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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE PSICOLOGÍA UN RELATO DE LA TRISTEZA. APROXIMACIÓN DESDE LA PSICOLOGÍA NARRATIVA T E S I S PARA OBTENER EL TITULO DE: LICENCIADA EN PSICOLOGÍA P R E S E N T A: MÓNICA ASTORGA GARZA DIRECTORA DE TESIS: MTRA. MARÍA DE LA LUZ JAVIEDES ROMERO REVISORA: LIC. BLANCA E. REGUERO REZA MEXICO D.F. 2006 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Índice Resumen. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . I Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . II Capítulo 1 1. Cabe la posibilidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 1.1 Pastillas para no soñar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 1.2 James y la primera teoría moderna. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 1.3 Cannon y el cumplimiento del saber científico. . . . . . . . . . . . . . . . 9 1.4 La cognición como determinante del sentir. . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 1.5 La historia continúa (no todo está perdido). . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 1.6 Las palabras nunca expresan demasiado bien los sentimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 1.7 Los sentimientos como formas e imágenes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26 Capítulo 2 2. Tristeza y melancolía, inseparable historia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 2.1 El término melancolía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 2.2 Bilis negra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 2.3 Melancolía y tristeza en la época medieval. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 2.4 Nada de estar solitarios, nada de estar ociosos. . . . . . . . . . . . . . . . 39 2.5 El fin de la bilis negra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44 2.6 Melancolía, tristeza y psiquiatría. Depresión. . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 Capítulo 3 3. Tristeza, versiones oficiales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54 3.1 Empiezan las explicaciones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 3.2 Sus remedios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 3.3 Más allá de los humores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 3.4 Desencanto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 Capítulo 4 4. Narrativa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68 4.1 Narrativa: de dónde viene la idea. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 4.2 De cómo se conforma. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74 4.3 La narración y su intención. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 4.4 La narración y su estructura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83 4.5 Las rupturas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88 Una narración de la tristeza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90 Para terminar de una buena vez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 Resumen Una narración de la tristeza es lo que pretende ser este trabajo, se defiende con fragmentos, relatos, poesía y otros elementos que le permiten reivindicar su estructura poco rígida y propositiva. Parte de un análisis en la discusión y formas de aproximación a la vida afectiva, sus teorías, sus carencias, pros y contras, su adaptación a las necesidades científicas y a una psicología positivista. Este primer intento, cumple con la firme intención de proponer nuevas y necesarias alternativas de aproximación a esta problemática. Partiendo de la tristeza como tema principal, se hace un rastreo de las versiones médico-clínicas de ésta y la melancolía. Inseparable historia que va contando la construcción de explicaciones clínicas enfocadas particularmente a la descripción y formas de manifestación. Entendida durante mucho tiempo, como un estado interno, producida por un desequilibrio también interno. El relato de la tristeza viene a colarse como una forma distinta de la argumentación médico-clínica y científica, viene con sus propias herramientas a legitimar maneras distintas de comprender y construir la vida afectiva. La narración, como propuesta teórica, representa una forma de organización de la vida cotidiana, hace comprensible las rupturas y desajustes de lo esperado. La tristeza, esa de desequilibrios, viene a dar cuenta de sí misma a partir de lo que se cuenta, de sus historias con lágrimas y desoladas miradas. La tristeza, para este proyecto, fuera de sus definiciones y clasificaciones, viene a conformarse con elementos narrativos. Introducción Si bien es cierto que en el transcurso de la vida pasamos narrando nuestras historias, experiencias, anécdotas, sueños, deseos, sentimientos… valdría la pena analizar el papel que juega la narrativa en las formas de organización y comprensión de la vida cotidiana. Uno de los principales objetivos de esta tesis consiste en dibujar y desdibujar la tristeza con y sin elementos propios del discurso paradigmático (Bruner, 2003), es decir aquel utilizado por la ciencia, un lenguaje provisto de elementos descriptivos, un estilo retórico que pretende neutralidad y transparencia. En palabras de R. Barthes (1987): “el lenguaje, para la ciencia, no es más que un instrumento que interesa que se vuelva lo más transparente, lo más neutro posible, al servicio de la materia científica (operaciones, hipótesis, resultados) que se supone que existe fuera de él y que le precede: por una parte, y en principio, están los contenidos del mensaje cientíico, que los son todo, y, por otra parte, a continuación está la forma verbal que se encarga de expresar tales contenidos, y que no es nada” (Barthes, 1987, p. 14). Tomando en cuenta que el discurso científico es estrictamente limitado y preciso en sus formas de describir los hechos, entender el mundo, corregir errores, proponer teorías, formular hipótesis, controlar la verdad y demás prácticas que lo constituyen, existen pequeños y grandes sucesos, por nombrarlos de alguna forma, que no pueden entenderse, constituirse o acomodarse desde la lógica científica. Pareciera que el lenguaje para la ciencia es un mero instrumento, sin embargo, en otras circunstancias, el lenguaje va mucho mas allá de esta función, viene a conformar la esencia de la conversación, de la narración, de las charlas, tiene el poder de evocación que le da sentido a lo que vivimos, sentimos y experimentamos. Ante esta problemática, ha sido necesario construir formas alternas de aproximación que permitan, con la misma validez, abrir puertas y posibilidades. Para esta tesis, la alternativa se llama PsicologíaNarrativa, entendiéndola como forma de pensamiento y expresión de la visión del mundo. Para la tristeza, ésta misma alternativa se encuentre quizá más cerca de lo que uno espera, tan cerca que algunas veces pueda llegar a sentirse. 1. Cabe la posibilidad... Comencemos por comprender el interés de realizar una narración de la tristeza, resulta necesario entender los motivos y explicar las razones, sobre todo cuando éste pretende ser un proyecto implicado o involucrado con nuevas formas de aproximación a los sentimientos, en especial a la tristeza. Han existido diferentes caminos o formas de entender y percibir la vida afectiva. De acuerdo con las intenciones de la psicología tradicional del siglo XX, la tristeza ha representado, según algunos teóricos, uno de ocho sentimientos o mejor dicho emociones básicas1, pobremente reducida a un marbete que funciona perfectamente para definir sus características y manifestaciones. La clasificación de las emociones determinada a partir de conceptos como duración e intensidad, ha permitido la inclusión de tantas emociones, sentimientos, pasiones, estados de ánimo o todo aquello que entre en el marco de vida afectiva. La diversidad en las formas de nombrar y organizar los sentimientos simboliza la angustiosa necesidad de la psicología por definir y concederse el control sobre todo lo que respecta al ser humano, aunque el tema parezca difícil y poco emparejable a su sistema de análisis y estudio, los sentimientos han sido abordados desde una visión reduccionista, con matices fisiológicos y descriptivos, alejados de su realidad, tratados como objetos mesurables, insertados en una lógica conceptual, definidos por la psicología hasta en sus formas y manifestaciones patológicas. Pareciera un trayecto fácil, quede claro que no se menosprecia el trabajo organizativo y explicativo, generado alrededor del tema. En cierta medida ha representado la 1 Tal es el caso de Robert Plutchik (1987) quien identificó y clasificó las emociones. En 1980 propuso que los animales y los seres humanos experimentaban ocho categorías básicas: temor, sorpresa, tristeza, disgusto, ira, esperanza, alegría y aceptación. Incluso existe un modelo en el que están representadas por categorías, donde cada una de ellas puede variar de intensidad y hasta combinarse o mezclarse para dar origen a otra emoción. Dicho modelo tridimensional representa hacia bajo las emociones menos perceptibles puesto que son de menor intensidad, por tanto indistinguibles. Hacia arriba la máxima intensidad, las que están bien diferenciadas (Morris, 1992). manera de entender, analizar y estudiar la vida afectiva, influenciando así mismo la forma de construir conocimiento al respecto. Al mismo tiempo resulta interesante aceptar que existen los contrarios, las diferencias, lo bueno y malo... es decir este pensamiento dual del que somos partícipes cotidianamente. De tal forma, podemos situarnos en una u otra orilla del río. Podemos construir un camino o puente que nos lleve al otro lado, es más podemos dejarnos llevar por la corriente, quedarnos en-el-río, dejando atrás todo lo que no nos interesa más, lo que no sirve, lo que no satisface, lo que no se conoce y se construye a partir de lo conocido, eso sí siempre pensando en las posibilidades abiertas y probables que permitan proyectar un sentido, una dirección, una alternativa. En cierta forma de esto se trata esta tesis. En tanto podamos construir estas posibilidades, será necesario, por el momento, enfocarnos en la tradición psicológica, esto es, echar una mirada hacia atrás, hacia lo conocido y trabajado, que necesariamente está presente desde el instante en que pensamos en una propuesta alternativa. Antes de introducirnos en los antecedentes, es decir en la forma de aproximación a la vida afectiva, es importante mencionar la influencia del psicólogo Jerome Bruner quien en su propuesta teórica llamada Psicología Popular introduce un elemento el cual será básico para este trabajo de investigación: la narrativa. Este concepto relativamente nuevo para la psicología representa desde una mirada impaciente, una vía de aproximación a los sentimientos, más específicamente a la tristeza. Desde esta postura podríamos situar a esta última, como una forma de ruptura y desequilibrio de lo establecido en la vida cotidiana, la cual obstinadamente anda siempre tras los huesos de la felicidad y la dicha. Demos cuenta entonces de la tristeza a partir de narraciones acerquémonos a la tristeza que se cuenta, la que nos recuerda las lágrimas, los días grises y los sinsabores. Quede claro que no se buscan definiciones veraces, la idea no es delimitar el significado, la idea es conocer lo que se cuenta de ella, situarnos en el punto más cercano y esto no es sólo por capricho, sencillamente representa una forma distinta de aproximación a la vida afectiva. Por suerte la tristeza no se ha quedado objetivada para el resto de sus días. 1.1 Pastillas para no soñar La ciencia no me interesa, ignora el sueño, el azar, la risa, el sentimiento y la contradicción cosas que me son preciosas. Luis Buñuel Con el paso del tiempo, tantas y tantas ideas se han generado alrededor del tema de los sentimientos, como tantas formas de pensamiento han existido en la historia de la humanidad. Dice Agnes Heller (1999, p.7): Hay teoría de los sentimientos desde que existe pensamiento teórico. El tema no ha sido fácil sobre todo cuando no embona ni encaja perfectamente en el rompecabezas de la nueva psicología del siglo XX, esa entendida en términos cognitivos, conductuales y fisiológicos, principalmente preocupada por pertenecer a la tan ambicionada élite científica. Uno no puede guiarse por sus sentimientos frase innumerablemente escuchada y aceptada como un estándar en la vida cotidiana, como un consejo de vida, necesaria para andar por el mundo sin tropezones sentimentales, una verdad a ciegas. ¿Qué tienen los sentimientos de desconfiables?, ¿por qué no podemos darles rienda suelta? Por desgracia e inevitablemente están condenados a una eterna lucha contra la razón. Vaya enemigo tan elegante y educado, persistente y obstinado, es un hecho que estamos en desventaja. Si bien es cierto que la dichosa frase vincula al sentido común y al pensamiento científico, genera y ha generado el clima y las condiciones perfectas para entender la tristeza desde un test, un cuestionario, una definición, desde la depresión y hasta de un Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales -DSM IV-. Integrar los sentimientos o las emociones a esta problemática nos permite vislumbrar los límites y carencias de una postura teórica, postura a la que finalmente no le ha costado mucho trabajo instalarse y adaptarse a las exigencias científicas, ya que ha generado formas de aproximación paralelas a sus necesidades. 1.2 James y la primera teoría moderna En psicología, el tema de los sentimientos y emociones, conceptos ligeramente diferenciados, veremos más tarde por qué, ha generado teorías que representan el trayecto y la dirección que han tomado las versiones oficiales, y por tanto resulta necesario rastrear los antecedentes para poder analizar histórica y contextualmente las diferencias. De tal forma representan puntos de partida para el análisis de nuevas y modernas teorías. Entre las más reconocidas e institucionalizadas tenemos la teoría de James-Lange (1880), adornada como la primera teoría moderna de los sentimientos y vigente hasta el primer cuarto del siglo XX. William James (1842-1910) en la década de 1880 y casi por la misma época un psicólogo danés, Carl Lange, llegaron a conclusiones muy parecidas. Los sentimientos son el resultadode estímulos externos que provocan cambios fisiológicos en el cuerpo (Morris, 1987). La tan mencionada y cuestionada frase o fórmula del psicólogo W. James (en: Calhoun y Solomon, 1996, p. 140), no lloramos porque estamos tristes, sino que estamos tristes porque lloramos, representaba el valor que se le daba a los procesos individuales y fisiológicos del ser humano y sobre todo la importancia de la biología como factor determinante de la naturaleza humana. En palabras del propio autor: Los cambios corporales siguen directamente a la percepción del hecho existente, y que nuestro sentimiento de esos cambios a medida que ocurren es la emoción (1996, p. 143). Para esta teoría tanto cambios fisiológicos como sentimientos suceden en forma instantánea y de manera automática o refleja. Uno a consecuencia de otro. Una de las ideas más defendidas por W. James consistía en otorgarle vital importancia a lo sentido interiormente, afirmaba que la emoción separada del cuerpo era inconcebible e inexistente2, los cambios corporales seguidos de la percepción provocaban irremediablemente un sentimiento o emoción, ambos procesos resultaban necesarios e indispensables para sentir. Si imaginamos alguna emoción intensa y luego tratamos de quitarle de nuestra conciencia todos los sentimientos de sus síntomas corporales característicos, encontramos que no nos queda nada, ningún “material mental” a partir del cual se pueda constituir la emoción y que todo lo que queda es un estado frío y neutral de percepción intelectual (1996, p. 147). Para James resultaba imposible imaginar un sentimiento como la ira sin las manifestaciones corporales correspondientes, es decir, piel de gallina, enrojecimiento del rostro, dientes apretados o dilatación de fosas nasales, extraño era también imaginarla bajo otras condiciones corporales, es decir, cuerpo relajado, mirada somnolienta, sonrisa de oreja a oreja, etc. James tenía las intenciones de aplicar su teoría sólo en aquellas emociones bien definidas por sus cambios corporales, problema que ya detectaba al enfrentarse con una amplia gama de emociones y cantidad 2 Un dato demasiado notorio para necesitar pruebas es que los latidos del corazón y el ritmo de la respiración desempeñan un papel importante en absolutamente todas las emociones. Algo que se destaca igualmente pero que tiene menos probabilidades de que se le reconozca a menos que alguien nos lo haga notar, es la continua cooperación de los músculos voluntarios en nuestros estados emocionales (James, en: Calhoun y Solomon, 1996, p. 145). de reacciones corporales. ¿Cómo sería posible entonces identificar para cada reacción fisiológica una emoción específica? Por ejemplo: altas frecuencias en el pulso están relacionadas con muchas emociones intensas. ¿Dónde quedan los estados corporales bien diferenciados para cada emoción? Pregunta difícil de contestar… los teóricos de aquel entonces ya pensaban en los problemas y limitantes que todo esto acarreaba. ¿Cómo iba a explicar la psicología distinciones y diferencias entre las emociones? Una propuesta nueva tendría que surgir. Pero sin adelantarnos, es necesario mencionar que para finales del siglo XIX, la teoría James-Lange demostraba y reconocía que el sentimiento no era sólo la experiencia mental sino también la de las alteraciones que el sujeto percibe en el resto de su organismo (Castilla del Pino, 2000, p. 23). A pesar de estos detalles es interesante como William James se percataba y planteaba la necesidad de un estudio de las emociones con una lógica distinta. A finales de siglo antepasado la Psicología empírica tan sólo trabajaba con dos aspectos cerebrales o mentales dignos de estudio e investigación: sensorial y motor o percepción y volición. La esfera estética de la mente como la llamaba James, esa de emociones, sentimientos, anhelos, placeres y dolores estaba abandonada e ignorada por la psicología dominante. Hecho que reprobaba irónicamente entre la comunidad científica3. Otro punto a favor del Sr. James fue el de tomar, desde su perspectiva, el contexto social como determinante en la aparición de 3 Si le preguntáramos al doctor Ferreiro o al doctor Munk si podrían hacer una teoría en términos de la esfera estética que hemos mencionado, posiblemente contestarían que hasta el momento no se habían puesto a pensar en ese tema, o que encontraron tan difícil hacer distintas hipótesis al respecto que lo habían dejado entre los problemas del futuro, y que se ocuparían de él sólo después de que los problemas más simples del presente hubieran quedado definitivamente resueltos. (James, en: Calhoun y Solomon, 1996, p. 142). cambios corporales: La mayor parte de los objetos de las emociones de los hombres civilizados son cosas a las cuales sería absurdo suponer que está adaptado, en forma innata, su sistema nervioso. La mayor parte de los sucesos vergonzosos y muchos insultos son puramente convencionales, y varían con el ambiente social. Lo mismo se puede decir de muchos motivos de temor y de deseo, y de muchos motivos de melancolía y lamentación. Por lo menos, en esos casos, pareciera que las ideas de vergüenza, deseo, arrepentimiento, etcétera, deben primero haber estado ligadas por la educación y la asociación a estos objetos convencionales antes de que sea posible provocar los cambios corporales (James, en: Calhoun y Solomon, 1996, p. 148). La importancia de los otros, de una sociedad o del ambiente y los congéneres como los llamaba James, justificaba las formas de expresar una emoción de algún hecho percibido. De tal forma sentir vergüenza, indignación o temor dependía de la percepción de los otros y la conciencia de uno mismo ante este proceso. Para dar término a las emociones desde la esfera de William James me gustaría cerrar con una cita la cual además de peculiar me parece muy representativa de toda su teoría. …Un objeto cae en un órgano sensorial y es percibido por el centro cortical apropiado; o bien este último, excitado en alguna otra forma, da lugar a una idea del mismo objeto. Con la rapidez de un rayo, las corrientes reflejas pasan a través de sus canales preordenados, modifican la condición del músculo, la piel y la víscera; y estas modificaciones, percibidas como el objeto original en otras tantas porciones específicas de la corteza, se combinan con ella en la conciencia y la transforman de un objeto simplemente captado en un objeto sentido emocionalmente (James, en: Calhoun y Solomon, 1996, p. 156). Dependiendo del punto donde uno se ubique, toda la atmósfera James resulta difícil de etiquetar, al ser ubicada como la primera teoría de las emociones representa sólo eso en Psicología, una teoría en la historia y recuento de las teorías. Pero su propuesta y análisis va mucho más allá de la poca consideración que se le tiene. 1.3 Cannon y el cumplimiento del saber científico Recordando cuál era el objetivo principal, tiempo después, surge la teoría Cannon-Bard (1927), ambos teóricos ya influenciados por el pensamiento dominante de la década de los 20´s y 30´s, arrastraron hasta el rincón de las versiones oficiales rebasadas por nuevas y frescas ideas, la propuesta James-Lange. Walter B. Cannon (1871-1945) demostraba las limitaciones y carencias de la teoría endeblemente vigente, la introducción de diferentes elementos, representaba un vuelco en la forma de entender y concebir los procesos internos, entendiendo los sentimientos como parte de este sistema. Las emociones y las respuestas corporales ocurren simultáneamente, no en sucesión (Morris, 1987). Los impulsos serían enviados simultáneamente a la corteza cerebral y al sistema nervioso periférico.Así pues, la reacción al estímulo y la emoción se sienten al mismo tiempo, pero de modo independiente. Sencillo: la experiencia de una emoción ocurre simultáneamente con los cambios biológicos. Tal parece que no persigue el hilo negro, tampoco responde a sus preguntas, pero eso sí renueva la teoría. W. B. Cannon, destacado fisiólogo norteamericano especializado en el tracto intestinal, fue seducido, vaya uno a saber por qué razones4, por el tema de las emociones ya trabajado por James. Obviamente con una formación tan especializada en la fisiología, Cannon cumplía con la curiosidad de demostrar verazmente, con elementos de laboratorio y médicos, la teoría de James-Lange. Si bien es cierto que los estudios de W. James comenzaron en la facultad de Medicina de Harvard por ahí del año de 1873, terminó siendo mejor psicólogo y filósofo, publicando una de sus obras más conocidas Principios de Psicología y dando clases en la misma universidad de filosofía, interesado en la ética, religión y epistemología, fue una de las figuras centrales en el movimiento filosófico norteamericano conocido como pragmatismo5. Con esta carta de presentación era obvio que a James no le interesaba recluirse en salones de laboratorio, ni buscar sus respuestas aterrizadas en un corte transversal de médula espinal y de nervio vago de perros con la finalidad de destruir toda conexión entre cerebro y vísceras, es decir, corazón, pulmones estómago e intestinos. El problema o llamémoslo desventaja fue la intención de un colega fisiólogo, al que si le interesaba saber con hechos la relación entre las respuestas corporales y las emociones. Fue así como W. B. Cannon junto con otros participantes, fisiólogos también, comenzaron a investigar experimentalmente con perros y gatos6. Después de cuatro años de trabajo e investigación, recluidos en el 4 Quizá el estudio en la relación entre cambios corporales y el hambre no fue suficiente, se interesó también en emociones intensas como el dolor, temor y rabia. 5 El término fue introducido en filosofía en 1898 por una relación que W. James hiciera a la California Union, en la que James se refirió a la doctrina expuesta por Peirce en un ensayo de 1878 intitulado “Cómo hacer claras nuestras ideas”. Algunos años más tarde Peirce declaró haber inventado el nombre pragmatismo para la teoría que enuncia que “una concepción o sea el significado racional de una palabra o de otra expresión, consiste exclusivamente en su alcance concebible sobre la conducta de la vida” (Abbagnano, 2004, p. 845). 6 Nota tomada de: Cambios corporales en el dolor, hambre, temor y cólera por W. B. Cannon: Recientemente Lewis, Britton y este autor hemos logrado mantener gatos en buen estado de salud durante muchos meses después de quitar toda la sección simpática del sistema autonómico, la sección que opera bajo gran excitación. Así pues, todas las reacciones vasculares controladas por el centro vasomotor fueron abolidas; ya no fue posible evocar la secreción de la medula adrenal; no se pudo inhibir la acción del estómago y los intestinos, ni se pudo hacer que se erizaran los pelos; no se pudo recurrir al hígado para que liberara azúcar en el torrente sanguíneo. Estas operaciones, que provocan tan amplios trastornos, tuvieron poco o ningún efecto sobre las respuestas emocionales de los animales (Cannon, en: Calhoun y Solomon, 1996, p. 161). Laboratorio Fisiológico de Harvard, nuestro fisiólogo en cuestión presenta ante la alta sociedad científica de la ya citada y reconocida institución educativa su obra más importante: Bodily Changes in Pain, Hunger, Fear and Rage (Cambios corporales en el dolor, hambre, temor y cólera). Una buena parte del texto está destinada a comprobar la falta de madurez científica y experimental de sus antecesores. De hecho comienza con: Un examen crítico de la teoría de James-Lange de las emociones (Cannon, en: Calhoun y Solomon, 1996, p. 159). Podríamos imaginarnos entonces cuál es el ánimo y designio de la nueva propuesta práctica (en el sentido de praxis). Las emociones no pueden ser simplemente la percepción de trastornos viscerales argumentaba Cannon (1996), en realidad las vísceras son los órganos del cuerpo más lentos en la conducción de respuesta fisiológica. Con elementos una y otra vez comprobados, afirmaba que …los mismos cambios viscerales ocurren en estados emocionales muy diferentes, y en estados no emocionales (1996, p. 163). Por tanto la aceleración del corazón, contracción de las arteriolas, aumento de azúcar en la sangre, dilatación de las pupilas o erección de los pelos pueden ser respuestas ante una emoción de ira, miedo, rabia, etcétera. Su creencia se inclinaba a pensar que estos estados corporales estaban mayormente ligados con el bienestar y autopreservación del individuo. Tiene una nota, con un espeso lenguaje técnico, pero muy interesante a manera de conclusión y crítica: Los procesos que tienen lugar en los órganos torácicos y abdominales como consecuencia de la actividad simpática, son verdaderamente notables y variados; pero su valor para el organismo no consiste en añadir riqueza y sabor a la experiencia, sino más bien en adaptar la economía interna para que a pesar de los cambios en las circunstancias externas no se altere profundamente el tenor parejo de la vida interna (1996, p. 167). Independientemente de tantas refutaciones, la propuesta de W. B. Cannon introduce un elemento muy importante: la experiencia entendiéndola como proceso cognitivo. Para este autor las respuestas viscerales son bastante comunes en experiencias emocionales varias (Castilla del Pino, 2000, p. 25). Esta idea le permite desestructurar la primera teoría moderna de los sentimientos. 1.4 La cognición como determinante del sentir En la década de los 30´s la influencia del cognoscitivismo empezaba a permear en las formas de construir pensamiento. De manera que no se está triste porque notamos los efectos de la tristeza, sino porque tenemos una experiencia con el objeto (personas, animales, cosas, consigo mismo: pensamientos, fantasías, deseos, impulsos, sentimientos) que nos depara tristeza. Haciendo una fusión con la teoría de Cannon, la teoría cognoscitiva de los sentimientos, asume que la corteza cerebral y el sistema nervioso periférico actúan conjuntamente para determinar las emociones que experimentamos (Morris, 1987). Es decir para poder nombrar y entender los que sentimos al momento de percibir una excitación difusa y general del sistema nervioso, son necesarias las cogniciones que nos ayudan a etiquetar las emociones o los sentimientos y así ubicar y precisar las exigencias o circunstancias del ambiente. Si el sujeto sabe del sentimiento que experimenta y nota los efectos de esa experiencia en el resto de su organismo, es porque dispone del instrumento cognitivo que hace de ese estado emocional un objeto (Castilla del Pino, 2000, p. 24). En definitiva el elemento cognitivo viene a estructurar la teoría y las ideas de la época, determina el punto de partida y la forma de entender al ser humano. En el terreno de los sentimientos, el procesamiento de información es simbólico sólo cuando interfieren elementos biográficos que determinan la connotación de cierta experiencia emocional, es decir, regresamos el cassette para entender, clasificar y nombrar nuestras emociones a partir de nuestros antecedentes. La memoria juega un papel muy importante puesto que rectifica el proceso de almacenamiento de nuestras experiencias emocionales. En la actualidad la mayor parte de las ideas y conceptos no han podido escapar de la tradición psicológica dominante, la influencia de factores como adaptación y reacciones fisiológicas, siguen representando una constante,un valor no intercambiable, un sello indiscutiblemente cuestionado, de tal forma no podemos concebir emociones sin procesos internos, sin neurotransmisores, sin altas frecuencias cardiacas, sin dilatación pupilar, respiración agitada, sin secreciones glandulares, sin procesos galvanizadores o como quien dice piel de gallina. Existe una clara distinción entre sentimientos y emociones, eso sí no confundamos, aunque a la hora de la hora uno no pueda distinguir entre un sentimiento de ira y una emoción iracunda, no es la misma cosa, para la psicología las emociones representan estados anímicos, poco duraderos, reactivos a estímulos internos o externos acompañados de actividad orgánica innata, son una combinación compleja de aspectos fisiológicos, sociales y psicológicos. Son todo un estuche de monerías, también tienen una función adaptativa. La tristeza por ejemplo, nos motiva hacia una nueva reintegración personal. Pero no todo es tan lindo, también poseen problemas existenciales, el mundo de las emociones ha sido considerado siempre conflictivo, crea dos tipos de problemas: el conflicto del predominio entre ellas y la discordancia de ellas y la razón. Tanto da este tema que hasta los especialistas han creado manuales para el control de las emociones. En cambio los sentimientos, pareciera que son el último recurso, cuando se duda del alcance de la inteligencia y la voluntad, nos quedan los sentimientos. Existen opiniones y definiciones un poco vagas, quizá redundantes o tautológicas. Me queda claro que representa un tema más difícil, son tan endebles las ideas generadas alrededor de los sentimientos, tal parece que no ha funcionado esta forma de aproximarse, tan reduccionista y simplista que remiten una cantidad de dudas de manera sorprendente. Desde una perspectiva diferente, uno se pregunta cómo le hace la psicología para entender sus propuestas, cómo es que puede diferenciar sentimientos negativos y positivos, profundos y duraderos de superficiales o intercambiables. Pretende mostrar diferencias que le permiten definir unos conceptos de otros, que curiosamente han sido modificados con el tiempo, como si las palabras fueran insuficientes. De tal forma dejando más claro el asunto, pretende darle punto final y sin vuelta de hoja. La definición contemporánea de sentimientos es un claro ejemplo: Conjunto o repertorio de estados sentimentales de que puede disponer un sujeto situado en las más diversas relaciones con personas, animales, cosas, situaciones. Alguien tiene buenos y/o malos sentimientos. Puede usarse como sinónimo de afectos... El sentimiento, al ser de menos intensidad que la emoción, es experimentado por el sujeto como algo que le acontece exclusivamente en el plano de él mismo como sujeto, más concretamente en el nivel anímico (Castilla del Pino, 2000, p. 346). Si a la psicología le concierne, valdría la pena echarse el volado y entender que uno no puede medir los sentimientos con la misma vara con la que mide el tiempo de reacción ante un estímulo externo determinado. No todo se corta con la misma tijera. Es más, aquí los milisegundos, segundos y minutos no sirven. ¿Qué verdadera relevancia tiene la temporalidad? Creo que aquí no queda más que aplicar el sistema de la margarita, me quiere no me quiere, me sirve no me sirve. Afortunadamente esta historia no termina en punto final, sino, en puntos suspensivos. 1.5 La historia continúa (no todo está perdido) La capacidad que tienen las teorías para contrarrestarse, para debilitarse a causa de peros y limitaciones, la necesidad que tienen de complementarse y la cosquillita interna de algunos personajes teóricos de dar nuevas propuestas a partir de ellas, representa el punto de partida de este apartado. Han existido siempre pequeñas luces en la penumbra, desbalances en lo acordado, contrapropuestas teóricas que por el momento y en este momento nos ocupan. En la historia de las versiones oficiales, esas que todo el mundo conoce y curiosamente las de muy fácil acceso, encontramos siempre lo que puede ser diferente, lo que puede no ser. Tal es el caso de la Psicología dominante y lo concerniente al tema de los sentimientos. A pesar de seguir caminando arrastrando la tradición como un pesado costal de piedras, existen lugares donde uno puede detenerse y liberarse un poco de las ideas institucionalizadas, es decir, encontrarse con versiones diferentes que algunas veces encajan mucho mejor en nuestro esquema inconcluso, insatisfecho o hueco... Identificar nuevos campos de investigación en el terreno de los sentimientos y emociones simboliza que existen necesidades teóricas de complemento y mediación. Al definir una nueva psicología de las emociones, el primer paso consiste en tener en cuenta no sólo que se filtra en la conciencia a partir de las perturbaciones físicas del cuerpo como una hipertensión, una hinchazón excesiva de los conductos lacrimógenos, etcétera, -la contribución de la fisiología-, sino también la contribución del mundo social a través de las prácticas lingüísticas y los juicios morales por medio de los cuales los sentimientos son interpretados como emociones (Harré, Clarke, De Carlo, 1989, p. 135). Esta cita nos permite dar cuenta de las nuevas intenciones de una nueva psicología, tomar en cuenta el estado del mundo como diría Bruner (1991), el seno social como argumenta Gergen (1996), la cultura, las negociaciones sociales, los significados compartidos y comunitarios, permiten argumentar una visión mucho más amplia. Aceptar que no sólo la fisiología representa el centro y punto de partida en el estudio de las emociones ha permitido poner en duda ideas generadas como las del ya mencionado R. Plutchik, quien en sus intentos por encontrar un pequeño número de emociones universales o básicas ha dejado abierta la posibilidad de hacer un trato y cohesionar argumentos que no habían sido tomados en cuenta, tal es el caso del aspecto social, colectivo, contextual. La “nueva psicología” de las emociones constituye un caso especial de la idea de observar lo que pasa en el mundo social y colectivo para encontrar algún tipo de guía acerca de lo que sucede en la esfera de las actividades personales ocultas, como el experimentar una emoción (Harré, Clarke, De Carlo, 1989, p. 136). Cabe la posibilidad de argumentar que los sentimientos y emociones por su cualidad de interpretación son propiamente humanos, por tanto nada nos puede hacer reír o llorar por si mismo, la colectividad exige unas formas de entender la realidad y luego entonces nos permite sentir de determinadas maneras, es decir reímos o lloramos por y en determinadas circunstancias. Para Fernández los afectos, los sentimientos, las pasiones, en fin esos mares de magma que se revuelven intramuros y se palpan con el revés de la piel, y que parecen tan propios, tan privativos, tan espontáneos que nadie puede mandar sobre ellos, están, sin embargo, dictados por el pensamiento de la colectividad, por la cultura sentimental de la sociedad (1994, p. 92). Este tipo de argumentos en los que se pensaba a la colectividad, sociedad o cultura como elementos importantes para colocar los sentimientos y emociones en otro plano, en otra perspectiva o desde otro punto de partida, generaban ideas que a mediados del siglo XX conformaban buenas y diferentes intenciones en la forma de aproximación teórica. Para ser un poquito más exactos en el año de 1945, a la par de las teorías cognitivas de las emociones, la Psicología Colectiva de Charles Blondel postulaba que los afectos más que ser procesos internos eran en realidad fenómenos colectivos, era claro que existía en este autor una mirada diferente para comprender la vida afectiva. De tal forma ya se podía en aquel entonces, hablar de emociones y sentimientos sin que forzosa o necesariamentelos términos fisiológicos predominaran e intervinieran en la charla intelectual. Blondel (1945) le proporciona un gran peso a la colectividad como determinante en la forma de sentir, interpretar y manifestar los sentimientos. Atiende la problemática de encasillar la vida afectiva dentro de los marcos de la ciencia natural. Nos dice al respecto: La vida afectiva sería, pues, lo que hay de más necesaria e inexorablemente subjetivo en nosotros. Todo esfuerzo para hacer en ella un objeto asimilable a los otros, para plegarla a las distinciones, abstracciones, generalizaciones y clasificaciones indispensables a una ciencia natural, alteraría sin remedio el carácter único e incomparable de las manifestaciones que son exclusivamente nuestras y que no son jamás dos veces (Blondel, 1945, p. 179). Esta idea representa claramente las limitaciones de una psicología tradicional contemporánea que pobremente se ha aproximado al tormentoso tema de los sentimientos, una idea que genera expectativas desde el momento en que se piensa como alternativa y propuesta teórica, concediendo los espacios y formas de continuar entendiendo y negociando desde una mirada diferente la vida afectiva. Continuando con Blondel, los estados afectivos constituyen formas inesperadas, fenómenos espontáneos, involucrados directamente con la experiencia, no con el pensamiento, los afectos se viven, no se piensan (1945). Todo aquello que los acompaña en formas de expresión y manifestación como son las reacciones fisiológicas u orgánicas, constituyen únicamente su apariencia. De tal forma la dilatación pupilar, altas frecuencias cardiacas, respiración agitada, etcétera, no representan por si mismas emociones o sentimientos, tan sólo simbolizan lo que parece ser, lo que algunas veces puede ser observable y/o medible, lo individual, ...pues percibimos todos en común los mismos objetos exteriores, mas quedamos siempre inexorablemente solos para sentir en el interior el juego de nuestros órganos (1945, p. 178). Pero no debemos olvidar que lo comunicable entre las conciencias individuales es común, (común al ser transmitido), y al afirmar que los sentimientos son más contagiosos que las ideas, tienen la necesidad de contarse, saber que son eminentemente comunicables y que no sólo se comunican, sino que para desarrollarse, e incluso para ser, tienen necesidad de comunicarse (1945, p. 180). Para contar la vida afectiva uno debe jugar con las palabras puesto que nunca existen las palabras exactas o correctas, siempre es difícil de explicar, a la hora de la verdad pareciera que nuestro vocabulario es tan reducido que resulta complicado hablar de ello, tal vez buscar explicaciones es el paso incorrecto. Explicar o entender son verbos que no pueden conjugarse con los sentimientos, pero la afanosa intención del ser humano y hasta de su ciencia de trasladar lo más posible al mundo de la razón ha dejado coartada la intención de abrir posibilidades en el estudio de la vida afectiva. Si bien es cierto que los sentimientos necesitan de un medio social para ser, puesto que son en nosotros no solamente lo que son por nosotros, sino por lo que son en los otros (1945, p. 182)), obligado es también pensar que el sentir, interpretar y manifestar se encuentran determinados por el seno social. Junto con estas formas caprichosas encontramos también que la vida afectiva gusta y necesita ser aprobada, compartida, negociada en una comunión afectiva, es menester la nomenclatura en los sentimientos. Ser nombrados involucra dos cuestiones interesantes. a) Los marcos de referencia (Blondel, 1945) y b) el silencio de los sentimientos (Fernández, 2000). a) Todo aquello que pueda entenderse, sentirse y nombrarse de determinadas formas estará definido por marcos de interpretación o de referencia, todo lo que pueda establecerse como formas de vida afectiva es entendible, comprensible y válido en determinadas culturas o sociedades; estas formas internas que se mueven en una determinada región, lugar o sociedad serán inteligibles en el medio social de referencia, de tal forma, determinada cultura, determinadas formas. Es nuestro grupo quien nos impone el patrón. Estableciendo la nomenclatura de sus estados afectivos, el grupo está al mismo tiempo llamado a definirlos, a circunscribir las circunstancias en las cuales se producen, las reacciones que comportan, la intensidad y duración que les pertenecen (Blondel, 1945, p. 185). Abrir la posibilidad de poder encontrar términos que refieran algo distinto a nuestro código afectivo, implica una problemática tremenda para la psicología, ya que se ha preocupado y encargado de definir los sentimientos, estudiarlos e incluso clasificarlos a partir del concepto que delimitan; el problema radica en que no en todas las sociedades sus esquemas puedan significar lo mismo, por tanto uno tendría que hacer psicología de las emociones dependiendo del lugar en el que se encuentre. El sentido común de la psicología la ha llevado a pensar que existe un sistema general o universal para las emociones, que sólo existen verdes y amarillas, rojas o azules pero nunca medias tintas, que significan o han significado lo mismo aquí y en China, hoy, mañana y desde el siglo antepasado, lo cual nos indica que no se ha detenido a escuchar con atención, las mil y una formas de afectividad que transcurren entre gritos, lágrimas, risas y murmullos, tantas y tantas formas ya sea de sentir, nombrar e interpretar que inútilmente cabrían en el mundo de la clasificación y definición declaradas por la psicología. Cabe la posibilidad de equivocarse cuando no se toma en cuenta el estado del mundo, es decir el aspecto social de los sentimientos. Uno de los problemas al cual nos enfrentamos representa el uso de la terminología que dudosamente establece diferencias entre sentimientos, emociones, afectos, pasiones, etcétera. ¿Resultará determinante para la tristeza diferenciarse entre emoción, sentimiento, estado de ánimo?, tal parece que en nada le afecta sentirse de una u otra forma. Ante la problemática de los conceptos, existe una cita de Fernández que declara esta situación con una respetable ironía: ...de los demás términos afectivos como pasión, sentimiento, ánimo, emoción sensación, los cuales no son tan específicos, ya que son en realidad intercambiables, a veces como sinónimos y otras no, tal y como se usan normalmente en lenguaje cotidiano, donde a veces decimos “sensación” y otras “emoción”, y nunca nos equivocamos; quienes se equivocan son los científicos que los clasifican (Fernández, 2000, p. 14). b) Cuando se habla de sentimientos y de la necesidad de jugar con las palabras porque pareciera que no existen las suficientes, podría deducirse entonces que la afectividad es silencio (Fernández, 2000). Lo que siente no se puede decir y lo que se dice no es lo que se siente (Fernández, 2004, p. 19). No existe una traducción al exterior. Es por ello que existen frases recurrentes en el momento que nos toca hablar de lo que sentimos y efectivamente no salen las palabras, no podemos explicarlo. Es una maraña de sentimientos combinada con la imperiosa necesidad de manifestarlo, revuelta con la imposibilidad de llevarlo todo hacia fuera, ya sea fuera de las entrañas, del corazón, de la cabeza, del estómago. De tal forma el nudo en la garganta, las mariposas en el estómago y los pasos en la azotea representan recursos del lenguaje que simbolizan dentro de un marco de interpretación tristeza, desesperación, nervios, miedo, amenaza, etcétera, y aunque simbolizan en las ideas y convenciones de una sociedad, tampoco son en sí sentimientos, sólo sus formas curiosas de entender que algo sucede y nos afecta, que no existen literalmente las mariposas revoloteando en el estómago,ni tampoco un nudo en la garganta que apenas nos permite tragar los sinsabores de la vida, donde apenas cabe un huequito de esperanza. Mucho más allá, fuera de la racionalidad se encuentra instalada la vida afectiva, esa que no se piensa, esa que nos anuncia un desbalance, esa que nos deja sobre la cuerda floja, que nos revuelca sin palabras, sin justificaciones, una sacudida de la realidad diría Fernández (2000), sentir es lo inefable, lo que no se puede decir sólo se puede sentir... Los pensamientos que no pueden pensar se llaman sentimientos, los sentimientos no están metidos en las cajas de las palabras (p. 23). Uno de los graves errores de la Psicología tradicional, ha sido pensar que puede definir y clasificar los sentimientos como si fueran objetos o hechos concretos. Imaginando o suponiendo que las limitaciones de un diccionario al conceptuar y definir pongamos la tristeza, representan la falta de sensatez de las palabras y de los expertos que según sus lineamientos, negociaciones, conocimientos y conclusiones pueden legitimar una definición como esta: tristeza: desabrimiento, inquietud o congoja de la voluntad, que aprehende algún objeto contrario a su deseo, con aversión insuficiente para resistirle y causa pesar, aflicción y tormento 7. A la hora de sentirnos involucrados y envueltos en un halo de melancólica tristeza como dice la canción, no recurrimos al diccionario para comprobar si lo que sentimos es real y concuerda con lo establecido. Aunque así fuera, obviamente por módicas razones la conclusión podría ser un gran signo de interrogación. Por suerte estas cosas en la vida cotidiana no suceden, por desgracia así funcionan en el ámbito científico. El silencio de los sentimientos, este asunto de no tener palabras para expresarlo, representan formas más respetables que la manía clasificatoria (Fernández, 2000) con la que se conduce la tradición psicológica. De tal forma, insolentes las intenciones de 7 Definición del año 1963 obtenida de: Diccionario de la Real Academia Española. Diccionario de autoridades. Madrid: Gredos, la cual constata la vaguedad del concepto. delimitar y definir, de encajarlos en una lógica conductual, de entenderlos desde su pesada carga neurofisiológica, ha dejado a los sentimientos en medio de un desconsolado infortunio, flotando en la inmensidad de la duda sobre un gélido pedazo de hielo, frío como un cuarto oscuro o como un sótano por el que se filtra un hilo de luz, esperando que en algún momento se convierta en una luz abrasadora, deslumbrante que los saque del hueco y la penumbra y al fin renueve su camino. Todo esto no significa más que la falta de mesura ante la realidad afectiva. Tanto en los discursos sentimentales como en las teorías de las emociones, los sentimientos precisos dependen solamente del nombre que reciban y del discurso al que se les hace entrar al darles nombre. Pero hay una objeción muy simple: lo que se está sintiendo es otra cosa (Fernández, 2000, p. 21). 1.6 Las palabras nunca expresan demasiado bien los sentimientos… Cuando uno piensa que la problemática puede quedarse sólo ahí, en ese insensato y rudo trato que se le ha dado a los sentimientos, abandonándolos a la suerte del mejor postor, resulta que si uno profundiza más en el problema encuentra razones de mayor peso para pensar y seguir afirmando que el camino tomado ha sido el incorrecto. Es decir, al ser los sentimientos incorporados dentro del pensamiento científico, analizados y pensados con palabras, compartiendo la forma del lenguaje, entendiéndolos desde lo lingüístico, como dice Fernández (2000): ese discurso al que se les hace entrar al darles nombre, quedan condenados a la lógica de los significados discursivos (Langer, en: Fernández, 2001, p. 364): lineales, separados, sucesivos y secuenciales, justo como las palabras. Aptos para contener objetos con las mismas características: lineales, separados, sucesivos y secuenciales. Objetos que no cumplan con estos requisitos no son aceptados en el lenguaje ni en el pensamiento, simplemente porque no coinciden o concuerdan sus formas. Las palabras poseen un orden lineal, separado y sucesivo; se engarzan una tras otra como cuentas de rosario. No podemos hablar con manojos simultáneos de nombres (Langer, en: Fernández 2001, p. 365). A esta propiedad del simbolismo verbal se le denomina discursividad: debido a ella, sólo es posible expresar con palabras los pensamientos que pueden distribuirse en ese orden peculiar: cualquier idea que no se preste a esa proyección es inefable, incomunicable por medio de palabras (p. 365). Cabe notar que los sentimientos no debieran ni como remota idea, coincidir con esta forma discursiva (no son lineales, separados ni sucesivos), claramente no comparten la misma estructura, son otra cosa, no pueden estar puestos sólo en palabras, existen demás elementos que conforman su alógica, por no decir lógica, término que pertenece a la razón, son imágenes y formas. No comparten los modos del pensamiento racional, lógico y científico, con esto se reivindica la idea del silencio de los sentimientos, y aunque difícilmente la lógica de las palabras tiene muy poco que compartirle a la de los sentimientos (estética), ineludiblemente ha encontrado trampas, o mejor dicho tácticas y recursos para inmiscuirse en su atmósfera, como la metáfora, la narración, el relato, el chisme, el cuento, la poesía, las canciones, donde sin duda se hace uso del lenguaje, de las palabras y de forma irremediable siempre acontece una sensación de contrariedad, de inconformidad en relación a lo que decimos, como si algo no quedara muy claro dentro de nuestro organizado discurso cotidiano, puesto que no es lo mismo, lo que sentimos no es exactamente lo mismo. Sin embargo, a la psicología dominante pareciera no importarle este tipo de arbitrariedades, el lenguaje programado para las ciencias sin duda tiene otra función e irremediablemente los sentimientos, las emociones o pasiones, como ellos difieren, han sido incorporados a esta misma lógica. De tal forma, ahí, donde en algún punto se cruzan los caminos, los sentimientos no regresan por el mismo sendero, se empalman, se agregan y se incorporan al tráfico pesado de la lógica científica, se vuelven un sólo camino y con un sentido coercitivo. La psicología los hace compartir y coincidir obligatoriamente la misma dinámica. Y justo donde se genera la ruptura, representa casualmente el lugar donde se perdió la pista, es el lugar del apagón, allí donde se abrió una grieta, donde pareciera que se ha extraviado una pieza del rompecabezas, donde hubo la necesidad de recrear, que no es lo mismo, con materiales diferentes las piezas faltantes, tenían que llenarse los huecos o vacíos de una psicología científica, vacíos que no cambiaron mucho, siguieron siendo huecos llenos de aire, como la barriga llena de hambre (Sabines, 1999, p. 152) de Julito. Y como dice Fernández una psicología discursiva que no puede incorporar los sentimientos a su lógica, no funciona, porque una psicología que no puede dar buena cuenta de los sentimientos ha empezado por no comprender la vida (2001, p. 360). Para Susan Langer existen los significados no discursivos, no todo es lenguaje, existen retratos, pinturas abstractas, golpes, bailes, y demás cosas que no se presentan lineales, separadas, sucesivas, ni secuenciales (Langer, en: Fernández, 2001, p. 365), aquellos que poseen justamente la medida de los sentimientos, compartiéndose con los sueños, los mitos, el arte, incluyendo la literatura cuyo trabajo es el de crear imágenes con palabras. Y justamente por aquí empieza a constituirse la idea central, es decir, las palabras recrean las imágenes y las formas de la afectividad,necesariamente hacemos uso del discurso, narramos, contamos ya sea en secreto, en cartas, en ocasiones especiales como cenas navideñas, de fin de año, cumpleaños, despedidas, aniversarios, o con el grupo de amigos cercanos en compañía de un buen café o una cerveza (lo que se toma es lo de menos) el caso es la imperiosa necesidad de contar, contar es lo que cuenta, el evento puede ser cualquiera, tarde o temprano sale. Además de todo esto, contamos no con la estructura de la definición y el diccionario, hacemos uso de todos los elementos lingüísticos que estén a nuestro alcance, canciones, poemas, frases cotidianas, metáforas, recursos necesarios porque nunca alcanzan o no son suficientes cuando nos toca hablar de ello. Pero el punto radica en recrear con palabras imágenes de nuestros estados afectivos, que no es lo mismo someter a los sentimientos a la lógica científica de la definición. Quizá ahí está la diferencia, una a ras del suelo y otra por las nubes. 1.7 Los sentimientos como formas e imágenes En realidad los sentimientos esos de la vida cotidiana, esos que nos maravillan, nos descubren, esos que nos cogen desprevenidos y nos asombran se encuentran situados en el significado no discursivo, el cual es más intenso, no es lingüístico. Por obvias razones se encuentran en el mundo de las formas e imágenes. Representan, significados absolutos8, no tienen referencia, no se construyen, lo que se construye son sus definiciones, clasificaciones y manifestaciones, son significados colectivos en tanto que son formas de la sociedad misma, son unitarios porque la dualidad sujeto objeto no aplica. Es significado indistinto no tiene que distinguirse o diferenciarse de otro significado, cada significado es su significado y nada más, problema al que se han enfrentado los científicos del dominio y la definición, construyendo a partir de dualidades, de contrarios, en definitiva las palabras, no han sido el mejor recurso. Y por último no son realidad que ocupen lugar en 8 Desde la postura que plantea S. Langer (1941) queda claro que los significados no discursivos, como los sentimientos son absolutos, que no necesitan referencia, tampoco distinguirse de otros, pero una cita de Fernández (2000) declara una visión construída a partir de dualidades, donde un sentimiento se define o se caracteriza a partir de su contrario, es decir, la alegría representa todo lo que no es la tristeza. Se supone que la tristeza es fea, que la amargura o el rencor o el fracaso o la enfermedad son feos; ésta es una suposición del racionalismo que fabricó la irreconciabilidad de las dualidades, como aquélla de que lo que no es verdadero es falso y de que lo que no es pensado es sentido (p. 103). el tiempo ni espacio, por tanto no son medibles ni verificables. Dentro de la entidad afectiva, el tiempo y el espacio entran en confusión. Los tiempos se indistinguen entre sí: lo que es antes y lo que es después siempre son ahora; la escena antigua que duele, duele en este momento al recordarla, y la ilusión del porvenir que alegra, también lo hace ahora. La afectividad siempre es presente y por eso parece eterna... el tiempo es eterno (Fernández, 2000, p. 34). Lo mismo sucede con los espacios, son indistinguibles entre sí. Dice Fernández (2000) que la afectividad es un espacio condensado, todo sitio es el mismo. Las diferencias entre la lejanía y la cercanía se difuminan en los espacios de la afectividad. Inútilmente la investigación racionalista estudia a la afectividad en términos que no le corresponden es decir, la desnaturaliza. Le impone tiempos de reloj, espacios de cartografía y le estipula causas (Fernández, p. 36). Bajo qué términos dejamos entonces a todos los instrumentos creados para la medición de sentimientos o mejor dicho en términos correctos: emociones. Todas esas definiciones y diagramas creados para un mejor entendimiento del tema conforman verdaderamente un silencio abismal, pero no ese silencio de los sentimientos del que ya hablamos, más bien un silencio que representa verdaderamente un hueco donde existen palabras y muchas, pero carecen de sentido, de forma, de sensatez, no dicen nada. * * * Acercándonos un poco más a las intenciones de esta tesis convendría enfocarnos al tratamiento que se le ha dado a la tristeza, pues es la que interesa. Por obvias razones no representa ninguna excepción, quizá al situarse dentro de las ocho emociones básicas deba sentirse privilegiada, aunque dudo se sienta conforme. Es muy probable que una pequeña parte de ella se encuentre en palabras huecas compartiendo la lógica de la razón, que no es la misma que la de los sentimientos, donde, evidentemente lejos está de parecerse un poquito a la otra gran y brumosa parte que se encuentra paralizada en el tiempo y en el espacio, moviéndose entre la gente, disolviéndose entre llanto y lágrimas, tocando las esquinas, los rincones, los pañuelos, las mañanas grises, las canciones, entre las novelas y poemas, recordando lo inadvertido e insoslayable de su llegada... 2. Tristeza y melancolía, inseparable historia Del por qué empezar hablando de tristeza y melancolía es en realidad una forma de conducir este trabajo por las ideas formales o establecidas en la historia de los términos y sus dimensiones. La magnitud en el estudio y la evidencia escrita de la melancolía puede rastrear, desde la época clásica griega hasta la actualidad, la complicidad existente entre esta enfermedad mental y su principal acompañante. Suerte que se haya documentado su existencia, aun cuando sean versiones originadas desde una atmósfera médica-clínica, existen razones y razones de sobra para argumentar que con todo y cambios filosóficos y teóricos, dominancia médica, religiosa, científica e inclusive psiquiátrica, se crearon las metáforas necesarias para tratar de entender y explicar, desde visiones particulares, el conflicto que inequívocamente enfrentaba la propia existencia del ser humano al experimentar melancolía o tristeza. Una conducía irremediablemente a la otra y algunas veces viceversa. El ir ubicando tristeza y melancolía en momentos históricos determinados por la tradición o por la ruptura de ésta, va conformando el hilo de este relato. Pido disculpas al lector por tantas citas textuales, en realidad es tan documental que en mis palabras creo, no hubiera sido lo mismo. 2.1 El término melancolía Melancolía: una especie de chochez1 sin fiebre, normalmente acompañada por miedo y tristeza, sin razón aparente. Esta cita tomada del texto de Stanley W. Jackson titulado Historia de la Melancolía y la Depresión, es una de tantas donde la tristeza aparece como síntoma del humor negro o la enfermedad melancólica. Específicamente, la cita pertenece Robert Burton (1557-1640), médico de la época renacentista, que deja en manos de la historia su obra Anatomy of Melancholy, texto que representa las ideas médico- psicológicas que se tenían acerca de la melancolía, importante por el discurso científico que emplea. Tal parecía que si se hablaba de melancolía, forzosamente la tristeza y el miedo aparecían en el cuadro sintomático de los enfermos melancólicos. La historia de la melancolía es verdaderamente asombrosa, no ha sido así la suerte de la tristeza, sin embargo fueron de la mano durante siglos. Muchos libros, anatomías2, artículos, tienen en común este humor otoñal, ya sea para explicar causas de enfermedad, para salvar de las tinieblas al espíritu, para clasificar enfermedades mentales, inclusive para comprender las rupturas de lo cotidiano. El término melancolía proviene de melancholía, trasliteración latina del términogriego, su significado en la Grecia clásica, estaba involucrado con el miedo y la depresión, desde entonces, la melancolía estaba clasificada como un desorden mental. Al mismo tiempo éste término provenía del griego melaina chole, traducido al latín como atra bilis y finalmente convenido como bilis negra. En el 1 Chochez, según Du Laurens, significa que alguna facultad mental principal, como la imaginación o la razón, está viciada, como ocurre a todas las personas melancólicas (Jackson, 1986, p.94). 2 Libros médicos que explicaban las causas, malestares, síntomas y recursos curativos para alguna enfermedad. siglo XVI, algunos términos muy parecidos como malencolye, melancoli, malencolie, melancholie, eran usados sobre todo en el ambiente médico, cambiaban un poco en alguna grafía, efecto causado por las traducciones que se realizaban en aquellas épocas. Era un término que denominaba también tristeza, aflicción o desesperación y durante los siglos XVII y XVIII su significado se redujo al de enfermedad. En este último siglo el término de melancolía empieza ya a conjugarse con el de depresión, en contextos médicos, existe la posibilidad de estar deprimido en profunda tristeza y melancolía (Jackson, 1986, p. 17). En el siglo XIX, depresión significaba bajo espíritu en el medio literario, melancolía en la esfera médica, y el término melancolía era usado en el sentido literario y coloquial. Claramente estos términos fueron cada vez más, perteneciendo al lenguaje médico, en especial a la psiquiatría, todavía no representaban categoría diagnóstica, pero a mediados del siglo ya formaban parte del término estados de depresión mental, propuestos por un médico-psiquiatra llamado Wilhelm Griesinger3. Para el siglo XX, todo empieza a complicarse, comienzan a surgir una cantidad de expresiones médicas, que confusamente incluyen los estados de depresión, melancolía, tristeza…, el famoso, usado, y elegante concepto -locura maniaco depresiva-, se instaura en este siglo. Desde la psiquiatría, el término melancolía es sustituido por el de depresión. Sus parientes se conforman como síntomas, parecía que no tenían otra alternativa. Por tal razón los encontramos en manuales de diagnóstico y tratamiento de enfermedades mentales. 2.2 Bilis negra En las descripciones clínicas de la melancolía con el correr de los siglos, 3 Wilhelm Griesinger (1817-1868), publicó Patología y terapéutica mentales, obra que tuvo mucha influencia sobre sus contemporáneos y sucesores. Uno de sus capítulos llamado Estados de depresión mental-melancolía, incluye una revisión de las teorías de la melancolía junto con extensas historias clínicas. los rasgos principales eran normalmente el miedo y la tristeza, motivo por el cual, este subcapítulo tiene su debida importancia. Al hablar de melancolía, uno debe comenzar por situarse en la época griega con la teoría humoral, que si bien es cierto no es la primera idea en la historia de la humanidad, si es la primera en constituirse como una teoría explicativa del binomio salud-enfermedad. Y así comienza la historia, la historia de la melancolía, la bilis negra y los humores corporales, idea que perduró aproximadamente dos mil años funcionando como el esquema médico para explicar las enfermedades. La teoría humoral, como tal, se reivindica con Hipócrates en la última parte del siglo V a.C. Con su libro De la naturaleza del hombre, este filósofo griego reúne los cuatro humores para determinar los estados de salud y enfermedad. La bilis negra hasta entonces no estaba considerada como un humor auténtico y natural, se pensaba que provenía de una degeneración nociva de la bilis amarilla o de la sangre. Argumenta que tenían mayor o menor preponderancia dependiendo las estaciones del año y también identifica diferentes cualidades. Con el nacimiento de ese equilibrado cuarteto de humores en De la naturaleza del hombre, la bilis negra parece haber pasado de su categoría de producto tóxico a la de otro de los ingredientes naturales básicos del cuerpo, junto con la bilis amarilla, la flema y la sangre (Jackson, 1986, p. 19). Humor Estación Cualidades Sangre Primavera Templado y húmedo Bilis amarilla Verano Caliente y seco Bilis negra Otoño Frío y seco Flema Invierno Frío y húmedo (Jackson, 1986, p.20) La melancolía era considerada como una peligrosa enfermedad mental causada por el humor negro que circula por el cuerpo y se caracteriza por una tristeza profunda, un miedo muy grande, una grave enajenación mental y diversas formas de delirio, pero sin fiebre. Se asocia siempre a la posibilidad de que genere furia, furor o manía. La melancolía suele surgir sin causa aparente, es decir, sin una enfermedad aguda que produzca fiebre ni alguna amenaza externa visible o un motivo claro (Bartra, 2004, p. 11). La causa de esta enfermedad era la combustión de los humores internos que ennegrecían. En realidad existían dos ideas del origen de esta bilis negra, los hipocráticos quienes pensaban que estaba ya contenida en el cuerpo al igual que los otros tres humores, y los que creían que se originaba por el enfriamiento de la sangre o el sobrecalentamiento de otros humores corporales, Rufo de Éfeso médico griego del imperio romano representa un ejemplo de ello. Parecía que esta negrura empezaba a dotarla de interesantes características, de estilo y forma… La bilis negra además de fría y seca y de ser causante de melancolía, era responsable de otras enfermedades como: dolor de cabeza, vértigo, parálisis, espasmos, epilepsia y otros desórdenes mentales, fiebres, enfermedades del riñón, el hígado y el bazo. La melancolía podía ser adusta, es decir bilis negra no natural, generada por un sobrecalentamiento y hervor de la bilis amarilla. En algún momento, gradualmente esta idea se fue ampliando hacia los otros humores, de tal forma cualquier hervor o calentamiento en cualquiera de estos, causaba bilis negra adusta. Posteriormente, la idea de los naturales y antinaturales en la medicina clásica ampliaba la forma de entender el concepto de salud- enfermedad, con ésta propuesta se incluía el término de higiene en el lenguaje médico. Los naturales (innatos) constituían los factores de la función normal y la base de conocimiento de la medicina clásica: los elementos, los temperamentos, los humores, las partes del cuerpo, las facultades, las funciones y los espíritus (Jackson, 1986, p. 22). En cambio los no-naturales, eran factores ambientales adquiridos: el aire, el ejercicio y el descanso, el sueño y la vigilia, la comida y la bebida, la excreción y retención de cosas superfluas, y las pasiones o perturbaciones del espíritu (1986). En cualquiera de las dos clasificaciones un desequilibrio, provocaba alguna patología. En el caso de los no naturales, la enfermedad estaba determinaba por el uso o abuso de alguno de sus elementos. Estos últimos determinaban la patogénesis de la melancolía, la cual pertenecía al desequilibrio de las pasiones o perturbaciones del espíritu. Esta idea de los naturales y no- naturales, fue descrita por Galeno en su Ars Medica, la cual fue desarrollada en importantes obras médicas hasta principios del siglo XVIII. La melancolía seguía considerándose una enfermedad mental causada por la bilis negra, y para estudiar la patogénesis en la categoría de las pasiones o perturbaciones del espíritu, alma o mente se tomaba en cuenta el papel de las emociones, incluyendo la tristeza. Las aportaciones de Galeno fueron muy importantes en la época medieval, en su sistema teórico, los humores no eran tan determinantes, las cuatro cualidades sí lo eran –caliente, frío, seco y húmedo-, la forma en que se combinaban determinaba cómo funcionaba el organismo como un todo,y un daño de alguna de las cualidades producía una disfunción y una enfermedad (Jackson, 1986, p. 49). De estas cualidades construyó la teoría de los temperamentos, término que posteriormente se adecuó a cuestiones psicológicas, el temperamento ideal era un equilibrio de las cuatro cualidades. De ahí, combinados con los humores, encontramos el temperamento sanguíneo, colérico, melancólico y flemático y tenían que ver con las tendencias físicas características de un individuo. Dependiendo la inclinación hacia uno u otro, se determinaban las enfermedades, la conducta y las emociones. Galeno describió de manera detallada la dieta alimenticia vulnerable a la bilis negra, en especial ciertos tipos de carnes y verduras, el vino espeso y oscuro y quesos viejos. En otro contexto, argumentaba que los excesos de bilis negra eran mucho más frecuentes durante el otoño y en personas adultas después de la flor de la edad, debido a las cualidades frías y secas de la estación y de la época de la vida (en: Jackson, 1986, p. 50). También se recomendaba: …que se examine la primera sangre extraída para comprobar si refleja o no un estado atrabiliario y que la flebotomía se continúe en el caso de confirmarse esta. En los casos en que el humor pernicioso no resista la evacuación durante ningún tiempo, recomienda baños frecuentes, una dieta fluida y bien equilibrada, sin otros remedios; pero si la enfermedad se ha hecho más crónica, requiere un tratamiento más fuerte. Para esta enfermedad fría y seca recomendaba una dieta cuyos componentes tuvieran efectos calentadores y humectantes. Pensaba que el restablecimiento del flujo menstrual o del hemorroidal facilitaba la evacuación del humor patógeno, y recomendaba varios purgantes para lograr la eliminación de la bilis negra, aconsejando ejercicio, masajes y todo tipo de movimiento activo por sus efectos purgantes (Jackson, 1986, p. 50). Sin alejarnos todavía de la época clásica, es interesante otro tipo de tratamiento o consejos médicos que se daban para la cura de esta enfermedad melancólica: Celso el enciclopedista romano describe lo siguiente: la sangría es en este caso útil; pero si algo la prohibiera, se acudiría en primer lugar a la abstinencia, y si no a una limpieza con eléboro blanco y vómito. Tras lo uno o lo otro, se harán masajes dos veces al día; si el paciente es fuerte también se recomienda el ejercicio frecuente y vomitar con el estómago vacío. Se recomienda comida de clase media (quiere decir medianamente fuerte)… sin vino (1986, p. 41), y a continuación añade: Los movimientos han de ser suaves, excluir las causas de susto, incitar en cambio a la esperanza; buscar el entretenimiento por medio de historias contadas y juegos, especialmente aquellos que atraían al paciente cuando estaba sano; su trabajo, si hace alguno, habrá de ser alabado y exhibido ente sus propios ojos; se le reprobará dulcemente su depresión haciéndole ver que no tiene causa alguna, deberá señalársele una y otra vez de vez en cuando que las muchas cosas que le atormentan pueden ser causa de regocijo más que de preocupación (1986, p. 41) En la introducción de El siglo de oro de la melancolía, de Roger Bartra se encuentra un comentario muy curioso, hace una analogía con las formas curativas y causas de la melancolía, agrega que anteriormente se creía que una sustancia (bilis negra) que transitaba por los ventrículos cerebrales era la causante de esta enfermedad y el eléboro una esencia utilizada para su recuperación, hoy lleva el nombre de depresión y el desequilibrio en ciertas sustancias reguladas por los neurotransmisores, dopamina, serotonina, son las principales detonadoras de esta patología, también se recurre al uso de fármacos, como hace algunos siglos, el eléboro quedo desplazado, ahora se utiliza la fluoxetina para curar este mal, mejor conocido como prozac. 2.3 Melancolía y tristeza en la época medieval Transcurriendo el tiempo, nos encontramos con el medievo, pareciera que la melancolía y su inseparable compañera la tristeza empiezan a tomar rumbos diferentes. En realidad esta enfermedad atrabiliaria no cambió mucho con la llegada de una nueva época. Hubo una clara continuidad de los escritos hipocráticos y galenos, lo que sigue son, por un lado, enciclopedias y también tratados más cortos con fines prácticos y, por otro, comentarios de los autores clásicos para su utilización en las escuelas médicas. Así, en esta forma enciclopédica y escolástica fue como se transmitió la medicina griega a los pueblos del este (Jackson, 1986, p. 51), llamada medicina bizantina y ubicando Alejandría como el centro de desarrollo de las obras medievales. Sus principales personajes y compiladores médicos de los clásicos fueron: Oribasio De Pérgamo (325- 403), Alejandro de Tralles (525-605), y Pablo de Egina (625-690). Posteriormente se ubica la medicina árabe formada también en esta tradición, muy importante por sus contribuciones a la medicina de la Edad Media Islámica. No todos sus representantes eran árabes, se le llamó así porque estaba escrita en este idioma, pero había figuras importantes de nacionalidad persa o siria, incluso grandes autores posteriores eran españoles. No todos profesaban el Islam, había cristianos y judíos. Los representantes mas importantes de esta medicina fueron: Al-Razi o Razes (865-923), Alí ibn Abbas o Haly Abbas (m. 994), Ibn Sina o Avicena (980-1037). Valioso por sus contribuciones a la melancolía fue Isaac ibn Imran, quien desarrolla su obra a principios del siglo X. Algunas figuras posteriores, Ibn Rush o Averroes (1126-1198) y Musa ibn Maymun o Maimónides (1135-1204). La medicina islámica perduró durante muchos siglos, teniendo alcance en las obras médicas del Renacimiento, las traducciones de Constantino Africano4 y Gerardo de Cremona de los textos árabes más representativos permitieron que la medicina greco-árabe se introdujera al Occidente cristiano. A principios del siglo XIII el mundo occidental tenía en su poder la tradición médica griega. 4 Constantino Africano (1220?-1287), musulmán de gran cultura establecido en Salerno, convertido al cristianismo. Responsable de la traducción del árabe al latín de una parte fundamental de la literatura médica. greco-arabiga. Retomando la melancolía en la Edad Media, para enciclopedistas y compiladores de la medicina bizantina, no existieron cambios significativos en la forma de percibir, describir, diagnosticar o curar esta enfermedad negruzca. Perciben la tristeza y el miedo como síntomas principales, pero la locura empieza a dibujarse como expresión de la melancolía. La tristeza, la asedia y la aflicción como sentimientos o pasiones, no como síntomas quedan encerradas entre paredes de difícil contemplación, frías, silenciosas, grises, con grietas misteriosas, paredes de encierro de los monasterios, reservadas para los solitarios. La bilis negra seguía siendo la principal causa de melancolía, se distinguieron ciertas diferencias para marcar distinciones con los clásicos, en realidad no muy relevantes. Por ejemplo, se definieron diferentes tipos de melancolía dependiendo del lugar de invasión de la bilis negra, podía ser en todo el cuerpo o sólo en el cerebro. Algunos síntomas relacionados con el estómago dieron lugar a una forma de melancolía llamada enfermedad hipocóndrica o flatulenta. Cerebro, cuerpo e hipocondrios fueron los lugares de la bilis negra, tenían diagnóstico y tratamientos determinados. En la descripción de los síntomas argumentan tristeza sin causa, sentirse sin ánimo para nada y fácil presa del terror, desear la muerte, hostilidad hacia los amigos, y sospechar que alguien intentar matarle5, además de la creación de ideas fantásticas
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