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Ramajo-507-528

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LA EXECRACIÓN DE LA NAVEGACIÓN, 
EL NA VIGIUM AMOR! S Y 
EL PROPEMPTICÓN EN LA LÍRICA ÁUREA 
I 
La condena a la navegación en el mundo antiguo, y en nuestras letras, 
no se debe sólo al temor de los peligros que tal tipo de viajes entraña-
1 ba ', sino a causas más profundas. El navegante emprende tal actividad, 
en muchas ocasiones, por afán de lucro, hacia lo cual el autor muestra reservas ' . 
El sabio debe viajar a un solo lugar: al centro de su espíritu, para encontrar la paz, 
que no se compra con oro, pensamiento muy horaciano, por cierto ' · Son las 
pasiones '' las que arrastran a una infelicidad que ningún viaje puede curar. La exe-
' Véanse, como ilustración, los consejos y prevenciones que sobre la navegación Cicerón diri-
ge a su querido Tirón, esclavo al que ha otorgado la libertad: " ... cautus sis, mi T iro; maremagnum 
et difficile tibi restar" (Ad fom., XV1, 9: ' ... ten cuidado, querido Tirón; te queda un mar grande y 
difícil'). 
" Una alusión negativa a la navegación se da ya en Hesíodo, Los trabajos y los días, vv. 236-237 
(cf. Cristóbal 1990: 92-93). Significamente, Virgilio anota que la navegación era inexistente en la 
Edad de Oro, y desaparecerá en la nueva época que anuncia el nacimiento del misterioso niño de la 
bucólica IV (cf. vv. 38-39) . Los poetas insisten una y otra vez en mostrar la burla frecuente que sufre 
el marino, al quedar abismado en el océano. El mar parece arder en deseos de devorar a los hom-
bres: "exitio est avidum mare nautis" (Horacio, I, xviii, r8). Que la navegación, en realidad, no con-
duce a ninguna parte lo muestra el poema de Carulo en que se dirige a la nave en retiro: "Phasellus 
ille quem videtis, hospites", del que Rioja ofrece una versión (Poesía, págs. r 59-160). Véase, además, 
Horacio, III, xxix, 57-61, fuente de fray Luis, oda I, 6r-65: "Ténganse su tesoro 1 los que de un flaco 
leño se confían; 1 no es mío ver el lloro 1 de los que desconfían, 1 cuando el cierzo y el ábrego por-
fían". Lupercio Leonardo de Argensola, en la Carta a don Juan de Albión escribe con toda claridad: 
"También me burlaré del que navega 1 por tener oro desde España a Chile, 1 y en el camino el fiero 
mar le anega" (vv. 4o6-4o8, Rimas, pág. 83). Cf. el soneto de Juan Moncayo, "Al primero navegan-
te" (Rimas, pág. 8 1). 
3 Horacio pregona una y otra vez que los bienes materiales no aportan la paz al alma: cf. Carm., 
rr, ii y xvi; III, i, 3 7-48, y xxix, 53-56 (es la virtus la que sosiega el espíritu); Epístolas, I (cf. V. )2: 
"Vilius argentum est auro, virtutibus aurum") . 
4 Fray Luis, en la oda I, 39-40, pretende vivir "libre de amor, de celo, 1 de odio, de esperanzas, de 
recelo". Con mucha claridad toca el tema Fernando de Herrera, en Algunas obras (1 582) : "Ira, miedo, 
codicia aborrecida 1 nos cercan, i huir no es de provecho 1 que las llevamos siempre en la huida" (ele-
gía VI, 99-101, Poesía castellana original completa, pág. 442). Se trata de un pensamiento clásico: cf., 
simplemente, Horacio, Epístolas, l , vi, 12: "Gaudeat an doleat, cupiat metuatne, quid ad rem ... ?" (véan-
se las notas en nuestra edición de fray Luis de León, Poesías, Crítica, en prensa, en la oda I). 
jOS ANTONIO RAMAJO CAÑO 
cración de la navegación se reviste de modulaciones diversas que aquí no podemos 
enumerar. En todo caso, tal actividad parece convertirse en un símbolo de la ane-
gación del hombre en las pasiones o en los embates de la vida '. Se produce, pues, 
una ecuación entre vida y navegación no sólo en el mundo clásico, sino también 
en la Biblia 6 y, consiguientemente, en los escritores cristianos, como, valga el 
ejemplo eximio, San Jerónimo ' . Tal ecuación persistirá en nuestro Siglo de Oro. 
Si los viajes marítimos causan pavor, resulta grato observar los embates de las 
aguas sin padecer los peligros. Así, el poeta se ofrece, a veces, como ejemplo del 
que ha escapado de los azotes de las olas, y, consiguientemente, se alegra de poder 
contemplar la tempestad desde terreno firme. Lucrecio abre un camino fecundo: 
"Suave, mari magno turbantibus aequora ventis,/ e terra magnum alterius specta-
re laborem ... " (De rerum natura, II, r-2) ' . Garcilaso se inspiró en tal pasaje en su 
soneto XXXIV: "Gracias al cielo doy que ya del cuello 1 del todo el grave yugo he 
desasido, 1 y que del viento el mar embravecido 1 veré desde lo alto sin temello" 
(vv. r-4). 
También fray Luis contempla el mar desde un lugar seguro, desde una "sierra ... 
altísima". Pero ahora el poeta más que placer, movido de un sentimiento cristia-
no, siente dolor por aquellos humanos que las olas arrebatan: "con lástima los ojos 
inclinando, 1 contemplaré el aprieto 1 del miserable bando 1 que las saladas ondas 
va cortando" (XIV, 36-40) 9• 
5 Es pensamiento clás ico que el hombre, poseído de una fuerte desazón existencial; no puede 
encontrar la paz en una loca actividad, sino en el estudio de sí mismo. Cf. Lucrecio, De rerum natu-
ra, III, 1059- 1072 . Precisamente, para Boecio el mar es metáfora de los embates de la fortuna: 
"homines quatimur fortunae salo" (De consolatione Philosophiae, I, v, 45: ' los hombres somos golpe-
ados por el mar de la fortuna') . 
6 Cf. Senabre (197S: 43). 
7 Cf. Epistolario, n. 0 2, vol. I, pág. So. 
8 Para alguna observación sobre este pasaje lucreciano, cf. Ramajo (1994: 96) y Traver Vera 
(1999). 
9 Cf. Poesía, pág. 147. Véanse las notas a este poema en nuestra edición de los versos luisianos 
(Crítica, en prensa). Compruébese la reelaboración del tema en el soneto IV de Medrana: "Plác;:eme 
veer el mar quando se enoja 1 ( ... ) no porque me dé gusto el mal ageno, 1 mas por 'aliarme libre en 
la ribera, 1 y deel mar falso asaz desengañado" (vv. 1 y 12-14: ya señaló la huella D. Alonso, en la ed. 
que citamos, Poesía, pág. 174).También Cristóbal de Mesa participa de la alegría del espectador: cf. 
Rimas, n. 0 LIII, pág. 1o6; cf. LXVI, vv. 9-11: "Ya que estoy libre de tu injusto imperio 1 y que del 
bravo mar las altas olas 1 podré desde la tierra ver sin miedo" (ibíd. pág. 135 ); "Lejos del vulgo, de 
la gente varia, 1 en ocio grato y en silencio amigo, 1 viendo el furioso mar desde la tierra'' (vv. 12-14, 
Rimas, ed. de 1618, fol. 1 2jV. 0 ). La satisfacción por librarse de los peligros de la navegación se pre-
senta en Quevedo al sentirse lejos de la opresión que vive el poderoso: "Y miro, libre, naufragar la 
saña 1 del poder cauteloso, que, engañado, 1 tormenta vive cuando alegre engaña'' ("Muestra en 
oportuna alegoría la seguridad del estado pobre y el riesgo del poderoso", Obras completas, n.o 123, 
EL NAVIGJUM AMOR! S Y EL PROPEMPTICÓN EN LA LÍRICA ÁUREA 
La nave, instrumento sujeto a grave peligro, podrá así significar el Estado azo-
tado por las discordias de los ciudadanos, como en la oda "O navis" (I, xiv) de 
Horacio •o (con el precedente, al menos, de Esquilo, Los siete contra Tebas, vv. 2 y 
64), según interpretación ya dada, como es sabido, por Quintiliano (VIII, vi, 44); 
la nave o el propio hecho de navegar podrá significar las angustias del amor, de las 
que acaso el poeta consiga liberarse (se trata del tópico del navigium amoris, fre-
vv. 12-13, pág. wo). Hernando de Acuña parece presentar el pensamiento lucreciano con modifica-
ción: "Yo miro, ya seguro desde el llano, 1 el risco en que me vi y el paso estrecho, 1 quedando ya 
seguro de mis daños" (Vttrias poesías, n. 0 XXI, vv. 12-14, pág. 239). Vicente Espinel, poeta que no 
parece reunir muchas huellas clásicas en su poesía (cf Cristóbal 1996), pese a ser autor de alguna tra-
ducción horaciana, como el Arte poética, o la oda I, v, "Quis multa gracilis ... ? (cf. Talavera 1979), oda 
esencial, como se ha de señalar, en el tópico del navigium amoris, también presenta un tratamiento 
particular del tema, con huellas de Garcilaso (soneto XXXIV) . El poeta ha superado una crisis, de 
la que no se dan referencias explícitas; pero la salvación de la tierra se acerca, tras las zozofras de la 
metafórica navegación: "Ánimo, voluntad, laciva y tierna, 1 que si noson fantasmas del deseo, 1 tie-
rra desencantada es la que veo, 1 donde la dulce libertad gobierna ( ... ). 1 Gracias al cielo, que de aquel 
confuso y envejecido estado he ya salido ... " (vv. 1-4; 9-10, Diversas rimas, n. 0 83, pág. 257. Citamos 
por la edición que figura en las referencias bibliográficas, por comodidad, aunque conocemos tam-
bién la excelente de Garrote Berna! 199o). 
10 Algunos estudiosos, sin embargo, dan aquí a navis la connotación de 'nave del amor' (véase 
Zumwalt 1997) . No podemos entrar nosotros en tal cuestión. Nos interesa resaltar que esta oda ha 
tenido varias recreaciones en las letras españolas. Los embates del amor se reflejan en Lope de Vega, 
"Pobre barquilla mía" (La Dorotea, III, 7: véase el texto, con comentarios pertinentes, en Rimas 
humanas y otros versos, págs. 727-73 1; para otros poemas de Lo pe con la "barquilla" como protago-
nista, cf Navarro González 1973: págs. 46- 52); en una "Canción" de don Diego Hurtado de 
Mendoza, que comienza: "Cual pequeñuela nave combatida 1 en bravo mar de dos contrarios vien-
tos ... " (Poesía completa, n.° CXXVIII, págs. 257-259); en Lupercio Leonardo de Argensola, en un 
soneto: "Cuitada navecilla, ¿quién creyera ... " (Rimas, pág. 68). Quevedo se lamenta de que la codi-
cia arrastre a la embarcación hasta las olas bravas: "¿Dónde vas, ignorante navecilla, 1 que, olvidan-
do que fuiste un tiempo haya, 1 aborreces la arena desta orilla ... " (silva, "Exhortación a una nave 
nueva al entrar en el agua'', vv. 1-3, Obras completas, n.o 138, pág. 1 q). Bartolomé Leonardo de 
Argensola da a la nave un significado general: "¿Qué es la vida mortal sino barquilla, 1 de tablas no, 
de vidrios fabricada, 1 expuesta a tempestad aun en la orilla?" ("Al conde de Le m os, don Francisco", 
vv. 5 8-Go, Rimas, n.o 16o, II, pág. 62). 
Véase la interesante traducción de Francisco Figueroa: "Cuitada navecilla", Poesía, n.° CXIX, 
págs. 240-242. Recreaciones pueden considerarse las dos versiones de C. de Mesa, Rimas (ed. de 
1618), fols. 121v. 0 -122. No se olvide que tradujeron esta oda horaciana, en amistosa rivalidad, algu-
nos componentes de la llamada Escuela Salmantina: Juan de Almeida, el Brocense, Alonso de 
Espinosa y fray Luis de León (vid. textos en Francisco de la Torre, Poesía completa, págs. 312- 319; cf 
Rodríguez-Pantoja 1990: 114-124). 
Para la influencia de Horacio en nuestras letras sigue siendo insustituible Menéndez Pelayo 
(1 885: 37-166; 289-444). 
ji O ANTONIO RAMAJO CAÑO 
cuente en nuestras letras) ", caso particular del que al instante trataremos con 
algún pormenor ". 
En el tema del navigium amoris, en efecto, el poeta, salvado del mar del amor, 
cual marinero, ofrece exvotos en un templo. Late, obviamente, la equiparación 
entre la pasión y los embates de la tempestad, equiparación que, a veces, se pre-
senta explícita, como en este poema de la Antología griega, V, I I : "Si tú salvas a los 
que están en el mar, Cipris, sálvame a mí también, diosa querida, que estoy nau-
fragando en tierra" . 
El gran modelo, que recibirá acogida en nuestras letras, es Horacio, I, v ("Quis 
multa gracilis te puer in rosa") '3• El venusino contempla la veleidad de Pirra y se 
regocija de que él se encuentre ya inmune a las zozobras de Eros. Se ha librado del 
mar amoroso, y en un templo quedan exvotos de agradecimiento: "Me tabula 
sacer 1 votiva paries indicar uvida 1 suspendisse potenti 1 vestimenta maris deo" 
(vv. 13-16: 'La sagrada pared muestra, en una tabla votiva, que yo he consagrado 
las mojadas vestiduras al dios soberano del mar') ·•. 
1 1 Para el tópico, cf. Alvar ( r 994). Para las metáforas marítimas en la poesía neolatina, cf. la 
parca nota de Ciruelo Borge (1993). 
12 En estas páginas que aquí presentamos se ofrece una imagen parcial del tema. En la anti-
güedad, y en nuestros Siglos de Oro, también existe aprecio a la navegación ; pero tal estimación 
positiva se manifestará en otro cauce poético: en el cauce elevado de la épica, en la que se cantan via-
jes marítimos motivados por circunstancias diversas, entre las que destaca un Destino o una 
Providencia que lleva a unos héroes a lanzarse al mar para llegar hasta tierras prometidas, caso de la 
Eneida, caso de Os Lwiadas (1 572) de Camoes, en que se exaltan las glorias lusitanas que, con viajes 
comprometidos, se manifiestan en la posesión de un vasto territorio: "alto lmpério 1 o Sol, logo em 
nascendo, ve primeiro; 1 ve-o também no meio do Hemisfério, 1 e, quando dece, o deixa derradei-
ro" (Canto!, estr. 8, vv. 1-4). Por otro lado, esos viajes pueden ser expresión de la espiritualidad del 
hombre, como proclama Cristóbal Mosquera de Figueroa , quien justifica el deseo de movimiento 
en el hombre, y consecuentemente de los viajes marítimos, por la altura de su alma: "Y una de las 
cosas en que se vee la grandeza del ánimo del hombre, y la parte inmortal adonde aspira, es no hallar-
se contento, ni satisfecho en un lugar, procurando hartar su desseo inclinado a diversidad de cosas .. . " 
(en "Elogio a don Alonso de Erci lla", 1597: citamos por Obras. l. Poesías inéditas, pág. 279, donde 
no se aporta ninguna otra precisión bibliográfica). 
13 Cf. las traducciones de fray Luis: "¿Quién es, ¡o Nise hermosa! ... " (Poesías completas, págs. 
258-259) y Cristóbal Mosqueta de Figueroa: "¿Qué joven delicado, 1 olores entre rosas derramando 
( ... )?"(Obras, pág. 230). También se ha señalado anteriormente la traducción de Vicente Espine!. 
14 Metafóricamente, el marino abandona su oficio y deja muestras materiales de ello. Era cos-
tumbre en Roma que la jubilación de una profesión suponía el suspender de las paredes de un templo 
o del tronco de un árbol sagrado el instrumento de trabajo que ya no se usaría en adelante. Cf. Virgilio, 
Buc6licas, VII, v. 24 (Coridón abandonará probablemente su actividad musical) : "Hic arguta sacra pen-
debit fi stula pinu" ('La armoniosa flauta colgará, aquí, de un sagrado pino'). Cf. el propio Horacio, III, 
xxvi: "Vixi puellis nuper idoneus 1 et militavi non sine gloria; 1 nunc arma defunctumque bello 1 bar-
biton hic paries habebit" ('Antaño viví hábil para las niñas y fui soldado no sin gloria; ahora este muro 
suspenderá las armas y la lira, jubilada de su carrera militar'). Cf. Rama jo (1998: 1 291-r 292). 
EL NAVIGIUM AMORIS Y EL PROPEMPTICÓN EN LA LÍRICA ÁUREA ji! 
En nuestras letras el tópico aparece con bastante frecuencia ''. Lo introduce 
Garcilaso de la Vega en el soneto VII: "Tu templo [del Amor] y sus paredes he ves-
tido 1 de mis mojadas ropas y adornado, 1 como acontece a quien ha ya escapado 
1 libre de la tormenta en que se vido" (vv. 5-8) '6 • 
Hernando de Acuña sigue a Horacio en unas "Estancias": "Luego a la libertad 
fue consagrada, 1 en desprecio de amor y de su pena, 1 la tabla '' del milagro, y 
declarada 1 brevemente mi suerte mala y buena. 1 Do con ella también quedó col-
gada, 1 por memoria del caso, la cadena 1 que para mi prisión de amor fue 
hecha ... " (vv. 33-39) '' . Pero introduce Acuña, además, el tema de la prisión 
amorosa '9• 
Fernando de Herrera, en Algunas obras (1 5 8z), en el soneto XLVIII, presenta 
una situación inicial de naufragio y salvación: "Rompió la prora, en dura roca 
abierta, 1 mi frágil nave w, que con viento lleno 1 veloz cortava el piélago sereno, 1 
i apena escapo de la muerte cierta'' (vv. 1-4). El poeta de su experiencia particular 
obtiene una observación de alcance general con admonición para liberarse de las 
olas amorosas, admonición frecuente en otros autores, según se verá: " ... creed 
15 También Petrarca ha tomado maravillosamente el tema en el soneto que comienza "Passa la 
nave mia coima d'obiio" (Cancionero, II, n.° CLXXXLIX, pág. 6o8). 
16 Para las fuentes del soneto, cf. Morros [1995: 21 y 377-378]. Navarro Gonzáiez (1962: 398-
402) proporciona sobre las "naos de amor" en la poesía del XV algún material, que necesita un estu-
dio más demorado, estudio en el que se deslindaría, en algún caso, la huella horaciana. 
17 Para esta palabra,téngase presente el texto horaciano citado (I, v, 13). El término parece que 
tuvo fortuna en nuestro Siglo de Oro: cf. fray Luis de León, oda XIV, 59: "de flaca tabla asido"; cf. 
Góngora, Soledades, I, 1 5-18: "Del siempre en la montaña opuesto pino 1 al enemigo Noto 1 piado-
so miembro roto, breve tabla, delfín no fue pequeño". 
18 Cf. Varias poesías, n.o XXI, pág. 228 (el editor anota ya la fuente horaciana). En otro lugar, 
el poeta se muestra en la nave del amor, en principio en un mar sosegado; pero viene la "fortuna", 
la tormenta. Con todo, el poeta se mantendrá firme en su "pensamiento" (cf. lbíd., n.o CVIII, 
pág. 346). 
1
9 Tema que canta Petrarca en el soneto "Fuggendo la pregione ove Amor m' ebbe" (Cancionero, 
I, n .0 LXXXIX, pág. 364): el poeta se lamenta de haber perdido tal cadena y añora el pasado: "Oime, 
iJ giogo et le carene e i ceppi 1 eran piu dolci che l'andare sciolto" (vv. Io-11). Tal añoranza de pri-
sión o de pena se convertirá en tópico que surcará nuestra literatura: Rosalía de Castro ("Unha vez 
tiven un cravo .. . ", Folhas novas), Bécquer ("Como se arranca el hierro de una herida 1 su amor de 
las entrañas me arranqué, 1 aunque sentí al hacerlo que la vida 1 me arrancaba con él", Rimas, 
XLVIII, 1-4), Antonio Machado ("En el corazón tenía 1 la espina de una pasión ... ", vv. 9-1o, 
Soledades, Galerías y otros poemas, n.o XI de las O. Completas). Para la tradición de la prisión amo-
rosa, puede consultarse algún texto, en Savona ( 197 3: 1 5-1 8). 
2° Cf. Horacio, III, ii, 28: "ftagilem ... phaselon" . 
jl2 ANTONIO RAMAJO CAÑO 
qu'en el golfo de Cupido 1 ninguno navegó qu'al fin, deshecho, 1 no se perdiesse 
falto de ventura" (vv. I 2- 14) ". 
Como se irá comprobando, en el tratamiento del navigium amoris se suele incluir 
alguna somera descripción de tempestad marina, que se integra también en una honda 
tradición literaria: Odisea, V, 296-332; Eneida, 1, 81-123; 111, 192-208, y 516-517; 
Ovidio, Tristia, 1, ii, 27-p; Séneca, Agamenón, 465 -497; Lucano,Farsalia, V, 5 97-677 " ... 
Prosiguiendo en el estudio del navigium amoris en nuestras letras, anotemos 
que Juan de Arguijo muestra en un soneto un tratamiento original del tema. No 
se refiere al amor allí, sino a la obstinada recaída en algún error impreciso, acaso 
de índole espiritual. Pero la senda ret6rica es clara y horaciana: "Otras dos veces 
del furioso Noto 1 probé las iras en el mar turbado 1 y no volver jamás a tal esta-
do 1 arrepentido prometí y devoto. 1 De la deshecha jarcia y leño '' roto 1 di los 
despojos al altar sagrado, 1 y apenas pisé el puerto deseado, 1 cuando olvidé el peli-
gro y rompí el voto" (vv. r -8) '4 • Parece que encontramos aquí un sesgo barroco '' 
de arrepentimiento y recaída, en parejas tan frecuentes en Lope de Vega. 
El horaciano Lupercio Leonardo de Argensola sabe cultivar el tema con la 
inserción de la prisión amorosa que antes hemos encontrado en Hernando de 
Acuña: "¿Cuándo podré besar la seca arena 1 que agora desde el fiero mar con-
templo 1 (¡oh dulce libertad!) y al sacro templo 1 daré, cumpliendo el voto, mi 
cadena?". El poeta, salvado, podrá ver, aliviado, a la manera lucreciana antes ana-
lizada, desde la costa otros naufragios: "De las rompidas naves los pedazos 1 veré 
llevar las olas del Egeo, 1 sin oponer a su furor mis brazos" (vv. I 2- q) '6 • 
21 Cf. Poesía castellana original completa, pág. 418. Para el horacianismo de Herrera, cf. Herrera 
Montero (1998). El poeta coetáneo del Divino, Baltasar de Alcázar, sugiere sólo el tema: se queja, en 
un soneto ("A una esperanza vana''), de los dolores que le proporciona la amada, "por quien padez-
co mísero naufragio" (v. 14, Poesías, pág. 3 3; Obra poética, pág. 240). Este poeta, más conocido por 
su obra festiva, también tiene su faceta horacina: traduce, al menos, odas del latino: da dos versio-
nes de III, xxii ("Triforme diosa, que de monte 1 eres guarda ... ", Poesías, pág. 190, y Obra poética, 
pág. 3 14; "Custodia consagrada 1 de montes y de bosques religiosa ... ", Poesías, pág. 191, y Obra poé-
tica, págs. 315 -3 16), y una de III, ix ("Donec gratus eram ... ", Poesías, págs. 232-234, y Obra poética, 
págs. 580-582: para esta faceta clásica de Alcázar, cf. Núñez Rivera 2001: 58-59, con bibliografía). 
22 Cf. Cristóbal (1988). En todo caso, es tópico arraigado el que la mujer semeja a un mar 
borrascoso: cf. Semónides, VII, 37y sigs.; Plauto, Asin., I34··· (Cristóbal 1990: 96). 
23 La palabra leño, muy frecuente con el significado metonímico de 'barco', remonta, para 
Laguna (1992: 41), a Estacio, Silvas, III, ii, 8o: "gracili ligno". Para las connotaciones del término, 
cf. Bustos Tovar (1981: 135 -136). 
24 Cf. Obra poética, n. 0 LXI, pág. 172. 
25 Tal proceso, obviamente, también es intemporalmente cristiano. Pero en el Barroco se da 
enfasis a esa 1 ucha del alma. 
26 Cf. Rimas, n.o 56, vv. 1-4; cf. también Bartolomé Leonardo de Argensola, Rimas, n. 0 44, 
VV. 121-123. 
EL NAVIGIUM AMOR! S Y EL PROPEMPTICÓN EN LA LÍRICA ÁUREA 513 
En otro lugar, Lupercio proporciona un tratamiento original del tópico, por 
cuanto el poeta no rechaza el amor, antes se alegra de sus sentimientos pues tiene 
una prenda en sus manos, "una toca dada por favor": "Navegue quien quisiere 1 
en las naves pintadas '' , 1 hechas de maderos del sacro Ida, 1 rompiendo (si pudie-
re) 1 con las proas ferradas 1 el agua de mil remos sacudida; 1 y cuelgue a la salida 
1 en el templo sagrado 1 la tabla o el madero, 1 que en el naufragio fiero 1 (junto 
con su oración) le han ayudado ( ... ). 1 Pero yo los despojos desta preciosa toca 1 
en el templo pondré de mi memoria" (vv. 5 3-68) ' 8• 
El otro Argensola, Bartolomé, también está profundamente impregnado de la 
savia horaciana, aunque en él tal característica sea menos perceptible, que en su 
hermano Lupercio, según nos parece en un análisis rápido y provisional. Pero se 
sirve bien del navigium amoris en una epístola a don Fernando de Borja, virrey de 
Aragón, en que "se excusa de no irse a vivir a la Corte, como el virrey se lo per-
suadía'' '". Aquí el tópico significa el ansia de huir de las zozobras de una sociedad 
embustera, de la que el poeta semeja apartarse, y de encontrase consigo mismo (el 
vivere secum de la tradición literaria 'o): "Vacar ahora a la quietud pretendo, 1 y así 
con la feliz tabla por voto, 1 mis húmedos vestidos le suspendo" (vv. 121-1 2 3) ' '. 
Luis Carrillo y Sotomayor dedica al tema el soneto titulado "Al desengaño de 
los peligros de la mar", y presenta al pensamiento amoroso obstinado en la pasión 
pese a las advertencias del proceloso ponto; de aquí que le advierta: ''Aquellas 
tablas de tu rota nave, 1 con que el mar, aunque mudo, te habla tanto, 1 te den lo 
que él, pues te aconseja, sabe" (vv. 9-1 1) "· El poeta previene un inminente e ine-
vitable desastre (vv. 12- 14). 
z7 El sintagma naves pintadas recuerda a Horacio: "pictis .. . puppibus" (I, xiv, 14). 
zS "A una toca dada por favor", Rimas, n.0 3, págs. 41 -42 (para la tradición de los regalos de la 
amada que el amante conserva celosamente, cf., solamente, Morros 1995: 25 y 385 -3 86). La execra-
ción de la navegación en otro poema de Lupercio se presenta no por la búsqueda de la paz interior, 
sino porque se considera que no merece la pena viajar para buscar perlas lejanas, cuando aliado están 
las lágrimas de Filis, de pureza incomparable. Exaltación, pues, del sentimiento amoroso: "¡Oh tú, 
que a los peligros e inconstancia 1 del mar te obligas, y en el viento esperas 1 ver del indio tostado 
las riberas, 1 y envuelta en sus arenas tu ganancia! " (vv. 1-4, Rimas, n. 0 22, pág. 57 : para la prover-
bial riqueza de la India oriental, cf. Horacio, I, xxxi, 6; Ti bulo, II, ii, 1 5; fray Luis de León, oda V, 
6-8 .. . ). 
z9 Es anotación del manuscrito 4141 de la Biblioteca Nacional, que copiamos de Rimas, I, 
pág. 71 (nota) . 
JO De la abundante bibliografía ya existente sobre este tema, anotemos sólo el magno trabajo 
de Courcelle (1974). En nuestra ediciónde las Poesías de fray Luis, en prensa (Crítica), dejamos 
constancia de otros títulos (comentario a I, 36-38) . 
J I Rimas, n. 0 44, I, pág. 76 . 
JZ Cf. Poesías completas, n. 0 XLVII, pág. 109. 
514 ANTONIO RAMAJO CAÑO 
Lope de Vega es poeta empapado de formas dásicas, algo que no siempre suele 
resaltarse. Claramente se ve en este soneto: "Ya vengo con el voto y la cadena, 1 
desengaño santísimo, a tu casa, 1 porque de la mayor coluna y basa/ cuelgue, de 
horror y de escarmiento llena'' (Rimas, vv. r-4) D . 
Pero la poesía del Fénix hay que estudiarla en toda su producción literaria. Así, 
en La Arcadia, nos deja dos muestras del navigium amoris. El pastor Olimpio 
exclama: "Amor, si de ésta escapo, yo te ofrezco 1 toda la nave desde proa a popa, 
1 y cuanto bien gozaren estos ojos; 1 que si contigo tanto bien merezco, 1 tu sacro 
templo mi mojada ropa/ adornará por últimos despojos" 34 • Oportunamente, con 
coherencia estructural, el pastor Anfriso usará del tópico en momento de despe-
dida de pasiones, coincidente con el final de la novela citada. Ha pasado el tiem-
po de la juventud, en que fue preso del amor: "Mas ya que el fiero yugo 1 que mi 
cerviz domaba 1 desata el desengaño con tu afrenta, 1 y al mismo sol enjugo 1 que 
un tiempo me abrasaba, 1 la ropa que saqué de la tormenta; 1 con voz libre y exen-
ta 1 al desengaño santo 1 consagro altares y alabanzas canto" ". 
Muestras varias dejó del tópico el clásico poeta Cristóbal de Mesa: "Ofrezco a 
tu deidad, sacro Neptuno, 1 el húmido vestido, que devoto 1 saqué del mar furio-
so ... " (vv. r -3; 9- r r) '";"Ya desasí del cuello el grave yugo( ... )/. Libre de tanto mal, 
de tanto daño, 1 de tan antigua guerra los despojos 1 serán sagrada ofrenda de tu 
templo" (vv. r; r 2 - 14) " ; "y en aquesta borrasca de mi vida 1 de tal naufragio ape-
nas libre salgo, 1 y ofrezco el voto y la cascada tabla ... " (XXXVI, vv. 9-r r) ''. 
El Conde de Villamediana tiene apego a temas clásicos, que vierte en moldes 
barrocos. Cultiva el navigium amoris en varios lugares. Así, en el soneto que 
comienza: "En tus penates hoy, sacro escarmiento, 1 cuelgo la quilla de mi rota 
nave, 1 que del mar de fortuna el rigor sabe 1 y los impulsos de contrario viento" 
(vv. r-4). El poema termina con una clásica admonición, ¡tan barroca!, para que 
su caso sirva de ejemplo y escarmiento (vv. r 2- 14) '9 • En otro soneto, titulado sig-
J3 Cf. Obras poéticas, pág. r 19. 
34 Cf. La Arcadia, lib. IV, pág. 3 3 r. 
3 5 Cf La Arcadia, lib. V, pág. 4 50. 
36 Cf Rimas (ed. de r6r8), fol. rrJV0 • 
37 Cf. Rimas (ed. de r6r8), fol. 129r0 • 
38 Cf Rimas, pág. 82. Cf también el n. 0 XLII, vv. 9- r r, pág. 92. Alguna otra muestra, que aquí 
no anotamos, dejamos en los comentarios a la traducción que de la oda horaciana , I, v, hizo fray 
Luis de León, en la edición que de sus Poesías publicaremos en la ed. Crítica. Allí encontrará el lec-
tor, por ejemplo, textos de poetas como Diego de Benavides o Juan de Morales, publicados en la 
Primera parte de las flores ... de Espinosa (fols. r 5 y r 57, respectivamente). 
39 Cf. Poesía, "Sonetos líricos", XXXII, pág. 58. En otro lugar, Villamediana sigue muy de cerca 
a Garcilaso (soneto XXXIV) para recrear de manera original el tópico: no alude explícitamente al 
mar, pero se adivina que el poeta ha estado anegado por las olas de la ambición persiguiendo a cor-
EL NAVJGJUM AMORJS Y EL PROPEMP] ICÚN EN LA LfRI CA ÁUREA 515 
nificativamente "Desengaños del amor", Villamediana suspira por salir del nau-
fragio: "¿Cuándo al templo daré del peligroso 1 naufragio, en tabla amiga dibuja-
das, 1 borrascas con paciencia superadas, 1 suspendido el rigor del mar furioso?" 
(vv. I -4) 40 . 
Góngora mostró también el desengaño amoroso en un soneto que comienza 
significativamente: "Aunque a rocas de fe ligada vea 1 con lazos de oro la hermo-
sa nave" (vv. 1-2). El poeta desconfía, en efecto, de la calma engañosa del mar, 
pues la experiencia le ha hecho sabio: "he visto blanqueando las arenas 1 de tan-
tos nunca sepultados huesos, 1 que el mar de Amor tuvieron por seguro, 1 que dé! 
no fío ... " (vv. 9-1 2) 4 '. Parece como si esos "nunca sepultados huesos" escondieran 
un eco de las Sirenas, que cantan "sentadas en una pradera y teniendo a su alre-
dedor enorme montón de huesos de hombres ... " (Odisea, XII, 44-46) 4 ' . 
También don Francisco de Quevedo elaboró el tema en un soneto ("Agradece, 
en alegoría continuada, a sus trabajos su desengaño y su escarmiento"). Se alegra 
de haberse liberado de pasiones y quebrantos: "¡Qué bien me parecéis, jarcias y 
entenas, 1 vistiendo de naufragios los altares ... !" (vv. r-2); y piensa que su expe-
riencia servirá de aviso a los demás: "usurpe al mar mi nave muchas naves; 1 
débanme el desengaño los pilotos" (vv. 13 -14) •; . 
Dejaremos como apunte final la contribución de Francisco de Rioja: el poeta 
se interna en las ondas, pues un mar apacible incita a la navegación; sobreviene la 
tempestad; ¡horror!: pero el poeta consigue liberarse de la furia marina: "En tanto 
afán, con voz ya incierta, al cielo 1 movía a piedad; libróme, i hice voto 1 de fiar 
nunca en ponto sosegado" (soneto XI, vv. 12- 14) 44 • 
tesanos. Ahora se ha liberado: "Gracias al cielo doy, que ya no quiero 1 vivir con esperanzas engaña-
do, 1 desnudo del solícito cuidado, 1 más ambicioso y menos verdadero" (vv. 1-4, "Sonetos líricos", 
LVI, Poesía, pág. 70). 
40 "Sonetos amorosos", U , Poesía, pág. 154 (véanse las notas de Ruestes 1992: zoo). 
4 ' Sonetos completos, n. 0 78, pág. 143. 
4
l Es la clásica trad. de Luis Segalá Estalella, Homero, Odisea, pág. 252 . 
43 Cf. Obras completas, n. 0 7, pág. 8. Reelabora el tema de forma antitética en un soneto del 
poemario de Lisis ("Náufrago amante entre desdenes"), en el cual persiste en la pasión amorosa: "Yo 
ansí, náufrago amante y peregrino, 1 que en borrasca de amor por Lisis muero, 1 sigo insano furor 
de alto destino" (Ibíd, n.o 454, pág. 499; cf. las notas de Schwanz y Arellano 1998: 191-192, y 
78n88). 
44 Cf. Poesías, pág. 149. Cf. también soneto XVII, pág. r 57: el poeta ha zozobrado en el mar del 
amor. Amonestación final: " .. . No fíe de cristalluziente, 1 tome exemplo en mi mal quien no dessea 
1 ser, cual yo, pasto de nadan tes mudos" (vv. 12-14). Cf. todavía el soneto XVIII (pág. 15 8). La com-
paración entre la pasión amorosa y el mar embravecido aparece también en Rioja, en la "Silva que 
hizo el autor estando fuera de la corte": "Quédese adiós el reino embravecido, 1 que en mar que agi-
tan ondas de embelecos 1 conoceré el encanto por los ecos, 1 y, aunque tarde, la voz de sus sirenas" 
(vv. 21 -24: Poesía, pág. 4 56) . Es bastante frecuente la execración de la navegación en Rioja: silva II 
ANTONIO RAMAJO CAÑO 
2. La condena a la navegación se convierte, pues, en tema recurrente en las 
letras clásicas e hispanas. Tocaremos ahora otra modalidad de tal tronco. En una 
oda que ha tenido buena fortuna en nuestras letras (I, iii), Horacio, a la par que 
introduce el tema del propempticón 41 , incluye una execración de los viajes mari-
nos 46 , execración que, luego, en varios poemas de nuestros autores españoles, se 
desgaja y se manifiesta libremente. El propempticón consiste en desear buen viaje 
a una persona, por la que se siente amor, amistad o simplemente respeto. De todas 
estas posibilidades iremos viendo alguna manifestación en las siguientes líneas. 
Acaso convenga dejar aquí copiado el texto del poema horaciano con una per-
sonal traducción: 
(Poesía, págs. 172-173); silva IV: "Ocio a los dioses pide" (ibíd., págs. 183 -185), versión de Horacio 
(II, xvi), de la que también existe otra de Medrana ("ode" XXIV, Poesía, págs. 291-293); soneto LII 
(Poesía, pág. 21 9). 
45 Enumeramos aquí algunos textos clásicos vertebrados por tal tema: Calímaco, fr. 400 de la 
ed. de Pfeiffer (cf. Callimachus): " ... nave que te llevaste la deliciosa y única luz de mi vida, yo te 
suplico por Zeus qu~ protege los puertos .. . " (trad. en Himnos, epigramasy fragmentos, n. 0 LXIX, 
pág. 1 q). Aparece ya la invocación a la nave para que proteja al ser confiado a ella, y el tinte eróti-
co, en este caso, en otros simplemente amistoso. Teócrito, VII, 52 y sigs., incluye el propempticón en 
una égloga: desea feliz viaje a Ageanacte y se la imagina llegando a su destino: el poeta celebrará el 
fin del viaje (este tema último, el del regreso del periplo de la persona amada, estará siempre muy 
relacionado con el propempticón, incluso, como es el caso aquí, fundido en un mismo poema 
-véanse otros ejemplos en la nota siguiente-; a veces el tema del reencuentro de las personas que-
ridas se ofrece en poema exento: así, Catulo, 9, festeja al amigo Veranio por haber regresado; 
Horacio, III, xiv, celebra el regreso de Augusto, en el 24 a. de C., de Hispania; en nuestras letras 
encontramos poemas dedicados al regreso de seres queridos en Medrana, ode XXX y XXXI). Otras 
apariciones del propempticón, en Meleagro, Antología palatina, XII, 52-53; Horacio, III , xxvii; 
Epodos, X (se trata, en realidad, de un anti-propempticón, pues se desea un espantoso viaje a una per-
sona); Propercio, I, viii, 1-26; Ovidio, Amores, II, xi; Estacio, Silvae, III, ii; Paulina de Nola, Carm., 
XVII (cf. Cairns 1972). Para este recurso retórico en nuestras letras, cf. Schwartz (1984), Ramajo 
(1993) y Ramajo (2ooo: 334-335). Se nos ocurre todavía que cabe hablar del propempticón en que la 
voz poética se desee feliz viaje a sí mismo, como Anquises en Eneida, III, 528-529: "Di maris et terrae 
tempestatumque potentes, 1 ferte viam vento facilem et spirate secundi!" ('Dioses poderosos del mar, 
de la tierra y de los tiempos, abrid camino al viento, y, propicios, enviad sus ráfagas'). 
46 La vinculación de la execración de la navegación con el propempticón es frecuente. A veces las 
obritas que tratan de tales temas resultan complejos. Así, el poema citado de Ovidio, Amores, II, xi. 
Consta de las siguientes partes: a) Execración de la navegación (vv. 1-G); b) La amada del poeta, 
Corina, se dispone a partir: peligros del vieja (vv. 7-12); e) Petición a Nereo y a sus hijas para que 
concedan un feliz viaje (vv. 33-36): es el propempticón propiamente dicho; d) El poeta imagina el 
regreso de Corina (vv. 37-56). Para la estructura y complejidad de Estacio, Silvae, III, ii, cf. el buen 
comentario de Laguna (1992: 191-239). Estacio tuvo presente, en lo que a la execración de la nave-
gación se refiere, a Séneca, Medea, vv. 300-374, en el pasaje que comienza "Audax nimium qui freta 
primus 1 rate tam fragili perfida rupit..." ('Osado en extremo aquel que el primero los mares surcó 
en frágil barquilla'). 
EL NAVJGIUM AMORIS Y EL PROPEMPTICÓN EN LA LfRICA ÁUREA 517 
Sic te diva potens Cypri, 
sic fratres Helenae, lucida sidera, 
ventorumque regat pater 
obstrictis aliis praeter Iapyga, 
navis, quae tibi creditum 
debes Vergilium; finibus Atticis 
reddas incolumen precor 
et serves animae dimidium meae. 
Illi robur et aes triplex 
circa pectus erar, qui fragilem truci ro 
commisit pelago ratem 
primus " , nec timuit praecipitem Africum 
decertantem Aquilonibus 
nec tristis Hyadas nec rabiem Noti, 
qua non arbiter Hadriae r 5 
maior, rollere seu ponere volt freta. 
Quem mortis timuit gradum 
qui siccis oculis monsu·a natantia, 
qui vidit mare turbidum et 
infamis scopulos Acroceraunia? 20 
Nequicquam deus abscidit 
prudens Oceano dissociabili 
terras, si tamen impiae 
non tangenda rates transiliunt vada. 
Audax omnia perpeti 2 5 
gens humana ruit per vetitum nefas; 
audax Iapeti genus 
ignem fraude mala gentibus intulit; 
post ignem aetheria domo 
subductum macies et nova febrium 30 
terris incubuit cohors 
semotique prius tarda necessitas 
leti corripuit gradum. 
Expertus vacuum Daedalus aera 
pennis non homini datis; 
perrupit Acheronta Herculeus labor. 
35 
47 "Las maldiciones dirigidas contra el 'primer inventor' de algo eran un requisito favorito de 
los poetas helenísticos" (Luck 19 59: 98). Cf. Propercio, I, xvii, 13-14: "A, pereat, quicumque ratis et 
vela paravit 1 primus et invito gurgite fecit iter" ('¡Ah! Perezca cualquiera que fuera el primero que 
dispuso embarcaciones y velas y abrió camino contra la voluntad del mar') . 
p8 ANTON IO RAMAJO CAÑO 
Nil mortalibus ardui est; 
caelum ipsum petimus stultitia neque 
per nostrum patimur scelus 
iracunda Iovem ponere fulmina '' . 40 
('¡Oh nave, que has recibido en entrega a Virgilio para luego devolverlo!: que 
la diosa soberana de Chipre, que los hermanos de Elena, astros resplandecientes, 
que el padre de los vientos, todos encadenados salvo el Yápige ••, te gobiernen. Yo 
te suplico qne lo lleves sano y salvo hasta las tierras del Ática; que conserves la 
mitad de mi alma. Era de encina y de bronce en tres capas aquel que, el primero, 
una débil barquilla confió al furioso ponto; aquel que no tuvo miedo del Áfrico 
que pugna con los Aquilones, ni de las sombrías Híades 'o; que no tuvo miedo de 
la furiosa rabia del Noto, cuyo poderío en el Adriático nadie sobrepuja, sea para 
agitar las olas o para calmarlas. ¿Qué temor sintió del paso cercano de la muerte, 
el que, secos los ojos, vio monstruos nadadores, vio el mar agitado, vio los acan-
tilados de la Acroceraunia '', tristemente célebres? En vano la prudente divinidad 
con la barrera del océano separó las tierras, pues, pese a ello, embarcaciones im-
pías surcan aguas inviolables. Audaz el género humano para todo padecer irrum-
pió por la vía de lo sacrílego; audaz el vástago de Jápeto entregó el fuego, fruto de 
un perverso hurto, a los pueblos; y, robado el fuego del etéreo palacio, la escasez 
y desconocida cohorte de fiebres se abatieron sobre la tierra; y el destino inexora-
ble de la muerte, hasta entonces alejado y lento en su andar, apresuró el paso. 
Dédalo se atrevió a surcar el vacío del aire con alas que al hombre no se habían 
concedido; en uno de sus trabajos, Hércules se abrió paso por el Aqueronte. Nada 
se ofrece arduo para los hombres; hasta al mismo cielo nos levantamos con nues-
tra insensatez, y no dejamos a Júpiter que deponga sus rayos irritados: ¡tal es nues-
tro crimen!'). 
Algunos autores españoles siguieron con cercanía esta oda de Horacio ''. Otros 
se limitaron a tomar el pasaje en que se maldice el comienzo de la navegación. Un 
48 Para la influencia en esta oda de Calímaco, cf. Thill (r976: I, pág. 299); para un comentario 
sobre sus diversos aspectos, cf. Nisbet y Hubbard (1990: 40- 58) . 
49 Yápige: viento del N.O., que favorece la navegación de Yapigia (Apulia) a Grecia. 
¡o Híades: constelación de siete estrellas, cuya aparición y ocaso coincidían con lluvias y tem-
pestades. 
P Acrocemunia: acantilados en Epiro. 
52 Esta oda, en efecto, fue muy gustada de nuestros poetas y humanistas: Juan de Arguijo escri-
bió una adaptación ("Nave que por entrego 1 al gran Virgilio debes 1 fiado ya en tus mástiles y ente-
nas": Obm poética, n.0 LXXVII, págs. 247-250); véanse las traducciones de Diego Ponce de León 
(Primera parte de las flores de poetas ilustres de España, fols. 23-34), de Juan de Jáuregui (Poesía, 
n. 0 25, págs. 223-228), en diez estancias de ocho versos cada una. 
EL NAVIGIUM AMORIS Y EL PROPEMPTJCÓN EN LA LfRI CA ÁUREA 519 
tercer grupo se fijó exclusivamente en el deseo de navegación feliz para un ser que-
rido: en el propempticón propiamente dicho. 
Entre los primeros, figura el Brocense, autor de un poema que lleva por título: 
''Al licenciado Alonso Pérez quando se iva a las Indias". Está escrito en castellano 
y consta de treinta y dos versos en los que alternan los endecasílabos y los hepta-
sílabos blancos. Sánchez augura una buena navegación a su amigo Alonso Pérez. 
Horacio había suplicado, según se ha visto, a Venus, a Castor y Pólux, a Éolo, 
señor de los vientos, que tranquilizaran el mar. El Brocense cristianiza la invoca-
ción y se dirige a la Providencia '3• 
Sánchez de las Brozas imitará también a Horacio en la execración contra la 
navegación: 
"El corazón tenía inculto y hórridoen un pecho duríssimo, 
el que las ondas bravas y pestíferas 
ajenas de clemencia 
encomendó la nao en el principio 
que ni las tristes Hyadas 
temió, ni el mar con sus graves incómodos" (vv. 21-27). 
Un compañero del Brocense en la llamada Escuela Salmantina, Francisco de 
Medrana, cultiva el propempticón en su "Ocle" X, titulada "Voto por el viaje de 
don Alonso Santillán", versión de la citada oda I, iii, de Horacio: 
'~ssí de Cypro la valiente diosa, 
assí los dos hermanos 
de Elena, estrellas claras, luz piadosa 
te den; y, los tyranos 
vientos en cárcel, Zéfiro templado 
te ponga al mar sosiego, 
¡oh nave!, a quien Santiso va fiado . 
¡Que lo vuelvas te ruego, 
H Para un análisis más pormenorizado de esta versión del Brocense, cf. Ramajo (1993). Cf. 
todavía la nota 70 del presente trabajo. 
j20 ANTONIO RAMAJO CAÑO 
quanto lo espera salvo su llorosa 
patria, y de bien, cumplido; 
y mi media alma guardes, cuydadosa, 
deel mar enfurecido! (. . .)" ( vv. 1-1 2) " . 
Medrana, como el Brocense, ha acudido a la combinación de endecasílabos y 
de heptasílabos para traducir los dísticos del original, pero con rimas dispuestas 
AbAb. 
La mencionada execración horaciana de la navegación (I, iii, 9-16, especial-
mente), despojada del propempticón, ha tenido fortuna en nuestras letras. 
Dedicaremos ahora algunas líneas a su estudio, para vover, al final, a la anotación 
de aquellos escritores que se han fijado en el subgénero aquí estudiado. 
Lope de Vega, en las Rimas, en un soneto, de cercanísima inspiración horacia-
na, aprovecha el tema para establecer una comparación con las dificultades del 
amor: 
"Bien fue de acero y bronce aquel primero 
que en cuatro tablas confió su vida 
al mar, a un lienzo y a una cuerda asida, 
y todo junto al viento lisonjero. 
¿Quién no temió del Orión severo 
la espada en agua de la mar teñida, 
el arca doble al Austro y la ceñida 
obtusa luna de nublado fiero? ( ... ) 
Pero más duro fue ( ... ) 
quien puso ( ... ) 
en el mar de una mujer sus esperanzas" "· 
María Rosa Licia ha mostrado la huelh de la citada oda horaciana en unos ver-
sos del Isidro (I 599), canto VI: "De bronce debió de ser 1 quien osó en el mar 
poner 1 primero un frágil navío, 1 sin temer del norte frío 1 la rabia, enojo y poder 
( ... )" (vv. 1-5). Enseguida, aparece otra quintilla que interesa reproducir por lo que 
54 Cf. Poesía, pág. 222. Véanse, en esa edición, los comentarios de D. Alonso, para estudiar la 
particularidad de este poema. A este don Alonso de de Santillán, además de la "ode" I, de la que 
luego se tratará, dedicó Medrana un soneto titulado "A don Alonso ( ... ), que se embarcaba en los 
galeones de la Armada de las Indias" (ibíd, pág. 238), en que presenta al amigo como una especie de 
sabio estoico que soporta los embates del mar: "Y sabio el rostro opones y animoso/ a una y otra for-
tuna, sin mudan~a" (vv. 5-6). 
55 Cf. Obras poéticas, págs. 38-39· Para lugares paralelos de Lope, cf. Carreña (1998: r 50) . 
EL NAVIGIUM AMORJS Y EL PROPEMPTJCÓN EN LA LÍRICA ÁUREA j21 
al instante se anotará: "¡Malhaya aquel que cortó 1 el primero abeto y pino 1 y por 
donde no hay camino 1 incierto camino halló, 1 que a tantas desdichas vino!" (vv. 
r6-2o). Interesa ese Malhaya aquel, pues enseguida veremos que algunos textos de 
otros poetas recogen tal fórmula para expresar la execración. Díficil saber si en 
ellos late la huella de Lope. Por lo que toca a las fuentes de esta segunda quintilla, 
M. a Rosa Lida ha sabido anotarlas primorosamente: la base está en unos versos de 
Propercio, I, xvii, r 3-14, que ya nosotros hemos citado anteriormente: "A, pereat 
quicumque ratis et vela paravit 1 primus et invito gurgite fecit iter!"; tales versos 
se "contaminan" con Ovidio, Amores, II, xi, 1-2: "Prima malas docuit mirantibus 
aequoris undis 1 Peliaco pinus vertice caesa vias" ('El pino, cortado en la cumbre 
del Pelión, fue el primero en mostrar malos caminos, con sorpresa de las olas del 
mar'); el gran poeta exiliado, a su vez, se hace eco del comienzo de Me de a, trage-
dia de Ennio perdida: "Utinam ne in nemore Pelio securibus 1 Caesa accedisset 
abiegna ad terram trabes. 1 Neve inde navis inchoandi exordium/ coepisset, quae 
nunc nominatur nomine Argo" ('¡Ojalá el leño de abeto no hubiera caído por los 
golpes del hacha en el bosque Pelión, ni de allí brotara el embrión de la nave que 
ahora recibe el nombre de Argos!') '6 • 
Francisco de Quevedo cultiva tal tema en el "Sermón estoico de censura 
moral", muy cerca de los versos horacianos: "De metal fue el primero 1 que al mar 
hizo guadaña de la muerte; 1 con tres cercos de acero 1 el corazón humano des-
mentía ... " (vv. 6r-64 "); en un soneto: "¡Malhaya aquel humano que primero 1 
halló en el ancho mar la fiera muerte, 1 y el que enseñó a su espalda ondosa y fuer-
te 1 a que sufriese el peso de un madero!" '' (vv. 1-4). Este último poema recrimi-
na el afán insano de aventura (vv. 9-1 r) o de riqueza (vv. r 2-14) que conduce al 
hombre a los peligros del mar. 
Cf. Lida (1962: 202-204). Citamos todos los textos de este párrafo por la gran estudiosa. 
Conviene, con todo, advertir que los versos de Ennio contienen problemas textuales, con diversas 
variantes, que aquí no pueden tocarse. La insigne estudiosa anot2, además, la huella de Lope en El 
Burlador de Sevilla, I, 541 y sigs: "¡Malhaya aquel que primero 1 pinos en la mar sembró, 1 y que sus 
rumbos midió 1 con quebradizo madero". 
57 Cf. Obras completas, n. 0 145, pág. rp. En este poema hay otras claras huellas horacianas, 
como en los versos: "El bajel que navega 1 ori lla, ni peligra ni se anega" (vv. 375-376). Para estudiar 
con detenimiento su complejidad, cf. Schwartz (1984) y Rey (1987: 235 - 245). 
58 Cf. Obras completas, n. 0 r 3 5, pág. 107. La execreación contra la navegación aparece en otros 
lugares quevedescos: en el soneto titulado "ComprehenJe la obediencia del mar, y la inobediencia 
del codicioso en sus afectos": "¿Quién dio al robre y a !'haya atrevimiento 1 de nadar, selva errante 
y deslizada, 1 y al lino de impedir el paso al viento?" (vv. 9-11, Ibíd., n. 0 107, pág. 89). Cf. también 
el soneto con título: "Náufraga nave, que advierte y no da escarmiento", que comienza "Tirano de 
Adria el Euro, acompañada" (Ibíd., n. 0 112, pág. 92); la silva titulada "A una mina" (cf., sobre todo, 
vv. 1- 18: Ibíd., n. 0 136, págs. 110-· 112). 
j22 ANTONIO RAMAJO CAÑ O 
Un soneto de Villamediana se acerca al de Quevedo: "Malhaya el temerario, el 
ambicioso, 1 en el mar monstruo, cuando no marino, 1 que hurtó al bosque el mal 
nacido pino 1 para darle a Neptuno proceloso" (vv. 1-4) '9 • 
Este topos de la execración contra el que surcó por primera vez el mar ha teni-
do eco también en el parlamento que Góngora pone en boca de un serrano en la 
Soledad primera: 
"¿Cuál tigre, la más fiera 
que clima infamó Hircano, 
dio el primer alimento 
al que, ya deste o de aquel mar, primero 
surcó labrador fiero 
el campo undoso en mal nacido pino, 
vaga Clicie del viento, 
en telas hecho antes que en flor el lino?" (vv. 366-73) 60 • 
Aunque los ejemplos que se presentan en este trabajo pertenezcan a la lírica y 
aunque se desborde el marco anunciado en el título, conviene reparar en que la 
citada oda horaciana (I, iii: "Sic te diva potens Cypri") es adaptada ingeniosa-
mente por Gracián, al comienzo de El Criticón: entre las olas, Critilo maldice la 
navegación. Ha suprimido el autor jesuita, de acuerdo con la coherencia narrati-
va, todo lo tocante al propempticón: 
"¡Oh tirano mil veces de todo el ser humano aquel primero que con escanda-
losa temeridad fió su vida en un frágil leño al inconstante elemento: Vestido dicen 
que tuvo el pecho de aceros, mas yo digo que revestido de yerros. En vano la supe-
rior atención separó las naciones con los montes y los mares si la audacia de los 
hombres halló puentes para trasegar su malicia. Todo cuanto inventó la industria 
humana ha sido perniciosamente fatal y en daño de sí misma: la pólvora es un 
horribleestrago de las vidas, instrumento de su mayor ruina, y una nave no es otro 
que un ataúd anticipado. Parecíale a la muerte teatro angosto de sus tragedias la 
tierra y buscó modo cómo triunfar en los mares, para que en todos elementos se 
muriese. ¿Qué otra grada le queda a un desdichado para perecer, después que pisa 
la tabla de un bajel, cadahalso merecido de su atrevimiento" 6'. 
59 Cf. la buena nota de Ruestes (1992: 109-IIo). 
6° Cf. Schwartz (1984) y Jammes (1994: 270-272), quien oportunamente recuerda a Eneida, IV, 
365 -3 67 (palabras de Dido a Eneas): "Nec tibi diva parens, generis nec Dardanus auctor, 1 perfide, 
sed duris genuit te cautibus horrens 1 Caucasus Hyrcanaeque admorunt ubera tigres" ('No te engen-
draron una madre diosa, ni Dárdano, raíz de tu linaje, sino el Cáucaso espantoso, en duros peñas-
cos, y con sus ubres te amamantaron los tigres hircanios') . 
61 Cf. I, i. 
EL NAVIGIUM AMORISY EL PROPEMPTICÓN EN LA LÍRI CA AUREA 523 
Gracián censura el progreso con los ejemplos de la invención de la pólvora 6' y 
el uso de la navegación. El primero supone, claro está, la modernización del texto 
horaciano, que había condenado, según se ha visto en el texto antes copiado y tra-
ducido, artificios de la civilización o una intrepidez excesiva, buscando los ejem-
plos en la mitología: Prometeo, que roba el fuego (buena correspondencia con la 
pólvora); Dédalo que intenta volar; Hércules, violador del infierno (vv. 27-36) . 
Pero la oda horaciana citada tantas veces, I, iii, sirvió de modelo, según se ha 
afirmado, para la escritura del propempticón. Así, Góngora cultivó tal subgénero 
en "A la embarcación en que se entendió pasarán a Nueva España los Marqueses 
de Ayamonte. El poeta pide, como es tópico, sosiego al mar: "Lisonjeen el mar 
vientos segundos ... " (v. II) '', tras haberse dirigido a la propia embarcación: 
"Velero, bosque de árboles poblado ... " (v. 1), rasgo que ya se encontraba en el 
poema de Horacio. No faltan alabanzas para el Marqués y para la "consorte (. .. ) 
generosa del prudente 1 moderador del freno mexicano" (vv. 9-10), en tópico del 
lejano amor cortés, consistente en rendir tributo de admiración a la esposa del 
protector. Este propempticón gongorino careció, al fin, de objeto: el viaje, en rea-
lidad, no llegó a realizarse, como se ve en otro soneto '<. 
Quevedo dedicó un propempticón a su amigo don Luis Carrillo y Sotomayor, 
en el que pide, tópicamente, al mar sosiego: "que ampares 1 de Thetis al amante, 
al hijo nuevo" (vv. 9-10) 6' . La perífrasis para aludir al poeta se explica porque si 
Tetis es divinidad marina, madre de Aquiles, al que nombra en el verso 14, don 
Luis es amante de tal deidad, por su calidad de hombre de mar, y es hijo nuevo, 
por su valor militar, como un hermano del gran héroe de la Ilíada. 
Téngase presente también el poema de Lupercio Leonardo de Argensola, 
"Escribióse cuando se tuvo nueva de que el serenísimo duque de Saboya, Cario 
Emanuel, se había embarcado para venir a España a casarse". Aparece la clásica 
súplica a los vientos: "Reducid, fieros vientos, a templanza 1 vuestros desorde-
nados alborotos; 1 dad ocio, no experiencia, a los pilotos; 1 vuestra quietud usur-
pe su alabanza" (vv. 5-8) 66 • La palabra ocio está cargada de reminiscencias hora-
cianas '' . 
El poema de Lupercio se publicó en la Primera parte de las flores de poetas ilus-
tres de España (1605) de Pedro Espinosa, y en esa misma antología se recoge otro 
62 Para una famosa condena de las armas de fuego, e[ Don Quijote, I, xxxviii ("Que trata del 
curioso discurso ... de las armas y las letras"). Para condenas de la pólvora en el Siglo de Oro, e[ Rico 
(1998: I, 448, y II, 383). 
63 Cf. Sonetos completos, 11 .0 13, pág. 68. 
64 Eln. 0 14 de la ed. cit. 
6
l C[ Obras completas, n. 0 231, pág. 274. 
66 C[ Rimas, pág. 169. 
67 Cf. la famosa oda "Orium divos rogar ... " (II, xvi). 
524 ANTONIO RAMAJO CAÑO 
propempticón del Licenciado Luis Martín. Se trata de un soneto en que se ruega al 
viento Noto sea propicio: "Y aquella nave en que mi bien navega, 1 la trayga al puer-
to tu animoso aliento" (vv. Io-n). Pero el poeta desespera: "Mas, ¡ay!, ¿qué fruto 
aguarda quien le entrega 1 sus lágrimas al mar, su ruego al viento" (vv. 1 3-14) 68 • 
Pocos son los textos que aquí hemos aportado. Sería conveniente una pesquisa 
más demorada. En todo caso, parece demostrado que algunos poetas de nuestro 
Siglo de Oro siguieron una tradición retórica que remonta a la antigüedad clási-
ca. Sin duda, los avatares de la propia historia española con sus zozobras en los via-
jes al Nuevo Mundo debieron de influir en la elección del tema 69 • Pero bastaban 
los prestigiosos modelos lejanos para empujarles por tal senda. Y bastaba el espí-
ritu que aquéllos habían imbuido en sus textos: el recelo a la navegación por sim-
ple temor humano al peligro del mar o a la separación de un ser querido, o por 
una idea más profunda: la de que el viaje no acalla las zozobras interiores, antes 
bien refleja, en algunos casos (particularmente, la de aquellos que viajan en busca 
de riquezas 70), un espíritu que no ha sabido domeñar del todo las pasiones. El mar, 
en fin, late como Leviatán peligroso, tan peligroso como la propia vida, de la que 
a veces se confierte en metáfora ' '. 
ANTONIO RAMA]O CAÑO 
Universidad de Salamanca 
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ediciones, pues, al ser la de Núñez Rivera muy reciente, se pretende facilitar la consul-
ta a los lectores que manejen la de Rodríguez Marín.) 
68 Cf. fol. 1 1 8v0 (la puntuación es nuestra). 
69 Noticias interesantes sobre la visión, en el primer tercio del siglo XVI, de los viajes marítimos 
españoles al Nuevo Mundo en la poesía neolatina hispana pueden encontrarse en Pascual (1992) . 
70 Riquezas buscaban, precisamente, Jos destinatarios de las odas citadas del Brocense y de 
Medrana, al que censuran ambos siguiendo otra oda de Horacio (I, xix) -cf. Ramajo (1993: 50)-, 
aunque con una diferencia: el Brocense sitúa el reproche en el mismo poema en que aparece el pro-
pempticón comentado; Medrana, en cambio, en poema aparte, en la "Ode" I (cf. Poesía, pág. 176). 
7' El desengaño ante los efectos beneficiosos del viaje se aprecia en las últimas líneas del Buscón: 
" ... nunca mejora de estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres", eco acaso 
de Horacio: "Coelum non animum murant qui trans mare currunt" (Epístolas, I, xi, 27: cf. Ynduráin 
1983 : 284). 
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