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La metáfora en Ortega y Gasset INTRODUCCIÓN. Todo lo que Ortega ha escrito sobre la metáfora aparece en un marco cronológico relativamente poco disperso. De 1905 a 1925, sus ideas sobre el tema se desparraman como al azar en los trabajos donde han sido incluidas. Suelen andar mezcladas con temas ajenos a la Estilística, por supuesto, y al- guna vez extraños también a cuestiones literarias. Es evidente que el autor no se propuso de un modo directo elaborar una teoria de la metáfora y que sólo cuando el tema interesó su atención con suficiente fuerza, obtuvo de ésta una de- dicación vigorosa y fértil, aunque transitoria. Hay que rastrear acudiendo a prólogos o ensayos o cuestio- nes de índole muy varia su pensamiento acerca del tema, que sólo una vez, en el estudio filosófico de 1924 titulado Las dos grandes metáforas y escrito en ocasión del segundo centenario de Kant, trata directamente. Siguiendo a Ortega en la elaboración y expresión de mu- chos de sus puntos de estudio ·Y reflexión, observamos está mis- ma actitud intelectual, peculiarísima de Ortega, "vital", según su modo de decir: es al cabo lo que él reclama para sí al 'COnside- rarse "espectador" sobre toda otra cosa. Conocido es el sentido que el propio Ortega atribuye al término al hacer ·que su sig- nificación convenga con lo que él quiere ante todo representar. 58 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Cuando en febrero de 1916 escn'be la nota preliminar a la aparición de El espectador, el propio Ortega hace referencia al carácter y alcance de esta obra, y estas palabras que recogemos valen como una definición de sí mismo que es necesario tener en cuenta cuando se trata de interpretar una parte de su pro- ducción, aunque ésta sea muy limitada. "I:Th.brá números que padezcan aridez mental -escribe-. El escritor pasa a lo me- jor por zonas espirituales donde no brota u~ idea. A veces dura meses la estéril situación. Durante ellas el lector habrá de contentarse con un «espectador, que lee, extracta y copia. Otros números llevarán un trozo de mi alma." Un poco más adelante vuelve a insistir: "Es una obra íntima para lectores de intimi- dad que no aspira -ni desea el g r a n p ú b 1 i e o , que debería, en rigor, aparecer manuscrita. En estas páginas, ideas, teorías y comentarios, se presentan con el carácter de peripecias y aven- turas personales del autor." Teniendo esto en cuenta comprendemos cómo los resortes que mueven su mecanismo intelectual son variados y múltiples. Profundiza sobre los temas que un interés mayor ha selecciona- do y opina, interpreta, discute, los que de un modo no previsto surgieron al correr de la pluma. El teina de la metáfora aparece así tratado en sus obras : no formando una teoría unitaria, pero sí con la suficiente solidez y trabazón ·para poder asignarle tal nombre. En su exposición -parte l, capítulo 1- seguiremos la línea cronológica que marcan las fechas de 1909, 1914 y 1924. Esto permitirá hacer coincidir la trayectoria de tiempo con la evo- lución del concepto, desde el primer esbozo hasta su total elabo- ración. Para la redacción de este primer capítulo hemos tenido en cuenta, además de las obras donde específicamente trata de la metáfora, ·.aquellos otros escritos en los que hay alguna referen- cia al tema máS o menos direc~. En el caso de La deshwmnniza- dm1 del arte hemos encontrado un dato importante -la referen- cia al tah(l, relacionada por el mismo Ortega con la teoría ta- btlista de Werner- para establecer en primer lugar puntos de contacto entre las distintas opiniones sobre el tema y para, ·a LA METÁFORA EN OR~A Y GASSET 59 través de la valoración que de las ideas contenidas en la citada obra hacen autores como Hermann Pongs - parte I, capítulo II-, lograr que el pensamiento de Ortega aparezca en toda su pro- fundid<td. Hubiéramos querido además tratar más extensamente acer- ca de los problemas teóricos que el concepto de la metáfora plan- tea en Urtega y, como proyecto que habrá de realizarse en el futuro, estudiar las metáforas empleadas en toda su obra. Por el momento nos limitamos a lo que nos ha sido posible hacer. Respecto a la parte II , en la que se intenta globalmente la ca- racterización de las metáforas de las Meditaciones del Quijo·te, hemos tenido en cuenta en Et arte JI teoría rJ.g Ortega la línea de relación que habría de enlazar los procedimientos metafóricos utilizados por el autor con sus ideas acerca de los mismos (de cómo funciona su mecanismo y de cuál es su rendimiento). En las conclusiones intentamos una valoración estil'stica de la me- táfora en concreto. PARTE I CAPÍTULO I. TEORIA DE LA METAFORA EN ORTEGA I909. Personas, obras, cosas. En el volumen titulado Personas, obras, CO'Sw, dado a la Im- prenta en 1916, se recoge una serie de artículos que resumen la actividad literaria del autor desde 1904 a 1912. Corresponde este período a los años jóvenes de Ortega como escritor, casi periodista aún. El que lleva la fecha de 1909, dedicado a Renán (impresiones y consideraciones. alrededor de su obra), introduce el primer germen de ideas acerca de "la metáfora". Estas ideas, elaboradas años después, constituyen ya en 1924 una teoría com- pleta. La diferencia entre las dos épocas es notable en cuanto a profundidad y trabazón del pensamiento. En 1909, se acerca al 6o BOLETfN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA tema de la metáfora en forma de comentario. En el artículo de- dicado a Renán, partiendo de conclusiones hechas respecto a las características del espíritu y de la obra del escritor francés, llega a formular una teoría de lo verosímil: junto a ella sitúa a Re- nán como representante de la misma e intérprete. Los términos en que se expresa vienen a ser aproximadamente éstos : el mun- do de lo verosímil se compone en igual medida de lo verdadero y de lo falso; excluye el mundo de lo matemático, de lo pura- mente exacto, para dejar entrada franca al mundo de la ilusión. Establecida la armonía entre ambos, en una aceptación condi- cionada de uno a otro, aparece ese otro mundo de lo verosímil que sólo se opone al mundo real en que su interpretación distin- ta y peculiar de las cosas se basa en un método propio: la crea- ción metafórica. La metáfora, viene a decir, sustenta y produce ese "universo ilimitado" de lo verosímil. Renán, en el que quizá no pueda encontrarse invención alguna, es el creador de metáforas nuevas. Si interpretamos estas rápidas consideraciones dedicadas a la metáfora en 1909, anticiparemos alguna de las deducciones sobre las que en 1924 se fundamenta su teoría sobre el tema. La interpretación metafórica de las cosas reales es el origen del inundo de lo verosímil. La validez de ese mundo queda pro- bada por la necesidad que ha llevado al hombre a su creación. De este modo, el procedimiento metafórico viene a formar parte de los métodos de creación. ''Renán no ha inventado probable- mente idea alguna, pero- ha creado muchas metáforas nuevas." Esto dice Ortega, y en su ~nsamiento parece producirse la equi- valencia entre creación, invención y hacer metafórico. N o ha in- ventado idea alguna, pero si Renán ha creado muchas metáforas nuevas, ha enriquecido y aumentado ·nuestra visión del universo : ha "inventado" para nosotros ese "universo ilimitado de lo ve- rosímil". Hasta aquí pueden alcanzar las deducciones que sacamos en tomo a la lectura de este artículo. De mayor profundidad e in- terés son las que a continuación recogemos. LA METAFORA EN ORTEGA Y GASSET 61 I9r 4· Ensayo de estética a manera de prólogo. En el trabajo que lleva este título, ocupándose en cuestiones de estética, vuelve sobre el tema de la metáfora como objeto de interpretación reflexiva. Las ideas que en esta fecha aparecen ya con suficiente preci- sión, no son en la mente de Ortega, como. él mismo aclara, ningún intento de teoría. Simplemente, la naturaleza compleja y atracti- va del tema que ha escogido esta vez --el objeto estético- le lleva aformular algunas de las conclusiones que en nuestro intento de rastrear una teoría de la metáfora desde el punto de vista orte- guiano, vienen a ser como precedentes que la fundamentan y le van dando forma cada vez más precisa. Qué sea el objeto estético y cómo queda definido en cuanto tal, es el fundamental problema que tiene en cuenta Ortega en el prólogo a El pasajero. Para no desbordar la cuestión más allá de los límites precisos hacemos las referencias imprescindibles. La naturaleza peculiarísima del objeto artístico es tal que su comprensión por nuestra parte no necesita abstraer de él la ima- gen, el concepto o la idea. La realidad del objeto estético se trans- parenta a sí misma. Comparativamente, el cristal, en el orden de los objetos reales, sirve de ejemplo que ilustra esta afirmación. La forma elemental oe este objeto estético es la metáfora. Así, con- cluye Ortega: "Yo diría que objeto estético y objeto metafórico son una misma cosa, o bien que la metáfora es el objeto estético elemental, la célula bella." Y aclara esta idea con el análisis de una metáfora . Suprimimos el ejemplo aun a riesgo de dejar in- completa la exposición. Destacamos, sin embargo, las fases por las q·ue sigue en este análisis y que al término del mismo vendrán a constituir el mecanismo que, según Ortega, cumple la metáfora. a) Mecanismo de la metáfora. Hace notar en primer lugar Ortega el error que supooe la ex- tendida opinión que cree ver en la metáfora una asimilación real entre objetos muy distintos. Existe en toda metáfora una seme- 6.2 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA janza real entre dos cosas, pero lo esencial metafórico no es esta asimilación real, que sólo constituye el punto de apoyo desde don- de el mecanismo de la metáfora se lanza en persecución del "ob- jeto bello". Antes de alcanzar éste, la operación metafórica nece- sita aplicar al objeto real cierto procedimiento constituido en dos fases. Ortega hace-eonsistir la primera de ellas en la sustitución de la realidad del objeto, tal cual es, por otra que con aquélla ten- ga algún punto de contacto, de semejanza. Esta coincidencia no necesita ser esencial a ambos objetos: su función es la de permi- tirnos afirmar una identidad parcial, sólo coincidente en alguna de sus características más externas. Una dificultosa semejanza real sirve para poner de manifies- to la real desemejanza entre ambos, porque "donde la identifica- ción real se verifica no hay metáfora". Y esta afirmación de la no-identidad que toda metáfora comporta, constituye, en la prime- ra fase del proceso metafórico, el aniquilamiento de las cosas en lo que tienen éstas de imágenes reales, dejándolas en condiciones de tomar (segunda fase de este proceso) una nueva forma, ''ten- dencia ideal", a través de la cual podemos encontrar la identidad absoluta atribuible a un nuevo objeto: el objeto bello. Pero esta identidad absoluta ha de producirse fuera del ám- bito de lo real, donde las cosas son para nosotros imágenes obje- tivas; ha de verificarse a través del sentimiento (sentimiento en este caso·es la operación subjetiva y activa de respuesta al objeto mediante la cual lo percibimos). En este nuevo medio, la no-identidad afirmada por la metá- fora en términos de objetividad, desaparece. En su lugar, senti- mentalmente, surge una perfecta compenetración entre los obje- tos que en el primer momento sólo en un punto coincidían sin rechazarse. Unicamente a través del sentimiento logramos por la metáfora hacer válida esa transparencia peculiar del objeto es- tético. El significado etimológico del término "metáfora" -transfe- rencia, transposición- se cumple siempre, pero con advertencia de que la transferencia que la metáfora origina es mutua (los ca- bellos son de oro y el oro se deshila en cabellos) y sin embargo una cosa no ocupa el lugar de otra. Por el contrario, ambas son LA MET.\FORA EN ORTEGA Y GASSET llevadas a ocupar un mismo y único lugar donde su identificación es posible: a éste llama Ortega " lugar sentimental" . Pero arriba- dos a este "lugar sentimental" no es posible dar satisfacción ra- zonada a la pregunta de por qué el sentimiento es capaz de afir- mar una identidad que no es tal en relación con los objetos rea- les sobre los que se apoya. Después de seguir en línea lógica todo el proceso mecánico que explica la metáfora, nos encontramos con "el hecho siempre irracional del arte, con el absoluto empirismo de la poesía''. "Cada metáfora ---\:Oncluye Ortega- es el descubrimiento de una ley del universo. Y aun después de creada una metáfora, se- guimos ignorando su porqué." I924. Las dos grandes metáforas (Estudio filosófico). A pesar de lo que llevamos dicho y de haber llegado, a través de Ortega, a un conocimiento más perfecto de qué es la metáfora y de cómo ésta funciona en el campo de lo estético, no hemos lo- g¡.ado apenas más. que situarnos en el camino que, siguiendo la teoría orteguiana, nos ha de llevar a conclusiones de un interés superior. En el estudio filosófico de 1924 que lleva por título Las dos grandes ntll!táforas, nos encontramos con ttna primera defini - ción en la que se reconoce el avance mayor llevado a cabo por Or- tega en cuanto al tema se refiere. "La metáfora - supone Ortega- es un instrumento mental imprescindible, es una forma del pensamiento científico." Después de establecida esta primera afirmación se ocupa en rechazar la postura necia de quienes no admiten el uso de la me- táfora en ciencia. Hasta con cierta displicencia expone su opi- nión respecto a los que excluyen el procedimiento metafórico de entre los científicos. Es un error creer que porque alguna yez se tome por real y directo el pensamiento que fue sólo una forma indirect:t y meta - fórica del pensar, pueda tal cosa ocurrir si<"mpre. F.stu es s(11o atribuible a equivocación e imperencia en el que: piensa. :tsí crnnc' d error de un cálculo matemático en una t.iemnstración física sup0- 64 BOLET1N DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA ne sólo incorrección mental por parte del físico que utiliza la ma- temática. En ninguno de los dos casos deben excluirse ni el pro- cedimiento metafórico ni el procedimiento matemático. Justifica seguidamente el empleo de este nuevo procedimiento y apoya la introducción de este "instrumento mental", imprescin- dible en la elaboración filosófica, en el hecho reiterado de que en Filosofía, más que en ninguna otra ciencia, es necesario pasar constantemente del modo recto al modo oblicuo, con buen cuidado de no tomar por metáfora el pensamiento que es sólo metafórico. Señala a continuación los "dos usos de rango diferente" que en ciencia tiene la metáfora. Es el primero facilitar al que nos escucha la . comprensión de una realidad intuida o descubierta ; inasequible si para nombrarla utilizamos palabras que suministra el acervo común de la lengua. El segundo, de verdadero 'f máxi- mo interés, es el que identifica la metáfora con uno de los medios esenciales de intelección. Respecto al primero hay que señalar que al descubrimiento de un fenómeno sigue necesariamente la asignación de un nombre que lo exprese. Una voz completamente inusitada no seria inteligible para los demás; por tanto necesita el investigador recurrir al fondo co- mún del lenguaje, donde cada palabra cuenta con una significación conocida, y elegir aquel término cuyo sentido admitido tiene al- guna semejanza con el concepto recién descubierto. En este pun- to ocurre que el término toma una significación nueva, como in- crustada en la antigua y sin que ésta haya de desaparecer. Así se produce la metáfora. Aclara con algunos ejemplos cómo esto ha venido ocurriendo en Filosofía desde Platón hasta nuestros días, y hace notar Or- tega que el término metáfora en su sentido etimológico - trans- posición- no responde a lo que designado con tal nombre es mu- cho más que una transposición. Así señala la existencia de mu- chas transposiciones de nombre que no son metáforas en el sen- tidoque en el pen~ientho de Ortega éstas tienen. Aduce ejem- plos en los que hay transposici{m, pero no metáfora, porque "en ellos una voz pasa de tener un sentido a tener otro, pero con abandono del primero": 'se mettre en greve', 'declararse en huelga'. LA METÁFORA EN ORTEGA Y GASSET 6s Hay realmente metáfora, según Ortega, cuando en un mismo término hay duplicidad de sentidos, es decir, cuando damos a un hecho, a un ser, a una idea, el nombre cuya significación estaba adscrita a algo distinto --coincidente- en algún aspecto; cuan- do, alejándolo d~J antiguo objeto que representa, lo colocamos sobre otro ser, concepto o hecho que presta a aquél un sentido nuevo. Lo que venimos a hacer es usar impropiamente un nombre para bautizar la realidad que acabamos de descubrir. Y cuanto más distintos sean los objetos entre los cuales se efectúa este prés- tamo, más extraordinaria surge la metáfora y más.acertada. En contestación a la pregunta lógica de cómo llegan1os a usar un nombre impropio aun teniendo conciencia de esa impro- piedad, da una respuesta reveladora que define el segundo uso que en ciencia tiene la metáfora: "Además de ser un medio de expresión, es la metáfora un medio esencial de intelección. Y en este punto comienza Ortega a perfilar su aportación más ori- ginal al concepto de metáfora. Hay ciertos objetos de naturaleza difícil -la psique, por ejem- plo- en cuyo descubrimiento trabaja y ha trabajado sien1pre el hombre sin obtener resultados que señalen un claro progreso. Es difícil llegar al descubrimiento de estas realidades que, por no pre- sentar a nuestra co~prensión una apariencia precisa, no encuentran en la lengua un nombre capaz de designarlas directamente. La na- turaleza abstrusa de estos objetos hace difícil no sólo su denomi- nación, sino también su concepción intelectual. "No sólo la nece- sitamos para hacer, mediante un nombre, comprensible a los demás nuestro pensamiento, sino que la necesitamos inevitablemente para pensar nosotros mismos ciertos objetos difíciles." Apoyado en esta afirmación pasa a deducir algo que abona el campo en que la metáfora había crecido hasta entonces, dándole rango de instrumento científico. Fundamenta el razonamiento se- guido en estas consideraciones: nuestra percepción y nuestro pen- samiento actúan de Jo fácil a lo difícil, es decir, van como adies- trándose en el percibir y en el entender; por ejemplo, vemos me- jor lo que se mueve q~e lo que permanece estático, percibimos las diferencias antes que las semejanzas, etc. No cabe duda de que S 66 BOLETÍN -DE LA R.EI.L ACADEMIA ESPAÑOLA cada objeto tiene una aptitud distinta para ser pensado (aptitud que le hace asequible. en mayor o menor grado) y que nuestro en- tendimiento ha de buscar el apoyo que representan los objetos fá- ciles, directo5, parn poder llegar a alcanzar, a pensar, los difíciles y abstrnctos. Establecida esta distinción concluye: "La metáfora es un ·pro- cedimiento intelectual por cuyo medio conseguimos aprehender lo que se halla más lejos de nuestra potencia conceptual." Estamos ya en el centro del pensamiento de Ortega sobre -qué sea la metáfora, y lo primero que hay que notar es que este re- curso, hasta ahorn sólo valorado desde el punto de vista literario, amplía sus posibilidades. La metáfora viene a ser el instrumento útil, la herramienta adecuada a todo entendimiento que encauce su trayectoria al descubrimiento de una verdad. Es el recurso que el intelecto posee y desde el cual se potencia en persecución de lo indistinto, de lo que antes de aparecer claro, con perfil y evi- dencia, presenta, alejado en nuestro · fondo mental, un aspecto en- cubierto, disfrazado y equívoco. "No se transpone el límite de lo pensable." Ello produciría la insatisfacción intelectual a que daría lugar 1a escasa correspon- dencia entre lo -que ''entrevisto" procuramos atraer al primer pla- no de nuestro intelecto y el nombre metafórico que le tenemos preparado. Esto no sucede si, como hemos -visto, quien utiliza la metáfora alcanza a ver con claridad el sentido recto de las cosas cuando a éstas se alude por un modo oblicuo. • * • Elevado ya el uso de la metáfora al rango de método cientí- fico, pasa Ortega a señalar las diferencias entre la metáfora uti- lizada por los poetas y 1a metáfora que utilizan psicólogos, filó- sofos y científicos. Del análisis de estas diferencias podremos de- ducir, por contraste en unos casos y por coincidencia en otros, todo el alcance que tiene la ampliación del concepto de metáfora a partir de Ortega. La primera afirmación -conocida y justificada ya en la que LA METÁFOR.'\ EN ORTEGA Y GASSET 67 ha de seguir apoyándose es ésta: "La metáfora es una verdad, un conocimiento de realidades." Si partimos de este supuesto y lo hacemos valer dentro del campo de lo poético, hemos de concluir con Ortega que la poesía tiene una nueva dimensión, y es la de la investigación y descubrimiento de hechos positivos. No dice que éstos sean de la misma naturaleza que los hechos cientí- ficos, aunque sí - añade- "tan positivos como los habituales en la explotación científica". Poesía y ciencia quedan situadas en la misma línea que ha de conducir al descubrimiento del hom- bre y de su naturaleza, al descubrimiento del ser de las cosas con un mismo instrumento. Sin embargo -y el propio Ortega lo hace notar- existe una diferencia en la utilización que de la metáfo- ra hacen una y otra ; ucomo dos instancias enemigas, la poesía aplaude lo que la ciencia vitupera. Y el caso es que ambas tienen razón. La una tomaría de la metáfora justamente lo que la otra deja." Lo que en esta frase queda apuntado tiene un desarrollo más amplio, que seguimos en sus puntos esenciales. a:) Metáfora poética. En primer lugar trata de definir la naturaleza ésta y establecer su peculiaridad frente a la metáfora científica. El análisis llevado a cabo por Ortega en este punto se apoya en el texto poético de Lope que transcribimos: Verás bañarse el aire en varias fuentes cuyos resortes siempre diferertes, siempre parecen unos, que en lanzas de cristal hieren el cielo, en diluvios de aljófares el suelo, y en más lentos cristales discurrir crespos, suspenderse iguales." (Silva a la ci11dad de Logroñ.o.) Las asimilaciones que mediante la metáfora produce Lbpe nos hacen ver el su,rtidor de la fuente como una lanza de cristal. La interpretación que de ella da Ortega evidencia que en poesía la 68 BOLE'l'ÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. metáfora "insinúa la identificación de dos cosas concretas". He aquí sucinto el análisis que sustenta esta afirmación. Swrtúlor y lan'Za de cristal son dos objetos concretos. Lo con- creto puede ser percibido separadamente, y lo abstracto, en cam- bio, sólo puede ser percibido par referencia a otros objetos. Nues- tra mente, medi~te un esfuerzo, abstrae la naturaléza de uno de ellos y realiza una separación virtual respecto del otro; así e$ta- blece una dif(,!renciación entre ambos. Pero los objetos concretos están compuestos de otros más elementales y abstractos. Así, de la lanza de cristal y del .nwtidor -entes concretos.- podemos abs- traer sus elementos abstractos: forma, color, ímpetu ascendente y afinnar la identidad entre las dos partes equivalentes de uno y otro. Desde aquí deducimos aclarada la anterior definición de me- táfora poética: la metáfora poética aprovecha la identidad par- cial de dos cosas para afirmar -falsamente- su identidad total. b) Metáfora científica. La metáfora científiéa sigue un proceso inverso. Sugiere pri- mero una identidad total entre dos cosas y se limita a afirmar después la identidad efectiva entre sus partes abstractas. Newton es ahora el ejemplo que ilustra esta definición. La ley de gra- vitación universal descubre la identidad parcial y abstracta entre los astros y una serie de números ; aquéllos y éstos se comportan entre sí de idéntica manera, pero la formulación de la ley cien- tÍfica se limita a afirmar esaidentidad parcial sin llegar a con- cluir que astros y nfuneros son una misma cosa. El pitagórico· que apoyándose en esa identidad parcial llegase a una afirmación como la precedente, habría producido una me- táfora equivalente a la de Lope cuando afirma la identidad par- cial, si bien efectiva, entre las lanzas de cristal y los surtidores de las fuentes. * • * LA METÁFORA EN ORTEGA Y GASSET Desde el punto de vista de Ortega, las actividades mentales que sirven a la ciencia y a la poesía son en cierto modo las mismas. La diferencia entre ellas estriba más que en su distinta naturale- za en el "distinto régimen y finalidad" a que son sometidas por el científico o· por el poeta. El oficio diferente que en ciencia desempeña la metáfora com- porta un resultado distinto del que en poesía se logra. La metáfora poética, apoyándose en la identidad parcial entre dos cosas, afirma, falsamente, su identidad total. Pero "tal exageración de la identidad, más allá de su límite verídico, es lo que le dá un valor poético" Estas conclusiones de Ortega necesitarían ser glosadas por el autor más ampliamente, de modo que perdieran su apariencia dog- mática y diesen mejor luz a su pensamiento. No aparece en el tex- to ninguna aclaración a este respecto ni tampoco hemos podido deducirla al tener en cuenta cómo el autor trata otras cuestiones afines. Belleza, verdad, verosimilitud, etc., son temas que apa- recen analizados desde un ángulo exclusivamente filosófico. Es indudable que muchas de las conclusiones que pudieran deducirse de las cuestiones citadas, aparentemente ajenas al tema principal que estamos tratando, podrían servir de ilustración al mismo, pero establecidas sus relaciones forzadamente próximas desvirtuaríamos quizá el carácter predominantemente literario que intentamos aproveéhar y subrayar. Seguimos, pues, la línea con- cisa que marca el autor y apuntamos una última consideración acerca de la raíz y valor poéticos de la metáfora. Este valor poético de la metáfora, como quedó apuntado an- teriormente, radica en la porción de falsedad que incluye la exa-= geración de la identidad parcial de dos objetos. Así, afirma Orte- ga : "La metáfora empieza a irradiar belleza donde su porción verdadera concluye. Pero, viceversa, no hay metáfora poética sin un descubrimiento de identidades efectivas." Como a un instrumen- to bivalente de naturaleza ambigua y prodigiosa, atribuye Ortega a la metáfora poética una doble función : la que produce un ful- gor estético y la que pone de manifiesto como un hallazgo sor- prendente tma parte efectiva de verdad. 70 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA e) Metáfora -psicol6gica. El empleo deJa metáfora en Psicología se justifica en el hecho anteriormente constatado de semos difíciles no sólo nombrar, sino pensar ciertos objetos. El objeto de la Psicología - la psique humana- es algo cuya existencia pensada por separado constituye necesariamente e im- plica el fenómeno de la abstracción. Y esto es así porque la psique --espíritu o conjunto de fenómenos de conciencia- no se produce aislada, sino en íntima relación con el cuerpo. Para ca- talogar esos fenómenos como puros hechos espirituales hay que distinguirlos, separarlos del cuerpo donde se producen. Esto se logra mediante la asociación real y mental a un objeto concreto, y esta asociación produce, en la expresión del abstracto psíquico, la referencia al soporte mismo del hecho, es decir, la tendencia a corporeizarlo; esa tendencia es la que desemboca en la creación de la: metáfora psicológica, consistiendo ésta en la designación de un hecho psíqUico por ·medio de una palabra que antes estuvo adscrita a una significación corporal. Así, la expresión más ade- cuada de estas alejadas realidades no ha de ser otra, según todo lo dicho, que la metafórica. La explicación que elabora Ortega se apoya en el hecho de que percibimos mejor lo variable y diná- mico que lo pe~anente y estático. La razón está en la dificultad de aislar mentalmente el fenómeno, de independizarlo de todo el conjunto de que, romo en combinación, fotma parte. Esta distinción se hará más fácil en atención a la naturaleza menos compleja del objeto. Pero volviendo al objeto psíquico - la cOn:cienciá- notamos como carácter esenciai su relación constan- te e íntima con otros. "Los dos objetos más distintos que quepa imaginar -dice Ortega- tienen, no obstante, la nota común de ser objeto para nitestra: mente, de ser objetos para un sujeto." El fenómeno "con- ciencia" nunca puede aparecer referido a un sujeto, sino que, se- gún su carácter esencial, se halla formando combinación con totlos los demás. Es decir, todas las cosas están en relación con nos- LA METÁFORA E:\' ORTEGA Y GASSET 7I otros, y esta relación es la que constituye la conciencia, esto es, el hacernos conscientes de cuanto percibimos. Así, la dificultad de definición de qué sea la conciencia "fenó- meno universal, ubicuo, omnipresente", se agranda. Este objeto difícil hace imprescindible el procedimiento metafórico, porque esa relación constante entre sujeto y objeto ha de concebirse median- te la comparación metafórica con alguna forma particular de las relaciones entre los objetos. Sin embargo, la metáfora psicológica ha de utilizarse con una mayor precaución. No ocurre aquí como en poesía, donde la fal- sedad se resuelve en belleza y ésta nos basta; Ortega apunta el pe- ligro en este texto que trascribimos: "Y correremos siempre el riesgo de que, al" interpretar el rt· nómeno universal por medio de otro particular más asequible, ol- Yidemos que se trata de una metáfora científica e identifiquemos, como en poesía, lo uno con lo otro. El desliz en este asunto es sobremanera peligroso, porque de la idea que nos formemos de la conciencia depende toda nuestra concepción del mundo, de la cual, a su vez, depende nuestra moral, nuestra política, nuestro arte. He afJUÍ que el edificio íntegro del universo y de la vida vie- ne a descamar sohre el menudo cuerpo aéreo de una metáfora." * * "' Hasta aquí hemos hecho la exposiciótl efe las ideas válidas para una teoría de la metáfora desde el punto de vista de Ortega. Que- daría completa como cuerpo de doctrina, ya que lo fundamental acerca del tema se halla recogido. Sin embargo, para cumplir con el intento de dar cabida en este trabajo a cuanto Ortega ha dicho sobre la metáfora, añadimos unas últimas consideraciones a ella dedicadas en el ensayo titulado La deshumr:zn,i:::ctción del ade, de 1925. Como ideas generales relacionadas con el tema, resulta de interés igualmente incluir las que pueden deducirse de otros dos trabajos esporádicos. Nos referimos al artículo sobre Mallarmé escrito en 1923 y a la grabación qtlf' para el Archivo de la Pala- bra hiciera Ortega en I933· 'P;-~ ra est" hlecer una mayor coherenci;¡ entre las partes que com- 72 BOL!i.'TÍN DE LA REAL .ACADEMIA ESPAÑOLA ponen este trabajo, anticipamos que las conclusiones inmediatas de- ducidas a partir del citado ensayo de 1925 se hallan recogidas y comentadas en el artículo de Hermarui Pongs, "L'image poetique et l'inconscient", aparecido en Journal de Psichologie, 1933. H . Pongs comenta comparativamente las ideas de W emer, cuya teo- ría hemos recogido igualmente, las doctrinas de Freud - factor de referencia- y la penetración más profunda que partiendo del pensamiento de W emer lleva a cabo Ortega. La valoración que H. Pongs bace de las opiniones de Orte- ga será señalada en su lugar. Por el momento sólo tratamos de completar esta primera parte con lo que a continuación sigue. 1925. La desh'll:manización del arle. Es en esta fecha cuando Ortega se plantea la cuestión del nue- vo estilo artístico. El ensayo es de sobra conocido y excluye el re- sumen que pudiéramos hacer de él. Nos detenemos solamente en el punto en que hace referencia a la cuestión que nos interesa. En el apartado cuyo epígrafe es "El tabú y la metáfora" vuel- ve sobre la idea ya expresada en diferentestérminos anteriormen- te de que la metáfora es un instrumento de alcance extraordinario que el hombre posee. Mediante la metáfora el hombre logra la ev-asión de la realidad. Esta evasión se produce cuando, al suplan- tar tut objeto por otro, desplazamos a uno de ellos, el que nom- bramos metafóricamente, del ámbito de lo real. ''Todas las de- más potencias ~ribe- nos mantienen inscritos dentro de lo real, de lo que ya es. La metáfora nos facilita la evasión". En este punto hace notar la "extraña existencia de esta actividad mental". Para Ortega, la metáfora evita la realidad, hace ocul- tación de las cosas, "escamotea un objeto enmascarándolo con otro" ; pero al suplantar uria cosa por otra no pretende tanto al- canZar ésta como eviíar aquélla. Todos estos componentes de la expresión metafórica señalados por Ortega alcanzan sentido cuando reconocemos en el hombre que le da forma "un instinto que le induce a evitar realidades". Ortega no va niás allá de lo hasta aquí dicho, sin proporcio- LA METÁFORA EN ORTEGA Y GASSET 73 namos mejores datos ni damos una entrada más franca a Jos inte- rrogantes que ha dejado vislumbrar. Sigue páginas adelante re- mitiendo la cuestión del origen de la metáfora a la teoría de Wer- ner --que recoge y comenta- y planteando otras cuestiones que atañen al campo de lo estético, sin duda impelido por exigencias del tema objeto de ensayo. Da por válida la obtención de la metáfora según el procedi- miento tabuista y contempla cómo funciona ésta aplicada al cam- po de lo poético. El arte se ha "deshumanizado" y la metáfora - "el más ra- dical instrumento de deshumanización" --como recurso artístico da un viraje en la función que desempeñaba. Ya no es como en la antigua poética el instrumento que "ennoblece" un objeto real. Subraya Ortega cómo la metáfora ha cambiado de signo y cómo se percibe este cambio en los poetas jóvenes de 1925· Surge ahora la imagen que insiste en manifestar un aspecto antipoético de la realidad; "la imagen denigrante que rebaja y veja a la pobre realidad". Señala este cambio en dos metáforas que pertenecen al nuevo estilo de un poeta joven: "El rayo es un metro de carpintero" y los árboles sin hojas del invierno "escobas para barrer el cielo". Frente a ellas conclu- ye: "El arma lírica se revuelve contra las cosas reales y las vul- nera o asesina." Aunque la metáfora sea el más radical instrumento de des- humanización, hay otros ; uno de ellos, el más simple, consis- te, según Ortega, en "el cambio de la perspectiva habitual". Según la nueva perspectiva, lo más insignificante aparece mo- numentalizado en primer plano. En esta inversión de la jerarquía está el nexo que une el suprarrealismo de la metáfora y lo que cabría llamar infrarrealismo: en ambas tendencias se da "un mis- mo instinto de fuga y evasión de lo real". La metáfora se acomoda a las nuevas formas artísticas y acu- sa igualmente el cambio que se está produciendo en todas ellas. Ha dejado de tener una función adjetiva - "adorno, encaje o capa pluvial" era antes- y se ha sustantivado. Al ostentar esta nueva categoría la metáfora "se hace más o menos protagonista de los destinos poéticos". 74 BOLETÍN DE LA JmAL ACADEMIA ESPAÑOLA En las nuev?~ expresiones metatoricas se trata de elimmar Jo extrapoético o real, es decir, de hacer de cada una de ellas la "n:s poética" Hasta aquí alcanzan las consideraciones finales que Ortega de- dica a la metáfora en La deshU»PPi.zación dd arte. Las interrumpe en este punto para dar paso a otros temas más específicos respecto del problema del arte nuevo. I92J. 1Hallarmé. El artículo sobre "Mallarmé", redactado circunstancialfT1en- te con motivo de la conmemoración de la muerte del poeta, res- ponde sólo a la necesidad de llenar unos minutos de silencio ; si- lencio impuesto y violentamente admitido para pensar con e:;special dedicación en Mallarmé. Durante ellos ----c.onfiesa Ortega- su pensamiento capta estímulos más directos que los que brinda el recuerdo del poeta y a éstos se entrega. Pero decir, decir en aquel si!encio algo sobre Mallarmé sólo puede hacerlo Ortega al asociar a una.idea - la del silencio con- memorativo-- esta otra que sin buscar ha surgido: "... en qué sentido la poesía de Mallarmé es una especie de silencio elo- cuente ... " La poesía de Mallanné brota de callar los nombres directos de las cosas para que "su pesquisa sea un delicioso enigma". Lo que aquí se aplica al estilo poético de Mallarmé vale para toda la poesía en general : en ella ve Ortega ante todo "una valerosa fuga, una ardua evitación de realidades". Estas palabras de 1923 vienen a ser ideas anticipadas de lo que en 1925 reitera: La metáfora, la poesía en general, son el medio de que el hombre dispone para zafarse de la realidad y eludirla. (La deshwmanizaciót~ del arte.) También su interés por la idea del tabú lingüístico está ya expresa germinalmente en esta fecha al hacer alusión a la dupli- cidad de nombres de personas que se da en épocas de cultura pri- mitiva, totemista o mágica. Mallanné ----continúa después de este inciso- se expresa con LA METÁFORA EN ORTEGA Y GASSBT 75 ceste mi~mo lenguaje compuesto sólo de denominaciones arcanas y mágicas; también éste es el lenguaje de Dante. En esa forma ex- presiva está encerrada toda la poética: "Hay que esconder los vocablos porque así se ocultan, se evitan las cosas que, como tales, son siempre horribles." Para terminar esta reseña en el mismo punto en que Ortega da por terminado el artículo, recogemos las últimas palabras que expresan una convicción alarmante: "¿Poesía? -se pregunta, y sin argüir al lector sobre lo que va a decir, concluye--: hace tiem- po estoy convencido de que la poesía se ha agotado. Cuanto hoy se hace es mero hipo de arte agónico." Sería interesante recoger esta insinuación de Ortega y hacer la semblanza del momento histórico-literario en que expresa su de- cepción. No contamos ahora con los datos necesarios y, por otra parte, rebasaríamos los límites de este trabajo. Tampoco hemos podido llegar a comprobar, recurriendo a es- ·Critos posteriores de Ortega sobre cuestiones de poética, si esta actitud se mantiene o cede. O si no vuelve a concederse en otra -ocasión una opinión tan espontánea o circunstancial como la que hemos señalado. * * * La última referencia aprovechable en relación con el tema de 1a metáfora la hemos encontrado en las palabras con que alude a ella registradas en disco ("Para el Archivo de la Palabra") en junio de 1933. De ellas transcribimos solamente lo esencial. Ortega conoce la situación en que España se ha estancado: "Ha padecido y padece -afirma- un déficit de carácter intelec- tual." Y ante tal circunstancia afronta la parte de responsabilidad -que le corresponde como intelectual y como español. Hay que devolver al hombre medio de España la destre?él per- dida en el manejo de los conceptos para que de la realidad pue- <la asimilar, transmutándola, la esencia de las cosas. Pero no se- ñala condiciones al comenzar esa búsqueda del español. He acep- tado, dice, las circunstancias de mi nación y de mi tiempo. Y esas circun stancias imponen un modo particular de llevar a cabo esta ¡6 BOLETÍN DE LA <REAL ACADEMIA ESPAÑOLA labor. El español anda disperso en la tertulia de un café y suele leer con preferencia el periódico. A través de ellos ha de encon- trársele, y para que este acercamiento no provoque una actitud de repulsa, Ortega advierte: "En España, para persuadir es me- nester antes seducir." I.;a palabra ha de ser una seductora inci- tación que ayude a penetrar el concepto. Era preciso -afinna Ortega- atraerle hacia la exactitud de la idea con la gracia del giro. CAPÍTULO II. TEORIA DE LA METAFORA EN OTROS AUTORES La Teorría del lenguaje, de Karl Bühler, publicada en 1934~ trata en el parágrafo 23 de la metáfora lingüística en general. Recogemos las ideas que le sirven para teorizar acerca de la naturaleza del fenómeno metafórico.Introducimos con ello ele- mentos de contraste que puedan ampliar lo que llevamos dicho sobre el tema sin pretender, por otra parte, hacer una crítica de la teoría orteguiana desde el punto de vista de otros autores, sino simplemente dar constancia de diversas interpretaciones sobre un mismo fenómeno. 1) Lo que dice Karl BiNuer sol7re la m~táfora Ungüística. El planteamiento de Karl Bühler sobre la naturaleza ·de la metáfora lingüística .arranca de la consideración que merecen com- puesto del tipo HiilzlekO'Wig, "rey del bosque" o Holzlekonigin, "reina del bosque", referidos a los árboles más poderosos y ex- traordinarios del conjunto que forma el bosque. Intenta explicar en particular "el modo de hablar'' que produce tales compues- tos y en general trata de la metáfora lingüística. Pero antes de anticipar cualquier intento de explicación enlaza el problema de esta clase. de metáforas con la doctrina . de las "uniones ~on y" y con "el compuesto", ya que, según .piensa, "metafórica en algún LA METÁFORA EN ORTEGA Y GASSET 77 grado es toda composición lingüística, y lo metafóriCo no es un fenómeno particular". Con este supuesto a modo de introducción comienza la expo- sición de sus ideas haciendo referencia en primer lugar a cues- 1iones entroncadas ton la Psicología. Stahlin, al que sigue Bühler en este punto, ha llevado a cabo el análisis de las vivencias que producen la metáfora. En ésta, y previamente en aquéllas, hay una dualidad de esferas. En uno de Jos ejemplos que aduce -el de la metáfora "anciano bosque"- se produce la superposición e interpenetración de dos esferas ~ig-~ nificativas: hombre, árbol. Reconoce como acertadas las conclusiones de Stiihlin, pero de- jando a un lado la cuestión de las vivencias -no se propone ha- cer Psicología- desde su posición de teórico del lenguaje, in- tenta la explicación de cómo se produce esa universal difusión de giros metafóricos en el lenguaje representativo. Los datos que proporciona el historiador de la lengua mues- tran que muchas expresiones originariamente metafóricas han de- jado de serlo poco a poco; se han convertido, según la poética expresión de J ean Paul, en "metáforas amarillentas" poco visibles del lenguaje. Recoge seguidamente la explicación que del fenómeno históri- <:o-lingüístico de la metáfora da Hennann Paul. N o omitimos la referencia a algunos de los principios de este último autor con objeto de ampliar el número de opiniones oteo- rías que pueden tener aquí cabida por acercarse esencialmente al mismo tema. Cree H. Paul que la metáfora es uno de los instrumentos de mayor alcance en la creación de denominaciones de complejos de representaciones, para los que todavía no existen designaciones adecuadas. Después de atribuir a la metáfora este carácter crea- dor, H. Paul añade algo que aclara la naturaleza de este fenómeno. La metáfora - afinna- "fluye necesariamente de la natura- leza humana". Aun contando la lengua con expresiones propias para designar tal o cual fenómeno, suele preferir la expresión me- tafórica. En la creación de la metáfora -cuando es ésta natural y popular- se recurre a las representaciones que con mayor fuer- 78 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA za están arraigadas en el espíritu. (Lo que todavía se mantiene a distancia de nuestra comprensión o de nuestro interés es atraído mediante lo que por intuitivo y familiar está más próximo). Esto supuesto, la metáfora que se expresa, preferida a otras, manifiesta el diverso interés individual. Así, las expresiones metafóricas que pertenecen al fondo común de la lengua son sin duda las que han evocado para el conjunto de los hablantes un fuerte y especial interés. Hasta aquí alcanza el pensamiento de Hermano Paul, resumi- do a través de Bühler. Seguimos ahora con la opinión crítica del propio Bühler respecto de lo que antecede. Admite como notables y valederos los principios en que sustenta H. Paul su afirmación de que la metáfora sea: "un recurso por falta de expresión cuan- do el vocabulario falla y un medio de caracterización pintoresca'· No admite, en cambio, que tal fenómeno lingüístico fluya nece- sariamente de la naturaleza humana. Según Karl Bühler, lo que había que intentar es poner en correlación tal fluencia con la falta de expresiones y el pintoresquismo de ellas para hallar en el fon- do "la conexión con los hechos fundamentales de la simbolización lingüística fonética en general". Finalmente, Bühler llega a plan.tear una cuestión de teoría del lenguaje al preguntarse sobre la función específica de la compo- sición con mezcla de esferas que es la metáfora, en comparación con "la unión con y" y el compuesto usual. Al margen de los hechos lingüísticos, en las diferentes técnicas de representación, pueden hallarse. procedimientos paralelos al de la mezcla de esferas. Aduce los ejemplos de la imagen típica· lo- grada por Galton en fotografía y el de la función binocular. Tam- bién aquí se produce la mezcla de esferas; sin embargo, hace no- tar que en la imagen de Galton los contornos son borrosos y que esto no sucede cuando se trata de una imagen caracterizada me- tafóricamente. Cita a continu¡1ción dos imágenes infantiles en las que la composición por mezcla de esferas se produce a partir de una técnica de abstracción. La abstracción se realiza --en el caso de una metáfora de esta clase- sobre las cualidades psicofísicas de los objetos que en la metáfora se mezclan. La falta de palabras crea una necesidad expresiva que llega a suscitar la metáfora cuando el LA METÁFORA EN ORTEGA Y GASSET 79 hablante percibe lo característico y se sirve de "la ley fundamen- tal de la llamada asociación por semejanza". Los niños caracteri- zan fisonómicamente lo percibido. Sus metáforas son "ocurren- cias espontáneas", como lo son también las "metáforas amarillas" de que está llena la lengua. En oposición a éstas habría que consi· darar las metáforas alambicadas de Homero. L<>s oyentes, hom- bres adultos, a quienes iban dirigidas debían poseer una mentalidad capaz de encontrar un placer funcional primario en la interferen- cia de esferas con resultados abstractivos. La idea de una "metáfora modelo", según observaciones rea- lizadas con niños, ha quedado solamente bosquejada, pero no pue- de aportar una comprobación exacta de cuanto acerca de ella lleva dicho. Para satisfacer en parte la necesidad de una aclara- ción más precisa recurre a la analogía técnica que suministra el efecto diferencial del doble filtro (en el s k i ó p t i k o n ) . · La metáfora sería, comparativamente, la imagen diferencial lograda mediante la proyección superpuesta de dos imágenes distintas. (Hace notar como algo significativo el carácter proyectivo que como componente se da a . la vez en el 'modelo técnico que sirve de ejemplo y en la "estructura constructiva de los complejos sig- nificativos"). Admite que la comprobación de esta correspondencia entre la imagen resultante del doble filtro y la que determina en la metá .. fora los efectos· de abstracción mediante la interf~rencia de esfe- ras, han de sustentarse en una base ~ás exacta. "Lo proyectivo (centrífugo) en proc::esos aparentemente sólo receptivos tiene que ser visto y estudiado primero en la mera percepción y en ciertos curiosos fenómenos psicopatológicos de deficiencia antes de que se pueda esperar comprenderlo sistemáticamente en la región su- perior del pensamiento verbal." Por el :momento, pretende sólo comprobar · si el. efecto de "la doble retícula'' en el campo técnico, hace posible la comprensión de lo que ocurre en la interferencia de esferas que se produce en la metáfora; es decir, si el efecto de abstracción que la metáfora consigue puede considenirse análogo al que produce el doble fil - tro. Hace notar cómo "el efecto selectivo de la interferencia de esferas" puede observarse en cualquier expresión metáfórica . Acu- 8o BOLETÍN DE LA li.EAL ACADEMIA ESPAÑOLA mula ejemplos oe metáforas en las que esteefecto selectivo se produce ; en ellas se percibe también una "incongruencia" nota- ble entre las esferas que se mezclan. Mediante el análisis de unos cuantos casos se propone hacer comprensible desde el punto de vista psicológico -atribuyendo a sí mismo el papel de sujeto de experimentación- , el origen de la imagen que en su fantaSía :evo- ca en conexión con la expresión metafórica que perci~ Las conclusiones que se deducén de este análisis han sido ya anticipadas en cierto modo al hablar del "efecto selectivo de la interferencia. de esferas" y de la incongruencia manifiesta de una de las esferas significativas respecto de la significación de la otra. Sin embargo queda pendiente la explicación que justifique por qué se acepta esta incongruencia . . Remite la cuestión a la psico- logía del lenguaje, que debe responder· de este hecho, y continúa teori~ando acerca de él con los datos que posee. Esta "ley de jncongruencia" es general. Pero no basta seña- larla y creer que teniendo en cuenta las notas de selección, de- ficiencia y efecto selectivo .!>e pueda llegar a descubrir íntegra- mente las complexiones atributivas en el lenguaje. Es necesario, además, colocar junto a todo esto -el criterio de "supersumativi- dad" en el sentido de Ehrenfels para describir íntegramente los complejos atributivos en el lenguaje. Haciendo una más amplia referencia a estos conceptos - su- persumatividad e infrasumatividad- hace constar que la comu- nicación intersubjetiva necesita, además de la "constancia signi- ficativa" exigida por la lógica, la ampliación de ·posibilidades que impone la existencia de esas complexiones atributiva~ que (me- diante la supersumatividad y la infrasumatividad) elevan en asom- brosa proporción la productividad del lenguaje y hacen posible la denominación lac5nica. Además, "las imprecisiones y ambigüeda- de.:: 1ue se perciben en estas complexiones atributi~ deben con- tar - aclara- con una corrección por parte del sistema. Para comenzar a teorizar sobre la ley de incongruencia que se percibe en la mezcla de esferas -ésta es la deducción última de Bühler- habrá que hacer constar un hecho : el hablante cuenta siempre con un oyente "comprensivo". Siempre es posible hallar la conexión entre las partes menos conciliables del discurso. La LA METÁFORA EN ORTEGA Y GASSET 8t metáfora viene a ser, en muchos casos, un acertijo de fácil com- prensión. Habrá que profundizar -concluye-- en la ley de las esferas que se cumple en nuestro pensamiento, para poder aportar algo más que observaciones aforísticas. 2) Reseña de Karl Bühler a la teoria del tabú de Hei'HIZ 'Werner sobre la metáfora linlgüríst1ca. A través de K. Bühler y según su valoración crítica, recoge- mos las ideas sustanciales de la teoría de H. Wemer sobre la me- táfora lingüística. Pero antes de hacer referencia a esta crítica ne- cesitamos - para lograr una mayor claridad en ,41. exposición:_ consignar, de un modo resumido, las ideas de-este último autor. Piensa H. Wemer que la auténtica metafora - ti~e su origen en el espíritu del tabú; por consiguiente, responde más a ·una ne- cesidad de ocultación que a un deseo consciente· de manifestar cualquier realidad. Como "formas pseudometafóricas" deben calificarse -las metá- foras que han llegado a crearse por necesidad ·expresiva ·o abs:.. tractiva : la de la intuición antropomórfica, por ejemplo. Para llegar a establecer la distinción entre "metáforas autén- ticas" y "pseudometáforas" reclama una actitud que, más allá de la "apariencia objetiva", nos lleve también a tener en cuenta la "situación subjetiva".· No podemos entonces· admitir esa neeesi- dad expresiva o abstractiva como origen de la comJ>aración; esa necesidad es sólo precedente o preparaci6n del pensamiento ale- górico. Este ejercicio'preliminar sólo resulta un válor utilizable en el cambio de motivos producido en la época del tabú. Después de esta época; la metáfora auténtica se generalizó en las lenguas de los pueblos emancipados del espíritu del tabu. (En las lenguas de estadios anteriores. es notable la escasez de creacio- nes metafóricas). En la explieación que Wemer da de estas situa- ciones ---correspondiente -a las épocas nómadá.s y sedentarias-+- se ve forzado a incluir un elemento psicológico que la sustente. Y es ésta ·la distinción que cabe establecer entre la -actitud espiritual del nómada y la del hombre sedentario. 6 8z BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Para el nómada no actúan el pasado y futuro de la misma forma que para el sedentario. Su tiempo fundamental es el mo- mento presente. Su temor le impulsa a la evasión, y ésta es po- sible en el cambio continuo. Su actitud ante el futuro como ame- naza, no es pasiva. El sedentario, en cambio, vive condicionado por sus recuerdos y en forzada espera de la "iniquidad" I:J.ue puede sobrevenir. Una puerta de escape a sus temores se abre en la "téc- nica de ocultación del tabú verbal". Werner subraya a continuación los estadios por los que pasa la metáfora en su evolución. Lo primero que encontramos es la metáfora de cosas: "Un metaforismo real muy formado con una capacidad de represent~ción y comparación verbal poco desarro- llada." La segunda fase corresponde a una positiva elevación en el proceso que desde la alegoría alcanza el mundo de las representa- ciones. A partir de este momento, pasando por muchas transi- ciones, se llega al tercer estadio representado por "la cultura se- deptaria cuyos sujetos no pueden eliminar el miedo de un modo puramente motor". El movimiento de evasión se reduce gradual- mente hasta transformarse en la actitud negativa que paraliza todo movimiento. Mediante esta serie de argumentaciones de base psi- cológiCa, W erner llega a definir la metáfora en su forma prixnitiva como "una autoprotección intelectual del individuo" ; pero en la metáfora originaria convergen dos tendencias contrapuestas, el tabú y la revelación; es decir, la necesidad de ocultación y la po- sibilidad de manifestar algo mediante la "selección lingüística". Esta contraposición -dice Werner- "se desarrolla de modo que el tabú, como tendencia cohitiva originariamente máxima, se re- duce cada .vez más." Esto supone la decadencia de la auténtica metáfora. El último vestigio de la raíz tabuista de la metáfora lo encontramos en el uso de la expresión metafórica para la amonestación, la burla o la amenaza. La anulación del espíritu del tabú se logra en un tipO de metáfora más elevado: la metáfora irónica o lisonjera. Valoración crítica de Bühler.-La. aparición del libro de H. Wemer en 1919, representa para Bühler un progreso ínter- LA METÁFORA EN ORTEGA Y GASSET pretatiYo Jel fenómeno de la metáfora dentro del conjunto de explicaciones sobre el tema. H. Werner contradice las doctrinas tradicionales contando en su haber con instrumentos adecuados y hasta cierto punto suficientes para ello. En este aspecto las supera y abre nuevas perspectivas. Señala a continuación Bühler el hallazgo más importante de Werner al formular su teoría desde la base del espíritu del tabú : la metáfora de cosas es lo primero que encontramos en todas par- tes. Para llegar a esta afirmación ha necesitado; según hemos visto antes, interpretar psicológicamente la reacción del primitivo ante los estímulos que le impresionan. Pero ·werner - hace notar Karl Bühler- trató todo esto no como un asunto de "representación", sino de "expresión" --<lescarga libre o reprimida de afectos. Reconoce que la distinción establecida entre los diversos tipos de metáforas es acertada. La línea ~~lutiva que va desde la auténtica metáfora hasta la metáfora irónica o lisonjera es la mis- ma de la decadencia del espíritu del tabú, al principio tan impor- tante como impulso creador. Esta es la conclusión de Wemer, pero¿ qué ocurre -se pregunta Bühler- con la inclusión de las imágenes homéricas en la rama de decadencia de la curva evo- lutiva? El espíritu del tabú, cuando surgen éstas ya no tiene vigen- cia;así, no pueden ser asimiladas al tipo de metáfora auténtica; tampoco, por supuesto, pertenecen al tipo de metáfora irónica o de burla. Según Bühler, no puede ser sometido "el fenómeno tan vivo y fresco en Homero a un esquema mental en el que sólo en- cuentra lugar en una rama decadente". Parece que en la teoría de W emer se ha producido algún error en la inicial explicación del fenómeno metafórico. Bühler ase- gura que el error nace de la actitud tajante -"esto o lo <;>tro"- que adopta W erner frente al dilema: o la metáfora es un medio de abstracción o un medio de ocultación. Documentalmente, ha creído probar que la metáfora -responde en esencia a esta se- gunda alternativa: la metáfora es, pues, para Wemer, un medio <le ocultación. La posición de Bühler no reconoce para las metáforas homé- ricas ni para las de las lenguas indoeuropeas un origen tabuista. 84 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Según este autor, la idea de ocultación de Werner no se al- canza con los medios de la auténtica metáfora, sino mucho más sencillamente. Cree Bühler que estas expresiones metafóricas pro- vocadas por un sentido de ocultación hay que asimilarlas técnica- mente a "las parafasias de ciertos enfermos con perturbaciones mentales". Califica de "metonimia" y no de especifica metáfora -en el sentido aristotélico-- a "los sustitutivos puros y completamente suficientes de una comunicación verbal dificultada en alto grado, por no decir inficcionada, por el tabú". Parafasia y parafantasía (Binet ha sido el primero en estudiar esta última y describirla do- cumentalmente), son "fenómenos marginales en el pensamiento ver- bal". Hay que tenerlos en cuenta antes de señalar a la expresión metafórica una raíz tabuista, porque en estos fenómenos margina- nes no se da la interpenetración de esferas y la "propiedad decisiva de todo lo metafórico: ré5olver de un modo sencillo un problema de abstracción gracias al fenómeno diferencial". Dejando a un lado la justificación que por parte de los espe- cialistas cabría hacer de muchas de las conclusiones de Werner, replantea Bühler el problema de por qué la auténtica metáfora desempeña siempre un papel tan grande en todas las parafasias de los hombres del tabú. La explicación que da es la siguiente: Supone Bühler que la metáfora fue anterior a la época del tabú, aunque muy poco desarrollada y muy infrecuente entre los más primitivos. Sin embargo, en una época posterior inmediata, pudo alcanzar mayor florecimiento y hasta incluso proliferar abun- dantemente. La distancia desde este estadio a la época del tabú puede ser escasa y hasta incluso podría hablarse de una conexión entre una y otro. Pero esta conexión habría de alcanzar mayor grado de complicación que el que le asigna Werner, quien ima- gina "de un modo demasiado simple las raíces del tabú en las cir- cunstancias vital~s de los llamados primitivos". LA METÁFORA EN ORTEGA Y GASSET 8s 3) L'image poetique et finconscien.t. (Artículo de Hermann Pongs publicado en ]ournaJ de Psy- chologie, año 1933.) El artículo de H. Pong "L'image poetique et l'inconscient" tiene un amplio alcance. En su conjunto, intenta H. Pongs llegar a una explicación de cuál es la actividad psíquica que crea la me- táfora aislada o, ampliando el problema, cómo esa actividad psí- quica -de diversa interpretación- interviene en la creación de la poesía en general. En último término, Pongs intenta descubrir cómo se producen las imágenes en el subsconsciente. El interés que suscita el planteamiento de estas cuestiones se- ría suficiente para incluir este trabajo entre los que hemos reco- gido, intentando relacionar las teorías de distintos autores a partir de la de Ortega; pero además el artículo de H. Pongs ofrece la ventaja de haber establecido ya una relación próxima entre las posiciones de Ortega y de Heinz \Verner, cuando ambos autores se sitúan frente al problema de la expresión metafórica en el ámbito de la Psicología. Ocupando un lugar central y de referencia, también tiene en cuenta H. Pongs la_s teorías del subconsciente debidas a Freud y las que después de Freud han desarrollado algunos de sus dis- cípulos, Silberer entre otros. En el artículo a que nos referimos pueden distinguirse dos partes perfectamente separables. En la primera, H. Pongs plantea la cuestión que se propone dilucidar, y en relación con ella hace referencia a cuantos elementos aprovechables proporcionan las dis- tintas teorías que han intentado una interpretación del mismo problema. En la segunda aplica las conclusiones que ha llegado a e?ta- blecer a los ejemplos concretos que suministran las producciones de S. Zweig, Ibsen y HJOlderlin con objeto de llegar a ~n re- sultado que abarque -respecto de los distintos puntos de vis- ta- de una parte, todas las diferencias y de otra los aspectos coin- cidentes. 86 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA N o hemos podido reducir en extensión la reseña de todas es- tas consideraciones para conservar la unidad y claridad del con- junto. * * * La afirmación de Giambattista Vico, según la cual " toda me- táfora es un mito en pequeño", ha quedado inutilizada. Hacia 1933, se rechaza sistemáticamente toda concepción que crea ver en el .arte una exaltación del sentimiento comunicada mediante expre- siones impropias y subjetivas. La definición de Vico vale para ciertos ejemplos donde la me- táfora sirve para expresar una concepción del universo : la de cada poeta en relación con la realidad. Sin embargo, frente a esta tendencia surgen otras de signo contrario. Hermann Pongs seña- la como máximo representante de una de ellas a Ortega y Gas- set. Ortega (como hemos hecho constar anteriormente) admite una relación de la metáfora con el tabú y señala las propiedades de este instrumento' necesario a la creación y que Dios en el úl- timo día ha dejado olvidado en el interior de sus criaturas. del mismo modo que un cirujano distraído olvida uno de sus instru- mentos en el abdomen del operado. Ortega inventa este "pequeño mito" sobre el origen de la me- táfora y, según Pongs, lo que quiere significar con él es que este instrumento, colocado en un lugar que no le corresponde, no pue- de ser más que una fuente de peligros constantes para su po- seedor. Esta última conjetura -la metáfora fuente de peligros para el hombre que la maneja- ha de ser interpretada a partir de las palabras de Ortega que Pongs cita a continuación. Son aque- tlas r¡ue definían la metáfora como el medio poderoso que el hom- bre posee para llevar a cabo "la fuga de lo real". ¿Cómo entonces podrá la metáfora expresar una realidad positiva si consiste en refugiarse en el dooinio de la imaginación, en alejarse cobarde- mente de la realidad ? Ortega -seguimos el pensamiento del autor de este arth;ulo-- no da respuesta a una pregunta semejante. pero especifica un poco más: es extraña la existencia en ei hombre de una actividad LA METÁFORA ,EN ORTEGA Y G~ 8¡ espiritual por la que pueda sustituir una cosa por otra para sus- traerse a una de ellas. "La metáfora -escribe -Ortega-:- escamo- tea un objeto enmascarándolo con otro, y no tendría sentido si por debajo de ella no viésemos un instinto que induce al hombre a evitar realidades." En muchos casos esto no se cumple hasta tal punto (Pongs adu- ce los ejemplos de Goethe o de Holderlin -este último analiza- do después cuidadosamente--, cuyo arte no pretende evitar nin- guna realidad). A pesar de esto, Hermann Pongs reconoce en la concepción de Ortega algo que seduce y convence. Parece --dice-- revelar un conocimiento maravilloso de los instintos pri- mitivos del alma; pero si aceptásemos con todas sus consecuen- cias lo que en la concepción de Ortega apunta, habría que con- duir, quizá, que todo poema es una especie de artificio fraudulen- to, de "máscara heroica" y, por consiguiente, sin valor alguno. ·De todo lo que ha dicho Ortega ¿qué juicio puede hacerse so- bre los elementos metafóricos del lenguaje o de la poesía en ge-neral? Es la pregunta que se hace H. Pongs y a la que, a partir de este momento, trata de encontrar respuesta. Hace referencia otra vez a Ortega, estableciendo ahora una relación entre la po- sición de este autor y la de H. '\Verner. Werner hace derivar la metáfora del tabú. Ortega tiene en cuenta los principios de la teoría tabuista, pero da de ellos una versión ligeramente modificada al desplazarlos .del lugar donde han sido colocados por Werner. Al lado del terror cósmico apa- rece la noción de los sentimientos ambiv~entes, que Werner sos- laya. Ortega no hace actuar como principal componente de lo metafórico la noción de la "ficción consciente" propuesta por Vvemer; sobrepasando el pensamiento de éste, sitúa el fenómeno espiritual que da origen a la metáfora en la región del inconscien- te, en las zonas profundas del yo, y lo designa con el nombre de "ambivalencia". Hay que agradecer a Ortega este avance -viene a decir H. Pongs- porque las concepciones de Werner; impregnadas exce- sivamente de racionalismo, no pueden dar el rendimiento .ade- cuado cuando se trata de interpretar esas capas prelógicas de la vida psíquica. 88 BOLETiN .DE LA 'REAL ACADEMIA :ESPAÑOLA Todos los días surg~n metáforas que se ajustan en su origen a la "ficción consciente", pero no son éstos los productos más yaliosos de la creación ·metafórica. Sin embargo, Werner, en algún momento, se ve impulsado a profundizar más allá de las ci>nclu- siones por él establecidas y a -declarar que el contenido puro de la metáfora es de menor interés y .. que lo que únicamente im- porta es la actitud psiquica conscientement e e q u í v o e a . En alguna ocasión, el -propio. rw erner parece incli- narse hacia la ~ de ambivalencia sin llegar. .a.Jormularla._.En los casos que describe resulta · imposible .separar en la metáfora "el · contenido puro" de la actitud . psíquica. La sustancia ·de la metáfora en su totalidad -escribe H . Pongs- toma parte de la actitud psíquica y, en zonas más pro- fundas que las que alientan en la ficción ·consciente las fuerzas subconscientes actúan desde el principio. W emer mismo lo ex- presa cuando habla de la "reserva" determinada por el tabú : Puede ser (la metáfora) la simple expresión del temor, pero pue- de . también desarrollarse contradictoriamente, refrenando emocio- nes biológicamente peligrosas. En este caso el tabú ofrece la posibilidad de impedir que los deseos íntimos se manifiesten cla- ramente. Lo que Wemer quiere expresar-c:on estas palabras es el mismo fenómeno que el psicoanálisis llama "represión". También el psi- coanálisis afirma que este acto de la conciencia - retroceso de tendencias biológicamente peligrosas- actúa parcialmente en la creación del lenguaji figurado y de la poesía. Los proce- dimientos psicoanalíticos aplicados a desvelar lo que ocurre en la zona profunda del incosciente·y a descubrir en la obra de arte la parte latente que proviene de la secreta líbe- r a e i ó n d e 1 o s i n s t i n t o s , están en situación de penetrar el origen de la metáfora de un modo más profundo que el logrado por Werner y de "ahondar, gracias a su noción fundamental de los sentimientos ambilantes, la indicación de Ortega". H. Pongs se sorprende cuando comprueba que el psicoanáli- sis se inclina a favor de la opinión de Ortega al afirmar que la metáfora es el medio de evitar un· peligro. Introversión llama Freud a esta fuga del hombre que alcanza protección en la ima- LA METÁFORA EN ORTEGA Y GASSET ginac10n condicionada - facilita Pongs-- por un impqlso diná- mico particular nacido de los deseos rechazados inconscientes, a menudo infantiles. Haciendo notar los puntos de contacto de una y otra opinión - la de Ortega y la del psicoanálisis- Pongs concluye: Al lado de la metáfora 'que según Ortega e n m a s e a r a un objeto con Otro, eJ símbolo, según el psicoanálisis, se transforma en la e X - presión concreta que sustituye una cosa ocul- ta-con la que tiene algunos caracteres comu- nes. Pero las teorías psicoanalíticas tratan siempre de · un incons- ciente patológica y, cuando aplicando sus procedimientos, inten- tan definir la naturaleza de las imágenes poéticas, las desfiguran. Para Freud el artista es por supuesto un i n t r o v e r t i d o cuyos deseos inconfesados apetecen el honor, el amor o la rique- za. Reducida la causa de sus deseos a estos términos, la explica~ ción de esta "fuga" en el terreno de la imaginación, viene dada por una concepción materialista del arte. Esta concepción del poe- ta -afirma Pongs- que Freud no aplica más que muy super- ficialmente a. los escritores siempre ocupados en glorificar a su Majestad. el yo, no satisfará a nadie ; sin embargo, al abrir po- sibilidades hasta ahora inadvertidas descubriendo en las creacio- nes del arte la colaboración del subconsciente, presta una ayuda estimable para profundizar la recóndita estructura de las fanta- sías poéticas. Es una idea particularmente fecunda de Freud ha- ber fundado la "ambivalencia" original sobre una estructura psí- quica d o n d e 1 a s t e n de n e i a s e o n s ci e n t e s 1 u e h a n e o n 1 as in e o n se i entes. Pero todos estos logros son par- ciales y queda en pie, como imposible, la solución definitiva. También Freud trata del tabú, pero su actitud a este respecto di- fiere esencialmente de las de Werner y Ortega. Werner insinúa una ambivalencia objetiva de la existencia, tal como se presenta en el primitivo, en relación con ciertos objetos sagrados y terroríficos a la vez. Pero Werner no ve claro que esta ambivalencia es una tendencia intrínseca al hombre; el con- cepto de la "ficción consciente" desfigura esta realidad y~ el tabú ' del que la hace derivar, resulta en sí mismo inexplicable. "90 BOLETÍN DE LA 1lEAL ACADEMIA ESPAÑOLA La actitud de Ortega reconoce el tabú como origen de los. sen- timientos ambivalentes y Freud, invirtiendo los términos, inter- preta el tabú como e 1 r e su 1 t a d o d e u n a a m b i val e n- da de 1 sentimiento ; la ambivalencia ~stá referida a un conflicto íntimo del hombre. Omitimos el resto de la· resefia que en este artículo se hace de las teorias freudianas. N o trata Pongs de hacer una critica de los puntos de vista del psicoanálisis. Sólo uno de ellos destaca como importante cuando se intenta desentrañar el problema de la me- táfora o el de la poesía en general. Se refiere H. Pongs a la no- ción· de "ambivalencia" -concepto auxiliar imprescindible y pun- to de partida muy importante para la comprensión de la imagen artística. Destacada la noción de "ambivalencia" como dato interesan- te para intentar esclarecer el origen de la imagen poética, intro- duce Pongs en su artículo el concepto de la "Imago" debido a Spitteler y que nos sirve para profundizar en el carácter ambiva- lente de los sentimientos. "Imago" -noción que desarrolla seguidamente teniendo en cuenta la obra de Spitteler- es también el título de la principal revista de Psicología. La preferencia por este título está detenni- nada por la afinidad que con las teorías psicoanalíticas tienen al- gunas de las ideas de Spitteler. Pongs subraya este hecho y en- juicia el pensamiento de Spitteler haciendo notar la inconsisten- cia de algunos puntos y el alcance más aprovechable de otros : aquellos en los que profundiza sobre la noción de ambivalencia de que habíamos partido. La "Imago" -creación de la fantasía- nace de una estructu- ra psíquica muy .complicada cuyo equilibrio ha sido destruido por un conflicto elemental en el interior del alma de un arti~. Esta situación de conflicto está .determinada por la elección que el poe- ta debe hacer entre el amor y la renuncia de ese amor para satis- facer la exigencia de soledad, el ascetismo del arte. La "Imago", imagen sublimada de la amada inspirada por la Musa al poeta para compensar su renuncia del amor, envuelve a éste en la atmósfera extrarreal de su arte. Esta visión de la "!mago" -cuyo esquema hemos recogido LA METÁFORA EX ORTEGA Y GASSET91 ayuí- se complica por el hecho de la intervención del subcons- -ciente. La compensación que supone la "!mago" para el poeta, desposeído del amor real, responde a un instinto inconsciente: el miedo a una unión durable. Es ésta la actitud característica de la introversión. Pero además, la Musa, que está condicionando al poeta en la resolución del "conflicto", interfiere su presencia -en el estado de ensueño en que aquél está sumido desde el prin- cipio . Ella es -escribe H. Pongs- la voz tradicional de la con- ciencia artística, la instancia suprapersonal y apremiante de la con- ciencia que justifica la imagen inconscientemente deseada. En tüminos más claros diríamos que la creación de toda "!mago" tiene una doble raíz, responde a un dualismo objetivo: deseo de algo y represión de ese deseo. Este conflicto sitúa. a la "!mago" en la zona -intermedia de la imaginación donde surge ese mundo extrarreal creado por el poeta para evitar el mundo real. Sin embargo, para la comprensión de la "Imago" tal como se nos da en la novela de Spitteler es necesario tener en cuen- ta también la situación final a que llega el personaje que des- cribe este autor: La pasión contenida, rechazada, no puede man- tenerse en tal estado por mucho tiempo, y el héroe de Spitteler queda cogido al fin por la acción que las fuerzas primarias -res- pondiendo a la exigencia de la vida- ejercen sobre él. En este aspecto, el tipo .de poeta que Spitteler describe, puede conside- rarse utilizando el lenguaje de Freud como un in trove r- tido que no está lejos de la neurosis. Spitteler autoriza al psicoanálisis a situar en el mismo plano las visiones del poeta y los síntomas del neurótico. Llegados a esta conclusión, nos resulta fácil justificar el título de "Imago" que <Jstenta la revista de psicoanálisis. Hay una afinidad de puntos de vista indudable entre las afir- maciones de éste y la conclusión que deducimos después de ha- ber leído la novela de Spitteler. Pero la noción de la "Imago" que Spitteler nos presenta incluye un logro importante. Ha hecho notar un fenómeno más profundo: esa visión de la "Imago" que contiene tantos elementos subjetivos, significa ante todo la gran exigencia de la obra de arte objetiva que se impone a todo artis- ta. La "!mago" encarna esa exigencia que el poeta debe satisf::~- 92 -BOLETÍN DE LA REAL ACAPEMIA ESPAÑOLA cer. Esto es lo que subraya enérgicamente Spitte1er: que el poe- ta, a.instancias de su "!mago", sea eapaz de transmutar las con- tingencias del destino indivjdual en símbolos artísticos de valor eterno. En la consideración de ese destino individual, conflicto entre la vida y el espíritu, encontramos la fuente de las imágenes poéticas. El concepto de "ambivalencia" aplicado en la interpretación de la imagen, con exclusión de otros, revelaría quizá en el poeta que la produce un neurótico ocasional. Más allá de la ambivalen- cia de los sentimientos subsiste el dualismo de la vida y del es- píritu. Este conflicto encontrará una solución distinta (de mayor o menor altura) según la naturaleza más o menos recia del alma de cada poeta. Por la imaginación, ciertamente, el poeta puede lograr la eva- sión de lo real, pero, al mismo tiempo, la imaginación tiene un segundo efecto: satisfacer las exigencias de la vida despersona- lizando el destino personal, y al darle un valor simbólico elevarlo al rango de forma pura. En este sentido, la "Imago" de todo gran poeta, además de una forma de evasión, representa una necesidad de creación artística. El caso que describe Spitteler desvirtúa este segundo efecto, y sus afirmaciones no pasarán de ser "un ejemplo de culto idólatra debido a la concepción neorromántica de la psi- cología del poeta". ·Las imágenes de los grandes poetas no pueden explicarse con las nociones suministradas por el psicoanálisis. Más allá de la zona del "inconsciente reprimido" existe un "inconsciente creador más profundo", integrado en la estructura de la conciencia co- lectiva cuyas imágenes alcanzan un carácter de símbolos durables donde la su?jetividad del poeta queda diluida. La noción fundamental fieudiana de la ambivalencia de Jos sentimientos no es suficiente. Esta realidad subjetiva ha de ser completada con la de la realidad objetiva a que aspira todo gran poeta. Al lado del confli-:to que originan Jos sentimientos ambiva- lentes en el plano subjetivo, surge, en el objetivo, "la ambiva- lencia de la existencia", que exige al poeta una decisión. Por el camino emprendido llega Pongs a un punto en que además de las conclusiones que van siendo notadas, subraya una LA METÁFORA EN ORTEGA Y GASSET 93 de carácter general que viene a ser deducción -resumen de cuan- tos elementos o teorías ha tenido en cuenta y cuya validez ha contrastado. Es la que se refiere a la naturaleza contradictoria de las imágenes creadas por los poetas. Si son a la vez momen- táneas y perdurables, individuales y generales, subjetivas y obje- tivas y, desde el punto de vista artístico, auténticas y fraudulentas, ¿cómo en presencia de una complejidad tal llegaremos a pene- trar la actividad que crea las metáforas aisladas? En relación con este aspecto más profundo de la cuestión que tiene planteada, Pongs ha vislumbrado una nueva posibilidad de explicación. Esta posibilidad nos la ofrece el s u e ñ o , que nos revela la parte de inconsciente que actúa en la formación de las imágenes. Freud, a quien Pongs en este punto reconoce un impulso re- novador del aspecto, en su Ciencia de los sueños aporta la si- guiente interpretación: el contenido de lo soñado está integrado por pensamientos latentes de la vida psíquica inconsciente modifi- cados por la censura del sueño (conciencia vigilante incluso en el sueño). El conflicto entre la censura de la conciencia y el impul- so del subconsciente produce las imágenes del sueño que son a la vez reveladoras y encubridoras. En otros términos, la idea central de Freud es ésta: en el sueño se satisface siempre el deseo reprimido mediante la imagen velada. Esto -hace notar Pongs- correspondería a la concepción de Ortega que reduce la imaginación al i n s t i n t o p r i m i t i v o de escapar, median- te la e..xpresión figurada, a ciertas realidades. Pero la interpretación de Freud, puramente racionalista, re- duce el contenido de los sueños a los deseos eróticos reprimidos; elimina del sueño el libre juego de la imaginación y pretende determinarlo solamente por un mecanismo riguroso de los ins- tintos. Queda por tanto muy limitado el campo de observación. Esta interpretación según una e a t ego r í a m a t e r i a 1 ha sido sobrepasada ampliamente por Silberer, discípulo de Freud, al .proponer una interpretación distinta basada en el nuevo con- cepto de la e a t e g o r í a f u n e i o n a 1 . La interpretación fun- cional --escribe Pongs-, contrariamente a la de Freud, admite que las imágenes del sueño no están integradas por símbolos ma- teriales que el inconsciente tiene dispuestos de antemano, sino que 94 BOLETÍN DE LA :REAL ACADEMIA ESPAÑOLA nacen de imágenes afecti~as que expresan estados interiores y que son creadas individualmente en el sueño. Estas imágenes afectivas no alcanzan la categoría de símbolos porque sólo son expre~ión particular e individualizada del espíritu que produce el sueño. La calificación que les corresponde es quizá la de me- táforas de sueño; con referencia a ellas, Pongs recuerda que el propio Freud establece una relación entre los sueños y la cua- lidad metafórica del lenguaje: i 1 u s trae i ó n de 1 os pe n s a- miento s abstrae tos. Pero lo que Freud no llega a per- cibir es el poder que tiene el espíritu para crear metáforas que le sean propias. Tal afirmación nos propone un cierto tipo es- piritual capaz de salir de sí mismo y de tr!lnsformar en imáge- nes su realidad interior. Esta última idea lleva a pensar en una fuerza de penetración de los sueños para la que Silberer propone una interpretación a na g ó g i e a particular.
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