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Del Hospital de San Pedro al Hospital Universitario La gran tradición de la medicina poblana se inicia con el Hospital de San Pedro, que estuvo ubicado en lo que hoy es conocido como la “Ex-cancha de San Pedro”. El historiador poblano Fernández Echeve- rría y Veytia señala que su fundación fue en 1544, aunque es posible -de acuerdo con información proporcionada por el eminente fisiólogo e histo- riador José Joaquín Izquierdo- que sus anteceden- tes se remonten años atrás. Escribe al respecto: “Cuando Fray Julián Garcés murió en España, en 1542, instituyó por su heredero al hospital que había dejado fundado en Puebla de los Angeles. Posteriormente, cuando el Cabildo Eclesiástico recibió la cédula real de 6 de junio de 1543, que autorizaba el solicitado traslado de la sede epis- copal tlaxcaltense, al sitio escogido para la nueva Año I/No. 2, 30 de Enero de 1998 David Alfaro Siqueiros. Apología del futuro triunfo de la ciencia sobre el cáncer (detalles). Puebla, quedó formalizada la creación del Real Hospital de San Pedro, o de la Iglesia” (Vid. Rau- dón, Cirujano Poblano de 1810, Ediciones Cien- cia,México, 1949, pág. 33). El Hospital de San Pedro, aparte de ser uno de los primeros que se fundaron en la Nueva España —le antecedieron, entre otros, dos hospi- tales fundados por don Vasco de Quiroga en 1532, uno que ya existía en Tlaxcala hacia 1537, el Hos- pital del Amor de Dios, de la Ciudad de México, establecido por Fray Juan de Zumárraga un poco antes de 1540— es uno de los que han tenido más larga vida, puesto que sobrevivió hasta 1917, des- pués de llevar 374 años de existencia. Sólo el Hos- pital de Jesús, de la Ciudad de México —creado en 1531, pero fundado en 1547—, sobrevivió al de San Pedro. 2 En Puebla sólo le ante- cedió el Hospital de San Juan de Letrán, cuya fundación se remonta al año de 1531. El Obispo Palafox y Mendoza decidió, en junio de 1643, incor- porar este hospital al de San Pedro. Hacia fines del siglo también le fue incorporado a éste el Hospital de las Bubas. El Hospital de San Pedro, desde su creación, ejer- ció un papel fundamental en la atención a la salud de los habi- tantes de Puebla. José Joaquín Izquierdo nos informa que, tan solo de 1715 a 1722 había recibido a 21,309 enfermos, de los que sólo habían muerto 2,039. El Cabildo Eclesiástico se expresaba en los siguientes términos” de esa institución: ¿en qué hospital de estos Rey- nos, por numeroso que sea, se habrá rezevido tanto número de enfermos?”, y “siendo tan pocos los muertos, su cura- ción es más que competente y puntual” (Ibid., pág. 39). El bajo índice de mortali- dad del Hospital de San Pedro logró conservarse -salvo algu- nos periodos breves en los que aumentó levemente- a lo largo de su historia. No es casual, en consecuencia, que su prestigio haya desbordado las fronteras de nuestro país. Hacia la primera década del siglo XIX, en diversos ámbitos médicos del país y del extran- jero, se le llegó a comparar con el Hospital de los Padres de San Juan de Dios, de la ciu- dad de París, uno de los mejo- res hospitales —si es que no el mejor— del orbe. Sin embargo, la impor- tancia histórica del Hospital de Puebla desborda infinita- mente lo relativo a su función curativa: también desempeñó un papel crucial en lo que se refiere a la prevención de las enfermedades. Así, por ejemplo, en contrapunto a las epidemias que asolaron a Puebla desde su fundación, los facultativos del hospital se preocuparon por adoptar medidas tendientes a prevenirlas por lo cual impul- saron diversas iniciativas en esa dirección. Sobresalen a este res- pecto sus esfuerzos por buscar remedios eficaces -que curasen y previniesen las epidemias- en las plantas y hierbas de la región y, asimismo, se esforzaron por estar al día en lo que concierne a los avances en la lucha contra las epidemias en otras naciones, con el propósito de aplicarlos en Puebla. Así, cuando Puebla fue azotada a fines del siglo XVIII por la epidemia de la viruela, el comisario Doménech apremió a la corona española a traer la vacuna contra la misma que ya había comenzado a aplicarse en algunos países europeos. Sin embargo, no fue sino hasta el año de 1804 cuando llegó a Puebla la Real Expedición de la Vacuna, en cuya promoción y aplicación destacaron los faculta- tivos del Hospital de San Pedro, quienes, entusiasmados por sus consecuencias benéficas, afir- maban que “la preciosa vacuna Diego Rivera. La medicina antigua y la moderna (detalle). no sólo goza de la virtud preser- vativa contra las viruelas, sino que posee la facultad de curar muchas enfermedades, prin- cipalmente cutáneas; mejora y fortifica la constitución delicada y enfermiza de los vacunados, y por último, se opone al desarro- llo de los vicios escrofulosos y raquíticos” (Ibid., pág. 76). El Hospital de San Pedro desempeñó un papel sumamente relevante en el combate contra la epidemia del “tabardillo” y del cólera, que asolaron al país y la enti- dad en las tres primeras déca- das del siglo XIX. Aparte de establecer las bases para la prevención y curación de las enfermedades, en el Hospital de San Pedro se establecieron las bases para la enseñanza de la medicina en la entidad (véase el texto correspondiente, intitulado “ La enseñanza de la medi- cina en Puebla), dado que sus facultativos se preocuparon por asegurar que sus conoci- mientos y sus experiencias se trasmitiesen a la posteridad. Ahí, también, se efec- tuaron las primeras operacio- nes y prácticas quirúrgicas en 3 Diego Rivera. El agua y la vida (detalle). Puebla, y se establecieron tratamientos muy avanzados para la curación de las heridas. Es de señalar que dichas actividades eran realizadas por los facultativos del Hospital de San Pedro casi a contracorriente del Protomedi- cato, que era la institución que regulaba la aplica- ción de la medicina en los tiempos de la colonia. Dado el asfixiante centralismo que imperaba en la época, dicha institución casi no le permitía a los hospitales de provincia desarrollar activida- des que no estuviesen sancionadas por él. Incluso en los albores de la Independen- cia, cuando comienzan a presentarse diversos proyectos tendientes a modernizar la aplicación y la enseñanza de la medicina, el Protomedicato opuso una tenaz barrera a las reformas que se presentaron. Por fortuna, esta vetusta institución fue disuelta en 1831 (Ibid., pág. 263). Habría, pues, que reconocerle a los facul- tativos del Hospital de San Pedro su inmensa paciencia y audacia para realizar actividades que no eran sancionadas por ese organismo. Hacia fines del siglo XVIII el Hospital entra en un estado de decadencia lamentable, pero a la llegada del comisario Doménech -hacia 1792- el hospital vuelve a retomar su esplendor. Éste impulsa un ambicioso proyecto de renovación orientado a ponerlo a la altura de los mejores hos- pitales de la época. Entre otras cosas, gracias a sus gestiones ingresa al hospital su primera colección de instrumentos quirúrgicos y flebotómicos. Durante la primera gestión presidencial de Porfirio Díaz, el Hospital de San Pedro cambió de nombre, recibiendo el de Hospital General del Estado, sin que se efectuara cambio alguno. El 5 de junio de 1917, el viejo y colonial edi- ficio del Hospital de San Pedro deja de realizar su benemérita tarea. La institución cambia de sede y de nombre. Un moderno edificio alberga desde entonces al nuevo nosocomio con el nombre de Hospital General Jesús Carranza, al que son tras- ladados los internos de los hospitales General del Estado y de Niños. Con el paso de los años, el Hospital Gene- ral Jesús Carranza también se transforma, sur- giendo en su lugar, en 1965, el Hospital Civil de Puebla, formado por el Hospital Civil, ubicado en la esquina de la 25 Poniente y 13 Sur -construido por la Secretaría de Salubridad y Asistencia y la Fundación Mary Street Jenkins-, y el antiguo Hospital General, sito en la Calle13 Sur, entre las avenidas 27 y 31 Poniente de esta ciudad. En 1972, el Hospital Civil de Puebla -por decreto del entonces gobernador, Gonzalo Bau- tista O’Farril- pasa a formar parte del patrimonio de la Universidad Autónoma de Puebla, reci- biendo a partir de entonces el nombre de Hospi- tal Universitario de Puebla. Esta es, a grandes rasgos, la historia de una institución que durante siglos ha contribuido de manera decisiva a la salud de los poblanos, principalmente a las clases populares. 4 Durante la Colonia, la ense- ñanza de la medicina en su forma estrictamente universi- taria, no llegó nunca a estable- cerse debido al centralismo de la capital del virreinato. En Puebla, las prácti- cas realizadas por los aspi- rantes a médicos y cirujanos se ealizaban en los hospita- les de la ciudad, particular- mente en el de San Pedro, donde llegó a proyectarse a finales del siglo XVIII un anfiteatro anatómico para los jóvenes que servían en él. Hacia 1789, a inicia- tiva del doctor don José Palacios Soria, se logra la fundación de la Primera Academia de Medicina de Puebla, aunque, como señala José Joaquín Izquierdo, “durante ese periodo su existencia todavía no fue efectiva” (Ibid., pág. 79). No es sino a principios del siglo XIX que empieza a funcionar adecuadamente. En 1820, la Junta de Sanidad de Puebla, sintiéndose depositaria de los anhelos de varias generaciones de facultativos que pugnaron por organizar la enseñanza de la medicina, aprobó un reglamento en que se estableció el propósito de “eri- gir una Academia Médico-Práctica Quirúrgica, Quími- co-Farmacéutica y Botánica, como la que se estableció en el Hospital de San Pedro, en 1801, a la que sema- nariamente asistirán todos los profesores de estos ramos, y harán disertaciones por turnos, y de esta suerte, se esforzarán en el estudio y cumplimiento de su deber”. Asimismo, se acordó que se estable- cerían “cátedras de medicina para los jóvenes que por la pobreza de sus casas, o por otros motivos, no puedan pasar a la capital”. Se proyectaba que las cátedras fuesen cuatro: “una de Prima, la segunda de Vísperas, la tercera de Anatomía, y la cuarta de Farmacia, Química y Botánica; las dos primeras en el Real y Pontificio Colegio Seminario, la tercera en el Hospital de San Pedro, y la cuarta en el Jardín Botánico. Los jóvenes, después de concluídos los cursos de la Facultad, y cumpliendo con los estatutos de la Real y Pontificia Universidad de México, recibirían los grados en las mismas y concluida la práctica, se revalida- rían en el Real Protomedicato” ( Ibid., pág. 231). En 1831 se establecen formalmente los estu- dios de medicina en el Hospital de San Pedro, que alberga entonces a la escuela del Colegio del Estado (hoy Universidad Autónoma de Puebla). El 6 de junio de ese año se publica la ley relativa al “arreglo del ejercicio y estudio de la medicina”, mediante la cual el Congreso del Estado establece que ninguna rama de la medicina podrá ser ejercida sin la autorización expresa del gobierno, y ésta sólo se podía dar a los que fuesen examinados y aprobados, acre- ditando sus estudios ante la Dirección de Sani- dad. La duración de los cursos quedó señalada en cinco años. Las dos primeras cátedras, así como las Clínicas y Patologías, se impartirían en el Hospital de San Pedro, y las restantes en el Colegio del Estado, teniendo la obligación los profesores de presentar ante la Dirección de Sanidad sus programas y textos. Dicha ley se inspiró en buena medida en las ideas expuestas por el doctor Pedro Calderón, La enseñanza de la medicina en Puebla David Alfaro Siquerios. Por una seguridad completa para los mexicanos (detalle). 5 en su “Memoria acerca de la utilidad que resulta de la unión de Medicina y Cirugía”, leída ante la Académica México- Quirúrgica en 1826. En 1833, por ley del pri- mero de enero, se promulga una nueva reglamentación, que no difiere sustancialmente de la de 1831. Para 1832 se dan algunas variantes a los estu- dios. Las cátedras deberían ser impartidas en cinco años, y serían Anatomía General y Des- criptiva, Fisiología e Higiene, Patología General, Patología Interna, Clínica Interna, Clínica Externa, Farmacología, Opera- ciones y Obstetricia, Medicina Legal y Botánica. Hacia 1845, en algunos documentos, la Escuela de Medicina aparece como “Cáte- dra de Medicina” dentro del Colegio del Estado, a pesar de que su gobierno y medios de sostenimiento eran ajenos a esa institución. Hacia 1850 comienza a hablarse de una incorporación de la escuela al Colegio del Estado. En 1854 es clausurada la escuela, pero se restablece al año siguiente. El gobernador Fran- cisco Ibarra plantea la necesidad de crear una nueva reglamenta- ción, la cual es otorgada el 8 de abril de 1856, especificándose en ella que la enseñanza debería impartirse en siete años, durante los cuales se cursarían once materias. Las lecciones teóricas se impartirían en el Colegio del Estado, y las prácticas en el Hos- pital de San Pedro. La institución recibiría el título de “Colegio de Medicina”, y estaría regida por una Junta Directiva, encabezada por el director, el cual desem- peñaría el cargo por tres años, y por dos profesores de medicina y dos de farmacia. Esta ley estaba acorde con el “Plan General de Estudios” pro- mulgado por Santa Anna en 1854, el cual fue publicado en Puebla en 1855. Las guerras de Reforma y la Intervención Francesa pro- piciaron que la escuela cerrara temporalmente sus aulas, princi- palmente durante los sitios que padeció la ciudad. Con el triunfo de la Repú- blica Liberal se inicia una nueva etapa en la vida de la Escuela de Medicina. Durante el gobierno del General Juan Crisóstomo Bonilla, es designado como director de la institución el profesor Ibáñez. Los profesores son elegidos entre los médicos más destacados de la ciudad. Hacia 1875, la escuela con- taba con 24 alumnos de medicina y uno solo para la carrera de far- macéutico. Los catedráticos eran ocho. En 1891, la escuela se incorpora al Colegio del Estado, participando de su ayuda eco- nómica. Durante el porfirismo, las ideas positivistas influyen en su organización, reglamen- tos y nuevos planes de estudio. En la primera década del siglo XX se instalan en ella los gabinetes de bacteriolo- gía y fisiología, perfectamente equipados. Aparatos, libros de texto, ejemplares osteológicos y espléndidas figuras anatómi- cas son traídas de Francia. Sus programas se actualizan y se pone a la altura de las mejores escuelas de medicina del país. Al iniciarse el movi- miento revolucionario de 1910 la escuela se encuentra en su apogeo. Varios de sus estu- diantes participan en la revolu- ción, integrando la Cruz Blanca para auxiliar a los heridos. En los años que siguen al estallido revolucionario entra en una crisis profunda. En 1917, al cerrar sus puertas el antiguo Hospital de San Pedro, las clases prácticas se imparten en el nuevo Hospital Civil. El Colegio del Estado, en 1937, se convierte en Universi- dad de Puebla, y ésta alcanza su autonomía en 1956. Diego Rivera. Claudio Galeno en el mural Historia de la cardiología. (detalle). 6 XXV Aniversario del Hospital Universitario En 1973 se logra la realización de un viejo anhelo de la comu- nidad universitaria de la UAP: la cesión del Hospital Civil a nuestra Institución, por lo cual en este año de 1998 se cum- ple el XXV Aniversario de ese hecho histórico. Esta demanda surge desde 1961, al iniciarse la Reforma Universitaria en nuestro centro de estudios, proyecto encaminado tanto a transformar a la Universidad de acuerdo a los signos de los tiempos como a vincularla de una manera más estrecha con su entorno social. Los estudiantes, profe- sores y trabajadores de la Ins- titución consideraron desde entonces que la UAP necesitaba de un centro hos- pitalario para brindar atención médica a la comuni- dad, y para permitirle a los miembros de laEscuela de Medicina articular la enseñanza y la investigación. En ese sentido, le solicitaron a los gobiernos estatal y federal la entrega del Hospital Civil, a efecto de con- cretar esas aspiraciones. Tal demanda tropezó con diversos obstá- culos, por lo que la comunidad universitaria des- plegó una larga lucha para su cristalización. Una vez que pasó a formar parte del patrimonio de la UAP, El Hospital —al que se le denominó Hospital Universitario de Puebla (HUP)— ha desarrollado una fun- ción primordial: aparte de contribuir de manera decisiva a la superación profesional de los estudiantes y profesores de la Escuela de Medicina, y de brindar servicios médicos al conjunto de la comunidad universitaria, desempeña en la actualidad una función de primer orden en lo concerniente a la aten- ción a la salud de las clases más necesitadas del Estado de Puebla. Podríamos aseverar, sin incurrir en exageración alguna, que el HUP es una de las instituciones de salud más apreciadas -si es que no la más apreciada- por la población económicamente desprotegida de la entidad, dado que puede recurrir a él con la persuasión de que recibirá un excelente servi- cio sin tener que pagar por el mismo una tarifa fuera de su alcance. Cierto: dadas las enor- mes carencias y limitaciones financieras que enfrenta el HUP, éste no está en con- diciones de responder de manera completa —y a veces ni siquiera de modo satis- factorio— al cúmulo de peticiones y demandas que le formulan los pacientes externos y los mis- mos universitarios. Es de señalar que, no obstante que en el decreto mediante el cual el gobierno del Estado cedió el hospital a la UAP —emitido el 16 de octubre de 1972- se indicaba que “...es interés del Ejecutivo del Estado que las actividades pro- pias del Hospital—Escuela se lleven a cabo en las mejores condiciones, para lo cual le proporcionará el subsidio que ha venido destinando a la Unidad Hospitalaria (...) independientemente de las apor- taciones que para ese mismo fin obtengan las auto- ridades universitarias”, en los hechos gran parte de los gastos del nosocomio son absorbidos prin- cipalmente por la Institución. Las aportaciones estatales y municipales son casi simbólicas. Así las cosas, es imposible que la UAP esté en posibilida- des de cubrir todos sus gastos. Pese a dicha limitación, el HUP conti- núa esforzándose por brindar el mejor servicio posible a la comunidad universitaria y a los pacientes de condición económica humilde. Leopoldo Méndez y Pablo O´Higgins. Asistencia social (detalles). 7 Servicios y actividades del Hospital Universitario El HUP proporciona servicios médicos de primero, segundo y tercer nivel, consulta externa general y de especialidades. Se brinda atención médica los 365 días del año durante las 24 horas, a través de los servicios de urgencias pediátricas, urgencias adultos y urgencias obstétricas. Dispone de servicios técni- cos especializados para diagnósti- cos y tratamiento, comparables a los que poseen otras instituciones del Sector Salud, entre ellas el Ins- tituto Mexicano del Seguro Social para sus derechohabientes. En el tercer nivel, en la Unidad de Oncología, cuenta con servicios de radioterapia, quimioterapia y aplicación de cesio. En la Unidad de Cabeza y Cuello, dispone de fotocoagu- lador de argón, transplante de córnea, fresadora de hueso tem- poral y audiometría. En la Uni- dad de Neurocirugía, cuenta con tomógrafo axial cumputari- zado de cabeza y cuello. pequeña cantidad por concepto de pago de seguro médico. El HUP es, también, una institución popu- lar. Ahí reciben atención amplios sectores de la población, principalmente los marginados de la ciudad y del campo. Es de señalar que no sólo brinda atención a pacientes del Estado de Pue- bla, sino incluso a personas de entidades veci- nas: Tlaxcala, Veracruz, Hidalgo y Oaxaca. Ilustraciones: Detalles del mural La medicina antigua y la moderna, Diego Rivera. Hospital de la Raza, ciudad de México. Asimismo, dispone de auxiliares de diag- nóstico y tratamiento, con servicios de rayos X, ultrasonografía, laboratorios de hematología, banco de sangre, anatomía patológica, fisiote- rapia y rehabilitación. Los primeros beneficiados por el servi- cio del HUP son los trabajadores universitarios, a quienes brinda todo tipo de atención médica, incluyendo prótesis, anteojos y medicamentos. Cuando el personal médico considera que no está en condiciones de atender a determinados pacientes -por falta de equipo especializado- los envía a otras instituciones del sector salud. El hospital también atiende a todos los estu- diantes de la universidad, los cuales cotizan una BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA Rector: Enrique Doger Guerrero Secretario general: Guillermo Nares Rodríguez Tiempo Universitario Director: Alfonso Yáñez Delgado, Editor: Francisco Ortíz Ortíz, Dirección de Diseño Gráfico: Ma. Eugenia Guerra Meza, Auxiliares de Diseño Gráfico: Armando López V. y Lia Alejandra de la Vega T., Coordinador de textos: Hum- berto Sotelo Mendoza, Captura: Luz María Muñoz Díaz. Tiempo Universitario es una publicación del Archivo Histó- rico Universitario. Aparece quincenalmente. Impreso en: Editorial Nuestra Republica. Tiraje: Veinte mil ejemplares. Esta publicación se puede adquirir gratuitamente en el tercer patio del edificio Carolino, 4 Sur 104, Puebla, Pue. tel.: 32-74-79 con Flora Alarcón. Se aceptan colaboraciones de investigación sobre la vida universitaria. Mexicano Insigne José Joaquín Izquierdo Raudón nace en la ciudad de Puebla en 1893, muere en la capital del país en 1974. Obtuvo su título de médico en el Colegio del Estado, hoy Universidad Autó- noma de Puebla, en 1917. Trabajó en la Esc. Médico Militar como ayudante de mostrador de fisiología, con el grado de mayor médico cirujano (1918-1919); a partir del siguiente año fue profesor de esa especialidad. El Instituto de Higiene lo becó a EUA (1925). Fue el primer latinoamericano aceptado como miembro de la American Physiological Society (1928). Fue pro- fesor e iniciador de los trabajos de experimenta- ción de fisiología, en la Facultad de Medicina de la UNAM y en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN. Ocupó la jefatura del Depto. de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM (1956). Se le designó profesor Emérito. Perteneció a la Academia de Genealogía y Herál- dica; a las sociedades mexicanas de Biología (fundador) e Historia Natural (presidente), así como a varias asociaciones y sociedades médi- cas del extranjero. Entre sus obras se encuentran: Curso de fisiología de laboratorio (1929); Balance cuatricentenario de la fisiología en México (1934); Harvey, iniciador del método experimental (1939); Claudio Bernard, creador de la medicina científica (1942), Raudón cirujano poblano de 1810; de esta última obra Tiempo Universitario se ha nutrido para sus informaciones. Directores del Hospital Universitario 1.- Primer director: Guillermo Cabrera Candia (q.e.p.d.) 1972-1975 2.- Rafael Valdés Aguilar 1976-1981 3.- Junta provisional de gobierno: Manuel Gil Barbosa, Manuel Alcorta 1981-1983 Olvera, Marcos Rafael Aguila Pérez y Rodolfo Toxtle Tlamani 4.- Moisés Abraham Baptista 1983-1986 5.- Juan Martínez Juárez 1986-1989 6.- Eduardo Vázquez Valdés 1989-1992 7.- Pablo Mares Dehesa 1992-1995 8.- Adalberto Baigths Sandoval 1995-1996 9.- David Paz Martínez 1996-2000 Como parte de los festejos del XXV Aniversario, los exdirectores del HUP, junto con los ex-jefes de Enseñanza del mismo nosocomio recibirán un reconocimiento el 30 del pre- sente mes, en el aula magna de la instalación hospitalaria. Actualmente el HUP cuenta con 265 camas y ofrece 18 especialidades, además de los servi- cios de consultaexterna y urgencias. En estos servicios participan poco más de 800 trabajadores de los cuales 107 son médicos especialistas, 19 médicos generales y 297 enfermeras. El nosocomio universitario participa actualmente en la formación de 85 residentes provenientes, es su mayoría, de la Escuela de Medicina de la UAP, que ha establecido la cátedra magistral Dr. José Joaquín Izquierdo Raudón.
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