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“III. Memoria quechua de la conquista” 
p. 349-408
Miguel León-Portilla 
Obras de Miguel León-Portilla 
Tomo XIII. Visión de los vencidos: relaciones indígenas 
de la conquista/El reverso de la conquista: relaciones 
mexicas, mayas e incas 
México 
Universidad Nacional Autónoma de México 
Instituto de Investigaciones Históricas/El Colegio Nacional 
2013 
444 p. 
Figuras 
ISBN 968-36-9538-8 (obra completa) 
ISBN 978-607-724-052-5 (tomo XIII, pasta dura) 
ISBN 978-607-724-051-8 (tomo XIII, rústica) 
D. R. © 2020, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de 
Investigaciones Históricas. Se autoriza la reproducción sin fines lucrativos, 
siempre y cuando no se mutile o altere; se debe citar la fuente completa 
y su dirección electrónica. De otra forma, se requiere permiso previo
por escrito de la institución. Dirección: Circuito Mtro. Mario de la Cueva s/n, 
Ciudad Universitaria, Coyoacán, 04510. Ciudad de México
Formato: PDF 
Publicado en línea: 30 de junio de 2020
Disponible en: 
http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/
obras_leon_portilla/599.html 
http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/obras_leon_portilla/599.html
http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/obras_leon_portilla/599.html
m 
MEMORIA QUECHUA DE LA CONQUISTA 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
INTRODUCCIÓN 
La secuencia de los hechos 
Como en el caso de la nación mexica, la conquista del gran estado que­
chua, el "imperio de los incas" como ordinariamente se le llama, fue sin 
duda una proeza extraordinaria. Los incas, al igual que los mayas y los 
mexicas, eran también herederos de una cultura milenaria. Su postrer 
desarrollo político y económico curiosamente coincide también en el 
tiempo, con el esplendor de los mexicas, el otro "Pueblo del Sol". 
Poco antes de la muerte del Inca Huayna Cápac, el padre de Huás­
car y Atahualpa, acaecida hacia 1525, sus dominios de cerca de un mi­
llón de kilómetros cuadrados se extendían desde la frontera de la ac­
tual Colombia hasta algunas porciones del norte de Chile y de la actual 
República Argentina. De un extremo al otro había cerca de cuatro mil 
kilómetros, comunicados en buena parte por los famosos caminos del 
incario. El Tahuantinsuyu, "la tierra de los cuatro cuadrantes o rumbos 
del mundo", había alcanzado extraordinaria prosperidad, gracias a una 
rígida administración política y económica, que tenía como "ombligo" 
o centro al Cuzco. Su riqueza era proverbial. Los conquistadores espa­
ñoles bien pronto habrían de tener noticia de ella.
El primer español que entró en contacto con los quechuas fue un 
náufrago de nombre Alejo García, que apareció poco antes de la muerte 
de Huayna Cápac con un grupo de indígenas chiriguanás del Para­
guay. Su presencia, sin embargo, no tuvo mayores consecuencias. Del 
norte, en cambio, empezaban a llegar rumores insistentes acerca de la 
presencia de los hombres blancos. De Panamá habrían de venir los con­
quistadores. 
Para fortuna de éstos, la muerte de Huayna Cápac iba a tener como 
consecuencia la división del estado incaico y la guerra a muerte entre 
Huáscar, el legítimo, y Atahualpa, que residía en Quito. En tanto que 
Francisco Pizarra, Diego de Almagro y el clérigo Hernando Luque or­
ganizaban en Panamá sus primeras expediciones, Huáscar y Atahual­
pa luchaban entre sí. 
Huáscar había salido del Cuzco, marchando hacia el norte para pre­
sentar batalla a Atahualpa. El primer encuentro tuvo lugar en Riobamba. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
INTRODUCCIÓN 
La secuencia de los hechos 
Como en el caso de la nación mexica, la conquista del gran estado que­
chua, el "imperio de los incas" como ordinariamente se le llama, fue sin 
duda una proeza extraordinaria. Los incas, al igual que los mayas y los 
mexicas, eran también herederos de una cultura milenaria. Su postrer 
desarrollo político y económico curiosamente coincide también en el 
tiempo, con el esplendor de los mexicas, el otro "Pueblo del Sol". 
Poco antes de la muerte del Inca Huayna Cápac, el padre de Huás­
car y Atahualpa, acaecida hacia 1525, sus dominios de cerca de un mi­
llón de kilómetros cuadrados se extendían desde la frontera de la ac­
tual Colombia hasta algunas porciones del norte de Chile y de la actual 
República Argentina. De un extremo al otro había cerca de cuatro mil 
kilómetros, comunicados en buena parte por los famosos caminos del 
incario. El Tahuantinsuyu, "la tierra de los cuatro cuadrantes o rumbos 
del mundo", había alcanzado extraordinaria prosperidad, gracias a una 
rígida administración política y económica, que tenía como "ombligo" 
o centro al Cuzco. Su riqueza era proverbial. Los conquistadores espa­
ñoles bien pronto habrían de tener noticia de ella.
El primer español que entró en contacto con los quechuas fue un 
náufrago de nombre Alejo García, que apareció poco antes de la muerte 
de Huayna Cápac con un grupo de indígenas chiriguanás del Para­
guay. Su presencia, sin embargo, no tuvo mayores consecuencias. Del 
norte, en cambio, empezaban a llegar rumores insistentes acerca de la 
presencia de los hombres blancos. De Panamá habrían de venir los con­
quistadores. 
Para fortuna de éstos, la muerte de Huayna Cápac iba a tener como 
consecuencia la división del estado incaico y la guerra a muerte entre 
Huáscar, el legítimo, y Atahualpa, que residía en Quito. En tanto que 
Francisco Pizarra, Diego de Almagro y el clérigo Hernando Luque or­
ganizaban en Panamá sus primeras expediciones, Huáscar y Atahual­
pa luchaban entre sí. 
Huáscar había salido del Cuzco, marchando hacia el norte para pre­
sentar batalla a Atahualpa. El primer encuentro tuvo lugar en Riobamba. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
352 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
Atahualpa, gracias a la destreza de sus generales Quizquiz y Calcuchi­
ma, pudo derrotar a las tropas de Huáscar. Hubo otras varias batallas. 
La última ocurrió en Cotabamba, junto al río Apurímac, no muy lejos 
de la gran capital incaica. Calcuchima se apoderó allí de Huáscar, quien 
desde ese momento quedó prisionero de su hermano Atahualpa. 
Francisco Pizarra y Diego de Almagro habían emprendido ya su 
primera y segunda expedición en busca del país del oro. La primera, 
efectuada a fines de 1524, había permitido a Pizarra explorar el río Virú 
y confirmarse en cierto grado de la riqueza de las nuevas tierras. La 
segunda, realizada con la ayuda del piloto Bartolomé Ruiz, tuvo conse­
cuencias decisivas. Ruiz descubrió la isla del Gallo, en donde pudo ver 
gente que comerciaba en objetos de oro y tejidos. Más tarde hizo varios 
prisioneros, algunos de los cuales habrían de desempeñar después im­
portante papel como intérpretes. 
Mientras Almagro regresaba a Panamá para dar testimonio de las 
riquezas de esas tierras del sur, la voluntad de Pizarra se impuso en la 
isla del Gallo. Con el grupo de audaces que decidió seguirlo, reconoció 
el Golfo de Guayaquil y continuó por la costa hacia el sur hasta llegar 
a la ciudad de Túmbez. Allí obtuvo información sobre el estado incaico 
y aun probablemente acerca de las luchas internas en que se debatía. 
Al fin hubo de regresar a Panamá con intención de organizar la ex­
pedición definitiva de Conquista. En 1528 se trasladó a España para ob­
tener directamente del Emperador Carlos V licencia para emprenderla. 
En julio de 1529 Pizarra firmaba las Capitulaciones por las cuales se le 
encomendaba "continuar el descubrimiento, la conquista y población 
de la dicha provincia del Perú". En 1530 regresaba a Panamá,acompa­
ñado de sus hermanos, Hernando, Gonzalo y Juan. Cuando Almagro 
conoció las Capitulaciones y vio por ellas que en realidad la empresa 
estaba al mando de Pizarra, quedó en él la semilla del odio que habría 
de fructificar más tarde. 
Algún tiempo después tres embarcaciones zarpaban de Panamá 
rumbo a Túmbez. El 13 de mayo de 1532 Pizarra y Almagro desembar­
caron con algo más de doscientos hombres. 
Túmbez estaba abandonada. Huáscar era ya prisionero de Ata­
hualpa, quien pronto tuvo noticia de la llegada de los hombres blancos. 
Como en el caso de los mexicas, Atahualpa creyó en un principio que se 
trataba del regreso de los dioses, el retorno de Huiracocha. 
Esta creencia movió a Atahualpa, que se encontraba en Cajamarca, 
a posponer su partida al Cuzco. El Inca, como Motecuhzoma, envió 
observadores y mensajeros. Supo que los blancos habían estrangulado 
a varios caciques y que habían fundado después la población de San 
INTRODUCCIÓN 353 
Miguel. Finalmente tuvo conocimiento de que cinco meses más tarde 
los huiracochas se dirigían hacia la cordillera, para tratar de llegar a 
Cajamarca. En realidad eran sólo unos cuantos. Setenta y dos hombres 
montados en bestias extrañas y noventa y seis gentes de a pie. Proba­
blemente Atahualpa, oscilando entre el temor, la curiosidad y la duda, 
optó por permitir el avance de los forasteros. Al menos podía confiar 
en los cerca de cuarenta mil hombres armados que, según parece, tenía 
en ese momento bajo su mando. 
Un mensajero del Inca se encontró una vez más con los conquis­
tadores. Al igual que en el caso de la conquista de México, hubo inter­
cambio de presentes. Los españoles siguieron adelante. Casi dos meses 
después llegaban a Cajamarca. Por fin el 15 de noviembre de 1532 entra­
ban en la ciudad, que estaba desierta. Fuera de ella, en la llanura, estaba 
desplegado el ejército del Inca con sus tiendas y fogatas. 
Al día siguiente Atahualpa decidió entrevistarse con los forasteros. 
La ciudad estaba rodeada por sus hombres. El Inca, acompañado de su 
séquito, sentado en su litera defendido por sus nobles más cercanos, 
los celebres "orejones", entró en la plaza de Cajamarca. Los españoles, 
entretanto, se habían apostado en los lugares más adecuados en espera 
de lo que pudiera acontecer. 
En el pensamiento de Pizarra estaba la idea de hacer prisionero al 
Inca por sorpresa. 
Lo que sucedió en esos momentos lo refieren los varios cronistas 
españoles, testigos de vista, como Francisco de Jerez, pero también lo 
relatan a su modo los historiadores indígenas, principalmente el céle­
bre Guamán Poma de Ayala. Por medio del intérprete, Felipillo, indio 
guancabilca, que acompañaba a los españoles desde su segunda expe­
dición, hablo Pizarra con el Inca. Le hizo saber que era embajador de 
un gran señor; que debía ser su amigo. El Inca respondió con majestad 
y dijo que creía que venía enviado por un gran señor, "pero que no te­
nía que hacer amistad, que también él era un gran señor en su reino". 
Habló entonces Fray Vicente de Valverde con una cruz en la derecha y 
en la izquierda el breviario. Por su parte, le conminó a adorar a Dios y a 
la cruz y al Evangelio, "porque todo lo demás era cosa de burla". 
Atahualpa respondió que el "no adoraba sino al Sol que nunca 
muere y a sus dioses que también tenía en su ley". 
Preguntó luego el Inca a fray Vicente, quién le había enseñado la 
doctrina que predicaba. A estas palabras respondió el fraile que lo que 
él enseñaba se lo había dicho el Evangelio. 
Atahualpa pidió entonces el libro, diciendo: "Dámelo a mí, el libro, 
para que me lo diga". Acto seguido se puso a hojear el libro. Dijo luego 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
352 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
Atahualpa, gracias a la destreza de sus generales Quizquiz y Calcuchi­
ma, pudo derrotar a las tropas de Huáscar. Hubo otras varias batallas. 
La última ocurrió en Cotabamba, junto al río Apurímac, no muy lejos 
de la gran capital incaica. Calcuchima se apoderó allí de Huáscar, quien 
desde ese momento quedó prisionero de su hermano Atahualpa. 
Francisco Pizarra y Diego de Almagro habían emprendido ya su 
primera y segunda expedición en busca del país del oro. La primera, 
efectuada a fines de 1524, había permitido a Pizarra explorar el río Virú 
y confirmarse en cierto grado de la riqueza de las nuevas tierras. La 
segunda, realizada con la ayuda del piloto Bartolomé Ruiz, tuvo conse­
cuencias decisivas. Ruiz descubrió la isla del Gallo, en donde pudo ver 
gente que comerciaba en objetos de oro y tejidos. Más tarde hizo varios 
prisioneros, algunos de los cuales habrían de desempeñar después im­
portante papel como intérpretes. 
Mientras Almagro regresaba a Panamá para dar testimonio de las 
riquezas de esas tierras del sur, la voluntad de Pizarra se impuso en la 
isla del Gallo. Con el grupo de audaces que decidió seguirlo, reconoció 
el Golfo de Guayaquil y continuó por la costa hacia el sur hasta llegar 
a la ciudad de Túmbez. Allí obtuvo información sobre el estado incaico 
y aun probablemente acerca de las luchas internas en que se debatía. 
Al fin hubo de regresar a Panamá con intención de organizar la ex­
pedición definitiva de Conquista. En 1528 se trasladó a España para ob­
tener directamente del Emperador Carlos V licencia para emprenderla. 
En julio de 1529 Pizarra firmaba las Capitulaciones por las cuales se le 
encomendaba "continuar el descubrimiento, la conquista y población 
de la dicha provincia del Perú". En 1530 regresaba a Panamá, acompa­
ñado de sus hermanos, Hernando, Gonzalo y Juan. Cuando Almagro 
conoció las Capitulaciones y vio por ellas que en realidad la empresa 
estaba al mando de Pizarra, quedó en él la semilla del odio que habría 
de fructificar más tarde. 
Algún tiempo después tres embarcaciones zarpaban de Panamá 
rumbo a Túmbez. El 13 de mayo de 1532 Pizarra y Almagro desembar­
caron con algo más de doscientos hombres. 
Túmbez estaba abandonada. Huáscar era ya prisionero de Ata­
hualpa, quien pronto tuvo noticia de la llegada de los hombres blancos. 
Como en el caso de los mexicas, Atahualpa creyó en un principio que se 
trataba del regreso de los dioses, el retorno de Huiracocha. 
Esta creencia movió a Atahualpa, que se encontraba en Cajamarca, 
a posponer su partida al Cuzco. El Inca, como Motecuhzoma, envió 
observadores y mensajeros. Supo que los blancos habían estrangulado 
a varios caciques y que habían fundado después la población de San 
INTRODUCCIÓN 353 
Miguel. Finalmente tuvo conocimiento de que cinco meses más tarde 
los huiracochas se dirigían hacia la cordillera, para tratar de llegar a 
Cajamarca. En realidad eran sólo unos cuantos. Setenta y dos hombres 
montados en bestias extrañas y noventa y seis gentes de a pie. Proba­
blemente Atahualpa, oscilando entre el temor, la curiosidad y la duda, 
optó por permitir el avance de los forasteros. Al menos podía confiar 
en los cerca de cuarenta mil hombres armados que, según parece, tenía 
en ese momento bajo su mando. 
Un mensajero del Inca se encontró una vez más con los conquis­
tadores. Al igual que en el caso de la conquista de México, hubo inter­
cambio de presentes. Los españoles siguieron adelante. Casi dos meses 
después llegaban a Cajamarca. Por fin el 15 de noviembre de 1532 entra­
ban en la ciudad, que estaba desierta. Fuera de ella, en la llanura, estaba 
desplegado el ejército del Inca con sus tiendas y fogatas. 
Al día siguiente Atahualpa decidió entrevistarse con los forasteros. 
La ciudad estaba rodeada por sus hombres. El Inca, acompañado de su 
séquito, sentado en su litera defendido por sus nobles más cercanos, 
los celebres "orejones", entró en la plaza de Cajamarca. Los españoles, 
entretanto, se habían apostado en los lugares más adecuados en espera 
de lo que pudiera acontecer. 
En el pensamiento de Pizarra estaba la idea de hacer prisionero alInca por sorpresa. 
Lo que sucedió en esos momentos lo refieren los varios cronistas 
españoles, testigos de vista, como Francisco de Jerez, pero también lo 
relatan a su modo los historiadores indígenas, principalmente el céle­
bre Guamán Poma de Ayala. Por medio del intérprete, Felipillo, indio 
guancabilca, que acompañaba a los españoles desde su segunda expe­
dición, hablo Pizarra con el Inca. Le hizo saber que era embajador de 
un gran señor; que debía ser su amigo. El Inca respondió con majestad 
y dijo que creía que venía enviado por un gran señor, "pero que no te­
nía que hacer amistad, que también él era un gran señor en su reino". 
Habló entonces Fray Vicente de Valverde con una cruz en la derecha y 
en la izquierda el breviario. Por su parte, le conminó a adorar a Dios y a 
la cruz y al Evangelio, "porque todo lo demás era cosa de burla". 
Atahualpa respondió que el "no adoraba sino al Sol que nunca 
muere y a sus dioses que también tenía en su ley". 
Preguntó luego el Inca a fray Vicente, quién le había enseñado la 
doctrina que predicaba. A estas palabras respondió el fraile que lo que 
él enseñaba se lo había dicho el Evangelio. 
Atahualpa pidió entonces el libro, diciendo: "Dámelo a mí, el libro, 
para que me lo diga". Acto seguido se puso a hojear el libro. Dijo luego 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
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354 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
"no me lo dice, ni me habla a mí el dicho libro" y, como escribe el cro­
nista Guamán Poma, "con grande majestad, echó el dicho libro de las 
manos". 
Al ver esto fray Vicente exclamó a voces: "¡Aquí, caballeros, con 
estos indios gentiles, son contra nuestra fe!" Esta fue la señal de ataque. 
La caballería se lanzó sobre la gente de Atahualpa; los arcabuces causa­
ron pavor y estrago en los indios. En medio de la confusión Atahualpa 
fue hecho prisionero. Según el testimonio indígena, "murieron mucha 
gente de indios que no se pudo contar". Al anochecer el Inca Atahual­
pa, que contaba entonces algo más de treinta años, estaba ya a merced 
de los extraños forasteros. 
En su desgracia, Atahualpa tomó dos determinaciones de suma 
importancia: sospechando que posiblemente Pizarra tramaría ceder el 
trono a su hermano Huáscar, ordenó que fuera éste ejecutado de inme­
diato; conociendo, por otra parte, la sed de oro que atorpi.entaba a los 
conquistadores, ofreció pagar como rescate de su libertad todo el metal 
precioso que cupiera en el aposento que le servía de prisión hasta la 
altura que pudiera alcanzar un hombre. 
Aceptado esto por Pizarra, Atahualpa mandó traer objetos de oro 
de todos los rumbos del estado incaico. La habitación se llenó hasta 
la altura en que se había convenido. A pesar de haberse pagado así el 
rescate, Pizarra consideró que para someter del todo a los indios era 
necesario deshacerse de Atahualpa. Se le acusó entonces de haber dado 
muerte a su hermano Huáscar. Se acumularon varios cargos: idolatría, 
adulterio, relaciones incestuosas con su hermana y otros más. 
Atahualpa fue condenado a ser quemado vivo. Unos pocos de los 
conquistadores se opusieron a esta farsa de juicio. Fray Vicente de Val­
verde obtuvo la promesa de que, si Atahualpa se dejaba bautizar, la 
pena de la hoguera le sería conmutada por la del garrote. El 29 de agos­
to de 1533 el Inca Atahualpa moría ajusticiado. 
El imperio de los incas sucumbía así en apariencia como un castillo 
de naipes. Sin embargo, la resistencia habría de continuar. En realidad 
fueron los quechuas los únicos que en la Conquista de los grandes esta­
dos de la América precolombina habrían de mantenerse en pie de lucha 
por cerca de cuarenta años. 
Los españoles se esforzaron por consolidar y extender sus conquis­
tas. Marcharon hacia el sur y el 15 de noviembre del mismo año entra­
ron en la gran ciudad de Cuzco, que fue saqueada por completo. 
La intempestiva llegada de Pedro de Alvarado por el norte, a prin­
cipios de 1534, vino a crear problemas a los conquistadores del Perú. El 
Tonatiuh de la conquista de México y Guatemala había tenido noticias 
INTRODUCCIÓN 355 
del oro de las nuevas tierras descubiertas. Su propósito era adueñarse 
del reino de Quito. Almagro salió a su encuentro y, después de algunas 
escaramuzas, convenció a Alvarado de que lo mejor para él sería aban­
donar esta empresa. Sin duda ayudó a persuadido la entrega de una 
fuerte cantidad en oro con la condición de que habría de dejar parte de 
sus fuerzas y el armamento que traía consigo. 
Para apaciguar a los quechuas y hacer más fácil su gobierno los 
españoles coronaron en 1535 como Inca a Manco II, hijo del padre de 
Atahualpa y medio hermano de éste. Ese mismo año Pizarra fundaba 
la Ciudad de los Reyes, Lima, como nueva capital del Perú. 
Bien pronto Manco II no pudo soportar las crueldades y exacciones 
de los conquistadores. Haciendo a un lado su tutelaje, se rebeló contra 
ellos. El pueblo quechua se sublevó por todas partes. Lima fue ataca­
da y al igual que ella la ciudad del Cuzco. Los hispanos estuvieron a 
punto de ser vencidos. En la defensa pereció Juan Pizarra y puede afir­
marse que sólo por milagro lograron vencer los españoles a los incas. 
Manco II decidió entonces establecer la sede del nuevo estado inca en 
Vilcabamba, situada en la vertiente oriental de los Andes, dentro de 
un gran triángulo formado por los ríos Apurímac, Urubamba y Vilca­
mayo. Desde allí, sus tropas hacían continuas salidas para atacar a los 
conquistadores. Manco II y su gente se adueñaron de caballos, hicieron 
prisioneros y esclavos a algunos españoles y llegaron a poseer cañones 
y otras armas de fuego. 
Entretanto, las rivalidades entre los Pizarra y Almagro se recru­
decieron. Francisco Pizarra había logrado persuadir a Almagro a em­
prender la conquista de Chile. Éste, sin embargo, regresó desengañado 
para dar principio a su lucha a muerte contra su antiguo compañero de 
aventuras. 
En junio de 1537 Almagro se adueñó del Cuzco e hizo prisioneros 
. a Alonso y Hernando Pizarra. El año siguiente de 1538, después de 
una serie de luchas, Almagro era derrotado por Pizarra y condenado a 
muerte. Pero las luchas continuaron, Diego, el hijo de Almagro, asesinó 
a su vez a Francisco Pizarra, el 26 de junio de 1541. Las luchas entre los 
conquistadores parecían emular la discordia de los tiempos de Huás­
car y Atahualpa. 
Hacia 1545 murió Manco II y le sucedió su hijo Sayri Túpac, quien 
al fin, diez ·años más tarde, abandonó su fortaleza de Vilcabamba y se 
entregó a los españoles. Sayri Túpac murió envenenado. Los quechuas 
coronaron entonces como Inca a su hermano Titu Cusí Yupanqui, quien 
recrudeció los ataques contra los españoles desde la inexpugnable Vil­
cabamba. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
354 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
"no me lo dice, ni me habla a mí el dicho libro" y, como escribe el cro­
nista Guamán Poma, "con grande majestad, echó el dicho libro de las 
manos". 
Al ver esto fray Vicente exclamó a voces: "¡Aquí, caballeros, con 
estos indios gentiles, son contra nuestra fe!" Esta fue la señal de ataque. 
La caballería se lanzó sobre la gente de Atahualpa; los arcabuces causa­
ron pavor y estrago en los indios. En medio de la confusión Atahualpa 
fue hecho prisionero. Según el testimonio indígena, "murieron mucha 
gente de indios que no se pudo contar". Al anochecer el Inca Atahual­
pa, que contaba entonces algo más de treinta años, estaba ya a merced 
de los extraños forasteros. 
En su desgracia, Atahualpa tomó dos determinaciones de suma 
importancia: sospechando que posiblemente Pizarra tramaría ceder el 
trono a su hermano Huáscar, ordenó que fuera éste ejecutado de inme­
diato; conociendo, por otra parte, la sed de oro que atorpi.entaba a los 
conquistadores,ofreció pagar como rescate de su libertad todo el metal 
precioso que cupiera en el aposento que le servía de prisión hasta la 
altura que pudiera alcanzar un hombre. 
Aceptado esto por Pizarra, Atahualpa mandó traer objetos de oro 
de todos los rumbos del estado incaico. La habitación se llenó hasta 
la altura en que se había convenido. A pesar de haberse pagado así el 
rescate, Pizarra consideró que para someter del todo a los indios era 
necesario deshacerse de Atahualpa. Se le acusó entonces de haber dado 
muerte a su hermano Huáscar. Se acumularon varios cargos: idolatría, 
adulterio, relaciones incestuosas con su hermana y otros más. 
Atahualpa fue condenado a ser quemado vivo. Unos pocos de los 
conquistadores se opusieron a esta farsa de juicio. Fray Vicente de Val­
verde obtuvo la promesa de que, si Atahualpa se dejaba bautizar, la 
pena de la hoguera le sería conmutada por la del garrote. El 29 de agos­
to de 1533 el Inca Atahualpa moría ajusticiado. 
El imperio de los incas sucumbía así en apariencia como un castillo 
de naipes. Sin embargo, la resistencia habría de continuar. En realidad 
fueron los quechuas los únicos que en la Conquista de los grandes esta­
dos de la América precolombina habrían de mantenerse en pie de lucha 
por cerca de cuarenta años. 
Los españoles se esforzaron por consolidar y extender sus conquis­
tas. Marcharon hacia el sur y el 15 de noviembre del mismo año entra­
ron en la gran ciudad de Cuzco, que fue saqueada por completo. 
La intempestiva llegada de Pedro de Alvarado por el norte, a prin­
cipios de 1534, vino a crear problemas a los conquistadores del Perú. El 
Tonatiuh de la conquista de México y Guatemala había tenido noticias 
INTRODUCCIÓN 355 
del oro de las nuevas tierras descubiertas. Su propósito era adueñarse 
del reino de Quito. Almagro salió a su encuentro y, después de algunas 
escaramuzas, convenció a Alvarado de que lo mejor para él sería aban­
donar esta empresa. Sin duda ayudó a persuadido la entrega de una 
fuerte cantidad en oro con la condición de que habría de dejar parte de 
sus fuerzas y el armamento que traía consigo. 
Para apaciguar a los quechuas y hacer más fácil su gobierno los 
españoles coronaron en 1535 como Inca a Manco II, hijo del padre de 
Atahualpa y medio hermano de éste. Ese mismo año Pizarra fundaba 
la Ciudad de los Reyes, Lima, como nueva capital del Perú. 
Bien pronto Manco II no pudo soportar las crueldades y exacciones 
de los conquistadores. Haciendo a un lado su tutelaje, se rebeló contra 
ellos. El pueblo quechua se sublevó por todas partes. Lima fue ataca­
da y al igual que ella la ciudad del Cuzco. Los hispanos estuvieron a 
punto de ser vencidos. En la defensa pereció Juan Pizarra y puede afir­
marse que sólo por milagro lograron vencer los españoles a los incas. 
Manco II decidió entonces establecer la sede del nuevo estado inca en 
Vilcabamba, situada en la vertiente oriental de los Andes, dentro de 
un gran triángulo formado por los ríos Apurímac, Urubamba y Vilca­
mayo. Desde allí, sus tropas hacían continuas salidas para atacar a los 
conquistadores. Manco II y su gente se adueñaron de caballos, hicieron 
prisioneros y esclavos a algunos españoles y llegaron a poseer cañones 
y otras armas de fuego. 
Entretanto, las rivalidades entre los Pizarra y Almagro se recru­
decieron. Francisco Pizarra había logrado persuadir a Almagro a em­
prender la conquista de Chile. Éste, sin embargo, regresó desengañado 
para dar principio a su lucha a muerte contra su antiguo compañero de 
aventuras. 
En junio de 1537 Almagro se adueñó del Cuzco e hizo prisioneros 
. a Alonso y Hernando Pizarra. El año siguiente de 1538, después de 
una serie de luchas, Almagro era derrotado por Pizarra y condenado a 
muerte. Pero las luchas continuaron, Diego, el hijo de Almagro, asesinó 
a su vez a Francisco Pizarra, el 26 de junio de 1541. Las luchas entre los 
conquistadores parecían emular la discordia de los tiempos de Huás­
car y Atahualpa. 
Hacia 1545 murió Manco II y le sucedió su hijo Sayri Túpac, quien 
al fin, diez ·años más tarde, abandonó su fortaleza de Vilcabamba y se 
entregó a los españoles. Sayri Túpac murió envenenado. Los quechuas 
coronaron entonces como Inca a su hermano Titu Cusí Yupanqui, quien 
recrudeció los ataques contra los españoles desde la inexpugnable Vil­
cabamba. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
356 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
Por todos los medios trató el Virrey Francisco de Toledo, que gober­
naba desde Lima, de someter al nuevo Inca. Viendo que las armas poco 
aprovechaban, envió numerosas embajadas. El Inca permitió la entrada 
de algunos frailes a Vilcabamba. Uno de éstos, el Padre Marcos García, 
transcribió las palabras dictadas directamente por Titu Cusi Yupanqui, 
redactando un memorial o instrucción en el que refiere el Inca los agra­
vios que había sufrido su padre Manco 11, así como las vejaciones de 
que había sido objeto su gente. 
Esta crónica o memorial constituye precisamente otro de los testi­
monios indígenas acerca de la Conquista. Si bien es cierto que el fraile 
que recibía el dictado pudo añadir algo de su propia cosecha, en gene­
ral puede afirmarse que este documento es reflejo fiel de la visión que 
tuvo el Inca acerca de la Conquista. 
Poco tiempo después, hacia el año de 1569, Titu Cusí Yupanqui mo­
ría en Vilcabamba a consecuencia de una pulmonía. Le sucedió enton­
ces en el mando su hermano Túpac Amaru, el último de los Incas. Los 
españoles decidieron apoderarse a como diera lugar de la fortaleza de 
Vilcabamba. Se aproximaron a ella por tres caminos distintos. Al fin 
encontraron a Túpac Amaru fuera de su reducto. El Inca huyó entonces 
por el río Vilcamayo. Alcanzado, fue hecho prisionero, llevado al Cuz­
co, juzgado sumariamente y ejecutado. 
Con la muerte de Túpac Amaru, acaecida en 1572, concluía final­
mente el señorío de los Incas y la conquista española quedaba consu­
mada. El pueblo que en apariencia había sido vencido por sorpresa con 
la prisión y muerte de Atahualpa, había sabido resistir durante casi 
cuarenta años, oponiéndose con heroísmo y por todos los medios posi­
bles a la dominación de los hombres blancos, a quienes en un principio 
había tenido por dioses. 
A continuación veremos cuáles son los principales testimonios 
indígenas en los que puede estudiarse la visión de los vencidos que­
chuas. 
Los testimonios quechuas de la Conquista 
Menos abundantes que en el caso de los mexicas y los pueblos mayen­
ses son los testimonios que acerca de la Conquista nos dejaron algu­
nos cronistas e historiadores indígenas del mundo incaico. Cuatro son 
los autores principales que escribieron durante la segunda mitad del 
siglo XVI y principios del XVII, además de algunos otros testimonios 
anónimos, entre los que se cuenta un drama en quechua acerca de la 
INTRODUCCIÓN 357 
Conquista y algunos poemas y cantares indígenas en los que también 
puede estudiarse esta tercera "visión de los vencidos". 
La más importante y auténtica relación indígena acerca de la con­
quista del Perú se debe probablemente al ya célebre Felipe Guamán 
Poma de Ayala. Descendiente de los señores de Allanca Huánuco, na­
ció probablemente hacia 1526, ya que, según su propio testimonio, tenía 
88 años de edad en el de 1614. Quechua de pura cepa, ostentó siempre 
al lado de su nombre cristiano los de Guamán (halcón) y Poma o Puma. 
Andariego incansable y hombre de gran curiosidad, comenzó a es­
cribir desde temprana edad su obra titulada El Primer Nueva Coránica y
Buen Gobierno, extenso trabajo de 1179 páginas con cerca de 300 dibujos 
o ilustraciones. Su crónica, redactada en un castellano retorcido, lleno
de errores gramaticales y con incontables términos y aun frases enteras
en idioma quechua, resulta ciertamente de difícil lectura, aunque, eso
sí, profundamente reveladora. Guamán Poma, como lo ha notado RaúlPorras Barrenechea, es en este sentido "el mayor exponente del indio
posterior a la Conquista".1 
El Primer Nueva Coránica y Buen Gobierno, verdadera enciclopedia 
del mundo quechua, habla, entre otras cosas, de las varias "edades" 
antiguas, de cada uno de los gobernantes incas y de las coyas, sus mu­
jeres, de los capitanes, los reglamentos, organización social, oficios, 
fiestas, creencias religiosas, etc. Al tema de la Conquista, que es el que 
aquí nos interesa, dedica Guamán Poma varias páginas, de la 367 a la 
439. Allí ofrece su propia visión indígena, basada, tanto en los testimo­
nios de su padre y de otros ancianos que eran ya adultos al tiempo de
la venida de los españoles, como en lo que él mismo pudo conocer y
presenciar, ya que no debe olvidarse que probablemente había nacido
hacia 1526, o sea seis años antes del desembarque final de Pizarra en la
ciudad de Túmbez.
Esta importante crónica indígena permaneció olvidada hasta el año 
de 1908 en que fue descubierta en la Biblioteca Real de Copenhague por 
el doctor Richard Pietschmann, quien dio a conocer su existencia ese 
mismo año e informó más ampliamente acerca de este hallazgo con 
ocasión del XVIII Congreso Internacional de Americanistas, celebrado 
en Londres en 1912. 
Existe una reproducción facsimilar de la Coránica publicada por Paul 
Rivet en el volumen XXIII del Instituto de Etnología de París, en 1936. 
1 Raúl Porras Barrenechea, Los cronistas del Perú (1528-1650), Lima, Sanmartí y Cía.,
1962, p. 432-436. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
356 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
Por todos los medios trató el Virrey Francisco de Toledo, que gober­
naba desde Lima, de someter al nuevo Inca. Viendo que las armas poco 
aprovechaban, envió numerosas embajadas. El Inca permitió la entrada 
de algunos frailes a Vilcabamba. Uno de éstos, el Padre Marcos García, 
transcribió las palabras dictadas directamente por Titu Cusi Yupanqui, 
redactando un memorial o instrucción en el que refiere el Inca los agra­
vios que había sufrido su padre Manco 11, así como las vejaciones de 
que había sido objeto su gente. 
Esta crónica o memorial constituye precisamente otro de los testi­
monios indígenas acerca de la Conquista. Si bien es cierto que el fraile 
que recibía el dictado pudo añadir algo de su propia cosecha, en gene­
ral puede afirmarse que este documento es reflejo fiel de la visión que 
tuvo el Inca acerca de la Conquista. 
Poco tiempo después, hacia el año de 1569, Titu Cusí Yupanqui mo­
ría en Vilcabamba a consecuencia de una pulmonía. Le sucedió enton­
ces en el mando su hermano Túpac Amaru, el último de los Incas. Los 
españoles decidieron apoderarse a como diera lugar de la fortaleza de 
Vilcabamba. Se aproximaron a ella por tres caminos distintos. Al fin 
encontraron a Túpac Amaru fuera de su reducto. El Inca huyó entonces 
por el río Vilcamayo. Alcanzado, fue hecho prisionero, llevado al Cuz­
co, juzgado sumariamente y ejecutado. 
Con la muerte de Túpac Amaru, acaecida en 1572, concluía final­
mente el señorío de los Incas y la conquista española quedaba consu­
mada. El pueblo que en apariencia había sido vencido por sorpresa con 
la prisión y muerte de Atahualpa, había sabido resistir durante casi 
cuarenta años, oponiéndose con heroísmo y por todos los medios posi­
bles a la dominación de los hombres blancos, a quienes en un principio 
había tenido por dioses. 
A continuación veremos cuáles son los principales testimonios 
indígenas en los que puede estudiarse la visión de los vencidos que­
chuas. 
Los testimonios quechuas de la Conquista 
Menos abundantes que en el caso de los mexicas y los pueblos mayen­
ses son los testimonios que acerca de la Conquista nos dejaron algu­
nos cronistas e historiadores indígenas del mundo incaico. Cuatro son 
los autores principales que escribieron durante la segunda mitad del 
siglo XVI y principios del XVII, además de algunos otros testimonios 
anónimos, entre los que se cuenta un drama en quechua acerca de la 
INTRODUCCIÓN 357 
Conquista y algunos poemas y cantares indígenas en los que también 
puede estudiarse esta tercera "visión de los vencidos". 
La más importante y auténtica relación indígena acerca de la con­
quista del Perú se debe probablemente al ya célebre Felipe Guamán 
Poma de Ayala. Descendiente de los señores de Allanca Huánuco, na­
ció probablemente hacia 1526, ya que, según su propio testimonio, tenía 
88 años de edad en el de 1614. Quechua de pura cepa, ostentó siempre 
al lado de su nombre cristiano los de Guamán (halcón) y Poma o Puma. 
Andariego incansable y hombre de gran curiosidad, comenzó a es­
cribir desde temprana edad su obra titulada El Primer Nueva Coránica y
Buen Gobierno, extenso trabajo de 1179 páginas con cerca de 300 dibujos 
o ilustraciones. Su crónica, redactada en un castellano retorcido, lleno
de errores gramaticales y con incontables términos y aun frases enteras
en idioma quechua, resulta ciertamente de difícil lectura, aunque, eso
sí, profundamente reveladora. Guamán Poma, como lo ha notado Raúl
Porras Barrenechea, es en este sentido "el mayor exponente del indio
posterior a la Conquista".1 
El Primer Nueva Coránica y Buen Gobierno, verdadera enciclopedia 
del mundo quechua, habla, entre otras cosas, de las varias "edades" 
antiguas, de cada uno de los gobernantes incas y de las coyas, sus mu­
jeres, de los capitanes, los reglamentos, organización social, oficios, 
fiestas, creencias religiosas, etc. Al tema de la Conquista, que es el que 
aquí nos interesa, dedica Guamán Poma varias páginas, de la 367 a la 
439. Allí ofrece su propia visión indígena, basada, tanto en los testimo­
nios de su padre y de otros ancianos que eran ya adultos al tiempo de
la venida de los españoles, como en lo que él mismo pudo conocer y
presenciar, ya que no debe olvidarse que probablemente había nacido
hacia 1526, o sea seis años antes del desembarque final de Pizarra en la
ciudad de Túmbez.
Esta importante crónica indígena permaneció olvidada hasta el año 
de 1908 en que fue descubierta en la Biblioteca Real de Copenhague por 
el doctor Richard Pietschmann, quien dio a conocer su existencia ese 
mismo año e informó más ampliamente acerca de este hallazgo con 
ocasión del XVIII Congreso Internacional de Americanistas, celebrado 
en Londres en 1912. 
Existe una reproducción facsimilar de la Coránica publicada por Paul 
Rivet en el volumen XXIII del Instituto de Etnología de París, en 1936. 
1 Raúl Porras Barrenechea, Los cronistas del Perú (1528-1650), Lima, Sanmartí y Cía.,
1962, p. 432-436. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
358 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
En la presente antología de textos indígenas acerca de la conquista 
del Perú se incluirán buena parte de las páginas que escribió Guamán 
Poma sobre este tema. 
Otra importante relación indígena acerca de la Conquista es la Ins­
trucción del Inca don Diego de Castro, Titu Cusí Yupanqui, para el muy ilustre 
Señor el Lic. Lope García de Castro. Ya vimos, al tratar de la resistencia de 
los incas desde Vilcabamba, el papel que desempeñó el Inca Titu Cusi, 
quien gobernó entre los años de 1557 y 1570. Titu Cusi entró en más 
de una ocasión en tratos con los mensajeros españoles enviados desde 
Lima. De hecho fue bautizado en agosto de 1568, recibiendo el nombre 
de Diego de Castro. El Padre Marcos García, que quedó en Vilcabamba 
para catequizar al Inca, fue precisamente quien transcribió el memorial 
o "instrucción" de Titu Cusi dirigido al gobernador García de Castro. En
ella hace cuenta de las vejaciones y agravios que recibió su padre Manco
II. Habla asimismo del sitio de Cuzco, donde murió Juan Pizarra, y men­
ciona no pocos hechos tocantes a la vida y organización del nuevo es­
tado incaicoen Vilcabamba. Respecto de la lucha entre Huáscar y Ata­
hualpa, toma la actitud cuzqueña, declarándose partidario de Huáscar.
Tocando el punto de la participación que pudo haber tenido fray 
Marcos García al poner por escrito las palabras del Inca, vale la pena 
citar la opinión de Porras Barrenechea: "El fraile redactor de la crónica 
interpone también su personalidad, haciendo pronunciar a cada rato, á 
Manco Inca, arengas que son verdaderas homilías y que comienzan in­
variablemente con este vocativo: 'Muy amados hijos y hermanos míos'. 
Sin embargo de esto, hay algunos atisbos e impresiones directas del 
espíritu indio frente a los españoles o huiracochas. Así, cuando dice, 
para describir a los conquistadores, que eran hombres barbados que 
hablaban a solas con unos paños blancos -para decir que leían-, que 
iban sobre animales que tenían los pies de plata y que eran dueños de 
algunos illapas o truenos". 2 
La relación de Titu Cusi se conserva en la Biblioteca del Escorial y 
de ella existe la reproducción de una mínima parte hecha por Marcos 
Jiménez de la Espada en el apéndice 18 a La Guerra de Quito, de Pedro 
Cieza de León, Madrid, 1867. Más tarde, en edición poco cuidada, se 
publicó completa la Instrucción de Cusi Yupanqui, bajo el título de Re­
lación de la Conquista del Perú y hechos del Inca Manco II, Colección de Li­
bros y Documentos referentes a la Historia del Perú (Urteaga-Romero), 
Primera Serie, tomo II, Lima, 1916. 
2 Porras Barrenechea, op. cit., p. 439. 
INTRODUCCIÓN 359 
El tercer cronista netamente indígena cuya obra contiene asimismo 
referencias acerca de la conquista es don Juan de Santa Cruz Pachacuti, 
Yamqui Salcamaygua. Hijo de padres nobles de origen collagua, deja 
traslucir en su escrito, redactado a principios del siglo XVII, su resenti­
miento contra la gente del Cuzco. Su crónica titulada Relación de Anti­
güedades deste Reynog del Pirú, aunque mucho más breve que la obra de 
Guamán Poma, es rica mina de información. Entre otras cosas, habla 
de la famosa leyenda de Tonapa, incluye varias oraciones en idioma 
quechua y ofrece numerosos datos acerca de los varios Incas. Entre los 
dibujos que incluye, hay uno sumamente interesante acerca del Cori­
cancha o recinto sagrado del Cuzco, que ha sido interpretado en más de 
una ocasión como una especie de "mapa cósmico indígena". La porción 
referente a la Conquista es breve, pero no por ello menos importante. 
En la presente antología será incluida en su totalidad. 
La Relación de Santa Cruz Pachacuti se conserva en la Biblioteca 
Nacional de Madrid. Jiménez de la Espada la publicó junto con la Rela­
ción de Fernando Santillán y otro documento anónimo, debido proba­
blemente al Padre Blas Valera, bajo el título de Tres Relaciones Peruanas, 
Madrid, 1879. 3 
Además de los tres cronistas ya citados, todos ellos plenamente in­
dígenas, es necesario referirnos siquiera sea brevemente a la obra de 
Garcilaso de la Vega. Como es bien sabido, Garcilaso fue hijo de uno de 
los conquistadores españoles que llegaron con Alvarado y de una ñusta 
o princesa incaica, sobrina del Inca Huayna Cápac. Garcilaso, quien se
apropió el título de Inca, ya que éste correspondía sólo a los descen­
dientes por línea paterna de la familia real, nació en el Cuzco el año de
1539. En su misma ciudad natal, y en compañía de los hijos mestizos
de otros conquistadores, aprendió gramática, se adentró en los clásicos
latinos y en la historia del Viejo Mundo, y pudo escuchar asimismo de
labios de sus parientes indígenas las antiguas tradiciones del incario.
Tal vez al apego de esa tradición, tan ligada al amor materno, se 
debe que Garcilaso se proclamara siempre más indígena que español. 
Una sola cita que valdrá por muchas, tomada de sus Comentarios Rea­
les, podrá servir para confirmar lo dicho. Explicando por qué se refiere 
a los españoles, como a los "huiracochas", escribe, "así llaman los in­
dios a los españoles, y así los llamaré yo también, pues soy indio" ... 4
3 Existe una nueva edición de esta ob;a publicada por la Editorial Guaranía, Asun-
ción del Paraguay, 1950. 
4 Garcilaso Inca de la Vega, Historia General del Perú (Segunda parte de los Comen­
tarías Reales), Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1962, v. I, p. 217. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
358 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
En la presente antología de textos indígenas acerca de la conquista 
del Perú se incluirán buena parte de las páginas que escribió Guamán 
Poma sobre este tema. 
Otra importante relación indígena acerca de la Conquista es la Ins­
trucción del Inca don Diego de Castro, Titu Cusí Yupanqui, para el muy ilustre 
Señor el Lic. Lope García de Castro. Ya vimos, al tratar de la resistencia de 
los incas desde Vilcabamba, el papel que desempeñó el Inca Titu Cusi, 
quien gobernó entre los años de 1557 y 1570. Titu Cusi entró en más 
de una ocasión en tratos con los mensajeros españoles enviados desde 
Lima. De hecho fue bautizado en agosto de 1568, recibiendo el nombre 
de Diego de Castro. El Padre Marcos García, que quedó en Vilcabamba 
para catequizar al Inca, fue precisamente quien transcribió el memorial 
o "instrucción" de Titu Cusi dirigido al gobernador García de Castro. En
ella hace cuenta de las vejaciones y agravios que recibió su padre Manco
II. Habla asimismo del sitio de Cuzco, donde murió Juan Pizarra, y men­
ciona no pocos hechos tocantes a la vida y organización del nuevo es­
tado incaico en Vilcabamba. Respecto de la lucha entre Huáscar y Ata­
hualpa, toma la actitud cuzqueña, declarándose partidario de Huáscar.
Tocando el punto de la participación que pudo haber tenido fray 
Marcos García al poner por escrito las palabras del Inca, vale la pena 
citar la opinión de Porras Barrenechea: "El fraile redactor de la crónica 
interpone también su personalidad, haciendo pronunciar a cada rato, á 
Manco Inca, arengas que son verdaderas homilías y que comienzan in­
variablemente con este vocativo: 'Muy amados hijos y hermanos míos'. 
Sin embargo de esto, hay algunos atisbos e impresiones directas del 
espíritu indio frente a los españoles o huiracochas. Así, cuando dice, 
para describir a los conquistadores, que eran hombres barbados que 
hablaban a solas con unos paños blancos -para decir que leían-, que 
iban sobre animales que tenían los pies de plata y que eran dueños de 
algunos illapas o truenos". 2 
La relación de Titu Cusi se conserva en la Biblioteca del Escorial y 
de ella existe la reproducción de una mínima parte hecha por Marcos 
Jiménez de la Espada en el apéndice 18 a La Guerra de Quito, de Pedro 
Cieza de León, Madrid, 1867. Más tarde, en edición poco cuidada, se 
publicó completa la Instrucción de Cusi Yupanqui, bajo el título de Re­
lación de la Conquista del Perú y hechos del Inca Manco II, Colección de Li­
bros y Documentos referentes a la Historia del Perú (Urteaga-Romero), 
Primera Serie, tomo II, Lima, 1916. 
2 Porras Barrenechea, op. cit., p. 439. 
INTRODUCCIÓN 359 
El tercer cronista netamente indígena cuya obra contiene asimismo 
referencias acerca de la conquista es don Juan de Santa Cruz Pachacuti, 
Yamqui Salcamaygua. Hijo de padres nobles de origen collagua, deja 
traslucir en su escrito, redactado a principios del siglo XVII, su resenti­
miento contra la gente del Cuzco. Su crónica titulada Relación de Anti­
güedades deste Reynog del Pirú, aunque mucho más breve que la obra de 
Guamán Poma, es rica mina de información. Entre otras cosas, habla 
de la famosa leyenda de Tonapa, incluye varias oraciones en idioma 
quechua y ofrece numerosos datos acerca de los varios Incas. Entre los 
dibujos que incluye, hay uno sumamente interesante acerca del Cori­
cancha o recinto sagrado del Cuzco, que ha sido interpretado en más de 
una ocasión como una especie de "mapa cósmico indígena". La porción 
referente a la Conquista es breve, pero no por ello menosimportante. 
En la presente antología será incluida en su totalidad. 
La Relación de Santa Cruz Pachacuti se conserva en la Biblioteca 
Nacional de Madrid. Jiménez de la Espada la publicó junto con la Rela­
ción de Fernando Santillán y otro documento anónimo, debido proba­
blemente al Padre Blas Valera, bajo el título de Tres Relaciones Peruanas, 
Madrid, 1879. 3 
Además de los tres cronistas ya citados, todos ellos plenamente in­
dígenas, es necesario referirnos siquiera sea brevemente a la obra de 
Garcilaso de la Vega. Como es bien sabido, Garcilaso fue hijo de uno de 
los conquistadores españoles que llegaron con Alvarado y de una ñusta 
o princesa incaica, sobrina del Inca Huayna Cápac. Garcilaso, quien se
apropió el título de Inca, ya que éste correspondía sólo a los descen­
dientes por línea paterna de la familia real, nació en el Cuzco el año de
1539. En su misma ciudad natal, y en compañía de los hijos mestizos
de otros conquistadores, aprendió gramática, se adentró en los clásicos
latinos y en la historia del Viejo Mundo, y pudo escuchar asimismo de
labios de sus parientes indígenas las antiguas tradiciones del incario.
Tal vez al apego de esa tradición, tan ligada al amor materno, se 
debe que Garcilaso se proclamara siempre más indígena que español. 
Una sola cita que valdrá por muchas, tomada de sus Comentarios Rea­
les, podrá servir para confirmar lo dicho. Explicando por qué se refiere 
a los españoles, como a los "huiracochas", escribe, "así llaman los in­
dios a los españoles, y así los llamaré yo también, pues soy indio" ... 4 
3 Existe una nueva edición de esta ob;a publicada por la Editorial Guaranía, Asun-
ción del Paraguay, 1950. 
4 Garcilaso Inca de la Vega, Historia General del Perú (Segunda parte de los Comen­
tarías Reales), Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1962, v. I, p. 217. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
360 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
A los veinte años de edad Garcilaso pasó a España. Sirvió allí al 
rey como capitán y combatió en la guerra contra los moros bajo las 
órdenes de don Juan de Austria. Por este tiempo aprendió la lengua 
italiana que habría de servirle para traducir los Diálogos de Amor de 
León Hebreo. 
Los últimos años de su vida, hasta el de 1616 en que murió en la 
ciudad de Córdoba, los dedicó al estudio y a la redacción de sus varias 
obras históricas. De éstas nos interesan aquí, sobre todo, sus célebres 
Comentarios Reales. Ya desde 1586 había manifestado su deseo de tratar 
"sumariamente de la conquista de mi tierra, alargándome más en las 
costumbres, ritos y ceremonias de ella y en sus antiguallas" ... Cuando 
en 1590 publicó su versión de los diálogos de León Hebreo, en la que 
puso de manifiesto su extraordinario dominio y elegancia en el uso 
de la lengua castellana, insistió una vez más, desde el mismo título 
dado al libro, en su origen indígena. En la portada de la obra se leen 
las siguientes palabras: "La traduzión del Indio de los Tres Diálogos 
de Amor de León Hebreo, hecha del italiano en español por Garcilaso 
Inga de la Vega, natural de la gran ciudad del Cuzco, Cabeza de los 
Reynos y Provincias del Pirú." 
Garcilaso consagró buena parte de su tiempo a preparar las que 
podríamos considerar como sus obras fundamentales. Primero fue La
Florida del Inca, que apareció en 1605. Más tarde pudo completar al fin 
sus Comentarios Reales, que como se lee ya en el título de la primera 
edición de 1609, "tratan del origen de los Incas, Reyes que fueron del 
Perú, de su idolatría, leyes y gobierno en paz y en guerra: de sus vidas 
y conquistas y de todo lo que fue aquel Imperio y su República, antes 
que los españoles pasaran a él". 
La segunda parte de los Comentarios es precisamente la Historia Ge­
neral del Perú, en la que se refiere al descubrimiento y a la conquista del 
mismo. Garcilaso no pudo verla impresa, ya que no apareció sino hasta 
el año que siguió al de su muerte, o sea en el de 161Z 
No es éste lugar para ocupamos del valor literario de la obra de 
Garcilaso. Fijándonos tan sólo en lo que en ella puede haber de testimo­
nio indígena acerca de la Conquista, si bien por una parte cabe afirmar, 
como lo hizo ya Menéndez y Pela yo, que· es un "reflejo del alma de los 
pueblos vencidos", es cierto también que ese reflejo es mucho menos di­
recto que el de los otros cronistas netamente quechuas de quienes antes 
nos hemos ocupado. En realidad cabe afirmar que los años que estuvo 
Garcilaso en España, la mayor parte de su vida, no pasaron en vano. 
Podría decirse de él que en cierto modo era indio entre los españoles y 
español entre los indios. 
INTRODUCCIÓN 361 
Mucho se ha discutido el valor histórico y la autenticidad de no 
pocos de los datos que presenta en sus Comentarios y en su Historia. Es 
un hecho que se empeñó en exaltar lo indígena, pero, fuerza es confe­
sarlo, ese empeño es una buena parte el de un hombre de mentalidad 
europea. Desde este punto de vista su testimonio sólo a medias puede 
ser incluido dentro de la memoria de los vencidos. En la presente anto­
logía únicamente incluiremos, por vía de ejemplo, un breve pasaje en el 
que refiere cuál fue la actitud del Inca Manco 11, a quien los españoles 
instauraron como rey para poder gobernar mejor a la nación incaica. 
De las varias ediciones de la obra histórica de Garcilaso se ofrece en 
nota la referencia a la más reciente y fácil de adquirir, publicada por la 
Universidad de San Marcos. 5 
Al lado de los cronistas cuyas obras se han mencionado, vale la 
pena recordar la existencia de otros varios testimonios, si se quiere 
más tardíos, pero que precisamente por ello ponen de manifiesto la 
persistencia del recuerdo de la Conquista en la conciencia indígena. 
Es el más interesante una antigua pieza de teatro en idioma quechua 
conocida bajo el título de Tragedia del fin de Atahualpa. De ella se conocen 
distintas versiones con algunas variantes entre sí. Como lo ha notado 
el distinguido quechuista boliviano Jesús Lara, esta pieza pertenece 
al que pudiera llamarse el género de los "Huanta", o sea una de las 
formas de representación existentes ya en los tiempos prehispánicos. 
Un "Huanta" podría describirse como una representación de carácter 
histórico en la que se rememoran las hazañas de las grandes figuras 
del incario. 
De las versiones que se conocen de la Tragedia del fin de Atahual­
pa, algunas de ellas de considerable antigüedad, el propio Jesús Lara 
ha publicado la que a su juicio ha conservado más su forma original. 
De la traducción al castellano preparada por él mismo ofrecemos tan 
sólo una parte: la referente al encuentro de Atahualpa con Pizarro y los 
"enemigos barbudos", como se designa en el texto a los conquistadores. 
La tragedia se inicia con las palabras de Atahualpa que refiere cómo ha 
visto en sueños la amenaza que se cierne sobre él y su pueblo. Los he­
chos históricos se alteran en más de una ocasión, tal vez para presentar 
dentro de la unidad y la sencillez del teatro indígena el meollo mismo 
del drama de la Conquista. Más que un testimonio histórico, que pre-
5 Los Comentarios Reales que tratan del origen de los Incas ... , 3 v., Lima, Universidad 
Nacional Mayor de San Marcos, Patronato del Libro Universitario, 1959-1960. Historia 
general del Perú (Segunda parte de los Comentarios Reales), 4 v., Lima, Universidad Nacio­
nal Mayor de San Marcos, Patronato del Libro Universitario, 1962. Hay reimpresiones. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
360 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
A los veinte años de edad Garcilaso pasó a España. Sirvió allí al 
rey como capitán y combatió en la guerra contra los moros bajo las 
órdenes de don Juan de Austria. Por este tiempo aprendió la lengua 
italiana quehabría de servirle para traducir los Diálogos de Amor de 
León Hebreo. 
Los últimos años de su vida, hasta el de 1616 en que murió en la 
ciudad de Córdoba, los dedicó al estudio y a la redacción de sus varias 
obras históricas. De éstas nos interesan aquí, sobre todo, sus célebres 
Comentarios Reales. Ya desde 1586 había manifestado su deseo de tratar 
"sumariamente de la conquista de mi tierra, alargándome más en las 
costumbres, ritos y ceremonias de ella y en sus antiguallas" ... Cuando 
en 1590 publicó su versión de los diálogos de León Hebreo, en la que 
puso de manifiesto su extraordinario dominio y elegancia en el uso 
de la lengua castellana, insistió una vez más, desde el mismo título 
dado al libro, en su origen indígena. En la portada de la obra se leen 
las siguientes palabras: "La traduzión del Indio de los Tres Diálogos 
de Amor de León Hebreo, hecha del italiano en español por Garcilaso 
Inga de la Vega, natural de la gran ciudad del Cuzco, Cabeza de los 
Reynos y Provincias del Pirú." 
Garcilaso consagró buena parte de su tiempo a preparar las que 
podríamos considerar como sus obras fundamentales. Primero fue La
Florida del Inca, que apareció en 1605. Más tarde pudo completar al fin 
sus Comentarios Reales, que como se lee ya en el título de la primera 
edición de 1609, "tratan del origen de los Incas, Reyes que fueron del 
Perú, de su idolatría, leyes y gobierno en paz y en guerra: de sus vidas 
y conquistas y de todo lo que fue aquel Imperio y su República, antes 
que los españoles pasaran a él". 
La segunda parte de los Comentarios es precisamente la Historia Ge­
neral del Perú, en la que se refiere al descubrimiento y a la conquista del 
mismo. Garcilaso no pudo verla impresa, ya que no apareció sino hasta 
el año que siguió al de su muerte, o sea en el de 161Z 
No es éste lugar para ocupamos del valor literario de la obra de 
Garcilaso. Fijándonos tan sólo en lo que en ella puede haber de testimo­
nio indígena acerca de la Conquista, si bien por una parte cabe afirmar, 
como lo hizo ya Menéndez y Pela yo, que· es un "reflejo del alma de los 
pueblos vencidos", es cierto también que ese reflejo es mucho menos di­
recto que el de los otros cronistas netamente quechuas de quienes antes 
nos hemos ocupado. En realidad cabe afirmar que los años que estuvo 
Garcilaso en España, la mayor parte de su vida, no pasaron en vano. 
Podría decirse de él que en cierto modo era indio entre los españoles y 
español entre los indios. 
INTRODUCCIÓN 361 
Mucho se ha discutido el valor histórico y la autenticidad de no 
pocos de los datos que presenta en sus Comentarios y en su Historia. Es 
un hecho que se empeñó en exaltar lo indígena, pero, fuerza es confe­
sarlo, ese empeño es una buena parte el de un hombre de mentalidad 
europea. Desde este punto de vista su testimonio sólo a medias puede 
ser incluido dentro de la memoria de los vencidos. En la presente anto­
logía únicamente incluiremos, por vía de ejemplo, un breve pasaje en el 
que refiere cuál fue la actitud del Inca Manco 11, a quien los españoles 
instauraron como rey para poder gobernar mejor a la nación incaica. 
De las varias ediciones de la obra histórica de Garcilaso se ofrece en 
nota la referencia a la más reciente y fácil de adquirir, publicada por la 
Universidad de San Marcos. 5 
Al lado de los cronistas cuyas obras se han mencionado, vale la 
pena recordar la existencia de otros varios testimonios, si se quiere 
más tardíos, pero que precisamente por ello ponen de manifiesto la 
persistencia del recuerdo de la Conquista en la conciencia indígena. 
Es el más interesante una antigua pieza de teatro en idioma quechua 
conocida bajo el título de Tragedia del fin de Atahualpa. De ella se conocen 
distintas versiones con algunas variantes entre sí. Como lo ha notado 
el distinguido quechuista boliviano Jesús Lara, esta pieza pertenece 
al que pudiera llamarse el género de los "Huanta", o sea una de las 
formas de representación existentes ya en los tiempos prehispánicos. 
Un "Huanta" podría describirse como una representación de carácter 
histórico en la que se rememoran las hazañas de las grandes figuras 
del incario. 
De las versiones que se conocen de la Tragedia del fin de Atahual­
pa, algunas de ellas de considerable antigüedad, el propio Jesús Lara 
ha publicado la que a su juicio ha conservado más su forma original. 
De la traducción al castellano preparada por él mismo ofrecemos tan 
sólo una parte: la referente al encuentro de Atahualpa con Pizarro y los 
"enemigos barbudos", como se designa en el texto a los conquistadores. 
La tragedia se inicia con las palabras de Atahualpa que refiere cómo ha 
visto en sueños la amenaza que se cierne sobre él y su pueblo. Los he­
chos históricos se alteran en más de una ocasión, tal vez para presentar 
dentro de la unidad y la sencillez del teatro indígena el meollo mismo 
del drama de la Conquista. Más que un testimonio histórico, que pre-
5 Los Comentarios Reales que tratan del origen de los Incas ... , 3 v., Lima, Universidad 
Nacional Mayor de San Marcos, Patronato del Libro Universitario, 1959-1960. Historia 
general del Perú (Segunda parte de los Comentarios Reales), 4 v., Lima, Universidad Nacio­
nal Mayor de San Marcos, Patronato del Libro Universitario, 1962. Hay reimpresiones. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
362 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
tendiera reflejar la secuencia de los hechos, es esta tragedia memoria 
profundamente humana del trauma de los vencidos. 6 El que se haya se­
guido representando hasta la fecha en numerosos pueblos de la Sierra 
es prueba de que el alma quechua no ha olvidado aún lo que significó 
para ella la Conquista. 
Finalmente, de los numerosos cantares en idioma quechua que tra­
tan del tema de la Conquista, mencionaremos aquí sólo dos de ellos. 
Es el primero el conocido con el título de Apu Inca Atawallpaman elegía 
quechua anónima, escrita seguramente bastante tiempo después de la 
muerte de Atahualpa. En ella se recuerda con profundo realismo la eje­
cución del Inca en Cajamarca y se describe la triste situación del pueblo 
quechua. Esta elegía fue publicada por el quechuista J. M. B. Farfán en 
la revista del Instituto de Antropología de la Universidad Nacional de 
Tucumán, vol. XII, núm. 12, 1942. Daremos aquí la versión más fiel de la 
misma preparada por el gran poeta y quechuista peruano José María 
Arguedas.7 
El otro poema o cantar, más tardío que el anterior, procede de la 
zona quechua del Ecuador. Lleva como título Runapag Llaqui, "desven­
tura del indio" y es asimismo dolorida recordación de la muerte de 
Atahualpa y de todas las desgracias que cayeron sobre el pueblo indí­
gena. 8 
Éstos son los principales testimonios indígenas que podemos adu­
cir acerca de la conquista del Perú. A través de ellos puede estudiarse 
el concepto que el gran pueblo quechua se formó de lo que iba a ser la 
ruina de su cultura milenaria. 
También se incluyen algunas ilustraciones acerca de aconteceres 
de la Conquista, debidas al quechua al que se ha hecho ya referencia, 
Guamán Poma de Ayala. Son dibujos de gran fuerza expresiva y dejan 
ver el punto de vista, plásticamente expresado, de quien se interesó 
hondamente por dar a conocer algo de lo que significó para su pueblo 
la invasión perpetrada por los hombres de Castilla. 
6 Véase: Tragedia del Fin de Atahualpa, monografía y traducción de Jesús Lara (in­
cluye asimismo el texto original en quechua), Imprenta Universitaria, Cochabamba, 
1957. 
7 Apu Inca Atawallpaman, elegía quechua anónima, recogida por J. M. Farfán, tra­
ducción de José María Arguedas, Juan Mejía Baca, Editor, Lima, s. f 
8 El Runapag Llaqui ha sido publicado entre los ejemplos de literatura quechua
incluidos en el Diccionario Quechua de Luis Cordero, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 
Quito, 1955. 
INTRODUCCIÓN 
El concepto quechua de la Conquista363 
Los quechuas, al igual que sus hermanos mexicas y que los pueblos 
mayas de las tierras altas de Guatemala, pensaron en un principio que 
los extraños hombres barbados que llegaban a su tierra eran los dioses 
que regresaban. En el mundo quechua se les tomó por el legendario 
Huiracocha y sus acompañantes. Pero, aun cuando durante muchos 
años se siguió llamando huiracohas a los españoles, en realidad bien 
pronto se descubrió el error inicial. 
Son los cronistas indígenas del Perú quienes, tal vez para disipar el 
primer engaño, insisten más en describir la codicia y sed de oro de los 
extraños forasteros. Así Guamán Poma escribe de ellos que "de día y de 
noche, entre sueños, todos decían, 'Indias, Indias, oro, plata, oro, plata, 
del Pirú' " Y añade: "aún hasta ahora dura igual deseo de oro y plata y 
se matan los españoles y desuellan a los pobres de los indios, y por el 
oro y plata quedan ya despoblados parte de este reino, los pueblos de 
los pobres indios, por oro y plata" ... 
Dio entrada el pensamiento indígena a la idea, tantas veces repe­
tida por conquistadores y misioneros, de que en realidad venían para 
predicar al Dios verdadero y la nueva doctrina de salvación. El indio 
fue consciente de que no le quedaba otro camino sino el de aceptar el 
cristianismo. Pero, a su manera, hizo burla de lo que tuvo por falsa reli­
giosidad en los conquistadores. En su "Prólogo a los lectores cristianos 
españoles" escribe el mismo Guamán Poma: "todo lo tenéis y lo ense­
ñáis a los pob:res de los indios ... decís que habréis de restituir. No veo 
que lo restituyáis en vida ni en muerte. Paréceme a mí, cristiano, que 
todos vosotros os condenáis al infierno. Que su Majestad es tan grande 
santo que a todos cuantos prelados y vizorreyes vienen encargados con 
los pobres naturales, los prelados lo propio, toda la mar trae el favor 
de los pobres indios, en saliendo en tierra, luego está contra los indios 
pobres de Jesucristo" ... 
Y en la Tragedia del Fin de Atahualpa, con no poca ironía y sentido 
de burla, aparece el intérprete Felipillo traduciendo las palabras de Al­
magro: 
Este fuerte señor te dice: 
nosotros hemos venido 
en busca de oro y plata. 
Y acto continuo Felipillo traduce la intervención violenta de fray 
Vicente de Valverde, quien se interpone y grita: 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
362 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
tendiera reflejar la secuencia de los hechos, es esta tragedia memoria 
profundamente humana del trauma de los vencidos. 6 El que se haya se­
guido representando hasta la fecha en numerosos pueblos de la Sierra 
es prueba de que el alma quechua no ha olvidado aún lo que significó 
para ella la Conquista. 
Finalmente, de los numerosos cantares en idioma quechua que tra­
tan del tema de la Conquista, mencionaremos aquí sólo dos de ellos. 
Es el primero el conocido con el título de Apu Inca Atawallpaman elegía 
quechua anónima, escrita seguramente bastante tiempo después de la 
muerte de Atahualpa. En ella se recuerda con profundo realismo la eje­
cución del Inca en Cajamarca y se describe la triste situación del pueblo 
quechua. Esta elegía fue publicada por el quechuista J. M. B. Farfán en 
la revista del Instituto de Antropología de la Universidad Nacional de 
Tucumán, vol. XII, núm. 12, 1942. Daremos aquí la versión más fiel de la 
misma preparada por el gran poeta y quechuista peruano José María 
Arguedas.7 
El otro poema o cantar, más tardío que el anterior, procede de la 
zona quechua del Ecuador. Lleva como título Runapag Llaqui, "desven­
tura del indio" y es asimismo dolorida recordación de la muerte de 
Atahualpa y de todas las desgracias que cayeron sobre el pueblo indí­
gena. 8 
Éstos son los principales testimonios indígenas que podemos adu­
cir acerca de la conquista del Perú. A través de ellos puede estudiarse 
el concepto que el gran pueblo quechua se formó de lo que iba a ser la 
ruina de su cultura milenaria. 
También se incluyen algunas ilustraciones acerca de aconteceres 
de la Conquista, debidas al quechua al que se ha hecho ya referencia, 
Guamán Poma de Ayala. Son dibujos de gran fuerza expresiva y dejan 
ver el punto de vista, plásticamente expresado, de quien se interesó 
hondamente por dar a conocer algo de lo que significó para su pueblo 
la invasión perpetrada por los hombres de Castilla. 
6 Véase: Tragedia del Fin de Atahualpa, monografía y traducción de Jesús Lara (in­
cluye asimismo el texto original en quechua), Imprenta Universitaria, Cochabamba, 
1957. 
7 Apu Inca Atawallpaman, elegía quechua anónima, recogida por J. M. Farfán, tra­
ducción de José María Arguedas, Juan Mejía Baca, Editor, Lima, s. f 
8 El Runapag Llaqui ha sido publicado entre los ejemplos de literatura quechua
incluidos en el Diccionario Quechua de Luis Cordero, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 
Quito, 1955. 
INTRODUCCIÓN 
El concepto quechua de la Conquista 
363 
Los quechuas, al igual que sus hermanos mexicas y que los pueblos 
mayas de las tierras altas de Guatemala, pensaron en un principio que 
los extraños hombres barbados que llegaban a su tierra eran los dioses 
que regresaban. En el mundo quechua se les tomó por el legendario 
Huiracocha y sus acompañantes. Pero, aun cuando durante muchos 
años se siguió llamando huiracohas a los españoles, en realidad bien 
pronto se descubrió el error inicial. 
Son los cronistas indígenas del Perú quienes, tal vez para disipar el 
primer engaño, insisten más en describir la codicia y sed de oro de los 
extraños forasteros. Así Guamán Poma escribe de ellos que "de día y de 
noche, entre sueños, todos decían, 'Indias, Indias, oro, plata, oro, plata, 
del Pirú' " Y añade: "aún hasta ahora dura igual deseo de oro y plata y 
se matan los españoles y desuellan a los pobres de los indios, y por el 
oro y plata quedan ya despoblados parte de este reino, los pueblos de 
los pobres indios, por oro y plata" ... 
Dio entrada el pensamiento indígena a la idea, tantas veces repe­
tida por conquistadores y misioneros, de que en realidad venían para 
predicar al Dios verdadero y la nueva doctrina de salvación. El indio 
fue consciente de que no le quedaba otro camino sino el de aceptar el 
cristianismo. Pero, a su manera, hizo burla de lo que tuvo por falsa reli­
giosidad en los conquistadores. En su "Prólogo a los lectores cristianos 
españoles" escribe el mismo Guamán Poma: "todo lo tenéis y lo ense­
ñáis a los pob:res de los indios ... decís que habréis de restituir. No veo 
que lo restituyáis en vida ni en muerte. Paréceme a mí, cristiano, que 
todos vosotros os condenáis al infierno. Que su Majestad es tan grande 
santo que a todos cuantos prelados y vizorreyes vienen encargados con 
los pobres naturales, los prelados lo propio, toda la mar trae el favor 
de los pobres indios, en saliendo en tierra, luego está contra los indios 
pobres de Jesucristo" ... 
Y en la Tragedia del Fin de Atahualpa, con no poca ironía y sentido 
de burla, aparece el intérprete Felipillo traduciendo las palabras de Al­
magro: 
Este fuerte señor te dice: 
nosotros hemos venido 
en busca de oro y plata. 
Y acto continuo Felipillo traduce la intervención violenta de fray 
Vicente de Valverde, quien se interpone y grita: 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
364 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
No, nosotros venimos 
a hacer que conozcáis 
al verdadero Dios ...
A todo lo cual el enviado Huaya Huisa responde solamente: 
El Sol, que es nuestro padre, 
es de oro refulgente 
y la Luna, que es nuestra madre, 
es de radiante plata, 
y en Curicancha ambos están. 
Pero para acercarse a ellos 
hay que besar antes la tierra ... 9 
Pero, si al fin quedó claro en el pensamiento quechua que los fo­
rasteros no eran dioses sino sólo "enemigos barbudos",como les llama 
el texto indígena, codiciosos de oro y de poder, también penetró bien 
pronto la idea de que irremisiblemente la presencia de esa gente signi­
ficaba el fin de la antigua manera de vida. Y aunque los quechuas se 
mantuvieron en pie de guerra cerca de cuarenta años en su fortaleza de 
Vilcabamba, la persuasión de la derrota se adueñó al cabo enteramente 
de su conciencia. Garcilaso trata de explicar ésta, afirmando que los 
indios no ofrecieron resistencia a los españoles debido a una profecía 
de Huayna Cápac que anunciaba su llegada. Titu Cusi sostiene que los 
conquistadores pudieron vencer porque obraron con dolo y engaño. 
Para Santa Cruz Pachacuti la explicación está en la voluntad divina. 
Pero si son distintas las explicaciones de la derrota, la convicción trági­
ca de que fue algo inevitable parece ser la misma. 
Quizás desde este punto de vista, los quechuas podrían simbolizar, 
una vez más, la resignación del vencido. La elegía anónima en honor de 
Atahualpa es ilustración de ello: 
Bajo extraño imperio, aglomerados los martirios, 
y destruidos, 
perplejos, extraviados, negada la memoria, 
solos; 
muerta la sombra que protege, 
lloramos, 
9 Tragedia del Fin de Atahualpa. trad. cit. de Jesús Lara.
INTRODUCCIÓN 
sin tener a quién o a dónde volver. 
Estamos delirando ... 10 
365 
Es cierto que el Inca Titu Cusi Yupanqui supo exponer sus quejas en 
su instrucción o memorial para hacerlas llegar a la autoridad real, pero 
también es verdad que la postrer persuasión fue la de que todo eso era 
inútil. En su interior el quechua aprendió a despreciar a los "barbudos 
enemigos". Con una mezcla de ironía, de burla y de miedo, les siguió 
llamando huiracochas. Indudablemente aprendió a humillar la cabe­
za y a temer a conquistadores y encomenderos. Como sus hermanos 
mexicas y mayas, aceptó la nueva religión, pero conservó tradiciones 
y creencias de los tiempos antiguos. Al parecer la postrer conclusión 
del quechua fue resignarse en medio de la desgracia. En su aislamien­
to de encomiendas y de haciendas después, ha vivido su trauma. Se 
ha rebelado algunas veces como en el caso de Túpac Katari. Participó 
en las luchas de Independencia, pero hasta ahora sigue aguardando el 
momento, tal vez ya cercano, en el que al fin su antigua fuerza creadora 
podrá ejercitarse en el nuevo contexto de los grandes pueblos mestizos 
de la América nuestra. 
10 Apu Inca Atawallpaman, ed. cit. 
,. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
364 OBRAS DE MIGUEL LEÓN-PORTILLA 
No, nosotros venimos 
a hacer que conozcáis 
al verdadero Dios ...
A todo lo cual el enviado Huaya Huisa responde solamente: 
El Sol, que es nuestro padre, 
es de oro refulgente 
y la Luna, que es nuestra madre, 
es de radiante plata, 
y en Curicancha ambos están. 
Pero para acercarse a ellos 
hay que besar antes la tierra ... 9 
Pero, si al fin quedó claro en el pensamiento quechua que los fo­
rasteros no eran dioses sino sólo "enemigos barbudos", como les llama 
el texto indígena, codiciosos de oro y de poder, también penetró bien 
pronto la idea de que irremisiblemente la presencia de esa gente signi­
ficaba el fin de la antigua manera de vida. Y aunque los quechuas se 
mantuvieron en pie de guerra cerca de cuarenta años en su fortaleza de 
Vilcabamba, la persuasión de la derrota se adueñó al cabo enteramente 
de su conciencia. Garcilaso trata de explicar ésta, afirmando que los 
indios no ofrecieron resistencia a los españoles debido a una profecía 
de Huayna Cápac que anunciaba su llegada. Titu Cusi sostiene que los 
conquistadores pudieron vencer porque obraron con dolo y engaño. 
Para Santa Cruz Pachacuti la explicación está en la voluntad divina. 
Pero si son distintas las explicaciones de la derrota, la convicción trági­
ca de que fue algo inevitable parece ser la misma. 
Quizás desde este punto de vista, los quechuas podrían simbolizar, 
una vez más, la resignación del vencido. La elegía anónima en honor de 
Atahualpa es ilustración de ello: 
Bajo extraño imperio, aglomerados los martirios, 
y destruidos, 
perplejos, extraviados, negada la memoria, 
solos; 
muerta la sombra que protege, 
lloramos, 
9 Tragedia del Fin de Atahualpa. trad. cit. de Jesús Lara.
INTRODUCCIÓN 
sin tener a quién o a dónde volver. 
Estamos delirando ... 10 
365 
Es cierto que el Inca Titu Cusi Yupanqui supo exponer sus quejas en 
su instrucción o memorial para hacerlas llegar a la autoridad real, pero 
también es verdad que la postrer persuasión fue la de que todo eso era 
inútil. En su interior el quechua aprendió a despreciar a los "barbudos 
enemigos". Con una mezcla de ironía, de burla y de miedo, les siguió 
llamando huiracochas. Indudablemente aprendió a humillar la cabe­
za y a temer a conquistadores y encomenderos. Como sus hermanos 
mexicas y mayas, aceptó la nueva religión, pero conservó tradiciones 
y creencias de los tiempos antiguos. Al parecer la postrer conclusión 
del quechua fue resignarse en medio de la desgracia. En su aislamien­
to de encomiendas y de haciendas después, ha vivido su trauma. Se 
ha rebelado algunas veces como en el caso de Túpac Katari. Participó 
en las luchas de Independencia, pero hasta ahora sigue aguardando el 
momento, tal vez ya cercano, en el que al fin su antigua fuerza creadora 
podrá ejercitarse en el nuevo contexto de los grandes pueblos mestizos 
de la América nuestra. 
10 Apu Inca Atawallpaman, ed. cit. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html
LOS TESTIMONIOS QUECHUAS 
DE LA CONQUISTA 
l. LA CRÓNICA DE LA CONQUISTA DE GUAMÁN POMA
De la obra de Guamán Poma El Primer Nueva Coránica y Buen Gobierno, 
redactada como ya dijimos en un castellano mezcla de quechua, tanto en su 
estructura como en su vocabulario, se ofrece aquí buena parte de la relación 
que en ella se incluye acerca de la Conquista. La selección se inicia con un 
elocuente "Prólogo a los lectores cristianos españoles", en el cual el andariego 
cronista indígena muestra como en síntesis cuál es su pensamiento acerca de 
los resultados de la presencia de los españoles y de su dominación sobre los 
indios. Las páginas siguientes hablan de la aparición de esos hombres blan­
cos que fueron tenidos en un pricipio por Huiracocha y los dioses. Narra su 
encuentro con Atahualpa en Cajamarca; su prisión y muerte, así como los 
principales hechos que siguieron, hasta la muerte del nuevo Inca Manco II en 
su fortaleza de Vilcabamba y la ruina final y definitiva de la nación incaica. 
Para la transcripción del texto de Guamán Poma nos hemos valido de la repro­
ducción facsimilar del mismo, publicada por Paul Rivet en el volumen XXIII de 
los Travaux et Memoires de L'Institut d'Ethnologie, París, 1936. Con el 
fin de facilitar la lectura, se ha modernizado la ortografía y se ha introducido, 
sin hacer violencia al texto, la puntuación que pareció más adecuada, así como 
los varios subtítulos que aparecen al principio de los distintos pasajes en que se 
distribuye el texto. Conviene hacer también referencia a la edición preparada 
por John Murra y Rolena Adorno de Nueva Coránica y Buen Gobierno, 3 
v., Siglo XXI Editores, México, 1980. 
Prólogo a los lectores cristianos españoles 
[foja 367] Ves aquí, cristiano, toda la ley mala y buena. Agora cristiano 
lector parte a dos partes, lo malo apartadlo, para que sean castigos y 
con lo bueno se sirva a Dios y a Su Majestad. Cristiano lector, ves aquí 
toda la ley cristiana, no he hallado que sean tan codiciosos en oro ni 
plata los indios. Ni he hallado quien deba cien pesos, ni mentiroso, ni 
jugador, ni perezoso, ni puta, ni puto, ni quitarse entre ellos. 
2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas 
Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/catalogo/obras_leon_portilla/599.html

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