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Casas, Adrián Ejercicio y deportes en prevención y tratamiento de la obesidad EN: R. Peidro. (2022). Cardiología, ejercicio y deportes. Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Journal. pp. 104-116 Casas, A. (2022). Ejercicio y deportes en prevención y tratamiento de la obesidad. EN: R. Peidro. Cardiología, ejercicio y deportes. Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Journal. pp. 104-116. En Memoria Académica. Disponible en: https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.5384/pm.5384.pdf Información adicional en www.memoria.fahce.unlp.edu.ar Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/ Capítulo 9. Ejercicio y Deportes en prevención y tratamiento de la obesidad. Adrián Casas (PhD) 1. Introducción. La inactividad física es la cuarta causa de mortalidad global, alcanzando al 60% de la población mundial, además, está estrechamente relacionada con el sobrepeso y la obesidad(1). Consecuentemente, la suma de inactividad física, sobrepeso y obesidad configura la tormenta perfecta, cuyo resultado es el incremento de los factores de riesgo cardiovasculares y metabólicos, en particular, el desarrollo de ateroesclerosis, diabetes de tipo 2 y síndrome metabólico (2). En Argentina, el 61,6% de la población está por encima de su peso saludable (36,2% tiene sobrepeso y 25,4% obesidad), según los datos de la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo. Mientras que, en Latinoamérica, 1 de cada 4 habitantes es obeso. La evidencia científica demuestra que la práctica regular del ejercicio y la actividad física produce efectos positivos sobre la salud (3). Los beneficios de la actividad física para controlar el peso corporal en valores saludables y reducir la adiposidad, han sido demostrados en diversos estudios(4–7). También, el ejercicio sin inducir pérdida de peso, provoca un conjunto de efectos clínicos muy significativos sobre la salud, reduciendo los factores de riesgo cardiovasculares y metabólicos y la mortalidad(6,8). Un programa de intervención integrado e interdisciplinario, basado en nutrición y actividad física saludable, ejercicio programado y terapia cognitiva-conductual, sería la herramienta más efectiva para abordar el tratamiento de la obesidad(9). En este capítulo, nos referiremos principalmente al uso de los programas de ejercicio para prevenir y tratar el sobrepeso y la obesidad. Comenzaremos por describir los conceptos básicos y sus interrelaciones. Luego, precisaremos los mecanismos y efectos fisiológicos de acción, y haremos una revisión de la evidencia científica basada en estudios de metaanálisis. Finalmente, describiremos los componentes de un programa de ejercicio y propondremos un esquema de intervención basado en la evidencia. 2. Terminología, conceptos e interacciones fundamentales. Los términos actividad física, ejercicio y deporte expresan conceptos diferentes que a menudo son empleados como sinónimos. Es preciso definir estos conceptos para comprender sus diferencias y analizar sus implicancias y alcances sobre la salud. La actividad física es todo movimiento corporal producido por acción de los músculos esqueléticos que implica gasto de energía. Está compuesta por las tareas laborales, hogareñas, práctica de ejercicio, deporte y otras, realizadas durante el día. El ejercicio es una categoría dentro de la actividad física, que se define como un conjunto de movimientos corporales planificados, estructurados y sistemáticos con el objetivo de desarrollar y/o mantener la aptitud física (10). El deporte, en cambio, es un subconjunto de ejercicios, realizados individualmente o como parte de un equipo en donde los participantes tienen un objetivo definido (11). Conviene enfatizar que el ejercicio conlleva implícito una intención, actuar sobre la aptitud física positivamente y para concretarlo debe ser programado y estructurado. La aptitud física es la capacidad de realizar tareas diarias, sin fatiga excesiva y con reservas de energía para disfrutar de actividades de tiempo libre (12). Esta concepción, expresa la disponibilidad corporal o grado de rendimiento que tiene una persona frente a determinados contextos y tareas. La aptitud física está conformada por componentes fisiológicos (aptitud muscular; aptitud cardiovascular; composición corporal y flexibilidad) y por habilidades (equilibrio, coordinación, agilidad, velocidad y reacción). Los estudios y documentos científicos de consenso internacionales (13–16) han consolidado en las últimas tres décadas, un concluyente cuerpo de evidencia relacionada con los efectos, fundamentos e intervenciones de la actividad física y el ejercicio sobre la salud. De forma similar, estudios recientes (17–19) analizaron estos efectos y fundamentos en relación con la práctica del deporte. En consecuencia, la práctica frecuente de actividad física es un comportamiento importante para la salud individual y poblacional. Desde una perspectiva biológica, la actividad física puede reducir el riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares y metabólicas debido a una amplia variedad de efectos y mecanismos precisos de acción. La actividad física reduce todas las causas de mortalidad (~31%) en adultos de ambos sexos y en mayores de 65 años (~44%), independientemente de la adiposidad corporal (16). El término actividad física resulta muy genérico e impreciso si no está relacionado con la intensidad, el tipo de tarea y la duración. En la figura 9.1, se observan ejemplos de actividad física de baja, moderada y alta intensidad como los clasificó Ainsworth y col.(20) y sus efectos sobre la salud. Los requerimientos saludables de actividad física se logran con 150 a 300 minutos por semana de actividades de moderada a alta intensidad (21), que pueden incluir actividad física, ejercicio y deportes. Por debajo de este umbral saludable, la tasa de actividad física es insuficiente y sus efectos sobre la salud disminuyen peligrosamente hasta alcanzar el comportamiento sedentario, asociado a la inactividad física y el desarrollo de estados celulares mórbidos. Figura 9.1. Actividad física, intensidad y efectos sobre la salud. Finalmente, es importante precisar la interacción entre dos conceptos, el de actividad física y el de aptitud física. El primero se refiere a un comportamiento, mientras que el otro al resultado obtenido. El desarrollo de programas de ejercicio incrementa y mantiene niveles saludables de aptitud física. Mientras que la actividad física no incidirá necesariamente sobre la aptitud física. La evidencia científica demuestra que la práctica regular de ambos (ejercicio y actividad física) producen efectos positivos sobre la salud(3). 3. Mecanismos, efectos y evidencia científica del ejercicio en el sobrepeso y la obesidad. Las tareas cotidianas, laborales y actividades de tiempo libre no implican el uso del cuerpo según sus requerimientos biológicos esenciales, los niveles de actividad física son insuficientes y, por ello, aumenta la prevalencia de enfermedades crónicas y el riesgo de mortalidad (1,22). La actividad física encierra dos claves para la salud, por un lado, el gasto energético que implica y por otro, la actividad muscular que promueve, desarrollando y conservando la fuerza motriz. Tradicionalmente, los distintos profesionales de la salud han recomendado durante varias décadas, inequívocamente, el ejercicio denominado “aeróbico” o cardiovascular como componente central de los programas de ejercicio para la salud de la población. Es importante advertir que tanto los ejercicios “aeróbicos” como los ejercicios “de fuerza” son igualmente eficaces para promover beneficios en la salud (16,23,24). El músculo esquelético juega un papel esencial en el campo de la salud y la enfermedad (25). Muchas de las patologías crónicas actualesse originan en la pérdida de la capacidad funcional muscular. Las poblaciones con obesidad desarrollan alteraciones en las propiedades estructurales, neuromusculares y contráctiles del músculo esquelético (26) y éstas incrementan drásticamente el riesgo de morbimortalidad. Por lo tanto, la importancia de conservar la masa muscular, sus niveles de fuerza y resistencia como su función metabólica, en todas las etapas de la vida, es clave para el bienestar y la salud. El músculo esquelético es un tejido mecánico, necesita del movimiento y por lo tanto, la contracción muscular regular (ejercicio) es vital para su mantenimiento saludable. El paso del tiempo y/o la ausencia de entrenamiento de fuerza son los factores directos del deterioro de la función muscular, induciendo pérdida de fuerza (dinapenia) y de tejido muscular (sarcopenia), ambos procesos configuran el envejecimiento muscular. Con el avance de la edad y/o sin entrenamiento de fuerza muscular, se pierde alrededor de 1,4% de fuerza por año. Figura 9.2. Mecanismo de acción del ejercicio. En la figura 9.2, se describen los mecanismos fisiológicos implicados en el ejercicio. La actividad contráctil provoca la alteración del equilibrio celular mediante la carga mecánica y/o metabólica del ejercicio, al mismo tiempo que activa fisiológicamente a las mitocondrias musculares. Es así como se incrementan los niveles moleculares del complejo enzimático AMPK (proteína quinasa activada por AMP) y se aceleran los procesos celulares de uso y resíntesis de energía (ATP), simultáneamente se activan una gran cantidad de moléculas intracelulares que desencadenan efectos agudos saludables. Este mecanismo, es clave para la configuración del ejercicio en cuanto a la especificidad de los efectos que buscamos desarrollar (nos ocuparemos de ello en el apartado los programas de ejercicio como herramienta de intervención). Los beneficios de la actividad física para controlar el peso corporal en valores saludables y reducir la adiposidad han sido demostrados en diversos estudios (4,6,7,27). También, otras investigaciones (28,29) demostraron efectos significativos sobre la salud en pacientes con sobrepeso y obesidad, sin cambios en el peso corporal. Barry y col.(8) estudiaron la asociación entre aptitud cardiovascular, el estatus de peso corporal y la mortalidad. Los resultados señalaron que todos los grupos con menor aptitud CV, independientemente de la adiposidad, tenían el doble de riesgo de mortalidad respecto a los grupos con mayor aptitud CV. Además, los grupos con sobrepeso u obesidad y aptitud CV alta, presentaron un riesgo de mortalidad similar al grupo con peso saludable y aptitud CV alta. Estos resultados fortalecen la premisa de no centrarse en la pérdida de peso, como objetivo primario, sino en desarrollar su aptitud física. La evidencia actual sugiere que poner el foco sólo en la pérdida de peso graso es un error (28). El tratamiento más eficaz de la obesidad se configura a partir de modificar el comportamiento sedentario y convertirlo en un comportamiento activo, incrementando los niveles de actividad física, promoviendo una alimentación saludable y desarrollando programas de ejercicio como mediadores de efectos clínicos. El desarrollo de este comportamiento y de la aptitud física, constituye un proceso más que un evento en particular. La figura 9.3, basada en las recomendaciones del ACSM (2007 y 2009) expone el volumen de actividad física, con moderada a alta intensidad, relacionado con diferentes objetivos y para poblaciones con sobrepeso y obesidad. Podemos observar que el volumen mínimo (150 minutos/semana) de actividad con moderada/alta intensidad provoca cambios clínicos positivos sin afectar el peso adiposo. Mientras que, para reducir el peso adiposo, es necesario realizar 3 volúmenes mínimos (450 minutos/semana). Figura 9.3. Volumen semanal de actividad física para diferentes objetivos. En definitiva, las personas con sobrepeso y obesidad que realizan programas de ejercicio, se benefician con dos tipos de efectos: 1) clínicos (aumento de sensibilidad a la insulina, disminución de proteínas inflamatorias y de la glucemia, normalización de la tensión arterial, mejoramiento de la función endotelial y de las dislipemias, incremento de la función mitocondrial, aumento de la aptitud muscular y cardiovascular y otros) y, 2) antropométricos (reducción de la adiposidad corporal total, disminución del tejido adiposo visceral e incremento de la masa muscular). Por supuesto, que un tipo de efecto y otro pueden ocurrir combinados y con diferente nivel de prevalencia, es decir, pueden producirse una gran cantidad de efectos clínicos con pequeña reducción del peso adiposo y viceversa. Los objetivos que plantee el programa de ejercicio determinarán el diseño de las cargas y el tipo de efecto predominante. Una de las estrategias más comunes para el tratamiento del sobrepeso y la obesidad ha sido producir un balance energético negativo, es decir, disminuir la ingesta calórica e incrementar la actividad física. La disminución del gasto diario de energía puede no ser la causa primaria de la obesidad, pero esto no significa que la actividad física y el ejercicio no tengan un rol importante en el control del peso adiposo y el equilibrio de la energía. Una serie de investigaciones realizadas a fines de la década del 50, postuló la hipótesis que la ingesta calórica diaria podía ser regulada mediante la actividad física, de este modo los sujetos más activos ingerían menos calorías diarias. El estudio de Shook y col.(30) analizó la relación entre ingesta calórica diaria, actividad física, apetito y ganancia de peso durante 1 año en adultos desentrenados. Los resultados confirman que los participantes con niveles más bajos de actividad física diaria presentaron mayor ingesta calórica, más apetito y una mayor ganancia de peso durante 1 año. Los investigadores establecieron un umbral de actividad física para esta respuesta en 7100 pasos/día. Con relación a la práctica deportiva y sus efectos sobre la salud, un interesante y reciente (2019) estudio de revisión(11) analizó los efectos de la práctica deportiva sobre la salud de la población. En sus resultados, los investigadores destacan que el deporte, debido al componente de ejercicio que tiene, produce beneficios físicos y psico-sociales relevantes para la salud. Las poblaciones deportivas son más activas y, por ende, más sanas. En la misma dirección, Krustup y Parnell (2019) publicaron “El fútbol como medicina”, el primer libro que examina rigurosamente los efectos de la práctica sistemática del fútbol sobre los sistemas cardiovascular, metabólico y músculo- esquelético. Los autores proponen el uso del deporte como estrategia de salud pública y aportan investigaciones en diversas poblaciones (infantiles, pacientes con diabetes tipo 2, pacientes con cáncer, personas con problemas de salud mental y con deficiencias sociales y adultos mayores). Destacan que el fútbol es un tipo de entrenamiento efectivo e intenso, que combina desarrollo de fuerza, resistencia y entrenamiento interválico de alta intensidad, con amplios efectos sobre la función cardíaca, presión arterial, masa grasa, colesterol, fuerza muscular, equilibrio postural y mineralización ósea. Es muy importante señalar que los autores se refieren a un nuevo concepto del uso del deporte, que denominan “fútbol fitness” y que implica una configuración diferente de sus programas de entrenamiento. Además, debemos considerar, que la práctica deportiva de adultos con sobrepeso, podría aumentar el riesgo de lesiones. Es aconsejable motivar y promover la actividad deportiva, pero a partir de un programa progresivo, que desarrolle los componentes de la aptitud física para prevenir los riesgos. El deporte puede practicarse saludablemente luego de promover el desarrollo de la aptitud cardiovascular, muscular y la flexibilidad. A continuación, revisaremosla evidencia científica relacionada con los programas de actividad física y ejercicio en poblaciones con sobrepeso y obesidad. -Programas con restricción calórica más ejercicio. Un estudio de metaanálisis(31) comparó los efectos de ocho intervenciones sobre la reducción del peso corporal, en pacientes con sobrepeso y obesidad. Los resultados relacionados con los efectos de la dieta (D) versus dieta más ejercicio (D+E), señalan que la reducción del peso corporal fue mayor en el grupo (D+E) -7,8 ± 5,2 Kg respecto al grupo (D) -3,7 ± 4,3 Kg luego de 6 meses de intervención. El metaanálisis de Schwingshackl y col.(32) evaluó la eficacia a largo plazo (> 12 meses) de: (D+E) versus (D); (D+E) versus ( E) y (D) versus ( E), sobre variables antropométricas y factores de riesgo cardiovasculares, en participantes con sobrepeso y obesidad. Los resultados señalan que (D + E) es altamente recomendado para el manejo de la obesidad a largo plazo. Además, la evidencia sugiere una superioridad moderada de (D) sobre (E) con respecto a los resultados antropométricos. Otro metaanálisis(33) comparó el efecto de (D) versus (D+E) versus (E) durante una intervención de 12 meses, sobre pacientes mujeres post-menopaúsicas y con sobrepeso y obesidad. Los resultados señalaron que todas las intervenciones produjeron reducción significativa del peso corporal (D -7,1 kg; E -2,0 kg y D+E -8,9 kg), destacándose como resulta evidente (D+E). El estudio de Said y col.(9) analizó el efecto de tres intervenciones para la reducción del peso corporal: dieta; dieta más ejercicio aeróbico (EA) y dieta más ejercicio de fuerza (EF), en adultos jóvenes con sobrepeso y obesidad. La duración del estudio fue de 16 semanas. En las 4 semanas iniciales, todos los participantes fueron orientados y motivados respecto a cambios de comportamiento y nutrición saludable. En las 12 semanas siguientes, se desarrolló el programa de intervención en cada grupo. Los resultados sobre la reducción del peso corporal fueron: D -6,03±2,08Kg; D+EA - 10,05±2,3Kg; D+EF -9,37±1,9Kg., señalando la prevalencia de la D+E como intervención. -Programas de ejercicio sin restricción calórica: Ejercicio aeróbico. El ejercicio ha sido considerado ineficaz para reducir el peso corporal, en pacientes con sobrepeso y obesidad, cuando no se combina con dieta. Esto es principalmente cierto si se utiliza el índice de masa corporal(IMC) para mensurar los efectos (27,34). Sin embargo, los estudios que utilizaron tomografía computada (TC) o resonancia magnética (RM), informaron eficacia del ejercicio, en especial para reducir la grasa visceral aún sin modificación significativa del peso corporal. Los programas de ejercicio sin restricción calórica reducen el peso corporal entre 3 y 5% en adultos con sobrepeso y obesidad (35). El estudio de Ross y col.(28) analizó diversos trabajos en los cuales la reducción del peso corporal fue inferior a 3% pero la mejora clínica de los marcadores inflamatorios, del perfil de lípidos y de la sensibilidad a la insulina fue significativa. El ejercicio es el componente más importante para influir en el gasto de energía diario y potencialmente incidir en su equilibrio (36). La evidencia científica demuestra que el ejercicio induce pérdida de peso y ésta se incrementa aún más, junto a un plan de restricción calórica (27,37) . El estudio de metaanálisis de Verheggen y col.(38), demostró en forma independiente, la eficacia de la restricción calórica para la reducción del peso corporal, a la vez que el ejercicio fue más eficaz para reducir la grasa visceral. Además, los autores informaron hasta un 6% de reducción de grasa visceral, sin apreciar reducción del peso corporal. La revisión sistemática de Thorogood y col.(39) evaluó la eficacia aislada de programas de ejercicio aeróbico (de moderada intensidad) para la pérdida de peso en pacientes con sobrepeso y obesidad. La intervención se evaluó a los 6 y 12 meses, con reducción del peso corporal de -1,6kg y -1,7kg, respectivamente. Los investigadores concluyeron que la terapia de ejercicio se debe realizar junto con dieta para mejorar sus efectos sobre la obesidad. Distintas investigaciones estudiaron los efectos de programas de actividad física aeróbica basados en la caminata. En el año 2008, la doctora I Min Lee, publicó un artículo titulado, la importancia de caminar para la salud pública. Allí, precisa el efecto potencial que tiene caminar sobre la salud, considerando que se trata de una actividad de moderada intensidad (cuando se realiza entre 4,8 y 6,4Km/h), simple, económica y con baja/nula incidencia de lesiones. Los estudios científicos(16) confirmaron que la actividad física de moderada intensidad reduce todas las causas de mortalidad en adultos, independientemente de la adiposidad corporal. Esta evidencia es concluyente en afirmar que la caminata “rápida” (4,8 a 6,4 km/h) es un punto de partida esencial para el comportamiento activo. En general, los estudios basados en caminata rápida, confirman una reducción de peso corporal modesta (<1,5%), sin embargo, destacan efectos clínicos saludables. Por ejemplo, el metaanálisis de Murtagh(40) se enfocó en estudiar los efectos de un programa de caminata, sobre los factores de riesgo cardiovasculares de adultos desentrenados. Los resultados mostraron: incremento de la capacidad aeróbica (1 Met), reducción de la tensión arterial (TAS -3,58 y TAD -1,54 mmHg), disminución de la circunferencia de cintura (-1,5 cm) y del peso corporal (-1,37 kg), reducción de la adiposidad total (-1,22%) y del IMC (-0,53kgm/m2) y no hubo modificación en los lípidos sanguíneos. Otras investigaciones, se basaron en registrar la cantidad de pasos acumulados en el día y propusieron “valores saludables” (entre 5.000 y 10.000 pasos/día), esta estrategia sólo registra los pasos, no discrimina la actividad hogareña o laboral (de baja intensidad) la cual tiene efectos mínimos o nulos sobre la salud. Los diferentes dispositivos móviles (teléfonos y relojes “inteligentes”), usan aplicaciones para cuantificar los pasos diarios, esta tecnología debe ser utilizada, principalmente, por su efecto motivador y feed back que provoca en el logro de metas para ser más activo. -Programas de ejercicio sin restricción calórica: Ejercicio de fuerza. Los ejercicios de fuerza muscular incrementan y conservan los niveles de masa muscular, en poblaciones con sobrepeso y obesidad (6), contribuyendo a la reducción de los factores de riesgo cardiovasculares y metabólicos asociados con la obesidad. Por ejemplo, el metabolismo de reposo aumenta 25 kcal/kg de músculo/día, por lo tanto, cuando se mantiene en el tiempo ayuda a prevenir o revertir los aumentos de grasa corporal (24). De acuerdo con los documentos de consenso del Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM) y de la Asociación Americana de Diabetes (ADA), los programas con ejercicios de fuerza, mejoran el control glucémico, la sensibilidad a la insulina y previenen la diabetes 2, normalizan la tensión arterial y corrigen la disfunción endotelial. Dos estudios de metaanálisis de Roberts y col.(2013) y Moghadasi y col.(2014), citados en la revisión de Chin (6), mostraron los efectos de los programas de ejercicio de fuerza en adultos obesos. Ambos estudios coinciden en señalar: mejora significativa de la composición corporal y de los marcadores bioquímicos relacionados con el control de la glucemia y la sensibilidad a la insulina, independientemente de los cambios en el IMC. Además, los autores coinciden en que un programa de entrenamiento de la fuerza con una modesta restricción calórica induce una reducción del peso adiposo muy importante. El metaanálisis de Ismail y col.(34) evaluó los efectos independientes y sinérgicos del ejercicio aeróbico (EA) y el ejercicio de fuerza (EF) y comparó la eficacia de EA y EF para la modificar la adiposidad visceral, en adultos con sobrepeso y obesidad. Los resultados sugieren queel EA es fundamental para la reducción del tejido adiposo visceral. El metaanálisis de Wewege y col.(41) comparó los efectos del ejercicio aeróbico intervalado de alta intensidad (AIAI) versus el ejercicio aeróbico continuo de moderada intensidad (ACMI), sobre la composición corporal. Los participantes eran adultos con sobrepeso y obesidad. Los resultados señalan que ambas intervenciones tienen eficacia similar para la reducción de la grasa corporal total y la adiposidad visceral, en el corto plazo (10 semanas). Es importante destacar que los ejercicios AIAI utilizaron 40% menos tiempo que los ACMI. Fonseca y col.(42), realizaron una revisión sistemática para analizar los efectos del ejercicio en pacientes con obesidad mórbida. Los programas incluyeron ejercicios aeróbicos y de fuerza muscular. Los participantes estaban en diferentes fases del tratamiento (pre y post-quirúrgica). Los resultados sugirieron que los programas fueron componentes importantes en el tratamiento de la obesidad mórbida. Siendo fundamental establecer la intensidad y volumen, de modo individualizado para la adherencia al tratamiento. De acuerdo con Okay y col. (2009), al trabajar con obesos mórbidos, los programas de ejercicio deben centrarse en producir un déficit de 500 a 1000 Kcal/día para inducir un descenso de peso de 0,45 a 0,90Kg/semanales, con una pérdida de peso de 10% en 6 meses. Luego, ese descenso de peso se ralentiza porque el metabolismo disminuye su ritmo. El uso de ejercicios de fuerza, demostró ser muy eficaz en estos pacientes ya que mejora su rendimiento funcional y su autonomía, al mismo tiempo que desciende el riesgo metabólico. Para finalizar esta revisión de la evidencia, citaremos algunos estudios relacionados con poblaciones infanto-juveniles con sobrepeso y obesidad. La actividad física y la aptitud física son dos poderosos predictores de la salud y ambas presentan, también en los jóvenes, una reducción alarmante en las últimas tres décadas. Cuando los niños reducen sus niveles de aptitud muscular, entre la niñez y la adolescencia, se comprueba un incremento significativo de la adiposidad total, del riesgo metabólico y de la mortalidad. Leite y col. (2009), realizaron un estudio de intervención de 12 semanas, en 64 jóvenes obesos, con y sin síndrome metabólico. El plan de ejercicio se basó en ejercicio aeróbico de moderada a alta intensidad. Ambos grupos tuvieron reducción del peso corporal, de la circunferencia de cintura, del % de grasa y de los triglicéridos. Además, incremento del HDL, de la sensibilidad a la insulina y reducción de la tensión arterial sistólica. Los factores de riesgo para el síndrome metabólico se redujeron 72%. En nuestro estudio de metaanálisis(43), nos propusimos determinar la eficacia del entrenamiento de la aptitud muscular sobre el nivel de adiposidad y otras variables, en niños en edad escolar. Los resultados sugieren que los programas de aptitud muscular para estos niños son eficaces para reducir la adiposidad. 4. La programación del ejercicio para prevenir e intervenir sobre la obesidad. El reconocido fisiólogo George Brooks, considera que el proceso de programación del ejercicio y su evaluación es el más alto nivel de aplicación de la fisiología del ejercicio. Este concepto inicial, nos permite abordar la programación con una perspectiva científica e individualizada. La programación del ejercicio consiste en diseñar un proceso complejo de actividades, dirigido al desarrollo planificado de ciertos estados biológicos y psico-sociales que promueven la salud. Éstos se verifican a través de sus efectos y en el desarrollo de comportamientos saludables. La figura 9.4, nos brinda el marco conceptual básico para comenzar a programar. Identificamos un esquema inicial en el cual participan tres componentes: Sujeto (destinatario del programa), Efecto de entrenamiento (los cambios que pretendemos) y Carga (el diseño del ejercicio con sus componentes). Figura 9.4. Esquema para la programación (1). La consulta médica, previa a iniciar un programa de ejercicio, es un requisito esencial. La práctica de ejercicio implica siempre un riesgo potencial, que se reduce significativamente a partir de un examen médico previo. El destinatario del programa, en este caso, es una persona con sobrepeso u obesidad y sedentario. La primera consideración, es que las personas desentrenadas presentan alguna o todas de las características que podemos observar en la figura 9.4: Baja tolerancia al ejercicio, tanto en el plano fisiológico como psicológico y volitivo; Baja capacidad funcional, es evidente que sus sistemas (cardiovascular, neuromuscular y metabólico) presentan una pobre capacidad de desempeño; y Alteraciones en la composición corporal (porcentajes de tejido muscular por debajo de valores saludables y % del tejido adiposo por encima de esos niveles) y posturales (como desalineaciones y otras alteraciones estáticas y/o dinámicas). Como ya fue mencionado, las poblaciones con obesidad desarrollan alteraciones en las propiedades estructurales, neuromusculares y contráctiles del músculo esquelético(26). Estas características enmarcan y definen los pasos siguientes. La ley de umbral o ley de Schultz-Arnold, refiere que los diferentes sistemas orgánico- funcionales poseen “umbrales”, a partir de los cuales las cargas (ejercicio) pueden actuar como excitantes o agentes estresantes del medio interno. La figura 9.5, ejemplifica la aplicación de esta ley, identificando un umbral mínimo y otro máximo, por debajo del primero, las cargas de entrenamiento son insuficientes para provocar efectos y, por encima del segundo, son excesivas o lesivas. Mientras que, entre el umbral mínimo y el máximo, encontramos la zona de entrenamiento, donde las cargas son eficaces para producir efectos saludables. Figura 9.5. Ley de Umbral para los efectos. Volviendo a la figura 9.4, otro aspecto importante, relacionado con el sujeto, es la aplicación de los principios científicos del entrenamiento, destacaremos dos: el principio de la individualidad biológica y el de sobrecarga. El primero nos señala que cada sujeto, aun dentro de una misma condición (por ej. mujer, adulta, desentrenada y obesa) dispone de recursos biológicos diferentes y heterogéneos, entonces, sus respuestas serán diferentes a otras del mismo grupo. Por ejemplo, después de 8 semanas de ejercicio aeróbico de moderada intensidad, María, Ana y Luciana incrementaron su VO2máx. 7, 15 y 25%, respectivamente. El principio de sobrecarga, nos sugiere que las cargas de entrenamiento deben incrementarse y modificarse progresivamente para que sigan siendo efectivas. El segundo componente de la figura 9.4, son los efectos de entrenamiento. Éstos pueden ser agudos o crónicos. Los primeros, se producen durante la aplicación misma de la carga y en las horas posteriores inmediatas (~16 horas). Están relacionados mayormente con cambios funcionales, por ejemplo: incremento de la liberación de óxido nítrico, activación intracelular de GLUT4, disminución de la TAS post-ejercicio y otros. Los efectos crónicos son cambios funcionales y morfológicos, más o menos permanentes y mediados por el tiempo, por ejemplo: reducción de la adiposidad visceral, incremento de la masa muscular, aumento de la función mitocondrial, reducción de dislipemias y otros. El otro integrante de la figura 9.4, es la carga de entrenamiento, y está constituida por dos componentes: externo e interno. El primero, es el que define a la carga en su configuración externa (tipo o modo de ejercicio; intensidad; volumen; frecuencia; duración y densidad). El segundo, se refiere a la repercusión interna de la carga, es decir a la respuesta individual del sujeto. La valoración de la carga interna se realiza mediante el uso de parámetros fisiológicos de control, como frecuencia cardiaca y escala de percepción del esfuerzo. De esta manera, una misma carga externa, por ejemplo,una carrera durante 20 minutos a 9 km/h, en dos sujetos del mismo grupo (adultos, varones, desentrenados y con una frecuencia cardiaca máxima de 190 latidos/minuto) provocó diferente carga interna, cuando en uno de ellos la frecuencia cardiaca promedio fue de 125 latidos/minuto y en el otro de 152 latidos/minutos. Ambos realizaron una carga de ejercicio aeróbico, en la zona de entrenamiento (entre el umbral mínimo y máximo), con diferente estrés cardiaco. El diseño del programa de ejercicio, comienza con una entrevista con el participante en la cual se registran: sus datos personales y los aspectos más relevantes para la práctica del ejercicio. Tal como lo esquematiza la figura 9.6. Principalmente, sus intereses y motivaciones, experiencias previas con el ejercicio, cómo percibe su salud y cómo es su estilo de vida actual (horas y calidad del sueño, horario en que comienza y termina el día, cómo es su actividad laboral, si tiene actividades de tiempo libre, cuáles, cómo es su esquema de alimentación, cantidad de comidas en el día y su organización, preferencias alimentarias, hidratación, otras), y finalmente cuánto tiempo dispone para el ejercicio. Luego, se solicita la certificación médica para realizar ejercicio y posterior a ella, se organiza una sesión de evaluación Aptitudinal para un diagnóstico inicial. Con todos estos elementos diseñamos el programa de entrenamiento del siguiente modo: Figura 9.6. Esquema para la programación (2). El tiempo total del programa va a estar relacionado con sus objetivos. En principio, los programas de ejercicio para participantes con sobrepeso y obesidad, tienen una duración entre 6 a 18 meses. Como ya mencionamos, la evidencia sugiere no enfocarse inicialmente en el descenso del peso corporal, entonces, nuestra estrategia es abordar, en primer orden, el incremento de la capacidad de ejercicio y la activación del sistema neuromuscular, tal como lo expresan las figuras 9.7 y 9.8. Figura 9.7. Estrategias de la intervención con el ejercicio. Proponemos un objetivo general, relacionado con la estrategia de primer orden y 2 o 3 objetivos específicos, vinculados con el efecto de entrenamiento buscado. Figura 9.8. Esquema del Programa. A continuación, exponemos en dos ejemplos sucesivos, un programa de ejercicio científicamente programado, para participantes con sobrepeso y obesidad. Ejemplo 1. Tiempo total del programa, estrategias, fases y objetivos. Tiempo total del programa = 12 meses; 1° Fase: 4 meses. Objetivo general: incrementar la capacidad de ejercicio. Objetivo específico 1: desarrollar los niveles de resistencia muscular local; objetivo específico 2: aumentar la sensibilidad a la insulina y los transportadores celulares de glucosa. 2° Fase: 4 meses. Objetivo general (ídem fase anterior). Objetivo específico 1: desarrollar la capacidad y potencia aeróbica; objetivo específico 2: incrementar la masa muscular. 3° Fase: 4 meses. Objetivo general: Reducción de la adiposidad corporal. Objetivo específico 1: aumentar la potencia muscular. Objetivo específico 2: reducir las dislipemias e incrementar los niveles de HDL. En síntesis, las dos primeras fases incrementan la capacidad de ejercicio, tanto a nivel mecánico como metabólico, mediado en ambas fases, por los respectivos objetivos específicos 1. Mientras que, el objetivo específico 2, de la fase 1, disminuye el riesgo metabólico y en la fase 2, este objetivo optimiza la composición corporal. Finalmente, en la fase 3, los efectos de entrenamiento anteriores, prepararon las condiciones para reducir la adiposidad corporal total y mediar sobre las dislipemias, continuando con la disminución del riesgo metabólico. Este breve ejemplo permite visualizar la importancia del ejercicio científicamente programado y estructurado. Tabla 9.1. Cargas de entrenamiento. Variable Ejercicio de Fuerza Ejercicio Aeróbico Tipo de Ejercicio. Poliarticulares y Funcionales Aeróbico General (Ciclo/Carrera/Remo/Elíptico) Intervalado e Intermitente. Intensidad. 40 a 60%1MR (RML pesos medios). 70 a 80%1MR (RML pesos altos). 40 a 60% 1MR (Potencia) Énfasis en la velocidad. 60 a 70%VO2máx. 75 a 85%VO2máx. 100 a 120%VO2máx. (intermitente) Duración. ------------------------------------------ 30 a 40 minutos Frecuencia. 2 a 3/semana. 3 a 5/semana. Series/ Repeticiones/ Cantidad de ejercicios. 2 a 4 Series. 15 a 25 repeticiones (RML pesos medios). 8 a 10 repeticiones (RML pesos altos). 6 a 8 repeticiones (Potencia). 8 a 12 ejercicios. ------------------------------------------- Pausa. 1 a 3 minutos Según Intervalado/Intermitente Organización. Circuito. ------------------------------------------- Ejemplo 2. Cargas de entrenamiento. En la tabla 9.1, se describen los componentes de la carga de entrenamiento, es muy importante analizar en conjunto el ejemplo 1 con la tabla 9.1, a los efectos de comprender el programa que proponemos. La figura 9.8, esquematiza el programa Para terminar, incluiremos dos conceptos muy importantes para un programa de ejercicio. El primero, es el de periodización, su alcance se refiere a la variación de las cargas, en intensidad y volumen, que se realiza a lo largo de todo el programa. De acuerdo con Stone, Rhea, Peterson, Baker y otros, la periodización se implementa para evitar estancamientos de las mejoras y acumulación de fatiga. Hay pocos estudios que analicen sus efectos en poblaciones que realizan ejercicio para la salud, sin embargo, el modelo de periodización diaria ondulatoria (PDO) es el más recomendado para principiantes. La PDO se basa en variar el volumen y la intensidad de las cargas en cada sesión de entrenamiento dentro de la semana. El otro concepto, es el de progresión, entendido como el continuo incremento de una variable determinada hacia un objetivo específico de entrenamiento. Ese acto de avanzar hacia el objetivo, requiere de la manipulación idónea de las variables o componentes externos de la carga. 5. Conclusiones. Las tareas cotidianas, laborales y actividades de tiempo libre, no implican el uso del cuerpo según sus requerimientos biológicos esenciales, los niveles de actividad física son insuficientes y, por ello, aumenta la prevalencia de enfermedades crónicas y el riesgo de mortalidad. La evidencia científica demuestra que la práctica regular del ejercicio y la actividad física, produce efectos positivos sobre la salud. Las poblaciones con obesidad desarrollan alteraciones en las propiedades estructurales, neuromusculares y contráctiles del músculo esquelético y éstas, incrementan drásticamente el riesgo de morbimortalidad. Muchas de las patologías crónicas actuales, se originan en la pérdida de la capacidad funcional muscular. Por lo tanto, la importancia de conservar la masa muscular, sus niveles de fuerza y resistencia como su función metabólica, en todas las etapas de la vida, es clave para el bienestar y la salud. Los programas de ejercicio para personas con sobrepeso y obesidad, provocan dos tipos de efectos. Por un lado, clínicos (aumento de sensibilidad a la insulina, disminución de proteínas inflamatorias y de la glucemia, normalización de la tensión arterial, mejoramiento de la función endotelial y de las dislipemias, incremento de la función mitocondrial, aumento de la aptitud muscular y cardiovascular, etc.). Y por otro, antropométricos (reducción de la adiposidad corporal total, disminución del tejido adiposo visceral e incremento de la masa muscular). Un tipo de efecto y otro pueden ocurrir combinados y con diferente nivel de prevalencia, es decir, pueden producirse una gran cantidad de efectos clínicos con pequeña reducción del peso adiposo y viceversa. El ejercicio científicamente programado, a través de estrategias, objetivos, fases y el diseño de sus cargas, produce efectos irremplazables para la salud. 6. Bibliografía. 1. 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