 
 Saberla historia y reglas de juego de cada una, si está afiliada a la 
Confederación Deportiva Mexicana (CODEME) y al Comité Olímpico 
Mexicano (COM) y, por consiguiente, está reconocido como deporte 
federado. Conocer a los directivos del deporte nacional, a los federativos y 
a sus mejores deportistas. 
 Y algo muy importante, familiarizarse con el lenguaje que se emplea en 
cada una de las disciplinas deportivas, porque su mal uso puede ocasionar 
que el lector no entienda de qué deporte se está hablando. 
 El lenguaje deportivo es una herencia anglosajona y muchos de sus 
términos vienen de Europa, en especial de Inglaterra, por eso es muy difícil 
buscar innovarlos y lo mejor es conocer su significado para darles un uso 
correcto. 
 Por ejemplo, cuando se menciona la palabra “amateur” se refiere a un 
deportista aficionado que práctica y participa por placer o amor al deporte 
sin esperar remuneración. 
 En béisbol y softbol se utiliza la palabra “catcher”, que es un receptor, o 
la palabra “cross country” en atletismo que significa carrera con obstáculos 
a campo traviesa. 
 El reportero tampoco debe de perder detalle alguno de lo que acontece a 
diario en cada una de sus fuentes, por eso debe de realizar una agenda 
telefónica con todos sus contactos en los que figuran el directivo, la 
secretaria de los federativos, los deportistas y hasta los de limpieza. 
 Las fuentes de trabajo son como un jardín que se debe regar todos los 
días para que siempre esté bonito. A las fuentes no hay que perderlas de 
vista, esto puede ser a través de una llamada telefónica. Hacer acto de 
presencia en las oficinas deportivas, en los entrenamientos, en las 
competencias y si se puede, hasta en los ratos libres de los directivos o 
competidores. 
 Incluso, en los días de descanso no podemos aislarnos por completo del 
trabajo, porque a lo mejor ese día pasó algo muy relevante y nosotros 
llegamos al día siguiente sin estar enterados. 
 Ésta es la base para contar con un buen olfato periodístico, porque 
tenemos el conocimiento de lo que pasa en nuestras fuentes, de cómo se 
van desarrollando las diferentes situaciones en cada una, y que cualquier 
movimiento puede significar que algo está pasando y no quieren o no les 
conviene darlo a conocer. 
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 De igual forma, sucede en las conferencias de prensa en las cuales el 
organizador da a conocer lo que a él le conviene que se publique. 
 El buen reportero no se queda con esa información que al día siguiente 
todo mundo va a publicar, confía en su olfato periodístico y realiza un 
trabajo más a fondo, cuestiona e investiga, lo cual le puede dar por 
resultado la nota de ocho columnas. 
 No se debe olvidar que un buen reportero está obligado a ir más allá que 
los demás, documentarse, investigar y cuestionar hasta lograr la mejor 
información. 
 Sabías palabras las de la maestra Guadalupe Pacheco cuando nos decía 
que un buen reportero nunca llega a su redacción con las manos vacías, 
pues aún debajo de las piedras hay información. 
 
2.3 El sindicato, un obstáculo a vencer 
 
 Un día, al llegar al periódico, un vigilante me informó que Ignacio 
Álvarez, líder del sindicato del periódico Ovaciones, quería verme en su 
oficina inmediatamente. 
 A Ignacio, reportero de información general, lo conocí cuando trabajé en 
el conmutador porque a veces pasaba a recoger su correspondencia o a 
pedir que se le tramitara una llamada de larga distancia, pero nunca entablé 
una plática con él. 
 Cuando llegué a su lugar se levantó y no me contestó el saludo; se me 
quedó viendo de arriba abajo, encendió su cigarro y me echó el humo en la 
cara. Eso me dio mucho coraje. 
 Después de tres fumadas a su cigarro me dijo que iba a ser directo porque 
tenía muchas cosas que hacer. 
 “Quién te crees que eres tú para pasarte del conmutador a la redacción de 
deportes. Bueno, más bien, cómo crees que una simple persona que apenas 
puede contestar un teléfono y transferir la llamada, sólo porque se acuesta 
con el Director de Deportes, de un día para otro ya puede trabajar de 
reportera”. 
 Sentí que me temblaban las piernas y me empezó a doler la cabeza y el 
estómago del coraje, y le contesté: 
 “Me ofrecieron trabajar de reportera en deportes, porque yo estudié 
periodismo, y si estoy aquí es por lo que sé no porque me acueste con el 
director”. 
 “Pues vamos a ver si es cierto que sabes de periodismo, el Comité de 
Admisión te va a someter a unas pruebas que dudo las pases, pero vamos a 
ver, aunque una cosa si te digo, y que te quede bien claro, yo por las buenas 
soy buena gente, pero por las malas soy un cabrón”. 
 En la noche, cuando pasó mi esposo por mí, ya no aguanté más y me 
solté a llorar. Él me dijo que fuera valiente y le demostrara a ese patán que 
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yo tenía los conocimientos para desempeñarme como reportera y que me 
acostumbrara a ese tipo de comentarios, porque había entrado a un 
ambiente de trabajo muy pesado. 
 Raymundo Camargo, encargado de la Comisión de Admisión del 
sindicato, me citó al día siguiente en la redacción para aplicarme la prueba 
de conocimientos generales. 
 Las preguntas las elaboró de una enciclopedia, primero empezó a 
hojearla, luego cerró los ojos y donde ponía el dedo índice sacaba la 
pregunta. 
 Ante el reclamo de los reporteros por considerar que ni él mismo sabía 
las respuestas, me dio la enciclopedia para que las buscara y me dijo: 
“Bueno, al menos vas a demostrar qué tan buena eres para investigar las 
cosas en poco tiempo”. 
 En los 60 minutos que me dio para buscar las 20 respuestas logré 
encontrar 15, suficientes para aprobar el examen. Ese mismo día me dijo 
que la segunda parte consistía en entregar un reportaje de futbol americano, 
mínimo de 8 páginas, una nota informativa, una crónica de un partido de 
futbol y una entrevista a un torero. 
 Fueron cuatro días los que me llevó cumplir con la segunda etapa de 
admisión, pero la aprobé. 
 De nuevo Ignacio Álvarez, me volvió a llamar para darme la noticia que 
había aprobado el examen, pero que tuviera mucho cuidado porque eso no 
era garantía de que mi estancia en deportes sería prolongada. 
 Después de varios años me enteré que ese hombre que se vanagloriaba de 
ser muy “canijo”, no era más que un alcohólico, mujeriego y corrupto, cuyo 
mayor logro en el periodismo fue haber sido líder del sindicato del 
periódico Ovaciones. 
 
2.4 La mujer en el periodismo deportivo 
 
 Cuando empecé a trabajar en la sección de deportes del periódico 
Ovaciones en mayo de 1987 era muy raro ver a una mujer reporteando, sobre 
todo en el futbol. Afortunadamente, las mujeres hemos ganado espacios en 
aquellos terrenos considerados, hasta hace poco, exclusivos del hombre. 
 En la sección deportiva del periódico Ovaciones estaba Alicia Pineda, que 
cubría todas las disciplinas acuáticas, con amplia experiencia en el tenis y 
el deporte amateur. Juanita “Balón” Álvarez cubría futbol profesional y 
Rosita Rivera (q.e.p.d), era experta en toros. 
 Mi campo de acción era el Centro Deportivo Olímpico Mexicano 
(CDOM), todos los días desde temprana hora llegaba para estar al 
pendiente de la Federación Mexicana de Natación, así como de los 
deportistas y sus entrenamientos. 
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 Ahí conocí a dos mujeres que en lo personal considero son de las mejores 
reporteras en el área de deportes: Rosalinda Coronado, quien hasta la fecha 
trabaja en el periódico Esto y Alma Rosa Conde, que estuvo en El Sol de 
México y la agencia de noticias Notimex. 
 Las dos han cubierto futbol llanero, profesional, las cuatro disciplinas de 
la natación, deporte amateur y han estado en Juegos Centroamericanos, 
Panamericanos y Olímpicos. 
 Desde que empecé a reportear conté con su amistad y su invaluable 
apoyo para aprender a hacer bien mi trabajo. 
 A Rosalinda la conocíen la primera competencia de natación que cubrí 
en la alberca del Comité Olímpico Mexicano, en mayo de 1987. 
 Nunca me imaginé que fuera reportera, pues desde las gradas donde yo 
estaba sentada viendo la competencia, pensé que era la mamá de uno de los 
competidores. 
 Mide aproximadamente 1.60 metros, tiene la voz ronca, es morena, con el 
cabello lacio color negro hasta la cintura y gordita. 
 Lo primero que pensé cuando hablé con ella fue que tenía un carácter 
muy fuerte y me iba a ser difícil entablar una amistad con ella. 
 Pero el tiempo me demostró todo lo contrario, Rosalinda se convirtió en 
una valiosa guía en mi trabajo como reportera. Desde un principio me dijo 
que si quería sobresalir debía ser insistente en lo que hacía, no dejarme 
amedrentar de nadie y siempre ir más allá de la simple nota. 
 Me presentó con directivos, federativos, con los competidores y 
entrenadores. 
 Al principio me decía: 
 “Tú sígueme y cuando tengas dudas de algo pregúntame, si no tengo la 
respuesta la buscamos, pero no te quedes con dudas y no quieras 
despejarlas hasta que llegues a tu redacción”. 
 Hasta la fecha Rosalinda, no es muy querida en el medio, sobre todo por 
los compañeros reporteros que la ven como una amenaza, porque ella se ha 
metido en los altos niveles del deporte nacional. 
 Mario Vázquez Raña, quien duró más de dos décadas como presidente 
del Comité Olímpico Mexicano, y dueño del periódico Esto, obviamente, 
siempre ha tenido consideraciones con ella y cuando era titular del COM le 
pasaba las primicias, la llevaba a todos sus viajes por el interior del país y 
por varias partes del mundo. 
 Esto provocaba la envidia de los reporteros que al no poder competir con 
ella en este aspecto, la tachaban de ser lesbiana y me advertían que me 
cuidara porque me podía hacer algo. 
 Alma Rosa Conde, casada y madre de dos hijos, se convirtió en una gran 
compañera de trabajo. Cubríamos las mismas fuentes y a veces 
coincidíamos en conferencias o sin ponernos de acuerdo, andábamos tras la 
misma nota, pero sólo nos pasábamos tips, nunca intercambiamos 
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información exclusiva o trabajos especiales que nos pedían en nuestros 
respectivos periódicos. 
 Una de las satisfacciones que siempre recordamos fue el impulso que le 
dimos con nuestro trabajo al remo y canotaje, deportes que después de los 
Juegos Olímpicos de México 68 quedaron muy olvidados por los medios de 
comunicación de nuestro país. 
 Poco se hablaba de ellos, además nadie quería cubrirlos pues los 
entrenamientos y competencias se realizaban en la Pista de Remo y 
Canotaje Virgilio Uribe de Cuemanco, rumbo a Xochimilco. 
 Nosotras empezamos a sacar información, al principio nos costó trabajo 
que quisieran publicar nuestras notas, ya que las consideran irrelevantes, 
pero insistimos mucho hasta lograr que se les diera a estos deportes un 
pequeño espacio. 
 Poco a poco fuimos ganando terreno y esto despertó el interés de otros 
medios, entre ellos de Televisa. 
 Desde un principio nos relacionamos con todos los remeros, los 
canoistas, con los federativos, con Pablo Stock, Administrador de la Pista, 
y con la gente del Club España de Remo, que está a un costado de la pista, 
y en especial con Osvaldo Borchi, entrenador nacional de esta disciplina. 
 Él siempre nos tenía al tanto de lo que sucedía en este deporte, incluso si 
salía con la selección nacional al extranjero, nos hablaba para pasarnos 
información. 
 A veces nos llamaba por teléfono a nuestras casas en la madrugada para 
darnos alguna nota o cuando queríamos alguna información le hablábamos 
muy noche a su casa. Esto provocó una serie de rumores entre los 
reporteros que se molestaban porque nosotras les ganábamos las 
exclusivas, decían que éramos “las viejas de Borchi y de Pablo Stock.”. 
 La realidad era que nos tenían muchas consideraciones porque mientras 
los reporteros les hablaban por teléfono para pedirles información, Alma y 
yo íbamos a la pista para estar al pendiente de nuestras fuentes. 
 Gracias a nuestro trabajo logramos revivir el interés de parte de las 
autoridades del deporte mexicano para apoyar al remo y canotaje. 
 Con esto les demostramos que no por ser mujeres, estar casadas y con 
hijos, nos olvidábamos de nuestra responsabilidad como reporteras. 
 Sin embargo, la labor de una reportera no era nada fácil en ese entonces, 
pues algunos compañeros consideraban que estaban en desventaja ante “un 
par de piernas bonitas” y por eso algunas veces trataban de bloquear 
nuestro trabajo. 
 Les molestaba que fuéramos más responsables que ellos, que 
trabajáramos con verdadero profesionalismo, que no aceptáramos tomar 
alcohol como lo hacían ellos en las conferencias de prensa y que no nos 
prestáramos para el soborno. 
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 Obviamente que un federativo u organizador pensaba más de dos veces 
ofrecerle un sobre con dinero a una reportera con la intensión de manipular 
la información. 
 En cambio con los reporteros era más fácil, si había de por medio unas 
botellas de vino. 
 Otro de los problemas a los cuales nos enfrentábamos era cuando 
salíamos de viaje a cubrir un evento, pues nunca faltaba el compañero que 
se hacía el chistoso y entre broma y broma se quería pasar de listo, otras 
veces nos querían cuidar tanto que hasta nos sugerían quedarse en nuestra 
habitación para acompañarnos toda la noche. 
 Por suerte, no todos eran así, también había reporteros en los que 
podíamos confiar, eran respetuosos y siempre nos apoyaban y estaban al 
pendiente de lo que necesitábamos. 
 La participación de la mujer en el reporteo deportivo cobró mayor fuerza 
a finales de los años 80 y principios de los 90, cuando poco a poco en la 
sala de prensa del Comité Olímpico Mexicano fueron llegando más 
reporteras de otros medios, en su mayoría jóvenes egresadas que se 
enfrentaban a su primera experiencia de trabajo. 
 Muchos de ellos buscaban apoyo en las que ya teníamos más tiempo 
reporteando y era muy interesante encaminarlas en el periodismo 
deportivo. 
Guillermo Montoya (q.e.p.d), quien era Director de Prensa del Comité 
Olímpico Mexicano, al ver que éramos más reporteras nos sugirió darnos 
algunas pláticas de orientación en diferentes temas deportivos. 
 Su objetivo era que tuviéramos mayor conocimiento de los deportes y 
mejor manejo del lenguaje deportivo, principalmente en las disciplinas que 
cubríamos. 
 A estas pláticas estaban invitados reporteras y reporteros, pero estos 
últimos mostraron muy poco interés, argumentando que esas cosas eran de 
principiantes. 
 Fue tal el interés de las compañeras, que en junio de 1993 Rosalinda 
Coronado nos propuso formar una asociación de reporteras de deportes, 
que recibió por nombre Asociación Mexicana de Reporteras de Deportes. 
 La respuesta de las compañeras fue inmediata y nos dimos a la tarea de 
organizarnos para buscar apoyos en la creación de nuestra asociación. 
 Mario Vázquez Raña al enterarse de lo que queríamos hacer nos ofreció 
su apoyo incondicional. 
 Nos proporcionaron una oficina y una secretaria en el COM, además de 
muchos apoyos, como organizarnos conferencias con ponentes de 
renombre en el deporte nacional. 
 También nos facilitaron un salón, servicio de café, galletas y refrescos 
para celebrar nuestras reuniones de cada ocho días. 
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 Ser integrante de la Asociación Mexicana de Reporteras de Deportes 
tenía sus privilegios, entre ellos, ser invitadas a desayunar o comer en el 
penthouse de Mario Vázquez Raña, ubicado en las instalaciones del 
periódico El Sol de México. 
 Recuerdo que cuando teníamos una cita con él, todas la tomábamos con 
la debida seriedad. Si la cita era a las 9:00 de la mañana, nos quedábamos 
de ver a las 8:40 en punto en el lobby del periódico. 
 Todas, incluyendo a las que siempre andaban de pantalón de mezclilla y 
no les gustaba pintarse loslabios, debían ir presentables. 
 Cinco minutos antes de la cita pasaba por nosotros un grupo de 
guardaespaldas de Vázquez Raña y nos conducían hasta su penthouse. 
 Éramos recibidas por Jimena Saldaña, su secretaria, quien amablemente 
nos pasaba a la terraza, mismo lugar donde Vázquez Raña, según él, tuvo 
que consolar a Ernesto Zedillo, que lloraba ante su reciente nombramiento 
como presidente de México. 
 A los pocos minutos aparecía Vázquez Raña, quien amablemente nos 
saludaba a cada una con un apretón de manos y un beso. 
 La primera vez que fuimos a su oficina nos enseñó su despacho, nos 
presumió sus reconocimientos y su colección de fotografías, en las cual 
aparece con diferentes personalidades de la política mexicana, dirigentes de 
organismos deportivos internacionales y deportistas. 
 También nos presentó a su chef, que conoció durante los Juegos 
Olímpicos de Seúl 88 y se lo trajo a trabajar con él. 
 El desayuno o la comida, de acuerdo a la cita, eran exquisitos y la 
sobremesa era muy interesante, porque hablábamos de muchos temas, tanto 
políticos como deportivos. 
 En ningún momento trataba de manipular nuestra información, al menos 
no lo hacía abiertamente. Sí expresaba su inconformidad con algunos de 
nuestros puntos de vista, pero siempre lo hacía muy respetuoso. 
 Hablábamos también de los logros que teníamos como asociación y de 
nuestras necesidades, así como de los apoyos que necesitábamos. 
 Esto provocaba una reacción negativa entre los compañeros que se 
mofaban de nuestra agrupación y nos llamaban “El harem de Vázquez 
Raña”. 
 Íbamos muy bien, pero algunas reporteras no le dieron la importancia que 
merecía la asociación. Empezaron a faltar mucho y propiciaron con su 
comportamiento una serie de problemas internos que resquebrajaron la 
unión y llevaron al desinterés por seguir luchando para mantener viva la 
agrupación. 
 Yo desde antes de que pasara esto, debí renunciar porque entré a trabajar 
al periódico Reforma y una de sus políticas internas era no pertenecer a 
ninguna asociación. 
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 Y aunque no se logró el éxito esperado, la realidad es que unidas o por 
separado las mujeres han tenido avances muy significativos en el terreno 
del periodismo deportivo. 
 En la actualidad es muy satisfactorio ver cómo ha crecido el número de 
reporteras en el área deportiva, no sólo en los medios impresos, también en 
la radio y la televisión. 
 Y en los deportes como el futbol soccer o futbol americano las mujeres 
realizan un destacado papel como reporteras o cronistas, así como en los 
deportes extremos donde demuestran que no hay obstáculo que les impida 
desarrollar su trabajo con profesionalismo. 
 
2.5 Una cueva de lobos 
 
 Al llegar a la redacción de deportes del periódico Ovaciones todos los 
reporteros se portaron muy amables conmigo, algunos de ellos me 
saludaban de beso y me pasaban la mano por el hombro, lo cual yo tomaba 
como parte del saludo. 
 Después me enteré que esto lo consideraban como una ligereza de mi 
parte, además de que hacían apuestas para ver con quién salía primero o 
quién me llevaba a la cama. 
 Aclaro que no todos los reporteros eran así, pero eran pocos los que 
mantenían una relación laboral con respeto y hacían observaciones a mi 
trabajo con la intención de que mejorara en la redacción de mis notas. 
 Los reporteros tenían su clasificación de las reporteras, las que estaban 
casadas, eran la fruta prohibida, que entre más prohibida, según ellos, más 
se les antojaba. Otra eran las solteras que no tenían novio, a las que 
consideraban lesbianas, y las facilotas, que eran las que verdaderamente 
con su conducta de libertinaje denigraban la profesión. 
 Cuando supieron que yo estaba casada, la mayoría coincidió que no sería 
por mucho tiempo, pues la vida del reportero es como la de un judío 
errante, nunca sabe dónde va a andar al día siguiente y los horarios de 
trabajo son muy extenuantes, además hay que viajar mucho y estar 
separado de la familia. 
 Algunos de ellos se ponían como ejemplo claro de un reportero 
divorciado debido a las exigencias de su trabajo, pero la gran mayoría la 
constituían alcohólicos y muy mujeriegos; sus ratos libres los dedicaban a 
estar con los amigos en la cantina. 
 Había ocasiones en las cuales se ponían borracheras de tres días seguidos 
y así iban a trabajar. La información la obtenían vía telefónica con algún 
amigo. 
 Una vez, Bernardo Morales, quien cubría la sección de tenis, llegó 
borracho a la redacción, se sentó junto a mí, prendió su computadora y se 
puso a escribir. 
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 Yo estaba sorprendida porque nadie le dijo nada, ni siquiera Luis Palacio, 
Director de Deportes, quien se acercó y le dio una palmada en la espalda a 
modo de motivación para que terminara temprano y pudiera irse a 
descansar a su casa. 
 A ratos se quedaba dormido y empezaba a roncar al grado que me 
desesperó tanto que con el pie le apagué el regulador de su computadora, 
así que debió volver a redactar su nota. 
 Había un periódico mural a cargo de Carlos Pantoja, reportero de futbol 
llanero, en el cual todo mundo aparecía ya sea por un error en sus notas 
publicadas o porque Pantoja le hacía una caricatura, pero nadie se salvaba 
de ser balconeado en ese medio. 
 Los domingos que no iba el director de la sección, era un día especial. 
Cuando estaba Alicia Pineda, ella se encargaba de llevar una botella de ron, 
otro de llevar los vasos y la botana circulaba por toda la redacción. 
 Rubén Paz, reportero de deporte amateur, estaba soltero y se sentía el 
galán de la redacción, eso sí, era muy respetuoso, pero muy singular en su 
forma de vestir. 
 Entre semana llevaba sus trajes color verde bandera con calcetines verde 
limón y zapatos de plataforma, también de color verde bandera. En otras 
ocasiones iba todo de blanco con su copete tipo John Travolta y lentes 
oscuros. Desde que entraba a la redacción todo mundo le chiflaba y 
gritaban que había llegado “El papito”. 
 Él se creía que verdaderamente se veía bien y para complacer a sus 
compañeros le daba dos vueltas a la redacción para que lo vieran bien. 
 Los domingos se vestía con camisas floreadas de colores fluorescentes 
que eran su gran orgullo, pues las tenía desde que iba en la vocacional. 
 Para completar el cuadro se llevaba una grabadora de las grandes y su 
caja de cassets con música para todos los gustos, desde los años 60 hasta 
los 80. 
 Pero si ese día pasaban alguna película de Pedro Infante, entonces sacaba 
su televisión y la veía, y nadie le decía nada. 
 Así reinaba un ambiente aparentemente de camaradería, pero lo cierto es 
que todos se cuidaban de todos porque había fuentes que eran más 
redituables que otras en cuestión de publicidad y los reporteros 
responsables de éstas, se llevaban una comisión de acuerdo al espacio del 
anuncio y las veces que aparecía publicado. 
 Nadie las soltaba, sobre todo los que cubrían futbol profesional, 
automovilismo, caballos y golf, que en esa época eran muy productivas en 
publicidad. 
 En la redacción los reporteros se clasificaban por quienes tenían base y 
los que estaban como suplentes. Los primeros tenían derecho a descansar 
un día a la semana y contaban con todas las prestaciones de ley, los 
segundos, 
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que durante dos años fue mi caso, trabajábamos por contrato y no teníamos 
derechos a prestaciones ni a descansos. 
 Yo a veces me sentía muy agotada y le pedía al director permiso para 
descansar por lo menos una vez al mes, pero me recordaba que los 
suplentes no teníamos derecho a descansar. 
 Confieso que debí recurrir a un amigo de mi esposo que era doctor para 
que una vez cada dos meses me diera una incapacidad para descansar uno o 
dos días. Así me la pasé durante dos años, hasta que se presentó la 
oportunidad de aplicar una solicitud para una base. 
 No fue tan fácilobtener la base que se otorgaba de acuerdo a la 
antigüedad del reportero, pues antes de mí estaba Juan Carlos Bernal, quien 
cubría futbol. 
 Obviamente, se la dieron a él, pero debía pasar un período de dos meses 
como prueba, durante ese tiempo debía demostrar que su trabajo era 
valioso y sobre todo que era una persona cumplida y responsable. 
 Esto último me dio una esperanza, pues su mayor defecto era que tomaba 
mucho y a veces dejaba tirado el trabajo. Le faltaba una semana para 
cumplir con el período de prueba cuando lo mandaron a cubrir el Torneo 
Internacional de Tiro “Benito Juárez”, que se celebraba en el campo 
militar. 
 La competencia empezaba temprano y terminaba muy tarde, por eso le 
daban permiso de enviar su información desde la sede del evento y ya no 
iba al periódico. 
 Compañeros de otros medios me comentaron que todos los días de la 
competencia se emborrachaba y sus amigos le hacían las notas y las 
enviaban al periódico. 
 Estaba a punto de perder las esperanzas cuando sucedió algo inesperado. 
El último día de la competencia no llegó la información y tampoco lo 
pudieron localizar, debieron pedir los datos a la Federación Mexicana de 
Tiro para que el reportero de guardia hiciera la nota. 
 Al día siguiente me enteré que tomó tanto que se quedó dormido en uno 
de los baños y sus amigos como no lo vieron pensaron que se había ido al 
periódico y no le hicieron la nota. Esto le costó una suspensión y perdió la 
base con la que finalmente yo me quedé a finales de 1989. 
 También había cosas que yo no podía entender, como por ejemplo, el que 
me enviaran a una conferencia de prensa en la que el organizador llegaba a 
darme órdenes y a decirme cómo quería la nota, qué debía de resaltar y 
cuánto espacio debía darle. 
 Yo le explicaba que seguía órdenes de mi director y yo no decidía el 
espacio para cada nota. 
 Su respuesta era que no me preocupara porque de antemano él ya se 
había puesto de acuerdo con mi director. 
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 Estas situaciones se repitieron muchas veces durante el tiempo que 
estuve en Ovaciones, pero sin duda la que más me indignó fue la siguiente. 
 En el año de 1989, de un día para otro, se empezó a publicar una columna 
de futbol rápido firmada por “El Ángel”. Nadie sabía quién era esa persona, 
ni cuál era su verdadero nombre, mucho menos por qué se publicaba si 
tenía, además de faltas de ortografía, una pésima redacción. 
 Cuando los reporteros preguntaban a la dirección quién era “El Ángel”, la 
respuesta era que se trataba de un experto en futbol rápido cuyo nombre no 
quería que se revelara. 
 En una ocasión Luis Palacio salió de viaje y me pidió que todos los días 
revisara esta columna. Viví unos días de pesadilla, primero porque la 
enviaba cerca de las 9 de la noche y me tardaba más de dos horas en tratar 
de entenderle y otras más en corregirla. 
 Salía todos los días muy tarde y de mal humor, porque debía rehacer la 
columna, hasta que un día le dije a la subdirectora que necesitaba aclarar 
algunas cosas con “El Ángel”, de lo contrario no podría corregirla. 
 Ella se encerró en su oficina, marcó el teléfono y luego pasó la llamada a 
mi extensión, no sin antes advertirme que no le preguntara su nombre y me 
limitara a preguntarle sólo mis dudas. 
 Era la voz de un hombre que se me hacía muy conocida y me trataba 
como si tuviéramos años de conocernos, además al despedirnos me pidió 
que le saludara a mi hermana Liliana. 
 Ese fue su error, porque toda la noche traté de identificar su voz hasta que 
supe quién era y para comprobarlo le hablé por teléfono con el pretexto de 
que tenía otras dudas. 
 Cuando estábamos en la universidad la maestra Guadalupe Pacheco nos 
dejó acompañar todo un día a un reportero de cualquier medio y sección 
para ver cómo era su trabajo. 
 Liliana tuvo la fortuna de acompañar a Carlos Pantoja, reportero de 
fultbol llanero de Ovaciones. 
 Después se convirtieron en buenos amigos y él nos invitaba a los partidos 
de futbol en los que siempre aparecía un hombre de unos 45 años, de 1.60 
metros de estatura, moreno y canoso, cargando al hombro una mochila de 
piel sintética que estaba rota y en la mano llevaba una cámara fotográfica 
muy vieja con la que sacaba fotos y luego las vendía a los jugadores. 
 Se trataba de Ángel Pichardo, el mismo que se puso abusado y descubrió 
que en el futbol rápido había una mina de oro, lo habló con Luis Palacio y 
le propuso hacer una columna llamada “El Ángel” en la que cobraría 
grandes cantidades de dinero a todo aquel que quisiera ver su nombre 
publicado en ese espacio y lo compartiría con el director del periódico. 
 Confirmar que ese hombre que siempre vestía el mismo pantalón gris con 
una camisa blanca y un sacó café, tan sólo con estudios de primaria, se 
hubiera convertido de la noche a la mañana en columnista de Ovaciones, me 
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dio mucho coraje y no quise ser su cómplice así que revelé a los demás su 
identidad. 
 Con esto le hice un favor, pues ya llegaba a la redacción con unos aires 
de grandeza que ni él se la creía, se sentía parte del equipo de reporteros; 
además su correspondencia llegaba a nombre del licenciado Ángel 
Pichardo. ¡Qué descaro! 
 El acoso sexual fue otro de los problemas a los que me enfrenté en 
Ovaciones, y que venía de los propios compañeros que se sentían muy 
conquistadores y no perdían oportunidad para insistir en invitarme al cine o 
a comer, obviamente, con la intención de entablar una relación íntima 
conmigo. 
 Después fue el propio Luis Palacio, que al principio era hasta cierto punto 
considerado conmigo y me daba permiso de salir lo más temprano posible 
y cuando tenía algún problema personal me dejaba llegar más tarde a la 
redacción. 
 Muy pronto eso se acabó, pues una vez me invitó a comer y me propuso 
el puesto de subdirectora. Yo no me sentía con la capacidad ni la 
experiencia para ocupar un puesto de esa magnitud; además estaba Sara 
González en ese cargo. 
 Palacio me dijo que por eso no me preocupara, que a Sara la mandaba a 
reportear con cualquier pretexto y que en realidad no era requisito que yo 
supiera mucho. Lo importante era que aceptara. 
 Claro que no acepté, pues más que halagarme con su propuesta me 
ofendió, ya que en ningún momento le di motivos para que me tratara de 
esa manera. 
 Mi negativa me costó perder todo tipo de consideración y me aumentaron 
las cargas de trabajo, pero en realidad no me importó, lo que yo quería era 
continuar con mi trabajo. 
 Después de esto, el ambiente no fue tan agradable, pues tras bambalinas 
se decía que yo era la amante del Director de Deportes. 
 En febrero de 1990 nos informaron que él dejaba su puesto, los motivos 
nunca se dieron a conocer, y en su lugar entraba el profesor Arturo 
Contreras, quien hacía años había trabajado en el periódico; pero sus 
problemas de alcoholismo lo hicieron alejarse por un tiempo. 
 Era una persona muy accesible, muy agradable y sabía mucho de 
deportes, la mayoría de los reporteros lo conocía, así que no hubo 
problemas con el cambio. 
 Pero con él, la historia se repitió. Después de algunos meses, también 
me invitó a comer y como si se hubieran puesto de acuerdo con Palacio, me 
propuso lo mismo, sólo que él hasta las llaves de su coche me daba para 
que me pudiera desplazar sin problemas de la casa al trabajo y viceversa. 
Obviamente, tampoco acepté. 
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 Lo bueno fue que no duró mucho en el puesto, ya que no resistió la 
tentación y reincidió en su problema de alcoholismo. 
 
2.6 Una profesión de resistencia 
 
 El trabajo del reportero no es nada fácil, requiere de mucha entrega y de 
verdadera pasión para resistir las adversidades y salvar los obstáculos que 
todos los días encuentra en su camino. 
 Sólo aquellos que verdaderamente tienen la vocación de reporteros 
logran sobresalir y darle la justa medida a su trabajo y a su familia,aunque 
a veces hay que darle prioridad al primero. 
 Para un reportero no existen los horarios de trabajo, puede empezar sus 
actividades del día con una conferencia por la mañana y finalizar la jornada 
con una cena de trabajo o cubriendo la guardia en la redacción que termina 
hasta el cierre de la sección. 
 Incluso faltar a los eventos más importantes de la familia, como la fiesta 
de cumpleaños de los hijos, de la esposa o del esposo o cancelar sus 
vacaciones porque no hay quien lo supla. 
 Hay quien la mayoría del tiempo se la pasa viajando, de acuerdo a las 
fuentes que tenga asignadas, a veces el mismo día que llega de un viaje 
debe salir a otro, sin tiempo para llegar a sus casas a ver a su familia o 
cambiar su maleta. 
 Además de correr ciertos riegos de accidentes durante las coberturas 
locales o foráneas. 
 Una de las coberturas más riesgosas que me tocó cubrir como reportera 
en Ovaciones, fue la VIII Carrera Ciclista Maya-Caribe (Frontera Sur) en 
noviembre de 1987. 
 El titular de la fuente de ciclismo había pedido permiso de faltar unos 
días porque su esposa estaba a punto de dar a luz a su segundo hijo, y me 
asignaron esa cobertura. 
 Yo no sabía nada de ciclismo, pero obedecí órdenes y viajé con toda la 
caravana de reporteros de otros medios. Después de dos días de viaje a 
bordo de una Combi, por fin llegamos; yo estaba muerta, no sentía las 
piernas y tenía un fuerte dolor de cabeza que me duró varios días. 
 La carrera se dividió por etapas, todos los días se corría una diferente por 
toda el área del Caribe. Desayunábamos en un pueblo y cenábamos en otro. 
Al terminar cada etapa teníamos la oportunidad de hablar con los 
participantes y sobre todo con el que ganaba el derecho de portar el suéter 
de líder de esa etapa. 
 Los presidentes municipales de cada lugar al que llegábamos nos ofrecían 
una comida y nos daban algunos presentes, que en su mayoría eran 
artesanías. 
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 Sólo íbamos dos mujeres reporteras, por cierto, las dos novatas y con cero 
conocimiento de una carrera de ciclismo de ruta. 
 Debimos pedir asesoría de los más conocedores, entre ellos, los hermanos 
Antonio y Manuel Barragán, el primero trabajó muchos años en la radio. 
 La mayoría de los reporteros tomaba todo el tiempo, por eso instituyeron 
el liderato de los que más tomaban con el suéter uva, que se le otorgaba al 
finalizar la etapa al que llegara más borracho. 
 Hubo un reportero que durante tres etapas portó el suéter uva, pues nunca 
se le vio sobrio, siempre se bajaba de la combi a gatas. 
 Lo más terrible que me sucedió en esa cobertura, fue que al llegar a 
Palenque ya era de noche y nos hospedamos en un hotel a las orillas del 
poblado. 
 Al entrar a nuestra habitación, mi compañera y yo nos espantamos porque 
el cuarto estaba lleno de diferentes tipos de insectos, unos grandes y otros 
chiquitos, incluidas las cucarachas grandotas que también volaban. 
 De nada sirvió que nos quejáramos, el organizador nos dijo que todos los 
cuartos estaban igual. Mejor prendimos el ventilador y abrimos puertas y 
ventanas para ver si se salían. 
 Como no había nada de comer en el hotel decidimos ir a la ciudad para 
cenar algo. 
 Hacía tanto calor que preferimos caminar para tomar el fresco de la noche 
y lo hicimos en sentido contrario a los coches. Todo iba bien, hasta que a lo 
lejos vimos que venía un camión de volteo con la luz de la cabina prendida. 
 De repente el camión aceleró, se bajó del asfalto y se dirigió 
directamente hacia nosotros. Fue desesperante, no podíamos creerlo y a la 
vez no sabíamos qué hacer, pues teníamos como medio metro de espacio 
entre el asfalto y una larga cerca con alambre de púas. 
 Algunos reporteros corrieron hacía el otro carril, de suerte no venían 
coches, y los demás saltaron la cerca. 
 Yo me quedé inmóvil viendo al chofer que venía como borracho, gracias 
a Dios un compañero se dio cuenta y regresó, me jaló y juntos brincamos la 
cerca, en eso pasó el camión y se escuchó un golpe seco. Todo esto pasó en 
cuestión de segundos. 
 Nos levantamos llenos de lodo, con la ropa rota y con algunos raspones 
que se nos hicieron con la cerca de alambre de púas. 
 Ya recuperados del susto nos dimos cuenta que sobre el mismo caminito 
en el que veníamos estaba tirado un cuerpo, yo sentí que me desvanecía, así 
que no me acerqué. 
 Era un campesino que caminaba por el mismo lugar que nosotros, sólo 
que en sentido contrario, así que no se percató de las intenciones del chofer 
del camión y murió atropellado. 
 Regresamos al hotel y nos dijeron que si las autoridades nos interrogaban 
dijéramos que no habíamos visto nada, pues la ruta no se podía retrasar. 
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 Mi compañera entró en una crisis nerviosa y tuvo que ser atendida por el 
médico que acompañaba a la caravana de ciclistas. Ya más tranquila nos 
dijo que en lo primero que pensó fue en su hijo que lo había dejado 
encargado con una amiga, pues ella era madre soltera y no tenía con quién 
dejarlo. 
 Todos coincidimos con ella en que aquella noche pudo haber sido la 
última de nuestras vidas, pero gracias a Dios pudimos contarla. 
Después me enteré que en su periódico no les gustó la información que 
mandó de la carrera y a su llegada la despidieron. 
 Nunca tomaron en cuenta que se salvó de ser atropellada por un loco del 
volante, que debíamos cuidarnos de los reporteros que se querían pasar de 
listos, que nos quedábamos en habitaciones llenas de insectos y a veces 
dormíamos tres o cuatro horas al día. 
 Recuerdo que Carlos Pantoja y Manuel Alferes, dos reporteros con 
muchos años de edad y de experiencia, siempre me decían que esta 
profesión era de las más mal pagadas en el aspecto económico y en los 
reconocimientos al trabajo. 
 Esto es muy cierto porque cuando uno firma un contrato de trabajo como 
reportero en algún medio de comunicación, en uno de sus apartados dice 
que se trabajarán ocho horas diarias; ojalá así fuera, pero todos sabemos 
que no hay horarios. 
 Los sueldos, por lo general, son muy bajos y muchos reporteros para 
sobrevivir reciben dinero de sus fuentes o cobran para publicar información 
en cierto espacio. Esto es algo que no se ha podido erradicar. 
 En un periódico pocas veces se toman en cuenta los riegos, lo primordial 
es que el reportero entregue a tiempo su trabajo y vaya siempre por la nota 
de ocho columnas; es una obligación de todo buen comunicador. 
 Pero cuando se siente la pasión por lo que uno hace y se siente al máximo 
la adrenalina en el momento de saber que se tiene la primicia de una nota o 
entrevista que va a provocar reacciones en todos los niveles, lo demás a 
veces se olvida o pasa a un segundo plano. 
 No importa dejar pasar varias horas sin probar alimento, a veces lo único 
que trae el reportero en el estómago es el café que se tomó desde hace más 
de ocho horas. 
 También hay que resistir los cambios fugaces en nuestro estilo de vida, 
por ejemplo a lo mejor hoy se viaja en avión para cubrir un Congreso 
Nacional del Comité Olímpico Mexicano en Acapulco que va a durar 15 
días. 
 El reportero se hospeda en el Hotel Princess, uno de los mejores del 
lugar, le dan una habitación para él sólo y con el poder de su firma tiene 
acceso a todos los servicios, incluyendo las mejores comidas. 
 Al regresar a su trabajo, también regresa a su estilo de vida, donde el 
microbús y los tacos de la esquina son sus fieles compañeros. 
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 Sin embargo, nada de esto altera la convicción de un reportero por 
cumplir con su labor lo mejor posible y sentir la satisfacción de ver 
publicado su trabajo. Eso no tiene comparación ni precio. 
 
2.7 Seúl 88 en Ovaciones 
 
 Cuando escuché que Ovaciones iba a mandar a dos reporteros a Seúl para 
cubrir los Juegos Olímpicos de 1988, me emocioné mucho porque a pesar 
de que tenía muy poco de estar trabajando en deportes, yo era la que cubría 
deporte

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