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Para la fecha del Amadís de Gaula: «Esta sancta guerra que contra los infieles comen~ada tienen» Aun antes del escrutinio en la biblioteca de don Alonso Qui- jano, la fortuna de Amadís de Gaula y Las sergas de. Esplandián no ha podido ser más opuesta. Durante siglos se les ha intentado separar de forma tajante y el gran perjudicado ha sido, paradó- jicamente, el Amadís. Sus lectores recordarán la desilusión que sintieron al comprobar cómo al fin del cuarto libro aún quedaban aventuras por terminar: la ele la espada encantada, el secuestro de Lisuarte, el prometido regreso a Constantinopla, la desapari- ción ele los jóvenes caballeros, la venganza que se promete Arca- laús. Y todavía no se había producido el acontecimiento más es- perado desde que comenzó la narración: que Amadís ele Gaula llegue a ser rey de Gran Bretaña. Recordarán también la gran decepción que sintieron al iniciar la lectura de Las sergas de Es- jJlandián, donde el relato apenas si conseguía mantener el interés necesario para saber cómo terminaban aquellas aventuras. Efecti- vamente, hoy apenas si nos acercamos al quinto libro más que para eso. Sin embargo, es del todo punto necesario volver ele vez en cuando los ojos hacia Las Sergas, pues nos pueden ofrecer elatos de primerísima utilidad para comprender el texto ele los cuatro libros anteriores, esto es, ele lo que hemos dado en llamar Amadís 504 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA de Gaula. La razón no puede ser más sencilla: cuando Garci Ro- dríguez de Montalvo nos presenta su versión, en el "Prólogo" que precede al libro primero, deja bien claro que se trata de una obra en cinco libros. Su trabajo, recordemos, había consistido en ir "corrigiendo . . . estos tres libros de Amaclís ... y enmendando el libro cuarto con las sergas ele E splanclián su hijo, que hasta aquí no es memoria de ninguno ser visto"; e inmediatamente pide un voto ele favor para su obra "en los tales cinco libros" se podrán encontrar inmejorables ejemplos para la educación de los caballeros 1. Por tanto, lejos ele ahondar en las diferencias en- tre ambas obras, hemos ele dedicarnos a afianzar su unidad 2. A la rotunda afirmación del compilador ele que la obra está compuesta por cinco libros, habrá que sumar otras razones. La primera debe ser la cantidad de aventuras que quedan inacabaclas al fi nal del cuarto libro y que ya he mencionado. Desde luego, Amadís de Ga~tla no sería el único libro ele caballerías donde que- dan algunas aventuras sin acabar; es, por así decirlo, uno de los recursos fijos del género para posibilitar una continuación. Pero si no sería el único, desde luego sí sería el primero ; el primero, además, en que estas aventuras inacabaclas son tan importantes 1 Garci Rodríguez de Montalvo, A:madís de Gcmla., ed. Juan Manuel Cacho Blecua, I, Cátedra, Madrid, 1987, págs. 224 y 225. 2 Los principales estudios que han buscado diferencias entre una y otra parte de la obra son los de Samuel Gili Gaya, "Las Sergas de Esplandián como crítica de la caballería bretona ", Boletín de la Biblioteca M enéndez Pe/ayo, XXIII (1947), págs. 103-111, José Amezcua, "La oposición de Montalvo al mundo del Amadís de Gmtla", Nu.eva revis ta de filología his- pánica, XXI (1972), págs. 320-337, y Antony van Beysterveldt, "La trans- formación de la misión del caballero andante en el Esplaudián y sus reper- cusiones en la concepción del amor cortés" , Zeitschrift fiir Romanische Philologie, XCVII (1981), págs. 352-369 (ampliado en su libro Amadfs- Esplandián-Calisto. Histo1·ia de 1tn. linaje ad1tltemdo, Porrúa Turanzas, Madrid, 1982). V éanse ahora, en cambio, los de ] esús Rodríguez V elasco, "«Yo soy de la Gran Bretaña, no sé si la oístes acá decir» (La tradición de Esplan- dián) ", Revista de l-iteratura, núm. 105 (1991), págs. 48-61, y de Emilio ]osé Sales Dasí, "Las sergas de Esplandián, ¿una ficción ejemplar ?", en Historias y ficciones: Coloquio sobre la litemtum del siglo XV, ecl. Rafael Beltrán, Universidad de Valencia, 1992, págs. 83 -92. Aunque desde pers- pectivas diferentes, estos estudios llegan a conclusiones similares a las mías sobre la unidad entre Amadís de Gaula y Las sergas de Esplandián. PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 505 para el desarrollo del relato, y el primero en el que se les da fin, puntualmente, en el siguiente libro del ciclo. Además, el autor ya paga su tributo al tópico prometiendo deleitarnos, al acabar Las Sergas, con las aventuras de Talanque y Maneli, los mejores pa- ladines del Esplandián, "de lo qual se hizo un libro muy gracioso z muy alto en toda orden de cavallería que escrivió un muy gran sabio en todas las artes del mundo " 3. Así, pues, uniendo estas tres conclusiones: que Garci Rodrí- guez de Montalvo afirma que su texto está formado por cinco libros y no cuatro ; que las aventuras inacabadas necesariamente han de tener un final conocido, y por último que no se pueden considerar Las sergas de EsjJlandián como una continuación ha- bitual entre los libros de caballerías, se hace evidente que estas no son un nuevo elemento en el Amadís de Gaula sino que son parte integrante de él. Partiendo de esta base, no es de extrañar que hoy día no pueda estudiarse Amadís de Gaula sin tener muy pre- sentes Las sergas de Esplandián, y cada vez son más los estudio- sos que, con el precedente de María Rosa Licia, acuden al libro quinto para desentrañar los problemas de los cuatro libros ante- riores. Sin perdernos en matizaciones, creo que se pueden diferenciar dos partes muy claras en Las Sergas. La primera comprendería hasta el capítulo 98 y estaría compuesta, en lo esencial, por ma- terial que Garci Rodríguez de Montalvo habría trasladado aquí del A mad,ís de Gaula. No quiero decir con esto que nada de lo que contienen estos capítulos sea obra original del regidor ele Me- clina del Campo; sí, en cambio, que pertenecen, en general, a la trama novelesca del Amadís de Gaula, introduciendo bajo este epígrafe - no lo eludo- buenas dosis de su labor en los primeros cuatro libros. La segunda parte, desde el capítulo 100 en adelan- te, puede considerarse la verdadera novela independiente. Entre estos capítulos, el 98 y el 100, nos queda un curioso intermedio que me voy a permitir explicar con detalle. Montalvo cuenta que, cuando está casi dispuesto a dejar ele escribir lo que quedaba ele su historia, tiene una extraña visión, 3 Las se1·gas del nmy esfor,ado o invencible cavallero Esplandián, Juan Varela de Salamanca, Sevilla, 1526 (Biblioteca de Cataluña, Bon 8-IV-15), fol. cxv". 506 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA como un sueño. De improviso, se ve en un islote, en medio del mar y azotado por el viento ; entre las olas, aparece una barca, baja una doncella que le tapa los ojos y lo arrebata en un vuelo hasta llevarlo en presencia de Urgancla la Desconocida, quien le reprende muy severamente por atreverse a escribir los hechos ele Amaclís y Esplanclián. Espantado, vuelve en sí y despierta. Días después, abandonado su trabajo, Montalvo sale a cazar pero cae por accidente en un profundo pozo donde una serpiente temible casi lo devora; en el último instante, la serpiente se transforma en Urgancla la Desconocida, que lo conduce a la ínsola Firme, dialoga con él sobre los personajes y los acontecimientos ele los libros anteriores, y, sobre todo, acerca ele la política y los valores de los Reyes Católicos. La hechicera, entonces, reconoce que en su anterior encuentro había juzgado demasiado a la ligera al bue- no del corregidor, le lee un libro con los futuros hechos ele Es- planclián, le ordena que prosiga su labor y, con un nuevo encan- tamiento, hace que vuelva a verse sobre su caballo, donde se da cuenta de que, otra vez, todo ha sido un sueño. Acto seguido, Montalvo regresa a su casa y comienza a escribir los capítulos que le restan de Las sergas de Esplandián. N o es extraño que estos dos capítulos, tan singulares, hayan llamado la atención ele varios estudiosos,que han analizado sus características, relacionadas con imágenes tradicionales del más allá 4• Sin embargo, se pueden continuar las investigaciones en estos dos capítulos y se pueden extraer conclusiones de impor .. tancia no solo para el estudio y la comprensión de Las Sergas sino 4 Véase María Rosa Lida, "La visión del trasmundo en las literatu- ras hispánicas", recogido en Howard R. Patch, El ot1·o mu.ndo en la litera- tura medieval, Fondo de Cultura Económica, México, 1956, págs. 369-449 (especialmente, 413-414). Edwin B. Place, "Montalvo's Outrageous Recan- tation ", Hispanic Revie·w, XXXVII (1969), págs. 192-198, así como Eloy R. González y Jennifer Roberts, "Montalvo's Recantation R evisited", B1tlle- tin of Hispanic Studies, LV (1978), págs. 203-210, advirtieron de la influen- cia sobre estos capítulos de las De casibus virormn ilustrilnn de Boccaccio. Añádaseles ahora el estudio de Emilio José Sales Dasí, "Sobre la influen- cia de las Ca)1das de príncipes en el A:madfs de Gmda y las Sergas de Es- plandián", en Actas do IV Cong1·esso da Associa(íio Hispam:ca de Litera- t1wa M edieval, edd. Aires A. Nascimento y Cristina Almeida Ribeiro, II, Edi<;oes Cosmos, 1993, págs. 333-338. PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 507 también para el A1'1wdis de Gaula. De hecho, varios problemas todavía no se han resuelto y hoy quiero dedicarme a desentrañar uno de ellos con la esperanza de que, en breve, alguien podrá ex- plicar los otros. En concreto, algo que ha extrañado mucho a cuantos han es- tudiado estos dos capítulos es una aparente contradicción entre dos párrafos muy cercanos. Cuando Urganda la Desconocida pre- gunta a Montalvo si él conoce algún caballero y alguna dama que se puedan comparar con los héroes de la novela, él se apresura a afirmar que sí: que los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, pue- den con justicia emular a cualesquiera de los más altos, valientes y hermosos personajes ele los libros precedentes. Urganda lo con- cede y, acto seguido, ambos se lanzan a un encendido elogio de los monarcas españoles. Es entonces cuando Urganda afirma lo si- guiente: Aunque yo - dixo la sabidora- por otros sepa ser ver- dad todo lo que has dicho, muy gran plazer siente mi ánimo en lo o}rr de ti ... E si a mi dado me fuesse lugar para los ver e: servir, demás ele les dezir algunas cosas que no sa- ben, aconsej aries-ya que en ninguna manera cansassen ni clexassen esta sancta guerra que contra los infieles comen<;a- cla tienen, pues que con ella sus vassallos serían contentos de los servir con las personas e: haciendas; y el más alto Señor ele les servir e: favorescer como fasta aquí lo ha fecho, y en el cabo les fazer poseedores ele aquella grande gloria que para los semejantes guardada tiene 5 "Esta sancta guerra que contra los infieles comew;ada tie- nen . .. " Una lectura rápida nos lleva a la conclusión de que este párrafo debió escribirse antes de la rendición de Granada, en ene- ro ele 1492. Eso han hecho los estudiosos hasta el momento. Sin embargo, pocas páginas después leemos estas palabras ele Mon- talvo referidas otra vez a los Reyes Católicos. Dice que ellos no cansando con sus personas, no reteniendo sus tesoros, echaron del otro cabo ele las mares aquellos infieles que tantos años el reyno ele Granada tomado e: usurpado, contra toda ley e: justicia, tuvieron. E no contentos con esto, lim- Las sergas de Esplaudiá11, fol. lxxii '·. 508 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA piaron de aquella suzia lepra, de aquella malvada herejía que en sus reinos sembrada por muchos años estava, assí de los visibles como de los invisibles 6. El primer párrafo nos situaba, aparentem,ente, antes de enero de 1492. El segundo, en cambio, está escrito después ele la expulsión de los judíos, después de julio de 1492. Se han propuesto dife- rentes explicaciones, a mi modo de ver poco convincentes: por ejemplo, que el autor abandonó su trabajo durante diez años y que, al volver sobre él, no se acordó de corregir esta incongruen- cia. Creo, sin embargo, que es posible explicarlo sin necesidad de hacer desaparecer durante diez años al bueno de Garci Rodríguez de Montalvo. Perdidos entre las grandezas de los Reyes Católicos (el fin de la Reconquista, Canarias, Italia, América), infinidad de aconteci- mientos apenas si se recuerdan o si merecen una nota en los es- tudios más sesudos (la expedición a Bretaña, el socorro ele Otran- to ). Uno ele ellos casi nunca se tiene en cuenta, y eso que la expansión americana se valió ele él como punto ele referencia. Me refiero a los proyectos para la conquista de África, una de las claves de la política exterior española entre 1492 y 1520 7 De hecho, la expansión africana había estado en mente de los monarcas castellanos desde hacía varios siglos. Según la Primera crónica general, Fernando III habría preparado una armada para 6 Las sergas de Esplandián, fol. lxxviv. 7 La bibliografía esencial sobre el tema puede reducirse a unos cuantos estudios: Ferdinand Braudel, "Les espagnols et l'Afrique du Nord ele 1492 a 1577 ", Revue Africaine, LXIX (1928), págs. 184-233 y 351-410 ; C1wso de conferencias sobre la política af1·icana de los R eyes Católicos, C. S. I. C., Madrid, 1951, 5 vals.; Antonio Rumeu de Armas, Espaíia en el Africa Atlántica, C. S. I. C., Madrid, 1956. Véase, últimamente, Mercedes García Arenal y Miguel Ángel ele Bunes, Los espaíioles :v el norte de Africa, Mapfre, Madrid, 1992. Puede añadirse al empeño de los Reyes Católicos el del cardenal Cisne- ros, que continuó la labor de aquellos en el norte de África como si de una empresa personal se tratase. Todavía resulta útil el clásico estudio de José López de Toro, Perfiles hnmanos de Cimeros (Tmyectoria de itna biogra- fía), Real Academia de la Historia, Madrid, 1958, que puede completarse con la reciente bibliografía que recoge Daniel E isenberg, "Cisneros y la quema de los manuscritos granadinos", J oumal of Hispanic Philology, XVI (1992-1993), págs. 107-124. PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 509 pasar al otro lado del mar y seguir la lucha contra los musulma- nes 8. Poco después, Alfonso X había tenido etapas más o menos acentuadas ele política africana, como mostró con la fugaz con- quista de Salé en 1260 9 ; además, retomando el mito ele la His- pania romana y visigoda, el rey Sabio consideraba el norte ele África como una parte integrante ele España : la antigua provin- cia ele Tingitania 10• Esos intereses coincidían con los ele la corona 3 "Allen mar tenie oio para pasar, et conquerir lo dalla desa parte que la morisma ley tenie, ca los daca por en su poder los tenie, que asy era. Galeas et baxeles mandaua fazer et labrar a grant priesa et guisar naues, auiendo grant fiuza et grant esperan<;a en la grant mer<;ed que! Dios aca fazie; teniendo que sy alla pasase, que podria conquerir muy grandes tierras si la uida le durase algunos dias .. . Et las sus nueuas bolauan et eran muy esparzidas por tierras de allen mar ele como se guisaua para pasar alla et yr sobre ellos" (P1·imera C1'Ónica general, ec! . Ramón Menéndez Pida!, II, Gredas-Seminario Menénclez Pida!, Madrid, 1977, pág. 770 b). Cfr. la re- dacción ele la Crónica geral de Espanha de 1344: "E, se mais longamente vivera, quisera passar en Cepta pera conquistar os mauros d'aalen mar. E, pera esto, tiinha j a feitos muitos navyos e galees" ( ecl. Luis F. Lindley Cintra, IV, Imprensa Nacional-Casa da Moeda, Lisboa, 1990, pág. 441). Véase, por último, José Goñi Gaztambide, Historia de la B~tla de la CQ'U- zada en España, Seminario ele Vitoria, 1958, pág. 184, y Antonio Balles- teros-Beretta, Alfonso X el Sabio, Salvat-Acaclemia Alfonso el Sabio, Bar- celona-Madrid, 1963 (reed. E l Albir, Barcelona, 1984), págs. 66-68. Al deseo de San Fernando se le había adelantado ·un grupo de caballe- ros abulenses que, en 1172, "no solo se proponía expulsar de España a los sarracenos, sino acosarlos hasta Marruecos y continuar después hasta Je- rusalén" (FranciscoRico, "Un canto ele frontera: «La gesta ele Mio Cid el ele Bivan>", en Cantar de Mio Cid, ecl. Alberto Montaner, Crítica, Bar- celona, 1993, pág. xx). 0 Antonio Ballesteros-Beretta, Alfonso X el Sabio, págs. 272-284; José Goñi Gaztambicle, Histo.ria de la B1üa de la Cruzada en España, págs. 187- 191. Véase ahora Enzo Franchini, "Ay Jherusalem ¿una Canción de Cru- zada Castellana ?", en Actas do IV Congresso da Associa, ao HisPfmica de Literatura Medieval, IV, págs. 343-348, que fecha la redacción del poema en los preparativos de esta campaña. 10 La afirmación de Alfonso el Sabio puede leerse en la Primera cró- nica gene-ral, I, pág. 311 a: "otrossi en Affrica auie una prouincia sennora ele diez cibclades que fue llamada Tingitania, que era so el sennorio ele los godos" . El dato proviene de Rodrigo Ximénez de Rada : "in Africa, una provincia clecem civitatum, quae Tingitania dicebatur, ad gothorum domi- nium pertinebat" (De rebus Hispaniae, ed. Anclrea Schott, en Hispania lllustrata, II, Claudium Marnium-Haeredes Iohannis Aubrii, Frankfurt a. M., 1604, pág. 68). 510 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA de Aragón, así que ambas monarquías delimitaron su accwn en África con el Acuerdo de Monteagudo, firmado el 29 de noviem- bre de 1291. Ya en el siglo siguiente, en 1344, Alvaro Pelayo aconsejaba a Alfonso XI que pasara a África: "por derecho he- reditario es tuya", le dice al rey, "y porque es tuya, sométela a la fe" 11 • Durante el siglo xv, esta reivindicación se acentuó por moti- vos expansionistas que se dirigían tanto a África como a las Islas Canarias. Alfonso de Cartagena, en 1436, espigando elatos aquí y allá, de San Isidoro y del Catholicon de Juan Balbo de Génova, había expuesto ante el Concilio de Basilea que el norte de África pertenecía a Castilla 12 En idéntico sentido se expresó, hacia 1468, Rodrigo Sánchez de Arévalo en su Compendiosa Historia Hispanica: su definición de España abarcaba, como en tiempos de los romanos y los godos, el norte ele África 13. El elato no le pasó por alto a Juan de Mena, que en la descripción ele España que incluye en su Laberinto de Fortuna no olvidó mencionar la antigua provincia ele Tingitania 14• Y Martín Martínez de Am- piés, en los comentarios a su traducción de la Peregrinat-io in Termm Sanctam ele Bernardo ele Breiclenbach, también se hacía eco ele esta opinión 15• Bajo los Reyes Católicos, la conquista del 11 Citado por José Goñi Gaztambide, Historia de la Bttla de la Cru- zada m España, pág. 334. En 1345, Alfonso XI parecía dispuesto a acatar este mandato : "La adquisición del reino de Africa pertenece a N ós y a nuestro derecho real, y a nadie más" (ibid., pág. 335). 12 Véase el Disctwso ... sobre la precedencia del rey catól·ico sobre el de l nglaterm, editado por Mario Penna en Pros-istas castellanos del si- glo XV, I, Atlas, Madrid, 1959, págs. 205-233, especialmente pág. 218 b. 13 Su descripción, en efecto, incluye una provincia "in solo terrae Afri- cae, quae Mauritania Tingitanica cognominatur" (Histor·ia Hispaniw, ecl. Anclrea Schott en Hispania Illustmta, I, pág. 128). Véase Juan María Laboa, Rodrigo S án.chez de Arévalo. alcaide de Sant'Angelo, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1973, págs. 287-298. Respecto a los últimos ejemplos aducidos, cfr. José Antonio Maravall , E l concepto de Espaiia e11 la Edad M edia (Instituto ele Estudios Políticos, Madrid, 1964, págs. 58-59) , y Robert B. Tate, Ensayos sobre la historiografía pcni11s1tlm· del siglo XV (Gredas, Madrid, 1970, págs. 64-65, 95, 110-112). 14 Juan de Mena, Ob.ras completas, ecl. Miguel Angel Pérez Priego, Planeta. Barcelona. 1989, pág. 223. 15 Bernardo de Breiclenbach, Via.ic a Tierra Santa, Pablo Hurus, Za- ragoza, 1498 (BNM, I-2078). Ahí recuerda el traductor y comentador que PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 511 norte de África se veía como algo más cercano, lo que explica el entusiasmo ele Juan Barba cuando veía que por fin llegaba el mo- mento en que "ganando a Granada 1 en esta conquista, según que s'entiencle 1 confían en Dios de pasar allende 1 en esta guerra ele Dios conservada" 16. Elio Antonio ele Nebrija, en 1486, expresa- ba en hexámetros sus mejores deseos para la empresa ele sus mo- narcas 17 ; y él mismo, al frente ele su Gramáti.ca de la lengua cas- tellana, hacía suyas unas palabras ele fray Hernanclo de Tala vera: ahora que los reyes, terminada la Reconqui sta, se preparaban para poner "clebaxo ele su iugo muchos pueblos bárbaros e; naciones ele peregrinas lenguas" necesitarían ele una obra que permitiera el antiguo dominio de romanos y godos "fue tan crecido que señoreó de mar a mar, y ahun allende muchas ciuclacles. villas y tierras en el cora<;ón de la mori sma ele los affricanos " (fol. cxxxiv•). Asimismo hace un llama- miento para que los príncipes ele Europa dej en a " nuestro rey don Fernan- do seguir su empresa que tiene con gana contra la dicha pérfida gente, que, según las fuer<;as de su poderío y la voluntad a la religión y fe cristiana, en pocos días puede hazer tanto en los affricanos que más pareciesse po- tencia divina que saber ni fuer<;as de los mortales" (fol. cxlr). Tan segura se veía la conqui sta que el mi smo traductor. Martín Martí- nez ele Ampiés, se había visto en la obligación ele hacer una aclaración a los lectores ele una obra profética: "No es maravilla si en aquel tiempo aluín se hallaren moros en Affrica" (Libro del A ntic·r·isto , Faclrique ele Basi!ea, Burgos, 1497 [BNM, I -132], fol. cl \1 '). 16 Pedro M. Cátedra, L a histol'iografía en. v e1•so en la época de los Reyes Católicos. Jnan Bm·ba y su "Co11solatm·ia de Castilla", Universidad de Salamanca, 1989. pág. 269. La primera parte del libro es un excelente estudio del ambient(' mesiánico en que se escribe esta crónica rimada y mu- chas otras obras similares. 17 Fe1·dinandi ac H elisabethae Hispaniae ?'egtt·m clar·issimormn profectio ad D. lacobwn, incluido en el Epithalamium in nnptiis ... A lpho11si ac He- lisabethae . .. , s. i., Salamanca, 1491 (BNM, I-515), fols. [a1• y aZV]. El pro- pio Nebrija comenta su poema en la edición glosada de los V afre dicta philosophor1111n y otros versos suyos, Tres socii germani. Sevilla, c. 1498 (BNM, I -2345), fol. [D2•]. Incluso un viaje1·o alemán, J erónimo Münzer, fe licitaba a los reyes por sus futuras conquistas en Afr ica (José Goñi Gaz- tambide, Historia de la B1tla de la Cruzada en Espa.ña, pág. 434). 18 Gmmática qne nnevamente hi:Jo el maestro Antonio de Lebri.r:a so- hre la leng-na castellana, s. i .. Salamanca, 1492, fol. a; ; 11 T. Durante algún tiempo se creyó que esta alusión. antes de agosto de 1492, se podría referir a América. Hoy se ha descartado tal posibilidacl. Véase Francisco Rico. "Un prólogo al Renacimiento español. La dedicatoria ele Nebrij a a las 512 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA a esos "enemigos de nuestra fe" conocer el idioma de sus vence- dores para aceptar su religión y sus leyes 18. Esa iba a ser la me- jor utilidad que se podía dar a su libro. Este rápido apunte nos presenta, desde el siglo xrn y sobre todo desde mediados del siglo xv, un clima favorable a la con- quista ele África. Tras la conquista ele Granada, el ·paso al otro lado del Estrecho era absolutamente necesario desde el punto ele vista militar: había que proteger las costas españolas ele los ata- ques berberiscos que se iban a suceder 19. Además, las costas del norte de África eran una tentación demasiado atrayente y dema- siado cercana para que no se produjeran rebeliones musulmanas en la zona recién conquistada. Sin embargo, todo esto chocaba con los intereses de Portugal, que ya había iniciado tímidamente la conquista ele las Canarias y el norte de África (Ceuta fue conquistada en 1415; Alcázar Se- guer en 1458; Arcila y Tánger en 1471 , tras el fracaso ele la ex- pedición de 1437) 20 . Solo tras muchas negociaciones, la corona española consiguió que el Papa permitiera su expansión. Las pri - meras expedicionesse dirigieron a las Islas Canarias y, desde ahí, a la costa atlántica. Solo muchos años después, en 1497, se co- menzaría la conquista del litoral mediterráneo con la toma ele Melilla. El espaldarazo definitivo a esta política española de expansión africana había llegado ele la mano del Papa. En 1478, había per- mitido que se calificara de cruzada (y, sobre todo, que como a tal se destinaran los fondos recogidos en los impuestos) la conquista ele Gran Canaria. Para que se calificara de cruzada la conquista africana hubo que esperar hasta 1495, hasta que fue Papa Alejan- dro VI. Sin embargo, diferentes hechos demuestran que esa era Int-rodttcc·iones latinas (1488) ", en Seis lecciones sobre la Espaíia de los Siglos de O-ro. Homenaje a M arce! Bataillon, Universidad de Sevilla- Universidad de Burdeos, 1980, págs. 59-94. 19 Alfonso Gámir Sandoval, "Organización de la defensa de la costa del reino de Granada desde su reconquista hasta finales del siglo xvr", Boletín de la Universidad de G-ranada, XV (1943), págs. 259-357; reeditado como libro, Universidad de Granada, 1988. 20 Sobre la expansión portuguesa en el norte de África, todavía resulta útil el clásico estudio de David Lopes. recientemente reeditado, A E:rpanséio em Marrocos (Teorema, Lisboa, 1989). PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 513 una pretensión muy anterior. E l 19 de junio de 1493, el emba- jador ante la sede pontificia, Diego López de Haro, se esforzaba en demostrar que el rey don Fernando, con la conquista africana, se encontraba "incesantemente ocupado en la guerra contra los infieles" 21 . De ese mismo período, entre 1493 y 1495, conserva- mos una buena cantidad de cartas de Fernando ele Zafra, el en- cargado ele preparar una armada para la conquista de África, a los Reyes Católicos; cartas en las que les solicita más hombres, bar- cos y pertrechos 22 Y la cosa no debía verse como algo muy le- jano cuando el 4 de julio ele 1494 Hernán Pérez de Guzmán se vio recompensado con todos los molinos del reino ele Tremecén "desde que en buena hora se gane" 23 . O cuando dos años antes, el 30 de octubre de 1492, los Reyes Católicos firmaban en Barce- lona sendas cartas a los judíos David Segura y un tal Albulafia comprometiéndose a recompensarles si conseguían que la fortale- za de Mazalquivir pasara a manos españolas 24 ; recuérdese que tres meses antes había expirado el plazo para que los de su reli- gión abandonaran España. La conquista ele África, como vemos, ocupaba un lugar privilegiado en la política de los monarcas, que no vacilaban en contradecir sus decretos anteriores para lograr ese objetivo. Sin embargo el Papa no concedió permiso para que se inicia- ra la invasión hasta que, por el segundo tratado ele Tordesillas, en mayo ele 1494, España y Portugal delimitaron su acción en las costas africanas. Llegadas las dos potencias a un acuerdo, fue ra- · 21 Así se afirma en la obra de Ludwig Pastor, Histo1·ia de los Papas, V, G. Gili, Barcelona, 1911, pág. 407. 22 Buena cantidad de las cartas de Fernando de Zafra se publicaron en el tomo LI de la Colección de documentos inéditos para la historia de Es- paña, Real Academia de la Historia, Madrid, 1867, págs. 46-114. 23 Aparece mencionada esta donación, junto con otras cartas y docu- mentos, en la conferencia de Tomás García Figueras, "La ocupación de Melilla en el pensamiento político de los Reyes Católicos", en C onmemo- ración del 450.0 aniversario de la couquista de M elilla (Excmo. Ayunta- miento de Melilla, 1947, págs. 11-36) , aunque la colección más interesante es la de los Doc~tm.entos inéditos para la historia de España, VII-VIII, Tratados intenwcionales de los Reyes Católicos, con algunos textos com- plementarios, Real Academia ele la Historia, Madrid, 1952. 24 H. Beinart, "Relaciones entre judíos y los Reyes Católicos después ele la expulsión", Sefarad. XL VI (1986), págs. 63-69. 514 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA E SPAÑOLA tificado por Alejandro VI con la bula del 13 de febrero de 1495. Oficialmente, la conquista de África podía ser considerada ahora como una cruzada, una guerra santa que se contempla en el docu- mento como la continuación lógica de la toma de Granada 25. Par- tiendo de esta situación política, parece razonable que sea a esta nueva empresa guerrera, todavía en gestación, a la que se refiere Montalvo en el capítulo 99 de Las sergas de Esplandián. Este deseo ele conquista, fomentado desde los campos de la política y la cultura , además, ofrece una posible explicación a uno ele los fenómenos más interesantes de la prosa española, como es el extraño auge ele los libros de caballerías precisamente entre 1495 y 1520, cuando empieza a abandonarse el sueño de la ex- pansión africana. Baste recordar que en este período se confor- man los ciclos más importantes del género. Por un lado, el de Amaclís, del que aparecen siete libros (las primeras ediciones de las que se tiene noticia se escalonan de 1508 a 1514); por otro, el ciclo de Palmerín, del que aparecen dos (1511 y 1512), y se da comienzo al ciclo de Clarián (1518) 26. Es, además, la época en que se rescatan textos casi olvidados : La gran conquista de Ul- t1'mnar (1503) o El caballero Cifa1' (1512) , y en que aparecen 25 Véase José Goñi Gaztambide. Historia. de la. Bula. de la Crttza.da en Espa.iía. págs. 465-476. La empresa, sin embargo, se justificaba con un pro- yecto mucho más ambicioso. En realidad, la excusa para la invasión de Africa era la manidísima conquista de Jerusalén, que debía reunir a todos los príncipes cristianos, capitaneados por un elegido, en la lucha contra el infiel. Véase, por ejemplo, Alain Milhou, Colón ~~ s-n m entalidad mesiánica. eH el ambiente fra.ncisra.nista. espa.íiol, Universidad de Valladolid, 1983, págs. 349-403, y María del Carmen Marín Pina, " La ideología del poder y el espíritu de cruzada en la narrativa caballeresca del reinado fernandino" , en Ferna.11do II de Aragón, el rey Católico, Institución Fernando el Cató- lico, Zaragoza, en prensa. Sin embargo, también este proyecto estaba condenado al fracaso, pue~ el pueblo de Castilla se hartó muy pronto de llevar el peso de la cruzada africana hasta Libia o Egipto. Véase Alain Milbou, "Propaganda mesiáni- ca y opinión pública. Las reacciones de las ciudades del reino de Castilla frente al proyecto fernandino ele cruzada (15 10-1511) ", en l-I o·m ena.je a 1 osé Antonio M ara.va.ll. Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid, 1985, págs. 51-62. 26 Para las fechas y número de ediciones de cada una de estas obras, remito a Daniel Eisenberg, Castilia.n. Romances of Chiva.lry in th.e Six- tcenth e Cl/f.ltry . A Bibliogmph·y, Grant & Cutler, Londres, 1979. PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 515 traducciones significativas: Tirante el Blanco (1511 ), Guarino Mezquino (1512). Incluso las clases más populares podrían su- marse a esta afición, pues es en estos años cuando llega a la im- prenta y toma su forma definitiva el género ele los relatos caba- llerescos breves 27 El elato, sin duela, merece un estudio detenido centrado solo en él, pero no deja de ser sorprendente que en veinticinco años el género de los libros ele caballerías llegue a la imprenta, cobre todo su vigor y alcance la madurez 28. * * * Por otro lado, aceptada la premisa ele que Garci Rodríguez de Montalvo se refiere a la cruzada africana, podríamos aventurar una fecha para la redacción final del Amadís de Gaula y su con- tinuación. Los únicos datos que teníamos para hacerlo, hasta aho- ra, estaban contenidos en el "Prólogo" general al frente ele toda la obra y en los "Consiliaria" del capítulo 42 del libro primero (datables entre 1491 y 1504) 29. Al añadirles ahora los datos sobre 27 Véase Víctor Infantes, "La narración caballeresca breve ", en Evo- l?tción nan'at·iva e ideológica de la lite1'a-ttwa caballeresca, ed. María Eugenia Lacarra, Universidad del País Vasco, Bilbao, 1991 , págs. 165-181; Nieves Baranda, "Compendio bibliográfico sobre lanarrativa caballeresca breve", ibid., págs. 183-191 ; y la nota conjunta "Litterature chevaleresquc populai- re ", Gazl'tte du. livre mrdiéval, núm. 19 (1991), pág. 53. 28 Hay excelente material para ese estudio, que aquí solo apunto, en el libro de Maxime Chevalier Sur le public d1t roman de chevalerie, Univer- sidad de Burdeos, 1968, recogido y traducido como capítulo independiente en Lectnm y lect01'es en la Espafía del siglo XVI y XVII, Turner, Ma- drid, 1976. Añádasele Daniel Eisenberg, "Who Read the Romances of Chi- valry?", Kentucky Romance Quaterly, XX (1973), págs. 209-233, recogido en Romances of Chiva.lry ·in the Spanish Golden Age, Juan de la Cuesta, Newark (Delaware), 1982, págs. 89-118. Pueden ilustrar sobremanera este trabajo el estudio de J udith A. Whitenack, "Conversion to Christianity in the Spanish Romance of Chivalry, 1490-1524 ", J onrnal of Hispan·ic PJn:to- lagy, XIII (1989-1990), págs. 13-39, y el artículo de María del Carmen Marín Pina citado en la nota 25. 29 Por un lado se a lude a la conquista de Granada como un hecho con- sumado (2 ele enero ele 1492), por otro se desean los mejores parabienes a los Reyes Católicos, por lo que es anterior a la muerte de doña Isabel (25 de noviembre ele 1504). Véase Amadfs de Ga.nla, I , págs. 220-221 y 642. 516 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA la conquista de Afl·ica contenidos en Las sergas de Esplandián, podríamos precisar un poco más la fecha. Démonos cuenta, sobre todo, de que la afirmación que hace Montalvo es algo plenamente consciente. Él, por boca de Urgan- da, no desea que los reyes "en ninguna manera cansas sen ni de- xassen esta sancta guerra", por lo que parece que algún peligro la amenaza. Ese peligro existió realmente: la conquista, que se venía planeando . desde mucho tiempo atrás, tuvo que ser aban- donada hasta 1497, pues Carlos VIII de Francia atravesó Italia e invadió Nápoles en 1494. Allí se trasladó el principal teatro ele operaciones ele los ejércitos españoles, mientras otras tropas se desplazaron al Rosellón. Solo apaciguado el conflicto con Fran- cia, en 1496, se pudo volver a pensar en la campaña ele Africa, paralizada durante varios años. De ser ciertas nuestras conjeturas, Garci Rodríguez de Mon- talvo debió finalizar la redacción del Amadís de Gaula y Las seT- gas de Esplandián después de 1494-1495, fecha del tratado ele Torclesillas y ele la bula ele Alejandro VI, y posiblemente antes ele septiembre ele 1497, fecha ele la conqu ista de MeJilla y del prin- cipio efectivo del plan que alienta. N o es imposible que lo escri- biera antes, pero eso contradice la afirmación ele que se trata ele una "sancta guerra que contra los infieles comen~·ada tienen". Ese debía ser el sentimiento, más o menos sincero, ele buena parte ele los soldados españoles, pero no estuvo legitimado hasta la fecha que decimos. Y, también hay que recordarlo, no se empezó a cum- plir efectivamente hasta 1497, con la conquista de MeJilla, porque otros asuntos de la política internacional retuvieron las fuerzas y los fondos necesarios. Estos límites y la demora del proyecto africano, a su vez, nos pueden llevar a nuevas reflexiones que nos sitúan más cerca de 1494-1495 que de 1497. Así, hacia las primeras fechas , mientras los ejércitos españoles se enfrentaban a los franceses en Italia y en el Rosellón, y mientras se iban sumando estados a la Liga Santa hasta poner a media Europa en pie de guerra (el Papado, Milán, el Imperio, Venecia), cobran especial relevancia los lla- mamientos de Garci Rodríguez de Montalvo en pro ele la paz en- tre los príncipes cristianos para que unan sus esfuerzos contra PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 517 los mahometanos. Así expresaba el compilador uno de los prin- cipales motivos que le impulsaron a escribir su obra: Por que sea enxenplo aquellos que . . . los muy grandes estados y señoríos poseen, ... para que, apartadas las sober- vias, las iras y sañas indevidas que los faze enemigos de Aquel que amigos y servidores eleven ser, las tornen y exe- cuten en aquellos infi eles enemigos ele la nuestra santa fe cathólica 30. Assí que, graneles reyes y señores, si en vuestras memo- rias quisiérecles con lo infinito lo finito y perecedero juntar y queréys complir con el servicio ele aquel señor que tan graneles vos hizo, bolverse han vuestras sañas, vuestras yras, clexanclo en reposo aquellos que en la ley sancta son por aquella carrera que abierta dexó contra los infieles este grande z cathólico emperador 31• Y al mismo tiempo, dedicaba sus peores epítetos a los reyes europeos que se dedicaban a pelear entre sí, invadiendo y destru- yendo estados de otros príncipes cristianos. Así es como se dirige a quienes non seyendo contentos con aquellos estados que [Dios] vos dio, y de vuestros antecessores vos quedaron, con muertes, con fuegos y robos, los agenos ele los que en la ley de la verdad son queréis usurpar y tomar, fuyendo y apartando los vuestros pensamientos ele bolver vuestras sañas y codi- cias contra los infieles, donde todo muy bien empleado sería, no queriendo gozar ele aquella gran gloria que los nuestros católicos reyes en este mundo y en el otro gozanín 32 Y, cuando no habla el compi lador, ¿no son estas las palabras ele su personaje más destacado, Esplanclián, o de su consejera Ur- gancla 33 ? Se me hace atractiva la idea ele que estos pasajes pu- 30 A madís de Gmda, II, págs. 1304-1305. 31 Las se1·gas de Esplandián, fol. i•. V éanse, también, otras alusiones contenidas en los estudios mencionados en la nota 2. 32 A madis de Gmtla, I, págs. 641-642. 33 Recuérdese que, en la conversación que mantienen ella y Montalvo, la hechicera predice la resurrección de los caballeros de la novela, igual a la que prepara M01·gana para el rey Arturo. Cuando este regrese, todos los príncipes cristianos se unirán en una cruzada: "Entonc;e podrían salir estos 518 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA dieran estar relacionados con las campañas de Italia. De esta ma- nera, Garci Rodríguez de Montalvo se convertiría en el acusador ele la ambición del rey de Francia y en el defensor de la ideología eminentemente cruzada de sus reyes. Sin embargo, y mientras no se aduzcan nuevos elatos, es una mera hipótesis. Hacia el otro extremo de nuestros límites, tampoco se me oculta el hecho de que Montalvo pudo haber escrito estos párra- fos después ele 1497. Sin embargo, en esa fecha la conquista es- taba, cuando menos, en marcha. A la toma de Melilla siguieron expediciones de dudoso éxito, como las de Nul y Sessa, pero el camino estaba abierto y esa cabeza de puente apuntaba directa- mente hacia las futuras conquistas: Mazalquivir, Orán, el Peñón de V élez de la Gomera y Cazaza. Desde luego, después de 1497 Montalvo no debía temer que esa empresa se abandonase: la idea de cruzada continuaba en la mente de los gobernantes y, muerta la reina Isabel, el mism,o Cisneros se mostraría interesado en asegurar la conquista del norte de África. Centrados, así, entre 1495 y 1497, podríamos volver a tener en cuenta un dato antiguo y quizá apresuradamente denostado. Friedrich Aclolf Ebert, a principios del siglo pasado, registró en un manuscrito la existencia de una edición del Amadís de Gaula. impresa en Sevilla en 1496: de ahí, la entrada pasó a di- ferentes repertorios bibliográficos sin que nadie comprobara la veracidad del mi smo. Varios estudiosos modernos han expresado su escepticismo sobre esa edición, no más probable que otra rea- lizada en cualquier ciudad española entre 1492 y 1508 34, o alu- cavalleros; por que juntos, con el mengua de los grandes reyes z príncipes de los xpistianos passados, sus sucessores, con gran fuer~a de armas ganen aquel gran imperio de Costantinopla z todo lo otro que por su causa está señoreado z por fuer~a tomado de los turcos infieles enemigos de la sancta fe cathólica" (Las sergas de Esplandián, fol. lxxi i") . Sin embargo, los prín- cipes de Europa no parecen dispuestos adejar de pelear entre ellos para unirse en la lucha contra los mahometanos : "Nunca estos reyes que dixe quisieron bolvet· cabe<;a para lo remediar; antes con mucha codicia, con mucha sobervia, no piensan ni trabajan sino en aquellas cosas más confor- mes a sus dañados propósitos que al servicio de aquel señor que en tan grandes señoríos y estados los puso" (ibid. , fo ls. lxxiir -lxxW). 34 Así, Bernard Konig, "Amadis und seine Bibliographen. Untersu- chungen zu frühen Ausgaben des Amadfs de Gau1a" , Rom.anistiches Jahr- PARA LA FECH A DEL «AMADÍS DE GAULA» 519 dían a la imposibilidad de comprobar el dato debido a que la Ki:iniglichen Offentlichen Bibliothek de Dresclen, donde se cus- todiaba el manuscrito de E bert, fue destruida por la aviación aliada durante la II Guerra Mundial 35• Por fortuna el bombardeo no debió ser demasiado efectivo, pues el manuscrito en cuestión, con la signatura R. 136d, todavía existe. Y en él, efectivamente, puede leerse la referencia con toda claridad en el folio 2·· (figura 1). Reencontrado el cabo del ovillo, hay que reconocer que casa de perlas con nuestras conclusiones. Sin embargo, debemos ser prudentes con estas. Que nuestras opi- niones sobre la fecha ele redacción final de la obra coincidan casi exactamente con la fecha ele esa hipotética primera impresión es solo un indicio, no una prueba, ele yue la edición de 1496 pudo haber existido. En modo alguno viene a demostrar la veracidad de un dato que, insistimos, no podemos comprobar. Pero volvamos a terreno firme. Creo que solo puede hacerse una objeción al razonamiento que pretendo en estas páginas: que no es demasiado lógico que Garci Rodríguez de Montalvo, un simple hidalgo, pudiera estar tan al corriente de la política exte- rior ele Jos Reyes Católicos. Sin embargo, no hay que olvidar que ocupaba el cargo ele regidor de Meclina del Campo, residencia de la corte del 20 de febrero al 21 ele junio ele 1494, a 20 kilómetros lmch, XIV (1964), págs. 294-309. Debo agradecer aquí toda la ayuda que me prestó Teresa Blasco Quílez a la hora de leer este artículo. Por otro lado, la colación de las ediciones más antiguas que se han con- servado de Ama.dís de Ga.u1a. (Zaragoza, 1508; Roma, 1519 ; Zaragoza, 1521, y Sevilla, 1526), trabajo en el que estoy ocupado actualmente, arroja elatos ele interés. Posiblemente, antes ele 1508 no existió una edición sino dos: de una de ellas der ivan las de Zaragoza y Roma, y de la otra la ele Sevilla. Remito a mis próximas publicaciones para confirmar o no este elato. 35 " Present verification is impossible since the Dresden Library was destroyecl in Worlcl War II ", aseguraba May K Simon en A History of lil e Conf¡·ove¡·s;• Relative to the Date a.nd Antho1·ship of "The Ama.dis", University Microfilms International, Ann Arbor, 1974, pág. 9. 36 Puede acudirse al apretado resumen ele Lorenzo Galíndez de Car- vajal, A nales breves del reinado de los Reyes Católicos, recogido en Cró- nicas de los 1·eyes de Castilla., ecl. Cayetano Rosell, III, Rivacleneyra, Ma- drid, 1878, especialmente pág. 547. Véase también Antonio Rumeu de Armas, Iti11e1·m·io de los Reyes Católicos .1474-1516, CSIC, Madrid, 1974, págs. 209-211. ' PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA>> 521 ele Tordesillas, donde se desplazaron los reyes para firmar los dos tratados (el del reparto ele América y el del reparto de África) el día 7 de junio 36 . Tampoco hay que dejar a un lado que, como an- tiguo soldado -ya que así le gustaba recordarse 37-, pudiera estar al corriente de los problemas que se discutían ahí acerca ele la empresa africana. Además ele esa mera posibilidad, le debe- mos a Juan Bautista A valle-Arce el descubrimiento de nuevos documentos que relacionan directamente a Montalvo con asuntos de la corona precisamente entre los años 1494 y 1495 38• Poco más puedo decir sin perderme en detalles. Garci Rodrí- guez ele Montalvo, el viejo soldado de la Reconquista, acaso so- ñaba con una nueva campaña en el norte ele Africa y no resistió la tentación ele proclamarla en el libro que compuso. El mismo deseo guiaba a Joanot Martorell al componer su Tirant lo Blanc: la idea ele Cruzada ele todos los príncipes europeos contra el infiel que había conquistado Constantinopla y amenazaba a la cris- tiandad. RAFAEL RAMOS. 37 Aparte los que él mismo confiesa en su obra, los datos biográficos que conocemos sobre Garci Rodríguez de Montalvo fueron recogidos por Narciso Alonso Cortés, "Montalvo, el del Amadfs", Revue Hispanique, LXXXI (1933), págs. 434-442. Véase también la nota siguiente. 3B Amadfs de Ga~tla: el prim·itivo y el de M ontalvo, Fondo de Cultura Económica, México, 1990, págs. 137-138. Se mencionan cuatro nuevos do- cumentos: en uno de ellos (20 ele mayo ele 1494) los Reyes Católicos co- misionan a varios caballeros, entre ellos Garci Rodríguez de Montalvo, para la prevención de incendios; los otros (diciembre de 1494, 14 de marzo de 1495, 28 de marzo de 1495) se refieren a un pleito municipal y están ex- pedidos por el Consejo Real.
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