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Del Hospital de San Pedro
al Hospital Universitario
La gran tradición de la medicina poblana se 
inicia con el Hospital de San Pedro, que estuvo 
ubicado en lo que hoy es conocido como la 
“Ex-cancha de San Pedro”.
El historiador poblano Fernández Echeve-
rría y Veytia señala que su fundación fue en 1544, 
aunque es posible -de acuerdo con información 
proporcionada por el eminente fisiólogo e histo-
riador José Joaquín Izquierdo- que sus anteceden-
tes se remonten años atrás. Escribe al respecto: 
“Cuando Fray Julián Garcés murió en España, 
en 1542, instituyó por su heredero al hospital que 
había dejado fundado en Puebla de los Angeles. 
Posteriormente, cuando el Cabildo Eclesiástico 
recibió la cédula real de 6 de junio de 1543, que 
autorizaba el solicitado traslado de la sede epis-
copal tlaxcaltense, al sitio escogido para la nueva 
Año I/No. 2, 30 de Enero de 1998
David Alfaro Siqueiros. Apología del futuro triunfo de la ciencia sobre el cáncer (detalles).
Puebla, quedó formalizada la creación del Real 
Hospital de San Pedro, o de la Iglesia” (Vid. Rau-
dón, Cirujano Poblano de 1810, Ediciones Cien-
cia,México, 1949, pág. 33).
El Hospital de San Pedro, aparte de ser uno 
de los primeros que se fundaron en la Nueva 
España —le antecedieron, entre otros, dos hospi-
tales fundados por don Vasco de Quiroga en 1532, 
uno que ya existía en Tlaxcala hacia 1537, el Hos-
pital del Amor de Dios, de la Ciudad de México, 
establecido por Fray Juan de Zumárraga un poco 
antes de 1540— es uno de los que han tenido más 
larga vida, puesto que sobrevivió hasta 1917, des-
pués de llevar 374 años de existencia. Sólo el Hos-
pital de Jesús, de la Ciudad de México —creado 
en 1531, pero fundado en 1547—, sobrevivió al 
de San Pedro.
2
En Puebla sólo le ante-
cedió el Hospital de San Juan 
de Letrán, cuya fundación se 
remonta al año de 1531. El 
Obispo Palafox y Mendoza 
decidió, en junio de 1643, incor-
porar este hospital al de San 
Pedro. Hacia fines del siglo 
también le fue incorporado a 
éste el Hospital de las Bubas.
El Hospital de San 
Pedro, desde su creación, ejer-
ció un papel fundamental en la 
atención a la salud de los habi-
tantes de Puebla. José Joaquín 
Izquierdo nos informa que, 
tan solo de 1715 a 1722 había 
recibido a 21,309 enfermos, 
de los que sólo habían muerto 
2,039. El Cabildo Eclesiástico 
se expresaba en los siguientes 
términos” de esa institución: 
¿en qué hospital de estos Rey-
nos, por numeroso que sea, se 
habrá rezevido tanto número 
de enfermos?”, y “siendo tan 
pocos los muertos, su cura-
ción es más que competente y 
puntual” (Ibid., pág. 39).
El bajo índice de mortali-
dad del Hospital de San Pedro 
logró conservarse -salvo algu-
nos periodos breves en los 
que aumentó levemente- a 
lo largo de su historia. No es 
casual, en consecuencia, que 
su prestigio haya desbordado 
las fronteras de nuestro país. 
Hacia la primera década del 
siglo XIX, en diversos ámbitos 
médicos del país y del extran-
jero, se le llegó a comparar 
con el Hospital de los Padres 
de San Juan de Dios, de la ciu-
dad de París, uno de los mejo-
res hospitales —si es que no el 
mejor— del orbe.
Sin embargo, la impor-
tancia histórica del Hospital 
de Puebla desborda infinita-
mente lo relativo a su función 
curativa: también desempeñó 
un papel crucial en lo que se 
refiere a la prevención de las 
enfermedades. Así, por ejemplo, 
en contrapunto a las epidemias 
que asolaron a Puebla desde su 
fundación, los facultativos del 
hospital se preocuparon por 
adoptar medidas tendientes a 
prevenirlas por lo cual impul-
saron diversas iniciativas en esa 
dirección. Sobresalen a este res-
pecto sus esfuerzos por buscar 
remedios eficaces -que curasen 
y previniesen las epidemias- en 
las plantas y hierbas de la región 
y, asimismo, se esforzaron por 
estar al día en lo que concierne 
a los avances en la lucha contra 
las epidemias en otras naciones, 
con el propósito de aplicarlos en 
Puebla. Así, cuando Puebla fue 
azotada a fines del siglo XVIII 
por la epidemia de la viruela, el 
comisario Doménech apremió 
a la corona española a traer la 
vacuna contra la misma que ya 
había comenzado a aplicarse 
en algunos países europeos. 
Sin embargo, no fue sino hasta 
el año de 1804 cuando llegó a 
Puebla la Real Expedición de la 
Vacuna, en cuya promoción y 
aplicación destacaron los faculta-
tivos del Hospital de San Pedro, 
quienes, entusiasmados por sus 
consecuencias benéficas, afir-
maban que “la preciosa vacuna 
Diego Rivera. La medicina antigua y la moderna (detalle).
no sólo goza de la virtud preser-
vativa contra las viruelas, sino 
que posee la facultad de curar 
muchas enfermedades, prin-
cipalmente cutáneas; mejora y 
fortifica la constitución delicada 
y enfermiza de los vacunados, y 
por último, se opone al desarro-
llo de los vicios escrofulosos y 
raquíticos” (Ibid., pág. 76).
El Hospital de San 
Pedro desempeñó un papel 
sumamente relevante en el 
combate contra la epidemia 
del “tabardillo” y del cólera, 
que asolaron al país y la enti-
dad en las tres primeras déca-
das del siglo XIX.
Aparte de establecer las 
bases para la prevención y 
curación de las enfermedades, 
en el Hospital de San Pedro se 
establecieron las bases para 
la enseñanza de la medicina 
en la entidad (véase el texto 
correspondiente, intitulado 
“ La enseñanza de la medi-
cina en Puebla), dado que sus 
facultativos se preocuparon 
por asegurar que sus conoci-
mientos y sus experiencias se 
trasmitiesen a la posteridad.
Ahí, también, se efec-
tuaron las primeras operacio-
nes y prácticas quirúrgicas en 
3
Diego Rivera. El agua y la vida (detalle).
Puebla, y se establecieron tratamientos muy 
avanzados para la curación de las heridas.
Es de señalar que dichas actividades eran 
realizadas por los facultativos del Hospital de 
San Pedro casi a contracorriente del Protomedi-
cato, que era la institución que regulaba la aplica-
ción de la medicina en los tiempos de la colonia. 
Dado el asfixiante centralismo que imperaba en 
la época, dicha institución casi no le permitía a 
los hospitales de provincia desarrollar activida-
des que no estuviesen sancionadas por él.
Incluso en los albores de la Independen-
cia, cuando comienzan a presentarse diversos 
proyectos tendientes a modernizar la aplicación 
y la enseñanza de la medicina, el Protomedicato 
opuso una tenaz barrera a las reformas que se 
presentaron. Por fortuna, esta vetusta institución 
fue disuelta en 1831 (Ibid., pág. 263).
Habría, pues, que reconocerle a los facul-
tativos del Hospital de San Pedro su inmensa 
paciencia y audacia para realizar actividades que 
no eran sancionadas por ese organismo.
Hacia fines del siglo XVIII el Hospital entra 
en un estado de decadencia lamentable, pero a 
la llegada del comisario Doménech -hacia 1792- 
el hospital vuelve a retomar su esplendor. Éste 
impulsa un ambicioso proyecto de renovación 
orientado a ponerlo a la altura de los mejores hos-
pitales de la época. Entre otras cosas, gracias a sus 
gestiones ingresa al hospital su primera colección 
de instrumentos quirúrgicos y flebotómicos.
Durante la primera gestión presidencial de 
Porfirio Díaz, el Hospital de San Pedro cambió 
de nombre, recibiendo el de Hospital General del 
Estado, sin que se efectuara cambio alguno.
El 5 de junio de 1917, el viejo y colonial edi-
ficio del Hospital de San Pedro deja de realizar su 
benemérita tarea. La institución cambia de sede y 
de nombre. Un moderno edificio alberga desde 
entonces al nuevo nosocomio con el nombre de 
Hospital General Jesús Carranza, al que son tras-
ladados los internos de los hospitales General del 
Estado y de Niños.
Con el paso de los años, el Hospital Gene-
ral Jesús Carranza también se transforma, sur-
giendo en su lugar, en 1965, el Hospital Civil de 
Puebla, formado por el Hospital Civil, ubicado en 
la esquina de la 25 Poniente y 13 Sur -construido 
por la Secretaría de Salubridad y Asistencia y 
la Fundación Mary Street Jenkins-, y el antiguo 
Hospital General, sito en la Calle13 Sur, entre las 
avenidas 27 y 31 Poniente de esta ciudad.
En 1972, el Hospital Civil de Puebla -por 
decreto del entonces gobernador, Gonzalo Bau-
tista O’Farril- pasa a formar parte del patrimonio 
de la Universidad Autónoma de Puebla, reci-
biendo a partir de entonces el nombre de Hospi-
tal Universitario de Puebla.
Esta es, a grandes rasgos, la historia de una institución 
que durante siglos ha contribuido de manera decisiva a la 
salud de los poblanos, principalmente a las clases populares.

4
Durante la Colonia, la ense-
ñanza de la medicina en su 
forma estrictamente universi-
taria, no llegó nunca a estable-
cerse debido al centralismo de 
la capital del virreinato.
En Puebla, las prácti-
cas realizadas por los aspi-
rantes a médicos y cirujanos 
se ealizaban en los hospita-
les de la ciudad, particular-
mente en el de San Pedro, 
donde llegó a proyectarse 
a finales del siglo XVIII un 
anfiteatro anatómico para 
los jóvenes que servían en él.
Hacia 1789, a inicia-
tiva del doctor don José 
Palacios Soria, se logra la 
fundación de la Primera 
Academia de Medicina 
de Puebla, aunque, como señala José Joaquín 
Izquierdo, “durante ese periodo su existencia 
todavía no fue efectiva” (Ibid., pág. 79).
No es sino a principios del siglo XIX que 
empieza a funcionar adecuadamente.
En 1820, la Junta de Sanidad de Puebla, 
sintiéndose depositaria de los anhelos de varias 
generaciones de facultativos que pugnaron por 
organizar la enseñanza de la medicina, aprobó un 
reglamento en que se estableció el propósito de “eri-
gir una Academia Médico-Práctica Quirúrgica, Quími-
co-Farmacéutica y Botánica, como la que se estableció 
en el Hospital de San Pedro, en 1801, a la que sema-
nariamente asistirán todos los profesores de estos 
ramos, y harán disertaciones por turnos, y de esta 
suerte, se esforzarán en el estudio y cumplimiento 
de su deber”. Asimismo, se acordó que se estable-
cerían “cátedras de medicina para los jóvenes que 
por la pobreza de sus casas, o por otros motivos, no 
puedan pasar a la capital”. Se proyectaba que las 
cátedras fuesen cuatro: “una de Prima, la segunda 
de Vísperas, la tercera de Anatomía, y la cuarta de 
Farmacia, Química y Botánica; las dos primeras en 
el Real y Pontificio Colegio Seminario, la tercera en el 
Hospital de San Pedro, y la cuarta en el Jardín Botánico. 
Los jóvenes, después de concluídos los cursos de la 
Facultad, y cumpliendo con los estatutos de la Real y 
Pontificia Universidad de México, recibirían los grados 
en las mismas y concluida la práctica, se revalida-
rían en el Real Protomedicato” ( Ibid., pág. 231).
En 1831 se establecen formalmente los estu-
dios de medicina en el Hospital de San Pedro, 
que alberga entonces a la escuela del Colegio del 
Estado (hoy Universidad Autónoma de Puebla).
El 6 de junio de ese año se publica la ley 
relativa al “arreglo del ejercicio y estudio de 
la medicina”, mediante la cual el Congreso 
del Estado establece que ninguna rama de la 
medicina podrá ser ejercida sin la autorización 
expresa del gobierno, y ésta sólo se podía dar a 
los que fuesen examinados y aprobados, acre-
ditando sus estudios ante la Dirección de Sani-
dad. La duración de los cursos quedó señalada 
en cinco años. Las dos primeras cátedras, así 
como las Clínicas y Patologías, se impartirían 
en el Hospital de San Pedro, y las restantes en 
el Colegio del Estado, teniendo la obligación 
los profesores de presentar ante la Dirección de 
Sanidad sus programas y textos.
Dicha ley se inspiró en buena medida en 
las ideas expuestas por el doctor Pedro Calderón, 
La enseñanza 
de la medicina en Puebla
David Alfaro Siquerios. Por una seguridad completa para los mexicanos (detalle).
5
en su “Memoria acerca de la 
utilidad que resulta de la unión 
de Medicina y Cirugía”, leída 
ante la Académica México-
Quirúrgica en 1826.
En 1833, por ley del pri-
mero de enero, se promulga 
una nueva reglamentación, 
que no difiere sustancialmente 
de la de 1831. Para 1832 se dan 
algunas variantes a los estu-
dios. Las cátedras deberían ser 
impartidas en cinco años, y 
serían Anatomía General y Des-
criptiva, Fisiología e Higiene, 
Patología General, Patología 
Interna, Clínica Interna, Clínica 
Externa, Farmacología, Opera-
ciones y Obstetricia, Medicina 
Legal y Botánica.
Hacia 1845, en algunos 
documentos, la Escuela de 
Medicina aparece como “Cáte-
dra de Medicina” dentro del 
Colegio del Estado, a pesar 
de que su gobierno y medios 
de sostenimiento eran ajenos 
a esa institución. Hacia 1850 
comienza a hablarse de una 
incorporación de la escuela al 
Colegio del Estado.
En 1854 es clausurada la 
escuela, pero se restablece al año 
siguiente. El gobernador Fran-
cisco Ibarra plantea la necesidad 
de crear una nueva reglamenta-
ción, la cual es otorgada el 8 de 
abril de 1856, especificándose 
en ella que la enseñanza debería 
impartirse en siete años, durante 
los cuales se cursarían once 
materias. Las lecciones teóricas 
se impartirían en el Colegio del 
Estado, y las prácticas en el Hos-
pital de San Pedro. La institución 
recibiría el título de “Colegio de 
Medicina”, y estaría regida por 
una Junta Directiva, encabezada 
por el director, el cual desem-
peñaría el cargo por tres años, y 
por dos profesores de medicina 
y dos de farmacia.
Esta ley estaba acorde con 
el “Plan General de Estudios” pro-
mulgado por Santa Anna en 1854, 
el cual fue publicado en Puebla en 
1855. 
Las guerras de Reforma 
y la Intervención Francesa pro-
piciaron que la escuela cerrara 
temporalmente sus aulas, princi-
palmente durante los sitios que 
padeció la ciudad.
Con el triunfo de la Repú-
blica Liberal se inicia una nueva 
etapa en la vida de la Escuela de 
Medicina. Durante el gobierno del 
General Juan Crisóstomo Bonilla, 
es designado como director de 
la institución el profesor Ibáñez. 
Los profesores son elegidos entre 
los médicos más destacados de la 
ciudad.
Hacia 1875, la escuela con-
taba con 24 alumnos de medicina 
y uno solo para la carrera de far-
macéutico. Los catedráticos eran 
ocho.
En 1891, la escuela se 
incorpora al Colegio del Estado, 
participando de su ayuda eco-
nómica.
Durante el porfirismo, 
las ideas positivistas influyen 
en su organización, reglamen-
tos y nuevos planes de estudio.
En la primera década 
del siglo XX se instalan en ella 
los gabinetes de bacteriolo-
gía y fisiología, perfectamente 
equipados. Aparatos, libros de 
texto, ejemplares osteológicos 
y espléndidas figuras anatómi-
cas son traídas de Francia. Sus 
programas se actualizan y se 
pone a la altura de las mejores 
escuelas de medicina del país.
Al iniciarse el movi-
miento revolucionario de 1910 
la escuela se encuentra en su 
apogeo. Varios de sus estu-
diantes participan en la revolu-
ción, integrando la Cruz Blanca 
para auxiliar a los heridos.
En los años que siguen 
al estallido revolucionario 
entra en una crisis profunda. 
En 1917, al cerrar sus puertas 
el antiguo Hospital de San 
Pedro, las clases prácticas se 
imparten en el nuevo Hospital 
Civil.
El Colegio del Estado, en 
1937, se convierte en Universi-
dad de Puebla, y ésta alcanza 
su autonomía en 1956.

Diego Rivera. Claudio Galeno en el mural 
Historia de la cardiología. (detalle).
6
XXV Aniversario 
del Hospital Universitario
En 1973 se logra la realización 
de un viejo anhelo de la comu-
nidad universitaria de la UAP: 
la cesión del Hospital Civil a 
nuestra Institución, por lo cual 
en este año de 1998 se cum-
ple el XXV Aniversario de ese 
hecho histórico.
Esta demanda surge 
desde 1961, al iniciarse la 
Reforma Universitaria en 
nuestro centro de estudios, 
proyecto encaminado tanto a 
transformar a la Universidad 
de acuerdo a los signos de los 
tiempos como a vincularla de 
una manera más estrecha con 
su entorno social.
Los estudiantes, profe-
sores y trabajadores de la Ins-
titución consideraron desde 
entonces que la UAP necesitaba de un centro hos-
pitalario para brindar atención médica a la comuni-
dad, y para permitirle a los miembros de laEscuela 
de Medicina articular la enseñanza y la investigación. 
En ese sentido, le solicitaron a los gobiernos estatal y 
federal la entrega del Hospital Civil, a efecto de con-
cretar esas aspiraciones.
Tal demanda tropezó con diversos obstá-
culos, por lo que la comunidad universitaria des-
plegó una larga lucha para su cristalización.
Una vez que pasó a formar parte del 
patrimonio de la UAP, El Hospital —al que 
se le denominó Hospital Universitario de 
Puebla (HUP)— ha desarrollado una fun-
ción primordial: aparte de contribuir de 
manera decisiva a la superación profesional 
de los estudiantes y profesores de la Escuela 
de Medicina, y de brindar servicios médicos 
al conjunto de la comunidad universitaria, 
desempeña en la actualidad una función de 
primer orden en lo concerniente a la aten-
ción a la salud de las clases más necesitadas 
del Estado de Puebla.
Podríamos aseverar, 
sin incurrir en exageración 
alguna, que el HUP es una 
de las instituciones de salud 
más apreciadas -si es que 
no la más apreciada- por la 
población económicamente 
desprotegida de la entidad, 
dado que puede recurrir a 
él con la persuasión de que 
recibirá un excelente servi-
cio sin tener que pagar por 
el mismo una tarifa fuera de 
su alcance.
Cierto: dadas las enor-
mes carencias y limitaciones 
financieras que enfrenta el 
HUP, éste no está en con-
diciones de responder de 
manera completa —y a veces 
ni siquiera de modo satis-
factorio— al cúmulo de peticiones y demandas 
que le formulan los pacientes externos y los mis-
mos universitarios. Es de señalar que, no obstante 
que en el decreto mediante el cual el gobierno del 
Estado cedió el hospital a la UAP —emitido el 16 
de octubre de 1972- se indicaba que “...es interés 
del Ejecutivo del Estado que las actividades pro-
pias del Hospital—Escuela se lleven a cabo en las 
mejores condiciones, para lo cual le proporcionará 
el subsidio que ha venido destinando a la Unidad 
Hospitalaria (...) independientemente de las apor-
taciones que para ese mismo fin obtengan las auto-
ridades universitarias”, en los hechos gran parte 
de los gastos del nosocomio son absorbidos prin-
cipalmente por la Institución. Las aportaciones 
estatales y municipales son casi simbólicas. Así las 
cosas, es imposible que la UAP esté en posibilida-
des de cubrir todos sus gastos.
Pese a dicha limitación, el HUP conti-
núa esforzándose por brindar el mejor servicio 
posible a la comunidad universitaria y a los 
pacientes de condición económica humilde.

Leopoldo Méndez y Pablo O´Higgins.
Asistencia social (detalles).
7
Servicios y actividades del 
Hospital Universitario
El HUP proporciona servicios 
médicos de primero, segundo 
y tercer nivel, consulta externa 
general y de especialidades.
Se brinda atención médica 
los 365 días del año durante las 24 
horas, a través de los servicios de 
urgencias pediátricas, urgencias 
adultos y urgencias obstétricas.
Dispone de servicios técni-
cos especializados para diagnósti-
cos y tratamiento, comparables a 
los que poseen otras instituciones 
del Sector Salud, entre ellas el Ins-
tituto Mexicano del Seguro Social 
para sus derechohabientes.
En el tercer nivel, en la 
Unidad de Oncología, cuenta 
con servicios de radioterapia, 
quimioterapia y aplicación de 
cesio. En la Unidad de Cabeza 
y Cuello, dispone de fotocoagu-
lador de argón, transplante de 
córnea, fresadora de hueso tem-
poral y audiometría. En la Uni-
dad de Neurocirugía, cuenta 
con tomógrafo axial cumputari-
zado de cabeza y cuello.
pequeña cantidad por concepto de pago de seguro 
médico.
El HUP es, también, una institución popu-
lar. Ahí reciben atención amplios sectores de la 
población, principalmente los marginados de la 
ciudad y del campo. Es de señalar que no sólo 
brinda atención a pacientes del Estado de Pue-
bla, sino incluso a personas de entidades veci-
nas: Tlaxcala, Veracruz, Hidalgo y Oaxaca.

Ilustraciones: Detalles del mural La medicina antigua y 
la moderna, Diego Rivera. Hospital de la Raza, ciudad de México.
Asimismo, dispone de auxiliares de diag-
nóstico y tratamiento, con servicios de rayos X, 
ultrasonografía, laboratorios de hematología, 
banco de sangre, anatomía patológica, fisiote-
rapia y rehabilitación.
Los primeros beneficiados por el servi-
cio del HUP son los trabajadores universitarios, 
a quienes brinda todo tipo de atención médica, 
incluyendo prótesis, anteojos y medicamentos. 
Cuando el personal médico considera que no 
está en condiciones de atender a determinados 
pacientes -por falta de equipo especializado- los 
envía a otras instituciones del sector salud.
El hospital también atiende a todos los estu-
diantes de la universidad, los cuales cotizan una 
BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA
Rector: Enrique Doger Guerrero Secretario general: Guillermo Nares Rodríguez
Tiempo Universitario
Director: Alfonso Yáñez Delgado, Editor: Francisco Ortíz Ortíz, Dirección de Diseño Gráfico: Ma. Eugenia Guerra 
Meza, Auxiliares de Diseño Gráfico: Armando López V. y Lia Alejandra de la Vega T., Coordinador de textos: Hum-
berto Sotelo Mendoza, Captura: Luz María Muñoz Díaz. Tiempo Universitario es una publicación del Archivo Histó-
rico Universitario. Aparece quincenalmente. Impreso en: Editorial Nuestra Republica. Tiraje: Veinte mil ejemplares. 
Esta publicación se puede adquirir gratuitamente en el tercer patio del edificio Carolino, 4 Sur 104, Puebla, Pue. tel.: 
32-74-79 con Flora Alarcón. Se aceptan colaboraciones de investigación sobre la vida universitaria.
Mexicano Insigne
José Joaquín Izquierdo Raudón nace en la 
ciudad de Puebla en 1893, muere en la capital 
del país en 1974. Obtuvo su título de médico en 
el Colegio del Estado, hoy Universidad Autó-
noma de Puebla, en 1917. Trabajó en la Esc. 
Médico Militar como ayudante de mostrador 
de fisiología, con el grado de mayor médico 
cirujano (1918-1919); a partir del siguiente año 
fue profesor de esa especialidad. El Instituto 
de Higiene lo becó a EUA (1925). Fue el primer 
latinoamericano aceptado como miembro de la 
American Physiological Society (1928). Fue pro-
fesor e iniciador de los trabajos de experimenta-
ción de fisiología, en la Facultad de Medicina de 
la UNAM y en la Escuela Nacional de Ciencias 
Biológicas del IPN. Ocupó la jefatura del Depto. 
de Fisiología de la Facultad de Medicina de la 
UNAM (1956). Se le designó profesor Emérito. 
Perteneció a la Academia de Genealogía y Herál-
dica; a las sociedades mexicanas de Biología 
(fundador) e Historia Natural (presidente), así 
como a varias asociaciones y sociedades médi-
cas del extranjero. Entre sus obras se encuentran: 
Curso de fisiología de laboratorio (1929); Balance 
cuatricentenario de la fisiología en México (1934); 
Harvey, iniciador del método experimental (1939); 
Claudio Bernard, creador de la medicina científica 
(1942), Raudón cirujano poblano de 1810; de esta 
última obra Tiempo Universitario se ha nutrido 
para sus informaciones.
Directores del Hospital Universitario
1.- Primer director: Guillermo Cabrera Candia (q.e.p.d.) 1972-1975
2.- Rafael Valdés Aguilar 1976-1981
3.- Junta provisional de gobierno: Manuel Gil Barbosa, Manuel Alcorta 1981-1983
 Olvera, Marcos Rafael Aguila Pérez y Rodolfo Toxtle Tlamani
4.- Moisés Abraham Baptista 1983-1986
5.- Juan Martínez Juárez 1986-1989
6.- Eduardo Vázquez Valdés 1989-1992
7.- Pablo Mares Dehesa 1992-1995
8.- Adalberto Baigths Sandoval 1995-1996
9.- David Paz Martínez 1996-2000
Como parte de los festejos del XXV Aniversario, los exdirectores del HUP, junto con 
los ex-jefes de Enseñanza del mismo nosocomio recibirán un reconocimiento el 30 del pre-
sente mes, en el aula magna de la instalación hospitalaria.
Actualmente el HUP cuenta con 265 camas y ofrece 18 especialidades, además de los servi-
cios de consultaexterna y urgencias. En estos servicios participan poco más de 800 trabajadores 
de los cuales 107 son médicos especialistas, 19 médicos generales y 297 enfermeras.
El nosocomio universitario participa actualmente en la formación de 85 residentes 
provenientes, es su mayoría, de la Escuela de Medicina de la UAP, que ha establecido la 
cátedra magistral Dr. José Joaquín Izquierdo Raudón.

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