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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO DOCTORADO EN ESTUDIOS LATINOAMERICANOS TÚ SERÁS BRYNHILD: REFLEXIONES ACERCA DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN FEMENINA EN LA NARRATIVA DE BORGES Tesis que para optar al grado de DOCTOR EN ESTUDIOS LATINOAMERICANOS Presenta ÁNGELES MA. DEL ROSARIO PÉREZ BERNAL Asesor: Dr. Ignacio Díaz Ruiz Ciudad Universitaria, México, DF, 2007 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 AGRADECIMIENTOS Gracias quiero dar al divino / laberinto de los efectos y las causas... Jorge Luis Borges El auspicio de varias instituciones y personas ha sido crucial para la cristalización de este trabajo. En primer término, agradezco a la Universidad Nacional Autónoma del México, en cuyo programa de doctorado en Estudios Latinoamericanos pude mirar de un modo diferente la literatura y los estudios literarios. Igualmente, manifiesto mi gratitud a la Universidad Autónoma del Estado de México por brindarme el tiempo y el apoyo necesarios para concluir este trabajo. Las pertinentes y acertadas observaciones de mi comité tutoral acerca de las diversas versiones de esta investigación, me permitieron corregir y enriquecer mi análisis; infinitas gracias a Françoise Perus y a Valquiria Wey. Por supuesto, mi más profundo agradecimiento a Ignacio Díaz Ruiz, por su paciencia, apoyo y asesoría. Gracias por la confianza depositada en mí y en mi investigación. ÍNDICE AGRADECIMIENTOS 1. INTRODUCCIÓN 2. EL INTERTEXTO NÓRDICO DANTESCO 3. LOS INTERTEXTOS FILOSÓFICO, MITOLÓGICO Y LITERARIO 4. ¿CONCLUSIONES? BIBLIOGRAFÍA CITADA 1. INTRODUCCIÓN Noi leggiviamo, un giorno, per diletto, / di Lancialotto come amor lo strinse: / soli eravamo e sanza alcun sospetto. / Per più fïate li occhi ci sospinse / quella lettura, e scolorocci il viso; / ma solo un punto fu quel che ci vinse. / Quando leggemmo il disïato riso / esser baciato da cotanto amante, / questi, che mai da me non fia diviso, / la bocca mi basciò tutto tremante.1 (Inferno V, 129) La literatura es, para Borges, un modo de vida. “La tarea de ser poeta no se cumple en determinado horario. Nadie es poeta de ocho a doce y de dos a seis. Quien es poeta, lo es siempre y se ve asaltado por la poesía continuamente”. (OCIII: 285) En su obra, el autor argentino ha buscado tornar situaciones ordinarias en material para su arte. “Un escritor, o todo hombre, debe pensar que cuanto le ocurre es un instrumento; todas las cosas le han sido dadas para un fin y esto tiene que ser más fuerte en el caso de un artista”. (OCIII: 285) Así, la literatura, la mitología, la filosofía y la historia; pero también el amor y el desamor, la venganza o la misoginia son algunos motivos que se entrecruzan para configurar las principales imágenes femeninas que aparecen en los relatos borgesianos. El tema de la imagen femenina en la literatura Borges es asignatura pendiente para la crítica sobre este escritor. Acaso injustificadamente, no hay un trabajo que se pregunte por la configuración de Ulrica, Teodelina Villar, Beatriz Viterbo, Beatriz Frost, Nora Erjford, Emma Zunz, Juliana Burgos o la viuda Ching; tampoco se ha respondido por qué la presencia femenina es tan exigua en la narrativa borgesiana. Considero que 1 “Leíamos un día por recreo / del gentil Lanzarote la aventura / solos, mas sin afán de devaneo. / Varias veces quedó, con la lectura, blanco el rostro y prendida la mirada; / mas fue un punto el que indujo la locura. / Al leer que la risa de la amada se quebró con el beso del amante, / éste, que nunca se me aparte en nada, / la boca me besó todo temblante”. (Infierno V, 129) hay mucho que explicar sobre estos tópicos y, por tanto, mi propósito es dilucidar las reelaboraciones de imágenes femeninas en los relatos de Borges a partir de herramientas propias de la poética, la intertextualidad y la hermenéutica. La hipótesis que me he planteado propone que las figuras femeninas en la narrativa de Borges son transformaciones de símbolos previos manifiestos en los mitos, la literatura, la historia y la filosofía, que adquieren valencias nuevas al integrarse a las ficciones. Este capítulo introductorio está dividido en dos partes. En la primera expongo qué ha dicho la crítica, de manera lateral, acerca del problema aquí planteado. A partir de tal revisión, presento una nueva lectura que aspira a poner en perspectiva las imágenes femeninas en los relatos de Borges y a explicar los nuevos modelos propuestos. En un segundo momento, intento justificar la metodología adoptada: un análisis hermenéutico que dé cuenta de los intertextos y las estrategias narrativas utilizadas para conformar a los personajes femeninos representativos de las ficciones borgesianas. Así, ofrezco al lector un repaso general de lo escasamente dicho hasta el momento sobre las imágenes femeninas en Borges y una propuesta de análisis acerca de cómo son conformadas y qué cosmovisiones vehiculan. 1.1. La crítica Acaso queriendo emular la biblioteca infinita, la crítica sobre Borges abarca un sinfín de obras que, por economía, no serán aquí enlistadas. En contraste, si buscamos referencias significativas acerca de sus personajes femeninos, el inventario se reduce sustancialmente. En la clásica obra de Ana María Barrenechea, La expresión de la irrealidad en la obra de Jorge Luis Borges, escrita en 1957, es mencionada, de manera tangencial, la memoria como uno de los recursos que utiliza Emma Zunz para construirse y disponer su propia historia. (1957: 141) Esta idea luego será perfeccionada magistralmente por Sarlo (2003) en su estudio «Venganza y conocimiento (Borges, “Emma Zunz”)». Allí, la escritora argentina apunta que Emma Zunz construye su venganza a partir de recuerdos y un exceso en la interpretación de su pasado. La memoria del cuerpo es activada a partir de la auto inmolación que la protagonista se impone al prostituirse. El trauma generado es tal, que la obliga a cambiar el móvil de su desquite: ya no será el padre afrentado, sino la humillación física que sufrieron tanto su madre como ella cuando fueron violentadas por un cuerpo masculino lo que buscará reivindicar. Otra clave relevante proporcionada por la crítica para acercarse a Emma Zunz es proporcionada por Edna Aizenberg, quien en Borges, el tejedor del Aleph y otros ensayos. Del hebraísmo al poscolonialismo, (1997) propone al mito cabalístico de la Shejiná como uno de los principales intertextos que sirven para representar a la protagonista. La estructura especular es un recurso literario utilizado por Borges en la mayor parte de su obra narrativa y por supuesto en la configuración de sus personajes femeninos, que se instituyen como el reflejo infinito de modelos arquetípicos presentes en la literatura y la mitología. Ya Paul de Man había detectado este recurso en su ensayo “Un maestro moderno: Jorge Luis Borges”, en el que afirma: “Todas las narraciones tienen una estructura similar de imagen reflejada en el espejo, aunque los artificios varían con ingeniosidad diabólica”. (De Man en Alazraki, 1976: 148) Posteriormente, Alazraki retoma este postulado para elaborar su libro Versiones. Inversiones. Reversiones: el espejo como modelo estructuraldel relato en los cuentos de Borges, publicado en 1977. En el apartado donde analiza “El Zahir”, el crítico judío apunta: El relato está tejido como un texto que contiene otro texto, como un espejo en el que la imagen de un objeto maldecido se desdobla en la historia del Zahir y el poema de los Nibelungos para, finalmente, reunificarse en un humilde sueño en el que están implicadas, como en una miniatura, las dos metáforas. (Alazraki, 1977: 73) Por supuesto, basta centrar la atención en el personaje femenino del relato, Teodelina Villar, para notar su analogía paródica con Brynhild y su equivalencia semántica con el objeto maravilloso, temas sobre los que nos detendremos en el cuerpo del trabajo. Acerca de “El Aleph”, Alazraki subraya el vínculo intratextual con “El Zahir” e intertextual con El Cantar de los Nibelungos: “El Aleph” es una variación del tema de “El Zahir”. En los dos relatos, el punto de partida de la narración arranca de la muerte de una mujer (Beatriz Viterbo en el primero, y Teodelina Villar, en el otro) con quien el narrador ha tenido una relación frustrada. Las dos mujeres son de ascendencia italiana y las dos se regodean en su cursi coquetería. Ambas están descritas con una fuerte dosis de sarcasmo, que no es sino una expresión de gesto capcioso con que Borges se complace en castigar los gustos advenedizos de un tipo porteño para quien “el esnobismo es la más sincera de las pasiones argentinas”. (Alazraki, 1977: 74) Beatriz Viterbo, además de evocar a Brynhild, representa de manera burlesca a Beatrice Portinari; así, los juegos especulares cobran especial relevancia en la construcción de estas figuras femeninas, quienes son convertidas en reflejos arquetípicos, en símbolos cuya realidad inmediata encuentra correspondencia con una forma modélica que los explica, aunque Borges no se compromete con esta última, sino que la socava, la reelabora y la transforma. En este sentido, Alazraki, en Borges and the Kabbalah. And other Essays on his Fiction and Poetry (1988) propone que el autor argentino, tal como Moisés de León al escribir el Zohar, reformula viejos mitos y motivos y obtiene nuevos modelos de pensamiento. Lo mismo podría entonces aplicarse a las figuras femeninas que pueblan la narrativa de Borges: de estructuras canónicas son extraídos elementos significativos lúdicamente recreados que adquieren significaciones poco relacionadas con el original. O bien, mediante el recurso de la parodia, son liberados los automatismos y las reelaboraciones adquieren sentidos inesperados que dan cuenta de cómo se está repensando el tema de lo femenino. Por otro lado, Alazraki describe los recursos estilísticos para construir los relatos de la Historia universal de la infamia, que bien podrían aplicarse a sus personajes y, en particular, al que interesa a este estudio: la viuda Ching. Alazraki explica que la pretensión de Borges con esta serie de ficciones es suspender las creencias del lector acerca del bien y el mal con el fin de divertirlo y entretenerlo. Las historias se instauran como una relectura de otra y son organizadas a partir de una estructura oximorónica; asimismo, se instituyen como el punto de ruptura entre un estilo barroco y otro efectivo y lacónico. Justamente, en el cuerpo de este trabajo, la viuda Ching será develada como una configuración cargada de signos pero vacía; podría ser considerada como el instrumento para mofarse acerca de los relatos de aventuras en el mar de China que los ingleses imaginaron en el siglo XIX, para “entretener —también— al burgués”. Montada sobre una superposición de artificios, esta imagen femenina se desmoronaría como las corsarias de las zarzuelas que navegan “en mares de notable cartón”. (OCI: 306) El carácter intertextual de la obra y los personajes borgesianos es abordado en la obra de Ronald J. Christ, The Narrow Act. Borges’ Art of Allussion, (1969). El autor estadounidense establece, en primer término que la alusión es el mecanismo característico de la escritura de Borges para combinar un criterio estético con un esquema metafísico. Ésta expresa el colapso del tiempo y la desintegración de la personalidad. Como la metáfora, dos cosas distantes son fundidas en un nuevo significado, de modo que el lector es obligado a advertir su semejanza. La técnica alusiva de Borges destruye todo orden temporal y trata de modo idéntico determinadas ideas, como si fueran emanaciones de una misma mente. Aludir es, entonces, demostrar la universalidad y la atemporalidad de la mente humana. La historias borgesianas son insinuaciones de otras historias, otros personajes y otras vidas. (Christ, 1969: 32-36) En los capítulos siguientes se observará la manera como esto funciona en los personajes femeninos. La parodia, recurso frecuentemente usado para moldear los caracteres borgesianos, es analizada, junto con otros procedimientos literarios, en el estudio de Alberto Julián Pérez (1986) Poética de la prosa de Jorge Luis Borges. Hacia una crítica bakhtiniana de la literatura. Pérez sostiene que los personajes son sometidos a transformaciones e inversiones que logran un efecto de elevación, rebajamiento, deformación, mezcla de lo sagrado y lo profano o de la sabiduría y la torpeza. El fin, como en la sátira menipea, es la mutación de poderes y verdades establecidas, así como el cambio de órdenes. La parodia implica la imitación burlesca y la utilización de un segundo grado en la literatura; es decir, una tradición que emplea temas, motivos, esquemas, procedimientos y materiales anteriores con lo cual la escritura se superpone en capas que pueden ser leídas de manera estratificada. Cada uno de los personajes femeninos borgesianos estudiados aquí concentra cierta dosis del ingrediente paródico en su construcción y puede ser apreciado en alguno de los diversos niveles de significación que aglutina. El resultado: nuevos replanteamientos de lo femenino canónico y la asignación de nuevos sentidos. Ulrica acaso sea el personaje más serio en su configuración; en ella, la carga intertextual destaca de manera prominente en tanto que lo paródico tendería a cero. Un estudio sobre este personaje apareció en 1987, escrito por Osvaldo R. Sabino. Se trata de una disertación concienzuda, atenta a los detalles, con aportaciones significativas, pero también con tendencia a la sobreinterpretación. El crítico, además, elabora aventuradas hipótesis sobre la existencia real de Ulrikke Von Kulhmann, personaje apenas mencionado en “La otra muerte” y aunque Sabino no lo indica, también aparece en la dedicatoria a la “Historia del guerrero y la cautiva”. El enigma de esta mujer podría resolverse con los datos biográficos y los documentos gráficos aportados por María Esther Vázquez en su libro Borges. Esplendor y derrota (1999). Juliana Burgos, mejor conocida como la Intrusa es descrita por Bell Villada (2001) como una sombra, como una abstracción invisible sin emociones, reacciones, cambios que denoten una personalidad propia. Esta idea la lleva, más tarde, Luis Kancyper al ámbito psicoanalítico y explica que en el cuento, el complejo fraterno “Funciona defensivamente, a través de la conjuración entre los hermanos, para desmentir la presencia de la mujer y refugiarse en un universo fraterno supuestamente despojado de conflictos con respecto a Edipo”. (2003: 162) Rodríguez Monegal, por su parte, señala que Este cuento marca el retorno de Borges a la narrativa después de un largo período en que, debido a la creciente ceguera, no podía escribir, y tuvo que aprender a dictar. El cuento fue transcrito por la madre. A pesar de que ella rechazaba instintivamente el argumento (se basa en una variante de la vieja convicción gauchesca de que las mujeres no valen nada y de que en la pampa un compañero es el ser más importante del mundo). (Rodríguez Monegal, 1998: 470) Esta extraña trama es calificadapor el propio narrador como un “trágico cristal de la índole de los orilleros antiguos”. (OCI: 403) La tragedia estriba en la disyuntiva a que son sometidos los Nilsen, quienes deben optar por sus convicciones gauchescas y su cariño filial o por su amor hacia una prostituta. El epígrafe del relato funciona como clave del texto al evocar el amor fraterno de David y Jonatán, el cual supera cualquier clase de amor que pudiera inspirarles una mujer. Rodríguez Monegal apunta, quizás apresuradamente, que el epígrafe del relato presenta “un error”, pues debe decir II Samuel 1, 26 y dice II Reyes 1, 26. Este paratexto proporciona una clave intertextual muy importante para el sentido de la ficción y sabiendo lo cuidadoso que fue Borges para revisar su obra una y otra vez, definitivamente no puede tratarse de un error, sino de un guiño y acaso una cifra para el lector. El personaje borgesiano es, para Silvia Molloy, estructura soporte, “mero sostén, reducido como los otros elementos del relato a su más estricta funcionalidad, sostén flotante”. (Molloy, 1999: 92) Las identidades son intercambiables en el discurso del autor argentino: “El yo, la nada y el otro son, en la ficción de Borges, elementos permutables que apuntan a un mismo intersticio variable”. (1999: 91) Acerca de la relación entre el narrador y el personaje, por otro lado, Genette, en Figures III afirma que existe una relación variable o flotante, vértigo pronominal que concuerda con una lógica más libre, con una idea más compleja de la «personalidad». (1972: 254) El carácter ficcional borgiano es una entidad descentrada, despojada de sus atributos, de sus rasgos, es una sobrevivencia, un soporte incidental. Acaso se deba a su doble valencia: modélica y episódica; así como a su composición estratificada, suma de múltiples elementos intertextuales socavados, incesantemente, por el ácido de la parodia. Herbert John Brant en su tesis doctoral Jungian Dream Analysis and the Prose of Jorge Luis Borges, (1990) propone un análisis a partir de los arquetipos junguianos de la sombra y el sí mismo en varios cuentos de Borges. Graciela N. Ricci, varios años después, en Las redes invisibles del lenguaje. La lengua en y a través de Borges (2002) dedica una parte de su análisis a la búsqueda de las coincidencias del proceso alquímico —explicado por Jung— con imágenes, estructuras o modos discursivos en los relatos del escritor argentino. Estos trabajos me inquietaron acerca de la viabilidad de realizar un análisis junguiano del arquetipo femenino en la narrativa de Borges, que era la idea original del proyecto de tesis. No obstante, luego de múltiples ensayos fallidos y largas discusiones con mi comité tutorial, concluí que Borges rebasaba la teoría junguiana y sólo podría tomar ciertas categorías para el análisis y no la propuesta en su totalidad. Así que busqué otras herramientas. Me fueron sugeridas la poética, la hermenéutica y la intertextualidad. También se me propuso que permitiera al texto decir lo suyo y demandar su propia metodología. Es difícil soltar amarras y comprender que una tesis doctoral no es un bloque, sino un proceso y una práctica. Aprendí que el desarrollo de una investigación consiste en un extravío y un encuentro. También supe que no sólo se vive la literatura, sino también su ejercicio crítico, porque esta experiencia, además, me transformó. “Toda obra humana es deleznable, pero su ejecución no lo es”, dice Carlyle; aquí, he podido constatar la exactitud de esta idea. 1.2. Metodología Una escritura en cierto modo arqueológica es la de Borges, cargada de tradiciones literarias, de diversas visiones históricas, de postulados filosóficos o de relatos míticos, que los incorpora y transforma al mismo tiempo, pero con cierto descreimiento, con ironía, con un juego paródico encubierto o solapado. Borges parece apegarse a lo que él llama el sentido ecuménico e impersonal del arte, proveniente de la tesis panteísta de que todos los autores son un autor, la cual coincide con la idea clásica de que los escritores no importan, lo esencial es la literatura. Quienes minuciosamente copian a un escritor, lo hacen impersonalmente, lo hacen porque confunden a ese escritor con la literatura, lo hacen porque sospechan que apartarse de él en un punto es apartarse de la razón y de la ortodoxia. Durante muchos años, yo creí que la casi infinita literatura estaba en un hombre. Ese hombre fue Carlyle, fue Johanes Becher, fue Whitman, fue Rafael Cansinos Asséns, fue De Quincey. (OCII: 19) La tradición es entendida por Ricœur como la transmisión viva de una innovación capaz de reactivarse continuamente por el acto de la lectura. La constitución de una tradición se apoya en la dinámica de innovación- sedimentación. La sedimentación comprende los paradigmas que constituyen la tipología de la construcción de la trama y cuyo origen se pierde en el tiempo. Tales paradigmas se derivan del trabajo de la imaginación creadora y hallan ejemplos de singularización en los mitos, los cuentos y los relatos tradicionales. En el otro polo de la sedimentación está la innovación, que surge como desviación a la norma, pero inscrita en su misma gramática, y cuyo ejemplo más característico es la novela contemporánea. Así pues, el trabajo de la imaginación puede explicarse a partir de los paradigmas de la tradición y de las posibilidades de desviación inscritas en la relación entre paradigmas sedimentados y obras efectivas. (Ricœur, 1998: 130-139) El poeta es un amanuense. Activa, casi impersonalmente, esta dinámica de innovación-sedimentación y la concreta en el texto literario. Al igual que Emma Zunz, quien reelabora su propio pasado y a partir de él se configura a sí misma, el escritor traza historias que lo dibujan, pues su material es el de siempre, la tradición. “Nadie, afirmaría Borges, es Adán literario”. En este tenor, es factible derivar la idea de intertextualidad: las figuras femeninas que pueblan los relatos del autor argentino son hechuras intertextuales sin identidad estable: son modelos referenciales producto del desmontaje, la yuxtaposición y la reconstrucción de otras imágenes. El texto, intertextualmente organizado, que renuncia a su identidad puntual, se produce mediante un procedimiento de referencia (desconstructivo, sumativo, reconstructivo) a otros textos. Esa relación de contacto entre textos y texto, cuya expresión más trivial es la de la referencia, debería ser descrita como un trabajo de asimilación, transposición y transformación de signos ajenos. (Lachmann en Navarro, 2004: 17-18) El término intertextualidad tiene sus orígenes en el trabajo seminal del lingüista Ferdinand de Saussure, quien enfatiza el carácter relacional del significado y por consiguiente, de los textos. Posteriormente, las ideas bajtinianas del carácter social del lenguaje, y la condición dialógica de la expresión conducen de manera natural hacia la idea de intertextualidad. Julia Kristeva, a partir de estos postulados, elabora su teoría de la transposición (o intertextualidad), según la cual, el proceso de significación tiene la habilidad de saltar de un sistema de signos a otro, de intercambiar y permutar sentidos mediante un intermediario que comparte rasgos comunes con ambos. El resultado de este proceso es la articulación de un nuevo sistema con nuevas formas de representación. Los posestructuralistas, contemporáneos de Kristeva, exploraron también el término. Roland Barthes, por ejemplo, empleó la teoría intertextual para desafiar las asunciones largamente sostenidas acerca del papel del autor en la producción de sentido; así como sobre la naturaleza misma del significado literario. Hay otra tendencia, la estructuralista, encabezada por Genette y Riffaterre, que buscaba certeza crítica y, en lugar de cuestionar la noción de significado, pretendía, mediante la intertextualidad,acotar el problema del significado en la literatura. Posterior a ellos es Harold Bloom, quien defiende la tesis de la ansiedad de la influencia y el modelo de la lectura errónea. Bloom centra su estudio en el problema del artista y sus precursores y sostiene que todos los textos literarios son lecturas erróneas de aquellos que les preceden. Estas posturas parecen mantener algo en común. La intertextualidad nos recuerda que todos los textos son potencialmente plurales, reversibles, abiertos a las presuposiciones del lector, carentes de fronteras claras o definidas, y siempre revelan la expresión o represión de las voces dialógicas presentes en determinada cultura. La obra artística no puede concebirse sino como una creación a partir de otras obras. Existen discursos autónomos al interior del texto que continúan procesos de construcción, reproducción o transformación de modelos más o menos implícitos. Todo texto –dice Kristeva– es absorción y transformación de una multiplicidad de otros textos. El intertexto se entenderá entonces como el conjunto de las entidades que manifiestan la relación entre el texto analizado y otros leídos o escuchados, evocados consciente o inconscientemente, o bien citados, ya sea con innovaciones o metamorfosis propuestas creativamente por el autor. (Ducrot / Todorov, 1986: 399-400) La metáfora del palimpsesto ha sido utilizada por Gérard Genette como la explicación simbólica de los procesos de intertextualidad; refiere a una literatura en segundo grado, asentada sobre una tradición anterior, que reutiliza temas, motivos, esquemas formativos, procedimientos, materiales diversos, en los que aparecen viejos temas. Un elemento se suma a la intertextualidad como rasgo constitutivo de la mayoría de los personajes femeninos en Borges: la parodia. Definida por Bajtín (2002) como un fenómeno del lenguaje artístico que posee una doble direccionalidad. Es una forma vocal en la que asisten dos voces disonantes, contrastantes y simultáneas. Linda Hutcheon explica: Au niveau de sa structure formelle, un texte parodique est l’articulation d’une synthèse, d’une incorporation d’un texte parodie (d’arrièreplan) dans un texte parodiant, d’un enchâssement du vieux dans le neuf. Mais ce dédoublement parodique ne fonctionne que pour marquer la différence: la parodie représente a la fois la déviation d’une norme littéraire et l’inclusion de cette norme comme matériau intériorisé. (Hutcheon, 1981: 154). En las narraciones de Borges hay textos y signos anteriores presentes en la configuración de cada personaje femenino, pero el tratamiento, el tono con el que estos trazos provenientes de la tradición son empleados, es paródico. En este tenor, la siguiente cita de Pere Ballart es pertinente para explicar la función de la parodia en los relatos borgesianos: Este particular funcionamiento explica que, puestos a atribuir una víctima concreta a la parodia, no podamos hablar más que de un texto, un estilo, o unas convenciones literarias expuestas al ridículo. Generalmente se la define como imitación exagerada, con cariz burlón, de una obra artística. Puede ser interesante traer a colación el fino análisis bergsoniano según el cual la parodia no hace sino poner de relieve la parte de automatismo que el personaje imitado ha dejado introducir en su persona, hábitos, o manera de expresarse. En su aplicación a lo literario cabe decir, pues, que el texto que lleva a efecto la parodia pretende mostrar lo artificioso del texto original, y anular, por contraste, las condiciones que permiten leerlo seriamente. (Ballart, 1994: 423-424) Parodiar historias canónicas como la de Dante y Beatriz, la de Sigurd y Brynhild, la de Paolo y Francesca, entre otras, implica la relativización del criterio estético predominante, al tiempo que devela el antagonismo entre dos ideas, dos tonos, dos mundos diferentes. Otro recurso frecuentemente utilizado por Borges, es la ironía. La figuración irónica, dice Pere Ballart, permite a la vez negar lo que se afirma y decir algo no diciéndolo. Modalidad de pensamiento y del arte que a menudo emerge en tiempos de desazón espiritual, cuando explicar la realidad se convierte en un despropósito, la ironía sería la respuesta idónea a la modernidad, época caracterizada por la alienación, la distorsión y el absurdo. La obra de Borges aprovecha muy bien este recurso, prueba es la fina elaboración de las figuras femeninas y las situaciones que las envuelven. La ironía pretende: (…) desautomatizar los clichés, obligando al lector a cuestionarse, como si fuera la primera vez que los examinase, sus juicios y asunciones, y reclamando así una atención renovada para la ideas con que el texto se ha puesto a jugar. (Ballart, 1994: 451) Indudablemente análogo a esta explicación es el procedimiento literario de las ficciones borgesianas; en casi todos los casos, el narrador juega con los valores de la tradición para romper con las percepciones mecánicas del lector y ofrecerle una visión diferente del objeto en cuestión. Por ende, la función estética se cumple justo en este jugueteo irónico. Literariedad e ironía son ámbitos, pues, en contacto, cuando no en amplia intersección; en último término, ello explicaría que el “extrañamiento lógico “ que podría definir en esencia la figuración irónica se acompañe tan a menudo de otros recursos tendentes a poner bajo controversia a la propia obra, entendida dentro de una tradición y un orden literarios: en su veta más paródica, la ironía consigue singularizar, no sólo una serie de juicios sobre el mundo, sino también una reflexión crítica sobre la literatura misma. (Ballart, 1994: 452-453) Por supuesto, en la obra de Borges, la meditación no se ciñe a la literatura exclusivamente, sino que abarca la cultura occidental. Así, la exploración de los modelos de lo femenino elaborados a partir del ejercicio de la reescritura de los mitos, la literatura, la filosofía y la historia; la búsqueda de los signos detrás del signo, y la reflexión acerca de los nuevos símbolos propuestos constituirán la materia de esta investigación. El punto de partida será la poética de los relatos; el énfasis, los personajes femeninos. Se estudiarán, si son relevantes, el nombre y los atributos; el retrato en su función de caracterización y su función ideológica; el ser y hacer del personaje; así como el origen vocal y focal de la información sobre el mismo; también serán retomados elementos como el entorno, la temporalidad y los símbolos. Se buscará desentrañar los intertextos e intratextos que confluyen en la configuración del personaje y así se intentarán definir las nuevas propuestas de modelos femeninos de la literatura de Borges. Algunas categorías de la teoría junguiana de los arquetipos me fueron de suma utilidad, como la propuesta del proceso de individuación, especialmente los conceptos del ánima y el sí mismo. Para Jung, el aparato psíquico engloba tres grandes áreas, la consciencia, el inconsciente personal y el inconsciente colectivo; en este último existen imágenes primordiales llamadas arquetipos, que son el material de los mitos, los sueños y las artes. El aparato psíquico, debido a las exigencias del ambiente, tiende a la disociación, causada por los complejos (nudos que bloquean el flujo energético en la psique). Para restituir la unidad originaria, el sujeto tarde o temprano emprende el viaje de la individuación, que busca, a partir de símbolos que materializan a los arquetipos, integrar la personalidad en una totalidad consciente-inconsciente, en la que el sujeto se despoja de las máscaras y reconoce sus propias proyecciones; con ello consigue, por fin, la autenticidad. Evidentemente, esta teoría sólo puede aplicarse de manera limitada a la obra de Borges, escéptica y nihilista por definición. No obstante, el tema de lo femenino obliga a revisar el arquetipo del ánima; además, las frecuentesexperiencias numinosas aunque fallidas de los personajes de los relatos analizados remiten al arquetipo del sí mismo. Así pues, las herramientas junguianas fueron utilizadas con base en el siguiente supuesto, de raíz borgesiana: Si la literatura consiste en encontrar las variaciones a un número limitado de metáforas, la teoría de los arquetipos pueden aportar herramientas útiles para examinar estas últimas. Analizaré en el siguiente capítulo los personajes femeninos que en su construcción reelaboran características provenientes de la obra de Dante y de la Volsunga saga. El narrador, en todos los casos, está enamorado de estas figuras y la experiencia amorosa lo conduce a vivencias metafísicas. En el capítulo que le prosigue estudiaré los personajes femeninos cuya configuración retoma motivos específicos provenientes de la literatura, la mitología, la filosofía y la historia. Finalmente, el capítulo tercero busca, ante todo, no concluir. Por fidelidad, este ejercicio crítico sobre la obra de Borges pretende apegarse a que no hay finales, no hay última palabra (¿hubo alguna vez una primera?) nada existe de manera definida ni irrefutable. El universo y todo lo que de él pueda decirse es provisional. Cualquier afirmación, por humildad, debe presentarse como conjetural y más si es sobre literatura, ese esfuerzo, acaso fallido, por otorgarle un orden al caos y cierta concordancia a lo discordante. 2. EL INTERTEXTO NÓRDICO DANTESCO –Te llamaré Sigurd –declaró con una sonrisa. –Si soy Sigurd –le repliqué– tú serás Brynhild. Jorge Luis Borges Una especial predilección manifiesta Borges por la cultura anglosajona. Ensayos, poemas y relatos recrean temas, motivos o rasgos estilísticos1 de las Eddas, el Beowolf, o el Cantar de los Nibelungos. “Ulrica”, por ejemplo, reinventa algunos contenidos de la historia de Sigurd y Brynhild, referida en la Volsunga Saga. La literatura de Dante es otra de las inclinaciones primordiales del escritor argentino. Beatrice Portinari, símbolo de la experiencia metafísica del amor, es refigurada en “Ulrica”, “El Zahir”, “El Aleph” y “El congreso”, además de ser tema de reflexión en los Nueve ensayos dantescos y objeto de innovación estética en incontables poemas. Borges concibe la literatura como un gran texto de múltiples estratos entramados donde cada escritor lee, reinterpreta y reescribe unos cuantos temas. (Alazraki, 1988) En el imaginario borgesiano, el mundo germánico medieval confluye con el italiano renacentista: Droctulft abandona a los suyos y pelea por Ravena. Muere y en la sepultura graban palabras que él no hubiera entendido (…). No fue un traidor (los traidores no suelen inspirar epitafios piadosos); fue un iluminado, un converso. Al cabo de unas cuantas generaciones, los longobardos, que culparon al tránsfuga, procedieron como él, se hicieron italianos, lombardos y acaso alguno de su sangre —Aldíger— pudo engendrar a quienes engendraron a Alighieri… (OCI: 558) 1 Alazraki (1988) ha comentado las analogías estilísticas de las kenningar y la poesía de Borges. La condensación de significados provenientes de ambos universos en la configuración de personajes como Ulrica o Beatriz es un afortunado resultado de esta convergencia. 2.1. “Ulrica” Las ficciones de Borges son una invitación a participar en la elaboración estética de ideas teológicas o metafísicas.2 Su poesía, en cambio, revela zonas íntimas del yo poético ausentes en la mayoría de los relatos. “El tema del amor es harto común en mis versos, no así en mi prosa, que no guarda otro ejemplo que «Ulrica»”. (OCIII: 72) La exploración de contenidos filosóficos combinada con la reflexión sobre el amor hacen de “Ulrica” un relato sui generis, donde la condensación de significados propicia la evocación múltiple e incita a lecturas simultáneas. La estructura especular de los relatos del autor argentino ha sido observada por algunos críticos (De Man, 1976; Alzraki, 1977; Ricci, 2002). El espejo, en el caso de “Ulrica”, además de ser uno de los símbolos centrales en el nivel temático, es también modelo del proceso configurativo, por tal razón, el lector puede hallar en la segunda parte de la trama duplicaciones de símbolos y motivos presentes en la primera. El criterio para identificar la división del texto es un cambio en el contrato de veridicción. La historia inicia en un tiempo y un espacio verosímiles, los cuales son interrumpidos para dar paso a un cronotopo mítico, inaugurado por el 2 “La filosofía y la teología son, lo sospecho, dos especies de literatura fantástica. Dos especies espléndidas. En efecto, ¿qué son las noches de Sharazad o el hombre invisible, al lado de la infinita sustancia, dotada de infinitos atributos, de Baruch Spinoza o de los arquetipos platónicos?” (OP: 638) aullido de un lobo cuando los protagonistas parten hacia Thorgate —sitio con resonancias también míticas: Le propuse que fuéramos a Thorgate, que queda río abajo, a unas millas. Sé que ya estaba enamorado de Ulrica; no hubiera deseado a mi lado ninguna otra persona. Oí de pronto el lejano aullido de un lobo. No he oído nunca aullar a un lobo, pero sé que era un lobo. Ulrica no se inmutó. (OCIII: 18) El nuevo contrato de veridicción tiene que ver con el canon fantástico,3 pues sólo en tal contexto es posible que Ulrica le diga a Javier: “—¿Oíste al lobo? Ya no quedan lobos en Inglaterra. Apresúrate”. (OCIII: 19) Si estos animales ya no existen en la región,4 ¿qué escuchó Javier? Ante un narrador vacilante, el lector titubea. Efecto análogo encontramos en el cuento “Sola y su alma”, recopilado en la Antología de la literatura fantástica, donde “una mujer está sentada sola en su casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean la puerta”. (Borges, Casares, Ocampo, 1998: 23) Sin embargo, en esta historia el título proporciona la explicación; en “Ulrica”, el lector debe construir el significado por su cuenta. Los lobos en Inglaterra son como el amor en la célibe vejez de Javier: un milagro, y “el milagro tiene derecho a imponer condiciones”. (OCIII: 19) Por ello, el significado del lobo como guía de almas se actualiza en la protagonista al obrar como 3 Lo fantástico, dice Todorov, “exige el cumplimiento de tres condiciones. En primer lugar, es necesario que el texto obligue al lector a considerar el mundo de los personajes como un mundo de personas reales y a vacilar entre una explicación natural y una explicación sobrenatural de los acontecimientos evocados. Luego, esta vacilación puede también ser sentida por un personaje de tal modo, el papel del lector está, por así decirlo, confiado a un personaje y, al mismo tiempo la vacilación está representada, se convierte en uno de los temas de la obra; en el caso de una lectura ingenua, el lector real se identifica con el personaje. Finalmente, es importante que el lector adopte una determinada actitud frente al texto: deberá rechazar tanto la interpretación ‘alegórica’ como la interpretación ‘poética’. Estas tres exigencias no tienen el mismo valor. La primera y tercera constituyen verdaderamente el género; la segunda puede no cumplirse”. (Todorov, 1987: 30) 4 Fue hacia finales del siglo XV que los lobos habían sido totalmente exterminados de las tierras inglesas. (EB: 2003) adalid del narrador.5 (Vid. infra.) El aullido “inexistente” es sólo un ejemplo de la ambigüedad permeada en el texto. La perplejidad del lector asoma a cada momento al no saber si los personajes están vivos, muertos o son un sueño. De igual forma, nadie puede decir si los hechos —en el marco de la ficción— alguna vez ocurrieron o si son producto de la imaginación del narrador. ¿Acaso no es toda la vida un sueño? O más precisamente, ¿hay algún criterio fiable para diferenciar entre sueñoy realidad, entre fantasmas y objetos reales? Pretender que la intuición soñada tiene menor vivacidad y claridad que la intuición real no merece atención alguna, pues todavía no hay nadie que las haya tenido juntas a las dos para compararlas, sino que sólo puede compararse el sueño con la realidad presente. (Schopenhauer I, 2003: 99) La postura del narrador se halla en consonancia ideológica con Schopenheuer desde la primera frase: “Mi relato será fiel a la realidad o, en todo caso, a mi recuerdo personal de la realidad, lo cual es lo mismo”. (OCIII: 17) La cita recobra una de las principales tesis de El mundo como voluntad y representación: “Todo el mundo de los objetos es y sigue siendo representación, y justamente por eso está eternamente condicionado por el sujeto, es decir, posee una idealidad trascendental”. (Schopenhauer I, 2003: 97). A lo largo del relato aparecen nociones atribuibles al filósofo alemán como el relativismo, “Inglaterra fue nuestra y la perdimos, si alguien puede tener algo o algo puede perderse”; (OCIII: 17) la convencionalidad del mundo, “—¿qué es ser colombiano?” “—No sé. Es un acto de fe”; (OCIII: 18) y la percepción de ser sólo sombras o sueños, “todo es como un sueño y yo nunca sueño”. (OCIII: 19) La última idea es resaltada mediante el uso de motivos relacionados con la duplicación: el río, los cristales, el reflejo producido por la caoba o por el acero de la espada; sin embargo, el leit motiv es la protagonista misma, quien acaba siendo una 5 Un canto rumano recuperado por R. Caillois dice: “Aparecerá aún / el lobo frente a ti. / Tómalo como hermano / Pues el lobo conoce / el orden de los bosques. / Él te conducirá por la ruta llana / Hacia un hijo de rey / hacia el paraíso”. (Chevalier, 1991: 653-654) imagen. “(…) y poseí por primera y última vez la imagen de Ulrica”. (OCIII: 19) Esta circunstancia confronta al lector sobre su propia realidad y existencia. ¿Seremos, como Ulrica, una figuración mental de alguien, que a su vez es imaginado por otro y por otro, como en “Las ruinas circulares”? Los Vedas y los Puruna no conocen mejor comparación que la del sueño, que utilizan tan profusamente, para el conocimiento global del mundo real, al que dan en llamar «Velo de Maya». Platón reitera con frecuencia que los hombres viven en sueños y que únicamente el filósofo se esfuerza por mantenerse despierto. Píndaro dice que «el hombre es la sombra de un sueño»; Sófocles dice: «Veo que, mientras vivimos, no somos otra cosa que espectros y una sombra fugaz». El gran Shakespeare dejó escrito lo siguiente: «Somos del mismo material / con que se tejen los sueños, y nuestra corta vida / se ve rematada por el dormir». Finalmente, Calderón se hallaba tan hondamente impresionado por esta perspectiva que intentó expresarla en un drama de corte metafísico titulado La vida es sueño. (Schopenhauer I, 2003: 100) La palabra imagen, en consonancia con la estructura especular del relato, aparece al principio y al final. Tal sustantivo convierte a Ulrica en representación del acceso místico a la alteridad. La protagonista, como el Zahir, provoca una visión que pudo haber ocurrido en un espacio sagrado, la Catedral de York: “Nada me costaría referir que la vi por primera vez junto a las Cinco Hermanas de York, esos vitrales puros de toda imagen que respetaron los iconoclastas de Cromwell”. (OCIII: 18) Si a estas ventanas, limpias de la iconografía católica, el narrador les añade la imagen de Ulrica, la protagonista es colocada en un plano anagógico, similar al que Dante le otorgaba a Beatriz. En este sentido, Ulrica es una imago6 capaz de transformar profundamente al narrador. El canon cortés —presente en la Volsunga Saga y en la Divina Comedia, aunque con las variaciones respectivas— es recreado en la ficción. 6 La palabra imago equivale, en el ámbito psicoanalítico, a una representación inconsciente, es decir, un esquema imaginario adquirido, un clisé estático a través del cual un sujeto se enfrenta a otro. Por tanto, la imago puede objetivarse tanto en sentimientos y conductas como en imágenes. (Laplanche, 1987: 192) Ulrica, como las damas7 medievales es iniciadora, lleva el hilo de la acción y decide qué, dónde y cuándo hacer algo; instruye y orienta al narrador; asimismo, asume el papel de “mujer-dueña actuante, que conduce hacia una más alta conciencia, abre el acceso al Otro Mundo y lleva a la realización del Sí.” (Aubailly, 1986: 143) Una imagen sólo puede poseerse en la subjetividad. “Sé que los únicos paraísos no vedados al hombre son los paraísos perdidos”. (OP: 590) Ulrica es reconstruida a partir de la memoria del narrador, es su representación. El relato es contado desde la pérdida, la única pertenencia segura: “Sólo es nuestro lo que perdimos”. (OP: 677) Con una reflexión sobre este tema, la protagonista atrapa la atención de Javier: Refirió que había llegado tarde al museo, pero que la dejaron entrar cuando supieron que era noruega. Uno de los presentes comentó: —No es la primera vez que los noruegos entran en York. —Así es —dijo ella—. Inglaterra fue nuestra y la perdimos, si alguien puede tener algo o algo puede perderse. (OCIII: 17) La frase final resuena profundamente en el narrador y lo obliga a mirarla. Descubre una mujer iluminada, resplandeciente, cuya belleza es enaltecida con un verso proveniente de “Las hijas de Albión”:8 “Fue entonces cuando la miré. Una línea de William Blake habla de muchachas de suave plata o de furioso oro, pero en Ulrica estaban el oro y la suavidad”. (OCIII: 17) Incorporar al escritor 7 Dama viene de Domina, «dueña, señora», femenino de Dominus, «señor». Es visible el paralelismo entre la pareja Dios-María y señor-dama. (Markale, 1998: 23) 8 En el poema, Oothoón, una bella doncella violada por Bromión, llora el rechazo de su prometido Theotormón (voz que significa “dios” y “tormenta” o “Torah”, el hombre atormentado por las restricciones de la moral judeocristiana). Así, el poema se convierte en alegoría del amor libre frustrado, y en un canto panteísta que reivindica la figura de Oothoón: Arise your little glancing wing, and sing your infant joy! / Arise and drink your bliss, for every thing that lives is holy! [¡Incorporaos, alitas oblicuas, y cantad vuestra dicha infantil! / ¡Incorporaos para beber vuestra bendición, que todo cuanto existe es sagrado!]. (Blake, 1980: 462) inglés es un énfasis, Javier poetiza doblemente a Ulrica al superponer una voz clásica a la propia. And catch for thee girls of mild silver or furious gold.9 La disyunción de Blake es convertida en una afortunada conjunción. El narrador escoge no los dos metales para describir a Ulrica, sino un metal (el oro) y la cualidad metafórica del otro (la suavidad de la plata); así, la representación femenina en el texto se convierte en una imagen unitaria o, en términos junguianos, en un mandala,10 como el Aleph o el Zahir, o la Rueda vista por el sacerdote maya, o Ravena contemplada por Droctulft.11 El tema del amor como experiencia transformadora del ser es resaltado, en el nivel simbólico, con el tropo del poeta inglés; asimismo la escala cromática negro-plata-oro, utilizada en la descripción de Ulrica, sirve para insistir en tal énfasis. Vestía de negro,12 y en ella se conjugaban el furioso oro y la suave plata; Borges, asiduo estudioso de 9 “…y atrapar para ti muchachas de suave plata o de furioso oro”. (1980) 10 Mandala significa "círculo mágico". Es un símbolo arquetípico que se ha usado en las culturas de todos los tiempos. En el Tíbet, por ejemplo, la Iniciación puede consistir en la simple contemplación de un mandala. Normalmente tiene forma de círculo, para dejar inscrito, dentro de la circunferencia lo sagrado y separarlo de lo profano. El círculopuede contener desde figuras muy sencillas como cuadrados o cruces hasta las formas más complicadas. Cuando se componen mandalas se trata de sincronizar el círculo personal con el universal, ya que se está intentando reunir todos los aspectos dispersos de la vida individual para hallar la armonía con el universo. (Campbell, 1991) 11 El Aleph y el Zahir son objetos circulares y simbolizan la experiencia transformadora del encuentro con lo infinito. La Rueda, de “La escritura del Dios”, es descrita de la siguiente manera: “El éxtasis no repite sus símbolos; hay quien ha visto a Dios en un resplandor, hay quien lo ha percibido en una espada o en los círculos de una rosa. Yo vi una Rueda altísima, que no estaba delante de mis ojos, ni detrás, ni a los lados, sino en todas partes, a un tiempo. Esa Rueda estaba hecha de agua, pero también de fuego, y era (aunque se veía el borde), infinita”. El pasmo, aunado a la imposibilidad de poder ser el mismo luego de contemplar un objeto mandala, aparece también en la “Historia del guerrero y la cautiva”, el narrador dice de Droctulft cuando contempla Ravena: “Bruscamente lo ciega y lo renueva esa revelación, la Ciudad. Sabe que en ella será un perro, o un niño, y que no empezará siquiera a entenderla, pero sabe también que ella vale más que sus dioses y que la fe jurada y que todas la ciénegas de Alemania”. (OCI: 558) 12 El negro se relacionan con la muerte pero también con la regeneración, con una nueva vida. Particularmente, el negro se asocia con la tierra, lugar de gestación, y con la Magna Mater. (Chevalier, 1991: 749) los símbolos alquímicos,13 pudo recuperar estos tres colores de las fases del proceso de transmutación del plomo en oro,14 y asociarlos con la protagonista. Así como para el autor argentino la historia literaria puede resumirse en unas cuantas metáforas, también la configuración de sus personajes. Ulrica “era ligera y alta, de rasgos afilados y de ojos grises”. (OCIII: 17) Las cualidades descritas son una constante en el tipo femenino nórdico dantesco. En la “Historia del guerrero y la cautiva”, el narrador dice de la india inglesa: “[tenía] los ojos de ese azul desganado que los ingleses llaman gris. El cuerpo era ligero, como de cierva y todo parecía quedarle chico: las puertas, las paredes, los muebles”. (OCI: 559) La sonrisa, otro rasgo frecuentemente resaltado en las figuras femeninas de la obra borgesiana, es destacada en el relato: “Menos que su rostro me impresionó su aire de tranquilo misterio. Sonreía fácilmente y la sonrisa parecía alejarla”. (OCIII: 17) En el canto XXXI de la Divina Comedia, Beatriz desaparece intempestivamente del lado de Dante y ocupa su lugar en la Rosa de los Justos. Dante la ve de lejos y le dedica una oración. Beatriz lo mira brevemente y le sonríe, para enseguida volverse a la perenne fuente de luz. Este repentino 13 Graciela N. Ricci (2002) ha estudiado la presencia de las imágenes alquímicas en la obra de Borges. En Las redes invisibles del lenguaje, la crítica argentina apunta: “Además de estas sugestivas sincronicidades entre Jung y Borges, hay una pluralidad de símbolos alquímicos comentados por Jung, que aparecen también como imágenes o temas en la obra de Borges, como la apertura de la Flor de oro o Rosa mística, el ciervo fugitivo, la fuente o el jardín, el laberinto y el espejo, la Isla o ciudad de los inmortales, la creación del homunculus la obtención del lapis o piedra filosofal o elixir de la vida. Todas estas similitudes señalan la gran influencia que tuvo en Borges la lectura de textos junguianos referidos a argumentos alquímicos”. (189-190) 14 Para los alquimistas medievales existían tres fases para llegar a la piedra filosofal (el hombre transformado, el que ha “visitado el interior de la tierra y purificando ha encontrado la piedra oculta”, el sujeto que ha llegado a la individuación). La etapa inicial es la Nigredo, que por putrefacción produce la descomposición de la materia prima; la segunda es el Albedo, el estado plateado o lunar, que corresponde a la purificación del alma, la cual regresa al cuerpo muerto para darle nueva vida. Finalmente, la Rubedo o estado solar es la conjunción de los opuestos, la unión del rey y la reina; comporta la unión con la esencia propia, el devenir uno mismo. (Jung, 1989: 214-215) alejamiento es interpretado por Borges como una especie de condena para Dante: De ahí las circunstancias atroces, tanto más infernales, claro está, por ocurrir en el empíreo: la desaparición de Beatriz, el anciano que toma su lugar, su brusca elevación a la Rosa, la fugacidad de la sonrisa y de la mirada, el desvío eterno del rostro. (OCIII: 374) Dante vio la sonrisa de Beatriz por última vez y ésta fue señal de su alejamiento definitivo. La ausencia de la musa convierte el Paraíso en Infierno. Estos semas son reelaborados en “Ulrica”. Javier observa que la protagonista sonríe para alejarse, una prolepsis de la brevedad del encuentro y una reiteración de su ausencia el presente narrativo. El intertexto establece, asimismo, un paralelismo entre Dante, quien sólo tuvo a Beatriz muerta en el Paraíso y Javier, quien poseerá sólo una vez la imagen de Ulrica en Thorgate. Finalmente, para completar la descripción de la protagonista, el narrador caracteriza su modo de hablar: “Hablaba un inglés nítido y preciso y acentuaba levemente las erres. No soy observador; esas cosas las descubrí poco a poco”. (OCIII: 17) La manera de pronunciar el inglés subraya su extranjería y la coloca en analogía con el narrador, quien también es forastero. De forma paralela, en la “Historia del guerrero y la cautiva”, la india, aun cuando era inglesa, hablaba su lengua nativa con torpeza: “Mi abuela enunció alguna pregunta; la otra le respondió con dificultad, buscando las palabras y repitiéndolas, como asombrada de un antiguo sabor. Haría quince años que no hablaba el idioma natal y no le era fácil recuperarlo”. (OCI: 559) Un elemento común en la mayoría de los personajes borgesianos es su naturaleza ajena. Por alguna razón son extraños al ambiente donde se desenvuelven o sus acciones no se ajustan a la expectativa de los demás.15 La nacionalidad de Ulrica y la Cautiva es, en consecuencia, un acto de fe. El nombre y los apellidos son irrelevantes. Ellas pertenecen a un tipo genérico, sub specie aeternitatis, que al ser representado adquiere la relatividad y el carácter espectral del arquetipo platónico encarnado. Esta peculiar perspectiva tendente a la indeterminación en los personajes aparece desde el inicio del texto. Una cita proveniente de la Volsunga saga16 como epígrafe prefigura el tratamiento abstracto-concreto de los elementos configurantes de la historia: Hann tekr sverthit Gram ok leggr i methal theira bert: “Él tomó su espada, Gram, y colocó el metal desnudo entre los dos”.17 Estas palabras, colocan a Javier y Ulrica en el plano episódico y a Sigurd y Brynhild, en el modélico. Los protagonistas serán reflejos de una Idea cuya eterna repetición ellos actualizan en un tiempo específico. Como reverberación de la cita de la saga, casi al final de la narración aparece el diálogo siguiente: 15 Por ejemplo, los Nilsen, protagonistas de “La intrusa”, son considerados como advenedizos en su propio pueblo. Emma Zunz es hija de inmigrantes judíos en Buenos Aires. La forastería de la viuda Ching consiste en desarrollar una actividad de “hombres” —la piratería— y en desafiar al emperador. 16 La Volsunga saga, en versión de William Morris, refiere —entre otras historias— la de Sigurd y Brynhild. Ella es una valquiria castigada por Odín, a quien desobedeció por recoger del campo de batalla el alma de un viejo guerrero en lugar de la de un apuesto joven. La pena consiste en no volver a los combates y casarse con un mortal, pero antes debe ser rescatada de un círculo de fuego, dentrodel cual duerme profundamente. Quien la salve será un humano con la valentía suficiente para cruzar el cerco. Sigurd, enterado de esto, busca el lugar donde duerme Brynhild, el Hindfell, en la punta de una montaña, cruza la muralla de fuego y la despierta con un beso. Ambos se enamoran y Sigurd se queda con Brynhild un tiempo, luego del cual el guerrero anuncia a la valquiria su partida, prometiéndole volver. Intercambian anillos y se despiden. Sigurd se encamina hacia el norte, y llega al reino de Burgundy, donde vive la reina Grimhild, a quien le interesa casarlo con su hija Gundrun, así que le da un bebedizo para que olvide. Sigurd se casa entonces y además ayuda a su cuñado Gunnar a desposarse con Brynhild. Para ello, se hace pasar por Gunnar, cruza la muralla de fuego, duerme con ella tres días, pero con la espada entre ambos, y la libera. Todo marcha bien hasta que un día Gundrun y Brynhild disputan y Gundrun le revela que quien la sacó de la muralla de fuego fue Sigurd. Brynhild decide vengarse y logra hacer matar a Sigurd, pero luego se da cuenta de que no puede sobrevivirle, así que se suicida luego de pedir que la pongan en la misma pira funeraria donde él será cremado, con la espada desnuda entre los dos. (Morris, 2003) 17 Traducción tomada de Ma. Esther Vázquez (1999: 284) —Te llamaré Sigurd —declaró con una sonrisa. —Si soy Sigurd —le repliqué— tú serás Brynhild. Había demorado el paso. —¿Conoces la saga? —le pregunté. —Por supuesto —me dijo—. La trágica historia que los alemanes echaron a perder con sus tardíos Nibelungos. No quise discutir y le respondí: —Brynhild, caminas como si quisieras que entre los dos hubiera una espada en el lecho. (OCIII: 19) La espada colocada en el lecho no es un motivo exclusivo de la Volsunga Saga, también aparece en Tristán e Isolda, Las Mil y una noches y las Eddas. El honor del guerrero —representado por el arma— garantiza la ausencia de intercambio carnal entre los amantes (OCC: 968) en aras de una ganancia espiritual.18 En un estrato más profundo, la espada simboliza el axis mundi, la vía hacia el orden restaurado, la posibilidad de reintegración del alma con la divinidad. (Chevalier, 1991: 472) El acero emplazado entre la pareja implicará, al mismo tiempo, la separación de los cuerpos y la unión de las almas. Una famosa metáfora escandinava define la espada como “lobo de las heridas”. (OCC: 945) La expresión vincula el nombre de la protagonista con el mortal instrumento. Ulrica proviene de las raíces anglosajonas ulf o wulf, lobo y rik, jefe o príncipe poderoso (Tibón, 1988: 233). En el mito del fin del mundo escandinavo los lobos devorarán el Sol y la Luna al llegar el Gran Invierno. No obstante, estos animales también simbolizan la luz al ser capaces de ver en la noche y de guiar las almas luego de la muerte. Estos semas son transferidos a Ulrica: Al rato dijo como si pensara en voz alta: —Las pocas y pobres espadas que vi ayer en York Minster me han conmovido más que las grandes naves del museo de Oslo. Nuestros caminos se cruzaban. Ulrica, esa tarde proseguiría el viaje hacia Londres; yo, hacia Edimburgo. (OCIII: 18) 18 En los cánones del amor cortés, la pleitesía del amor es superior al vasallaje social porque el pacto entre un caballero y su dama es espiritual e implica el crecimiento interior de los dos. (Markale, 1998: 45) Los símbolos fluyen de una frase a otra en un juego de asociaciones. Ulrica es el lobo de las heridas hallado en un cruce de caminos; su propósito, aniquilar, por un breve lapso, la soledad de “un hombre célibe entrado en años, [para quien] el ofrecido amor es un don que ya no se espera”.19 (OCIII: 18) El gusto por las espadas es una resonancia de Brynhild en Ulrica. En la Volsunga saga la valquiria dice: “I have been in battles with the king of the Greeks, and weapons were stained with red blood, and for such things still I yearn”.20 (The Volsunga saga, 2003: 89) Colmada de los significados de la otredad, Ulrica se convierte en un axis mundi al brindarle a Javier la oportunidad de ampliar su cosmovisión y crecer anímicamente. Ulrica ya se había desvestido. Me llamó por mi verdadero nombre, Javier. Sentí que la nieve arreciaba. Ya no quedaban muebles ni espejos. No había una espada entre los dos. Como la arena se iba el tiempo. Secular en la sombra fluyó el amor y poseí por primera y última vez la imagen de Ulrica. (OCIII: 19) Sigurd y Brynhild sólo consiguen estar unidos en la pira funeraria. El fuego consume a los amantes junto con la espada colocada entre ellos. Este intertexto, enmarca la experiencia erótica de Ulrica y Javier, percibida como una situación límite análoga a la muerte. En la culminación de Eros, Tánatos aparece. La paradoja ya había sido anunciada mediante una prolepsis: —Oye bien. Un pájaro está por cantar. Al poco rato oímos el canto. —En estas tierras —dije—, piensan que quien está por morir prevé lo futuro. —Y yo estoy por morir —dijo ella. (OCIII: 19) 19 En el poema “El amenazado” el tema del amor en la edad madura se describe así: “Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. (…) Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz. Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo”. (OP: 385) 20 He estado en las batallas con el rey de los griegos, he visto las armas teñirse de sangre y por esas cosas aún ansío. El cronotopo mítico posibilita y soporta el contrasentido vida-muerte, el cual no puede disociarse de los símbolos alquímicos21 ni de los significados asociados al espejo. En el universo borgesiano, tal objeto es el sitio predilecto para simbolizar la otredad y el acceso a mundos paralelos. “Si entre las cuatro paredes de la alcoba hay un espejo, ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo que arma en el alba su sigiloso teatro”. (OP: 125) El acero de la espada se asimila a este símbolo, como la caoba: “Espejos de metal, enmascarado espejo de caoba que en la bruma de su rojo crepúsculo disfuma ese rostro que mira y es mirado”. (OP: 124) El agua también cumple esta función simbólica: “Yo que sentí el horror impenetrable de los espejos no sólo ante el cristal impenetrable donde acaba y empieza, inhabitable, un imposible espacio de reflejos sino ante el agua especular que imita el otro azul en su profundo cielo que a veces raya el ilusorio vuelo del ave inversa”. (OP: 124) La caoba, y el río son variantes del espejo en “Ulrica”. Los protagonistas marchan río abajo para llegar a Thorgate; el fluir del agua especular involucra asimismo la presencia del tiempo. Los personajes son simulacros, imágenes efímeras entramadas en el fugaz discurrir de la vida. No van río arriba, sino siguiendo su propia sucesión; Thorgate —la puerta de Thor— es su destino. El Valhala, el cielo de los guerreros, eternamente iluminado con espadas incendiadas, es la morada de Thor, dios escandinavo del rayo y el fuego; pero Javier y Ulrica, aunque tal es su propósito, no llegan allí. El amor es una especie de Edén22 y los amantes crean su propio Paraíso 21 Para llegar a la Albedo, el rey y la reina deben yacer juntos en el lecho hasta provocar su incendio. De esta fusión provendrá la individuación. (Jung, 1991) 22 En el poema “Del Infierno y del Cielo” el sujeto lírico declara: “En el cristal de un sueño he vislumbrado / el Cielo y el Infierno prometidos: / (…) los colores y líneas del pasado / definirán en la tiniebla un rostro / durmiente, inmóvil, en donde se encuentren. “Estábamos de golpe ante la posada. No me sorprendió que se llamara como la otra, el Northern Inn”. (OCIII: 19) El nombre del hotel es el mismo porque la divinidad “no puede crear un sitio queno sea el Paraíso; porque la Caída consiste en ignorar que estamos en el Paraíso”. (OCIII: 390) Al entrar a la habitación, el narrador destaca la ubicación de objetos especulares: “El esperado lecho se duplicaba en un vago cristal y la bruñida caoba me recordó el espejo de la Escritura”. (OCIII: 19) El espejo, objeto del universo privado de la simbólica borgesiana, ahora es asimilado a su paradigma, el espejo de San Pablo, recreación del mito platónico de la caverna. “Ahora vemos por espejo, en oscuridad; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, mas entonces conoceré como soy conocido”, escribe San Pablo (I Corintios 13: 12). En el ensayo “El espejo de los enigmas” Borges examina las tesis de León Bloy sobre el significado de esta cita. Dice Bloy: “Vemos ahora per speculum in aenigmate, literalmente: ‘en enigma por medio de un espejo’ y no veremos de otro modo hasta el advenimiento de Aquel que está todo en llamas y que debe enseñarnos todas las cosas”. (OCI: 99) Cristo — símbolo de la mismidad— regresará envuelto en fuego.23 (Ezequiel, 8: 2; Apocalipsis 1: 14-15) Él puede percibir las cosas tal como son y mirar a los otros como los ve la divinidad;24 la experiencia del amor otorga cualidades similares. El espejo, fuente de multiplicaciones y figuraciones, desaparece cuando la boca del rostro dilecto pronuncia un nombre, el nombre verdadero. fiel, inalterable / (tal vez el de la amada, quizá el tuyo) y la contemplación de ese inmediato / rostro incesante, intacto, incorruptible, / será para los réprobos, Infierno; / para los elegidos, Paraíso”. (OP: 185) 23 Análogamente, una hoguera abre y cierra la historia de Sigurd y Brynhild; en la alquimia, es el fuego el elemento básico para realizar la transmutación de los metales. 24 En el “Otro poema de los dones”, leemos: “Gracias quiero dar al divino / laberinto de los efectos y las causas / (…) por el amor, que nos deja ver a los otros / como los ve la divinidad (…)”. (OP: 268) “Me llamó por mi verdadero nombre, Javier. Sentí que la nieve arreciaba. Ya no quedaban muebles ni espejos. No había una espada entre los dos”. (OCIII: 19) Provisionalmente, nuestros padres nos dieron un apelativo, pero Dios nos reserva uno diferente para llamarnos en el momento de la Redención.25 León Bloy anota: No hay en la tierra un ser humano capaz de declarar quién es, con certidumbre. Nadie sabe qué ha venido a hacer a este mundo, a qué corresponden sus actos, sus sentimientos, sus ideas, ni cuál es su nombre verdadero, su imperecedero Nombre en el registro de la Luz… (OCII: 100) En “Ulrica”, Borges pone a prueba esta idea y la combina con el procedimiento dantesco de identificar a la musa con la divinidad.26 Ulrica, como Dios, llama a Javier por su verdadero nombre —el mismo, en refutación al mito— y lo convierte en otro.27 Al escucharla, el narrador siente que la nieve se intensifica. El símbolo del Gran Invierno escandinavo aparece reelaborado, no se trata del fin del mundo sino del fin de un mundo, de un modo de ser, donde el “yo” tiene la dicha fugaz de convertirse en “nosotros”,28 la espada no se interpone más, sino que ilumina a los protagonistas como si estuvieran en el Valhala. “Ulrica” es un Aleph, una invitación a contemplar el amor como un suceso a la vez dentro y fuera del tiempo. “El que abraza a una mujer es Adán. La mujer es 25 “Entonces verán las gentes tu justicia, y todos los reyes tu gloria; y te será puesto un nombre nuevo, que la boca de Jehová nombrará”. (Isaías, 62:2) 26 Dice Rafaelle Pinto en la Introducción a la Vida Nueva: “El personaje de Beatriz representa el arquetipo de todas las innumerable figuras femeninas en las que los escritores y artistas han comentado su investigación poética, buscando en ellas un factor de redención sustitutivo de Cristo (el «eterno femenino» que Goethe indica, al final del Fausto, como motor de trascendencia)”. (Alighieri, 2003: 43) 27 Esta situación aparece también en la Vida Nueva cuando Beatriz singulariza a Dante con su saludo, lo ha elegido entre todos y ha estimulado su inspiración. (Cap. XVIII) También en la Divina Comedia cuando Beatriz pronuncia el nombre de Dante (Purg. XXX, 55) y en sus labios el poeta es redimensionado. Sobre el tema, Pedro Salinas, en La voz a ti debida apunta: “Cuando tú me elegiste / —el amor eligió— / salí del gran anónimo / de todos, de la nada. (…) Cuando te vayas / retornaré a ese sordo / mundo, sin diferencias, / del gramo, de la gota, / en el agua, en el peso. / Uno más seré yo / al tenerte de menos. / Y perderé mi nombre, / mi edad, mi señas, todo / perdido en mí, de mí”. (1989: 115) 28 El uso del “nosotros” es, para los amantes, una de las formas de estar juntos. (OCIII: 216) Eva”. (OP: 594) De Quincey y Anna, Sigurd y Brynhild, Javier y Ulrica son las mismas sombras proyectadas por un arquetipo único. —En Oxford Street —me dijo— repetiré los pasos de De Quincey, que buscaba a su Anna perdida entre la muchedumbre de Londres. —De Quincey —respondí— dejó de buscarla. Yo, a lo largo del tiempo, sigo buscándola. —Tal vez —dijo en voz baja— la has encontrado. (OCIII: 18) Reinventado en una historia con variaciones, el argumento es singular; así, el lector identifica la concurrencia de siglos de éxtasis en la culminación del encuentro de los protagonistas: “Secular en la sombra fluyó el amor y poseí por primera y última vez la imagen de Ulrica”. (OCIII: 19) Ubicado en el contexto de la doctrina de las formas de Platón, el narrador evoca la imagen en la sombra. Aún la experiencia amorosa en su dimensión metafísica no escapa de ser una reflexión más en la lobreguez de la caverna platónica, pero la figuración instantáneamente adquiere el matiz de eternidad propio del arquetipo. Ulrica y Javier “son Paolo y Francesca / y también la reina y su amante / y todos los amantes que han sido / desde aquel Adán y su Eva / en el pasto del Paraíso”. (OP: 616) Un arduo trabajo de recuperación y resignificación de los valores antes descritos posibilita la densidad semántica de la ficción y la coloca, en el contexto de la tradición literaria, como un punto más en el devenir del sueño colectivo llamado literatura; “Ulrica” es un espejo, entre otros tantos, cuyos reflejos se bifurcan infinitamente. Corresponderá a los lectores otorgar destino a los nuevos sentidos. Ser el descifrador o el hacedor de la narración es un suceso azaroso porque todo es quimera, pero en algún momento deja de serlo. El narrador, simulacro también, no escapa de ser —como su historia— una luna proyectada en otra, el lector, quien es convertido así en actante de una fábula sin límites. 2.2. Teodelina Villar Un tratamiento especial le reserva Borges al tema del amor, escaso en sus relatos, pero cuando aparece, va acompañado de ciertas vicisitudes, como la pronta caducidad o la indiferencia de la amada. En “El Zahir”, el amor no correspondido es integrado a la coyuntura de hallar un objeto fantástico, generador de una experiencia transformadora en quien lo mira. La muerte de Teodelina Villar, la protagonista, es el detonante de la acción en esta historia, al constituir el punto de convergencia entre el disco de níquel y el destino de “Borges”;29 lo anterior establecería la insoslayable correspondencia paródica entre este personaje femenino y Beatrice Portinari. Alighieri consideraba a la amada portadora de la verdad eterna; su amor era una anticipación del éxtasis divino. Sin embargo, con Teodelina Villar, algunos elementos de la figura canónica del autor renacentista son subvertidos: la musa se convertiría en una aristócrata frívola, fetiche de un escritor menor; cuya función en el relato sería, no obstante, la de presagiar el advenimiento del Zahir y conducir a “Borges”, de maneraindirecta, a tener una visión sobrenatural. La presencia femenina en esta ficción no constituye el centro de la trama y su calidad semántica se acerca a lo accesorio. Con todo, para los fines de esta investigación, Teodelina Villar será objeto de atención con el fin descubrir su aporte como personaje a las posibles significaciones de la imagen femenina en la narrativa borgesiana. Poseer una conciencia desdoblada es la característica primordial del narrador, “Borges”, cuyo nombre, por ser igual al del autor, invitaría a pensar en el 29 En esta historia el narrador se llama “Borges”; para distinguirlo del autor, se anotará el apelativo entrecomillado. poema “El centinela”, en el que el sujeto lírico presenta una relación yo-otro similar a la de este relato: “Entra la luz y me recuerdo; ahí está. / Empieza por decirme su nombre, que es, (ya se entiende) el mío. / Una u otra mujer lo ha rechazado y debo compartir su congoja. / Me dicta ahora este poema, que no me gusta”. (OP: 391) En “El Zahir”, no obstante, la divergencia entre estas dos perspectivas es tácita, marcada por el tono; las modulaciones de la voz narrativa darían cuenta de una personalidad (orientada hacia el exterior) inherente a una otredad interna que a su vez asumiría el destino del de afuera sin identificarse plenamente con él. Así pues, “Borges” se bifurca en una conciencia que observa y relata, y otra que actúa y se acerca a la personalidad de Borges como autor, pero ambas están incluidas en el plano de la ficción. Esta distancia posibilita una gran flexibilidad al agente del proceso discursivo, pues siendo uno en principio, puede alejarse y mirar críticamente sus propias acciones; del mismo modo, este intersticio aporta dos puntos de vista simultáneos, uno serio y otro paródico. “¿Confesaré que, movido por la más sincera de las pasiones argentinas, el esnobismo, yo estaba enamorado de ella y que su muerte me afectó hasta las lágrimas? Quizá ya lo haya sospechado el lector”. (OCI: 590) Los entes que aportarán sus cosmovisiones para integrar la significación del relato son precisados en la cita: el lector y el narrador; la conciencia escindida de este último se develaría por el tono confesional e irónico a través del cual es perceptible una especie de superyó que observa y juzga el obrar del yo. “Borges”, dada su argentinidad, se asume como un esnob, es decir una “persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos”; (DRAE: 2001) al afirmar que esta actitud es “la más sincera pasión argentina”; el lector reconoce un propósito cáustico subyacente al concluir que el fingimiento no puede ser una pasión sincera. Esta paradoja abre distancia entre la conciencia observadora del narrador y el yo actuante; el lector es sutilmente obligado a apegarse a la primera. En cuanto a las eventualidades y razones por las cuales “Borges” se enamoró de Teodelina, el relato no deja saberlas; no obstante, la cita anterior sugiere un dato clave: la amó y ahora le llora porque se reconoce un presuntuoso. En términos junguianos, el sujeto de la enunciación se hallaría en la instancia arquetípica de la persona,30 pero en el momento de la confrontación, por tal motivo, es capaz de reconocerse y admitir una de sus debilidades —ser pretencioso— derivada, según él, de la idiosincrasia austral. Tomar distancia de sí mismo posibilita una percepción distinta de los demás; debido a que “Borges” está en un momento de anagnórisis, su visión inquisitiva será aplicada también a los personajes, por consiguiente, el retrato literario de Villar estará marcado por una actitud discordante. La descripción inicia de manera muy singular; destacan, en primer lugar, sus fotografías, aparecidas en publicaciones frívolas: “Sus retratos, hacia 1930, obstruían las revistas mundanas; esa plétora acaso contribuyó a que la juzgaran muy linda, aunque 30 El proceso de individuación implica volverse un sí mismo propio, para ello es necesario realizar un viaje introspectivo en el que se confronten y superen una serie de arquetipos (los cuales pueden ser revestidos de formas simbólicas diversas) tales como la persona (las máscaras sociales); la sombra (lo rechazado, el “otro” despreciable); el ánima / animus (la proyección de la pareja interna hacia el exterior); el anciano sabio y la madre ilustre (la proyección del guía interior o de la voz de la Naturaleza en el exterior), y el sí mismo (el eje unificador para la multiplicidad de fragmentos de la personalidad, complejos y figuras autónomas). (Jung, 1987) El primer arquetipo que debe ser enfrentado para lograr la individuación es la persona (máscara, en su sentido etimológico), una instancia protectora que responde a una necesidad de adaptación al ambiente en la cual el sujeto asume los papeles asignados por la sociedad. “Pero puede transformarse también en un peligro, precisamente a causa de la facilidad con la que le permite disimular su verdadera naturaleza tras esa forma de adaptación, que se ha hecho tan disfrazadora. Si esto ocurre, se envara, se hace mecánica y se transforma en una verdadera máscara, bajo la cual el individuo se debilita y acaba por apagarse completamente”. (Baudouin, 1967: 194) En el fondo, la persona no es algo real. Constituye un compromiso entre individuo y sociedad acerca de lo que "uno parece". Uno asume un nombre, adquiere un título, representa una función, es esto o aquello; lo cual, en cierto sentido, es real, pero en relación con la individualidad del sujeto, es sólo una realidad secundaria, una mera construcción de compromiso en la que muchas veces participan aún más otros que uno. (Jung, 1987: 50) no todas las efigies apoyaran incondicionalmente esa hipótesis”. (OCI: 589) La combinación del verbo “obstruir” con el sustantivo “plétora” (exceso, abundancia), favorecería el tono hiperbólico; la oración adversativa iniciada por la conjunción “aunque” permitiría introducir el primer distanciamiento de la voz narrativa hacia Teodelina, trivializándola. La discrepancia de la conciencia observadora del narrador con respecto al personaje opera en dos planos, en el de esta secuencia narrativa y en el de la historia como estructura total para oponer y acercar, mediante un juego de paradojas, dos temas de la ficción, enamorarse vanamente de una mujer insustancial y vivir una experiencia mística ominosa. En coincidencia con “Borges”, Teodelina se hallaría en la instancia de la persona, pero a diferencia de éste, ella no da señales significativas de una potencial agnición que le permita superar esta etapa. La protagonista es una muñeca de aparador que cuando no puede serlo más, muere. Su razón vital consiste en satisfacer una expectativa proveniente del exterior; su grado de enajenación es tal que se trueca en una máscara social cuyo único objetivo es ataviarse estudiadamente, de acuerdo con la moda.31 La caricaturización reiterada de sus acciones obedecería, en parte, a una actitud proyectiva de “Borges” cuyo superyó la desaprobaría porque vería sus flaquezas reflejadas en ella. Teodelina, en tanto sujeto, estaría entonces ubicada en la fase arquetípica de la persona; en tanto objeto de transferencia32 para “Borges”, 31 En contrapartida, el narrador admite su presunción y este gesto le permite vislumbrar otro arquetipo, el sí mismo, revelado a través del Zahir. 32 La transferencia significa que el sujeto envía fuera la imagen de lo que existe dentro de manera inconsciente. (Laplanche, 1987: 311) encarnaría el arquetipo de la sombra33 y el del ánima.34 Al ser materialización de la sombra, la señorita Villar es convertida en una otredad desdeñable; al ser personificación del ánima, es trocada en proyección de la pareja que “Borges” tiene interiorizada, la cual,
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