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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
 
RELACIÓN ENTRE LA PERCEPCIÓN DEL ROL DE GÉNERO Y 
EL ROL DE GÉNERO ASUMIDO POR JÓVENES UNIVERSITARIOS. 
 
TESIS 
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE: LICENCIADAS EN PSICOLOGÍA 
PRESENTAN: 
 
FERNÁNDEZ ANAYA GRACIELA ATZIRI 
REYES LEÓN ESMERALDA GABRIELA 
 
 
 
 
 
 
 
 
MÉXICO D. F, 2006 
 
DIRECTORA: 
DRA. ROCÍO QUESADA CASTILLO 
 
REVISORA: 
DRA. OLGA BUSTOS ROMERO 
 
APOYO ESTADÍSTICO: 
LIC. MARCOS VERDEJO MANZANO 
JURADO: 
LIC. PATRICIA PAZ DE BUEN 
RODRÍGUEZ 
 
LIC. PATRICIA PIÑONEZ VÁZQUEZ
 
LIC. PATRICIA MORENO 
WONCHEE 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
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Todas las cosas que he vivido,
logrado, compartido, recibido dé y
con ustedes: Mamá, Delfino, Queta,
Dany, Adry, han sido y serán piezas
importantes para la construcción más
importante en mi vida: SER
PROFESIONAL, por esto hoy quiero
decirte: GRACIAS. 
 
Esme
Gracias a ti Dios, Papá, Mamá,
Dalis, Reny, Vale y Juan, por que
con su esencia, amor, ejemplo y
voluntad, no sólo me acompañaron
a sembrar un gran sueño, sino
también compartieron mi sufrir para
cuidarlo y mantenerlo; ahora que es
tiempo de cosechar deseo que lo
saboreen como yo. 
Atziri
A los Psi 8 les agradecemos por ser
parte de esta loca aventura de ser
Psicólogos, por la plasticidad con la que
enriquecieron nuestro desarrollo humano y
profesional. 
A la Universidad Nacional
Autónoma de México y a la Facultad
de Psicología por acogernos y
proveernos de conocimiento y
espíritu humanista, les estaremos
agradecidas, y en nuestro ejercicio
profesional comprometidas con que
éste sea un digno servicio. 
Por sus comentarios, consejos,
propuestas, seguimiento y guía, fue
posible el logro de esta meta,
gracias: Rocío Quezada, Marcos
Verdejo, Olga Bustos, Paty Moreno,
Patricia de Buen y Patricia Piñones. 
 3
ÍNDICE 
 Por cada mujer.......................................................................................................................... 5 
 
 Resumen................................................................................................................................... 6 
 
 Introducción............................................................................................................................... 7 
 
1. Marco Teórico............................................................................................................................ 10 
 
 1.1. ¿Qué ha ocurrido con el tema de género?................................................................. 10 
 
 1.2. ¿Qué es sexo y género?............................................................................................. 15 
 
1.3. ¿Qué relación hay entre la identidad, la identidad sexual y la identidad de género?. 19 
 
 1.4. ¿Qué es estereotipo y cómo se relaciona con el rol de género?................................ 22 
 
 1.5. ¿Cómo se construyen los roles de género?............................................................... 25 
 
1.6. ¿Cómo influyen los agentes socializadores en la construcción del rol de género?... 27 
 
1.7. ¿Cuáles son las actitudes, conductas y características que se les atribuyen a 
hombres y mujeres?................................................................................................. 
 
40 
 
1.8. ¿Por qué es importante el tema de género en la etapa de la juventud?.................... 
 
44 
 
1.9. ¿Para qué es importante una orientación vocacional con perspectiva de género?... 
 
47 
 
2. Método.......................................................................................................................................
 
57 
 
 2.1. Planteamiento del problema............................................................................................. 
 
57 
 
 2.2. Objetivos de la investigación............................................................................................ 
 
57 
 
 2.3. Hipótesis........................................................................................................................... 
 
58 
 
 2.4. Variables...........................................................................................................................
 
58 
 
 2.5. Tipo de estudio................................................................................................................. 
 
59 
 
 2.6. Tipo de diseño.................................................................................................................. 
 
59 
 
 2.7. Muestra.............................................................................................................................
 
60 
 
3. Instrumento de medición........................................................................................................... 
 
62 
 
 3.1. Validez de constructo y confiabilidad del instrumento..................................................... 
 
 
 
65 
 4
4. Resultados................................................................................................................................. 69 
 
 4.1. Percepción del rol de género de la población general..................................................... 69 
 
 4.2. Percepción del rol de género por sexo............................................................................. 73 
 4.3. Diferencia en la percepción del rol de género entre sexos.............................................. 74 
 
 4.4. Rol de género asumido de la población general.............................................................. 75 
 
 4.5. Rol de género asumido por sexo...................................................................................... 76 
 
 4.6. Diferencia en el rol de género asumido entre sexos........................................................ 77 
 
4.7. Relación entre el rol de género percibido y el rol de género asumido en la población 
general............................................................................................................................ 
 
78 
 
 4.8. Percepción del rol de género por facultades.................................................................... 
 
80 
 
 4.9. Percepción del rol de género en las facultades por sexo................................................. 
 
83 
 
4.10. Diferencia en la percepción del rol de género entre sexos por facultades..................... 
 
89 
 
 4.11. Rol de género asumido por facultades........................................................................... 
 
90 
 
 4.12. Rol de género asumido en las facultades por sexo........................................................
 
93 
 
 4.13. Diferencia en el rol de género asumido en las facultades por sexo............................... 
 
98 
 
4.14. Relación entre el rol de género percibido y el rol de género asumido por facultades.... 
 
99 
 
5. Conclusiones..............................................................................................................................
 
101
 
5.1 Población General............................................................................................................. 
 
101
 
5.2. Facultades……….............................................................................................................106
 
 Referencias............................................................................................................................. 
 
114
 
 Anexos.................................................................................................................................... 
 
122
 
 Anexo 1. Cuestionario: Género y rol de género............................................................. 
 
122
 
 Anexo 2. Instrumento de medición................................................................................. 
 
123
 
 Anexo 3. Análisis factorial.............................................................................................. 
 
129
 
 
 5
POR CADA MUJER 
Por cada mujer que está cansada de actuar con debilidad, aunque se sabe 
fuerte, 
hay un hombre que está cansado de parecer fuerte cuando se siente 
vulnerable. 
 
Por cada mujer que está cansada de actuar como una tonta, 
hay un hombre que está agobiado por la exigencia constante de "saberlo 
todo". 
 
Por cada mujer que está cansada de ser calificada como "una hembra 
emocional", 
hay un hombre a quien se le ha negado el derecho a llorar y ser delicado. 
 
Por cada mujer catalogada como poco femenina cuando compite, 
hay un hombre para quien la competencia es la única forma de demostrar que 
es masculino. 
 
Por cada mujer que está cansada de ser objeto sexual, 
hay un hombre preocupado por su potencia sexual. 
 
Por cada mujer que se siente "atada" por sus hijos, 
hay un hombre a quien le ha sido negado el placer de la paternidad. 
 
Por cada mujer que no ha tenido acceso a un trabajo satisfactorio y salario 
justo, 
hay un hombre que debe asumir toda la responsabilidad económica de otro 
ser humano. 
 
Por cada mujer que desconoce los mecanismos de un automóvil, 
hay un hombre que no aprendió los placeres del arte de cocinar. 
 
Por cada mujer que da un paso hacia su propia liberación, 
hay un hombre que descubre que el camino a la libertad se ha hecho un poco 
más fácil. 
 
 
Nora Caballero (1993). "A propósito de las relaciones de género" 
 6
RESUMEN 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El presente trabajo describe cuál es la concepción de las y los
jóvenes universitarias(os) acerca de lo femenino y masculino a
partir de diversas actividades, la frecuencia con que son
realizadas y cómo se relaciona lo que creen con lo que hacen,
bajo una perspectiva de género, dándole importancia a lo social
en la conformación del rol de género. 
Se desarrolló un cuestionario conformado por dos escalas para
explorar lo percibido y lo asumido el cual fue aplicado a 686
estudiantes del la UNAM (C.U) resultando tres grupos de
actividades: domésticas, deportivas y ejecutivas, en las cuales hay
relación en lo que creen y hacen. Las mujeres perciben las
actividades domésticas para preferentemente mujeres y las
realizan; los hombres las perciben para ellas y no las realizan. En
las actividades deportivas, los hombres las perciben para
preferentemente hombres y las realizan; las mujeres las perciben
para ellos y no las realizan. Por último, en las actividades
ejecutivas tanto hombres como mujeres las perciben para ambos
sexos y las realizan. 
Cabe mencionar que como dato adicional, se aplicó el mismo
análisis para cada una de las facultades que conforman la
muestra, lo que nos permitió conocer cómo está concibiendo y
viviendo el joven universitario su rol de género para que, con esta
información, en un futuro, se desarrollen e implementen
intervenciones en diferentes campos de la psicología. 
 7
INTRODUCCIÓN 
 
La situación actual que vive la sociedad, caracterizada por conflictos políticos, 
cambios económicos, desarticulación familiar, y otras manifestaciones de una gran 
transformación del “status quo”, ha cambiado las condiciones de vida de las 
personas, enfrentándolas a discrepancias entre sus necesidades y aquello que la 
sociedad espera de ellas. 
Desde su nacimiento, los seres humanos reciben constantemente de la 
sociedad, a través de diferentes instancias (escuela, familia, medios de 
comunicación, etc.) mensajes sobre los rasgos de personalidad, actitudes, valores, 
conductas y roles asignados que diferencian a hombres y mujeres. Sin embargo, 
estas diferenciaciones resultan perjudiciales, dado que los mantienen en una 
posición rígida e inflexible ante una realidad que requiere movilidad y flexibilidad. 
Considerando los conflictos que la sociedad enfrenta actualmente y la 
importancia de ésta en la construcción del género, se observa que crea en las 
personas una incongruencia entre lo que creen y hacen, afectando la concepción 
de sí mismos y la de los demás, alterando las relaciones entre géneros. 
La mayor dificultad que se les presenta a las personas para poder 
comprender los problemas de género que viven cotidianamente es, curiosamente, 
visualizarlos, ya que se han convertido en algo “normal”, en algo que es parte de la 
vida misma. Problematizar la condición de género implica “mover el tapete”, 
cambiar el lugar desde el que siempre se han visto las cosas y construido las 
relaciones. Es darse cuenta de que la forma de comportarse, las palabras que se 
utilizan al hablar, los sueños y expectativas de vida, la manera de sentir y 
relacionarse, entre muchas otras, están cargadas de prejuicios, estereotipos, 
 8
normas, prohibiciones y valoraciones. Es decir, se trata de un proceso difícil que 
involucra cuestionamientos profundos a las personas mismas, a sus grupos y a la 
sociedad en general (Instituto Mexicano de la Juventud /SEP/ Comisión Nacional de 
la Mujer/UNICEF, 2002). 
Si bien la Facultad de Psicología se ha caracterizado por realizar estudios 
sobre género, creemos que es necesario contar con información más reciente que 
aborde la realidad de nuestro país en el aquí y en el ahora, para que 
posteriormente, podamos modificar sus roles con el fin de permitir tanto a hombres 
como a mujeres potencializar todas sus capacidades en distintos ámbitos de su 
vida (profesional, emocional, familiar, etc.) así como la equidad en sus relaciones. 
Por lo que, en el presente trabajo se pretende conocer cómo se vive el rol de 
género a partir de la relación entre cómo lo perciben y lo asumen las y los jóvenes 
universitarias(os). 
Conocer dicha realidad nos permitirá emprender pautas de acción bajo la 
perspectiva de género, que reconoce la diversidad de género y la existencia de las 
mujeres y los hombres como un principio esencial en la construcción de una 
humanidad diversa y democrática que conviva sin supremacía y sin opresión 
(Bustos 2003-2004). Con ello, estructurar nuestro mundo para entender y 
entendernos, para comprender los procesos psíquicos y culturales mediante los 
cuales las personas nos convertimos en hombres y mujeres, para descubrir la red 
de interrelaciones sociales que se viven actualmente e iniciar un cambio en los 
roles que tanto limitan a hombres y mujeres. 
No se trata de construir posiciones, sino de retomar aquellos aspectos de lo 
tradicional que sean positivos y viables e incorporar algunos que, dadas las 
condiciones de vida actual, resulten necesarios en pro del desarrollo integral de los 
individuos. 
 9
Por lo que se hará una revisión teórica acerca de los siguientes aspectos: 
sexo, género, identidad, identidad sexual, identidad de género, estereotipo, rol de 
género; así como la relación de éstos con los agentes socializadores contemplando 
la orientación educativa y la perspectiva de género como medios para prestar 
atención en cómo viven los jóvenes adultos su género. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 10
1. MARCO TEÓRICO 
 
1.1. ¿Qué ha ocurrido con el tema de género? 
 
Con una estructura psíquica universal y mediante el lenguaje, los seres 
humanos simbolizamos una materia prima idéntica en todas las sociedades (la 
diferencia sexual) y producimos el género en distintas versionesculturales. El 
entramado de la simbolización que se hace a partir de lo anatómico, de lo 
reproductivo, conduce necesariamente a la división sexual de la sociedad, por 
tanto, las diferencias anatómicas-biológicas entre hombres y mujeres han 
conduciendo a diferencias sociales. Aceptar que existen diferencias indiscutibles 
entre los sexos (anatómica, hormonales, genéticas) no quiere decir, de ninguna 
manera, que estas diferencias impliquen desigualdad en el plano social. Eleanor 
Maccobby (1972) indica que debe de aceptarse el origen biológico de algunas 
diferencias entre los sexos, pero sin perder de vista que la predisposición biológica 
no es suficiente por sí misma para provocar un comportamiento; de aquí el rechazo 
a la perspectiva que habla de lo “natural” o de una “esencia” masculina o femenina, 
pues no hay cuerpo que no haya sido marcado por el lenguaje y la cultura, dotando 
así de una forma y direccionalidad a las relaciones de género que la regulan, la 
reglamentan y que pueden ser transformados. 
La construcción social dicotómica de lo masculino-femenino marca 
estereotipos, las más de las veces rígidos, condicionando roles y limitando las 
potencialidades humanas de las personas al tener que ajustarse a comportamientos 
“adecuados” al género respectivo (Bustos, 2001). 
 11
Lo anterior nos conduce a la convicción de que no es posible continuar con el 
manejo binario de una realidad muy variada y compleja. El carácter diverso de las 
diferencias y la amplísima combinación posible de ellas, muestra que hay una 
multiplicidad de posiciones que pueden ocupar mujeres y hombres. 
Para transformar el estado de cosas vigentes es necesario, primero 
comprender los procesos psíquicos y sociales mediante los cuales las personas nos 
convertimos en hombres y mujeres dentro de un esquema cultural de género, para 
después reconocer las múltiples posiciones que ocupamos o podríamos ocupar en 
este esquema. 
El género nos estructura culturalmente. La cultura marca a los sexos con el 
género y éste marca la percepción de todos los demás, por lo que el género, se 
aborda en calidad de símbolo al que una sociedad determinada asigna significados 
particulares, como ocurre con todo símbolo. Estamos de acuerdo con Ortner y 
Whitehead (1981 en Ramos, 1991) en que se requiere conocer cuál es el 
significado de lo masculino y lo femenino, en contextos sociales y culturales 
determinados, en lugar de suponer que se sabe de entrada lo que significan estos 
conceptos. 
Simone de Beauvoir (1962) denota el carácter simbólico y cultural de lo 
femenino, de lo considerado propio de la mujer; señalando que las características 
humanas calificadas como femeninas son adquiridas por las mujeres mediante un 
complejo proceso individual y social, en vez de derivarse naturalmente de su sexo. 
Aunque en sus aseveraciones aún no hiciera una clara distinción entre el sexo y el 
género, su reflexión abrió un campo nuevo para la interpretación del problema de la 
igualdad entre los sexos, de la misma manera ofreció elementos centrales para la 
categoría de género, que más tarde acuñaría Robert Stoller, quien dentro del 
campo de la teoría social, publicó en el año de 1968, su libro titulado: Sexo y 
Género, donde se aborda por primera vez la diferencia existente entre sexo y 
 12
género, a partir de investigaciones de ciertos trastornos de identidad sexual en 
pacientes que habían nacido con una malformación genital y fueron titulados 
erróneamente, como niños o niñas, conforme fueron creciendo y los caracteres 
secundarios se manifestaron, se dieron cuenta del error; a pesar de ello los sujetos 
se asumían y se comportaban de acuerdo a la etiqueta que se les había dado al 
nacer y no podían asumir el rol que la sociedad les asignaba según su verdadero 
sexo (Paz, 1998). 
De Lauretis (1986; en Ramos, 1991) cita cuatro enunciados básicos con 
respecto al género: 
∗ El género es una representación. 
∗ La representación del género es una construcción. 
∗ La construcción del género continúa en la actualidad. 
∗ La construcción del género también se ve afectada por su 
deconstrucción. 
La deconstrucción de los conceptos comunes de mujer y hombre permiten 
plantear que, cualquiera que sean las diferencias genéticas o biológicas entre los 
sexos, lo que podemos modificar es lo social. No es empujando a las niñas a la 
competencia y a la imitación de los varones, sino respetando y favoreciendo la 
selección de cada uno, independientemente de su sexo y ofreciendo a los niños(as) 
modelos más ricos, más expresivos, más libres de los estereotipos imperantes; de 
tal manera que se podrán realizar de una forma más completa, sin ser constreñidos 
a sacrificar una parte válida y preciosa de sí mismos (Gianini, 1978). 
A diferencia de los conceptos comunes de hombre y mujer, la perspectiva de 
género reconoce la diversidad de géneros y la existencia de las mujeres y los 
 13
hombres como un principio esencial en la construcción de una humanidad diversa. 
Nos permite analizar y comprender las características que los definen de manera 
especifica, así como sus semejanzas y diferencias. Esta perspectiva, analiza las 
posibilidades vitales: el sentido de sus vidas, sus expectativas y oportunidades, las 
complejas y diversas relaciones sociales que se dan entre ambos géneros, así 
como los conflictos institucionales y cotidianos que deben enfrentar y las maneras 
en que lo hacen (Bustos, 2001). Es una manera de ver el mundo, las relaciones 
entre las personas y una forma de cambiar a la sociedad hacia relaciones más 
armónicas entre hombres y mujeres (Instituto Mexicano de la Juventud /SEP/ 
Comisión Nacional de la Mujer/UNICEF, 2002). 
Como parte integrante del género se encuentra el rol, Talcott Parsons (1955) 
teórico social, sostiene que los roles de género tienen una base biológica y que el 
proceso de modernización había logrado racionalizar la asignación de diferentes 
papeles para hombres y mujeres (Paz, 1998). No obstante, en el campo de la 
antropología Margaret Mead (1947; en Paz, 1998) vislumbraba ya una perspectiva 
de interpretación diferente, al realizar su estudio clásico de tres sociedades en 
Nueva Guinea; donde concluía que las diferencias conductuales y de 
temperamento entre hombres y mujeres obedecen a creaciones culturales. 
No es hasta las últimas décadas que diversas tendencias dentro de la 
investigación han convergido por producir una comprensión de género como un 
fenómeno cultural (Gomáriz, 1992; en Paz, 1998). Parece ser que es la Psicología 
la disciplina que utiliza primero el concepto de género, en el sentido de construcción 
social de lo femenino y lo masculino (Lamas, 1986 en Bustos, 2001). 
En América Latina se han creado centros relacionados con la temática, 
dedicándose a la tarea de investigar críticamente y reconceptualizar el 
conocimiento existente, así como la manera en que éste se ha construido y 
transmitido socialmente; también existen cursos y programas de estudio en las 
 14
universidades y se ha comenzado un importante intercambio de experiencias entre 
los centros de distintos países (Bustos, 1991; en Paz, 1998). 
En México, la UNAM se ha destacado por la temprana incorporación de los 
estudios de género en sus actividades académicas a través de sus institutos, 
centros de investigación, escuelas y facultades tales como la de psicología, donde 
se fundó en 1984 el Centro de Estudios de la Mujer; que en el año de 1993 se 
transformó en el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG), con el 
propósito de coordinar, promover y apoyar investigaciones relevantes y de alta 
calidad, propiciar el contacto, facilitar los vínculos, estrechar relaciones, compartir y 
criticar propuestas para enriquecer la actividad académica que se realiza en las 
diferentes dependencias de la UNAM; entre otras instituciones. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 15
1.2. ¿Qué es sexo y género?Las palabras género y sexo son términos que comúnmente se funden en un 
sólo concepto y que se equiparan uno al otro, por lo que consideramos importante 
tenerlos claros. Después de largas discusiones teóricas se sabe que ambos 
términos tienen connotaciones distintas. 
Sexo es un concepto que alude a aspectos biológicos, características físicas 
determinadas genéticamente que colocan a los individuos de una especie en un 
punto del continuo que tiene como extremo a los individuos reproductivamente 
complementarios (Álvarez, 1990); para Dio Bleichmar (1985) éste se refiere a los 
componentes biológicos y anatómicos de hembras y machos, así como el 
intercambio sexual en sí mismo. 
Desde la biología los hombres y las mujeres tienen diferentes funciones en el 
objetivo de la reproducción, para lo cual los hombres tienen pene y las mujeres 
vagina. Lo que pueden y no pueden hacer con ellos, más allá de la reproducción, 
depende de la cultura en la que han nacido (Morgade, 2001). 
La diferenciación sexual no es vista ya, como antaño, en el terreno 
puramente biológico, el cual aporta poco a su entendimiento; más bien, se ubica en 
el campo de lo psicológico (lo simbólico) y lo cultural rompiéndose así con la 
“naturalidad” de los papeles de género; este concepto ha resultado ser muy valioso, 
porque es una nueva manera de mirar viejos problemas y cuestionar cómo ha sido 
analizada la situación femenina y masculina (Bustos, 2001). 
Pero todo este conjunto biológico no determina por sí mismo lo que debe ser, 
pensar y hacer una persona con cuerpo de hombre o con cuerpo de mujer, ni 
mucho menos justificar una situación de desigualdad entre hombres y mujeres. Y es 
 16
aquí donde interviene el concepto de género (Instituto Mexicano de la Juventud 
/SEP/ Comisión Nacional de la Mujer/UNICEF, 2002). 
El género se refiere a aspectos culturales y psicológicos (Chapp, 1994) es 
conceptualizado como la adjudicación simbólica de atributos, papeles y espacios a 
las personas en función de su sexo, implica denotar una diferencia social entre lo 
femenino y lo masculino, sin tener una relación directa con la carga genética de las 
personas. Bleichmar (1985) agrupa dentro de este sustantivo todos los aspectos 
psicológicos, sociales y culturales de la feminidad-masculinidad (Paz, 1998). 
Reafirmando lo anterior, teóricos como Benería y Roldan (1987) definen al 
género como la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, 
valores y actividades diferenciadas entre hombres y mujeres, a través de un 
proceso de construcción social que tiene una serie de elementos distintivos. La 
construcción del género es un fenómeno histórico que ocurre dentro de las esferas 
macro y microsociales como el Estado, el mercado de trabajo, la escuela, los 
medios masivos de comunicación, las leyes, la familia y las relaciones 
interpersonales (Bustos, 2001). 
Lo que se considera que es el género, lo que se piensa que son los hombres 
y las mujeres, lo que se asume como patrón de las relaciones entre ellos son en 
gran medida, producto de procesos sociales y culturales (Ortner y Whitehead, 1981; 
en Ramos, 1991). 
Con lo que respecta al género se ha tratado desde una perspectiva 
predominantemente social, esto es, que el género se ha ido formando a lo largo del 
tiempo y del espacio. Se trata de un conjunto de representaciones imaginarias que, 
como toda sociedad, están en constante cambio (Morgade, 2001). 
 
 17
Para Scott (1996; en Bustos, 2001) el género es una forma de denotar las 
“construcciones culturales”, la creación totalmente social de ideas sobre los roles 
apropiados para las mujeres y hombres, es una categoría social impuesta sobre un 
cuerpo sexuado. Su definición está comprendida en dos partes: 
1. El género como un elemento constitutivo de las relaciones sociales 
basadas en las diferencias percibidas que distinguen a los sexos. Aquí, 
a su vez, se encuentran cuatro elementos interrelacionados: 
a)símbolos culturales, b)conceptos normativos, c)el sistema de 
parentesco y d)la identidad subjetiva. 
2. El género como una forma primaria de relaciones significantes de 
poder. Es decir, es el campo primario dentro del cual o por medio del 
cual se articula el poder. 
En la categoría de género, de acuerdo a Bleichmar (1985) y Lamas (1986) se 
articulan tres instancias: 
1. La asignación, atribución o rotulación de género. Ésta se refiere a la 
“etiqueta” que médicos y familiares asignan a la criatura el nacer. 
Usualmente se realiza con base en la apariencia externa de los 
genitales. 
2. La identidad de género. Se establece cuando los niños/as adquieren el 
lenguaje (antes de su conocimiento anatómico) correspondiendo a la 
experiencia de saberse niña o niño, a partir de la cual se estructuran 
sentimientos, actitudes, comportamientos y juegos. 
3. El rol de género. Es el conjunto de normas o prescripciones que dicta 
la sociedad y la cultura sobre lo femenino-masculino; dicho rol, encierra 
un alto grado de juicios de valor en sí mismos (Bustos,2001). 
 18
Por tanto, cada sociedad establece qué es lo propio para las mujeres y qué 
para los hombres. Diseña modelos tanto para uno como para otro sexo y obliga a 
todas las personas ajustarse a esos patrones. Por lo anterior, entender la diferencia 
entre sexo y género permite ver que lo que se creía “natural” (por que parece que 
ha sido así desde siempre) no lo es, sino que es algo que la sociedad ha ido 
construyendo y que ha cambiado a lo largo de la historia. Es decir se asocian los 
aspectos sociales a los biológicos. Es importante comprender que la diferencia no 
hace desiguales a las personas; que la naturaleza nada tiene que ver con lo que las 
personas pueden ser y hacer, y que de eso depende la oportunidad de crear y 
explorar las capacidades individuales y la gran variedad de opciones de desarrollo 
personal y social (Instituto Mexicano de la Juventud /SEP/ Comisión Nacional de la 
Mujer/ UNICEF, 2002). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 19
1.3. ¿Qué relación hay entre la identidad, la identidad sexual y 
la identidad de género? 
 
La conciencia de sí, como la conciencia de clase y de raza es una 
configuración particular de la subjetividad, que se produce en el punto de 
intersección entre el significado y la experiencia; estas formas diferentes de 
conciencia se fundamentan con toda seguridad en la historia personal propia, pero 
esa historia que es la propia identidad es interpretada o reconstruida por cada 
persona dentro del horizonte de significados y conocimientos que son accesibles en 
cada cultura y en determinado momento histórico (Lauretis, 1986; en Ramos 1991). 
Para Lagarde (1992) la identidad es el sistema unitario de representaciones de sí, 
elaboradas a lo largo de la vida de las personas, a través de las cuales se 
reconocen a sí mismas y son reconocidas por los demás como individuos 
particulares y miembros de categorías distintivas; ésta resulta de un proceso de 
socialización donde los sujetos no nacen miembros de una sociedad, sino, con una 
predisposición hacia la sociabilidad para luego ser miembros (Olavarría, 1998). 
Por tanto, la identidad es el conjunto de representaciones del yo por el cual el 
individuo comprueba que es siempre igual a sí mismo y diferente de los otros, que 
se corrobora por el reconocimiento de los demás. La identidad desempeña un rol 
estructurador que no sólo da coherencia a la existencia, sino que establece un 
puente entre la experiencia individual y la vida social. La identidad no es algo 
acabado o fijo sino que es una construcción histórica en la que cada contexto y 
persona juegan papeles importantes (Fuller, 1997). 
El ser humano es un ser sexuado por naturaleza, el primer proceso de 
diferenciación es precisamente la del sexo. La piedra angular del desarrollo sexual 
de los sujetos es la identificación sexual, pero no sólo se considera la identidad 
 20sexual sino también la identificación de género. Cada individuo debe lograr, por un 
lado una correcta identificación de sí mismo como sujeto sexuado, esto implica un 
proceso de aprendizaje y enseñanza capaz de integrar lo biológico y lo psicosocial. 
Por otro, al mismo tiempo, cada sujeto necesita llevar a cabo una identificación con 
lo que la realidad de género le oferta o impone (estereotipos, roles, etc.) a través de 
los agentes de socialización (familia, escuela, medios de comunicación y amigos) 
(Fernández, 1996). 
La identidad es la más íntima dimensión de nuestro ser e integra la 
pertenencia a un género (femenino, masculino) significa saberse hombre o mujer, 
sentir, actuar, pensar y vivir como tal, de acuerdo a las pautas y expectativas 
culturales que varían según el momento histórico y el contexto social (Fernández, 
1996) es la tendencia a ser uno mismo, a constituirse en persona con existencia 
propia y diferenciada (Ortega, Fagoaga, García y Del Río, 1993). 
La identidad de género es una de las capas más profundas de la identidad 
personal, una guía fundamental para la actuación en el mundo y uno de los 
soportes biográficos centrales en la construcción del relato de sí mismo (Fuller, 
1997). La construcción de la identidad de género, no tiene lugar en el vacío sino 
que está conectada a los diferentes procesos biológicos, psicológicos, 
socioculturales e interpersonales, que la condicionan y que a su vez van a verse 
condicionados por aquella (Fernández, 1996), se da a partir de una relación positiva 
de inclusión (identificarnos o parecernos a otros) y una relación negativa (ser 
distintos a otros) (Burin, 1998). 
Según la psicoanalista Emile Dio Bleichmar (1991; en Morgade, 2001) la 
identidad de género es el esquema ideoafectivo más primitivo, consciente e 
inconsciente de la pertenencia a un sexo y no a otro. Es la elaboración simbólica 
que cada cultura construye a partir de la categorización de las personas de 
diferentes sexos. 
 21
El sistema sexo/género asigna identidades y define la relación entre los 
géneros, pero a su vez cada individuo asume los elementos de la identidad 
asignada y le va añadiendo elementos elegidos de modo que la identidad se va 
construyendo de la experiencia vivida y de su interacción con el mundo (Olavarría, 
1998). 
Cada individuo aprende las pautas culturales relativas al género de la 
sociedad en que vive durante el proceso de adquisición de la identidad de género. 
Al término de este proceso, se sentirá hombre o mujer, habrá adquirido una 
determinada identidad de género, definida socialmente. Este aprendizaje no se 
realiza en un sólo momento sino que se constituye en un proceso que dura toda la 
vida del individuo. El varón o la mujer se apropian únicamente de las habilidades, 
normas y capacidades relativas a las funciones que desempeñaran como varón o 
mujer, cultivando aquellas cualidades que forman parte de la identidad de género 
correspondiente a una determinada cultura y momento histórico (Chapp, 1994). 
La identidad de género corresponde al sentimiento de pertenencia a un sexo, 
está constituida por el conjunto de saberes que adjudica significados a las 
diferencias anatómicas, toma forma en un conjunto de prácticas, discursos y 
representaciones sociales que definen la conducta y la subjetividad de las personas 
en función de su sexo (Fuller, 1997). 
 
 
 
 
 
 22
1.4. ¿Qué es estereotipo y cómo se relaciona con el rol de género? 
 
A la identidad de género se le asigna un conjunto de expectativas acerca de 
los comportamientos sociales apropiados para las personas que poseen un sexo 
determinado, se prescribe lo que es propio para el hombre y la mujer como 
“naturales de su respectivo género” (Bleichmar, 1991; en Olavarría, 1998). 
Los estereotipos son un concepto que surge de la percepción generalizada, 
incorrecta, ambigua, absolutista y rígida a un individuo, grupo o algo. 
Etimológicamente significa: estero- firme y topos-molde o modelo. Es decir según 
Fainholc (1993 en Monroy 2002) que se trata de modelos fijos y moldes que 
congelan, automatizan y rigidizan la realidad. Debido a que a base de rigidez y 
reiteración acaban por parecer naturales; su objetivo es que no parezcan formas de 
discurso sino formas de la realidad. Finalmente, son reduccionistas por cuanto 
convierten en simple una realidad compleja. 
Respecto a los antecedentes históricos del término, hay que decir que se 
deriva de otro término usado más frecuentemente: estereotipia, proceso consistente 
en atribuir características generalizadas y simplificadas a grupos de gente en forma 
de etiquetas verbales. El primero que acuño el término fue Lippman en 1922 donde 
alude a los estereotipos como “imágenes en nuestra cabeza” (Monroy, 2002). 
Lippman (1956; en Paz, 1998) señala que los estereotipos sirven para 
orientarnos dentro del mundo social y son considerados como juicios, más o menos 
falsos, preconcebidos de forma irracional; es decir, seleccionamos lo que nuestra 
cultura ha definido ya para nosotros y tendemos a percibir eso que hemos 
seleccionado en la forma estereotipada. 
 
 23
Entendemos a los estereotipos como un conjunto de creencias compartidas 
sobre las características personales, generalmente rasgos de personalidad, pero 
también, los comportamientos propios de un grupo de personas. Podemos decir 
que los estereotipos son ciertas generalizaciones que tienen su origen, en el 
conocimiento social y que son internalizados mediante el proceso cognoscitivo de la 
categorización, ayudan a los individuos a defender o preservar su sistema de 
valores, contribuyen a la creación y mantenimiento de ideologías de grupo que 
explican y justifican una serie de acciones sociales. 
Los estereotipos de género se refieren al conjunto de pensamientos o 
representaciones consensuales acerca de las características diferentes de hombres 
y mujeres. Éstos reflejan las características, creencias populares sobre las 
actividades, roles y rasgos físicos que distinguen a cada sexo conformando una red 
de asociaciones que enmarcan las concepciones de la masculinidad y feminidad, 
asignando al primero adjetivos como: asertividad, independencia, autonomía, 
autocontrol, fortaleza, actividad y agresividad; y al segundo: sensibilidad, 
emotividad, afectividad, fragilidad, pasividad y sumisión. Se refieren a las creencias 
colectivas en torno a los sexos, así como los roles a desempeñar por cada sujeto 
por el hecho de pertenecer a cualquiera de éstos (varón / mujer) (Fernández, 1996). 
Lo más preocupante y peligroso es que tanto el modelo masculino como el 
femenino (producto de construcciones socioculturales) se “naturalizan” o se 
“biologizan”; esto es, se asume que mujeres y hombres ya nacieron con esas 
características, cualidades y atributos asignados a lo femenino y a lo masculino, 
instaurándose como un “deber ser”, en lugar de asumir que fueron aprendidas 
como productos de una asignación sociocultural donde la familia, la escuela y los 
medios de comunicación, como instancias importantes del proceso de socialización, 
juegan un papel muy importante. 
 24
Rol o papel de género se refiere a cuanto una persona dice o hace para 
indicar a los demás o a sí mismo el grado en que es varón o mujer. Se refiere al 
conjunto de prescripciones culturalmente establecidas acerca de las formas de 
conducta que debe tener cada persona según su sexo (González y Castellanos, 
1996). 
La relación entre identidad y rol de género viene definida por el hecho de que 
la identidad de género es la experiencia personal del rol de género, mientras que 
éste es la expresión pública de aquella (Fernández, 1996). 
No hay pautas o características exclusivas de un sexo; ambos comparten 
conductas y características humanas. Más allá de las determinaciones biológicas, 
los mensajes sobre cómo es y debe ser una mujer o un varón son creaciones 
humanas que están relacionadas conla cultura predominante (Morgade, 2001). 
Cada individuo, a partir de la reflexión cuenta con información derivada de los 
estereotipos y/o roles imperantes en su sociedad, lo que permitirá lograr una 
síntesis en la creación de una nueva imagen para cada individuo (Fernández, 
1996). 
 
 
 
 
 
 
 25
1.5. ¿Cómo se construyen los roles de género? 
 
De acuerdo con Bleichmar (1985) y Lamas (1996; en Paz, 1998) la atribución, 
asignación o rotulación de género, se refiere al primer criterio de identificación que 
los adultos hacen de un sujeto recién nacido, basado en la experiencia de los 
genitales; esta rotulación determinará el núcleo de su identidad de género, 
entendiendo ésta como la experiencia de asumirse como perteneciente a un sexo 
determinado, es el saberse niño o niña, lo cual se establece más o menos a la edad 
en que el infante adquiere el lenguaje y es anterior a un conocimiento de la 
diferencia anatómica entre los sexos. El que un niño se asuma como perteneciente 
al grupo de lo masculino y una niña al de lo femenino será un filtro por el que 
pasaran todas sus experiencias; desde dicha identidad el(la) niño(a) estructura su 
experiencia vital; el género al que pertenece es identificado en todas sus 
manifestaciones como los sentimientos, las actitudes, los comportamientos y los 
juegos. Cabe destacar que los contenidos de la identidad de género dependen de la 
sociedad en que el sujeto vive y de cómo encara las asignaciones que la sociedad 
le hace; así, al inscribirse en alguna de las dos categorías, la(el) niña(o) procederá 
a buscar modelos de rol con quién identificarse. 
La imitación tiene un papel importante, pues produce un comportamiento, una 
actitud y se repite hasta el logro de una perfección imitativa, la identificación es de 
naturaleza más profunda. Es un proceso psicológico con el cual un sujeto asimila 
un aspecto, una propiedad, un atributo de otra persona y se transforma, total o 
parcialmente sobre el modelo de esta última. A través de este proceso fuertemente 
orientado emotivamente, el niño hace suyos, interioriza y respeta los modelos 
fundamentales de su cultura, transmitidos como válidos. La finalidad es identificarse 
con el otro y ser él (Gianini, 1978). 
 26
El ser humano internaliza los mensajes transmitidos por su cultura como la 
verdad, como el mundo tal como es e interpretan sus acciones, pensamientos y 
sentimientos, así como los de los demás, en conformidad con ellos; es decir, son 
parte de su Yo (Mead, 1982; en Fuller, 1997). 
Como ya se mencionó, el rol (papel) de género es el conjunto de normas y 
prescripciones que dicta la sociedad y la cultura sobre los comportamientos 
apropiados para hombres y mujeres. Bleichmar (1985; en Paz, 1998) menciona que 
esta tipificación es anónima y abstracta, pero férreamente establecida y 
normatizada, llegando a la generación de estereotipos, características positivas o 
negativas de los comportamientos supuestamente manifestados por los miembros 
de un grupo dado. Dichos estereotipos condicionan los roles limitando las 
potencialidades humanas. 
Cada vez que una persona ingresa a un nuevo escenario de relaciones o se 
incorpora a nuevas instituciones debe de aprender un nuevo conjunto de discursos 
y reproduce representaciones que le permitan comprenderse a sí mismo a la luz de 
esta nueva experiencia. 
Según Butler (1993; en Fuller, 1997) la identidad de género adquiere 
estabilidad a través de la actuación y del repudio. La actuación se refiere a la 
reiteración obligatoria de las normas culturales que definen la manera de ser, actuar 
y sentir de cada sexo; al repetirlas, cada sujeto da realidad a las identidades de 
género, éste actualiza definiciones preexistentes y socialmente producidas que, a 
su vez, cobran realidad al ser practicadas. Repudio es el rechazo compulsivo 
mediante el cual el sujeto mantiene constantemente sus fronteras, esto es, “lo que 
no se debe ser”; permite al sujeto contrastarse contra algo y así definir sus 
contornos. En este sentido el género se constituye a través de las fuerzas de 
exclusión. 
 27
1.6. ¿Cómo influyen los agentes socializadores en la construcción del 
rol de género? 
 
La familia, la escuela, grupo de iguales, los medios de comunicación y el 
mercado de trabajo, entre otros, son agentes socializadores, los cuales reproducen 
e integran imágenes y contenidos culturales significativos y específicos en una 
visión del mundo y la sociedad (Piñuel, 1995 en Monroy, 2002), juegan un papel 
importante en la construcción de los roles de género (Lamas, 1997; en Paz, 1998; 
Bustos, 2001). Éstas contribuyen en el modo de conformar, transmitir, mantener y 
perpetuar valores, creencias y actitudes; determinan la manera de pensar y actuar 
de la gente, (Bustos, 1988 en Bustos, 2001) lo que constituye el proceso de 
socialización (Jones,1980 en Monroy, 2002). Esto se debe según Torres (1998) y 
Ferres (199) a que es un proceso de toda la vida mediante el cual aprendemos, 
aceptamos, rechazamos o modificamos las normas, valores y expectativas de 
nuestra sociedad y desarrollamos una visión del mundo. Dentro del cual, la 
racionalidad es penetrada por la emotividad, el pensamiento es burlado por la 
pasión, la conciencia es traicionada por las comunicaciones inadvertidas. Por medio 
de las cuales se transmiten creencias, costumbres y patrones de comportamiento 
considerados importantes y de beneficio para una forma organizada de vida 
además incluye el conocimiento de qué conductas son prohibidas o aceptadas y los 
roles que deberán desempeñar en la sociedad (Monroy, 2002). 
La mayoría de los elementos que se entretejen configuran la manera en que 
vivimos y enfrentamos nuestra cotidianeidad y provienen de las relaciones que 
tenemos con otras personas, el medio social donde nos desenvolvemos, de los 
grupos a los que pertenecemos (sociales, profesionales, políticos, religiosos, 
vecinales, etc.) y de las instituciones con las que tenemos contacto (familia, 
escuela, iglesia, partido político, medios de comunicación) es a través de estas 
 28
relaciones como se difunden imágenes del ser y del deber ser femenino-masculino, 
que no solo se mueve a un nivel simbólico sino que también se manifiesta en una 
multitud de acciones concretas (Charles, 1998, en Monroy 2002). 
 
Familia 
En términos generales, es la primera institución con la que cualquier ser 
humano tiene contacto y es en ella donde se inicia fuertemente la transmisión de 
valores y creencias que irán conformando actitudes y pautas de comportamiento 
(Bustos, 2001). 
La familia es el ámbito en donde se desarrollan las relaciones y la interacción 
de personas que conviven en un mismo espacio. Se considera un espacio 
privilegiado, ya que es productor y transmisor de pautas y prácticas culturales; es 
ahí donde se inculcan hábitos, se crean e intercambian lazos de solidaridad y 
comprensión, sentimientos, problemas y conflictos, y se establecen los primeros 
esquemas de formación de identidades en particular de género, en lo relativo a los 
papeles asignados socialmente a hombres y mujeres, destacando la autoridad y 
jerarquía, poder y dominación que tienen los hombres sobre las mujeres (Delgado 
et. al. 1999). 
La familia no es una unidad homogénea, lo que indica que no todas las 
familias están integradas de igual manera. Existe una variedad de ellas. La 
prevalencia de los distintos tipos de familia, sus características sociodemográficas y 
las formas de organización hogareña y familiar varían con el tiempo y de acuerdo 
con las transformaciones económicas, demográficas y culturales del contexto social 
(Delgado et. al. 1999). 
 
 29
La mayoría de los hogares son de tipo familiar, la mayor parte de ellos son 
conyugales (parejas con hijos solteros), también encontramos los monoparentales 
(sólo un progenitor e hijos solteros) que han tenido un aumento considerable en los 
últimos añossobre todo aquellos encabezados por mujeres, debido a condiciones 
de viudez, por la mayor esperanza de vida de las mujeres, abandono, divorcio, etc.; 
en los cuales ellas viven la condición social de ser mujer y jefa de un hogar, lo que 
las enfrenta al conflicto derivado de la necesidad de obtener ingresos monetarios y 
la responsabilidad del cuidado y la crianza de sus hijos. Esta posición, a su vez 
condiciona su acceso al mercado de trabajo y las coloca en una situación de 
vulnerabilidad. Esta situación, como ya hemos visto, no es exclusiva de los hogares 
monoparentales, también en los conyugales es necesaria la contribución monetaria 
de la mujer (Delgado et. al. 1999). 
Existen diversas investigaciones dedicadas a estudiar si las madres y los 
padres perciben y tratan de manera diferente al recién nacido dependiendo del 
sexo. En la investigación realizada por Rubin, Provenzano y Luria (1974) se 
plantean las siguientes hipótesis: 
∗ Padres y madres ven a sus hijos de forma diferente en función del 
sexo asignado. 
∗ Se espera que los padres emitan juicios más estereotipados que las 
madres con respecto a dichos hijos. 
Estos investigadores encontraron que las niñas fueron descritas como: “más 
suaves, pequeñas, distraídas y con rasgos más delicados”; mientras que a los niños 
se les consideró como: “más fuertes, duros, con mejor coordinación, robustos, de 
rasgos más bastos”, sobre todo por parte de los padres; coincidiendo madres y 
padres en la dirección de las diferencias. La conclusión de los autores sugiere que 
 30
la socialización de los roles de género ya a comenzado en el momento del 
nacimiento (Bustos, 2001). 
La estructura familiar juega un papel de crucial importancia para que uno y 
otro sexo amplíen las diferencias mediante los géneros (Izquierdo, 1983; en Bustos, 
2001) dependiendo del rol que desempeñen cada uno de los padres, ya sea de 
alimentación por parte de la madre o de provisión por parte del padre, surgirán 
vínculos marcadamente distintos que repercutirán en el momento en que el(la) 
niño(a) elija un objeto de identificación. 
El tipo de estimulación que se recibe durante los primeros meses puede tener 
una gran diferencia en muchos aspectos del desarrollo. Así pues, mientras que en 
los niños se pone énfasis en la libertad, la audacia, inteligencia, se fomentan y 
promueven sus capacidades físicas, la rebeldía, agresividad y se le proporcionan 
juguetes que le ayuden a desarrollar su imaginación; a las niñas se les educa para 
que se den en ellas “cualidades femeninas” como: abnegación, autosacrificio por 
los demás, sumisión, docilidad y seducción (Fernández, 1980; en Bustos 2001). Por 
otro lado se les limitan los juegos bruscos y por ende el desarrollo físico. Atributos 
como inteligencia, iniciativa, capacidad para tomar decisiones, asertividad para 
resolver problemas, son características que los padres no consideran importantes 
en ellas (Bustos, 2001). 
El mecanismo específico propuesto por Kohlberg (1966; en Fernández, 1996) 
para dar cuenta de la identidad es la identificación con el padre del mismo sexo, 
una vez asumida la previa categorización de sí mismo dentro de un grupo de 
referencia: varones o mujeres, de aquí que se tenga en primer lugar una realidad 
como sujeto sexuado y a partir de esto busque conscientemente la imitación del 
padre del mismo sexo (Fernández, 1996). 
 31
Ramos (1991) menciona que a partir de la división sexual del trabajo, los 
roles de las mujeres se limitaban a la esfera domestica y eran excluidas de la 
pública. Por tanto el modelo de crianza más difundido sería aquel, en el que 
correspondería a las mujeres preparar a sus hijos varones para ser autosuficientes 
y, al mismo tiempo, educar a las hijas para ser dependientes y sumisas. Esta 
división de los roles personales y de su reproducción en la generación siguiente se 
basa en última instancia en la idea de que el universo femenino se relaciona con la 
naturaleza, mientras que el masculino con la cultura. Esta ecuación mujer-
naturaleza, hombre-cultura da sustento a la división de los roles privado y público. 
Así es que la mujer, es vista como más cerca de la naturaleza y un mundo que 
podríamos llamar privado y el hombre es ubicado más próximo a la cultura y en el 
mundo de lo público (Chapp, 1994). 
Según las investigaciones se ha encontrado que en los sectores medios, las 
niñas recibieron por parte de la pareja madre-padre un trato más caluroso y más 
estrecho, reciben menos castigos corporales, hay una tendencia de exigir más a los 
varones cuestiones de aprendizaje intelectual y la construcción de la 
independencia. Los progenitores suelen alentar más a los varones a asumir 
responsabilidades y riesgos, mientras tratan a las niñas con más indulgencia en 
tanto se comporten según lo propio de las mujeres: gentiles, ordenadas, limpias, 
tranquilas y/o dóciles. Los padres esperan más agresividad y un comportamiento 
más competitivo en su hijo que en su hija (Morgade, 2001). 
Vemos que tradicionalmente los roles de género dentro de la familia están ya 
definidos: a la madre le correspondería un papel más expresivo y al padre uno 
instrumental. La madre proporcionaría afecto y cohesión dentro del hogar; el padre 
el sustento y la autoridad. Se observa así, que los padres siguen siendo los 
principales proveedores de recursos económicos, mientras que las madres se 
dedican a tareas del hogar (Ortega et al, 1993). 
 32
A pesar de que la participación de las mujeres en el mercado de trabajo es 
creciente, sus responsabilidades domésticas no se han reducido. Las tareas que 
ocasionalmente realizan los hombres, con frecuencia consideradas sólo como una 
ayuda a las mujeres, siguen concibiéndose como una responsabilidad 
exclusivamente femenina, al respecto es necesario considerar que si no hay 
correspondencia entre los derechos y obligaciones de los diferentes miembros del 
hogar, se presenta dificultades que afectan la organización, funcionamiento y 
solidaridad familiar (Delgado et. al, 1999). 
Si la división de los roles no fuese tan rígida entre los dos sexos, sí la 
personalidad de los padres no fuese tan opuesta, la identificación cruzada del varón 
con la madre y de la mujer con el padre no tendría consecuencias tan dramáticas. 
Si el hombre y la mujer compartieran la diversidad de características, cualidades y 
rasgos que son productos socioculturales, no se perderían irremediablemente 
tantas cualidades individuales por ser juzgadas inaceptables en un individuo de un 
sexo determinado. Bustos (2003-2004) propone la simetría de roles en hombres y 
mujeres, tanto en tareas instrumentales como expresivas, en laboral y en lo 
afectivo. A su vez menciona que es aquí sobre todo donde la mujer, como 
responsable directa del cuidado y la crianza de los hijos (debido a las funciones que 
le ha asignado la sociedad) va jugar un papel muy importante como transmisora de 
valores y pautas de comportamiento. 
Por otro lado, los juguetes se convierten en uno de los instrumentos de 
penetración ideológica (Aranda, 1976; en Bustos, 2001) y representan al sistema 
social, que divide al mundo en modelos de hombre y mujer, los adultos se encargan 
de ofrecer a la niña una muñequita para mecer y se complacen en que lo haga, 
negándosela al niño, al cual se le ofrecerá un carrito (Morgade, 2001). Los juegos y 
juguetes permitirán a las niñas una aceptación “normal” de los papeles o roles de 
 33
madre, esposa y encargada de los quehaceres domésticos (Aranda, 1976; en 
Bustos, 2001). 
Cabe decir que los juguetes per se no tienen sexo; es la sociedad, dividida en 
géneros, la que define o determina la feminidad o masculinidad de los mismos. Los 
juguetes pueden ser elementos canalizadores de las destrezas y potencialidades 
(sin distinción de sexo) por tanto los juegos y tareas no deberían vincularse con el 
sexo del individuo. 
Debe quedar claro que los juguetespor sí solos no determinan, ni 
condicionan la posterior identificación o preferencia sexual de los niños (Bustos, 
2003-2004); por lo que no tienen una influencia directa en el psiquismo de niños y 
niñas, pero no se puede ignorar que son una fuente permanente de información 
para la constitución de los roles de género (Morgade, 2001). 
 
Campo laboral 
El empleo femenino está determinado por un mercado de trabajo que sigue 
respondiendo a patrones histórico-culturales tradicionales (como la división sexual 
del trabajo) relacionados con los esquemas sociales de subordinación de género 
que operan en la vida de las mujeres (Delgado et. al. 1999). 
Sin embargo, la presencia cada vez mayor de la población femenina en el 
mercado de trabajo no sólo responde a los procesos de modernización y 
reestructuración que han tenido lugar en la economía mexicana, sino que también, 
constituye una expresión de su creciente nivel educativo y de la crisis económica 
que las ha obligado a desarrollar estrategias generadoras de ingreso necesarias 
para el sostenimiento de las familias (Delgado et. al. 1999). 
 34
A pesar de que la participación de las mujeres en el mercado laboral se ha 
duplicado al menos en los últimos 30 años (mientras que en 1970 el porcentaje era 
del 16%, en 2000 pasó al 35% aproximadamente), los cambios que han ocurrido en 
cuanto a compartir responsabilidades sobre el trabajo del hogar y cuidado de los 
hijos(as), por parte de la pareja (hombres y mujer) no se ha dado en la misma 
proporción (Bustos, 2003-2004). 
Todavía no existe una oferta masiva y sostenida de mujeres para que 
desempeñen puestos “masculinos”, sin embargo, la tendencia va en aumento, ya 
que es más fácil que las mujeres traten de ingresar a empleos masculinos, a que 
los hombres busquen desempeñarse en trabajos femeninos (Delgado et. al. 1999). 
Por un lado, como argumenta Subirats (1991), las mujeres han perdido 
confianza en sí mismas, en sus criterios y en sus capacidades. También es difícil 
para algunas mujeres renunciar a la idea de que deberían ser económicamente 
mantenidas por los hombres y que necesitan un hombre para que sus vidas sean 
satisfactorias, económica, social y emocionalmente. No obstante, como bien 
destaca Lucini (1994), también los hombres han perdido, con respecto a la riqueza 
y el valor de la afectividad, de la emoción, del sentimiento, de la sensibilidad y la 
ternura, capacidades que con frecuencia les han enseñado a reprimir. Hay que 
reconocer que ha surgido ya un movimiento de hombres que empezó a cobrar 
fuerza en la segunda mitad de los ochenta, planteándose y replanteándose una 
serie de cuestionamientos y estudios acerca de esas masculinidades construidas, 
que también los han entrampado en estereotipos y roles de género, y que ahora se 
están dando a la tarea de deconstruir, a fin de contribuir al logro de relaciones más 
equitativas entre mujeres y hombres (Bustos, 2003-2004). 
En las leyes y reglamentos laborales debiera ser explícita la condición de 
igualdad entre mujeres y hombres sin detrimento de los derechos que las mujeres 
tienen en razón de la maternidad. La discriminación que se da de hecho, obliga a 
 35
realizar acciones que impidan que se rechace a las mujeres por razones de 
embarazo o estado civil, garantizando el derecho a ser contratadas en cualquier 
trabajo en el que ellas demuestren ser capaces para realizarlo en igualdad de 
circunstancias que los hombres (Delgado et. al. 1999). 
Sin embargo, los fenómenos de exclusión y discriminación determinados por 
la condición de género, se presentan en diferentes ámbitos, también para el sexo 
masculino. Las cargas de trabajo, que deben ser asumidas por el hombre, 
derivadas de la concepción de que éste es el proveedor del hogar, generan un 
fenómeno de expulsión del varón del hogar, la convivencia y tareas familiares. Al 
hombre al mirarse como no proveedor le trae consecuencias en la convivencia 
familiar, ya que ha sido educado para ejercer el rol de proveedor único lo que 
socialmente se identifica como valores asociados a la virilidad. Cuando esta 
situación se trastoca, los hombres generalmente ven menoscabada su autoestima, 
lo que predispone a situaciones de conflicto, fricción y en algunos casos 
alcoholismo y violencia (Delgado et. al. 1999). 
Las y los jóvenes se insertan de forma muy desigual en el campo laboral. 
Primero, la proporción de las jóvenes trabajadoras es algo inferior al de los jóvenes. 
Segundo y sobretodo, los tipos de empleo se distribuyen de manera claramente 
diferenciada: ellos desempeñan puestos de trabajo auxiliares y de obreros 
cualificados; ellas de administrativas y empleadas del comercio así como cuanto se 
relaciona con las tareas del hogar (Ortega et. al.1993). Se observa una marginación 
de las mujeres en el sistema productivo: trabajos precarios, trabajos a tiempo 
parcial, mayor taza de paro y menores ingresos. Las razones de esta marginación, 
se hayan en los efectos de una educación no solo diferentes, sino discriminadora. 
Discriminadora por que tiende a inculcar en las niñas un sistema de valores y 
comportamientos que las llevan a aceptar un papel secundario en la vida colectiva, 
a situarse como un segundo sexo, dispuesto en todo momento a ceder la 
 36
preeminencia al hombre, primer y principal protagonista de la historia. La 
discriminación en el sistema educativo no incide en los niveles de éxito escolar sino 
en el nivel de formación de género devaluando la personalidad femenina de manera 
tal que las niñas interiorizan su papel secundario y su inseguridad en el mundo 
público, y ello, incluso en el caso de que sean alumnas extraordinariamente 
brillantes. Por esta razón su comportamiento posterior, a la hora de elegir estudios 
profesionales o de enfrentarse al mercado de trabajo, responde a una 
infravaloración personal, a una inseguridad que hacen que valoren menos sus 
logros educativos de lo que lo hacen los muchachos y, por tanto, tiendan a no 
competir y a no reclamar las posiciones laborales que teóricamente deberían 
corresponderles si sólo se tuvieran en cuenta el nivel escolar alcanzado. Es decir, si 
nos halláramos en una sociedad que realmente valora por igual el mérito escolar, 
sin tener en cuenta las características de las personas que lo alcanzan (Bustos, 
2003-2004). 
 
Campo deportivo 
Si bien es cierto que el rendimiento físico de las mujeres no es equiparable 
con el de los hombres debido a factores como fuerza muscular (la femenina es 
inferior de un 25% a un 30% a la del hombre), la extensión de las piernas, la función 
respiratoria y cardiovascular (el corazón y los pulmones de la mujer son más 
pequeños, el primero transporta menos cantidad de sangre y glóbulos rojos, los 
segundos aportan menor cantidad de oxígeno a la sangre) Por otra parte, la 
hormona producida por los hombres, testosterona, es la que acentúa la fuerza de 
masa muscular, entre otras cosas. Los factores culturales tienen mayor influencia 
que la propia anatomía y fisiología de la mujer para su participación en algunos 
deportes que son considerados exclusivos para hombres, es decir, las mujeres se 
ven limitadas en el acceso a la práctica de un gran número de deportes, ya que 
 37
culturalmente se considera que no son aptas para ello o que por ello puede perder 
su femineidad (Delgado et. al. 1999). 
Es importante señalar que no se trata de que las mujeres compitan frente a 
los hombres, esto no sería posible por sus características biológicas, sino de 
romper las creencias que establecen deportes exclusivos, de acuerdo con el sexo. 
Se deben crear programas que promuevan de igual manera la participación en el 
deporte de hombres y mujeres, que no estén basados en prejuicios, mediante los 
cuales el varón no vea reducida su virilidad si practica alguna disciplina; por ejemplo 
el nado sincronizado (Delgado et, al. 1999). 
 
Amigos 
Como ya se mencionó,el grupo de amigos, sobre todo, en la adolescencia, 
es un agente que influye en la construcción de la identidad de género. Fernández 
(1996) afirma que el hecho de formar parte de un grupo de amigos y amigas que 
acepta y confronta a los roles de género tradicionales, o contrariamente anima a la 
experiencia de comportamientos que trascienden dichos roles; influyen en la 
manera en como se desarrolla la identidad de género. 
Sin lugar a dudas son los pares y los grupos de amigos los agentes más 
recordados y con quienes se tiene las vivencias más profundas en el conocimiento 
e iniciación a la sexualidad. 
El mundo que está fuera del hogar y del colegio (la calle), es el mundo de los 
pares, son los amigos de la población, de la esquina, del bar, de la cancha, los 
compañeros de trabajo, los cines. Es el mundo que aparece como no estructurado 
a los ojos del joven, es donde se aventura, él lo elige o cree elegirlo. Los límites en 
general no están puestos por personas mayores, sino por los pares y él mismo. Si 
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no le gusta el lugar o la situación se puede ir, pero es una elección dentro de ciertos 
límites, por que si no participa de las instancias grupales y los códigos de 
comportamiento queda excluido del grupo de pares (Olavarría et.al, 1998). 
 
Medios de comunicación 
El desarrollo tecnológico trajo como consecuencia el surgimiento de medios 
de comunicación, que van desde los impresos (periódicos, revistas, fotonovelas, 
folletos, etc.) hasta los electrónicos (televisión, radio, vídeos, cine y más 
recientemente, la Internet, los videos juegos, etc.) Así, la tecnología comunicacional 
es considerada como uno de los cambios que han tenido un fuerte impacto en la 
conciencia y el comportamiento humano (Bustos, 2001). 
Los medios ayudan a perpetuar y reforzar a otros agentes de socialización, 
reflejando normas y formas de conducta culturalmente heredadas y adquiridas, que 
son internalizadas por las personas y reproducen así una cierta estructura social. 
Dicho de otro modo, afecta a la gente en el nivel cognoscitivo, lo cual se manifiesta 
en conductas concretas (Monroy, 2002). 
Una de las funciones de los medios es la difusión de culturas, creación de 
modas y/o pautas culturales, modelador de costumbres, difusor de ideas y 
opiniones, promotor de conductas sociales y privadas (Gutiérrez, 1993 en Monroy 
2002). Además es un mecanismo de percepción del mundo, esto es, del conjunto 
de realidad exterior al individuo, prolongaciones de los sentidos humanos por los 
que percibimos el exterior, empresas de concientización, constructores de la 
realidad social, etc., que tienen como cometido proporcionar las bases sobre las 
que los grupos y clases construyen las imágenes de la vida, significados, 
 39
actividades y valores de otros grupos y sobre los que la sociedad puede captarse 
como conjuntos coherentes (Sánchez, 1997 en Monroy, 2002). 
Los medios juegan un papel primordial en la forma en que las personas 
construyen, juzgan y perciben la realidad que los rodea, a la vez que proporcionan 
significados comunes para interactuar socialmente; de tal forma que los medios 
transmiten construcciones ideológicas en cuanto sistema de representación de la 
realidad. 
Cuando prendemos la televisión, la radio o abrimos una revista, le estamos 
abriendo la puerta de nuestro hogar y de nuestra mente a una serie de ideas y de 
imágenes que, si bien por un lado, reflejan la realidad, nos informan y nos 
entretienen, por otro presentan una visión reducida de cómo vivir, pensar, vestir y 
ser. (Monroy, 2002). La televisión, de manera particular, establece una clara 
diferenciación entre los papeles que el hombre y la mujer desempeñan en nuestro 
sistema social. De una manera casi lineal, la publicidad selecciona un parte del 
trabajo, el de la casa atribuyéndolo a la mujer y deja el resto de la vida social al 
hombre (producción, relaciones sociales, deporte, político, etc.) (Monroy, 2002). 
Dentro de los comerciales en televisión, se presentan modelos reales que le 
permitan al consumidor ya sea identificarse o bien, desear alcanzar un ideal por 
medio de la compra de un producto partiendo del hecho de que las personas 
tendemos a identificarnos con los que son similares a nosotros en actividades o 
actitudes, por tal razón es lógico imitar comportamientos y conductas acerca de lo 
que observamos y percibimos como una realidad (Monroy, 2002). 
Los roles que más se presentan en los comerciales para mujeres son: top 
model, compañera, madre, ama de casa, esposa y objeto sexual. Comienza a surgir 
dentro de la publicidad el de: estudiante, profesionista, empleada y obrera (Delgado 
et. al. 1999). 
 40
1.7. ¿Cuáles son las actitudes, conductas y características que se les 
atribuyen a hombres y mujeres? 
 
A través de la psicología social, se ha tratado de explicar los procesos 
mediante los cuales las personas infieren rasgos de personalidad en otras 
personas, llegando al descubrimiento de que el proceso básico a través del cual 
nos formamos esas impresiones es un proceso de atribución causal. De entre los 
diferentes autores en este campo, destacamos el trabajo de Ash (1946) donde el 
objetivo era analizar el proceso por el cual las personas integran diferentes 
informaciones a cerca de otra persona, generando una imagen global de la misma, 
una forma de explicar lo anterior es por medio de la concepción gestáltica que 
sostiene que la impresión general que extraemos de un sujeto es el resultado de un 
conjunto de rasgos que mantienen relaciones dinámicas entre ellos, de manera que 
la variación de uno de esos rasgos influyen en los demás, así la impresión final es 
un emergente de dichas relaciones dinámicas. Para la formación de impresiones 
postula que: 
∗ El sujeto es percibido como una unidad. 
∗ Los rasgos, dentro de una persona están en relación dinámica entre 
ellos. 
∗ Los diferentes rasgos tienen diferentes pesos, es decir, contribuyen 
de manera más o menos importante en la impresión final sobre el 
sujeto; en otras palabras, los rasgos varían en su centralidad. 
∗ Dentro de la concepción sistémica, el cambio en un rasgo altera el 
significado de todos los demás. 
 41
∗ La significación que tiene cada rasgo va a depender de su posición 
dentro del sistema dinámico. 
∗ Tendemos a mantener la unidad de la impresión; es decir, tratamos 
de integrar los rasgos contradictorios manteniendo una visión 
coherente de la persona. 
∗ El contenido y el valor de cada rasgo cambia según el contexto. La 
forma como interpretamos al sujeto va a depender de cómo se 
exprese ese rasgo en el contexto donde actué la persona (Echebarria 
y Villareal,1991). 
En épocas anteriores de acuerdo con las categorías de estatus y de función 
social, el hombre era identificado como: guerrero, cazador, estadista, anciano y 
otras similares. En contraposición, las mujeres tendían a ser definidas, casi 
completamente, por las relaciones que correspondían a sus funciones de 
parentesco con los hombres: esposa, madre y hermana. En nuestros días en la 
cultura occidental las mujeres son identificadas con comportamientos sociales 
como: ser gentiles, sensibles, pacientes, sentimentales, compresivas, compasivas, 
crédulas y emocionales. El comportamiento maternal es la expresión del rol 
femenino por excelencia. A diferencia de los comportamientos masculinos: 
agresivo, dominante, activo, aventurero, fuerte, racional, independiente, competitivo 
(Fernández, 1998). El niño no se conmueve, no se enternece, no llora, no se 
desespera (Gianini, 1978). 
Luis Bonino Méndez (1990; en Burin, 2000) ha propuesto un esquema sobre 
la construcción de la masculinidad tradicional. A partir del ideal social y subjetivo se 
funda la masculinidad, el ideal de autosuficiencia, de dominio y control. Desde este 
esquema existen cuatro ideales tradicionales sobre los cuales se construye la 
subjetividad masculina: 1) no tenernada de femenino, 2) ser una persona 
 42
importante, 3) rasgo de dureza, ser poco sensible al sufrimiento, violencia y 4) ser 
un hombre duro. 
Además, al hombre se le fomenta libertad, audacia, inteligencia, capacidades 
físicas, rebeldía, agresividad, imaginación y creatividad. Se le enseña a 
sobreestimarse. Representa al proveedor y dador inteligente, seguro, que trabaja, 
razón por la cual se le promueve genéricamente autonomía, confianza y 
autosuficiencia. Se afirma que es fuerte, valiente, adinerado, cabeza de familia, 
agresivo, con iniciativa, activo, emprendedor, asertivo, no sentimental, protector, 
potente sexual y siempre joven (Monroy, 2002). 
En las mujeres se fomenta la abnegación, el autosacrificio, la sumisión, la 
docilidad y la seducción. Se les hace creer que son débiles, desvalidas, inferiores 
física e intelectualmente a los hombres; generando desconfianza y dependencia, se 
les enseña a subestimarse. Su responsabilidad es procrear, criar y tareas 
domésticas; se centra en el papel de madre-esposa, ama de casa y cuidadora del 
varón. Sus características son la calidez, pulcritud, locuacidad, dirección, ser buena, 
pasiva, obediente, tierna, maternal, amable, alegre, comprensiva, reflexiva, 
delicada, discreta, dependiente y sin iniciativa, administradora del dinero del 
hombre y del hogar, temerosa, atractiva físicamente, coqueta, seductora, siempre 
joven y apoyo incondicional del hombre (Monroy, 2002). 
Martínez (2001), Charles (1993) y Monroy (2002) proponen que la imagen 
femenina se divide en: 
∗ Tradicional. Mujer abnegada, entregada, sacrificada, discreta, 
resignada, emotiva, con una sexualidad controlada, hogareña, ingenua 
y por lo general madre-esposa-ama de casa. 
 43
∗ Moderna. Mujer joven, individualista, hedonista, seductora, con trabajo 
fuera del hogar, que busca lo nuevo, es suspicaz, racional, experta y 
por lo general soltera. 
∗ Belleza. Mujer bella, individualista, coqueta y seductora, preocupada 
por verse bien para ser atractiva a personas del sexo opuesto, es 
manipuladora y materialista. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 44
1.8. ¿Por qué es importante el tema del género en la etapa de la 
juventud? 
 
Con respecto a la juventud, ésta ha sido determinada por un rango de edad 
que va de los 15 a los 29 años. Representa una etapa de transición entre la niñez y 
la edad adulta, en la cual se presentan cambios fisiológicos (diferentes en hombres 
y mujeres) y emocionales, los cuales van conformando al sector juvenil con 
características y elementos que permiten diferenciarlos de los otros sectores. 
Desde el punto de vista biológico, la juventud es un hecho necesario e 
inevitable en el entendido de que es una etapa natural y biológica de la evolución 
de las personas. Es vista como una mentalidad, un estado psicológico e intelectual, 
de valores, etc. y no únicamente como un estado biológico de maduración, sino 
como una etapa del desarrollo humano. 
El joven es un sujeto deseoso de encontrar una identidad que lo defina e 
integre; que le permita emplear las funciones ejecutoras del yo, para brindarlas 
oportunamente a la realización de un esquema dentro del cual obtener seguridad; 
búsqueda de identidad en cuanto al papel sexual, a la participación social y a la 
integración intelectual y económica (Campaña “amor es sin violencia” para la 
prevención de noviazgos violentos, 2002). 
En la construcción de la identidad de género en el joven, interviene tres 
dimensiones: 1) Las practicas y roles sociales en que se hallan inmersos los 
jóvenes de uno y otro sexo, aquellos que comparten y aquellos otros que les 
separan; los hábitos originados por los mismos sedimentarán la parte más decisiva 
de la identidad de género. 2) Las representaciones sociales del género 
constituidas por convicciones simples pero profundamente arraigadas acerca de 
 45
cómo son hombres y mujeres, en las que encontraremos creencias y actitudes que 
no siempre se corresponderá con las evidencias empíricas y por lo mismo 
adquieren el carácter de estereotipos. 3) Las desigualdades de género asumidas 
por los jóvenes como atributos consustanciales, son sus identidades personales y 
que implican la transformación de las diferencias biológicas en posiciones sociales 
simétricas o asimétricas adscritas (Ortega et, al, 1993). 
La sociedad ha establecido normas y valores para determinar el 
comportamiento que se espera de las y los jóvenes en el ámbito público (escuela, 
calle, trabajo) y privado (familia), por lo que han sido reflejo de esquemas y 
estereotipos que definen lo que socialmente se espera de ellos, esto, lejos de 
permitirles desarrollar sus capacidades y deseos, les ha negado la oportunidad de 
crear espacios propios que representen alternativas de cambio en todos los niveles 
para ellos como jóvenes y, por ende para, la sociedad a la que pertenecen. 
Debido a las transformaciones sociales, políticas y económicas, se ha podido 
replantear en los jóvenes el papel que la mujer ha representado, a través de la 
historia en el ámbito de lo público y lo privado. La concepción de la mujer en función 
del hombre se fue modificando toda vez que ésta se incorporó a los espacios 
laborales y educativos. No obstante, estos cambios no implicaron que, en el caso 
del hombre, éste se insertara en la esfera de lo privado, concretamente en lo 
doméstico, lo que significó que la mujer cumpliría una doble función: la de ama de 
casa y proveedora económica de la familia. 
Podemos ver que la diferencia que se establece en el trato a hombres y 
mujeres, se lleva a cabo a través de atribuciones, ideas, representaciones y 
creencias sociales que se han ido construyendo tomando como referencia la 
diferencia biológica. 
 46
Las y los jóvenes se enfrentan a un proceso de desarrollo, sabiendo que 
existe una división genérica del mundo, que se manifiesta en una situación de 
dominio en la construcción social del ser hombre sobre el ser mujer. De esta forma, 
toda acción hacia la juventud, debe de estar construida desde una visión de 
equidad entre lo que significa ser hombre y ser mujer en una sociedad. 
En las sociedades actuales, la juventud ha representado la época de 
liberación y transformación de esas prácticas tradicionales. Ahora las juventudes 
urbanas del siglo XXI tienen acceso a una gran cantidad de información, producción 
cultural, iniciación sexual temprana, a espacios de socialización variados, etc., es la 
época en que cada joven se encuentra elaborando y definiendo quién es, qué 
quiere y cómo ve el mundo; luego va tomando experiencias de la realidad, 
símbolos, discursos y significados, los cuales inserta en su experiencia de género y 
la reelabora en un código de identidad a través de la cual organiza su sexo y su 
género. 
El género y la juventud son categorías culturales, por lo cual transversan 
cuerpos, historias, expresiones, pensamientos, creencias, etc. (Campaña “amor es 
sin violencia” para la prevención de noviazgos violentos, 2002). 
 
 
 
 
 
 
 47
1.9. ¿Para qué es importante una orientación vocacional con 
perspectiva de género? 
 
Otra de las instancias de socialización que tiene importancia es la escuela y 
la educación formal, pues por medio de ella se adquieren y se transmiten 
conocimientos, habilidades y actitudes de manera consciente por medio de la 
enseñanza-aprendizaje (Hierro, 1985; en Bustos, 2001). Esta educación promueve 
y refuerza un sexismo en la escuela. Hay dos rasgos importantes que lo identifican: 
1) La continua división y clasificación de las personas, las actividades, las 
capacidades, etc., en géneros, es decir, en patrones culturales diferenciados, 
atribuidos a hombres y a mujeres. 
2) La sobrevaloración de todo lo que es considerado masculino, tanto en lo 
que se refiere a personas como los rasgos culturales que forman parte del género 
que les es atribuido. 
Estos hechos se reflejan en todos los ámbitos

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