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CO-5A-Lengua-Actividad-2-2-Etapa

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ESCUELA NORMAL SUPERIOR “DR AGUSTÍN GARZÓN AGULLA” 
Viamonte Nº 150 – Bº General Paz – Tel. 0351-4339179 
e-mail: ensaga2004@yahoo.com.ar 
 
 
 
LENGUA Y LITERATURA 
5° año – Ciclo Orientado 
Actividad virtual N° 2 - Segunda Etapa- 
 
Docentes Responsables: 
✓ 5°A y B Prof. Silvia Petrone. 
✓ 5° C y D Prof. Laura López Samper. 
✓ 5° E y F Prof. Susana López Sivilat. 
 
Fecha para consultas: del 19 al 23 de octubre . Esta semana, 5°A, 5°B, 5°C y 5°D tendrán un encuentro por 
MEET. Se avisará mediante los preceptores. 
Medio de contacto para consultas: 
✓ 5°A y B Prof. Silvia Petrone. Google Classroom 
✓ 5° C y D Prof. Laura López Samper. Google Classroom 
✓ 5° E y F Prof. Susana López Sivilat. smlsm@hotmail.com 
 
Fecha de entrega de la actividad resuelta: del 28 al 30 de Octubre. 
Medio de contacto para la Entrega de la Actividad resuelta: 
✓ 5°A y B Prof. Silvia Petrone. Google Classroom 
✓ 5° C y D Prof. Laura López Samper. Google Classroom 
✓ 5° E y F Prof. Susana López Sivilat. smlsm@hotmail.com 
 
 
Recuerden: poner nombre y curso / tomar fotos claras (no borrosas) de sus actividades / enviar las FOTOS 
VERTICALES no horizontales / enumerar por orden de “aparición” las fotos, etc / enviar consultas y trabajo a 
la docente responsable de su curso. 
 
Eje, Bloque Temático o Unidad: Modernismo. Autores y sus pensamientos 
mailto:ensaga2004@yahoo.com.ar
mailto:smlsm@hotmail.com
mailto:smlsm@hotmail.com
 
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Tema de esta actividad: Modernismo. 
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MODERNISMO 
América, tierra de contrastes 
Mientras que la Argentina celebraba en 1910 los cien años de la Revolución de Mayo, Cuba obtuvo su 
independencia de España en 1898. Este hecho, ocurrido en el marco de la guerra hispano-norteamericana, 
determinó que Cuba cayera bajo el poderío de los Estados Unidos. El poeta José Martí, quién luchó y murió en 
la guerra, expresó el sentimiento patriótico y anticipó el peligro de la política norteamericana. 
Este sentimiento antiimperialista también fue expresado por el poeta nicaragüense Rubén Darío, quién 
denunció la política expansionista de los Estados Unidos de América . 
 
La europeización de la cultura 
La europeización de la cultura fue uno de los rasgos característicos de la Argentina a partir de la década 
del 80. En primer lugar Francia, luego Inglaterra y Alemania, fueron considerados los países creadores de una 
cultura superior. Sus corrientes filosóficas y artísticas se incorporaron como modelos en los círculos 
intelectuales, y la originalidad cedió paso, en la mayoría de los casos, a la directa imitación 
En Europa se vivía la euforia del progreso ,la “belle époque”, el optimismo por un presente sin guerras y la 
esperanza de un futuro de prosperidad. Iniciado el siglo XX, la primera Gerra Mundial demostró la fragilidad 
del equilibrio de las naciones y la fantasía del progreso indefinido. 
América Latina recibió este influjo y se consideró protagonista- aunque marginal – de los avances de la 
civilización. 
 
El surgimiento de una estética nueva 
Al declinar el siglo XIX, dos escuelas literarias reemplazan al Romanticismo y, aunque artísticamente 
conviven, representan tendencias opuestas: el Realismo y el Naturalismo (criollismo, costumbrismo) en la 
novela y el teatro, y el Modernismo en la poesía. 
El Modernismo es una escuela literaria de gran renovación estética. El canto de los poetas modernistas 
constituye la primera expresión de autonomía literaria de los países hispanoamericanos. 
El Modernismo se desarrolla en la "época finisecular (1880-1914), marcada por un capitalismo de derroche, 
que sería tronchado por la Primera Guerra Mundial. Esta escuela busca separarse de la sociedad burguesa y 
su materialismo, por medio de un arte refinado y estetizante. 
En el plano del lenguaje, el Modernismo reacciona contra el retoricismo, el descuido formal del 
Romanticismo la “vulgaridad del Realismo y del Naturalismo. Se nutre básicamente de dos movimientos líricos 
surgidos en Francia, en la segunda mitad del siglo XLX: el parnasianismo y el simbolismo. 
 
Parnasianismo y simbolismo 
El parnasianismo es una escuela literaria que adhiere al arte por el arte. Según esta tendencia artística 
encabezada por Theóphile Gautier, se propugnaba una poesía de perfecta confección, desvinculada de la 
realidad, y que reaccionaba contra los poetas sociales y el hombre burgués. Los escritores buscaban la 
perfección formal a través de una poesía descriptiva, inspirada especialmente en la temática grecolatina. Su 
principal exponente fue Leconte de Lisle. 
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El simbolismo es una corriente literaria subjetiva, que concibe el mundo como una trama misteriosa que 
presenta correspondencias entre los objetos que lo forman. 
Para sus representantes, la misión del poeta es sugerir esas alianzas por las cuales un objeto evoca a otro, 
con un lenguaje imaginativo poblado de símbolos. 
Los simbolistas dan al verso efectos musicales y aportan nuevas métricas que conjugan el ritmo, el color y 
la plasticidad. Usan símbolos, sinestesias e imágenes sensoriales. 
Baudelaire fue el gran precursor del simbolismo, al que se unieron Verlaine, Rimbaud y Mallarmé. 
Influido por las elaboraciones plásticas de los parnasianos y por las visiones musicales de los simbolistas, el 
Modernismo realiza su original trabajo artístico con la palabra (eligiéndola por su elegancia, sus cualidades 
rítmicas, su exotismo o Su poder evocador) buscando "la armonía verbal" del verso. 
 
Desarrollo del Modernismo 
En el desarrollo del Modernismo, es posible identificar los siguientes momentos: 
• Iniciación. La primera generación modernista (1882-1896). José Martí y Manuel Gutiérrez Nájera inician 
una labor de actualización de la lengua, especialmente en la prosa, aunque también en el verso, muy 
sometidos al modelo español. José Asunción Silva y Julián del Casal incorporan elementos originales en la 
poesía, Algunos rasgos románticos conviven con otros tomados de la literatura francesa. 
• Culminación. En 1888, Rubén Darío publica su libro Azul. En esta época ya se habían realizado notables 
innovaciones en la palabra poética. Darío tiene contacto directo o literario con los renovadores y conoce 
personalmente a Martí, a quien considera su maestro. También conoce a Julián del Casal, con quien mantenía 
contacto epistolar sobre el tema de la nueva estética. Por medio de su obra y su presencia en Chile, Argentina 
y España, Darío realiza una tarea tan excepcional, que consolida el Modernismo como movimiento continental 
y se convierte en su síntesis más brillante, tanto en América como en España. En 1896 se edita Prosas profanas, 
el libro de Darío que "oficializa" el Modernismo en Hispanoamérica. 
• Continuación. La segunda generación modernista. Consagrado Rubén Darío como jefe de la escuela del 
Modernismo, cuando ya los iniciadores habían muerto prematuramente, los escritores de esta segunda 
generación continuarían la obra con sus aportes personales. Ellos son, entre otros, Leopoldo Lugones, Ricardo 
Jaimes Freyre, Amado Nervo, y Julio Herrera y Reissig. 
 
Las etapas 
De acuerdo con su temática y, a través de ella, la manera en que el artista "mira" el mundo, se diferencian 
dos etapas en el desarrollo del Modernismo: 
• Etapa preciosista o de la "torre de marfil": predominan los temas exóticos y símbolos de la antigüedad. 
El arte no ejerce un compromiso con la realidad sino que se relaciona con una estética de evasión, se eligen 
los paisajes versallescos y las novedadesque propone la poesía francesa. Está representada por Prosas 
profanas. 
•Etapa mundonovista: se valorizan las raíces hispánicas de América y aparece el interés por los temas 
sociales y políticos de la época. 
Está representada por el Darío de Cantos de vida y esperanza, por Santos Chocano y el Lugones de Odas 
seculares. 
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EL MODERNISMO EN ESPAÑA 
En 1892, los escritores españoles Ramón del Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez, e incluso Antonio 
Machado, -futuros integrantes de la generación del '98- adoptan un estilo semejante al de Rubén Dario. El 
acontecimiento será descrito como "un encuentro de nuevo con la belleza, sepultada durante el siglo XIX 
por un tono general de poesía burguesa" (Juan Ramón Jiménez) 
 
Características del Modernismo 
Se pueden establecer los siguientes rasgos del Modernismo: 
• Amplia libertad creadora. 
• Sentido aristocrático del arte. "Torre de marfil". Rechazo de la vulgaridad. 
• Perfección formal. 
•Cosmopolitismo: el poeta es ciudadano del mundo, está por encima de la realidad cotidiana. 
•Actitud abierta hacia todo lo nuevo. 
•Correspondencia de las artes (aproximación de la literatura a la pintura, la música, la escultura). 
• Gusto por los temas exquisitos, pintorescos, decorativos y exóticos. Se constituyen como temas la 
mitología, la Grecia antigua, el Oriente, la Edad Media, la ambientación versallesca, la flora y la fauna exóticas 
y llamativas. 
• Práctica del impresionismo descriptivo (descripción de las impresiones que provocan las cosas y no las 
cosas mismas). 
• Renovación de los recursos expresivos: supresión de las palabras gastadas por el uso cotidiano o, por el 
contrario, demasiado altisonantes; inclusión de vocablos musicales y de uso poco frecuente, morosidad, 
detenimiento en los estímulos sensoriales, expresados en sinestesias sorprendentes; simplificación de la 
sintaxis, aprovechamiento de las imágenes visuales, que son usadas en refinadas y complejas combinaciones. 
• Renovación de la versificación: se le dio flexibilidad al soneto con el uso del endecasílabo, el alejandrino, 
el eneasílabo, el dodecasílabo. Se prefirieron la versificación irregular, el verso libre y la libertad estrófica, que 
dio a la silva variedades desconocidas. 
 
Significación del Modernismo 
"Modernismo" es la palabra tomada de los simbolistas y elegida por Darío para designar esta fructífera 
tendencia. 
Se ha dicho que el Modernismo representa la inquietud de una época: el final del siglo XIX, el cambio 
histórico que se refleja en el arte, la política, la religión. Pero el modernismo literario, más allá de ese contexto 
cierto, aportará un cambio definitivo en el manejo expresivo del idioma. 
Se ha señalado que el Modernismo concreta el sueño de los escritores románticos: diseñar un lenguaje 
típicamente latinoamericano, reconocido por los mismos españoles. 
En nuestro país, los últimos románticos, como Carlos Guido y Spano, anuncian el Modernismo. Vigoroso e 
independiente, Pedro B. Palacios -“Almafuerte"- (1854-1917) produce poesías con elementos románticos y 
notas modernistas. 
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A veces defendido y otras combatido, el Modernismo es la base sobre la que se desarrollará la literatura 
hispanoamericana del siglo XX. 
LA ÉPOCA DEL MODERNISMO 
El Modernismo no ingresa en la novela naturalista hispanoamericana, heredada del siglo XIX. Sí en el 
cuento, con Rubén Darío, y en novelas como La gloria de don Ramiro, de Enrique Larreta (1875-1961). 
Al margen del Modernismo, Roberto J. Payró representa la culminación del costumbrismo realista, con 
El casamiento de Laucha (1906) y Pago Chico (1908). 
El teatro tiene gran desarrollo en Buenos Aires, donde lo gauchesco y rural había pasado al escenario 
"formal con Juan Moreira. El uruguayo Florencio Sánchez fue un gran dramaturgo de esta época. 
En la prosa de ideas sobresale el positivista argentino José Ingenieros (1877-1925), con El hombre 
mediocre. También se destaca el teórico del Modernismo José Enrique Rodo (uruguayo, 1871-1917), con 
Ariel y Motivos de Proteo. 
 
ESQUEMA DEL MODERNISMO HISPANOAMERICANO 
AUTOR 0BRA CARACTERISTICAS 
José Martí 
(Cuba, 1853-1895) 
Ismaelillo. (1882) 
versos sencillos. (1891) 
Sencillez y rebeldía creadora. 
Manuel Gutiérrez Nájera 
(México, 1859-1895) 
"La serenata de Schubert, en 
Poesía”. (1896) 
Refinamiento, musicalidad y audacia 
poética. 
Julián del Casal 
(Cuba, 1863-1893) 
Nieve. (1892) 
Bustos y rimas. (1894) 
Gran cultor de la descripción colorista y 
de la versificación variada. 
José Asunción Silva 
(Colombia, 1865-1896) 
"Nocturnos”, en Poesías 
Completas. (1894) 
Renovador del sistema rítmico de la 
versificación española. 
Rubén Dario 
(Nicaragua, 1867-1916) 
Prosas profanas. (1896) 
Cantos de vida y esperanza. 
(1905) 
Culminación del Modernismo. 
Ricardo Jaimes Freyre 
(Bolivia, 1868-1933) 
Castalia Bárbara. (1899) Introducción de paisajes líricos y exóticos. 
Renovador en el uso del verso libre 
Amado Nervo 
(México, 1870-1919) 
Perlas negras. (1896) 
Místicas. (1896) 
Poesía sencilla, llena de serenidad y 
sentimiento amoroso idealizado. 
Leopoldo Lugones 
(Argentina, 1874-1938) 
Lunario sentimental. (1909) 
Romances del rio seco 
(1938) 
Poesía de extraordinaria variedad técnica 
y expresiva. 
José Santos Chocano 
(Perú, 1874-1934) 
Alma América. (1906) Temática indohispánica, universalismo y 
espíritu renovador 
Julio Herrera y Reissig 
(Uruguay, 1875-1910) 
Los éxtasis de la montaña. 
(1904) 
Notable manejo del idioma. Gran riqueza 
y audacia metafóricas. 
 
 
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JOSÉ MARTÍ 
José Martí nació en La Habana, Cuba, en 1853. 
Su vida estuvo signada por la temprana y constante lucha por la libertad de su patria y los valores morales. 
sufrió castigos y destierros, por lo que vivió en España y viajó a Europa. Residió 
Temporariamente en países de América latina y se radicó después en los Estados Unidos de América, donde 
continuó su trabajo por la resistencia. 
Murió combatiendo por su amada isla, en 1895. 
 
OBRA LITERARIA 
“MI VERSO ES COMO UN PUÑAL/ QUE POR EL PUÑO DA FLOR” 
A su vida generosa y heroica, José Martí suma el mérito de ser uno de los escritores más grandes que ha 
dado el continente. Crea un estilo nuevo e inicia, junto con otros, esa voluntad de renovación e independencia 
verbal que es el Modernismo. Esta estrofa suya parece premonitoria: 
“No me pongan en lo oscuro 
A morir como un traidor: 
Yo soy bueno y como bueno 
Moriré de cara al sol” 
Su estética se basa sobre la creencia de un arte bienhechor. El artista debe ser útil a los hombres:”¡Justicia 
primero, el arte después!”. El arte es concebido como un instrumento que puede expresar las emociones 
humanas y mejorar la sociedad. 
Martí escribe porque cree que la escritura es el mejor puñal. Ese puñal que es su verso deviene en flor: 
posee la fuerza de transmitir lo inefable del alma y las aspiraciones y sentimientos del hombre americano. 
SU ESTILO SENCILLO 
Su escritura es fragmentaria, a causa de su azarosa existencia. En vida, casi no publicó. Sus obras de crítica 
aparecieron en periódicos, uno de los cuales fue La Nación, de Buenos Aires. 
Martí fue un escritor originalísimo, pero sin rebuscamientos ni excentricidad, 
En toda su prosa -cartas, artículos periodísticos, discursos-las ideas tienen vigor y dinamismo. Aparece una 
abundancia de ritmos, reforzada por brillantes metáforas, riqueza de vocabulario y diversidad de recursos de 
estilo. 
LA OBRA POETICASus libros de poesías son: Ismaelillo (dedicado a su hijo, que presenta imágenes reveladoras de una nueva 
sensibilidad,. Versos sencillos (escrito en los metros de la poesía popular española-Coplas, Versos octosílabos, 
etcétera-), versos libres, Flores del destierro y oros poemas aparecidos en la revista La edad de oro, que él 
fundó. 
La poesía de Martí está llena de gracia y de armonía visual y sonora. En el prólogo a Versos sencillos anuncia: 
Amo la sencillez y creo en la necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sencillas. 
Su sencillez es una lograda Síntesis de limpidez de la forma, rasgos impresionistas, exquisiteces y un aire 
emocionante de canto popular. 
 
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LECTURA 
LA NIÑA DE GUATEMALA 
Poema IX 
Quiero, a la sombra de un ala, 
contar este cuento en flor: 
la niña de Guatemala, 
la que se murió de amor 
 
Eran de lirios los ramos 
y las orlas de reseda 
y de jazmín, la enterramos 
en una caja de seda. 
 
Ella dio al desmemoriado 
una almohadilla de olor; 
él volvió, volvió casado, 
ella se murió de amor. 
 
Iban cagándola en andas 
obispos y embajadores; 
detrás iba el pueblo en tandas, 
Todo cargado de flores. 
 
Ella, por volver lo a ver, 
salió a verlo al mirador; 
el volvió con su mujer, 
ella se murió de amor. 
 
Como de bronce candente 
al beso de despedida, 
era su frente: ¡ la frente 
que más he amado en mi vida! 
 
Se entró de tarde en el río; 
la sacó muerta el doctor; 
dicen que murió de frío; 
yo sé que murió de amor. 
 
Allí en la bóveda helada, 
La pusieron en dos bancos; 
Besé su mano afilada 
Besé sus zapatos blancos 
 
Callado, al oscurecer, 
Me llamó el enterrador; 
¡Nunca más he vuelto a ver 
a la que murió de amor! 
José Martí 
(en Versos sencillos) 
 
ACTIVIDADES 1 
1.1 Caracterizar el tipo de estrofa que compone la poesía. 
1.2 A lo largo del poema, Martí usa tres tiempos verbales en forma alternada. Señalar cuáles son y qué 
función desempeñan. 
1.3 Explicar (según lo que sugiere el contexto) el significado de los siguientes símbolos en el poema: ala, 
flor, lirio, jazmín, seda 
1.4 Construir un título que exprese la historia que refiere esta poesía. 
1.5 Realizar un relato en prosa sobre el mismo tema, pero cambiando el tiempo y el lugar. 
 
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RUBÉN DARÍO 
Nació en Metapa-Nicaragua- en el año 1867.Su verdadero nombre era Félix Rubén García Sarmiento. 
Fue periodista y diplomático. Hasta 1898 vivió, publicó y actuó en Chile, Centroamérica y la 
Argentina. En 1898 viajó a España Y vivió en Francia y otros países de Europa 
Murió en León -Nicaragua-. en 1916 
 
OBRA LITERARIA 
"EL GRAN POETA LÍRICO QUE NUNCA TUVIMOS EN ESPAÑA" 
Estas palabras de Ramon del Valle Inclán reconocen el genio de Rubén Darío. Escribió prosa y poesía. Entre 
toda su producción se destacan tres obras que ayudan a comprender la evolución del Modernismo. Azul, 
Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza. Los raros, en prosa, y El canto errante son otras de sus obras 
 
TRES OBRAS 
• AZUL (1888) fue su primera obra importante. Publicada en Valparaíso, está constituida por relatos 
breves- lo más valioso del libro-y algunos poemas. Azul significó para su autor el reconocimiento en América 
y en España. Sus rasgos son: sensualidad, erotismo y musicalidad. En los sonetos que cierran la obra- dedicados 
a Walt Whitman y Leconte de Lisle, entre otros-, Darío revela sus preferencias y su cosmopolitismo. 
• Prosas profanas, fue publicado en Buenos Aires en 1896.. Este libro le confiere representatividad al 
Modernismo en Hispanoamérica y, al mismo tiempo, señala su madurez. Las variaciones temáticas y las 
audaces métricas son tantas, que la obra provocó polémicas en América y en España. En estas prosas profanas 
se consagra la etapa preciosista.: un mundo de fantasía, poblado por princesas, Cisnes, lagos y seres 
mitológicos convive con la evocación de épocas lejanas y lugares exóticos: Grecia, la Edad Media, la Francia 
dieciochesca, la China y el Japón 
Predomina el tema erótico, envuelto en un arte cromático y perfecto, donde La marquesa Eulalia, risas y 
desvíos. Convive con los centauros “de robustos músculos, brazos y lomos aptos para las ninfas rosadas en 
los raptos” 
• Cantos de vida y esperanza es de 1903. Desde el comienzo, en su famoso Yo soy aquel que ayer no 
más decía /el verso azul y la canción profana, Darío hace una reseña de sus obras y de su vida: ahora es un 
poeta que se confiesa revelando que detrás de su poesía tan exclusiva late una vida tormentosa. 
Es que la juventud (“Juventud, divino tesoro te fuiste para no volver”), presente en libros anteriores, Se 
repliega en este, en favor de la reflexión y el compromiso. Los temas del libro son, entre otros: el paso del 
tiempo, la búsqueda de la fe, la misión del poeta, la preocupación por el futuro de América y su alianza 
indisoluble con España. Justamente, por la presencia de esta última temática, se considera a Cantos de vida y 
esperanza como el libro que ejemplifica la etapa mundonovista: En "Salutación al optimista se exhorta a salvar 
la raíz española. Hay, incluso, un desafío a los Estados Unidos y a su ambición imperialista: "Tened cuidado. 
¡Vive la América española! “A Roosevelt"). 
EI libro termina como el poema "Lo fatal” con una expresión de temor y duda sobre el misterio de la vida. 
De contenido diferente, este volumen presta el mismo cuidado formal y la notable variedad de metros y 
riqueza de lenguaje que caracterizan al gran poeta. 
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LECTURA 
SINFONIA EN GRIS MAYOR 
El mar como un vasto cristal azogado 
Refleja la lámina de un cielo de zinc: 
lejanas bandadas de pájaros manchan 
el fondo bruñido de pálido gris. 
 
El sol como un vidrio redondo y opaco 
Con paso de enfermo camina al cenit; 
El viento marino descansa en la sombra 
Teniendo de almohada su negro clarín 
 
Las olas que mueven su Vientre de plomo, 
debajo del muelle parecen gemir. 
Sentado en un cable, fumando su pipa, 
esta un marinero pensando en las playas 
de un vago, lejano, brumoso país. 
 
Es viejo ese lobo. Tostaron su cara 
los rayos de fuego del sol del Brasil; 
los recios tifones del mar de la China 
lo han visto bebiendo su frasco de gin
La espuma impregnada de yodo y salitre, 
ha tiempo conoce Su roja nariz, 
Sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta, 
Su gorra de lona, su blusa de dril 
 
En medio del humo que forma el tabaco, 
ve el viejo el lejano, brumoso país, 
adonde una tarde caliente y dorada, 
tendidas las velas, partió el bergantín 
 
La siesta del trópico El lolo se aduerme 
Ya todo lo envuelve la gama del gris. 
Parece que un suave y enorme esfumino 
del curvo horizonte borrara el confín. 
 
La siesta del trópico. La vieja cigarra 
ensaya su ronca guitarra senil, 
y el grillo preludia su solo monótono 
en la única cuerda que está en su violín. 
 
RUBEN DARIO 
(en Prosas profanas) 
 
ACTIVIDADES 2 
2.1 El título de este poema, inspirado en la Sinfonía en blanco mayor, del poeta parnasiano 
Gautier, presenta un recurso literario: la sinestesia. Expliquen en que consiste y luego 
identifiquen otras sinestesias en el poema. 
2.2 Analicen la métrica de las estrofas. 
2.3 Busquen cuatro ejemplos de imágenes sensoriales. 
2.4 El Color gris es el preferido por los simbolistas, porque expresa la inquietud del alma 
frente al misterio del mundo y de la vida. Busquen en el poema algunos elementos que, 
según el autor, se corresponden con el color gris. 
2.5 Respondan que representael "lejano, brumoso; país". 
2.6 Identifiquen en la siguiente enumeración, los rasgos modernistas que se encuentran en 
este poema 
• contemporaneidad 
• exotismo 
• gusto por lo escultórico 
• elementos sensoriales 
• erotismo 
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• Sensibilidad musical 
• culto aristocrático por la palabra y por la forma hispanismo-afrancesamiento 
 
 
 
 Lugones, el poeta modernista nacional y cordobés 
Te invitamos a ver el siguiente video sobre la vida de Lugones. Encontrarás su vida y su obra. 
Además por qué es un autor modernista y uno de los representantes más importantes en 
Argentina. 
https://www.educ.ar/recursos/117524/leopoldo-lugones-poeta 
 
 
La lluvia de fuego 
[Cuento - Texto completo.] 
Leopoldo Lugones 
 
"Y tornaré el cielo de hierro y la tierra de cobre." 
Levítico, XXVI - 19 
 
Recuerdo que era un día de sol hermoso, lleno del hormigueo popular, en las calles atronadas 
de vehículos. Un día asaz cálido y de tersura perfecta. 
Desde mi terraza dominaba una vasta confusión de techos, vergeles salteados, un trozo de bahía 
punzado de mástiles, la recta gris de una avenida… 
A eso de las once cayeron las primeras chispas. Una aquí, otra allá -partículas de cobre 
semejantes a las morcellas de un pábilo; partículas de cobre incandescente que daban en el 
suelo con un ruidecito de arena. El cielo seguía de igual limpidez; el rumor urbano no decrecía. 
Únicamente los pájaros de mi pajarera cesaron de cantar. 
Casualmente lo había advertido, mirando hacia el horizonte en un momento de abstracción. 
Primero creí en una ilusión óptica formada por mi miopía. Tuve que esperar largo rato para ver 
caer otra chispa, pues la luz solar anegábalas bastante; pero el cobre ardía de tal modo, que se 
destacaban lo mismo. Una rapidísima vírgula de fuego, y el golpecito en la tierra. Así, a largos 
intervalos. 
mailto:ensaga2004@yahoo.com.ar
https://www.educ.ar/recursos/117524/leopoldo-lugones-poeta
 
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Debo confesar que al comprobarlo, experimenté un vago terror. Exploré el cielo en una ansiosa 
ojeada. Persistía la limpidez. ¿De dónde venía aquel extraño granizo? ¿Aquel cobre? ¿Era 
cobre?… 
Acababa de caer una chispa en mi terraza, a pocos pasos. Extendí la mano; era, a no caber duda, 
un gránulo de cobre que tardó mucho en enfriarse. Por fortuna la brisa se levantaba, inclinando 
aquella lluvia singular hacia el lado opuesto de mi terraza. Las chispas eran harto ralas, además. 
Podía creerse por momentos que aquello había ya cesado. No cesaba. Uno que otro, eso sí, pero 
caían siempre los temibles gránulos. 
En fin, aquello no había de impedirme almorzar, pues era el mediodía. Bajé al comedor 
atravesando el jardín, no sin cierto miedo de las chispas. Verdad es que el toldo, corrido para 
evitar el sol, me resguardaba… 
¿Me resguardaba? Alcé los ojos; pero un toldo tiene tantos poros, que nada pude descubrir. 
En el comedor me esperaba un almuerzo admirable; pues mi afortunado celibato sabía dos cosas 
sobre todo: leer y comer. Excepto la biblioteca, el comedor era mi orgullo. Ahíto de mujeres y 
un poco gotoso, en punto a vicios amables nada podía esperar ya sino de la gula. Comía solo, 
mientras un esclavo me leía narraciones geográficas. Nunca había podido comprender las 
comidas en compañía; y si las mujeres me hastiaban, como he dicho, ya comprenderéis que 
aborrecía a los hombres. 
¡Diez años me separaban de mi última orgía! Desde entonces, entregado a mis jardines, a mis 
peces, a mis pájaros, faltábame tiempo para salir. Alguna vez, en las tardes muy calurosas, un 
paseo a la orilla del lago. Me gustaba verlo, escamado de luna al anochecer, pero esto era todo 
y pasaba meses sin frecuentarlo. 
La vasta ciudad libertina era para mí un desierto donde se refugiaban mis placeres. Escasos 
amigos; breves visitas; largas horas de mesa; lecturas; mis peces; mis pájaros; una que otra 
noche tal cual orquesta de flautistas, y dos o tres ataques de gota por año… 
Tenía el honor de ser consultado para los banquetes, y por ahí figuraban, no sin elogio, dos o 
tres salsas de mi invención. Esto me daba derecho -lo digo sin orgullo- a un busto municipal, con 
tanta razón como a la compatriota que acababa de inventar un nuevo beso. 
Entre tanto, mi esclavo leía. Leía narraciones de mar y de nieve, que comentaban 
admirablemente, en la ya entrada siesta, el generoso frescor de las ánforas. La lluvia de fuego 
había cesado quizá, pues la servidumbre no daba muestras de notarla. 
De pronto, el esclavo que atravesaba el jardín con un nuevo plato, no pudo reprimir un grito. 
Llegó, no obstante, a la mesa; pero acusando con su lividez un dolor horrible. Tenía en su 
desnuda espalda un agujerillo, en cuyo fondo sentíase chirriar aún la chispa voraz que lo había 
abierto. Ahogámosla en aceite, y fue enviado al lecho sin que pudiera contener sus ayes. 
Bruscamente acabó mi apetito; y aunque seguí probando los platos para no desmoralizar a la 
servidumbre, aquélla se apresuró a comprenderme. El incidente me había desconcertado. 
Promediaba la siesta cuando subí nuevamente a la terraza. El suelo estaba ya sembrado de 
gránulos de cobre; mas no parecía que la lluvia aumentara. Comenzaba a tranquilizarme, cuando 
una nueva inquietud me sobrecogió. El silencio era absoluto. El tráfico estaba paralizado a causa 
del fenómeno, sin duda. Ni un rumor en la ciudad. Sólo, de cuando en cuando, un vago murmullo 
de viento sobre los árboles. Era también alarmante la actitud de los pájaros. Habíanse 
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apelotonado en un rincón, casi unos sobre otros. Me dieron compasión y decidí abrirles la 
puerta. No quisieron salir; antes se recogieron más acongojados aún. Entonces comenzó a 
intimidarme la idea de un cataclismo. 
Sin ser grande mi erudición científica, sabía que nadie mencionó jamás esas lluvias de cobre 
incandescente. ¡Lluvias de cobre! En el aire no hay minas de cobre. Luego aquella limpidez del 
cielo no dejaba conjeturar la procedencia. Y lo alarmante del fenómeno era esto. Las chispas 
venían de todas partes y de ninguna. Era la inmensidad desmenuzándose invisiblemente en 
fuego. Caía del firmamento el terrible cobre -pero el firmamento permanecía impasible en su 
azul. Ganábame poco a poco una extraña congoja; pero, cosa rara: hasta entonces no había 
pensado en huir. Esta idea se mezcló con desagradables interrogaciones. ¡Huir! ¿Y mi mesa, mis 
libros, mis pájaros, mis peces que acababa precisamente de estrenar un vivero, mis jardines ya 
ennoblecidos de antigüedad, mis cincuenta años de placidez, en la dicha del presente, en el 
descuido del mañana?… 
¿Huir?… Y pensé con horror en mis posesiones (que no conocía) del otro lado del desierto, con 
sus camelleros viviendo en tiendas de lana negra y tomando por todo alimento leche cuajada, 
trigo tostado, miel agria… 
Quedaba una fuga por el lago, corta fuga después de todo, si en el lago como en el desierto, 
según era lógico, llovía cobre también; pues no viniendo aquello de ningún foco visible, debía 
ser general. 
No obstante el vago terror que me alarmaba, decíame todo eso claramente, lo discutía conmigo 
mismo, un poco enervado a la verdad por el letargo digestivo de mi siesta consuetudinaria. Y 
después de todo, algo me decía que el fenómeno no iba a pasar de allí. Sin embargo, nada se 
perdía con hacer armar el carro. 
En ese momento llenó el aire una vasta vibración de campanas. Y casi junto con ella, advertí una 
cosa: ya no llovía cobre. El repique era una acción de gracias, coreada casi actocontinuo por el 
murmullo habitual de la ciudad. Ésta despertaba de su fugaz atonía, doblemente gárrula. En 
algunos barrios hasta quemaban petardos. 
Acodado al parapeto de la terraza, miraba con un desconocido bienestar solidario la animación 
vespertina que era todo amor y lujo. El cielo seguía purísimo. Muchachos afanosos recogían en 
escudillas la granalla de cobre, que los caldereros habían empezado a comprar. Era todo cuanto 
quedaba de la grande amenaza celeste. 
Más numerosa que nunca, la gente de placer coloría las calles; y aun recuerdo que sonreí 
vagamente a un equívoco mancebo, cuya túnica recogida hasta las caderas en un salto de 
bocacalle, dejó ver sus piernas glabras, jaqueladas de cintas. Las cortesanas, con el seno desnudo 
según la nueva moda, y apuntalado en deslumbrante coselete, paseaban su indolencia sudando 
perfumes. Un viejo lenón erguido en su carro manejaba como si fuese una vela una hoja de 
estaño, que con apropiadas pinturas anunciaba amores monstruosos de fieras: ayunta-mientos 
de lagartos con cisnes; un mono y una foca; una doncella cubierta por la delirante pedrería de 
un pavo real. Bello cartel, a fe mía; y garantida la autenticidad de las piezas. Animales 
amaestrados por no sé qué hechicería bárbara, y desequilibrados con opio y con asafétida. 
Seguido por tres jóvenes enmascarados pasó un negro amabilísimo, que dibujaba en los patios, 
con polvos de colores derramados al ritmo de una danza, escenas secretas. También depilaba al 
oropimente y sabía dorar las uñas. 
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Un personaje fofo, cuya condición de eunuco se adivinaba en su morbidez, pregonaba al son de 
crótalos de bronces, cobertores de un tejido singular que producía el insomnio y el deseo. 
Cobertores cuya abolición habían pedido los ciudadanos honrados. Pues mi ciudad sabía gozar, 
sabía vivir. Al anochecer recibí dos visitas que cenaron conmigo. Un condiscípulo jovial, 
matemático cuya vida desarreglada era el escándalo de la ciencia, y un agricultor enriquecido. 
La gente sentía necesidad de visitarse después de aquellas chispas de cobre. De visitarse y de 
beber, pues ambos se retiraron completamente borrachos. Yo hice una rápida salida. La ciudad, 
caprichosamente iluminada, había aprovechado la coyuntura para decretarse una noche de 
fiesta. En algunas cornisas, alumbraban perfumando, lámparas de incienso. Desde sus balcones, 
las jóvenes burguesas, excesivamente ataviadas, se divertían en proyectar de un soplo a las 
narices de los transeúntes distraídos, tripas pintarrajeadas y crepitantes de cascabeles. En cada 
esquina se bailaba. De balcón a balcón cambiábanse flores y gatitos de dulce. El césped de los 
parques palpitaba de parejas. 
Regresé temprano y rendido. Nunca me acogí al lecho con más grata pesadez de sueño. 
Desperté bañado en sudor, los ojos turbios, la garganta reseca. Había afuera un rumor de lluvia. 
Buscando algo, me apoyé en la pared, y por mi cuerpo corrió como un latigazo el escalofrío del 
miedo. La pared estaba caliente y conmovida por una sorda vibración. Casi no necesité abrir la 
ventana para darme cuenta de lo que ocurría. 
La lluvia de cobre había vuelto, pero esta vez nutrida y compacta. Un caliginoso vaho sofocaba 
la ciudad; un olor entre fosfatado y urinoso apestaba el aire Por fortuna, mi casa estaba rodeada 
de galerías y aquella lluvia no alcanzaba las puertas. 
Abrí la que daba al jardín. Los árboles estaban negros, ya sin follaje; el piso, cubierto de hojas 
carbonizadas. El aire, rayado de vírgulas de fuego, era de una paralización mortal; y por entre 
aquéllas se divisaba el firmamento, siempre impasible, siempre celeste. 
Llamé, llamé en vano. Penetré hasta los aposentos famularios. La servidumbre se había ido. 
Envueltas las piernas en un cobertor de viso, acorazándome espaldas y cabeza con una bañera 
de metal que me aplastaba horriblemente, pude llegar hasta las caballerizas. Los caballos habían 
desaparecido también. Y con una tranquilidad que hacía honor a mis nervios, me di cuenta de 
que estaba perdido. 
Afortunadamente, el comedor se encontraba lleno de provisiones; su sótano, atestado de vinos. 
Bajé a él. Conservaba todavía su frescura; hasta su fondo no llegaba la vibración de la pesada 
lluvia, el eco de su grave crepitación. Bebí una botella, y luego extraje de la alacena secreta el 
pomo de vino envenenado. Todos los que teníamos bodega poseíamos uno, aunque no lo 
usáramos ni tuviéramos convidados cargosos. Era un licor claro e insípido, de efectos 
instantáneos. 
Reanimado por el vino, examiné mi situación. Era asaz sencilla. No pudiendo huir, la muerte me 
esperaba; pero con el veneno aquél, la muerte me pertenecía. Y decidí ver eso todo lo posible, 
pues era, a no dudarlo, un espectáculo singular. ¡Una lluvia de cobre incandescente! ¡La ciudad 
en llamas! Valía la pena. 
Subí a la terraza, pero no pude pasar de la puerta que daba acceso a ella. Veía desde allá lo 
bastante, sin embargo. Veía y escuchaba. La soledad era absoluta. La crepitación no se 
interrumpía sino por uno que otro ululato de perro, o explosión anormal. El ambiente estaba 
rojo; y a su través, troncos, chimeneas, casas, blanqueaban con una lividez tristísima. Los pocos 
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árboles que conservaban follaje retorcíanse, negros, de un negro de estaño. La luz había 
decrecido un poco, no obstante de persistir la limpidez celeste. El horizonte estaba, esto sí, 
mucho más cerca, y como ahogado en ceniza. Sobre el lago flotaba un denso vapor, que algo 
corregía la extraordinaria sequedad del aire. 
Percibíase claramente la combustible lluvia, en trazos de cobre que vibraban como el cordaje 
innumerable de un arpa, y de cuando en cuando mezclábanse con ella ligeras flámulas. 
Humaredas negras anunciaban incendios aquí y allá. 
Mis pájaros comenzaban a morir de sed y hube de bajar hasta el aljibe para llevarles agua. El 
sótano comunicaba con aquel depósito, vasta cisterna que podía resistir mucho al fuego celeste; 
mas por los conductos que del techo y de los patios desembocaban allá, habíase deslizado algún 
cobre y el agua tenía un gusto particular, entre natrón y orina, con tendencia a salarse. Bastóme 
levantar las trampillas de mosaico que cerraban aquellas vías, para cortar a mi agua toda 
comunicación con el exterior. 
Esa tarde y toda la noche fue horrendo el espectáculo de la ciudad. Quemada en sus domicilios, 
la gente huía despavorida, para arderse en las calles en la campiña desolada; y la población 
agonizó bárbaramente, con ayes y clamores de una amplitud, de un horror, de una variedad 
estupendos. Nada hay tan sublime como la voz humana. El derrumbe de los edificios, la 
combustión de tantas mercancías y efectos diversos, y más que todo, la quemazón de tantos 
cuerpos, acabaron por agregar al cataclismo el tormento de su hedor infernal. Al declinar el sol, 
el aire estaba casi negro de humo y de polvaredas. Las flámulas que danzaban por la mañana 
entre el cobre pluvial, eran ahora llamaradas siniestras. Empezó a soplar un viento ardentísimo, 
denso, como alquitrán caliente. Parecía que se estuviese en un inmenso horno sombrío. Cielo, 
tierra, aire, todo acababa. No había más que tinieblas y fuego. ¡Ah, el horror de aquellas tinieblas 
que todo el fuego, el enorme fuego de la ciudad ardida no alcanzaba a dominar; y aquella fetidez 
de pingajos, de azufre, de grasa cadavérica en el aire seco que hacía escupir sangre; y ¡aquellos 
clamores que no sé cómo no acababan nunca, aquellos clamores que cubrían el rumor del 
incendio, más vasto que un huracán, aquellos clamores en que aullaban, gemían, bramaban 
todas las bestias con un inefable pavor de eternidad!… 
Bajé a la cisterna, sin haber perdidohasta entonces mi presencia de ánimo, pero enteramente 
erizado con todo aquel horror; y al verme de pronto en esa obscuridad amiga, al amparo de la 
frescura, ante el silencio del agua subterránea, me acometió de pronto un miedo que no sentía 
-estoy seguro- desde cuarenta años atrás, el miedo infantil de una presencia enemiga y difusa; 
y me eché a llorar, a llorar como un loco, a llorar de miedo, allá en un rincón, sin rubor alguno. 
No fue sino muy tarde, cuando al escuchar el derrumbe de un techo, se me ocurrió apuntalar la 
puerta del sótano. Hícelo así con su propia escalera y algunos barrotes de la estantería, 
devolviéndome aquella defensa alguna tranquilidad; no porque hubiera de salvarme, sino por la 
benéfica influencia de la acción. Cayendo a cada instante en modorras que entrecortaban 
funestas pesadillas, pasé las horas. Continuamente oía derrumbes allá cerca. Había encendido 
dos lámparas que traje conmigo, para darme valor, pues la cisterna era asaz lóbrega. Hasta 
llegué a comer, bien que sin apetito, los restos de un pastel. En cambio bebí mucha agua. 
De repente mis lámparas empezaron a amortiguarse, y junto con eso el terror, el terror 
paralizante esta vez, me asaltó. Había gastado, sin prevenirlo, toda mi luz, pues no tenía sino 
aquellas lámparas. No advertí, al descender esa tarde, traerlas todas conmigo. 
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Las luces decrecieron y se apagaron. Entonces advertí que la cisterna empezaba a llenarse con 
el hedor del incendio. No quedaba otro remedio que salir; y luego, todo, todo era preferible a 
morir asfixiado como una alimaña en su cueva. 
A duras penas conseguí alzar la tapa del sótano que los escombros del comedor cubrían… 
…Por segunda vez había cesado la lluvia infernal. Pero la ciudad ya no existía. Techos, puertas, 
gran cantidad de muros, todas las torres yacían en ruinas. El silencio era colosal, un verdadero 
silencio de catástrofe. Cinco o seis grandes humaredas empinaban aún sus penachos; y bajo el 
cielo que no se había enturbiado ni un momento, un cielo cuya crudeza azul certificaba 
indiferencias eternas, la pobre ciudad, mi pobre ciudad, muerta, muerta para siempre, hedía 
como un verdadero cadáver. 
La singularidad de la situación, lo enorme del fenómeno, y sin duda también el regocijo de 
haberme salvado, único entre todos, cohibían mi dolor reemplazándolo por una curiosidad 
sombría. El arco de mi zaguán había quedado en pie y asiéndome de las adarajas pude llegar 
hasta su ápice. 
No quedaba un solo resto combustible y aquello se parecía mucho a un escorial volcánico. A 
trechos, en los parajes que la ceniza no cubría, brillaba con un bermejor de fuego, el metal 
llovido. Hacia el lado del desierto, resplandecía hasta perderse de vista un arenal de cobre. En 
las montañas, a la otra margen del lago, las aguas evaporadas de éste condensábanse en una 
tormenta. Eran ellas las que habían mantenido respirable el aire durante el cataclismo. El sol 
brillaba inmenso, y aquella soledad empezaba a agobiarme con una honda desolación cuando 
hacia el lado del puerto percibí un bulto que vagaba entre las ruinas. Era un hombre, y habíame 
percibido ciertamente, pues se dirigía a mí. 
No hicimos ademán alguno de extrañeza cuando llegó, y trepando por el arco vino a sentarse 
conmigo. Tratábase de un piloto, salvado como yo en una bodega, pero apuñaleando a su 
propietario. Acababa de agotársele el agua y por ello salía. 
Asegurado a este respecto, empecé a interrogarlo. Todos los barcos ardieron, los muelles, los 
depósitos; y el lago habíase vuelto amargo. Aunque advertí que hablábamos en voz baja, no me 
atreví -ignoro por qué- a levantar la mía. 
Ofrecíle mi bodega, donde quedaban aún dos docenas de jamones, algunos quesos, todo el 
vino… 
De repente notamos una polvareda hacia el lado del desierto. La polvareda de una carrera. 
Alguna partida que enviaban, quizá, en socorro, los compatriotas de Adama o de Seboim. 
Pronto hubimos de sustituir esta esperanza por un espectáculo tan desolador como peligroso. 
Era un tropel de leones, las fieras sobrevivientes del desierto, que acudían a la ciudad como a 
un oasis, furiosos de sed, enloquecidos de cataclismo. 
La sed y no el hambre los enfurecía, pues pasaron junto a nosotros sin advertirnos. ¡Y en qué 
estado venían! Nada como ellos revelaba tan lúgubremente la catástrofe. 
Pelados como gatos sarnosos, reducida a escasos chicharrones la crin, secos los ijares, en una 
desproporción de cómicos a medio vestir con la fiera cabezota, el rabo agudo y crispado como 
el de una rata que huye, las garras pustulosas, chorreando sangre -todo aquello decía a las claras 
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sus tres días de horror bajo el azote celeste, al azar de las inseguras cavernas que no habían 
conseguido ampararlos. 
Rondaban los surtidores secos con un desvarío humano en sus ojos, y bruscamente 
reemprendían su carrera en busca de otro depósito, agotado también, hasta que sentándose 
por último en torno del postrero, con el calcinado hocico en alto, la mirada vagorosa de 
desolación y de eternidad, quejándose al cielo, estoy seguro, pusiéronse a rugir. 
Ah… nada, ni el cataclismo con sus horrores, ni el clamor de la ciudad moribunda era tan 
horroroso como ese llanto de fiera sobre las ruinas. Aquellos rugidos tenían una evidencia de 
palabra. Lloraban quién sabe qué dolores de inconsciencia y de desierto a alguna divinidad 
obscura. El alma sucinta de la bestia agregaba a sus terrores de muerte, el pavor de lo 
incomprensible. Si todo estaba lo mismo, el sol cotidiano, el cielo eterno, el desierto familiar, 
¿por qué se ardían y por qué no había agua?… Y careciendo de toda idea de relación con los 
fenómenos, su horror era ciego, es decir, más espantoso. El transporte de su dolor elevábalos a 
cierta vaga noción de provenencia, ante aquel cielo de donde había estado cayendo la lluvia 
infernal; y sus rugidos preguntaban ciertamente algo a la cosa tremenda que causaba su 
padecer. Ah… esos rugidos, lo único de grandioso que conservaban aún aquellas fieras 
disminuidas: cual comentaban el horrendo secreto de la catástrofe; cómo interpretaban en su 
dolor irremediable la eterna soledad, el eterno silencio, la eterna sed… 
Aquello no debía durar mucho. El metal candente empezó a llover de nuevo, más compacto, 
más pesado que nunca. 
En nuestro súbito descenso, alcanzamos a ver que las fieras se desbandaban buscando abrigo 
bajo los escombros. 
Llegamos a la bodega, no sin que nos alcanzaran algunas chispas; y comprendiendo que aquel 
nuevo chaparrón iba a consumar la ruina, me dispuse a concluir. 
Mientras mi compañero abusaba de la bodega -por primera y última vez, a buen seguro-decidí 
aprovechar el agua de la cisterna en mi baño fúnebre; y después de buscar inútilmente un trozo 
de jabón, descendí a ella por la escalinata que servía para efectuar su limpieza. 
Llevaba conmigo el pomo de veneno, que me causaba un gran bienestar apenas turbado por la 
curiosidad de la muerte. 
El agua fresca y la obscuridad, me devolvieron a las voluptuosidades de mi existencia de rico que 
acababa de concluir. Hundido hasta el cuello, el regocijo de la limpieza y una dulce impresión de 
domesticidad, acabaron de serenarme. 
Oía afuera el huracán de fuego. Comenzaban otra vez a caer escombros. De la bodega no llegaba 
un solo rumor. Percibí en eso un reflejo de llamas que entraban por la puerta del sótano, el 
característico tufo urinoso… Llevé el pomo a mis labios, y… 
FIN 
ACTIVIDADES 3 
3.1 ¿De qué manera advierte el narrador el comienzo de la lluvia? ¿Cómo describe el 
ambiente? 
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3.2 ¿Cuál es la vida del narrador? Comente la rutina de vida del narrador. 
3.3 ¿Por quién es visitado durante la noche? ¿Quiénes son los visitantes? ¿Cuál es la razón de 
esa visita? 
3.4 ¿Qué sucesos despiertan al narrador? Comente los sucesos por los cuales el narrador 
despierta. ¿Qué sucede cuando despierta? ¿Qué actitudes decide tomar ante la lluvia? 
3.5 ¿Qué ocurrió en la ciudad cuando comenzó el cataclismo? 
3.6 ¿Dónde decide refugiarse el narrador y por qué? 
3.7 ¿Cuándo decide salir del refugio y con quién se encuentra? 
3.8 Explique el final del cuento. 
 
LINK DE CONSULTA 
TIPO DE ESTROFAS: 
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SINESTESIA 
https://www.ejemplos.co/50-ejemplos-de-
sinestesia/#:~:text=La%20sinestesia%20es%20una%20figura,Por%20ejemplo%3A%20Una%20
noticia%20amarga. 
 
MÉTRICA 
https://www.ejemplode.com/11-escritos/226-
ejemplo_de_metrica.html#:~:text=La%20m%C3%A9trica%20es%20la%20cantidad%20de%20s
%C3%ADlabas%20fon%C3%A9ticas%20que%20tiene%20cada%20verso.&text=La%20acentuaci
%C3%B3n%20de%20la%20%C3%BAltima,ambas%20vocales%20en%20un%20diptongo. 
 
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https://www.ejemplos.co/50-ejemplos-de-sinestesia/#:~:text=La%20sinestesia%20es%20una%20figura,Por%20ejemplo%3A%20Una%20noticia%20amarga
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https://www.ejemplode.com/11-escritos/226-ejemplo_de_metrica.html#:~:text=La%20m%C3%A9trica%20es%20la%20cantidad%20de%20s%C3%ADlabas%20fon%C3%A9ticas%20que%20tiene%20cada%20verso.&text=La%20acentuaci%C3%B3n%20de%20la%20%C3%BAltima,ambas%20vocales%20en%20un%20diptongo
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