Logo Studenta

A Vow Of Hate - Lylah James-1 - Pedro E Del Rio

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. 
Traducción de lectores para lectores. 
Apoya al escritor comprando sus libros. 
Ningún miembro del staff de 
The Court Of Dreams 
recibe una retribución monetaria por su apoyo en esta traducción. 
Por favor no subas captura de este archivo a alguna red social. 
 
 
 
 
 
 
 
STAFF 
 
TRADUCCIÓN 
Daylight 
mym_24 
 
CORRECCIÓN 
Φατιμά 
Ual Rc 
SloaneE 
J_m 
 
REVISIÓN FINAL 
Elu Salvatore 
Ual Rc 
Φατιμά 
 
DISEÑO 
Daylight 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Para mis payasos, ustedes saben quiénes son... 
Ustedes hicieron posible este libro. Gracias por creer en mí. 
 
 
Contenido 
SINOPSIS ....................................................................................................................................... 7 
PRÓLOGO ...................................................................................................................................... 8 
CAPÍTULO UNO ........................................................................................................................... 9 
CAPITULO DOS .......................................................................................................................... 17 
CAPÍTULO TRES ........................................................................................................................ 29 
CAPÍTULO CUATRO ................................................................................................................. 39 
CAPITULO CINCO ..................................................................................................................... 47 
CAPÍTULO SEIS.......................................................................................................................... 55 
CAPÍTULO SIETE ....................................................................................................................... 68 
CAPÍTULO OCHO ...................................................................................................................... 80 
CAPÍTULO NUEVE .................................................................................................................... 97 
CAPÍTULO DIEZ ....................................................................................................................... 110 
CAPÍTULO ONCE ..................................................................................................................... 117 
CAPÍTULO DOCE ..................................................................................................................... 130 
CAPÍTULO TRECE ................................................................................................................... 146 
CAPÍTULO CATORCE ............................................................................................................. 158 
CAPÍTULO QUINCE ................................................................................................................. 171 
CAPÍTULO DIECISÉIS ............................................................................................................. 177 
CAPÍTULO DIECISIETE .......................................................................................................... 197 
CAPITULO DIECIOCHO .......................................................................................................... 206 
CAPÍTULO DIECINUEVE........................................................................................................ 216 
CAPITULO VEINTE ................................................................................................................. 227 
CAPÍTULO VEINTIUNO .......................................................................................................... 236 
CAPITULO VEINTIDOS .......................................................................................................... 251 
CAPITULO VEINTITRES ......................................................................................................... 260 
CAPÍTULO VEINTICUATRO .................................................................................................. 274 
CAPÍTULO VEINTICINCO ...................................................................................................... 286 
CAPÍTULO VEINTISEIS .......................................................................................................... 307 
CAPÍTULO VEINTISIETE........................................................................................................ 318 
CAPÍTULO VEINTIOCHO ....................................................................................................... 327 
CAPÍTULO VEINTINUEVE ..................................................................................................... 336 
CAPITULO TREINTA ............................................................................................................... 347 
CAPITULO TREINTA Y UNO ................................................................................................. 354 
 
CAPITULO TREINTA Y DOS .................................................................................................. 363 
CAPITULO TREINTA Y TRES ................................................................................................ 372 
EPÍLOGO ................................................................................................................................... 378 
AGRADECIMIENTOS .............................................................................................................. 382 
SOBRE LA AUTORA ................................................................................................................ 383 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
SINOPSIS 
 
"Había una vez…" 
 
El odio lo consumió. 
El amor me destrozó. 
Esa noche cambió nuestras vidas a ambos, convirtiendo nuestro comienzo en 
algo tóxico. Juntos éramos veneno y no había antídoto. 
 
Nuestra historia comenzó como terminó cualquier otro cuento de hadas. 
Con una hermosa boda. 
Un beso. 
Dos anillos. 
Tres votos. 
Killian Spencer se convirtió en mi esposo legalmente y yo en su obediente 
esposa. 
 
Pero no era un príncipe azul. No vino a salvarme... y juró que no habría felices 
para siempre. 
¿Y yo? 
Al igual que las historias que leía de niña, siempre pensé que sería la princesa 
de mi cuento de hadas. 
Bueno, yo era la villana de nuestra historia de amor. 
 
"Hasta que la muerte nos separe…" 
 
 
 
 
PRÓLOGO 
Julianna 
 
Mi padre siempre me dijo que la vida se trata de elecciones; algunas que 
son imposibles de hacer, mientras que con otras vivimos para lamentarnos. Pero 
somos humanos después de todo, nacimos para cometer errores. Los seres 
humanos somos defectuosos, somos buenos y malos, un yin y un yang perfectos. 
 
Lo que se olvidó de decirme fue que... algunas opciones me perseguirían 
para siempre. 
 
Una elección que hice... Un momento de impulsividad. Un destino que no 
pude reescribir. 
 
Después de todo, no podemos detener el tiempo, ¿verdad? Y todo lo que 
tomó fue un segundo. 
 
La maté esa noche. 
 
Mi hermana. 
 
Gracelynn. 
 
Mi historia estuvo manchada desde el principio, manchada por su sangre. 
Y su muerte fue un pecado para mí por el resto de mis días respirando. No era 
malvada, pero era la villana de todos modos. 
 
Me cubrí la cara con el velo negro. 
 
Esta es mi expiación. 
 
 
CAPÍTULO UNO 
Julianna 
 
 
La fealdad de la vida es que a veces no podemos deshacer lo que se ha 
hecho. No importa cuán devastador sea el resultado; no podemos girar el 
tiempo atrás “no se puede cambiar el pasado no se puede arreglar el futuro. Es 
lo que es”, había dicho mi padre esa noche. 
 
La noche que desperté del coma, postrada en cama con dos piernas 
rotas, tres costillas fracturadas, una columna vertebral destrozada y un cráneo 
fracturado... y máscicatrices de las que podía soportar. 
 
Una noche, hace cuatro meses, cometí un error que arruinó más de una 
vida. 
 
Desde entonces, he aprendido que el duelo es solo una etapa para 
aceptar la situación. 
 
Al igual que la negación. Ira. Depresión. Aceptación. Excepto que todavía 
estaba en el cuarto escenario. Depresión, decía mi terapeuta con un suspiro 
lastimero. 
 
La miseria todavía me ahogaba cada mañana mientras me tragaba mi 
desayuno y cada minuto del día. Si bien no era tan pesado como la culpa, el 
dolor incrustado todavía supuraba pus como una herida sin tratar. 
 
Pero fue la culpa... La culpa era lo que me mataba todos los días. 
 
El dolor se convirtió en mi compañero; el dolor era mi pesadilla y la culpa 
resultó ser mi alma gemela. 
 
—Julianna, aún no has desayunado. 
 
Podía sentir su presencia detrás de mí, pero no me aparté de la ventana. 
—No tengo hambre. 
 
Selene, nuestra anciana doncella y mi única amiga, hizo un sonido con el 
fondo de su garganta. —Tu padre... 
 
 
—Él no necesita saber —dije, mis uñas clavándose en mis palmas. 
 
—Tu hermana... 
 
Mis pulmones se hundieron, mi cuerpo se enfrió. —Detente. Ni siquiera 
termines esa oración. 
 
—Julianna. 
 
—Por favor para... Deja de intentar. Solo toma la comida y vete. —Mi voz 
temblorosa fue seguida por el silencio y luego la puerta se cerró con un clic. Su 
presencia desapareció y finalmente pude revolcarme en la autocompasión de 
nuevo. 
 
Mi ventana daba a los establos detrás de nuestra mansión. La finca de mi 
padre se expandió muchos miles de acres, pero este lugar solía ser mi vista 
favorita. 
 
Excepto que ahora, no era más que un amargo recordatorio. ¿Cómo 
pudieron nuestras vidas cambiar tan rápidamente en tan solo cuatro meses? Si 
tan solo no nos hubiéramos escapado... 
 
Si tan solo no hubiera sido tan terca... 
 
Si tan solo no hubiera estado conduciendo esa noche... 
 
Mi mano se levantó, temblando mientras tocaba el velo negro. 
 
La fina tela empezó debajo de mis ojos y ocultó el resto de mi cara. 
Mantuve mi cabello negro suelto, con un flequillo que nunca antes había tenido, 
manteniendo mi frente cubierta. Solo mis ojos eran visibles. 
 
“Escuché que ahora es fea, por eso se esconde detrás del velo” decían los 
susurros. 
 
Es bueno que lo mantenga cubierto. No quiero que me dé pesadillas. 
Bestia, algunos se burlaron. La pobre niña, otros me compadecieron. 
 
Los susurros no dolieron. De hecho, tuvieron poco efecto en mí. 
 
Había aprendido a cerrar el mundo mientras me rodeaba de mi propia 
miseria. Jolie, mi terapeuta, dijo que no era el mecanismo de afrontamiento 
adecuado. Dijo que me lo estaba poniendo más difícil. Dijo muchas cosas, pero 
ninguna importaba. Mi hermana, Gracelynn, todavía estaba muerta. Por mí. 
 
 
Y todavía estaba aquí, viva y respirando cuando debería haber sido yo en 
su lugar. 
 
Todavía recordaba sus ojos muertos y abiertos de par en par. Todavía 
podía oler el desagradable olor del cobre metálico; nuestra sangre y sudor. 
Todavía veía su rostro destrozado tan vívidamente en mis recuerdos y cada vez 
que cerraba los ojos. Estuve en ese auto con su cadáver durante tres horas. Tres 
horas que se sintieron como tres días extremadamente largos. 
 
Me desmayé muchas veces, recuperando la conciencia solo para ver su 
rostro ensangrentado una y otra vez, mientras le gritaba que respirara, que se 
mantuviera con vida. 
 
Gracelynn no llevaba el cinturón de seguridad esa noche. La fuerza del 
impacto, y cuando nuestro auto volcó, la envió volando a través del parabrisas. 
Sus gritos todavía resonaban en mis oídos. Su rostro hinchado y destrozado con 
fragmentos de vidrio incrustados en su carne todavía estaba grabado en mi 
cerebro. 
 
La mayoría de los días pasaba mi tiempo así. Mirando con desgana por la 
ventana, viendo salir y ponerse el sol, ver pasar el día convirtiéndose en meses. 
 
No era como si pudiera escapar de mi miseria. No, ni siquiera podía 
caminar. 
 
Ese accidente me quitó más de lo que nadie vería. 
 
 
 
 
Horas después, la puerta se abrió de nuevo, sacándome de mis 
pensamientos. Todavía estaba enraizada en el mismo lugar en el que Selene me 
dejó esta mañana. 
 
—No tengo hambre —dije, ya sabiendo quién era. Solo se permitieron dos 
personas en mi habitación. Selene y mi padre. 
 
Mi padre rara vez me visitaba. 
 
 
Y Selene era la única cara que veía todos los días. Su presencia y el único 
contacto humano que tuve desde que desperté del coma y fui devuelta a la 
propiedad de mi padre, eso mantuvo intacta lo que quedaba de mi cordura. 
 
—La habitación huele a muerte y desesperación. Francamente, lo 
apruebo. —Mis ojos se agrandaron. 
 
No. 
 
Mi cabeza daba vueltas y el cuello de mi suéter se sentía demasiado 
apretado. 
 
¿Qué hace aquí? 
 
Killian Spencer era la última persona que esperaba que entrara en mi 
habitación. La última vez que nos vimos... 
 
Hace dos meses, cuando visité el lugar de descanso de mi hermana, por 
primera vez. Él había estado allí antes que yo y cuando me di la vuelta para irme, 
no me dejó ir sin darme una parte de su mente. 
 
Voz fría. Ojos oscuros. 
 
Palabras crueles. 
 
Ese fue Killian Spencer. El nuevo él. 
 
—Julianna —se burló de mi nombre. Lo imaginé frunciendo los labios con 
disgusto. 
 
—Antes de que digas nada… —comencé a advertirle, pero él habló sobre 
mí. 
 
—Nuestros padres han arreglado nuestro matrimonio. Está siendo finalizado 
a medida que hablamos. 
 
Me callé y cerré los ojos, conteniendo un grito desesperado. Se acercó a 
mí por detrás, sus pasos sonando más cerca. Podía sentir el calor de su cuerpo. 
Podía oler su colonia fuerte y picante. Único y familiar. 
 
Mi pecho traqueteó cuando exhalé un suspiro tembloroso. —Podrías 
haberte negado. 
 
 
Desde mi visión periférica, vi que levantaba las manos y las colocaba sobre 
las asas de mi silla de ruedas. Por primera vez, me di cuenta de lo impotente que 
era contra él. Débil y frágil. 
 
Fácilmente podría lastimarme. Y lo dejaría. 
 
—Dices esto y, sin embargo, sabes lo importante que es este matrimonio 
para nuestras dos familias —se burló Killian. 
 
Mis dedos se aferraron a mi pulsera de plata con dijes. Con una necesidad 
frenética, utilicé el borde afilado del corazón y lo hundí profundamente en mi 
muñeca. Hice una mueca y el dolor me hizo pensar. Me hizo sentir viva. 
 
—¿Es esa la única razón por la que accediste a este matrimonio? 
 
Se inclinó hacia adelante, acercando su cabeza a la mía. Sentí su aliento 
contra mi oído. —Sabes muy bien cuáles son mis razones. 
 
—Podrías simplemente matarme, —dije—. Hazlo fácil para los dos, ¿no 
crees? 
 
—¿Por qué deberías tener una muerte fácil? —El odio en su voz era 
inconfundible—. Tuvo una muerte cruel, Julianna. Y sufrirás un destino peor. —Allí 
estaba. Ésta fue la razón por la que fuimos venenosos juntos. Maté a su amor y él 
quería venganza—. ¿Sabes qué fecha es hoy? 
 
¿Como podría olvidarlo? 
 
Killian todavía estaba demasiado cerca. Su presencia era asfixiante. —Se 
suponía que hoy iba a caminar por el pasillo —dijo, mortal y despiadado. Pero 
no extrañé el dolor y el anhelo en su voz. 
 
Gracelynn habría sido la novia más bonita de la historia. Cerré los ojos y 
me atraganté con el sollozo que amenazaba con salir de mi garganta. 
 
Mis sollozos llenaron la habitación y se produjo el terrible silencio de Killian. 
Su silencio fue inquietante. Killian era más mortal que una víbora, mientras 
esperaba el momento adecuado para atacar. 
 
Se movió alrededor de mi silla de ruedas y se paró frente a mí. Vestido de 
negro, era una figura imponente. Arrastré mi mirada hacia arriba, desde sus 
zapatos de cuero pulido, hasta sus fuertes muslos, su ancho pecho y hombros y 
luego su rostro. Labios carnosos, ojos oscuros y expresión glacial. 
 
 
Nuestras miradas se encontraron y él parpadeó,una vez, como para 
sacudirse la imagen de mí de su cerebro. Como si yo fuera un fantasma, 
atormentándolo. 
 
Quizás lo era. 
 
Killian se apoyó contra la ventana, sus manos yendo al alféizar mientras 
cruzaba los tobillos. Parecía el hombre poderoso y confiado que era. Tan 
tortuoso, tan controlado, tan cruel. 
 
Me moví nerviosamente bajo su mirada, sintiéndome tan fuera de control 
mientras él estaba tan contenido. 
 
—Dos años. 
 
Parpadeé. —¿Qué? 
 
Tenía un tic en la mejilla izquierda, sus músculos se tensaron y su mandíbula 
se endureció. Killian asintió con la cabeza hacia mis piernas, inútiles y frágiles. 
 
—Tu padre dijo que te tomará mucho tiempo volver a caminar, si es que 
alguna vez lo harás. Con toda la terapia necesaria, te está dando dos años. 
 
Tragué. —¿Dos años...? 
 
—Dos años para que puedas caminar por el pasillo. Nuestra boda se 
llevará a cabo en este día, dentro de dos años. 
 
Sabía que esto vendría. Mi padre me advirtió de antemano: tendría que 
ocupar el lugar de Gracelynn en el altar, pero todavía no estaba preparada 
para este anuncio. 
 
—¿Qué pasa si no puedo caminar de nuevo? 
 
Él sonrió cruelmente. —Entonces, te arrastraré por el pasillo, de rodillas, si es 
necesario. 
 
Respiré temblorosamente. Killian se apartó de la ventana y se inclinó hacia 
adelante, acercando su rostro al mío. Ni siquiera podía moverme. Mi silla de 
ruedas me mantuvo en mi lugar. Su aliento se deslizó sobre mi velo, justo sobre 
mis labios. 
 
—Escúchame con mucha atención. Te casarás conmigo; pagarás por tus 
pecados y morirás en mis manos. 
 
 
No vio que ya estaba pagando por mis errores. 
 
Al igual que todos los demás, Killian no me vio a mí. Vieron mi velo. Vieron 
mi pecado. 
 
Ya nadie vio a Julianna Romano. 
 
No vieron mi remordimiento o que el fantasma de mi hermana me 
perseguía. 
 
Mis uñas se clavaron más profundamente en mi palma, haciendo que 
sangre. 
 
Levanté la barbilla igualando su mirada fría. —Lo has dejado muy claro, 
Killian Spencer. 
 
Se rió entre dientes de mi espectáculo de “No tengo miedo de que hagas 
lo peor”. Fue un intento débil de valentía, pero no quería que pensara que yo 
era tan impotente como él pensaba. 
 
Mi vida ya era un infierno. Pero todavía tenía algún tipo de control sobre 
lo que Killian podía hacerme, a pesar de que me merecía todo lo que decía. 
 
Debo pagar por mi pecado. Debería sufrir. Debería morir en sus manos. 
 
Era su derecho. Después de todo, maté su corazón. 
 
Habría sido fácil decir que Killian era el villano. Pero estaba lejos de la 
verdad. Él fue solo otra víctima de mis errores y el resultado final de mis pecados. 
 
Yo era la villana en este desordenado cuento de hadas. 
 
Su mano subió a mi cara y me estremecí, esperando que me golpeara, 
pero no lo hizo. Killian pasó un dedo por un mechón de cabello negro y luego 
tiró. Lo suficientemente fuerte como para quemarme el cuero cabelludo. 
 
—Te voy a romper, Julianna Romano. 
 
No puedes romper lo que ya está roto. 
 
Aparté la cara, ya no podía mirar a sus ojos oscuros. Solo había algo en 
ellos. Algo que me hizo doler. 
 
 
—Has dicho lo que viniste a decir aquí. Te puedes ir ahora. —Killian se 
apartó y se alejó. 
 
Agarré mi pecho, llevando el dolor que parecía hundirse más 
profundamente bajo mi carne. No era solo mi corazón lo que dolía. Fue mi alma 
la que fue atormentada. 
 
—Oh cierto, me olvidé de darte esto. —Sacó algo de su bolsillo y luego lo 
lanzó descuidadamente en mi dirección. Patinó sobre el piso brillante, a unos 
metros de mi silla de ruedas. 
 
—Tu anillo —dijo Killian con frialdad, su voz goteando veneno—. Póntelo. 
Feliz compromiso para nosotros. 
 
Después de que él se fue, Selene regresó. Sin una palabra, levantó el anillo 
del suelo y me lo entregó. Se lo quité, mirando el extravagante anillo de 
diamantes. La roca era enorme y no se parecía en nada a mi gusto personal. 
Pero, de nuevo, esta boda no se trataba de mí y a Killian le importaban menos 
mis preferencias. 
 
Pesaba en mi palma, pero el peso era más que solo el diamante brillante 
en sí. 
 
Lo detestaba. 
 
Y, sin embargo, todavía lo usaba en mi dedo anular. Cuando mi padre 
entró en mi habitación mucho más tarde, sonrió con aprobación al ver mi anillo, 
me dio unas palmaditas en la mano y se marchó sin decir una palabra. 
 
Fue oficial. 
 
Dentro de dos años, sería la esposa de Killian. 
 
Este matrimonio sería su venganza: los votos no serían de amor, sino de 
odio. 
 
Su represalia. Mi expiación. Un matrimonio imperfecto. 
 
 
CAPITULO DOS 
Julianna 
 
Dos años más tarde 
 
Se supone que una boda es una ocasión alegre, un día para celebrar, 
donde dos almas se unen. Unidos en santo matrimonio. Unido por votos “amar y 
apreciar”. 
 
Siempre imaginé algo romántico. Una gran boda; los vestidos más bonitos 
y caros; tacones preciosos que muchas novias envidiarían; un hermoso velo para 
avergonzar a otros velos, y mi apuesto príncipe azul, mi propio cuento de hadas. 
 
Pero fue solo eso. Una fantasía. Hermosa para soñar, pero una fantasía de 
todos modos. 
 
Porque mi boda fue nada menos que una cruel realidad. En los últimos dos 
años, Killian y yo solo nos cruzamos dos veces. 
 
Una vez, en nuestro día de compromiso. El mismo día que me arrojó el 
anillo, tan descuidadamente, tan despiadadamente. 
 
Y la segunda vez fue ayer, cuando llegué a Isla Rosa-Maria. Apenas me 
había dado una mirada mientras pasaba a mi lado para saludar a mi padre. 
Como si ni siquiera estuviera allí. Como si no fuera su futura esposa. Como si no 
estuviéramos a punto de casarnos en menos de veinticuatro horas. 
 
Killian, sin una sola palabra hablada, me había recordado que Julianna 
Romano había sido olvidada. Incluso mientras todavía estaba viva, mi existencia 
se había convertido en la vida de un fantasma. 
 
Killian Spencer no solo fue cruel. Él fue vengativo. 
 
—Julianna —dijo Selene, atrayendo mi atención hacia ella—. ¿Qué tal si 
cambias tu velo negro? 
 
—No. —Observé el velo blanco de tres metros y medio de largo que 
sostenía en sus manos; el final estaba adornado con cristales que combinaban 
con mi vestido de novia. 
 
 
Mis dedos rozaron el pequeño velo negro que cubría solo mi cara. —No 
me voy a quitar este velo ni a cambiarlo por otro. He pedido un velo de novia 
hecho a medida para combinar con este. 
 
—Si. Lo sé. —Selene suspiró, como si estuviera hablando con un niño 
obstinado y malcriado—. Pero el que hiciste a medida es negro. Por favor, al 
menos por hoy, renuncia al velo negro y usa el blanco que tu padre te había 
diseñado. 
 
—Hemos tenido esta conversación demasiadas veces durante las últimas 
tres semanas y mi respuesta sigue siendo la misma, Selene. 
 
Me negué a llevar un velo blanco, porque mi penitencia aún no había 
terminado. Duraría una eternidad, pero boda o no, no iba a comprometerme 
con mi expiación. La salvación vino de muchas maneras; la absolución era 
diferente para cada persona. Pero para lograrlo, era necesario hacer sacrificios. 
 
Y estaba sacrificando mi velo blanco, mi boda perfecta, solo para poder 
saborear el resto de misericordia en mi lengua. 
 
Hice un gesto hacia la caja sin abrir que estaba en la cama. —Tráeme el 
velo que quiero. 
 
—Tu padre se sentirá decepcionado. —Fue su último esfuerzo para 
ayudarme a cambiar de opinión y sabía que desafiar a mi padre haría 
precisamente eso. 
 
Después de la muerte de Gracelynn, había hecho todo lo que mi padre 
me había pedido. Yo era la hija perfecta y la víctima de mi padre en su carrera 
por más poder. 
 
Mi mirada se fijó en el rostro de Selene sin parpadear. 
 
—Lo sé. 
 
—La gente hablará —dijo. 
 
—Ya lo hacen —dije inexpresiva. 
 
—Bueno, hablarán más. No hay forma de que tu padre y los Spencer 
puedan acallar los chismes de nuevo. 
 
—Nuestras vidas se han convertido enuna burla, Selene. Unos cuantos 
chismes más no vendrán mal y, sinceramente, no me importa nada cuando 
 
estoy a punto de casarme con el hombre que detesta absolutamente mi mera 
existencia. 
 
—Oh, Julianna. —Su voz se suavizó y sentí la lástima que había estado 
esperando. Estuvo ahí todo el tiempo. 
 
Selene era mi única amiga y su pena era lo único que no podía soportar. 
Solo quería que alguien me viera como Julianna Romano. 
 
No juzgar, compadecer u odiar. 
 
No como la niña con cicatrices, escondida detrás de su velo. 
 
No como la asesina de Gracelynn. 
 
Y definitivamente no como la mujer que había arruinado la vida de Killian. 
 
Quería ser Julianna de nuevo. 
 
La chica con el corazón roto; la chica que estaba expiando sus pecados; 
la chica que sobrevivió. No el accidente. 
 
No a la chica que sobrevivió a los chismes, las palabras crueles, las burlas, 
los ojos fríos, el resentimiento sin corazón y su propio desprecio por sí misma. 
 
Tomé su mano en la mía, admirando la diferencia entre nosotras. Su mano 
era vieja, un poco arrugada. Las callosidades en las yemas de sus dedos eran 
prueba de una mano trabajadora, mientras que la mía era pálida y suave. Joven 
y sin ninguna experiencia. 
 
Entrelacé mis dedos con los de ella, levantando su mano y presionando 
mis labios contra el dorso. Un simple gesto de respeto y amor. 
 
—Trabajas para mi padre, Selene. Pero eres mi única amiga y compañera 
—susurré—. Entonces, por favor, al menos por hoy... ¿puedes ser mi amiga, en 
lugar de seguir la orden de mi padre? No eres su títere, así que, por una vez, 
ponte de mi lado. 
 
—Esa es la cuestión, Julianna. Estoy siempre a su lado. Simplemente no lo 
ves porque eliges creer que todos están en tu contra. 
 
Mi pecho se apretó mientras caminaba hacia la cama y abrió la caja, 
revelando el velo de tul negro que había pedido, hecho a medida según mis 
 
especificaciones. Tenía doce pies de largo con un diseño de encaje y cristales 
negros de Swarovski al final. 
 
Miré el espejo cuando Selene se paró detrás de mí. Sin una palabra, sujetó 
con cuidado el velo en la parte de atrás de mi moño. Mi largo cabello negro 
había sido perfectamente peinado en rizos que caían a ambos lados de mi cara 
y un moño desordenado que se veía elegante. Una intrincada tiara de marfil, 
que se había transmitido a la familia Spencer durante más de un siglo, estaba 
sobre mi cabeza. Una vez que el velo negro estuvo en su lugar, Selene me tapó 
la cara con la parte delantera. 
 
Fue el contraste perfecto con mi vestido de novia. 
 
Mi vestido blanco era un pesado vestido de gala hecho a medida por 
Ralph Lauren. El tul y la tela de encaje se cubrieron con más de 200.000 cristales 
blancos de Swarovski. El vestido era tan pesado que me preguntaba cómo iba 
a caminar por el pasillo con el peso de mi cuerpo. 
 
Solo lo mejor para una boda de Romano y Spencer, había dicho mi futuro 
suegro. 
 
Era hermoso, elegante y caro, nada que ver con mis preferencias 
personales. Habría elegido algo más simple y elegante, definitivamente menos 
pesado y brillante, si hubiera tenido la opción. 
 
Pero se trataba de la gente, los paparazzi y nuestra imagen. Esta boda 
tenía que ser fuera de lo común, especial y nada como nadie había visto antes. 
 
Bishop Romano era uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos, 
excepto que solo los más cercanos a él realmente sabían de qué se trataba su 
negocio. 
 
Se mezcló con los políticos y empresarios más ricos. Su sistema de apoyo 
fue muy amplio, desde policías hasta médicos y abogados. Lo que hicieron 
detrás de escena y debajo de las mesas, bueno, fue exactamente como lo 
retrataron en las películas. Mi padre y la gente a la que se rodeaba eran tan 
corruptos como venían. 
 
William Spencer, el padre de Killian, se desempeñó como presidente de los 
Estados Unidos hace doce años, durante dos mandatos consecutivos. Él era la 
única figura pública de la que todo el mundo hablaba, tanto bien como mal, 
pero eso significaba que su vida privada ya no era tan privada. 
 
 
Se esperaba que Killian se postulara para presidente, algún día, lo 
suficientemente pronto. Fue el único resultado posible como hijo de William 
Spencer. Sabía que estaba trabajando para lograrlo. Se había estado 
colocando en los círculos íntimos de los políticos y donde importaba, desde que 
cumplió veinte años. 
 
Este matrimonio fue un contrato, la alianza perfecta entre un Romano y un 
Spencer. La única forma en que las dos familias podrían beneficiarse 
mutuamente. ¿Y yo? Bueno, fui daño colateral. 
 
Selene se paró frente a mí, bloqueando mi reflejo y sacándome de mis 
pensamientos. —Ahí tienes —murmuró ella, con la voz ahogada. Tenía lágrimas 
en los ojos—. Te ves hermosa, Jules. 
 
El dolor en mi pecho volvió con toda su fuerza. El sabor de la miseria era 
amargo en mi lengua y la vergüenza, su veneno, se arrastró bajo mi carne. 
 
Podía escuchar la voz de mi hermana resonando en mis oídos. Jules, decía 
ella. Jules, lloraría. Jules, se reiría. 
 
—¿Crees... que alguna vez me perdonaría? —Susurré, mi voz temblaba. 
 
—Ella ya lo hizo —dijo Selene—. Gracelynn no guardaba rencor y 
especialmente no contra ti. Tú eres la que aún no se ha perdonado a sí misma. 
 
—Y mi futuro esposo —agregué. 
 
Selene bufó. —Sus opiniones no cuentan. 
 
Mis labios se crisparon, incluso a través de las lágrimas. —¿Realmente lo 
odias? 
 
—Te hizo llorar, mi preciosa niña. Por supuesto que lo odio y por favor, por 
el amor de Dios, no empieces a llorar. ¡Te estropearás tu rímel! 
 
Solté una risa llorosa y luego tiré de Selene para abrazarla. —Gracias —
suspiré—. Llegaste a mi vida cuando tenía cinco años. Cuidaste de Gracelynn y 
de mí, aunque no tenías que hacerlo. Nos trataste como si fuéramos tus propias 
hijas. 
 
Selene besó mis mejillas. —Fue un placer, Jules. 
 
 
A los diez años mi vida cambió de manera irrevocable. Lo que más 
necesitaba era una madre y Selene estaba allí, en cada paso del camino, 
apoyándome, animando a la pequeña niña con el corazón roto. 
 
Me tragué las lágrimas, sollozando. —¿Puedes pasarme mis pastillas, por 
favor? 
 
Selene me entregó el frasco pequeño y me metí una pastilla en la boca. 
Habían pasado tres meses desde mi última convulsión... 
 
No había forma de que pudiera omitir mi medicación. No cuando era lo 
único que me impedía sufrir otra recaída. 
 
—¿Me ayudas? —Pregunté, tomando la mano de Selene. 
 
Con su ayuda, me puse de pie, pero me tambaleé un poco. Claro, podía 
caminar de nuevo, pero cojeaba y seguía inestable. Mi fisioterapeuta me dijo 
que si bien podía caminar, mis piernas siempre estarían débiles y siempre 
caminaría con una ligera cojera. 
 
Correr de nuevo ni siquiera era una posibilidad. A veces, si estaba de pie 
durante demasiado tiempo o caminaba demasiado rápido, mi cojera era más 
pronunciada. 
 
Selene arregló mi velo, luciendo tan emocionada como me sentía. La 
esquina de sus ojos se arrugó cuando parpadeó, la punta de su nariz estaba roja 
y sollozó. 
 
—Como tu madre adoptiva, ¿puedo darte un último consejo? 
 
Asentí, sintiendo la forma en que mi garganta se cerraba y quemaba con 
lágrimas no derramadas. 
 
—Estás a punto de convertirte en Julianna Spencer, en esposa. Mientras 
deberías siempre tener tu mejor interés en el corazón, ahora también eres 
responsable de tu nueva familia. Su reputación, su imagen y su bienestar. —
Selene hizo una pausa y empujó mi barbilla hacia arriba con su dedo índice, por 
lo que mi cabeza estaba en alto—. Killian es un idiota, cierto. Pero debes estar 
en tu mejor momento, para que él nunca pueda señalarte con el dedo o 
acusarte de carecer de algo como esposa o pareja. Porque lo sabemos muy 
bien, él cavará bajo tu piel, encontrará todos tus defectos y te hará pedazos 
hasta que tu corazón esté sangrando a sus pies. No lo dejes hacerlo. Nadiedebería usar tus debilidades en tu contra. 
 
 
Me lamí los labios, saboreando mi vergüenza y tragando mis secretos. 
Selene no sabía ni la mitad de mi historia... 
 
Nadie lo sabía, porque la única persona que conocía todos mis secretos 
era Gracelynn. Y ahora estaban enterrados con ella, manchando su tumba con 
mi pasado contaminado y la amargura que vino con él. 
 
Nadie debería usar tu debilidad en tu contra. 
 
Poco sabía ella... 
 
Killian era mi única debilidad. 
 
—Y recuerda, los votos que haces son sagrados, mi preciosa niña —finalizó. 
 
Votos sagrados, un pasado roto y un futuro empañado. Killian y yo íbamos 
a romper, eventualmente. No importaban los votos que hicimos o la relación que 
compartimos. 
 
 
 
 
Dos horas más tarde, con la ayuda de Selene, me encontré bajando las 
anchas escaleras del castillo. 
 
Cuando William Spencer dijo que esta boda sería nada menos que de la 
realeza, no pensé que se refería a un castillo. Pero ahí era exactamente donde 
tenía lugar mi boda. 
 
Isla Rosa-Maria entró en posesión de Spencer en 1865. En ese entonces se 
llamaba Isla Wingintam. Pero en 1875, cuando los marqueses Wingintam 
decidieron hacer de la Isla su hogar permanente, la rebautizó como Isla Rosa-
Maria, justo antes de que él y su esposa se establecieran aquí. 
 
Los Spencer eran descendientes directos de Marqués Wingintam. 
Entonces, básicamente, Killian era algo de la realeza. ¿Y esta isla y el castillo que 
la acompañaba? Pertenecían a mi futuro esposo. 
 
Cuando llegué aquí ayer, apenas tuve la oportunidad de echar un vistazo 
a lo que sería mi hogar durante las próximas dos semanas. No hubo luna de miel, 
 
pero William le dijo específicamente a Killian que se suponía que debíamos pasar 
un tiempo solos, como marido y mujer. 
 
De ahí las dos semanas en Isla Rosa-Maria. 
 
Donde no hubiera paparazzis, ni chismes y tendríamos toda la privacidad 
que necesitáramos. 
 
El terror me llenó ante el pensamiento. Solo podía imaginar la crueldad por 
la que pasaría a manos de Killian y no habría nadie que me ayudara. 
 
No cuando básicamente estábamos encerrados lejos del resto del mundo 
y atrapados en lo que la gente llamaba un castillo encantado. 
 
—¿Han llegado todos los invitados? —Le pregunté a Selene, agarrando su 
mano con más fuerza. 
 
—Están todos aquí y esperando tu entrada —respondió suavemente—. 
Pero como prometieron, mantuvieron pequeña la lista de invitados. Sin embargo, 
la recepción que celebrarán dentro de dos semanas será mucho más grandiosa. 
 
Por supuesto. 
 
Al menos mi padre me había permitido esta misericordia el día de mi boda. 
Les había pedido específicamente que mantuvieran la lista de invitados lo más 
pequeña posible. Solo porque sabía que esta boda terminaría en un desastre. 
 
Killian apenas se aferraba al delgado hilo de su cordura. Dios sabe lo que 
haría cuando finalmente alcanzara su punto de inflexión y no necesitábamos 
una audiencia para eso. 
 
—¿Nerviosa? —Selene bromeó mientras bajábamos al último escalón 
donde mi padre me estaba esperando. 
 
—Aterrada —suspiré, antes de que mi padre tomara mi mano en la suya. 
Miró el velo negro con desdén. Esperaba que me regañara, pero en cambio, me 
dio una sonrisa suave, empujando su ira a un lado. 
 
—Te ves absolutamente hermosa, hija mía. Si tan solo tu madre te hubiera 
visto en este día. Dios bendiga su alma. 
 
El nudo en mi garganta se hizo más grande. —Gracias Padre. 
 
 
—Llámame papá hoy. —Las emociones en su voz eran inconfundibles. Se 
inclinó hacia delante y me dio un casto beso en la frente, por encima del velo—
. Te voy a extrañar terriblemente. Después de Gracelynn, fuiste la única que me 
mantuvo unido, que me mantuvo en marcha. Y ahora... 
 
Envolví un brazo alrededor de su cintura, mi cabeza en su pecho y cerré 
los ojos, sintiendo los latidos del corazón de mi padre. Me tranquilizó. 
 
—Sólo porque voy a ser una mujer casada en veinte minutos no significa 
que dejaré de ser tu hija. 
 
—¿Lista para caminar por el pasillo? —preguntó. 
 
En respuesta, envolví mi mano alrededor del hueco de su codo. Palmeó el 
dorso de mi mano mientras Selene me entregaba mi ramo de rosas blancas y 
rosadas. Luego, atravesamos las puertas dobles de madera y entramos en la 
capilla del castillo. 
 
Verlo me habría dejado sin aliento: las flores, las decoraciones, la hermosa 
luz del sol que se proyectaba a través de los amplios paneles de la capilla, pero 
nada de eso comparado con quien me esperaba al final del pasillo. 
 
Killian me dio la espalda y ni siquiera se molestó en darse la vuelta para 
verme caminar por el pasillo hacia él. Mi corazón se aceleró y mis palmas se 
pusieron sudorosas cuanto más me acercaba. 
 
Tenía los pies ligeramente separados, los brazos a los lados, los puños 
apretados y la espalda rígida. Parecía más pertenecer a una formación militar 
que a su propia boda. 
 
En el momento en que me paré a su lado, su mandíbula se tensó y juré, el 
músculo de su mejilla izquierda casi estalló con la fuerza con que apretaba los 
dientes. 
 
Mi padre agarró a Killian por el hombro. —Ella es tuya ahora. 
 
Y eso fue todo. Killian no respondió. De hecho, apenas reconoció las 
palabras de mi padre. 
 
—Empiece —le gritó al sacerdote. 
 
Mis músculos se contrajeron ante la dureza de su voz y casi me estremecí. 
Mis uñas se clavaron en mi palma y el dolor me calmó. 
 
 
—Queridos hermanos, hoy estamos aquí reunidos para unir a este hombre 
y esta mujer en santo matrimonio —comenzó el sacerdote y yo apenas presté 
atención a lo que decía. 
 
La sangre corrió por mis venas y me balanceé, mientras el entumecimiento 
se apoderaba lentamente. Podía escuchar los latidos de mi corazón resonando 
en mis oídos. 
 
Golpe. Golpe. Golpe. 
 
Era tan fuerte que me pregunté si Killian podría oírlo. Mis piernas temblaron, 
sintiéndome más débiles que nunca. Me preocupaba que se rindieran debajo 
de mí y yo terminara tomando mis votos de rodillas. 
 
Cuando llegó el momento de pronunciar nuestros votos, el sacerdote hizo 
un gesto para que nos tomáramos de la mano. Killian agarró la mía en la suya, 
sorprendiéndome, estaba voluntariamente tocándome. Sabía que era para el 
público y las cámaras que parpadeaban detrás de nosotros, pero me 
hormigueaba la piel, a pesar de que su toque era apenas un roce. 
 
—Killian Spencer, ¿tomas a esta mujer por esposa, para vivir juntos en 
matrimonio, para amarla? 
 
—Me gustaría repetir mis votos en sus oídos, únicamente para mi esposa —
interrumpió Killian. 
 
El sacerdote sonrió. —Por supuesto. Los votos están destinados a ser íntimos 
y no hay nada más especial que susurrar tu amor en los oídos de tu amada.. 
 
Mi cuerpo se enfrió, mi corazón saltó a mi garganta hasta que casi me 
ahogo. 
 
Si conociera a Killian tanto como lo hago... 
 
Mis pulmones se apretaron. 
 
Killian se acercó más; bajó la cabeza para que sus labios estuvieran más 
cerca de mi oído. La presión en mi pecho se volvió insoportable. Su aliento se 
deslizó a través de mi velo y el vello de mis brazos desnudos se puso firme. 
 
El sacerdote comenzó a hacer los votos de nuevo, pero sus palabras se 
ahogaron cuando mi corazón hizo eco mientras la voz de Killian sonaba en mi 
oído. Su propia versión cruel de nuestros votos matrimoniales. 
 
 
—Killian Spencer, ¿Aceptas a esta mujer como tu esposa, para vivir juntos 
en matrimonio? 
 
—Prometo pasar el resto de mi vida haciendo que te arrepientas de lo que 
le hiciste a Gracelynn. 
 
—...Amarla, honrarla, consolarla, apreciarla... 
 
—Para lastimarte, romperte... y odiarte por el resto de nuestros días. Nunca 
seré tu protector, nunca tu defensor; Prometo ser el villano de tu historia. 
 
—... ¿Y mantenerla en salud y enfermedad, abandonando a todos los 
demás, mientras ambos vivan? 
 
—En salud y en enfermedad, a través de la tristeza y el dolor,durante todos 
los días de mi vida, seré tu peor pesadilla. 
 
Con mi corazón latiendo sangrando a nuestros pies, Killian se echó hacia 
atrás y luego se enderezó en toda su altura. Se elevó sobre mí, mientras que sus 
ojos oscuros se volvieron más oscuros y la esquina de sus labios se arquearon en 
una sonrisa cruel. 
 
—Acepto —dijo, su voz fuerte, pero carente de calidez. 
 
El sacerdote se volvió hacia mí. —Julianna Romano, ¿Aceptas a este 
hombre por esposo, para vivir juntos en santo matrimonio, amarlo, honrarlo, 
consolarlo y mantenerlo en salud y enfermedad, abandonando a todos los 
demás, por tanto tiempo como vivan los dos? 
 
Me encontré con su mirada sin parpadear. No tenía necesidad de 
cambiar nuestros votos porque mientras Killian se casaba conmigo por 
venganza, yo me casaba con él por una razón completamente diferente. 
 
Esta era mi forma de buscar... la salvación. —Acepto —repetí las palabras 
anteriores de Killian. 
 
—...Hasta que la muerte nos separe. 
 
Mis ojos se cerraron. —Hasta que la muerte nos separe. —Apenas me di 
cuenta de que ya estábamos intercambiando nuestros anillos; mis pensamientos 
se dispersaron cuando la fría realidad de esta situación finalmente se hundió en 
mis venas. 
 
—...Ahora los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia. 
 
 
Su mandíbula se tensó y maldije, la mirada en sus ojos era mortal, observé 
horrorizada cuando Killian dio un paso atrás. 
 
El silencio que siguió se posó en mi piel como un veneno, hundiéndose bajo 
mi carne y paralizándome mientras Killian se alejaba. 
 
Dejándome en el altar. 
 
Lo miré hasta que se fue por completo, hasta que incluso su sombra 
desapareció. 
 
No hubo susurros. No hubo cámaras parpadeando. 
 
Nada más que silencio. 
 
El sacerdote emitió un sonido ahogado con el fondo de la garganta. Mi 
padre lucía absolutamente asesino mientras William me dedicó una sonrisa 
amarga. 
 
Se acercó y tomó mi mano, levantándola para poder besarla en el dorso. 
 
—Bienvenida a la familia, Julianna. Siempre quise una hija —dijo con 
suavidad, como si su hijo no me dejara a mí, a su nueva esposa, en el altar. 
 
Nos hizo girar hacia donde todos estaban sentados. La pequeña 
audiencia, solo unos veinte invitados, se aclaró la garganta y me dio sonrisas 
vacilantes. 
 
—Les presento, a mi nuera, Julianna Spencer. 
 
Aplaudieron, como si fuera un momento alegre para celebrar, pero todo 
era tan falso y me dolía el estómago. 
 
Julianna Spencer. Mi nuevo nombre. Mi nuevo comienzo. 
 
Sin embargo, no fue nada más que amargo. 
 
 
CAPÍTULO TRES 
Killian 
 
La hice girar y ella echó la cabeza hacia atrás, riendo. Había algo en su 
risa; la forma en que era tan suave y despreocupada. 
 
Y sabía que esa risa estaba reservada solo para mí. 
 
Recordé la primera vez que la conocí. Ella me había estado mirando 
mientras preparaba a Coal para un paseo. El caballo estaba entusiasmado y 
había sentido su presencia antes que yo. 
 
Gracelynn. 
 
Mi Grace. 
 
—¿Cómo quieres que sea nuestra boda? —Pregunté, acercándola a mí. 
Cayó 
en mis brazos y su sonrisa se volvió... cautelosa. Siempre lo hacía cada vez 
que sacaba el tema de nuestro próximo matrimonio. 
 
Su falta de entusiasmo o la mirada de cautela en su rostro me estaba 
poniendo nervioso. ¿Era posible que no estuviera segura? 
 
O tal vez aún no estaba lista para casarse... 
 
—Algo simple —dijo Grace, pensativa—. Pero hermoso. 
 
Agarré su mandíbula en mi mano y ojos grises ahumados se encontraron 
con los míos y joder, ella me intoxicaba con la locura en su mirada. Solo había 
algo en eso. 
 
Tantos secretos. 
 
Mucho dolor. 
 
Soledad y miedo... 
 
Había algo en ellos que gritaba, no me abandones; mantenme unida. 
 
 
—¿Quieres este matrimonio, Grace? —Pregunté y luego el impulso de 
patearme fue fuerte. ¿Por qué atormentarme con una pregunta así, para darle 
una salida fácil? 
 
Pero por mucho que deseara a Grace como esposa, necesitaba que ella 
quisiera esto tanto como yo. Mi novia vendría a nuestra habitación por su propia 
voluntad y no porque fuera su deber calentar mi cama. 
 
Sus ojos se agrandaron ante la pregunta y tomó mi mano entre las suyas, 
apretándola con todas sus fuerzas. Su pecho traqueteaba con una respiración 
temblorosa. 
 
—¡Por supuesto que sí! Siempre soñé con mi boda y contigo, incluso antes 
de conocerte. 
 
 Gracias joder. —¿Por qué siento que hay un pero ahí dentro? 
 
Grace tragó. —Todavía tenemos mucho que aprender el uno del otro. 
 
—Te he estado cortejando durante seis meses y todavía tenemos cuatro 
meses hasta nuestra boda. 
 
Pasé mis dedos a lo largo de su cabello rubio blanco. El color era tan claro, 
su cabello era casi de un blanco platino y un tono plateado que iluminaba su 
rostro redondo. Hizo que sus ojos grises se abrieran. 
 
—Mucho tiempo para que todavía nos conozcamos. 
 
Grace era transparente, lo que significaba que era una mala mentirosa. 
Sus ojos eran el espejo de su corazón y su alma. Nunca mintieron, y hoy, tenían 
tanta angustia en ellos, podría haberme ahogado en ellos, como un amante sin 
sentido. 
 
Se puso de puntillas y sus labios rozaron mi mandíbula, antes de que 
finalmente aterrizaran en mis propios labios en espera. Un beso susurrado. 
 
—¿Hay algo que quieras decirme, Grace? —Ásperas en su boca. 
 
Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cuello y se apartó del beso, 
antes de enterrar su rostro en mi garganta. 
 
—Un secreto —susurró—. No me odies... 
 
—Yo nunca podría... 
 
 
—¡Oh lo siento! —otra voz me interrumpió—. No sabía que estabas aquí, 
Killian. Solo venía a buscar a mi hermana. Tenemos planes. —Miré hacia atrás por 
encima del hombro, donde estaba Julianna. 
 
Ella se inquietó en el acto, luciendo un poco culpable por habernos 
interrumpido. Maldita sea. ¿Por qué siempre tenía que meterse en el medio? Si 
no lo supiera mejor, diría que lo hizo a propósito. 
 
Es cierto que se suponía que Julianna era la chaperona porque Bishop 
Romano me había prohibido estrictamente reunirme con su hija a solas, a pesar 
de que ella era mi prometida y estábamos a punto de casarnos en poco más de 
cuatro meses. 
 
Al parecer, tenía que ver con las tradiciones que se habían transmitido en 
su familia. Probablemente algo sobre asegurarse de que no profanara a su hija 
antes de nuestra boda. 
 
A la mierda, solo quería pasar un rato a solas con mi futura esposa. Grace 
se apartó y la dejé ir de mala gana. 
 
—¿Me ibas a decir algo? 
 
—¿Mañana? Mi hermana puede estar un poco impaciente. 
 
Hice un gesto hacia los establos y los caballos. Este era nuestro escondite 
secreto, nuestro lugar de encuentro. La esperaba aquí todas las noches, sin 
culpa, y ella siempre venía a mí. 
 
—Estaré aquí. 
 
—Si mi padre se entera de que nos hemos estado viendo a solas... 
 
Llevé su mano a mi boca, besando el dorso. —Solo diremos que Julianna 
nos ha estado acompañando. 
 
Mis labios se demoraron en el dorso de su mano más de lo debido y Grace 
me dio una tierna sonrisa cuando finalmente la dejé ir. 
 
La vi alejarse. 
 
Sin saber que era la última vez que la vería. Ella se alejó... 
 
Ni siquiera dejando una sombra atrás. 
 
Porque la próxima vez que la vi, su cuerpo frío estaba en un ataúd. 
Enterrada con el secreto que quería contarme. 
 
 
 
 
Julianna 
 
 
Mi boda terminó tal como comenzó. Sin alegría alguna, pero con mucho 
desamor. Después de que Killian me dejó en el altar, mi padre y William Spencer 
hicieron todo lo posible para complacer a los invitados. Sabían que habría 
chismes, pero también harían todo lo posible por enterrarlos, como siempre lo 
hacían. 
 
Mi suegro me presentó a los invitados, uno por uno. Hablé; Asentí con la 
cabeza cuando tuve que hacerlo; sonreí cuando me pidieron que lo hiciera; reí 
cuando se esperaba que lo hiciera. 
 
Los invitados miraron y juzgaron abiertamente.¿Por qué el velo negro? 
Killian se casó con ella solo porque tenía que hacerlo. Este será un matrimonio sin 
amor. Ni siquiera se molestó en levantarle el velo o besarla. Me pregunto si los 
rumores sobre sus cicatrices son ciertos. ¿Es por eso que se esconde detrás de un 
velo? Killian la dejó en el altar. 
 
Susurraron a mis espaldas y me dieron las sonrisas más falsas cuando los 
miré a los ojos. Mantuve la cabeza en alto, la mirada firme porque estas personas 
no eran más que buitres. 
 
Asquerosamente ricos pero desalmados. Buscaban una debilidad y no iba 
a dejar que me pasaran por encima. 
 
Ni hoy ni en esta vida. 
 
Al final de la noche, estaba más agotada mentalmente que nunca y 
estaba pasando factura a mi cuerpo. Mis piernas se habían debilitado 
considerablemente, temblando bajo mi propio peso y el pesado vestido. Mi 
cojera era más pronunciada y flexioné los dedos de los pies en mis zapatos de 
marfil y perlas. Fueron hechos a medida para combinar con mi vestido. 
 
 
Mi cara había comenzado a picar, mi piel se sentía estirada sobre mis 
huesos. La necesidad de rascarme la carne era fuerte y jugueteé con mis manos, 
enterrándolas en los gruesos tul de mi vestido para no terminar haciendo algo 
vergonzoso como levantar mi velo y arañar mi cara hasta que sangrara. 
 
Cuando desperté del coma, la pena apareció en una serie de oleadas, 
similar al dolor. Y durante mucho tiempo, quise darme un respiro. Tomando las 
pastillas para dormir como si mi vida dependiera de ellas, perseguí el 
entumecimiento, el mundo entre la realidad y la inconsciencia. 
 
Hasta que empecé a obsesionarme con eso. 
 
Todos éramos adictos a algo que nos quitaba el dolor. ¿Pero yo? 
 
Bueno, lo necesitaba. 
 
El dolor enterró sus colmillos en mi carne, desgarrándome, hundiendo su 
veneno en mis venas y lo anhelaba más de lo que quería consuelo o necesitaba 
salvación. 
 
El dolor era la morada de la locura, pero era exactamente lo que me 
mantenía cuerda. 
 
Después de la cena, me disculpé, aunque no es que me necesitaran, y 
Selene me ayudó a regresar a mi habitación. Esta parte del castillo era 
inquietantemente silenciosa y oscura. El castillo fue construido a mediados del 
siglo XIX y nada había cambiado. Las paredes seguían siendo las mismas. Las 
ventanas, las puertas, los tablones de madera, todo era todavía antiguo y 
prácticamente antiguo. 
 
Estaba muy interesada en todo lo histórico, pero nunca imaginé que me 
casaría en un castillo real y definitivamente no tan hermosamente desierto y 
grandioso como este. 
 
Tenía ganas de explorar cada pasillo, cada habitación y cada grieta de 
este lugar, para dejar que la historia de este castillo sangrara en mis dedos. 
Escuché que estas paredes tenían una trágica historia de amor y me llamó. Los 
ecos de la angustia susurrada me atrajeron a su profundidad en el momento en 
que puse un pie en este castillo. 
 
La boda había terminado. Tenía dos semanas para explorar esta isla y 
todos los secretos que la acompañaban. Pero no esta noche. 
 
 
Toda la pelea había abandonado mi cuerpo y me balanceé sobre mis pies 
mientras subíamos las escaleras que conducían hacia arriba. Ala Este, donde 
estaba mi habitación. Apenas noté los marcos en las paredes o los candelabros 
que decoraban el pasillo. 
 
En el momento en que entré en mi habitación, mis piernas cedieron 
debajo de mí y me hundí en el suelo, mi vestido prácticamente me envolvió. 
 
—¿Crees que Killian vendrá a verte esta noche? —Preguntó Selene, 
mientras desataba lentamente mi vestido de novia. Después de todo, es tu 
primera noche como pareja casada. 
 
—Ni siquiera me besó en el altar. No creo que vaya a venir a mi habitación 
esta noche. —Esperaba que no. 
 
—Creo que tu padre espera... 
 
—¿Sábanas ensangrentadas por la mañana? —La interrumpí, mi corazón 
martilleaba en mi pecho. 
 
—¡Julianna! —Selene siseó, indignada—. Yo estaba no iba a decir eso. 
 
Me encogí de hombros y me quité el velo negro de la cara. Selene es la 
única persona que me ha visto sin el velo. 
 
Ella me ha visto todo. Cada defecto. Todas las pequeñas imperfecciones 
que estropearon mi piel. Selene respiró hondo, una vez más serena, antes de 
separar el último cordón y finalmente pude respirar. El corsé había estado 
presionando contra mi pecho y contra mi caja torácica durante horas. 
 
—Iba a decir que tu padre espera que tú y Killian se lleven bien. 
 
Saqué las horquillas que sostenían mi cabello en su lugar. 
 
—¿Porque necesitan un heredero y mi útero está alquilado? 
 
Selene alzó las manos y dejó escapar un suspiro agravado. —¿Por qué eres 
tan cínica, Jules? 
 
—No soy cínica. Mi fantasía se había vuelto amarga durante mucho 
tiempo y ahora, elijo vivir en la realidad —dije, mi voz separada de cualquier 
emoción humana—. Sé por qué mi padre y William han arreglado este 
matrimonio. Sé lo que necesita Killian y soy plenamente consciente de cuál es la 
 
descripción de mi trabajo como esposa de Killian. Necesitan un heredero y yo 
solo soy una máquina de críanza. 
 
Selene se paró frente a mí y me ayudó a ponerme de pie. Mis piernas se 
tambalearon, pero logramos deshacerme de mi pesado vestido hasta que 
estuve de pie con una camisola blanca y bragas. 
 
—Mierda. Me siento tan ligera, —gemí, masajeando los músculos rígidos de 
mi cuello y hombros. 
 
Ella miró mi rostro descubierto por menos de un segundo antes de que su 
mirada cambiara, pero la inconfundible lástima en sus ojos hizo que mi estómago 
se llenara de dolor. Mis ojos se posaron en el espejo detrás de su cabeza y miré 
mi reflejo. 
 
Lo primero que solía notar cada vez que me miraba al espejo eran mis ojos. 
Pero ahora, todo lo que vi fueron las líneas irregulares en el lado izquierdo de mi 
cara. El tejido de la cicatriz se había curado, pero no antes de dejar el efecto 
duradero de las quemaduras y los fragmentos de vidrio que habían atravesado 
mi rostro con tanta crueldad. La piel se sentía estirada a lo largo del tejido 
desordenado, mi carne destrozada, grumosa y tensa, rosada y desalentadora, 
fea. 
 
Toqué mi mejilla, sintiendo las cicatrices llenas de baches bajo las yemas 
de mis dedos. El mapa de cicatrices en el lado izquierdo de mi cara contaba 
una historia, una inquietante. Mis dedos rozaron las desteñidas cintas plateadas 
de mi frente, mi ceja rajada ya través de las desiguales abolladuras y líneas 
grabadas en mi mejilla, donde antes había piel suave. 
 
Parecía que alguien me había puesto un cuchillo afilado en la cara, 
cortando mi tierna carne, como si estuviera cortando manzanas. 
 
Hermoso, decían. Bestia, ahora susurraban. 
 
Gracelynn diría que obtuvimos nuestra belleza de nuestra madre, porque 
su apariencia había sido alabada por muchos. Pero ahora, la palabra belleza 
era solo un feo recordatorio de mi pasado empañado y mi futuro roto. 
 
La idea de que Killian levantara mi velo en el altar casi me paralizaba, pero 
sabía que no lo haría. Killian Spencer fue más que cruel. Porque todavía era leal 
a su antiguo amor. 
 
E incluso si hubiera intentado levantar mi velo, no lo habría permitido. Al 
diablo con las consecuencias. 
 
 
—Creo que tomaré un baño caliente. 
 
La puerta se abrió de golpe, causando que ambas nos estremeciéramos, 
y me apresuré a buscar mi velo más pequeño, el que siempre usaba. 
 
—Oh, Killian —jadeó Selene. 
 
Mi corazón cayó hasta la boca del estómago. Dejé escapar un grito 
frenético mientras trataba de sujetar mi velo en su lugar. Mi piel se erizó y la 
sensación de malestar volvió de nuevo. Como si me hubieran catapultado al aire 
varias veces y ahora tuviera la necesidad de vomitar. 
 
—Fuera —dijo Killian, su voz baja y amenazante. 
 
—Bueno, yo... —Selene miró entre Killian y yo, y cuando tomé un suspiro 
tembloroso y asentí, ella me dio una sonrisa tentativa antes de alejarse. 
 
La puerta se cerró detrás de mi espalda,dejándome sola en la habitación 
con Killian. 
 
—¿Por qué estás aquí? —Corté, mi cuerpo entero temblaba. 
 
—Nuestros padres esperan que consumamos este matrimonio —escupió 
Killian, sus palabras violentas y duras para mis oídos. Lo escuché moverse en la 
habitación, lo sentí acercarse a mí. Le mantuve de espaldas cuando finalmente 
me di cuenta de que solo estaba en una delgada camisola blanca y bragas. 
 
—¿Consumir este matrimonio? —Dejé escapar una risa sin humor—. Ni 
siquiera pudiste soportar besarme en el altar. 
 
Estaba considerablemente más cerca ahora, su calidez se extendía por mi 
espalda. Estaba tan cerca que sentí su respiración en abanico en la parte de 
atrás de mi cuello y la tela de sus pantalones rozando mis piernas desnudas. Mi 
piel se llenó de carne de gallina y temblé ante la cercanía de él. Se amontonó 
contra mí, empujándome contra el tocador. 
 
Killian me hizo sentir pequeña y vulnerable. Pero no era un hombre 
misericordioso. 
 
—Date la vuelta —ordenó Killian. 
 
—No recibo órdenes tuyas —suspiré. 
 
 
Mi corazón tartamudeó cuando sus dedos rozaron mi codo. —Tal vez 
deberías callarte y hacer lo que te dicen, esposa. 
 
Me di la vuelta, mirando a los ojos a Killian. Mis manos aterrizaron en su 
pecho y empujé, poniendo cierta distancia entre nosotros. 
 
—Dos años no han cambiado el hecho de que sigues siendo tan idiota 
como la última vez que te vi. 
 
Killian agarró mi codo y tiró de mí más cerca. Mis piernas eran inestables, 
así que me tambaleé antes de chocar contra sus brazos. Bajó la cabeza así que 
estábamos al nivel de los ojos. 
 
—Dos años no han cambiado el hecho de que tú mataste a tu hermana, 
—dijo entre dientes a la cara. 
 
Mis cicatrices picaban. Cuando me estremecí, la comisura de sus labios se 
curvaron con burla. Su hermoso rostro se oscureció y parecía un ángel caído, 
con la insistente necesidad de una enfermiza venganza. 
 
—¿Vas a tirarme eso en la cara por el resto de nuestras vidas? —Traté de 
sonar fuerte pero mis palabras solo salieron ahogadas—. Sé lo que hice esa 
noche. ¡Tengo las cicatrices para probarlo! 
 
Ese fue mi primer error: mostrarle mi debilidad. Porque Killian solo hacía lo 
que mejor se le daba. Se alimentó de mi rabia y mi vulnerabilidad. Tenía la 
costumbre de esconderme detrás de mi velo, no solo mi rostro, sino mis 
emociones. Excepto que Killian todavía podía verme. 
 
Un fino trozo de tela no fue suficiente para esconderme de su odio. O para 
protegerme de su ira. Y su interminable humillación y tortura. 
 
El velo no hizo más que recordarme que era un producto dañado... y 
estaba a merced de Killian. 
 
En el altar, no había habido votos de amarme y apreciarme. No hubo 
honor en nuestra unión, no hubo amor en nuestra historia... y no hubo redención 
por nuestros errores. 
 
Killian Spencer juró hacerme sufrir por el resto de mis días. Eso no fue una 
boda. Había sido una sola vía boleto para eterna condenación. 
 
Me acercó más, sus labios se cernieron sobre los míos. Podía sentir su 
aliento en mi piel a través del velo de encaje negro. Olía a su colonia y loción 
 
para después del afeitado, mezclados con un fuerte aroma a alcohol. Sus dedos 
se apretaron alrededor de mi muñeca e hice una mueca, sintiendo sus uñas 
hundirse más profundamente en mi piel. Sus ojos se oscurecieron; eran casi 
negros como boca de lobo. 
 
—¿Por qué... por qué tus ojos se parecen tanto a los de ella? Joder, me 
persigue —susurró Killian, la aspereza de su voz se hizo más profunda—. Tú. Eres. 
Cada. Recordatorio. De. Lo. Qué. Perdí. 
 
Sus amargas palabras destilaron veneno, pero no lo culpé. Éramos 
venenosos juntos. Tóxicos. Y realmente no había cura. 
 
—Si te recuerdo tanto a ella, ¿qué te hace pensar que puedes consumar 
este matrimonio? —Siseé, mientras también comenzaba a sudar frío—. Dime, 
Killian. ¿De verdad puedes dormir conmigo? ¿A la mierda la mujer que te 
recuerda tu corazón roto? 
 
Me dejó ir, como si lo hubiera quemado, y se apartó de mí. La mano que 
me había tocado; Vi como sus dedos se flexionaban antes de que los cerrara en 
un puño. La rabia y el disgusto se arremolinaban en sus ojos oscuros e 
insondables. 
 
Killian dio un paso atrás. —No tienes ni puta idea de con qué estás 
jugando. Te arrepentirás de burlarte de mí. 
 
—¿Qué más puedo perder? Perdí a mi hermana y mi libertad. Y ahora 
estoy atrapada con un hombre que detesta la mera visión de mí. No puedes 
lastimarme porque ya he alcanzado mi umbral de dolor y miseria. Pero sigue 
intentándolo, querido esposo. 
 
Inclinó la cabeza hacia un lado, su postura cambió de furioso a... casi 
distante. Silenciosamente me estaba evaluando, tomando mi desafío como una 
amenaza. Después de un segundo de terrible silencio, lleno de inconfundible 
tensión, finalmente se puso de pie y se alejó. 
 
Cuando llegó a la puerta, se detuvo, solo para darse la vuelta y mirarme 
una vez más. Su mirada penetrante pareció derribar mis defensas, cavando 
debajo de mi carne, hundiéndose en mis huesos y enterrándose debajo de la 
jaula alrededor de mi corazón. Killian me quemó en el acto con una sola mirada 
cortante. Y mis cenizas puestas a sus pies. 
 
—Te romperé, Beasty1 
 
1 Beasty: Bestia, se lo dice en referencia a su aspecto. 
 
CAPÍTULO CUATRO 
Julianna 
 
 
Una semana más tarde 
 
 
Las flores han comenzado a florecer y el jardín olía a primavera y flores 
frescas. 
 
Ayer, planté nuevas semillas de ranúnculo pero tuve esperar casi tres 
meses antes de que comenzaran a florecer. Siempre había preferido las 
gardenias y los ranúnculos a las rosas. No eran tan populares ni tan conocidas 
como las rosas, pero igual de hermosas y significativas. Froté mis dedos sobre el 
pétalo de la rosa rosa, sintiendo su suavidad bajo las yemas de mis dedos. 
 
El hermoso aroma de las rosas se expandió por el jardín mientras caminaba 
por el sendero, hacia mi lugar favorito. Metí mi grueso libro debajo del brazo y 
pasé por alto el laberinto verde en mi camino hacia la glorieta de estilo 
victoriano. Estaba justo al lado de un pequeño lago y me encontré allí más veces 
de las que podía contar. Este lugar era inquietantemente tranquilo y solitario, 
pero pacífico. 
 
El hierro forjado abovedado y el mármol tallado formaban el mirador. Me 
senté en el banco, abriendo mi libro donde lo dejé esta mañana. Había leído 
Cumbres Borrascosas más veces de las que podía contar y probablemente 
había memorizado cada línea, pero seguía siendo uno de mis clásicos favoritos 
de la literatura inglesa. Seguido de cualquier trabajo de Jane Austen y Edgar 
Allan Poe. 
 
Como mi amor por los castillos antiguos y las trágicas historias de amor, 
adoraba todo lo histórico y clásico. A veces, me preguntaba si tal vez nací en la 
época equivocada. 
 
Estaba tan perdida en Heathcliff y Catherine que no oí que alguien se me 
acercara. 
 
—Señora. Spencer. —La voz era suave, pero aun así salté y cerré mi libro 
de golpe. Mi mano fue a mi velo negro, para asegurarme de que estaba en su 
lugar, antes de que me volviera hacia la voz. 
 
 
El mayordomo, Stephen, me hizo una leve reverencia en reconocimiento. 
Stephen tenía que tener sesenta y pocos años y su familia, durante más de seis 
generaciones, había sido el mayordomo de este castillo. 
 
—Emily me ha pedido que la busque, con un mensaje. Ella dice que el 
pastel está listo. 
 
Me puse de pie. —¿Qué? ¿Ya ha pasado una hora? —Aparentemente si. 
 
Stephen sonrió. —Está emocionada de tener a alguien con la misma 
pasión por la repostería. 
 
Bajé las escaleras del mirador y me paré junto a Stephen, quien me 
presentó su codo. Le di una mirada interrogante. 
 
—Sírvase, señora Spencer —dijo—. El camino aquí es difícil. Permítame 
ayudarla. 
 
Si no lo hubiera sabido mejor, habría pensado que estaba cavando mis 
débiles piernas y mi cojera, pero fue todo lo contrario. Solo estabatratando de 
ser considerado. 
 
—Eres un amor, Stephen. —Curvé mis dedos alrededor de la curva de su 
codo y dejé que me guiara por el jardín—. ¿No les dije a ti y a Emily que me 
llamaran Julianna? 
 
—No es apropiado. 
 
—Bueno, no me siento cómoda con que me llamen Señora Spencer. 
 
Aunque ahora era la esposa de Killian, simplemente no quería ningún 
recordatorio de él o de nuestro matrimonio ya condenado. 
 
Killian dejó la isla la noche de nuestra boda. Esa fue la última vez que lo vi 
o escuché de él. Todos los invitados, así como mi padre y William Spencer, se 
habían marchado a la mañana siguiente. 
 
Simplemente... me dejó aquí. Por mi cuenta. ¿En este lugar desconocido, 
sin pensar que probablemente yo también quería volver a casa? 
 
No. Simplemente no le importaba. 
 
 
Killian simplemente se alejó sin una segunda mirada. Ahora estaba 
atrapada. Bueno, no exactamente atrapada... fácilmente podría llamar a un 
barco para que viniera a buscarme... 
 
Entonces, tal vez todavía estaba aquí debido a una leve curiosidad. Este 
lugar tenía tanta historia, tantas historias que contar. Me sentí abrumada por la 
necesidad de aprender todo. Mi curiosidad había sido incomparable durante los 
últimos siete días. Había explorado la mayor parte del castillo y el terreno. 
 
E incluso había caminado por el laberinto del jardín... solo para terminar 
perdiéndome allí durante horas. 
 
—No queremos que se sienta incómoda —dijo Stephen, devolviendo mi 
atención a él. 
 
—Entonces, por favor, llámame Julianna. 
 
Stephen disminuyó la velocidad, luciendo muy pensativo y un poco 
incómodo. 
 
—Va en contra de todas mis tradiciones... 
 
—No soy una novia tradicional de Spencer —interrumpí. 
 
Él se rió, arrugando la esquina de los ojos. —Ahora, eso es bastante cierto. 
Rompió todas las tradiciones y, sinceramente, creo que eso es exactamente lo 
que necesitábamos. 
 
—¿Entonces, Julianna? —Pregunté, casi esperanzad. El asintió. 
 
—Julianna. 
 
—¡Si! —Di un pequeño salto, que solo hizo que Stephen se riera más fuerte. 
Para cuando llegamos a la cocina, me temblaban las piernas, pero estaba de 
un humor mucho más agradable. 
 
—Emily —dije, mirando a la mujer mayor que estaba inclinada sobre la 
mesa, transfiriendo el pastel horneado a la rejilla de decoración—. Stephen ha 
aceptado llamarme Julianna. Por lo tanto, tú tienes que llamarme por mi nombre 
también. 
 
—Oh, ¿lo ha hecho ahora? —murmuró, echando un vistazo rápido a su 
esposo, quien se encogió de hombros y retrocedió lentamente. 
 
 
—Las dejaré solas a las dos damas. Que te diviertas. —Y luego se fue. 
 
Emily era una versión mucho mayor y regordeta de Selene, que tuvo que 
irse con mi padre, el día después de mi boda. La pérdida de su compañía dolió, 
pero Emily y Stephen ayudaron a llenar el vacío. 
 
—Ahí tienes. Todo tuyo para decorar, Julianna. —Hizo un gesto hacia el 
pastel de chocolate de dos capas. Sonreí cuando Emily me llamó por mi nombre 
de pila. 
 
Quería ser más que la Señora Spencer, la novia de Killian. Quería ser 
Julianna, una persona, no un recipiente para Killian, o un útero ambulante 
alquilado. 
 
Durante los siguientes treinta minutos, Emily y yo fuimos de un lado a otro, 
decorando el pastel juntas. La última vez que horneé algo fue antes... del 
accidente. 
 
Pero cuando Emily descubrió que compartíamos la pasión por la 
repostería, me instó a unirme a ella. No pude decirle exactamente que no a la 
mujer mayor; ella fue tan convincente. 
 
Una vez hecho el bizcocho, lo metimos en la nevera. Ese sería nuestro 
postre de esta noche. 
 
—¿Por qué no descansas hasta que la cena esté lista? —Sugirió Emily. 
 
Asentí con la cabeza y dejé la cocina y ella para hacer lo que mejor hacía. 
Este fue el momento perfecto para continuar explorando el castillo. 
 
 
 
 
 
Tres horas después de la cena, me encontré en la pequeña biblioteca en 
el columpio este, que ahora era mi lado del castillo. 
 
Había deseado terminar Cumbres borrascosas y ahora pertenecía a mi 
segunda colección de poesía de Edgar Allan Poe. Hace dos días, había 
encontrado la edición encuadernada en cuero en uno de los estantes. 
 
 
 
Un cambio a mi izquierda me hizo sentarme erguida en la silla; mi atención 
se centró en el intruso. Mi corazón prácticamente se había catapultado a mi 
garganta, solo para encontrar a una niña sentada con las piernas cruzadas 
encima de la mesa junto a mí. 
 
¿Era quien pensaba que era? 
 
Emily me dijo que tenía una nieta que vivía aquí, pero aparentemente, no 
le gustaba conocer gente nueva, así que nunca vi a la niña. 
 
Llevaba jeans rotos y un llamativo suéter rosa, su cabello negro recogido 
en un moño desordenado sobre su cabeza. Tenía un piercing en el tabique y se 
veía completamente indiferente y cómoda para alguien que acababa de 
acercarse sigilosamente a mí. 
 
—¿Cómo entraste aquí? —Pregunté, mirando a la chica con sospecha. 
Ella frunció los labios. 
 
—Yo tengo mis maneras. 
 
—¿Cuánto tiempo me has estado mirando? 
 
—Una semana. 
 
Mis cejas se arquearon con sorpresa. —Entonces, ¿por qué nunca has 
dado a conocer tu presencia? 
 
Metió una mano en el bolsillo de su suéter y sacó un paquete de chicle. La 
chica se metió un trozo en la boca antes de ofrecerme un trozo, pero negué con 
la cabeza. 
 
—Bueno, no soy una persona de personas —comenzó—. Me estaba 
asegurando de que estuvieras a salvo antes de acercarme a ti. 
 
—¿Y qué te hizo finalmente acercarte a mí? 
 
—El libro. —Ella asintió con la cabeza hacia mi mano, donde todavía 
sostenía la colección de Edgar Allan Poe—. ¿Me lo prestas? 
 
—¿Te gusta la poesía? —Pregunté sonriendo. 
 
—Sí, pero todavía no he leído esta colección. No sabía que lo teníamos en 
esta biblioteca. 
 
 
Froté mis dedos sobre la superficie lisa del libro. —¿Cuantos años tienes?" 
 
Pregunté, descubriendo que quería hablar con ella. 
 
—Catorce. 
 
Tan joven, tan llena de vida. Me pregunté cómo se sentiría eso. —Podría 
darte el libro, pero aún no te has presentado. ¿Cuál es tu nombre? 
 
Ella puso los ojos en blanco, como la típica chica descarada de catorce 
años. 
 
—Mirai. Significa el futuro en japonés. 
 
—Ese es un nombre bonito. Soy Julianna —me presenté. 
 
Ella agitó una mano, como para ignorar mi presentación. —Oh, lo sé. 
Esposa de Killian Spencer. La chica que se esconde detrás de su velo. La nueva 
amante de este castillo encantado. Oh, sí, sé quién eres. 
 
—Eres inteligente —dije inexpresiva. 
 
—El sarcasmo no te sienta bien —dijo, haciendo estallar su chicle de una 
manera tan desagradable que debería haberme molestado, pero 
definitivamente estaba intrigada por esta chica. 
 
O tal vez había estado solo durante tanto tiempo... que solo ansiaba 
compañía, o simplemente alguien con quien hablar. 
 
Cerré el libro y lo coloqué en la mesa de café frente a mí, dando 
golpecitos con los dedos sobre la tapa. 
 
—¿Cuánto tiempo llevas viviendo en este castillo? 
 
—Casi una década. Mi madre es drogadicta y no le importo nada. Mi 
abuela, Emily, es mi tutora. 
 
Estaba en la punta de mi lengua disculparme o tal vez darle mis 
condolencias, pero vi la expresión de su rostro y me di cuenta de que esta chica 
no quería ninguna lástima. Nadie podría entender eso mejor que yo. 
 
La piedad era fea para la gente como nosotros, un veneno sin remedio. 
Solo queríamos que la gente nos entendiera. 
 
 
Miré a Mirai y solo vi una versión más joven de mí misma. —Entonces, 
¿debes conocer algunas historias sobre este lugar? 
 
Mirai arqueó una ceja. —Conozco muchas historias. 
 
Sonreí, aunque estaba escondida detrás de mi velo negro. —Primera 
pregunta, ¿este lugar está realmente embrujado? 
 
—Sí —hizo estallar la bomba y asintió al mismo tiempo—. Seguro. El 
fantasma de Arabella deambula por estos pasillos. 
 
Curiosa, me incliné hacia adelante. —¿Arabella?—Yo pregunté. 
 
—Marquesa de Wingintam. La esposa de las primeras marquesinas de este 
castillo —explicó Mirai con paciencia—. Fueron la primera pareja en 
establecerse aquí. 
 
—¿Son la trágica historia de amor de la que he oído hablar? —Me moría 
por saber de esta pareja desde que supe de Isla Rosa-Maria, pero tanto Emily 
como Stephen no se habían interesado en mis preguntas y apenas me dieron 
buenas respuestas. 
 
—Sip. Y hay otros tres. Antes que tú, solo cuatro parejas han vivido en este 
castillo y cada historia terminó trágicamente. —Mirai hizo una pausa, luciendo 
pensativa antes de asentir para sí misma y continuar—. La última pareja vivió aquí 
en 1914, justo antes de la Primera Guerra Mundial. El hombre murió en la batalla 
y la esposa pronto sucumbió a una enfermedad cardíaca, y terminó falleciendo 
dos semanas después de la muerte de su esposo. Ella estaba embarazada en 
ese momento. 
 
La miré boquiabierta, con la mandíbula floja. —¿Estás diciendo que este 
castillo ha estado desierto durante más de cien años? 
 
Sus labios se curvaron en una sonrisa contagiosa. —¡Bueno no 
exactamente! Las amas de llaves y los mayordomos han mantenido este lugar 
pulido y habitable. Mi abuela, su mamá y la mamá de su mamá... todas eran las 
amas de llaves de este lugar. Prácticamente mantuvieron vivo este lugar. 
 
—Eso es interesante —murmuré—. Volvamos a la marquesa Arabella. ¿No 
se llamaba Isla Wingintam? ¿Por qué el Marqués cambió el nombre a Rosa-
Maria? 
 
 
Mirai me chasqueó la lengua, sonriendo. —Ahora estás haciendo las 
buenas preguntas. 
 
Dejé escapar una pequeña risa por la mirada malvada en su rostro. Ella 
era una pequeña chismosa, y me estaba comiendo cada pequeño detalle de 
esta historia. 
 
Ambas nos inclinamos hacia adelante, como si compartiéramos un 
secreto. 
 
—Nadie sabe por qué los Marqueses cambiaron el nombre a Rosa-Maria. 
Nadie sabe el significado detrás del nombre, qué era o quién era. Pero hay... 
rumores. 
 
Arqueé una ceja, esperando. 
 
—Antes de Arabella, el Marqués estaba enamorado de otra dama. Tuvo 
un romance corto, pero lamentablemente, estaba comprometido con Arabella 
y una vez que se casaron, la dama dejó al y fue entonces cuando decidió 
establecerse en la isla. Lejos de los recuerdos de su amante. Entonces, los rumores 
dicen que Rosa-Maria era su amante. 
 
Ella se recostó, frotándose la barbilla con los dedos. —Pero son todos 
rumores. Nadie sabe la verdad. 
 
Mi estómago revoloteó, pero sentí una punzada de dolor en mi pecho. Un 
dolor que no estaba allí antes, pero era solo un eco de mi propia angustia. 
 
—Si lo que dices es verdad... debe haber sido doloroso para Arabella. 
Viviendo a la sombra del amante de su marido. 
 
Sabía exactamente cómo se sentía eso. 
 
—Dicen que estaba locamente enamorada de él, pero la pobre Arabella 
solo terminó con el rechazo y la miseria. Falleció sin el amor o la devoción de su 
esposo. Pero es más trágico que eso. Una historia de amor no correspondido, 
desamor, celos y muerte. 
 
Me acomodé en mi silla, sonriendo y deliciosamente intrigada. 
 
—Tenemos toda la noche. 
 
 
CAPITULO CINCO 
Julianna 
 
 
—¡Gracelynn, no! —Trató de agarrarme del brazo, tirando de él. Agarré el 
volante con más fuerza—. ¡Déjame ir! 
 
—Julianna, más despacio. ¡Nos vas a matar! —ella lloró—. Por favor, no 
quiero morir. 
 
—Voy lento. —Sonreí, manteniendo el pie en el acelerador. Se apretó el 
pecho, con la cara roja—. ¡Julianna, detente! Por favor. Vas demasiado rápido. 
 
Me reí, mirándola antes de mirar hacia la carretera. 
 
—Estás borracha —acusó, con lágrimas rodando por sus mejillas. ¿Lo 
estaba? No sabía... 
 
Hubo un latido sordo en la parte posterior de mi cabeza, como un zumbido 
bajo. Confundida, Parpadeé una vez y luego... todo era de tono negro 
oscuridad. 
 
La escena se desvaneció y ahora estábamos conduciendo por un camino 
oscuro y solitario. Mi corazón martilleaba en mi pecho. 
 
El coche estaba inestable bajo mis manos; Podía sentir que perdía el 
control, pero por alguna razón, no levanté el pie del acelerador. Mi pie estaba 
pegado a él. 
 
Mis labios se separaron y solté un grito silencioso. Detente, me dije. Ve más 
despacio. 
 
Mis pulmones se apretaron y pareció jadear por respirar, mis manos 
húmedas y temblorosas. 
 
—Tengo miedo —susurró Gracelynn. 
 
—Yo también —dije. 
 
Primero escuché sus gritos. 
 
 
Recordé mi cuerpo volando en el aire cuando el auto volcó, luego silencio. 
Me estrellé contra un vacío antes de aterrizar de nuevo en el presente. Con el 
hedor a sangre fuerte en mis fosas nasales y un dolor punzante recorriendo mi 
cuerpo. 
 
Tanta agonía. 
 
No podía sentir mis piernas. Había un dolor insistente en la parte de atrás 
de mi cabeza y me zumbaban los oídos. Hubo un eco, pero no supe de dónde 
venía. La sangre corrió entre mis oídos y mi cabeza estaba pesada, mientras mi 
cuerpo colgaba boca abajo. 
 
Me quemó la piel. 
 
La agonía lamió mis venas. Cada célula de mi cuerpo se sentía como si 
hubiera sido aplastada bajo un peso fantasma. 
 
No puedo respirar. 
No quiero morir. 
No puedo respirar... 
Duele. 
No... puedo... respirar... 
 
Mis ojos se abrieron parpadeando y lo primero que vi fue su cara. Su rostro 
ensangrentado y destrozado, sus ojos vacíos bien abiertos. 
 
Mi cuerpo se despertó sobresaltado y me senté derecha, mis oídos 
zumbaban con gritos. Fuertes y angustiados. Me estremecí, gimiendo hasta que 
me di cuenta de que eran mis gritos. Mi mandíbula se cerró de golpe y mis labios 
temblaron por el esfuerzo de contener mis gritos. Mis sábanas estaban enrolladas 
alrededor de mis tobillos, el sudor empapaba mi camisón. 
 
El terror de mi pesadilla me paralizó de miedo y confusión. Sentía como si 
me hubieran rascado la cara y el cuello y mi piel estaba en llamas, ardiente y 
sensible. Sabía que era solo el eco fantasmal de mi propio dolor pasado. Lo 
recordaba tan vívidamente y aún podía sentirlo en mi carne y en mis huesos. 
 
Mi pecho se apretó. 
 
Me dolía el corazón, pero era casi como una incomodidad física. Algo 
tangible apretando el frágil órgano. 
 
 
Mi cuerpo se había acostumbrado hacía mucho tiempo al dolor. Había 
vivido con él el tiempo suficiente para que ahora me resultara familiar; después 
de todo éramos mejores amigos. El dolor y yo nos unimos, unidos por mi pasado 
atormentador y los pecados que cargué en mi carne. 
 
Me limpié el sudor de la frente y me recosté contra las almohadas, pero mi 
cuerpo todavía temblaba. Mi pesadilla recurrente había dejado un sabor 
amargo en mi lengua y bilis subieron a mi garganta antes de tragarlo, con gran 
dificultad. 
 
Esta interpretación del accidente no tenía sentido para mí. 
 
Solo recordaba lo que pasó antes del accidente, pero ¿algo después de 
eso? 
 
Mi mente se quedó en blanco. 
 
Recordé haber hecho planes para escabullirme, para ir a la fiesta. Sabía 
que era yo quien conducía el coche, pero no recordaba por qué ni cómo ocurrió 
el accidente. Mis recuerdos estaban todos revueltos. Cada vez que soñaba con 
el accidente, siempre era una versión algo diferente hasta que me dejaba sin 
sentido, confundida. 
 
¿Qué era exactamente real... y qué era solo mi imaginación? 
 
Mi padre dijo que le pegué a un ciervo y que debí haber entrado en 
pánico. Aparentemente, había estado conduciendo demasiado rápido, muy 
por encima del límite de velocidad... y cuando golpeé al venado, no frené y 
terminé desviándose, lo que hizo que el auto volcara. 
 
Pasé una mano por mi cara. Había un espacio en blanco gigante en mis 
recuerdos y estaba tan perdida. Quería recordar exactamente lo que pasó esa 
noche, pero después de dos años sin nada, finalmente me había rendido. 
 
Porque al final del día, el accidente seguía siendo culpa mía. Me decidí 
salir a escondidas y convencí a mi hermana para venir conmigo. Y yo estaba

Otros materiales