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Antecedentes-de-victimizacion-y-construccion-de-la-masculinidad-en-el-homicida-de-ninasos

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
DOCTORADO EN PSICOLOGÍA 
 
 
 
 
 
“ANTECEDENTES DE VICTIMIZACIÓN Y CONSTRUCCIÓN DE LA 
MASCULINIDAD EN EL HOMICIDA DE NIÑAS/OS” 
 
 
 
 
 
MTRO. GEORGEL MOCTEZUMA ARAOZ 
 
 
DIRECTORA: DRA. SOFÍA RIVERA ARAGÓN 
COMITÉ: DRA. PATRICIA ANDRADE PALOS 
 DRA. LUCIANA ESTHER RAMOS LIRA 
 DRA. MARTHA PATRICIA ROMERO MENDOZA 
 DRA. MARÍA EMILY REIKO ITO SUGIYAMA 
 DRA. MARÍA ELENA TERESA MEDINA-MORA ICAZA 
 DRA. MARTA TORRES FALCÓN 
 
 
 
MÉXICO D.F. 2006 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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ÍNDICE 
 
 
 
 Páginas 
 
Resumen 1 
Abstract 2 
Introducción 3 
Marco teórico 15 
Capítulo 1 
Datos estadísticos e investigaciones sobre 
el homicidio de niñas/os 15 
1.1 Datos y descripciones generales sobre el 
homicidio de niñas/os 15 
1.1.1 Panorama general 15 
1.2 Estadísticas en México y otros países 18 
1.2.1 Datos generales sobre el homicidio de niños 19 
1.2.2 Datos estadísticos relativos a las víctimas, 
 a los agresores y al homicidio de adultos en general 20 
1.3 Variables relacionadas 24 
1.3.1 Características y sexo de las víctimas y los 
agresores, relación entre la víctima y el agresor y 
algunos datos generales sobre el homicidio de adultos 24 
Capítulo 2 
Construcción de la masculinidad 29 
2.1 La perspectiva de género y los estudios 
sobre masculinidad 29 
2.1.1 El concepto de género 29 
2.1.2 Poder y género 32 
2.1.3 Los estudios sobre masculinidad 35 
2.2 Violencia social y masculinidad 37 
 
Capítulo 3 
Victimización, violencia y masculinidad 46 
3.1 Procesos de socialización de la masculinidad y el 
papel del maltrato y la violencia durante la infancia 46 
3.2 Victimización infantil y su impacto en la 
construcción del “sujeto masculino” y en el 
ejercicio de la masculinidad 49 
3.3 Ejercicio de la paternidad y violencia 55 
Capítulo 4 
Método 59 
Preguntas de investigación 59 
Objetivos generales 60 
Consideraciones éticas y aspectos relacionados 
con la subjetividad del investigador 61 
Primera fase 
“Obtención de información con informantes clave” 66 
Objetivo específico 66 
Técnicas de recolección de información 66 
Instrumentos 66 
Procedimiento (entrevista individual) 66 
Participante 67 
Procedimiento (grupos focales) 67 
Participantes 68 
Segunda fase 
“Caracterización criminológica y sociodemográfica 
del homicida de niñas/os” 68 
Objetivo específico 68 
Instrumento 69 
Descripción de los participantes 69 
Procedimiento 70 
Tercera fase 
“Entrevistas a profundidad con homicidas de niñas/os” 70 
Objetivo específico 70 
Instrumento 71 
Procedimiento 71 
Descripción de los participantes 71 
Capítulo 5 
Resultados 73 
5.1 Resultados de la primera fase 73 
Entrevista a un psicólogo. Descripción 74 
Comentario crítico 75 
Resultados de los grupos focales. Participantes 77 
Instrumento 77 
Procedimiento 78 
Resultados 79 
Discusión 84 
5.2 Resultados de la segunda fase 89 
Participantes 89 
Instrumento 89 
Procedimiento 90 
Resultados 90 
Discusión 99 
5.3 Resultados de la tercera fase 103 
Introducción a los análisis categoriales de las entrevistas 
realizadas a homicidas de niñas/os en el Reclusorio 
Preventivo Varonil Sur 103 
5.3.1 Descripción de las tres entrevistas 
realizadas a “Arturo” 104 
Comentario crítico a las entrevistas realizadas a “Arturo” 106 
Análisis categorial de tres entrevistas realizadas a “Arturo” 108 
5.3.2 Descripción de las cuatro entrevistas 
realizadas a “Benjamín” 117 
Comentario crítico a las entrevistas realizadas a “Benjamín” 118 
Análisis categorial de cuatro entrevistas realizadas a “Benjamín” 119 
5.3.3 Descripción de tres entrevistas realizadas a “Juan” 128 
Comentario crítico a las entrevistas realizadas a “Juan” 129 
Análisis categorial de tres entrevistas realizadas a “Juan” 129 
5.3.4 Descripción de tres entrevistas realizadas a “José Luis” 139 
Comentario crítico a las entrevistas realizadas a “José Luis” 140 
Análisis categorial de tres entrevistas realizadas a “José Luis” 140 
5.3.5 Descripción general de los homicidas de niñas/os 
a partir de las entrevistas realizadas en una Institución 
carcelaria 149 
Interpretación general 158 
Conclusiones 171 
Consideraciones finales 179 
Bibliografía 181 
Anexos 187 
A Guía temática (entrevista individual) 188 
B Guía temática (grupos focales) 188 
C Referencias del cuestionario de características 
criminológicas y sociodemográficas 190 
D Guía de entrevista semiestructurada a profundidad 192 
E Resúmenes de entrevistas a profundidad (4 participantes) 199 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
RESUMEN 
 
 Se realizó el estudio cuyos objetivos corresponden a la delimitación y 
análisis de los significados de los antecedentes de victimización que 
padecieron los homicidas de niñas/os durante la infancia, vinculándolos con la 
construcción de la masculinidad. La investigación se dividió en tres fases en las 
cuales se utilizaron las técnicas de grupos focales y de entrevista 
semiestructurada a profundidad, así como la aplicación de un cuestionario 
cuyos propósitos apuntaron a la obtención de información relevante sobre los 
homicidas de niñas/os a partir de la interacción (diálogo) directa de los 
informantes clave con los mismos, se caracterizó a los sujetos en relación a los 
ámbitos criminológico y sociodemográfico y se obtuvo información personal 
directamente de los homicidas de niñas/os. Los resultados de dichos análisis 
apuntan a la identificación de algunas categorías relevantes en función de 
tratar de explicar algunos aspectos relacionados con los ámbitos psicológico, 
social y de género vinculados a la comisión del delito por parte de dichas 
personas. Los ejes de análisis que se describen se relacionan con diversos 
procesos de victimización (directa, indirecta, por violencia física, sexual, 
negligencia) durante la infancia de los participantes, procesos de socialización 
violentos (violencia estructural), construcción de la masculinidad, 
establecimiento de la dinámica familiar, representación y ejercicio de la 
paternidad, acto homicida en contra de un/a niño/a y significación de la 
reclusión. Se considera que lo anterior es útil en tanto abre varias perspectivas 
de investigación a partir de losescasos estudios que hay al respecto; por otra 
parte, se aporta una descripción y análisis de los sujetos homicidas de niños 
desde su aspecto subjetivo existiendo la posibilidad de que futuras 
investigaciones incluyan los indicadores y datos expuestos en el presente 
trabajo. 
 
 
Palabras clave: Victimización, masculinidad, homicidio, maltrato infantil, 
género.
ABSTRACT 
 
 
The objectives of this study correspond to the delimitation and analysis of 
the meanings of the antecedents of victimization that homicides of children 
underwent during their own childhood, these experiences are connected to the 
construction of masculinity. The investigation is divided intro three phases in 
which tecniques of focal groups and semistructured interviews in depth were 
used, also a questionare was applied which purposes led to important 
information about the homicides of children, that was obtained through direct 
interaction (dialogue) between the key informers and the homicides. The 
subjects were characterized in relation to the criminological, social and 
demographic spheres. Personal information was directly obtained from the 
homicides of children. The results of the analysis led to identify some important 
categories that are useful to explain some aspects related with the 
psychological, social and gender fields which are involved in the crimes. The 
described axes of analysis are related to different processes of victimization 
(direct, indirect, physical or sexual violence, negligence) that took part during 
the subjects’s childhood, violent social processes (structural violence), 
construction of masculinity, family dynamics, representation and realization of 
paternity, homicidal act against a boy or a girl, and meaning of reclusion. The 
investigation is useful because it opens several perspectives for research, 
taking into account that there are scarce studies in this matter; on the other 
hand, it includes a description and analysis of the subjects, the children 
murderers, from a subjective side, this fact makes possible that future 
investigations include indicators and data which are displayed in the research. 
 
 
 
Key words: Victimization, masculinity, homicide, abuse of children, gender. 
 
 
INTRODUCCIÓN 
 
 
La presente investigación constituye un esfuerzo por sistematizar la 
información y delimitar, teóricamente, el fenómeno del homicidio de niñas y 
niños cometido por hombres adultos en nuestro país. Dicho fenómeno ha ido 
incrementándose en los últimos años, siendo en la actualidad un problema 
grave tanto de seguridad como de salud pública (Hijar citado por Salas, 2000); 
es por esta razón que surge la necesidad de llevar a cabo investigaciones 
sobre este tipo de conductas, ya que en México el trabajo realizado acerca de 
dicho tema es muy escaso. 
 
La falta de investigaciones previas sobre el aspecto específico de la 
conducta de homicidio, en sí, conforma un reto para el presente trabajo, sin 
embargo, a partir de los estudios existentes y de estudios relacionados con el 
problema, así como en contribuciones teóricas producidas desde varias 
disciplinas, se definieron categorías de análisis y se obtuvieron hallazgos 
empíricos que permitan conceptualizar y ordenar el fenómeno de manera 
consistente. 
 
Al ser elaborado el objeto de investigación se presentan diversos 
obstáculos e imprecisiones con base en estudios anteriores que 
necesariamente deben tomarse en cuenta, ya que la solución de los problemas 
de la investigación planteados se ve afectada directamente por estos aspectos. 
En cuanto a la teoría existente, ésta es referida a cuestiones derivadas o 
relacionadas con el homicidio de niñas y niños, lo cual obliga el uso de 
inferencias y articulaciones conceptuales que tienen que ser propuestas con 
precaución, ya que de lo contrario pueden falsear o no sustentar los hallazgos 
empíricos. Por otra parte, al hablarse por ejemplo del maltrato infantil , las 
definiciones que se utilizan combinan diversos tipos de maltrato, siendo 
necesaria la construcción de las mismas en correspondencia a los intereses 
concretos de la investigación. 
 
Generalmente, las muestras estudiadas no son representativas en 
términos estadísticos además de que la población del sexo masculino ha sido 
muy poco investigada. Por otra parte, muchas veces no se plantea la 
diferenciación del sexo de las víctimas siendo difícil establecer parámetros que 
definan a las poblaciones vulnerables. 
 
En cuanto a los instrumentos de medición, éstos prácticamente son poco 
adecuados para la realización de la presente investigación, lo cual apoya la 
propuesta referente a la utilización del paradigma cualitativo de investigación, 
ya que esto abre la posibilidad de definir indicadores adecuados y consistentes 
a la producción posterior de estos instrumentos. 
 
Todo lo anterior constituye sólo algunos obstáculos en cuanto al 
abordaje del tema de estudio, sin embargo el planteamiento del mismo 
contempla diversas formas de resolver dichos obstáculos en función de trabajar 
adecuadamente los problemas de investigación propuestos. Es importante 
señalar que después de explicar las características de los sujetos y la forma en 
que éstos significan experiencias que se consideran relevantes, es posible 
derivar estudios sobre prevención, evaluación y/o diagnóstico 
 
Durante la presente investigación se mantuvo la intención de definir, 
ordenar y conceptualizar los hallazgos que se produzcan desde el trabajo 
empírico; este orden debe ser fundamentado desde la teoría en función de 
otorgar validez, coherencia y consistencia a dichos hallazgos además de que el 
marco conceptual permitió redefinir algunos aspectos de la teoría que no logren 
sustentar lo encontrado a partir de la práctica. 
 
Las líneas de trabajo básicas se centran en la perspectiva de género y 
en el problema de la construcción de la masculinidad. Los sujetos hacia los 
cuales se centra el interés de investigación, son hombres que han cometido 
homicidios en contra de niñas o niños, siendo la construcción de la 
masculinidad una cuestión prioritaria dentro de la articulación de categorías 
explicativas que puedan dar cuenta del fenómeno de violencia, sobre todo en 
hombres, ya que existen datos que apuntan a que los sujetos masculinos con 
mayor frecuencia cometen actos de violencia (Chew y McCleary, 1999) y en el 
presente caso, homicidios hacia niños, en relación a la población femenina. Por 
otro lado, son también los hombres quienes están mayormente involucrados en 
alguna situación violenta desde el lugar de víctima. 
 
El acto de matar a alguien, en sí constituye un ejercicio de poder, sin 
embargo cuando la víctima es algún niño, entonces el poder que se despliega 
durante estos eventos puede incrementarse de manera desmedida, así como la 
relación del poder con la violencia determinan conductas que pueden 
considerarse muy graves hacia esta misma población (los niños). Surge la 
necesidad de que el poder se articule a problemas tales como la construcción 
de la subjetividad, la construcción de la masculinidad y las diferencias de 
género, victimización y violencia, etc., en función de abrir la posibilidad de que 
el fenómeno estudiado sea interpretado de manera coherente. 
 
Básicamente se parte del siguiente supuesto básico: El homicidio de 
niños constituye, en sus aspectos fundamentales, un problema de género y de 
poder, siendo la masculinidad la categoría que principalmente se construye a 
partir de la violencia. 
 
Es importante señalar que una parte fundamental de la investigación la 
constituye la construcción del objeto de estudio o la problematización donde se 
recopilaron datos y hechos significativos de vida de los sujetos, a través de los 
cuales se registraron antecedentes de victimización que posteriormente fueron 
categorizados. La utilización de entrevistas a profundidady de grupos focales 
como técnicas de investigación en las ciencias sociales es un recurso 
metodológico efectivo avalado por varias investigaciones. (Azaola, 1996; 
Fernández, Vargas y Arman, 1997; Galindo, 1998), y es posible que algunos 
elementos cualitativos sean necesarios dentro del ámbito de la investigación en 
función de profundizar sobre los hallazgos empíricos (Hijar citado por Salas, 
2000). Es fundamental desarrollar una actitud y una disposición práctica hacia 
el manejo de diversas técnicas de investigación social para promover una 
sólida cultura de investigación. 
 
A través del registro de un discurso referente a hechos significativos en 
la vida de un sujeto se pueden observar y/o categorizar los determinantes de 
su conducta, lo cual permite establecer relaciones entre variables derivadas de 
ambos ordenes. 
 
La aplicación y análisis de las entrevistas a profundidad obedece a un 
abordaje en el que importa rescatar la forma de ver el mundo y de dar cuenta 
de sus actos por parte de los sujetos involucrados, siendo ésta una opción 
viable en cuanto a obtener datos relevantes que posibiliten la explicación y 
predicción de la conducta (Azaola, 1998). 
 
Por otro lado, y como se ha mencionado más arriba, dentro de la 
investigación se partirá del enfoque de género y de la construcción de la 
masculinidad en sus relaciones con el problema de la violencia, con la intención 
de definir un marco teórico útil que permita interpretar de manera adecuada la 
parte empírica de este mismo estudio. 
 
El ejercicio de la violencia a partir de diversas formas de expresión por 
parte de los hombres, ha sido ampliamente documentado en investigaciones 
(Cazés, 2000; García y Ramos, 1998; Hierro, 1998; Seidler, 2000). Dentro de 
estos trabajos, existe un concepto central y en apariencia básico en función de 
interpretar la construcción de la masculinidad en relación con manifestaciones 
de violencia el cual se refiere al poder. En gran medida, el ejercicio de poder 
dentro de la dimensión de las relaciones interpersonales conlleva el uso – e 
incluso el abuso- de la violencia, lo cual abre la posibilidad de que el homicidio 
sea reconceptuado desde esta perspectiva (Bonino, 1999). 
 
El fenómeno de la violencia tiene múltiples formas de expresión y entre 
éstas destacan actos de excesiva crueldad y sadismo que, posiblemente se 
anudan con diferentes psicopatologías, pero que también pueden relacionarse 
con experiencias de victimización de quienes los cometen. Dentro de estas 
formas de violencia, el matar a una niña o un niño constituye un evento que en 
todos nosotros produce un repudio absoluto y que muchas veces no alcanza a 
ser comprendido ni explicado – y por lo tanto, tampoco prevenido- situación 
que plantean los pocos estudios relacionados con este tipo de sujetos 
homicidas. (Azaola, 1996; Hijar, Tapia y Rascón, 1994; Lozano, Hijar y Torres, 
1997; Stroud y Pritchard, 2001). Esta línea de investigación se relaciona con la 
conducta del homicidio y con la violencia intra y extrafamiliar ejercida sobre una 
población altamente vulnerable como lo son las niñas y los niños. Dicha 
temática ha sido escasamente investigada en nuestro país aún cuando debiera 
ser un área prioritaria dentro de la psicología en razón del incremento de la 
violencia en México. 
 
En este trabajo de investigación se establecieron y delimitaron las 
características sociodemográficas y criminológicas que se relacionen con el 
cometimiento de la conducta de homicidio de una niña o un niño por parte de 
sujetos hombres. Por otra parte, se determinará la manera en que la 
experiencia de antecedentes de victimización directa o indirecta por violencia 
física, psicológica y sexual se articulan y significan desde la subjetividad del 
tipo de sujetos ya mencionados, lo cual se interpretó desde la perspectiva de 
género en relación a la construcción de la masculinidad. 
 
Para lograr lo anterior, se debe construir un marco teórico útil para la 
comprensión de estos sujetos que integren aspectos sociales, individuales y 
familiares. Es necesario desarrollar la estrategia metodológica más adecuada 
para el abordaje de este tipo de población y para una recolección y análisis 
adecuados de los datos, todo lo cual posibilitará la interpretación de la 
información obtenida de forma tal que sea viable vincular las aportaciones 
teóricas con los hallazgos empíricos, con la intención de proponer líneas de 
trabajo útiles en cuanto a la comprensión y tratamiento de los sujetos 
investigados. 
 
La utilidad de la investigación apunta tanto a la prevención como al 
tratamiento de estos sujetos en los ámbitos de la psicología clínica, educativa y 
social, de modo que puedan sentarse las bases para que en próximas 
investigaciones se planteen métodos y estrategias terapéuticas y modelos de 
evaluación y diagnóstico precisos que promuevan transformaciones en lo 
concreto y en lo práctico. Esto fomentaría intervenciones más eficientes y mejor 
fundamentadas sobre este tipo de sujetos. 
 
Es muy importante señalar que en México hay muy pocos estudios al 
respecto, además de que los datos estadísticos correspondientes son 
imprecisos, lo cual pone en desventaja a nuestro país con relación a otros en 
donde el tema del delito y sus muchas manifestaciones y derivaciones 
constituye un importante debate actual desde varias disciplinas. 
 
Se ha hecho hincapié en la carencia de estudios al respecto, sin 
embargo, es posible comentar algunas de estas investigaciones con el fin de 
exponer la importancia, las diversas formas de manifestación y la comprensión 
del fenómeno estudiado. 
 
En el estudio de Hijar, Tapia y Rascón (1994) se muestra el panorama 
de las muertes por homicidios en niños de ambos sexos de 0 a 4 años, 
ocurridas en la República Mexicana entre 1979 y 1990; cabe señalar que no se 
estudió ningún aspecto correspondiente a la persona del homicida. Se trata de 
un estudio realizado con base en fuentes secundarias. Se analizaron las 
variables que fueron comunes en todo el período: edad, sexo, año y causa 
externa de traumatismos y envenenamientos con la Clasificación Internacional 
de Enfermedades, 9ª revisión (1975). La información se analizó con base en 
las tendencias de mortalidad por homicidios, tanto general como por causa 
específica, utilizando las tasas anuales, obteniendo el coeficiente de 
correlación y el valor de la pendiente, y ajustando con un modelo de regresión 
lineal. Para el análisis de las causas más frecuentes por edad y sexo se utilizó 
la razón de tasas, con un nivel de confianza del 95%, cuyas causas se refieren 
a la violación, ataque con sustancia corrosiva, envenenamiento, ahorcamiento 
y estrangulación, ahogamiento, arma de fuego y explosivos, instrumentos 
punzocortantes, maltrato, ataque por otros medios y efectos tardíos. Dentro de 
los resultados cabe destacar que durante el período hubo un total de 2, 939 
muertes por homicidio, lo que representa que, en promedio, un niño menor de 
cinco años es asesinado cada dos días en México. 
 
A partir de lo anterior, se puede inferir que en la mayoría de los casos de 
homicidio de niñas y niños, este acto se deriva directamente del ámbito familiar 
dentro del cual se ejercen diversos tipos de maltrato y abuso, siendo frecuente 
que el ejercicio sistemático de la violencia termine con la pérdida de vida del 
niño. De manera general, se puede pensar que el adulto que ejerce maltrato 
sobre un/a niño/a de manera continua se encuentra de manera permanente en 
riesgo de cometer un homicidio. Esto corresponde con los siguientes datos 
extraídos de algunos informes estadísticos: en América Latina, 
aproximadamente 6 millones de niños, niñas y adolescentes son objetos de 
agresiones severas y 80 mil mueren cada año por violencia que se presenta 
dentro de la familia (UNICEF, 2001). En México, en el año de 1999 sereporta 
un total de 12,516 niños maltratados y 12,433 niñas; el tipo de maltrato más 
frecuente en el Distrito Federal fue el físico con 44%; en Coahuila la omisión de 
cuidados con 35% en Sinaloa el físico con 72% al igual que Nuevo León con 
58.8%. El lugar más frecuente del abuso infantil fue la familia, en donde la 
madre y el padre presentan el más alto nivel de violencia ejercida hacia los 
niños, seguidos de padrastros, madrastras y otros. (Red de los Derechos por la 
Infancia en México, 2002). 
El centro de Terapia y Apoyo para Víctimas de la Procuraduría General 
de Justicia del Distrito Federal reporta que de las víctimas menores de 13 años 
tratadas en el período de enero a septiembre de 1997 el 52% eran víctimas de 
abuso sexual – el 31% víctimas de violación- y el 70% de todos los menores 
tratados eran niñas. Una encuesta reciente en el Distrito Federal realizada por 
el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) muestra 
que la violencia intrafamiliar tiene lugar en 30.4% de todos los hogares –casi 
uno de cada tres- en la forma de maltrato emocional, intimidación o abuso 
físico o sexual. El maltrato emocional ocurre en casi todos los hogares y el 
abuso sexual en 1.1%. Sólo 14.4% de estos hogares buscan alguna clase de 
ayuda, a pesar de que el 72.2% espera que se repita la violencia (UNICEF, 
2001). 
 
Se reporta que en E.U. los abusos o abandonos cuando se es niño 
aumentan la posibilidad de arresto en la adolescencia en un 53%, en un 38% 
en la edad adulta, y en un 38% la posibilidad de llevar a cabo un crimen 
violento. Con datos correspondientes al año 1999 y 2000, en Uruguay el 44% 
de personas maltratadas son niñas, y un 55% son niños. El 45% de los niños y 
niñas maltratadas tienen entre 6 y 12 años y un 20% es mayor de 12 años. 
Casi dos de cada diez niños y niñas (18%) en situación de maltrato tiene entre 
3 y 5 años y un 8% es menor de 3 años. (Red de los Derechos por la Infancia 
en México, 2002). 
 
En una investigación realizada en Canadá por parte de diversas 
instituciones (Perfil estadístico sobre violencia intafamiliar, 1996) se reporta que 
los padres (hombres) fueron responsables del 73% de la violencia física y el 
98% de la violencia sexual cometida por progenitores sobre niños. Las niñas y 
los niños parecen vulnerables al abuso de miembros de la familia en diferentes 
etapas de su desarrollo. En casos de violencia sexual, las niñas tienen más 
probabilidades de ser victimizadas entre los 15 y los 17 años de edad, en 
comparación con 4 a 8 años de edad para los niños. La probabilidad de sufrir 
violencia física por parte de un miembro de la familia aumenta con la edad para 
las niñas, la edad máxima para sufrir violencia física son los 13 años, y luego 
estos incidentes disminuyen. 
 
Debido a lo anterior, se justifica la necesidad de estudiar este fenómeno 
ya que constituye un grave problema de salud y seguridad, además de que la 
mayoría de los datos con que se cuenta no son extraídos de investigaciones 
mexicanas lo que dificulta la delimitación del fenómeno en el país. A manera de 
síntesis se pueden enumerar los siguientes puntos como aspectos importantes 
que deben considerarse al estudiar el fenómeno: 
 
1. La gravedad del delito es extrema en tanto la víctima es totalmente 
vulnerable. 
2. El homicidio de niñas y niños es consecuencia directa del maltrato y 
abuso infantil. 
3. El homicidio de niñas y niños se efectúa en el entorno familiar. 
4. No existe un perfil específico del hombre homicida de niñas y niños, lo 
cual obstaculiza cualquier tarea de prevención al respecto. Un niño 
maltratado puede ser víctima de homicidio, sin embargo no se pueden 
realizar inferencias en relación a las características del agresor en 
función de la carencia de investigaciones al respecto. 
5. El número de niñas y niños maltratados es muy elevado, encontrándose 
de manera permanente en situación de riesgo con respecto a la 
posibilidad de ser víctimas de homicidio. 
6. De manera general, el fenómeno del homicidio de niñas y niños 
cometido por hombres no se encuentra definido con consistencia. 
7. No existen en nuestro país estudios referentes al agresor (en este tipo 
de delito) desde la perspectiva de género. 
8. El haber sido víctima de violencia (en los hombres) hace proclive al 
sujeto de funcionar como victimario en etapas posteriores de su vida 
(sobre todo dentro del ámbito familiar). 
 
 A continuación, se establecen las definiciones de los ejes temáticos y de 
trabajo que constituyen las líneas de desarrollo de la investigación; dentro de la 
parte conceptual de la misma existen varias definiciones y perspectivas sobre 
estos conceptos, sin embargo se parte de lo siguiente en función de mantener 
un estado de congruencia teórico-metodológica a lo largo del estudio. 
 
 Inicialmente nos parece importante definir el concepto de niña/o, y al 
respecto Azaola (2003) menciona que la Convención sobre los Derechos del 
Niño establece que se debe hacer extensiva la denominación de niño a las 
personas que tienen hasta 18 años de edad; también comenta que en algunos 
organismos internacionales (como la OMS y UNICEF) se recomienda un 
lenguaje más preciso y acorde con las etapas de desarrollo, sugiriendo la 
distinción entre niños de los 0 a los 11 años, y adolescentes de los 12 a los 18 
años. La misma autora señala lo siguiente: “En cualquier caso, es importante 
tener presente que se trata de límites arbitrarios que se establecen por 
convención y que tienen que ver más con la necesidad de fijar fronteras para la 
atribución de derechos, lo que no significa que social y culturalmente se 
correspondan con una categoría homogénea de sujetos” (Azaola, 2003, pág. 
16). Se comenta lo anterior con la intención de exponer parte de la controversia 
relativa a la definición del sujeto-niña/o, sin embargo es muy importante aclarar 
que a partir de los objetivos de la presente investigación conviene ubicar a 
dicho sujeto como cualquier persona menor de los 12 años, ya que dentro del 
fenómeno del homicidio de niñas/os cuando la víctima se acerca a los 14 años 
de edad el patrón del delito comienza a parecerse al de las víctimas adultas; 
aparecen en escena pleitos de pandillas, drogas, armas, dinero, conflictos de 
“honor”. El homicidio comienza con una disputa para posteriormente dar paso 
al uso de armas (Chew y McCleary, 1999). 
 
 En relación a la categoría de género, utilizamos la conceptualización de 
Lamas (1996) en tanto ésta corresponde al desarrollo del ser hombre y del ser 
mujer en tanto construcciones sociales, además de que incluye en todo 
momento la noción de poder como un aspecto central en los procesos de 
conformación de la feminidad y la masculinidad: “Utilizar la categoría género 
para referirse a los procesos de diferenciación, dominación y subordinación 
entre los hombres y las mujeres obliga a remitirse a la fuerza de lo social, y 
abre la posibilidad de la transformación de costumbres e ideas. Así, la 
perspectiva de género se aleja de las argumentaciones funcionalistas y 
deterministas, y busca explicar la acción humana como un producto construido 
con base en un sentido subjetivo”, (Lamas, 1996, pág. 11). Por otra parte, el 
género se perfila como resultado de la producción de normas culturales sobre 
el comportamiento de los hombres y las mujeres, mediado por la compleja 
interacción de un amplio espectro de instituciones económicas, sociales, 
políticas y religiosas; por todo lo anterior se puede definir al género como la 
construcción sociocultural de la diferencia sexual. 
 
 Al referirnos a la masculinidad, y continuando con la necesidad de retomar 
el construccionismo social al momento de conceptualizar y problematizar la 
presente investigación, se parte de que la misma no puede ser separada del 
estudio de los hombres; según Connell (2003) al estudiar las masculinidades sepueden encontrar nuevas formas de pensar acerca de cómo se involucran los 
hombres con un mundo que está determinado por el género. No existe una 
masculinidad única, sino masculinidades múltiples que pueden comprenderse 
por medio del análisis social de las relaciones que dependen del género. El 
estudio de las masculinidades se centra en el problema de la construcción 
sociocultural del ser hombre integrando la dimensión subjetiva. 
 
 En el presente estudio, dentro del primer capítulo se expusieron algunos 
datos referentes a investigaciones sobre el homicidio de niñas y niños; 
inicialmente se presenta una panorámica nacional para después pasar a la 
descripción del ámbito internacional. En estas descripciones se exponen 
también algunas variables relacionadas con el fenómeno estudiado como son 
la comparación con el homicidio donde las víctimas son adultos, relación entre 
la víctima y el agresor, grupos de edades más vulnerables en las víctimas, etc. 
El objetivo de este primer capítulo consiste en delimitar el fenómeno desde sus 
aspectos estadísticos, lo cual promueve la exposición del bosquejo de la 
situación actual del problema a investigar, abriéndose la posibilidad de enunciar 
cuestionamientos sobre los ejes de la investigación en sí, así como el 
establecer comparaciones de lo sucedido en México en relación a otros países. 
 
 En el capítulo 2 se aborda el problema de la construcción de la 
masculinidad desde diversos aspectos teóricos. De primera instancia se 
describen y critican los ámbitos conceptuales pertenecientes a la perspectiva 
de género para después abordar directamente las distintas formas de 
problematizar las masculinidades; finalmente esto es relacionado con la 
cuestión de la violencia social como marco de referencia para la adquisición y 
el desarrollo de las nociones sobre masculinidad que asumen los hombres en 
referencia a sus prácticas sociales e individuales cotidianas. 
 
 El capítulo 3 se refiere al vínculo existente entre el fenómeno de 
victimización, el padecimiento y ejercicio de la violencia y la construcción de la 
masculinidad. Se mencionan y critican los procesos de socialización de la 
masculinidad y el papel del maltrato y la violencia durante la infancia, así como 
la construcción del sujeto masculino y el ejercicio de la masculinidad; 
finalmente se establecen diversos aspectos conceptuales relacionados con la 
paternidad y el vínculo de la misma con la violencia. 
 
 La descripción del método se refiere en el capítulo 4 estando éste dividido 
en tres fases; cada una de ellas contiene la descripción de las técnicas de 
recolección de información, los instrumentos utilizados y los procedimientos 
que se llevaron a cabo para la obtención de la información. Por otra parte se 
incluye también un apartado relativo a las consideraciones éticas que se 
tomaron en cuenta al llevarse a cabo la investigación. Finalmente, en el 
capítulo 5 se describen los resultados por cada fase del estudio y se realizan 
las respectivas discusiones para establecer las conclusiones del mismo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
MARCO TEÓRICO 
 
 
CAPÍTULO 1 
 
DATOS ESTADÍSTICOS E INVESTIGACIONES SOBRE EL HOMICIDIO DE 
NIÑAS/OS 
 
 
1.1 Datos y descripciones generales sobre el homicidio de niñas/os. 
 
La intención de presentar este apartado es mostrar datos estadísticos y 
descripciones generales sobre las características del homicidio infantil, tanto en 
el extranjero como en nuestro país, con el fin de delimitar con mayor precisión 
el objeto de estudio del presente trabajo. Se revisan las publicaciones y fuentes 
relacionadas, promoviéndose así la coherencia y consistencia teórico-
metodológica en la investigación. 
 
1.1.1 Panorama general. 
 
Estados Unidos es el país que mayormente ha desarrollado 
investigación sobre este fenómeno, sin embargo, la información relativa al 
mismo se considera escasa; no obstante los datos que se expondrán serán de 
utilidad en función de ubicar y delimitar el fenómeno en relación a la incidencia 
del mismo. 
 
Chew y McCleary (1999) reportan diferencias entre los homicidios de 
adultos y de niños describiéndose factores de riesgo con el objeto de crear 
modelos de prevención de abuso infantil y del homicidio de niños. Los 
resultados del estudio de cerca de 1500 homicidios de niños son los siguientes: 
En la revisión de 30, 929 homicidios en California ocurridos entre 1981 y 1990, 
los autores se centraron en el 5% de las víctimas quienes eran más jóvenes de 
15 años. Sus hallazgos develan la necesidad de establecer acercamientos 
específicos a la edad para prevenir el homicidio de niños. 
 
De acuerdo con el estudio, los homicidios de niños muestran dos picos 
en cuanto a la estadística, el primero entre niños recién nacidos y los de 4 
años. El segundo entre las edades de 10 y 14 años. El 60% de 1, 498 casos de 
homicidio infantil la víctima era un niño menor de 4 años. Alrededor del 27% 
eran niños entre 10 y 14 años. Menos del 15% eran niños de escuela primaria 
entre 5 y 9 años. 
 
Se citan algunos datos de relevancia para la siguiente investigación : 
Los asesinatos donde la víctima es un adulto, ocurren con mayor frecuencia en 
un lugar público en las noches de los viernes o sábado alrededor de a 1:00 
a.m. (relacionada esta hora con el cierre de los bares). Las víctimas son 
típicamente hombres entre 20 y 29 años y más del 60% son asesinados con 
armas de fuego. (Chew y McCleary, 1999). En contraste, los niños de ambos 
sexos son asesinados en su hogar, a la mitad de la semana por un padre o 
algún cuidador. El arma de elección, de forma abrumadora son las manos. 
 
El homicidio en Estados Unidos constituye la segunda causa de muerte - 
después de los accidentes automovilísticos - de niños según el Departamento 
de Servicios de Salud de California. Se comenta que a partir de 1960 se ha 
incrementado el homicidio en niños siendo éste un problema serio de salud 
pública. 
 
Casi la totalidad de los padres que comenten homicidio se encuentra 
bajo mucho estrés. En más de la mitad de los homicidios, el evento precipitante 
era el síndrome del abuso infantil y el “sacudimiento” del bebé. 
 
Existe un número significativo de “homicidios altruistas”. Entre el 15% y 
el 30% de homicidios de niños debajo de los diez años se relacionan con 
suicidios de adultos. “Los padres deciden cometer suicidio, pero no pueden 
dejar a sus hijos desprotegidos. Algunas veces el suicidio- homicidio se 
relaciona con una disputa en cuanto a la custodia de los hijos (Chew y 
McCleary, 1999). 
 
Los niños (víctimas) se encuentran todo el tiempo en la casa, solos con 
un adulto y ellos físicamente débiles (los autores no aclaran si estos adultos 
son los padres). Se comenta que el estudio no contienen datos 
socioeconómicos. Los autores sugieren que los padres o cuidadores de estas 
víctimas no cuentan con acceso a la educación ni con fuentes de soporte 
financiero, lo cual les demanda que constantemente se hallen cuidando niños. 
 
Por la edad de 14 años, el patrón comienza a parecerse al de los 
adultos. Los estudiantes de la escuela media comienzan a frecuentar a sus 
hermanos mayores en pandillas; posteriormente comienzan a aparecer en 
escena drogas, armas, dinero, poder, “honor”. El homicidio comienza con una 
disputa para posteriormente dar paso al uso de armas. 
 
Los autores del estudio comentan que para la prevención del homicidio 
infantil el acercamiento necesariamente es diferente, este no debe ser igual al 
de los homicidios de adultos. El control estricto de las armas, por ejemplo tiene 
un efecto en los tipos de homicidios adolescentes y adultos. Pero esto no salva 
a los bebés. Los niños no mueren por el efecto de las armas de fuego, ellos 
mueren en las manos de sus padres. (Chew y McCleary, 1999). El homicidio de 
niños es la punta del “iceberg“ en cuanto al abuso infantil. 
 
De lo anterior, puede observarse que los datos expuestos son útiles en 
función de ubicar qué parte de la población infantil se encuentra mayormente 
en riesgo de ser víctimas de homicidio. El primer grupo lo constituyen los niños 
recién nacidos hasta los 4 y el segundo entre los 10 y 14 años, sin embargo, 
quizá lo más relevante sea el dato correspondiente a que 30 de 929 homicidios 
cometidos en el estado de California, el 5% refiere a homicidios cuyas víctimas 
fluctúan entre los 0 y los 15 años de edad, lo cual indica que si bien en 
términos estadísticos el porcentaje no es muy alto en comparación con los 
homicidios de adultos, señala que la población afectada por este fenómeno es 
constituida por un número considerable de sujetos. Cabe mencionar que estas 
cifras permiten realizar una inferencia del fenómeno en México a falta de datos 
relativos en nuestro país, sin embargo cabe también comentar que la 
delimitación de estas cifras constituye una tarea planteada en los objetivos 
específicos en la presente investigación. 
 
Por otro lado, son importantes los datos relativos a las diferencias entre 
homicidios de adultos y niños lo cual se incluye también en el estudio que se 
planea realizar. Los datos presentados no se derivan de una perspectiva de 
victimización, sin embargo pueden apoyar la delimitación precisa de los 
objetivos de esta investigación. 
 
Otro apoyo para este estudio lo conforman los datos derivados de los 
precipitantes del homicidio en niños siendo el abuso infantil el principal de 
éstos, además de que este tipo de homicidios son relacionados directamente 
con el entorno intrafamiliar. No hay datos relativos al posible abuso padecido 
en la persona del homicida, sin embargo al señalarse la existencia de abuso 
cometido hacia las víctimas, abre la posibilidad de investigar en el sentido 
planteado en la presente investigación. 
 
1.2 Estadísticas en México y otros países. 
 
Se debe señalar que en nuestro país existe una marcada carencia de 
estudios en cuanto al tema de investigación, lo cual dificulta la realización de la 
misma, sin embargo hay algunos datos que son útiles en cuanto a la 
delimitación del fenómeno. 
 
1.2.1 Datos generales sobre el homicidio de niños. 
 
Es importante señalar que más de la tercera parte de los homicidios que 
ocurren en los menores de un año, sucede antes de transcurridos los 30 días 
del nacimiento y ocupa el tercer sitio como causa de muerte por lesiones 
accidentales e intencionales en este grupo específico (Hijar, Tapia y Rascón, 
1994). 
 
En cuanto a la distribución de las principales causas de homicidio de 
acuerdo al sexo destaca la violación para el sexo femenino y el uso de arma de 
fuego e instrumentos punzocortantes para el masculino. Es importante señalar 
que las muertes registradas como debidas a maltrato presentaron el mismo 
patrón para ambos sexos. 
 
En este mismo estudio se afirma que los resultados con respecto a los 
menores de 1 año concuerdan con los estudios similares realizados en otros 
países. Se menciona también que en otros estudios se comprueba que en el 14 
y 35% de las muertes por homicidio hubo maltrato infantil o abuso sexual 
previos a la muerte en donde los niños menores de un año corren el mayor 
riesgo. 
 
En el estudio de Azaola (1996) se menciona que de acuerdo con una 
investigación efectuada en 1975, en el grupo de población de 1 a 4 años se 
encontró que la tasa de mortalidad era de 42.9 por 10, 000 habitantes, siendo 
las principales causas las enfermedades parasitarias y respiratorias y, en tercer 
lugar, los accidentes y muertes violentas. Sobre la mortalidad infantil, en 1982-
83 se observaron tasas de mortalidad por causas accidentales y violentas entre 
menores del año cercanas a 9 defunciones por mil nacidos vivos, lo que hacía 
pensar que a mediados de los ochenta ocuparían un quinto o sexto lugar entre 
las causas de muerte infantil. Para 1991, el rubro de accidentes, 
envenenamientos y violencias ha pasado a ocupar el primer lugar entre las 
causas de defunción de los menores en edad escolar (1 a 14 años), al igual 
que ocurre para la población en edad productiva de 15 a 64 años de edad. 
 
En este mismo trabajo se reporta que los mismos autores que han dado 
los anteriores datos (Hernández Bringas y Jiménez Ornelas, 1991 citado en 
Azaola. 1996), hicieron también notar que es particularmente importante la 
mortalidad por violencia y accidentes entre las niñas ya que, a mediados de los 
ochenta, el 5% de las muertes violentas femeninas se daban entre menores de 
5 años, porcentaje que resulta el más elevado entre todos los grupos de edad 
de la población femenina que murieron por causas violentas. Las tasas de 
mortalidad por violencia entre niñas son también de las más altas, sólo 
superadas por las correspondientes a mujeres de 80 años en adelante. Esta 
situación difiere sustancialmente del patrón masculino, en el que la mayor 
importancia de la mortalidad por violencia se registra entre los 15 y los 30 años 
de edad. 
 
 
1.2.2 Datos estadísticos relativos a las víctimas, a los agresores y al 
homicidio de adultos en general. 
 
En cuanto a las estadísticas reportadas por la Procuraduría General de 
Justicia del Distrito Federal (sobre victimización de y por adultos 
principalmente), se menciona que en el año 2001 (tomando en cuenta el 
período que va de enero al 1º de agosto) en cuanto al homicidio doloso existe 
un promedio diario de 2.8 con una variación de porcentaje en relación al año 
anterior de 12.74. La presentación de estas estadísticas no son de gran 
utilidad, ya que la categoría que manejan es muy amplia e indeterminada sobre 
todo en relación a las víctimas de este tipo de delito. 
 
En números absolutos, la cantidad de homicidios que a nivel nacional se 
cometen en México y en Estados Unidos es muy similar (cerca de 23, 000), 
sólo que , atendiendo a las diferencias de población la proporción es del doble 
de muertes por número de habitantes en nuestro país. “En México, hasta 
donde nos fue posible averiguar, se carece de datos que permitan delinear el 
perfil que el homicidio tiene a nivel nacional (...) Solo para el Distrito Federal, 
encontramos que, entre la población de sentenciados por homicidio, el 8% de 
los hombres y el 76% de las mujeres dieron muerte a un familiar” (Azaola, 
1996, p.29). 
 
Lozano, Hijar y Torres (1997) al analizar la tendencia de mortalidad por 
homicidio en los hombres de 1981 a 1994 se observa que a nivel nacional 
existe cierta estabilidad. En los menores de 15 años ascendente a nivel 
nacional, aunque resulta mucho más importante el ascenso de los homicidios 
en los menores de 5 años. Cabe mencionar que los hombres menores de 15 
años concentran 4% de los homicidios a nivel nacional. Las muertes por 
homicidio en los hombres de 15 a 59 años representan 89% y en los adultos 
mayores 7%. Las entidades que nos siguen en patrón descendente en este 
grupo de edad son el Estado de México, Sonora y el Distrito Federal. 
 
A diferencia de lo que sucede en los hombres, la tendencia de 
mortalidad por homicidio en mujeres es ligeramente ascendente en el período 
de1981 a 1994, presentando su máximo punto de ascenso en 1990, 
posteriormente muestra un ligero decremento hasta 1994 (15%). 
 
Las niñas menores de 5 años muestran un incremento en la tasa de 
mortalidad por homicidio a nivel nacional. A partir de este grupo de edad hasta 
los 30 años, la tendencia muestra un ligero incremento, para posteriormente 
permanecer estable en todos los grupos de edad. 
 
Conway (1995) comenta que el homicidio de niños es muchas veces el 
resultado del abuso infantil. 
 
Investigadores de la Universidad John Hopkins (1995) reportaron que el 
homicidio es la principal causa de muerte por delitos sobre los niños menores 
de 1 año de edad en Estados Unidos, 1 de 3 de estosniños muere por abuso 
infantil, otros por golpes. Algunos más por sofocación, estrangulamiento, 
ahogamiento deliberado, apuñalamiento y por uso de armas de fuego. Otra 
categoría muere por “abandono negligente” definido como la negligencia 
deliberada con intento de daño u homicidio. 
 
El homicidio de niños ha sido relativamente raro en Canadá teniendo un 
lugar definido en la década de los 60’s. En 1966 hubo 48 asesinatos de niños 
abajo de los 14 años, y 13 asesinatos de adolescentes con edades de 15 a 19. 
En 1986 los datos fueron de 58 y 35 respectivamente. El homicidio de bebés de 
aproximadamente 4 años se ha mantenido estático – 34 en 1966 y 32 en 1986- 
pero se recalca que con rapidez declinó en la población total de infantes entre 
1966 y 1986. 
 
El homicidio de un recién nacido lo llevan a cabo típicamente los padres 
y con mayor frecuencia la madre. Un estudio psiquiátrico (Stroud y Pritchard, 
2001) reporta que estas madres usualmente son jóvenes, solteras e inmaduras. 
Todavía sin tener clínicamente perturbaciones mentales, tienden a ser pasivas 
y estos actos claramente son actos de desesperación de parte de una joven y 
asustada madre. 
 
Algunas estadísticas de Canadá (1995) sobre homicidios muestran que 
no hay ascenso marcado en cuanto a homicidio doméstico, sin embargo es 
importante mencionar que el 11% de los casos fueron cometidos por el padre, 
9% por la madre de los niños víctimas de homicidio. En el año de 1986, 55 de 
191 casos de homicidio doméstico fueron casos de niños asesinados por sus 
padres. 
 
Los padres que asesinan a sus hijos tienden a ser jóvenes. La mitad de 
las madres que matan a sus hijos tienen menos de 25 años de edad, y una de 
cada 5 son madres adolescentes. Similarmente, la mitad de los padres que 
matan a sus hijos tienen menos de 30 años de edad. 
 
Claramente para las víctimas de homicidio infantil cometido en el entorno 
doméstico, la familia nunca constituyó un lugar de alegría, seguridad y felicidad; 
estas muertes son el resultado de un sistemático abuso y negligencia y los 
meses, semanas y días que precedieron la muerte son demasiado 
devastadores. 
 
En “El corresponsal de Medio Oriente y Africa” se presenta un reporte 
titulado “La muerte violenta se ensaña con los adolescentes sudafricanos” 
(2001), en donde según un estudio realizado durante el 2000 y 1999 el 41% de 
los niños menores de 19 años fallecidos en la Ciudad del Cabo fueron víctimas 
de asesinatos. El único país con una proporción de homicidio más alta que 
Sudáfrica es Colombia, pero ningún país es más violento hacia sus niños. 
 
Marais (citado en “El corresponsal..., 2001) explica que en 1995 las 
principales causas de muerte en bebés de 0 a 4 años fueron lesiones, sumadas 
a bajos pesos de nacimiento y problemas perinatales. Un niño de 5 a 14 años 
tiene más probabilidades de ser muerto por un tiro, de una puñalada o por 
lesiones provocadas por peleas. De todos los niños que murieron en Ciudad 
del Cabo durante 1999/2000, el porcentaje de muerte por violencia era más alto 
entre aquellos de entre 15 y 19 años, con el 66.3% de asesinatos, el 24.4% por 
accidentes y el 2,2% por suicidio. El 42% de los niños que mueren en Ciudad 
del Cabo fallece por accidentes, principalmente de tránsito, pero también 
ahogo, quemaduras y otras situaciones. 
 
Se debe señalar que los datos presentados hasta ahora muestran 
inconsistencias en cuanto a la descripción del fenómeno, lo que se observa al 
no referirse una cantidad considerable de variables relacionadas así como los 
períodos estudiados pueden considerarse no amplios. Es importante señalar 
que existe correspondencia en cuanto al reporte de que los niños y niñas 
menores de 1 año conforman la población más vulnerable, ya que con base en 
esto puede afirmarse que el problema de homicidio de niñas y niños se deriva 
básicamente del problema de la violencia familiar. 
 
 
1.3 Variables relacionadas. 
 
Es conveniente revisar las variables que han sido investigadas en 
relación al problema central de este estudio debido a la carencia importante de 
investigaciones directas sobre el mismo, ya que permitirá la conceptualización 
adecuada del fenómeno así como la especificación del trabajo en México a 
partir de la comparación de hallazgos y análisis de datos relevantes en otros 
países. 
 
 
1.3.1 Características y sexo de las víctimas y los agresores, relación entre 
la víctima y el agresor y algunos datos generales sobre el homicidio en 
adultos. 
 
Ahora se mostrarán algunos datos estadísticos importantes, los cuales 
fueron extraídos de U.S. Department of Justice, Bureau of Justice Stadistics, 
FBI, Supplementary Homicide Reports publicada en enero del 2001: 
 
En la categoría de “Infanticidio por edad de la víctima”, se tienen las 
siguientes frecuencias y porcentajes durante el año de 1999: 
 
EDAD NÚMERO DE CASOS PORCENTAJE 
Menor de 1 año 256 42.2 % 
1 año 123 20.3 % 
2 años 112 18.5 % 
3 años 76 12.5 % 
4 años 39 6.4 % 
 
Total: 607 casos 
En la categoría de “Homicidios de niños menores de 5 años y su relación 
con el ofensor”, se tienen las siguientes frecuencias y porcentajes del años de 
1999. 
 
PARENTESCO NÚMERO DE CASOS PORCENTAJE 
Padres 343 56.6 % 
Otro familiar 47 7.8 % 
Amistad o conocido 139 22.9 % 
Extraño 12 2 % 
Desconocido 65 10.8 % 
 
Total: 607 casos. 
 
En la categoría de “Infanticidio por género de la víctima y el ofensor”, se 
tienen sólo las siguientes frecuencias del mismo año: 
 
GÉNERO DE LA VÍCTIMA Y EL OFENSOR NÚMERO DE CASOS 
Masculino y masculino 193 
Femenino y masculino 85 
Masculino y femenino 151 
Femenino y femenino 116 
 
 
En una publicación el U.S. Department of Justice. Office of Justice 
Programs de marzo del 2000, se reportan algunos datos importantes que 
concuerdan en alguna medida con los que se han venido reportando : 
 
Los hombres con mayor frecuencia son tanto víctimas como los 
perpetradores en el homicidio : los hombres están nueve veses más 
involucrados en homicidios que las mujeres y tanto los hombres como las 
mujeres que cometen algún homicidio lo hacen sobre una víctima del género 
masculino; debe puntualizarse que esto se refiere no específicamente al 
homicidio de niños, sino en general . 
 
En relación a la raza, los negros son seis veces más víctimas de 
homicidio que los blancos y 7 veces más que los blancos en cuanto a ser quien 
comete el homicidio. 
 
El 88% de las víctimas de homicidio de raza blanca fueron cometidos por 
blancos y el 94% de víctimas de raza negra ejecutadas por negros. El número 
de infanticidios (víctimas debajo de los 5 años) ha crecido quizá en proporción 
al número de niños pequeños en la población y en un alto número de casos los 
perpetradores son los padres. 
 
El número de homicidas arrestados ha declinado recientemente: El 69% 
de todos los homicidios fueron aclarados en 1988 comparado con el 79% en 
1976. 
 
Los niños muy pequeños son asesinados por personas entre 20 y 30 
años siendo la mayoría los mismos padres quienes dan muerte a sus hijos. El 
rango entre 4 y 12 años es el más frecuente en cuanto a las víctimas de 
homicidio infantil. 
 
Conway (1995) publicó datos relevantes en relación a las victimizaciones 
hechas por adultos: 
 
Durante 1994 los hombres experimentaron alrededor de 6.6 millones de 
victimizaciones violentas; las mujeres experimentaron 5 millones. Por cada 3 
victimizaciones violentas en los hombres existen 2 en las mujeres. 
 
Las mujeres son mayormente victimizadas por personas conocidas (62% 
de 2,981,479 victimizaciones) mientras que los hombres generalmente son 
victimizados por extraños (63% de 3, 949,285 victimizaciones). 
 
En 1994 por cada 5 victimizaciones violentas hacia una mujer por un 
conocido íntimo, hubo 1 hacia un hombre. Estos sujetos (conocidos íntimos) 
cometieron 900,00 victimizaciones sobre hombres.Cuando ofensores múltiples cometen actos de violencia, ambos, 
hombres (79%) y mujeres (65%) victimizan a extraños y no a conocidos. Las 
mujeres son victimizadas mayormente en el hogar; los hombres son 
victimizados en lugares públicos. 
 
Durante 1994 en Estados Unidos los residentes a partir de los 12 años 
experimentaron 11.6 millones de victimizaciones violentas (asesinatos, 
violaciones, asaltos sexuales, robos, asaltos agravados, lesiones, etc. 
reportado en Criminal Victimization 1994 –NCJ-158022, abrill 1996). Los 
hombres experimentaron mayormente estos eventos que las mujeres : 6.6 
millones contra 5 millones. 
 
Gente extraña a las víctimas cometió actos de violencia mayormente 
sobre hombres (3.9 millones), gente conocida de la víctima cometió más actos 
de violencia sobre las mujeres (3 millones). 
 
En la publicación “Criminal offenders statistics” del U.S. Departement of 
Justice, Bureau of Justice Statistics de agosto del 2001 se refiere lo siguiente: 
Los ofensores que han victimizado a niños generalmente son 5 años mayores 
que los ofensores violentos que han cometido crímenes sobre adultos. Cerca 
del 25% de los victimizadores de niños tienen 40 años o más, mientras que 
alrededor del 10% de los reclusos por agredir a adultos cae en este rango de 
edad. 
 
En “Spanish-Language report 5” (1999) titulado “Factores de riesgo para 
infantes víctimas de homicidios” se reporta que de acuerdo a un análisis de 
certificados de nacimiento y certificados de defunción, hecho por investigadoes 
del Instituto Nacional de Salud del Niño y Desarrollo Humano, existen ciertos 
factores de riesgo que parecen aumentar la probabilidad de que el infante sea 
una víctima de homicidio durante su primer año de vida. Overpeck (1999) 
explica que el factor de riesgo más grande es tener hijos antes de los 17 años 
de edad. Añade que el segundo o los siguientes hijos nacidos de madres 
menores de 19 años de edad enfrentan el riesgo de ser asesinados 10 veces 
más que los hijos nacidos de madres más adultas. En esta investigación se 
señala que otros estudios sobre abusos no fatales de niños sugieren que los 
programas en donde las visitas regulares a la casa por parte de enfermeras 
visitantes a madres adolescentes embarazadas podrían reducir los índices de 
homicidios infantiles. Se añade que las enfermeras visitantes pueden ayudar a 
estas jóvenes a desarrollar sus opciones de vida como terminar la escuela, 
autocuidarse y cuidar a sus bebés. 
 
Es importante señalar que las muestras estudiadas referidas en estos 
reportes son relativamente pequeñas, así como las variables investigadas dan 
una descripción limitada del fenómeno; sin embargo, para los intereses de la 
presente investigación conviene resaltar lo relativo a la frecuencia mucho 
mayor que reportan los hombres como responsables de la comisión de actos 
violentos así como el involucramiento en estas situaciones desde el lugar de 
víctimas en comparación con las mujeres, ya que como se ha mencionado la 
construcción de la masculinidad con base en el fenómeno de la violencia es 
uno de los ejes de trabajo que orienta al estudio. Por otra parte, vuelven a 
aparecer indicadores que relacionan al homicidio de niñas y niños con el 
ejercicio de violencia intrafamiliar. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO 2 
 
CONSTRUCCIÓN DE LA MASCULINIDAD 
 
 
2.1 La perspectiva de género y los estudios sobre masculinidad. 
 
 
2.1.1 El concepto de género. 
 
Desde el año de 1960, dentro del área de las ciencias sociales y las 
humanidades, comenzó a realizarse una distinción importante en relación a la 
concepción del sexo, en donde éste constituía sólo la dimensión biológica que 
diferenciaba a hombres y mujeres. También por esa época, surgió el concepto 
de género, el cual es definido como: “...resultó necesario recurrir al término 
género, para designar todo aquello que es construido por las sociedades en 
sus culturas para establecer las relaciones entre hombres y mujeres” (Cazés, 
2000, p. 20). cuando surge este concepto, es entendido y casi equiparado al 
feminismo, es decir, el género sólo era recibido bajo las condiciones y 
situaciones de la mujer, la cual comenzaba a demandar igualdad en todos los 
ámbitos dentro del sistema de relaciones con los hombres. Al parecer, la 
dificultad que presentó este concepto en cuanto a ser aceptado en un principio 
y hasta la fecha, se deriva de la desestabilización de las formas utilizadas 
habitualmente para ejercer el poder desde el lado masculino, así como la 
promesa que engendra en tanto constituye un medio para transformar al 
mundo. La perspectiva de género es una práctica esencialmente subversiva 
que devela los mecanismos que producen y reproducen las diferencias entre 
hombres y mujeres, así como las formas que utilizan los primeros en función de 
dominar y desubjetivizar a éstas. 
 
“La teoría de género (...) abarca los planteamientos teóricos, 
metodológicos, filosóficos, éticos y políticos necesarios para comprender el 
complejo de relaciones de poder que determinan la desigualdad entre hombres 
y mujeres” (Cazés, 2000, p. 21). Cabe señalar que la perspectiva de género 
(como cualquier ciencia e/o ideología), sería estéril si no retoma aspectos 
multidisciplinarios que apoyan el trabajo de develamiento de la estructura de 
esta desigualdad. 
 
La perspectiva de género tiene varias funciones específicas en cuanto a 
que constituye una herramienta útil para comprender el mundo, sin embargo 
existe una de estas funciones que quizá sea la más difícil de poner en práctica; 
nos referimos a la posibilidad de transformar la realidad tal cual se nos 
presenta desde lo social, ya que la dominación masculina que ha existido 
desde siempre nunca tendrá la intención (por lo menos hasta la fecha) de 
repartir el poder. Este poder, a juicio del sujeto- masculino, no tiene cabida 
dentro de la perspectiva femenina y es en la realidad cotidiana, en los hechos 
que suceden a diario, en donde contemplamos la no- movilidad de la dinámica 
entre hombres y mujeres en cuanto a la posesión y ejercicio del poder. Cierto 
es que existen indicadores que apuntan a la posibilidad de que pensemos que 
las cosas comienzan a cambiar, sin embargo las mujeres en tanto entidad 
colectiva continúan siendo objeto de desprecio, discriminación y dominación 
por parte del sujeto –masculino. Dentro del sistema de relaciones humanas no 
habrá equidad hasta el momento en que desaparezca la dominación de los 
hombres hacia las mujeres. Para lograr esto es fundamental que todo campo 
del saber, del conocimiento y de la cultura en general integren en sus formas 
de trabajo e investigación a la perspectiva de género como un dispositivo 
análisis necesario para discriminar lo que sucede en la interacción entre 
hombres y mujeres. 
 
“La perspectiva de género permite enfocar, analizar y comprender las 
características que definen a mujeres y hombres de manera específica, así 
como sus semejanzas y diferencias. Desde esta perspectiva se analizan las 
posibilidades vitales de unas y otros, el sentido de sus vidas, sus expectativas y 
sus oportunidades, las complejas y diversas relaciones sociales que se dan 
entre ambos géneros; así como los conflictos institucionales y cotidianos que 
deben encarar, y las múltiples maneras en que lo hacen.” ( Cazés, 2000, p. 38-
39). 
 
De lo anterior se desprende que la perspectiva de género fundamenta en 
parte a la ética en función de lo que subyace siempre en todo orden de relación 
entre hombres y mujeres. La ética no sería válida si desconoce los efectos en 
cualquier sentido derivados del género. 
 
La perspectiva de género como crítica, al ser puesta en práctica debe 
reordenar el ámbito colectivo, siendo el aspecto de mayor importancia el 
encargo social que se le adjudica a esta perspectiva. Se habla aquí de lautilidad práctica y material que deben producir los estudios de género abriendo 
también la posibilidad de transformar los ámbitos público y privado que se 
entrelazan en la configuración de la subjetividad. 
 
Al hablar de género, inevitablemente se tiene que hacer referencia a la 
conceptualización y a las prácticas del poder ya que éste es transmitido a partir 
de lugares específicos que por lo regular son ocupados por hombres. 
 
“... el género es el campo primario dentro del cual o por medio del cual 
se articula el poder” (Lamas, 1996, p. 331). El problema del ejercicio del poder , 
así como de sus implicaciones sociales como la justicia, la discriminación, la 
desigualdad y los abusos del poder, no tiene su origen en las clases sociales ni 
en diversas ideologías, sino en la prevalencia del poder masculino siendo este 
género el que “moldea” a la sociedad. Es decir, lo que fundamenta, crea y 
reproduce el problema del poder se relaciona directamente con el ejercicio de 
la masculinidad; es desde aquí donde se produce el prototipo de la 
estratificación. 
 
Es conveniente señalar que la violencia se encuentra en el centro de la 
problemática de género en referencia a la dominación masculina hacia las 
mujeres, siendo necesario articular ésta dentro de la construcción tanto de la 
masculinidad como de la feminidad. El género y la violencia son dos categorías 
que se implican de principio a fin en cuanto a la conformación de la 
subjetividad. 
 
 
2.1.2 Poder y género. 
 
El aprendizaje relativo a los roles sociales inicialmente se producen en el 
ámbito familiar. La familia transmite y reproduce toda una serie de valores e 
ideologías que muchas veces obstaculizan la adquisición de un sentido 
placentero en la vida de cualquier sujeto; incluso, la vida llega a transformarse 
o a significarse como una experiencia de permanente sufrimiento y frustración 
en donde la violencia ocupa el principal lugar al momento de conformar la 
subjetividad y la historia personal de los individuos. La violencia aparece- tanto 
en lo privado como en lo público- en todo momento y de múltiples formas, 
siendo los efectos de la misma en algunos casos devastadores. 
 
La familia es el lugar donde mayormente se reportan actos de violencia 
sobre los niños y las niñas, es el ámbito en donde muy difícilmente puede 
entrar la legalidad que regule las relaciones de todos los miembros del grupo 
más si se trata de niños que reciben maltrato por parte de sus propios padres. 
A partir de lo anterior, la protección y prevención hacia este sector encuentra 
múltiples obstáculos en lo cotidiano, y con mucha mayor frecuencia se 
reproducirán patrones de violencia que en estos momentos están siendo 
aprendidos, reconocidos y asumidos por los niños y las niñas y que en su 
momento – muy pronto- violentarán las relaciones con sus propios hijos. 
 
El ejercicio de la violencia a partir de diversas formas de expresión por 
parte de los hombres, ha sido ampliamente documentada en investigaciones 
(Cazés, 2000; García y Ramos, 1998; Hierro, 1998; Seidler, 2000). Dentro de 
estos trabajos, existe un concepto central y en apariencia básico en función de 
interpretar la construcción de la masculinidad en relación con manifestaciones 
de violencia, el cual se refiere al poder. En gran medida, el ejercicio del poder 
dentro de la dimensión de las relaciones interpersonales conlleva el uso – e 
incluso el abuso- de la violencia, lo cual abre la posibilidad de que el homicidio 
sea reconceptualizado desde esta perspectiva. 
 
“El poder por sí mismo está obligado a restringir la libertad de quienes no 
lo ejercen. Su esencia es la dominación. No podrían subsistir sin ella. Al 
desearse por sí mismo corrompe tanto a quien lo ejerce como a quien lo 
padece. Aquél tiene que buscar la humillación del otro, probar en él la violencia, 
con o sin guantes blancos, ensalzarse sobre él, utilizarlo en su provecho; el 
dominado debe aprender a ser servil, obsequioso y habituarse a seguir una 
voluntas ajena”. (Villoro, 1997, p. 83). Lo enunciado anteriormente denota una 
naturaleza corrupta del poder, sin embargo se debe delimitar con cuidado la 
estructura y la función del poder observando principalmente en qué orden y en 
qué tipo de fenómeno estaría involucrándose éste. 
 
No es posible hablar del poder si no se incluye la noción del valor, ya 
que éste moldea las relaciones sociales de tal manera que lo considera valioso, 
inevitablemente involucra diferencias y desigualdades que sobre todo van a 
configurar el orden del género: “Por tanto, la representación social del sexo es 
fundamentada en valores diferenciados, establecidos en términos de oposición 
y que conducen a producciones desiguales. Forzosamente, estas producciones 
son confirmadas en la práctica cotidiana, donde se articula la “realidad” de las 
diferencias sexuales (...)”. (Flores, 2001, p. 36). La perspectiva de género se 
ubica dentro de la dinámica de poder entre los sexos, y sólo a través de ella se 
pueden develar los aspectos que jerarquizan la realidad y la vida cotidiana: 
“...En este enfoque, por regla general, se consideran las relaciones de poder 
entre los sexos, sujetas a la noción de déficit y disminución de lo femenino 
frente al poder patriarcal masculino” (Flores, 2001, p. 37). 
 
Al hablar del valor, se debe tomar en cuenta la realidad del mismo, ya 
que al experimentar algo como valioso, no se hace referencia a una “esencia” 
sino a algo que es otorgado desde afuera de la subjetividad; el valor es 
incorporado hacia el sistema de representaciones y el código de valores 
(cualquier tipo de valores) lo cual pone al sujeto en un lugar donde difícilmente 
se cuestionará la realidad de este valor. La ideología patriarcal se instaura 
como “lo valioso” desde y para lo social, lo cual, entre otras cosas, determina la 
construcción de la masculinidad en función de que los hombres deben poseer 
poder así como ejercerlo, reafirmarlo y reproducirlo muchas veces a través de 
la violencia. Surge la necesidad de transformar urgentemente esta cuestión ya 
que generan una dinámica de dominación y abuso sobre toso lo que sea ajeno 
al sujeto masculino. 
 
“Debe hacerse notar antes de referirse al poder patriarcal que el principal 
obstáculo para llegar a comprenderlo es la intensidad del deseo de poseerlo. 
En la mayoría de la gente este deseo nace no tanto de un positivo amor por el 
poder, sino del temor de que sin él estarán inseguros o serán impotentes”. 
(Hierro, 2001, p.p. 4). Como se ha mencionado, el ejercicio del poder conlleva 
las más de las veces a la aparición de la violencia. Parece conveniente dar 
prioridad a la violencia en tanto directriz en el proceso de construcción de la 
masculinidad ya que ésta es una cuestión central al momento de analizar el 
fenómeno de la violencia por parte de los hombres hacia las niñas y los niños. 
 
Dentro de la crianza y educación de los hijos, el padre se encuentra – en 
algunos casos- al margen de todo este proceso apareciendo en el mismo sólo 
como censor, como figura que castiga o simplemente como un personaje que 
no aparece. La transformación de la noción de paternidad es uno de los ejes 
principales de trabajo en cuanto a la redefinición de la masculinidad: “Varias 
autoras señalan la forma en que se ha ido superando este estado de cosas 
cuando hombres y mujeres cuiden juntos a los infantes y a los niños, así se da 
la ventaja para todos: para las mujeres mayor tiempo para sí mismas, para los 
hombres el aprendizaje de la ternura que les fue arrebatado al imponerse un 
modelo rígido de género- poder. Finalmente a niños y niñas la posibilidad de 
abrirse al mundo con dos figuras de identificación; y para las mujeres la 
identificación – no sólo con una figura de madre devaluada, también con el 
padre” (Hierro, 2001, p. 5). 
 
Con base en lo anterior y centrándonos en el fenómeno del homicidiode 
niñas y niños se enuncia la siguiente hipótesis : El poder y la construcción de la 
masculinidad constituyen un vínculo determinante en cuanto al cometimiento 
del homicidio de niñas y niños por parte de los hombres. 
 
 
 
2.1.3 Los estudios sobre masculinidad. 
 
 Al tratar de conformar a la masculinidad como objeto de estudio, se debe 
partir de los aspectos centrales y básicos generados desde el feminismo ya 
que el mismo ha develado diversas estructuras y procesos sociales que 
constituyen dinámicas interpersonales e intergenéricas basadas en la 
desigualdad y en múltiples formas de violencia que apuntan a la preservación 
de dicha situación. Comentar algunos elementos del feminismo es necesario en 
tanto facilitan la comprensión de condiciones y situaciones por las cuales 
atraviesan los hombres contemporáneos, las cuales muchas veces pueden 
considerarse extremadamente patológicas. Tal es el caso de los hombres que 
le han quitado la vida a una niña o a un niño. 
 
 Se debe partir de la idea de que la masculinidad es un aspecto que se 
desprende de una estructura general y amplia; el orden social y los procesos 
que suceden dentro del mismo van a configurar la representación de las 
masculinidades así como la práctica de las mismas. Primeramente, la noción 
de individualidad juega un papel muy importante al momento de concebirse la 
masculinidad ya que existe la creencia de que el comportamiento (en este caso 
de un hombre) depende totalmente del tipo de persona que se es; por otra 
parte también debe considerarse que la masculinidad es conocida por 
oposición en relación a la feminidad. 
 
 Al tratar de definirse a la masculinidad, Connell (2003) comenta que de 
manera general se ha partido del ámbito cultural, sin embargo existen cuatro 
dimensiones de definición que conceptualmente nos ayudan a ordenar el 
fenómeno, aunque por otra parte se presentan en la realidad concreta de forma 
combinada. 
 
 En las definiciones esencialistas se escoge una característica que define 
la esencia de lo masculino la cual define totalmente la forma de ser de los 
hombres. Quizá el mejor ejemplo de este esencialismo es representado por 
Freud en función de que equiparó a la masculinidad con la actividad y a la 
feminidad con la pasividad. Aunque obviamente cada autor que refiere 
esencias como aspectos definitorios de la masculinidad argumenta y trata de 
explicar su propia postura, queda muy claro que la elección de la o las 
características que apuntan a la esencia son extremadamente arbitrarias, lo 
cual indica que no existe una esencia de la masculinidad sino varias 
rompiéndose totalmente la idea misma de esencia. 
 
 Por otra parte existen las definiciones que parten de la ciencia social 
positivista las cuales se centran en la búsqueda de hechos: la masculinidad es 
lo que los hombres son en realidad. Sus argumentos sobre todo se basan en la 
diferenciación estadística entre grupos de hombres y mujeres, lo cual garantiza 
la validez de sus descripciones. Se puede apuntar que una descripción no es 
una explicación, además de quedar completamente veladas las estructuras que 
determinan los fenómenos estudiados, en este caso la pregunta del ¿por qué 
un hombre es como en realidad se muestra? queda sin responder ya que la 
epistemología positivista y los métodos estadísticos no corresponden al 
planteamiento de este tipo de problemáticas. 
 
 Las definiciones normativas se basan en el deber ser; es decir en lo que 
los hombres deben ser en función de la existencia y operatividad de las normas 
sociales. Estas definiciones ofrecen a los hombres diversas formas de 
aproximación a dichas normas, lo cual produce varias dificultades ya que 
existen “estilos” particulares de adaptarse a los lineamientos establecidos 
siendo discutible la existencia de una o unas normas a las cuales en la realidad 
nadie se adapta. Justamente se cuestiona la función normativa de los 
lineamientos. 
 
 Finalmente, existen definiciones que apuntan a la cuestión de la 
masculinidad como una construcción social; de hecho se parte de la idea de 
que no existe una masculinidad sino varias, en tanto las prácticas que definen 
este aspecto de género van configurándose desde un punto de vista relacional, 
dependiendo tanto del sujeto como del entorno que funciona como contenedor 
de dichas prácticas (Gilmore, 1994; Kaufman, 1999; Gutmann, 2000; Connell, 
2003; Corsi, 2003). Los estudios a los que nos referiremos en la presente 
investigación pertenecen a este tipo de perspectiva, ya que permiten la 
flexibilización conceptual que corresponde totalmente con la relatividad 
presente en la realidad social. 
 
2.2 Violencia social y masculinidad. 
 
La masculinidad se construye de manera cotidiana y paulatinamente se 
va significando y resignificando de forma constante en función de las relaciones 
que se establecen con uno mismo, con los otros y con la sociedad en general; 
es decir, lo masculino pertenece al orden de lo social y no al de la naturaleza o 
al de la biología. Para Gilmore (1994) la masculinidad es “...la forma aceptada 
de ser un varón adulto en una sociedad concreta , es decir, aquello que se 
refiere a por qué la gente de muchísimos lugares considera el estado de 
“hombre de verdad” o de “auténtico hombre” como incierto y precario, como un 
premio que se ha de ganar o conquistar con esfuerzo, y de por qué tantas 
sociedades elaboran una elusiva imagen exclusivista de la masculinidad 
mediante aprobaciones culturales, ritos o pruebas de aptitudes y resistencia.”. 
 
Al hablar de masculinidad, algunos autores han realizado descripciones 
cuya intención es categorizar esta misma condición desde varias dimensiones. 
Branon y David (citado en Bonino, 1999) proponen la existencia de cuatro 
imperativos que definen la masculinidad: 
1. No tener nada de mujer. Ser varón supone no tener ninguna de las 
características que la cultura atribuye a las mujeres ( ser para otros, pasividad, 
vulnerabilidad, emocionalidad, dulzura, etc.) Desde la lógica del todo /nada 
masculina, lo deseado/ temido que aquí se juega es lo opuesto macho/ 
maricón, con su derivado hetero/ homosexual. 
2. Ser importante. Ser varón se sostiene en el poder y la potencia y se mide 
por el éxito, la superioridad ante las demás personas, la competitividad, el 
status, la capacidad de ser proveedor, la propiedad de la razón y la admiración 
que se logra de los demás. Desde la lógica todo/ nada masculina, se juega 
aquí en lo deseado/ temido la posición potente / impotente, exitoso/ fracasado, 
dominante/ dominado o admirado/ despreciado. 
3. Ser un hombre duro. La masculinidad se sostiene aquí en la capacidad de 
sentirse calmado e impasible, ser confiado, resistente y autosuficiente 
ocultando sus emociones y estando dispuesto a soportar a otros. Fuerte/ débil 
o duro/ blando son los opuestos deseados (temidos desde la lógica todo/ 
nada). 
4. Mandar a todos al “demonio”. La hombría depende aquí de la agresividad y 
la audacia y se expresa a través de la fuerza, el coraje, el enfrentar riesgos, la 
habilidad para protegerse, el hacer lo que le venga en gana y el utilizar la 
violencia como modo de resolver conflictos. Los pares deseado/ temido son 
aquí valiente/ cobarde y fuerte, agresivo/ débil. 
 
Por otra parte, a partir de la experiencia de temor a lo considerado de 
“mujeres “ o lo “femenino”, se puede rastrear una docena de mitos y creencias 
descritas por Corsi (1995) que sustentan la socialización de la masculinidad: 
1. La masculinidad es la forma más valorada de la identidad genérica. 
2. El poder, la dominación, la competencia y el control con esenciales como 
prueba de masculinidad. 
3. La vulnerabilidad, los sentimientos y las emociones en el hombre son signos 
de feminidad y deben ser evitados. 
4. El autocontrol y el control sobre los otros y sobre su entorno son esenciales 
para que el hombre se

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