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Historia de la palabra ((tremendismo» desde el léxico 
literario al político, pasando por el taurino 
I 
Entre los muchos neologismos a que dio curso la peculiar in-
ventiva de Juan Antonio de Zunzunegui figura uno, tremendis-
11ta, que ha llegado a estabilizarse en la lengua de nuestros días. 
Lejos estaba el novelista vasco de suponer en los años treinta 
que esa palabra iba a recorrer una travesía para la que no fue 
pensada : dio nombre a una tendencia literaria, incorporándose 
así a la nutrida lista de ismos ele nuestro tiempo; fue objeto de 
encendida polémica entre novelistas, críticos y lectores durante 
un cuarto de siglo; se identificó con la literatura de un premio 
Nobel (Camilo José Cela); y terminó acogiendo bajo su para-
guas protector significados por completo di stintos de aquel ini-
cial, y no muy parecidos a esos otros que en un momento dado 
permitieron al usuario del vocablo ampliar el terreno literario en 
que en un principio se desenvolvió la vida ele la palabra. Es pre-
cisamente este último aspecto, el de la evolución del término, el 
que me ocupará en este trabajo . 
Hace algún tiempo señalé como primera documentación exis-
tente para la palabra tremendismo una cita de Zunzunegui ante-
rior a la guerra civil 1. Si bien El chiplichandle se editó en 1940, 
1 Cf. La novela e.x·istencial española de posguerra (Madrid, Gredos, 
1987), págs. 265-66, n. 10. Esta referencia de Zunzunegui y algunas otras 
incluidas en el artículo proceden del material contenido en los ficheros de 
74 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
había sido escrita entre 1932 y 1934 ó 1935 2 ; el estallido de la 
contienda, de acuerdo con la información proporcionada por el 
autor en la nota que antecede al texto de la primera edición, sor-
prendió al libro cuando daba los primeros pasos en su andadura 
por la imprenta, andadura reanudada al término de la conflagra-
ción. En principio, aun en el supuesto de que algunos fragmento s 
de la obra hubiesen sido objeto ele retoques en el tiempo inme-
diatamente anterior a su publicación, la referencia conservaría 
todo su valor histórico. A tales efectos, poco debiera importar si 
el orto de la palabra tremendismo ha de certificarse en 1932-35 
o en 1940. Veremos, sin embargo, que la cuestión cronológica 
tiene una relevancia mayor que la que la apariencia le concede. 
Las notas lingüísticas que serían habituales en la escritura del 
caudaloso autor son detectables ya en esa cbra casi primeriza 
(fue la segunda novela que publicó): sintaxis simple, cierto gus-
to por el coloquialismo, construcciones gramaticales no entera-
mente ortodoxas y (este es el punto que en mayor medida me in -
teresa) tendencia a la invención neológica. He aquí el fragmento 
en que se inscribe este uso ele la palabra tremendismo: 
Edu no se moderó. Cursó su noviciado ele muchachitas 
y alcohol. Fue por unos años hermano júnior del vicio. 
Por entonces empezó a cojear, diciendo misteriosamen-
te al oído de los amigos que tenÍ?. una blenorragia. 
La arrastraba con el orgullo ele una Laureada. 
Pero lo curioso, a qué extremos llega la estupidez hu-
mana, es que jamás tuviera tal enfermedad. Supuso que con 
ella se hacía una personalidad ele pillín, y se la atribuyó. 
Empezó a practicar el "tremendismo". Bebía sin con-
tinencia las mezclas más dispares. En su casa fueron se-
cuaces las cuentas ele los cabarets 3 
la Real Academia Española, institución a la que deseo expresar mi agra-
decimiento por la autorización concedida para la consulta de aquellos. 
Conste igualmente mi gratitud a don Manuel Seco y a Pedro Alvarez de 
Miranda, director y redactor especial, respectivamente, del Seminario de 
Lexicografía, que han contribuido con sus observaciones a la mejora de 
aspectos diversos del texto. 
2 Zunzunegui afirma en la edición de 1940 (Madrid, Studios) haber 
escrito su novela entre 1932 y 1935. Pero en el tomo primero de sus 0b1'as 
completas (Barcelona, Noguer, 1969) se dan los años 1932-34. 
3 El chiplichandle, págs. 290-91 de la ed. de 1940. 
HISTORIA DE LA PALABRA « TREwJENDISMO» 75 
Zunzunegui (que no incluyó tremendismo en el registro lé-
xico que pone punto final al libro, el "Vocabulario de voces usa-
das en esta novela que no están registradas la mayoría en la 
Real Academia Española") optó por marcar con la cursiva la 
palabra francesa cabarets, que a diferencia de otras de la misma 
progenie (chalet, carnet), no parece haber hallado acomodo pre-
ciso en nuestra lengua 4. Pero entrecomilló trem.endismo, lo que 
significa que su conciencia de creador valoraba de distinta forma 
uno y otro vocablo: cabaret era palabra extranjera, mientras que 
tremendismo resultaba invención configurada de acuerdo con las 
norm,as de derivación propias del español 5. Muchos escritores 
(y un número aún más abundante de críticos) utilizarían después 
ele Zunzunegui las palabras tremendismo y tremendista. Él mis-
mo las recuperó en algunas de sus aproximadamente quince mil 
páginas posteriores a El chiplichandle 6. Cuando Zunzunegui pu-
blicó La quiebra (escrita entre 1945 y 1948) el vocablo se encon-
traba ya en un proceso de fermentación y había sido empleado 
por otros autores, pero él la usaba ele nuevo en el mismo sen-
tido que le había dado años atrás : 
Ramón observa cómo se iba apoderando de su pueblo 
la fiebre del "tremendismo". El "tremendismo" en la vida; 
4 Manuel Seco la considera ya en desuso (cf. Diccionario de dudas :v 
difiwltades de la lengtta espaíiola, Madrid, Espasa-Calpe, 91986, s/v sala). 
Aunque, claro está, en el tiempo en que El chiplichandle fue escrita las 
circunstancias eran distintas, y cabaret era un galicismo hasta cierto punto 
frecuente en el español literario. 
5 Esta distinción tipográfica, en cualquier caso, desapareció en las 
Obras completas (1, pág. 996), donde tanto cabMet como tremendismo apa-
recen escritas en letra cursiva. 
6 El cómputo total lo hago sobre la base del artículo bibliográfico de 
Pilar García Madrazo, "La flota de Zunzunegui. Datos para una biblio-
grafía esencial" (Letras de Deusto, n.0 45 (sept.-dic. 1989), 63-78; no ten-
go en cuenta los artículos no recopilados en volumen). No hay, dicho sea 
de paso, ninguna referencia a las palabras tremendismo y tremendista en 
el apartado correspondiente (capítulo VI: "Zunzunegui y el estilo") del 
casi hagiogt'áfico (y, por otra parte, superficial) libro de Delfín Carbonell 
Basset La novelística de f1tan Antonio de Zunzttnegui (Madrid, Dos Con-
tinentes, 1965). En él se cita, por cierto, un trabajo de J. Spagnol Jabloski 
titulado An Anal:vsis of the N eologisms of Juan Antonio de Zlmzunegui 
(Pittsburgl1, Duquesne University, 1955), que no he podido consultar. 
76 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA E SPAÑOLA 
el "tremendismo" en la política, el "tremendismo" en los 
negocios. Por esta época, Bilbao es como una hermosa pe-
tulante de su hermosura. N eguri, Algorta y Las Arenas se 
pueblan de chalets y palacios, cara a la brisa del puerto. Un 
ritmo acalorado de ganancia mueve a las gentes 7. 
La primera página de El hijo hecho a contrata (1956) per-
mite una aproximación más precisa al significado de la palabra, 
tal como la emplea Z unzunegui : 
En Algorta, mientras no se demuestre lo contrario, son 
todos un poco tremendos. Es el suyo un tremendismo cor-
poral, de hombres grandotes, bien cebados, bien bebidos, 
que apoyan sus argumentos, cuando los tienen, con puñe-
tazos sobre las mesas 8. 
Ese significado de tremendis1no queda claro con la lectura de 
una cédula incluida en los ficheros académicos por el propio es-
critor vasco, cédula en la que, amén de recordar la paternidad 
del vocablo, pone en antecedentes al futuro investigador, infor-
mándolo ele la existencia, previa al empleo por su parte, ele la 
acepción correspondiente del vocablo sobre el cual está formada 
(es decir, trea1iendo ). Reproduzco a continuación, por su interés, 
el texto ele la ficha a la que aludo: 
Tremendo, Tre1'11endada, Tremendis111u . 
Tremendo y tremenclacla son ele uso corrienteen el País 
Vasco. Tremendo es el hombre fuerte, bien constituido, con 
ribetes ele gamberro, que hace frecuentemente el animal. 
Hace poco se ha publicado la segunda edición ele "Los tre-
mendos de Canala", de Juan Irigoyen. Son las hazañas ele 
tres hermanos marinos mercantes por los puertos donde han 
parado en sus navegaciones. Las tremencladas son las ha-
zañas del tremendo. "Tremendismo" ya lo usé en El chipli-
chandle, novela de 1932, por la vida de gamberro a la que 
se entregaba un señorito bilbaíno. Más tarde se le ha dado 
por el poeta Zubiaurre el significado de tremendada lite-
rana. 
7 En Obras completas (Barcelona, Noguer, 1971), 3, pág. 368. 
8 Obras completas (Barcelona, Noguer, 1974), 6, pág. 13. 
HISTORIA DE LA PALABRA «TREMENDISMO» 77 
Así queda aclarada la génesis ele la invención ele Zunzunegui 
y, por supuesto, la interpretación ele los dos fragmentos ele sus 
novelas que he reproducido. En esa ficha no se dice en realidad 
que Irigoyen utilizara la palabra tremendismo, pero para el in-
vestigador la pista es fácil ele seguir, hasta dar con el que muy 
posiblemente sea el primer uso escrito (incluso anterior al ele 
Zunzunegui) ele la palabra tremendis11iO. 
Los tremendos de Kanala es una novela publicada en 1936 9 
por un autor vasco poco prolífico, Juan ele Irigoyen, y efectiva-
mente fue reeditada en 1958 10 (referencia esta que permite datar 
la papeleta de Zunzunegui en ese mismo año o, si acaso, el si-
guiente). En la " Dedicación" que precede al texto de la primera 
edición la fecha que aparece es la del verano de 1936, pero la 
fe de erratas corrige haciendo constar la del verano de 1935, que 
es, en consecuencia, la correcta. Muy probablemente, pues (dan-
do por supuesto que la redacción de esa página sea posterior a 
la de la novela en sí), el libro fue terminado en el verano ele 1935, 
aunque, por error en la corrección ele la errata a que me refiero, 
en la edición de 1958 la fecha quede adelantada nada menos que 
un siglo: verano de 1835 es la que consta en esa segunda apari-
ción del relato. 
Recordemos lo impreciso de la datación ele El chiplichandle: 
1932-34 ó 1932-35, 1940 a lo último. No me atrevo a aventu-
rar que cuando Zunzunegui utilizara la palabra tremendismo en 
esa novela conociese ya Los tremendos de Kanala, pero me pa-
rece una hipótesis más que verosímil. En cualquier caso, sea 
quien sea (J. de Irigoyen o Zunzunegui) el escritor que pueda 
arrogarse el título ele primer usuario, en el plano textual, del 
vocablo tremendismo, me interesa ante todo precisar el empleo 
que entonces uno y otro dieron a la palabra. En la citada "De-
dicación" Irigoyen define a los tremendos como hombres "que 
recatan los recuerdos de los días lejanos de sus vidas «extremo-
sas»". Al poco de empezar la novela se lee este párrafo: 
9 Los tre1nendos de Kanala. Kresala eta Lnnma (aliento del :mar; 
va.h.o de la tierra). Novela bizlwina del mar. Bilbao, Grijelmo, 1938. 
lO Los tremendos de Kanala. Kresala eta Lunma (aliento del mar; 
vaho de la tierra). Novela vizca.ín.a del •11W1". Bilbao, Editorial Vizcaína, 
1958. 
78 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMI A ESPAÑOLA 
NI artero, 1\d-ushtllu y Mastranga habían empezado a 
formar cuadrilla y a dar mucho que decir a las gentes que 
conocían algo de sus vidas irregulares de hasta aquel mo-
mento ele la venida ele M artero al pueblo y su asociación 
con Muskullu y Mastranga. Pero eran tan bárbaros, tenían 
tal aire despectivo y burlón en las pesadas bromas que em-
pezaban a dar a sus convecinos, se adivinaba una tal fuerza 
en aquellos cuerpos duros, y una altivez en el mirar del úl-
timamente llegado, que optaron por sufrirles todas las bro-
mas y evitarles en lo posible el trato y la comunicación. 
Porque "ellos" eran unos "Tremendos" continuadores 
de la tradición de 1os hombres bravos que habían salido de 
allí, dejando las casas, las tierras y los ganados a los enco-
gidos terrestres 11 . 
No es esta la única página de la novela en que la palabra tre-
mendo se emplea en sentido tan peculiar y, a lo que parece, re-
gionalmente localizado. Incluso en un caso concreto de un vasco 
que en el libro utiliza el español de la forma peculiar que carac-
teriza al hablante rural ele Vizcaya, hallamos tremendos. Es una 
cita, por otra parte, ilustrativa: " Hay que haser duro a todos: 
Hay que ser tremendos para que nos tomen miedo" 12• Solo una 
vez en el libro, sin embargo, encontramos tremendismo, en la que 
quizá sea la primera aparición escrita del vocablo : 
El tremendismo Kanalés, que tenía raíz vieja metida en 
la historia, había tenido un exponente magnífico con aquel 
Corsario patentado, el capitán del caserío Batistene, D. Ni-
colás ele Arrótegui y Gaztañaga, a quien el Gobierno con-
cedió aquel título, habilitándole para que ejerciera el corso 
contra los insurgentes de América, que estaban en guerra 
viva contra la España 13. 
No tengo constancia del empleo (hablado o escrito) de la pa-
labra tremendada, y no es fácil tampoco encontrar tremendo en 
el sentido que Zunzunegui dice es frecuente en su región natal, 
porque los contornos semánticos del adjetivo son lo suficiente-
u Pág. 19 de la ed . de 1958. 
12 Pág. SO en ambas eds. En la de 1936, por error no corregido en la 
fe de erratas, trenendos. 
13 Pág. 20 de la ed. de 1958. 
HISTORIA DE LA PALABRA «TREMENDISMO» 79 
mente difusos como para dificultar un análisis preciso 14. N o es 
elato definitivo, por supuesto, pero puede resultar conveniente te-
ner en cuenta la existencia en la Real Academia Española de un 
ejemplar del Lexicón etimológico, naturalista y popular del bil-
baíno neto (1896), del que es autor Emiliano de Arriaga, y que 
está profusamente anotado a mano por el propio Zunzunegui, el 
cual añade un buen número ele palabras no inventariadas por 
aquel, sin que entre ellas figuren las que nos ocupan. 
Dejaré anotados aquí otros dos ejemplos cuya correspon-
dencia exacta con usos generalizados es difícil establecer sobre la 
base de tan parva materia. Jesús Álvarez Fernández-Cañedo re-
coge (1946-49) en E l habla y la cultura popular de Cabrales el 
adjetivo tremendos·u como alusivo a "quien expone sus opiniones 
sin cuidarse ele las ajenas" 15, y para Hernando Sanabria Fer-
nánclez, estudioso de la lengua utilizada en Santa Cruz (Bolivia), 
ser un tremendo es "tener fama de ladino y mañero" 16. No he 
encontrado, por otro lado, más empleo aumentativo ele tremendo 
que este ele Francisco García Pavón en El reinado de J.f/it·iza: 
Y una madrugada el Pianola y él llegaron al hotel bas-
tante cargados, con idea de recoger unas casillas y marchar-
se a Córdoba a pasar el resto ele la noche con dos tremen-
clonas que se dejaron abajo, porque el hotel era muy mo-
ral17. 
Si retrocedemos en el tiempo para llegar hasta el nacimiento 
ele trem endo, encontraremos que es palabra divulgada en nuestra 
lengua al menos desde que la utilizó fray Ambrosio Montesino 
en su Cancionero ele 1508: 
Satisfaga te, soberano rey, en esta tremenda hora el 
gran conoscimiento que tengo ele mi gran mi seria, y la ne-
14 Por ejemplo, en esta cita de Francisco García Pavón: "Le dije a 
la familia lo que pasaba, y entre el chico y yo, que también me ha salido 
un tremendo, acuchillamos y raspamos bien la madera del cajón, después 
de quitarle las etiquetas y marcas, y lo metimos en el cuarto trastero has-
ta ver cómo planeábamos la operación" (El rPinado de vflitiza . Barcelona, 
Destino, 1968, págs. 198-99). 
1s Madrid, CSIC, 1963, s/v. 
16 El habla pop1tla1' de Santa Cmz, La Paz, Juventud, 1975, pág. 167. 
17 Ed. cit. , pág. 11 5. 
80 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPA ÑOLA 
cessiclacl que la más pura criatura tiene ele tu immensa mi-
sericordia; y con esto, si no aprouares del todo mi limpie-
za, a lo menos no condenarás mi atreuimiento 18. 
En relación con el adjetivo tremendo, el empleo del adverbio 
tremendamente es muy tardío, porque no aparece documentado 
hasta principios ele nuestro siglo. Su uso se ha extendido desde 
1905, fecha ele esta cita eleAzorín : 
En realidad no hay motivo para abominar de don Alon-
so por la sentencia dictada esta mañana. Don Fructuoso y 
don Joaquín, que han perdido el pleito, afirman que es un 
disparate mayúsculo; pero en el Casino nadie llega hasta 
sentirse tan tremendamente indignado 19. 
Anteriores son las apariciones en textos literarios ele por la 
tremenda y a la tre111enda, una y otra, curiosamente, de nacimien-
to coincidente en el material que manejo (1856 es la fecha de los 
dos textos que citaré a continuación). E l Diccionario de la Len-
gua Española, ele la Real Academia, define la primera como lo-
cución verbal usada frecuentemente con el verbo echar y "que 
denota el modo desconsiderado y violento ele tratar o resolver 
algún negocio o asunto" 20• En la novela ele Fernán Caballero 
Una en otra se lee: "Escuche usted una palabra, y no lo tome 
por la tremenda, hombre de Dios, que no le pesará darme 
oídos" 21 . 
También el primer empleo que de la segunda de estas locu-
ciones tengo recogido elata ele 1856, año en que Bretón la intro-
ducía en el canto noveno ele su "poema jocoserio" La desver-
giienza (no obstante, hasta 1992 no figuraba la frase en el Die-
18 Ed. facsímil, Cieza-Valencia, El ayre de la almena, 1964, f.0 62 v.0 
El Diccioncwio crítico etvmológico castellano e hispán·ico de J. C01·ominas 
y ]. A. Pascual (Madrid, Gredas) sigue al Diccionario de A1ttoridades 
académico para fechar en el siglo XVII tanto la aparición de t1·emendo 
como la de t·remebuudo (cf. t. V [1 983], s/v temblar). 
19 Los pueblos, Madrid, Biblioteca Nueva, 71943, pág. 53. 
20 Salvo indicación expresa, en adelante cito por la 21.a edición (Ma-
drid, Espasa-Calpe, 1992). 
21 Obms co-mpletas (Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1905), VI, 
pág. 166. 
HISTORIA DE LA PALABRA «TREMENDISMO» 81 
cionano académico: tomarse las cosas a la tremenda es en él 
"darles demasiada importancia"): 
Oportuno el valor y verdadero 
Es cualidad que al hombre recomienda, 
Y más al que ha nacido caballero ; 
Pero desluce tan honrada prenda 
Quien, venga a cuento o no, sin ley ni fuero, 
Todo quiere llevarlo a la tremenda. 
Al hombre así tocado de la rabia 
Se debiera encerrar en una gavia 22. 
Como sustantivo, trewtenda viene definido en el Diccionario 
de dominicanismos ele Carlos Esteban Dei ve como un "momento 
de enfado crecido" 23. Es voz ele uso esporádico en la literatura 
española, y aparece en esta ya a mediados del siglo XIX . La pri-
mera documentación que conozco la proporciona Juan Juárez, en 
"El contrabandista" (1843), texto integrado en la colección Los 
espaíioles pintados j;or sí m-ismos: 
En medio ele esta barahúnda anda el Contrabandista en-
tretenido varios días en sus compras hasta que hace sus 
cargas, muchas veces entre los improperios ele los j uclíos, 
mercachifles a que se contenta replicar con unas cuantas 
tremendas y balaclronaclas, como quien dijera si te pillara 
en España ... 24 . 
En fin, tremendidad, otro sustantivo engendrado en el mismo 
tronco, no se ha implantado con firmeza en nuestra lengua, don-
ele el espacio que podría serie propio lo ocupan palabras como 
barba1'idad, brutalidad y, en un nivel más coloquial, bestialidad. 
Figura recogido en los Dominicanismos (1940) ele Manuel Patín 
Maceo, con dos entradas. Por un lado, ser uno una tre11'tendidad 
es frase figurada y familiar que tiene el significado ele "ser va-
lentísimo y temerario" (también "se dice del niño travieso y tor-
mentoso"); por otro, serlo específicamente con las mujeres (tam .. 
bién frase figurada y familiar) equivale a mostrarse "muy hábil 
22 Madrid. Mellado, 1856, pág. 219. 
23 Santo Domingo, Politecnia, 1977, s/v. 
24 Madrid, Gaspar y Roig, 1851, pág. 205. 
82 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
en rendirles la voluntad" 25, acepción de la que C. E. Deive se 
hace eco en su diccionario 26• 
II 
Retornemos a la historia externa. Ya he dejado constancia de 
cómo antes de principiar la década de los 40 la semilla había 
caído sobre el terreno. Pero no hubiera engendrado el organismo 
vivo que terminó siendo la palabra sin la impremeditada (por lo 
que hace a la vinculación de sus textos con el vocablo en cues-
tión) ayuda de Cela y, sobre todo, sin el empeño ele la crítica en 
adjudicar a la labor literaria de este una etiqueta calificadora: 
cuando, por enésima vez, al escritor gallego se le preguntó en los 
años cincuenta por el tremendismo nacido a partir de La familia 
de Pascual Duarte él habló de "nomenclatura para uso de sacris-
tanes" 27, pero st~ aparente despego en algo se contradice con el 
interés que el tema le merecía a la altura ele 1952. En este último 
año Cela presentaba a sus lectores la doble faz de la seriedad y 
la broma al tratar el tremendismo sobre la base de la idea de te-
mor. Por un lado, la seriedad del fenómeno literario : 
Uno de los argumentos más sólidos de los detractores 
del tremendismo es el de que la vida no es tan solo tremen-
da. Efectivamente, la vida, amén de tremenda, es otras mu-
chas cosas más: es dulce a ratos, es amorosa de cuando en 
cuando, es grata para algunos, es gloriosa para los elegidos, 
triunfal para los aprovechados y próspera para los pesca-
dores en río revuelto. Lo que sucede no es más sino que la 
tremenda realidad del hambre y del oprobio, el inexorable 
y fatal momento ele la muerte y ese negro vencejo de la 
25 La tercera edición de Dominicanismos se ha reproducido en el vo-
lumen Obras lex·icográficas (Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bi-
bliófilos, 1989) . Las dos citas, en pág. 188. 
26 Diccionario de dominicanismos, s/v tremendidad. La palabra no 
está registrada en Americanismos en el lenguaje dominicano, repertorio 
incluido en las Obras lexicog1·ájicas de Patín Maceo (no llegó a publicarse 
en libro). 
27 En Marino Gómez Santos, Diálogos espaíioles (Madrid, Cid, 1958), 
pág. 138. 
HISTORIA DE LA PALABRA « TREMENDISMO» 83 
eluda que anida en todos los corazones so,n el único deno-
minador común que a las vidas puede encontrarse y seña-
larse 28• 
Y, por otro lado, también en 1952, la humorización a costa 
del adjetivo. El comienzo del cuento "Zoilo Santiso, escritor tre-
mendista" es en sí mismo burlesco: "Zoilo San ti so era un es-
critor la mar de tremendista. Los padres ele familia no dejaban 
a sus hijas leer los libros de Zoilo Santiso." Al definirse al per-
sonaje como un "escritor asqueroso y tremendista" la lectura 
paródica de Cela establece una coordinación en la que los adje-
tivos parecen más sinónimos que merecedores ele definiciones dis-
tintas en cada caso. La ironización ele Cela apunta a vástagos no 
deseados por el supuesto progenitor de la tendencia tremendista: 
"Zoilo Santiso se hizo escritor, y después, como no era un artí-
fice de la palabra, se especializó en el tremendismo, rama en la 
que con decir las cosas como son, ya se cumple" 29• 
Pero cuando las primeras controversias sobre el tremendismo 
de La familia de Pascual Duarte y sus imitadores más o menos 
fieles comenzaron a salir a la luz, quienes las alimentaban no ha-
bían encontrado todavía el referente léxico sobre el que debatir 
para ahorrar circunlocuciones que pronto (a medida que se im-
plantara el vocablo) serían innecesarias. En ninguna de las más 
de 20 reseñas o comentarios que ele una u otra forma se hicieron 
eco en 1943-44 de la aparición de la novela del autor gallego y 
que he tenido ocasión de consultar se hace uso de la palabra tre-
mendismo, aunque no deja de ser cierto que el examen de esas 
páginas aporta alguna que otra nota de interés, como el empleo 
de feísmo en la reseña de Melchor Fernández Almagro 30. 
28 "Sobre los tremendismos", C oneo Literario, n.0 46 (15 ab. 1952), 
pág. 3. Reproducido en La. .J·ueda de los ocios (Madrid, Alfaguara, 31972), 
págs. 20-21. 
29 El espejo y otros cuentos, Madrid, Espasa-Calpe, 1981, págs. 77 y 
78. El cuento se publicó en Informaciones, 8 en. 1952, pág. 8. 
30 ABC, 15 jun. 1943, pág. 6. En el prólogo a su edición de La familia 
de Pasc1tal D1wrte (Barcelona, Planeta,1977, pág. LXIV) Jorge Urrutia 
cita un comentario aparecido en la revista Fotos del 1 de diciembre de 
1944, en el que se habla de Cela como de "este escritor de novelas tre-
mendas". No he localizado esta referencia en ninguno de los números de 
Fotos publicados en ese mes. 
84 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
E n cualquier caso, la asociación con el adjetivo tremendo de 
ese tipo de literatura bronca aparece ya clara en un temprano 
momento. Así, el prólogo inserto en la cuarta edición de La fa-
milia de Pascual Duarte, firmado por Gregario Marañón y re-
producido en fnsula (1946) hablaba de una " tremenda historia" 
y de un protagonista convertido ya en "el esquema clásico de 
una variedad tremebunda, pero realísima, de la fauna humana" 31• 
El segundo paso, tras la invención de la palabra, se había dado. 
La palabra tremendismo tiene una historia verdaderamente 
curiosa y, a decir verdad, deficientemente conocida en muchos 
ele sus aspectos. Por ejemplo, el del nombre de quien la rein·ven-
tó en la posguerra. 
En el libro de José María Martínez Cachero sobre el género 
narrativo a partir ele 1936 se incluye un capítulo, "Hablemos del 
tremendismo", en el que los nombres de Antonio ele Zubiaurre 
y Rafael V ázquez Zamora surgen como posibles inventores ele 
la palabra en cuestión 32 (son también los citados por Cela en su 
artículo "Sobre los tremendismos" 33) . E l primero se autopropo-
nía en 1947 como creador ; el segundo habría extendido el tér-
mino entre los lectores de las críticas ele novela a que se dedicó 
en aquellos años. 
Pero el problema cronológico es más complej o, y parte ele un 
artículo publicado en 1947 por la revista Alférez, artículo en el 
que Zubiaurre se apropiaba del vocablo y determinaba lo que 
para él era su nacimiento preciso, con objeto ele hacer llegar al 
lector la idea ele la propia paternidad : "l-Iará pronto dos años 
que por vez primera utilicé la palabra «tremendismo»" 34• 
Posterguemos por ahora la cuestión de si ha ele considerarse 
a Zubi aurre primer recreador ele la palabra en los años cuarenta 
para detenernos en su ensayo de definición. E l comentarista no 
está pensando en La familia de Pascual Duarte y una clescenden-
31 lnsltla, n.0 5 (15 mayo 1946), pág. l. 
32 La novela espaííola ent.re 1936 y 1980. J-Iistor·ia de nna aventura, 
Madrid, Castalia, 1986, pág. 115. 
33 Art. cit., pág. 3 (pág. 19 de La n teda), El de Zubiaurre es el único 
nombre mencionado por J. Urrutia en su edición de La familia de Paswa./ 
Dua1·te (pág. XLIX de la introducción) . 
34 "Tremendismo y acción", A lférez, n° 2 (3 1 mar. 1947), s. p. 
HISTORIA DE LA PALABRA « TREMENDISMO» 85 
cia todavía embrionaria, sino en la poesía española del momento, 
en la que romanticismo, existencialismo y tremendismo se habían 
fundido en una unidad en la que resulta difícil la separación de 
unos componentes que sí era posible distinguir en la narrativa (el 
teatro, como es sabido, circulaba por unos canales mucho más 
convencionales). Zubiaurre, al relacionar romanticismo y tremen-
dismo, reflexiona en realidad sobre el género lírico (¿hay algo 
menos romántico que el tremendismo novelístico?) : 
El tremendismo es la demasía primera, el desmedimien-
to más ostensible ele toda actitud romántica incipiente [ ... ]. 
Aquella agitación, aquel tremor inicial -que son, a la pos-
tre, la manifestación excesiva del humano temblor ante las 
cosas- definen al tremendismo 35• 
Mucho más que en el gusto por las emociones fuertes, por la 
consecución del efecto impactante que definió la narrativa apelli-
dada tremendista, Zubiaurre se interesa en su artículo por lo que 
ele explosión ele grandeza romántica tiene esa nueva corriente 
literaria: 
Si hablar es, fatalmente, incurrir en inexactitud, obrar 
es extralimitarse, exagerar. Por cart~ de más o por carta 
de menos. Al más manifiesto abultamiento, sin afinar mu-
cho en punto a límites, llamamos tremendismo. 
La voz nos quema y nos retumba el alma como un tam-
bor. El tremendismo es fruto de experiencia. Germen de 
acción, por ello mismo. Pues, en definitiva, un claro modo 
ele explicar el fenómeno sería cifrarlo como ansia desmedi-
da de sinceridad. 
Pero ¿fue realmente Zubiaurre quien reutilizó por primera 
vez la palabra tremendismo en los años cuarenta? Si el crítico 
conocía la cita ele Z unzunegui repetidamente aludida, la deuda 
no fue aceptada en ninguna de las ocasiones en que Zubiaurre la 
utilizó en sus escritos. El vocablo le sirvió a este para titular otro 
artículo datado en 1947, "El tremendismo en literatura" 36, don-
ele, "a los dos años de inventado el término" , reincidía en el sos-
35 Art. cit. 
36 E l E spaiiol, n° 234 (19 ab. 1947), pág . 4. 
86 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
tenimiento de la paternidad: ":Sin presunción de gran acierto", 
dice, "fue puesto en circulación el vocablo -en un trabajo de 
«La Estafeta Literaria» de 1945-". Se hace eco después del 
"sugerente y vario uso del concepto por distintos autores", acla-
rando que si inicialmente pensó en una hipérbole, posteriormente 
se percató de que tras ella existía algo más (la imprecisión, ad-
viértase, sigue presidiendo el empleo de la palabra). 
En ninguno de los dos trabajos mencionados citaba Zubiau-
rre la ubicación precisa de su artículo de 1945. La búsqueda (aza-
res de la investigación) niega a este autor, como veremos de in-
mediato, la prioridad que él se ·atribuye en el uso escrito de los 
años cuarenta. El texto al que se refiere aquel fue publicado en 
el número 29 (25 ele junio de 1945) de La Estafeta Literaria. En 
rigor, no se trataba de un artículo, sino de una reseña del libro 
de Rafael Morales El corazón )1 la tierra, que parecía haber cau-
sado una honda impresión al lector : 
Hay, sobre todo, y esto en prolongación del primer 
libro, un impresionante afán hacia lo trascendente y gran-
de, hacia lo fuerte y violento. [ ... ] 
Llamamos nosotros a esta afición obsesiva de hoy el 
"tremendismo" . Es un sintomático fenómeno, al que nadie 
se sustrae. Condición del clima mundial presente. Ni más 
ni menos que hipérbole, honrada y ambiciosa hipérbole, ele 
gentes que han visto mucho, siguen viendo y presienten 
aún que han ele ver mucho más. Se quiere abarcarlo todo, 
mezclar a Dios y el Cosmos en el desbordamien [ t] o. Este 
[sic] ansia ele fondo clama luego por sus adecuados voca-
blos. Observemos entre tantos . como más significativo, el 
de trem,endo. Lo usa Morales con un regusto singular, 
prendido a su expresividad violenta y sonora. Del mismo 
valor es el empleo frecuente ele aumentativos, las alusiones 
siderales y las desgarradas referencias "anatómicas". Todo 
esto, insistimos, es atmósfera, actualísima atmósfera en la 
que todos respiramos 37. 
37 Pág. 17. La palabra tremendo resaltaba estadísticamente en los 
27 poemas de El corazón y la tierra (libro que incluye composiciones fe-
chadas entre 1941 y 1945). Morales la utilizaba en ocho ocasiones, incluso 
dos veces en el mismo texto : "Ay, qué tremendo es pensar 1 que dos nun-
ca son lo mismo" ("Pena") ; "Y palpité, en la noche inmensa, grande, 1 
como un tremendo arcángel derramado" ("Primavera") ; "¡Ay, angustia 
tremenda de sentirse olvidado!" ("Niebla"); "Qué inmensidad vacía, qué 
HISTORIA DE LA PALABRA «TREMENDISMO» 87 
La última frase de Zubiaurre, en cualquier caso, ·despeja la 
posible duda sobre el género literario enjuiciado en sus artículos. 
En un tiempo existencialista como aquel, en un momento en el 
que la poesía española ofrecía como alternativa a la serenidad 
garcilasista un neorromanticismo formado a partes iguales por 
angustia humana y expresión verbal bronca, nada de particular 
tiene la trascendencia que el crítico quiere ver en los versos de 
Morales. Aunque cada una de las observaciones de Zubiaurre po-
dría dar pie a digresiones de carácter literario, las obviaré para 
detenerme en esos aspectos lingüísticos a los que pretendo pres-
tar atención preferente. Haré notar, sin embargo (de manera tan-
gencial) que loscomentarios posteriores sobre el tremendismo in-
cidieron precisamente en puntos interpretativos por entero opues-
tos a esos a los que se refiere Zubiaurre: superficialidad y no 
internamiento en profundidades sociales o existenciales, intras-
cendencia y no propósito de superación de la realidad aparente, 
provincianismo y no universalidad. 
Quizá cuando Zubiaurre reclamaba la paternidad del vocablo 
trewtendis111,0 desconocía la cita ele Zunzunegui, pero ¿ignoraba 
también que, en la misma revista en que él había escrito la pala-
bra, el derivado tre(mendista había sido ya reinventado por otro 
crítico, y eso solo un mes y medio antes? 
Ha pasado inadvertida, hasta donde llega mi conocimiento, la 
existencia de una reseña de José Luis Vareta aparecida en el nú-
mero 26 de La Estafeta Lite1'aria (1945), en la que ya se usa 
(seis semanas antes de que Zubiaurre hablara de tremendismo) 
el término tremendista. Esta vez sí es el género narrativo el pun-
to de referencia para el crítico, que censura con cierta dureza el 
pesimismo de Zarabanda, novela publicada por Daría Fernández 
tremenda / tristeza derramada por los aires" ("Paisaje"); "En la noche 
vastísima y profunda se oye 1 un cántico tremendo, angustiado, encendido" 
("Los amantes") ; "¡ Ay, los bellos amantes ! ¡ Ay, los ciegos amantes, 1 
tan abrasados, sordos, puros y enloquecidos! 1 Van heridos, tremendos, 
alucinados, duros, 1 estos locos celestes, transparentes, divinos" (ibíd.) ; 
"Sin pájaros, desierto, como un dios olvidado, 1 su torso azul, sin nubes, 
sereno se extendía, 1 tremenda fuerza inútil, arcángel derribado j que en 
la tierra silente a lo lejos se hundía" ("Cielo en la tarde") ; "Y, oscuro, 
gira el mundo, tremendo y sin destino" (ibíd.). Cf. la Obra poética (1943-
1981), de R. Morales (Madrid, Espasa-Calpe, 1982). 
88 BOLETÍN DE LA REAL ACAD EMIA .ESPAÑOLA 
Flórez en 1944, en la que (repudiaba el autor de la reseña) "hay 
una docena de personajes que viajan, beben, ríen y pecan reite-
rada y desaprensivamente": 
Ya sé: es inútil replicar con resabios calígrafos que 
existe una estética de lo bello así como una estética de lo 
feo. Pero a los "tremendos", a los afanosos buceadores en 
lo escatológico, podremos decirles que el arte es siempre 
elevación y, por tanto, busca ele Dios por la hermosura. 
Y no por la fealdad, que es postración y chatedacl. Por lo 
bello, además, muere el hombre, o mejor, por olvidar lo feo. 
¿Por qué, pues, no evitar en literatura lo feo si en la vida 
se evita? 
[ ... ] Y o hubiera preferido una novela tremendista o ele 
estética chata, a esta "Zarabanda" desilusionada, de afectos 
superficiales, casi anodina, amoral 38 . 
Podemos suponer que cuando Varela empleaba la palabra tre-
m.endista estaba dando por descontado que su lector manejaba el 
mismo código léxico empleado por él a la hora de escribir. El 
tremendismo, pues, debía de circular ya en 1945, aunque lo hi-
ciera por un carril apenas marcado. No es improbable, natural-
mente, el hallazgo de uno o varios testimonios escritos anteriores 
a este que aporto, pero Zubiaurre, en cualquier caso, no fue el 
primero que en los años cuarenta escribió l<'.s palabras trewtendis--
111ojtremendüta en un medio periodístico. 
También se ha olvidado la existencia de un artículo de Luis 
Ponce de León fechado en 1943 y que para nuestra pequeña hi s-
toria de la palabra tre1nendismo tiene un interés relevante. El 
texto apareció sin firma en El EspaFíol, publicación en la que 
aquel mantenía una columna fija titulada "De consolatione phi ·· 
losophiae". Ponce de León recopiló esos apuntes suyos en un 
libro editado en 1945 39, en el que los artículos estaban fecha-
dos, aunque no se hacía indicación concreta de la revista en que 
habían salido a la luz. En el artículo que citaré ahora no aparece 
el vocablo tre.m.endismo, pero sí otro conexo a él y hasta cierto 
punto ingenioso: trem.endeados. Repasando el trabajo ele Ponce 
38 "Zaraba11da sin amor ", La Estafeta Literaria, n.0 26 (lO mayo 
1945), pág. 12. 
39 Contra aquello :\' esto, Madrid, Editora Nacional. 
HISTORIA DE LA PALABRA «TREMENDISMO» 89 
de León podrá advertirse quizá que tampoco la insistencia de 
Zubiaurre en su percepción ele la palabra trewtendo como signo 
definitorio de la literatura española menos conformista era ente-
ramente original. Ponce de León decía en 1943 que había termi-
nado por arrojar al río un libro para él especialmente irritante: 
En el primer capítulo he visto "crucial" diez y nueve 
veces repetido; " insobornable", doce; "coyuntura", vein-
tiséis; "encrucijada", otras tantas. "Inquietud" y "angus-
tia" se alternan con tal contumacia, que uno llega a sentir-
se disneico. " Tremendo" ... Más vale no contar las veces 
que se repite el adjetivo, porque están tremendeados ya 
todos mis huesos 40• 
Es este un temprano signo ele cansancio ante la neonata ten-
dencia literaria a pintar la bahorrina social. Puede deducirse, con 
miras al establecimiento de una cronología, que en 1943 aún no 
eran moneda de uso corriente los términos tremendism.o y tre-
mendista (que quizá el lector de Varela sí entendía dos años des-
pués), términos que probablem.ente hubiera empleado Ponce de 
León en el caso ele que circularan en el ambiente literario. Pero 
la referencia a lo tremendo da fe ele la existencia ele la semilla. 
El título ele otro artículo publicado por Ponce de León en ese 
mismo año 1943 podría incorporarse como dato adicional a lo 
apuntado anteriormente sobre el romanticismo poético : "¿ Volve-
remos de un neorromantici smo ?" Reaparece en ese texto la pa-
labra tre11tendo como elemento de una enumeración : 
Que volvamos a apreciar la belleza de los pimientos co-
lorados, ele las muj eres de verdad, del pan, ele la labor, ele 
la familia. Que volvamos ya, ¡por Dios! , ele las monerías 
intelectuales, de esa tnrbamulta ele expresiones hechas 
("agonía intelectual" , "conciencia generacional", "horas 
cruciales", "tremendo", "preocupación", "angustia") con 
que nos martillean los escritores y que ninguna persona de-
cente emplea en la vida cotidiana 41 
40 "Notas del lector ", El Espaiío l, n.0 14 (30 en. 1943), p·ág. 3. Re-
producido en Contm aquello y esto, págs. 249-52. Cito por el texto ori-
ginal. 
41 El E spañol, n.0 47 (18 sept. 1943), pág. 3. Reproducido en Contra 
aq·ztello y esto, págs. 281-84. Cito por el texto original. 
90 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
III 
En este estadio de su aún vacilante evolución la palabra tre-
mendi.mno tiene, a los ojos de quien la utiliza, un alcance gene-
ralizador, característico de esa prim.era fase de la historia de los 
vocablos en que no se ha estabilizado su uso. Seguir la polémica 
que acerca del tremendismo se desarrolló sobre todo en torno a 
1950 (con la revista Correo Literario como abanderada del anti-
tremendismo) no aportaría datos de interés al seguimiento lin-
güístico, porque ya en ese momento todos (escritores, críticos y 
lectores) sabían cuál era el punto de referencia sobre el que se 
discutía y que habría de ser definido en 1967 por María Moliner 
de la siguiente forma: "Tendencia en literatura a describir las 
cosas con crudeza o a tratar temas crudos" 42 Era, lo aclaraba 
la lexicógrafa, un neologismo no incluido todavía en el dicciona-
rio académico. 
Efectivamente, este, en la edición inmediatamente anterior a 
la fecha en que se publicó la obra de Moliner (es decir, en la 18.a, 
de 1956), no recogía aún la palabra trewwndisrrno, que no hallaría 
cabida en el corpus académico hasta la zo.a. de 1984 (la 19.a, ele 
1970, tampoco la incorpora), si bien ya en el Boletín de la Real 
Academia Española ele 1980 43 figuraba como adición. El Diccio-
nario manual e ilustrado ele la propia Academia (habitualmente 
menos conservador, como es sabido, que su hermano mayor) no 
conoció ninguna nueva edición entre 1950 y 1983-85. En esta 
última fecha seguía al común para definir la palabra : 
Tremendismo : Corriente estética desarrollada en Es-
paña durante el siglo xx entre escritoresy artistas plásti-
cos, que en sus obras exageran la expresión de los aspectos 
más crudos de la vida real 44 . 
Con respecto a la definición de Moliner, la académica es más 
:tbierta. en el sentido de que no restringe al ámbito de lo literario 
42 Diccionario de 11so del español, Madrid, Gredos, 1967, s/v. 
43 Boletín de la Real Academia Española, 60 (sept. -dic. 1980). La 
aprobación data de dic. 1979- feb. 1980. 
44 Madrid, Espasa-Calpe, 31985, s/v. 
HISTORIA DE LA PALABRA « TREMENDISMO» 91 
el empleo de la palabra, e incluso hace mención de los "artistas 
plásticos". El adjetivo tremendista también era recogido en las 
ediciones del común de 1984 y el manual de 1985, con un míni-
mo cambio entre estas dos que no afecta a la definición: 
Dícese del que practica el tremendismo. JI 2. Dícese de 
la obra en que se manifiesta la estética tremendista. 11 3. 
Dícese del aficionado a contar noticias extrem,as y alarman-
tes. ú. t. c. s. com. 45. 
La entrada de tremendismo en el repertorio lexicográfico ofi -
cial es, consiguientemente, tardía. Adelantándose a ella (si se 
toma como referencia la publicación del Diccionario, y no la de 
la correspondiente enmienda en sesión académica), Mario Alario 
Di Filippo, en su Lexicón de colombianismos (1983), había en-
sayado su propia definición: "Sistema literario con que se exal-
ta con realismo superado hasta el límite temas o modos que ro-
zan lo nauseabundo o repelente" 46 Con ella volvíanse a estrechar 
los límites del tremendismo hasta confinarlo en el terreno estricta-
mente literario donde lo había emplazado María Moliner. Cu-
riosamente, acompaña a esta entrada otra que. al marginar la 
poesía, acota más aún ese espacio : el lexicógrafo parecía dar 
por supuesto que el tremendismo era patrimonio exclusivo de los 
géneros narrativo y teatral. Tremendista era, pues, en esta se-
gunda edición de la obra (en la primera, fechada en 1964 47, no 
figuran ni esta palabra ni su pareja), el "novelista o dramaturgo 
que pretende valorar estéticamente temas y episodios en cierto 
modo nauseabundos o repelentes" 48. 
Es de suponer que Alario fuera consciente de que, al mar-
gen del uso literario constatable en Colombia, de ninguna for-
ma podía considerarse el tremendismo como fenómeno exclu-
sivo de ese país. Sabido es que la lexicografía hispanoameri -
45 La modificación apuntada consiste en sustituir en el manual, s/v 
tremendista, la fórmula "ú. t. c. s. com." que aparece en el normal, por 
la más simple "ú. t. c. s. ", que por fin ha prevalecido en la edición de 
1992. 
46 Bogotá, Banco de la República, 21983, s/v. 
47 Cartagena, Bolívar, 1964. 
48 Ob. cit., s/v. 
92 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
cana tiende a tomar como punto de referencia el Diccionario 
académico para elaborar sus repertorios, lo que implica la pre-
sencia en estos de palabras tan utilizadas en España como al 
otro lado del océano. El elemento diferencial, así, no es en la 
práctica el uso en uno u otro país, sino la presencia o ausencia 
en el léxico oficial. En un artículo reciente Manuel Seco, sobre la 
base del estudio del Diccionario ejemplificado de chilenisrnos, ele 
Félix Morales Pettorino, óscar Quiroz Mejías y Juan José Peña 
Alvarez, ha demostrado en qué medida el registro académico con-
diciona la inclusión en diccionarios como este ele voces que en 
realidad son de uso frecuente en España 49. 
Es muy probable, teniendo en cuenta esta puntualización, que 
el diccionarista colombiano se detuviera más que en la localiza-
ción geográfica en el hecho (que debió ele juzgar anómalo) ele 
que una palabra hasta cierto punto habitual en nuestra lengua no 
figurara en el Diccionario oficial (la falta ele coincidencia entre 
la definición académica y la de Alario Di Filippo permite supo-
ner que muy probablemente este no tuvo en cuenta la adición 
del Boletín). Por lo demás, no habría ningún motivo para con-
siderar tremendism,o y tremendista colombianismos. N o es razón, 
desde luego (e ignoro si de alguna forma el dato influyó en la 
presencia del vocablo en el Lexicón), el uso que Gabriel Gar-
cía Márquez hizo de la palabra tremendista en Cien años de so-
ledad: 
Había decidido restaurar el cadáver de Rebeca, disimu-
lar con parafina los estragos del rostro y hacerle una peluca 
con el cabeiio ele los santos. Fabricaría un cadáver hermo-
so, con la mortaja de lino y un ataúd forrado de peluche 
con vueltas de púrpura, y lo pondría a disposición ele los 
gusanos en unos funerales espléndidos. E laboró el plan con 
tanto odio que la estremeció la idea de que lo habría hecho 
49 "El compilador de un léxico regional contrastivo puede utilizar 
como instrumento de contraste, bien la lexicografía existente, bien la do-
cumentación acopiada ad hoc por él mismo, o bien ambas cosas conjunta-
mente. Lo más habitual es tomar como referencia única el DRAE, por ser 
el diccionario general de la lengua española de mayor prestigio tradicional 
y por constituir el centro de la constelación de los diccionarios generales 
ele nuestra lengua" ("El español ele Chile, el Diccionario ele la Academia 
y la unidad ele la lengua ". en VV. AA .. Estudios en honm· de Yo/ando Pino 
Saavedra, Santiago, Ecl . Universitaria, 1989, pá g. 376). 
HISTORIA DE LA PALABRA «TREMENDISMO» 93 
ele igual modo si hubiera sido con amor, pero no se dejó 
aturdir por la confusión, sino que siguió perfeccionando los 
detalles tan minuciosamente que llegó a ser, más que una 
especialista, una virtuosa en los ritos de la muerte. Lo úni-
co que no tuvo en cuenta en su plan tremendista fue que, a 
pesar de sus súplicas a Dios, ella podía morirse primero 
que Rebeca 50• 
Las definiciones del lexicógrafo colombiano incorporan, es 
evidente, una alta dosis de rechazo digamos ideológico a la pa-
labra. Los numerosos críticos que repudiaron ese tipo de litera-
tura poco amable para con la sensibilidad se hicieron eco repetido 
ele, entre otros elementos negativos, la superficialidad y la insin-
ceridad del tremendismo, notas ambas presentes, por ejemplo, en 
el comentario de Julio Caro Baroja (1961): 
Cada género tiene su tiempo. Y el folklorismo neo-
romántico y más o menos tremendista ele comienzo del si-
glo xx, cual el historicismo romántico puro, como también 
otras tendencias más modernas, que se creen muy lejanas 
y aun opuestas entre sí, nos parecen siempre un poco faltos 
de sinceridad y, por lo tanto, el e profundidad 51. 
Por descontado que podrían aportarse aquí decenas de ejem-
plos (pretéritos y actuales) orientados hacia esa valoración ne-
gativa, pero la mayor ía se engloba en la acepción general , sufi-
cientemente documentada ("corriente estética ... ") . Me interesa 
resaltar, únicamente a título de curiosidad, cómo en esta cita 
(1966) de José López Rubio (dramaturgo que con su teatro idea-
lista combatió de manera implícita el realismo más o menos social 
ele su tiempo) el calificativo tremendista, al oponerse con rotun-
didad a los valores estéticos, incorpora no tanto una definición 
cuanto un juicio: "Los más claros éxitos ele la temporada an-
terior, en Madrid, Jo fueron ele obras no tremendistas, sino ele 
literarias ca lidades" 52. Todavía hoy tildar de tremendüta a una 
50 Barcelona. Argos Vergara, 1979, pág. 224. En la edición de 1969 
(Barcelona, Edhasa), por errata, se lee tre·m.edista. 
51 L as brttjas 3' stt mundo, Madrid, Revista de Occidente, pág. 314. 
52 Autocrítica ele Nu.nca es tarde recogida en VV. AA., T eatro espa-
ñol, 1964-1965 (Madrid, Aguilar, 1968) , pág. 195. 
94 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
obra literaria es señal de escaso aprecio hacia ella por parte del 
calificador. 
El punto ele partida lógico en el análisis de la evolución del 
vocablo tremendismo es considerar los distintos significados que 
ele la palabta tremendo registra el Diccionario académico. De 
ellos el segundo ("digno de respeto y reverencia") ha de ser 
desechado por lo que implica de valoración positiva de la actitud 
a que alude. Debemos quedarnos, pues, con el primero("terrible, 
digno de ser temido" 53) y con el tercero ("muy grande y excesi-
vo en su línea", con la especificación "figurada y familiar"). 
Pero la información ha de completarse, por lo que se refiere al 
tema que desarrollo, con una de las dos acepciones introducidas 
en 1985 por el Diccionario manual, sjv tremendo, con ese cor-
chete que identifica las voces o acepciones aún no incorporadas 
a su hermano mayor: "Dícese de la persona que dice o hace co-
sas muy raras o sorprendentes" 54• 
Volvamos, pues, a Zunzunegui, para empezar así el análisis 
lingüístico. Desvelado ya el sentido que para el novelista vasco 
tenía en su tierra la palabra tremendo, resultará quizá útil com-
plementar la información con todas aquellas referencias a ella en 
su obra anterior a 1940. En "La nube y la ventana", cuento in-
cluido en Tres en una o la dichosa honra (obra publicada en 
1935), se registra un ejemplo ele empleo habitual entonces y en 
nuestros días, ejemplo que (como algunos ele los que siguen) 
dentro ele su indefinición admite un encuadramiento en esa acep-
ción general referida a "la persona que dice o hace cosas muy 
raras o sorprendentes": "-Ustedes los artistas son tremendos 
- rió el marino-" 55• Mayor vaguedad se advierte en este otro 
ele Chiripi, la primera novela escrita por Zunzunegui (1931): 
53 Así en la ed. de 1992. En la anterior (la de 1984), se añadía en la 
definición una palabra en sí misma ambigua, formidable, quedando aquella 
redactada de la siguiente forma: "Terrible y formidable; digno de ser te-
mido". 
54 La otra acepción añadida es esta: "Dícese del niño muy travieso " 
(d. la referencia a los Dominicanismos de Patín Maceo. en el último pá-
rrafo de la sección I de este artículo). 
55 Obras completas, l, pág. 585. 
HISTORIA DE LA PALABRA «TREMENDISMO» 95 
Los conocidos alborotaban: 
"Tremendo, tremendo. Este hombre tiene que estar po-
drido de dinero ; con lo agarrao que es y dar en vida cinco 
mil duros para una cama a perpetuidad. N o se conoce otro 
caso igual" 56• 
La misma novela incluye esta otra referencia, más interesan-
te porque deja suficientemente claro el sentido al que aludía Zun-
zunegui en la ficha citada al principio de estas páginas : 
Tratábase de un carro ele bueyes empavesado de verde 
vegetal; uncido a la carreta, tiraría de ella todo el equipo. 
Alguien apostó doble a sencillo que lo hacían con más po-
der arrastratorio que la auténtica pareja de bueyes. Todos 
ellos, como es natural, disfrazados de erris : con pantalo-
nes de chorrierico, albarcas, blusas y grandes caretas. En 
el interior del carro irían algunos reservas tocando la pan-
dereta y el acordeón ; dos de ellos levantarían en alto lar-
gas varas con el siguiente letrero pintado en negro sobre el 
fondo blanco de un retal: EL ARRAPACHAMASAITU 
saluda a los verdaderos campeones. Se aseguraba que el 
elemento humano de este cortejo no iría, como en un prin-
cipio se dijo, disfrazado, pues no tenían necesidad de nin-
gún aditamento para representar a maravilla el papel de 
"tremendos" 57 
"Tremendos" que en este caso aspiran, obviamente, a impre-
sionar por su aspecto, incluso a atemorizar, como sin duda lo ha-
cen los protagonistas de la siguiente cita de El chiplichandle: 
Los revolucionarios del pueblo van y vienen, y se cuen-
tan cosas al oído con una gravedad de hombres monstruo-
sos. Algo tremendo maduran estos demócratas para quie-
nes la libertad es como una hija encanijada a quien no pu-
diesen alimentar 58. 
Pero en la misma obra hallamos también, junto a los ejem-
plos en que prima la idea ele impresión y temor, estos otros 
donde la desmesura parece imponerse sobre aquella : 
56 Obras co111.pletas, 1, pág. 373. 
57 Obras wm.pletas, 1, pág. 279. 
58 Obras completas, 1, pág. 890. 
96 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
-Yo acababa de dar un escándalo tremendo teniendo 
un hijo natural, primer hijo natural que hubo en Bilbao 59. 
Entonces había, como aquí después de la guerra, una 
crisis tremenda 60. 
Y este similar al ele "La nube y la ventana" recogido más 
arriba: 
-Sois tremendos los hom.bres; perdonáis antes la in-
teligencia o la riqueza que la belleza. El que se os diga que 
otro hombre es guapo os exaspera 61 
Esta poli valencia de tremendo como aclj etivo de contornos 
extremadamente borrosos está en la base ele la imprecisión que 
el derivado trem.endis11-ta arrastró desde su nacimiento, impreci-
sión que algo más ele medio siglo no ha bastado para elimi-
nar. Ni siquiera cuando (probablemente ya olvidada por com-
pleto aquella lejana invención léxica de Irigoyen y Zunzu-
negui) se recuperó para la Historia la palabra en cuestión, se 
tenía una idea precisa de cuál era el objeto literario a que se apli-
caba : el hijo nacía con una tara heredada del padre. 
El uso común, ele hecho, tiende a no distinguir con claridad 
los límites que separan lo "terrible y formidable" a que aludía 
una de las acepciones de tremendo recogidas en la zo.a edición 
del Diccionario académico 62, de lo "muy grande y excesivo" , y 
así, las definiciones que este hace ele las palabras terrible y fo r-
midable admiten (como en el caso ele trem.endo) los dos signi -
ficados: 
Formidable: Muy temible y que infunde asombro y 
miedo. 11 2. Excesivamente grande en su línea, enorme. 
11 3. fam. Magnífico 63 . 
Terrible : Digno o capaz ele ser temido; que causa te-
rror. 11 2. Aspero y duro ele genio o condición. 11 3. atroz, 
desmesurado, extraordinario . 
59 Ob·ras completas, 1, pág. 973. 
6o Obras cmnpletas, 1, pág. 877. 
6l Obras com.pletas, 1, pág. 942. 
62 Cf. su.pm, n. 53. 
63 La última acepción, incluida en la edición de 1992 (que es la que 
cito en esta nota) y ausente en la anterior. 
HISTORIA DE LA PALABRA «TREMENDISMO» 97 
En el momento en que María Moliner incluyó la palabra tre-
·mendismo en su Diccionario apenas eran visibles los rescoldos 
ele aquel incendio verbal en que se convirtió la polémica sobre 
la literatura acre de la posguerra, Ya por entonces el vocablo en 
cuestión se había desembarazado de las ligaduras que lo amarra-
ban a la litemtura española ele los años cuarenta y cincuenta 
para seguir un camino propio. Era en los sesenta palabra que, a 
juicio ele traductores como los ele E l poder de soñar, de Colin 
Wilson, o Ciencia y ficc ión, de Patrick Moore (libros am.bos pu-
blicados en nuestro país en 1965 M), podía servir para trasladar 
a nuestra lengua referencias léxicas foráneas. En la versión es-
pañola ele la primera de estas obras se enjuiciaba un texto de 
Howarcl Phillips Lovecraft, "The Rats in the W alls", como "algo 
mejor" que otro citado anteriormente, "aunque con un final tan 
tremendista como de costumbre" 65 (no se descnbía con explici-
tud el desenlace que motivaba el com,entario 66) . En otro momen-
to se decía ele Graham Greene que, "a diferencia ele [N athanael ] 
Vvest no sigue la línea ele Scott Fitgerald, y en lugar del severo 
r clásico control, de la delicada ironía y burla de sí mismo, apa-
recen toda una serie de tremendismos melodramáticos" 67• 
En Ciencia y ficción, en fin, la palabra que nos ocupa se con-
vertía en referencia reiterada: "relatos tremendistas", "escrito-
res tremendistas", "escuela tremendista" o, simplemente, "tre-
mendismo" 68 . El proceso de expansión del vocablo, a partir del 
núcleo literario en que había nacido en los años cuarenta, estaba 
en marcha. 
64 C. W ilson, El poder de soíiar. Literatnm e ·imaginación (Barcelona, 
Luis de Caralt, 1965). Traducción ele J. Rodríguez Puértolas y Carmen 
Criado. P . Moore, Ciencia y fic ción (Maclricl, Taurus, 1965) . Traducción 
de Victoriano Gil Pascual. 
65 Pág. 29 de la ecl. cit. 
66 Pero en The Gu.·ide to SttPernatural Fiction de Everett F . Bleiler 
se lee sobre este texto : " There are goocl moments in this imagina ti ve 
story, but many readers object to the ravings ancl garglings at the encl" 
(Kent [Ohio], Kent State University, 1983, pág. 321) . 
67 P ág. 78 ele la misma ecl. 
68 Págs. 11 2, 155, 182, 200, 210, 244 y 247 de la ecl.cit. 
98 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
IV 
Parece llegado el momento de acercarse a los diferentes sig-
nificados a que en los últimos decenios ha prestado su nornbre la 
palabra tremendismo. Vaya por delante una enumeración provi-
sional (súmense aquellos empleos que se distinguen por su va-
guedad conceptual ; cf. apartado VI de este artículo) : 1) Actitud 
que infunde temor. 2) Exageración. 3) Catastrofismo. 4) Efectis-
mo. S) Sensacionalismo. 6) Forma ele torear caracterizada por la 
temeridad. 
1) El miedo y el asombro están en más que habitual depen-
dencia de la desmesura, por lo que la imbricación de ideas bien 
puede justificar lo difuso del empleo del vocablo por parte del 
novelista Francisco Bonmatí ele Coclecido en una página de N a-
vajazo (1949). El ejemplo es particularmente interesante por lo 
que tiene de proximidad al nacimiento del tremendismo, y en él 
se describe a un hombre ele "expresión visionaria y atormen-
tada": 
Era un muchacho alto, extremadamente delgado, con 
un rostro moreno, de seriedad tremendista y con unos gran-
des ojos muy negros, de mirar profundo, visionario y fata-
lista. Iba pobremente vestido, con una chaqueta muy corta, 
ceñida a su cuerpo enjuto; con un pañuelo al cuello, y con 
una gorrilla chulescamente ladeada 69. 
Es tremendista, en este sentido, aquello que produce temor. 
Escribía en 1968 José Luis Castillo-Puche, refiriéndose al autor 
ele Por quién doblan las campanas, Ernest Hemingway: "Llegó 
a Madrid en los momentos del valor y del terror, y Ernesto sabía 
escuchar. Pero él supo eliminar, hasta decantadas, muchas esce-
nas tremendistas, pues Ernesto era lo contrario del asustaclor 
por oficio" 70• 
En el contexto de un Barroco moralizador y con la mira siem-
pre puesta en la lectura transterrenal, cuadros como este al que 
69 Navajazo, Madrid, Aldus, 1949, págs. 109-10. 
70 H emingway entre la vida y la m~terte, Barcelona, Destino, 1968, 
pág. 79. 
HISTORIA DE LA PALABRA « TREMENDISMO» 99 
se refiere la siguiente cita (1984) aspiraban a ser tanto objeto de 
contemplación estética como de reflexión religiosa, vinculada esta 
con el temor de Dios : 
Los cuadros más populares [del sevillano Hospital de 
la Caridad] son los dos de Valdés Leal, uno titulado Finis 
gloriae mundi, cuya representación tremendista de la co-
rrupción de los cadáveres parece ser que hizo exclamar a 
Mm·illo cuando contempló el cuadro, en presencia de Val-
dés: "Compare, pa ve esto hay que taparse las narices" 71 . 
Esta visión tenebrista del hecho religioso inspira también el 
comentario (1986) de María Ángeles Sánchez: 
La Pascua de Resurrección marca el calendario cristia-
no, ya que en torno suyo giran otras muchas celebraciones 
[ .. , ]. Ello nos da medida ele su enorme importancia, aun-
que a menudo un cierto sentimiento tremendista ha hecho 
que centremos nuestras conmemoraciones en el dolor de la 
Pasión, olvidándose ele la alegría ele la Resurrección 72 • 
Un sano temor aspiran a crear entre las personas necesitadas 
de él las imágenes a que alude esta información periodística 
(1992) sobre una campaña oficial para reducir la mortandad en 
la carretera : 
La Dirección General de Tráfico acaba de estrenar en 
televisión una campaña destinada a modificar la conducta 
temeraria de los conductores. Las imágenes, escalofriantes, 
muestran el momento de cuatro siniestros de circulación 
por conducir a velocidad elevada, bajo los efectos del al-
cohol, sin casco o sin el cinturón de seguridad. Las foto-
grafías, algunas reales y otras preparadas, reflejan el su-
frimiento a través de cuatro testimonios, donde la morbo-
sidad y el tremendismo ponen los pelos de punta 73. 
2) La acusación ele desmesura acompañó al tremendismo 
literario desde sus inicios. Uno de los textos en los que la co-
yunda entre la exageración y el tremendismo se revela con ma-
71 Guía de Sevilla, Barcelona, Escudo de Oro, 21984, pág. 85. 
72 Época, n° 55 (31 mar. 1986), pág. 96. 
73 Diez Mhmtos, n° 2.132 (3 jul. 1992), pág. 14. 
100 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
yor claridad es este de Enrique Casamayor fechado en 1949 y 
en el que, tras afirmarse que "todas las actividades primeras, los 
movimientos iniciales, son exagerados", se afirma que "en tal 
desmesura cae, gracias a Dios, la juventud ex guerrera y los que 
se incorporan al ambiente belicoso de la poética de 1940", para 
concluir: 
Los poetas tremendistas tienen su lenguaje y su voca-
bulario específico. En este aspecto superan al más desor-
bitado bracear de los románticos. Hay una muchedumbre 
ele adjetivos como sideral, cós1nica, horrible, horrendo, abi-
sal, espantoso, infinito, desierto ... , y muy en especial el 
trem.endo etimológico, que subraya, junto a la idea de mag-
nitud potenciadora, la acepción de conmoción, de sacudida, 
de acromegálico proceder 74• 
Esa cierta idea de desorbitación que roza la capacidad de pro-
ducir temor hasta casi confundirse con él, parece estar presente, 
en fechas más próximas a las nuestras, en los ejemplos que si-
guen. Exageración ele una circunstancia cualquiera en el doblaje 
al español de El vientre de un arquitecto (1987), película de Peter 
Greenaway: "-Cuidado. Puede tener [el perro] la rabia. -No 
sea usted tremendista." O de un determinado problema, en W er-
the1' (1986), filme ele Pilar Miró con guión de la propia directora 
y de Mario Camus : "Yo intenté ponerle al corriente de los pro-
blemas que tenía ese chico y ni él ni el padre quisieron escuchar-
me entonces. Rechazan cualquier dificultad en los pequeños por 
delicada que sea. Les parece que se hace tremendismo" 75 • 
La exageración es también extremismo, y parece que en ese 
sentido ha de entenderse el comentario con el que se abre una 
crónica periodística enviada en 1992 por Alberto Sotillo desde 
Tiflis, la capital de una Georgia asolada por la guerra civil: 
"Entre posiciones inconmovibles y opiniones tremendistas defen-
didas con las armas en la mano, en la República ele Georgia hay 
también políticos flexibles" 76. 
74 "Tremendismo poético ", Cuader11os Hispanoamericanos, n° 9 
(mayo-jun. 1949), págs. 746-47. 
75 Secuencia 26, pág. 62 del texto mecanografiado (Biblioteca Nacio-
nal de Madrid). 
76 ABC, 7 jun. 1992, pág. 37. 
HISTORIA DE LA PALABRA «TREMENDISMO» 101 
El periodismo deportivo también ha acogido de buena gana 
la palabra comodín con esa nota ele exageración que le daba, por 
ejemplo, Maroto en 1992: "Dividir a la plantilla del Real Ma-
drid entre los que aceptan y los que no aceptan al psicólogo es 
ser tremendistas. Pero cierto movimiento, en este sentido, co-
mJenza ya a apreciarse" 77. 
3) En los años cincuenta las fronteras de la significación 
inicial alusiva a la corriente estética habían sido superadas en 
aras de la dispersión semántica. Ya por entonces tremendista 
podía ser cualquier fenómeno, expresión verbal o pensamiento 
que el usuario ele la lengua escrita asociase con elementos ele ca-
rácter negativo. En una cita ele José Camón Aznar fechada en 
1956 hallamos la aproximación del tremendismo al catastrofismo 
(palabra esta, por cierto, no recogida en el diccionario académico 
hasta 1992). Escribía el crítico ele arte: "El profetismo judaico 
es tremendista y predice siempre un horizonte de catástrofes para 
los enemigos" 78. 
Esta disyunción de José María Castillo Navarro en su novela 
La sal viste de luto (1957) une dos palabras, tremendismo y 
desastre, que el escritor siente muy próximas: 
Era como si nada ele cuanto llevaba hecho se hubiera 
realizado totalmente, sino a trozos, a ráfagas, a pedazos, y 
estos los que mejor cuadraban con su temperamento, o, en 
el peor ele los casos, aquellos que más podían favorecerlo. 
Nada tenía importancia. Nada significaba tremendismo o 
desastre. Nada podía volvérsele en su contra 79. 
La siguiente cita (1986) ilustra tanto como el comentario con 
que la apostilla su propio autor, Ramón Pi, periodista especiali-
zado en la crónica política: 
La impunidad con la que actúan los terroristas en elmismo corazón de Madrid, atacando además al mismo co-
razón de las Fuerzas Armadas, es una realidad tremebun-
77 As (Madrid), 2 oct. 1992, pág. 4. 
78 ABC, 16 feb. 1956, pág. 3. 
79 La sal viste de luto, Barcelona, Luis de Caralt, 1957, pág. 150. 
102 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
da, y no es hacer tremendismo el reflejar las cosas tremen-
das, sino pura y simple objetividad 80• 
El usuario de la palabra es perfectamente consciente de la 
oposición que de hecho ha venido a establecerse entre la objeti-
vidad a la que presumiblemente toda información ha de aspirar, 
y ese tremendismo de tintes apocalípticos, se aproximen estos o 
no a la realidad retratada. De ahí que el propio R. Pi, tras des-
cribir la situación de España ya a principios de 1986 (enumera: 
aumento de la inflación, empobrecimiento general del país, le-
galización del aborto, leyes educativas partidistas, mediatización 
del Poder judicial, tratamiento poco respetuoso para los derechos 
de los profesionales, proletarización creciente de la sociedad, con-
trol socialista de las televisiones privadas, descalificación siste-
mática de los desafectos, reducción ele la democracia al simple 
acto de votar cada cuatro años), se apresure a explicar: 
Para comprender que el cuadro pintado en estas líneas 
a grandes trazos no es fruto del tremendismo bastará un 
seguimiento sistemático de las palabras y actuaciones del 
alma del felipismo, que no es otra que el propio Felipe 
González 81 . 
4) La vinculación entre lo tremendista y el efectismo tiene 
como punto de partida el orbe literario en que nació la palabra 
cuyos pasos sigo aquí. Por partir del ámbito de la escena tiene el 
máximo interés esta acotación (1984) del dramaturgo (y, sobre 
todo, hombre de teatro) Alberto Miralles, acotación solo compren-
sible si se asocia a la visión del espectáculo (es decir, a la creación 
de un determinado efecto ante los ojos del hipotético asistente a la 
representación). Aunque en este caso el empleo de tre1nendismo 
remite a la evocación de unas escenas apocalípticas, vistas tal 
como ocho o diez siglos atrás podía entenderse el fin del mundo, 
prima la idea de impresionar: 
La enorme campana se abre y de ella surgen destellos. 
De su interior emerge la figura a caballo de Santiago, es-
culpida según las ilustraciones de los manuscritos miniados 
80 Época, n.0 73 (4 ag. 1986), pág. 22. 
81 Época, n.0 44 (13 en. 1986), pág. 25. 
HISTORIA DE LA PALABRA « TREMENDISMO» 103 
españoles que llevan por título "Comentario del Apocalip-
sis", procedentes del siglo x y finales del xn, atribuidos al 
Beato de Liébana. Ingenuidad y tremendismo 82. 
En esta referencia de Francisco Javier Díez de Revenga so-
bre algunas poesías de Lope de Vega se superponen la aparato-
sidad (con sus componentes de espectacularidad y efectismo) y 
la incidencia en lo desagradable: 
Nuestra selección se reduce a tres de estos romances, 
que darán idea al lector del clima espiritual en que se 
desenvuelven, del estilo y de los recursos poéticos, algunos 
basados en una cierta ingenuidad un tanto aparatosa y tre-
mendista que raya con frecuencia en el mal gusto tan ca-
racterístico de un amplio sector de la poesía religiosa de la 
época 83 . 
De lo que se trata, en definitiva, es de impresionar al espec-
tador, de causar en él un efecto de cierta irrealidad, como aquel 
al que alude una crónica periodística de J. M. Costa sobre las 
representaciones de una obra teatral de Máximo Gorki : 
El montaje es realista, pero renuncia al tremendismo 
habitual en otros de la misma obra, con actores andrajosos 
y una elaborada caracterización de vejez, ruina y enferme-
dad. Los actores son ellos mismos, y la fuerza recae más 
en sus palabras y en sus expresiones que en la composición 
de la "miseria" 84 . 
5) El Diccionario académico define el sensacionalismo como 
una "tendencia a producir sensación, emoción o impresión, con 
noticias, sucesos, etc.". También en los ejemplos que a continua-
ción citaré el tremendismo aparece asociado a otro concepto (en 
este caso, el de sensacionalismo) con el que en la percepción del 
usuario de la lengua se confunde. Posiblemente aún exista esa 
diferenciación cuando el editor de Malditas sean Coro nada y 
82 La fiesta de los locos. El trino del diablo, Madrid, Fundamentos, 
1985, pág. 68. 
83 "Introducción" a Poesías, de Lo pe de Vega (Barcelona, Bruguera, 
1982), pág. XXI. 
84 ABC, 21 nov. 1992, pág. 99. 
104 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
sus hijas, Antonio González, menciona (1983) "la afición de las 
clases populares por la literatura tremendista de la prensa de su-
cesos" 85 y señala que "el gusto por lo tremendista se ve indica-
do aquí a través de esta cita de una firma famosa en las páginas 
del diario de sucesos «El Caso»" 86, pero parece claro que esa 
frontera se ha borrado para quien no tiene presente (al menos 
no como punto de referencia primordial) el origen literario de la 
palabra. En 1990, por ejemplo, un lector del diario madrileño El 
Independiente hacía la siguiente consideración en una carta di -
rigida al director del periódico (donde, por cierto, la misiva venía 
precedida por el título "Sensacionalismo"): 
Con sorpresa y decepción hemos podido constatar que 
el sensacionalismo tremendista se ha cebado en sus pági-
nas: en el artículo firmado por Santiago Rego correspon-
diente al 4 de mayo ele 1990, el título "Un matrimonio pre-
tendía vender a niños más ele 750 dosis ele LSD" no es 
más que un sucio reclamo propio de cualquier tipo ele 
Caso 87. 
Naturalmente, el mundo periodístico no ha sido ajeno a ese 
nuevo significado ele trem.endismo. En esta crónica ele José Ma-
nuel Costa (1992) alusiva al caso del mantenimiento ele la vida 
ele un ser humano nasciturus en el vientre ele una mujer ya fa-
llecida hay un ejemplo claro: 
Las reflexiones más tremendas encuentran fácil camino 
hacia el público en los medios, con frases como "¿quién le 
va a decir al niño que es hijo de un cadáver?", o "se está 
actuando como cuando los nazis pedían a las mujeres hijos 
para el Führer". El tremendismo no es algo exclusivamen-
te sureño 88. 
85 Malditas sean Coronada y sus hi.ias. Delirio del amo1• hostil, Ma-
drid, Cátedra, 1983, pág. 227, n. 110. 
86 Ibíd., pág. 234, n. 146. 
87 El Independiente, 24 mayo 1990, pág. 10. 
88 ABC, 17 oct. 1992, pág. 77. 
HISTORIA DE LA PALABRA «TREMENDISMO)> 105 
V 
En la mayor parte de los ej emplos citados hasta aquí el on-
gen literario del vocablo tremendismo es el germen de los matices 
semánticos que en cada caso se han ido apuntando. Por las pe-
culiaridades que adornan esta parte ele la historia ele la palabra, 
su evolución en el mundo ele los toros merece espacio propio. 
Pese a que su ausencia en algún diccionario moderno 89 pu-
diera dar a entender falta de implantación de la palabra tre111en-
dis111,0 en el mundo taurino, lo cierto es que se maneja en él des-
de principios de los años cincuenta, aunque la extensión plena 
se da en los sesenta : en torno a una conocida figura del toreo, 
Manuel Benítez, El Cordobés, se nuclearon en la década pro-
digiosa las discusiones sobre el arte taurino más austero y el que 
representaba el nuevo estilo, arroj ado hasta la temeridad, hete-
rodoxo para los entendidos, y en cualquier caso espectacular, que 
había popularizado dicho personaje. 
El seguimiento de las publicaciones sobre el mundo del toro 
en los años cincuenta y sesenta es ilustrativo y. por lo que afecta 
a nuestro tema, rica fuente de testimonios escritos de las pala-
bras tremendismo y tremendista con este nuevo significado 90. 
89 Así, en el L éxico espaií.ol de los toros, de José Carlos de Torres 
(Madrid, CSIC, 1989), y, años atrás, en el Diccionario taurino de Ilde-
fonso Mulas Pérez (Barcelona, autor, 1970), c¡ue ya en 1956 había publica-
do un Diccionario tam·ino (vocabula1•io legislativo y je1·gal) (Barcelona, 
autor) que tampoco registra las palabras t1•em.endismo y t1'e1nendista. Igual-
mente están ausentes en el "Breve léxico taurino"incluido por Antonio 
Díaz-Cañabate en El n·mndo de los to1·os (León, Everest, 1971) , y en el 
modesto (e inédito, hasta donde llega mi conocimiento) Diccionario taurino 
ilustrado de Carlos García Patier (ejemplar mecanografiado en el año 
1980; pese a lo que el autor afirma en su prólogo, el suyo no es, eviden-
temente, el primer diccionar io taurino español) . 
90 El rastreo de las palabras tremendism.o y tremendista con el signi-
ficado propio del mundo taurino se basa en la consulta de las siguientes 
publicaciones: El Eco Tazwino (Madrid), n.0 1.322 y primero de la 2.a épo-
ca (25 feb. 1946) - n.0 1.332 (6 mayo 1946) ; El R1tedo (Madrid), n.0 317 
(20 jul. 1950) - n° 1.071 (29 dic. 1964) ; Tom·os (Madrid), n.0 346 (7 en. 
1951) - n.0 439 (9 nov. 1952); El I nformado¡· Tmwino (Madrid), n° 1 
106 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
El interrogante inicial quizá debiera centrarse en el camino 
que el tremendismo siguió desde el mundo de la literatura hasta 
el de los toros. Nada puede afirmarse con seguridad sobre los 
mecanismos que actuaron en el proceso de integración ele la pa-
labra en un mundo por otra parte tan propicio a la creación ele 
ismos (es sabido que cada torero de cierta relevancia tiene el 
suyo) como lo es el ele la lidia. Será prudente, en consecuencia, 
no exagerar la importancia que ante los ojos del historiador pue-
da tener el hecho de que el primer testimonio por mí conocido 
del adjetivo tremendista aplicado al torero que basa su estilo en 
el riesgo y la espectacularidad más que en el arte tradicional, 
proceda precisamente del universo literario. 
En efecto, en 1953 el crítico teatral Alfredo Marqueríe, que 
escribía una columna fija en la revista taurina más importante 
durante muchos años, El Ruedo, comentaba la forma ele torear 
de un diestro mejicano, Jorge Aguilar, El Ranchero, con estas 
palabras: 
Cuando "el Ranchero" se echa la muleta a la espalda 
para dar el pase que. a imitación del lance clásico, se po-
dría llamar también "de frente por detrás" , con todas las 
variantes que ustedes quieran añadirle, se nota en el gra-
derío un escalofrío de emoción, una onda helada semejante 
a la que se produce cuando abrimos la puerta ele una ne-
vera, ele una cámara frigorífica ; "el Ranchero" nos hace 
sentir el temor, la angustia, la sensación pavorosa del pe-
ligro. Es, para decirlo concretamente, un muletero tremen-
dista y neorrealista 91 . 
Este es, pues, el primer testimonio escrito que conozco sobre 
la palabra tremendista aplicada al torero temerario. N a da se dice 
(3 ag. 1951) - n° 59 (27 dic. 1952); El Informador Tatwino y Teatral 
(Madrid), n.0 60 (3 en. 1953) - n.0 80 (30 mayo 1953); Torerías (Madrid), 
n.0 850 y primero de la 2.a época (3 mayo 1952) - n.0 937 (26 dic. 1953); 
El Toril (Palma de Mallorca), n.0 1 (18 mar. 1953) y 2 (8 ah. 1953); El 
Progmnw (Barcelona), n.0 1 (18 ah. 1953) - n° 95 (22 oct. 1955); El Ca-
lifa (Córdoba) , n.0 5 (23 sept. 1953) - n.0 47 (15 dic. 1954); La Fiesta de 
los Toros (Sevilla-Madrid), n.0 1 (14 ag. 1954) - n.0 47 (10 sept. 1955); 
La Tienta. (Salamanca), n.0 1 (sept. 1954) - n.0 8 (sept. 1955); El Mttndo 
de los To1·os (Palma de Mallorca), n.0 O (jul. 1962) - 11. 0 ' 62-65 (dic. 1963). 
9l El Ruedo, n.o 465 (21 mayo 1953), s. p. 
HISTORIA DE LA PALABRA «TREMENDISMO» 107 
aquí de sus aptitudes artísticas, porque en esta fase inicial, como 
se advertirá en el examen de las referencias que proporciono, 
aún el vocablo no se asocia con falta alguna de valores estéticos. 
Cabe suponer que en tertulias en que quizá toros y literatura se 
daban la mano en armonía, el vocablo tremendismo pasara de 
uno a otro terreno en esos primeros años cincuenta en que el 
neorrealismo de los jóvenes novelistas aún pugnaba por abrirse 
paso sobre el pedregoso campo tremendista. La doble adjetiva-
ción (tremendista y neorrealista) podría explicarla esa superpo-
sición cronológica de las dos tendencias, pero podría también ar-
güirse una relativamente escasa divulgación de la palabra entre 
los aficionados . El vocablo posiblemente precisaría algún tipo de 
refuerzo (naturalmente, literario, teniendo en cuenta la identidad 
del autor de la cita) , aunque el simple hecho de que aparezca en 
la crónica obliga a dar por supuesta la intelección del lector. 
A partir de ese nexo entre la literatura y los toros (y ya he 
resaltado que la primacía cronológica no es dato definitivo, por-
que cualquier otra cita anterior en el tiempo bastaría a anularla), 
las líneas del tremendismo taurino se van perfilando con mayor 
claridad. Esas dos referencias en cierto modo externas (un crí-
tico literario y un torero mejicano) dan paso a la nacionalización 
de ese estilo taurino tan combatido por la crítica seria como 
aplaudido por la masa. 
El hecho de que tremendismo, con el significado que le es 
propio en el mundo de los toros, pueda documentarse en los pri-
meros años cincuenta no significa necesariamente que por enton-
ces la palabra fuera de uso frecuente entre los aficionados, y ni 
siquiera entre los críticos. En apoyo de esta tesis podría aducirse 
el hecho de que en ese tiempo las faenas de los dos toreros tre-
mendistas que por entonces acaparaban las páginas de la prensa 
especializada, Chicuelo JI (Manuel Jiménez Díaz) y Chamaco 
(Antonio Barrero), fueran definidas habitualmente con fórmulas 
de carácter perifrástico: se habla, por ejemplo, de "toreo dramá-
tico" y de "toreros temerarios o valientes" (en este segundo caso, 
casi siempre con superlativo incluido), pero no de tremendisww . 
Es a finales de la década cuando este vocablo parece sentirse cla-
ramente identificador de un estilo que adoptar para enfrentarse 
al toro. 
108 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
El respeto a la cronología puede ser, en un caso, como este, 
ilustrativo. En 1953 Marqueríe había hablado de un torero tre-
mendista; sin embargo, el adjetivo aún no se aplicaba a aquellos 
otros diestros que sin eluda también lo merecían. De nuevas 
(y heterodoxas) maneras taurinas se hablaba desde hacía tiempo, 
pero el fenómeno carecía aún ele nombre. No lo tiene, por ejem-
plo, en el artículo anónimo "Clasicismo e innovación frente a 
frente" aparecido en septiembre ele 1952 en la revista Toreros 92• 
Un número de El Programa fechado en julio de 1954 se dedica-
ba íntegramente a ChaM'WCO, pero los comentarios sobre su toreo 
(comentarios en los que no se dejaba de hablar ele la emoción que 
provocaban sus arrebatos y el olor a tragedia que se percibía en 
cada una de sus faenas) no registraban las palabras que nos in-
teresan 93. Tampoco el libro que en ese mismo año dedicó a Chi-
cuelo I I Marciano Pi cazo Soriano recoge esos vocablos, ni en el 
texto ele su autor ni en las críticas recopiladas por este sobre el 
torero objeto del trabajo 94• 
Y es que por estos años la palabra tre1nendimw no había al-
canzado aún, ante los ojos de quienes escribían sobre toros (y, 
probablemente, tampoco ante los de los espectadores) esa condi-
ción definitoria que estabiliza un vocablo en el léxico general o 
especializado. En un comentario ele El Ruede fechado en octubre 
ele 1954 se mostraba ya esa inquietud ante la relativa prolifera-
ción de actitudes heterodoxas en los cosos por parte ele los aspi-
rantes a toreros, y se llegaba a escribir ahí que "hacer cosas ra-
ras no es torear preci samente" 95. "Hacer cosas raras" era to-
rear al estilo tremendista, pero en 1954 la perífrasis todavía do-
minaba sobre el vocablo aislado. 
Lo que no significa, por supuesto, que la palabra tremendis-
mo no tuviera ya un significado claro en el mundo de los toros. 
Su aparición en los textos taurinos es esporádica (si la ponemos 
en relación con la frecuencia ele uso ele los años sesenta), pero 
se da en algunos casos. En una ele sus crónicas ele 1955 Curro 
Fetén señalaba: "Charmaco ha realizado en su primero una fae-
92 Tore1·os, n.0 431 (14 sept. 1952), pág. 9. 
93 El Progrmna, n.0 47 (28 jul. 1954). 
94 Chicuelo II, s. 1., La Voz de Albacete, [1954]. 
95 El Ruedo,

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