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Presencia de la orden mercedaria
en los acervos novohispanos
Martha Alicia Ortiz Caballero
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México
Redimir con sabiduría liberando
al cautivo de la ignorancia
Es muy significativo para mí compartir mi experiencia en acervos
novohispanos y específicamente en aquéllos que tuvieron una relación
directa con la Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced
Redención de Cautivos en México.
Para comprender mejor esta investigación, describiré brevemente el
trabajo intelectual que desarrolló la orden en conventos para la forma-
ción de clérigos, su participación en la vida académica de la Real y
Pontificia Universidad y en el singular Colegio de Comendadores de san
Ramón Nonato durante los siglos XVII y XVIII en la ciudad de México.
Posteriormente me referiré al fondo documental del Colegio de san
Cosme y san Damián en Puebla, al análisis diagnóstico del acervo biblio-
gráfico mercedario ubicado en el fondo conventual de la biblioteca del
Museo Nacional de Antropología y finalmente expondré algunas consi-
deraciones respecto a la obra intelectual específica de un mercedario de
origen español, que fue consultada por novohispanos.
Labor intelectual
Desde los inicios de la evangelización estuvo presente la orden mercedaria
durante las primeras expediciones de Hernán Cortés, por medio de la
instrucción catequística a la población indígena, en la persona de fray
Bartolomé de Olmedo.
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Durante el virreinato, los mercedarios atendieron el culto religioso de
la población española y criolla, en la ciudad de México; sin dejar de
evangelizar a los indios que se encontraban en los alrededores del sur de la
Nueva España y Guatemala.
Su labor educativa de nivel superior a fines del siglo XVI, se desarrolló
en su primer centro para la formación de clérigos, "el Convento Máxi-
mo". En 1565, surgieron los primeros mercedarios que asistirán a la Real
y Pontificia Universidad (Pareja, 1883: 172-191). Un caso relevante es
fray Diego Rodríguez, astrónomo y matemático, fundador de la primera
cátedra de matemáticas, que ocupó el cargo de contador en esta institu-
ción, durante los primeros años del siglo XVII, (Trabulse, 1984: 25-74).
Otro mercedario destacado y del cual por el momento sólo sabemos
que fue rector de la universidad durante el año de 1654, es el maestro Juan
de Airólo (Plaza y Jaén, 1931: 409-420). También encontramos noticias
de Joseph de Sigüenza, hermano de ese gran sabio mexicano Carlos de
Sigüenza y Góngora, por haber ganado un premio con un poema sáfico
en latín en un certamen poético en 1683 (Leonard, 1984: 21).
De esta misma época, conocemos la obra de Francisco Pareja, cronista
de la orden y decano de la facultad de teología, en 1643. (Fernández de
Recas, 1963, p. 51).
De esta lista de mercedarios destacados, podemos mencionar el núme-
ro mayor de los que sólo se tienen registrado el nombre y fechas de
presentación de tesis para los grados de licenciados, maestros y doctores
en artes y teología.
Posteriormente, en 1696, los religiosos respondieron a una real cédula,
enviando información sobre su provincia que contaba con 13 conventos
en ciudades como Teocaltiche, Aguascalientes y Lagos, además justifica-
ron sus fundaciones señalando la importancia de su labor educativa a
nivel elemental para la población en general. En Guadalajara, Ciudad
Real y Chiapas hubo cursos de artes desde 1666 y 1698 (Castañeda, 1984:
78-79). En el de Puebla, hubo además cátedra de teología.
A fines del siglo XVII, surgió la necesidad de contar con un colegio de
estudios superiores de la provincia. Así, el Colegio de Belén tuvo su
origen en un pequeño convento junto a los caños de Belén, en el año de
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1626 por donación de una india cacique (Pareja, 1989: 452). En 1686, el
capítulo de la orden determinó convertirlo en "casa y colegio de estudios,
nombrando para ello los lectores necesarios" (Castro Seoane, 1944: 100-
101). Aunque se le adjudicó el nombre de san Pedro Pascual), siempre fue
conocido como Colegio de Belén y en él residieron novicios estudiantes.
La fundación de la cual se hicieron cargo los mercedarios fue "el
Colegio de Comendadores de san Ramón Nonato"; inició formalmente
su fundación en el año de 1628, pero por inconvenientes de la casa donde
se albergó en sus inicios, cumplió con sus funciones hasta 1653. Fue una
institución que se encargó del mantenimiento de 8 colegiales, 5 de
procedencia michoacana y 3 de La Habana para que estudiaran leyes en la
capital novohispana (Pareja, 1989: II, 137-149).
Durante el siglo XVIII, el origen y bienestar económico se reflejó en el
renacimiento de la actividad minera y el continuo aumento de la pobla-
ción (Brading, 1975: p. 32). Simultáneamente, los estudiosos novohispanos
comenzaron a conocer los avances de las ciencias y las manifestaciones
más eminentes de la filosofía moderna, debido a la insuficiencia de la
tradición escolástica, las reformas no se hicieron esperar.
Las órdenes monásticas participaron en estos cambios: dominicos,
agustinos y los jesuitas hasta el momento de la expulsión en 1767
(Gonzalbo, 1990: 223).
Y aunque no es muy clara la participación de los mercedarios en la
educación durante este siglo, se menciona a fray José de Heras Alcocer y
Sariñana que por sus méritos obtuvo el grado de honor de maestro en
artes en la Real y Pontificia Universidad en el año de 1716 (Fernández de
Recas, 1963: 8).
La participación de la orden de La Merced en esta institución educati-
va se ha localizado hasta el año de 1836, en la persona de José Antonio
Estevez de Aroztegui, doctor en teología y regente del Colegio de Belén
(Fernández de Recas, 1963:215). Además, por documentos localizados en
el Archivo General de la Nación en México, sabemos de la existencia de
éste, del Colegio de san Ramón y del Convento Máximo todavía en la
primera mitad del siglo XIX.
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La orden mercedaria en Puebla. Un acervo documental desconocido
Pero este nivel académico tuvo un fuerte impulso a través de la integra-
ción de bibliotecas y archivos que registraron y fomentaron cada uno de
estos actos.
Un caso particular lo forma el acervo de la Real y Militar Orden de
Nuestra Señora de la Merced procedente de la ciudad de Puebla, que
actualmente se localiza en la sección de manuscritos de la Biblioteca
Nacional de Antropología, en la ciudad de México.
Sus documentos guardan una estructura similar y se encuentran orde-
nados cronológicamente.
El acervo está formado por 73 expedientes de limpieza de sangre que
abarcan desde el siglo XVII al siglo XX, todos provienen del Convento de
san Cosme y san Damián de la ciudad de Puebla. Las informaciones
levantadas en los conventos de novicios generalmente tenían como obje-
to indagar si un candidato a la orden tenía las cualidades0 para tomar el
hábito.
Cada expediente consta de: . .
— Acta o patente del ministro provincial en la que se acepta al
candidato y nombra algunos casos un comisario para hacer la informa-
ción y el auto de aceptación con todos los detalles.
— Actas de interrogatorios y declaraciones de los testigos.
— Copia notariada de la fe de bautismo del candidato y en algunos
casos las de sus padres.
— Acta de cierre de información y aceptación de ésta por los miem-
bros del convento del noviciado.
La mayor parte de los documentos se encuentran en buen estado de
conservación; especialmente los que han sido restaurados. Son manuscri-tos de lectura accesible, sólo 3 documentos se encuentran mecanuscritos y
pertenecen a principios del siglo XX, dos de ellos están escritos en latín.
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PRESENCIA DE LA ORDEN MERCED ARIA EN LOS ACERVOS NOVOHISPANOS
Biblioteca mercedaria
Las bibliotecas novohispanas se formaron originalmente por obras traí-
das en barco desde Europa; posteriormente la producción intelectual se
elaboró y editó en territorio novohispano. En el caso de los conventos se
formaron colecciones en diversas materias: misales, breviarios,
sermonarios, doctrinarios, historias generales de las órdenes, textos de
autores latinos y griegos, libros científicos de matemáticas, astronomía,
botánica, etc.
A través de los años, estas bibliotecas han permanecido ocultas en los
monasterios antiguos o secciones reservadas de bibliotecas especializadas,
sin ser consultados la mayoría de sus volúmenes.
En la sección perteneciente al fondo conventual de la Biblioteca
Nacional de Antropología encontramos una sección perteneciente a la
orden mercedaria en la ciudad de México, cuyo material proviene de el
Convento Máximo, el Colegio de Belén, y el Convento de Merced de las
Huertas. El acervo consta de aproximadamente 200 volúmenes.
En él podemos encontrar sermones, comentarios a los textos de las
Sagradas Escrituras, obras mariológicas, obras escritas por Papas, como
Benedicto IV, sobre historia eclesiástica, disertaciones filosóficas como
las del padre Calatayud, obras de gran tradición teológica, de santo
Tomás, san Agustín, san Juan Crisóstomo, san Jerónimo; homilías, obras
de teología moral, un curso escolástico de la Universidad de Salamanca,
una parte de la crónica franciscana; una edición de la Biblia; una historia
general de la orden en pésimas condiciones; obras de ascética y mística,
como la de Cristóbal Lozano Soledades de la vida y desengaños del mundo,
cartas pastorales, la obra de Picianelo Lumina reflexa historia literaria de
España, de los pueblos de la antigüedad, como egipcios, asirios, etc., bulas
papales; una obra de las epístolas y oraciones de santa Catalina de Sena.
Obras muy singulares son: la que se refiere al precio del azogue
respecto a la economía del siglo XVIII. Otra obra es sobre el comercio de
Holanda, también un diccionario portátil de los Concilios de Francisco
Pérez Pastor; un texto sobre reglas jesuítas, otro sobre teología médico-
moral de Antonio Rodríguez, y científicas, como el Espectáculo de la
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naturaleza, de Pluche; comentarios a los ocho libros de Aristóteles sobre
física; obras de derecho canónico; algunos textos contemporáneos euro-
peos y novohispanos escritos por miembros de diversas órdenes y edita-
dos en sus propias imprentas, como el Teatro crítico universal de Feyjoo,
etc. La lista es muy extensa, y rica.
Filosofía mercedaria
En la producción de esta obra intelectual, la orden mercedaria no fue la
excepción y de este fondo conventual de la sección referente a la bibliote-
ca del Convento de san Francisco, en la ciudad de México (Segura, 1991:
39-40), hemos localizado una obra.
Ave María pláticas doctrinales para ilustrar a la juventud con claros
documentos para conocer y abrazar la divina vocación al estado, y vivir
en él perfectamente, fue escrita por el padre Francisco Miguel de Echeverz,
en Madrid, e impresa el año 1739 en el Convento de Nuestra Señora de la
Merced de esa ciudad. Aparece editada con un novenario de los sagrados
corazones de Jesús y María con nueva pláticas.
La obra se constituye por un conjunto de pláticas doctrinales, creadas
por Echeverz a partir de su experiencia durante treinta y cinco años de
labor misionera en el norte de España. Se dirige a la juventud preocupada
en la elección de su verdadera vocación al servicio de Dios.
Se divide en tres libros o tres estados: religioso, sacerdocio y matrimo-
nio. Su contenido se presenta en forma de diálogo, recreando situaciones
posiblemente reales respecto a los cuestionamientos y obstáculos a que se
enfrentan los jóvenes durante el período de elección vocacional. Su
lenguaje es claro, sencillo y dulce, como el de un padre amoroso que
aconseja a un hijo; sin embargo utiliza un tono fuerte en su mensaje
cuando reprueba ciertas actitudes; aunque incluye citas en latín es muy
comprensible.
Las fuentes de que se auxilia el padre Echeverz son: del Antiguo
Testamento, el Génesis j el Libro de Tobías, de los textos históricos; de los
doctrinales, el Eclesiastés y el Libro de los Proverbios-, de los profetices, el
Libro de Isaías. Del Nuevo Testamento, los libros doctrinales que predo-
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minan son: las epístolas de san Pablo a los Efesios, I a los Corintios y
Colosenses y I de Timoteo; los libros históricos son san Mateo y san Juan.
Respecto a las obras de los Santos, utilizó fundamentalmente las
homilías de san Juan Crisóstomo. También es considerable la utilización
de símiles, para explicar por medio de refranes el consejo o crítica a
ciertas acciones. En este texto encontramos citados nombres y obras de
pensadores griegos y latinos, entre los cuales podemos mencionar a
Plutarco y Aristóteles. Como ejemplo de vida santa matrimonial señala a
san Luis rey de Francia y san Fernando rey de España. Otras obras citadas
son la sesión 5 y 23 del Concilio de Trento, el Ritual romano, leyes y reglas
para los casados, el Catecismo romano, impreso por decreto del concilio
de Tremo y Pío V.
Otras obras que cita el autor son: La Familia Regulada del padre
Arbiol, el padre Parra, sin mencionar título de la obra, se refiere a
pensadores grecolatinos, y el padre Tomás Sánchez con su Libro décimo
del matrimonio.
Al final de la obra se presenta un novenario devoto con sus pláticas o
lecciones a los Sagrados Corazones de Jesús y María. El padre mercedario
confiesa que por conocimiento de la existencia de dos tomos de la obra
Devoción al Sagrado Corazón de Jesús, del francés Juan de Croisset, de la
Compañía de Jesús, traducidos al español por Pedro de Peñaloza, deter-
minó hacer un novenario, poco diferente, pero significativo dedicado no
sólo a la devoción del Sagrado Corazón de Jesús sino también al Sagrado
Corazón de María.
Esta obra de reflexión teológica de la vida cotidiana, utilizó como
instrumentos de juicio, obras expositivas (las Sagradas Escrituras, los
Santos Padres y Doctores de la Iglesia como san Bernardo y san Agustín,
santo Tomás, los textos juristas del derecho canónico, concilios, decretos;
obras moralistas contemporáneas de España; libros predicables, como
sermones de los grandes autores de la elocuencia cristiana: san Vicente
Ferrer y santo Tomás de Villanueva; obras místicas como la de santa
Teresa muestran filosóficamente, el perfil humanístico que existe en este
autor, durante los'álbores de la ilustración española.
Su valor histórico-literario es importante por varias razones, es una
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obra que emanó de un miembro de la Orden de La Merced, y de cuyos
religiosos tenemos localizada muy poca producción intelectual en nues-
tro país. Desde el punto de vista religioso y social pudo haber funcionado
dentro de los recintos conventuales novohispanos como un auxiliar o
manual didáctico encaminado a orientar a la juventud en la decisión de su
verdadera vocación religiosa.
Hasta este momento nuestro conocimiento sobre los acervosnovohispanos y la orden mercedaria se ha iniciado, pero aún quedan
muchas obras que reposan sin ser consultadas y pueden contribuir a
redimir con sabiduría liberando al cautivo de la ignorancia.
Agradezco profundamente el apoyo brindado por la directora de la
biblioteca del Museo Nacional de Antropología, doctora Stella González
Cicero, al coordinador del proyecto Fondo Conventual Julio Alfonso
Pérez Luna, al doctor Sergio Ortega y Noriega por sus observaciones a
mi investigación y al doctor Mauricio Beuchot, director del Departamen-
to de Estudios Clásicos del IIF, por permitirme una vez más participar en
este encuentro, y a los organizadores del evento.
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