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Arquitextos 2 A rq ui te xt os 2 n o t a s c l a s e d i e c i o c h o de Carlos Niño Murcia 18 Carlos Niño Murcia es arquitecto de la Universidad Na- cional de Colombia, licenciado en Historia del Arte de la Uni- versidad de París-Sorbona y magíster en Historia y Teoría de la Arquitectura de la Architectural Association de Londres. Fue pro- fesor titular de la Universidad Nacional de Colombia desde 1976 hasta el 2006 ; en 2001 fue distinguido como Profesor Emérito y en 2002 recibió el título de Maestro Universitario. Entre sus pu- blicaciones se destacan Fernando Martínez Sanabria: trabajos de arquitectura (1979), La vivienda de Guillermo Bermúdez (1982), Arquitextos: escritos sobre arquitectura desde la Universidad Na- cional de Colombia 1976-2005 (2006) y Territorio chamánico: una mirada desde la arquitectura a la manera de construir y ocupar su entorno (2015). Recibió el Premio Carlos Martínez en el área de investigación en la XII Bienal Colombiana de Arquitectura (1990) por el libro «Arquitectura y Estado» y, veinte años después, repi- tió esta distinción en la XXII Bienal Colombiana de Arquitectura por el libro La carrera de la modernidad. Sus principales líneas de investigación son la historia de la arquitectura colombiana, la enseñanza de la arquitectura, la historia urbana, las maneras de construir y de habitar el territorio. Escultor clandestino desde hace 43 años. En Arquitextos 2 se encuentran reunidos veintiocho escritos cortos en los que el profesor Carlos Niño Murcia com- parte algunas de sus reflexiones académicas y profesionales. Es una compilación de ensayos, artículos y notas críticas, publi- cados en diferentes medios de comunicación, durante el pe- riodo comprendido entre los años 2005 y 2014. Este periodo muestra particularidades en la discusión intelectual, política, técnica y ciudadana en el transcurso de los tres lustros inicia- les del siglo xxi. Los escritos se encuentran reunidos en seis grupos diferentes: reflexiones, arquitectos, enseñanza, ciudad, patrimonio e historia de la arquitectura en Colombia. Cada una de estas secciones conforma capítulos vinculados temáti- camente, pero con autonomía relativa de enfoque y contenido. Esta es la segunda compilación de textos del profesor Niño. En el 2006, en Arquitextos, libro que también hace parte de la colección Notas de Clase, se recogieron ya algunos de sus escritos publicados entre 1976 y 2005. La condición de segunda selección brinda a Arquitextos 2 ventajas objetivas, ya que en este libro se recoge la obra madura, decantada y depu- rada del autor; investigador que ha forjado un conocimiento amplio, sólido y profundo en el campo de la historia, la teoría de la arquitectura y la ciudad. Jorge Ramírez Nieto Profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia C ar lo s N iñ o M ur ci a El valor y la importancia de los escritos sobre arquitectura radica en su capacidad de tender un puente entre las obras construidas y el público, sean estos estudiantes, profesionales del medio o el público en general. Carlos Niño Murcia Carlos Niño Murcia Arquitextos 2 Escritos sobre arquitectura desde la Universidad Nacional de Colombia 2005-2014 d i e c i o c h o n o t a s c l a s ede Carlos Niño Murcia Arquitextos 2 Escritos sobre arquitectura desde la Universidad Nacional de Colombia 2005-2014 Notas de Clase dieciocho Arquitextos 2 Primera edición: marzo de 2018 ISBN papel: 978-958-783-184-9 ISBN digital: 978-958-783-183-2 © Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá, Facultad de Artes © Carlos Niño Murcia, 2018 Rector Ignacio Mantilla Prada Vicerrector de Sede Jaime Franky Decana Facultad de Artes Martha Luz Salcedo Vicedecano de Investigación y Extensión Paulo Andrés Romero Vicedecano Académico Luis Alfonso Pérez Directora Centro de Divulgación y Medios Clara Forero Edición y corrección de estilo Ingrid Sánchez-Bernal Diseño gráfico y carátula Mauricio Arango Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales. Bogotá, D. C., Colombia 2018 Impreso y hecho en Bogotá, D. C., Colombia Salvo cuando se especifica lo contrario, las imágenes son propiedad del autor. Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia Niño Murcia, Carlos Arturo, 1950-- Arquitextos 2 : escritos sobre arquitectura desde la Universidad Nacional de Colombia 2005-2014 / Carlos Arturo Niño Murcia. -- Primera edición. – Bogotá : Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Artes, 2017. 308 páginas : ilustraciones (principalmente a color), fotografías, planos. -- (Notas de clase ; dieciocho) Incluye referencias bibliográficas ISBN 978-958-783-184-9 (rústica). -- ISBN 978-958-783-183-2 (e-book) 1. Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogotá), Facultad de Artes – Historia -- 2005-2014 2. Arquitectura colombiana -- Historia -- 2005-2014 3. Arquitectura -- Enseñanza 4. Arquitectos colombianos I. Título II. Serie CDD-23 720.98610905 / 2017 MARTHA LILIANA TORRES VARGAS Sección de Recursos de Información División de Bibliotecas Sede Bogotá Universidad Nacional de Colombia e-mail: bibcatalog_bog@unal.edu.co Tel. 3165000 Ext.17456-17457 Bogotá, D.C., noviembre 15 de 2017 A mis nietos Zorán y Solei, para que nos ayuden a pensar nuestro país y a mejorar sus ciudades y su arquitectura. Contenido Prólogo8 Arquitextos o escribir sobre arquitectura10 CAPÍTULO UNO Reflexiones15 Modos de vivir, formas de construir, modos de ser16 Páginas rojas26 Buscar y buscar sin detenernos28 Modernizar un país y fracasar en el intento: Marta Traba y la vanguardia de la arquitectura en Colombia36 El albañil que sabe latín44 La construcción de la casa en la lengua española48 Sobre los nudos54 CAPÍTULO DOS Arquitectos57 Arquitectura moderna en el centro histórico de Bogotá58 La arquitectura de Rogelio Salmona y el sentido del lugar66 Música, naturaleza y luz en la arquitectura76 Navegar con la deriva80 CAPÍTULO TRES La ciudad83 Manizales, ave fénix urbana84 Arquitectura urbana, memoria y representación social94 El derecho público al andén98 Las casas de la memoria104 La carrera Décima de Bogotá108 El parque Bicentenario132 Planeación urbana en Bogotá134 CAPÍTULO CUATRO La enseñanza141 La historia: territorio y mapa para la creatividad142 Política y arquitectura: la escuela nueva en la República Liberal152 CAPÍTULO CINCO Patrimonio177 La casa Pérez de Bruno Violi en Bogotá178 Historia y patrimonio de la ciudad de Zipaquirá y su región circundante180 Una ciudad-jardín en las montañas bogotanas236 Develando joyas bogotanas240 CAPÍTULO SEIS Historia de la arquitectura en Colombia247 Recordar la fundación, celebrar el futuro248 Las casas de hacienda de la sabana254 La sabana de Bogotá, lógicas del poblamiento262 Colombia, vivienda y arquitectura moderna 266 Arquitectura moderna en Colombia, 1955-1980282 ANEXO Imágenes291 Prólogo Hay preguntas recurrentes que rodean los campos académicos y profesionales de la arqui- tectura contemporánea: acerca del papel que cumple la historia en la formación de los arqui- tectos, sobre cómo se enseña el valor profundo de la arquitectura y el significado que tiene el patrimonio en las ciudades actuales. Carlos Niño Murcia, profesor de historia de las sucesivas cohortes de arquitectos colombianos, desde los años setenta del siglo pasado hasta hoy ha argu- mentado diversas respuestas a esos interrogantes. En Arquitextos 2 se encuentran reunidos veintiocho escritos cortos en los que el profesor Niño comparte algunas de sus reflexiones académicas y profesionales. Es una compilación de ensayos, artículos y notas críticas, publicados en diferentes medios de comunicación, durante el periodo comprendido entre los años 2005 y 2014.Este periodo muestra particularidades en la discusión intelectual, política, técnica y ciudadana en el transcurso de los tres lustros iniciales del siglo xxi. Los escritos se encuentran recogidos en seis grupos diferentes: reflexiones, arqui- tectos, enseñanza, ciudad, patrimonio e historia de la arquitectura en Colombia. Cada una de estas secciones conforma capítulos vinculados temáticamente, pero con autonomía relativa de enfoque y contenido. Esta es la segunda compilación de textos del profesor Carlos Niño. En el 2006, en Arquitex- tos, libro que también hace parte de la colección Notas de Clase, se recogieron ya algunos de sus escritos publicados entre 1976 y 2005. La condición de segunda selección brinda a Arquitextos 2 ventajas objetivas, ya que en este libro se recoge la obra madura, decantada y depurada del autor; investigador que ha forjado un conocimiento amplio, sólido y profundo en el campo de la histo- ria y la teoría de la arquitectura y la ciudad. Su formación pasó por sucesivas instancias de conso- lidación, desde las específicamente académicas, como el desarrollo de investigaciones, tareas de docencia de pregrado y posgrado, hasta alcanzar la autonomía reflexiva con una argumentación sustentada en su propio pensamiento. Niño es ahora el maestro que se ha dado tiempo para revi- sar, repasar, corregir cuidadosamente excesos, incertidumbres y vacíos o contenidos en escritos anteriores. Ha superado el nivel convencional de la erudición para desarrollar la comunicación sencilla, directa, escueta, amplia y profunda de su conocimiento. Sus textos recientes comunican argumentos que descansan sobre reflexiones renovadas, sensibles y personales, que, superando doxas y convencionalismos, fijan posiciones críticas sobre los procesos de la arquitectura en las ciudades contemporáneas. En lo transcurrido hasta hoy en la arquitectura y la ciudad del siglo xxi, hemos visto ambi- güedades, confusiones, conflictos y grandes sorpresas. La superación aparente de las vertientes posmodernas, con sus promociones de corrientes estéticas, de autores, marcas y programas, ha generado dispersiones intelectuales con crisis inesperadas. La historiografía contemporánea de la arquitectura y la ciudad no ha escapado a esa condición: hoy tenemos un incremento expo- nencial de indagaciones académicas de corto aliento en torno a temas complejos de estas dos líneas de indagación. La profusión de programas de posgrado en nuestro campo, y cerca de él, ha creado una acumulación heterogénea y desigual de resultados. Las redes digitales y las bibliotecas brindan torrentes de información que deberá ser procesada con premura, rigor y buen criterio. En el ambiente descrito, la voz del profesor Carlos Niño resuena clara y oportuna. Él des- cribe con precisión la manera como piensa, se comporta y actúa el medio profesional, artístico y académico. Asume su doble condición de narrador y crítico con un irrenunciable compromiso ético, en el que las acciones estéticas y políticas interactúan en la construcción física y en la conformación de ambientes y espacios ciudadanos contemporáneos. A las preguntas citadas al inicio de este texto se les puede dar respuestas prestando atención a la lectura de este libro, por esto, es necesario estar concentrado en lo dicho, lo sugerido, lo comentado y lo evitado en los escritos del profesor Carlos Niño Murcia. No es obligatorio ser arquitecto, crítico o urbanista para leer con fruición este interesante compendio. Es suficiente con alertar al sentido común —eso ya es exigente—, y ser consciente de la experiencia de habi- tar hoy nuestras ciudades para obtener provecho al recorrer con atención el contenido de estos sugestivos textos. Jorge Ramírez Nieto Profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia Bogotá, junio 29 de 2017 Arquitextos o escribir sobre arquitectura La escritura es fundamental para la arquitectura, pero ¿por qué, si su esencia es el proyecto y la construcción? Aunque la arquitectura sea proyecto y construcción, como un acto social y cultural, es la acumulación lograda por la humanidad a lo largo de su existencia, tiempo durante el cual no solo ha construido su refugio, sino también las ciudades y los espacios institucionales y sagrados. Cada generación ha transmitido las técnicas y las tipologías que ha utilizado para que las siguien- tes generaciones las apliquen en sus obras concretas. De esta forma, el acto de construir se replan- tea de manera progresiva; se adapta en lugares, momentos y recursos particulares. La transmisión se realiza mediante el contacto con los arquitectos veteranos y por medio de los textos, lo que hace de la historia de la arquitectura un medio esencial para la formación de los nuevos constructores. La enseñanza de la historia para los arquitectos, no para quienes van a ser historiadores profe- sionales, debe ante todo estudiar cómo se construyeron las obras relevantes, comprender los con- textos en que se hicieron y entender el anclaje en la realidad geográfica, social y cultural que caracte- riza nuestro oficio, en vez de solo enunciar nombres y fechas, erudición vacua. Por esto, la escritura es el camino irremplazable para conocer tanto lo que hace la comunidad local como las grandes obras de tiempos anteriores. La arquitectura no se aprende en el taller de diseño, como se ha creído en el último siglo, porque en el taller se practica el oficio y cómo resolver un proyecto, pero no se estudia de manera rigurosa el pasado de nuestra labor, fuente esencial del saber de esta profesión. Enseñar historia no es mostrar cuarenta iglesias góticas y las sutiles diferencias geográficas o cronológicas, sus influencias y contaminaciones. Lo que debemos hacer es enseñar cómo se construye una catedral de piedra sostenida por vitrales, o el Panteón de Roma y las enormes bóvedas romanas, sus mamposterías y argamasas, o la cúpula de Santa María de las Flores — milagro tectónico suspendido en el aire de la Toscana—, o el Partenón y el proceso evolutivo de muchos siglos que ha seguido para llegar a esa perfección sublime, o el templo del Cielo en Pekín con sus magníficas elaboraciones en madera y el duogong; todo como una lección de técnica constructiva, ya que eso somos, gentes del proyecto y de la construcción.1 Es asimismo indispensable conocer cuándo y dónde se hicieron esos maravillosos espacios, la época y la sociedad que los encargaron y habitaron. Es necesario entender el contexto y las ideas que concibieron tales edificios —algo que no está explícitamente grabado en los muros, sino que 1 Sin embargo, en la carrera de Arquitectura hoy día se ven muy pocas asignaturas dedicadas a la historia. Se realizan cursos panorámicos en los que, en solo cuatro meses, se estudia desde la prehistoria hasta la Revolución Industrial y, en el siguiente, desde ese punto hasta llegar al siglo xxi. Estas son materias que no merecen ni el 2% de las ener- gías de estudiantes y profesores, pues todas las absorbe el taller, merecedor del 96%, si no del 100% de los esfuer- zos. Este tipo de formación nos desplaza hacia un empirismo que no corresponde a la esencia de nuestra profesión. se debe leer en los libros u oírlo de quienes lo han estudiado—, y así, al conocer estos aspectos, se iluminan las paredes y cubiertas de la arquitectura para verlas mejor y comprenderlas a cabalidad. Esto es lo que tratamos de develar quienes escribimos, aunque en realidad todos los arqui- tectos deberíamos escribir. Hacer un texto es construir una estructura, tanto en general como en cada uno de sus detalles; en cada párrafo, frase y palabra. Cuando escribimos necesitamos fraguar la secuencia de la argumentación y tener respeto por la gramática —que es como la gra- vedad en una edificación— para lograr fluidez en el texto, musicalidad y sentido, de la misma forma que buscamos la poesía de los ambientes, el recorrido y la luz en la construcción. Lo pri- mero se hace con ideas y hechos históricos, con palabras y sintaxis, losegundo, con materiales y espacios, luces y tensiones. La composición de un relato es arquitectura conceptual, es lo mismo que escribir música; con razón, Wright decía que los mejores arquitectos de la historia eran Beethoven y Bach. También grandes arquitectos han sido Flaubert, Vargas Llosa o Joyce, pues componer la narración de un día en Dublín en el Ulyses, con sus tiempos, espacios y eventos entrecruzados, con sus gentes recorriendo las calles de la memoria, es arquitectura excelsa. En la acertada intersección entre el espacio, la gente y su tiempo surge la buena arquitec- tura; esta no se trata solo de los planos o los muros, sino también de las ideas que reelaboran la historia y los textos, puesto que la arquitectura es una tarea del pensamiento, la razón y la sensibilidad. La arquitectura expresa los anhelos y valores de la sociedad a la que pertenece para inculcar en la población afecciones que propicien su vida sensible, solidaria y creadora. Esas ideas se difunden de manera verbal en el aula o en la práctica, pues los edificios no viajan ni se pueden cargar en una maleta para ser mostrados a los alumnos, solo es posible llevar imágenes parciales. Ni siquiera quienes viven en Florencia, Venecia, Viena o Berlín tienen toda la arquitectura del mundo en sus calles. Las obras de Andrea Palladio, en el Véneto, en el siglo xvi, influyeron de manera contundente a todo el mundo occidental durante casi cinco siglos, pero aunque ir a recorrerlas fue un viaje establecido de arquitectos e intelectuales, se afrontaban grandes dificultades en el trayecto y muchas construcciones eran inaccesibles o inalcanzables. Por tal razón, el dispositivo propagador de esos principios e ideales fue más bien la publicación de Los cuatro libros de arquitectura, con grabados de aquellas construcciones y textos explica- tivos. Lo mismo que podría decirse de las ideas de Alberti, Le Corbusier, Rossi, Viollet le Duc, Gropius y de otros más que escribieron sus reflexiones. Durante mis años de estudiante, tuve la inmensa fortuna de conocer y estar cerca de sabios maestros como Guillermo Bermúdez, Fernando Martínez, Leopoldo Rother2 y Hernando Ca- 2 Es cierto que de Leopoldo Rother nos quedan sus fólderes, esos collages magníficos con los que explicaba las obras en los cursos de teoría, pero nunca escribió las elaboraciones que le oímos sus alumnos. También es cierto, por des- gracia, que los breves escritos que tenemos de Hernando Camargo, junto con su interesante recopilación de poemas de León de Greiff, no representan sus vastos y profundos conocimientos ni sus reflexiones sobre nuestra profesión. margo, pero ellos no escribieron, o lo hicieron rara vez, y las generaciones posteriores ya casi no saben nada de ellos, los recuerdan muy poco. Aquello que les oíamos admirados y sedientos será cada vez más una memoria remota, hasta convertirse en inexistente. Eso es una pérdida enorme para la cultura y la arquitectura del país. Cometimos el error de no haberles hecho unas entrevistas largas y densas para trascribirlas y, luego, dárselas a revisar con el fin de conservar esos testimonios de su pensamiento y su carácter. La escritura tiene el poder de trascender el tiempo, de preservar las ideas y difundirlas para que caigan como simiente sobre mentes fértiles para la crítica y la creatividad de cada lugar y momento. Un libro es una magia que llevamos en nuestra bolsa con afecto y complicidad, lo abrimos en el silencio de nuestro cuarto y lo releemos cuando queremos en aquella página que se nos vuelve una querencia, una fuente para abrevar nuestra sed de conocimiento. El texto permite que los nuevos arquitectos, y otras personas de la cultura y la sociedad, accedan a ideas e historias, conversen con los arquitectos de tiempos pasados o contemporáneos. Ya decía Bor- ges que la lectura le permitía treparse en los hombros de gigantes para otear mejor el horizonte, para pensar basado en aquellos sabios y aprovechar el privilegio de conversar con Aristóteles, Nietzsche, Tolstoi, Shakespeare, Mann, Proust, Cervantes y tantos más. Este libro, por supuesto, no es de un gigante, sino de alguien que desde abajo quiere discu- rrir sobre el oficio, es una recopilación de varios ensayos, publicados en diversos medios, que pretenden contribuir en algo para captar mejor nuestras ciudades y arquitecturas. Aunque los temas son dispares, los hemos ordenado un poco por capítulos, pero en realidad solo los articula la intención de repensar el país, de informar y reflexionar sobre nuestra arquitectura. Son una motivación para escribir, para que no creamos que la escritura es ajena o circunstancial a nuestra profesión, sino que es un medio esencial para el desarrollo y la consolidación de nuestra tradición. Agradezco a la Universidad Nacional de Colombia por formarnos a tantos arquitectos e inculcarnos que pertenecemos a una Colombia que debemos conocer, comprender y defender, pues si ella nos permite ser profesionales es para contribuir al país; para que podamos ayudar a superar su inequidad y dependencia. Asimismo, a la Facultad de Artes por haber avalado esta publicación, al Centro de Divulgación y Medios por tan serio y acertado trabajo de edición, a Jorge Ramírez por su generoso prólogo y a Tatiana Coca Bogotá por el apoyo lúcido y eficiente en las tantas tareas y detalles que un libro exige. También a mi familia, a María Clara y Marcos, Lucía, Solei y Zorán, por ser el pilar afectivo sobre el cual me apoyo, vivo y trabajo. Al agrupar estos arquitextos en una sola bolsa de viajero quisiéramos facilitar su consulta y evitar una difícil búsqueda en diversos lugares: periódicos, libros, folletos o revistas, muchos de los cuales ya no se consiguen porque se agotaron, más otros que nunca fueron publicados o fueron intervenciones verbales que no se recogieron en un escrito. No debemos olvidar que las palabras se las lleva el viento. Con este sencillo libro, intento paliar en algo esos estragos del viento y de los años. Este libro se terminó de imprimir en Editorial Kimpres Ltda., Calle 19 sur No. 69c-17 en marzo de 2017 Bogotá D. C., Colombia Se utilizaron fuentes Helvética Newe y Minion Pro y papel esmaltado mate de 115 gramos. 300 ejemplares. Capítulo uno Reflexiones 16 01 Modos de vivir, formas de construir, modos de ser Reflexiones en torno a la XXI Bienal de Arquitectura Colombiana3 La poesía moderna se adentra en una aventura cuya meta es perseguir la plena integración del hombre. Nada hay apolíneo en esa poesía. Tampoco nada puramente estético. No es un arte de embalsamador ni de ornamentador. No cría perlas ni trafica con simulacros o emblemas, y no po- dría someterse a ninguna fiesta musical. Establece alianza en su camino con la belleza —profunda alianza— pero jamás la hace su fin o su único alimento. Saint-John Perse, Discurso de recepción del Premio Nobel, 1960 ¿Cómo se explica que un país tan golpeado por violencias y grupos armados produzca tanta y tan buena arquitectura? ¿Son ambas manifestaciones de una vitalidad extraña y particular? ¿O es el esfuerzo de unos profesionales —como también los hay en otros campos— que, ate- nazados entre los extremos violentos que arruinan el país, pugnan por construir lugares de encuentro, paz y socialización? Son muchas horas de trabajo decantadas, de esa labor tan bella, pero tan difícil, que es la arquitectura. Un quehacer que responde a las necesidades y anhelos de la sociedad con hechos espaciales, como refugios poéticos y propulsores de los demás sueños. Un acto sintético y tangible que considera el entorno, las normas, el programa, la financiación, los materiales, el suelo, la estructura, las redes, los obreros, los contratos y los contratistas, o sea, la coordinación de todos los factores de una obra. Diversos problemas están integrados en el proyecto arquitectónico — del griego arkhitékton, compuesto de árkho ‘soy el primero’ y tékton ‘obrero’, derivado a su vez de tíkto ‘produzco,doy a luz’ (Corominas, 1987, p. 63)— para que al final cumpla los imperecederos requisitos vitrubianos: firmitas, utilitas, venustas, es decir, que sea resistente y perdurable, que permita la función para la que lo han erigido, y que sea bello, armónico, bien compuesto. Sin embargo, es oportuno formular inquietudes y reflexiones que sobrepasen la autocom- placencia y el mutuo elogio para preguntarnos qué no está bien y, en especial, qué podemos ha- cer para llegar mejor a la gente con nuestra tarea creadora de recintos de vida. Son consideracio- 3 Este texto fue publicado, con leves cambios de edición, en XXI Bienal Colombiana de Arquitectura (pp. 29-35), R. Navarrete y D. Amaral (eds.), 2008, Bogotá: Sociedad Colombiana de Arquitectos. 17 Reflexiones nes surgidas al mirar los proyectos enviados, sin referirme a ninguno en particular, magnífico, conveniente o errado, y expresadas con el ánimo de pensar nuestro país actual, sus necesidades, recursos y tradición arquitectónica frente al estado de la profesión en el mundo contemporáneo. Son, sintetizadas, cinco inquietudes. El sEntido dEl lugar Todos los proyectos invocan el lugar en sus argumentos, pero no todos responden con acierto a esta preocupación; por lo demás, este es el lema de la presente convocatoria y, por tanto, tema central para pensar y debatir. Desde mediados del siglo xx, la arquitectura orgá- nica reaccionó contra la uniformidad abstracta del racionalismo simple, para buscar formas diversas, texturas más ricas, recorridos menos esquemáticos, percepción de la luminosidad y el paisaje y, sobre todo, consideración de las personas que han de ocupar los espacios. Eso fue un gran aporte para reformular nuestra arquitectura moderna. Desde entonces comprendemos que el lugar es el emplazamiento en que se levanta el edificio, la geografía, su topografía, clima, vientos, lluvias, visuales, vegetación y luminosidad, pero de igual manera es el modo de vivir y de ser de la gente, o sea, la cultura que motiva y adopta la construcción. Pero el asunto no es tan fácil. Aunque todos creen respetarlo, no cualquier propuesta en- riquece ni califica el lugar; hacerlo implica espacios nacidos de las cualidades del entorno, am- bientes para la integración con el mundo y sintonía con sus habitantes al corresponder a sus va- lores y formas de vida. Si bien todos los arquitectos pueden argüir que eso buscaron, y lograron, con sus proyectos, y como en arquitectura no se puede probar de manera exacta que es o no es así, es oportuna la discusión sobre la determinante del lugar y su adecuada respuesta. Además, resulta que muchos de los valores sociales provienen de la publicidad alienante de los medios de comunicación, por lo cual cabe preguntarnos dónde está lo auténtico y a qué an- helos y formas de vida debemos responder y a cuáles no. En el mundo contemporáneo, muchas son ilusiones impuestas que no corresponden a modos auténticos de ser; por eso requerimos estudios sociales y de otras disciplinas que nos ayuden a reconocerlos, aparte de convivencia y disposición de aprender y comprender a la gente para la que construimos. A partir de tal saber concebiremos los espacios apropiados, algo contrario a imponer parámetros y tipos de otras latitudes o momentos, así nos parezcan novedosos o vanguardistas. El sentido del lugar es parte de nuestra tradición arquitectónica (Niño, 2004). Desde tiem- pos precolombinos, la arquitectura se rigió por el mito y por las condiciones del medio para erigir artefactos sencillos, modestos pero grandiosos, muy adecuados al medio, integrados a su 18 comunidad y, sobre todo, respetuosos de la ecología, sin agredirla, al contrario, enalteciéndola. Con la llegada de los españoles, la arquitectura colonial fue severa y mesurada, aprovechó los materiales del sitio y creó patios y plazas, aporticados y balcones, naves y recintos que conside- raron el emplazamiento para concebir espacios magníficos dentro de su imponente austeridad. Otro tanto hizo el neoclasicismo, barroquizante o canónico, en medio de una manzana o ais- lado, de piedra o revoques que trazan las molduras, pero siempre digno y muy bien integrado al lugar que lo veía surgir. Y, por supuesto, lo hizo también el modernismo, tanto el primer racionalismo lúcido como el ulterior organicismo, cuando se planteó como algo primordial responder al entorno geográfico y a la forma de ser de sus habitantes. Es, pues, una historia constructiva de muchos siglos, erigida con pocos medios, pero con mucho rigor e imaginación, algo que nos debe servir de base para la necesaria creatividad, la requerida para la construcción del futuro de nuestra sociedad. Ahora, en el siglo xxi, considerar el sitio no es construir con tierra o materiales autóctonos, ni mimetizarse con el paisaje o evitar recursos industriales y sintéticos, sino aprovechar las condiciones del clima y el territorio para hacer confortable el ambiente interior, sin requerir mecanismos acondicionadores, tan en boga en los últimos lustros. Es relacionarse con respeto, sostenibilidad y poética con el entorno y, lo reiteramos, sintonizarse con el modo de ser de sus habitantes. La buena arquitectura es de su tiempo, no es nostálgica de momentos idos, está bien compuesta, bien construida, es sugerente y vital. El dErEcho a la ciudad La ciudad es algo primordial que hay que considerar, más ahora que muchos mercaderes la desfiguran o la acaban con la invasión de su territorio rural, la agresión al ambiente, los conjun- tos cerrados y la trampa en las cesiones que pronto se privatizan, con edificios congestionados y anodinos sin vista ni aire, con espacios insulsos y mal construidos, sin luz ni decoro. Por eso es oportuno destacar iniciativas en algunas ciudades que impulsan proyectos urbanos e intentan adecuar la cosa pública para la vida de la población, para preservar y revitalizar el medio natu- ral. Corresponden a sensatas alcaldías que han decidido apostarles a la arquitectura, el urbanis- mo y el espacio público, como una estratégica manera de construir comunidad. Estamos ante la inminencia de una revolución urbana, para rescatar la posibilidad de hacer ciudad o, en cambio, seguir haciendo confusos desarrollos predio a predio, donde no es posible concebir ni planear la ciudad de modo integral. Se trata de adoptar el reparto equitativo de cargas y beneficios, mediante el desarrollo de planes parciales, donde varios propietarios deben 19 Reflexiones coordinarse para urbanizar un área, además de ceder parte de las plusvalías, que en realidad son de la ciudad, para invertirlas en la ciudad y en la solución de sus numerosas tareas pendien- tes. Ya no más cada quien en su lote autista, sino que se pueda pensar la ciudad entera y, según sus necesidades, la geografía y la estructura ecológica, la red de movilidad, los equipamientos, la vivienda y los requerimientos zonales. Así será posible planear una parte de ciudad sin que resulten propietarios afectados —a quienes correspondió una zona verde, o la reserva forestal o algún equipamiento importante pero menos rentable—, para que la disposición se haga de modo eficiente y al final se repartan las cargas de urbanización, así como los beneficios, según lo aportado por cada quien al comienzo de la operación. Pero esto es algo que, si no lo defendemos, se puede frustrar y sucumbir ante intereses miopes y mezquinos, ante trabas burocráticas y una idiosincrasia reacia a trabajar en grupo. Otra batalla fundamental es contra la nefasta y difundida costumbre de los conjuntos ce- rrados. Es el equívoco de resolver la inseguridad con agrupaciones celosamente vigiladas pero que acaban con la calle, que en su paranoia apenas dejan callejones enrejados, sin andenes ni paramentos para la vida social y solo vías vehiculares sin presencia humana, trazados que dejan desolación pública y una tremenda inseguridad. En todos los estratos y modos de vida es el espacio público lleno de personas, de puertas y ventanas, lo queda vitalidad urbana y, por ende, seguridad; es la verdadera ciudad de calles abiertas, con trazado continuo, parques abiertos, plazoletas y amplios andenes que pueden recorrer todos. Es el derecho a la ciudad, un derecho humano irrenunciable. Además, la ciudad bien estructurada crea valor, intenso comercio, in- tercambios, vitalidad y, por consiguiente, mejor socialización, más ventas y mayores rentas; los intercambios son múltiples y frecuentes, sus calles continuas facilitan la movilidad y propician la eficiencia, la imagen clara da confianza y la presencia de gente confiere seguridad. Es un valor económico, social y ambiental creciente y dinámico, como lo ha sido la ciudad en toda su histo- ria, sin duda no un paraíso, pero sí el más importante, intenso y creativo nido de la humanidad. la usura inmobiliaria Nuestra profesión tiene que ver con el poder: del Gobierno para construir sus sedes y desa- rrollar sus políticas, para representar su grandeza o su mezquindad; de las empresas para suplir sus necesidades, para simbolizar su riqueza y su fuerza; de los inversionistas en el desarrollo de sus negocios, o del pueblo para exigir condiciones dignas de vida y manifestar su vitalidad. Pero una cosa es esa innegable realidad y otra que la megalomanía de un gobernante lleve a proyectos descabellados, o que el afán de simbolizar la potencia de una empresa maltrate la ciudad o de- 20 prede el medio, o que la usura inmobiliaria comprometa la dignidad humana y afecte la calidad de vida de la población. Por supuesto que una operación inmobiliaria merece y requiere una rentabilidad, pero no puede obedecer a una ambición desmedida y sin miramientos. Ahora son tiempos de áreas reducidas, de densas agrupaciones y condominios, pero esto no debe afectar el medio ambiente ni a sus habitantes; por eso la lucidez arquitectónica y la ética profesional no pueden cohonestar la barbarie constructiva que acaba con la ciudad y el mundo. La función del arquitecto es con- tribuir a que los espacios de habitar y la totalidad de la ciudad sean bien construidos y exalten la vida. Esto genera valor económico, social y cultural, pero sobre todo humano, vital y creativo. Los empresarios deben captar que la ciudad bella es más rentable y eficiente que la fea, lo que deben compartir las autoridades y exigir quienes acogen la arquitectura, la disfrutan o la pade- cen. Este país golpeado por violencias requiere la calidad de vida y la justicia social que confiere la buena arquitectura, la que no puede ser exclusiva o confinada, sino para todos y para siempre. De nuevo Vitrubio, adaptado de modo crítico e imaginativo al paso de los tiempos. El síndromE dEl guggEnhEim También es urgente pensar en lo que podríamos llamar el síndrome del Guggenheim, y hacerlo sin miserabilismos o complejos, pero sí desde un país con enormes necesidades y retos, ante la pobreza de buena parte de la población y el estado de las ciudades colombianas en las últimas décadas. En el mundo actual, especialmente en los países opulentos, es frecuente un formalismo derivado del éxito indudable del museo de Gehry en Bilbao y que ha llevado a que importe más la imagen espectacular que la calidad arquitectónica del edificio, y mejor aún si es obra de alguna luminaria internacional. Colombia, por su apretada economía, no puede pagar esas excentricidades ni esas figuras estelares y sus exigencias. Bueno, de eso nos salvamos, pero corremos el riesgo de que actúen sus epígonos, figuras criollas que dejan a un lado nuestra tradi- ción de honrada sencillez y rigor funcional y constructivo, para proponer arquitecturas arbitra- rias, manierismos sin sentido que no funcionan para lo que se han hecho, con una construcción deplorable y donde no se aprecia el entorno en que se ubican. Pero anticipémonos a quienes acostumbran no discutir, sino descartar el debate arguyendo que es esta una crítica anacrónica y provinciana que quiere reducirnos a mirarnos el ombligo sin aprender de los aportes vanguardistas, sin emplear los materiales contemporáneos ni asu- mir las nuevas maneras de hacer arquitectura. No, no es eso, es todo lo contrario: miremos con avidez y hasta piratería lo que se hace afuera, pero con sentido crítico; juzguemos qué es bueno 21 Reflexiones y por qué, qué es aceptable para un país superdesarrollado, pero quizás no tanto en nuestras la- titudes. La arquitectura no es tan solo arte y mucho menos un despliegue de la vanidad o el ego de su autor, tampoco es una bufonada para lucirnos y malgastar el dinero, sino que es una labor responsable para dar a la gente dispositivos dinamizadores de la vida, de las relaciones sociales y donde las funciones puedan realizarse. En el mundo actual, las ciudades contratan aquellas estrellas para promocionarse como lu- gares de moda y vanguardia y, por tanto, de comercialización. En algunos casos han conseguido interesantes edificaciones, pero la mayoría de las veces solo han levantado tonterías costosas y eso no podemos imitarlo por complejo provinciano. La secuela de este vedetismo son los pro- fesionales «informados» que instauran con oportunismo y ligereza esos paradigmas formales y procedimentales, para definir los buenos proyectos e impulsar lenguajes que requerirían una mejor digestión. Debemos ser exigentes y gastar donde amerite, sin salir del paso con precarias especificacio- nes que pronto se deterioran y hacen perder toda la inversión. Pero ese es un reclamo diferente de las frivolidades plásticas, de la tecnolatría de moda, donde brillan el acero, el acrílico, el vidrio espejo y demás novedades. Varias veces lo hemos dicho, pero es conveniente repetirlo: el hábito no hace al monje, la buena arquitectura no son los materiales per se, ni el ladrillo en tiempos en que estuvo vigente, ni el acero inoxidable en las modas actuales, sino que habrá buena arquitectura —en acero o ladrillo, en barro o acrílico— si está bien compuesta, si respeta el entorno, si ofrece ambientes agradables, sugerentes y funcionales, si perdura por su correcta resolución técnica y si se relaciona con el lugar con sensibilidad y poesía. La arquitectura es una búsqueda incesante a la que podemos aplicar lo que dice Saint-John Perse sobre la poesía moderna: no es formalismo ni gratuita oscuridad, «es acción, pasión, poder y es igualmente renovación, […] el amor es su casa, la rebeldía es su ley» (2003, p. 67). Entonces cabe preguntarnos: ¿qué pasa con nuestra sólida tradición de buena arquitectura, con un pasado propio de rigor y mesura? Tuvimos arquitectos que construyeron con acierto y calidad, que asimilaron las innovaciones del mundo y las adaptaron con lucidez a nuestro medio e idiosincrasia. La primera modernidad de los años cincuenta y sesenta tuvo mucha pertinencia y bastante dignidad. Sin embargo, no se trata de endiosarlos y condenarnos a repetirlos, sino de aprender de ellos y cuestionarlos, pues en efecto hicieron muy buena arquitectura, pero se equi- vocaron en sus propuestas de ciudad, o peor aún, ni siquiera pensaron en ella; era el paradigma del momento; ¡muerte a la calle corredor! Mucho menos se trata de crear un tribunal inquisidor de modernismo retrógrado, sino de no abandonar la búsqueda de algo auténtico, aprender del mundo, pensar en nuestras realidades y señalar imposturas. Lo propio no tiene que ver con identidades mecánicas, ni con camisas de fuerza moralistas, sino con el contexto, pues una notoria falta del racionalismo doctrinario fue su ubicuidad, con una forma y una técnica que 22 valían para cualquier sitio, clima o gente. En eso recaen algunos seudocríticos del modernismo cuando imitan de manera incondicional formas o imágenes exógenas y descontextualizadas. La arquitectura moderna de mediados del siglo xx fue criticada con razón por su mutismo ante el público, por sus programas estrechos que asumían una célula tipo que debía servir para cualquier composición familiar, por lo cual el edificio era un sartal de apartamentos igualesen bloques idénticos y conjuntos sin forma urbana. Pero no se puede negar que la modernidad trajo limpidez y luminosidad a los espacios, amplias visuales y articulación con el paisaje, así como tecnología industrial y factibilidad de resolver problemas masivos. También es cierto que aquellos arquitectos mantuvieron gran compromiso social, rigor constructivo y control formal, actitudes que no deben deponerse ante falsos ídolos que privilegian la imagen a la buena cons- trucción y la funcionalidad. Podemos seguir adelante, pero sin desechar sus enseñanzas, asimi- lando las nuevas propuestas internacionales, los recientes materiales y técnicas, tamizados con el conocimiento de las realidades y falencias de nuestra sociedad. En los últimos años, el mundo busca una arquitectura más sensual y formalmente más rica, no encorsetada en el prisma rectangular ni en el dogma del material único —el ladrillo, en nues- tro caso— y ese es un propósito válido. Impera una positiva preocupación por el color y la ima- gen que proyectan los edificios, por dar un carácter más alegre, que propicie percepciones ricas y sugerentes, por superar el esquematismo del programa, algo que nos permitirá enriquecer cierto congelamiento del viejo funcionalismo e incluso del siguiente organicismo, ambos restringidos a un código reducido de texturas y materiales, de formas y recorridos. Pero sin olvidar que la arquitectura es una idea para construir con sentido tectónico y para sostener pesos y cargas, soportar sismos, desalojar humedades, contener las redes y demás requerimientos funcionales y técnicos. A esto debe responder siempre y sin atenuantes, y no tenemos derecho a que, por experimentalismos formales, por apariencia o por búsquedas, a lo mejor bien intencionadas, de vivencias o percepciones, se sacrifique esta condición. Entonces consideremos tales aspectos de comunicación con la gente, de riqueza formal y de nuevos materiales, pero no con propuestas vacuas e imitaciones gestuales que ignoran nuestra tradición de buen oficio y respeto por el lugar. Estamos en la posmodernidad y debemos asumirla, pero no de modo superficial y oportu- nista, sino para cuestionar el esquematismo seudorracional del modernismo, para enriquecerlo y desarrollarlo, sin caer en el cinismo del «todo vale» o dar predominio a la imagen, aspecto im- portante de la arquitectura, pero que no lo es todo. Quizá sería más pertinente un neomodernis- mo crítico y amplio, que no eche por la borda sus logros y sobre todo que no desemboque en ba- nalidades irresponsables y fatuidades costosas. Construir bien es nuestra mayor responsabilidad, lo opuesto sería como hacer un edificio bonito pero que se cae a pedazos con el uso, con la lluvia o con solo mirarlo, y si está bien construido pues la gente podrá habitarlo, enriquecerá la ciudad y serán apropiables sus propuestas espaciales y de vida; de lo contrario, no es ni una escenografía. 23 Reflexiones la viviEnda social El capítulo del hábitat popular es insatisfactorio en la muestra. En realidad, no debemos considerar solo unidades nuevas que cumplan el umbral de costos para pasar como de interés social, sino todo lo referente a la construcción popular, algo muy importante, social y cultural- mente, pues representa a la inmensa mayoría de nuestra población. Tengamos en cuenta inter- venciones en barrios marginales y populares, asistencias para la mejora de vivienda, sistemas de autoconstrucción, modalidades espaciales populares y no académicas, actuaciones en el espacio público o en la dotación de equipamientos, reflexiones sobre su vitalidad y expresión, o sea, todo el espectro del hábitat popular. Que nuestras propuestas resulten de estudios sobre sus modos de ser, sobre las técnicas y tipologías que ellos usan, que permitan superar el deprimente pro- yecto profesional, el de la obsesión por el detalle barato, por la «dimensión Gulliver» que parece reducir el cuerpo humano al enanismo general, cuando es el precio del suelo lo que ahoga toda posibilidad de economía, cuando lo que predomina es la rentabilidad del constructor y no la vida de una comunidad. En la vivienda social también debe regir una preocupación por el lugar, como geografía y como cultura, y por los modos de vida de una comunidad. Que responda al clima y la asoleación, que goce de visuales y de luz, que sus materiales tengan una relación correcta con el medio y que sean habitables sin depredar el ambiente; es que los sectores populares tienen pleno derecho a la ciudad y a la vivienda digna, ellos más que cualquier otro grupo social. El problema de la unidad mínima de servicios para el autodesarrollo posterior, o el de unidades que se entregan completas, pero de dimensiones reducidas hasta lo indigno, el de los materiales de calidad pero sin encarecer su precio, el de las adaptaciones o ampliaciones posteriores, son asuntos que re- quieren la creatividad de los arquitectos, la colaboración de ingenieros y demás especialistas, más el apoyo institucional con el fin de mejorar algo que aún es insatisfactorio. Es imperativo que las nuevas urbanizaciones tengan espacio público positivo, que se integren a la ciudad sin confinarse en conjuntos cerrados que ahogan la vida urbana, con zonas verdes, equipamientos y servicios adecuados; esta es una meta indeclinable de toda la sociedad, un objetivo de Gobierno y un tema de investigación arquitectónica. 24 Epílogo En esta bienal vemos arquitectura y naturaleza, geometrías abstractas o sinuosidades vita- les, construcciones para geografías concretas, proyectos de vida para toda la sociedad. Hay des- de planeamientos regionales hasta diseño de interiores, desde construcciones monumentales hasta el íntimo refugio privado, desde proyectos corporativos grandiosos hasta intervenciones modestas. Son proyectos confrontados con la violencia y que buscan la mejora del nivel de vida de la población, propuestas para comunas pobres o casas de campo lujosas, servicios al ciudada- no, espacio público, interiores, restauraciones, grandes almacenes, minúsculas boutiques, esto es, los diversos campos que exigen nuestra atención. Es la arquitectura como acción humana que resuelve necesidades y a la vez expresa los valores que rigen la sociedad, o por lo menos a los que aspira. Es la imaginación que apela a la memoria decantada, observa el paisaje y plantea el disfrute del mismo, considera la sostenibilidad para no afectar el medio, pero especialmente construye, que es la esencia de su acción. Así responde a los sueños de una nación, los hace tan- gibles y habitables, propicia la vida y la enaltece. Seguir haciéndolo requiere la creatividad y el aporte de las generaciones que cada año se suman a la tarea, jóvenes dispuestos a la renovación y a servir mejor a la gente, para aprove- char los recursos disponibles, evolucionar las técnicas y responder con obras inéditas y cada vez más adecuadas a nuestra forma de ser. Como arquitectos, jóvenes o viejos, nos acercamos a la vida y a su realidad, descabalgados de la imitación alienante de imágenes foráneas, inspi- rados sí en esas sugerencias universales, pero para empaparnos de nuestro medio y reflejarlo en los proyectos. Como lo hace la buena literatura, sumergida en la realidad del ser para for- mular una manifestación profunda, o el buen arte, que elabora su tiempo y lugar mediante expresiones auténticas, muy ajenas a la imitación histriónica. Puede surgir de restaurar lo viejo, o de erigir lo nuevo, pero siempre de vivir la fugacidad del presente que no es sino la tensión, la chispa vital entre el pasado que nos fundamenta y el futuro que vislumbramos. Así transitamos la trocha de la existencia, trazada en ese gesto fundamental que imagina y construye el espacio; de ahí que estos dibujos y edificios, colores y gentes, pujanza e ideas, muchas ideas, representan la vitalidad de un país que quiere labrar un futuro más equitativo. Son los arquitectos de Colombia que muestran su trabajo y sus aciertos, sus yerroso titubeos, no con el propósito de repartir premios y elogios, sino de hacer un balance que propicie el debate y así poder hacerlo cada vez mejor. Es la imperiosa pulsión de nuestra labor. 25 Reflexiones rEfErEncias Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana (3.a ed.). Madrid: Editorial Gredos. Niño, C. (2004). La construcción del lugar y la tradición de la arquitectura en Colombia. En D. Samper (ed.), Arquitectura en Colombia y el sentido del lugar; últimos 25 años (pp. 11-35). Bogotá: Sociedad Colombiana de Arquitectos. Perse, S.-J. (2003). Discurso de recepción del Nobel. En A. Osorio & G. Márquez (eds.), Discur- sos, premios Nobel (2.ª ed., pp. 65-68). Bogotá: Común Presencia Editores. 26 02 Páginas rojas Texto para Oscar Cerón4 Cuerpos agredidos y ensangrentados, espacios violados, seres discriminados y dolor…, re- sultado del choque de egoísmos sin freno, avidez desmedida, territorios en disputa, injusticias sociales, discriminaciones que duelen, falta de oportunidades o de alimento para los hijos. Los seres humanos somos bipolares: poéticos pero prosaicos, sensibles pero agresivos, so- lidarios pero discriminadores, generosos pero ambiciosos, cariñosos pero lascivos, si bien no todos en iguales proporciones, pues en muchos uno de estos extremos predomina. Breguemos para que los valores sociales reconozcan y admiren a quien practica los prime- ros y no, como sucede con frecuencia, a quien se impone por medio de los segundos. Que las gentes produzcan riqueza, pero no a costa de los demás, sino como fruto del trabajo, no por privilegios, corrupción o mera herencia. Que se detenga la espiral de odio y venganza, pero donde transe no solo el ofendido, sino sobre todo el ofensor, quien debe reconocer su acto como reprochable y reparar a la víctima, así sea de manera simbólica. Que la ley controle todo atropello y segregación, impida el abuso de unos sobre otros, des- motive y castigue toda violencia e incentive los impulsos sensibles. Vivir en sociedad exige contener los instintos agresivos, discriminadores, ambiciosos y las- civos; construir comunidad requiere valorar la poesía, ver y respetar a todos los humanos como iguales, refrenar la codicia y no necesitar pararnos sobre otros para ser. 4 Este texto fue publicado, con leves cambios de edición, en Red pages-páginas rojas: Oscar Cerón 2004-2007 (p. 67), O. Cerón (ed.), 2008, Bogotá: Atgallery. 28 03 Buscar y buscar sin detenernos Pero arquitectura, no histrionismos ni escenografías5 La búsqueda debe continuar, sin detenernos ni un instante, con apertura y cabida para visiones diversas, con imaginación y pertinencia. Pero apertura no quiere decir que valga cual- quier cosa, ni que la semejanza con propuestas de otras latitudes lo haga válido para nuestro me- dio. Es necesario apoyarnos siempre sobre la sólida tradición de nuestra arquitectura anterior, sin que ello implique no movernos de allí y repetirla de modo anacrónico ni congelarnos en la adoración fetichista de tiempos idos. Se trata de desarrollarla según nuevos modos de pensar y nuevos recursos y materiales, de aprender de los aportes del mundo —más en un mundo globa- lizado e intercomunicado—, pero asimilándolos con sentido crítico, sin complejos provincianos y sin perder de vista nuestro tiempo y lugar. Esto requiere reflexión, razón por la que un debate, con varias miradas y posiciones diferentes, resulta oportuno e indispensable, ojalá continúe y no sea flor de un día. Es la única manera de esclarecer ideas, consolidar logros y corregir erro- res, para fortalecer una tradición de pensamiento y creatividad, para aclarar entre todos dónde estamos y hacia dónde vamos. Debate y discusión, entre opuestos y con firmeza, pero con argumentos y sin ataques perso- nales. Nadie tiene derecho, ni es lo que se pretende, a imponer sus visiones y a juzgar a priori sin sustentar sus criterios y aplicarlos a los casos concretos. Aprendamos a tolerar la diferencia, a reconocer al otro sin menospreciarlo ni eliminarlo; algo urgente en un país como el nuestro, con una nula tradición política y, por tanto, poco acostumbrado al foro y el disenso. En el siglo xix vivimos en guerra permanente, a mediados del siglo xx nos matamos por ser godos o «cachi- porros», sin que mediara discusión alguna, en el Frente Nacional no había oposición y después vino la violencia múltiple, en un dogmatismo cerrero e intolerante que persiste. Con mi participación en el libro Arquitectura en Colombia y el sentido del lugar: últimos 25 años (2004) traté de mirar hacia atrás, de ir a la tradición; hoy quiero hacerlo hacia adelante, para así, dentro de la permanente tensión entre tradición y vanguardia, considerar qué plantean las búsquedas del mundo y confrontarlas con lo que estamos haciendo en Colombia en este siglo xxi. En el foro virtual de Esfera Pública algunos dicen que los viejos del gremio pretendemos 5 Este texto fue publicado, con leves cambios de edición, en 2009, Memorias de Arquitectura, 3, pp. 132-140. 29 Reflexiones que no se conozca la vanguardia y nos limitamos a repetir lo que hicieron nuestros grandes arquitectos durante los años cincuenta, pero una simplificación semejante no es cierta, es, al contrario, insidiosa y nada dispuesta al debate. Lo que criticamos, con razón o sin ella, es que to- memos lo novedoso de manera superficial, sin asimilarlo ni reelaborarlo, ni buscar la pertinen- cia de los modelos imitados, como lo mencionaba Philip Weiss (2009). Rechazamos la repetición de tales formas sin construirlas bien, que no sirvan para lo que fueron erigidas, que conformen imágenes llamativas, pero sin interés espacial ni el dinamismo que aparentan. El fin de toda construcción es transformar la vida y ser el cobijo de la vida misma, para ello, se compromete con su tiempo y a la vez hinca sus raíces en el lugar. Así, la arquitectura expresa el momento que la construye, el tiempo del mundo, pero desde nuestro país, nuestras ciudades y posibilidades, pues en este planeta todos vamos en la misma nave, pero no todos los camarotes son iguales. El mundo de hoy es el tiempo de los hiper: hiperpoblación, ciudades de más de 15 o 20 millones de habitantes, conurbaciones regionales, enormidades como Sao Paulo, México, Lagos o Tokyo, megaciudades que devoran a sus vecinos y al paisaje circundante, concentracio- nes que, si bien crean economías urbanas dinámicas, son de una voracidad arrasadora, para el medio y para sus pobladores. Es también el mundo de la hipercomunicación: la red, el correo electrónico, el fax y la globalización total e instantánea. La hipervirtualidad del artificio, de los aparatos digitales, la infinita capacidad de memorias en aparatos minúsculos, de personas que caminan juntas pero que en realidad están conectadas con otras gentes y realidades lejanas. A la vez es el mundo de la hiperproducción de basuras y desgaste de energía, del hiperconsumo e inmensas fortunas frente a pobrezas inhumanas. Vivimos el mundo de hoy, pero también nos es actual lo que pasa en nuestro camarote colombiano: atravesados por violencias y tremendos desajustes, con la guerrilla, el paramili- tarismo, el narcotráfico, la delincuencia y la politiquería; algo así como los cinco jinetes del Apocalipsis. Padecemos una radicalización que, ante el justificado rechazo a la guerrilla, ha exacerbado lo peor de nosotros y ha propiciado la demencia de los ejércitos privados, los falsos positivos, el dinero fácil y sangriento, o la insolidaridad que nos corroe. Ciudades gigantescas y deformes, planeación inoperante, sociedad protourbana de infor- malidad y problemas sin resolver, campos minados y sembrados de ilegalidades, latifundios defendidos como reductos medievales, enormes barriadas, precarias y segregadas de lujosos conjuntos encerrados entre fortalezas; como las mentes de sus habitantes. Pobrezas y riquezas en un desequilibrio abrumador. Y en medio de todo esto, los arquitectos tratando deejercer dignamente una profesión, en tiempos de rentabilidades y valores mediocres, de violencias y carencias, con unas universidades, como lo menciona Konrad Brunner, que proliferan, pero donde poco se valora la investigación, donde es muy escaso el pensamiento. 30 Por otro lado, hay que tener en cuenta las noticias que nos llegan sobre diversas vanguardias arquitectónicas. No deben ser ignoradas, es necesario valorarlas, pero, sobre todo, distinguir las que se mantienen en el ámbito propio de la disciplina de otras gestualidades o palabrerías. Y aprender de aquellas. En la actualidad, y en apretada síntesis, podríamos reconocer cuatro modalidades de arquitecturas: una neopurista, otra de high-tech, la deconstructivista y la neo- vernacular, con todas las hibridaciones y complejidades factibles. Algunas exacerban los virtuo- sismos técnicos de la modernidad, otras muchas provienen de la bifurcación de los años sesenta, expresada en los dos cruciales textos de Aldo Rossi y de Robert Venturi, que ahora, curiosamen- te, se juntan, pero para ser destituidos. Reconozcamos a los verdaderos arquitectos. La arquitectura, ya se ha dicho, no es un arte, es cobijo, uso, tectónica y representación, por eso, el modo más lúcido de analizarla sigue siendo el sintetizado por Vitruvio: la utilitas, la firmitas y la venustas. Construir es un hecho público, una afirmación social de mucha responsabilidad y no una búsqueda personal o subjetiva. Por eso creo que una propuesta sugerente, por ejemplo, es la del grupo de Herzog y de De Meuron, cuya obra nos confirma que aún es posible hacer arquitectura y, para considerarla, me apoyo en unas reflexiones de Rafael Moneo (2007).6 En su ensayo sobre estos arquitectos suizos Moneo señala cómo en sus proyectos revive la apelación al ornamento hecho por Semper, diferente al clasicismo austero de Schinkel o el purismo de Loos, en unas estructuras revestidas y capaces de comunicar y crear sensaciones, pero desde lo arquitectónico. A la vez, encuentra en la bús- queda de dicho grupo el eco de Joseph Beuys, ese gran artista que, después de Duchamp, nos hizo ver los objetos, la materia, el ser de los objetos; una mirada que a los arquitectos nos incita a considerar lo concreto, la materia como soporte expresivo y lingüístico de las construcciones. Así mismo, añade Fernández-Galiano (2007), está latente el llamado de Rossi, quien fuera pro- fesor de ellos en Zurich, a «reconciliar el activismo con el arte, las formas con la historia, y la arquitectura con la ciudad» (p. 10), todo dentro de nuestra disciplina proyectiva y constructora, sin apelar a referentes extraños, literarios o decorativos. También resuena en ellos la reiteración de Andy Warhol, quien toma los elementos de la vida real para ironizarlos plásticamente y hacerlos conspicuos, mediante su disposición repetitiva, como analogía del mundo industrial y consumista. Se trata de retomar la comunicación, pero no a la manera del posmodernismo, sino me- diante materiales y composiciones tectónicas, centrados en la materia como medio expresivo, explotando el revestimiento como detonante sensual y calificador del espacio, como lo hicieran Bizancio, lo árabe o el Barroco, y reiterar y ritmar con la mampostería, el despiece del piso, la 6 Moneo es uno de los grandes arquitectos del mundo actual, que no solo diseña y construye, sino que piensa y conceptúa. Centro de Divulgación y Medios Facultad de Artes Sede Bogotá Gracias por leer nuestros libros. Esperamos que haya disfrutado del extracto de esta publicación. Si desea adquirir la versión completa u otras publicaciones de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia, lo invitamos a conocer los canales de distribución que tenemos disponibles. 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