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Historia General de los Medios y Sistemas de Comunicación 
DE LA ANTIGÜEDAD A LA REVOLUCIÓN DE LA IMPRENTA 
Julio Moyano – Alejandra Ojeda 
 
1. Historia y comunicación: delimitaciones 
Iniciamos los contenidos del programa con un período histórico decisivo en la historia 
mundial, como es el que transcurre entre la Revolución de la Imprenta y las Revoluciones 
burguesas. 
La revolución de la imprenta es un acontecimiento clave en la historia de los medios de 
comunicación, pero también lo es –por su impacto, por su rol- en la historia general. De 
hecho, la historiografía contemporánea, cuando fija criterios de periodización para el tránsito 
de la Edad Media a la Edad Moderna, ubica a la imprenta como uno de los factores críticos 
que permiten delimitar una y otra edad. Suele fijarse este tránsito en la segunda mitad del 
siglo XV, y como hecho simbólico hay quienes mencionan la caída de Bizancio en manos del 
naciente Imperio Otomano (1453), la invención de la imprenta de tipos móviles (mediados 
de siglo), el Renacimiento italiano (segunda mitad del siglo) o el descubrimiento de 
América. En cualquier caso, resulta unánime la idea de ser la imprenta un parteaguas en la 
historia mundial. 
Sin embargo, una historia general de los medios y sistemas de comunicación supondría -con 
razón- un arco temporal mucho más amplio que el que se inicia con la imprenta, así como un 
arco de problemas de enorme amplitud, que incluye, entre otros asuntos, prácticas, 
dispositivos y objetos que no circularon tan siquiera tangencialmente por el espacio de la 
cultura escrita. ¿Por qué entonces este recorte? 
En primer lugar, existen razones propias de nuestro campo profesional: puestos a elegir una 
lógica que recorte un campo tan vasto, optamos por hacerlo tomando prioritariamente 
aquellos eventos, procesos, prácticas o dispositivos que originaron y afectan hoy los espacios 
comunicacionales en que se desarrolla nuestra profesión. En lo primero que pensamos como 
dimensión histórica de nuestro campo es en la génesis de la prensa periódica, la radiofonía, 
la televisión, Internet, las propias reflexiones en torno a nuestro campo, etc. El modo en que 
estos dispositivos se configuraron históricamente puede rastrearse desde la revolución de la 
imprenta: Se trata de dispositivos de comunicación hoy mundializados, configurados 
originalmente desde la Edad Moderna en Occidente, enmarcados en la conformación y 
consolidación del capitalismo, del Estado moderno y una división social del trabajo que 
reconfiguró por completo las nociones de lo público y lo privado, las articulaciones entre 
identidades individuales y colectivas, entre ámbitos de validación discursiva (ciencia, arte, 
religión, política, etc.) y entre las propias funciones sociales (económica, política, 
educacional, artística, lúdica) de la comunicación. 
En segundo lugar, existen razones propias del campo historiográfico. Suele considerarse el 
término “Historia” (con mayúsculas) no sólo para referirnos a la disciplina o a su objeto (el 
devenir de los sucesos del pasado) sino a un tiempo concreto, tanto cronológico como 
cultural y social: la Historia se separa de la Prehistoria con el surgimiento correlacionado de 
la escritura, el Estado y la división social del trabajo compleja. La ciencia historiográfica 
2 
considera terreno propio firme aquel donde puede contar con fuentes escritas que permitan 
indagar y dar sentido preciso a los eventos, o al menos al modo en que sus protagonistas le 
dieron sentido y registro. La historiografía cuenta, con ello, con un creciente corpus de datos 
a partir de la irrupción de la escritura sumeria hace aproximadamente cinco mil quinientos 
años, origen de la escritura occidental, y de la escritura china, probablemente entre mil 
quinientos y dos mil años después. Existen otras escrituras que complementan este corpus, 
algunas de ellas paralelas a estas grandes vertientes, y otras subsidiarias o descendientes de 
ellas. 
Por fuera de este universo de registro, las huellas no escritas del pasado son, a medida que 
contamos con menos información escrita desde la cual interrogarlas, el espacio de la 
arqueología, e incluso de la historia natural. Aunque contemporáneamente se ha revalorizado 
la historia oral, sobre todo a partir del registro de voces en la historia contemporánea, y se ha 
incorporado radicalmente el registro de la imagen visual como documento historiográfico, 
durante la mayor parte del tiempo en que se ha desarrollado Historia escrita, han quedado 
marginadas las historias de pueblos sin escritura, así como las historias de sectores sociales 
subalternos. Por otra parte, existe una larga y rica historia de prácticas y medios de 
comunicación que –aún en el marco de formaciones sociales con escritura- han 
correspondido a prácticas no escritas: el canto, el teatro, las danzas, el dibujo, los dispositivos 
de comunicación visual o sonora a distancia, han acompañado la historia de la humanidad a 
ambos lados de la frontera de la escritura. 
Pero aun así, la escritura ha alcanzado una centralidad tal en la civilización occidental, y la 
civilización occidental una centralidad tal en la mundialización contemporánea, que no 
tenemos más remedio que optar por priorizar una génesis histórica de las comunicaciones 
contemporánea que encuentra su primer hito en el surgimiento de la escritura, ve la misma 
desplegarse hacia su centralidad en la cultura, crecer exponencialmente con la imprenta y 
reticular el complejo sistema de comunicaciones contemporáneo. 
En tercer y último lugar, reconozcamos un recorte no exento de arbitrariedad, al menos 
desde el punto de vista de los campos disciplinares. Una mirada, digamos, “enciclopédica” 
de la historia de las comunicaciones podría rastrear las mismas hasta los confines mismos del 
origen de la humanidad, en el paleolítico inferior. Podría también, en pleno derecho, 
considerar innumerables prácticas preexistentes a la escritura y más aún a la imprenta. El 
origen y sustrato biológico de la humanidad habilita también pensar las comunicaciones en el 
reino animal; la construcción de un sistema simbólico de comunicación 1, tal vez la 
diferencia fundamental entre el ser humano y otras especies animales- podría considerarse 
como un proceso histórico decisivo, tan importante quizás como la escritura; la historia de 
los transportes posee fronteras muy difusas con la historia de la comunicación; la historia de 
las representaciones sociales, de los sistemas de signos, de las artes o incluso de las ideas, 
pueden ser estudiados desde la perspectiva histórica comunicacional. 
Pero todas estas zonas de problematización han sido abordadas por otras disciplinas, dando 
lugar a un creciente corpus teórico y empírico validado institucionalmente, claramente en 
diálogo e interconexión con el campo comunicacional, pero diferentes de él: la antropología 
cultural aborda el pasado, el devenir histórico y el presente de la producción e interacción 
simbólica de las culturas humanas; la arqueología la complementa estudiando aquellas 
 
1 “Simbólico” en el sentido peirciano de la expresión: signo convencional. 
3 
huellas de su existencia no registradas por escrito o por medio de dispositivos de resguardo 
de audio o imagen; la historia natural y la etología abordan las comunicaciones animales y la 
compleja hominización de nuestra especie; la psicogenética arriesga hipótesis en apoyo de 
estas últimas, trazando analogías entre procesos de maduración psíquica e historicidad; la 
lingüística estudia la historia de las lenguas; la semiótica, la de los sistemas de signos y su 
producción; la historia del transporte intersecta historiografía e ingeniería del transporte 
como campos; la historia del arte y la de las ideas hacen lo propio con historiografía, artes e 
ideas. 
De este modo, sin desconocer tales diálogose interconexiones, reservamos para nuestro 
curso un recorrido histórico en sentido estricto: comenzamos haciendo referencia a la 
construcción de la escritura como vertebrador de la civilización occidental, y a la revolución 
de la imprenta como fenómeno decisivo en su mundialización. Esta revolución sucede en el 
tránsito de la Edad Media a la Moderna, el cual contiene aspectos comunicacionales 
decisivos en la reorganización de la vida humana en Occidente, y por extensión, dado el 
proceso expansivo que se inicia, del mundo entero. 
 
La escritura 
La división social del trabajo que dejó atrás la comunidad primitiva es inescindible de la 
invención de sistemas de registro: Tanto la necesidad de organizar sistemáticamente las 
medidas y los registros de transacciones, obligaciones contraídas, deudas, saberes científicos, 
técnicas complejas, normas y relaciones de poder, como la de transmitir generacionalmente 
esos saberes, relaciones y costumbres, lo requirió en 
forma inexcusable. Caso contrario, el total de 
acumulación cultural de un pueblo quedaba limitada a la 
capacidad de memorización de sus individuos adultos 
vivos y lúcidos. El riesgo no sólo de limitación de la 
memoria oral sino de su pérdida –por epidemias, guerras 
o catástrofes- era muy alto, como permiten imaginarlos 
las ruinas de civilizaciones antiguas abandonadas por 
unos u otros motivos, tras el colapso de la transmisión de 
saberes decisivos para la continuidad y reconstrucción. 
Se desconoce en qué momento comenzó a articularse el 
lenguaje verbal. Expresiones que pueden asimilarse a una 
noción elemental de arte se han rastreado objetos del 
paleolítico superior, pero sin dudas hallamos expresiones 
artísticas, y por lo tanto una transición hacia el símbolo 
(nuevamente, en términos peircianos), desde hace 
aproximadamente cuarenta mil años. Entre los ejemplos más 
conocidos, tenemos las estatuillas paleolíticas, por ejemplo las 
manos impresas, técnica que podemos hallar en lugares tan 
inconexos entre sí como Francia o la Patagonia argentina, las 
famosas estatuillas femeninas (las llamadas “Venus”), 
imágenes de animales talladas o dibujadas en hueso, 
estilizaciones de objetos útiles, y sobre todo, las pinturas 
 
Pinturas rupestres Cueva de Altamira, España 
 
Pinturas rupestres Cueva de Altamira, 
España 
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rupestres y los megalitos, prácticas cuya existencia hipotetizamos desde las huellas 
arqueológicas, desde supervivencias parahistóricas actuales, y aún en los ciclos madurativos 
de la infancia contemporánea. 
Las pinturas rupestres, características del paisaje europeo 
mediterráneo del paleolítico inferior (se registran entre 
aproximadamente 40.000 y 10.000 años de antigüedad), 
nos muestran pinturas estilizadas de pequeños toros y 
otros animales, así como de cazadores. En ocasiones, 
acompañadas de muescas representativas 
de cantidades, práctica que se utilizaba también sobre 
madera y sobre hueso. 
¿Qué significan estos pequeños toros? ¿Mero disfrute 
estético? ¿Ritual 
mágico de convocatoria a la caza? ¿Conteo de 
resultados? ¿Animales míticos? ¿Terreno de práctica de 
caza para principiantes? (esto último se nota en las 
marcas de golpes de objetos puntiagudos sobre los 
pequeños dibujos). Probablemente nunca sepamos con 
exactitud estos procesos de transición. Que no sepamos 
los significados, las funciones y aún la naturaleza de 
estos signos. ¿Acaso el dibujo representa, sobre otro soporte, el signo del toro, del deseo de 
caza, del agradecimiento por el resultado, ya presente en su lenguaje oral? ¿O quizás el acto 
kinésico de dibujar constituye en sí mismo el significante y su relación con el significado? (y 
por lo tanto, estos signos dibujados precederían a la oralidad articulada y constituirían, en ese 
momento, el acto mismo del pensar). 
En ocasiones logramos fortalecer alguna hipótesis referida a las prácticas prehistóricas por 
medio de la reconstrucción de restos del hábitat y sus prácticas, pero también por analogía 
con culturas que viven hoy protagonizando prácticas de 
organización y supervivencia semejantes a las de culturas 
prehistóricas. Estas tentadoras analogías entre prácticas de 
grupos o individuos observables hoy y las antiguas, que 
inferimos por huellas o documentos han sido adoptadas 
tanto por antropólogos como por psicogenetistas, e incluso 
semiólogos (como lo habilita implícitamente Peirce al 
referirse a los métodos para fijar creencias). En el caso de 
la antropología, se ha hecho notar no sólo el carácter 
distinto de las representaciones, prácticas, sensibilidades y 
percepciones entre las culturas orales y las escritas, sino también la decisiva presencia de 
formas kinésicas de representación (por ejemplo, danzas rituales de convocación) en las 
formas más primitivas. En el trabajo de Rowland (1997) que incluimos en los apuntes se 
hace notar: 
 “Si tenemos que adoptar un sentido cronológico más profundo de la historia de la comunicación y trasladamos 
el problema a los orígenes de la civilización humana, ¿Cuánto debemos retroceder? Hemos pensado por 
costumbre en la “evolución” de la comunicación como una progresión a través de una trilogía, desde la cultura 
oral a través de la impresa hasta la electrónica. Más aún, la investigación antropológica contemporánea sugiere 
la posibilidad de una capacidad kinésica fuerte y pre-oral. Bien pudiera ser que los sistemas de gestos, posturas, 
movimientos y signos precedan a los modelos formales de discurso y lenguaje. 
 
Pinturas rupestres Cueva de las Manos, Santa 
Cruz, Argentina 
 
Pinturas rupestres, Vallorta, España 
 
Pinturas rupestres Baja California Sur, EEUU 
5 
¿Podría ser que nuestra herencia clásica griega y la larga influencia de la retórica en la conciencia académica 
occidental hayan sobrevalorado la tradición oral en la evolución de la mente y la cultura? Si es así, tendrán que 
añadirse las dimensiones de una cultura pre-oral a la trilogía usual, haciendo de ella por lo menos un cuarteto”. 
 
Transición hacia la escritura 
Entre estos ambiguos espacios de la génesis de la cultura humana, aparecerán formas de 
transición hacia la escritura: abstracción de signos convencionales (existe evidencia de usos 
muy antiguos de avisos por señales luminosas o sonoras), convencionalización de dibujo s y 
esculturas (las Venus que “transmiten” fertilidad), o los sistemas nemotécnicos basados en la 
ayuda de objetos y dibujos. Algunos de ellos han sido conocidos por los antropólogos 
occidentales modernos en su contacto con culturas ajenas a la escritura: Pueblos de América 
del Norte donde un mensajero entre tribus lleva un bolso con caracolas, plumas o piedras 
pintadas que le ayudarán a recordar, o que lograrán narrar (como en el caso de los esquimales 
americanos) a través de secuencias de dibujos, en la medida que la comunidad hablante esté 
previamente al tanto por vía oral del significado propuesto para la misma, o pueblos de 
América del Sur (como es el caso del imperio incaico), donde un sistema análogo de 
representación se desplegó en base a nudos sobre tiras de lanas de colores (quipus). 
Pero si hemos de ocuparnos de la hegemonía de lo escrito en el proceso civilizatorio, 
avanzaremos hasta finales del neolítico. La creciente división del trabajo observable en las 
economías de regadío de la Mesopotamia asiática venía acompañada por la formación de las 
primeras ciudades, los primeros estados, la consolidación del principio de autoridad como 
clave de la transmisión de la cultura entre generaciones y un gigantesco acumulado de 
saberes para poner en común, registrar, resguardar, reproducir y enseñar. Una acumulación 
que superaba con creces la memoria individual y recorría aspectos muy diversos de la vida: 
lo que hoy llamaríamos religión, ciencia, economía, derecho, moral, historiografía, política, 
arte, filosofía o literatura existían indiferenciados en un mismo cuerpo discursivo.Es entonces, cuando desde el dibujo primitivo evoluciona la pictografía, y a partir de ella, la 
ideografía, como sistema escriturario completo. 
La pictografía 
Es tentador imaginar una evolución del dibujo hasta su madurez, para asistir luego al 
nacimiento de las escrituras. 
Sin embargo, del mismo modo que hoy en día un niño explora sus habilidades de dibujo con 
fuerte énfasis en la abstracción, para intentar luego elementos figurativos con variados 
recursos de representación no necesariamente icónico-visuales, hasta lograr, si recibe 
instrucción adecuada, sus primeros resultados en representación visual figurativa en su 
segunda infancia, también podemos observar en la historia humana una prolongada etapa de 
trazos abstractos, luego figuraciones elementales (como la impresión de la mano entintada 
sobre una superficie o utilizando la mano como clisé para lograr su negativo), luego 
crecientes combinaciones de elementos figurativos con variados criterios simbólicos y 
expresivos, para finalmente lograr una representación bidimensional plena –con el uso de la 
perspectiva- en el tramo final de la Edad Media europea. Otras formas de representación 
visual como la escultura o los relieves también se despliegan en forma contemporánea al 
desarrollo de las escrituras, alcanzando también su madurez en épocas en que la escritura ya 
se encuentra en su etapa compleja, sea en forma ideogramática (como en China) o alfabética 
6 
(como la Grecia clásica). 
Sí podemos decir, en cambio, que a partir de cierta capacidad de figuración (por ejemplo, 
reconocer imágenes visuales por el trazo de su silueta y síntesis de sus componentes), el 
dibujo se torna más convencionalizable y puede ser utilizado como una forma de recordación 
y registro más práctica que otras reglas nemotécnicas preexistentes. 
Las pictografías, colecciones o familias de pictogramas, se originan en el dibujo y 
evolucionan a partir de 
allí. La simplificación de 
los trazos, elegida para 
simplificar la reproducción 
de los mismos y 
estandarizarlos en la 
comunidad de iniciados 
para su decodificación, 
tiene como costo una 
creciente pérdida de 
posibilidad de encontrar 
sentidos inequívocos a 
partir de la mera 
iconicidad visual. Es decir, 
aparece una creciente 
convencionalidad en la 
definición del significado 
de cada pintura o dibujo. 
Los pictogramas son dibujos de fuerte convencionalización, a un punto tal que, de no mediar 
la comunidad de significados convencionales, no podríamos saber qué significa cada dibujo. 
Sin embargo, la huella de iconicidad visual aún presente en el pictograma respecto del dibujo 
es relativamente alta. En la clase práctica veremos en detalle aspectos de la historia de la 
escritura, por lo que nos limitaremos aquí a una somera definición. 
Los mejores ejemplos de escrituras pictográficas, según recuenta Moorhouse (1993) 
proceden de América del norte, donde muchos de los pueblos originarios la conservaron 
hasta el momento de la colonización europea y aún después de ella, lo que ha facilitado su 
estudio. Para poder entender las escrituras pictográficas resultaba imprescindible, más que un 
repertorio acotado de signos, conocer los relatos básicos que circulaban en la comunidad y 
las acciones que posiblemente se describían en la iconicidad visual simplificada por medio 
del trazo de contornos y siluetas, muchas veces representando señales de comunicación 
presencial entre personas, lo cual las caracteriza como escrituras altamente dependientes del 
contexto. 
Tabla de evolución de 
pictogramas 
japoneses (derivados 
del chino) hacia el 
ideograma. 
7 
 
En este ejemplo, procedente de Alaska, 
podemos ver un relato sencillo sobre una 
travesía de caza, donde en el primer dibujo 
vemos a alguien señalándose (“yo”) y con la otra 
mano indicando una dirección (“fui”). En la 
tercera figura, por ejemplo, el muñequito señala 
la cantidad de noches que ha dormido en ese 
tramo de su travesía. Algunos signos se 
aparecen como fácilmente comprensibles; otros, 
en cambio ofrecen dificultades interpretativas, 
como el caso del cuarto. 
 
Como puede notarse, existe una tensión entre 
dos esfuerzos diferentes en la forja de este tipo 
de escrituras: por un lado, una eficiente síntesis 
visual de cada dibujo o pictograma. Por el otro, 
recursos altamente convencionalizados para 
poder expresar acciones más complejas o 
abstractas: “viajé dos noches”, “estuve en la isla 
habitada por dos familias”, “me entristecí”, “oré”, 
etc. 
 
Si se trataba de enunciar cosas o cantidades de cosas, o eventos concretos, se intentaba crear 
dibujos que representaran a determinados objetos, de manera denotativa, sin que mediaran 
simbolizaciones –al menos intencionales- entre el objeto y el signo. Los dibujos imitaban 
fielmente la cosa, al menos hasta donde era posible según el desarrollo de la expresión 
gráfica. Así, si encontrábamos el dibujo de un perro, debíamos leer “perro”, si 
encontrábamos una flecha y un arco, leeríamos “flecha y arco”, etc. La sustitución entonces 
era simple, denotativa y no tenía aún una carga simbólica que 
excediera la descripción del objeto: en términos peircianos, nos 
encontramos en el nivel icónico. Desde Saussure diremos, 
entonces, que estos signos eran altamente motivados y que su 
grado de convencionalización era muy bajo o inexistente. 
Más allá de otras funciones subsidiarias como la enumeración o 
la señalización, las escrituras pictográficas funcionaban 
primordialmente como “cuentos sin palabras” (Parramón, 1987), 
donde la narración se iba articulando en función de la 
combinación de los diferentes pictogramas, y más adelante, 
ideogramas. Una característica central es que “el acontecimiento 
que se representa se ve como un todo” (Moorhouse, 1993: 21). La articulación de los signos 
podía ser lineal, en diferentes niveles o distribuidas espacialmente con o sin jerarquía entre 
los elementos, pudiendo su distribución facilitar o dificultar el agrupamiento de los diversos 
elementos. Estas escrituras presentaban ciertas dificultades como, por ejemplo, problemas 
para identificar cuáles eran las unidades significantes, ya que la unidad podía estar formada 
por una o varias figuras. Paralelamente, no siempre era posible identificar qué objeto era el 
que estaba dibujado o existían ambigüedades en la interpretación general del texto. La 
mayoría de estas dificultades no representaban un grave problema pues los que leían estos 
textos y los interpretaban solían ser muy pocas personas, las cuales conocían su significado 
de ante mano por tratarse de prácticas compartidas o eventos conocidos o eran relatos que 
estaban asentados en tradiciones orales muy fuertes. La debilidad de estas escrituras, 
entonces, era su dependencia contextual, pero no representaba un impedimento para su 
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decodificación pues esta práctica no era ejercida fuera de ese contexto comunal. Por otra 
parte, antropólogos e historiadores coinciden en que la función de estas escrituras era 
principalmente nemotécnica, una ayuda para relatar oralmente un texto. Al igual que otros 
lenguajes nemotécnicos, la relación de estos signos con su objeto podría pensarse como 
indicial. 
 
Las escrituras ideográficas 
Las expresiones abstractas, en cambio, requerían un corrimiento convencionalizado del 
sentido del dibujo, cuya marca icónico-visual dejaba de ser decisiva. Tal fenómeno, que ya 
notamos en la serie precedente, comenzó a desarrollarse en las civilizaciones de la región 
mesopotámica delimitada por los ríos Tigris y Eufrates –actualmente parte de Irak- a medida 
que la economía de regadío forjó una compleja división del trabajo y requirió crecientes 
sistemas –y volúmenes- de registro. La importancia decisiva de esta experiencia histórica 
iniciada hace unos seis mil años no sólo se basa en su condición pionera en el tránsito del 
neolítico a la Historia, sino en que su evolución posterior impactaen las principales 
escrituras occidentales, incluyendo nuestro alfabeto latino contemporáneo. En apenas dos mil 
años, la escritura sumeria evolucionará desde los dibujos y reglas nemotécnicas básicas, 
hacia un sistema pictográfico, luego hacia uno ideográfico y finalmente hacia un sistema pre-
alfabético, en forma análoga a lo que sucederá en el antiguo Egipto con su escritura 
jeroglífica. 
¿Qué son los sistemas ideográficos? Los ideogramas expresan ideas, en ocasiones ideas 
suficientemente abstractas que resultaría imposible representarlas con un dibujo de 
iconicidad visual concreta. Por medio de ellos, una escritura logra abarcar todas las 
posibilidades del lenguaje verbal en un idioma determinado. Los ideogramas también se 
originan en dibujos, y en casi todos los casos surgen como evolución de las escrituras 
pictográficas. De allí que muchos ideogramas, aunque cumplen hoy una función de signo 
estrictamente convencional, nos recuerdan en su trazo los pictogramas y dibujos originarios, 
como sucede, por ejemplo, con nuestras letras “n”, que recuerda a “nun” (serpiente), la “m”, 
que recuerda a “mem” (agua), la “t”, que recuerda a “tau” (cruz), etc. Las escrituras sumeria, 
egipcia, china, japonesa, entre otras, evolucionaron desde el dibujo a la pictografía, y desde 
ésta hasta la ideografía. 
Las escrituras ideográficas constituyen un nuevo paso hacia la convencionalización desde los 
sistemas pictográficos existentes. La pictografía había avanzado desde la representación en 
solitario de objetos por sus signos hacia relaciones sintagmáticas, como lo muestra el 
ejemplo antedicho. Pero la ideografía supone el predominio completo de la carga simbólica 
del signo –que podrá ser utilizado para significar diversos objetos e ideas- sin necesidad de 
quedar atado a una comunidad hablante de presencia inmediata. Por lo tanto, un mensaje 
complejo podrá ser decodificado mucho después, 
o muy lejos de su punto de origen. 
En la ilustración que acompaña a este párrafo 
(Moorhouse, 1993) podemos ver una primera fila 
de pictogramas primitivos y una segunda donde 
las formas han sintetizado hacia figuras 
abstractas. Todos representan “pez”, pero sus 
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caracteres podrán significar otras ideas asociadas al objeto original por convención. La 
abstracción del trazo es notable. Sin previa explicación, difícilmente un lector hallará la 
huella visual del pez en los trazos de la segunda fila. Nótese, también, cómo los pueblos de 
América del Norte no alcanzaron a desarrollar esa etapa ideogramática al momento de la 
conquista y colonización europea. 
El ideograma representa un salto en la posibilidad de salir de 
la etapa figurativa del significante. Si bien aún se pueden 
identificar los objetos a los que remite la figura 
dibujada, esta identificación del objeto es sólo el escalón 
necesario para acceder al significado connotado, el cual tiene 
alguna relación con el significado denotado, pero ésta es de 
tipo simbólico. En este ejemplo de la escritura egipcia, 
podemos ver ideogramas (citados en Moorhouse, 1993) con 
una carga figurativa importante. Este tipo de signos se 
conservó estable por miles de años en la escritura jeroglífica. 
El primero significa “llanto”, el segundo “escritura” (expresado mediante la representación 
de un cálamo), el tercero significa niño, o más específicamente hijo, expresado por el ganso, 
que es un animal considerado un manjar exquisito. El cuarto signo significa “rey”, expresado 
por el dibujo de una abeja. 
Veamos ahora un ejemplo de la escritura china (citado en Moorhouse, 
1993): este ideograma está formado por dos pictogramas base: “esposa” y 
“niño”, y podemos observar que los rasgos han perdido prácticamente su 
aspecto figurativo, pero luego de conocer su significado, es posible 
encontrar cierta similitud estructural. El significado de este signo es 
“feliz”, y como vemos, los pictogramas que lo integran apuntan a reponer 
una idea, no a describir icónicamente a alguien feliz (como podría ser dibujar una cara 
sonriente). 
Veamos otro ejemplo: el ideograma Qi, que significa energía, está formado por 
dos componentes: uno es el radical, asociado al cielo, y que es el pictograma del 
agua en tres distintos estados: como nube, como llovizna ventosa y como lluvia. 
 
El segundo es el inferior, está asociado a la tierra y representa una espiga de 
arroz. 
 
 
El ideograma completo del Qi, presentado aquí en una versión más antigua y una 
más simplificada, excede ampliamente en su significado a la suma de sus partes 
componentes. 
10 
Las dos grandes escrituras que constituyen la base de la escritura occidental aparecen entre 
5500 y 6000 años atrás. La primera es la sumeria, la segunda la egipcia, existiendo algunas 
influencias notables de la primera sobre la segunda, aunque debe considerarse posibles 
fuentes comunes que pudieron no haber dejado huella. Ambas escrituras se desplegaron por 
cerca de tres mil años, y gracias a ello tenemos la posibilidad de estudiar su evolución desde 
el dibujo hacia la pictografía, la ideografía y las formas pre-alfabéticas. 
La evolución de las escrituras cuneiformes, cuyos primeros registros provienen del 3.000 
AC, recorre pasos similares a otras escrituras antiguas: de formas figurativas a formas 
abstractas y regulares, de descoordinación entre lengua oral y escrita a una correspondencia, 
pero es interesante destacar cómo algunos factores relacionados 
con el soporte en el que se realizaban, favoreció la rápida abstracción en la forma. Los 
primeros registros consistían en escrituras pictográficas cuyos signos eran íconos de los 
objetos representados (realizados inicialmente en piedra o barro arcilloso). Muchos de los 
materiales escritos que debían 
reproducirse por algún motivo 
se preparaban por medio de 
sellos cilíndricos, pero la 
mayor parte del trabajo 
cotidiano de escritura se 
realizaba por medio del 
marcado con estilete sobre 
tabletas de arcilla. Las cuñas 
con las que organizaban el 
trazo dan nombre a esta 
escritura, y también a su 
característica visual distintiva: 
las cuñas dificultaban el trazado de líneas curvas y extensas, pues por un lado, la presión de 
la arcilla volvía a cerrar la línea, y por el otro, cerraba las líneas curvas, y esto llevó a dibujos 
constituidos por agrupamientos de líneas rectas con una forma triangular en sus puntas. Esta 
forma triangular que adquiría el remate de la cuña hizo que rápidamente los dibujos se 
diferenciaran de los objetos inicialmente designados. A ello se agregó el cambio de dirección 
en la escritura, por razones de comodidad: las tablillas rectangulares pasaron de usarse en 
posición apaisada a vertical, y la línea sintagmática pasó de escribirse hacia abajo, optándose 
por la orientación de izquierda a derecha2, lo que provocó que la totalidad de los signos 
modificara 90 grados la orientación, e hiciera que en algunos casos fuese imposible 
reconocer el objeto denotado. 
 
Hacia el 3000 AC se desarrolla en el antiguo Egipto, la escritura jeroglífica, cuya traducción 
significa “escritura de los sacerdotes”. La escritura ha estado ligada al ejercicio del poder 
durante muchos períodos de la historia, y la institucionalización así como la conservación de 
diversas de ellas ha tenido que ver con que son emergentes de dichos contextos en donde se 
producía una acumulación de poder, posibilitando a la vez la existencia de registros más 
 
2 Los pueblos que posteriormente desarrollaron alfabeto no tomarán esta dirección de escritura hasta los griegos 
atenienses. Es interesante destacar como la dirección de escritura orienta la percepción en cada cultura. Esta 
dirección de izquierda a derecha, que compartimos con los sumerios hace que, si dividimos un plano en cuatro 
cuadrantes, nuestro punto de mayor tensión esté ubicado en el cuadrante superior derecho; en el caso de las 
culturasorientales, la ubicación de este punto se invierte. 
11 
detallados de esos período que de otros. Del mismo modo, cuando una derrota catastrófica 
ponía fin a una dinastía o aún a un Estado completo, su escritura podía ser destruida, como 
forma de ratificación de un nuevo poder. En el caso del jeroglífico, se observa también otra 
característica notable en muchas civilizaciones, incluso totalmente inconexas entre sí, desde 
Egipto hasta la civilización maya: el hermetismo. 
 
En las escrituras egipcias podemos registrar distintas etapas, desde una pictográfica inicial 
hasta el momento de su máxima perfección, hacia el 1500 a.C., cuando los signos adquieren, 
con las escrituras hierática y (más adelante, hacia el 700 AC) demótica (la primera reservada 
a las escrituras sagradas y la segunda a las de difusión) un valor fonético independiente del 
significado original de la imagen pictórica (arbitrario). Pero en esta transición quedaron 
registros de las etapas intermedias, donde convivían en un mismo texto pictogramas, 
ideogramas y las primeras letras. Muchos de estos registros aún hoy ofrecen dificultades 
para su decodificación. Por ejemplo, un mismo grafo podía estar cumpliendo distintas 
funciones, supongamos que encontramos el dibujo de una boca (ro), podría estar refiriendo 
al objeto boca, a la sílaba “ro” o a la letra “r”, y si estuviera cruzada por ejemplo por “mem” 
(agua) podía significar “beber”3; el águila sin cabeza, acompañada por una cabeza humana 
podía significar “alma”. 
 
 
 
3 Ejemplo extraído de la enciclopedia El Mundo que nos rodea, tomo: “El libro y la escritura”, dirigida por 
Iván Illin. 
 
12 
 
 
Los jeroglíficos, a diferencia de la escritura cuneiforme tenían trazos sumamente detallados, 
pues al estar realizados sobre pared o sobre papiro con tinta y pincel, permitían líneas muy 
delgadas y no ofrecían mayores dificultades para las formas curvas, por eso mantuvieron su 
aspecto figurativo aun cuando estuviesen operando como letras. 
 
 
 
En la imagen: Menú del noble fallecido Tepemankh, inscripto en su tumba, Ca. 2350 AC. Museo Louvre. 
13 
 
 
Escritura hierática sobre papiro: texto médico, Ca. 1550-1295 AC. Museo Louvre. 
El texto dice, aproximadamente: “Otro remedio perfecto: galena, una medida, miel, una medida; grasa ... fruta-péret cheny, 
guisantes, olivos secos. Haz un vendaje con esto, hasta cuatro días después” 
 
 
Los fonogramas 
La evolución posterior de los ideogramas hizo uso de otra técnica de significación: el 
fonograma. Este tipo de signo constituye una forma de convencionalización de caracteres 
pictográficos por medio del agregado de nuevos significados a partir de la iconicidad sonora 
de la expresión verbal que representan. Permite asociar significados por la semejanza 
acústica entre el significado del pictograma o ideograma original, y otro significado posible 
logrado por yuxtaposición de sonidos o por analogía. Los primeros fonogramas son más 
antiguos que las escrituras ideográficas, y también pueden hallarse en América 
precolombina, asociados a las escrituras mesoamericanas. Moorhouse (1987) nos recuerda 
un interesante ejemplo a partir de la comunicación pictográfica presente en el imperio mexica 
en tiempos de llegada de los conquistadores españoles a comienzos del siglo XVI: 
 
Los dos primeros dibujos son dos 
versiones (la segunda más 
simplificada) del mismo signo, y 
representan la ciudad de Mazatlán. 
Este signo está integrado por dos 
partes: la primera es la figura del 
venado, que se dice mazatl, la 
segunda son un par de dientes, que 
se dice tlanti. Uniendo los sonidos 
de ambos pictogramas, y restando 
14 
algunas letras, obtendremos la nueva palabra. Como se puede ver, al igual que en la escritura 
pictográfica, existían problemas para identificar los elementos que componían el dibujo y 
para interpretarlos. El venado parece bastante obvio, no así los dientes…pero aún con el 
venado, es difícil determinar si le corresponde el sonido “ciervo”, “venado”, “gamo”, 
“antílope”, etc. Es decir, existían ambigüedades al momento de asignarles tal o cual imagen 
acústica. Y por si esto fuese poca dificultad, los significantes del primer nivel no se 
trasladaban en su totalidad en todos los casos, sino que había un recorte, y no había reglas 
estrictas para realizarlo. En el ejemplo mencionado, se eliminan las letras repetidas (tl) y las 
dos finales de la segunda palabra (ti). En el segundo caso, Coatepec, las imágenes acústicas 
que se unirán serán “coatl” (serpiente) y “tepec” (colina), conformando el nombre de la 
ciudad Coatepec. Nuevamente observamos las mismas dificultades que en el ejemplo 
anterior. En función de las dificultades mencionadas, no es descabellado afirmar que la 
única forma de tener chances de decodificar correctamente el signo será conociendo su 
posible significado de antemano. 
En los casos de las escrituras sumeria y jeroglífica, entre el 4.000 y el 3.500 A.C se producen 
dos cambios que van a resultar imprescindibles para la posterior conformación del alfabeto. 
Por un lado, se va ganando en regularidad en los significantes visuales (se repiten los mismos 
para cada significado y se estandariza su forma4) y por el otro se ajusta la vinculación entre 
el significante visual y el auditivo, es decir, por primera vez se establece una relación entre la 
escritura y la lengua oral. Hasta ese momento no existía conexión necesaria entre el lenguaje 
oral y el escrito; sí existía una referencialidad estable de los términos de la lengua oral con 
los objetos nombrados. 
Esta práctica deriva en la utilización de los pictogramas como sonidos, lográndose así la 
independencia de la forma representada figurativamente. Generalmente, y esto va a variar de 
acuerdo a la cultura estudiada, se utilizaba la primera sílaba de cada la palabra para 
conformar el nuevo signo. A este tipo de escrituras se las llamó silábicas o silabarios. 
Dados los cambios mencionados, fue posible dar el siguiente paso: independizar el 
pictograma de su denotatum original y vincularlo sólo a su imagen acústica para formar un 
nuevo signo: el fonograma. Este salto se logra en Egipto hacia el 3500 a.C.5 con los 
fonogramas o “signos clave”. El elemento fundamental que posibilitaba la interpretación de 
estos signos era el sonido. Este sonido asignado a la figura provenía de la lengua oral. 
La operación semiótica que se hace para interpretar este tipo de signo no debe subestimarse: 
se debe independizar los signos iniciales (decodificados en presencia, por iconicidad) de sus 
objetos primarios, conservar las imágenes acústicas de los mismos en la memoria, unirlos y 
asociarlos a un nuevo objeto, totalmente diferente de los de origen. Los fonogramas podían 
ser sólo monosílabos (como en la lengua china) o además polisílabos (como los egipcios o 
los aztecas). 
En el marco de las escrituras ideográficas cuneiforme y jeroglífica esta técnica, que mostraba 
 
4 Por eso podemos encontrar numerosos registros de tablas de signos a modo de catálogos. “El 15 por ciento 
de las tablillas contienen listas de nombres, incluyendo mercadería, animales y oficiales. Esas listas eran 
compiladas, seguramente, para establecer y enseñar a los escribas un sistema de escritura reconocible y 
definitivo.” Proel, op. cit. 
 
5 En México, este mismo tipo de signo aparecerá hacia los siglos XIII/XV de nuestra era. 
15 
el enorme potencial comunicativo de la emancipación del sonido respecto al dibujo original, 
habilitó más adelante el uso de los ideogramas para significar –bajo reglas especiales que 
permitieran reconocer este uso- ya no sólo el objeto o la idea original, sino sólo el sonido de 
la primera sílaba de la palabra convocada, y finalmente, sólo el primer sonido fonético. Con 
ello, nacerían las escrituras alfabéticas. 
Por otraparte, aún hoy, niños en el tránsito entre la primera y segunda infancias juegan 
divertidos juegos de acertijos a partir de esta antigua técnica. También lo hacen con el 
potencial de malentendido que supone la pictografía si el receptor no dispone de la clave 
convencional de su significación, llevándonos a hipotetizar posibles correlaciones entre el 
orden de desarrollo histórico de las escrituras y su replicación madurativa en cada 
generación, en forma análoga a lo observado por Piaget y García para la historia de las 
explicaciones científicas. 
 
 
Sistemas silábicos y pre-alfabéticos 
Mientras las escrituras ideográficas del extremo oriente continuaron evolucionando hasta la 
época contemporánea dentro de ese mismo paradigma, las escrituras sumeria y egipcia 
avanzaron un paso adicional hacia la plena convencionalización de los caracteres 
escriturales. Lo hicieron por una creciente fusión entre las técnicas y experiencias 
provenientes del uso de fonogramas e ideogramas, utilizando el sonido fonético de la 
primera sílaba de una palabra representada por un ideograma, para construir fragmentos de 
otras palabras. Quizás el ejemplo más famoso de este sistema proviene de la trabajosa 
decodificación de la escritura jeroglífica a partir de la piedra de Rosetta, en el siglo XIX. 
Esta famosa piedra formaba parte de un monolito, y tenía un mensaje redactado en tres 
escrituras simultáneas jeroglífica, demótica y griega antigua. 
Rosetta es una localidad de la costa mediterránea de Egipto, a orillas de uno de los brazos del 
delta del Nilo. Allí, las tropas francesas desembarcadas en 1799 hallaron por casualidad el 
hoy famoso fragmento de un posible monolito, esculpido sobre piedra negra. Los científicos 
integrados a la expedición notaron de inmediato el potencial del trozo hallado: parecía ser un 
mensaje escrito en tres escrituras: jeroglífica, demótica y griega antigua. 
En esa época los occidentales no habían logrado decodificar la escritura jeroglífica, que 
resultaba por completo inaccesible en sus contenidos. Pero sí podían comprender el griego 
antiguo. De allí las grandes expectativas que generó: a partir de la versión griega, podía 
intentarse una decodificación de la jeroglífica, en la hipótesis de que las tres versiones decían 
lo mismo. 
El texto homenajeaba la coronación de Ptolomeo V en el año 196 AC, época de la dinastía 
ptolomeica, durante el período helenístico posterior a las conquistas de Alejandro de 
Macedonia. Para esta época, en el antiguo Egipto coexistían tres escrituras: La jeroglífica, de 
gran belleza, era la utilizada para los textos de máxima solemnidad e importancia; la 
hierática, que cumplía la misma función sagrada, pero se escribía con trazos simplificados 
sobre papiro u otros soportes más prácticos para su desplazamiento que el grabado en piedra, 
y la demótica, que era una versión abreviada y funcionalmente mucho más práctica que la 
anterior, aunque perdía con ello su solemne belleza. Mientras el hierático permitía un uso 
práctico de la escritura sagrada, el demótico, como su etimología lo indica, era una escritura 
16 
de uso plebeyo, más simple y rápida de escribir que la hierática. 
En las imágenes a continuación puede observarse la piedra de Rosetta, 
que contiene el mismo texto escrito en Jeroglífico, Demótico y Griego 
antiguo, un detalle de la sección en escritura demótica de la piedra de 
Rosetta, y –por medio de otro ejemplo- la diferencia de trazo entre el 
demótico y el jeroglífico: el primero es más versátil para escribir a 
mano con tintas, y el segundo, para el grabado. 
 
 
 
Detalle de la sección en demótico de la piedra de Rosetta. Fuente: Imagen de Wikimedia Commons, proveniente del usuario 
Chris 73, de libre acceso en: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:DemoticScriptsRosettaStoneReplica.jpg bajo licencia 
creative commons cc-by-sa 3.0. 
 
 
Fuente: Promotora Española de la Lengua – www.proel.org 
http://www.proel.org/
17 
Young y Champollion estudiaron, en la primera mitad del siglo XIX, la posible 
decodificación de las versiones jeroglífica y demótica a partir de la versión griega ya 
conocida. Notaron que algunos grupos de ideogramas se hallaban encerrados en óvalos o 
cartuchos, tanto en la versión demótica como en la jeroglífica. Como en la versión griega 
aparecían los nombres del Rey y su esposa, los estudiosos hipotetizaron –correctamente- que 
los ideogramas encerrados en los óvalos nombrarían a estos reyes. Cada ideograma por 
separado expresaría una idea, pero 
dentro del óvalo, expresaba el sonido 
de la primera sílaba o letra de la 
palabra evocada. La figura del león, 
evocaría entonces una “L” 
Como puede observarse, a 
comienzos del cartucho aparece el 
nombre de Ptolomeo (Ptolmes). 
Vemos la misma situación en el ejemplo de Kleopatra: la figura de un águila está 
representando la letra “a”. En la “a” minúscula occidental contemporánea permanecen 
reminiscencias del águila original, adoptada 
por la notación demótica, luego por la rústica y 
la uncial, para incorporarse como “a” minúscula 
en el medioevo europeo. De momento, la 
transición hacia la escritura fonética es 
principalmente consonántica (no se escriben las 
vocales, se recupera la sílaba a partir de la 
consonantes, con excepciones, como en este 
caso, de la A y la O para completar algunos 
nombres sagrados, aunque 
no todos: En la inscripción “Ptolomeo, el eterno, amado de Ptah”, este último nombre no la 
requiere. 
Alfabetos 
Hacia el 1500 A.C. la escritura cuneiforme ya había adquirido valor fonético y había 
estandarizado sus repertorios silábicos, aunque su decodificación seguía siendo 
problemática: un mismo signo poseía varios valores fonéticos, y sólo se podían comprender 
de cual se trataba por la intervención de varios criterios 
simultáneos. El jeroglífico mostraba también –desde 
aproximadamente el 2000 AC- algunos ensayos de utilización 
silábica, y se han encontrado indicios de rudimentarias escrituras 
alfabéticas en el Sinaí utilizando ideogramas egipcios ya hacia el 
1800 AC. 
Entre el 1300/1000 AC, se desarrollan los primeros alfabetos que 
hayan dejado huella hasta hoy. El más antiguo es el cananeo, hacia 
el 1300 a.C., del cual deriva el alfabeto fenicio, uno de los 
18 
alfabetos más tempranos (1100/1000), del cual derivarán el hebreo (1000 AC.) y el Arameo 
(700 AC). Los fenicios eran un pueblo que ejercía el comercio marítimo, lo cual favorecía el 
contacto con muchos otros pueblos que manejaban diferentes lenguas y con los cuales 
establecían relaciones comerciales. En este contexto, y en parte estimulado por la necesidad de 
establecer un código taxativo para comunicarse, los fenicios desarrollan uno de los primeros 
alfabetos de los que se tiene registro. El mismo contaba con 22 letras consonantes, quedando las 
vocales sin registro escrito, aunque continuaban presentes en la lectura. Actualmente, el hebreo 
conserva esa característica, aunque para facilitar el aprendizaje, al iniciarse en su lecto- escritura 
se utiliza una serie de signos formados por puntos para señalar el lugar donde deberían estar 
presentes las vocales. Es interesante notar que los niños pequeños reproducen esta secuencia, no 
escribiendo las vocales en sus primeras escrituras, aun cuando las saben dibujar y leer6. 
Grecia conoce este alfabeto y lo perfecciona agregándole las vocales, 
quedando conformado por veintisiete letras, todas mayúsculas. De los cuatro 
alfabetos que coexistieron en el mundo griego, estos son el antiguo (es el que 
vemos acompañando este párrafo), el occidental, el oriental y el clásico, es el 
"clásico" el que ha llegado difundido hasta nuestros días. El alfabeto se 
desarrolló durante la época de esplendor de Atenas, hacia el 400 a.C, el cual 
además de poseer vocales había adquirido la dirección de lecto-escritura que 
actualmente tienen los pueblos occidentales. ¿Cómo hicieron los griegos, que escribíanlas 
vocales, para adaptar un alfabeto consonántico? Lo que hicieron fue tomar algunas letras que 
los fenicios utilizaban como consonantes y les asignaron el valor de vocal, tal es el caso de 
Aleph (cuyo pictograma original era la cabeza de un buey) que pasará a ser Alfa. En la escritura 
griega predominan las formas angulares (en este párrafo vemos el alfabeto griego clásico). Esto 
se debe a que el soporte principal era la piedra. 
Los romanos conquistaron Grecia, y también sus alfabetos, heredándonos la famosa tipografía 
"Romana" tallada en la columna erigida por Trajano. Prácticamente no realizan modificaciones 
al alfabeto griego, limitándose a unas pocas cuestiones de forma, agregándole mayor armonía y 
limpieza al trazo, y adecuando algunas letras a la fonética propia. Tal, por ejemplo, el caso de la 
pronunciación gutural de la “C”, que requirió su marcado especial, dando origen a la “G” 
occidental. 
Hemos visto hasta aquí una breve tipología de los sistemas de escritura antiguos que originan 
nuestra escritura occidental, tipología que sigue una cierta secuencia temporal: del dibujo 
(abstracto o figurativo) al pictograma y las escrituras pictográficas; desde ellas, a las 
escrituras ideográficas y también al uso de los fonogramas; desde ellos, a las escrituras pre-
alfabéticas, silábicas y alfabéticas, en las que, finalmente, un caracter representa 
aproximadamente un sonido fonético, de modo que con pocas decenas de signos se puede 
escribir la totalidad del universo verbal. 
Sinteticemos ahora brevemente su aparición en el tiempo: 
 
 
6 Bauer ha realizado investigaciones con niños, los cuales han podido inventar con rapidez alfabetos 
consonánticos, muchos de ellos con una notable similitud con el alfabeto semita (citado en Moorhouse, 1993, 
p.165 y 166). 
 
19 
El dibujo se hace presente desde el paleolítico superior (entre 40 mil y diez mil años atrás). 
Las escrituras pictográficas aparecen en Sumer hace entre 6000 y 5500 años. En la región 
mesopotámica, la escritura sumeria evolucionará hacia la ideografía y hacia la fonética 
durante tres milenios, influenciando a otras culturas del Asia y el Mediterráneo, incluido 
Egipto. Egipto también ve evolucionar su escritura pictográfica desde hace 
aproximadamente 5500 a 5000 años, hacia un sistema ideográfico muy avanzado. Existen 
escrituras orientales muy antiguas como la del Indo (Ca. 2600 AC) o China (Ca. 1600 AC), 
aunque existen hipótesis de una antigüedad mucho mayor de huellas de protoescrituras 
chinas (hasta 6000 AC). Las escrituras mesoamericanas aparecen en forma aparentemente 
independiente. La maya entre 200 AC y 50 DC; la mexica, hacia el siglo XIII de nuestra era. 
Hacia el 2500 AC (hace 4500 años) la escritura sumeria había incorporado sistemáticamente 
un sistema silábico para representar todos los sonidos de su lenguaje verbal. Egipto lo 
lograría en el milenio siguiente. Otros pueblos del Asia y el Medio Oriente recibirían 
influencias de estas transformaciones, especialmente los semitas, quienes protagonizaron, a 
partir del segundo milenio AC, una transición hacia la escritura alfabética. 
Pruebas de escrituras alfabéticas completas se hallan ya hacia el 1300 AC. Entre el 1100 y el 
1000 se ubica el llamado proto-cananeo, de donde derivan los alfabetos cananeo, fenicio, 
hebreo, arameo, etc., desplegados entre el 1000 y el 700 AC. Los alfabetos pueden hallarse 
en torno al Mediterráneo y también en el sur de Asia. No se desarrollaron, en cambio, en la 
América precolombina. 
Nuestro alfabeto occidental contiene en sus caracteres las huellas de antiguos pictogramas de 
origen jeroglífico, heredados por el alfabeto fenicio, del cual surgió hacia el siglo VII AC el 
alfabeto griego que, a su vez, constituye la base del alfabeto latino. 
Por otra parte, la posterior reforma realizada por Alcuino en el medioevo, con la 
incorporación de las minúsculas agrega tipografías ensayadas por los romanos entre 
comienzos de nuestra era y el Bajo Imperio (siglos IV y V): la rústica, la uncial y la cursiva, 
desarrolladas para una escritura simplificada, cotidiana, a realizar velozmente a mano. De 
allí el trazo redondeado y la finalización de una letra en el punto donde comienza la 
siguiente. 
De allí que nuestra A mayúscula conserve las huellas de la antigua cabeza de buey 
pictográfica (Originada en la letra Aleph, cabeza de buey, adoptada por los griegos como 
vocal), y a su vez la minúscula recuerda el trazo simplificado del dibujo del águila utilizada 
por los egipcios. En la B, todavía hay reminiscencias del patio (Beth o Beta); en la C, de la 
esquina (Gimmel); en la T, de la cruz (Tau), e la D, de puerta (Dialet), de la M, de la 
ondulación del agua (Mem), en la N, la de la serpiente (Nun), en la L, la cuerda (lamed) 
La inescindibilidad entre el poder económico, militar y político, la capacidad de 
reproducción cultural y del propio principio de autoridad, y el control de la escritura fue 
plenamente comprendida por los gobernantes de los crecientes reinos e imperios desde 
comienzos de la Historia. Son abundantes los casos en que sabemos de la existencia de una 
cultura con escritura sólo por las referencias del pueblo conquistador, pues completó su 
20 
labor anulando la escritura y sus posibles resguardadores. En otros casos, ha sucedido que 
pueblos conquistadores exitosos hallaron formas escriturarias más avanzadas que las propias 
en sus avances, y las adoptaron. Los nuevos imperios, incluso las nuevas dinastías en cada 
imperio, buscaron marcar simbólicamente su poder generando escrituras propias, 
diferenciables de las de otros Estados, muchas veces segmentadas para comunidades de 
receptores distintas. Hasta que el imperio romano en su apogeo impuso su alfabeto latino 
como un código escrito de gran alcance, la dispersión y coexistencia de escrituras fue 
normal. El hermetismo de la comunidad de iniciados en la lectoescritura utilizando incluso 
signos diferenciados respecto de la escritura a cargo de los plebeyos, como sucedía en Egipto 
o, en el otro extremo del mundo, con los mayas, no siempre fue positivo para la supervivencia 
del propio imperio. En el caso egipcio, la escritura quedó encriptada por casi dos milenios. 
En el mundo maya el resultado fue mucho más catastrófico: toda la cultura colapsó cuando, 
por causas que se desconocen, esta comunidad de iniciados se extinguió. 
La diversidad de escrituras, hacia el siglo V antes de Cristo era notable, incluso en las 
regiones donde la escritura había surgido primero, la antigua Sumeria, luego dominada por 
los babilonios, asirios y persas. En el libro bíblico de Ester que, aunque escrito 
probablemente un siglo más tarde narra eventos ocurridos a principios de ese siglo, se dice: 
“Envió el rey cartas a todas las provincias, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su 
lengua” (Ester 1: 12, Biblia de Jerusalén). 
 
Los imperios también buscaron controlar los medios y vías de transporte y las 
comunicaciones. Construyeron flotas y puertos protegidos, canales, caminos controlables por 
medio de puntos críticos bloqueables, elaboraron complejos mecanismos visuales y sonoros 
para el envío de señales a distancia con mensajes elementales (aunque el correo continuó 
dependiendo de jinetes y corredores). Los sistemas de información se basaron en 
corresponsales e informantes. El emperador mexicano Moctezuma poseía un sistema muy 
complejo que comunicaba la costa del mar con la capital en pocos días por postas de 
corredores. 
En los casos de Grecia, Roma y China, esta organización incluyó prácticas y dispositivos 
que anticiparon los futuros sistemas orientados a la comunicación pública: 
Una, lo fueron las formas premodernas de politicidad desplegadas en la Grecia clásica, 
estableciendo en el ágora un espacio arcaico de publicidad, otro, las Actas Diurnas romanas: 
actas diarias delSenado (acta diurna, commentaria Senatus) que por orden de Julio César 
fueron hechas públicas a partir del año 69 A.C. Tras su muerte este carácter público se 
prohibió, aunque se continuó realizando su registro para consulta por la autoridad, con 
autorización especial del emperador. También existieron otros registros públicos (acta 
diurna urbis) de acontecimientos urbanos: asambleas, tribunales, nacimientos, matrimonios, 
defunciones, antecedente lejano de nuestra Estadística, tan asociada en su historia a la 
evolución del periodismo. Aun así, las actas diurnas romanas no cuadran en la noción 
contemporánea de “periodismo”: Pueden trazarse analogías con él en tanto que una 
formación estatal compleja organiza modos estables de circulación de información, pero la 
supresión del carácter público y la limitación al registro de datos estadísticos y de actividad 
gubernativa, lo mantienen a gran distancia de un ejercicio habitual de búsqueda y difusión de 
información. Mucho menos de “libre examen” y crítica 
21 
de las mismas en algún ámbito público o privado. En el Oriente, lo más parecido a un 
antecedente antiguo del periodismo moderno, puede rastrearse en la historia de China, hacia 
el siglo VII de nuestra era (Cfr. Lin Yu Tang, 1947), cuando se desarrollaron gacetas 
estatales manuscritas e impresas en planchas, y a partir de la década de 1040, cuando Bi- 
Sheng desarrolla un sistema de tipos móviles de porcelana, seguido un siglo después por otro 
de tipos móviles de madera (Cfr. Staubach, 2013; The Editorial Committee of Chinese 
Civilization, 2007). 
Otras formas de comunicación, como el aviso comercial persuasivo, el panfleto, el cartel 
indicador o el anónimo fueron también parte de la cultura romana y, en épocas más 
recientes, de China. Los adelantos comunicacionales y de transporte hacia dentro de los 
imperios contrastaba, por cierto, con la limitación del contacto hacia afuera por medios que 
no fuesen la guerra: escrituras propias diferenciadas de las vecinas, pocas rutas comerciales, 
fronteras muy controladas, poca relación cotidiana con otros pueblos. 
No es casual, en tal contexto, que hayan sido los pueblos comerciantes por excelencia, los 
pueblos semitas de la costa oriental del Mediterráneo, los que se propusieron un sistema de 
escritura equivalente para numerosos idiomas. Pocos signos que representen sílabas y 
sonidos fonéticos individuales, a fin de registrar con ellos el lenguaje verbal proveniente de 
cualquier idioma: lo contrario a las políticas imperiales predominantes. Tomando elementos 
de la escritura pre-alfabética egipcia e incluso otras provenientes de la Mesopotamia, entre el 
1300 y el 900 antes de Cristo esta nueva escritura, denominada alfabética (Por Aleph y Beth, 
las primeras letras casi todos los alfabetos de esta región), quedó constituida, dando origen al 
cananeo, al que los romanos denominarían fenicio, al hebreo, al árabe y a otros alfabetos 
arameos. Su sistema fue tan exitoso, que comenzó a ser copiado o al menos adaptado por 
otros pueblos. Grecia comienza a adoptarlo hacia el siglo VII AC, pero es con la expansión 
helenística por todo el Medio Oriente, Asia Central y el Mediterráneo, (en época de 
Alejandro de Macedonia) cuando los sistemas alfabéticos se consolidaron y hegemonizaron 
la cultura escrita. Roma, al conquistar Grecia, haría lo propio absorbiendo su alfabeto. 
 
De la hegemonía de lo oral a la hegemonía de lo escrito 
Durante el último milenio AC, la escritura acrecienta su rol económico, político y religioso. 
Se acumula mucho más material escrito que en épocas anteriores y se transmite 
sistemáticamente. 
Sin embargo, el peso de la oralidad continúa siendo muy superior en la vida cotidiana, no 
sólo de los sectores populares –iletrados- sino incluso de ámbitos de mayor privilegio como 
los filósofos de la Grecia clásica, que preferían la comunicación y enseñanza personal y oral, 
antes que la escritura. 
Los hagiógrafos, tanto hebreos como los novedosos hagiógrafos cristianos de los siglos I y II 
de nuestra era, no sólo cumplían una labor fundamental en la escritura y conservación de los 
escritos sobre temas sagrados (textos bíblicos, narraciones de vidas de santos y otros textos 
edificantes), sino también de reproducción oral para un destinatario mayoritariamente 
analfabeto, lo cual agregaba una razón adicional a la tradición de conocer de memoria la 
totalidad de los textos de los que se ocupaban. Numerosas narraciones 
22 
circularon por décadas y aún siglos en forma oral antes de pasarse por escrito Esto incluye 
algunos textos del Antiguo Testamento, el Talmud y numerosas narraciones de santos. 
El saber de memoria largos textos era parte sustancial de la cultura, que convivía con una 
intensa relación con relativamente pocos textos, pero de importancia decisiva. 
La propia lectura hallaba constantemente marcas de una cultura predominantemente oral, y 
de lectura en presencia de una comunidad que comparte los saberes aprendidos en presencia: 
lectura en voz alta para la comunidad de oyentes, y aún colectiva. 
Lógicamente, los géneros y formatos de la escritura también replicaban la predominancia de 
lo oral: Fuerte énfasis en la rima para todo tipo de textos, énfasis en el género epistolar y el 
diálogo, cánticos, etc. 
Los hebreos, que fueron llamados, por ellos mismos y por pueblos vecinos “pueblo del 
libro”, experimentaron en profundidad estas transiciones. En el gran libro que guía su 
religión, costumbres e historia, o mejor dicho, en el conjunto de 24 libros que ellos 
denominan aún hoy Tanaj (Torah más Neviim más Ketuvim, o Antiguo Testamento en la 
versión cristiana), comenzó a ser sistematizado en lengua escrita hacia el siglo X o IX antes 
de Cristo. Probablemente en su mayor parte lo haya sido a partir del reinado de Salomón. 
Quien lee estos libros hoy en el orden en que se presentan (el cual es bastante cercano al 
orden cronológico en el que fueron escritos), puede encontrar numerosas huellas del tránsito 
entre la oralidad como fuente principal de transmisión cultural, hacia la escritura, y ya dentro 
de ella, de una época marcada por numerosas escrituras hacia la sistematización de una 
propia. En el Génesis puede notarse la yuxtaposición de textos construidos oralmente en 
épocas y contextos diversos; gran parte de los libros está escrito en versos con rima en su 
totalidad o en proporción alta. Numerosos juegos nemotécnicos convocan referencias de un 
libro respecto del anterior, e incluso se llega jugar con reglas nemotécnicas y de adquisición 
plena de la cultura escrita, 
entre ellas acrósticos, o como 
en el caso del Salmo 119, 
utilizando la inicial del primer 
verso de cada estrofa para 
repetir el alfabeto hebreo o 
griego según la versión que se 
utilizara. En la imagen que 
acompaña a este párrafo, 
vemos la sección 
correspondiente a Aleph 
(debe leerse de derecha a 
izquierda). 
Del mismo modo, puede 
observarse en los pilares de la 
filosofía clásica griega, esta 
ambivalencia entre la 
producción oral y la escrita, a 
un punto tal que el 
pensamiento de un filósofo 
23 
clave como Sócrates, integrante de un ambiente claramente letrado, sólo nos es conocido por 
los escritos de su discípulo y admirador Platón, en forma coherente con sus expresiones de 
desprecio por la escritura. 
Es en este marco de tiempos “largos” y transiciones complejas y sinuosas, que cobran plena 
dimensión las afirmaciones pioneras de Walter Ong (1982) en Oralidad y Escritura: “la 
escritura ha transformado la conciencia humana”. Entre la hegemonía de la oralidad y la de la 
escritura, entre la multiplicidad de formas de legitimación y articulación entre ámbitos, y la 
centralidad (no sólo hegemonía) de la escritura respecto de otras formas de comunicación, 
existe un abismo de organización cognitiva, de modos de preservación del saber, de técnicas 
para comunicar y de vasos comunicantes entreunas y otras formas. 
 
El soporte y la función 
Las grandes escrituras que anteceden la contemporánea se vieron determinadas por los 
soportes físicos elegidos. 
Los sumerios y pueblos mesopotámicos sucesores, utilizaron fundamentalmente las arcillas 
para la notación económica y las transacciones cotidianas, y el relieve sobre piedra para las 
notaciones sagradas y gubernativas, como nos lo recuerda el código de Hamurabi, del siglo 
XVIII AC. La escritura mesopotámica se adaptó a la muesca sobre arcilla adoptando la 
característica forma cuneiforme de sus trazos y caracteres. 
Los egipcios, por su parte, escribieron su notación cotidiana sobre planchas y rollos de 
papiro7, en tanto que reservaron la piedra para las escrituras sagradas, pintándolas con 
colores y, más aún, grabándolas a cincel. De allí que el jeroglífico tradicional conservase las 
formas perfectas de los pictogramas originales, mientras que la escritura cotidiana se 
simplificó con trazos redondeados y abstractos para escribir a mano, con tinta, sobre papiro. 
La existencia de dos escrituras simplificadas conservó la división entre lo sacro y lo profano, 
pero ambas (hierática y demótica) confluían en la simplificación. 
La escritura griega priorizó el papiro y la pintura, por lo que su alfabeto tendió a formas 
redondeadas, aunque existían tipografías con formas más pronunciadas para cincelar. Los 
romanos reservaron el mármol para cincelar sus grandes mensajes sagrados, políticos y 
jurídicos, por lo que el alfabeto pronunció las formas rectas y las serifas e los bordes. Los 
escritos en soportes portables y de uso cotidiano, sin embargo, se expandieron en la época de 
Roma. De allí la necesidad de contar con tipografías que facilitaran la tarea. Lo lograron con 
la inclusión de la caligrafía rústica a partir del siglo I de nuestra era, y de la caligrafía uncial, 
incorporada a partir del siglo III, ambas especialmente útiles para el trazo a pluma en 
pequeños espacios. 
Complementariamente, en la última etapa del imperio romano, el pergamino comienza a 
desplazar al papiro como principal soporte. 
 
7 El papiro es el precedente más parecido al papel: láminas finas de color blanco, hechas a partir de caña de papiro 
(una planta acuática muy abundante en la cuenca del Nilo) cortadas en bandas planas que se entrelazaban, pegaban 
y blanqueaban. Solían pegarse las hojas formando rollos. Como las hojas tenían aproximadamente 20 centímetros 
de largo, el rollo standard de 20 hojas medía aproximadamente cinco metros, aunque se han encontrado papiros 
más largos. 
24 
El pergamino es un soporte plano y flexible, elaborado con cueros, si bien más caro en su 
elaboración, grueso (ocupando más espacio físico en las bibliotecas), y menos blanco, ofrecía 
tres ventajas notables: la primera, que tenía una durabilidad, flexibilidad y resistencia muy 
superiores al papiro; la segunda, que se adaptaba muy bien a la imitación del formato 
rectangular de las tablillas de arcilla y/o de cera utilizadas en Roma para anotaciones. Esta 
imitación, mejorada con un práctico cosido de cuadernillos, fue denominada Codex o códice, 
y fue además bienvenida por la tradición cristiana; la tercera, que resultaba más fácilmente 
portable un codex que un rollo. 
Se trataba de una técnica antigua, se desconoce su momento de aparición, pero hay un auge 
durante el imperio romano, sobre todo impulsado por la cantidad y calidad de la producción 
de la ciudad de Pérgamo, que le da su nombre. La ampliación de variedades de pergaminos 
en calidad, tamaño, belleza, etc. permitió ampliar su uso, con sus correspondientes costos (la 
vitela, por ejemplo, era el pergamino más caro y bello), y la ampliación de su cantidad 
producida, lo tornó mucho más fácil de conseguir que el papiro. Su adopción paulatina se fue 
consolidando a medida que el cristianismo avanzó en Roma. Para el siglo II ambos soportes 
ocupaban proporciones semejantes de uso, y hacia siglo IV el pergamino predominaba por 
completo: excluyente en la copia de libros, se conservaba el papiro para anotaciones 
cotidianas, cartas y algunos documentos. La producción de papiro se extendió aún más y 
facilitó la labor de conservación que habrían de tener abadías y monasterios a la caída del 
imperio romano. Las caligrafías rústica y uncial del alfabeto latino serían excelentes aliadas 
de la escritura sobre este nuevo soporte. 
A ello se agregaría, con la caída del imperio, en el siglo V, la creciente dificultad para el 
intercambio comercial con las regiones productoras de papiro. 
 
 
La Edad Media 
La descomposición del imperio romano provocó también una debacle cultural en Europa, 
sobre todo en Europa occidental, durante varios siglos en los que se sucedieron guerras y 
saqueos. La cultura, sin embargo, continuó desplegándose en las ciudades, en los feudos (por 
medio de la circulación de la cultura popular oral, con cantos y teatros) y también en los 
monasterios y abadías que resguardaron saberes y bibliotecas. El centro de la vida cultural 
letrada se trasladó, por ello, al cristianismo, pero las divisiones territoriales complicaron el 
intercambio cultural, sobre todo entre Oriente y Occidente. 
Las ricas historias culturales en otras civilizaciones y culturas, no las estamos considerando 
aquí por razones de recorte, y por el hecho de que no tienen una influencia decisiva en la 
evolución europea de esa época. Podríamos, sin embargo, estudiar las historias escritas 
china, india y de otros pueblos del extremo oriente, por decir sólo un tipo de ejemplo. 
Pero los inicios del medioevo son llamados la “edad oscura” no por casualidad, y no sólo el 
aislamiento y pérdida de rutas comerciales, sino la constante descomposición producto de las 
guerras y saqueos, serán protagonistas. Este doloroso proceso, no exento de mejoras y 
progresos pero incapaz de recomponer unidades políticas, comienza a revertirse con la 
unificación del reino franco en la segunda mitad del siglo VIII por Carlomagno, sumada a la 
intención del monarca de alcanzar la reunificación del imperio romano (incluida Bizancio). 
25 
Esta unificación fue acompañada por un notable esfuerzo de renacimiento cultural, impulso a 
la protección del libro y creación de ámbitos de preservación y enseñanza. Los monasterios y 
abadías florecieron, y con ellos los scriptoria. Prácticamente todos los libros clásicos 
disponibles en Europa –incluso los de épocas paganas- fueron copiados en una escala tal que 
se conservaron hasta la modernidad. En un contexto de bajísimo alfabetismo, Carlomagno 
convocó a lo más selecto de los sabios e intelectuales de su tiempo. Formó en su propio 
palacio una escuela (la Escuela Palatina), reorganizó las escuelas catedralicias, favoreció la 
unificación de pesas y medidas e instó a Alcuino de York, uno de los sabios convocados –
en este caso desde Inglaterra, proveniente de la escuela benedictina de York- para logar una 
reforma del alfabeto latino y su generalización en el Imperio. 
Entre las reformas de Alcuino, que 
habilitaron la definitiva 
universalización del alfabeto universal 
y potenciaron la extensión de su uso y 
enseñanza, se cuenta la inclusión de 
mayúsculas y minúsculas (tomando 
para las mayúsculas la tipografía 
romana clásica y para las minúsculas 
una combinación ecléctica de 
elementos: rústica, uncial, cursiva y 
aplicaciones inglesas y españolas), 
universalizando signos y criterios de 
puntuación (espacios entre las 
palabras, puntos, comas, adecuaciones nacionales, etc.), y universalizando definitivamente la 
escritura de izquierda a derecha. Desde entonces, sólo unas pocas letras y signos, se agregan 
y/o quitan al alfabeto para completar su uso en los diferentes idiomas, aunque al costo de 
diferencias en la pronunciación fonética). Con esta reforma el imperio contaba con un 
sistema de escritura único para todos los países cristianos,una lengua erudita común (el latín) 
y un sistema de reproducción y preservación de libros y saberes. 
Estas reformas convergieron con el impulso a las artes, la arquitectura y la rearticulación 
administrativa y diplomática de grades regiones de Europa, especialmente las que habían 
logrado máximas cotas culturales para su tiempo, como Inglaterra, Lombardía e incluso 
España, entonces en contacto directo con el florecimiento árabe. A ello se agregó un fuerte 
impulso a la centralidad de la escritura proveniente de medidas de orden político, al 
promulgar en 787 la supremacía de la Ley y documentos escritos sobre las costumbres 
orales, retomando la práctica real de recopilar y hacer publicar leyes y otros documentos del 
Estado. 
De este modo, la Europa feudal post carolingia, dividida, rural, focalizada en la teología 
cristiana como eje de la vida, beligerante al extremo de lanzar a las cruzadas una marea de 
violencia, conservaba algunos atributos culturales que resultarían decisivos pocos siglos más 
tarde: El uso del latín como lengua universal de las elites culturales, la escritura alfabética 
occidental consolidada, reproducción y conservación sistemática de libros, escuelas para la 
formación de sus elites religiosas y nobiliarias, vida cultural relativamente libre en 
monasterios y abadías, e incluso en las ciudades. 
Lo que no hubo de resolver Carlomagno fue su propia sucesión e institucionalización de sus 
26 
reformas y principios. A su muerte, su reino unificado de fragmentó y sus sabios se 
dispersaron. Alcuino continuó difundiendo sus nuevas minúsculas carolingias desde su 
nuevo puesto de Abad en Tours, y otros hicieron lo propio en otros centros, pero el proyecto 
unificador quedó pospuesto y el feudalismo se consolidó en plenitud. La coronación de 
Carlomagno por el Papa agregó otra fuente de conflicto al pretender nuevos papas digitar 
coronaciones en los restos del imperio, involucrándose así el papado en rencillas y guerras de 
sucesión. A mediano plazo, estos conflictos llevarían consigo la semilla de su superación. El 
impulso dado por Carlomagno a la ley escrita y a sus recopilaciones, así como al estudio de 
la ley romana, habilitaría a largo plazo el enorme valor de la biblioteca de Bolonia, centro de 
concentración de estudiosos del derecho que recibirían licencia gremial en 1158 de manos de 
Federico I emperador del Sacro Imperio, para confirmar la autonomía y derechos de la 
primera universidad. 
 
Hacia un cambio de era 
El feudalismo consolidado tras Carlomagno pareció formar un sistema extremadamente 
estable. Sin embargo, a comienzos del segundo milenio numerosos problemas se sucedieron: 
Las cruzadas diezmaron poblaciones, cortaron lazos comerciales y diplomáticos con oriente 
(de hecho, la desaparición final del papiro en Occidente fue producto del cese de estos lazos 
comerciales), desestabilizaron dinastías y debilitaron economías a pesar de las expectativas 
puestas en el saqueo. Las pestes, la pequeña glaciación y la crisis del propio modo de 
producción feudal convergieron en un clima de molestia social que en habría de saldarse con 
sangrientos levantamientos campesinos. La Iglesia, factor de unificación en la Europa post 
romana quedó atrapada en la lógica de relaciones personales y sucesiones propia del 
feudalismo, alcanzando niveles oprobiosos de corrupción en numerosos ámbitos 
institucionales, fenómeno que agravaría las tensiones y desembocaría más adelante en 
violentos cismas. 
Pero ya desde el siglo XII los problemas del feudalismo hallaban en la propia configuración 
de su sistema las semillas de nuevas tendencias: 
a) El tráfico de mercancías y noticias 
Como veremos en los textos correspondientes a la siguiente clase, la resolución de la crisis 
del modo de producción feudal en Occidente habrá de resolverse por múltiples factores, pero 
con una clara preminencia de nuevos adelantos tecnológicos específicamente urbanos 
(cambios en la navegación, en la tecnología militar, en la reproducción de la escritura, en la 
metalurgia, etc.), la monetización de la economía por medio de la conmutación de cargas, el 
acrecentamiento de la masa de metales preciosos, algunas mejoras en la agricultura. 
Una consecuencia de estos cambios realimentaría los mismos a partir de entonces: el tráfico 
de mercancías y noticias característico del temprano capitalismo financiero y comercial8. A 
lo largo de toda Europa occidental, comerciantes y prestamistas favorecen el movimiento 
comercial y las iniciativas técnico artesanales (de hecho, en el siglo XV, los ensayos de 
Gutenberg para lograr su imprenta sería financiados por un prestamista). Promueven con ello 
 
8 Para ampliar este desarrollo se puede consultar la primera parte de Moyano, Julio (2008) Prensa, modernidad y 
transición. Para profundizar, son especialmente atinados el primer capítulo de Habermas (1994) Historia y crítica 
de la opinión pública y Anderson (1987) El Estado absolutista. 
27 
la unificación de monedas, pesas y medidas, de reglas aduaneras y de circulación. 
Mientras la “crisis larga” se enseñoreaba en Europa, tanto en el campo como en las ciudades 
se produjeron respuestas: en el campo, las reiteradas revueltas campesinas aplastadas a 
sangre y fuego dieron lugar a la conmutación de cargas. La posibilidad, para el campesino, 
de pagar al señor ya no en especie sino en dinero, monetizó la economía europea, favoreció la 
búsqueda de metales preciosos y promovió el tráfico de mercancías y noticias a distancia. 
Ambos tráficos fueron inherentes uno a otro: los comerciantes y financistas necesitaban la 
información sobre precios, garantías, confiabilidades, potencialidades, transportes y peligros 
tanto como la mercancía y el dinero mismos. De allí que pronto la información, contratada a 
responsables de enviar correspondencia (corresponsales), sería en sí misma una mercancía de 
valor. Para mediados del siglo XV, en las ferias semestrales no era rara la venta de 
información no a un contratante sino a varios, e incluso la publicación de almanaques 
anuales o semestrales. Todavía no existía nada parecido a una “opinión pública”, ni circulaba 
una información de consumo “general”, pero la había en escala exponencialmente más alta 
que en el siglo XI, y sin control directo del Estado. El capitalismo financiero y comercial 
inició con ello su expansión. 
En las ciudades, y aldeas, por su parte, en correlación con estos cambios, los gremios 
artesanos exploraron sistemáticamente nuevas posibilidades técnicas y productivas, 
especialmente tras la importación de adelantos técnicos desde el Oriente: los aparejos de 
navegación (sistemas de velas múltiples, sextantes, astrolabios, brújulas), la pólvora, el papel 
y las tintas adecuadas al papel, la imprenta, eran todos adelantos conocidos en China, 
algunos de ellos desde muchos siglos antes, pero que convocaron el interés europeo en esta 
época tan particular. Su apropiación y reconversión llevó esos inventos mucho más allá de lo 
esperado, y mucho más allá de lo que los propios chinos habían aplicado: La navegación a 
distancia inició una revolución que llevó a los europeos a los confines del mundo en menos 
de un siglo; la pólvora transformó definitivamente las reglas de la guerra y tornó obsoletos a 
los feudos como unidades militares; el papel y las nuevas tintas potenciaron la expansión del 
libro y la escritura, en tanto la imprenta habría de revolucionarlos, sobre todo cuando a 
Gutenberg lograse una aleación fuerte y económicamente viable para producir tipos móviles 
intercambiables. 
 
b) La Universidad, el libro, las nuevas ideas y sensibilidades 
Mientras el régimen feudal se debatía en la contradicción entre la búsqueda de un gran 
Imperio (el Imperio Romano Germánico se presentaba como la continuidad del intento de 
Carlomagno) y la constante subdivisión en pequeños feudos con su complejo

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