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UNIDAD III Introducción a la intervención Cognitivo-Conductual L e c t u r a 1 Referencia bibliográfica Kazdin (1983) Historia de la Modificación de Conducta. Bilbao: Desclée de Brouwer. Cap. 9 ADAPTADO DE LA MODIFICACIÓN COGNITIVA DE LA CONDUCTA Y EL AUTOCONTROL. CAP 9. Ángel F. García P. El análisis aplicado de la conducta representa un extremo del espectro de orientaciones teóricas existentes dentro de la modificación de conducta. Procede directamente del condicionamiento operante, área en la que se ha evitado la utilización de conceptos mediacionales y de variables intermedias en la explicación de la conducta y en el diseño de técnicas para alterarla. Tanto los principios teóricos como los metodológicos del análisis aplicado de la conducta ponen su acento en la conducta manifiesta y en los acontecimientos ambientales que influyen sobre ella. Estas características del análisis aplicado de la conducta son compartidas por la modificación de conducta en general. Sin embargo, existen diferencias fundamentales entre las conceptualizaciones de la conducta y las técnicas concretas que se emplean para modificarla. Cuando se compara el análisis aplicado de la conducta con las técnicas basadas en el pensamiento (aquellas que utilizan los procesos cognitivos con el objeto de cambiar la conducta manifiesta) vemos que estas últimas son el extremo opuesto del espectro ya que más que el ambiente, lo que se manipula en ellas son acontecimientos internos, privados implícitos o encubiertos. (No obstante, como tendremos ocasión de comprobar más adelanten este capítulo, algunas técnicas cognitivas son compatibles con conceptualizaciones operantes de la conducta). La mayor parte de las técnicas cognitivas centran su atención en la percepción y en la interpretación que el individuo hace de los acontecimientos externos, más que en la influencia directa de sus circunstancias ambientales. Los tratamientos cognitivos representan una orientación nueva en la modificación de conducta. Esta orientación se desarrolló como consecuencia de la insatisfacción con las explicaciones estímulo-respuesta, y como fruto de la investigación que ha demostrado el papel de los procesos de pensamiento en el control de al conducta. Otra razón para reconocer la importancia de los procesos cognitivos en el cambio de la conducta es que muchos de los problemas que requieren intervención terapéutica tienen ellos mismos un fundamento cognitivo (e-g obsesiones, autocríticas). Las conductas manifiestas no siempre son el problema por el que un apersona solicita tratamiento. De aquí que sea necesario centrarse en los pensamientos, los sentimientos, auto- verbalizaciones y otras experiencias privadas. La influencia del pensamiento sobre la conducta ya había sido reconocida dentro de la psicología, y naturalmente, el estudio de estos procesos tiene su propia historia. Puesto que el detenernos en la historia de los procesos cognitivos y su papel en la conducto sobrepasaría los límites de esta obra, esbozaremos sólo algunos antecedentes dentro de la psicología experimental y de la psicología clínica que ilustran la aceptación de las técnicas cognitivas por parte de los modificadores de conducta. Los debates sobre el papel del sujeto, la influencia de las cogniciones en la conducta y la interacción recíproca, no han sido de gran interés para los investigadores del análisis aplicado de la conducta, ya que muchos de los temas no han demostrado ser de mucha utilidad a la hora de diseñar intervenciones terapéuticas. En realidad, muchas de las variables y procesos que se incluyen en la teoría del aprendizaje social (el uso de instrucciones, el reforzamiento vicario, el modelado y la auto administración de consecuencias reforzantes o punitivas) están totalmente aceptadas por el análisis conductual aplicado. Sin embargo, estas nociones se toman desde un punto de vista conceptual, de acuerdo con el condicionamiento operante, que rechaza las variables intermedias, tan fundamentales para las interpretaciones de orientación cognitivas. Resumen y conclusiones A mediados de los años 60 las técnicas operantes ya se habían aplicado a una amplia gama de propósitos clínicos. La acumulación de aplicaciones clínicas refleja que la investigación aplicada tiene un objetivo fundamental y un enfoque metodológico distintos a los de la investigación experimental básica. El reconocimiento de estas diferencias conduce al desarrollo formal del análisis conductual aplicado como una entidad de investigación aparte. La aparición del JOURNAL OF APPLIED BEHAVIOR ANÁLISIS en 1968 es un hecho fundamental en la historia de este desarrollo. La revista no sólo proporciono una salida a las publicaciones de la investigación aplicada, sino que también definió el ámbito y las características del análisis conductual aplicada. El análisis conductual aplicado se define fundamentalmente por la significación social de la conducta que se modifica y por la metodología que usa para evaluar el cambio conductual. Las conductas se seleccionan por ser representativas del funcionamiento del individuo más que por ser respuestas que pueden medirse adecuadamente en el laboratorio. La metodología para evaluar la intervención incluye criterios tanto experimentales como terapéuticos. Para satisfacer el criterio experimental se usan diseños de investigación intrasujetos, con objeto de evaluar si el cambio conductual es función o no de la intervención. Para satisfacer el criterio terapéutico, se mide el valor aplicado del cambio evaluado el impacto del tratamiento en el funcionamiento cotidiano del individuo. El análisis conductual aplicado contemporáneo consiste en una serie de técnicas que se basan fundamentalmente en el reforzamiento, el castigo y la extinción. Se han aplicado a distintas poblaciones, como pacientes psiquiátricos, deficientes mentales, estudiantes en sus aulas, niños en instituciones, delincuentes juveniles y adultos, drogadictos, alcohólicos y pacientes médicos. Los principales temas de investigación que interesan en la evaluación general del análisis aplicado de la conducta son el mantenimiento y la transferencia del cambio conductual, la falta de responsabilidad de algunos individuos a las contingencias reforzantes, y la conducta de los administradores de contingencias. Las primeras investigaciones en cada una de estas áreas han sugerido técnicas para ampliar la efectividad de los métodos operantes a lo largo del tiempo, y en situaciones y con clientes distintos. Otra área desarrollada recientemente dentro de la modificación de conducta es el autocontrol. El autocontrol se refiere al conjunto de procedimientos que el cliente puede utilizar para modificar su propia conducta. El papel de los procesos cognitivos en la terapia de conducta y el desarrollo de las técnicas de autocontrol pueden verse como relacionados, especialmente cuando son los fenómenos privados más que la conducta manifiesta la fuente del problema del cliente. Es difícil intervenir terapéuticamente en estos casos, debido a que el cliente es el único que puede detecta esos acontecimientos privados, por definición, y administrar las consecuencias para su control y modificación. El problema planteado por la modificación de los fenómenos privados ha contribuido a fomentar la investigación y la aplicación en el proceso terapéutico de técnicas de autocontrol. Evolución del conductismo y su relación con los procesos cognitivos La aparición en la modificación de conducta de técnicas basadas en la cognición, puede considerarse como una parte de un movimiento de mucho mayor alcance puesto en marcha por toda la psicología. En realidad, la influencia de los procesos cognitivos sobre la modificación de conducta se ha retrasado bastante si tenemos en cuenta la importancia que ya tenían en otrasáreas de la psicología. El desarrollo de la investigación y de la teoría en la psicología cognitiva puede comprenderse examinando la propia evolución del conductismo, evolución en la que pueden distinguirse tres etapas (foch, 1964), desde el comienzo formal del conductismo hasta el momento actual. La etapa inicial puede caracterizarse por la defensa por parte de Watson de cambios radicales en la psicología, defensa que reforzó la tendencia ya existente hacia el conductismo, evolución en la que pueden distinguirse tres etapas (foch, 1964), desde el comienzo formal del conductismo hasta el momento actual. La etapa inicial puede caracterizarse por la defensa por parte de Watson de cambios radicales en la psicología, defensa que reforzó la tendencia ya existente hacia el conductismo. Watson naturalmente exaltó el objetivismo, poniendo el acento sobre los datos objetivos (frente a los informes introspectivos de la conciencia), como el fundamento de una psicología nueva. Así pues, Watson consideraba a la conciencia y a los estados subjetivos como temas que no podían abordarse mediante el estudio científico. Pensaba que los fenómenos mentales se explicaban mediante leyes estímulo- respuesta y a través del estudio de receptores, efectores y conexiones nerviosas, por ejemplo, sus correlatos fisiológicos. El pensamiento Watsoniano concedió al aprendizaje un puesto central en la psicología, y especialmente al aprendizaje de estímulo- respuesta tal y como aparecía en el trabajo de Pavlov y Bechterev. El papel de las influencias externas sobre la conducta era fundamental, de lo cual se derivaba la suposición de que la conducta podía modificarse fácilmente a través de manipulaciones ambientales. En general, gran parte de los temas en los que se centró el primitivo conductismo fueron reacciones al introspeccionismo y al funcionalismo. La segunda fase del conductismo, comenzó como un intento de superar la psicología E-R y el nivel de análisis del aprendizaje predominante hasta entonces, meramente descriptivo. Varios investigadores, entre los que hay que destacar a Hull, Tolman Y Mowrer, introdujeron conceptos mediacionales en las relaciones entre los estímulos y las respuestas. Se propusieron variables intermedias y estructuras teóricas complejas para explicar del aprendizaje empezó a tenerse en cuenta el papel de las variables relacionadas con el organismo (o), y de esta forma, la psicología E-R se convirtió en psicología E-O-R. Había muchas razones para esta modificación. La más evidente era la de que el simple análisis de la conducta en términos estímulo- respuesta no siempre podía explicar los fenómenos de aprendizaje complejo que se producían en el laboratorio (e-g., Goldstein, Krantz y Rains, 1965). El conductismo aún permanecía estrechamente vinculado a la teoría estímulo-respuesta, y de hecho elaboró detalladas explicaciones teóricas con niveles múltiples de variables intermedias, para enfrentarse a fenómenos que podrían haberse abordado mejor con otro tipo de teoría cognitivas o perceptivas. Una gran parte de los 30 primeros años de conductismo en América, se dedicó a la formulación de leyes, basadas fundamentalmente en la investigación animal, con la intención de que pudieran ayudar a clarificar los procesos implicados en el aprendizaje humano. La tercera etapa en la evolución del pensamiento conductista, la personifican psicólogos como Robert C. Bolles, Gordon H. Bower y Ulrich Neisser. Se ha caracterizado por su interés en temas ignorados por lo general por otros teóricos del conductismo, pero no por otros psicólogos. Entre estos temas se encuentran el pensamiento, la percepción, los procesos motivacionales complejos y la mediación en general. Muchos de los tipos de aprendizaje investigados en los animales parecían inadecuados a la hora de abordar los problemas del aprendizaje y del pensamiento humano; Según él, tanto el ser humano como el resto de las especies animales compartían el aprendizaje del reflejo condicionado, consecuencia de la exposición directa a estímulos incondicionados. Este aprendizaje, que él había investigado detenidamente, se denominó primer sistema de señales. La diferencia entre el aprendizaje humano y el animal se debía a la propiedad del Lenguaje. Al ser el habla una característica singular de la especie humana, Pavlov pensaba que afectaba al aprendizaje permitiendo al hombre la adquisición de respuestas sin contacto directo con estímulo incondicionado alguno. Pavlov de nominó a este aprendizaje el segundo sistema de señales (Pavlov, 1955). Las especulaciones de pavlov sobre el lenguaje fueron el fermento del interés que después se dirigía a los procesos mentales complejos implicados en el aprendizaje humano. A medida que la insuficiencia de la teoría E-R se hacía más y más evidente, mayor número también de investigadores se veían obligados a utilizar conceptos que progresivamente fueron asemejándose a los que el conductismo clásico había rechazado. Sin embargo, la necesidad de incluir variables intermedias, fenómenos <<privados>> y los procesos conscientes en general, en el estudio de la conducta, había sido evidente desde los comienzos del conductismo y de la teoría. Estímulo- respuesta. Incluso Watson, que se adhirió a una versión del aprendizaje en términos estímulo-respuesta especialmente estricto, y que defendía el rechazo completo de los fenómenos privados, tuvo que admitir la actuación de mecanismos internos para explicar algunas conductas. Por ejemplo, Watson propuso la noción de habla encubierta en su interno de proporcionar una explicación objetiva al pensamiento. El rechazo de las interpretaciones simplistas del aprendizaje en términos E-R se hizo más explícito con el paso del tiempo. Por ejemplo, Guthrie que comenzó su trabajo dentro de la tradición E-R, llegó más tarde a la conclusión de que la especificación de los estímulos no era suficiente por sí sola para dar cuenta de la conducta. Guthrie pensaba que el estudio de los procesos de aprendizaje en los seres humanos requería una especificación de cómo percibía el sujeto los estímulos y de lo que significaba esa percepción (Guthrie, 1959). La importancia de la cognición como tema central en el aprendizaje, fue explicita da por primera vez por Tolman. Como ya vimos en el capítulo 3, Tolman afirmaba que los organismos desarrollan cogniciones sobre distintos estímulos y que la formación de estas cogniciones constituía el aprendizaje. Frente a la mera conexión entre estímulos y respuestas propuestas por Watson, Tolman mantenía que el organismo aprendía estrategias de respuesta y percibía relaciones generales en su ambiente. Por ejemplo pensaba que para aprender a solucionar un laberinto los animales desarrollaban mapas cognitivos de los estímulos ambientales. Tolman (19489 creía que estas cogniciones y mapas eran los responsables de la conducta. Su imagen del cerebro era: ...más como un lugar de control de mapas que como una antigua centralista de teléfonos. Los estímulos a los que se permiten entrar no se conectan a las respuestas uno a uno. Más bien los impulsos que entran se modifican y elaboran en el departamento central de control, en una especie de intento de mapa cognitivo del ambiente. Y es este mapa, que incluye rutas, vías y relaciones ambientales, el que determina en último término qué repuesta, en caso de que la haya, será la que realice el animal (Tolman, 1948, pag. 192). Otros teóricos del aprendizaje dentro de la tradición conductista han propuesto constructos y conceptualizaciones similares a las de Tolman en el intento de relacionar el ambiente con la conducta manifiesta (e.g. Bugelski, 1956; Hull, 1943; Osgood, 1953). La polémica controvertida y continua sobre qué papel desempeñan las variables mediacionales, ha estado presente en toda la historia de al psicología del aprendizaje.Las posiciones más importantes al respecto pueden reducirse a dos: teorías cognitivas versus teorías E-R del aprendizaje (Spence, 1950). Los teóricos cognitivos creen que el aprendizaje implica fundamentalmente la estructuración del campo cognitivo y la percepción de la relación entre acontecimientos ambientales (e.g. Koffka, 1935; Lewin, 1942; thorndike, 1932). Mientras que las teorías cognitivas tienden a usar conceptos mediacionales, variables intermedias y acontecimientos <<privados>> (procesamiento central), los teóricos E-R fijan su atención en la acción directa del ambiente sobre la conducta (procesamiento periférico) (1). Dentro de la tradición conductista se han realizado varios intentos de equilibrar los diferentes puntos de vista existentes insistiendo en la necesidad de centrarse sobre la conducta manifiesta y las funciones E-R, aunque reconociendo al mismo tiempo la acción de mecanismos mediacionales. Un interesante intento de reconciliar la psicología E-R- con la cognición fue llevado a cabo por George Miller, Eugene Galanter y Karl Pribram. En su famoso libro Plans and the structure of Behavior (1960), estos autores expusieron una teoría que podría encuadrarse dentro de un <<conductismo subjetivo>>Su postura era subjetiva (o más bien, cognitiva) hasta el punto de que reconocía la influencia de las ideas y de los proyectos de un individuo sobre su conducta. Miller, Galanter y Pribram reconocía los fenómenos y procesos privados que subyacen a la conducta manifiesta como áreas de estudio importantes y por derecho propio. Su postura era conductista porque ponía el acento sobre la conducta manifiesta y evitaba los métodos subjetivos característicos del introspectivos, algunas veces se ha hecho responsables en parte a varios autores importantes. Desde luego, el rechazo inicial de Watson de los fenómenos mentales como área de investigación científica ejerció un influjo importante. A Thorndike se le suele acusar de haber incidido demasiado en las consecuencias de las respuestas, en detrimento del papel de los aspectos cognitivos (Prentice, 1961), aunque esta opinión indica probablemente una tergiversación de su postura (Farber, 1963). Thorndike afirmaba que los procesos cognitivos pueden facilitar el aprendizaje pero que no son imprescindibles para que tenga lugar ( thorndike, 1935). De forma similar, Skinner ha minusvalorado el papel de los factores cognitivos en la explicación del aprendizaje, haciendo hincapié en que una percepción o un acontecimiento << privado>> no es más que un eslabón de una cadena causal que da lugar a la conducta (skinner, 1953ª). En general, la psicología va perdiendo el pudor a dedicarse a áreas específicas de investigación que anteriormente no se consideraban científicas. El interés en incluir variables cognitivas en la explicación científica de la conducta forma parte de un cambio de actitud general dentro de la psicología: se ha reconocido a los factores cognitivos la suficiente importancia en la explicación de diversos fenómenos relacionados con la percepción. El lenguaje, la memoria y el pensamiento, como para considerar a la <<psicología cognitiva>> como un área de estudio formal (Neisser, 1967; Weiner y Palermo, 1974). Además de la reacción ante las limitaciones de las explicaciones E-R de la conducta humana, otra razón del aumento progresivo del interés en el estudio de la cognición puede haber sido resultado de la insatisfacción con los aspectos metodológicos del conductismo primitivo, especialmente con la búsqueda de leyes generales a partir de la investigación animal. La psicología cognitiva, por ejemplo, al igual que la psicología humanista, rechaza muchas nociones referentes a las supuestas semejanzas entre la conducta y motivación animal y la humana. Por otra parte, la psicología E-R implica por su naturaleza que los seres humanos responden al ambiente y a ciertas leyes de la conducta de la misma forma que los animales. La psicología humanista acentúa la individualidad de cada ser humano, los procesos conscientes y la ausencia de determinación de la conducta (libre albedrío, capacidad de elección), énfasis que puede considerarse como la reacción frente a movimientos como el conductismo (2). Procesos cognitivos en la investigación sobre el aprendizaje humano (3) Condicionamiento Clásico En la investigación sobre condicionamiento clásico en humanos, varios investigadores han informado de la presencia de variables en forma de cogniciones, percepciones e interpretaciones de los estímulos, que complican los resultados experimentales (Grings, 1965). Además, la especificación de los estímulos presentados al sujeto no explica los resultados que se obtienen. Los sujetos parece que diseñan sus propias instrucciones que, a su vez, mejoran o impiden la adquisición de las respuestas condicionadas. Por otra parte, las expectativas de los sujetos sobre la ocurrencia del estímulo incondicionado y sobre su intensidad, se relacionan directamente con la ejecución de la respuesta condicionada (cf. Branca, 1957; Chatterjee y Eriksen, 1962). No resulta infrecuente que los sujetos a los que no se les da información sobre los experimentos de condicionamiento en los que van a participar, construyan sus propias hipótesis y se proporcionen autoinstruciones que aumentan la variabilidad entre sujetos en el aprendizaje (Gormezano, 19669. Cuando es el investigador el que proporciona la información sobre la situación de condicionamiento o las instrucciones específicas, el paradigma básico del condicionamiento y sus resultados se ven alterados considerablemente (Brifger y Mandel, 1964; Cook y Harris, 1937; Razran, 1955; Spence, 1963). Por ejemplo, la extinción de una respuesta condicionada puede ser inmediata si el experimentador notifica al sujeto que a partir de ese momento ya no habrá emparejamiento entre estímulo condicionado e incondicionado (e.g. Grings y Lockhart, 1963; Notterman, Schoenfeld y Bersh, 1952). Se ha considerado que la influencia de los factores cognitivos distingue claramente el aprendizaje humano del animal. Por ejemplo, la extinción de las respuestas condicionadas clásicamente en el laboratorio tiende a ocurrir mucho más rápidamente en el ser humano que en los animales (Spence, 1966). De hecho, sin instrucciones específicas, muchos individuos informan de que pueden discriminar el paso de la fase de adquisición a la de extinción, que pueden elegir no realizar la respuesta condicionada durante la fase de extinción (cf.Spence, 1966; Spence, Rutldge y Talbott, 1963). Condicionamiento Operante También se ha dedicado atención al papel de la cognición en la investigación sobre condicionamiento operante en humanos, especialmente en el condicionamiento verbal. El ser consciente de las contingencias de reforzamiento durante el aprendizaje, y la posibilidad de que el aprendizaje tenga lugar sin que se dé esa conciencia, han sido aspectos a los que se ha dedicado un gran número de estudios. La conciencia se define en este contexto como el reconocimiento de la relación entre la conducta y sus consecuencias. Se han desarrollado diversas teorías para explicarla relación entre el aprendizaje y la conciencia es necesaria para que produzca el aprendizaje y responsable de cualquier de cualquier cambio que ocurra en la conducta en la situación de condicionamiento. En el otro extremo están aquellos teóricos que mantienen que las consecuencias actúan directamente sobre la ejecución y que la conciencia no es indispensable en la producción del cambio (en Bandura, 1969, puede encontrarse una revisión sobre el tema). Hay datos que indican que el aprendizaje mejora considerablemente cuando los sujetos pueden reconocer o describir la contingencia que se está manejando. De hecho, de pendiendo de la forma en que se evalúe la conciencia, muchos experimentadores hanencontrado que los sujetos que son conscientes de las contingencias demuestran adquisición y extinción mientras que los que no son conscientes, no (Dulany, 1962; Jacobson, 1969; Matarazzo, Saslow y Pareis, 1960; Spielberg y DeNike, 1966). El papel de la conciencia también se ha estudiado proporcionando información sobre las contingencias entes del experimento, en lugar de midiendo el grado de conocimiento de los sujetos al final del estudio. Tal y como podría esperarse, la información influye claramente sobre la respuesta a las contingencias. En muchos estudios las consecuencias de conductas específicas tienen muy poco o ningún efecto hasta que el sujeto recibe información sobre la contingencia. Además. Una cantidad considerable de investigación ha demostrado que una información errónea sobre la situación experimental puede ejercer mayor control sobre la conducta que la relación real respuesta-refuerzo (Baron, Kaufman y Stauber, 1969; Dulany, 1968). Muchos investigadores de los procesos del aprendizaje y de la modificación de conducta en general, piensan que el papel de la información en el control de la conducta en general, piensan que el papel de la información en el control de la conducta ha constituido un argumento fundamental a la hora de reconocer la importancia de las cogniciones como determinantes de la conducta (4). El ser consciente de las contingencias no parece ser un ingrediente esencial en el aprendizaje operante humano. Este fenómeno se demostró en los famosos estudios de Ralph F. Hefferline, que condicionó pequeños movimientos musculares del pulgar mediante la publicación de consecuencias reforzantes (Hefferline, 1962; Hefferline y Bruno, 1971; Hefferline, Keenan y Harford, 1959). Hefferline se refirió a la conducta como <<encubierta>> o <<implícita>> debido a que el sujeto no era consciente de ella. Puesto que el sujeto no pudo detectar la respuesta condicionada, Hefferline descartó la presencia de conciencia. A pesar de las demostraciones de que es posible producir condicionamiento operante sin conocimiento por parte de los sujetos, la opinión más generalizada ha sido la de que la conciencia es importante en el aprendizaje operante humano. Algunos investigadores han indicado que las consecuencias operantes en una situación de aprendizaje verbal pueden ser efectivas debido fundamentalmente a que estas consecuencias aportan información al sujeto sobre las contingencias, y no porque reflejen la acción directa y automática del reforzamiento (Murria y Jacobson, 1971). Aprendizaje observacional o vicario El aprendizaje observacional o vicario, en mayor medida quizá que el condicionamiento clásico y el operante, ha acentuado el papel de los procesos cognitivos y simbólicos. En el aprendizaje por observación, un individuo puede aprender una respuesta mediante la mera observación de alguna otra persona que la está realizando. El observador no necesita llevar a cabo la respuesta para aprenderla. Aprendizaje puede hacerse patente mucho tiempo después de la experiencia observacional, por ejemplo cuando las señales ambientales y las condiciones motivacionales apropiadas evoquen la respuesta para aprenderla. El aprendizaje puede hacerse patente mucho tiempo después de la experiencia observacional, por ejemplo cuando las señales ambientales y las condiciones motivaciónales apropiadas evoquen la respuesta. Aunque se han desarrollado varis interpretaciones del aprendizaje observacional, ha sido la planteada por Bandura (1969,1977) la que ha recibido mayor atención. Bandura ha atribuido el aprendizaje observacional a distintos procesos que influyen sobre la codificación de los estímulos relacionados con el modelo. Esta codificación se basa en la representación imaginaria o verbal de la conducta modelada (Bandura, 1970). Un individuo expuesto al modelado de estímulos puede, más tarde, utilizar los códigos verbal o imaginario y realizar la respuesta. La explicación del aprendizaje por observación no requiere necesariamente el recurrir a procesos cognitivos. Para los proponentes del condicionamiento operante, por ejemplo, una historia de reforzamientos por conductas imitativas, por una parte, y los estímulos discriminativos bajo los que ocurren esas imitaciones, por otra, pueden explicar los efectos de modelado (Burgess, Burgess y Esveldt, 1970; Gewittz, 1971; Steinman, 1977). Sin embargo el modelado ha sido ampliamente discutido e investigado como un procedimiento basado en la cognición, tanto en la investigación de laboratorio como en la aplicada. De aquí que, dentro de la modificación de conducta, muchos autores hayan considerado a la investigación sobre el modelado como una técnica cognitiva de cambio de la conducta. Este breve repaso sobre las áreas específicas de investigación del aprendizaje lo hemos hecho simplemente para resaltar el interés que han despertado los factores cognitivos en los diferentes paradigmas del aprendizaje. La investigación de laboratorio ha demostrado claramente la importancia de la cognición en los procesos del aprendizaje. Debido a que las técnicas de la modificación de conducta proceden directamente de los datos proporcionados por la investigación del condicionamiento clásico, operante y vicario, no debe sorprender el hecho de que en las aplicaciones de los fenómenos del aprendizaje a la terapia también se hayan incorporado factores cognitivos. Los procesos cognitivos en la teoría e investigación sobre la personalidad y en la psicoterapia Teoría e investigación sobre la personalidad Las teorías de la personalidad agrupada bajo el encabezamiento de teorías del yo o fenomenológicas, son cognitivas en el sentido de que consideran a las percepciones del individuo acerca del mundo como el móvil fundamental de su conducta. Un ejemplo de este tipo de teorías es la teoría de los constructos personales de Kelly (1955), según la cual, los individuos categorizar sus experiencias de acuerdo a su propio sistema de constructos e interpretaciones. Las personas elaboran constructos e hipótesis para anticipar y controlar los acontecimientos de su vida. Son estas cogniciones sobre el mundo las que explican la conducta de una persona. Las teorías de la personalidad basadas en la psicología del aprendizaje también han recurrido a nociones cognitivas para explicar la conducta. Así por ejemplo, como vimos en el capítulo 5, Dollard y Miller (1950) reformularon la teoría y la terapia psicoanalítiva en términos de aprendizaje. Dedicaron la mayor parte de su interpretación a explicar procesos tales como generalización y discriminación mediatizada, etiquetas verbales y respuestas productoras de señales. Añadieron estos procesos cognitivos con el objeto de explicar los procesos mentales complejos que subyacen a la conducta humana. Rotter (1954) también ha propuesto una teoría de la personalidad basada en conceptos relacionados con el aprendizaje, poniendo de relieve la fuerza de las expectativas que tiene la persona sobre las consecuencias reforzantes de su conducta, y por otra parte, la importancia de la percepción del individuo respecto a cómo moldean su conducta los acontecimientos ambientales. Las expectativas y las percepciones constituyen nociones fundamentales en la psicología cognitiva. Otras teorías de la personalidad destacadas que acentúan el papel de los procesos cognitivos en la explicación de la conducta son las formuladas por Allport, Lewin, Muyyay, Rogers y otros (cf. Hally Lindzey, 1957, Mischel, 1971). La teoría de la personalidad ha ejercido poca influencia directa sobre el desarrollo de la modificación del conducta, y ésta es la razón de que sólo se mencione aquí de pasada. Las teorías de la personalidad basadas en los procesos cognitivos han sido las impulsoras de investigaciones que han demostrado la importancia de las determinaciones y correlatos cognitivos de laconducta. Por ejemplo, Rotter (1966), cuya teoría se basa en un modelo cognitivo del aprendizaje, cree que la percepción que tiene una persona de la relación entre su propia conducta y sus consecuencias, pueden ser el móvil de su comportamiento. Rotter señalaba que algunas personas tienden a localizar en ellos mismos el control sobre su ambiente y a atribuir a su propia conducta los acontecimientos de su vida (a este control Rotter lo denomina interno). Por el contrario, otras personas que se ven a sí mismas como más pasivas, en el sentido de que perciben su vida como función de la suerte, el destino, las casualidades, o del control de otras personas (control externo). Los resultados de varios experimentos sugieren que los individuos que muestran diferencias en su percepción de la localización del control, también difieren notablemente en sus respuestas a situaciones similares (e.g. exposición a estímulos dolorosos9 (Lefcourt, 1966; Phates, 1973). La importancia te´rorica de esta percepción sobre la localización del control, es la de sugerir la influencia que las percepciones de las personas acerca del mundo tienen sobre su conducta (5). La psicoterapia La importancia de la influencia de los procesos cognitivos sobre la conducta se ha explorado desde distintos enfoques dentro de contexto de la psicoterapia tradicional, y también utilizando formas más recientes de experiencias de tratamiento interactivas. Dentro de la terapia tradicional, las técnicas basadas en las teorías fenomemológicas de la personalidad intentan cambiar las cogniciones o percepciones que la persona tiene sobre el mundo, con el objeto de modificar su conducta (e.g. Kelly, rogers). El objetivo de la terapia es alterar las reacciones e interpretaciones del individuo ante distintos fenómenos o situaciones. Los enfoques terapéuticos específicos que se apoyan en nociones cognitivas como fundamento del cambio terapéutico son demasiado numerosos como para poder revisarlos aquí en su totalidad. Varios autores han sugerido que la psicoterapia en general, sin detenerse en las técnicas psicoterapéuticas específicas, funcionan mediante la modificación de los aspectos cognitivos que se suponían están influyendo sobre la conducta del cliente. Por ejemplo, Shaffer (1947) planteaba de idea de que el cambio terapéutico resulta de la capacidad del cliente para aprender a hablarse a sí mismo en la forma adecuada, y poder así controlar su conducta, a sí pues, esta postura atribuye a las verbalizaciones internas del cliente un papel mediador en el cambio de la conducta. De forma similara, Frank (1961) sugería que el éxito en la terapia suponía la alteración de los prejuicios y pervepciones que tiene una persona sobre sís misma y sobre su mundo. Estas percepciones explican las conductas desadaptativas que han llevado al cliente a acudir a terapia. La significación que tienen estas descripciones de la psicoterapia, es la de su acento sobre su mundo. Estas percepciones explican las conductas desadaptativas que han llevado al cliente acudir a terapia. La significación que tienen estas descripciones de la psicoterapia, es la de su acento sobre el pensamiento, la percepción, y procesos similares, como denominador común de los tratamientos terapéuticos. El creciente interés despertado por los procesos cognitivos lo demuestra, en parte, la aparición de un gran número de métodos semejantes a la psicoterapia, ideados para desarrollar la conciencia y el potencial del se4r humano. Desde finales de la década de los 50 y principios de la de los 60, comenzaron a proliferar los grupos de encuentro y otros procedimientos, destinados a educar la sensibilidad y enseñar a la gente a comunicarse y a relacionarse con los demás (véase Gibb, 1971, como revisión sobre el tema). Aunque tanto los procedimientos como sus fines han sido múltiples, todos comparten una característica general, la de intentar aumentar el conocimiento de los procesos interpersonales. La idea implícita en esta corriente psicoterapéutica es la de que las variables cognitivas y perceptivas ejercen una influencia decisiva sobre la conducta individual. (6) La incorporación de los procesos cognitivos a la psicología clínica como componentes fundamentales del análisis teórico de la conducta o de la práctica terapéutica no ha ejercido demasiada influencia sobre el desarrollo de técnicas cognitivas específicas en la terapia de conducta. De hecho la terapia de conducta, ha tendido, desde su nacimiento, a considerar la terapia y la teoría << tradicional<< de la personalidad como formando parte de un único armazón conceptual. Así pues, rechazó diferentes técnicas y conceptos con características muy similares a la s de la modificación de conducta actual. Sin embargo, los antecedentes procedentes de la psicología clínica no parecen haber ejercido una influencia clara sobre la práctica y la teoría de la modificación de conducta actual. Los procesos cognitivos en la modificación de la conducta La incorporación de los procesos cognitivos al campo de la modificación de conducta no ha constituido lo que se dice una revolución, puesto que los <<acontecimientos privados >> bajo la forma de imágenes, verbalizaciones internas y pensamientos. Aunque el objetivo terapéutico último de la modificación de conducta ha sido siempre cambiar la conducta manifiesta, eso no significa que los sucesos privados no puedan utilizarse para conseguir ese cambio. Así por ejemplo, la imaginación se ha empleado en técnicas como la terapia del reflejo condicionado (Salter, 1949), la desensibilización sistemática (wolpe, 1958), el condicionamiento encubierto (Cautela, 1971 la ) y la imaginación emotiva (Lazarus y Abramovitz, 1962). En otros procedimientos también se han utilizado las autoverbalizaciones encubiertas. Wolpe (1958), por ejemplo, describe la técnica denominada <<detención del pensamientos>> empleada en el tratamientos de obsesiones. En esta técnica, desarrollada por james, G. Taylor en Sudáfrica (Wolpe, 1958) el terapeuta grita <<¡Basta!>> para interrumpir los pensamientos del cliente. Más tarde el cliente se repite a sí mismo <<¡ Basta ¡>> cuando desea controlar sus pensamientos obsesivos (7). Lo que debe señalarse es que las autoverbalizaciones y pensamientos (p.e., la técnica de tratamiento y el objetivo terapéutico) son << acontecimientos privados>> y por tanto no entran claramente dentro del dominio de la << conducta>>, tal como este término se define en el campo. Algunos investigadores fomentaron el reconocimiento explícito y la utilización de estrategias basadas en la cognición para cambiar la conducta. La crítica de Breger y mcGaugh (1965) a la terapia de conducta estaba dirigida, en parte, a mostrar las insuficiencias de las teorías del aprendizaje estímulo-respuesta, a la hora de explicar la investigación de laboratorio y a señalar la importancia de las variables cognitivas, tanto en el aprendizaje humano cono en el animal. Con respecto a la terpia, Breger y McGaugh sugerían que era más importante examinar y modificar las <<estrategias>> y la << información >> que dirigen la conducta de un individuo, que analizar minuciosamente las unidades discretas de estímulos y repuestas. Hubo algunas aplicaciones terapéuticas que también se centraron en la modificación de las variables cognitivas para cambiar la conducta. En 1965, por ejemplo, Peterson y Londosn lograron enseñar a un niño a ir al lavabo utilizando, además del refuerzo directo, sugerencias e información sobre la conducta deseada. Estos investigadores defendían el estudio de las métodos de cambio cognitivo. Aunque en muchos escritos sobre técnicas concretas de modificación de conductas puede verse este interés por los aspectos privados y cognitivos, ha habido, sin embargo, cierta resistencia a aceptar las técnica de cambio conductualbasadas en teorías cognitivas. Parte de esta resistencia puede derivarse del papel nuclear que tienen los <<sucesos privados>> y cognitivos en el psicoanálisis ortodoxo que mantiene, naturalmente, que es el inconsciente y de delimitar su influencia han suscitado muchos de los problemas metodológicos que los conductistas han intentado evitar. Puestos que la modificación de conducta ha sido siempre un movimiento antitético a la teoría psicoanalítica y psicodinámica en general, sus defensores han reaccionado quizás exageradamente evitando cualquier tipo de acontecimiento encubierto o privado. (También es cierto que las variables cognitivas se parecen a los conceptos introspectivos que los primeros conductistas y sus seguidores intentaron eludir). Una de las principales dificultades a la hora de tener en cuenta los procesos encubiertos imágenes y pensamientos, sólo puede detectarlos la persona que los experimenta. Esta incapacita para evaluar los procesos encubiertos representa un obstáculo para la modificación de la conducta, puesto que no puede verificarse la ocurrencia o ausencia de procesos. Incuso en el caso de que pudieran detectarse, no estaría claro todavía cómo modificarlos. Los principios del condicionamiento desarrollados en el laboratorio se aplican únicamente a las conductas manifiestas, y desde luego no sugieren ninguna forma de influir sobre los pensamientos, imágenes, fantasías u otras ideas privadas. Puesto que un aspecto importante de la terapia de conducta ha girado en torno a abordar los eventos encubiertos, el problema ha recibido cierta atención. Muchos modificadores de conducta afirman que los procesos cognitivos, simbólicos y privados siguen las mismas leyes que las conductas manifiestas. Skinner es uno de los que mantienen este punto de vista desde hace muchos años. No necesitamos suponer que los acontecimientos que ocurren dentro de la piel del organismo deben tener propiedades especiales por esa razón. Un evento privado puede distinguirse por su falta de accesibilidad pero no, por lo que podemos saber, por alguna estructura o naturaleza especial (Skinner, 1953ª.p. 257). Aunque se podría definir a los acontecimientos privados como respuestas internalizadas, ¿qué utilidad tiene esta definición cuando lo que queremos es modificar la conducta? El tener que detectar las respuestas internas a través de algún agente externo siempre disminuirá la información sobre el acontecimiento interno. Es un artículo titulado<<Control of Converants: The Operants of the Mind>> Lloyd Home (1965) propuso una forma de tratamiento de eventos encubiertos basado en los principios operante. Homme partió de la idea de que los eventos encubiertos pueden considerarse como respuestas, e ideó técnicas para cambiarlas. Denominó a los eventos encubiertos <<operantes encubiertas >>, término con el que se refería a los pensamientos, imágenes, reflexiones, fantasías y otros conceptos similares conocidos normalmente como acontecimientos privados o mentales. Homme afirmaba que los problemas que planteaba el detectar las respuestas o el identificar los reforzadores que seguían a su ocurrencia, no tenía por qué constituir un impedimento para desarrollar una tecnología de control de las operantes encubiertas. El individuo que experimenta la operante encubierta puede detectarla fácilmente. Así pues, lo único que queda es identificar las consecuencias que siguen a es evento encubierto. Homme sugirió que las operantes encubiertas podrían controlarse haciendo que la persona se dispensara a sí misma las consecuencias, e.g., autorreforzándose. Para definir los eventos autorreforzantes, Homme aplicó el principio de Premack, que afirma de un refuerzo <<es aquel evento que tienen mayor probabilidad que ocurrir que la respuesta objetivo>>por lo tanto, para modificar un acontecimiento encubierto (o cualquier conducta manifiesta) la persona sólo necesita hacer seguir esta conducta de alguna consecuencia reforzada o de alguna otra conducta con una alta probabilidad de ocurrencia. La frecuencia de una operante encubierta puede aumentarse llevando a cabo a continuación de ella una actividad muy agradable para el individuo. La importancia del trabajo de Homme radica en haber sugerido una forma de controlar eventos privados y la capacidad del autocontrol para cambiar la conducta. Su artículo contribuyó a fomentar la investigación sobre el control del pensamiento y el autocontrol en general (El tema del autocontrol será discutido más adelante). La modificación cognitiva de la conducta: Técnicas más importantes El interés suscitado por los fenómenos privados y el surgimiento de movimientos orientados a su consideración explicita dentro de la terapia de conducta, contribuyó a consolidar divisiones existentes en la terapia que se habían desarrollado de forma algo independiente. Algunas de las técnicas terapéuticas consideradas actualmente como parte de la modificación de conducta no tuvieron su origen dentro de ella. Fueron asumidas más bien por el campo a medida que iba aumentando el interés por los procesos cognitivos. Se ha denominado en conjunto a estas técnicas <<modificación cognitiva >> y dentro de ellas se engloban todos aquellos procedimientos que tienen en cuenta los fenómenos privados o internos, en su formulación (Breck, 1970,1976; Meichenbaum, 1974) (8). Estas técnicas se utilizan para modificar cogniciones, normalmente bajo la forma de pautas de pensamiento, modificación necesaria para efectuar el cambio conductual. Las técnicas más importantes agrupadas bajo el nombre de modificación cognitiva de la conducta son terapia racional emotiva, el entrenamiento en autoinstrucción, la terapia cognitiva y la solución de problemas. Terapia racional emotiva La terapia racional emotiva fue desarrollada por Albert ellis y se basa en la idea general de que la mayoría de los problemas psicológicos se deben a la presencia de patrones de pensamiento equivocados o irracionales. Estos patrones son evidentes en las verbalizaciones implícitas derivadas de las hipótesis o suposiciones que una persona establece acerca del mundo y de las cosas que le suceden. Ellis se formó en las teorías y en la práctica psicodinámica. A lo largo de su carrera fue interesándose cada vez más por los factores cognitivos presentes en el aquí y ahora del cliente, en lugar de en los aspectos históricos de su problema. Y así nació la terapia racional emotiva (Ellis, 1962). La terapia racional emotiva y el proceso por el que produce el cambio en el cliente, puede comprenderse muy bien imaginando la conducta en términos de una cadena de acontecimientos, A-B-C-D-E (Ellis,1971). A es un acontecimiento externo al que la persona se expone y B una serie de pensamientos (autoverbalizaciones implícitas) que la persona crea en respuesta a A. C constituyen las emociones y conductas que resultan de B. D representa los intentos del terapeuta de modificar lo que ocurre en B. Y finalmente E son las emociones y conductas nuevas surgidas a raíz de D. El objetivo fundamentalmente de la terapia es estudiar las autoverbalizaciones implícitas del cliente (las de la etapa B) que pueden explicar sus reacciones al ambiente (A). La terapia intenta separar la realidad de las conclusiones irracionales derivadas de ella. Un ejemplo típico de esta distinción s el del caso de la persona que deja de ser amada por otra concreta. Como consecuencia de la pérdida de la persona amada, el individuo podría creerse o sentirse inútil, despreciable. Sin embargo, puesto que de la premisa <<dejar de ser amado por una persona particular>> no se deriva por vía racional la conclusión de <<ser inútil>>, la terapia racional emotiva se dirigiría a modificar en el cliente esas suposiciones carente s de lógica. Ellis (1962) ha identificado un grannúmero de creencias irracionales muy extendidas en nuestra cultura, y constituyen la raíz de muchos de los problemas que él se ha encontrado en su práctica clínica. Entre está la creencia de que la necesidad fundamental de una persona es ser amada y aprobada por prácticamente todas las demás personas importantes en su vida; la de que una persona debe ser totalmente competente y eficaz para poder considerarse a sí misma digna; la de que la vida es un desastre cuando las cosas no salen como un desea; y la de que la infelicidad humanan depende de fuerzas ajenas al control de las personas. La terapia intenta modificar las creencias y autoverbalizaciones implícitas del cliente, tanto las relacionadas con las que acabamos de enumerar como otras interpretaciones idiosincrásicas de la realidad. El terapeuta va abordando a lo largo de la terapia cada una de esas creencias irracionales demostrando al cliente cómo no necesita mantenerlas. Como parte de la terapia, el terapeuta encomienda al paciente una serie de tareas para que realice fuera de las sesiones, relaciones adecuadas de diferentes situaciones. El cliente puede anotar situaciones que le susciten emociones negativas, los pensamientos implícitos que acompañan a esas emociones, y los pensamientos y autoverbalizaciones que podrían modificarlas. También se anima al cliente a que se enfrente con las situaciones u objetos temidos, contactos que le permitirán darse cuenta de cómo sus pensamientos habituales no son exactos y aprender a funcionar mejor en esas situaciones (e.g., buscar trabajo, concertar una cita) (Ellis, 1970) . Aunque Ellis lleva defendiendo la eficacia de la terapia racional emotiva durante más de 20 años (Ellis, 1957, 1962, 1971), su método acaba de empezar prácticamente a recibir atención en trabajos empíricos. Este interés ha surgido precisamente con la incorporación de la técnica al campo de la modificación de conducta, puesto que tienen un fuerte componente analítico. Ellis apoyó su teoría en los datos proporcionados por casos clínicos. Si bien no es mucha todavía la investigación existente sobre la terapia racional emotiva, se ha podido confirmar su eficacia y la importancia, con respecto al cambio conductual, de algunos de sus componentes específicos. En algunos estudios se ah sugerido que la terapia racional emotiva y los procedimientos basados en sus principios pueden aliviar la ansiedad asociada a hablar en público, a los exámenes, y a las relaciones interpersonales (e.g., DiLoreto, 1971; Montgomery. 1971; Trexler y Karst, 1972). Entrenamiento en autoinstrucción Mediante esta técnica se enseña a la persona a hacerse a sí misma cierta verbalizaciones que le ayudarán a cambiar su conducta (Meichenbaum. 1973,1975). El entrenamiento en autoinstrucción se superpone en cierta forma a la terapia racional emotiva, si bien se centra menos en el sistema de creencias e ideas irracionales del sujeto, y más en la capacidad de dirigir la propia conducta mediante las autoverbalizaciones. Este método de controlar los problemas psíquicos y físicos tienen algunos antecedentes históricos (e.g., Coué, 1922; Jonson, 1946; Kelly 1955]; Korzybski, 1933; Shaffer, 1947). Quizás la aportación más importante sea la de Emile Coué (1857-1926), un sicoterapeuta que desarrolló en Francia una práctica terapéutica basada en la autosugestión. Interesado en un principio en el hipnotismo, Coué inventó esta técnica con la que trató todo tipo de problemas físicos, psicofisiologicos y psicólogos, como dolores, parálisis, hernias, miopía, incontinencia, insomnio, depresión y alcoholismo (Coué, 1922,1923). El tratamiento consistía en sugerir al paciente que su problema podía mejorar y prescribirle a continuación un programa de autosugestión en el que el individuo afirmaba continuamente que iba a mejorar (Coue, 1923). El papel de la autosugestión en el tratamiento se basaba en la idea de que el creer algo es condición necesaria y suficiente para provocar casi cualquier tipo de cambio en el funcionamiento físico y psicológico de una persona. La frase más habitual que se enseñaba a decir a los pacientes era: <<cada día, en cualquier parte, me voy sintiendo mejor y mejor>> ( Brooks, 1922,p.27). Los escritos de Coué indican que utilizó la autosugestión par tratar un gran número de pacientes y de problemas diferentes. La investigación y la teoría sobre el desarrollo infantil también han planeado la importancia de las autoverbalizaciones. Los psicólogos soviéticos en particular (véase Luria, 1961 y Vygotsky, 1962), han puesto de relieve la influencia de las autoverbalizaciones sobre la conducta, afirmando que en un principio el habla de los otros es la que controla y dirige la conducta del niño. Sólo más tarde adquieren esta función las propias verbalizaciones externas (y posteriormente, encubiertas) del niño. Donald Meichenbaum ha experimentado con el entrenamiento en autoinstrucción para modificar diversas conductas en el laboratorio y en el ámbito clínico. Su interés en este tipo de entrenamiento surgió a raíz de un estudio diseñado para enseñar a pacientes esquizofrénicos a sustituir el habla irracional por otra más racional (Meichnbaum. 11969). En este proyecto. Meichenbaum se dio cuenta de que de vez en cuando los pacientes se repetían a sí mismos en voz alta las mismas instrucciones que les había dado previamente el experimentador, y de forma similar a la suya. Estas observaciones le llevaron a estudiar y a manipulara las verbalizaciones que se hacen las personas a sí mismas, como una posible forma de tratamiento. La primera vez que estudió la autoinstrucción fue con niños impulsivos que tendían a trabajar muy rápidamente y sus tasas de error en tareas específicas eran por consiguiente muy altas. En el entrenamiento cada niño trabajó con el experimentador. A medida que el experimentador iba realizando diversas tareas, iba también dando en voz alta directrices relacionadas con ellas. Lo que hacía en realidad era modelar una serie de pensamientos y verbalizaciones destinados a controlar la conducta (e.g., <<ve despacio>> << ten cuidado cuando hagas esto>>, etc.). Las verbalizaciones incluían preguntas sobre la naturaleza de la tarea, planes sobre qué hacer a continuación y cómo manejar la tarea, autoinstrucciones y elogios a sí mismo cuando la tarea se realizaba correctamente. El entrenamiento en autoinstrucción consiste en verbalizar en primer lugar la autoinstrucción e n voz alta y, más tarde, de forma interiorizada. Al final del entrenamiento, el cliente puede empelar las autoverbalizaciones para controlar su conducta incluso en otras situaciones distintas de aquellas en las que aprendió a hacerlo. En el caso de los niños impulsivos el entrenamiento mejoró su rendimiento en varias tareas de carácter motor e intelectual (Meichenbaum y Goodman, 1971). Meichenbaum y sus colegas han llevado a cabo numerosas investigaciones en las que se demuestran los efectos del entrenamiento en autoinstrucción. El enseñar al individuo a hablarse de forma interiorizada, se ha utilizado con éxito en la reducción de la ansiedad relacionada con los exámenes, animales inofensivos y el hablar en público. El entrenamiento en autoinstrucción ha mejorado el rendimiento de pacientes psiquiátricos en tareas con las que se evalúa la capacidad de percepción y abstracción, así como el habla racional. También se ha utilizado para aumentar la creatividad (pensamiento divergente, originalidad, usos pocos corrientes de un material) y para reducir la ansiedad (véase Meichenbaum, 1975, 1977, como revisiones al respecto). El trabajo de Meichenbaum parece haber ejercido una influencia fundamental en el desarrollo de las terapias basadas en la cognición en general. Su investigación no sólo ha venido a poyar la eficacia del entrenamiento en autoinstrucciónper se, sino que también es congruente con el trabajo de otros teóricos, como Ellis, que han subrayado la importancia de las autoverbalizaciones en el cambio de la conducta. El programa de investigación de Meichenbaum sobre la auto instrucción ha contribuido a ubicar a las terapias cognitivas en general, en un lugar central dentro de la modificación de conducta actual. La terapia cognitiva Aunque la expresión <<terapia cognitiva >>, ha terminado asociándose con los métodos terapéuticos propuestos por Aarón Beck (1970,1976).La terapia cognitiva se parece a las técnicas cognitivas de Ellis y Meichenbaum en el sentido de que se concentra en la corrección de las autoverbalizaciones y los patrones de pensamiento. Al igual que en el caso de Ellis la formación original de Beck fue psicodinámica. Partiendo de sus observaciones sobre personas con trastornos efectivos, especialmente depresivos, llegó a la conclusión de que los procesos cognitivos estaban en la base de todos esos trastornos. Una característica que presentan muchos problemas psicológicos es que parecen ilógicos e irracionales cuando es otra persona distinta del cliente la que los analiza. Beck ha sugerido que, desde el punto de vista de la interpretación del cliente muchos problemas son bastante lógicos. Es lógica puede fundamentarse en suposiciones y premisas irracionales, conclusión que condujo a Beck a intentar modificar los procesos de pensamiento subyacentes a los problemas específicos y a formular el concepto de terapia cognitiva (Beck, 1976). Con el objeto de identificar y modificar las cogniciones desadaptativas, Beck ha desarrollado una secuencia terapéutica, digamos, por la que el paciente debe pasar. En primer lugar, el paciente aprende a reconocer sus cogniciones idiosincrásicas o << pensamientos automáticos>> que reflejan una serie de interpretaciones erróneas o distorsionadas de la realidad, y a seguirlas después atentamente. A continuación, el terapeuta entrena al cliente a analizar objetivamente sus cogniciones. Con este entrenamiento aprende a darse cuenta de la falta de relación entre sus pensamientos y la realidad, y de que hay otras interpretaciones posibles y lógicas. En el paso siguiente se anima al cliente a corregir sus distorsiones y deficiencias cognitivas. Se analizan y corrigen las inferencias arbitrarias, las generalizaciones, la exageración de la importancia o el significado de las cosas y el olvido, en contrapartida, de otros aspectos importantes. La terapia cognitiva ha sido utiliza con muchas poblaciones, aunque se han llevado a cabo relativamente pocos experimentos controlados. El resultado de un gran número de estudios sobre modificación de conducta cognitiva apoya el enfoque y las técnicas de Beck. Se ha demostrado la eficacia de la terapia cognitiva en el tratamiento de la depresión (cf. Beck, 1976; Rush, Beck, Kovacs y Hollon, 1977). Hasta el momento, aún no se han investigado los mecanismos o componentes específicos del tratamiento responsable del cambio. Solución de problemas Independientemente de sus aplicaciones terapéuticas, la solución de problemas se ha estudiado extensamente en las investigaciones de laboratorio tanto con animales como con seres humanos, a partir de Thorndike (cf. Riopelle, 1967). Así por ejemplo, en su libro How We Think (1933), John Dewey describía una estrategia para solucionar problemas que constaba de cinco pasos: 1. Reconocimiento del problema. 2. Definición o especificación del mismo. 3. Planteamiento de soluciones posibles. 4. De entre ellas, selección de la solución óptima. 5. Puesta en práctica de esta solución. Las aplicaciones terapéuticas contemporáneas de la solución de problemas guardan un gran parecido con la estrategi de Dewey. Thomas D´ Zurilla y Marwin Goldfried (1971) sugirieron que el enseñar a una persona técnicas para manejar problemas podría ser de una gran utilidad en la terapia. La terapia basada en el entrenamiento en solución de problemas se considera como una técnica de modificación cognitiva debido a que se dirige a enseñar al cliente formas de reacción ante distintos problemas, en lugar de centrarse en las conductas manifiestas específicas. El terapeuta ayuda al cliente a elabora r una lista de soluciones posibles y a seleccionar la mejor entre ellas para poder enfrentarse al problema en cuestión (D’Zurilla y Goldfried, 1971). El tratamiento consta de cinco pasos. En primer lugar se le da al cliente una serie de orientaciones generales que le ayudarán a reconocer las situaciones problemáticas y sus reacciones ante ellas, y a ponerle en aviso sobre qué problemas pueden solucionarse en cada momento. En segundo lugar, se descompone la definición global o abstracta del problema en unidades específicas que pueden abordarse más fácilmente. En tercer lugar, se anima al cliente a plantear todas las alternativas de acción posible que se le ocurran. En cuarto lugar, el cliente debe decir entre esas soluciones posibles, sopesando las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas. Y pos último, el cliente debe llevar a la práctica la alternativa elegida y verificar si era o no realmente la mejor solución. Si el resultado no es satisfactorio, el cliente vuelve a la etapa correspondiente en la secuencia hasta encontrar una nueva solución. A través de todas estas etapas el terapeuta ayuda al cliente actuando como modelo (Goldfried y Goldfried, 1975). El entrenamiento comienza con problemas relativamente sencillos, que después van haciéndose cada vez más complejos. A medida que avanza la terapia, el papel del terapeuta es el de proporcionar sólo ayuda ocasional evaluando la aplicación de las habilidades adquiridas por el cliente a situaciones de la vida real. En investigaciones aplicadas, por ejemplo en el campo de la industria, se ha demostrado también la eficacia de este tipo de entrenamiento en solución de problemas (e.g. Davis, 1973; Osborn, 1963). Sin embargo , existen relativamente pocos estudios en la literatura sobre sus aplicaciones en el ámbito clínico (cf.. Goldfried y Goldfried, 1975; Kifer, Lewis, Green y Pillips, 1974; Mahoney, 1974). Otras técnicas de modificación cognitiva de la conducta Puesto que aún no está claramente delimitado el ámbito de acción de las técnicas terapéuticas encuadradas dentro de la modificación cognitiva de la conducta, no resulta fácil elaborar una lista definitiva de ellas, No obstante, entre los tratamientos específicos considerados como <<cognitivos>> podemos citar la terapia de la atribución, la adquisición de habilidades de <<enfrentamientos>>, la detención del pensamiento, la inoculación de stress (consistente en autosugestionarse y relajarse para enfrentarse a situaciones ansiogenas) y la terapia semántica (consistente en modificar las connotaciones de las palabras que licitan reacciones indeseables) (Mahoney, 1974; Mahoney y Thoresn, 1974; Meichenbaum, 1974, 1975). Algunos investigadores incluyen entre estos tratamientos cualquier tipo de procedimiento que maneje componentes internos, es decir, imaginación , patrones de pensamiento y verbalizaciones (e.g., Mahoney, 1974;n Meichenbaum, , 1974). Con una definición así de aplia podrían considerarse << cognitivas>> técnicas como la de sensibilización sistemática y el condicionamiento encubierto. Otros investigadores, por el contrario, tienden a restringir la definición de la modificación cognitiva de la conducta únicamente a procedimientos cuyo ingredientes fundamental son los procesos de pensamiento (e.g. Beck, 1970). El autocontrol en la modificación de conducta La principal dificultad que conlleva el tratar problemas relacionados con procesos privados o encubiertos es, en primer lugar, detectar esos procesos, y en segundo lugar, aplicarles una intervención concreta. Lasugerencia de Homme (1965) de que es el propio cliente el que puede detectar el << acontecimiento>> encubierto perturbador y el que puede modificarlo, ha fomentado una serie de aplicaciones clínicas. La necesidad que tiene el cliente de controlar su conducta trasciende a la modificación de los procesos encubiertos. Muchos de los problemas conductuales por los que la gente acude a tratamiento están mantenidos, o incluso favorecidos, por circunstancias de la vida cotidiana. Cuando se va modificar una conducta es necesario analizar las situaciones reales en las que ocurre. Para eliminar, por ejemplo, la conducta de comer en exceso, podría se importante centrarse en los hábitos de alimentación cotidianos de la persona. La necesidad de concentrarse en la conducta en su ambiente natural, ha conducido a innovaciones terapéuticas, como por ejemplo comprometer en el programa terapéuticas, como por ejemplo comprometer en el programa terapéutico a los amigos y familiares del cliente, o utilizar procedimientos de autocontrol (cf. Kanfer y Phillips, 1966). Dado por supuesto que es el cliente el que ésta en mejores condiciones para observar su propia conducta, se ha prestado una gran atención a las técnicas de autocontrol: La importancia del autocontrol ya fue reconocida en los primeros momentos de la modificación de conducta. En el siguiente texto de Skinner (1953 a) encontramos uno de los primeros ejemplos de la utilización del autocontrol en el contexto del aprendizaje: ...debemos considerar la posibilidad de que el individuo puede controlar su propia conducta... Cuando una persona se controla a sí misma, elige un curso de acción, consigue la solución de su problema, o intenta conocerse mejor a sí mismo, está comportándose. Se controla así misma d la misma forma que controlaría la conducta de cualquier otra persona: manipulado las variables de las que la conducta es función. Este tipo de conducta es, de por sí, objeto de análisis y eventualmente debe ser explicado por variables externas al propio individuo (Skinner, 1953ª, p. 228-229). Skinner sugirió que las personas realizan con frecuencia un tipo de respuesta (respuesta controladora) que influye sobre alguna otra conducta que desean modificar (respuesta controlada). La repuesta controladora manipula variables de las que la respuesta controlada es función. Basándose en esta formulación, Skinner observó que la gente practica habitualmente diversas conductas controladas como forma de autocontrol, como por ejemplo contenerse o autoestimularse físicamente (e.g. llevarse la mano a la boca para contener la risa), cambiar de estímulos (e.g. alejarse de alguien que evoca cierto tipo de sentimientos o conductas ), autodeprivarse y autosaciarse (e.g. comer y beber deliberadamente para controlar una conducta posterior ), manipular condiciones emocionales (e.g. <<contar hasta 10>> antes de tener una reacción colérica), consumir drogas, alcohol y otras sustancias proporcionarse consecuencias de forma contingente, tanto refuerzos positivos como castigos y << hacer alguna otra cosa>> (e.g. realizar conductas incompatibles con una respuesta determinada). Todas las definiciones actuales del autocontrol se ajustan en cierto grado a la descripción de Skinner. Para muchos investigadores el autocontrol implica un cambio en la probabilidad de ocurrencia de respuestas que tienen consecuencias reforzantes inmediatas. En otras palabras, el autocontrol se define por la realización de una respuesta que parece ir en contra de la consecución de contingencias inmediatas. Las primeras aplicaciones conductuales del autocontrol proceden de las formulaciones sobre el cambio de la conducta basadas en el condicionamiento operante. En 1962, Ferster, Nurnberger y Levitt hacía ciertas recomendaciones basadas en una conceptualización operante para controlar la conducta de comer en exceso. Estos autores se4eñalaban que los aspectos reforzantes positivos del hecho de comer ocurren de forma simultánea a la ingestión de comida (e.g., sabor). Cuando una persona come demasiado suele también aumentar de peso, lo que es bastante desagradable para la mayoría de la gente. Uno de los problemas que tienen la persona que come en exceso es que las consecuencias aversivas de su conducta aparecen un tiempo después, motivo por el que ejercen sobre ellas relativamente menos influencia que las consecuencias refuerzan inmediatas. Ferster et al. (1962) sugirieron que el individuo que desea controlar la conducta de comer en exceso podría hacer algo para vincular el comer con sus últimas consecuencias aversivas. Siguiendo la exposición de Skinner, el sujeto podría realizar una respuesta<< controladora >> para limitar la conducta de comer demasiado. En general, Ferster et al. (1962) proporcionaron un entramado teórico a partir del que podía estudiarse la conducta de comer en exceso, y especificaron una serie de recomendaciones prácticas que podían utilizarse en un programa de tratamiento basado en el autocontrol. Mediante estos procedimientos se intentaba poner el acto de comer bajo en control de una gama muy reducida de estímulos (control estimular), alargar las respuestas relacionadas con el comer durante una comida dada (amplia las cadenas de conductas) e instaurar conductas incompatibles con el comer (desarrollar otras respuestas más potentes). En el informe se mencionaba que los procedimientos se habían utilizad con cierto éxito en un grupo de individuos. No se detallaron, sin embargo, resultados concretos. El trabajo de Ferster, Nurnberger y Levitt tuvo el mérito de estimular un elevado número de investigaciones sobre autocontrol y sobre el tratamiento de la obesidad. En otro estudio realizado en 1962 se volvió a sugerir la utilidad del control de estímulos, esta vez en la mejora de los hábitos de estudio de estudiantes universitarios. Gilbert (pseudónimo, Fox, 1962) refería el caso de cinco estudiantes cuyo hábitos de estudio habían mejorado gracias al empleo del autocontrol. Un análisis operante de la conducta de estudio sirvió como primer paso de la aplicación de la técnica. La falta de estudio se considero como un problema de control de estímulos, es decir, los estudiantes no tenían horas ni lugares específicos que sirvieran como señalada de antemano (e.., en la biblioteca y alas 10;00 a.m. ). Los períodos de tiempo, breves en un principio, fueron haciéndose cada vez más largos. Así pues, también se utilizó el moldeado para alargar los períodos de tiempo de estudio. Los resultados indicaron que se habían producido una mejora en el rendimiento académico de los cinco estudiantes, y sugerían la utilidad de las técnicas basadas en el control estimular que e cliente podía aplicar por sí solo. A principios de los años 60, Goldiamond comenzó a utilizar el autocontrol en su trabajo con tartamudos, con la intención de que pudieran controlar el habla fuera de la situación del laboratorio (Godiamond, 1965c). Goldiamond alentaba a sus clientes a que examinaran detenidamente su ambiente, en busca de los factores que pudieran estar provocando y exacerbando su tartamudez, y a que modificaran su respuesta a estas influencias tanto como les fuera posible. Con el tiempo, Goldiamond amplió el entrenamiento en autocontrol al tratamiento de otro tipo de problemas. En un artículo nuclear (Golkdiamond, 1965b) proporcionaba una explicación del autocontrol basada en el condicionamiento operante e ilustraba su aplicación con casos específicos. El autocontrol podía instaurarse haciendo que el individuo creara las condiciones para controlar su propia conducta; la persona aprendía cómo analizar el ambiente para determinar por sí sola las variables que se debían alterar. Los casos de Goldiamond procedían de estudiantes universitarios, algunos de los cuales lehabían sido remitidos por psicólogos clínicos. Los clientes estudiaban los principios del condicionamiento operante antes de comenzar a discutir el problema objeto del tratamiento. Una vez que el cliente se había familiarizado con los conceptos básicos, Goldiamond les enseñaba a llevar a cabo el programa. Para mejorar sus hábitos de estudio, por ejemplo, un cliente aprendió aplicar el control de estímulos a esa conducta. Se le enseño a trabajar en su mesa ya no realizar otras conductas allí (e.g. leer, escribir cartas). Se le dijo que siempre que se distrajera durante el tiempo de estudio (e.g. soñar despierta), debía de levantarse de la mesa e ir a otro lugar. La cliente comunicó que de esta forma había conseguido aumentar el tiempo de estudio en su mesa de trabajo. Goldiamond (1965b) también aplicó técnicas de autocontrol para mejorar la interacción entre los miembros de la pareja para perfeccionar la escritura y para aumentar el rendimiento académico. En todos estos casos el entrenamiento se iniciaba con un análisis de las conductas que había que cambiar, de las condiciones estimulares en las que la conducta se iba a implantar y de las consecuencias que podían aplicarse para mejorar la ejecución. Normalmente, los clientes se dispensaban a sí mismos las contingencias que previamente se habían consultado con el terapeuta. Los procedimientos se basaban en el autocontrol, puesto que eran los propios clientes los que manipulaban su ambiente para producir el cambio. La investigación del autocontrol en el laboratorio con niños y adultos comenzó a principios de la década de los 60. Estas investigaciones se centraron en cómo podrían aprender los nos a controlar su conducta, cómo se trasmiten los patrones de autoevaluacion y auto recompensa a través de los individuos, y cómo pueden las personas abstenerse de participar en acontecimientos reforzantes. Walter Mischel y Metzner, 1962; Mischel y Staub, 1965). Frederck H. Kanfer y sus colaboradores exploraraon las variables que afectan a la frecuencia con la que una persona se autorrecompensa y la ejecución de tareas experimentales concretas (Kanfer, 1970). Bandura y sus colegas han estudiado la influencia del aprendizaje observacional sobre el desarrollo de pautas de autorrecompensa y autoevaluacion, y las variables que afectan a la adquisición de autorrecompensas, como los atributos y conductas del modelo, experiencias previas del observador y otros factores (e.g. Bandura, Gruser y Menlove, 1966; Bandura y Kupers, 1964; Bandura y Whalen, 1966). Estos estudios de laboratorio se encuentran dentro del ámbito de la evolución del niño y de la teoría del aprendizaje social en general, más que dentro del campo de las aplicaciones clínicas del autocontrol. Aplicaciones actuales de las técnicas de autocontrol (9) Técnicas Las técnicas basadas en el autocontrol constituyen un apartado fundamental del tratamiento dentro de la modificación de conducta. Entra las más importantes se encuentran el control de estímulos, la autoobservación, el autorrefuerzo y el autocastigo, y el entrenamiento en respuestas alternativas (10). Control de estímulos. Un gran parte de los excesos y déficit conductuales pueden considerarse como problemas de control de estímulos. Las conductas específicas pueden o no ser realizadas en presencia de estímulo que suelen controlar la conducta de la mayoría de las personas. De un control de estímulos desadaptativos pueden surgir tres tipos de problemas conductuales interrelacionados. En primer lugar, algunas conductas están bajo el control de estímulos que el cliente desea cambiar (e.g. fumar cigarrillos). En segundo lugar, algunas conductas están controladas por un pequeño conjunto de estímulos, cuando ese control podría ser deseable (e.g. falta de hábito de estudio, conducta de comer en exceso). En tercer lugar, algunas conductas se encuentran bajo el control de estímulos inapropiados desde un punto de vista social (e.g. Fetichismo). Por regla general, el primer paso en el tratamiento basado en el control de estímulos es hacer que el cliente identifique los estímulos con los que la conducta está (o debería estar) asociado. Como en los ejemplos que vimos anteriormente (Ferster et al., 1962; Fox, 1962; Goldiamond, 1965b), se enseña al individuo a realizar la conducta deseada, o aproximaciones de esa conducta, únicamente en presencia de un estímulo concrete. Eventualmente, la conducta es controlada por el estímulo con el que se ha asociado sistemáticamente. Y viceversa, cuando el objetivo terapéutico es eliminar un control de estímulos específicos, la conducta del cliente deja e estar bajo el control de estímulos que anteriormente aumentaban la probabilidad de la respuesta. El control de estímulos se ha utilizado sólo o en combinación con otros procedimientos para modificar conductas como el insomnio, excitación sexual ante fantasías sádicas, fumar y comer en exceso (Thoresen y Mahoney, 1974). Autoobseción. Una persona puede mejorar el control sobre su propia conducta observándola, aunque hay acciones habituales que con frecuencia escapan a su percepción. Se ha sugerido que la observación cuidadosa de la conducta aumenta la conciencia de ella e indica el grado en el que la conducta se desvía de ciertos criterios personales o culturales (Kanfer, 1970). La autoobservación puede ayudar a los individuos a determinar la medida en la que realizan una conducta y a ponerse en acción para alterar patrones conductuales no deseados. Cualquiera que se el mecanismo de cambio, los estudios han mostrado que la autoobservación modifica la conducta tanto en situaciones clínicas como de laboratorio (kazdin 1974b). Tal y como normalmente se realiza, la autoobservación consiste en la recogida de datos, por partes del cliente, sobre alguna conducta que desea cambiar. Por ejemplo., el cliente puede observar la frecuencia con la que fuma cigarrillos, o con la que experimenta pensamientos autodestructivos. Se ha demostrado que el registro diario de la frecuencia de una conducta la aumenta o la disminuye según la dirección en la que se desea que se produzca el cambio. También se ha comprobado que la autoobservación reduce conductas tales como tics, alucinaciones, comer en exceso y el consumo del tabaco, y aumenta, por el contrario, otras conductas como prestar atención en clase, atender a los hijos, realizar tareas domésticas, trabajar en un encargo y participar en diversas actividades (Kazdin, 1974b). Sin embargo, muchos estudios han demostrado que esta técnica no modifica la conducta. Además en el caso de que el cambio se produzca puede ser muy poco duradero. A la luz de la variabilidad de los resultados y de lo transitorio de los efectos del tratamiento, se tiende a no utilizar sola la autoobservación sino acompañada de otros procedimientos de autocontrol. Autorrefuerzo y autocastigo. El proporcionarse a uno mismo consecuencias reforzantes o punitivas es una técnica habitual de autocontrol. En este procedimiento se enseña al cliente a administrarse las conciencias por su conducta, en el lugar de recibirlas de algún agente externo. El autortefuerzo ha recibido más atención que el autocastigo. El requisito fundamental en la técnica del autorrefuerzo es que la persona determine libremente las respuestas a las que seguirá el refuerzo, y pueda reforzarse a sí misma en cualquier momento. Para que se pueda hablar de reforzamiento, la frecuencia de la conducta alterada debe experimentar un aumento. Antes de emplear este procedimiento de autocontrol suele explicarse al cliente los principios básicos del condicionamiento operante. Alguien puede aplicar al principio las contingencias hasta que pueda ser el propio cliente el que lo haga manteniendo o acelerando los cambios
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