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1 • hechos del callejón Pnud Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Año 2 Julio de 2006 ISSN 1794-9408 Asdi Evolución del confl icto armado en cifras p. 6Debate Número 16 © C o rt es ía A n a M ar ía R o dr íg ue z p. 9¿Cómo nos ven? “Las condiciones de cada negociación depende rán del contexto y, en especial, de la llamada correlación de fuerzas”. Informe Nacional de Desarrollo Humano, El Confl icto, callejón con salida Editorial La evolución de la economía ilegal en situación de confi cto p. 19 El invitado Ricardo Aricapa, autor de Comuna 13, crónica de una guerra urbana p. 15 Así vamos Política en vez de balas p. 12 Buenas prácticas Escuela de comunica- ción recrea otro Chocó p. 20 Para que los niños, niñas y jóvenes no terminen en las fi las de los grupos armados deben tener escuela, ofi cio, entretenimiento y opciones de vida. Pág. 6 En los cuatro años del Gobierno se ha logrado un descenso importante en algunos índices de violencia y la desmovilización de más de 30 mil combatientes. Una mirada estadística de algunos índices de violencia y su evolución revela, además, retos importantes por enfrentar. Pág. 2 Menores combatientes: una realidad que se esconde Estimativos hablan de la existencia de 14 mil niños, niñas y adolescen tes en los grupos armados ilegales. Los estudios revelan que las farc y las auc, estas últimas ya desmovilizadas, son los principales reclutadores. La única cifra verifi cable de esa realidad son los 2.864 menores atendi- dos por el icbf, de los cuales 1.015 pertenecieron a las auc. El papel de la sociedad en el control de armas No hay programa de prevención, control y reducción a la producción y tráfi co ilícito de armas que pueda ejecutarse o ser efectivo si no se incluye a la sociedad civil, y ella misma apoya y presiona para que los compromisos de los Estados se cumplan. La ong de Sudáfrica SaferA- frica, experta en el tema, escribe sobre la problemática mundial. 2 • hechos del callejón ¿Y al fin qué? Evolución del confl icto armado en cifras En los cuatro años del actual Gobierno se ha logrado un descenso importante en algunos índices de vio- lencia y la desmovilización de más de 30 mil combatientes. Una mirada estadística de algunos índices de violencia y su evolución revela, además, retos importantes por enfrentar. L os primeros cuatro años de Gobierno del presidente Álva- ro Uribe se recordarán, en lo relativo al confl icto armado, especialmente por la desmovilización de 30.151 hombres y mujeres de las Autodefensas Unidas de Colombia (auc), lo que ha signifi cado, a su vez, una importante disminución de las masacres, el método más utilizado por este grupo armado ilegal para imponer sus condiciones en sus regiones de infl uencia. La reducción de las masacres en el país muestra la incidencia de este grupo antiinsurgente en el confl icto armado y es, al mismo tiempo, un indicativo, entre muchos otros, de la evolución del confl icto colombiano en los últimos cuatro años (cuadro 1). Una mirada estadística de algunos índices de violencia y su evolución revela, según analistas y estudios sobre el tema, unos logros evidentes, algunas preocupaciones expresadas incluso por funcionarios públicos (entre otros) y retos importantes que el Gobierno deberá enfrentar. La Política de Seguridad Democrática La Política de Seguridad Democrática ha demostrado varios logros, dice el analista Alfredo Rangel: “han descendido los homicidios, las masacres, los secuestros, los desplazamientos, los retenes y la toma de poblaciones por parte de la guerrilla, entre otros. Hay una percepción de seguridad, la gente se siente más segura y mejor”. Los homicidios “Durante el actual Gobier- no se ha dado una reduc- ción histórica de los ho- micidios”, agrega Rangel (cuadro 2). Durante el actual Gobierno se logró la desmoviliza- ción de 30.151 hombres y mujeres de las Autodefensas Unidas de Colombia (auc). © C o rt es ía E l Ti em po Cuadro 1. Cifras de masacres perpetradas por las auc, 1993-2006 Año 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006* Total Casos masacres 107 86 81 110 114 115 168 236 185 115 94 46 48 12 1.517 Víctimas masacres 530 448 457 572 563 682 929 1.403 1.039 680 504 263 252 64 8.386 Observatorio Presidencial de los Derechos Humanos. *Enero-abril Cuadro 2. Cifras de homicidios Año Homicidio Tasa x 100 habit. 1995 25.398 66 1996 26.642 68 1997 25.379 63 1998 23.096 57 1999 24.358 59 2000 26.540 63 2001 27.841 65 2002 28.837 66 2003 23.214 52 2004 20.167 44 2005 18.111 40 2006* 5.471 Fuente: Dijín. *Enero-Abril Para el Gobierno esta disminución se debe a la Política de Seguridad Democrática y a hechos como el incremento del gasto militar, el fortalecimiento y aumento del número de soldados en las Fuerzas Militares (de 139.348 en julio de 2002 a 192.540 en marzo de 2006) y en la mayor presencia de la Policía en el territorio nacional (incluyendo auxiliares 3 • hechos del callejón ponsables del desplazamiento masivo de la población, específi camente de negritudes e indígenas regulares y bachilleres: de 16.011 en julio del 2002 a 19.576 en marzo de 2006). Según el Ministerio de Defensa, el país pasó de tener una Fuerza Pública (Policía y Fuerzas Militares y sin incluir personal civil) de 295.957 hombres a una de 369.794. Sin embargo, analistas y ong afi rman que a pesar de las cifras alenta- doras, deben tenerse en cuenta otros factores. “Parte de la disminución se debe a la reducción registrada en los últimos años en grandes ciu- dades (Medellín y Bogotá, por ejemplo) como resultado de las políticas de gobiernos locales y no necesariamente por la Política de Seguridad Democrática”, afi rma el académico Álvaro Camacho. Hay que tener en cuenta, además, que los homicidios parecen desplazarse a pequeños municipios, donde las estadísticas no tienen un impacto tan evidente en el ámbito nacional. Adicionalmente, los expertos llaman la atención sobre la necesidad de tener en cuenta cómo se ha ido transformando el confl icto. En la situación de los indígenas (Hechos del Callejón, N° 9), por ejemplo, han descendido los asesinatos, pero la violencia contra ellos tiene hoy otras modalidades: el desplazamiento, el confi namiento y el asesinato selectivo de fi guras representativas de sus comunidades. Así lo han expresado la Organización Nacional Indígena de Colombia (onic) y el Centro de Cooperación al Indígena (Cecoin). Una situación parecida ocurre con los sindicalistas (Hechos del Callejón, N° 11). El desplazamiento El desplazamiento sigue siendo una herramienta usada por guerrilla y las fuerzas paramilitares —a pesar de la desmovilización de las auc y el Bloque Élmer Cárdenas— para tener control sobre corredores estraté- gicos para el tráfi co de droga y el desarrollo de megaproyectos, entre otros (cuadro 3). Por usar metodologías diferentes y no comparables, las estadísticas de la Red de Solidaridad Social son diferentes a las de Codhes (cuadro 3). Sin embargo, revelan que el fenómeno se sigue presentando y que las farc y grupos de ultraderecha continúan siendo los principales res- Los habitantes de Rivera, Huila, acompañaron las honras fúnebre de los 10 concejales asesinados por las farc. © C o rt es ía E l T ie m po Cuadro 3. Desplazamiento en cifras Periodo Registrados- Red de Solidaridad Social Estimados- Codhes 1995 251 89.000 1996 2.582 181.000 1997 15.260 257.000 1998 35.675 308.000 1999 31.546 288.000 2000 331.383 317.375 2001 375.187 341.925 2002 424.354 412.553 2003 220.414 207.607 2004 162.501 287.581 2005 160.215 310.387 2006* 30.688 / En depuración 6.396 / Total 1796452 3.000.428 * Enero a marzo El secuestro Las acciones para enfrentar a la guerrilla y los paramilitares y el llamado “repliegue estratégico” de las farc han reducido las cifras de secuestro en Colombia, en general y también si se miraen términos de autoría. Así lo revelan las estadísticas de la institución gubernamental Fonde- libertad (cuadro 4). Entre 2002 y abril de 2006 las farc fueron responsables de 2.211 plagios, pero mientras en 2002 registraron 990, en 2005 realizaron 198. En el mismo periodo el eln fue autor de 1.389, y también registró un descenso entre 2002 y 2005. Las auc, según las cifras ofi ciales, fueron responsables de 515 plagios a pesar del cese al fuego declarado en diciembre del 2002 y la desmovilización de más de 30 mil hombres fi nalizada en abril. 4 • hechos del callejón ¿Y al fin qué? Investigaciones del Gobierno y especialistas en el tema, como la Fundación País Libre, han advertido que este delito también se ha ido transformando (Hechos del Callejón, N° 10). El estudio del Departamento Nacional de Planeación El secuestro en Colombia (junio 2004) reveló el aumento progresivo de secuestros producto de alianzas de grupos armados ilegales y la delincuencia or- ganizada. Para la Fundación, han aumentado los secuestros selectivos y disminuido los masivos, de tipo económico y a miembros de la Fuerza Pública. Además, en la medida en que se desplaza el confl icto también se desplaza el fenómeno del secuestro. Para el Gobierno esta estadística sobre homicidios, masacres, secues- tro y desplazamiento, entre otros, “muestra unos logros evidentes. Es una realidad demostrable, que está ahí”, dice el consejero presidencial José Obdulio Gaviria. Y en respuesta a los argumentos anteriores que controvierten las estadísticas ofi ciales, Gaviria concluye: “Ahora todo lo del pobre es robado...”. La desmovilización de autodefensas En los descensos de los índices de violencia, como homicidios y ma- sacres, ha tenido un impacto la desmovilización colectiva de las auc. El Alto Comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo, lo ha afi rmado: “son 30.944 (incluyendo las de las auc y el Bloque Élmer Cárdenas) hombres y mujeres menos que están en la guerra” (cuadro 5). El jefe de la misión de la oea, Sergio Caramagna, alertó también por las amenazas de “personas o de grupos que se autotitulan autodefensas” a diversas ong (8 de junio). En varias universidades del país —como la Nacional, la de Antioquia y la del Valle— se ha denunciando amenazas de muerte contra directivos y estudiantes por parte de autodefensas. En diferentes regiones del país, como en el Magdalena, se ha respon- sabilizado a desmovilizados de una ola de atracos y robos. La situación se presentó en Santa Marta, lo que llevó al comandante de la Policía del departamento a advertir sobre la importancia de la atención a esta población para evitar un problema social en el futuro. La situación fue aún más evidente en Nariño, después de que un grupo llamado Nueva Generación (ng), compuesto por supuestos paramilitares, enfrentó a una columna guerrillera en Nariño. “La preocupación es que los paramilitares estén en un proceso de reconstrucción en condiciones diferentes: sin una vocería única como en el pasado; fragmentados, con mandos regionales y no nacionales; integrados en bandas con sentido no contrainsurgente y, por lo tanto, no negociables políticamente”, afi rma el académico Camacho. “Lo que inquieta es que unos paramilitares negocien bajo una forma y se repro- duzcan en otra”, sostiene el investigador Gonzalo Sánchez. En el mismo sentido se expresa el especialista en seguridad Armando Borrero: “existe el interrogante de si los desmovilizados se volverán a armar como ha sucedido en postconfl ictos centroamericanos. El reto del Estado es hacer presencia donde se dieron desmovilizaciones y donde terratenientes se estarán preguntando: ¿y ahora quién va a protegerme?”. Los grupos que están surgiendo, dice Alfredo Rangel, son de diferente origen: “Unos son integrados por desmovilizados pero otros son ban- das y nuevas organizaciones. El verdadero problema es que todos los factores que crearon a los paramilitares siguen intactos”. El director de la Policía Nacional, general Jorge Daniel Castro, fue enfático al respecto el pasado 14 de junio: “No hay autodefensas porque es muy claro que el proceso de desmovilización se terminó y lo que ahora hay son bandas criminales que tienen que responder por sus ilícitos, son 25 bandas criminales que están alrededor del narcotráfi co”. El Presidente Uribe ha escuchado las voces de alerta, como lo dijo el pasado 9 de junio: “se ha tenido noticia de que en algunas partes del país donde ha habido desmovilizados han reaparecido bandas criminales... Y hemos escuchado la queja de que algunos paramilitares desmovilizados se rearman, violan los compromisos, intervienen en negocios de narcotrá- Las acciones de las farc intentan demostrar que quizá estén replegadas, pero no inactivas. Cuadro 4. Secuestro en Colombia según autor, 1996-2006 autor del delito 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006* TOTAL Varias organizaciones 0 0 10 5 4 0 11 0 0 0 0 30 Familiares 0 18 29 16 45 13 39 83 55 9 0 307 Disidencias 27 51 142 202 175 56 54 27 14 12 8 768 auc 5 19 64 148 190 233 165 163 123 53 11 1174 Delincuencia común 436 259 307 337 303 294 410 356 426 214 52 3394 Sin establecer 151 419 602 751 1123 476 429 471 364 226 46 5058 eln 192 426 700 791 897 921 788 351 141 88 21 5316 farc 228 431 1014 966 844 927 990 671 317 198 35 6621 total 1039 1623 2868 3216 3581 2920 2886 2122 1440 800 173 22668 Fuente Fondelibertad. Procesado por Fundación País Libre. * A abril Cuadro 5. Desmovilizados de las auc durante el gobierno de Álvaro Uribe 2.002 2.003 2.004 2.005 2.006 Total Individuales auc 0 697 1.269 1.096 233 3.295 Guerrillas 730 1.846 1.703 1.468 593* 6.340 Colectivos auc+bec 0 1.041 2.648 10.419 16836** 30.944 Total 730 3.584 5.620 12.983 17.662 40.579 Fuente: Ofi cina del Alto Comisionado para la Paz y Programa de Atención Humanitaria al Desmovilizado. *Enero-marzo **Enero-abril. BEC: Bloque Élmer Cárdenas Pero organizaciones nacionales e internacionales han expresado su preocupación por las acciones violentas de desmovilizados y, además, la creación de bandas en las cuales algunos de ellos tendrían una par- ticipación directa. El pasado 17 de febrero la Ofi cina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos condenó el asesinato de seis campesinos en Sabana Larga, Antioquia, “a manos de paramilitares desmovilizados del Bloque Noroccidente, de las Autodefensas Unidas de Colombia, auc, que siguen actuando en la zona”. 5 • hechos del callejón fi co. La decisión del Gobierno es perseguirlos implacablemente con toda la determinación de autoridad... Una cosa es la generosidad de un país para la paz y otra cosa es el ánimo tramposo de los benefi ciarios de esa generosidad con la ciudadanía. Generosos con aquellos que cumplan, con total fi rmeza para enfrentar a aquellos que incumplan”. En respuesta a las preocupaciones el Gobierno ha comenzado acciones importantes, como crear una Alta Consejería Presidencial para la Reinserción; ordenar que la Policía realice un monitoreo a los desmovilizados e integrar un equipo interinstitucional para identifi car, combatir, judicializar y desarticular las bandas conformadas por paramilitares reinsertados. Además de estos desafíos, el Gobierno tiene un reto concreto, dice el investigador Sánchez: “que con mecanismos, capacidad y decisión utilice la Ley de Justicia y Paz para recuperar las tierras que los señores de la guerra han acumulado bajo la base de la expropiación de los campe- sinos. Este puede ser un instrumento de reforma agraria, una vía para que los señores de la guerra ayuden a la redistribución de la riqueza y un mecanismo efectivo para mejorar la situación del campo”. Sobre las guerrillas La disminución del secuestro (cuadro 4) por parte de la guerrilla —espe- cialmente las farc—, el descenso de las llamadas “pescas milagrosas” y los retenes, la baja intensidadde sus ataques contra el Estado y la desmovi- lización de guerrilleros (cuadro 5) han sido resultados de las acciones del Gobierno en los últimos años, sostienen los expertos consultados. Con el eln han comenzado diálogos exploratorios importantes que, se espera, puedan consolidarse en los próximos meses con el apoyo de la sociedad civil y la comunidad internacional. En cuanto a las farc, la Fuerza Pública ha ido a la ofensiva militar mucho más que en otros gobiernos, dice Borrero, con operaciones como el Plan Patriota, que buscan atacar la retaguardia de esta guerrilla y capturar a sus principales líderes, entre otros objetivos. “Las farc aumentaron sus acciones militares, pero disminuyeron en intensidad. Están en una etapa de repliegue estratégico, pero no de inactividad”, concluye el analista Rangel. “Aunque no ha habido capturas de gran magnitud —más allá de las de Simón Trinidad y Sonia—, la ofensiva militar ha permitido que para las farc cada vez sea más difícil su abastecimiento, su movilidad y su logística. La realidad ha demostrado que esta guerrilla no está postrada, tampoco en repliegue y que sigue teniendo capacidad de combate”, agrega. Así lo demuestran las últimas acciones de este grupo, como paros armados, asesinatos y amenazas contra alcaldes, concejales y personalidades de diversa fi guración en el ámbito regional. “Al comienzo el Gobierno tenía una expectativa exagerada de su posi- bilidad de neutralizar militarmente a las farc. Hoy reconoce que a corto plazo no es posible un éxito contundente y que esta guerrilla aún tiene una capacidad de acción importante”, sostiene Rangel. “Hay claridad en que no es posible una victoria militar aplastante”, agrega Borrero. Para el Gobierno no se puede hablar de expectativa generada. “El Gobierno siempre fue realista y lo sigue siendo. Realista ha sido entender que en Colombia hay una amenaza terrorista, que no hay izquierda ni derecha y que no hay causas objetivas para un confl icto”, sostiene Ob- dulio Gaviria. En ese sentido, ha sido recibido positivamente el llamado del Presidente Uribe a las farc horas después de su triunfo electoral el pasado 28 de mayo y el encuentro que el equipo de Gobierno tuvo el 30 de mayo “para examinar la búsqueda de caminos de paz con las farc”, según su comunicado de prensa. Las farc deben tener en cuenta el contexto internacional y volver a ganar un espacio político que ha perdido, advierte Sánchez. “En América Latina se está dando la movilización social con opción de poder y no una movilización armada. Y la guerrilla debe ser conciente de esto”, indica Sánchez, quien concluye: “las farc no pueden permanecer por tiempo indefi nido en la inactividad política. El Gobierno y la insurgencia deben hacer política en el tema de la paz”. ◗ © C o rt es ía E l T ie m po 6 • hechos del callejón El debate L a cifra es 2.864. Es la única estadística verifi cable que existe en Colombia sobre la participación de los niños y las niñas en el confl icto armado. Son los menores de edad que entre el 16 de noviembre de 1999 y el 30 de abril pasado tiene regis- trado el Programa de Atención Especializada a Niños, Niñas y Adolescentes Desvinculados de los Grupos Armados Irregulares, del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (icbf). La cifra, sin embargo, es la punta del iceberg de una problemática de gran magnitud sobre la que han advertido autoridades nacionales, organismos internacionales y organizaciones civiles (cuadro 1). La complejidad se evidencia, entre otros aspectos, en el hecho de que no existen datos sobre cuántos niños y niñas están en los grupos armados al margen de la ley, qué porcentaje representan con respecto al total de combatientes, cuántos de ellos mueren en confrontación o por castigos severos, cuántos quedan lisiados, qué pasa con aquellos que logran huir, qué ocurre con las mujeres y con quienes siguen enrolados. © C o rt es ía E l Ti em po Los estimativos de Naciones Unidas hablan de la presencia de 14 mil niños y niñas en los grupos armados ilegales. Menores combatientes: una realidad que se esconde Estimativos hablan de la existencia de 14 mil niños, niñas y adolescentes en los grupos armados ilega- les. Los estudios revelan que las farc y las auc, estas últimas ya desmovilizadas, son los principales reclutadores. La única cifra verifi cable de esa realidad son los 2.864 menores atendidos por el programa especial del icbf, de los cuales 1.015 pertenecieron a las auc. Cuadro 1. Menores de edad desvinculados de grupos armados Año Atendidos 1999 10 2000 100 2001 196 2002 394 2003 775 2004 684 2005 526 2006* 179 Total 2.864 Fuente: icbf-oim. *A 30 de abril. La Procuraduría General acaba de presentar su informe sobre el seguimien- to a las políticas públicas de reinserción y desmovilización, en el cual advierte que “dentro del proceso de negocia- ción que antecede a la desmovilización colectiva, existe una invisibilización de los niños, niñas y adolescentes”. En febrero, esta entidad, además, presentó una denuncia contra los principales je- fes de las autodefensas, de las farc y el eln por el delito de vincular en sus fi las a menores de edad. El secretario general del Sistema de Naciones Unidas registró el dato de 14 mil niños, niñas y adolescentes pertenecientes a grupos ilegales armados y milicias urbanas en Colombia en su informe Los niños y los 7 • hechos del callejón © C o rt es ía C o lp re n sa no gubernamentales, el Departamento de Estado de Estados Unidos y la onu. En su reporte anual sobre terrorismo del 2005 enviado al Congreso de Estados Unidos, el Departamento de Estado resaltó como un avance del Gobierno las desmovilizaciones, pero señaló que se continuaron pre- sentando masacres, secuestros, asesinatos y reclutamiento de menores. El informe de la Alta Comisionada de la onu para los Derechos Humanos también afi rma que se siguió registrando el ingreso de menores a esas tropas. Según el programa del icbf, el 35,4% de los niños, niñas y jóvenes atendidos dijeron provenir de las auc, hoy desmovilizada (cuadro 2). Los diferentes estudios revelaron que después de las farc, los mayores reclu- tadores eran los paramilitares. Pero el desmonte de la estructura militar de este grupo registraría otra realidad. El proceso de negociación con las auc llevó a la desmovilización colectiva de 30.151 hombres y mujeres y de 426 menores, es decir, el 1,4%. Estos 426 corresponden a 342 entregas reportadas por la Ofi cina del Alto Comisionado para la Paz y 84 realizadas por el Bloque Central Bolívar y por el del Meta y Vichada “como muestra de buena voluntad” dentro del proceso de desmovilización. Los otros 589 menores de edad que estuvieron en las auc y que aparecen registrados en el icbf fueron capturados o se desvincularon individualmente. “Una de las características principales del confl icto es que los grupos armados irregulares esconden estas situaciones”, dice Beatriz Linares, consultora de la Organización Internacional para las Migraciones (oim). Una de las razones, señala, es que hoy la Corte Penal Internacional penaliza y castiga el reclutamiento de menores de 15 años como un crimen de guerra. El Protocolo ii adicional a los Convenios de Ginebra de 1949 dice que los niños menores de 15 años no deben ser reclutados por grupos armados irregulares. Esta práctica también es una violación a la Convención sobre los Derechos del Niño y su protocolo facultativo referente a la participa- ción de los niños en los confl ictos armados. En Colombia, el Código Penal establece cárcel de 6 a 10 años a quien enliste niños en el confl icto. confl ictos armados (noviembre de 2003). Así, Colombia ocupa el cuarto lugar entre los países en el mundo con mayor número de niños, niñas y jóvenes en los grupos armados ilegales, después de República De- mocrática del Congo, Ruanda y Myanmar. Segúnestos estimativos, los 2.864 niños atendidos por el icbf representarían sólo el 20,5% del total de menores reclutados por las fuerzas irregulares. De acuerdo con unicef, del total de niños combatientes el 25% ha visto secuestrar y el 13% ha secuestrado. Asimismo, 18% reconoce haber matado por lo menos una vez, 60% ha visto matar, 78% ha visto cadáveres mutilados, 18% ha visto torturar, 40% ha disparado contra alguien y 28% ha sufrido heridas (Hechos del Callejón, N° 15). En La niñez en el confl icto armado colombiano (2002) la Defensoría del Pueblo informó que la mayoría de los niños y niñas base de su estudio expresó que en donde se encontraban (frente, cuadrilla o columna) con- vivieron con otros menores. “Si tenemos en cuenta que los adolescentes pertenecían a un total de 40 frentes o columnas se puede concluir que la presencia de menores de edad es muy alta”, asegura esta entidad. La situación de esta población volvió a alarmar por un reciente reportaje de cnn (9 de junio) sobre la vida de adultos que estos niños tienen que llevar, y ante un video revelado por el noticiero cm& (6 de junio), donde se ve a los niños recibiendo entrenamiento para disparar, movilizarse en medio de la amenaza y el peligro, defenderse y atacar. Los reclutadores De los 2.864 niños y niñas atendidos por el programa del icbf (hasta el pasado 30 de abril), el 61,7% declaró que venía de las fi las guerrilleras: 1.399 de las farc y 368 del eln (cuadro 2). La coalición internacional para acabar con la utilización de niños solda- dos ha documentado prácticas aterradoras de las farc, como la ocurrida en Acevedo (Huila), donde les dieron instrucciones a dos niños de 14 y 15 años para llevar dos caballos, uno cargado con explosivos. Un animal explotó y mató al joven de 14 años. En el caso del eln también se ha descubierto que algunas unidades de este grupo están conformadas principalmente por niños y niñas, como lo dice Human Rights Watch en su estudio Aprenderás a no llorar: niños combatientes en Colombia. Las farc y eln han prometido acciones para replantear esta prácti- ca, penalizada por la justicia colombiana y la internacional. Según la organización Watch List on Children and Armed Confl ict en su informe Colombia. La guerra en los niños y en las niñas, en 1999 las farc se com- prometieron a no reclutar menores de 15 años, y en 1998 el eln mostró cierta voluntad de dialogar sobre el derecho humanitario. Sin embargo, el reporte del 2005 de la Ofi cina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos asegura que el “total desconocimiento y desprecio por los deberes humanitarios por la guerrilla, en particular de las farc-ep, pudo observarse en reclutamiento de niños”. Las organizaciones paramilitares también utilizaron masivamente el reclutamiento forzado, incluso después de la declaración del cese de hostilidades (diciembre del 2002), según denuncias de organizaciones El espacio de los menores no es el de la violencia y menos en grupos armados ilegales. © C o rt es ía S im o n e B ru n o Cuadro 2. Menores desvinculados por grupo armado (noviembre 1999-abril 2006) farc 1.399 auc 1.015 eln 368 Otros grupos 44 Sin contacto 38 Total 2.864 Fuente: icbf-oim 8 • hechos del callejón El debate Obligados por las circunstancias El reclutamiento de menores es una expresión de la degradación del confl icto, dice el Informe Nacional de Desarrollo Humano El Confl icto: callejón con salida; también advierte que en las zonas rurales inciden factores como la presencia de los armados, la vinculación de uno o varios familiares al grupo ilegal y la ausencia de oportunidades. “Más que obligados por los grupos, son obligados por las circunstan- cias”, asegura Pedro Quijano, secretario ejecutivo de la Alianza por la Niñez Colombiana. Es por esta razón que los expertos en el tema con- sideran que el reclutamiento de menores siempre es forzado a pesar de que los niños, niñas y adolescentes manifi esten que se enrolaron de manera voluntaria. “Seguramente la niña que ingresa al grupo armado viene de padres desplazados o de una situación de pobreza extrema. Es un círculo vicioso de abandono, desatención, pobreza”, señala Quijano, para quien las 23 organizaciones que integran la Alianza buscan llamar la atención sobre el drama de la niñez y diseñar propuestas y acciones que ataquen de manera integral la situación. Entre otras razones por- que el maltrato infantil y otras conductas abusivas contra los niños son caldo de cultivo para el reclutamiento. “Un niño al que toda la vida le han pegado sus padres, con un arma en la mano piensa que nadie le va a volver a pegar”, dice Quijano. “Hay niños que castigan a la mamá por su maltrato reclutándose en un grupo armado”, añade Linares. El reporte de Centros Zonales del icbf del 2005 registró 15.500 denuncias de maltrato físico, y el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses reportó 59.770 casos de violencia intrafamiliar en el 2004, de los cuales 9.847 tuvieron como víctimas a menores de edad, según la campaña “Vota por mí”, promovida por la Alianza. La ausencia de oportunidades en el área escolar, por ejemplo, es otra razón que impulsa al menor a ingresar a un grupo armado. “Se estima que 1,6 millones de niños se encuentran por fuera del sistema educativo. Esto equiva- le al 13% de la población de niños y niñas entre los 5 y 17 años. Adicionalmente, hay marcadas inequidades entre las zonas urbanas y las rurales. Mientras las primeras tienen una cobertura de 91%, en las segundas sólo el 77% de los niños y las niñas en edad de recibir educación asisten a un establecimiento educativo. La repetición del año escolar en el sector ofi cial duplica o triplica a la del sector privado”, dice la Ofi cina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos al describir la situación en el 2005. Los jóvenes atendidos por el programa del icbf, en sus seis años de existencia, ratifi can estos estimativos: de los 2.864, 614 llegaron con quinto de primaria. unicef también describe como causas del reclutamiento la pobreza y falta de oportunidades sociales y económicas, el vacío de poder en confl ictos crónicos y los entornos violentos. “En el trasfondo se aprecia la ausencia de opor- tunidades para el niño, la niña o el adolescente [señala el indh El Confl icto, callejón con salida]. La familia no los retiene y a menudo los expulsa, la escuela no llena sus aspiraciones y el grupo armado aparece como una opción atractiva”. A este panorama —maltrato infantil, violencia intrafamiliar y falta de oportunidades— se suma que los niños son fácilmente manipulables y “hay una incidencia fundamental en la etapa de la adolescencia”, dice Linares. Los imaginarios juveniles pesan mucho, como lo revela la inves- tigación “Transiciones confl ictivas: combatientes desmovilizados en Colombia”, de la Universidad de Harvard. “Los ex paramilitares viven con imágenes de la ‘masculinidad militarizada’, es decir, construyen una imagen en donde las armas, el dinero fácil e infundar temor en los demás trae benefi cios que son difíciles de conseguir en la legalidad”, advierte la investigación (Hechos del Callejón, N° 14). Hasta el momento, según Linares, “el tema de los niños es un tema de buena voluntad y no se ha visto como un tema de alta política”. No obstan- te, el Estado viene avanzando en la atención a esta problemática de varias formas. Ha fortalecido el programa del icbf y fomentado la desarticulación de grupos armados irregulares. Asimismo, viene mejorando la capacidad de atención de los menores desvinculados, dice Julián Aguirre, quien está a cargo del programa del icbf. Hoy en día a esta población se le garantiza identifi cación, salud, vinculación escolar, formación prelaboral, atención psicosocial y apoyo familiar. “Es uno de los mejores programas en medio de una situaciónde confl ictos parciales y/o postconfl ictos parciales”, comenta. También reconoce el reto de formular y fortalecer una política pública de prevención de vinculación de niños y niñas al confl icto y de formas de violencia. Porque, como dice El Confl icto: callejón con salida, “para no ir a la guerra hay que tener escuela, ofi cio y entretenimiento”. ◗ La ausencia de oportunidades es otra razón que impulsa a los menores a ingresar a un grupo armado. © C o rt es ía A n a M ar ía R o dr íg ue z “Más que obligados por los grupos, son obligados por las circunstancias. Por esta razón el reclutamiento de menores siempre es forzado a pesar de que los niños, niñas y adoles- centes manifi esten que se enrolaron de manera voluntaria”. 9 • hechos del callejón ¿Cómo nos ven? El papel de la sociedad civil en el control de armas pequeñas y ligeras Es necesario encontrar fórmulas para prevenir, manejar y reducir esa gran cantidad de armamento que circula en el mercado negro mundial. No hay programa de control a la producción y tráfi co ilícito de armas que se ejecute o sea efectivo si la sociedad civil no es incluida y ella misma presiona para que se cumplan los compromisos internacionales. Por Virginia Gamba y Martín Orlando SaferAfrica1 A raíz del interés global sobre la proliferación de armas pe- queñas y ligeras (especialmente a partir de 1996), se han negociado varios acuerdos internacionales, la mayoría liderados por Naciones Unidas y otros por organismos regionales. Así surgieron los parámetros para combatir el fl agelo de las armas ilícitas y asegurar su decomiso y destrucción. Los instrumentos internacionales más importantes son el Plan de Acción de Naciones Unidas contra el Tráfi co ilícito de Armas Pequeñas 1. SaferAfrica es una ong de Sudáfrica con operaciones en todo el continente (con el programa de control de armas más antiguo) y en América del Sur. Se especializa en ofrecer servicios gratuitos a gobiernos y a la sociedad civil con el fi n implementar acciones que benefi cien la paz y la seguridad de los Estados y los pueblos. y Ligeras (Unpoa) y el Protocolo de Armas de Fuego de la Convención de Viena sobre el Combate al Crimen Transnacional Organizado. En el continente americano la herramienta jurídica más importante para hacer frente al problema es la Convención interamericana contra la fa- bricación y el tráfi co ilícitos de armas de fuego, municiones, explosivos y otros materiales relacionados (Cifta). En el caso de la Comunidad Andina la herramienta es la Decisión 552, fi rmada en el 2003. En África destacan el acuerdo de la Organización de Unidad Africana del 2000 (Acuerdo de Bamako) y el subsiguiente Acuerdo de Windhoek (2005). En el ámbito subregional, son vinculantes el Protocolo de Armas de Fuego de la sadc en África Austral y el Protocolo de Nairobi para África del Este. En todos los instrumentos internacionales se hace hincapié en el papel de la sociedad civil en la implementación de medidas para evitar © C o rt es ía E l Ti em po El aceso fácil a armas no reguladas,ilegales y baratas aumenta la posibilidad de acciones violentas en la sociedad, según investigaciones que se han realizado. 10 • hechos del callejón ¿Cómo nos ven? la proliferación de armas cortas y ligeras en asocio con los gobiernos, que son los responsables de tomar la acción necesaria nacionalmente para la solución de este reconocido fl agelo. La naturaleza del problema Las fuentes de armas ilícitas son variadas: a) armas que entraron a los países en forma encubierta estaban relacionadas con el contexto de seguridad internacional del periodo de la Guerra Fría; b) armas que en- traron al Estado como legales en una circunstancia específi ca pero que por faltas de control, robo o corrupción entraron en el mercado ilícito; c) armas legales en posesión de individuos con licencia para portarlas y que se escaparon de control; d) armas ilícitas que entraron al país en forma ilegal por organizaciones criminales, y e) armas que son “hechizas” o de fabricación casera dentro del país y que siempre fueron ilegales. Asimismo, muchas armas y municiones son extraídas de “buzones” o lugares donde fueron enterradas y olvidadas luego de ser usadas en luchas civiles o pujas de poder por diferentes facciones y grupos armados. Los efectos y el impacto Con tantas fuentes de armas ilegales, sus efectos se sufren en el ámbito gubernamental y en la sociedad civil. La proliferación de estas armas afecta a los gobiernos porque se incrementa el potencial de crimen armado violento, se difi culta la provisión de seguridad personal a los ciudadanos y se afecta el presupuesto nacional. Ante la posibilidad de obtener armas ilegales a bajo costo, los acto- res de diferentes tipos de confl ictos optan por soluciones armadas, lo que impide la solución pacífi ca de los mismos. De la misma forma, este fácil acceso a todo tipo de armas, además de incentivar el contrabando, facilita que las bandas u organizaciones criminales nacionales e inter- nacionales realicen sus actos. Esto, al mismo tiempo, afecta el control efectivo de los gobiernos sobre puertos y fronteras y obliga a invertir mayores recursos en equipos y personal, entre otros. Otro tema que preocupa es el poder de la corrupción. Los gobiernos se ven constantemente enfrentados a grupos criminales poderosos que, con el dinero o la fuerza, intentan amedrentar, incidir y corromper las decisiones y acciones públicas. El efecto en la sociedad es aún mayor. El acceso fácil a armas no re- guladas, ilegales y baratas aumenta la posibilidad de acciones violentas en la sociedad, como la violencia doméstica, suicidios por arma de fuego o accidentes por su mal manejo. En sociedades rurales se está dando el fenómeno de robo de ganado con armas de fuego automáticas, una amenaza difícil de contener con medios convencionales. El aumento del crimen armado genera inestabilidad general en la sociedad, obligando a la población a adoptar medidas de seguridad personal y privada que muchas veces están por fuera del control estatal y no responden a las necesidades ciudadanas. A su vez, la percepción y la realidad de la inseguridad personal afectan la dinámica de desarrollo socioeconómico del Estado, impidiendo inversión externa y desarrollo de la mediana y pequeña empresa. Finalmente, la existencia de armas de este tipo en la sociedad daña la confi anza mutua dentro de la sociedad civil y además hiere mortalmente los principios de tolerancia y resolución pacífi ca de con- fl ictos personales. En suma, la proliferación de armas de fuego tiene un efecto muy real en la vida y seguridad humanas y perturba posibilidades económicas de comercio y de desarrollo. La participación de la sociedad civil En la esfera subregional que afecta a Colombia, por ejemplo, la Decla- ración 552 de la Comunidad Andina de Naciones (can), que tiene carácter de norma jurídicamente vinculante para los países miembros, incluye desde el inicio de su texto a “todos los sectores de la sociedad”, con lo cual refl eja el espíritu del Unpoa, al abrir el campo a la colaboración entre Estado y sociedad civil en el combate contra las armas pequeñas y ligeras. En su articulo 4.g. la Decisión 552 establece “la participación activa de la sociedad civil en la formulación e implementación de un programa de acción nacional para abordar el problema de manera inte- gral y sostenible”. Además del mandato que tiene la sociedad en el tema, muchos organismos no gubernamentales, organizaciones comunitarias y expertos civiles realizan acciones dirigidas a prevenir la violencia armada, mediar en confl ictos, proteger a familias y menores, defender los derechos de la mujer y luchar contra adicciones, entre otros. La implementación En los últimos cinco años, en muchos países, la sociedad civil se ha com- prometido en la reducción de la proliferación dearmas. Si bien la mayoría de esas actividades no se realizó en asociación o con la participación de los gobiernos, en otras sí hubo una relación estrecha. En África, que ha liderado estos esfuerzos a partir del 2000, se han organizado conferencias nacionales de armas con representación de todos los sectores del país, gu- bernamentales y no gubernamentales. En dichas conferencias el gobierno ha buscado la opinión y experiencia de la sociedad civil en la percepción del problema y en su potencial solución. Algunas de estas conferencias se realizaron en Tanzania, Botswana, Namibia, Uganda, Mali y Kenia, y en ellas los participantes contaron sus experiencias. En todos los casos se detectaron cinco roles fundamentales que las sociedades están dispuestas a asumir y, además, cuáles eran los sectores civiles más directamente © C o rt es ía C o lp re n sa La sociedad debe intervenir en la prevención, manejo y reducción de armas. “El acceso fácil a armas no reguladas, ile ga-les y baratas aumenta la posibilidad de acciones violentas en la sociedad”. 11 • hechos del callejón comprometidos: 1. Investiga- ción: universidades y centros de investigación y estadística; 2. Difusión de información: me- dios de comunicación y ong a través de campañas públicas; 3. Educación: centros de edu- cación primaria, secundaria, voluntaria y de la tercera edad; 4. Provisión de recursos: secto- res de las empresas privadas y las cooperativas; 5. Motivación del diálogo público: institutos de paz y reconciliación, inclui- dos los organismos religiosos y profesionales especializados. En los sectores de la socie- dad civil consultados en África se vio claramente que los organismos y entes especializados en salud, mujer y juventud (incluido el deporte) tenían un papel que cumplir porque, además, son fundamentales en la educación de la sociedad a largo plazo y en la prevención de la violencia armada. Otro tema de debate interesante que surgió en África fue la relación entre la pobreza, las faltas de alternativas socioeconómicas y la prolifera- ción de armas ilícitas y su uso. En un principio se pensó que la relación era directa, pero el trabajo de campo demostró que las principales víctimas del crimen armado son los pobres en todas las circunstancias, y que no se puede decir que entre más pobres más armas ilícitas hay en un país. Se comprobó en el diálogo público africano que la mayoría del crimen realizado con armas de fuego es generado por menores de edad que se asocian para actuar. Además se descubrió que ante un ataque, el ciuda- dano con licencia para portar armas no puede defenderse en la mayoría de los casos y, por el contrario, su arma resulta robada y utilizada contra ese ciudadano en casi todas las circunstancias. En el aspecto socioeconómico se confi rmó que algunas comunidades se dedican a la producción de armas he- chizas porque no tienen otra alternativa económica. Así sucede en Tanzania, donde se descubrió una producción casera notable de armas de fuego. El gobierno no califi có a estas comunidades como criminales, por el contrario, vio el potencial de su capacidad artesanal y redirigió el esfuerzo colectivo a la fabricación de motonetas usando los mismos equipos usados para la producción de armas. Para ello el gobierno le explicó a la comunidad el problema de las armas ilícitas y luego invirtió recursos de desarrollo en alianza con la sociedad civil con el fi n de transformar la infraestructura para la fabrica- ción de armas en montajes para producir motocicletas. En este proceso de conversión ayudaron las universidades, grupos de profesionales y el sector privado con información, recursos y capacitación a los artesanos. En Colombia, la ong que ha realizado mayor trabajo al respecto es la Fundación Gamma Idear, que desde el 2001 capacita sobre el tema a diversos sectores civiles; ha realizado encuestas para demostrar el impacto y la percepción de la problemática de armas de fuego en el país y ha facilitado el diálogo interministerial, parlamentario y de sociedad civil en relación con las regulaciones, leyes y prácticas para reducir la proliferación de armas pequeñas y ligeras y, por lo tanto, disminuir la violencia armada en el país. Su folleto Armas de fuego en Colombia: su impacto sobre la vida de personas y comunidades es un importante esfuerzo para que se entienda que la mayoría de los casos de violencia armada en Colombia no están relacionados con el confl icto armado, sino con actos criminales comunes. Conclusión La sociedad civil puede realizar muchas tareas para evitar la proliferación de armas pequeñas y ligeras. Quizás la más importante es asumir un au- tocontrol, porque tanto ella como el gobierno son atacados por igual por inseguridades y violencia. Ambos sectores tienen que trabajar juntos para solucionar la tragedia de la violencia armada. Los procesos de la sociedad civil organizada perduran más que los organizados desde la administración pública. Por ello, puede educar a las generaciones futuras sobre el uso responsable de las armas y, adicionalmente, intentar evitar la violencia facilitando el diálogo y la generación de confi anza entre comunidades, autoridades y entes civiles. Lo que la sociedad civil no tiene son recursos y, a veces, la capacitación adecuada para infl uir en forma permanente en el control de este fl agelo. Por ello, debe actuar con otros. Naciones Unidas, la industria privada y otros organismos nacionales e internacionales pueden facilitar recursos económicos para permitir y promover el trabajo de la sociedad civil, porque la proliferación de armas de fuego y su negativo impacto socioeconómico es un problema que afecta tanto a gobernantes como a gobernados, y además es un problema global. Por lo tanto, va más allá de una política o una legislación nacional. La solución de esta problemática debe incluir a todos los sectores gubernamentales y no gubernamentales, nacionales e internacionales para que actúen de común acuerdo y en alianza para entregar a las generaciones futuras unas sociedades menos violentas. El control de la proliferación de armas y su reducción es, de esta manera, un imperativo de la sociedad global. Donde exista un arma se encontrará un uso para ella, legal o ilegal. Entonces, ¿no es mejor reducir la cantidad de armas mientras construimos un futuro en paz? ◗ © C o rt es ía C o lp re n sa El tráfi co de armas en el mundo tiene efectos directo en el ámbito gubernamental y en la sociedad civil. “El control de la proliferación de armas es un im-perativo de la sociedad global. Donde exista un arma se encontrará un uso para ella, legal o ilegal”. 12 • hechos del callejón Así vamos Política en vez de balas Es necesario seguir impulsando acciones encaminadas a asegurar el ejercicio pleno de la democracia teniendo en cuenta las elecciones de alcaldes y concejales en 2007 y las futuras. El objetivo es que el ciuda- dano pueda expandir sus derechos y elegir libremente entre una pluralidad de proyectos de sociedad. Es común que en tiempos electorales las guerrillas agudizan sus accio- nes para intimidar a la sociedad civil y evitar la votación, principalmente en las regiones. Entre tanto, las fuerzas paramilitares sacan a relucir su capacidad de infi ltración, la cual llega incluso a las ciudades. Cumplidas las dos elecciones del presente año, las del Congreso y las de presidente, es conveniente mirar qué tanto el confl icto armado ha lo- grado atacar la democracia y cuál es el mejor camino para protegerla. La periferia y el centro En El Confl icto, callejón con salida se describe una división en Colombia, una “periferia” y un “centro”, teniendo en cuenta que entre esas categorías no hay un dualismo sino todo un abanico de matices y complejidades. La periferia estaría constituida por unas regiones “menos pobladas, más campesinas, menos integradasal mercado, con menos poder político y a menudo discriminadas o explotadas”. En cambio, el centro estaría inte- P ara los grupos armados ilegales no existen las reglas de la democracia, a saber: el respeto al derecho universal al voto, elecciones libres e imparciales, el derecho al acceso a cargos públicos y de respeto a la expresión y reivindicación de la pluralidad de diferentes modelos de sociedad. Por eso, en la resolución de la pugna por el poder ellos acuden a mecanismos que atentan contra los derechos políticos y civiles. Como afi rma el Informe Nacional de Desarrollo Humano El Confl icto, callejón con salida, la confrontación armada “hace valer la fuerza sobre la razón, la coacción sobre la convicción, el fusil sobre el argumento”1. Sin embargo, aunque Colombia padece un confl icto interno que lleva más de 40 años, se le reconoce históricamente por tener un régimen democrático estable y uno de los más antiguos del continente. Las pasadas elecciones presidenciales, cumplidas el 28 de mayo, marcaron una diferencia con relación a las anteriores: menos violencia y más votos. © C o rt es ía E l Ti em po 1. pnud, El Confl icto, callejón con salida, Bogotá, pnud, 2003, p. 105. 13 • hechos del callejón del centro. Esto demuestra la necesidad de seguir impulsando acciones encaminadas a asegurar el ejercicio pleno de la democracia teniendo en cuenta las próximas elecciones de alcaldes y concejales del 2007. Aún hay mucho por hacer con respecto a la gobernabilidad local. Ningún esfuerzo en este sentido ha sido en vano y es clave continuar trabajando para que el Estado tenga pleno control regional con el fi n de fortalecer y legitimar las instituciones, consolidar la justicia y para que los gobiernos locales tengan la autonomía y la capacidad para responder a las necesidades de la ciudadanía. Alcanzar la estabilidad de la gobernabilidad local es un paso fundamental para evitar que se repitan atentados contra la democracia. Los tres pilares de la democracia La palabra democracia signifi ca, literalmente, “gobierno del pueblo”. Como miembros de la comunidad política, por medio de elecciones libres los ciu- dadanos escogen representantes que deben actuar según los intereses de sus electores. Partiendo de una concepción liberal, la democracia supone la existencia de una pugna por el poder entre intereses, modelos de socie- dad y concepciones de bien a veces antagónicos. Como sistema político es un conjunto de reglas para el acceso al poder, es una “manera de organizar la sociedad con el objeto de asegurar y expandir los derechos”7. Un Estado legítimo debe evitar a toda costa que se vulnere este sistema de reglas garantizando el respeto a: 1) los derechos políticos: derecho universal al voto, a elecciones libres, a elecciones imparciales y derecho de acceso a cargos públicos, y 2) los derechos civiles: derecho a la vida, a la integridad física y a la seguridad; derecho a la información (libertad de prensa); derecho a la libertad de expresión y derecho a la libre asociación (véase gráfi co 1). De no ser así, la participación ciudadana en cuanto vee- dora del proceso electoral se ve limitada por la violación a los derechos mencionados, y la acción de la ciudadanía es bloqueada como herramienta para purgar a fondo el proceso electoral, al estar amedrentada por las presiones que los actores violentos llevan a cabo sobre candidatos y elec- tores. Así, los tres pilares que componen la democracia liberal —los dere- chos políticos (igualdad política), los derechos civiles (Estado de derecho) grado por las principales ciudades, las cuales exhiben una economía diná- mica, parcialmente integrada a la economía externa, un sistema político estable y unos índices de pobreza y exclusión inferiores a los que muestra la periferia2. Así, la estabilidad de la democracia en Colombia dependía, principalmente, de que no se vieran afectados ciertos procesos políticos, como las elecciones de alcaldes y concejales en las grandes ciudades. Mientras las regiones sufrían las acciones de los grupos armados ilega- les, que intimidaban a los ciudadanos para evitar las votaciones (vio- lando sus derechos civiles y políticos), el centro se encontraba aislado de esas presiones. Este hecho era esencial para la coexistencia entre estabilidad democrática y confl icto, pues como el centro reúne el mayor porcentaje de la población no se veían afectadas, en el agregado, las elecciones nacionales de presidente o del Congreso. Sin embargo, las elecciones de 2002 y 2003 fueron un campanazo para centrar la atención en la protección y fortalecimiento de la democracia colombiana: en 2002 las farc obligaron a alcaldes y concejales de 420 mu- nicipios a abandonar sus puestos; además, entre agosto de 2002 y julio de 2004 asesinaron a 25 alcaldes y ex alcaldes y a 127 concejales3. En 2003 se registraron 136 renuncias extemporáneas de candidatos a alcalde, gober- nación y concejo por amenazas y “posibles amenazas”4; en 22 municipios se presentaron candidaturas únicas a alcaldías y en 11 municipios no fue posible llevar a cabo las elecciones por problemas de orden público5. La mayoría de estas acciones fueron realizadas por las guerrillas. Los paramilitares también atentaron contra las reglas y procedimien- tos que defi nen la democracia. En zonas de aparente dominio paramilitar las elecciones presentaron fuertes anomalías; por ejemplo, en algunos municipios del Magdalena la votación por un mismo candidato a repre- sentante a la Cámara estuvo entre el 93% y el 97% de los votos. En Cesar hubo candidato único a la Gobernación en las elecciones locales de 2003. Sucre, Córdoba y Antioquia también tuvieron resultados electorales no convencionales. Las auc lograron una expansión a través de células de intercambio,6 que cumplen la función de relacionarse con los agentes más poderosos de la sociedad y con los sectores más infl uyentes. Tran- san con ellos protección, dinero e infl uencia, y así acceden a gobiernos e instituciones gubernamentales en las ciudades. Este incremento en el poder paramilitar fue una alarma para los comicios de 2006: las auc advirtieron que buscaban ampliar su poder político en el Congreso y el número de aliados allí, que según ellos era del 35%. Las elecciones presidenciales del 28 de mayo marcaron una diferen- cia con relación a anteriores. A pesar de algunas denuncias, el derecho al voto fue respetado en el país. Es de gran importancia que los civiles hayan podido votar, sobre todo en las regiones, pues signifi ca que la estabilidad democrática ha ampliado algo su territorio, antes exclusivo 2. Ibid., p. 21. 3. Gustavo Ducan, “Del campo a la ciudad en Colombia: La infi ltración urbana de los señores de la guerra”, Documentos Cede 2005-2, Bogotá, Universidad de los Andes, enero de 2005. Edición electrónica (http://ideas.repec.org/cgi-bin/htsearch). 4. Comunicado de prensa de la Registraduría Nacional, 2 de octubre de 2003: “Renuncia de candidatos”. 5. Comunicado de la Federación Colombiana de Municipios, 1 de septiembre de 2003. 6. Gustavo Duncan, op. cit. 7. Amartya Sen, Desarrollo y libertad, Bogotá, Planeta, 2000, p. 51. Gráfi co 1. Pilares de la democracia liberal Derechos políticos (igualdad política) - Derecho universal al voto - Elecciones libres, imparciales y frecuentes - Derecho de acceso a cargos públicos Derechos civiles (Estado de derecho) - Derecho a la vida, a la integridad física y a la seguridad - Derecho a la información - Derecho a la libertad de expresión - Derecho a la libre asociación Participación directa - Mecanismos de participación directa - Descentralización - Capacidades políticas Democracia “La paz política consiste en cambiar la oposición armada por la oposición desarmada. No se trata de negar el confl icto social, ni del conformismo o el unanimismo. Se trata de que las diferencias de interés y de visión delmundo fl uyan con entera libertad”. Derechos políticos (igualdad política) - Derecho universal al voto - Elecciones libres, imparciales y frecuentes - Derecho de acceso a cargos públicos Derechos civiles (Estado de derecho) - Derecho a la vida, a la integridad física y a la seguridad - Derecho a la información - Derecho a la libertad de expresión - Derecho a la libre asociación Participación directa - Mecanismos de participación directa - Descentralización - Capacidades políticas 14 • hechos del callejón Así vamos manifestaciones sociales han sido estigmatizadas como opositoras del régimen existente, lo que perturba la ampliación de los derechos socia- les. La derecha y la izquierda han llegado a estar tan desdibujadas que la “cultura de la suspicacia” parece haber impregnado la opinión pública. En las elecciones de mayo de 2006, por primera vez en la historia del país, la izquierda obtuvo una votación signifi cativa. Se desplegaron el ejercicio del derecho a la asociación y del derecho a la libre expresión, lo que implicó un avance valioso al refl ejar que se ha rescatado el alcance de uno de los fi nes prioritarios del sistema democrático. La oposición es necesaria y debe tener un espacio central dentro de la política, pues su papel es fundamental para ampliar los derechos sociales. Si la oposición se ejerce libremente aumenta su fuerza y contundencia dentro de la política y, por lo tanto, se avanza en el camino de entender que es posible canalizar expresiones violentas de los confl ictos dentro del sistema democrático. La paz política consiste en cambiar la oposición armada por la oposición desarmada. No se trata de negar el confl icto social, ni del conformismo o el unanimismo. Se trata de que las diferencias de interés y de visión del mundo fl uyan con entera libertad, de que se expresen todos los proyectos de sociedad posibles para que el ciudadano pueda escoger entre ellos9. Se requiere, por tanto, seguir impulsando los esfuerzos por recuperar los derechos políticos y civiles para sustituir la violencia por la política. Mientras se garanticen estos derechos fundamentales para la democracia, la política como herramienta elemental para desterrar la violencia estará más a la mano, pues proteger la democracia contra todo tipo de amenazas impide que la violencia capture plenamente de la política10. ◗ “Los tres pilares que componen la democracia liberal pueden ser quebrantados por los actores del confl icto armado, ya sea a través de mecanismos mafi osos o de las armas”. La participación directa y libre de la ciudadanía tanto en el centro como en la periferia es uno de los pilares de la democracia liberal. © C o rt es ía Co lp re n sa 9. Ibid., p. 385. 10. Ibid., p. 387 y la participación directa— pueden ser quebrantados por los actores del confl icto armado, ya sea a través de mecanismos mafi osos o de las armas. El respeto y la protección de los derechos políticos y civiles fortalecen la legitimidad del Estado, la cual es necesaria en la lucha contra actores alternativos que han adquirido poder territorial llenando vacíos que deja el Estado. En este sentido, seguir trabajando en el fortalecimiento de la legitimidad es una de las estrategias más importantes para recuperar el dominio de la coerción en manos del Estado. La importancia de estar alerta y de continuar con las políticas y acciones encaminadas a fortalecer la democracia y defenderla en la totalidad del territorio nacional se debe a que el confl icto puede quebrantar cada uno de los tres pilares de la democracia, como sigue: 1. Derechos políticos: si no se cumplen las condiciones para participar libremente en las elecciones y en movimientos y asociaciones tampoco existirán garantías ni incentivos para la participación directa. La violencia puede destruir la posibilidad de cualquier tipo de expresión de voluntad política. La libre elección puede verse afectada por la presencia de los gru- pos armados que determinan las decisiones de los electores en las regiones por medio del terror, el dinero, amenazando y matando candidatos. 2. Derechos civiles: el secuestro, las masacres, las torturas, las ejecucio- nes extrajudiciales, los homicidios, las desapariciones forzadas y demás acciones cometidas por los actores del confl icto violan el derecho a la vida, a la integridad física y a la seguridad, lo cual limita las posibilidades de ejercer el derecho al voto. El voto, el más importante entre los dere- chos de participación política, debe ser protegido tanto en la periferia como en el centro: no puede ser silenciado por la fuerza de las armas o determinado por las presiones mafi osas. 3. La movilización social es “un derecho fundamental y una vigorosa muestra de salud de una democracia”8. En Colombia, debido a la existen- cia de grupos armados ilegales que atentan contra la sociedad civil, las 8. pnud, El Confl icto..., op. cit., p. 373. 15 • hechos del callejón El invitado E l Gobierno Nacional exhibe la pacifi cación de las comunas de Medellín como uno de los logros importantes de su Política de Se- guridad Democrática y lo sustenta con cifras y resultados que lucen incuestionables. Son resultados que los habitantes de las comunas saben apre- ciar y valorar, en especial quienes en el pasado vivieron en carne viva los estragos de la guerra que la guerrilla y los paramilitares libraron por el control territorial de los cordones periféricos de la ciudad. Sin embargo, saben que a pesar de las cifras, no es una paz que puedan considerar como irreversible, concluyente, y que tienen que recibir con benefi cio de inventario, pues nada les garantiza que no sea más que un episodio pasajero, una especie de tregua entre la guerra que pasó y la que viene. Ese sentimiento de desconfi anza, incertidumbre y pesimismo lo vi en expresiones y gestos de mucha de la gente con la que conversé cuando realicé la investigación para el libro Comuna 13, crónica de una guerra urbana, publicado por la Editorial Universidad de Antioquia. El caso de la Comuna 13 es emblemático dentro de la guerra urbana que vivió Medellín entre 2001 y 2002. Fue la zona donde la confrontación armada tuvo grueso calibre y los niveles de crueldad y violencia alcanza- ron las cotas más altas, con casos aún no resueltos que siguen suscitando pronunciamientos de or- ganizaciones de derechos humanos, Amnistía Inter- nacional entre ellas. La gente valora la paz que les llegó tras la Ope- ración Orión, la que acabó con la guerra y expulsó a milicianos y guerrilleros, pero también tiene motivos de desconfi anza. Llevan más de 20 años viéndoles el rostro —o las capuchas— a los grupos armados, comprobando que lo único que cambia de una época a otra son sus uniformes y brazaletes. En los años ochenta, cuando se iniciaban las invasiones que dieron origen a la mayoría de los barrios de la Comuna 13, los grupos domi- nantes eran bandas de pillos locales. Marco Aurelio, personaje del libro, es elocuente: “A uno lo atraca- ban a las seis de la mañana, al medio día, en la noche, saliendo de la casa, ¡cogiendo el bus! Lo atracaban por un bazuco y por una inquina lo mataban. ¡Carajo!, esto se volvió insoportable”. Surgieron grupos armados con la misión de enfrentar la delincuencia. Fueron especies de autodefensas barriales que con el correr de los años se constituirían en un nuevo poder, que terminó cometiendo los mismos atropellos y tropelías de los grupos que antes combatían. Hasta cuando llegó una avanzada del eln y estableció en la zona, a princi- pios de los noventa, el poder miliciano. Las bandas delincuenciales y Ecos de la comuna 13 Por Ricardo Aricapa Autor de Comuna 13, crónica de una guerra urbana de autodefensas barriales que se rebelaron contra este nuevo poder fueron combatidas hasta el destierro y el exterminio. Fue así como a lo largo de aquella década las miliciasdel eln y los Comandos Armados del Pueblo sentaron dominio en la Comuna 13, califi cada en ese momento, y todavía, como una de las zonas más deprimidas y abando- nadas de la ciudad. Los milicianos patrullaban las calles, dictaban las normas de convivencia, imponían el orden y la seguridad e, incluso, organizaban las rifas y espectácu- los. Y cobraban por hacerlo una vacuna —en dinero o en especie— a tenderos, transportadores y comerciantes. A principios de 2001 irrumpieron las auc a disputarles el poder a los milicianos. Fue el fi n de la “paz armada” que éstos habían impuesto por cerca de 10 años y el comienzo de una nueva guerra, más feroz que todas las anteriores. Los paramilitares adoptaron los mismos métodos y estrategias de los milicianos, como el aliarse con bandas de delincuentes, reclutar com- batientes entre jóvenes de los barrios o en las fi las del propio enemigo, cobrar vacunas y realizar ejecuciones con lista en mano. Incluso, hasta en el uso de capuchas terminaron pareciéndose. La Operación Orión también fue el comienzo para la instauración de un nuevo poder en la Comuna 13, el mismo que imperaba en otras comunas de la ciudad: el poder paramilitar. Y es un poder que, como con- secuencia de la desmovi- lización y reinserción del Bloque Cacique Nutibara de las auc ha cambiado de matices y formas de presentación e, incluso, de intensidad, pero no de naturaleza ni de intención. Para nadie es un secreto que en los barrios populares de Medellín prevalece el poder soterrado del aparato paramilitar, en cualquiera de sus presentaciones y condición. El propio Alonso Salazar, secretario de Gobierno de Antioquia, denunció zonas donde se siguen cobrando las vacunas y la presencia de “mucha gente sospechosa” con armas, en buena parte reinsertados. También hay nuevas relaciones económicas y políticas que este poder ha establecido. Es un poder con dominio pleno del escenario, un poder que ordena quién se queda y quién se va, quién se muere y quién vive, quién paga la vacuna y qué está prohibido y qué no. Muy poco ha cambiado en la Comuna 13. La intervención allí ha sido del orden militar. Las causas de fondo, las de orden social, económico, cultural y humano que generan la injusticia, la inseguridad y la violen- cia en esta deprimida zona de la ciudad, siguen intactas y, en algunos casos, son peores. ◗ “La población de la Comuna 13 lleva más de 20 años viéndoles el rostro —o las capuchas— a los gru- pos armados, comprobando que lo único que cambia de una época a otra son sus uniformes y brazaletes”. 16 • hechos del callejón La página humanitaria Reconocimiento y respeto a las víctimas: el primer paso hacia la paz Ser escuchado, reconocido y respetado son principios de humanidad claves en procesos de reparación y reconciliación. Y son, además, gestos indispensables desde el Estado hacía las víctimas. E n el camino hacia la paz es central la atención a las víctimas, y para garantizar la pertinencia y la efi cacia de la atención del Estado es necesaria la participación activa de las víctimas como sujetos sociales a quienes se les han vulnerado sus derechos. En este marco, la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (cnrr) busca proporcionar espacios donde se reconozcan los derechos vulnerados, se recojan los testimonios de los afectados y se explore cómo será el procedimiento para la reparación. A través de este proceso, ade- más, se requiere conseguir una atención que garantice la reincorporación de las víctimas a la sociedad de una manera digna. Precisamente, dos de las funciones asignadas a la Comisión por la llamada Ley de Justicia y Paz se refi eren de manera expresa a las víctimas como sujetos activos en un proceso hacia la paz (ver recuadro): 1. Garantizarles a las víctimas su participación en los procesos judiciales y la materialización de sus derechos. 2. Presentarle al país un informe público sobre las razones del surgi- miento y la evolución de los grupos armados ilegales. En las zonas más afectadas por el confl icto, donde hay un mayor número de víctimas, es necesario acercarse a esta población a través de diálogos regionales permanentes. El objetivo es que en esos espacios, entre otros, se recojan las necesidades y expectativas de las víctimas y sean incluidas en el diseño de las estrategias y las políticas públicas para el reconocimiento, la reparación y la reconciliación. De esta manera se transitará efectivamente hacia la reconstrucción de la sociedad. El reconocimiento, la reparación y la reconciliación El acercamiento del Estado a las víctimas por medio de una participación efectiva con estos diálogos permanentes permitirá que se reconozcan sus derechos vulnerados y se les valore como sujetos sociales. Además, el diálogo con organizaciones de víctimas en el ámbito local le permitirá al Estado un trabajo más efectivo en términos de tiempo y recursos. En esa dirección, será un avance hacia la reconciliación el apoyo que la Comisión y la comunidad humanitaria podrán brindar a las organiza- ciones sociales civiles de base, respetándolas, impulsando la represen- tatividad que tienen, rodeándolas para su fortalecimiento y seguridad y reconociéndoles sus intereses y necesidades. De acuerdo con el derecho internacional humanitario, las víctimas deben ser dignifi cadas, escuchadas y reconocidas como sujetos de derecho en un camino hacia la paz. En el tema de la reparación es importante brindarles a las víctimas una respuesta integral que, por lo tanto, incluya tanto la restitución de los derechos vulnerados como la reparación de las pérdidas materiales ocasionadas por el confl icto. © C o rt es ía D av id P ar ra • p m a Fue lo único que ella y su familia pudieron recoger antes de que fueran forzadas a desplazarse. 17 • hechos del callejón Pero en muchos casos exitosos de reconciliación se ha ido más allá de esta reparación material. En Chile y Sudáfrica los Estados posibilitaron espacios abier- tos para que las víctimas presentaran en extenso los casos de violación de sus de- rechos. Eso les ha permitido a las víctimas poner en palabras el dolor de las pérdidas y comenzar así con el reconocimiento y después con el acercamiento a la repara- ción, la reconciliación y la reconstrucción de las sociedades. Estos casos muestran cómo por la vía de la palabra (expresión escrita y/o hablada) frente a la sociedad local y al mundo se comienza a sanar la sociedad, con implicaciones que van más allá de una reparación material. Ser escuchado, reconocido y respetado son principios de humanidad claves en procesos de reparación y reconciliación. Y son, además, gestos indispensables desde el Estado hacía las víctimas. Sólo así se logrará un ambiente de credibilidad y confi anza en el diálogo entre la víctima y el Estado como representante de los ciudadanos. El reconocimiento, la reparación y la reconciliación son indispensables en la búsqueda de la paz. En Colombia, a diferencia de otros países, esto debe adelantarse en medio del confl icto, lo que, sin duda, representa un desafío adicional para la sociedad y el Estado. Un puente entre la Comisión y las víctimas En este contexto, varias organizaciones humanitarias están promovien- do el encuentro, intercambio y diálogo entre la Comisión, la comunidad humanitaria y las víctimas. Así, por ejemplo, el pasado 16 de junio en Bochalema, Norte de Santander, se realizó un encuentro entre miembros de la Comisión y representantes de embajadas y de Pastoral Social de Arauca, Norte de Santander y Santander. También participaron voceros de organizaciones como el Consejo Noruego para los Refugiados y la Asociación de la Comunidad Motilón Bari (Asobari), miembros del Programa de Paz de Norte de Santander, representantes de la Mesa de Víctimas de Norte de Santander, las perso- nerías de Tibú y El Tarra y la Defensoríadel Pueblo. De la misma forma, la Ofi cina para la Coordinación de Asuntos Hu- manitarios de las Naciones Unidas (ocha) en coordinación con otras agencias del Sistema de Naciones Unidas, con organizaciones sociales, instituciones del Estado y ong nacionales e internacionales que trabajan en el tema humanitario están promoviendo en la zona que comprende Arauca, Boyacá, Casanare, Norte de Santander y Santander actividades para sintonizar las necesidades y expectativas de las víctimas con las respuestas que deben recibir. En este proceso se busca que los diferentes actores trabajen de manera conjunta en posibles salidas, y que los temas humanitarios permanezcan en la agenda pública de la región. Dentro de las actividades al respecto se han promovido acercamientos entre la comunidad humanitaria, medios de comunicación y sector privado. Asimismo, con la Comisión, el pnud y la Universidad Javeriana han apoyado el trabajo que vienen realizando las Mesas Humanitarias, y han acompañado la labor de Testimonio, Verdad y Reparación (Tevere), la Aso- ciación de Víctimas del Magdalena Medio (Asovim), la Mesa de Víctimas del Norte de Santander, el Programa de Paz de Norte de Santander y Pastoral Social, que son algunas de las instituciones del nororiente colombiano que llevan a cabo trabajos de formación de asociaciones de víctimas, recolec- ción de testimonios, mapeo y ubicación de población afectada. ◗ Las víctimas del desplazamiento del confl icto armado exigen la verdad y una reparación integral. © C o rt es ía A n a M ar ía R o dr íg ue z La Ley 975 de 2005, también llamada Ley de Justicia y Paz, crea la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, la cual se reglamentada parcialmente a través del Decreto 4760. Esta norma, en sus artículos 19 a 22, habla específi camente de la composición de la Comisión, los procedimientos para designar los representantes de las víctimas, el desarrollo de sus funciones y los recursos para su funcionamiento. Funciones de la Comisión El artículo 52 le fi ja las siguientes funciones: 1. Garantizar a las víctimas su participación en procesos de esclarecimiento judicial y la realización de sus derechos. 2. Presentar un informe público sobre las razones para el surgimiento y evolución de los grupos armados ilegales. 3. Hacer seguimiento y verifi cación a los procesos de reincorporación y a la labor de las autoridades locales a fi n de garantizar la desmovilización plena de los miembros de grupos armados ilegales y el cabal funcionamiento de las instituciones en esos territorios. Para estos efectos la Comisión podrá invitar a participar a organismos o personalidades extranjeras. 4. Hacer seguimiento y evaluación periódica de la reparación y señalar recomendaciones para su adecuada ejecución. 5. Presentar, dentro del término de dos años, contados a partir de la vigencia de la ley, ante el Gobierno y las Comisiones de Paz de Senado y Cámara de Representantes un informe acerca del proceso de reparación a las víctimas. 6. Recomendar los criterios para las reparaciones con cargo al Fondo de Reparación a las Víctimas. 7. Coordinar la actividad de las Comisiones Regionales para la Restitución de Bienes. 8. Adelantar acciones nacionales de reconciliación que busquen impedir la reaparición de nuevos hechos de violencia que perturben la paz nacional. 9. Darse su reglamento. Sobre la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación 18 • hechos del callejón Buenas prácticas computador, la grabadora. Se defi ne el encuentro con el entrevistado y, fi nalmente, la prisa se cambia por el deleite de escuchar el producto ter- minado. Han sido 16 crónicas radiales de no más de 5 minutos cada una, donde el ejercicio principal es escuchar para narrar. La matrícula no tiene ningún valor y son más de 90 participantes. Este año el numero se duplicó y muchos de ellos tienen espacios propios radiales en emisoras locales e invitan a muchos más jóvenes del Chocó a unirse a este propósito. El proyecto se ha convertido en una herra- mienta para atenuar el impacto del confl icto, pero también en una alternativa de trabajo e inversión de tiempo para los jóvenes, lo que ayuda a restarle guerreros al confl icto armado. Según un diagnóstico juvenil elaborado por el Centro Cultural Mama U, un 70% de la población de la ciudad de Quib- dó, capital del Chocó, son jóvenes. En la última década la ciudad creció desmesuradamente —a causa del confl icto armado— y niños y niñas que vivían en poblaciones ribereñas de otros municipios del departamento llegaron a la capital como efecto del desplazamiento forzado. Se visibilizó lo invisible Los coordinadores de la Escuela de Comunicación Radiofónica, Dianne Rodríguez y Milton Patiño, sueñan con una emisora que tenga amplios espacios para jóvenes, niñas y niños; con un estudio de producción radio- fónico-musical; con editar módulos radiofónicos que vayan construyendo nuevas sensibilidades en torno a la etnicidad. La radio es una “opción que deberían tomar los jóvenes ante tanto desempleo”, dice Dianne. “Esto algún día les puede servir para un empleo fi jo”, agrega Milton. De sobresalto en sobresalto, este proyecto va etnolocutando (interlocu- tando) con muchas personas e instituciones. La diócesis de Quibdó es una gran aliada. unicef, en un convenio que realizó con esta institución clerical, llevará la escuela a los municipios del Alto Atrato: Bagadó, Lloró y Yuto. El Sena seguirá avalando este esfuerzo. Los periodistas de las emisoras locales dan voces de aliento, exaltan la creatividad y abren espacios radiales a los jóvenes. El Premio Nacional de Paz que recibió la diócesis de Quibdó en el 2005 por el acompañamiento que da a los procesos de edifi cación de la vida y la dignidad, por el acento étnico de su labor pastoral y por su ac- titud de anuncio y de denuncia, muestra que ésta es una apuesta real por salir del callejón. Este año fue precisamente en Quibdó donde se declaró ofi cialmente abierta la convocatoria a la octava edición del premio, en un acto que se cumplió el pasado 7 de junio. Allí estuvieron líderes de proyectos que también, como lo hace la Escuela de Comunicación, se han ingeniado formas diferentes para hacerle frente a la guerra. ◗ Escuela de comunicación recrea otro Chocó (Viene de la página 20) © C o rt es ía D ia n n e R o dr íg ue z M o n ta ñ o Los jóvenes cuentan sus historias como un mecanismo para expresar su dolor y sus esperanzas. la semana en los colegios, las parroquias, los barrios, el convento, la cárcel... Se trataba de incentivar la narración de historias recurriendo a la crónica, la música y el reportaje utilizando para este fi n no sólo las diferentes herramientas periodísticas, sino el conocimiento del contexto, de sus culturas, de su papel en este momento de la historia en el que la violencia, la pobreza, el desempleo, la insalubridad y la mala educación los golpea de manera inclemente. Porque el Chocó padece la guerra de las balas, pero también el abandono estatal. Crónicas de la vida real Muchas historias empezaron a conocerse. Por ejemplo, la crónica de Paola Ortiz y Mariestela Córdoba, dos estudiantes del colegio Integrado Femenino, que lograron impactar a la audiencia chocoana en sólo cinco minutos con “Levantamiento de cadáveres”; ellas se preguntaban: ¿qué sienten los funcionarios que realizan este trabajo? ¿De qué manera los afecta psicológicamente? ¿Llegan a familiarizarse con la muerte? El tema resultó revelador porque, entre otros aspectos, la protagonista es una mujer madre de familia. O la crónica de Fabio y Sureya sobre los ancianos. O la de Genith Fuentes y Carmen Serna, quienes fueron a un prostíbulo para recolectar testimonios de esta situación. O la de Daniel Isidoro, crónica autobio- gráfi ca sobre los niños de la calle. O la de John Arley, Cendy y Denni sobre el vih/sida. O la de Heiler
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