Logo Studenta

02 Rush - Samantha Towle - Gabriel Solís

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

1 
 
 
 
2 
 
Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. 
Es una traducción de fans para fans. 
Si el libro llega a tu país, apoya al autor comprándolo. También 
Puedes apoyar al autor con una reseña o siguiéndolo en las redes sociales y 
Ayudándolo a promocionar su libro. 
¡Disfruta la lectura! 
 
 
 
 
3 
Los autores (as) y editoriales también están en Wattpad. 
Las editoriales y ciertas autoras tienen demandados a usuarios que 
suben sus libros, ya que Wattpad es una página para subir tus propias 
historias. Al subir libros de un autor, se toma como plagio. 
Ciertas autoras han descubierto que traducimos sus libros porque 
están subidos a Wattpad, pidiendo en sus páginas de Facebook y grupos 
de fans las direcciones de los blogs de descarga, grupos y foros. 
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema 
que enfrentan y luchan todos los foros de traducciones. Más libros 
saldrán si se deja de invertir tiempo en este problema. 
También, por favor, NO subas CAPTURAS de los PDFs a las 
redes sociales y etiquetes a las autoras, no vayas a sus páginas a 
pedir la traducción de un libro cuando ninguna editorial lo ha hecho, 
no vayas a sus grupos y comentes que leíste sus libros ni subas las 
capturas de las portadas de la traducción, porque estas tienen el logo 
del foro. 
No continúes con ello, de lo contrario: ¡Te quedarás sin Wattpad, 
sin foros de traducción y sin sitios de descargas! 
 
 
 
4 
 
Julie 
 
-queen-ari- 
Dakya 
Gabibetancor 
Anna Karol 
Gesi 
Jadasa 
AnnyR’ 
Zöe.. 
Umiangel 
Maria Graterol 
Val_17 
IsCris 
Julie 
Samanthabp 
MadHatter 
Johanamancilla 
Joselin 
Beatrix 
 
Tolola 
Elizabeth.d13 
Sahara 
Julie 
GraceHope 
 
Julie 
 
Eimy Justice 
 
 
 
 
5 
Sinopsis 
Capítulo 1 
Capítulo 2 
Capítulo 3 
Capítulo 4 
Capítulo 5 
Capítulo 6 
Capítulo 7 
Capítulo 8 
Capítulo 9 
Capítulo 10 
Capítulo 11 
Capítulo 12 
Capítulo 13 
Capítulo 14 
Capítulo 15 
Capítulo 16 
Capítulo 17 
Capítulo 18 
Capítulo 19 
Capítulo 20 
Capítulo 21 
Capítulo 22 
Capítulo 23 
Capítulo 24 
Capítulo 25 
Capítulo 26 
Capítulo 27 
Capítulo 28 
Capítulo 29 
Capítulo 30 
Capítulo 31 
Capítulo 32 
Capítulo 33 
Capítulo 34 
Capítulo 35 
Capítulo 36 
Capítulo 37 
Capítulo 38 
Epílogo 
Sobre la Autora 
 
 
 
6 
 
“Con la primera elección en el Draft de la NFL de 2015, los Giants 
de Nueva York eligen a...” 
Han pasado tres años desde que el sueño del mariscal de campo 
de la NFL, Ares Kincaid, se hizo realidad, y está viviendo una gran vida. 
Los días de limpiar los desastres de su padre borracho ya pasaron, y no 
tiene intención de volver. 
Un accidente automovilístico y cargos por conducir alcoholizada 
significaron una larga temporada en rehabilitación para Arianna Petrelli, 
y su sueño de ser una artista profesional se le escapa cuando es 
despedida de su puesto en una galería. Su necesidad de un trabajo es 
más fuerte que su aversión por el fútbol, así que Ari se va a trabajar para 
su padre, el entrenador de los Giants de Nueva York. 
Ares odia a los alcohólicos, lo que está bien para Ari porque piensa 
que él es un atleta sin cerebro. Sin embargo, cuando Ares rescata a Ari 
de una situación con su ex-novio, comienza una amistad poco probable, 
una que rápidamente se convierte en algo más. 
Pero meterse con la hija del entrenador solo puede llevar a una 
cosa... problemas. 
Gods #2 
 
 
 
7 
1 
 
Traducido por -queen-ari- 
Corregido por Tolola 
 
—¡Tienes que estar bromeando! 
Levanto la mirada hacia el cielo. Grandes y gruesas gotas de lluvia 
me salpican la cara. Las nubes oscuras han llegado de la nada y se han 
abierto para dejar salir el agua como si fuera la secuela del Gran Diluvio. 
—Jesucristo —me quejo para mí misma mientras rápidamente ojeo 
mi bolsa, buscando mi paraguas... que no está allí—. Mierda. Mierda. 
Mierda. 
Esto es simplemente perfecto. Perfecto, joder. 
Ni siquiera llevo puesta una chaqueta. Llevo mi nueva camisa de 
seda blanca, pantalones negros ajustados y tacones negros. 
El pronóstico era clima cálido, y cuando subí al autobús en Port 
Authority hace media hora para viajar a East Rutherford, brillaba el sol. 
Eso es el calentamiento global. Suspiro. 
Mi primer día en mi nuevo trabajo, el trabajo que mi papá consiguió 
para mí, y estoy a punto de aparecer pareciendo una rata ahogada. 
Perfecto. 
Rápidamente empiezo a alejarme de la parada del autobús, para 
dirigirme a mi nuevo lugar de trabajo. La sede de los Giants de Nueva 
York y las instalaciones de entrenamiento. Mi padre es Eddie Petrelli, el 
entrenador jefe de los Giants, y me contrató para ser asistente del equipo. 
Básicamente, soy un lacayo. Y mi padre se ha inventado el trabajo, sin 
importar cómo lo niegue, y lo hizo porque yo había perdido el mío en la 
galería por ser un fracaso total. 
Me sorprendió que quisiera que trabajara aquí. Lo he avergonzado 
lo suficiente últimamente. Pero supongo que me quiere donde pueda 
vigilarme. 
Soy alcohólica. Una alcohólica sobria, gracias al tiempo que pasé 
en un centro de desintoxicación y rehabilitación y al continuo apoyo de 
Alcohólicos Anónimos y mi padrino, Luke. 
El impulso de rehabilitación se produjo porque, hace poco más de 
seis meses, me arrestaron por conducir bajo la influencia, después de 
atrapar a mi exnovio, Kyle, en una posición comprometedora en una 
fiesta en una casa. Básicamente, tenía los pantalones alrededor de los 
 
 
8 
tobillos y alguien que pensé que era una amiga se encontraba de rodillas 
frente a él. Supongo que se hacen una idea. 
Salí de la fiesta, me subí al auto de mi ex y me fui. Estaba borracha 
y molesta, y estrellé su auto contra una de las paredes del jardín del 
vecino. 
Perdí mi licencia, de ahí por qué viajo en el autobús ahora, fui 
acusada de daños criminales y recibí una gran multa. 
La galería me despidió. Y tratar de conseguir otro trabajo desde que 
salí de rehabilitación con antecedentes penales era casi imposible. 
No es que no lo intentara, porque realmente lo hice. Pero nadie 
quiere contratar a una ex borracha. 
Entonces, cuando empecé a quedarme sin dinero para pagar mis 
facturas, acepté el trabajo que mi papá había ofrecido. También necesito 
pagarle a mi papá. No me pidió el dinero que gastó para rehabilitarme o 
el pago de mi multa, y me rechaza cuando le digo que se lo devolveré. 
Pero necesito comenzar a responsabilizarme por mis acciones. 
Recuperar la sobriedad fue el primer paso. Lo siguiente es pagarle 
a mi padre lo que le debo, y ahora que tengo este trabajo, gracias a él, 
puedo empezar a hacerlo. 
Me toma quince largos minutos empapada por la lluvia caminar 
hasta la sede de los Giants. 
Cuando por fin llego, estoy empapada hasta la ropa interior y tengo 
el cabello pegado a mi cabeza. La hora que pasé maquillándome y 
peinándome esta mañana fue una pérdida total de tiempo. 
Busco la tarjeta de identificación que mi padre me dio en mi bolso 
cuando me acerco a la cabina de seguridad. 
El vidrio en la cabina se desliza hacia atrás, revelando a un tipo de 
mediana edad con una cara amable. 
—Te quedaste atrapada en el aguacero, ¿eh? —Me sonríe. 
—¿Se nota? 
Él se ríe. —Te ofrecería un paraguas, pero no creo que eso te vaya 
a ayudar. 
—No. ―Me río—. Pero podría necesitar un préstamo más tarde, si 
empieza de nuevo. 
—Trato hecho. Entonces, ¿cómo puedo ayudarte hoy? 
—Hoy, eh, empiezo a trabajar aquí. Me llamo Arianna Petrelli. —Le 
entrego mi tarjeta de identificación. 
—La hija del entrenador Petrelli. —Su voz suena a una sonrisa—. 
Por supuesto. Me dijo que vendrías hoy. 
Ante su agradable saludo, un nudo que no sabía que tenía en el 
estómago se alivia un poco. 
 
 
9 
Supongo que ha estado en mi mente un poco, cómo me trataría la 
gente de aquí. Sin lugar a dudas todos saben que conduje ebria y sobre 
mi período de rehabilitación. 
Mi papá no habría hablado deeso. Hombre de pocas palabras, mi 
padre. 
Pero que la hija del entrenador de los Giants haya sido acusada de 
conducir ebria fue el sueño de un periodista. 
Desde que sucedió, aparte de las personas en rehabilitación, que 
eran casi todos como yo, la gente normal generalmente está disgustada 
por mi comportamiento, y algunos no tienen miedo de hacérmelo saber. 
Que no se preocupen, yo estoy disgustada conmigo misma. Pude haber 
matado a alguien esa noche. 
Eso es lo que me recuerdo cuando la necesidad de beber se hace 
demasiado fuerte. 
Es difícil que las personas te miren como si fueras un pedazo de 
mierda, recordándote lo que ya piensas de ti misma. Y me preocupaba 
que fuera igual aquí. Así que es bueno que la primera persona con la que 
me encuentro, me mire sin más que una sonrisa en sus ojos. 
Le devuelvo su sonrisa. 
—Soy Patrick —me dice. 
—Es un placer conocerte —le respondo. 
Me devuelve mi tarjeta de identificación. —Si necesitas algo, como 
un paraguas —sonríe—, soy tu hombre. 
—Gracias —le digo, y lo digo en serio. Aprecio su amabilidad—. ¿Mi 
papá ya está aquí? —le pregunto. 
—No —responde Patrick—. Por lo general, llega aquí alrededor de 
las nueve. 
Echo un vistazo al reloj detrás de él en la pared. Ocho y media. 
Tengo media hora para limpiarme y secarme antes de que llegue 
mi papá. 
Quiero lucir presentable. 
No es como si quedarme atrapada en la lluvia fuera mi culpa. Pero 
papá me ha estado molestando sobre mudarme a casa. Solo vive a diez 
minutos en coche desde aquí, así que me llevaría con él todos los días. Y 
el hecho de que la lluvia me atrapara de esta manera solo dará fuerza a 
su argumento de que me mude a casa. 
Sé que me quiere lejos de la tentación del alcohol y de todos los 
bares de la ciudad. 
Pero me gusta vivir en Nueva York, estar tan cerca de las galerías 
de arte y la cultura, y amo mi apartamento. Es pequeño, pero es mío. 
Y, si voy a mantenerme sobria, debo acostumbrarme a estar cerca 
del alcohol. 
 
 
10 
Mi padrino, Luke, dice que esconderse del alcohol puede tener un 
efecto perjudicial. Creo que tiene razón. Necesito acostumbrarme al 
hecho de que está a mi alrededor pero que es algo que ya no tomo. 
No es que vaya a los bares de forma activa ni que navegue por el 
pasillo de las bebidas alcohólicas en el supermercado, pero me aseguro 
de recordarme que está ahí y que es parte de la vida. Simplemente, ya no 
es una parte de la mía. 
—Bueno, será mejor que entre y me seque —le digo, retrocediendo. 
La lluvia ha parado un poco. Claro, ahora que estoy aquí. 
Estúpido clima. 
—Que tengas un buen primer día —me dice. 
Le agradezco de nuevo y luego camino a toda velocidad hacia la 
entrada del edificio. 
Abriendo la puerta, entro, goteando agua por todo el suelo de 
baldosas. 
No hay nadie en la recepción. Maldición. No tengo ni idea de dónde 
hay algo. Esta es la primera vez que he estado aquí. Puede que mi papá 
trabaje aquí, pero nunca he tenido una razón para venir antes de hoy. 
Tenía la esperanza de que hubiera alguien, preferiblemente una 
mujer, que pudiera apuntarme en dirección a, al menos, un secador de 
manos. 
Echo un vistazo alrededor en busca de una señal de un baño, pero 
nada. Entonces empiezo a caminar, yendo recto por el vestíbulo. 
Mis tacones hacen clic en el suelo de baldosas, haciendo eco con 
fuerza. Tengo la necesidad de quitarme los zapatos mojados, pero no 
quiero caminar descalza. 
Paso por la escalera y camino por el pasillo. Veo un cartel que 
muestra que los baños están a la izquierda. 
Bingo. 
Aunque no sé qué demonios voy a hacer porque no hay manera de 
que un secador de manos me seque la ropa, pero es mejor que nada. 
Localizo el baño, que está vacío, y... ¡mierda! ¡Puñetera mierda! No 
hay secador de manos. Solo toallas de papel. 
Al girarme, me veo en el espejo. 
Cristo todopoderoso. 
Parezco un desastre. Mi maquillaje prácticamente se ha lavado. 
Gracias a Dios por la máscara resistente al agua porque es la única cosa 
en mi cara que se ha mantenido intacta. 
Mi cabello castaño es un lío húmedo y fibroso. 
Mi camisa blanca se aferra a mi cuerpo, y se puede ver totalmente 
mi sujetador de encaje a través de él. 
 
 
11 
Mis mejillas se llenan de vergüenza cuando me doy cuenta de que 
Patrick podía ver mi sostén a través de mi camisa. 
No puedo comenzar mi primer día, conociendo a los chicos del 
equipo, con este aspecto. 
Necesito ropa. Incluso si se trata de una camisa diferente. Puedo 
vivir con pantalones y bragas húmedas si tengo que hacerlo pero no con 
una camisa mojada, mostrando mi pecho. 
Deben tener camisetas del equipo aquí. Cualquier cosa es mejor 
que la blusa húmeda que llevo actualmente. Parece como si fuera a entrar 
en la primera competencia del mundo de camisas mojadas, y realmente 
no quiero avergonzarme a mí, ni a mi padre, más de lo que ya lo he hecho. 
Y, si llevo puesta una camiseta del equipo, al menos pareceré 
comprometida con el equipo. 
Casi me río en voz alta con ese pensamiento. 
No me gusta el futbol. En absoluto. 
Como soy la hija del entrenador, la gente asume que me encanta el 
deporte. Pero es por el fútbol que tuve que mudarme mucho al crecer. 
Por lo que mi papá no estaba mucho presente. Por lo que mi mamá… 
Corto ese pensamiento. 
No fue culpa de mi papá. Mi mamá estaba enferma. Y las decisiones 
que había tomado eran suyas y solo suyas. 
Pero fue culpa de él que no estuviera allí para ti cuando más lo 
necesitabas, susurra la voz en el fondo de mi mente. 
No, hoy no voy a ir ahí. 
Hoy va a ser un buen día a pesar del hecho de que ha comenzado 
mal. 
Voy a arreglarme el cabello y luego voy a encontrar una camisa 
para ponerme. 
Dejando mi bolso húmedo en el mostrador, saco mi cepillo y una 
cinta para el caballo. 
Lo desenredo lo mejor que puedo y luego lo ato en un moño 
improvisado. Dejo el cepillo en el bolso y, aferrándolo contra mi pecho 
cubriendo mi sujetador delator, salgo del baño y voy en busca de un 
almacén o de algún lugar donde puedan guardar las camisas de repuesto. 
Pero necesito apurarme antes de que la gente comience a llegar. 
Deambulo por unos minutos y tropiezo por el vestuario. 
Tiene que haber una camisa aquí en alguna parte. 
Abro la puerta, me dejo entrar y, mierda, esta habitación es enorme. 
Es más grande que mi apartamento. Bueno, la mayoría de los lugares 
son más grandes que mi apartamento. Pero, aun así, es gigantesca. 
Dejo que la puerta se cierre detrás de mí. 
 
 
12 
Hay camisetas del equipo colgadas en perchas en la estación de 
cada jugador. Múltiples camisetas. 
Podría pedir prestada una de uno de los jugadores, luego encontrar 
dónde guardan los repuestos y reemplazarla; nadie lo sabría. 
Entro en el vestuario, escaneando los nombres en las placas sobre 
cada estación cuando los paso. 
Kelly... Maxwell... Thompson... Kincaid. 
Ah, Ares Kincaid. El mariscal de campo estrella. El que llaman el 
Misil porque lanza el balón de fútbol con el efecto de un misil que busca 
el calor. Nunca pierde su objetivo. 
Puede que no sepa mucho sobre fútbol, pero sí sé quién es él. 
El niño de oro. Señor perfecto. 
El tipo que pagó la educación universitaria de sus hermanos 
menores. Lo sé porque mi papá me lo dijo una vez. 
—Es responsable, ese. Tiene la cabeza bien puesta sobre los 
hombros. —Todo esto se dijo con una mirada aguda hacia mí. 
Yo no era responsable. Yo no tenía la cabeza bien puesta sobre los 
hombros. Apenas podía cuidarme, y mucho menos ser responsable de 
alguien más. 
Todavía no puedo. 
Mi papá cree que el sol brilla en el trasero de Kincaid. 
Sé que mi padre ama a todos sus jugadores como si fueran familia, 
probablemente los ama más que a su propia familia... bueno, yo porque 
soy todo lo que le queda, pero estoy bastante segura de que mi padre 
piensa que Ares Kincaid es como el hijo que nunca tuvo pero siempre 
quiso. 
¿Y quién podría culparlo? Kincaid nunca se metería borracho en 
unauto y lo conduciría contra una pared. 
No, eso es todo yo. El fracaso. 
Extiendo la mano, tocando una de las camisas de Kincaid. 
Tengo este impulso repentino de saber qué se siente ser como él. 
De no ser un fracaso. Ser alguien a quien la gente admire. Que respeten. 
Tal vez, si me pongo una de sus camisas, algo de su bondad podría 
afectarme. 
Vale, eso ha sonado muy sucio. 
Pero no puede hacer daño intentarlo, ¿verdad? Usar su camiseta 
para tratar de absorber algo de su buen sentido... y eso solo suena 
asqueroso. 
Voy a dejarlo mientras pueda. O no. 
 
 
13
 
Me quito los tacones húmedos, dejo caer la bolsa al suelo y empiezo 
a desabrocharme la camisa mojada. Me la quito de encima, dejándola 
caer al suelo con un golpe húmedo, y siento que estoy en el cielo. El aire 
es fresco, secando mi piel húmeda. 
La verdad es que también quiero quitarme el sostén, pero no puedo 
permitir que las chicas salgan a jugar. Mi pecho no es enorme, por lo que 
sacudir las tetas no sería un problema, pero mis pezones tienen una 
tendencia a jugar a los espías en los momentos más inoportunos. Aunque 
tampoco es que mi sostén oculte mucho en su estado húmedo. 
Dios, qué día, y aún es temprano. 
Realmente necesito no arruinar el día de hoy. 
Por favor, que hoy vaya bien. 
Necesitando encontrar mi calma, me coloco las manos en las 
caderas e inclino mi cuerpo hacia adelante, lentamente dejando que mis 
manos se deslicen por los lados de mis piernas hasta que descansan en 
el piso, y mi pecho queda presionado contra mis muslos. 
Sostengo la postura y respiro. Entonces, exhalo. 
He estado practicando yoga desde que estoy sobria. Mi terapeuta 
lo sugirió, y me ayuda de verdad. 
Sé que puede parecer extraño hacer un movimiento de yoga aquí, 
en el vestuario, pero necesito un momento para relajarme y enfocarme, y 
así es como lo hago hoy en día. La vieja yo habría tomado un chupito. 
—Ejem. —El sonido de una voz profunda y tímida que se aclara 
detrás de mí me hace levantarme de un salto y darme la vuelta. 
Y, oh, Dios mío, no. 
Ares Kincaid. 
De pie justo ahí, frente a mí. 
No llevo una camisa puesta. 
Mierda. 
 
 
 
14 
2 
 
Traducido por Dakya 
Corregido por Tolola 
 
—¡Oh, Jesús, mierda, joder! —jadeo con completo horror, con los 
brazos sobre mi pecho. 
—Esos son un montón de improperios para una frase. —La cabeza 
de Ares se inclina hacia un lado, con una expresión de diversión en su 
rostro. 
—Yo… yo... —Me estoy tambaleando. No tengo ni idea de qué decir. 
Estoy en plan: Jesús, toma el volante. 
Estoy medio desnuda frente a Ares Kincaid. 
Mi papá estará muy enojado cuando se entere. 
Por favor, que no se entere. 
—No pensé que hubiera nadie aquí —finalmente logro decir. 
—Claramente. 
Sus ojos caen de mi cara y comienzan a descender por mi cuerpo. 
Veo una chispa de interés en sus ojos, y me sorprende el destello de calor 
que siento entre las piernas. 
¿Mencioné que Ares Kincaid es guapo? 
Lo he visto en televisión y en fotos, pero esta es la primera vez que 
lo veo en persona. Es todo músculos ondulantes, bordes duros y piel 
dorada. Una oscura sombra cubre su fuerte mandíbula, como si no se 
hubiera molestado en afeitarse en días. Los llamativos ojos azules, que 
todavía se abren camino sobre mi cuerpo, y el cabello oscuro, que es más 
corto de lo que solía ser. Lo recuerdo con el pelo más largo. 
De todos modos, él es atractivo. Si te gustan ese tipo de cosas, los 
atletas, que no me gustan. 
¿Qué me gusta? 
Sinceramente, ya no tengo ni idea. 
Antes de que estuviera sobria, solía elegir chicos a los que les 
gustaba ir de fiesta. Chicos sucios y rudos. Chicos con los que podía 
emborracharme. Los chicos malos por excelencia. 
Deportivo, serio y estable nunca estuvieron en mi repertorio. 
 
 
15
 
Quizá deberían estarlo. 
No con él, por supuesto. 
Y no en un futuro cercano. Las relaciones no son algo que me 
interese. Mantenerme sobria sí. 
—Entonces... —Sus ojos finalmente aterrizan en los míos, y le doy 
una mirada irritada por ojearme descaradamente. El imbécil ni siquiera 
tiene la cortesía de parecer avergonzado. Simplemente sonríe y encoge 
sus grandes hombros—. Esta podría ser una pregunta loca —Sus labios 
ahora se contraen con diversión— pero, ¿quién eres? ¿Y por qué estabas 
doblada y sin camisa aquí? 
—Yo, eh... mira, ¿te importa si me vuelvo a poner la camisa? —Doy 
un paso atrás, inclinándome para mirar mi camisa, que todavía está en 
el suelo en un montón húmedo. 
—No. Adelante. —Hace un gesto con la mano en mi dirección, pero 
no hace ningún movimiento para darme privacidad. Simplemente se 
queda allí, mirándome con sus ardientes ojos calentando mi cuerpo. El 
color me recuerda a una llama cuando alcanza su temperatura más alta. 
—¿Podrías darte vuelta? —Le doy una mirada aguda, apretándome 
los brazos contra el pecho. 
Sacudiendo la cabeza, suelta una risita resonante, lo que hace que 
los músculos de mi estómago se contraigan. —Claro —dice—. Ya lo he 
visto todo... 
Sus ojos caen a mi pecho antes de levantarse lentamente de vuelta 
a los míos. El calor en ellos es innegable. Y también lo es el latido 
repentino que se produce entre mis muslos. Ha pasado un tiempo desde 
que he tenido relaciones sexuales. Por eso estoy respondiendo así. Es lo 
único posible. 
—Pero puedo ser un caballero. 
—Guau. Qué suerte —murmuro sarcásticamente mientras se da 
vuelta. 
Le oigo reír de nuevo. 
Y siento otro apretón de estómago. 
Me agacho para recuperar mi camisa y rápidamente me la pongo, 
haciendo una mueca al sentir la tela mojada contra mi piel ahora seca. 
Me abrocho los botones, comenzando desde arriba y trabajando hacia 
abajo. 
—Puedes darte la vuelta —le digo mientras abrocho el último 
botón. 
—Entonces... —dice, volviéndose hacia mí. Una sonrisa se le 
levanta en los labios. Es una mirada de suficiencia. 
Sus brazos gruesos se doblan sobre su enorme pecho. Puedo ver 
las venas corriendo bajo su piel dorada. 
 
 
16 
Tengo debilidad con los brazos y las venas de los hombres. Los 
encuentro increíblemente sexys. En el hombre adecuado, por supuesto. 
Raro, lo sé. 
—Entonces... —me hago eco. 
Su sonrisa se ensancha. —Odio decirte esto. Pero todavía puedo 
ver lo mismo de antes de que te pusieras la camisa. Bueno, más ahora 
porque tus brazos no están en el camino, bloqueando la vista. 
Mis ojos caen. —¡Mierda! —ladro, cubriendo mi pecho otra vez con 
los brazos. 
Olvidé que era totalmente transparente. 
—Camisa mojada —dice—. Lluvia afuera. Supongo que quedaste 
atrapada en el aguacero. 
—Tienes razón —gruño. 
Está empezando a molestarme un poco. 
Sus brazos se despliegan, y sus brillantes ojos se oscurecen. No 
estoy segura de con qué. 
Luego, camina hacia mí, esas largas piernas devorando el espacio 
entre nosotros. Mi corazón comienza a latir en staccato. 
Se detiene a unos metros de distancia. 
Dulce Jesús, es enorme. 
Y yo soy pequeña. 
Ridículamente pequeña, mido un metro cincuenta y cinco, para ser 
exactos. Y en este momento no tengo mis tacones puestos para que me 
den altura adicional. Me los quité estúpidamente. 
Ares mide más de un metro ochenta de altura. Probablemente esté 
cerca del metro noventa y cinco. 
Soy una enana, parada frente a él. 
Sus ojos me miran, sondeando. Siento que puede ver cada parte de 
mí. Incluso las partes malas. 
—Todavía no has explicado quién eres o por qué te desnudaste y 
decidiste hacer tus estiramientos matinales en mi vestuario. —Su voz es 
más baja, más profunda. El sonido corre sobre mi piel, como una brisa 
fría en un día caluroso, haciendo que se me ponga la piel de gallina. 
Tengo que contener un escalofrío. 
—¿Tu vestuario? —pregunto, levantando una ceja. 
—¿Eres una fanática del fútbol? 
—¡No! —Suelto una risa. 
—Porque, si entraste a escondidas, van a sacar tu culo de aquí con 
una sola llamada —continúa, ignorándome claramente. 
 
 
17 
Me pongo las manos en las caderas,olvidando momentáneamente 
que las necesito para cubrir a las chicas, y luego las pongo sobre mi 
pecho. 
Él me sonríe. 
Estúpido. 
—Mira, no soy una fanática, ¿de acuerdo? Es mi primer día aquí. 
Me quedé atrapada en la lluvia. Entré aquí, buscando tomar prestada 
una camiseta, ya que no puedo ponerme esta. Me atrapaste a punto de 
cambiarme. 
—¿Y estabas inclinada por diversión? 
—No, estaba haciendo yoga. 
—¿Yoga? —Me mira como si estuviera loca. 
No estaría equivocado. 
—Estaba estresada por la mierda de comienzo del día, y practico 
yoga para eliminar el estrés. Pensé que estaba sola. Literalmente estaba 
haciendo una única postura para ayudarme a aclarar mi mente, y luego 
me iba a poner una camiseta y salir de aquí. 
—¿Y qué camiseta te ibas a poner? —Él mira hacia su lugar para 
cambiarse y luego de nuevo a mí, con las cejas levantadas. 
—Uh... —Estoy tartamudeando. Respiración profunda—. Vale, iba 
a pedir prestada una de las tuyas. Pero iba a encontrar otra para 
reponerla. 
—Está bien —dice. 
—¿Está bien? —Frunzo el ceño cuando lo miro. 
—Sí. Suena plausible. Raro como la mierda. Pero plausible. 
No puedo evitar reírme de eso. Él también se ríe. 
—Me voy a ir. —Liberando un brazo, levanto mis tacones y deslizo 
los pies dentro, apreciando la altura extra que me dan, pero todavía 
parezco una niña a su lado. 
—¿No necesitas una camiseta que ponerte? —dice. 
—Lo resolveré. 
—Toma. —Se acerca y agarra una camiseta blanca de una de las 
perchas—. Lleva esta. Te quedará grande, así que tendrás que 
arremangarte, pero es mejor que una camiseta del equipo. 
—Gracias. —Sonrío genuinamente—. Lo aprecio. La lavaré esta 
noche y la traeré de vuelta mañana. 
—No hay prisa —me dice. 
—Gracias —repito. 
Empiezo a pasar junto a él cuando me dice: —Soy Ares, por cierto. 
 
 
18 
Me detengo y deslizo mis ojos hacia él. Siento una sacudida ante el 
contacto visual. —Sé quién eres, mariscal de campo. 
Él sonríe a eso. —Dijiste que era tu primer día. 
—Sí —digo lentamente, mi boca de repente se seca. 
—No sabía que teníamos un nuevo miembro del personal. 
Entonces mi padre no le ha dicho a ninguno de los jugadores que 
voy a trabajar aquí. Genial. 
—¿Qué vas a hacer? —pregunta. 
—Oh, esto y aquello —le contesto. 
Se ríe. —No dices mucho, ¿verdad? 
Me encojo de hombros 
Sus ojos brillan con diversión y desafío. —¿Me vas a decir al menos 
tu nombre? 
Respiro hondo —Ari. Arianna ... Petrelli. 
Veo cómo mi nombre se filtra, y la comprensión lo ilumina. 
La luz se desvanece de sus ojos. Su expresión se apaga. 
Y mi estómago de repente se siente muy vacío. 
Se aleja, poniendo una buena cantidad de distancia entre nosotros. 
Sus brazos se doblan sobre su pecho, como una barrera. Aprieta su 
mandíbula. —Eres la hija del entrenador. 
Trago a través de la sequedad en mi garganta. —Sí. 
—No sabía que ibas a trabajar aquí. 
—Yo... eso... —Levanto mis manos, sin saber qué decir. 
Hay un segundo de silencio. Un momento de nada. Ninguno de los 
dos dice nada. 
Luego, se vuelve bruscamente hacia su estación del vestuario, 
dándome la espalda. 
Guau. Vale. 
Estoy acostumbrada a que la gente me mire como si fuera una 
mierda. Pero no a este tipo de reacción. Como si tuviera una enfermedad 
infecciosa. 
Respiro hondo y encuentro mi voz. —Eh... ¿hay un problema? 
—No. —Saca una camiseta del equipo de una percha. 
Me quedo aquí de pie, sabiendo muy bien que hay un problema, 
pero que realmente no sabe cómo manejar su reacción adversa hacia mí. 
Me mira por encima del hombro. No hay nada de la calidez o el 
humor de antes. Sus ojos están en blanco y entrecerrados, mirándome 
como si fuera un inconveniente. Soy chicle en la suela de sus zapatos 
nuevos. 
 
 
19 
—Me tengo que cambiar —afirma, con voz fría. 
—Lo siento. —Retrocedo, sosteniendo su camisa contra mi pecho. 
Sus ojos se dirigen a ella con un destello de algo parecido a la ira 
y, por un momento, me pregunto si debería devolverle la camisa. 
Pero no lo hago. Mantengo la boca cerrada, giro sobre mis talones 
y me dirijo a la puerta. 
Antes de alcanzarla, me detengo y me vuelvo hacia él. —¿Ares? 
Sus ojos corren hacia los míos. Su expresión es tensa. 
Doy un pasito adelante. —¿Puedo pedirte un favor? 
Parpadea lentamente y exhala un aliento áspero. —¿Qué es? —Su 
voz suena irritada. 
—Solo quería pedirte... ¿podrías no mencionarle esto a mi papá... 
que me viste aquí? 
—Sin camiseta. 
Mi cara se calienta. —Sí. Es solo... yo... —¿Cómo digo esto?—. Es 
solo que yo... —No quiero decepcionarlo de nuevo. 
—No diré nada —gruñe, y luego vuelve a su puesto—. No hay nada 
que decir. 
—Gracias —le digo en voz baja. 
Resopla con una risa frágil, sacudiendo la cabeza, y siento que me 
estoy perdiendo algo. 
Quiero preguntar por qué está tan enojado conmigo. Pero soy 
demasiado tonta para hacerlo. 
Así que una vez más mantengo la boca cerrada y me dirijo a la 
puerta. 
—Arianna. 
Me detengo y miro por encima del hombro. Está frente a mí ahora, 
con la misma expresión estoica en el rostro. 
—¿Qué? —digo. 
—Quiero la camiseta de vuelta mañana. Limpia. 
Algo en la forma en que dice limpia me asombra. 
Piensa que soy una borracha sucia. 
Inhalo por la nariz. 
Ya no soy esa persona. 
Estoy limpia y sobria. 
Y no necesito su estúpida camisa. Prefiero caminar con las tetas 
expuestas a tener que usar su ropa. 
Levanto la barbilla y vuelvo hacia él. 
 
 
20
 
Cuando estoy a un pie de distancia, le lanzo la camisa. La atrapa 
con una sola mano, y sus ojos no se mueven de los míos. 
—Resulta que, después de todo, no necesito que me prestes tu 
camiseta. —Luego, me giro y salgo de allí. 
 
 
 
 
21 
3 
 
Traducido por gabibetancor 
Corregido por Tolola 
 
Entro en mi apartamento y cierro la puerta detrás de mí, echando 
el pestillo. 
Echo un vistazo hacia la esquina de mi habitación donde están mis 
pinturas y mi caballete. Miro fijamente el lienzo en blanco apoyado ahí, 
en el caballete, rezando para sentir algo. Cualquier cosa. Incluso una 
chispa de interés o inspiración sería un comienzo. Estaría agradecida por 
eso. 
Pero nada. 
No he pintado en seis meses. 
No desde que estoy sobria. 
La pintura es todo lo que he conocido. Todo lo que he hecho. 
Soy una artista que no puede pintar. 
Es como si hubiera perdido una extremidad. 
Desde que dejé de beber, no me atrevo a poner el pincel en el lienzo. 
Solo hubo una vez más en mi vida en que dejé de pintar. Después 
de que mi madre se suicidara. 
Fui yo quien la encontró. Colgando del perchero de barra en el 
vestidor suyo y de mi papá. Era uno alto. En el que mi papá solía colgar 
sus camisas. Mi papa es alto. Un metro noventa y dos. Mi mamá era 
pequeña. Como yo. También me parezco a ella. A veces me pregunto si 
eso es parte del problema. Que se la recuerdo a mi papá. 
Usó su taburete para ponerse de pie. 
Yo había vuelto a casa después de estudiar para un examen en 
casa de un amigo. Mi papá estaba fuera con el equipo. 
Ella sabía que sería yo quien la encontraría. 
Y no le había importado. 
Tomé mi primer trago de alcohol el día de su funeral. 
Tenía quince años. Mi tío, el hermano de mi madre, me dio un vaso 
de líquido marrón. Me dijo que era brandy y que lo tomara, que era bueno 
para el shock, que me ayudaría a pasar el día. 
Tenía razón. 
 
 
22
 
Ese vaso de brandy me llevó a pasar su funeral. 
Y, cuando me desperté al día siguiente y todo se sentía difícil, 
incluso levantarme de la cama, tomé otro vaso de brandy para ayudarme 
a pasar el día. 
¿Y dónde estaba mi papá, preguntarías? Bueno, se encontraba en 
el trabajo. Con su equipo. Su verdadera familia. Me había dejado una 
nota pegada en la nevera, diciendo que no tardaría mucho. 
Y me dejaron sola en casa, en la casa donde mi madre se había 
suicidado hacía solo cinco días. 
El alcohol fue mi consuelo en un momento difícil y me ayudó a 
volver a pintar. Me sentía viva e inspirada cuando bebía.Hacía todo más fácil. 
Y, ahora que ya no tengo eso... estoy en blanco. 
Como el lienzo que está posado allí, esperándome. 
Suspirando, me quito los zapatos. Pongo mi bolso en la encimera 
de la cocina cuando paso. Luego, me quito la camisa que le pedí prestada 
a mi papá mientras recorro mi pequeño pasillo. Me detengo en el baño y 
tiro la camisa en la cesta de la lavandería. Me quito el sostén y los 
vaqueros, seguidos por mis bragas y también los arrojo a la cesta. 
Me doy una ducha rápida. Dejando mi cabello mojado, me pongo 
ropa interior limpia, un suéter viejo de la universidad y pantalones cortos. 
Me dirijo a la cocina y tomo un vaso del armario. Voy al grifo y lo 
lleno de agua. 
Apoyándome contra la encimera, tomo un sorbo. 
Mi apartamento es muy tranquilo. Muy silencioso. 
La paz no es buena para mí. Demasiado tiempo para pensar. 
Tomo otro sorbo de agua, mis ojos se cierran en un parpadeo 
mientras lo hago. 
Trago lentamente, dejando que el agua corra por mi garganta. 
Mi mente se transporta… 
Vodka. 
Deslizándose por mi garganta. 
La quemadura del alcohol. 
Recuerda lo bien que se sintió, Ari. 
La sensación que recorre tu cuerpo, eliminando el dolor. 
Liberándote… 
¡Para! 
Abro los ojos, me giro y vierto el agua en el fregadero, colocando el 
vaso en él. 
 
 
23
 
Agarro el borde de la encimera y trago una bocanada de aire. 
Respira, Ari. Lento y profundo. 
Respiro por la nariz y lo dejo salir por mi boca seca. 
Seca por la necesidad de beber. 
No. 
Mi agarre en la encimera aumenta. Mis brazos empiezan a temblar 
por la fuerza, pero no lo suelto. Porque tengo miedo de lo que sucederá si 
lo hago. 
No tengo alcohol en el apartamento, pero estoy en un radio de diez 
minutos de pubs y bares. Cinco minutos si corro. 
Y me temo que si suelto este mostrador, comenzaré a correr. 
Aprieto los ojos y lentamente cuento hasta diez. 
No necesito beber. 
Yo controlo mi vida. 
Seis meses, Ari. Seis meses sobria. 
No lo arruines ahora. 
Has superado lo peor. 
La desintoxicación fue la experiencia más horrible de mi vida. No 
quiero volver a pasar por ello. 
Y, si tomo un solo trago, volveré donde empecé. 
No puedo ir allí. 
No iré allí. 
Yo era lo que se conoce como alcohólica de alto funcionamiento. 
Utilizaba el alcohol como mecanismo de superación. Encontraba alguna 
razón para beber. Bebía sola en casa. Demasiado, demasiado a menudo. 
Podía beber un par de botellas de vino en casa o salir a una fiesta como 
si fuera 1999 y despertar sin resaca y dirigirme al trabajo. Algunas 
personas pueden pensar que eso es algo bueno: poder beber sin resaca. 
Pero realmente no lo era. Significaba que había construido una tolerancia 
en los últimos años. Había bebido demasiado durante mucho tiempo. 
No podía pasar un día sin tomar una copa, e incluso entonces, aún 
no sabía que tenía un problema. Si alguien me hubiera preguntado hace 
siete meses si podía dejar de beber, habría respondido que sí sin dudarlo. 
No es hasta que fue demasiado tarde cuando me di cuenta de que 
tenía un problema. 
No, no es demasiado tarde. 
Cometí un terrible error debido a la enfermedad que tengo. 
Y eso es lo que es el alcoholismo. Una enfermedad. 
Pero estoy mejorando. Cada día me vuelvo más y más fuerte. 
 
 
24 
No me vencerá. 
Quiero una vida. Quiero poder pintar de nuevo. Quiero tener una 
carrera como artista profesional. Tal vez incluso casarme algún día y 
tener mis propios hijos. 
Pero, para tener todas esas cosas, necesito mantenerme sobria. 
He contado hasta cincuenta cuando me siento capaz de soltar la 
encimera. 
Saco mi celular de mi bolso y me siento en el piso de la cocina. Abro 
la aplicación de música y pulso play en mi música relajante. Adopto la 
posición de loto y cierro los ojos. 
No sé cuánto tiempo llevo sentada así cuando mi celular comienza 
a sonar con una llamada entrante. 
Abro un ojo, mirando la pantalla de la persona que llama y veo que 
es mi papá. 
No tengo ganas de hablar con él en este momento, especialmente 
no después de mi pequeño episodio. Y es difícil, sentirte como una 
decepción todo el tiempo. No es que él lo diga. Solo puedo escucharlo en 
su voz. 
Pero sé que, si no respondo, simplemente seguirá llamando. 
Así que levanto mi celular y acepto la llamada. —Hola, papá. 
—Hola. ¿Cómo estás? 
Oh, en este momento estoy sentada en el piso de mi cocina en 
posición de loto después de un mal momento, pero aparte de eso, 
estupendamente. 
—Estoy bien —le digo. Estiro las piernas y me apoyo contra la 
puerta del armario—. Iba a empezar a pensar en qué cenar. 
—Podríamos haber cenado juntos —dice—. Pensé que vendrías a 
verme después de terminar de trabajar. Iba a llevarte a casa para que 
pudiéramos cenar juntos en la ciudad. 
—Lo siento, no me di cuenta. —Si me lo hubieras dicho, lo habría 
sabido—. No estaba segura de dónde estabas en el edificio —miento—. Y 
tuve que apresurarme para tomar el autobús. —Otra mentira—. ¿Tal vez 
mañana? —sugiero. 
—No puedo mañana. Tengo una reunión tarde con Bill. 
Bill es dueño del equipo. 
—El día siguiente —sugiero. 
—Claro. —Hace una pausa—. Entonces, ¿cómo te fue hoy? 
—Bueno. Estuvo… bien. 
—Siento no haber podido pasar mucho tiempo contigo hoy. Estaba 
ocupado con... 
 
 
25
 
—Está bien, papá. —Estoy acostumbrada. Las palabras están en la 
punta de mi lengua pero, como de costumbre, no las digo. 
Mi terapeuta en rehabilitación me dijo que debería expresar mis 
quejas con mi padre, decirle cómo me he sentido como la segunda opción 
todos estos años. El resentimiento que siento por él por nunca haber 
estado cerca para ayudar a mamá cuando aún estaba viva. 
Sabía que él no podía manejar los cambios de humor de mamá. 
Pasaba tanto tiempo fuera de la casa como le era posible. Por lo tanto, 
éramos sobre todo solo ella y yo. 
Cuando estaba de buen humor, era genial, divertida. Pero, cuando 
no... era mala. A veces no podía levantarse de la cama durante días. 
A mi madre le diagnosticaron trastorno bipolar cuando yo tenía 
siete años. 
Sus problemas comenzaron después de que yo naciera, y me 
pregunto si fui el catalizador de todo lo que le salió mal. Sé que había 
tenido una mala infancia, de ahí surgieron la mayoría de sus problemas. 
Pero parece que empeoró después de que yo naciera. A veces pienso que 
me culpaba por su depresión... su enfermedad, y esa fue la razón por la 
que dejó que fuera yo quien la encontrara en el armario ese día. 
Estuve enojada con ella durante mucho tiempo. Enojada con mi 
papá por no estar presente. Supongo que sigo estándolo. 
Pero él estuvo allí cuando la cagué. Fue quien limpió mi desastre. 
Contrató al abogado. Me puso en rehabilitación. Me dio este trabajo. 
Se lo debo. 
Y no quiero pelear con mi papá por el pasado. Es la única familia 
que me queda. 
Puede que no sea perfecto, pero ¿quién lo es? Bueno, aparte de 
Ares “señor Perfecto” Kincaid. 
—¿Te mostró Mary los alrededores? —me pregunta, cortando mis 
pensamientos. 
Papá me presentó a todos los jugadores y entrenadores asistentes, 
que no me cayeron tan mal como esperaba. Bueno, excepto por Ares, que 
actuó como si no nos hubiéramos conocido, lo cual creo que fue bueno 
porque habría tenido que explicarle a mi papá cómo nos conocimos, y 
definitivamente no quería hacerlo. Entonces creo que, en cierto modo, 
solo hacía lo que le había pedido; mantener nuestro encuentro como un 
secreto para mi padre. 
Fue la forma en que me miraba cuando papá me lo presentaba... 
claro asco en sus ojos. Una dureza en su voz que mi papá no pareció 
notar. 
Pero yo lo noté, y me hizo sentir como una mierda. 
Papá desapareció una vez que conocí a todos, y me fui con Mary, 
su asistente personal. Tiene más de sesenta años, pero no aparenta más 
 
 
26
 
de cincuenta. Es una de esas mujeres realmente elegantes y glamorosas, 
a las que aspiro ser cuando tenga su edad. Ella también fue muy amable 
conmigo. Nunca mencionó mis problemas.Pasó la mayor parte del tiempo 
contándome todo sobre su nueva nieta, Rosie. 
—Sí, lo hizo —le respondo—. Me dio un recorrido por el edificio y 
me dio un resumen de mis deberes. 
—¿Te dio tu celular de trabajo y iPad? 
—Sí. Están en mi mochila. 
—Bien. Bueno, todos los jugadores tienen tu número de celular de 
trabajo; le pedí a Mary que se los enviara, pero solo atiende llamadas 
durante las horas de trabajo. No dejes que se aprovechen, ¿de acuerdo? 
—No lo haré. 
Queda silencio. La incomodidad que siempre ha existido entre 
nosotros, que solo ha empeorado desde el accidente. Me pregunto si 
alguna vez se irá y tendremos una relación fácil y fluida. 
—Bueno, bien, te dejaré —dice. 
—Está bien, papá. Te veré mañana. 
Colgamos, y me levanto. 
Busco en mis armarios, tratando de decidir qué comer, y termino 
con un tazón de Cap’n Crunch, como de costumbre. 
Llevo conmigo mi celular, mi mochila y el tazón de cereales a la sala 
de estar. Dejo la mochila en el suelo. Me siento en el sofá, con las piernas 
metidas debajo de mí, los cereales sobre ellas y pongo mi celular a mi 
lado. Lo miro. 
Solo suena con la llamada diaria de mi padre y mi padrino, Luke. 
Los amigos que solía tener los tuve que dejar atrás. A ellos les gusta 
ir de fiesta, y yo ya no hago eso. Mis viejos colegas de la galería, que 
también eran amigos, no me han contactado desde el accidente, y tengo 
la sensación de que no quieren salir conmigo. 
Por lo tanto, estoy sin amigos. 
Estoy sola. Es patético pero cierto. He pasado de una vida en la que 
siempre tengo un lugar para estar; un evento en la galería con entremeses 
y champán, una cena con amigos y un sinfín de copas de vino o fiestas 
con mi infiel exnovio, a quedarme todas las noches con Netflix como 
compañía. Bueno, excepto por una noche a la semana cuando voy a mi 
reunión de AA donde paso una hora escuchando a personas como yo. 
Esperaba tal vez poder hacer amigos en mi nuevo trabajo pero, 
hasta ahora, las dos personas con las que me he llevado bien son el 
guardia de seguridad de mediana edad y la asistente de sesenta años de 
mi padre. 
Inclinándome, meto la mano en el bolso y saco el iPad que Mary me 
dio. Como un poco de cereal mientras se carga. 
 
 
27 
Cuando se prende, hay un enlace al sitio web de los Giants. Hago 
clic en él y, cuando se carga, voy a la pestaña de fotos. 
Hago clic en algunas de las fotos, veo a mi papá en la línea de meta 
y a algunos de los jugadores que conocí hoy en acción en el campo. 
Hago clic en la pestaña de video y me desplazo hacia abajo hasta 
encontrar una entrevista titulada “Información de Los Giants: Mariscal 
de campo Ares Kincaid”. 
Me meto más cereales en la boca y presiono play. 
Solo dura dos minutos, y es básicamente él siendo encantador 
mientras habla de fútbol. 
Hoy vi algo de ese encanto antes de que descubriera quién era yo, 
y luego cambiara. 
Si soy honesta, saber que no le gusto me molesta, considerando lo 
bien que mi papá piensa de él. 
Mi padre no se dio cuenta hoy de que Ares estuvo raro conmigo, 
pero pronto lo hará, si él sigue con su actitud fría. 
Ares Kincaid formó una opinión de mí por lo que escuchó o leyó en 
la prensa. 
Pero no sabe una mierda. 
No sabe nada de mí. No sabe que me gusto mucho menos a mí 
misma de lo que a él podría degustarle. 
Puede que no le guste lo que solía ser o lo que hice, pero no le he 
hecho nada personalmente, así que no entiendo por qué no le gusto tanto. 
Decido que voy a despejar el aire con él mañana. Comienzo fresco 
y todo eso. No quiero estar en desacuerdo con un chico con el que —o 
para el que, lo que sea— tengo que trabajar. 
Y, ¿quién sabe? Tal vez, si todo marcha bien, incluso podríamos 
hacernos amigos, un amigo de mi edad y uno responsable. Dios, mi papá 
estaría exultante. 
Me río en voz alta ante lo absurdo de mis pensamientos. 
Sinceramente, si puedo hacer que Ares deje de ser tan frío conmigo, 
lo consideraré una victoria. 
Agarro el control remoto y enciendo a mi amigo Netflix, volviéndome 
a sentar en el sofá para ver el último episodio de Riverdale, metiéndome 
un poco más de cereal en la boca, esperando tener un mejor día mañana. 
 
 
 
28
 
4 
 
Traducido por Anna Karol 
Corregido por Tolola 
 
Llevo una semana trabajando aquí y todavía no he conseguido la 
oportunidad de hablar con Ares. El chico me evita. De verdad. Me vio 
hace unos días en el pasillo. Acababa de salir del vestuario, y yo pasaba 
por allí. 
Me dirigía al gimnasio para llevarle a Hector, el centro veterano, un 
batido de proteínas especial que toma todos los días, hecho por el chef 
residente de los Giants, Pierre. Bonus debido a trabajar aquí: la comida 
es increíble. Pierre es increíble. Treinta años, muy guapo y de Francia. 
Su acento es divino. Se mudó aquí hace diez años para estar con su 
esposo, Eric. Se conocieron cuando Eric estaba en Francia por negocios. 
Pierre me ha estado envolviendo comida para llevarme a casa todos 
los días, por lo que he estado bien alimentada la semana pasada. 
De todos modos, Ares me vio y tuvo un cambio de actitud. Lo juro. 
Me vio, su expresión se oscureció como un trueno, y luego se dio la vuelta 
y regresó directamente al vestuario. 
Lo admito, me dolió un poco. 
Nadie quiere ser repelida. Especialmente cuando no le he hecho 
nada. Bueno, salvo mostrarle mi sujetador. Pero no diría que es un 
crimen digno de odio. 
De verdad que necesito arreglar esto con él porque ahora se está 
volviendo tonto. 
No quiero que tenga un problema conmigo, y no quiero tener uno 
con él. Pero el modo en que está actuando hacia mí me desagrada. 
Por lo tanto, me esfuerzo por no dejar que esto se prolongue por 
mucho tiempo, y lo arrinconaré en cuanto tenga una oportunidad. 
Y debe ser mi día de suerte, porque Ares acaba de entrar en la sala 
de proyección donde actualmente estoy configurando la computadora 
portátil con el partido que mi padre quiere que los jugadores vean en la 
pantalla de proyección del tamaño de un cine. 
—Uh. —Se detiene en seco cuando me ve y mira alrededor de la 
habitación vacía—. ¿Dónde están todos? 
—Todavía en el campo. La práctica acaba de terminar. ¿No estabas 
allí? 
 
 
29 
—No. —No dice nada más, y yo no pregunto—. ¿Cuándo estarán 
aquí? 
—En unos diez minutos, creo. 
—De acuerdo. Bueno, yo —Da otro paso hacia la puerta—, voy a ir 
a hacer, um... sí. —Se vuelve hacia la puerta. 
—Espera —le digo, y mi voz sale un poco demasiado chillona, 
demasiado desesperada. 
Se detiene y me mira por encima del hombro. Sin embargo, no se 
da la vuelta ni suelta el pomo de la puerta. 
Me muevo alrededor de la mesa del portátil y me acerco un poco 
más a él. —Mira, estaba, eh... esperando que pudiéramos... aclarar las 
cosas. 
Suelta la manija de la puerta y se vuelve hacia mí, pero no dice 
nada. 
—Está bien —Dejo escapar un suspiro—, sé que no soy muy... muy 
de tu agrado. Supongo que la mayoría de tu opinión se basa en lo que 
has escuchado o leído sobre mí. 
Él me interrumpe con una carcajada, solo que no suena gracioso, 
y hace que mis ojos se estrechen. 
—¿Qué? —ladro. 
Cruza los brazos sobre su pecho de mamut. —Simplemente creo 
que es gracioso que asumas que formé mi opinión sobre ti así. 
—¿No es así? 
—No. 
Hay un latido silencioso. Los dos nos miramos fijamente, ninguno 
habla. 
Naturalmente, soy la primera en romper el silencio. —¿Vas a 
explicarlo? 
—No estoy seguro de que quieras escuchar lo que tengo que decir. 
—No te preocupes por mis sentimientos. Soy una chica grande. 
Puedo soportarlo. 
Suspira, haciéndome sentir como un inconveniente. Como si tener 
que hablar conmigo lo quitara demasiados minutos preciados de su 
tiempo cuando podría estar, no lo sé, mirándose al espejo y diciéndose a 
sí mismo lo increíble que es. 
—Bien —dice, mirándome a los ojos—. No me gusta la gente como 
tú. 
—¿Gente como yo? 
—Alcohólicos. 
Bueno. 
 
 
30
 
—¿Y hay alguna razón en particularpor la que no te gustan los 
alcohólicos? Aparte de lo obvio. 
Sus labios se presionan, el cuerpo rígido por la tensión, y está muy 
claro que no va a responder a mi pregunta. 
—Vale. Entonces no hay respuesta a eso. Bien, ¿puedo preguntar... 
no te agrada ningún alcohólico, o una persona en recuperación podría 
obtener un indulto? Llevo seis meses sobria. —Bueno, seis meses, dos 
semanas y tres días, pero ¿quién está contando? 
Se ríe, y es burlón. Me hace sentir más pequeña de lo que ya soy. 
—¿Y qué quieres, una medalla? —responde fríamente. 
Guau. Realmente odia a los alcohólicos. 
Soy lo suficientemente inteligente como para darme cuenta de que 
tuvo a alguien en su vida que tenía un problema con el licor, y realmente 
trato de no tomarme su actitud personalmente, pero es difícil no hacerlo. 
Sobre todo cuando su veneno está siendo dirigido directamente hacia mí. 
—Por lo general, es una ficha. Te las dan en AA. Acabo de recibir 
mi ficha de seis meses. Es azul oscuro. Ahora estoy trabajando por el de 
nueve meses. Ese es morado. Pero, si quieres darme una medalla, me 
parece bien. —Me encojo de hombros y esbozo una gran sonrisa, aunque 
por dentro me duele, pero no quiero que lo sepa. 
Me imagino que, si sabe que me ha lastimado, ganará y no lo dejaré 
ganar. 
—Por supuesto. Me pondré a ello —contesta sin expresión con un 
movimiento de cabeza. 
—No tiene que ser así, y sería mucho más fácil si pudiéramos 
llevarnos bien. Trabajo para ti, indirectamente. Y un mal ambiente es 
innecesario. No te he hecho nada. Y entiendo que no te gusta la gente 
como yo. —Me señalo. No sé por qué hago esto. Podría haber hecho el 
imbécil total y entrecomillado todo—. Pero lo estoy intentando, y es muy 
injusto por tu parte que me odies basándote en una idea general de “la 
gente como yo”. —Esta vez sí entrecomillo lo que digo. Jesucristo. 
Él ríe con esa risa hueca otra vez, y hace que mi piel se erice. 
—No te odio. No siento nada por ti. Simplemente no confío en los 
alcohólicos. Y eso incluye a los sobrios. 
—¿Por qué? —Puedo escuchar el dolor en mi tono, lo odio y no lo 
entiendo. ¿Por qué no puedo dejar pasar esto? ¿Por qué quiero gustarle? 
—Mira, Jailbird1... —Sus manos bajan de su pecho en un suspiro. 
Mis ojos se abren. —¿Cómo me llamaste? 
—Escuchaste exactamente cómo te llamé, ¿por qué me pides que 
lo repita? 
 
1 Reclusa, delincuente. 
 
 
31
 
—Porque no puedo creer que me llamaras... Jailbird. ¡No he estado 
en la cárcel! —Me siento empezar a temblar por sus modales groseros. 
Arruga su expresión. —Sí, bueno, deberías haber estado después 
de lo que hiciste. Subiendo a ese auto, borracha. —Sacude la cabeza con 
disgusto—. Podrías haber matado a alguien. 
La vergüenza me cubre como la escarcha invernal. No digo nada 
porque... ¿qué puedo decir? Tiene razón. 
—Conozco a borrachos, y sé que no se puede confiar en ellos. Lo 
único a lo que son leales es a la botella. 
Quiero discutir con eso. Decirle que está generalizando. Pero 
tampoco se equivoca. 
En la mayoría de los casos, es cierto que a los alcohólicos solo les 
importa de dónde viene su próxima bebida. Cuando estaba pasando por 
la desintoxicación, me di cuenta de que eso también había sido cierto en 
mi caso. Hubo momentos en aquel entonces en los que literalmente 
habría hecho cualquier cosa por una bebida. 
Pero eso no es lo que soy ahora. 
¿Estás segura?, susurra la voz en el fondo de mi mente. 
—Esa no soy yo —le digo, y no sé si hablo con él o conmigo en este 
momento—. Estoy sobria y tengo la intención de mantenerme así. 
Levanta los hombros. —Espero que te funcione. Estadísticamente, 
no se ve bien. Pero espero que te mantengas sobria, por el bien de tu 
padre. Es un buen hombre, y no necesita que le des la clase de mierda 
que le hiciste pasar este año. 
¿Mi papá le ha dicho algo? 
—Y no hay motivos para que tú y yo nos llevemos bien. Ambos 
sabemos que el entrenador te dio este trabajo porque quiere asegurarse 
de que no tengas una recaída. Lo entiendo, y el resto del equipo también. 
Pero debes saber que en realidad no necesitamos nada de ti. Todo está 
cubierto por el personal que ya está aquí. Y algunos de los chicos tienen 
a sus ayudantes. Algunos de los muchachos solo te mandan hacer cosas 
porque respetamos al entrenador, y nos pidió que te hiciéramos sentir 
útil. Y, por mucho que él me agrade, elijo no hacerlo, por mi propia razón. 
No necesitamos comunicarnos. Así que no hay motivos para que nos 
llevemos bien. No hay motivos para nada. Sugiero que simplemente nos 
mantengamos apartados en el futuro previsible. Vale. 
Mierda. 
Mi corazón se acelera. Mi boca se seca. Mi cara está ardiendo. Mis 
ojos pican. 
No puedo hablar porque, si lo hago, estallaré en lágrimas. 
La puerta se abre, y una gran cantidad de voces entra en la sala 
cuando comienza a llenarse de jugadores. 
 
 
32
 
Me doy la vuelta, volviendo al laptop. 
No llores. No llores. No llores. 
Selecciono el vídeo que mi papá quería y, luego, usando mi cabello 
como una cortina para protegerme la cara, salgo silenciosamente por la 
puerta. 
Camino rápido al baño. Me meto en una cabina. 
Y estallo en lágrimas. 
 
 
 
33
 
5 
 
Traducido por Gesi 
 Corregido por Tolola 
 
Me voy de mi clase de yoga despidiéndome de Martin, el instructor, 
y salgo al aire caliente. La acera está llena de gente. El día tiene un 
ambiente positivo. Estoy tranquila y relajada después de mi clase, y no 
quiero perder esa sensación. 
Hay un mercado de agricultores a una cuadra de distancia. Pienso 
en darme una vuelta para comprar un poco de queso y pan fresco antes 
de ir a casa. Entonces podré pasar el resto del día haciendo tonterías. 
Suena perfecto. 
Bueno, de acuerdo, perfecto no. Suena solitario. Pero no es como 
si tuviera muchas otras opciones. 
Me engancho el bolso en el hombro y comienzo a caminar. 
Mientras me acerco al mercado, los aromas de los alimentos frescos 
me invaden los sentidos y me gruñe el estómago. 
Mi apetito no era muy grande cuando bebía. El alcohol suprimía 
mi deseo de comida. Ahora que estoy sobria, he estado descubriendo un 
gran amor por la comida. Me tomó un tiempo llegar a este punto. Cuando 
me desintoxiqué por primera vez, la idea de comer me daba ganas de 
vomitar. Pero ahora que he superado la peor parte, soy capaz de disfrutar 
la comida. 
El mercado está lleno. La gente navega y compra. 
Hay parejas, madres y padres con niños, y gente sola como yo 
dando vueltas. 
En cierto modo, el hecho de estar aquí rodeada de todos estos 
extraños disfrutando de su día me hace sentir menos sola. 
Inhalo por la nariz, cierro los ojos brevemente mientras absorbo los 
olores y los sonidos a mi alrededor, y ¡ay! 
Mi hombro acaba de conectar con una pared. 
Abro los ojos rápidamente, y no es una pared. Es un cuerpo. Un 
cuerpo masculino muy duro. 
Doy un paso hacia atrás con un “lo siento” en la punta de la lengua, 
pero la palabra me muere en la boca cuando mis ojos conectan con los 
azules llameantes que me fulminan. 
 
 
34
 
Ares. 
Jesucristo. 
En serio, no puedes escribir esta mierda. 
La única persona que es una garantía para matar mi buen humor, 
y de alguna forma logro encontrármelo en una ciudad de ocho millones y 
medio de personas. 
Es simplemente mi suerte. Tal vez esta es la forma en que por fin 
me llega el Karma. 
Llevo puesto mis pantalones de yoga y la sudadera gigante que dice 
Namast’ay en la cama y mira Netflix sobre mi sostén deportivo. No uso 
maquillaje y tengo el cabello atado en una cola de caballo. 
¿Por qué es que siempre luces fatal cuando te encuentras con la 
persona a la que realmente no quieres ver? 
Él lleva una gorra de los Giants de Nueva York, pantalones cortos 
color caqui y una camisa de lino blanca. Los primeros botones están 
desabrochados y tiene las mangas enrolladas, exponiendo el cabello 
oscuro y las venas que le cubren los antebrazos.Dios, es atractivo. Detesto que sea tan hermoso a la vista. 
Un idiota como él no merece ser tan guapo. 
Me hace querer repugnarlo aún más. 
Señor Perfecto. 
No hemos hablado desde nuestra pequeña charla en la sala de 
observación. 
Y al parecer, ahora tampoco hablamos. 
Me mira con el ceño fruncido como si fuera el engendro del diablo. 
Y le devuelvo la mirada con una mezcla de dolor y rabia en mi pecho. 
—¿Qué haces aquí? —pregunta con ese tono duro que siempre usa 
cuando se ve obligado a hablar conmigo. 
¿Qué? 
—Eh, lo mismo que tú estás haciendo aquí… comprando. 
Sus ojos se dirigen a mis manos vacías. —No has comprado nada. 
—Su tono es acusador, y mi espalda se endereza instantáneamente. 
—¡Porque literalmente acabo de llegar! —Estoy exasperada. Dios, 
este tipo es un idiota. 
Me mira fijamente, esos intensos ojos se estrechan. —¿Me estás 
siguiendo, Jailbird? 
—¿Qué? —balbuceo, mis ojos se ensanchan—. ¿Por qué demonios 
te estaría siguiendo? —En realidad he estado haciendo mi mejor esfuerzo 
para evitarlo—. Dios, eres un imbécil —siseo—. Para tu información, 
acabo de terminar mi clase de yoga, la cual está a una cuadra, si quieres 
 
 
35
 
comprobarlo, y vine aquí directamente desde allí para recoger un poco de 
queso. —¿Por qué le estoy diciendo esto? No tengo que excusarme con 
este tonto. 
Sonríe. —Oh, sí. Olvidé que te gustaba hacer yoga. —Su tono es de 
diversión y me deja muda. 
Abro los labios para decir algo, pero nada sale. Parezco un pez de 
colores, simplemente abriendo y cerrando la boca sin que salga ningún 
sonido. 
—Hola —oigo decir a una dulce voz femenina. 
Mis ojos se mueven hacia los de ella, y de pie junto a él hay una 
mujer alta y hermosa. De cabello largo y oscuro. Unas gafas de sol le 
cubren los ojos. Parece de mi edad. 
Debo parecer una niña pequeña parada junto a estos dos preciosos 
rascacielos. 
Lleva puestos unos pantalones cortos de vaquero que muestran 
sus largas piernas bronceadas (no estoy para nada celosa) y una remera 
que dice No soy muy inteligente para ser una chica. Solo soy inteligente. 
Me agrada inmediatamente. Cualquier mujer que use una remera 
con eso tiene mi admiración. 
Está alternando la mirada entre nosotros. 
Se debe estar preguntando quién demonios soy y por qué él me 
mira como si quisiera estrangularme con sus propias manos. 
—A, ¿me vas a presentar? —dice con curiosidad en la voz. 
Lo ha llamado A. Claramente está familiarizada con él. 
Me pregunto si es su novia. 
Se me llena el estómago de ácido. 
Elijo no pensar por qué. 
Pero, si es su novia, se merece una medalla por aguantarlo. Aunque 
me imagino que es agradable con ella. 
Se coloca las gafas en la parte superior de la cabeza, revelándome 
sus ojos. Azules brillantes. Exactamente como los de él. 
Tal vez no sea su novia después de todo. Tal vez son parientes. 
Ares suspira fuertemente y cruza los brazos sobre su pecho de 
mamut. La tela de su camisa se extiende sobre sus enormes bíceps. —Es 
la hija del entrenador Petrelli. 
La hija del entrenador Petrelli. 
Guau, no exageres con la presentación, señor Perfecto. 
Parece que ni siquiera soy lo suficientemente digna como para 
tener un nombre. En realidad, ahora que lo pienso, no puedo recordar 
 
 
36
 
que me haya llamado por mi nombre alguna vez. Me llama Jailbird, y eso 
es todo. 
Entiendo que tiene una gran aversión a los alcohólicos, pero su 
odio hacia mí es algo completamente distinto. 
—Bueno, hola, hija del entrenador Petrelli —dice con voz burlona, 
la cual está dirigida a Ares y su presentación—. Soy Missy. La hermana 
de este tonto gruñón. —Lo señala con su pulgar. 
Ares le frunce el ceño. 
Y sonrío. Mi sonrisa no tiene nada que ver con el hecho de que es 
su hermana, sino con que lo ha llamado tonto gruñón y que su expresión 
no haya caído ante la aclaración de quién soy. No puedo imaginármelo 
hablándole sobre mí. Eso, o ella no odia a los ex alcohólicos. 
Y definitivamente mi estómago no se ha vaciado del ácido que lo 
llena. 
—Soy Arianna —le digo. 
—Bueno, un placer conocerte, Arianna —dice, sonando como si lo 
estuviera diciendo en serio—. Supongo que no necesito preguntarte cómo 
conoces a mi hermano. Ya que el entrenador Petrelli es tu padre y todo 
eso. 
—En realidad, nos conocimos recientemente —le cuento, evitando 
la mirada de él. Y él me odia—. Acabo de comenzar a trabajar para mi 
papá. 
—Genial. ¿Y cómo va eso? 
Um… 
Saben, aparte de mi padre, es la única persona que me ha hecho 
esa pregunta. 
—Es… —Me arriesgo a echarle un vistazo a Ares, sus ojos miran 
hacia la distancia y aprieta la mandíbula con tanta fuerza que parece que 
podría romperse. Regreso la mirada hacia Missy, y sus ojos brillan con 
algo que se parece mucho a una travesura—. Está bien, supongo. —Me 
encojo de hombros. 
—Mm-hmm. Me imagino que debe ser un verdadero sufrimiento 
estar rodeada de todos esos grandes y fornidos jugadores de fútbol, salvo 
mi hermano, por supuesto. 
Rueda los ojos burlonamente y me río. 
—No soy una gran admiradora del fútbol —confieso. 
—¿No lo eres? —Ese es Ares, y el sonido de su voz me sorprende. 
Pensé que había terminado con su participación en esta conversación. 
—Oh, Cristo, no digas eso. —Missy se ríe—. Sobre todo si no 
quieres soportar un sermón sobre cómo el fútbol es el mejor deporte del 
mundo. 
 
 
37
 
Ya he tenido suficientes sermones de Ares Kincaid para que me 
duren toda una vida, así que pasaré de este. 
—Entendido —respondo—. Bueno, debería irme. Fue un placer 
conocerte, Missy… 
—Oye, estábamos a punto de ir por un poco de helado, ¿quieres 
unírtenos? 
Mis ojos se disparan hacia Ares. 
Sacude la cabeza muy sutilmente, asegurándose de que su 
hermana no lo vea. 
Se me calienta el rostro de vergüenza. 
Sabía que no querría que fuera, pero nunca pensé que sería tan 
frío y verdaderamente me dijera que no. 
La sensación de ser rechazada y, mi completa y absoluta soledad 
me golpean a un nivel totalmente nuevo. 
—Yo, um… —Estoy tropezando con mis palabras—. No puedo. 
Tengo que… —No se me ocurre nada que decir; se me ha quedado la 
mente en blanco—. Queso —balbuceo de repente—. Necesito comprar 
queso. 
Missy se ríe. —Entonces vayamos a comprar tu queso de camino 
hacia el lugar de los helados. No aceptaremos un no por respuesta, 
¿verdad, A? —Lo empuja con el codo. 
Él me frunce el ceño. —Aparentemente no. 
 
 
 
38
 
6 
 
Traducido por Jadasa 
Corregido por Elizabeth.d13 
 
Y así es como me encuentro sentada sobre un taburete en una 
tienda de helados frente a Ares con el ceño fruncido y su hermana 
sonriente, Missy, a su lado. 
Aparte del jugador de fútbol enojado allí, lanzándome dagas con la 
mirada, es agradable hablar con su hermana. No recuerdo la última vez 
que hice esto... solo pasar el rato y comer helado. 
Probablemente antes de que mi madre muriera. 
—Entonces, ¿tienen otro hermano? —le pregunto a Missy—. El 
boxeador. Zeus, ¿verdad? 
—Síp. Zeus es nuestro hermano mayor. Y también está mi hermano 
gemelo, Lo —me dice Missy. 
—Guau. Tienes un gemelo. Eso es genial. 
—No es tan genial como piensas. Es como un ciclo menstrual... 
—¡Por el amor de Dios! —gime Ares. 
Ella pone los ojos en blanco, y yo me río. 
—¿Un ciclo menstrual? —Toso. 
—Síp. Es como esta cosa que tengo, y no funcionaría bien sin él, 
pero me da calambres graves. 
A estas alturas, mis ojos están llorosos de tanto reír. No puedo 
pensar en la última vez que me reí tanto. Honestamente, no recuerdo la 
última vez que me reí de verdad. 
Me limpio los ojos y mi risa se apaga. 
—¿Qué hay de ti, Arianna? ¿Hermanos? —me pregunta Missy. 
—No. Nada de hermanos ni hermanas. Y llámame Ari. Todo el 
mundo lo hace —digo. Bueno, la gente que me llama por mi nombre. 
—Hija única. Siempre he pensado que eso sería increíblemente 
solitario —dice, sonando genuinamente preocupada por mí. 
No tienes idea. 
—Estuvo bien. —Me encojo de hombros—. Significó que notenía 
que compartir ninguna de mis cosas. 
 
 
39
 
—Bueno, el otro día leí un artículo, y decía que los hijos únicos son 
más exitosos, y tienden a ser líderes. 
—Sí, y también son egoístas y malcriados. 
—¡Ares Kincaid! —grita Missy—. Ari no es malcriada. 
Mis mejillas están calientes de vergüenza. 
—Jamás dije que lo fuera. Pero ni siquiera la conoces para hacer 
esa suposición —le responde antes de que sus ojos se muevan hacia los 
míos. Y aquellos ojos juzgadores están diciendo: Pero te conozco. Sé quién 
eres. Una borracha inútil. 
Quiero decirle que no sabe nada de mí, pero ¿cuál sería el punto? 
Ya ha tomado una decisión sobre mí. 
—He visto lo suficiente como para saber que es una persona dulce 
—dice Missy, sonriéndome amablemente. 
Intento devolverle la sonrisa, pero se siente falsa. 
Ares la mira fijamente, sus ojos se suavizan de esa manera que solo 
un hermano puede lograr. Luego, pasa un brazo alrededor de su cuello, 
acercándola a él, y le da un cariñoso beso en la frente. 
Ella lo empuja lejos, fingiendo irritación, pero me doy cuenta que 
secretamente lo adora. 
Sé que yo lo haría si tuviera un hermano que me cuidara como él 
claramente lo hace con ella. 
—Ignora a mi hermano. Hoy está siendo un tonto. —Se vuelve hacia 
mí. Con el codo sobre la mesa, apoya la barbilla en su mano—. Háblame 
de ti —me dice. 
—Eh... en realidad no hay mucho que contar —digo haciendo girar 
una cucharada de helado de caramelo salado, tratando de enfriar mi cara 
caliente. 
Ella es tan brillante y positiva, como un rayo de sol, y su positividad 
es contagiosa, a diferencia de su hermano imbécil. 
Estoy sentada aquí, intentando absorber tanto de su entusiasmo 
como puedo. Realmente no quiero destrozar el ambiente con historias de 
mi miserable existencia. 
—¡Claro que sí! —Se ríe—. Está bien, haré preguntas. ¿Eres de 
Nueva York? 
—Nop. —Sacudo la cabeza. 
—Eso creí. No pareces nacida aquí. 
—Originalmente soy de Atlanta —le digo—. Pero nos mudamos un 
poco con el trabajo de mi papá, por lo que he vivido en muchos lugares. 
Mi acento es como una mezcla. 
—¿El mejor lugar donde has vivido? —pregunta. 
—Aquí. —Sonrío. 
 
 
40
 
Me sobresalto cuando escucho la voz de Ares hablar en mi 
dirección: —Tiene sentido. Hay muchos bares en Nueva York. Un montón 
de lugares para ir de fiesta. —El ataque es descarado y cruel. 
Mis ojos rápidamente van hasta los de él. Los suyos están sobre 
mí. Inmutables, duros y críticos. 
Mi cara arde con humillación. Clavo mi cuchara en mi helado, 
bajando la mirada. 
—Hablando de bares —dice Missy, obviamente sin darse cuenta de 
la tensión entre nosotros—, esta noche iremos a conocer este nuevo club. 
Ares tiene entradas VIP. Deberías venir con nosotros. 
Mierda. 
—Oh. Um... 
—Si aún no tienes planes, eso es. 
Podría decir que tengo planes. Debería decir eso. Pero no quiero 
mentirle a Missy. Está siendo tan amable conmigo. Y no es como si Ares 
no le contará nada después de que nos hayamos ido. 
Honestamente, estoy casi esperando que lo diga ahora y me gane. 
Pero no le voy a dar la satisfacción. 
Soy quien soy, y no debería avergonzarme de eso. 
Ahora estoy sobria, y eso es lo que importa. 
Levanto la mirada hacia Missy e intento sonreír, pero no estoy 
segura de lograrlo. —Los bares ya no son lo mío. Estoy en recuperación. 
Seis meses sobria. Pero realmente aprecio que me hayas invitado. 
—Oh —dice, sus ojos brillantes se oscurecen un poco a medida que 
se mueven hacia Ares, que sorprendentemente me miran fijamente. 
Cuando vuelve a mirarme, la expresión de su frente... es como si 
se hubiera dado cuenta de algo. 
Que soy un desastre. Una perdedora. Y definitivamente no es el 
tipo de persona de quien quiere hacerse amiga. 
Oh bien. Fue bueno mientras duró. 
—Eso es increíble, Ari. No el problema con la bebida, por supuesto. 
—Se golpea la cabeza con una mano—. Lo lamento. Eso sonó mal. Me 
refiero a que estés sobria. Eso es muy importante. Deberías estar muy 
orgullosa de ti misma. 
El calor brilla en mi pecho. La única otra persona que me ha dicho 
eso es Luke. 
—Lo estoy. —Sonrío. 
No miro a Ares, pero prácticamente lo siento quemando agujeros 
en mi cabeza con sus ojos de fuego. 
—¿Has celebrado tu logro? —me pregunta. 
 
 
41 
—Mmm… no. Bueno, Luke, mi padrino, me trajo un pastelito 
cuando recibí mi ficha de seis meses, así que eso fue todo. 
—Vale, entonces deberíamos hacer algo. ¡Oh, ya sé! Deberíamos ir 
al cine. ¿Has visto The Greatest Showman? 
Sacudo la cabeza. 
—Yo tampoco, pero he escuchado que es increíble. 
—Honestamente, no tienen que cambiar sus planes por mí. 
—Tiene razón. Escúchala —dice Ares en voz baja. 
Missy le da una mirada sucia. —Es solo un club. No va a ninguna 
parte. Puedes usar las entradas en cualquier momento, ¿verdad? 
Cruza los brazos. —No es el punto. 
—Es totalmente el punto. Pero, si te molesta tanto, puedes ir. Ari y 
yo iremos al cine juntas. 
Sus ojos brillan hacia mí, una expresión de desconfianza en ellos. 
Luego, libera un suspiro. —Bien. Iremos al cine. 
No confía en mí con su hermana. 
Eso me afecta. 
¿Qué piensa que voy a hacer? ¿Convertirla en una alcohólica? 
—En serio está bien —digo en voz baja—. Deberías ir al club. 
—De todos modos, no estoy de humor para ir a las discotecas esta 
noche. Una cita con Zac Efron suena mucho más atractiva. 
—Por el amor de Dios —se queja Ares. 
—Y estoy suponiendo que todavía no tienes planes —me dice, 
ignorando a Ares—. De lo contrario, ya lo habrías dicho. 
—No tengo planes —admito. 
Sonríe. —Entonces, está arreglado. —Aplaude—. Nos vamos al 
cine. 
 
 
 
42 
7 
 
Traducido por AnnyR’ 
Corregido por Elizabeth.d13 
 
Estoy de pie fuera del cine donde arreglé encontrarme con Missy y, 
por desgracia, el señor Perfecto a las siete y media. Mi cabello está suelto 
y ondulado. Estoy usando un poco de maquillaje, mis vaqueros ajustados 
negros con las rodillas rasgadas, un suéter gris, mi chaqueta de cuero, y 
mi rosa Dr. Martens. Tengo mi bolso colgado sobre el hombro, que guarda 
todas las cosas usuales, además de un paraguas porque mi suerte con la 
lluvia recientemente no ha sido buena. 
Estoy estúpidamente emocionada por esta noche. Pasé demasiado 
tiempo preparándome para una noche en el cine. Pero, cuando sales tan 
poco como yo, tienes que aprovecharlo al máximo. 
Llegué un poco temprano, así que he estado esperando un rato. 
Pero llegan un poco tarde. Compruebo la hora en mi teléfono de nuevo. 
Las siete y media. 
La película comienza en siete cuarenta y cinco; por eso acordamos 
reunirnos a las siete y media. Darnos tiempo para conseguir entradas y 
comida. 
Una sensación de hundimiento de ser plantada comienza a echar 
raíces. 
Tal vez Ares le contó a Missy lo que hice. Que conduje borracha y 
estrellé el coche de mi ex contra esa pared. No me sorprendería que se lo 
dijera. No es ningún secreto que me odia, y tengo la clara impresión de 
que no quiere que pase tiempo con su hermana. 
Tal vez le dijo todas las cosas malas sobre mí, y ella cambió de 
opinión acerca de venir. No la culparía. 
No. Es una buena persona. Ella no lo haría, plantarme así. Ares sí lo 
haría. Pero Missy no. 
Y lleva solo diez minutos tarde, por el amor de Dios. Relájate, Ari. 
Una ráfaga de viento sopla más allá, agitando mi cabello. Envuelvo 
mis brazos alrededor de mi pecho y me muevo sobre mis pies, tratando 
de alejar el frío. 
—Jailbird. 
Me vuelvo al sonido de la voz de Ares diciendo mi nombre. ¡Cristo, 
no es mi nombre! El idiota me tiene respondiendo a este ahora. 
 
 
43
 
—Por favor, no me llames así. —Le frunzo el ceño, ni siquiera soy 
capaz de sentir alivio de que él está aquí y no me han dejado plantada, 
como me temía. 
No dice nada, solo se queda allí delante de mí como un gran árbol. 
Miro más allá de él. —¿Dónde está Missy? 
—No va a venir. Me pidió que viniera a decirte que lo siente, pero 
su mejor amiga va a tener un bebé,y entró en parto temprano hace unas 
horas. Trató de llamarte al teléfono del trabajo, pero fue directo al buzón 
de voz. 
—Oh… —La decepción se hincha dentro de mí—. Mi papá me dijo 
que lo apagara cuando no estoy trabajando, así no recibo llamadas de 
ninguno de los jugadores en momentos estúpidos del día. 
—Bueno, lo que sea. Te dejó un mensaje de voz, explicando. 
—Oh. Vale. Bueno, gracias por venir a decírmelo. Sé que es 
probable que no hayas querido hacerlo. Pero lo aprecio de todos modos. 
Baja la mirada hacia mí, con los brazos cruzados en su pecho. 
—Bueno… —Retrocedo alejándome de él—, adiós entonces. 
Me giro para irme, pero su voz me detiene. 
—¿Adónde vas? 
Lo miro. —A casa. 
—¿No querías ver esta estúpida película? 
—Bueno, sí… 
—Entonces, ¿por qué te vas a casa? 
Buena pregunta. 
Todavía puedo verla, aunque Missy no haya podido venir. Soy una 
mujer independiente. Puedo ir al cine sola. Si no lo hago, me iré a casa y 
probablemente veré una película en Netflix. También podría ver una 
película aquí, donde estaré rodeada por otras personas durante unas 
horas, incluso si son extraños. 
—Sí, creo que la veré —me digo más a mí misma que a él, 
volviéndome hacia el cine—. Gracias de nuevo por venir a informarme 
sobre Missy. ¿Y podrías decirle por favor que le dé mis felicitaciones a su 
amiga por su nuevo bebé? 
No espero su respuesta mientras entro al cine. 
Alcanzo la puerta cuando me doy cuenta de que está detrás de mí. 
Me detengo y le miro. —¿Qué estás haciendo? 
—Lo mismo que tú. Ir a ver la película. 
—¿Quieres ver esta película? Acabas de decir hace unos minutos 
que era estúpida. 
 
 
44 
—No tengo ningún deseo de ver esta película en absoluto. Pero le 
prometí a mi hermana que no te dejaría verla sola. Así que, aquí estoy. 
—Extiende sus manos, y frunzo el ceño. 
—En serio, no necesitas hacerme ningún favor. 
Me frunce el ceño. —No es así. Lo hago por mi hermana. 
—Bueno, te libero del trato. Puedes irte a casa. —Gesticulo hacia 
la calle. 
Sigue la dirección de mi mano, como si lo estuviera considerando. 
Entonces, me mira y sacude la cabeza. —No puedo. Si Missy se entera de 
que te dejé aquí, me hará pasar un infierno. Y quiero seguir viviendo sin 
recibir un tirón de oreja por su parte. 
—No te preocupes; no le diré que no te quedaste. Y no le dirás. Así 
que, ahí tienes. Eres libre de irte. —Dejo que mis manos se extiendan. 
Suelta una risa baja. —Mi hermana me interrogará sin parar sobre 
la película cuando llegue a casa. Sabrá al instante si no la he visto. 
—Wikipedia. Puedes encontrar toda la trama ahí. Listo. 
—Missy puede oler una mentira a cincuenta pasos. Es como un 
perro olfateador de mierda. Parece que estamos atrapados durante las 
próximas horas. 
—No, realmente no. Solo porque le prometiste a tu hermana que te 
quedarías, no significa que tenga que estar de acuerdo. 
Se ríe de nuevo, los ojos se abren con humor. —De verdad no me 
quieres aquí, ¿verdad? —Su mano golpea su pecho—. Estás empezando 
a herir mis sentimientos, Jailbird. 
—Bien —suelto—. ¿Y por qué demonios te querría aquí? No has 
sido más que un idiota conmigo desde el momento en que te conocí. 
—Bueno, desde el momento en que te conocí no… —Sonríe con sus 
ojos brillosos, recordándome de mi momento semidesnuda y me quiebro. 
—¡Oh, lo siento! Debí haber dicho, en cuanto te diste cuenta de 
quién era. Así que, por favor, perdóname si no quiero pasar mi noche con 
un imbécil prejuicioso e intolerante que no puede ver más allá del final 
de su propia y llamada perfección ¡para entender a otras personas y sus 
problemas! 
Cuando termino, estoy respirando un poco más fuerte, y su cara 
está en blanco. 
—Nunca dije que era perfecto. 
Dejo salir una risa sin sentido del humor. —Lo que sea. Da igual, 
joder. Adiós, Ares. 
Giro en mis talones y marcho hacia el teatro. 
No es hasta que llego a la cola para las entradas cuando me doy 
cuenta de que está de pie justo detrás de mí. 
 
 
45
 
¡Por el amor de Dios! 
—Deja de seguirme —le siseo. 
—No lo hago. —Me da una mirada de inocencia, con los hombros 
levantados—. Solo voy a ver la película. 
—La película que no quieres ver. 
Sus labios se ensanchan en una sonrisa. 
—¡Dios, eres un idiota! Vete y déjame en paz, por favor. 
Mi voz se quiebra en la palabra por favor, y por temor a que pueda 
estallar en lágrimas o golpearlo en su cara hermosa y arrogante, me doy 
la vuelta, avanzando, mientras la fila se adelanta. Un momento después, 
siento calor en mi espalda y casi salto cuando siento su aliento caliente 
contra mi oreja. 
—Vaya, vaya, Jailbird, no hay necesidad de ser tan cruel. 
Casi me muerdo la lengua en eso. Volteo la cabeza para decirle que 
se vaya a la mierda, pero juzgo mal lo cerca que está en realidad. Mi nariz 
choca con la suya, nuestros labios literalmente a centímetros. 
Mi aliento se detiene. Mi cuerpo se congela. Mi nariz se inunda con 
su olor. Loción para después del afeitado de aroma selvático y el olor a 
menta en su aliento. 
Cada parte femenina de mí cobra vida. Es como si mi cuerpo se 
despertara de repente después de un largo período de inactividad y dijera: 
Bueno, hola, hombre con pene. Ha pasado un tiempo. ¿Quieres venir a 
jugar? 
Lo oigo contener el aliento, y sus ojos parpadean hasta mis labios. 
Los lamo sin pensar conscientemente, y sus ojos se encienden con 
fuego, causando un estrechamiento en mi vientre inferior. 
Jesús. 
Exhalo el aliento irregularmente. Sus ojos se levantan a los míos. 
—¿Quieres besarme, Jailbird? —susurra y se acerca más. Tan cerca que 
siento sus labios rozando los míos cuando habla de nuevo—. Sí… —
respira—. Eso nunca va a suceder. 
Todo lo bueno que sentía por dentro muere. Mi cara arde de 
vergüenza. 
Me enderezo y me cruzo de brazos. —Sé que no sucederá porque 
preferiría besar el herpes que a ti, idiota arrogante. 
—Dios, me encanta cuando me hablas sucio. 
Sonríe, y yo le muestro el dedo medio. 
Miro hacia adelante y camino directamente hacia la taquilla ahora-
abierta, ignorando el estruendo de la risa detrás de mí. 
—Una para ver The Gratest Showman, por favor —le digo a la chica 
en el mostrador. 
 
 
46
 
Pago mi boleto y camino directamente a la zona de la comida, sin 
echar una mirada hacia atrás. 
Después de comprar una gran tina de palomitas de maíz y una 
soda con no más avistamientos de Ares, lo que significa que recibió el 
mensaje y se fue, me dirijo al cine. 
Hay unas pocas personas ya sentadas. Vago hacia abajo y tomo un 
asiento en el centro de la sala, una pareja desde el final del pasillo. 
Pongo mi soda en el portavaso y mis palomitas de maíz en el suelo 
junto a mis pies mientras saco mis gafas de mi bolso. 
Las necesito para leer y ver televisión. Se me olvida ponérmelas, 
pero las necesito para el cine, ya que la pantalla es brillante y grande, y 
me dolerá la cabeza si no las uso. 
Me las pongo, recojo mis palomitas de maíz, y me siento en posición 
vertical. Al tiempo que alguien toma el asiento justo al lado de mí. 
Ares. 
—Por el amor de Dios —le grito—. ¡Vete! 
—No puedo. —Se encoge de hombros—. Le hice una promesa a mi 
hermana, y no rompo mis promesas. 
—No sabrá que no nos sentamos juntos, tonto. 
Se ríe de una forma sorprendida. —¿Acabas de llamarme tonto? 
—Escuchaste lo que dije. ¿Por qué me pides que lo repita? —Le 
regreso las palabras que usó conmigo la primera vez que me llamó 
Jailbird. 
Se ríe de nuevo. —Touché. —Se instala en su asiento, colocando 
sus largas piernas hacia fuera, claramente sin intención de moverse—. Y 
no se puede hacer, Jailbird. Tengo que sentarme aquí. Te lo dije, Missy 
sabe cuándo estoy mintiendo, y sabrá si no me senté contigo. 
—¡Arg! ¡Eres insufrible! ¿Es tu misión actual en la vida hacer mi 
vida miserable? Porque, noticias de última hora, señor Perfecto: mi vida 
ya es una mierda, ¡así que no hay mucho más que puedas hacer! 
Su cabeza se inclina hacia un lado, como si me estuviera

Otros materiales

Materiales relacionados