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Amezua-357-404

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UN ENIGMA DESCIFRADO 
EL RAPTOR DE LA HIJA DE LOPE DE VEGA 
Así fué el rapto de mi pren·da car~ ... 
(LoPE: Égloga Filis.) 
I 
LA NIÑEZ 
E l parto se presentó por extremo difícil : de aque-
llos que la medicina moderna califica de distócicos)· y 
,ora porque la criatura viniese mal, ora por algún de-
fecto orgánico de doña Marta de Nevares Santoyo, la 
amante ele Lope, o bien porque fuese primeriza, la exis-
tencia misma de ésta llegó a correr verdadero peligro. 
Lop.e, en la cumbre de sus amores con ella, relataba a 
su señor y amigo el Duque de Sessa, en la correspon-
dencia casi diaria que mantenía con él, todos sus preli-
minares y zozobras desde que, cumplido casi el perío-
·do de la gestación, siente doña Marta los primeros do-
lores "de entrada ele mes", como deCían sentenciosa-
mente las comadres ele su vecindad, hasta que, pasados 
algunos días "y tras ele esperar el puerto con el curso 
·dellos", sobre el ro ele agosto de aquel año ele r6r7, se 
presentan, decisivos y alarmantes esta vez, los sínto-
mas v.erdacleros del alumbramiento. "Ha tres días - es-
·cribíale a Sessa- que es·tá en el puerto Amarilis, como 
358 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
dicen las mujeres, con excesivos dolores, aunque no, 
como los ele mi alma." Por fin, a I2 ele agosto, festi-
vidad de Santa Clara, cuando todas las presentes af 
parto la daban ya por muerta, y Lope, en sus inevita-
bles evocaciones mitológicas, atribuía el fracaso a que 
la señora Lucina -divinidad protectora ele ellos- "no· 
asistía gustosa a este acto", después de acerbísimos do-
lores, daba a luz doña Marta una niña que, a pesar de 
nacer muy chica, tan pronto como se vió en este mun-
do dió muestras ele querer vivir y apegarse fuerte-
mente a él. "Y a, en fin, parió -añadía Lope-, cessó el 
peligro y la niña mama fuertemente, y esto no me es-
panta; que siendo hija ele cossas tan vivas, creyera que 
hazía lo que de aquí a doze años." 
Tampoco se presentó franco el asunto del bauti -
zo. En un principio había arrancado Lope a su Me-
cenas la promesa ele que él apadrinaría a la neófita, 
ofrecimiento que, cuando lo supo, llenó de júbilo y va-
nidad a doña Marta; mas Sessa, con el curso de los 
días, lo pensó mejor, y ora por su ingénita abulia y 
carácter tornadizo, ora por temor a las críticas y mur-
muraciones de la Corte, clió largas primero, puso ex-
plícitas dificultades después y .acabó declarando a Lo-
pe, por fin, la imposibilidad en que se veía ele cumplir 
su palabra. Mas, para dulcificar la negativa, propúsole 
un cambio, a saber: que en lugar suyo enviaría a su 
hijo, el Conde ele Cabra, mancebo ya de diez y siete 
años ele edad, y quien por su misma juventud gozaba 
de mayor libertad para un acto que había ele ser blan-
co de los comentarios maliciosos de la Corte. Aceptó 
Lope la sustitución; entre los dos, Señor y Secreta-
rio, doraron la píldora a doña Marta, temerosos ele que 
su delicada salud se resintiese al conocer la decisión del 
Duque, logrando que la tragara sin dificultad, y que, 
jubilosa y agradecida, aceptase el trueque y no tuviese 
la vista algo j11tdía) recibiendo al Hijo "por el enviado 
del Padre altísimo", como chanceramente escribía Lope. 
UN ENIGMA DESCIFRADO 359' 
Lo demás sucedió todo como puntual y previsora-
mente lo tenían ambos convenido. Llegó el sábado 26 
de agosto: vino el Conde de Cabra en el coche de Sessa 
a casa de Amarilis; subieron con él doña Cecilia Cle-
mente de Piña, hija del escribano Juan de Piña, el ami-
go de mayor confianza de Lope, llevando en brazos,. 
como madrina, a la recién nacida, y probablemente con 
ellos también Lope y Roque Hernández, el velloso ma-
rido de doña Marta, y arribados a la Iglesia de San 
Sebastián, el Licenciado Parra, Cura Teniente de la 
Parroquia, administró el Santo Crisma y el agua bau--
tismal a la niña, imponiéndola los nombres de Antonia 
Clara: Antonia) por su padrino don Antonio de Cór-
doba y Rojas, Conde de Cabra; y Clam) en razón de 
haber nacido el 12 de agosto, en que la cristiandad ce-
lebra la fiesta de la virgen de Asís. 
El Duque de Sessa mostróse espléndido con su co-
madre regalándola unos diamantes, no sé si en forma 
de ader.ezo o ele saltadores brinquiños, ya que Lope en 
sus cartas calla esta importante circunstancia ( r ). 
(I) Todos estos pormenores, rigurosamente históricos, están 
extractados de la correspondencia de 'Lope con el Duque de 
Sessa, en el códice HI de la copia que en 1863 sacó don I sidoro · 
Roseli para la Biblioteca Nacional (Sala de Manuscritos, núme-
ro 1200). E l orden cronológico de las cartas que tratan del na-
cimiento y bautismo de Clarilis es el siguiente: 136, 134, 125, 132, 
II9, 114, 98, 127, 13-3, 124, 121 , 122, roo, II1 y 129, donde cons-
tan otros cletaiies que omito ahora, para darles su lógica y más 
extensa cabida en la edición del Epistolario de Lope, que pre-
paro. Del regalo de Sessa a 'Antonia Clara en su bautizo habla· 
expresamente ésta en la Loa que precede a la Égloga Antonia,. 
que más adelante se cita: 
E l Señor Duque ele Sessa, 
Padre del Conde ele Cabra, 
Que por él en cierta iglesia, 
Según después me contaron, 
Del padre de las saetas 
Me tuvo en carnes un día, 
360 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
Poco duraron, por desgracia, tantas alegrías y ven-
turas; un año después veíanse convertidas en hondas 
diferencias y mortales disgustos entre doña Marta y su 
marido, y no ciertamente por miramientos ele honra, que 
el tal Roque Hernánclez no la conoció nunca, sino en 
razón ele malos negocios y codicias del último, que en-
venenaron aquel hogar ele la sórdida calle del Infante, 
donde en sus casas propias vivía el matrimonio; hasta 
tal punto, que doña Marta vióse obligada a abandonarlo, 
refugiándose, primeramente, en casa ele su cuñado el 
músico Estrada, casado con su hermana doña Leonor, 
para salir ele nuevo, huyendo de los acreedores de su 
marido, que amenazaban con ponerla presa por unos su-
puestos delitos ele estelionato o fraudes dolosos en cier-
tas escrituras, a cuya firma había sido compelida la in-
feliz con amenazas y sevicia del infame Roque. Todas 
estas desdichas y peregrinaciones alcanzaron también a 
la inocente Clarilis (así, cariñosamente, llamaba Lope 
a su hija), y en sus cartas al Duque relata cómo Roque 
Hernández y Estrada, su cuñado, se concitaron p.ara 
robar a la niña, por parecerles el mejor medio ele obli-
gar a su madre, "creyendo que yrá la yegua donde fue-
re la potranca" ( I ). Lo pe constituyóse en defensor ele 
.ambas; acudió a su amo y amigo el Duque ele Sessa, a 
fin de que con su autoridad cerca ele aquellos malvados 
parase el golpe, y hasta, si interpretamos literalmente 
un pasaje ele su Égloga Filis (2), donde, conforme a su 
Y aún tengo para señas 
Guardados ciertos diamantes, 
.Por si el parentesco niegan ... 
{1) De todos estos sucesos y malaventuras de Amarilis, la 
amante ele Lope, trato por extenso en la Introducción al E pisto-
lario que en br,eve verá la luz pública. 
(2) Describiré la edición príncipe, pues además de citar en 
lo sucesivo por ella, es pieza rarísima, y Barrera, aunque debió de 
conocerla, no lo hizo. 
Filis Egogla (sic) 1 A la decima Mvsa 1 Doiia Bernm·-
UN ENIGMA DESCIFRADO 
inveterada usanza, historió poéticamente la vida de su 
hija, podríamos creer que, para ponerla a cubierto ele 
aquellas u otras nuevas asechanzas, recogió a la niña, 
llevándosela a su misma casa: 
Tú conociste al montañés Rosardo 
Rico otro tiempo, y de Marbelia esposo, 
Más fuerte para el campo que gallardo ; 
Perdió su hacienda el año riguroso 
Que se murieron las heladas crías, 
Y al Duero se partió con Nemoroso. 
Wusente destas verdes praderías, 
A Filis me dejó, tan tierna infante, 
Que cuando me la dió cumplió tres días (r). 
Fuera o no ficción poética .este pasaje de Lope, sa-
bemos, en cambio, por sus cartas que, cuando, muerto 
Roque Hernández poco después, y a cambio ele los últi .. 
mos restos ele su perdido caudal, recibió Amarilis su 
libertad y su reposo, la niña Antonia Clara crióse a sulado, a costa seguramente ele las liberalidades de Lope 
para con su antigua amante, y lo que era mejor aún para 
ella, asistida del cariño vivísimo que desde su mismo na-
cimiento le · había profesado aquél, y que no había ele 
faltarle ya mientras viviera. En su citada Égloga) con 
acentos de amarga reconvención por su posterior con-
ducta, escribíalo Lope en emocionados versos, donde 
da 1 Ferreym de la Cerda, J señom Portu 1 guesa, 1 Frei Lope 
Feli.x de Vega Carpio del Abito 1 de San Juan . 1 Año (adorno 
tipográfico) IÓ35- /Con licencia en Madrid j. Por Francisco Mar-
t~nez. 1 r vol. 8.0 menor (148 X roo mm.) de rz pp. dobles, fo-
liadas, incluída la portacla.-Signaturas A-:B z.~Portacla.-Vuel-· 
ta en blanco.-Texto. (Bib. Nac.). No contiene preliminares ni 
aprobaciones ningunas. 'La fecha ele r63.5 confirma que, en efec-
to, un año antes, en 1634, había ocurrido el rapto. Incluyóse lue-
go en La Vega del Parnaso, Madrid, 16.37, sin expresión ele la per-
sona a quien iba dirigida, y luego en la e olecdón de las obras 
sueltas ... de Lo pe de Vega, ¡Madrid, Sancha, 1776-1779 (tomo X. 
páginas 193-2rr). 
(r) Filis, Égloga, fol. S-
362 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
evoca la infancia de Antonia Clara y su solicitud y cui-
dado para ella, como si quisiera excusarse él mismo de 
toda posible culpa en la tragedia que a los dos estaba 
más adelante destinada : 
Cómo fué de mis manos regalada, 
Sábelo el monte, el valle, el soto, el río, 
Y aun la Fénix, si vale, imaginada; 
Era su gusto solamente el mío. 
Amor de brazos interés se nombre ; 
Pero sin ellos, Sil vio, ¿quién ha visto 
Tan extrañas finezas en un hombre ? 
Cuanto del Sur al Polo de Calisto 
Es plata, es perla, es oro, le ofreciera, 
Si fuera rico yo, como bien quisto (r). 
Amor paternal profundo y ternura constante que 
acompañan los años primeros de la infancia d.e aque-
lla niña, que nunca mirará él con los ojos sombríos del 
remordimiento por su origen sacrílego, ni como perpe-
tuo voceador de su culpa, sino como centro d.e todas las 
efusiones y dulzuras de su corazón, que tanto bueno y 
malo supo amar en su vida. Liberalidad franca, soli-
citud vigilante hacia aquella inocente criatura, que en-
tre risas y lloros, gracias y donaires, va pasando sua-· 
vemente de la infancia, cándida y caprichosa, de los jue-
gos que entreüenen a los niños de entonces, a la pue-
ricia que abre los ojos de la razón, que enciende la cu-
riosidad de las cosas, interrogante que ante ellos se 
aparece, insinuante y engañadora. 
II 
LA JUVENTUD 
N o eran muchas ciertamente, a la verdad, las en-
señanzas que una mujer recibía entonces. Prejuicios 
(r) Ibidem, fols. 5 y 5 V. 0 
U N ENI GMA DESCIFRADO 
hondos y arraigados por demás en aquella sociedad, 
recibidos ele la antigüedad clásica, inspiradora suya en 
tantas cosas y principalmente en la doctrina antifemi-
nista, tan valida entonces ; la severa y restringida idea 
que ele la misión ele la mujer en el mundo se tiene por 
la mayoría ele los moralistas y cuantos ejercen magis-
terio en las costumbres, con otras razones que sería pro-
lijo ahora enumerar, limitan a la sazón la educación fe-
m enina, aparte la indispensable instrucción religiosa, a 
dos cursos o enseñanzas especiales, tan antagónicas en-
tre sí como generales a todas : las labores y el baile. To-
·das las mujeres ele nuestro siglo de oro aprenden el ma-
nejo y uso ele los majaderillos sobre la muelle almoha-
·dilla, ele donde saldrán las rancias y puntillas que hacen 
famosos los encajes españoles; y todas ellas saben tam-
bién danzar: bailes antiguos y bailes nuevos, ele aque-
llos en que busto, brazos y pies se movían al son ele los 
cantar.es importados ele América, la chacona, el zam-
bapalo y la gatatumba ... , en suma, lo mismo que hoy. 
No han cambiado los tiempos ... 
- ... Mira, Capacho, 
dice un cautivo español en la comedia ele Cervantes La 
gran Sultana, 
No hay mujer española que no salga 
Del vientre de su madre bailadora (I). 
Añádase el leer libros devotos ... y novelas amorosas, 
y el escribir con letra endemoniada o revesaclísima, con 
firmas que por su énfasis y rasgos enormes ocupaban 
medio pliego, y se tendrá trazada a vuela pluma la edu-
cación de una muchacha entonces. 
En el caso ele Antonia Clara el cariño ele su padre 
natural, Lope de Vega, hizo, empero, más. N o se con ten-
(I) Cervantes: Ocho comedias y ocho entremeses nuevos ... -
Madrid, r6rs (fol. 130 v."). 
364 BOLETÍN D E LA .-\CADE~IIA ESPAÑOLA 
tó con tan vulgares principios: poeta él altísimo, cere-
bro vibrante ;:¡_ todas horas, quiso que su hija goz.ase 
también ele todos los deleites de una bien cultivada in-
teligencia. Así, poniendo nosotros en su punto real las 
inevitables clemasías del lenguaje poético, no dejaría de 
haber su buena parte ele verdad en aquellas encarecidas 
estancias de su citada églog.a Filis: 
¿Qué cosa no aprendió? Si bien dispuesto 
Su entendimiento a toda ciencia y arte, 
De planetas benévolos compuesto, 
>Ninguna supe generosa parte 
De cuantas constituyen aquel brío, 
Que con la honestidad términos parte, 
Que Filis no aprendiese, en daño mío ... (r) 
El natural despejo y viveza que juntamente crecían con 
ella hicieron lo demás. Cuando, después de un largo si-
lencio epistolar de Lope, por pérdida de casi todas las 
cartas escritas al Duque durante la niñez de Clarilis 
(r6r9-r627), llegamos al año de r6z8, donde volvemos 
a encontrarnos reanudada su correspondencia con Ses-
sa, de vez en cuando, fugaz, pero graciosamente, hace su 
aparición en sus epístolas la niña, que pronto dejará de 
serlo, vecina ya a la nubilidad. Por entonces iníciase en 
su madre doña Marta la cruel y terrible afección a la 
vista, que la sumirá de allí a unos meses en incurable 
y trágica ceguera. Ella, mayorcita ya (tíene diez años 
y medio), clase cuenta del alcance ele este infortunio, y 
síguelo día por día con filial y conmovedora ternura. 
"Antoñita trahe una novena a Santa Lucía -escrihe 
Lope a Sessa, sobre mediados ele febrero ele r6z8-, que 
salud dé a tales ojos (los de Awwrilis); ángeles la han 
ele pedir a Dios." (2) En su perspicacia, también se per-
cata del papel importantísimo que el Duque de Sess.a 
juega en el hogar y en la vida ele Lope, y por ello en las 
(1) Filis, Égloga .. . , fols. 5 v. 0 y 6. 
(2) Epistolario de Lope.-Códice IV.-Carta II8. 
UN ENIGMA DESCIFRADO 
cartas de éste no faltan las encomiendas y recuerdos de 
la niña para el Mecenas paternal y orondo personaje, 
bien espontáneos suyos, bien alegados, por Lope, sabedor 
de que serán bien recibido3 por aquél. Y así, a raíz de 
cierta visita que por especial motivo hace a casa de Ama-
rilis) dícele al Duque: "Truxe de allá grandes recados 
para V. E. y della y de Antonia mil nuevos agradeci-
mientos." ( r) Sessa, familiar y campechano a ratos con 
las cosas y personas tocantes a Lope, corresponde por su 
parte a estas muestras de gratitud y afecto, y en corres-
pondencia a tales finezas escribe a las mujeres de la 
casa -A111arilis) Feliciana y Antonia- una carta de su 
mano. Todas tres reciben confundidas la merced y ponen 
en las nubes la acción del Duque; Lope, en su nombre, 
sabrá expr.esarlo hidalgamente: "De la onrra que ha 
hecho V. E. a estas Señoras estoy tan ufano, que nunca 
con más razón .agradecido, aunque junte en un fabor 
todos los que he recivido ele sus generosas manos." La 
carta corre de unas a otras con gratitud y alegría, y 
buscándola la guarda que merece, ellas proyectan hacer 
una caja de plata, "para que quede por vínculo ele ma-
yorazgo a Antoñica". ( 2) 
La chancera atribución del mayorazgo a Clarilis y 
en su hipotético vínculo el de la caja de plata que cus-
todie el autógrafo ducal no es cosa ele capricho y que no 
tenga su fundamento. De todas las mujeres ele la cas.a, la 
hija de Amarilis es, sin duela, la más digna de conser'-
varlo, como la más letrada y literata. Su padre, cuan-
do menos, la considera así, y con su maravillosa pers-
picacia poética, avivada por el hondo cariño paternal,cuando en r625 publica sus Triunfos divinos) incluye 
en sus preliminares un soneto de Dofía Antonia de N e-
vares Santoyo a la E .rcellentísima SeFíora Condesa de· 
(r) Jbidem : Códice IV.-Carta 97· 
(2) Ibidem. : Códice IV.- Carta r I6. 
366 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
·Olivares ( I ). La licencia es de las gordas: Clarilis ape-
nas si acaba ele cumplir los ocho años, y por mucha qúe 
.sea su precocidad, el tal soneto, altisonante, enfático, 
en que se advierten ya las influencias de las nuevas y 
avasalladoras direcciones poéticas en un Lope sensible 
a todo, es imposible que haya podido salir ele la infan-
til minerva ele la niña: pero, ¿qué más da? C amila Lu-
cinda) la antigua amiga ele Lope, no sabía escribir, y 
· esto no obstó a que su enamorado amante la prohijara, 
no una, sino varias composiciones suy.as, pues quien da 
el alma toda, ¿por qué no podrá hacer el regalo ele una 
poesía más, donde tantas le sobran? 
Pocos años después, no más ele tres, nó necesitará 
Lope prestar su lira a la chiquilla; ella se arroja ya a 
pulsarla, infantil, pero muy graciosamente: la v.ena poé-
-tica comienza a fluír en el renuevo del gigantesco árbol. 
Veamos cómo. Entre los amigos fieles ele su padre cuén-
tase don Francisco López ele Aguilar, qui.en con fre-
, cuencia visita su casa y habla con las• señoras de ella 
muy familiarmente. Además de erudito y sabedor ele 
muchas lenguas clásicas, comercia y trata a veces en 
cosas ele mantenimientos, como harina, aceite, etc. ; en 
· fin, ancla metido en negocios, y por ellos se aleja en oca -
: swnes ele Madrid (2). En una ele ellas promete a Feli--
(r) Lope: Triunfos divinos; Madrid, 1625, preliminares. An-
teriormente, en su Justa Poética ... de ... San Isidro (Madrid, 
1622), había presentado a nombre de doña Antonia de Nevares 
unas redondillas, compuesta;s, naturalmente, por él. En ésta, 
· "Doña Antonia de Nevares refirióse, sin duda alguna, a su hija 
'Antonia Clara, a quien en su correspondencia llama siempre Anto-
·ñica. {Vid. Obras sueltas ... , XII-270-271). 
(2) J. de Entrambasaguas: Lope de Vega y los preceptistas 
aristotélicos. Madrid, 1932, págs. 84 a 89. En una sátira anó-
-nima contra López de Aguilar, infundadamente atribuída a Que-
vedo, hay varias redondillas donde se alude al comercio de ha-
rina y pastelería que hacía el primero y que explica el que las 
· niñas de la casa de Lope le pidiesen la susodicha provisión de 
.:aceite. 
UN ENIG;\IA DESCIFRADO 
ciana y Antonia Clara traerles aceite de Andalucía para 
la cuaresma; pero el tiempo pasa, Aguilar no viene, y 
las mujeres de la casilla de Lope murmuran y se im-
pacientan con la tardanza. Entonces, una de ellas, lec-
tora, sin duela, ele las poesías ele Góngora, nada menos 
que Don Luis1 el enemigo de su padre (¡cuánta toleran-
cia por parte ele éste revela tal elato!), se le ocurre vol-
ver a glosar el comienzo ele la canción del poeta cordo-
bés: "A Doña Maria ele Hurtado .en ausencia ele Don 
Gabriel Zapata, su marido": 
¡Ay que muero de zelos 
De aquel andaluz ! 
Háganme si muri ere 
La mortaja azul (r), 
glosándola infantilmente ele esta graciosa suerte: 
¡Ay que al Duque le pido 
Azeyte andaluz ! 
Pues que no me le enb.ía, 
Cenaré sin luz. 
La incipiente poetisa es Antonia Clara: de tal palo, tal 
astilla; su rasgo arranca ele su padre al r.elatarlo en su 
epístola ele rigor al Duque este orgulloso comentario : 
"Mire V. E., si Antoñica puede ya desafiar las Mu-
sas." (2 ). 
N o solamente desafiadas, sino vencerlas una tras. 
otra con su gracia y talento : con Erato a Terpsícore, y 
en pos ele ellas a la misma Talía. Transcurre, en efecto, 
(r) Obras poéticas de don. Luis de Góngora (Biblioteca His-
pánica), New York, r921, tomo II, pág. 322. Por cierto que Lope, 
al citar esta poesía en su carta al Duque de Sessa, altera su primer 
verso, que en el manuscrito Chacón, reproducido en la edición de 
Foulché-Delbosc, reza así: 
Jl!I átan1·1te los zelos 
De aquel andaluz, etc. 
(z) Epistolario de Lope: Códice !V.-Carta rrs. 
2+ 
368 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
casi todo el año de 1628, no sin que de pasada comu-
nique Lope a Sessa tal cual noticia sobre Antonia Clara 
y Feliciana, pedazos de su alma: "Están famosas -le 
dirá a primeros de junio-; creciendo en personas y gra-
cias; fueron a la Cruz vestidas de labradqras" ( r ), sobria 
pincelada que nos las deja ver gozando alborozadas ele 
la madrileñísima fiesta: y ya en las postrimerías de aquél, 
siendo Clarilis mocita casi de doce años, vuelve el Du-
que ele Sessa ele su segundo destierro ele la Corte, el 
que le llevó a Baena, como habré ele referir cuando en 
breve saque .a luz su biografía. Próximos los días de 
Carnestolendas, tiempo ele excepcional pasatiempo y 
regocijo, quiso sin eluda Lope celebrarlo en su casa y 
festejar a la vez la vuelta de su Mecenas a la vida cor-
tesana. Porque entonces todas las clases sociales, sin 
excepción, aprovechábans.e del privilegio y licencia con-
cedido en estos días p.ara holgar y divertirse a sus an-
chas. El vulgo bajo, la plebe numerosa, llenando el 
Prado con disfraces grotescos, con trajes y máscaras 
ridículas, alusivos a los personajes más en boga enton-
ces, o a los sucesos públicos ele actualidad, tirándose mu-
tuamente toda suerte de cosas: agua con jeringas, sal-
vados, huevos de olor, papelones de ceniza, estopas con 
fuego, confites y naranjas, viendo pasar las mojigan-
gas y carrozas que, dispuestas por la. Villa o a costa 
ele rumbosos particulares, recorrían la carrera con gran-
dísimo ruido, confusión ... e inacabables borracheras ( 2 ). 
Un libro entero sobre las fiestas de carnaval cabría es-
cribir con las noticias que los novelistas y gaceteros de 
{r) Ibídem: Códice IV.-Carta 127. 
{2) La Sala de Alcaldes solía publicar sus autos y bandos al 
aproximarse el tiempo de las Carnestolendas, tomando previsoras 
medidas en evitación de bromas pesadas, prohibiendo tirar aguas 
con jeringas, salvados, dar con vejigas, poner mazas, etc. Vid., por 
ejemplo, los autos de 20 de febrero de r6o7, 16 de febrero de 
r6o8, rs de febrero de r6r7, etc. Archivo Histórico Nacional: 
Libros de la Sala de Alcaldes: Libros IV-142 y 237 y VII-489). 
.UN ENIGMA DESCIFRADO 
la época nos deja ron ( r ). Las familias honestas y r e-
cogidas convocábanse unas a otras en sus propias ca-
sas, y con discretas y alegres conversaciones pasaban 
Ías noches antes y después de la cena ( 2 ) . La gente prin-
.cipal, de poca edad o no mucha gravedad, concertaban 
máscaras, disfraces, juegos de sortija, saraos y otros 
entretenimientos parecidos, rematados con frecuencia 
por la representación de una comedia burlesca, corno 
aquella que en el Carnaval de r638 se dió en el Buen 
Retiro, en la cual los propios reyes Felipe IV y doña 
Isabel de Barbón, su muj-er, hicieron sus papeles ri-
dículos, ayudados por los cortesanos de su séquito, el1-
trando algunos de ellos en caballos de caña y recitando 
.sus dichos, que cada uno llevaba estudiados; y cuando 
la memoria les faltaba, ayudábanse sacando el papel y 
leyendo a la luz ele una candelilla (3). · 
Lope, conocedor de todas estas costumbres carna-
valescas y hasta inv·entor y representante en su juven-
tud ele algunas ele ellas, quiso también agasajar por su 
parte en las de r 629 a su .amo y Mecenas con alguna 
diversión particular y propia, y as·Í, en una ma1'iana 
-- corno él mismo dice-, ordenó todo lo necesario : com-
puso una loa y una égloga, que bautizó "Antonia", con 
·el nombre de su hija; requirió a su compañía infantil: 
Feliciana, la propia Clarilis y un "Gregorillo" , que 
pudo muy bien ser su otro hijo, Lope Félix, mozo ya 
( I) V éanse, entre otras, R. Villa: La e arte y la M anarquía 
española en I636-I637, Madrid, r886, pág. 103 .. -Cortés de To-
-losa: Lazarillo de Manzanares, Madrid, 1901 , págs: 62-64.~Cas­
tillo Solórzano: Tiempo de regocijo y Carnestolendas de Madrid, 
Madrid, 1627; Estebanillo González, edic. Rivadeneyra, págs. 333-
336, etc. Las Cartas de Padres J esuítas,publicadas en el M e-
morial Histórico Español, contienen también gran número de no-
ticias curiosas para conocer cómo se celebraba entonces el Car-
-naval. 
(2) Gaspar Lucas Hidalgo: Diálogos de apacible entreteni-
·:miento . .. , eclic. Rivadeneyra, pág. 280. 
(3) Cartas de Padres lesuítas, tomo II, págs. 330 y 337· 
370 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
de veintiún años corridos, y con tan buenos elementos 
y la prometida asistencia ele Amarilis y de algunos ami-
gos íntimos, "sin mezcla de persona ni cosa frailesca ",. 
dispuso y clió comienzo la funcioncilla en un día ele car-
nestolenclas, domingo, lunes o martes ele antruejo, que 
tan insignificante pormenor la historia no lo consig-
na (r). La loa la elijo Antonia Clara, vestida "a lo sa-
cristán", con su sotanilla raída y corta, gruesos zapa-
tones, bonete en la cabeza, alegr.es y picaruelos los ojos,. 
graciosa en sus ademanes y sabiclora ele su papel a la 
perfección. Debió ele recit.arla primorosamente, subra-
yando con infantil malicia todos los equívocos, inocen-
tes en su mayoría, que la loa encerraba, alusivos ora 
a autores dramáticos y farsantes del tiempo, or.a a las 
personas mismas ele la familia ele Lope. En ella se pre-
senta Antonia Clara en figura ele un 
... Sacristán de un retablo, 
Destos que encienden las velas; 
Salía como me veis, 
Llamando a Gil de las Heras, 
Con cuya mujer bailaba, 
Requebrándola en su ausencia. 
Esto acechaba el villano, 
Y al abrazarme con ella, 
Sobre el bonete me daba 
Seis palos en la cabeza. 
Crece con "los buenos años", y cuando no cabe ya por 
la puerta del retablo, sienta plaza ele 
... autor de la legua 
Con pequeña compañía, 
(r) Manuel Machado: La Égloga Antonia. Una obra inédita 
de Lo pe de Vega. Artículo publi·caclo en la Revista de la Biblio-
teca, Archivo y M use o del Ayuntamiento de Madrid, tomo I, pá-
gina 458. Hízose tirada aparte (Madrid, 1924, 4. 0 , 37 páginas) . 
Citaré por ésta. 
UN ENIGMA DESCIFRADO 371 
Híceme amigo de Lope, 
Porque somos de una tierra (1). 
Y con tan excelente apuntador, va sacando a la escena 
lo más notable de la carátula de entonces : los drama-
turgos más aplaudidos del bando de su padre, natu-
ralmente, Montalbán, Mira ele Mescua, Goclínez, Luis 
Vélez; tras ellos, los cómicos famosos de su tiempo, 
Prado, María de Córdoba, Avenclaño, Cintor, la Can-
dada, Arias, con graciosos juegos de palabras y re-
truécanos, que la niña subray.a entre las risas y los 
aplausos ele todos; para acabar con la burlesca relación 
de todas las comedias que la infantil compañía trae en 
su repertorio, cuyos títulos, disparatadamente gracio-
sos, aumentarán el regocijo y las carcajadas del Duque 
y demás oyentes de la loa. La cual llega a su fin con la 
siguiente despedida o estrambote de Clarüis: 
•Con esto voy a vestirme, 
Que Feliciana me espera: 
Dios os dé mil alleluyas 
Después de santas cuaresmas ; 
Que el sacristán Cordobilla 
N o pide por la comedia 
Dineros : ya está pa:gado ; 
Dios guarde al Duque de Sessa. 
La égloga, que a continuación se representa, es una 
pieza de corte pastoril, inédita hasta hace pocos años, 
interesantísima y valiosa, además, para las biografías 
de Lope y de su Mecenas el Duque. Salen en ella cua-
tro personajes: Antonia Clara y Feliciana, con sus mis-
mos nombres ; Gregorillo, que hace la figura tradicio-
nal del pastor Bato, y La Voz, una voz que no apare-
ce en la escena: óyesela tan sólo, ya veremos con qué 
trágicos y misteriosos augurios. 
Lope, al componerla, ha pensado, ante todo, en hala·-
(1) Ibídem: páJg. 16. 
372 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
gar a su señor y amigo el Duque, a quien muy pocos-
meses antes se le ha muerto la dama: aquella semi-
desconocida "Doña J usepa", de la que hablaré también 
en su biografía; ¿y cómo hacerlo mejor que evocando, 
sus trágicos amores, la pasión tiernísima de ambos,. 
aquella dulce gloria) que turba la inesperada interven-
ción de otro poderoso rival, acaso el mismo Conde Du-
que, cortejando también a la clama, quien, celoso ele Ses-
sa y para tener el campo libre, destiérrale de la Corte, 
hasta que la muerte repentina de "Doña Jusepa", tan 
súbita e imprevista 
que no faltó sospecha de veneno, 
desata la complicada trama y deja en libertad al atri-
bulado amante para volver a Madrid? Todo ello lo cuen-
ta la Égloga en pocas, pero muy expresivas estancias ( r). 
. para consuelo y complacencia del vanidoso magnate,. 
que, arrellanado en su s·illón, la escucharía ele los her-
mosos labios ele Antoñica: en ellos pondrá también su 
padre, Lope, otra alusión fugaz, pero dulcísima a sus 
amores con Ama1rilis1 con aquellas octavas tan gallardas 
y sonoras que merecerán pasar nada menos que a la 
Silva X ele El Laurel de A polo (2 ). Cuando la Égloga) 
que recitan pausada y formalmente los tres comicuelos, 
muy poseídos ele sus papeles respectivos, entra de nue-
vo en el campo pastoril, según pedía su filiación bucó-
lica, Lope, en un momento de inquietud interior, como si 
de pronto una secreta angustia de su corazón anhelan-
te por la suerte futura de aquella Clarilis) a quien tan 
profundamente quiere, l.e hiciera interrogar al Desti-
no, haciendo uso, al igual de sus comedias formales, de-
los agüeros y pronósticos, de aquel elemento maravi-
lloso o sobrenatural que tan singular emoción comu-
nica a ciertas situaciones ele sus dramas, introclúcele en 
( r) Ibídem: págs. 25-28. 
(2) Folios 95 V. 0 a 96 de la edición ·príncipe. •Madrid, 1630. 
UN ENIGMA DESCIFRADO 373. 
esta Égloga} también valiéndose de La Voz de una nin--
fa, la Diosa C:ilantra: 
¡;ilantra, bella Diosa 
De aquestas verdes selvas, 
Oráculo del Monte 
Sibila del Aldea. 
Y a las cándidas preguntas que la m::J.a le hace sobre 
su horóscopo, La Voz responde breve, seca, lacónica,. 
como un Eco lejano, como una prefiguración, que el 
poeta en su inmenso cariño hacia ella imagina que ha 
de ser felicísimo, dichoso : 
ANTONIA. 
LA voz. 
ANTONIA. 
LA voz. 
ANTONIA. 
LA voz. 
~1\NTONIA. 
LA voz 
ANTONIA. 
LA voz. 
iANTONIA. 
LA voz. 
ANTONIA. 
LA voz. 
ANTONIA. 
Ninfa de este verde Prado, 
A quien Venus concedió 
Tener su oráculo aquí, 
¿ Seré venturosa? 
Sí. 
¿ Seré desdichada ? 
No. 
¿Quién me ha de ayudar? 
F01·tuna. 
¿Y quién más? 
Tu entendimiento. 
¿Qué tendré siempre? 
Contento. 
¿ N o tendré pena? 
Ninguna. 
Y dime, ¿quién ha de ser 
Quien me ha de dar su favor 
Andando el tiempo? 
Un Señor. 
¡Ay, Dios me lo dexe ver! (r). 
¡N o sabía ell~, ni Lope, ni el Duque, cuán acertado 
andaba el oráculo en su profecía 1 ¡En verdad y con ra-
zón llamóse a los poetas en un principio vates ... , adi-
vinos! 
La Égloga toca a su fin: filosotías, disquisiciones 
(I) Machado: La Égloga 'Antonia, págs. 30-32. 
374 BOLETÍN DE LA ACADE~IIA ESPAÑOLA 
amatorias que no podían faltar nunca en la pluma de 
Lope: recuerdos pasajeros, como fugitivas apariciones 
también, de antiguas y olvidadas queridas del Duque, 
F enisa, Julia, Gerarda, para acabar y cerrarse la fiesta 
casera con el broche acostumbrado: el baile; el baile que 
Antonia Clara danza agilísimamente delante del compla-
cido Duque, del familiar y amistoso concurso, ante los 
ojos de su padre, que la sigue, seguramente, con melan-
cólica ternura, evocadora de mil y mil antiguos recuer-
dos de su juventud que se fué, y que por su memoria 
corren presurosos, raudos, como vagarosas sombras, 
mientras la niña, capullo ya, esperanza casi cuajada en 
carne viva y palpitante, empuñando un par de casta-
ñuelas de bien sonante boj y tañendo acaso un pande-
ro con argentinos cascabeles, quiebra el talle, mueve 
cadenciosamente los brazos, gira y se revuelve en los 
pasos que, más que enseñados, sabe por intuición pere-
grina, como una expresión rituaria y deliciosa de su 
cuerpo, ele aquel cuerpo lozano que ha de perderse ele 
allí a unos pocos años ... 
Todas estas fiestas, y la familiaridad cada vez ma-
yor del encopetado magnate con su Secretario, afició-
nanle más aún a la casa de éste, a la charla y trato con 
las niñas, quienes,por su parte, procuran entretenerle y 
agasajarle todo cuanto pueden. En el huerto de la ca-
silla del insigne poeta tiene y cuida Clarilis) como su-
yas propias, unas gallinas ponedoras: es tiempo de pri-
mavera, de aquel mismo año de r629, cuando las noches 
son ya más cortas, y en las huertas' próximas a la villa 
se cosechan los deliciosos espárragos castellanos. El Du-
que, perseguidor incansable de los autógrafos de su Se-
cretario y coleccionista rabioso ele sus comedias, re-
cibe un billete de Lope c-on un doble cebo: por un lado, 
éste ha podido reconquistar el. manuscrito original de 
'llna .antigua comedia suya, El hermoso peligro ( r ), que 
( r) "N o hemos podido atinar cuál será esta comedia", dice 
UN ENIGMA DESCIFRADO 375 
andaba descarriada en manos de los faranduleros, como 
le ocurría entonces con muchas otras, y comunícaselo al 
Duque para que al anochecer vaya a oírla a su casa ... , 
y, probablemente, a quedarse con ella; la segunda par-
te de la misiva es aún más sabrosa y lisonjera para el 
prócer, aficionadísimo a todo lo que sean faldas: "Dice 
Antoñica que cenará V. E. con ellas guevos frescos de 
sus gallinas y unos espárragos. Hanme reñido -agre-
ga Lope- porque dexé yr anoche a V. E., que ya no 
s·e hallan sin él, y digo yo que tienen razón .. . " ( r ). 
Y a medida que la niña crece en años y gracias 
-como dice Lope-, mayor aún es el embeleso y pa-
sión que siente su padre. Fáltanos casi toda la corres-
pondencia posterior a 1629, cruzada con el Duque, y 
por ello ignoramos otras curiosas y tiernas partícula-
ridades, que no dejaría de comunicar a su Mecenas en 
las epístolas extraviadas, sobre la linda muchachita, 
alegría y ventura de su hogar, tantas veces y tan impía-
roen devastado por la muerte: por eso, entre las esca-
sas que nos restan, en una sola encontramos citada a 
Antoñica, siquiera el motivo sea buenísimo por demás 
para ella y su hermana Feliciana: las dos chiquillas 
participan golosamente del tradicional mazapán con que 
la esposa del cómico Prado, recién parida, obsequia a 
Lope, en pago de haber oficiado de ministro del bau-
tismo en el bateo de su hija ( 2 ). En cambio, en sus obras 
líricas, aunque destinadas a la imprenta, introdúcese 
ambiciosamente su cariño, y alardeará con orgullo ele 
la belleza cada vez mayor de su hija. El soneto que es-
cribe A Doiiq, Antonia Clara de Nevares saliendo una 
maiiana al descuido, incluíclo en las Rimas h1Jtmanas y 
divinas de Tomé de Burguillos, su alter ego, es un pri-
Menéndez Pelayo en sus Adiciones a La· Barrera: Nueva biogra-
fía.-Madrid, I8go, pág. 648). 
(r) Epistolario de Lope.-Códice IV.-Carta I39· 
{2) Barrera: Nueva Biografía ... , pág. 653. 
376 BOLETÍ~ DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
moroso boceto de la juventud, de la frescura, ele la grá-
cil belleza ele Clarilis) a quien todavía Lope llama niña, 
pero seguramente mujercita núbil ya. Una mañana de 
sol Antonia Clara ha salido de su cuarto al descuido> 
esto es, suelto y sin peinar el rubio cabello, acaso en chi-
nelas y faldellín, descubriendo desnudos hombros, bra-
zos y g.arganta blanquísimos, con arrebolado semblante, 
y su padre, que la sorprende así, admira embelesado 
aquella tierna criatura que tanto promete ... y ofrece ya: 
y pensando en verso, como siempre, para que la dulce 
impresión no se le borre nunca, .escribe aquel hermosí-
simo soneto que, por muy conocido que sea y reimpreso 
que esté en las biografías del F éni.x) merece estamparse 
una v·ez más aquí como retrato suyo, para que, confor-
me a la clásica teoría ele Lope, podamos comprobar que 
pintura y poesía son una misma cosa: 
Quien amanece al sol, quien al sol dora 
Dejando libre discurrir el pelo 
Por el blanco mar.fil, y debe al cielo 
:Las rosas que la noche le colora, 
Parece, con las gracias que atesora, 
Que a la Naturaleza dió desvelo, 
Y que en las luces del celeste velo 
Buscó ella misma su primera Aurora. 
S i sois amor para buscar despojos 
fEn hábito ele niño, hoy cesa, hoy pára 
Cuanto de su rigor causaba enojos. 
Que si fuérades vos, Antonia Oara, 
La niña de las niñas de sus ojos, 
Rompiera el arco Amor, mirar bastara (r). 
Y niña continúa siendo cuando pasa un año más, y en 
r 2 ele agosto de r 63 r llega otra vez el aniversario de 
su nacimiento, y su padre lo celebra poéticamente de 
nuevo, ¿cómo no?, con una glosa. donde el inmenso ca-
riño y la ilusión vivísima que siente por ella palpitan 
{r) Colección de obras sueltas: tomo XIX, pág. rso. 
UN ENIGMA DESCIFRADO 377 
en las lindas quintillas que llevan por título este ma-
licioso epígrafe : 
AL DÍA QUE UNA NIÑA CUMPLIÓ TRECE AÑOS1 AUNQUE YA 
NO SE USAN NIÑAS 
Hoy cumple trece, y merece 
Antonia dos mil cumplir; 
Ni hubiera más que pedir 
Si se quedara en sus trece. 
Todo lo reúne, en sentir ele su padre: hermosa cara, cuer-
po lindo y gentil, virtudes en el alma. Por entonces la 
terrible enfermedad de la vista ele su madre Amarilis 
se ha resuelto en trágica e incurable ceguera; i con cuán-
ta ternura y dolor juntamente lo dice Lope en una de 
sus glosas ! : 
Ella y su madre en despojos, 
Venus y Cupido bellos, 
Truecan efectos y enojos, 
Pues Venus quedó sin ellos 
Después que le dió sus ojos. 
Mas si con ellos herir 
Venus pudiera, y mirar 
Como sus gracias oír, 
Ni hubiera que desear 
Ni hubiera más que pedir. 
Mas como si un secreto presentimiento le murmurase 
nuevamente al oído toda la inquietante y temerosa os-
curidad de los años venideros, las últimas quintillas ele 
la glosa parece como si aspirasen a detener la marcha 
cl.el tiempo, a cerrar el paso a los años implacables, a 
continuar gozando de aquella juventud cándida, incon-
taminada aún, fresca y atractiva más que n:unca con el 
hechizo ele su virginal inocencia : 
Su hermosura celestial 
A vivir un siglo venga, 
Mas es cosa desigual 
El desearle que tenga 
378 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA · 
Lo que le ha de estar tan mal. 
Estarse en sus trece ofrece 
Bendición más generosa, 
Aunque porfía parece, 
Porque siempre fuera hermosa 
Si se quedara en sus trece (1). 
¡Verdaderamente, más le hubiera valido quedarse en 
-ellos! 
III 
EL RAPTO 
Al igual de las novelas imaginadas, en la historia 
novelesca, pero real, de Antonia Clara transcurrieron 
cerca de cuatro años más. Estamos en el de r 634 ( 2 ). La 
infanta menuda y avispada que diez y siete años antes 
había tenido en sus brazos, junto a la pila de la igle-
sia de San Sebastián, el Conde de Cabra, se ha troca-
do en una muchacha, garrida, hermosa, alegre, deci-
·dora ... y enamorada de su padre: pasa .en su hogar y 
ante los ojos de los timoratos por sobrina suya, y tío, 
en efecto, debe de llamar a Lope (3); mas sus acciones, 
sus regalos y mimos, su solicitud constante para con él 
son los de una verdadera y cariñosa hija. En las ma-
ñanas, a prima hora, entra en su cuarto, si no a des-
(1) lbide111, : tomo XIX, págs. 271-272. 
(2) Que el rapto ocurrió en el año de 1634 dícelo implícita-
mente Lope en su égloga Filis: 
El mes que con espigas se corona 
Había visto decisiete veces 
Filis .. . ..... . 
Nacida en agosto de 1617, como vimos, este cómputo nos lleva a 
1634. Además los testimonios de Montalbán, Quintana y Peña, 
más adelante alegados, confírmanlo también. 
(3) Véase el encabezamiento del soneto de Faría y Sousa, 
que más adelante transcribo, que lo demuestra. 
UN ENIGMA DESCIFRADO 379 
pertarle - que Lope fué siempre madrugador-, a traer-
le con la luz naciente nuevos contentos, cuyos recuer-
dos tanta amargur.a pondrán en la pluma del poeta al 
añorarlos en su dolorida Égloga: 
•No pienses que la Aurora amanecía 
Hasta que me decía Filis bella: 
"Escribe, Eliso, que ya traigo el día " (r). 
Y bajo la amorosa mirada ele Clarilis, emprende Lope-
su usual jornada literaria, porque, como él decía, pa-
rece que tomaba de sus ojos la luz de sus conceptos, be-
biendo en ellos la poesía que su pluma trasladaba a los 
pliegos, que, poco a poco, en el curso ele las horas mati-
n.ales, irán llenándose ele la escritura ágil y nerviosa.del dramaturgo. Otras, abandonando él su inveterada. 
costumbre ele pergeñado todo por sí mismo, sin auxilio 
de amanuense o secretario alguno, 
Ella escribía lo que yo dictaba; 
Que hasta el alma quería hablar por ella (2): 
momentos, sin eluda, ele inefable goce para él, porque en 
ellos juntábanse los dos grandes amores ele su vida: be-
lleza femenina y poesía castellana; sangre ele su san-
gre y creación ele su espíritu; reliquias ele prodigiosa ju· 
ventucl y conciencia ele fecunda vejez, como si la For-
tuna, tantas veces mucho más cruel en mostrarnos las 
cosas que en quitárnoslas, se las pusiera delante para. 
hacer más duro aún su próximo departimiento. Pocos 
meses, en efecto, le quedaban a Lope ele poseerlas. 
Por grancl.e que fuese entonces el recogimiento de 
la mujer, habíanse mud.ado grandemente las costum-
bres en relación a los tiempos de Felipe II y del Empe-
rador. Ya no rezaba con ella aquel tétrico refrán que,. 
como sev.ero fr·eno a todo asomo ele libertad y feminis -
{r) Filis, Égloga, fol. ro v.0 
(2) I bídem; folio ro v. 0 
380 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
mo, privaba .a mediados del siglo anterior: "En la vida 
la mujer tres salidas ha de hacer : cuando se casa, a 
misa, y a la sepultura" (r). La clama del tiempo ele Fe-
lipe III participa con bastante holgura de la vida so-
cial exterior: comedias, procesiones, fiestas populares 
y señoriles, y en especi.allas caseras de puertas adentro 
recíbenlas a menudo, ora como simples espectadoras, ora 
tornando parte activa en .ellas, para lucir, a más de su 
belleza y su donaire, otras habilidades suyas. Antonia 
Clara cantaba muy bien, cosa nada extraña si se ad-
vierte que en su familia habíase cultivado singularmen-
te la música: su tía Leonor, muerta ya hacía once años, 
poseía muy buena voz y solazando no pocas hor.as del 
F éni:c) bien en la casa de éste, bien en la ele la calle del 
Infante, donde por entonces moraba la madre de Ama-
1'ilis ). ·el marido ele aquélla, Estrada, tañía diestramen-
te el laúd como músico ele profesión; y en cuanto a doñ.a 
Marta, no en una, sino en varias composiciones se ha-
bía hecho lenguas el F éni:c ele la dulzura y encanto ele 
aquella voz ( 2 ). Este fué el origen y causa ele su des-
gracia. En e1 verano ele r634, pasado .el mes ele agosto 
en que Antoñica cumplía sus diez y siete años, hubo 
de concertarse, no sabemos por quién ni en dónde, pero 
sin duda en Madrid, una fiesta casera. A ella concurrió 
Antonia Clara, y ora .estuviese previamente conveni-
do, ora a instancias ele alguien, cantó la muchacha, a 
buen seguro, extremadamente. Para desdicha ele Lope 
y perdición ele su hija, en la fiesta había un hombre, un 
seFíor) a quien hubo ele hacer impresión singular la voz 
de la doncella, el arte y dulzura con que cantaba, el 
alma que ponía en ella, porque, como decía un profesio-
nal del tiempo, e1 maestro Enrique, "la ciencia ele la 
(r) Pedro Vallés: Libro de refranes, compilado por el orden 
del A B C, Zaragoza, 1549 (Letra E, signatura D). 
(2) De todas estas particula1:idades hablo más extensa y do-
'cumentalmente en mi Introducción al Epistolario de Lope. 
UN ENIGMA DESCIFRADO 
música no está en la facilidad de los dedos, ni en la 
voz entonada, sino en el alma, que es lo que llaman teó-
rica" ( r ). Con razón escribía Lo pe. de la música que 
era "alma del mundo, gobierno y armonía de los cie-
los" ( 2 ). Bien pudo añadir que ele los corazones también , 
y aun antes que ele ellos, de los mismos sentidos. ¿N o 
había sido el mismo Lope quien en su comedia El 111 aes-
tro de danzar los había comparado a las cinco cuerdas 
de la guitarra, como si ele cada una ele ellas se des-
1)rendieran sus mismos efectos y consonancias? 
Son las cuerdas los sentidos, 
Que cinco sin orden son, 
Y es el lazo el corazón, 
Que los prende y trae perdidos (3) . 
Como prendió y perdió también al incógnito oyente de 
Antonia Clara .en la citada fiesta: oírla y enamorarse 
de ella debió de ser todo a un tiempo, ya que Lope, si 
no testigo (aunque probablemente lo pudo ser), cuan-
do menos puntual historiador ele su propia desventura, 
lo cuenta cakgóricamente en su tantas veces citacLa. 
Égloga Filis: 
El mes que con espigas se corona, 
Cuya imagen exemplo a los jüeces 
Igualmente castiga y galardona, 
Había visto diecisiete veces 
Filis, y el sol por su inmortal camino 
La distancia del Aries a los Peces, 
Cuando, por mi desdicha y su destino, 
Tirsi la oyó cantar en una fiesta, 
Tirsi, zagal del mayoral Felino {4). 
Ya volveremos muchas veces sobre el último y fa-
(I) La Dorotea. Acto V.-Escena IX. 
(2) Pastores de Belén ... (Obras sueltas, XVI, pág. 8o). 
(3) Lope: Comedias. !Edic. Academia; tomo XII, pági-
nas 490-49I. 
(4) Filis, Égloga, fol. 6. 
382, BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
moso verso, clave y eje capital de la anagnórisis en este 
verídico relato: mas, entretanto, sigamos a Lope, que, 
entre evocaciones .mitológicas y metáforas transparen-
tes, nos irá dando los restantes pormenor.es ele su tra-
gedia. 
Tirsi) llamémosle por ahora así, personaje ele valía 
y ele riqueza, zagal o servidor del Rey, el mayoral Fe-
lino ( I ), solicita desde el primer instante la voluntad ele 
Antonia Clara; pero, como experto cortesano y ducho 
(r) Barbieri: Ultiwtos am,ores de Lope de Vega Carpio. Ma-
drid, r876 {pág. rr3). Infiere de los conocidos versos de la Égloga 
Elegíaca del doctor Juan Antonio ele la Peña, que más adelante 
describo, 
tAsaltóle la muerte en una fiesta 
Que hizo a Galeno el mayoral Felino, 
que este m,ayoral Fe lino era pseuclónimo ele Felipe IV, y que Tir-
si, en consecuencia, "debía ser le persona allegada y poderosa". 
Otros ejemplos, esta vez del mismo Lope, pueden aclucirse sacados 
ele sus obras en confirmación ele que F elino es nombre poético 
ele monarca, sea Felipe III o Felipe IV. Así, en la II parte ele 
sus Rimas (Madrid, r6o9), Obras sueltas, IV-327): 
-Cuando entre el bosque y la famosa casa 
De Felino, monarca ele dos mundos. 
En La Filomena (Madrid, r62r, fol. 129 m.), refiriéndose al 
bosque ele Manzanares : 
Que desde allí se ve del gran F e lino, 
Que guarde Dios, el sumptuoso templo, 
Mayor que el de Semíramis y Nino. 
Y, finalmente, en la Égloga Am,arylida, incluícla en la Coro-
na trágica (Madrid, r627, Obras sueltas, IV~496), donde Felino 
se trueca en Fileno, Felipe IV, esposo ele Belisa, doña Isabel de 
Borbón : 
Belisa celestial, Belisa esposa 
Del mayoral Fileno. 
N o cabe, pues, la menor duda de que al escribir Lope en r635 
en su Égloga Filis el "mayoral Felino" se ref irió expresamente al 
rey don Felipe IV, ele quien era zagal o criado Ti?,si, el seductor 
de Clarilis. 
UN ENIGMA DESCIFRADO 
<en las lides del amor, sabe que, así como en la antigüe-
dad clásica ponían a los pies ele la diosa Palas, símbo-
lo ele la virginidad, un dragón espantable para que mi-
rase por ella y la defendiese ele todo asalto e inconti-
nencia, y que para llegar a la Diosa había primeramen-
te que vencer al monstruo vigilant.e, así aquella linda 
muchacha, ya codiciada por él, tenía también su dra-
gón: la muJer a cuyo cuidado y guarda había puesto 
Lope a su hija y vivía en su casa con los dos. ¡Guardar 
'.a una mujer! ¿Cabe soñar igual dificultad? Todos, todos · 
los mayores empeños, las empresas más .arduas, los con-
.trasentidos más absurdos logra, según él mismo dirá 
.en una de sus comedias, 
Quien piensa con ser Argos de su casa, 
De9pués que ya cumplió veinte y dos años, 
Guardar una mujer, si no la casa (I). 
¿Quién era la guardiana ele Clarüis? Lo pe, figurada-
mente, como siempre, la llama Lydia; los historiadores 
y comentaristas que hasta ahora ha tenido este suce-
so creen ver en ella a una criada de Lope, Lorenza Sán-
'chez, muy antigua en su casa y que debió ele suceder a 
aquella otra criada ele Lope, Catalina, que, en los tiem-
·pos de la segunda muj.er de Lope, doña Juana, sirvió 
a los dos como de ama de gobierno, hembra esta últi-
·ma, de edad, fea, gruñona, y con fáciles despachade-
ras para las visitasinoportunas, que no le faltaban 
con frecuencia a Lo pe ( 2 ). A la verdad, fuera de la 
·semejanza eufónica, muy remota, de Lydia y Lorenza 
'(Lope era muy caprichoso en las asignaciones de sus 
(I) La sortija del olvido: Acto I 0Comedias: Nueva ed. de 
'la Academia, IX-595). 
(2) De ambas .criadas hablan las Cartas de Lope a Sessa, con 
•curiosos detalles. Lorenza servía en casa de aquél como cocinera: 
al menos, sazonaba la cena los días que el Duque comía en casa 
·de su secretario, y oficiaba además de copera, como éste chance-
-ramente escribe. 
25 
384 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
sobrenombres poéticos), no existe ninguna otra pru.eb.a 
que nos permita arrojar .esta mancha sobre quien, como· 
Lorenza Sánchez, tan buenos y fieles oficios había he-· 
cho durante muchos años en la casa del poeta, mere~ 
ciendo que en su testamento de poco antes, en 1627, la 
dejara una manda con estos expresivos términos: "A 
Lorenza Sánchez, por lo bien que me ha servido, dejo' 
doscientos reales." ( I) Pero fuese ella o no la L¿,dia del 
poema, es lo indudable que, para ven(:er la resistencia 
del mitológico dragón que guardaba la honestidad de 
su hija, trocado en la realidad en una dueña quinta-
ñona de basto monjil y tocas reverendas, el galán que-
la perseguía acudió al expediente tradicional y socorrí-· 
dísimo con todas ellas : 
Hizo una masa de metal sonoro, 
A exemplo del suceso de Atalanta, 
Que se rindió por las manzanas de oro (2). 
Pero en el bellísimo mito de Hypómenes y Atalanta hay 
una luminosidad, un optimismo, un encanto peregrinos . 
que brotan de los amores libres, espontáneos y ardoro-
sísimos de la gallarda pareja, de cuyo castigo por la. 
diosa Venus, al convertirlos en el león y la leona que 
arrastrarán para siempre el carro de la diosa Cibeles, 
nos condolemos cuando nos refiere su desgracia Ovi-
dio: mientras que aquí las simbólicas manzanas de oro. 
tienen un vil destino, van a parar a otras manos, sirven 
para corromper la fidelidad de la mujer que puso Lope 
para guarda de su honor y defensa de la doncellez de 
Clarilis: 
(r) La Barrera: Nueva Biografía .. . , pág. 670. 
(2) Filis, Égloga, fol. 7. Es singular la atracción que sintió 
Lope siempre por este poético mito. Desde El verdadero amante, 
primera comedia suya, escrita, si hemos ele creerlo, a los catorce 
años, en que ya se sirve de esta fábula {Comedias Acad. , V-590) 
hasta otras más, en que incidentalmente alude a ella, son numero-
sos los pasaj es en c~ue Lope demuestra su predilección por los= 
fatales amores ele H ypómenes y Atalanta . 
UN ENIGMA DESCIFRADO 
N o fue de Filis, no, la culpa tanta: 
Toda ele Lydia fué, que una tercera 
iEl áspid más honesto y sordo encanta : 
Ésta vendió su honor. . . ( I) 
Todas las artes captadoras, todos los engaños·, recuestos,. 
astucias y trapacerías de la tradicional Celestina se 
pondrán una vez más en obra para vencer el recato ele 
Antonia Clara ; ¿para qué enumerarlas aquí, si al alcance 
de todos está el inmortal modelo labrado por la pluma 
ele Fernando ele Rojas, y su libro es popularísimo en-
tonces, pese a todas las condenaciones y expurgas in-
quisitoriales? Lope, pues, los callará por innecesarios,. 
ele sobra sabidos, y va derechamente al fin, a pintarnos 
a su hija, merced a las artes ele L)Jdia, en franco marte-
lo primero con su porfiado galán, enamorada luego en 
secreto ele él, y, por último, rápidamente, sin más resis-
tencia, cayendo en los brazos ele Tirsi, adonde la em-
pujan los ele la taimada y codiciosa vieja. 
La descripción de la vida ele Antonia Oara clespu'és 
ele su caída, que sigue en el poema es maravillosa, y en 
ella se aúnan la maestría en lo femenino del gran amador 
que fué Lope, con sus propios recelos y siniestros pre-
sentimientos como p.aclr.e. Y a no es la misma: Lope ad-
vierte en su hija extrañas e inconfundibles mudanzas. 
De una parte, muestra más atención que nunca en ade-
rezarse y componerse, cuidadosa ele su tocado, de sus 
galas, de sus vestidos, sin fiesta ni ocasión alguna que 
lo justifique; ele otra, su carácter altérase también: hay 
una inquietud, una nerviosidad, un ceño, tránsitos rá-
pidos ele humor, ya fácil, ya importuno, tan contrarios 
a la templanza alegre que hasta entonces había disfru-
tado. Su padre achaca en un comienzo tales muelan-
zas y alternativas a razones fisiológicas y ele tempera-
mento, y, en su prudencia y para remedio ele ellas, acuer-
(I ) Ibídem . 
386 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
da casarla: mas ninguno de los novios que la propone 
.agradan a la muchacha, ni hacen mella en su alma: 
Porque ocupado el corazón tenía ... 
El ele Lope comienza a sentir también tristes desvelos 
e inexplicables sobresaltos; sospecha, atisba, vislum-
bra, adivina y palpa, al fin, algo que no puede asir del 
todo, algo que se ha introducido arteramente en su pro-
pio hogar, y cuyo invisible contacto le angustia y estre-
mece. Instintivamente se apercibe a la defensa, y tór-
nase áspero, triste, ensimismado y receloso, pasando del 
temor al desengaño, de la eluda a una verdad no descu-
bierta del todo. Ellos, los amantes, Tirsi y Clarilis y h 
fementida vieja, notan también el cambio que se ha 
producido en Lope, y temerosos, a la cuenta, ele alguna 
imprevista resolución suya, determínanse a defender 
su amor. Primeramente, con la astucia, ocultando con 
más cautela aún su deshonesto trato, tanto que por un 
momento Lope siéntese tranquilo y más confiado que 
nunca en la lealtad de la mujer a quien tenía fiada la 
guarda ele su hija. De ella se aprovecharán los tres para 
perpetrar mejor el meditado golpe. Pero dejemos al 
desdichado padre, al inconsolable poeta, que nos pinte la 
escena trágica ele la huída: 
'Mis penas eran ya menos profundas 
Cuando una noche, al desuncir los bueyes 
Que desataba ya de las coyundas, 
Pregunto por mi Filis, ¡ cosa extraña, 
Que el eco me responde solo y triste, 
Y con mi propia voz me desengaña ! 
Pálido el rostro la color se viste 
De la turbada sangre ... 
Cubrióse entonces de un humor sangriento 
El corazón ; las lágrimas heladas 
N o me dejaban ver el aposento. 
Las luces de los ojos eclipsadas, 
Pedí favor al llanto, porque hay penas 
UN ENIGMA DESCIFRADO 387 
Que matan vidas de no ser lloradas. 
Tan frío yelo me ocupó las venas, 
Que, como la llamaba y respondía 
El aire en un jardín, entre azucenas, 
Fingiendo mi dolor falsa alegría, 
Dije ... : 
"¿Eres· tú quien responde, Filis mía?" ( r) 
Corre a su cuarto, y un mísero y delatador espectácu-
lo se presenta a sus ojos. Todo en él revela la confu-
sión y prisas de la fuga: revueltos, rotos, tirados por 
los suelos aparecen los aljófares, adorno de la gargan-
ta de la niña; hebras de sus cabellos 
que dió el peine al suelo; 
la negra sandalia que cubría el lindo pie al levantarse 
por las mañanas ; 
ya la roseta que los lazos ata (2) 
cintas plateadas con que tocaba su cabeza; hasta las aro-
máticas mixturas, aguas de olor y sebillos para com-
poner el rostro, que 
ocultan las mujeres con cuidé\Jdo, 
i(I) lbidem: fol. 8 y 8 v. 0 
(2) No he podido concretar a qué prenda o tocado femenino 
se refirió Lope con la voz roseta. Pudo ser, muy probablemente, 
al adorno que se ponía en los lazos del cenogil, atapierna o liga 
de las medias, tanto de los hombres como de las mujeres, según 
se ve en muchos retratos de la época; o acaso a aquellas rosas 
de las orejas y orejas que los romanos llamaban helécteres y her-
mata o Cardinas, y de que todavía hacían uso nuestras españolas 
ele aquellos tiempos, según eruditamente cuenta, con otras parti-
cularidades muy curiosas tocantes a trajes y arreos femeniles 
el licenciado Arias Gonzalo en el rarísimo y notable tratado 
que escribió impugnando el más conocido de 1\lonso Carranza, 
bajo el título de Jl!I emorial 1 en defensa de / las mvgeres de 1 
'EspaFía, 1 )' de los vestidos, y 1 adornos de que vsan. / Al 1 
Rey N. S. 0 " 1 D. 1 Licenciado Arias Gonralo J. C. 1 En Lisboa 
por A·n.tonio Alvarez /. Año de 1636. 1 (r vol. 4.0 de r + 54páginas dobles; vid. fol. 37) . . 
388 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
reliquias, y no santas, abandonadas por las dos, Lydia Y 
Filis, en la precipitación de su fuga, para llevarse, en 
cambio, otras cosas de más, precio y estimación, todas 
cuantas no pueden embarazadas en aquélla, añadien-
do el saqueo al escarnio, el hurto a la deslealtad, la sus-
tracción premeditada .al deshonor y a la vergüenza, a 
instancias y por consejo, seguramente, de la infame y 
embaidora tercera: 
Sólo decirte de la Circe puedo 
Que el aposento mismo se llevara, 
Si para conducirle hubiera enredo (r) . 
Y ¡circunstancia patética y conmovedora, que aña-
de toda vía un más sombrío matiz a este negro cuadro! 
Lope tiene en su casa dos perros: conocemos por sus car-
tas a Sess.a sus nombres, nombres lindos', castellanos, 
Lobillo y Clavellina; ellos también, faltando por vez 
primera a la fidelidad ele los ele su raza, le abandona-
rán en su infortunio, yéndose, desleales, con los dos 
amantes! Hasta 
El mastín del ganado vigilante 
Se fué con ella ... (2) 
Con todo eso, el desgarrado corazón ele Lope lo olvidaría 
todo: la liviandad ele su hija, la perfidia ele su guarda-
dora y sirvienta, el robo doméstico, el escándalo, pues-
tos los ojos en aquel pedazo de su ser que se le escapa: 
todo lo perdonaría, si al menos ella, su Antonia Clara, 
no le hubiera abandonado, sumiétiélole en espantosa 
soledad; y así, en medio ele la ruina de su hogar, vacío, 
deshonrado, todavía hallará alientos para proferir este 
grito, en que exhala las ilusiones y ansias de su alma: 
¡Ay, Dios, si a Filis sola me dejaras! 
(r) Filis, Égloga: fol. 9· 
{2) Ibide111. : fol. 9· 
UN ENIGMA DESCIFRADO 
Eran en aquel tiempo severísimas las leyes que cas-
tigaban el delito de rapto, y desde el Fuero Juzgo hasta 
Ja Nueva Recopilación, pasando por las Partidas y el 
Fuero Real, imponían la pena ele muerte "a quien ro-
bare o sacare alguna mujer viuda ele buena fama, o vir-
gen, o casada, o religiosa", debiendo pasar todos los bie-
·nes del raptor a poder ele la mujer que hubuiese sufri-
do la fuerza o robo ( r ). Y para facilitar el castigo ele 
.delito tan grave, autorizaban el procedimiento que hoy 
llamamos ele acusación popular) pues no solamente te-
nían derecho a formularla los parientes de la doncella, 
viuda o religiosa, sino que "si ellos non la quisieren fa-
zer, puéclela f.azer cada uno del pueblo ante el Juclga-
dor del lugar do fue fecha la fuer¡;a", según dice la 
misma Particl.a. Con ser como eran tan rigurosas las 
leyes penales en este delito, aplicábanse ele ordinario 
sin compasión ni atenuación alguna, y así, abundan los 
casos de aquella época en que perpetrado un rapto y 
·aprehendido su autor, a los pocos días le ahorcaban o 
·degollaban, según su linaje (2). Ni siquiera este triste 
{r) Ley III, tít. XX, Partida 7."; Leyes r, 2, 3, título III, 
libro IV del Fuero Juzgo; Leyes r.a y 6." del título ro, libro IV 
del Fuero Real, y ley 2.", título XXXV, libro XII ele la Nueva 
Recopilación. 
(2) En el Dietario Valenciano (r6I9-IÓJ2), por don Al-
varo y don Diego de Vich, sacado a luz por la Acción bibliográ-
fica valenciana (Valencia, MCMXXI), relátanse varios casos de 
-rapto, ocurridos en aquellos años en el reino de Valencia, se-
guidos de sentencia ele muerte. Así, en septiembre de r6r9 
·dice: "En estos días N. Daza robó una mujer ... " En 4 del mis-
mo mes: "Este día dieron sentencia ele confiscación de bienes 
a N. Daza, que robó a una mujer". Viernes IJ. "Dan senten-
cia de muerte y confiscación de bienes a N. Daza." (O p. cit .. 
pág. 24). "En 2 de junio de 1629 ahorcaron a Jacinto Sans por 
haber robado una doncella." (Pág. r 57). Otro caso refiere Pe-
llicer en sus A visos que tuvo mucha resonancia en la Corte, y 
que acabó también con la ejecución del delincuente, el robo 
·de la hija ele un tratante en lienzos, muy rica y con treinta 
390 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
consuelo le quedó al desdichado Lope. Sus demandas y 
esfuerzos para que se le hiciese justicia y se persiguie-
ra al atropellador ele su hogar fueron baldíos. N aclie 
los escuchó, a pesar ele su gran nombradía y populari-
dad. La influencia del incógnito robador, personaje, a 
la cuenta, poderoso, paralizó la mano ele la justicia y 
ésta prevaricó. Lope tuvo que resignarse al fin, por-
que, como él mismo elijo a la conclusión ele la historia 
poética ele este fatal suceso ele su vida, la Égloga Filis,. 
Cuando enmudece la justicia, es necio 
E l que la pide ... (r) 
¡ Cuán vivísimo sería su dolor ante aquel espectáculo,. 
impotente para evitarlo, que tanta resonancia causaría 
en la corte, de una doncella sacada ele su casa y vivien-
do sin recato alguno en la del seductor! 
mil ducados de elote. :Arrebatóla el raptor en un coche, dispa-
rando pistolas para atemorizar a la gente y que no los siguiesen: 
"•Corrió el coche muchas calles ele Madrid, dando por todas 
muchos gritos la raptada, ele suerte - añade Pellicer- que to-
dos creyeron, según el aparato y estruendo, que sólo algún gran 
señor podía atreverse a caso semejante y tan violento." Re-
flexión que hace recordar parejamente el poderío e impunidad 
del seductor ele la hija ele Lope. (Pellicer. Avisos . .. Semanario 
Erudito. XXXIII-43-44.) .Explícase todavía más esta desespera-
ción ele Lope ante la impunidad lograda por el seductor ele su 
hija, conociendo, como conocemos, claramente por su obra dra-
mática su personal criterio y opinión en materia de raptos y su 
castigo. En efecto, en cuantas comedias saca Lope robos ele don-
cellas, la pena que les aplica es siempre la misma, cárcel primero· 
y horca subsiguiente, conmutada tan sólo por el obligado casa-
miento, fuese noble o no la muj er agraviada. 'Este era también 
el sentir unánime ele su tiempo, ele acuerdo con la legislación cri-
minal común. {Vid. las comedias ele Lope: El saber por no saber 
y La buena guarda.) Academia V-205 y 344; La C om,edia 
de W amba: Academia VII -63, y La quinta de Florencia: Acade-
mia XV-394-395.) 
(r) Filis, Égloga .. . , foí. r2 v. 0 
UN ENIGC,IA DESCIFRADO 391 
¡ Üh vitoria del oro poderoso! 
Que, en fin, de Lidia Filis conducida, 
La goza en paz sin la pensión ele esposo . .. 
Porque, a lo que se desprende de la relación de Lope,. 
Tirsi no ha disfrazado su vilísima acción siquiera con 
la promesa de matrimonio, con una de aquellas cédu-
las de casamiento que los galanes daban a las donce-
llas, a trueque ele su honor, para vencer sus escrúpulos: 
es una vulgar aventura libertina, cínica satisfacción ele su 
apetito y nada más, tanto, que Lope pierde la esperan-
za ele que la deshonra familiar pueda r.epararse con la 
boda ele los dos; más aún: presiente que el raptor ele 
Antonia Oara, cansado de ella, busca ya algún pretex-
to para abandonarla, singularmente después que el rá-
pido encumbra.miento de su fortuna le aconseja que no 
se comprometa más, prolongando el escándalo: 
Ya me parece que las quejas siento, 
Que ser su esposa es pensamiento vano 
Porque ha mucho que dura el pensamiento (r). 
Encerróse Lope, pues, a falta ele otra defensa, en su 
hondísima pena, y buscando una salida a las infinitas 
amarguras que rebosaban de su alma, hallóla de mo-
mento donde únicamente podía haber alivio para él: en 
su pluma, en su arte, que una vez más cumplió enton-
ces con aquella su divina misión en el mundo: olvido 
pasajero, piadoso engaño, ilusión adormecedora hecha 
de colores, voces y sonidos que nos sostienen y confor-
tan en nuestras graneles tribulaciones y pesares. Es su 
amor apasionado por la poesía, solo lenguaje que cono-
ce su alma, que le dicta en sus horas de desolación y 
acabamiento aquel Huerta deshecho, metro lírico, bre-
ve poema dedicado a un poderoso personaje, don Luis 
Méndez de Haro, sobrino de Olivares, como si impe-
trara la sombra y protección que le había negado és-
(r) Ibidem: fols. 9 v. 0 y IO. 
.392 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
te ( r ). ¡ Cuántas y cuántas veces había recordado Lope 
·en sus epístolas poéticas, con mansa delectación,aquel 
huertecillo familiar ele su casa ele la calle de Francos, 
humilde, pobre, pero amorosa y diariamente cuidado 
por él: 
Que mi jardín, más breve que cometa, 
Tiene solos dos árboles, diez flores, 
Dos parras, un naranjo, una mosqueta (2) . 
. j Diez flores! ¡Hay otra más entre las rosas, jazmines, 
clavellinas y minutis.as que decoran el huerto de la ca-
lle de Francos, una que luce y brilla por todas juntas, 
con el encanto y lozanía 1e la fresca juventud : su hija, 
su hija Antonia Clara, prez y orgullo de aquél, recreo 
de sus ojos, alegría ele su senectud : 
Alivio de mis males, 
Mísero huertecillo, que dormía 
Libre de penas tales, 
S us flores acechando el alba al día 
Para abrir de pimpollos tanta suma, 
Y yo su luz para tomar la pluma (3). 
(r) Huerto deshecho. M etro lírico. Al Illustrísúno Seño1• 
Don Luis M éndez de H aro, publicado primeramente en La 
Vega del Parnaso. Madrid, 1637, y luego en Obras sueltas, 
tomo IX, págs. 373-381. N o se conoce, al menos que yo sepa, 
ninguna edición suelta ele este opúsculo ; pero creo que debió 
ele haberla, por dos razones: a primera, porque ele otras obras 
menores ele Lope, incluidas también en La Vega del Parnaso, 
como la Epístola de Claudia Conde, el Elogio en la mue;-te de 
Juan Blas de CasfTo, las Eglogas Anwrilis y Filis, etc., hizo en 
vida aquél ediciones separarlas, y, además, l)orque sólo así se 
explica que en contestación al HueTto deshecho compusiera e im-
primiese don Antonio de Herrera Manrique su Huerto .florido. 
Por su poco volumen y difícil conservación debieron ele des-
truírse todos los ejemplares, sin que haya llegado ninguno a nos-
otros. 
(2) El Jardín de Lope, en La Filomena. Madrid, r62r fo-
lio r6o v.0 ' 
(3) Huerto deshecho ... E n Obras sueltas, IX-375. 
UN ENIGMA DESCIFRADO 393 
Mas una noche, cuando menos lo teme, desencadénase 
horrísona tempestad: truenos, rayos, granizo, agua fie-
ra a torrentes se desatan sobre el pobre huertecillo, y 
cuando en la mañana sale Lope 
... por ver qué fruto alcanza 
La fe con que sembré tanta esperanza, 
un espectáculo desolador se ofrece a sus ojos: 
Que yo mi inútil huerto, 
Robado como Hespérides de Alcides, 
Y en el campo desierto 
Otro Numancia de árboles y vides, 
Un Sagunto de flores y retamas, 
Las pi·edras hojas y los muros ramas . .. 
Y para acentuar más la alegría, demostrando que este 
breve poema "no es una simple queja por falta de pre-
mio -como quieren los críticos modernos.--, sino un la-
mento de lo profundo del alma, causado por una desgra-
cia de familia" ( r ), prosigue en aquellas otras metafó-
ricas estancias: 
Así mi huerto en el lluvioso abismo 
Amaneció mentira de sí mismo. 
Un árbol, cuyo fruto 
Desatados colores imitaba, 
,Volvió la pompa en luto, 
V engánclose un jazmín que le envidiaba. 
Aspero torbellino, 
Armado de rigores y venganzas, 
Súbitamente vino 
A deshojar mis ver-eles esperanzas , 
Haciendo el suelo alfombra ele colores . 
Tantas hojas escritas, como flores (2). 
Y ¡caso curioso, no notado hasta ahora por los historia-
dores de este episodio! Aquellos tristes lamentos del alma 
(I) Barbieri: Ultimas amores ... , págs. III-II2. 
(2) Huerto deshecho ... , op. cit., IX-3-78. 
394 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
ele Lope tuvieron un eco, un eco poético también en uno 
ele sus discípulos y admiradores: en don Antonio de He-
rrera Manriqtie, vate contemporáneo suyo, casi desco-
nocido, y ele quien no he hallado ninguna otra obra ( I); 
el cual, al Huerto deshecho de Lope opone y escribe su 
Huerto florido) inútil, pero simpática consolación a las 
hondas amarguras del Maestro : 
'El roto huertecillo, 
Que vive en el sepulcro de quien muere, 
Breve del Mayo anillo, 
Donde el rubí clavel engaste adquiere, 
!Si clerribaélo ele su pompa yace, 
Quiere deberle lo que agora nace (2). 
(r) A él creo que debió aludir Lope en la Silva VII ele su 
Laurel de A polo cuando, hablando ele dos Herreras, acaba la 
estancia diciendo : 
Y si tienes también a don Antonio 
Serás el Tibre, y él tu dulce Ausonio. 
(Laurel de A polo, Madrid, 1630; fol. 64 v.) 
{2) Barrera, a cuya infatigable erudición !apiana nada o 
casi nada se ocultaba, clió noticias ele este rarísimo folleto, que 
anteriormente había conocido y descrito Gallardo. (Ensayo ... III, 
número 25IO); solamente que habiénclosele escapado el valor 
autobiográfico y el mismo suceso ele la vida ele Lope a que res-
poncHa el Huerto deshecho, tampoco pudo percatarse del propó-
sito ele Herrera Manrique al escribir su Huerto florido, y así li-
mitóse a decir ele éste que "es una curiosa composición recorta-
da por esa en loor y alabanza ele Lope". (Nueva biografía ... 
op. cit., pág. 520.) Insertaré aquí su descripción bibliográfica, a la 
vista del único ejemplar conocido, que conserva nuestra Biblioteca 
Nacional, ya que la que hizo Barrera contiene algunos ligerísimos 
errores ele puntuación y otros. 
GVERTO FLORIDO. 1 METRO LYRICO . 1 A FR. LO-
PE FELIX DE VEGA 1 CARPIO. 1 POR DON A 1VTONIO 
DE HERRERA 1 MANRIQVE. (4 hojas en 4. 0 de 2ro X 157 
mm. s. l. n. a. ni paginación. Signaturas A. 'N 2, impreso en bas-
tardilla. Son 30 estancias, que comienzan: Diste, Belardo, el fruto 
- De flores ya caducas por tempmnas, y acaban: Que el Harn 
que en tu pluma resplandece - Por corona del sol ra)'OS merece. 
U X E ' IG:\<[A DESCIFRADO 395 
El poema de don Antonio de Herrera -metro lírico lo 
llama también para ajustarse en un todo al de Lope-, 
es una pura alegoría, no muy rica en ideas, pero fácil y 
elegante en la forma, con que piadosamente intenta dis-
frazar el infortunio familiar de Lope, cuidando con ex-
quisita delicadeza de que nada pueda traslucirse del suce-
so que enrojece las mejillas del deshonrado padre; por 
'eso tira de vez en cuando contra los émulos y envidiosos 
de su fama literaria ( r ), para retornar al tema: 
Mas vuelvo al jardinillo, 
Babel de ramos, parva de las hojas, 
Verde y galán castillo 
De esmalte blanco y clavellinas rojas, 
Alma sin vida, ostentación del suelo, 
Cél!dáver, ramillete y Troya en yelo. 
'No las desdichas cantes; 
Los triunfos, sí, porque te sigan todos; 
Las penas son constantes ; 
Los bienes, limitados en los modos; 
N o se arguyan los males, de que vienen 
A ser bienquistos, si tu pluma tienen (2). 
( r) Insertaré aquí alguna ele sus estancias sobre este tema 
para resaltar el estro ele este fervoroso admirador de Lope en su 
peregrino opúsculo : 
Nadie puede quitarte, 
que aun iras contra ti no logra el cielo ; 
lo que es amenazarte, 
de fuego nace y se termina yelo ; 
que hay cólera que empieza por venganza 
y desde al filo al golpe es esperanza. 
Si derribando el templo 
vivir pretende alguno de tu fama, 
su mérito es exemplo, 
y no el que usurpa ele la agena llama : 
para no peligrar entre la espuma 
la envidia de un ingenio no ·es mi pluma. 
'(Huerto Florido, fol. 2 v. 0 Estancias II y 12.) 
( 2) Huerto florido ... , fol. 3 y 3 vto. Estancias r6 y 20. 
396 BOLETÍ N DE LA AC.'\DJ.;~UA ESPAÑOLA 
Generosos consuelos, muestras cordiales de piadosa 
amistad al gran poeta, que no lograrán, empero, mitigar 
su dolor, raer su vergüenza íntima, acabar con aquella su 
desolación angustiosa, que vaciará él en la segunda de sus 
composiciones, la Égloga I_,'üü, trágica crónica ele su in-
fortunio, confesión dolorosa suya para la posteridad,. 
canto ele cisne ele su lira, última ele sus obras en la dila-
taclísima carrera ele su pluma ( I ). En ella alentará por 
vez postrera la figura juvenil ele su amada Antonia Cla-
ra; y evocándola tan pronto con tiernísimos versos, como 
malcliciénclola en otros, huncliráse más aún en su congé-
nita melancolía, para no reír ya jamás. Aquel golpe ha-
bía sido mortal: llevaba clavada en su corazón la eles-
lealtad, la locura de su hija, y el recuerdo de su torpísi-
ma acción nunca hasta su muerte se separó ele él : 
La vida se perdona al homicida, 
Y aun el honor, con ser de tanto precio; 
Pero la ingratitud jamás se olvida (2). 
(r) Esto al menos da a entender el doctor Juan Antoniode 
la Peña, cuando, al componer su Egloga eleqiaca por los mis-
mos consonantes que Lope había empleado en la suya Filis, 
dice en su Dedicatoria a don Jacinto Isscila: "y porque v. m. tiene 
la última Égloga que dió Lope a la estampa, en que introduce 
dos pastores Silvio y E liso ... , versos que le previnieron a su 
muerte, quise, ya que en ellos murió cantando como el cisne, to · 
mar sus últimos acentos y. hacer esta Égloga a su muerte" . 
Describiré el opúsculo del doctor Peña, ya que Barrera lo hizo 
también incompletamente, sirviéndome del rarísimo ejemplar que 
conserva nuestra Biblioteca Nacional. A la 1 fam.a 1 immtoTtal del 
1 Fenix de Evropa, 1 FTei Lope Felix de Vega CaTpio, del Abito 1 
de san Juan, natuTal de MadTid . 1 Egloga Elegiaca. 1 Dedicala 
el Doto?' Juan Antonio de la 1 P eña Abogado en los R eales Con-
sejos; 1 al exemplo de Ve?'dadera am.istad, don 1 Jacinto J ssola 
Cauallero en la S e 1 renissim.a Republica de 1 Genoua. 1 Con Li-
cencia. En Madrid. A í"io I635. 1 (r vol. 8.0 menor de r6 pp. dob. 
numeradas. Signaturas A. B. 4. Portada.--Nuelta, Dedicatoria.·-
folio 2 y v. 0 , concluye la Dedicatoria.-Folio 3. ·Al Lector.- Fo-
lio 5 V. 0 , texto hasta el fin. 
(2) Filis, Égloga, fol. r z v. 0 
UN ENIGMA DESCIFRADO 397 
¡Cómo le vendría entonces a las mientes, él tan memorio-
so, el recuerdo ele aquella apostilla moral puesta por él 
en su J erusale11t conquistada, al evocar el adulterio ele 
David con Bethsabé, y convertida ahora en trágica y 
cruelísima profecía ele su desventura!: "Nota que qui-
ta Dios el honor a los que le quitan a sus prójimos." (I) 
¡Qué espantosa verdad! ¡Amarilis .. . , Roque Hernán-
clez ... , la fuga ele Antoñica ... , la afrenta de su hogar ... ! 
Ni siquiera le quedó el alivio que el sueño pudiera pro-
porcionarle. Desde la huícla ele Clarilis, un incurable in-
somnio se apoderó ele su organismo: 
Baja la noche, y cuanto ilustra y dora 
Febo, descansa en tierra y mar; yo solo 
Ni descanso a la noche ni a la aurora. 
Y dirigiéndose a su interlocutor en la trágica égloga,. 
le pregunta: 
¿ Sabes algún remedio para el sueño ? 
pero Silvio, su amigo, no puede dársele, pues cuando pa-
dece el corazón, no hay medicina que lo cure. Las noches· 
desde entonces se le harán eternas, continuadoras crueles 
del día, porque 
A quien no ha de dormir, nunca anochece (r). 
Es la clásica pasión ele ánimo, el pesar que nos causa el 
recuerdo punzante del bien perdido, que un día y otro va . 
minando el suyo, destruyendo aquella vigorosa natura-
leza, su reciedumbre firme y entera durante tantos años, 
g racias a la cual pudo resistir aquella labor ímproba, ci-
clópea, admirable. Es la pasión melancólica, " que ahora 
nuevamente se llama hipocondríaca" , a que de modo ex-
preso se refiere Montalbán, que veinte días antes de su, 
muerte afligíale con tan apretada congoja, "que el cora--
(r) Jerusalén conquistada. Madrid, MDCIX (fol. 221). 
(2) Ibidmt; folio rr vto. 
398 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
zón no le cabía en el cuerpo, y rogaba a N u estro Señor 
que se la templase con abreviarle la vida" (r). Dios, pia-
doso, escuchó su ruego, y un año casi justo después del 
rapto ele su hija, el 27 ele agosto ele 1635, entregaba santa 
y resignadamente su alma a Él. 
El escándalo del rapto no pasó inadvertido, claro 
está, para los cortesanos: sin mencionarlo expresamente, 
·en guarda ele la buena memoria y honra de Lope, sus 
biógrafos y panegiristas aludieron discreta y veladamen-
te a él: a él se refería, sin eluda alguna, Montalbán en 
uno de aquellos dos disgustos que "había tenido de un 
año a esta parte, que le tenían casi rendido a una con-
tinua pasión melancólica" (2 ). Francisco ele Quinta-
na, "su íntimo amigo", como él mismo se apellidaba, 
apunta "los pesares graneles" que padeció, "particular-
mente en este último año de su vida" (3). El licenciado 
Juan Antonio ele la Peña, al escribir su opúsculo A la 
fama inmortal del Féni:c de Europa, Frey Lope Fé-
.li:c de Vega C arpio, por los mismos consonantes que 
éste había empleado en su Égloga Filis, coincidiendo 
con los anteriores; revela cuánta parte tuvo en su muer-
te algo mis·terioso ocurrido poco .antes de ella : 
Tal de la Parca el brazo más tirano 
Se mostró con Belardo no piadoso, 
Pues juntó lo cruel con lo villano (4). 
Y más adelante: 
La injuria que en su agravio prevenída 
Perdió a su cabañuela el fiel decoro, 
Olti1na pena de su heroica vida (5). 
(r) Pérez de Montalbán . .. Fama póstuma ... Madrid, r636. 
En Obras sueltas, XX, 36-37. 
( 2) Ibidem .. 
(3) En su Sermón fúnebre ... (Obras sueltas, XIX-393.) 
(4) Egloga elegíaca, op. cit., fol. 13. 
(S) lbide1n, fol. 14. A este infortunio acaso también aludió 
UN ENIGMA DESCIFRADO 399 
Un solo testigo contemporáneo suyo hubo, que yo separ 
que se atreviese a mencionar expresamente el rapto, sin 
velos ni rebozos, si bien para condolerse ele él y acom-
pañar a Lope en su infortunio: el polígrafo portugués 
e infatigable trazador ele sonetos Manuel ele Faría y 
Sousa, quien en la parte primera ele la segunda edición 
de sus Divinas y h~~manas flores, bajo el nuevo título 
de Fuente de Aganipe o Rimas Varias, incluyó un soneto 
con este categórico epígrafe: 
A Lo pe de Vega) habiéndose/e huído de su casa una 
sobrina. 
El soneto, al igual de toda la obra lírica del famoso 
comentarista de Camoens, es crespo, hinchado, altiso-
nante, "con más tinieblas (como hubiera dicho Lo pe, 
que era, empero, buen amigo suyo y le dedicó una ele sus 
comedias) que los versos ele Licofronte" . Pero ¿cómo 
resistirse a su copia, cuando puede estimarse casi por in-
édito, ya que hasta ahora nadie le había sacado del raro· 
y viejo volumen que lo contiene? Dice, pues, así: 
Rómpese el edificio mergelino 
Del tronido marcial ele Orange osado, 
Que cruel con las Musas fué llamado 
Por el amante ele su son divino. 
De Pínclaro Alexanclro fué padrino, 
Cuando, el muro ele Thebas escalado, 
Vió correr el furor ele Marte airado 
Al saco, en uno y otro remolino. 
N o te cupo esta suerte, sino aquélla. 
Dos coronas te debe el tiempo injusto: 
veladamente P.ellicer en su Urna sacra cuando habla ele "los 
"enemigos poderosos que hicieron oposición a las excelentes pren-
das de Lope", y más aún en aquel otro pasaje: "Estudió Lope-
en su misma paciencia grandes aforismos de constancia en las. 
aflicciones que le contristaron antes y después del sacerdocio." 
(Obras sueltas ... XX-246 y 262.) 
26 
400 BOLETÍN DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA 
De p3iciencia sublime y lira bella. 
N o llores, pues; que, en medio del disgusto, 
'F ué justo que te huyese la doncella, 
Para venir a ser Apolo justo (r). 
De haber vivido Lope cuando se publicó este soneto, eludo 
qué desgracia hubiera juzgado por mayor: si la huída de 
su hija o el haber dado ocasión con ella a que se escri-
biera tan desdichada oración funeral a su deshonra. 
IV 
CÁBALAS 
Durante muchos años, más de dos siglos, nadie vol-
vió a ocuparse de este tristísimo capítulo de la vida del 
F éni:c. El mismo doctísimo don Francisco Cerdá, al in-
cluír en la Colección de obras sueltas ele Lope su Églo-
ga Filis y su Huerto deshecho ) ele la primera no hizo 
mención crític¡:¡. alguna, como si careciese de importancia ; 
(r) Fvente 1 de 1 Aganipe 1 o R i11ws varias 1 de Manuel 
de Fm'ia y Sousa ... 1 Parte prim,era. 1 En Madrid, por Carlos 
Sánchez Bravo 1 ilt!DCXLVI (fol. 8r). Todas las composicio-
nes de esta obra tienen su epígrafe o encabezamiento, pero Faria 
no los puso al frente de cada una, sino al fin de la Centuria a que 
pertenecen, en su Tabla respectiva, alegando que "algunos son 
aficionados a hallar sobre los poemas las explicaciones de sus 
asuntos (o digamos el argumento de cada uno cle11os), por 11evar 
luego entendido lo que leen; pero otros se cansan desta preven-
·ción, queriendo entenderlo por sí . .. Para acudir a ambas estas 
cosas, no lo dejaremos a escuras aquí, ya que no lo aclaremos 
a11á". (fol. 26). El epígrafe o argumento del soneto copiado fi-
gura en la

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