Logo Studenta

Ramos-503-521

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Para la fecha del Amadís de Gaula: 
«Esta sancta guerra que contra los infieles 
comen~ada tienen» 
Aun antes del escrutinio en la biblioteca de don Alonso Qui-
jano, la fortuna de Amadís de Gaula y Las sergas de. Esplandián 
no ha podido ser más opuesta. Durante siglos se les ha intentado 
separar de forma tajante y el gran perjudicado ha sido, paradó-
jicamente, el Amadís. Sus lectores recordarán la desilusión que 
sintieron al comprobar cómo al fin del cuarto libro aún quedaban 
aventuras por terminar: la ele la espada encantada, el secuestro 
de Lisuarte, el prometido regreso a Constantinopla, la desapari-
ción ele los jóvenes caballeros, la venganza que se promete Arca-
laús. Y todavía no se había producido el acontecimiento más es-
perado desde que comenzó la narración: que Amadís ele Gaula 
llegue a ser rey de Gran Bretaña. Recordarán también la gran 
decepción que sintieron al iniciar la lectura de Las sergas de Es-
jJlandián, donde el relato apenas si conseguía mantener el interés 
necesario para saber cómo terminaban aquellas aventuras. Efecti-
vamente, hoy apenas si nos acercamos al quinto libro más que 
para eso. 
Sin embargo, es del todo punto necesario volver ele vez en 
cuando los ojos hacia Las Sergas, pues nos pueden ofrecer elatos 
de primerísima utilidad para comprender el texto ele los cuatro 
libros anteriores, esto es, ele lo que hemos dado en llamar Amadís 
504 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
de Gaula. La razón no puede ser más sencilla: cuando Garci Ro-
dríguez de Montalvo nos presenta su versión, en el "Prólogo" 
que precede al libro primero, deja bien claro que se trata de una 
obra en cinco libros. Su trabajo, recordemos, había consistido en 
ir "corrigiendo . . . estos tres libros de Amaclís ... y enmendando 
el libro cuarto con las sergas ele E splanclián su hijo, que hasta 
aquí no es memoria de ninguno ser visto"; e inmediatamente 
pide un voto ele favor para su obra "en los tales cinco libros" 
se podrán encontrar inmejorables ejemplos para la educación de 
los caballeros 1. Por tanto, lejos ele ahondar en las diferencias en-
tre ambas obras, hemos ele dedicarnos a afianzar su unidad 2. 
A la rotunda afirmación del compilador ele que la obra está 
compuesta por cinco libros, habrá que sumar otras razones. La 
primera debe ser la cantidad de aventuras que quedan inacabaclas 
al fi nal del cuarto libro y que ya he mencionado. Desde luego, 
Amadís de Ga~tla no sería el único libro ele caballerías donde que-
dan algunas aventuras sin acabar; es, por así decirlo, uno de los 
recursos fijos del género para posibilitar una continuación. Pero 
si no sería el único, desde luego sí sería el primero ; el primero, 
además, en que estas aventuras inacabaclas son tan importantes 
1 Garci Rodríguez de Montalvo, A:madís de Gcmla., ed. Juan Manuel 
Cacho Blecua, I, Cátedra, Madrid, 1987, págs. 224 y 225. 
2 Los principales estudios que han buscado diferencias entre una y otra 
parte de la obra son los de Samuel Gili Gaya, "Las Sergas de Esplandián 
como crítica de la caballería bretona ", Boletín de la Biblioteca M enéndez 
Pe/ayo, XXIII (1947), págs. 103-111, José Amezcua, "La oposición de 
Montalvo al mundo del Amadís de Gmtla", Nu.eva revis ta de filología his-
pánica, XXI (1972), págs. 320-337, y Antony van Beysterveldt, "La trans-
formación de la misión del caballero andante en el Esplaudián y sus reper-
cusiones en la concepción del amor cortés" , Zeitschrift fiir Romanische 
Philologie, XCVII (1981), págs. 352-369 (ampliado en su libro Amadfs-
Esplandián-Calisto. Histo1·ia de 1tn. linaje ad1tltemdo, Porrúa Turanzas, 
Madrid, 1982). 
V éanse ahora, en cambio, los de ] esús Rodríguez V elasco, "«Yo soy de 
la Gran Bretaña, no sé si la oístes acá decir» (La tradición de Esplan-
dián) ", Revista de l-iteratura, núm. 105 (1991), págs. 48-61, y de Emilio 
]osé Sales Dasí, "Las sergas de Esplandián, ¿una ficción ejemplar ?", en 
Historias y ficciones: Coloquio sobre la litemtum del siglo XV, ecl. Rafael 
Beltrán, Universidad de Valencia, 1992, págs. 83 -92. Aunque desde pers-
pectivas diferentes, estos estudios llegan a conclusiones similares a las mías 
sobre la unidad entre Amadís de Gaula y Las sergas de Esplandián. 
PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 505 
para el desarrollo del relato, y el primero en el que se les da fin, 
puntualmente, en el siguiente libro del ciclo. Además, el autor ya 
paga su tributo al tópico prometiendo deleitarnos, al acabar Las 
Sergas, con las aventuras de Talanque y Maneli, los mejores pa-
ladines del Esplandián, "de lo qual se hizo un libro muy gracioso 
z muy alto en toda orden de cavallería que escrivió un muy gran 
sabio en todas las artes del mundo " 3. 
Así, pues, uniendo estas tres conclusiones: que Garci Rodrí-
guez de Montalvo afirma que su texto está formado por cinco 
libros y no cuatro ; que las aventuras inacabadas necesariamente 
han de tener un final conocido, y por último que no se pueden 
considerar Las sergas de EsjJlandián como una continuación ha-
bitual entre los libros de caballerías, se hace evidente que estas no 
son un nuevo elemento en el Amadís de Gaula sino que son parte 
integrante de él. Partiendo de esta base, no es de extrañar que 
hoy día no pueda estudiarse Amadís de Gaula sin tener muy pre-
sentes Las sergas de Esplandián, y cada vez son más los estudio-
sos que, con el precedente de María Rosa Licia, acuden al libro 
quinto para desentrañar los problemas de los cuatro libros ante-
riores. 
Sin perdernos en matizaciones, creo que se pueden diferenciar 
dos partes muy claras en Las Sergas. La primera comprendería 
hasta el capítulo 98 y estaría compuesta, en lo esencial, por ma-
terial que Garci Rodríguez de Montalvo habría trasladado aquí 
del A mad,ís de Gaula. No quiero decir con esto que nada de lo 
que contienen estos capítulos sea obra original del regidor ele Me-
clina del Campo; sí, en cambio, que pertenecen, en general, a la 
trama novelesca del Amadís de Gaula, introduciendo bajo este 
epígrafe - no lo eludo- buenas dosis de su labor en los primeros 
cuatro libros. La segunda parte, desde el capítulo 100 en adelan-
te, puede considerarse la verdadera novela independiente. Entre 
estos capítulos, el 98 y el 100, nos queda un curioso intermedio 
que me voy a permitir explicar con detalle. 
Montalvo cuenta que, cuando está casi dispuesto a dejar ele 
escribir lo que quedaba ele su historia, tiene una extraña visión, 
3 Las se1·gas del nmy esfor,ado o invencible cavallero Esplandián, Juan 
Varela de Salamanca, Sevilla, 1526 (Biblioteca de Cataluña, Bon 8-IV-15), 
fol. cxv". 
506 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
como un sueño. De improviso, se ve en un islote, en medio del 
mar y azotado por el viento ; entre las olas, aparece una barca, 
baja una doncella que le tapa los ojos y lo arrebata en un vuelo 
hasta llevarlo en presencia de Urgancla la Desconocida, quien le 
reprende muy severamente por atreverse a escribir los hechos ele 
Amaclís y Esplanclián. Espantado, vuelve en sí y despierta. Días 
después, abandonado su trabajo, Montalvo sale a cazar pero cae 
por accidente en un profundo pozo donde una serpiente temible 
casi lo devora; en el último instante, la serpiente se transforma 
en Urgancla la Desconocida, que lo conduce a la ínsola Firme, 
dialoga con él sobre los personajes y los acontecimientos ele los 
libros anteriores, y, sobre todo, acerca ele la política y los valores 
de los Reyes Católicos. La hechicera, entonces, reconoce que en 
su anterior encuentro había juzgado demasiado a la ligera al bue-
no del corregidor, le lee un libro con los futuros hechos ele Es-
planclián, le ordena que prosiga su labor y, con un nuevo encan-
tamiento, hace que vuelva a verse sobre su caballo, donde se da 
cuenta de que, otra vez, todo ha sido un sueño. Acto seguido, 
Montalvo regresa a su casa y comienza a escribir los capítulos que 
le restan de Las sergas de Esplandián. 
N o es extraño que estos dos capítulos, tan singulares, hayan 
llamado la atención ele varios estudiosos,que han analizado sus 
características, relacionadas con imágenes tradicionales del más 
allá 4• Sin embargo, se pueden continuar las investigaciones en 
estos dos capítulos y se pueden extraer conclusiones de impor .. 
tancia no solo para el estudio y la comprensión de Las Sergas sino 
4 Véase María Rosa Lida, "La visión del trasmundo en las literatu-
ras hispánicas", recogido en Howard R. Patch, El ot1·o mu.ndo en la litera-
tura medieval, Fondo de Cultura Económica, México, 1956, págs. 369-449 
(especialmente, 413-414). Edwin B. Place, "Montalvo's Outrageous Recan-
tation ", Hispanic Revie·w, XXXVII (1969), págs. 192-198, así como Eloy 
R. González y Jennifer Roberts, "Montalvo's Recantation R evisited", B1tlle-
tin of Hispanic Studies, LV (1978), págs. 203-210, advirtieron de la influen-
cia sobre estos capítulos de las De casibus virormn ilustrilnn de Boccaccio. 
Añádaseles ahora el estudio de Emilio José Sales Dasí, "Sobre la influen-
cia de las Ca)1das de príncipes en el A:madfs de Gmda y las Sergas de Es-
plandián", en Actas do IV Cong1·esso da Associa(íio Hispam:ca de Litera-
t1wa M edieval, edd. Aires A. Nascimento y Cristina Almeida Ribeiro, II, 
Edi<;oes Cosmos, 1993, págs. 333-338. 
PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 507 
también para el A1'1wdis de Gaula. De hecho, varios problemas 
todavía no se han resuelto y hoy quiero dedicarme a desentrañar 
uno de ellos con la esperanza de que, en breve, alguien podrá ex-
plicar los otros. 
En concreto, algo que ha extrañado mucho a cuantos han es-
tudiado estos dos capítulos es una aparente contradicción entre 
dos párrafos muy cercanos. Cuando Urganda la Desconocida pre-
gunta a Montalvo si él conoce algún caballero y alguna dama que 
se puedan comparar con los héroes de la novela, él se apresura a 
afirmar que sí: que los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, pue-
den con justicia emular a cualesquiera de los más altos, valientes 
y hermosos personajes ele los libros precedentes. Urganda lo con-
cede y, acto seguido, ambos se lanzan a un encendido elogio de los 
monarcas españoles. Es entonces cuando Urganda afirma lo si-
guiente: 
Aunque yo - dixo la sabidora- por otros sepa ser ver-
dad todo lo que has dicho, muy gran plazer siente mi ánimo 
en lo o}rr de ti ... E si a mi dado me fuesse lugar para los 
ver e: servir, demás ele les dezir algunas cosas que no sa-
ben, aconsej aries-ya que en ninguna manera cansassen ni 
clexassen esta sancta guerra que contra los infieles comen<;a-
cla tienen, pues que con ella sus vassallos serían contentos 
de los servir con las personas e: haciendas; y el más alto 
Señor ele les servir e: favorescer como fasta aquí lo ha fecho, 
y en el cabo les fazer poseedores ele aquella grande gloria 
que para los semejantes guardada tiene 5 
"Esta sancta guerra que contra los infieles comew;ada tie-
nen . .. " Una lectura rápida nos lleva a la conclusión de que este 
párrafo debió escribirse antes de la rendición de Granada, en ene-
ro ele 1492. Eso han hecho los estudiosos hasta el momento. Sin 
embargo, pocas páginas después leemos estas palabras ele Mon-
talvo referidas otra vez a los Reyes Católicos. Dice que ellos 
no cansando con sus personas, no reteniendo sus tesoros, 
echaron del otro cabo ele las mares aquellos infieles que 
tantos años el reyno ele Granada tomado e: usurpado, contra 
toda ley e: justicia, tuvieron. E no contentos con esto, lim-
Las sergas de Esplaudiá11, fol. lxxii '·. 
508 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
piaron de aquella suzia lepra, de aquella malvada herejía 
que en sus reinos sembrada por muchos años estava, assí 
de los visibles como de los invisibles 6. 
El primer párrafo nos situaba, aparentem,ente, antes de enero de 
1492. El segundo, en cambio, está escrito después ele la expulsión 
de los judíos, después de julio de 1492. Se han propuesto dife-
rentes explicaciones, a mi modo de ver poco convincentes: por 
ejemplo, que el autor abandonó su trabajo durante diez años y 
que, al volver sobre él, no se acordó de corregir esta incongruen-
cia. Creo, sin embargo, que es posible explicarlo sin necesidad de 
hacer desaparecer durante diez años al bueno de Garci Rodríguez 
de Montalvo. 
Perdidos entre las grandezas de los Reyes Católicos (el fin de 
la Reconquista, Canarias, Italia, América), infinidad de aconteci-
mientos apenas si se recuerdan o si merecen una nota en los es-
tudios más sesudos (la expedición a Bretaña, el socorro ele Otran-
to ). Uno ele ellos casi nunca se tiene en cuenta, y eso que la 
expansión americana se valió ele él como punto ele referencia. Me 
refiero a los proyectos para la conquista de África, una de las 
claves de la política exterior española entre 1492 y 1520 7 
De hecho, la expansión africana había estado en mente de los 
monarcas castellanos desde hacía varios siglos. Según la Primera 
crónica general, Fernando III habría preparado una armada para 
6 Las sergas de Esplandián, fol. lxxviv. 
7 La bibliografía esencial sobre el tema puede reducirse a unos cuantos 
estudios: Ferdinand Braudel, "Les espagnols et l'Afrique du Nord ele 1492 
a 1577 ", Revue Africaine, LXIX (1928), págs. 184-233 y 351-410 ; C1wso 
de conferencias sobre la política af1·icana de los R eyes Católicos, C. S. I. C., 
Madrid, 1951, 5 vals.; Antonio Rumeu de Armas, Espaíia en el Africa 
Atlántica, C. S. I. C., Madrid, 1956. Véase, últimamente, Mercedes García 
Arenal y Miguel Ángel ele Bunes, Los espaíioles :v el norte de Africa, 
Mapfre, Madrid, 1992. 
Puede añadirse al empeño de los Reyes Católicos el del cardenal Cisne-
ros, que continuó la labor de aquellos en el norte de África como si de una 
empresa personal se tratase. Todavía resulta útil el clásico estudio de José 
López de Toro, Perfiles hnmanos de Cimeros (Tmyectoria de itna biogra-
fía), Real Academia de la Historia, Madrid, 1958, que puede completarse 
con la reciente bibliografía que recoge Daniel E isenberg, "Cisneros y la 
quema de los manuscritos granadinos", J oumal of Hispanic Philology, 
XVI (1992-1993), págs. 107-124. 
PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 509 
pasar al otro lado del mar y seguir la lucha contra los musulma-
nes 8. Poco después, Alfonso X había tenido etapas más o menos 
acentuadas ele política africana, como mostró con la fugaz con-
quista de Salé en 1260 9 ; además, retomando el mito ele la His-
pania romana y visigoda, el rey Sabio consideraba el norte ele 
África como una parte integrante ele España : la antigua provin-
cia ele Tingitania 10• Esos intereses coincidían con los ele la corona 
3 "Allen mar tenie oio para pasar, et conquerir lo dalla desa parte que 
la morisma ley tenie, ca los daca por en su poder los tenie, que asy era. 
Galeas et baxeles mandaua fazer et labrar a grant priesa et guisar naues, 
auiendo grant fiuza et grant esperan<;a en la grant mer<;ed que! Dios aca 
fazie; teniendo que sy alla pasase, que podria conquerir muy grandes tierras 
si la uida le durase algunos dias .. . Et las sus nueuas bolauan et eran muy 
esparzidas por tierras de allen mar ele como se guisaua para pasar alla et 
yr sobre ellos" (P1·imera C1'Ónica general, ec! . Ramón Menéndez Pida!, II, 
Gredas-Seminario Menénclez Pida!, Madrid, 1977, pág. 770 b). Cfr. la re-
dacción ele la Crónica geral de Espanha de 1344: "E, se mais longamente 
vivera, quisera passar en Cepta pera conquistar os mauros d'aalen mar. E, 
pera esto, tiinha j a feitos muitos navyos e galees" ( ecl. Luis F. Lindley 
Cintra, IV, Imprensa Nacional-Casa da Moeda, Lisboa, 1990, pág. 441). 
Véase, por último, José Goñi Gaztambide, Historia de la B~tla de la CQ'U-
zada en España, Seminario ele Vitoria, 1958, pág. 184, y Antonio Balles-
teros-Beretta, Alfonso X el Sabio, Salvat-Acaclemia Alfonso el Sabio, Bar-
celona-Madrid, 1963 (reed. E l Albir, Barcelona, 1984), págs. 66-68. 
Al deseo de San Fernando se le había adelantado ·un grupo de caballe-
ros abulenses que, en 1172, "no solo se proponía expulsar de España a los 
sarracenos, sino acosarlos hasta Marruecos y continuar después hasta Je-
rusalén" (FranciscoRico, "Un canto ele frontera: «La gesta ele Mio Cid 
el ele Bivan>", en Cantar de Mio Cid, ecl. Alberto Montaner, Crítica, Bar-
celona, 1993, pág. xx). 
0 Antonio Ballesteros-Beretta, Alfonso X el Sabio, págs. 272-284; José 
Goñi Gaztambicle, Histo.ria de la B1üa de la Cruzada en España, págs. 187-
191. Véase ahora Enzo Franchini, "Ay Jherusalem ¿una Canción de Cru-
zada Castellana ?", en Actas do IV Congresso da Associa, ao HisPfmica de 
Literatura Medieval, IV, págs. 343-348, que fecha la redacción del poema 
en los preparativos de esta campaña. 
10 La afirmación de Alfonso el Sabio puede leerse en la Primera cró-
nica gene-ral, I, pág. 311 a: "otrossi en Affrica auie una prouincia sennora 
ele diez cibclades que fue llamada Tingitania, que era so el sennorio ele los 
godos" . El dato proviene de Rodrigo Ximénez de Rada : "in Africa, una 
provincia clecem civitatum, quae Tingitania dicebatur, ad gothorum domi-
nium pertinebat" (De rebus Hispaniae, ed. Anclrea Schott, en Hispania 
lllustrata, II, Claudium Marnium-Haeredes Iohannis Aubrii, Frankfurt a. 
M., 1604, pág. 68). 
510 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
de Aragón, así que ambas monarquías delimitaron su accwn en 
África con el Acuerdo de Monteagudo, firmado el 29 de noviem-
bre de 1291. Ya en el siglo siguiente, en 1344, Alvaro Pelayo 
aconsejaba a Alfonso XI que pasara a África: "por derecho he-
reditario es tuya", le dice al rey, "y porque es tuya, sométela a 
la fe" 11 • 
Durante el siglo xv, esta reivindicación se acentuó por moti-
vos expansionistas que se dirigían tanto a África como a las Islas 
Canarias. Alfonso de Cartagena, en 1436, espigando elatos aquí y 
allá, de San Isidoro y del Catholicon de Juan Balbo de Génova, 
había expuesto ante el Concilio de Basilea que el norte de África 
pertenecía a Castilla 12 En idéntico sentido se expresó, hacia 
1468, Rodrigo Sánchez de Arévalo en su Compendiosa Historia 
Hispanica: su definición de España abarcaba, como en tiempos 
de los romanos y los godos, el norte ele África 13. El elato no le 
pasó por alto a Juan de Mena, que en la descripción ele España 
que incluye en su Laberinto de Fortuna no olvidó mencionar la 
antigua provincia ele Tingitania 14• Y Martín Martínez de Am-
piés, en los comentarios a su traducción de la Peregrinat-io in 
Termm Sanctam ele Bernardo ele Breiclenbach, también se hacía 
eco ele esta opinión 15• Bajo los Reyes Católicos, la conquista del 
11 Citado por José Goñi Gaztambide, Historia de la Bttla de la Cru-
zada m España, pág. 334. En 1345, Alfonso XI parecía dispuesto a acatar 
este mandato : "La adquisición del reino de Africa pertenece a N ós y a 
nuestro derecho real, y a nadie más" (ibid., pág. 335). 
12 Véase el Disctwso ... sobre la precedencia del rey catól·ico sobre el 
de l nglaterm, editado por Mario Penna en Pros-istas castellanos del si-
glo XV, I, Atlas, Madrid, 1959, págs. 205-233, especialmente pág. 218 b. 
13 Su descripción, en efecto, incluye una provincia "in solo terrae Afri-
cae, quae Mauritania Tingitanica cognominatur" (Histor·ia Hispaniw, 
ecl. Anclrea Schott en Hispania Illustmta, I, pág. 128). Véase Juan María 
Laboa, Rodrigo S án.chez de Arévalo. alcaide de Sant'Angelo, Fundación 
Universitaria Española, Madrid, 1973, págs. 287-298. Respecto a los últimos 
ejemplos aducidos, cfr. José Antonio Maravall , E l concepto de Espaiia e11 
la Edad M edia (Instituto ele Estudios Políticos, Madrid, 1964, págs. 58-59) , 
y Robert B. Tate, Ensayos sobre la historiografía pcni11s1tlm· del siglo XV 
(Gredas, Madrid, 1970, págs. 64-65, 95, 110-112). 
14 Juan de Mena, Ob.ras completas, ecl. Miguel Angel Pérez Priego, 
Planeta. Barcelona. 1989, pág. 223. 
15 Bernardo de Breiclenbach, Via.ic a Tierra Santa, Pablo Hurus, Za-
ragoza, 1498 (BNM, I-2078). Ahí recuerda el traductor y comentador que 
PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 511 
norte de África se veía como algo más cercano, lo que explica el 
entusiasmo ele Juan Barba cuando veía que por fin llegaba el mo-
mento en que "ganando a Granada 1 en esta conquista, según que 
s'entiencle 1 confían en Dios de pasar allende 1 en esta guerra ele 
Dios conservada" 16. Elio Antonio ele Nebrija, en 1486, expresa-
ba en hexámetros sus mejores deseos para la empresa ele sus mo-
narcas 17 ; y él mismo, al frente ele su Gramáti.ca de la lengua cas-
tellana, hacía suyas unas palabras ele fray Hernanclo de Tala vera: 
ahora que los reyes, terminada la Reconqui sta, se preparaban para 
poner "clebaxo ele su iugo muchos pueblos bárbaros e; naciones 
ele peregrinas lenguas" necesitarían ele una obra que permitiera 
el antiguo dominio de romanos y godos "fue tan crecido que señoreó de 
mar a mar, y ahun allende muchas ciuclacles. villas y tierras en el cora<;ón 
de la mori sma ele los affricanos " (fol. cxxxiv•). Asimismo hace un llama-
miento para que los príncipes ele Europa dej en a " nuestro rey don Fernan-
do seguir su empresa que tiene con gana contra la dicha pérfida gente, que, 
según las fuer<;as de su poderío y la voluntad a la religión y fe cristiana, 
en pocos días puede hazer tanto en los affricanos que más pareciesse po-
tencia divina que saber ni fuer<;as de los mortales" (fol. cxlr). 
Tan segura se veía la conqui sta que el mi smo traductor. Martín Martí-
nez ele Ampiés, se había visto en la obligación ele hacer una aclaración a 
los lectores ele una obra profética: "No es maravilla si en aquel tiempo 
aluín se hallaren moros en Affrica" (Libro del A ntic·r·isto , Faclrique ele 
Basi!ea, Burgos, 1497 [BNM, I -132], fol. cl \1 '). 
16 Pedro M. Cátedra, L a histol'iografía en. v e1•so en la época de los 
Reyes Católicos. Jnan Bm·ba y su "Co11solatm·ia de Castilla", Universidad 
de Salamanca, 1989. pág. 269. La primera parte del libro es un excelente 
estudio del ambient(' mesiánico en que se escribe esta crónica rimada y mu-
chas otras obras similares. 
17 Fe1·dinandi ac H elisabethae Hispaniae ?'egtt·m clar·issimormn profectio 
ad D. lacobwn, incluido en el Epithalamium in nnptiis ... A lpho11si ac He-
lisabethae . .. , s. i., Salamanca, 1491 (BNM, I-515), fols. [a1• y aZV]. El pro-
pio Nebrija comenta su poema en la edición glosada de los V afre dicta 
philosophor1111n y otros versos suyos, Tres socii germani. Sevilla, c. 1498 
(BNM, I -2345), fol. [D2•]. Incluso un viaje1·o alemán, J erónimo Münzer, 
fe licitaba a los reyes por sus futuras conquistas en Afr ica (José Goñi Gaz-
tambide, Historia de la B1tla de la Cruzada en Espa.ña, pág. 434). 
18 Gmmática qne nnevamente hi:Jo el maestro Antonio de Lebri.r:a so-
hre la leng-na castellana, s. i .. Salamanca, 1492, fol. a; ; 11 T. Durante algún 
tiempo se creyó que esta alusión. antes de agosto de 1492, se podría referir 
a América. Hoy se ha descartado tal posibilidacl. Véase Francisco Rico. 
"Un prólogo al Renacimiento español. La dedicatoria ele Nebrij a a las 
512 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
a esos "enemigos de nuestra fe" conocer el idioma de sus vence-
dores para aceptar su religión y sus leyes 18. Esa iba a ser la me-
jor utilidad que se podía dar a su libro. 
Este rápido apunte nos presenta, desde el siglo xrn y sobre 
todo desde mediados del siglo xv, un clima favorable a la con-
quista ele África. Tras la conquista ele Granada, el ·paso al otro 
lado del Estrecho era absolutamente necesario desde el punto ele 
vista militar: había que proteger las costas españolas ele los ata-
ques berberiscos que se iban a suceder 19. Además, las costas del 
norte de África eran una tentación demasiado atrayente y dema-
siado cercana para que no se produjeran rebeliones musulmanas 
en la zona recién conquistada. 
Sin embargo, todo esto chocaba con los intereses de Portugal, 
que ya había iniciado tímidamente la conquista ele las Canarias y 
el norte de África (Ceuta fue conquistada en 1415; Alcázar Se-
guer en 1458; Arcila y Tánger en 1471 , tras el fracaso ele la ex-
pedición de 1437) 20 . Solo tras muchas negociaciones, la corona 
española consiguió que el Papa permitiera su expansión. Las pri -
meras expedicionesse dirigieron a las Islas Canarias y, desde ahí, 
a la costa atlántica. Solo muchos años después, en 1497, se co-
menzaría la conquista del litoral mediterráneo con la toma ele 
Melilla. 
El espaldarazo definitivo a esta política española de expansión 
africana había llegado ele la mano del Papa. En 1478, había per-
mitido que se calificara de cruzada (y, sobre todo, que como a tal 
se destinaran los fondos recogidos en los impuestos) la conquista 
ele Gran Canaria. Para que se calificara de cruzada la conquista 
africana hubo que esperar hasta 1495, hasta que fue Papa Alejan-
dro VI. Sin embargo, diferentes hechos demuestran que esa era 
Int-rodttcc·iones latinas (1488) ", en Seis lecciones sobre la Espaíia de los 
Siglos de O-ro. Homenaje a M arce! Bataillon, Universidad de Sevilla-
Universidad de Burdeos, 1980, págs. 59-94. 
19 Alfonso Gámir Sandoval, "Organización de la defensa de la costa 
del reino de Granada desde su reconquista hasta finales del siglo xvr", 
Boletín de la Universidad de G-ranada, XV (1943), págs. 259-357; reeditado 
como libro, Universidad de Granada, 1988. 
20 Sobre la expansión portuguesa en el norte de África, todavía resulta 
útil el clásico estudio de David Lopes. recientemente reeditado, A E:rpanséio 
em Marrocos (Teorema, Lisboa, 1989). 
PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 513 
una pretensión muy anterior. E l 19 de junio de 1493, el emba-
jador ante la sede pontificia, Diego López de Haro, se esforzaba 
en demostrar que el rey don Fernando, con la conquista africana, 
se encontraba "incesantemente ocupado en la guerra contra los 
infieles" 21 . De ese mismo período, entre 1493 y 1495, conserva-
mos una buena cantidad de cartas de Fernando ele Zafra, el en-
cargado ele preparar una armada para la conquista de África, a los 
Reyes Católicos; cartas en las que les solicita más hombres, bar-
cos y pertrechos 22 Y la cosa no debía verse como algo muy le-
jano cuando el 4 de julio ele 1494 Hernán Pérez de Guzmán se 
vio recompensado con todos los molinos del reino ele Tremecén 
"desde que en buena hora se gane" 23 . O cuando dos años antes, 
el 30 de octubre de 1492, los Reyes Católicos firmaban en Barce-
lona sendas cartas a los judíos David Segura y un tal Albulafia 
comprometiéndose a recompensarles si conseguían que la fortale-
za de Mazalquivir pasara a manos españolas 24 ; recuérdese que 
tres meses antes había expirado el plazo para que los de su reli-
gión abandonaran España. La conquista ele África, como vemos, 
ocupaba un lugar privilegiado en la política de los monarcas, que 
no vacilaban en contradecir sus decretos anteriores para lograr 
ese objetivo. 
Sin embargo el Papa no concedió permiso para que se inicia-
ra la invasión hasta que, por el segundo tratado ele Tordesillas, en 
mayo ele 1494, España y Portugal delimitaron su acción en las 
costas africanas. Llegadas las dos potencias a un acuerdo, fue ra-
· 21 Así se afirma en la obra de Ludwig Pastor, Histo1·ia de los Papas, 
V, G. Gili, Barcelona, 1911, pág. 407. 
22 Buena cantidad de las cartas de Fernando de Zafra se publicaron en 
el tomo LI de la Colección de documentos inéditos para la historia de Es-
paña, Real Academia de la Historia, Madrid, 1867, págs. 46-114. 
23 Aparece mencionada esta donación, junto con otras cartas y docu-
mentos, en la conferencia de Tomás García Figueras, "La ocupación de 
Melilla en el pensamiento político de los Reyes Católicos", en C onmemo-
ración del 450.0 aniversario de la couquista de M elilla (Excmo. Ayunta-
miento de Melilla, 1947, págs. 11-36) , aunque la colección más interesante 
es la de los Doc~tm.entos inéditos para la historia de España, VII-VIII, 
Tratados intenwcionales de los Reyes Católicos, con algunos textos com-
plementarios, Real Academia ele la Historia, Madrid, 1952. 
24 H. Beinart, "Relaciones entre judíos y los Reyes Católicos después 
ele la expulsión", Sefarad. XL VI (1986), págs. 63-69. 
514 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA E SPAÑOLA 
tificado por Alejandro VI con la bula del 13 de febrero de 1495. 
Oficialmente, la conquista de África podía ser considerada ahora 
como una cruzada, una guerra santa que se contempla en el docu-
mento como la continuación lógica de la toma de Granada 25. Par-
tiendo de esta situación política, parece razonable que sea a esta 
nueva empresa guerrera, todavía en gestación, a la que se refiere 
Montalvo en el capítulo 99 de Las sergas de Esplandián. 
Este deseo ele conquista, fomentado desde los campos de la 
política y la cultura , además, ofrece una posible explicación a uno 
ele los fenómenos más interesantes de la prosa española, como es 
el extraño auge ele los libros de caballerías precisamente entre 
1495 y 1520, cuando empieza a abandonarse el sueño de la ex-
pansión africana. Baste recordar que en este período se confor-
man los ciclos más importantes del género. Por un lado, el de 
Amaclís, del que aparecen siete libros (las primeras ediciones de 
las que se tiene noticia se escalonan de 1508 a 1514); por otro, 
el ciclo de Palmerín, del que aparecen dos (1511 y 1512), y se da 
comienzo al ciclo de Clarián (1518) 26. Es, además, la época en 
que se rescatan textos casi olvidados : La gran conquista de Ul-
t1'mnar (1503) o El caballero Cifa1' (1512) , y en que aparecen 
25 Véase José Goñi Gaztambide. Historia. de la. Bula. de la Crttza.da en 
Espa.iía. págs. 465-476. La empresa, sin embargo, se justificaba con un pro-
yecto mucho más ambicioso. En realidad, la excusa para la invasión de 
Africa era la manidísima conquista de Jerusalén, que debía reunir a todos 
los príncipes cristianos, capitaneados por un elegido, en la lucha contra el 
infiel. Véase, por ejemplo, Alain Milhou, Colón ~~ s-n m entalidad mesiánica. 
eH el ambiente fra.ncisra.nista. espa.íiol, Universidad de Valladolid, 1983, 
págs. 349-403, y María del Carmen Marín Pina, " La ideología del poder y 
el espíritu de cruzada en la narrativa caballeresca del reinado fernandino" , 
en Ferna.11do II de Aragón, el rey Católico, Institución Fernando el Cató-
lico, Zaragoza, en prensa. 
Sin embargo, también este proyecto estaba condenado al fracaso, pue~ 
el pueblo de Castilla se hartó muy pronto de llevar el peso de la cruzada 
africana hasta Libia o Egipto. Véase Alain Milbou, "Propaganda mesiáni-
ca y opinión pública. Las reacciones de las ciudades del reino de Castilla 
frente al proyecto fernandino ele cruzada (15 10-1511) ", en l-I o·m ena.je a 1 osé 
Antonio M ara.va.ll. Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid, 1985, 
págs. 51-62. 
26 Para las fechas y número de ediciones de cada una de estas obras, 
remito a Daniel Eisenberg, Castilia.n. Romances of Chiva.lry in th.e Six-
tcenth e Cl/f.ltry . A Bibliogmph·y, Grant & Cutler, Londres, 1979. 
PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 515 
traducciones significativas: Tirante el Blanco (1511 ), Guarino 
Mezquino (1512). Incluso las clases más populares podrían su-
marse a esta afición, pues es en estos años cuando llega a la im-
prenta y toma su forma definitiva el género ele los relatos caba-
llerescos breves 27 El elato, sin duela, merece un estudio detenido 
centrado solo en él, pero no deja de ser sorprendente que en 
veinticinco años el género de los libros ele caballerías llegue a la 
imprenta, cobre todo su vigor y alcance la madurez 28. 
* * * 
Por otro lado, aceptada la premisa ele que Garci Rodríguez de 
Montalvo se refiere a la cruzada africana, podríamos aventurar 
una fecha para la redacción final del Amadís de Gaula y su con-
tinuación. Los únicos datos que teníamos para hacerlo, hasta aho-
ra, estaban contenidos en el "Prólogo" general al frente ele toda 
la obra y en los "Consiliaria" del capítulo 42 del libro primero 
(datables entre 1491 y 1504) 29. Al añadirles ahora los datos sobre 
27 Véase Víctor Infantes, "La narración caballeresca breve ", en Evo-
l?tción nan'at·iva e ideológica de la lite1'a-ttwa caballeresca, ed. María Eugenia 
Lacarra, Universidad del País Vasco, Bilbao, 1991 , págs. 165-181; Nieves 
Baranda, "Compendio bibliográfico sobre lanarrativa caballeresca breve", 
ibid., págs. 183-191 ; y la nota conjunta "Litterature chevaleresquc populai-
re ", Gazl'tte du. livre mrdiéval, núm. 19 (1991), pág. 53. 
28 Hay excelente material para ese estudio, que aquí solo apunto, en el 
libro de Maxime Chevalier Sur le public d1t roman de chevalerie, Univer-
sidad de Burdeos, 1968, recogido y traducido como capítulo independiente 
en Lectnm y lect01'es en la Espafía del siglo XVI y XVII, Turner, Ma-
drid, 1976. Añádasele Daniel Eisenberg, "Who Read the Romances of Chi-
valry?", Kentucky Romance Quaterly, XX (1973), págs. 209-233, recogido 
en Romances of Chiva.lry ·in the Spanish Golden Age, Juan de la Cuesta, 
Newark (Delaware), 1982, págs. 89-118. Pueden ilustrar sobremanera este 
trabajo el estudio de J udith A. Whitenack, "Conversion to Christianity in 
the Spanish Romance of Chivalry, 1490-1524 ", J onrnal of Hispan·ic PJn:to-
lagy, XIII (1989-1990), págs. 13-39, y el artículo de María del Carmen 
Marín Pina citado en la nota 25. 
29 Por un lado se a lude a la conquista de Granada como un hecho con-
sumado (2 ele enero ele 1492), por otro se desean los mejores parabienes a 
los Reyes Católicos, por lo que es anterior a la muerte de doña Isabel 
(25 de noviembre ele 1504). Véase Amadfs de Ga.nla, I , págs. 220-221 y 642. 
516 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
la conquista de Afl·ica contenidos en Las sergas de Esplandián, 
podríamos precisar un poco más la fecha. 
Démonos cuenta, sobre todo, de que la afirmación que hace 
Montalvo es algo plenamente consciente. Él, por boca de Urgan-
da, no desea que los reyes "en ninguna manera cansas sen ni de-
xassen esta sancta guerra", por lo que parece que algún peligro 
la amenaza. Ese peligro existió realmente: la conquista, que se 
venía planeando . desde mucho tiempo atrás, tuvo que ser aban-
donada hasta 1497, pues Carlos VIII de Francia atravesó Italia 
e invadió Nápoles en 1494. Allí se trasladó el principal teatro ele 
operaciones ele los ejércitos españoles, mientras otras tropas se 
desplazaron al Rosellón. Solo apaciguado el conflicto con Fran-
cia, en 1496, se pudo volver a pensar en la campaña ele Africa, 
paralizada durante varios años. 
De ser ciertas nuestras conjeturas, Garci Rodríguez de Mon-
talvo debió finalizar la redacción del Amadís de Gaula y Las seT-
gas de Esplandián después de 1494-1495, fecha del tratado ele 
Torclesillas y ele la bula ele Alejandro VI, y posiblemente antes 
ele septiembre ele 1497, fecha ele la conqu ista de MeJilla y del prin-
cipio efectivo del plan que alienta. N o es imposible que lo escri-
biera antes, pero eso contradice la afirmación ele que se trata ele 
una "sancta guerra que contra los infieles comen~·ada tienen". Ese 
debía ser el sentimiento, más o menos sincero, ele buena parte ele 
los soldados españoles, pero no estuvo legitimado hasta la fecha 
que decimos. Y, también hay que recordarlo, no se empezó a cum-
plir efectivamente hasta 1497, con la conquista de MeJilla, porque 
otros asuntos de la política internacional retuvieron las fuerzas y 
los fondos necesarios. 
Estos límites y la demora del proyecto africano, a su vez, nos 
pueden llevar a nuevas reflexiones que nos sitúan más cerca de 
1494-1495 que de 1497. Así, hacia las primeras fechas , mientras 
los ejércitos españoles se enfrentaban a los franceses en Italia y 
en el Rosellón, y mientras se iban sumando estados a la Liga 
Santa hasta poner a media Europa en pie de guerra (el Papado, 
Milán, el Imperio, Venecia), cobran especial relevancia los lla-
mamientos de Garci Rodríguez de Montalvo en pro ele la paz en-
tre los príncipes cristianos para que unan sus esfuerzos contra 
PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA» 517 
los mahometanos. Así expresaba el compilador uno de los prin-
cipales motivos que le impulsaron a escribir su obra: 
Por que sea enxenplo aquellos que . . . los muy grandes 
estados y señoríos poseen, ... para que, apartadas las sober-
vias, las iras y sañas indevidas que los faze enemigos de 
Aquel que amigos y servidores eleven ser, las tornen y exe-
cuten en aquellos infi eles enemigos ele la nuestra santa fe 
cathólica 30. 
Assí que, graneles reyes y señores, si en vuestras memo-
rias quisiérecles con lo infinito lo finito y perecedero juntar 
y queréys complir con el servicio ele aquel señor que tan 
graneles vos hizo, bolverse han vuestras sañas, vuestras yras, 
clexanclo en reposo aquellos que en la ley sancta son por 
aquella carrera que abierta dexó contra los infieles este 
grande z cathólico emperador 31• 
Y al mismo tiempo, dedicaba sus peores epítetos a los reyes 
europeos que se dedicaban a pelear entre sí, invadiendo y destru-
yendo estados de otros príncipes cristianos. Así es como se dirige 
a quienes 
non seyendo contentos con aquellos estados que [Dios] vos 
dio, y de vuestros antecessores vos quedaron, con muertes, 
con fuegos y robos, los agenos ele los que en la ley de la 
verdad son queréis usurpar y tomar, fuyendo y apartando 
los vuestros pensamientos ele bolver vuestras sañas y codi-
cias contra los infieles, donde todo muy bien empleado sería, 
no queriendo gozar ele aquella gran gloria que los nuestros 
católicos reyes en este mundo y en el otro gozanín 32 
Y, cuando no habla el compi lador, ¿no son estas las palabras ele 
su personaje más destacado, Esplanclián, o de su consejera Ur-
gancla 33 ? Se me hace atractiva la idea ele que estos pasajes pu-
30 A madís de Gmda, II, págs. 1304-1305. 
31 Las se1·gas de Esplandián, fol. i•. V éanse, también, otras alusiones 
contenidas en los estudios mencionados en la nota 2. 
32 A madis de Gmtla, I, págs. 641-642. 
33 Recuérdese que, en la conversación que mantienen ella y Montalvo, 
la hechicera predice la resurrección de los caballeros de la novela, igual a 
la que prepara M01·gana para el rey Arturo. Cuando este regrese, todos los 
príncipes cristianos se unirán en una cruzada: "Entonc;e podrían salir estos 
518 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
dieran estar relacionados con las campañas de Italia. De esta ma-
nera, Garci Rodríguez de Montalvo se convertiría en el acusador 
ele la ambición del rey de Francia y en el defensor de la ideología 
eminentemente cruzada de sus reyes. Sin embargo, y mientras no 
se aduzcan nuevos elatos, es una mera hipótesis. 
Hacia el otro extremo de nuestros límites, tampoco se me 
oculta el hecho de que Montalvo pudo haber escrito estos párra-
fos después ele 1497. Sin embargo, en esa fecha la conquista es-
taba, cuando menos, en marcha. A la toma de Melilla siguieron 
expediciones de dudoso éxito, como las de Nul y Sessa, pero el 
camino estaba abierto y esa cabeza de puente apuntaba directa-
mente hacia las futuras conquistas: Mazalquivir, Orán, el Peñón 
de V élez de la Gomera y Cazaza. Desde luego, después de 1497 
Montalvo no debía temer que esa empresa se abandonase: la 
idea de cruzada continuaba en la mente de los gobernantes y, 
muerta la reina Isabel, el mism,o Cisneros se mostraría interesado 
en asegurar la conquista del norte de África. 
Centrados, así, entre 1495 y 1497, podríamos volver a tener 
en cuenta un dato antiguo y quizá apresuradamente denostado. 
Friedrich Aclolf Ebert, a principios del siglo pasado, registró 
en un manuscrito la existencia de una edición del Amadís de 
Gaula. impresa en Sevilla en 1496: de ahí, la entrada pasó a di-
ferentes repertorios bibliográficos sin que nadie comprobara la 
veracidad del mi smo. Varios estudiosos modernos han expresado 
su escepticismo sobre esa edición, no más probable que otra rea-
lizada en cualquier ciudad española entre 1492 y 1508 34, o alu-
cavalleros; por que juntos, con el mengua de los grandes reyes z príncipes 
de los xpistianos passados, sus sucessores, con gran fuer~a de armas ganen 
aquel gran imperio de Costantinopla z todo lo otro que por su causa está 
señoreado z por fuer~a tomado de los turcos infieles enemigos de la sancta 
fe cathólica" (Las sergas de Esplandián, fol. lxxi i") . Sin embargo, los prín-
cipes de Europa no parecen dispuestos adejar de pelear entre ellos para 
unirse en la lucha contra los mahometanos : "Nunca estos reyes que dixe 
quisieron bolvet· cabe<;a para lo remediar; antes con mucha codicia, con 
mucha sobervia, no piensan ni trabajan sino en aquellas cosas más confor-
mes a sus dañados propósitos que al servicio de aquel señor que en tan 
grandes señoríos y estados los puso" (ibid. , fo ls. lxxiir -lxxW). 
34 Así, Bernard Konig, "Amadis und seine Bibliographen. Untersu-
chungen zu frühen Ausgaben des Amadfs de Gau1a" , Rom.anistiches Jahr-
PARA LA FECH A DEL «AMADÍS DE GAULA» 519 
dían a la imposibilidad de comprobar el dato debido a que la 
Ki:iniglichen Offentlichen Bibliothek de Dresclen, donde se cus-
todiaba el manuscrito de E bert, fue destruida por la aviación 
aliada durante la II Guerra Mundial 35• 
Por fortuna el bombardeo no debió ser demasiado efectivo, 
pues el manuscrito en cuestión, con la signatura R. 136d, todavía 
existe. Y en él, efectivamente, puede leerse la referencia con toda 
claridad en el folio 2·· (figura 1). Reencontrado el cabo del ovillo, 
hay que reconocer que casa de perlas con nuestras conclusiones. 
Sin embargo, debemos ser prudentes con estas. Que nuestras opi-
niones sobre la fecha ele redacción final de la obra coincidan casi 
exactamente con la fecha ele esa hipotética primera impresión es 
solo un indicio, no una prueba, ele yue la edición de 1496 pudo 
haber existido. En modo alguno viene a demostrar la veracidad 
de un dato que, insistimos, no podemos comprobar. 
Pero volvamos a terreno firme. Creo que solo puede hacerse 
una objeción al razonamiento que pretendo en estas páginas: que 
no es demasiado lógico que Garci Rodríguez de Montalvo, un 
simple hidalgo, pudiera estar tan al corriente de la política exte-
rior ele Jos Reyes Católicos. Sin embargo, no hay que olvidar que 
ocupaba el cargo ele regidor de Meclina del Campo, residencia de 
la corte del 20 de febrero al 21 ele junio ele 1494, a 20 kilómetros 
lmch, XIV (1964), págs. 294-309. Debo agradecer aquí toda la ayuda que 
me prestó Teresa Blasco Quílez a la hora de leer este artículo. 
Por otro lado, la colación de las ediciones más antiguas que se han con-
servado de Ama.dís de Ga.u1a. (Zaragoza, 1508; Roma, 1519 ; Zaragoza, 
1521, y Sevilla, 1526), trabajo en el que estoy ocupado actualmente, arroja 
elatos ele interés. Posiblemente, antes ele 1508 no existió una edición sino 
dos: de una de ellas der ivan las de Zaragoza y Roma, y de la otra la ele 
Sevilla. Remito a mis próximas publicaciones para confirmar o no este elato. 
35 " Present verification is impossible since the Dresden Library was 
destroyecl in Worlcl War II ", aseguraba May K Simon en A History of 
lil e Conf¡·ove¡·s;• Relative to the Date a.nd Antho1·ship of "The Ama.dis", 
University Microfilms International, Ann Arbor, 1974, pág. 9. 
36 Puede acudirse al apretado resumen ele Lorenzo Galíndez de Car-
vajal, A nales breves del reinado de los Reyes Católicos, recogido en Cró-
nicas de los 1·eyes de Castilla., ecl. Cayetano Rosell, III, Rivacleneyra, Ma-
drid, 1878, especialmente pág. 547. Véase también Antonio Rumeu de 
Armas, Iti11e1·m·io de los Reyes Católicos .1474-1516, CSIC, Madrid, 1974, 
págs. 209-211. 
' 
PARA LA FECHA DEL «AMADÍS DE GAULA>> 521 
ele Tordesillas, donde se desplazaron los reyes para firmar los dos 
tratados (el del reparto ele América y el del reparto de África) el 
día 7 de junio 36 . Tampoco hay que dejar a un lado que, como an-
tiguo soldado -ya que así le gustaba recordarse 37-, pudiera 
estar al corriente de los problemas que se discutían ahí acerca 
ele la empresa africana. Además ele esa mera posibilidad, le debe-
mos a Juan Bautista A valle-Arce el descubrimiento de nuevos 
documentos que relacionan directamente a Montalvo con asuntos 
de la corona precisamente entre los años 1494 y 1495 38• 
Poco más puedo decir sin perderme en detalles. Garci Rodrí-
guez ele Montalvo, el viejo soldado de la Reconquista, acaso so-
ñaba con una nueva campaña en el norte ele Africa y no resistió 
la tentación ele proclamarla en el libro que compuso. El mismo 
deseo guiaba a Joanot Martorell al componer su Tirant lo Blanc: 
la idea ele Cruzada ele todos los príncipes europeos contra el infiel 
que había conquistado Constantinopla y amenazaba a la cris-
tiandad. 
RAFAEL RAMOS. 
37 Aparte los que él mismo confiesa en su obra, los datos biográficos 
que conocemos sobre Garci Rodríguez de Montalvo fueron recogidos por 
Narciso Alonso Cortés, "Montalvo, el del Amadfs", Revue Hispanique, 
LXXXI (1933), págs. 434-442. Véase también la nota siguiente. 
3B Amadfs de Ga~tla: el prim·itivo y el de M ontalvo, Fondo de Cultura 
Económica, México, 1990, págs. 137-138. Se mencionan cuatro nuevos do-
cumentos: en uno de ellos (20 ele mayo ele 1494) los Reyes Católicos co-
misionan a varios caballeros, entre ellos Garci Rodríguez de Montalvo, 
para la prevención de incendios; los otros (diciembre de 1494, 14 de marzo 
de 1495, 28 de marzo de 1495) se refieren a un pleito municipal y están ex-
pedidos por el Consejo Real.

Continuar navegando