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ntre las casas del siglo 
XVIII en Puebla destaca 
la “de los muñecos”, llamada 
así por las figuras humanas 
en azulejo que aparecen en su 
fachada, y corresponde a las 
casas 2 y 4 de la primera Calle 
de Mercaderes, hoy 2 norte 
número 2, casi esquina con la 
Avenida Palafox y Mendoza.
Las figuras de referencia 
fueron plasmadas en 16 table-
ros de azulejo. En el siglo 
XVIII era muy común en Pue-
bla decorar las fachadas con 
este material, tradición que se 
remonta hacia el siglo XVI y 
que es de origen árabe, aun-
que todo parece indicar que 
la talavera poblana revela una 
influencia italiana (1).
La Casa de los Muñecos 
llevó a su máximo esplen-
dor esa gran tradición, por 
lo cual es considerada como 
la más típica y original del 
arte barroco poblano del siglo 
XVIII.
Ahora bien, desde hace 
muchos años las figuras plas-
madas en los azulejos han 
despertado una gran curiosi-
dad, no sólo entre los exper-
tos y los investigadores, sino 
en todas las personas que 
admiran la casa.
Año I/No. 10, 28 de Mayo de 1998
Casa de los Muñecos.
Texto: F. Humberto Dotelo M.
Fotografía: Adalberto Luyando Lares y del Libro Anales del 
Instituto de Investigaciones Estéticas. 
(1) Boix L., María Luisa, “Las Casas de Agustín de Ovando”, en La Casa de los Muñecos, 1988, Universidad Autó-
noma de Puebla, pág. 7.
La Casa de los Muñecos
E
2
¿Qué significan tales persona-
jes?, ¿qué representan?, ¿qué 
simbolizan? Estas y otras inte-
rrogantes surgen en la mente 
de quienes los observan.
Tenemos, por ejemplo, el 
caso del muñeco que al pare-
cer está bailando con la ser-
piente... ¿Qué representa esto? 
Tenemos, asimismo, el caso 
del muñeco que se encuentra 
abrazando a un niño. ¿Qué sig-
nifican estos personajes? Del 
mismo modo, ¿por qué uno 
de los muñecos empuña una 
maza, y por qué en su delantal 
aparecen unas manzanas?
¿Por qué da la impresión de 
que algunos de los personajes 
se encuentran danzando?
Es evidente que, no obstante 
lo rústico de las figuras, éstas 
aluden a determinadas alego-
rías, a determinadas leyendas. 
Seguramente en la etapa que se 
construyó la Casa de los Muñe-
cos los poblanos de la época no 
enfrentaban grandes proble-
mas para descifrar el signifi-
cado de las figuras, pero con el correr de los años 
el sentido de las mismas se fue evanesciendo.
El investigador Erwin Walter Palm escribe 
al respecto: “En los años que median entre la 
construcción de la casa y las guerras de la inde-
pendencia, se perdió la interpretación de tales 
alegorías. Fue esto consecuencia de la ruptura 
que se produjo con el mundo colonial. No se 
acusó tan violentamente en el arte religioso, 
pero fue definitiva en cuanto al caudal sim-
bólico del arte secular. Ya no se enseñó a leer 
iconografía como lo enseñara la educación 
aristocrática. En América siempre habían sido 
pocos los que disfrutaron de tal educación. 
Para el mundo burgués del siglo XIX, positi-
vista y antimetafísico, las alusiones simbólicas 
resultaron ser arneses de una etapa superada, 
inservibles ya no sólo en México” (2).
En efecto, como todo mundo sabe, en la era 
colonial —no sólo en Puebla, sino en todo el 
hemisferio— el arte religioso 
y secular estaba impregnado 
de símbolos. El arte barroco se 
caracteriza precisamente por 
su gran riqueza simbólica. Al 
despuntar el llamado “Siglo de 
las Luces” y al surgir la Revo-
lución Industrial entran en 
escena todo un nuevo cúmulo 
de corrientes científicas, artís-
ticas y culturales que despla-
zan a las que imperaban en el 
mundo colonial. De este modo, 
las alusiones simbólicas de 
dicho mundo fueron sepulta-
das por los nuevos tiempos.
Interpretaciones 
de las figuras
No es extrañar, pues, que 
las figuras que aparecen en la 
casa multicitada sean motivo 
de diversas interpretaciones. 
En unos casos las mismas se 
apoyan en algunas leyendas, 
y en otros en estudios bas-
tante complejos, que recurren 
al auxilio de ciencias tales 
como la semiótica para desci-
frar sus diversas claves.
Entre las primeras sobresale la versión del 
Doctor Leicht, autor de un libro bastante célebre 
intitulado Las Calles de Puebla. Éste nos dice 
que el dueño de la casa, Agustín de Ovando y 
Villavicencio, regidor del Ayuntamiento de la 
ciudad de 1759 a 1773, y alcalde en 1773, 1791 y 
1792, quiso mofarse de los concejales del Cabildo 
por haber tratado éstos de impedir que constru-
yera una casa de tres pisos, porque sobrepasaba 
en altura el antiguo Palacio Municipal. Una vez 
que ganó el litigio, los habría descrito a través de 
los muñecos multicitados (3).
Esta versión se sustenta en el hecho de que 
las autoridades del cabildo estaban constituidas 
por 16 personas, de los cuales 12 eran regidores, 
y los otros un alguacil mayor, un alférez mayor, 
un depositario general, y un juez de menores.
Algunos autores discrepan de dicha leyenda, 
entre ellos Antonio Deana Salmerón, quien en su
Casa de los Muñecos. Piso superior.
Cornetista
(2) Walter Palm, Erwin, “La fachada de la casa de los muñecos en Puebla, un trabajo de Hércules en el nuevo 
mundo”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 48, México, 1978, pág. 45
(3) Ibid., pág. 35.
3
Fachada principal, expresión del barroco poblano.
libro Las Casas de Puebla —
escrito en los años 80 del siglo 
actual— señala como muy 
poco probable que el mencio-
nado Agustín de Ovando haya 
decidido ridiculizar a los regi-
dores dado que éstos eran sus 
colaboradores. Además aporta 
otros elementos para cuestio-
nar la leyenda de marras. Así, 
observa que entre los regido-
res de aquella época no había 
mujeres en el Cabildo, mien-
tras que entre las figuras de la 
Casa de los Muñecos sí las hay, 
por lo cual cae por tierra la ver-
sión retomada por Leicht. Por 
otra parte —agrega— en ese 
tiempo existían otras casas que, 
al igual que la de los Muñecos 
—como la Casa del Alfeñique, 
la Casa de Herreros, la Casa de 
la Familia Velasco de la Calle 
de Mesones y otras más- des-
bordaban la altura del Palacio 
Municipal, por lo cual cae por 
su peso la leyenda que sostiene 
que los regidores se opusie-
ron a la decisión de Ovando 
de construir una mansión más 
alta que dicho edificio.
Al parecer de Deana Sal-
merón, el dueño de la casa no 
persiguió otro propósito que el 
representar una serie de perso-
najes populares de Puebla, tal 
como lo pone de relieve lo acu-
sado de los rasgos indígenas y 
mestizos de las figuras. Ovando 
y Villavicencio era un hombre 
que amaba a su terruño y a sus 
habitantes, por lo cual quiso 
plasmar en los muñecos multi-
citados una serie de figuras que 
evocasen la alegría caracterís-
tica de nuestro pueblo (4).
Ahora bien, reiteramos, al lado 
de estas interpretaciones susten-
tadas en determinados mitos y 
leyendas populares, encontra-
mos también interpretaciones de 
la Casa de los Muñecos que, si 
bien parten de aquéllos, utilizan 
un arsenal conceptual suma-
mente complejo sustentado en 
ciencias tales como la lingüística, 
la semiología, y otras que anali-
zan los símbolos, los signos y las 
alegorías. Tal es el caso, por ejem-
plo, de la versión que nos ofrece 
el investigador Erwin Walter 
Palm, en un ensayo publicado en 
los Anales del Instituto de Inves-
tigaciones Estéticas, número 48 
de 1978. (5).
Dado que se trata de un texto 
sumamente denso —que está 
destinado a especialistas o a 
investigadores— en este lugar 
no lo reproduciremos al pie de la 
letra, sino nos esforzaremos por 
tornarlo accesible a un público 
más amplio. Esto, desde luego, 
implica el peligro de simplificarlo 
y/o empobrecerlo. Empero, pre-
ferimos correr este riesgo que 
transcribirlo de manera textual, 
situación que impediría a muchos 
lectores acceder a su comprensión.
El sincretismo 
cultural
Antes de abordar la inter-
pretación de Erwin Palm 
Walter, permítanos el lector 
la siguiente disgresión. Se 
entiende por “sincretismo” el 
fenómeno que se produce al 
combinarse o mezclarse cultu-
ras totalmente diferentes. Así 
en México el encuentro entre 
las culturas prehispánicas y 
la culturade los conquistado-
res trajo consigo la aparición 
de una nueva cultura, inte-
grando elementos de aquéllas 
de manera sui géneris. Para no 
ir tan lejos, es bien sabido que 
el mito de la Virgen de Guada-
lupe no es totalmente indígena 
ni totalmente hispánico: es una 
mezcla original de ambas cul-
turas. Una situación similar se 
produjo en todas las expresio-
nes simbólicas de nuestro país, 
como resultado de la combina-
ción del encuentro de las cultu-
ras indígenas con la cultura de 
los conquistadores.
(4) Boix L., María Luisa, Op. Cit., pág.8
(5) Palm, Erwin, Op. Cit, pág. 46
4
Casa de los Muñecos. Piso superior 
el baile con la serpiente.
Casa de los Muñecos. Hércules con el niño.
En Puebla, durante la época 
de la Colonia, encontramos los 
siguientes mitos, los cuales son 
asumidos por Erwin Palm Wal-
ter como “topos”, esto es, como 
puntos de referencia, como 
lugares —no en el sentido 
topográfico sino conceptual— 
como ejes fundamentales para 
su interpretación de las figuras 
de la Casa de los Muñecos.
Tenemos en primer término el 
mito de la culebra o de la sierpe 
que existía en aquél tiempo, el 
cual tiene que ver con el nombre 
antiguo de Puebla que era “Cuet-
laxcohapan”, que en náhuatl sig-
nifica “lugar de serpientes”. Este 
nombre, al parecer, no sólo tenía 
que ver con la circunstancia de 
que en la zona del valle de Pue-
bla hubiese muchas serpientes, 
sino, principalmente, con la gran 
importancia simbólica que tenía 
ese animal en la religión de los 
pueblos que habitaban en ese 
lugar. Así, según el historiador 
Zerón y Zapata, los tlaxcalte-
cas “veneraban al demonio... en 
forma de culebra terrible”. Este 
mito, tal como sucede al produ-
cirse el encuentro o choque entre 
culturas, no desapareció una vez 
que los españoles impusieron el 
culto cristiano, sino asumió otras 
formas, otras características, de 
acuerdo con las leyes del sincre-
tismo. Así, tenemos que la ser-
piente —o sea el demonio— es 
derrotada por el culto cristiano, 
empero es interesante observar 
que no desaparece. Así, entre las 
leyendas más sobresalientes de 
la época de la Colonia en Puebla, 
tenemos aquélla que aseguraba 
que dicho animal solía bajar por 
la calle donde se encuentra la 
Casa de los Muñecos, por la cual 
a la misma se llamaba en el siglo 
XVIII “Calle de la Sierpe”. Este 
sería el primer “topos”.
Un segundo “topos” lo encon-
tramos en la leyenda —que 
Erwin Walter Palm descubre en 
un calendario poblano del siglo 
XIX— : que habla acerca de la 
hija de un rico que se enamora 
de un pobre. La serpiente —
sin duda la serpiente del viejo 
mito— sale de su escondrijo y 
devora al hermano menor de la 
enamorada, y nadie puede ven-
cerla, sino un jinete desconocido 
que resulta ser el pretendiente 
mismo, quien, como premio, 
recibe la mano de la novia como 
reconocimiento a su valor.
Un tercer topos es la histo-
ria del niño devorado por la 
serpiente, el que aparece en la 
historia de amor mencionada. 
Todo parece indicar que este 
mito es parte de una leyenda 
más antigua, que aún se con-
serva en la sierra de Pue-
bla, en donde la Danza de los 
Negritos, nos narra cómo los 
negros de una hacienda sal-
van al hijo del amo del ataque 
de una serpiente.
5
Hércules con las manzanas de las Hespérides.
(6) Ibid., pág. 40.
Ahora bien, de acuerdo a la 
interpretación de Erwin Wal-
ter Palm, estas leyendas anti-
guas de Puebla se reflejan en 
las figuras plasmadas en La 
Casa de los Muñecos, en las 
que ciertamente observamos 
los motivos de la serpiente, 
del niño, y del héroe que mata 
a la serpiente, empero no apare-
cen tal y como nos los describen 
los viejos mitos, sino aparecen 
mezcladas con otros mitos que 
surgieron en el México y en la 
Puebla de la Colonia, tal como 
es el caso de la presencia de Hér-
cules. Nos encontramos, pues, 
ante un típico fenómeno de 
sincretismo cultural.
Démosle la palabra al inves-
tigador de referencia: “Hércu-
les —escribe— es una de las 
pocas figuras de la antigüedad 
clásica que el arte español incor-
pora sin reservas. La literatura 
ensalza las calidades morales y 
simbólicas de los Doce Trabajos. 
A partir de Carlos V y de Felipe 
II, Hércules se transforma en 
patrono de los reyes de España. 
Ya antes, muchas ciudades 
españolas se enorgullecían de 
la fundación mítica de Hércu-
les” ....Bajo tales circunstancias 
no sorprende que el tema de 
los trabajos de Hércules pasara 
a los virreinatos mexicanos, 
desde México hasta Bolivia...El 
héroe, que ya en la cuna triunfa 
sobre las serpientes de Juno y 
quien acaba con la hidra Lerna, 
es decir, el mataserpientes por 
excelencia, aparece en Puebla 
en su viejo papel de triunfador 
sobre el mal. El programista de 
la Casa de los Muñecos pudo 
apoyarse en la tradición que 
concibe el combate con la hidra 
como victoria sobre infieles y 
herejes. Los paneles superio-
res de la Casa de los Muñecos 
muestran a los tlaxcaltecas libe-
rados del antiguo terror. Bai-
lan con la serpiente muerta, en 
compañía de quien les salvó 
la vida. Es una escena de las 
‘Indias Felices’: rurales, festivas, 
‘liberadas’ gracias a Europa. 
Estamos más cerca de la ideolo-
gía del siglo XVII que del idea-
rio de los enciclopedistas y de la 
visión rusoniana de un mundo 
que sufre las consecuencias de 
la civilización” (6).
Tenemos, pues, que el motivo 
principal que decora la Casa de 
los Muñecos es el triunfo del 
bien sobre el mal, esto es, la 
victoria sobre la serpiente del 
viejo mito indígena. Como todo 
mundo sabe, los misioneros 
españoles estaban persuadidos 
de que los antiguos mexicanos 
adoraban al demonio, a quien 
identificaban con la serpiente. 
Sin duda en la mente del artista 
que dibujó los muñecos estaba 
presente esta visión, empero 
ésta se encuentra superpuesta 
—reiteramos, dado el sincre-
tismo que se produce debido a 
la fusión de la cultura española 
y la cultura indígena— con el 
mito de Hércules. Éste habría 
ocupado el papel del joven de 
la vieja leyenda del joven pobre 
que mata a la serpiente que se 
había devorado al hermano de 
su enamorada.
Entonces, el muñeco que 
carga al niño y que porta una 
maza representa a Hércules. 
Las otras figuras guardarían 
una estrecha relación con el 
héroe multicitado. Así, el per-
sonaje que se encuentra frente a 
él podría —al decir de Palm— 
ser Atlas o el mismo Hércules.
6
Casa de los Muñecos. Piso inferior. Hércules en función 
de Atlas.
(7) Ibid., pág. 40,41.
Habría que recordar que el primero —según 
el viejo mito— lo sustituye al segundo en 
su tarea de cargar el mundo.
Ahora bien ¿por qué da la impresión 
de que algunos muñecos se encuentran 
ejecutando una danza? Porque estarían cele-
brando el triunfo de Hércules sobre la serpiente, 
o sea, el triunfo -en la versión del colonizador 
cristiano- del bien sobre el mal.
En lo que se refiere a las otras figuras, con-
cedámosle de nuevo la palabra a Erwin Wal-
ter Palm: “Los dos paños del piso superior, 
correspondientes al tramo del portal, muestran 
a dos hombres semidesnudos bailando; uno 
barbudo, el otro con mostacho. Están vestidos 
con una especie de taparrabos. El hombre de la 
derecha palmotea, mientras el de la izquierda 
baila con una serpiente. La tiene agarrada por 
la cola y debajo de la cabeza. Los dos paños 
contiguos de la derecha ostentan un par de 
músicos. Uno toca un corno, el otro una espe-
cie de corneta primitiva. Resultan ser los que 
acompañan el baile. Tocan instrumentos euro-
peos (mal representados), pero su atuendo 
no se distingue del de los danzantes....A la 
izquierda del centro aparece de nuevo Hércu-
les con su característica maza. En la especie de 
delantal que forma su vestimenta, se advier-
ten unas manzanas. Se 
vuelve hacia un hombre 
con mostacho que no 
ostenta atributo alguno. 
Forman el siguiente y 
último par de la serie 
un hombre con un 
pájaro, y otro que con 
los pies cruzados eje-
cuta un paso en direc-
ción al hombre del pájaro. A su vez, tiene 
en el brazo izquierdo un marrano bien 
caracterizado por sus orejas,su cola y 
sus manchas. El lechón está destinado a 
ser sacrificado, como indica el puñal que el 
hombre sujeta con el pulgar de su mano dere-
cha....Frente a la unidad escenográfica de tres 
parejas en distintas posiciones de baile anima-
das por la orquesta a su derecha, los páneles 
del piso inferior están dispuestos a manera de 
doble marco que hace resaltar el grupo princi-
pal. Dos figuras femeninas están encuadrando 
ese centro. Llevándose la mano a la frente, las 
dos mujeres dan muestras de sorpresa de lo 
que están observando...Dos figuras masculi-
nas...rematan en sus extremos la serie inferior. 
Por posición y gestos son la equivalencia de las 
dos ‘sorprendidas’. Llevan la cabeza ornada 
con una corona de hojas. El de la izquierda sos-
tiene un mochuelo, el de la derecha un mono 
que vacía un cáliz. Una sola pareja continúa la 
danza: dos mujeres que llevan un cántaro y un 
animal que parece un perro”....Vemos, pues, 
la representación de un baile..... Frente a las 
tres parejas de la parte superior (cuatro dan-
zantes y dos músicos), las ocho figuras de la 
parte inferior ofrecen un movimiento de baile 
más estudiado. Parecen corresponderse con 
las dos figuras centra-
les y las dos ‘sorpren-
didas’, así como los 
dos ‘coronados’ y las 
dos danzantes, todas 
ellas caracterizadas por 
un atributo. Los movi-
mientos de las parejas 
se entrelazan, coordi-
nando en cada caso una 
figura representada en 
reposo contra otra en 
movimiento” (7).
7
Casa de los Muñecos. Piso superior. Danzante
Modelos que inspiraron al autor
¿A qué modelos recurrieron el alcalde Ovando 
y su losero para ilustrar las figuras de la Casa 
de los Muñecos?
Tal como nos lo informa Erwin Walter Palm, en 
la misma familia del constructor se pudo localizar 
una parte importante de dichos modelos. Se trata 
de una serie de espejos de estilo veneciano. La serie, 
hoy incompleta, representa las siguientes figuras 
mitológicas: Hércules, con las manzanas de las Hes-
pérides. Neptuno, de pie. Plutón, con corona y llave. 
Neptuno (u otra divinidad marina) sentado sobre 
unas rocas. Diana -Luna- Flora. Según el investiga-
dor de referencia, el Hércules con las manzanas que 
aparece en el piso superior de la Casa de los Muñe-
cos es la reproducción algo burda de la figura que 
decora el espejo correspondiente.
Asimismo, el Hércules sentado de dicha 
Casa denota el mismo origen. El característico 
movimiento de piernas y brazos, lo mismo 
que el asiento, están copiados de la divinidad 
marina de uno de los espejos venecianos.
Por último, agrega Palm, los pedestales de 
las deidades que decoran los espejos, propor-
cionan una explicación de los curiosos zócalos 
en que están puestas las figuras poblanas, y que 
a primera vista parecen representar porcelana.
El espejo-modelo para la figura principal, 
Hércules con el niño, se encuentra extraviado.
Contribución a la crítica 
de las interpretaciones 
de la Casa de los Muñecos
F. Humberto Sotelo M.
No obstante los ríos de tinta que han corrido 
sobre la Casa de los Muñecos, la verdad es que 
aún carecemos de trabajos e investigaciones 
satisfactorias sobre la misma.
Los libros y ensayos que han intentado desci-
frar el significado de los muñecos de dicha casa se 
limitan, en unos casos, a interpretaciones “pueble-
rinas” que se apoyan sólo en determinadas leyen-
das populares— y, en otros, en investigaciones más 
científicas que, si bien aportan elementos de análisis 
que se fundamentan en ciencias modernas como la 
semiótica, se dejan llevar por ciertos enfoques unila-
terales o ciertos esquemas demasiado forzados.
El gran problema que encontramos en unas 
y otras interpretaciones es que no delimitan de 
manera adecuada los nexos complejos entre la 
mitología y la historia. A veces se apoyan más en 
una que en otra, y en no pocas ocasiones las mez-
clan de manera arbitraria. En uno de sus libros más 
sugestivos, escribía Claude Lévi-Strauss: “La opo-
sición entre mitología e historia no encuentra bien 
definida....La mitología es estática: encontramos los 
mismos elementos mitológicos combinados de infinitas
8
maneras, pero en un sistema cerrado, por con-
traposición a la historia, que, evidentemente, es 
un sistema abierto” (1).
La mayoría de los trabajos que conocemos 
sobre la Casa de los Muñecos incurren precisamente 
en ese error: en unos casos, mezclan arbitrariamente 
la historia y la mitología y, en otros, introducen 
un divorcio entre las mismas. Un ejemplo de la 
segunda lo tenemos en el trabajo de Erwin Walter 
Palm. Aquéllos se limitan a retomar o a reproducir 
las leyendas y los mitos sobre la Casa de los Muñe-
cos —reitero, sin diferenciar entre los ámbitos de la 
historia y la mitología— mientras que el segundo 
se deja aprisionar por la camisa de fuerza de una 
interpretación basada en la semiótica.
¿Por qué decimos que “camisa de fuerza”? 
Porque, sin dejar de reconocer las inmensas apor-
taciones del trabajo de Walter Palm, éste se limita 
a ofrecer una interpretación —bastante lúcida, 
por cierto— muy sugestiva pero insuficiente.
Así, aunque en lo fundamental estoy de 
acuerdo con su tesis de que el mito de Hércules 
es el principal tema que predomina en las figuras 
de la Casa de los Muñecos, pienso que no alcanza 
a penetrar en el entromado simbólico de los mitos 
que se encuentran presentes. Cierto: a lo largo de 
su ensayo nos hace ver cómo se encuentran super-
puestos los viejos mitos indígenas —el mito de la 
serpiente, el del niño devorado por la misma, el 
del héroe que mata al animal, etc.— con el mito 
hispánico de Hércules, empero —a mi parecer— 
su interpretación es unilateral: sobrestima o exa-
gera la presencia de dicho héroe. Así, escribe: “Es 
Hércules quien acaba de matar a la serpiente, no 
el novio despreciado de la novela sentimental del 
siglo XIX “. Unas líneas antes escribe: “La leyenda 
local poblana se vuelca sobre un antiguo benefac-
tor de la humanidad”.
¿Hasta qué punto, en realidad, las cosas no 
suceden a la inversa? Esto es: ¿no será más bien 
que los viejos mitos indígenas se vuelcan sobre 
el mito hispánico?
El muñeco que aprisiona la serpiente no 
da en ningún momento la impresión de que 
esté luchando con ella, sino más bien pareciera 
como si el animal lo acompañase en su danza. 
Cierto: la tiene en sus manos, pero ¿ello acaso 
significa que la está matando?
¿No será que el viejo mito indígena de la 
serpiente se desliza subrepticiamente, tal como 
sucede con no pocas de las fiestas religiosas de 
México, en las que, aunque en apariencia se 
celebre a los dioses hispánicos se adora, en ver-
dad, a las viejas deidades prehispánicas?
Por ningún lado vemos señales de temblor 
y/o terror: ¿No será más bien que el artista que 
dibujó los muñecos —que a todas luces era indí-
gena— engañó a su amo, el regidor Ovando y 
Villavicencio, aceptando formalmente su “pro-
grama”, su “idea”, pero en los hechos plasmando 
figuras que obedecían más bien a su cultura?
El planteamiento que señala Walter Palm en el 
sentido de que el modelo de los muñecos se ins-
piró en los espejos venecianos que se encontraron
Casa de los Muñecos. Piso superior. Cornetista.
(1) Lévi-Strauss, Claude, Mito y Significado, Alianza Editorial, México, pág. 63.
9
Casa de los Muñecos. Piso inferior. La mujer del cáliz.
en la familia del constructor es, a mi parecer, total-
mente estrambótica, si es que no disparatada. 
¿En qué se parecen las figuras de dichos espejos 
—refinadas, “manieristas”, estilizadas— a los 
muñecos de los azulejos, llenos de vitalidad, de 
fuerza, rudimentarios aunque no por ello suma-
mente elaborados? En nada. A lo sumo habría un 
parecido en lo que se refiere a la leyenda de Hér-
cules, pero en lo que concierne a los tipos, insisto, 
sólo una imaginación desbordada puede sugerir 
que hay semejanzas entre unos y otros.
De ningún modo intento sugerir que el artista 
que plasmó los muñecos se propuso de manera 
conciente escamotear el programa que le presentó 
el dueño de la casa. Lo que ha de haber sucedido,más bien, es que el artista de origen indígena se 
dejó llevar por el inconsciente colectivo. A este res-
pecto, escribe Levi-Strauss: “Los mitos despiertan 
en el hombre pensamientos que le son descono-
cidos” (2). Esto es, los mitos son estructuras muy 
complejas, que se apoderan de la imaginación 
colectiva, y no siempre somos conscientes de ellos.
Aquí permítanme aventurar una hipóte-
sis que seguramente escandalizará a no pocos 
de los estudiosos de la Casa de los Muñecos: 
¿hasta dónde el artista de origen indígena fue 
un medio del que se valieron los viejos mitos 
prehispánicos para burlarse o satirizar a su 
manera los mitos hispánicos?
El mito de Hércules en el nuevo mundo, 
estamos convencidos, va mucho más allá de la 
intepretación que aporta Erwin Walter Plain: tal 
figura legendaria no se encuentra en la imagi-
nería hispánica sólo como una expresión artís-
tica o literaria, sino como una expresión de los 
intentos por justificar la conquista española de 
las Indias Occidentales.
Habría que recordar al respecto que al poco 
tiempo de que Colón llega al llamado “Nuevo 
Mundo”, no faltaron los exégetas que asegura-
ban —para justificar el dominio de esas tierras 
por parte de la Corona Española— que dicho 
territorio pertenecía desde tiempos inmemoriales 
a España, invocando al respecto miles de argu-
mentos fantásticos. Así, no fueron pocos los que 
sostenían que las Indias Occidentales no eran en 
realidad sino las “Hespérides” de la vieja mitolo-
gía, las mismas en las que Hércules mató al dra-
gón para apoderarse de las manzanas de oro.
En su célebre libro Historia de las Indias, 
Bartolomé de Las Casas cuestiona lapidaria-
mente tales versiones. Así, escribe: “Poder haber 
sido llamadas estas Indias islas o tierra firme, o 
alguna parte de ella Hespérides....por llamarse 
Hespero cierto rey antiquísimo de España, y, por 
consiguiente, argüir de allí haber sido del seño-
río de España, creo que cualquiera de mediano 
juicio, mirando en ello, no dudará ser cosa que 
razonablemente no se pueda decir” (3).
Y, después de refutar de manera implacable tal 
leyenda —con base en la historia, la geografía, y el 
mismo sentido común— agregaba de Las Casas, sin
(2)Lévi Strauss, Claude, Antropología Estructural, Siglo XXI, México, 1981, pág. 113
(3) De las casas, Bartolomé, Historia de las Indias, Tomo I, fondo de Cultura Económica, México, 1965, págs 73, 
74, 75
10
Este libro es incunable y parece ser una de 
las ediciones echas por J. Dupré. 
Otra de las características es que presenta 
Marcas de Fuego en los Cantos. Encua-
dernación en Madera Forrada en Piel
BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA
Rector: Enrique Doger Guerrero Secretario general: Guillermo Nares Rodríguez
Tiempo Universitario
Director: Alfonso Yáñez Delgado, Editor: Francisco Ortíz Ortíz, Auxilia de Diseño Gráfico: Valentina G. Baez Lucero, Cordinador de 
textos: Humberto Sotelo Mendoza. Tiempo Universitario es una publicación quincenal del Archivo Histórico Universitario. Impreso 
en: Mundo Color Gráfico. Tiraje: veinte mil ejemplares. Esta publicación se puede adquirir gratuitamente en el tercer patio del edificio 
Carolino, 4 Sur 104, Puebla, Pue. tel.: 32-74-79 con Flora Alarcón. Se aceptan colaboraciones de investigacion sobre colaboraciones de 
investigación sobre la vida universitaria.
Casa de los Muñecos. Piso inferior. 
La sorprendida.
Casa de los Muñecos. Piso superior. 
El hombre del pájaro
perder en ningún momento su 
filosa ironía, que Hércules tuvo 
seguramente que emprender 
una enorme travesía para ir hasta 
Las Hespérides, siendo ésta una 
hazaña no menos importante que 
sus famosos Doce Trabajos. Escribe 
al respecto: “...Ningún autor 
griego, latino, historiador ni poeta, 
de los que hablan de Hércules, 
toca en haber venido tan luengo 
camino, como hiciera viniendo a 
estas Indias; el cual si hiciera, no se 
dejara de escribir por algunos de los 
escriptores pasados, como se escri-
bieron otras muchas cosas diver-
sas de Hércules, como quiera que 
venir acá no fuera el más liviano 
de sus trabajos; mayormente, que 
no había de venir y volver tan 
fácilmente por el mar, jornada de 
cuarenta días para que a los histo-
riadores se les encubriese, y siendo 
esta la mayor hazaña, si a estas 
tierras llegara, que él nunca hizo ni 
pudo hacer, y así es manifiesto que 
se había de escribir”(4).
¿Se advierte la burla de Bar-
tolomé de Las Casas a quienes 
sostienen que las Indias Occi-
dentales eran las Hespérides 
visitadas por Hércules?
Ahora bien, ¿hasta qué punto 
en la época colonial no sólo imperó 
el mito de Hércules, sino también 
versiones —como la de Bartolomé 
de Las Casas— que satirizaban 
dicho mito, el cual, reitero, tenía 
que ver en no poca medida con los 
esfuerzos por justificar la apropia-
ción descarada del Nuevo Mundo 
por parte de la Corona Española?
¿Hasta dónde podríamos des-
cartar la posibilidad de que el artista 
que dibujó la Casa de los Muñecos 
estuviese todavía empapado —
conciente o inconcientemente— de 
la resistencia indígena a aceptar los 
mitos del colonizador?
Insisto: por donde se les vea, 
los muñecos rezuman burla, 
ironía, un ambiente festivo, 
lúdico, irreverente. ¿No habría 
sido una forma muy sutil de 
vengarse del colonizador, ape-
gándose en apariencia a su reli-
gión y su mundo cultural?
Quizás exagero, pero en 
todo caso la aventuro como 
una hipótesis.
��
(4) Ibid., pág.86.
11
Casa de los Muñecos. Tramo central.
Usos de la Casa de los Muñecos (*)
La casa fue edificada por Agustín de Ovando y 
Villavicencio a fines del siglo XVIII. Una fuente 
histórica de 1792 hace referencia a “dos casas 
nuevas de tres órdenes que Ovando labró y 
reedificó en la calle de los Mercaderes”.
Según María Luisa Boix L., el dueño nunca 
habitó estas casas sino que las alquiló, prefiriendo 
para su residencia la casa del Puente que lleva su 
nombre —actualmente 3 Oriente No. 611— pose-
sión que se extendía hasta la calle del Puente de 
Analco, donde también había una casa de Ovando, 
quien además tenía unas haciendas en Acatlán.
Una de las hijas de Ovando heredó la casa. 
A su vez, en 1858, el señor Elías Fagoaga la 
heredó en 1858. En 1876 la mansión es adqui-
rida por el Lic. Martínez de la Torre, quien más 
adelante la vendió a los señores Lions y Cía. En 
1878 éstos la vendieron a don Luis Kanesi y su 
esposa Manuela Ballarino.
En mayo de 1921 pasa, por adjudicación de 
bienes en favor de la sucesión del señor González 
Pacheco, a la señorita María González Pacheco, 
quien en julio de 1934 vende la propiedad al señor 
Ignacio Menéndez. A la muerte de éste, nueva-
mente por adjudicación de bienes, pasa a la señora 
Pilar Menéndez, viuda de Caso, quien comparte 
el usufructo con otros descendientes, los cua-
les renuncian poco tiempo después, quedando 
aquélla como propietaria exclusiva. Es a la señora 
Menéndez a quien la Universidad Autónoma de 
Puebla compró el inmueble, en octubre de 1983.
La máxima de casa de estudios de nuestra 
entidad adquirió la Casa de los Muñecos con el 
fin de convertirla en Museo Universitario.
Entre los usos que ha tenido el inmue-
ble, sobresalen los siguientes. En 1835 fue 
la sede del negocio Almacén de Hilados, 
cuyo propietario fue el célebre empresario 
textil Esteban de Antuñano, quien al pare-
cer habitó la casa durante algún tiempo. 
Es probable que también haya habido 
años después una tienda de abarrotes.
Durante el presente siglo, la Casa de los 
Muñecos tuvo múltiples usos. Así, en ella se ins-
taló el primer cine de Puebla, esto es, el Lux, cuya 
adaptación constituyó una de las alteraciones 
más significativas que sufrió el inmueble. Poste-
riormente se estableció en el edificio un juego de 
boliche, lo cual llevó a techar el segundo patio. 
También, por varias décadas, ahí se instaló el dia-
rio La Opinión, diario de la mañana, y diversos 
negocios, entre ellos la dulcería Salambo, la 
peluquería Imperial, los estudios foto-
gráficos Raboso y Fotopuebla, y dos 
casas de huéspedes.
Todos estosusos, como era de espe-
rar, dañaron seriamente al edificio.
(*) Tomado del ensayo de Boix L., María Luisa, “Las Casas de Agustín Ovando”, en La Casa de los Muñecos, 1988, 
Universidad Autónoma de Puebla, págs. 9-13.
12
Reconocimientos al
Archivo Histórico
Diversas personalidades del Estado de Pue-
bla, provenientes de los más diversos ámbi-
tos de la sociedad poblana, han externado al 
Archivo Histórico de la UAP su reconocimiento 
por los servicios que presta y por la edición de 
la gaceta Tiempo Universitario, a la que han 
considerado como un órgano que contribuye 
de manera muy valiosa al rescate de la historia 
de nuestra máxima casa de estudios.
Nos honra, por ejemplo, que el primer 
mandatario estatal, Manuel Bartlett Díaz, y 
destacados funcionarios como el secretario 
de cultura Héctor Azar, el procurador Alberto 
Julián y Nacer, el secretario de turismo, José 
Brito Zaragoza, Joe Hernández Corona, sub-
secretario de Gobernación, y otras promi-
nentes personalidades del gobierno estatal, 
hayan tenido la gentileza de expresarnos sus 
parabienes por la publicación del órgano de 
referencia.
Nos son muy gratas también, desde luego, 
las felicitaciones que hemos recibido de parte de 
algunos de los principales funcionarios de nues-
tra institución, entre ellos el rector Enrique Doger 
Guerrero, Armando Valerdi Rojas, tesorero de la 
UAP, Rigoberto Benítez Trujillo, vicerrector de 
Extensión y Difusión de la Cultura, y de otras 
destacadas personalidades universitarias.
Nos estimula, asimismo, el constatar que 
Tiempo Universitario ha sido bien recibido por 
diversos líderes políticos que encarnan el orden 
ideológico plural que hoy predomina en nuestra 
entidad. Así, hemos recibido comentarios gene-
rosos del diputado José Felipe Puelles Espina, 
coordinador del grupo parlamentario del PAN, 
y del legislador de este partido, Juan Manuel 
Huerta Aroche; del diputado federal del PRI, 
Miguel Quirós Pérez, y del presidente de la 
Gran Comisiòn del Congreso local, Carlos Pala-
fox Vázquez, entre otros.

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