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1
 
 
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE 
MÉXICO 
 
FACULTAD DE PSICOLOGIA 
 
 
INFLUENCIA DE LAS DIMENSIONES DE LOS REFORZADORES 
EN LAS ELECCIÓNES DE ADOLESCENTES TESTIGOS DE 
VIOLENCIA DOMÉSTICA 
 
 
T E S I S 
 
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE: 
 
LICENCIADO EN PSICOLOGÍA 
 
 
P R E S E N T A: 
 
Agustín Jaime Negrete Cortés 
 
 
 
 
Asesor: Dr. Ariel Vite Sierra 
Revisora: Dra. Georgina Cárdenas López 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
2007 
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reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
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Dedicatorias: 
 
A mi madre: 
Gracias por todo el apoyo incondicional, por tus acertados concejos y tus regaños 
pero principalmente por tu cariño de madre que siempre me a acompañado, 
gracias por ser amiga, compañera, hermana, padre y madre, soñadora, viajera y 
cómplice, gracias por la vida y enseñarme el valor de doblarse pero no quebrarse. 
 
A mi padre el profesor Víctor Negrete: 
Donde quiera que el esté a el van mis triunfos. 
 
A mi Hermano: 
Gracias por aguantarme con la gallina y el camino que abrió la puerta para que 
fueran muchas las platicas de mecánica quántica, por tu gran aportación en el 
programa. 
 
A Enrique Trejo: 
Por que mucho de lo que soy se lo he aprendido a el. ”Luciendo los tatuajes de un 
pasado bucanero, de un velero al abordaje de un…” 
 
A mi tío Enrique 
Por que todo mundo sabe que con el se cuenta siempre y es el vivo ejemplo de 
lucha y tenacidad. Gracias por su apoyo. 
 
A toda la familia Cortés: 
Mi madrina Belén, Alma, Clara, Ángeles, Eriquillos, Concha, Jorge, Jorgito, Cita, 
Chive, Ere, Héctor, Pedro… y los nombres continúan y continúan; todos ustedes 
son extraordinarios. 
 
A Luisa: 
Quien me inspiró a hacer, continuar y culminar este trabajo, por ser un orgullo para 
mí, siempre te llevo guardada muy cerca del corazón… gracias por tu cariño y 
apoyo. 
 
A Diego, Eric, Ivonne, Dana y Carolina: 
Por las risas, juegos, desvelos, estudios, riesgos, viajes, sueños, planes y sobre 
todo por su amistad, apoyo y confianza en toda mi vida 
 
A mis tíos Agustín y Araceli: 
Por que han llenado muchas veces ese hueco que dejó mi padre, gracias tío por 
parecerse a el y enseñarme que cada día tiene algo esperando por nosotros… a 
Eric y Lalo por hacerme feliz y recordarme mi infancia, gracias tía por sus 
correcciones ortográficas y escuchar mis problemas. 
 
 
 
 
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A la Universidad Nacional Autónoma de México 
Mi segunda casa y en muchas ocasiones la primera, no hay mejor educación que 
la que cuesta, y esta me ha costado sudor y sangre desde que entré; aquí se 
engloban todos sus trabajadores y maestros que me formaron en la carrera, a 
todos ustedes les debo este trabajo. Solo hay una y es la UNAM. 
 
 A mi Director, Maestro, Compañero y Amigo Dr. Ariel Vite Sierra 
Por el apoyo incondicional, sus enseñanzas, consejos y platicas “todo tiene un por 
que” y sobre todo por su gran paciencia. 
 
 
A la Dra. Georgina Cárdenas López: 
Por su fuerza y apoyo en la investigación e innovación psicológica; admiro y 
respeto todo su trabajo. 
 
 A todos los sinodales: 
 
Dr. Juan José Sánchez Sosa 
Mtro. Luis Emilio Cáceres Alvarado 
Dr. Julio Espinosa Rodríguez 
 
Sus concejos son invaluables y su conocimiento es admirable y sorprendente 
 
A todos los que de manera directa e indirecta apoyaron este trabajo: 
 
Adolfo, Adaina, Adriana, Lic. José López Almuina, Araceli, Consuelo Ríos, todos 
los maestros de matemáticas y todos los jóvenes que participaron. 
 
 
Y sobre todo a Dios… el sabe por que. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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INDICE 
 
 
Resumen 6 
 
I. INTRODUCCIÓN 8 
II. ANTECEDENTES 11 
 
1. Violencia 13 
 1.1 Definición de Violencia 13 
 1.2 Clasificación de la Violencia 14 
 1.3 Codificación del Tipo de Conducta 16 
 1.4 Tipos de Lesión o Efectos en la Víctima 17 
 
2. Violencia Doméstica 18 
 2.1 Lo Doméstico 19 
 
3. El Panorama Actual 20 
 3.1 La Violencia Doméstica a Nivel Mundial 20 
 3.2 En México 24 
 
4. Los Testigos de Violencia Doméstica 27 
 4.1 ¿Quienes son los Principales Testigos? 27 
 4.2 Los Hijos como Víctimas 27 
 4.2 Consecuencias de ser Testigos de Violencia Doméstica 29 
 
5. Impulsividad 31 
 5.1 Definición de Impulsividad 31 
 5.2 Predicciones de la Impulsividad 36 
 
6. Ley de Igualación 37 
 6.1 Los inicios de la Ley de Herrnstein 37 
 6.2 El empleo de la Ley de Igualación en la Investigación 38 
 
 III. DESARROLLO DE LA INVESTIGACIÓN 43 
 
7. Método 43 
 7.1 Participantes 43 
7.2 Escenario 43 
7.3Materiales e Instrumentos 43 
7.4 Diseño Experimental 46 
 7.5 Variables 46 
 7.5.1 Variables Dependientes 46 
 7.5.2 Variables Independientes 46 
 7.5.2.1 Violencia Doméstica 46 
 7.5.2.2 Tasa de Reforzamiento 47 
 7.5.2.3 Calidad del Reforzamiento 47 
 
 
 
 
5 
 
 7.5.2.4 Esfuerzo de la Respuesta 48 
 7.5.2.5 Inmediatezdel Reforzamiento 48 
 7.6. Procedimiento 51 
 7.6.1 Línea Base 52 
 7.6.2 Fase de Evaluación 52 
 7.6.3 Fase de Réplica 54 
 7.7 Análisis de los Resultados 54 
 
8. Resultados 55 
 8.1 Adolescentes Testigos de Violencia Doméstica 55 
 8.2 Grupo Control 60 
 8.3 Resultados por género 68 
 
9. Discusión 69 
 
10. Referencias 75 
 
11. Anexos 80 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
6 
Resumen 
 
 
La violencia domestica es actualmente considerada un problema de 
salud publica. Se estima que aproximadamente en el 60 % de los 
hogares mexicanos se experimenta algún tipo de violencia familiar. Los 
resultados de las investigaciones sobre los efectos de las exposiciones a 
la violencia domestica en adolescentes, revela que estos son propensos 
a sufrir daño psicológico en cinco áreas generales: (a) trauma 
inmediato, (b) efectos adversos en el desarrollo, (c) vivir bajo altos 
niveles de tensión, particularmente el miedo de dañarse a ellos mismos y 
a su madre (b) la exposición a modelos que emplean la violencia e (e) 
impulsividad. Con el objetivo de evaluar el efecto de las dimensiones 
del reforzador sobre la conducta de elección en adolescentes testigos 
de violencia doméstica, se examinó cómo la tasa de reforzamiento, 
calidad, inmediatez y esfuerzo de la respuesta se combinan para influir 
en la conducta de elección de 10 adolescentes, divididos en dos 
grupos: cinco testigos de violencia doméstica y cinco no testigos de 
violencia doméstica, y asimismo evaluar la viabilidad de una propuesta 
metodológica derivada de la ley de igualación a fin de determinar las 
respuestas diferenciales a dichos reforzadores y dimensiones de la 
respuesta. A ambos grupos se les proporcionaron dos conjuntos de 
problemas matemáticos que fueron similares en dos dimensiones pero 
competían en otras, las cuales fueron contrabalanceadas a través de 
seis combinaciones en la fase de evaluación inicial, evaluando el 
tiempo asignado a cada una de ellas. Las condiciones que resultaron 
con el mayor y menor tiempo asignado se replicaron. Los resultados 
obtenidos señalan que el tiempo asignado a cada alternativa fue 
afectado diferencialmente por las dimensiones de la respuesta y el 
reforzador en los adolescentes testigos de violencia doméstica. Los 
adolescentes que fueron testigos de algún tipo de violencia en sus 
hogares asignaron un número mayor de elecciones o tiempo a las 
dimensiones de reforzadores que implicaban una mayor inmediatez del 
reforzamiento a diferencia de los adolescentes del grupo control. 
Ambos adolescentes, del grupo de testigos de violencia y del grupo 
control, prefirieron los problemas matemáticos que implicaban un 
menor esfuerzo de respuesta y una mayor calidad de reforzador. Las 
dimensiones en competencia que son sensibles a la impulsividad son: 
Inmediatez contra Esfuerzo (IvsE), Inmediatez contra calidad (IvsC) tasa 
de reforzamiento contra Inmediatez (RvsI). En estos casos, los 
adolescentes testigos de violencia doméstica respondieron con una 
mayor cantidad de elecciones a la dimensión de inmediatez a 
diferencia de los adolescentes del grupo control. Esto nos habla de que 
los adolescentes del grupo testigo de violencia doméstica son más 
impulsivos que los adolescentes del grupo control. La comparación inter 
genero mostró que las mujeres testigos de violencia doméstica 
mostraron mayor impulsividad que las mujeres del grupo control a 
7 
comparación de los hombres quienes no tuvieron tanta diferencia en 
este sentido. Esto habla de una mayor influencia de la violencia 
doméstica sobre las mujeres del grupo testigos de violencia domestica. 
Encontrando que usar paradigmas basados en la ley d igualación 
pueden ser buenos predictores de conductas impulsivas por ser 
paradigmas que contemplan la naturaleza propia del reforzador. 
8 
 
I. INTRODUCCIÓN 
 
Kahlil Gibran (1923), señala en su libro El profeta, que el amor es un 
arma de dos filos: Puede procurarnos el mayor éxtasis y también el mayor 
dolor. Las parejas se conocen, se enamoran, planean una vida juntos, 
posiblemente se casen; y como en cualquier historia de amor, esperan ser 
felices para siempre. Por desgracia, no siempre es así. Algunas veces las 
relaciones se tornan violentas; una persona agrede a su pareja, produciéndose 
entonces una relación abusiva. Algunos tipos de relaciones abusivas son 
conocidas como violencia doméstica. 
 
El observar las condiciones de violencia en las cuales viven un 
importante número de mujeres y niños, es un paisaje dramático en el mundo 
actual. La violencia familiar es parte inherente de casi todas las sociedades 
alrededor del mundo (Cárdenas, Vite, López & Flores, 2005) y que en las 
últimas décadas se ha prestado una creciente atención a este tipo de 
relaciones (Kail & Cavanagh, 2006). 
 
De acuerdo a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (Gómez, 
2002), más del 60% de los hogares mexicanos experimenta algún tipo de 
violencia. El 84% de este tipo de violencia se refiere al maltrato físico, el 63% al 
maltrato sexual y el 14% a violación conyugal. 
 
La mayor parte de las investigaciones se refieren a la violencia conyugal 
y sus consecuencias en la mujer, sin embargo existe poca investigación en 
nuestro país sobre los efectos de la violencia domestica en los hijos, 
particularmente en los adolescentes. 
 
Las consecuencias en los adolescentes pueden diferir dependiendo de 
múltiples variables, así como la edad de los adolescentes, la naturaleza y 
severidad de la violencia, la existencia de otros factores en la vida de los 
adolescentes (por ejemplo: pobreza, abuso sustancial de los padres, etc.) y 
cuando los adolescentes son también directamente abusados físicamente. En 
general los adolescentes que son expuestos a violencia doméstica pueden ser 
9 
asociados con incremento en sus conductas agresivas, incremento en 
problemas emocionales, así como depresión y/o anorexia, bajos niveles de 
competencia social y un bajo desempeño académico. Específicamente, los 
estudios que examinaron diferencias entre grupos en estas conductas 
revelaron que la exposición a los adolescentes a la violencia doméstica 
tendían a ser mas agresivos y a exhibir conductas violentas, problemas en sus 
escuelas y comunidades tendiendo un temperamento violento (Fantuzzo, 
1999), así como de problemas de consumo excesivo de drogas y alcohol 
(Sasson, 2003; Hughes, 1988; McClosekey, Figueredo, & Koss, 1995; 
Rosenbaum, & O´leary, 1981) e impulsividad (Llorente, 2004; Cantera, 2002). 
 
Existen diversos estudios que han enfocado su atención en las 
variables externas de un individuo, específicamente un contexto familiar 
violento, como los causantes del desarrollo de conductas impulsivas y 
violentas (Justicia, Benítez, Pichardo, Fernández, García & Fernández; 2006). 
 
Todos estos problemas conductuales y de agresividad tienen como 
sustrato la conducta de impulsividad, esta ha sido definida en investigaciones 
conductuales como la elección entre alternativa de respuestas 
concurrentemente disponibles que producen pequeños reforzadores 
inmediatos contrareforzadores altos pero demorados. (Aisnlie 1974; Loque, 
Peña-Correal, Rodríguez y Kabela, 1986; Neef, Mace, Shade, 1993; Rachlim, 
1974). A la inversa el autocontrol es definido como la elección que produce 
una relativa alta ganancia a un largo plazo (Neef, 2001). 
 
Dentro de los modelos conductuales del estudio de la elección, 
sobresale la contribución de la ley de igualación (Baum, 1974; Herrnstein, 
1961; 1970). La cual ha esclarecido los efectos del reforzador al hacer 
explícitas sus propiedades relativas; es decir, considera los efectos de un 
reforzador sobre la conducta en el contexto de otros reforzadores para 
opciones de respuestas concurrentes. En virtud de que el reforzador depende 
de su relación con otros, la investigación de las interacciones de los 
reforzadores ha recibido una creciente atención (Green & Freed, 1993). 
 
10 
De manera particular, en investigaciones conductuales, el autocontrol, y 
su inverso la impulsividad, han sido examinadas en un paradigma de 
programas concurrentes el cual enfatiza la naturaleza del contexto de este 
constructo, como dependiente en tamaño, calidad y retraso de las ganancias o 
reforzadores por respuestas alternativas en competencia. El autocontrol y la 
impulsividad son operacionalmente definidos como la elección entre 
alternativas de respuestas concurrentemente disponibles que producen altos 
reforzadores pero demorados (autocontrol) o reforzadores inmediatos con 
pocas ganancias (impulsividad) (Neef, Bicard, Endo, Coury & Aman, 2005; 
Neef, Bicard, & Endo, 2001; Neef, Mace & Shade, 1993; Rachlin, 1974). 
 
En relación con los planteamientos señalados, el interés del presente 
trabajo es generar información empírica a fin de conocer la viabilidad de 
algunas nociones de la ley de igualación, para evaluar el constructo de 
impulsividad. Por lo tanto el objetivo del presente estudio fue evaluar como las 
diferentes dimensiones de un reforzador que son: el valor del programa de 
reforzamiento o la tasa de reforzamiento, el esfuerzo que requiere la 
respuesta, la calidad del reforzador y la inmediatez de reforzamiento se 
combinan para influir en la conducta de elección de los adolescentes testigos 
de violencia domestica bajo un paradigma de ley de igualación. 
 
 
 
 
 
 
 
 
11 
 
I. ANTECEDENTES 
 
 
1. Violencia 
 
Aunque la violencia entre los seres humanos prácticamente ocurre 
desde el inicio de la humanidad, los motivos de la misma y sus escenarios 
han sido diferentes. También, los grupos humanos más afectados se han 
localizado en el transcurso de la historia, y en la actualidad, los claramente 
involucrados se identifican entre los niños, las mujeres, los adultos mayores 
y los discapacitados 
 
La violencia es el abuso de la fuerza para obtener algo. A diferencia de la 
agresividad que es arremeter contra alguien para dañarlo. Se ha elegido el 
vocablo «violencia», y no otros, porque en su seno podemos introducir 
cualquiera de los aspectos externos e internos que permiten describirla. 
Podremos encontrar la agresión o el maltrato, la faceta física o la psíquica, las 
agresiones mixtas, o la agresión sexual como formas de exteriorización. 
 
Asimismo este término permite incluir los factores causales o con-
causales, predisponentes o desencadenantes, etc. La palabra «violencia» 
establece un descriptor básico que puede acoger tanto la situación individual 
de agresor o víctima que tiene cada protagonista de esa unidad de 
funcionamiento familiar, como la situación de relación alterada con aparición 
de la agresión o agresiones, ansiedades, temores, amenazas, dependencias, 
etc. (Cobo, 1999) 
 
En términos generales, la respuesta del sector de salud a la violencia 
es fundamentalmente reactiva y terapéutica. Se tiende a fragmentarla en 
áreas de interés y de competencia especiales, por lo que es frecuente pasar 
por alto tanto la perspectiva general como las relaciones entre las distintas 
formas de violencia. No obstante, la violencia es un fenómeno complejo que 
hay que abordar de forma integral y holística. Por definición, la salud pública 
12 
no se centra en los pacientes a título individual, sino en la salud de las 
comunidades y las poblaciones como un todo. Sus intervenciones se 
ocupan, en la medida de lo posible, de los grupos que corren mayor riesgo 
de enfermedades o lesiones (Cobo, 1999). 
 
De acuerdo con Curtis (2000), las investigaciones que se han 
realizado a nivel mundial revelan que existe una gran carencia de recursos 
humanos y financieros disponibles que permitan tratar el problema 
efectivamente. Adicionalmente, existe una falta de coordinación entre los 
servicios que se ofrecen y las necesidades de las victimas y testigos de 
violencia domestica (Cárdenas, Vite, López & Flores, 2005 
 
En lo concerniente a la violencia, los profesionales de la salud pública 
y sus colaboradores parten de la sólida convicción, basada en pruebas 
científicas, de que tanto la conducta violenta como sus consecuencias 
pueden prevenirse. La estrategia planteada desde la salud pública, no 
reemplaza a las respuestas que la justicia penal y los derechos humanos dan 
a la violencia, sino que complementa sus actividades y les ofrece más 
instrumentos y fuentes de colaboración (Cobo, 1999) 
 
Pocos pueden refutar el hecho de que la violencia es un problema 
social. Sin embargo, es importante reconocer que pasó mucho tiempo antes 
de que esta condición fuera reconocida como tal. La perspectiva de que los 
problemas se construyen socialmente, mantiene que las reacciones de la 
sociedad son fundamentales en el proceso de redefinición de una condición 
social como un problema social. Estas reacciones incluyen todas las 
maneras en que los miembros de una sociedad responden a las condiciones 
sociales (Cárdenas et al. 2005). 
 
 
 
 
 
 
13 
1.1Definición de Violencia 
 
 
Una de las razones por las que apenas se ha considerado a la 
violencia como una cuestión de salud pública es la falta de una definición 
clara del problema. La violencia es un fenómeno sumamente difuso y 
complejo cuya definición no puede tener exactitud científica, ya que es una 
cuestión de apreciación. La noción de lo que son comportamientos 
aceptables e inaceptables, o de lo que constituye un daño, está influida por 
la cultura y sometida a una continua revisión a medida que los valores y las 
normas sociales evolucionan. En la generación anterior, por ejemplo, la 
palmeta o nalgada formaba parte de los castigos habituales en los colegios 
británicos, y se utilizaba para golpear a los alumnos en las nalgas, las 
piernas o las manos. Hoy, un profesor británico puede ser procesado por 
utilizar cualquier tipo de coerción física con un niño (Informe Mundial sobre la 
violencia y la salud, 2002) 
 
Debido a la amplia variedad de códigos morales imperantes en los 
distintos países, ha hecho de la violencia una de las cuestiones más difíciles 
y delicadas de abordar en los diferentes foros mundiales dedicados a este 
tema. 
 
La violencia puede definirse de muchas maneras, según quién lo haga 
y con qué propósito. Por ejemplo, la definición orientada al arresto y la 
condena será diferente a la empleada para las intervenciones de los 
servicios sociales. En el ámbito de la salud pública, la dificultad reside en 
definir la violencia de manera que abarque el conjunto de actos perpetrados 
y las experiencias subjetivas de las víctimas, pero sin que la definición 
resulte tan amplia que pierda sentido o describa como hechos patológicos 
las vicisitudes naturales de la vida cotidiana. Se necesita, además, un 
consenso mundial que permita comparar los datos entre los países y 
construir una sólida base de conocimiento. 
 
14 
La Organización Mundial de la Salud ha definido a la violencia como: 
El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza 
o efectivo, contra uno mismo, otrapersona o un grupo o comunidad, que 
cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños 
psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones (WHO, 1996). 
 
La definición comprende tanto la violencia interpersonal como el 
comportamiento suicida y los conflictos armados. Cubre también una amplia 
gama de actos que van más allá del acto físico para incluir las amenazas e 
intimidaciones. Además de la muerte y las lesiones, la definición abarca 
también las numerosísimas consecuencias del comportamiento violento, a 
menudo menos notorio, como los daños psíquicos, privaciones y deficiencias 
del desarrollo que comprometan el bienestar de los individuos, las familias y 
las comunidades. 
 
 
1.2 Clasificación de la violencia 
 
La complejidad, la ubicuidad y la diversidad de los actos violentos 
suscitan sentimientos de impotencia y apatía. Se requiere un marco analítico 
o una clasificación que separe los hilos de este intrincado tapiz para 
esclarecer la naturaleza del problema y las acciones necesarias para 
afrontarlo. Hasta el momento, la tarea de contrarrestar la violencia se ha 
fragmentado en áreas especializadas de investigación y actuación. Para 
superar este inconveniente, el marco analítico debe prestar especial atención 
a los rasgos comunes y las relaciones entre los distintos tipos de violencia, 
dando paso a una perspectiva holística de la prevención. Son escasas las 
clasificaciones de este tipo, y ninguna es integral ni goza de la aceptación 
general (Foege, Rosenberg & Mercy, 1995). 
 
 
 
 
15 
El Informe mundial sobre la violencia y la salud realizado por la 
Organización Mundial de la Salud (2002) divide a la violencia en tres grandes 
categorías. Estas categorías tienen como descriptor al autor del acto 
violento: violencia dirigida contra uno mismo, violencia interpersonal y 
violencia colectiva. Esta categorización inicial distingue entre la violencia que 
una persona se inflige a sí misma, la infligida por otro individuo o grupo 
pequeño de individuos, y la infligida por grupos más grandes, como los 
estados, grupos políticos organizados, milicias u organizaciones terroristas 
A su vez, estas tres amplias categorías se subdividen para reflejar tipos de 
violencia más específicos. 
 
La violencia dirigida contra uno mismo comprende los 
comportamientos suicidas y las autolesiones, como la automutilación. El 
comportamiento suicida va desde el mero pensamiento de quitarse la vida al 
planeamiento, la búsqueda de medios para llevarlo a cabo, el intento de 
matarse y la consumación del acto. 
 
La violencia interpersonal se divide en dos subcategorías: 
• Violencia intrafamiliar o de pareja: en la mayor parte de los casos se 
produce entre miembros de la familia o compañeros sentimentales, y suele 
acontecer en el hogar, aunque no exclusivamente. 
• Violencia comunitaria: se produce entre individuos no relacionados entre sí 
y que pueden conocerse o no; acontece generalmente fuera del hogar. 
 
El primer grupo abarca formas de violencia como el maltrato de los 
niños, la violencia contra la pareja y el maltrato de los ancianos. En el 
segundo grupo se incluyen la violencia juvenil, los actos violentos azarosos, 
las violaciones y las agresiones sexuales por parte de extraños, y la violencia 
en establecimientos como escuelas, lugares de trabajo, prisiones y 
residencias de ancianos. 
 
 
 
16 
La violencia colectiva es el uso instrumental de la violencia por 
personas que se identifican a sí mismas como miembros de un grupo frente 
a otro grupo o conjunto de individuos, con objeto de lograr objetivos políticos, 
económicos o sociales. Adopta diversas formas: conflictos armados dentro 
de los Estados o entre ellos; genocidio, represión y otras violaciones de los 
derechos humanos; terrorismo; crimen organizado. 
 
Esta clasificación toma en cuenta la naturaleza de los actos violentos, 
que pueden ser físicos, sexuales o psíquicos, o basados en las privaciones 
o el abandono, así como la importancia del entorno en el que se producen, 
la relación entre el autor y la víctima y, en el caso de la violencia colectiva, 
sus posibles motivos (Informe Mundial sobre la violencia y la salud, 2002). 
 
 
1.3 Codificación del tipo de conducta 
 
Por lo tanto, al enfrentarnos con un hecho o una historia de violencia, 
la primera cuestión que surge es clasificarla. Según Cobo (1999), basándose 
en esta línea podemos encontrar: 
• Violencia por acción pura. En los casos en donde principalmente el agresor 
arremete contra su víctima de forma directa y causando un daño inmediato. 
• Violencia por omisión pura. Los casos de violencia en las que el agresor 
omite cualquier acción en pro del desarrollo de la víctima, por ejemplo el 
abandono. 
• Violencia por inducción o facilitación. No es una violencia de forma directa 
pero el agresor, en este caso, facilita todos los medios necesarios para 
causar daño a su victima. 
• Violencia mixta o múltiple con elementos de acción, de omisión y/o de 
inducción síncronos o en la historia de esa violencia. 
• Otras conductas violentas determinadas no descritas en los apartados 
anteriores. 
• Violencia no especificada. 
 
 
17 
 
1.4 Tipos de lesión o efectos en la victima 
 
Cobo (1999) sugiere otro descriptor de los tipos de violencia, es en base a 
los efectos o consecuencias sobre la victima, es el descrito por Cobo, (1999): 
• Violencia física, que será descrita por los efectos en el ámbito de la lesión de 
nuestro cuerpo, en la que puede demostrarse un sustrato orgánico. Estaríamos 
hablando de daño corporal u orgánico. Este apartado incluye tanto la agresión 
física como acción, como los efectos físicos de una conducta por omisión o 
inducción. 
• Violencia sexual, cuando lo afectado es el ámbito de la sexualidad de la 
víctima, aquello que en lenguaje jurisdiccional actual se ha dado en llaman; la 
libertad sexual. 
• Violencia psíquica, en la que los efectos corresponden a las situaciones en 
las que el daño aparece en el ámbito de lo mental, y por ello es susceptible de 
valorarse a través de lo que en lenguaje biomédico podría considerarse como 
trastorno mental. Con el fin de conseguir un enfoque práctico y que pueda 
adoptar algunas formas clínicas de interacción psicofísica, definiremos esta 
violencia como psíquica cuando sus efectos puedan categorizarse a través del 
DSM-IV o en la CIE-10 (capítulo de los trastornos mentales y del com-
portamiento). 
• Otras violencias. Además de las formas anteriores que agrupan la mayor 
cantidad de las violencias domésticas reconocidas como tales, existen otras 
que no pueden incluirse en las formas anteriores, pero que están 
perfectamente descritas. 
• Violencia mixta o múltiple. Es la más habitual entre aquellas violencias que 
tienen detrás una historia compleja. A través de los protagonistas del drama 
encontraremos aspectos de lesión física, psíquica y también sexual, en 
muchas ocasiones. 
• Formas no especificadas, cuando no tenemos elementos de descripción 
suficiente para establecer una de las anteriores, pero presumimos su 
existencia 
 
 
18 
2. Violencia Domestica 
 
La violencia doméstica se refiere al abuso y/o ataque de adolescentes o 
adultos hacia sus compañeros íntimos. Este término es indistinto entre abuso 
de compañero íntimo y violencia interparental (Baker, 2002; Fantuzzo, 1999). 
 
La violencia doméstica ocurre en todas las edades, razas, grupos 
socioeconómicos, educacionales, ocupacionales y religiosos. Es usada para 
intimidar, humillar o asustar a las victimas como una forma para mantener el 
poder y el control sobre otros. Es una conducta de abuso que en muchos casos 
ha sido aprendida por el perpetrador (Baker, 2002) 
 
La gama de conductas incluidas en este término actualmente varía con 
el contexto en el cual este se use. Las definiciones clínicas son a menudo más 
amplias que las definicioneslegales. Por ejemplo un clínico definiría la violencia 
doméstica como un patrón de ataques y conductas coercitivas incluyendo 
físicas, sexuales y psicológicas así como coerción económica que los adultos o 
adolescentes usan a través de sus relaciones íntimas. Por contraste los 
modelos legales sobre la violencia doméstica y familiar limitan esta definición a 
los actos de daño físico, incluyendo actos sexuales involuntarios o amenaza de 
daño físico. (Fantuzzo, 1999). 
 
La violencia en el ámbito familiar comprende: 
 La violencia física, considerando esta como cualquier acción no 
accidental que provoque o pueda provocarte daño físico, 
enfermedad o riesgo de padecerla, La violencia psíquica, 
considerando como tal los actos, conductas o exposición a 
situaciones que agredan o puedan agredir, alteren o puedan 
alterar el contexto afectivo necesario para tu desarrollo 
psicológico normal, tales como rechazos, insultos, amenazas, 
humillaciones, aislamiento. 
19 
 La violencia sexual, como toda actividad dirigida a la ejecución 
de actos sexuales en contra de tu voluntad, dolorosos o 
humillantes o abusando del poder, autoridad, con engaño o por 
desconocimiento en el caso de los menores. 
 La violencia económica, como la desigualdad en el acceso a los 
recursos económicos que deben ser compartidos, al derecho de 
propiedad, a la educación y a un puesto de trabajo, derechos 
reconocidos en la Constitución. 
 La corrupción, como conductas desviadas, antisociales o 
desadaptadas que impiden tu integración social (inducción a la 
delincuencia, explotación sexual....). 
 La explotación laboral y mendicidad, son situaciones en las que 
mediante abuso de poder o por fuerza y con violencia un 
miembro de la familia te obliga a la practica continuada de 
trabajos o actividades que o bien interfieren en tu normal 
desarrollo o exceden de los limites de lo considerado normal en 
función de la edad, sexo, formación, o que se consideran 
humillantes o antisociales. 
 
 
 
2.1 Lo doméstico 
 
En la utilización de «lo doméstico» como referente encontramos la 
posibilidad de valorar no sólo aquello que sucede en un lugar específico entre 
las paredes físicas del edificio, sino el domus como definidor de una 
convivencia específica en la que el lazo de lo cotidiano, lo íntimo, lo que define 
un sistema funcional de familia quedaba perfectamente establecido. El hecho 
de lo doméstico nos permite incluir también tanto lo actual, lo que es, como lo 
que fue en un momento determinado, aunque la relación formal, física y 
directa se haya roto (Cobo, 1999). 
 
20 
La palabra «doméstico» nos sitúa en la estructura de convivencia dentro de la 
cual nos interesa analizar la violencia que aparece o existe. 
 
Al utilizar la referencia domus establecemos que la relación entre las 
personas debe contemplar un contacto directo, una interrelación de 
coexistencia y convivencia inmediata definible en un contexto físico 
domiciliario, en la que los actos o conductas de unas personas tengan un 
correlato de efectos en las otras en lo que llamaremos funcionamiento 
familiar. 
 
Es muy importante considerar que, en este trabajo, no sólo se aborda la 
relación de pareja, de cónyuges o compañeros estables, ex cónyuges o ex 
compañeros estables, sino que contemplamos aquellas violencias que afectan 
tanto a la totalidad de ese núcleo de convivencia doméstica (todos sus 
miembros) como específicamente a alguno o algunos de ellos. Recuérdese la 
vivencia de la violencia ya como víctima directa, ya como testigo de ella, 
fundamentalmente en los más pequeños de esa familia, en los que la propia 
situación de violencia genera un desvalimiento físico que requiere cuidados. 
 
Esta convivencia doméstica, desde el punto de vista de la interrelación 
entre las personas, debe incluir tanto las situaciones que existen en la 
actualidad, como aquéllas que, habiendo existido con anterioridad, han 
dejado tras de sí unos intereses comunes, o una interacción entre las 
conductas (Cobo, 1999). 
 
 
 
3. El Panorama Actual 
 
3.1 La violencia doméstica a nivel mundial 
 
La violencia familiar o doméstica se manifiesta como uno de los 
problemas sociales de mayor preocupación en el mundo. Muchos estudios 
realizados en América Latina y otras regiones del mundo han mostrado que la 
21 
 
violencia doméstica es una amenaza importante contra la salud y el bienestar 
de las personas. En Estados Unidos, la violencia familiar es vista como un 
problema de salud publica (Osofsky, 1999) ésta se observa en un 40% entre 
personas que son familiares, amigos, y/o conocidos (Garner & Fagan, 1997). 
No obstante a tal panorama, la violencia doméstica continúa siendo un 
fenómeno poco entendido que solo en los últimos quince años ha recibido 
atención por parte de los investigadores (Holtzworth-Munroe et al., 1997c). 
 
Las estadísticas disponibles a nivel mundial indican que cada año en 
los Estados Unidos, 4000 mujeres son golpeadas hasta causar la muerte por 
su pareja. En África, Asia y otros países, las niñas y adolescentes enfrentan 
distintos tipos de violencia, como ser quemadas, desfiguradas con ácido o 
mutiladas. En Canadá, 25% de las mujeres han experimentado abuso físico 
por parte de su pareja, mientras que en Suecia una mujer es golpeada a 
muerte cada 10 días (Curtís, 2000). En un estudio realizado por Krug, 
Dahlberg, Mercy, Zwi y Lozano (2002), se aprecia que este fenómeno se 
manifiesta tanto en los países desarrollados como en vías de desarrollo. 
 
De acuerdo a una encuesta nacional realizada por la Fundación 
Commonwealth (1993), en solo un año, casi cuatro millones de mujeres 
Americanas fueron físicamente maltratadas por su pareja y se reporta que 
cuando menos un 34% de Americanos han presenciado un incidente de 
violencia familiar. En este mismo informe se señala que la incidencia de 
mujeres víctimas de violencia familiar es mas alta, que la frecuencia de 
cualquier otro tipo de delito (v. g. robo, asalto, daño físico), registrado en los 
Estados Unidos. 
 
En los Estados Unidos se realizo un estudio para encontrar las 
diferencias raciales de violencia contra la pareja, encontrando que los México-
Americanos tienen mayor propensión a mostrar violencia familiar que los 
Anglo-Americanos. En un estudio, Torres (2001) reporta que la severidad y 
tipo de ataque no difieren, pero que, sin embargo, la percepción de lo que 
constituye violencia familiar es bastante distinta. Las mujeres Anglo- 
22 
 
 
Americanas reconocieron más tipos de conductas de abuso en comparación a 
las que reportaron las mujeres México-Americanas. Esto apoya la noción de 
que resulta más probable que la mujer acepte diversos niveles de abuso como 
normales, cuando la cultura donde está inmersa permite al hombre tener 
control y censura sobre su conducta, y cuando las condiciones sociales 
representan una barrera para vivir una vida libre de violencia. 
 
Las culturas que dan prioridad al honor y presentan a la mujer como un 
ser pasivo, que apoya las actividades masculinas contribuyen a tolerar el 
maltrato a la mujer. También las que insisten en la lealtad y el sacrificio a favor 
de la familia. Vandello (2000), reseñó dos estudios de latinoamericanos y los 
norteamericanos del sur, donde se examinaron esas ideas. Los 
latinoamericanos y los norteamericanos del sur, daban mayor importancia al 
honor. Evaluaban a la mujer en una relación abusiva más positivamente si no 
abandonaba al hombre; desaprobaban menos que los estadounidenses del 
norte a la mujer que veían que era empujada y reprimida, si aparecía 
arrepentida y reconocía su error. Las estadísticas internacionales indican que 
la evaluación del maltrato es más alta en las culturas que destacan la pureza 
femenina, el estatus del varón y el honor de la familia. Por ejemplo, una causa 
común de asesinato de mujeres en los países árabe son los hermanos u otrosparientes de sexo masculino que matan a la victima por que violó el honor de 
su familia (Kulwicki, 2002). 
 
Los estadounidenses de origen chino tienden más a definir la violencia 
familiar a partir de la agresión física y sexual, sin que incluyan las modalidades 
psicológicas. Los inmigrantes en Estados Unidos mencionan el aislamiento 
social (por ejemplo, no poder interactuar con la familia, los amigos ni los 
compañeros de trabajo) como una modalidad sumamente dolorosa de 
maltrato, vinculada generalmente a la dependencia económica con el esposo 
y a los roles sexuales tradicionales (Abraham, 1999). 
 
23 
Mientras que en algunas culturas, se han adoptado tipos distintos de 
actitudes que han generado un menor abuso en la pareja, como por ejemplo, 
una mayor igualdad en el trato y un aumento de oportunidades para que las 
mujeres tengan acceso a la educación. En otras culturas que han adoptado 
como norma la dependencia económica y restricciones para que la mujer 
pueda incluso pedir el divorcio, los índices de violencia familiar han aumentado 
(Holloway, 1999). En contraste, en muchas otras culturas el problema de la 
violencia familiar todavía no se ha reconocido como un problema prioritario. 
 
La violencia doméstica es un tópico que ha llamado la atención y 
promovido el estudio de diversos sectores de la sociedad. Un número 
importante de investigadores y profesionistas de diversas disciplinas, así como 
grupos de activistas, han unido sus esfuerzos y agendas para encontrar 
soluciones. Han dejado atrás el conocido encasillamiento propio de cada 
disciplina que a lo largo del tiempo ha impedido que se tenga una perspectiva 
integral de la violencia familiar. 
 
Es importante mencionar que la violencia familiar se ha concebido como 
un problema social en las dos últimas décadas, demostrando que no importa 
la raza, el nivel socio económico, ni edad a la que pertenezca; así mismo 
recordemos que éste problema no es un asunto privado, ni individual, ni 
aislado, es una grave circunstancia que aparece como indicador de las fallas 
del sistema global en el que vivimos. 
 
Sin embargo, la literatura en el campo señala que así como reciente es 
la investigación sobre violencia doméstica en países desarrollados, es aún 
más nueva e incipiente en aquellos países en los que no se reconoce como 
problema social, o bien, en aquellos donde se tiene que competir con otros 
problemas prioritarios de salud pública que se presentan en la sociedad, como 
son el abuso de alcohol, desnutrición y enfermedades infecciosas, como es el 
caso de México y algunos otros países de Latinoamérica, Asia y África 
(Cárdenas et al., 2005) 
 
 
24 
 
 
3.2 En México 
 
En nuestro país, la violencia doméstica representa uno de los 
problemas sociales más acuciantes. Aunque no existen datos que permitan 
cuantificar la violencia familiar a nivel nacional, se cuenta con información de 
distintas fuentes. Asimismo en nuestro país, al igual que en el resto del 
mundo, la mujer es la más agredida. De cada 10 casos de violencia familiar en 
adultos, se calcula que ocho ocurren en mujeres. Además, se informa que 
aproximadamente el 50% de los casos de parto prematuro y el 15% de 
mujeres con antecedentes de aborto, refieren violencia (Gómez, 2002). 
 
Las mujeres con edades comprendidas entre los 15 y 19 años han 
mostrado ser el grupo con mayor porcentaje de mujeres con por lo menos un 
incidente de violencia en los últimos 12 meses con un 55.8% tal como lo 
muestra la tabla 1. En total, de toda la población femenil de la república 
mexicana el 46.6 % han sufrido al menos un incidente de violencia en los 
últimos doce meses (INEGI 2006) 
 
En la misma encuesta, el INEGI muestra que el estado con mayor 
porcentaje de mujeres con al menos un incidente de violencia en los últimos 12 
meses es Sonora con 49.8% seguido por Zacatecas 47.6%, Baja California 
47.3% y Chihuahua 46.3%, como vemos, se trata de estados que se encuentran 
al norte de nuestro país, en donde comúnmente, algunos casos de violencia 
llegan hasta el ultimo escalón, el homicidio. Tabla. 2. 
 
Por su parte, la Comisión Nacional de Derechos Humanos estima que 
aproximadamente en el 60 por ciento de los hogares se experimenta algún 
tipo de violencia familiar, pero sólo del 10 al 15 por ciento de las agresiones 
reales son denunciadas (Gómez, 2002). 
 
 
 
25 
 
 
Entre las denuncias realizadas al Sistema de Unidades de Atención a la 
Violencia Intrafamiliar (UAVIF), de las 3,060 mujeres que asistieron durante un 
año, todas manifestaron maltrato psicoemocional, el 84% se quejó de maltrato 
físico, 63% denunció maltrato sexual y 14% de ellas refirieron violación 
conyugal. No obstante, de los 129 hombres que fueron agredidos por su 
pareja, 99% denunció maltrato psicoemocional, principalmente insultos; 67% 
informó maltrato físico y 31% dijo ser victima de maltrato sexual (Chavarria, 
2000). 
 
 
Una encuesta reciente en el Distrito Federal realizada por el Instituto 
Nacional de Estadística, Geografía e Informática, muestra que la violencia 
familiar tiene lugar en el 30.4% de todos los hogares en la forma de maltrato 
emocional, intimidación o abuso físico o sexual. Sólo 14.4% de estos hogares 
buscan alguna clase de ayuda, a pesar de que el 72.2% espera que se repita 
la violencia (UNICEF, 2001, en Cárdenas et al 2005). 
 
En la ciudad de Guadalajara se llevó a cabo un estudio en el que se 
muestra que el perpetrador muchas veces no es el mismo esposo si no algún 
miembro de la familia. Por ejemplo, en el 73% de las encuestadas afirmó que 
el esposo fue el perpetrador de la violencia, el 15% refirió a familiares del 
compañero/esposo, el 11% algún otro familiar, el 4% el padrastro, y un 15% 
alguna persona no familiar. Estos porcentajes no suman un cien por ciento 
debido a que en muchos casos no es solo el esposo el que lleva a cabo los 
actos violentos, si no que en muchos casos, son también otros familiares o no 
familiares los que ejercen violencia sobre la mujer. El tipo de violencia ejercida 
por el esposo o compañero fue: 33% emocional, 19% Física y 12 por ciento 
sexual (Ramírez y Patiño, 1996) 
 
Del 46.6 porciento de mujeres violentadas al menos una vez en los 
últimos doce meces, el 52.2 % son mujeres con secundaria, siendo este el 
grupo con mayor índice de violencia. Fuera de todo pensamiento común, se 
26 
 
 
 
esperaría que el grupo más vulnerable fuese el grupo sin instrucción siendo que 
es el menos vulnerable, así como mujeres con algún año de educación en nivel 
superior. (Ver Tabla 3). 
 
 
 
Grupos de edad Total de mujeres Mujeres con al menos un incidente de violencia 
Porcentaje 
 
Total 19 471 972 9 064 458 46.6 
 
 15 a 19 años 591 442 330 224 55.8 
 20 a 24 años 1 834 311 931 718 50.8 
 25 a 29 años 2 606 924 1 377 548 52.8 
 30 a 34 años 2 923 017 1 473 121 50.4 
 35 a 39 años 2 766 515 1 348 656 48.8 
 40 a 44 años 2 252 210 1 097 650 48.7 
 45 a 49 años 1 943 713 901 563 46.4 
 50 a 54 años 1 452 276 578 959 39.9 
 55 y más años 2 991 629 963 503 32.2 
 No especificado 109 935 61 516 56.0 
 
Tabla 1 
Mujeres y porcentaje de mujeres con al menos un incidente de violencia en los 
últimos doce meses por grupos de edad, 2003. 
 
 
Entidad federativa Total de mujeres 
Mujeres con al menos un incidente de 
violencia Porcentaje 
Estados Unidos 
Mexicanos 19 471 972 9 064 458 46.6 
Baja California 537 468 254 038 47.3 
Coahuila de Zaragoza 491 805 209 561 42.6 
Chiapas 803 074 216 763 27.0 
Chihuahua 635 875 294 314 46.3 
Hidalgo 448 839 186 134 41.5 
Michoacán de Ocampo 760 429 346 606 45.6 
Nuevo León 852 872 243 521 28.6 
Quintana Roo 210 019 90 286 43.0 
Sonora 442 563 220 368 49.8 
Yucatán 345 828 128 602 37.2 
Zacatecas 259 324 123 512 47.6 
El resto de las entidades 13 683 876 6 750 753 49.3 
Tabla 2 
 Mujeres y porcentaje de mujeres con al menos un incidente de violenciaen 
últimos doce meses por grupos de edad, por entidad federativa. 
 
 
 
 
 
 
27 
 
 
 
Nivel de instrucción Total de mujeres 
Mujeres con al menos un incidente de 
violencia Porcentaje 
Total 19 471 972 9 064 458 46.6 
 Sin instrucción 2 182 046 828 622 38.0 
 Con primaria incompleta 3 985 014 1 847 390 46.4 
 Primaria completa y secundaria 
incompleta 5 014 192 2 427 524 48.4 
 Secundaria completa 3 214 961 1 678 247 52.2 
 Algún año en media superior 2 770 216 1 347 669 48.7 
 Algún año en superior 1 669 738 650 691 39.0 
 No especificado 635 805 284 315 44.7 
 
Tabla 3. Mujeres y porcentaje de mujeres con al menos un incidente de 
violencia en los últimos doce meses por nivel de instrucción. 
 
 
 
4. Los Testigos de Violencia Doméstica 
 
4.1 ¿Quienes son los principales testigos? 
La violencia doméstica, casi siempre, tiene resultados adversos para las 
víctimas y los gastos en los que se incurre son diversos. Para la víctima, los 
costos monetarios incluyen en muchas ocasiones gastos médicos y baja 
productividad en el trabajo, la casa y/o la escuela; aunados a los costos no 
monetarios, como por ejemplo: el dolor y el sufrimiento experimentados así 
como el deterioro en su calidad de vida. Asimismo habría que considerarse el 
impacto de las situaciones traumáticas derivadas de este tipo de violencia que 
pudieran reflejarse en la agudización y cronicidad de los trastornos afectivos y 
emotivos que son propios de las personas que se encuentran inmersas en 
esta dinámica, independientemente del papel activo o pasivo que les 
corresponda jugar en la díada relacional (Cárdenas et al., 2005). 
 
4.2 Los hijos como víctimas 
 
Asimismo, habrá que considerar el impacto que la violencia doméstica 
ejerce en los ámbitos relacionados con la autoestima y la auto percepción de 
la integridad como en la personalidad de los distintos miembros de la familia, 
aspecto que se puede reflejar en el bajo rendimiento académico de los hijos, 
en el deterioro de las relaciones sociales, en los escenarios de trabajo de cada 
28 
 
 
uno de los cónyuges y en el trastrocamiento de los valores sociales y morales 
que rigen las relaciones entre los individuos. Los costos sociales incluyen: los 
servicios encargados del cuidado de la salud y los programas de atención a 
víctimas; así como los costos de gestión judicial y de procuración de justicia de 
las victimas y los victimarios (Cárdenas et al., 2005). 
 
 Se ha comprobado que los niños y adolescentes son más vulnerables 
que los adultos a los acontecimientos traumáticos y que las consecuencias, 
incluso en los más pequeños, pueden ser graves y perdurables. De hecho, el 
riesgo de que de los síntomas se vuelvan crónicos es mayor en niños que en 
adultos (Maresca, 2006). 
 
En esta mayor vulnerabilidad pueden influir diferentes factores: 
• Dependencia de los adultos: El menor es un ser absolutamente dependiente 
de los adultos que le rodean y la reacción de éstos, tanto ante el mismo 
acontecimiento, si han compartido la experiencia, o ante la reacción del 
menor, va a desempeñar un papel crucial en las medidas que se tomen y en la 
adaptación del niño y el adolescente. 
• Interferencia con el desarrollo del menor: A diferencia de los adultos, los 
niños están en un continuo proceso de desarrollo bio-psico-social. Cuando la 
situación traumática ocurre en periodos de formación de la personalidad –
infancia y adolescencia- puede dar lugar a alteraciones en la estructuración de 
la misma, pudiendo influir en la capacidad para establecer vínculos personales 
de calidad. El costoso proceso del desarrollo necesita de la predictibilidad y 
apoyo de los adultos protectores. Los estímulos traumáticos que suponen un 
ambiente de caos y violencia alteran dicho proceso, pues parte de la energía y 
de la capacidad adaptativa del niño está puesta al servicio del uso de 
mecanismos de defensa para protegerse de los acontecimientos violentos e 
incomprensibles para él. 
 
A diferencia del adulto, para el cual la recuperación consiste en retomar 
su situación anterior, en el niño y el adolescente, la interrupción del proceso 
29 
 
 
normal de desarrollo que ocasiona el trauma, hace que se retrasen o se 
impida definitivamente la adquisición de habilidades, capacidades y funciones 
propias de ese momento evolutivo y de los posteriores y el tiempo corre en 
contra: si hay un 40% de fracaso escolar en menores con TEPT (Trastorno de 
Estrés Postraumático), las posibilidades futuras de integración laboral ya 
quedan limitadas, por ejemplo. 
 
Como consecuencia de la experimentación del trauma, el proceso de 
desarrollo del menor puede detenerse o desviarse interfiriendo con su 
funcionamiento psicosocial y limitando sus oportunidades futuras, de tal forma, 
que los problemas secundarios que de ello se deriven puedan resultar más 
graves que los síntomas que se derivan directamente del trauma (Maresca, 
2006). 
 
4.3 Consecuencias de ser testigo de violencia doméstica 
 
La interpretación subjetiva de amenaza para la vida o la integridad física 
marca el grado de afectación. A mayor frecuencia, duración y severidad de la 
situación, más gravedad. A mayor proximidad al evento, mayor riesgo. En 
situaciones de violencia familiar, los niños se encuentran en la línea de fuego 
cruzado con el riesgo de padecer lesiones físicas, además de irregularidad de 
horarios, falta de sueño, cambios de humor de los adultos cuidadores. Viven 
en un clima de incertidumbre y de amenaza de peligro para sí mismo o para 
otros (Maresca, 2006). 
 
Existe la noción generalizada de que haber estado expuesto durante la 
infancia a un contexto familiar violento es uno de los factores explicativos más 
importantes de por que ciertos preadolescentes emprenden una carrera 
criminal violenta y persisten en ella durante su adolescencia y adultez. De 
hecho , desde la perspectiva de la teoría del aprendizaje social (Bandura, 
1977) se ha planteado de tiempo atrás que ser testigo o victima de violencia 
en el hogar materno modela el aprendizaje de comportamientos agresivos y 
30 
 
 
violentos, así como la concepción de que dichas conductas, son un método 
legitimo y efectivo, para obtener beneficios. Así, la idea de que las agresiones 
en el seno familiar perpetúan la violencia en la sociedad, tanto al interior como 
por fuera del ámbito domestico se ha convertido en parte de la sabiduría 
popular sobre las causas de la violencia (Llorente, 2004). 
 
Los niños que viven con violencia doméstica corren el riesgo de 
padecer problemas emocionales y conductuales. Algunos niños experimentan 
síndrome de estrés post traumático, problemas de sueño, reacciones 
intensificadas de susto, constante horror acerca de posible peligro. (Baker, 
2002), Los adolescentes y jóvenes adultos con una historia de violencia tienen 
tres veces más riesgo de depresión o suicidio que los individuos sin esa 
historia (Maresca, 2006). 
 
Los efectos pueden diferir dependiendo de múltiples variables, así como 
la edad de los niños, la naturaleza y severidad de la violencia, la existencia de 
otros factores en la vida de los niños (por ejemplo: pobreza, abuso sustancial 
de los padres, etc.) y cuando los niños son también directamente abusados 
físicamente. En general los niños que son expuestos a violencia doméstica 
pueden ser asociados con incremento en sus conductas agresivas, 
incremento en problemas emocionales, así como depresión y/o anorexia, 
bajos niveles de competencia social y un bajo desempeño académico. Entre 
1989 y 1996 los estudios indicaban que los niños demostraban más 
externalización y más internalización que los niños de hogares no violentos. 
Específicamente, los estudios que examinaron diferencias entre grupos en 
estas conductas revelaron que la exposición a los niños a la violencia 
doméstica tendían a ser mas agresivos y a exhibir conductas violentas, 
problemasen sus escuelas y comunidades tendiendo un temperamento 
violento (Fantuzzo, 1999), así como de problemas de consumo excesivo de 
drogas y alcohol (Sasson, 2003; Hughes, 1988; McClosekey, Figueredo, & 
Koss, 1995; Rosenbaum, & O´leary, 1981) e impulsividad (Llorente, 2004; 
Cantera, 2002). 
31 
 
 
La experiencia de terror e indefensión durante la adolescencia pone en 
peligro las tres tareas adaptativas normales de esta fase de la vida: la 
formación de la identidad, la separación de la familia de origen y la exploración 
de un mundo social más amplio. Las manifestaciones son más parecidas al 
adulto, aunque sus respuestas están más marcadas por la impulsividad y las 
conductas agresivas. El intento de mitigar el malestar tiene un riesgo mayor a 
esta edad por poder conllevar conductas arriesgadas y peligrosas (uso de 
drogas, delincuencia, promiscuidad sexual), la expresión a través del cuerpo 
(trastornos de alimentación) o la adopción de conductas prematuramente 
adultas (abandono de la escuela, embarazo, etc.) que tienen un alto costo 
para el adolescente y también para la familia y la sociedad. (Maresca. 2006). 
 
Existen diversos estudios que han enfocado su atención en las 
variables externas de un individuo, específicamente un contexto familiar 
violento, como los causantes del desarrollo de conductas impulsivas y 
violentas (Benítez, Pichardo, Fernández, García & Fernández; 2006). 
 
 
5. Impulsividad 
No hay una definición única de impulsividad en virtud de que se 
reconoce la existencia de distintos tipos de esta, a veces sólo tangencialmente 
relacionados (el porqué se les sigue denominando con el mismo nombre es 
uno de estos misterios insondables en nuestra disciplina) (Servera & Galván, 
2001). 
 
5.1 Definición de Impulsividad 
 
Algunos autores dividen la impulsividad en tres rubros. La primera de 
ellas es la impulsividad manifiesta (con un componente motor y otro social), 
una impulsividad personológica (con influencias de estilo cognitivo, por un 
lado, y por otro, del marco biofactorial) y, finalmente, una impulsividad del 
procesamiento de la información o cognitiva (con una conceptualización dentro 
32 
 
de las teorías del pensamiento y dentro de los modelos cognitivo-
conductuales) (Servera & Galván, 2001). 
 
La impulsividad manifiesta se inicia con los trabajos de Skinner sobre el 
tema del control de estímulos, que Barkley (1990, 1997) ha recuperado en 
sus modernas teorías explicativas de la hiperactividad. Curiosamente éste es 
también un primer punto de encuentro de la impulsividad y la inatención. Los 
dos reflejan un problema de control de estímulos porque la atención se 
entiende como una baja relación entre un estímulo y la conducta esperada del 
individuo, mientras la impulsividad se entiende, por un lado, como una 
incapacidad para demorar reforzadores (baja tolerancia a la frustración y/o 
poca resistencia a la tentación) y, por otro, como una falta de consideración de 
las condiciones de estímulo presentes (precipitación e incapacidad de 
previsión de consecuencias). Este tipo de impulsividad, conocida hoy en día 
como un trastorno del bajo control, es la más evidente en trastornos 
hiperactivos y algunos trastornos de conducta graves. Su naturaleza se basa 
en modelos que interaccionan aspectos hereditarios, funciones 
neuropsicológicas y factores de aprendizaje. 
 
Barkley (1997) afirma que el desorden es fundamentalmente un 
problema de autocontrol o incapacidad de inhibición conductual el cual se 
manifiesta cuando un retraso de una consecuencia en una tarea de respuesta 
genera un conflicto que es contrastado entre las consecuencias inmediatas o 
retardadas de la respuesta. Las conductas (elecciones) que son mas 
sensitivas (influenciadas por) a las consecuencias inmediatas o remotas 
siguieren discontinuidad temporal en el cual el valor de una consecuencia 
deseada disminuye como una función de demora de esa consecuencia 
(Critchfield y Kollins, 2001). 
 
La impulsividad personológica es la que deriva, por un lado, de la teoría 
de los estilos cognitivos y, por otro lado, de las teorías biofactoriales de la 
personalidad (Servera & Galván, 2001). En el siguiente apartado abordaremos 
el estilo cognitivo reflexividad-impulsividad, o mejor dicho abordaremos su 
33 
reformulación, puesto que son pocos los datos hoy en día que sigan avalando 
la posibilidad de hablar de un estilo impulsivo en términos ortodoxos. Por su 
parte, la impulsividad sí continúa jugando un papel clave en prácticamente 
todas las teorías de la personalidad vigentes. Dickman (1993) define esta 
impulsividad como una tendencia a actuar con una menor previsión de las 
consecuencias de nuestros actos, y distingue entre una impulsividad funcional 
y otra disfuncional. 
 
La primera se refiere a conductas de falta de previsión que han recibido 
contingencias positivas asiduamente (en otras palabra, han sido reforzadas 
por el medio); es la típica de personas muy activas, buscadores de riesgos y 
sensaciones, que de algún modo poseen sistemas que les protegen de los 
posibles errores normalmente asociados a su conducta impulsiva. 
 
La disfuncional, en cambio, es la impulsividad que aún habiendo 
recibido mucha estimulación aversiva se mantiene; es la de las personas que 
a la precipitación normalmente añaden errores o resultados negativos. En 
términos factoriales, la impulsividad personológica normalmente es uno de los 
dos componentes de la dimensión «extraversión» (el otro es la sociabilidad), y 
está presente en los modelos y las pruebas de evaluación (test, auto informes, 
escalas, etc.) de Eysenck, Barrat, Costa y McRae, Gray, etc., es decir, en los 
principales autores de teorías de la personalidad. 
 
La impulsividad manifiesta y la personológica pueden tener puntos de 
conexión, tal vez una es continuación de la otra en la edad adulta en algunos 
casos, pero en otros no es así. Los trastornos del bajo control no tratados se 
pueden relacionar, en la edad adulta, con delincuencia, agresividad y 
problemas de adaptación social, mientras la impulsividad personológica, 
incluso la disfuncional, puede causar problemas puntuales más o menos 
importantes a la persona que la presenta, pero no tiene porqué llegar al ámbito 
clínico. La impulsividad del procesamiento de la información es un tipo de 
impulsividad ligada al ámbito cognitivo, más específicamente al afrontamiento 
y resolución de problemas (Servera & Galván, 2001). 
 
34 
 
Sabemos que alcanza su mayor relevancia entre los 6-12 años, puesto 
que va muy ligada a aspectos de maduración que tal vez hagan que en la 
adolescencia y en sujetos adultos su repercusión sea menor. No es que no 
tenga continuidad, pero no está nada claro que esa continuidad sea la 
personológica, más bien se diluye por el desarrollo de otros mecanismos 
cognitivos compensatorios que la hacen menos evidente. En los modelos 
explicativos de la acción de pensar esta impulsividad hace referencia a un 
sesgo en la actuación del sujeto que altera cualquiera de los procesos básicos 
de la resolución del problema: su identificación, su definición, la generación de 
alternativas de solución, la previsión de consecuencias, la toma de decisión, 
etc. Dentro del modelo cognitivo-conductual, aunque más aplicado, sigue 
manteniendo una estructura muy similar, sólo que en este caso el trabajo de 
investigación se ha orientado más a su tratamiento que a su conceptualización 
(Bornas, 1994; Bornas y Servera, 1992; Servera, 1992). 
 
La impulsividad cognitiva se puede definir como una tendencia del 
sujeto a precipitar sus respuestas, especialmente en tareas que explícita o 
implícitamente conllevan incertidumbre de respuesta, y a cometer más errores. 
En otras palabras, es una impulsividad contextualizada, en comparación con 
las otras dos más generales, pero ese contexto no es tan limitado como a 
primera vista pudieraparecer: la mayoría de tareas y actividades del 
aprendizaje escolar requieren una aproximación reflexiva para su correcta 
asimilación y ejecución. La impulsividad cognitiva es, por lo tanto, una 
impulsividad básicamente infantil. En definitiva, la impulsividad cognitiva 
comparte con las otras dos la idea de precipitación y falta de consideración de 
las consecuencias, pero se diferencia de la manifiesta en que no tiene porqué 
ir ligada a problemas de falta de control motor, y de la personológica en que 
no tiene porqué demostrarse en el espectro de funcionamiento social de la 
persona. Al menos así lo atestiguan los datos que, en lugar de presentarnos 
un constructo de «impulsividad» amplio y sólido en sus tres canales de 
respuesta, se empeñan una y otra vez en defender una relativa independencia 
de las tres dimensiones aquí especificadas (Servera & Galván, 2001). 
 
35 
 
 
 
Las personas que a diario conviven con niños que son reportados como 
impulsivos las describen como personas que a menudo precipitan respuestas 
antes de haber sido completada la pregunta. Son niños que tienen dificultades 
para guardar turno y a menudo interrumpen o se inmiscuye en las actividades 
de otros. Esta tendencia de responder rápidamente ante estimulo, sin la 
deliberación y evaluación de las consecuencias trae como resultado en 
muchas ocasiones embarazos adolescentes (Devieux, 2002; Jones & 
Phililliber, 1983) conducta criminal (Devieux, 2002, Eysenck & McGurk 1980), 
conductas consumistas (Horton 1979). 
 
El manual de diagnostico y estadística de la Asociación Americana de 
Psicología (2001) implica a la impulsividad en el Trastorno por Déficit de 
Atención en niños, desórdenes de abuso de substancias, ciertos tipos de 
conductas antisociales, así como desórdenes de conducta en niños y 
desórdenes de control de impulsos no clasificados, cleptomanía, piromanía y 
desórdenes explosivos. 
 
Otra definición de impulsividad es la que da Neef y cols. (2005), que es 
la elección entre alternativas de respuesta concurrentemente disponibles que 
producen inmediatez pero menor reforzamiento. Operacionalmente ha sido 
definida en las investigaciones conductuales básicas y aplicadas como la 
elección entre alternativa de respuestas concurrentemente disponibles que 
producen pequeños reforzadores inmediatos contra reforzadores altos pero 
demorados. (Aisnlie 1974; Loque, Peña-Correal, Rodríguez y Kabela, 1986; 
Neef, Mace, Shade, 1993; Rachlim, 1974). A la inversa el autocontrol es 
definido como la elección que produce relativa alta ganancia a un largo plazo 
(Neef, Bicard & Endo, 2001). 
 
 
 
 
36 
La impulsividad ha sido comúnmente definida como la tendencia a 
responder rápidamente y sin pensar (Hoaken, Shaughnessy, & Phil, 2003). La 
incapacidad para inhibir conductas cuando la inhibición es la respuesta 
apropiada (Schachar y Logan, 1990), o la inhabilidad para retrasar 
gratificación cuando la tolerancia del retraso produce menor recompensa 
peligrosa (Rachlin, 1974). 
 
Investigaciones experimentales de laboratorio definen 
operacionalmente la impulsividad como una preferencia por una recompensa 
pequeña pero más inmediata sobre una recompensa alta pero más retardada 
(Rachlin, 1974) o una débil inhibición motora (Schachar y Logan, 1990). 
 
 
5.2 Predicciones de la Impulsividad 
 
Existe una serie de investigaciones que muestran que la impulsividad 
predice problemas de alcohol (Colder y Chassin, 1997; Poulos, Parker, 1995; 
Vickkunen y Linnoila, 1993) abuso de drogas (Allen, Moeller, Rhoades & 
Cherek. 1998) conductas sexuales riesgosas (Dnohuew et al., 2000; Rawlings, 
Boldero & Wseman, 1995) y suicidio (Linoila, DeJong & Virkkunenn, 1989, 
Oquendo & Mann 2000). También se asocia a la impulsividad con agresión 
interpersonal y el crimen violento (Lane & Chereck, 2000; Scarpa & Raine, 
2000; Chereck et al., 1997), fenómenos sociales complejos, de los cuales 
aproximadamente tres millones de personas son victimas cada año (Hoaken, 
et al., 2003). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
37 
6. Ley de Igualación 
 
6.1 Los inicios de la ley de Hernstein 
 
Dentro de los modelos conductuales del estudio de la elección, 
sobresale la contribución de la ley de igualación (Baum, 1974; Herrnstein, 
1961; 1970). La cual ha esclarecido los efectos del reforzador al hacer 
explícitas sus propiedades relativas; es decir, considera los efectos de un 
reforzador sobre la conducta en el contexto de otros reforzadores para 
opciones de respuestas concurrentes. En virtud de que el reforzador depende 
de su relación con otros, la investigación de las interacciones de los 
reforzadores ha recibido una creciente atención (Green & Freed, 1993). 
 
Es decir, proveen una aproximación de cómo un organismo asigna su 
conducta a través de un conjunto de actividades disponibles, para expresar la 
asignación, como una función de parámetros de las contingencia de 
reforzamiento asociados con esa actividad. La asignación de conducta de los 
sujetos a las alternativas, está relacionado con los parámetros de las 
consecuencias (tipo o cantidad de reforzamiento) y las limitantes impuestas al 
acceso del reforzamiento (requerimientos de respuesta y acceso de 
respuesta). La cantidad relativa de conducta asignada para ganar acceso a 
una consecuencia en particular es una medida del valor de este reforzador 
(Vuchinich & Tucker, 1983) 
 
La igualación ocurre cuando una persona distribuye su conducta acorde 
a la relativa velocidad de reforzamiento contra la maximización que requiere 
un cambio individual entre las alternativas de reforzamiento de tal forma que 
las ganancias sean mayores. En términos de generalidad la ley de igualación 
es un buen descriptor de la conducta humana en programas concurrentes IV 
IV en laboratorios. 
 
 
 
 
38 
De manera particular, la ley de Igualación señala que la frecuencia 
relativa de respuesta iguala aproximadamente, la frecuencia relativa del 
reforzamiento. Esto se conoce como la ley de igualación y matemáticamente 
se expresa de la siguiente manera: 
 
 
 
En donde R es la frecuencia de respuesta y r es la frecuencia de 
reforzamiento para las alternativas de respuesta 1 y 2. Hay que considerar que 
esta ecuación implica, primero, que la distribución de la conducta puede ser 
descrita cuantitativamente. De esta manera, se puede obtener una predicción 
precisa observando la magnitud actual de cambios que se están realizando 
alrededor de la conducta, a comparación de una predicción cualitativa. 
Segundo, la relación muestra cómo la conducta en la situación de elección es 
diferente de la conducta en una situación en elección única. Tercera, y 
posiblemente la más importante para los terapeutas de la conducta, es que la 
distribución de una conducta dada, está en función del reforzamiento asociado 
con otras conductas. 
 
 
6.2 El empleo de la ley de igualación en la investigación 
 
 
En la vida cotidiana, todas las personas están en situaciones de 
elección, si tomar el pesero o irse caminando, si comprar esto o aquello, si 
estudiar o ver la televisión, si levantarse del asiento y hacer alguna travesura o 
continuar sentado como lo ordenó el maestro. La ley de igualación de 
Herrnstein ha sido un excelente método para identificar mecanismos que 
influencian la conducta de elección. 
 
39 
Debido a que las alternativas de respuestas son típicamente 
asimétricas en un número de dimensiones (tasa de reforzamiento, cantidad, 
calidad, retraso y esfuerzo de la respuesta), la consideración de estos 
elementos pueden ayudar al entendimiento, predicción y control de la 
conducta (Foqua, 1984; Green & Freed, 1993; Neef et al., 1992). Al respecto, 
McDowel (1998), señala que la teoría de la igualación generaliza los 
ambientes naturales humanos y sus implicaciones para la modificación de la 
conducta humana por que enfatizala naturaleza contextual del reforzador. En 
términos de aplicación, los programas concurrentes de reforzamiento modelan 
complejos ambientes en los cuales los humanos son expuestos a elecciones 
entre diferentes alternativas de elección. Por ejemplo, en un estudio realizado 
por Conger y Killeen (1974) se evaluó la conducta humana dentro de un foro 
de discusión. Los oradores fueron reforzados por dos asistentes dentro de un 
programa concurrente IV IV con algunas palabras o frases positivas. El tiempo 
relativo que empleaban los oradores hacia los asistentes igualó la tasa relativa 
de reforzamiento social de los asistentes. 
 
 Por ejemplo Fernandez y McDowell (1995) estudiaron en una muestra 
de quince pacientes diagnosticados con problemas de dolor crónico, la 
relación entre las conductas de dolor y bienestar, y la atención social 
proporcionada por personas significativas de cada paciente, los resultados 
obtenidos indicaron que tanto las conductas asociadas al dolor crónico como 
las conductas de bienestar se incrementaron en función del reforzamiento 
social de las personas significativas, ajustándose a la función hiperbólica. 
 
 Para evaluar las diferencias individuales en la agresión social (Snyder & 
Patterson, 1995) compararon los intercambios diádicos de madre-niño, de 
niños agresivos y niños control. En congruencia con a la ley de la igualación se 
observó que la probabilidad relativa de la terminación maternal del conflicto 
(reforzamiento negativo) contingente a las tácticas aversivas de sus hijos, se 
correlacionó significativamente con la probabilidad relativa de la elección de 
sus hijos de las mismas tácticas semanas después. Además, se observó una 
igualación entre la elección maternal de tácticas de conflicto y el reforzamiento 
negativo de sus hijos a dichas tácticas. 
40 
 
 
 
 En otro estudio, Dishion, Sparackle, Andrews y Patterson (1995), al analizar 
los procesos de la influencia asociada a la conducta antisocial, video grabaron 
a un grupo de adolescentes, y sus amigos, y se registraron los tópicos 
normativo-rompimiento de reglas, así como las reacciones del escucha 
(sonrisas-pausas). Los análisis de la ley de igualación indican una relación 
lineal entre el tópico de rompimiento de reglas y reacciones positivas. A su vez 
se manifestó un patrón recíproco entre rompimiento de reglas y las conductas 
de sonreír y realizar comentarios al tópico, en los adolescentes que 
presentaban historias de arrestos por conducta delictiva, en comparación con 
aquellos adolescentes que presentaron un arresto o ninguno. 
 
 De los estudios en donde se ha manipulado la frecuencia del reforzador, 
destaca en primer lugar el de Beardsley y McDowell (1992) quienes trabajaron 
con una muestra de sujetos en una situación de solución de problemas. En 
dicha situación la conducta de observar al experimentador se reforzó a través 
de expresiones verbales, elogios e interés con base en cinco programas de 
intervalo variable; de nueva cuenta se demostró que la hipérbola de la ley de 
igualación describió la relación entre el tiempo de reforzamiento y el tiempo 
dedicado a conductas de observar al experimentador. 
 
 En segundo lugar, Borrero y Vollmer (2002) evaluaron la conducta apropiada 
e inapropiada de cuatro sujetos con retardo en el desarrollo. Dichos autores 
efectuaron observaciones descriptivas durante la interacción de los 
participantes y sus cuidadores, en dos escenarios laboratorio (tres 
participantes) y hogar (un sujeto). Los resultados muestran que la tasa 
proporcional de conducta problema relativo a conducta apropiada se ajusta 
aproximadamente a la tasa proporcional de reforzamiento para la conducta 
problemática de todos los sujetos. 
 
 
 
41 
 
 
De manera particular, en investigaciones conductuales, el autocontrol, y 
su inverso la impulsividad, han sido examinadas en un paradigma de 
programas concurrentes el cual enfatiza la naturaleza del contexto de este 
constructo, como dependiente en tamaño, calidad y retraso de las ganancias o 
reforzadores por respuestas alternativas en competencia. El autocontrol y la 
impulsividad son operacionalmente definidos como la elección entre 
alternativas de respuestas concurrentes disponibles que producen altos pero 
reforzadores demorados (autocontrol) o reforzadores inmediatos con pocas 
ganancias (impulsividad) (Neef, Bicard, Endo, Coury & Aman, 2005; Neef, 
Bicard, & Endo, 2001; Neef, Mace & Shade, 1993; Rachlin, 1974). 
 
En estudios con estudiantes de educación especial, los investigadores 
evaluaron la asignación de respuesta entre problemas matemáticos 
presentados concurrentemente, sobre programas concurrentes de intervalo 
variable, diferenciando la opción de respuesta en la calidad del reforzador 
(Neef, Mace, Shea & Shade, 1992) o en la demora del acceso al reforzador 
(Neef, Mace & Shade, 1993), lo que produjo una preferencia por la alta calidad 
o mayor inmediatez de reforzamiento que alteró el efecto producido solo por la 
tasa del reforzamiento. Por otro lado, diferentes esfuerzos de respuesta, 
(representados por la dificultad del problema) entre las tareas alternativas no 
alteró la distribución de respuesta en proporción a la relativa velocidad del 
reforzamiento (Neef, Mace, Shea & Shade, 1991). 
 
La ley de igualación es utilizada como un modelo matemático para la 
predicción de la asignación de respuestas en programas concurrentes de 
reforzamiento, ofrece a los analistas conductuales aplicados una metodología 
y un marco de referencia para el estudio de la elección (McDowell, 1988). 
Dentro de este marco de referencia, la efectividad de cualquier contingencia 
respuesta-reforzador es vista como dependiente del valor relativo de las 
contingencias alternativas disponibles. 
 
42 
 Su aplicación en ambientes naturales (Carr & McDowell, 1980; 
Fernandez & McDowell, 1995; Conger & Killeen, 1974; McDowell, 1981; 
Martens & Houk, 1989), señala sus bondades, en virtud de que permiten 
predecir qué tanto reforzamiento sostiene un nivel específico de respuesta e 
identificar las variables que mayormente influyen en la distribución de la 
conducta humana. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
43 
 
I. DESARROLLO DE LA INVESTIGACIÓN 
 
1. Método 
 
7.1 Participantes 
 
Se seleccionaron diez estudiantes, que cursaban el primer semestre de 
Bachillerato, de entre 14 y 16 años de edad, de clase media. Cinco testigos de 
violencia doméstica, de los cuales tres fueron hombres y dos mujeres; y cinco 
no testigos violencia de violencia doméstica, 4 mujeres y un hombre. La 
selección se llevó a cabo a través de la aplicación del Inventario de Salud, 
Estilos de Vida y Comportamiento (Sánchez-Sosa & Hernández-Guzmán, 
1993) entre los estudiantes que asistían al Colegio de Bachilleres y el CECYT, 
del oriente de la Ciudad de México. 
 
7.2 Escenario 
 Las aplicaciones del software se realizaron en las salas de cómputo 
del Colegio de Bachilleres y del CECYT. 
 
7.3 Materiales e Instrumentos 
 
 La prueba experimental se realizó en una computadora de escritorio 
usando un Software (Vite, Negrete y Negrete, 2006), similar al utilizado por 
Neef et al, (2005). En primera instancia, el programa desplegaba una pantalla, 
en la que el usuario podría escoger entre dos opciones, la primera, analista, 
daba inicio a una nueva sesión de evaluación; la segunda opción, puntaje, 
mostraba los resultados de los participantes ya evaluados. Como lo muestra el 
Figura 1, seleccionando la opción analista (2) aparecía después una nueva 
pantalla en la que debía de ingresarse una clave (3), una vez ingresada la 
clave correcta se daba clic en aceptar y una pantalla (4) debía de ser llenada 
con los datos del sujeto a evaluar, como son nombre, apellidos y tipo de 
 
 
 
 
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