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José Félix Patiño R.
Pensar 
la medicina
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
R E C T O R Í A
Pensar la medicina
Colección Apuntes Maestros
Colección de la Rectoría 
de la Universidad Nacional de Colombia
Para la Rectoría de la Universidad Nacional de Colombia 
es motivo de gran satisfacción presentar al lector esta obra 
que forma parte de la Colección Apuntes Maestros. El texto 
que usted tiene en sus manos es, sin duda, de la mayor 
calidad académica y de innegable importancia para el 
conocimiento. Con esta obra, estoy seguro de que el trabajo 
y la dedicación del profesor José Félix Patiño dejará una 
impronta de excelencia en todos nosotros.
La Colección Apuntes Maestros, creada por esta Rectoría, 
agrupa obras de intelectuales invitados que han tenido algún 
lazo con la Universidad Nacional de Colombia. 
Los académicos que con su obra componen nuestra Colección 
son representantes excepcionales de distintas áreas del 
conocimiento: las ciencias, las artes y las humanidades. 
En todos los casos hemos tenido que recurrir a la insistencia 
para derrotar la modestia de los autores y lograr la 
aceptación para publicar sus apuntes maestros. 
Esta Colección es un reconocimiento justo a obras que 
se originan en el pensamiento maduro de quienes aquí 
escriben. 
Ignacio Mantilla Prada
Rector
apuntes mæstros
José Félix Patiño Restrepo
Pensar 
la medicina
Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual
cc BY-nc-Sa
rector
Ignacio Mantilla Prada
editor de la colección
Gustavo Silva Carrero
diSeño de la colección
Marco Aurelio Cárdenas
Primera edición, 2014
ISBN 978-958-761-994-2
Bogotá, D. C., Colombia
Imagen en la guarda: primer monograma institucional 
de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, 
diseñado en el rectorado de Manuel Ancízar (1868).
Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia
 Patiño Restrepo, José Félix, 1927-
 Pensar la medicina / José Félix Patiño Restrepo. -- Primera edición. -- Bogotá: 
 Universidad Nacional de Colombia, 2014.
 XVi, 296 p.: ilustraciones, fotografías -- (Colección apuntes maestros)
 Incluye referencias bibliográficas
 ISBN: 978-958-761-994-2
1. Medicina - Historia 2. Ética médica 3. Práctica médica 4. Responsabilidad 
 profesional 5. Educación médica - Colombia 6. Medicina - Planes de estudio – 
 Colombia 7. Sistema general de seguridad social en salud - Colombia 8.Ley 100 de 1993
 - Colombia - Historia y crítica i. Título ii. Serie
 CDD-21 610.9 / 2014
Universidad Nacional de Colombia
José Félix Patiño Restrepo, Pensar la medicina
Dedicado a Luis Patiño Camargo 
y a Ana Restrepo Gutiérrez de Piñeres 
a quienes debo mucho más que la vida.
Índice
Prólogo Xiii
PARTE I HISTORIA, ÉTICA Y EPISTEMOLOGÍA 
DE LA MEDICINA
1. El juramento hipocrático 3
2. Introducción a la hiStoria de la medicina 7
3. Reconceptualización Y redefinición de la Salud 15
4. Ética, moral Y deontología en la práctica médica 23
5. La ética en la atención médica 27
6. Infomedicina: el nueVo paradigma. ParadigmaS 
 Y dilemaS de la nueVa medicina 35
PARTE II LA CIRUGÍA: CON EL CORAZÓN, 
CON LA MENTE, CON LAS MANOS
7. La cirugía: con el corazón, con la mente, 
 con laS manoS 51
8. Suramérica deSde la perSpectiVa 
 de un cirujano. LoS ViajeS de Franklin H. Martin 
 a América del Sur 55
9. Concepto hiStórico Y filoSófico del tratamiento 
 del paciente quirúrgico graVe 59
10. La ética quirúrgica Y la ética nicomáquea 69
11. ¿EXiSte la cirugía BaSada en la eVidencia? 83
12. Cirugía mínimamente inVaSora: 
 una nueVa teoría quirúrgica 89
PARTE III EDUCACIÓN MÉDICA
13. ¿Médico cirujano o doctor en medicina? 109
14. La formación del médico 113
15. ABraham FleXner Y el fleXneriSmo. Fundamento 
 imperecedero de la educación médica moderna 119
16. Educación, epiStemología Y pedagogía médicaS. 
 De la Biomedicina a la infomedicina 133
17. InnoVación del currículum médico 163
18. La educación médica en la Sociedad 
 del conocimiento 173
19. RefleXioneS SoBre el Valor de la teSiS para optar 
 al título de doctor en medicina 185
20 El Verdadero papel del hoSpital uniVerSitario 189
PARTE IV SISTEMAS DE SALUD
21. La calidad: propóSito fundamental del SiStema 
 General de Seguridad Social en Salud 199
22. La atención “gerenciada” de la Salud 211
23. La medicina adminiStrada en ColomBia. 
 El SiStema General de Seguridad Social 
 en Salud colomBiano 227
24. La LeY 100 de 1993. Reforma Y criSiS 
 de la Salud en ColomBia 235
25. El SiStema de Salud de ColomBia: 
 criSiS Sin precedenteS 245
26. El SiStema de Salud de ColomBia eS regreSiVo, 
 económicamente inViaBle, corrupto 
 Y corrompe 251
BIBLIOGRAFÍA 259
Posesión de José Félix Patiño Restrepo como rector de la Universidad Nacional de Colombia ante el 
ministro de Educación, Pedro Gómez Valderrama y el ministro de Hacienda, Virgilio Barco Vargas. 
Primero de junio de 1964.
Prólogo
Gustavo Silva Carrero
En una mañana de viernes, a mediados de 1948, un joven con la impa-
ciencia de vivir espera en su casa paterna la respuesta de tres universi-
dades extranjeras: Berkeley, Harvard y Yale. Después del cierre de su 
universidad, por causa de la inestabilidad que vivía el país y expresada 
en el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, su familia y él deciden que 
sus estudios de medicina deben continuar en los Estados Unidos. Ese 
joven, de 21 años por entonces, solo tenía un plan, el plan que había 
elaborado cuidadosamente desde su infancia, cuando conoció a uno 
de los médicos más importantes del país, su padre, Luis Patiño Camar-
go. José Félix Patiño Restrepo soñó desde temprana edad con ser un 
médico tan bueno como su mentor, y entregarse a la responsabilidad 
humanitaria de vivir por las vidas de los demás. Su plan era tan claro 
y definido, que a pesar de que, a cuenta gotas, llegaron las respuestas 
de Berkeley y Harvard aceptándolo sin condición en sus programas 
de medicina, él prefirió apaciguar su impaciencia, y de paso la de su 
padre, y esperar un fin de semana más la respuesta de Yale. ¿Por qué 
Yale?, ¿por qué esperar? Porque el joven ya lo había decidido desde ha-
cía un buen tiempo. José Félix iba a estudiar en la escuela de medicina 
en donde John F. Fulton, uno de los neurofisiólogos más importantes 
de mediados de siglo XX, impartía clases. A Fulton lo conoció a través 
de su texto de fisiología en las clases de medicina de la Universidad 
Nacional. 
Como era de esperarse, y como ha sucedido con los propósitos del 
Dr. José Félix Patiño a lo largo de su vida, sus planes se cumplieron a 
cabalidad. La carta llegó un lunes cuando la tarde ya se escondía. Unos 
meses después, ese joven inquieto y lo suficientemente clarividente 
para saber que sus planes se iban a cumplir, fue recibido en Yale por el 
propio Fulton, quien se convirtió en su tutor y quien le entregó, el mis-
mo día de su llegada, las llaves de la oficina del que fuera su mentor, el 
xiv Pensar la medicina
creador de la neurocirugía, Harvey Cushing. La presencia de Cushing 
en los libros, en el método y en toda Yale, encendió en el espíritu del 
joven Patiño, aún con más fuerza, el amor por la investigación y la ne-
cesidad de buscar la perfección en la práctica quirúrgica.
Hoy, el Dr. José Félix Patiño Restrepo es reconocido por sus colegas 
como El Médico por excelencia. Esto gracias a la importancia de su labor 
que ha traspasado fronteras tanto geográficas como disciplinares. Sus 
logros son abundantes; en la medicina, por ejemplo, fue el creador de 
la técnica quirúrgica Shunt cavo-pulmonar, recibió por su investigación 
en Yale el Premio Borden y es reconocido con excelencia por su ejerci-
cio profesional, que por cerca de cincuenta años desempeñó en nuestro 
país. Como profesor ha sido excepcional, los estudiantes de una gran 
cantidad de universidades del país, en especial la Nacional y los Andes, 
han tenido el privilegio de escucharlo y aprender de él. Es cofundadorde la Fundación Santa Fe de Bogotá, acaso la mejor institución hospi-
talaria del país. Fue el mentor y jefe coordinador del grupo que creó la 
Facultad de Medicina de la Universidad de los Andes. Por si esto fuera 
poco, en la década de los sesenta del siglo pasado, siendo ministro de 
Salud, trajo al país los medicamentos genéricos, mostrando con esto su 
profundo compromiso social. 
En el campo de la educación no son pocos sus logros y recono-
cimientos. Tal vez el más profundo y de mayor alcance ha sido la 
llamada Reforma Patiño que implementó en el corto periodo de dos 
años, allá por 1964, en la Universidad Nacional de Colombia. Esta 
reforma, profunda y estructural, le entregó al país una universidad 
moderna y organizada que privilegia la vivencia universitaria sobre 
el mero aprender y memorizar. 
En su papel como director ejecutivo de la Federación Panamerica-
na de Asociaciones de Facultades y Escuelas de Medicina, Fepafem, 
impulsó un currículo innovador en los programas de medicina de la 
región, currículo que aún hoy se lleva a la práctica con gran éxito en 
numerosas escuelas de Latinoamérica. En 2011 le fue conferido por 
el Gobierno Nacional el premio Simón Bolívar, Orden Gran Maestro, 
a los mejores en educación, un reconocimiento por toda una vida 
dedicada a la excelencia.
Me atrevo a asegurar que este libro también fue soñado por el Dr. 
Patiño en sus noches de infancia, cuando planeaba con meticulosidad 
quirúrgica su vida como médico y los aportes que le entregaría a su 
amada profesión. Pensar la medicina es el tributo a algo que el Dr. Patiño 
Prólogo XV
ha hecho tan bien y con excelencia: vivir la medicina. Vivirla desde su in-
fancia al lado de un gigante de esta profesión como fue su padre; viven-
ciarla en Yale todas la noches leyendo los libros que algún día habían 
sido escudriñados por los ojos expertos de Cushing. Parafraseando al 
Dr. Patiño: vivir para enseñar, operar y crear con la mente, con las ma-
nos y con el corazón, esa ha sido su guía permanente en la medicina. 
Este libro reúne más de treinta años de reflexión sobre la práctica 
médica, su enseñanza y su desarrollo. El autor ha querido entregar-
nos sus reflexiones organizadas en cuatro ejes temáticos que reflejan 
el gran alcance y actualidad de su pensamiento. En una primera parte 
nos presenta profundas reflexiones filosóficas e históricas sobre la pro-
fesión de Hipócrates. En Historia, ética y epistemología de la medicina, el Dr. 
Patiño hace gala de su gran erudición, como humanista consagrado que 
es, y nos presenta el fundamento conceptual y espiritual de la medicina 
al revisar con detalle el Juramento hipocrático. De otra parte, reconstruye 
los presupuestos éticos del acto médico a la luz de su conocimiento 
histórico y filosófico, y concluye que la medicina es la más humana de 
las profesiones.
En la segunda parte, el Dr. Patiño se adentra en su especialidad, la 
cirugía, y reflexiona no solamente sobre el quehacer quirúrgico, sino 
sobre el sentido mismo de la cirugía. La ética que fundamenta todo 
desarrollo médico se encuentra aquí aplicada a la cirugía, mediante 
las propuestas filosóficas de Aristóteles, a quien el Dr. Patiño ha es-
tudiado con exactitud. El texto que le da nombre a esta sección, La 
cirugía: con el corazón, con la mente, con las manos, es un bella pieza con 
profundas significaciones en la práctica quirúrgica, pues la cirugía es, 
según el Dr. Patiño, una actividad intensamente moral, que a la vez 
es compasión, humanitarismo, destreza y conocimiento. 
Para la tercera parte, el Dr. Patiño nos reserva todas sus discusio-
nes y propuestas alrededor de la educación médica. Como Abraham 
Flexner, el autor de este libro sostiene que la medicina es esencial-
mente un sistema educativo. En este sentido, los jóvenes que in-
gresen a la carrera de medicina, ingresan a una manera específica 
de educación, en la que se articulan íntimamente la enseñanza y la 
práctica, la ciencia y el humanismo, el servicio y la autoconstrucción 
como persona y ciudadano. Además de presentar los fundamentos 
que él llama “imperecederos” de la educación médica, el Dr. Pati-
ño ve hacia adelante. Propone un currículo innovador, en el que la 
tecnología y la sociedad del conocimiento y la información juegan 
xvi Pensar la medicina
papeles preponderantes para la formación en el paradigma médi-
co. Uno de los textos presentados en esta sección es especialmente 
avanzado: “Educación, epistemología y pedagogía médicas. De la bio-
medicina a la infomedicina”. Allí el autor presenta los desafíos a los 
que se enfrenta el profesional de la medicina en nuestros días, y con 
cuidadosa argumentación expone las nuevas estrategias que se de-
ben asumir desde la educación para superar y aprovechar tales retos. 
Quién más autorizado para discutir sobre nuestro inadecuado sis-
tema de salud que el Dr. Patiño. En el análisis, la crítica y las propues-
tas de un nuevo modelo transcurre la última parte de este libro gene-
roso en ideas y pensamientos. Desde su aprobación como Ley 100 de 
1993 y hasta hace pocos meses (entre 2013 y 2014) con los intentos de 
reforma que se han presentado por parte del Gobierno Nacional, el 
Dr. Patiño ha señalado, y lo sigue haciendo, que el sistema “gerencial” 
de salud colombiano es todo lo contrario a lo que en esencia es la 
medicina. El problema fundamental de la Ley 100 es precisamente 
la desprofesionalización del acto médico. Ahora los médicos son a lo 
sumo administradores del tiempo de sus pacientes para generar co-
bertura, dejado de ser auscultadores de las dolencias y científico con 
profundo sentido humanista. El Dr. Patiño no se queda solamente en 
la crítica, sino que propone y señala el camino. 
Pensar la medicina demuestra en sus páginas no solo el conoci-
miento de su autor alrededor de esta profesión nacida del amor por 
la humanidad, sino que también expone en toda su magnitud la esen-
cia vital del hombre, del médico, del humanista. El Dr. Patiño ha vi-
vido la medicina desde su infancia y, tal vez, gracias a eso, José Félix 
Patiño Restrepo, además de un buen médico es un gran ser humano.
Bogotá, maYo de 2014
PARTE I
HISTORIA, ÉTICA Y EPISTEMOLOGÍA 
DE LA MEDICINA
Profesores y residentes de cirugía del Yale School of Medicine. José Félix Patiño (residente), tercer 
nivel, tercero de izquierda a derecha. 1953.
1. El juramento hipocrático
Se cree que Hipócrates nació c. 460 a. C. en la isla de Cos y que murió 
c. 377 a. C., tal vez en Larisa (Tesalia), en Grecia central. Fundó la me-
dicina racional disociándola de la teúrgia y la filosofía y liberando el 
ars medica de la especulación religiosa y las causas de la enfermedad 
de lo sobrenatural. Dirigió su atención hacia la observación clínica 
cuidadosa del paciente, y sentó las bases de la ciencia médica. Hipó-
crates cristalizó el disperso conocimiento de las escuelas de Cnido 
y de Cos en su monumental Corpus Hippocraticum para convertir la 
medicina en una ciencia sistemática y definió un código de ética y 
deontológico que rige plenamente en nuestros días. Es la figura mé-
dica más descollante de la Antigüedad y universalmente, y a lo largo 
de todos los tiempos se lo reconoce como “el padre de la medicina”.
Hipócrates fue un errante asklepiada, del linaje directo de Ascle-
pios (Esculapio para los romanos), el mitológico hijo de Apolo (Febo) 
y Arsinoe. Floreció en la época dorada de Grecia, la de Pericles, en 
Atenas, la era intelectual y cultural más deslumbrante en la historia 
de la humanidad, la de Sócrates, Platón y Protágoras1 en filosofía, de 
Heródoto y Tucídides en Historia, de Esquilo, Sófocles y Eurípides 
en el arte dramático y de Fidias en la escultura.
Brian Inglis (1968) dice que Hipócrates hizo por la medicina lo 
que Sócrates hizo por el pensamiento: liberarlo de su adolescencia 
y animar a su conversión en pensamiento racional y que por ello es 
digno de alinearse entre sus grandes contemporáneos.
En la Introducción a sus Tratados hipocráticos, HermosínBono 
(1996) se refiere a las escasas referencias a Hipócrates por parte de 
los grandes filósofos de Atenas: solo unas pocas líneas en el Protágo-
ras y en el Fedro de Platón y en la Política de Aristóteles, máxime si se 
1 Protágoras de Abdera (c. 485-410 a. C.). Sofista griego quien estimaba que todos los cono-
cimientos procedían de la sensación. Es autor de la famosa frase “El hombre es la medida 
de todas las cosas”.
4 Pensar la medicina
tiene en cuenta la influencia de la doctrina hipocrática en el pensa-
miento de ambos filósofos.
El Juramento Hipocrático es parte muy importante del Corpus 
Hippocraticum o Colección Hipocrática (Tratados hipocráticos), la reunión 
de 72 textos y 42 historias clínicas, obra magnífica que fue ordenada 
en el Museo (el lugar de las musas) de Alejandría en los tiempos de 
Tolomeo I Soter. Tolomeo fue el gran general de Alejandro Magno, 
quien a su muerte en el año 323 a. C. recibió a Egipto2 y fundó la es-
plendorosa era helenística que duró unos tres siglos y que solo vino 
a terminar con la muerte de Cleopatra Vii en el año 30 a. C., cuando 
Egipto pasó a ser una provincia romana. 
El Juramento Hipocrático contiene las enseñanzas éticas que tie-
nen vigencia aún hoy en día en la conducta y el quehacer del médico 
(Córdoba Palacio, 2003). 
Texto original del juramento hipocrático
Hórkos
Juro por Apolo, médico, por Asclepio, por Higiea y Panacea, por 
todos los dioses y diosas, poniéndolos por testigos, de que cum-
pliré en la medida de mi capacidad y mi criterio el juramento y 
compromiso siguiente:
Tener a mi maestro en este arte en la misma consideración que 
a mis progenitores; compartir con él mis bienes y en caso de 
necesidad, transmitirle parte de los míos; tener a sus hijos como 
mis propios hermanos y enseñarles este arte si desean apren-
derlo, sin honorarios, ni compromiso; transmitir los preceptos, 
enseñanzas orales y el resto de aprendizaje a mis hijos, a los de 
mi maestro y a los discípulos comprometidos y juramentados 
según la ley médica, pero a ningún otro.
Haré uso del régimen en beneficio de los enfermos, según mi 
capacidad y mi recto entender y, si es para su daño e injusticia, 
lo impediré.
A nadie daré aunque me lo pida un remedio mortal, ni tomaré la 
iniciativa de proponer una cosa así. Del mismo modo, tampoco 
proporcionaré a una mujer un pesario abortivo.
De forma más pura y santa pasaré mi vida y ejerceré mi arte, no 
cortaré, por cierto, a los enfermos de piedra sino que los dejaré 
en manos de los hombres que realizan esa práctica.
En todas las casas en las que entrare, lo haré en beneficio de los 
enfermos manteniéndome lejos de toda injusticia voluntaria, y 
2 Ptolomeo Sóter, o “el Salvador”, general macedonio hijo del general Lagos (fundador de 
la dinastía Lágida), el primer rey no egipcio, gobernó entre 305 y 284 a. C.
 Historia, ética y epistemología de la medicina 5
de toda corrupción en general, y sobre todo del trato amoroso 
con mujeres u hombres, libres o esclavos.
Todo lo que viere o escuchare en el ejercicio de mi profesión, o 
fuera de esta, en relación con la vida de los hombres, si ello no 
debe ser divulgado jamás, lo mantendré en silencio, teniendo 
tales cosas por secretas.
Por tanto, si cumplo este juramento sin quebrantarlo, que me 
sea dado disfrutar de la vida y de arte, honrado entre los hom-
bres por siempre jamás. Pero, si lo violo y soy perjuro, que mi 
suerte sea la contraria.
R.J. Bulger (1988), quien fue presidente de la Universidad de 
Texas y Director del Institute of Medicina (la Academia de Medicina 
de los Estados Unidos), afirma que el Juramento Hipocrático, que 
no ha sido superado en los 2.500 años transcurridos desde la vida de 
Hipócrates y que sigue siendo la guía excelsa del comportamiento 
médico, se mantiene válido porque en su elevada calidad personal 
refleja los conceptos básicos de devoción por el prójimo y de com-
promiso de servicio. 
Bulger ha redactado lo que podría ser el “Juramento Hipocrático 
Moderno”, y Efraím Otero Ruiz, ex presidente de la Academia Nacio-
nal de Medicina de Colombia y miembro de la Academia Colombiana 
de la Lengua, lo tradujo al castellano.
El juramento hipocrático moderno
Por lo más elevado de mis creencias prometo a mis pacientes 
idoneidad, franqueza, compromiso con todo lo que mejor pue-
da servirles, compasión, discreción absoluta y confidencialidad 
dentro del margen de la ley.
Trataré a mis pacientes como quisiera que a mí me trataran; 
obtendré interconsultas o segundas opiniones cuando así lo 
deseen; los educaré para que participen, si así quieren, en toda 
decisión importante que a ellos incumba. Y procuraré minimi-
zar su sufrimiento si su enfermedad se volviera intratable, en la 
convicción de que alcanzar una muerte digna debe ser una meta 
importante en la vida de cada cual.
Trataré de establecer una relación amistosa con mis pacientes 
y los aceptaré como tales sin pretender juzgar sus actuaciones, 
comprendiendo que cualquier sistema de valores es sólido y 
encomiable y concediendo a cada individuo la totalidad de su 
dignidad humana.
Cobraré solo los honorarios justos por mis servicios profesio-
nales sin tratar de lucrarme, ni financieramente ni en ninguna 
otra forma, por aquellos consejos y cuidados que dispense a mis 
pacientes.
6 Pensar la medicina
Aconsejaré e infundiré ánimo a mis pacientes en todos sus es-
fuerzos por mejorar su propia salud.
Dentro de mi profesión, pondré todos los medios a mi alcance 
para mejorar la calidad de la atención médica y para fortalecer la 
salud pública. En mi calidad de ciudadano trabajaré por la equi-
dad en la salud para todos, sin dejar que otras consideraciones 
de carácter profesional o general interfieran con mi compromiso 
de proveer la mejor y más adecuada atención a cada uno de los 
seres bajo mi cuidado.
En cuanto pueda vivir en concordancia con los anteriores pre-
ceptos, seré un médico realmente valioso.
Hermosín Bono transcribe un epitafio, cuya autenticidad no se 
puede probar, pero que por su redacción parecería ser cierta: 
El tesalio Hipócrates, de linaje coico,
Yace aquí, nacido de la raza
inmortal de Febo.
Múltiples trofeos de enfermedades erigió,
derrotándolas con las armas de Higiea
y adquirió una gran gloria no por azar,
sino por su ciencia.
Antología Palatina, Vii, 135
A través de los tiempos la figura de Hipócrates, “el Padre de la 
Medicina”, y el Juramento Hipocrático con sus modernas versiones, 
continúan iluminando el quehacer del médico y reforzando su com-
promiso social de servicio, en un marco ético, moral y deontológico 
que aun no ha sido superado (Patiño, 2005). 
Esta es una época de transformación de la atención médica en un 
bien de mercado. En el nuevo sistema de seguridad social en salud 
creado por la Ley 100 de 1993, la medicina se debate entre el im-
perativo hipocrático de cumplir sus deberes para con el paciente y 
la sociedad, y el mandato burocrático de las empresas aseguradoras 
que primordialmente se preocupan por la contención de costos para 
un mayor lucro. Ahora más que nunca, corresponde a la profesión 
salvaguardar los principios humanitarios y de compromiso social de 
la medicina y la excelencia del ejercicio y de la educación médica, en 
total fidelidad con el Juramento Hipocrático. 
2. Introducción a la hiStoria de la medicina
En palabras de Santiago Díaz Piedrahita, presidente de la Academia 
Colombiana de Historia entre los años 2000 y 2008, “la historia es el 
fundamento del conocimiento”. 
La Real Academia Española define historia como:
Narración y exposición verdadera de los acontecimientos pa-
sados y cosas memorables. En sentido absoluto se toma por la 
relación de los sucesos públicos y políticos de los pueblos; pero 
también se da este nombre a la de sucesos hechos o manifesta-
ciones de la actividad humana de cualquier otra clase.
La historia también ha sido definida como el estudio de los acon-
tecimientos del pasado relativos al hombre y a las sociedades huma-
nas, y, por extensión, al propiodesarrollo de estos acontecimientos. 
Asimismo como el relato de sucesos del pasado, especialmente cuan-
do se trata de una narración ordenada cronológicamente y verificada 
con los métodos de la crítica histórica. 
Según Pedro Laín Entralgo (1982), 
la Historia es el curso temporal y tradente —sujeto a tradición— 
de las acciones del género humano; curso en el cual los hombres 
van creando u olvidando posibilidades —intelectuales, técnicas, 
políticas, económicas, artísticas, etc.— para hacer su vida, y por 
tanto incrementando o empobreciendo su capacidad para vivir 
como tales hombres (Zubiri).
La historia natural es el estudio descriptivo de los seres vivos y de 
su medio, es decir de la naturaleza y del mundo físico.
El historiador recopila y ordena el registro de las actividades huma-
nas y trata de lograr una comprensión más profunda de ellas. 
La historia de la medicina es la historia del pensamiento racional y de 
la ciencia natural; la historia de la ciencia natural no es solo el recuento 
de las conquistas del talento humano, sino el análisis de los instru-
mentos, materiales e intelectuales, creados por la inteligencia del hom-
8 Pensar la medicina
bre y, principalmente, la historia de la experiencia del hombre sobre 
la Tierra y, realmente, sobre el universo físico. Por ello, el estudio de la 
ciencia natural es un capítulo principal de la cultura, tanto por ser una 
disciplina bien definida en al ámbito profesional, como por el interés 
que representa para el público general. 
Sir Arthur Eddington denominó Epistemología científica al terreno 
limítrofe entre la física y la filosofía. En otras palabras se llama episte-
mología a la rama de la filosofía que estudia la naturaleza del conoci-
miento y, por su puesto, una parte importante del conocimiento ha 
sido adquirido mediante los métodos de la ciencia física. “Esa parte 
del conocimiento ha tomado la forma de una descripción detallada 
de un mundo —el así llamado universo físico”. Así pues, Eddington 
definió el universo físico como el objeto de un conjunto dado de co-
nocimientos, como un determinado campo del conocimiento físico. 
“El conocimiento físico tiene la forma de descripción de un mundo y 
definimos como universo físico el mundo así descrito”.
En medicina, la epistemología científica también se refiere al con-
junto de conocimientos que describen la naturaleza de la vida huma-
na y su relación con el universo físico. 
En la ciencia, la creación del conocimiento, a diferencia de la 
creación de la belleza por las artes, es fundamentalmente una acti-
vidad progresiva de acumulación de experiencias de generación en 
generación. Sin embargo, como lo afirmó en su momento Mosterín, 
el aumento del conocimiento no es simplemente la acumulación de 
verdades que conocemos. 
La noción de verdad es relativa a la de enunciado, y esta a la 
de concepto. Qué verdades haya depende de qué conceptos em-
pleemos. Y muchas veces el progreso de la ciencia consiste no en 
un aumento del número de verdades expresadas con un sistema 
conceptual dado, sino en el cambio del sistema conceptual, en 
su ampliación o extensión o en su sustitución por otro.
El progreso de la humanidad obedece a dos factores principales: 
la herencia biológica y el legado cultural. La herencia biológica no ha 
cambiado a lo largo del tiempo, pero el legado cultural, que en gran 
parte es un sistema conceptual, se modifica constantemente. 
En medicina el sistema conceptual determina de manera prepon-
derante el avance del conocimiento, el cual obedece a la observación 
y la interpretación de hechos experimentalmente comprobables. 
 Historia, ética y epistemología de la medicina 9
La medicina está íntimamente relacionada con las ciencias físi-
cas y naturales. Los filósofos naturalistas presocráticos tuvieron a la 
naturaleza, physis, como el objeto principal de sus estudios y fueron 
ellos quienes analizaron racionalmente el proceso de la vida. Fueron 
los inventores de la ciencia natural. Con ellos murieron los mitos 
como explicación de los fenómenos físicos y naturales, y con ellos 
nació la teoría científica de la influencia de la naturaleza y del am-
biente sobre el hombre, para poder entender así la enfermedad en 
términos de causa y efecto.
El nacimiento del pensamiento científico 
El legado intelectual y cultural —o sea, el sistema conceptual— de 
Grecia, entendida como el mundo helénico, que incluía las costas 
jónicas y las islas del mar Egeo al occidente de Asia Menor, es el 
fundamento de la civilización occidental. En el pensamiento de los 
filósofos naturalistas jónicos, los presocráticos, reside el origen del 
mundo moderno. El movimiento intelectual jónico culminó con el 
ascenso de la “Escuela de Atenas”, representada por la Academia de 
Platón y el Liceo de Aristóteles, tal vez la época de mayor gloria inte-
lectual que ha vivido la humanidad. 
Entre los filósofos presocráticos figuran como principales Tales 
de Mileto (c. 625-545 a. C.), Anaximandro de Mileto (c. 610-546 a. C.), 
Pitágoras de Samos (c. 582-500 a. C.), Heráclito de Éfeso (c. 540-480 a. 
C.), Empédocles de Agrigento (c. 500-430 a. C.), Anaxágoras de Clazo-
menes (c. 500-428 a. C.), Leucipo de Mileto (fl. c. 440 a. C.), Demócrito 
de Abdera (c. 460-360 a. C.).
Hipócrates de Cos (c. 460-377) estableció la medicina como un 
arte y una técnica, más que como una ciencia teórica como la plan-
teaban los pitagóricos. Su obra monumental, el Corpus Hippocraticum, 
es el mayor tratado médico de la Antigüedad. Al igual que en los 
libros de La Biblia, parece que los diferentes escritos hipocráticos 
pueden haber sido escritos por diversos escribas y en tiempos dife-
rentes. La contribución de Hipócrates es haber separado la medicina 
de las creencias de acciones divinas o místicas y colocarla frente a 
la fuerza no de los dioses sino de la naturaleza. Nuland (1989) cita al 
historiador suizo Edwin Ackerknecht, quien afirma que con Hipócra-
tes se dio “La Declaración de Independencia de la Medicina”. 
Aristóteles (384-322) es figura cimera de Atenas. Alumno de Pla-
tón, y como este discípulo de Sócrates, es el gran filósofo naturalista; 
10 Pensar la medicina
realizó la taxonomía del reino natural, la cual implica la comprensión 
de la gradación evolutiva (Buican, 1996).
Alejandro Magno (356-323), rey de Macedonia, cuyo tutor intelec-
tual fue Aristóteles, conquistó el mundo antiguo. Con la conquista de 
Egipto y la fundación de Alejandría, transfirió allá la civilización grie-
ga y abrió la magnífica era del pensamiento helenístico en esta nueva 
capital de la cultura, cuando ya decaía la gloria intelectual de Atenas. 
El Museo de Alejandría (“el lugar dedicado a las musas”) fue fundado 
hacia mediados del siglo iii a. C. Su primer director fue Demetrio 
Falereo, o Demetrio de Falero, quien llegó del exilio impuesto por 
Atenas. Educado en el Liceo aristotélico, en la Escuela Peripatética, 
había gobernado como tirano la ciudad durante 10 años por encargo 
del rey de Macedonia; trajo varios miembros de la Escuela Peripa-
tética, aquellos principalmente interesados en la ciencia, y con ello 
comenzó el gran flujo de talento y de estudiosos hacia Alejandría, 
lo que hoy llamaríamos un “drenaje de cerebros”, tal vez la mayor 
migración intelectual de la Antigüedad.
El Museo de Alejandría, que podría ser considerado como la pri-
mera universidad del mundo, tuvo cuatro grandes departamentos: 
matemáticas; poesía y literatura; astronomía y medicina. De la escue-
la de medicina de Alejandría, que administraba también a la antigua 
escuela de medicina de la isla de Cos, surgió el trabajo de dos hom-
bres cuyas contribuciones a la anatomía y a la fisiología significan 
pilares de la medicina científica: Herófilo de Calcedonia y Erasístrato 
de Queos, el gran fisiólogo que estuvo cerca del descubrimiento de 
la circulación.
Estructurado como los institutos de investigación y a la manera de las 
escuelas de Atenas, el Museo era servido por la gran Biblioteca de Alejan-
dría,la cual, se piensa, llegó a tener unos 500.000, tal vez hasta 800.000, 
volúmenes en forma de rollos de papiro. 
Los Ptolomeos, reyes de Alejandría, convirtieron la ciudad en la 
sede de la cultura de la época. Tres fueron los siglos del helenismo, 
desde la muerte de Alejandro en 323 a. C., hasta la muerte de Cleopa-
tra Vii y el establecimiento de Alejandría como provincia del Imperio 
Romano por Augusto en 31 a. C.
Y con ello se inicia la cultura grecorromana y todo el acervo cultural 
helenístico, heredado de Atenas, pasa a concentrarse en Roma.
 Historia, ética y epistemología de la medicina 11
La cultura grecorromana
Hacia el siglo I a. C. los romanos habían conquistado a Grecia y la cul-
tura griega había conquistado a los romanos. En efecto, Roma recibe 
y asimila el conocimiento griego, pero no llega a generar verdadera 
ciencia. Los romanos, versados en oratoria, en literatura, en histo-
ria, en leyes y en administración pública, hábiles en agricultura y 
expertos en tecnologías bélicas, con directo acceso a la ciencia grie-
ga, no lograron producir científico alguno: utilizaron el conocimiento 
acumulado por los griegos pero no pudieron enriquecerlo. Fueron, 
principalmente, grandes enciclopedistas: Catón el Censor (Praecepta 
ad filium), Marco Terencio Varrón (Disciplinarum libri iX), Aulio Corne-
lio Celso (De re medica), Tito Lucrecio Caro (De rerum natura) y el gran 
Cayo Plinio Segundo, o “Plinio el Viejo” (Historia naturalis).
El resultado fue la suspensión del avance de la ciencia, de la biolo-
gía y de la medicina. Los eruditos se dedicaron, más que a investigar, 
a recolectar y preservar el conocimiento griego y alejandrino, para 
diseminarlo entre los ciudadanos de Roma. Así nació el enciclopedis-
mo, y entre los enciclopedistas romanos Cayo Plinio Segundo (23-79 
d. C.) es el más importante. Su monumental Historia natural, en 37 
libros, representa el relato completo del conocimiento de la época, la 
primera gran enciclopedia de la humanidad. 
Galeno, médico griego, quien floreció en el siglo ii de la era cris-
tiana, es la figura más importante de la medicina en Roma. Nacido 
en Pérgamo c. 131, murió en Roma c. 201. Estudioso de Hipócrates, 
realizó estudios anatómicos y su obra, basada en la hipotética exis-
tencia de los “humores”, gobernó el pensamiento médico hasta el 
Renacimiento. 
La civilización europea es una construcción fundamentada en el 
legado de los griegos y los romanos. La estupenda herencia cultural 
del mundo clásico, el de Atenas y el de Alejandría, se escapó de ser 
destruida durante la oscuridad posromana de la Edad Media, el pe-
riodo entre la decadencia del Imperio Romano y el Renacimiento, 
entre los años 500 y 1200 d. C., la época de la formación de las nacio-
nes de la Europa moderna. Tal herencia, un inmenso legado cultu-
ral, fue preservada en los textos latinos manuscritos en los grandes 
monasterios de Europa, que mantuvieron vivos los conocimientos 
y la cultura grecorromana. Entre ellos se destacan como principales 
los textos de Hipócrates, Aristóteles y la Historia natural de Plinio “El 
Viejo”, junto con los escritos de Galeno. 
12 Pensar la medicina
Roma representa el puente sobre el cual lo más selecto del pen-
samiento y los modelos culturales de la Antigüedad fueron conser-
vados para llegar primero a la sociedad medieval y de allí, a través 
del Renacimiento, al mundo moderno. Se ha dicho que el papel in-
telectual de Roma fue el de servir como el gran intermediario. Cabe 
preguntar, con Foligno, ¿cuál habría sido el destino del pensamiento 
occidental si los romanos no hubieran existido y no se hubieran con-
vertido en amos de la humanidad? (Patiño, 1990).
A lo largo de los tiempos y de la historia del hombre surgen Hi-
pócrates y Aristóteles, las personas, y la Historia natural, el escrito, 
como las influencias intelectuales mayores para la construcción de la 
civilización occidental.
Por qué estudiar historia de la medicina
Pedro Laín Entralgo (1982) plantea el interrogante: ¿por qué estudiar 
historia de la medicina? Y responde: 
adecuadamente aprendida, la historia de la medicina, en efecto 
ofrece al médico:
1. Un camino hacia la integridad de su saber. Por rico que in-
telectualmente sea, el puro presente de una disciplina no 
agota todo lo que en relación con el tema de esa ha llegado 
a saberse, y la vía para alcanzar ese “todo” no es otro que 
la historia.
2. Uno de los requisitos para la posesión, en lo concerniente a 
sus saberes propios, de bien fundada dignidad moral. 
3. Una poderosa ayuda para el logro de la claridad intelectual 
que el ejercicio de cualquier técnica tan esencialmente pide.
4. Una sutil y radical instancia para el ejercicio de la libertad 
de la mente. 
5. La formación histórica puede conceder, en fin, cierta opción 
a la originalidad. Por no pocas razones: a) porque toda inves-
tigación científica seria supone una instalación intelectual 
solvente en la situación a que ha llegado el tema a que esa 
investigación se refiera, y dicha meta no puede ser bien alcan-
zada sin conocer con algún detalle la historia entera del tema 
en cuestión; b) porque el conocimiento riguroso del pasado 
—que debe enseñarnos no solo “lo que en ese pasado fue”, 
también “lo que en él pudo ser y no fue”— puede hacernos ver 
en un nivel histórico de antaño posibilidades intelectuales o 
técnicas no convenientemente utilizadas entonces, como la 
psicoterapia verbal, valga este ejemplo, durante los años sub-
siguientes a la redacción de los Diálogos de Platón; c) porque 
la adecuada presentación de una hazaña antigua —piénsese 
en la actitud mental del renacentista Vesalio ante el antiguo 
Galeno, léanse las Reglas y consejos para la investigación científica, 
 Historia, ética y epistemología de la medicina 13
de Cajal— puede suscitar en el alma del lector ambicioso el 
propósito de emularla o superarla por sí mismo; d) porque 
determinados hallazgos y saberes del pasado pueden haber 
sido olvidados por la ciencia ulterior a ellos: la auscultación 
inmediata del tórax, desconocida por todos los médicos hasta 
comienzos del siglo XiX, tras haber sido claramente descrita 
en uno de los tratados del Corpus Hippocraticum; la circulación 
menor, explícitamente mencionada en el siglo Xiii por el mé-
dico árabe Ibn-an-Nafis y total y universalmente desconocida 
luego, hasta la publicación del texto famoso de Miguel Servet 
en pleno siglo XVi; la considerable cantidad de hechos, ideas 
y técnicas, minúsculos, sin duda, pero no absolutamente des-
deñables, que hoy duermen sueño de biblioteca en las revis-
tas científicas europeas y americanas de los siglos XiX y XX. 
E. Otero Ruiz (2005), en una conferencia magistral pronunciada 
en 2005, dijo algo enteramente aplicable a la historia de la medicina: 
“Porque la importancia de la historia, según los filósofos, es su vigen-
cia en el presente. Las cosas que sucedieron ayer no pueden ser otra 
cosa que las raíces del actual acontecer”.
La historia de la ciencia y la historia de la medicina
La ciencia, como esfuerzo interdisciplinario y transdisciplinario, es, 
fundamentalmente, un proceso transnacional. 
La historia de la medicina es el estudio de los sistemas concep-
tuales sobre la vida humana y su relación con el entorno, visto por 
medio de los sistemas de pensamiento que han reinado en el devenir 
del tiempo. Por ello, el análisis del pensamiento a lo largo de la historia 
implica tanto evaluación como interpretación de las verdades que han 
sido tenidas como tales en las diferentes épocas. 
La historia de la medicina, que es gran parte la historia de la cien-
cia, es un hilo conductor en la historia universal de la civilización.
3. Reconceptualización Y redefinición 
de la Salud
Dimensiones de la condición humana
Como lo ha expresado James V. Maloney (1981), como médicos tene-
mos que ver con dos dimensiones de la condición humana: la dura-
ción de la vida y la calidad de la misma.
Los seres humanos tienen una expectativa de vida dependientede los patrones de mortalidad prevalentes en la respectiva región. 
Así, la pirámide de población (figuras 3.1 y 3.2, p. 16) varía substan-
cialmente entre la de una sociedad subdesarrollada —en la que las 
enfermedades de la pobreza son causa de mortalidad infantil y de 
mortalidad prematura en la población adulta productiva—, hasta la 
de las sociedades industrializadas, en las que la pirámide se con-
vierte más bien en un rectángulo, por cuanto las causas de muerte 
prematura son escasas: solo se registran las “muertes inevitables”, 
principalmente representadas por los accidentes, el homicidio y el 
suicidio.
En ambos casos, tanto en la sociedad subdesarrollada como en 
la industrializada, la duración natural de la vida está genéticamen-
te determinada y las personas que alcanzan los 70 años empiezan a 
morir por cáncer, diabetes y enfermedades degenerativas, y todos, 
prácticamente todos, habremos de morir al sobrepasar los 90 años.
Esto quiere decir que en las curvas de sobrevida se ha logrado 
un cambio fundamental en las sociedades desarrolladas en lo que 
va corrido del siglo, como se ve en las figuras 3.3 y 3.4 (p. 17) de J.F. 
Fries (1980).
Pasada la edad de 70 años, las personas “tienen” que morir por 
causa del cáncer, la arteroesclerosis, la diabetes y las enfermedades 
crónicas y degenerativas, principalmente.
Estas tres entidades causan también severa morbilidad, que se tra-
duce en incapacidad física y mental. Lograr la cura de una de ellas, por 
16 Pensar la medicina
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
E
D
A
D
POBLACIÓN (MILLONES)
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
E
D
A
D
POBLACIÓN
Hombres Mujeres
Distribución 
"normal" de 
muertes
Muertes 
inevitables
Figuras 3.1 y 3.2. Estructuras de población en un país en vías de desarrollo, como India 
(fig. 3.1), y en uno desarrollado, como Suecia (fig. 3.2). En la figura 3.1 el alto número 
de mortalidad infantil y continuada mortalidad, configuran una estructura piramidal. 
Las muertes prematuras, o sea las que ocurren antes del promedio de expectativa de 
vida, se producen por todas las causas. La figura 3.2 corresponde a una “estructura 
idealizada”; las muertes residuales prematuras corresponden a cirrosis, accidentes, 
homicidio y suicidio; la edad teórica máxima son 82 años. Las muertes en las edades 
de los 80 y 90 corresponden a las causas “normales” de muerte en tales edades. La 
estructura de la población colombiana es una mezcla de las dos: en algunas regiones se 
asemeja bastante a la de la India. En los sectores económicamente más privilegiados 
que residen en los centros urbanos, se asemeja a la de Suecia. 
Fuente: Maloney, 1981 
 Historia, ética y epistemología de la medicina 17
100
75
50
25
0
S
U
P
E
R
V
I
V
E
N
C
I
A
EDAD
0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
TRAUMA
IDEAL1980
1900
Figura 3.3. La gráfica de la supervivencia adquiere un tipo rectangular en la medida 
que las causas de muerte que afectaban a las poblaciones en 1900 son eliminadas, 
y más gente sobrevive más tiempo. En 1980 la curva de supervivencia es bien 
distinta a la de 1900, pero todavía difiere de la “curva ideal”. 
Fuente: Fries, 1980
25 50 75 85 100
Nº
M
u
e
r
t
e
s
Edad a la muerte
Figura 3.4. Mortalidad por edad en ausencia de muertes prematuras. La mayor 
parte de la gente sobrevive hasta los 75 años; aquí el número de muertes 
asciende en forma drástica, y luego disminuye, también en forma drástica, 
simplemente porque ahora quedan menos personas para morir. 
Fuente: Fries, 1980
18 Pensar la medicina
ejemplo del cáncer, solo resultaría en que más personas morirían por las 
otras dos causas, fenómeno que se conoce como de los riesgos competiti-
vos. Y aún si se lograra la curación de las tres grandes enfermedades de 
la edad avanzada, también todos morirían, al sobrepasar los 90 años, de 
“muerte natural”, por cuanto la duración de la vida está genéticamente 
determinada.
Como se ve en la figura 3.4, las muertes naturales se producirían 
entre los 75 y los 90+ años. Pasados los 90+ años, ya muy pocos mue-
ren, por cuanto quedan muy pocos para morir.
En un artículo de Olshansky y colaboradores aparecido en Scienti-
fic American en abril de 1993, se ve cómo, al haber eliminado las muer-
tes prematuras gracias a la medicina, se alcanzó la longevidad para 
vastos sectores de la población. Pero con ello se ha sobrecargado a 
las gentes con morbilidad, el producto de las enfermedades crónicas 
y degenerativas, y la incapacidad física y mental producto de la pér-
dida de función orgánica (figura 3.5).
Fries (1980) ha señalado que la longevidad significa un prolon-
gado periodo de “senescencia”, de disminución del vigor físico y de 
la capacidad intelectual, antes de la muerte obligatoria. Lograr la 
conservación del vigor físico y la capacidad intelectual en las edades 
avanzadas, significaría una compresión del periodo de “senescencia”, 
o sea una compresión de la morbilidad.
Parece evidente que ahora la preocupación y el propósito de la 
medicina, cuando ya ha logrado resolver las causas de muerte pre-
matura durante la edad adulta, no deben ser tanto el control de la 
mortalidad, como la reducción de la morbilidad. 
En efecto, la muerte no debe ser considerada como un problema 
social, puesto que no la podemos derrotar, así como el clima no es un 
problema social puesto que no lo podemos modificar. Pero la enfer-
medad y la longevidad sí son problemas sociales porque poseemos la 
capacidad de influenciarlos y modificarlos (Falk, 1999). 
Pero nosotros como médicos, siempre preocupados por controlar 
la mortalidad, poco hemos hecho por reducir la morbilidad, o sea por 
preservar la calidad de la vida, el vigor físico y mental en la edad avanzada.
En la década de 1980 se estimaba que en el 2000 se habría duplica-
do el número de personas mayores de 65 años; el 50% de las consul-
tas médicas sería en mayores de 65 años, y el número de los mayores 
de 84 años se incrementaría a razón de 50% por decenio. Esto, por 
supuesto, ya es una realidad en el 2005.
 Historia, ética y epistemología de la medicina 19
Los países en vías de desarrollo, en la medida en que superen los 
estándares de vida e impongan adecuados programas de inmuniza-
ción y de mejoramiento del ambiente, lograrán controlar las llamadas 
“enfermedades de la pobreza”, o sea las enfermedades infecciosas y 
la desnutrición, principalmente. Esto habrá de resultar en un incre-
mento en la expectativa de vida, un fenómeno que ya es aparente en 
nuestro propio medio. Pero entonces los grupos de población con 
mayor longevidad sufrirán las enfermedades crónicas degenerativas 
de la edad avanzada, lo cual significa morbilidad. 
Según la celebrada frase de John F. Kennedy, “habiendo dado 
años a la vida, ahora nos corresponde dar vida a los años”.
LOW 
DISABILITY
1990
1900
MODERATE 
DISABILITY
HIGH 
DISABILITY
1900 1900
50 55 60 65 70 75 80 85 90 95 100 105 110 115 120
D
EA
TH
S 
O
F 
U
.S
. F
EM
A
LE
S
4,000
3,500
3,000
2,500
2,000
1,500
1,000
500
0
AGE (YEARS)
DISTRIBUTION OF DEATHS
Figura 3.5. Los patrones de mortalidad e incapacidad exhiben un cambio de 
tipo epidemiológico en la población en la medida en que esta envejece. Por 
razón de hábitos de vida más saludables y de la intervención médica, la gente 
vive más tiempo con enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares 
y cáncer. Pero a pesar de una más prolongada supervivencia, las personas 
tienen prolongados sufrimiento e incapacidad por causa de las enfermedades 
debilitantes y degenerativas que se asocian con la edad avanzada. 
Fuente: Olshansky y cols., 1993.
20 Pensar la medicina
Reconceptualización de la salud
En 1946 la Organización Mundial de la Salud (omS) estableció la 
siguiente definición de la salud: “La salud es un estado de com-
pleto bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de la 
enfermedad”.
Pero, más de 60 años después, ante las expectativas y actitudes 
de la sociedad, tal definición queda corta. En efecto, las personashoy 
conciben la salud más en términos de calidad de vida, de bienestar, 
de dignidad humana y de un real estado de felicidad. Por otra parte, la 
persona también exige el respeto al control de su propia vida. 
Todo lo anterior lleva a la necesidad de una reconceptualización de 
la salud.
Alvin R. Tarlov (1989), de la Universidad de Tufts, se ha referido al 
tema y plantea la redefinición de la salud, actualizando la definición 
original de la omS, que es de carácter cualitativo, para concebir la sa-
lud como “una capacidad individual o colectiva relativa a la habilidad 
para funcionar totalmente en el entorno social y físico”. O sea, una 
definición más cuantitativa del estado de salud en términos de función 
orgánica, que es el factor determinante de tal capacidad.
Jean-Francois Malherbe (1993), teólogo y filósofo de la Universi-
dad de Lovaina, en su excelente obra Hacia una ética de la medicina, de-
sarrolla una argumentación similar, pero en términos de la autonomía 
como un derecho inalienable, y cita a Georges Canguilhem para con-
siderar la dimensión orgánica de la existencia humana: se pregunta 
cómo se define el concepto salud y enfermedad, y plantea la salud 
concebida como la posibilidad de que dispone el individuo para 
adaptarse a su medio y para adaptar el medio a sí mismo, o sea de la 
capacidad de ejercer su propia normatividad; la enfermedad consiste 
en la reacción del individuo ante la disminución de sus capacidades 
de normatividad, y “un individuo es normal en la medida que ejerce 
su capacidad para mantener la simbiosis con su ambiente.”
Basados en las tradicionales definiciones, desde hace siglos las 
tasas de mortalidad han sido utilizadas como indicadores principales 
de la salud de las comunidades. En desarrollo de una más reciente 
preocupación por medir los grados de incapacidad, ahora, como lo 
anotan S. Katz y colaboradores (1983), debemos preocuparnos a fon-
do de la “expectativa de vida activa”, del estado de bienestar funcional, 
que se traduce en autonomía. 
 Historia, ética y epistemología de la medicina 21
La medición de la expectativa de vida activa, que no es sino la 
cuantificación del estado funcional, provee información sobre las di-
mensiones de la salud y de la morbilidad, bastante más útiles que la 
simple determinación de las tasas de mortalidad. 
Conclusión
Frente a las dos dimensiones de la condición humana, los médicos 
hemos logrado extender la duración de la vida, pero poco hemos he-
cho por mejorar su calidad. El resultado es un aumento en la incapaci-
dad física y mental, o sea en la morbilidad, en la edad avanzada. Ahora 
debemos preocuparnos por la compresión de tal morbilidad, mejorando 
la atención a los factores que inciden sobre el deterioro orgánico y 
mental, a fin de que las personas de edad avanzada lleguen al límite 
de su vida en condiciones de autonomía que les permitan una ade-
cuada simbiosis con su entorno.
Se ha planteado una reconceptualización de la salud, una verda-
dera redefinición en términos de la cuantificación del estado fun-
cional orgánico, para reemplazar la vieja definición descriptiva de la 
omS. 
Este es el desafío que se le plantea a la profesión médica y a los 
servicios de salud. La Federación Panamericana de Asociaciones de 
Facultades (Escuelas) de Medicina (Fepafem) ha estado trabajando 
sobre cómo se traduce tal reconceptualización en nuevos planes de 
estudio en las facultades de medicina, así como en innovadores pro-
gramas de posgrado.
4. Ética, moral Y deontología 
en la práctica médica3
En un pasado editorial (Patiño, 1992), me referí a las definiciones de 
los términos del título de este capítulo —ética, moral y deontología— 
con ocasión del sonado conflicto entre científicos franceses y nortea-
mericanos alrededor del descubrimiento de la prueba para el diag-
nóstico de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana.
Como preámbulo al artículo “Reflexiones sobre la ética quirúrgica 
a la luz de la ética nicomaquea” (Patiño, 1993), considero pertinente 
transcribir dichas definiciones y exponer las razones por las cuales el 
autor, y el Departamento de Cirugía de la Fundación Santa Fe de Bo-
gotá, hacen hincapié en la definición de claros principios de bioética 
como marco imprescindible de la práctica profesional.
La Enciclopedia Británica (1980) define así la ética: 
La ética es la rama de la filosofía que se ocupa de lo que es mo-
ralmente bueno o malo, correcto o incorrecto; su sinónimo es la 
filosofía moral. […] 
La palabra ética significa no solo una cierta rama de la filosofía, 
del pensamiento, sino también el objeto y el sujeto de la materia 
que se estudia. “Ética” y “ético” con frecuencia se utilizan como 
sinónimos de “moral”, de “lo que es moral” y de “la moral”, tal 
como ocurre al hacer referencia, en forma indiferente, a la ética o 
a la moral de una persona o de un grupo, a sus virtudes o calida-
des éticas o morales. La ética o la moral de las personas o de los 
grupos, sin embargo, consiste no solo en aquello pertinente a lo 
que habitualmente o por costumbre hacen, sino también a lo que 
creen es adecuado, correcto u obligatorio hacer. Las acciones de 
los hombres son con frecuencia, aunque no siempre, un signo de 
lo que creen y piensan; por ello sus acciones pueden apartarse 
de sus creencias, y tanto las acciones como las creencias pueden 
diferir de lo que los hombres dicen deben hacer o creer. La moral 
contiene un elemento normativo ineludible. En tanto que la per-
sona puede incurrir en una conducta habitual y de costumbre en 
ausencia de pensamiento reflexivo, la ética siempre involucra la 
3 Publicado originalmente en José Félix Patiño Restrepo, Lecciones de Cirugía. Buenos 
Aires, Bogotá: Editorial Médica Panamericana, 2000.
24 Pensar la medicina
evaluación o la prescripción reflexivas concernientes al asunto en 
cuestión (Encycl. Britan., 1980). 
En su conocida obra sobre la filosofía de Aristóteles, Jancar (1966) 
expresa que la ética forma parte de la rama de la filosofía que tiene 
que ver con las acciones del hombre. La palabra ética viene del tér-
mino griego ethos, que quiere decir costumbres, maneras, hábitos, 
y Aristóteles la usa en su acepción secundaria de carácter, o sea de 
aquello que revela lo que el hombre realmente es. En la Metafísica, 
Aristóteles plantea cómo el Bien, o sea la excelencia, es la Causa Fi-
nal del hombre, y cómo la voluntad, por razonamiento informado, 
provee la motivación para el progreso humano hacia la perfección. El 
Bien constituye el patrón para medir las acciones humanas, y por ello 
cualquier juicio sobre el carácter debe hacerse en términos de los 
valores normales. La ética, por tanto, es el estudio del carácter, del 
elemento moral en la naturaleza humana, es el estudio del quehacer 
del hombre en términos de la perfección propia (Jancar, 1966).
La moral es la ciencia o doctrina de la conducta y de las acciones 
humanas en orden a su bondad o malicia (Diccionario VoX, 1980), 
aquello que no concierne al orden jurídico, sino al fuero interno o al 
respeto humano (Diccionario de la Real Academia Española, 1970).
La deontología es la ciencia o el tratado de los deberes, según el 
Diccionario de la Real Academia Española.
Tradicionalmente los médicos han tenido como propósito princi-
pal y como componente inseparable de su actividad profesional y la-
bor científica, el análisis, la valoración —continuados y permanentes— 
y el desarrollo de criterios morales y procedimientos normativos para 
la ejecución de sus actos. Tales propósitos se hallan incorporados en 
el Juramento Hipocrático, cuyo mandato constituye el marco moral y 
deontológico de la medicina (Patiño, 1992).
Y es claro que así sea, por cuanto la medicina es una práctica emi-
nentemente moral que busca hacer bien a las personas y a las comu-
nidades, y porque su ejercicio se rige por un código de ética, el cual 
también define los deberes del médico, o sea su deontología.
Los dramáticos y esplendorosos avances de las cienciasbiomé-
dicas han creado una nueva perspectiva en el ejercicio, la docencia 
y la investigación médicas. Se piensa que en realidad tal perspectiva 
plantea “una nueva ética”, una ética diferente de la secular ética hi-
pocrática (Patiño, 1992, 1993). En efecto, basta considerar aspectos 
tales como la ingeniería genética, la fecundación artificial, los tras-
 Historia, ética y epistemología de la medicina 25
plantes de órganos, la muerte cerebral, la prolongación artificial de 
la vida, los grupos de práctica profesional con intereses económicos, 
la organización gremial de la medicina, el surgimiento de la litigación 
médicolegal, la auditoría médica, la regulación administrativa de la 
práctica médica, y la creación de sistemas de medicina prepagada con 
beneficio económico para terceros, los cuales han llevado al plantea-
miento de una “nueva ética” y, por cierto, de una nueva deontología.
En publicaciones anteriores me he referido al conflicto que con-
fronta el médico moderno ante el triunfo de las ciencias biomédicas 
y la enorme posibilidad de aplicar los nuevos conocimientos al trata-
miento y la prevención de la enfermedad, como supremo imperativo 
hipocrático, contra el confinamiento de la medicina institucionaliza-
da que se expresa como mandato burocrático, el cual, por razones ge-
neralmente de orden económico, lo limita en su capacidad de acción 
(Patiño, 1989, 1990).
Los factores socioeconómicos juegan un papel de creciente im-
portancia en la regulación de la práctica médica. Los elevados costos 
de la medicina, que previsiblemente habrán de continuar en ascenso 
en forma paralela con el avance tecnológico, establecen una forzo-
sa discriminación o “triage” de tipo económico, lo cual significa una 
contradicción ante el imperativo hipocrático. Y también, forzosa-
mente, se crea una tendencia hacia la planificación de la atención 
médica, y, lo que es más grave, a la toma de decisiones por parte de 
personal no médico, de aquel que tiene el manejo y la administración 
de las instituciones que prestan servicios de salud.
Los altos costos de la atención médica han hecho surgir, como ne-
cesidad social sentida, sistemas de acceso basados en el prepago, en 
su mayoría administrados por terceros, o sea por grupos diferentes 
del médico y el usuario, cuya rentabilidad, aparentemente, se opone 
al precepto ético legalmente vigente en Colombia. En efecto, la Ley 
23 de 1981, por la cual se dictan Normas en Materia de Ética Médica, 
en el Capítulo I, Declaración de Principios, Artículo 1°, numeral 7°, 
establece: 
El médico tiene derecho a recibir remuneración por su trabajo, 
la cual constituye su medio normal de subsistencia. Es entendi-
do que el trabajo o servicio del médico solo lo beneficiará a él 
y a quien lo reciba. Nunca, a terceras personas que pretendan 
explotarlo comercial o políticamente (Ascofame, 1981). 
26 Pensar la medicina
La organización de los hospitales, que son instituciones de cre-
ciente complejidad y costo, combinada con los intereses gerencia-
les de costo-beneficio que priman en los programas de acceso y de 
financiamiento de los servicios de salud, implica reglamentaciones 
y normatizaciones que pueden significar, de nuevo, profundos con-
flictos con el idealismo del imperativo hipocrático de hacer lo mejor 
por el paciente.
El Departamento de Cirugía de la Fundación Santa Fe de Bogotá 
ha creado su propio Comité de Bioética, el cual tiene el encargo de 
estudiar las implicaciones éticas, morales y deontológicas de la mo-
derna cirugía a la luz de las anteriores consideraciones, y de plantear 
el lineamiento de “la nueva ética” y de “la nueva deontología”, o, tal 
vez mejor, de la ética de siempre ante las nuevas condiciones del 
ejercicio médico, como riguroso marco de referencia para nuestra 
práctica, docencia e investigación en cirugía.
5. La ética en la atención médica
W.T. Branch (2000), profesor de Medicina Interna en la Universidad 
de Emory, se ha referido a cómo la ética del cuidado, la atención de 
las personas (ethics of caring), aunque ha sido un tema de reciente dis-
cusión por parte de filósofos, apenas ha tenido aplicación en la ética 
médica y en la educación médica: 
Basada en la receptividad (esto es, empatía y compasión) hacia 
la responsabilidad por otras personas, la ética del cuidado tiene 
particular pertinencia en medicina. El cuidado (caring) es lo que 
guía al médico para ser siempre el defensor de los intereses del 
paciente y a mantener la relación terapéutica al confrontar y re-
solver problemas éticos (pp. 127-132). 
La ética médica ha sido enseñada sobre tres principios funda-
mentales: beneficencia, autonomía y justicia. En la medida en que 
factores económicos acrecientan su influencia sobre los sistemas de 
salud, la justicia, o sea la equidad, adquiere mayor preponderancia. 
La Academia Nacional de Medicina de Colombia se ha referido al 
conflicto, cada día más pronunciado, entre la “ética corporativa” de 
las entidades intermediarias (epS, arS, arp4) del Sistema General de 
Seguridad Social en Salud (SgSSS) que estableció la Ley 100 de 1993 y 
la ética hipocrática, o ética médica. 
En efecto, el SgSSS está causando una ominosa desprofesionaliza-
ción de la medicina, al tiempo que ha creado una terrible inequidad, 
favoreciendo a los afiliados más pudientes, los del régimen contribu-
tivo y la medicina prepagada, mientras los del régimen subsidiado 
ven cómo sus planes de atención son cada vez más restringidos, y, 
lo más grave, el creciente número de “vinculados”, o sea de personas 
no afiliadas al SgSSS que han quedado prácticamente por fuera de la 
atención, puesto que el lugar donde se los atendía, el hospital públi-
co, se halla en crisis y en vía de extinción. En las nuevas propuestas 
4 epS: Empresas Promotoras de Salud; arS: Administradoras del Régimen Subsidiado; arp: 
Administradoras de Riesgos Profesionales.
28 Pensar la medicina
gubernamentales se crea una inequidad aun mayor con el estable-
cimiento de los subsidios parciales para acceder a los servicios de 
salud. La inequidad es una característica evidente del SgSSS, con una 
upc5 alta para el Régimen Contributivo, una upc que es más o menos 
la mitad para el Régimen Subsidiado, y ahora el equivalente a una 
cuarta parte de la upc para los subsidios parciales. 
En diversos artículos sobre la desprofesionalización de la medici-
na, el autor se ha referido así al significado de la comercialización de 
la atención de la salud que implantó la Ley 100 de 1993: 
La comercialización de la atención de la salud modifica en forma 
drástica la concepción misma de la moral social, al reemplazar 
el imperativo hipocrático que busca siempre el beneficio del pa-
ciente por un esquema económico que somete el acto médico 
a los objetivos de lucro de la industria y al poder del mercado. 
En tal esquema el proceso de decisión se sustrae del ámbito in-
telectual y científico de la profesión médica y pasa a manos de 
la burocracia administrativa de la corporación, convirtiendo al 
médico en un operario de la infraestructura corporativa creada 
con ánimo de lucro (Patiño, 2001, 2002). 
En el Prefacio del Informe Ley 100: Reforma y crisis de la salud, la Aca-
demia Nacional de Medicina (1999) se pronuncia en estos términos: 
En esencia es la conversión de la medicina, que como disciplina in-
telectual es una profesión de compromiso social, en un oficio que, 
al disminuir costos, resulte en mayores márgenes de utilidad para 
las entidades intermediarias. Esta nueva interpretación económi-
ca es una negación del humanismo en una de sus expresiones más 
puras, cual es el ejercicio de curar y de velar por la salud mediante 
el profesionalismo médico. Al tiempo que la reforma abre oportu-
nidades, también significa grandes peligros de perjuicio social. En 
esencia, la responsabilidad social del Estado ha sido transferida a 
entidades comercializadoras, con lo cual las empresas suplantan 
la gobernación política y el concepto de rendimiento industrial 
aplastala milenaria moral hipocrática. La ética médica, cuyo obje-
tivo inefable es el bien social, es reemplazada por una todavía no 
bien definida ética corporativa, donde el costo-beneficio en térmi-
nos de rendimiento financiero es el objetivo principal. 
En un editorial publicado en 1999 en el New England Journal of 
Medicine, Wynia y colaboradores dicen: “Hoy, en los albores de un 
nuevo siglo, el genuino profesionalismo médico está en peligro. En 
forma creciente el médico confronta incentivos financieros perver-
5 upc: Unidad de Pago por Capitación.
 Historia, ética y epistemología de la medicina 29
sos, una feroz competencia mercantil y la erosión de la confianza del 
paciente”.
El modelo de managed care o “atención gerenciada de la salud”, que 
estableció en Colombia la Ley 100 de 1993, es de puro corte neolibe-
ral y plantea para el médico un nuevo contrato social. Pero no hay 
que confundirse en esto del “nuevo contrato social”: el contrato so-
cial entre la medicina y la comunidad reside en el profesionalismo, 
y el profesionalismo lleva implícito un compromiso de servicio al 
paciente y a la sociedad, no importa cuál sea la modalidad de asegu-
ramiento o de pago.
El profesionalismo médico es más que una actividad incrusta-
da en el concierto de las actividades humanas; es más que una 
manera de aplicar los resultados del progreso tecnológico y 
científico para beneficio de la sociedad; es más que una acción 
orientada a la distribución equitativa de un bien, el cuidado de 
la salud. El profesionalismo médico es una fuerza estructural-
mente estabilizadora y moralmente protectora de la sociedad, 
es uno de los pilares que asegura su estabilidad (Wynia y cols., 
1999, pp. 1611-16).
Durante el XViii Congreso Colombiano de Medicina Interna cele-
brado en el 2002 en Cartagena de Indias, en la Conferencia Lombana 
Barreneche, Jaime Campos expresó: 
No podemos permitir que la burocracia, la productividad y la 
intermediación, entre otros, obscurezcan nuestro juicio, anulen 
nuestra vocación y por ende nuestra razón de ser. Nuestra res-
ponsabilidad es con el enfermo, es con la Ciencia y el Arte de la 
Medicina, y a través de esta, con la sociedad. 
Todo lo anterior está estrechamente relacionado con la ética de 
la atención, en la cual, en el contexto de la relación médico-paciente, 
sobresalen las decisiones de orden moral y el encuentro cara a cara. 
La relación médico-paciente y la comunicación personal que esta 
conlleva es el punto de partida de cualquier discusión ética. En el 
ambiente clínico, el médico que atiende a un paciente debe exhibir 
dos atributos primarios: receptividad y responsabilidad. 
Aunque la receptividad crea el fundamento para la atención, asu-
mir la responsabilidad es la manera como se realiza la atención, y los 
estudiantes deben aprender a traducir receptividad en responsabili-
dad. Y, de acuerdo con Branch (2000):
30 Pensar la medicina
asumir la responsabilidad, en el marco de la ética de la atención, 
quiere decir atender a otra persona a pesar de los obstáculos, 
sean estos institucionales o personales. En nuestro programa 
pedimos al estudiante que asuma el papel del médico que en-
frenta tales obstáculos. 
El hipocratismo en el cual nos movimos en el pasado se funda-
mentaba en una sacrosanta relación del médico con el paciente y la 
interfaz era fundamentalmente la confianza, el elemento que hizo 
que tal relación fuera tan eficaz y tan efectiva. Ahora, en el modelo 
de “atención gerenciada” (o administrada, el managed care de los Esta-
dos Unidos) ya no tenemos un paciente, sino un consumidor, un cliente, 
un usuario. No se trata simplemente de vocablos: no es lo mismo de-
cir paciente que decir consumidor, cliente o usuario. No es un problema 
de terminología. Es más bien algo con hondo significado filosófico, 
algo que el nuevo sistema ha cambiado de manera profunda y que 
incide sobre la forma y la calidad de la atención.
En efecto, miremos el nuevo sujeto, el cliente, en el nuevo sistema 
de salud. El cliente de un plan de salud no es lo mismo que el usuario de 
un servicio de salud, y sin embargo es la misma persona. El cliente 
busca un plan y generalmente lo escoge por ser el más económico, 
“voy a buscar el que menos me cueste”. Pero cuando llega el momen-
to de usar el servicio, la situación es distinta, porque lo que ahora 
cuenta es la calidad y ya no el costo: “lo que quiero es óptima calidad 
de la atención”. Las empresas aseguradoras, o sea las intermediarias 
en el sistema de salud que creó la Ley 100, contratan servicios no por 
calidad sino por menor precio, por menores tarifas. Y en la ejecución 
de los contratos aplican una tenebrosa contención de costos y crean 
diversas trabas para el buen ejercicio médico, lo cual, al final, se tra-
duce en baja calidad de la atención. En tal escenario es muy difícil 
conciliar la “ética corporativa”, la del mercado de la salud, con la 
ética médica, la ética hipocrática.
Como lo dice Milton Friedman, máximo ideólogo del neoliberals-
mo económico, la responsabilidad social de una corporación es con 
sus accionistas, a los cuales deben llegar los mayores dividendos. Tal 
la filosofía y tal el propósito de una corporación. Ahora, cuando en 
Colombia la atención de la salud se convirtió en un negocio, la su-
prema preocupación de las empresas intermediarias es la contención 
de costos para un mayor margen de utilidad. Se enuncia la calidad, 
pero esta parece estar lejos de ser preocupación fundamental. Hasta 
 Historia, ética y epistemología de la medicina 31
ahora, el Sistema General de Seguridad Social en Salud ha descono-
cido la calidad como propósito, y para tal propósito no se registra 
inversión alguna en lo que va corrido desde la promulgación de la 
Ley 100 de 1993.
La conversión del paciente a consumidor, de paciente a cliente, implica 
que ahora este se ve ante dos amenazas principales. La primera, la 
desaparición del médico como su agente, como el defensor de sus 
derechos, por la creciente dependencia del médico de la estructu-
ra corporativa, la cual gobierna su actividad profesional. La segunda 
amenaza es que el paciente va desapareciendo más y más como per-
sona. No son los médicos quienes están deshumanizando la medi-
cina: son los nuevos sistemas de “atención gerenciada” de la salud, 
son las instituciones intermediarias, es la burocracia corporativa, la 
cual ahora ve al paciente como el consumidor de un producto en la con-
cepción de la atención de la salud como una industria en un mercado 
imperfecto y, por lo demás, no controlado por el Estado.
En la industria de la atención médica (y me resulta tan aberrante 
escribirlo) hay dos dimensiones: una social que se traduce en preo-
cupación económica y nada más que eso, y otra estructural, que es 
administrativa. Pero faltan otras dos dimensiones muy importantes. 
La primera es la científica: uno no ve a las epS, a las arS o a las arp 
haciendo inversiones en desarrollo científico o en educación y capa-
citación, y mucho menos, en investigación. La otra dimensión ausen-
te es la ética y la deontológica, basada en el principio hipocrático al 
que hemos hecho referencia.
De manera que sí creo que hay diferencias éticas grandes entre 
la atención médica de talante hipocrático y la atención médica de 
carácter corporativo. 
En la atención de la salud estamos pasando de una cultura médica 
a una cultura corporativa, de una cultura de la salud como servicio 
social a una cultura de la salud como negocio, y el cuerpo médico 
está sufriendo el cambio. ¿Pero ocurre porque irremediablemente tiene 
que ocurrir? No sé si debe ser así, pero sí sé que nuestra obligación es 
participar en la orientación, en la estructuración y en la definición 
de esa cultura corporativa para que si la ética hipocrática llegara a 
ser reemplazada por una nueva “ética corporativa”, se conserven los 
principios de defensa de los intereses del paciente y de autonomía 
intelectual de la medicina. Porque nos estamos enfrentando al des-
conocimientoy abandono del imperativo hipocrático y su reemplazo 
32 Pensar la medicina
por un mandato burocrático, lo cual significa la desprofesionaliza-
ción de la medicina.
Como lo afirma Branch (2000), la ética de la atención es la que 
debe guiar nuestras acciones como médicos en el nivel macro de la 
justicia distributiva y de la acción social. Esta afirmación cobra espe-
cial valor en el medio de la “atención gerenciada” de la salud.
Por otra parte, los hospitales universitarios del sector público —
que son los principales escenarios educativos de las facultades de 
medicina, los cuales deberían ser centros de excelencia científica y 
tecnológica donde se provea la vivencia de la moderna ciencia bio-
médica, la biomedicina, que constituye el paradigma del gran avance 
y el triunfo de las ciencias biológicas logrados en la segunda mitad 
del siglo XX, en un ambiente de erudición e inquietud intelectual— se 
han venido a menos y se encuentran en una crisis sin antecedentes 
en la historia del país. 
La actual crisis de los hospitales públicos, con todas sus limita-
ciones, no permite que en ellos se ejerza, ni se enseñe, medicina de 
calidad. La carencia de recursos en varios de ellos es alarmante e im-
pide realizar hasta los más elementales procedimientos. En muchos 
de estos hospitales no se puede hablar de calidad, porque ya no hay 
manera de atender a los pacientes, lo cual constituye un atentado 
contra la ética del cuidado de la salud. Y sin embargo, estos son los 
escenarios educativos para los estudiantes de medicina. 
La mayoría de los centros de atención primaria tampoco consti-
tuyen el mejor lugar para dar buena atención médica ni el mejor am-
biente educativo en nuestro medio colombiano, donde tales centros 
son de extremada pobreza, carecen de elementos y en ellos preva-
lecen bajos niveles científicos y tecnológicos. Con un comprensible, 
pero distorsionado, sentido de responsabilidad social, las facultades 
de medicina en los últimos años se han preocupado por actividades de 
atención primaria y de carácter comunitario y lanzan sus estudian-
tes a regiones periféricas para estar “en contacto con la realidad del 
país”. Tales programas de rotación extramural se ejecutan en am-
bientes carentes aun de los recursos mínimos para la docencia y la 
capacitación, con muy escasa, si alguna, supervisión por parte de la 
facultad y ausencia absoluta de medios de documentación bibliográ-
fica, sin dirección docente en un entorno de muy bajo nivel científi-
co. En tal contexto también hay serias fallas en la ética de la atención.
 Historia, ética y epistemología de la medicina 33
Reconociendo que el paciente es el objeto primordial de la ac-
tividad profesional del médico, este no es el único propósito del 
ejercicio médico: los intereses y los propósitos institucionales, las 
prerrogativas para la práctica, aún las sensibilidades personales, de-
mandan su legítima atención no solo como necesidad pragmática, 
sino porque también están implícitos propósitos y quehaceres de 
clara connotación moral (Luthringer, 1991).
El profesional para el siglo XXi debe adquirir una actitud moral y 
adoptar una posición ética solidaria para el buen desempeño de sus 
obligaciones frente a las cambiantes condiciones de la práctica, las 
cuales se caracterizan por una creciente presión externa, no solo en 
cuanto a demanda de servicios, sino en cuanto a la regulación de tipo 
administrativo y con fines mercantilistas de su ejercicio.
Yo reconozco, y siempre lo he dicho, que la Ley 100 es buena 
en sus propósitos, porque cumple unos objetivos sociales excelentes 
como el aseguramiento universal. ¿Quién va a estar en desacuerdo o 
a oponerse a eso? Considero que desde tal punto de vista es un im-
perativo social. Pero la instauración de la medicina gerenciada como 
actividad corporativa con ánimo de lucro, y el gran empoderamiento 
que se ha dado a las entidades aseguradoras, lleva a que la atención 
de la salud deje de ser un convenio bilateral humano basado en con-
fianza y en responsabilidad, para transformarse en un contrato co-
mercial escrito y firmado que convierte al paciente en “cliente”. Uno 
se pregunta si en ese nuevo escenario corporativo que convierte la 
atención de la salud en un negocio se puede preservar el papel del 
médico como defensor y representante de los intereses de los pa-
cientes, y que en la medida en que esto avance, ¿el médico vendrá a 
ser más bien un representante de los intereses de la corporación que 
lo está empleando y no el agente del paciente?
La función de un médico es intensamente moral. No existe una 
actividad humana más moral que la medicina, por cuanto ella tiene 
como único objetivo el bien del paciente. Ningún sistema que atente 
contra la moralidad de la medicina puede ser bueno. Es a través de 
esta óptica, que es fundamentalmente una de moral social, que plan-
teo esta discusión.
La ética de la atención implica que la “teoría médica formal”, jun-
to con el creciente volumen del conocimiento médico, el compromi-
so de servicio y la aplicación racional de la tecnología, son los fac-
tores que determinan la buena práctica médica, los cuales se deben 
34 Pensar la medicina
reflejar con solidez en la organización de los sistemas de atención de 
la salud. Los principios éticos y morales tradicionales de la medicina 
deben prevalecer en cualquier modelo de atención de la salud, en 
tal forma que la educación del médico fortalezca su actitud y com-
portamiento éticos, manteniendo su compromiso como agente del 
paciente, y lo capacite para ejercer liderazgo social y defender los 
valores sustanciales de la medicina como profesión y como ciencia. 
Para terminar, es pertinente citar a dos eminentes profesores 
de Políticas de Salud y de Economía Médica de la Universidad de 
Harvard, J.B. Richmond y R. Fein, quienes, refiriéndose a la atención 
gerenciada de la salud (managed care), que es el modelo impuesto en 
Colombia por la Ley 100, en un reciente Editorial en la prestigiosa 
revista Science, dicen: 
Al apoderarse de la financiación y del manejo de los servicios de 
salud, los intermediarios financieros se han convertido en fuer-
zas políticas poderosas en cuanto a mantener el actual caótico, 
pero altamente rentable, sistema de salud. Tanto los médicos 
como los pacientes son rehenes en cuanto a las decisiones de 
los aseguradores que operan con ánimo de lucro (Richmond y 
Fein, 2003, 1813). 
6. Infomedicina: el nueVo paradigma. 
ParadigmaS Y dilemaS de la nueVa medicina6
La medicina: el arte y la ciencia
Lo más sobresaliente de la evolución histórica de la medicina en 
el siglo XX es su vertiginoso avance para convertirse en una nueva 
ciencia. 
La medicina a finales del siglo XX ya se ha convertido en una 
verdadera ciencia, “la más joven de las ciencias”, como lo expresa 
Lewis Thomas su conocido libro The Youngest Science (1983), o como 
lo sostiene René Dubos, “[...] la más rica expresión de la ciencia, por 
cuanto se refiere a todos los diversos aspectos de la humanidad del 
hombre”. 
¿Qué se entiende por ciencia? La siguiente es la definición que 
aparece en el Diccionario de la Real Academia Española (rae) en la 
edición de 1992: 
Ciencia. (del lat. scientia). Conocimiento cierto de las cosas por 
sus principios y causas. Cuerpo de doctrina metódicamente for-
mado y ordenado, que constituye un ramo particular del saber 
humano. Saber o erudición. Habilidad, maestría, conjunto de 
conocimientos...
En esta definición va implícito el concepto del conocimiento, el 
saber y la erudición, con apoyo en la comprobación por el método 
de la experimentación, la observación metódica y la investigación 
(Patiño, 1990). 
¿Y qué se entiende por arte? El Diccionario de la rae dice: 
Arte. (del lat. ars, artis). Virtud, disposición y habilidad para ha-
cer alguna cosa... Conjunto de preceptos y reglas necesarios para 
hacer bien alguna cosa... 
6 Publicado inicialmente en la Revista de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacio-
nal de Colombia

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