Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
UN ENIGMA DESCIFRADO EL RAPTOR DE LA HIJA DE LOPE DE VEGA Así fué el rapto de mi pren·da car~ ... (LoPE: Égloga Filis.) I LA NIÑEZ E l parto se presentó por extremo difícil : de aque- llos que la medicina moderna califica de distócicos)· y ,ora porque la criatura viniese mal, ora por algún de- fecto orgánico de doña Marta de Nevares Santoyo, la amante ele Lope, o bien porque fuese primeriza, la exis- tencia misma de ésta llegó a correr verdadero peligro. Lop.e, en la cumbre de sus amores con ella, relataba a su señor y amigo el Duque de Sessa, en la correspon- dencia casi diaria que mantenía con él, todos sus preli- minares y zozobras desde que, cumplido casi el perío- ·do de la gestación, siente doña Marta los primeros do- lores "de entrada ele mes", como deCían sentenciosa- mente las comadres ele su vecindad, hasta que, pasados algunos días "y tras ele esperar el puerto con el curso ·dellos", sobre el ro ele agosto de aquel año ele r6r7, se presentan, decisivos y alarmantes esta vez, los sínto- mas v.erdacleros del alumbramiento. "Ha tres días - es- ·cribíale a Sessa- que es·tá en el puerto Amarilis, como 358 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA dicen las mujeres, con excesivos dolores, aunque no, como los ele mi alma." Por fin, a I2 ele agosto, festi- vidad de Santa Clara, cuando todas las presentes af parto la daban ya por muerta, y Lope, en sus inevita- bles evocaciones mitológicas, atribuía el fracaso a que la señora Lucina -divinidad protectora ele ellos- "no· asistía gustosa a este acto", después de acerbísimos do- lores, daba a luz doña Marta una niña que, a pesar de nacer muy chica, tan pronto como se vió en este mun- do dió muestras ele querer vivir y apegarse fuerte- mente a él. "Y a, en fin, parió -añadía Lope-, cessó el peligro y la niña mama fuertemente, y esto no me es- panta; que siendo hija ele cossas tan vivas, creyera que hazía lo que de aquí a doze años." Tampoco se presentó franco el asunto del bauti - zo. En un principio había arrancado Lope a su Me- cenas la promesa ele que él apadrinaría a la neófita, ofrecimiento que, cuando lo supo, llenó de júbilo y va- nidad a doña Marta; mas Sessa, con el curso de los días, lo pensó mejor, y ora por su ingénita abulia y carácter tornadizo, ora por temor a las críticas y mur- muraciones de la Corte, clió largas primero, puso ex- plícitas dificultades después y .acabó declarando a Lo- pe, por fin, la imposibilidad en que se veía ele cumplir su palabra. Mas, para dulcificar la negativa, propúsole un cambio, a saber: que en lugar suyo enviaría a su hijo, el Conde ele Cabra, mancebo ya de diez y siete años ele edad, y quien por su misma juventud gozaba de mayor libertad para un acto que había ele ser blan- co de los comentarios maliciosos de la Corte. Aceptó Lope la sustitución; entre los dos, Señor y Secreta- rio, doraron la píldora a doña Marta, temerosos ele que su delicada salud se resintiese al conocer la decisión del Duque, logrando que la tragara sin dificultad, y que, jubilosa y agradecida, aceptase el trueque y no tuviese la vista algo j11tdía) recibiendo al Hijo "por el enviado del Padre altísimo", como chanceramente escribía Lope. UN ENIGMA DESCIFRADO 359' Lo demás sucedió todo como puntual y previsora- mente lo tenían ambos convenido. Llegó el sábado 26 de agosto: vino el Conde de Cabra en el coche de Sessa a casa de Amarilis; subieron con él doña Cecilia Cle- mente de Piña, hija del escribano Juan de Piña, el ami- go de mayor confianza de Lope, llevando en brazos,. como madrina, a la recién nacida, y probablemente con ellos también Lope y Roque Hernández, el velloso ma- rido de doña Marta, y arribados a la Iglesia de San Sebastián, el Licenciado Parra, Cura Teniente de la Parroquia, administró el Santo Crisma y el agua bau-- tismal a la niña, imponiéndola los nombres de Antonia Clara: Antonia) por su padrino don Antonio de Cór- doba y Rojas, Conde de Cabra; y Clam) en razón de haber nacido el 12 de agosto, en que la cristiandad ce- lebra la fiesta de la virgen de Asís. El Duque de Sessa mostróse espléndido con su co- madre regalándola unos diamantes, no sé si en forma de ader.ezo o ele saltadores brinquiños, ya que Lope en sus cartas calla esta importante circunstancia ( r ). (I) Todos estos pormenores, rigurosamente históricos, están extractados de la correspondencia de 'Lope con el Duque de Sessa, en el códice HI de la copia que en 1863 sacó don I sidoro · Roseli para la Biblioteca Nacional (Sala de Manuscritos, núme- ro 1200). E l orden cronológico de las cartas que tratan del na- cimiento y bautismo de Clarilis es el siguiente: 136, 134, 125, 132, II9, 114, 98, 127, 13-3, 124, 121 , 122, roo, II1 y 129, donde cons- tan otros cletaiies que omito ahora, para darles su lógica y más extensa cabida en la edición del Epistolario de Lope, que pre- paro. Del regalo de Sessa a 'Antonia Clara en su bautizo habla· expresamente ésta en la Loa que precede a la Égloga Antonia,. que más adelante se cita: E l Señor Duque ele Sessa, Padre del Conde ele Cabra, Que por él en cierta iglesia, Según después me contaron, Del padre de las saetas Me tuvo en carnes un día, 360 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA Poco duraron, por desgracia, tantas alegrías y ven- turas; un año después veíanse convertidas en hondas diferencias y mortales disgustos entre doña Marta y su marido, y no ciertamente por miramientos ele honra, que el tal Roque Hernánclez no la conoció nunca, sino en razón ele malos negocios y codicias del último, que en- venenaron aquel hogar ele la sórdida calle del Infante, donde en sus casas propias vivía el matrimonio; hasta tal punto, que doña Marta vióse obligada a abandonarlo, refugiándose, primeramente, en casa ele su cuñado el músico Estrada, casado con su hermana doña Leonor, para salir ele nuevo, huyendo de los acreedores de su marido, que amenazaban con ponerla presa por unos su- puestos delitos ele estelionato o fraudes dolosos en cier- tas escrituras, a cuya firma había sido compelida la in- feliz con amenazas y sevicia del infame Roque. Todas estas desdichas y peregrinaciones alcanzaron también a la inocente Clarilis (así, cariñosamente, llamaba Lope a su hija), y en sus cartas al Duque relata cómo Roque Hernández y Estrada, su cuñado, se concitaron p.ara robar a la niña, por parecerles el mejor medio ele obli- gar a su madre, "creyendo que yrá la yegua donde fue- re la potranca" ( I ). Lo pe constituyóse en defensor ele .ambas; acudió a su amo y amigo el Duque ele Sessa, a fin de que con su autoridad cerca ele aquellos malvados parase el golpe, y hasta, si interpretamos literalmente un pasaje ele su Égloga Filis (2), donde, conforme a su Y aún tengo para señas Guardados ciertos diamantes, .Por si el parentesco niegan ... {1) De todos estos sucesos y malaventuras de Amarilis, la amante ele Lope, trato por extenso en la Introducción al E pisto- lario que en br,eve verá la luz pública. (2) Describiré la edición príncipe, pues además de citar en lo sucesivo por ella, es pieza rarísima, y Barrera, aunque debió de conocerla, no lo hizo. Filis Egogla (sic) 1 A la decima Mvsa 1 Doiia Bernm·- UN ENIGMA DESCIFRADO inveterada usanza, historió poéticamente la vida de su hija, podríamos creer que, para ponerla a cubierto ele aquellas u otras nuevas asechanzas, recogió a la niña, llevándosela a su misma casa: Tú conociste al montañés Rosardo Rico otro tiempo, y de Marbelia esposo, Más fuerte para el campo que gallardo ; Perdió su hacienda el año riguroso Que se murieron las heladas crías, Y al Duero se partió con Nemoroso. Wusente destas verdes praderías, A Filis me dejó, tan tierna infante, Que cuando me la dió cumplió tres días (r). Fuera o no ficción poética .este pasaje de Lope, sa- bemos, en cambio, por sus cartas que, cuando, muerto Roque Hernández poco después, y a cambio ele los últi .. mos restos ele su perdido caudal, recibió Amarilis su libertad y su reposo, la niña Antonia Clara crióse a sulado, a costa seguramente ele las liberalidades de Lope para con su antigua amante, y lo que era mejor aún para ella, asistida del cariño vivísimo que desde su mismo na- cimiento le · había profesado aquél, y que no había ele faltarle ya mientras viviera. En su citada Égloga) con acentos de amarga reconvención por su posterior con- ducta, escribíalo Lope en emocionados versos, donde da 1 Ferreym de la Cerda, J señom Portu 1 guesa, 1 Frei Lope Feli.x de Vega Carpio del Abito 1 de San Juan . 1 Año (adorno tipográfico) IÓ35- /Con licencia en Madrid j. Por Francisco Mar- t~nez. 1 r vol. 8.0 menor (148 X roo mm.) de rz pp. dobles, fo- liadas, incluída la portacla.-Signaturas A-:B z.~Portacla.-Vuel-· ta en blanco.-Texto. (Bib. Nac.). No contiene preliminares ni aprobaciones ningunas. 'La fecha ele r63.5 confirma que, en efec- to, un año antes, en 1634, había ocurrido el rapto. Incluyóse lue- go en La Vega del Parnaso, Madrid, 16.37, sin expresión ele la per- sona a quien iba dirigida, y luego en la e olecdón de las obras sueltas ... de Lo pe de Vega, ¡Madrid, Sancha, 1776-1779 (tomo X. páginas 193-2rr). (r) Filis, Égloga, fol. S- 362 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA evoca la infancia de Antonia Clara y su solicitud y cui- dado para ella, como si quisiera excusarse él mismo de toda posible culpa en la tragedia que a los dos estaba más adelante destinada : Cómo fué de mis manos regalada, Sábelo el monte, el valle, el soto, el río, Y aun la Fénix, si vale, imaginada; Era su gusto solamente el mío. Amor de brazos interés se nombre ; Pero sin ellos, Sil vio, ¿quién ha visto Tan extrañas finezas en un hombre ? Cuanto del Sur al Polo de Calisto Es plata, es perla, es oro, le ofreciera, Si fuera rico yo, como bien quisto (r). Amor paternal profundo y ternura constante que acompañan los años primeros de la infancia d.e aque- lla niña, que nunca mirará él con los ojos sombríos del remordimiento por su origen sacrílego, ni como perpe- tuo voceador de su culpa, sino como centro d.e todas las efusiones y dulzuras de su corazón, que tanto bueno y malo supo amar en su vida. Liberalidad franca, soli- citud vigilante hacia aquella inocente criatura, que en- tre risas y lloros, gracias y donaires, va pasando sua-· vemente de la infancia, cándida y caprichosa, de los jue- gos que entreüenen a los niños de entonces, a la pue- ricia que abre los ojos de la razón, que enciende la cu- riosidad de las cosas, interrogante que ante ellos se aparece, insinuante y engañadora. II LA JUVENTUD N o eran muchas ciertamente, a la verdad, las en- señanzas que una mujer recibía entonces. Prejuicios (r) Ibidem, fols. 5 y 5 V. 0 U N ENI GMA DESCIFRADO hondos y arraigados por demás en aquella sociedad, recibidos ele la antigüedad clásica, inspiradora suya en tantas cosas y principalmente en la doctrina antifemi- nista, tan valida entonces ; la severa y restringida idea que ele la misión ele la mujer en el mundo se tiene por la mayoría ele los moralistas y cuantos ejercen magis- terio en las costumbres, con otras razones que sería pro- lijo ahora enumerar, limitan a la sazón la educación fe- m enina, aparte la indispensable instrucción religiosa, a dos cursos o enseñanzas especiales, tan antagónicas en- tre sí como generales a todas : las labores y el baile. To- ·das las mujeres ele nuestro siglo de oro aprenden el ma- nejo y uso ele los majaderillos sobre la muelle almoha- ·dilla, ele donde saldrán las rancias y puntillas que hacen famosos los encajes españoles; y todas ellas saben tam- bién danzar: bailes antiguos y bailes nuevos, ele aque- llos en que busto, brazos y pies se movían al son ele los cantar.es importados ele América, la chacona, el zam- bapalo y la gatatumba ... , en suma, lo mismo que hoy. No han cambiado los tiempos ... - ... Mira, Capacho, dice un cautivo español en la comedia ele Cervantes La gran Sultana, No hay mujer española que no salga Del vientre de su madre bailadora (I). Añádase el leer libros devotos ... y novelas amorosas, y el escribir con letra endemoniada o revesaclísima, con firmas que por su énfasis y rasgos enormes ocupaban medio pliego, y se tendrá trazada a vuela pluma la edu- cación de una muchacha entonces. En el caso ele Antonia Clara el cariño ele su padre natural, Lope de Vega, hizo, empero, más. N o se con ten- (I) Cervantes: Ocho comedias y ocho entremeses nuevos ... - Madrid, r6rs (fol. 130 v."). 364 BOLETÍN D E LA .-\CADE~IIA ESPAÑOLA tó con tan vulgares principios: poeta él altísimo, cere- bro vibrante ;:¡_ todas horas, quiso que su hija goz.ase también ele todos los deleites de una bien cultivada in- teligencia. Así, poniendo nosotros en su punto real las inevitables clemasías del lenguaje poético, no dejaría de haber su buena parte ele verdad en aquellas encarecidas estancias de su citada églog.a Filis: ¿Qué cosa no aprendió? Si bien dispuesto Su entendimiento a toda ciencia y arte, De planetas benévolos compuesto, >Ninguna supe generosa parte De cuantas constituyen aquel brío, Que con la honestidad términos parte, Que Filis no aprendiese, en daño mío ... (r) El natural despejo y viveza que juntamente crecían con ella hicieron lo demás. Cuando, después de un largo si- lencio epistolar de Lope, por pérdida de casi todas las cartas escritas al Duque durante la niñez de Clarilis (r6r9-r627), llegamos al año de r6z8, donde volvemos a encontrarnos reanudada su correspondencia con Ses- sa, de vez en cuando, fugaz, pero graciosamente, hace su aparición en sus epístolas la niña, que pronto dejará de serlo, vecina ya a la nubilidad. Por entonces iníciase en su madre doña Marta la cruel y terrible afección a la vista, que la sumirá de allí a unos meses en incurable y trágica ceguera. Ella, mayorcita ya (tíene diez años y medio), clase cuenta del alcance ele este infortunio, y síguelo día por día con filial y conmovedora ternura. "Antoñita trahe una novena a Santa Lucía -escrihe Lope a Sessa, sobre mediados ele febrero ele r6z8-, que salud dé a tales ojos (los de Awwrilis); ángeles la han ele pedir a Dios." (2) En su perspicacia, también se per- cata del papel importantísimo que el Duque de Sess.a juega en el hogar y en la vida ele Lope, y por ello en las (1) Filis, Égloga .. . , fols. 5 v. 0 y 6. (2) Epistolario de Lope.-Códice IV.-Carta II8. UN ENIGMA DESCIFRADO cartas de éste no faltan las encomiendas y recuerdos de la niña para el Mecenas paternal y orondo personaje, bien espontáneos suyos, bien alegados, por Lope, sabedor de que serán bien recibido3 por aquél. Y así, a raíz de cierta visita que por especial motivo hace a casa de Ama- rilis) dícele al Duque: "Truxe de allá grandes recados para V. E. y della y de Antonia mil nuevos agradeci- mientos." ( r) Sessa, familiar y campechano a ratos con las cosas y personas tocantes a Lope, corresponde por su parte a estas muestras de gratitud y afecto, y en corres- pondencia a tales finezas escribe a las mujeres de la casa -A111arilis) Feliciana y Antonia- una carta de su mano. Todas tres reciben confundidas la merced y ponen en las nubes la acción del Duque; Lope, en su nombre, sabrá expr.esarlo hidalgamente: "De la onrra que ha hecho V. E. a estas Señoras estoy tan ufano, que nunca con más razón .agradecido, aunque junte en un fabor todos los que he recivido ele sus generosas manos." La carta corre de unas a otras con gratitud y alegría, y buscándola la guarda que merece, ellas proyectan hacer una caja de plata, "para que quede por vínculo ele ma- yorazgo a Antoñica". ( 2) La chancera atribución del mayorazgo a Clarilis y en su hipotético vínculo el de la caja de plata que cus- todie el autógrafo ducal no es cosa ele capricho y que no tenga su fundamento. De todas las mujeres ele la cas.a, la hija de Amarilis es, sin duela, la más digna de conser'- varlo, como la más letrada y literata. Su padre, cuan- do menos, la considera así, y con su maravillosa pers- picacia poética, avivada por el hondo cariño paternal,cuando en r625 publica sus Triunfos divinos) incluye en sus preliminares un soneto de Dofía Antonia de N e- vares Santoyo a la E .rcellentísima SeFíora Condesa de· (r) Jbidem : Códice IV.-Carta 97· (2) Ibidem. : Códice IV.- Carta r I6. 366 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA ·Olivares ( I ). La licencia es de las gordas: Clarilis ape- nas si acaba ele cumplir los ocho años, y por mucha qúe .sea su precocidad, el tal soneto, altisonante, enfático, en que se advierten ya las influencias de las nuevas y avasalladoras direcciones poéticas en un Lope sensible a todo, es imposible que haya podido salir ele la infan- til minerva ele la niña: pero, ¿qué más da? C amila Lu- cinda) la antigua amiga ele Lope, no sabía escribir, y · esto no obstó a que su enamorado amante la prohijara, no una, sino varias composiciones suy.as, pues quien da el alma toda, ¿por qué no podrá hacer el regalo ele una poesía más, donde tantas le sobran? Pocos años después, no más ele tres, nó necesitará Lope prestar su lira a la chiquilla; ella se arroja ya a pulsarla, infantil, pero muy graciosamente: la v.ena poé- -tica comienza a fluír en el renuevo del gigantesco árbol. Veamos cómo. Entre los amigos fieles ele su padre cuén- tase don Francisco López ele Aguilar, qui.en con fre- , cuencia visita su casa y habla con las• señoras de ella muy familiarmente. Además de erudito y sabedor ele muchas lenguas clásicas, comercia y trata a veces en cosas ele mantenimientos, como harina, aceite, etc. ; en · fin, ancla metido en negocios, y por ellos se aleja en oca - : swnes ele Madrid (2). En una ele ellas promete a Feli-- (r) Lope: Triunfos divinos; Madrid, 1625, preliminares. An- teriormente, en su Justa Poética ... de ... San Isidro (Madrid, 1622), había presentado a nombre de doña Antonia de Nevares unas redondillas, compuesta;s, naturalmente, por él. En ésta, · "Doña Antonia de Nevares refirióse, sin duda alguna, a su hija 'Antonia Clara, a quien en su correspondencia llama siempre Anto- ·ñica. {Vid. Obras sueltas ... , XII-270-271). (2) J. de Entrambasaguas: Lope de Vega y los preceptistas aristotélicos. Madrid, 1932, págs. 84 a 89. En una sátira anó- -nima contra López de Aguilar, infundadamente atribuída a Que- vedo, hay varias redondillas donde se alude al comercio de ha- rina y pastelería que hacía el primero y que explica el que las · niñas de la casa de Lope le pidiesen la susodicha provisión de .:aceite. UN ENIG;\IA DESCIFRADO ciana y Antonia Clara traerles aceite de Andalucía para la cuaresma; pero el tiempo pasa, Aguilar no viene, y las mujeres de la casilla de Lope murmuran y se im- pacientan con la tardanza. Entonces, una de ellas, lec- tora, sin duela, ele las poesías ele Góngora, nada menos que Don Luis1 el enemigo de su padre (¡cuánta toleran- cia por parte ele éste revela tal elato!), se le ocurre vol- ver a glosar el comienzo ele la canción del poeta cordo- bés: "A Doña Maria ele Hurtado .en ausencia ele Don Gabriel Zapata, su marido": ¡Ay que muero de zelos De aquel andaluz ! Háganme si muri ere La mortaja azul (r), glosándola infantilmente ele esta graciosa suerte: ¡Ay que al Duque le pido Azeyte andaluz ! Pues que no me le enb.ía, Cenaré sin luz. La incipiente poetisa es Antonia Clara: de tal palo, tal astilla; su rasgo arranca ele su padre al r.elatarlo en su epístola ele rigor al Duque este orgulloso comentario : "Mire V. E., si Antoñica puede ya desafiar las Mu- sas." (2 ). N o solamente desafiadas, sino vencerlas una tras. otra con su gracia y talento : con Erato a Terpsícore, y en pos ele ellas a la misma Talía. Transcurre, en efecto, (r) Obras poéticas de don. Luis de Góngora (Biblioteca His- pánica), New York, r921, tomo II, pág. 322. Por cierto que Lope, al citar esta poesía en su carta al Duque de Sessa, altera su primer verso, que en el manuscrito Chacón, reproducido en la edición de Foulché-Delbosc, reza así: Jl!I átan1·1te los zelos De aquel andaluz, etc. (z) Epistolario de Lope: Códice !V.-Carta rrs. 2+ 368 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA casi todo el año de 1628, no sin que de pasada comu- nique Lope a Sessa tal cual noticia sobre Antonia Clara y Feliciana, pedazos de su alma: "Están famosas -le dirá a primeros de junio-; creciendo en personas y gra- cias; fueron a la Cruz vestidas de labradqras" ( r ), sobria pincelada que nos las deja ver gozando alborozadas ele la madrileñísima fiesta: y ya en las postrimerías de aquél, siendo Clarilis mocita casi de doce años, vuelve el Du- que ele Sessa ele su segundo destierro ele la Corte, el que le llevó a Baena, como habré ele referir cuando en breve saque .a luz su biografía. Próximos los días de Carnestolendas, tiempo ele excepcional pasatiempo y regocijo, quiso sin eluda Lope celebrarlo en su casa y festejar a la vez la vuelta de su Mecenas a la vida cor- tesana. Porque entonces todas las clases sociales, sin excepción, aprovechábans.e del privilegio y licencia con- cedido en estos días p.ara holgar y divertirse a sus an- chas. El vulgo bajo, la plebe numerosa, llenando el Prado con disfraces grotescos, con trajes y máscaras ridículas, alusivos a los personajes más en boga enton- ces, o a los sucesos públicos ele actualidad, tirándose mu- tuamente toda suerte de cosas: agua con jeringas, sal- vados, huevos de olor, papelones de ceniza, estopas con fuego, confites y naranjas, viendo pasar las mojigan- gas y carrozas que, dispuestas por la. Villa o a costa ele rumbosos particulares, recorrían la carrera con gran- dísimo ruido, confusión ... e inacabables borracheras ( 2 ). Un libro entero sobre las fiestas de carnaval cabría es- cribir con las noticias que los novelistas y gaceteros de {r) Ibídem: Códice IV.-Carta 127. {2) La Sala de Alcaldes solía publicar sus autos y bandos al aproximarse el tiempo de las Carnestolendas, tomando previsoras medidas en evitación de bromas pesadas, prohibiendo tirar aguas con jeringas, salvados, dar con vejigas, poner mazas, etc. Vid., por ejemplo, los autos de 20 de febrero de r6o7, 16 de febrero de r6o8, rs de febrero de r6r7, etc. Archivo Histórico Nacional: Libros de la Sala de Alcaldes: Libros IV-142 y 237 y VII-489). .UN ENIGMA DESCIFRADO la época nos deja ron ( r ). Las familias honestas y r e- cogidas convocábanse unas a otras en sus propias ca- sas, y con discretas y alegres conversaciones pasaban Ías noches antes y después de la cena ( 2 ) . La gente prin- .cipal, de poca edad o no mucha gravedad, concertaban máscaras, disfraces, juegos de sortija, saraos y otros entretenimientos parecidos, rematados con frecuencia por la representación de una comedia burlesca, corno aquella que en el Carnaval de r638 se dió en el Buen Retiro, en la cual los propios reyes Felipe IV y doña Isabel de Barbón, su muj-er, hicieron sus papeles ri- dículos, ayudados por los cortesanos de su séquito, el1- trando algunos de ellos en caballos de caña y recitando .sus dichos, que cada uno llevaba estudiados; y cuando la memoria les faltaba, ayudábanse sacando el papel y leyendo a la luz ele una candelilla (3). · Lope, conocedor de todas estas costumbres carna- valescas y hasta inv·entor y representante en su juven- tud ele algunas ele ellas, quiso también agasajar por su parte en las de r 629 a su .amo y Mecenas con alguna diversión particular y propia, y as·Í, en una ma1'iana -- corno él mismo dice-, ordenó todo lo necesario : com- puso una loa y una égloga, que bautizó "Antonia", con ·el nombre de su hija; requirió a su compañía infantil: Feliciana, la propia Clarilis y un "Gregorillo" , que pudo muy bien ser su otro hijo, Lope Félix, mozo ya ( I) V éanse, entre otras, R. Villa: La e arte y la M anarquía española en I636-I637, Madrid, r886, pág. 103 .. -Cortés de To- -losa: Lazarillo de Manzanares, Madrid, 1901 , págs: 62-64.~Cas tillo Solórzano: Tiempo de regocijo y Carnestolendas de Madrid, Madrid, 1627; Estebanillo González, edic. Rivadeneyra, págs. 333- 336, etc. Las Cartas de Padres J esuítas,publicadas en el M e- morial Histórico Español, contienen también gran número de no- ticias curiosas para conocer cómo se celebraba entonces el Car- -naval. (2) Gaspar Lucas Hidalgo: Diálogos de apacible entreteni- ·:miento . .. , eclic. Rivadeneyra, pág. 280. (3) Cartas de Padres lesuítas, tomo II, págs. 330 y 337· 370 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA de veintiún años corridos, y con tan buenos elementos y la prometida asistencia ele Amarilis y de algunos ami- gos íntimos, "sin mezcla de persona ni cosa frailesca ",. dispuso y clió comienzo la funcioncilla en un día ele car- nestolenclas, domingo, lunes o martes ele antruejo, que tan insignificante pormenor la historia no lo consig- na (r). La loa la elijo Antonia Clara, vestida "a lo sa- cristán", con su sotanilla raída y corta, gruesos zapa- tones, bonete en la cabeza, alegr.es y picaruelos los ojos,. graciosa en sus ademanes y sabiclora ele su papel a la perfección. Debió ele recit.arla primorosamente, subra- yando con infantil malicia todos los equívocos, inocen- tes en su mayoría, que la loa encerraba, alusivos ora a autores dramáticos y farsantes del tiempo, or.a a las personas mismas ele la familia ele Lope. En ella se pre- senta Antonia Clara en figura ele un ... Sacristán de un retablo, Destos que encienden las velas; Salía como me veis, Llamando a Gil de las Heras, Con cuya mujer bailaba, Requebrándola en su ausencia. Esto acechaba el villano, Y al abrazarme con ella, Sobre el bonete me daba Seis palos en la cabeza. Crece con "los buenos años", y cuando no cabe ya por la puerta del retablo, sienta plaza ele ... autor de la legua Con pequeña compañía, (r) Manuel Machado: La Égloga Antonia. Una obra inédita de Lo pe de Vega. Artículo publi·caclo en la Revista de la Biblio- teca, Archivo y M use o del Ayuntamiento de Madrid, tomo I, pá- gina 458. Hízose tirada aparte (Madrid, 1924, 4. 0 , 37 páginas) . Citaré por ésta. UN ENIGMA DESCIFRADO 371 Híceme amigo de Lope, Porque somos de una tierra (1). Y con tan excelente apuntador, va sacando a la escena lo más notable de la carátula de entonces : los drama- turgos más aplaudidos del bando de su padre, natu- ralmente, Montalbán, Mira ele Mescua, Goclínez, Luis Vélez; tras ellos, los cómicos famosos de su tiempo, Prado, María de Córdoba, Avenclaño, Cintor, la Can- dada, Arias, con graciosos juegos de palabras y re- truécanos, que la niña subray.a entre las risas y los aplausos ele todos; para acabar con la burlesca relación de todas las comedias que la infantil compañía trae en su repertorio, cuyos títulos, disparatadamente gracio- sos, aumentarán el regocijo y las carcajadas del Duque y demás oyentes de la loa. La cual llega a su fin con la siguiente despedida o estrambote de Clarüis: •Con esto voy a vestirme, Que Feliciana me espera: Dios os dé mil alleluyas Después de santas cuaresmas ; Que el sacristán Cordobilla N o pide por la comedia Dineros : ya está pa:gado ; Dios guarde al Duque de Sessa. La égloga, que a continuación se representa, es una pieza de corte pastoril, inédita hasta hace pocos años, interesantísima y valiosa, además, para las biografías de Lope y de su Mecenas el Duque. Salen en ella cua- tro personajes: Antonia Clara y Feliciana, con sus mis- mos nombres ; Gregorillo, que hace la figura tradicio- nal del pastor Bato, y La Voz, una voz que no apare- ce en la escena: óyesela tan sólo, ya veremos con qué trágicos y misteriosos augurios. Lope, al componerla, ha pensado, ante todo, en hala·- (1) Ibídem: páJg. 16. 372 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA gar a su señor y amigo el Duque, a quien muy pocos- meses antes se le ha muerto la dama: aquella semi- desconocida "Doña J usepa", de la que hablaré también en su biografía; ¿y cómo hacerlo mejor que evocando, sus trágicos amores, la pasión tiernísima de ambos,. aquella dulce gloria) que turba la inesperada interven- ción de otro poderoso rival, acaso el mismo Conde Du- que, cortejando también a la clama, quien, celoso ele Ses- sa y para tener el campo libre, destiérrale de la Corte, hasta que la muerte repentina de "Doña Jusepa", tan súbita e imprevista que no faltó sospecha de veneno, desata la complicada trama y deja en libertad al atri- bulado amante para volver a Madrid? Todo ello lo cuen- ta la Égloga en pocas, pero muy expresivas estancias ( r). . para consuelo y complacencia del vanidoso magnate,. que, arrellanado en su s·illón, la escucharía ele los her- mosos labios ele Antoñica: en ellos pondrá también su padre, Lope, otra alusión fugaz, pero dulcísima a sus amores con Ama1rilis1 con aquellas octavas tan gallardas y sonoras que merecerán pasar nada menos que a la Silva X ele El Laurel de A polo (2 ). Cuando la Égloga) que recitan pausada y formalmente los tres comicuelos, muy poseídos ele sus papeles respectivos, entra de nue- vo en el campo pastoril, según pedía su filiación bucó- lica, Lope, en un momento de inquietud interior, como si de pronto una secreta angustia de su corazón anhelan- te por la suerte futura de aquella Clarilis) a quien tan profundamente quiere, l.e hiciera interrogar al Desti- no, haciendo uso, al igual de sus comedias formales, de- los agüeros y pronósticos, de aquel elemento maravi- lloso o sobrenatural que tan singular emoción comu- nica a ciertas situaciones ele sus dramas, introclúcele en ( r) Ibídem: págs. 25-28. (2) Folios 95 V. 0 a 96 de la edición ·príncipe. •Madrid, 1630. UN ENIGMA DESCIFRADO 373. esta Égloga} también valiéndose de La Voz de una nin-- fa, la Diosa C:ilantra: ¡;ilantra, bella Diosa De aquestas verdes selvas, Oráculo del Monte Sibila del Aldea. Y a las cándidas preguntas que la m::J.a le hace sobre su horóscopo, La Voz responde breve, seca, lacónica,. como un Eco lejano, como una prefiguración, que el poeta en su inmenso cariño hacia ella imagina que ha de ser felicísimo, dichoso : ANTONIA. LA voz. ANTONIA. LA voz. ANTONIA. LA voz. ~1\NTONIA. LA voz ANTONIA. LA voz. iANTONIA. LA voz. ANTONIA. LA voz. ANTONIA. Ninfa de este verde Prado, A quien Venus concedió Tener su oráculo aquí, ¿ Seré venturosa? Sí. ¿ Seré desdichada ? No. ¿Quién me ha de ayudar? F01·tuna. ¿Y quién más? Tu entendimiento. ¿Qué tendré siempre? Contento. ¿ N o tendré pena? Ninguna. Y dime, ¿quién ha de ser Quien me ha de dar su favor Andando el tiempo? Un Señor. ¡Ay, Dios me lo dexe ver! (r). ¡N o sabía ell~, ni Lope, ni el Duque, cuán acertado andaba el oráculo en su profecía 1 ¡En verdad y con ra- zón llamóse a los poetas en un principio vates ... , adi- vinos! La Égloga toca a su fin: filosotías, disquisiciones (I) Machado: La Égloga 'Antonia, págs. 30-32. 374 BOLETÍN DE LA ACADE~IIA ESPAÑOLA amatorias que no podían faltar nunca en la pluma de Lope: recuerdos pasajeros, como fugitivas apariciones también, de antiguas y olvidadas queridas del Duque, F enisa, Julia, Gerarda, para acabar y cerrarse la fiesta casera con el broche acostumbrado: el baile; el baile que Antonia Clara danza agilísimamente delante del compla- cido Duque, del familiar y amistoso concurso, ante los ojos de su padre, que la sigue, seguramente, con melan- cólica ternura, evocadora de mil y mil antiguos recuer- dos de su juventud que se fué, y que por su memoria corren presurosos, raudos, como vagarosas sombras, mientras la niña, capullo ya, esperanza casi cuajada en carne viva y palpitante, empuñando un par de casta- ñuelas de bien sonante boj y tañendo acaso un pande- ro con argentinos cascabeles, quiebra el talle, mueve cadenciosamente los brazos, gira y se revuelve en los pasos que, más que enseñados, sabe por intuición pere- grina, como una expresión rituaria y deliciosa de su cuerpo, ele aquel cuerpo lozano que ha de perderse ele allí a unos pocos años ... Todas estas fiestas, y la familiaridad cada vez ma- yor del encopetado magnate con su Secretario, afició- nanle más aún a la casa de éste, a la charla y trato con las niñas, quienes,por su parte, procuran entretenerle y agasajarle todo cuanto pueden. En el huerto de la ca- silla del insigne poeta tiene y cuida Clarilis) como su- yas propias, unas gallinas ponedoras: es tiempo de pri- mavera, de aquel mismo año de r629, cuando las noches son ya más cortas, y en las huertas' próximas a la villa se cosechan los deliciosos espárragos castellanos. El Du- que, perseguidor incansable de los autógrafos de su Se- cretario y coleccionista rabioso ele sus comedias, re- cibe un billete de Lope c-on un doble cebo: por un lado, éste ha podido reconquistar el. manuscrito original de 'llna .antigua comedia suya, El hermoso peligro ( r ), que ( r) "N o hemos podido atinar cuál será esta comedia", dice UN ENIGMA DESCIFRADO 375 andaba descarriada en manos de los faranduleros, como le ocurría entonces con muchas otras, y comunícaselo al Duque para que al anochecer vaya a oírla a su casa ... , y, probablemente, a quedarse con ella; la segunda par- te de la misiva es aún más sabrosa y lisonjera para el prócer, aficionadísimo a todo lo que sean faldas: "Dice Antoñica que cenará V. E. con ellas guevos frescos de sus gallinas y unos espárragos. Hanme reñido -agre- ga Lope- porque dexé yr anoche a V. E., que ya no s·e hallan sin él, y digo yo que tienen razón .. . " ( r ). Y a medida que la niña crece en años y gracias -como dice Lope-, mayor aún es el embeleso y pa- sión que siente su padre. Fáltanos casi toda la corres- pondencia posterior a 1629, cruzada con el Duque, y por ello ignoramos otras curiosas y tiernas partícula- ridades, que no dejaría de comunicar a su Mecenas en las epístolas extraviadas, sobre la linda muchachita, alegría y ventura de su hogar, tantas veces y tan impía- roen devastado por la muerte: por eso, entre las esca- sas que nos restan, en una sola encontramos citada a Antoñica, siquiera el motivo sea buenísimo por demás para ella y su hermana Feliciana: las dos chiquillas participan golosamente del tradicional mazapán con que la esposa del cómico Prado, recién parida, obsequia a Lope, en pago de haber oficiado de ministro del bau- tismo en el bateo de su hija ( 2 ). En cambio, en sus obras líricas, aunque destinadas a la imprenta, introdúcese ambiciosamente su cariño, y alardeará con orgullo ele la belleza cada vez mayor de su hija. El soneto que es- cribe A Doiiq, Antonia Clara de Nevares saliendo una maiiana al descuido, incluíclo en las Rimas h1Jtmanas y divinas de Tomé de Burguillos, su alter ego, es un pri- Menéndez Pelayo en sus Adiciones a La· Barrera: Nueva biogra- fía.-Madrid, I8go, pág. 648). (r) Epistolario de Lope.-Códice IV.-Carta I39· {2) Barrera: Nueva Biografía ... , pág. 653. 376 BOLETÍ~ DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA moroso boceto de la juventud, de la frescura, ele la grá- cil belleza ele Clarilis) a quien todavía Lope llama niña, pero seguramente mujercita núbil ya. Una mañana de sol Antonia Clara ha salido de su cuarto al descuido> esto es, suelto y sin peinar el rubio cabello, acaso en chi- nelas y faldellín, descubriendo desnudos hombros, bra- zos y g.arganta blanquísimos, con arrebolado semblante, y su padre, que la sorprende así, admira embelesado aquella tierna criatura que tanto promete ... y ofrece ya: y pensando en verso, como siempre, para que la dulce impresión no se le borre nunca, .escribe aquel hermosí- simo soneto que, por muy conocido que sea y reimpreso que esté en las biografías del F éni.x) merece estamparse una v·ez más aquí como retrato suyo, para que, confor- me a la clásica teoría ele Lope, podamos comprobar que pintura y poesía son una misma cosa: Quien amanece al sol, quien al sol dora Dejando libre discurrir el pelo Por el blanco mar.fil, y debe al cielo :Las rosas que la noche le colora, Parece, con las gracias que atesora, Que a la Naturaleza dió desvelo, Y que en las luces del celeste velo Buscó ella misma su primera Aurora. S i sois amor para buscar despojos fEn hábito ele niño, hoy cesa, hoy pára Cuanto de su rigor causaba enojos. Que si fuérades vos, Antonia Oara, La niña de las niñas de sus ojos, Rompiera el arco Amor, mirar bastara (r). Y niña continúa siendo cuando pasa un año más, y en r 2 ele agosto de r 63 r llega otra vez el aniversario de su nacimiento, y su padre lo celebra poéticamente de nuevo, ¿cómo no?, con una glosa. donde el inmenso ca- riño y la ilusión vivísima que siente por ella palpitan {r) Colección de obras sueltas: tomo XIX, pág. rso. UN ENIGMA DESCIFRADO 377 en las lindas quintillas que llevan por título este ma- licioso epígrafe : AL DÍA QUE UNA NIÑA CUMPLIÓ TRECE AÑOS1 AUNQUE YA NO SE USAN NIÑAS Hoy cumple trece, y merece Antonia dos mil cumplir; Ni hubiera más que pedir Si se quedara en sus trece. Todo lo reúne, en sentir ele su padre: hermosa cara, cuer- po lindo y gentil, virtudes en el alma. Por entonces la terrible enfermedad de la vista ele su madre Amarilis se ha resuelto en trágica e incurable ceguera; i con cuán- ta ternura y dolor juntamente lo dice Lope en una de sus glosas ! : Ella y su madre en despojos, Venus y Cupido bellos, Truecan efectos y enojos, Pues Venus quedó sin ellos Después que le dió sus ojos. Mas si con ellos herir Venus pudiera, y mirar Como sus gracias oír, Ni hubiera que desear Ni hubiera más que pedir. Mas como si un secreto presentimiento le murmurase nuevamente al oído toda la inquietante y temerosa os- curidad de los años venideros, las últimas quintillas ele la glosa parece como si aspirasen a detener la marcha cl.el tiempo, a cerrar el paso a los años implacables, a continuar gozando de aquella juventud cándida, incon- taminada aún, fresca y atractiva más que n:unca con el hechizo ele su virginal inocencia : Su hermosura celestial A vivir un siglo venga, Mas es cosa desigual El desearle que tenga 378 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA · Lo que le ha de estar tan mal. Estarse en sus trece ofrece Bendición más generosa, Aunque porfía parece, Porque siempre fuera hermosa Si se quedara en sus trece (1). ¡Verdaderamente, más le hubiera valido quedarse en -ellos! III EL RAPTO Al igual de las novelas imaginadas, en la historia novelesca, pero real, de Antonia Clara transcurrieron cerca de cuatro años más. Estamos en el de r 634 ( 2 ). La infanta menuda y avispada que diez y siete años antes había tenido en sus brazos, junto a la pila de la igle- sia de San Sebastián, el Conde de Cabra, se ha troca- do en una muchacha, garrida, hermosa, alegre, deci- ·dora ... y enamorada de su padre: pasa .en su hogar y ante los ojos de los timoratos por sobrina suya, y tío, en efecto, debe de llamar a Lope (3); mas sus acciones, sus regalos y mimos, su solicitud constante para con él son los de una verdadera y cariñosa hija. En las ma- ñanas, a prima hora, entra en su cuarto, si no a des- (1) lbide111, : tomo XIX, págs. 271-272. (2) Que el rapto ocurrió en el año de 1634 dícelo implícita- mente Lope en su égloga Filis: El mes que con espigas se corona Había visto decisiete veces Filis .. . ..... . Nacida en agosto de 1617, como vimos, este cómputo nos lleva a 1634. Además los testimonios de Montalbán, Quintana y Peña, más adelante alegados, confírmanlo también. (3) Véase el encabezamiento del soneto de Faría y Sousa, que más adelante transcribo, que lo demuestra. UN ENIGMA DESCIFRADO 379 pertarle - que Lope fué siempre madrugador-, a traer- le con la luz naciente nuevos contentos, cuyos recuer- dos tanta amargur.a pondrán en la pluma del poeta al añorarlos en su dolorida Égloga: •No pienses que la Aurora amanecía Hasta que me decía Filis bella: "Escribe, Eliso, que ya traigo el día " (r). Y bajo la amorosa mirada ele Clarilis, emprende Lope- su usual jornada literaria, porque, como él decía, pa- rece que tomaba de sus ojos la luz de sus conceptos, be- biendo en ellos la poesía que su pluma trasladaba a los pliegos, que, poco a poco, en el curso ele las horas mati- n.ales, irán llenándose ele la escritura ágil y nerviosa.del dramaturgo. Otras, abandonando él su inveterada. costumbre ele pergeñado todo por sí mismo, sin auxilio de amanuense o secretario alguno, Ella escribía lo que yo dictaba; Que hasta el alma quería hablar por ella (2): momentos, sin eluda, ele inefable goce para él, porque en ellos juntábanse los dos grandes amores ele su vida: be- lleza femenina y poesía castellana; sangre ele su san- gre y creación ele su espíritu; reliquias ele prodigiosa ju· ventucl y conciencia ele fecunda vejez, como si la For- tuna, tantas veces mucho más cruel en mostrarnos las cosas que en quitárnoslas, se las pusiera delante para. hacer más duro aún su próximo departimiento. Pocos meses, en efecto, le quedaban a Lope ele poseerlas. Por grancl.e que fuese entonces el recogimiento de la mujer, habíanse mud.ado grandemente las costum- bres en relación a los tiempos de Felipe II y del Empe- rador. Ya no rezaba con ella aquel tétrico refrán que,. como sev.ero fr·eno a todo asomo ele libertad y feminis - {r) Filis, Égloga, fol. ro v.0 (2) I bídem; folio ro v. 0 380 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA mo, privaba .a mediados del siglo anterior: "En la vida la mujer tres salidas ha de hacer : cuando se casa, a misa, y a la sepultura" (r). La clama del tiempo ele Fe- lipe III participa con bastante holgura de la vida so- cial exterior: comedias, procesiones, fiestas populares y señoriles, y en especi.allas caseras de puertas adentro recíbenlas a menudo, ora como simples espectadoras, ora tornando parte activa en .ellas, para lucir, a más de su belleza y su donaire, otras habilidades suyas. Antonia Clara cantaba muy bien, cosa nada extraña si se ad- vierte que en su familia habíase cultivado singularmen- te la música: su tía Leonor, muerta ya hacía once años, poseía muy buena voz y solazando no pocas hor.as del F éni:c) bien en la casa de éste, bien en la ele la calle del Infante, donde por entonces moraba la madre de Ama- 1'ilis ). ·el marido ele aquélla, Estrada, tañía diestramen- te el laúd como músico ele profesión; y en cuanto a doñ.a Marta, no en una, sino en varias composiciones se ha- bía hecho lenguas el F éni:c ele la dulzura y encanto ele aquella voz ( 2 ). Este fué el origen y causa ele su des- gracia. En e1 verano ele r634, pasado .el mes ele agosto en que Antoñica cumplía sus diez y siete años, hubo de concertarse, no sabemos por quién ni en dónde, pero sin duda en Madrid, una fiesta casera. A ella concurrió Antonia Clara, y ora .estuviese previamente conveni- do, ora a instancias ele alguien, cantó la muchacha, a buen seguro, extremadamente. Para desdicha ele Lope y perdición ele su hija, en la fiesta había un hombre, un seFíor) a quien hubo ele hacer impresión singular la voz de la doncella, el arte y dulzura con que cantaba, el alma que ponía en ella, porque, como decía un profesio- nal del tiempo, e1 maestro Enrique, "la ciencia ele la (r) Pedro Vallés: Libro de refranes, compilado por el orden del A B C, Zaragoza, 1549 (Letra E, signatura D). (2) De todas estas particula1:idades hablo más extensa y do- 'cumentalmente en mi Introducción al Epistolario de Lope. UN ENIGMA DESCIFRADO música no está en la facilidad de los dedos, ni en la voz entonada, sino en el alma, que es lo que llaman teó- rica" ( r ). Con razón escribía Lo pe. de la música que era "alma del mundo, gobierno y armonía de los cie- los" ( 2 ). Bien pudo añadir que ele los corazones también , y aun antes que ele ellos, de los mismos sentidos. ¿N o había sido el mismo Lope quien en su comedia El 111 aes- tro de danzar los había comparado a las cinco cuerdas de la guitarra, como si ele cada una ele ellas se des- 1)rendieran sus mismos efectos y consonancias? Son las cuerdas los sentidos, Que cinco sin orden son, Y es el lazo el corazón, Que los prende y trae perdidos (3) . Como prendió y perdió también al incógnito oyente de Antonia Clara .en la citada fiesta: oírla y enamorarse de ella debió de ser todo a un tiempo, ya que Lope, si no testigo (aunque probablemente lo pudo ser), cuan- do menos puntual historiador ele su propia desventura, lo cuenta cakgóricamente en su tantas veces citacLa. Égloga Filis: El mes que con espigas se corona, Cuya imagen exemplo a los jüeces Igualmente castiga y galardona, Había visto diecisiete veces Filis, y el sol por su inmortal camino La distancia del Aries a los Peces, Cuando, por mi desdicha y su destino, Tirsi la oyó cantar en una fiesta, Tirsi, zagal del mayoral Felino {4). Ya volveremos muchas veces sobre el último y fa- (I) La Dorotea. Acto V.-Escena IX. (2) Pastores de Belén ... (Obras sueltas, XVI, pág. 8o). (3) Lope: Comedias. !Edic. Academia; tomo XII, pági- nas 490-49I. (4) Filis, Égloga, fol. 6. 382, BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA moso verso, clave y eje capital de la anagnórisis en este verídico relato: mas, entretanto, sigamos a Lope, que, entre evocaciones .mitológicas y metáforas transparen- tes, nos irá dando los restantes pormenor.es ele su tra- gedia. Tirsi) llamémosle por ahora así, personaje ele valía y ele riqueza, zagal o servidor del Rey, el mayoral Fe- lino ( I ), solicita desde el primer instante la voluntad ele Antonia Clara; pero, como experto cortesano y ducho (r) Barbieri: Ultiwtos am,ores de Lope de Vega Carpio. Ma- drid, r876 {pág. rr3). Infiere de los conocidos versos de la Égloga Elegíaca del doctor Juan Antonio ele la Peña, que más adelante describo, tAsaltóle la muerte en una fiesta Que hizo a Galeno el mayoral Felino, que este m,ayoral Fe lino era pseuclónimo ele Felipe IV, y que Tir- si, en consecuencia, "debía ser le persona allegada y poderosa". Otros ejemplos, esta vez del mismo Lope, pueden aclucirse sacados ele sus obras en confirmación ele que F elino es nombre poético ele monarca, sea Felipe III o Felipe IV. Así, en la II parte ele sus Rimas (Madrid, r6o9), Obras sueltas, IV-327): -Cuando entre el bosque y la famosa casa De Felino, monarca ele dos mundos. En La Filomena (Madrid, r62r, fol. 129 m.), refiriéndose al bosque ele Manzanares : Que desde allí se ve del gran F e lino, Que guarde Dios, el sumptuoso templo, Mayor que el de Semíramis y Nino. Y, finalmente, en la Égloga Am,arylida, incluícla en la Coro- na trágica (Madrid, r627, Obras sueltas, IV~496), donde Felino se trueca en Fileno, Felipe IV, esposo ele Belisa, doña Isabel de Borbón : Belisa celestial, Belisa esposa Del mayoral Fileno. N o cabe, pues, la menor duda de que al escribir Lope en r635 en su Égloga Filis el "mayoral Felino" se ref irió expresamente al rey don Felipe IV, ele quien era zagal o criado Ti?,si, el seductor de Clarilis. UN ENIGMA DESCIFRADO <en las lides del amor, sabe que, así como en la antigüe- dad clásica ponían a los pies ele la diosa Palas, símbo- lo ele la virginidad, un dragón espantable para que mi- rase por ella y la defendiese ele todo asalto e inconti- nencia, y que para llegar a la Diosa había primeramen- te que vencer al monstruo vigilant.e, así aquella linda muchacha, ya codiciada por él, tenía también su dra- gón: la muJer a cuyo cuidado y guarda había puesto Lope a su hija y vivía en su casa con los dos. ¡Guardar '.a una mujer! ¿Cabe soñar igual dificultad? Todos, todos · los mayores empeños, las empresas más .arduas, los con- .trasentidos más absurdos logra, según él mismo dirá .en una de sus comedias, Quien piensa con ser Argos de su casa, De9pués que ya cumplió veinte y dos años, Guardar una mujer, si no la casa (I). ¿Quién era la guardiana ele Clarüis? Lo pe, figurada- mente, como siempre, la llama Lydia; los historiadores y comentaristas que hasta ahora ha tenido este suce- so creen ver en ella a una criada de Lope, Lorenza Sán- 'chez, muy antigua en su casa y que debió ele suceder a aquella otra criada ele Lope, Catalina, que, en los tiem- ·pos de la segunda muj.er de Lope, doña Juana, sirvió a los dos como de ama de gobierno, hembra esta últi- ·ma, de edad, fea, gruñona, y con fáciles despachade- ras para las visitasinoportunas, que no le faltaban con frecuencia a Lo pe ( 2 ). A la verdad, fuera de la ·semejanza eufónica, muy remota, de Lydia y Lorenza '(Lope era muy caprichoso en las asignaciones de sus (I) La sortija del olvido: Acto I 0Comedias: Nueva ed. de 'la Academia, IX-595). (2) De ambas .criadas hablan las Cartas de Lope a Sessa, con •curiosos detalles. Lorenza servía en casa de aquél como cocinera: al menos, sazonaba la cena los días que el Duque comía en casa ·de su secretario, y oficiaba además de copera, como éste chance- -ramente escribe. 25 384 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA sobrenombres poéticos), no existe ninguna otra pru.eb.a que nos permita arrojar .esta mancha sobre quien, como· Lorenza Sánchez, tan buenos y fieles oficios había he-· cho durante muchos años en la casa del poeta, mere~ ciendo que en su testamento de poco antes, en 1627, la dejara una manda con estos expresivos términos: "A Lorenza Sánchez, por lo bien que me ha servido, dejo' doscientos reales." ( I) Pero fuese ella o no la L¿,dia del poema, es lo indudable que, para ven(:er la resistencia del mitológico dragón que guardaba la honestidad de su hija, trocado en la realidad en una dueña quinta- ñona de basto monjil y tocas reverendas, el galán que- la perseguía acudió al expediente tradicional y socorrí-· dísimo con todas ellas : Hizo una masa de metal sonoro, A exemplo del suceso de Atalanta, Que se rindió por las manzanas de oro (2). Pero en el bellísimo mito de Hypómenes y Atalanta hay una luminosidad, un optimismo, un encanto peregrinos . que brotan de los amores libres, espontáneos y ardoro- sísimos de la gallarda pareja, de cuyo castigo por la. diosa Venus, al convertirlos en el león y la leona que arrastrarán para siempre el carro de la diosa Cibeles, nos condolemos cuando nos refiere su desgracia Ovi- dio: mientras que aquí las simbólicas manzanas de oro. tienen un vil destino, van a parar a otras manos, sirven para corromper la fidelidad de la mujer que puso Lope para guarda de su honor y defensa de la doncellez de Clarilis: (r) La Barrera: Nueva Biografía .. . , pág. 670. (2) Filis, Égloga, fol. 7. Es singular la atracción que sintió Lope siempre por este poético mito. Desde El verdadero amante, primera comedia suya, escrita, si hemos ele creerlo, a los catorce años, en que ya se sirve de esta fábula {Comedias Acad. , V-590) hasta otras más, en que incidentalmente alude a ella, son numero- sos los pasaj es en c~ue Lope demuestra su predilección por los= fatales amores ele H ypómenes y Atalanta . UN ENIGMA DESCIFRADO N o fue de Filis, no, la culpa tanta: Toda ele Lydia fué, que una tercera iEl áspid más honesto y sordo encanta : Ésta vendió su honor. . . ( I) Todas las artes captadoras, todos los engaños·, recuestos,. astucias y trapacerías de la tradicional Celestina se pondrán una vez más en obra para vencer el recato ele Antonia Clara ; ¿para qué enumerarlas aquí, si al alcance de todos está el inmortal modelo labrado por la pluma ele Fernando ele Rojas, y su libro es popularísimo en- tonces, pese a todas las condenaciones y expurgas in- quisitoriales? Lope, pues, los callará por innecesarios,. ele sobra sabidos, y va derechamente al fin, a pintarnos a su hija, merced a las artes ele L)Jdia, en franco marte- lo primero con su porfiado galán, enamorada luego en secreto ele él, y, por último, rápidamente, sin más resis- tencia, cayendo en los brazos ele Tirsi, adonde la em- pujan los ele la taimada y codiciosa vieja. La descripción de la vida ele Antonia Oara clespu'és ele su caída, que sigue en el poema es maravillosa, y en ella se aúnan la maestría en lo femenino del gran amador que fué Lope, con sus propios recelos y siniestros pre- sentimientos como p.aclr.e. Y a no es la misma: Lope ad- vierte en su hija extrañas e inconfundibles mudanzas. De una parte, muestra más atención que nunca en ade- rezarse y componerse, cuidadosa ele su tocado, de sus galas, de sus vestidos, sin fiesta ni ocasión alguna que lo justifique; ele otra, su carácter altérase también: hay una inquietud, una nerviosidad, un ceño, tránsitos rá- pidos ele humor, ya fácil, ya importuno, tan contrarios a la templanza alegre que hasta entonces había disfru- tado. Su padre achaca en un comienzo tales muelan- zas y alternativas a razones fisiológicas y ele tempera- mento, y, en su prudencia y para remedio ele ellas, acuer- (I ) Ibídem . 386 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA da casarla: mas ninguno de los novios que la propone .agradan a la muchacha, ni hacen mella en su alma: Porque ocupado el corazón tenía ... El ele Lope comienza a sentir también tristes desvelos e inexplicables sobresaltos; sospecha, atisba, vislum- bra, adivina y palpa, al fin, algo que no puede asir del todo, algo que se ha introducido arteramente en su pro- pio hogar, y cuyo invisible contacto le angustia y estre- mece. Instintivamente se apercibe a la defensa, y tór- nase áspero, triste, ensimismado y receloso, pasando del temor al desengaño, de la eluda a una verdad no descu- bierta del todo. Ellos, los amantes, Tirsi y Clarilis y h fementida vieja, notan también el cambio que se ha producido en Lope, y temerosos, a la cuenta, ele alguna imprevista resolución suya, determínanse a defender su amor. Primeramente, con la astucia, ocultando con más cautela aún su deshonesto trato, tanto que por un momento Lope siéntese tranquilo y más confiado que nunca en la lealtad de la mujer a quien tenía fiada la guarda ele su hija. De ella se aprovecharán los tres para perpetrar mejor el meditado golpe. Pero dejemos al desdichado padre, al inconsolable poeta, que nos pinte la escena trágica ele la huída: 'Mis penas eran ya menos profundas Cuando una noche, al desuncir los bueyes Que desataba ya de las coyundas, Pregunto por mi Filis, ¡ cosa extraña, Que el eco me responde solo y triste, Y con mi propia voz me desengaña ! Pálido el rostro la color se viste De la turbada sangre ... Cubrióse entonces de un humor sangriento El corazón ; las lágrimas heladas N o me dejaban ver el aposento. Las luces de los ojos eclipsadas, Pedí favor al llanto, porque hay penas UN ENIGMA DESCIFRADO 387 Que matan vidas de no ser lloradas. Tan frío yelo me ocupó las venas, Que, como la llamaba y respondía El aire en un jardín, entre azucenas, Fingiendo mi dolor falsa alegría, Dije ... : "¿Eres· tú quien responde, Filis mía?" ( r) Corre a su cuarto, y un mísero y delatador espectácu- lo se presenta a sus ojos. Todo en él revela la confu- sión y prisas de la fuga: revueltos, rotos, tirados por los suelos aparecen los aljófares, adorno de la gargan- ta de la niña; hebras de sus cabellos que dió el peine al suelo; la negra sandalia que cubría el lindo pie al levantarse por las mañanas ; ya la roseta que los lazos ata (2) cintas plateadas con que tocaba su cabeza; hasta las aro- máticas mixturas, aguas de olor y sebillos para com- poner el rostro, que ocultan las mujeres con cuidé\Jdo, i(I) lbidem: fol. 8 y 8 v. 0 (2) No he podido concretar a qué prenda o tocado femenino se refirió Lope con la voz roseta. Pudo ser, muy probablemente, al adorno que se ponía en los lazos del cenogil, atapierna o liga de las medias, tanto de los hombres como de las mujeres, según se ve en muchos retratos de la época; o acaso a aquellas rosas de las orejas y orejas que los romanos llamaban helécteres y her- mata o Cardinas, y de que todavía hacían uso nuestras españolas ele aquellos tiempos, según eruditamente cuenta, con otras parti- cularidades muy curiosas tocantes a trajes y arreos femeniles el licenciado Arias Gonzalo en el rarísimo y notable tratado que escribió impugnando el más conocido de 1\lonso Carranza, bajo el título de Jl!I emorial 1 en defensa de / las mvgeres de 1 'EspaFía, 1 )' de los vestidos, y 1 adornos de que vsan. / Al 1 Rey N. S. 0 " 1 D. 1 Licenciado Arias Gonralo J. C. 1 En Lisboa por A·n.tonio Alvarez /. Año de 1636. 1 (r vol. 4.0 de r + 54páginas dobles; vid. fol. 37) . . 388 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA reliquias, y no santas, abandonadas por las dos, Lydia Y Filis, en la precipitación de su fuga, para llevarse, en cambio, otras cosas de más, precio y estimación, todas cuantas no pueden embarazadas en aquélla, añadien- do el saqueo al escarnio, el hurto a la deslealtad, la sus- tracción premeditada .al deshonor y a la vergüenza, a instancias y por consejo, seguramente, de la infame y embaidora tercera: Sólo decirte de la Circe puedo Que el aposento mismo se llevara, Si para conducirle hubiera enredo (r) . Y ¡circunstancia patética y conmovedora, que aña- de toda vía un más sombrío matiz a este negro cuadro! Lope tiene en su casa dos perros: conocemos por sus car- tas a Sess.a sus nombres, nombres lindos', castellanos, Lobillo y Clavellina; ellos también, faltando por vez primera a la fidelidad ele los ele su raza, le abandona- rán en su infortunio, yéndose, desleales, con los dos amantes! Hasta El mastín del ganado vigilante Se fué con ella ... (2) Con todo eso, el desgarrado corazón ele Lope lo olvidaría todo: la liviandad ele su hija, la perfidia ele su guarda- dora y sirvienta, el robo doméstico, el escándalo, pues- tos los ojos en aquel pedazo de su ser que se le escapa: todo lo perdonaría, si al menos ella, su Antonia Clara, no le hubiera abandonado, sumiétiélole en espantosa soledad; y así, en medio ele la ruina de su hogar, vacío, deshonrado, todavía hallará alientos para proferir este grito, en que exhala las ilusiones y ansias de su alma: ¡Ay, Dios, si a Filis sola me dejaras! (r) Filis, Égloga: fol. 9· {2) Ibide111. : fol. 9· UN ENIGMA DESCIFRADO Eran en aquel tiempo severísimas las leyes que cas- tigaban el delito de rapto, y desde el Fuero Juzgo hasta Ja Nueva Recopilación, pasando por las Partidas y el Fuero Real, imponían la pena ele muerte "a quien ro- bare o sacare alguna mujer viuda ele buena fama, o vir- gen, o casada, o religiosa", debiendo pasar todos los bie- ·nes del raptor a poder ele la mujer que hubuiese sufri- do la fuerza o robo ( r ). Y para facilitar el castigo ele .delito tan grave, autorizaban el procedimiento que hoy llamamos ele acusación popular) pues no solamente te- nían derecho a formularla los parientes de la doncella, viuda o religiosa, sino que "si ellos non la quisieren fa- zer, puéclela f.azer cada uno del pueblo ante el Juclga- dor del lugar do fue fecha la fuer¡;a", según dice la misma Particl.a. Con ser como eran tan rigurosas las leyes penales en este delito, aplicábanse ele ordinario sin compasión ni atenuación alguna, y así, abundan los casos de aquella época en que perpetrado un rapto y ·aprehendido su autor, a los pocos días le ahorcaban o ·degollaban, según su linaje (2). Ni siquiera este triste {r) Ley III, tít. XX, Partida 7."; Leyes r, 2, 3, título III, libro IV del Fuero Juzgo; Leyes r.a y 6." del título ro, libro IV del Fuero Real, y ley 2.", título XXXV, libro XII ele la Nueva Recopilación. (2) En el Dietario Valenciano (r6I9-IÓJ2), por don Al- varo y don Diego de Vich, sacado a luz por la Acción bibliográ- fica valenciana (Valencia, MCMXXI), relátanse varios casos de -rapto, ocurridos en aquellos años en el reino de Valencia, se- guidos de sentencia ele muerte. Así, en septiembre de r6r9 ·dice: "En estos días N. Daza robó una mujer ... " En 4 del mis- mo mes: "Este día dieron sentencia ele confiscación de bienes a N. Daza, que robó a una mujer". Viernes IJ. "Dan senten- cia de muerte y confiscación de bienes a N. Daza." (O p. cit .. pág. 24). "En 2 de junio de 1629 ahorcaron a Jacinto Sans por haber robado una doncella." (Pág. r 57). Otro caso refiere Pe- llicer en sus A visos que tuvo mucha resonancia en la Corte, y que acabó también con la ejecución del delincuente, el robo ·de la hija ele un tratante en lienzos, muy rica y con treinta 390 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA consuelo le quedó al desdichado Lope. Sus demandas y esfuerzos para que se le hiciese justicia y se persiguie- ra al atropellador ele su hogar fueron baldíos. N aclie los escuchó, a pesar ele su gran nombradía y populari- dad. La influencia del incógnito robador, personaje, a la cuenta, poderoso, paralizó la mano ele la justicia y ésta prevaricó. Lope tuvo que resignarse al fin, por- que, como él mismo elijo a la conclusión ele la historia poética ele este fatal suceso ele su vida, la Égloga Filis,. Cuando enmudece la justicia, es necio E l que la pide ... (r) ¡ Cuán vivísimo sería su dolor ante aquel espectáculo,. impotente para evitarlo, que tanta resonancia causaría en la corte, de una doncella sacada ele su casa y vivien- do sin recato alguno en la del seductor! mil ducados de elote. :Arrebatóla el raptor en un coche, dispa- rando pistolas para atemorizar a la gente y que no los siguiesen: "•Corrió el coche muchas calles ele Madrid, dando por todas muchos gritos la raptada, ele suerte - añade Pellicer- que to- dos creyeron, según el aparato y estruendo, que sólo algún gran señor podía atreverse a caso semejante y tan violento." Re- flexión que hace recordar parejamente el poderío e impunidad del seductor ele la hija ele Lope. (Pellicer. Avisos . .. Semanario Erudito. XXXIII-43-44.) .Explícase todavía más esta desespera- ción ele Lope ante la impunidad lograda por el seductor ele su hija, conociendo, como conocemos, claramente por su obra dra- mática su personal criterio y opinión en materia de raptos y su castigo. En efecto, en cuantas comedias saca Lope robos ele don- cellas, la pena que les aplica es siempre la misma, cárcel primero· y horca subsiguiente, conmutada tan sólo por el obligado casa- miento, fuese noble o no la muj er agraviada. 'Este era también el sentir unánime ele su tiempo, ele acuerdo con la legislación cri- minal común. {Vid. las comedias ele Lope: El saber por no saber y La buena guarda.) Academia V-205 y 344; La C om,edia de W amba: Academia VII -63, y La quinta de Florencia: Acade- mia XV-394-395.) (r) Filis, Égloga .. . , foí. r2 v. 0 UN ENIGC,IA DESCIFRADO 391 ¡ Üh vitoria del oro poderoso! Que, en fin, de Lidia Filis conducida, La goza en paz sin la pensión ele esposo . .. Porque, a lo que se desprende de la relación de Lope,. Tirsi no ha disfrazado su vilísima acción siquiera con la promesa de matrimonio, con una de aquellas cédu- las de casamiento que los galanes daban a las donce- llas, a trueque ele su honor, para vencer sus escrúpulos: es una vulgar aventura libertina, cínica satisfacción ele su apetito y nada más, tanto, que Lope pierde la esperan- za ele que la deshonra familiar pueda r.epararse con la boda ele los dos; más aún: presiente que el raptor ele Antonia Oara, cansado de ella, busca ya algún pretex- to para abandonarla, singularmente después que el rá- pido encumbra.miento de su fortuna le aconseja que no se comprometa más, prolongando el escándalo: Ya me parece que las quejas siento, Que ser su esposa es pensamiento vano Porque ha mucho que dura el pensamiento (r). Encerróse Lope, pues, a falta ele otra defensa, en su hondísima pena, y buscando una salida a las infinitas amarguras que rebosaban de su alma, hallóla de mo- mento donde únicamente podía haber alivio para él: en su pluma, en su arte, que una vez más cumplió enton- ces con aquella su divina misión en el mundo: olvido pasajero, piadoso engaño, ilusión adormecedora hecha de colores, voces y sonidos que nos sostienen y confor- tan en nuestras graneles tribulaciones y pesares. Es su amor apasionado por la poesía, solo lenguaje que cono- ce su alma, que le dicta en sus horas de desolación y acabamiento aquel Huerta deshecho, metro lírico, bre- ve poema dedicado a un poderoso personaje, don Luis Méndez de Haro, sobrino de Olivares, como si impe- trara la sombra y protección que le había negado és- (r) Ibidem: fols. 9 v. 0 y IO. .392 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA te ( r ). ¡ Cuántas y cuántas veces había recordado Lope ·en sus epístolas poéticas, con mansa delectación,aquel huertecillo familiar ele su casa ele la calle de Francos, humilde, pobre, pero amorosa y diariamente cuidado por él: Que mi jardín, más breve que cometa, Tiene solos dos árboles, diez flores, Dos parras, un naranjo, una mosqueta (2) . . j Diez flores! ¡Hay otra más entre las rosas, jazmines, clavellinas y minutis.as que decoran el huerto de la ca- lle de Francos, una que luce y brilla por todas juntas, con el encanto y lozanía 1e la fresca juventud : su hija, su hija Antonia Clara, prez y orgullo de aquél, recreo de sus ojos, alegría ele su senectud : Alivio de mis males, Mísero huertecillo, que dormía Libre de penas tales, S us flores acechando el alba al día Para abrir de pimpollos tanta suma, Y yo su luz para tomar la pluma (3). (r) Huerto deshecho. M etro lírico. Al Illustrísúno Seño1• Don Luis M éndez de H aro, publicado primeramente en La Vega del Parnaso. Madrid, 1637, y luego en Obras sueltas, tomo IX, págs. 373-381. N o se conoce, al menos que yo sepa, ninguna edición suelta ele este opúsculo ; pero creo que debió ele haberla, por dos razones: a primera, porque ele otras obras menores ele Lope, incluidas también en La Vega del Parnaso, como la Epístola de Claudia Conde, el Elogio en la mue;-te de Juan Blas de CasfTo, las Eglogas Anwrilis y Filis, etc., hizo en vida aquél ediciones separarlas, y, además, l)orque sólo así se explica que en contestación al HueTto deshecho compusiera e im- primiese don Antonio de Herrera Manrique su Huerto .florido. Por su poco volumen y difícil conservación debieron ele des- truírse todos los ejemplares, sin que haya llegado ninguno a nos- otros. (2) El Jardín de Lope, en La Filomena. Madrid, r62r fo- lio r6o v.0 ' (3) Huerto deshecho ... E n Obras sueltas, IX-375. UN ENIGMA DESCIFRADO 393 Mas una noche, cuando menos lo teme, desencadénase horrísona tempestad: truenos, rayos, granizo, agua fie- ra a torrentes se desatan sobre el pobre huertecillo, y cuando en la mañana sale Lope ... por ver qué fruto alcanza La fe con que sembré tanta esperanza, un espectáculo desolador se ofrece a sus ojos: Que yo mi inútil huerto, Robado como Hespérides de Alcides, Y en el campo desierto Otro Numancia de árboles y vides, Un Sagunto de flores y retamas, Las pi·edras hojas y los muros ramas . .. Y para acentuar más la alegría, demostrando que este breve poema "no es una simple queja por falta de pre- mio -como quieren los críticos modernos.--, sino un la- mento de lo profundo del alma, causado por una desgra- cia de familia" ( r ), prosigue en aquellas otras metafó- ricas estancias: Así mi huerto en el lluvioso abismo Amaneció mentira de sí mismo. Un árbol, cuyo fruto Desatados colores imitaba, ,Volvió la pompa en luto, V engánclose un jazmín que le envidiaba. Aspero torbellino, Armado de rigores y venganzas, Súbitamente vino A deshojar mis ver-eles esperanzas , Haciendo el suelo alfombra ele colores . Tantas hojas escritas, como flores (2). Y ¡caso curioso, no notado hasta ahora por los historia- dores de este episodio! Aquellos tristes lamentos del alma (I) Barbieri: Ultimas amores ... , págs. III-II2. (2) Huerto deshecho ... , op. cit., IX-3-78. 394 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA ele Lope tuvieron un eco, un eco poético también en uno ele sus discípulos y admiradores: en don Antonio de He- rrera Manriqtie, vate contemporáneo suyo, casi desco- nocido, y ele quien no he hallado ninguna otra obra ( I); el cual, al Huerto deshecho de Lope opone y escribe su Huerto florido) inútil, pero simpática consolación a las hondas amarguras del Maestro : 'El roto huertecillo, Que vive en el sepulcro de quien muere, Breve del Mayo anillo, Donde el rubí clavel engaste adquiere, !Si clerribaélo ele su pompa yace, Quiere deberle lo que agora nace (2). (r) A él creo que debió aludir Lope en la Silva VII ele su Laurel de A polo cuando, hablando ele dos Herreras, acaba la estancia diciendo : Y si tienes también a don Antonio Serás el Tibre, y él tu dulce Ausonio. (Laurel de A polo, Madrid, 1630; fol. 64 v.) {2) Barrera, a cuya infatigable erudición !apiana nada o casi nada se ocultaba, clió noticias ele este rarísimo folleto, que anteriormente había conocido y descrito Gallardo. (Ensayo ... III, número 25IO); solamente que habiénclosele escapado el valor autobiográfico y el mismo suceso ele la vida ele Lope a que res- poncHa el Huerto deshecho, tampoco pudo percatarse del propó- sito ele Herrera Manrique al escribir su Huerto florido, y así li- mitóse a decir ele éste que "es una curiosa composición recorta- da por esa en loor y alabanza ele Lope". (Nueva biografía ... op. cit., pág. 520.) Insertaré aquí su descripción bibliográfica, a la vista del único ejemplar conocido, que conserva nuestra Biblioteca Nacional, ya que la que hizo Barrera contiene algunos ligerísimos errores ele puntuación y otros. GVERTO FLORIDO. 1 METRO LYRICO . 1 A FR. LO- PE FELIX DE VEGA 1 CARPIO. 1 POR DON A 1VTONIO DE HERRERA 1 MANRIQVE. (4 hojas en 4. 0 de 2ro X 157 mm. s. l. n. a. ni paginación. Signaturas A. 'N 2, impreso en bas- tardilla. Son 30 estancias, que comienzan: Diste, Belardo, el fruto - De flores ya caducas por tempmnas, y acaban: Que el Harn que en tu pluma resplandece - Por corona del sol ra)'OS merece. U X E ' IG:\<[A DESCIFRADO 395 El poema de don Antonio de Herrera -metro lírico lo llama también para ajustarse en un todo al de Lope-, es una pura alegoría, no muy rica en ideas, pero fácil y elegante en la forma, con que piadosamente intenta dis- frazar el infortunio familiar de Lope, cuidando con ex- quisita delicadeza de que nada pueda traslucirse del suce- so que enrojece las mejillas del deshonrado padre; por 'eso tira de vez en cuando contra los émulos y envidiosos de su fama literaria ( r ), para retornar al tema: Mas vuelvo al jardinillo, Babel de ramos, parva de las hojas, Verde y galán castillo De esmalte blanco y clavellinas rojas, Alma sin vida, ostentación del suelo, Cél!dáver, ramillete y Troya en yelo. 'No las desdichas cantes; Los triunfos, sí, porque te sigan todos; Las penas son constantes ; Los bienes, limitados en los modos; N o se arguyan los males, de que vienen A ser bienquistos, si tu pluma tienen (2). ( r) Insertaré aquí alguna ele sus estancias sobre este tema para resaltar el estro ele este fervoroso admirador de Lope en su peregrino opúsculo : Nadie puede quitarte, que aun iras contra ti no logra el cielo ; lo que es amenazarte, de fuego nace y se termina yelo ; que hay cólera que empieza por venganza y desde al filo al golpe es esperanza. Si derribando el templo vivir pretende alguno de tu fama, su mérito es exemplo, y no el que usurpa ele la agena llama : para no peligrar entre la espuma la envidia de un ingenio no ·es mi pluma. '(Huerto Florido, fol. 2 v. 0 Estancias II y 12.) ( 2) Huerto florido ... , fol. 3 y 3 vto. Estancias r6 y 20. 396 BOLETÍ N DE LA AC.'\DJ.;~UA ESPAÑOLA Generosos consuelos, muestras cordiales de piadosa amistad al gran poeta, que no lograrán, empero, mitigar su dolor, raer su vergüenza íntima, acabar con aquella su desolación angustiosa, que vaciará él en la segunda de sus composiciones, la Égloga I_,'üü, trágica crónica ele su in- fortunio, confesión dolorosa suya para la posteridad,. canto ele cisne ele su lira, última ele sus obras en la dila- taclísima carrera ele su pluma ( I ). En ella alentará por vez postrera la figura juvenil ele su amada Antonia Cla- ra; y evocándola tan pronto con tiernísimos versos, como malcliciénclola en otros, huncliráse más aún en su congé- nita melancolía, para no reír ya jamás. Aquel golpe ha- bía sido mortal: llevaba clavada en su corazón la eles- lealtad, la locura de su hija, y el recuerdo de su torpísi- ma acción nunca hasta su muerte se separó ele él : La vida se perdona al homicida, Y aun el honor, con ser de tanto precio; Pero la ingratitud jamás se olvida (2). (r) Esto al menos da a entender el doctor Juan Antoniode la Peña, cuando, al componer su Egloga eleqiaca por los mis- mos consonantes que Lope había empleado en la suya Filis, dice en su Dedicatoria a don Jacinto Isscila: "y porque v. m. tiene la última Égloga que dió Lope a la estampa, en que introduce dos pastores Silvio y E liso ... , versos que le previnieron a su muerte, quise, ya que en ellos murió cantando como el cisne, to · mar sus últimos acentos y. hacer esta Égloga a su muerte" . Describiré el opúsculo del doctor Peña, ya que Barrera lo hizo también incompletamente, sirviéndome del rarísimo ejemplar que conserva nuestra Biblioteca Nacional. A la 1 fam.a 1 immtoTtal del 1 Fenix de Evropa, 1 FTei Lope Felix de Vega CaTpio, del Abito 1 de san Juan, natuTal de MadTid . 1 Egloga Elegiaca. 1 Dedicala el Doto?' Juan Antonio de la 1 P eña Abogado en los R eales Con- sejos; 1 al exemplo de Ve?'dadera am.istad, don 1 Jacinto J ssola Cauallero en la S e 1 renissim.a Republica de 1 Genoua. 1 Con Li- cencia. En Madrid. A í"io I635. 1 (r vol. 8.0 menor de r6 pp. dob. numeradas. Signaturas A. B. 4. Portada.--Nuelta, Dedicatoria.·- folio 2 y v. 0 , concluye la Dedicatoria.-Folio 3. ·Al Lector.- Fo- lio 5 V. 0 , texto hasta el fin. (2) Filis, Égloga, fol. r z v. 0 UN ENIGMA DESCIFRADO 397 ¡Cómo le vendría entonces a las mientes, él tan memorio- so, el recuerdo ele aquella apostilla moral puesta por él en su J erusale11t conquistada, al evocar el adulterio ele David con Bethsabé, y convertida ahora en trágica y cruelísima profecía ele su desventura!: "Nota que qui- ta Dios el honor a los que le quitan a sus prójimos." (I) ¡Qué espantosa verdad! ¡Amarilis .. . , Roque Hernán- clez ... , la fuga ele Antoñica ... , la afrenta de su hogar ... ! Ni siquiera le quedó el alivio que el sueño pudiera pro- porcionarle. Desde la huícla ele Clarilis, un incurable in- somnio se apoderó ele su organismo: Baja la noche, y cuanto ilustra y dora Febo, descansa en tierra y mar; yo solo Ni descanso a la noche ni a la aurora. Y dirigiéndose a su interlocutor en la trágica égloga,. le pregunta: ¿ Sabes algún remedio para el sueño ? pero Silvio, su amigo, no puede dársele, pues cuando pa- dece el corazón, no hay medicina que lo cure. Las noches· desde entonces se le harán eternas, continuadoras crueles del día, porque A quien no ha de dormir, nunca anochece (r). Es la clásica pasión ele ánimo, el pesar que nos causa el recuerdo punzante del bien perdido, que un día y otro va . minando el suyo, destruyendo aquella vigorosa natura- leza, su reciedumbre firme y entera durante tantos años, g racias a la cual pudo resistir aquella labor ímproba, ci- clópea, admirable. Es la pasión melancólica, " que ahora nuevamente se llama hipocondríaca" , a que de modo ex- preso se refiere Montalbán, que veinte días antes de su, muerte afligíale con tan apretada congoja, "que el cora-- (r) Jerusalén conquistada. Madrid, MDCIX (fol. 221). (2) Ibidmt; folio rr vto. 398 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA zón no le cabía en el cuerpo, y rogaba a N u estro Señor que se la templase con abreviarle la vida" (r). Dios, pia- doso, escuchó su ruego, y un año casi justo después del rapto ele su hija, el 27 ele agosto ele 1635, entregaba santa y resignadamente su alma a Él. El escándalo del rapto no pasó inadvertido, claro está, para los cortesanos: sin mencionarlo expresamente, ·en guarda ele la buena memoria y honra de Lope, sus biógrafos y panegiristas aludieron discreta y veladamen- te a él: a él se refería, sin eluda alguna, Montalbán en uno de aquellos dos disgustos que "había tenido de un año a esta parte, que le tenían casi rendido a una con- tinua pasión melancólica" (2 ). Francisco ele Quinta- na, "su íntimo amigo", como él mismo se apellidaba, apunta "los pesares graneles" que padeció, "particular- mente en este último año de su vida" (3). El licenciado Juan Antonio ele la Peña, al escribir su opúsculo A la fama inmortal del Féni:c de Europa, Frey Lope Fé- .li:c de Vega C arpio, por los mismos consonantes que éste había empleado en su Égloga Filis, coincidiendo con los anteriores; revela cuánta parte tuvo en su muer- te algo mis·terioso ocurrido poco .antes de ella : Tal de la Parca el brazo más tirano Se mostró con Belardo no piadoso, Pues juntó lo cruel con lo villano (4). Y más adelante: La injuria que en su agravio prevenída Perdió a su cabañuela el fiel decoro, Olti1na pena de su heroica vida (5). (r) Pérez de Montalbán . .. Fama póstuma ... Madrid, r636. En Obras sueltas, XX, 36-37. ( 2) Ibidem .. (3) En su Sermón fúnebre ... (Obras sueltas, XIX-393.) (4) Egloga elegíaca, op. cit., fol. 13. (S) lbide1n, fol. 14. A este infortunio acaso también aludió UN ENIGMA DESCIFRADO 399 Un solo testigo contemporáneo suyo hubo, que yo separ que se atreviese a mencionar expresamente el rapto, sin velos ni rebozos, si bien para condolerse ele él y acom- pañar a Lope en su infortunio: el polígrafo portugués e infatigable trazador ele sonetos Manuel ele Faría y Sousa, quien en la parte primera ele la segunda edición de sus Divinas y h~~manas flores, bajo el nuevo título de Fuente de Aganipe o Rimas Varias, incluyó un soneto con este categórico epígrafe: A Lo pe de Vega) habiéndose/e huído de su casa una sobrina. El soneto, al igual de toda la obra lírica del famoso comentarista de Camoens, es crespo, hinchado, altiso- nante, "con más tinieblas (como hubiera dicho Lo pe, que era, empero, buen amigo suyo y le dedicó una ele sus comedias) que los versos ele Licofronte" . Pero ¿cómo resistirse a su copia, cuando puede estimarse casi por in- édito, ya que hasta ahora nadie le había sacado del raro· y viejo volumen que lo contiene? Dice, pues, así: Rómpese el edificio mergelino Del tronido marcial ele Orange osado, Que cruel con las Musas fué llamado Por el amante ele su son divino. De Pínclaro Alexanclro fué padrino, Cuando, el muro ele Thebas escalado, Vió correr el furor ele Marte airado Al saco, en uno y otro remolino. N o te cupo esta suerte, sino aquélla. Dos coronas te debe el tiempo injusto: veladamente P.ellicer en su Urna sacra cuando habla ele "los "enemigos poderosos que hicieron oposición a las excelentes pren- das de Lope", y más aún en aquel otro pasaje: "Estudió Lope- en su misma paciencia grandes aforismos de constancia en las. aflicciones que le contristaron antes y después del sacerdocio." (Obras sueltas ... XX-246 y 262.) 26 400 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA De p3iciencia sublime y lira bella. N o llores, pues; que, en medio del disgusto, 'F ué justo que te huyese la doncella, Para venir a ser Apolo justo (r). De haber vivido Lope cuando se publicó este soneto, eludo qué desgracia hubiera juzgado por mayor: si la huída de su hija o el haber dado ocasión con ella a que se escri- biera tan desdichada oración funeral a su deshonra. IV CÁBALAS Durante muchos años, más de dos siglos, nadie vol- vió a ocuparse de este tristísimo capítulo de la vida del F éni:c. El mismo doctísimo don Francisco Cerdá, al in- cluír en la Colección de obras sueltas ele Lope su Églo- ga Filis y su Huerto deshecho ) ele la primera no hizo mención crític¡:¡. alguna, como si careciese de importancia ; (r) Fvente 1 de 1 Aganipe 1 o R i11ws varias 1 de Manuel de Fm'ia y Sousa ... 1 Parte prim,era. 1 En Madrid, por Carlos Sánchez Bravo 1 ilt!DCXLVI (fol. 8r). Todas las composicio- nes de esta obra tienen su epígrafe o encabezamiento, pero Faria no los puso al frente de cada una, sino al fin de la Centuria a que pertenecen, en su Tabla respectiva, alegando que "algunos son aficionados a hallar sobre los poemas las explicaciones de sus asuntos (o digamos el argumento de cada uno cle11os), por 11evar luego entendido lo que leen; pero otros se cansan desta preven- ·ción, queriendo entenderlo por sí . .. Para acudir a ambas estas cosas, no lo dejaremos a escuras aquí, ya que no lo aclaremos a11á". (fol. 26). El epígrafe o argumento del soneto copiado fi- gura en la
Compartir