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3a semana pneuma 1 - bryan garcia godinez

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ELEMENTOS TEOLÓGICOS DE LA PNEUMATOLOGÍA:
El misterio trinitario, principio estructurante.
La Teología Espiritual podría aprender de la eclesiología del Vaticano II a dejar atrás estructuras y entramados que ya no aguantan más la embestida de las nuevas y más acertadas visiones bíblico-teológicas. Ha costituido un verdadero record de salto el paso de la eclesiología del Vaticano I edificada sobre la institución del Primado a la eclesiología de la “Lumen Gentium" basada en la Trinidad.
II. De la experiencia trinitaria a la dogmática trinitaria Si la teología espiritual debe coincidir con la dogmática en echar a andar desde la Trinidad para ser verdaderamente teología, debe a la vez liberarse de ser el simple corolario práctico de la Trinidad dogmática, y mucho más aún de ser la humilde sierva de una dogmática trinitaria que rompió deliberadamente su interna relación con la experiencia cristiana conforme al sagrado principio escolástico de que una cosa es la ciencia teológica y otra la experiencia o vida cristiana.
La teología espiritual debe, en cuanto teología, partir de la experiencia trinitaria y ofertársela a la dogmática como fuente de su propia reflexión y sistematización. Haciéndolo así se tornan los papeles y la experiencia de la teología trinitaria pasa a ser teología de la experiencia trinitaria. 
III. La revelación trinitaria como experiencia fundante Si la consideración teológico-dogmática de la Trinidad debe asentarse sobre la experiencia trinitaria y desde ahí iluminar a su vez esa experiencia en los distintos momentos de la historia, la experiencia trinitaria de cualquier persona o de la vida ecle- sial, de la que la experiencia individual no puede estar desgajada, tiene que ser la siempre renovada continuación de la que se dio en la revelación bíblica.
III. 1. La revelación trinitaria del primer Testamento Podríamos resumir en las siguientes apretadas proposiciones la experiencia bíblico-trinitaria que culminará en el Nuevo Testamento: Io En el Principio Dios es Palabra y Palabra es auto-comunicación: Dios no es una realidad que se auto-comunica, sino que auto-comunicarse es su entera realidad. Y esto se traduce de otra manera diciendo: lo que llamamos Dios es realidad personal y por lo mismo interpersonal: la interperso- nalidad o relacionalidad absoluta es la esencia y la vida entera de lo que llamamos Dios. De aquí que la confusamente llamada “revelación de Dios” no sea intelectualista, objetivista o proposicional; no es revelación de nada, sino manifestación de que lo que llamamos Dios equivale a la realidad última como absoluta auto-comunicación. 
2° En el Principio Dios es Espíritu, y como Espíritu es acción, poder, energía, fuerza que lleva a cabo algo: Dios Palabra.
3o Dios es Palabra/auto-comunicación y Espíritu-fuerza primero a través de la historia de un pueblo que es su propia historia. Lo que Dios es lo es en el movimiento de su ser y no fuera ni al margen de ese movimiento, y por lo mismo no es lo que es sino realizándose históricamente: su "ser” y su "realizarse” son lo mismo, aunque dialécticamente. Queda superado todo extrinsecismo, esencialismo metafísico e intemporalismo de Dios, puesto que no es Palabra y Espíritu dichos o enviados a una historia como desde arriba, sino auto-comunicación y fuerza realizándose en y a través de la propia historia de la humanidad. 
4o De lo dicho se deduce que no hay ninguna experiencia inmediata de Dios Palabra-Espíritu, sino sólo experiencia indirecta e interpretada desde y a través de un contexto histórico cambiante, de forma que experiencia de Dios e interpretación inevitablemente contextualizada forman un todo indisoluble en el que la interpretación desde un contexto colorea la experiencia y la experiencia influye en la interpretación. La experiencia de Dios Palabra-Espíritu no puede divorciarse nunca de la experiencia concreta y situacional de los hombres de las diversas épocas. 
 La culminación de la experiencia trinitaria en el Nuevo Testamento Lo que va a distinguir esencialmente la fe cristiana de la fe judía, en cuyo seno aquélla nace y crece durante un considerable tiempo, va a ser exactamente un artículo de fe cristológica: 
La experiencia-confesión de que en el suceso entero de Jesús leído desde su final como resucitado-crucificado ha "acontecido” definitivamente Dios: Dios ha llegado a ser o se ha auto- realizado de forma definitiva y suprema como lo que en el principio es: auto-comunicación o donación total de sí mismo.
La experiencia del “Abba-Padre” no es sólo la superación de una relación con Dios a través de una ley auto-divinizada que esclaviza al hombre, sino el paso de la observancia y obediencia del propio mandamiento de amar a Dios con todo el corazón para ser así justificado a la experiencia de que Dios es amor o auto-comunicación absoluta que da vida y que tiene que ser vivido para tener vida. El centro de gravedad pasa del "yo” que cumple el mandamiento del amor a Dios a Dios mismo como el que hace de la existencia humana el recipiente y puesta en acto fuera de sí de su propia vida, es decir, de su ser como auto-comunicación. 
Pero la experiencia del “Abba-Padre” es a la vez la de la absoluta libertad divina que a él le hace, por lo mismo, absolutamente libre: la auto-comunicación absoluta de Dios se manifiesta y realiza en Jesús a través de una postura que se enfrenta con valentía y arrojo a todo aquéllo, siquiera sea la propia ley religiosa, que maniata y condiciona el libre hacerse presente y actuar del incondicional amor divino.
Por otra parte, la teología del Nuevo Testamento tiende progresivamente a concentrarse en el Espíritu del Padre y del Hijo más que en los propios Padre e Hijo. "Dios es Espiritu” y "Cristo resucitado es el Espíritu”, son dos tajantes afirmaciones que hallamos en la teología de Pablo. Con ello no se está diciendo otra cosa que lo que dice Juan con su "Dios es amor”, fórmula con la que el Apóstol expresa la experiencia trinitaria que se origina en la experiencia de Jesús y que debe ser la experiencia de todo cristiano.
La efusión del Espíritu o amor del Padre y el Hijo, que en cuanto tal es “Señor y dador de vida”, es considerada en las comunidades primitivas del llamado "movimiento de Jesús” como la desbordante manifestación escatológica de la salvación que por medio de Jesús se abre además a todas las gentes. Y esa efusión del Espíritu la experimentan en su vida comunitaria e individual como fe, amor, perdón, redención, justificación, santificación, adopción por Dios como hijos, reconciliación, iluminación, liberación de la fuerza del pecado y dones carismáticos para el servicio de la comunidad. 
 La helenización de la Trinidad Desde el siglo II se asiste a un gradual alejamiento de la Trinidad económica o histórico-salvadora con fundamentales repercusiones en la espiritualidad cristiana. El paso del cristianismo judío al cristianismo helénico llevó consigo, quizá inevitablemente, el vaciamiento de las categorías bíblicas, para las que Dios es esencialmente "acontecimiento", en las categorías griegas para las que la realidad, y por supuesto la realidad divina, sólo es tal en una dimensión metafísico- intemporal; el "acontecimiento” o la historia tan sólo son un añadido esencialmente anulable sin que la realidad metafísica se vea en sí misma afectada.
El Espíritu, que en el Nuevo Testamento se identifica con el amor interpersonal por el que el Padre y Jesús son uno y es a la vez el lazo de unión entre ambos y el corazón de la Iglesia y de los fieles, pasa a ser esencialmente la tercera persona de la inmanente Trinidad, objeto particular de fe como el Padre y el Verbo. 
 Partir de la Trinidad histórico-salvadora Es preciso retomar como base de la espiritualidad al Dios bíblico que es Palabra/Verbo y Espíritu, es decir, auto-comunicación histórica y a la vez fuerza divina actuante "que penetra hasta la división del alma y del espíritu”(Hebreos, 4,12) y que llega a su plena historificación en la experiencia de Jesús y, sobre la base de ésta, enla experiencia de la Comunidad neotestamentaria, experiencia que a su vez se actualiza y adquiere constantemente nuevas connotaciones en los diversos contextos histórico-culturales mediante la guía del Espíritu paterno-filial encargado de llevar gradualmente a la plena verdad escatológica. 
EL ESPÍRITU SANTO Y LA IGLESIA
Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo” (Efe. 4:3-5).
A VECES PENSAMOS EN EL ESPÍRITU SANTO obrando únicamente en el ámbito individual y en la vida de cada creyente de forma personal. Pero esta obra individual es el fundamento de la comunidad espiritual. El Espíritu Santo es el responsable final de la existencia de la iglesia de Cristo.
A menudo nos vemos tentados a pensar que la iglesia existe y crece gracias a nuestras diversas actividades evangelizadoras y misioneras. Sí, Dios desea lograr sus planes gloriosos para la iglesia, y hacerlo con nuestra ayuda. Pero la verdadera razón de ser de la iglesia no yace en lo que hacemos; tampoco es el resultado de nuestra organización eficiente y administración eficaz, por más importantes que sean. La iglesia existe gracias a lo que Dios ya ha hecho y continúa haciendo por nosotros por medio del Espíritu Santo. 
Es el Espíritu Santo el que crea una comunidad espiritual y de compañerismo que tiene la Palabra escrita de Dios, inspirada por el mismo Espíritu, como su autoridad de fe y práctica. La Biblia inspirada por el Espíritu es el fundamento para la unidad teológica de la iglesia. Sin la obra del Espíritu, la iglesia no existiría y no podría continuar cumpliendo su misión unida.
EL ESPÍRITU SANTO NOS UNE CON CRISTO
El Espíritu Santo nos une de muchas maneras. No existiríamos como iglesia si el Espíritu Santo no nos uniera primeramente con Cristo. Cristo es la cabeza de la iglesia (ver Efe. 1:22, 23; 5:23). Por medio del Espíritu Santo, podemos ser unidos de manera efectiva con Cristo mismo. Estar unidos a Cristo es el fundamento de todas las bendiciones de salvación, porque todo lo que tenemos en el Señor proviene de él. Nuestra adopción como hijos e hijas de Cristo, nuestra justificación al igual que nuestra santificación, nuestra vida victoriosa sobre el pecado y nuestra glorificación; todo es recibido gracias a nuestra unión con Cristo. Por ello, él debe ser el fundamento de nuestra experiencia cristiana entera.
Lee Efesios 2:18, y 20 al 22; y 1 Pedro 2:6 y 7. ¿Qué nos dicen estos versículos acerca del papel de Cristo y del Espíritu Santo en la creación de la iglesia? 
Por medio del Espíritu, tenemos acceso a Dios el Padre. Jesús es la Roca, el fundamento de nuestra salvación, y aquel sobre quien todas las otras partes del edificio son erigidas. Luego, la obra del Espíritu en el nivel individual lleva a una comunidad específica de fe: la iglesia. Cuando hemos experimentado la salvación por fe en Cristo Jesús solamente, y habiendo sido tocados por el amor de Dios, hay una dulce “comunión del Espíritu Santo” (2 Cor. 13:14) en la iglesia. Los creyentes individuales están siendo edificados en una nueva morada espiritual de Dios “en el Espíritu” (Efe. 2:22). Como seguidores de Cristo, deberíamos estar deseosos de “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (4:3). De toda manera posible, sin comprometer lo que no puede ser comprometido, debemos buscar unidad en la comunidad de creyentes.
Lee Colosenses 3:12 al 14. ¿De qué manera puedes ejemplificar esos atributos y contribuir a la unidad de la iglesia? ¿Por qué estos atributos son tan importantes para la unidad de la iglesia? 
EL ESPÍRITU SANTO NOS UNE POR MEDIO DEL BAUTISMO
Lee 1 Corintios 12:13. ¿De qué manera el bautismo nos une con Cristo y con el Espíritu? 
Es el Espíritu Santo el que nos une en un solo cuerpo de creyentes. La entrada pública al reino espiritual de Cristo es por medio del bautismo. Somos bautizados en un cuerpo eclesiástico específico. Por lo tanto, el bautismo tiene una dimensión de comunión distintiva e importantes implicaciones de comunidad. Como seguidores de Cristo, no podemos vivir por nuestra cuenta. Todos necesitamos el apoyo, el ánimo y la ayuda de los demás. Y ciertamente no podemos cumplir solos la misión divina. Por eso Dios creó la iglesia. Seguir a Cristo significa seguirlo en comunión con otros creyentes. Por ello, el bautismo y la iglesia tienen un componente visible.
Lee Romanos 6:3 al 7. ¿Qué simboliza el bautismo bíblico? 
El acto de ser enterrados con Jesucristo en la muerte de la tumba de agua, por medio del bautismo, y ser resucitados a una nueva vida de comunión con Jesús, nuestro Señor y Salvador, simboliza la crucifixión de la antigua vida y la confesión pública de aceptar a Cristo como nuestro Salvador. “El bautismo es una solemne renuncia al mundo. Por esta profesión, el yo muere a la vida de pecado. 
Las aguas cubren al candidato, y en presencia del universo entero se sella la promesa mutua. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, el hombre es sepultado con Cristo en el bautismo y se levanta del agua para vivir una nueva vida de lealtad a Dios” (FV 146). 
El bautismo es un paso positivo que deben cumplir todos los que desean reconocerse bajo la autoridad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En otras palabras, el bautismo marca el verdadero arrepentimiento y la crucifixión de la vida antigua, y señala al nuevo nacimiento, o conversión. También abarca obligaciones pactuales mutuas. El creyente promete ser fiel a Dios y a sus mandamientos, y Dios garantiza que podemos depender de su ayuda cuando sea que la necesitemos.
¿Ya has tomado la decisión del bautismo del creyente? Si no, ¿qué te detiene de seguir a Cristo a través del bautismo? Si ya has sido bautizado por inmersión, ¿de qué manera ha impactado tu pacto bautismal en tu caminar espiritual con Jesús?
EL ESPÍRITU SANTO UNE A LA IGLESIA POR LA PALABRA DE DIOS
Lee Hechos 17:11; y Juan 5:39, 46 y 47; y 8:31 y 32. ¿Cuál es una de las marcas distintivas de un verdadero discípulo de Cristo? ¿Por qué la Biblia es tan indispensable en señalarnos a Cristo y en ayudarnos a seguirlo fielmente? 
El medio principal por el cual el Espíritu Santo nos une con Cristo es la Palabra de Dios. La Biblia es una fuente confiable para conocer a Jesús y la voluntad de Dios. Por eso es tan importante leer las Escrituras y memorizar su contenido. La Biblia es la fuente autoritativa para discernir la verdad espiritual y el error. Pablo felicitó a los bereanos por su nobleza (Hech. 17:11), porque estudiaron diligentemente y escudriñaron las Escrituras a fin de comprobar si lo que oían era verdad. 
Toda reforma y reavivamiento espiritual, no importa si nos afecta individualmente o como iglesia en forma corporativa, debe basarse en las Escrituras. La Biblia es el fundamento sobre el cual nuestra fe se construye; al mismo tiempo, el amor de Jesús y a su Palabra es el vínculo que nos mantiene unidos.
Lee Juan 17:17 al 21. Aquí Jesús habla acerca de la unidad como una marca distintiva de discipulado cristiano. Según Juan 17:17, ¿cuál es la base para esta unidad? 
La Palabra de Dios es verdad (Juan 17:17; Sal. 119:160).
La unidad de la iglesia es la obra del Espíritu con y por medio de la Palabra escrita de Dios. El Espíritu Santo nunca nos guiará a dudar, criticar, añadir o reducir la enseñanza de la Biblia. Más bien, el Espíritu nos hace apreciar la autoridad divina de las Escrituras. 
El Espíritu Santo nunca nos aleja de la Palabra escrita, como tampoco lo haría de la Palabra (el Verbo) viviente. Más bien, nos mantiene en sumisión constante, consciente y voluntaria a ambas. La Biblia es la fuente fundacional para cualquier unidad teológica global. Si fuéramos a minimizar o debilitar nuestra creencia implícita en la Biblia como la Palabra de verdad de Dios para nosotros, la unidad de la iglesia sería destruida.
¿Cuánto tiempo dedicas a la Palabra? Más importante aún, ¿de qué manera puedesaprender a someterte a sus enseñanzas?
EL ESPÍRITU SANTO UNE A LA IGLESIA EN FE Y DOCTRINA
“Un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efe. 4:5, 6). ¿Qué nos está enseñando aquí Pablo acerca de la unidad y de dónde viene? 
La unidad en fe y doctrina se logra únicamente en fidelidad a la Palabra de Dios. El Señor, que es el mismo ayer, hoy y para siempre, forma un vínculo espiritual con cada creyente. El mismo nuevo nacimiento, generado por el Espíritu Santo, la misma obediencia a la Palabra de Dios, hecha posible por el Espíritu Santo, llevan a una unidad de fe y práctica que trasciende toda diferencia humana y cultural. Aunque somos llamados a someternos a la Palabra de Dios y hacer todo lo que podamos para mantener la paz con todos (Rom. 12:18), en última instancia no podemos por nosotros mismos lograr la unidad teológica o la unidad de propósito como cuerpo de la iglesia. Pues la unidad no es tanto algo que tengamos que lograr nosotros sino más bien es un don del Espíritu Santo, que obra en cada creyente de manera individual y en la iglesia de forma corporativa.
El fundamento teológico de esta unidad es la Palabra de Dios. 
Cualquier apelación al Espíritu sin la Palabra escrita puede llevar a doctrinas y prácticas dudosas. Al mismo tiempo, cualquier apelación a la Palabra de Dios sin el Espíritu Santo seca la Palabra y la vuelve estéril. Dado que hay un solo Señor, hay una sola fe que lleva a un solo bautismo. Solamente en fidelidad gozosa a la Palabra de Dios podremos ver la unidad en nuestra iglesia. Y si no hay unidad en fe y doctrina, no habrá unidad en misión. “Tenemos un Señor, una fe, un bautismo. El evangelio de Cristo debe alcanzar a todas las clases, todas las naciones, todas las lenguas y pueblos. La influencia del evangelio debe unir en una gran hermandad. Tenemos un solo Modelo que debemos imitar en la edificación del carácter, y entonces todos tendremos el molde de Cristo; estaremos en armonía perfecta; las nacionalidades se unirán en Jesucristo, poseyendo la misma mente, y el mismo juicio, hablando de las mismas cosas, y glorificando a Dios con una sola boca” (NEV 173).
Observa la declaración de Elena de White. Sin pensar en los demás, o en lo que hacen los demás, sino solamente en ti mismo, pregúntate: ¿Qué puedo hacer para ayudar a alcanzar este maravilloso objetivo de la unidad?
EL ESPÍRITU SANTO UNE A LA IGLESIA EN MISIÓN Y SERVICIO
Lee Hechos 2:4 al 11, y 16 al 21. ¿Cuál fue el resultado del derramamiento del Espíritu Santo en los creyentes del Nuevo Testamento? 
El Espíritu Santo fue responsable del esfuerzo misionero más poderoso que la historia había presenciado hasta ese momento. Dios puede hacer más por medio de un grupo pequeño que está unido en su devoción a él que lo que puede hacer por medio de un grupo grande pero dividido. Dios puede hacer cosas mucho mayores cuando todos dedicamos nuestra vida y energía, nuestros talentos y recursos, a él. La iglesia del Nuevo Testamento creció a partir de la unidad en la vida y la misión de los creyentes. Un pequeño y tímido grupo de creyentes fue transformado hasta conformar una tropa poderosa que se convirtió en una herramienta efectiva que alcanzó a personas de diferentes culturas e idiomas. Se unieron al proclamar “las maravillas de Dios” (Hech. 2:11). El mismo Dios que estuvo activo en los tiempos del Nuevo Testamento estará activo al fin del tiempo, cuando la obra deba ser finalizada antes de que Jesús regrese por segunda vez.
Lee Hechos 2:42 al 47. ¿En qué otros aspectos estaban unidos los creyentes del Nuevo Testamento? 
El emprendimiento misionero de Pentecostés estuvo acompañado por otros factores en los cuales la iglesia temprana permaneció unida. Estaban unidos en el estudio de la Biblia y perseveraban en las enseñanzas de los apóstoles (Hech. 2:42). Estaban unidos en comunión y el partimiento del pan, posiblemente una referencia a la unidad en adoración (vers. 42). Estaban unidos en oración (vers. 42) y en alabanzas a Dios (vers. 47). Estaban unidos en servir a las personas necesitadas al compartir sus posesiones y tenían todas las cosas en común (vers. 44, 45). El estudio de la Biblia en unidad y la confraternización darán como resultado el deseo de compartir las buenas nuevas con otras personas y ayudar a otros de maneras muy prácticas. El Espíritu Santo abrirá nuestros ojos a las necesidades de quienes nos rodean.
¿Qué actividades en tu iglesia local ayudan a revelar la unidad de tu iglesia? ¿Qué más se podría hacer?
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“Esta es la obra en que también nosotros hemos de ocuparnos. En vez de vivir a la expectativa de alguna oportunidad especial de excitación, hemos de aprovechar sabiamente las oportunidades presentes haciendo lo que debe hacerse a fin de que sean salvas las almas. En vez de consumir las facultades de nuestra mente en especulaciones acerca de los tiempos y las sazones que el Señor ha dejado en su sola potestad y ha retenido de los hombres, hemos de entregarnos al control del Espíritu Santo, a la ejecución de los deberes actuales, a dar el pan de vida, sin mezcla de opiniones humanas, a las almas que están pereciendo por la verdad” (MS 1:218). 
“Todo individuo está luchando para llegar a ser un centro de influencia, y hasta que Dios no trabaje por su pueblo no verán que la subordinación a él es la única seguridad para toda alma. Su gracia transformadora en los corazones humanos conducirá a la unidad, una unidad que todavía no ha sido lograda, pues todos los que son asimilados por Cristo estarán en armonía los unos con los otros. El Espíritu Santo creará unidad” (MS 3:21, 22).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR: 
¿Qué quiere decir Elena de White cuando señala que “todo individuo está luchando para llegar a ser un centro de influencia”? ¿Por qué es esa una tendencia tan natural en todos nosotros, y qué podemos hacer para luchar contra esta tendencia en nuestra propia vida? (Ver también Fil. 2:3, 4.) 
2. Algunos argumentan que lo que realmente nos dará unidad es el servicio, no la doctrina. De hecho, argumentan que la doctrina tiende a dividir a las personas; por ende, no debería dársele prominencia. Pero ¿por qué no puede haber unidad en misión y servicio si hay división en doctrina? ¿Por qué una fe compartida es un factor poderoso para la misión unida y efectiva? 
3. Al mismo tiempo, ¿cuánto lugar hay para las diferencias teológicas? Pocas personas entenderán la verdad exactamente de la misma manera. ¿De qué forma podemos estar unidos como iglesia mientras, al mismo tiempo, permitimos las diferencias menores que surgirán? ¿De qué manera las personas en tu iglesia local pueden lidiar con las diferencias de entendimiento y aun así mantener la unidad? 
4. ¿De qué modo la Biblia puede ser un instrumento que traerá unidad? ¿Qué actitud es necesaria en nuestro estudio de la Palabra de Dios para que podamos estar unidos en misión y fe como iglesia?
EL ESPIRITU SANTO Y LOS SACRAMENTOS…
SACRAMENTOS: ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ? 
"Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo, y en definitiva, a dar culto a Dios; pero en cuando signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que a la vez la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y cosas; por esto se llaman sacramentos de la fe. Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir con fruto la misma gracia, rendir culto a Dios y practicar la caridad" (Conc. Vaticano II. Sacrosanctum Concilium, 59) 
Sacramento 
Si buscamos en la Biblia la palabra "sacramento" no la encontraremos, por lo menos en el sentido que hoy le damos. Pero esto no quiere decir que no tengan fundamento bíblico. De hecho todos ellos fueron instituidos por Nuestro Señor Jesucristo. 
La palabra sacramento es de origen latino, los cristianos la usaron desde los primeros años para significar lo que se refería a los signos litúrgicos,celebraciones eclesiales y a los hechos sacros. Es decir, a los actos de culto. Pero con el correr del tiempo, esta palabra se dejó para referirse exclusivamente a los signos sagrados instituidos por Jesucristo. San Agustín, que vivió en el siglo IV, fue quien más contribuyó a la clarificación del concepto de "sacramento" y no fue hasta el siglo XII, que se fijó el número de sacramentos como siete. 
Los sacramentos, como hoy los presenta la Iglesia son: 
Actos salvadores de Cristo, que la Iglesia comunica al hombre mediante signos sensibles. 
¿Y qué quiere decir "signo sensible"?. Un signo sensible es un símbolo. Y un símbolo es una expresión figurada y visible o representación sensible, de una realidad invisible. El valor de un símbolo no está en lo que él es de por sí, sino en lo que indica, en lo que representa. 
No son simples ceremonias. Ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del cuerpo de Cristo y a dar culto a Dios, los sacramentos no solo suponen la fe, sino que también la fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones; por eso se llaman sacramentos de la fe. Los sacramentos nos dan o aumentan la Gracia Divina. 
a) Decimos que son actos salvadores, porque son acciones que salvan al hombre de situaciones concretas, llenándolo de la fuerza del amor, fruto de la muerte y resurrección de Cristo. Abarcan toda la vida del hombre en sus puntos más significativos. 
 En su nacimiento: Bautismo 
 En su crecimiento: Confirmación 
 En las heridas del pecado: Reconciliación 
 En su alimentación: Eucaristía 
 En la formación de un hogar: Matrimonio 
 En la consagración al servicio de la comunidad: Orden Sacerdotal 
 En la enfermedad: Unción de los enfermos 
Son actos salvadores de Cristo porque Él es el verdadero autor, he aquí el valor del sacramento. Es Cristo quien bautiza, perdona los pecados o comunica el Espíritu Santo. Recibir un sacramento es encontrarse personalmente con Cristo que salva. 
c) Son actos que la Iglesia comunica porque fueron entregados a la Iglesia por Cristo para que los administrara a los hombres. Por lo que el sacramento debe administrarse conforme a lo establecido por la Iglesia y según sus intenciones. 
d) Son signos sensibles, porque el hombre necesita algo material para convencerse, darse cuenta, sentir la presencia de Dios. San Pablo nos lo recuerda "Si bien no se puede ver a Dios, podemos, sin embargo desde que él hizo el mundo, contemplarlo a través de sus obras y entender por ellas que él es eterno, poderoso y que es Dios" (Rm 1,20) Jesucristo al instituir los sacramentos tuvo presente esta necesidad que tiene el hombre de llegar a lo invisible a través de lo sensible. 
Para realizar estos sacramentos se necesitan dos cosas: 
 La forma: oración o palabras que se pronuncian al administrar el sacramento 
 La materia: lo que se usa para el sacramento: el agua, el pan, el vino, el aceite, la imposición de manos, la confesión de una culpa. 
 No es igual que aceptar una medalla o hacer algo bueno "que se acostumbra", sino que cada sacramento es un encuentro libre y personal con Cristo resucitado. Por lo tanto es necesario 
 Tener fe 
 Conocer lo que se comunica 
 Quererlo recibir 
 Es necesario estar bautizado para recibir cualquier otro sacramento. Es indispensable estar en Gracia de Dios. Sólo el Bautismo y la Reconciliación dan de por sí la Gracia, para cualquier otro sacramento es necesario arrepentirse de los pecados y confesarse antes. 
Algunos sacramentos se pueden recibir una sola vez en la vida porque imprimen carácter indeleble, estos son: Bautismo, Confirmación y Orden. 
Gracia Divina 
Cuando el hombre pecó se alejó de Dios y desterró de él la posibilidad de responder a su vocación que es la comunicación con su Creador para llegar a su destino que es la eternidad. Desde el primer pecado, el hombre está inclinado al mal, condenado a la concupiscencia. 
Dios en su infinita misericordia no podía dejar al hombre abandonado y sabiendo que con sus solas fuerzas no podría conseguir su destino eterno, envía a su Hijo, para que con su muerte y resurrección restaure la comunicación que el hombre había perdido con Dios. 
Jesucristo nos trae la Gracia Divina, la Gracia del Espíritu Santo, que tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y darnos la posibilidad de responder a nuestra vocación y destino. Contra la inclinación al mal que resultó del pecado, la Gracia Divina nos permite obrar el bien. Es una participación de la vida de Dios. Es un favor, un regalo, un auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios, participes de la naturaleza de la vida eterna. 
Esta vocación a la vida eterna es sobrenatural, depende enteramente de la iniciativa gratuita de Dios. Sobrepasa las capacidades de la inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana. El hombre sólo debe estar dispuesto a que la Gracia actúe en él y seguir la voz de su conciencia, para obrar según la voluntad de Dios. 
 † La Gracia de Dios nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: 
 † Por el Bautismo, participamos de la gracia de Cristo 
 † Como hijos adoptivos, podemos llamar Padre a Dios 
 † Recibimos la vida del Espíritu Santo que infunde la caridad y que forma la Iglesia 
Sacramentales 
Son signos sagrados instituidos por la Iglesia creados según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida. 
Se aplican a necesidades y a situaciones menos importantes que los sacramentos, no obtienen de por sí la gracia santificante. Van en orden a la santificación de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de circunstancias muy variadas de la vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre. 
Algunos sacramentales son las bendiciones o consagraciones de objetos religiosos, el uso de agua bendita o velas bendecidas, la ceniza del miércoles de cuaresma, etc. Los sacramentales proceden del sacerdocio bautismal: todo bautizado es llamado a ser una "bendición" y a bendecir. 
Se abusa de estos sacramentales cuando se toman como cosas mágicas y no se usan con fe, o si en la práctica se les da más importancia que a los mismos sacramentos. 
Los sacramentales son parte de la religiosidad popular, expresiones en formas variadas de piedad tales como la veneración a reliquias, visitas a santuarios, peregrinaciones, etc., agradables a Dios cuando ayudan a aumentar la piedad y la caridad fraterna. 
Estas expresiones prolongan la vida litúrgica de la Iglesia, pero no la sustituyen, por lo que conviene que estos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos para que conduzcan al pueblo a la celebración y actualización del misterio pascual de Cristo. 
La acción del Espíritu Santo en la Vida del Cristiano. 
Un nuevo Pentecostés: Invitando a todos a seguir a Jesús 
1) Pentecostés: Los comienzos de la evangelización de la Iglesia Pentecostés nace de una intensa experiencia de oración junto con María y Pedro. La de Pentecostés es una experiencia de unidad y de alegría que trasciende todas las diferencias étnicas y lingüísticas y es una expresión del amor universal de Dios. Recordamos especialmente cómo los discípulos estaban reunidos con miedo y confusión, escondidos en la sala del piso superior. En esos momentos, no tenían ninguna idea de misión o expansión. Entonces Cristo les envió el Espíritu Santo y una gran transformación tuvo lugar.
Los discípulos fueron transformados. El valor reemplazó al miedo, pues once de los doce Apóstoles morirían finalmente como mártires. El entendimiento reemplazó a la confusión, y ganaron un sentido más profundo de su misión: se dieron cuenta de que su conocimiento de la muerte sacrificial y de la resurrección de Jesús era verdaderamentela Buena Noticia y tenía que ser compartida. Su enfoque se tornó hacia afuera, hacia aquellos a los que estaban llamados a evangelizar. ¡Nunca volvieron a esa sala del piso superior! 
Los discípulos comenzaron a vivir el primer mandato de Cristo a su Iglesia: “Id, pues, y haced discípulos de todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” Los primeros cristianos eran conscientes de la presencia y la acción del Espíritu Santo como fuente de la santidad, de los dones de la gracia y del celo apostólico. 
2) La Nueva Evangelización y nuestra iniciativa Católicos Regresen Hay más de un billón de católicos hoy en el mundo, y estamos en deuda con estos primeros discípulos, y todos sus seguidores, que pasaron la fe a cada siguiente generación, a veces en medio de circunstancias adversas e incluso arriesgando sus vidas. Hoy se nos confía a nosotros la misma Gran Misión que los primeros discípulos recibieron. 
3) La evangelización comienza con la conversión constante de cada católico Sólo podemos compartir lo que hemos recibido. Al prepararnos para evangelizar, estamos llamados a la conversión, que es recibir continuamente el Evangelio de Jesucristo individualmente y como Iglesia. La Buena Noticia nos alimenta, nos hace crecer y nos renueva en santidad como el pueblo de Dios
La conversión sucede continuamente en los corazones de los creyentes y consiste en no sólo saber de Jesús, sino en de hecho conocer a Jesús. Se hace realidad a través del poder del Espíritu Santo, que nos da la gracia de invitar a Jesús a entrar en nuestras vidas, a revestirnos con la mente de Cristo al rechazar el pecado, a aceptar la llamada a ser discípulos cada vez más fieles de Cristo en la Iglesia. Es un fruto que viene del diálogo en oración con Cristo, nuestro Redentor. Si no experimentamos una conversión así, no hemos aceptado realmente el Evangelio
“Sabemos que la gente experimenta la conversión en muchas formas. Algunos sienten un repentino descubrimiento que ocasiona una rápida transformación. Otros experimentan un crecimiento paulatino con el pasar de los años. Otros sienten la conversión al tomar parte en el Rito de Iniciación Cristiana de Adultos, medio por el cual la mayoría de los adultos pasan a formar parte de la Iglesia hoy en día. Muchos experimentan la conversión a través de las relaciones diarias con su familia y amigos. Otros la han experimentado a través de la formación recibida en escuelas católicas y programas de educación religiosa. Aún otros han experimentado una conversión continua a través de encuentros de renovación, encuentros ecuménicos, retiros, misiones en la parroquia o a través de algunos de los grandes movimientos espirituales que bendicen la vida de la Iglesia hoy día.”
La conversión personal de cada uno de nosotros seguirá distintos pasos dependiendo de la relación de cada uno con Jesús y su Iglesia. “Para aquellos de nosotros que practicamos y vivimos nuestra fe católica, es un llamado para continuar creciendo y renovándonos en la conversión. Para aquellos que la han aceptado sólo de nombre, es un llamado a la reevangelización. Para aquellos que han dejado de practicar su fe, es un llamado a la reconciliación. Para los niños, es un llamado a ser formados como discípulos a través de la vida de fe de la familia y de la educación religiosa. Para los demás cristianos, es una invitación a conocer la plenitud de nuestro mensaje. Para los que no profesan fe alguna, es un llamado a la conversión, a conocer a Jesuscristo y, por lo tanto, a sentir un cambio hacia una nueva vida con Cristo y su Iglesia.”
4) La misión primaria de nuestra Iglesia La evangelización debe ser el enfoque primario de nuestra Iglesia. Luego, las obras de misericordia corporales y espirituales, que resultan de vivir y compartir el Evangelio, transformarán la cultura a nuestro alrededor. Tenemos la misión de “reparar el mundo”, lo que los judíos llaman Tikkun olam. La evangelización incluye trabajar por la justicia y preocuparse por las necesidades materiales de los demás. En una escena del anuncio Epic de nuestra campaña Católicos Regresen, el párroco de una parroquia de suburbio aparece dando comida a un vagabundo sentado en las escaleras de la Iglesia. La escena nos recuerda que la tarea de compartir el mensaje del Evangelio nos presenta unas exigencias muy prácticas. Hay una relación directa entre ser testigo de Cristo, nuestro Salvador, y buscar la justicia. Somos los guardianes de nuestros hermanos en cuanto a sus necesidades humanas básicas y a la protección de su dignidad; si verdaderamente amamos a Cristo, debemos ayudarles
5) El sentido de la evangelización La evangelización implica llevar la fe a nuestras propias familias; en otras palabras, convertirnos en mentores de esta forma de vivir para una nueva generación de discípulos. Como San Pablo nos recuerda apasionadamente, todos estamos llamados a ser “embajadores de Cristo”.Espero que a través de nuestros esfuerzos podamos todos juntos devolver a la palabra “evangelización” su significado propio. Significa simplemente compartir el Evangelio, la Buena Noticia, de palabra y de obra. Es por eso que los cuatro escritores del Evangelio, Mateo, Marcos, Lucas y Juan son llamados “Evangelistas”. 
Con el paso del tiempo, la palabra “evangelización” ha desarrollado connotaciones negativas para algunos y se ha malinterpretado como una forma agresiva y manipuladora de proselitismo. La evangelización católica nunca es proselitismo. La evangelización siempre busca proponer nuestra fe, nunca imponerla. Es siempre respetuosa con la dignidad humana y la auténtica libertad. La Iglesia existe para evangelizar, para compartir la Buena Nueva con todas las gentes. Estamos llamados a hacer muchas cosas en la Iglesia, pero nuestro mandato primordial, dado por Jesús e impulsado por el Espíritu Santo, es evangelizar. Consecuentemente, a todo católico se le pide que haga suya la responsabilidad de llegar y animar a los demás a unirse a nosotros en la familia de Cristo, la Iglesia.
Hay tres formas de evangelizar. Dando testimonio, que es simplemente vivir nuestra fe a través de nuestras buenas obras y acciones virtuosas. Compartiendo nuestra fe de forma explícita, normalmente explicando cómo obra Dios en nuestra vida. Invitando a otros a experimentar el amor salvador de Cristo caminando con nosotros en nuestra Iglesia Católica. La evangelización es más efectiva cuando la acción la precede. Se cuenta que San Francisco de Asís solía decir a sus frailes: “prediquen siempre, y a veces usen palabras
” Por la gracia del Espíritu Santo, la evangelización sucede “en la forma en que vivimos el amor de Dios en nuestra vida diaria; por el amor, ejemplo y apoyo que las personas se dan unas a otras; en la forma en que los padres pasan la fe a sus hijos; en nuestra vida como Iglesia a través de la proclamación de la Palabra y en la sincera celebración de los hechos salvíficos de Jesús; en los esfuerzos de renovación a nivel local y nacional; en el cuidado que damos a los más necesitados; en las formas en las que realizamos nuestro tra-bajo, compartimos con nuestros vecinos y tratamos al extranjero. En la vida diaria, los miembros de la familia se evangelizan el uno al otro, los hombres y mujeres a sus futuros cónyuges y los trabajadores a sus compañeros por las simples vidas de fe que llevan. A través de nuestros métodos diarios de vida católica, el Espíritu Santo trae consigo la conversión y una nueva vida en Cristo.”
6) Las parroquias: Centros de evangelización Si la Iglesia existe para evangelizar, la parroquia es la avenida principal donde tal actividad debe realizarse. Nuestras parroquias deben ser auténticos centros de evangelización. La parroquia es el lugar donde la mayoría de los católicos experimentan la Iglesia. Tiene, en el ámbito local, los mismos compromisos que la Iglesia universal, con la celebración de laPalabra de Dios y la Eucaristía como su centro de culto. La evangelización inevitablemente implica a la comunidad parroquial, porque al final, estamos invitando a la gente a la Eucaristía, a la mesa del Señor. Cuando alguien evangeliza individualmente, debería tener la Buena Nueva y la Eucaristía como mensaje principal. El Papa Pablo VI dijo que la evangelización está siempre ligada a la celebración eucarística del misterio pascual de Jesucristo. “No hay verdadera evangelización si el nombre, el mensaje, la vida, las promesas, el Reino y el misterio de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, no son proclamados.”
Un espíritu de evangelización debe impregnar cada una de las dimensiones de la vida de una parroquia católica. Acogida, aceptación, invitación a la conversión y a la renovación, reconciliación y paz, deben caracterizar el tenor completo de la vida parroquial—empezando con el culto dominical. Todos los elementos de la parroquia deben responder el imperativo evangélico—sacerdotes y religiosos, laicos, personal, ministros, organizaciones, clubs sociales, escuelas parroquiales y programas de educación religiosa parroquiales. Si no es así, la evangelización queda reducida a algo que unas pocas personas hacen como su ministerio particular—en vez de ser la razón de la existencia de la parroquia y el objetivo de su tarea apostólica. El espíritu de conversión, subrayado en la liturgia y especialmente en el Rito de Iniciación Cristiana de Adultos, debe irradiar a través de todos los ministerios de manera que la llamada a la conversión sea experimentada y celebrada como parte de la vida de fe de cada parroquiano.
Es fundamental enfatizar que el trabajo de evangelización no puede tener éxito si se ve solamente como tarea del clero y de los empleados de la parroquia. Cada uno de nosotros ha sido llamado por Jesús a participar en esta misión por nuestro bautismo y nuestra confirmación. Jesús espera de nosotros que estemos dispuestos a servir de instrumento para ayudarle a llevar a los demás a la alegría, la paz y el amor en esta vida y en la futura. 
7) Plan pastoral y evangelización Ya que la evangelización es una actividad central de nuestras parroquias, será un componente fundamental del plan pastoral de nuestra Arquidiócesis. Hay muchas formas de identificar una parroquia saludable y vibrante. Algunos de estos signos son: Una vida sacramental reverente y activa, programas de instrucción religiosa y de formación en la fe serios y buenos para jóvenes y adultos, actividades apostólicas y caritativas vibrantes, y una cultura de promover vocaciones. Sin embargo, una de las manifestaciones más importantes de una parroquia viva es tener los recursos y el espíritu de evangelizar, y especialmente de llegar a los alejados de la Iglesia. He pedido a nuestro Comité de Planificación Pastoral Arquidiocesana y a nuestra Oficina de Planificación Pastoral que propongan estrategias para mejorar las posibilidades y los recursos de las actividades de evangelización centradas en la parroquia, para fortalecer y renovar nuestras parroquias y nuestros ministerios arquidiocesanos para llegar a los alejados. 
La evangelización anima a todos los católicos bautizados a la conversión a Cristo, viviendo su fe en plenitud, llamando a otros a la fe y viviendo los valores del Evangelio en el mundo. Nos da unos nuevos lentes a través de los cuales poder ver nuestra fe católica. Estos lentes son tres: renovación espiritual, actividad misionera y trabajar por la justicia en el mundo. 
Nuestra tarea en nuestras parroquias es promover una conversión constante, convirtiendo a los consumidores en discípulos y hacedores de discípulos. Tenemos que preparar a hombres y mujeres para que sean testigos de la fe, no mandar a la gente al programa de protección de testigos. Cada católico puede ser ministro de bienvenida, reconciliación y entendimiento para aquellos que han dejado de practicar la fe.
Nuevos movimientos y comunidades eclesiales Tras el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha sido testigo de un derramamiento del Espíritu Santo a través del florecimiento de nuevos movimientos y comunidades eclesiales. Estas realidades traen una gran vitalidad a la vida de la Iglesia. Son un signo de gran esperanza para la Iglesia en el nuevo milenio. 
La Iglesia, en cada generación, es a la vez vieja y nueva. A través de los siglos hemos visto la gran bendición de tantas nuevas órdenes religiosas, movimientos de reforma y asociaciones de laicos que respondían a las necesidades de cada era en particular. Hoy, muchos de los nuevos movimientos y comunidades están teniendo gran éxito en dotar de una espiritualidad profunda a sus miembros en el contexto de la intimidad de pequeñas comunidades. Dan fuerza a su gente para convertirse en evangelizadores que llevan la Buena Noticia que han recibido a todos los de su alrededor. Sin estas energías renovadoras, la Iglesia puede a veces estar demasiado centrada en el mantenimiento y en los aspectos internos del trabajo pastoral
Muchos de estos pequeños grupos y comunidades están ya presentes en la arquidiócesis: 
Cursillo, Renovación Carismática, Comunión y Liberación, Opus Dei, Focolares, Comunidades de San Egidio, el Camino Neocatecumenal, ARISE, la Legión de María, y otros. A través de los años los he conocido y he experimentado personalmente los frutos de vida cristiana que brotan de su actividad, como el fortalecimiento de la vida familiar, la apertura a la vida, y las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. 
Algunos de estos grupos han sido fundamentales para mi propio crecimiento en la fe. Por ejemplo, cuando era seminarista, hace 44 años, experimenté el poder de un retiro del Cursillo. Fue en español, en Washington, D.C., con un grupo compuesto de soldados argentinos, refugiados salvadoreños indocumentados, cubanos y algunos puertorriqueños que trabajaban en restaurantes. El fin de semana nos convirtió en una fraternidad, una comunidad de amigos, compañeros discípulos ardiendo por nuestro amor a Cristo y nuestro deseo de darle a conocer, amar y servir. Cuando concluyó el fin de semana del Cursillo, el rector me dio una Cruz y dijo: “Cristo cuenta contigo.” Y yo contesté: “Y yo con su gracia.” Cristo está contando con nosotros. Con Cristo, con nuestros hermanos y con su gracia, podemos hacerlo. Esto fortaleció mi vocación al sacerdocio y me ayudó a entender la necesidad de buscar la oveja perdida. 
 Pasos inmediatos Los párrocos, ayudados por sus consejos pastorales parroquiales y por el personal parroquial, deberán planear la mejor forma de evangelizar según sus circunstancias locales. Como Pentecostés, el proceso debe estar permeado por la oración y por el deseo de ser conducidos por el Espíritu Santo. 
La necesaria apertura a los alejados requerirá planificación y capacitación. Algunas parroquias quizá prefieran establecer equipos de evangelización y zonas pastorales dentro de la parroquia para llegar a los alejados. Los que se dediquen a esta tarea se beneficiarían de la lectura de Vayan y Hagan Discípulos, un documento de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, que contiene metas recomendadas, estrategias y tácticas para el trabajo de la evangelización.
La formación en la fe es fundamental para la tarea de la evangelización. Tener evangelizadores capacitados para visitar las casas, para tratar con las familias de los niños que están en los programas de educación religiosa y para ocuparse de llegar y de acoger a los alejados, debe ser parte del proceso. Los programas de RICA son una forma de ayudar a la parroquia entera a tener un espíritu de misión y de acogida. 
En la carta del Beato Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte, nos amonesta con las palabras del Evangelio: “Duc in altum”, para “echar nuestras redes en lo profundo”. Él escribió: “Debemos encender de nuevo en nosotros el ímpetu de los comienzos de la Iglesia y dejarnos llenar del ardor de la predicación apostólica que siguió a Pentecostés. Debemos revivir dentro de nosotros la convicción apasionada de Pabloque grita: ‘¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!’”20 Reparemos y fortalezcamos juntos nuestras redes, para que podamos llevar adelante mejor la misión que el Señor nos ha dado, ser sus embajadores. “La fe se fortalece dándola a otros.”

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