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BOLETÍN
DE LA
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
 TOMO XCI • CUADERNO CCCIII • ENERO-JUNIO DE 2011
PRÉSTAMOS ASEDIADOS:
BRIDECÚ (O BIRICÚ / BERICÚ) Y PIOCHA
Reúne este trabajo un par de monografías —o, si se quiere, micrografías— 
léxicas, una investigación a fondo sobre dos palabras españolas que plantean cada 
una un pequeño enigma etimológico no resuelto por Corominas1.
Tienen algo en común los dos casos estudiados, y ello permite sacar de ellos 
una misma moraleja, aunque pequeña y modesta. Los dos préstamos que vamos 
a estudiar comparten, más allá de la mera condición de tales, una circunstancia 
que a primera vista parece anómala, pero acaso no lo sea tanto. Puede ocurrir —y 
de hecho aquí ocurre— que el étimo de un préstamo sea muchísimo más raro y 
recóndito en la lengua de partida, y por tanto mucho más difícil de documentar, 
que la palabra resultante en la lengua de llegada.
Parecerán también acaso un tanto raras en español las dos palabras a las que 
vamos a enfrentarnos, bridecú y piocha. Una prácticamente no se emplea ya, la 
otra sigue siendo conocida en algún país de América. Pero tuvieron mucha vida 
ambas desde el siglo xviii en adelante, mientras estuvieron en uso las realidades que 
designan. La segunda de ellas, por otro lado, se ve afectada por un problema, que 
también se abordará aquí, de dilucidación de homónimos.
Como enseguida veremos, los dos aludidos problemas etimológicos no 
dependían en absoluto de abstrusas especulaciones fonéticas. El quid residía en 
documentar lo que, inexorablemente, tenía que existir y no aparecía; en precisar sin 
1 No estimamos necesario ofrecer pormenores bibliográfi cos de los diccionarios incluidos en 
el Nuevo Tesoro Lexicográfi co de la Lengua Española, Madrid, Real Academia Española, 2001, edición 
en DVD, ni de repertorios tan conocidos como los de Corominas, Wartburg (FEW), Battaglia o el 
Deutsches Wörterbuch. «Aguiló» remite a Diccionari Aguiló, materials lexicográfi cs aplegats per Marian 
Aguiló i Fuster, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 1915-1934, 8 vols.; «Boyd-Bowman» a Peter 
Boyd-Bowman’s Léxico hispanoamericano, 1493-1993, edited by Ray Harris-Northall and John J. Nitti, 
Nueva York, Hispanic Seminary of Medieval Studies, 2003, 1 CD-ROM.
6 PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011
lugar a dudas el origen de dos extranjerismos que —si se me permite la expresión— 
estaban cantados. Faltaba la prueba explícita, y había que asediar los dos préstamos 
desde todos los frentes para intentar ponerlos en claro.
BRIDECÚ
La palabra bridecú fue recogida por el Diccionario de autoridades en 1726, del 
siguiente modo:
(1) BRIDECU (Bridecú). s. m. Voz modernamente introducida del Francés, en cuyo 
Idioma es lo mismo que oy se llama Cinturón, y sirve para llevar ceñido el espadín. 
Ordinariamente se hace de cuero, paño u otra tela, y se compone de una correa que se 
ciñe a la cintura y se aprieta con una hebilla, de donde penden al lado izquierdo dos 
correas de un palmo o más de largo, donde está pegado otro pedazo de cuero o paño 
también de un palmo de largo doblado, de suerte que haga un canal donde se encaxe 
el espadín.
Como se ve, Autoridades no pudo ofrecer ningún ejemplo de uso, circunstancia 
no rara tratándose de una voz «modernamente introducida» (aunque para otras que 
también eran recientes los esforzados académicos sí que pudieron cumplir el arduo 
principio metodológico que, como ideal desiderátum, se habían autoimpuesto).
Pero tales testimonios, desde luego, existen, y se remontan al comienzo del 
último cuarto del siglo xvii. En la excelente tesis doctoral de Elena Varela Merino, 
recientemente publicada2, se citan los tres que la autora pudo reunir para ese tramo 
del siglo, dos de los cuales, debidos a la pluma del jesuita Juan Cortés Osorio, 
coinciden en señalar al poderoso don Juan José de Austria, hermanastro del rey, 
como responsable de la introducción del vocablo:
(2) [c1677-78] Nos ha enseñado S. A. [don Juan José de Austria] a decir Franqueza, Fran-
gentes, Subalternos y Bridecú… Y si como vino para remediar el tesoro de la Monarquía
viniera para corregir el tesoro de la lengua Castellana, lo hubiéramos acertado; pero ¿qué im-
porta que enriquezca y mejore la lengua si está empobrecido y arruinado el reyno? 
(Conferencia verdadera en la venta de Viveros, en Semanario erudito, v, Madrid, 1787, pág. 58).
(3) [c1678]
Mucho dura en mandarnos el del bridecú.
Él caerá si al Rey Carlos Dios le da salud.
[…]
«Ayer le vi [a don Juan] con estos ojos, que iba como un rey, con un vestido a la moda, 
y llevaba pendiente del bridecú el jifero de la cocina». «¿Qué quiere decir bridecú?» 
—replicó la Barrabasera—. Y no sabiendo el corito responderla, saltó un abanderado, 
2 Los galicismos en el español de los siglos XVI y XVII, Madrid, CSIC, 2009.
7BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
genízaro de Flandes, y la dijo: «Bridecú es lo mismo que freno del tracahílo [sic]». 
«¡Válgate el diablo! —exclamó la Barrabasera—; mas si ese vocablo ¿le diría S. A. delante 
del Rey?». «Claro está —la respondió—, que es el señor don Juan tan animoso que diría 
bridecú delante del Papa». A esto salió el gorrón y dijo: «Lo que V. m. ha de ponderar 
es que diciendo bridecú de par en par no diga fl agelos por no decir azotes». «Ya entiendo 
—dijo la Barrabasera—, que este señor quiere introducirnos una nueva jerigonza de 
gitanos; pero no alcanzo por qué pone el freno adonde se suele poner la grupera».
[…]
Lleve allá el bridecú y el espadín,
y pues se precia de politicón,
eche a favor de Baco un buen run run.
(Desvergüenzas de la plaza en el senado de pícaros, presidiendo la Barrabasera, en
G. Maura y Gamazo, Carlos II y su Corte. Tomo II (1669-1679), Madrid, 1915, págs. 538, 
541-542 y 546).
El tercer ejemplo, coetáneo de los que acabamos de ver, no está ya vinculado 
polémicamente con la fi gura del valido, lo que implica cierto grado de normalización 
en el uso del vocablo:
(4) [1678] Se prohíbe la entrada en el Reino [de Aragón] […] de tahalíes, bridecús, botas, 
zapatos. («Prohibición de entrar y vender tejidos extranjeros y nuevo establecimiento de 
comercio», ibídem, pág. 626).
Podemos añadir otros testimonios del período 1680-1700, uno de ellos
(texto 7) indirecto. La palabra presentará muchas variantes fonéticas y grafi cas, y 
aquí tenemos ya dos, bridicú y bredicú:
(5) [1680] Ocupábase [el tiempo] también en mudar en las cazas y jornadas el traje de 
Palacio, condenando a destierro las autorizadas golillas, tan antiguas y establecidas en 
la Casa Real, subrogando en su lugar chambergas, bragas anchas, corbatas y bridicúes, 
trajes totalmente extranjeros, y que solo para el corte y la inteligencia eran necesarios 
sastres tudescos, o franceses para intérpretes. (Menor edad de Carlos II, en Colección de 
documentos inéditos para la historia de España, t. lxvii, Madrid, 1877, pág. 29).
(6) [c1691?] Irán vestidos de camisa […], medias, zapatos, corbata, bridic[ú] y 
espada. («Condiciones puestas para la formación de un tercio que intentó formar
D. Felipe Bardaxí», en J. Camón Aznar, «La situación militar en Aragón en el
siglo xvii», Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, 8-9, 1955-1956, pág. 104; en el texto, 
«bridica», transcripción sin duda errónea)3. 
3 Camón Aznar no da la fecha del documento. Para datarlo me baso en Christopher Storrs, 
Th e Resilience of the Spanish Monarchy, 1665-1700, Oxford, Oxford University Press, 2006, pág. 206, 
nota 135.
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 (7) En el propio año [1693] […] se aprobó para la infantería el vestuario que presentó 
el comisionado D. Francisco de Villaveta y Ramírez, y que se componía de las prendas 
siguientes: […] Un bredicú de Valladolid. ([Serafín María de Sotto y Abbach], Conde 
de Clonard, Historia orgánica de las armas de Infantería y Caballería españolas, v, 
Madrid, 1854, pág. 24).
(8) [1700] En nuestros tiempos se respetaban las valonas, vandas y tahalíes de los 
Militares;mejorose el trage con las corbatas, chupas y bridicúes, pero no la fortuna. 
(Pedro Portocarrero y Guzmán, Th eatro monárchico de España, Madrid, 1700, pág. 413).
La variante que más difusión llegará a alcanzar, biricú, aparece también muy 
tempranamente, en un documento de 1682, así como en la testamentaría del rey 
que murió con el siglo:
(9) [1682] Un biricú de baqueta. («Testamento de don Bernardo Asturiano»,
Andújar, en E. Gómez Martínez, A. Cea Gutiérrez, R. Frías Marín y J. L. Ojeda Navío,
La romería de la Virgen de la Cabeza en una pintura del siglo XVII, Córdoba, CajaSur, 
1997, pág. 66b).
(10) [1701] Un broche para biricú con dos piezas de diamanttes. («Guardarropa del 
rey Carlos ii», Inventarios reales. Testamentaría del rey Carlos II, 1701-1703, ed. de Gloria 
Fernández Bayton, t. ii, Madrid, Museo del Prado, 1981, pág. 24).
Testamentaría, esta última, en la que también ocurre bredicú, escrito con
u- consonántica:
(11) [1701] Un broche grande de dos piezas de platta dorada que […] forman un uroche 
de ojas caladas que se ymbenttarió diziendo que es pieza de uredicú. (Ibídem, pág. 55).
Está bien claro, pues, que el nombre de ese nuevo elemento de la indumentaria 
masculina ha hecho su aparición a fi nes del xvii y que la novedad se asoció en un 
principio a la fi gura de don Juan José de Austria. A lo largo del xviii y del xix la 
palabra aparecerá por doquier, en España y en América, en sus distintas variantes, 
de las cuales las más frecuentes son biricú y bericú. Ofreceremos aquí una parte de 
la documentación reunida, agrupándola según dichas variantes.
bridecú
(12) [1708] La espada, la qual se debe poner cogiéndola por debaxo de la guarnición, 
la entrará en el bridecú. (Diego José de Noriega y Alvarado, Cartilla de la cavallería 
militar, Madrid, 1708, pág. 11).
(13) [1717] A que se debe añadir nuestras ropas de seda […] y vna infi nidad
de lo que llaman mercadería de París, como son tahalíes, bridecúes, peynes, espejos, 
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chucherías, guantes y cofi as. (Francisco Xavier de Goyeneche, Comercio de Holanda, 
Madrid, 1717, pág. 79)4.
(14) [1725] Y además de esto espadas, bayonetas, morriones, corazas y tahalíes o 
bridecúes. («Tratado de comercio y navegación entre el Rey de España D. Felipe v y el 
Emperador de Alemania Carlos vi», Colección de los tratados de paz, alianza, comercio, 
etc., iii, Madrid, 1801, pág. 184a).
(15) [1742] De un bridecú galoneado pendía un sablecillo. (Relación universal de las 
festivas demonstraciones que se han hecho en ... Sevilla para celebrar el solemne triduo de 
la possessión que por el ... Infante Cardenal D. Luis Antonio Jayme de Borbón tomó de el 
arzobispado de dicha ciudad su coadministrador ..., Sevilla, s. a., pág. 128).
(16) [1754] Siendo este trabajo [el de los curtidores de pieles] uno de los mayores afanes 
que padece la sociedad, al mismo tiempo que se nos hace tan despreciable, sin advertir la 
comodidad que nos trahe y quánto cuesta el que nos calcemos unos zapatos o ciñamos 
un bridecú o cinturón. (E. de Terreros, Espectáculo de la naturaleza, t. xii, Madrid, 1754,
pág. 198, nota).
bridicú
(17) [1722] Iten, no puedan llevar cinterones o bridicúes de la espada si no es de correa 
o terciopelo, sin oro ni plata fi no ni falso, ni esmalte, ni enriquecidos de otra cosa. (Luis 
Belluga, Contra los trages y adornos profanos, Murcia, 1722, pág. 141; es traducción de un 
motu proprio de Sixto v de 1586, cuyo texto italiano dice: «Le cinte delle spade non si 
possano portare se non di corame o di velluto…»)5.
biricú, viricú
Esta forma es, como hemos dicho, la más usada; hay abundantísima 
documentación, de la que ofrecemos una selección:
(18) [1716] 6 Viricúes pespunteados de oro y plata. («Nota de los Gastos que se han de 
hacer por ahora este año de 1716 en la Guarda Ropa del Rey…», Archivo General de 
Palacio, Reinado Felipe v, leg. 316 / 2)6.
4 Este libro es traducción de Le grand trésor historique et politique du fl orissant commerce des 
Hollandois (1712) de Pierre-Daniel Huet; y el pasaje francés correspondiente dice: «… ce qu’on apelle 
Marchandise de Paris, comme Baudriers, Ceinturons, Peignes…» (París, 1714, pág. 103).
5 Afi rma Corominas que Enrique de Leguina «cita un ej. de bridicú en 1586»; pero esta fecha 
es la del motu proprio italiano, y lo que Leguina cita (Glosario de voces de armería, Madrid, 1912, pág. 
166) es, naturalmente, la traducción que hace Belluga en 1722.
6 Esta «Nota…» se copia en el Apéndice ii de A. Descalzo Lorenzo y C. Gómez-Centurión 
Jiménez, «El Real Guardarropa y la introducción de la moda francesa en la corte de Felipe v», en 
C. Gómez-Centurión y J. A. Sánchez Belén, eds., La herencia de Borgoña. La hacienda de las Reales 
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(19) [1720] Un viricú de raso blanco bordado con hilo de oro. (Doc. Guam, en 
Rodrigue Lévesque, ed., History of Micronesia. A Collection of Source Documents. Volume 
12. Carolinians Drift to Guam, 1715-1728, Québec, 1998, pág. 260).
(20) [1724] Adarga, espada y biricú. (Nuevo León [México], en Boyd-Bowman).
(21) [1726] También se logra assí bolver la Espada a la bayna con más facilidad, por estar 
más segura en el gancho que el Biricú, que como este tiene más juego y no queda si 
no es una mano con que executarlo, es preciso aplicarse a lo más acomodado y seguro; 
demás que tan poco queda la Espada tan alta que embaraze el brazo, y se escusa las 
cintas que se ponen algunos para afi ançar el Biricú. (Nicolás Rodrigo Noveli, Cartilla 
en que se proponen las Reglas para Torear a Caballo, Madrid, 1726, pág. 17).
(22) [1750] Un viricú de seda color de rosa con sus muelles. («Memorial de los géneros 
que el sastre Manuel Rodríguez ha sacado de diferentes tiendas…», en S. Saladrigas 
Cheng y J. Soler i Jiménez, El arte real de perseguir a los sombreros. Textos y documentos 
para la historia del tejido y la indumentaria en las monarquías hispánicas [s. XIV-XVIII], 
Barcelona, Centre de Documentaciò i Museu Tèxtil, 2008, pág. 136).
(23) [1759] Cuenta de D.n Jph. Cadahalso desde 15 de Fro. de 59 hasta 15 de Agosto dho. 
[…] 28 r.s 19 en un viricú, y 9 en comp.r el espadín. (Doc. Cadalso, en N. Glendinning, 
«Cartas inéditas de Cadalso a un P. jesuita en inglés, francés, español y latín», Boletín de 
la Biblioteca de Menéndez Pelayo, xlii, 1966, pág. 115).
(24) [1761] Una hevilla grande de oro para viricú. (Bogotá, en Boyd-Bowman).
(25) [1766]
Chinica: ¿Quién nos presta un correón
 de aquellos de donde cuelgan
 el espadín?
Soldado: ¿Biricú?
Chinica: ¡Qué sé yo! Es una correa
 que se ata por la barriga
 con un embudo que cuelga
 al lado derecho.
Soldado: ¿Es esto?
Chinica: Sí, señor.
Soldado: Pues ahí lo llevas.
(Ramón de la Cruz, La comedia de Maravillas, NBAE 23, págs. 301b-302a)7.
Casas durante el reinado de Felipe V, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998,
págs. 185-186; pero las palabras que nos interesan se transcribieron mal: «Viricruces pespunteadas».
7 Varias ediciones leen «Bericú» e insertan una acotación que dice: «Tira el bericú por encima 
de la cortina que habrá»; así en Colección de sainetes..., con un discurso preliminar de don Agustín 
Durán, t. i, Madrid, 1843, pág. 36a, y en otras posteriores.
11BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
(26) [1769] Se quita el espadín con biricú y bastón, sombrero, etc. (R. de la Cruz,
El cocinero, NBAE 26, pág. 9b).
(27) [1772] El chico dador de esta te entregará un espadín, un biricú, un sombrero y 
un zapato. (Félix M.ª de Samaniego, Carta a D. Carlos Antonio de Otazu, en Obras 
inéditas o poco conocidas del insigne fabulista, Vitoria, 1866, pág. 259).
(28) [1773] Detrás de D.n Quixote estarán dos mozas de la venta, de las quales una 
tendrá en la mano una espuela, y la otra una espada puesta en su viricú, como que la 
tiene pronta para ceñirla a D.n Quixote.(V. de los Ríos y otros, «Asuntos para las láminas
que se han de poner en la obra de D.n Quixote», en E. Santiago Páez, ed., De la palabra
a la imagen. El «Quijote» de la Academia de 1780, Madrid, Biblioteca Nacional, 2006,
pág. 162).
(29) [1776]
Rosendo ¡Oye!, trae el espadín
 y el biricú.
Perico ¿Es la correa
 que tiene otras correítas
 donde la espada se cuelga?
Rosendo Sí. Cuanto más estudias,
 estás más tonto y más bestia.
(Sebastián Vázquez, Los buenos consejos, y función de Illescas, en M. Coulon, «Un exemple 
d’“afi ción” dans la seconde moitié du xviiie siècle: le “sainete” Los buenos consejos, y 
función de Illescas de Sebastián Vázquez», Bulletin Hispanique, 96, 1994, pág. 389)8.
(30) [1778]
Tomar tabaco rapé,
llamar la cena ambigú,
al cinturón viricú...
(«Décimas sobre las modas», en J. L. Gómez Urdáñez y otros, eds., Textos y documentos 
de historia moderna y contemporánea (siglos XVIII-XX) [Historia de España, dirigida por
M. Tuñón de Lara, t. xii], Barcelona, Labor, 1985, pág. 72).
(31) [1782] Cadenas de hierro o acero para biricúes. […] Hebillas de hierro, acero y 
latón para cinturones o biricúes. (Aranceles reales recopilados en uno, para el más pronto
y uniforme despacho en las Aduanas, Madrid, 1782, págs. 153 y 181).
8 El pasaje se parece tanto al de Cruz citado arriba (25) que se diría inspirado en él. Sea como 
sea, en ambos casos la comicidad parece surgir tanto del peculiar fonetismo de la palabra biricú como 
de las difi cultades en que pone a unos personajes de baja extracción que aún no se han familiarizado 
con ella y seguramente intuyen su origen foráneo (vale decir: francés).
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(32) [a1787]
Saltó el Virréi del Perú,
Y arrancando su melena
Dixo, con la boca llena
De turrón y de alajú:
¿Dónde está mi biricú,
Mi sotana y mi manteo?
(T. de Iriarte, La librería, en Colección de obras en verso y prosa, t. v, Madrid, 1787,
pág. 318).
 (33) [1791]
Que si hay algún enemigo
Que se oponga a lo que digo
Del Faldellín del Perú,
Que ciña su viricú
Y venga a reñir conmigo.
(Mercurio peruano, t. i, 6 de marzo de 1791, pág. 175).
(34) [1793] Y lo mismo pisaverde comparado con su succesor petitmetre, y garvear con 
el moderno merodear, y sobreveste con surtout, y cinturón con biricú. (J. Vargas Ponce, 
Declamación contra los abusos introducidos en el castellano, Madrid, 1793, pág. 176).
(35) [1794] El Alcalde Mayor no salió por haberle prestado los zapatos al Señor Obispo 
y por tener empeñado el biricú en la vinatería. («Relación verídica que hace de la 
procesión del Corpus de la ciudad de la Puebla el licenciado don Epicuro Almonasir 
Calancha y Santander», en J. Miranda y P. González Casanova, eds., Sátira anónima del 
siglo XVIII [en México], México, FCE, 1953, pág. 209).
(36) [1807] Un biricú de terciopelo carmesí. (Diario de México, 14 de julio de 1807, 
pág. 300).
(37) [1840] Los fusiles, cananas y viricús de los voluntarios realistas. (Fastos españoles, o 
Efeméridas de la guerra civil desde octubre de 1832, t. ii, Madrid, 1840, pág. 5).
(38) [1850] Por el biricú de mi sable que te he de abrir de arriba abajo. (S. Fernández 
de Cárdenas, El último carbonario de Lombardía, 2.ª ed., Madrid, 1856, t. i, pág. 17).
(39) [1860]
Afl ojad el biricú;
Comed, trincad a destajo.
(M. Bretón de los Herreros, «La cantinera», en El Romancero de la Guerra de África, 
Madrid, 1860, pág. 362).
13BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
(40) [1864] Un sable con su biricú, un par de pistolas. (A. Joarizti, Viaje dramático al 
rededor del mundo, Barcelona, 1864, pág. 370).
(41) [1865] Cartuchera […] suspendida de un biricú. (Uruguay, en Boyd-Bowman).
(42) [1877]
No has de verle, Elisa, no,
con tricornio y biricú.
(E. Gaspar, Las sábanas del cura. Boceto en un acto y en verso, Madrid, 1877, pág. 22; Elisa 
quiere que el hijo sea diplomático o marino).
(43) [1953] En la cintura llevaba un ancho biricú lleno de tiros y por el lado derecho, 
muy caída, colgaba mi negra 38 especial, cuya culata tocaban suavemente las yemas de 
mis dedos. (Virgilio Rodríguez Macal, Carazamba, Guatemala, Editorial Norte, 1953, 
pág. 36).
(44) [1979] Descuelgo el viricú con el revólver y salgo abrochándomelo a la cintura. 
(Osiris Rodríguez Castillos, Vida y aventuras del gaucho Alambre, Montevideo, Acali 
Editorial, 1979, pág. 43).
bericú, vericú
También abundan los testimonios, el primero de los cuales es la presencia de 
esta forma en la «Nómina española y francesa» del tratadito Forma gramatical, la 
qual contiene el modo como se ha de aprender a leer y hablar la lengua francesa, del 
rosellonés Abdón Sennén Guilla Rubí (Madrid, 1707): «vericú: sinteron» ([H7]a).
En cuanto a los ejemplos textuales, he aquí una muestra:
(45) [1712] Espuelas y espada y dos bericúes. (Nueva Vizcaya [México], en
Boyd-Bowman).
(46) [1727] Un bericú de seda con sus evillas. («Remoción de depósito de bienes» de
D. Juan Ignacio de Ozamiz y Landeta, en La vida privada española en el protocolo 
notarial. Selección de documentos de los siglos XVI, XVII y XVIII del Archivo Notarial de 
Madrid, Madrid, 1950, pág. 339).
(47) [1732] Así se llama aquella como lazada del bericú en que se mete la espada. (Diego 
Bergaño, Vocabulario de la lengua pampanga en romance, Manila, 1860, pág. [xiv]).
(48) [1754] Un espadín de plata, con su vericú y hevillas. (Doc. Córdoba [Argent.], en 
P. Grenón S. J., ed., Documentos históricos [del Archivo de Gobierno de Córdoba], t. 23, 
Sables históricos, Córdoba, 1933, pág. 17).
(49) [1763] Cartucheras, bericúes, cintos. (José Vicente de Rustant, Décadas de la guerra 
de Alemania, t. viii, 2.ª ed., Madrid, 1765, pág. 10).
14 PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011
(50) [1765] Los Indios suelen gastar mucha plata y algo de oro y tumbaga en los 
referidos botones y los de el ajustador, en Sortijas, en Evillas, en los Vericús y en las 
armas guarnecidas de plata. (Francisco Leandro de Viana, Demostración de el mísero 
deplorable estado de las Islas Philipinas, ms. II / 2821 de la Real Biblioteca, Madrid,
fol. 149v.º; «viricús» en ms. 405 del Museo Naval de Madrid, pág. 60; «verecús»
en el que sirvió de base para la traducción inglesa de este memorial: E. H. Blair,
J. A. Robertson y E. G. Bourne, eds., Th e Philippine Islands, 1493-1898, vol. XLVIII, 
1751-1765, Cleveland, Ohio, Arthur H. Clark, 1907, pág. 242).
(51) [1776] Arrojó su tahalí o bericú al pie del estandarte. (T. Ruinart, Las verdaderas 
actas de los mártires, t. ii, Madrid, 1776, pág. 45).
(52) [1785] Se suministrará por cuenta de esta Real Casa dos vestidos decentes, […] 
doce pares de Zapatos, Vericúes, Hebillas. (Plan de estudios y habilidades que por ahora 
se tienen y enseñan en el Real Seminario de Nobles, Madrid, 1785, pág. 16).
(53) [a1791]
Pues de cantor traigo el nombre
Y el arma en el vericú.
(J. Iglesias de la Casa, Poesías, Madrid, 1821, t. ii, pág. 127).
(54) [1845-87] Una larga espada ordinaria de caballería que colgaba de un tosco vericú 
blanco cruzado en el pecho. (Manuel Payno, El fi stol del diablo, México, Consejo 
Nacional para la Cultura y las Artes, 2000, t. ii [Obras completas de M. Payno, vii], 
pág. 479).
(55) [1853] Apenas se acacharpó de casaca bordada y su vericú colorao. (Hilario Ascasubi, 
Aniceto el Gallo. Gacetero prosista y gauchi-poeta argentino, París, 1872, págs. 144-145).
 
(56) [1856] Ganchos de acero o metal suelto para caídas o correas de bericúes. («Tarifa 
para las Aduanas de la Nueva Granada», en Esposición que el Secretario de Estado del 
Despacho de Hacienda de la Nueva Granada dirige al Congreso Constitucional de 1856, 
Bogotá, 1856, pág. 104).
(57) [1868] Por el costado izquierdo salía un pedazo de cuero blanco, llamado vericú, 
donde el diplomático había colocado un espadín. (Juan A. Mateos, El cerro de las 
campanas. Memorias de un guerrillero, México, 1868, pág. 127).
(58) [1887] La cubierta de la bayoneta, también de cuero negro, pende delcinturón por 
medio del vericú. («Reglamento de uniformes del Ejército y Marina», en Legislación 
mexicana, o Colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la 
independencia de la República, t. xviii, México, 1887, pág. 343b).
(59) [1902] El machete debe tener su vaina de cuero y no vericú solamente, porque 
la tropa se hiere en las marchas. (Carta del brigadier Victoriano Huerta al general 
Bernardo Reyes, en L. Careaga Viliesid, ed., Quintana Roo. Textos de su historia, México, 
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1990, t. i, pág. 387).
15BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
Hemos recogido, en fi n, otras variantes, algunas de las cuales, por lo raras, 
podrían estar afectadas por errores de transmisión o copia:
bradicú
(60) [1714] El bradicú: Das Wöhr-Gehäng [sic]. (Ernesto Joseph Eder, «Vocabulario 
de los Nombres y Verbos más usados y necessarios», en Florilegio Español y Alemán, o 
Gramática de la lengua Alemana para los Españoles y Española para los Alemanes, Viena, 
1714, pág. 200a. Pero en la parte gramatical de esta misma obra encontramos: «el 
Pradiquù [¡sic!]: das Wehrgehäng», pág. 18; cf. Wehrgehenk en Deutsches Wörterbuch).
(61) [1740] Mangas doradas de plata con guarniciones de oro, bradicú de seda, su rico 
espadín. (José Vicente Ortí y Mayor, Fiestas centenarias con que la insigne ... ciudad 
de Valencia celebró en el día 9 de Octubre de 1738 la quinta centuria de su Christiana 
Conquista, Valencia, 1740, pág. 332; cf., más abajo, los ejemplos de catalán bradicú: 
textos valencianos de 81 y 82).
viracuiz
(62) [1716] Un aderezo de espada y daga con guarniciones de fi erro y viracuiz con evillas 
de plata. (Nueva Granada [Colombia], en Boyd-Bowman).
briacú
(63) [1755] Briacú de cordován. [...] Vaina metida en un briacú. (Doc. Granada, 
Chancillería de Granada, 5233-012; debo este texto, así como la noticia del que más 
abajo se cita para belicou, a la amabilidad de los profesores M.ª Teresa García Godoy
y Miguel Calderón Campos).
virucú
(64) [1758] Rendages y Virucúes afressados. («Ordenanzas del Arte de Pasamaneros», 
en Á. López Castán, «El gremio de pasamaneros de Madrid en los siglos xvii y xviii: 
estudio histórico, artístico y jurídico de su organización corporativa», Anales del Instituto 
de Estudios Madrileños, xxiii, 1986, pág. 223).
(65) [1761] Virucú de badana. (Bogotá, en Boyd-Bowman).
viricuy
(66) [c1775] Iba trayendo en el viricuy espada y daga. (Juan de Santa Gertrudis O.F.M., 
Maravillas de la naturaleza, Bogotá, Empresa Nacional de Publicaciones, 1956, t. i,
pág. 384).
16 PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011
berique [?]
(67) [1785-86] Un berique viejo con tres ebillas de plata. (Doc. California, en
A. Blanco S., La lengua española en la historia de California. Contribución a su estudio, 
Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1971, pág. 199; en el mismo texto, poco antes: 
«un biricú»; la existencia real de una forma /beríke/ es más que dudosa; tal vez el plural 
bericúes induzca por regresión un bericúe, aquí grafi ado berique).
viricud
(68) [1789] Un viricud, 5 corvattinez. (Nueva Vizcaya [México], en Boyd-Bowman).
belicou
(69) [1795] En quien quedó depositado la Bayoneta y el Belicou de d[ic]ho Soldado. 
(«Declaración de Andrés de Molina, guarda del bosque de la Alhambra», en Documentos 
para la historia lingüística de Hispanoamérica, siglos XVI a XVIII, ed. de Elena M. Rojas 
Mayer, t. iii, Madrid, Real Academia Española, 2008, pág. 60; cf. ahí mismo, más 
arriba: «vio a un franzés de d[ic]hos prisioneros de Guerra con la Balloneta y el Biricú 
de d[ic]ho soldado en la mano», pág. 59).
viracú
(70) [1812]
Y sin saber por qué, cada uno toma
Viracú y cartuchera,
Pistolas y fusiles.
([Andrés Level de Roda], El tapaboca (Puerto Rico, 1812), ed. de José Amor y Vázquez, 
Providence, Rhode Island, Biblioteca John Carter Brown, 2000, pág. 20).
vericuí
(71) [1900] Blancos vericuís cruzados sobre el pecho. (Pascual S. Obligado, Tradiciones 
de Buenos Aires, 1580-1880 (5.ª serie), Buenos Aires, 1900, pág. 150).
Nótese la expansión de la palabra por todo el mundo hispánico, difundida en él, 
obviamente, por militares: la hemos encontrado prácticamente por toda América, 
desde California hasta Argentina, y también en las Filipinas (textos 47 y 50), y hasta 
en las Marianas, en la isla de Guam (ya en 1720: texto 19).
En varias obras gramaticales se ha utilizado esta palabra para ejemplifi car el 
plural canónico —pero tan vacilante, como sabemos— biricúes, bericúes. Y hemos 
podido documentar también, en Argentina y Santo Domingo, los plurales vulgares 
reduplicativos biricuses, vericuses (y, con grafías condicionadas por el seseo, viricuces, 
biricuces):
17BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
(72) [1810] Pidiendo dinero para hacer viricuces y cananas para la tropa. (Doc. Buenos 
Aires, en Índice del Archivo del Gobierno de Buenos Aires correspondiente al año de 1810, 
Buenos Aires, 1860, pág. 284a).
(73) [1817] Cananas con biricuses. (Doc. Mendoza, en Documentos para la historia del 
Libertador General San Martín. Tomo V. Primera serie. Enero de 1817 - Junio de 1817, 
Buenos Aires, 1954, pág. 100).
(74) [1836] Cananas con biricuces. (Doc. San Juan, Argentina, en Archivo del brigadier 
general Nazario Benavides, San Juan, Universidad Nacional de San Juan, 2007, pág. 139).
(75) [1848] Las necesidades urgentes de las tropas consisten, por ahora, en casacas, 
morriones, cartucheras y vericuses. (Doc. Santo Domingo, en Congreso Nacional, 1845-
1848. (Actas de las sesiones) [Documentos legislativos, vol. iii], Santiago de los Caballeros, 
1944, pág. 152).
Se habrá observado que la documentación de la forma originaria, bridecú, 
apenas rebasaba la primera mitad del xviii. Eso explicaría que la Academia, en la 
segunda edición, inconclusa, de Autoridades (1770) decidiera suprimir esa entrada, 
incluyendo en cambio biricú, con una defi nición («cinto o correa que se ciñe a la 
cintura y de su izquierda penden dos correas unidas por la parte inferior, en que 
se engancha el espadín») más breve que la de 1726 para bridecú, y una declaración 
etimológica que es más bien un wishful thinking: «Es voz moderna que viene del 
francés bridecú».
Así, más o menos, ha continuado el artículo biricú hasta hoy. En 1899 la 
Academia repescó para la nomenclatura del diccionario la forma originaria, bridecú, 
con defi nición en negrita que remite a biricú.
Se produce en nuestra palabra el fenómeno, harto común, del deslizamiento 
semántico hacia signifi cados contiguos. Ya en el Tesoro de Ayala Manrique, que 
se empieza a reunir en 1693, se dice que bridecú es «voz francesa» que en el «trage 
militar» designa «la correa en que pende la espada», o sea, lo que «con la golilla» 
(quiere decir: con el traje de golilla, sustituido en esos años por la moda militar) 
«se llamavan tiros». Y si repasamos la documentación reunida, veremos que, en 
efecto, en algunos textos —tal vez el bastante oscuro de biricú de 1726 (número 
21), sin duda los de bericú / vericú de 1868 y 1887 (57 y 58), y también los núms. 73 
y 74— la palabra no denota el cinto para el arma, sino la correa (o ‘tiros’) de la que 
esta pende9. A veces sirve para armas que ya no son la espada o espadín: bayoneta 
9 Repárese en el modo de explicarse el personaje de un sainete citado supra: «la correa / que 
tiene otras correítas» (29); la palabra que estudiamos designaba normalmente (como ahí ocurre) la 
correa principal o cinto, o más bien todo el conjunto, pero también se usó, por metonimia, para 
denotar únicamente las «correítas» o tiros.
18 PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011
(58, 69), machete (59) o incluso pistola (43, 44). Y, en fi n, otros textos (51, 54, 71) 
muestran que ha pasado a confundirse con el tahalí, que es un correaje con similar 
función pero va cruzado por delante del pecho, del hombro a la cintura.
En el siglo xx, por razones comprensibles,la palabra aparece ya poco, y por lo 
general con referencia al pasado10. La forma vericú, especialmente difundida en 
México, la encontramos un par de veces en Valle-Inclán, que como se sabe pasó 
allí una temporada y era como una esponja para el vocabulario; pero se diría que la 
emplea sin haber entendido del todo lo que signifi ca11. Algún escritor más reciente, 
infl uido acaso por el diccionario académico, deja caer en su prosa la forma original, 
bridecú 12. 
Antes de pasar a la cuestión etimológica, señalemos de pasada que la palabra 
también entró en catalán, ya desde 1692. He aquí la documentación que hemos 
podido reunir para dicha lengua:
bridacú, bridecú
(76) [1692] Sols se permet que los talains y bridacús sien guarnits de fl ocadura.
(Doc. Mallorca, en Aguiló)13.
(77) [1789] Una espasa ab puny de plata ab son bridecú de estam vert. Un ganivet o 
cutxillo de monte ab bridacú d’ante. (Doc. Cervera, en Aguiló).
(78) [1797] Una espasa ab sa bayna y ab son puño de cer, ab son bridecú també de cer, 
molt usat. («Inventari post-mortem», en Rosa M.ª Subirana i Rebull, Pasqual Pere Moles i
Corones, Valencia 1741 - Barcelona 1797, Barcelona, Biblioteca de Catalunya, 1990, pág. 313).
10 Por ejemplo: «un biricú blanco, una espada dorada» (Ricardo Rojas, El Santo de la Espada. 
Vida de San Martín, Buenos Aires, Anaconda, 1933, pág. 345). El intento de recuperar el vocablo 
puede conducir a empleos algo anacrónicos: «todos, para su capote, se creían [...] famosos caballeros 
desconocidos del Greco al colocar sus espadines en el biricú» (F. C. Sainz de Robles, El «otro» Lope de 
Vega, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1940, pág. 74).
11 La aplica a una vestimenta eclesiástica, o a una parte de ella: «Un abate excomulgado, / Revo-
lante el vericú, / Entre dos encomenderos» (La marquesa Rosalinda [1912], ed. Leda Schiavo, Madrid, 
Espasa-Calpe, 1992, pág. 121; Schiavo cree que es «neologismo» y le parece «sinónimo de ‘manteo’»); 
«el fámulo de sotanilla y vericu [sic] corre el sahumerio» (Viva mi dueño, Madrid, 1928, pág. 306; así, 
sin tilde, se ha mantenido en varias eds. que hemos compulsado, y tan solo la de Obra completa. I. 
Prosa, Madrid, Espasa-Calpe, 2002, edita, con buen criterio, «vericú», pág. 1620).
12 «Ahí donde ese hierro, vaciándose en el azul, es alma de palomas, charreteras el heroísmo, 
tiros de bridecú» (P. de Lorenzo, Abc, 2 de mayo de 1965, pág. 4a).
13 Puede verse el documento completo en J. Miralles i Monserrat, Antologia de textos de les Illes 
Balears. Volum II. Segles XVII-XVIII, Barcelona, Institut d’Estudis Baleàrics - Publicacions de l’abadia de 
Montserrat, 2006, págs. 105-108, y el texto en esta última.
19BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
(79) [1866]
Jo per bridecú, ab honor,
tinch una trena d’Eularia.
(Enrich Claudi Girbal, Lo trovador del Onyar, La Bisbal, 1866, pág. 30).
bredicú, bradicú
(80) [1712] Un bredicú de Cordovà nou. (Doc. Ibiza, Arxiu de Protocols d’Eivissa, en 
Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera, t. ii, Ibiza, Consell Insular d’Eivissa i Formentera, 
1996, s. v. bridecú).
(81) [1741]
Ixca un mollet enfl ocat,
en bradicú i espadí,
tontillet i papillota,
sombreret i peluquí.
(Carles Ros, «Paper graciós per a contrafer als llauradors en los desfressos que 
s’acostumen a les Carnistoltes en València», en Col·loquis eròtico-burlescos del segle XVIII, 
ed. de J. Martí Mestre, Valencia, Edicions Alfons el Magnànim, 1996, pág. 206).
(82) [1787]
Espadí en mànec de bronse
y son bradicú brodat.
([Els dos amics Nelo y Quelo.] Segona part. Seguix la honrada conversasió entre Nelo
y Quelo, en J. Ribelles Comín, Bibliografía de la lengua valenciana, t. iii, Madrid, 1943,
pág. 385b).
brigacul
(83) [1804] El brigacul que Hèctor rebé serví para lligar-lo al carro d’Aquil·les
quan aquest el rossegà pel circuït de Troia. (Antoni Febrer i Cardona, Exercici
sobre la Mitologia, en Obres didàctiques, i, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de 
Montserrat, 2006, pág. 168. Cf., del mismo autor: «brigacul: Bridecú. / Baudrier. 
Ceinturon. / Balteus», Diccionari menorquí, espanyol, francès y llatí, Barcelona, Institut 
d’Estudis Catalans, 2001, pág. 61b).
Recuérdese que ya el Diccionario de autoridades presentaba bridecú como de
origen francés, sin más detalles. Podemos dejar a un lado las lucubraciones 
etimológicas que la misma Academia hizo desde 1884 en adelante, y que desem-
bocaron en el sensato reconocimiento, en 1992, del «origen incierto» del vocablo.
Que tiene toda la traza de ser un galicismo es más que evidente. El problema es 
que por más diccionarios franceses que se revuelvan no se da con el étimo. Remito 
20 PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011
a Corominas, que se empleó a fondo: además de descartar aquellas especulaciones 
académicas, buscó sin éxito en buen número de repertorios franceses, incluidos 
los dialectales, en los occitanos y en el índice del Atlas linguistique de la France. 
Ni rastro, por un lado, de un *bridecou. Tan solo encontró, en un glosario del 
Anjou, un bride-cul que designaba un cable metálico que sujeta el timón de ciertas 
embarcaciones14. Este dato pasó al diccionario de Wartburg (FEW 1, 524b-525a, y 
15,1 283b), y lo confi rma un libro moderno sobre los bateleros y las chalanas del 
Loira en los siglos xvii-xviii15. Era una pista no desdeñable sobre la existencia de la 
forma en cuestión, pero no bastaba, porque el signifi cado nada tenía que ver con 
el de nuestro bridecú del atuendo masculino. Tampoco sirve de mucho la noticia 
de que en la misma área geográfi ca ha podido darse el nombre de bride-cul a cierto 
cordón usado en la indumentaria femenina16. En fi n, la falta de información ha 
llevado a Th ibault y Glessgen a considerar «muy dudosa» la etimología francesa 
para la voz española17.
Había que seguir buscando la clave del enigma. He perseguido ese étimo 
durante años, con la ayuda de algunos colegas y amigos franceses (como el profesor 
Jean-Claude Chevalier) y muy en especial con la de mi maestro y amigo Germán 
Colón, que hizo incluso una gestión en el centro ATILF (Analyse et Traitement 
Informatique de la Langue Française) de Nancy. Nada de nada.
Hasta que, fi nalmente, ha aparecido, y el hallazgo creo que colma los deseos. 
En un glosario basado en documentación antigua del Château de Warfusée, en la 
localidad belga (valona) de Saint-Georges-sur-Meuse, cercana a Lieja, se citan dos 
documentos que contienen lo que buscábamos y que corresponden prácticamente 
a las mismas fechas en que la palabra entra en español.
Se trata de dos facturas: una de mayo de 1678: «Item avoir fait 4 brideculs, 2 fl .»; 
la otra de marzo de 1680: «pour Monsieur le baron de Lamine avoir fait un bridecu 
de drap gris, pour façon, 1 fl .»18.
14 «Bride-cul. (Mj. [Montjean-sur-Loire]), s. m.: Cordage en fi l de fer qui, dans les bateaux à 
peautre, était fi xé, d’une part, à l’arrière du bateau et, de l’autre, au billard de peautre, afi n d’empêcher 
celui-ci de glisser suivant son axe dans l’entournure. Le bride-cul des grands bateaux n’était autre chose 
que l’écoursoire des futreaux actuels». (A.-J. Verrier y R. Onillon, Glossaire étymologique et historique 
des patois et des parlers de l’Anjou, i, Angers, 1908).
15 Françoise de Person, Bateliers sur la Loire, XVIIe XVIIIe siècles. La vie à bord des chalands,
Chambray-lès-Tours, 2001, pág. 19.
16 «Là [en Val-de-Loire], les femmes portent le casaquin et la rude jupe en coutil protégée 
par un tablier [...] qui se noue avec des cordons. Un autre cordon, le bride-cul ou serre-cul, vient se 
nouer sous les fesses, par dessus la jupe, pour éviter qu’elle ne soit soulevée par le vent» (C. Branq,
dir., Les costumes régionaux d’autrefois, París, Archives & Culture, 2003, pág. 100a).
17 «El tratamiento lexicográfi co de los galicismos en español», RLiR, 67, 2003, pág. 35.
18 N. Rouche y J. Herbillon, «Textes d’archives de Warfusée (A-J)», Les dialectes belgo-romans, 
xxii, 1965, págs. 183-208; las citas, en pág. 190.21BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
El autor del glosario, Jules Herbillon, que solo encuentra, en Wartburg, el 
bride-cul de la embarcación angevina, afi rma que, «sans doute», el de Warfusée 
(escrito, como hemos visto, una vez bridecul y otra bridecu) vale «culotte courte». 
Mas si hubiera conocido la palabra española se habría dado cuenta de que lo que se 
confeccionó para aquel barón de Lamine no era un calzón de paño (drap), sino un 
cinto para la espada, del mismo material. Recuérdese que también en España los 
bridecú(e)s se hicieron, según Autoridades, «de cuero, paño u otra tela».
Interesa recordar que don Juan José de Austria había sido gobernador de los 
Países Bajos entre 1656 y 1659. Acaso fue entonces cuando conoció la palabra, si 
es que ya circulaba allí, por más que, como hemos visto, su primera (y única, de 
momento) afl oración escrita en el francés de esa zona sea algo más tardía.
El caso es que el vocablo a algunos de sus contemporáneos españoles les resultó 
transparente. Para Ayala Manrique «díxose quasi brida del culo, por caer en aquella 
parte». Y ahora estamos en condiciones de entender las pullas de Cortés Osorio 
(texto 3) contra el «vestido a la moda» (a la moda militar, precisamente) y el lenguaje 
del bastardo real. Nótese que no por casualidad era «un genízaro de Flandes» el que 
explicaba: «Bridecú es lo mismo que freno del tracahílo». Tracahilo es trancahílo, y 
esta una denominación del trasero: «algunas vezes —dice Covarrubias— es vocablo 
obsceno, quando dizen el ojo del trancahílo»19. El «freno del trancahílo» es, pues, ni 
más ni menos lo mismo que la «brida del culo», que decía Ayala. Por manera que el 
neologismo tan caro al valido no dejaba de ser una ordinariez, y de ahí la reacción 
de la Barrabasera:
«¡Válgate el diablo!; […] mas si ese vocablo ¿le diría S. A. delante del Rey?». «Claro 
está —la respondió—, que es el señor don Juan tan animoso que diría bridecú delante 
del Papa». A esto salió el gorrón y dijo: «Lo que V. m. ha de ponderar es que diciendo 
bridecú de par en par no diga fl agelos por no decir azotes».
Hemos visto, pues, que una palabra francesa que debió de tener un uso 
geográfi camente limitado y también, acaso, una vida efímera, una vez trasplantada 
al español (y al catalán) se expandió sin tasa, en el espacio y en el tiempo. Veamos 
otro caso similar.
19 También Correas: «El ojo del trancahílo. Por: el culo, el salvonor» (Vocabulario de refranes y 
frases proverbiales, ed. L. Combet, Madrid, Castalia, 2000, pág. 924).
20 Consigno aquí, con objeto de evitar una posible perplejidad —y a pesar de la un tanto dudo-
sa relación del dato con la palabra que hemos estudiado—, que el asturiano «bericús ‘adorno’» del 
que se hace eco Corominas tomándolo del Vocabulario dialectológico del concejo de Colunga de Braulio
Vigón está, en efecto, en la edición de ese repertorio que pudo manejar el etimólogo catalán, la rarísima
de Villaviciosa, 1896 (se publicó como folletín del periódico La Opinión de Villaviciosa), pág. 27, pero
no en la mucho más difundida que procuró años después Ana María Vigón Sánchez (Madrid, CSIC, 
1955). Y resulta imposible determinar si tal ausencia obedece a mero olvido o a un descarte consciente del
autor, cuyas enmiendas y adiciones fueron tenidas en cuenta por su nieta al preparar la edición de 1955.
22 PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011
PIOCHA
La entrada de la palabra piocha en los diccionarios es más tardía. La recoge por 
vez primera el de Terreros, terminado de redactar en 1767, con la defi nición «joya o 
especie de fl or con pedrería o sin ella que se ponen las mujeres en la cabeza, sobre 
la frente o a un lado». Para encontrarla en el de la Academia hay que esperar hasta 
la edición de 1803, en la que consta como «joya de varias fi guras de que usan las 
mugeres para adorno de la cabeza».
La palabra, sin embargo, tenía ya en español, cuando la recogió la Corporación, 
unos ochenta años de existencia. A lo largo del xviii fue una joya bien conocida, 
que se documenta con facilidad en textos de toda índole. Para explicar su nombre, 
el diccionario académico viene señalando como punto de partida, desde 1884, el 
italiano pioggia. Pero Corominas insinuó sus dudas, por no encontrar una acepción 
equivalente en la palabra italiana:
El cast. piocha, nombre de una alhaja mujeril [Acad. ya 1869]21, se habría tomado del 
it. pioggia ‘lluvia’ (¿por alusión a la lluvia de oro de Júpiter?); sin embargo, no hallo tal 
ac[epción] en it[aliano].
Más adelante daremos satisfacción a estas dudas. Pero anticipemos ya que no 
había en tal denominación alusión alguna a lluvias de oro jupiterinas. Con formas 
diversas, era característica de la piocha la presencia de unas cuantas piedras preciosas 
que, pendientes de leve sujeción, temblaban y titilaban con el menor movimiento, 
semejando gotas de lluvia.
Dejaremos constancia, para empezar, de la presencia del vocablo en un buen 
puñado de textos literarios (en sentido amplio) de los siglos xviii y xix:
(1) [1738] Regalando a una señorita novia en un ramo de fl ores de Italia dos mariposas 
y una piocha de Diamantes y piedras fi nas… (Eugenio Gerardo Lobo, Obras poéticas y 
lýricas, Madrid, 1738, pág. 185).
(2) [1739] El Señor Infante Don Phelipe hizo a la Novia, su Esposa, luego que abrieron 
el Quarto, el acostumbrado regalo de un Aderezo de Pendientes y Piocha de muy 
granados y ricos brillantes de gran valor. (Gaceta de Madrid, 27 de octubre de 1739, 
pág. 316).
(3) [1750] No te olvides del petibonet, cuidado con que a un lado brillen dos piochas de 
diamantes que formen dos mariposas y al otro tremole blandamente un ayrón en una 
pluma rizada. (J. F. de Isla, Sermones panegíricos, vi, Madrid, 1783, pág. 228).
21 Mucho antes, como ya hemos dicho: en 1803, es decir, siete ediciones más atrás.
23BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
(4) [1760]
Piochas, Rocamantones [sic],
Joyas, Manillas,
eran tantas, que estaban
quanto cabía.
(J. J. Benegassi y Luján, Descripción festiva de la suntuosa carrera y reales funciones con 
que esta imperial y coronada Villa ha celebrado la plausible entrada y exaltación al trono de 
nuestros cathólicos monarcas, Madrid, s. a., pág. 13a).
(5) [1761] Lista de lo que necesita una dama de moda para equiparse antes de darse al 
público: Primeramente, el peinado, las fl ores, las piochas, la cotilla… (R. de la Cruz,
El pueblo sin mozas, NBAE 23, pág. 45b).
(6) [1761-62] Era esta una niña más relamida que plato de dulce en poder de Pages, 
más derecha que Alcalde nuevo; llevaba un ramo por piocha y un monumento de 
Capuchinos por ramo. (El Caxón de Sastre Cathalán, 1761-62, Número Quarto, pág. [4]).
(7) [1762] No, señoras. La Piocha y el Bonete, el Tontillo y la Sotana harían malíssima 
comparsa. (José Clavijo y Fajardo, El Pensador, t. i, Pensamiento ii, Madrid, 1762, pág. 21).
(8) [1766]
¡Señoras, qué petimetra
que viene! Trae una bata
de color de berenjena, […]
abanico de parejas
y piocha de diamantes.
(R. de la Cruz, El caballero don Chisme, NBAE 23, pág. 275a).
(9) [1772] Componiéndoos algún bucle que se os habrá desordenado, o mirando las 
luces de los brillantes de alguna piocha… (Cadalso, Los eruditos a la violeta, Madrid, 
1772, pág. 35).
(10) [1774] Bonetillos de caídas sobre los buenos peynados de Pie de Buey con claveques 
o piochas. (M. A. Ramírez y Góngora, Óptica del cortejo, Córdoba, 1774, pág. 8).
(11) [1777] No ay forma de meter en la cabeza a los Sombreros [es decir, a los hombres] 
que las Piochas [es decir, las mujeres] tienen también sus luces y sus pensamientos altos.
(La Pensatriz Salmantina, Salamanca, 1777, Dedicatoria, ¶2 v.º).
(12) [1789] En la parte superior de la cabeza no usan [las mujeres de los criollos]
muy alto, sino muy bajo el tupé, pero en su lugar han empezado a usar lo que llaman
piocha, que es una especie de penacho de oro atestado de diamantes. (Felipe Gómez de 
Vidaurre, Historia geográfi ca,natural y civil del reino de Chile, ii, en Colección de historiadores 
de Chile y de documentos relativos a la historia nacional, t. xv, Santiago de Chile, 1889,
pág. 307).
24 PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011
(13) [1798] Las rameras […] llevaban la cabeza [en el siglo xiv] adornada con piochas 
de oro, plata y perlas. (Ignacio de Asso, Historia de la economía política de Aragón, 
Zaragoza, 1798, pág. 282).
(14) [1798]
Estas van muy adornadas
De alhajas de mucho precio, […]
Plumas, piochas, tembleques…
(E. Terralla y Landa, Lima por dentro y por fuera, Madrid, 1798, pág. 100).
(15) [1804] ¿Quién podrá aprobar el que una muger se impaciente […] porque se le 
haya ladeado un poco la piocha? (Remigio Asensio, traductor de Tratado de la educación 
de las hijas de Fénelon, Madrid, 1804, pág. 166).
(16) [1840-41]
Aquí un vestido de francesa blonda,
la piocha allí de espléndidos brillantes,
la diadema de piedras de Golconda…
(J. de Espronceda, El diablo mundo, ed. de R. Marrast, Madrid, Castalia, 1978,
pág. 354).
(17) [1845] No había venido [Moratín] al mundo […] para ornar la frente altiva de una 
petimetra con piochas o diademas. (M. Silvela, «Vida de Don Leandro Fernández de 
Moratín», en Moratín, Obras póstumas, t. i, Madrid, 1867, pág. 13).
(18) [1860] Peinado a la china, con canastillo alto y lazo con piocha, de pedrería o fl or. 
(J. Picón, Memorias de un estudiante, zarzuela anecdótica en tres actos y en verso, Madrid, 
1860, pág. 113).
(19) [1865] ¿Y la piocha de diamantes que llevabas en la cabeza, mal nacida?
(M. Fernández y González, La esclava de su deber. (Memorias de Antonio Pérez, Secretario 
de Felipe II), Madrid, 1865, t. i, pág. 122).
(20) [1886] ¡Bien haya el poeta que coleccionó estos diamantes en tan elegante y 
coquetona piocha! (Clarín, «Las Humoradas de Campoamor», Obras completas. IV. 
Crítica (Primera parte), Oviedo, Ediciones Nobel, 2003, pág. 809).
(21) [c1888-1903] Sacose la primera un anillo que echó en la perfumada escarcela 
bordada, donde siguieron cayendo brazaletes, arracadas, solitarios, pendientes, 
gargantillas, pulseras, cadenas, prendedores, piochas. (Pastor Servando Obligado, 
Tradiciones argentinas, Barcelona, 1903, pág. 140).
(22) [1891] Hacía desaparecer y reaparecer las piochas del peinado de las damas.
(R. Palma, Tradiciones peruanas completas, Madrid, Aguilar, 1964, pág. 417a).
25BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
(23) [1899] Los astros centellean como deslumbradoras piochas de brillantes. (Gonzalo 
Picón Febres, El sargento Felipe, Caracas, 1899, pág. 25).
Puesto que palabras y cosas son inseparables, me ha resultado de extraordinaria 
utilidad para el estudio de este vocablo la tesis doctoral de Amelia Aranda Huete 
La joyería en la Corte durante el reinado de Felipe V e Isabel de Farnesio22. En ella se 
encontrará todo lujo —nunca mejor dicho— de detalles sobre la joya en cuestión, 
y abundante aparato documental23. Los textos más antiguos que cita Aranda para 
piocha son de 1728-172924, pero siguiendo pistas que ella misma ofrece he podido 
localizar otros dos más antiguos, uno de 1722 y otro de 1724.
Cuando en enero 1722, en la Isla de los Faisanes, España y Francia intercambian 
las infantas que iban a casarse con los respectivos herederos, Felipe v envía varios 
regalos para su hija Mariana Victoria:
(24) [1722] Primeramente una Caja en que va el aderezo de diamantes que se ha hecho 
para la Señora Reyna Christianísima […], para que le entregue con las demás Joyas y 
preseas de S. M. Una Piocha en su Caja, que corresponde al expresado aderezo de la 
Reyna. («Memoria de las Joyas, Sortijas, Reloxes y otras Preseas que se remiten al Señor 
Marqués de Santa Cruz», Archivo Histórico Nacional, Estado, leg. 2461[2])25.
El otro es un documento de dote dos años posterior:
(25) [1724] Más una Peocha de plata y oro, los rebersos tallados y pulidos, hechura de un
tarjetón […], guarnecida con treinta y nuebe Diamantes rosas. («Carta de pago y recibo 
de dote» de don Pedro de Medina y Saavedra por su matrimonio con doña Ignacia 
Blasco de Orozco, Archivo General de Palacio, Registro de Escrituras 5276, fol. 22v.º).
Esa deformación ultracorrecta, peocha, inversa de la vulgar peor > pior (y similar 
a la de peojo por piojo, geráneo por geranio o espúreo por espurio) la encontramos 
también en otros textos, tanto españoles como americanos:
22 Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1996. Se ha publicado también, algo aligera-
da, como libro, con el mismo título, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999.
23 Véase también, de la misma autora, «Las joyas de María Luisa de Parma, esposa de Carlos iv», 
en Estudios de platería. San Eloy 2007, Murcia, Universidad de Murcia, 2007, págs. 21-40.
24 La joyería en la Corte..., págs. 1792 y 1899 (cito por la versión íntegra de la tesis; el libro de 
1999 no incluye el «Apéndice documental» de aquella).
25 La infanta-reina Mariana Victoria, como se sabe, fue devuelta por Francia en 1725, y casó 
fi nalmente, en 1729, con José I de Portugal. De esa fecha es una «Memoria de las joyas y de más alajas 
de pedrería de la Sereníssima Señora Princesa del Brasil» en la que aparecen tres piochas (Fr. Joseph da 
Natividade, Fasto de Hymeneo, ou História panegýrica dos Desposórios dos Fidelíssimos Reys de Portugal, 
nossos Senhores, D. Joseph I e D. Maria Anna Vitória de Borbon, Lisboa, 1752, pág. 270).
26 PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011
(26) [1740-44] Concluidas estas lucidas celebraciones, quitó el Rey a el señor Infante el
Espadín, y la Reyna una Peocha a la Sereníssima Infanta. (Cristóbal del Hoyo Solórzano 
y Sotomayor, Carta del Marqués de la Villa de S. Andrés y Vizconde de Buen-Passo 
respondiendo a un Amigo suyo lo que siente de la Corte de Madrid, s. l., s. a., pág. 43).
(27) [1758] Un aderezo de diamantes que se compone de brocamantón, una cruz 
y zarcillos, alfi ler, collar, peocha, tembleque y broches. (Doc. Caracas, en Carlos F. 
Duarte, Historia de la orfebrería en Venezuela, Caracas, Monte Ávila, 1970, pág. 386a).
(28) [1775] Una peocha de brillantes [avaluada] en $ 447. (Doc. Santiago de Chile, en 
Elías García Huidobro, «Una casa colonial a mediados del siglo xviii», Revista Chilena 
de Historia y Geografía, xiv, 1915, pág. 357).
(29) [1780] 28 doz.s anillos de metal, a 1 ½ r.s doz.a. 7 doz.s peochas de piedra, a 18.r.s. 
(Doc. Guatemala, en Robert S. Smith, «Retail Stock of a Guatemalan Store, 1780»,
Th e Hispanic American Historical Review, 26, 1946, pág. 63).
Otra variante que hemos podido documentar es pioya, en un documento de 
Paraguay:
(30) [1768] Una pioya engastada con piedras o diamantes falsos, que lleva la Virgen en 
el pecho. (Doc. Paraguay, en Inventarios de los bienes hallados a la expulsión de los jesuitas 
y ocupación de sus temporalidades por decreto de Carlos III... Con introducción y notas por
D. Francisco Javier Brabo, Madrid, 1872, pág. 399a).
Y esta variante nos devuelve a la cuestión etimológica, que fonéticamente, desde 
luego, no puede estar más clara. El problema, también aquí, estaría en la lengua de 
origen, en cierta difi cultad —pero mucho menor que en el caso de bridecul— para 
documentar pioggia en italiano como nombre de una joya.
Es comprensible que Corominas no hallara esa acepción en los diccionarios de 
dicha lengua. Sin embargo, el más rico de ellos, el de Battaglia, sí ha incluido en 
el artículo correspondiente una acepción que se defi ne como «ventaglio col fondo 
punteggiato d’oro» (es decir, ‘abanico con el fondo punteado de oro’) y bajo la que 
se citan los siguientes dos textos del xviii, uno de Metastasio y otro de Goldoni:
Il collare, la pioggia e gli orecchini hanno sorpresa la Corte e la città. (Metastasio)
Ella s’intende perfettamente di gioie. […] Questo cavaliere ha una pioggia da vendere, 
e vorrebbe che vossignoria facesse grazia di stimarla. (Goldoni)
Lamento tener que disentir de los lexicógrafos que han sacado adelante 
tan monumentaldiccionario. Ni en estos dos textos ni en otros que enseguida 
aduciremos designa la palabra pioggia un abanico, sino una joya. En el de 
27BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
Metastasio (que pertenece a una carta de 1751) se menciona junto a un collar y 
unos pendientes26. En cuanto al pasaje de Goldoni (de su comedia Il giocatore), 
la pioggia para la que se pide tasación a un experto reaparece un poco más abajo 
como «una Pioggia di diamanti»27. Los anotadores de Goldoni, a diferencia del 
Battaglia, han conjeturado que se trataría de una especie de collar28. Creo que 
tampoco aciertan, pues parece lógico que la pioggia fuera la misma joya que en 
España se llamó piocha, y esta servía sin duda como adorno para el cabello. Se diría 
que este uso de la voz italiana ha devenido tan raro como para poner en apuros a los 
lexicógrafos y anotadores que se han enfrentado a ese par de textos en que aparecía. 
Los cuales pueden acompañarse de estos otros, casi todos del xviii:
(31) [1724] Una Pioggia de smeraldi e diamanti con sei goccie de smeraldi fatte a pero, 
et un altro smeraldo nel mezzo, e vent’otto diamanti, secondo l’incastro. (Doc. Nápoles, 
en Vincenzo Pacelli, «L’inventario dei beni di Andrea Coppola, duca di Canzano e 
principe di Montefalcone», Ricerche sul ‘600 napoletano. Saggi e documenti per la Storia 
dell’Arte, 1989, pág. 141b).
(32) [1725] Una pioggia di smeraldi n. 5, legato dell’eccellentissima patrona. (Doc. 
Crespino, en Angela Ghinato, «Un carteggio Pio conservato a Ferrara, nell’Archivio 
dei conti Giglioli», en G. Zacchè, ed., Il principato di Carpi in epoca estense. Istituzioni, 
economia, società e cultura, Roma, Bulzoni, 2002, pág. 61).
(33) [1726] Pioggia da testa. (Doc. Mantua, en F. Cavriani, «Inventario del castello di 
Sacchetta», Civiltà Mantovana, xl, núm. 119, marzo 2005, pág. 71a).
(34) [1745] Ricevè dall’Agente dell’Infante Don Filippo suo fratello una Pioggia di 
diamanti ricchissima. (La storia dell’anno MDCCXLV divisa in quattro libri, Amsterdam, 
s. a., pág. 92).
26 Puede verse en Tutte le opere, a cura di Bruno Brunelli, vol. iii, Milán, Mondadori, 1951,
pág. 664.
27 Le commedie, t. viii, Bolonia, 1754; Il giocatore, con paginación propia, págs. 54 y 56.
28 No se anota la palabra en la ed. de Il giuocatore en Tutte le opere, a cura di Giuseppe Ortolani, 
vol. iii, Milán, Mondadori, 1939. Pero es el caso que Goldoni aludió al episodio que nos ocupa en 
un pasaje de sus Memorie, en estos términos: «Io avea un diamante in dito di qualche prezzo, con-
fi datomi dalla mia bella. L’impegnai, e mene prevalsi. Lo ricuperai qualche mese dopo, ma quante 
invenzioni mi costò il nascondere la verità! Siccome il gioco era stato la causa di tal disordine, me ne 
son ricordato nella mia commedia del Giocatore, allora quando Florindo impegna il gioiello di Ro-
saura» (Memorie, a cura di Paolo Bosisio, Milán, Mondadori, 1993, pág. 835); y es el anotador de este 
fragmento quien afi rma: «L’episodio si trova ne Il Giuocatore, A. iii, s. 2: non si tratta, tuttavia, di un 
anello, bensì di una “pioggia di diamanti” e cioè, verosimilmente di un collier a cascata. Il Battaglia, 
tuttavia, spiega nel suo dizionario la “pioggia” come un “ventaglio con il fondo punteggiato in oro”
(s. v.)». En una ed. separada de la comedia se explica: «pioggia: la collana di Rosaura è formata da 
molti diamanti a goccia» (Il giocatore, a cura di Alessandro Zaniol, Venecia, Marsilio, 1997, pág. 232).
28 PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011
(35) [1747] Una tal Iride non può formarsi ne’ Diamanti globosi; e se vi fusse uso di 
lavorare Diamanti, col dare ad essi la fi gura rotonda, una pioggia di diamanti veri 
da una pioggia di falsi subito si distinguerebbe col vedere che questa farebbe l’Iride 
primaria e quella no. (Giornale de’ Letterati per l’anno MDCCXLVII, Roma, 1747, pág. 186).
(36) [1750] Prezzo di una pioggia di diamanti piani a lui rimessa. (Doc. Nápoles, en 
Anna Banchieri, «Per una storia del gioiello napoletano tra il Sette e l’Ottocento», 
Archivio Storico per le Provincie Napoletane, xxi, 1982, pág. 237).
(37) [1760] Alla mia Nepote la Principessa Amalia di Sasonia una pioggia di Brillanti. 
(«Testamento de María Amalia de Sajonia», en M.ª T. Oliveros de Castro, María Amalia 
de Sajonia, esposa de Carlos III, Madrid, CSIC, 1953, pág. 481).
(38) [1765] Il regalo che fece ieri sera alla sposa consiste in due mute di pendenti, 
una a tre goccie di brillanti, l’altra ad una pioggia con topazi color di rosa, circondati 
con brillantini; due fermezze per i polsi di brillanti, un’anello di brillanti, una fede 
circondata di brillanti, una pioggia di testa parimente di brillanti, con una mostra 
d’Inghilterra circondata di brillanti: il tutto di bon gusto. (Carta de Pietro Vanvitelli, 
en Franco Strazzullo, Le lettere di Luigi Vanvitelli della Biblioteca Palatina di Caserta, 
vol. iii, Galatina, Congedo Editore, 1977, pág. 213).
(39) [1774] Un indrizzo29 di diamanti argento sopra argento, consistente in una 
crocetta, cannacchino, oricchini, pioggia di testa con due fi orini e tre anella di diamanti. 
(Doc. Nápoles, en Franca Assante, Romagnano: famiglie feudali e società contadina in età 
moderna, Nápoles, Giannini, 1999, pág. 189).
(40) [1776] Alla Principessa maggiore una pioggia di brillanti da testa. (Gazzetta 
universale, 18 Giugno 1776, pág. 389b).
(41) [1778] La Sereniss. Infanta alla Zia una pioggia di diamanti, e le piccole Infantine 
ognuna una scatola con diamanti, e la Zia ad Esse una ricca pioggia di brillanti. 
(Gazzetta universale, 28 Novembre 1778, pág. 754a).
(42) [1781] Uno adorno di testa consistente in sette spilloni, ed una pioggia di diamanti. 
(Doc. Calabria, en Giuseppe Giannuzzi Savelli, Aspetti storici della Calabria Citra dal 
29 Este indrizzo (indirizzo), que ocurre otras veces en este inventario y en el que citamos para el 
número 31, vale ‘aderezo, juego de joyas’ y es un españolismo semántico, alternativo al españolismo 
pleno ad(e)rezzo que encontramos en un documento napolitano de 1698: «Una [sic] adrezzo di rubini 
[...]. Uno adrezzo di diamanti [...]. Un adrezzo di perle...», etc. (en Emilio Ricciardi, «Il quartiere de-
gli avvocati. Palazzi di togati a Napoli in età vicereale», Ricerche sul ‘600 napoletano. Saggi e documenti, 
1999, pág. 109). Sobre aderezzo ‘enseres’, ‘pertrechos’, cf. Enrico Zaccaria, L’elemento iberico nella
lingua italiana, Bolonia, L. Cappelli, 1927, págs. 6-7, y Gian Luigi Beccaria, Spagnolo e spagnoli
in Italia. Rifl essi ispanici sulla lingua italiana del Cinque e del Seicento, Turín, G. Giappichelli, 1968, 
pág. 44.
29BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
feudalesimo al Risorgimento. Dall’esame dei documenti d’archivio e dalla storia della 
famiglia Gianuzzi Savelli, Nápoles, 2004, pág. 259).
(43) [1787] La Sig. Contessa Pertusati […] aveva perduta la pioggia di brillanti che 
le regalò S. M. Siciliana […]. Questa gioja era stata fortunatamente trovata da un 
servitore. (Gazzetta universale, 13 Marzo 1787, pág. 167a).
(44) [1787] Importo di una Pioggia di brillanti, da darsi in regalo alla Moglie del Conte 
di Castell’Alfero. (Doc. Nápoles, en A. Banchieri, cit. supra, núm. 36, pág. 244).
(45) [1836] La prima fascia di velluto nero [de la estatua de la virgen] contiene di 
rimarcabile un fi ore da testa formato da una mezzaluna di brillanti dalla quale pende 
nel mezzo un brillante bianchissimo a gocciola [...]. La pioggia di brillanti nella stessa 
fascia in num. di 265 fra piccoli e grossi è ricco legato della March. Cunegonda Patrizj 
di Roma, presentata [...] il dì 4 Giugno 1829. (V. Murri, Relazione istorica delle prodigiose 
traslazioni della Santa Casa di Nazarette ora venerata in Loreto, rettifi cata ed accresciuta 
dall’arciprete D. Lucio Guanuizzi, 17.ª ed., Loreto, 1839, pág. 34).
Las equivalencias que se leen en dos «nomenclaturas» de la época para el 
aprendizaje del italiano, una para franceses, otrapara españoles, confi rman lo que 
decimos:
(46) [1764] Une aigrette de diamans: una pioggia di diamanti. (Abbé Bencirechi, L’art 
d’apprendre parfaitement la langue italienne, Viena, 1764, pág. 171).
(47) [1779] Gioja di testa o pioggia: joya o piocha de la cabeza. (P. Tomasi, Nueva y 
completa gramática italiana, Madrid, 1779, pág. 274a).
El hecho de que algunos textos italianos se refi eran específi camente a una pioggia 
di (o da) testa acaso revele que en esa lengua la sola palabra pioggia pudiera designar 
de modo más genérico el conjunto o agregado, semejante a una lluvia, de piedras 
preciosas, independientemente de la joya o adorno concreto de que formaran parte. 
Nótese que en el texto 38 se habla de unos pendientes que consisten en tres goccie 
de brillantes y a continuación de otros que en cambio tienen una pioggia —un alto 
número de goccie...— de topacios (sin que el mismo espléndido regalo de conjunto 
deje de incluir, ahora sí, una pioggia di testa a base de brillantes). La pioggia del 
texto 45 llega a tener 265 diamantes de diversos tamaños y sirve de adorno a la 
banda de una virgen. Téngase en cuenta que en italiano el valor metafórico de 
pioggia era transparente, cosa que, evidentemente, no ocurre en español con 
piocha. Pero adviértase por otro lado que el texto 47 equipara sin más gioia di 
testa y pioggia. Cuando en la lengua de origen los textos hablan de una pioggia de 
piedras preciosas, sin más, seguramente se están refi riendo por antonomasia, y si 
no se indica lo contrario, a un adorno para la cabeza, formado por la consabida 
agregación de piedras. Eso era en francés una aigrette (texto 46). En español la 
30 PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011
antonomasia se convirtió en exclusividad: nuestra piocha designa únicamente la 
pioggia di testa. 
De momento (aunque enseguida comprobaremos que no es así), parecería que 
los primeros textos españoles, que datan, como hemos visto, de 1722-1724, son 
prácticamente coetáneos —e incluso uno de ellos ligeramente más antiguo— de 
los más antiguos italianos (el primero de los que hemos reseñado es precisamente 
de 1724). No hay que descartar —refi riéndome de nuevo a los españoles— que 
pudiera aparecer alguno más temprano. Pero me atrevo a decir que no anterior a 
1714, año en que, para casarse con el rey viudo, llega a España Isabel de Farnesio, 
nacida Elisabetta Farnese. Sabemos que esta reina fue especialmente afi cionada a 
adornar su peinado con la joya que en España se iba a llamar piocha30. Lleva una 
en un retrato de Ranc que suele fecharse en 1723, y también sabemos que con 
frecuencia las regaló a sus hijas y nueras31. Pronto la moda se extendió a todas las 
capas sociales, ya que también se hicieron piochas de bisutería, a base de metales 
no preciosos y piedras falsas32.
Jean Ranc, Isabel de Farnesio (detalle), 1723. Museo del Prado
30 Si no he contado mal, en la «Relación y nota puntual de los aderezos, piochas y otras alhajas 
de diamantes, rubíes, zafi ros, esmeraldas y perlas de la Reina nuestra Señora que al presente [1740] 
se hallan en su Real Ofi cio de su guardajoyas y ropa…» (El Averiguador Universal, ii, 1880, págs. 7-9, 
44-47 y 62) hay once piochas y una «piochita».
31 Vid. M.ª T. Oliveros de Castro, María Amalia de Sajonia, esposa de Carlos III, Madrid, CSIC, 
1953, pág. 133; E. de Tapia Ozcariz, Carlos III y su época. Biografía del siglo XVIII, Madrid, Aguilar, 1962, 
pág. 125.
32 En el «Arancel General de Aduanas» de 1778-82 fi guran «Piochas extrangeras de estaño o me-
tal con piedras falsas [...]. Piochas extrangeras de piedras falsas sobre plata» (en J. de la Ripia, Práctica 
de la administración y cobranza de las rentas reales, t. iv, Madrid, 1796, pág. 321). En el testamento de 
María Ladvenant se menciona una «piocha de nuditos de seda y vidrio cuajado» (Emilio Cotarelo
y Mori, María Ladvenant y Quirante, primera dama de los teatros de la Corte, Madrid, 1896, pág. 193).
31BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
Pues bien, podemos hoy leer el inventario, en italiano, de las joyas que Isabel 
trajo consigo desde Parma a Madrid en 1714. Lo ha publicado no hace mucho 
Mercedes Simal López. Y se comprenderá el alborozo que me produjo leer que 
entre esas joyas había
(48) [1714] Una pioggia con dodici diam[an]ti. […] Un’altra pioggia con diam[an]ti.
(«Inventario delle gioie e retrocamera della Maestà della Regina Elisabetta, che seco 
conduce in Spagna», en M. Simal López, «Vestiti, gioielli e libri portati in Spagna nel 
1714 da Elisabetta Farnese», Aurea Parma, xcii, 2008, pág. 353).
Este texto retrotrae la datación de it. pioggia a 1714; y otro más que, con ex-
traordinaria amabilidad, me ha proporcionado Mercedes Simal, un poco más atrás, 
a 1713, pues en ese año se menciona ya una pioggia en el inventario de las joyas que 
poseía la madre de Elisabetta, Dorotea Sofía de Neoburgo, duquesa de Parma33.
Pocas ocasiones hay, para los tiempos antiguos, de sorprender in fraganti la 
llegada de una voz que va a adoptarse como préstamo. Esta podría ser una de ellas: 
con su ajuar, en el equipaje de Isabel de Farnesio entraba también, para la lengua 
española, un italianismo que iba a hacer aquí más fortuna que en su país de origen.
Pues, en efecto, la palabra piocha ha tenido en español cierto despliegue 
semántico. En sintonía con voces próximas como airón o garzota34, o con fr. 
aigrette35, podía designar también un adorno para la cabeza formado por plumas 
dispuestas como un pequeño penacho o en forma de fl or. Recuérdese la defi nición 
de Terreros: «joya o especie de fl or con pedrería o sin ella...». El diccionario de la 
Academia añadió en 1822 a la defi nición inicial de 1803 que queda citada arriba 
(«joya de varias fi guras de que usan las mugeres para adorno de la cabeza») esta 
otra: «Flor de mano [es decir, ‘artifi cial’] hecha de plumas delicadas de aves». 
La protagonista de Brenda (1886), novela del uruguayo Eduardo Acevedo Díaz, 
«entretenía sus lindas manos modifi cando a capricho una piocha de plumas de 
garza» (Montevideo, 1894, pág. 165). Y véase también, arriba, el texto 18. 
Hablando de los primitivos habitantes de Canarias, y en concreto de las mujeres 
de Fuerteventura, escribe Viera y Clavijo:
33 «Vna Pioggia con noue gocie brilanti di diamanti» («Inuentario delle Gioie proprie della
Ser.ma Sig.a Duchessa P[ad]rona...», Colorno, 24 de julio de 1713, Archivio di Stato di Parma).
34 Según el Diccionario de autoridades, el airón era «cierta cantidad de plumas negras de diferentes
aves de que se formaba un penacho [...] que servía para adornar las gorras, sombreros y morriones, y de que
usaban también las mugeres, poniéndoselos en sus tocados; las que no solo le trahían de plumas, sino
también imitado de piedras preciosas». En cuanto a garzota, además de un ave, «vale también plumage
o penacho que se usa para adorno de los sombreros, morriones o turbantes y en los jaeces de los caballos».
35 El Nuevo diccionario francés-español de Antonio de Capmany (Madrid, 1805) explica:
«Aigrette: [...] Garzota: el penacho que se usa en los sombreros, turbantes y otros tocados; y también 
la piocha de pedrería para adorno de las cabezas».
32 PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011
(49) [1772] Las hembras tocadas con unos listones de pellico teñido de varios colores 
y tres plumas a un lado de la frente a manera de piocha o ayrón. (Noticias de la historia 
general de las Islas Canarias, i, Madrid, 1772, pág. 148).
Cuando fray Juan de Santa Gertrudis describe a los indios andaquíes, de 
Colombia, dice que llevan en la frente «una sarta de plumitas de loro» que
(50) [c1775] ... compuesta a trechos con sus colores, parecía a las piochas que usan 
en España las mujeres. (Maravillas de la naturaleza, Bogotá, Empresa Nacional de 
Publicaciones, 1956, t. i, pág. 163).
Y en un texto chileno de fi nes del xviii36 la piocha se ha convertido en un 
adorno fl oral femenino:
(51) [1796] En lo alto de la cabeza,desde una oreja a otra i detrás del ala de pichón, se 
ponen un turbante de fl ores de jardín, que llaman piocha. (Vicente Carvallo Goyeneche, 
Segunda parte de la Descripción histórico-jeográfi ca del Reino de Chile [iii], en Colección 
de historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, t. x, Santiago de 
Chile, 1876, pág. 57).
La idea de ‘penacho’ nos permite encontrar nuestra palabra, en La guerra gaucha 
(1905) de Lugones, aplicada a un adorno de cintas de la cabeza de un caballo37.
En algunos textos del xix avanzado piocha ha pasado a designar un ‘broche de 
adorno’ en general —textos 52 y 53, ambos de Pardo Bazán— y, más específi camente, 
el que sujeta el airón de un tocado —textos 54 y 55, los dos de Valera—:
(52) [1879] Me enseñó una gran piocha de prender en el pecho y unas arracadas largas. 
(Emilia Pardo Bazán, Pascual López, Madrid, 1879, pág. 99).
(53) [1897] Sobre el pico del escote descansaba rica piocha de esmeraldas y brillantes. 
(Emilia Pardo Bazán, El saludo de las brujas, La España Moderna, n.º 98, enero de 1897, 
pág. 8).
(54) [1898] Coronada la gentil cabeza de un amplio turbante, cándido también, sobre 
el cual se erguía un airón o copete de rizadas plumas, sujeto el airón al turbante por una 
enorme piocha de perlas, diamantes y rubíes que debía valer un imperio. (Juan Valera,
De varios colores, Madrid, 1898, págs. 125-126).
(55) [1899] Tenía la mano derecha libre y desnuda, y en la izquierda los guantes de 
ámbar y la graciosa gorra de Milán con airón de blancas y rizadas plumas, prendido a la 
gorra por una piocha de esmeraldas y rubíes. (Juan Valera, Morsamor, Madrid, 1899, 
pág. 254).
36 Más arriba hemos sabido (texto 12) de la llegada a Chile de la piocha ‘joya’.
37 «En el tupé de su caballo se encrespaba una piocha de cintas blancas y azules» (Buenos Aires, 
1946, pág. 83).
33BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
En el español de Chile piocha signifi ca hoy ‘insignia, distintivo’38. Como 
símbolo del poder ejecutivo, el Presidente de la República lleva prendida en el 
extremo inferior de la banda tricolor una medalla que se conoce como «la piocha 
de O’Higgins». Y el diccionario dirigido por Félix Morales Pettorino39 ejemplifi ca 
la acepción ‘distintivo’ de nuestra palabra con estos ejemplos modernos, extraídos 
del periódico El Mercurio:
(56) La Asociación de Andinismo de la V Región llevará a efecto la entrega de piochas 
a sus socios.
(57) Nuevos submarinistas recibieron ayer piocha de su especialidad.
Piocha de O’Higgins
38 Hay un par de textos que muestran la evolución hacia este signifi cado. Uno es del mexicano 
Fernández de Lizardi: «¿Y cómo sabe el gobierno, le pregunté, los que tienen ofi cio y los que no? 
Fácilmente, me dijo; ¿no adviertes que todos cuantos encontramos tienen una divisa particular en la 
piocha o remate del tocado de la cabeza?» (El Periquillo Sarniento [1816-1827], en Obras. IX. Novelas, 
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1982, pág. 260). El otro es de Adolfo Rivade-
neyra, que precisamente fue cónsul de España en Santiago de Chile, ciudad en la que había nacido: 
«El mismo Shah tuvo que resignarse a poner la piocha imperial sobre el turbante de Mahmud» (Viaje 
al interior de Persia, t. i, Madrid, 1880, pág. 229).
39 Diccionario ejemplifi cado de chilenismos y de otros usos diferenciales del español de Chile, Santia-
go de Chile, 1984-1987, 4 vols.
34 PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011
No es de extrañar, fi nalmente, que, habiendo designado nuestra palabra un 
adorno que podía ser fl oral, haya ingresado asimismo en el prácticamente ilimitado 
ámbito de las denominaciones botánicas. Expongo aquí los datos que al respecto 
he podido reunir:
1. En la Relación del viaje hecho a los Reynos del Perú y Chile (c1777-1788), 
de Hipólito Ruiz, se da piochas como nombre vulgar de una planta del género 
Cynanchum: «Planta muy a propósito para cubrir cenadores y Calles de Jardines 
por lo mucho que se extiende y enreda. Su leche se reputa por un purgante fuerte, 
y con las fl ores se adorna el bello sexo la cabeza»40, detalle, este último, que explica 
a la perfección la transferencia de signifi cado.
2. Hay varios testimonios, desde el tratado de fl oricultura de los hermanos 
Boutelou (1804) en adelante, de la existencia de un tipo de rosal llamado «de 
piocha»41.
3. En México piocha da nombre a varias especies vegetales:
a) Al árbol llamado también paraíso (Melia azedarach L.):
(58) [1864] La Piocha (Melia az[e]darach) tiene la propiedad particular de alejar el 
grillo. (José Andrade, «Memoria sobre el cultivo del algodón», Boletín de la Sociedad 
Mexicana de Geografía y Estadística, x, 1963, pág. 653).
b) Según el Diccionario de mejicanismos de Francisco J. Santamaría, a una 
«primorosa enredadera de la América tropical, cultivada como planta de ornato y 
jardinería, por sus bellas fl ores en cima»42 (Solanum dulcamara, S. seaforthianum), 
acepción que en dicho diccionario va refrendada con un texto de A. García Cubas, 
El libro de mis recuerdos (1904).
c) A un árbol de la familia de las burseráceas (Bursera simaruba Sarg.), según 
Maximino Martínez43.
40 Madrid, 1931, pág. 39. Hay una segunda redacción de esta obra, que presenta alguna variante 
textual («... con los corymbos o ramilletes de fl ores, de las quales siempre está cargada, se adorna el
bello sexo la cabeza») y da como nombre científi co Cynanchum leucanthum Jacq. —frente a Cynan-
chum racemosum? en 1931— (Relación histórica del viage que hizo a los reynos del Perú y Chile el botánico 
D. Hipólito Ruiz en el año de 1777 hasta el de 1788..., t. i, Madrid, 1952, págs. 58-59).
41 Claudio y Esteban Boutelou, Tratado de las fl ores, en que se explica el modo de cultivar las que 
sirven para adorno de los jardines, Madrid, 1804, pág. 394. En la tasación del jardín del Palacio de 
Villahermosa (1828), por ejemplo, se lee: «Ocho dichos [golpes o matas] de rosal de Piocha, a ocho 
reales» (Marqués del Saltillo, «Casas madrileñas del pasado», Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo 
[del Ayuntamiento de Madrid], xiv, 1945, pág. 409).
42 México, Porrúa, 1959.
43 Catálogo de nombres vulgares y científi cos de plantas mexicanas, México, Fondo de Cultura 
Económica, 1979. Martínez también recoge las plantas reseñadas en a) y b).
35BRAE, T. XCI • C. CCCIII • 2011 PRÉSTAMOS ASEDIADOS: BRIDECÚ Y PIOCHA
Finalmente, antes de abandonar nuestro italianismo hemos de dejar constancia 
de otra curiosa —y ocasional— derivación fi gurada de su empleo como designador 
de una joya. Véanse estos dos textos escritos por José Viera y Clavijo durante su 
viaje por Italia:
(59) [1780] Fuimos en casa del marqués Rosi, caballerizo del Papa, para ver la no menos 
agradable [maravilla] de los fuegos artifi ciales que se queman en el castillo Santo Angelo, 
conocidos con el nombre de Girandola. [...] Los fuegos estuvieron muy divertidos y 
vistosos, sobre todo la primera y la última escapada de cohetes, que, saliendo de los 
dos extremos del castillo en número muy considerable, van formando al subir una gran 
piocha o garzota de luces, lágrimas y chispas, por lo que la llaman en italiano Girandola. 
(Diario de viaje desde Madrid a Italia, ed. de Rafael Padrón Fernández, La Laguna, 
Instituto de Estudios Canarios, 2006, pág. 112).
(60) [1780] Tuvimos los bellos fuegos artifi ciales del bello castillo de Santo-Angelo, que 
por el escape de unos prodigiosos conjuntos de cohetes voladores, que forman en el 
aire una mui brillante piocha, se llaman la Girandola. (Algunas cartas familiares de José 
Viera y Clavijo (1770-1807), ed. de Rafael Fernández Hernández, Santa Cruz de Tenerife, 
Ediciones Idea, 2006, pág. 139).
Era, en efecto, famosa la girandola con que se festejaba el lunes de Pascua 
desde el Castel Sant’Angelo de Roma. Esa voz había entrado también en español, 
como girándula o girándola, y así la defi nía Autoridades (bajo la primera de dichas 
formas): «Cierta caxa quadrada, más

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