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Niñera del italiano(1) - Arturo Giovany (1)

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Niñera del italiano 
Por: Joana Guzman 
 
Capítulo 1 
Ava estaba nerviosa. El trabajo era suyo o eso le dijo su amiga cuando le 
contó que le había encontrado un empleo. No conocía a Lia desde hace 
mucho tiempo, para ser exactos apenas habían pasado un mes desde la 
primera vez que la vio; pero confiaba en ella plenamente. Así que si ella 
había dicho que el trabajo era suyo, así era. Sin embargo, eso no 
significaba que no la podían despedir apenas la vieran. 
Ella sabía poco o casi nada de su nuevo jefe. Lia le había comentado que 
Alessandro De Luca era un empresario millonario que hace poco se había 
divorciado y que debido a su ocupada vida necesitaba de una niñera para 
cuidar a sus dos hijos. A ella le sorprendió que la escogieran de entre tantas 
candidatas. Su amiga le mencionó que su título de profesora de primaria 
le había ayudado bastante. 
Ava se limpió las manos en los pantalones, tomo un respiro profundo y 
toco el timbre. No pudo impedir que una de sus manos se moviera hasta 
sus lentes para subirlo por su nariz; era un tic nervioso que había adquirido 
desde muy pequeña y que nunca se había ido. 
—Buongiorno signorina —la saludó una mujer de alrededor 50 años 
en cuanto la puerta se abrió. 
—Buenos días. Soy Ava, la nueva niñera —Se presentó. 
—Claro, pase por favor —respondió la mujer con una sonrisa amistosa—
. Los niños están en la escuela por ahora y su padre en el trabajo. Me 
dejaron indicado de decirle de que aproveche para instalarse. El señor 
llegará un poco antes de lo usual para hablar con usted personalmente. 
Ambas caminaron a través de la casa y luego por un corredor hasta 
detenerse frente a una puerta. No pudo evitar fijarse en que la casa era 
enorme y hermosa. 
—Esta de aquí es su habitación —le indicó la mujer apuntando a una 
puerta de madera con diseño intrincado—. Si desea algo estaré en la 
cocina. Por cierto mi nombre es Beatrice. 
—Un gusto —respondió ella. 
Con un movimiento de cabeza la señora despareció. 
Ava miró a la mujer alejarse y luego abrió la puerta. La habitación la dejó 
con la boca abierta. Su nueva habitación era dos veces más grande que la 
que tenía en casa, un armario estaba en una de las esquinas, no estaba 
segura de que pudiera llenarlo alguna vez con la poca ropa que tenía. La 
cama se encontraba hacia una de las paredes y tenía un cubrecama en un 
color rosa que podría haberse visto infantil, pero que por el contrario le 
daba un estilo elegante a todo el lugar y además la invitaba a tomar una 
pequeña siesta. Sacudió la cabeza, ya habría tiempo para dormir más 
adelante. 
Acomodó sus cosas lo más rápido que pudo, aunque prefirió no 
desempacar hasta haber hablado con su nuevo jefe. Todavía se sentía 
insegura. 
Salió rumbo a la cocina. No estaría mal obtener un poco más de 
información antes de encontrarse con su jefe o los hijos de este. 
Cuando entró a la cocina vio a Beatrice caminando de un lado para otro. 
Cortaba algunos ingredientes y revolvía alguna especie de salsa hirviendo 
en una olla. 
—¿Hay algo en qué la pueda ayudar? —preguntó ella. 
Ava odiaba la idea de estar mirando sin hacer nada. Nunca había sido una 
chica muy tranquila. Tenía 23 años y no recordaba una sola vez que había 
estado quieta. Su madre siempre le estaba diciendo que ella había nacido 
para moverse. 
Beatrice debió notar sus ganas de ayudar porque aunque parecía haber 
estado a punto de negarse, apenas unos segundos después le indicó que le 
ayudara a picar las verduras para la ensalada. 
—¿Cómo se llaman los niños? —preguntó Ava mientras ambas seguían 
en lo suyo. 
La cocinera soltó una pequeña risa antes de responder. 
—Esos pequeños pillos —dijo con un brillo de cariño en los ojos—. El 
mayor se llama Fabrizio y tiene 8 años, es el más tranquilo de los dos y le 
va muy bien en los estudios. El segundo es Piero de 5 años, él tiene 
demasiada energía y siempre está haciendo una que otra travesura. No 
dejes que ninguno te engañé con su carita de inocente. 
—No lo haré —respondió con una sonrisa. 
—¿Ava, puedo decirte algo? 
—Por supuesto. 
—Ten un poco de paciencia con ellos. La última niñera no soporto sus 
bromas y les dijo cosas que no se les dicen a un niños. Ellos han pasado 
por mucho en el último año, necesitan a alguien que los entienda. 
No había palabras para demostrarle que ella no era como la antigua niñera 
así que solo asintió. 
Ava aún no conocía a los niños en persona, pero por como Beatrice 
hablaba de ellos ya comenzaba a sentir cariño por ellos. Aunque para ella 
entregar su afecto nunca era difícil y a veces terminaba lastimada por eso. 
Un claro ejemplo de eso era lo sucedido con su exnovio. Había estado 
cinco años con él y le dio cada pizca de su amor. Un día se enteró que 
mientras ella se imaginaba estar juntos para toda la vida, él estaba saliendo 
con cuanta mujer le dejara meterse entre sus piernas. Marc la había 
culpado alegando que necesitaba descargar la frustración sexual con 
alguien, ya que ella no parecía querer tener sexo con él en un futuro 
cercano. Esa fue la última gota que derramó el vaso. No se molestó en 
responderle, espero a que se fuera del departamento que compartían, 
agarró sus cosas y se fue con la determinación de no volver nunca. Ava no 
era una persona que perdonara cosas como esas. 
Marc no había entendido el mensaje. Él empezó a llamarla todos los días 
sin parar. Cuando cambio de número de celular comenzó a aparecer en 
casa de sus padres tratando de hablar con ella. Ava podría ser ingenua, 
pero no una completa estúpida. No le dio la oportunidad de hablar con ella. 
Un día alistó una maleta, su pasaporte, el poco efectivo que le quedaba 
después de pasar un tiempo sin trabajar y viajó a Italia. Siempre había 
querido venir y que mejor oportunidad que esa. 
Cuando llegó no sabía a donde ir. Pasó la primera semana durmiendo en 
un hotel barato. Allí fue donde conoció a Lia. Ella era recepcionista del 
hotel y tan pronto como entablaron un poco más de conversación se 
hicieron amigas. Ava le contó su historia y Lia le ofreció un lugar para 
quedarse, aunque le advirtió de que solo le podía ofrecer el sofá de su 
pequeño departamento. Ava había tenido cierto recelo al principio y no 
por dormir en un sofá, sino que tenía miedo de terminar como otra 
estadística en la lista de turistas que desaparecían cada año. Al final se dejó 
llevar por su instinto y aceptó. Esa definitivamente fue la mejor decisión 
que había tomado. Lia no solo le había dado un lugar donde quedarse, 
también le había ayudado a conseguir un trabajo. 
Beatrice y Ava se enfrascaron en una conversación de cosas sin mucha 
importancia. Ava se dio cuenta de que Beatrice era una mujer muy dulce 
y amigable, ella no llevaba ni medio día conociéndola y solo había recibido 
un buen trato por su parte. 
—Creo que hemos acabado antes de tiempo—anunció la mujer 
terminando de acomodar todo en su sitio—. Y todo gracias a tu ayuda. 
Gracias muchacha. 
—No tiene por qué agradecer, me hubiera aburrido sentada en una esquina 
sin hacer nada ¿A qué hora llegarán los niños? 
—Dentro de una hora. —En cuanto Beatrice termino de hablar se escuchó 
la cerradura de la puerta abriéndose—. Ese debe de ser el señor —explicó. 
Casi había logrado adquirir tranquilidad para ese momento, pero en 
cuestión de segundos la perdió. El corazón de Ava comenzó a latir 
desbocado y las palmas de sus manos comenzaron a sudar nuevamente. 
No tenía idea de porque tenía nervios. Por lo poco que Beatrice había 
hablado de su jefe, él no parecía un mal hombre. 
Los pasos sonaron más cerca y de pronto un hombre enfundado en un traje 
hecho a medida apareció en la cocina. 
Alessandro De Luca era un hombre imponente de al menos 1.85 de altura, 
tenía el cabello negro al igual que los ojos, su piel era morena clara, tenía 
una nariz respingada, unos pómulos prominentes y una mandíbula 
cuadrada. Aunque la ropa no le permitía verlo mejor, podía apostar que 
detrás de ella su cuerpo estaba bien definido. Era atractivo. 
Él la observaba con detenimiento sinrevelar ningún atisbo de que pasaba 
por su cabeza y eso solo la ponía más nerviosa. Ella se estaba preguntando 
si había hecho bien en venir con una ropa casual. Beatrice no le había dicho 
nada al respecto; pero tal vez debía de haberse vestido más formal. Ava 
llevaba el pelo en una cola de caballo alta y estaba usando un suéter 
amarillo, jeans y unas zapatillas. Después de todo estaba allí para cuidar 
de los niños y su ropa le permitiría involucrarse en cualquier actividad con 
ellos. Pero ahora, con la mirada evaluativa de Alessandro sobre ella, se 
preguntaba si había tomado la decisión correcta. 
—Señor, buenas tardes. Ella es Ava, la nueva niñera de los bambinos —
explicó Beatrice rompiendo el silencio. 
—Señor, buenas tardes —saludó Ava encontrando su voz. 
Él solo asintió la cabeza y pasó unos cuantos segundos más antes de que 
al fin dijera algo. 
—Acompáñame a la oficina, mientras más rápido terminemos con los 
asuntos oficiales mejor —su voz era profunda y gruesa, digna de un 
hombre con su apariencia. 
Un calor desconocido recorrió el cuerpo de Ava. 
Alessandro se dio la vuelta sin asegurarse de si ella lo seguía. Con el aura 
que emanaba era más que obvio que estaba acostumbrado a dictar órdenes 
y que el resto las cumpliera sin vacilar. 
Típico millonario. Guapo, pero arrogante, pensaba ella mientras 
caminaba detrás de él. 
No pudo impedir que su vista bajara hasta su trasero. ¿Acaso todo era 
perfecto en ese hombre? Él llenaba perfectamente el pantalón. 
Ella estaba tan perdida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que 
Alessandro se había detenido. Se estrelló contra su sólida espalda. 
—Lo siento —fue lo único que puedo decir mientras su rostro se ponía 
colorado y retrocedía de inmediato. 
Ella nunca se había caracterizado por ser de esas muchachas tímidas que 
se sonrojaban con facilidad; sin embargo, aquí estaba, comportándose 
como una colegiala ante el chico que la gusta. No es que Alessandro le 
gustará… bueno, no mucho. Era atractivo, pero apenas y acababa de 
conocerlo. 
Alessandro la miraba con una ceja alzada y de nuevo la estaba analizando 
con la mirada. Su mirada lejos de hacerla sentir incómoda, calentaba 
lugares específicos de su cuerpo. Trató de no darle muchas vueltas a los 
estragos que él causaba en ella. ¡Por dios! ¡Era su jefe! Debía controlarse 
mejor. 
Después de un rato él sacudió la cabeza y abrió la puerta, invitándola con 
una mano a pasar. 
—¿Me va despedir? —preguntó Ava sin poder contener el nerviosismo 
más. 
Alessandro pasó por su costado hasta colocarse detrás de su escritorio. 
—Tome asiento, por favor —indicó él en lugar de responder su pregunta. 
Ava necesitaba moverse o al menos quedarse de pie para controlar sus 
crecientes nervios; pero obedeció y camino hasta sentarse frente al 
escritorio. 
>>¿Qué le hace pensar que la despediré en su primer día de trabajo? —
pregunto él sentándose en su silla e inclinando la cabeza hacia un costado. 
—Es solo que no ha dicho nada desde que llegó y tal vez es porque no le 
agradé y está pensando despedirme —soltó casi sin respirar mirando 
alrededor solo para evitar distraerse con lo atractivo que lucía Alessandro 
detrás de un escritorio. Definitivamente ese era su ambiente. Él lucía más 
imponente en su despacho. 
—No, no voy a despedirte —respondió él. 
Ella soltó el suspiro que no sabía que estaba conteniendo y sus nervios 
disminuyeron un poco, no mucho. Era difícil estar tranquila ante alguien 
con un magnetismo como el de Alessandro. 
—Gracias —susurró. 
Ava quería darse un golpe por no poder dejar de actuar con timidez. 
—Ahora que eso está claro pasemos a lo importante —Alessandro coloco 
los codos sobre la mesa y enlazo las manos delante de su rostro—. Como 
se te informó tengo dos hijos que necesitan una niñera. Tu función de lunes 
a viernes será la de prepararlos para la escuela, esperarlos a su retorno y 
en la tarde encargarte de ellos. Los sábados los llevarás a sus clases de 
natación por la mañana. Tus días libres son el sábado por la tarde y el 
domingo todo el día. Ya conociste a Beatrice, ella trabaja hasta las 4 de la 
tarde y luego se va, pero se encarga de dejar la cena lista. 
—Está bien —asintió ella. 
—Su madre solo tiene permitido llevárselos los fines de semana. Si 
aparece en medio de semana aquí se me debe informar inmediatamente. 
Ella podrá verlos siempre y cuando yo esté al tanto. 
Ava volvió a asentir. Aunque la curiosidad por saber un poco de la madre 
la estaba matando, pero se recordó que no era su asunto y guardó silencio. 
—¿Hay algo más? —preguntó cordialmente. 
—Tu sueldo se te pagará cada fin de mes, el monto ya se te fue informado. 
—Claro que se le había sido informado. Ella se había reunido con un 
abogado de su jefe el día anterior. Todo el tema legal, incluido el sueldo, 
había sido aclarado. Ava casi se había ido de espalda al conocerlo. Su 
sueldo de profesora de primaria no se le acerba ni de lejos. 
—Sí, señor. —Él se la quedó viendo serio. 
—Procura llamarme por mi nombre, sobre todo delante de los niños. 
Ella asintió con un movimiento de cabeza. Ambos se pusieron de pie y 
Alessandro le ofreció una mano. Ella la estrechó ignorando lo mejor que 
pudo el escalofrío que la recorrió al tocarlo. Luego se dio la vuelta y 
comenzó a caminar hacia la puerta. 
>>Una cosa más. —La voz de Alessandro la hizo detenerse a medio 
camino y girar la cabeza expectante de la indicación—. Jamás les digas a 
los niños algo que hiera sus sentimientos. Puedo aceptar que los regañes 
ante un mal comportamiento; pero jamás los ataques de ninguna manera. 
Si eso llegara a ocurrir considérate desempleada por el resto de tu vida. 
Ava dejó pasar la amenaza implícita en sus palabras. Era obvio que para 
Alessandro sus hijos eran muy importantes. 
 
Capítulo 2 
Ava caminó a paso apresurado hacia la cocina, prácticamente estaba 
corriendo. Había escuchado la puerta de la oficina cerrarse al salir, pero 
no escuchaba los pasos de Alessandro tras de ella. Esperaba que se hubiera 
quedado en su despacho. Necesitaba un poco de tiempo para recuperarse 
del primer encuentro con su jefe y de todas las emociones que bullían en 
su interior. Su corazón aun latía sin control y sus pensamientos eran un 
desastre. 
Costó mucho esfuerzo poner sus hormonas en orden, pero cuando llegó a 
la cocina ya estaba un poco más tranquila. Solo tenía que prepararse mejor 
para el siguiente encuentro, no podía volver a comportarse tan tímida y 
callada como lo había hecho. Alessandro pensaría que había cometido un 
error al contratar a una muchachita impresionable para cuidar de sus hijos. 
No podía perder el trabajo. Necesitaba el dinero, sus ahorros no se estaban 
haciendo más grandes, todo lo contrario estaban despareciendo a una 
velocidad sorprendente. 
Beatrice no estaba por ningún lado cuando llegó a la cocina, así que dio 
media vuelta rumbo a su habitación, necesitaba refrescarse un poco para 
terminar de volver a la realidad. Además la soledad también sería de gran 
ayuda. 
Cuando entró a su habitación no pudo evitar sorprenderse de nuevo por lo 
asombrosa que era. Camino directo al baño y allí abrió el caño. Salpicó un 
poco de agua a su rostro y agarro una toalla para secarse. 
—¿Qué fue eso —Se preguntó mirándose al espejo. 
Había un brillo diferente en los ojos de la mujer que le devolvía la mirada 
a través del espejo. Se sentía diferente. 
Ava se espabilo y miró el reloj en su muñeca. Faltaba poco para que los 
niños llegaran. Sacudió la cabeza para poder alejar de su cabeza cualquier 
pensamiento que no fuera adecuado y salió. 
Escuchó un carro a la distancia justo cuando estaba por llegar a la puerta 
principal. Apresuró el paso y abrió la puerta en el preciso momento en que 
un auto se detenía. Bajo por las escaleras y espero pacientemente a que los 
niños bajaran del vehículo. Dos hombres, supuso que sus guardaespaldas 
estaban parados ambos lados de la puerta. 
Fabrizio y Piero no tardaron mucho en notar su presencia. La observaron 
con mucha curiosidad,pero con recelo. Ella estaba justo por presentarse 
cuando Alessandro apareció haciéndose cargo de la situación. 
No pudo evitar comparar al recién llegado con los otros dos hombres, que 
sin dudar también eran atractivos. Pero había algo en Alessandro que atraía 
su mirada hacía él. 
—I miei figli. —Saludo él a sus hijos. 
Si creyó que su voz sonaba seductora antes, pues en italiano la cosa era 
peor… peor para ella que no podía evitar que un escalofrió le recorriera la 
columna. 
—Papà 
Los dos niños corrieron a abrazar a su padre. Él no dudó en depositar un 
beso en la cabeza de sus dos hijos. 
—Ella es la señorita Ava será su nueva niñera desde ahora —les informó 
después. 
Ellos se dieron la vuelta sin soltar las piernas de su papá y la analizaron 
con la mirada. Pasaron unos pocos segundos antes de que ambos le dieran 
un esbozo de una sonrisa. No era la recepción más emocionada, pero era 
algo dado todo por lo que habían pasado esos niños. 
—Es un gusto conocerlos, caballeros —saludo ella con una sonrisa enorme 
en el rostro. 
Ambos muchachos rieron ante el apodo que ella les dio. 
Ava se acercó al par. Primero le extendió la mano al mayor quién miró a 
su padre y luego de un asentimiento por parte este le tendió su mano. 
Después de sacudir la mano de Fabrizio, pasó a Piero quién la tomo más 
rápido. 
—¿Qué les parece si pasamos a comer? —Ella se puso en cuclillas para 
estar a la altura de los niños y bajo la voz antes de continuar—. Solo los 
estábamos esperando a ustedes. Estuve en la cocina cuando Beatrice 
preparaba esa deliciosa comida y casi me lo como todo antes de que 
lleguen. Fueron afortunados de que decidiera esperarlos. —Extendió las 
dos manos, una para cada niño—. Vamos a dejar vuestras cosas y a 
lavarnos las manos. 
El ambiente era más tranquilo y los niños cogieron sus manos con 
confianza antes de encaminarse. 
La voz de Alessandro llamándola por su nombre los detuvo a mitad de las 
escaleras. Ella volvió la cabeza y él le dio un asentimiento que ella tomó 
como agradecimiento. Ava solo le respondió con una sonrisa y continuó 
caminando. 
La presencia de los niños la habían ayudado a controlar un poco mejor sus 
emociones, por un rato incluso había podido concentrarse en algo más que 
en lo atractivo que era Alessandro. 
—Necesitaré que ustedes me guíen a vuestra habitación. ¿No les gustaría 
que me pierda en esta enorme casa? ¿No? 
—No —respondieron a unísono los dos sacudiendo la cabeza de lado a 
lado. 
—Eso pensé. Así que ahora que estoy a salvo podemos continuar con 
nuestra travesía. 
Los niños hincharon el pecho y la dirigieron al segundo piso. Podía ver 
que sentía como si una misión de suma importancia se les hubiera sido 
encomendada. Caminaron con paso seguro. Eran con una versión en 
pequeño de su padre. 
Se detuvieron frente a una de las tantas puertas. La casa era realmente 
grande y aunque antes había bromeado sobre perderse, era una gran 
probabilidad que eso le sucediera. 
En la habitación les indicó que guardaran su mochila y los llevo a lavarse 
las manos. Se encargó de supervisarlos mientras ellos se lavaban 
minuciosamente y luego les entrego toallas a cada uno. 
—¿Listos para comer? —pregunto con emoción. 
—¡Sí! —gritaron en medio de brincos. 
Fabrizio y su hermano corrieron hacia afuera. Pasaron por un costado de 
su padre que estaba apoyado en uno de los umbrales de la puerta con los 
brazos cruzados en el pecho. Ella no estaba segura desde cuando estaba 
allí y el nerviosismo comenzó a apoderarse de ella otra vez. 
—Les agradaste. 
—Eso parece. —Ava trató de sonreír. Sin los niños volvía a sentirse 
indefensa ante su presencia. 
Se acercó a la puerta para poder salir de la habitación. Lo admitía estaba 
tratando de escapar. 
Alessandro se paró en medio de la salida y ella no tuvo más opción que 
detenerse. Maldito fuera su corazón que no podía controlarse antes su 
presencia. En sus cinco años de relación con Marc él nunca había tenido 
ese efecto en ella. 
>>¿Hay algo más con lo que pueda ayudarle? —preguntó con cortesía. 
—¿Quién eres? —Su pregunta la dejo confundida. Antes de que pudiera 
cuestionarlo por su pregunta él se hizo a un costado—. Deberías 
alcanzarlos, esos traviesos pueden causar un desastre en tan solo unos 
segundos. 
Se sentía confundida por la actitud de Alessandro. 
Él todavía la miraba de una manera extraña cuando pasó por su costado y 
se alejó por el mismo lugar que los pequeños se habían ido momentos 
antes. 
Los encontró en el comedor, listos para comer y poco después Beatrice 
atravesó las puertas con una bandeja con comida. 
—Beatrice, trae la comida de Ava a la mesa. Ella comerá con nosotros —
ordenó Alessandro apareciendo detrás de mí. 
Me sorprendió la orden. No era usual que el servicio comiera en la misma 
mesa que los jefes. 
—Yo puedo comer después. No se preocupe, seño… —él alzó una ceja—
. Alessandro —se corrigió. 
—Beatrice. 
—Así lo haré, señor. 
—Tomé asiento por favor. —La firmeza en la voz de Alessandro no dejaba 
lugar a discusiones. Decidió que lo mejor era obedecer. 
Pasaron la comida hablando y riendo. Ava aprovechó para averiguar todo 
sobre el día de los niños y sobre sus gustos mientras su padre solo la miraba 
atentamente. Al principio se sintió incómoda, pero conforme avanzo el 
tiempo se relajó y se concentró en los niños. De rato en rato sus miradas 
se encontraban; sin embargo, ella desviaba sus ojos tan pronto como eso 
sucedía. 
Los niños no parecían percatarse de nada de esto y seguían concentrados 
hablándole de su día. Ella se llamó la atención y se concentró en cada 
palabra de los pequeños. Ava no estaba allí para enamorarse del padre de 
los niños que tenía que cuidar. Además acababa de salir de una relación 
larga hace poco y no se sentía capaz de soportar otra decepción tan pronto. 
Ahora solo tenía que comunicárselo a su corazón que parecía no recibir el 
mensaje. 
—Entonces él me dijo que mi madre me había abandonado. —La mesa se 
tornó a un completo silencio. 
Los niños suelen ser crueles, muchas veces sin intención, y ese era un claro 
ejemplo de eso. 
—A veces los adultos tomamos decisiones según lo que creemos mejor 
para quien amamos —intervino ella al ver que Alessandro a punto de 
explotar—. Tu madre te quiere más de lo que puedes imaginar y eso es lo 
único que importa. 
Ella no sabía mucho respecto a qué o cómo sucedieron las cosas entre sus 
padres; pero lo único que cualquier niño necesita saber es que sus padres 
lo aman. No les interesan las excusas solo quieren amor. 
Sus palabras tranquilizaron a los niños y volvieron a conversar de cosas 
más tranquilas. 
—Es hora de hacer los deberes —informó Ava a los pequeños al terminar 
de comer. Ellos comenzaron a quejarse apenas ella terminó de decirlo—. 
Entonces supongo que no les prepararé alguno de mis deliciosos postres 
hoy. —Soltó un suspiró de tristeza y los niños se tomaron en serio su 
amenaza. 
—Haremos nuestra tarea —dijo decidido el menor. 
—Oh, entonces creo que puedo hacer unos cupcakes de chocolate —
respondió ella moviendo un dedo sobre su barbilla para aparentar que aún 
se lo estaba pensando—. Solo no se lo digan a su padre —soltó en un 
susurro que incluso Alessandro puedo oír desde el otro lado de la mesa. 
Luego Ava por acto reflejo miró y guiñó un ojo al hombre que acababa de 
mencionar. 
No se percató de lo que hizo hasta que fue demasiado tarde. Fue un gesto 
inocente, sin ninguna otra intención detrás y esperaba que él también lo 
tomara de esa manera. 
Los niños agradecieron antes de levantarse y salir emocionados. 
Ella también se puso de pie. 
—Estaré con los niños —informó. 
—Su madre y yo no tuvimos un divorcio muy amistoso —dijo él 
tomándola por sorpresa—. Mis hijos se vieron arrastrados a demandas de 
custodia. Ella no estaba tan interesada en quedarse con ellos. Estaba más 
preocupaba por quedarse sin dinero si no obtenía la custodia —habló con 
mucha frialdad. 
—Lo siento —dijo ella con total honestidad. 
No era madre, pero no tenía que serlo para entender que como madreuna 
debe dar todo de sí por esas pequeñas vidas que siempre dependerán de ti 
de alguna manera. 
—Ellos no saben mucho de que cómo sucedieron las cosas y preferiría que 
se quedé así hasta que sean lo suficientemente grandes para entenderlo. Es 
por eso que no me quedé con la custodia completa. Necesitan a su madre, 
aunque ella parece no necesitarlos. —Él se puso de pie y camino hasta 
ella—. ¿Es costumbre de las mujeres no querer a nadie? 
No se tomó su pregunta como algo personal. Él aún estaba dolido, quizás 
incluso aun amará a su esposa pese a todo el daño que le había causado. 
Uno no elegía cuando dejar de amar a alguien. No era tan fácil, menos 
cuando ya habías formado una familia con esa persona. 
¡Genial! Si antes le parecía una locura fijarse en él, ahora estaba segura de 
que lo mejor que podía hacer era mantener las distancias. 
—Hombres, mujeres. No tiene nada que ver con el género sino más con la 
persona —respondió Ava. Hablaba por propia experiencia. 
Él alzó su mano y la llevó a su rostro, acunó su mejilla con delicadeza. 
Ella trato de resistirse al efecto que tenía su contacto. Era difícil con sus 
ojos oscuros mirándola fijamente. Se sentía perdida en ese par de pozos 
profundos que guardaban secretos. Alessandro comenzó a acercarse. Sabía 
que la iba a besar y aunque se decía que debía alejarse, su cuerpo no 
respondía a sus órdenes. 
El tiempo se ralentizó y su corazón resonaba en sus oídos. Sus ojos se 
cerraron y sus labios aguardaron el contacto. 
—¡Ava! —se escuchó a lo lejos. 
Abrió sus ojos y con un empuje se alejó de Alessandro lo más rápido que 
pudo. El horror tenía que verse en su rostro, estaba segura de eso. 
¿Qué había estado a punto de hacer? 
Ambos se miraron durante unos segundos. La mirada de él no le decía 
nada. Una máscara de indiferencia cubría cualquier emoción que él 
estuviera sintiendo o tal vez esa era su verdadera emoción. 
—¡Ava! —volvieron a gritar los niños. No era una llamada de emergencia. 
Era más la de dos niños impacientes. 
—Creo que debería de ir antes de que decidan venir. 
Él no le respondió, solo asintió con la cabeza. Ella se alejó dejándolo 
parado en medio del comedor. 
—¡¿Qué demonios, Ava?! —se regañó ella caminando hacia la habitación 
de los niños. 
Ava se había sentido empatía por Alessandro y todo lo que le había pasado. 
Sin embargo, él parecía estarla usando para calmar su dolor y ese era el 
peor tipo de comienzo de cualquier tipo de relación, incluso de una basada 
en sexo. 
 
Capítulo 3 
Ava se giró por décima vez entre las sábanas. Llevaba media hora sin 
poder dormir. No importaba si la cama era demasiado cómoda, ella seguía 
sin poder pegar un ojo. Habían pasado cuatro días desde su llegada a la 
casa de Alessandro y aunque las cosas no habían estado tan tensas como 
al principio. Esto se debía en gran mayoría en que aparte de las horas de 
comida y el momento en que los niños se iban a la cama, ella no solía verlo 
con mucha frecuencia. El incidente del primer día había quedado en el 
olvido o eso parecía. 
En su mente ocurría todo lo contrario. Conforme los días pasaban ella 
sentía más y más real el casi beso entre ellos. Por momentos incluso se 
molestaba que él parecía no recordar lo que había estado a punto de 
suceder. ¿Es que no significaba nada para él? ¿O solo había sido alguna 
especie de juego para él? 
Por lo poco que había averiguado por parte de Beatrice, él no se 
involucraba a menudo con mujeres y si lo hacía nunca las traía a casa. Sus 
hijos eran su prioridad y no quería crearles confusión. Sin embargo, las 
revistas mostraban lo contrario. La lista de mujeres hermosas con las que 
lo habían fotografiado no era precisamente corta. 
Agarro su celular del buró y vio que era cerca de la media noche. Era más 
que seguro que al día siguiente tendría unas enormes ojeras si no se dormía 
pronto. Pensó que tal vez un vaso de leche tibia la ayudaría, pero no quería 
aventurarse al pasillo en medio de la noche. Se rindió cuando después de 
acomodar su almohada y girar otra vez seguía sin conciliar el sueño. No 
lo pensó mucho y se puso en pie para ir a la cocina. Agarró su 
intercomunicador por si algo sucedía con los niños y con la otra mano 
sujetó su celular. 
Al salir al pasillo la oscuridad reinaba y la casa estaba en completo 
silencio. Era más que obvio que los demás debían estar durmiendo. 
Prendió la linterna de su celular para iluminar el camino, lo menos que 
necesitaba ahora era caerse y armar un alboroto. En cuanto llegó a la 
cocina coloco lo que tenía en su manos en encima de la pequeña mesa y 
se dirigió directo al refrigerador a obtener un poco de leche. 
Su cuerpo estaba inclinado y su cabeza casi dentro de la refrigeradora 
cuando escuchó un ligero carraspeo. Ella pegó un brinco del susto y por 
poco un grito se le escapó de la garganta. Cerró la puerta de la 
refrigeradora, se dio la vuelta y se apoyó en la puerta de esta. Seguro que 
lucía como un ladrón atrapado en pleno robo. 
Alessandro estaba parado cerca de la entrada. La luz de su celular apenas 
permitía verlo en medio de la oscuridad, incluso así sintió su miraba 
penetrante. Sus ojos recorrieron su cuerpo de pies a cabeza y se detuvieron 
en algunas zonas más de la cuenta, fue entonces cuando recordó que 
llevaba un pequeño polo de tiras y un short holgado. La vergüenza se 
apoderó de ella y se sintió demasiado expuesta. Esa era la ropa que 
usualmente usaba para dormir, en especial desde que estaba en esa casa 
donde la temperatura siempre era cálida. Decidió que debería usar algo 
menos revelador a partir del día siguiente o quizás no volverse a aventurar 
a salir de su habitación durante la noche. 
Se cruzó de brazos para cubrirse un poco, pero la mirada de Alessandro 
bajó inmediatamente a sus senos. Descruzó en automático los brazos al 
caer en cuenta que con su acción solo había logrado exponerse más. 
—¿No puedes dormir? —pregunto él regresando la mirada a su rostro. 
—No. Seguro es porque recién me estoy adaptando a este lugar. —Era una 
mentira, pero él no tenía por qué saberlo. 
—Un vaso de leche tibia a veces ayuda —dijo él prendiendo la luz. 
Él dio largos pasos hasta estar frente a ella. Ava ni siquiera prestó mucha 
atención. Estaba más concentrada en verlo con la boca abierta. En la 
oscuridad no había podido distinguir que él solo estaba usando un pantalón 
de franela que si no se deslizaban hacia abajo era porque sus caderas las 
detenían. Tenía el torso desnudo. Esta vez fue ella quien lo miró y no se 
perdió ni un detalle. Había tenido razón la primera vez al asumir que su 
cuerpo era tonificado, pero pensarlo no era lo mismo que verlo en primera 
fila y en todas sus dimensiones. Contuvo el impulso de estirar la mano 
para tocarlo. Su abdomen era marcado y sus brazos de seguro podían 
soportar gran peso. 
Su cuerpo traicionero comenzó a calentarse y la excitación se apodero de 
ella. 
—Si no te haces a un lado jamás podremos obtener lo que quieres. —No 
estaba segura de sí era debido a sus hormonas alborotadas, pero lo que dijo 
le pareció tener doble sentido. 
Alejó esos pensamientos de su mente y se ordenó moverse. Sus músculos 
se sentían débiles y tardaron un poco en obedecer. 
Observó como si se tratara de un espejismo a Alessandro moverse a través 
de la cocina con gracilidad mientras llenaba un vaso con un poco de leche 
y lo metía a calentarse. Después devolvió el frasco a su lugar y cuando el 
microondas sonó, sacó el vaso y se lo entregó. 
Ella lo miró como si se tratara de un extraterrestre y no de una persona 
teniendo un gesto amable. De seguro él estaría pensando que era una 
idiota, ella misma lo pensaba. 
Él sonrió de medio lado antes de mover el vaso que tenía en su mano de 
un lado a otro. En modo autómata Ava extendió la mano y tomó el vaso. 
Sus dedos apenas y se rozaron, pero el contacto no ayudo a mejorar su 
situación actual. Le tomó todo su esfuerzo llevarse el vaso los labio y beber 
el contenido de un solo trago. 
Él le recibió el vaso y acercándose permitiéndoleabsorber su aroma 
almizclado. Colocó el vaso en algún lugar detrás de ella. Luego subió la 
misma mano hasta su rostro, con su pulgar limpió suavemente la comisura 
de sus labios y se llevó el dedo a la boca. El acto fue completamente erótico 
y sus neuronas se desmayaron. La tomo por la parte de atrás de la cabeza 
y la acerco a él para un beso. 
Al inicio el contacto de sus labios era delicado, pero conforme pasaba el 
tiempo su beso se volvió más demandante. Ella enredó sus manos en su 
cuello y se entregó por completo a sus caricias. Se sentía en el paraíso. 
Nunca había sentido nada igual y jamás hubiera imaginado que un beso y 
unas cuantas caricias pudieran causarle tanto placer. 
Cuando recuperó un poco de sentido común ella estaba encima de la 
encimera y no recordaba cuándo o cómo había llegado allí. Su camiseta 
estaba enredada dejando al descubierto su abdomen y sus piernas estaban 
envueltas alrededor de la cintura de Alessandro. La erección de él era 
notoria. Ella tenía tantas ganas de restregarse y obtener lo que su cuerpo 
le estaba pidiendo a gritos, pero el sentido común pudo con ella. 
Desenredó sus piernas y detuvo la mano que se deslizaba de arriba hacia 
abajo acariciándola. 
—Esto está mal —dijo alejándolo y bajándose de la encimera de un salto. 
Inmediatamente extraño su tacto y sus besos, se recriminó por haber sido 
sensata; pero se trató de convencer de que detenerse había sido la mejor 
decisión. 
>>Eres mi jefe y yo soy tu empleada. Estoy aquí para cuidar a tus hijos y 
cualquier cosa entre nosotros podría poner en riego mi trabajo. 
La tensión se podía leer en el rostro de Alessandro. Él no estaba para nada 
feliz. 
—No importa cuánto te resistas, ambos conocemos el resultado final —no 
le dio tiempo de responder antes de darse la vuelta y alejarse. 
El vaso de leche que había tomado no sirvió de nada después de su 
excitante encuentro en la cocina. Si antes no había podido dormir, la 
situación se volvió peor cuando volvió a su cama. El beso era lo único en 
que podía pensar. 
Se durmió cerca de las tres de la mañana y como todos los días a las seis 
en punto su alarma sonó insistentemente. La tentación de arrojar el 
endemoniado aparato era tan grande. 
Antes de volverse a dormir, se levantó y se metió en el baño. Después de 
una ducha helada se sintió un poco más humana. Al mirarse en el espejo 
pensó que el agua, si bien es cierto había arreglado el problema del 
agotamiento, no había hecho nada por ayudar a disimular las enormes 
ojeras. 
Tomó el set de maquillaje que rara vez usaba y se esmeró en ocultar los 
indicios de su desvelo. Al terminar se sentía contenta con el resultado. 
Llevaba el cabello castaño en una cola, había usado un poco de rímel y 
sombra para resaltar sus ojos marrones y un poco de corrector había 
solucionado el problema de las ojeras. Además había usado un poco de 
rubor, casi imperceptible, para disimular lo pálida que se veía su piel. No 
podía asegurarlo con certeza, pero podía apostar que eso último se debía a 
volver a ver a su jefe. 
Se dio un poco de aliento y salió rumbo a la habitación de los niños, si no 
los despertaba pronto llegarían tarde a sus clases. Ellos no le dieron 
muchos problemas y pronto estaban en el comedor tomando su desayuno. 
La mesa estaba llena de risas, los niños no paraban de hacer alguna que 
otra tontería. Ella se encontraba más relajada, él que Alessandro no 
estuviera con ellos tenía mucho que ver. Beatrice le había dado la noticia 
de que él había tenido que salir antes porque tenía negocios que atender. 
Sus sentimientos al enterarse habían sido contradictorios, pero trató de no 
darle muchas vueltas. 
Despidió a los niños y luego se fue a arreglar a la habitación de los niños. 
Eso no entraba dentro de sus funciones, había un personal de limpieza que 
venía por horas; pero no era lo suyo quedarse sin hacer nada y la mañana 
podría sentirse larga sin Fabrizio y Piero corriendo de un lado a otro. 
Estaba colocando algunas cosas en su lugar cuando vio uno de los 
cuadernos del mayor en su mesa de trabajo. Según lo que podía recordar 
él había pasado la tarde anterior haciendo una tarea justo en ese cuaderno. 
No entendía como había podido pasar eso. Ella misma se había encargado 
de revisar que ese cuaderno y otros más estuvieran en su mochila ayer por 
la noche, incluso tenía un horario para no cometer errores. 
Salió de la habitación y camino apresurada a tomar un abrigo de su cuarto. 
No tardó mucho en avisarle a Beatrice que iba a salir. Ella le dijo que 
esperara un rato mientras le llamaba a Alessandro porque el chofer no 
regresaría pronto. Ava tenía miedo de cómo reaccionaría él frente a su 
evidente error. Después de colgar el teléfono Beatrice le dijo que se llevara 
el auto negro de la cochera. Se alegraba de que lo primero que había hecho 
al llegar al país había sido ir a sacar un permiso de conducir. 
Tomó las llaves que Beatrice le había indicado y pronto se encontraba en 
plena autopista. No tardó demasiado en llegar a la escuela. Allí ya estaban 
informados de que ella vendría. Alessandro había hecho que su secretaria 
llamara a la escuela para que le permitieran el ingreso. Un guardia muy 
amable le indico el camino al salón de Fabrizio y después de agradecerle 
se puso en marcha. 
El pequeño parecía aliviado cuando la vio. 
—Eres la mejor —dijo él como si se tratará de algo más que un cuaderno, 
pero había notado que era muy responsable para su corta edad. 
—Ya lo sé —bromeó ella—. Ahora regresa allí adentro antes de que me 
enojen por quitarte valiosas horas de aprendizaje —Ella le guiñó un ojo 
confidente. 
Fabrizio asintió con solemnidad y regresó a su salón. 
Ella sonrió, se estaba encariñando bastante con los hijos de Alessandro y 
no tenía nada que ver con la innegable atracción que sentía por su padre. 
Ellos tenían su propio encanto y le sorprendía que su madre hubiera podido 
separarse de ellos con facilidad. Si algún día tuviera hijos era seguro que 
preferiría perder un brazo e incluso la vida antes de que alguien se los 
quitara. 
Camino a través de los pasillos de regreso a su auto. Se despidió del 
guardia con amabilidad antes de salir. 
De regreso a casa y ya sin ninguna preocupación, pudo disfrutar del viaje. 
Para llegar a su destino tenía que pasar por varios lugares que le parecían 
de lo más hermoso. Era por eso que siempre había querido venir a Italia. 
Amaba a su país, pero estaba tan enamorada de este lugar. 
Al pensar en su país recordó que hace un par de días no hablaba con sus 
papás. Antes de que ellos fueran a la CIA a denunciar su desaparición lo 
mejor sería llamarlos esta noche. Ava era hija única y sus padres a veces 
podrían ser muy sobreprotectores. Era sorprendente que la hubieran dejado 
viajar tan lejos de casa. Aunque para ser verdad ella se había empecinado 
y si algo sabían sus padres de ella era que cuando algo se le metía en la 
cabeza nada ni nadie lograba que cambiara de opinión. 
El teléfono sonó devolviéndola a la realidad. El número era de Alessandro, 
ella trató de controlar sus nervios antes de responder. 
—¿Hola, señor? —Ahora más que nunca necesitaba marcar los límites y 
comenzaría por evitar llamarlo por su nombre a menos que los niños 
estuvieran presentes. 
—¿Todo salió bien? —pregunto él ignorando deliberadamente como lo 
había llamado. 
—Sí. 
—Gracias por llevarle su cuaderno, fue un gran gesto de tu parte. 
—No tiene por qué agradecer. 
Su trato formal pareció irritarlo porque se escuchó un suspiro frustrado del 
otro lado. 
—Hablaremos esta noche —dijo con brusquedad. 
Sus palabras la tensaron, fue bueno que el terminara la llamada porque ella 
no hubiera sabido que responder. 
 
Capítulo 4 
Ava se pasó el resto del día pensando en la conversación que le esperaba. 
No ayudó que Alessandro se ausentara durante el almuerzo y la cena. No 
lo vio hasta la hora de acostar a los niños, donde como todas las noches 
vino a darles un beso de buenas noches. No le dirigió una sola mirada a 
ella, incluso cuando le hablopara decirle que la esperaba en su oficina. 
Usó cada gramo de fuerza antes de tener el valor de caminar hacia el 
despacho de Alessandro y pasó un buen rato antes de animarse tocar la 
puerta. Ella ya no era una adolescente impresionable, se dijo. Si tan solo 
no hubiera permitido que el beso de la noche anterior sucediera no estaría 
en ese enredo ahora. 
—Adelante. 
Tomó un último respiro antes de girar la manilla de la puerta e ingresar. 
Cerró la puerta tras de ella y sintió que se estaba encerrando 
voluntariamente en la guarida del león. 
Alessandro estaba sentado trabajando en su laptop, pero en cuanto la vio 
se concentró en ella. 
—Toma asiento —ordenó—. Por favor —continuó cuando ella no se 
mostraba dispuesta a obedecer. Aunque siguió pareciendo una orden. 
Camino hasta estar frente a él, tan solo separados por el escritorio, y se 
sentó. Esperaba que el escritorio fuera un buen escudo. 
Estaba tan tensa aunque hacía lo posible por no demostrarlo. Subió sus 
lentes con una de sus manos y luego coloco ambas manos en su regazo. 
—¿Qué es de lo que quería hablar? 
Él estaba observando cada uno de sus movimientos, sin embargo, en su 
rostro no se mostraba ninguna emoción. 
—Preferiría que siguieras tuteándome. 
—¿Está acostumbrado a lanzar órdenes y que el resto obedezca sin 
rechistar? 
—Sí —aceptó—. Pero no es de eso de lo que quiero hablar. 
—Tiene razón. Deberíamos dejar claro que lo de ayer fue un error y no 
puede volver a suceder —dejó él en claro. 
—¿Cuántas veces te has tenido que repetir el mismo discurso? Aun así no 
luces como si te lo creyeras. —Él se puso de pie y caminó hasta colocarse 
detrás de ella. 
A Ava le costó mucho esfuerzo mantenerse tranquila. El orgullo no le 
permitió demostrar debilidad ante él. 
—Señor, le pido por favor que recuerde que usted es mi jefe. 
—Siempre lo recuerdo —susurró inclinándose hacia ella. Sus labios 
estaban muy cerca de su oreja y su aliento la acaricio con cada palabra—. 
Sin embargo, la atracción también está allí y no le encuentro el sentido a 
negarle a nuestros cuerpos lo que desean. 
—Yo… 
—Los dos somos adultos, Ava —Su tono se volvió más seductor al decir 
su nombre—. Podemos tener sex… 
—No lo diga. 
Él se rio ante el temblor en su voz y el sonrojo en su rostro. 
—Actúas como si fueras virgen. 
Ella no supo que responder, pero no fue necesario. Su silencio fue 
suficiente confirmación. 
>>¿Cómo es eso posible? ¿Qué edad tienes? 
—23 años y no todas las mujeres de mi edad están buscando acostarse con 
alguien a la primera oportunidad —respondió a la defensiva. No entendía 
porque le resultaba incómodo hablar de eso con él cuando con la mayoría 
solía ser demasiado abierta. 
—No, de seguro no. Pero se me hace difícil creer que alguien con un fuego 
como el tuyo no haya estado íntimamente con alguien —No sonó a ofensa, 
todo lo contrario parecía un halago. 
—Podemos dejar de hablar de eso. 
Se estaba enfureciendo y eso no resultaría en nada bueno. Sus padres 
siempre bromeaban que ella había heredado el carácter de su abuela 
paterna. Ava solía ser tranquila y casi nada la molestaba, pero cuando se 
enfurecía podía mandar al demonio a todo y todos. 
—Está bien, pero que quedé claro que no has logrado que pierda el interés 
en ti. 
—¿De eso se trata? De un interés. ¿Por algo como eso arriesgará la 
estabilidad emocional de sus hijos? —Ella sabía que se había excedido un 
poco. 
—Jamás haría algo como eso —respondió él sin salirse de control—. Lo 
que sea que ocurriera entre nosotros quedaría entre nosotros. 
—¿Y qué ocurre con el amor? 
—¡Vamos Ava! Estamos en pleno siglo XXI, no me dirá que cree en 
cuentos de amor. Lo que le estoy proponiendo es una relación meramente 
física. La deseo y estoy acostumbrado a obtener lo que deseo. 
—Ya me di cuenta de eso. ¿Y que ganó yo con esto? 
—Un amante experimentado. 
Él coloco una de sus manos en su muslo y la otra en su cuello. Su toque 
la estaba quemando y controlo el impulso de presionar los muslos. La 
mano izquierda fue bajando por su pecho y luego hizo el camino de 
regreso. La otra seguía sujetando su pierna con firmeza. Él no dejo de 
propinarle caricias mientras su lengua recorrió su cuello desde la parte 
inferior hasta llegar al lóbulo de su oreja. Su respiración estaba agitada y 
su corazón latía errático. Quería escapar, pero quería más quedarse en el 
mismo lugar. 
Ava echó la cabeza hacia atrás apoyándola en el respaldo del asiento y 
cerró sus ojos, mientras se dejaba acariciar. Sus labios estaban secos y 
deslizo su lengua fuera para poder humedecerlos. 
Ella saltó como un resorte al darse cuenta que se estaba rindiendo ante él. 
Se alejó hasta poner una distancia prudente entre los dos. Mejor no 
arriesgarse a cometer otra estupidez. 
Lo confrontó, él tenía una sonrisa presumida en su rostro. Imbécil, maldijo. 
Alessandro era realmente atractivo, el sueño de muchas mujeres de seguro. 
Ella misma había soñado con él más veces de lo que le gustaría admitir y 
ninguno de sus sueños era precisamente lo que uno llamaría inocente. En 
uno de ellos los dos habían estado recostados en su cama y él se había 
deslizado hacia abajo acariciándola en todo momento. Se había detenido 
cuando su rostro estuvo a la altura de su entrepierna y tortuosamente había 
acariciado su vagina primero con su nariz y luego con su lengua. No se 
había detenido hasta llevarla a la locura. Esa noche se había despertado 
sudorosa y agitada. 
Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos de su mente. 
Lo miró a los ojos y detrás del deseo notó reconocimiento. Casi era como 
si él supiera lo que había estado recordando y estuviera dispuesto a hacerlo 
realidad. 
—No pienso arriesgar mi trabajo solo porque usted quiere pasar un buen 
rato —dijo cuándo recupero el aliento y su cerebro comenzó a trabajar 
nuevamente. 
—No lo harás, podrás seguir trabajando en esta casa. Si aceptas, durante 
las mañanas cumplirás el trabajo por el cuál estás aquí, pero en las noches 
serás toda mía para que yo pueda llevarte al clímax tantas veces como lo 
necesitemos —Había crudeza en sus palabras, pero en lugar de asustarla 
eso solo logró excitarla más. 
Necesitó de mucho esfuerzo para poder hablar otra vez. 
—¿Y luego qué? Usted parece el típico hombre que no le gusta jugar con 
el mismo juguete mucho tiempo. ¿Qué pasará conmigo cuando se aburra? 
—Tengo bastantes conocidos. Incluso si lo desea podría dejar de ser 
niñera, ejercer su profesión como profesora aquí en el país. 
—Entonces, me acuesto con usted y podré trabajar en lo que deseo. 
—Si es así como quieres verlo… 
—La respuesta es no —dijo con voz firme. 
—No necesitas responder ahora —habló como si ella no hubiera dicho 
nada—. Mañana por la tarde empieza tu descanso. Tienes el fin de semana 
para pensar en tu respuesta y el domingo cuando regreses puedes darme 
una respuesta. 
—Mi respuesta no cambiará. Creo que se llevará una decepción tremenda. 
—Veremos qué pasa. —Alessandro debía de ser un buen jugador de póker. 
No había rastro de inseguridad en su rostro. 
Con toda la dignidad que pudo reunir caminó a través de la habitación y 
salió. 
Lo primero que hizo al llegar a su habitación fue lanzarse a su cama y 
soltar una sarta de insultos, algunos de ellos no aptos para personas 
sensibles. 
Él estaba tan pagado de sí mismo, pero no era eso lo que la enfurecía. 
Estaba furiosa porque se sentía tan tentada a aceptar. Ella lo deseaba y de 
nada servía negarlo. 
El fin de semana le vendría bien, necesitaba que alguien le hiciera ver las 
cosas con claridad. Lia sería de mucha ayuda. 
Después de una larga noche sin poder dormir, le costó aún más esfuerzo 
que la mañana anterior levantarse. Sus ojeras no pudieron disimularse tan 
bien esta vez y ni que decir de su humor. Aun así se las arregló para pasar 
la mañana con una sonrisa en el rostro. Fabrizio y Piero no tenían la culpa 
de que su padre fuera el causante de sus desvelos y su frustración. 
Pasar la mañana en la alberca donde los pequeños tenían sus clases de 
natación la animó enormemente.Cada vez que ellos lograban algo, ella 
aplaudía y gritaba de emoción sin importarle quien la viera. Los niños 
siempre necesitaban de un poco de aliento. Al principio ambos se habían 
avergonzado un poco, pero luego incluso mencionaban su nombre cada 
vez que querían que ella viera algo y cuando los felicitaba sonreían 
orgullosos. Fabrizio era un poco más tímido, pero igual no desaprovechaba 
cualquier momento para presumir un poco. Por otro lado, Piero era más 
extrovertido y no importaba si estaba más ahogándose que nadando igual 
quería que ella lo presenciara. 
Casi se había olvidado de lo sucedido el día anterior para cuando 
regresaron a casa. Pero su recuperado buen humor no duró mucho. 
—¡Mami! 
Fabrizio y Piero salieron corriendo apenas unos segundos después de bajar 
del carro y se abrazaron a una mujer que estaba parada en medio de las 
escaleras. 
¿Esa mujer era la ex-esposa de Alessandro?, se preguntó. 
La mujer en cuestión tenía el cabello rubio cortado hasta la altura de los 
hombros dándole una apariencia ligeramente infantil. Su rostro era casi 
perfecto, tenía los ojos verdes, una nariz fina y unos labios voluptuosos. 
Su cuerpo no podría ser real, no parecía haber ni un gramo de grasa por 
algún lado. Era imposible de creer que era la madre de dos hijos. Se la 
imagino a lado de Alessandro y lo único que se le vino a la mente fue una 
pareja atractiva y digna de estar en portadas de revistas de modelos. 
Su autoestima apenas resistió el impacto causado por la evaluación a la 
mujer. No estaba loca para hacer comparaciones entre las dos, no porque 
no se creyera linda sino porque justo ahora; con su ropa simple, su cabello 
hecho un desastre y sus ojeras que se veían a kilómetros; no se sentía en 
su mejor momento. 
—¿Y tú quién eres? —preguntó la mujer en voz fría y altiva. Allí terminó 
el encanto. La observó, aunque parecía más una evaluación de la cual no 
había sido informada. Se sintió incómoda, pero que la mataran si lo 
demostraba. 
—Ella es la señorita Ava, mamá. Nuestra niñera —explicó el menor 
emocionado. 
Probablemente lo correcto era saludarla, pero la mujer apenas y le había 
dado tiempo para hablar. 
—¿Con que es así? —Asentí con la cabeza—. ¿Dónde está Alessandro? 
—En el trabajo —respondió Ava lo más profesional que pudo. 
—Bueno, me llevaré a los niños —anunció con toda naturalidad. 
—Déjeme comunicarme con el señor Alessandro primero. 
Antes de que la mujer le dijera algo subió por las escaleras, abrió la puerta, 
hizo ingresar a los niños e invitó a la madre a pasar. 
Le ofreció algo para beber y ella solo pidió un vaso de agua. Después de 
disculparse se alejó rumbo a la cocina y le pidió o prácticamente le suplicó 
a Beatrice que llevará un vaso de agua a la inesperada visita. Ella aceptó 
con recelo, a Ava no le sorprendió. Ahora que conocía en persona a la 
madre de los hijos de Alessandro no podía evitar sentir un poco de 
desagrado. 
Agarró su celular y marcó el número que ya tenía grabado en su celular. 
Alessandro le había dejado la orden clara de ser contactado en caso 
Marena, su ex-mujer, apareciera antes de la hora acordada. Al parecer 
estaba acostumbrada a hacerlo con mucha frecuencia. Según el horario 
establecido ella debía venir a recogerlos a las dos de la tarde y apenas era 
cerca del mediodía. Beatrice había mencionado en alguna oportunidad que 
a la mujer le gustaba hacer y deshacer las cosas a su capricho. 
Alessandro contestó al segundo timbrazo y después de un escueto saludo 
ella le explicó la situación. Él soltó un improperio y luego le indicó que le 
dijera a Marena que lo esperara porque tenía que hablar con ella. 
—No la dejes salir de allí antes de que llegué —ordenó. 
No era como si ella pudiera detenerla en caso Marena quisiera marcharse, 
pero se aseguraría de que no se llevara a los niños si las cosas llegaban a 
complicarse. En serio esperaba que eso no sucediera. 
—Ella lo hace solo por molestar —dijo entrando a la cocina Beatrice. Ava 
acababa de terminar la llamada—. Sabe muy bien que el señor estará en el 
trabajo hasta más tarde y llega temprano queriendo llevarse a los niños sin 
que se despidan de su padre. Arpía. 
—Shh, te va escuchar. —Ava trató de no reírse del apodo. 
Era la primera vez que veía a Beatrice tratando a alguien con tanto 
desagrado. 
—Pues a ver si así deja de actuar tan arrogante. 
—No es correcto hablar de ella. 
Beatrice solo se encogió de hombros y continuó haciendo sus cosas. 
Ava caminó de regreso a la sala para darle el mensaje a Marena. Cruzó los 
dedos antes de acercarse a ella. 
 
Capítulo 5 
Este día estaba tornándose el peor día de su existencia, incluso si 
consideraba el día en que había atrapado a su ex-novio engañándola y ella 
había creído que nada podría superar esa experiencia. Marena le estaba 
demostrando cuan equivocada estaba. 
—¿Desde cuando dices que estás trabajando aquí? —pregunto con su voz 
irritante. 
Estaba dudando seriamente si era tonta o solo se hacía. Porque aparte de 
ser la tercera vez que preguntaba eso, seguro que la semana pasada Ava 
aún no había estado aquí. Aunque no le sorprendería que nunca se acordara 
de un rostro que no fuera el que veía todas la mañanas en el espejo. 
—Desde el lunes, está fue mi primera semana. —Hizo un esfuerzo por 
sonar amable. 
Solo tenía aguantar un poco más. Alessandro no tardaría en llegar. 
Miro el reloj en su muñeca sin importarle ser mal educada. Esa 
desagradable mujer no era su jefe y tampoco pagaba su salario. Además 
estaba provocándole una jaqueca terrible. No entendía como unos niños 
tan dulces podían tener a alguien tan desagradable por madre. 
Cuando vio la hora se sorprendió porque apenas habían pasado diez 
minutos. ¿Cómo era eso posible? Ella sintió que al menos una hora había 
transcurrido desde que había llamado a Alessandro. 
Fabrizio y Piero estaban jugando en medio de la sala con algunos de sus 
juguetes. En defensa de su madre al menos podía decir que no los trataba 
mal, pero tampoco se llevaría el título a la madre del año. Los trataba con 
cariño; sin embargo, no la podía imaginar jugando con ellos tirada en el 
suelo. Ni siquiera había tenido muchas ganas de ir a la habitación de los 
niños para jugar, en su lugar les dijo que trajeran sus juguetes y jugaran 
allí. 
—No entiendo porque no puedo llevarme a mis hijos, no es como si yo 
fuera una extraña. 
—El señor Alessandro pidió que lo esperara. Necesita hablar con usted —
dijo guardando la compostura. 
—¿Pedir? Él no pide nada, solo ordena —Al fin había dicho algo con lo 
que podían estar de acuerdo. Sin embargo, le pareció de mal gusto que lo 
dijera delante de los niños, felizmente ellos parecían estar más 
concentrados en sus juegos. 
La puerta se abrió y Alessandro apareció. Su impulso inicial fue lanzar un 
suspiro de alivio, pero logró contenerse. Él ni siquiera le dirigió una 
mirada, estaba concentrado en su ex-mujer. No pudo descifrar que era lo 
que sentía al ver a la mujer. 
Los pequeños corrieron a saludar a su padre y este los recibió como todos 
los días. 
Aprovecho que nadie le prestaba atención para ir a la habitación de los 
niños a conseguir sus mochilas, utilizo eso como excusa y desapareció en 
silencio. 
Ella misma había alistado las cosas de los niños el día anterior con todo lo 
necesario, pero por lo sucedido el día anterior reviso otra vez que todo 
estuviera ahí. 
Regresó a la sala y encontró a los niños bajo el cuidado de Beatrice quién 
le explico que el señor estaba con su ex-esposa en su despacho. Un 
sentimiento desconocido la recorrió, pero lo ignoro lo mejor que pudo. 
—Yo me hago cargo, Beatrice —ella asintió con una sonrisa y se fue. 
—A ver ¿quién me presta un coche? 
Se sentó en el suelo a lado de los niños y Piero le alcanzó un camión color 
rojo. 
—¿Este te gusta? 
—¡Rojo! ¿Cómo supiste que es mi color favorito? 
Piero se sonrojo y sonrió feliz. 
Los tres comenzaron a jugar y pronto había choques y explosiones. Ava 
disparó un misil imaginario al carro de Piero, se adueñó del carro de 
Fabrizioy salió corriendo mientras los niños la perseguían por toda la sala 
para vengarse de ella. Las risas no se hicieron esperar. 
Estaban en plena persecución cuando el par de padres hizo notar su 
presencia en la sala. Marena la miraba molesta y Alessandro tenía una ceja 
levantada con un amago de sonrisa. Esa sonrisa casi logra que sus 
pensamientos se dirijan a lugares prohibidos. 
—¿Dónde estabas? —La voz irritante de Marena la sacó de sus fantasías— 
Se supone que estás aquí para cuidar de los niños, pero al mínimo descuido 
te desapareces y tenemos que llamar a la cocinera para cuidarlos. 
Ava se mantuvo en completo silencio y con la mirada fija en su jefe. No 
tenía por qué darle explicaciones a esa mujer. 
—Marena, te pido que no le alces la voz a mi personal y mucho menos 
delante de los niños. —Ella hizo una mueca y lo ignoró. 
—Bueno, queridos, vámonos —dijo en su lugar. 
Ellos miraron a Ava y turnándose la abrazaron, ella les correspondió con 
mucho afecto, Se estaba apegando demasiado a ellos. 
—Te extrañaremos —dijo el menor. 
—Estaré esperándolos aquí el domingo cuando lleguen. —Eso pareció 
darles tranquilidad y caminaron hasta pararse a lado de su madre, que no 
hacía otra cosa que lanzarle cuchillos con la mirada. 
—Sus cosas están allí —Marena miro al sillón que ella señalaba. Si 
esperaba que se los acercara podía esperar sentada. 
La arpía camino hasta el sillón y cogió las mochilas antes de tomar las 
manos de sus hijos. Alessandro los acompañó hasta la puerta y los 
despidió. Luego regresó a la sala donde ella seguía parada. 
Sin los niños para hacer de barrera la tensión comenzó a llenar toda la 
habitación mientras se miraban a los ojos. 
—Tengo que alistarme —susurró trabándose con sus palabras un poco. 
En menos de un segundo ella se dio la vuelta y corrió a su cuarto. 
Su estrategia de evasión funcionó muy bien hasta la hora de marcharse. 
No lo volvió a ver más durante la próxima hora antes de irse, aunque sintió 
su mirada sobre ella desde el ventanal de su oficina al salir de la gran casa. 
Cogió el auto que Alessandro le había dicho en la mañana que se llevará y 
condujo rumbo a la casa de Lia. 
Prendió la radio y se dedicó a cantar desafinada todo el viaje. Eso siempre 
le ayudaba a calmarse un poco, había tratado de no hacerlo mucho en su 
trabajo por obvias razones. 
—¡Ava! —Lia se lanzó a abrazarla en cuanto la vio. 
Ella la abrazó con la misma intensidad. 
—Te extrañé. 
—Y yo a ti. 
—Bueno ¿y vas a invitarme a pasar? 
—Oh, lo siento, me emocioné. Entra, por favor. 
Entraron y Ava vio que todo seguía igual, no es como si en una semana 
podrían haber ocurrido grandes cambios. 
—Esto se siente casi como regresar a tu hogar. 
—Es que este es tu hogar, nena. 
—Gracias. —Estaba al borde de las lágrimas. 
Lia se había vuelto en lo más cercano a una familia que tenía en Italia. 
Nunca olvidaría lo que ella había hecho para ayudarla. 
Después de dejar sus pertenecías en un rincón, ambas se pusieron a cocinar 
hablando y bromeando. Lia le contó que por fin estaba por terminar de dar 
sus últimos exámenes en la universidad y que por fin sería una enfermera 
titulada. Ava se alegró mucho por ella y la felicitó. 
—Igual aún me falta un montón de cosas después de eso. Pero sentir que 
las noches sin dormir o trabajando extra valen la pena es asombroso. 
—Claro que sí, sé que fue duro para ti y me alegro que pronto podrás 
trabajar en lo que te gusta. 
Los padres de su amiga hacían lo que podían para ayudarla; pero mantener 
un departamento en la ciudad más los gastos del estudio no era tan fácil, 
peor siendo la segunda de cuatro hermanos. Aun así ella no se había 
rendido y aquí estaba a punto de ser profesional. 
—¿Y cómo te va a ti? ¿Qué tal tu nuevo trabajo? No, olvida el trabajo. 
¿Qué tal tu jefe? —preguntó con emoción. 
—Lia —le advirtió. 
—¿Qué? Lo he visto en algunas revistas, el hombre está como quiere. 
Mejor, imposible. Además el hombre es rico. ¿Qué tal los guardaespaldas? 
—No lo sé, los he visto muy poco. Siempre mantienen su distancia 
conmigo y rara vez me cruzó con ellos. La única vez que acuerdo de su 
presencia es cuando salimos con los niños porque nos acompañan, pero 
siempre a una distancia prudencial. 
—¿Y cómo es la casa? Con todo el dinero que ese hombre tiene me 
sorprende que no viva en una mansión. 
—No será una mansión, pero sigue siendo enorme. 
—¿Y? 
—¿Y qué? 
—No me vas a decir nada sobre tu jefe. 
—Firmé un contrato de confidencialidad, lo sabes. 
—No te estoy pidiendo que me cuentes secretos, solo que tan atractivo te 
pareció. 
—Mucho. 
Ava no pudo guardar por mucho tiempo más silencio y le contó todo lo 
sucedido, bueno casi todo, omitió algunas partes candentes. Incluso le 
habló del trato que él le había propuesto. 
—Hazlo. 
—¡¿Qué?! 
—Es obvio que te gusta y mucho, si hasta te brillan los ojos al hablar del 
hombre y no te juzgo. 
—No quiero perder mi empleo, sus hijos son personitas dulces y ya me 
encariñé en ellos y no es solo eso, todo podría salir mal. 
—Ni siquiera estas segura de que te quedaras en Italia por mucho tiempo. 
Acuéstate con él, disfruta un poco y luego continúa con tu vida. Te 
conozco poco tiempo y puedo decir que siempre calculas todo. A veces 
tomar un poco de riesgo puede ser increíble. 
—Pero es mi jefe. 
—Es el único punto en contra, hay muchas cosas a favor. Sus destrezas en 
la cama son casi o igual de comentadas que sus destrezas para los negocios. 
Una incomodidad se apoderó de ella al escuchar esas cosas de Alessandro. 
No le gustó pensar en la cantidad de mujeres con las que él se ha visto 
involucrado. Al parecer ya ha comenzado a sentir algo por él y ni siquiera 
ha pasado mucho tiempo desde que lo conoce o lo que es peor aún no han 
tenido sexo. 
—Y yo esperaba que me dieras un buen consejo —susurra. 
Después de eso cambiaron de tema y no se volvió a tocar el tema otra vez. 
Aunque no vuelven a mencionar a Alessandro ni su trabajo para él, ella no 
puede evitar pensar en él. Durante la última semana la tensión sexual ha 
ido haciendo incontrolable y el resultado fue lo que sucedió el día jueves 
en la noche. Lia tiene razón, a ella le gusta y mucho. 
Además de alguna manera su creciente excitación por él había sido de 
utilidad, ya no pensaba más en Marc y su infidelidad. Antes de conocer a 
Alessandro había comenzado a dudar de si alguna vez podría sentir algo 
sexual por alguien, porque aunque había querido a Marc, jamás sintió un 
deseo irrefrenable por él; pero era obvio que se había equivocado. 
A Ava le hubiera gustado pasar más tiempo con su amiga, pero como 
estaba en exámenes finales estaba un poco estresada y quería aprovechar 
sus tiempos de descanso al máximo, así que entró a su cuarto a descansar 
temprano. Ella la entendía necesitaba todo el descanso que pudiera obtener 
porque luego no tendría tiempo ni para eso. 
Ella prendió la tele a bajo volumen y la miró por un rato, luego se aburrió 
y se acomodó para dormir. Pensó que podría hacerlo como las últimas 
noches, pero se encontraba un poco más relajada después de haber hablado 
con su amiga y el cansancio fue más fuerte por lo que se durmió apenas su 
cabeza todo el sillón de Lia. 
El domingo pasó demasiado rápido para su gusto. Durante la mañana 
ayudó a su amiga a arreglar su departamento y luego la acompañó a 
comprar cosas para abastecer la alacena. Después de almorzar vieron una 
película y luego ella se despidió para regresar a su trabajo. 
Había tratado de no pensar en la propuesta de Alessandro durante todo el 
día, pero en cuanto más se cerca estaba de llegar su cabeza no podía pensar 
en otra cosa. 
Alessandro estaba en la sala cuando ella llegó. Se volvió a mirarla y habló. 
—Los niños llegarán dentro de media hora, te espero en mi despacho. 
No necesitaba preguntarle el para qué. 
No tenía necesidad de ordenar sus cosas tan pronto, pero necesitaba 
ocuparse mientras dejaba el tiempo correr. Dejó que pasaran al menos diez 
minutos antes de ir al encuentro de Alessandro, lo hizo solo para 
molestarlo. 
Tocola puerta y espero a que le dijera que pasara, cuando lo hizo entro sin 
demora antes de arrepentirse. 
Alessandro la observaba con una sonrisa, al parecer había adivinado el 
motivo de su retraso y en vez de enfurecerlo solo había logrado divertido. 
—Acepto —anuncio antes de que él tuviera la oportunidad de decir algo. 
Un peso se levantó de sus hombros. 
Él la miró con una sonrisa triunfadora. 
Maldito, sabía cuál sería su respuesta. 
Se dio la vuelta sin más y lo dejó sonriendo triunfante. 
—No cierres tu puerta con seguro esta noche —ordenó mientras salía. 
 
 
Capítulo 6 
Toda la seguridad que Ava había sentido cuando le dijo a Alessandro que 
aceptaba su propuesta había salido volando por la ventana. Ahora solo le 
quedaban inseguridades. Dudaba que hubiera estado pensando 
coherentemente cuando aceptó acostarse con él. 
Ava miró más allá de su ventana mientras calculaba la probabilidad de 
poderse escapar. La noche era oscura, pero el jardín trasero estaba 
ligeramente iluminado por las luces que habían dispersas por el lugar. El 
jardín era grande y había algunos árboles de considerable tamaño en él. 
Atravesar todo el lugar le tomaría demasiado tiempo y sería difícil que 
seguridad no la notara. Aunque tenía a su favor que era buena haciendo 
estupideces. Solo tendría que salir de la casa, de preferencia a través de su 
ventana, y luego atravesar el jardín hasta llegar a los muros. Una vez allí 
solo faltaría escalar… un muro de 3 metros sin peldaños. Eso era más que 
imposible, solo ella podría tener ideas de ese tipo. 
Tal vez podría marcharse por la puerta principal, no es que ella fuera un 
rehén. Claro que no tendría una explicación creíble de porque se marchaba 
a esas horas de la noche y mucho menos sin que el jefe hubiera dado el 
aviso. Por lo tanto, salir por la puerta principal tampoco era una opción. 
No si no quería pasar una vergüenza. 
Sus divagaciones poco o nada hicieron por aminorar su nerviosismo. Aún 
sentía que estaba por cometer un error. 
—Deja de pensar en ello. 
—¡Rayos! —Saltó del susto y se llevó una mano al pecho. Al darse la 
vuelta vio a Alessandro parado apoyado sobre la puerta cerrada—. 
Entiendo que sea tu casa, pero al menos podrías haber tocado. 
—Llame a la puerta un par de veces —respondió con la ceja alzada—. Veo 
que ya no me hablas con formalidad. 
—No eres mi jefe en este momento —dijo con atrevimiento. Era la primera 
vez que no se quedaba como una completa tonta delante de él aunque no 
creyó que le durara demasiado. 
—¿Quién lo hubiera pensado? —Alessandro parecía encontrar el 
intercambio divertido. 
—¿Qué? 
—Tienes más coraje del que aparentas. 
Él dio una mirada apreciativa a su cuerpo y como ya era costumbre ella se 
excitó. 
Ava estaba usando la camiseta y el short de su último encuentro en la 
cocina a media noche. Se preguntó si debió usar algo más sexy o algo 
menos revelador. Bueno ya no sentido pensar en eso. 
Alessandro caminó hacia ella con demasiada calma. Era seguro que 
buscaba ponerla más nerviosa. Sus movimientos eran felinos como un león 
acechando a su presa. Ella no hizo ningún movimiento. Sus extremidades 
no le respondían y tuvo que esperar -contra su voluntad- a que él llegara. 
Aunque no le tomó demasiado tiempo, se sintió como una eternidad. 
Se detuvo a solo unos centímetros de distancia de ella. Ava sintió su 
respiración volverse errática y sus piernas comenzaron a flaquear. Se 
preguntó si alguna vez Alessandro dejaría de tener un efecto tan poderoso 
en ella. 
—Pareces un pequeño ratón asustado. —Se contuvo de responder de que 
él parecía feliz por ello. En realidad no se contuvo. Si hubiera podido 
hablar se lo habría dicho, pero sintió que sus cuerdas vocales dejaban de 
funcionar. 
Él alzo su mano derecha y la llevo hasta su rostro. Acaricio sus labios con 
delicadeza y luego metió su dedo pulgar entre ellos. Tiró del labio inferior, 
obligándola abrir su boca en el proceso. Luego hizo resbalar su dedo hasta 
su mentón y allí, junto con el resto de su mano, la sujeto con firmeza. 
Alessandro se inclinó un poco y tiró de ella hasta que sus labios se 
juntaron. Ava podía sentirse parada sobre la puntilla de sus pies. Incluso 
con él inclinado la diferencia de tamaños era notoria. 
No hubo ni un poco de delicadeza en su beso esta vez. Era una batalla de 
la cual él tenía el control total y ella era solo un peón que ofrecía su 
completa rendición. Su lengua ingreso a su boca y ella perdió la batalla sin 
poner resistencia. 
Él tenía un sabor delicioso, era una mezcla de un fino licor con alguna 
especie de dulzura; un contraste sorprendente. 
Alessandro no se detuvo hasta que el aliento les faltó. Pero incluso cuando 
dejo de besarla, él continuo depositando besos a lo largo de su cuello 
mientras la empujaba hacia atrás. Ava sintió sus piernas chocar contra el 
borde de su cama y supo que esto en realidad estaba pasando. 
Él la sentó en la cama y se mantuvo de pie observándola. 
—Levanta los brazos. 
Tuvo unos segundos de vacilación antes de obedecer. 
Él agarro su camiseta por el borde inferior y lo jaló hacia arriba hasta que 
se la retiro por completo. Luego la empujo con suavidad para que se 
recostara en la cama y se subió sobre ella acomodando las rodillas a sus 
costados. Él no le dio tiempo para pensar en nada más; se agacho y volvió 
a besarla. 
Las manos de Alessandro vagaban libremente por todo su cuerpo. 
Llegaron hasta los broches de su sostén y los soltó sin mucha dificultad. 
Después subieron a sus hombros y deslizo los tirantes. Él era realmente 
hábil. 
Sus senos quedaron al aire, si los labios de él no hubieran estado haciendo 
un gran trabajo distrayéndola probablemente se hubiera cubierto. Era la 
primera vez que estaba tan expuesta 
Él dejo de besarla y le sonrió seductoramente. Comenzó a bajar por su 
cuerpo mientras usaba su lengua para probarla. Se detuvo a la altura de sus 
senos y se llevó uno de sus pezones a la boca mientras una de sus manos 
jugaba con el otro. Cuando se dio por satisfecho llevo su boca al otro seno 
y la otra mano se encargó de prestar atención al que estaba libre. 
Ella se mordía los labios para acallar sus gemidos. Aunque su habitación 
estaba lejos de la de los niños prefería no arriesgarse. Sin embargo, a cada 
segundo le costaba más esfuerzo. 
Dejó de torturar sus senos después de un rato y continuo camino hacia 
abajo siempre lamiendo y besando. 
—Sabía que tendrías un sabor estupendo y eso que aún no he llegado a la 
mejor parte. 
Alessandro sabía muy bien lo que hacía. No creía que alguna mujer que 
hubiera pasado por su cama tuviera alguna queja de sus habilidades en la 
misma. 
Pensar en otras mujeres le provocó una molestia a la cual no pudo dar una 
razón justificable. Lo suyo no era una relación, al menos no una 
convencional, solo se trataba de sexo y tenía que recordar eso si no quería 
terminar lastimada y con un corazón roto. 
Fue traída de regreso a la realidad cuando Alessandro llego hasta sus 
piernas y tiró del short y las bragas que la cubrían. 
Verse desnuda frente a su jefe la hizo sentir vulnerable e insegura. Él debió 
de leer sus pensamientos porque se apresuró en distraerla. Llevó su cabeza 
entre sus muslos y acaricio su vagina con la lengua. Comenzó calmado, 
pero poco a poco se fue volviendo más intenso. 
Esta vez ella no pudo hacer nada por acallar sus gemidos y gritos. Nunca 
había sentido nada igual de increíble. Sentía que algo se estaba cerca, 
acariciando casi la superficie y a punto de estallar. 
—Ya casi —logró decir entre suspiros. 
Alessandro al escuchar esto acelero aún más sin darle ni un segundo de 
piedad. 
Ella llevó su mano hasta su cabellera, no sabía si para mantenerlo cerca o 
para alejarlo. Necesitaba que la tortura parara. 
Unos segundos después llegó al clímax con grito que Alessandro llegó a 
cubrir con una de sus manos. 
Ava sentía corrientes de placer atravesar su cuerpo y se sintió cegada por 
un momento. La había llevado al clímax y ni siquiera se había retirado la 
ropaaun. 
Apenas había comenzado a calmarse cuando Alessandro subió de regreso 
hacia arriba y alcanzó su boca con la suya. La beso aun con más 
desesperación que la última vez. Sentir su sabor en su boca fue extraño, 
pero excitante. 
—Definitivamente deliciosa —anunció cuando la soltó—. Veamos si estas 
lista. 
Su mano se introdujo en su vagina y ella sabía lo que encontraría allí. Ella 
estaba húmeda y no solo por su reciente corrida. Había estado así desde 
que lo vio parado en su habitación como si todo aquí incluyendo ella 
misma le perteneciera. Además el conocimiento de lo que pasaría a 
continuación la había excitado pese a que había tratado de controlarse. 
Él sonrió satisfecho cuando vio que ella estaba más que preparada para 
recibirlo. Se incorporó y se retiró la camiseta. Alessandro debía de pasar 
bastante tiempo en el gimnasio porque sus músculos estaban tonificados 
aunque no llegaban a ser excesivos. Estiró su brazo para tocarlo, pero él la 
detuvo. 
>>Será para la próxima, si me tocas ahora esto se saldrá de control. 
Él aprovechó su desconcierto para retirarse el pantalón de franela. Ava se 
llevó una sorpresa cuando notó que no llevaba bóxer debajo de los 
pantalones. Pero su sorpresa fue mayor cuando notó la magnitud de su 
longitud y el estado en el que se encontraba. 
Comenzó a dudar de si él podría caber dentro de ella. Era realmente 
grande. No era tonta, aunque nunca había tenido su primera vez, sí que 
había leído y visto imágenes; pero no la habían preparado para estar en 
una situación real de ninguna manera. 
>>Esto dolerá un poco, pero luego todo será placer —dijo el leyendo el 
miedo en su rostro buscando calmarla. 
La sorprendió el cambio de como Alessandro paso de ser alguien 
dominante e incluso duro a una persona considerada e inmediatamente se 
alegró de haberlo elegido para perder su virginidad. Marc jamás se hubiera 
preocupado por ella como lo estaba haciendo el hombre que en este 
momento la miraba a los con delicadeza. 
Alessandro podría no quererla más allá del aspecto físico, peor no era 
ningún animal que solo buscaba su placer físico. 
Ella asintió con la cabeza dándole permiso para hacerlo. Él agarro su 
miembro y lo dirigió entre sus muslos. Ava sintió su miembro introducirse 
poco a poco en ella. Al principio se sintió un poco incómodo y luego 
incluso hubo un poco de dolor. Alessandro se detuvo un momento cuando 
estuvo por completo dentro de ella y espero que le indicara continuar. 
Mientras tanto sus labios no se dedicaron a depositar besos por todo su 
cuerpo. 
Cuando el dolor desapareció ella levantó instintivamente las caderas y él 
lo tomó como una señal. La sujetó con firmeza de las caderas antes de 
comenzar a entrar y salir de ella una y otra vez. Ambos moviéndose al 
compás de una melodía que solo existían en sus cabezas, acompañada por 
sus propios gemidos. 
Ella se aferró a su espalda cuando el placer volvió a crecer dentro de ella 
hasta parecerle insoportable. Él agarró con fuerza las sabanas tomando 
más impulso y velocidad para penetrarla. 
Ava llegó a la cima primero en medio de un grito. Sintió como sus paredes 
se cerraban en torno a él y lo sujetaban con fuerza. Alessandro no pudo 
aguantar por mucho tiempo después de eso y se corrió. Soltó un gruñido 
que acalló en su hombro. 
Él se quedó un tiempo en su misma posición y le rozó los labios un par de 
veces antes de deslizarse fuera de ella y tumbarse a su lado. Sus 
respiraciones agitadas resonaban en la habitación. 
—Eso estuvo bueno —dijo Ava en medio de una sonrisa somnolienta. 
Su cuerpo aún estaba laxo y no creía que pudiera ponerse de pie incluso si 
su vida estuviera en riesgo. Gracias a Dios que no lo estaba. 
—¿Solo bueno? Tus gritos me dijeron mucho más que eso. 
Ava se sorprendió bastante por lo relajado que sonaba Alessandro. 
—Presumido. 
—No. Realista, cara. 
Ella se rio y poco después se quedó dormida. 
Alessandro la observó dormir un rato antes de ponerse de pie para salir de 
la habitación. No quería que ella se confundiera. 
Cuando estuvo vestido y de camino a la salida se dio cuenta de que no 
sería caballeroso dejarla así. Cambió de rumbo y entró al baño. Después 
regreso a la habitación con una toalla húmeda con la cual limpio a Ava. 
Ella estaba tan cansada que apenas y se movió por el contacto. 
Al terminar él la volvió a cubrir y esta vez sí se marchó. 
No quiso pensar más en desde cuando se preocupaba si alguien lo 
consideraba un caballero. 
 
Capítulo 7 
Estaba sentándose en el comedor junto con los niños cuando lo vio entrar. 
Hubiera querido salir corriendo como una cobarde, pero se refrenó. La 
orden de Alessandro era que siempre debía comer con los niños en el 
comedor principal. No podía escapar de sus obligaciones. 
Él le había dejado claro que durante el día ella no era más que era su 
empleada. Cumpliría con sus funciones como debía y fingiría que la noche 
pasada no había sucedido nada. 
—Buenos días, Alessandro —saludo reuniendo todo el valor que pudo. 
Era difícil dirigirse a él por su nombre después de la pasión compartida. 
Hubiera sido mejor llamarlo “señor”, eso la habría ayudado a mantener las 
distancias; pero órdenes eran órdenes. 
—Buongirno, papá. 
—Buongiorno figli miei. 
Alessandro se acercó a depositar un beso en la frente de cada uno de sus 
dos hijos. Ava regañó a su corazón por ponerse sentimental. Sí, él era un 
buen padre y sí, definitivamente era un buen amante. Pero era mejor no 
dejar que sus sentimientos se involucraran. No podía permitirse hacerse 
ilusiones. 
—Es mejor que se den prisa si no quieren llegar tarde a clases hoy —dijo 
con voz calma. 
Los dos pequeños la obedecieron casi al instante. Ninguno de ellos solía 
darle muchos problemas. Eran traviesos, pero nada fuera de lo común para 
niños de su edad. 
Mientras todos comían, la mesa se llenó de conversaciones. Fabrizio y 
Piero le contaban emocionados a su padre como les gustaba los días en 
que hacíamos pasteles por las tardes o también aquellos días que salíamos 
al parque a jugar. Él los escuchaba con atención aunque por momentos 
enfocaba su mirada en ella. Eran apenas segundos, pero causaban estragos 
en su cuerpo. 
—A mí me gusta más cuando hacemos pasteles —dijo Fabrizio. 
—Sobre todo comerlos —mencionó su hermano menor emocionado. Ava 
no pudo impedir soltar una pequeña risa por la franqueza e inocencia del 
menor—. La señorita Ava nos dijo que hoy haríamos un pastel de 
fambruesas —mencionó el menor. 
—Frambuesas —corrigió ella. 
—Ah, eso. —Piero miró a su padre y ella adivinó que le pediría algo—. 
¿Crees que puedas salir antes del trabajo para ayudarnos? 
Alessandro pareció pensar en ello antes de responder. Ella rezó en su 
interior para que tuviera algo importante que hacer. 
—¿A qué hora harán el pastel? —Se dirigió a ella. 
—Cinco, a esa hora los niños suelen haber acabado su tarea y descansado 
un rato. 
—Bueno creo que puedo unirme por esta vez —Sonrió a sus hijos. 
Los dos niños brincaron de emoción en sus asientos. Ellos necesitaban 
pasar esos momentos con su padre y aunque a ella no le gustará tanto la 
idea, se sentía feliz por ellos. Poco a poco volvían a ser los niños alegres 
de siempre. El fin de semana en casa de su madre al parecer no había sido 
tan divertido. 
Después de que regresaron de la visita con su madre por la tarde del día 
anterior ellos habían hablado muy poco de lo que habían hecho allí. Eso 
era muy inusual. Deberían de haber tenido cientos de historias que contar 
sobre eso antes de dormir la noche anterior. En especial el menor. 
El día anterior ella había estado expectante al regreso de los niños. Cuando 
por fin había oído el coche llegar se apresuró a la puerta principal y espero 
que se bajaran. Su padre venía con ellos. Él había salido a recogerlos una 
media hora antes. Al verla allí ambos habían corrido a saludarla. Después, 
aunque Alessandro le había insistido que él podía encargarse de los niños, 
ella había afirmado que ella no tenía problema en hacerlo. De todas formas 
ya estaba allí.

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