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All the pretty things 2-1 - Pedro E Del Rio

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CONTENIDO 
 
SINOPSIS 
UNO 
DOS 
TRES 
CUATRO 
CINCO 
SEIS 
SIETE 
OCHO 
NUEVE 
DIEZ 
ONCE 
DOCE 
TRECE 
CATORCE 
FOREVER MY SAINT 
SOBRE LA AUTORA 
 
 
SINOPSIS 
 
Justo cuando esta pesadilla comenzó, me encuentro de nuevo atada, con 
destino desconocido. Sin embargo, esta vez mi secuestrador es el hombre 
que destrozó mi mundo más allá de toda reparación. 
El mafioso número uno de Rusia: Aleksei Popov, y el hombre al que me 
vendieron. 
Sus intenciones para mí son claras: someterme, obedecerle y llamarlo amo, 
pero no me rendiré. No soy como las otras chicas. Si eso es una bendición o 
una maldición, todavía tengo que decidirlo. El problema es que mi 
desobediencia intriga aún más a mi captor. 
Cuando llegamos a Rusia, las reglas cambian. 
Saint, el hombre que una vez fue un pecador; es mi única salvación. Lo que 
estaba prohibido ahora me da la esperanza de luz en la oscuridad. 
Arriesgará todo para liberarme. 
Pero detrás de estos opulentos muros, las cosas no son lo que parecen y 
cuando comienza a desdibujarse la fina línea entre el placer y el dolor, sólo 
una cosa importa: Salvar mi alma. 
Mentiré. 
Engañaré. 
Robaré. 
Una vez fui un ángel, pero ahora... soy una santa caída, lista para infligir 
mi propio dolor y quemar este infierno hasta las cenizas. 
 
All The Pretty Things #2 
 
UNO 
Todo esto fue para nada… No, eso no es completamente cierto. La 
conocí. Y ahora, debo protegerla. Pero primero, necesito despertar. 
Día 34 
Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, 
porque tú estarás conmigo… 
Salmos 23:4 
 
Este pasaje es el favorito de mi padre. Al que acudía cuando los 
tiempos eran difíciles. Recuerdo sentarme con mis mejores galas de domingo 
con mis pequeñas manos enlazadas mientras escuchaba sus sermones. 
Siempre me llenaban de esperanza, y siempre que hablaba de este salmo, 
me sentía tan conectada a Dios. 
¿Cómo no podría? 
El pasaje afirmaba que sin importar los males a los que uno se 
enfrente, nunca estará solo. 
Pero sentada aquí atada, viendo a un Saint inconsciente desangrarse 
delante de mí, sé que ese salmo es un montón de mierda. ¿Dónde está 
ahora? Estoy caminando... no, estoy tambaleándome por el valle más 
oscuro, pero estoy sola. Nadie está conmigo. 
No hay ninguna gracia salvadora. 
La única gracia sería que un maremoto se tragara este yate y nos 
arrastrara a todos a una tumba acuática. Sin embargo, he estado allí, he 
hecho eso, y aquí estoy, todavía soy una maldita prisionera. Mis pies y 
manos están atados con fuerza. He intentado liberarme, pero me rendí 
cuando fue claro que no iba a ninguna parte. ¿Pero a dónde iría? ¿Qué haría 
si escapara? Estoy atrapado con un psicópata y su mascota, que es mucho 
más peligrosa que el hombre que inició todo este espectáculo de mierda. 
Zoey Hennessy no me ha quitado los ojos de encima, unos ojos tan 
parecidos a los de su hermano, que yace sangrando a mis pies. En lugar de 
preocuparse por que su propia carne y sangre esté herido, ha dejado claro 
con sus miradas de muerte que solo se preocupa por hacerme pagar. 
 
En cierto modo, agradezco que Saint no tenga que ver a su hermana, 
pero pronto se despertará. No se puede mantener a un buen hombre en el 
suelo. Y eso es lo que es. Un buen hombre. 
El hombre que me compró en una partida de póquer, sin embargo, no 
lo es. 
—No te preocupes, Aнгел. —El nombre que una vez aprecié ha sido 
manchado para siempre—. Ahora estás a salvo. 
¿A salvo? ¿Está jodidamente drogado? 
El mafioso ruso Aleksei Popov arruinó mi vida, así que hablarme como 
si fuéramos amigos parece irónico. Cuando se voltea sobre su hombro y 
sonríe, los pelos de mi nuca se ponen de punta. Lo detesto. Y haré todo lo 
que esté a mi alcance para hacerle pagar por lo que ha hecho. 
—¿Qué?... —Me aclaro la garganta rasposa—. ¿Adónde vamos? 
Aleksei hace un gesto con la cabeza para que uno de sus matones 
tome el volante. Es así de simple para él. Ni siquiera necesita hablar para 
que todos estén a su disposición. 
Pero yo no. Y nunca lo estaré. 
Se acerca pero se detiene cuando Zoey comienza a seguirlo de rodillas. 
—Quédate —le ordena, dirigiéndose a ella como a un perro. 
Ella hace lo que él dice. 
Tragando mi repugnancia, escondo mi asco por tenerlo cerca de mí 
cuando se sienta. No le afecta en lo más mínimo que yo esté atada. 
—Nos vamos a tu nuevo hogar. Rusia —explica mientras cada parte 
de mí se revuelve—. Te va a encantar ese lugar. 
Mi boca se abre. 
—¿Me va a encantar? —El deseo de hacerle daño aumenta—. Me estás 
secuestrando. Nunca acepté esto —agrego en caso de que se pierda en la 
traducción. 
No lo está, y lo que dice a continuación confirma que Saint estuvo 
diciendo la verdad todo este tiempo. 
—Pero a tu marido sí. 
Y ahí está. La dura realidad que me ha estado mirando a la cara todo 
este tiempo. 
Saint reveló que mi esposo, Drew Gibbs, perdió una partida de póquer, 
y para pagar sus deudas, accedió a entregarme a Aleksei. En ese momento, 
no me conocía, así que pudo haber sido cualquier chica. Pero 
aparentemente, yo encajaba en la situación, y como una idiota, caí en sus 
mentiras. 
Debería haber sabido que algo andaba mal. Pero pensé, por una vez, 
que tal vez la vida me daría un respiro. Me equivoqué. 
 
—No puedes hacer esto. —Me contorsiono contra mis ataduras—. ¡No 
soy una propiedad que puedas comerciar! Soy un ser humano. 
Espero que, por algún milagro, mis palabras le atraigan y vea el error 
de sus actos. Y cuando mete la mano en su bolsillo y saca un pañuelo blanco 
para limpiar la sangre de mi cara, gracias a que uno de sus hombres me dio 
un puñetazo en la nariz, creo que tal vez lo he hecho. 
Pero luego me nivela con esos ojos azules de acero, y sé que he 
desperdiciado mi aliento. 
—Tú eres mía. Y haré contigo lo que me plazca. —Continúa 
limpiándome la cara, pero su tacto no es suave. Es posesivo y lleno de 
advertencias—. Cuanto antes lo entiendas, más fácil será esto. Ahí —dice, 
inclinándose hacia atrás para verme mejor—. Mucho mejor. 
¿Es así como se siente mirar a los ojos de un monstruo? 
Sus ojos no tienen compasión, ni remordimiento por lo que ha hecho. 
Ha arruinado incontables vidas porque puede. Y parece que la mía es la 
siguiente en la lista. 
Un gemido gutural corta el aire, y aunque desearía que fuera cualquier 
otro sonido, estoy agradecida de que se mueva. Cuando esos ojos de color 
verde enrojecidos se abren, se me escapa un aliento atrapado. Por una 
fracción de segundo, olvido que estoy sentada al lado de un maníaco porque 
lo único que importa es que Saint está despierto. 
Se toma su tiempo, midiendo dónde está. Cuando gradualmente se 
concentra en Aleksei sentado a mi lado, sosteniendo el pañuelo 
ensangrentado en su mano, la mandíbula de Saint se aprieta, y se mueve 
para saltar, con la intención de asesinar. Pero Aleksei conoce a Saint y se 
asegura de que se quede abajo colocando su mocasín italiano sobre la 
garganta de Saint. 
Saint araña el pie de Aleksei, intentando liberarse, pero no tiene 
ninguna posibilidad. Herido y volviéndose rojo brillante, Saint parece estar 
a segundos de desmayarse una vez más. 
—¡No! —grito, tratando de liberarme, pero es inútil. Mis gritos y las 
luchas de Saint solo alimentan a este imbécil narcisista. 
—Cálmate —dice Aleksei a Saint. En respuesta,Saint se da la vuelta, 
intentando arrancarse el pie de Aleksei de la garganta. 
Aleksei se ríe, pareciendo disfrutar de las bromas como si fueran dos 
amigos discutiendo por un partido de fútbol. Finalmente, libera la presión, 
permitiendo a Saint tomar bocados de aire. 
Miro con los ojos abiertos porque no puedo creer que esta escena 
descabellada que se desarrolla ante mí sea mi vida. 
 
Cuando finalmente es capaz de respirar, Saint se apoya lentamente 
en una posición semi-sentada. Se agarra el hombro y se encoje. No habla, 
pero sus ojos conmovidos se comunican. Preguntan si estoy bien. 
Doy un saludo imperceptible, queriendo más que nada consolarlo. 
Pero no puedo. 
—Desátala —exige Saint, su respiración es desigual, pero su mirada 
nunca se aparta de la mía. Aleksei levanta una ceja, claramente sorprendido 
por las órdenes de Saint, pero Saint no se deja intimidar—. He dicho que la 
desates. 
Aleksei se inclina hacia atrás en el asiento, cruzando casualmente sus 
tobillos mientras gira el anillo de oro en su meñique. 
—¿Y por qué haría eso? —Su inglés tiene un ligero acento, así que 
apenas se puede saber de dónde es. Como todos los camaleones, ha 
aprendido a encajar para sobrevivir. 
—Porque me disparaste, imbécil, así que alguien tiene que ayudarme 
a sacar la bala. A menos que quieras ensuciar tu seda italiana. 
No me atrevo a respirar, segura, Aleksei verá a través de las mentiras 
de Saint, pero Saint debe convencerlo. Aleksei se acerca a mí, inhala 
profundamente, y yo me quedo perfectamente quieta. Un tic bajo el ojo de 
Saint revela que apenas se está conteniendo, pero cuando Aleksei saca una 
navaja y se acerca a mí para cortar la cuerda, Saint asiente con la cabeza 
sutilmente, insinuando que todo irá bien. 
Aleksei corta la cuerda en mis muñecas con cuidado, sus 
respiraciones superficiales cubren mi cuello. Cuando estoy libre, pasa sus 
dedos sobre la parte quemada por la cuerda, tararea de satisfacción. Parece 
que la tortura es lo suyo. 
—Tú vales mucho dinero. Ve a limpiarte. Quiero ver mi premio —me 
susurra al oído, lo suficientemente fuerte para que lo oiga Saint. 
Mi estómago se revuelve y me encojo de hombros, sacando 
instantáneamente las manos delante de mí para frotarme las muñecas. Sin 
embargo, cuando arroja el cuchillo al suelo delante de Saint, me congelo. 
Saint mira el cuchillo, y luego se vuelve a acercar a mí. Ambos 
sabemos lo que es esto. Una prueba. 
Saint podría tomar el cuchillo y terminar la miserable existencia de 
este bastardo abriéndole la yugular. Pero no se acercaría más de un metro 
antes de que uno de los hombres de Aleksei nos matara a los dos. 
Aleksei se está sacando la polla para probar quién tiene el control. 
Pero nunca lo olvidamos. ¿Cómo podríamos? Estoy atada. Saint tiene una 
herida de bala sangrante. Y eso es todo gracias a él y a su obsesión por el 
poder. 
 
Saint alcanza la navaja, y con dedos temblorosos, me corta la cuerda 
de los tobillos. Respira profundamente por la nariz para trabajar en su dolor, 
pero continúa viendo hasta que me libero. En el momento en que lo estoy, 
exhalo. Está un paso más cerca de salir de este barco. 
Le extiende la navaja a Aleksei, tal como yo lo hice una vez con él. 
Aleksei mantiene la calma mientras alcanza la navaja. Todo esto es 
un juego de poder. Me pregunto qué pasará cuando uno de nosotros se 
rompa aunque ese momento no sea ahora. 
Saint se pone de pie de forma inestable. 
—Vamos. —Me agarra el bíceps y me levanta bruscamente. 
La dura presión me hace estremecerme, pero le permito que me 
maltrate porque no quiero quedarme aquí arriba con Aleksei. Sin embargo, 
cuando ve a Zoey, hace una pausa. 
Todavía está de rodillas, esperando más instrucciones de Aleksei. No 
puedo imaginar lo que esto le hace a Saint. Ella es la razón por la que está 
aquí, por la que los dos estamos aquí, pero le ha engañado. Ella nunca quiso 
ser salvada. 
Esperando que le diga algo, me sorprende cuando me arrastra a su 
alrededor y baja las escaleras a la cocina. Me quedo sin aliento cuando veo 
este lugar. Parece un complejo turístico sobre el agua. La cocina de acero 
inoxidable totalmente funcional rivaliza con cualquier maestro de cocina con 
una gran nevera, estufa y horno, y mostradores de mármol blanco. 
A la derecha, ocho sillas de cuero rodean una gran mesa. Un frutero 
en el centro con manzanas rojas, plátanos y peras da una sensación de 
bienvenida. Si alguien no lo supiera, pensaría que todos los que están a 
bordo de este yate están aquí por su propia voluntad. 
Cuando un grupo de hombres se levanta de sus posiciones, 
reemplazando sus cartas por armas, yo grito, pero Saint no se intimida en 
lo más mínimo. 
—¿Dónde está el baño? —ladra, apretando mi brazo. 
El que nos golpeó a Saint y a mí, un hombre asqueroso con una cabeza 
calva y una larga y gruesa barba, hace un gesto hacia una puerta detrás de 
él. Cuando dos de ellos intentan seguirnos, Saint sacude la cabeza. 
—No necesito que me tomes la mano. 
Pero el hombre que nos golpeó tiene otras ideas mientras levanta su 
arma. 
—Adrian y Rahil irán contigo. 
Los dos hombres en cuestión dan un paso hacia el baño, pero Saint 
se mantiene arraigado en el lugar, no se siente amenazado en absoluto. 
—¿Has olvidado tu lugar, Diak? Me obedeces. No al revés. 
 
—Las reglas han cambiado desde que te fuiste —responde 
inteligentemente. Los otros hombres se ríen de acuerdo, pero sus miradas 
hambrientas no pasan desapercibidas. Una vez más me siento como un 
pedazo de carne. 
—Oh, ¿lo han hecho? —bromea Saint, caminando casualmente hacia 
Diak, me arrastra con él. 
Cuanto más nos acercamos a las armas y a las sonrisas hambrientas 
de estos lobos, más ansiosa me pongo. Pero confío en Saint. Y además, me 
siento más segura a su alcance porque sé que no me dejará ir. 
—Sí. El jefe no está muy contento contigo. No le gusta esperar, sobre 
todo por los coños. —Diak enfoca sus ojos sin vida en mi dirección, lamiendo 
sus gordos y gomosos labios. 
Aunque tengo el impulso de encogerme detrás de Saint, me mantengo 
firme. No les mostraré el miedo porque no puedo permitirme mostrar 
debilidad; será mi fin si lo hago. 
—Pero para coños como este... podría valer la pena la espera. —Diak 
intenta alcanzarme y tocarme, pero cuando oigo un chasquido y un crujido, 
es evidente que es lo último que intentará durante un tiempo. Saint le 
rompió la muñeca, lo desarmó con un chasquido, y luego le dio un codazo 
en la nariz. 
Sucedió en un parpadeo, pero cuando Diak sibila e intenta taparse la 
nariz con su mano floja, parece que eso es todo lo que necesita Saint. La 
satisfacción que siento cuando veo salir sangre de su nariz debería dejarme 
avergonzada, pero no lo hace porque el karma es una perra. 
El resto de los hombres se quedan inmóviles, ignorando los gritos de 
ayuda de Diak mientras cae de rodillas. Saint actúa tan fresco como puede 
serlo cuando me empuja hacia delante para recoger el arma. Hago lo que 
me pide, el metal duro se siente como un poder absoluto bajo mis dedos. 
Cuando los ojos de los hombres se abren, el blanco de sus ojos revela 
su miedo, es un afrodisíaco. Debería tener miedo, pero no lo tengo. ¿Me 
estoy insensibilizado a tal violencia? Podría apretar el gatillo y matarlos a 
todos. Pero Saint suena la lengua, insinuando que elegimos nuestras 
batallas sabiamente. 
Le paso el arma, que se desliza en la parte baja de su espalda. 
—¿Qué le pasó a Kazimir? —pregunta Adrian, y cuando lo miro más 
de cerca, veo el parecido. ¿Un hermano menor tal vez? 
Saint lo mira inexpresivo. 
—Eso pasó. —Hace un gesto con la cabeza hacia un Diak aullador 
acunando su muñeca mientras la sangre brota de su nariz—. Pero mucho 
más sangriento. Y mucho más muerto. 
 
La mandíbula de Adrian se aprieta mientras la habitación se queda 
en silencio. 
—Si alguien más tiene alguna otra pregunta, ahora es el momento de 
hablar. —Nadiese atreve a pronunciar una palabra—. No lo creo. 
Saint me arrastra hacia el baño, dejando a los hombres que limpien 
su desastre. Quiero encogerme porque me está haciendo daño, pero sé que 
no es así. 
Casi arranca la puerta de sus bisagras al abrirla y me empuja dentro. 
Cuando la puerta se cierra de golpe, finalmente me libera. Si no estuviera 
siendo retenida contra mi voluntad y temiendo por mi vida, admiraría lo 
espacioso que es aquí. 
Además de una gran ducha de cristal y una bañera, el mármol negro 
cubre hasta donde alcanza la vista. Todo brilla a una pulgada de su vida. 
No se ha escatimado en gastos ya que todo aquí abajo me permite ducharme 
con comodidad. Parece que solo lo mejor para Alek. 
La dura respiración de Saint me lleva de vuelta al ahora, y me doy la 
vuelta lentamente. Está apoyado contra la pared, agarrado a su hombro, su 
cabello rizado colgando alrededor de su cara. Ahora que estamos solos, la 
severidad del lugar donde estamos me golpea, y parece que no estoy 
insensibilizada después de todo. 
Las lágrimas están ahí, pero me muerdo la mejilla para evitar que 
caigan. Saint levanta los ojos para ver los míos, pero no puedo leer lo que 
está pensando. La habitación se vuelve explosiva. 
—Niña tonta y terca —regaña, sacudiendo la cabeza lentamente—. 
Deberías haber hecho lo que te dije. —Lo que dijo fue que corriera y me 
escondiera, para ser una cobarde, pero no pude. No podía dejar que se 
ocupara de esto por sí mismo. No sé qué dice eso de mí y de mi cordura, 
pero no habría podido vivir conmigo misma si no hubiera hecho lo que le 
dije. 
—Ya no importa —digo, cepillando el cabello enmarañado de mis 
mejillas, tratando de ser valiente. 
—¡Claro que importa! —Antes de que tenga la oportunidad de 
responder, él me agarra a la nuca y nos presiona frente a frente—. Lo siento 
si fui rudo contigo, pero tenía que serlo. No puedo mostrar debilidad cuando 
se trata de ti porque pagarás el precio si lo hago. 
La sensación de sus manos sobre mí es indescriptible. 
—¿Qué vamos a hacer? —susurro, frotando mi nariz contra la suya. 
Inhala profundamente, y tan cerca de él, casi puedo olvidar nuestros 
problemas. Cuando estamos así, nada más importa. 
 
—No lo sé todavía. Tengo que hablar con Popov y averiguar su plan de 
juego. Él sabe que algo está pasando entre nosotros. 
Su confesión me hace retroceder para mirarle a los ojos. 
—¿Y qué es eso? —Ni siquiera sé qué es lo que hay entre nosotros. 
Nunca lo he sabido. Tal vez él pueda explicármelo. 
Pero cuando mueve la cabeza, parece que está tan confundido como 
yo. 
—Solo confía en mí, Aнгел. 
Cerrando los ojos brevemente, saboreo la forma en que el apodo sale 
de su lengua. Casi puedo olvidar la forma en que sonó cuando Popov lo dijo. 
—Puede que tenga que hacer algunas cosas que no te gusten. 
—¿Como qué? —Mi corazón empieza a acelerarse. 
—Solo necesito que confíes en mí —repite, apretando mi nuca 
suavemente. 
Con un toque vacilante, coloco mi mano sobre la suya, uniendo 
nuestros dedos. Cuando él no se aparta, suspiro de alivio. 
—Está bien. Confío en ti. 
Nos quedamos así, necesitando ambos un momento para centrarnos 
y prepararnos para lo que viene. 
—Ve a ducharte. Yo sacaré esta bala. 
La mención de su lesión me hace alejarme, intentando atender su 
herida. Pero Saint presiona su mano sobre la mía, justo sobre el agujero de 
bala, y simplemente me mira fijamente. ¿Quién diría que una mirada podría 
transmitir mil palabras? 
Por instinto, mi mirada cae en sus labios. Quiero besarlo. Tanto. 
Quiero dejar de sentir este miedo constante y perderme en algo que no esté 
envuelto en la oscuridad y la penumbra. Pero Saint me libera, poniendo fin 
a ese tren de pensamientos. 
—No estaba mintiendo cuando dije que era solo una herida 
superficial. Puedo arreglármelas. 
Con un profundo suspiro, sé que no tiene sentido presionar porque ya 
ha tomado una decisión. 
Va a la caza de un botiquín de primeros auxilios mientras yo decido 
que la idea de tomar una ducha de verdad después de todo este tiempo es 
demasiado increíble para dejarla pasar. Sin dudarlo, me saco el vestido 
verde y me llevo la mano en la espalda para desenganchar el sujetador. 
Cuando cae al suelo, meto los pulgares en la cintura de mi ropa 
interior pero hago una pausa cuando me doy cuenta de que Saint me está 
mirando. Ha encontrado un botiquín de primeros auxilios, pero su herida 
 
de bala parece ser la menor de sus preocupaciones mientras permanece 
inmóvil, enfocando sus ojos animados en mi cuerpo. 
Mis pezones se perlaron instantáneamente, y mis pechos se tensaron. 
Coloca el kit en el mostrador, y luego se acerca a mí a un ritmo 
lánguido mientras su mirada examina cada centímetro de mi piel. —No sé 
cuándo podré volver a tocarte—. Coloca la palma de su mano contra el 
costado de mi cuello, acariciándolo suavemente—. Y me mata por dentro. 
Tengo demasiado miedo de moverme porque si lo hago, aplastaré los 
labios contra los suyos y le rogaré que me consuma mientras tengamos la 
oportunidad. 
—Te deseo, Aнгел. —Desliza su mano por mi garganta y se apoya en 
mi pecho sobre mi corazón. 
Mis rodillas se doblan, y mi sexo se aprieta. Su abrumadora 
honestidad me deja sin palabras. 
—No he deseado nada más en mi vida. Pero no importa cuánto te 
desee. —Siempre hay un pero—. No te arrastraré a este lío. Te sacaré de 
aquí. Te lo prometo. 
Él puede sentir el latido de mi corazón bajo su palma. 
—¿Qué hay de ti? —No soy estúpida. La probabilidad de que ambos 
salgamos ilesos de esto parece imposible. 
Sonríe algo malvado, causando que mi pecho se mueva cuando de 
repente me falta el aire. 
—Deja que me preocupe por mí. 
—Saint... —Pero toda la conversación termina cuando se inclina hacia 
adelante y amamanta de mi atronador pulso. 
—Quiero marcarte. Como un maldito cavernícola, quiero frotar mi olor 
sobre ti. 
Mis ojos se ponen en blanco porque el frotarme en cualquier parte 
suena como una idea brillante. Lo hace para distraerme, y casi funciona. 
—Tienes un arma. Eres un buen tirador. 
Tararea contra la columna de mi garganta, enviando una corriente 
eléctrica hasta los dedos de los pies. 
—Hay demasiado en juego. 
—¿Qué podría significar más para ti que tu vida? ¿Tu libertad? —
pregunto, negándome a rendirse al deslizamiento de sus labios. 
Besa hacia abajo, lamiendo un camino desde mi cuello hasta la parte 
superior de mis pechos. Me inclino hacia él, pasando mis dedos por su 
despeinado cabello y gimiendo suavemente. Cuando se mete un pezón en la 
boca, veo estrellas. Pero me mantengo firme. 
—Dime. 
 
Rodea mi areola, chupando mi pecho con un hambre desesperada. 
En cuanto a las distracciones, esto es absolutamente asombroso, pero 
necesito saber qué ha planeado. ¿Todavía tiene la intención de salvar a 
Zoey? Y si es así, ¿cómo, viendo que yo era la moneda de cambio? 
Pero cuando mi pezón se libera y Saint nos hace retroceder hasta que 
mi culo golpea el lavabo, de repente deseo haber mantenido la boca cerrada 
porque su respuesta lo cambia todo. 
—Tú. 
Mi boca está abierta porque no tengo palabras. Una simple palabra 
ha cambiado el curso de todo. 
Quiero decir tantas cosas, pero Saint me da un beso en la mejilla, y 
luego me da el equipo, dejándome un desorden desenfrenado y necesitado. 
Cuando abre el kit y saca un par de tijeras, me pongo pálida y me 
dirijo a la ducha. Me quito la ropa interior, abro los grifos y me pongo bajo 
el agua caliente. He soñado con este momento durante semanas, pero de 
repente se queda corto de mis expectativas porque estoy distraído. 
¿Qué pasa después? Pero lo más importante, ¿qué haré para 
asegurarme de que Saint y yo salgamos juntos de este barco? Cuando 
recuerdo sus toques y me pierdo en sus palabras, sé que haré cualquier 
cosa. Cualquier cosa. 
Incluso vender mi alma... al mismísimo diablo. 
Ya lo he postergado bastante. Es hora de enfrentar lo inevitable. 
Una vez queSaint quitó la bala y se vendó, dijo que iba a hablar con 
Aleksei. Yo quería ir con él, pero sé que tienen mucho que discutir. A solas. 
Entiendo a Saint y tendré que ser cuidadosa, sabiendo que Aleksei 
usará lo que sea que haya entre nosotros como ventaja. Igual que usó a Zoey 
como garantía para Saint. 
Cuando Saint me protegió en la isla estando frente a mí cuando Zoey 
apuntó su arma, sin duda puso al corriente a Aleksei. Pero conociendo a 
Saint, lo hará pasar por otra cosa. Ambos tenemos que cuidar nuestras 
espaldas. No solo de Aleksei, sino también de Zoey. Ella es un arma cargada, 
y tengo miedo de lo que hará después. 
Un golpe en la puerta me alerta de que mi tiempo se ha acabado. 
Encontré una muda de ropa en el mostrador de mármol cuando salí 
de la ducha. El vestido rojo ardiente parece un poco inapropiado, pero 
 
necesitaba algo para cubrir el conjunto de ropa interior de encaje que lo 
acompañaba. 
Tener todo de mi talla me da escalofríos, ya que significa que Aleksei 
se preparaba para mi “bienvenida”. Me pregunto qué más me tiene 
reservado. 
Cuando los golpes suenan de nuevo, me miro en el espejo y tomo tres 
respiraciones tranquilas. Busqué un arma en los cajones, pero solo encontré 
artículos de aseo y el maquillaje que usaba para no parecerme a los muertos 
vivientes. 
Sin embargo, recuerdo las tijeras del botiquín y me lanzo rápidamente 
por ellas. Sin tener mucha elección sobre dónde guardarlas, levanto el 
dobladillo de mi vestido y las meto en la cintura de mi ropa interior. Aunque 
no es lo ideal, tenerlas me da una sensación de seguridad. No importa lo 
falso que pueda ser. 
Justo cuando estoy enderezando mi vestido, la puerta se abre de golpe 
y aparece uno de los hombres de Aleksei. Parece decepcionado cuando paso 
junto a él. Creo que esperaba una pelea o que yo estuviera en un charco de 
mi propia sangre. 
Poniendo mi cara de juego, salgo al comedor, ignorando las miradas 
de los matones de Aleksei. Cuando no veo a Saint a la vista, decido subir a 
la cubierta superior para encontrarlo. Pero Adrian tiene otras ideas cuando 
me bloquea el camino. 
—El jefe dijo que te quedaras aquí abajo. 
Al igual que su hermano, hace que se me ponga la piel de gallina. Sin 
embargo, mientras Kazimir quería profanarme, tengo la sensación de que 
Adrian quiere profanar mis entrañas mientras me asesina. 
Sin molestarme en discutir, me acerco a un banco, lejos de mis 
captores, y les doy la espalda para mirar por la ventana. Aún no tengo idea 
de dónde estamos, pero no me preocupa el viaje. El destino final y lo que me 
espera cuando lleguemos a Rusia es lo que provoca que se me levanten los 
pelos de la nuca y que se me enreden en un alto nudo. Estoy ardiendo en 
pánico. 
Pero cuando la habitación se calla, me pregunto si llegaré a Rusia. Si 
Zoey se sale con la suya, estaré fuera de control al anochecer. Los hombres 
murmuran en voz baja, claramente esperando ver una pelea de gatas 
cuando Zoey baja las escaleras. Pero no soy una competencia. Ella puede 
tener a Aleksei. 
La nevera se abre, y el sonido de una botella de agua abriéndose corta 
la estática. Mantengo los ojos al frente porque aunque daría mi brazo 
 
derecho por un sorbo de agua fría, me quedo callada. Zoey, sin embargo, no 
comparte el sentimiento. 
Cuando sus pies descalzos se acurrucan en el suelo, anunciando su 
llegada, me preparo para la Tercera Guerra Mundial. 
—Puedes engañar a mi hermano, y Alek puede estar emocionado con 
el nuevo y brillante juguete... pero no te equivoques, siempre seré su número 
uno. 
No podría importarme menos Aleksei. Pero lo que dice sobre Saint me 
revuelve el estómago. 
—Conoce tu lugar y no tendremos problemas porque mi hermano 
siempre me pondrá en primer lugar. No lo olvides nunca. 
Incapaz de contener mi lengua por más tiempo, me doy vuelta sobre 
mi hombro, prendiéndola con mi propio brillo. 
—¿Qué se supone que significa eso? 
Los labios inclinados de Zoey se convierten en una sonrisa maliciosa. 
—Significa que si piensas en quitarme a Alek, le daré a mi hermano 
lo que siempre ha querido. La dulce e inocente hermana que él aún cree que 
soy. 
Con los ojos abiertos, me quedo boquiabierta. 
—El hecho de que te protegiera significa que te has metido bajo su 
piel. Pero solo se necesitarán algunas lágrimas y promesas vacías de ir a 
casa para que su modo protector de hermano mayor surta efecto. Pondré 
una pared entre ustedes llenándole la cabeza de inseguridades, como si no 
fuera el único hombre que quieres, y me creerá porque no se ve a sí mismo 
lo suficientemente bueno para alguien como tú. Entonces no será tan rápido 
en protegerte cuando te mate con mis malditas manos. 
Pensé que lo había visto todo. Me equivoqué. 
Ella da un paso adelante, y sin ningún lugar a donde ir, me doy la 
vuelta para enfrentarla. 
—Mentiré, engañaré y mataré para sacarte de mi vida. Así que si eso 
significa mentirle a mi hermano, que así sea. Conozco a Saint. Aunque sea 
leal, sus celos le harán débil. 
—¿Y qué eres tú entonces? —escupo, negándome a echarme atrás—. 
¿No esta pequeña charla es porque tienes miedo de que Aleksei tire tu 
lamentable trasero a la acera? 
Furiosa, avanza hacia adelante pero luego se detiene abruptamente y 
toma un respiro calmante. 
—Soy la persona con la que no quieres joder —amenaza—. Puedes 
pensar que estás a salvo con Saint aquí, pero él tiene que dormir. Y si no 
llego a ti primero, los otros hombres de este yate lo harán. 
 
—No quiero a Aleksei —aclaro por si se le pasó el memorándum. 
Simplemente se ríe, y no es un sonido agradable. 
—Eso es lo que todos dicen. Pero Aleksei es como la heroína. —Su 
cara se vuelve tranquila mientras me pregunto adónde va con esta 
analogía—. Te enganchas con la primera probada, y no sabes que eres adicto 
hasta que es demasiado tarde. Todo lo que necesitas es un pequeño subidón 
para pasar el día, pero en poco tiempo, no puedes sobrevivir sin él. 
—Por suerte para mí —digo, llegando a un punto de apoyo lento—, 
siempre he dicho no a las drogas—. 
Zoey parece sorprendida por mi ingenio. 
—Yo no estaría tan segura. —Es unos centímetros más baja que yo, 
pero como su hermano, rezuma control—. ¿No es Saint tu heroína? 
Mis mejillas se enrojecen instantáneamente porque me ha pillado 
desprevenida. Pero aplasto mi vergüenza. 
—Si piensas eso, ¿por qué te preocupa tanto que me interponga entre 
tú y Aleksei? 
Ella da otro paso adelante, casi presionando su nariz contra la mía. 
—Porque se abrirá paso hasta tu alma y te hará olvidar una vida 
anterior a la suya. Créeme, lo sé. —Cuando se traza sobre las marcas de su 
brazo, casi siento lástima por ella. 
—No quiero estar aquí. Lo odio —escupo, queriendo dejarlo muy claro. 
Pero ella revela de quién es este espectáculo. 
—¿No odiabas a mi hermano también? —Mi silencio lo dice todo. 
No sé cómo puede decirlo, pero tiene razón. Y lo sabe. Y luego dice la 
cosa más aterradora que jamás haya podido decir. 
—¿Quién crees que le enseñó todo lo que sabe? Así que como una vez 
odiaste a Saint, puedes odiar a Aleksei ahora, pero tarde o temprano... —
arranca el aire de mis pulmones cuando presiona sus labios contra los míos 
y susurra— también se convertirá en tu heroína. 
Ella sella mi destino con un beso casto, el beso de la muerte. 
Se aleja con una sonrisa petulante porque ha ganado esta batalla. 
Estoy demasiado sorprendida para moverme y ver con los ojos abiertos cómo 
se aleja de mí. Mis rodillas amenazan con doblarse, así que me desplomo 
sobre el asiento, necesitando un minuto para recuperar el aliento. 
¿Qué demonios acaba de pasar? 
Zoey ha tocado un nervio porque tiene razón sobre Saint. Lo odiaba, 
y ahora... no lo odio. Pero Saint no se parece en nada a Aleksei. 
¿Quién crees que le enseñó todo lo que sabe? 
Las palabras de Zoey me persiguen. 
 
Un maestro manipulador, a Aleksei le encanta jugar juegos mentales 
con la gente. Perotambién a Zoey. Dejó claro que pondría a Saint en mi 
contra si no jugaba con sus reglas. Quiero pensar que él vería a través de 
sus mentiras, pero sabiendo que ella es la razón por la que ha hecho todo 
esto, no estoy tan segura. 
Pero el hecho de que ella piense que yo nunca sentiría otra cosa que 
no sea odio total hacia Aleksei revela que soy más fuerte que ella. Puede que 
intente engañarme, pero solo se puede engañar una vez, y Drew fue una 
lección aprendida. Y nunca seré como Zoey enganchada a la droga más 
potente de todas. 
Él será tu atormentador, pero también será la persona que haga 
desaparecer el dolor. 
Las palabras de Saint resuenan en mi cabeza, parecen confirmar lo 
que Zoey acaba de decir. De repente, tengo más miedo por mi alma que por 
mi virtud. Y cuando escucho la voz de Aleksei, mi cuerpo estalla en un sudor 
frío. 
Saint baja las escaleras, buscándome al instante. Cuando me ve 
encorvada, levanta una ceja, pero rápidamente oculta cualquier emoción 
cuando Aleksei lo sigue. Sus hombres dejan de hacer lo que están haciendo, 
algunos incluso se quedan parados, mientras Zoey se apoya contra la pared 
mirándome. 
Respirando profundamente, no permitiré que sus palabras me 
afecten. Necesito tener la cabeza despejada porque es la única manera de 
sobrevivir a esto. 
—Casi no te reconozco. —Sé que me está hablando, pero no puedo 
mirarlo. Las tijeras queman mi carne, gritándome que las use contra este 
hombre vil. Cuando sus zapatos se ven, mi respiración aumenta, no importa 
lo mucho que intente mantener la calma—. Después de todo lo que has 
pasado, debes estar exhausta. ¿Saint me dijo que la mayoría de las noches 
dormías al aire libre? —Escuchar su nombre me hace levantar los ojos para 
encontrarme con la mirada de Aleksei. 
No sé qué espera de mí, así que simplemente asiento con la cabeza 
una vez. 
—Eso no suena muy cómodo. 
Tampoco lo es ser retenido contra tu voluntad, imbécil, pienso para mí 
misma. 
—Bueno, escuchar todo sobre tus aventuras me ha dejado cansado. 
Me voy a acostar. 
Exhalo con alivio, pero es en vano. 
 
Cuando Zoey se empuja de la pared, sin duda armada y lista para 
aliviar toda la fatiga de sus entrañas, Aleksei nos aturde a todos. 
—Puedes quedarte aquí, Zoey. No necesito tu presencia. ¿Willow? —
Aunque acabo de oír mi nombre y veo su mano extendida, mi cerebro no 
puede comprender que requiere mi presencia. Cada parte de mi cuerpo 
protesta, suplicando que no siga al león a su guarida. 
¿Pero qué opción tengo? 
Estoy agradecida de no haber comido porque cuando deslizo mi mano 
en la suya, la necesidad de vomitar casi me gana. Su mano es cálida, suave, 
pero cuando pienso en todas las vidas que estas manos han destruido, 
incluida la de Saint, se vuelve fría. 
—Te ves absolutamente hermosa, por cierto. El rojo es tu color. —
Acentúa su comentario con un guiño mientras un pequeño trozo de mí 
muere. 
De pie, intento separar mi mano de la suya, pero él se agarra fuerte. 
Soy una verdadera prisionera. 
Cuando nos damos la vuelta, quiero más que nada hacer contacto 
visual con Saint, pero él mira fijamente al frente, con la mandíbula apretada 
y los ojos fríos. Zoey, sin embargo, no enmascara sus emociones tan bien 
como su hermano. Parece que está a segundos de arrancarme el bazo. 
Aleksei no parece molestarse por nadie mientras me lleva hacia una 
puerta, una puerta que sin duda lleva a su dormitorio. 
Esta es mi última oportunidad de salir corriendo. Pero cuando miro a 
un Saint rígido, está claro que todos somos prisioneros y peones en el juego 
de Aleksei. Lo sigo con la barbilla bajada por la vergüenza. Los recuerdos de 
estar de cara contra esa alfombra sucia con el peso de Kenny presionándome 
me roban el aire, pero aplasto los recuerdos porque me niego a ser una 
víctima de nuevo. 
Aleksei abre la puerta y me lleva a una elegante habitación vestida 
con terciopelo dorado y seda. Dando la vuelta rápidamente, fijo los ojos con 
Saint, y su atormentada expresión me atraviesa con un agujero. Aleksei 
cierra la puerta, pero no antes de que Saint dé un paso adelante, preparado 
para salvarme como siempre lo ha hecho. 
Aleksei se apoya en la puerta cerrada, una sonrisa de reptil que se 
extiende de mejilla a mejilla. Me echo para atrás, solo para que mis piernas 
lleguen a la cama grande. Me mira con hambre. 
—Creo que es hora de que nos conozcamos sin toda la... distracción. 
¿Distracción? Quiere decir Saint. 
Yo trago, las paredes se cierran sobre mí. 
 
Sintiendo detrás de mí, camino lentamente alrededor de la cama, sin 
apartar la vista de Aleksei mientras me acobardo en el rincón más alejado 
de la habitación. Él mira divertido, un verdadero juego del gato y el ratón. 
—Y para hacer eso, necesito verte. 
Mi corazón comienza a latir contra mi caja torácica. 
—Puedes verme bien ahora. 
La risa animada de Aleksei corta el aire. 
—Como quieras. 
Cuando se empuja de la puerta, escudriño frenéticamente la 
habitación de izquierda a derecha, buscando una ruta de escape. Pero el 
hombre que intenta atraparme para siempre ha bloqueado mi única salida. 
Sentimientos de impotencia me rodean, y el hedor del aliento 
empapado de Kenny se estrella contra mí. Pero otro olor anula esa debilidad, 
y esa es la combinación de picante, dulce y floral, la fragancia característica 
de Saint. 
Pensar en él y creer en mí como la mujer más valiente que conoce me 
hace negarme a rendirme. Le haré sentir orgulloso cuando nos salve esta 
vez. 
Es hora de que le muestre a Aleksei mi verdadero valor. 
 
 
DOS 
Voy a matarlo. No sé cómo o cuándo, pero es inevitable. Debería 
haberlo hecho hace años. Después de ver la forma en que la mira, se 
necesita toda mi fuerza para no acabar con él ahora mismo. Pero 
tengo que esperar el momento oportuno. Tengo que ser inteligente. A 
pesar de mis sentimientos por ella. 
 
Día 34 
 
Mi corazón se estremece contra mi caja torácica, tanto que el ritmo 
frenético me ensordece. Pero me recompongo y no pierdo de vista al 
depredador que acecha hacia mí. 
A juzgar por el enorme bulto que sobresale de los pantalones de 
Aleksei, disfruta mucho de este juego. No tengo adónde ir, ya que estoy 
acorralada en un rincón, así que corro hacia la cama, con la intención de 
huir de esta habitación. 
Pero Aleksei es más rápido y se catapulta al colchón, sujetándome. 
Las imágenes de los documentales de animales salvajes invaden mis 
pensamientos mientras de repente me siento como una gacela siendo 
derribada por un león. Aleksei me sujeta con poco esfuerzo, pero de todas 
formas lucho contra él. 
—¡Quítate! —grito, golpeando salvajemente, pero me ata las muñecas 
por encima de la cabeza. 
—Shh —arrulla, con su pesado peso encima de mí haciendo difícil la 
respiración—. No te resistas. 
¿Que no me resista? ¿Realmente cree que siento una pizca de 
atracción hacia él? Es hora de que deje mis sentimientos muy claros. 
—No te equivoques. Siempre pelearé contigo —lloro, tratando de 
esquivarlo—. No me someteré a ti. Jamás. 
Mi respuesta parece divertirle mientras se ríe a carcajadas. 
—Ya veremos, Aнгел. 
 
—No me llames así —siseo, mirándolo fijamente. 
—Creí que te gustaba —responde, poniendo su pierna alrededor de la 
mía para evitar que le dé un rodillazo en las bolas. 
—No sabes nada de mí. —Estar tan cerca me permite mirar a este 
monstruo. 
Su cabello castaño oscuro se ha movido hacia adelante, y las suaves 
hebras rozan mi frente. Sus profundos ojos azules serían de un color 
hipnótico si no fuera por el hecho de que pertenecen a un asesino. Su rostro 
afeitado expone sus rasgos afilados y enfatiza la plenitud de sus labios 
rosados. Vuelvo mi mejilla para escapar de su sofocante olor a sándalo. 
La rebelión lo excita aún más porque puedo sentir su dureza 
presionándome. Me dan ganas de vomitar. 
—Tienes razón. Yo no. Pero quiero cambiar eso. 
—¿Por qué yo? —le suplico que me aclare por qué soy tanespecial. Es 
rico, algunos incluso dirían que es guapo, y rezuma poder. Podría tener un 
millón de mujeres más, mujeres que estarían más que dispuestas a estar a 
su disposición, pero ha elegido atormentarme. 
—Porque... —Baja sus labios a mi mejilla mientras me congelo con 
horror—. No he sido desafiado en mucho tiempo. 
Me da un beso casto en la mejilla antes de acercarse a mis labios. Giro 
la cabeza de lado a lado, pero me agarra la barbilla con firmeza, impidiendo 
que me mueva un centímetro. Le miro, mi pecho sube y baja rápidamente. 
Su atención se dirige hacia donde mis pechos están expuestos gracias al 
bajo escote de mi vestido. Su lengua se dispara para humedecer su labio 
inferior. 
—Y tú me desafías. Me gusta porque no puedo esperar a verte quebrar. 
—Vete a la mierda... —jadeo entre los labios fruncidos mientras 
mantiene su punzante agarre en mi cara. 
Se ríe roncamente una vez más antes de lamerme la costura de la 
boca. 
Las lágrimas de ira me pican porque no puedo hacer nada, pero las 
tijeras en la cintura de mi ropa interior revelan que eso no es exactamente 
cierto. Parece que pelear hace que Aleksei se excite, ¿pero qué pasa si no lo 
hago? ¿Y si yo fuera la dócil sumisa que él quería? 
Mi cuerpo protesta ante ese pensamiento, ya que rendirse ante ese 
imbécil es una completa blasfemia, pero es la única manera de conseguir 
que baje la guardia y lo pille desprevenido. Así que me separo de mi cuerpo 
y dejo de pelear, permitiéndole que pase su lengua por mis labios flojos. 
El impulso de amordazar o morder me abruma, pero miro al techo, 
esperando el momento oportuno. Aleksei parece no darse cuenta o no 
 
preocuparse y gime en mi boca, me clava las caderas. Todo esto se siente 
tan mal, pero cuando su agarre en mi muñeca se afloja, aplaco mi inquietud 
y me concentro en liberarme. 
Mis labios flácidos permiten a Aleksei abusar de mi boca como quiera. 
Sin embargo, la forma en que me muerde, lame y chupa no es de ninguna 
manera placentera para mí. Me duele el estómago, pero me quedo quieta, 
pensando en otra cosa que no sea estar atrapada bajo él. 
Una cadena en ruso deja a Aleksei mientras mueve sus caderas y me 
pincha con su monstruosa erección. Necesito acelerar las cosas porque no 
puedo quedarme así por mucho más tiempo. Así que me arqueo hacia él, 
presionando mis pechos contra su pecho. 
Tu apariencia es usada para el mal... 
Las palabras de mi madre me estimulan porque ese mal le hace 
soltarme las muñecas para tantearme. Ahora que mis brazos están libres, 
los coloco lentamente a mi lado, usando mi mano izquierda para levantar 
sutilmente mi dobladillo. El agarre de Aleksei en mi barbilla nunca flaquea 
porque sabe que me hace daño. El dolor lo alimenta. Al igual que tener el 
control. 
Pero cuando baja la cabeza para poner la lengua en la parte superior 
de mis pechos, los papeles se invierten, y yo soy la que tiene el control. Me 
abalanzo sobre las tijeras y las aprieto en su garganta a la velocidad del 
rayo. Su cabeza se levanta, pero yo sólo clavo las tijeras más profundamente, 
retándolo a que se mueva una pulgada. 
Le he atrapado desprevenido, como hice una vez con Saint, pero a 
diferencia de entonces, quiero acabar con la miserable vida de este bastardo. 
—Estoy impresionado —dice suavemente, mirándome de cerca 
mientras levanta las manos en señal de rendición—. Pero dame las tijeras 
antes de que te hagas daño. 
Ese imbécil arrogante. 
—No estás en posición de exigir nada. —Para enfatizar mi punto, le 
doy un empujón a las tijeras para que profundice más. Pero la idea de seguir 
adelante de repente me da náuseas—. Quítate de encima. 
Cuando no se mueve, amenazo con sacarle sangre. 
—Bien, de acuerdo. —Se baja de mí, lo que me hace celebrar, pero es 
prematuro porque en el momento en que mi agarre de las tijeras se afloja, 
las abofetea de mi mano. Se deslizan por el suelo, haciendo eco de las 
terribles consecuencias que se dirigen hacia mí. 
Trabajo con pura adrenalina y salto, pero Aleksei me obliga a volver 
al colchón cuando presiona su antebrazo sobre mi tráquea, sujetándome. 
 
Le agarro el brazo y me patea las piernas, pero él sólo empuja más fuerte 
hacia abajo. 
—Eres una agradable sorpresa. Debo agradecerle a tu esposo. 
La mera mención de Drew me hace temblar como una gata salvaje, 
sin importar que Aleksei me ahogue hasta la sumisión. Sin sudar, alcanza 
la mesilla de noche con el brazo libre y saca un par de esposas. 
Me levanta los brazos, me pone un puño en la muñeca y luego me 
pone las esposas en el acero retorcido de la cabecera victoriana y me quita 
el brazo de la tráquea para sujetarme la otra mano. 
Me lanzo hacia adelante, pero el movimiento sólo saca mis hombros 
de sus órbitas. 
—¡Maldito bastardo! —Las esposas traquetean contra la cabecera 
mientras las tiro, pero no voy a ninguna parte. 
Aleksei sonríe, arrastrándose por la cama y montándome a 
horcajadas. Intento esquivarlo, pero sus fuertes muslos me sujetan a la 
cama. 
—Debería meterte la polla por la garganta como castigo por hablarme 
así. 
Su amenaza me hace apretar los dientes. 
—Inténtalo y verás lo que pasa —le advierto, ya que esta vez, me 
aseguraré de no soltarlo. 
—Pero cuando eso ocurra —se inclina para susurrarme al oído— y 
ocurrirá. No estaré a segundos de explotar en esa hermosa boca como lo 
estoy haciendo ahora. Me tienes tan excitado, y no quiero que pienses que 
me falta resistencia porque con alguien como tú, quiero saborear hasta el 
último centímetro. —Me succiona el lóbulo de la oreja mientras cierro los 
ojos—. Pero ahora mismo, sólo quiero venirme. Supongo que tener a Zoey 
aquí tiene sus beneficios después de todo. 
Es repugnante porque Zoey, parece, es simplemente un cuerpo 
caliente para masturbarse. 
—No te vayas a ningún lado —dice bromeando mientras se baja de 
mí. Vuelo mi mejilla, negándome a mirarlo. 
Cuando la puerta se cierra detrás de él, exhalo con alivio. 
Una corriente eléctrica me atraviesa, pero no es de la buena. Jalo las 
esposas, pero están apretadas. Mis pies no están atados, pero en esta 
posición, no tengo donde ir. 
—¡Mierda! —grito en frustración y me agito con locura, enfadada 
conmigo misma por dudar en lugar de dejarme actuar. 
Tuve la oportunidad de terminar esto, pero vacilé, y me ha costado 
caro. 
 
Durante las últimas semanas, me he sentido desesperada, pero esto, 
esto es otra cosa. Con Saint, nunca me sentí tan aterrada porque en el 
fondo, siempre he confiado en él. Incluso cuando no debería haberlo hecho. 
Pero Aleksei me asusta porque sus promesas no están vacías. 
Hundida en la almohada, me devano los sesos, tratando de armar un 
plan para salir de este barco. Pero cuanto más tiempo pienso, más 
desoladoras parecen las cosas. De repente daría cualquier cosa por volver a 
la isla. Allí, las cosas eran complicadas, pero estaba con Saint, y juntos, 
nunca dudé que podríamos lograr algo. 
Las cosas nunca fueron en blanco y negro, pero por un momento, esa 
isla fue mi propio oasis privado. Empecé a sentir cosas que nunca antes 
había sentido, y fui una tonta al no abrazarlas porque ahora... se me ha 
acabado el tiempo. 
Cuando la puerta se abre de golpe, maldigo mis pensamientos, pero 
cuando veo quién acaba de entrar, mi corazón se llena de una pizca de 
esperanza. Saint cierra silenciosamente la puerta tras él, sus ojos se 
angustian cuando me ve esposado a la cama. 
—Aнгел. —Se acerca corriendo, apartándome el cabello de las 
mejillas—. ¿Te ha hecho daño? 
—No. —Me inclino hacia su toque, cerrando los ojos en señal de 
alivio—. Quítame las esposas. Por favor. 
Saint asiente y busca frenéticamente en la habitación. 
—Pruebe la mesita de noche. —Hago un gesto con la barbilla a donde 
Aleksei sacó las esposas. 
Después de buscar desesperadamente, se pasa una mano por el 
cabello, tirando de las hebras gruñendo. 
—Joder. Probablemente tenga la llave encima. 
Lo más seguro.¿No me hizo lo mismo a mí? 
—¿Dónde está? 
Cuando Saint aparta la mirada, yo sé dónde. Sin duda ha ido a buscar 
a Zoey. Ese pensamiento me revuelve el estómago. 
—No tengo mucho tiempo —dice, sentado a mi lado y mira las 
esposas—. Necesito recuperar su confianza. ¡Es la única manera de sacarte 
de este maldito yate! Me está observando de cerca. Todos lo hacen. 
—¿Y cómo lo haces? 
Su manzana de Adán se balancea mientras traga profundamente. 
—Tengo que hacer lo que dice... sin importar mis sentimientos. 
No necesita explicarlo. Ambos somos prisioneros, y Aleksei es el 
titiritero, que mueve nuestros hilos. 
 
—Entonces hazlo. Haz lo que sea necesario —respondo, asintiendo 
lentamente—. Estará bien. 
Sé lo que está proponiendo. Para que se gane de nuevo la confianza 
de Aleksei, tendrá que demostrar que sigue siendo el sicario número uno de 
Popov. No puede mostrar amabilidad. O compasión. Tiene que castigar y 
matar sin remordimiento. Tiene que tratarme como siempre debió hacerlo 
pero nunca lo hizo, como a un rehén. 
Pero Saint revela que ya no es el hombre que una vez fue. 
—No sé si puedo —me confiesa con pesar. 
Mi corazón se hincha, pero pronto aplasto mi emoción porque no hay 
otra manera. 
—Tienes que hacerlo. Es la única manera de escapar. 
Cuando baja la barbilla, sin embargo, parece que sólo hay suficiente 
espacio para uno. 
—Te vienes conmigo, ¿verdad? —Sé la respuesta, pero presiono de 
todos modos—. ¿Verdad? 
—No puedo dejar a Zoey —responde. Su cabello le protege la cara, 
pero su tono derrotado me dice que también se está metiendo dentro—. Se 
resbalará, y cuando lo haga —levanta esos ojos hipnóticos—, te liberaré. No 
importa lo que pase, haz lo que te diga, ¿de acuerdo? 
Mi estómago cae ante su ominosa orden. 
—¿De acuerdo? —me presiona cuando no le respondo. 
—Sí —respondo finalmente. 
Con el más lento de los movimientos, se inclina hacia adelante. 
Apoyando una mano en mi cabeza, se cierne sobre mí, viendo cada 
centímetro de mi cara. 
—No mires atrás. No mires nunca atrás —susurra mientras 
inesperadas lágrimas pasan por mis compuertas. 
Con su mano libre, se deshace de mi tristeza con su pulgar. 
—Siento haberte hecho esto. 
Un sollozo se me escapa porque es la primera vez que se disculpa por 
haberme secuestrado. Pero no es su disculpa lo que quiero. Es tan 
prisionero como yo. 
—Pero lo arreglaré. Lo prometo. 
No puedo quitarme la sensación de que esto es un adiós. Que lo que 
sea que haya planeado terminará en que no nos volvamos a ver nunca más. 
Abro la boca, preparada para argumentar que no quiero irme sin él, 
pero sella sus labios sobre los míos me roba todas mis palabras. Mi cerebro 
tarda un segundo en alcanzarlo, pero cuando lo hace, me rindo y me pierdo 
en la dicha. 
 
Con las manos atadas, soy incapaz de los labios y la lengua de Saint, 
pero ¿a quién engaño? No hay nada que me guste más. Puede que no tenga 
la intención de someterme a Aleksei, pero con Saint... pido mucho más. Y él 
más que él da. 
Acunando mis mejillas, se coloca sobre mí, devorando malvadamente 
mi boca con un beso frenético lleno de urgencia e incertidumbre. Nuestras 
lenguas se baten en duelo, nuestras respiraciones se funden en una sola. 
Me inclino hacia él, ignorando el dolor de mis hombros porque quiero todo 
y más. 
—Aнгел —jadea en mi boca, su toque me quema viva. 
Las esposas traquetean mientras tiro de ellas porque cada roce de su 
lengua me vuelve loca. Su fragancia es un golpe embriagador para mi lívido, 
y froto mis piernas juntas para crear fricción, esperando apagar las llamas. 
Beso a Saint sin disculpas porque ambos sabemos que esta será la última 
vez. 
Sé lo que es esto, el beso final de despedida. 
—Saint, no —murmuro contra sus labios, tratando de mantenerlo 
como rehén, pero sin mis brazos, soy incapaz de detenerlo. 
Besa mis labios por última vez antes de cortar nuestra conexión con 
un pesado suspiro. Cerramos los ojos, y sé que está perdido para mí, porque 
para ser quien fue una vez, tiene que desprenderse de los sentimientos. Es 
la única manera en que puede hacer esto. 
Cuando oye el sonido de la manilla de la puerta girando, Saint salta 
de la cama, limpiándose los labios. Todo lo que puedo hacer es mirar, 
temerosa de lo que viene después. Cuando Aleksei entra, hace una pausa, 
ya que claramente no esperaba compañía. 
—¿Saint? —pregunta, mirándome a mí—. ¿Qué estás haciendo aquí? 
Saint aprieta sus puños a su lado, y sus hombros se levantan. Mira a 
momentos de entrar en acción y arrancarle la cabeza a Aleksei. Cuando no 
responde, sé que esto no terminará bien. Así que pienso en los dedos de los 
pies, esperando que funcione. 
—¡Vete a la mierda! No puedes tenerme atada como a un animal. —
Me retuerzo salvajemente, los puños se tensan contra la cabecera. La 
conmoción tiene a Aleksei y a Saint volviendo su atención hacia mí—. 
¡Suéltame! 
Aleksei sonríe mientras Saint palidece. Pero pronto se recompone y 
entiende mis planes. 
—Me estaba dando dolor de cabeza con todos sus gritos. Vine aquí 
para recordarle lo que pasa cuando se porta mal. No me di cuenta de que la 
habías esposado. 
 
Exhalo con alivio, agradecida de que me siga la corriente. 
Aleksei se toma un momento para asimilar todo. Cuando ve que todo 
está como lo dejó, asiente, cerrando la puerta tras él. 
—Es muy desobediente. 
Yo rechino los dientes, lívida de que él hable de mí tan frívolo como si 
yo no estuviera aquí. 
—Lo sé —dice Saint, su comentario lleno de insinuaciones. Si no 
estuviera esposada y temiendo por mi vida, su molestia sería entretenida. 
—Entonces, ¿cómo la castigaste? ¿Cómo te las arreglaste para que te 
llamara maestro? —Se inclina contra la puerta, cruzando los brazos 
mientras espera la respuesta de Saint—. En la isla, ella me llamó мастер —
explica cuando Saint guarda silencio—. Supongo que es porque le enseñaste 
a dirigirse a ti de esa manera. ¿Estoy en lo cierto? 
Saint aprieta la mandíbula con fuerza. Aguanto la respiración y sólo 
exhalo cuando él responde. 
—Sí. 
—Excelente —dice Aleksei, su postura sigue siendo relajada—. 
Muéstreme. 
—¿Mostrarte qué? —responde rápidamente, irritado. 
—Muéstrame cómo la ibas a castigar. Eso es lo que ibas a hacer, 
¿verdad? ¿Ibas a venir aquí para castigarla? —Aleksei es un hombre 
inteligente. Aunque termina sus frases con una pregunta, no tenemos 
elección. Nunca la tuvimos. 
—Sí. —Saint se las arregla para escupir entre dientes apretados. 
—Bien. Muéstrame —repite, señalando con la mano que el suelo es 
suyo. 
Saint inhala, su pecho se expande con su pesado aliento. Fija sus ojos 
en mí, y todo lo que veo es un tormento total. Comprendo por qué un 
segundo después. 
—Dame la llave de sus esposas. 
Sé que acordamos que para sobrevivir a esto, Saint tiene que 
recuperar la confianza de Aleksei. Pero, ¿hasta dónde tendrá que llegar para 
lograrlo? 
Es demasiado tarde para volver ahora, así que simplemente espero el 
próximo movimiento de Saint. 
Aleksei mete la mano en su bolsillo trasero, produciendo una pequeña 
llave. De repente me gustaría seguir esposada. Saint no vacila y la alcanza. 
Cuando la tiene, exhalo, pero sus hombros rígidos me hacen sudar frío. 
Se gira lentamente, y como un robot, camina hacia la cama. Me 
pregunto qué espera ver Aleksei. Él cree que Saint es mi мастер, mi maestro, 
 
así que me quedo quieta. Cuando se acerca a mí y me quita las esposas, me 
roza la muñeca con el más rápido y suave de los toques. Aleksei no puede 
ver el gesto, ya que Saint ha dado deliberadamente la espalda de manera 
que me protege de las miradas indiscretas. 
Me da la fuerza para continuar. 
—Arrodíllate. 
Sin dudar, me levanto lentamente de la cama y sigo a Saint hasta el 
centro de la habitación. Cuando se pone en posición para que Aleksei pueda 
ver, sé lo que tengo que hacer. 
Me arrodillo e inclino la cabeza. 
—Oh, Dios mío. —Un jadeo aturdido deja a Aleksei—. Eso esincreíble. 
Como un perro entrenado. 
Un fuerte sabor metálico llena mi boca, alertando que he sacado 
sangre al morderme la lengua tan fuerte. 
—¿Cómo te llamas? —me pregunta Saint con insistencia. 
—Aнгел. 
—¿Y quién soy yo? 
—мастер —respondo suavemente, usando mi cabello como velo. 
—¿Qué? No puedo oírte. 
Antes de tener la oportunidad de responder, Saint agarra a mi 
barbilla, obligándome a mirarlo. Arqueo mi cuello, bloqueando los ojos con 
él. Los remolinos de ámbar se mezclan entre las manchas verdes y me 
encienden. Apenas se sostiene. 
—мастер —digo, más fuerte esta vez. 
—Buena chica. —Me libera mientras yo me desplomo hacia adelante 
en la humillación—. ¿Sabes lo que pasa cuando me desobedeces? 
—Sí, мастер. —La verdad es que no sé qué castigo pretende aplicar. 
Lo revela un momento después. 
—Levanta tu vestido. 
Y así como así, me transporta a la noche en que Saint me golpeó por 
primera vez con su cinturón. 
Sé que para que esto sea creíble, Saint tiene que hacer que los castigos 
sean creíbles. Pero la idea de ser golpeada de nuevo me hace gemir. 
—Dije que te levantes el maldito vestido. —El tono de Saint es 
venenoso. Sin otra opción, hago lo que él exige. 
Cuando escucho que su cinturón es desabrochado y enhebrado a 
través de las presillas de sus pantalones, me preparo para lo que viene 
después. 
 
Mi espalda está hacia Aleksei, así que tiene una visión clara de mi 
trasero. Mi ropa interior de encaje no deja nada a la imaginación, pero 
parece que quiere más. 
—Quítatelas. 
Miro a Saint, rogándole que no me obligue a ceder a las exigencias de 
este pervertido, pero mantiene su apática fachada. Sin embargo, bajo este 
disfraz, sé que siempre me protegerá. 
—Con todo respeto, Aleksei, me pediste que te mostrara, así que por 
favor permítame hacer mi trabajo. —Que me llamen trabajo hace que me 
estremezca como si me hubiera dado una patada en las tripas. Sé que es 
parte del plan, pero es difícil no perderse en el pasado. 
—Tienes razón. Lo siento. Me dejé llevar. Continúa. —Su cortesía va 
más allá de los insultos, ya que se disculpa por sugerir a Saint desnudarme 
cuando me somete a latigazos. 
Esto es tan jodido. 
Saint camina a mi alrededor y me patea las piernas. Suprimo la 
necesidad de gritar. No me da ninguna advertencia. Escucho el silbido 
vicioso cortando el aire justo antes de que el dolor me golpee. Con un fuerte 
gruñido, me propulso hacia adelante pero me quedo de rodillas. 
Mi trasero palpita desde donde Saint dejó caer su cinturón, pero sé 
que podría haberme golpeado mucho más fuerte. Cuando me golpea en la 
parte posterior de mis muslos, gimoteo pero me mantengo erguida. Este 
golpe fue más suave que el primero. 
—¿Tienes algo que quieras decirme? 
Golpe. 
Las lágrimas me pican los ojos, pero me niego a llorar. 
—Lo siento, мастер. No te desobedeceré una vez más. 
Golpe. 
—¿Estás segura? —Aunque Saint apenas suda por haberme golpeado, 
su falta de aliento revela que le está costando cada onza de su fuerza de 
voluntad no matar a Aleksei. 
Cuando oigo que el cinturón se coloca en posición, grito: 
—¡Sí! Sí. Lo siento. No lo volveré a hacer. 
Me preparo para otro golpe, pero no llega. 
—Bájate el vestido. 
Con manos temblorosas, hago lo que él dice. 
Como estoy mirando hacia otro lado, no puedo ver lo que está 
pasando, pero supongo que por el silencio no es bueno. 
 
—¿Eso es todo? —Aleksei está lejos de estar impresionado. Parece que 
sólo se sentirá satisfecho cuando esté gritando de dolor y pidiendo 
misericordia. 
—Sí. Se sometió, ¿no es así? 
Silencio. 
El aire está lleno de desafíos. Los métodos de Saint no son 
satisfactorios porque Aleksei sabe que podría haber sido mucho más cruel. 
—Luchó contra mí como una gata salvaje. Creo que le gustas. 
Mis mejillas se calientan, pero aplasto mi vergüenza porque este 
ejercicio debía convencer a Aleksei de lo contrario. Rápidamente me estrujo 
el cerebro, esperando probar que Aleksei está equivocado, pero Saint está 
dos pasos adelante. 
—Ella me teme —argumenta—. No te conoce todavía, pero la he 
destrozado. Sólo permíteme pasar más tiempo con ella, y te prometo que ella 
también te temerá. Soy el único que puede quebrarla, así que necesito estar 
cerca de ella para asegurarme de que se mantenga en línea. No puedes 
permitir que se comporte así cuando volvamos a Rusia. ¿Qué dirá El 
Círculo? 
¿El Círculo? ¿Quién o qué carajo es El Círculo? 
Pronto olvido mi pregunta porque si pudiera abrazar a Saint, lo haría. 
Pero simplemente me mezclo en el fondo, esperando que Aleksei caiga en las 
mentiras de Saint. 
Justo cuando creo que nos va a matar a los dos, una luz brilla desde 
arriba. 
—Tienes razón. Muy bien —dice Aleksei—. Ya estoy atado al tiempo, 
por lo que si crees que puedes domarla, entonces lo permitiré. No puedo 
dejar que se comporte así cuando volvamos a casa. Pero... 
Siempre hay un pero. 
—Pero si tus métodos no resultan satisfactorios, y no veo un cambio 
muy pronto, me haré cargo. ¿Está claro? 
Mi sangre se vuelve fría. 
—Estamos claros —responde Saint mordazmente. 
—No permitiré que se comporte como un perro rabioso porque ¿sabes 
lo que les pasa? —Aleksei hace una pausa mientras la habitación baja diez 
mil grados—. Les disparo. 
No te equivoques, nos está advirtiendo a los dos. 
Saint agarra a mi nuca, insinuando que debo pararme. Cuando lo 
hago, me lleva de vuelta a la cama. No me mira, y el destacamento me hace 
subir a la cama, desesperada por que se vayan para que pueda procesar 
 
esto por mi cuenta. Sin que me lo pida, pongo mis brazos sobre mi cabeza 
después de acostarme. 
Se me escapa una lágrima cuando me esposa, pero giro la mejilla para 
que no pueda ver. 
—Vamos a mi oficina. Tenemos algunas cosas que discutir. —Justo 
cuando Saint se mueve para levantarse, Aleksei dice algo que me hace 
cuestionar lo buena actriz que soy realmente—. Amordázala. Dijiste que 
estaba gritando antes. 
Vas a ser una buena niña, ¿verdad, Willow? 
De repente me resulta imposible respirar. 
Estoy a punto de perder el control cuando una tierna caricia flota en 
mi flanco. Aunque es un toque sutil, es suficiente. 
—No es necesario. No gritará. —Saint reconoce mi pánico; sabe qué 
recuerdos afloran a la superficie cuando estoy amordazada. 
—Dije que la amordazaras —insiste Aleksei, necesitando aferrarse a 
alguna apariencia de control. 
Sé que le dije a Saint que hiciera lo que fuera necesario, pero ese es 
mi límite, así que no sé si puedo soportarlo. Pero ya debería saber que Saint 
siempre será el alfa. 
—Aleksei, acabas de decir que estás dispuesto a permitirme hacer esto 
a mi manera. ¿Te estás retractando de tu palabra? 
No sé por qué su palabra es tan importante. Es un maldito criminal, 
por el amor de Dios. Pero recuerdo que Saint dijo que Aleksei tiene algo de 
honor entre sus hombres. Sólo puedo esperar que tenga razón. 
—Que así sea. Pero si escucho un pío de ella, será el último por 
bastante tiempo. 
Me trago su amenaza llena de promesas. 
—Se quedará callada —asegura Saint, hablando por mí, ya que sabe 
que estoy a punto de quebrarme—. Vámonos. 
Cuando se levanta de la cama, vuelvo mi mejilla para mirarlo. Pero 
cuando veo los ojos de Aleksei, me doy cuenta de que debo tener más 
cuidado. Aunque hoy lo hemos convencido, mañana puede que no sea tan 
fácil. 
Saint no mira hacia atrás y se marcha rápidamente. Pronto descubriré 
por qué es así. 
—¿No te olvidas de algo? —Aleksei bloquea la puerta mientras yo 
observo con horror. Va a matar a Saint y me hará mirar. No le hemos 
engañado en absoluto. 
 
Cuando Saint mete la mano en su bolsillo y le da la llave de mis 
esposas, siento que tiene un plan. Aleksei parece decepcionado por haberla 
entregado tan fácilmente. 
Saint abre la puerta, insinuando que Aleksei se mueva. Finalmente lo 
hace, pero no antes de sonreír en mi dirección. El gesto baja un escalofrío 
por mi columna. 
Esto essólo el comienzo de las cosas que vendrán. 
 
 
 TRES 
Popov no es tonto. Pero la idea de herirla más de lo que ya lo he 
hecho... no sé si puedo. 
 
Día 35 
 
Una vez más, pasar del agotamiento me permite olvidar dónde estoy. 
Pero cuando me despierto, no tardo en recordar la pesadilla que ha sido mi 
vida durante los últimos treinta y cinco días. 
No he visto a Saint o Aleksei desde que salieron de esta habitación. 
Otros me han traído comida y agua, y me han quitado las esposas para 
poder usar el baño, pero está claro que debo permanecer esposada a esta 
cama hasta nuevas instrucciones de Aleksei. 
El reloj de la mesilla de noche dice justo pasadas las siete de la 
mañana. Me pregunto qué día nos espera y lo cerca que estamos de Rusia. 
La idea de llegar a mi destino final me revuelve el estómago, pero es el menor 
de dos males. 
Estar atrapada en este yate con Aleksei y sus hombres es mucho más 
sofocante que estar prisionera en Rusia. Puede que sea ingenua al pensar 
esto, pero estar en tierra presentará más oportunidades plausibles de 
escapar que mi actual situación de estar atrapado en el mar. 
Si por algún milagro escapara ahora, ¿a dónde iría exactamente? 
Estoy rodeada de nada más que agua. La verdad es que no hay necesidad 
de que me esposen porque soy una verdadera prisionera, tanto de los 
elementos como de un psicópata maníaco. 
Cuando la puerta se abre, me giro para ver quién es. Cuando Zoey 
entra flotando, con una sonrisa de oreja a oreja, instantáneamente temo lo 
que se dirige hacia mí. 
—Hora de desayunar. —Lleva un bikini negro y un pareo con el cabello 
apilado en la cabeza. Parece que está lista para holgazanear bajo el sol todo 
el día, las circunstancias no lo permiten. 
La mera mención de la comida me revuelve el estómago. 
 
—No tengo hambre. 
Cuando se ríe a carcajadas, sé que me he perdido el memorándum. 
—Eso es bueno para ti porque hasta que no nos alimentemos todos, 
no comes. 
Levanto la cabeza de la almohada para verla mejor. 
—¿Perdón? 
Está claro que se está divirtiendo, y cuando saca la llave de mis 
esposas, sé por qué. Ella tiene el control por una vez, y de repente me siento 
como una hormiga asada viva bajo una lupa. 
—Es hora de que te ganes tu sustento. 
—A menos que tengas un lapsus de memoria, estoy aquí en contra de 
mi voluntad —me quejo, tirando de las esposas para probar mi punto. 
Pero a ella no parece importarle de ninguna manera. 
Se acerca a mí y me quita las esposas, pero no me da tiempo de 
frotarme las muñecas antes de tirarme del brazo. Intento encogerme de 
hombros ante su agarre agotador, pero ella se agarra fuerte. 
—A Alek no le gusta que lo hagan esperar, y este será el primer 
desayuno que tomemos juntos que no haya sido cocinado por mí. 
Pronto me pongo al día. 
Parece que voy a ser una esclava en todos los sentidos de la palabra. 
—Cocina tu propio maldito desayuno —escupo, quitándome los dedos 
de encima. 
Mi sugerencia cae en oídos sordos mientras me empuja entre mis 
omóplatos. 
—Muévete. 
No teniendo muchas opciones, abro la puerta y me pregunto si así es 
como se siente alguien cuando entra en una habitación donde todo el mundo 
habla de él. Todas las cabezas giran hacia mí y las conversaciones se 
detienen mientras los hombres nos miran boquiabiertos a Zoey y a mí. 
Supongo que la mayoría apuesta por quién ganaría en una pelea 
porque se va a ir a pique si no deja de empujarme. 
—A Alek le gustan los huevos escalfados. 
Se necesita toda mi fuerza de voluntad para no decirle que se vaya a 
la mierda mientras paso por delante de los pervertidos a la cocina. Saint no 
está aquí abajo, lo que me hace preguntarme dónde está. 
—Los huevos están ahí. —Cuando señala la nevera, me doy cuenta de 
que va en serio. Los hombres me miran y luego a Zoey, y sé que lo hace 
delante de la compañía para humillarme. Quiere que la vean como la jefa 
porque, aunque estoy aquí para tomar su lugar, quiere reiterar que sigue 
siendo la número uno. 
 
Sin tener opción, busco en la nevera y en los armarios para recoger lo 
que necesito. Ambos están bien surtidos. Hay suficiente tocino para 
alimentar a un pequeño ejército, lo cual supongo que yo soy. Por los 
productos frescos a bordo, me atrevo a decir que estamos cerca de Rusia 
porque se agotarán en dos o tres días como máximo. 
O siempre podríamos atracar en algún lugar. 
Lo desconocido me altera los nervios, así que decido concentrarme en 
alimentar a estos imbéciles para poder volver a mi prisión. Encuentro un 
tazón de cristal monstruoso en el armario encima de la estufa y voy 
rompiendo los huevos en él. 
Sin embargo, un dolor me deja cuando mi cabeza es jalada con fuerza. 
—¿Qué crees que estás haciendo? —gruñe Zoey, tirando más fuerte 
de mi cabello cuando me retuerzo violentamente para liberarme. 
—¡Haciendo el desayuno! —grito, extendiendo la mano detrás de mí 
para forzar sus dedos a salir de mi cabello. Pero el movimiento sólo la 
enfurece aún más. 
—¿Eres una maldita estúpida? Acabo de decirte que a Alek le gustan 
los huevos escalfados. 
Quiero estrangularla. Pero no puedo moverme. Tirar del cabello es una 
cosa tan maliciosa. La respetaría más si me dejara inconsciente porque así 
no tendría que cocinarle su maldito desayuno. 
—Estoy haciendo huevos revueltos para los hombres alegres —explico 
sarcásticamente a través de los dientes apretados—. Suéltenme. 
Cuando lo hace, doy vueltas rápidamente, con la intención de matarla, 
pero me para en seco cuando me da una bofetada tan fuerte en la mejilla, 
que siento el sabor de la sangre. Me toco la cara, mis ojos se estrechan 
cuando muevo la mandíbula de un lado a otro. 
Zoey no se molesta en lo más mínimo. 
—Alek y yo comemos primero. Luego comen los demás. Ahora hazlo 
de nuevo. 
La ira me empuja hacia adelante, y no me importa si esta acción 
termina con mi vida. Valdrá la pena porque si caigo, me aseguraré de que 
ella venga conmigo. Lamentablemente, todos los planes de matarla con mis 
propias manos tendrán que ser suspendidos por ahora. 
—¿Qué está pasando? —La voz de Saint retumba por toda la 
habitación, recordándome que por mucho que quiera matar a Zoey, sigue 
siendo su hermana. Puede que sea una mega-perra, pero eso nunca 
cambiará lo que es para Saint. 
Y a juzgar por la sonrisa de ganadora que tiene, lo sabe. 
 
—Esta perra es inútil —dice con una risa condescendiente—. Ni 
siquiera puede hacer algo tan simple como preparar el desayuno. 
Cuando me giro lentamente para mirar a Saint, él encuentra mi 
mejilla enrojecida. Inhala profundamente por la nariz, como alguien lo haría 
cuando le pide a Dios que le dé fuerzas. 
No sé cómo responderá ya que estamos todos en el escenario. No 
quiero nada más que ir a él, pero no puedo, así que me quedo aquí como 
una caniche entrenada y no digo una palabra. Pero parece que Saint tiene 
suficientes palabras por los dos, y eso me hace asentir en agradecimiento 
aunque su frase sea una espada de doble filo. 
—Ella no es tu esclava. 
—No, pero es de Alek —comenta Zoey, cruzando los brazos en un 
desafío. Pero no tiene ninguna posibilidad contra su hermano. 
—Por lo tanto, sólo Alek tiene el derecho de mandarla. 
Técnicamente, nadie tiene el derecho, pero entiendo lo que está 
haciendo. 
Los ojos de Zoey se estrechan, y sus labios se retuercen en un ceño 
fruncido, pero no discute. Parece que está sumisa a Alek y a su hermano. 
—Ve y espéralo —ordena el Saint, lo cual sólo puedo imaginar que se 
lo come por dentro. Le da órdenes como un perro para ahorrarle el castigo. 
Ella ha elegido esta vida, y esta es la única manera en que Saint puede 
garantizar que se mantenga a salvo. 
No discute, pero me empuja con fuerza, asegurándose de que pierda 
el equilibrio. Me agarro al mostrador para evitar caer de bruces. Ella flota a 
través de la habitación y hace lo que Saint dijo: espera de rodillas junto a la 
silla dorada en la cabecera de la mesa, queparece un trono, a su amo. 
Doy la espalda, asqueada. 
Aunque lo último que quiero es hacerle el desayuno, empiezo a 
escalfar los huevos y a freír el tocino porque necesito algo que hacer con mis 
manos temblorosas. Mientras preparo el café, puedo sentir que alguien me 
observa de cerca. 
No hay que adivinar quién. 
—Algo huele bien. 
Un escalofrío pasa por encima de mí; una respuesta automática, 
parece, a cada vez que Aleksei entra en una habitación. Sin embargo, sigo 
preparando el desayuno porque me permite mantenerme de espaldas. 
—Buena chica —dice Aleksei a quien presumo que es una Zoey 
arrodillada. Ella tararea en respuesta. Me lo imagino dándole palmaditas en 
la cabeza—. Ven a sentarte. 
 
Esto es tan jodido, y no puedo hacer nada al respecto. Necesito 
desesperadamente hablar con Saint en privado, pero estas paredes tienen 
oídos, y tengo que tener cuidado. 
Una vez que preparo el desayuno de Aleksei, busco la vajilla. Cuando 
abro un cajón y lo encuentro lleno de tenedores y cuchillos de plástico, no 
sé si reír o llorar. Parece que Aleksei ha pensado en todo. 
Recogiendo todo lo que necesito y sirviendo dos platos de comida, 
respiro profundamente y me doy la vuelta. Saint se para a la izquierda de 
Aleksei con los ojos hacia adelante en lo que asumo es su puesto habitual. 
Es el sicario de Aleksei, después de todo. 
Sacudiendo esos pensamientos de mi mente, me dirijo a la mesa y 
pongo el desayuno de Aleksei delante de él, asegurándome de no estar 
demasiado cerca. Hago lo mismo con Zoey sentada a su derecha. El resto de 
los hombres permanecen de pie. Parece que su jefe come primero sin que 
ellos invadan su espacio. 
Es increíble que tenga tanto poder, y me pregunto si alguno de ellos 
también está aquí contra su voluntad. ¿Qué les ha prometido para que 
exhiban tal lealtad? ¿O simplemente temen por sus vidas? 
Vuelvo a la cocina para servir el café. 
Cuando vuelvo a la mesa y pongo la taza delante de Aleksei, él se 
extiende y me agarra suavemente la muñeca. Me estremezco, ya que todavía 
estoy dolorido por las esposas, pero no me resisto. ¿Qué sentido tendría? 
Me acaricia la piel con el pulgar, mirándome. 
—Gracias por el desayuno. Huele de maravilla. 
Pestañeo una vez, sorprendida por sus modales. Pero me recupero 
rápidamente ya que está claro que está esperando mi respuesta. 
—Es un placer para mí. Espero que lo disfrute. —Me trago mi mentira 
porque se siente como un ácido contra mi lengua. 
Me arriesgo a echar un vistazo rápido a Saint y encuentro su 
mandíbula apretada. Puede parecer dócil, pero yo sé que no es así. Para 
convencer a Aleksei de que Saint es la clave en frenar mi comportamiento, 
necesito comportarme. 
Aleksei asiente una vez. Se ha cepillado el pelo húmedo después de 
ducharse, y el ligero encanecimiento de sus sienes sólo contribuye al aspecto 
refinado. No parece un monstruo, pero supongo que son los tipos más 
peligrosos. 
Me deja ir, examinándome de cerca ya que parece que no puede leerme 
tan bien como lo hace con Zoey. Usaré esto a mi favor porque es la única 
manera de sobrevivir a lo que sea que enfrente. Rápidamente vuelvo a la 
cocina. 
 
Supongo que los hombres tienen que esperar a comer hasta que 
Aleksei termine, así que les haré el desayuno cuando él termine. Esto es 
increíblemente sexista, pero cuanto más tiempo paso aquí, observando mi 
entorno y lo que está a mi disposición, mejor para mí. 
Hay algo de cháchara, mayormente en ruso, pero Saint se queda tan 
callado como un fantasma. Me pregunto qué pasa por su mente. ¿Está 
buscando una ruta de escape como yo? 
Un alboroto fuerte me hace estremecer. 
Haciendo una pausa desde donde estoy limpiando, me doy la vuelta y 
miro por encima de mi hombro, viendo el desayuno de Zoey derramado en 
el suelo. El plato volcado deja un rastro de yema amarilla que estropea la 
superficie pulida. 
—Esto es asqueroso —escupe, mirándome fijamente. 
Aleksei se detiene a mitad de camino, pareciendo tan confundido 
como yo. 
—¿Qué pasa, любимая? 
Recuerdo que Saint me dijo que Aleksei usaba este apodo para Zoey, 
que significa favorita. Ironía en su máxima expresión, considerando que la 
trata como basura. 
Se inclina hacia atrás en su asiento con los brazos cruzados y los 
labios fruncidos. Parece una niña mimada. 
—Los huevos están demasiado cocidos. El tocino está empapado. 
Hazlo de nuevo. 
Mis manos están enterradas en agua caliente y jabonosa, así que 
nadie puede verme apretando los puños. Esto es sólo un juego de poder. 
Aleksei coloca su tenedor y cuchillo de plástico en el borde de su plato, 
viendo cómo se desarrolla. Técnicamente, debo obedecerle a él, no a Zoey, 
así que, ¿cómo se supone que debo responder? 
Los hombres observan con impaciencia, listos para una pelea de 
gatas. Pero no me rebajaré a su nivel. 
Canalizando mi diosa interior del yoga, tomo tres respiraciones 
tranquilizantes mientras me seco las manos en un paño de cocina. Agarro 
un rollo de toallas de papel y un spray multiusos para limpiar el suelo. Sin 
decir una palabra, me acerco al desastre que hizo Zoey y me pongo de 
rodillas. 
Una fuerte exhalación deja a Saint, pero no dice una palabra. 
Mientras limpio los huevos pegajosos, que están bien cocidos, soy 
cubierto con un rocío de café. Aullando, me retiro, pero no hay ninguna 
diferencia. Estoy cubierta por el café que Zoey acaba de verter al suelo. 
 
Parece que su desayuno no fue suficiente insulto, y tuvo que añadir su café 
también. 
Apretando la toalla de papel en mi mano, mantengo los ojos pegados 
al suelo porque tengo miedo de lo que haré si la miro. Veo que las botas de 
Saint entran en acción, pero sutilmente sacudo mi cabeza, exigiendo que se 
quede quieto. 
—Este café sabe a agua de fregar. Realmente no sirves para nada, 
estúpida puta. 
Sé lo que está haciendo, me está poniendo un cebo, y está 
funcionando. Justo cuando levanto mi barbilla, lista para decirle decirle que 
se vaya a la mierda, un golpe de puño sobre la mesa me hace detenerme. 
La fría compostura de Aleksei ha sido reemplazada por una oscura 
nube de ira. Zoey sigue sentada con suficiencia, pero eso pronto cambia 
cuando se convierte en una espantosa sombra de blanco. 
—No toleraré este comportamiento en mi mesa de desayuno. 
—Alek... 
—¡Silencio! ¿Desde cuándo hablas cuando yo hablo? 
Zoey no se lo piensa dos veces mientras se levanta de su asiento y cae 
de rodillas junto a Aleksei. Yo también estoy de rodillas, limpiando su 
desastre, pero ni siquiera me reconoce. Sabe que está en problemas. 
—¿Quieres tirar tu comida al suelo y comportarte como un animal? 
Entonces puedes comer como uno. 
Trago, con los ojos bien abiertos. Aunque se lo merece, no encuentro 
ninguna satisfacción en ver que la traten así. 
—Este desayuno es maravilloso, Willow —me dice, mirándome con 
una sonrisa. Todo lo que puedo hacer es asentir—. No escuches a Zoey. 
Parece que ha perdido sus modales esta mañana. 
—Lo siento, Alek —lloriquea, con el labio inferior temblando. 
Pero es demasiado tarde. 
—No soy yo con quien deberías disculparte. 
Esto debe matarla, pero levanta la barbilla lentamente. 
—Lo siento. Eso fue muy grosero de mi parte. El desayuno está 
delicioso. —No quiere decir nada, pero acepto sus disculpas de todas 
formas. 
Aleksei, sin embargo, no parece convencido. 
—Demuéstralo. 
Estamos frente a frente, ambas de rodillas, ambos títeres de un 
hombre que prospera con el dolor. Sin un parpadeo de emoción, Zoey se 
baja sobre sus manos y comienza a comer lo que queda de su desayuno 
derramado en el suelo. 
 
Me arrastro hacia atrás, horrorizada. ¿Está haciendo esto para 
demostrarme que le importa? 
—¿Bueno? —pregunta Alek, mirándola con una sonrisa malvada. 
Tararea su aprobación mientras estoy a punto de enfermar. 
—Ya puedes hacer el desayuno de los hombres —me instruye 
mientras miro a Zoey, con lágrimas en los ojos. 
Esto es lo más degradante que

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