Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE PSICOLOGÍA RELACIÓN ENTRE LA PERCEPCIÓN DEL ROL DE GÉNERO Y EL ROL DE GÉNERO ASUMIDO POR JÓVENES UNIVERSITARIOS. TESIS QUE PARA OBTENER EL GRADO DE: LICENCIADAS EN PSICOLOGÍA PRESENTAN: FERNÁNDEZ ANAYA GRACIELA ATZIRI REYES LEÓN ESMERALDA GABRIELA MÉXICO D. F, 2006 DIRECTORA: DRA. ROCÍO QUESADA CASTILLO REVISORA: DRA. OLGA BUSTOS ROMERO APOYO ESTADÍSTICO: LIC. MARCOS VERDEJO MANZANO JURADO: LIC. PATRICIA PAZ DE BUEN RODRÍGUEZ LIC. PATRICIA PIÑONEZ VÁZQUEZ LIC. PATRICIA MORENO WONCHEE UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 Todas las cosas que he vivido, logrado, compartido, recibido dé y con ustedes: Mamá, Delfino, Queta, Dany, Adry, han sido y serán piezas importantes para la construcción más importante en mi vida: SER PROFESIONAL, por esto hoy quiero decirte: GRACIAS. Esme Gracias a ti Dios, Papá, Mamá, Dalis, Reny, Vale y Juan, por que con su esencia, amor, ejemplo y voluntad, no sólo me acompañaron a sembrar un gran sueño, sino también compartieron mi sufrir para cuidarlo y mantenerlo; ahora que es tiempo de cosechar deseo que lo saboreen como yo. Atziri A los Psi 8 les agradecemos por ser parte de esta loca aventura de ser Psicólogos, por la plasticidad con la que enriquecieron nuestro desarrollo humano y profesional. A la Universidad Nacional Autónoma de México y a la Facultad de Psicología por acogernos y proveernos de conocimiento y espíritu humanista, les estaremos agradecidas, y en nuestro ejercicio profesional comprometidas con que éste sea un digno servicio. Por sus comentarios, consejos, propuestas, seguimiento y guía, fue posible el logro de esta meta, gracias: Rocío Quezada, Marcos Verdejo, Olga Bustos, Paty Moreno, Patricia de Buen y Patricia Piñones. 3 ÍNDICE Por cada mujer.......................................................................................................................... 5 Resumen................................................................................................................................... 6 Introducción............................................................................................................................... 7 1. Marco Teórico............................................................................................................................ 10 1.1. ¿Qué ha ocurrido con el tema de género?................................................................. 10 1.2. ¿Qué es sexo y género?............................................................................................. 15 1.3. ¿Qué relación hay entre la identidad, la identidad sexual y la identidad de género?. 19 1.4. ¿Qué es estereotipo y cómo se relaciona con el rol de género?................................ 22 1.5. ¿Cómo se construyen los roles de género?............................................................... 25 1.6. ¿Cómo influyen los agentes socializadores en la construcción del rol de género?... 27 1.7. ¿Cuáles son las actitudes, conductas y características que se les atribuyen a hombres y mujeres?................................................................................................. 40 1.8. ¿Por qué es importante el tema de género en la etapa de la juventud?.................... 44 1.9. ¿Para qué es importante una orientación vocacional con perspectiva de género?... 47 2. Método....................................................................................................................................... 57 2.1. Planteamiento del problema............................................................................................. 57 2.2. Objetivos de la investigación............................................................................................ 57 2.3. Hipótesis........................................................................................................................... 58 2.4. Variables........................................................................................................................... 58 2.5. Tipo de estudio................................................................................................................. 59 2.6. Tipo de diseño.................................................................................................................. 59 2.7. Muestra............................................................................................................................. 60 3. Instrumento de medición........................................................................................................... 62 3.1. Validez de constructo y confiabilidad del instrumento..................................................... 65 4 4. Resultados................................................................................................................................. 69 4.1. Percepción del rol de género de la población general..................................................... 69 4.2. Percepción del rol de género por sexo............................................................................. 73 4.3. Diferencia en la percepción del rol de género entre sexos.............................................. 74 4.4. Rol de género asumido de la población general.............................................................. 75 4.5. Rol de género asumido por sexo...................................................................................... 76 4.6. Diferencia en el rol de género asumido entre sexos........................................................ 77 4.7. Relación entre el rol de género percibido y el rol de género asumido en la población general............................................................................................................................ 78 4.8. Percepción del rol de género por facultades.................................................................... 80 4.9. Percepción del rol de género en las facultades por sexo................................................. 83 4.10. Diferencia en la percepción del rol de género entre sexos por facultades..................... 89 4.11. Rol de género asumido por facultades........................................................................... 90 4.12. Rol de género asumido en las facultades por sexo........................................................ 93 4.13. Diferencia en el rol de género asumido en las facultades por sexo............................... 98 4.14. Relación entre el rol de género percibido y el rol de género asumido por facultades.... 99 5. Conclusiones.............................................................................................................................. 101 5.1 Población General............................................................................................................. 101 5.2. Facultades……….............................................................................................................106 Referencias............................................................................................................................. 114 Anexos.................................................................................................................................... 122 Anexo 1. Cuestionario: Género y rol de género............................................................. 122 Anexo 2. Instrumento de medición................................................................................. 123 Anexo 3. Análisis factorial.............................................................................................. 129 5 POR CADA MUJER Por cada mujer que está cansada de actuar con debilidad, aunque se sabe fuerte, hay un hombre que está cansado de parecer fuerte cuando se siente vulnerable. Por cada mujer que está cansada de actuar como una tonta, hay un hombre que está agobiado por la exigencia constante de "saberlo todo". Por cada mujer que está cansada de ser calificada como "una hembra emocional", hay un hombre a quien se le ha negado el derecho a llorar y ser delicado. Por cada mujer catalogada como poco femenina cuando compite, hay un hombre para quien la competencia es la única forma de demostrar que es masculino. Por cada mujer que está cansada de ser objeto sexual, hay un hombre preocupado por su potencia sexual. Por cada mujer que se siente "atada" por sus hijos, hay un hombre a quien le ha sido negado el placer de la paternidad. Por cada mujer que no ha tenido acceso a un trabajo satisfactorio y salario justo, hay un hombre que debe asumir toda la responsabilidad económica de otro ser humano. Por cada mujer que desconoce los mecanismos de un automóvil, hay un hombre que no aprendió los placeres del arte de cocinar. Por cada mujer que da un paso hacia su propia liberación, hay un hombre que descubre que el camino a la libertad se ha hecho un poco más fácil. Nora Caballero (1993). "A propósito de las relaciones de género" 6 RESUMEN El presente trabajo describe cuál es la concepción de las y los jóvenes universitarias(os) acerca de lo femenino y masculino a partir de diversas actividades, la frecuencia con que son realizadas y cómo se relaciona lo que creen con lo que hacen, bajo una perspectiva de género, dándole importancia a lo social en la conformación del rol de género. Se desarrolló un cuestionario conformado por dos escalas para explorar lo percibido y lo asumido el cual fue aplicado a 686 estudiantes del la UNAM (C.U) resultando tres grupos de actividades: domésticas, deportivas y ejecutivas, en las cuales hay relación en lo que creen y hacen. Las mujeres perciben las actividades domésticas para preferentemente mujeres y las realizan; los hombres las perciben para ellas y no las realizan. En las actividades deportivas, los hombres las perciben para preferentemente hombres y las realizan; las mujeres las perciben para ellos y no las realizan. Por último, en las actividades ejecutivas tanto hombres como mujeres las perciben para ambos sexos y las realizan. Cabe mencionar que como dato adicional, se aplicó el mismo análisis para cada una de las facultades que conforman la muestra, lo que nos permitió conocer cómo está concibiendo y viviendo el joven universitario su rol de género para que, con esta información, en un futuro, se desarrollen e implementen intervenciones en diferentes campos de la psicología. 7 INTRODUCCIÓN La situación actual que vive la sociedad, caracterizada por conflictos políticos, cambios económicos, desarticulación familiar, y otras manifestaciones de una gran transformación del “status quo”, ha cambiado las condiciones de vida de las personas, enfrentándolas a discrepancias entre sus necesidades y aquello que la sociedad espera de ellas. Desde su nacimiento, los seres humanos reciben constantemente de la sociedad, a través de diferentes instancias (escuela, familia, medios de comunicación, etc.) mensajes sobre los rasgos de personalidad, actitudes, valores, conductas y roles asignados que diferencian a hombres y mujeres. Sin embargo, estas diferenciaciones resultan perjudiciales, dado que los mantienen en una posición rígida e inflexible ante una realidad que requiere movilidad y flexibilidad. Considerando los conflictos que la sociedad enfrenta actualmente y la importancia de ésta en la construcción del género, se observa que crea en las personas una incongruencia entre lo que creen y hacen, afectando la concepción de sí mismos y la de los demás, alterando las relaciones entre géneros. La mayor dificultad que se les presenta a las personas para poder comprender los problemas de género que viven cotidianamente es, curiosamente, visualizarlos, ya que se han convertido en algo “normal”, en algo que es parte de la vida misma. Problematizar la condición de género implica “mover el tapete”, cambiar el lugar desde el que siempre se han visto las cosas y construido las relaciones. Es darse cuenta de que la forma de comportarse, las palabras que se utilizan al hablar, los sueños y expectativas de vida, la manera de sentir y relacionarse, entre muchas otras, están cargadas de prejuicios, estereotipos, 8 normas, prohibiciones y valoraciones. Es decir, se trata de un proceso difícil que involucra cuestionamientos profundos a las personas mismas, a sus grupos y a la sociedad en general (Instituto Mexicano de la Juventud /SEP/ Comisión Nacional de la Mujer/UNICEF, 2002). Si bien la Facultad de Psicología se ha caracterizado por realizar estudios sobre género, creemos que es necesario contar con información más reciente que aborde la realidad de nuestro país en el aquí y en el ahora, para que posteriormente, podamos modificar sus roles con el fin de permitir tanto a hombres como a mujeres potencializar todas sus capacidades en distintos ámbitos de su vida (profesional, emocional, familiar, etc.) así como la equidad en sus relaciones. Por lo que, en el presente trabajo se pretende conocer cómo se vive el rol de género a partir de la relación entre cómo lo perciben y lo asumen las y los jóvenes universitarias(os). Conocer dicha realidad nos permitirá emprender pautas de acción bajo la perspectiva de género, que reconoce la diversidad de género y la existencia de las mujeres y los hombres como un principio esencial en la construcción de una humanidad diversa y democrática que conviva sin supremacía y sin opresión (Bustos 2003-2004). Con ello, estructurar nuestro mundo para entender y entendernos, para comprender los procesos psíquicos y culturales mediante los cuales las personas nos convertimos en hombres y mujeres, para descubrir la red de interrelaciones sociales que se viven actualmente e iniciar un cambio en los roles que tanto limitan a hombres y mujeres. No se trata de construir posiciones, sino de retomar aquellos aspectos de lo tradicional que sean positivos y viables e incorporar algunos que, dadas las condiciones de vida actual, resulten necesarios en pro del desarrollo integral de los individuos. 9 Por lo que se hará una revisión teórica acerca de los siguientes aspectos: sexo, género, identidad, identidad sexual, identidad de género, estereotipo, rol de género; así como la relación de éstos con los agentes socializadores contemplando la orientación educativa y la perspectiva de género como medios para prestar atención en cómo viven los jóvenes adultos su género. 10 1. MARCO TEÓRICO 1.1. ¿Qué ha ocurrido con el tema de género? Con una estructura psíquica universal y mediante el lenguaje, los seres humanos simbolizamos una materia prima idéntica en todas las sociedades (la diferencia sexual) y producimos el género en distintas versionesculturales. El entramado de la simbolización que se hace a partir de lo anatómico, de lo reproductivo, conduce necesariamente a la división sexual de la sociedad, por tanto, las diferencias anatómicas-biológicas entre hombres y mujeres han conduciendo a diferencias sociales. Aceptar que existen diferencias indiscutibles entre los sexos (anatómica, hormonales, genéticas) no quiere decir, de ninguna manera, que estas diferencias impliquen desigualdad en el plano social. Eleanor Maccobby (1972) indica que debe de aceptarse el origen biológico de algunas diferencias entre los sexos, pero sin perder de vista que la predisposición biológica no es suficiente por sí misma para provocar un comportamiento; de aquí el rechazo a la perspectiva que habla de lo “natural” o de una “esencia” masculina o femenina, pues no hay cuerpo que no haya sido marcado por el lenguaje y la cultura, dotando así de una forma y direccionalidad a las relaciones de género que la regulan, la reglamentan y que pueden ser transformados. La construcción social dicotómica de lo masculino-femenino marca estereotipos, las más de las veces rígidos, condicionando roles y limitando las potencialidades humanas de las personas al tener que ajustarse a comportamientos “adecuados” al género respectivo (Bustos, 2001). 11 Lo anterior nos conduce a la convicción de que no es posible continuar con el manejo binario de una realidad muy variada y compleja. El carácter diverso de las diferencias y la amplísima combinación posible de ellas, muestra que hay una multiplicidad de posiciones que pueden ocupar mujeres y hombres. Para transformar el estado de cosas vigentes es necesario, primero comprender los procesos psíquicos y sociales mediante los cuales las personas nos convertimos en hombres y mujeres dentro de un esquema cultural de género, para después reconocer las múltiples posiciones que ocupamos o podríamos ocupar en este esquema. El género nos estructura culturalmente. La cultura marca a los sexos con el género y éste marca la percepción de todos los demás, por lo que el género, se aborda en calidad de símbolo al que una sociedad determinada asigna significados particulares, como ocurre con todo símbolo. Estamos de acuerdo con Ortner y Whitehead (1981 en Ramos, 1991) en que se requiere conocer cuál es el significado de lo masculino y lo femenino, en contextos sociales y culturales determinados, en lugar de suponer que se sabe de entrada lo que significan estos conceptos. Simone de Beauvoir (1962) denota el carácter simbólico y cultural de lo femenino, de lo considerado propio de la mujer; señalando que las características humanas calificadas como femeninas son adquiridas por las mujeres mediante un complejo proceso individual y social, en vez de derivarse naturalmente de su sexo. Aunque en sus aseveraciones aún no hiciera una clara distinción entre el sexo y el género, su reflexión abrió un campo nuevo para la interpretación del problema de la igualdad entre los sexos, de la misma manera ofreció elementos centrales para la categoría de género, que más tarde acuñaría Robert Stoller, quien dentro del campo de la teoría social, publicó en el año de 1968, su libro titulado: Sexo y Género, donde se aborda por primera vez la diferencia existente entre sexo y 12 género, a partir de investigaciones de ciertos trastornos de identidad sexual en pacientes que habían nacido con una malformación genital y fueron titulados erróneamente, como niños o niñas, conforme fueron creciendo y los caracteres secundarios se manifestaron, se dieron cuenta del error; a pesar de ello los sujetos se asumían y se comportaban de acuerdo a la etiqueta que se les había dado al nacer y no podían asumir el rol que la sociedad les asignaba según su verdadero sexo (Paz, 1998). De Lauretis (1986; en Ramos, 1991) cita cuatro enunciados básicos con respecto al género: ∗ El género es una representación. ∗ La representación del género es una construcción. ∗ La construcción del género continúa en la actualidad. ∗ La construcción del género también se ve afectada por su deconstrucción. La deconstrucción de los conceptos comunes de mujer y hombre permiten plantear que, cualquiera que sean las diferencias genéticas o biológicas entre los sexos, lo que podemos modificar es lo social. No es empujando a las niñas a la competencia y a la imitación de los varones, sino respetando y favoreciendo la selección de cada uno, independientemente de su sexo y ofreciendo a los niños(as) modelos más ricos, más expresivos, más libres de los estereotipos imperantes; de tal manera que se podrán realizar de una forma más completa, sin ser constreñidos a sacrificar una parte válida y preciosa de sí mismos (Gianini, 1978). A diferencia de los conceptos comunes de hombre y mujer, la perspectiva de género reconoce la diversidad de géneros y la existencia de las mujeres y los 13 hombres como un principio esencial en la construcción de una humanidad diversa. Nos permite analizar y comprender las características que los definen de manera especifica, así como sus semejanzas y diferencias. Esta perspectiva, analiza las posibilidades vitales: el sentido de sus vidas, sus expectativas y oportunidades, las complejas y diversas relaciones sociales que se dan entre ambos géneros, así como los conflictos institucionales y cotidianos que deben enfrentar y las maneras en que lo hacen (Bustos, 2001). Es una manera de ver el mundo, las relaciones entre las personas y una forma de cambiar a la sociedad hacia relaciones más armónicas entre hombres y mujeres (Instituto Mexicano de la Juventud /SEP/ Comisión Nacional de la Mujer/UNICEF, 2002). Como parte integrante del género se encuentra el rol, Talcott Parsons (1955) teórico social, sostiene que los roles de género tienen una base biológica y que el proceso de modernización había logrado racionalizar la asignación de diferentes papeles para hombres y mujeres (Paz, 1998). No obstante, en el campo de la antropología Margaret Mead (1947; en Paz, 1998) vislumbraba ya una perspectiva de interpretación diferente, al realizar su estudio clásico de tres sociedades en Nueva Guinea; donde concluía que las diferencias conductuales y de temperamento entre hombres y mujeres obedecen a creaciones culturales. No es hasta las últimas décadas que diversas tendencias dentro de la investigación han convergido por producir una comprensión de género como un fenómeno cultural (Gomáriz, 1992; en Paz, 1998). Parece ser que es la Psicología la disciplina que utiliza primero el concepto de género, en el sentido de construcción social de lo femenino y lo masculino (Lamas, 1986 en Bustos, 2001). En América Latina se han creado centros relacionados con la temática, dedicándose a la tarea de investigar críticamente y reconceptualizar el conocimiento existente, así como la manera en que éste se ha construido y transmitido socialmente; también existen cursos y programas de estudio en las 14 universidades y se ha comenzado un importante intercambio de experiencias entre los centros de distintos países (Bustos, 1991; en Paz, 1998). En México, la UNAM se ha destacado por la temprana incorporación de los estudios de género en sus actividades académicas a través de sus institutos, centros de investigación, escuelas y facultades tales como la de psicología, donde se fundó en 1984 el Centro de Estudios de la Mujer; que en el año de 1993 se transformó en el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG), con el propósito de coordinar, promover y apoyar investigaciones relevantes y de alta calidad, propiciar el contacto, facilitar los vínculos, estrechar relaciones, compartir y criticar propuestas para enriquecer la actividad académica que se realiza en las diferentes dependencias de la UNAM; entre otras instituciones. 15 1.2. ¿Qué es sexo y género?Las palabras género y sexo son términos que comúnmente se funden en un sólo concepto y que se equiparan uno al otro, por lo que consideramos importante tenerlos claros. Después de largas discusiones teóricas se sabe que ambos términos tienen connotaciones distintas. Sexo es un concepto que alude a aspectos biológicos, características físicas determinadas genéticamente que colocan a los individuos de una especie en un punto del continuo que tiene como extremo a los individuos reproductivamente complementarios (Álvarez, 1990); para Dio Bleichmar (1985) éste se refiere a los componentes biológicos y anatómicos de hembras y machos, así como el intercambio sexual en sí mismo. Desde la biología los hombres y las mujeres tienen diferentes funciones en el objetivo de la reproducción, para lo cual los hombres tienen pene y las mujeres vagina. Lo que pueden y no pueden hacer con ellos, más allá de la reproducción, depende de la cultura en la que han nacido (Morgade, 2001). La diferenciación sexual no es vista ya, como antaño, en el terreno puramente biológico, el cual aporta poco a su entendimiento; más bien, se ubica en el campo de lo psicológico (lo simbólico) y lo cultural rompiéndose así con la “naturalidad” de los papeles de género; este concepto ha resultado ser muy valioso, porque es una nueva manera de mirar viejos problemas y cuestionar cómo ha sido analizada la situación femenina y masculina (Bustos, 2001). Pero todo este conjunto biológico no determina por sí mismo lo que debe ser, pensar y hacer una persona con cuerpo de hombre o con cuerpo de mujer, ni mucho menos justificar una situación de desigualdad entre hombres y mujeres. Y es 16 aquí donde interviene el concepto de género (Instituto Mexicano de la Juventud /SEP/ Comisión Nacional de la Mujer/UNICEF, 2002). El género se refiere a aspectos culturales y psicológicos (Chapp, 1994) es conceptualizado como la adjudicación simbólica de atributos, papeles y espacios a las personas en función de su sexo, implica denotar una diferencia social entre lo femenino y lo masculino, sin tener una relación directa con la carga genética de las personas. Bleichmar (1985) agrupa dentro de este sustantivo todos los aspectos psicológicos, sociales y culturales de la feminidad-masculinidad (Paz, 1998). Reafirmando lo anterior, teóricos como Benería y Roldan (1987) definen al género como la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores y actividades diferenciadas entre hombres y mujeres, a través de un proceso de construcción social que tiene una serie de elementos distintivos. La construcción del género es un fenómeno histórico que ocurre dentro de las esferas macro y microsociales como el Estado, el mercado de trabajo, la escuela, los medios masivos de comunicación, las leyes, la familia y las relaciones interpersonales (Bustos, 2001). Lo que se considera que es el género, lo que se piensa que son los hombres y las mujeres, lo que se asume como patrón de las relaciones entre ellos son en gran medida, producto de procesos sociales y culturales (Ortner y Whitehead, 1981; en Ramos, 1991). Con lo que respecta al género se ha tratado desde una perspectiva predominantemente social, esto es, que el género se ha ido formando a lo largo del tiempo y del espacio. Se trata de un conjunto de representaciones imaginarias que, como toda sociedad, están en constante cambio (Morgade, 2001). 17 Para Scott (1996; en Bustos, 2001) el género es una forma de denotar las “construcciones culturales”, la creación totalmente social de ideas sobre los roles apropiados para las mujeres y hombres, es una categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado. Su definición está comprendida en dos partes: 1. El género como un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias percibidas que distinguen a los sexos. Aquí, a su vez, se encuentran cuatro elementos interrelacionados: a)símbolos culturales, b)conceptos normativos, c)el sistema de parentesco y d)la identidad subjetiva. 2. El género como una forma primaria de relaciones significantes de poder. Es decir, es el campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder. En la categoría de género, de acuerdo a Bleichmar (1985) y Lamas (1986) se articulan tres instancias: 1. La asignación, atribución o rotulación de género. Ésta se refiere a la “etiqueta” que médicos y familiares asignan a la criatura el nacer. Usualmente se realiza con base en la apariencia externa de los genitales. 2. La identidad de género. Se establece cuando los niños/as adquieren el lenguaje (antes de su conocimiento anatómico) correspondiendo a la experiencia de saberse niña o niño, a partir de la cual se estructuran sentimientos, actitudes, comportamientos y juegos. 3. El rol de género. Es el conjunto de normas o prescripciones que dicta la sociedad y la cultura sobre lo femenino-masculino; dicho rol, encierra un alto grado de juicios de valor en sí mismos (Bustos,2001). 18 Por tanto, cada sociedad establece qué es lo propio para las mujeres y qué para los hombres. Diseña modelos tanto para uno como para otro sexo y obliga a todas las personas ajustarse a esos patrones. Por lo anterior, entender la diferencia entre sexo y género permite ver que lo que se creía “natural” (por que parece que ha sido así desde siempre) no lo es, sino que es algo que la sociedad ha ido construyendo y que ha cambiado a lo largo de la historia. Es decir se asocian los aspectos sociales a los biológicos. Es importante comprender que la diferencia no hace desiguales a las personas; que la naturaleza nada tiene que ver con lo que las personas pueden ser y hacer, y que de eso depende la oportunidad de crear y explorar las capacidades individuales y la gran variedad de opciones de desarrollo personal y social (Instituto Mexicano de la Juventud /SEP/ Comisión Nacional de la Mujer/ UNICEF, 2002). 19 1.3. ¿Qué relación hay entre la identidad, la identidad sexual y la identidad de género? La conciencia de sí, como la conciencia de clase y de raza es una configuración particular de la subjetividad, que se produce en el punto de intersección entre el significado y la experiencia; estas formas diferentes de conciencia se fundamentan con toda seguridad en la historia personal propia, pero esa historia que es la propia identidad es interpretada o reconstruida por cada persona dentro del horizonte de significados y conocimientos que son accesibles en cada cultura y en determinado momento histórico (Lauretis, 1986; en Ramos 1991). Para Lagarde (1992) la identidad es el sistema unitario de representaciones de sí, elaboradas a lo largo de la vida de las personas, a través de las cuales se reconocen a sí mismas y son reconocidas por los demás como individuos particulares y miembros de categorías distintivas; ésta resulta de un proceso de socialización donde los sujetos no nacen miembros de una sociedad, sino, con una predisposición hacia la sociabilidad para luego ser miembros (Olavarría, 1998). Por tanto, la identidad es el conjunto de representaciones del yo por el cual el individuo comprueba que es siempre igual a sí mismo y diferente de los otros, que se corrobora por el reconocimiento de los demás. La identidad desempeña un rol estructurador que no sólo da coherencia a la existencia, sino que establece un puente entre la experiencia individual y la vida social. La identidad no es algo acabado o fijo sino que es una construcción histórica en la que cada contexto y persona juegan papeles importantes (Fuller, 1997). El ser humano es un ser sexuado por naturaleza, el primer proceso de diferenciación es precisamente la del sexo. La piedra angular del desarrollo sexual de los sujetos es la identificación sexual, pero no sólo se considera la identidad 20sexual sino también la identificación de género. Cada individuo debe lograr, por un lado una correcta identificación de sí mismo como sujeto sexuado, esto implica un proceso de aprendizaje y enseñanza capaz de integrar lo biológico y lo psicosocial. Por otro, al mismo tiempo, cada sujeto necesita llevar a cabo una identificación con lo que la realidad de género le oferta o impone (estereotipos, roles, etc.) a través de los agentes de socialización (familia, escuela, medios de comunicación y amigos) (Fernández, 1996). La identidad es la más íntima dimensión de nuestro ser e integra la pertenencia a un género (femenino, masculino) significa saberse hombre o mujer, sentir, actuar, pensar y vivir como tal, de acuerdo a las pautas y expectativas culturales que varían según el momento histórico y el contexto social (Fernández, 1996) es la tendencia a ser uno mismo, a constituirse en persona con existencia propia y diferenciada (Ortega, Fagoaga, García y Del Río, 1993). La identidad de género es una de las capas más profundas de la identidad personal, una guía fundamental para la actuación en el mundo y uno de los soportes biográficos centrales en la construcción del relato de sí mismo (Fuller, 1997). La construcción de la identidad de género, no tiene lugar en el vacío sino que está conectada a los diferentes procesos biológicos, psicológicos, socioculturales e interpersonales, que la condicionan y que a su vez van a verse condicionados por aquella (Fernández, 1996), se da a partir de una relación positiva de inclusión (identificarnos o parecernos a otros) y una relación negativa (ser distintos a otros) (Burin, 1998). Según la psicoanalista Emile Dio Bleichmar (1991; en Morgade, 2001) la identidad de género es el esquema ideoafectivo más primitivo, consciente e inconsciente de la pertenencia a un sexo y no a otro. Es la elaboración simbólica que cada cultura construye a partir de la categorización de las personas de diferentes sexos. 21 El sistema sexo/género asigna identidades y define la relación entre los géneros, pero a su vez cada individuo asume los elementos de la identidad asignada y le va añadiendo elementos elegidos de modo que la identidad se va construyendo de la experiencia vivida y de su interacción con el mundo (Olavarría, 1998). Cada individuo aprende las pautas culturales relativas al género de la sociedad en que vive durante el proceso de adquisición de la identidad de género. Al término de este proceso, se sentirá hombre o mujer, habrá adquirido una determinada identidad de género, definida socialmente. Este aprendizaje no se realiza en un sólo momento sino que se constituye en un proceso que dura toda la vida del individuo. El varón o la mujer se apropian únicamente de las habilidades, normas y capacidades relativas a las funciones que desempeñaran como varón o mujer, cultivando aquellas cualidades que forman parte de la identidad de género correspondiente a una determinada cultura y momento histórico (Chapp, 1994). La identidad de género corresponde al sentimiento de pertenencia a un sexo, está constituida por el conjunto de saberes que adjudica significados a las diferencias anatómicas, toma forma en un conjunto de prácticas, discursos y representaciones sociales que definen la conducta y la subjetividad de las personas en función de su sexo (Fuller, 1997). 22 1.4. ¿Qué es estereotipo y cómo se relaciona con el rol de género? A la identidad de género se le asigna un conjunto de expectativas acerca de los comportamientos sociales apropiados para las personas que poseen un sexo determinado, se prescribe lo que es propio para el hombre y la mujer como “naturales de su respectivo género” (Bleichmar, 1991; en Olavarría, 1998). Los estereotipos son un concepto que surge de la percepción generalizada, incorrecta, ambigua, absolutista y rígida a un individuo, grupo o algo. Etimológicamente significa: estero- firme y topos-molde o modelo. Es decir según Fainholc (1993 en Monroy 2002) que se trata de modelos fijos y moldes que congelan, automatizan y rigidizan la realidad. Debido a que a base de rigidez y reiteración acaban por parecer naturales; su objetivo es que no parezcan formas de discurso sino formas de la realidad. Finalmente, son reduccionistas por cuanto convierten en simple una realidad compleja. Respecto a los antecedentes históricos del término, hay que decir que se deriva de otro término usado más frecuentemente: estereotipia, proceso consistente en atribuir características generalizadas y simplificadas a grupos de gente en forma de etiquetas verbales. El primero que acuño el término fue Lippman en 1922 donde alude a los estereotipos como “imágenes en nuestra cabeza” (Monroy, 2002). Lippman (1956; en Paz, 1998) señala que los estereotipos sirven para orientarnos dentro del mundo social y son considerados como juicios, más o menos falsos, preconcebidos de forma irracional; es decir, seleccionamos lo que nuestra cultura ha definido ya para nosotros y tendemos a percibir eso que hemos seleccionado en la forma estereotipada. 23 Entendemos a los estereotipos como un conjunto de creencias compartidas sobre las características personales, generalmente rasgos de personalidad, pero también, los comportamientos propios de un grupo de personas. Podemos decir que los estereotipos son ciertas generalizaciones que tienen su origen, en el conocimiento social y que son internalizados mediante el proceso cognoscitivo de la categorización, ayudan a los individuos a defender o preservar su sistema de valores, contribuyen a la creación y mantenimiento de ideologías de grupo que explican y justifican una serie de acciones sociales. Los estereotipos de género se refieren al conjunto de pensamientos o representaciones consensuales acerca de las características diferentes de hombres y mujeres. Éstos reflejan las características, creencias populares sobre las actividades, roles y rasgos físicos que distinguen a cada sexo conformando una red de asociaciones que enmarcan las concepciones de la masculinidad y feminidad, asignando al primero adjetivos como: asertividad, independencia, autonomía, autocontrol, fortaleza, actividad y agresividad; y al segundo: sensibilidad, emotividad, afectividad, fragilidad, pasividad y sumisión. Se refieren a las creencias colectivas en torno a los sexos, así como los roles a desempeñar por cada sujeto por el hecho de pertenecer a cualquiera de éstos (varón / mujer) (Fernández, 1996). Lo más preocupante y peligroso es que tanto el modelo masculino como el femenino (producto de construcciones socioculturales) se “naturalizan” o se “biologizan”; esto es, se asume que mujeres y hombres ya nacieron con esas características, cualidades y atributos asignados a lo femenino y a lo masculino, instaurándose como un “deber ser”, en lugar de asumir que fueron aprendidas como productos de una asignación sociocultural donde la familia, la escuela y los medios de comunicación, como instancias importantes del proceso de socialización, juegan un papel muy importante. 24 Rol o papel de género se refiere a cuanto una persona dice o hace para indicar a los demás o a sí mismo el grado en que es varón o mujer. Se refiere al conjunto de prescripciones culturalmente establecidas acerca de las formas de conducta que debe tener cada persona según su sexo (González y Castellanos, 1996). La relación entre identidad y rol de género viene definida por el hecho de que la identidad de género es la experiencia personal del rol de género, mientras que éste es la expresión pública de aquella (Fernández, 1996). No hay pautas o características exclusivas de un sexo; ambos comparten conductas y características humanas. Más allá de las determinaciones biológicas, los mensajes sobre cómo es y debe ser una mujer o un varón son creaciones humanas que están relacionadas conla cultura predominante (Morgade, 2001). Cada individuo, a partir de la reflexión cuenta con información derivada de los estereotipos y/o roles imperantes en su sociedad, lo que permitirá lograr una síntesis en la creación de una nueva imagen para cada individuo (Fernández, 1996). 25 1.5. ¿Cómo se construyen los roles de género? De acuerdo con Bleichmar (1985) y Lamas (1996; en Paz, 1998) la atribución, asignación o rotulación de género, se refiere al primer criterio de identificación que los adultos hacen de un sujeto recién nacido, basado en la experiencia de los genitales; esta rotulación determinará el núcleo de su identidad de género, entendiendo ésta como la experiencia de asumirse como perteneciente a un sexo determinado, es el saberse niño o niña, lo cual se establece más o menos a la edad en que el infante adquiere el lenguaje y es anterior a un conocimiento de la diferencia anatómica entre los sexos. El que un niño se asuma como perteneciente al grupo de lo masculino y una niña al de lo femenino será un filtro por el que pasaran todas sus experiencias; desde dicha identidad el(la) niño(a) estructura su experiencia vital; el género al que pertenece es identificado en todas sus manifestaciones como los sentimientos, las actitudes, los comportamientos y los juegos. Cabe destacar que los contenidos de la identidad de género dependen de la sociedad en que el sujeto vive y de cómo encara las asignaciones que la sociedad le hace; así, al inscribirse en alguna de las dos categorías, la(el) niña(o) procederá a buscar modelos de rol con quién identificarse. La imitación tiene un papel importante, pues produce un comportamiento, una actitud y se repite hasta el logro de una perfección imitativa, la identificación es de naturaleza más profunda. Es un proceso psicológico con el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otra persona y se transforma, total o parcialmente sobre el modelo de esta última. A través de este proceso fuertemente orientado emotivamente, el niño hace suyos, interioriza y respeta los modelos fundamentales de su cultura, transmitidos como válidos. La finalidad es identificarse con el otro y ser él (Gianini, 1978). 26 El ser humano internaliza los mensajes transmitidos por su cultura como la verdad, como el mundo tal como es e interpretan sus acciones, pensamientos y sentimientos, así como los de los demás, en conformidad con ellos; es decir, son parte de su Yo (Mead, 1982; en Fuller, 1997). Como ya se mencionó, el rol (papel) de género es el conjunto de normas y prescripciones que dicta la sociedad y la cultura sobre los comportamientos apropiados para hombres y mujeres. Bleichmar (1985; en Paz, 1998) menciona que esta tipificación es anónima y abstracta, pero férreamente establecida y normatizada, llegando a la generación de estereotipos, características positivas o negativas de los comportamientos supuestamente manifestados por los miembros de un grupo dado. Dichos estereotipos condicionan los roles limitando las potencialidades humanas. Cada vez que una persona ingresa a un nuevo escenario de relaciones o se incorpora a nuevas instituciones debe de aprender un nuevo conjunto de discursos y reproduce representaciones que le permitan comprenderse a sí mismo a la luz de esta nueva experiencia. Según Butler (1993; en Fuller, 1997) la identidad de género adquiere estabilidad a través de la actuación y del repudio. La actuación se refiere a la reiteración obligatoria de las normas culturales que definen la manera de ser, actuar y sentir de cada sexo; al repetirlas, cada sujeto da realidad a las identidades de género, éste actualiza definiciones preexistentes y socialmente producidas que, a su vez, cobran realidad al ser practicadas. Repudio es el rechazo compulsivo mediante el cual el sujeto mantiene constantemente sus fronteras, esto es, “lo que no se debe ser”; permite al sujeto contrastarse contra algo y así definir sus contornos. En este sentido el género se constituye a través de las fuerzas de exclusión. 27 1.6. ¿Cómo influyen los agentes socializadores en la construcción del rol de género? La familia, la escuela, grupo de iguales, los medios de comunicación y el mercado de trabajo, entre otros, son agentes socializadores, los cuales reproducen e integran imágenes y contenidos culturales significativos y específicos en una visión del mundo y la sociedad (Piñuel, 1995 en Monroy, 2002), juegan un papel importante en la construcción de los roles de género (Lamas, 1997; en Paz, 1998; Bustos, 2001). Éstas contribuyen en el modo de conformar, transmitir, mantener y perpetuar valores, creencias y actitudes; determinan la manera de pensar y actuar de la gente, (Bustos, 1988 en Bustos, 2001) lo que constituye el proceso de socialización (Jones,1980 en Monroy, 2002). Esto se debe según Torres (1998) y Ferres (199) a que es un proceso de toda la vida mediante el cual aprendemos, aceptamos, rechazamos o modificamos las normas, valores y expectativas de nuestra sociedad y desarrollamos una visión del mundo. Dentro del cual, la racionalidad es penetrada por la emotividad, el pensamiento es burlado por la pasión, la conciencia es traicionada por las comunicaciones inadvertidas. Por medio de las cuales se transmiten creencias, costumbres y patrones de comportamiento considerados importantes y de beneficio para una forma organizada de vida además incluye el conocimiento de qué conductas son prohibidas o aceptadas y los roles que deberán desempeñar en la sociedad (Monroy, 2002). La mayoría de los elementos que se entretejen configuran la manera en que vivimos y enfrentamos nuestra cotidianeidad y provienen de las relaciones que tenemos con otras personas, el medio social donde nos desenvolvemos, de los grupos a los que pertenecemos (sociales, profesionales, políticos, religiosos, vecinales, etc.) y de las instituciones con las que tenemos contacto (familia, escuela, iglesia, partido político, medios de comunicación) es a través de estas 28 relaciones como se difunden imágenes del ser y del deber ser femenino-masculino, que no solo se mueve a un nivel simbólico sino que también se manifiesta en una multitud de acciones concretas (Charles, 1998, en Monroy 2002). Familia En términos generales, es la primera institución con la que cualquier ser humano tiene contacto y es en ella donde se inicia fuertemente la transmisión de valores y creencias que irán conformando actitudes y pautas de comportamiento (Bustos, 2001). La familia es el ámbito en donde se desarrollan las relaciones y la interacción de personas que conviven en un mismo espacio. Se considera un espacio privilegiado, ya que es productor y transmisor de pautas y prácticas culturales; es ahí donde se inculcan hábitos, se crean e intercambian lazos de solidaridad y comprensión, sentimientos, problemas y conflictos, y se establecen los primeros esquemas de formación de identidades en particular de género, en lo relativo a los papeles asignados socialmente a hombres y mujeres, destacando la autoridad y jerarquía, poder y dominación que tienen los hombres sobre las mujeres (Delgado et. al. 1999). La familia no es una unidad homogénea, lo que indica que no todas las familias están integradas de igual manera. Existe una variedad de ellas. La prevalencia de los distintos tipos de familia, sus características sociodemográficas y las formas de organización hogareña y familiar varían con el tiempo y de acuerdo con las transformaciones económicas, demográficas y culturales del contexto social (Delgado et. al. 1999). 29 La mayoría de los hogares son de tipo familiar, la mayor parte de ellos son conyugales (parejas con hijos solteros), también encontramos los monoparentales (sólo un progenitor e hijos solteros) que han tenido un aumento considerable en los últimos añossobre todo aquellos encabezados por mujeres, debido a condiciones de viudez, por la mayor esperanza de vida de las mujeres, abandono, divorcio, etc.; en los cuales ellas viven la condición social de ser mujer y jefa de un hogar, lo que las enfrenta al conflicto derivado de la necesidad de obtener ingresos monetarios y la responsabilidad del cuidado y la crianza de sus hijos. Esta posición, a su vez condiciona su acceso al mercado de trabajo y las coloca en una situación de vulnerabilidad. Esta situación, como ya hemos visto, no es exclusiva de los hogares monoparentales, también en los conyugales es necesaria la contribución monetaria de la mujer (Delgado et. al. 1999). Existen diversas investigaciones dedicadas a estudiar si las madres y los padres perciben y tratan de manera diferente al recién nacido dependiendo del sexo. En la investigación realizada por Rubin, Provenzano y Luria (1974) se plantean las siguientes hipótesis: ∗ Padres y madres ven a sus hijos de forma diferente en función del sexo asignado. ∗ Se espera que los padres emitan juicios más estereotipados que las madres con respecto a dichos hijos. Estos investigadores encontraron que las niñas fueron descritas como: “más suaves, pequeñas, distraídas y con rasgos más delicados”; mientras que a los niños se les consideró como: “más fuertes, duros, con mejor coordinación, robustos, de rasgos más bastos”, sobre todo por parte de los padres; coincidiendo madres y padres en la dirección de las diferencias. La conclusión de los autores sugiere que 30 la socialización de los roles de género ya a comenzado en el momento del nacimiento (Bustos, 2001). La estructura familiar juega un papel de crucial importancia para que uno y otro sexo amplíen las diferencias mediante los géneros (Izquierdo, 1983; en Bustos, 2001) dependiendo del rol que desempeñen cada uno de los padres, ya sea de alimentación por parte de la madre o de provisión por parte del padre, surgirán vínculos marcadamente distintos que repercutirán en el momento en que el(la) niño(a) elija un objeto de identificación. El tipo de estimulación que se recibe durante los primeros meses puede tener una gran diferencia en muchos aspectos del desarrollo. Así pues, mientras que en los niños se pone énfasis en la libertad, la audacia, inteligencia, se fomentan y promueven sus capacidades físicas, la rebeldía, agresividad y se le proporcionan juguetes que le ayuden a desarrollar su imaginación; a las niñas se les educa para que se den en ellas “cualidades femeninas” como: abnegación, autosacrificio por los demás, sumisión, docilidad y seducción (Fernández, 1980; en Bustos 2001). Por otro lado se les limitan los juegos bruscos y por ende el desarrollo físico. Atributos como inteligencia, iniciativa, capacidad para tomar decisiones, asertividad para resolver problemas, son características que los padres no consideran importantes en ellas (Bustos, 2001). El mecanismo específico propuesto por Kohlberg (1966; en Fernández, 1996) para dar cuenta de la identidad es la identificación con el padre del mismo sexo, una vez asumida la previa categorización de sí mismo dentro de un grupo de referencia: varones o mujeres, de aquí que se tenga en primer lugar una realidad como sujeto sexuado y a partir de esto busque conscientemente la imitación del padre del mismo sexo (Fernández, 1996). 31 Ramos (1991) menciona que a partir de la división sexual del trabajo, los roles de las mujeres se limitaban a la esfera domestica y eran excluidas de la pública. Por tanto el modelo de crianza más difundido sería aquel, en el que correspondería a las mujeres preparar a sus hijos varones para ser autosuficientes y, al mismo tiempo, educar a las hijas para ser dependientes y sumisas. Esta división de los roles personales y de su reproducción en la generación siguiente se basa en última instancia en la idea de que el universo femenino se relaciona con la naturaleza, mientras que el masculino con la cultura. Esta ecuación mujer- naturaleza, hombre-cultura da sustento a la división de los roles privado y público. Así es que la mujer, es vista como más cerca de la naturaleza y un mundo que podríamos llamar privado y el hombre es ubicado más próximo a la cultura y en el mundo de lo público (Chapp, 1994). Según las investigaciones se ha encontrado que en los sectores medios, las niñas recibieron por parte de la pareja madre-padre un trato más caluroso y más estrecho, reciben menos castigos corporales, hay una tendencia de exigir más a los varones cuestiones de aprendizaje intelectual y la construcción de la independencia. Los progenitores suelen alentar más a los varones a asumir responsabilidades y riesgos, mientras tratan a las niñas con más indulgencia en tanto se comporten según lo propio de las mujeres: gentiles, ordenadas, limpias, tranquilas y/o dóciles. Los padres esperan más agresividad y un comportamiento más competitivo en su hijo que en su hija (Morgade, 2001). Vemos que tradicionalmente los roles de género dentro de la familia están ya definidos: a la madre le correspondería un papel más expresivo y al padre uno instrumental. La madre proporcionaría afecto y cohesión dentro del hogar; el padre el sustento y la autoridad. Se observa así, que los padres siguen siendo los principales proveedores de recursos económicos, mientras que las madres se dedican a tareas del hogar (Ortega et al, 1993). 32 A pesar de que la participación de las mujeres en el mercado de trabajo es creciente, sus responsabilidades domésticas no se han reducido. Las tareas que ocasionalmente realizan los hombres, con frecuencia consideradas sólo como una ayuda a las mujeres, siguen concibiéndose como una responsabilidad exclusivamente femenina, al respecto es necesario considerar que si no hay correspondencia entre los derechos y obligaciones de los diferentes miembros del hogar, se presenta dificultades que afectan la organización, funcionamiento y solidaridad familiar (Delgado et. al, 1999). Si la división de los roles no fuese tan rígida entre los dos sexos, sí la personalidad de los padres no fuese tan opuesta, la identificación cruzada del varón con la madre y de la mujer con el padre no tendría consecuencias tan dramáticas. Si el hombre y la mujer compartieran la diversidad de características, cualidades y rasgos que son productos socioculturales, no se perderían irremediablemente tantas cualidades individuales por ser juzgadas inaceptables en un individuo de un sexo determinado. Bustos (2003-2004) propone la simetría de roles en hombres y mujeres, tanto en tareas instrumentales como expresivas, en laboral y en lo afectivo. A su vez menciona que es aquí sobre todo donde la mujer, como responsable directa del cuidado y la crianza de los hijos (debido a las funciones que le ha asignado la sociedad) va jugar un papel muy importante como transmisora de valores y pautas de comportamiento. Por otro lado, los juguetes se convierten en uno de los instrumentos de penetración ideológica (Aranda, 1976; en Bustos, 2001) y representan al sistema social, que divide al mundo en modelos de hombre y mujer, los adultos se encargan de ofrecer a la niña una muñequita para mecer y se complacen en que lo haga, negándosela al niño, al cual se le ofrecerá un carrito (Morgade, 2001). Los juegos y juguetes permitirán a las niñas una aceptación “normal” de los papeles o roles de 33 madre, esposa y encargada de los quehaceres domésticos (Aranda, 1976; en Bustos, 2001). Cabe decir que los juguetes per se no tienen sexo; es la sociedad, dividida en géneros, la que define o determina la feminidad o masculinidad de los mismos. Los juguetes pueden ser elementos canalizadores de las destrezas y potencialidades (sin distinción de sexo) por tanto los juegos y tareas no deberían vincularse con el sexo del individuo. Debe quedar claro que los juguetespor sí solos no determinan, ni condicionan la posterior identificación o preferencia sexual de los niños (Bustos, 2003-2004); por lo que no tienen una influencia directa en el psiquismo de niños y niñas, pero no se puede ignorar que son una fuente permanente de información para la constitución de los roles de género (Morgade, 2001). Campo laboral El empleo femenino está determinado por un mercado de trabajo que sigue respondiendo a patrones histórico-culturales tradicionales (como la división sexual del trabajo) relacionados con los esquemas sociales de subordinación de género que operan en la vida de las mujeres (Delgado et. al. 1999). Sin embargo, la presencia cada vez mayor de la población femenina en el mercado de trabajo no sólo responde a los procesos de modernización y reestructuración que han tenido lugar en la economía mexicana, sino que también, constituye una expresión de su creciente nivel educativo y de la crisis económica que las ha obligado a desarrollar estrategias generadoras de ingreso necesarias para el sostenimiento de las familias (Delgado et. al. 1999). 34 A pesar de que la participación de las mujeres en el mercado laboral se ha duplicado al menos en los últimos 30 años (mientras que en 1970 el porcentaje era del 16%, en 2000 pasó al 35% aproximadamente), los cambios que han ocurrido en cuanto a compartir responsabilidades sobre el trabajo del hogar y cuidado de los hijos(as), por parte de la pareja (hombres y mujer) no se ha dado en la misma proporción (Bustos, 2003-2004). Todavía no existe una oferta masiva y sostenida de mujeres para que desempeñen puestos “masculinos”, sin embargo, la tendencia va en aumento, ya que es más fácil que las mujeres traten de ingresar a empleos masculinos, a que los hombres busquen desempeñarse en trabajos femeninos (Delgado et. al. 1999). Por un lado, como argumenta Subirats (1991), las mujeres han perdido confianza en sí mismas, en sus criterios y en sus capacidades. También es difícil para algunas mujeres renunciar a la idea de que deberían ser económicamente mantenidas por los hombres y que necesitan un hombre para que sus vidas sean satisfactorias, económica, social y emocionalmente. No obstante, como bien destaca Lucini (1994), también los hombres han perdido, con respecto a la riqueza y el valor de la afectividad, de la emoción, del sentimiento, de la sensibilidad y la ternura, capacidades que con frecuencia les han enseñado a reprimir. Hay que reconocer que ha surgido ya un movimiento de hombres que empezó a cobrar fuerza en la segunda mitad de los ochenta, planteándose y replanteándose una serie de cuestionamientos y estudios acerca de esas masculinidades construidas, que también los han entrampado en estereotipos y roles de género, y que ahora se están dando a la tarea de deconstruir, a fin de contribuir al logro de relaciones más equitativas entre mujeres y hombres (Bustos, 2003-2004). En las leyes y reglamentos laborales debiera ser explícita la condición de igualdad entre mujeres y hombres sin detrimento de los derechos que las mujeres tienen en razón de la maternidad. La discriminación que se da de hecho, obliga a 35 realizar acciones que impidan que se rechace a las mujeres por razones de embarazo o estado civil, garantizando el derecho a ser contratadas en cualquier trabajo en el que ellas demuestren ser capaces para realizarlo en igualdad de circunstancias que los hombres (Delgado et. al. 1999). Sin embargo, los fenómenos de exclusión y discriminación determinados por la condición de género, se presentan en diferentes ámbitos, también para el sexo masculino. Las cargas de trabajo, que deben ser asumidas por el hombre, derivadas de la concepción de que éste es el proveedor del hogar, generan un fenómeno de expulsión del varón del hogar, la convivencia y tareas familiares. Al hombre al mirarse como no proveedor le trae consecuencias en la convivencia familiar, ya que ha sido educado para ejercer el rol de proveedor único lo que socialmente se identifica como valores asociados a la virilidad. Cuando esta situación se trastoca, los hombres generalmente ven menoscabada su autoestima, lo que predispone a situaciones de conflicto, fricción y en algunos casos alcoholismo y violencia (Delgado et. al. 1999). Las y los jóvenes se insertan de forma muy desigual en el campo laboral. Primero, la proporción de las jóvenes trabajadoras es algo inferior al de los jóvenes. Segundo y sobretodo, los tipos de empleo se distribuyen de manera claramente diferenciada: ellos desempeñan puestos de trabajo auxiliares y de obreros cualificados; ellas de administrativas y empleadas del comercio así como cuanto se relaciona con las tareas del hogar (Ortega et. al.1993). Se observa una marginación de las mujeres en el sistema productivo: trabajos precarios, trabajos a tiempo parcial, mayor taza de paro y menores ingresos. Las razones de esta marginación, se hayan en los efectos de una educación no solo diferentes, sino discriminadora. Discriminadora por que tiende a inculcar en las niñas un sistema de valores y comportamientos que las llevan a aceptar un papel secundario en la vida colectiva, a situarse como un segundo sexo, dispuesto en todo momento a ceder la 36 preeminencia al hombre, primer y principal protagonista de la historia. La discriminación en el sistema educativo no incide en los niveles de éxito escolar sino en el nivel de formación de género devaluando la personalidad femenina de manera tal que las niñas interiorizan su papel secundario y su inseguridad en el mundo público, y ello, incluso en el caso de que sean alumnas extraordinariamente brillantes. Por esta razón su comportamiento posterior, a la hora de elegir estudios profesionales o de enfrentarse al mercado de trabajo, responde a una infravaloración personal, a una inseguridad que hacen que valoren menos sus logros educativos de lo que lo hacen los muchachos y, por tanto, tiendan a no competir y a no reclamar las posiciones laborales que teóricamente deberían corresponderles si sólo se tuvieran en cuenta el nivel escolar alcanzado. Es decir, si nos halláramos en una sociedad que realmente valora por igual el mérito escolar, sin tener en cuenta las características de las personas que lo alcanzan (Bustos, 2003-2004). Campo deportivo Si bien es cierto que el rendimiento físico de las mujeres no es equiparable con el de los hombres debido a factores como fuerza muscular (la femenina es inferior de un 25% a un 30% a la del hombre), la extensión de las piernas, la función respiratoria y cardiovascular (el corazón y los pulmones de la mujer son más pequeños, el primero transporta menos cantidad de sangre y glóbulos rojos, los segundos aportan menor cantidad de oxígeno a la sangre) Por otra parte, la hormona producida por los hombres, testosterona, es la que acentúa la fuerza de masa muscular, entre otras cosas. Los factores culturales tienen mayor influencia que la propia anatomía y fisiología de la mujer para su participación en algunos deportes que son considerados exclusivos para hombres, es decir, las mujeres se ven limitadas en el acceso a la práctica de un gran número de deportes, ya que 37 culturalmente se considera que no son aptas para ello o que por ello puede perder su femineidad (Delgado et. al. 1999). Es importante señalar que no se trata de que las mujeres compitan frente a los hombres, esto no sería posible por sus características biológicas, sino de romper las creencias que establecen deportes exclusivos, de acuerdo con el sexo. Se deben crear programas que promuevan de igual manera la participación en el deporte de hombres y mujeres, que no estén basados en prejuicios, mediante los cuales el varón no vea reducida su virilidad si practica alguna disciplina; por ejemplo el nado sincronizado (Delgado et, al. 1999). Amigos Como ya se mencionó,el grupo de amigos, sobre todo, en la adolescencia, es un agente que influye en la construcción de la identidad de género. Fernández (1996) afirma que el hecho de formar parte de un grupo de amigos y amigas que acepta y confronta a los roles de género tradicionales, o contrariamente anima a la experiencia de comportamientos que trascienden dichos roles; influyen en la manera en como se desarrolla la identidad de género. Sin lugar a dudas son los pares y los grupos de amigos los agentes más recordados y con quienes se tiene las vivencias más profundas en el conocimiento e iniciación a la sexualidad. El mundo que está fuera del hogar y del colegio (la calle), es el mundo de los pares, son los amigos de la población, de la esquina, del bar, de la cancha, los compañeros de trabajo, los cines. Es el mundo que aparece como no estructurado a los ojos del joven, es donde se aventura, él lo elige o cree elegirlo. Los límites en general no están puestos por personas mayores, sino por los pares y él mismo. Si 38 no le gusta el lugar o la situación se puede ir, pero es una elección dentro de ciertos límites, por que si no participa de las instancias grupales y los códigos de comportamiento queda excluido del grupo de pares (Olavarría et.al, 1998). Medios de comunicación El desarrollo tecnológico trajo como consecuencia el surgimiento de medios de comunicación, que van desde los impresos (periódicos, revistas, fotonovelas, folletos, etc.) hasta los electrónicos (televisión, radio, vídeos, cine y más recientemente, la Internet, los videos juegos, etc.) Así, la tecnología comunicacional es considerada como uno de los cambios que han tenido un fuerte impacto en la conciencia y el comportamiento humano (Bustos, 2001). Los medios ayudan a perpetuar y reforzar a otros agentes de socialización, reflejando normas y formas de conducta culturalmente heredadas y adquiridas, que son internalizadas por las personas y reproducen así una cierta estructura social. Dicho de otro modo, afecta a la gente en el nivel cognoscitivo, lo cual se manifiesta en conductas concretas (Monroy, 2002). Una de las funciones de los medios es la difusión de culturas, creación de modas y/o pautas culturales, modelador de costumbres, difusor de ideas y opiniones, promotor de conductas sociales y privadas (Gutiérrez, 1993 en Monroy 2002). Además es un mecanismo de percepción del mundo, esto es, del conjunto de realidad exterior al individuo, prolongaciones de los sentidos humanos por los que percibimos el exterior, empresas de concientización, constructores de la realidad social, etc., que tienen como cometido proporcionar las bases sobre las que los grupos y clases construyen las imágenes de la vida, significados, 39 actividades y valores de otros grupos y sobre los que la sociedad puede captarse como conjuntos coherentes (Sánchez, 1997 en Monroy, 2002). Los medios juegan un papel primordial en la forma en que las personas construyen, juzgan y perciben la realidad que los rodea, a la vez que proporcionan significados comunes para interactuar socialmente; de tal forma que los medios transmiten construcciones ideológicas en cuanto sistema de representación de la realidad. Cuando prendemos la televisión, la radio o abrimos una revista, le estamos abriendo la puerta de nuestro hogar y de nuestra mente a una serie de ideas y de imágenes que, si bien por un lado, reflejan la realidad, nos informan y nos entretienen, por otro presentan una visión reducida de cómo vivir, pensar, vestir y ser. (Monroy, 2002). La televisión, de manera particular, establece una clara diferenciación entre los papeles que el hombre y la mujer desempeñan en nuestro sistema social. De una manera casi lineal, la publicidad selecciona un parte del trabajo, el de la casa atribuyéndolo a la mujer y deja el resto de la vida social al hombre (producción, relaciones sociales, deporte, político, etc.) (Monroy, 2002). Dentro de los comerciales en televisión, se presentan modelos reales que le permitan al consumidor ya sea identificarse o bien, desear alcanzar un ideal por medio de la compra de un producto partiendo del hecho de que las personas tendemos a identificarnos con los que son similares a nosotros en actividades o actitudes, por tal razón es lógico imitar comportamientos y conductas acerca de lo que observamos y percibimos como una realidad (Monroy, 2002). Los roles que más se presentan en los comerciales para mujeres son: top model, compañera, madre, ama de casa, esposa y objeto sexual. Comienza a surgir dentro de la publicidad el de: estudiante, profesionista, empleada y obrera (Delgado et. al. 1999). 40 1.7. ¿Cuáles son las actitudes, conductas y características que se les atribuyen a hombres y mujeres? A través de la psicología social, se ha tratado de explicar los procesos mediante los cuales las personas infieren rasgos de personalidad en otras personas, llegando al descubrimiento de que el proceso básico a través del cual nos formamos esas impresiones es un proceso de atribución causal. De entre los diferentes autores en este campo, destacamos el trabajo de Ash (1946) donde el objetivo era analizar el proceso por el cual las personas integran diferentes informaciones a cerca de otra persona, generando una imagen global de la misma, una forma de explicar lo anterior es por medio de la concepción gestáltica que sostiene que la impresión general que extraemos de un sujeto es el resultado de un conjunto de rasgos que mantienen relaciones dinámicas entre ellos, de manera que la variación de uno de esos rasgos influyen en los demás, así la impresión final es un emergente de dichas relaciones dinámicas. Para la formación de impresiones postula que: ∗ El sujeto es percibido como una unidad. ∗ Los rasgos, dentro de una persona están en relación dinámica entre ellos. ∗ Los diferentes rasgos tienen diferentes pesos, es decir, contribuyen de manera más o menos importante en la impresión final sobre el sujeto; en otras palabras, los rasgos varían en su centralidad. ∗ Dentro de la concepción sistémica, el cambio en un rasgo altera el significado de todos los demás. 41 ∗ La significación que tiene cada rasgo va a depender de su posición dentro del sistema dinámico. ∗ Tendemos a mantener la unidad de la impresión; es decir, tratamos de integrar los rasgos contradictorios manteniendo una visión coherente de la persona. ∗ El contenido y el valor de cada rasgo cambia según el contexto. La forma como interpretamos al sujeto va a depender de cómo se exprese ese rasgo en el contexto donde actué la persona (Echebarria y Villareal,1991). En épocas anteriores de acuerdo con las categorías de estatus y de función social, el hombre era identificado como: guerrero, cazador, estadista, anciano y otras similares. En contraposición, las mujeres tendían a ser definidas, casi completamente, por las relaciones que correspondían a sus funciones de parentesco con los hombres: esposa, madre y hermana. En nuestros días en la cultura occidental las mujeres son identificadas con comportamientos sociales como: ser gentiles, sensibles, pacientes, sentimentales, compresivas, compasivas, crédulas y emocionales. El comportamiento maternal es la expresión del rol femenino por excelencia. A diferencia de los comportamientos masculinos: agresivo, dominante, activo, aventurero, fuerte, racional, independiente, competitivo (Fernández, 1998). El niño no se conmueve, no se enternece, no llora, no se desespera (Gianini, 1978). Luis Bonino Méndez (1990; en Burin, 2000) ha propuesto un esquema sobre la construcción de la masculinidad tradicional. A partir del ideal social y subjetivo se funda la masculinidad, el ideal de autosuficiencia, de dominio y control. Desde este esquema existen cuatro ideales tradicionales sobre los cuales se construye la subjetividad masculina: 1) no tenernada de femenino, 2) ser una persona 42 importante, 3) rasgo de dureza, ser poco sensible al sufrimiento, violencia y 4) ser un hombre duro. Además, al hombre se le fomenta libertad, audacia, inteligencia, capacidades físicas, rebeldía, agresividad, imaginación y creatividad. Se le enseña a sobreestimarse. Representa al proveedor y dador inteligente, seguro, que trabaja, razón por la cual se le promueve genéricamente autonomía, confianza y autosuficiencia. Se afirma que es fuerte, valiente, adinerado, cabeza de familia, agresivo, con iniciativa, activo, emprendedor, asertivo, no sentimental, protector, potente sexual y siempre joven (Monroy, 2002). En las mujeres se fomenta la abnegación, el autosacrificio, la sumisión, la docilidad y la seducción. Se les hace creer que son débiles, desvalidas, inferiores física e intelectualmente a los hombres; generando desconfianza y dependencia, se les enseña a subestimarse. Su responsabilidad es procrear, criar y tareas domésticas; se centra en el papel de madre-esposa, ama de casa y cuidadora del varón. Sus características son la calidez, pulcritud, locuacidad, dirección, ser buena, pasiva, obediente, tierna, maternal, amable, alegre, comprensiva, reflexiva, delicada, discreta, dependiente y sin iniciativa, administradora del dinero del hombre y del hogar, temerosa, atractiva físicamente, coqueta, seductora, siempre joven y apoyo incondicional del hombre (Monroy, 2002). Martínez (2001), Charles (1993) y Monroy (2002) proponen que la imagen femenina se divide en: ∗ Tradicional. Mujer abnegada, entregada, sacrificada, discreta, resignada, emotiva, con una sexualidad controlada, hogareña, ingenua y por lo general madre-esposa-ama de casa. 43 ∗ Moderna. Mujer joven, individualista, hedonista, seductora, con trabajo fuera del hogar, que busca lo nuevo, es suspicaz, racional, experta y por lo general soltera. ∗ Belleza. Mujer bella, individualista, coqueta y seductora, preocupada por verse bien para ser atractiva a personas del sexo opuesto, es manipuladora y materialista. 44 1.8. ¿Por qué es importante el tema del género en la etapa de la juventud? Con respecto a la juventud, ésta ha sido determinada por un rango de edad que va de los 15 a los 29 años. Representa una etapa de transición entre la niñez y la edad adulta, en la cual se presentan cambios fisiológicos (diferentes en hombres y mujeres) y emocionales, los cuales van conformando al sector juvenil con características y elementos que permiten diferenciarlos de los otros sectores. Desde el punto de vista biológico, la juventud es un hecho necesario e inevitable en el entendido de que es una etapa natural y biológica de la evolución de las personas. Es vista como una mentalidad, un estado psicológico e intelectual, de valores, etc. y no únicamente como un estado biológico de maduración, sino como una etapa del desarrollo humano. El joven es un sujeto deseoso de encontrar una identidad que lo defina e integre; que le permita emplear las funciones ejecutoras del yo, para brindarlas oportunamente a la realización de un esquema dentro del cual obtener seguridad; búsqueda de identidad en cuanto al papel sexual, a la participación social y a la integración intelectual y económica (Campaña “amor es sin violencia” para la prevención de noviazgos violentos, 2002). En la construcción de la identidad de género en el joven, interviene tres dimensiones: 1) Las practicas y roles sociales en que se hallan inmersos los jóvenes de uno y otro sexo, aquellos que comparten y aquellos otros que les separan; los hábitos originados por los mismos sedimentarán la parte más decisiva de la identidad de género. 2) Las representaciones sociales del género constituidas por convicciones simples pero profundamente arraigadas acerca de 45 cómo son hombres y mujeres, en las que encontraremos creencias y actitudes que no siempre se corresponderá con las evidencias empíricas y por lo mismo adquieren el carácter de estereotipos. 3) Las desigualdades de género asumidas por los jóvenes como atributos consustanciales, son sus identidades personales y que implican la transformación de las diferencias biológicas en posiciones sociales simétricas o asimétricas adscritas (Ortega et, al, 1993). La sociedad ha establecido normas y valores para determinar el comportamiento que se espera de las y los jóvenes en el ámbito público (escuela, calle, trabajo) y privado (familia), por lo que han sido reflejo de esquemas y estereotipos que definen lo que socialmente se espera de ellos, esto, lejos de permitirles desarrollar sus capacidades y deseos, les ha negado la oportunidad de crear espacios propios que representen alternativas de cambio en todos los niveles para ellos como jóvenes y, por ende para, la sociedad a la que pertenecen. Debido a las transformaciones sociales, políticas y económicas, se ha podido replantear en los jóvenes el papel que la mujer ha representado, a través de la historia en el ámbito de lo público y lo privado. La concepción de la mujer en función del hombre se fue modificando toda vez que ésta se incorporó a los espacios laborales y educativos. No obstante, estos cambios no implicaron que, en el caso del hombre, éste se insertara en la esfera de lo privado, concretamente en lo doméstico, lo que significó que la mujer cumpliría una doble función: la de ama de casa y proveedora económica de la familia. Podemos ver que la diferencia que se establece en el trato a hombres y mujeres, se lleva a cabo a través de atribuciones, ideas, representaciones y creencias sociales que se han ido construyendo tomando como referencia la diferencia biológica. 46 Las y los jóvenes se enfrentan a un proceso de desarrollo, sabiendo que existe una división genérica del mundo, que se manifiesta en una situación de dominio en la construcción social del ser hombre sobre el ser mujer. De esta forma, toda acción hacia la juventud, debe de estar construida desde una visión de equidad entre lo que significa ser hombre y ser mujer en una sociedad. En las sociedades actuales, la juventud ha representado la época de liberación y transformación de esas prácticas tradicionales. Ahora las juventudes urbanas del siglo XXI tienen acceso a una gran cantidad de información, producción cultural, iniciación sexual temprana, a espacios de socialización variados, etc., es la época en que cada joven se encuentra elaborando y definiendo quién es, qué quiere y cómo ve el mundo; luego va tomando experiencias de la realidad, símbolos, discursos y significados, los cuales inserta en su experiencia de género y la reelabora en un código de identidad a través de la cual organiza su sexo y su género. El género y la juventud son categorías culturales, por lo cual transversan cuerpos, historias, expresiones, pensamientos, creencias, etc. (Campaña “amor es sin violencia” para la prevención de noviazgos violentos, 2002). 47 1.9. ¿Para qué es importante una orientación vocacional con perspectiva de género? Otra de las instancias de socialización que tiene importancia es la escuela y la educación formal, pues por medio de ella se adquieren y se transmiten conocimientos, habilidades y actitudes de manera consciente por medio de la enseñanza-aprendizaje (Hierro, 1985; en Bustos, 2001). Esta educación promueve y refuerza un sexismo en la escuela. Hay dos rasgos importantes que lo identifican: 1) La continua división y clasificación de las personas, las actividades, las capacidades, etc., en géneros, es decir, en patrones culturales diferenciados, atribuidos a hombres y a mujeres. 2) La sobrevaloración de todo lo que es considerado masculino, tanto en lo que se refiere a personas como los rasgos culturales que forman parte del género que les es atribuido. Estos hechos se reflejan en todos los ámbitos
Compartir