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¿Qué significa el Alma mater? 
 
Cuando una persona quiere avanzar en sus conocimientos para lograr una profesión universitaria o técnica, busca 
la institución que cumpla con sus expectativas. Si no es así, entonces no existe la convicción de querer alcanzar 
un objetivo académico a futuro. Eso se vale, no todas las personas quieren un título profesional y se dedican a 
otras actividades honorables que son necesarias en la comunidad. Sin embargo, cuando se ha decido por continuar 
con los estudios superiores, entonces se aceptan las condiciones académicas que tiene la institución elegida, bajo 
el entendido de que en su estructura educativa alcanzará la persona sus aspiraciones. 
Entonces, lo que se busca, entre otras cosas, es el conocimiento que se saborea, se absorbe de los académicos 
que se han preparado para esa labor y de la misma entereza que el propio estudiante dedica en ese anhelo de 
alcanzar un objetivo con éxito. Alma mater es entonces la que alimenta, de la cual succionamos el conocimiento 
que nos permite fortalecer la capacidad crítica para afrontar los retos de la vida, es decir, nos da una visión que 
permite aportar soluciones o propuestas que contribuyan en beneficio de la sociedad o de las personas en 
particular. 
 
En este sentido, lo que se debería aquilatar al buscar una institución de educación superior es la excelencia, pues 
es del conocimiento público que hay ciertas instituciones que, si bien tratan de impartir conocimientos a los 
estudiantes, no siempre están entre las mejores calificadas a nivel nacional o internacional. Si la persona quiere 
excelencia que le asegure en un futuro mayores probabilidades de éxito, lo más seguro es que no elija las 
instituciones menos valoradas, buscará aquella que, a pesar de lo duro y exigentes que sean, le proporcionen la 
formación necesaria para enfrentar la vida profesional. 
 
La excelencia va aunada a una serie de evaluaciones, en donde las calificaciones más elevadas reflejan de alguna 
manera el conocimiento de la persona. Si bien podría sugerirse que no es el mejor método de evaluar el 
conocimiento, al menos en la academia es lo que se usa de manera convencional. Será una decisión relativamente 
fácil para un administrador contratar a un profesionista con un promedio de 10 y no a uno de 6 y menos si para 
concluir sus estudios superó los tiempos estipulados en sus programas académicos. 
 
Las juventudes actuales, con el proceso de la pandemia, con los estudios en línea y sin tener la experiencia de la 
relación humana, entre otros factores, consideran que la educación profesional no debe ser evaluada con 
exigencia, que la trasmisión del conocimiento es prácticamente responsabilidad absoluta del estado a través de 
las instituciones de educación superior. Por lo tanto, no se les debe exigir sino ofrecer el conocimiento con el menor 
esfuerzo, con evaluaciones frágiles que cubran una supuesta excelencia con calificaciones incluso reprobatorias. 
 
Es así como la elección de la institución educativa pasa a un segundo o tercer plano, deja de ser importante y lo 
que adquiere relevancia son “mis preocupaciones y angustias que debe solucionar el sistema educativo”, bajo los 
supuestos de la empatía y consideración que se merece por los traumas adquiridos por los problemas que la 
misma sociedad y la pandemia generaron. De esta manera, los alumnos se resisten a que se apliquen las reglas 
y lineamientos que aceptaron al inscribirse en la institución elegida y distorsionan la realidad, pensando que no se 
les presentará obstáculos y que la competencia profesional no existe en la vida laboral. 
 
La educación a nivel profesional es un reto y en la mayoría de las veces nada fácil y para hacerle frente se requieren 
de muchos factores, sobre todos los personales, como el tesón, la constancia, el esfuerzo, la disciplina, la 
organización, el anhelo y la entereza, por mencionar algunas. Finalmente, para lograr el éxito en el terreno de la 
medicina, un factor fundamental es la vocación, entendida como el conocimiento, las habilidades y destrezas, la 
capacidad crítica y, sobre todo, el humanismo y la empatía que el médico debe tener para con sus semejantes en 
todas las áreas del entorno académico y profesional. Es decir, la nobleza en la actitud humilde de los estudiantes 
de medicina es aceptar que su formación se apoya en los procedimientos que la institución ha establecido y no en 
que la institución se pliegue a los deseos egoístas de grupos inconformes. 
 
TEXTO elaborado por varios profesores de la Facultad de Medicina.

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