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CAPITULO-LAS-VENAS-ABIERTAS

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¿QUÉ BANDERA FLAMEA SOBRE LAS MÁQUINAS? 
 
 
 
La vieja se inclinó y movió la mano para darle viento al fuego. Así, con la 
espalda torcida y el cuello estirado todo enroscado de arrugas, parecía una antigua 
tortuga negra. Pero aquel pobre vestido roto no protegía, por cierto, como un 
caparazón, y al fin y al cabo ella era tan lenta sólo por culpa de los años. A sus 
espaldas, también torcida, su choza de madera y lata, y más allá otras chozas 
semejantes del mismo suburbio de São Paulo; frente a ella, en una caldera de color 
carbón, ya estaba hirviendo el agua para el café. Alzó una latita hasta sus labios; 
antes de beber, sacudió la cabeza y cerró los ojos. Dijo: O Brasil é nosso («el Brasil es 
nuestro»). En el centro de la misma ciudad y en ese mismo momento, pensó 
exactamente lo mismo, pero en otro idioma, el director ejecutivo de la Unión 
Carbide, mientras levantaba un vaso de cristal para celebrar la captura de otra 
fábrica brasileña de plásticos por parte de su empresa. Uno de los dos estaba 
equivocado. 
Desde 1964, los sucesivos dictadores militares de Brasil festejan los cumpleaños 
de las empresas del Estado anunciando su próxima desnacionalización, a la que 
llaman recuperación. La Ley 56.570, promulgada el 6 de julio de 1965, reservó al Estado la 
explotación de la petroquímica; el mismo día, la ley 56.571 derogó la anterior y abrió la 
explotación a las inversiones privadas. De esta manera, la Dow Chemical, la Unión 
Carbide, la Phillips Petroleum y el grupo Rockefeller obtuvieron, directamente o a 
través de la «asociación» con el estado, el filet mignon tan codiciado: la industria de 
los derivados químicos del petróleo, previsible boom de la década del setenta. ¿Qué 
ocurrió durante las horas transcurridas entre una y otra ley? Cortinados que tiemblan, 
pasos en los corredores, desesperados golpes a la puerta, los billetes verdes volando 
por los aires, agitación en el palacio: desde Shakespeare hasta Brecht, muchos 
hubieran querido imaginarlo. Un ministro del gobierno reconoce: «Fuerte, en el Brasil, 
además del propio Estado, sólo existe el capital extranjero, salvo honrosas excepciones» 20 
 
 
Discurso del ministro Hélio Beltrão, en el almuerzo de la Asociación Comercial de Río de 
Janeiro, Correio do Povo. 24 de mayo de 1969) 
 
 
 Y el gobierno hace lo posible para evitar esta incómoda competencia a las 
corporaciones norteamericanas y europeas. 
El ingreso en grandes cantidades de capital extranjero destinado a las 
manufacturas comenzó, en Brasil, en los años cincuenta, y recibió un fuerte impulso 
del Plan de Metas (1957-60) puesto en práctica por el presidente Juscelino 
Kubitschek. Aquélla fueron las horas de la euforia del crecimiento. Brasilia nacía, 
brotada de una galera mágica, en medio del desierto donde los indios no conocían ni 
la existencia de la rueda; se tendían carreteras y se creaban grandes represas; de las 
fábricas de automóviles surgía un coche nuevo cada dos minutos. La industria 
ascendía a gran ritmo. Se abrían las puertas de par en par, a la inversión extranjera, 
se aplaudía la invasión de los dólares, se sentía vibrar el dinamismo del progreso. 
Los billetes circulaban con la tinta todavía fresca; el salto adelante se financiaba con 
inflación y con una pesada deuda externa que sería descargada, agobiante herencia, 
sobre los gobiernos siguientes. Se otorgó un tipo de cambio especial, que Kubitschek 
garantizó, para las remesas de las utilidades a las casas matrices de las empresas 
extranjeras y para la amortización de sus inversiones. El Estado asumía la 
corresponsabilidad para el pago de las deudas contraídas por las empresas en el 
exterior y otorgaba también un dólar barato para la amortización y los intereses de 
esas deudas: según un informe publicado por la CEPAL (21, más del 80 por ciento del 
total de las inversiones que llegaran entre 1955 y 1962 provenía de empréstitos 
obtenidos con el aval del Estado. Es decir, que más de las cuatro quintas partes de las 
inversiones de las empresas derivaban de la banca extranjera y pasaban a engrosar la 
abultada deuda externa del Estado brasileño. Además, se otorgaban beneficios 
especiales para la importación de maquinarias' 
 
� CEPAL-BNDE, Quince años de política económica en el Brasil, Santiago de Chile, 1965.) 
� Un economista muy favorable a la inversión extranjera, Eugênio Gudin, calcula que sólo 
por este último concepto Brasil donó a las empresas norteamericanas y europeas nada 
menos que mil millones de dólares; Moacir Paixão ha estimado que los privilegios 
otorgados a la industria automovilística en el período de su ïmplantación equivalieron a 
una suma igual a la del presupuesto nacional. Paulo Schilling señala (Brasil para 
extranjeros, Montevideo, 19661 que mientras el Estado brasileño cedía a las grandes 
corporaciones internacionales un aluvión de beneficios, y les permitía el máximo de 
ganancias con el mínimo de inversiones, al mismo tiempo negaba apoyo a la Fábrica 
Nacional de Motores, creada en la época de Vargas. Posteriormente, durante el gobierno 
de Castuelo Branco, esta empresa del Estado fue vendida a la Alfa Romeo.) 
 
 Las empresas nacionales no gozaban de estas facilïdades acordadas a la General 
Motors o a la Volkswagen. 
El resultado desnacionalizador de esta política de seducción ante el capital 
imperialista se manifestó cuando se publicaron los datos de la paciente investigación 
realizada por el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad sobre los grandes 
grupos económicos de Brasil (23 Entre los conglomerados con un capital superior a 
los cuatro mil millones de cruzeiros, más 
de la mitad eran extranjeros y en su mayoría norteamericanos; por encima de los 
diez mil millones de cruzeiros, aparecían doce grupos extranjeros y sólo cinco 
nacionales. «Cuanto mayor es el grupo económico, mayor es la posibilidad de que sea 
extranjero», concluyó Maurício Vinhas de Queiroz en el análisis de la encuesta. Pero 
tanto o más elocuente resultó que, de los veinticuatro grupos nacionales con más de 
cuatro mil millones de capital, apenas nueve no estaban ligados, por acciones, con 
capitales de Estados Unidos o de Europa, y aun así, en dos de ellos aparecían 
entrecruzamientos con directorios extranjeros. La encuesta detectó diez grupos 
económicos que ejercían un virtual monopolio en sus respectivas especialidades. De 
ellos, ocho eran filiales de grandes corporaciones norteamericanas. 
 
Mauricio Vinhas de Queiroz, Os grupos multibilionarios, en Revista do Instituto de 
Ciéncias Sociais, Universidade Federal de Río de Janeiro, enero-diciembre de 1965). 
 
Pero todo esto parece un juego de niños al lado de lo que vino después. Entre 1964 
y mediados de 1968, quince fábricas de automotores o de piezas para autos fueron 
deglutidas por la Ford, Chrysler, Willys, Simca. Volkswagen o Alfa Romeo; en el 
sector eléctrico y electrónico, tres importantes empresas brasileñas fueron a parar a 
manos japonesas; Wyeth, Bristol, Mead Johnson y Lever devoraron unos cuantos 
laboratorios, con lo que la producción nacional de medicamentos se redujo a una 
quinta parte del mercado; la Anaconda se lanzó sobre los metales no ferrrosos, y la 
Union Carbide sobre los plásticos, los productos químicos y la petroquímica; 
American Can, American Machine and Foundry y otras colegas se apoderaron de seis 
empresas nacionales de mecánica y metalurgia; la Companhia de Mineração Geral, 
una de las mayores fábricas metalúrgicas de Brasil, fue comprada a precio de ruina 
por un consorcio del que participan la Bethlehem Steel, el Chase Manhattan Bank y la 
Standard Oil. Resultaron sensacionales las conclusiones de una comisión 
parlamentaria formada para investigar el tema, pero el régimen militar cerró las 
puertas del Congreso y el público brasileño nunca conoció estos datos (24 
Bajo el gobierno del mariscal Castelo Branco se había firmado un acuerdo de 
garantía de inversiones que brindaba virtual extraterritorialidad a las empresas 
extranjeras, se habíanreducido sus impuestos a la renta y se les había otorgado 
facilidades extraordinarias para disfrutar del crédito, a la par que se desataban los 
torniquetes aplicados por el anterior gobierno de Goulart al drenaje de las ganancias. 
La dictadura tentaba a los capitalistas extranjeros ofreciéndoles el país como los 
proxenetas ofrecen a una mujer, y ponía el acento donde debía: «El trato a los 
extranjeros en el Brasil es de los más liberales del mundo... no hay restricciones a la 
nacionalidad de los accionistas... no existe límite al porcentaje de capital registrado 
que puede ser remitido como beneficio... no hay limitaciones a la repatriación de 
capital, y la reinversión de las ganancias está considerada un incremento del capital 
original....> (25 
 
 
 
� La comisión llegó a la conclusión de que el capital extranjero controlaba, en 1968, el 40 por 100 
del mercado de capitales de Brasil, el 62 por 100 de su comercio exterior, el 82 por 100 del 
transporte marítimo, el 67 por 100 de los transportes aéreos externos, el 100 por 100 de la 
producción de vehículos a motor, el 100 por 100 de los neumáticos, más del 80 por 100 de la 
industria farmacéutica, cerca del 50 por 100 de la química, el 59 por 100 de la producción de 
máquinas y el .62 por 100 de las fábricas de autopiezas, el 48 por 100 del aluminio y el 90 por 
100 del cemento. La mitad del capital extranjero correspondía a las empresas de los Estados 
Unidos, seguidas en orden de importancia por las firmas alemanas. Interesa advertir, de paso, 
el peso creciente de las inversiones de Alemania Federal en América Latina. De cada dos 
automóviles que se fabrican en Brasil, uno proviene de la planta de la Volkswagen, que es la 
más importante de toda la región. La primera fábrica de automóviles en América del Sur fue 
una empresa alemana, la Mercedes- Benz Argentina, fundada en 1951. Boyer, Hoechat, BASP 
y Schering dominan buena parte de la industria química en l o s p a í s e s latinoamericanos 
 
� Suplemento especial del New York Times, 19 de enero de 1969 . ) 
 
 
 
Argentina disputa a Brasil el papel de plaza predilecta de las inversiones 
imperialistas, y su gobierno militar no se quedaba atrás en la exaltación de las 
ventajas, en este mismo período: en el discurso donde definió la política 
económica argentina, en 1967, el general Juan Carlos Onganía reafirmaba que las 
gallinas otorgan al zorro la igualdad de oportunidades: «Las inversiones extranjeras 
en Argentina serán consideradas en un pie de igualdad con las inversiones de origen 
interno, de acuerdo con la política tradicional de nuestro país, que nunca ha discriminado 
contra el capital extranjero» ' (26
 Argentina tampoco impone limitaciones a la entrada del capital foráneo ni a 
su gravitación en la economía nacional, ni a la salida de las ganancias, ni a la 
repatriación del capital; los pagos de patentes, regalías y asistencia técnica se 
hacen libremente. El gobierno exime de impuestos a las empresas y les brinda 
tasas especiales de cambio, amén de muchos otros estímulos y franquicias. Entre 
1963 y 1968, fueron desnacionalizadas cincuenta importantes empresas 
argentinas, veintinueve de las cuales cayeron en manos norteamericanas, en 
sectores tan diversos como la fundición de acero, la fabricación de automóviles y 
de repuestos, la petroquímica, la química, la industria eléctrica, el papel o los 
cigarrillos' (27 En 1962, dos empresas nacionales de capital privado, Siam Di Tella 
e Industrias Kaiser Argentinas, figuraban entre las cinco empresas industriales 
más grandes de América Latina; en 1967 ambas habían sido capturadas por el 
capital imperialista. Entre las más poderosas empresas del país, que facturan 
ventas por más de siete mil millones de pesos anuales cada una, la mitad del 
valor total de las ventas pertenece a firmas extranjeras, un tercio a organismos 
del Estado y apenas un sexto a sociedades privadas de capital argentino (28 
México congrega casi la tercera parte de las inversiones norteamericanas en la 
industria manufacturera de América Latina. Tampoco ese país opone restricciones 
a la transferencia de capitales ni a la repatriación de utilidades; las restricciones 
cambiarias brillan por su ausencia. La mexicanización obligatoria de los capitales, 
que impone una mayoría nacional de las acciones en algunas industrias, «ha sido 
bien acogida, en términos generales, por los inversionistas extranjeros, quienes 
han reconocido públicamente diversas ventajas a la creación de empresas mixtas», 
 
� Sergio Nicolau, La inversión extranjera directa en los países de la ALALC, México, 1968).. 
� Rogelio García Lupo, Contra la ocupación extranjera, Buenos Aires, 1968.) 
� Citado por Naciones Unidas, CEPAL, Estudio económico de América Latina, 1968, Nueva 
York- Santiago de Chile; 1969.) . 
 
 
según declaraba en 1967 el Secretario de Industria y Comercio del gobierno: «Cabe 
hacer notar que aun empresas de renombre internacional han adoptado esta forma 
de asociación de compañías que han establecido en México, y es también 
importante destacar que la política de mexicanización de la industria no solamente 
no ha desalentado a la inversión extranjera en México, sino que después de que la 
corriente de esa inversión rompió un récord en 1965, el volumen alcanzado en ese 
año fue nuevamente superado en 1966» '(29 
 En 1962, de las cien empresas más importantes de México, 56 estaban total o 
parcialmente controladas por el capital extranjero, veinticuatro pertenecían al 
Estado y veinte al capital privado mexicano. Estas veinte empresas privadas de 
capital nacional apenas participaban en poco más de una séptima parte del 
volumen total de ventas de las cien empresas
consideradas'(30 Actualmente, las grandes firmas extranjeras dominan más de la 
mitad de los capitales invertidos en computadoras, equipos de oficina, maquinarias 
y equipos industriales; -General Motora, Ford, Chrysler y Volkswagen han 
consolidado su poderío sobre la industria de automóviles y la red de fábricas 
auxiliares; la nueva industria química pertenece a la Du Pont, Monsanto, Imperial 
Chemical, Allied Chemical, Union Carbide y Cyanamid; los laboratorios 
principales están en manos de la Parke Devis, Merck & Co., Sidney Ross y Squibb; 
la influencia de la Celanese es decisiva en la fabricación de fibras artificiales; 
Anderson Clayton y Lieber Brothers disponen en medida creciente de los aceites 
comestibles, y los capitales extranjeros participan abrumadoramente de la 
producción de cemento, cigarrillos, caucho y derivados, artículos para el hogar y 
alimentos diversos'(31 
 
 
� Reportaje de la revista Visión, 3 de febrero de 1967.) . 
� José Luis Ceceña, Los monopolios en México, México, 1962.). 
� José Luis Ceceña, México en la órbita imperial, México, 1970, y Alonso Aguilar y 
Fernando Carmona, México, riqueza y miseria México, 1968.).

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