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Los mongoles en Asia oriental - Gabriel Solís

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Los mongoles
en Asia oriental 
Dolors Folch i Fornesa 
P03/87003/01869
Los mongoles
en Asia oriental 
Dolors Folch i Fornesa 
P03/87003/01869
.. ..
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 3 Los mongoles en Asia oriental 
Índice 
Introducción............................................................................................. 5 
Objetivos .................................................................................................... 6 
1. La unificación de la estepa ............................................................... 7 
2. La conquista de la China del norte................................................. 11 
3. La destrucción de Asia central ......................................................... 14 
4. Los mongoles en China ...................................................................... 17 
5. El final de los mongoles..................................................................... 27 
6. Los contactos con el mundo exterior ............................................. 29 
Resumen .................................................................................................... 31 
Bibliografí a .............................................................................................. 33 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 3 Los mongoles en Asia oriental 
Índice 
Introducción............................................................................................. 5 
Objetivos .................................................................................................... 6 
1. La unificación de la estepa ............................................................... 7 
2. La conquista de la China del norte................................................. 11 
3. La destrucción de Asia central ......................................................... 14 
4. Los mongoles en China ...................................................................... 17 
5. El final de los mongoles..................................................................... 27 
6. Los contactos con el mundo exterior ............................................. 29 
Resumen .................................................................................................... 31 
Bibliografí a .............................................................................................. 33 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 4 Los mongoles en Asia oriental 
...
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 4 Los mongoles en Asia oriental 
...
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 5 Los mongoles en Asia oriental 
Introducción 
Del siglo XII al siglo XIV todo el territorio del continente asiático, desde los con-
fines europeos hasta Corea, sufre una extraordinaria reordenación de poder. El 
imperio más extenso que nunca ha existido, el de los mongoles, empieza a for-
jarse en las estepas del norte, donde toda una serie de tribus mongolas se con-
federan para ir conquistando uno tras otro todos los imperios de Asia central y 
Asia oriental. 
Los mongoles impusieron una nueva estructuración política y social, en la 
que los pueblos nómadas de la estepa ocuparán una posición mucho más 
ventajosa que los pueblos agricultores que habían sido la base de los grandes 
imperios hasta entonces. Por primera vez, China quedará conquistada en to-
da su extensión por un pueblo extranjero, que establecerá la dinastía Yuan, 
que vivirá su momento más álgido con la figura de Kubilai Khan. 
El control de los mongoles sobre todo el continente asiático coincidirá con 
un periodo en el que los contactos entre Occidente y Asia serán más fecun-
dos: es el momento en el que llegan los viajeros medievales que darán al 
mundo europeo una primera imagen de los imperios de Asia central y orien-
tal, entre ellos Marco Polo y su Libro de las Maravillas.
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 5 Los mongoles en Asia oriental 
Introducción 
Del siglo XII al siglo XIV todo el territorio del continente asiático, desde los con-
fines europeos hasta Corea, sufre una extraordinaria reordenación de poder. El 
imperio más extenso que nunca ha existido, el de los mongoles, empieza a for-
jarse en las estepas del norte, donde toda una serie de tribus mongolas se con-
federan para ir conquistando uno tras otro todos los imperios de Asia central y 
Asia oriental. 
Los mongoles impusieron una nueva estructuración política y social, en la 
que los pueblos nómadas de la estepa ocuparán una posición mucho más 
ventajosa que los pueblos agricultores que habían sido la base de los grandes 
imperios hasta entonces. Por primera vez, China quedará conquistada en to-
da su extensión por un pueblo extranjero, que establecerá la dinastía Yuan, 
que vivirá su momento más álgido con la figura de Kubilai Khan. 
El control de los mongoles sobre todo el continente asiático coincidirá con 
un periodo en el que los contactos entre Occidente y Asia serán más fecun-
dos: es el momento en el que llegan los viajeros medievales que darán al 
mundo europeo una primera imagen de los imperios de Asia central y orien-
tal, entre ellos Marco Polo y su Libro de las Maravillas.
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 6 Los mongoles en Asia oriental 
Objetivos 
1. Entender la unificación de las tierras esteparias del norte de Asia. 
2. Analizar la organización política de la dinastía mongola Yuan. 
3. Comprender los contactos de la dinastía Yuan con el mundo exterior. 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 6 Los mongoles en Asia oriental 
Objetivos 
1. Entender la unificación de las tierras esteparias del norte de Asia. 
2. Analizar la organización política de la dinastía mongola Yuan. 
3. Comprender los contactos de la dinastía Yuan con el mundo exterior. 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 7 Los mongoles en Asia oriental 
Caballerí a mongola en combate. Miniatura persa del siglo XIV 
1. La unificación de la estepa 
La posibilidad de movilizar una enorme fuerza de 
caballería en Asia existía ya desde el primer milenio a.C., 
pero las formas eran diferenciadas y dependían en gran 
parte de los medios tecnológicos de los pueblos: en el 
siglo II a.C., los xiongnu, que aún desconocían los 
estribos, habían amenazado de forma recurrente al imperio 
Han, mientras los turcos, reafirmados por los estribos y con 
arcos mucho más poderosos, habían sido la gran amenaza 
a partir del siglo VI. Los mongoles aparecen en la historia 
mejor armados que los turcos: con armadura, casco y 
caballos protegidos con cuero o metal, tienen una clara 
superioridad sobre los otros pueblos de la estepa. Pero lo 
esencial de los mongoles fue su reestructuración sociológica, que introdujo 
la disciplina en la estepa. Este estado de las estepas –que empezó a surgir 
con los qidan en el siglo X– se consolidó con los mongoles y permitió 
una agresión sostenida. 
A principios del siglo XII, la estepa parece cobrar más movimiento que 
en los siglos anteriores y los grupos que entran en contacto con los chi-
nos están más estructurados. En el 947, los qidan (o khitan), de ascen-
dencia mongol, habían establecido en el norte la dinastía Liao, que en el 
año 1115 fue conquistada por los jürchen, de ascendencia manchú, los 
cuales fundaron la dinastía Jin. Más hacia occidente, ocupando el Gansu 
y con él los tramos centrales de la ruta de la seda, los tanguts, de filia-
ción tibetana, habían establecido el imperio Xixia o Xia del oeste. 
En los tres casos (qidan, jürchen y tanguts), aunque con diferencias entre 
ellos, estos invasores tuvieron que recurrir a chinos para hacer funcionar la 
administración, y sus estados iniciaron un proceso ineludible de siniza-
ción, a pesar de mantener durante largos periodos un doble sistema de go-
bierno que les permitiera organizar adecuadamente la tasación de la po-
blación agrícola,como mantener vivas sus relaciones con el mundo de la 
estepa que seguía proporcionándoles los caballos y donde vivían tribus 
con las que conservaban estrechos vínculos de parentesco. 
A la larga, un factor de debilidad común a estas tres dinastías fue el numé-
rico: eran pocos y por muy armados que estuvieran, acabaron absorbidos 
por el mundo chino y adoptando no sólo sus formas administrativas, sino 
también la cultura –a menudo incluso la lengua– la comida, los vestidos e 
incluso los nombres. a
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 7 Los mongoles en Asia oriental 
Caballerí a mongola en combate. Miniatura persa del siglo XIV 
1. La unificación de la estepa 
La posibilidad de movilizar una enorme fuerza de 
caballería en Asia existía ya desde el primer milenio a.C., 
pero las formas eran diferenciadas y dependían en gran 
parte de los medios tecnológicos de los pueblos: en el 
siglo II a.C., los xiongnu, que aún desconocían los 
estribos, habían amenazado de forma recurrente al imperio 
Han, mientras los turcos, reafirmados por los estribos y con 
arcos mucho más poderosos, habían sido la gran amenaza 
a partir del siglo VI. Los mongoles aparecen en la historia 
mejor armados que los turcos: con armadura, casco y 
caballos protegidos con cuero o metal, tienen una clara 
superioridad sobre los otros pueblos de la estepa. Pero lo 
esencial de los mongoles fue su reestructuración sociológica, que introdujo 
la disciplina en la estepa. Este estado de las estepas –que empezó a surgir 
con los qidan en el siglo X– se consolidó con los mongoles y permitió 
una agresión sostenida. 
A principios del siglo XII, la estepa parece cobrar más movimiento que 
en los siglos anteriores y los grupos que entran en contacto con los chi-
nos están más estructurados. En el 947, los qidan (o khitan), de ascen-
dencia mongol, habían establecido en el norte la dinastía Liao, que en el 
año 1115 fue conquistada por los jürchen, de ascendencia manchú, los 
cuales fundaron la dinastía Jin. Más hacia occidente, ocupando el Gansu 
y con él los tramos centrales de la ruta de la seda, los tanguts, de filia-
ción tibetana, habían establecido el imperio Xixia o Xia del oeste. 
En los tres casos (qidan, jürchen y tanguts), aunque con diferencias entre 
ellos, estos invasores tuvieron que recurrir a chinos para hacer funcionar la 
administración, y sus estados iniciaron un proceso ineludible de siniza-
ción, a pesar de mantener durante largos periodos un doble sistema de go-
bierno que les permitiera organizar adecuadamente la tasación de la po-
blación agrícola, como mantener vivas sus relaciones con el mundo de la 
estepa que seguía proporcionándoles los caballos y donde vivían tribus 
con las que conservaban estrechos vínculos de parentesco. 
A la larga, un factor de debilidad común a estas tres dinastías fue el numé-
rico: eran pocos y por muy armados que estuvieran, acabaron absorbidos 
por el mundo chino y adoptando no sólo sus formas administrativas, sino 
también la cultura –a menudo incluso la lengua– la comida, los vestidos e 
incluso los nombres. a
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 8 Los mongoles en Asia oriental 
Yurta mongol 
La presencia continua de reinos bárbaros en el norte de China durante más de dos 
siglos influyó de forma decisiva sobre las tribus de la estepa que intervenían en las 
luchas entre los estados en calidad de aliados y mantenían constantes relaciones 
comerciales con unos y otros. Las tierras de Mongolia estaban entonces pobladas 
por un conglomerado de tribus: en el este, los mongoles y los tártaros, en el sur, los 
kereit, en el norte, los merkit y en el oeste, los naiman. Alianzas matrimoniales y 
hermanos de sangre entremezclaban a todos estos clanes, aunque los robos y raptos 
eran constantes: uno de sus chamanes diría que preferían luchar que descansar. 
Los mongoles vivían en grupos de unas pocas familias, cada una de las cuales po-
seía una yurta, o tienda de maderas y fieltro, y unas cuantas cabezas de ganado, 
sobre todo cabras y ovejas y algún caballo. La unidad social y política básica la 
constituían los clanes patriarcales, y la lealtad al propio clan era un rasgo esen-
cial: precisamente, para aumentar un poco las bases del grupo, a menudo miem-
bros de dos clanes diferentes se convertían en hermanos jurados. El matrimonio 
era exogámico y la obtención de las mujeres, en un hábitat tan disperso, condu-
cía a expediciones llenas de riesgos y en raptos constantes. 
A mediados del siglo XII, tanto los clanes mongoles como las tribus diversas que 
habitaban Mongolia estaban iniciando un proceso de jerarquización interna. a
En uno de estos clanes mongoles nacería en 1167 (o quizá un poco antes) Te-
mujin, el futuro Gengis Khan. Su padre, Yesugei, tenía una trayectoria habi-
tual: había buscado la alianza de una tribu –era hermano jurado de Toguril, el 
jefe de los kereit–, había luchado encarnizadamente contra otra –se pasó la vi-
da luchando contra los tártaros y el día que nació Temujin él entraba en el 
campamento familiar con un jefe tártaro hecho prisionero– y había raptado a 
su mujer, Ho 'elun, a la tribu de los merkit. La familia era noble pero pobre, y 
cuando Temujin tenía 9 años, Yesugei lo prometió a Börte, una chica de otra 
tribu, y lo tuvo que dejar en prenda a vivir y trabajar con sus futuros suegros. 
En el camino de vuelta, Yesugei topó con un grupo de tártaros que lo recono-
cieron y, para cumplir con una larga enemistad, lo envenenaron. 
La familia quedó sola ya que los hijos eran demasiado pequeños para heredar las 
lealtades debidas a su difunto padre, y Temujin tuvo que volver a su valle para 
tratar de sobrevivir junto con su madre y sus seis hermanos. Durante seis años 
vivieron sobre todo de la pesca y la cosecha, sufriendo hambre y padeciendo las 
razzias de las otras tribus: en una de estas expediciones, la tribu de los merkit cap-
turó al adolescente Temujin y le colgó una canga en el cuello para impedirle la 
fuga mientras lo hacía trabajar vigilando los rebaños y cargando agua. Sin embar-
go, Temujin fue lo suficientemente astuto como para aprovechar un momento y 
escapar, y hábil para conseguir la complicidad de otros jóvenes que lo ayudaron a 
deshacerse de la canga y huir. De hecho, esta capacidad de atracción se converti-
ría con el tiempo en una de sus fuerzas principales: a los 15 años ya contaba con 
un pequeño grupo de seguidores, suficiente para poder reclamar a su antigua 
prometida, Börte, y utilizar su dote para renovar la alianza con el jefe de los ke-
reit, Toguril, que había sido hermano jurado de su padre. 
Castigo que consistí a en po-
ner dos tablones de madera 
con un agujero en el medio en 
torno al cuello del prisionero, 
con los cuales normalmente 
también se inmovilizaban las 
manos; de esta manera, se 
impedí a que el prisionero 
pudiera valerse por sí mismo. 
Canga 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 8 Los mongoles en Asia oriental 
Yurta mongol 
La presencia continua de reinos bárbaros en el norte de China durante más de dos 
siglos influyó de forma decisiva sobre las tribus de la estepa que intervenían en las 
luchas entre los estados en calidad de aliados y mantenían constantes relaciones 
comerciales con unos y otros. Las tierras de Mongolia estaban entonces pobladas 
por un conglomerado de tribus: en el este, los mongoles y los tártaros, en el sur, los 
kereit, en el norte, los merkit y en el oeste, los naiman. Alianzas matrimoniales y 
hermanos de sangre entremezclaban a todos estos clanes, aunque los robos y raptos 
eran constantes: uno de sus chamanes diría que preferían luchar que descansar. 
Los mongoles vivían en grupos de unas pocas familias, cada una de las cuales po-
seía una yurta, o tienda de maderas y fieltro, y unas cuantas cabezas de ganado, 
sobre todo cabras y ovejas y algún caballo. La unidad social y política básica la 
constituían los clanes patriarcales,y la lealtad al propio clan era un rasgo esen-
cial: precisamente, para aumentar un poco las bases del grupo, a menudo miem-
bros de dos clanes diferentes se convertían en hermanos jurados. El matrimonio 
era exogámico y la obtención de las mujeres, en un hábitat tan disperso, condu-
cía a expediciones llenas de riesgos y en raptos constantes. 
A mediados del siglo XII, tanto los clanes mongoles como las tribus diversas que 
habitaban Mongolia estaban iniciando un proceso de jerarquización interna. a
En uno de estos clanes mongoles nacería en 1167 (o quizá un poco antes) Te-
mujin, el futuro Gengis Khan. Su padre, Yesugei, tenía una trayectoria habi-
tual: había buscado la alianza de una tribu –era hermano jurado de Toguril, el 
jefe de los kereit–, había luchado encarnizadamente contra otra –se pasó la vi-
da luchando contra los tártaros y el día que nació Temujin él entraba en el 
campamento familiar con un jefe tártaro hecho prisionero– y había raptado a 
su mujer, Ho 'elun, a la tribu de los merkit. La familia era noble pero pobre, y 
cuando Temujin tenía 9 años, Yesugei lo prometió a Börte, una chica de otra 
tribu, y lo tuvo que dejar en prenda a vivir y trabajar con sus futuros suegros. 
En el camino de vuelta, Yesugei topó con un grupo de tártaros que lo recono-
cieron y, para cumplir con una larga enemistad, lo envenenaron. 
La familia quedó sola ya que los hijos eran demasiado pequeños para heredar las 
lealtades debidas a su difunto padre, y Temujin tuvo que volver a su valle para 
tratar de sobrevivir junto con su madre y sus seis hermanos. Durante seis años 
vivieron sobre todo de la pesca y la cosecha, sufriendo hambre y padeciendo las 
razzias de las otras tribus: en una de estas expediciones, la tribu de los merkit cap-
turó al adolescente Temujin y le colgó una canga en el cuello para impedirle la 
fuga mientras lo hacía trabajar vigilando los rebaños y cargando agua. Sin embar-
go, Temujin fue lo suficientemente astuto como para aprovechar un momento y 
escapar, y hábil para conseguir la complicidad de otros jóvenes que lo ayudaron a 
deshacerse de la canga y huir. De hecho, esta capacidad de atracción se converti-
ría con el tiempo en una de sus fuerzas principales: a los 15 años ya contaba con 
un pequeño grupo de seguidores, suficiente para poder reclamar a su antigua 
prometida, Börte, y utilizar su dote para renovar la alianza con el jefe de los ke-
reit, Toguril, que había sido hermano jurado de su padre. 
Castigo que consistí a en po-
ner dos tablones de madera 
con un agujero en el medio en 
torno al cuello del prisionero, 
con los cuales normalmente 
también se inmovilizaban las 
manos; de esta manera, se 
impedí a que el prisionero 
pudiera valerse por sí mismo. 
Canga 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 9 Los mongoles en Asia oriental 
El reino de los Kara-khitai en Asia central 
No obstante, los merkit lo seguían de cerca, y al llegar al campamento los 
atacaron y raptaron a la joven Börte: el rapto de mujeres era muy habitual 
entre las tribus con el fin de ahorrarse el coste de la dote y evitar los peligros 
que comportaban los largos desplazamientos por la estepa en busca de muje-
res. De hecho, el padre de Temujin, Yesugei, había raptado a su mujer a los 
merkit: que éstos raptaran a Börte a cambio no tenía nada de extraño. Temu-
jin, que durante el ataque y rapto huyó con el resto de la familia, movilizó 
sus alianzas, en especial la que recientemente había hecho con el jefe de los 
kereit, y puso en marcha una expedición punitiva que consiguió recuperar a 
una Börte embarazada: la legitimidad del primogénito de Temujin quedaría 
ofuscada para siempre. 
A partir de este momento, Temujin consiguió ir dominando a una tribu tras 
otra. Para algunos fue fatal: los tártaros, culpables de la muerte de su padre, 
desaparecieron literalmente de la historia. Temujin ordenó matar a todos los 
hombres, incluso a los bebés, y repartió a las mujeres entre su tropa. Pero su 
decisión le proporcionó también muchos seguidores, de todas las tribus y de 
todos los estratos sociales, atraídos tanto por su fama de leal y justo con los 
suyos, como por las expectativas de botín. 
Los movimientos de Temujin, sin embargo, habían alterado los equilibrios de la 
estepa y por ello no tardó en tener enemigos irreductibles, tanto entre las tribus 
rivales que querían para ellas el título de khan, como entre los jefes de clan que 
veían con recelo las innovaciones que Temujin introducía en sus filas: aunque el 
joven seguía las pautas tradicionales de organización militar de la estepa, divi-
diendo a su ejército en grupos decimales de 10, 100, 1.000 y 10.000 hombres, es-
tas agrupaciones eran intertribales y promovían una lealtad que se orientaba 
más hacia la unidad militar que hacia la propia tribu. a
Temujin, que era un extraordinario evaluador de dirigentes, tanto mi-
litares como civiles, vinculaba el rango a la capacidad y no al naci-
miento, exasperando así a los aristócratas de la estepa. 
Esta capacidad para reconocer y aprovechar talentos –que le 
permitió reconocer las cualidades reales de un pastor y un 
sirviente y darles la oportunidad de convertirse en dos de los 
generales más audaces e inteligentes de toda la historia– le 
acompañaría toda la vida y le permitiría contar con 
administradores realmente capaces entre los pueblos vencidos. 
A principios del siglo XIII, ya había conseguido imponerse 
a todo el mundo, incluso a los lejanos naiman que vivían 
mucho más hacia occidente y que, profundamente 
influidos por el nestorianismo y utilizando la escritura uigur, eran la tribu 
más civilizada de la estepa. La victoria fue fácil, pero tendría repercusiones 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 9 Los mongoles en Asia oriental 
El reino de los Kara-khitai en Asia central 
No obstante, los merkit lo seguían de cerca, y al llegar al campamento los 
atacaron y raptaron a la joven Börte: el rapto de mujeres era muy habitual 
entre las tribus con el fin de ahorrarse el coste de la dote y evitar los peligros 
que comportaban los largos desplazamientos por la estepa en busca de muje-
res. De hecho, el padre de Temujin, Yesugei, había raptado a su mujer a los 
merkit: que éstos raptaran a Börte a cambio no tenía nada de extraño. Temu-
jin, que durante el ataque y rapto huyó con el resto de la familia, movilizó 
sus alianzas, en especial la que recientemente había hecho con el jefe de los 
kereit, y puso en marcha una expedición punitiva que consiguió recuperar a 
una Börte embarazada: la legitimidad del primogénito de Temujin quedaría 
ofuscada para siempre. 
A partir de este momento, Temujin consiguió ir dominando a una tribu tras 
otra. Para algunos fue fatal: los tártaros, culpables de la muerte de su padre, 
desaparecieron literalmente de la historia. Temujin ordenó matar a todos los 
hombres, incluso a los bebés, y repartió a las mujeres entre su tropa. Pero su 
decisión le proporcionó también muchos seguidores, de todas las tribus y de 
todos los estratos sociales, atraídos tanto por su fama de leal y justo con los 
suyos, como por las expectativas de botín. 
Los movimientos de Temujin, sin embargo, habían alterado los equilibrios de la 
estepa y por ello no tardó en tener enemigos irreductibles, tanto entre las tribus 
rivales que querían para ellas el título de khan, como entre los jefes de clan que 
veían con recelo las innovaciones que Temujin introducía en sus filas: aunque el 
joven seguía las pautas tradicionales de organización militar de la estepa, divi-
diendo a su ejército en grupos decimales de 10, 100, 1.000 y 10.000 hombres, es-
tas agrupaciones eran intertribales y promovían una lealtad que se orientaba 
más hacia la unidad militar que hacia la propia tribu. a
Temujin, que era un extraordinario evaluador de dirigentes, tanto mi-
litares como civiles, vinculaba el rango a la capacidad y no al naci-
miento, exasperando así alos aristócratas de la estepa. 
Esta capacidad para reconocer y aprovechar talentos –que le 
permitió reconocer las cualidades reales de un pastor y un 
sirviente y darles la oportunidad de convertirse en dos de los 
generales más audaces e inteligentes de toda la historia– le 
acompañaría toda la vida y le permitiría contar con 
administradores realmente capaces entre los pueblos vencidos. 
A principios del siglo XIII, ya había conseguido imponerse 
a todo el mundo, incluso a los lejanos naiman que vivían 
mucho más hacia occidente y que, profundamente 
influidos por el nestorianismo y utilizando la escritura uigur, eran la tribu 
más civilizada de la estepa. La victoria fue fácil, pero tendría repercusiones 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 10 Los mongoles en Asia oriental 
importantes en la trayectoria del futuro gran khan: el rey de los naiman, 
que huyó y usurpó el trono de los Kara-khitai (o Liao del Oeste), un reino 
situado en torno a los Pamires, se convirtió al budismo y organizó unas 
persecuciones implacables contra los cristianos y musulmanes de su nuevo 
reino, que abonarían la intervención posterior de los mongoles. a
En el año 1206, Temujin dio por unificada Mongolia en un solemne 
Quriltai o "Asamblea general de las tribus": atrás quedaban 20 años de 
luchas ininterrumpidas, durante los cuales se habían impuesto simul-
táneamente el predominio de los mongoles sobre todas las otras tribus 
y el del joven Khan sobre todos ellos. Este mismo Quriltai lo nombró 
Gengis Khan, un título creado expresamente que se podría traducir 
por "khan oceánico o universal". 
En esta asamblea se decidió también adoptar el uigur para escribir el mon-
gol, que hasta entonces había sido sólo una lengua hablada: el hecho de que 
Gengis ordenara a todos sus generales que aprendieran a leer y a escribir 
permite imaginar que ya tenía en la cabeza formas más estables de organiza-
ción. Fue también en esta asamblea cuando, después de premiar a todos los 
familiares y seguidores leales que constituirían a partir de entonces el núcleo 
duro de las conquistas mongolas, estructuró un cierto aparato judicial y 
dictó las primeras disposiciones generales: alguna de ellas, como la que 
prohibía las razzias, los raptos y los robos, chocaban frontalmente con las 
tradiciones de la estepa. 
La religión, con la que tan a menudo los fundadores de imperios estructuran 
sus conquistas, no fue nunca un instrumento de poder en manos de Gengis 
Khan: los chamanes le concedieron la bendición del cielo, Tengri, pero cuan-
do, después del Gran Quriltai, empezaron a intrigar, Gengis ordenó matar al 
gran chamán. 
Nestorianismo 
Secta cristiana declarada heré-
tica en el concilio de Éfeso 
(431), que afirmaba una doble 
naturaleza separada en Cristo 
(humana y divina); tuvo que 
huir hacia las regiones de Asia 
central, y llegó hasta China 
hacia el siglo VII de la mano 
de comerciantes persas y 
sogdianos. 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 10 Los mongoles en Asia oriental 
importantes en la trayectoria del futuro gran khan: el rey de los naiman, 
que huyó y usurpó el trono de los Kara-khitai (o Liao del Oeste), un reino 
situado en torno a los Pamires, se convirtió al budismo y organizó unas 
persecuciones implacables contra los cristianos y musulmanes de su nuevo 
reino, que abonarían la intervención posterior de los mongoles. a
En el año 1206, Temujin dio por unificada Mongolia en un solemne 
Quriltai o "Asamblea general de las tribus": atrás quedaban 20 años de 
luchas ininterrumpidas, durante los cuales se habían impuesto simul-
táneamente el predominio de los mongoles sobre todas las otras tribus 
y el del joven Khan sobre todos ellos. Este mismo Quriltai lo nombró 
Gengis Khan, un título creado expresamente que se podría traducir 
por "khan oceánico o universal". 
En esta asamblea se decidió también adoptar el uigur para escribir el mon-
gol, que hasta entonces había sido sólo una lengua hablada: el hecho de que 
Gengis ordenara a todos sus generales que aprendieran a leer y a escribir 
permite imaginar que ya tenía en la cabeza formas más estables de organiza-
ción. Fue también en esta asamblea cuando, después de premiar a todos los 
familiares y seguidores leales que constituirían a partir de entonces el núcleo 
duro de las conquistas mongolas, estructuró un cierto aparato judicial y 
dictó las primeras disposiciones generales: alguna de ellas, como la que 
prohibía las razzias, los raptos y los robos, chocaban frontalmente con las 
tradiciones de la estepa. 
La religión, con la que tan a menudo los fundadores de imperios estructuran 
sus conquistas, no fue nunca un instrumento de poder en manos de Gengis 
Khan: los chamanes le concedieron la bendición del cielo, Tengri, pero cuan-
do, después del Gran Quriltai, empezaron a intrigar, Gengis ordenó matar al 
gran chamán. 
Nestorianismo 
Secta cristiana declarada heré-
tica en el concilio de Éfeso 
(431), que afirmaba una doble 
naturaleza separada en Cristo 
(humana y divina); tuvo que 
huir hacia las regiones de Asia 
central, y llegó hasta China 
hacia el siglo VII de la mano 
de comerciantes persas y 
sogdianos. 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 11 Los mongoles en Asia oriental 
2. La conquista de la China del norte 
Poco después del Gran Quriltai, en el año 1209, los uigures, un pueblo seden-
tarizado, refinado y muy culto que vivía en lo que hoy es la provincia china 
del Xinjiang, ofreció su vasallaje a Gengis para liberarse de los impuestos ca-
da vez más gravosos que le imponían los Kara-khitai. La incorporación de los 
uigures proporcionaría a Gengis Khan el primer núcleo de colaboradores 
competentes: con ellos aprenderá los rudimentos de la administración y 
uno de ellos, Tara-Tonga, se convertirá en uno de los más grandes funciona-
rios del imperio. De hecho, los mongoles pudieron organizar su imperio gra-
cias a la incorporación, voluntaria o involuntaria, de pueblos de tradición 
nómada que dominaban las técnicas de los sedentarios. 
Los uigures les proporcionaron también el cuerpo de intérpretes, sin el que 
les habría sido imposible consolidar un imperio donde se hablaban más de 
100 lenguas, de las cuales los mongoles no conocían ninguna. Fueron tam-
bién los uigures los que pusieron en marcha el enorme potencial de con-
quista del nuevo imperio, ya que les incitaron a luchar contra el imperio de 
los Xixia, la dinastía fundada por el pueblo tangut, que era de origen tibeta-
no y que controlaba tramos vitales de la ruta de la seda y encarecía unos 
productos con los que también comerciaban los uigures. 
De hecho, el mismo Gengis tenía tres motivos poderosos parar atacar a los 
Xixia: 
1) En primer lugar, tantos años de luchas habían consolidado el imperio, pe-
ro habían destrozado la economía nómada: los rebaños habían disminuido 
mucho y se necesitaban pastos nuevos para alimentar las nuevas reses. Gen-
gis siempre supo que lo habían nombrado "Khan" con la esperanza del botín 
y que para poder triunfar tenía que liberar a Mongolia tanto de la confusión 
política, como de la incertidumbre económica. Aunque el ejército mongol 
no llegó nunca a las cifras exorbitantes que le atribuyen los vencidos –
siempre se mantuvo entre 100 y 125.000 hombres–, todos ellos iban a la ba-
talla con unos cinco animales de repuesto: esto explica y limita muchos de 
sus movimientos, así como la irritación que campesinos y ciudadanos 
provocaban en los mongoles por el mal uso que hacían de la tierra. En el año 
1209, Gengis necesitaba pastos frescos para sus leales seguidores y los Xixia 
los tenían en abundancia. Por otra parte, no existía el peligro de que sus ve-
cinos, el estado Jin de los jürchen, se dieran prisa por ayudarlos, ya que hacía 
décadas que ambos eran enemigos jurados. 
2) En segundo lugar, Gengis era muy consciente de la importancia del co-
mercio: entendía mucho mejor el mundo de las caravanasque el de las ciu-
dades y las murallas. El mundo de los uigures, lleno de ricos oasis que debían 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 11 Los mongoles en Asia oriental 
2. La conquista de la China del norte 
Poco después del Gran Quriltai, en el año 1209, los uigures, un pueblo seden-
tarizado, refinado y muy culto que vivía en lo que hoy es la provincia china 
del Xinjiang, ofreció su vasallaje a Gengis para liberarse de los impuestos ca-
da vez más gravosos que le imponían los Kara-khitai. La incorporación de los 
uigures proporcionaría a Gengis Khan el primer núcleo de colaboradores 
competentes: con ellos aprenderá los rudimentos de la administración y 
uno de ellos, Tara-Tonga, se convertirá en uno de los más grandes funciona-
rios del imperio. De hecho, los mongoles pudieron organizar su imperio gra-
cias a la incorporación, voluntaria o involuntaria, de pueblos de tradición 
nómada que dominaban las técnicas de los sedentarios. 
Los uigures les proporcionaron también el cuerpo de intérpretes, sin el que 
les habría sido imposible consolidar un imperio donde se hablaban más de 
100 lenguas, de las cuales los mongoles no conocían ninguna. Fueron tam-
bién los uigures los que pusieron en marcha el enorme potencial de con-
quista del nuevo imperio, ya que les incitaron a luchar contra el imperio de 
los Xixia, la dinastía fundada por el pueblo tangut, que era de origen tibeta-
no y que controlaba tramos vitales de la ruta de la seda y encarecía unos 
productos con los que también comerciaban los uigures. 
De hecho, el mismo Gengis tenía tres motivos poderosos parar atacar a los 
Xixia: 
1) En primer lugar, tantos años de luchas habían consolidado el imperio, pe-
ro habían destrozado la economía nómada: los rebaños habían disminuido 
mucho y se necesitaban pastos nuevos para alimentar las nuevas reses. Gen-
gis siempre supo que lo habían nombrado "Khan" con la esperanza del botín 
y que para poder triunfar tenía que liberar a Mongolia tanto de la confusión 
política, como de la incertidumbre económica. Aunque el ejército mongol 
no llegó nunca a las cifras exorbitantes que le atribuyen los vencidos –
siempre se mantuvo entre 100 y 125.000 hombres–, todos ellos iban a la ba-
talla con unos cinco animales de repuesto: esto explica y limita muchos de 
sus movimientos, así como la irritación que campesinos y ciudadanos 
provocaban en los mongoles por el mal uso que hacían de la tierra. En el año 
1209, Gengis necesitaba pastos frescos para sus leales seguidores y los Xixia 
los tenían en abundancia. Por otra parte, no existía el peligro de que sus ve-
cinos, el estado Jin de los jürchen, se dieran prisa por ayudarlos, ya que hacía 
décadas que ambos eran enemigos jurados. 
2) En segundo lugar, Gengis era muy consciente de la importancia del co-
mercio: entendía mucho mejor el mundo de las caravanas que el de las ciu-
dades y las murallas. El mundo de los uigures, lleno de ricos oasis que debían 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 12 Los mongoles en Asia oriental 
Gengis Khan conquistando una ciudad. 
su prosperidad al gran comercio, le confirmó que tasar el 
gran comercio podía ser una fuente de ingresos más 
constante que conseguir botines. Las fuentes dejan 
constancia del hecho de que Gengis intentó en alguna 
ocasión negociar una paz que garantizara expresamente el 
fluir comercial. Las rutas de comercio formaban ya entonces 
un tejido espeso que se deslizaba desde China hasta los 
grandes centros de Asia central, India y Persia: a la larga, las 
conquistas de Gengis cubrirán exactamente este tejido; a 
corto plazo, empezarán su expansión por el punto que 
cubría el tramo esencial de la ruta, el reino de los Xixia. 
3) En tercer lugar, Gengis tenía una ambición inagotable de 
poder; y si bien la tradición mongol concedía al Khan un 
poder ilimitado en tiempos de guerra, se lo reducía mucho en tiempo de paz. 
Las conquistas fulgurantes de Gengis Khan parecen obedecer más a esta ne-
cesidad de conservar un poder absoluto que a una necesidad preconcebida 
de conquistar el mundo, que por otra parte todavía no conocía. 
Pero conquistar un reino de sedentarios con sistemas de irrigación complejos 
y ciudades amuralladas por todas partes no era tan fácil: intentarlo represen-
taba ya per se un cambio significativo con respecto a las relaciones de los im-
perios nómadas de la estepa con los sedentarios. Hacía más de un milenio 
que los imperios nómadas –xiongnu, turcos– se sucedían en las estepas y di-
rigían regularmente razzias contra los sedentarios. También desde entonces, 
componentes sedentarizados de las tribus nómadas habían tomado el poder 
en zonas importantes del país: a lo largo de los siglos, los xianbei, xiongnu, 
tuoba, qidan o los jürchen habían ido proclamando sus propios imperios en 
la China del norte. a
Conquistar un imperio, sin embargo, era otra cosa: el mismo Gengis se limi-
tó inicialmente a destruir canales y vallas para recuperar tierras para los pas-
tos. Las ciudades amuralladas les planteaban problemas con los que nunca se 
habían enfrentado: las epidemias –inevitables en las aglomeraciones forzadas 
de los asedios– se llevaban indiscriminadamente tanto a asediados como a 
asediadores, y pronto fue evidente que para rendir ciudades amuralladas ne-
cesitaban cuerpos de ingenieros. Gengis Khan, que era siempre partidario de 
una política realista, se conformó entonces con una paz que garantizara los 
nuevos pastos y los ingresos del comercio, y así el imperio de los Xixia, a pe-
sar de estar menguado, pudo sobrevivir un par de décadas. a
El debilitamiento de los Xixia ponía a Gengis en contacto con la dinastía Jin, ins-
talada en la parte oriental del norte de China, donde los jürchen, procedentes de 
Manchuria, gobernaban sobre una población de chinos y qidan, heredada del an-
terior imperio Liao, que estos últimos habían mantenido en esta zona. Los qidan 
eran de habla mongol, tenían una gran experiencia administrativa, y su imperio, 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 12 Los mongoles en Asia oriental 
Gengis Khan conquistando una ciudad. 
su prosperidad al gran comercio, le confirmó que tasar el 
gran comercio podía ser una fuente de ingresos más 
constante que conseguir botines. Las fuentes dejan 
constancia del hecho de que Gengis intentó en alguna 
ocasión negociar una paz que garantizara expresamente el 
fluir comercial. Las rutas de comercio formaban ya entonces 
un tejido espeso que se deslizaba desde China hasta los 
grandes centros de Asia central, India y Persia: a la larga, las 
conquistas de Gengis cubrirán exactamente este tejido; a 
corto plazo, empezarán su expansión por el punto que 
cubría el tramo esencial de la ruta, el reino de los Xixia. 
3) En tercer lugar, Gengis tenía una ambición inagotable de 
poder; y si bien la tradición mongol concedía al Khan un 
poder ilimitado en tiempos de guerra, se lo reducía mucho en tiempo de paz. 
Las conquistas fulgurantes de Gengis Khan parecen obedecer más a esta ne-
cesidad de conservar un poder absoluto que a una necesidad preconcebida 
de conquistar el mundo, que por otra parte todavía no conocía. 
Pero conquistar un reino de sedentarios con sistemas de irrigación complejos 
y ciudades amuralladas por todas partes no era tan fácil: intentarlo represen-
taba ya per se un cambio significativo con respecto a las relaciones de los im-
perios nómadas de la estepa con los sedentarios. Hacía más de un milenio 
que los imperios nómadas –xiongnu, turcos– se sucedían en las estepas y di-
rigían regularmente razzias contra los sedentarios. También desde entonces, 
componentes sedentarizados de las tribus nómadas habían tomado el poder 
en zonas importantes del país: a lo largo de los siglos, los xianbei, xiongnu, 
tuoba, qidan o los jürchen habían ido proclamando sus propios imperios en 
la China del norte. a
Conquistar un imperio, sin embargo, era otra cosa:el mismo Gengis se limi-
tó inicialmente a destruir canales y vallas para recuperar tierras para los pas-
tos. Las ciudades amuralladas les planteaban problemas con los que nunca se 
habían enfrentado: las epidemias –inevitables en las aglomeraciones forzadas 
de los asedios– se llevaban indiscriminadamente tanto a asediados como a 
asediadores, y pronto fue evidente que para rendir ciudades amuralladas ne-
cesitaban cuerpos de ingenieros. Gengis Khan, que era siempre partidario de 
una política realista, se conformó entonces con una paz que garantizara los 
nuevos pastos y los ingresos del comercio, y así el imperio de los Xixia, a pe-
sar de estar menguado, pudo sobrevivir un par de décadas. a
El debilitamiento de los Xixia ponía a Gengis en contacto con la dinastía Jin, ins-
talada en la parte oriental del norte de China, donde los jürchen, procedentes de 
Manchuria, gobernaban sobre una población de chinos y qidan, heredada del an-
terior imperio Liao, que estos últimos habían mantenido en esta zona. Los qidan 
eran de habla mongol, tenían una gran experiencia administrativa, y su imperio, 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 13 Los mongoles en Asia oriental 
que había establecido murallas y guarniciones en el corazón mismo de Mongolia, 
había sintetizado muchos aspectos de las culturas mongola y china. Pero con el 
establecimiento de la dinastía Jin de los jürchen, los qidan habían quedado des-
plazados y su descontento se sumó al de la mayoría china de la China del norte, 
dominada ahora por unos ahora por otros. 
Para mucha gente, la amenaza de Gengis a la dinastía Jin era prometedora: 
los desertores chinos y qidan que afluían al campamento del Khan le pro-
porcionaron una visión precisa de la crisis interna de los Jin y al mismo 
tiempo le aportaron el conocimiento necesario de las técnicas de asedio que 
le hubiera sido útiles en sus ataques previos a los Xixia. En 1211, Gengis se 
lanzó sobre el imperio Jin, que tenía un ejército diez veces superior al suyo: 
nunca los hubiera vencido sin el apoyo de gran parte de los qidan y de un 
número muy considerable de chinos, con los que Gengis pudo crear los 
cuerpos de ingenieros militares que lo acompañarían a partir de entonces. La 
dureza de la campaña –en la cual Gengis fue herido por una flecha mientras 
las epidemias se llevaban a buena parte de su ejército– explican la violencia 
de la reacción mongol: en 1215, Gengis asedió y conquistó Pekín –entonces 
llamada Zhongdu, "capital del centro"–, donde sus tropas se entregaron a un 
baño de sangre y a un mes de saqueo. a
China del norte quedó arruinada, mientras los campesinos errantes ham-
brientos se confundían con los bandidos. Aun así, la corte de los Jin de los 
jürchen se refugió en Kaifeng y no se dio por vencida y, aunque Gengis dejó 
en China a uno de sus mejores generales, tanto él como éste murieron antes 
de la rendición total de los Jin en el año 1234: en contra de lo que se dice, 
las campañas mongolas rara vez fueron guerras relámpago. 
Tampoco estaban especialmente preparados para gobernar aquellas nuevas tie-
rras. Las tropas mongolas tenían una gran movilidad basada en los recambios de 
caballos que llevaban con ellos, y en las tácticas de avanzar y retroceder, que eran 
habituales en las grandes cacerías: de hecho, la costumbre de contar las piezas 
abatidas hacía que los mongoles contaran siempre a las víctimas. Su insólita mo-
vilidad, que multiplicaba visualmente su número, aterrorizaba a sus enemigos, y 
su dominio de los caballos –sobre los que un estribo corto les permitía ponerse de 
pie y disparar tanto hacia delante como hacia atrás– se completaba con unos ar-
cos excepcionalmente eficaces con los que destrozaban objetivos a 250 metros de 
distancia. Pero los mongoles nunca hubieran podido asentarse en el territorio de 
la China del norte sin la colaboración de los qidan. a
Los éxitos de Gengis Khan son menos fruto del resultado de su capa-
cidad militar –al fin y al cabo algunas de sus gestas más espectaculares, 
como la conquista de Persia y Rusia, las hicieron sus generales a miles 
de kilómetros de él y casi por iniciativa propia–, que de su habilidad 
política y administrativa. 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 13 Los mongoles en Asia oriental 
que había establecido murallas y guarniciones en el corazón mismo de Mongolia, 
había sintetizado muchos aspectos de las culturas mongola y china. Pero con el 
establecimiento de la dinastía Jin de los jürchen, los qidan habían quedado des-
plazados y su descontento se sumó al de la mayoría china de la China del norte, 
dominada ahora por unos ahora por otros. 
Para mucha gente, la amenaza de Gengis a la dinastía Jin era prometedora: 
los desertores chinos y qidan que afluían al campamento del Khan le pro-
porcionaron una visión precisa de la crisis interna de los Jin y al mismo 
tiempo le aportaron el conocimiento necesario de las técnicas de asedio que 
le hubiera sido útiles en sus ataques previos a los Xixia. En 1211, Gengis se 
lanzó sobre el imperio Jin, que tenía un ejército diez veces superior al suyo: 
nunca los hubiera vencido sin el apoyo de gran parte de los qidan y de un 
número muy considerable de chinos, con los que Gengis pudo crear los 
cuerpos de ingenieros militares que lo acompañarían a partir de entonces. La 
dureza de la campaña –en la cual Gengis fue herido por una flecha mientras 
las epidemias se llevaban a buena parte de su ejército– explican la violencia 
de la reacción mongol: en 1215, Gengis asedió y conquistó Pekín –entonces 
llamada Zhongdu, "capital del centro"–, donde sus tropas se entregaron a un 
baño de sangre y a un mes de saqueo. a
China del norte quedó arruinada, mientras los campesinos errantes ham-
brientos se confundían con los bandidos. Aun así, la corte de los Jin de los 
jürchen se refugió en Kaifeng y no se dio por vencida y, aunque Gengis dejó 
en China a uno de sus mejores generales, tanto él como éste murieron antes 
de la rendición total de los Jin en el año 1234: en contra de lo que se dice, 
las campañas mongolas rara vez fueron guerras relámpago. 
Tampoco estaban especialmente preparados para gobernar aquellas nuevas tie-
rras. Las tropas mongolas tenían una gran movilidad basada en los recambios de 
caballos que llevaban con ellos, y en las tácticas de avanzar y retroceder, que eran 
habituales en las grandes cacerías: de hecho, la costumbre de contar las piezas 
abatidas hacía que los mongoles contaran siempre a las víctimas. Su insólita mo-
vilidad, que multiplicaba visualmente su número, aterrorizaba a sus enemigos, y 
su dominio de los caballos –sobre los que un estribo corto les permitía ponerse de 
pie y disparar tanto hacia delante como hacia atrás– se completaba con unos ar-
cos excepcionalmente eficaces con los que destrozaban objetivos a 250 metros de 
distancia. Pero los mongoles nunca hubieran podido asentarse en el territorio de 
la China del norte sin la colaboración de los qidan. a
Los éxitos de Gengis Khan son menos fruto del resultado de su capa-
cidad militar –al fin y al cabo algunas de sus gestas más espectaculares, 
como la conquista de Persia y Rusia, las hicieron sus generales a miles 
de kilómetros de él y casi por iniciativa propia–, que de su habilidad 
política y administrativa. 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 14 Los mongoles en Asia oriental 
3. La destrucción de Asia central 
Cuando Gengis aún no había acabado de conquistar ni a los Xixia ni a los 
Jin, las noticias que le llegaban de Asia central lo dirigieron hacia allí. Enton-
ces funcionaba ya el yam, el sistema de correos mongol instituido por Gen-
gis, en el que las postas a intervalos fijos garantizaban una transmisión muy 
rápida de la información. Por otra parte, el colectivo de mercaderes musul-
manes que veía con satisfacción el apoyo decidido del Khan en el gran co-
mercio, lo mantenía constantemente informadode la situación de los terri-
torios por donde pasaban las grandes rutas. Por ellos supo Gengis las 
barbaridades que cometían los usurpadores de los Kara-khitai: la crucifixión 
del principal imán de Khotan en la puerta de la madraza permitió a Gengis 
presentarse a las puertas de Kashgar y ser recibido allí como un liberador. 
La conquista del reino de Kara-khitai puso a Gengis en contacto directo con 
otro reino, situado más hacia occidente, constituido desde hacía poco: el del 
Sha de Juarezm, Muhammad, que cubría un territorio inmenso sobre lo que 
hoy son las repúblicas ex soviéticas de Asia central, Afganistán e Irán. 
Las fuentes explican que Gengis habría preferido no ir a la guerra, ya que 
estaba en plena campaña de China, y que por este motivo hizo una oferta 
explícita de paz a Muhammad con el fin de conservar abiertas las grandes 
vías comerciales. Muhammad tenía más interés que nadie en este punto, 
ya que algunas de las ciudades más ricas del mundo –Samarcanda, Bujara, 
Khiva, Merv, Herat, Balkh, Nishapur– estaban en su territorio y se alimen-
taban de este comercio: éstas eran las riquísimas tierras de la Transoxiana, 
desde donde los mercaderes sogdianos habían controlado durante siglos el 
tráfico entre China, Persia e India. 
Pero el trato que tanto uno de sus gobernadores como él mismo dieron a los 
enviados sucesivos de Gengis –brutal y vejatorio al mismo tiempo– hicieron 
enfurecer al Khan: el terror que evoca la mención de los mongoles está direc-
tamente relacionado con la terrible devastación que se abatió sobre Asia cen-
tral entre 1219 y 1221. Las ciudades que ofrecían resistencia eran destruidas y 
su población exterminada: más de una, como Bamiyan y Balkh, simplemen-
te desaparecieron del mapa. En la mayoría de los casos, los asedios –en los 
que ahora los mongoles contaban con la total eficacia de los ingenieros chi-
nos– acababan con la masacre de las tropas defensoras y un saqueo desenfre-
nado, mientras los artesanos eran enviados a Mongolia y el resto de la pobla-
ción masculina se destinaba a servir de carne de cañón al ejército. Una vez 
hecho el recuento, los carruajes llenos de botín y de mujeres se marchaban 
hacia Mongolia: las riquezas inacabables con que Gengis Khan cubrió a los 
mongoles fueron decisivas para reafirmar la lealtad de todos los clanes y para 
garantizar la paz y la prosperidad en su territorio original. a
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 14 Los mongoles en Asia oriental 
3. La destrucción de Asia central 
Cuando Gengis aún no había acabado de conquistar ni a los Xixia ni a los 
Jin, las noticias que le llegaban de Asia central lo dirigieron hacia allí. Enton-
ces funcionaba ya el yam, el sistema de correos mongol instituido por Gen-
gis, en el que las postas a intervalos fijos garantizaban una transmisión muy 
rápida de la información. Por otra parte, el colectivo de mercaderes musul-
manes que veía con satisfacción el apoyo decidido del Khan en el gran co-
mercio, lo mantenía constantemente informado de la situación de los terri-
torios por donde pasaban las grandes rutas. Por ellos supo Gengis las 
barbaridades que cometían los usurpadores de los Kara-khitai: la crucifixión 
del principal imán de Khotan en la puerta de la madraza permitió a Gengis 
presentarse a las puertas de Kashgar y ser recibido allí como un liberador. 
La conquista del reino de Kara-khitai puso a Gengis en contacto directo con 
otro reino, situado más hacia occidente, constituido desde hacía poco: el del 
Sha de Juarezm, Muhammad, que cubría un territorio inmenso sobre lo que 
hoy son las repúblicas ex soviéticas de Asia central, Afganistán e Irán. 
Las fuentes explican que Gengis habría preferido no ir a la guerra, ya que 
estaba en plena campaña de China, y que por este motivo hizo una oferta 
explícita de paz a Muhammad con el fin de conservar abiertas las grandes 
vías comerciales. Muhammad tenía más interés que nadie en este punto, 
ya que algunas de las ciudades más ricas del mundo –Samarcanda, Bujara, 
Khiva, Merv, Herat, Balkh, Nishapur– estaban en su territorio y se alimen-
taban de este comercio: éstas eran las riquísimas tierras de la Transoxiana, 
desde donde los mercaderes sogdianos habían controlado durante siglos el 
tráfico entre China, Persia e India. 
Pero el trato que tanto uno de sus gobernadores como él mismo dieron a los 
enviados sucesivos de Gengis –brutal y vejatorio al mismo tiempo– hicieron 
enfurecer al Khan: el terror que evoca la mención de los mongoles está direc-
tamente relacionado con la terrible devastación que se abatió sobre Asia cen-
tral entre 1219 y 1221. Las ciudades que ofrecían resistencia eran destruidas y 
su población exterminada: más de una, como Bamiyan y Balkh, simplemen-
te desaparecieron del mapa. En la mayoría de los casos, los asedios –en los 
que ahora los mongoles contaban con la total eficacia de los ingenieros chi-
nos– acababan con la masacre de las tropas defensoras y un saqueo desenfre-
nado, mientras los artesanos eran enviados a Mongolia y el resto de la pobla-
ción masculina se destinaba a servir de carne de cañón al ejército. Una vez 
hecho el recuento, los carruajes llenos de botín y de mujeres se marchaban 
hacia Mongolia: las riquezas inacabables con que Gengis Khan cubrió a los 
mongoles fueron decisivas para reafirmar la lealtad de todos los clanes y para 
garantizar la paz y la prosperidad en su territorio original. a
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 15 Los mongoles en Asia oriental 
La destrucción que los ejércitos mongoles llevaron a cabo en Asia central fue 
tanta, que se convirtió en un arma en sí misma: el terror paralizaba a las víc-
timas. 
Uno de los que escaparon de Bujara corría traumatizado por la planicie repitiendo sin cesar: 
“Vinieron, asaltaron, quemaron, mataron, saquearon y se fueron”. Los cronistas contempo-
ráneos –siempre pertenecientes a los vencidos y siempre aterrados– desorbitan las cifras al 
máximo, y otorgan números inverosímiles de muertos en muchas ciudades. 
Pero otras destrucciones resultaron tanto o más devastadoras a largo plazo: con 
la red de canales subterráneos de acequias destruida y la población de campe-
sinos dispersada o muerta, la estepa y el desierto recuperaron lo que siglos de 
civilización les habían arrancado laboriosamente. Privadas de su base agrícola, 
muchas de las ciudades de Asia central se empequeñecieron o desaparecieron 
del todo. 
Aun así, consiguió incorporar en su administración a gente de mucha cali-
dad: los mercaderes musulmanes Mahmud Yalawach al-Khwarizmi y su hijo 
Ma'sud organizará, como había hecho Yelu Chucai en la China del norte y 
Tara-Tonga entre los uigures, toda la administración de los nuevos territo-
rios. A la larga, la incorporación de funcionarios y comerciantes de los pue-
blos vencidos convertiría a los mongoles en continuadores de los mismos 
imperios a los que habían destruido. a
La explosión mongol causó un inmenso desplazamiento de gente. Inicial-
mente, deportaron a miles de artesanos a Karakorum, pero después les hicieron 
trabajar en sus lugares de origen. Entre los servidores de los mongoles, había 
muchos francos, aunque los más numerosos eran los musulmanes. La gente, 
sin embargo, no fue la única en desplazarse: las moscas y las ratas seguían a los 
caballeros mongoles y con ellos vino la peste: a partir de 1340, la plaga empie-
za a avanzar hacia Samarcanda y de allí hacia Occidente, mientras que a China 
llega en pleno desbordamiento del río Amarillo. Al final de los Yuan, las inun-
daciones, las rebeliones y la peste se cobrarán más de 7 millones de muertes. 
La expansión de los mongoles por Asia provoca también una gran con-
fluencia de religiones, que los khan tolerarán y favorecerán a cambio de 
que monjes de todas las sectas rueguen a sus dioses por el Gran Khan. La re-
ligión original de los mongoles, el chamanismo, era poco estructurada para 
poder oponersea las grandes religiones que se cruzaban por Asia: las grandes 
religiones de la ruta de la seda –nestorianos, maniqueos, zoroastrianos, bu-
distas de todas las corrientes, musulmanes de todas las sectas, taoístas– en-
contraron un lugar en la corte de Gengis Khan, interesado sobre todo por sus 
fórmulas mágicas y habilidades médicas, y capaz de mantener largas y polé-
micas conversaciones con todos los clérigos. 
La más famosa de estas conversaciones tuvo lugar en pleno Hindukush, donde Gengis 
Kkan convocó a un viejo y famosísimo monje taoísta chino, Changchun, que accedió a 
cruzar media Asia para entrevistarse con él: sus diálogos quedaron registrados en turco, 
chino, persa y mongol, y el monje volvió a China cargado de honores y de exenciones 
de impuestos. 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 15 Los mongoles en Asia oriental 
La destrucción que los ejércitos mongoles llevaron a cabo en Asia central fue 
tanta, que se convirtió en un arma en sí misma: el terror paralizaba a las víc-
timas. 
Uno de los que escaparon de Bujara corría traumatizado por la planicie repitiendo sin cesar: 
“Vinieron, asaltaron, quemaron, mataron, saquearon y se fueron”. Los cronistas contempo-
ráneos –siempre pertenecientes a los vencidos y siempre aterrados– desorbitan las cifras al 
máximo, y otorgan números inverosímiles de muertos en muchas ciudades. 
Pero otras destrucciones resultaron tanto o más devastadoras a largo plazo: con 
la red de canales subterráneos de acequias destruida y la población de campe-
sinos dispersada o muerta, la estepa y el desierto recuperaron lo que siglos de 
civilización les habían arrancado laboriosamente. Privadas de su base agrícola, 
muchas de las ciudades de Asia central se empequeñecieron o desaparecieron 
del todo. 
Aun así, consiguió incorporar en su administración a gente de mucha cali-
dad: los mercaderes musulmanes Mahmud Yalawach al-Khwarizmi y su hijo 
Ma'sud organizará, como había hecho Yelu Chucai en la China del norte y 
Tara-Tonga entre los uigures, toda la administración de los nuevos territo-
rios. A la larga, la incorporación de funcionarios y comerciantes de los pue-
blos vencidos convertiría a los mongoles en continuadores de los mismos 
imperios a los que habían destruido. a
La explosión mongol causó un inmenso desplazamiento de gente. Inicial-
mente, deportaron a miles de artesanos a Karakorum, pero después les hicieron 
trabajar en sus lugares de origen. Entre los servidores de los mongoles, había 
muchos francos, aunque los más numerosos eran los musulmanes. La gente, 
sin embargo, no fue la única en desplazarse: las moscas y las ratas seguían a los 
caballeros mongoles y con ellos vino la peste: a partir de 1340, la plaga empie-
za a avanzar hacia Samarcanda y de allí hacia Occidente, mientras que a China 
llega en pleno desbordamiento del río Amarillo. Al final de los Yuan, las inun-
daciones, las rebeliones y la peste se cobrarán más de 7 millones de muertes. 
La expansión de los mongoles por Asia provoca también una gran con-
fluencia de religiones, que los khan tolerarán y favorecerán a cambio de 
que monjes de todas las sectas rueguen a sus dioses por el Gran Khan. La re-
ligión original de los mongoles, el chamanismo, era poco estructurada para 
poder oponerse a las grandes religiones que se cruzaban por Asia: las grandes 
religiones de la ruta de la seda –nestorianos, maniqueos, zoroastrianos, bu-
distas de todas las corrientes, musulmanes de todas las sectas, taoístas– en-
contraron un lugar en la corte de Gengis Khan, interesado sobre todo por sus 
fórmulas mágicas y habilidades médicas, y capaz de mantener largas y polé-
micas conversaciones con todos los clérigos. 
La más famosa de estas conversaciones tuvo lugar en pleno Hindukush, donde Gengis 
Kkan convocó a un viejo y famosísimo monje taoísta chino, Changchun, que accedió a 
cruzar media Asia para entrevistarse con él: sus diálogos quedaron registrados en turco, 
chino, persa y mongol, y el monje volvió a China cargado de honores y de exenciones 
de impuestos. 
© Universitat Oberta de Catalunya • P03/87003/01869 16 Los mongoles en Asia oriental 
En el año 1224, mientras Gengis volvía hacia Mongolia, sus generales Jebe y 
Subotei salieron a perseguir al Sha de Juarezm, y una vez lo hubieron matado 
a orillas del mar Caspio, destruyeron Georgia –un estado riquísimo en el ce-
nit de la prosperidad– Azerbayán, Armenia y los principados rusos del sur. 
Con 40.000 hombres recorrieron 20.000 kilómetros en cuatro años y volvie-
ron con una información precisa de cómo era el Islam y el mundo europeo 
que se extendía a los márgenes de Rusia. Mientras, su otro general, Muqali, 
había reunido toda la información posible sobre el otro gran imperio chino, 
el de los Song del sur y las relaciones con el sureste de Asia: a principios del 
siglo XIII ningún sabio en el mundo podía emular el conocimiento geográfi-
co de Gengis Khan. 
Mientras sus generales hacían estas conquistas, Gengis volvió a Mongolia y organizó 
una inmensa cacería en la que 100.000 hombres batieron un radio de 600 kilómetros 
con un orden tan estricto y unas tácticas tan elaboradas como las del campo de batalla. 
Gengis Khan aún salió de Mongolia una vez más, con el fin de castigar a los 
Xixia de cuya lealtad desconfiaba profundamente. La campaña, iniciada en 
el año 1226, se saldó con un baño de sangre terrible y con la aniquilación to-
tal de los tangut: pero también fue allí donde murió Gengis Khan. La repre-
salia de los mongoles fue terrible y supuso la matanza de toda la población y 
la de todas las personas o animales con que se cruzó la procesión funeraria 
que llevaba los despojos de Gengis hacia la montaña sagrada del Burkhan 
Khaldan. A
La extensión del imperio mongol en el siglo XIII 
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En el año 1224, mientras Gengis volvía hacia Mongolia, sus generales Jebe y 
Subotei salieron a perseguir al Sha de Juarezm, y una vez lo hubieron matado 
a orillas del mar Caspio, destruyeron Georgia –un estado riquísimo en el ce-
nit de la prosperidad– Azerbayán, Armenia y los principados rusos del sur. 
Con 40.000 hombres recorrieron 20.000 kilómetros en cuatro años y volvie-
ron con una información precisa de cómo era el Islam y el mundo europeo 
que se extendía a los márgenes de Rusia. Mientras, su otro general, Muqali, 
había reunido toda la información posible sobre el otro gran imperio chino, 
el de los Song del sur y las relaciones con el sureste de Asia: a principios del 
siglo XIII ningún sabio en el mundo podía emular el conocimiento geográfi-
co de Gengis Khan. 
Mientras sus generales hacían estas conquistas, Gengis volvió a Mongolia y organizó 
una inmensa cacería en la que 100.000 hombres batieron un radio de 600 kilómetros 
con un orden tan estricto y unas tácticas tan elaboradas como las del campo de batalla. 
Gengis Khan aún salió de Mongolia una vez más, con el fin de castigar a los 
Xixia de cuya lealtad desconfiaba profundamente. La campaña, iniciada en 
el año 1226, se saldó con un baño de sangre terrible y con la aniquilación to-
tal de los tangut: pero también fue allí donde murió Gengis Khan. La repre-
salia de los mongoles fue terrible y supuso la matanza de toda la población y 
la de todas las personas o animales con que se cruzó la procesión funeraria 
que llevaba los despojos de Gengis hacia la montaña sagrada del Burkhan 
Khaldan. A
La extensión del imperio mongol en el siglo XIII 
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4. Los mongoles en China 
A diferencia de lo que había pasado con los otros imperios de la estepa, la 
muerte de Gengis no supone ni deshacer el imperio ni mitigar el ímpetu de 
los mongoles, que duraría tres generaciones: los conquistadores de Mesopo-
tamia y China –Hulegu y Kubilai Khan– serán nietos de Gengis Khan. 
A Gengis lo sucedió su tercer hijo,Ogodei, que tomó el título de khagan o 
“emperador”: quedaba por encima de sus otros hermanos entre los 
cuales se dividió el imperio. 
De esta división y de las conquistas posteriores surgirían finalmente el kha-
nat Chagatai, con Asia central, el Pamir y la Transoxiana; el Imperio Il-khan, 
que desde Asia central hasta Asia menor heredaba la mayor parte del imperio 
abásida, es decir, Persia y Mesopotamia; el Khanat de la Horda de Oro, que 
iba desde Asia central hasta las orillas del Danubio; y el Imperio del Gran 
Khan, con Mongolia y China. 
El hijo de Gengis, Ogodei (1229-1241), continuó la política expansiva de su 
padre y, mientras los ejércitos mongoles llegaban a Viena y a Corea, reanudó 
las campañas contra los Jin: Kaifeng cayó en el año 1233. Para los mongoles, 
sin embargo, China era, sobre todo, tierras para repartir: uno de los nuevos 
gobernadores mongoles propuso exterminar a toda aquella población de 
campesinos miserables que no servían para nada, arrasar las ciudades que in-
terrumpían el paisaje y dedicar toda la tierra a pastos. 
La China del norte se salvó gracias a Yelu Chucai, un joven y aristocrático 
funcionario qidan que presentó a Ogodei un cálculo de lo que se podría sacar 
de aquellas tierras en apariencia tan miserables si se reorganizaban: la enu-
meración de los miles de caballos, rollos de seda y medidas de trigo que sal-
drían anualmente de estas tierras sin ningún tipo de riesgo para sus tropas 
convenció definitivamente a Ogodei y garantizó de por vida a Yelu Chucai 
un cargo de la máxima confianza. 
Yelu Chucai hizo todo lo posible para crear una administración centraliza-
da en la línea de la tradición china, empezando por establecer un censo en el 
año 1236: cuando Ogodei lo utilizó en parte para repartir tierras exentas de 
impuestos entre sus seguidores mongoles, empezaron a perfilarse los límites 
de la actuación de Yelu Chucai. Aunque consiguió liberar a muchos letrados 
chinos y darles puestos importantes en la administración civil, tampoco con-
siguió reintroducir los exámenes. La idea central de Yelu Chucai –establecer 
un sistema de tasas justo y universal que permitiera el crecimiento económi-
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4. Los mongoles en China 
A diferencia de lo que había pasado con los otros imperios de la estepa, la 
muerte de Gengis no supone ni deshacer el imperio ni mitigar el ímpetu de 
los mongoles, que duraría tres generaciones: los conquistadores de Mesopo-
tamia y China –Hulegu y Kubilai Khan– serán nietos de Gengis Khan. 
A Gengis lo sucedió su tercer hijo, Ogodei, que tomó el título de khagan o 
“emperador”: quedaba por encima de sus otros hermanos entre los 
cuales se dividió el imperio. 
De esta división y de las conquistas posteriores surgirían finalmente el kha-
nat Chagatai, con Asia central, el Pamir y la Transoxiana; el Imperio Il-khan, 
que desde Asia central hasta Asia menor heredaba la mayor parte del imperio 
abásida, es decir, Persia y Mesopotamia; el Khanat de la Horda de Oro, que 
iba desde Asia central hasta las orillas del Danubio; y el Imperio del Gran 
Khan, con Mongolia y China. 
El hijo de Gengis, Ogodei (1229-1241), continuó la política expansiva de su 
padre y, mientras los ejércitos mongoles llegaban a Viena y a Corea, reanudó 
las campañas contra los Jin: Kaifeng cayó en el año 1233. Para los mongoles, 
sin embargo, China era, sobre todo, tierras para repartir: uno de los nuevos 
gobernadores mongoles propuso exterminar a toda aquella población de 
campesinos miserables que no servían para nada, arrasar las ciudades que in-
terrumpían el paisaje y dedicar toda la tierra a pastos. 
La China del norte se salvó gracias a Yelu Chucai, un joven y aristocrático 
funcionario qidan que presentó a Ogodei un cálculo de lo que se podría sacar 
de aquellas tierras en apariencia tan miserables si se reorganizaban: la enu-
meración de los miles de caballos, rollos de seda y medidas de trigo que sal-
drían anualmente de estas tierras sin ningún tipo de riesgo para sus tropas 
convenció definitivamente a Ogodei y garantizó de por vida a Yelu Chucai 
un cargo de la máxima confianza. 
Yelu Chucai hizo todo lo posible para crear una administración centraliza-
da en la línea de la tradición china, empezando por establecer un censo en el 
año 1236: cuando Ogodei lo utilizó en parte para repartir tierras exentas de 
impuestos entre sus seguidores mongoles, empezaron a perfilarse los límites 
de la actuación de Yelu Chucai. Aunque consiguió liberar a muchos letrados 
chinos y darles puestos importantes en la administración civil, tampoco con-
siguió reintroducir los exámenes. La idea central de Yelu Chucai –establecer 
un sistema de tasas justo y universal que permitiera el crecimiento económi-
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co y dotara al estado de unos ingresos saneados– tropezó con su máximo 
fracaso al final de su vida, cuando unos mercaderes musulmanes de Asia 
central propusieron una privatización de la recaudación de impuestos que 
resultaba más inmediatamente lucrativa para el estado mongol. Para este 
sistema, empresarios particulares competían para controlar los impuestos 
de un lugar determinado por un periodo determinado y el estado otorgaba 
la concesión al mejor postor: todo lo que éste consiguiera recaudar y que 
fuera más allá de la suma pactada en el contrato de concesión, era para él. 
A pesar de las protestas de Yelu Chucai, éste fue el sistema que prevaleció, 
conduciendo inevitablemente a unas demandas crecientes por parte del 
gobierno y a unas exacciones incontrolables en manos de los concesiona-
rios: a la larga, la explotación mongol de China arruinaría el país. 
En el año 1251, Möngke (1251-1259) accedió al khaganato y poco después 
inició la conquista de los Song del Sur. En 1253 su hermano Kubilai conquis-
tó Dali, capital del reino de Nanzhao y todo el Yunnan quedó incorporado 
por primera vez a China. En el año 1258, Möngke conquistó el Sichuan, pero 
a los mongoles les costaría todavía dos décadas más acabar con los Song: la 
conquista de China resultó ser mucho más complicada que la de Asia central 
y occidental.a
En su avance hacia el sur, los mongoles se encontraron con las mismas 
dificultades que habían impedido a los jürchen conquistar la China del 
sur: un terreno lleno de lagos y marismas nada adecuado para la caballe-
ría, con canales cruzándose en todas las direcciones, y con cantidad de 
ciudades amuralladas que obligaban a desplazar pesadas infraestructuras 
para el asalto y disponer constantemente de un amplio cuerpo de inge-
nieros; además, los Song poseían una poderosísima flota fluvial contra la 
cual los mongoles no se podían enfrentar. Finalmente, los últimos leales 
a los Song se fueron replegando hacia el sur y cuando los mongoles con-
quistaron Guangzhou, lo que quedaba de la flota zarpó a toda prisa 
mientras el último sirviente devoto de la dinastía se tiraba al mar con el 
niño emperador en los brazos y se ahogaban los dos. 
Los mongoles se convirtieron en los primeros conquistadores nóma-
das que gobernaban la totalidad del territorio chino. 
En 1260, Kubilai, después de luchar por el trono, se proclamó emperador y 
adoptó un nombre chino para la dinastía, Da Yuan (��) o “Grandes Oríge-
nes”, un nombre procedente del Yijing. Con el fin de congraciarse con los chi-
nos, trasladó la capital desde Karakorum, en el corazón de Mongolia, a Shang-
du (��) "Capital Superior", al norte de la Gran Muralla, construida según el 
modelo de la Chang'an de los Tang; y creó también una segunda capital, Dadu 
(��, Pekín), la “Gran Capital”, o Khanbalik, la “Ciudad del Khan”. La cons-
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co y dotara al estado de unos ingresos saneados– tropezó con su máximo 
fracaso al final de su vida, cuandounos mercaderes musulmanes de Asia 
central propusieron una privatización de la recaudación de impuestos que 
resultaba más inmediatamente lucrativa para el estado mongol. Para este 
sistema, empresarios particulares competían para controlar los impuestos 
de un lugar determinado por un periodo determinado y el estado otorgaba 
la concesión al mejor postor: todo lo que éste consiguiera recaudar y que 
fuera más allá de la suma pactada en el contrato de concesión, era para él. 
A pesar de las protestas de Yelu Chucai, éste fue el sistema que prevaleció, 
conduciendo inevitablemente a unas demandas crecientes por parte del 
gobierno y a unas exacciones incontrolables en manos de los concesiona-
rios: a la larga, la explotación mongol de China arruinaría el país. 
En el año 1251, Möngke (1251-1259) accedió al khaganato y poco después 
inició la conquista de los Song del Sur. En 1253 su hermano Kubilai conquis-
tó Dali, capital del reino de Nanzhao y todo el Yunnan quedó incorporado 
por primera vez a China. En el año 1258, Möngke conquistó el Sichuan, pero 
a los mongoles les costaría todavía dos décadas más acabar con los Song: la 
conquista de China resultó ser mucho más complicada que la de Asia central 
y occidental.a
En su avance hacia el sur, los mongoles se encontraron con las mismas 
dificultades que habían impedido a los jürchen conquistar la China del 
sur: un terreno lleno de lagos y marismas nada adecuado para la caballe-
ría, con canales cruzándose en todas las direcciones, y con cantidad de 
ciudades amuralladas que obligaban a desplazar pesadas infraestructuras 
para el asalto y disponer constantemente de un amplio cuerpo de inge-
nieros; además, los Song poseían una poderosísima flota fluvial contra la 
cual los mongoles no se podían enfrentar. Finalmente, los últimos leales 
a los Song se fueron replegando hacia el sur y cuando los mongoles con-
quistaron Guangzhou, lo que quedaba de la flota zarpó a toda prisa 
mientras el último sirviente devoto de la dinastía se tiraba al mar con el 
niño emperador en los brazos y se ahogaban los dos. 
Los mongoles se convirtieron en los primeros conquistadores nóma-
das que gobernaban la totalidad del territorio chino. 
En 1260, Kubilai, después de luchar por el trono, se proclamó emperador y 
adoptó un nombre chino para la dinastía, Da Yuan (��) o “Grandes Oríge-
nes”, un nombre procedente del Yijing. Con el fin de congraciarse con los chi-
nos, trasladó la capital desde Karakorum, en el corazón de Mongolia, a Shang-
du (��) "Capital Superior", al norte de la Gran Muralla, construida según el 
modelo de la Chang'an de los Tang; y creó también una segunda capital, Dadu 
(��, Pekín), la “Gran Capital”, o Khanbalik, la “Ciudad del Khan”. La cons-
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La extensión de la China de los Yuan 
trucción de dos capitales con los lujos corres-pondientes 
representó un coste añadido que a la larga acabó 
pesando, más aún teniendo en cuenta el gasto que 
implicaba trasladar a los miles de funcionarios y 
cortesanos dos veces el año –la corte mongola pasaba el 
verano en Shangdu y el invierno en Dadu– por un tra-
yecto que duraba 40 días. a
Aunque en muchos aspectos Kubilai trató de comportarse 
como un emperador chino, la dinastía mongol nunca 
tuvo la consistencia y estabilidad de una verdadera 
dinastía china. Kubilai restableció la estructura de 
secretariado y seis ministerios que habían implantado los 
Tang y preservó también la división entre gobernadores 
civiles, militares y censores: la solidez del edificio ideado 
por los Tang es aquí evidente y más si tenemos en cuenta 
que esta estructura administrativa duró desde los Tang 
hasta principios del siglo XX. 
Con el fin de confirmar su legitimidad como emperador chino, rein-
trodujo los ritos confucianos en la corte, protegió los templos confu-
cianos, reinstauró el culto estatal a Confucio, y exentó de tasas a los 
funcionarios confucianos: en el año 1260, un funcionario chino lo 
convenció de crear un Departamento de Historia para así poder recopi-
lar y editar los documentos históricos de las dinastías anteriores. 
Pero Kubilai también se negó a aceptar otros aspectos del estado chino tradi-
cional. En primer lugar, los exámenes, para evitar quedar prisionero de los le-
trados confucianos. La corte y la administración estaban llenas de funciona-
rios chinos –a pesar de la leyenda, la mayoría colaboraron con los mongoles–
, pero pocos de ellos llegaban a los puestos superiores, ya que el ingreso a la 
burocracia venía determinado por el estatus y muchos de los que ingresaban 
no eran chinos, sino básicamente gente procedente de Asia central, uigures y 
turcos. Kubilai, como queda bien evidente en el libro de Marco Polo, favore-
ció siempre a los extranjeros: los arquitectos que construyeron Dadu eran 
musulmanes, en el año 1267 llegó a la corte el astrónomo persa Jamal-al Din, 
se estableció un instituto de astronomía musulmana y se contrataron docto-
res musulmanes y persas en la nueva Academia Imperial de Medicina. Sin 
duda, era una corte muy abierta a todas las influencias, pero la falta de prue-
bas competitivas para ingresar en el servicio público inutilizó los talentos de 
la clase educada china. 
La manera de organizar el estamento militar también escapaba totalmente a 
los parámetros chinos. En contra de la tradición confuciana, la jerarquía mi-
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La extensión de la China de los Yuan 
trucción de dos capitales con los lujos corres-pondientes 
representó un coste añadido que a la larga acabó 
pesando, más aún teniendo en cuenta el gasto que 
implicaba trasladar a los miles de funcionarios y 
cortesanos dos veces el año –la corte mongola pasaba el 
verano en Shangdu y el invierno en Dadu– por un tra-
yecto que duraba 40 días. a
Aunque en muchos aspectos Kubilai trató de comportarse 
como un emperador chino, la dinastía mongol nunca 
tuvo la consistencia y estabilidad de una verdadera 
dinastía china. Kubilai restableció la estructura de 
secretariado y seis ministerios que habían implantado los 
Tang y preservó también la división entre gobernadores 
civiles, militares y censores: la solidez del edificio ideado 
por los Tang es aquí evidente y más si tenemos en cuenta 
que esta estructura administrativa duró desde los Tang 
hasta principios del siglo XX. 
Con el fin de confirmar su legitimidad como emperador chino, rein-
trodujo los ritos confucianos en la corte, protegió los templos confu-
cianos, reinstauró el culto estatal a Confucio, y exentó de tasas a los 
funcionarios confucianos: en el año 1260, un funcionario chino lo 
convenció de crear un Departamento de Historia para así poder recopi-
lar y editar los documentos históricos de las dinastías anteriores. 
Pero Kubilai también se negó a aceptar otros aspectos del estado chino tradi-
cional. En primer lugar, los exámenes, para evitar quedar prisionero de los le-
trados confucianos. La corte y la administración estaban llenas de funciona-
rios chinos –a pesar de la leyenda, la mayoría colaboraron con los mongoles–
, pero pocos de ellos llegaban a los puestos superiores, ya que el ingreso a la 
burocracia venía determinado por el estatus y muchos de los que ingresaban 
no eran chinos, sino básicamente gente procedente de Asia central, uigures y 
turcos. Kubilai, como queda bien evidente en el libro de Marco Polo, favore-
ció siempre a los extranjeros: los arquitectos que construyeron Dadu eran 
musulmanes, en el año 1267 llegó a la corte el astrónomo persa Jamal-al Din, 
se estableció un instituto de astronomía musulmana y se contrataron docto-
res musulmanes y persas en la nueva Academia Imperial de Medicina. Sin 
duda, era una corte muy abierta a todas las influencias, pero la falta de prue-
bas competitivas para ingresar en el servicio público inutilizó

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