Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Av. Hidalgo 935, Colonia Centro, C.P. 44100, Guadalajara, Jalisco, México bibliotecadigital@redudg.udg.mx - Tel. 31 34 22 77 ext. 11959 UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA COORDINACIÓN GENERAL ACADÉMICA Coordinación de Bibliotecas Biblioteca Digital La presente tesis es publicada a texto completo en virtud de que el autor ha dado su autorización por escrito para la incorporación del documento a la Biblioteca Digital y al Repositorio Institucional de la Universidad de Guadalajara, esto sin sufrir menoscabo sobre sus derechos como autor de la obra y los usos que posteriormente quiera darle a la misma. 1 UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA CENTRO UNIVERSITARIO DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES DIVISIÓN DE ESTUDIOS HISTÓRICOS Y HUMANOS MAESTRÍA EN HISTORIA DE MÉXICO “DE AFICIONADO A PROFESIONAL: LA CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO BOTÁNICO EN LA GUADALAJARA DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX”. TESIS PARA OBTENER EL GRADO DE MAESTRO EN HISTORIA DE MÉXICO PRESENTA: JUAN CARLOS DE JESÚS SILVA CORTES DIRECTORA: DRA. REBECA VANESA GARCÍA CORZO GUADALAJARA, JALISCO, MARZO DE 2019 2 Páginas Índice 2 Abreviaturas 4 Índice de imágenes 5 Agradecimientos 8 Introducción 9 Capítulo 1. Antecedentes históricos de la botánica en Guadalajara 23 1.1 Antecedentes globales de la botánica 23 1.2 La construcción de la botánica mexicana (s.XVI-s.XIX) 27 1.3 La construcción del conocimiento botánico en la Guadalajara decimonónica y principios del XX 41 Capítulo 2. Actores en la construcción del conocimiento botánico en Guadalajara: de la práctica amateur a la profesionalización 55 2.1 La botánica mexicana en la primera mitad del siglo XX 56 3 2.2 Asociaciones y Universidades: Los actores colectivos en la botánica tapatía 61 2.3 Socios, maestros y alumnos: Los actores individuales en la botánica tapatía 76 Capítulo 3. Exploraciones y creación de jardines botánicos: Prácticas de los actores colectivos en la territorialización de la botánica en Guadalajara. 89 3.1 La Flora Novogaliciana y la Flora de Jalisco: dos visiones de un mismo espacio 90 3.2 Las expediciones botánicas en el occidente de México 96 3.3 El Jardín Botánico Leonardo Oliva de la UdeG 104 Capítulo 4. De amateur a botánico profesional: Salvador Rosillo de Velasco, las prácticas de un actor individual 118 4.1 Salvador Rosillo de Velasco y su lugar social en la construcción del conocimiento botánico. 120 4.2 Leer, explorar, recolectar y descubrir: Prácticas de apropiación realizadas por Salvador Rosillo de Velasco 128 4.3 Intercambios y publicaciones: prácticas de difusión del conocimiento botánico 142 4 Conclusión 159 Fuentes y bibliografía 166 Abreviaturas Archivos y Bibliotecas Archivo Histórico de la Universidad de Guadalajara (AHUG) Archivo Personal de Salvador Rosillo (APSR) Biblioteca Pública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola” (BPEJ) Herbario de la Asociación Mexicana de Orquideología (AMO) Herbario Nacional de México (MEXU) Herbario “Carlos Díaz Luna” de la Universidad Autónoma de Guadalajara (GUADA), Agrupaciones, Institutos y Universidades Sociedad Botánica del Estado de Jalisco (SBEJ) Sociedad de Ciencias Naturales de Jalisco (SCNJ) Instituto Tecnológico (IT) Instituto de Botánica de la Universidad de Guadalajara (IBUG) Asociación Orquidófila de Guadalajara (AOG) Sociedad Orquidófila de Guadalajara (SOG) Universidad de Guadalajara (UdeG) Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) 5 Índice de imágenes Páginas Imagen 1. Carlos Linneo 25 Imagen 2. Jardín de George Clifford 26 Imagen 3. Códice Badiano 29 Imagen 4. Francisco Hernández de Toledo 30 Imagen 5. Leonardo Oliva 42 Imagen 6. Mariano Bárcena 44 Imagen 7. Mammillaria jaliscana 53 Imagen 8. Hongos alucinógenos de la especie Conocybes siligineoides Heim 58 Imagen 9. Dioscorea composita 59 Imagen 10. Portada de la Flora del Estado de Jalisco 61 Imagen 11. Lista de Socios de la SBEJ en 1952 62 Imagen 12. Portada de Meet Flora Mexicana 66 Imagen 13. Grupo de Jaliscienses que participaron en el Congreso Mexicano de Botánica. En el centro, Salvador Rosillo de Velasco; le sigue a la izquierda, Enrique Estrada Faudón; Luis Puga Robles Gil y Luz María González Villarreal 68 Imagen 14. Lista de Socios de la SBEJ de 1952 77 Imagen 15. La yerba del sapo: Eryngium carlinae 81 Imagen 16. Karwinskia latifolia o homboldtiana: “margarita” o “tullidera” 81 Imagen 17. Orquídea, Laelia bancalarii 82 Imagen 18. Maíz perene, Zea diploperennis; y su descubridor, Rafael Guzmán 85 Imagen 19. Nueva Galicia de McVaugh 91 Imagen 20. Mapa de Nueva Galicia por Abraham de Ortelius, siglo XVI 92 Imagen 21. Nueva Galicia histórica 93 6 Imagen 22. Neomammillaria compressa 98 Imagen 23. Polianthes tuberosa 99 Imagen 24. Stevia lucida 99 Imagen 25. Salvador Rosillo de Velasco 118 Imagen 26. Laelia autumnalis 125 Imagen 27. Vainilla, Vanilla sp. 125 Imagen 28. Govenia Lilaceae. 126 Imagen 29. Bletia campanulata 126 Imagen 30. Pogonia ophiogloides 127 Imagen 31. Dendrobium sp 127 Imagen 32. Mormodes luxatum 129 Imagen 33. Oncidium tigrinum 129 Imagen 34. Leochilus crocodiliceps 130 Imagen 35. Oncidium karwinskii 130 Imagen 36. Oncidium flavovirens 131 Imagen 37. Erycina diaphana 131 Imagen 38. Oncidium maculatum 132 Imagen 39. Epidendrum boothianum 133 Imagen 40. Laelia sawyerii o Schomburgkia galeottiana 133 Imagen 41. Catasetum russelianum o Clowesia russeliana 135 Imagen 42. Barkeria naevosa 136 Imagen 43. Oncidium longifolium u Oncidium cebolleta 136 Imagen 44. Laelia majalis o Laelia speciosa 137 7 Imagen 45. Epidendrum vitellinum 138 Imagen 46. Encyclia concolor 139 Imagen 47. Encyclia rhombilabia 139 Imagen 48. Laelia anceps dowsonii del sur de Jalisco 140 Imagen 49. Encyclia pollardiana 141 Imagen 50. Bletia tamayoana 143 Imagen 51. Mormodes oceloteoides 144 Imagen 52. Osmoglossum dubium 144 Imagen 53. Mormodes pabstiana 146 Imagen 54. Mormodes ramirezii 146 Imagen 55. Deiregyne xoxonitla 147 Imagen 56. Laelia catarinensis 148 Imagen 57. Stanhopea novogaliciana 149 Imagen 58. Stanhopea intermedia 150 Imagen 59. Osmoglossum anceps u Osmoglossum egertonii 151 Imagen 60. Mormodes chihiltlapalli 152 Imagen 61. Ejemplo de una especie de Habenaria 153 Imagen 62. Mormodes pardalinata 154 Imagen 63. Mormodes tezontle 155 Imagen 64. Mormodes saccata 155 Imagen 65. Epidendrum examinis156 Imagen 66. Epidendrum rosilloi 157 Imagen 67. Epidendrum anistatum 158 8 Agradecimientos A la memoria de mis abuelas, Florentina Silva y Margarita Gómez. Han sido años en los que experimenté un crecimiento personal, en el que contribuyeron mis padres, María Imelda Cortes Gómez y Juan Carlos Silva Sánchez, mis hermanos Elizabeth y Osvaldo, y mis tías María de Jesús Cortes Gómez y Everia Gómez. Asimismo, fue invaluable y apreciadísimo el apoyo que me dieron el Dr. León Felipe Félix Lugo, su esposa Angélica Martín del Campo, y su hija Geli; el Maestro Otto Schöndube Baumbach y su esposa Elisabeth Friedewold Stansch; y mis excelentes amigos, Luis Granados, José Javier Coz y su hijo Patricio, y Daniel Rodrigo Villaseñor. Todos ellos me animaron a seguir adelante en los tiempos que la fuerza menguó. Estoy en deuda con la Dra. Rebeca Vanesa García Corzo, quien nunca dejó de creer en mí, siempre la admiraré por su disciplina sobrehumana. Asimismo, doy las gracias al Dr. David Carvajal López, quien me alentó a inscribirme en esta Maestría; a la Dra. Claudia Gamiño y al Maestro Otto Schöndube por haberme dado sendas cartas de recomendación para ser concursar entre los candidatos para ingresar a dicho programa. También tengo el gusto y deber de agradecer a los profesores que me impartieron clases, y al personal administrativo de la Maestría. Entre los primeros a las Dras. Águeda Jiménez, Rosa Alicia Torres, Elisa Cárdenas, Pilar Gutiérrez, Leticia Ruano y Gladys Lizama; y los Dres. Jorge Trujillo, Federico de la Torre, José Rojas Galván y Refugio de la Torres; en entre los segundos al Dr. Hugo Torres, antiguo coordinador de la maestría, a su asistente Socorro Ochoa, y de nueva cuenta a la Dra. Leticia Ruano, actual coordinadora, quienes me alentaron para alcanzar este logro. Mis compañeros de generación fueron ejemplos de dedicación y acicates para concluir este compromiso, a todos ellos mil gracias. De igual modo, agradezco los consejos de la Dra. Betania Rodríguez durante su estancia postdoctoral en nuestra Maestría. Igualmente, tengo la responsabilidad de agradecer a Luz Consuelo Rosillo Domínguez y a Francisco Suro González por haberme facilitado los documentos sobre la orquideología en Guadalajara y la vida de Salvador Rosillo de Velasco que permitieron construir mi tesis. Y por último, y especialmente a Dios por haberme permitido vivir esta experiencia. 9 Introducción La botánica es la ciencia que estudia las plantas, hoy en día se le considera una de tantas ramas de la biología contemporánea. Antaño, su análisis estuvo a cargo de la historia natural, que también ahondaba en los reinos animal, mediante la zoología, y mineral. La biología, en un proceso acaecido desde el siglo XVIII hasta la primera mitad del XX, sustituyó a la historia natural en la observación de los fenómenos de la vida, suscitándose una segregación y refinación de temas. Por un lado, la biología apartó de sí todo lo que no perteneciera al mundo vivo, de manera que los minerales no eran objeto de su estudio, pasándose éstos al dominio de la geología y la química. Y por otro, ya no sólo se consideró la existencia de dos reinos de entes vivos, sino que de éstos se desplegaron otros donde se agruparon las bacterias, las algas verdes, los hongos u otros seres microscópicos; esto gracias a los estudios más reflexivos y menos descriptivos originados por teorías que revolucionaron la concepción del orden natural, como la de la evolución (1859) de Charles Darwin y las leyes de la genética (1865) de Gregor Johann Mendel.1 Existen diferencias cualitativas entre la botánica que una vez fue del dominio de la historia natural, y la botánica tutorada por las modernas ciencias biológicas. Éstas se pueden agrupar en el hecho que la primera sólo se encargaba de recolectar, describir y clasificar las plantas de acuerdo al sistema ideado por Carlos Linneo en el siglo XVIII, el cual se basaba en su morfología y, principalmente, en sus rasgos sexuales, presentes en las flores; agrupándolas en familias de acuerdo a esas características. Ahora bien, la botánica entendida por la biología es una ciencia que no se satisface con la descripción y clasificación de los vegetales, sino que busca comprender el desarrollo evolutivo de éstos; por medio de teorías como las de Darwin, Wallace, Mendel y otros; así como la relación entre diferentes especies de plantas y animales en sus respectivos hábitats, a través de disciplinas como la ecología. Un rasgo común entre la botánica estudiada por la historia natural y la biología es que ambas han puesto sus avances al servicio de otros saberes, como la medicina y la agronomía. 1 Charles Darwin fue un naturalista británico que propuso la teoría de la evolución biológica por medio de la selección natural. Con la publicación de El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida en 1859 comenzó lo que se conoció como evolucionismo. Gregor Johann Mendel fue un monje agustino católico y naturalista que trabajó en las hoy conocidas como leyes de Mendel que versan sobre la herencia genética. 10 En este punto es necesario diferenciar la botánica pura de la botánica aplicada. La primera estudia la morfología, fisiología, taxonomía, relaciones ecológicas y evolutivas de las plantas; en resumen, aspectos teóricos. Mientras que la segunda investiga cómo estos conocimientos se pueden aplicar en las áreas médica, agrícola, hortícola, alimentaria, industrial, entre otras; y recuerda que la botánica, como ciencia, es un producto cultural encauzado a facilitar las actividades del ser humano a través de saberes y discursos construidos por intereses sociales, políticos, ideológicos y económicos.2 Lo expuesto arriba sugiere que la botánica es una construcción socio-cultural, en la que se han conjugado actores y prácticas con variaciones propias de un lugar a otro. En México, el devenir histórico de esta ciencia no ha sido homogéneo; pues, solamente en su capital, la Ciudad de México, ha existido una tradición constante en los estudios botánicos desde 1788, con la instalación de la Real Cátedra de Botánica, hasta la actualidad, con la existencia de centros especializados en la materia, como el Instituto de Biología de la UNAM, donde se preparan y laboran recursos humanos que dan continuidad a la investigación del reino vegetal. Mientras tanto, en el resto del país los adelantos en esta disciplina han sido intermitentes. Tal es el caso de Guadalajara, donde a mediados del siglo XIX y principios del XX, la botánica tuvo su cenit por los trabajos de Leonardo Oliva, Reyes García Flores, Mariano Bárcena y Adrián Puga; tras la muerte de dichos personajes, esta ciencia se estancó; y no fue hasta 1952 que resurgió el interés en temas botánicos con la fundación de la Sociedad Botánica del Estado de Jalisco, integrada por aficionados, lo que llevó al paulatino crecimiento y desarrollo de este saber. Expresado lo anterior, el objetivo de esta investigación es explicar cómo en Guadalajara, los aficionados o amateurs (conceptos que serán usados indistintamente) se apropiaron de un espacio cognitivo que por décadas estuvo desatendido: el de la botánica. La necesidad de investigar el desarrollo histórico de la botánica en Guadalajara, se debe a que es poca y difusa la información sobre el tema, a pesar deque ahí se encuentran instituciones sólidamente arraigadas en el ejercicio y fomento de esa ciencia, como el Instituto de Botánica de la Universidad de Guadalajara y el herbario y jardín botánico de la 2 Rebeca García Corzo, “Cómo acercarse a la historia socio-cultural de las ciencias desde una perspectiva local: una propuesta metodológica”, en Patricia Torres (coord.), Uso y construcción de las fuentes orales, escritas e iconográficas, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2007, p.190. 11 Universidad Autónoma de Guadalajara. Asimismo, dicha urbe está rodeada de espacios con importancia ecológica, como la barranca del río Santiago y los bosques de la Primavera y el Nixticuil. La oportunidad para ahondar en el tema, y rellenar los huecos de información, se presentó al ingresar en el programa de la Maestría en Historia de México de la Universidad de Guadalajara, el cual ya había acogido trabajos que enriquecieron el conocimiento sobre el pasado local de la ciencia y la historia medioambiental; éstos fueron: de Guillermo Bravo Mar, La sociedad científica “Antonio Alzate” (1884-1912);3 de Teresa Gómez Pérez, Industria medio ambiente y sociedad: Guadalajara, 1840-1900; 4 de Rebeca Vanesa García Corzo, De ciencias naturales y biología. Apuntes para el estudio del proceso de institucionalización de la biología en Guadalajara;5 de Zoraya Melchor Barrera, Desarrollo de la Institucionalización de la salud pública en Jalisco, 1833-1910;6 de Rafael Sánchez Villegas, Monstruos de laboratorio. La ciencia en el cine fantástico mexicano;7 1945-1969; de Hugo Humberto Salas, Higiene, asistencia hospitalaria y práctica médica en Guadalajara, 1771-1824,8 y Exposiciones y Sociedad Jalisciense, 1878-1904. Presencia en las exposiciones internacionales, de Julio Alejandre.9 Por estos ejemplos, la presente investigación es pertinente al programa de la Maestría en Historia de México, pues éste, a través de su consejo académico, ha mostrado interés por apoyar las investigaciones (aún pocas) que analicen el desarrollo científico de Jalisco y el Occidente de México. De igual modo, esta tesis le atañe a la Universidad de Guadalajara en general, ya que ésta ha sido escenario y actor en la construcción del conocimiento botánico local, a través de su Instituto de Botánica. En el plano global, La historia de la botánica comenzó a ser redactada por los botánicos mismos;10 cítese el ejemplo del alemán Julius von Sachs, especialista en fisiología 3 Dirigido por Gladys Lizama Silva, en 2002. 4 Bajo la dirección de Sergio Valerio Ulloa, en 2005 5 Tesis defendida en 2005, con la asesoría de Lilia Oliver Sánchez. 6 También dirigida por Lilia Oliver Sánchez, presentada en 2008. 7 Dirigido por Ana María de la O, en 2008. 8 Dirigido por Águeda Jiménez Pelayo, en 2012. 9 Sergio Manuel Valerio Ulloa como director, en 2012 10 De acuerdo a Thomas Kuhn, en un inicio, quienes escribían y leían la historia de las ciencias eran los hombres de ciencia; para ellos, la historia era una suerte de herramienta pedagógica con la cual trasmitirían sus logros a las siguientes generaciones de colegas; estos conocimientos se plasmaban en la sección histórica que encabeza la mayoría de los tratados y monografías técnicas, siendo éstas las primeras formas y fuentes exclusivas de la historia de la ciencia. A penas en los albores del siglo XX, los historiadores u otros profesionales de ciencias sociales se encargaron de dilucidar el pasado científico. Apud. Thomas S. Kuhn, “La historia de la ciencia”, en 12 vegetal, quien escribió Die Geschichte der Botanik vom 16. Jahrhundert bis 1860, publicada en 1875. Este trabajo, dividido en tres libros, trata sobre el desarrollo histórico del estudio de la morfología, la clasificación, la anatomía y la fisiología de las plantas, principalmente en Alemania y los Países Bajos. La obra de Sachs se aborda desde una perspectiva internalista, es decir, aquella que rechaza cualquier influencia de factores económicos y sociales en el desarrollo de la ciencia.11 Por otra parte, la visión que concibe a la ciencia como una expresión más de las condiciones económicas y sociales es la externalista.12 Durante años se ha dado preferencia a los abordajes históricos de la botánica desde la visión internalista; ejemplo de ello es la valoración del botánico Joseph Ewan quien manifestó no estar en contra de que los historiadores se ocuparan de la historia de su disciplina; sin embargo, consideraba que está sería mucho mejor dilucidada por sus colegas debido a que entendían los problemas de la botánica en el pasado.13 No obstante, esta postura es limitada, ya que, si bien es cierto que los botánicos tienen un conocimiento más profundo sobre su materia de estudio, con mucha seguridad podrían no estar suficientemente familiarizados con los distintos contextos históricos que influyeron en la misma; y, de ese modo, la explicación que pudieran ofrecer se circunscribiría a una representación endógena de su realidad. Por ello, un historiador de carrera, con conocimientos de botánica, pudiera ofrecer un panorama integral del pasado de esa ciencia; ya que su discurso tomaría en cuenta el contexto social y cultural que incidieron activamente en su configuración. The Botanizers,14 es una investigación que bien puede considerarse como una amalgama entre las perspectivas internalista y externalista. En ella se analiza el quehacer de los botánicos con sus implicaciones sociales y culturales en los Estados Unidos, durante el siglo XIX. Su autora, la historiadora norteamericana, Elizabeth B. Keeney, examina el cambio de aficionado a científico, demostrando la separación gradual a través del Juan José Saldaña Introducción a la teoría de la historia de las ciencias, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1989, p. 195. 11 Semën Romanovič Mikulinsky, “La controversia internalismo-externalismo como falso problema”, en Juan José Saldaña, Introducción, op. cit., p.232. 12 Ídem. 13 Joseph Ewan, “Opportunities in Botanical History”, en Taxon, International Association for Plant Taxonomy (IAPT), Vol. 19, Núm. 6, diciembre de 1970, p. 825. 14 Elizabeth B. Keeney, The Botanizers: Amateur Scientists in Nineteenth-Century America, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1992, 206 pp. 13 planteamiento de objetivos que cada grupo se hizo. Mientras los botánicos profesionales definieron que su disciplina se centrara en el laboratorio, los aficionados la encauzaron por la senda de la autoeducación e improvisación. Por ello, en lugar de eliminar los botánicos aficionados; simplemente se hizo la distinción que la botánica les atañía a los profesionales; y el estudio de la naturaleza correspondía a los aficionados. Aunque Keeney estuvo interesada en la profesionalización, su principal preocupación fue contar la historia de los botánicos aficionados en el marco de la cultura del siglo XIX. Ella cuenta que los amateurs vieron en la botánica un espacio para expresar su representación del mundo, como la contemplación religiosa. Igualmente, hace notar que la botánica fue un saber disponible para las masas, pues en su desarrollo participaron tanto mujeres, hombres y niños; ya que esta ciencia estuvo incluida en el currículo de muchas escuelas, y había numerosas sociedades amateurs dedicadas a suestudio. En el plano nacional, son pocas y recientes las investigaciones sobre el quehacer de los botánicos y otros científicos, tal y como se hizo en The Botanizers; una de éstas es el análisis sobre las sociedades científicas mexicanas durante el siglo XIX de Juan José Saldaña y Luz Fernanda Azuela, quienes se sirvieron de la propuesta teórico-metodológica de Keeney para distinguir a los hombres de ciencia profesionales de los amateurs a partir de las contribuciones que hicieron en las agrupaciones a las que pertenecieron.15 A pesar de la observación integral ofrecida por Saldaña y Azuela, tradicionalmente, la bibliografía acerca de la historia de la botánica en México ha estado bifurcada entre las tendencias del internalismo y externalismo. No es una regla, pero, los trabajos de naturaleza internalista han sido escritos por profesionales de la medicina, biología o botánica; y, los redactados a modo externalista han sido hechos por estudiosos de las ciencias sociales. Entre las obras internalistas que tratan sobre la botánica en México, en primer lugar, está la Breve Historia de la Botánica en México,16 libro que sintetiza el pasado de esa ciencia desde los tiempos prehispánicos hasta la actualidad. Este texto reduce el desarrollo del 15 Juan José Saldaña y Luz Fernanda Azuela, “De amateurs a profesionales. Las sociedades científicas en México en el siglo XIX”, en Quipu. Revista de la Sociedad Latinoamericana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, México, Sociedad Latinoamericana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, Vol. 11, Núm. 2, mayo-agosto de 1994, pp. 135-171. 16 Teófilo Herrera et al., Breve Historia de la Botánica en México, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, 163 pp. 14 conocimiento botánico nacional a nombres, fechas y lugares, sin abundar en los aspectos sociales, económicos y políticos que pudieron haber motivado las prácticas y los contenidos de esta disciplina; sus autores fueron el micólogo Teófilo Herrera, los ficólogos Martha M. Ortega y José Luis Godínez Ortega y el bibliotecario Armando Butanda Cervera. Posteriormente, a modo de adenda al texto anterior, Teófilo Herrera y Armando Butanda escribieron un artículo para el compendio Las ciencias naturales en México,17 coordinado por el biomédico Hugo Aréchiga y el biólogo Carlos Beyer, en él abundaron acerca de las perspectivas teóricas que definieron el curso de la botánica mexicana en el siglo XX; tomando como base las crónicas de Faustino Miranda18 y Jerzy Rzedowski19, estos últimos fueron actores de la construcción del conocimiento botánico mexicano en la segunda mitad del siglo XX. Rzedowski se ha distinguido por ser un botánico interesado en comprender su disciplina de acuerdo al contexto de cada época, por ello publicó trabajos en los que expone el pasado de su profesión, tal es el caso del resumen histórico de los estudios de la vegetación en México,20 donde describió las principales preocupaciones que han resultado en la observación del reino vegetal en dicho país. Asimismo, otros textos de carácter histórico de ese mismo autor son Los principales colectores de plantas activos en México21 y La botánica mexicana en la década de los cincuentas en México.22 En el primero se reúnen los aspectos básicos de las personalidades que registraron ejemplares de plantas desde el siglo XVIII hasta 1930; y en el segundo se narra, desde su experiencia, cómo fue el proceso de consolidación 17 Teófilo Herrera y Armando Butanda, “La botánica en México. Contribuciones, estado actual y perspectivas”, en Hugo Aréchiga y Carlos Beyer (coordinadores.), Las ciencias naturales en México, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, pp.169-211. 18 Faustino Miranda, “La botánica en México en el último cuarto del siglo” en Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, México, Sociedad Mexicana de Historia Natural, Vol. 22, 1961, pp. 85-111. 19 Jerzy Rzedowski, “Un siglo de botánica en México” en Boletín de la Sociedad Botánica de México, México, Sociedad Botánica de México, Núm. 40, 1981, pp. 1-14. 20 Jerzy Rzedowski, Vegetación de México, México, Limusa, 1978, 342 pp. 21 Jerzy Rzedowski et al., Los principales colectores de plantas activos en México entre 1700 y 1930, Pátzcuaro, Instituto de Ecología, A.C., Centro Regional del Bajío Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, 2009, 144 pp. 22 Jerzy Rzedowski y Graciela Calderón de Rzedowski, “La botánica mexicana en la década de los cincuentas en México”, en Francisco Javier Dosil Mancilla (coord.), Faustino Miranda: Una vida dedicada a la botánica, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2007, pp.215-221. 15 de la botánica a partir de los descubrimientos incentivados por el interés de las autoridades mexicanas en conocer la flora nacional. Otro biólogo, Enrique Beltrán, de hecho el primer mexicano en graduarse como tal,23 escribió unos artículos para la Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural; en los que reflexionó sobre las expediciones españolas a América en el periodo de la Ilustración,24 los textos mexicanos sobre botánica en el siglo XIX25, y la importancia de la revista Naturaleza entre la comunidad de científicos decimonónicos.26 Beltrán hizo un significativo legado al estudio histórico de las ciencias biológicas al donar su ingente colección de libros sobre diversos temas, en especial de botánica y temas afines, a la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco Juan José Arreola. Coetáneo a Enrique Beltrán fue el médico sinaloense Manuel Maldonado Koerdell, también interesado en el legado bibliográfico de las generaciones pretéritas de estudiosos de la botánica en México. Este personaje publicó en 1942 el artículo Estudios etnobiológicos,27 donde puso en orden, de acuerdo a importancia o amplitud de temas, los textos sobre el desarrollo histórico de dicha ciencia en México, tratando lo referente al conocimiento sobre los vegetales que poseían los pueblos indígenas mexicanos, para lo cual tomó como base la monografía hecha por Francisco del Paso y Troncoso en torno a la botánica entre los nahuas.28 Ida Kaplan Langman, al igual que los autores anteriores, se dio cuenta de la importancia de la literatura sobre plantas mexicanas, la cual estaba dispersa; por ello, realizó pesquisas en bibliotecas y archivos para organizar esa información y presentarla en un colosal 23 Enrique Beltrán, Medio siglo de recuerdos de un biólogo mexicano, México, Sociedad Mexicana de Historia Natural, 1977, p. 17. 24 Enrique Beltrán, “Las reales expediciones botánicas del siglo XVIII a Hispano América”, en Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, México, Sociedad Mexicana de Historia Natural, Vol. 28, 1967, pp.179-249. 25 Enrique Beltrán, “Textos mexicanos de botánica del siglo XIX”, en Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, México, Sociedad Mexicana de Historia Natural, Vol. 27, 1966, pp.245-265. 26 Enrique Beltrán, “«La Naturaleza», periódico científico de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. 1869- 1914. Reseña bibliográfica e índice general”, en Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, México, Sociedad Mexicana de Historia Natural, Vol. 9, Núms.1-2, 1948, pp. 145-174. 27 Manuel Maldonado Koerdell, “Estudios etnobiológicos: Notas a una bibliografía mexicana de botánica”, en Boletín Bibliográfico de Antropología Americana (1937-1948),Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Vol. 6, Núm., enero-diciembre de 1942, pp. 61-74. 28 Francisco del Paso y Troncoso, “Estudio sobre la historia de la medicina en México. La Botánica entre los nahoas”, en Anales del Museo Nacional de México 1ª época, México, Imprenta de Ignacio Escalante, tomo III, 1886, pp. 137-235. 16 volumen titulado Guía seleccionada de la literatura sobre plantas con flores de México.29 Otro botánico que realizó búsquedas en archivos, tal y como hace un historiador, fue Rogers McVaugh, cuyos trabajos sobre las exploraciones de Martín Sessé,30 Wilhelm Karwinski31 y otros personajes por el occidente de México32 están respaldados con información de los archivos del Real Jardín Botánico de Madrid y otros repositorios de México y Estados Unidos. A pesar de que las obras anteriores cuentan con abundante información, el panorama histórico que ofrecen sobre la botánica nacional es un tanto limitado por estar narrado desde las entrañas de la misma disciplina; pues, como se ha dicho, no toman en cuenta los factores externos. Para subsanar este problema, los expertos formados en las ciencias sociales y humanidades han gestado investigaciones que aportan novedades a ese tema, como comprender las prácticas de exploración, recolección y descripción de la riqueza florística de México de acuerdo a las corrientes intelectuales de la época y a los intereses de los actores políticos de entonces. Ejemplos de tales adendas son los trabajos de los extintos historiadores María Lilia Díaz López y Roberto Moreno de los Arcos. La primera se aventuró a escudriñar en los archivos mexicanos los documentos que aportaran más información sobre el Jardín Botánico de la Nueva España y las expediciones de Sessé;33 y el segundo, también interesado en la génesis de la botánica institucional en México, explicó el impacto de la primera cátedra de botánica en la Nueva España34 y la aceptación del sistema binominal de Carlos Linneo.35 29 Ida Kaplan Langman, Selected Guide to the Literature on the Flowering Plants of Mexico. University of Pennsylvania Press, Filadelfia, 1964, 1015 pp. 30 Rogers McVaugh, “Botanical Results of the Sessé & Mociño Expedition (1787-1803)”, en Contributions from the University of Michigan Herbarium, Ann Arbor, Michigan, University of Michigan, Vol. 11, Núm. 3, 1977, pp. 97-195. 31 Rogers McVaugh, “Karwinski’s itineraries in Mexico, 1827-1832 and 1841-1843”, en Contributions from the University of Michigan Herbarium, Ann Arbor, Michigan, University of Michigan, Vol. 14, 1980, pp. 141- 152. 32 Rogers McVaugh, “Botanical Exploration in Nueva Galicia, México”, en Contributions from the University of Michigan Herbarium, Ann Arbor, Michigan, University of Michigan, Vol. 9, Núm. 3, 1972, pp. 205-357. 33 María Lilia Díaz López, “El Jardín Botánico de la Nueva España y la obra de Sessé según documentos mexicanos”, en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, Vol. 72 Núm. 1, julio-septiembre, 1977, pp. 49-78. 34 Roberto Moreno de los Arcos, La primera cátedra de botánica en México, 1788, México, Sociedad Botánica de México/Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, 1988,145 pp. 35 Roberto Moreno de los Arcos, Linneo en México: Las controversias sobre el sistema binario sexual (1788- 1798), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1989, 274 pp. 17 Asimismo, otros colegas de Díaz López y Moreno de los Arcos se han interesado en la botánica mexicana durante los últimos años de la colonia; en especial, sobre el tema de las expediciones científicas, como Virginia González Claverán, acerca del explorador Alejandro Malaspina;36 Daniela Bleichmar, sobre el legado pictórico de los viajes con fines botánicos al nuevo mundo;37 y Angélica Morales Sarabia, socióloga, y Patricia Aceves Pastrana, química, quienes juntas contextualizaron las acciones anteriores dentro una corriente científica nacional, la cual denominaron el naturalismo mexicano, 38 que a finales del siglo XIX decantó en la creación de una materia médica con especies autóctonas.39 Para Morales Sarabia la práctica científica de la botánica se consolidó durante el porfiriato, esta tesis la plasma en su más novedoso trabajo sobre la vida de José Ramírez, influyente investigador del Instituto Médico Nacional.40 El tema de la construcción del conocimiento botánico en México durante el siglo XIX y la primera mitad del XX ha sido recientemente abordado por una nueva generación de historiadores que se formaron como biólogos profesionales o afines, aportando estudios equilibrados, sin caer en los vicios de postulados meramente internalistas o externalistas. De ellos destacan Graciela Zamudio, con obras sobre las expediciones botánicas del siglo XVIII41 y de la botánica mexicana decimonónica.42 Otra bióloga-historiadora es Consuelo Cuevas Cardona, quien, sola o en pareja con científicos sociales, ha propuesto nuevos enfoques sobre la vida de los personajes y organismo que afianzaron la institucionalización 36 Virginia González Claverán, La expedición científica de Malaspina en Nueva España (1789-1794), México, Colegio de México/Centro de Estudios Históricos, 1988, 528 pp. 37 Daniela Bleichmar, El imperio visible: Expediciones botánicas y cultura visual en la Ilustración hispánica, México, Fondo de Cultura Económica, 2016, 294 pp. 38 Angélica Morales Sarabia, y Patricia Aceves Pastrana, “Los materiales de la real expedición botánica a la Nueva España, en el contexto del naturalismo mexicano de finales del siglo XIX”, en Llull: Revista de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y las Tecnologías, España, Sociedad Española de Historia de las Ciencias y las Tecnologías, Vol. 34, Núm. 73, 2011, pp. 61-80. 39 Angélica Morales Sarabia, y Patricia Aceves Pastrana, “Datos para la materia médica mexicana (1894-1908): plantas medicinales, terapéutica y nacionalismo, en Circumscribere: International Journal of the History of Science, Center Simão Mathias for Studies in the History of Science, Vol. 9, 2011, pp. 11-28. 40 Angélica Morales Sarabia, La consolidación de la botánica mexicana. Un viaje por la obra del naturalista José Ramírez (1852-1904), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2015, 289 pp. 41 Graciela Zamudio, “Las expediciones botánicas a América en el siglo XVIII”, en Ciencias, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Núm. 29, enero de 1993, pp. 47-51. 42 Graciela Zamudio, “La Botánica y los botánicos al finalizar el siglo XIX mexicano”, en Azuela, Luz Fernanda y Rodríguez-Salas, María Luisa (coords.), Estudios históricos sobre la construcción social de la ciencia en América Latina, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013, pp. 125-152. 18 de esta ciencia en México, como los botánicos Maximino Martínez43 y Alfonso Luis Herrera,44 y el Instituto Médico Nacional.45 Sobre esta entidad, Nina Hinke Schultze, maestra en ciencias, también realizó una investigación en la que explica cómo las políticas públicas dictaminaron por cuáles rutas debía avanzar la investigación botánica.46 Rodrigo Vega y Ortega es de los miembros más jóvenes de este grupo de investigadores, él se ha abocado a explicar los procesos de apropiación y representación de la botánica durante la primera mitad del siglo XIX a través de las publicaciones periódicas.47 En lo tocante al plano local, son pocoslos autores que han abordado el tema de la historia de la botánica, quienes lo han hecho, en un principio, fueron los pioneros en el estudio de esta ciencia, de manera que su discurso tenía matices de una visión internalista y caían en una narrativa nostálgica, como los ensayos de Luz María Villarreal de Puga48 y sus alumnos Martha Cedano, Luis Villaseñor Ibarra y Raymundo Ramírez Delgadillo,49 sobre el Instituto de Botánica de la Universidad de Guadalajara. Otro actor del proceso constructivo cognitivo de la botánica local fue Enrique Estrada Faudón, quien, en sus últimos años de vida, redactó sus memorias acerca de los sucesos importantes dentro de la Sociedad Botánica del Estado de Jalisco, organismo que marcó las líneas que se siguieron en la práctica de esta ciencia.50 A pesar del anecdotismo de las obras anteriores, éstas revelan nexos y vínculos sociales que permiten comprender la circulación del conocimiento entre los actores involucrados. 43 Consuelo Cuevas Cardona y Carmen López Ramírez “Cambios de gobierno en la vida de un botánico mexicano: Maximino Martínez (1888-1964)”, en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, Vol. 58, Núm. 3, enero-marzo, 2009, pp. 973-1004. 44 Consuelo Cuevas Cardona e Ismael Ledesma Mateos “Alfonso L. Herrera: Controversias y debates durante el inicio de la biología en México”, en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, Vol. 55, Núm. 3, enero-marzo, 2006, pp. 973-1013. 45 Consuelo Cuevas Cardona y Juan José Saldaña, “El Instituto Médico Nacional de México. De sus orígenes a la muerte de su primer director (1888-1908)”, en Juan José Saldaña, Estudios sobre la institucionalización de la docencia y la investigación científica, México, UNAM/Facultad de Filosofía y Letras, 2005, 409 pp. 46 Nina Hinke Schultze, El Instituto Médico Nacional: la política de las plantas y los laboratorios a fines del siglo XIX, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2011, 228 pp. 47 Rodrigo Vega y Ortega, “Recreación e instrucción botánicas en las revistas de la ciudad de México, 1835- 1855”, en Historia Crítica, Bogotá, Universidad de los Andes, No. 49, enero-abril 2013, pp.109-133. 48 Luz María Villarreal de Puga, “Pasado, presente y futuro del Instituto de Botánica” en Boletín Informativo del Instituto de Botánica, Guadalajara, Departamento de Ciencias Biológicas Escuela Superior de Agricultura Universidad de Guadalajara, Núm. 1, julio de 1974, pp.6-9. 49 Martha Cedano, Luis Villaseñor Ibarra y Raymundo Ramírez Delgadillo “Historia del Instituto de Botánica” en Boletín del Instituto de Botánica de la Universidad de Guadalajara, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, Vol. 4, Núms. 1-3, 3ª época, 1996, pp.1-34. 50 Enrique Estrada Faudón, Retrocediendo sobre mis pasos: Episodios autobiográficos, Guadalajara, Editorial Ágata, 2004, 255 pp. 19 Por otra parte, son muy recientes y escasos los escritos sobre el pasado de la botánica en Guadalajara vistos desde las ciencias sociales. María Luisa Chavoya Peña, socióloga, fue la primera en examinar el Instituto de Botánica con dicha óptica; ella encontró que en torno a ese organismo se construyó una cultura de la investigación, con figuras de liderazgo, elemento que coadyuvó a la institucionalización de la práctica botánica.51 Por su parte, Rebeca García Corzo, historiadora, analizó el proceso de construcción de las ciencias biológicas en la capital jalisciense desde 1840 hasta 1925; esta autora sostiene que las prácticas como el establecimiento de espacios educativos, la creación de jardines botánicos, la publicación de obras referentes a la naturaleza jalisciense y la congregación de individuos en asociaciones promovieron la institucionalización de la botánica y zoología a nivel local.52 Por la literatura expuesta arriba, pueden plantearse como principal problema que la mayoría de los estudios sobre la historia de la botánica en México se han enfocado en su capital; de manera que son escasos los trabajos sobre el pasado de la botánica al interior del país. Para el caso de Guadalajara, las investigaciones de María Luisa Chavoya y Rebeca García Corzo apenas revelan una parte de las prácticas científicas de la biología tapatía, y tampoco dejan en claro el origen de la práctica moderna de la botánica en esta ciudad; es por ello que, la presente investigación pretende ser una adenda a las contribuciones de estas investigadoras, y aportar más información al estudio histórico del pasado botánico local. Para lo anterior se parte de la siguiente pregunta: ¿De qué manera los aficionados se apropiaron del ejercicio y práctica de la botánica? Como respuesta, se presenta la hipótesis de que la construcción del conocimiento botánico, en la Guadalajara de la segunda mitad del siglo XX, se generó por los amateurs, quienes diseñaron estrategias y prácticas acordes a su contexto local para apropiarse de este saber y de su ejercicio institucional; esto se debió a que la mayoría de tales personajes se desempeñaban en profesiones que requerían nociones de botánica, como médicos, farmacéuticos o ingenieros; asimismo, eran catedráticos en espacios educativos, o funcionarios civiles cuya posición en la sociedad y holgadas vidas les 51 Vid. María Luisa Chavoya Peña, Institucionalización de la Investigación en la Universidad de Guadalajara ̧ Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2002, 399 pp.6 52 Vid. Rebeca García Corzo, La construcción de las ciencias biológicas en Guadalajara (1840-1925). Aproximación al proceso de institucionalización de la Biología local, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2009, 399 pp. 20 permitieron realizar viajes, comprar libros, mantener colecciones de plantas y congregarse en agrupaciones que fomentaran el estudio sobre el reino vegetal. La propuesta teórico-metodológica que será usada para explicar esta investigación es la territorialización, ésta se define como el conjunto de acciones que realiza un actor geográfico, ya sea individual o colectivo, para identificar, definir y producir un espacio como territorio. Dicho concepto fue utilizado por García Corzo en su ya citada tesis,53 y se basó en el planteamiento de Ryzard Rózga Luter, quién concibe el territorio como una extensión espacial delimitada, que incluye una relación de poder o posesión por parte de un individuo o un grupo social, éstos ejercen un grado de control, el cual se manifiesta mediante un conjunto de prácticas y sus expresiones materiales y simbólicas que garantizan la apropiación y permanencia.54 En resumen, para el análisis de un proceso de territorialización se conjugan tres elementos: actores, prácticas y espacio; lo cual se hará en esta investigación para explicar la construcción y apropiación del espacio cognitivo de la botánica en la Guadalajara contemporánea. Asimismo, aquí se justifica tratar la botánica como una extensión física por controlar, ya que las acciones que se ejercieron sobre esta ciencia fueron similares a las que se realizarían sobre un terreno, como la exploración de campo, la delimitación de fronteras, o el registro de nuevas especies de plantas con los nombres de sus descubridores; esto último análogo al bautizo de una tierra por su conquistador. Para sustentar el modelo teórico-metodológico propuesto, fue necesario reunir un cuerpo de pruebas que demostraran lo planteado. Las fuentes que sustentan esta investigación se localizaron en el Archivo Histórico de la Universidad de Guadalajara (AHUG), el Archivo Personal de Salvador Rosillo, la BibliotecaPública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola” (BPEJ), especialmente en los fondos de Enrique Beltrán y Enrique Estrada Faudón, y el Herbario de la Asociación Mexicana de Orquideología (AMO). La documentación que se revisó en estos repositorios fue bastante heterogénea, dado que, por un lado, se obtuvieron los nombres de los miembros de las agrupaciones que aquí se presentan, los boletines de las 53 Vid. Rebeca García Corzo, De ciencias naturales y biología. Apuntes para el estudio del proceso de institucionalización de la biología en Guadalajara (1840-1923), Guadalajara, Tesis de Maestría en Historia de México, Universidad de Guadalajara, 2005, 378 pp. 54 Ryszard Rózga Luter, “Región y globalización”, en Convergencia. Ciencias Sociales, mayo-agosto del 2001, núm. 25, p. 89. Edición electrónica: [http://convergencia.uaemex.mx/rev25/Rozgar.pdf] Consultado el 1 marzo de 2016. 21 mismas, que significan la producción de estos actores, y la correspondencia entre instituciones y personas; por otro lado, están las evidencias de las especies que estos sujetos recolectaban en sus exploraciones, que se encuentran resguardadas en alguna de las instituciones anteriormente mencionadas, además de los textos que estos individuos consultaron para realizar sus trabajos. Este tipo de fuentes se complementaron con las notas descubiertas en el diario El Informador y algunas entrevistas. La información que se obtuvo en estos fondos se clasificó de tal manera que fuera posible identificar a los actores, su producción y el área en donde se desempeñaron. Esto permitió evidenciar las relaciones que establecieron con otros profesionales externos a su radio de influencia, además de observar el desarrollo de su trayectoria y la transición que muchos de ellos vivieron de amateurs a profesionales. Las limitaciones que presentó la documentación obtenida recayeron en que tuvo que ser complementada con fuentes secundarias para poder establecer una secuencia cronológica. Pero, para los fines de esta tesis, lo recogido en las fuentes proporcionó los elementos para poder abordar la territorialización, la apropiación y la difusión del conocimiento que estos sujetos poseían. Esta variedad en las fuentes deja el camino abierto a futuras investigaciones, en las que se analice la producción pictórica, no desde la perspectiva de las ciencias naturales y las clasificaciones taxonómicas, sino desde la historia del arte y la presencia de esos elementos de la naturaleza en diferentes espacios como parte de la ornamentación. La urdimbre entre método, teoría y fuentes ha dado como resultado el siguiente desarrollo capitular. En el primer apartado se analizaron los antecedentes locales de la botánica en Guadalajara, desde que esta ciencia, en su versión linneana, llegó a México en 1788, con la real cátedra de botánica hasta los primeros años del siglo XX. El propósito inicial de tal apartado fue presentar los actores que participaron en el proceso, contextualizando su lugar social y vínculos; igualmente, se dilucidaron las prácticas que tales sujetos realizaron, con el fin de saber los contenidos cognitivos que heredaron a las siguientes generaciones de estudiosos de la botánica. En el segundo capítulo, se examinaron los actores que participaron en la construcción del conocimiento botánico de Guadalajara durante la segunda mitad del siglo XX, situándolos en dos categorías: una integrada de actores colectivos, refiriéndose a las universidades y asociaciones, y otra formada por individualidades; esta situación, por su 22 parte, permitió la posibilidad de cotejar entre lo general y lo particular, y viceversa; para así, roturar el camino al tópico de las prácticas dentro de esta disciplina. El capítulo tercero se dedicó a las prácticas que realizaron los actores colectivos en el marco de la territorialización del conocimiento botánico, como la exploración de áreas naturales y el establecimiento de jardines botánicos; tales figuras fueron la Universidad de Guadalajara, la Universidad Autónoma de Guadalajara y la Sociedad Botánica del Estado de Jalisco; para la construcción de tal capítulo se presentaron datos inéditos que estuvieron sin consultarse en los registros del archivo de la Universidad de Guadalajara y diarios locales. El cuarto capítulo atañó a las prácticas realizadas a escala individual, en específico a las ejecutadas por Salvador Rosillo de Velasco, colaborador y miembro de las agrupaciones mencionadas, y padre de la orquideología en el occidente de México; la veta documental para su caso fue su archivo personal. A modo de síntesis de esta parte introductoria, cabe decir que la ciencia siempre ha sido una actividad humana, cuyo origen es el cultivo constante de una búsqueda intelectual, con la que se pretende comprender una parcela de la realidad, situándose desde un contexto cultural determinado. Por lo mismo, es preciso afirmar que los botánicos se hacen en el estudio y la investigación constantes de lo que hemos dado por llamar “botánica”. De esta forma, no es extraño que alguien sin un título profesional, pero que ha trabajado por largos años en la tarea de conocer un aspecto específico de la realidad, llegue a convertirse, en el sentido original del término, en un científico, es decir, en alguien que hace ciencia. Y son estos personajes quienes, después de un recorrido en el cultivo de la ciencia, se asociarán constituyendo las instituciones académicas en donde se difundió el conocimiento científico en Guadalajara. 23 Capítulo 1. Antecedentes históricos de la botánica en Guadalajara El presente capítulo tiene como objetivo exponer los inicios del conocimiento botánico en la Guadalajara de mediados del siglo XIX y principios del XX. La forma de narrar este texto se basa en un vaivén entre lo local, lo nacional y lo global, se tiene como premisa que tanto los ingenieros, los médicos o los farmacéuticos, oficios que entonces se relacionaban a esta ciencia por aprovechar las virtudes del reino vegetal, fueron los principales protagonistas. Debe de tomarse en cuenta que la ocupación de biólogo, en la que actualmente se desempeñan los botánicos profesionales, era inexistente en el México decimonónico.55 De manera que, los individuos que estudiaban cuestiones de la naturaleza, entre ellas la botánica, pasaron a ser conocidos como naturalistas. 1.1 Antecedentes globales de la botánica La botánica tuvo su nacimiento como ciencia en la Grecia clásica, sus precursores fueron los filósofos Aristóteles (384 a.C.- 322 a.C.) y su discípulo, Teofrasto (371 a.C.- 287 a.C.), quien escribió Historia de las plantas, obra compuesta de nueve libros, donde se trata la morfología, fisiología, distribución y usos de las plantas conocidas hasta entonces.56 Los romanos, herederos de la cultura griega, continuaron con los estudios botánicos desde la óptica de la medicina; en el primer siglo después de Cristo, Plinio el viejo (23-79) y Dioscórides (40-90) escribieron sendos estudios sobre las utilidades terapéuticas del reino vegetal.57 Esto demuestra que la botánica nació con un fin práctico, pues desde su inicio estuvo supeditada 55 La primera cátedra de biología se dictó en 1902, por Alfonso Luis Herrera, en la Escuela Normal para Profesores, la cual fue eliminada en 1906. Con la creación de la Facultad de Filosofía y Letra,dependiente de la recién fundada Universidad Nacional Autónoma de México, en 1925, se incluyó la posibilidad de obtener los títulos de profesor en Ciencias Naturales, profesor en Botánica o profesor en Zoología. El primero en obtener el de profesor en Ciencias Naturales fue Enrique Beltrán, alumno de Alfonso Luis Herrera, en 1926, quien es considerado el primer biólogo titulado de México. 56 Teofrasto, Historia de las plantas, Madrid, Editorial Gredos, 1988, 531 pp. 57 Vid. Cayo Plinio Segundo, Historia natural. Obra completa, Madrid, Editorial Gredos, 1995.2010, 4 vols. y Dioscórides, Plantas y remedios medicinales. Obra completa, Madrid, Editorial Gredos, 1998, 2 vols. La primera obra, que llevó por título Historia Natural, se compone de 37 libros, que no sólo tratan la botánica, sino también zoología, mineralogía, geografía, etnografía, entre otros temas. La segunda consta de cinco volúmenes, y se tituló De Materia Medica, ahí se describen 600 plantas medicinales, ésta fue precursora de las modernas farmacopeas. 24 a la medicina; de manera que los estudiosos de las plantas, en su mayoría, fueron aquellos encargados de preservar la salud de los hombres y retardar su muerte: los médicos. Durante la Edad Media y el Renacimiento, tanto los textos de Plinio como de Dioscórides, ya fueran en latín o en griego, sus lenguas originales, influyeron en la forma de practicar la medicina y en el estudio de la flora curativa; ya que los trabajos que recopilaban información de las plantas que propiciaban la salud, llamados herbarios, fueron hechos de manera similar a la de los galenos mencionados, como los textos de Nicolás Monardes (1508- 1588)58 y Francisco Hernández de Toledo (1517-1587),59 estudiosos de las plantas del nuevo mundo, en particular las de la Nueva España. La botánica teórica, es decir, aquella que no pretende satisfacer la curiosidad por conocer las plantas útiles, se reforzó en el siglo XVII, principalmente por los viajes ultramarinos que los europeos realizaban a zonas tropicales y subtropicales de América, África o Asia, donde existe una vegetación más variada que la de Europa. Una prueba de esta práctica fueron el médico y clérigo francés Joseph Pitton de Tournefort (1656-1708) y su discípulo, el monje, Charles Plumier (1646 - 1704), quienes realizaron travesías por el territorio del Imperio Otomano. Gracias a tales exploraciones, colectas y observaciones, Tournefort publicó, en 1694, Eléments de botanique, ou Méthode pour reconnaître les Plantes, en el que se define el concepto de género entre las plantas. Décadas después, en el frío Reino de Suecia, la obra de Tournefort fue conocida por Carlos Linneo (1707-1778) (Véase imagen 1), quien tomó el concepto de género para idear el actual sistema de clasificación e identificación universal para cada organismo vivo: el binominal, que consta de dos términos, ya sean en latín o en griego; el primero indica el 58 En 1992, el Instituto Mexicano del Seguro Social publicó, con la presentación y comentarios de Xavier Lozoya, el trabajo del médico español del siglo XVI, Nicolás Monardes, bajo el título de Herbolaria de Indias. 59 Francisco Hernández, el protomédico del rey, escribió Historia de las Plantas de la Nueva España después de haber realizado la exploración por el territorio novohispano de 1571 a 1576. Entre 1959 a 1985, la UNAM publicó este libro dentro de la colección Obras Completas de Francisco Hernández, una serie de siete tomos. La edición de dicho trabajo estuvo bajo la dirección del Isaac Ochoterena Mendieta, quien entonces era director del Instituto de Biología; Ochoterena y un grupo de académicos del mismo Instituto se dieron a la tarea, a veces infructuosa, de aproximarse a la identificación de las plantas descritas por Hernández en La Historia de las Plantas de Nueva España. German Somolinos D’Ardois escribió el libro El doctor francisco Hernández y la primera expedición científica en América, publicado en 1971 por la Secretario de Educación Pública de México, dentro de la colección SepSetentas En esta breve, pero importante, obra se dan datos precisos sobre la vida y obra de Hernández. 25 género, en mayúscula inicial, y el segundo en minúsculas, que corresponde al nombre de la especie, ambos vocablos pueden hacer alusión a un epónimo de la persona a la que se dedica el descubrimiento, color, origen, hábitat, entre otros calificativos del ser viviente. El conjunto de ambos permite que cada especie se identifique en todas las lenguas del mundo, como si fuese un sujeto con nombre y apellido. Este sistema estableció los fundamentos clasificatorios de la botánica y biología moderna. Gran parte de los estudios de Linneo fueron financiados por nobles y ricos comerciantes, quienes lo recibieron en sus jardines privados, como George Clifford, acaudalado hombre de negocios anglo-holandés, poseedor de hermosas y costosas plantas traídas de tierras lejanas,60 como cactus y agaves de América, tulipanes de Turquía, plantas bulbosas y suculentas de Sudáfrica, etc (Véase imagen 2). Imagen 1. Carlos Linneo Fuente: Tomada de Javier Valdés e Hilda Flores, El ordenador del mundo: Carl Linné, México, Pangea, 2006, p.12. 60 Javier Valdés e Hilda Flores, El ordenador del mundo: Carl Linné, México, Pangea, 2006, p.25. 26 Imagen 2. Jardín de George Clifford Fuente: Tomada de Javier Valdés e Hilda Flores, op. cit., p.27. El distanciamiento entre la botánica y la medicina es notorio en pleno apogeo de la Ilustración, esto lo atestigua otro francés, esta vez un filósofo, Jean-Jacques Rousseau (1712- 1778) quien apuntó: “El primer mal de la botánica es haber sido considerada desde su nacimiento como una parte de la medicina”; tal sentencia la escribió en Réflexions sur la Nomenclature Botanique,61 texto del siglo XVIII, el de las luces, cuando la botánica ganaba paulatinamente su autonomía. Otro ejemplo de dicho alejamiento es la reflexión de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) sobre el origen de la gran diversidad de las especies en las plantas; tras una visita que hizo al jardín botánico de Padua, en 1787, el autor de Fausto dijo: 61 Jean Jacques Rousseau, “Réflexions sur la Nomenclature Botanique”, en La botanique, Paris, Liberia de Françoise Louis, 1823, 2ª edición, p.293. 27 Aquí ante esta multiplicidad de plantas para mí nuevas que se ofrece a mi vista, se aviva más y más en mí cuanto más miro, aquella idea de que todas las formas vegetales se podrían haber desarrollado tal vez de una sola.62 Por ahora, se ha descrito el devenir histórico de la botánica en el mundo hasta el siglo XVIII, centuria en que, de acuerdo a la historiografía de la ciencia mexicana, se considera haberse institucionalizado la botánica en Nueva España, con el establecimiento de la Real Cátedra de Botánica, en 1788.63 Asimismo, se han expuesto dos visiones del modo de construir el conocimiento botánico a lo largo de su historia: una dependiente de la medicina, en la cual se estudian las plantas para satisfacer las necesidades curativas del hombre; y otra cuyo motivo es estudiar la existencia misma de los vegetales, para así comprender las causas dela vida de otros organismos, entre ellos el mismo hombre. En ocasiones, ambas visiones conviven, se impulsan mutuamente, o una eclipsa a la otra; esta cambiante situación se expondrá en las siguientes líneas, las cuales entretejen el contexto global expuesto arriba con la historia científica de México, que llega a bordar filamentos en Guadalajara. 1.2 La construcción de la botánica mexicana (s.XVI-s.XIX) En México existió desde tiempos prehispánicos una arraigada tradición en el estudio de su flora por parte de sus habitantes, en especial los nahuas, quienes desarrollaron un sistema de clasificación de acuerdo a la morfología de las plantas. Igualmente, éstos identificaron las funciones médicas, religiosas, culinarias, textiles, industriales que las mismas les ofrecían; e idearon mecanismos agrícolas como el cultivo de terraza, roza y chinampa.64 Con la conquista y colonización del territorio mexicano, llegaron hombres de letras, sobre todo religiosos, que se asombraron de los progresos que habían alcanzado los indígenas en materia de botánica. Desde entonces, el conocimiento botánico que en Europa se había desarrollado desde tiempos de Plinio y Dioscórides se amalgamó con los saberes de los pueblos aborígenes mexicanos. Los ejemplos del mestizaje de la botánica en México fueron el Códice Badiano (Véase imagen 3), escrito en 1552 por Martín de la Cruz (s.XVI) y Juan Badiano (1484- 62 Apud. Raoul Heinrich Francé, La maravillosa vida de las plantas: Una botánica para todos, Barcelona, Editorial Labor, 1942, pp.1-2. 63 Roberto Moreno de los Arcos, La primera cátedra, op. cit., p.17. 64 Vid. Eli de Gortari, La ciencia en la historia de México¸ México, Editorial Grijalbo, 1980, pp.78-90. 28 1560), en el convento de la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco (1536-1566); 65 y el Códice Florentino o Historia General de las Cosas de la Nueva España, redactado en el mismo claustro religioso que el anterior por fray Bernardino de Sahagún (1500-1590), quien lo había iniciado años antes en el convento de Tepeapulco. El libro undécimo de este último trabajo se tituló “de las propiedades de los animales, aves, peces, árboles, yerbas, flores, metales y piedras, y de colores”, ahí se complementan y confirma datos similares a los brindados en el Códice Badiano. A pesar de la rica información que se muestra en las dos obras mencionadas, debe puntualizarse que éstas no se conocieron en México durante siglos, ya que permanecieron guardadas en bibliotecas europeas; y no fue hasta 1829 que Carlos María de Bustamante (1774-1848) publicó la obra de Sahagún. Y, por otra parte, el texto de Martín de la Cruz y Juan Badiano se conoció en 1929, tras el descubrimiento del documento original por los americanos Charles Upson Clark (1875-1960) y Lynn Thornidike Lynn Thorndike (1882-1965).66 65 Originalmente titulado Libellus de medicinalibus indiorum herbis, de los indios Martin de la Cruz y Juan Badiano, el primero dictó sus conocimientos de medicina y herbolaria al segundo, quien lo tradujo a la lengua de Virgilio, para ello utilizó la jerga médica de Plinio. Fue redactado por encargo de don Francisco de Mendoza, hijo del primer virrey de la Nueva España, don Antonio de Mendoza, para ser dado a Carlos V como muestra del conocimiento médico de los naturales de aquel reino. El manuscrito fue adquirido por el cardenal Francesco Barberini (1597-1679), sobrino del papa Urbano VIII (1568–1644), cuando era nuncio apostólico en España; de ahí, fue llevado al Vaticano donde permaneció durante siglos. En 1990, Juan Pablo II lo devolvió a México con motivo de su segunda visita de estado a este país. Se editó en México de manera facsímil en 1964 en un sólo volumen, y, después de la visita papal, se reeditó en dos volúmenes; en uno estaba el texto facsímil, y en otro la traducción al castellano y notas interpretativas. 66 Martín de la Cruz y Juan Badiano, Libellus de medicinalibus indiorum herbis, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, p. X. 29 Imagen 3. Códice Badiano Fuente: Tomada de Martín de la Cruz y Juan Badiano, Libellus de medicinalibus indiorum herbis, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, volumen facsímil, f. 1. Además del mestizaje intelectual, hubo un intercambio de plantas. Los colonizadores introdujeron de Europa plantas comestibles, medicinales y ornamentales a la Nueva España, y de ahí se llevaron plantas de las mismas cualidades al Viejo Mundo. Esto se debió al interés que tuvieron los europeos por conocer las propiedades médicas de los vegetales de la Nueva España. El médico Nicolás Monardes es un ejemplo de ese interés; este galeno, en 1565, publicó, con un prolijo título, su obra Dos libros. El uno trata de todas las cosas que traen de nuestras Indias Occidentales, que sirven al uso de Medicina, y como se ha de usar la rayz de Mechoacan, purga excelentissima. El otro libro, trata de dos medicinas maravillosas que son contra todo Veneno, la piedra Bezaar, y la yerba Escuerçonera. Con la cura de los Venenados. Do veran muchos secretos de naturaleza y de medicina, con grandes experiencias. El éxito de este trabajo obligó a que se reimprimiera en 1569 y que, a la postre, se tradujera a varias lenguas europeas. En 1571, se realizó la segunda parte del libro primero, 30 donde se agregaron nuevos datos sobre otras plantas. En 1574, debido a la demanda de su obra, Monardes sacó a la luz una antología de los temas abordados en los otros libros. De manera paralela a los estudios de Monardes, en 1570, llegó al virreinato de la Nueva España, el protomédico de Felipe II (1527-1598), Francisco Hernández de Toledo (Véase imagen 4), quien recorrió gran parte del territorio conquistado para entonces; recolectó plantas, describiéndolas en latín, con dibujos para cada una de ellas, que hoy se encuentran perdidos en su mayoría. Hernández presentó todo ese material en un extenso tratado sobre la naturaleza vegetal novohispana, el cual no se publicó hasta 1649 con el título Rerum medicarum Novae Hispaniae, arreglada por el también médico de Felipe II, Nardo Antonio Recchi (¿? -1595), quien en vida no llegó a verla en prensa,67 de ésta se hizo en 1651 otra edición en Roma. Imagen 4. Francisco Hernández de Toledo Fuente: Tomada de Teófilo Herrera et al., Breve Historia de la Botánica en México, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, p.52. 67 Teófilo Herrera et al., op. cit., p.50. 31 Francisco Hernández hizo repetidas visitas al convento-hospital de Oaxtepec, ahí quedaron algunos de sus manuscritos, que fueron publicados, en 1615, por el dominico Francisco Ximénez (s.XVI-1620) con el título de Quatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales que están concebidos en el uso de la Medicina en la Nueva España,68 el cual se volvió a imprimir en 1888 por iniciativa de Nicolás León (1859-1929) y Antonio Peñafiel (1839-1922). Gracias a la edición de Ximénez, la obra de Francisco Hernández fue de los pocos trabajos conocidos en la Nueva España que trataban sobre su naturaleza, debido a que los textos del dúo De la Cruz-Badiano y del franciscano fray Bernardino de Sahagún fueron desconocidosdurante la etapa colonial de México; de tal modo que autores del siglo XVIII, como Francisco Xavier Clavijero (1731-1787), citaron a Hernández como la referencia más importante en el estudio de las plantas mexicanas. En el siglo XVIII, España y sus colonias cambiaron de dinastía reinante; los Habsburgo, o Austrias, fueron sustituidos por los Borbones, quienes impulsaron las artes y las ciencias, en el contexto de la Ilustración, cuando gobernaban los déspotas ilustrados. Fernando VI (1713-1759) fue uno de ellos. Este monarca, enterado de las hazañas de Carlos Linneo, invitó al botánico sueco para que viajara a España, o en su defecto enviara un discípulo aventajado en sus teorías. Linneo se decidió por la segunda opción, y envió a Pehr Löfling (1729-1756), quien permaneció en España de 1751 a 1754, tiempo en el que logró recolectar 1400 plantas para su Flora matritense. Asimismo, Löfling envió a Linneo numerosas muestras de nuevas hierbas para su clasificación e identificación. El origen luterano de Löfling, así como su filiación linneana eran motivo de desconfianza y exclusión de la comunidad científica española, pues ésta, en lo referente a la botánica, se guiaba por las teorías del francés Tournefort. A pesar de lo anterior, Löfling aprendió a hablar el castellano y fue traductor de la Cancillería española, esto lo llevó a conocer a José de Carvajal y Lancaster (1698-1754), Canciller del Rey, quien lo invitó a formar parte de la expedición para establecer los límites con Portugal en las posesiones del Orinoco, en América del sur. Löfling, quien ostentaba el título de Botánico del Rey, aceptó la invitación de Carvajal para formar parte de esa empresa, 68 Francisco Fernández del Castillo, “La botánica prehispánica y el origen del Hospital de Huastepec”, en Revista de la Universidad de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, No. 8, abril 1975, p.27. 32 de la cual nunca regresaría, pues murió de fiebre y vómitos en 1756.69 Después de la partida de Löfling a Venezuela, se fundó en 1755, por decreto, el Real Jardín Botánico de Madrid, institución clave en la difusión de la botánica en todo el imperio español, pues desde ahí se orquestaron las expediciones botánicas hacia el Perú, Nueva Granada y Nueva España. El primer profesor de botánica, en ese jardín, fue Miguel Barnades y Mainader (1717-1771), quien desempeñó ese cargo desde 1764 hasta su muerte; a él se le debe la total aceptación de la nomenclatura binominal de Linneo en España. En 1761, se incendió el Monasterio de El Escorial donde estaba la obra completa de Francisco Hernández, con ilustraciones de plantas, animales y minerales, cuya perdida se lamenta hasta la fecha. Sin embargo, en 1767, tras la expulsión de los jesuitas de España y sus dominios ultramarinos, el cronista del Consejo de Indias, Juan Bautista Muñoz (1745- 1799), encontró cinco volúmenes manuscritos de la Historia Natural de Nueva España, de Francisco Hernández, la cual se resguardaba en la biblioteca del Colegio Imperial de Madrid, a cargo de la Compañía de Jesús.70 El hallazgo de Muñoz representó una esperanza para recuperar una parte de lo perdido en 1761; por lo que, en 1784, se aprobó la impresión de tal material,71 el cual se publicó en 1790, con el título Francisci Hernandi, medici atque historici Philippi II hisp. et indisr. regis, et totius novi orbis archiatri, opera, cum edita, tum inedita, ad autographi fidem et integritatem expressa, impensa et jussu regio. Casimiro Gómez Ortega (1741-1818) fue el encargado de adaptar los manuscritos encontrados por Muñoz, quien lamentaba la ausencia del material desaparecido en el incendio de El Escorial, de manera que creyó necesario buscar duplicados de los originales, así como dibujos que probablemente se encontraran en México; de ese modo se completaría la información faltante. En 1785, desde Cuba, Martín Sessé Lacasta (1751-1808) le propuso a Gómez Ortega ir a México, en compañía de Bernardo de Gálvez y Madrid (1746-1786), primer Conde de Gálvez, para establecer la Cátedra de Botánica con Jardín, a imagen y semejanza de lo que se había hecho en Madrid. Esto coincidió con el anhelo que siempre 69 Para más información sobre Löfling, vid. Francisco Pelayo, Pehr Löfling y la expedición al Orinoco 1754- 1761, Madrid, CSIC Real Jardín Botánico/Quinto Centenario, 1990. 70 José Luis Maldonado Polo, “La expedición botánica a Nueva España, 1786-1803: el Jardín Botánico y la Cátedra de Botánica,” en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, vol. L, núm. 1, julio-septiembre, 2000, pp.6-7. 71 Ídem. 33 había tenido Gómez Ortega; para ello, aprovechó la empresa de Sessé y le encomendó buscar los materiales hernandinos faltantes en España, así como realizar las ilustraciones de los especímenes que estaban descritos pero sin imágenes. De esta manera, se comisionaba la Real Expedición Botánica de Nueva España. Todo esto en el contexto de las reformas borbónicas en América, que se venían realizando décadas atrás. Donde el interés por conocer cuál o cuáles eran los cultivos y recursos naturales que se podían explotar, ya no sólo con fines de curar sino también de lucrar, quedó plasmado en la Real Ordenanza de Intendentes de 1786. En este documento se dispuso que los intendentes debían solicitar a los funcionarios a su cargo que elaboraran estudios del lugar en donde se encontraban prestando sus servicios, que se dibujaran mapas y se anotara en ellos qué era lo que se producía.72 El cuerpo expedicionario quedó conformado, en marzo de 1787, de la siguiente manera: Martín de Sessé Lacasta, como director de la expedición y del futuro Jardín Botánico; Vicente Cervantes (1755-1829), quien impartiría la Cátedra de Botánica; y como botánicos agregados José Longinos Martínez (1756-1802), Juan Diego del Castillo (1744- 1793) y Jaime Senseve (1750-1805); todos ellos españoles. En la Nueva España, se incorporaron José María Mociño (1757-1820), estudiante de medicina, y Juan de Dios Vicente de la Cerda y Anastasio Echeverría (1771-1803), ambos alumnos del Colegio de San Carlos que fungirían como ilustradores de la expedición.73 Un año después, en 1788, el primero de mayo con exactitud, se inauguró solemnemente el Jardín Botánico de la Real y Pontificia Universidad de México, el cual se ubicaba en uno de los patios del antiguo Palacio Virreinal, actual Palacio Nacional. Al día siguiente, dieron inicio los cursos de la Cátedra de Botánica, siendo ésta la primera del continente americano.74 A ella, asistieron alumnos de las escuelas de medicina, cirugía y farmacia,75 los cuales estaban obligados a cursarla para su futuro ejercicio profesional, por orden del Protomedicato, institución encargada de reglamentar la práctica médica en la 72 Real Ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino de la Nueva España. De orden de su majestad, Madrid, 1786, causas de policía, artículos 57-58 y 61-63, fs. 65-67 y 70-74. 73 José Luis Maldonado Polo, op. cit., p.11. 74 Ibídem, p.42. 75 Ibídem, p. 6. 34 colonia.76 El primer instructor de esa Cátedra fue el mencionado Vicente Cervantes, quien era médico en España y se distinguía por sus conocimientos en botánica; él estuvo al frente de la misma hasta su muerte en 1829, ya
Compartir