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Índice PORTADA EL ESTOICISMO DE MARCO AURELIO EN TRES ESQUEMAS MARCO AURELIO EN CUATRO CITAS LIBRO PRIMERO LIBRO II LIBRO III LIBRO IV LIBRO V LIBRO VI LIBRO VII LIBRO VIII LIBRO IX LIBRO X LIBRO XI LIBRO XII NOTA A ESTA EDICIÓN EL ESTOICISMO EN CUATRO CITAS MEDITACIONES DE ALGUNOS POLÍTICOS DE LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA ESTATUA ECUESTRE DE MARCO AURELIO NOTAS CRÉDITOS 2 kindle:embed:0001?mime=image/jpg Te damos las gracias por adquirir este EBOOK Visita Planetadelibros.com y descubre una nueva forma de disfrutar de la lectura ¡Regístrate y accede a contenidos exclusivos! Próximos lanzamientos Clubs de lectura con autores Concursos y promociones Áreas temáticas Presentaciones de libros Noticias destacadas Comparte tu opinión en la ficha del libro y en nuestras redes sociales: Explora Descubre Comparte 3 http://goo.gl/1OP6I6 http://goo.gl/v0wG2A http://goo.gl/JYqUxR http://goo.gl/IoPlU0 http://goo.gl/s0nYNA http://goo.gl/HjpKFD http://goo.gl/FKoB61 http://goo.gl/2VT2zx 4 5 6 7 8 9 10 Libro primero De mis próximos recibí o aprendí estas cosas: 1) De mi abuelo Vero, un carácter bondadoso y sereno. 2) De mi padre, según los que le conocieron, discreción y virilidad. 3) De mi madre, la devoción a los dioses y la generosidad; el no obrar mal y ni siquiera pensarlo. También una vida sencilla alejada de los lujos habituales en los ricos. 4) De mi bisabuelo materno, educarse en casa con buenos maestros, sin escatimar nada en ello. 5) De mi preceptor, no tomar partido en las competiciones; ser sufrido y saber vivir con poco; hacer tú mismo tu trabajo sin querer abarcar demasiado, y hacer oídos sordos a las calumnias. 6) Del artista y filósofo Diogneto, huir de las fruslerías; desconfiar de brujos, encantadores, exorcistas y embaucadores en general; no malgastar tu vida en pasatiempos; saber oír la verdad, familiarizarse con la filosofía ordenadamente; practicar la escritura desde niño, y vivir al estilo griego. 7) Del filósofo estoico Junio Rústico, mi muy querido maestro, saber que es necesario corregir el carácter; huir de la sofistería, de componer tratados meramente teóricos, de dar consejos y de alardear de asceta o filántropo; no vestir de gala en casa ni hacer cosas semejantes; escribir cartas con un estilo sencillo, como la que él escribió a mi madre desde Sinuesa; aceptar sin demora las disculpas y restablecer el trato cuando nos han ofendido; no leer de modo superficial y no dejarse convencer con facilidad por los charlatanes; haberme descubierto a Epicteto, dándome su copia de los Recuerdos. 8) De Apolonio, filósofo estoico, la libertad de pensamiento y una decisión firme; dejarse guiar sólo por la razón; ser siempre el mismo incluso con agudos dolores, al perder un hijo o durante enfermedades prolongadas; saber ser a un tiempo desenfadado y riguroso; explicarse sin alterarse; ser un hombre que consideraba el menor de sus talentos su experiencia y facilidad para transmitir conocimientos; aceptar los aparentes favores de los amigos, conociendo el arte de no rechazarlos groseramente, sin sentirse comprado por ellos. 11 9) De Sexto de Queronea, filósofo estoico, la benevolencia; una casa adecuadamente gobernada; vivir según la naturaleza; una dignidad auténtica; solicitud con los amigos; tolerancia con los necios y con los que hablan por hablar; adaptarse a todos de modo que su trato era más agradable que la adulación e inspiraba un gran respeto; saber ver con precisión y método, y ordenar los principios necesarios para la vida; no mostrarse colérico, ni sujeto a ninguna otra pasión, sino temperado y afectuoso; alabanzas sin estridencias; amplios conocimientos sin ostentación. 10) Del gramático Alejandro, mi maestro y preceptor, no criticar ni censurar a quienes han usado un barbarismo o un solecismo o cometido otro lapsus, sino, aprovechando cualquier oportunidad de la conversación (una pregunta, una aprobación, un comentario) sobre el tema en cuestión y no sobre la expresión gramatical, usar ingeniosamente y con precisión el término correcto, o bien cualquier sugerencia indirecta. 11) De Frontón, el orador, darme cuenta de la envidia, duplicidad e hipocresía de los tiranos y de que, casi siempre, los que llamamos patricios son, de algún modo, incapaces de afecto. 12) De Alejandro, el platónico, no rechazar sistemáticamente las obligaciones sociales diciendo o escribiendo como pretexto: «Estoy ocupado». 13) De Catulo, filósofo estoico, no desdeñar al amigo que nos culpa de algo, aunque sea sin razón, sino restablecer nuestra relación habitual; alabar de corazón a los maestros, como hacían Domicio y Atenódoto; el amor verdadero a los hijos. 14) De Severo, filósofo peripatético, el amor a la familia, la verdad y la justicia; haber conocido por él a Tráseas, Helvidio, Catón, Dión y Bruto; concebir una comunidad basada en la equidad y en la libertad de expresión para todos y una monarquía que respete como valor principal la libertad de sus súbditos; también el cultivo consistente y constante de la filosofía; hacer el bien, ser generoso; el optimismo y la confianza en el afecto de los amigos; no disimular con los que merecen tu censura; evitar las conjeturas a tus amigos al dejar muy claro lo que quieres. 15) Del estoico Claudio Máximo, mi maestro, el autocontrol y la firmeza; entereza en todo momento, especialmente durante las enfermedades; un carácter suave y grave a un tiempo; ejecutar sin protestar las tareas encargadas; tener la confianza de todos porque decía lo que pensaba y sus actos no tenían mala intención; ni asombrarse ni inquietarse; ni precipitarse ni eternizarse, ni impedido ni abatido, ni ruidosas risas y a continuación muestras de ira o recelo; hacer el bien, perdonar, ser leal; dar la impresión de hombre recto más que de enderezado; a su lado nadie se sentía superior a nadie, ni siquiera él; su amabilidad en la vida social. 12 16) De mi padre adoptivo, la mansedumbre y también la firmeza inquebrantable en las decisiones examinadas a fondo; la indiferencia a los honores aparentes; amor al trabajo y perseverancia; disposición a escuchar a los que contribuían útilmente a la comunidad; dar, sin vacilación, a cada uno según su mérito; saber distinguir cuándo hay que emplearse a fondo y cuándo hay que relajarse; cortar las relaciones amorosas con adolescentes; la sociabilidad; disculpar a los amigos por no asistir siempre a sus comidas o por no acompañarle necesariamente en sus viajes, y ser siempre el mismo con aquellos que circunstancialmente, por algún compromiso, le habían abandonado; no contentarse con las primeras impresiones, sino indagar minuciosa y tenazmente; la voluntad de mantener a sus amigos sin disgusto ni apasionamiento; autosuficiencia en todo sin perder la serenidad; sin teatralizar, prever con tiempo los más mínimos detalles; silenciar las aclamaciones y cualquier adulación; la vigilancia incesante de los intereses imperiales; la buena administración de los recursos públicos y la tolerancia con quienes le critiquen en este asunto; ni supersticioso con los dioses, ni dispuesto a ganar la popularidad con regalos o lisonjas; sino sobriedad en todo, firmeza, buen gusto, sin afanarse por la novedad. El empleo de los bienes que hacen cómoda la vida —y la Fortuna le había colmado de ellos— sin orgullo y sin excusas, aceptándolos con naturalidad cuando los tenía y sin añorarlos cuando le faltaban; el que nadie pudo nunca acusarle de charlatán, bromista o pedante, sino que fue tenido por maduro, cabal, insensible a la adulación, capaz de llevar sus asuntos y los de otros. Además, el respeto por los verdaderos filósofos y, sin hacer reproches a los demás, no dejarse embaucar por ellos; e incluso, su afabilidad y buen humor siempre sin exceso; el cuidado moderado de su cuerpo, no como quien se apega a la vida, ni con coquetería, aunque sin negligencia, de modo que casi nunca tuvo que recurrir a cuidados médicos. Sobre todo, su abierto reconocimiento, sin envidia, a los que poseían algún arte, como la facilidad de expresión,el conocimiento de las leyes y las costumbres o de cualquier otra materia, ayudándoles sin reserva a conseguir los honores que les correspondían; actuando siempre conforme a las tradiciones ancestrales, sin hacer evidente su voluntad de velar por ellas; y además no solía cambiar ni agitarse con facilidad, sino permanecer en los mismos lugares y ocupaciones; después de los agudos dolores de cabeza, con renovadas fuerzas volvía a sus tareas habituales; tener muy pocos secretos y sólo sobre asuntos de Estado; su discreción y moderación en festejos, en las obras públicas, en las donaciones populares, etc., atendiendo exclusivamente a las necesidades y no a la aprobación popular. Ni bañarse a destiempo, ni levantar casas, ni preocuparse por la comida, ni por el vestido, ni por el aspecto de la servidumbre; sus ropas y enseres procedían de sus casas de campo en Lorio y Lanuvio; ¡cómo trató al recaudador de impuestos que le hacía reclamaciones en Túsculo! Era así siempre; nunca fue violento o agresivo de modo que se dijera «Está a punto de explotar», sino que todo lo planeaba con detalle, tomándose el 13 tiempo necesario, ordenadamente; le aplicaba lo que se dice de Sócrates, que sabía abstenerse y disfrutar de las cosas cuya privación o disfrute perjudica de algún modo a la mayoría; su fuerza y resistencia sobrias eran propias de un espíritu equilibrado e invencible como lo mostró durante la enfermedad de la que murió.1 17) De los dioses, haber tenido buenos abuelos y padres, una buena hermana, buenos maestros y amigos íntimos, parientes y amigos casi todos buenos y el no haberme permitido ofenderlos, como era fácil esperar de mi carácter, de haberse presentado la ocasión; los dioses me favorecieron no permitiendo que nunca se me pusiera a prueba; no haber sido educado mucho tiempo por la concubina de mi abuelo; haber conservado el espíritu juvenil y no actuar virilmente antes de tiempo, sino incluso un poco tarde; haberme subordinado a un gobernante, mi padre, que debía librarme de la vanidad y hacerme comprender que se puede vivir en la corte sin guardia personal, vestidos costosos, candelabros, estatuas y otros lujos parecidos, sino que es posible ceñirse casi al modo de vida de la gente normal sin por ello perder dignidad o abandonar los deberes que a un príncipe exige el Estado; haber tenido un hermano que me enseñó a cuidarme y que me alegraba con su respeto y afecto; que mis hijos no hayan sido deformes o anormales; no haber quedado retenido en la retórica, la poética y demás disciplinas al no haber progresado en ellas con facilidad; adelantar a mis maestros los honores que ellos parecían desear sin posponerlo a causa de su juventud; haber conocido a Apolonio, Rústico y Máximo; haberme representado claramente y con frecuencia qué es vivir en armonía con la naturaleza, de modo que con la ayuda de los dioses nada me impedía vivir así, y si aún estoy lejos del objetivo yo soy el culpable por no escuchar sus consejos y enseñanzas; la larga resistencia de mi cuerpo a pesar de la vida que llevo; no haber tocado ni a Benedicta ni a Teodoto2 y haber sanado cuando fui víctima de pasiones amorosas más tarde; no haber llegado, en las frecuentes disputas con Rústico, a un extremo del que hubiera tenido que arrepentirme; que mi madre, muerta joven, viviera conmigo sus últimos años; disponer de dinero siempre que quise ayudar a un pobre o a alguien en apuros, y no haberme visto yo mismo en su situación; que mi esposa sea como es: tan obediente, cariñosa y sencilla; haber tenido muchos buenos educadores para mis hijos; haberme revelado en sueños varios remedios, especialmente contra mis expectoraciones de sangre y mis mareos y el oráculo de Gaeta («Según hagas, será»); no haber caído en manos sofistas, ni haberme dedicado demasiado a los autores, a la lógica, ni a la física celeste, cuando me inicié en la filosofía. Todo esto habría sido imposible sin ayuda de los dioses y de la Fortuna. En Germania, entre los cuados, a orillas del río Gran. 14 Libro II 1) Al despertar piensa esto: hoy me las veré con un indiscreto, un desagradecido, un insolente, un traidor, un envidioso y un egoísta. Son así porque no saben qué es el bien o el mal. Pero yo conozco que la belleza es el bien y la vergüenza el mal, y que quien yerra es inteligente y participa de lo divino como yo. Por eso nadie me puede cubrir de vergüenza y, por tanto, tampoco hacerme daño. Me es imposible, pues, enfadarme u odiar a mi semejante, porque todos nacemos para colaborar, igual que los dos pies, las dos manos, los dos párpados y los dientes superiores e inferiores. Va contra la naturaleza enfrentarse unos con otros, y enfrentarse también es enfurecerse y darse la vuelta. 2) Sólo soy carne, hálito vital y guía interior. Deja los libros, no te distraigas más, no puedes. Pues si piensas que eres un moribundo, desprecia la carne que sólo es barro y sangre, huesos y un entresijo de nervios, venas y arterias. ¿Y qué es el hálito? Aire y nunca el mismo, pues constantemente lo renuevas al respirar. Y, por último, sobre el guía interior reflexiona así: eres viejo; no consientas que siga siendo esclavo, zarandeado como una marioneta por instintos egoístas, enfadándose con su suerte presente o temiendo el futuro. 3) La providencia está presente en las obras de los dioses y también en las de la Fortuna. De la providencia fluye todo. Todo lo que ocurre es necesario y conveniente para el universo, del que tú formas parte. En la naturaleza es bueno para una parte lo que contribuye al conjunto y lo preserva. El mundo se conserva por las transformaciones de sus elementos, simples y compuestos. Si comprendes esto es suficiente. Así que, si no quieres morir gruñendo, sino resignado y agradecido a los dioses, abandona tu sed de libros. 4) Recuerda cuánto lo has demorado y cómo no has aprovechado las frecuentes oportunidades que los dioses te daban. Ya es hora de que comprendas de qué mundo formas parte, de qué gobernante del mundo procedes y que la duración de tu vida es limitada. Ésta es tu última oportunidad para serenarte. Aprovéchala. 5) Nunca dejes de hacer lo que, como romano y varón, tienes entre manos. Hazlo con la seriedad adecuada, con amor, libertad y justicia, y libérate de las demás distracciones. Lo conseguirás actuando reflexiva y razonadamente cada vez como si fuera la última de tu vida, sin falsedad, egoísmo o despecho con el destino. Ya ves qué poco se necesita para llevar una vida próspera en el temor de los dioses. Ellos no exigen nada más. 15 6) Te perjudicas, ay, alma mía, te perjudicas. Y no tendrás una segunda oportunidad. Breve es la vida y la tuya casi ha terminado sin que hayas conseguido respetarte, pues pones tu felicidad en las almas ajenas. 7) ¿Te distrae lo que ocurre en el exterior? Roba tiempo para aprender algo bueno y deja de dar vueltas. Tampoco te desvíes como quienes a fuerza de actividad están cansados de vivir y carecen de un punto al que dirigir sus esfuerzos y sus ideas. 8) No atender a lo que ocurre en el alma de otros no produce fácilmente infelicidad, pero sí el no escuchar a tu propia alma. 9) Siempre hay que tener presente cuál es la naturaleza del todo y cuál es la mía y cómo se relacionan entre sí, y saber que nadie te puede impedir comportarte o hablar conforme a la naturaleza. 10) Según el sentido común y desde una perspectiva filosófica, Teofrasto, al comparar los errores, dice que son peores los cometidos por concupiscencia que los cometidos por ira. Se basa en que quien monta en cólera parece apartarse de la razón con cierto pesar; mientras que quien se abandona a la concupiscencia se muestra vencido por el placer y más débil. Por ello, como buen filósofo, Teofrasto concluye que es más reprensible equivocarse con placer que con dolor. Puede decirse, pues, que el primero actúa como movido por una injusticia que le obliga a encolerizarse, mientras el otro comete el error movido por su propia concupiscencia. 11) Actúa, habla y piensa como si fueras a abandonar la vida en cualquier momento. Notemas alejarte de los hombres porque los dioses, si existen, no te harán ningún mal. Y si no existen o no se interesan en los asuntos humanos, ¿qué sentido tiene vivir en un mundo falto de divinidad o providencia? Pero existen y se interesan y, además, han dado al hombre todos los medios para que evite los verdaderos males. Su intención ha sido dotarnos completamente frente a cualquier mal. Y si nada empeora al hombre, ¿qué puede empeorar su vida? La naturaleza no lo habría consentido ni por ignorancia ni a sabiendas por carecer de poder. Tampoco sería posible que, por incapacidad, la naturaleza pudiera cometer un error tan grave como que buenos y malos disfrutaran de bienes y males por igual. ¿Pues qué son entonces la muerte y la vida, la gloria y la infamia, el dolor y el placer, la riqueza y la pobreza? Puesto que suceden indistintamente a buenos y malos, no son ni bienes ni males. 12) ¡Qué rápido se desvanece todo! Los cuerpos mismos, en el mundo, y su recuerdo, en el tiempo. ¡Cómo son todas las cosas sensibles, en especial, las que nos seducen y nos asustan, las que se proclaman orgullosamente! ¡Qué vil es todo, qué despreciable, sucio, corruptible… cadáver! Eso es lo que tu inteligencia debe considerar. ¿Quiénes son esos 16 que dan la fama o la quitan con opiniones? ¿Qué es morir? Si miras la muerte directamente, despojándola de las imágenes que la acompañan, verás que es un hecho natural; y si alguien teme una obra de la naturaleza, es un niño. Y no sólo es natural, es incluso útil. ¡De qué manera se relaciona el hombre con dios y con qué parte de su ser! 13) Nada es más lamentable que un hombre que, dando vueltas a todo, investiga, como dice Píndaro, «las profundidades de la tierra» y conjetura sobre las almas de los demás. Le bastaría con servir al dios que lleva en su interior, librándolo de pasión, de irreflexión y de enfado por lo que le ocurre. Pues lo que viene de los dioses es intachable por su superioridad, y lo que proviene de los hombres nos es cercano (y a veces merece la compasión por su ignorancia del bien y del mal, incapacidad tan grave como no poder distinguir lo blanco de lo negro). 14) Nadie pierde otra vida que la que vive, y no se vive más vida que la que se pierde, aunque vivieras tres mil años o treinta mil. Lo más largo y lo más corto confluyen en un mismo punto. El presente es igual para todos, también es igual lo que se pierde (y lo que se deja es muy pequeño). Ni el pasado ni el futuro se pueden perder, porque no se tienen. Debes recordar, pues, estas dos cosas: la primera que, puesto que todo se repite cíclicamente, da lo mismo que vivas cien años o una eternidad; la segunda, que tanto pierde el que vive mucho como el que poco, porque lo único que perdemos es el presente, lo único que tenemos. Lo que no tienes no se puede perder. 15) «Todo es opinión» (Menandro); son claras las palabras referidas al cínico Mónimo. También está clara su utilidad si tomas lo esencial. 16) El alma del hombre se perjudica cuando se convierte en una excrecencia del mundo. Lo hace cuando se irrita contra los acontecimientos, pues se separa de la naturaleza, de la que forman parte los demás seres. También se afrenta cuando siente aversión por alguien o intenta dañarlo, como ocurre con los coléricos. En tercer lugar, cuando cede al placer o al dolor. En cuarto lugar, cuando finge o va contra la verdad. En quinto lugar, siempre que su actividad e iniciativa carecen de objetivo y se afana en cualquier tarea casual, cuando hasta las más insignificantes acciones deben tener una finalidad. El fin de los seres racionales es obedecer la razón y las leyes venerables. 17) La vida del hombre es sólo un punto; su sustancia, fluida; su sensación, nebulosa; todo su cuerpo, corruptible; su alma, errante; su destino, un enigma; su renombre, impredecible. En resumen, un río lo corporal, vapor lo del alma, guerra y exilio la vida, olvido la fama. ¿Qué nos puede guiar? Sólo una cosa: la filosofía, que consiste en mantener a nuestro dios interior sin afrentas ni daños, por encima de placeres y penas, sin dejar nada al azar, sin mentir ni fingir, al margen de lo que los demás hagan, aceptando los acontecimientos y la parte que le toca, pues tienen su mismo origen. Y 17 sobre todo, esperar la muerte con buena disposición, sabiendo que es sólo la disolución de los elementos que componen a los seres vivos. Si la constante transformación de los elementos no es terrible para ellos, ¿por qué ha de serlo para nosotros? Esto es lo natural, y por tanto no es malo. En Carnunto.3 18 Libro III 1) No sólo hay que recordar que cada día vivido es un día menos, sino que no está garantizado que nuestra inteligencia nos acompañará hasta el final. Sin ella nuestro cuerpo continuará respirando, comiendo, etc., pero el hombre no podrá disponer de sí, atender sus deberes, analizar las apariencias, saber si ha llegado el momento de morir y otras cosas parecidas, porque estas capacidades se extinguen antes. No te demores, cada instante nos acerca a la muerte y nuestra inteligencia tiene una vida aún más corta. 2) Todo tiene su gracia, sólo hay que saber ver: las grietas del pan cocido lo hacen más apetitoso; los higos se abren cuando están bien maduros; las aceitunas que maduran en los olivos, próximas a pudrirse, tienen una singular belleza. Así, examinadas aisladamente, carecen de belleza las espigas dobladas, la melena del león, la espuma en la boca de los jabalíes y tantas otras cosas. Pero se vuelven bellas y atractivas viendo su lugar en los procesos naturales. Todo tiene encanto para quien, con sensibilidad e inteligencia, puede captar el conjunto. Verá con tanto gusto las reales fauces de las fieras como su reproducción por los mejores artistas. Incluso en los viejos encontrará fresca perfección y un amable encanto en los niños. Y otras muchas cosas que nunca verá un ignorante. 3) Hipócrates, aunque curó muchas enfermedades, enfermó y murió. Los caldeos vaticinaron la muerte de muchos y también a ellos les alcanzó el destino. Alejandro, Pompeyo y Cayo César, que arrasaron ciudades y aniquilaron ejércitos, también ellos murieron. Heráclito,4 después de investigar incansablemente sobre la ignición del mundo, murió hidrópico. Demócrito y Sócrates se agusanaron. ¿A qué viene esto? ¡Porque hay que acabar! Si es para ir a otra vida, allí también habrá dioses. Y si es para no sentir, evitarás el placer y el dolor, y la esclavitud de la parte subordinada (inteligencia y divinidad) a la envoltura (sangre y polvo). 4) No malgastes lo que te queda de vida conjeturando sobre los demás, a no ser que busques un bien común. Pues imaginar qué pueden estar haciendo y por qué, qué están pensando y qué planean, te aturde y te aparta de tu guía interior. Rechaza pensar en lo superfluo y casual, y más aún en lo inútil y superficial. Acostúmbrate a pensar cosas que nadie se avergonzaría de expresar en voz alta. Cosas que indiquen tu sencillez, benevolencia y sociabilidad, y no fantasías voluptuosas. Pensamientos exentos de rivalidad, envidia, recelo o cualquier otra vergonzosa pasión. El hombre que así es, esforzado por situarse entre los mejores, se convierte en sacerdote y servidor de los 19 dioses y de su propia divinidad, lo que le inmuniza contra los placeres, le hace invulnerable a cualquier dolor, insensible a toda maldad e inalcanzable para cualquier exceso. Luchador en el superior combate contra la pasión, lleno de justicia y aferrado con todas sus fuerzas a los acontecimientos y a la parte que le toca, no cavila, a no ser por absoluta necesidad o por el bien común, sobre lo que dicen, hacen o planean los demás. Sólo hace lo que le corresponde, cumpliendo así con su deber, y piensa en sus cosas (que forman parte del conjunto), convencido de que están bien. Pues el destino de cada uno está entrelazado con el conjunto, y éste con aquél. Recuerda que todos los seres racionales están emparentados y que lo natural en el hombre es atender a todos los hombres, aunque no hay que considerar la opinión de cualquiera,sino la de aquellos que viven de acuerdo con la naturaleza. Y de los que no viven así, no olvida nunca cómo son en su casa y fuera de ella, de día y de noche, y con quiénes andan. No valora la aprobación de éstos, que ni siquiera consigo mismos se sienten satisfechos. 5) No actúes de mala gana ni de forma insociable, ni sin sopesar las cosas, ni dejándote llevar. No adornes tus ideas. Habla poco y abarca pocos asuntos. Más bien, que el dios que llevas dentro dirija a un ser viril, respetable, solidario, un romano y un líder, que tiene todo dispuesto (como lo estaría alguien preparado para morir), sin nada que lo ate, sin juramentos ni testigos. Todo con serenidad, sin necesitar ayuda externa, ni la tranquilidad que dan otros. Anda recto y no enderezado. 6) Si encuentras en la vida un bien superior a la justicia, a la verdad, al equilibrio, a la fortaleza y, en una palabra, a una inteligencia autosuficiente para ayudarte a actuar razonablemente en lo que el destino te permite elegir; si lo encuentras, acéptalo sin reservas y disfrútalo. Pero si no aparece nada mejor que el dios que llevas dentro, que domina los instintos, que vigila las ideas, que, como decía Sócrates, se ha liberado de las pasiones sensuales, que se somete a los dioses y considera lo humano su principal preocupación; si encuentras que las otras cosas valen menos, recházalas para no perder tu autoestima. A los bienes de la razón y de la convivencia no se les debe oponer bienes como la aprobación de la muchedumbre, el poder, la riqueza o los placeres. Todas estas cosas terminan por dominarnos y desviarnos. Otra vez te lo digo: elige libremente lo mejor y consérvalo. «Pero el bien es lo que conviene.» Si afecta a tu parte racional, obsérvalo, y si concierne solo a tu parte animal, acéptalo sin avergonzarte. Lo importante es que decidas adecuadamente. 7) No consideres interesante lo que un día te llevará a violar tu palabra, a perder el pudor, a odiar, sospechar, maldecir a alguien, a utilizar malas artes, a ansiar lo que hay que tapar. Quien antepone a todo su inteligencia y su venerado dios interior no hace escenas, no se queja, no se refugia ni en la soledad ni en la muchedumbre. Más importante aún: vivirá sin huir ni perseguir. No le inquieta el tiempo que cuerpo y alma 20 permanecerán unidos. Pues si ahora tuviera que separarse de él lo haría tan fácilmente, con la misma sobriedad y decencia con que haría cualquier otra cosa. Lo único que vigila durante su vida es preservar su inteligencia de lo impropio de un ser racional y social. 8) En la inteligencia del hombre que se ha disciplinado y purificado a fondo no hay nada infecto ni manchado. Cuando le llega la hora, su vida no está incompleta; no es como el actor que, sin acabar su papel, abandona la escena antes del desenlace. Carece de servilismo, afectación, independencia en exceso o desapego; nada que reclamar, nada que esconder. 9) Venera tu capacidad crítica. De ella depende que tu guía interior opine según la naturaleza y la razón. Ella evita la precipitación y garantiza las buenas relaciones con los hombres y el acuerdo con los dioses. 10) Conserva estos pocos preceptos y olvida el resto. Recuerda que sólo se vive el presente, este instante fugaz. Lo demás o se ha vivido o es incierto. La vida es breve. Pequeño es el rincón donde se vive. Mínima es la fama póstuma, por larga que sea, y su existencia depende de una sucesión de hombres insignificantes que pronto mueren, que no se conocen a sí mismos y menos aún a quien murió hace tiempo. 11) A estos preceptos hay que añadir otro: delimitar siempre el objeto imaginado, y así se tendrá una visión del conjunto, de sus partes y de su esencia; darle nombre al todo y a sus componentes. Nada engrandece más que identificar con buen método cada cosa que se presenta en la vida y ver siempre su utilidad concreta, su valor en relación con el conjunto y con el hombre que vive en la ciudad más excelsa. Qué es, de qué elementos se compone, cuánto tiempo perdurará por naturaleza el objeto que inspira mi imagen y, en relación con él, qué virtud se necesita: amabilidad, valentía, sinceridad, lealtad, sencillez, autosuficiencia, etc. Por tanto, hay que distinguir sus orígenes: la divinidad, la concatenación, la estrecha trama de acontecimientos, el azar, uno de mi raza, un pariente, un compañero, aunque ignora lo que para él está de acuerdo con la naturaleza. Pero yo no lo ignoro. Por eso me relaciono con él según las normas naturales de la sociedad, con benevolencia y justicia. No dejo de buscar su valor a las cosas indiferentes. 12) Si cumples la tarea presente siguiendo la recta razón con presteza, con energía, con buena voluntad, sin desviarte; si, además, conservas puro al dios que llevas dentro como si ya tuvieras que devolverlo; y si nada esperas ni evitas, contento con lo que haces de acuerdo con la naturaleza, diciendo siempre la heroica verdad: vivirás feliz. Nadie te lo impedirá. 21 13) Igual que los médicos siempre tienen a mano los útiles para las curas de urgencia, tú debes tener los principios con los que puedes reconocer lo divino y lo humano, y hacer absolutamente todo consciente de la relación que une a ambos. Nada estará bien hecho si se olvida su mutua correspondencia. 14) No divagues más. Ya no podrás releer tus notas, ni las antiguas historias de griegos y romanos, ni los pasajes de tratados que guardabas para la vejez. Apresúrate hacia la meta, despídete de las vanas esperanzas y ayúdate, si es que te importas, mientras aún es posible. 15) Se desconocen todos los significados de robar, sembrar, comprar, descansar, ver lo que hay que hacer. Se necesitan otros ojos para verlo. 16) El hombre tiene: cuerpo, alma e inteligencia. Al cuerpo corresponden las sensaciones, al alma los impulsos y a la inteligencia los principios. Los animales también pueden recibir sensaciones por medio de imágenes. Las fieras, los afeminados, los tiranos como Fálaris y Nerón también son movidos por sus impulsos como los títeres. Los impíos, los traidores a la patria, los que hacen cualquier cosa una vez cerrada la puerta, también son capaces de guiarse por la inteligencia en los supuestos deberes. Si todo esto lo comparte con los seres mencionados, la marca del hombre bueno es aceptar gustosamente lo que le ocurre. No enturbiar al dios que lleva dentro con un tropel de imaginaciones, sino mantenerlo apto, obediente a dios, sin mentir, sin cometer injusticias. Y si todos desconfían de que viva sencilla y alegremente, no se enfada con nadie ni se aparta del camino que le lleva a su meta. A ella debe llegar puro, en paz, libre de ataduras, conforme con su destino. 22 Libro IV 1) El soberano interior, cuando actúa de acuerdo con la naturaleza, se adapta siempre con facilidad a los acontecimientos. Sin predilección alguna, aborda instintivamente y prevenido lo que encuentra y convierte en favorable lo que era un obstáculo. Es como un fuego que se impone sobre los objetos que le vienen encima, situación que una llamita no habría soportado. Este fuego vivo devora con rapidez lo que le cae y crece con ello. 2) No hagas nada al azar, ni en desacuerdo con los principios del arte de vivir con perfección. 3) La gente se suele retirar al campo, a la costa o a la montaña. Tú mismo lo deseas a menudo. Pero es un tanto ingenuo, pues en cualquier momento te puedes retirar en ti mismo. En ninguna otra parte se encuentra más sosiego y quietud que en la propia alma; especialmente quien tiene tales bienes en su interior: su mera visión le proporciona una paz plena. Y esta paz no es más que un alma bien ordenada. Regálate constantemente este retiro reparador. Los principios concisos y básicos que primero encuentres eliminarán las preocupaciones y te llevarán, sin enfado, a donde regresas. Porque ¿contra quién te enfadas? ¿Contra la maldad de los hombres? Recapacita: los seres racionales existen unos por otros, la paciencia es parte de la justicia, sus errores son involuntarios; cuántos enemigos y sospechosos están ya muertos y convertidos encenizas. Cálmate. ¿Estás descontento por lo que te ha tocado? Recuerda la disyuntiva: o la providencia o los átomos, y todo lo que te ha probado que el mundo es como una ciudad. ¿Aún te tiene agarrado lo corporal? La inteligencia, una vez recobrada y consciente de su poder, no se mezcla con los cambios, suaves o violentos, del hálito vital. Recuerda todo lo que has aprendido sobre el placer y el dolor. ¿Quizá te atormentará la vanagloria? Mira la rapidez del olvido de tantas cosas y el abismo de la eternidad por los dos lados, el ruido vacío, la versatilidad e irreflexión de quienes parecen aplaudirte, los estrechos límites de la gloria: la Tierra entera no es más que un punto y ¡qué reducida es la parte habitada! Y allí, ¿quiénes y cuántos te elogiarán? No olvides el retiro que tienes en un rinconcillo, en ti mismo. Sobre todo no te inquietes ni te atormentes. Sé libre y examina las cosas como hombre, como ser humano, como miembro de la comunidad, como quien debe morir. Y entre los principios que tendrás a mano y que seguirás, pon estos dos: primero, que las cosas no afectan al alma, 23 están fuera, inmóviles; los problemas sólo nacen de la opinión interior; segundo, todo lo que ves cambiará enseguida y no existirá. Piensa en las cosas que ya has visto transformarse. «El mundo sólo es cambio; la vida no es más que opinión» (Demócrito). 4) Si tenemos en común la inteligencia, como seres racionales también poseemos en común la razón. En consecuencia, también nos es común la razón que nos dice qué debemos hacer y qué no, y por lo tanto también la ley es común para todos. De ello nos viene ser ciudadanos y participar de una ciudadanía. Y si esto es así, el mundo es entonces como una ciudad, pues ¿qué otra ciudadanía común comparte el género humano? De esta común ciudad provienen la inteligencia, la razón y la ley. ¿De dónde si no? Pues si cada una de las partes que me forman —tierra, agua, aire, fuego— tiene su propia fuente (pues nada viene de la nada y tampoco nada desaparece nunca), la inteligencia necesariamente procede de alguna parte. 5) La muerte, como el nacimiento, es un misterio de la naturaleza. Aquélla disuelve los elementos que ésta combinó. Y esto no es vergonzoso, pues no está en contra ni de la condición ni de la constitución de un ser inteligente. 6) Es natural y necesario que esto suceda a seres de esta clase. Rechazarlo es negarle su jugo a la higuera. En suma, recuerda que en poquísimo tiempo tú y él estaréis muertos, y en breve no quedará ni vuestro nombre. 7) Sin opinión no hay posibilidad de sufrir daño; sin posibilidad de sufrir daño no hay daño. 8) Lo que no hace al hombre peor, no hace peor su vida, ni le daña por dentro o por fuera. 9) La naturaleza de lo útil crea lo útil por necesidad. 10) «Todo lo que ocurre es justo.» Si te fijas con atención, verás que es así. Y no me refiero sólo a que ocurra de una manera consecuente, sino justa y merecidamente. No dejes nunca de observar y compórtate siempre con el deseo de ser un hombre de bien. 11) No juzgues las cosas como lo hace el insolente o como quiere que lo hagas. Examínalas tal y como son. 12) Siempre tienes que ser capaz de dos cosas: la primera, hacer exclusivamente lo que según tu razón beneficia a los hombres; la otra, cambiar cuando alguien te corrija o te convenza. Hazlo siempre movido por la justicia y el bien común, y no por lo que parezca agradable o popular. 24 13) —¿Tienes razón? —Sí. —¿Por qué no la usas? —Si ves que funciona, ¿qué más quieres? 14) Fuiste formado como una parte. Te desvanecerás en lo que te dio vida o, mejor, serás absorbido, por transformación, en su razón generatriz. 15) Hay muchos granos de incienso en el mismo altar. Uno se consumió primero, otro después: carece de importancia. 16) En diez días les parecerás un dios, aunque ahora les parezcas una fiera y un mono. Pero sólo si regresas a los principios y al culto de la razón. 17) No actúes como si fueras a vivir diez mil años. Lo inevitable pende sobre ti. Mientras vivas, mientras sea posible, sé un hombre de bien. 18) Cuánto tiempo libre gana quien no mira lo que dice, hace o piensa el vecino y sólo se preocupa de que sus propios actos sean justos y buenos. No prestes atención a la maldad. Vete directo hacia la meta, sin desviaciones. 19) Quien se preocupa por su fama póstuma se olvida de que quienes le recuerden también morirán pronto; también aquellos que los sucedan. Serán como luces que se encienden y se apagan, hasta que su recuerdo desaparezca por completo. Aun suponiendo que fueran inmortales, como tu recuerdo, ¿en qué te afecta? Y no me refiero al muerto, sino al vivo: ¿de qué le sirve el elogio? Si no es para un propósito muy práctico, desperdicias lo que te da la naturaleza. 20) Lo bello, para serlo, no necesita de elogios: se basta a sí mismo. Los elogios ni lo afean ni lo mejoran. Aquí también incluyo la belleza artificial. ¿Qué necesita lo que es realmente bello? Lo mismo que la ley, la verdad, la bondad y la honestidad. ¿En qué les afectan las críticas o las alabanzas? ¿Será peor la esmeralda si no se la elogia? ¿Y el oro, el marfil, la púrpura, una lira, una espada, una flor, un árbol? 21) Si las almas perduran desde la eternidad, ¿cómo las puede contener el aire? ¿Y cómo caben en la tierra los cuerpos enterrados desde hace tantos siglos? Los cadáveres permanecen inicialmente, pero después se transforman y se descomponen, haciendo sitio para otros cuerpos. Lo mismo ocurre con las almas: al principio residen en el aire, pero luego se transforman y se dispersan absorbidas por la razón generatriz del mundo. Así queda sitio para otras almas. Así se podría contestar, aceptando la hipótesis de la supervivencia del alma. 25 Pero no sólo los cuerpos humanos, también hay que considerar los de los animales que nos comemos a diario y los de las otras especies. ¡Cuántos seres se consumen de ese modo y quedan, por así decir, sepultados en los cuerpos de los que con ellos se alimentan! Y tienen su sitio, al pasar a la sangre y transformarse en aire o en fuego. ¿Cómo saber la verdad sobre esto? Distinguiendo entre la causa material y la formal. 22) No andes perdido. Ante los impulsos sé justo y ante cualquier imaginación mantén tu capacidad de comprender. 23) Me conviene lo que te conviene, ¡oh, mundo! Lo que para ti está en sazón, para mí llega a tiempo. Lo que tus estaciones dan, ¡oh, naturaleza!, es para mí fruto. Todo viene de ti, en ti ocurre todo, todo retorna a ti. Aristófanes dice: «¡Querida ciudad de Cécrope!». ¿Y tú no dirás: «¡Oh, querida ciudad divina!»? 24) Demócrito dijo: «Haz pocas cosas si quieres conservar tu buen humor». ¿No es mejor hacer sólo lo necesario y todo lo que manda la razón del ser que es sociable por naturaleza, y tal como dice? Si así lo haces, conseguirás tanto el buen humor que produce el deber cumplido, como el que procede de actuar con moderación. Es posible prescindir de la mayoría de nuestras palabras y actos, y eliminarlos sólo nos trae tiempo libre y tranquilidad. Por eso, es necesario recordar siempre: ¿no será esto algo prescindible? Y no sólo hay que eliminar las acciones innecesarias, también hay que aligerar las ideas para que no se produzcan las acciones que entrañarían. 25) Prueba cómo te va la vida del hombre de bien, que acepta con gusto la parte del todo que le ha tocado y está contento con su justo actuar y su talante amable. 26) ¿Has visto eso? Mira esto también. No te turbes; sé sencillo. ¿Alguien se equivoca? Sólo le afecta a él. ¿Te ha pasado algo? Era tu destino porque todo está predeterminado desde el comienzo. En suma: la vida es breve. Hay que aprovechar el presente correcta y razonablemente. Relájate con moderación. 27) O un mundo muy ordenado, o una diversidad amontonada pero todavía con orden. ¿Puede haber orden en ti y desorden en el todo, cuando todo está tan relacionado? 28) Carácter avieso, afeminado, terco, salvaje, brutal, pueril, blando, falso, escabroso, interesado, tiránico. 29) Extranjero en el mundo es tanto quien no conocelo que hay en él como quien no conoce lo que pasa. Fugitivo el que huye de la ley de la ciudad; ciego el que tiene cerrados los ojos de la inteligencia; mendigo el que necesita de otro y no se basta a sí mismo. Tumor purulento del mundo quien, por desacuerdo constante con lo que ocurre, 26 rechaza la razón de la naturaleza que nos es común: todo, incluido tú, tiene en ella su origen. Miembro amputado de la ciudad el que separa su alma de la de los seres racionales, pues sólo es una. 30) Un filósofo sin túnica, otro sin libro, otro semidesnudo. Dice: «No tengo qué comer, pero sigo fiel a la razón». Y yo, con estudios, no sigo fiel. 31) Ama y acepta el arte que aprendiste. Pasa tu vida como quien en todo ha confiado en los dioses, sin ser tirano o esclavo de nadie. 32) Piensa, por ejemplo, en la época de Vespasiano. Verás lo mismo siempre: gente que se casa, cría hijos, enferma, muere, guerrea, hace fiestas, comercia, cultiva la tierra, adula, es arrogante, sospecha, conspira, desea la muerte de algunos, refunfuña del presente, ama, atesora, ambiciona altos cargos, el poder. Sin embargo, su vida ya no existe. Pasa ahora a la época de Trajano: las mismas cosas de nuevo e idéntico desaparecer. Observa, a través de los documentos de cualquier tiempo y cualquier nación, cómo muchos hombres, después de muchos esfuerzos, desaparecieron y se descompusieron en átomos. Especialmente fíjate en tus conocidos, en los que trabajaron inútilmente sin atender a su propia constitución. Persevera y confórmate. Presta a cada cosa la atención que ella misma merece. Así no te desanimarás, a no ser que dediques a naderías más tiempo del necesario. 33) Ahora resultan anticuadas las expresiones que eran habituales ayer. Lo mismo ocurre con los nombres de personas, algunos muy famosos en el pasado hoy nos suenan raros: Camilo, Cesón, Voleso, Leonato; y después, sucesivamente, Escipión y Catón, Augusto, Adriano y Antonino. Todo pasa y con rapidez se convierte en leyenda, hasta que lo cubre el olvido. Y sólo me refiero a los más relevantes, porque los demás, una vez que mueren, como dijo Homero, «son ignorados y olvidados». ¿Y qué es, en suma, el recuerdo permanente? El completo vacío. ¿Por qué hay que esforzarse? Por esto sólo: pensamientos justos, obras para el bien común, hablar sin engaño, aceptar todo lo que ocurre como necesario, como familiar, que procede de un origen común. 34) Abandónate gustoso a Cloto, la parca que urde el destino. Déjala que teja tu vida como ella quiera. 35) Todo es efímero: lo que recuerda y lo recordado. 36) Observa que todo nace por transformación. Acostúmbrate a pensar que el máximo deseo de la naturaleza es renovar las cosas existentes con otras semejantes. De alguna manera todo lleva en sí la semilla del nuevo ser. Pero tú, como un ignorante, sólo eres capaz de ver la semilla que fertiliza la tierra o la matriz. 27 37) Morirás enseguida y aún no eres sencillo, ni imperturbable; tienes miedo del daño exterior, no eres benévolo con todos, ni reduces la sabiduría a actuar con justicia. 38) Examina los principios que guían a los sabios y descubre qué evitan y qué persiguen. 39) Tus males no provienen del guía interior de los demás ni de los cambios de las circunstancias. ¿De dónde, entonces? De tu actitud ante el mal. Si no prejuzgas, todo irá bien. Incluso si tu cuerpo es cortado, se quema, se llena de pus o gangrena, permanece tranquilo y no juzgues lo que suceda a buenos y malos. Pues no va contra la naturaleza ni es conforme a ella lo que ocurre a todos por igual. 40) Piensa sin cesar que el mundo es un ser vivo único: tiene una sola sustancia y una sola alma. Piensa que sólo hay una percepción: la suya; que todo lo hace de un único impulso; que todo lo que ocurre está interrelacionado y muy trabado. 41) «Sólo eres un alma que acarrea un cadáver», como decía Epicteto. 42) Nada malo ocurre a lo que está cambiando; tampoco nada bueno a lo que nace de ese cambio. 43) El tiempo es como un río donde los acontecimientos son como una corriente impetuosa. Apenas se entrevé una cosa, ya es arrastrada; y también lo será la que ocupa su lugar. 44) Todo lo que ocurre es tan familiar y conocido como la rosa en primavera y los frutos en verano. Así son la enfermedad, la muerte, la calumnia, la traición y todo lo que alegra o aflige a los necios. 45) Todo hecho es consecuencia de uno precedente. No se trata sólo de una sucesión de hechos aislados y necesarios, sino de un encadenamiento lógico. Si los seres están armónicamente coordinados, del mismo modo los hechos no se suceden sin más, sino que guardan una relación asombrosa. 46) Recuerda siempre lo que dijo Heráclito: «Cuando la tierra muere se convierte en agua; cuando el agua muere se convierte en aire, y el aire en fuego y a la inversa». Recuerda también a los hombres que olvidan adónde va el camino; y «que discrepan de la razón que todo lo gobierna (con la que tienen que tratar de continuo) y que encuentran extrañas las cosas cotidianas». Además, «no hay que hablar ni actuar como quien duerme», pues en los sueños nos parece que hablamos y actuamos. Ni, «como hijos con padres», aceptar sin más las cosas heredadas. 28 47) Si un dios te dijera que ibas a morir mañana o pasado mañana, te daría igual un día u otro, a menos que fueras un cobarde, pues ¿cuál es la diferencia? Del mismo modo, no hay mucha diferencia entre morir mañana y muchos años después. 48) Considera incesantemente cuántos médicos que fruncieron el ceño a la cabecera de sus enfermos están muertos; cuántos astrólogos que se creyeron importantes por predecir la muerte de otros; cuántos filósofos después de interminables discusiones sobre la muerte y la inmortalidad; cuántos príncipes después de hacer morir a tanta gente; cuántos tiranos que, como si fueran a ser inmortales, abusaron de su poder sobre las vidas de otros, con una arrogancia desconcertante. Cuántas ciudades, si puede decirse así, están muertas completamente: Hélice, Herculano, Pompeya y otras muchas. Pasa revista, uno por uno, a todos los que has conocido. Éste, después de haber rendido sus honores a otro, fue honrado en su lecho de muerte por un tercero, al que a su vez llegó su hora. ¡Y todo en un instante! En resumidas cuentas, es preciso considerar siempre las cosas humanas como pasajeras y sin valor: ayer, un poco de flema, mañana, momia o un montón de ceniza. Esta mínima duración considérala natural y termina tu vida satisfecho: igual que la aceituna que, una vez madura, cae, haciendo así un bien a la tierra que la produjo y siendo agradecida al árbol que la hizo crecer. 49) Parecerse al promontorio sobre el que rompen las olas sin cesar: él queda en pie mientras a su alrededor mueren los borbotones de agua. «¡Lo que me ha pasado! ¡Qué desgraciado soy!», dices. Pues no, al contrario. Debes decir: «¡Qué dichoso soy!, pues al ocurrirme esto, continúo libre de aflicción y ni el presente me abate ni el futuro me asusta. Podría haberle ocurrido a otro, pero no todos continuarán, como yo, sin tristeza». ¿Por qué va a ser esto una desgracia y aquello buena suerte? ¿Acaso llamas desgracia para el hombre a lo que no es un fracaso de su naturaleza, o supones que es un error de la naturaleza humana lo que no se opone a su propio designio? Y bien, ¿has aprendido su designio? ¿Te impide lo que ocurre allí ser justo, magnánimo, equilibrado, sabio, prudente, leal, veraz, pudoroso, libre, y todas las virtudes que reunidas hacen que la naturaleza del hombre posea lo que le es propio? Acuérdate, pues, ante cualquier circunstancia que te aflija, de usar este principio: esto no es una desgracia, sino una dicha soportarlo con coraje. 50) Nos ayuda eficazmente a despreciar la muerte recordar a los que se han aferrado a la vida. ¿Qué han ganado respecto a los que murieron prematuramente? Al fin y al cabo, en algún lugar yacen los que como Cadiciano, Fabio, Juliano y Lépido enterraron a muchos. Pequeña es la distancia, pero fatigosa con esta clase de compañía y este cuerpo. No es ningún negocio. Si miras,verás delante de ti y a tu espalda el infinito. En esta inmensidad, ¿en qué se distinguen el que ha vivido tres días del que ha vivido tres generaciones? 29 51) Corre siempre por el camino más corto: el que está de acuerdo con la naturaleza. Por eso habla y actúa de la manera más sensata. Así evitarás las dificultades, las contiendas, las preocupaciones y todo lo innecesario. 30 Libro V 1) Cuando por la mañana te cueste trabajo despertar, ten presente este pensamiento: «Me despierto para llevar a cabo mi tarea como hombre». ¿Voy a estar de mal humor por tener que hacer aquello para lo que he sido hecho y colocado en el mundo? ¿Acaso he sido constituido para permanecer calentito debajo de la manta? «¡Eso es más agradable!», pero ¿has sido hecho entonces para el placer? En general, ¿has sido hecho para la pasividad o para la actividad? ¿No ves que las plantas, los pájaros, las hormigas, las arañas, las abejas hacen las tareas que les corresponden, contribuyendo así a la armonía del mundo? Y tú, ¿no quieres hacer lo que corresponde a un hombre, ni apresurarte a lo que está de acuerdo con la naturaleza? «También hay que descansar.» Sí, de acuerdo, pero la naturaleza ha fijado sus límites al reposo, igual que al comer y al beber, y, sin embargo, tú traspasas esos límites y vas más allá de lo que es suficiente, excepto en tus acciones, en las que te quedas por debajo de tus posibilidades. Eso es porque no te amas, pues si lo hicieras amarías a tu naturaleza y su propósito. Otros, por los oficios que aman, se desviven dedicándose a ellos sin comer ni lavarse, ¿estimas tú menos a tu naturaleza que el cincelador su arte, o el bailarín la danza, o el avaro su dinero, o el vanidoso la jactancia? Éstos, cuando se apasionan, no quieren comer ni dormir, sino sólo ver progresar las cosas por las que se afanan. ¿Te parecen inferiores y que merecen menos cuidados las cosas útiles a la comunidad? 2) ¡Qué fácil es dejar de lado cualquier imaginación enojosa o extraña, y encontrar así, inmediatamente, una calma perfecta! 3) Considérate digno de cualquier palabra o hecho que estén en armonía con la naturaleza y no te retraigan las críticas. Si está bien hacer algo o decir algo, no te consideres indigno de ello. Los demás tienen su propio guía interior y siguen sus propias inclinaciones. No te inquietes y sigue derecho tu camino, guiado por tu propia naturaleza y la naturaleza universal, pues ambas siguen el mismo camino. 4) Avanzo de acuerdo con el camino de la naturaleza hasta que caiga y descanse, exhalando mi último aliento en este aire que respiro, al caer sobre esta tierra de la que mi padre recogió la semilla, mi madre la sangre, mi nodriza la leche, tierra que desde hace tanto tiempo me da alimento y bebida, que me lleva cuando ando, y de la que obtengo tantos beneficios. 31 5) ¿Que no pueden admirar tu agudeza? Sea, pero todavía existen otras muchas cosas para las que has nacido con un don natural. Haz acopio, pues, de aquellas que dependen únicamente de ti: sinceridad, dignidad, fortaleza, moderación frente a los placeres, resignación ante el destino, necesidad de poco, bondad, libertad, sencillez, seriedad en los propósitos, grandeza de ánimo. ¿Te das cuenta de cuántas cosas puedes adquirir ya, sin que tengas ninguna incapacidad o insuficiencia natural que te sirva de excusa? Y, sin embargo, de forma voluntaria, te encuentras todavía por debajo de tus posibilidades. ¿Es por culpa de un defecto en tu constitución por lo que te ves obligado a refunfuñar, a ser avaro, a adular, a culpar a tu cuerpo, a darte gusto, a andar sin rumbo, a hacer sufrir a tu alma tales oscilaciones? No, desde luego. Hace tiempo que podías haberte librado de estos defectos, y ser culpable sólo de cierta lentitud y torpeza para comprender. E incluso la lentitud puedes ejercitarla y no resignarte ni complacerte en ella. 6) Existe un tipo de hombre dispuesto a cobrarse el favor que ha hecho a alguien. Un segundo tipo no obrará así, pero en su interior considerará al favorecido su deudor y será muy consciente de lo que ha hecho. Un tercero, en cierto modo, ni siquiera será consciente de su acción, pues es como una vid que, después de producir sus frutos, nada reclama, como un caballo que ha corrido, un perro que sigue el rastro, una abeja que produce miel. Del mismo modo que la vid pasa a producir nuevos frutos, este hombre que hizo un favor hará a continuación otro sin buscar beneficio. ¿Hay que ser como estos hombres que no son conscientes de lo que han hecho? Alguno responderá: «Sí, pero es preciso ser consciente, pues lo propio del hombre sociable es darse cuenta de que obra de acuerdo con el bien común y, ¡por Zeus!, querer que su vecino también se dé cuenta». Lo que dices es cierto, pero tuerces el verdadero sentido siendo como los que he mencionado, que se dejan engañar con argumentos aparentemente lógicos. Intenta comprender el verdadero sentido de mis palabras y no temas que por ello vayas a dejar de hacer algo bueno para la sociedad. 7) Súplica de los atenienses: «Zeus amado, envíanos lluvia, envíanos lluvia a nuestros campos y cultivos». O no se reza, o se hace de esta manera, sencilla y francamente. 8) En el mismo sentido que decimos: «Asclepio ordenó a éste equitación, baños de agua fría, o caminar descalzo», decimos también: «La naturaleza universal le ha ordenado una enfermedad, una mutilación, una pérdida, o alguna otra cosa semejante». Pues en el primer caso, «ordenó» significa: «le mandó esto como apropiado para su salud», y en el segundo caso, «ordenó» significa que «le ha mandado esto como apropiado de alguna manera a su destino». Así decimos que los acontecimientos nos convienen, igual que los albañiles dicen que las piedras cuadrangulares encajan unas con otras, en los muros o pirámides, según determinada combinación. Porque, en definitiva, no hay más que una sola armonía, y del mismo modo que un cuerpo como el mundo se completa con todos los cuerpos, una causa como el destino se completa con todas las causas. Hasta los más 32 ignorantes entienden lo que quiero decir, pues dicen: «Esto le traía el destino», por consiguiente, esto le era traído y esto le era ordenado. Aceptémoslo, pues, como prescripciones de Asclepio. Muchas de ellas son duras, pero las aceptamos con la esperanza de sanar. Considera del mismo modo lo que decide y hace la naturaleza común. Acoge todo lo que acontece, aunque te parezca duro, porque conduce a la salud del mundo, a la prosperidad y bienestar de Zeus. Todo lo que acontece a cada uno beneficia al conjunto y todo lo que produce la naturaleza se adapta al ser que la gobierna. Así pues, hay dos razones para que estés contento con lo que te ocurra: una, porque ocurre por ti, para ti fue ordenado, y, de alguna manera, estaba relacionado contigo desde arriba, en una cadena de causas muy antiguas; la segunda, porque lo que ocurre a cada cual condiciona la prosperidad, perfeccionamiento y existencia misma del que gobierna el todo. Pues el todo queda mutilado si cortas cualquier conexión o encadenamiento, sea de sus partes o de sus causas. Y esto ocurre, en lo que de ti depende, cuando muestras disgusto por los acontecimientos o los destruyes de algún modo. 9) No te enfades ni te abandones ni pierdas la paciencia, si a menudo no consigues actuar de acuerdo con principios rectos. Más bien, después de un fracaso, vuelve a intentarlo y alégrate si la mayor parte de tus acciones son dignas de un ser humano. Ama aquello a lo que vuelves otra vez y no regreses a la filosofía como a un maestro de escuela, sino con la misma disposición que el que padece una dolencia ocular recurre a aplicarse una esponja o huevo, o como el que se vale de un emplasto o un fomento. De esta manera, mostrarás que obedecer a la razón no es un gran asunto, sino que más bien encontrarás alivio en ello. Recuerda también que la naturaleza sólo quiere lo que está de acuerdo con tu propia naturaleza, mientras que tú querías otra cosa en desacuerdo con la naturaleza. ¿Qué es más agradable que seguirla? ¿Acasono nos vence el placer por el agrado que nos produce? Examina si la magnanimidad, la libertad, la sencillez, la benevolencia, la piedad no son más agradables. Y en cuanto a la sabiduría, ¿existe algo más agradable, si consideras que la capacidad para comprender y el conocimiento siempre procuran estabilidad y éxito? 10) Las cosas están cubiertas, por decirlo así, de un velo que hace que los principales filósofos las consideren incomprensibles y que incluso a los estoicos les resulten difíciles de comprender. Cualquier asentimiento nuestro frente a las percepciones puede cambiar, pues ¿dónde está el hombre que no cambia jamás? Considera las cosas sujetas a la experiencia, ¡qué breves son, carecen de valor y pueden ser poseídas por un disoluto, una ramera o un bandido! Considera a continuación los caracteres de los que viven contigo, incluso el mejor de ellos es difícil de soportar; hasta es difícil soportarse a sí mismo. Entre tanta confusión y suciedad, tan rápido flujo del tiempo y la sustancia, y tanto movimiento, ¿qué hay que merezca nuestra mayor estima y afán? Yo no lo veo. Es preciso animarse a esperar la liberación natural y no irritarse por su demora, sino 33 apaciguarse con estas dos ideas: una, que nada puede ocurrirme en desacuerdo con la naturaleza del conjunto; la otra, que está en mi poder el no hacer nada contrario a mi dios y genio interior. Pues nadie me obligará a ir contra éste. 11) Es preciso que siempre me haga esta pregunta: ¿para qué estoy usando ahora mi alma?, y que averigüe qué tengo en este momento en eso que llaman guía interior y qué clase de alma poseo ahora, ¿la de un niño, un muchacho, un pusilánime, un déspota, una bestia, una fiera? 12) Qué cosas considera bienes la gente ignorante puedes entenderlo por lo siguiente. Si un hombre considerara que son auténticos bienes la sabiduría, la moderación, la justicia, la fortaleza, no le encajaría como apropiado el verso del poeta Menandro: «¡Es más rico que…!». Sonaría a falso. Sin embargo, si de antemano considerara como bienes los que el vulgo considera como tales, oirá y aceptará estas palabras del poeta como adecuadas. ¡Hasta tal punto el vulgo percibe la diferencia! Si no fuera así, estas palabras aplicadas al primer caso no ofenderían y no serían rechazadas, mientras que en el caso de la riqueza y los beneficios que llevan al lujo y a la fama nos parecen adecuadas las mismas palabras. Sigue, pues, y averigua si se deberían respetar y considerar como bienes las cosas que hicieran que al que las poseyera en abundancia, cuando uno las ha considerado bien, fuera posible concluir: «No tiene dónde evacuar». 13) Estoy compuesto de una causa formal y de materia. Ninguna de ellas pasará a la nada igual que no vinieron de la nada. Así pues, a cualquiera de las partes de las que estoy compuesto se le asignará, por transformación, cualquier otra parte en cualquier lugar del universo; a su vez se transformará en otra, ésta en otra, y así hasta el infinito. Gracias a una transformación semejante he nacido yo, y también mis padres, y así podríamos remontarnos hasta otro infinito. No hay motivo para no hablar así, aunque el universo se gobierne por períodos finitos. 14) La razón y el método de la razón son capacidades que se bastan a sí mismas y a sus propias operaciones. Tienen un punto de partida propio y caminan recto a la meta propuesta. Por eso, los actos racionales se denominan «acciones rectas», pues con este nombre se indica la rectitud de la vía. 15) Nadie debe apreciar ninguna cosa que no corresponda al hombre en tanto que hombre. No son requisitos del hombre, la naturaleza del hombre no anuncia ninguna de ellas, ni son perfecciones de ella. En ninguna de estas cosas está el fin del hombre, ni lo que completa su fin: el bien. Todavía más, si alguna de estas cosas le correspondiera, no sería atributo suyo el despreciarlas o sublevarse contra ellas. Tampoco sería alabado el hombre que pretendiera no tener necesidad de ellas, ni sería considerado hombre de bien 34 el que tomara de ellas menos de lo que pudiera, en el caso de que realmente fueran bienes. Ahora bien, cuanto más se desprende un hombre de una o varias de ellas, o cuanto mejor soporta ser despojado, más hombre de bien es. 16) Tu inteligencia será lo que hagan tus ideas, pues el alma se impregna de las ideas. Impregna, pues, la tuya con ideas como éstas: allí donde es posible vivir, es posible vivir bien. Si uno puede vivir en la corte, entonces también allí puede vivir bien. Todavía más: cada ser es conducido al fin por el que fue formado. 17) Sólo los locos persiguen lo imposible. Imposible es que los malos no cometan maldades. 18) Nada ocurre a nadie que no pueda soportarlo por naturaleza. Lo mismo que acontece a uno, le ocurre a otro que permanece firme e incólume porque desconoce lo que le pasa o por hacer gala de un gran espíritu. Terrible es que la ignorancia y la presunción puedan más que la sabiduría. 19) Las cosas, por sí solas, no tienen el más mínimo contacto con el alma; no pueden alcanzarla, modificarla ni ponerla en movimiento. A sí misma se modifica y ella sola se mueve, y hace que las cosas a ella sometidas se parezcan a los juicios que estima dignos de ella misma. 20) En el sentido de que debemos hacer el bien a los hombres y soportarlos, el hombre es lo más ligado a nosotros. Pero en el sentido de que algunos puedan serme obstáculos para llevar a cabo las tareas que me son propias, me resultan tan indiferentes como podrían serlo el sol, el viento o una bestia salvaje. A causa de ellos, algunas de mis acciones podrían verse estorbadas, pero, gracias a mi capacidad de adaptación y de respuesta, no hay obstáculos a mi impulso y disposición, pues el entendimiento transforma y altera cada obstáculo que se presenta para conseguir el objetivo propuesto, resultando que cada estorbo a una tarea se convierte en una ayuda y cada obstáculo puesto en el camino se convierte en un impulso. 21) Reverencia lo más excelso que hay en el mundo: lo que de todo se sirve y todo cuida. De la misma manera, reverencia lo que es más excelso en ti mismo; es de la misma clase que lo anterior. Porque, en ti, eso es lo que se sirve de lo demás y dirige tu manera de vivir. 22) Lo que no es perjudicial para la ciudad, tampoco lo es para el ciudadano. Cuando pienses que se te ha perjudicado, aplica esta regla: si la ciudad no ha resultado perjudicada, tampoco yo. Y, si eso daña a la ciudad, no debes enfadarte, sino sólo mostrar lo que ha hecho al que la ha dañado. 35 23) Considera con frecuencia la rapidez con la que seres y acontecimientos pasan y desaparecen. Como un río, la sustancia fluye eternamente, las fuerzas cambian perpetuamente, las causas se modifican de mil maneras. Casi nada es estable, y los abismos del pasado y del futuro en los que todo se desvanece están muy próximos. ¡Qué loco el hombre que en semejante contexto se envanece o se desespera o se apesadumbra, como si algo le hubiera causado una perturbación durante un tiempo considerable! 24) Acuérdate de que sólo eres una mínima parte de la sustancia total, de que sólo dispones de un breve intervalo de tiempo global, y de que sólo dispones de un pequeñísimo lugar en el destino. 25) ¿Alguien comete una falta contra mí? Es cosa suya: tiene su propio temperamento, su propia forma de actuar. Yo, en ese momento, tengo lo que la naturaleza quiere que tenga y hago lo que mi propia naturaleza quiere que haga. 26) Que el guía interior y señor de tu alma permanezca indiferente al movimiento, suave o violento, que tiene lugar en la carne, que no se mezcle con ella sino que la rodee y limite esas pasiones al cuerpo. Cuando éstas llegan hasta la inteligencia por efecto de la simpatía que une, unas a otras, las partes de tu persona, que es indivisible, no te opongas a la sensación, pues es un fenómeno natural, ni emita tampoco tu guía interior, por sí mismo, el juicio de que se trata de algo bueno o malo. 27) «Vivir con los dioses.» Así hace el que se muestra siempre satisfecho con la parte quele ha tocado, y cumple la voluntad del dios interior que a todos ha dado Zeus, parte de sí mismo, como señor y guía. Y este dios interior es la inteligencia y la razón. 28) ¿Te molesta el hombre que huele mal, o el hombre al que le huele la boca? ¿Qué puede hacer si su boca y sus axilas son así? Es inevitable que de tales causas se produzcan semejantes efluvios. «Pero el hombre es un ser racional y, si se detiene a pensar, puede entender que resulta ofensivo.» ¡Bendito seas! También tú tienes razón. Estimula, pues, con tu capacidad lógica la suya, indícaselo, adviértele. Si te escucha, se curará, y no habrá necesidad de cólera. ¡Ni actor, ni prostituta! 29) Puedes vivir aquí de la misma forma que piensas que lo harás después de partir. Si no te lo permiten, abandona la vida, pero convencido de que con ello no sufres ningún mal. Como dice el dicho: «Hay humo y me voy». ¿Por qué ver en ello un negocio? Mientras una razón semejante no me expulse, viviré libre sin que nadie me prohíba hacer lo que quiero, pues lo que quiero está de acuerdo con la naturaleza de una criatura racional y sociable. 36 30) La inteligencia del todo es sociable. Por ejemplo, ha hecho lo inferior a causa de lo superior y ha relacionado unas con otras a las cosas superiores. Puedes ver cómo ha subordinado, coordinado y asignado a cada uno lo que merece, e inducido a los seres superiores a vivir en buena armonía. 31) ¿Cómo has sido hasta ahora con los dioses, con tus padres, tus hermanos y hermanas, tu mujer, tus hijos, tus maestros, tus preceptores, tus amigos, tus familiares, tus criados? ¿Has observado con ellos el precepto de «no hacer ni decir nada malo a nadie»? Acuérdate de lo que has pasado y soportado, y de que la historia de tu vida ya está escrita y tu servicio consumado. Cuántas cosas hermosas has contemplado, cuántos dolores y placeres has despreciado, cuántas ambiciones ignorado, con cuántos ingratos te has comportado con bondad. 32) ¿Cómo es que almas ignorantes e incultas confunden a otra sabia e instruida? ¿Qué alma es sabia e instruida? La que conoce el principio y el fin, y la razón que da forma a la sustancia toda y que, desde siempre, gobierna el todo siguiendo ciclos fijados. 33) Pronto no serás más que ceniza o esqueleto, y un nombre (y tal vez ni siquiera eso); y el nombre, ruido y eco. 34) Puedes encaminar tu vida adecuadamente si tomas la senda correcta, si eres capaz de pensar y actuar con rectitud. Dos cosas son comunes al alma de dios y a la de las criaturas racionales: no ser estorbado por otro, hacer que el bien consista en una disposición y actuación rectas, y poner en ello el límite al deseo. 35) Si esto no es una maldad mía ni fruto de maldad mía, y no daña a la comunidad, ¿por qué me preocupo? ¿Cuál es el daño para la comunidad? 36) ¡No te dejes arrastrar por tu imaginación! Ayúdalos conforme a tu capacidad y su mérito, aunque sólo hayan perdido cosas sin importancia. No sigas, no obstante, la mala costumbre de imaginar que se ha perdido algo. Como el anciano que al partir pedía la peonza a su hijo, sin olvidar nunca que sólo era una peonza, ¡haz tú lo mismo ahora que te lamentas! ¿Acaso has olvidado lo que realmente valen esas cosas? «No, pero otros ponen gran empeño en ellas.» ¿Es eso razón suficiente para dejarte enloquecer? 37) Dices: «Hubo un tiempo en que fui afortunado, siempre y en cualquier lugar». Pero ser un hombre afortunado significa que se tiene una buena fortuna, y una buena fortuna son las buenas inclinaciones del alma, los buenos impulsos, las buenas acciones. 37 Libro VI 1) La sustancia del todo es dócil y adaptable, y la razón que la controla no posee ningún motivo para hacer mal, pues no tiene maldad; no hace mal a nada y nada recibe daño de ella. Todo nace y acaba conforme a sus designios. 2) Cuando cumples con tu obligación, te debe ser indiferente tener frío o calor, dormitar o haber dormido bien, oír hablar bien o mal de ti, morir, o hacer cualquier otra cosa. Porque incluso el acto en el que morimos forma parte de los actos propios de la vida, y también en ese momento es suficiente hacer buen uso del presente. 3) Mira al interior de las cosas: que no se te escape ni su cualidad intrínseca ni su valor. 4) Todas las cosas que existen se transformarán en un instante y se evaporarán (si la sustancia es única), o bien se dispersarán. 5) La razón que gobierna conoce su propia disposición, lo que hace y la materia sobre la que trabaja. 6) Una buena manera de defenderte de ellos es no parecerte a ellos. 7) Que una sola cosa te seduzca y complazca: pasar de una a otra acción social, pensando en dios. 8) El guía interior es la parte que a sí misma se despierta, que a sí misma se modifica y a sí misma se da la forma que quiere, y que hace que todo lo que ocurre se presente como él quiere. 9) Todo termina según la naturaleza del todo y no según alguna otra naturaleza que abrace al mundo por fuera, o esté contenida en él, o bien sea independiente. 10) Si todo es confusión, mezcla de átomos y dispersión, ¿para qué quiero alargar mi estancia en ese conjunto casual y confuso? ¿Para qué preocuparme de otra cosa que no sea cómo «volveré a la tierra», en palabras de Homero? ¿Por qué me inquieto, si, haga lo que haga, me dispersaré en átomos? Por el contrario, si todo es unión, orden y providencia, inclino mi cabeza, me mantengo tranquilo y confío en el que lo ordena todo. 38 11) Cuando te apremien las circunstancias y te encuentres preocupado, vuelve enseguida a ti mismo y no te alejes de tu propio ritmo más tiempo del necesario. Alcanzarás mayor armonía si vuelves a ella con frecuencia. 12) Si tuvieras madre y madrastra al mismo tiempo, atenderías tus deberes con ésta, pero visitarías continuamente a aquélla. Lo mismo tienes ahora con la corte y la filosofía. Vuelve a ésta repetidamente y descansa en ella para que puedas soportar a aquélla y que te soporten allí a ti. 13) Igual que sobre los alimentos puedes imaginar que se trata en cada caso del cadáver de un pez, de un pájaro o de un cerdo; y del mismo modo, imaginar sobre el vino de Falerno que es zumo de uva y que una toga de púrpura son pelos de oveja manchados con la sangre de una concha; y sobre el acto sexual, que es frotación de una entraña y secreción de moco acompañada de espasmos; en fin, del mismo modo que eres capaz de ver qué es realmente cada una de estas cosas, conviene que hagas lo mismo a lo largo de tu vida, y así, cuando creas que algo es extraordinariamente confiable, desnúdalo y contempla su trivialidad sin disfraces. El orgullo nos engaña de manera terrible, y cuanto mayor es tu creencia de que te embarcas en alguna cuestión importante, mayor es tu engaño. Fíjate en la opinión que, a este propósito, tenía el filósofo cínico Crates de Tebas del platónico Jenócrates de Calcedón. 14) Las cosas que admira la gente son las más comunes, las que son de una forma determinada o tienen una naturaleza específica, como las piedras o la madera, los higos, las higueras, o los olivos; otros más sensatos admiran las cosas con vida, como rebaños de ganado mayor o menor; los que tienen mejor gusto admiran a los seres dotados de alma racional, pero no por ser racionales, sino en cuanto son hábiles y diestros en algún arte o actividad, o simplemente desean tener un gran número de esclavos. Pero, para el hombre que estima el alma racional y social nada de esto importa, pues sólo quiere que su alma sea y se comporte de una manera racional y social, cooperando con su compañero a este fin. 15) Algunas cosas se apresuran en llegar a ser, otras en ser, y las que serán en cierto modo ya se han extinguido. El flujo y el cambio renuevan el mundo continuamente, del mismo modo que el paso incesante del tiempo rejuvenece la eternidad. Sin embargo, en este río en el que no es posible permanecer quieto, ¿cuál de las dos cosas que pasan a toda velocidad podría estimar mucho un hombre? Nuestra propia vida es tan efímera como la evaporación de la sangre y la aspiración del aire. En realidad, no es otra cosa lo quehaces cuando devuelves, a la fuente de la que has tomado tu primer soplo, la facultad respiratoria que adquiriste al nacer. 39 16) Carece de valor transpirar como las plantas, respirar como las bestias o las fieras, recibir imágenes, ser movido como marionetas por los impulsos, pastar con el rebaño, o alimentarse (cosa muy similar a evacuar el alimento). ¿Qué tiene pues valor? ¿Que te aplaudan? ¡No, desde luego! Tampoco ser aplaudido por las lenguas, pues las alabanzas de la muchedumbre no son nada más que aplausos de lenguas. Has renunciado a la vanagloria. ¿Qué queda que sea digno de estima? En mi opinión, moverse y detenerse según la propia constitución, fin al que conducen los estudios y las artes. Pues, efectivamente, todo arte pretende conseguir ese resultado: que el método sea apropiado al fin para el que se constituyó. El viñador, el domador de caballos o el adiestrador de perros eso mismo pretenden. ¿Y los métodos educativos y de instrucción? ¿A qué fin tienden con ahínco? Ahí está lo que tiene valor. Si lo consigues no buscarás ningún otro bien. ¿No dejarás de estimar muchas otras cosas? Entonces no serás libre, ni te bastarás a ti mismo, ni estarás libre de pasiones. Tendrás celos, envidiarás, recelarás de los que podrían robarte tus bienes, o tenderás trampas a los que poseen lo que tú estimas. En resumen, el hombre privado de alguno de estos bienes necesariamente se turbará y hará mil reproches a los dioses. Por el contrario, el respeto y la estima a tu inteligencia harán de ti un hombre satisfecho consigo mismo, adaptado a vivir en sociedad y en paz con los dioses, es decir, plenamente conforme con su reparto de los lotes y de los puestos. 17) Hacia arriba, hacia abajo y circulares son las trayectorias de los elementos. La trayectoria del hombre excelente no es ninguna de éstas, sino más de acuerdo con la divinidad y en una senda difícil de imaginar. 18) ¡Qué cosas! Se niegan a hablar bien de sus contemporáneos, con los que conviven, pero anhelan ser elogiados ellos mismos por los que han de venir después, a quienes no han visto ni verán jamás. Esto es muy semejante a que tú te entristecieras porque tus predecesores no hablaran bien de ti. 19) Si algo te es difícil de realizar, no supongas por ello que es imposible. Piensa que, si algo es humanamente posible y propio, tú lo puedes lograr. 20) Cuando en el gimnasio, al realizar los ejercicios, alguien nos araña con sus uñas o nos golpea con su cabeza, no nos damos por aludidos, ni nos ofendemos, ni sospechamos que tenga malas intenciones. Nos limitamos simplemente a evitarlo buenamente, sin considerarlo un enemigo ni desconfiando de él. Pues bien, en las demás circunstancias de la vida ocurre algo semejante. No demos mayor importancia a muchas de las cosas que nos vienen de los que son como nuestros compañeros de gimnasio, pues es posible, como decía, evitarlos sin desconfiar de ellos ni odiarlos. 40 21) Si alguien me rebate y da pruebas de que pienso o actúo incorrectamente, con gusto cambiaré, pues busco la verdad, que nunca ha perjudicado a nadie. Por el contrario, el que sufre daño es el que permanece en su propio engaño e ignorancia. 22) Hago lo que debo hacer. Lo demás, cosas sin vida, irracionales, extraviadas, ignorantes de su camino, no me inquietan. 23) Disfruta de los animales irracionales y de las cosas y objetos en general, como debe hacerlo un ser racional de otros privados de razón, noblemente y con generosidad. Con los hombres, puesto que tienen razón, sé también sociable. En todo pide ayuda a los dioses sin inquietarte por cuánto tiempo tendrás que dedicar a ello, pues con tres horas será suficiente. 24) Alejandro y su mulero fueron igualados por la muerte: o bien fueron recogidos de nuevo por los principios vivificantes del universo, o bien se dispersaron en átomos. 25) Presta atención a la cantidad de cosas que ocurren en el mismo instante brevísimo, tanto en nuestro cuerpo como en nuestra alma. De esa manera, no te sorprenderá que ocurran tantas cosas en el ser único y universal que llamamos mundo, incluso todas de forma simultánea. 26) Imagina que alguien te preguntara cómo se escribe el nombre Antonino, ¿gritarías para pronunciar cada una de sus partes? Imagina entonces que se enfadaran contigo, ¿te enfadarías tú? ¿No enumerarías tranquilamente cada una de las letras en el orden correspondiente? De igual manera, recuerda que en realidad todo asunto requiere sus etapas. Es necesario observarlas y acabar metódicamente el asunto propuesto, sin perturbarte ni disgustarte con los que se molestan. 27) ¡Qué cruel es no permitir a los hombres que se conduzcan según lo que les parece conveniente y ventajoso! De algún modo haces esto cuando te enfadas con ellos por sus errores. Ellos se comportan así movidos por lo que les parece conveniente y ventajoso para ellos mismos. «Pero no es así», dirás. Entonces, enséñales y muéstraselo, pero sin enfadarte. 28) La muerte es el descanso donde cesan las impresiones de los sentidos, el estímulo de los impulsos, las divagaciones del pensamiento, los cuidados de la carne. 29) Vergonzoso es que tu alma desfallezca cuando tu cuerpo no lo hace. 30) Ten cuidado de no convertirte en un césar, de no impregnarte demasiado de ese espíritu, porque ocurre. Consérvate sencillo, bueno, puro, grave, natural, amigo de la justicia, piadoso, benévolo, afectuoso, firme en el cumplimiento de tus deberes. Lucha 41 por permanecer tal como la filosofía ha querido hacerte. Reverencia a los dioses y socorre a los hombres. La vida es breve. El único provecho que es posible obtener de esta vida terrestre: propósitos piadosos y acciones inspiradas por el bien social. Muéstrate ante todo un digno hijo de Antonino. Imita su constancia en las empresas bien fundamentadas, su imparcialidad en cualquier ocasión, su piedad, la serenidad de sus rasgos, su dulzura, su desdén por la vanagloria, su celo por conocer a fondo los asuntos. Cómo no abandonaba nunca una cuestión sin haberla examinado a fondo y comprendido profundamente; cómo soportaba los reproches inmerecidos, sin contestar con otros reproches; cómo no se apresuraba por nada; cómo se negaba a escuchar calumnias; cómo estudiaba de cerca los caracteres y las acciones humanas; cómo no humillaba a nadie; cómo le disgustaban los rumores, las sospechas, el parloteo; cómo se contentaba con poco para su vivienda, su lecho, sus ropas, su mesa, su servicio doméstico; lo paciente y laborioso que era. Era capaz de permanecer en el mismo sitio desde la mañana hasta la noche y, gracias a su régimen sencillo, no evacuar el vientre fuera de las horas acostumbradas. Recuerda su constancia y uniformidad con sus amistades; cómo toleraba que le contradijeran en sus opiniones y cómo le alegraba que le sugirieran una opción mejor; cómo veneraba a los dioses sin ser supersticioso. Imítalo para que, en tu última hora, puedas tener una conciencia tan libre de tacha como la suya. 31) Recobra la conciencia, vuelve en ti y, cuando hayas salido del sueño y hayas comprendido que estabas preocupado sólo por sueños, una vez despierto mira de nuevo las cosas como mirabas aquéllas. 32) Estoy compuesto de un cuerpo y un espíritu. Al cuerpo, puesto que no puede distinguir, todo le es indiferente. Al entendimiento le es indiferente todo lo que no es su propia actividad, y sus propias actividades las controla. Y aun en eso sólo le interesa el instante presente, pues sus actividades futuras o pasadas también le son indiferentes en este momento. 33) No es contrario a la naturaleza ni el trabajo de la mano ni el trabajo del pie, mientras cada uno cumpla la tarea que le es propia. Lo mismo el hombre, en cuanto hombre: no hace trabajo contra la naturaleza mientras haga su tarea de hombre. Y si lo que hace no es contrario a su naturaleza, tampoco le hace daño. 34) ¡Qué tipo de placeres han disfrutado los bandidos, los libertinos, los parricidas, los tiranos! 35) ¿No has visto cuántos artesanos se adaptan hasta cierto punto a los profanos sin permanecer, no obstante, menos
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