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Manejo de Enfermedades en Plantas 
Maloy, O.C. 2005. Plant Disease Management. The Plant Health Instructor. DOI: 10.1094/PHI-I-
2005-0202-01 
Traductor: José Carlos Ureta R., Departamento de Protección Vegetal, Facultad de Ciencias 
Agropecuarias, Universidad de Panamá. Luisa Santamaria, NWREC, Oregon State University. 
 
Las enfermedades de plantas han causado pérdidas severas a los humanos de diferentes 
maneras. En Irlanda por ejemplo, el hambre y la separación de familias fue el resultado de la 
hambruna desencadenada por la epidemia tizón tardío de la papa (causada por Phytophthora 
infestans). También se perdieron recursos genéticos valiosos con la virtual eliminación del castaño 
americano por el chancro del castaño (causado por Cryphonectria parasitica). Otro ejemplo es la 
pérdida económica directa estimada en un billón de dólares en un año a los productores 
americanos de maíz debido al tizón sureño (causado por Cochliobolus maydis, 
anamorfosis Bipolaris maydis). Muchas enfermedades en plantas causan pérdidas anuales menos 
dramáticas pero a nivel mundial, se constituyen en pérdidas considerables a los agricultores y 
pueden reducir los valores estéticos de plantas utilizadas en jardines. 
La meta del manejo de enfermedades en plantas es la de reducir el daño económico y 
estético causado por ellas. Tradicionalmente esto se ha denominado como control de 
enfermedades en plantas, pero los valores sociales y ambientales actuales estiman “control” como 
un término absoluto y muy rígido. De este cambio de actitud se han dado como resultado 
enfoques más multifacéticos al manejo de enfermedades y manejo integrado de enfermedades. 
Medidas, a menudo severas y únicas, como son la aplicación de pesticidas, fumigación de suelos o 
quemas ya no se encuentran en uso (no es tan estricto en nuestro país). Es más, los 
procedimientos del manejo de enfermedades están frecuentemente determinados por la 
predicción o modelos de enfermedades, más que basado por un calendario de actividades o de 
una simple recomendación (ídem). 
El manejo de enfermedades puede visualizarse como proactivo mientras que el control de 
enfermedades es reactivo, aunque resulta a menudo difícil distinguir entre estos dos conceptos, 
especialmente en la aplicación de medidas específicas. 
Esta publicación muestra una visión general de algunos de los métodos, medidas, 
estrategias y tácticas utilizadas en el control o manejo de enfermedades en plantas. Aquí no se 
tratarán programas específicos de manejo para enfermedades, ya que siempre existen variaciones 
de acuerdo con las circunstancias específicas de cada cultivo, por ejemplo, su localización, 
severidad de la enfermedad, regulaciones y otros factores. La mayoría de los estados tienen una 
agencia tal como el Servicio de Extensión Agrícola o el Departamento de Agricultura que formula y 
promulga las recomendaciones de manejo de enfermedades para cada lugar. La intervención de 
estas agencias es especialmente importante cuando las prácticas incluyen componentes regulados 
como lo son el uso de ciertos pesticidas o la existencia de cuarentenas. Se pueden encontrar 
procedimientos de manejo de enfermedades para algunos cultivos en particular en APSnet, Centro 
de Educación, Lecciones en línea de Enfermedades en Plantas. 
Las prácticas de manejo de enfermedades en plantas se basan en anticipar la incidencia de 
la enfermedad y de atacar puntos vulnerables en el ciclo de la enfermedad (por ejemplo, puntos 
débiles en la cadena de infección). Por ello se requiere de un diagnóstico adecuado de la 
enfermedad para identificar el patógeno, el cual es el objetivo real de cualquier programa de 
manejo de una enfermedad. Para un manejo efectivo de cualquier enfermedad es esencial un 
entendimiento exhaustivo del ciclo de la enfermedad, incluyendo los factores climáticos y 
ambientales que influyen en dicho ciclo y de las necesidades de manejo cultural que la planta 
requiere. 
Las muchas estrategias, tácticas y técnicas utilizadas en el manejo de enfermedades 
pueden ser agrupadas bajo uno o más principios de acción muy amplios en el sentido de la 
palabra. Las diferencias entre los diferentes principios no son muy claras. El sistema más simple 
consiste de dos principios, prevención (profilaxis en algunos escritos anteriores) y terapia 
(tratamiento o cura). 
El primer principio (prevención) incluye tácticas de manejo de enfermedades que son 
aplicadas antes de la infección (en otras palabras, la planta es protegida de la enfermedad), el 
segundo principio (terapia o acción curativa) funciona con cualquiera medida aplicada después de 
que la planta ha sido infectada (es decir, la planta es tratada para la enfermedad). Un ejemplo del 
primer principio es la aplicación de cuarentenas para prevenir la introducción de un agente causal 
de una enfermedad (patógeno) dentro de una región en donde no ha incidido previamente. 
El segundo principio se puede ilustrar con los tratamientos térmicos o químicos de 
material vegetativo tales como bulbos, cormos, y estacas, para eliminar hongos, bacterias, 
nematodos y virus que se hayan establecido dentro del material vegetal. La quimioterapia es la 
aplicación de químicos a una planta infectada o enferma para detener (ejemplo, erradicar la 
infección). Aunque se han efectuado diversos intentos para utilizar la quimioterapia, en muy pocos 
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casos han tenido éxito. En unas cuantas enfermedades en ornamentales o árboles de gran valor, 
la quimioterapia ha servido como un factor de contención que debe ser repetido a ciertos 
intervalos de uno a varios años. Por ejemplo, se han efectuado infusiones de antibióticos en 
plantas para reducir la severidad de enfermedades causadas por fitoplasmas en palmas 
(amarillamiento letal) y en peras (declinación del peral) y fungicidas han sido inyectados en árboles 
de olmos para reducir la severidad de la enfermedad holandesa del olmo (causada 
por Ophiostoma ulmi) (Figura 1), pero en todos estos casos el químico terapéutico debe ser 
reaplicado periódicamente. Existen también algunos fungicidas tales como los inhibidores de la 
biosíntesis de esteroles (IBE) (SBI, en inglés) e inhibidores de la dimetilación (ID) (DMI, en inglés) 
que se difunden dentro de los tejidos de las plantas hasta cierta extensión y eliminan a las 
infecciones establecidas de tiempo reciente. 
 
 
 
 
 
 
 
Una de las primeras propuestas efectuada por H. H. Whetzel incluía a cuatro principios 
generales de control, exclusión, erradicación, protección e inmunización (este último principio se 
le denomina más adecuadamente como resistencia, ya que las plantas no presentan un sistema 
inmunológico en el mismo sentido que el que presentan los animales). Estos principios han sido 
ampliados o alterados en cierta medida por otros autores. Ellos todavía son válidos y se les detalla 
aquí, aunque los estudiantes deberían investigar otros sistemas tales como los propuestos por 
Gäumann, Sharvelle, o La Academia Nacional de Ciencias y utilizar aquel o aquellos que crean 
pueda ser aplicable. Los anteriores y otros principios de control se discuten en Maloy, Plant 
Disease Control (1993) citado en las referencias generales de esta lección. 
 
EXCLUSIÓN 
Este principio se define como cualquier medida que se toma para prevenir la introducción de un 
agente causal de enfermedad (patógeno) dentro de una región, finca o plantación. La estrategia 
básica asume que la mayoría de los patógenos solo pueden movilizarse distancias cortas, sin la 
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ayuda de agentes tales como el ser humano u otros vectores y que las barreras naturales tales 
como océanos, desiertos y montañas crean obstáculos a su diseminación natural. En muchos casoslos patógenos son diseminados con su planta huésped o con el suelo, material de empaque o 
contenedores. Desafortunadamente, las medidas de exclusión solo retardan la entrada del 
patógeno, aunque la exclusión puede proporcionar el tiempo suficiente para planificar cómo 
manejar el patógeno cuando finalmente incida. El tizón del trigo (causado por Tilletia indica) es un 
ejemplo de un patógeno que originalmente provino de la India y que se anticipó su llegada. Se 
tomaron las medidas necesarias para que prevenir su introducción, pero finalmente halló la 
manera de arribar a los Estados Unidos de América. La roya de la soya (causada por Phakopsora 
pachyrhizi) se le ha detectado recientemente en el sureste de Estados Unidos de América y se han 
tomado las medidas necesarias para prevenir una mayor diseminación. Debido a su capacidad 
destructiva, el Mal Sudamericano de la Hoja del Caucho (SALB, por sus siglas en inglés) (causado 
por Microcyclus ulei) es una enfermedad muy temida en la principal región productora de 
Indonesia. Dentro de los planes de contingencia se ha propuesto la defoliación química de los 
árboles de caucho con herbicidas si el patógeno es detectado. Se espera que esta medida pueda 
prevenir el establecimiento del patógeno en dicha región. 
Una estrategia importante y práctica para excluir fitopatógenos es la de producir semilla o 
material vegetativo de siembra libre de patógenos, a través de programas de certificación de 
semillas y de materiales vegetativos de propagación como es el caso en papa, uvas, frutales, y 
otros. Estos programas utilizan tecnologías que incluyen el aislamiento de áreas de producción, 
inspecciones de campo y remoción de plantas sospechosas para producir y mantener material de 
siembra libre de patógenos. La siembra de material libre de patógenos puede mejorarse mediante 
cultivo de tejidos y técnicas de micropropagación, al igual que se le puede mantener en lugares 
protegidos, cerrados, tal como invernaderos de malla, para excluir a los patógenos y a sus 
vectores. La exclusión puede obtenerse mediante prácticas tan simples como la limpieza del 
equipo agrícola (Figura 2), para remover restos de cosecha y suelo contaminado que pueden 
albergar patógenos tales como Verticillium, nematodos u otros organismos de suelo y así prevenir 
su introducción en campos no infestados. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
ERRADICACIÓN 
Este principio procura la eliminación del patógeno luego de su introducción en un área, 
pero antes de que se establezca o se disemine ampliamente. Este principio se puede aplicar a 
plantas individuales, lotes de semilla, campos o regiones, aunque generalmente no es efectivo en 
áreas geográficas grandes. Dos grandes intentos de erradicación de patógenos en los Estados 
Unidos de América fueron el caso del programa del nematodo dorado de la papa (Globodera 
rostochiensis) en Long Island, New York y el programa del cancro de los cítricos (causado 
por Xanthomonas axonopodis pv. citri y pv. aurantifolii) en Florida. Sin embargo, ninguno de estos 
intentos tuvo un éxito duradero. 
La erradicación del nematodo dorado involucraba la remoción de suelo infestado, la 
fumigación de estos suelos y eventualmente el abandono de los mismos para el desarrollo 
urbanístico y otros usos. La erradicación del cancro de los cítricos involucraba el quemado y 
remoción de árboles enfermos y en algunos casos la destrucción total de naranjales y viveros 
(Figura 3). La enfermedad pareció haberse detenido y el patógeno erradicado, pero la 
enfermedad reapareció y nuevos intentos de erradicación se están llevando a cabo. 
 
 
 
 
 
 
 
La erradicación puede practicarse a una escala más modesta como lo es la remoción de 
ramas de manzano y perales infectados con fuego bacteriano o chamuscado (Erwinia amylovora) o 
la poda de ramas para remover cancros de la roya vesicular del pino blanco (causado 
por Cronartium ribicola); o la clasificación y remoción de bulbos de flores enfermas, cormos o 
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rizomas. El tratamiento de semillas de cereales con agua caliente para eliminar el micelio del 
carbón en la semilla y el tratamiento térmico para eliminar virosis de yemas de frutales para su 
injerto, son otros ejemplos de erradicación de patógenos. 
Dos programas que en la actualidad se consideran como mecanismos de protección y no 
de erradicación de patógenos, son la erradicación del agracejo o berberis (Berberis vulgaris) para 
reducir la roya del tallo (causada por Puccinia graminis) del trigo y la erradicación de la uva o pasa 
de Corinto (Ribes sp.), para la prevención de la roya vesicular del pino blanco. La estrategia se basa 
en que al remover dichos hospederos alternos, se romperá el ciclo de estas enfermedades y podrá 
prevenirse la infección de los cultivos que son económicamente más valiosos. Se mencionan estos 
dos ejemplos ya que frecuentemente se citan como medidas de erradicación. Sin embargo, la roya 
del tallo del trigo se puede diseminar fácilmente a través de su estado de urediniospora en 
muchas regiones en donde se siembra este cultivo, aunque la eliminación del hospedero del 
estado de aecio, el agracejo (Berberis vulgaris), puede impedir o disminuir el desarrollo de razas 
patogénicas de esta roya. El hongo agente causal de la roya vesicular del pino blanco es perenne 
en el pino blanco (hospedero) y la erradicación de su hospedero alterno sólo protegerá a aquellos 
pinos que no han sido infectados, pero no necesariamente eliminará al patógeno del área o 
región. 
La erradicación se puede alcanzar también mediante la destrucción de malezas que son 
reservorios de diversos patógenos o de sus insectos vectores (Figura 4). La eliminación de 
desechos amontonados de papa (Figura 5) es un método efectivo para la erradicación del inóculo 
del patógeno agente causal del tizón tardío en papa. 
 
 
 
 
 
 
 
La fumigación de suelos ha sido una estrategia de erradicación ampliamente utilizada. Esta 
tecnología involucra introducir químicos en su forma gaseosa, tales como disulfuro de carbono, 
bromuro de metilo o cloropicrina dentro del suelo para eliminar patógenos. Sin embargo, se 
pueden producir efectos secundarios adversos, tales como la eliminación de organismos 
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benéficos, la contaminación de aguas subterráneas, entre otros, lo que ha dado como resultado 
una menor confiabilidad o dependencia en este enfoque de manejo de enfermedades. Los 
fumigantes volátiles como el bromuro de metilo son inyectados en el suelo y sellados con una 
capa de plástico (Figura 6). Algunos fumigantes solubles en agua como el metam-sodio pueden 
inyectarse en el suelo que luego simplemente se compacta para sellarse (Figura 7). 
 
 
 
 
 
 
La rotación de cultivos es una estrategia usada frecuentemente para reducir la cantidad de 
un patógeno, usualmente un organismo del suelo, en un área de cultivo. La enfermedad conocida 
como “Take-All” (pudrición de la corona y raíz) del trigo (causada por Gaeumannomyces graminis) 
y el nematodo de quiste de la soya (Heterodera glycines) (Figura 8) son dos ejemplos de 
enfermedades cuyo inóculo proviene del suelo y que se manejan fácilmente mediante rotaciones 
cortas de uno o dos años, respectivamente, aparte de cultivos susceptibles, que en el caso de 
“Take-All” puede incluir malezas hospederas susceptibles al patógeno como son los pastos. 
 
 
 
 
 
 
 
El quemado es una medida efectiva de erradicación de patógenos y a menudo es 
requerido por la ley para deshacerse de los árboles de olmo enfermos afectados por la 
Enfermedad Holandesa del Olmo (DED, por sus siglas en inglés) (Figura 9),árboles de cítricos 
infectados por el cancro bacteriano de los cítricos (Figura 3) o de campos de frijol infectados por la 
bacteria que causa el tizón del halo (Pseudomonas syringae pv. phaseolicola). El flameado con 
propano puede destruir de manera efectiva a los microesclerocios de Verticillium en tallos de 
plantas de menta (Figura 10, y el flamear tallos de papa, previo a la cosecha, puede prevenir la 
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infección del tubérculo por parte del patógeno agente causal del tizón tardío de la papa (Figura 
11). Sin embargo, el quemar campos agrícolas es motivo de controversia debido a que las 
emanaciones de humo son motivo de preocupación para la salud y seguridad del ser humano y el 
medio ambiente. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Los estudiantes podrán notar que el principio de erradicación es un buen ejemplo de los 
conceptos conflictivos dentro de los principios generales de control debido a por lo menos dos 
razones. La primera es que algunos de los ejemplos citados anteriormente pueden ser ubicados 
fácilmente tanto bajo el principio de protección como el principio de erradicación. La segunda es 
que la erradicación completa de los patógenos, especialmente en áreas grandes, rara vez se 
alcanza. 
 
PROTECCIÓN 
Este principio depende del establecimiento de una barrera entre el patógeno y la planta huésped 
o de la parte susceptible de la planta huésped. A menudo se considera que esta barrera es de 
naturaleza química, por ejemplo un fungicida, bactericida o nematicida, pero también se pude 
considerar el caso de una barrera física o espacial o temporal. Las estrategias específicas 
empleadas asumen que los patógenos están presentes y que la infección ocurrirá si no se emplean 
medidas protectoras. Por ejemplo, en las plantaciones de banano, éstos se cubren con cubiertas 
plásticas tan pronto la fruta se desarrolla (Figura 12) para protegerla de diversas plagas incluidos 
los hongos que causan su pudrición. 
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La protección a menudo involucra algunas prácticas culturales que modifican al medio 
ambiente, tales como labranza, drenaje, irrigación o modificación del pH del suelo. También 
involucra cambios en la fecha y profundidad de siembra, espaciamiento entre plantas, podas y 
raleos u otras prácticas que permitan a las plantas escapar a la infección o reducir la severidad de 
una enfermedad. El levantamiento de la altura de las camas (Figura 13) para asegurar un buen 
drenaje de los suelos es un ejemplo de manejo cultural de enfermedades de plantas como son las 
pudriciones radiculares y de tallos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Los fungicidas han sido utilizados por más de cien años y aún continua el desarrollo de 
fungicidas nuevos. El Caldo Bordelés, un fungicida a base de sulfato básico de cobre, fue el primer 
fungicida ampliamente utilizado y hoy en día todavía se utiliza en diversas formas. Los primeros 
fungicidas eran elementos simples como el azufre o compuestos metálicos de cobre o mercurio, 
clasificados generalmente como fungicidas inorgánicos. Desde principios a mediados del siglo XX, 
se desarrollaron fungicidas orgánicos tales como el thiram, captan, y los bisditiocarbamatos. Estos 
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son fungicidas de amplio espectro, de contacto o protectores que controlan un amplio rango de 
enfermedades fungosas. A partir de la década de 1960 se desarrollaron los fungicidas “sistémicos”. 
La mayoría de ellos no son totalmente sistémicos en las plantas, presentan una movilidad limitada, 
usualmente translaminar y brindan algunos beneficios después de que ocurre la infección. Algunos 
de los fungicidas “sistémicos” se movilizan hacia arriba por la corriente vascular ascendente de la 
planta, pero actualmente sólo uno (Fosetyl-Aluminio) presenta distribución en ambas corrientes 
(tanto hacia arriba-xilema, como hacia abajo-floema), lo que determina sea un verdadero 
fungicida sistémico. Además de los fungicidas inhibidores de la biosíntesis de esteroles (IBE) (SBI, 
en inglés) e inhibidores de la dimetilación (ID) (DMI, en inglés) mencionados al inicio, un grupo 
reciente de fungicidas sistémicos son las estrobilurinas. Algunos fungicidas presentan un rango de 
actividad reducido y son utilizados primordialmente para el control de grupos específicos de 
enfermedades tales como los agentes causales de mildius vellosos, royas, carbones y mildius 
polvosos, mientras que otros son activos contra un más amplio rango de enfermedades. 
Una desventaja de estos fungicidas que presentan un rango reducido de acción es que su 
modo de acción está limitado a un sólo sitio en particular (esto es, su sitio de actividad específica 
está controlado por uno o pocos genes), por ello son más propensos a que se desarrollen casos de 
resistencia al fungicida por parte del patógeno. Se han desarrollado varias estrategias de manejo 
para enfrentar la resistencia a fungicidas. Entre ellas está la de mezclar fungicidas con diversos 
sitios de acción (múltiple y simple), alternar la aplicación de fungicidas con diferentes modos de 
acción, aplicación de fungicidas sólo cuando sea necesario, en vez de aplicaciones con base en 
calendario o recomendación, aplicar la dosis recomendada y no intentar recortar costos mediante 
la reducción de las cantidades establecidas del fungicida a aplicar. 
Los fungicidas pueden aplicarse por varios métodos: aspersores terrestres (Figura 14), 
avión (Figura 15) o mediante sistemas de irrigación, pero para que sean efectivos las aplicaciones 
deben efectuarse apropiadamente. Primero, el fungicida debe estar registrado legalmente para su 
uso en la planta involucrada y contra la enfermedad para la cual es objeto. Muchos químicos 
diferentes pueden estar registrados para el mismo cultivo o enfermedad. Si los diferentes 
fungicidas son similares en su efectividad, costo, facilidad de aplicación y seguridad, entonces el 
factor más crítico es cuando se debe aplicar el producto. Si se aplica muy temprano la mayoría del 
producto químico se desperdiciará antes de que pueda ser efectivo; si se aplica muy tarde, será 
ampliamente inefectivo. Los beneficios de una aplicación adecuada de los fungicidas es a menudo 
impactante (Figura 16). La distribución de las gotitas de la aspersión es importante; entre más fina 
es la aspersión, más completa es la cobertura en la superficie de la planta (Figura 17). Sin 
embargo, gotitas muy pequeñas forman una nubecilla que es desplazada fácilmente por el viento. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Muchas prácticas culturales pueden modificarse para manejar la incidencia, intensidad o 
severidad de las enfermedades en plantas. Ésto incluye la selección de lugares adecuados para la 
siembra de cultivos, labranzas apropiadas para enterrar residuos de plantas infestadas por 
patógenos, rotación con cultivos no susceptibles, selección de material de siembra libre de 
patógenos, orientación de la siembra para mejorar la exposición a los rayos solares y corrientes de 
aire, poda y raleo para eliminar las fuentes de infección y mejorar la aireación dentro y alrededor 
de plantas susceptibles, manejo del agua tanto en la planta como en el suelo, nutrición adecuada, 
método de cultivo apropiado para mejorar el crecimiento de las raíces y evitar daños a las plantas 
y procedimientos sanitarios para eliminarlas fuentes de inóculo. 
El control biológico involucra el uso de un organismo vivo para controlar a otro y esta 
tecnología de manejo ha recibido mucha atención en épocas recientes. Sin embargo, el número 
de agentes biológicos registrados para su uso es relativamente pequeño, su éxito ha sido limitado 
y su aplicación se ha restringido para cultivos manejados intensivamente, de alto valor económico 
como lo son plantas en invernaderos. Dos ejemplos de un control biológico efectivo son el uso del 
hongo Peniophora gigantea inoculado en tocones de árboles para prevenir la infección de árboles 
adyacentes por parte del hongo agente causal de la pudrición de la madera Heterobasidion 
annosum, y la aplicación de la bacteria no patogénica (ejemplo, no produce tumores o agallas) 
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Agrobacterium radiobacter a frutales antes de su siembra para prevenir la infección por parte de 
la bacteria que causa la agalla de corona (Agrobacterium tumefaciens). 
 
RESISTENCIA 
Si se dispone de plantas de cualidades satisfactorias, adaptadas a las condiciones de la región en 
donde se van a plantar y con adecuados niveles de resistencia duradera a las enfermedades, el uso 
de estas plantas resistentes sería el método ideal para manejar las enfermedades en plantas. El 
uso de plantas resistentes a enfermedades elimina la necesidad de esfuerzos adicionales para 
reducir las pérdidas causadas por enfermedades, a menos que adicionalmente estén presentes 
otras enfermedades. Las plantas resistentes se obtienen con métodos estándares de 
mejoramiento mediante selección y/o hibridación. Unas cuantas líneas resistentes a 
enfermedades han sido obtenidas mediante la inducción de mutaciones utilizando rayos X o 
químicos. Existe también el interés por los químicos denominados “activadores de plantas” que 
inducen las respuestas de defensa de las plantas llamadas “resistencia sistémica adquirida” (SAR, 
por sus sigla en inglés) y resistencia inducida (ISR, por sus siglas en inglés). Recientemente, se han 
desarrollado plantas resistentes a través del uso de ingeniería genética (ejemplo, resistencia al 
virus de la mancha de anillo de la papaya (Papaya ringspot virus, en inglés). 
La selección de plantas resistentes involucra someterlas a niveles altos de presión de la 
enfermedad (Figura 18) y la utilización de las plantas que sobrevivan como una fuente de 
resistencia a enfermedades. Las plantas que sobreviven a dicha presión a menudo presentan 
resistencia genética que puede ser utilizada directamente mediante propagación o como fuentes 
de resistencia para desarrollar plantas resistentes que también posean las cualidades requeridas 
del cultivo. La hibridación es una táctica, en la cual una planta que tiene las cualidades 
agronómicas u hortícolas deseadas, se cruza con una planta que es resistente, la cual puede o no, 
presentar otras características deseables tales como tamaño, rendimiento, estética, u otros. 
 
 
 
 
 
 
 
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El “escape” a una enfermedad ocurre cuando plantas susceptibles no se enferman por 
alguna razón. Esto puede deberse a algún carácter anatómico o físico que evita el proceso de 
infección, tales como la presencia de vellosidades en la hoja, cutícula gruesa o estomas 
modificados. También puede deberse a factores ambientales no adecuados para el desarrollo de la 
enfermedad. Aunque el escape a enfermedades basado en alguna característica anatómica es útil 
ocasionalmente, el escape frecuentemente complica el proceso de desarrollar plantas resistentes. 
El desarrollo de plantas resistentes a enfermedades ha sido relativamente exitoso con 
plantas anuales y bienales, pero menor en el caso de plantas perennes, debido primordialmente al 
período de tiempo más prolongado que se requiere para desarrollar y evaluar a la progenie. En 
plantas perennes leñosas tales como ornamentales, forestales y frutales ha sido especialmente 
difícil el desarrollo de resistencia a enfermedades que sea de utilidad por parte de los 
fitomejoradores. Por ejemplo, el Chancro del Castaño y la Enfermedad Holandesa del Olmo han 
devastado dos árboles nativos valiosos. En ambos casos se han dado grandes intentos para 
desarrollar árboles resistentes, usualmente mediante la producción de híbridos con árboles de 
castaños u olmos exóticos, obteniéndose algunas selecciones resistentes. Desafortunadamente, 
dichas selecciones carecen de cualidades deseables, tales como el sabor de la nuez o la morfología 
de los árboles con características distintas a la de los árboles nativos. Otra enfermedad introducida 
que ha impactado a árboles nativos es la roya vesicular del pino blanco. Se ha dado un gran 
esfuerzo por más de 50 años, en la selección y mejoramiento de pinos resistentes a esta roya 
dentro de la población sobreviviente. En la actualidad se están sembrando estos árboles en 
programas de reforestación, pero tomará otros 50 años o más, cuando estos árboles hayan 
madurado y estén en su etapa de producción de madera, para conocer si el programa fue exitoso. 
El desarrollo de resistencia ha sido de mayor éxito contra patógenos fungosos más especializados 
como lo son las royas, (Figura 19), tizones, mildiu polvoso y los virus, pero de menor éxito en el 
caso de patógenos generales como muchos agentes causales de quemazones, úlceras, pudriciones 
radiculares y manchas foliares. 
 
 
 
 
 
 
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El mayor problema con plantas genéticamente resistentes es que su continuo uso puede 
seleccionar al patógeno haciéndolo virulento (para dicho hospedero). De esta manera muchos 
programas de mejoramiento se tornan en procesos continuos para desarrollar líneas de plantas 
resistentes. La resistencia a enfermedades transmitida por un gen dominante algunas veces se le 
denomina resistencia cualitativa o específica y es de una raza-específica. Este tipo de resistencia a 
menudo es inestable y el surgimiento de una raza patogénica que pueda atacar a un determinado 
genotipo puede superar totalmente a esta clase de resistencia. La resistencia cuantitativa o 
resistencia general se deriva de la acción de muchos genes para resistencia con efectos aditivos 
que proporcionan una resistencia más estable (o duradera) a los patógenos. 
Existen varias estrategias para minimizar el desarrollo de razas virulentas y fallas en la 
resistencia. Entre estos se incluyen: métodos de liberación de genes, en donde plantas 
genéticamente diferentes se intercalan regionalmente para evitar un monocultivo genético o se 
siembran mezclas de cultivares que poseen composiciones genéticas diferentes para asegurar que 
algún componente del cultivo sea resistente a la enfermedad. 
Una técnica reciente y controversial en el desarrollo de plantas resistentes a 
enfermedades es la inserción de genes de otros organismos dentro de las plantas para transmitir 
alguna característica. Por ejemplo, se han insertado genes de la bacteria Bacillus 
thuringiensis dentro de las plantas para protegerlas contra el ataque de insectos. A las plantas que 
se les han insertado estos genes se les denomina organismos genéticamente modificados (OGM) 
(GMOs, en inglés), los cuales han sido causa de preocupación ya que características no conocidas y 
quizás perjudiciales, como alergénicos imprevistos han podido transferirse a las plantas nuevas 
producidas. Sin embargo, cualidades imprevistas e indeseables, también pueden transmitirse 
mediante técnicas convencionales de fitomejoramiento. El cultivar de papa “Lenape” se desarrollóen parte porque era resistente al Virus A de la Papa y a la infección del tizón tardío de los 
tubérculos. Luego de que fue liberado se descubrió que los tubérculos contenían niveles muy altos 
de solanina, un alcaloide tóxico. El cultivar de trigo “Paha” presentaba resistencia a la roya 
estriada (causada por Puccinia striiformis), pero también era muy susceptible al carbón de la 
bandera (causado por Urocystis agropyri). Ambos cultivares, desarrollados mediante métodos 
convencionales de mejoramiento, rápidamente fueron sacados de producción. Existe mucho 
interés en la ingeniería genética de plantas resistentes a enfermedades, y este tipo de manejo ha 
sido algo exitoso con varias virosis, el más conocido es el caso del virus de la mancha de anillo de 
la papaya (Figura 20). Este enfoque de manejo de enfermedades en plantas es muy probable que 
sea lo que más se extienda, especialmente para cultivos que se siembran ampliamente tales como 
el trigo, maíz, soya, arroz, a medida que se superen los obstáculos sociales, legales y económicos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
MANEJO INTEGRADO DE ENFERMEDADES 
El Manejo Integrado de Enfermedades (MIE) (IDM, por sus siglas en inglés) es un concepto 
que proviene del sistema exitoso denominado Manejo Integrado de Plagas (MIP) (IPM, por sus 
siglas en inglés), desarrollado por los entomólogos inicialmente para el control de insectos y 
ácaros. En la mayoría de los casos el Manejo Integrado de Enfermedades consiste del monitoreo, 
con aplicaciones a tiempo de una combinación de estrategias y tácticas. Éstas pueden incluir la 
selección de sitios y preparación, uso de cultivares resistentes, alteración de prácticas de siembra, 
modificación del ambiente mediante el uso de drenajes, irrigación, podas, raleos, sombreados, 
otros, y la aplicación de pesticidas, si es necesario. Pero en adición a estas medidas tradicionales, 
es importante en el esquema de manejo, el monitoreo de factores ambientales (temperatura, 
humedad, pH del suelo, nutrientes, otros), predicción de enfermedades y el establecimiento de 
umbrales económicos. Estas medidas deben ser aplicadas de un modo integrado y armónico, para 
maximizar los beneficios de cada componente. Por ejemplo, la aplicación balanceada de 
fertilizantes combinada con prácticas de irrigación ayuda a fomentar plantas vigorosas y sanas. Sin 
embargo, no todo el tiempo es fácil de alcanzar y el “manejo de enfermedades” se reduce al uso 
de una sola medida, exactamente igual a las que previamente se denominaron como “control de 
enfermedades”. Cualesquiera que sean las medidas que se decidan utilizar, estas deben ser 
compatibles con las prácticas culturales esenciales para el cultivo que se está manejando. 
 
REFERENCIAS 
Arneson, P. A. 2001. Plant Disease Epidemiology. 
Fry, W.E. 1982. Principles of Plant Disease Management. Academic Press, New York. 
http://www.apsnet.org/edcenter/advanced/topics/epidemiologytemporal/Pages/default.aspx
http://www.apsnet.org/edcenter/intropp/topics/Article Images/mngmt fig20span.jpg
Jacobsen, B. 2001. Disease Management. Pages 351-356 in: Encyclopedia of Plant Pathology, O.C. 
Maloy and T.D. Murray, eds. Wiley, New York. 
Maloy, O.C. 1993. Plant Disease Control: Principles and Practice. Wiley, New York. 
Maloy, O.C. and A. Baudoin. 2001. Disease Control Principles. Pages 330-332 in: Enclyclopedia of 
Plant Pathology. O.C. Maloy and T.D. Murray, eds. Wiley, New York. 
The author thanks Drs. Debra Inglis and Tim Murray for providing and scanning pictures and for 
reviewing the manuscript. 
El autor desea expresar su agradecimiento a Drs. Debra Inglis y Tim Murray por facilitarle y 
escanear figuras, además de revisar este manuscrito.

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