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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MÉXICO FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA DIFERENTES APROXIMACIONES AL ESTUDIO DE LA PERSONALIDAD T E S I N A QUE PARA OBTENER EL TITULO DE LICENCIADO EN PSICOLOGIA P R E S E N T A: NANCY CRISTINA LÓPEZ SANTOS DIRECTORA: DRA. CYNTHIA ZAIRA VEGA VALERO ASESORES: DR. CARLOS NAVA QUIROZ DRA. SANDRA ANGÉLICA ANGUIANO SERRANO LOS REYES IZTACALA, TLALNEPANTLA, EDO. DE MÉXICO MAYO 2005 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. AGRADECIMIENTOS: A DIOS Gracias por permitirme realizar esta meta tan importante en mi vida, porque se que eres Tu mi ayuda y fuerza en esos momentos de flaqueza. Gracias por estar conmigo cada momento. A MIS PADRES Gracias por todo el apoyo que he recibido de ustedes ya que sin él nada de esto seria posible, espero corresponder a ese grande esfuerzo que han tenido que hacer para que esta meta se realizara. Los quiero mucho y este logro se los dedico a ustedes. A MIS HERMANOS Ignacio y Cesar. Gracias por estar ahí para escucharme cuando los he necesitado y gracias por esas palabras de aliento en momentos de desanimo, les agradezco su cariño y comprensión. A CINTYA ZAYRA VEGA VALERO A ti por otorgar parte de tus conocimientos a través del esfuerzo y comentarios hechos para lograr este trabajo. A todas las personas que de una u otra manera fueron participes para poder realizar este gran objetivo en mi vida. INDICE INTRODUCCIÓN CAPITULO 1. DEFINICIÓN DE PERSONALIDAD 1.1 Algunas definiciones de personalidad 1.2 Teoría y teorías de la personalidad CAPITULO 2. ENFOQUES TEÓRICOS SOBRE LA PERSONALIDAD 2.1 Enfoque psicoanalítico 2.2 Enfoque conductista 2.3 Enfoque humanístico-existencial CAPITULO 3. EVALUACIÓN DE LA PERSONALIDAD 3.1 Escalas de evaluación 3.2 Cuestionarios 3.3 La prueba Rorschach 3.4 Evaluación de locus de control 3.5 Observación directa CONCLUSIONES REFERENCIAS RESUMEN Dado que el objetivo de la psicología científica es entender y explicar porqué los individuos piensan, sienten, actúan y reaccionan como lo hacen en la vida real, la aportación especial de la psicología de la personalidad a este esfuerzo es elaborar teorías y llevar a cabo investigación empírica sobre el funcionamiento del individuo como una totalidad. Como es sabido, la definición de personalidad depende en parte de la orientación teórica que maneje el profesional de la psicología. Debido a la importancia que tiene la personalidad en la psicología científica el presente trabajo tiene la finalidad de realizar una revisión teórica de tres aproximaciones diferentes a su estudio, tales como el enfoque psicoanalítico, el enfoque conductual y el enfoque humanista-existencial. A lo largo de la presente tesina se analiza como es que estos enfoques teóricos conciben a la personalidad, especificando la lógica conceptual y metodología de cada uno de éstos, lo cual deja ver que cada teoría tiene una visión muy particular de la misma. Finalmente, en este trabajo se propone la concepción de la personalidad desde el enfoque interconductual como una posible alternativa a los problemas que durante mucho tiempo se han visto en la lógica conceptual de la psicología científica. INTRODUCCION Es difícil definir el concepto de personalidad, en parte porque es complejo por sí mismo y en parte porque el uso vulgar ha deformado de muchas maneras su significado. También hay confusión entre términos afines, especialmente los de “carácter” y “temperamento”. Las propiedades que pertenecen al término personalidad, y en lo tocante a las cuales existe cierto acuerdo entre los psicólogos son: a) que el término abarca la suma total de pautas de conducta, b) que están incluidas implícitamente solo las cualidades humanas características o consistentemente recurrentes y c) que se trata de la organización o de la integración de los rasgos. Aunque en Psiquiatría se tiene la noción general de que la personalidad es el estilo con que las personas suelen reaccionar normalmente a su entorno y se relacionan con los demás. Desde esta perspectiva la personalidad es difícil de definir, es un rasgo bastante consistente en la mayoría de todas las personas. La tercera edición revisada del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-III-R) de la Asociación Americana de Psiquiatría ha definido los rasgos de personalidad como “pautas duraderas de percibir, relacionarse y concebir el entorno, y concebirse a sí mismo”, que se expresan en “una amplia gama de contextos sociales y personales significativos” (pág. 283) Cuando los rasgos de personalidad son inflexibles y desadaptados y producen una alteración funcional significativa o malestar subjetivo, constituyen un trastorno de la personalidad. El DSM-III-R identifica doce trastornos de la personalidad, divididos en tres grupos: pacientes con trastornos de la personalidad paranoides, esquizoides o esquizotípicos, que parecen raros y excéntricos; los pacientes con trastornos de la personalidad por evitación, dependientes, obsesivo-compulsivos o pasivo-agresivos se muestran ansiosos y temerosos; los pacientes emocionales, erráticos e impulsivos con personalidad histriónica, narcisista, antisocial o limite son los que tienen más probabilidades de solicitar tratamiento de urgencia. Por otro lado, la décima revisión de la clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS, define los trastornos de la personalidad como alteraciones graves de la constitución caracterológica y de las tendencias conductuales dela persona, que no proceden directamente de enfermedades, daños o de otros traumas del cerebro, ni de otros trastornos psiquiátricos. Habitualmente comprometen varias áreas de la personalidad y casi siempre se acompañan de considerable sufrimiento personal (ansiedad y depresión) y de desorganización de la vida social. Generalmente se manifiesta desde la infancia o desde la adolescencia, manteniéndose durante la edad adulta. Se trata, por tanto, de un padecimiento esencialmente duradero, crónico. La influencia del modelo médico se extiende más allá de la psiquiatría y muchas teorías psicológicas de la anormalidad o trastorno representan un rechazo y una alternativa al modelo médico o, en el caso del enfoque neurobiológico, un intento por encontrar apoyo empírico para éste. Muchos autores han señalado que el vocabulario que se utiliza para referirse a los trastornos psicológicos se ha tomado prestado de la terminología médica: a la conducta desviada se le llama psicopatología, se le clasifica con base en síntomas, donde la clasificación se denomina diagnóstico, los métodos que se utilizan para intentar un cambio en la conducta se llaman terapias y con frecuencia se llevan a cabo en hospitales mentales o psiquiátricos. (Gross, 1992) Es el uso de tal vocabulario el que refleja la penetración de un modelo de “enfermedad” en cuanto a la anormalidad psicológica (junto con términos como “síndrome”, “pronostico” y demás); en otras palabras ya sea que se sepa o no, cuando se piensa en la conducta anormal, se piensa de ella como si fuera indicativa de alguna enfermedad subyacente. Una diferencia importante entre el diagnóstico en medicina general y en psiquiatría tienen que ver con el papel de signos y síntomas. Mientras que un médico busca los signos de la enfermedad (el resultado de pruebas objetivas tales como, pruebas sanguíneas, rayos X y demás y examen físico) lo mismo que síntomas (los informes de dolor del paciente), tiende a darle más peso a los primeros cuando forma el diagnóstico. En contraste, el psiquiatra está mucho más a merced de los síntomas a pesar de que las pruebas psicológicas son el equivalente psiquiátrico de las pruebas de sangre y de los rayos X, no son nada parecidas en cuanto a confiabilidad y validez, y en la practica, el psiquiatra descansará en gran medida en la propia descripción del paciente acerca de su problema. (Gross, 1992) Como es sabido la definición de personalidad depende del marco de referencia al que se aluda, el anterior ejemplo de la psiquiatría es un muestra de cómo se concibe a la personalidad. Aún cuando existen trabajos publicados sobre este tema, es importante realizar una revisión de algunas teorías, sobre todo las más reconocidas que han abordado la explicación de la personalidad, para hacer un análisis de éstas. Por lo que el objetivo del presente trabajo es exponer la manera en que varias de las corrientes psicológicas, tales como, psicoanálisis, conductismo y humanismo conciben a la personalidad. Se propone para tal fin tres capítulos. En el primer capitulo, se plantean definiciones acerca de la personalidad de algunos teóricos. De esta manera se presentará un conjunto de conceptos que se refieren a la individualidad del ser humano. En el segundo capitulo, se refieren los enfoques teóricos, tales como el psicoanalítico, el conductista y el humanista, se plantean los conceptos fundamentales y la metodología que emplea cada uno de ellos. En el tercer capitulo se describen algunas pruebas psicológicas que evalúan la personalidad, tales como, escalas de evaluación, cuestionarios, la prueba Rorschach, evaluación del locus de control y la observación directa. Finalmente una sección de discusión y conclusiones. CAPITULO 1 DEFINICIÓN DE PERSONALIDAD El estudio de la personalidad es uno de los que más atención han merecido en la psicología contemporánea. Esto es comprensible si se tiene en cuenta su gran importancia teórica y práctica, ya que uno de los objetivos de la psicología es explicar el comportamiento humano. Quizá por esto en los últimas décadas, la palabra “personalidad” se ha convertido en una de las más importantes y utilizadas en cualquier idioma. Evidentemente, no constituye una palabra nueva, ya que se acostumbra emplearla cada día para describir o explicar las impresiones que el resto de la gente nos causa, por tal motivo es necesario recurrir a una definición más técnica. Existen varias definiciones populares de personalidad, en el sentido de que se atribuyen distintos significados a la palabra cuando se emplea esta en las conversaciones. Estas definiciones difieren según la concepción filosófica o psicológica que se tiene. Tal vez podrían reducirse las más comunes de ellas a la formula: Personalidad es el efecto que se causa en otras personas. Otro punto de vista popular sobre la personalidad la identifica con las características dinámicas del hombre con iniciativa. Decir “Juan tiene una personalidad débil” significa que es fácil imponérsele o que no tiene voluntad suficiente para resistir. Por supuesto, es peculiar del pensamiento no científico esta tendencia a identificar personalidades en función de una sola característica. También se usa en la conversación la palabra ”personalidad” para dar a entender cierto atractivo personal, cierta habilidad para superar dificultades (la palabra “carácter” es más usual en este caso), y otras cualidades especificas. Aunque ocasionalmente se usa para identificar un modo de responder consistente, un estilo individual de vida, o un punto de vista original; estas interpretaciones sofisticadas son relativamente raras. Etimológicamente, el término de personalidad procede de la palabra latina persona, que designaba la máscara que utilizaban los actores en las representaciones teatrales. Este significado concreto fue ampliándose y volviéndose abstracto, pasando a referirse a la forma en que uno aparece ante los demás y, también al conjunto de cualidades que posee un sujeto y que determinan su forma de actuar. Esta última idea es la más próxima al concepto de personalidad como se emplea en la psicología actual (Mustieles, 1980). Se podría llenar un volumen con todas las definiciones de personalidad. En efecto, a pesar de la evolución en el significado del término, y de las múltiples acepciones que se le han dado a lo largo de la historia, la idea de la personalidad entendida como un conjunto de cualidades ha prevalecido hasta hoy. 1.1 ALGUNAS DEFINICIONES CIENTIFICAS Wittig (1993) refiere que la personalidad de un individuo consiste en aquellos atributos permanentes que son representativos de su comportamiento. Los atributos permanentes de la personalidad pueden ser adquiridos por experiencias únicas de la persona o por las experiencias compartidas con otros. Los atributos pueden también resultar de la influencia hereditaria o de la interacción de herencia y ambiente. Muchos autores se han acercado al concepto de personalidad agrupando en categorías las definiciones psicológicas existentes. Cada autor ha propuesto sus categorías, pero a la postre, todas podrían ser integradas en el sistema de clasificación que ya en 1937 propusiera Allport (citado en : Nuttin, 1972) basándose en el criterio sobre el que se hace mayor énfasis en cada definición: 1) definiciones aditivas; 2) definiciones configuracionales-integradoras; 3) definiciones jerárquicas; 4) definiciones en términos de ajuste; y 5) definiciones en la distintividad. A estas cinco categorías se añade, una sexta categoría, que consiste en definiciones basadas en la estabilidad, puesto que es éste un criterio que ha aparecido con mucha frecuencia en las definiciones formuladas en los últimos 30 años al hilo de la polémica “persona situación” que tuvo lugar en los años 70. Veamos brevemente estas categorías y sus implicaciones para la definicióndel concepto de personalidad( Pelechano, 1993; citado en : Sanz, 1998). Las definiciones aditivas son aquellas que entienden a la personalidad como la suma de todas las características que posee y definen al individuo. Ejemplos de este tipo de definición serían las propuestas por Prince y Eysenck (1906): “La personalidad es la suma total de todas las disposiciones biológicas innatas, impulsos, apetitos, e instintos del individuo y de las disposiciones y tendencias adquiridas por experiencia” (Prince, 1906; citado en: Pinillos, 1976, pág. 600). “Podemos decir que la personalidad es la suma total de los patrones de conducta actuales o potenciales de un organismo, en tanto que determinados por la herencia o el ambiente; se origina y desarrolla mediante la interacción funcional de los cuatro sectores principales en los que tales patrones de conducta están organizados: el sector cognitivo (inteligencia), el sector conativo (carácter), el sector afectivo (temperamento) y el sector somático (constitución)” (Eysenck, 1947; citado en : Sanz, 1998, pág. 23). Las definiciones configuracionales-integradoras también parten de la idea de la personalidad como un conjunto de atributos que definen a un individuo, pero acentúan el carácter organizado y estructurado que presentan tales atributos. Por ejemplo: “Personalidad es la organización dinámica dentro del individuo de aquellos sistemas psicofisiológicos que determinan sus ajustes únicos a su ambiente” (Allport, 1961, pág. 28). “He asumido en compañía, creo, de la mayoría de los teóricos en este campo que la personalidad existe como un todo organizado (sistema), que está constituido de partes o elementos (subsistemas), y esta separado de alguna forma del ambiente con el cual interactúa” (Sanf ord, 1963; citado en: Sanz, 1998, pág. 23). Las definiciones jerárquicas no solo hacen referencia a que los atributos del individuo están organizados, sino que, además, hacen hincapié en la naturaleza jerárquica de las relaciones entre dichos atributos de forma que unos tienen preponderancia sobre otros. Eysenck afirmaba: “es hoy ampliamente aceptado que un modelo de personalidad debe ser jerárquico, como yo había argumentado desde el principio. Se ha visto que este sistema tiene cuatro niveles, siendo el más inferior el de los actos o las cogniciones que ocurren aisladamente. En el segundo nivel tenemos los actos o las cogniciones habituales (p. ej., un individuo tiene dolores de cabeza frecuentes, o frecuentemente es impuntual). El tercer nivel es el de los rasgos, definidos en términos de intercorrelaciones significativas entre las conductas habituales diferentes. El cuarto y último nivel es el de los tipos, factores de orden superior, o dimensiones de personalidad. Estos se definen en términos de intercorrelaciones observadas entre rasgos” (Eysenck, 1990, pág. 244). Las definiciones en términos de ajuste hacen alusión a aquellos aspectos del individuo que le aseguran un cierto equilibrio con el medio. La definición de Allport que se presenta renglones atrás refleja esta idea de adaptación con el medio, como también lo hace la siguiente definición: “Personalidad designa los patrones típicos de conducta incluidos en los pensamientos y las emociones que caracterizan la adaptación del individuo a las situaciones de su vida” (Mischel, 1979, pág. 1). Las definiciones basadas en la distintividad conciben a la personalidad como los que es más definitorio y esencial del individuo, aquello que es la base de la diferencia entre personas y hacen a un individuo único. Algunos ejemplos de este tipo de definiciones son las siguientes: “La personalidad de un individuo es, por tanto, su patrón único de rasgos (Guilford, 1959; citado en: Buss, 1987, pág. 5). “La personalidad representa la estructura intermed ia que la psicología necesita interponer entre la estimulación del medio y la conducta con que los sujetos responden a ella, justamente para dar razón del modo individualizado en que lo hacen” (Pinillos, 1976, pág. 102). Por último, las definiciones basadas en la estabilidad hacen hincapié en aquellas características psicológicas estables que permiten identificar a una persona a lo largo de toda su evolución, por ejemplo: “La personalidad es un conjunto estable de características y tendencias que de terminan las semejanzas y diferencias de la conducta psicológica (pensamientos, sentimientos y actos) de la gente que denota continuidad en el curso del tiempo, y que puede o no, interpretarse fácilmente con referencia a las normas sociales y biológicas de presión, originadas exclusivamente en la situación inmediata” ( Maddi, 1972; citado en Saranson, 1990, pág. 12). Esta estrategia de agrupación en categorías conduce a considerar la personalidad como un concepto que hace alusión a la organización (configuración integradora) jerárquica, estable y única de todas las características psicológicas que posee un individuo, que determina su ajuste al medio y le hacen diferente de los demás. Por su parte, Sánchez-Bernardos (1991; citado en: Sanz, 1998) señalan siete atributos pertinentes en las definiciones de personalidad: 1) La personalidad es una propiedad del individuo. 2) El concepto se refiere a características de naturaleza psicológica (sentimientos, pensamientos o conductas manifiestas); los atributos materiales, las posesiones o los atributos físicos, aunque podrían formar parte del concepto de identidad personal, no son identificables con el concepto de personalidad. 3) Está revestido de un halo de generalidad, ya que las conductas, sentimientos o pensamientos se ponen de manifiesto en una gran variedad de contextos. 4) Se refiere a atributos que distinguen a una persona de otra. 5) Hace alusión a características relativamente permanentes de la persona. 6) Se refiere a un principio de unicidad e integración, del individuo que integra las inconsistencias aparentes. 7) Conlleva una nota de funcionalidad o disfuncionalidad que hace referencia a conceptos relacionados como los de salud mental o ajuste psicológico. En resumen, hay coincidencia entre los autores en resaltar que las definiciones de personalidad hacen alusión a la totalidad de conductas psicológicas (pensamientos, sentimientos y conductas manifiestas), y a características que son relativamente consistentes y estables que acentúan el carácter único de una persona. En los últimos tiempos, el problema de la personalidad atrae cada vez más la atención de los investigadores y, consecuentemente, surgen distintas tendencias en su investigación. Las tendencias más actuales en la investigación de la personalidad, presentan un conjunto de características generales, entre las cuales se señala (González, 1989): 1)Los psicólogos se interesan cada vez menos por la definición general de la categoría de personalidad, al reconocer el carácter complejo de esta estructura psicológica y el peligro de unilateralidad que puede implicar una definición cerrada acerca de esta categoría en el momento actual de su investigación. En este sentido, Antsiferova afirma: “Hay sólidas bases para suponer que esta organización psicológica de la personalidad actúa como un sistema complejo de niveles jerárquicos, que en cada etapa de la vida del hombre representa una forma modificada de la historia de su desarrollo” (cit en: González, 1989, pág. 100). 2) Se observa una tendencia creciente en los investigadores a enfatizar los aspectos funcionales de la personalidad, al analizar sus contenidos en estrecha relación con sus particularidades funcionales. Acerca de esto escribe Abuljanova: “La tentativa de utilizar el enfoque estructural puro en el estudio de la personalidad, de utilizar métodos estáticos en su conocimiento, expresa cada vez más su incapacidad” (1989, pág. 142). 3) En tercer lugar, los psicólogosseñalan, de manera cada vez más frecuente, entre las funciones esenciales de la personalidad la función de dominio por la personalidad del futuro. Acerca de esto plantea Obujovsky: “La determinación de la personalidad como organización de las cualidades psicológicas o sociológicas da lugar a la pregunta de porqué se forma, qué función cumple en la actividad vital del hombre. (1972, pág. 54). Así, el campo de investigación de la personalidad está en las propias esferas aplicadas de la psicología, por lo cual sus datos, interrogantes y conclusiones son elementos esenciales para los psicólogos ocupados del conocimiento de las formaciones y regularidades generales de la personalidad. En la esfera de la personalidad, la investigación básica y aplicada forman, en un momento, una síntesis necesaria que deviene condición para el desarrollo de la teoría acerca de la personalidad. Y aunque pueden ser muy diferentes en otros aspectos, la mayoría de las teorías de personalidad comparten la suposición básica de que la personalidad es algo que le “pertenece” al individuo, de modo que la u nidad apropiada de análisis para la psicología de la personalidad es la persona. 1.2 ¿QUÉ ES UNA TEORÍA DE PERSONALIDAD? Las teorías de la personalidad difieren entre sí con respecto a si intentan comparar a los individuos en términos de un número especifico de rasgos o dimensiones comunes a todos o si intentan identificar las características y cualidades únicas de los individuos. “Una teoría científica es una explicación, pero no todas las explicaciones son teorías científicas” (cit Splieger, 1998, pág. 44). Éstas tienen dos componentes: los constructos teóricos y las proposiciones relacionales. Los constructos teóricos son los términos y los componentes básicos de una teoría. La energía es un constructo teórico en la física, la oxidación lo es en la química y la selección natural, en la biología evolutiva. Los psicólogos de la personalidad se sirven de una amplia variedad de constructos teóricos; entre los más conocidos están la ansiedad, el autoconcepto, la extraversión y el yo (ego). Hay una característica que distingue a todos los constructos teóricos : éstos se inventaron para describir y explicar observaciones, razón por la cual no existen en realidad; son enteramente abstractos y no pueden ser vistos, tocados ni oídos. ¿Por qué son convenientes e incluso necesarios tales constructos? Una razón importante es que ligan de manera económica relaciones significativas entre observaciones que de otra suerte pronto se convertirían en una confusa mezcla de hechos crudos; en otras palabras, los constructos permiten la organización y comunicación eficaz de ideas. Los constructos de una teoría científica se relacionan uno con otro mediante afirmaciones (algunas veces llamadas leyes) que describen tales relaciones. Éstas son las proposiciones relacionales de la teoría. Por ejemplo, la famosa teoría de Einstein emplea (entre otros) los constructos de energía (E), masa (m) y una constante c que es la velocidad de la luz. La proposición relacional más conocida de la teoría es E=mc. La relación exacta de cada constructo con los demás se describe explicita y precisamente por medio de las declaraciones relacionales expresadas por los símbolos matemáticos. (Spiegler, p. 54). Las teorías de la personalidad contienen muchas proposiciones relacionales, pero rara vez se les cuantifica en forma precisa, como se hace con las proposiciones en la física. La teoría psicoanalítica, por ejemplo, indica que la frustración conduce a la agresión, la teoría de las disposiciones habla de que la semejanza en la composición genética lleva a la semejanza en la personalidad, y la teoría ambiental dice que una respuesta que se ha recompensado ocasionalmente será más difícil de extinguir (eliminar) que una que se ha recompensado de manera invariable. La teoría sirve para tres propósitos generales en la ciencia: 1) organizar y aclarar las observaciones, 2) proporcionar un sentido de comprensión de la materia temática, y 3) guiar la investigación futura. El ejemplo clásico de cómo una teoría científica puede organizar y aclarar las observaciones es la teoría heliocéntrica del sistema solar de Nicolás Copérnico, que propone que el Sol (y no la Tierra) es el centro de nuestro sistema planetario. Copérnico consideró todo el conjunto de observaciones que se habían hecho acerca de las posiciones de los planetas y estrellas en el cielo, el ciclo diurno del Sol, el cambio de las estaciones y otras similares, y descubrió que formaban una confusa mezcolanza. La teoría geocéntrica prevaleciente (de la Tierra como centro del universo) se basaba en suposiciones y conjeturas. Copérnico al postular la teoría heliocéntrica, trajo un nuevo orden a las observaciones que de otra suerte parecían inconexas. El movimiento de los cuerpos celestes se volvió cada vez más predecible una vez que se los supuso en órbitas solares en lugar de terrestres. El concepto de transferencia de Freud ilustra de qué modo las teorías pueden proporcionar un sentido de entendimiento. Con frecuencia observamos que las personas muestran una atracción o repulsión inmediatas por alguien a quien nunca antes habían visto. La idea de Freud es que estos sentimientos se han transferido de una persona de su pasado (la madre, por ejemplo) a otra persona debido a alguna semejanza percibida entre la madre y el extraño. La manera en que las teorías pueden generar nueva investigación y fascinante lo demuestra la teoría de la disonancia cognoscitiva de Leon Festinger (1957; citado en: Splieger, 1998) quien sostenía que cuando experimentamos incongruencias entre nuestras acciones y nuestros pensamientos, se crea un estado de desequilibrio (disonancia). Para restaurar el equilibrio tenemos que encontrar alguna forma razonable de justificar nuestra conducta ante nosotros mismos. Podemos identificar siete criterios principales para evaluar una teoría: la validez empírica, la parsimonia, la amplitud, la coherencia, la verificación, la utilidad y la aceptabilidad. Las teorías de la personalidad existentes satisfacen muchos de estos criterios en mayor o menor medida; sin embargo, en la actualidad ninguna teoría de la personalidad satisface de manera adecuada todos los criterios (Splieger, 1998). La validez empírica es el grado en que las pruebas derivadas de las observaciones sustentan una teoría. Las teorías no son demostradas o refutadas en sí directamente por la investigación. Por el contrario, son ciertas propuestas más especificas, las llamadas hipótesis, las que se derivan de la teoría general y pueden entonces ser probadas empíricamente por medio de la investigación. Desde el punto de vista técnico, ni siquiera las hipótesis pueden ser demostradas o no en forma absoluta. Es la investigación, en cambio, la que puede sustentar o dejar de sustentar una hipótesis particular derivada de una teoría. Cuando la investigación proporciona apoyo regular a las hipótesis derivadas de una teoría determinada, los científicos tienden a considerar ésta como útil, y las teorías que generan hipótesis que la investigación no logra respaldar tienden a ser descartadas. Con parsimonia aludimos a la sencillez o precisión. Cualquier fenómeno observado puede describirse y explicarse en diferentes formas. Las teorías concernientes al mismo fenómeno difieren en la complejidad y la cantidad de supuestos fundamentales requeridos. Cuando todo lo demás es igual, las teorías que entrañan explicaciones más sencillas y menos supuestos se consideran mejores: son más parsimoniosas. La amplitud se refiere a la extensión de los fenómenos que una teoría abarca. Al ser iguales todas las demás cosas, cuanto mayor sea el número de fenómenos que una sola teoría puede explicar, mejor es dicha teoría. Las teorías de mayor amplitud inspiranasimismo más investigación que las reducidas. En realidad, las teorías restringidas tienden a ser restrictivas: suelen excluir de manera arbitraria fenómenos y problemas importantes que son incapaces de abordar de forma eficaz. No se ha propuesto teoría alguna de la personalidad que pueda explicar la gama entera del funcionamiento psicológico y social humanos. De esta forma, la mayoría de las teorías de la personalidad que se analizan trata solo algunos aspectos de la misma: o sea, que ninguna teoría de la personalidad ha podido abarcar el campo completo. La coherencia se refiere al grado en el que las proposiciones y supuestos de una teoría se ajustan dentro de una explicación más amplia internamente congruente. En otras palabras, una teoría debe estar libre de contradicciones internas. Algunas teorías de la personalidad son, a examen riguroso, un laxo conglomerado de ideas y conceptos en el que las partes no se mezclan; obviamente, están limitadas en fuerza explicativa y, por consiguiente, no son “verdaderas” teorías (Spiegler, 1998). Con verificación nos referimos a qué tan bien o con qué facilidad puede respaldarse o refutarse una teoría por medio de la investigación. (la prueba formal de las hipótesis se apoya en la refutación más que en la sustentación de suposiciones generadas por las teorías). La verificación se realza cuando los conceptos de una teoría están tan claramente definidos que las hipótesis derivadas de ella pueden formularse de manera precisa y sin ambigüedad. “La teoría”, escribió el poeta irlandés James Stephens (1967), “no es sino la preparación para la práctica”. Los científicos pueden resistirse a la demanda pública de aplicaciones prácticas de sus ideas, pero las teorías que sobreviven suelen dar lugar a importantes usos prácticos, por lo menos a largo plazo. Los métodos de evaluación de la personalidad y las técnicas para inducir el cambio de ésta ofrecen una medida de la utilidad práctica de las teorías de la personalidad. Para que una teoría sea de peso deben conocerla y tomarla en serio otras personas. Las teorías propuestas antes o después de “su momento” no tienen buen recibimiento. La teoría debe gozar de cierta aceptación entre los científicos para que sea probada mediante la investigación y se aplique en la práctica. La tolerancia publica y la aportación de fondos para la investigación requieren de la credibilidad sobre el valor de la teoría. La más brillante de las teorías no puede medrar en un clima social que no la considera aceptable y plausible. Por ejemplo, desde el siglo III a. C., algunos filósofos griegos ya habían sugerido que el Sol, y no la Tierra, era el centro del universo Oldroyd dijo en 1986, (citado en: Splieger, 1998), pero su idea no pudo lograr amplia aceptación entonces y tuvo que quedar latente casi dos milenios hasta que Copérnico (re)propuso la teoría. Las teorías no son sino eso, teorías; esto es, conjeturas acerca de la naturaleza de los fenómenos. Los hechos (observaciones reales) se utilizan para generar, reforzar y sustentar teorías. Sin embargo, las teorías no son hechos; lógicamente no se las puede comprobar con firmeza. Por consiguiente, en sentido estricto, las teorías no pueden ser acertadas o equivocadas, no pueden ser verdaderas o falsas. No obstante, pueden ser más o menos “útiles” según los propósitos que persigan. Es por esto que la corrección no es uno de los criterios aceptados para la evaluación de las teorías. Se puede decir que cada persona tiene ya un conjunto de ideas acerca de cómo funciona su propia personalidad y la de otros; tiene pues una teoría implícita de la personalidad. Son implícitas porque son privadas y nunca se declaran en forma explicita. (Sin embargo pueden representar un papel preponderante en su vida al igual que en la de la mayoría de las personas). Es importante puntualizar que una teoría es una herramienta funcional que debe ayudarnos a describir, explicar y predecir la conducta. Sin la teoría le sería difícil decidir lo que hay que buscar en sí mismo y en los demás. Las teorías de la personalidad son retratos conceptuales de la naturaleza psicológica humana. Cada teórico nos ofrece un cuadro diferente. Por lo general, el teórico se centra en un aspecto particular de la personalidad y de la vida, como el desarrollo, la motivación, el conflicto, la satisfacción; por tanto, la teoría alcanza su máxima utilidad cuando se aplica en la forma en que la utilizó el teórico. Los postulados tomados de una teoría pueden utilizarse para describir , explicar y predecir la conducta, pero los postulados aislados son por lo general insuficientes para esta tarea. Debido a que la personalidad es multidimensional y multideterminada, los postulados que la representan deben ser también multifacéticos. Las operaciones de los componentes de la personalidad simplemente no pueden estar amontonados bajo un postulado. Todos los componentes de una teoría deben emplearse para una mayor cobertura (Splieger, 1998). Las teorías de la personalidad son interpretaciones personales de la naturaleza psicológica individual y colectiva de la persona, pero no principios establecidos o leyes de conducta. Las distintas teorías psicológicas recalcan determinados aspectos concretos de la personalidad y discrepan unas de otras sobre cómo se organiza, se desarrolla y se manifiesta en el comportamiento. Una de las teorías más influyentes es el psicoanálisis, creado por Sigmund Freud, quien sostenía que los procesos del inconsciente dirigen gran parte del comportamiento de las personas. CAPITULO 2. ENFOQUES TEÓRICOS SOBRE LA PERSONALIDAD En el capitulo anterior se habló de un conjunto de conceptos que se refieren a la individualidad del ser humano, esto es de la personalidad. En este capítulo se expondrán tres enfoques teóricos sobre la personalidad, tales como el psicoanalítico, el conductista y el humanista, sus conceptos fundamentales y metodología empleada en dichos modelos. 2.1 ENFOQUE PSICOANALÍTICO El psicoanálisis se refiere técnicamente a la psicoterapia de orientación psicoanalítica (el proceso de cambio) guiada por la teoría del mismo nombre y comprende, por consiguiente, una teoría de la personalidad, un método para estudiar ésta y procedimientos para evaluarla y cambiarla. Todas las teorías de la estrategia psicoanalítica destacan la supremacía de las fuerzas de pulsión del interior de la persona que la motivan a desplegar patrones congruentes de conducta y relaciones interpersonales. El énfasis en estas fuerzas internas distingue los planteamientos psicoanalíticos de los de otras estrategias. Como sucede con las teorías de las otras estrategias, en la teoría psicoanalítica existen puntos de vista diferentes y desacuerdos sutiles en algunos aspectos, incluyendo el número y la naturaleza especifica de las pulsiones humanas fundamentales. En su mayoría, los teóricos psicoanalíticos sostienen que las fuerzas motivadoras derivan de procesos que tienen lugar más allá de la conciencia consciente del individuo; piensan también que la personalidad se desarrolla en el curso de una secuencia invariable de etapas caracterizadas por el conflicto intrapsiquico. Los cuatro aspectos básicos de la psicología de la personalidad –la teoría, la evaluación, la investigación y la aplicación- están estrechamente entretejidos en la estrategia psicoanalítica. La mayoría de los psicoanalistas son terapeutas y tienen que ver directamente con la modificación de la personalidad, lo cual requiere la evaluación de los procesos intrapsiquicos de las personas. La estrategia psicoanalítica ha sido dominada por la obra y los escritos de un solo hombre, Sigmund Freud, fundador del pensamiento psicoanalítico (teoría, metodología y psicoterapia) y el primer psicólogo moderno de la personalidad. Freud (citado en: Splieger, 1998) propuso un marcode organización de la mente, del que describió diferentes estructuras mentales (el ello, el yo y el superyo) y las relaciones entre ellas; planteó también tres niveles de conciencia: el inconsciente, el preconsciente y el consciente. A su juicio, la conducta la determina el conflicto entre las fuerzas internas de la mente, las cuales con frecuencia operan de manera inconsciente (más allá de la conciencia de la persona). Todo el pensamiento psicoanalítico se basa, hasta cierto punto, en las ideas de Freud. En la teoría inicial de Freud había dos clases de pulsiones: la autopreservación y la sexual. La primera comprende todas nuestras necesidades físicas, incluyendo la respiración, la sed, el hambre y la excreción. La segunda pulsión en el esquema de Freud era el impulso sexual; sus ideas acerca del sexo abarcaban más que las que ahora tenemos: probablemente habría considerado sexual casi todo lo que se experimenta como sensible (la lánguida caricia del sedoso pelaje de un gato, por ejemplo, al tiempo que el animal ronronea con suavidad en retribución a los “atrevimientos” de usted). La pulsión sexual fue la respuesta de Freud a la necesidad de energía para movilizar el sistema propuesto. El sistema sería estático sin la presencia de la energía psíquica. La palabra para esta forma de energía es libido. Freud proyectó esta energía libidinal como la fuente definitiva de energía para todo ejercicio mental, incluidas todas las actividades que los modernos psicólogos de la personalidad llaman cognoscitivas (pensamiento, percepción, imaginación y resolución de problemas). Buena parte de la teoría de Freud se basaba en su concepto de la libido. La teoría freudiana de la personalidad aborda la forma en que las personas manejan sus necesidades sexuales en relación con la sociedad, lo cual proviene, a menudo de la expresión directa de tales necesidades. La personalidad de cada individuo es por añadidura, resultado de un singular equilibrio entre la satisfacción de las pulsiones sexuales y la conformidad con las restricciones de la sociedad. Hacía 1920, poco después de haber experimentado y observado la tragedia de la Primera Guerra Mundial, Freud corrigió su teoría de la motivación para agregar la pulsión agresiva a la pulsión sexual alimentada por la libido (y llamó a la pulsión agresiva impulso de muerte, instinto de muerte o tanatos, en oposición a la pulsión de vida, o eros). La pulsión agresiva da cuenta de los aspectos destructivos de la conducta humana y tiene su propia clase de energía psíquica; no obstante, Freud no le dio un nombre especifico a esta energía. El desarrollo y la función de las pulsiones agresiva y sexual son paralelos. La teoría dual de las pulsiones formulada por Freud da por hecho que tanto la pulsión sexual como la agresiva tienen que ver con la motivación del comportamiento. Todas las teorías de Freud comparten algunas características y suposiciones comunes: 1) que hay un flujo dinámico de energía psíquica entre las “estructuras” de la personalidad, 2) que a la conducta humana la determinan pulsiones innatas, 3) que la personalidad se organiza en varias capas de “estructura” y funciones, y 4) que todas las personas avanzan por una secuencia fija de desarrollo de etapas psicosexuales. A continuación se examinaran estas características. La característica dinámica, aplicada a la teoría psicoanalítica, alude al intercambio y la transformación de energía en la personalidad. Como la mayoría de los psicoanalistas posteriores, Freud pensaba que la fuente de motivación humana era la energía psíquica. Proponía que la gente tiene una cantidad fija de energía psíquica que se usa para todas las funciones psicológicas. El sistema de energía psíquica propuesto por Freud es cerrado; esto es, no se le puede añadir energía y la existente no puede escapar ni agotarse. Cada persona tiene una cantidad fija de energía psíquica que se invierte en diversas conductas, a la inversión de la energía psíquica se le llama catexis; catexizar la forma verbal, es el proceso de invertir la energía psíquica. La energía psíquica no puede en realidad invertirse en (adherirse a ) personas o actividades, pero en la mente es catexizada en representaciones intelectivas que adquieren forma de pensamientos, imágenes y fantasías. ¿Algunas personas tienen más energía psíquica que otras? El concepto de energía psíquica nunca se ha cuantificado, así que no puede darse respuesta a esta pregunta. Lo importante es que cada persona tiene una cantidad fija de tal energía, lo cual pone límites en sus acciones, pensamientos y sentimientos. Para que una persona funcione es necesario que se reduzca la tensión psíquica (la presión interna para satisfacer las pulsiones). Como la tensión es desagradable o dolorosa, reducirla genera una experiencia muy placentera. A la tendencia de reducir la tensión inmediatamente se le conoce como principio del placer. De acuerdo con Freud, todo comportamiento es determinado, o causado, por alguna fuerza interna de la persona, razón por la cual toda conducta tiene un significado; ésta no existe por casualidad. Aun las más sencillas acciones pueden rastrearse para dar con complicados factores psicológicos, de los cuales la persona puede ser del todo inconsciente. Tal vez, los fenómenos más conocidos sean los “actos fallidos freudianos” –errores cometidos al hablar, leer y escribir que supuestamente revelan algo sobre los pensamientos “más íntimos” o las intenciones “reales” de la persona. Freud dividió la personalidad en tres estructuras separadas: ello (pulsiones primitivas, de búsqueda de placer), yo (yo racional) y superyó (valores incorporados a la sociedad). De acuerdo con Freud, los instintos naturales biológicos (ello), como la necesidad de alimento, la excreción y la gratificación sexual, se hallan inevitablemente en conflicto con las restricciones de la realidad (yo) y las reglas de la sociedad (superyó). Estos conflictos determinan las acciones especificas de un individuo. Freud veía al recién nacido más semejante a un demonio que a un ángel. Al nacer, la personalidad consta de una sola estructura, el ello. Éste es un deposito de todas las pulsiones y obtiene su fuerza de manera directa de las necesidades y los procesos corporales. Las necesidades fisiológicas, como el hambre y la sed, tienen que satisfacerse a medida que aumentan; el aumento resultante de la tensión debe liberarse. Cuando el ello rige esta liberación, la gratificación es inmediata. Las prioridades del ello las capta bien la expresión “¡quiero lo que quiero... y lo quiero AHORA!”. El yo surge, en forma rudimentaria, durante los primeros seis meses de vida, mientras el infante se halla en la etapa oral del desarrollo psicosexual. El yo (o ego) “toma prestada” parte de la energía del ello para sus propias funciones. Toda vez que sólo hay una cantidad limitada de sociedad, incluso en ausencia de vigilantes externos o amenazas inmediatas de castigo o fracaso. Alrededor de los tres o cuatro años de edad, los niños empiezan a evaluar su propia conducta independientemente de la amenaza o recompensa inmediatas. Esta es la función de la tercera estructura de la personalidad. A la última de sus estructuras de personalidad Freud la llamó superyó. Este representa internamente los valores de los padres y la sociedad; pugna por lo ideal más que por lo real; juzga un acto como correcto o indebido –como congruente o no con valores morales-, independientemente de su utilidad. Cuando nuestras acciones o pensamientos son aceptables experimentamos orgullo, satisfacción y un sentimiento de dignidad; cuando nuestro comportamiento es inaceptable nos sentimos culpables. Para resumir la concepción freudiana del desarrollo de las tres estructuras de la personalidad, al nacer solo existe el ello. Más tarde, en repuesta a las exigenciasde la realidad, se desarrolla el yo. Por último, surge el superyó como una representación de la sociedad en la personalidad. Una vez que se han desarrollado los tres aspectos, la energía psíquica, que una vez solo perteneció al ello, se divide entre el ello, el yo y el superyó y fluye y fluctúa entre ellos. El ello sirve de mediador entre tres fuerzas básicas: 1) las exigencias del ello, 2) las condiciones de la realidad y 3) las limitaciones impuestas por el superyó. El yo asegura que las necesidades instintivas se satisfagan de manera realista y socialmente aprobada. El conflicto intrapsiquico se suscita cuando las finalidades de un aspecto de la personalidad están en desventaja ante las de uno de los otros dos aspectos, o de ambos. Lo más frecuente es que el conflicto intrapsiquico estalle porque las demandas del ello presionan por su satisfacción inmediata. Sin embargo, las finalidades de los tres aspectos de la personalidad pueden estar en conflicto. Y por otro lado se tiene que la importancia del desarrollo infantil temprano en la determinación de la personalidad adulta es la piedra angular de la teoría de Freud; de hecho, éste creía que la personalidad adulta quedaba establecida alrededor de los cinco años de edad. En palabras del propio científico austriaco, “la criatura suele estar completa para el cuarto o quinto año de vida, y después de eso simplemente saca a la luz, en forma gradual, lo que ya está dentro de él” ( citado por Roazen, 1975, pág. 106). Freud dividía la mente en tres niveles de conciencia: consciente, preconsciente e inconsciente. El consciente comprende aquello de lo que nos damos cuenta en un punto determinado en el tiempo. Esta definición se aproxima al uso cotidiano del término. No obstante, Freud argumentaba que la persona sólo estaba consciente de una pequeña fracción de sus pensamientos, imágenes y recuerdos. La mente freudiana, como un iceberg, tiene nueve décimas partes bajo la superficie. El preconsciente abarca pensamientos de los que no nos damos cuenta de inmediato, pero que pueden traerse fácilmente a la conciencia. Tal vez haya usted tenido la experiencia de estar concentrado en un tema, como una conversación intensa, y hallarse de pronto pensando en algo completamente ajeno. Estos pensamientos inconexos estaban presentes, pero se ubicaban en su preconsciente. Por definición, el contenido del preconsciente es accesible con un mínimo de esfuerzo. En cambio, gran parte del contenido mental no es de fácil acceso. El contenido mental que no es accesible para el recuerdo consciente está almacenado en el inconsciente, la parte dominante de la mente. Según Freud, la mayor parte de la conducta es motivada por fuerzas de las que la persona está por completo inconsciente. Los impulsos, recuerdos y sentimientos que pudieran ser dañinos o amenazadores para nosotros son mantenidos activamente fuera de la cabal conciencia por un proceso llamado represión. (La represión es un mecanismo de defensa del yo). Estos pensamientos inconscientes entran en la conciencia sólo en forma encubierta o simbólica. Freud postulaba que estas partes de la mente eran universales; todas las personas tienen en su interior un vasto ámbito inconsciente. Freud sostenía que el desarrollo de la personalidad sigue un rumbo más o menos determinado desde el nacimiento, y lo dividió en una serie de etapas diferenciadas por las que pasa todo ser humano. Las etapas freudianas del desarrollo de la personalidad se llaman psicosexuales porque conciernen a la manifestación psicológica de la pulsión sexual (de placer). En momentos particulares de la secuencia de desarrollo, un área del cuerpo –de manera específica, la boca, el ano o la región genital- es en especial sensible a la estimulación erótica. Estas áreas se denominan zonas erógenas. Mientras se halla en una etapa psicosexual determinada, buena parte de la libido de la persona se invierte en un comportamiento relacionado con la zona erógena primaria. Para avanzar a la etapa siguiente, la libido debe liberarse de la zona erógena primaria de la etapa presente y reinvertirse en la zona erógena primaria de la etapa siguiente. (Recuerde que cada individuo tienen sólo una cantidad fija de energía libidinal.) La capacidad de transferir la libido de una etapa a la siguiente dependerá de lo bien que haya resuelto el individuo el conflicto asociado con cada etapa psicosexual. El conflicto se encuentra siempre entre la libre expresión de los impulsos biológicos y las limitaciones de la sociedad. Las personas tienen dificultad para dejar una etapa y pasar a la siguiente cuando se han frustrado o, bien, han sido demasiado indulgentes en la etapa presente. La frustración se produce cuando no se han satisfecho las necesidades de la persona relativas a la etapa psicosexual. La sobreindulgencia ocurre cuando las necesidades relativas se han satisfecho tan bien que la persona esta renuente a dejar la etapa. En ambos casos, una parte de la libido se queda invertida permanentemente en una etapa previa; esto es lo que se conoce como fijación. De manera inevitable, algo de la libido se fija en cada etapa psicosexual. Cuando más se le dificulta a una persona resolver el conflicto de una etapa determinada, más libido se queda fijada en esa etapa. La fijación, que ocurre en la infancia, influye en la personalidad adulta. si hay poca fijación, apenas se ven vestigios de anteriores formas de obtener satisfacción en la conducta posterior. Si la fijación es fuerte (que haya quedado fija una cantidad sustancial de libido), a la personalidad adulta del individuo la domina la búsqueda de la satisfacción por los medios utilizados en esa etapa anterior. Como resultado, el individuo desarrolla un tipo de carácter adulto (por ejemplo, “anal”) que refleja el conflicto mal resuelto. Se cree que los tipos de carácter, una vez formados, son estables e influyen bastante en la elección de la pareja y de ocupación de la persona (Baudry, 1988 citado en: Splieger, 1998 pág. 98). Durante el primer año de vida, la boca es la fuente más importante de reducción de tensión (con la alimentación) y de placer (succión). Esta es la etapa oral. El destete es el conflicto crucial. Mientras más difícil sea para el niño dejar el pecho de la madre (o el biberón) y el placer de succión que lo acompaña, más libido se fijara en la etapa oral. Kart Abraham (1927 citado en: Splieger, 1998, pág. 98) profundizó en esta idea al dividir la etapa oral en dos fases: la primera es el erotismo oral, caracterizado por el placer de succionar o de tomar cosas por la boca (incorporación oral); y a la fase posterior la denominó sadismo oral, que comienza con la aparición de los dientes y representa el desarrollo de la pulsión agresiva. El niño ahora es capaz de morder y masticar y, por ende, de conducirse en forma agresiva y destructiva. Se supone que la fijación en la etapa oral da por resultado un carácter oral (Abraham, 1927). Algunas de las características principales del carácter oral son: 1. Preocupación por las cuestiones de dar y tomar 2. Interés por la dependencia e independencia y la pasividad y actividad 3. Actitudes especiales sobre la cercanía y distancia que lo separan de los demás: estar solo en compararon con el apego del grupo 4. Extremos de optimismo y pesimismo 5. Desusada ambivalencia (especialmente aplicable al carácter sádico oral) 6. Apertura a experiencias e ideas novedosas 7. Uso de los canales orales de gratificación para abordar la frustración (por ejemplo, sobrealimentarse, no alimentarse lo suficiente, fumar, hablar en exceso) (Fisher y Greenberg, 1977, pag. 88) Estas características son generales. El grupo especifico de rasgos que manifiesta la persona depende de dos factores: (1) si la persona se fijó en la fase erótica oral o en la sádica oral y (2) si la fijación se debea la frustración o a la sobreindulgencia. Una predicción directa de la teoría de Freud es que la gente que está fija en la etapa oral tendera a comer y beber en exceso. Se ha encontrado una correlación positiva entre los sujetos que informan imágenes orales en las manchas de tinta de Rorschach y la obesidad y el alcoholismo (Bertrand y Mailing, 1969; Maslig, Rabie y Blondheim, 1967). La dependencia es un rasgo central del carácter oral. En un estudio resultó que estudiantes universitarios que dependían de otros para tomar decisiones en situaciones ambiguas informaban más imágenes orales que los que decidían por si mismos (Maslig, Weiss y Rothschild, 1968). Cuando se desteta a una criatura, su libido pasa de la boca al ano. El placer lo obtiene, al principio, de expeler las heces: la fase anal sádica; más tarde lo deriva de detenerlas: la fase anal erótica. No quiere decir esto que el niño no obtenga un placer similar durante la etapa oral, sino que durante el segundo y tercer año de su vida predomina el placer anal, como ocurrió con el oral en el primer año. El conflicto en la etapa anal pone frente a frente la pulsión sexual por el placer (del alivio de tensión por la eliminación de desechos corporales) y la expectativa social de que los niños desarrollen el autocontrol de orina y defecación. El control de los intestinos y la vejiga se convierte en el prototipo del autocontrol en general, como el destete lo es de la dependencia. Si los niños acceden fácilmente a las exigencias de sus padres sobre el control de esfínteres, , crearan la base para el autocontrol efectivo. Un niño que tenga dificultades para desarrollar y cumplir con las exigencias de los padres desarrollará un carácter anal. Durante el cuarto y quinto año de vida, la libido se centra en la región genital. Se observa con frecuencia que los niños a esta edad examinan sus genitales, se masturban y hacen preguntas sobre el nacimiento y el sexo. Según Freud, el conflicto en la etapa fálica es el último y más decisivo con el que tiene que lidiar el pequeño; tal conflicto tiene que ver con el deseo inconsciente del niño de poseer al progenitor del sexo opuesto y, al mismo tiempo, de deshacerse del progenitor del propio sexo. Freud llamó a esta situación complejo de Edipo. El nombre deriva del mito griego en que el héroe, Edipo mata a su padre y desposa a su madre. Dicho sea de paso, el científico austriaco estaba versado en mitología clásica (Glenn, 1987), y el mito de Edipo parece haber sido particularmente notable para él (Rudnytsky, 1987). Freud consideraba que la resolución del complejo de Edipo era el aspecto más importante del desarrollo de la personalidad. Esta última, tratándose del adulto normal, requiere una solución satisfactoria. La resolución no exitosa conduce de manera inevitable a la sicopatología. La etapa fálica es también importante porque los principios morales del niño (la conciencia) se desarrollan mediante la identificación con los padres en esta etapa. La etapa final del desarrollo psicosexual según Freud comienza en la pubertad, cuando el joven adolescente comienza a madurar sexualmente, y dura hasta la edad adulta. en la etapa genital, la libido se concentra de nuevo en el área genital; ahora, en cambio, se dirige al placer heterosexual, más que al autoerótico (masturbatorio). Cuanto mejor logra el individuo alcanzar la etapa genital sin dejar grandes cantidades de libido fijas en etapas pregenitales, mayor es su capacidad para llevar una vida “normal” libre de neurosis y disfrutar de las relaciones heterosexuales. Freud tuvo poco que decir sobre la edad adulta, lo que es congruente con su opinión de que los primeros cinco años de vida son de importancia vital para determinar la personalidad. 2.2 ENFOQUE CONDUCTUAL El planteamiento conductual enfatiza el estudio de las conductas abiertas (observables) y las condiciones ambientales que influyen en ellas. Al estudiar cómo se aprenden y conservan las conductas, los psicólogos conductistas se concentran en el condicionamiento clásico y el operante. El condicionamiento clásico estriba en parear estímulos de manera tal que la respuesta refleja automática que suscita uno, con el tiempo también la cause el estímulo pareado (antes neutro). El descubrimiento original del fenómeno fue accidental. A fines del siglo XIX, el fisiólogo ruso Ivan Pavlov (1849-1936) estudiaba los procesos digestivos de los perros, y para inducir la salivación, les colocaba en la lengua polvo de carne. Un día, Pavlov observó que los perros que tenían algún tiempo en el estudio salivaban incluso antes de la presentación del alimento. Pavlov reconoció la importancia potencial de su descubrimiento accidental y dedico buena parte del resto de su carrera a estudiar el fenómeno, que acabo por ser conocido como el condicionamiento clásico (Splieger, 1998). En el orden del experimento tradicional del condicionamiento clásico primero, se presenta un estímulo condicionado (EC), como la luz; al principio, el EC no produce la respuesta pertinente (en el trabajo de Pavlov, la salivación). Muy poco después (de una fracción a no más de unos cuantos segundos), se introduce un estímulo que produce en forma refleja la respuesta deseada; éste es el estímulo incondicionado (EI). La respuesta (automática, refleja) que genera es la respuesta incondicionada (RI). En los estudios de Pavlov, la comida era el EI y la salivación la RI. Luego de presentar varias veces juntos el EC y el EI, el primero (la luz) causaba la salivación antes de presentar el segundo (la comida). Esta conducta, que entonces despertaba el EC sólo, se denomina respuesta condicionada (RC) (la salivación era la RC en los experimentos de Pavlov). Pavlov estudió durante toda su carrera el condicionamiento clásico. Definió sus elementos y describió su operación y sus limites. Durante los primeros estudios de esta forma de condicionamiento se identificaron cuatro fenómenos básicos: la adquisición, la discriminación, la generalización y la extinción. La adquisición se refiere al proceso por el que se crea una respuesta condicionada. Las investigaciones demostraron que se requiere de pareamientos repetidos del EC y el EI, al cabo de los cuales la respuesta al EC sólo (en las “pruebas”, cuando no se presentaba el EI) se volvía cada vez más fuerte y confiable. La discriminación y la generalización atañen a la pregunta de que sucede cuando una respuesta condicionada a determinado estimulo se prueba con otros estímulos parecidos. Por ejemplo, si una persona se condiciona a sentir miedo ante cierto sonido porque fue pareado repetidamente con una descarga eléctrica, ¿cómo responderá a un sonido de otra altura? Si responde al EC original, pero no a uno semejante, decimos que ocurrió una discriminación; la persona discrimina entre los dos estímulos. Pero si responde al nuevo sonido con miedo (aunque esta condicionada a un sonido ligeramente distinto), decimos que se trata de una generalización; la respuesta se ha generalizado de un estimulo (sonido) a otros parecidos si bien distintos. La discriminación y la generalización forman un gradiente , es decir, entre más se parezca el estímulo original al de prueba, más probable es que haya una generalización. Entre menos se asemejen el estimulo original y el nuevo (por ejemplo, sonidos de alturas muy distintas), más probable es que se discriminen. Luego de establecer cierta RC, se necesitan más pareamientos con el EI para que se mantenga. Sin éstos, tendría lugar una extinción paulatina en pruebas subsecuentes hasta que la respuesta condicionada se desvaneciera. Por ultimo, cuando ya sucedió la extinción (cesa la respuesta al EC solo), la presentación del Ec en un momento posterior podría generar alguna respuesta condicionada. Este ultimo fenómeno se llama recuperación espontánea; esto es, incluso después dela extinción (ya no hay Rc), es posible que la respuesta reaparezca. Según parece, es más probable después de transcurrido un tiempo durante el que no se presentó el EC. John Watson se inspiro en los experimentos de condicionamiento de Pavlov. Watson pensaba que el condicionamiento clásico podría tener grandes implicaciones para la comprensión y la dirección del comportamiento humano. En su estudio clásico de “el pequeño Albert”, él y Rosalie Rayner demostraron que el miedo podía ser inculcado por condicionamiento clásico (Watson y Rayner, 1920 citado en Splieger, 1998). Albert, un bebé de 11 meses, no parecía temerle a nada excepto a los sonidos fuertes y a la súbita perdida del sostén (ambos miedos son innatos y universales en la especie humana, es decir, los dos despiertan una respuesta de sobresalto y llanto u otros signos de aflicción). Watson y Rayner quisieron producir un nuevo miedo en Albert mediante condicionamiento clásico. Colocaron una rata blanca (EC) frente al niño y al mismo tiempo produjeron un sonido fuerte (EI). Antes, Albert no había sentido miedo con la rata. Después de varias presentaciones pareadas de la rata y el ruido, el roedor solo despertaba una clara reacción de miedo (RC) en la que Albert lloraba y trataba de escapar de la situación. Watson y algunos de sus seguidores pensaban que el caso del pequeño Albert era una prueba clara de que era posible condicionar las reacciones emocionales en los seres humanos. Más adelante, los críticos descubrieron fallas metodologicas en el estudio, pero la idea básica de Watson impulsó a muchos psicólogos a estudiar la función del condicionamiento clásico en la aparición de las reacciones emocionales (Eysenk, 1985 citado en Splieger, 1998). El condicionamiento clásico actúa pareando estímulos para crear asociaciones entre ellos. En contraste, el condicionamiento operante se ocupa, ante todo, de asociaciones entre actos (conducta) y sus consecuencias. Cuando las consecuencias de cierto comportamiento son placenteras, es probable que éste se repita; cuando son desagradables, no es probable que vuelva a suceder la conducta. Aprendemos y conservamos muchas de nuestras conductas diarias por condicionamiento operante. B.F Skinner introdujo en sus obras la expresión condicionamiento operante hace 60 años. El nombre de B.F Skinner es sinónimo de la tradición operante. Skinner implantó las reglas del método operante que, junto con el condicionamiento clásico, consideraba la totalidad del “estudio científico de la conducta”. Skinner creía que la conducta está determinada ante todo por las influencias ambientales externas, en particular las consecuencias de nuestros actos. En cierto sentido, la psicología de Skinner se enfrenta a un “organismo vacío”. Las variables que median entre el estimulo y la respuesta y que no es posible explicar en términos de estímulos y respuestas, están más allá del campo del condicionamiento operante. Como Watson, Skinner consideraba que la psicología no tenia más que dos objetivos: la predicción y el control. Skinner (1974 citado en: Splieger, 1998) no negaba la existencia de acontecimientos privados, como los pensamientos y las emociones, pero estaba interesado en identificar y estudiar las condiciones ambientales que influyen en ellos y, se reflejan en la conducta abierta del organismo. Skinner fue el primero en distinguir entre dos clases de conducta: operante y respondiente. Las conductas operantes son las que el organismo expresa para “operar” en el entorno. Estas conductas están controladas por las consecuencias que generan. La conducta operante también se conoce como instrumental, porque el sujeto la emplea para producir el efecto deseado. La medición más común de la conducta operante es su tasa de ocurrencia. Se trata de una medida simple y elegante porque sólo consiste en contar la conducta en intervalos especificados ; el resultado se expresa en términos del número de respuestas por unidad de tiempo (por ejemplo, el número de palabras mecanografiadas por minuto, las distracciones por hora o las galletas consumidas por día). Skinner pensaba que la psicología no se encontraba aún en la etapa en que se justifica la elaboración de teorías formales. Pensaba que, como ciencia, la psicología se hallaba todavía en la infancia y que eran prematuras las especulaciones acerca de fenómenos complejos, como la personalidad humana. En consecuencia, dirigió sus investigaciones a las descripciones completas y detalladas de las conductas, a las cuales llamaba análisis funcionales. Su objetivo era revelar las relaciones empíricas entre las conductas y las condiciones que influyen en ellas, ejerciendo control sobre las mismas. La máxima de Skinner (1956) era: “controla tus condiciones y veras el orden”. Como Watson, Skinner dirigió su atención a los sucesos abiertos, observables, que tomaban la forma tanto de las conductas generadas por el organismo a manera de respuesta como de los estímulos ambientales externos que las suscitaban. La corriente conductista, en resumen, destaca el estudio de las conductas abiertas (observables) y las condiciones ambientales que influyen en ellos. Los conductistas se concentran en dos procesos de aprendizaje: el condicionamiento clásico y el operante. El condicionamiento clásico estriba en parear un estimulo que produce una respuesta automática y refleja con un estimulo neutro. Con la repetición de los pareamientos, el estimulo neutral también suscita la respuesta. Finalmente, como es evidente la corriente conductista concibe a la personalidad del individuo en términos de las condiciones ambientales que influyen en él. 2.3 ENFOQUE BASADO EN EL MODELO HUMANISTICO-EXISTENCIAL DE ROGERS “Humanista” es un término de amplio espectro que se refiere a un grupo de teorías que comparten la creencia de que los intentos científicos por estudiar a los seres humanos son equívocos e inapropiados porque: “...ver al hombre de manera indirecta a través de su conducta en contra de su experiencia es, en ultima instancia, verse asimismo indirectamente y nunca ser si mismo” (Evans, 1975 cit en: Gross, 1998). El término fue acuñado por el psicólogo británico John Cohen en un libro llamado Humanistic Psychology en 1958 (Graham, 1986 citado en: Gross 1998), el mismo año en que Abraham Maslow introdujo el concepto de “tercera fuerza” en psicología – donde el conductismo y la teoría psicoanalítica son la primera y segunda fuerzas- y tanto él como Rogers son los psicólogos humanistas más conocidos. Las teorías humanistas tienen sus raíces en la fenomenología y el existencialismo y, algunos dirían que justifican la etiqueta de “filosóficas” más que merecer la de “psicológicas”. Se ocupan de las ca racterísticas que son, de manera distintiva y única, humanas; en particular, la experiencia, la originalidad, significado, libertad y elección; se tiene experiencia directa de si mismo como persona y la teoría particular de Rogers se centra alrededor del autoconcepto. La aproximación fenomenológica se caracteriza en que pone énfasis en la perspectiva idiosincratica del individuo. Los teóricos fenomenológicos piensan que, para entender a una persona, primero hay que comprender cómo interpreta sus experiencias. Las teorías fenomenológicas son holistas: ven y explican actos específicos en términos de la personalidad completa de un individuo, es decir, de la gama completa de procesos mentales e interpretaciones de una persona. El punto de vista holistico implica que hay congruencia en la personalidad: las partes se ajustan en un todo organizado. La idea de la congruencia de la personalidad (ausencia de inconsistencias o contradicciones rígidas) domina las teorías de los fenomenólogos. Por ejemplo, Rogers hizo hincapié en lo importante que era la concordancia entre la forma en que la gente se ve a si misma y cómoespera que la vean los demás. Con frecuencia se le atribuye haber sido el iniciador del movimiento humanista en la psicología. Cuando Rogers inicio su obra en 1927, lo que existía de la psicología de la personalidad era esencialmente psicoanalítico; él propuso la primera teoría importante que sirvió de alternativa a la de Freud. En comparación con la perspectiva determinista y pesimista del psicoanálisis, la teoría de Rogers ofrecía una perspectiva optimista sobre la capacidad humana de desarrollarse y mejorarse en formas positivas y saludables. Lo que Rogers y Maslow tienen en común es su evolución positiva de la naturaleza humana, una creencia en el potencial individual para el crecimiento personal, lo que ellos denominan autorrealización. Sin embargo, es común que a la teoría de Maslow se le considere como una “psicología del ser” (la autorrealización es un fin en si mismo y reside en la cumbre de su jerarquía de necesidades) mientras que la de Rogers es una “psicología del convertirse” (el proceso de convertirse en una “persona completamente funcional” es de la mayor importancia e interés. Rogers rechazó la naturaleza determinista del psicoanálisis (la conducta es una respuesta a las fuerzas inconscientes) y del conductismo (la conducta es una respuesta a los estímulos externos), ya que consideraba más bien que la conducta es una respuesta a la percepción/interpretación individual de los estímulos externos. Ya que nadie más puede saber la manera en que se percibe, se es el mejor experto de si mismo. En relación con este énfasis en la manera en que se percibe e interpreta la realidad, se encuentra la importancia de la experiencia actual, momento a momento, de la persona; lo que se piensa y siente ahora, en contraste con la creencia de Freud de que la conducta presente se determina en gran medida por el pasado, en la forma de experiencias reprimidas de la infancia. Freud también creía que la naturaleza humana es fundamentalmente destructiva e irracional y tenia un punto de vista muy pesimista acerca de los seres humanos. Por lo contrario, Rogers (al igual que Maslow) ve a la naturaleza humana bajo una luz muy positiva y optimista: “No existe una bestia dentro d el hombre; solo hay un hombre dentro del hombre”. Esta perspectiva positiva de los seres humanos se ilustra en la descripción de Rogers acerca del proceso de convertirse en una persona completamente funcional (1961, pero propuesto originalmente en 1947): “ ... El individuo tiene dentro de sí la capacidad y tendencia, latente si no evidente, de avanzar hacia la madurez. En un ambiente psicológico adecuado, se lleva acabo esta tendencia y se vuelve real en lugar de potencial. Es evidente en la capacidad del individuo para comprender aquellos aspectos de su vida y de sí mismo que le causan dolor e insatisfacción, una comprensión que sondea por debajo de su conocimiento consciente acerca de si mismo en dirección de aquellas experiencias que ha ocultado de sí mismo debido a su naturaleza amenazante. ...Ya sea que uno le llame tendencia al crecimiento, impulso hacia la autorrealización o tendencia direccional con movimiento progresivo, es el móvil principal de la vida. . . Es el impulso que es evidente en toda vida orgánica y humana __ de expandirse, extenderse, lograr la autonomía, desarrollarse, madurar.” (Splieger, 1998, pág. 97). Esencial a la teoría de Rogers (y a su forma de psicoterapia denominada centrada en el cliente) es el concepto de sí mismo. El sí mismo es un “conjunto organizado y consistente de percepciones y creencias acerca de sí mismo”, incluye la conciencia de “lo que soy” y “qué puedo hacer” e influye tanto la percepción del mundo, como la propia conducta. El individuo evalúa toda experiencia en términos de lo anterior y la mayor parte de la conducta humana se puede comprender como un intento por mantener consistencia entre la autoimagen y las propias acciones. Sin embargo, no siempre se logra esta consistencia y la propia autoimagen (y la autoestima relacionada) puede diferir de manera bastante radical de la conducta real del individuo y del modo en que los demás lo ven. Por ejemplo, una persona puede ser sumamente exitosa y respetada por otros y aun así ¡considerarse a si misma un fracaso! Esto sería un ejemplo de lo que Rogers denomina incongruencia –que se le diga a sí mismo que es exitoso, es incongruente e inconsistente con el hecho de que no se tenga esta percepción acerca de si mismo. La incongruencia en experiencias, sentimientos, acciones y demás, puede ser amenazante, ya que entra en conflicto con la propia autoimagen (consciente) y porque se prefiere actuar a sentirse de maneras que son consistentes con la propia autoimagen, y por ello se le niega acceso a la conciencia (puede permanecer no simbolizada) mediante negación real, distorsión o bloqueo. Estos mecanismos de defensa evitan que el sí mismo crezca y cambie y amplían el trecho entre la propia autoimagen y la realidad (es decir, la conducta real o los verdaderos sentimientos). A medida que la autoimagen se vuelve más y más poco realista, la persona incongruente está más y más confusa, vulnerable, insatisfecha y, en un momento dado, gravemente desadaptada. La autoimagen de la persona congruente es flexible y cambia de manera realista a medida que ocurren experiencias nuevas; sucede lo contrario con la persona incongruente. Cuando la autoimagen encaja con lo que en realidad se piensa, se siente y se hace, la persona está en mejor posición para lograr su potencial (autorrealizarse); entre mayor sea la brecha entre autoimagen y realidad, mayor la probabilidad de ansiedad y perturbación emocional. De manera similar, entre mayor sea la brecha entre autoimagen y sí mismo ideal, menos satisfecho estará el individuo. Para mostrar la manera en que pueden funcionar dos diferentes ejemplos de una autoimagen rígida e inflexible, se permite suponer que la autoimagen de un varón joven requiere que toda mujer a la que conozca lo encuentre irresistible y caiga rendida de amor a sus pies. Conoce a una mujer a la que encuentra atractiva, pero ella no muestra interés en él; esto representa una incongruencia con su autoimagen y experiencia. ¿De qué manera lidia con la amenaza que esto le representa? Podría decir , “Solo se esta haciendo la difícil” o “No t iene buen gusto” o “Debe estar loca –gracias a Dios que me di cuenta antes de que ella se enamorara desesperadamente de mí”. En el extremo opuesto esta un joven que cree que es totalmente desagradable para las mujeres. Si una mujer atractiva muestra interés en él, esto producirá una incongruencia y, por tanto, una amenaza que podría enfrentar al racionalizar que “Sólo siente lastima por mí” o puede hacer algo de manera deliberada (por ejemplo, ser descortés con ella) para sabotear la relación y así deshacerse de la amenaza. Por supuesto, la mayoría de las personas no tienen una autoimagen tan extrema, como la de estos dos hombres hipotéticos y la mayoría tiene la suficiente flexibilidad y actitud realista para reconocer que de la misma manera en que no se es “el regalo de Dios para el sexo opuesto”, tampoco se es un caso perdido en un sentido sexual; de hecho, la autoimagen concerniente al atractivo sexual se aprende de los éxitos y fracasos del pasado (“ se gana en algunas ocasiones y en otras se pierde”). El yo es un concepto importante, y la concentración en el yo domina toda la estrategia de las representaciones. Rogers escribió mucho sobre el yo y el autoconcepto (los términos suelen emplearse como sinónimos) que es un constructo teórico que alude a la forma en que las personas se ven a si mismas. Entre las dimensiones del yo que se han sugerido están la autoestima, la autoconsideración, el autoconcepto moral, la confianza en sí mismo, el autocontrol, el egoísmo, la autocrítica, la identidad propia, etc. Rogers dividió
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