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Casas,	Adrián
Ejercicio	y	deportes	en
prevención	y	tratamiento	de	la
obesidad
EN:	R.	Peidro.	(2022).	Cardiología,	ejercicio	y	deportes.	Ciudad
Autónoma	de	Buenos	Aires	:	Journal.	pp.	104-116
Casas,	A.	(2022).	Ejercicio	y	deportes	en	prevención	y	tratamiento	de	la	obesidad.	EN:	R.
Peidro.	Cardiología,	ejercicio	y	deportes.	Ciudad	Autónoma	de	Buenos	Aires	:	Journal.	pp.
104-116.	En	Memoria	Académica.	Disponible	en:
https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.5384/pm.5384.pdf
Información	adicional	en	www.memoria.fahce.unlp.edu.ar
Esta	obra	está	bajo	una	Licencia	Creative	Commons
Atribución-NoComercial-CompartirIgual	4.0	Internacional
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Capítulo 9. 
Ejercicio y Deportes en prevención y tratamiento de la obesidad. 
 Adrián Casas (PhD) 
 
1. Introducción. 
La inactividad física es la cuarta causa de mortalidad global, alcanzando al 60% de la 
población mundial, además, está estrechamente relacionada con el sobrepeso y la 
obesidad(1). Consecuentemente, la suma de inactividad física, sobrepeso y obesidad 
configura la tormenta perfecta, cuyo resultado es el incremento de los factores de riesgo 
cardiovasculares y metabólicos, en particular, el desarrollo de ateroesclerosis, diabetes 
de tipo 2 y síndrome metabólico (2). 
En Argentina, el 61,6% de la población está por encima de su peso saludable (36,2% 
tiene sobrepeso y 25,4% obesidad), según los datos de la última Encuesta Nacional de 
Factores de Riesgo. Mientras que, en Latinoamérica, 1 de cada 4 habitantes es obeso. 
La evidencia científica demuestra que la práctica regular del ejercicio y la actividad 
física produce efectos positivos sobre la salud (3). Los beneficios de la actividad física 
para controlar el peso corporal en valores saludables y reducir la adiposidad, han sido 
demostrados en diversos estudios(4–7). También, el ejercicio sin inducir pérdida de 
peso, provoca un conjunto de efectos clínicos muy significativos sobre la salud, 
reduciendo los factores de riesgo cardiovasculares y metabólicos y la mortalidad(6,8). 
Un programa de intervención integrado e interdisciplinario, basado en nutrición y 
actividad física saludable, ejercicio programado y terapia cognitiva-conductual, sería la 
herramienta más efectiva para abordar el tratamiento de la obesidad(9). 
En este capítulo, nos referiremos principalmente al uso de los programas de ejercicio 
para prevenir y tratar el sobrepeso y la obesidad. Comenzaremos por describir los 
conceptos básicos y sus interrelaciones. Luego, precisaremos los mecanismos y efectos 
fisiológicos de acción, y haremos una revisión de la evidencia científica basada en 
estudios de metaanálisis. Finalmente, describiremos los componentes de un programa 
de ejercicio y propondremos un esquema de intervención basado en la evidencia. 
 
2. Terminología, conceptos e interacciones fundamentales. 
Los términos actividad física, ejercicio y deporte expresan conceptos diferentes que a 
menudo son empleados como sinónimos. Es preciso definir estos conceptos para 
comprender sus diferencias y analizar sus implicancias y alcances sobre la salud. 
La actividad física es todo movimiento corporal producido por acción de los músculos 
esqueléticos que implica gasto de energía. Está compuesta por las tareas laborales, 
hogareñas, práctica de ejercicio, deporte y otras, realizadas durante el día. El ejercicio es 
una categoría dentro de la actividad física, que se define como un conjunto de 
movimientos corporales planificados, estructurados y sistemáticos con el objetivo de 
desarrollar y/o mantener la aptitud física (10). El deporte, en cambio, es un subconjunto 
de ejercicios, realizados individualmente o como parte de un equipo en donde los 
participantes tienen un objetivo definido (11). 
Conviene enfatizar que el ejercicio conlleva implícito una intención, actuar sobre la 
aptitud física positivamente y para concretarlo debe ser programado y estructurado. La 
aptitud física es la capacidad de realizar tareas diarias, sin fatiga excesiva y con reservas 
de energía para disfrutar de actividades de tiempo libre (12). Esta concepción, expresa 
la disponibilidad corporal o grado de rendimiento que tiene una persona frente a 
determinados contextos y tareas. La aptitud física está conformada por componentes 
fisiológicos (aptitud muscular; aptitud cardiovascular; composición corporal y 
flexibilidad) y por habilidades (equilibrio, coordinación, agilidad, velocidad y reacción). 
Los estudios y documentos científicos de consenso internacionales (13–16) han 
consolidado en las últimas tres décadas, un concluyente cuerpo de evidencia relacionada 
con los efectos, fundamentos e intervenciones de la actividad física y el ejercicio sobre 
la salud. De forma similar, estudios recientes (17–19) analizaron estos efectos y 
fundamentos en relación con la práctica del deporte. 
En consecuencia, la práctica frecuente de actividad física es un comportamiento 
importante para la salud individual y poblacional. Desde una perspectiva biológica, la 
actividad física puede reducir el riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares y 
metabólicas debido a una amplia variedad de efectos y mecanismos precisos de acción. 
La actividad física reduce todas las causas de mortalidad (~31%) en adultos de ambos 
sexos y en mayores de 65 años (~44%), independientemente de la adiposidad corporal 
(16). El término actividad física resulta muy genérico e impreciso si no está relacionado 
con la intensidad, el tipo de tarea y la duración. En la figura 9.1, se observan ejemplos 
de actividad física de baja, moderada y alta intensidad como los clasificó Ainsworth y 
col.(20) y sus efectos sobre la salud. Los requerimientos saludables de actividad física 
se logran con 150 a 300 minutos por semana de actividades de moderada a alta 
intensidad (21), que pueden incluir actividad física, ejercicio y deportes. Por debajo de 
este umbral saludable, la tasa de actividad física es insuficiente y sus efectos sobre la 
salud disminuyen peligrosamente hasta alcanzar el comportamiento sedentario, asociado 
a la inactividad física y el desarrollo de estados celulares mórbidos. 
Figura 9.1. Actividad física, intensidad y efectos sobre la salud. 
 
Finalmente, es importante precisar la interacción entre dos conceptos, el de actividad 
física y el de aptitud física. El primero se refiere a un comportamiento, mientras que el 
otro al resultado obtenido. El desarrollo de programas de ejercicio incrementa y 
mantiene niveles saludables de aptitud física. Mientras que la actividad física no incidirá 
necesariamente sobre la aptitud física. La evidencia científica demuestra que la práctica 
regular de ambos (ejercicio y actividad física) producen efectos positivos sobre la 
salud(3). 
3. Mecanismos, efectos y evidencia científica del ejercicio en el sobrepeso y la 
obesidad. 
Las tareas cotidianas, laborales y actividades de tiempo libre no implican el uso del 
cuerpo según sus requerimientos biológicos esenciales, los niveles de actividad física 
son insuficientes y, por ello, aumenta la prevalencia de enfermedades crónicas y el 
riesgo de mortalidad (1,22). 
La actividad física encierra dos claves para la salud, por un lado, el gasto energético que 
implica y por otro, la actividad muscular que promueve, desarrollando y conservando la 
fuerza motriz. Tradicionalmente, los distintos profesionales de la salud han 
recomendado durante varias décadas, inequívocamente, el ejercicio denominado 
“aeróbico” o cardiovascular como componente central de los programas de ejercicio 
para la salud de la población. Es importante advertir que tanto los ejercicios “aeróbicos” 
como los ejercicios “de fuerza” son igualmente eficaces para promover beneficios en la 
salud (16,23,24). 
El músculo esquelético juega un papel esencial en el campo de la salud y la enfermedad 
(25). Muchas de las patologías crónicas actualesse originan en la pérdida de la 
capacidad funcional muscular. Las poblaciones con obesidad desarrollan alteraciones en 
las propiedades estructurales, neuromusculares y contráctiles del músculo esquelético 
(26) y éstas incrementan drásticamente el riesgo de morbimortalidad. Por lo tanto, la 
importancia de conservar la masa muscular, sus niveles de fuerza y resistencia como su 
función metabólica, en todas las etapas de la vida, es clave para el bienestar y la salud. 
El músculo esquelético es un tejido mecánico, necesita del movimiento y por lo tanto, la 
contracción muscular regular (ejercicio) es vital para su mantenimiento saludable. El 
paso del tiempo y/o la ausencia de entrenamiento de fuerza son los factores directos del 
deterioro de la función muscular, induciendo pérdida de fuerza (dinapenia) y de tejido 
muscular (sarcopenia), ambos procesos configuran el envejecimiento muscular. Con el 
avance de la edad y/o sin entrenamiento de fuerza muscular, se pierde alrededor de 
1,4% de fuerza por año. 
Figura 9.2. Mecanismo de acción del ejercicio. 
 
En la figura 9.2, se describen los mecanismos fisiológicos implicados en el ejercicio. La 
actividad contráctil provoca la alteración del equilibrio celular mediante la carga 
mecánica y/o metabólica del ejercicio, al mismo tiempo que activa fisiológicamente a 
las mitocondrias musculares. Es así como se incrementan los niveles moleculares del 
complejo enzimático AMPK (proteína quinasa activada por AMP) y se aceleran los 
procesos celulares de uso y resíntesis de energía (ATP), simultáneamente se activan una 
gran cantidad de moléculas intracelulares que desencadenan efectos agudos saludables. 
Este mecanismo, es clave para la configuración del ejercicio en cuanto a la especificidad 
de los efectos que buscamos desarrollar (nos ocuparemos de ello en el apartado los 
programas de ejercicio como herramienta de intervención). 
Los beneficios de la actividad física para controlar el peso corporal en valores 
saludables y reducir la adiposidad han sido demostrados en diversos estudios (4,6,7,27). 
También, otras investigaciones (28,29) demostraron efectos significativos sobre la salud 
en pacientes con sobrepeso y obesidad, sin cambios en el peso corporal. Barry y col.(8) 
estudiaron la asociación entre aptitud cardiovascular, el estatus de peso corporal y la 
mortalidad. Los resultados señalaron que todos los grupos con menor aptitud CV, 
independientemente de la adiposidad, tenían el doble de riesgo de mortalidad respecto a 
los grupos con mayor aptitud CV. Además, los grupos con sobrepeso u obesidad y 
aptitud CV alta, presentaron un riesgo de mortalidad similar al grupo con peso saludable 
y aptitud CV alta. Estos resultados fortalecen la premisa de no centrarse en la pérdida de 
peso, como objetivo primario, sino en desarrollar su aptitud física. 
La evidencia actual sugiere que poner el foco sólo en la pérdida de peso graso es un 
error (28). El tratamiento más eficaz de la obesidad se configura a partir de modificar el 
comportamiento sedentario y convertirlo en un comportamiento activo, incrementando 
los niveles de actividad física, promoviendo una alimentación saludable y desarrollando 
programas de ejercicio como mediadores de efectos clínicos. El desarrollo de este 
comportamiento y de la aptitud física, constituye un proceso más que un evento en 
particular. 
La figura 9.3, basada en las recomendaciones del ACSM (2007 y 2009) expone el 
volumen de actividad física, con moderada a alta intensidad, relacionado con diferentes 
objetivos y para poblaciones con sobrepeso y obesidad. Podemos observar que el 
volumen mínimo (150 minutos/semana) de actividad con moderada/alta intensidad 
provoca cambios clínicos positivos sin afectar el peso adiposo. Mientras que, para 
reducir el peso adiposo, es necesario realizar 3 volúmenes mínimos (450 
minutos/semana). 
Figura 9.3. Volumen semanal de actividad física para diferentes objetivos. 
 
En definitiva, las personas con sobrepeso y obesidad que realizan programas de 
ejercicio, se benefician con dos tipos de efectos: 1) clínicos (aumento de sensibilidad a 
la insulina, disminución de proteínas inflamatorias y de la glucemia, normalización de 
la tensión arterial, mejoramiento de la función endotelial y de las dislipemias, 
incremento de la función mitocondrial, aumento de la aptitud muscular y cardiovascular 
y otros) y, 2) antropométricos (reducción de la adiposidad corporal total, disminución 
del tejido adiposo visceral e incremento de la masa muscular). Por supuesto, que un tipo 
de efecto y otro pueden ocurrir combinados y con diferente nivel de prevalencia, es 
decir, pueden producirse una gran cantidad de efectos clínicos con pequeña reducción 
del peso adiposo y viceversa. Los objetivos que plantee el programa de ejercicio 
determinarán el diseño de las cargas y el tipo de efecto predominante. 
Una de las estrategias más comunes para el tratamiento del sobrepeso y la obesidad ha 
sido producir un balance energético negativo, es decir, disminuir la ingesta calórica e 
incrementar la actividad física. La disminución del gasto diario de energía puede no ser 
la causa primaria de la obesidad, pero esto no significa que la actividad física y el 
ejercicio no tengan un rol importante en el control del peso adiposo y el equilibrio de la 
energía. Una serie de investigaciones realizadas a fines de la década del 50, postuló la 
hipótesis que la ingesta calórica diaria podía ser regulada mediante la actividad física, 
de este modo los sujetos más activos ingerían menos calorías diarias. El estudio de 
Shook y col.(30) analizó la relación entre ingesta calórica diaria, actividad física, 
apetito y ganancia de peso durante 1 año en adultos desentrenados. Los resultados 
confirman que los participantes con niveles más bajos de actividad física diaria 
presentaron mayor ingesta calórica, más apetito y una mayor ganancia de peso durante 1 
año. Los investigadores establecieron un umbral de actividad física para esta respuesta 
en 7100 pasos/día. 
Con relación a la práctica deportiva y sus efectos sobre la salud, un interesante y 
reciente (2019) estudio de revisión(11) analizó los efectos de la práctica deportiva sobre 
la salud de la población. En sus resultados, los investigadores destacan que el deporte, 
debido al componente de ejercicio que tiene, produce beneficios físicos y psico-sociales 
relevantes para la salud. Las poblaciones deportivas son más activas y, por ende, más 
sanas. En la misma dirección, Krustup y Parnell (2019) publicaron “El fútbol como 
medicina”, el primer libro que examina rigurosamente los efectos de la práctica 
sistemática del fútbol sobre los sistemas cardiovascular, metabólico y músculo-
esquelético. Los autores proponen el uso del deporte como estrategia de salud pública y 
aportan investigaciones en diversas poblaciones (infantiles, pacientes con diabetes tipo 
2, pacientes con cáncer, personas con problemas de salud mental y con deficiencias 
sociales y adultos mayores). Destacan que el fútbol es un tipo de entrenamiento efectivo 
e intenso, que combina desarrollo de fuerza, resistencia y entrenamiento interválico de 
alta intensidad, con amplios efectos sobre la función cardíaca, presión arterial, masa 
grasa, colesterol, fuerza muscular, equilibrio postural y mineralización ósea. Es muy 
importante señalar que los autores se refieren a un nuevo concepto del uso del deporte, 
que denominan “fútbol fitness” y que implica una configuración diferente de sus 
programas de entrenamiento. 
Además, debemos considerar, que la práctica deportiva de adultos con sobrepeso, podría 
aumentar el riesgo de lesiones. Es aconsejable motivar y promover la actividad 
deportiva, pero a partir de un programa progresivo, que desarrolle los componentes de 
la aptitud física para prevenir los riesgos. El deporte puede practicarse saludablemente 
luego de promover el desarrollo de la aptitud cardiovascular, muscular y la flexibilidad. 
A continuación, revisaremosla evidencia científica relacionada con los programas de 
actividad física y ejercicio en poblaciones con sobrepeso y obesidad. 
-Programas con restricción calórica más ejercicio. 
Un estudio de metaanálisis(31) comparó los efectos de ocho intervenciones sobre la 
reducción del peso corporal, en pacientes con sobrepeso y obesidad. Los resultados 
relacionados con los efectos de la dieta (D) versus dieta más ejercicio (D+E), señalan 
que la reducción del peso corporal fue mayor en el grupo (D+E) -7,8 ± 5,2 Kg respecto 
al grupo (D) -3,7 ± 4,3 Kg luego de 6 meses de intervención. 
El metaanálisis de Schwingshackl y col.(32) evaluó la eficacia a largo plazo (> 12 
meses) de: (D+E) versus (D); (D+E) versus ( E) y (D) versus ( E), sobre variables 
antropométricas y factores de riesgo cardiovasculares, en participantes con sobrepeso y 
obesidad. Los resultados señalan que (D + E) es altamente recomendado para el manejo 
de la obesidad a largo plazo. Además, la evidencia sugiere una superioridad moderada 
de (D) sobre (E) con respecto a los resultados antropométricos. 
Otro metaanálisis(33) comparó el efecto de (D) versus (D+E) versus (E) durante una 
intervención de 12 meses, sobre pacientes mujeres post-menopaúsicas y con sobrepeso 
y obesidad. Los resultados señalaron que todas las intervenciones produjeron reducción 
significativa del peso corporal (D -7,1 kg; E -2,0 kg y D+E -8,9 kg), destacándose como 
resulta evidente (D+E). 
El estudio de Said y col.(9) analizó el efecto de tres intervenciones para la reducción del 
peso corporal: dieta; dieta más ejercicio aeróbico (EA) y dieta más ejercicio de fuerza 
(EF), en adultos jóvenes con sobrepeso y obesidad. La duración del estudio fue de 16 
semanas. En las 4 semanas iniciales, todos los participantes fueron orientados y 
motivados respecto a cambios de comportamiento y nutrición saludable. En las 12 
semanas siguientes, se desarrolló el programa de intervención en cada grupo. Los 
resultados sobre la reducción del peso corporal fueron: D -6,03±2,08Kg; D+EA -
10,05±2,3Kg; D+EF -9,37±1,9Kg., señalando la prevalencia de la D+E como 
intervención. 
 
-Programas de ejercicio sin restricción calórica: Ejercicio aeróbico. 
El ejercicio ha sido considerado ineficaz para reducir el peso corporal, en pacientes con 
sobrepeso y obesidad, cuando no se combina con dieta. Esto es principalmente cierto si 
se utiliza el índice de masa corporal(IMC) para mensurar los efectos (27,34). Sin 
embargo, los estudios que utilizaron tomografía computada (TC) o resonancia 
magnética (RM), informaron eficacia del ejercicio, en especial para reducir la grasa 
visceral aún sin modificación significativa del peso corporal. 
Los programas de ejercicio sin restricción calórica reducen el peso corporal entre 3 y 
5% en adultos con sobrepeso y obesidad (35). El estudio de Ross y col.(28) analizó 
diversos trabajos en los cuales la reducción del peso corporal fue inferior a 3% pero la 
mejora clínica de los marcadores inflamatorios, del perfil de lípidos y de la sensibilidad 
a la insulina fue significativa. El ejercicio es el componente más importante para influir 
en el gasto de energía diario y potencialmente incidir en su equilibrio (36). La evidencia 
científica demuestra que el ejercicio induce pérdida de peso y ésta se incrementa aún 
más, junto a un plan de restricción calórica (27,37) . 
El estudio de metaanálisis de Verheggen y col.(38), demostró en forma independiente, 
la eficacia de la restricción calórica para la reducción del peso corporal, a la vez que el 
ejercicio fue más eficaz para reducir la grasa visceral. Además, los autores informaron 
hasta un 6% de reducción de grasa visceral, sin apreciar reducción del peso corporal. 
La revisión sistemática de Thorogood y col.(39) evaluó la eficacia aislada de programas 
de ejercicio aeróbico (de moderada intensidad) para la pérdida de peso en pacientes con 
sobrepeso y obesidad. La intervención se evaluó a los 6 y 12 meses, con reducción del 
peso corporal de -1,6kg y -1,7kg, respectivamente. Los investigadores concluyeron que 
la terapia de ejercicio se debe realizar junto con dieta para mejorar sus efectos sobre la 
obesidad. 
Distintas investigaciones estudiaron los efectos de programas de actividad física 
aeróbica basados en la caminata. En el año 2008, la doctora I Min Lee, publicó un 
artículo titulado, la importancia de caminar para la salud pública. Allí, precisa el efecto 
potencial que tiene caminar sobre la salud, considerando que se trata de una actividad de 
moderada intensidad (cuando se realiza entre 4,8 y 6,4Km/h), simple, económica y con 
baja/nula incidencia de lesiones. Los estudios científicos(16) confirmaron que la 
actividad física de moderada intensidad reduce todas las causas de mortalidad en 
adultos, independientemente de la adiposidad corporal. Esta evidencia es concluyente en 
afirmar que la caminata “rápida” (4,8 a 6,4 km/h) es un punto de partida esencial para el 
comportamiento activo. 
En general, los estudios basados en caminata rápida, confirman una reducción de peso 
corporal modesta (<1,5%), sin embargo, destacan efectos clínicos saludables. Por 
ejemplo, el metaanálisis de Murtagh(40) se enfocó en estudiar los efectos de un 
programa de caminata, sobre los factores de riesgo cardiovasculares de adultos 
desentrenados. Los resultados mostraron: incremento de la capacidad aeróbica (1 Met), 
reducción de la tensión arterial (TAS -3,58 y TAD -1,54 mmHg), disminución de la 
circunferencia de cintura (-1,5 cm) y del peso corporal (-1,37 kg), reducción de la 
adiposidad total (-1,22%) y del IMC (-0,53kgm/m2) y no hubo modificación en los 
lípidos sanguíneos. 
Otras investigaciones, se basaron en registrar la cantidad de pasos acumulados en el día 
y propusieron “valores saludables” (entre 5.000 y 10.000 pasos/día), esta estrategia sólo 
registra los pasos, no discrimina la actividad hogareña o laboral (de baja intensidad) la 
cual tiene efectos mínimos o nulos sobre la salud. Los diferentes dispositivos móviles 
(teléfonos y relojes “inteligentes”), usan aplicaciones para cuantificar los pasos diarios, 
esta tecnología debe ser utilizada, principalmente, por su efecto motivador y feed back 
que provoca en el logro de metas para ser más activo. 
-Programas de ejercicio sin restricción calórica: Ejercicio de fuerza. 
Los ejercicios de fuerza muscular incrementan y conservan los niveles de masa 
muscular, en poblaciones con sobrepeso y obesidad (6), contribuyendo a la reducción de 
los factores de riesgo cardiovasculares y metabólicos asociados con la obesidad. Por 
ejemplo, el metabolismo de reposo aumenta 25 kcal/kg de músculo/día, por lo tanto, 
cuando se mantiene en el tiempo ayuda a prevenir o revertir los aumentos de grasa 
corporal (24). De acuerdo con los documentos de consenso del Colegio Americano de 
Medicina del Deporte (ACSM) y de la Asociación Americana de Diabetes (ADA), los 
programas con ejercicios de fuerza, mejoran el control glucémico, la sensibilidad a la 
insulina y previenen la diabetes 2, normalizan la tensión arterial y corrigen la disfunción 
endotelial. 
Dos estudios de metaanálisis de Roberts y col.(2013) y Moghadasi y col.(2014), citados 
en la revisión de Chin (6), mostraron los efectos de los programas de ejercicio de fuerza 
en adultos obesos. Ambos estudios coinciden en señalar: mejora significativa de la 
composición corporal y de los marcadores bioquímicos relacionados con el control de la 
glucemia y la sensibilidad a la insulina, independientemente de los cambios en el IMC. 
Además, los autores coinciden en que un programa de entrenamiento de la fuerza con 
una modesta restricción calórica induce una reducción del peso adiposo muy 
importante. 
El metaanálisis de Ismail y col.(34) evaluó los efectos independientes y sinérgicos del 
ejercicio aeróbico (EA) y el ejercicio de fuerza (EF) y comparó la eficacia de EA y EF 
para la modificar la adiposidad visceral, en adultos con sobrepeso y obesidad. Los 
resultados sugieren queel EA es fundamental para la reducción del tejido adiposo 
visceral. 
El metaanálisis de Wewege y col.(41) comparó los efectos del ejercicio aeróbico 
intervalado de alta intensidad (AIAI) versus el ejercicio aeróbico continuo de moderada 
intensidad (ACMI), sobre la composición corporal. Los participantes eran adultos con 
sobrepeso y obesidad. Los resultados señalan que ambas intervenciones tienen eficacia 
similar para la reducción de la grasa corporal total y la adiposidad visceral, en el corto 
plazo (10 semanas). Es importante destacar que los ejercicios AIAI utilizaron 40% 
menos tiempo que los ACMI. 
Fonseca y col.(42), realizaron una revisión sistemática para analizar los efectos del 
ejercicio en pacientes con obesidad mórbida. Los programas incluyeron ejercicios 
aeróbicos y de fuerza muscular. Los participantes estaban en diferentes fases del 
tratamiento (pre y post-quirúrgica). Los resultados sugirieron que los programas fueron 
componentes importantes en el tratamiento de la obesidad mórbida. Siendo fundamental 
establecer la intensidad y volumen, de modo individualizado para la adherencia al 
tratamiento. De acuerdo con Okay y col. (2009), al trabajar con obesos mórbidos, los 
programas de ejercicio deben centrarse en producir un déficit de 500 a 1000 Kcal/día 
para inducir un descenso de peso de 0,45 a 0,90Kg/semanales, con una pérdida de peso 
de 10% en 6 meses. Luego, ese descenso de peso se ralentiza porque el metabolismo 
disminuye su ritmo. El uso de ejercicios de fuerza, demostró ser muy eficaz en estos 
pacientes ya que mejora su rendimiento funcional y su autonomía, al mismo tiempo que 
desciende el riesgo metabólico. 
Para finalizar esta revisión de la evidencia, citaremos algunos estudios relacionados con 
poblaciones infanto-juveniles con sobrepeso y obesidad. La actividad física y la aptitud 
física son dos poderosos predictores de la salud y ambas presentan, también en los 
jóvenes, una reducción alarmante en las últimas tres décadas. Cuando los niños reducen 
sus niveles de aptitud muscular, entre la niñez y la adolescencia, se comprueba un 
incremento significativo de la adiposidad total, del riesgo metabólico y de la mortalidad. 
Leite y col. (2009), realizaron un estudio de intervención de 12 semanas, en 64 jóvenes 
obesos, con y sin síndrome metabólico. El plan de ejercicio se basó en ejercicio 
aeróbico de moderada a alta intensidad. Ambos grupos tuvieron reducción del peso 
corporal, de la circunferencia de cintura, del % de grasa y de los triglicéridos. Además, 
incremento del HDL, de la sensibilidad a la insulina y reducción de la tensión arterial 
sistólica. Los factores de riesgo para el síndrome metabólico se redujeron 72%. 
En nuestro estudio de metaanálisis(43), nos propusimos determinar la eficacia del 
entrenamiento de la aptitud muscular sobre el nivel de adiposidad y otras variables, en 
niños en edad escolar. Los resultados sugieren que los programas de aptitud muscular 
para estos niños son eficaces para reducir la adiposidad. 
 
4. La programación del ejercicio para prevenir e intervenir sobre la obesidad. 
El reconocido fisiólogo George Brooks, considera que el proceso de programación del 
ejercicio y su evaluación es el más alto nivel de aplicación de la fisiología del ejercicio. 
Este concepto inicial, nos permite abordar la programación con una perspectiva 
científica e individualizada. La programación del ejercicio consiste en diseñar un 
proceso complejo de actividades, dirigido al desarrollo planificado de ciertos estados 
biológicos y psico-sociales que promueven la salud. Éstos se verifican a través de sus 
efectos y en el desarrollo de comportamientos saludables. 
La figura 9.4, nos brinda el marco conceptual básico para comenzar a programar. 
Identificamos un esquema inicial en el cual participan tres componentes: Sujeto 
(destinatario del programa), Efecto de entrenamiento (los cambios que pretendemos) y 
Carga (el diseño del ejercicio con sus componentes). 
Figura 9.4. Esquema para la programación (1). 
 
La consulta médica, previa a iniciar un programa de ejercicio, es un requisito esencial. 
La práctica de ejercicio implica siempre un riesgo potencial, que se reduce 
significativamente a partir de un examen médico previo. 
El destinatario del programa, en este caso, es una persona con sobrepeso u obesidad y 
sedentario. La primera consideración, es que las personas desentrenadas presentan 
alguna o todas de las características que podemos observar en la figura 9.4: Baja 
tolerancia al ejercicio, tanto en el plano fisiológico como psicológico y volitivo; Baja 
capacidad funcional, es evidente que sus sistemas (cardiovascular, neuromuscular y 
metabólico) presentan una pobre capacidad de desempeño; y Alteraciones en la 
composición corporal (porcentajes de tejido muscular por debajo de valores saludables 
y % del tejido adiposo por encima de esos niveles) y posturales (como desalineaciones y 
otras alteraciones estáticas y/o dinámicas). Como ya fue mencionado, las poblaciones 
con obesidad desarrollan alteraciones en las propiedades estructurales, neuromusculares 
y contráctiles del músculo esquelético(26). Estas características enmarcan y definen los 
pasos siguientes. 
La ley de umbral o ley de Schultz-Arnold, refiere que los diferentes sistemas orgánico- 
funcionales poseen “umbrales”, a partir de los cuales las cargas (ejercicio) pueden 
actuar como excitantes o agentes estresantes del medio interno. La figura 9.5, 
ejemplifica la aplicación de esta ley, identificando un umbral mínimo y otro máximo, 
por debajo del primero, las cargas de entrenamiento son insuficientes para provocar 
efectos y, por encima del segundo, son excesivas o lesivas. Mientras que, entre el 
umbral mínimo y el máximo, encontramos la zona de entrenamiento, donde las cargas 
son eficaces para producir efectos saludables. 
Figura 9.5. Ley de Umbral para los efectos. 
 
 
Volviendo a la figura 9.4, otro aspecto importante, relacionado con el sujeto, es la 
aplicación de los principios científicos del entrenamiento, destacaremos dos: el 
principio de la individualidad biológica y el de sobrecarga. El primero nos señala que 
cada sujeto, aun dentro de una misma condición (por ej. mujer, adulta, desentrenada y 
obesa) dispone de recursos biológicos diferentes y heterogéneos, entonces, sus 
respuestas serán diferentes a otras del mismo grupo. Por ejemplo, después de 8 semanas 
de ejercicio aeróbico de moderada intensidad, María, Ana y Luciana incrementaron su 
VO2máx. 7, 15 y 25%, respectivamente. El principio de sobrecarga, nos sugiere que las 
cargas de entrenamiento deben incrementarse y modificarse progresivamente para que 
sigan siendo efectivas. 
El segundo componente de la figura 9.4, son los efectos de entrenamiento. Éstos pueden 
ser agudos o crónicos. Los primeros, se producen durante la aplicación misma de la 
carga y en las horas posteriores inmediatas (~16 horas). Están relacionados mayormente 
con cambios funcionales, por ejemplo: incremento de la liberación de óxido nítrico, 
activación intracelular de GLUT4, disminución de la TAS post-ejercicio y otros. Los 
efectos crónicos son cambios funcionales y morfológicos, más o menos permanentes y 
mediados por el tiempo, por ejemplo: reducción de la adiposidad visceral, incremento 
de la masa muscular, aumento de la función mitocondrial, reducción de dislipemias y 
otros. 
El otro integrante de la figura 9.4, es la carga de entrenamiento, y está constituida por 
dos componentes: externo e interno. El primero, es el que define a la carga en su 
configuración externa (tipo o modo de ejercicio; intensidad; volumen; frecuencia; 
duración y densidad). El segundo, se refiere a la repercusión interna de la carga, es decir 
a la respuesta individual del sujeto. La valoración de la carga interna se realiza mediante 
el uso de parámetros fisiológicos de control, como frecuencia cardiaca y escala de 
percepción del esfuerzo. De esta manera, una misma carga externa, por ejemplo,una 
carrera durante 20 minutos a 9 km/h, en dos sujetos del mismo grupo (adultos, varones, 
desentrenados y con una frecuencia cardiaca máxima de 190 latidos/minuto) provocó 
diferente carga interna, cuando en uno de ellos la frecuencia cardiaca promedio fue de 
125 latidos/minuto y en el otro de 152 latidos/minutos. Ambos realizaron una carga de 
ejercicio aeróbico, en la zona de entrenamiento (entre el umbral mínimo y máximo), con 
diferente estrés cardiaco. 
El diseño del programa de ejercicio, comienza con una entrevista con el participante en 
la cual se registran: sus datos personales y los aspectos más relevantes para la práctica 
del ejercicio. Tal como lo esquematiza la figura 9.6. Principalmente, sus intereses y 
motivaciones, experiencias previas con el ejercicio, cómo percibe su salud y cómo es su 
estilo de vida actual (horas y calidad del sueño, horario en que comienza y termina el 
día, cómo es su actividad laboral, si tiene actividades de tiempo libre, cuáles, cómo es 
su esquema de alimentación, cantidad de comidas en el día y su organización, 
preferencias alimentarias, hidratación, otras), y finalmente cuánto tiempo dispone para 
el ejercicio. Luego, se solicita la certificación médica para realizar ejercicio y posterior 
a ella, se organiza una sesión de evaluación Aptitudinal para un diagnóstico inicial. Con 
todos estos elementos diseñamos el programa de entrenamiento del siguiente modo: 
Figura 9.6. Esquema para la programación (2). 
 
El tiempo total del programa va a estar relacionado con sus objetivos. En principio, los 
programas de ejercicio para participantes con sobrepeso y obesidad, tienen una duración 
entre 6 a 18 meses. Como ya mencionamos, la evidencia sugiere no enfocarse 
inicialmente en el descenso del peso corporal, entonces, nuestra estrategia es abordar, en 
primer orden, el incremento de la capacidad de ejercicio y la activación del sistema 
neuromuscular, tal como lo expresan las figuras 9.7 y 9.8. 
Figura 9.7. Estrategias de la intervención con el ejercicio. 
 
Proponemos un objetivo general, relacionado con la estrategia de primer orden y 2 o 3 
objetivos específicos, vinculados con el efecto de entrenamiento buscado. 
Figura 9.8. Esquema del Programa. 
A continuación, exponemos en dos ejemplos sucesivos, un programa de ejercicio 
científicamente programado, para participantes con sobrepeso y obesidad. 
Ejemplo 1. Tiempo total del programa, estrategias, fases y objetivos. 
Tiempo total del programa = 12 meses; 
1° Fase: 4 meses. Objetivo general: incrementar la capacidad de ejercicio. Objetivo 
específico 1: desarrollar los niveles de resistencia muscular local; objetivo específico 2: 
aumentar la sensibilidad a la insulina y los transportadores celulares de glucosa. 
2° Fase: 4 meses. Objetivo general (ídem fase anterior). Objetivo específico 1: 
desarrollar la capacidad y potencia aeróbica; objetivo específico 2: incrementar la masa 
muscular. 
3° Fase: 4 meses. Objetivo general: Reducción de la adiposidad corporal. Objetivo 
específico 1: aumentar la potencia muscular. Objetivo específico 2: reducir las 
dislipemias e incrementar los niveles de HDL. 
En síntesis, las dos primeras fases incrementan la capacidad de ejercicio, tanto a nivel 
mecánico como metabólico, mediado en ambas fases, por los respectivos objetivos 
específicos 1. Mientras que, el objetivo específico 2, de la fase 1, disminuye el riesgo 
metabólico y en la fase 2, este objetivo optimiza la composición corporal. Finalmente, 
en la fase 3, los efectos de entrenamiento anteriores, prepararon las condiciones para 
reducir la adiposidad corporal total y mediar sobre las dislipemias, continuando con la 
disminución del riesgo metabólico. Este breve ejemplo permite visualizar la 
importancia del ejercicio científicamente programado y estructurado. 
Tabla 9.1. Cargas de entrenamiento. 
Variable Ejercicio de Fuerza Ejercicio Aeróbico 
 
Tipo de 
Ejercicio. 
 
Poliarticulares y Funcionales 
 
Aeróbico General 
(Ciclo/Carrera/Remo/Elíptico) 
Intervalado e Intermitente. 
 
 
Intensidad. 
 
40 a 60%1MR (RML pesos medios). 
70 a 80%1MR (RML pesos altos). 
40 a 60% 1MR (Potencia) Énfasis en 
la velocidad. 
 
 
60 a 70%VO2máx. 
75 a 85%VO2máx. 
100 a 120%VO2máx. (intermitente) 
Duración. ------------------------------------------ 30 a 40 minutos 
Frecuencia. 2 a 3/semana. 3 a 5/semana. 
 
Series/ 
Repeticiones/ 
Cantidad de 
ejercicios. 
 
2 a 4 Series. 
15 a 25 repeticiones (RML pesos 
medios). 
8 a 10 repeticiones (RML pesos altos). 
6 a 8 repeticiones (Potencia). 
8 a 12 ejercicios. 
 
 
------------------------------------------- 
Pausa. 1 a 3 minutos Según Intervalado/Intermitente 
Organización. Circuito. ------------------------------------------- 
 
Ejemplo 2. Cargas de entrenamiento. 
En la tabla 9.1, se describen los componentes de la carga de entrenamiento, es muy 
importante analizar en conjunto el ejemplo 1 con la tabla 9.1, a los efectos de 
comprender el programa que proponemos. 
La figura 9.8, esquematiza el programa 
Para terminar, incluiremos dos conceptos muy importantes para un programa de 
ejercicio. El primero, es el de periodización, su alcance se refiere a la variación de las 
cargas, en intensidad y volumen, que se realiza a lo largo de todo el programa. De 
acuerdo con Stone, Rhea, Peterson, Baker y otros, la periodización se implementa para 
evitar estancamientos de las mejoras y acumulación de fatiga. Hay pocos estudios que 
analicen sus efectos en poblaciones que realizan ejercicio para la salud, sin embargo, el 
modelo de periodización diaria ondulatoria (PDO) es el más recomendado para 
principiantes. La PDO se basa en variar el volumen y la intensidad de las cargas en cada 
sesión de entrenamiento dentro de la semana. El otro concepto, es el de progresión, 
entendido como el continuo incremento de una variable determinada hacia un objetivo 
específico de entrenamiento. Ese acto de avanzar hacia el objetivo, requiere de la 
manipulación idónea de las variables o componentes externos de la carga. 
 
5. Conclusiones. 
Las tareas cotidianas, laborales y actividades de tiempo libre, no implican el uso del 
cuerpo según sus requerimientos biológicos esenciales, los niveles de actividad física 
son insuficientes y, por ello, aumenta la prevalencia de enfermedades crónicas y el 
riesgo de mortalidad. La evidencia científica demuestra que la práctica regular del 
ejercicio y la actividad física, produce efectos positivos sobre la salud. 
Las poblaciones con obesidad desarrollan alteraciones en las propiedades estructurales, 
neuromusculares y contráctiles del músculo esquelético y éstas, incrementan 
drásticamente el riesgo de morbimortalidad. Muchas de las patologías crónicas actuales, 
se originan en la pérdida de la capacidad funcional muscular. Por lo tanto, la 
importancia de conservar la masa muscular, sus niveles de fuerza y resistencia como su 
función metabólica, en todas las etapas de la vida, es clave para el bienestar y la salud. 
Los programas de ejercicio para personas con sobrepeso y obesidad, provocan dos tipos 
de efectos. Por un lado, clínicos (aumento de sensibilidad a la insulina, disminución de 
proteínas inflamatorias y de la glucemia, normalización de la tensión arterial, 
mejoramiento de la función endotelial y de las dislipemias, incremento de la función 
mitocondrial, aumento de la aptitud muscular y cardiovascular, etc.). Y por otro, 
antropométricos (reducción de la adiposidad corporal total, disminución del tejido 
adiposo visceral e incremento de la masa muscular). Un tipo de efecto y otro pueden 
ocurrir combinados y con diferente nivel de prevalencia, es decir, pueden producirse 
una gran cantidad de efectos clínicos con pequeña reducción del peso adiposo y 
viceversa. 
El ejercicio científicamente programado, a través de estrategias, objetivos, fases y el 
diseño de sus cargas, produce efectos irremplazables para la salud. 
 
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