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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE PSICOLOGÍA DOCTORADO EN PSICOLOGÍA “ANTECEDENTES DE VICTIMIZACIÓN Y CONSTRUCCIÓN DE LA MASCULINIDAD EN EL HOMICIDA DE NIÑAS/OS” MTRO. GEORGEL MOCTEZUMA ARAOZ DIRECTORA: DRA. SOFÍA RIVERA ARAGÓN COMITÉ: DRA. PATRICIA ANDRADE PALOS DRA. LUCIANA ESTHER RAMOS LIRA DRA. MARTHA PATRICIA ROMERO MENDOZA DRA. MARÍA EMILY REIKO ITO SUGIYAMA DRA. MARÍA ELENA TERESA MEDINA-MORA ICAZA DRA. MARTA TORRES FALCÓN MÉXICO D.F. 2006 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. ÍNDICE Páginas Resumen 1 Abstract 2 Introducción 3 Marco teórico 15 Capítulo 1 Datos estadísticos e investigaciones sobre el homicidio de niñas/os 15 1.1 Datos y descripciones generales sobre el homicidio de niñas/os 15 1.1.1 Panorama general 15 1.2 Estadísticas en México y otros países 18 1.2.1 Datos generales sobre el homicidio de niños 19 1.2.2 Datos estadísticos relativos a las víctimas, a los agresores y al homicidio de adultos en general 20 1.3 Variables relacionadas 24 1.3.1 Características y sexo de las víctimas y los agresores, relación entre la víctima y el agresor y algunos datos generales sobre el homicidio de adultos 24 Capítulo 2 Construcción de la masculinidad 29 2.1 La perspectiva de género y los estudios sobre masculinidad 29 2.1.1 El concepto de género 29 2.1.2 Poder y género 32 2.1.3 Los estudios sobre masculinidad 35 2.2 Violencia social y masculinidad 37 Capítulo 3 Victimización, violencia y masculinidad 46 3.1 Procesos de socialización de la masculinidad y el papel del maltrato y la violencia durante la infancia 46 3.2 Victimización infantil y su impacto en la construcción del “sujeto masculino” y en el ejercicio de la masculinidad 49 3.3 Ejercicio de la paternidad y violencia 55 Capítulo 4 Método 59 Preguntas de investigación 59 Objetivos generales 60 Consideraciones éticas y aspectos relacionados con la subjetividad del investigador 61 Primera fase “Obtención de información con informantes clave” 66 Objetivo específico 66 Técnicas de recolección de información 66 Instrumentos 66 Procedimiento (entrevista individual) 66 Participante 67 Procedimiento (grupos focales) 67 Participantes 68 Segunda fase “Caracterización criminológica y sociodemográfica del homicida de niñas/os” 68 Objetivo específico 68 Instrumento 69 Descripción de los participantes 69 Procedimiento 70 Tercera fase “Entrevistas a profundidad con homicidas de niñas/os” 70 Objetivo específico 70 Instrumento 71 Procedimiento 71 Descripción de los participantes 71 Capítulo 5 Resultados 73 5.1 Resultados de la primera fase 73 Entrevista a un psicólogo. Descripción 74 Comentario crítico 75 Resultados de los grupos focales. Participantes 77 Instrumento 77 Procedimiento 78 Resultados 79 Discusión 84 5.2 Resultados de la segunda fase 89 Participantes 89 Instrumento 89 Procedimiento 90 Resultados 90 Discusión 99 5.3 Resultados de la tercera fase 103 Introducción a los análisis categoriales de las entrevistas realizadas a homicidas de niñas/os en el Reclusorio Preventivo Varonil Sur 103 5.3.1 Descripción de las tres entrevistas realizadas a “Arturo” 104 Comentario crítico a las entrevistas realizadas a “Arturo” 106 Análisis categorial de tres entrevistas realizadas a “Arturo” 108 5.3.2 Descripción de las cuatro entrevistas realizadas a “Benjamín” 117 Comentario crítico a las entrevistas realizadas a “Benjamín” 118 Análisis categorial de cuatro entrevistas realizadas a “Benjamín” 119 5.3.3 Descripción de tres entrevistas realizadas a “Juan” 128 Comentario crítico a las entrevistas realizadas a “Juan” 129 Análisis categorial de tres entrevistas realizadas a “Juan” 129 5.3.4 Descripción de tres entrevistas realizadas a “José Luis” 139 Comentario crítico a las entrevistas realizadas a “José Luis” 140 Análisis categorial de tres entrevistas realizadas a “José Luis” 140 5.3.5 Descripción general de los homicidas de niñas/os a partir de las entrevistas realizadas en una Institución carcelaria 149 Interpretación general 158 Conclusiones 171 Consideraciones finales 179 Bibliografía 181 Anexos 187 A Guía temática (entrevista individual) 188 B Guía temática (grupos focales) 188 C Referencias del cuestionario de características criminológicas y sociodemográficas 190 D Guía de entrevista semiestructurada a profundidad 192 E Resúmenes de entrevistas a profundidad (4 participantes) 199 RESUMEN Se realizó el estudio cuyos objetivos corresponden a la delimitación y análisis de los significados de los antecedentes de victimización que padecieron los homicidas de niñas/os durante la infancia, vinculándolos con la construcción de la masculinidad. La investigación se dividió en tres fases en las cuales se utilizaron las técnicas de grupos focales y de entrevista semiestructurada a profundidad, así como la aplicación de un cuestionario cuyos propósitos apuntaron a la obtención de información relevante sobre los homicidas de niñas/os a partir de la interacción (diálogo) directa de los informantes clave con los mismos, se caracterizó a los sujetos en relación a los ámbitos criminológico y sociodemográfico y se obtuvo información personal directamente de los homicidas de niñas/os. Los resultados de dichos análisis apuntan a la identificación de algunas categorías relevantes en función de tratar de explicar algunos aspectos relacionados con los ámbitos psicológico, social y de género vinculados a la comisión del delito por parte de dichas personas. Los ejes de análisis que se describen se relacionan con diversos procesos de victimización (directa, indirecta, por violencia física, sexual, negligencia) durante la infancia de los participantes, procesos de socialización violentos (violencia estructural), construcción de la masculinidad, establecimiento de la dinámica familiar, representación y ejercicio de la paternidad, acto homicida en contra de un/a niño/a y significación de la reclusión. Se considera que lo anterior es útil en tanto abre varias perspectivas de investigación a partir de losescasos estudios que hay al respecto; por otra parte, se aporta una descripción y análisis de los sujetos homicidas de niños desde su aspecto subjetivo existiendo la posibilidad de que futuras investigaciones incluyan los indicadores y datos expuestos en el presente trabajo. Palabras clave: Victimización, masculinidad, homicidio, maltrato infantil, género. ABSTRACT The objectives of this study correspond to the delimitation and analysis of the meanings of the antecedents of victimization that homicides of children underwent during their own childhood, these experiences are connected to the construction of masculinity. The investigation is divided intro three phases in which tecniques of focal groups and semistructured interviews in depth were used, also a questionare was applied which purposes led to important information about the homicides of children, that was obtained through direct interaction (dialogue) between the key informers and the homicides. The subjects were characterized in relation to the criminological, social and demographic spheres. Personal information was directly obtained from the homicides of children. The results of the analysis led to identify some important categories that are useful to explain some aspects related with the psychological, social and gender fields which are involved in the crimes. The described axes of analysis are related to different processes of victimization (direct, indirect, physical or sexual violence, negligence) that took part during the subjects’s childhood, violent social processes (structural violence), construction of masculinity, family dynamics, representation and realization of paternity, homicidal act against a boy or a girl, and meaning of reclusion. The investigation is useful because it opens several perspectives for research, taking into account that there are scarce studies in this matter; on the other hand, it includes a description and analysis of the subjects, the children murderers, from a subjective side, this fact makes possible that future investigations include indicators and data which are displayed in the research. Key words: Victimization, masculinity, homicide, abuse of children, gender. INTRODUCCIÓN La presente investigación constituye un esfuerzo por sistematizar la información y delimitar, teóricamente, el fenómeno del homicidio de niñas y niños cometido por hombres adultos en nuestro país. Dicho fenómeno ha ido incrementándose en los últimos años, siendo en la actualidad un problema grave tanto de seguridad como de salud pública (Hijar citado por Salas, 2000); es por esta razón que surge la necesidad de llevar a cabo investigaciones sobre este tipo de conductas, ya que en México el trabajo realizado acerca de dicho tema es muy escaso. La falta de investigaciones previas sobre el aspecto específico de la conducta de homicidio, en sí, conforma un reto para el presente trabajo, sin embargo, a partir de los estudios existentes y de estudios relacionados con el problema, así como en contribuciones teóricas producidas desde varias disciplinas, se definieron categorías de análisis y se obtuvieron hallazgos empíricos que permitan conceptualizar y ordenar el fenómeno de manera consistente. Al ser elaborado el objeto de investigación se presentan diversos obstáculos e imprecisiones con base en estudios anteriores que necesariamente deben tomarse en cuenta, ya que la solución de los problemas de la investigación planteados se ve afectada directamente por estos aspectos. En cuanto a la teoría existente, ésta es referida a cuestiones derivadas o relacionadas con el homicidio de niñas y niños, lo cual obliga el uso de inferencias y articulaciones conceptuales que tienen que ser propuestas con precaución, ya que de lo contrario pueden falsear o no sustentar los hallazgos empíricos. Por otra parte, al hablarse por ejemplo del maltrato infantil , las definiciones que se utilizan combinan diversos tipos de maltrato, siendo necesaria la construcción de las mismas en correspondencia a los intereses concretos de la investigación. Generalmente, las muestras estudiadas no son representativas en términos estadísticos además de que la población del sexo masculino ha sido muy poco investigada. Por otra parte, muchas veces no se plantea la diferenciación del sexo de las víctimas siendo difícil establecer parámetros que definan a las poblaciones vulnerables. En cuanto a los instrumentos de medición, éstos prácticamente son poco adecuados para la realización de la presente investigación, lo cual apoya la propuesta referente a la utilización del paradigma cualitativo de investigación, ya que esto abre la posibilidad de definir indicadores adecuados y consistentes a la producción posterior de estos instrumentos. Todo lo anterior constituye sólo algunos obstáculos en cuanto al abordaje del tema de estudio, sin embargo el planteamiento del mismo contempla diversas formas de resolver dichos obstáculos en función de trabajar adecuadamente los problemas de investigación propuestos. Es importante señalar que después de explicar las características de los sujetos y la forma en que éstos significan experiencias que se consideran relevantes, es posible derivar estudios sobre prevención, evaluación y/o diagnóstico Durante la presente investigación se mantuvo la intención de definir, ordenar y conceptualizar los hallazgos que se produzcan desde el trabajo empírico; este orden debe ser fundamentado desde la teoría en función de otorgar validez, coherencia y consistencia a dichos hallazgos además de que el marco conceptual permitió redefinir algunos aspectos de la teoría que no logren sustentar lo encontrado a partir de la práctica. Las líneas de trabajo básicas se centran en la perspectiva de género y en el problema de la construcción de la masculinidad. Los sujetos hacia los cuales se centra el interés de investigación, son hombres que han cometido homicidios en contra de niñas o niños, siendo la construcción de la masculinidad una cuestión prioritaria dentro de la articulación de categorías explicativas que puedan dar cuenta del fenómeno de violencia, sobre todo en hombres, ya que existen datos que apuntan a que los sujetos masculinos con mayor frecuencia cometen actos de violencia (Chew y McCleary, 1999) y en el presente caso, homicidios hacia niños, en relación a la población femenina. Por otro lado, son también los hombres quienes están mayormente involucrados en alguna situación violenta desde el lugar de víctima. El acto de matar a alguien, en sí constituye un ejercicio de poder, sin embargo cuando la víctima es algún niño, entonces el poder que se despliega durante estos eventos puede incrementarse de manera desmedida, así como la relación del poder con la violencia determinan conductas que pueden considerarse muy graves hacia esta misma población (los niños). Surge la necesidad de que el poder se articule a problemas tales como la construcción de la subjetividad, la construcción de la masculinidad y las diferencias de género, victimización y violencia, etc., en función de abrir la posibilidad de que el fenómeno estudiado sea interpretado de manera coherente. Básicamente se parte del siguiente supuesto básico: El homicidio de niños constituye, en sus aspectos fundamentales, un problema de género y de poder, siendo la masculinidad la categoría que principalmente se construye a partir de la violencia. Es importante señalar que una parte fundamental de la investigación la constituye la construcción del objeto de estudio o la problematización donde se recopilaron datos y hechos significativos de vida de los sujetos, a través de los cuales se registraron antecedentes de victimización que posteriormente fueron categorizados. La utilización de entrevistas a profundidady de grupos focales como técnicas de investigación en las ciencias sociales es un recurso metodológico efectivo avalado por varias investigaciones. (Azaola, 1996; Fernández, Vargas y Arman, 1997; Galindo, 1998), y es posible que algunos elementos cualitativos sean necesarios dentro del ámbito de la investigación en función de profundizar sobre los hallazgos empíricos (Hijar citado por Salas, 2000). Es fundamental desarrollar una actitud y una disposición práctica hacia el manejo de diversas técnicas de investigación social para promover una sólida cultura de investigación. A través del registro de un discurso referente a hechos significativos en la vida de un sujeto se pueden observar y/o categorizar los determinantes de su conducta, lo cual permite establecer relaciones entre variables derivadas de ambos ordenes. La aplicación y análisis de las entrevistas a profundidad obedece a un abordaje en el que importa rescatar la forma de ver el mundo y de dar cuenta de sus actos por parte de los sujetos involucrados, siendo ésta una opción viable en cuanto a obtener datos relevantes que posibiliten la explicación y predicción de la conducta (Azaola, 1998). Por otro lado, y como se ha mencionado más arriba, dentro de la investigación se partirá del enfoque de género y de la construcción de la masculinidad en sus relaciones con el problema de la violencia, con la intención de definir un marco teórico útil que permita interpretar de manera adecuada la parte empírica de este mismo estudio. El ejercicio de la violencia a partir de diversas formas de expresión por parte de los hombres, ha sido ampliamente documentado en investigaciones (Cazés, 2000; García y Ramos, 1998; Hierro, 1998; Seidler, 2000). Dentro de estos trabajos, existe un concepto central y en apariencia básico en función de interpretar la construcción de la masculinidad en relación con manifestaciones de violencia el cual se refiere al poder. En gran medida, el ejercicio de poder dentro de la dimensión de las relaciones interpersonales conlleva el uso – e incluso el abuso- de la violencia, lo cual abre la posibilidad de que el homicidio sea reconceptuado desde esta perspectiva (Bonino, 1999). El fenómeno de la violencia tiene múltiples formas de expresión y entre éstas destacan actos de excesiva crueldad y sadismo que, posiblemente se anudan con diferentes psicopatologías, pero que también pueden relacionarse con experiencias de victimización de quienes los cometen. Dentro de estas formas de violencia, el matar a una niña o un niño constituye un evento que en todos nosotros produce un repudio absoluto y que muchas veces no alcanza a ser comprendido ni explicado – y por lo tanto, tampoco prevenido- situación que plantean los pocos estudios relacionados con este tipo de sujetos homicidas. (Azaola, 1996; Hijar, Tapia y Rascón, 1994; Lozano, Hijar y Torres, 1997; Stroud y Pritchard, 2001). Esta línea de investigación se relaciona con la conducta del homicidio y con la violencia intra y extrafamiliar ejercida sobre una población altamente vulnerable como lo son las niñas y los niños. Dicha temática ha sido escasamente investigada en nuestro país aún cuando debiera ser un área prioritaria dentro de la psicología en razón del incremento de la violencia en México. En este trabajo de investigación se establecieron y delimitaron las características sociodemográficas y criminológicas que se relacionen con el cometimiento de la conducta de homicidio de una niña o un niño por parte de sujetos hombres. Por otra parte, se determinará la manera en que la experiencia de antecedentes de victimización directa o indirecta por violencia física, psicológica y sexual se articulan y significan desde la subjetividad del tipo de sujetos ya mencionados, lo cual se interpretó desde la perspectiva de género en relación a la construcción de la masculinidad. Para lograr lo anterior, se debe construir un marco teórico útil para la comprensión de estos sujetos que integren aspectos sociales, individuales y familiares. Es necesario desarrollar la estrategia metodológica más adecuada para el abordaje de este tipo de población y para una recolección y análisis adecuados de los datos, todo lo cual posibilitará la interpretación de la información obtenida de forma tal que sea viable vincular las aportaciones teóricas con los hallazgos empíricos, con la intención de proponer líneas de trabajo útiles en cuanto a la comprensión y tratamiento de los sujetos investigados. La utilidad de la investigación apunta tanto a la prevención como al tratamiento de estos sujetos en los ámbitos de la psicología clínica, educativa y social, de modo que puedan sentarse las bases para que en próximas investigaciones se planteen métodos y estrategias terapéuticas y modelos de evaluación y diagnóstico precisos que promuevan transformaciones en lo concreto y en lo práctico. Esto fomentaría intervenciones más eficientes y mejor fundamentadas sobre este tipo de sujetos. Es muy importante señalar que en México hay muy pocos estudios al respecto, además de que los datos estadísticos correspondientes son imprecisos, lo cual pone en desventaja a nuestro país con relación a otros en donde el tema del delito y sus muchas manifestaciones y derivaciones constituye un importante debate actual desde varias disciplinas. Se ha hecho hincapié en la carencia de estudios al respecto, sin embargo, es posible comentar algunas de estas investigaciones con el fin de exponer la importancia, las diversas formas de manifestación y la comprensión del fenómeno estudiado. En el estudio de Hijar, Tapia y Rascón (1994) se muestra el panorama de las muertes por homicidios en niños de ambos sexos de 0 a 4 años, ocurridas en la República Mexicana entre 1979 y 1990; cabe señalar que no se estudió ningún aspecto correspondiente a la persona del homicida. Se trata de un estudio realizado con base en fuentes secundarias. Se analizaron las variables que fueron comunes en todo el período: edad, sexo, año y causa externa de traumatismos y envenenamientos con la Clasificación Internacional de Enfermedades, 9ª revisión (1975). La información se analizó con base en las tendencias de mortalidad por homicidios, tanto general como por causa específica, utilizando las tasas anuales, obteniendo el coeficiente de correlación y el valor de la pendiente, y ajustando con un modelo de regresión lineal. Para el análisis de las causas más frecuentes por edad y sexo se utilizó la razón de tasas, con un nivel de confianza del 95%, cuyas causas se refieren a la violación, ataque con sustancia corrosiva, envenenamiento, ahorcamiento y estrangulación, ahogamiento, arma de fuego y explosivos, instrumentos punzocortantes, maltrato, ataque por otros medios y efectos tardíos. Dentro de los resultados cabe destacar que durante el período hubo un total de 2, 939 muertes por homicidio, lo que representa que, en promedio, un niño menor de cinco años es asesinado cada dos días en México. A partir de lo anterior, se puede inferir que en la mayoría de los casos de homicidio de niñas y niños, este acto se deriva directamente del ámbito familiar dentro del cual se ejercen diversos tipos de maltrato y abuso, siendo frecuente que el ejercicio sistemático de la violencia termine con la pérdida de vida del niño. De manera general, se puede pensar que el adulto que ejerce maltrato sobre un/a niño/a de manera continua se encuentra de manera permanente en riesgo de cometer un homicidio. Esto corresponde con los siguientes datos extraídos de algunos informes estadísticos: en América Latina, aproximadamente 6 millones de niños, niñas y adolescentes son objetos de agresiones severas y 80 mil mueren cada año por violencia que se presenta dentro de la familia (UNICEF, 2001). En México, en el año de 1999 sereporta un total de 12,516 niños maltratados y 12,433 niñas; el tipo de maltrato más frecuente en el Distrito Federal fue el físico con 44%; en Coahuila la omisión de cuidados con 35% en Sinaloa el físico con 72% al igual que Nuevo León con 58.8%. El lugar más frecuente del abuso infantil fue la familia, en donde la madre y el padre presentan el más alto nivel de violencia ejercida hacia los niños, seguidos de padrastros, madrastras y otros. (Red de los Derechos por la Infancia en México, 2002). El centro de Terapia y Apoyo para Víctimas de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal reporta que de las víctimas menores de 13 años tratadas en el período de enero a septiembre de 1997 el 52% eran víctimas de abuso sexual – el 31% víctimas de violación- y el 70% de todos los menores tratados eran niñas. Una encuesta reciente en el Distrito Federal realizada por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) muestra que la violencia intrafamiliar tiene lugar en 30.4% de todos los hogares –casi uno de cada tres- en la forma de maltrato emocional, intimidación o abuso físico o sexual. El maltrato emocional ocurre en casi todos los hogares y el abuso sexual en 1.1%. Sólo 14.4% de estos hogares buscan alguna clase de ayuda, a pesar de que el 72.2% espera que se repita la violencia (UNICEF, 2001). Se reporta que en E.U. los abusos o abandonos cuando se es niño aumentan la posibilidad de arresto en la adolescencia en un 53%, en un 38% en la edad adulta, y en un 38% la posibilidad de llevar a cabo un crimen violento. Con datos correspondientes al año 1999 y 2000, en Uruguay el 44% de personas maltratadas son niñas, y un 55% son niños. El 45% de los niños y niñas maltratadas tienen entre 6 y 12 años y un 20% es mayor de 12 años. Casi dos de cada diez niños y niñas (18%) en situación de maltrato tiene entre 3 y 5 años y un 8% es menor de 3 años. (Red de los Derechos por la Infancia en México, 2002). En una investigación realizada en Canadá por parte de diversas instituciones (Perfil estadístico sobre violencia intafamiliar, 1996) se reporta que los padres (hombres) fueron responsables del 73% de la violencia física y el 98% de la violencia sexual cometida por progenitores sobre niños. Las niñas y los niños parecen vulnerables al abuso de miembros de la familia en diferentes etapas de su desarrollo. En casos de violencia sexual, las niñas tienen más probabilidades de ser victimizadas entre los 15 y los 17 años de edad, en comparación con 4 a 8 años de edad para los niños. La probabilidad de sufrir violencia física por parte de un miembro de la familia aumenta con la edad para las niñas, la edad máxima para sufrir violencia física son los 13 años, y luego estos incidentes disminuyen. Debido a lo anterior, se justifica la necesidad de estudiar este fenómeno ya que constituye un grave problema de salud y seguridad, además de que la mayoría de los datos con que se cuenta no son extraídos de investigaciones mexicanas lo que dificulta la delimitación del fenómeno en el país. A manera de síntesis se pueden enumerar los siguientes puntos como aspectos importantes que deben considerarse al estudiar el fenómeno: 1. La gravedad del delito es extrema en tanto la víctima es totalmente vulnerable. 2. El homicidio de niñas y niños es consecuencia directa del maltrato y abuso infantil. 3. El homicidio de niñas y niños se efectúa en el entorno familiar. 4. No existe un perfil específico del hombre homicida de niñas y niños, lo cual obstaculiza cualquier tarea de prevención al respecto. Un niño maltratado puede ser víctima de homicidio, sin embargo no se pueden realizar inferencias en relación a las características del agresor en función de la carencia de investigaciones al respecto. 5. El número de niñas y niños maltratados es muy elevado, encontrándose de manera permanente en situación de riesgo con respecto a la posibilidad de ser víctimas de homicidio. 6. De manera general, el fenómeno del homicidio de niñas y niños cometido por hombres no se encuentra definido con consistencia. 7. No existen en nuestro país estudios referentes al agresor (en este tipo de delito) desde la perspectiva de género. 8. El haber sido víctima de violencia (en los hombres) hace proclive al sujeto de funcionar como victimario en etapas posteriores de su vida (sobre todo dentro del ámbito familiar). A continuación, se establecen las definiciones de los ejes temáticos y de trabajo que constituyen las líneas de desarrollo de la investigación; dentro de la parte conceptual de la misma existen varias definiciones y perspectivas sobre estos conceptos, sin embargo se parte de lo siguiente en función de mantener un estado de congruencia teórico-metodológica a lo largo del estudio. Inicialmente nos parece importante definir el concepto de niña/o, y al respecto Azaola (2003) menciona que la Convención sobre los Derechos del Niño establece que se debe hacer extensiva la denominación de niño a las personas que tienen hasta 18 años de edad; también comenta que en algunos organismos internacionales (como la OMS y UNICEF) se recomienda un lenguaje más preciso y acorde con las etapas de desarrollo, sugiriendo la distinción entre niños de los 0 a los 11 años, y adolescentes de los 12 a los 18 años. La misma autora señala lo siguiente: “En cualquier caso, es importante tener presente que se trata de límites arbitrarios que se establecen por convención y que tienen que ver más con la necesidad de fijar fronteras para la atribución de derechos, lo que no significa que social y culturalmente se correspondan con una categoría homogénea de sujetos” (Azaola, 2003, pág. 16). Se comenta lo anterior con la intención de exponer parte de la controversia relativa a la definición del sujeto-niña/o, sin embargo es muy importante aclarar que a partir de los objetivos de la presente investigación conviene ubicar a dicho sujeto como cualquier persona menor de los 12 años, ya que dentro del fenómeno del homicidio de niñas/os cuando la víctima se acerca a los 14 años de edad el patrón del delito comienza a parecerse al de las víctimas adultas; aparecen en escena pleitos de pandillas, drogas, armas, dinero, conflictos de “honor”. El homicidio comienza con una disputa para posteriormente dar paso al uso de armas (Chew y McCleary, 1999). En relación a la categoría de género, utilizamos la conceptualización de Lamas (1996) en tanto ésta corresponde al desarrollo del ser hombre y del ser mujer en tanto construcciones sociales, además de que incluye en todo momento la noción de poder como un aspecto central en los procesos de conformación de la feminidad y la masculinidad: “Utilizar la categoría género para referirse a los procesos de diferenciación, dominación y subordinación entre los hombres y las mujeres obliga a remitirse a la fuerza de lo social, y abre la posibilidad de la transformación de costumbres e ideas. Así, la perspectiva de género se aleja de las argumentaciones funcionalistas y deterministas, y busca explicar la acción humana como un producto construido con base en un sentido subjetivo”, (Lamas, 1996, pág. 11). Por otra parte, el género se perfila como resultado de la producción de normas culturales sobre el comportamiento de los hombres y las mujeres, mediado por la compleja interacción de un amplio espectro de instituciones económicas, sociales, políticas y religiosas; por todo lo anterior se puede definir al género como la construcción sociocultural de la diferencia sexual. Al referirnos a la masculinidad, y continuando con la necesidad de retomar el construccionismo social al momento de conceptualizar y problematizar la presente investigación, se parte de que la misma no puede ser separada del estudio de los hombres; según Connell (2003) al estudiar las masculinidades sepueden encontrar nuevas formas de pensar acerca de cómo se involucran los hombres con un mundo que está determinado por el género. No existe una masculinidad única, sino masculinidades múltiples que pueden comprenderse por medio del análisis social de las relaciones que dependen del género. El estudio de las masculinidades se centra en el problema de la construcción sociocultural del ser hombre integrando la dimensión subjetiva. En el presente estudio, dentro del primer capítulo se expusieron algunos datos referentes a investigaciones sobre el homicidio de niñas y niños; inicialmente se presenta una panorámica nacional para después pasar a la descripción del ámbito internacional. En estas descripciones se exponen también algunas variables relacionadas con el fenómeno estudiado como son la comparación con el homicidio donde las víctimas son adultos, relación entre la víctima y el agresor, grupos de edades más vulnerables en las víctimas, etc. El objetivo de este primer capítulo consiste en delimitar el fenómeno desde sus aspectos estadísticos, lo cual promueve la exposición del bosquejo de la situación actual del problema a investigar, abriéndose la posibilidad de enunciar cuestionamientos sobre los ejes de la investigación en sí, así como el establecer comparaciones de lo sucedido en México en relación a otros países. En el capítulo 2 se aborda el problema de la construcción de la masculinidad desde diversos aspectos teóricos. De primera instancia se describen y critican los ámbitos conceptuales pertenecientes a la perspectiva de género para después abordar directamente las distintas formas de problematizar las masculinidades; finalmente esto es relacionado con la cuestión de la violencia social como marco de referencia para la adquisición y el desarrollo de las nociones sobre masculinidad que asumen los hombres en referencia a sus prácticas sociales e individuales cotidianas. El capítulo 3 se refiere al vínculo existente entre el fenómeno de victimización, el padecimiento y ejercicio de la violencia y la construcción de la masculinidad. Se mencionan y critican los procesos de socialización de la masculinidad y el papel del maltrato y la violencia durante la infancia, así como la construcción del sujeto masculino y el ejercicio de la masculinidad; finalmente se establecen diversos aspectos conceptuales relacionados con la paternidad y el vínculo de la misma con la violencia. La descripción del método se refiere en el capítulo 4 estando éste dividido en tres fases; cada una de ellas contiene la descripción de las técnicas de recolección de información, los instrumentos utilizados y los procedimientos que se llevaron a cabo para la obtención de la información. Por otra parte se incluye también un apartado relativo a las consideraciones éticas que se tomaron en cuenta al llevarse a cabo la investigación. Finalmente, en el capítulo 5 se describen los resultados por cada fase del estudio y se realizan las respectivas discusiones para establecer las conclusiones del mismo. MARCO TEÓRICO CAPÍTULO 1 DATOS ESTADÍSTICOS E INVESTIGACIONES SOBRE EL HOMICIDIO DE NIÑAS/OS 1.1 Datos y descripciones generales sobre el homicidio de niñas/os. La intención de presentar este apartado es mostrar datos estadísticos y descripciones generales sobre las características del homicidio infantil, tanto en el extranjero como en nuestro país, con el fin de delimitar con mayor precisión el objeto de estudio del presente trabajo. Se revisan las publicaciones y fuentes relacionadas, promoviéndose así la coherencia y consistencia teórico- metodológica en la investigación. 1.1.1 Panorama general. Estados Unidos es el país que mayormente ha desarrollado investigación sobre este fenómeno, sin embargo, la información relativa al mismo se considera escasa; no obstante los datos que se expondrán serán de utilidad en función de ubicar y delimitar el fenómeno en relación a la incidencia del mismo. Chew y McCleary (1999) reportan diferencias entre los homicidios de adultos y de niños describiéndose factores de riesgo con el objeto de crear modelos de prevención de abuso infantil y del homicidio de niños. Los resultados del estudio de cerca de 1500 homicidios de niños son los siguientes: En la revisión de 30, 929 homicidios en California ocurridos entre 1981 y 1990, los autores se centraron en el 5% de las víctimas quienes eran más jóvenes de 15 años. Sus hallazgos develan la necesidad de establecer acercamientos específicos a la edad para prevenir el homicidio de niños. De acuerdo con el estudio, los homicidios de niños muestran dos picos en cuanto a la estadística, el primero entre niños recién nacidos y los de 4 años. El segundo entre las edades de 10 y 14 años. El 60% de 1, 498 casos de homicidio infantil la víctima era un niño menor de 4 años. Alrededor del 27% eran niños entre 10 y 14 años. Menos del 15% eran niños de escuela primaria entre 5 y 9 años. Se citan algunos datos de relevancia para la siguiente investigación : Los asesinatos donde la víctima es un adulto, ocurren con mayor frecuencia en un lugar público en las noches de los viernes o sábado alrededor de a 1:00 a.m. (relacionada esta hora con el cierre de los bares). Las víctimas son típicamente hombres entre 20 y 29 años y más del 60% son asesinados con armas de fuego. (Chew y McCleary, 1999). En contraste, los niños de ambos sexos son asesinados en su hogar, a la mitad de la semana por un padre o algún cuidador. El arma de elección, de forma abrumadora son las manos. El homicidio en Estados Unidos constituye la segunda causa de muerte - después de los accidentes automovilísticos - de niños según el Departamento de Servicios de Salud de California. Se comenta que a partir de 1960 se ha incrementado el homicidio en niños siendo éste un problema serio de salud pública. Casi la totalidad de los padres que comenten homicidio se encuentra bajo mucho estrés. En más de la mitad de los homicidios, el evento precipitante era el síndrome del abuso infantil y el “sacudimiento” del bebé. Existe un número significativo de “homicidios altruistas”. Entre el 15% y el 30% de homicidios de niños debajo de los diez años se relacionan con suicidios de adultos. “Los padres deciden cometer suicidio, pero no pueden dejar a sus hijos desprotegidos. Algunas veces el suicidio- homicidio se relaciona con una disputa en cuanto a la custodia de los hijos (Chew y McCleary, 1999). Los niños (víctimas) se encuentran todo el tiempo en la casa, solos con un adulto y ellos físicamente débiles (los autores no aclaran si estos adultos son los padres). Se comenta que el estudio no contienen datos socioeconómicos. Los autores sugieren que los padres o cuidadores de estas víctimas no cuentan con acceso a la educación ni con fuentes de soporte financiero, lo cual les demanda que constantemente se hallen cuidando niños. Por la edad de 14 años, el patrón comienza a parecerse al de los adultos. Los estudiantes de la escuela media comienzan a frecuentar a sus hermanos mayores en pandillas; posteriormente comienzan a aparecer en escena drogas, armas, dinero, poder, “honor”. El homicidio comienza con una disputa para posteriormente dar paso al uso de armas. Los autores del estudio comentan que para la prevención del homicidio infantil el acercamiento necesariamente es diferente, este no debe ser igual al de los homicidios de adultos. El control estricto de las armas, por ejemplo tiene un efecto en los tipos de homicidios adolescentes y adultos. Pero esto no salva a los bebés. Los niños no mueren por el efecto de las armas de fuego, ellos mueren en las manos de sus padres. (Chew y McCleary, 1999). El homicidio de niños es la punta del “iceberg“ en cuanto al abuso infantil. De lo anterior, puede observarse que los datos expuestos son útiles en función de ubicar qué parte de la población infantil se encuentra mayormente en riesgo de ser víctimas de homicidio. El primer grupo lo constituyen los niños recién nacidos hasta los 4 y el segundo entre los 10 y 14 años, sin embargo, quizá lo más relevante sea el dato correspondiente a que 30 de 929 homicidios cometidos en el estado de California, el 5% refiere a homicidios cuyas víctimas fluctúan entre los 0 y los 15 años de edad, lo cual indica que si bien en términos estadísticos el porcentaje no es muy alto en comparación con los homicidios de adultos, señala que la población afectada por este fenómeno es constituida por un número considerable de sujetos. Cabe mencionar que estas cifras permiten realizar una inferencia del fenómeno en México a falta de datos relativos en nuestro país, sin embargo cabe también comentar que la delimitación de estas cifras constituye una tarea planteada en los objetivos específicos en la presente investigación. Por otro lado, son importantes los datos relativos a las diferencias entre homicidios de adultos y niños lo cual se incluye también en el estudio que se planea realizar. Los datos presentados no se derivan de una perspectiva de victimización, sin embargo pueden apoyar la delimitación precisa de los objetivos de esta investigación. Otro apoyo para este estudio lo conforman los datos derivados de los precipitantes del homicidio en niños siendo el abuso infantil el principal de éstos, además de que este tipo de homicidios son relacionados directamente con el entorno intrafamiliar. No hay datos relativos al posible abuso padecido en la persona del homicida, sin embargo al señalarse la existencia de abuso cometido hacia las víctimas, abre la posibilidad de investigar en el sentido planteado en la presente investigación. 1.2 Estadísticas en México y otros países. Se debe señalar que en nuestro país existe una marcada carencia de estudios en cuanto al tema de investigación, lo cual dificulta la realización de la misma, sin embargo hay algunos datos que son útiles en cuanto a la delimitación del fenómeno. 1.2.1 Datos generales sobre el homicidio de niños. Es importante señalar que más de la tercera parte de los homicidios que ocurren en los menores de un año, sucede antes de transcurridos los 30 días del nacimiento y ocupa el tercer sitio como causa de muerte por lesiones accidentales e intencionales en este grupo específico (Hijar, Tapia y Rascón, 1994). En cuanto a la distribución de las principales causas de homicidio de acuerdo al sexo destaca la violación para el sexo femenino y el uso de arma de fuego e instrumentos punzocortantes para el masculino. Es importante señalar que las muertes registradas como debidas a maltrato presentaron el mismo patrón para ambos sexos. En este mismo estudio se afirma que los resultados con respecto a los menores de 1 año concuerdan con los estudios similares realizados en otros países. Se menciona también que en otros estudios se comprueba que en el 14 y 35% de las muertes por homicidio hubo maltrato infantil o abuso sexual previos a la muerte en donde los niños menores de un año corren el mayor riesgo. En el estudio de Azaola (1996) se menciona que de acuerdo con una investigación efectuada en 1975, en el grupo de población de 1 a 4 años se encontró que la tasa de mortalidad era de 42.9 por 10, 000 habitantes, siendo las principales causas las enfermedades parasitarias y respiratorias y, en tercer lugar, los accidentes y muertes violentas. Sobre la mortalidad infantil, en 1982- 83 se observaron tasas de mortalidad por causas accidentales y violentas entre menores del año cercanas a 9 defunciones por mil nacidos vivos, lo que hacía pensar que a mediados de los ochenta ocuparían un quinto o sexto lugar entre las causas de muerte infantil. Para 1991, el rubro de accidentes, envenenamientos y violencias ha pasado a ocupar el primer lugar entre las causas de defunción de los menores en edad escolar (1 a 14 años), al igual que ocurre para la población en edad productiva de 15 a 64 años de edad. En este mismo trabajo se reporta que los mismos autores que han dado los anteriores datos (Hernández Bringas y Jiménez Ornelas, 1991 citado en Azaola. 1996), hicieron también notar que es particularmente importante la mortalidad por violencia y accidentes entre las niñas ya que, a mediados de los ochenta, el 5% de las muertes violentas femeninas se daban entre menores de 5 años, porcentaje que resulta el más elevado entre todos los grupos de edad de la población femenina que murieron por causas violentas. Las tasas de mortalidad por violencia entre niñas son también de las más altas, sólo superadas por las correspondientes a mujeres de 80 años en adelante. Esta situación difiere sustancialmente del patrón masculino, en el que la mayor importancia de la mortalidad por violencia se registra entre los 15 y los 30 años de edad. 1.2.2 Datos estadísticos relativos a las víctimas, a los agresores y al homicidio de adultos en general. En cuanto a las estadísticas reportadas por la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (sobre victimización de y por adultos principalmente), se menciona que en el año 2001 (tomando en cuenta el período que va de enero al 1º de agosto) en cuanto al homicidio doloso existe un promedio diario de 2.8 con una variación de porcentaje en relación al año anterior de 12.74. La presentación de estas estadísticas no son de gran utilidad, ya que la categoría que manejan es muy amplia e indeterminada sobre todo en relación a las víctimas de este tipo de delito. En números absolutos, la cantidad de homicidios que a nivel nacional se cometen en México y en Estados Unidos es muy similar (cerca de 23, 000), sólo que , atendiendo a las diferencias de población la proporción es del doble de muertes por número de habitantes en nuestro país. “En México, hasta donde nos fue posible averiguar, se carece de datos que permitan delinear el perfil que el homicidio tiene a nivel nacional (...) Solo para el Distrito Federal, encontramos que, entre la población de sentenciados por homicidio, el 8% de los hombres y el 76% de las mujeres dieron muerte a un familiar” (Azaola, 1996, p.29). Lozano, Hijar y Torres (1997) al analizar la tendencia de mortalidad por homicidio en los hombres de 1981 a 1994 se observa que a nivel nacional existe cierta estabilidad. En los menores de 15 años ascendente a nivel nacional, aunque resulta mucho más importante el ascenso de los homicidios en los menores de 5 años. Cabe mencionar que los hombres menores de 15 años concentran 4% de los homicidios a nivel nacional. Las muertes por homicidio en los hombres de 15 a 59 años representan 89% y en los adultos mayores 7%. Las entidades que nos siguen en patrón descendente en este grupo de edad son el Estado de México, Sonora y el Distrito Federal. A diferencia de lo que sucede en los hombres, la tendencia de mortalidad por homicidio en mujeres es ligeramente ascendente en el período de1981 a 1994, presentando su máximo punto de ascenso en 1990, posteriormente muestra un ligero decremento hasta 1994 (15%). Las niñas menores de 5 años muestran un incremento en la tasa de mortalidad por homicidio a nivel nacional. A partir de este grupo de edad hasta los 30 años, la tendencia muestra un ligero incremento, para posteriormente permanecer estable en todos los grupos de edad. Conway (1995) comenta que el homicidio de niños es muchas veces el resultado del abuso infantil. Investigadores de la Universidad John Hopkins (1995) reportaron que el homicidio es la principal causa de muerte por delitos sobre los niños menores de 1 año de edad en Estados Unidos, 1 de 3 de estosniños muere por abuso infantil, otros por golpes. Algunos más por sofocación, estrangulamiento, ahogamiento deliberado, apuñalamiento y por uso de armas de fuego. Otra categoría muere por “abandono negligente” definido como la negligencia deliberada con intento de daño u homicidio. El homicidio de niños ha sido relativamente raro en Canadá teniendo un lugar definido en la década de los 60’s. En 1966 hubo 48 asesinatos de niños abajo de los 14 años, y 13 asesinatos de adolescentes con edades de 15 a 19. En 1986 los datos fueron de 58 y 35 respectivamente. El homicidio de bebés de aproximadamente 4 años se ha mantenido estático – 34 en 1966 y 32 en 1986- pero se recalca que con rapidez declinó en la población total de infantes entre 1966 y 1986. El homicidio de un recién nacido lo llevan a cabo típicamente los padres y con mayor frecuencia la madre. Un estudio psiquiátrico (Stroud y Pritchard, 2001) reporta que estas madres usualmente son jóvenes, solteras e inmaduras. Todavía sin tener clínicamente perturbaciones mentales, tienden a ser pasivas y estos actos claramente son actos de desesperación de parte de una joven y asustada madre. Algunas estadísticas de Canadá (1995) sobre homicidios muestran que no hay ascenso marcado en cuanto a homicidio doméstico, sin embargo es importante mencionar que el 11% de los casos fueron cometidos por el padre, 9% por la madre de los niños víctimas de homicidio. En el año de 1986, 55 de 191 casos de homicidio doméstico fueron casos de niños asesinados por sus padres. Los padres que asesinan a sus hijos tienden a ser jóvenes. La mitad de las madres que matan a sus hijos tienen menos de 25 años de edad, y una de cada 5 son madres adolescentes. Similarmente, la mitad de los padres que matan a sus hijos tienen menos de 30 años de edad. Claramente para las víctimas de homicidio infantil cometido en el entorno doméstico, la familia nunca constituyó un lugar de alegría, seguridad y felicidad; estas muertes son el resultado de un sistemático abuso y negligencia y los meses, semanas y días que precedieron la muerte son demasiado devastadores. En “El corresponsal de Medio Oriente y Africa” se presenta un reporte titulado “La muerte violenta se ensaña con los adolescentes sudafricanos” (2001), en donde según un estudio realizado durante el 2000 y 1999 el 41% de los niños menores de 19 años fallecidos en la Ciudad del Cabo fueron víctimas de asesinatos. El único país con una proporción de homicidio más alta que Sudáfrica es Colombia, pero ningún país es más violento hacia sus niños. Marais (citado en “El corresponsal..., 2001) explica que en 1995 las principales causas de muerte en bebés de 0 a 4 años fueron lesiones, sumadas a bajos pesos de nacimiento y problemas perinatales. Un niño de 5 a 14 años tiene más probabilidades de ser muerto por un tiro, de una puñalada o por lesiones provocadas por peleas. De todos los niños que murieron en Ciudad del Cabo durante 1999/2000, el porcentaje de muerte por violencia era más alto entre aquellos de entre 15 y 19 años, con el 66.3% de asesinatos, el 24.4% por accidentes y el 2,2% por suicidio. El 42% de los niños que mueren en Ciudad del Cabo fallece por accidentes, principalmente de tránsito, pero también ahogo, quemaduras y otras situaciones. Se debe señalar que los datos presentados hasta ahora muestran inconsistencias en cuanto a la descripción del fenómeno, lo que se observa al no referirse una cantidad considerable de variables relacionadas así como los períodos estudiados pueden considerarse no amplios. Es importante señalar que existe correspondencia en cuanto al reporte de que los niños y niñas menores de 1 año conforman la población más vulnerable, ya que con base en esto puede afirmarse que el problema de homicidio de niñas y niños se deriva básicamente del problema de la violencia familiar. 1.3 Variables relacionadas. Es conveniente revisar las variables que han sido investigadas en relación al problema central de este estudio debido a la carencia importante de investigaciones directas sobre el mismo, ya que permitirá la conceptualización adecuada del fenómeno así como la especificación del trabajo en México a partir de la comparación de hallazgos y análisis de datos relevantes en otros países. 1.3.1 Características y sexo de las víctimas y los agresores, relación entre la víctima y el agresor y algunos datos generales sobre el homicidio en adultos. Ahora se mostrarán algunos datos estadísticos importantes, los cuales fueron extraídos de U.S. Department of Justice, Bureau of Justice Stadistics, FBI, Supplementary Homicide Reports publicada en enero del 2001: En la categoría de “Infanticidio por edad de la víctima”, se tienen las siguientes frecuencias y porcentajes durante el año de 1999: EDAD NÚMERO DE CASOS PORCENTAJE Menor de 1 año 256 42.2 % 1 año 123 20.3 % 2 años 112 18.5 % 3 años 76 12.5 % 4 años 39 6.4 % Total: 607 casos En la categoría de “Homicidios de niños menores de 5 años y su relación con el ofensor”, se tienen las siguientes frecuencias y porcentajes del años de 1999. PARENTESCO NÚMERO DE CASOS PORCENTAJE Padres 343 56.6 % Otro familiar 47 7.8 % Amistad o conocido 139 22.9 % Extraño 12 2 % Desconocido 65 10.8 % Total: 607 casos. En la categoría de “Infanticidio por género de la víctima y el ofensor”, se tienen sólo las siguientes frecuencias del mismo año: GÉNERO DE LA VÍCTIMA Y EL OFENSOR NÚMERO DE CASOS Masculino y masculino 193 Femenino y masculino 85 Masculino y femenino 151 Femenino y femenino 116 En una publicación el U.S. Department of Justice. Office of Justice Programs de marzo del 2000, se reportan algunos datos importantes que concuerdan en alguna medida con los que se han venido reportando : Los hombres con mayor frecuencia son tanto víctimas como los perpetradores en el homicidio : los hombres están nueve veses más involucrados en homicidios que las mujeres y tanto los hombres como las mujeres que cometen algún homicidio lo hacen sobre una víctima del género masculino; debe puntualizarse que esto se refiere no específicamente al homicidio de niños, sino en general . En relación a la raza, los negros son seis veces más víctimas de homicidio que los blancos y 7 veces más que los blancos en cuanto a ser quien comete el homicidio. El 88% de las víctimas de homicidio de raza blanca fueron cometidos por blancos y el 94% de víctimas de raza negra ejecutadas por negros. El número de infanticidios (víctimas debajo de los 5 años) ha crecido quizá en proporción al número de niños pequeños en la población y en un alto número de casos los perpetradores son los padres. El número de homicidas arrestados ha declinado recientemente: El 69% de todos los homicidios fueron aclarados en 1988 comparado con el 79% en 1976. Los niños muy pequeños son asesinados por personas entre 20 y 30 años siendo la mayoría los mismos padres quienes dan muerte a sus hijos. El rango entre 4 y 12 años es el más frecuente en cuanto a las víctimas de homicidio infantil. Conway (1995) publicó datos relevantes en relación a las victimizaciones hechas por adultos: Durante 1994 los hombres experimentaron alrededor de 6.6 millones de victimizaciones violentas; las mujeres experimentaron 5 millones. Por cada 3 victimizaciones violentas en los hombres existen 2 en las mujeres. Las mujeres son mayormente victimizadas por personas conocidas (62% de 2,981,479 victimizaciones) mientras que los hombres generalmente son victimizados por extraños (63% de 3, 949,285 victimizaciones). En 1994 por cada 5 victimizaciones violentas hacia una mujer por un conocido íntimo, hubo 1 hacia un hombre. Estos sujetos (conocidos íntimos) cometieron 900,00 victimizaciones sobre hombres.Cuando ofensores múltiples cometen actos de violencia, ambos, hombres (79%) y mujeres (65%) victimizan a extraños y no a conocidos. Las mujeres son victimizadas mayormente en el hogar; los hombres son victimizados en lugares públicos. Durante 1994 en Estados Unidos los residentes a partir de los 12 años experimentaron 11.6 millones de victimizaciones violentas (asesinatos, violaciones, asaltos sexuales, robos, asaltos agravados, lesiones, etc. reportado en Criminal Victimization 1994 –NCJ-158022, abrill 1996). Los hombres experimentaron mayormente estos eventos que las mujeres : 6.6 millones contra 5 millones. Gente extraña a las víctimas cometió actos de violencia mayormente sobre hombres (3.9 millones), gente conocida de la víctima cometió más actos de violencia sobre las mujeres (3 millones). En la publicación “Criminal offenders statistics” del U.S. Departement of Justice, Bureau of Justice Statistics de agosto del 2001 se refiere lo siguiente: Los ofensores que han victimizado a niños generalmente son 5 años mayores que los ofensores violentos que han cometido crímenes sobre adultos. Cerca del 25% de los victimizadores de niños tienen 40 años o más, mientras que alrededor del 10% de los reclusos por agredir a adultos cae en este rango de edad. En “Spanish-Language report 5” (1999) titulado “Factores de riesgo para infantes víctimas de homicidios” se reporta que de acuerdo a un análisis de certificados de nacimiento y certificados de defunción, hecho por investigadoes del Instituto Nacional de Salud del Niño y Desarrollo Humano, existen ciertos factores de riesgo que parecen aumentar la probabilidad de que el infante sea una víctima de homicidio durante su primer año de vida. Overpeck (1999) explica que el factor de riesgo más grande es tener hijos antes de los 17 años de edad. Añade que el segundo o los siguientes hijos nacidos de madres menores de 19 años de edad enfrentan el riesgo de ser asesinados 10 veces más que los hijos nacidos de madres más adultas. En esta investigación se señala que otros estudios sobre abusos no fatales de niños sugieren que los programas en donde las visitas regulares a la casa por parte de enfermeras visitantes a madres adolescentes embarazadas podrían reducir los índices de homicidios infantiles. Se añade que las enfermeras visitantes pueden ayudar a estas jóvenes a desarrollar sus opciones de vida como terminar la escuela, autocuidarse y cuidar a sus bebés. Es importante señalar que las muestras estudiadas referidas en estos reportes son relativamente pequeñas, así como las variables investigadas dan una descripción limitada del fenómeno; sin embargo, para los intereses de la presente investigación conviene resaltar lo relativo a la frecuencia mucho mayor que reportan los hombres como responsables de la comisión de actos violentos así como el involucramiento en estas situaciones desde el lugar de víctimas en comparación con las mujeres, ya que como se ha mencionado la construcción de la masculinidad con base en el fenómeno de la violencia es uno de los ejes de trabajo que orienta al estudio. Por otra parte, vuelven a aparecer indicadores que relacionan al homicidio de niñas y niños con el ejercicio de violencia intrafamiliar. CAPÍTULO 2 CONSTRUCCIÓN DE LA MASCULINIDAD 2.1 La perspectiva de género y los estudios sobre masculinidad. 2.1.1 El concepto de género. Desde el año de 1960, dentro del área de las ciencias sociales y las humanidades, comenzó a realizarse una distinción importante en relación a la concepción del sexo, en donde éste constituía sólo la dimensión biológica que diferenciaba a hombres y mujeres. También por esa época, surgió el concepto de género, el cual es definido como: “...resultó necesario recurrir al término género, para designar todo aquello que es construido por las sociedades en sus culturas para establecer las relaciones entre hombres y mujeres” (Cazés, 2000, p. 20). cuando surge este concepto, es entendido y casi equiparado al feminismo, es decir, el género sólo era recibido bajo las condiciones y situaciones de la mujer, la cual comenzaba a demandar igualdad en todos los ámbitos dentro del sistema de relaciones con los hombres. Al parecer, la dificultad que presentó este concepto en cuanto a ser aceptado en un principio y hasta la fecha, se deriva de la desestabilización de las formas utilizadas habitualmente para ejercer el poder desde el lado masculino, así como la promesa que engendra en tanto constituye un medio para transformar al mundo. La perspectiva de género es una práctica esencialmente subversiva que devela los mecanismos que producen y reproducen las diferencias entre hombres y mujeres, así como las formas que utilizan los primeros en función de dominar y desubjetivizar a éstas. “La teoría de género (...) abarca los planteamientos teóricos, metodológicos, filosóficos, éticos y políticos necesarios para comprender el complejo de relaciones de poder que determinan la desigualdad entre hombres y mujeres” (Cazés, 2000, p. 21). Cabe señalar que la perspectiva de género (como cualquier ciencia e/o ideología), sería estéril si no retoma aspectos multidisciplinarios que apoyan el trabajo de develamiento de la estructura de esta desigualdad. La perspectiva de género tiene varias funciones específicas en cuanto a que constituye una herramienta útil para comprender el mundo, sin embargo existe una de estas funciones que quizá sea la más difícil de poner en práctica; nos referimos a la posibilidad de transformar la realidad tal cual se nos presenta desde lo social, ya que la dominación masculina que ha existido desde siempre nunca tendrá la intención (por lo menos hasta la fecha) de repartir el poder. Este poder, a juicio del sujeto- masculino, no tiene cabida dentro de la perspectiva femenina y es en la realidad cotidiana, en los hechos que suceden a diario, en donde contemplamos la no- movilidad de la dinámica entre hombres y mujeres en cuanto a la posesión y ejercicio del poder. Cierto es que existen indicadores que apuntan a la posibilidad de que pensemos que las cosas comienzan a cambiar, sin embargo las mujeres en tanto entidad colectiva continúan siendo objeto de desprecio, discriminación y dominación por parte del sujeto –masculino. Dentro del sistema de relaciones humanas no habrá equidad hasta el momento en que desaparezca la dominación de los hombres hacia las mujeres. Para lograr esto es fundamental que todo campo del saber, del conocimiento y de la cultura en general integren en sus formas de trabajo e investigación a la perspectiva de género como un dispositivo análisis necesario para discriminar lo que sucede en la interacción entre hombres y mujeres. “La perspectiva de género permite enfocar, analizar y comprender las características que definen a mujeres y hombres de manera específica, así como sus semejanzas y diferencias. Desde esta perspectiva se analizan las posibilidades vitales de unas y otros, el sentido de sus vidas, sus expectativas y sus oportunidades, las complejas y diversas relaciones sociales que se dan entre ambos géneros; así como los conflictos institucionales y cotidianos que deben encarar, y las múltiples maneras en que lo hacen.” ( Cazés, 2000, p. 38- 39). De lo anterior se desprende que la perspectiva de género fundamenta en parte a la ética en función de lo que subyace siempre en todo orden de relación entre hombres y mujeres. La ética no sería válida si desconoce los efectos en cualquier sentido derivados del género. La perspectiva de género como crítica, al ser puesta en práctica debe reordenar el ámbito colectivo, siendo el aspecto de mayor importancia el encargo social que se le adjudica a esta perspectiva. Se habla aquí de lautilidad práctica y material que deben producir los estudios de género abriendo también la posibilidad de transformar los ámbitos público y privado que se entrelazan en la configuración de la subjetividad. Al hablar de género, inevitablemente se tiene que hacer referencia a la conceptualización y a las prácticas del poder ya que éste es transmitido a partir de lugares específicos que por lo regular son ocupados por hombres. “... el género es el campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder” (Lamas, 1996, p. 331). El problema del ejercicio del poder , así como de sus implicaciones sociales como la justicia, la discriminación, la desigualdad y los abusos del poder, no tiene su origen en las clases sociales ni en diversas ideologías, sino en la prevalencia del poder masculino siendo este género el que “moldea” a la sociedad. Es decir, lo que fundamenta, crea y reproduce el problema del poder se relaciona directamente con el ejercicio de la masculinidad; es desde aquí donde se produce el prototipo de la estratificación. Es conveniente señalar que la violencia se encuentra en el centro de la problemática de género en referencia a la dominación masculina hacia las mujeres, siendo necesario articular ésta dentro de la construcción tanto de la masculinidad como de la feminidad. El género y la violencia son dos categorías que se implican de principio a fin en cuanto a la conformación de la subjetividad. 2.1.2 Poder y género. El aprendizaje relativo a los roles sociales inicialmente se producen en el ámbito familiar. La familia transmite y reproduce toda una serie de valores e ideologías que muchas veces obstaculizan la adquisición de un sentido placentero en la vida de cualquier sujeto; incluso, la vida llega a transformarse o a significarse como una experiencia de permanente sufrimiento y frustración en donde la violencia ocupa el principal lugar al momento de conformar la subjetividad y la historia personal de los individuos. La violencia aparece- tanto en lo privado como en lo público- en todo momento y de múltiples formas, siendo los efectos de la misma en algunos casos devastadores. La familia es el lugar donde mayormente se reportan actos de violencia sobre los niños y las niñas, es el ámbito en donde muy difícilmente puede entrar la legalidad que regule las relaciones de todos los miembros del grupo más si se trata de niños que reciben maltrato por parte de sus propios padres. A partir de lo anterior, la protección y prevención hacia este sector encuentra múltiples obstáculos en lo cotidiano, y con mucha mayor frecuencia se reproducirán patrones de violencia que en estos momentos están siendo aprendidos, reconocidos y asumidos por los niños y las niñas y que en su momento – muy pronto- violentarán las relaciones con sus propios hijos. El ejercicio de la violencia a partir de diversas formas de expresión por parte de los hombres, ha sido ampliamente documentada en investigaciones (Cazés, 2000; García y Ramos, 1998; Hierro, 1998; Seidler, 2000). Dentro de estos trabajos, existe un concepto central y en apariencia básico en función de interpretar la construcción de la masculinidad en relación con manifestaciones de violencia, el cual se refiere al poder. En gran medida, el ejercicio del poder dentro de la dimensión de las relaciones interpersonales conlleva el uso – e incluso el abuso- de la violencia, lo cual abre la posibilidad de que el homicidio sea reconceptualizado desde esta perspectiva. “El poder por sí mismo está obligado a restringir la libertad de quienes no lo ejercen. Su esencia es la dominación. No podrían subsistir sin ella. Al desearse por sí mismo corrompe tanto a quien lo ejerce como a quien lo padece. Aquél tiene que buscar la humillación del otro, probar en él la violencia, con o sin guantes blancos, ensalzarse sobre él, utilizarlo en su provecho; el dominado debe aprender a ser servil, obsequioso y habituarse a seguir una voluntas ajena”. (Villoro, 1997, p. 83). Lo enunciado anteriormente denota una naturaleza corrupta del poder, sin embargo se debe delimitar con cuidado la estructura y la función del poder observando principalmente en qué orden y en qué tipo de fenómeno estaría involucrándose éste. No es posible hablar del poder si no se incluye la noción del valor, ya que éste moldea las relaciones sociales de tal manera que lo considera valioso, inevitablemente involucra diferencias y desigualdades que sobre todo van a configurar el orden del género: “Por tanto, la representación social del sexo es fundamentada en valores diferenciados, establecidos en términos de oposición y que conducen a producciones desiguales. Forzosamente, estas producciones son confirmadas en la práctica cotidiana, donde se articula la “realidad” de las diferencias sexuales (...)”. (Flores, 2001, p. 36). La perspectiva de género se ubica dentro de la dinámica de poder entre los sexos, y sólo a través de ella se pueden develar los aspectos que jerarquizan la realidad y la vida cotidiana: “...En este enfoque, por regla general, se consideran las relaciones de poder entre los sexos, sujetas a la noción de déficit y disminución de lo femenino frente al poder patriarcal masculino” (Flores, 2001, p. 37). Al hablar del valor, se debe tomar en cuenta la realidad del mismo, ya que al experimentar algo como valioso, no se hace referencia a una “esencia” sino a algo que es otorgado desde afuera de la subjetividad; el valor es incorporado hacia el sistema de representaciones y el código de valores (cualquier tipo de valores) lo cual pone al sujeto en un lugar donde difícilmente se cuestionará la realidad de este valor. La ideología patriarcal se instaura como “lo valioso” desde y para lo social, lo cual, entre otras cosas, determina la construcción de la masculinidad en función de que los hombres deben poseer poder así como ejercerlo, reafirmarlo y reproducirlo muchas veces a través de la violencia. Surge la necesidad de transformar urgentemente esta cuestión ya que generan una dinámica de dominación y abuso sobre toso lo que sea ajeno al sujeto masculino. “Debe hacerse notar antes de referirse al poder patriarcal que el principal obstáculo para llegar a comprenderlo es la intensidad del deseo de poseerlo. En la mayoría de la gente este deseo nace no tanto de un positivo amor por el poder, sino del temor de que sin él estarán inseguros o serán impotentes”. (Hierro, 2001, p.p. 4). Como se ha mencionado, el ejercicio del poder conlleva las más de las veces a la aparición de la violencia. Parece conveniente dar prioridad a la violencia en tanto directriz en el proceso de construcción de la masculinidad ya que ésta es una cuestión central al momento de analizar el fenómeno de la violencia por parte de los hombres hacia las niñas y los niños. Dentro de la crianza y educación de los hijos, el padre se encuentra – en algunos casos- al margen de todo este proceso apareciendo en el mismo sólo como censor, como figura que castiga o simplemente como un personaje que no aparece. La transformación de la noción de paternidad es uno de los ejes principales de trabajo en cuanto a la redefinición de la masculinidad: “Varias autoras señalan la forma en que se ha ido superando este estado de cosas cuando hombres y mujeres cuiden juntos a los infantes y a los niños, así se da la ventaja para todos: para las mujeres mayor tiempo para sí mismas, para los hombres el aprendizaje de la ternura que les fue arrebatado al imponerse un modelo rígido de género- poder. Finalmente a niños y niñas la posibilidad de abrirse al mundo con dos figuras de identificación; y para las mujeres la identificación – no sólo con una figura de madre devaluada, también con el padre” (Hierro, 2001, p. 5). Con base en lo anterior y centrándonos en el fenómeno del homicidiode niñas y niños se enuncia la siguiente hipótesis : El poder y la construcción de la masculinidad constituyen un vínculo determinante en cuanto al cometimiento del homicidio de niñas y niños por parte de los hombres. 2.1.3 Los estudios sobre masculinidad. Al tratar de conformar a la masculinidad como objeto de estudio, se debe partir de los aspectos centrales y básicos generados desde el feminismo ya que el mismo ha develado diversas estructuras y procesos sociales que constituyen dinámicas interpersonales e intergenéricas basadas en la desigualdad y en múltiples formas de violencia que apuntan a la preservación de dicha situación. Comentar algunos elementos del feminismo es necesario en tanto facilitan la comprensión de condiciones y situaciones por las cuales atraviesan los hombres contemporáneos, las cuales muchas veces pueden considerarse extremadamente patológicas. Tal es el caso de los hombres que le han quitado la vida a una niña o a un niño. Se debe partir de la idea de que la masculinidad es un aspecto que se desprende de una estructura general y amplia; el orden social y los procesos que suceden dentro del mismo van a configurar la representación de las masculinidades así como la práctica de las mismas. Primeramente, la noción de individualidad juega un papel muy importante al momento de concebirse la masculinidad ya que existe la creencia de que el comportamiento (en este caso de un hombre) depende totalmente del tipo de persona que se es; por otra parte también debe considerarse que la masculinidad es conocida por oposición en relación a la feminidad. Al tratar de definirse a la masculinidad, Connell (2003) comenta que de manera general se ha partido del ámbito cultural, sin embargo existen cuatro dimensiones de definición que conceptualmente nos ayudan a ordenar el fenómeno, aunque por otra parte se presentan en la realidad concreta de forma combinada. En las definiciones esencialistas se escoge una característica que define la esencia de lo masculino la cual define totalmente la forma de ser de los hombres. Quizá el mejor ejemplo de este esencialismo es representado por Freud en función de que equiparó a la masculinidad con la actividad y a la feminidad con la pasividad. Aunque obviamente cada autor que refiere esencias como aspectos definitorios de la masculinidad argumenta y trata de explicar su propia postura, queda muy claro que la elección de la o las características que apuntan a la esencia son extremadamente arbitrarias, lo cual indica que no existe una esencia de la masculinidad sino varias rompiéndose totalmente la idea misma de esencia. Por otra parte existen las definiciones que parten de la ciencia social positivista las cuales se centran en la búsqueda de hechos: la masculinidad es lo que los hombres son en realidad. Sus argumentos sobre todo se basan en la diferenciación estadística entre grupos de hombres y mujeres, lo cual garantiza la validez de sus descripciones. Se puede apuntar que una descripción no es una explicación, además de quedar completamente veladas las estructuras que determinan los fenómenos estudiados, en este caso la pregunta del ¿por qué un hombre es como en realidad se muestra? queda sin responder ya que la epistemología positivista y los métodos estadísticos no corresponden al planteamiento de este tipo de problemáticas. Las definiciones normativas se basan en el deber ser; es decir en lo que los hombres deben ser en función de la existencia y operatividad de las normas sociales. Estas definiciones ofrecen a los hombres diversas formas de aproximación a dichas normas, lo cual produce varias dificultades ya que existen “estilos” particulares de adaptarse a los lineamientos establecidos siendo discutible la existencia de una o unas normas a las cuales en la realidad nadie se adapta. Justamente se cuestiona la función normativa de los lineamientos. Finalmente, existen definiciones que apuntan a la cuestión de la masculinidad como una construcción social; de hecho se parte de la idea de que no existe una masculinidad sino varias, en tanto las prácticas que definen este aspecto de género van configurándose desde un punto de vista relacional, dependiendo tanto del sujeto como del entorno que funciona como contenedor de dichas prácticas (Gilmore, 1994; Kaufman, 1999; Gutmann, 2000; Connell, 2003; Corsi, 2003). Los estudios a los que nos referiremos en la presente investigación pertenecen a este tipo de perspectiva, ya que permiten la flexibilización conceptual que corresponde totalmente con la relatividad presente en la realidad social. 2.2 Violencia social y masculinidad. La masculinidad se construye de manera cotidiana y paulatinamente se va significando y resignificando de forma constante en función de las relaciones que se establecen con uno mismo, con los otros y con la sociedad en general; es decir, lo masculino pertenece al orden de lo social y no al de la naturaleza o al de la biología. Para Gilmore (1994) la masculinidad es “...la forma aceptada de ser un varón adulto en una sociedad concreta , es decir, aquello que se refiere a por qué la gente de muchísimos lugares considera el estado de “hombre de verdad” o de “auténtico hombre” como incierto y precario, como un premio que se ha de ganar o conquistar con esfuerzo, y de por qué tantas sociedades elaboran una elusiva imagen exclusivista de la masculinidad mediante aprobaciones culturales, ritos o pruebas de aptitudes y resistencia.”. Al hablar de masculinidad, algunos autores han realizado descripciones cuya intención es categorizar esta misma condición desde varias dimensiones. Branon y David (citado en Bonino, 1999) proponen la existencia de cuatro imperativos que definen la masculinidad: 1. No tener nada de mujer. Ser varón supone no tener ninguna de las características que la cultura atribuye a las mujeres ( ser para otros, pasividad, vulnerabilidad, emocionalidad, dulzura, etc.) Desde la lógica del todo /nada masculina, lo deseado/ temido que aquí se juega es lo opuesto macho/ maricón, con su derivado hetero/ homosexual. 2. Ser importante. Ser varón se sostiene en el poder y la potencia y se mide por el éxito, la superioridad ante las demás personas, la competitividad, el status, la capacidad de ser proveedor, la propiedad de la razón y la admiración que se logra de los demás. Desde la lógica todo/ nada masculina, se juega aquí en lo deseado/ temido la posición potente / impotente, exitoso/ fracasado, dominante/ dominado o admirado/ despreciado. 3. Ser un hombre duro. La masculinidad se sostiene aquí en la capacidad de sentirse calmado e impasible, ser confiado, resistente y autosuficiente ocultando sus emociones y estando dispuesto a soportar a otros. Fuerte/ débil o duro/ blando son los opuestos deseados (temidos desde la lógica todo/ nada). 4. Mandar a todos al “demonio”. La hombría depende aquí de la agresividad y la audacia y se expresa a través de la fuerza, el coraje, el enfrentar riesgos, la habilidad para protegerse, el hacer lo que le venga en gana y el utilizar la violencia como modo de resolver conflictos. Los pares deseado/ temido son aquí valiente/ cobarde y fuerte, agresivo/ débil. Por otra parte, a partir de la experiencia de temor a lo considerado de “mujeres “ o lo “femenino”, se puede rastrear una docena de mitos y creencias descritas por Corsi (1995) que sustentan la socialización de la masculinidad: 1. La masculinidad es la forma más valorada de la identidad genérica. 2. El poder, la dominación, la competencia y el control con esenciales como prueba de masculinidad. 3. La vulnerabilidad, los sentimientos y las emociones en el hombre son signos de feminidad y deben ser evitados. 4. El autocontrol y el control sobre los otros y sobre su entorno son esenciales para que el hombre se
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