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Construção do Conhecimento Botânico em Guadalajara

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UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA 
COORDINACIÓN GENERAL ACADÉMICA 
Coordinación de Bibliotecas 
Biblioteca Digital 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La presente tesis es publicada a texto completo en virtud de que el autor 
ha dado su autorización por escrito para la incorporación del documento a la 
Biblioteca Digital y al Repositorio Institucional de la Universidad de Guadalajara, 
esto sin sufrir menoscabo sobre sus derechos como autor de la obra y los usos 
que posteriormente quiera darle a la misma. 
 1 
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA 
CENTRO UNIVERSITARIO DE CIENCIAS SOCIALES Y 
HUMANIDADES 
DIVISIÓN DE ESTUDIOS HISTÓRICOS Y HUMANOS 
MAESTRÍA EN HISTORIA DE MÉXICO 
 
“DE AFICIONADO A PROFESIONAL: LA CONSTRUCCIÓN 
DEL CONOCIMIENTO BOTÁNICO EN LA GUADALAJARA 
DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX”. 
 
TESIS PARA OBTENER EL GRADO DE MAESTRO EN 
HISTORIA DE MÉXICO 
 
PRESENTA: JUAN CARLOS DE JESÚS SILVA CORTES 
 
DIRECTORA: DRA. REBECA VANESA GARCÍA CORZO 
 
GUADALAJARA, JALISCO, MARZO DE 2019 
 
 
 2 
 Páginas 
Índice 2 
 
Abreviaturas 4 
 
Índice de imágenes 5 
 
Agradecimientos 8 
 
Introducción 9 
 
Capítulo 1. 
 
Antecedentes históricos de la botánica en Guadalajara 23 
 
1.1 Antecedentes globales de la botánica 23 
 
1.2 La construcción de la botánica mexicana (s.XVI-s.XIX) 27 
 
1.3 La construcción del conocimiento botánico en la Guadalajara decimonónica y 
principios del XX 
 41 
 
Capítulo 2. 
 
Actores en la construcción del conocimiento botánico en Guadalajara: de la 
práctica amateur a la profesionalización 
 
55 
 
2.1 La botánica mexicana en la primera mitad del siglo XX 56 
 3 
 
2.2 Asociaciones y Universidades: Los actores colectivos en la botánica tapatía 61 
 
2.3 Socios, maestros y alumnos: Los actores individuales en la botánica tapatía 76 
 
Capítulo 3. 
 
Exploraciones y creación de jardines botánicos: Prácticas de los actores 
colectivos en la territorialización de la botánica en Guadalajara. 
 89 
 
3.1 La Flora Novogaliciana y la Flora de Jalisco: dos visiones de un mismo espacio 90 
 
3.2 Las expediciones botánicas en el occidente de México 96 
 
3.3 El Jardín Botánico Leonardo Oliva de la UdeG 104 
 
Capítulo 4. 
 
De amateur a botánico profesional: Salvador Rosillo de Velasco, las prácticas 
de un actor individual 
 118 
 
4.1 Salvador Rosillo de Velasco y su lugar social en la construcción del 
conocimiento botánico. 
 120 
 
4.2 Leer, explorar, recolectar y descubrir: Prácticas de apropiación realizadas por 
Salvador Rosillo de Velasco 
 128 
 
4.3 Intercambios y publicaciones: prácticas de difusión del conocimiento botánico 142 
 
 4 
Conclusión 159 
 
Fuentes y bibliografía 166 
 
 
 
 
Abreviaturas 
Archivos y Bibliotecas 
Archivo Histórico de la Universidad de Guadalajara (AHUG) 
Archivo Personal de Salvador Rosillo (APSR) 
Biblioteca Pública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola” (BPEJ) 
Herbario de la Asociación Mexicana de Orquideología (AMO) 
Herbario Nacional de México (MEXU) 
Herbario “Carlos Díaz Luna” de la Universidad Autónoma de Guadalajara (GUADA), 
Agrupaciones, Institutos y Universidades 
Sociedad Botánica del Estado de Jalisco (SBEJ) 
Sociedad de Ciencias Naturales de Jalisco (SCNJ) 
Instituto Tecnológico (IT) 
Instituto de Botánica de la Universidad de Guadalajara (IBUG) 
Asociación Orquidófila de Guadalajara (AOG) 
Sociedad Orquidófila de Guadalajara (SOG) 
Universidad de Guadalajara (UdeG) 
Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) 
 
 
 
 5 
Índice de imágenes Páginas 
 
Imagen 1. Carlos Linneo 25 
 
Imagen 2. Jardín de George Clifford 26 
 
Imagen 3. Códice Badiano 29 
 
Imagen 4. Francisco Hernández de Toledo 30 
 
Imagen 5. Leonardo Oliva 42 
 
Imagen 6. Mariano Bárcena 44 
 
Imagen 7. Mammillaria jaliscana 53 
 
Imagen 8. Hongos alucinógenos de la especie Conocybes siligineoides Heim 58 
 
Imagen 9. Dioscorea composita 59 
 
Imagen 10. Portada de la Flora del Estado de Jalisco 61 
 
Imagen 11. Lista de Socios de la SBEJ en 1952 62 
 
Imagen 12. Portada de Meet Flora Mexicana 66 
 
Imagen 13. Grupo de Jaliscienses que participaron en el Congreso 
Mexicano de Botánica. En el centro, Salvador Rosillo de Velasco; le sigue 
a la izquierda, Enrique Estrada Faudón; Luis Puga Robles Gil y Luz 
María González Villarreal 
68 
 
Imagen 14. Lista de Socios de la SBEJ de 1952 77 
 
Imagen 15. La yerba del sapo: Eryngium carlinae 81 
 
Imagen 16. Karwinskia latifolia o homboldtiana: “margarita” o “tullidera” 81 
 
Imagen 17. Orquídea, Laelia bancalarii 82 
 
Imagen 18. Maíz perene, Zea diploperennis; y su descubridor, Rafael 
Guzmán 
85 
 
Imagen 19. Nueva Galicia de McVaugh 91 
 
Imagen 20. Mapa de Nueva Galicia por Abraham de Ortelius, siglo XVI 92 
 
Imagen 21. Nueva Galicia histórica 93 
 6 
 
Imagen 22. Neomammillaria compressa 98 
 
Imagen 23. Polianthes tuberosa 99 
 
Imagen 24. Stevia lucida 99 
 
Imagen 25. Salvador Rosillo de Velasco 118 
 
Imagen 26. Laelia autumnalis 125 
 
Imagen 27. Vainilla, Vanilla sp. 125 
 
Imagen 28. Govenia Lilaceae. 126 
 
Imagen 29. Bletia campanulata 126 
 
Imagen 30. Pogonia ophiogloides 127 
 
Imagen 31. Dendrobium sp 127 
 
Imagen 32. Mormodes luxatum 129 
 
Imagen 33. Oncidium tigrinum 129 
 
Imagen 34. Leochilus crocodiliceps 130 
 
Imagen 35. Oncidium karwinskii 130 
 
Imagen 36. Oncidium flavovirens 131 
 
Imagen 37. Erycina diaphana 131 
 
Imagen 38. Oncidium maculatum 132 
 
Imagen 39. Epidendrum boothianum 133 
 
Imagen 40. Laelia sawyerii o Schomburgkia galeottiana 133 
 
Imagen 41. Catasetum russelianum o Clowesia russeliana 135 
 
Imagen 42. Barkeria naevosa 136 
 
Imagen 43. Oncidium longifolium u Oncidium cebolleta 136 
 
Imagen 44. Laelia majalis o Laelia speciosa 137 
 
 7 
Imagen 45. Epidendrum vitellinum 138 
 
Imagen 46. Encyclia concolor 139 
 
Imagen 47. Encyclia rhombilabia 139 
 
Imagen 48. Laelia anceps dowsonii del sur de Jalisco 140 
 
Imagen 49. Encyclia pollardiana 141 
 
Imagen 50. Bletia tamayoana 143 
 
Imagen 51. Mormodes oceloteoides 144 
 
Imagen 52. Osmoglossum dubium 144 
 
Imagen 53. Mormodes pabstiana 146 
 
Imagen 54. Mormodes ramirezii 146 
 
Imagen 55. Deiregyne xoxonitla 147 
 
Imagen 56. Laelia catarinensis 148 
 
Imagen 57. Stanhopea novogaliciana 149 
 
Imagen 58. Stanhopea intermedia 150 
 
Imagen 59. Osmoglossum anceps u Osmoglossum egertonii 151 
 
Imagen 60. Mormodes chihiltlapalli 152 
 
Imagen 61. Ejemplo de una especie de Habenaria 153 
 
Imagen 62. Mormodes pardalinata 154 
 
Imagen 63. Mormodes tezontle 155 
 
Imagen 64. Mormodes saccata 155 
 
Imagen 65. Epidendrum examinis156 
 
Imagen 66. Epidendrum rosilloi 157 
 
Imagen 67. Epidendrum anistatum 158 
 
 8 
Agradecimientos 
A la memoria de mis abuelas, Florentina Silva y Margarita Gómez. 
Han sido años en los que experimenté un crecimiento personal, en el que contribuyeron mis 
padres, María Imelda Cortes Gómez y Juan Carlos Silva Sánchez, mis hermanos Elizabeth y 
Osvaldo, y mis tías María de Jesús Cortes Gómez y Everia Gómez. Asimismo, fue invaluable 
y apreciadísimo el apoyo que me dieron el Dr. León Felipe Félix Lugo, su esposa Angélica 
Martín del Campo, y su hija Geli; el Maestro Otto Schöndube Baumbach y su esposa 
Elisabeth Friedewold Stansch; y mis excelentes amigos, Luis Granados, José Javier Coz y su 
hijo Patricio, y Daniel Rodrigo Villaseñor. Todos ellos me animaron a seguir adelante en los 
tiempos que la fuerza menguó. 
Estoy en deuda con la Dra. Rebeca Vanesa García Corzo, quien nunca dejó de creer 
en mí, siempre la admiraré por su disciplina sobrehumana. Asimismo, doy las gracias al Dr. 
David Carvajal López, quien me alentó a inscribirme en esta Maestría; a la Dra. Claudia 
Gamiño y al Maestro Otto Schöndube por haberme dado sendas cartas de recomendación 
para ser concursar entre los candidatos para ingresar a dicho programa. También tengo el 
gusto y deber de agradecer a los profesores que me impartieron clases, y al personal 
administrativo de la Maestría. Entre los primeros a las Dras. Águeda Jiménez, Rosa Alicia 
Torres, Elisa Cárdenas, Pilar Gutiérrez, Leticia Ruano y Gladys Lizama; y los Dres. Jorge 
Trujillo, Federico de la Torre, José Rojas Galván y Refugio de la Torres; en entre los 
segundos al Dr. Hugo Torres, antiguo coordinador de la maestría, a su asistente Socorro 
Ochoa, y de nueva cuenta a la Dra. Leticia Ruano, actual coordinadora, quienes me alentaron 
para alcanzar este logro. 
Mis compañeros de generación fueron ejemplos de dedicación y acicates para 
concluir este compromiso, a todos ellos mil gracias. De igual modo, agradezco los consejos 
de la Dra. Betania Rodríguez durante su estancia postdoctoral en nuestra Maestría. 
Igualmente, tengo la responsabilidad de agradecer a Luz Consuelo Rosillo Domínguez y a 
Francisco Suro González por haberme facilitado los documentos sobre la orquideología en 
Guadalajara y la vida de Salvador Rosillo de Velasco que permitieron construir mi tesis. Y 
por último, y especialmente a Dios por haberme permitido vivir esta experiencia. 
 9 
Introducción 
La botánica es la ciencia que estudia las plantas, hoy en día se le considera una de tantas 
ramas de la biología contemporánea. Antaño, su análisis estuvo a cargo de la historia natural, 
que también ahondaba en los reinos animal, mediante la zoología, y mineral. La biología, en 
un proceso acaecido desde el siglo XVIII hasta la primera mitad del XX, sustituyó a la 
historia natural en la observación de los fenómenos de la vida, suscitándose una segregación 
y refinación de temas. Por un lado, la biología apartó de sí todo lo que no perteneciera al 
mundo vivo, de manera que los minerales no eran objeto de su estudio, pasándose éstos al 
dominio de la geología y la química. Y por otro, ya no sólo se consideró la existencia de dos 
reinos de entes vivos, sino que de éstos se desplegaron otros donde se agruparon las bacterias, 
las algas verdes, los hongos u otros seres microscópicos; esto gracias a los estudios más 
reflexivos y menos descriptivos originados por teorías que revolucionaron la concepción del 
orden natural, como la de la evolución (1859) de Charles Darwin y las leyes de la genética 
(1865) de Gregor Johann Mendel.1 
Existen diferencias cualitativas entre la botánica que una vez fue del dominio de la 
historia natural, y la botánica tutorada por las modernas ciencias biológicas. Éstas se pueden 
agrupar en el hecho que la primera sólo se encargaba de recolectar, describir y clasificar las 
plantas de acuerdo al sistema ideado por Carlos Linneo en el siglo XVIII, el cual se basaba 
en su morfología y, principalmente, en sus rasgos sexuales, presentes en las flores; 
agrupándolas en familias de acuerdo a esas características. Ahora bien, la botánica entendida 
por la biología es una ciencia que no se satisface con la descripción y clasificación de los 
vegetales, sino que busca comprender el desarrollo evolutivo de éstos; por medio de teorías 
como las de Darwin, Wallace, Mendel y otros; así como la relación entre diferentes especies 
de plantas y animales en sus respectivos hábitats, a través de disciplinas como la ecología. 
Un rasgo común entre la botánica estudiada por la historia natural y la biología es que 
ambas han puesto sus avances al servicio de otros saberes, como la medicina y la agronomía. 
 
1 Charles Darwin fue un naturalista británico que propuso la teoría de la evolución biológica por medio de la 
selección natural. Con la publicación de El origen de las especies por medio de la selección natural, o la 
preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida en 1859 comenzó lo que se conoció como 
evolucionismo. Gregor Johann Mendel fue un monje agustino católico y naturalista que trabajó en las hoy 
conocidas como leyes de Mendel que versan sobre la herencia genética. 
 10 
En este punto es necesario diferenciar la botánica pura de la botánica aplicada. La primera 
estudia la morfología, fisiología, taxonomía, relaciones ecológicas y evolutivas de las 
plantas; en resumen, aspectos teóricos. Mientras que la segunda investiga cómo estos 
conocimientos se pueden aplicar en las áreas médica, agrícola, hortícola, alimentaria, 
industrial, entre otras; y recuerda que la botánica, como ciencia, es un producto cultural 
encauzado a facilitar las actividades del ser humano a través de saberes y discursos 
construidos por intereses sociales, políticos, ideológicos y económicos.2 
Lo expuesto arriba sugiere que la botánica es una construcción socio-cultural, en la 
que se han conjugado actores y prácticas con variaciones propias de un lugar a otro. En 
México, el devenir histórico de esta ciencia no ha sido homogéneo; pues, solamente en su 
capital, la Ciudad de México, ha existido una tradición constante en los estudios botánicos 
desde 1788, con la instalación de la Real Cátedra de Botánica, hasta la actualidad, con la 
existencia de centros especializados en la materia, como el Instituto de Biología de la UNAM, 
donde se preparan y laboran recursos humanos que dan continuidad a la investigación del 
reino vegetal. Mientras tanto, en el resto del país los adelantos en esta disciplina han sido 
intermitentes. Tal es el caso de Guadalajara, donde a mediados del siglo XIX y principios del 
XX, la botánica tuvo su cenit por los trabajos de Leonardo Oliva, Reyes García Flores, 
Mariano Bárcena y Adrián Puga; tras la muerte de dichos personajes, esta ciencia se estancó; 
y no fue hasta 1952 que resurgió el interés en temas botánicos con la fundación de la Sociedad 
Botánica del Estado de Jalisco, integrada por aficionados, lo que llevó al paulatino 
crecimiento y desarrollo de este saber. Expresado lo anterior, el objetivo de esta investigación 
es explicar cómo en Guadalajara, los aficionados o amateurs (conceptos que serán usados 
indistintamente) se apropiaron de un espacio cognitivo que por décadas estuvo desatendido: 
el de la botánica. 
La necesidad de investigar el desarrollo histórico de la botánica en Guadalajara, se 
debe a que es poca y difusa la información sobre el tema, a pesar deque ahí se encuentran 
instituciones sólidamente arraigadas en el ejercicio y fomento de esa ciencia, como el 
Instituto de Botánica de la Universidad de Guadalajara y el herbario y jardín botánico de la 
 
2 Rebeca García Corzo, “Cómo acercarse a la historia socio-cultural de las ciencias desde una perspectiva local: 
una propuesta metodológica”, en Patricia Torres (coord.), Uso y construcción de las fuentes orales, escritas e 
iconográficas, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2007, p.190. 
 11 
Universidad Autónoma de Guadalajara. Asimismo, dicha urbe está rodeada de espacios con 
importancia ecológica, como la barranca del río Santiago y los bosques de la Primavera y el 
Nixticuil. La oportunidad para ahondar en el tema, y rellenar los huecos de información, se 
presentó al ingresar en el programa de la Maestría en Historia de México de la Universidad 
de Guadalajara, el cual ya había acogido trabajos que enriquecieron el conocimiento sobre el 
pasado local de la ciencia y la historia medioambiental; éstos fueron: de Guillermo Bravo 
Mar, La sociedad científica “Antonio Alzate” (1884-1912);3 de Teresa Gómez Pérez, 
Industria medio ambiente y sociedad: Guadalajara, 1840-1900; 4 de Rebeca Vanesa García 
Corzo, De ciencias naturales y biología. Apuntes para el estudio del proceso de 
institucionalización de la biología en Guadalajara;5 de Zoraya Melchor Barrera, Desarrollo 
de la Institucionalización de la salud pública en Jalisco, 1833-1910;6 de Rafael Sánchez 
Villegas, Monstruos de laboratorio. La ciencia en el cine fantástico mexicano;7 1945-1969; 
de Hugo Humberto Salas, Higiene, asistencia hospitalaria y práctica médica en 
Guadalajara, 1771-1824,8 y Exposiciones y Sociedad Jalisciense, 1878-1904. Presencia en 
las exposiciones internacionales, de Julio Alejandre.9 Por estos ejemplos, la presente 
investigación es pertinente al programa de la Maestría en Historia de México, pues éste, a 
través de su consejo académico, ha mostrado interés por apoyar las investigaciones (aún 
pocas) que analicen el desarrollo científico de Jalisco y el Occidente de México. De igual 
modo, esta tesis le atañe a la Universidad de Guadalajara en general, ya que ésta ha sido 
escenario y actor en la construcción del conocimiento botánico local, a través de su Instituto 
de Botánica. 
En el plano global, La historia de la botánica comenzó a ser redactada por los 
botánicos mismos;10 cítese el ejemplo del alemán Julius von Sachs, especialista en fisiología 
 
3 Dirigido por Gladys Lizama Silva, en 2002. 
4 Bajo la dirección de Sergio Valerio Ulloa, en 2005 
5 Tesis defendida en 2005, con la asesoría de Lilia Oliver Sánchez. 
6 También dirigida por Lilia Oliver Sánchez, presentada en 2008. 
7 Dirigido por Ana María de la O, en 2008. 
8 Dirigido por Águeda Jiménez Pelayo, en 2012. 
9 Sergio Manuel Valerio Ulloa como director, en 2012 
10 De acuerdo a Thomas Kuhn, en un inicio, quienes escribían y leían la historia de las ciencias eran los hombres 
de ciencia; para ellos, la historia era una suerte de herramienta pedagógica con la cual trasmitirían sus logros a 
las siguientes generaciones de colegas; estos conocimientos se plasmaban en la sección histórica que encabeza 
la mayoría de los tratados y monografías técnicas, siendo éstas las primeras formas y fuentes exclusivas de la 
historia de la ciencia. A penas en los albores del siglo XX, los historiadores u otros profesionales de ciencias 
sociales se encargaron de dilucidar el pasado científico. Apud. Thomas S. Kuhn, “La historia de la ciencia”, en 
 12 
vegetal, quien escribió Die Geschichte der Botanik vom 16. Jahrhundert bis 1860, publicada 
en 1875. Este trabajo, dividido en tres libros, trata sobre el desarrollo histórico del estudio de 
la morfología, la clasificación, la anatomía y la fisiología de las plantas, principalmente en 
Alemania y los Países Bajos. La obra de Sachs se aborda desde una perspectiva internalista, 
es decir, aquella que rechaza cualquier influencia de factores económicos y sociales en el 
desarrollo de la ciencia.11 Por otra parte, la visión que concibe a la ciencia como una 
expresión más de las condiciones económicas y sociales es la externalista.12 
Durante años se ha dado preferencia a los abordajes históricos de la botánica desde la 
visión internalista; ejemplo de ello es la valoración del botánico Joseph Ewan quien 
manifestó no estar en contra de que los historiadores se ocuparan de la historia de su 
disciplina; sin embargo, consideraba que está sería mucho mejor dilucidada por sus colegas 
debido a que entendían los problemas de la botánica en el pasado.13 No obstante, esta postura 
es limitada, ya que, si bien es cierto que los botánicos tienen un conocimiento más profundo 
sobre su materia de estudio, con mucha seguridad podrían no estar suficientemente 
familiarizados con los distintos contextos históricos que influyeron en la misma; y, de ese 
modo, la explicación que pudieran ofrecer se circunscribiría a una representación endógena 
de su realidad. Por ello, un historiador de carrera, con conocimientos de botánica, pudiera 
ofrecer un panorama integral del pasado de esa ciencia; ya que su discurso tomaría en cuenta 
el contexto social y cultural que incidieron activamente en su configuración. 
The Botanizers,14 es una investigación que bien puede considerarse como una 
amalgama entre las perspectivas internalista y externalista. En ella se analiza el quehacer de 
los botánicos con sus implicaciones sociales y culturales en los Estados Unidos, durante el 
siglo XIX. Su autora, la historiadora norteamericana, Elizabeth B. Keeney, examina el 
cambio de aficionado a científico, demostrando la separación gradual a través del 
 
Juan José Saldaña Introducción a la teoría de la historia de las ciencias, México, Universidad Nacional 
Autónoma de México, 1989, p. 195. 
11 Semën Romanovič Mikulinsky, “La controversia internalismo-externalismo como falso problema”, en Juan 
José Saldaña, Introducción, op. cit., p.232. 
12 Ídem. 
13 Joseph Ewan, “Opportunities in Botanical History”, en Taxon, International Association for Plant Taxonomy 
(IAPT), Vol. 19, Núm. 6, diciembre de 1970, p. 825. 
14 Elizabeth B. Keeney, The Botanizers: Amateur Scientists in Nineteenth-Century America, Chapel Hill, 
University of North Carolina Press, 1992, 206 pp. 
 13 
planteamiento de objetivos que cada grupo se hizo. Mientras los botánicos profesionales 
definieron que su disciplina se centrara en el laboratorio, los aficionados la encauzaron por 
la senda de la autoeducación e improvisación. Por ello, en lugar de eliminar los botánicos 
aficionados; simplemente se hizo la distinción que la botánica les atañía a los profesionales; 
y el estudio de la naturaleza correspondía a los aficionados. Aunque Keeney estuvo 
interesada en la profesionalización, su principal preocupación fue contar la historia de los 
botánicos aficionados en el marco de la cultura del siglo XIX. Ella cuenta que los amateurs 
vieron en la botánica un espacio para expresar su representación del mundo, como la 
contemplación religiosa. Igualmente, hace notar que la botánica fue un saber disponible para 
las masas, pues en su desarrollo participaron tanto mujeres, hombres y niños; ya que esta 
ciencia estuvo incluida en el currículo de muchas escuelas, y había numerosas sociedades 
amateurs dedicadas a suestudio. 
En el plano nacional, son pocas y recientes las investigaciones sobre el quehacer de 
los botánicos y otros científicos, tal y como se hizo en The Botanizers; una de éstas es el 
análisis sobre las sociedades científicas mexicanas durante el siglo XIX de Juan José Saldaña 
y Luz Fernanda Azuela, quienes se sirvieron de la propuesta teórico-metodológica de Keeney 
para distinguir a los hombres de ciencia profesionales de los amateurs a partir de las 
contribuciones que hicieron en las agrupaciones a las que pertenecieron.15 A pesar de la 
observación integral ofrecida por Saldaña y Azuela, tradicionalmente, la bibliografía acerca 
de la historia de la botánica en México ha estado bifurcada entre las tendencias del 
internalismo y externalismo. No es una regla, pero, los trabajos de naturaleza internalista han 
sido escritos por profesionales de la medicina, biología o botánica; y, los redactados a modo 
externalista han sido hechos por estudiosos de las ciencias sociales. 
Entre las obras internalistas que tratan sobre la botánica en México, en primer lugar, 
está la Breve Historia de la Botánica en México,16 libro que sintetiza el pasado de esa ciencia 
desde los tiempos prehispánicos hasta la actualidad. Este texto reduce el desarrollo del 
 
15 Juan José Saldaña y Luz Fernanda Azuela, “De amateurs a profesionales. Las sociedades científicas en 
México en el siglo XIX”, en Quipu. Revista de la Sociedad Latinoamericana de Historia de la Ciencia y de la 
Tecnología, México, Sociedad Latinoamericana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, Vol. 11, Núm. 2, 
mayo-agosto de 1994, pp. 135-171. 
16 Teófilo Herrera et al., Breve Historia de la Botánica en México, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, 
163 pp. 
 14 
conocimiento botánico nacional a nombres, fechas y lugares, sin abundar en los aspectos 
sociales, económicos y políticos que pudieron haber motivado las prácticas y los contenidos 
de esta disciplina; sus autores fueron el micólogo Teófilo Herrera, los ficólogos Martha M. 
Ortega y José Luis Godínez Ortega y el bibliotecario Armando Butanda Cervera. 
Posteriormente, a modo de adenda al texto anterior, Teófilo Herrera y Armando Butanda 
escribieron un artículo para el compendio Las ciencias naturales en México,17 coordinado 
por el biomédico Hugo Aréchiga y el biólogo Carlos Beyer, en él abundaron acerca de las 
perspectivas teóricas que definieron el curso de la botánica mexicana en el siglo XX; 
tomando como base las crónicas de Faustino Miranda18 y Jerzy Rzedowski19, estos últimos 
fueron actores de la construcción del conocimiento botánico mexicano en la segunda mitad 
del siglo XX. 
Rzedowski se ha distinguido por ser un botánico interesado en comprender su 
disciplina de acuerdo al contexto de cada época, por ello publicó trabajos en los que expone 
el pasado de su profesión, tal es el caso del resumen histórico de los estudios de la vegetación 
en México,20 donde describió las principales preocupaciones que han resultado en la 
observación del reino vegetal en dicho país. Asimismo, otros textos de carácter histórico de 
ese mismo autor son Los principales colectores de plantas activos en México21 y La botánica 
mexicana en la década de los cincuentas en México.22 En el primero se reúnen los aspectos 
básicos de las personalidades que registraron ejemplares de plantas desde el siglo XVIII hasta 
1930; y en el segundo se narra, desde su experiencia, cómo fue el proceso de consolidación 
 
17 Teófilo Herrera y Armando Butanda, “La botánica en México. Contribuciones, estado actual y perspectivas”, 
en Hugo Aréchiga y Carlos Beyer (coordinadores.), Las ciencias naturales en México, México, Fondo de 
Cultura Económica, 1999, pp.169-211. 
18 Faustino Miranda, “La botánica en México en el último cuarto del siglo” en Revista de la Sociedad Mexicana 
de Historia Natural, México, Sociedad Mexicana de Historia Natural, Vol. 22, 1961, pp. 85-111. 
19 Jerzy Rzedowski, “Un siglo de botánica en México” en Boletín de la Sociedad Botánica de México, México, 
Sociedad Botánica de México, Núm. 40, 1981, pp. 1-14. 
20 Jerzy Rzedowski, Vegetación de México, México, Limusa, 1978, 342 pp. 
21 Jerzy Rzedowski et al., Los principales colectores de plantas activos en México entre 1700 y 1930, Pátzcuaro, 
Instituto de Ecología, A.C., Centro Regional del Bajío Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la 
Biodiversidad, 2009, 144 pp. 
22 Jerzy Rzedowski y Graciela Calderón de Rzedowski, “La botánica mexicana en la década de los cincuentas 
en México”, en Francisco Javier Dosil Mancilla (coord.), Faustino Miranda: Una vida dedicada a la botánica, 
Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 
2007, pp.215-221. 
 15 
de la botánica a partir de los descubrimientos incentivados por el interés de las autoridades 
mexicanas en conocer la flora nacional. 
Otro biólogo, Enrique Beltrán, de hecho el primer mexicano en graduarse como tal,23 
escribió unos artículos para la Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural; en los 
que reflexionó sobre las expediciones españolas a América en el periodo de la Ilustración,24 
los textos mexicanos sobre botánica en el siglo XIX25, y la importancia de la revista 
Naturaleza entre la comunidad de científicos decimonónicos.26 Beltrán hizo un significativo 
legado al estudio histórico de las ciencias biológicas al donar su ingente colección de libros 
sobre diversos temas, en especial de botánica y temas afines, a la Biblioteca Pública del 
Estado de Jalisco Juan José Arreola. 
Coetáneo a Enrique Beltrán fue el médico sinaloense Manuel Maldonado Koerdell, 
también interesado en el legado bibliográfico de las generaciones pretéritas de estudiosos de 
la botánica en México. Este personaje publicó en 1942 el artículo Estudios etnobiológicos,27 
donde puso en orden, de acuerdo a importancia o amplitud de temas, los textos sobre el 
desarrollo histórico de dicha ciencia en México, tratando lo referente al conocimiento sobre 
los vegetales que poseían los pueblos indígenas mexicanos, para lo cual tomó como base la 
monografía hecha por Francisco del Paso y Troncoso en torno a la botánica entre los 
nahuas.28 Ida Kaplan Langman, al igual que los autores anteriores, se dio cuenta de la 
importancia de la literatura sobre plantas mexicanas, la cual estaba dispersa; por ello, realizó 
pesquisas en bibliotecas y archivos para organizar esa información y presentarla en un colosal 
 
23 Enrique Beltrán, Medio siglo de recuerdos de un biólogo mexicano, México, Sociedad Mexicana de Historia 
Natural, 1977, p. 17. 
24 Enrique Beltrán, “Las reales expediciones botánicas del siglo XVIII a Hispano América”, en Revista de la 
Sociedad Mexicana de Historia Natural, México, Sociedad Mexicana de Historia Natural, Vol. 28, 1967, 
pp.179-249. 
25 Enrique Beltrán, “Textos mexicanos de botánica del siglo XIX”, en Revista de la Sociedad Mexicana de 
Historia Natural, México, Sociedad Mexicana de Historia Natural, Vol. 27, 1966, pp.245-265. 
26 Enrique Beltrán, “«La Naturaleza», periódico científico de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. 1869-
1914. Reseña bibliográfica e índice general”, en Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, México, 
Sociedad Mexicana de Historia Natural, Vol. 9, Núms.1-2, 1948, pp. 145-174. 
27 Manuel Maldonado Koerdell, “Estudios etnobiológicos: Notas a una bibliografía mexicana de botánica”, en 
Boletín Bibliográfico de Antropología Americana (1937-1948),Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 
Vol. 6, Núm., enero-diciembre de 1942, pp. 61-74. 
28 Francisco del Paso y Troncoso, “Estudio sobre la historia de la medicina en México. La Botánica entre los 
nahoas”, en Anales del Museo Nacional de México 1ª época, México, Imprenta de Ignacio Escalante, tomo III, 
1886, pp. 137-235. 
 16 
volumen titulado Guía seleccionada de la literatura sobre plantas con flores de México.29 
Otro botánico que realizó búsquedas en archivos, tal y como hace un historiador, fue Rogers 
McVaugh, cuyos trabajos sobre las exploraciones de Martín Sessé,30 Wilhelm Karwinski31 y 
otros personajes por el occidente de México32 están respaldados con información de los 
archivos del Real Jardín Botánico de Madrid y otros repositorios de México y Estados 
Unidos. 
A pesar de que las obras anteriores cuentan con abundante información, el panorama 
histórico que ofrecen sobre la botánica nacional es un tanto limitado por estar narrado desde 
las entrañas de la misma disciplina; pues, como se ha dicho, no toman en cuenta los factores 
externos. Para subsanar este problema, los expertos formados en las ciencias sociales y 
humanidades han gestado investigaciones que aportan novedades a ese tema, como 
comprender las prácticas de exploración, recolección y descripción de la riqueza florística de 
México de acuerdo a las corrientes intelectuales de la época y a los intereses de los actores 
políticos de entonces. Ejemplos de tales adendas son los trabajos de los extintos historiadores 
María Lilia Díaz López y Roberto Moreno de los Arcos. La primera se aventuró a escudriñar 
en los archivos mexicanos los documentos que aportaran más información sobre el Jardín 
Botánico de la Nueva España y las expediciones de Sessé;33 y el segundo, también interesado 
en la génesis de la botánica institucional en México, explicó el impacto de la primera cátedra 
de botánica en la Nueva España34 y la aceptación del sistema binominal de Carlos Linneo.35 
 
29 Ida Kaplan Langman, Selected Guide to the Literature on the Flowering Plants of Mexico. University of 
Pennsylvania Press, Filadelfia, 1964, 1015 pp. 
30 Rogers McVaugh, “Botanical Results of the Sessé & Mociño Expedition (1787-1803)”, en Contributions 
from the University of Michigan Herbarium, Ann Arbor, Michigan, University of Michigan, Vol. 11, Núm. 3, 
1977, pp. 97-195. 
31 Rogers McVaugh, “Karwinski’s itineraries in Mexico, 1827-1832 and 1841-1843”, en Contributions from 
the University of Michigan Herbarium, Ann Arbor, Michigan, University of Michigan, Vol. 14, 1980, pp. 141-
152. 
32 Rogers McVaugh, “Botanical Exploration in Nueva Galicia, México”, en Contributions from the University 
of Michigan Herbarium, Ann Arbor, Michigan, University of Michigan, Vol. 9, Núm. 3, 1972, pp. 205-357. 
33 María Lilia Díaz López, “El Jardín Botánico de la Nueva España y la obra de Sessé según documentos 
mexicanos”, en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, Vol. 72 Núm. 1, julio-septiembre, 1977, 
pp. 49-78. 
34 Roberto Moreno de los Arcos, La primera cátedra de botánica en México, 1788, México, Sociedad Botánica 
de México/Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, 1988,145 pp. 
35 Roberto Moreno de los Arcos, Linneo en México: Las controversias sobre el sistema binario sexual (1788-
1798), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1989, 274 pp. 
 17 
Asimismo, otros colegas de Díaz López y Moreno de los Arcos se han interesado en 
la botánica mexicana durante los últimos años de la colonia; en especial, sobre el tema de las 
expediciones científicas, como Virginia González Claverán, acerca del explorador Alejandro 
Malaspina;36 Daniela Bleichmar, sobre el legado pictórico de los viajes con fines botánicos 
al nuevo mundo;37 y Angélica Morales Sarabia, socióloga, y Patricia Aceves Pastrana, 
química, quienes juntas contextualizaron las acciones anteriores dentro una corriente 
científica nacional, la cual denominaron el naturalismo mexicano, 38 que a finales del siglo 
XIX decantó en la creación de una materia médica con especies autóctonas.39 Para Morales 
Sarabia la práctica científica de la botánica se consolidó durante el porfiriato, esta tesis la 
plasma en su más novedoso trabajo sobre la vida de José Ramírez, influyente investigador 
del Instituto Médico Nacional.40 
El tema de la construcción del conocimiento botánico en México durante el siglo XIX 
y la primera mitad del XX ha sido recientemente abordado por una nueva generación de 
historiadores que se formaron como biólogos profesionales o afines, aportando estudios 
equilibrados, sin caer en los vicios de postulados meramente internalistas o externalistas. De 
ellos destacan Graciela Zamudio, con obras sobre las expediciones botánicas del siglo 
XVIII41 y de la botánica mexicana decimonónica.42 Otra bióloga-historiadora es Consuelo 
Cuevas Cardona, quien, sola o en pareja con científicos sociales, ha propuesto nuevos 
enfoques sobre la vida de los personajes y organismo que afianzaron la institucionalización 
 
36 Virginia González Claverán, La expedición científica de Malaspina en Nueva España (1789-1794), México, 
Colegio de México/Centro de Estudios Históricos, 1988, 528 pp. 
37 Daniela Bleichmar, El imperio visible: Expediciones botánicas y cultura visual en la Ilustración hispánica, 
México, Fondo de Cultura Económica, 2016, 294 pp. 
38 Angélica Morales Sarabia, y Patricia Aceves Pastrana, “Los materiales de la real expedición botánica a la 
Nueva España, en el contexto del naturalismo mexicano de finales del siglo XIX”, en Llull: Revista de la 
Sociedad Española de Historia de las Ciencias y las Tecnologías, España, Sociedad Española de Historia de 
las Ciencias y las Tecnologías, Vol. 34, Núm. 73, 2011, pp. 61-80. 
39 Angélica Morales Sarabia, y Patricia Aceves Pastrana, “Datos para la materia médica mexicana (1894-1908): 
plantas medicinales, terapéutica y nacionalismo, en Circumscribere: International Journal of the History of 
Science, Center Simão Mathias for Studies in the History of Science, Vol. 9, 2011, pp. 11-28. 
40 Angélica Morales Sarabia, La consolidación de la botánica mexicana. Un viaje por la obra del naturalista 
José Ramírez (1852-1904), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2015, 289 pp. 
41 Graciela Zamudio, “Las expediciones botánicas a América en el siglo XVIII”, en Ciencias, México, 
Universidad Nacional Autónoma de México, Núm. 29, enero de 1993, pp. 47-51. 
42 Graciela Zamudio, “La Botánica y los botánicos al finalizar el siglo XIX mexicano”, en Azuela, Luz Fernanda 
y Rodríguez-Salas, María Luisa (coords.), Estudios históricos sobre la construcción social de la ciencia en 
América Latina, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013, pp. 125-152. 
 18 
de esta ciencia en México, como los botánicos Maximino Martínez43 y Alfonso Luis 
Herrera,44 y el Instituto Médico Nacional.45 Sobre esta entidad, Nina Hinke Schultze, maestra 
en ciencias, también realizó una investigación en la que explica cómo las políticas públicas 
dictaminaron por cuáles rutas debía avanzar la investigación botánica.46 Rodrigo Vega y 
Ortega es de los miembros más jóvenes de este grupo de investigadores, él se ha abocado a 
explicar los procesos de apropiación y representación de la botánica durante la primera mitad 
del siglo XIX a través de las publicaciones periódicas.47 
En lo tocante al plano local, son pocoslos autores que han abordado el tema de la 
historia de la botánica, quienes lo han hecho, en un principio, fueron los pioneros en el estudio 
de esta ciencia, de manera que su discurso tenía matices de una visión internalista y caían en 
una narrativa nostálgica, como los ensayos de Luz María Villarreal de Puga48 y sus alumnos 
Martha Cedano, Luis Villaseñor Ibarra y Raymundo Ramírez Delgadillo,49 sobre el Instituto 
de Botánica de la Universidad de Guadalajara. Otro actor del proceso constructivo cognitivo 
de la botánica local fue Enrique Estrada Faudón, quien, en sus últimos años de vida, redactó 
sus memorias acerca de los sucesos importantes dentro de la Sociedad Botánica del Estado 
de Jalisco, organismo que marcó las líneas que se siguieron en la práctica de esta ciencia.50 
A pesar del anecdotismo de las obras anteriores, éstas revelan nexos y vínculos sociales que 
permiten comprender la circulación del conocimiento entre los actores involucrados. 
 
43 Consuelo Cuevas Cardona y Carmen López Ramírez “Cambios de gobierno en la vida de un botánico 
mexicano: Maximino Martínez (1888-1964)”, en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, Vol. 58, 
Núm. 3, enero-marzo, 2009, pp. 973-1004. 
44 Consuelo Cuevas Cardona e Ismael Ledesma Mateos “Alfonso L. Herrera: Controversias y debates durante 
el inicio de la biología en México”, en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, Vol. 55, Núm. 3, 
enero-marzo, 2006, pp. 973-1013. 
45 Consuelo Cuevas Cardona y Juan José Saldaña, “El Instituto Médico Nacional de México. De sus orígenes a 
la muerte de su primer director (1888-1908)”, en Juan José Saldaña, Estudios sobre la institucionalización de 
la docencia y la investigación científica, México, UNAM/Facultad de Filosofía y Letras, 2005, 409 pp. 
46 Nina Hinke Schultze, El Instituto Médico Nacional: la política de las plantas y los laboratorios a fines del 
siglo XIX, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2011, 228 pp. 
47 Rodrigo Vega y Ortega, “Recreación e instrucción botánicas en las revistas de la ciudad de México, 1835-
1855”, en Historia Crítica, Bogotá, Universidad de los Andes, No. 49, enero-abril 2013, pp.109-133. 
48 Luz María Villarreal de Puga, “Pasado, presente y futuro del Instituto de Botánica” en Boletín Informativo 
del Instituto de Botánica, Guadalajara, Departamento de Ciencias Biológicas Escuela Superior de Agricultura 
Universidad de Guadalajara, Núm. 1, julio de 1974, pp.6-9. 
49 Martha Cedano, Luis Villaseñor Ibarra y Raymundo Ramírez Delgadillo “Historia del Instituto de Botánica” 
en Boletín del Instituto de Botánica de la Universidad de Guadalajara, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 
Vol. 4, Núms. 1-3, 3ª época, 1996, pp.1-34. 
50 Enrique Estrada Faudón, Retrocediendo sobre mis pasos: Episodios autobiográficos, Guadalajara, Editorial 
Ágata, 2004, 255 pp. 
 19 
Por otra parte, son muy recientes y escasos los escritos sobre el pasado de la botánica 
en Guadalajara vistos desde las ciencias sociales. María Luisa Chavoya Peña, socióloga, fue 
la primera en examinar el Instituto de Botánica con dicha óptica; ella encontró que en torno 
a ese organismo se construyó una cultura de la investigación, con figuras de liderazgo, 
elemento que coadyuvó a la institucionalización de la práctica botánica.51 Por su parte, 
Rebeca García Corzo, historiadora, analizó el proceso de construcción de las ciencias 
biológicas en la capital jalisciense desde 1840 hasta 1925; esta autora sostiene que las 
prácticas como el establecimiento de espacios educativos, la creación de jardines botánicos, 
la publicación de obras referentes a la naturaleza jalisciense y la congregación de individuos 
en asociaciones promovieron la institucionalización de la botánica y zoología a nivel local.52 
Por la literatura expuesta arriba, pueden plantearse como principal problema que la 
mayoría de los estudios sobre la historia de la botánica en México se han enfocado en su 
capital; de manera que son escasos los trabajos sobre el pasado de la botánica al interior del 
país. Para el caso de Guadalajara, las investigaciones de María Luisa Chavoya y Rebeca 
García Corzo apenas revelan una parte de las prácticas científicas de la biología tapatía, y 
tampoco dejan en claro el origen de la práctica moderna de la botánica en esta ciudad; es por 
ello que, la presente investigación pretende ser una adenda a las contribuciones de estas 
investigadoras, y aportar más información al estudio histórico del pasado botánico local. Para 
lo anterior se parte de la siguiente pregunta: ¿De qué manera los aficionados se apropiaron 
del ejercicio y práctica de la botánica? Como respuesta, se presenta la hipótesis de que la 
construcción del conocimiento botánico, en la Guadalajara de la segunda mitad del siglo XX, 
se generó por los amateurs, quienes diseñaron estrategias y prácticas acordes a su contexto 
local para apropiarse de este saber y de su ejercicio institucional; esto se debió a que la 
mayoría de tales personajes se desempeñaban en profesiones que requerían nociones de 
botánica, como médicos, farmacéuticos o ingenieros; asimismo, eran catedráticos en espacios 
educativos, o funcionarios civiles cuya posición en la sociedad y holgadas vidas les 
 
51 Vid. María Luisa Chavoya Peña, Institucionalización de la Investigación en la Universidad de Guadalajara ̧
Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2002, 399 pp.6 
52 Vid. Rebeca García Corzo, La construcción de las ciencias biológicas en Guadalajara (1840-1925). 
Aproximación al proceso de institucionalización de la Biología local, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 
2009, 399 pp. 
 20 
permitieron realizar viajes, comprar libros, mantener colecciones de plantas y congregarse 
en agrupaciones que fomentaran el estudio sobre el reino vegetal. 
La propuesta teórico-metodológica que será usada para explicar esta investigación es 
la territorialización, ésta se define como el conjunto de acciones que realiza un actor 
geográfico, ya sea individual o colectivo, para identificar, definir y producir un espacio como 
territorio. Dicho concepto fue utilizado por García Corzo en su ya citada tesis,53 y se basó en 
el planteamiento de Ryzard Rózga Luter, quién concibe el territorio como una extensión 
espacial delimitada, que incluye una relación de poder o posesión por parte de un individuo 
o un grupo social, éstos ejercen un grado de control, el cual se manifiesta mediante un 
conjunto de prácticas y sus expresiones materiales y simbólicas que garantizan la apropiación 
y permanencia.54 En resumen, para el análisis de un proceso de territorialización se conjugan 
tres elementos: actores, prácticas y espacio; lo cual se hará en esta investigación para explicar 
la construcción y apropiación del espacio cognitivo de la botánica en la Guadalajara 
contemporánea. Asimismo, aquí se justifica tratar la botánica como una extensión física por 
controlar, ya que las acciones que se ejercieron sobre esta ciencia fueron similares a las que 
se realizarían sobre un terreno, como la exploración de campo, la delimitación de fronteras, 
o el registro de nuevas especies de plantas con los nombres de sus descubridores; esto último 
análogo al bautizo de una tierra por su conquistador. 
Para sustentar el modelo teórico-metodológico propuesto, fue necesario reunir un 
cuerpo de pruebas que demostraran lo planteado. Las fuentes que sustentan esta investigación 
se localizaron en el Archivo Histórico de la Universidad de Guadalajara (AHUG), el Archivo 
Personal de Salvador Rosillo, la BibliotecaPública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola” 
(BPEJ), especialmente en los fondos de Enrique Beltrán y Enrique Estrada Faudón, y el 
Herbario de la Asociación Mexicana de Orquideología (AMO). La documentación que se 
revisó en estos repositorios fue bastante heterogénea, dado que, por un lado, se obtuvieron 
los nombres de los miembros de las agrupaciones que aquí se presentan, los boletines de las 
 
53 Vid. Rebeca García Corzo, De ciencias naturales y biología. Apuntes para el estudio del proceso de 
institucionalización de la biología en Guadalajara (1840-1923), Guadalajara, Tesis de Maestría en Historia de 
México, Universidad de Guadalajara, 2005, 378 pp. 
54 Ryszard Rózga Luter, “Región y globalización”, en Convergencia. Ciencias Sociales, mayo-agosto del 2001, 
núm. 25, p. 89. Edición electrónica: [http://convergencia.uaemex.mx/rev25/Rozgar.pdf] Consultado el 1 marzo 
de 2016. 
 21 
mismas, que significan la producción de estos actores, y la correspondencia entre 
instituciones y personas; por otro lado, están las evidencias de las especies que estos sujetos 
recolectaban en sus exploraciones, que se encuentran resguardadas en alguna de las 
instituciones anteriormente mencionadas, además de los textos que estos individuos 
consultaron para realizar sus trabajos. Este tipo de fuentes se complementaron con las notas 
descubiertas en el diario El Informador y algunas entrevistas. La información que se obtuvo 
en estos fondos se clasificó de tal manera que fuera posible identificar a los actores, su 
producción y el área en donde se desempeñaron. Esto permitió evidenciar las relaciones que 
establecieron con otros profesionales externos a su radio de influencia, además de observar 
el desarrollo de su trayectoria y la transición que muchos de ellos vivieron de amateurs a 
profesionales. 
Las limitaciones que presentó la documentación obtenida recayeron en que tuvo que 
ser complementada con fuentes secundarias para poder establecer una secuencia cronológica. 
Pero, para los fines de esta tesis, lo recogido en las fuentes proporcionó los elementos para 
poder abordar la territorialización, la apropiación y la difusión del conocimiento que estos 
sujetos poseían. Esta variedad en las fuentes deja el camino abierto a futuras investigaciones, 
en las que se analice la producción pictórica, no desde la perspectiva de las ciencias naturales 
y las clasificaciones taxonómicas, sino desde la historia del arte y la presencia de esos 
elementos de la naturaleza en diferentes espacios como parte de la ornamentación. 
La urdimbre entre método, teoría y fuentes ha dado como resultado el siguiente 
desarrollo capitular. En el primer apartado se analizaron los antecedentes locales de la 
botánica en Guadalajara, desde que esta ciencia, en su versión linneana, llegó a México en 
1788, con la real cátedra de botánica hasta los primeros años del siglo XX. El propósito inicial 
de tal apartado fue presentar los actores que participaron en el proceso, contextualizando su 
lugar social y vínculos; igualmente, se dilucidaron las prácticas que tales sujetos realizaron, 
con el fin de saber los contenidos cognitivos que heredaron a las siguientes generaciones de 
estudiosos de la botánica. En el segundo capítulo, se examinaron los actores que participaron 
en la construcción del conocimiento botánico de Guadalajara durante la segunda mitad del 
siglo XX, situándolos en dos categorías: una integrada de actores colectivos, refiriéndose a 
las universidades y asociaciones, y otra formada por individualidades; esta situación, por su 
 22 
parte, permitió la posibilidad de cotejar entre lo general y lo particular, y viceversa; para así, 
roturar el camino al tópico de las prácticas dentro de esta disciplina. El capítulo tercero se 
dedicó a las prácticas que realizaron los actores colectivos en el marco de la territorialización 
del conocimiento botánico, como la exploración de áreas naturales y el establecimiento de 
jardines botánicos; tales figuras fueron la Universidad de Guadalajara, la Universidad 
Autónoma de Guadalajara y la Sociedad Botánica del Estado de Jalisco; para la construcción 
de tal capítulo se presentaron datos inéditos que estuvieron sin consultarse en los registros 
del archivo de la Universidad de Guadalajara y diarios locales. El cuarto capítulo atañó a las 
prácticas realizadas a escala individual, en específico a las ejecutadas por Salvador Rosillo 
de Velasco, colaborador y miembro de las agrupaciones mencionadas, y padre de la 
orquideología en el occidente de México; la veta documental para su caso fue su archivo 
personal. 
A modo de síntesis de esta parte introductoria, cabe decir que la ciencia siempre ha 
sido una actividad humana, cuyo origen es el cultivo constante de una búsqueda intelectual, 
con la que se pretende comprender una parcela de la realidad, situándose desde un contexto 
cultural determinado. Por lo mismo, es preciso afirmar que los botánicos se hacen en el 
estudio y la investigación constantes de lo que hemos dado por llamar “botánica”. De esta 
forma, no es extraño que alguien sin un título profesional, pero que ha trabajado por largos 
años en la tarea de conocer un aspecto específico de la realidad, llegue a convertirse, en el 
sentido original del término, en un científico, es decir, en alguien que hace ciencia. Y son 
estos personajes quienes, después de un recorrido en el cultivo de la ciencia, se asociarán 
constituyendo las instituciones académicas en donde se difundió el conocimiento científico 
en Guadalajara. 
 
 
 
 
 23 
Capítulo 1. 
Antecedentes históricos de la botánica en Guadalajara 
El presente capítulo tiene como objetivo exponer los inicios del conocimiento botánico en la 
Guadalajara de mediados del siglo XIX y principios del XX. La forma de narrar este texto se 
basa en un vaivén entre lo local, lo nacional y lo global, se tiene como premisa que tanto los 
ingenieros, los médicos o los farmacéuticos, oficios que entonces se relacionaban a esta 
ciencia por aprovechar las virtudes del reino vegetal, fueron los principales protagonistas. 
Debe de tomarse en cuenta que la ocupación de biólogo, en la que actualmente se desempeñan 
los botánicos profesionales, era inexistente en el México decimonónico.55 De manera que, 
los individuos que estudiaban cuestiones de la naturaleza, entre ellas la botánica, pasaron a 
ser conocidos como naturalistas. 
1.1 Antecedentes globales de la botánica 
La botánica tuvo su nacimiento como ciencia en la Grecia clásica, sus precursores fueron los 
filósofos Aristóteles (384 a.C.- 322 a.C.) y su discípulo, Teofrasto (371 a.C.- 287 a.C.), quien 
escribió Historia de las plantas, obra compuesta de nueve libros, donde se trata la morfología, 
fisiología, distribución y usos de las plantas conocidas hasta entonces.56 Los romanos, 
herederos de la cultura griega, continuaron con los estudios botánicos desde la óptica de la 
medicina; en el primer siglo después de Cristo, Plinio el viejo (23-79) y Dioscórides (40-90) 
escribieron sendos estudios sobre las utilidades terapéuticas del reino vegetal.57 Esto 
demuestra que la botánica nació con un fin práctico, pues desde su inicio estuvo supeditada 
 
55 La primera cátedra de biología se dictó en 1902, por Alfonso Luis Herrera, en la Escuela Normal para 
Profesores, la cual fue eliminada en 1906. Con la creación de la Facultad de Filosofía y Letra,dependiente de 
la recién fundada Universidad Nacional Autónoma de México, en 1925, se incluyó la posibilidad de obtener los 
títulos de profesor en Ciencias Naturales, profesor en Botánica o profesor en Zoología. El primero en obtener 
el de profesor en Ciencias Naturales fue Enrique Beltrán, alumno de Alfonso Luis Herrera, en 1926, quien es 
considerado el primer biólogo titulado de México. 
56 Teofrasto, Historia de las plantas, Madrid, Editorial Gredos, 1988, 531 pp. 
57 Vid. Cayo Plinio Segundo, Historia natural. Obra completa, Madrid, Editorial Gredos, 1995.2010, 4 vols. y 
Dioscórides, Plantas y remedios medicinales. Obra completa, Madrid, Editorial Gredos, 1998, 2 vols. La 
primera obra, que llevó por título Historia Natural, se compone de 37 libros, que no sólo tratan la botánica, 
sino también zoología, mineralogía, geografía, etnografía, entre otros temas. La segunda consta de cinco 
volúmenes, y se tituló De Materia Medica, ahí se describen 600 plantas medicinales, ésta fue precursora de las 
modernas farmacopeas. 
 24 
a la medicina; de manera que los estudiosos de las plantas, en su mayoría, fueron aquellos 
encargados de preservar la salud de los hombres y retardar su muerte: los médicos. 
Durante la Edad Media y el Renacimiento, tanto los textos de Plinio como de 
Dioscórides, ya fueran en latín o en griego, sus lenguas originales, influyeron en la forma de 
practicar la medicina y en el estudio de la flora curativa; ya que los trabajos que recopilaban 
información de las plantas que propiciaban la salud, llamados herbarios, fueron hechos de 
manera similar a la de los galenos mencionados, como los textos de Nicolás Monardes (1508-
1588)58 y Francisco Hernández de Toledo (1517-1587),59 estudiosos de las plantas del nuevo 
mundo, en particular las de la Nueva España. 
La botánica teórica, es decir, aquella que no pretende satisfacer la curiosidad por 
conocer las plantas útiles, se reforzó en el siglo XVII, principalmente por los viajes 
ultramarinos que los europeos realizaban a zonas tropicales y subtropicales de América, 
África o Asia, donde existe una vegetación más variada que la de Europa. Una prueba de esta 
práctica fueron el médico y clérigo francés Joseph Pitton de Tournefort (1656-1708) y su 
discípulo, el monje, Charles Plumier (1646 - 1704), quienes realizaron travesías por el 
territorio del Imperio Otomano. Gracias a tales exploraciones, colectas y observaciones, 
Tournefort publicó, en 1694, Eléments de botanique, ou Méthode pour reconnaître les 
Plantes, en el que se define el concepto de género entre las plantas. 
Décadas después, en el frío Reino de Suecia, la obra de Tournefort fue conocida por 
Carlos Linneo (1707-1778) (Véase imagen 1), quien tomó el concepto de género para idear 
el actual sistema de clasificación e identificación universal para cada organismo vivo: el 
binominal, que consta de dos términos, ya sean en latín o en griego; el primero indica el 
 
58 En 1992, el Instituto Mexicano del Seguro Social publicó, con la presentación y comentarios de Xavier 
Lozoya, el trabajo del médico español del siglo XVI, Nicolás Monardes, bajo el título de Herbolaria de Indias. 
59 Francisco Hernández, el protomédico del rey, escribió Historia de las Plantas de la Nueva España después 
de haber realizado la exploración por el territorio novohispano de 1571 a 1576. Entre 1959 a 1985, la UNAM 
publicó este libro dentro de la colección Obras Completas de Francisco Hernández, una serie de siete tomos. 
La edición de dicho trabajo estuvo bajo la dirección del Isaac Ochoterena Mendieta, quien entonces era director 
del Instituto de Biología; Ochoterena y un grupo de académicos del mismo Instituto se dieron a la tarea, a veces 
infructuosa, de aproximarse a la identificación de las plantas descritas por Hernández en La Historia de las 
Plantas de Nueva España. German Somolinos D’Ardois escribió el libro El doctor francisco Hernández y la 
primera expedición científica en América, publicado en 1971 por la Secretario de Educación Pública de México, 
dentro de la colección SepSetentas En esta breve, pero importante, obra se dan datos precisos sobre la vida y 
obra de Hernández. 
 25 
género, en mayúscula inicial, y el segundo en minúsculas, que corresponde al nombre de la 
especie, ambos vocablos pueden hacer alusión a un epónimo de la persona a la que se dedica 
el descubrimiento, color, origen, hábitat, entre otros calificativos del ser viviente. El conjunto 
de ambos permite que cada especie se identifique en todas las lenguas del mundo, como si 
fuese un sujeto con nombre y apellido. Este sistema estableció los fundamentos 
clasificatorios de la botánica y biología moderna. Gran parte de los estudios de Linneo fueron 
financiados por nobles y ricos comerciantes, quienes lo recibieron en sus jardines privados, 
como George Clifford, acaudalado hombre de negocios anglo-holandés, poseedor de 
hermosas y costosas plantas traídas de tierras lejanas,60 como cactus y agaves de América, 
tulipanes de Turquía, plantas bulbosas y suculentas de Sudáfrica, etc (Véase imagen 2). 
 
Imagen 1. Carlos Linneo 
Fuente: Tomada de Javier Valdés e Hilda Flores, El ordenador del mundo: Carl Linné, México, Pangea, 
2006, p.12. 
 
 
 
60 Javier Valdés e Hilda Flores, El ordenador del mundo: Carl Linné, México, Pangea, 2006, p.25. 
 26 
Imagen 2. Jardín de George Clifford 
Fuente: Tomada de Javier Valdés e Hilda Flores, op. cit., p.27. 
 
El distanciamiento entre la botánica y la medicina es notorio en pleno apogeo de la 
Ilustración, esto lo atestigua otro francés, esta vez un filósofo, Jean-Jacques Rousseau (1712-
1778) quien apuntó: “El primer mal de la botánica es haber sido considerada desde su 
nacimiento como una parte de la medicina”; tal sentencia la escribió en Réflexions sur la 
Nomenclature Botanique,61 texto del siglo XVIII, el de las luces, cuando la botánica ganaba 
paulatinamente su autonomía. Otro ejemplo de dicho alejamiento es la reflexión de Johann 
Wolfgang von Goethe (1749-1832) sobre el origen de la gran diversidad de las especies en 
las plantas; tras una visita que hizo al jardín botánico de Padua, en 1787, el autor de Fausto 
dijo: 
 
61 Jean Jacques Rousseau, “Réflexions sur la Nomenclature Botanique”, en La botanique, Paris, Liberia de 
Françoise Louis, 1823, 2ª edición, p.293. 
 27 
Aquí ante esta multiplicidad de plantas para mí nuevas que se ofrece a mi vista, se aviva más y más en 
mí cuanto más miro, aquella idea de que todas las formas vegetales se podrían haber desarrollado tal 
vez de una sola.62 
Por ahora, se ha descrito el devenir histórico de la botánica en el mundo hasta el siglo 
XVIII, centuria en que, de acuerdo a la historiografía de la ciencia mexicana, se considera 
haberse institucionalizado la botánica en Nueva España, con el establecimiento de la Real 
Cátedra de Botánica, en 1788.63 Asimismo, se han expuesto dos visiones del modo de 
construir el conocimiento botánico a lo largo de su historia: una dependiente de la medicina, 
en la cual se estudian las plantas para satisfacer las necesidades curativas del hombre; y otra 
cuyo motivo es estudiar la existencia misma de los vegetales, para así comprender las causas 
dela vida de otros organismos, entre ellos el mismo hombre. En ocasiones, ambas visiones 
conviven, se impulsan mutuamente, o una eclipsa a la otra; esta cambiante situación se 
expondrá en las siguientes líneas, las cuales entretejen el contexto global expuesto arriba con 
la historia científica de México, que llega a bordar filamentos en Guadalajara. 
1.2 La construcción de la botánica mexicana (s.XVI-s.XIX) 
En México existió desde tiempos prehispánicos una arraigada tradición en el estudio de su 
flora por parte de sus habitantes, en especial los nahuas, quienes desarrollaron un sistema de 
clasificación de acuerdo a la morfología de las plantas. Igualmente, éstos identificaron las 
funciones médicas, religiosas, culinarias, textiles, industriales que las mismas les ofrecían; e 
idearon mecanismos agrícolas como el cultivo de terraza, roza y chinampa.64 Con la 
conquista y colonización del territorio mexicano, llegaron hombres de letras, sobre todo 
religiosos, que se asombraron de los progresos que habían alcanzado los indígenas en materia 
de botánica. Desde entonces, el conocimiento botánico que en Europa se había desarrollado 
desde tiempos de Plinio y Dioscórides se amalgamó con los saberes de los pueblos aborígenes 
mexicanos. 
Los ejemplos del mestizaje de la botánica en México fueron el Códice Badiano 
(Véase imagen 3), escrito en 1552 por Martín de la Cruz (s.XVI) y Juan Badiano (1484-
 
62 Apud. Raoul Heinrich Francé, La maravillosa vida de las plantas: Una botánica para todos, Barcelona, 
Editorial Labor, 1942, pp.1-2. 
63 Roberto Moreno de los Arcos, La primera cátedra, op. cit., p.17. 
64 Vid. Eli de Gortari, La ciencia en la historia de México¸ México, Editorial Grijalbo, 1980, pp.78-90. 
 28 
1560), en el convento de la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco (1536-1566); 65 y el Códice 
Florentino o Historia General de las Cosas de la Nueva España, redactado en el mismo 
claustro religioso que el anterior por fray Bernardino de Sahagún (1500-1590), quien lo había 
iniciado años antes en el convento de Tepeapulco. El libro undécimo de este último trabajo 
se tituló “de las propiedades de los animales, aves, peces, árboles, yerbas, flores, metales y 
piedras, y de colores”, ahí se complementan y confirma datos similares a los brindados en el 
Códice Badiano. A pesar de la rica información que se muestra en las dos obras mencionadas, 
debe puntualizarse que éstas no se conocieron en México durante siglos, ya que 
permanecieron guardadas en bibliotecas europeas; y no fue hasta 1829 que Carlos María de 
Bustamante (1774-1848) publicó la obra de Sahagún. Y, por otra parte, el texto de Martín de 
la Cruz y Juan Badiano se conoció en 1929, tras el descubrimiento del documento original 
por los americanos Charles Upson Clark (1875-1960) y Lynn Thornidike Lynn Thorndike 
(1882-1965).66 
 
65 Originalmente titulado Libellus de medicinalibus indiorum herbis, de los indios Martin de la Cruz y Juan 
Badiano, el primero dictó sus conocimientos de medicina y herbolaria al segundo, quien lo tradujo a la lengua 
de Virgilio, para ello utilizó la jerga médica de Plinio. Fue redactado por encargo de don Francisco de Mendoza, 
hijo del primer virrey de la Nueva España, don Antonio de Mendoza, para ser dado a Carlos V como muestra 
del conocimiento médico de los naturales de aquel reino. El manuscrito fue adquirido por el cardenal Francesco 
Barberini (1597-1679), sobrino del papa Urbano VIII (1568–1644), cuando era nuncio apostólico en España; 
de ahí, fue llevado al Vaticano donde permaneció durante siglos. En 1990, Juan Pablo II lo devolvió a México 
con motivo de su segunda visita de estado a este país. Se editó en México de manera facsímil en 1964 en un 
sólo volumen, y, después de la visita papal, se reeditó en dos volúmenes; en uno estaba el texto facsímil, y en 
otro la traducción al castellano y notas interpretativas. 
66 Martín de la Cruz y Juan Badiano, Libellus de medicinalibus indiorum herbis, México, Fondo de Cultura 
Económica, 1990, p. X. 
 29 
Imagen 3. Códice Badiano 
Fuente: Tomada de Martín de la Cruz y Juan Badiano, Libellus de medicinalibus indiorum herbis, México, 
Fondo de Cultura Económica, 1990, volumen facsímil, f. 1. 
 
Además del mestizaje intelectual, hubo un intercambio de plantas. Los colonizadores 
introdujeron de Europa plantas comestibles, medicinales y ornamentales a la Nueva España, 
y de ahí se llevaron plantas de las mismas cualidades al Viejo Mundo. Esto se debió al interés 
que tuvieron los europeos por conocer las propiedades médicas de los vegetales de la Nueva 
España. El médico Nicolás Monardes es un ejemplo de ese interés; este galeno, en 1565, 
publicó, con un prolijo título, su obra Dos libros. El uno trata de todas las cosas que traen 
de nuestras Indias Occidentales, que sirven al uso de Medicina, y como se ha de usar la rayz 
de Mechoacan, purga excelentissima. El otro libro, trata de dos medicinas maravillosas que 
son contra todo Veneno, la piedra Bezaar, y la yerba Escuerçonera. Con la cura de los 
Venenados. Do veran muchos secretos de naturaleza y de medicina, con grandes 
experiencias. El éxito de este trabajo obligó a que se reimprimiera en 1569 y que, a la postre, 
se tradujera a varias lenguas europeas. En 1571, se realizó la segunda parte del libro primero, 
 30 
donde se agregaron nuevos datos sobre otras plantas. En 1574, debido a la demanda de su 
obra, Monardes sacó a la luz una antología de los temas abordados en los otros libros. 
De manera paralela a los estudios de Monardes, en 1570, llegó al virreinato de la 
Nueva España, el protomédico de Felipe II (1527-1598), Francisco Hernández de Toledo 
(Véase imagen 4), quien recorrió gran parte del territorio conquistado para entonces; 
recolectó plantas, describiéndolas en latín, con dibujos para cada una de ellas, que hoy se 
encuentran perdidos en su mayoría. Hernández presentó todo ese material en un extenso 
tratado sobre la naturaleza vegetal novohispana, el cual no se publicó hasta 1649 con el título 
Rerum medicarum Novae Hispaniae, arreglada por el también médico de Felipe II, Nardo 
Antonio Recchi (¿? -1595), quien en vida no llegó a verla en prensa,67 de ésta se hizo en 1651 
otra edición en Roma. 
 
Imagen 4. Francisco Hernández de Toledo 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Fuente: Tomada de Teófilo Herrera et al., Breve Historia de la Botánica en México, México, Fondo de 
Cultura Económica, 1998, p.52. 
 
67 Teófilo Herrera et al., op. cit., p.50. 
 31 
Francisco Hernández hizo repetidas visitas al convento-hospital de Oaxtepec, ahí 
quedaron algunos de sus manuscritos, que fueron publicados, en 1615, por el dominico 
Francisco Ximénez (s.XVI-1620) con el título de Quatro libros de la naturaleza y virtudes 
de las plantas y animales que están concebidos en el uso de la Medicina en la Nueva 
España,68 el cual se volvió a imprimir en 1888 por iniciativa de Nicolás León (1859-1929) y 
Antonio Peñafiel (1839-1922). Gracias a la edición de Ximénez, la obra de Francisco 
Hernández fue de los pocos trabajos conocidos en la Nueva España que trataban sobre su 
naturaleza, debido a que los textos del dúo De la Cruz-Badiano y del franciscano fray 
Bernardino de Sahagún fueron desconocidosdurante la etapa colonial de México; de tal 
modo que autores del siglo XVIII, como Francisco Xavier Clavijero (1731-1787), citaron a 
Hernández como la referencia más importante en el estudio de las plantas mexicanas. 
En el siglo XVIII, España y sus colonias cambiaron de dinastía reinante; los 
Habsburgo, o Austrias, fueron sustituidos por los Borbones, quienes impulsaron las artes y 
las ciencias, en el contexto de la Ilustración, cuando gobernaban los déspotas ilustrados. 
Fernando VI (1713-1759) fue uno de ellos. Este monarca, enterado de las hazañas de Carlos 
Linneo, invitó al botánico sueco para que viajara a España, o en su defecto enviara un 
discípulo aventajado en sus teorías. Linneo se decidió por la segunda opción, y envió a Pehr 
Löfling (1729-1756), quien permaneció en España de 1751 a 1754, tiempo en el que logró 
recolectar 1400 plantas para su Flora matritense. Asimismo, Löfling envió a Linneo 
numerosas muestras de nuevas hierbas para su clasificación e identificación. El origen 
luterano de Löfling, así como su filiación linneana eran motivo de desconfianza y exclusión 
de la comunidad científica española, pues ésta, en lo referente a la botánica, se guiaba por las 
teorías del francés Tournefort. 
A pesar de lo anterior, Löfling aprendió a hablar el castellano y fue traductor de la 
Cancillería española, esto lo llevó a conocer a José de Carvajal y Lancaster (1698-1754), 
Canciller del Rey, quien lo invitó a formar parte de la expedición para establecer los límites 
con Portugal en las posesiones del Orinoco, en América del sur. Löfling, quien ostentaba el 
título de Botánico del Rey, aceptó la invitación de Carvajal para formar parte de esa empresa, 
 
68 Francisco Fernández del Castillo, “La botánica prehispánica y el origen del Hospital de Huastepec”, en 
Revista de la Universidad de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, No. 8, abril 1975, 
p.27. 
 32 
de la cual nunca regresaría, pues murió de fiebre y vómitos en 1756.69 Después de la partida 
de Löfling a Venezuela, se fundó en 1755, por decreto, el Real Jardín Botánico de Madrid, 
institución clave en la difusión de la botánica en todo el imperio español, pues desde ahí se 
orquestaron las expediciones botánicas hacia el Perú, Nueva Granada y Nueva España. El 
primer profesor de botánica, en ese jardín, fue Miguel Barnades y Mainader (1717-1771), 
quien desempeñó ese cargo desde 1764 hasta su muerte; a él se le debe la total aceptación de 
la nomenclatura binominal de Linneo en España. 
En 1761, se incendió el Monasterio de El Escorial donde estaba la obra completa de 
Francisco Hernández, con ilustraciones de plantas, animales y minerales, cuya perdida se 
lamenta hasta la fecha. Sin embargo, en 1767, tras la expulsión de los jesuitas de España y 
sus dominios ultramarinos, el cronista del Consejo de Indias, Juan Bautista Muñoz (1745-
1799), encontró cinco volúmenes manuscritos de la Historia Natural de Nueva España, de 
Francisco Hernández, la cual se resguardaba en la biblioteca del Colegio Imperial de Madrid, 
a cargo de la Compañía de Jesús.70 El hallazgo de Muñoz representó una esperanza para 
recuperar una parte de lo perdido en 1761; por lo que, en 1784, se aprobó la impresión de tal 
material,71 el cual se publicó en 1790, con el título Francisci Hernandi, medici atque historici 
Philippi II hisp. et indisr. regis, et totius novi orbis archiatri, opera, cum edita, tum inedita, 
ad autographi fidem et integritatem expressa, impensa et jussu regio. 
Casimiro Gómez Ortega (1741-1818) fue el encargado de adaptar los manuscritos 
encontrados por Muñoz, quien lamentaba la ausencia del material desaparecido en el incendio 
de El Escorial, de manera que creyó necesario buscar duplicados de los originales, así como 
dibujos que probablemente se encontraran en México; de ese modo se completaría la 
información faltante. En 1785, desde Cuba, Martín Sessé Lacasta (1751-1808) le propuso a 
Gómez Ortega ir a México, en compañía de Bernardo de Gálvez y Madrid (1746-1786), 
primer Conde de Gálvez, para establecer la Cátedra de Botánica con Jardín, a imagen y 
semejanza de lo que se había hecho en Madrid. Esto coincidió con el anhelo que siempre 
 
69 Para más información sobre Löfling, vid. Francisco Pelayo, Pehr Löfling y la expedición al Orinoco 1754-
1761, Madrid, CSIC Real Jardín Botánico/Quinto Centenario, 1990. 
70 José Luis Maldonado Polo, “La expedición botánica a Nueva España, 1786-1803: el Jardín Botánico y la 
Cátedra de Botánica,” en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, vol. L, núm. 1, julio-septiembre, 
2000, pp.6-7. 
71 Ídem. 
 33 
había tenido Gómez Ortega; para ello, aprovechó la empresa de Sessé y le encomendó buscar 
los materiales hernandinos faltantes en España, así como realizar las ilustraciones de los 
especímenes que estaban descritos pero sin imágenes. De esta manera, se comisionaba la 
Real Expedición Botánica de Nueva España. Todo esto en el contexto de las reformas 
borbónicas en América, que se venían realizando décadas atrás. Donde el interés por conocer 
cuál o cuáles eran los cultivos y recursos naturales que se podían explotar, ya no sólo con 
fines de curar sino también de lucrar, quedó plasmado en la Real Ordenanza de Intendentes 
de 1786. En este documento se dispuso que los intendentes debían solicitar a los funcionarios 
a su cargo que elaboraran estudios del lugar en donde se encontraban prestando sus servicios, 
que se dibujaran mapas y se anotara en ellos qué era lo que se producía.72 
El cuerpo expedicionario quedó conformado, en marzo de 1787, de la siguiente 
manera: Martín de Sessé Lacasta, como director de la expedición y del futuro Jardín 
Botánico; Vicente Cervantes (1755-1829), quien impartiría la Cátedra de Botánica; y como 
botánicos agregados José Longinos Martínez (1756-1802), Juan Diego del Castillo (1744-
1793) y Jaime Senseve (1750-1805); todos ellos españoles. En la Nueva España, se 
incorporaron José María Mociño (1757-1820), estudiante de medicina, y Juan de Dios 
Vicente de la Cerda y Anastasio Echeverría (1771-1803), ambos alumnos del Colegio de San 
Carlos que fungirían como ilustradores de la expedición.73 
Un año después, en 1788, el primero de mayo con exactitud, se inauguró 
solemnemente el Jardín Botánico de la Real y Pontificia Universidad de México, el cual se 
ubicaba en uno de los patios del antiguo Palacio Virreinal, actual Palacio Nacional. Al día 
siguiente, dieron inicio los cursos de la Cátedra de Botánica, siendo ésta la primera del 
continente americano.74 A ella, asistieron alumnos de las escuelas de medicina, cirugía y 
farmacia,75 los cuales estaban obligados a cursarla para su futuro ejercicio profesional, por 
orden del Protomedicato, institución encargada de reglamentar la práctica médica en la 
 
72 Real Ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino de la 
Nueva España. De orden de su majestad, Madrid, 1786, causas de policía, artículos 57-58 y 61-63, fs. 65-67 y 
70-74. 
73 José Luis Maldonado Polo, op. cit., p.11. 
 
74 Ibídem, p.42. 
75 Ibídem, p. 6. 
 34 
colonia.76 El primer instructor de esa Cátedra fue el mencionado Vicente Cervantes, quien 
era médico en España y se distinguía por sus conocimientos en botánica; él estuvo al frente 
de la misma hasta su muerte en 1829, ya

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