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Un-relato-de-la-tristeza--aproximacion-desde-la-psicologia-narrativa

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
 
 
UN RELATO DE LA TRISTEZA. 
 APROXIMACIÓN DESDE LA PSICOLOGÍA 
NARRATIVA 
 
 
T E S I S 
PARA OBTENER EL TITULO DE: 
LICENCIADA EN PSICOLOGÍA 
 
P R E S E N T A: 
MÓNICA ASTORGA GARZA 
 
 
DIRECTORA DE TESIS: MTRA. MARÍA DE LA LUZ JAVIEDES ROMERO 
REVISORA: LIC. BLANCA E. REGUERO REZA 
 
MEXICO D.F. 2006 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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Índice 
Resumen. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . I 
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . II 
 
Capítulo 1 
1. Cabe la posibilidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 
1.1 Pastillas para no soñar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 
1.2 James y la primera teoría moderna. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 
1.3 Cannon y el cumplimiento del saber científico. . . . . . . . . . . . . . . . 9 
1.4 La cognición como determinante del sentir. . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 
1.5 La historia continúa (no todo está perdido). . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 
1.6 Las palabras nunca expresan demasiado bien 
 los sentimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 
1.7 Los sentimientos como formas e imágenes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26 
 
Capítulo 2 
2. Tristeza y melancolía, inseparable historia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 
2.1 El término melancolía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 
2.2 Bilis negra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 
2.3 Melancolía y tristeza en la época medieval. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 
2.4 Nada de estar solitarios, nada de estar ociosos. . . . . . . . . . . . . . . . 39 
2.5 El fin de la bilis negra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44 
2.6 Melancolía, tristeza y psiquiatría. Depresión. . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 
 
Capítulo 3 
3. Tristeza, versiones oficiales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54 
3.1 Empiezan las explicaciones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 
3.2 Sus remedios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 
3.3 Más allá de los humores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 
3.4 Desencanto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
Capítulo 4 
4. Narrativa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68 
4.1 Narrativa: de dónde viene la idea. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 
4.2 De cómo se conforma. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74 
4.3 La narración y su intención. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 
4.4 La narración y su estructura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83 
4.5 Las rupturas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88 
 
Una narración de la tristeza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90 
Para terminar de una buena vez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 
 
Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 
 
Resumen 
 
 
Una narración de la tristeza es lo que pretende ser este trabajo, se 
defiende con fragmentos, relatos, poesía y otros elementos que le 
permiten reivindicar su estructura poco rígida y propositiva. Parte de 
un análisis en la discusión y formas de aproximación a la vida afectiva, 
sus teorías, sus carencias, pros y contras, su adaptación a las 
necesidades científicas y a una psicología positivista. Este primer 
intento, cumple con la firme intención de proponer nuevas y necesarias 
alternativas de aproximación a esta problemática. 
 
Partiendo de la tristeza como tema principal, se hace un rastreo 
de las versiones médico-clínicas de ésta y la melancolía. Inseparable 
historia que va contando la construcción de explicaciones clínicas 
enfocadas particularmente a la descripción y formas de manifestación. 
Entendida durante mucho tiempo, como un estado interno, producida 
por un desequilibrio también interno. 
 
El relato de la tristeza viene a colarse como una forma distinta de 
la argumentación médico-clínica y científica, viene con sus propias 
herramientas a legitimar maneras distintas de comprender y construir 
la vida afectiva. La narración, como propuesta teórica, representa una 
forma de organización de la vida cotidiana, hace comprensible las 
rupturas y desajustes de lo esperado. La tristeza, esa de desequilibrios, 
viene a dar cuenta de sí misma a partir de lo que se cuenta, de sus 
historias con lágrimas y desoladas miradas. La tristeza, para este 
proyecto, fuera de sus definiciones y clasificaciones, viene a 
conformarse con elementos narrativos. 
 
Introducción 
 
 
Si bien es cierto que en el transcurso de la vida pasamos narrando 
nuestras historias, experiencias, anécdotas, sueños, deseos, 
sentimientos… valdría la pena analizar el papel que juega la narrativa en 
las formas de organización y comprensión de la vida cotidiana. Uno de 
los principales objetivos de esta tesis consiste en dibujar y desdibujar la 
tristeza con y sin elementos propios del discurso paradigmático (Bruner, 
2003), es decir aquel utilizado por la ciencia, un lenguaje provisto de 
elementos descriptivos, un estilo retórico que pretende neutralidad y 
transparencia. En palabras de R. Barthes (1987): “el lenguaje, para la 
ciencia, no es más que un instrumento que interesa que se vuelva lo más 
transparente, lo más neutro posible, al servicio de la materia científica 
(operaciones, hipótesis, resultados) que se supone que existe fuera de él y 
que le precede: por una parte, y en principio, están los contenidos del 
mensaje cientíico, que los son todo, y, por otra parte, a continuación está 
la forma verbal que se encarga de expresar tales contenidos, y que no es 
nada” (Barthes, 1987, p. 14). Tomando en cuenta que el discurso 
científico es estrictamente limitado y preciso en sus formas de describir 
los hechos, entender el mundo, corregir errores, proponer teorías, 
formular hipótesis, controlar la verdad y demás prácticas que lo 
constituyen, existen pequeños y grandes sucesos, por nombrarlos de 
alguna forma, que no pueden entenderse, constituirse o acomodarse 
desde la lógica científica. 
Pareciera que el lenguaje para la ciencia es un mero instrumento, sin 
embargo, en otras circunstancias, el lenguaje va mucho mas allá de esta 
función, viene a conformar la esencia de la conversación, de la narración, 
de las charlas, tiene el poder de evocación que le da sentido a lo que 
vivimos, sentimos y experimentamos. 
 
Ante esta problemática, ha sido necesario construir formas alternas 
de aproximación que permitan, con la misma validez, abrir puertas y 
posibilidades. Para esta tesis, la alternativa se llama PsicologíaNarrativa, entendiéndola como forma de pensamiento y expresión de la 
visión del mundo. Para la tristeza, ésta misma alternativa se encuentre 
quizá más cerca de lo que uno espera, tan cerca que algunas veces 
pueda llegar a sentirse. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
1. Cabe la posibilidad... 
 
Comencemos por comprender el interés de realizar una narración de la 
tristeza, resulta necesario entender los motivos y explicar las razones, 
sobre todo cuando éste pretende ser un proyecto implicado o 
involucrado con nuevas formas de aproximación a los sentimientos, en 
especial a la tristeza. 
 
Han existido diferentes caminos o formas de entender y percibir 
la vida afectiva. De acuerdo con las intenciones de la psicología 
tradicional del siglo XX, la tristeza ha representado, según algunos 
teóricos, uno de ocho sentimientos o mejor dicho emociones básicas1, 
pobremente reducida a un marbete que funciona perfectamente para 
definir sus características y manifestaciones. La clasificación de las 
emociones determinada a partir de conceptos como duración e 
intensidad, ha permitido la inclusión de tantas emociones, 
sentimientos, pasiones, estados de ánimo o todo aquello que entre en el 
marco de vida afectiva. La diversidad en las formas de nombrar y 
organizar los sentimientos simboliza la angustiosa necesidad de la 
psicología por definir y concederse el control sobre todo lo que respecta 
al ser humano, aunque el tema parezca difícil y poco emparejable a su 
sistema de análisis y estudio, los sentimientos han sido abordados 
desde una visión reduccionista, con matices fisiológicos y descriptivos, 
alejados de su realidad, tratados como objetos mesurables, insertados 
en una lógica conceptual, definidos por la psicología hasta en sus 
formas y manifestaciones patológicas. Pareciera un trayecto fácil, quede 
claro que no se menosprecia el trabajo organizativo y explicativo, 
generado alrededor del tema. En cierta medida ha representado la 
 
1 Tal es el caso de Robert Plutchik (1987) quien identificó y clasificó las emociones. En 1980 propuso 
que los animales y los seres humanos experimentaban ocho categorías básicas: temor, sorpresa, tristeza, 
disgusto, ira, esperanza, alegría y aceptación. Incluso existe un modelo en el que están representadas por 
categorías, donde cada una de ellas puede variar de intensidad y hasta combinarse o mezclarse para dar 
origen a otra emoción. Dicho modelo tridimensional representa hacia bajo las emociones menos 
perceptibles puesto que son de menor intensidad, por tanto indistinguibles. Hacia arriba la máxima 
intensidad, las que están bien diferenciadas (Morris, 1992). 
manera de entender, analizar y estudiar la vida afectiva, influenciando 
así mismo la forma de construir conocimiento al respecto. 
 
Al mismo tiempo resulta interesante aceptar que existen los 
contrarios, las diferencias, lo bueno y malo... es decir este pensamiento 
dual del que somos partícipes cotidianamente. De tal forma, podemos 
situarnos en una u otra orilla del río. Podemos construir un camino o 
puente que nos lleve al otro lado, es más podemos dejarnos llevar por la 
corriente, quedarnos en-el-río, dejando atrás todo lo que no nos 
interesa más, lo que no sirve, lo que no satisface, lo que no se conoce y 
se construye a partir de lo conocido, eso sí siempre pensando en las 
posibilidades abiertas y probables que permitan proyectar un sentido, 
una dirección, una alternativa. En cierta forma de esto se trata esta 
tesis. 
 
En tanto podamos construir estas posibilidades, será necesario, 
por el momento, enfocarnos en la tradición psicológica, esto es, echar 
una mirada hacia atrás, hacia lo conocido y trabajado, que 
necesariamente está presente desde el instante en que pensamos en 
una propuesta alternativa. 
 
Antes de introducirnos en los antecedentes, es decir en la forma 
de aproximación a la vida afectiva, es importante mencionar la 
influencia del psicólogo Jerome Bruner quien en su propuesta teórica 
llamada Psicología Popular introduce un elemento el cual será básico 
para este trabajo de investigación: la narrativa. Este concepto 
relativamente nuevo para la psicología representa desde una mirada 
impaciente, una vía de aproximación a los sentimientos, más 
específicamente a la tristeza. Desde esta postura podríamos situar a 
esta última, como una forma de ruptura y desequilibrio de lo 
establecido en la vida cotidiana, la cual obstinadamente anda siempre 
tras los huesos de la felicidad y la dicha. Demos cuenta entonces de la 
tristeza a partir de narraciones acerquémonos a la tristeza que se 
cuenta, la que nos recuerda las lágrimas, los días grises y los 
sinsabores. Quede claro que no se buscan definiciones veraces, la idea 
no es delimitar el significado, la idea es conocer lo que se cuenta de ella, 
situarnos en el punto más cercano y esto no es sólo por capricho, 
sencillamente representa una forma distinta de aproximación a la vida 
afectiva. Por suerte la tristeza no se ha quedado objetivada para el resto 
de sus días. 
 
 
1.1 Pastillas para no soñar 
 
 
La ciencia no me interesa, 
ignora el sueño, el azar, la risa, 
el sentimiento y la contradicción 
cosas que me son preciosas. 
Luis Buñuel 
 
 
Con el paso del tiempo, tantas y tantas ideas se han generado alrededor 
del tema de los sentimientos, como tantas formas de pensamiento han 
existido en la historia de la humanidad. Dice Agnes Heller (1999, p.7): 
Hay teoría de los sentimientos desde que existe pensamiento teórico. 
 
El tema no ha sido fácil sobre todo cuando no embona ni encaja 
perfectamente en el rompecabezas de la nueva psicología del siglo XX, 
esa entendida en términos cognitivos, conductuales y fisiológicos, 
principalmente preocupada por pertenecer a la tan ambicionada élite 
científica. Uno no puede guiarse por sus sentimientos frase 
innumerablemente escuchada y aceptada como un estándar en la vida 
cotidiana, como un consejo de vida, necesaria para andar por el mundo 
sin tropezones sentimentales, una verdad a ciegas. ¿Qué tienen los 
sentimientos de desconfiables?, ¿por qué no podemos darles rienda 
suelta? Por desgracia e inevitablemente están condenados a una eterna 
lucha contra la razón. Vaya enemigo tan elegante y educado, persistente 
y obstinado, es un hecho que estamos en desventaja. Si bien es cierto 
que la dichosa frase vincula al sentido común y al pensamiento 
científico, genera y ha generado el clima y las condiciones perfectas 
para entender la tristeza desde un test, un cuestionario, una definición, 
desde la depresión y hasta de un Manual Diagnóstico y Estadístico de 
los Trastornos Mentales -DSM IV-. Integrar los sentimientos o las 
emociones a esta problemática nos permite vislumbrar los límites y 
carencias de una postura teórica, postura a la que finalmente no le ha 
costado mucho trabajo instalarse y adaptarse a las exigencias 
científicas, ya que ha generado formas de aproximación paralelas a sus 
necesidades. 
 
 
1.2 James y la primera teoría moderna 
 
 
En psicología, el tema de los sentimientos y emociones, conceptos 
ligeramente diferenciados, veremos más tarde por qué, ha generado 
teorías que representan el trayecto y la dirección que han tomado las 
versiones oficiales, y por tanto resulta necesario rastrear los 
antecedentes para poder analizar histórica y contextualmente las 
diferencias. De tal forma representan puntos de partida para el análisis 
de nuevas y modernas teorías. Entre las más reconocidas e 
institucionalizadas tenemos la teoría de James-Lange (1880), adornada 
como la primera teoría moderna de los sentimientos y vigente hasta el 
primer cuarto del siglo XX. William James (1842-1910) en la década de 
1880 y casi por la misma época un psicólogo danés, Carl Lange, 
llegaron a conclusiones muy parecidas. Los sentimientos son el 
resultadode estímulos externos que provocan cambios fisiológicos en el 
cuerpo (Morris, 1987). La tan mencionada y cuestionada frase o fórmula 
del psicólogo W. James (en: Calhoun y Solomon, 1996, p. 140), no 
lloramos porque estamos tristes, sino que estamos tristes porque 
lloramos, representaba el valor que se le daba a los procesos 
individuales y fisiológicos del ser humano y sobre todo la importancia 
de la biología como factor determinante de la naturaleza humana. En 
palabras del propio autor: Los cambios corporales siguen directamente a 
la percepción del hecho existente, y que nuestro sentimiento de esos 
cambios a medida que ocurren es la emoción (1996, p. 143). Para esta 
teoría tanto cambios fisiológicos como sentimientos suceden en forma 
instantánea y de manera automática o refleja. Uno a consecuencia de 
otro. Una de las ideas más defendidas por W. James consistía en 
otorgarle vital importancia a lo sentido interiormente, afirmaba que la 
emoción separada del cuerpo era inconcebible e inexistente2, los 
cambios corporales seguidos de la percepción provocaban 
irremediablemente un sentimiento o emoción, ambos procesos 
resultaban necesarios e indispensables para sentir. Si imaginamos 
alguna emoción intensa y luego tratamos de quitarle de nuestra 
conciencia todos los sentimientos de sus síntomas corporales 
característicos, encontramos que no nos queda nada, ningún “material 
mental” a partir del cual se pueda constituir la emoción y que todo lo que 
queda es un estado frío y neutral de percepción intelectual (1996, p. 
147). Para James resultaba imposible imaginar un sentimiento como la 
ira sin las manifestaciones corporales correspondientes, es decir, piel de 
gallina, enrojecimiento del rostro, dientes apretados o dilatación de 
fosas nasales, extraño era también imaginarla bajo otras condiciones 
corporales, es decir, cuerpo relajado, mirada somnolienta, sonrisa de 
oreja a oreja, etc. 
 
James tenía las intenciones de aplicar su teoría sólo en aquellas 
emociones bien definidas por sus cambios corporales, problema que ya 
detectaba al enfrentarse con una amplia gama de emociones y cantidad 
 
2 Un dato demasiado notorio para necesitar pruebas es que los latidos del corazón y el ritmo de la 
respiración desempeñan un papel importante en absolutamente todas las emociones. Algo que se destaca 
igualmente pero que tiene menos probabilidades de que se le reconozca a menos que alguien nos lo haga 
notar, es la continua cooperación de los músculos voluntarios en nuestros estados emocionales (James, 
en: Calhoun y Solomon, 1996, p. 145). 
de reacciones corporales. ¿Cómo sería posible entonces identificar para 
cada reacción fisiológica una emoción específica? Por ejemplo: altas 
frecuencias en el pulso están relacionadas con muchas emociones 
intensas. ¿Dónde quedan los estados corporales bien diferenciados para 
cada emoción? 
 
Pregunta difícil de contestar… los teóricos de aquel entonces ya 
pensaban en los problemas y limitantes que todo esto acarreaba. 
¿Cómo iba a explicar la psicología distinciones y diferencias entre las 
emociones? Una propuesta nueva tendría que surgir. Pero sin 
adelantarnos, es necesario mencionar que para finales del siglo XIX, la 
teoría James-Lange demostraba y reconocía que el sentimiento no era 
sólo la experiencia mental sino también la de las alteraciones que el 
sujeto percibe en el resto de su organismo (Castilla del Pino, 2000, p. 
23). 
 
A pesar de estos detalles es interesante como William James se 
percataba y planteaba la necesidad de un estudio de las emociones con 
una lógica distinta. A finales de siglo antepasado la Psicología empírica 
tan sólo trabajaba con dos aspectos cerebrales o mentales dignos de 
estudio e investigación: sensorial y motor o percepción y volición. La 
esfera estética de la mente como la llamaba James, esa de emociones, 
sentimientos, anhelos, placeres y dolores estaba abandonada e ignorada 
por la psicología dominante. Hecho que reprobaba irónicamente 
entre la comunidad 
 
 
científica3. Otro punto a favor del Sr. James fue el de tomar, desde su 
perspectiva, el contexto social como determinante en la aparición de 
 
3 Si le preguntáramos al doctor Ferreiro o al doctor Munk si podrían hacer una teoría en términos de la 
esfera estética que hemos mencionado, posiblemente contestarían que hasta el momento no se habían 
puesto a pensar en ese tema, o que encontraron tan difícil hacer distintas hipótesis al respecto que lo 
habían dejado entre los problemas del futuro, y que se ocuparían de él sólo después de que los problemas 
más simples del presente hubieran quedado definitivamente resueltos. (James, en: Calhoun y Solomon, 
1996, p. 142). 
cambios corporales: La mayor parte de los objetos de las emociones de 
los hombres civilizados son cosas a las cuales sería absurdo suponer que 
está adaptado, en forma innata, su sistema nervioso. La mayor parte de 
los sucesos vergonzosos y muchos insultos son puramente 
convencionales, y varían con el ambiente social. Lo mismo se puede decir 
de muchos motivos de temor y de deseo, y de muchos motivos de 
melancolía y lamentación. Por lo menos, en esos casos, pareciera que las 
ideas de vergüenza, deseo, arrepentimiento, etcétera, deben primero 
haber estado ligadas por la educación y la asociación a estos objetos 
convencionales antes de que sea posible provocar los cambios corporales 
(James, en: Calhoun y Solomon, 1996, p. 148). La importancia de los 
otros, de una sociedad o del ambiente y los congéneres como los 
llamaba James, justificaba las formas de expresar una emoción de 
algún hecho percibido. De tal forma sentir vergüenza, indignación o 
temor dependía de la percepción de los otros y la conciencia de uno 
mismo ante este proceso. 
 
Para dar término a las emociones desde la esfera de William 
James me gustaría cerrar con una cita la cual además de peculiar me 
parece muy representativa de toda su teoría. 
 
 
…Un objeto cae en un órgano sensorial y es 
percibido por el centro cortical apropiado; o 
bien este último, excitado en alguna otra 
forma, da lugar a una idea del mismo objeto. 
Con la rapidez de un rayo, las corrientes 
reflejas pasan a través de sus canales 
preordenados, modifican la condición del 
músculo, la piel y la víscera; y estas 
modificaciones, percibidas como el objeto 
original en otras tantas porciones específicas 
de la corteza, se combinan con ella en la 
conciencia y la transforman de un objeto 
simplemente captado en un objeto sentido 
emocionalmente (James, en: Calhoun y 
Solomon, 1996, p. 156). 
 
 
Dependiendo del punto donde uno se ubique, toda la atmósfera 
James resulta difícil de etiquetar, al ser ubicada como la primera teoría 
de las emociones representa sólo eso en Psicología, una teoría en la 
historia y recuento de las teorías. Pero su propuesta y análisis va 
mucho más allá de la poca consideración que se le tiene. 
 
 
1.3 Cannon y el cumplimiento del saber científico 
 
 
Recordando cuál era el objetivo principal, tiempo después, surge la 
teoría Cannon-Bard (1927), ambos teóricos ya influenciados por el 
pensamiento dominante de la década de los 20´s y 30´s, arrastraron 
hasta el rincón de las versiones oficiales rebasadas por nuevas y frescas 
ideas, la propuesta James-Lange. Walter B. Cannon (1871-1945) 
demostraba las limitaciones y carencias de la teoría endeblemente 
vigente, la introducción de diferentes elementos, representaba un vuelco 
en la forma de entender y concebir los procesos internos, entendiendo 
los sentimientos como parte de este sistema. Las emociones y las 
respuestas corporales ocurren simultáneamente, no en sucesión 
(Morris, 1987). Los impulsos serían enviados simultáneamente a la 
corteza cerebral y al sistema nervioso periférico.Así pues, la reacción al 
estímulo y la emoción se sienten al mismo tiempo, pero de modo 
independiente. Sencillo: la experiencia de una emoción ocurre 
simultáneamente con los cambios biológicos. Tal parece que no 
persigue el hilo negro, tampoco responde a sus preguntas, pero eso sí 
renueva la teoría. 
 
W. B. Cannon, destacado fisiólogo norteamericano especializado 
en el tracto intestinal, fue seducido, vaya uno a saber por qué razones4, 
por el tema de las emociones ya trabajado por James. Obviamente con 
una formación tan especializada en la fisiología, Cannon cumplía con la 
curiosidad de demostrar verazmente, con elementos de laboratorio y 
médicos, la teoría de James-Lange. Si bien es cierto que los estudios 
de W. James comenzaron en la facultad de Medicina de Harvard por ahí 
del año de 1873, terminó siendo mejor psicólogo y filósofo, publicando 
una de sus obras más conocidas Principios de Psicología y dando clases 
en la misma universidad de filosofía, interesado en la ética, religión y 
epistemología, fue una de las figuras centrales en el movimiento 
filosófico norteamericano conocido como pragmatismo5. Con esta carta 
de presentación era obvio que a James no le interesaba recluirse en 
salones de laboratorio, ni buscar sus respuestas aterrizadas en un corte 
transversal de médula espinal y de nervio vago de perros con la 
finalidad de destruir toda conexión entre cerebro y vísceras, es decir, 
corazón, pulmones estómago e intestinos. El problema o llamémoslo 
desventaja fue la intención de un colega fisiólogo, al que si le interesaba 
saber con hechos la relación entre las respuestas corporales y las 
emociones. Fue así como W. B. Cannon junto con otros 
participantes, fisiólogos también, 
comenzaron a investigar experimentalmente con perros y gatos6. 
Después de cuatro años de trabajo e investigación, recluidos en el 
 
4 Quizá el estudio en la relación entre cambios corporales y el hambre no fue suficiente, se interesó 
también en emociones intensas como el dolor, temor y rabia. 
5 El término fue introducido en filosofía en 1898 por una relación que W. James hiciera a la California 
Union, en la que James se refirió a la doctrina expuesta por Peirce en un ensayo de 1878 intitulado 
“Cómo hacer claras nuestras ideas”. Algunos años más tarde Peirce declaró haber inventado el nombre 
pragmatismo para la teoría que enuncia que “una concepción o sea el significado racional de una 
palabra o de otra expresión, consiste exclusivamente en su alcance concebible sobre la conducta de la 
vida” (Abbagnano, 2004, p. 845). 
6 Nota tomada de: Cambios corporales en el dolor, hambre, temor y cólera por W. B. Cannon: 
Recientemente Lewis, Britton y este autor hemos logrado mantener gatos en buen estado de salud 
durante muchos meses después de quitar toda la sección simpática del sistema autonómico, la sección 
que opera bajo gran excitación. Así pues, todas las reacciones vasculares controladas por el centro 
vasomotor fueron abolidas; ya no fue posible evocar la secreción de la medula adrenal; no se pudo 
inhibir la acción del estómago y los intestinos, ni se pudo hacer que se erizaran los pelos; no se pudo 
recurrir al hígado para que liberara azúcar en el torrente sanguíneo. Estas operaciones, que provocan 
tan amplios trastornos, tuvieron poco o ningún efecto sobre las respuestas emocionales de los animales 
(Cannon, en: Calhoun y Solomon, 1996, p. 161). 
 
Laboratorio Fisiológico de Harvard, nuestro fisiólogo en cuestión 
presenta ante la alta sociedad científica de la ya citada y reconocida 
institución educativa su obra más importante: Bodily Changes in Pain, 
Hunger, Fear and Rage (Cambios corporales en el dolor, hambre, temor y 
cólera). Una buena parte del texto está destinada a comprobar la falta 
de madurez científica y experimental de sus antecesores. De hecho 
comienza con: Un examen crítico de la teoría de James-Lange de las 
emociones (Cannon, en: Calhoun y Solomon, 1996, p. 159). Podríamos 
imaginarnos entonces cuál es el ánimo y designio de la nueva propuesta 
práctica (en el sentido de praxis). Las emociones no pueden ser 
simplemente la percepción de trastornos viscerales argumentaba 
Cannon (1996), en realidad las vísceras son los órganos del cuerpo más 
lentos en la conducción de respuesta fisiológica. Con elementos una y 
otra vez comprobados, afirmaba que …los mismos cambios viscerales 
ocurren en estados emocionales muy diferentes, y en estados no 
emocionales (1996, p. 163). Por tanto la aceleración del corazón, 
contracción de las arteriolas, aumento de azúcar en la sangre, 
dilatación de las pupilas o erección de los pelos pueden ser respuestas 
ante una emoción de ira, miedo, rabia, etcétera. Su creencia se 
inclinaba a pensar que estos estados corporales estaban mayormente 
ligados con el bienestar y autopreservación del individuo. Tiene una 
nota, con un espeso lenguaje técnico, pero muy interesante a manera 
de conclusión y crítica: 
 
Los procesos que tienen lugar en los órganos 
torácicos y abdominales como consecuencia de 
la actividad simpática, son verdaderamente 
notables y variados; pero su valor para el 
organismo no consiste en añadir riqueza y 
sabor a la experiencia, sino más bien en 
adaptar la economía interna para que a pesar 
de los cambios en las circunstancias externas 
no se altere profundamente el tenor parejo de 
la vida interna (1996, p. 167). 
 
 
Independientemente de tantas refutaciones, la propuesta de W. B. 
Cannon introduce un elemento muy importante: la experiencia 
entendiéndola como proceso cognitivo. Para este autor las respuestas 
viscerales son bastante comunes en experiencias emocionales varias 
(Castilla del Pino, 2000, p. 25). Esta idea le permite desestructurar la 
primera teoría moderna de los sentimientos. 
 
 
1.4 La cognición como determinante del sentir 
 
 
En la década de los 30´s la influencia del cognoscitivismo empezaba a 
permear en las formas de construir pensamiento. De manera que no se 
está triste porque notamos los efectos de la tristeza, sino porque 
tenemos una experiencia con el objeto (personas, animales, cosas, 
consigo mismo: pensamientos, fantasías, deseos, impulsos, 
sentimientos) que nos depara tristeza. 
 
Haciendo una fusión con la teoría de Cannon, la teoría 
cognoscitiva de los sentimientos, asume que la corteza cerebral y el 
sistema nervioso periférico actúan conjuntamente para determinar las 
emociones que experimentamos (Morris, 1987). Es decir para poder 
nombrar y entender los que sentimos al momento de percibir una 
excitación difusa y general del sistema nervioso, son necesarias las 
cogniciones que nos ayudan a etiquetar las emociones o los 
sentimientos y así ubicar y precisar las exigencias o circunstancias del 
ambiente. Si el sujeto sabe del sentimiento que experimenta y nota los 
efectos de esa experiencia en el resto de su organismo, es porque 
dispone del instrumento cognitivo que hace de ese estado emocional un 
objeto (Castilla del Pino, 2000, p. 24). 
 
En definitiva el elemento cognitivo viene a estructurar la teoría y 
las ideas de la época, determina el punto de partida y la forma de 
entender al ser humano. En el terreno de los sentimientos, el 
procesamiento de información es simbólico sólo cuando interfieren 
elementos biográficos que determinan la connotación de cierta 
experiencia emocional, es decir, regresamos el cassette para entender, 
clasificar y nombrar nuestras emociones a partir de nuestros 
antecedentes. La memoria juega un papel muy importante puesto que 
rectifica el proceso de almacenamiento de nuestras experiencias 
emocionales. 
 
En la actualidad la mayor parte de las ideas y conceptos no han 
podido escapar de la tradición psicológica dominante, la influencia de 
factores como adaptación y reacciones fisiológicas, siguen 
representando una constante,un valor no intercambiable, un sello 
indiscutiblemente cuestionado, de tal forma no podemos concebir 
emociones sin procesos internos, sin neurotransmisores, sin altas 
frecuencias cardiacas, sin dilatación pupilar, respiración agitada, sin 
secreciones glandulares, sin procesos galvanizadores o como quien dice 
piel de gallina. Existe una clara distinción entre sentimientos y 
emociones, eso sí no confundamos, aunque a la hora de la hora uno no 
pueda distinguir entre un sentimiento de ira y una emoción iracunda, 
no es la misma cosa, para la psicología las emociones representan 
estados anímicos, poco duraderos, reactivos a estímulos internos o 
externos acompañados de actividad orgánica innata, son una 
combinación compleja de aspectos fisiológicos, sociales y psicológicos. 
Son todo un estuche de monerías, también tienen una función 
adaptativa. La tristeza por ejemplo, nos motiva hacia una nueva 
reintegración personal. 
 
Pero no todo es tan lindo, también poseen problemas 
existenciales, el mundo de las emociones ha sido considerado siempre 
conflictivo, crea dos tipos de problemas: el conflicto del predominio 
entre ellas y la discordancia de ellas y la razón. Tanto da este tema que 
hasta los especialistas han creado manuales para el control de las 
emociones. En cambio los sentimientos, pareciera que son el último 
recurso, cuando se duda del alcance de la inteligencia y la voluntad, 
nos quedan los sentimientos. Existen opiniones y definiciones un poco 
vagas, quizá redundantes o tautológicas. Me queda claro que representa 
un tema más difícil, son tan endebles las ideas generadas alrededor de 
los sentimientos, tal parece que no ha funcionado esta forma de 
aproximarse, tan reduccionista y simplista que remiten una cantidad de 
dudas de manera sorprendente. Desde una perspectiva diferente, uno 
se pregunta cómo le hace la psicología para entender sus propuestas, 
cómo es que puede diferenciar sentimientos negativos y positivos, 
profundos y duraderos de superficiales o intercambiables. Pretende 
mostrar diferencias que le permiten definir unos conceptos de otros, 
que curiosamente han sido modificados con el tiempo, como si las 
palabras fueran insuficientes. De tal forma dejando más claro el 
asunto, pretende darle punto final y sin vuelta de hoja. La definición 
contemporánea de sentimientos es un claro ejemplo: Conjunto o 
repertorio de estados sentimentales de que puede disponer un sujeto 
situado en las más diversas relaciones con personas, animales, cosas, 
situaciones. Alguien tiene buenos y/o malos sentimientos. Puede usarse 
como sinónimo de afectos... El sentimiento, al ser de menos intensidad 
que la emoción, es experimentado por el sujeto como algo que le acontece 
exclusivamente en el plano de él mismo como sujeto, más concretamente 
en el nivel anímico (Castilla del Pino, 2000, p. 346). Si a la psicología le 
concierne, valdría la pena echarse el volado y entender que uno no 
puede medir los sentimientos con la misma vara con la que mide el 
tiempo de reacción ante un estímulo externo determinado. No todo se 
corta con la misma tijera. Es más, aquí los milisegundos, segundos y 
minutos no sirven. ¿Qué verdadera relevancia tiene la temporalidad? 
Creo que aquí no queda más que aplicar el sistema de la margarita, me 
quiere no me quiere, me sirve no me sirve. Afortunadamente esta 
historia no termina en punto final, sino, en puntos suspensivos. 
 
 
1.5 La historia continúa (no todo está perdido) 
 
 
La capacidad que tienen las teorías para contrarrestarse, para 
debilitarse a causa de peros y limitaciones, la necesidad que tienen de 
complementarse y la cosquillita interna de algunos personajes teóricos 
de dar nuevas propuestas a partir de ellas, representa el punto de 
partida de este apartado. Han existido siempre pequeñas luces en la 
penumbra, desbalances en lo acordado, contrapropuestas teóricas que 
por el momento y en este momento nos ocupan. En la historia de las 
versiones oficiales, esas que todo el mundo conoce y curiosamente las 
de muy fácil acceso, encontramos siempre lo que puede ser diferente, lo 
que puede no ser. Tal es el caso de la Psicología dominante y lo 
concerniente al tema de los sentimientos. A pesar de seguir caminando 
arrastrando la tradición como un pesado costal de piedras, existen 
lugares donde uno puede detenerse y liberarse un poco de las ideas 
institucionalizadas, es decir, encontrarse con versiones diferentes que 
algunas veces encajan mucho mejor en nuestro esquema inconcluso, 
insatisfecho o hueco... 
Identificar nuevos campos de investigación en el terreno de los 
sentimientos y emociones simboliza que existen necesidades teóricas de 
complemento y mediación. Al definir una nueva psicología de las 
emociones, el primer paso consiste en tener en cuenta no sólo que se filtra 
en la conciencia a partir de las perturbaciones físicas del cuerpo como 
una hipertensión, una hinchazón excesiva de los conductos lacrimógenos, 
etcétera, -la contribución de la fisiología-, sino también la contribución del 
mundo social a través de las prácticas lingüísticas y los juicios morales 
por medio de los cuales los sentimientos son interpretados como 
emociones (Harré, Clarke, De Carlo, 1989, p. 135). Esta cita nos permite 
dar cuenta de las nuevas intenciones de una nueva psicología, tomar en 
cuenta el estado del mundo como diría Bruner (1991), el seno social 
como argumenta Gergen (1996), la cultura, las negociaciones sociales, 
los significados compartidos y comunitarios, permiten argumentar una 
visión mucho más amplia. Aceptar que no sólo la fisiología representa el 
centro y punto de partida en el estudio de las emociones ha permitido 
poner en duda ideas generadas como las del ya mencionado R. Plutchik, 
quien en sus intentos por encontrar un pequeño número de emociones 
universales o básicas ha dejado abierta la posibilidad de hacer un trato 
y cohesionar argumentos que no habían sido tomados en cuenta, tal es 
el caso del aspecto social, colectivo, contextual. La “nueva psicología” de 
las emociones constituye un caso especial de la idea de observar lo que 
pasa en el mundo social y colectivo para encontrar algún tipo de guía 
acerca de lo que sucede en la esfera de las actividades personales 
ocultas, como el experimentar una emoción (Harré, Clarke, De Carlo, 
1989, p. 136). Cabe la posibilidad de argumentar que los sentimientos 
y emociones por su cualidad de interpretación son propiamente 
humanos, por tanto nada nos puede hacer reír o llorar por si mismo, la 
colectividad exige unas formas de entender la realidad y luego entonces 
nos permite sentir de determinadas maneras, es decir reímos o lloramos 
por y en determinadas circunstancias. Para Fernández los afectos, los 
sentimientos, las pasiones, en fin esos mares de magma que se revuelven 
intramuros y se palpan con el revés de la piel, y que parecen tan propios, 
tan privativos, tan espontáneos que nadie puede mandar sobre ellos, 
están, sin embargo, dictados por el pensamiento de la colectividad, por la 
cultura sentimental de la sociedad (1994, p. 92). 
 
Este tipo de argumentos en los que se pensaba a la colectividad, 
sociedad o cultura como elementos importantes para colocar los 
sentimientos y emociones en otro plano, en otra perspectiva o desde 
otro punto de partida, generaban ideas que a mediados del siglo XX 
conformaban buenas y diferentes intenciones en la forma de 
aproximación teórica. Para ser un poquito más exactos en el año de 
1945, a la par de las teorías cognitivas de las emociones, la Psicología 
Colectiva de Charles Blondel postulaba que los afectos más que ser 
procesos internos eran en realidad fenómenos colectivos, era claro que 
existía en este autor una mirada diferente para comprender la vida 
afectiva. De tal forma ya se podía en aquel entonces, hablar de 
emociones y sentimientos sin que forzosa o necesariamentelos términos 
fisiológicos predominaran e intervinieran en la charla intelectual. 
Blondel (1945) le proporciona un gran peso a la colectividad como 
determinante en la forma de sentir, interpretar y manifestar los 
sentimientos. Atiende la problemática de encasillar la vida afectiva 
dentro de los marcos de la ciencia natural. Nos dice al respecto: La vida 
afectiva sería, pues, lo que hay de más necesaria e inexorablemente 
subjetivo en nosotros. Todo esfuerzo para hacer en ella un objeto 
asimilable a los otros, para plegarla a las distinciones, abstracciones, 
generalizaciones y clasificaciones indispensables a una ciencia natural, 
alteraría sin remedio el carácter único e incomparable de las 
manifestaciones que son exclusivamente nuestras y que no son jamás 
dos veces (Blondel, 1945, p. 179). Esta idea representa claramente las 
limitaciones de una psicología tradicional contemporánea que 
pobremente se ha aproximado al tormentoso tema de los sentimientos, 
una idea que genera expectativas desde el momento en que se piensa 
como alternativa y propuesta teórica, concediendo los espacios y formas 
de continuar entendiendo y negociando desde una mirada diferente la 
vida afectiva. 
 
 Continuando con Blondel, los estados afectivos constituyen 
formas inesperadas, fenómenos espontáneos, involucrados 
directamente con la experiencia, no con el pensamiento, los afectos se 
viven, no se piensan (1945). Todo aquello que los acompaña en formas 
de expresión y manifestación como son las reacciones fisiológicas u 
orgánicas, constituyen únicamente su apariencia. De tal forma la 
dilatación pupilar, altas frecuencias cardiacas, respiración agitada, 
etcétera, no representan por si mismas emociones o sentimientos, tan 
sólo simbolizan lo que parece ser, lo que algunas veces puede ser 
observable y/o medible, lo individual, ...pues percibimos todos en común 
los mismos objetos exteriores, mas quedamos siempre inexorablemente 
solos para sentir en el interior el juego de nuestros órganos (1945, p. 
178). Pero no debemos olvidar que lo comunicable entre las conciencias 
individuales es común, (común al ser transmitido), y al afirmar que los 
sentimientos son más contagiosos que las ideas, tienen la necesidad 
de contarse, saber que son eminentemente comunicables y que no sólo se 
comunican, sino que para desarrollarse, e incluso para ser, tienen 
necesidad de comunicarse (1945, p. 180). Para contar la vida afectiva 
uno debe jugar con las palabras puesto que nunca existen las palabras 
exactas o correctas, siempre es difícil de explicar, a la hora de la verdad 
pareciera que nuestro vocabulario es tan reducido que resulta 
complicado hablar de ello, tal vez buscar explicaciones es el paso 
incorrecto. Explicar o entender son verbos que no pueden conjugarse 
con los sentimientos, pero la afanosa intención del ser humano y hasta 
de su ciencia de trasladar lo más posible al mundo de la razón ha 
dejado coartada la intención de abrir posibilidades en el estudio de la 
vida afectiva. 
 
 Si bien es cierto que los sentimientos necesitan de un medio 
social para ser, puesto que son en nosotros no solamente lo que son por 
nosotros, sino por lo que son en los otros (1945, p. 182)), obligado es 
también pensar que el sentir, interpretar y manifestar se encuentran 
determinados por el seno social. Junto con estas formas caprichosas 
encontramos también que la vida afectiva gusta y necesita ser 
aprobada, compartida, negociada en una comunión afectiva, es 
menester la nomenclatura en los sentimientos. Ser nombrados 
involucra dos cuestiones interesantes. a) Los marcos de referencia 
(Blondel, 1945) y b) el silencio de los sentimientos (Fernández, 2000). 
 
a) Todo aquello que pueda entenderse, sentirse y nombrarse de 
determinadas formas estará definido por marcos de interpretación o de 
referencia, todo lo que pueda establecerse como formas de vida afectiva 
es entendible, comprensible y válido en determinadas culturas o 
sociedades; estas formas internas que se mueven en una determinada 
región, lugar o sociedad serán inteligibles en el medio social de 
referencia, de tal forma, determinada cultura, determinadas formas. Es 
nuestro grupo quien nos impone el patrón. Estableciendo la nomenclatura 
de sus estados afectivos, el grupo está al mismo tiempo llamado a 
definirlos, a circunscribir las circunstancias en las cuales se producen, 
las reacciones que comportan, la intensidad y duración que les 
pertenecen (Blondel, 1945, p. 185). Abrir la posibilidad de poder 
encontrar términos que refieran algo distinto a nuestro código afectivo, 
implica una problemática tremenda para la psicología, ya que se ha 
preocupado y encargado de definir los sentimientos, estudiarlos e 
incluso clasificarlos a partir del concepto que delimitan; el problema 
radica en que no en todas las sociedades sus esquemas puedan 
significar lo mismo, por tanto uno tendría que hacer psicología de las 
emociones dependiendo del lugar en el que se encuentre. El sentido 
común de la psicología la ha llevado a pensar que existe un sistema 
general o universal para las emociones, que sólo existen verdes y 
amarillas, rojas o azules pero nunca medias tintas, que significan o han 
significado lo mismo aquí y en China, hoy, mañana y desde el siglo 
antepasado, lo cual nos indica que no se ha detenido a escuchar con 
atención, las mil y una formas de afectividad que transcurren entre 
gritos, lágrimas, risas y murmullos, tantas y tantas formas ya sea de 
sentir, nombrar e interpretar que inútilmente cabrían en el mundo de 
la clasificación y definición declaradas por la psicología. Cabe la 
posibilidad de equivocarse cuando no se toma en cuenta el estado del 
mundo, es decir el aspecto social de los sentimientos. 
 
 Uno de los problemas al cual nos enfrentamos representa el uso de 
la terminología que dudosamente establece diferencias entre 
sentimientos, emociones, afectos, pasiones, etcétera. ¿Resultará 
determinante para la tristeza diferenciarse entre emoción, sentimiento, 
estado de ánimo?, tal parece que en nada le afecta sentirse de una u 
otra forma. Ante la problemática de los conceptos, existe una cita de 
Fernández que declara esta situación con una respetable ironía: 
 
 
 ...de los demás términos afectivos como 
pasión, sentimiento, ánimo, emoción sensación, los 
cuales no son tan específicos, ya que son en realidad 
intercambiables, a veces como sinónimos y otras no, 
tal y como se usan normalmente en lenguaje 
cotidiano, donde a veces decimos “sensación” y otras 
“emoción”, y nunca nos equivocamos; quienes se 
equivocan son los científicos que los clasifican 
(Fernández, 2000, p. 14). 
 
 
b) Cuando se habla de sentimientos y de la necesidad de jugar 
con las palabras porque pareciera que no existen las suficientes, podría 
deducirse entonces que la afectividad es silencio (Fernández, 2000). Lo 
que siente no se puede decir y lo que se dice no es lo que se siente 
(Fernández, 2004, p. 19). No existe una traducción al exterior. Es por 
ello que existen frases recurrentes en el momento que nos toca hablar 
de lo que sentimos y efectivamente no salen las palabras, no podemos 
explicarlo. Es una maraña de sentimientos combinada con la imperiosa 
necesidad de manifestarlo, revuelta con la imposibilidad de llevarlo 
todo hacia fuera, ya sea fuera de las entrañas, del corazón, de la 
cabeza, del estómago. De tal forma el nudo en la garganta, las 
mariposas en el estómago y los pasos en la azotea representan recursos 
del lenguaje que simbolizan dentro de un marco de interpretación 
tristeza, desesperación, nervios, miedo, amenaza, etcétera, y aunque 
simbolizan en las ideas y convenciones de una sociedad, tampoco son 
en sí sentimientos, sólo sus formas curiosas de entender que algo 
sucede y nos afecta, que no existen literalmente las mariposas 
revoloteando en el estómago,ni tampoco un nudo en la garganta que 
apenas nos permite tragar los sinsabores de la vida, donde apenas cabe 
un huequito de esperanza. 
 
Mucho más allá, fuera de la racionalidad se encuentra instalada 
la vida afectiva, esa que no se piensa, esa que nos anuncia un 
desbalance, esa que nos deja sobre la cuerda floja, que nos revuelca sin 
palabras, sin justificaciones, una sacudida de la realidad diría 
Fernández (2000), sentir es lo inefable, lo que no se puede decir sólo se 
puede sentir... Los pensamientos que no pueden pensar se llaman 
sentimientos, los sentimientos no están metidos en las cajas de las 
palabras (p. 23). Uno de los graves errores de la Psicología tradicional, 
ha sido pensar que puede definir y clasificar los sentimientos como si 
fueran objetos o hechos concretos. Imaginando o suponiendo que las 
limitaciones de un diccionario al conceptuar y definir pongamos la 
tristeza, representan la falta de sensatez de las palabras y de los 
expertos que según sus lineamientos, negociaciones, conocimientos y 
conclusiones pueden legitimar una definición como esta: 
tristeza: desabrimiento, inquietud o congoja de 
la voluntad, que aprehende algún objeto 
contrario a su deseo, con aversión insuficiente 
para resistirle y causa pesar, aflicción y 
tormento 7. 
 
 
A la hora de sentirnos involucrados y envueltos en un halo de 
melancólica tristeza como dice la canción, no recurrimos al diccionario 
para comprobar si lo que sentimos es real y concuerda con lo 
establecido. Aunque así fuera, obviamente por módicas razones la 
conclusión podría ser un gran signo de interrogación. Por suerte estas 
cosas en la vida cotidiana no suceden, por desgracia así funcionan en el 
ámbito científico. El silencio de los sentimientos, este asunto de no 
tener palabras para expresarlo, representan formas más respetables 
que la manía clasificatoria (Fernández, 2000) con la que se conduce la 
tradición psicológica. De tal forma, insolentes las intenciones de 
 
7 Definición del año 1963 obtenida de: Diccionario de la Real Academia Española. Diccionario de 
autoridades. Madrid: Gredos, la cual constata la vaguedad del concepto. 
delimitar y definir, de encajarlos en una lógica conductual, de 
entenderlos desde su pesada carga neurofisiológica, ha dejado a los 
sentimientos en medio de un desconsolado infortunio, flotando en la 
inmensidad de la duda sobre un gélido pedazo de hielo, frío como un 
cuarto oscuro o como un sótano por el que se filtra un hilo de luz, 
esperando que en algún momento se convierta en una luz abrasadora, 
deslumbrante que los saque del hueco y la penumbra y al fin renueve 
su camino. Todo esto no significa más que la falta de mesura ante la 
realidad afectiva. 
 
 
Tanto en los discursos sentimentales como en 
las teorías de las emociones, los 
sentimientos precisos dependen solamente del 
nombre que reciban y del discurso al que se 
les hace entrar al darles nombre. Pero hay una 
objeción muy simple: lo que se está sintiendo 
es otra cosa (Fernández, 2000, p. 21). 
 
 
1.6 Las palabras nunca expresan demasiado bien los 
sentimientos… 
 
 
Cuando uno piensa que la problemática puede quedarse sólo ahí, en 
ese insensato y rudo trato que se le ha dado a los sentimientos, 
abandonándolos a la suerte del mejor postor, resulta que si uno 
profundiza más en el problema encuentra razones de mayor peso para 
pensar y seguir afirmando que el camino tomado ha sido el incorrecto. 
Es decir, al ser los sentimientos incorporados dentro del pensamiento 
científico, analizados y pensados con palabras, compartiendo la forma 
del lenguaje, entendiéndolos desde lo lingüístico, como dice Fernández 
(2000): ese discurso al que se les hace entrar al darles nombre, quedan 
condenados a la lógica de los significados discursivos (Langer, en: 
Fernández, 2001, p. 364): lineales, separados, sucesivos y secuenciales, 
justo como las palabras. Aptos para contener objetos con las mismas 
características: lineales, separados, sucesivos y secuenciales. Objetos 
que no cumplan con estos requisitos no son aceptados en el lenguaje ni 
en el pensamiento, simplemente porque no coinciden o concuerdan sus 
formas. 
 
Las palabras poseen un orden lineal, separado y sucesivo; se 
engarzan una tras otra como cuentas de rosario. No podemos hablar con 
manojos simultáneos de nombres (Langer, en: Fernández 2001, p. 365). 
A esta propiedad del simbolismo verbal se le denomina discursividad: 
debido a ella, sólo es posible expresar con palabras los pensamientos 
que pueden distribuirse en ese orden peculiar: cualquier idea que no se 
preste a esa proyección es inefable, incomunicable por medio de palabras 
(p. 365). Cabe notar que los sentimientos no debieran ni como remota 
idea, coincidir con esta forma discursiva (no son lineales, separados ni 
sucesivos), claramente no comparten la misma estructura, son otra 
cosa, no pueden estar puestos sólo en palabras, existen demás 
elementos que conforman su alógica, por no decir lógica, término que 
pertenece a la razón, son imágenes y formas. No comparten los modos 
del pensamiento racional, lógico y científico, con esto se reivindica la 
idea del silencio de los sentimientos, y aunque difícilmente la lógica de 
las palabras tiene muy poco que compartirle a la de los sentimientos 
(estética), ineludiblemente ha encontrado trampas, o mejor dicho 
tácticas y recursos para inmiscuirse en su atmósfera, como la metáfora, 
la narración, el relato, el chisme, el cuento, la poesía, las canciones, 
donde sin duda se hace uso del lenguaje, de las palabras y de forma 
irremediable siempre acontece una sensación de contrariedad, de 
inconformidad en relación a lo que decimos, como si algo no quedara 
muy claro dentro de nuestro organizado discurso cotidiano, puesto que 
no es lo mismo, lo que sentimos no es exactamente lo mismo. Sin 
embargo, a la psicología dominante pareciera no importarle este tipo de 
arbitrariedades, el lenguaje programado para las ciencias sin duda tiene 
otra función e irremediablemente los sentimientos, las emociones o 
pasiones, como ellos difieren, han sido incorporados a esta misma 
lógica. De tal forma, ahí, donde en algún punto se cruzan los caminos, 
los sentimientos no regresan por el mismo sendero, se empalman, se 
agregan y se incorporan al tráfico pesado de la lógica científica, se 
vuelven un sólo camino y con un sentido coercitivo. La psicología los 
hace compartir y coincidir obligatoriamente la misma dinámica. Y justo 
donde se genera la ruptura, representa casualmente el lugar donde se 
perdió la pista, es el lugar del apagón, allí donde se abrió una grieta, 
donde pareciera que se ha extraviado una pieza del rompecabezas, 
donde hubo la necesidad de recrear, que no es lo mismo, con materiales 
diferentes las piezas faltantes, tenían que llenarse los huecos o vacíos 
de una psicología científica, vacíos que no cambiaron mucho, siguieron 
siendo huecos llenos de aire, como la barriga llena de hambre (Sabines, 
1999, p. 152) de Julito. Y como dice Fernández una psicología 
discursiva que no puede incorporar los sentimientos a su lógica, no 
funciona, porque una psicología que no puede dar buena cuenta de los 
sentimientos ha empezado por no comprender la vida (2001, p. 360). 
 
Para Susan Langer existen los significados no discursivos, no 
todo es lenguaje, existen retratos, pinturas abstractas, golpes, bailes, y 
demás cosas que no se presentan lineales, separadas, sucesivas, ni 
secuenciales (Langer, en: Fernández, 2001, p. 365), aquellos que poseen 
justamente la medida de los sentimientos, compartiéndose con los 
sueños, los mitos, el arte, incluyendo la literatura cuyo trabajo es el de 
crear imágenes con palabras. Y justamente por aquí empieza a 
constituirse la idea central, es decir, las palabras recrean las imágenes 
y las formas de la afectividad,necesariamente hacemos uso del 
discurso, narramos, contamos ya sea en secreto, en cartas, en 
ocasiones especiales como cenas navideñas, de fin de año, cumpleaños, 
despedidas, aniversarios, o con el grupo de amigos cercanos en 
compañía de un buen café o una cerveza (lo que se toma es lo de 
menos) el caso es la imperiosa necesidad de contar, contar es lo que 
cuenta, el evento puede ser cualquiera, tarde o temprano sale. Además 
de todo esto, contamos no con la estructura de la definición y el 
diccionario, hacemos uso de todos los elementos lingüísticos que estén 
a nuestro alcance, canciones, poemas, frases cotidianas, metáforas, 
recursos necesarios porque nunca alcanzan o no son suficientes 
cuando nos toca hablar de ello. Pero el punto radica en recrear con 
palabras imágenes de nuestros estados afectivos, que no es lo mismo 
someter a los sentimientos a la lógica científica de la definición. Quizá 
ahí está la diferencia, una a ras del suelo y otra por las nubes. 
 
 
 
 
1.7 Los sentimientos como formas e imágenes 
 
 
En realidad los sentimientos esos de la vida cotidiana, esos que nos 
maravillan, nos descubren, esos que nos cogen desprevenidos y nos 
asombran se encuentran situados en el significado no discursivo, el 
cual es más intenso, no es lingüístico. Por obvias razones se encuentran 
en el mundo de las formas e imágenes. Representan, significados 
absolutos8, no tienen referencia, no se construyen, lo que se construye 
son sus definiciones, clasificaciones y manifestaciones, son significados 
colectivos en tanto que son formas de la sociedad misma, son unitarios 
porque la dualidad sujeto objeto no aplica. Es significado indistinto no 
tiene que distinguirse o diferenciarse de otro significado, cada 
significado es su significado y nada más, problema al que se han 
enfrentado los científicos del dominio y la definición, construyendo a 
partir de dualidades, de contrarios, en definitiva las palabras, no han 
sido el mejor recurso. Y por último no son realidad que ocupen lugar en 
 
8 Desde la postura que plantea S. Langer (1941) queda claro que los significados no discursivos, como los 
sentimientos son absolutos, que no necesitan referencia, tampoco distinguirse de otros, pero una cita de 
Fernández (2000) declara una visión construída a partir de dualidades, donde un sentimiento se define o 
se caracteriza a partir de su contrario, es decir, la alegría representa todo lo que no es la tristeza. Se 
supone que la tristeza es fea, que la amargura o el rencor o el fracaso o la enfermedad son feos; ésta es 
una suposición del racionalismo que fabricó la irreconciabilidad de las dualidades, como aquélla de que 
lo que no es verdadero es falso y de que lo que no es pensado es sentido (p. 103). 
el tiempo ni espacio, por tanto no son medibles ni verificables. Dentro 
de la entidad afectiva, el tiempo y el espacio entran en confusión. Los 
tiempos se indistinguen entre sí: lo que es antes y lo que es después 
siempre son ahora; la escena antigua que duele, duele en este momento 
al recordarla, y la ilusión del porvenir que alegra, también lo hace ahora. 
La afectividad siempre es presente y por eso parece eterna... el tiempo es 
eterno (Fernández, 2000, p. 34). Lo mismo sucede con los espacios, son 
indistinguibles entre sí. Dice Fernández (2000) que la afectividad es un 
espacio condensado, todo sitio es el mismo. Las diferencias entre la 
lejanía y la cercanía se difuminan en los espacios de la afectividad. 
Inútilmente la investigación racionalista estudia a la afectividad en 
términos que no le corresponden es decir, la desnaturaliza. Le impone 
tiempos de reloj, espacios de cartografía y le estipula causas (Fernández, 
p. 36). Bajo qué términos dejamos entonces a todos los instrumentos 
creados para la medición de sentimientos o mejor dicho en términos 
correctos: emociones. Todas esas definiciones y diagramas creados para 
un mejor entendimiento del tema conforman verdaderamente un 
silencio abismal, pero no ese silencio de los sentimientos del que ya 
hablamos, más bien un silencio que representa verdaderamente un 
hueco donde existen palabras y muchas, pero carecen de sentido, de 
forma, de sensatez, no dicen nada. 
 
 
* * * 
 
 
 
 
Acercándonos un poco más a las intenciones de esta tesis convendría 
enfocarnos al tratamiento que se le ha dado a la tristeza, pues es la que 
interesa. Por obvias razones no representa ninguna excepción, quizá al 
situarse dentro de las ocho emociones básicas deba sentirse 
privilegiada, aunque dudo se sienta conforme. Es muy probable que 
una pequeña parte de ella se encuentre en palabras huecas 
compartiendo la lógica de la razón, que no es la misma que la de los 
sentimientos, donde, evidentemente lejos está de parecerse un poquito 
a la otra gran y brumosa parte que se encuentra paralizada en el tiempo 
y en el espacio, moviéndose entre la gente, disolviéndose entre llanto y 
lágrimas, tocando las esquinas, los rincones, los pañuelos, las mañanas 
grises, las canciones, entre las novelas y poemas, recordando lo 
inadvertido e insoslayable de su llegada... 
 
 
 
2. Tristeza y melancolía, inseparable historia 
 
 
Del por qué empezar hablando de tristeza y melancolía es en realidad 
una forma de conducir este trabajo por las ideas formales o establecidas 
en la historia de los términos y sus dimensiones. La magnitud en el 
estudio y la evidencia escrita de la melancolía puede rastrear, desde la 
época clásica griega hasta la actualidad, la complicidad existente entre 
esta enfermedad mental y su principal acompañante. Suerte que se 
haya documentado su existencia, aun cuando sean versiones originadas 
desde una atmósfera médica-clínica, existen razones y razones de sobra 
para argumentar que con todo y cambios filosóficos y teóricos, 
dominancia médica, religiosa, científica e inclusive psiquiátrica, se 
crearon las metáforas necesarias para tratar de entender y explicar, 
desde visiones particulares, el conflicto que inequívocamente enfrentaba 
la propia existencia del ser humano al experimentar melancolía o 
tristeza. Una conducía irremediablemente a la otra y algunas veces 
viceversa. 
 
El ir ubicando tristeza y melancolía en momentos históricos 
determinados por la tradición o por la ruptura de ésta, va conformando 
el hilo de este relato. Pido disculpas al lector por tantas citas textuales, 
en realidad es tan documental que en mis palabras creo, no hubiera 
sido lo mismo. 
 
 
 
 
 
 
 
2.1 El término melancolía 
 
 
 
 
 Melancolía: una especie de chochez1 
sin fiebre, normalmente acompañada por 
miedo y tristeza, sin razón aparente. 
Esta cita tomada del texto de Stanley 
W. Jackson titulado Historia de la 
Melancolía y la Depresión, es una de 
tantas donde la tristeza aparece como 
síntoma del humor negro o la 
enfermedad melancólica. 
Específicamente, la cita pertenece Robert Burton (1557-1640), médico 
de la época renacentista, que deja en manos de la historia su obra 
Anatomy of Melancholy, texto que representa las ideas médico-
psicológicas que se tenían acerca de la melancolía, importante por el 
discurso científico que emplea. Tal parecía que si se hablaba de 
melancolía, forzosamente la tristeza y el miedo aparecían en el cuadro 
sintomático de los enfermos melancólicos. La historia de la melancolía 
es verdaderamente asombrosa, no ha sido así la suerte de la tristeza, 
sin embargo fueron de la mano durante siglos. Muchos libros, 
anatomías2, artículos, tienen en común este humor otoñal, ya sea para 
explicar causas de enfermedad, para salvar de las tinieblas al espíritu, 
para clasificar enfermedades mentales, inclusive para comprender las 
rupturas de lo cotidiano. El término melancolía proviene de 
melancholía, trasliteración latina del términogriego, su significado en la 
Grecia clásica, estaba involucrado con el miedo y la depresión, desde 
entonces, la melancolía estaba clasificada como un desorden mental. Al 
mismo tiempo éste término provenía del griego melaina chole, traducido 
al latín como atra bilis y finalmente convenido como bilis negra. En el 
 
1 Chochez, según Du Laurens, significa que alguna facultad mental principal, como la imaginación o la 
razón, está viciada, como ocurre a todas las personas melancólicas (Jackson, 1986, p.94). 
2 Libros médicos que explicaban las causas, malestares, síntomas y recursos curativos para alguna 
enfermedad. 
siglo XVI, algunos términos muy parecidos como malencolye, melancoli, 
malencolie, melancholie, eran usados sobre todo en el ambiente médico, 
cambiaban un poco en alguna grafía, efecto causado por las 
traducciones que se realizaban en aquellas épocas. Era un término que 
denominaba también tristeza, aflicción o desesperación y durante los 
siglos XVII y XVIII su significado se redujo al de enfermedad. En este 
último siglo el término de melancolía empieza ya a conjugarse con el de 
depresión, en contextos médicos, existe la posibilidad de estar 
deprimido en profunda tristeza y melancolía (Jackson, 1986, p. 17). En 
el siglo XIX, depresión significaba bajo espíritu en el medio literario, 
melancolía en la esfera médica, y el término melancolía era usado en el 
sentido literario y coloquial. Claramente estos términos fueron cada vez 
más, perteneciendo al lenguaje médico, en especial a la psiquiatría, 
todavía no representaban categoría diagnóstica, pero a mediados del 
siglo ya formaban parte del término estados de depresión mental, 
propuestos por un médico-psiquiatra llamado Wilhelm Griesinger3. Para 
el siglo XX, todo empieza a complicarse, comienzan a surgir una 
cantidad de expresiones médicas, que confusamente incluyen los 
estados de depresión, melancolía, tristeza…, el famoso, usado, y 
elegante concepto -locura maniaco depresiva-, se instaura en este siglo. 
Desde la psiquiatría, el término melancolía es sustituido por el de 
depresión. Sus parientes se conforman como síntomas, parecía que no 
tenían otra alternativa. Por tal razón los encontramos en manuales de 
diagnóstico y tratamiento de enfermedades mentales. 
 
 
2.2 Bilis negra 
 
 
En las descripciones clínicas de la melancolía con el correr de los siglos, 
 
3 Wilhelm Griesinger (1817-1868), publicó Patología y terapéutica mentales, obra que tuvo mucha 
influencia sobre sus contemporáneos y sucesores. Uno de sus capítulos llamado Estados de depresión 
mental-melancolía, incluye una revisión de las teorías de la melancolía junto con extensas historias 
clínicas. 
los rasgos principales eran normalmente el miedo y la tristeza, motivo 
por el cual, este subcapítulo tiene su debida importancia. Al hablar de 
melancolía, uno debe comenzar por situarse en la época griega con la 
teoría humoral, que si bien es cierto no es la primera idea en la historia 
de la humanidad, si es la primera en constituirse como una teoría 
explicativa del binomio salud-enfermedad. 
 
Y así comienza la historia, la historia de la melancolía, la bilis 
negra y los humores corporales, idea que perduró aproximadamente dos 
mil años funcionando como el esquema médico para explicar las 
enfermedades. La teoría humoral, como tal, se reivindica con Hipócrates 
en la última parte del siglo V a.C. Con su libro De la naturaleza del 
hombre, este filósofo griego reúne los cuatro humores para determinar 
los estados de salud y enfermedad. 
 
La bilis negra hasta entonces no estaba considerada como un 
humor auténtico y natural, se pensaba que provenía de una 
degeneración nociva de la bilis amarilla o de la sangre. Argumenta que 
tenían mayor o menor preponderancia dependiendo las estaciones del 
año y también identifica diferentes cualidades. Con el nacimiento de ese 
equilibrado cuarteto de humores en De la naturaleza del hombre, la bilis 
negra parece haber pasado de su categoría de producto tóxico a la de 
otro de los ingredientes naturales básicos del cuerpo, junto con la bilis 
amarilla, la flema y la sangre (Jackson, 1986, p. 19). 
 
 
 
 Humor Estación Cualidades 
Sangre Primavera Templado y húmedo 
Bilis amarilla Verano Caliente y seco 
Bilis negra Otoño Frío y seco 
Flema Invierno Frío y húmedo 
 
 
 
 
(Jackson, 1986, p.20) 
 
 
La melancolía era considerada como una peligrosa enfermedad 
mental causada por el humor negro que circula por el cuerpo y se 
caracteriza por una tristeza profunda, un miedo muy grande, una grave 
enajenación mental y diversas formas de delirio, pero sin fiebre. Se 
asocia siempre a la posibilidad de que genere furia, furor o manía. La 
melancolía suele surgir sin causa aparente, es decir, sin una enfermedad 
aguda que produzca fiebre ni alguna amenaza externa visible o un motivo 
claro (Bartra, 2004, p. 11). La causa de esta enfermedad era la 
combustión de los humores internos que ennegrecían. En realidad 
existían dos ideas del origen de esta bilis negra, los hipocráticos quienes 
pensaban que estaba ya contenida en el cuerpo al igual que los otros 
tres humores, y los que creían que se originaba por el enfriamiento de la 
sangre o el sobrecalentamiento de otros humores corporales, Rufo de 
Éfeso médico griego del imperio romano representa un ejemplo de ello. 
Parecía que esta negrura empezaba a dotarla de interesantes 
características, de estilo y forma… 
 
La bilis negra además de fría y seca y de ser causante de 
melancolía, era responsable de otras enfermedades como: dolor de 
cabeza, vértigo, parálisis, espasmos, epilepsia y otros desórdenes 
mentales, fiebres, enfermedades del riñón, el hígado y el bazo. La 
melancolía podía ser adusta, es decir bilis negra no natural, generada 
por un sobrecalentamiento y hervor de la bilis amarilla. En algún 
momento, gradualmente esta idea se fue ampliando hacia los otros 
humores, de tal forma cualquier hervor o calentamiento en cualquiera 
de estos, causaba bilis negra adusta. 
 
Posteriormente, la idea de los naturales y antinaturales en la 
medicina clásica ampliaba la forma de entender el concepto de salud-
enfermedad, con ésta propuesta se incluía el término de higiene en el 
lenguaje médico. Los naturales (innatos) constituían los factores de la 
función normal y la base de conocimiento de la medicina clásica: los 
elementos, los temperamentos, los humores, las partes del cuerpo, las 
facultades, las funciones y los espíritus (Jackson, 1986, p. 22). En 
cambio los no-naturales, eran factores ambientales adquiridos: el aire, 
el ejercicio y el descanso, el sueño y la vigilia, la comida y la bebida, la 
excreción y retención de cosas superfluas, y las pasiones o 
perturbaciones del espíritu (1986). En cualquiera de las dos 
clasificaciones un desequilibrio, provocaba alguna patología. En el caso 
de los no naturales, la enfermedad estaba determinaba por el uso o 
abuso de alguno de sus elementos. Estos últimos determinaban la 
patogénesis de la melancolía, la cual pertenecía al desequilibrio de las 
pasiones o perturbaciones del espíritu. Esta idea de los naturales y no-
naturales, fue descrita por Galeno en su Ars Medica, la cual fue 
desarrollada en importantes obras médicas hasta principios del siglo 
XVIII. La melancolía seguía considerándose una enfermedad mental 
causada por la bilis negra, y para estudiar la patogénesis en la categoría 
de las pasiones o perturbaciones del espíritu, alma o mente se tomaba 
en cuenta el papel de las emociones, incluyendo la tristeza. Las 
aportaciones de Galeno fueron muy importantes en la época medieval, 
en su sistema teórico, los humores no eran tan determinantes, las 
cuatro cualidades sí lo eran –caliente, frío, seco y húmedo-, la forma en 
que se combinaban determinaba cómo funcionaba el organismo como un 
todo,y un daño de alguna de las cualidades producía una disfunción y 
una enfermedad (Jackson, 1986, p. 49). De estas cualidades construyó 
la teoría de los temperamentos, término que posteriormente se adecuó a 
cuestiones psicológicas, el temperamento ideal era un equilibrio de las 
cuatro cualidades. De ahí, combinados con los humores, encontramos 
el temperamento sanguíneo, colérico, melancólico y flemático y tenían 
que ver con las tendencias físicas características de un individuo. 
Dependiendo la inclinación hacia uno u otro, se determinaban las 
enfermedades, la conducta y las emociones. 
 
Galeno describió de manera detallada la dieta alimenticia 
vulnerable a la bilis negra, en especial ciertos tipos de carnes y 
verduras, el vino espeso y oscuro y quesos viejos. En otro contexto, 
argumentaba que los excesos de bilis negra eran mucho más frecuentes 
durante el otoño y en personas adultas después de la flor de la edad, 
debido a las cualidades frías y secas de la estación y de la época de la 
vida (en: Jackson, 1986, p. 50). También se recomendaba: 
 
 
…que se examine la primera sangre extraída para 
comprobar si refleja o no un estado atrabiliario y 
que la flebotomía se continúe en el caso de 
confirmarse esta. En los casos en que el humor 
pernicioso no resista la evacuación durante ningún 
tiempo, recomienda baños frecuentes, una dieta 
fluida y bien equilibrada, sin otros remedios; pero 
si la enfermedad se ha hecho más crónica, requiere 
un tratamiento más fuerte. Para esta enfermedad 
fría y seca recomendaba una dieta cuyos 
componentes tuvieran efectos calentadores y 
humectantes. Pensaba que el restablecimiento del 
flujo menstrual o del hemorroidal facilitaba la 
evacuación del humor patógeno, y recomendaba 
varios purgantes para lograr la eliminación de la 
bilis negra, aconsejando ejercicio, masajes y todo 
tipo de movimiento activo por sus efectos purgantes 
(Jackson, 1986, p. 50). 
Sin alejarnos todavía de la época clásica, es interesante otro tipo 
de tratamiento o consejos médicos que se daban para la cura de esta 
enfermedad melancólica: Celso el enciclopedista romano describe lo 
siguiente: la sangría es en este caso útil; pero si algo la prohibiera, se 
acudiría en primer lugar a la abstinencia, y si no a una limpieza con 
eléboro blanco y vómito. Tras lo uno o lo otro, se harán masajes dos veces 
al día; si el paciente es fuerte también se recomienda el ejercicio frecuente 
y vomitar con el estómago vacío. Se recomienda comida de clase media 
(quiere decir medianamente fuerte)… sin vino (1986, p. 41), y a 
continuación añade: 
 
 
 
Los movimientos han de ser suaves, excluir las 
causas de susto, incitar en cambio a la esperanza; 
buscar el entretenimiento por medio de historias 
contadas y juegos, especialmente aquellos que 
atraían al paciente cuando estaba sano; su trabajo, 
si hace alguno, habrá de ser alabado y exhibido 
ente sus propios ojos; se le reprobará dulcemente 
su depresión haciéndole ver que no tiene causa 
alguna, deberá señalársele una y otra vez de vez 
en cuando que las muchas cosas que le atormentan 
pueden ser causa de regocijo más que de 
preocupación (1986, p. 41) 
 
 
 
En la introducción de El siglo de oro de la melancolía, de Roger 
Bartra se encuentra un comentario muy curioso, hace una analogía con 
las formas curativas y causas de la melancolía, agrega que 
anteriormente se creía que una sustancia (bilis negra) que transitaba 
por los ventrículos cerebrales era la causante de esta enfermedad y el 
eléboro una esencia utilizada para su recuperación, hoy lleva el nombre 
de depresión y el desequilibrio en ciertas sustancias reguladas por los 
neurotransmisores, dopamina, serotonina, son las principales 
detonadoras de esta patología, también se recurre al uso de fármacos, 
como hace algunos siglos, el eléboro quedo desplazado, ahora se utiliza 
la fluoxetina para curar este mal, mejor conocido como prozac. 
 
 
2.3 Melancolía y tristeza en la época medieval 
 
 
Transcurriendo el tiempo, nos encontramos con el medievo, pareciera 
que la melancolía y su inseparable compañera la tristeza empiezan a 
tomar rumbos diferentes. En realidad esta enfermedad atrabiliaria no 
cambió mucho con la llegada de una nueva época. Hubo una clara 
continuidad de los escritos hipocráticos y galenos, lo que sigue son, por 
un lado, enciclopedias y también tratados más cortos con fines prácticos 
y, por otro, comentarios de los autores clásicos para su utilización en las 
escuelas médicas. Así, en esta forma enciclopédica y escolástica fue como 
se transmitió la medicina griega a los pueblos del este (Jackson, 1986, p. 
51), llamada medicina bizantina y ubicando Alejandría como el centro 
de desarrollo de las obras medievales. Sus principales personajes y 
compiladores médicos de los clásicos fueron: Oribasio De Pérgamo (325-
403), Alejandro de Tralles (525-605), y Pablo de Egina (625-690). 
 
Posteriormente se ubica la medicina árabe formada también en 
esta tradición, muy importante por sus contribuciones a la medicina de 
la Edad Media Islámica. No todos sus representantes eran árabes, se le 
llamó así porque estaba escrita en este idioma, pero había figuras 
importantes de nacionalidad persa o siria, incluso grandes autores 
posteriores eran españoles. No todos profesaban el Islam, había 
cristianos y judíos. Los representantes mas importantes de esta 
medicina fueron: Al-Razi o Razes (865-923), Alí ibn Abbas o Haly Abbas 
(m. 994), Ibn Sina o Avicena (980-1037). Valioso por sus contribuciones 
a la melancolía fue Isaac ibn Imran, quien desarrolla su obra a 
principios del siglo X. Algunas figuras posteriores, Ibn Rush o Averroes 
(1126-1198) y Musa ibn Maymun o Maimónides (1135-1204). 
 
La medicina islámica perduró durante muchos siglos, teniendo 
alcance en las obras médicas del Renacimiento, las traducciones de 
Constantino Africano4 y Gerardo de Cremona de los textos árabes más 
representativos permitieron que la medicina greco-árabe se introdujera 
al Occidente cristiano. A principios del siglo XIII el mundo occidental 
tenía en su poder la tradición médica griega. 
 
 
4 Constantino Africano (1220?-1287), musulmán de gran cultura establecido en Salerno, convertido al 
cristianismo. Responsable de la traducción del árabe al latín de una parte fundamental de la literatura 
médica. greco-arabiga. 
Retomando la melancolía en la Edad Media, para enciclopedistas 
y compiladores de la medicina bizantina, no existieron cambios 
significativos en la forma de percibir, describir, diagnosticar o curar 
esta enfermedad negruzca. Perciben la tristeza y el miedo como 
síntomas principales, pero la locura empieza a dibujarse como 
expresión de la melancolía. La tristeza, la asedia y la aflicción como 
sentimientos o pasiones, no como síntomas quedan encerradas entre 
paredes de difícil contemplación, frías, silenciosas, grises, con grietas 
misteriosas, paredes de encierro de los monasterios, reservadas para 
los solitarios. 
 
La bilis negra seguía siendo la principal causa de melancolía, se 
distinguieron ciertas diferencias para marcar distinciones con los 
clásicos, en realidad no muy relevantes. Por ejemplo, se definieron 
diferentes tipos de melancolía dependiendo del lugar de invasión de la 
bilis negra, podía ser en todo el cuerpo o sólo en el cerebro. Algunos 
síntomas relacionados con el estómago dieron lugar a una forma de 
melancolía llamada enfermedad hipocóndrica o flatulenta. Cerebro, 
cuerpo e hipocondrios fueron los lugares de la bilis negra, tenían 
diagnóstico y tratamientos determinados. En la descripción de los 
síntomas argumentan tristeza sin causa, sentirse sin ánimo para nada y 
fácil presa del terror, desear la muerte, hostilidad hacia los amigos, y 
sospechar que alguien intentar matarle5, además de la creación de ideas 
fantásticas

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