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Tese de Mestrado em História de México

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UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA 
COORDINACIÓN GENERAL ACADÉMICA 
Coordinación de Bibliotecas 
Biblioteca Digital 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La presente tesis es publicada a texto completo en virtud de que el autor 
ha dado su autorización por escrito para la incorporación del documento a la 
Biblioteca Digital y al Repositorio Institucional de la Universidad de Guadalajara, 
esto sin sufrir menoscabo sobre sus derechos como autor de la obra y los usos 
que posteriormente quiera darle a la misma. 
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA 
CENTRO UNIVERSITARIO DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES 
 
DIVISIÓN DE ESTUDIOS HISTÓRICOS Y HUMANOS 
 
 
Ilustrados tapatíos y sus combates por la nación, 1821-1842 
Investigación y análisis desde la historia conceptual 
 
 
TESIS 
 
Que para obtener el grado de: 
Maestra en Historia de México 
 
Presenta: 
LAURA OFELIA CASTRO GOLARTE 
 
Director de tesis: 
DR. HUGO TORRES SALAZAR 
 
Guadalajara, Jalisco. Diciembre de 2015 
 
2 
 
A Pedro y Patricio… mis grandes amores, 
motores e inspiración 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
* Viñeta tomada de un papel decimonónico que se localiza en el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de 
Guadalajara. 
3 
 
Agradecimientos 
 
 
 
 
Esta tesis es realidad gracias a la conjunción y encuentro de personas y circunstancias muy 
afortunadas. Gracias primero, a los dos a quienes dedico este trabajo: a mi esposo Pedro y a 
mi hijo Patricio, fieles y pacientes compañeros de quienes recibí aliento y apoyo durante todo 
el proceso y soportaron destiempo y ausencia, con ellos compartí cada momento de 
satisfacción, de desaliento, todas las dificultades y todas las esperanzas. 
 
A mis papás Yeyé y José Luis, porque soy la que soy por ellos. Gracias a mis 
hermanos, Lupita, Tere y José Luis presentes siempre a pesar de la distancia y a mis amados 
sobrinos. A mi querida suegra, Peaches, siempre amorosa, interesada y generosa con las 
palabras de aliento y reconocimiento. 
 
Gracias a los amigos que me animaron a ingresar en la maestría y contribuyeron de 
una y mil formas en la definición del tema de investigación, aun cuando es, ahora, totalmente 
otro: Jorge Octavio Navarro Aceves, Jaime Tamayo, Miguel Agustín Romero Morett, 
Durruty de Alba Martínez, Helen Ladrón de Guevara, Juan Pablo Huerta Ruvalcaba y Jorge 
Enrique Rocha Quintero, gracias por eso, por sus cartas de recomendación, enmarcadas y 
colgadas en mi corazón y por el empuje necesario en momentos de flaqueza, gracias por estar 
presentes en circunstancias compartidas y dolorosas que detonaron esto que ahora es una 
realidad. Gracias todas. También a la familia Pato Bosque que contribuyó desde España con 
un libro imprescindible para la tesis y por manifestar siempre los mejores deseos. 
 
A mis profesores, sobre todo a dos que me dieron la idea, cuando estaba perdida y 
asustada en el denso e intrincado bosque de las corrientes teóricas, de recurrir a la historia de 
los conceptos para empezar a construir el edificio de esta tesis: los doctores Jorge Trujillo 
Bretón y Rosy López Taylor. 
4 
 
Gracias a José Refugio de la Torre, Agustín Hernández Ceja, Rosa Alicia de la Torre, 
Ana María de la O Castellanos, Alicia Vargas Amésquita, Mario Aldana Rendón, Gladys 
Lizama, Elisa Cárdenas Ayala, Sergio Valerio Ulloa, Celina Guadalupe Becerra, Pilar 
Gutiérrez Lorenzo, Roberto Castelán Rueda, Federico de la Torre y Leticia Ruano Ruano, 
maestros todos comprometidos, generosos y exigentes, sin cuya orientación, enseñanza y 
materiales compartidos, difícilmente esto sería una realidad tan pronto. De manera especial 
mi agradecimiento a los dos últimos, a los doctores Federico y Lety Ruano, por su apoyo y 
orientación invaluables en el último tirón. 
 
Gracias a mi director de tesis, coordinador de la maestría y compañero de otras 
andanzas, Dr. Hugo Torres Salazar, asesor, un poco psicólogo y un mucho amigo. Gracias 
por la orientación, las correcciones, por la apertura y la revelación de teorías y métodos. 
Gracias al Dr. David Carbajal por su omnipresencia y su apoyo irrestricto; y a la Mtra. Lorena 
Meléndez por su valiosa participación en el proceso como codirectora de tesis. Gracias al 
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Conacyt, por la beca académica. 
 
A los lectores de los avances en los coloquios: Rosalba Cruz Soto de la UNAM; de 
El Colegio de Jalisco, Jaime Olveda Legaspi y de la Universidad de Guadalajara, Rosy López 
Taylor y Carlos Fregoso Gennis. 
 
A mis compañeros de generación de los que aprendí mucho más de lo que se imaginan 
y me hicieron sentir, otra vez, en un pleno, solidario y enriquecedor ambiente estudiantil: 
Rosy Muñiz Castro, René Gutiérrez Hernández, Albert Nicolau Verger, Susy Morales Pérez, 
Arazú Tinajero, Alejandro Ortega Neri, Pedro Damián Martínez, Gerardo Bautista, Toño 
Bartolo Camacho, Elisa Ramírez, Grecia Carvajal, Alejandro Bonada, Adriana García 
Zapata, Ángela Arias, Carlos Osbert Gallegos y Luis Enrique Blanco. Gracias a Coco, Yoly 
y Martín, por su respaldo muchas veces emocional y siempre logístico. 
 
Por último, agradezco profunda y sinceramente a los historiadores y amantes de la 
historia que se cruzaron en mi camino de reportera en diferentes momentos a lo largo de 30 
años y contribuyeron a que, al cabo del tiempo, terminara felizmente atrapada por la historia: 
5 
 
 
Alfonso de Alba Martín, José María Muriá Rouret, Angélica Peregrina, Juan López Jiménez, 
Horacio Padilla Muñoz, Enrique Varela, René Rivial León, Roberto Castelán Rueda, Ana 
María de la O Castellanos, Mario Aldana Rendón, Arturo Camacho, Víctor Hugo Lomelí 
Suárez, Alejandro Canales, Tomás de Híjar, Jorge Camberos Garibi, Óscar Ladrón de 
Guevara, Miguel Ángel Porrúa Venero, Javier Moreno, Luis González y González, Enrique 
Florescano, Jesús Gómez Fregoso, Miguel León-Portilla, Otto Schöndube Baumach, Enrique 
Estrada Faudón, Francisco Belgodere, Federico Solórzano y Phil Weigand. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
* Viñeta tomada de un folleto del siglo XIX que se localiza en el Archivo General de la Nación. 
 
 
 
6 
 
Índice 
 
Introducción 8 
 
Capítulo I 
Nación: concepto, contexto y acción 
Propuestas teórico-metodológicas 
 
 
Introducción 18 
1. Reinhart Koselleck y la historia conceptual 
▪ Periodo bisagra o Sattelzeit 22 
▪ Concepto-guía 26 
▪ Democratización, temporalización, ideologización, politización 30 
▪ Espacio de experiencia y horizonte de expectativa 33 
2. Escuela de Cambridge 
▪ Quentin Skinner 36 
▪ Austin y Pocock 40 
3. Iberconceptos 
▪ Seis hipótesis 42 
4. Conclusiones 46 
 
Capítulo II 
Nación y nacionalismo 
 
 
Introducción 49 
1. Antecedentes de nación moderna 55 
2. Nación en México 61 
 
Capítulo III 
Nación en Guadalajara 
 
 
Introducción 71 
1. Guadalajara durante la primera mitad del siglo XIX 77 
7 
 
▪ La influencia del liberalismo español 83 
▪ Una élite liberal e ilustrada en una sociedad tradicional 86 
▪ Palabra impresa 92 
2. Ilustrados tapatíos y sus ideas sobre nación 95 
▪ Francisco Severo Maldonado… Un ciudadano del Estado de Jalisco 98 
▪ Prisciliano Sánchez… Un Patriota de Jalisco 106 
▪ Juan de Dios Cañedo… El Quevedo de México 113 
▪ Tadeo Ortiz de Ayala… Agente insurgente en el exterior 121 
▪ Mariano Otero… El legislador de su país 129 
3. Conclusiones 135 
 
Capítulo IV 
Nación soberana y víctima 
 
 
Introducción 138 
1. Papeles públicos 144 
2. Nación: Dios y Libertad 152 
3. La nación en los papeles públicos 157 
▪ 1821-1824: De la Independencia a la primera Constitución 163 
▪ 1825-1835: Del primer federalismo a la República centralista 180 
▪ 1836-1842: De las Siete Leyes a la amenaza de la intervención estadounidense 1934. Conclusiones 199 
 
Conclusiones 201 
Archivos 206 
Papeles públicos 207 
Bibliografía 209 
Obras generales 219 
 
 
 
 
8 
 
Introducción 
 
 
 
 
Cuando llegó la noticia de la firma del Plan de Iguala a Guadalajara, las ideas sobre cómo 
organizar a la nación mexicana, desde su constitución hasta su administración, habían estado 
rondando las mentes de las élites provinciales hacía tiempo, inspiradas quizá, por un lado, en 
las ventajas que como región habían logrado después de décadas y, por otro, en una postura 
férrea e intransigente a favor del federalismo1, muestra de la claridad que prevalecía con 
respecto a la idea de una nación moderna integrada por territorio, Estado y población, con un 
sistema de gobierno federal y representativo. 
Una nación cuyo integrante esencial era la soberanía popular y se constituía en un 
sujeto colectivo complejo determinado por la identidad común que, de española, se había 
convertido en americana y, finalmente, en mexicana. 
Sobre el concepto de nación en México entre 1821 y 1842 se han hecho 
investigaciones que por lo general se centran en escritos y discursos que circularon en la 
capital del país, sin embargo, no hay referencias sobre el manejo del concepto, por ejemplo, 
en papeles públicos que se imprimían, distribuían y leían en las provincias; menos aún si se 
considera que para el desarrollo de la tesis se tomó como base teórico-metodológica la 
historia de los conceptos. 
 ¿Cómo concebían a la nación ilustrados tapatíos entre 1821 y 1842? En la pregunta 
queda establecida la escala: el objetivo de esta investigación es indagar, a través de libros, 
periódicos y folletos, cómo veían y se planteaban a la nación mexicana los letrados tapatíos 
de la época; y tapatíos, porque aunque no nacieron todos en Guadalajara, y su gentilicio es 
precisamente, tapatío, todos se formaron en planteles educativos de la ciudad, ya fueran los 
colegios seminarios o en la universidad; y cumplieron con funciones administrativas o de 
representación, de Guadalajara y, más tarde, de Jalisco. 
De hecho, con su actuación también se confirma la escala, porque si bien eran de 
“provincia”, sus obras repercutieron en el concierto nacional e influyeron en el diseño 
 
1 Historia de Jalisco, Tomo II, Guadalajara: Gobierno del Estado de Jalisco, 1981, p. 439. 
9 
 
constitucional de la nación en ciernes con propuestas de pactos, actas y contratos, así como 
con resúmenes estadísticos y ensayos que revelaban el profundo conocimiento que tenían de 
todo el territorio, su historia y su gente. 
Los hallazgos, luego de la revisión de las fuentes, son por demás ilustrativos y 
emblemáticos. Antes, es importante precisar algunas cuestiones: ¿por qué Guadalajara? ¿Por 
qué ilustrados y además tapatíos? ¿Por qué particularmente los cinco personajes cuyas obras 
forman parte del análisis? 
A reserva de responder con detalle cada una de estas preguntas, cabe decir, primero, 
que Guadalajara no era una caja de resonancia de las decisiones que se tomaban en la capital 
de la que fuera la poderosísima capital de la Nueva España, de hecho, la misma importancia 
de la capital de lo que fue el reino de la Nueva Galicia, había generado una rivalidad entre 
las dos ciudades que movilizó a las élites de provincia para gestionar lo que consideraban 
simplemente, actos de justicia. Muy tarde en términos de la duración del dominio español, 
porque fue en las postrimerías, pero las élites regionales lograron la operación de la 
Audiencia y la apertura del Consulado, dos instituciones reservadas a la ciudad de México; 
la instalación de la imprenta y casi al mismo tiempo la fundación de la Real y Literaria 
Universidad de Guadalajara. 
Ser sede de todas estas instituciones concedía a Guadalajara una importancia notable 
en el contexto de la Nueva España y, luego, de la República mexicana, ya fuera como reino, 
como intendencia o diputación provincial antes de convertirse en la capital del Estado Libre 
y Soberano de Jalisco. Su tradición federalista data desde la época de la colonia y, para 
algunos, simplemente se fortaleció con las reformas borbónicas, pocos años después con la 
independencia. 
Guadalajara se erigió en líder del federalismo al ejercer presión para que, después del 
primer imperio, así se constituyera la nación, como una federal y representativa. Eran 
importantes los intereses regionales sin duda, pero con base en las obras de los ilustrados 
tapatíos, es posible afirmar que sí había conciencia de nación y el convencimiento de que el 
federalismo era la mejor forma de gobierno para que México formara parte de las naciones 
civilizadas del planeta. 
Los ilustrados tapatíos de este estudio son cinco: Francisco Severo Maldonado, 
Prisciliano Sánchez, Juan de Dios Cañedo, Tadeo Ortiz de Ayala y Mariano Otero. Fueron 
10 
 
seleccionados por varias razones: primero, su calidad de ilustrados, es decir, jóvenes que 
estudiaron en las instituciones educativas de su época y conocían las obras emanadas de la 
Ilustración tanto francesa como española, fundamentalmente; así como de exponentes del 
liberalismo estadounidense. De estos cinco, tres eran abogados, uno doctor en Teología y el 
otro ecónomo. Severo Maldonado, particularmente, fue maestro de tres de estos cinco y 
logró, en vida, un amplio reconocimiento como “sabio” de sus contemporáneos de diferentes 
partes del país. Además, en los papeles públicos de la época, en general se les identifica así, 
como “ilustrados” tanto en sentido positivo como peyorativo. 
Segundo, sus obras. Todos fueron autores de estudios de largo alcance y profundidad, 
en donde aportaban ideas para que fueran tomadas en cuenta —eran sus pretensiones— en 
las primeras actas constitutivas de la nación, en el caso de los dos primeros. Manifestaban 
además un preciso conocimiento de la realidad de México, de sus necesidades, de la situación 
económica y sus recursos naturales; de los requerimientos de la burocracia y de la urgencia 
de educar, formar o instruir a las masas que habían estado dominadas por el yugo español 
durante tres siglos y también expresaban preocupaciones fundadas en el derrotero de la 
nación, hacia el final del periodo, cuando la invasión de Estados Unidos ya era una amenaza, 
con propuestas para contrarrestarla. 
Tercero, porque desde diferentes ámbitos y en distintos momentos, ejercieron labores 
de representación de la nación, tanto popular como diplomática. 
Cuarto, porque salvo por el caso de Tadeo Ortiz de Ayala, en general es muy 
abundante la información de que se dispone con respecto a sus vidas y sus obras; con todo, 
siempre será pertinente ahondar todavía más. 
Quinto, porque si bien estaban inmersos en una sociedad tradicional, su discurso era 
moderno, reflejo de los cambios en el vocabulario político de la época que con frecuencia 
contrastaba con las prácticas. 
Y sexto, porque desde sus espacios y ámbitos de desempeño, defendieron a la nación 
en todo momento: de los imperialistas; de los que pretendían la reconquista; de los masones 
tanto yorkinos como escoceses, del clero, de la ignorancia, de la ilegalidad… En este sentido, 
entonces, porque fueron protagonistas de los combates por la nación en papeles públicos; a 
partir de este discurso se propone como aportación de esta investigación, el concepto de 
nación como víctima; sujeto colectivo complejo susceptible de ser defendido y protegido. 
11 
 
Ahora bien, estos combates por la nación se podrían equiparar con las guerras de 
panfletos que fueron una característica de la Ilustración y tuvieron lugar tanto en las 
postrimerías del Antiguo Régimen como en plena Modernidad. En este orden de ideas, la 
estrategia de la tesis es, con base en la historia de los conceptos, averiguar en qué sentido o 
sentidos los ilustrados de Guadalajara usaban el concepto de nación. 
Las guerras de panfletos fueron un signo típico de la Ilustración.Los papeles públicos 
eran un instrumento para hacer proselitismo, ganar adeptos, educar, denostar, oponerse, 
burlarse y defender causas e ideologías; fueron también una herramienta para despertar 
conciencias al calor de movimientos revolucionarios; la libertad de imprenta, equiparable 
hoy a la libertad de expresión, se convirtió en un derecho a defender como parte de la 
democratización, ideologización y politización de los ciudadanos, condiciones propias del 
cambio de época: se derrumba la sociedad estamental y surge la Modernidad. 
Durante los siglos XVIII y XIX el analfabetismo campeaba; y era, precisamente, una 
de las realidades sociales que la Ilustración pretendía cambiar. La educación o la instrucción 
pública fue también causa.2 Mientras los índices se abatían, a través de periódicos, hojas 
sueltas, panfletos y libelos que se distribuían libremente en las ciudades, con lecturas en voz 
alta o “gritadas”, personas de todos los estratos sociales se enteraban de lo que sucedía y 
luego las noticias se transmitían de boca en boca. Esta actividad, que llegó a ser rutinaria, 
poco a poco fue considerada peligrosa y potencialmente subversiva. 3 
La Revolución Francesa es el ejemplo clásico, aunque sucedió en otros lares. 
Ilustración y revolución eran términos compatibles, afines, prácticamente inseparables, tanto, 
que persiste la polémica por si la Ilustración fue creada por la revolución o viceversa.4 
En la Nueva España una tímida Ilustración empezaba a “iluminar” a unos cuantos 
privilegiados en un proceso que corrió de manera simultánea con fenómenos revolucionarios 
 
2 Robert Darnton (1982), Edición y subversión. Literatura clandestina en el Antiguo Régimen. Madrid, Turner 
Publicaciones/Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 91. “La Ilustración fue también una campaña para difundir 
las luces (Lumières); es decir, un intento de difundir ideas entre el público en general y no sólo de depurarlas 
entre filósofos”. 
3 Idem. 
4 Carlos Subosky, “La Revolución del panfleto” (entrevista a Robert Darnton), Ñ Revista de cultura, Buenos 
Aires, El Clarín, 12 de abril de 2008. Disponible en: 
http://edant.revistaenie.clarin.com/notas/2008/04/12/01648845.html. Consultado el 18 de noviembre de 2011. 
Cfr. Roger Chartier, Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Los orígenes culturales de la 
Revolución francesa, Barcelona, Gedisa, 1995, pp. 17-18. 
http://edant.revistaenie.clarin.com/notas/2008/04/12/01648845.html
12 
 
en el mundo: a la emancipación de las trece colonias siguió la Revolución Francesa y 
después, con la crisis de 1808, el avasallador y muy influyente liberalismo español. 
Hay quienes todavía atribuyen las revoluciones hispánicas del siglo XIX y las 
consecuentes independencias, a movimientos específicos que tenían ese fin. Es decir, a una 
especie de movimientos de liberación nacional que en realidad, con ese nombre y 
características, no tuvieron lugar sino hasta el siglo XX. 
Esta concepción de las emancipaciones, de lo que fueron las naciones de ultramar 
pertenecientes a la Corona española, fue muy útil durante mucho tiempo para sustentar el 
discurso más patriotero que patriótico de varios gobiernos latinoamericanos, tuvo fines de 
manipulación para la invención de tradiciones y, con ella, de nacionalismos; y también para 
legitimarse en el poder; sin embargo, alrededor de los años noventa del siglo pasado, en torno 
a la conmemoración del “Descubrimiento de América” o “Encuentro de dos mundos”, 
surgieron iniciativas revisionistas de la historia hispanoamericana del siglo XIX que, en 
realidad, proporcionaron o dotaron de un amplio margen al desarrollo de una historiografía 
mayormente descriptiva, pero con visiones y enfoques distintos e innovadores, dado también 
el acceso a archivos antes restringidos o desconocidos, que propiciaron múltiples posturas en 
cuanto a las causas de las independencias, si es que podían ser nombradas así, en principio 
de cuentas. 
Este revisionismo coincidió con fenómenos de cambio en la historiografía del mundo 
occidental que si bien fue poco atendido en México tomando en cuenta otros orígenes y 
derroteros del ejercicio historiográfico5, sí influyó en los trabajos de historiadores extranjeros 
que aplicaron métodos y teorías de corrientes novedosas inscritas en una nueva historia 
cultural, una nueva historia política o una nueva historia sociocultural, resultado de los giros 
a que dio lugar la llamada “crisis de la historia”: lingüístico, histórico y cultural, básicamente; 
o, dicho de otra manera, del “enfrentamiento” entre modernidad y posmodernidad.6 
Los estudios históricos sobre las naciones y los nacionalismos se multiplicaron 
inspirados, en gran medida, por el fin de la Guerra fría y, además, por la necesidad de volver 
 
5 Guillermo Zermeño, “Notas para observar la evolución de la historiografía en México en el siglo XX”, 
Espacio, Tiempo y Forma, núm. 10. São Paulo. Pontificia Universidad de São Paulo, 1997. Disponible en: 
http://www.pucsp.br/cehal/downloads/relatorios/revista_espacio_tiempo_forma/1997_10_historiografia.pdf. 
6 Graciela Velázquez Delgado, “El sueño de la objetividad: historiografía y posmodernidad en el siglo XX”, La 
Razón Histórica. Revista hispanoamericana de Historia de las Ideas, núm. 26. Instituto de Política Social, 2014, 
pp. 1-29. 
http://www.pucsp.br/cehal/downloads/relatorios/revista_espacio_tiempo_forma/1997_10_historiografia.pdf
13 
 
atrás y encontrar explicaciones para comprender el nacionalsocialismo y los nacionalismos 
extremistas, no obstante, fue necesario ir más allá y la nación se convirtió en uno de los 
objetos y sujetos de estudio más investigados, como concepto y como construcción política, 
en un contexto contemporáneo de cambio, inmerso en plena globalización. 
Ilustrados tapatíos y sus combates por la nación contempla, sí, la guerra de panfletos 
del periodo como una circunstancia a través de la cual es posible identificar con qué 
significado o significados se manejaba el concepto de nación en una época de cambios, entre 
la consumación de la Independencia y la amenaza de la invasión estadounidense. 
Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes, directores del Diccionario 
político y social del siglo XIX español, sostienen en la introducción que la “filosofía del 
lenguaje del siglo XX […] ha puesto de manifiesto hasta la saciedad que las cuestiones de 
vocabulario entrañan casi siempre conflictos de poder” y abundan: 
 
[…] en esos combates —explícitos o soterrados— el lenguaje ocupa un lugar de 
privilegio, pues del análisis del pasado parece desprenderse que, como sostuvo 
Foucault, “el discurso no es simplemente un medio que traduce las luchas o los 
sistemas de dominación, sino precisamente aquello por lo cual y para lo cual se 
combate, la encarnación del propio poder que se trata de conquistar”.7 
 
En la explicación de Fernández y Fuentes para el caso español es posible encontrar los 
mismos rasgos y características del caso de estudio de esta tesis. Se refieren por ejemplo a 
las disputas por el control del lenguaje político cuya arena fueron los diccionarios en el XIX, 
sin embargo, apuntan que detrás de eso lo que realmente estaba en juego era: 
 
[…] la definición de las reglas y preceptos básicos de la arena política en donde los 
adversarios habrán de batirse durante largo tiempo. 
Cuando amaina la tormenta revolucionaria y las aguas empiezan a volver a su 
cauce, no por ello cesan las contiendas político-lingüísticas. Por el contrario, en el 
momento en que, fijado el marco jurídico-constitucional, empieza a consolidarse el 
nuevo paradigma conceptual, continúa todavía el tira y afloja entre los principales 
 
7 Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes (dirs.), Diccionario político y social del siglo XIX 
español, Madrid, Alianza editorial, 2002, p. 31. 
14 
 
adversarios dentro del sistema por fijar el sentido del léxicofundamental que marca 
las grandes coordenadas del debate político […]8 
 
Ante la evidencia de la guerra de panfletos en papeles públicos de la época y de la nación 
como objeto ansiado y constitucional omnipresente en los impresos de Guadalajara, así como 
por la postura de historiadores en el sentido que entre la primera constitución y la guerra con 
Estados Unidos tanto la nación como el pueblo en México eran una doble ficción que sólo 
terminó ante las amenazas de invasión extranjera, fue que se planteó la pregunta detonante 
ya expresada y la siguiente hipótesis: “Ilustrados tapatíos conciben a la nación mexicana 
como una nación moderna, en tanto sujeto colectivo complejo y soberanía popular”. 
El acuerdo generalizado es que las naciones, en su concepción moderna, no existían 
en lo que fueron las posesiones españolas en América antes de las guerras identificadas hoy 
en día como de independencia o emancipadoras. En el caso muy concreto de México, el 
movimiento que estalló con el “grito” de Miguel Hidalgo en Dolores no tenía propósitos 
independentistas. Con ese grito, estandarte de la Virgen de Guadalupe en mano, se convocó 
a las masas para unirse a la causa criolla, ganar terreno a los peninsulares y no permitir por 
ningún motivo que la Nueva España cayera en manos de Napoleón Bonaparte a través de su 
hermano José. 
Del 16 de septiembre de 1810 al 27 de septiembre de 1821, en tan sólo once años, las 
intenciones se trastocaron. El movimiento autonomista-lealista inicial se convirtió, ahora sí, 
en uno de independencia. Se empezó a concebir, en algún momento de esa década, en muchos 
mexicanos, la idea de un México independiente, de una nación con reconocimiento propio 
en el “conjunto de las naciones civilizadas”. 
Ejerció influencia, sin duda, la crisis en España y la restauración del absolutismo; el 
constitucionalismo gaditano abrió a los novohispanos un panorama nuevo, pletórico de 
condiciones de posibilidad, se ensanchó el horizonte de expectativas, por supuesto, pero no 
se puede anular como causa, el deseo de constituir una nación independiente, que surgió y se 
consolidó en el transcurso de los once años de guerra. Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero 
lograron concretar esta aspiración. 
 
8 Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes (dirs.), Diccionario político…, p. 32. 
15 
 
Hacia 1821, luego de la consumación y antes del primer imperio, con la libertad de 
imprenta que se había reinstalado desde 1820, los papeles públicos cundieron para proponer 
sistemas de gobierno, para celebrar y rechazar el imperio de Iturbide, para defender la 
religión, para impulsar la educación del pueblo después de tres siglos de despotismo en los 
que se le mantuvo sumido en la oscuridad y la ignorancia; para hacer un diagnóstico de la 
nación recién emancipada. 
 En 1842, cuando la nación enfrentaba ya como una amenaza real una guerra con 
Estados Unidos, México había pasado por un primer imperio, por la primera República 
federal, por la República centralista y por una efímera invasión francesa. 
En estos momentos de caos, se convocó al “espíritu público” y se hicieron llamados 
a la unidad. Para estas fechas, nuevas generaciones de liberales habían nacido ya en un país 
independiente o en las postrimerías de la guerra de once años y participaban activamente en 
la construcción y defensa de la nación. 
Sobre todas las cuestiones hasta aquí planteadas se profundiza en la investigación que 
está dividida en cuatro capítulos. En el primero se expone el marco teórico metodológico. El 
subtítulo “Nación: concepto, contexto y acción. Propuestas teórico metodológicas” resume 
las escuelas y los teóricos que de la historia de los conceptos fueron tomados en cuenta, así 
como los elementos de cada una que sirvieron para la explicación de las transformaciones en 
el concepto de nación como concepto-guía, en un periodo bisagra y afectado por cuatro 
criterios que marcan el fin del Antiguo Régimen y el inicio de la Modernidad, según la 
propuesta de Reinhart Koselleck, exponente de la escuela alemana: democratización, 
ideologización, temporalización y politización; así como la aplicación de dos categorías 
temporales: espacio de experiencia y horizonte de expectativa. Y de la Escuela de 
Cambridge: la relación texto-contexto, la teoría de la intencionalidad, la de los discursos 
políticos que incluye las comunidades lingüísticas y las tradiciones discursivas así como la 
teoría de los actos de habla. 
La parte de la aplicación práctica de la metodología, fundamental, es el ejemplo del 
proyecto conocido como Iberconceptos, una iniciativa de largo alcance que, en un primer 
momento, con la participación de 75 historiadores de nueve naciones iberoamericanas, se 
lanzó a la investigación de diez conceptos y su evolución en La era de las revoluciones, 
1750-1850: América, ciudadano/vecino; constitución, federación/federalismo; historia, 
16 
 
liberal/liberalismo; nación, opinión pública, pueblo/pueblos y república/republicano. De 
este corpus sólo se considera, además de una parte de la metodología propia del proyecto y 
algunas referencias, el modelo de nación para México. 
Y justo como es el concepto de nación la parte medular de la tesis, en el segundo 
capítulo se presentan antecedentes de nación moderna con base en el pensamiento de Johann 
Gottfried Herder y Emmanuel-Joseph Sièyes del siglo XVIII, dos filósofos a quienes se 
atribuyen las primeras ideas de lo que se entiende ahora, precisamente, como nación 
moderna. 
Del siglo XIX el referente es Ernest Renan y su conferencia “¿Qué es una nación?”, 
una consulta aún imprescindible para quienes estudian el concepto y los nacionalismos. Y 
del siglo XX, Eric J. Hobsbawm, representante de los historiadores marxistas británicos, 
exponente de la historia desde abajo y quien, en su libro Nación y Nacionalismos desde 1780, 
recurre a la metáfora del visitante extraterrestre para ejemplificar la excesiva importancia que 
le hemos dado a la nación los seres humanos. 
En el segundo apartado, “Nación en México”, se presenta el ejemplo que sirve de 
base para la aplicación práctica del método, el artículo “Nación” que elaboró Elisa Cárdenas 
en el capítulo de México, dentro de Iberconceptos, pero además, se profundiza en el 
pensamiento de fray Melchor de Talamantes, se incluye parte de la obra de fray Servando 
Teresa de Mier y algunas otras referencias para comprender mejor los diversos sentidos o 
acepciones de nación en México, así como algunas reflexiones en torno a patriotismo y 
nacionalismo. 
En el tercer capítulo, para continuar con el modelo de análisis de Elisa Cárdenas, pero 
aplicado específicamente en textos escritos por autores tapatíos entre 1821 y 1842, se 
revisaron obras de los cinco ilustrados referidos. Todos, en diferentes momentos, 
desempeñaron funciones de representación e hicieron propuestas muy concretas para la 
administración y organización política de la nación. Manifiestos, pactos, contratos, 
resúmenes estadísticos y ensayos que fueron tomados en cuenta en los procesos 
parlamentarios de diseño constitucional del periodo. 
Es en este capítulo en donde surge, dada su recurrencia en las obras analizadas, la 
propuesta de una quinta acepción del concepto de nación en México: nación como víctima, 
17 
 
como sujeto/objeto susceptible de ser defendido y protegido, en una significación que revela 
la claridad en la concepción de lo que era la nación en estos cinco ilustrados. 
Esta misma acepción se convierte en protagonista en los papeles públicos cuyo 
análisis integra el cuarto y último capítulo de esta tesis. La elección del corpus hemerográfico 
respondió a dos criterios: primero, debían ser papeles públicos impresos en Guadalajara o 
con referencias a hechos y personajes de Guadalajara, tanto periódicos como panfletos u 
hojas sueltas; y, segundo: fueron elegidos aquellos que se publicaron en fechas cercanas,antes o después, de sucesos registrados ya por la historia, por ejemplo, el primer imperio, el 
último reducto español y la posterior capitulación del castillo de San Juan de Ulúa, la 
encíclica del papa León XII o la amenaza de una invasión estadounidense, sólo por mencionar 
algunos; además por supuesto, de aquellos que implicaban francos combates por la nación 
entre defensores de la religión católica y liberales. 
Los combates por la nación en una franca y abierta guerra de panfletos, eran para 
defenderla del clero y sus manipulaciones; de los liberales y su radicalismo; de los masones 
y sus luchas a muerte por el poder; de los españoles que intentaban reconquistarla; y de sí 
misma por su ignorancia e ingenuidad, por su falta de luces y por su nobleza. 
La nación víctima de enemigos de fuera y de casa, la nación que estaba llamada por 
el destino a formar parte del conjunto de las naciones libres y civilizadas, era una nación real, 
consistente e inconstante, patriótica e indiferente, original, unida y dividida, temerosa y 
orgullosa, guerrera y pacífica, una vibrante, palpitante, eufórica e imperfecta nación a punto 
de dar los primeros pasos ante un infinito horizonte de expectativas. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
18 
 
Capítulo I 
Nación: concepto, contexto y acción 
Propuestas teórico-metodológicas 
 
 
Introducción 
En los primeros años de México como país independiente, el concepto de nación se usaba 
con diferentes significados y en torno a ellos se suscitaron debates, polémicas, combates y 
también se tejieron proyectos e ideas, independientemente de posturas ideológicas. Para 
indagar tanto las acepciones como los cambios en una época de sucesivas transformaciones 
políticas y sociales, la historia de los conceptos ofrece un método que aporta a la 
comprensión de los usos lingüísticos en determinado tiempo y espacio. En este primer 
capítulo se exponen las dos escuelas identificadas como de la historia de los conceptos así 
como los elementos útiles y pertinentes para esta investigación. 
A manera de antecedente, se trata de una propuesta teórico-metodológica inmersa en 
el giro lingüístico; vertiente de las corrientes historiográficas que surgió a raíz de la llamada 
“crisis de la historia” en las décadas de los años sesenta-setenta del siglo pasado, y que entre 
sus consecuencias incluye el reconocimiento generalizado de la estrecha relación entre 
historia y lenguaje, lenguaje y realidad histórica o entre tiempo y lenguaje; cuestiones que si 
bien no eran nuevas, han sido abordadas desde diferentes parcelas particularmente a partir 
del choque entre modernidad y posmodernidad en términos historiográficos, hace alrededor 
de 30 o 40 años.9 
Como parte del giro lingüístico la historia de los conceptos encaja en el gran marco 
de la historia sociocultural y, a partir de ella, en la historia de las ideas, la historia intelectual, 
la nueva historia política y, recientemente, en el giro contextual, además de que es un recurso 
“de ayuda” para otras disciplinas de las ciencias sociales y para la lingüística de manera 
especial, según el planteamiento de uno de sus principales teóricos, Reinhart Koselleck10, 
 
9 Graciela Velázquez Delgado, op. cit. 
10 Reinhart Koselleck, “Un texto fundamental de Reinhart Koselleck: la ‘Introducción’ al Diccionario histórico 
de conceptos político-sociales básicos en lengua alemana, seguida del prólogo al séptimo volumen de dicha 
obra” [1972-1997] (traducción y notas de Luis Fernández Torres), inédito, pp. 11, 12, 18, 25, 27. 
19 
 
quien no dudaba en afirmar que la historia de los conceptos no es una disciplina 
“completamente autónoma” de las ciencias históricas11, dado además su carácter 
interdisciplinar. 
En este orden de ideas, Javier Fernández Sebastián, quien hace cabeza en la historia 
conceptual en el mundo de habla hispana, afirma que los historiadores de los conceptos tienen 
mucho que aprender de la antropología, la ciencia política, el derecho y la sociología entre 
otras ciencias sociales y humanas, y agrega: “La naturaleza interdisciplinar de la 
investigación histórico-conceptual es el resultado, en último término, de la omnipresencia de 
los conceptos en todas las áreas del conocimiento y en toda clase de escenarios sociales y 
políticos” aparte de la “enorme facilidad” de estos conceptos en cruzar fronteras, hablando 
en términos literales o metafóricos.12 
Todo el fundamento que expone Koselleck en la “Introducción” del Diccionario 
histórico de conceptos político-sociales básicos en lengua alemana es la base de la historia 
de los conceptos desde los objetivos hasta los detalles de la estructura y presentación del 
lexicón que implicó el trabajo de decenas de historiadores a lo largo de 25 años, entre 1972 
y 1997, pasando por el método y las fuentes, aspectos primordiales para armar el modelo 
teórico explicativo de esta tesis Ilustrados tapatíos y sus combates por la nación, 1821-1842. 
Durante el proceso de elaboración del diccionario, Koselleck publicó obras en donde 
profundizó y perfeccionó el método de la historia de los conceptos. En el prólogo del séptimo 
volumen del lexicón por ejemplo, que apareció en 1992, es decir, a 20 años de distancia del 
inicio del proyecto, responde a una serie de cuestionamientos que se habían planteado tanto 
al diccionario como a la Begriffsgeschichte13 y prácticamente hasta su fallecimiento (2006) 
no dejó de revisar, aclarar y responder a las dudas e inquietudes, a las críticas y señalamientos 
de que la historia de los conceptos ha sido objeto en un proceso que lejos de debilitarla la ha 
fortalecido y enriquecido, al grado que se propone como una alternativa de cohesión “en la 
 
11 Ibidem, p. 12. 
12 Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel (eds.), Introducción de Conceptos políticos, tiempo 
e historia, España. Ediciones Universitarias Cantabria/McGraw Hill, 2013, p. XXII. 
13 “Historia de los conceptos” en alemán y como se identifica a la “escuela alemana” de la historia de los 
conceptos, la de Koselleck. 
20 
 
casa de Clío” para combatir la “incertidumbre epistemológica y dispersión temática y de 
fragmentación” que la ha afectado en las últimas décadas.14 
Para efectos de esta investigación, de la Begriffsgeschichte se toman en cuenta varios 
puntos, a saber: primero, la dicotomía Antiguo Régimen-Modernidad en la determinación 
del periodo bisagra (Sattelzeit) que va de 1750 a 1850, el siglo en el que Koselleck ubica el 
paso de una era a otra al detectar la transformación de conceptos políticos y sociales justo en 
ese lapso; segundo, la aplicación del concepto-guía, conceptos observables en tres 
momentos: antes, durante y después de movimientos revolucionarios. Koselleck usa este 
método considerando como “movimiento revolucionario” las revoluciones política e 
industrial en Alemania. En el caso del concepto de nación de esta tesis, el “movimiento 
revolucionario” es la independencia de México del dominio español aun cuando en el periodo 
de estudio están documentados otros hechos que sin duda influyeron en el cambio de 
significado del concepto, según se analiza en los dos últimos capítulos. 
Tercero: los cuatro criterios que marcan precisamente el paso de lo tradicional a lo 
moderno: democratización, temporalización, ideologización y politización, todos aplicables 
al concepto de estudio (Koselleck los presenta en el “enfoque heurístico” de los objetivos del 
lexicón). Y, cuarto, lo que algunos consideran la aportación más trascendental del historiador 
alemán: su teoría del tiempo o de los estratos temporales15 de la que forman parte los 
componentes semántico y pragmático de los conceptos, el espacio de experiencia y el 
horizonte de expectativa; así como las ideas de diacronía y sincronía. 
Además de la vertiente alemana de la historia de los conceptos, otros de los teóricos 
de consulta obligada para la explicación del concepto de naciónen México son Quentin 
Skinner y John Pocock, a quienes se ubica como los académicos artífices de la historia de 
los conceptos en Inglaterra, representantes de la Escuela de Cambridge y promotores de la 
importancia de la relación entre texto y contexto, de los lenguajes políticos y las comunidades 
 
14 Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes, “A manera de introducción. Historia, lenguaje y 
política”, Ayer, núm. 53. Madrid: Asociación de Historia Contemporánea/Marcial Pons-Ediciones de Historia, 
2004, p. 19. 
Disponible en: https://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer53_HistoriaConceptos_Fernandez_Fuentes.pdf. 
Consultada el 25 de octubre de 2015. 
15 José Javier Blanco Rivero, “La historia de los conceptos de Reinhart Koselleck: conceptos fundamentales, 
Sattelzeit, temporalidad e histórica”, Politeia, vol. 35, núm. 49, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 
2012, pp. 1-30. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=170029498009. Consultada el 25 de 
octubre de 2015. 
https://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer53_HistoriaConceptos_Fernandez_Fuentes.pdf
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=170029498009
21 
 
lingüísticas, de la búsqueda de la intencionalidad en el autor, de la consideración del lector o 
destinatario como un factor insoslayable en la interpretación de discursos y los speech act, a 
la manera de John Austin, autor, justamente, de la teoría de los actos de habla. 
Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes, directores del Diccionario 
político y social del siglo XIX español, explican en la introducción de la obra las aportaciones 
de la Escuela de Cambridge, fundada en los años sesenta del siglo XX “bajo el poderoso 
influjo de la filosofía lingüística del último Wittgenstein y de la teoría de los actos de habla 
de J. L. Austin y J. Searle”, en gran medida para combatir las “lacras” de la historia de las 
ideas16, de Arthur Lovejoy, como las “artificiosas secuencias doctrinales, engañosas 
familiaridades, anacronismos (y) prolepsis […]”. Así, Quentin Skinner “propuso centrar la 
historia del pensamiento no en las ideas mismas, sino en el cómo y el para qué de su 
utilización por parte de los agentes humanos […]”. Elías José Palti también lo explica: 
“Skinner se basa en la larga tradición anglosajona de filosofía del lenguaje, definiendo a los 
textos como actos de habla. Retoma así la distinción desarrollada por Austin en How to do 
things with Words entre el nivel locutivo de un determinado enunciado y su fuerza ilocutiva, 
esto es, entre lo que se dice y lo que se hace al decirlo”.17 
Por último, de Fernández Sebastián, tanto este diccionario como el proyecto que 
dirigió con la colaboración de historiadores de nueve países iberoamericanos, el Diccionario 
político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850 
Iberconceptos, son referentes básicos para la interpretación del concepto de nación. De 
hecho, es Iberconceptos el marco principal en el que se inscribe al tomar como guía las 
acepciones del concepto en México en el artículo de Elisa Cárdenas; además de que sirven 
como soporte, cinco de las seis hipótesis de trabajo del diccionario, en las que se profundiza 
hacia el final de este primer capítulo. 
 
 
 
 
16 Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes (dirs.), Diccionario político… p. 26. 
17 Elías J. Palti, “De la historia de ‘ideas’ a la historia de los ‘lenguajes políticos’. Las escuelas recientes de 
análisis conceptual. El panorama latinoamericano”, Anales Nueva Época, núm. 7-8, Suecia. Department of 
Romance Languages, Institute of Iberoamerican Studies, Göteborg University, 2005, pp. 63-81. Disponible en: 
https://gupea.ub.gu.se/bitstream/2077/3275/1/anales_7-8_palti.pdf. Consultado el 30 de noviembre de 2015. 
https://gupea.ub.gu.se/bitstream/2077/3275/1/anales_7-8_palti.pdf
22 
 
1. Reinhart Koselleck y la historia conceptual 
▪ Periodo bisagra o Sattelzeit 
 
La temporalidad de 1821 a 1842 está inmersa en el periodo bisagra, ese lapso que Reinhart 
Koselleck define como Sattelzeit donde sitúa la transición del Antiguo Régimen a la 
Modernidad, un modelo de análisis que ha servido a otros historiadores para encontrar nuevas 
explicaciones y para reinterpretar hechos históricos investigados y revisados con 
anterioridad, pero con base en esquemas diferentes. 
El enfoque heurístico de la historia de los conceptos introduce el periodo bisagra “en 
el que los significados originales se transforman en su avance hacia nuestro presente”18. Así 
como esta expresión, Koselleck incluye otras en donde insiste en que la transformación de 
los conceptos en ese periodo marca el cambio de época, un asunto que desde hace varios años 
ya, ha sido cuestionado incluso por discípulos del fundador de la Begriffsgeschichte. Sin 
embargo, antes de abordar brevemente esa parte, vale la pena recordar los planteamientos 
básicos de la teoría koselleckiana al respecto: 
 
El enfoque heurístico implica, en consecuencia, la formación de una idea central 
determinada por el interrogante histórico acerca de la duración o pervivencia de los 
sentidos originales y las transformaciones o cambios bruscos provocados por el 
movimiento revolucionario. El conjunto de las historias de los conceptos analizados 
atestigua nuevas situaciones, una relación cambiante con la naturaleza y la historia, 
con el mundo y con el tiempo, en pocas palabras: el comienzo de la 
“Modernidad”.19 
 
El periodo bisagra para Koselleck va de 1700 (en torno a) hasta el umbral de “nuestra época” 
pero básicamente se centra entre 1750 y 1850, cien años en los que el historiador alemán 
encontró en la evolución del significado de varios conceptos políticos y sociales, respuestas 
con respecto al cambio de época, sin insinuar una transformación definitiva y tajante: el 
 
18 Reinhart Koselleck, “Un texto fundamental…” p. 5. 
19 Ibidem, p. 5 y 6. 
23 
 
estudio de la historia de los conceptos del lenguaje político y social de la época, su evolución, 
la descripción de neologismos y la búsqueda de los significados de las palabras que empiezan 
a convertirse en conceptos modernos, entre otros aspectos, condujeron al hallazgo de 
superposiciones y desplazamientos de significados “modernos” y “antiguos”20. 
Dicho de otra manera: “el advenimiento de la Modernidad en su aspecto conceptual 
sólo puede comprenderse plenamente cuando se tienen también en cuenta los significados 
previos de las palabras investigadas, o el desafío supone la creación de nuevas 
construcciones”21. 
A partir de aquí Koselleck presenta uno de los resultados del lexicón: las evidencias 
del proceso de transformación hacia la modernidad22. De hecho, la presentación de los 
artículos, asunto formal pero en este caso también de fondo, refleja los propósitos del 
proyecto. Cada artículo se presenta en tres partes, la primera es la preliminar en donde se 
“aborda la historia de la palabra y del concepto hasta inicios de la Modernidad”; la segunda 
es el desarrollo del o los significados del concepto en términos modernos; y la tercera, la 
parte “panorámica” que se refiere al uso lingüístico actual”23. 
Al final, esta idea aparece en el último párrafo del prólogo al VII volumen del lexicón: 
 
Así terminará el trabajo de un largo cuarto de siglo sin llegar a encontrar un final. 
Todo usuario tendrá cosas nuevas que reclamar. Si el lexicón ha ayudado en ello, 
entonces es que ha cumplido su tarea, limitada metodológicamente, de ayudar a 
aclarar conceptualmente y mediante la historia de los conceptos el giro hacia 
nuestra Modernidad, alimentado por procesos a largo plazo24. 
 
A la definición del periodo bisagra, con la conceptualización correspondiente, se le han hecho 
varias críticas, por ejemplo, que no tiene aplicabilidad en los ámbitos americano e 
iberoamericano porque “se ha podido corroborar en la investigación que las fronteras de 
cambio conceptual en América sonmuy posteriores a 1750”.25 Sin embargo, hay posturas 
 
20 Reinhart Koselleck, “Un texto fundamental…” p. 4. 
21 Ibidem, pp. 10 y 11. 
22 Idem. 
23 Ibidem, p. 21 
24 Ibidem, p. 27. 
25 José Javier Blanco Rivero, op. cit. p. 21. 
24 
 
que lejos de descalificar el Sattelzeit, simplemente proponen una “periodización más flexible 
y una pluralidad de momentos de intenso cambio conceptual”26; podría definirse un Sattelzeit 
por país y por momento o época, y considerar la propuesta de Koselleck, simplemente, como 
una herramienta para identificar procesos de cambio a través de la transformación de 
conceptos políticos y sociales. 
 
Cuanta más investigación se ha realizado, más evidente se ha hecho que las 
fronteras cronológicas están relacionadas con el diferente desarrollo sociopolítico 
de las naciones. En términos generales, podemos asumir sin peligro que cuando los 
seres humanos sufran un periodo de cambios políticos fundamentales, al mismo 
tiempo el lenguaje político será factor y un indicador de esos cambios.27 
 
Bastaría con desechar el supuesto de una Sattelzeit “predestinada”28, que en realidad no 
estaba en las intenciones de Koselleck, según dejó en evidencia cuando escribió que el 
periodo bisagra no era consustancial a la metodología de la historia conceptual.29 
El lapso que propone Koselleck se ha considerado pertinente para esta investigación, 
aunque se podría trabajar en el desarrollo de un proyecto para la definición de un Sattelzeit 
mexicano o de varios, en el entendido de que el periodo bisagra es un espacio temporal donde 
se registran transformaciones profundas en el lenguaje político y social, se da una especie de 
“aceleración de la historia”, un cambio de época y, por ende, una modificación sustancial en 
el ámbito de experiencia y en el horizonte de expectativa. 
Entre 1821 y 1842 en México se registraron momentos fundamentales de 
transformación política y social. Después de tres siglos de dominación española, de una 
guerra que a lo largo de diez años se transformó de autonomista en independentista y del 
ascenso de una clase criolla e ilustrada a posiciones de poder y toma de decisiones, el 
panorama era de un cambio de época para los habitantes de la nueva nación que se reflejó en 
el lenguaje político y social que usaban las élites ilustradas. De alguna manera se transita de 
 
26 Pim den Boer, “Culturas nacionales, conceptos transnacionales: la ‘Begriffsgeschichte’ más allá del 
nacionalismo de los conceptos”, en Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel (eds.), op. cit., 
pp. 412 y 413. 
27 Idem. 
28 Pim den Boer, op. cit. 
29 Koselleck citado por Blanco Rivero, op. cit. p. 10. 
25 
 
un Antiguo Régimen hacia la Modernidad a pesar de la pervivencia de costumbres y 
atavismos tradicionalistas, una realidad híbrida que persiste hasta nuestros días y que ha 
servido de modelo teórico a historiadores como François-Xavier Guerra para explicar 
diversos procesos históricos en México.30 
Después de la consumación de la Independencia, con base en las fuentes que propone 
Koselleck, se puede hablar de un periodo bisagra y de la identificación de un concepto —
nación— que sufrió modificaciones profundas, de manera que la propuesta teórica resulta 
pertinente. Es claro que otros conceptos cambiaron pero se optó por trabajar solamente con 
el de nación tomando en cuenta que se está justo en el momento en el que México se 
constituye como tal. 
Las fuentes consultadas como parte de la investigación fueron: obras de ilustrados 
tapatíos para indagar en qué sentido manejaban el concepto de nación (contratos, pactos, 
planes, ensayos, oraciones cívicas, comunicaciones públicas) e identificar las 
transformaciones en sus significados así como los papeles públicos cuya categoría se define 
ampliamente en el cuarto capítulo y se refiere a periódicos y panfletos u hojas sueltas, 
catalogados también como folletería. En comparación con las que propone Koselleck sólo no 
hay coincidencia con la última. Él define, para la elaboración del lexicón alemán, las 
siguientes: obras de “clásicos” particularmente si fueron economistas, juristas o filósofos, 
teólogos o poetas; revistas, periódicos, panfletos, decretos, cartas y diarios “por no mencionar 
los hallazgos aparentemente casuales de la bibliografía secundaria” y diccionarios. 
En México, según se documenta en Iberconceptos, el concepto de nación sufrió 
modificaciones notables desde finales del siglo XVIII hasta la primera mitad del XIX sin 
olvidar que para el proyecto Iberconceptos se estableció como periodo de estudio el 
propuesto por el historiador alemán: 1750-1850 o La era de las revoluciones. 
Fernández y Fuentes, sin visos de una postura crítica, simplemente dan a entender que 
Sattelzeit es una época de transición entre el fin de un statu quo y el inicio de un orden distinto 
o un nuevo orden. Así, para el caso español, “uno de los resultados más notables de la gran 
transformación de la sociedad española a lo largo del ochocientos […] es ese terremoto 
 
30 Cfr. François-Xavier Guerra, (1985), México: del Antiguo Régimen a la Revolución. Tomos I y II. México. 
Fondo de Cultura Económica, 2012. 
26 
 
semántico que acompaña al tránsito entre dos mundos muy distintos”, exactamente el periodo 
de la propuesta koselleckiana. 
No coincide exactamente con el siglo entre 1750 y 1850, pero sí incluye los 
acontecimientos que marcaron la transformación de la sociedad española como, según 
enlistan Fernández y Fuentes: la Ilustración y la crisis de finales del siglo XIX, el trienio 
liberal, la era isabelina, el sexenio democrático y la Restauración31, sin soslayar el 
surgimiento del Estado-nación español luego de la pérdida de las posesiones que lo 
mantuvieron durante siglos como el más grande imperio en el mundo. 
 
▪ Concepto-guía 
Antes de explicar con detalle las características de los conceptos-guía según la metodología 
de la Begriffsgeschichte, resulta pertinente exponer las diferencias que la misma historia de 
los conceptos establece entre palabra y concepto: “[…] palabras y conceptos poseen siempre 
una pluralidad de significados precisamente por ser realidades históricas, pero la poseen de 
distinta manera”.32 Mientras que una palabra, su significado, se refiere simplemente a “lo 
significado” (un pensamiento, una cosa); un concepto, unido a la palabra, es más que la 
palabra: “Una palabra se convierte en concepto —según nuestro método— cuando el 
conjunto de un contexto de significados sociopolíticos en el que, y para el que, se utiliza una 
palabra, entra todo él a formar parte de esa palabra”.33 En otros términos: “los conceptos son 
concentrados de muchos contenidos significativos”.34 
Aunque el mismo Koselleck califica la expresión de “exagerada”, la siguiente idea 
facilita la comprensión de la diferencia: “los significados de las palabras pueden determinarse 
exactamente mediante definiciones, los conceptos sólo pueden ser interpretados”.35 
Ahora bien, en diferentes medios (artículos, libros, ensayos y conferencias) Koselleck 
insistió en una “intuición básica” (como la denomina Fernández Sebastián y que él parafrasea 
del propio historiador alemán): los conceptos no tienen historia, la contienen, son historia 
“en la medida en que articulan las experiencias de una sociedad y las cambiantes expectativas 
 
31 Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes (dirs.), Diccionario político… p. 55. 
32 Reinhart Koselleck, “Un texto fundamental…” p. 15. 
33 Idem. 
34 Ibidem, p. 16. 
35 Idem. 
27 
 
de sus miembros, los conceptos son a la vez indicadores y factores de cambio; modelan y 
encauzan el devenir histórico de dicha sociedad”.36 
Antes de ejemplificar con el tema central de la tesis, resulta conveniente traer a 
colación otro postulado relacionado con los tiempos históricos de la teoría koselleckiana y es 
que los conceptos tienen dos dimensiones, una semántica y otra pragmática,que no se deben 
perder de vista a la hora de abordarlos. La dimensión semántica “se refiere a los significados 
ya establecidos y consolidados con los que usual y generalmente se asocia un concepto” y la 
dimensión pragmática “representa el uso particular del concepto en cada caso único. Todo 
concepto se emplea a nivel pragmático, sin embargo, conserva su estabilidad a nivel 
semántico”. En la medida en que el uso pragmático varíe, los significados se irán 
modificando.37 
Ahora bien, para ejemplificar la idea del concepto-guía, los combates por la nación 
de ilustrados tapatíos de principios del siglo XIX eran en realidad posturas de defensa de un 
proyecto de nación, independientemente de los componentes que se le concedían y que para 
el momento eran cambiantes; se concebía a la patria todavía amenazada con una población 
inerme e ignorante sujeta a los vaivenes y jalones de la Ilustración de un lado, y de la Iglesia 
católica, del otro, por quienes se autonombraban sus representantes, ‘conocedores’ siempre 
de lo que el pueblo necesitaba. 
 Esto queda en evidencia luego de la lectura de los papeles públicos de la época, de 
periódicos que empezaban a tomar forma como tales, como los conocemos hoy en día; y de 
hojas sueltas que aportaban luces y sombras dependiendo de qué lado se situaba cada quien. 
 Nación es sin duda un concepto-guía que embona en la definición de Koselleck y se 
comprueba con el uso que se le da en el periodo, en impresos con diversas tendencias. El 
historiador alemán escribió: 
 
[…] la Historia [Historie] como ciencia remite de forma obligada, al uso de las 
palabras descollantes en cada campo temático. Ninguna investigación histórica 
debe reducir el tratamiento de la expresión lingüística y de la autointerpretación de 
épocas pasadas o presentes a una simple fase transitoria de dicha investigación. En 
 
36 Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel, op. cit. p. XXIII. 
37 José Javier Blanco Rivero, op. cit. p. 12. 
28 
 
cierto modo, las fuentes lingüísticas de los periodos tratados en cada caso son en su 
conjunto una única metáfora de la historia acontecida [Geschichte], acerca de cuyo 
conocimiento se trata. Por esa razón el lexicón se limita a aquellas expresiones cuya 
importancia y cuyo uso permiten comprender estructuras y el contexto de grandes 
acontecimientos.38 
 
Con esta explicación más la lista de “palabras descollantes” o expresiones que describe, es 
que para este trabajo y tomando nación como concepto-guía, se ha recurrido aquí a conceptos 
constitucionales centrales, palabras clave de la organización política, económica y social y, 
entre otros, a denominaciones de grupos profesionales dominantes y de capas sociales. La 
evolución del concepto-guía se dio: 
a) “Desde una etapa prerrevolucionaria”: en este caso, antes de la guerra de 
Independencia y de la correspondiente consumación, con las acepciones de 
nación con sentido étnico y de identidad colectiva, por ejemplo: nación 
chichimeca y nación mixteca; nación española y nación americana, 
respectivamente; 
b) “A través de los acontecimientos revolucionarios”: nación como unidad 
independizada de otra, identidad colectiva diferente a la anterior; transformación 
de la identidad criolla en la identidad americana y luego en la mexicana con el 
estallamiento de la guerra de Independencia y su mutación a lo largo de once años; 
nación como víctima.39 
c) Hasta “las transformaciones producidas”40: consumación de la Independencia, 
constituciones, surgimiento de una nación soberana, de un pueblo soberano; 
ingeniería y reingeniería político-institucional, autodeterminación; nación como 
víctima. 
 
38 Reinhart Koselleck, “Un texto fundamental…” p. 3. 
39 Una de las propuestas de la tesis es esta quinta acepción, la de nación como víctima precisamente, cuya 
interpretación se sustenta en el uso que se hace del concepto en estos términos, dadas las condiciones del país 
luego de la consumación de la Independencia y las constantes amenazas tanto internas como externas que 
ponían en riesgo la integridad nacional; en esta acepción se profundiza en los capítulos tercero y cuarto. 
40 Reinhart Koselleck, “Un texto fundamental…” p. 4. 
29 
 
Mediante esta revisión se confirman las acepciones de Iberconceptos que se detallan en el 
segundo capítulo, pero también se amplía el panorama hacia un sentido en general poco 
abordado cuando se escribe por la nación: su defensa y protección, la nación como víctima. 
En el diseño constitucional para la construcción de la nación, en discursos, papeles 
públicos, poemas y obras diversas, con la identidad mexicana a flor de piel, quedaron 
plasmadas, impresas, las más altas aspiraciones, sueños, deseos y esperanzas para el México 
del futuro: felicidad, paz, progreso y prosperidad, son conceptos asociados, característicos de 
la Ilustración, a los que se recurría constantemente para justificar los combates por la nación. 
Los escritores de la Guadalajara de principios del siglo XIX vivían en una sociedad 
mayoritariamente tradicional; su calidad de ilustrados y el liberalismo que profesaban 
contrastaba con el entorno; y este ámbito, precisamente, dio lugar a una “guerra de 
panfletos”41 pero no sólo era eso lo que se publicaba, sino que algunos ilustrados invertían 
en la edición de manifiestos, propuestas constitucionales, pactos y otros documentos cuyos 
autores tenían el propósito de que fueran tomados en cuenta en los gobiernos y en los 
congresos constituyentes42; ampliamente estos autores podrían ser equiparados con los 
philosophes de la Ilustración francesa43 o calificarlos de clásicos. 
Fue la palabra impresa el arma que se utilizó y la nación, con sus diversas acepciones 
detalladas en los siguientes capítulos, la causa de los combates. Es cierto que prevalecía el 
acuerdo generalizado de que México se mantuviera independiente de España, especialmente 
cuando no había pasado ni un año de la Consumación, pero las diferencias se recrudecieron 
al discutir sobre religión. Se podría afirmar que por sus posturas, los retos verbales se daban 
entre “tradicionales” y “modernos”, siempre en defensa de la nación, de la patria, amenazada 
constantemente en los primeros años de la emancipación, por intentos de reconquista y por 
los enfrentamientos entre representantes de las logias masónicas ubicados en posiciones de 
gobierno. 
Es en estas posturas antónimas en donde se pueden hallar las intersecciones entre el 
mundo que fenecía y el que nacía. Los argumentos de quienes escribían en papeles públicos 
se amparaban por un lado, en la Ilustración y, por otro, en documentos como el Plan de Iguala 
 
41 Reinhart Koselleck, “Un texto fundamental…” p. 6. 
42 Capítulo III. 
43 Robert Darnton, Edición y subversión… 
30 
 
en donde, por ejemplo, se asentaba que la religión de la nueva nación era la católica y no se 
permitía la libertad de cultos. 
Nación cumple con las características del concepto-guía porque además, sufrió 
cambios en usos y significados de acuerdo a los cuatro criterios de explicación en los que se 
profundiza a continuación. 
 
▪ Democratización, temporalización, ideologización y politización 
En la identificación y análisis de un concepto-guía, de acuerdo con la propuesta metodológica 
de la historia de los conceptos, es preciso considerar los cuatro criterios del enfoque 
heurístico44: democratización, temporalización, ideologización y politización. 
El primero se refiere al hecho de que, una vez disuelta (o en ese proceso) la sociedad 
estamental, es decir, el Antiguo Régimen, términos, palabras y conceptos exclusivos de las 
clases poderosas empezaron a ser utilizados por las élites ilustradas que junto con el pueblo 
formaban parte del Tercer Estado. El uso de ciertos conceptos deja de ser exclusivo de las 
cúpulas y, apoyándonos en la figura de la pirámide clásica de la sociedad estamental, empieza 
a “bajar” y generalizarse.Independientemente de en qué momento llegó la Ilustración a la Nueva España en 
contraste con la Ilustración en Europa, hay coincidencia con respecto a la siguiente 
afirmación de Koselleck en el apartado de la democratización: “[…] es con la Ilustración 
cuando el lenguaje político, en principio limitado a la lengua francesa, comienza a 
expandirse”.45 José Javier Blanco Rivero lo explica así: 
 
Democratización: La sociedad estamental se disuelve y aquellos conceptos que 
antes formaban parte del léxico de un estamento específico, ahora pasan a ser 
compartidos por otros miembros de la sociedad. Y como consecuencia de la 
ampliación del ámbito de los parlantes, se amplían también las formas de uso del 
concepto al encontrar aplicación en otras dimensiones de la vida. Por otra parte, 
 
44 Explica Koselleck que “el enfoque heurístico del lexicón se basa en la suposición de que desde mediados del 
siglo XVIII se ha producido una profunda transformación de topoi clásicos, de que palabras antiguas han 
obtenido nuevos significados […]”. Reinhart Koselleck, “Un texto fundamental…” p. 5. 
45 Reinhart Koselleck, “Un texto fundamental…” p. 6. 
31 
 
aquellos conceptos propios de una sociedad estamental empiezan a caer en 
desuso.46 
 
La democratización del uso de los conceptos antes reservado a los privilegiados integrantes 
de los dos estamentos superiores, queda en evidencia en los impresos firmados o anónimos 
que pagaban los interesados para criticar, proponer o simplemente difundir su pensamiento. 
En cuanto a la temporalización, se trata de uno de los criterios de análisis y 
comprensión más interesantes de la propuesta de Koselleck porque en él se basa o está 
delineada su teoría de los estratos temporales así como dos categorías analíticas 
fundamentales: espacio de experiencia y horizonte de expectativa. 
A la concepción de formar parte de una nación americana perteneciente al imperio 
español, le sigue la de saberse habitantes de una nación independiente. En el primer caso, el 
ámbito de experiencia limita el horizonte de expectativa hasta que se produce una ruptura en 
el orden de las cosas; con la Independencia en el espacio de experiencia, el horizonte de 
expectativa se proyecta hacia el futuro, con esperanzas e incertidumbres. Particularmente en 
este aspecto es relevante el significado de nación como víctima porque las amenazas de 
reconquista, por ejemplo, generan dudas y temores, pero al mismo tiempo se afianza la 
expectativa de la consolidación de la nación mediante la unión de los mexicanos y la defensa 
del territorio nacional. 
A manera de ejemplo, presento un párrafo del Pacto Federal del Anáhuac de 
Prisciliano Sánchez, elaborado entre el fin del imperio de Agustín de Iturbide y la 
constitución de una República Federal; la fecha al calce del documento es 28 de julio de 
1823. Aquí, quien poco tiempo después sería el primer gobernador de Jalisco, escribe en 
futuro simple, es así el horizonte de expectativa: 
La nacion47 se ha pronunciado suficientemente por el sistema de la república 
federada: no podian ser otros sus votos puesto que quiere ser libre en toda la 
estension de la palabra. Este invento feliz de la política, indicado por los 
sentimientos de la naturaleza, siempre iguales, siempre constantes, y nunca 
resistibles: este gobierno, quizás el único esclusivamente capaz de proveer 
 
46 José Javier Blanco Rivero, op. cit. p. 11. 
47 Se conserva la redacción y la ortografía originales en esta y en todas las citas de obras y papeles públicos que 
conforman el corpus de esta tesis. 
32 
 
enteramente a las necesidades del hombre, es sin duda alguna el que nos debe hacer 
felices. Su influjo benefico desarrollará muy poco el germen de la verdadera 
riqueza que la naturaleza depositó en nuestro fertil suelo. EI será el taller de la 
moralidad, el plantél de la filantropía, el foco de la ilustración, y el seminario de 
las virtudes sociales. EI multiplicará en breves años nuestra población, asegurará 
nuestra paz, será el escudo impenetrable de nuestras libertades, hará popular hácia 
todas partes la heroicidad, y colocara á los americanos en el distinguido rango que 
son llamados á ocupar entre las naciones ilustres.48 
 
“Otro criterio —afirma Koselleck— que estructura el espacio de la incipiente Modernidad 
es la aparición de la ideologización de muchas expresiones”. Afirma que la experiencia de la 
Modernidad “se caracteriza por la pérdida de la estructuración aceptada de realidades sociales 
tenidas por evidentes y sus denominaciones. Por eso aumenta el grado de abstracción de 
muchos conceptos […]”.49 
Introduce la expresión de los singulares colectivos: “Desde entonces se acumulan los 
singulares colectivos: de las historias concretas a la historia en sí […], de los progresos 
referidos a casos concretos al progreso mismo, de las libertades de los privilegios 
estamentales a la libertad común a todos […]”.50 
Finalmente, el cuarto criterio del enfoque heurístico es politización, determinado 
porque, en el inicio de la Modernidad, el ámbito de uso de cada palabra se multiplica. Aunque 
los cuatro criterios van de la mano, la relación es más estrecha, particularmente, entre 
democratización y politización, porque el segundo también implica o se deriva de una 
“pluralización del mundo social”. Esto quiere decir que “más personas son interpeladas, 
implicadas, movilizadas. Puede cuestionarse si los insultos y eslóganes del vocabulario 
propagandístico han aumentado, pero su alcance y efecto lo han hecho con seguridad. La 
importancia de los conceptos contrarios polémicos aumenta”.51 
A partir de la aplicación de este criterio es que empiezan a “brotar” neologismos por 
doquier. En el periodo de estudio las divisiones por diferentes ideologías y posturas marcaron 
 
48 Prisciliano Sánchez Padilla (1823), El Pacto Federal del Anáhuac. Guadalajara. Edición conmemorativa del 
Gobierno de Jalisco, en el 165 aniversario de su publicación, 1988, p. 18. 
49 Reinhart Koselleck, “Un texto fundamental…” p. 9. 
50 Idem. 
51 Ibidem, p. 10. 
33 
 
la época: conservadores contra liberales; federalistas contra centralistas; y, entre otros, 
iturbidistas52 contra republicanos. Por supuesto, la cuestión político-partidista está implícita 
y más tarde se recrudecería con la operación de las logias masónicas: la yorkina contra la 
escocesa; todos estos son neologismos con sus respectivos derivados: iturbidismo/iturbidista, 
muy específico para México. 
 
▪ Espacio de experiencia y horizonte de expectativa 
 
Aunque de alguna manera estas categorías analíticas de la metodología de la historia de los 
conceptos han sido mencionadas y, someramente, delineadas, es pertinente profundizar en 
ellas porque en la apuesta conceptual de la Begriffsgeschichte ambas sustentan o justifican la 
definición de un periodo de transición y, junto con él, el paso del Antiguo Régimen a la 
Modernidad. 
Es el espacio de experiencia lo que se transforma con (por) un movimiento 
revolucionario y sus consecuencias; en función de ello se modifica el horizonte de 
expectativa; ambas categorías inciden en la alteración de los significados y las 
interpretaciones de los conceptos, susceptibles —de alguna manera— a estos vaivenes 
temporales propios de un cambio de época. En este orden de ideas, están implícitas dos 
cualidades temporales más: diacronía y sincronía. 
Los conceptos políticos y sociales como nación, ciudadano, Estado, democracia o 
república “evidencian que poseen formalmente algo en común: sincrónicamente tematizan 
situaciones y diacrónicamente tematizan su modificación”.53 El uso del concepto en el 
contexto de la situación determinada en tiempo y espacio, en el “aquí y ahora” de entonces, 
es sincrónico, transcurre de manera simultánea a los sucesos y el historiador así lo analiza e 
interpreta; pero cuando estudia ese mismo concepto y sus usos y modificaciones a lo largo 
del tiempo, esdiacrónico.54 
 
52 Que era decir: imperialistas o monárquicos. 
53 Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Barcelona, Paidós, 1993, 
p. 120. 
54 Ibidem, p. 122. 
34 
 
Dicho de una manera “exagerada” por el propio Koselleck: “Normalmente un 
historiador utilizará ambos puntos de partida (diacrónico y sincrónico) dando preferencia a 
la sincronía cuando describa y remitiéndose a la diacronía cuando relate”.55 
Particularmente útil para esta tesis, es esa otra relación entre lo diacrónico y lo 
sincrónico que explica Blanco Rivero, con base en la afirmación koselleckiana de “la 
simultaneidad de lo simultáneo” y que se refiere a “cómo en un mismo momento histórico se 
agolpan significados cuyo origen se remonta a distintos momentos del pasado”.56 
Un ejemplo claro es la obra de Francisco Severo Maldonado, uno de los ilustrados 
tapatíos quien se refiere a nación con sentido étnico, identidad colectiva, nación moderna y 
nación como víctima, en un periodo de diez años, entre 1822 y 1832, en por lo menos tres de 
sus escritos.57 
Dada la complejidad de las categorías de este apartado, se presenta una explicación 
textual de su autor: 
 
[…] “experiencia” y “expectativa” sólo son categorías formales: lo que se ha 
experimentado y lo que se espera respectivamente, no se puede deducir de esas 
categorías. La anticipación formal de explicar la historia con estas expresiones 
polarmente tensas, únicamente puede tener la intención de perfilar y establecer las 
condiciones de las historias posibles, pero no las historias mismas. Se trata de 
categorías del conocimiento que ayudan a fundamentar la posibilidad de una 
historia. O, dicho de otro modo: no existe ninguna historia que no haya sido 
constituida mediante las experiencias y esperanzas de personas que actúan o 
sufren.58 
 
El mismo Koselleck equipara ambas categorías con otras dos de consideración ineludible en 
la operación historiográfica: tiempo y espacio.59 Algo más, aparte de que no hay experiencia 
sin expectativa y viceversa: “[…] nuestras dos categorías indican la condición humana 
 
55 Reinhart Koselleck, Futuro pasado… p. 282. 
56 José Javier Blanco Rivero, op. cit. p. 7. 
57 Capítulo III. 
58 Reinhart Koselleck, Futuro pasado… pp. 334 y 335. 
59 Idem. 
35 
 
universal; si así se quiere, remiten a un dato antropológico previo, sin el cual la historia no 
es ni posible, ni siquiera concebible”.60 
Y por último, Koselleck resume en un párrafo su tesis al respecto: 
 
La experiencia y la expectativa son dos categorías adecuadas para tematizar el 
tiempo histórico por entrecruzar el pasado y el futuro. Las categorías son adecuadas 
para intentar descubrir el tiempo histórico también en el campo de la investigación 
empírica, pues enriquecidas en su contenido, dirigen las unidades concretas de 
acción en la ejecución del movimiento social y político.61 
 
Ilustrados tapatíos y otros letrados que de manera anónima escribieron en periódicos y 
panfletos entre 1821 y 1842 incidieron en el diseño constitucional de la nación en ciernes. 
Su horizonte de expectativa, desde su presente, se modificó en cuanto se transformó el ámbito 
de experiencia. México ya no formaría parte del imperio español, no sería más una colonia62 
u otro reino. 
La educación de los mexicanos, los recursos naturales, la integridad del territorio 
nacional, las leyes, los representantes, la forma de gobierno, la economía, la deuda, las 
condiciones generales del país una vez consumada la Independencia, eran realidades que 
ubicaron a estos ilustrados tapatíos en un espacio de experiencia (pasado-presente63) distinto 
al anterior, al colonial, y los catapultaron hacia un futuro, reitero, esperanzador aunque 
incierto (expectativas). 
 
 
 
60 Reinhart Koselleck, Futuro pasado… p. 336. 
61 Ibidem, p. 337. 
62 Cfr. Francisco Ortega, “Colonia, nación y monarquía. El concepto de colonia y la cultura política de la 
Independencia” en Heraclio Bonilla (ed.) La Cuestión Colonial. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 
2011, pp. 109-134. Disponible en: 
https://www.academia.edu/280611/Colonia_naci%C3%B3n_y_monarqu%C3%ADa._El_concepto_de_coloni
a_y_la_cultura_pol%C3%ADtica_de_la_Independencia. Consultado el 1 de diciembre de 2015. 
63 Dicho a la manera de José Javier Blanco Rivero: “Acontecimientos pasado que pueden ser recordados, 
racionalizados y formas de conducta que se han transmitido de generación en generación. Mientras que la 
expectativa es un futuro-presente, un aún-no, es decir, son todas aquellas proyecciones que se hacen en 
determinado presente sobre lo que podría ocurrir, bien sea que se desee o se tema, que se lleve a cabo o se 
padezca. Así, pues, experiencia y expectativas permiten relacionar distintas temporalidades, ya que por 
definición las entrelazan entre sí tomando como punto de unión el presente”, op. cit. p. 8. 
https://www.academia.edu/280611/Colonia_naci%C3%B3n_y_monarqu%C3%ADa._El_concepto_de_colonia_y_la_cultura_pol%C3%ADtica_de_la_Independencia
https://www.academia.edu/280611/Colonia_naci%C3%B3n_y_monarqu%C3%ADa._El_concepto_de_colonia_y_la_cultura_pol%C3%ADtica_de_la_Independencia
36 
 
2. Escuela de Cambridge 
▪ Quentin Skinner 
 
En franca coincidencia con los directores del Diccionario político y social del siglo XIX 
español, con respecto a apreciaciones que han reiterado en los últimos años, y más allá de si 
la Escuela de Cambridge y la Begriffsgeschichte son dos vertientes de la historia conceptual 
o cada una tiene su propio camino, es claro que hay puentes que las comunican, sobre todo 
recientemente gracias a los “loables esfuerzos” de historiadores como Melvin Richter, Kari 
Palonen y Elías Palti, según refieren Fernández Sebastián y Capellán de Miguel en una de 
las obras más recientes sobre los nuevos enfoques de la historia conceptual, en donde incluso 
reconocen que esos esfuerzos no han disfrutado de un éxito rotundo pero por lo menos han 
logrado “difuminar sus fronteras y desarmar a los más obcecados guardianes de las 
respectivas esencias”.64 
En este orden de ideas, independientemente de las diferencias entre exponentes de las 
dos escuelas65, lo importante es que los métodos, teorías y reflexiones están a la disposición 
de los historiadores que deseen recurrir a ellas para sus proyectos o para quienes encuentran 
en las diferentes formas de aplicar la historia de los conceptos, elementos pertinentes en 
ambas; o para quienes, desde el público “no profesional”, descubren que esta es otra forma 
de abordar y entender diversos procesos históricos, parafraseando a Pim den Boer.66 
Es así como se trabajó, específicamente, para el Diccionario recién citado: por un 
lado la escuela alemana apadrinada por Koselleck y, por el otro, la Escuela de Cambridge y 
las obras de Quentin Skinner y John Pocock fundamentalmente, aunque hay por lo menos 
otro referente básico representado por John Austin, a quien se atribuye la autoría de la teoría 
de los actos de habla o speech acts. De esta escuela los aspectos que se consideran son: texto 
y contexto, la intencionalidad del autor, el “destinatario”, las tradiciones discursivas, las 
comunidades lingüísticas y las acciones motivadas por uno de los tipos de los actos de habla, 
los performativos. 
 
64 Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel, op. cit. p. XXV. 
65 “Skinner y Pocock prefieren hablar de discursos antes que de conceptos” por ejemplo, según expone Antonio 
Gómez Ramos en su nota introductoria a historia/Historia de Reinhart Koselleck (Madrid, Editorial Trotta, 
2010), p. 20. 
66 Pim den Boer, op. cit. p. 422. 
37 
 
A reserva de incluir reflexiones directas de la obra de Skinner, resulta útil apoyarse 
en una explicación sobre ella que hacen Fernández y Fuentes en la introducción del 
Diccionario español del siglo XIX en la que, por cierto, anuncian que la metodología de esa 
obra se sustenta en ambas escuelas, la

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