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UNPeriódico. 10 de noviembre de 2013. Salud
Hábitos saludables disminuyen efectos de la epilepsia
Un programa pionero en atención ha cambiado la vida de 91 mujeres con
epilepsia en Bogotá. El estudio demostró que es posible controlar la
depresión y mejorar la calidad de vida de quienes padecen este trastorno
neurológico, por medio del seguimiento farmacéutico y de un programa
que mejora ciertas prácticas cotidianas.
Crisis, limitación y dependencia fueron las palabras que se instalaron en el
pensamiento de Janeth Velásquez cuando escuchó por primera vez el parte
médico: Epilepsia. Desde entonces, su vida dio un giro radical y la depresión
se convirtió en su nueva compañía.
Cinco años después de conocer aquel diagnóstico y tras formar parte del grupo
de mujeres del programa de atención farmacéutica, diseñado por Martha
Losada Camacho, docente del Departamento de Farmacia de la Universidad
Nacional de Colombia, esta mujer de 42 años afirma entre sonrisas: “la
depresión salió a volar”.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos 25
millones de mujeres en el mundo padecen este trastorno neurológico y son
ellas, además, las que presentan peor calidad de vida respecto a la salud de
los hombres con esta enfermedad.
“Las mujeres reportan mayores reacciones adversas como alteraciones
endocrinas reproductivas, hirsutismo (crecimiento excesivo de vello), síndrome
de ovario poliquístico, obesidad y disfunción sexual, lo cual muchas veces
desemboca en casos de depresión”, indica Martha Losada, quien realiza este
estudio como trabajo de su tesis doctoral en Atención Farmacéutica en la
Universidad de Granada (España).
El programa creado por Losada es un ensayo clínico controlado, realizado a
182 mujeres con epilepsia, en edades entre los 18 y 75 años, residentes en
Bogotá y divididas en dos grupos, uno de intervención y otro de control. El
estudio demostró que es posible mejorar la calidad de vida por medio de la
intervención farmacéutica.
Esta exploración se realizó entre 2010 y 2012 con el apoyo de la Fundación
Liga Central Contra la Epilepsia, como parte de los servicios de atención
especializada que allí se prestan.
Objetivo: calidad de vida
El trabajo consistió en realizar un seguimiento farmacoterapéutico según el
método Dader (diseñado en 1999 por el Grupo de Investigación en Atención
Farmacéutica de la Universidad de Granada). Este se basa en obtener la
historia farmacoterapéutica del paciente, educarlo para la salud, monitorear sus
anticonvulsivantes, aportarle información sobre el uso adecuado de los
medicamentos y brindarle ayudas prácticas para mejorar sus hábitos de vida.
El impacto se evaluó con la autoaplicación de una serie de cuestionarios
especializados (muchos de ellos utilizados a nivel internacional) en la primera
entrevista y al finalizar los seis meses de seguimiento.
Como resultado específico, se pudo comprobar que el programa mejora el
bienestar desde el punto de vista clínico. “Existen estudios previos en los que
se afirma que en un cuestionario que va de
1 a 100, la percepción de calidad de vida debería aumentar hasta un 11,8%
para que sea clínicamente significativo. El que aplicamos dentro de la
investigación arrojó como resultado un 12,45% para el grupo de intervención y
un 2,61% para el grupo de control”, explica Losada.
El testimonio de Janeth corrobora el dato: “Después del tratamiento comprendí
que hay mejores maneras de asumir la epilepsia y que mi vida no se basaba
únicamente en controlarla. Si incluía dentro de mis hábitos rutinas de ejercicio
mental y físico, me alimentaba mejor, me tomaba la medicina tal como me lo
habían indicado o simplemente dormía bien, podía llevar una vida más
tranquila”.
De hecho, el plan farmacéutico se enfocó en fomentar buenos y nuevos
hábitos de vida, como dormir entre 8 y 10 horas diarias, ingerir los
medicamentos en los tiempos y en las dosis formuladas, realizar actividades
diarias que ejercitaran la memoria y, por supuesto, realizar por lo menos
cuarenta minutos diarios de ejercicio o alguna actividad física con cierta
intensidad.
Uno de los datos más reveladores es que la depresión disminuyó casi a la
mitad en el grupo intervenido, mientras que en el de control se mantuvo
estable. Estos resultados fueron considerados como uno de los aportes más
importantes del estudio, por el Congreso de Atención Farmacéutica, realizado
en Medellín, en septiembre pasado, donde la investigación de la profesora
Losada obtuvo el segundo puesto.
Con enfoque de género
La mejora en la calidad de vida de las personas con epilepsia es el objetivo de
varias investigaciones que se adelantan en este ámbito, pero ahora también es
importante que quienes padecen la enfermedad conserven su plenitud y se
puedan realizar como individuos.
“Muchas veces se logran controlar los síntomas, pero los medicamentos
pueden provocar somnolencia permanente en el paciente, al punto de
convertirlo casi en un vegetal. Entonces, no convulsiona, pero su desempeño
social queda supeditado al fármaco”, afirma la profesora Losada.
Para la experta, esta situación suele profundizarse más en el caso de las
mujeres. Cifras de la OMS muestran que la epilepsia afecta a cuatro de cada
mil embarazadas, y a una de cada trescientas en edad fértil. Asimismo, se ha
demostrado que ellas tienen mayor frecuencia de disminución de la líbido y la
presencia de ovario poliquístico es cuatro veces mayor a la de la población
general.
De ahí la importancia de tener en cuenta el género en el tratamiento, pues
existen condiciones hormonales (ciclo menstrual, métodos anticonceptivos,
menopausia), reproductivas (fertilidad, embarazo, lactancia) y de roles (cuidado
de los niños) que pueden afectar y ser afectadas por los anticonvulsivantes y
que son cambiantes durante las diferentes etapas de la vida.
Por eso, se eligieron pacientes tratadas con anticonvulsivantes, considerados
piezas clave en el manejo de la epilepsia, pues se caracterizan, entre otros
aspectos, por no tener un efecto clínicamente valorable. Sin embargo, su uso
puede optimizarse a través de la atención farmacéutica.
Losada explica que la interacción directa con el paciente y con los demás
integrantes dentro de un equipo de salud optimiza los tratamientos y disminuye
los resultados negativos asociados con la medicación.
Para Janeth Velásquez, su paso por el programa de atención farmacéutica ha
sido como un revulsivo en su vida. Ahora asume de manera más tranquila y
abierta su enfermedad. En ese ejercicio, ha encontrado el apoyo de su familia
y amigos, quienes están aprendiendo junto a ella que hay vida después de la
epilepsia.

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