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Curso	de	ingreso	para	las	carreras
del	Profesorado	y	la	Licenciatura	en
Letras:	Cuadernillo	2020
Curso	de	ingreso	para	las	carreras	del	Profesorado	y	la	Licenciatura	en	Letras	:	Cuadernillo	2020.	La
Plata	:	Universidad	Nacional	de	La	Plata.	Facultad	de	Humanidades	y	Ciencias	de	la	Educación.
Departamento	de	Letras,	2020.	En	Memoria	Académica.	Disponible	en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.1104/pm.1104.pdf
Información	adicional	en	www.memoria.fahce.unlp.edu.ar
Esta	obra	está	bajo	una	Licencia	Creative	Commons	
Atribución-NoComercial-CompartirIgual	4.0	Internacional
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
 
Universidad Nacional de La Plata 
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación 
Departamento de Letras 
 
CUADERNILLO 2020 
Curso de Ingreso para las Carreras del 
Profesorado y la Licenciatura en Letras 
 
 
Coordinadores: Prof. Ignacio Lucia y Prof. Silvina Sánchez 
Ayudantes Diplomados: Prof. Laura Conde 
 Prof. María Alma Moran 
Prof. Luciana Morini 
Lic. Juan Agustín Mucci 
Prof. Julieta Novelli 
Prof. Malena Pastoriza 
Prof. Samanta Rodríguez 
Lic. Victoria Scotto 
 Prof. Emiliano Tavernini 
 
Colaboradores alumnos: Abril Gauna 
 Ailén D’Amico 
 Bárbara Rodríguez 
 Brenda Palacios 
 Camila Inés Guerrero 
 Lavinia Borchenn Barbich 
 Florencia Fernández 
 Lucía Chiodi 
 Manuel Domínguez Iribe 
 María Sofía Marturet 
 Martina Laxague Zabala 
 Paloma Kreder 
 Pedro Jalid 
 María Camila Serrangeli 
 Yanina Camarassa 
 
Correo electrónico: ingresoaletras@yahoo.com 
http://www.fahce.unlp.edu.ar/academica/Areas/letras 
https://www.facebook.com/ingresoaletras/ 
 
Autores del Cuadernillo: Este Cuadernillo se ha conformado y consolidado como material 
del Curso de Ingreso a las carreras de Letras a partir de materiales elaborados por los 
distintos equipos docentes responsables desde que se instauró.
Objetivos generales 
Orientar al alumno en su iniciación en la vida universitaria en los aspectos académicos: 
que conozca las áreas de la carrera, las exigencias necesarias para comprender la 
disciplina y la actividad sistemática que implica adquirir los saberes necesarios para 
superar las instancias evaluativas. 
Dar a conocer al estudiante la estructura general, objetivos y áreas del plan de formación 
de las carreras de Profesor y Licenciado en Letras. 
Propiciar el acercamiento del alumno a la universidad en tanto institución: que comprenda 
su organización, las instancias de gestión, y los órganos de cogobierno para tomar 
conciencia de su ciudadanía en tanto estudiante. 
Propiciar en el alumno la reflexión en tanto estudiante de Humanidades: conocer el 
contexto multidisciplinar de la facultad; conocer las tradiciones científicas que la 
constituyen en temas de Memoria y Género; y acercar al alumno a la historia del 
lugar donde se emplaza la Facultad, ya que consideramos que conocer su identidad 
es parte fundamental de su formación en Humanidades. 
Objetivos específicos 
Reconocer y desarrollar las modalidades y el uso de las prácticas de lectura y escritura 
propias, y vincularlas con los usos académicos de la lengua oral y escrita. Introducir 
al alumno en la diversidad de géneros discursivos académicos. 
Facilitar el paso de la cultura escolar a la cultura universitaria a través de la lectura, 
análisis y producción de textos de carácter disciplinar. 
Acercar al estudiante a la perspectiva científica disciplinar, en tanto pensar un objeto de 
estudio desde una perspectiva histórica, teórica y metodológica, situada en su 
contexto. 
 
Organización del curso 
El curso se organizará según una modalidad de taller que implicará actividades de lectura y 
escritura, tanto de carácter individual como grupal, a fin de generar instancias de 
reflexión y conceptualización en torno a los contenidos desarrollados. A lo largo de 
este proceso, los colaboradores alumnos realizarán tareas de apoyo en el proceso de 
resolución de las consignas así como también oficiarán como guía ante las inquietudes 
de los alumnos relacionadas con la vida institucional. 
 
Evaluación 
Si bien el carácter de taller del curso supone un ejercicio de lectura y reescritura, se 
prevé la entrega de tres trabajos prácticos, con un plazo y formato establecidos. 
Estos serán evaluados por el Ayudante, que podrá solicitar hasta dos reescrituras de 
cada trabajo a partir de las indicaciones que formule para que el alumno intente 
alcanzar los objetivos. Las entregas serán individuales y manuscritas, ya que 
consideramos la escritura como estrategia para generar conocimiento sobre la 
lengua. En el caso de alumnos con dificultades para escribir de manera manuscrita 
se adecuará el concepto de “escritura” a las capacidades del alumno. 
Es obligatorio realizar el Curso, que se aprueba con el 80% de asistencia, la participación 
en las actividades de clase y la presentación de los tres Trabajos Prácticos según las 
indicaciones de los docentes. Al finalizar el Curso, aquellos estudiantes que cumplan 
esas condiciones habrán alcanzado los objetivos. 
2 
 
 
1- A manera de Prólogo 
 
Pensar el armado de un Curso de Ingreso a una carrera universitaria supone atender a 
una serie de cuestiones que no resultan sencillas. La primordial quizá sea la de generar un 
espacio inaugural que resulte acorde con sus expectativas de progreso, con una política 
inclusiva, que procure las mejores condiciones posibles para que estudiantes de distintas 
procedencias y con tránsitos diversos por la educación formal accedan a la educación 
superior y permanezcan en ella hasta completar sus estudios. 
Esta cuestión no se soluciona simplemente con el ingreso irrestricto a la universidad –
sin exámenes eliminatorios, por un lado, y sin aranceles a la educación, por el otro. No se 
trata tampoco, o no solamente, de que los ingresantes experimenten el Curso de Ingreso 
como un ámbito agradable de socialización –un ámbito que les permita establecer vínculos 
con sus compañeros y conocer el espacio físico de la Facultad. Conocer cuestiones 
administrativas que le posibiliten inscribirse en las materias y entender la dinámica básica 
para su acreditación, aunque todo esto es sin dudas muy importante para quien comienza su 
tránsito por una institución nueva para él, a veces en una ciudad desconocida y fuera del 
ámbito familiar. Asimismo, también es importante brindar la posibilidad de conocer, 
aspectos que hacen a la política universitaria (formas de cogobierno, de representación y 
derechos gremiales de los estudiantes, servicios como becas para apuntes, transporte, 
albergue estudiantil). 
Sin embargo, como decíamos, todas estas cuestiones relevantes no son las únicas que 
puede o debe contemplar un Curso de Ingreso a las carreras de Letras. Aparecen otras que 
son de orden académico. Por ejemplo los saberes y representaciones en torno a la literatura 
y la lengua que, no obstante, se encuentran ligadas a las anteriores, a la forma en que 
llegan hasta la carrera y por eso hacen al ingreso. 
No existe una fórmula única que garantice una integración y un tránsito exitosos por la 
carrera. Sólo cabe no dejar de hacerse preguntas y de ensayar respuestas que apunten a 
ese objetivo. Una respuesta o recorrido que venimos ensayando en este Curso de Ingreso 
tiene que ver con centrar la atención en los modos de leer y de escribir. Entendemos las 
prácticas de lectura y escritura no sólo como actividades fundamentales para alguien de la 
carrera de Letras, sino como actos que constituyen la posibilidad de apropiación de nuevos 
conocimientos –o de resignificación de aquellos con los que ya contamos– en cualquier 
disciplina. Leyendo y escribiendo conocemos los usos normativos de la lengua en la 
escritura, las posibles licencias, la variedad de estilos de escritura que existen. Leyendo y 
escribiendo podemos tomar distancia y “objetivar” nuestros propios modos de leer y escribir, 
paravolver a dar sentido en función de los que la universidad nos demanda. También, 
leyendo y escribiendo, no sólo trabajos de investigación, artículos, ensayos, monografías, 
críticas, reseñas de libros, etc., sino también literatura, conocemos las potencialidades del 
lenguaje y de la literatura misma como producción estética. 
3 
 
Teorías 
Esa “toma de distancia” que mencionamos en el párrafo anterior, podríamos decir que 
es una actividad básica de la teoría o perspectiva científica. Y nos interesa que en el Curso 
de Ingreso se puedan familiarizar un poco más, no tanto con una u otra teoría en particular, 
sino con el concepto mismo de teoría y sus implicaciones. 
Cuando nos preguntamos por una teoría, o unas teorías, nos estamos refiriendo a 
maneras de conocer lo que se denominan objetos de estudio. Para las carreras de Letras, la 
literatura y el lenguaje son objetos de estudio; por lo tanto, la formación de sus alumnos 
girará en torno a ellos. Si decimos que las teorías son “maneras de conocer” la literatura y el 
lenguaje (los lenguajes, la lengua, las lenguas), estamos diciendo que no hay una única 
manera de hacerlo. Este hecho se debe en gran parte a que estos objetos de estudio son 
abordados por disciplinas que pertenecen a las ciencias humanas y sociales. Asimismo, el 
objeto es creado por el investigador según sus intereses. En las ciencias de la naturaleza, 
como la biología, la física, la química, a priori parece más simple hablar de “objeto de 
estudio” por su materialidad (las células, la resistencia de los materiales, la oxidación), 
aunque sabemos que nada es tan simple. En las ciencias humanas y sociales los objetos de 
estudio parten de las creencias de las personas, sus actos, la memoria, sus producciones en 
diferentes ámbitos sociales, políticos, económicos, artísticos, etc. Estos objetos de estudio 
son complejos en sí mismos, difíciles de acotar y según la perspectiva con la que se los 
afronte, producen conocimientos diversos, tanto que el objeto mismo puede cambiar su 
naturaleza: dado que en muchos casos no existe como tal antes de ser construido –
“recortado”, se dice en la jerga académica– para su estudio. 
¿Un ejemplo? El origen del homo sapiens es un objeto de estudio central desde la 
perspectiva de los antropólogos. Para los católicos, ni siquiera existiría como objeto ya que 
su dogma sostiene que al hombre lo creó dios. Demos otro ejemplo, de la Sociología: nadie 
puede dudar de la existencia de personas con escasos recursos que llamamos “pobres”. Sin 
embargo, la “pobreza” como categoría y objeto de estudio no se define de una única 
manera: un sociólogo puede tomar como referencia la “línea de pobreza” que se establece 
por los ingresos en pesos de un grupo familiar: la población que ingrese menos que ese 
monto está por debajo de esa línea, conformará el grupo de los “pobres”. Pero otro 
sociólogo puede tomar otro criterio: tener o no acceso a salud, educación, agua potable de 
red, etc., y decir que serán “pobres” las personas que no logren satisfacer algunas de estas 
necesidades. La aplicación de uno u otro concepto de “pobreza”, nos dará como resultado 
una población distinta que se recorta como objeto de estudio. Además, volviendo a lo 
anterior, esas dos maneras distintas de mirar y medir a la pobreza como fenómeno social 
constituyen distintas teorías para estudiarla. 
Precisamente, la etimología de “teoría” nos lleva al término griego theoréo1 que 
significa, en principio, contemplar (mirar), pero también tiene otras acepciones como 
 
1 Moliner, María. Diccionario de uso del español. Madrid, Gredos, 1991, Pág. 1292. Biblioteca Románica 
Hispánica, V Diccionarios, Tomo II. 
4 
 
“concebir”, “crear”, “elaborar”, “forjar”, “idear”, “inventar”. Por lo tanto, una teoría saca a la 
luz (recorta sobre un todo) y contempla un objeto de estudio, a la vez que concibe, crea, 
elabora, forja, idea o inventa conocimientos para explicarlo. 
La Lengua y la Literatura 
Cuando atendemos a cada palabra que compone un escrito estamos “contemplando” 
un objeto de estudio llamado lengua, pero lo hacemos desde una contemplación particular: 
sólo miramos las palabras. Aquí es donde hemos definido una manera de circunscribir, 
recortar ese objeto de estudio llamado “la lengua”, que está estrechamente ligado con 
prácticas socioculturales e históricas llevadas a cabo por las personas. Luego, si señalamos 
que unas de esas palabras son sustantivos, otras verbos, otras artículos, otras adjetivos, 
estamos utilizando para nuestra contemplación y conocimiento de estas palabras que 
definimos como representativas del objeto de estudio “lengua” una teoría en particular de 
muy larga data: la Gramática. Esta línea teórica es una de las muchas que componen la 
historia de los estudios filológicos. No obstante, no existe una única manera de contemplar, 
de teorizar sobre la lengua. Y seguirán apareciendo otras, dado que la producción de 
conocimientos sigue en marcha. Por ejemplo existe una lingüística textual, que contempla a 
la lengua como texto en tanto las relaciones internas cohesivas y coherentes que lo 
componen; existe una teoría de la enunciación que contempla a la lengua como discurso (lo 
que se dice), como enunciados con significados; existe una sociolingüística que contempla a 
la lengua en relación con los significados que se producen en sus diversos usos sociales; 
existe una gramática generativa que contempla a la lengua en tanto capacidad biológica 
humana; existe la semántica, que busca establecer los modos en que se construyen los 
significados, entre otras maneras. 
En el caso de la literatura ocurre lo mismo. Podemos contemplarla desde su 
dimensión histórica y, de este modo, situarnos en líneas historiográficas o de la teoría 
cultural (la “literatura de vanguardia”, la “literatura barroca”). Podemos relacionarla con 
problemáticas sociales en un determinado momento, y acercarla a la sociología de la cultura 
(la “literatura burguesa”), o podemos contemplarla desde su constitución como objeto 
estético, desde diferentes teorías estéticas (la “literatura modernista”, “literatura realista”).2 
Incluso, podemos procurar unir las perspectivas y contemplar la literatura desde los vínculos 
entre sus rasgos estéticos, socioculturales e históricos, y situar nuestra mirada en los 
estudios culturales. 
Todas estas teorías y otras que no hemos nombrado, más antiguas o más modernas, 
conviven en la actualidad en los objetos de estudio que conforman las carreras en Letras: los 
estudios lingüísticos y los estudios literarios. Esta convivencia está dada porque nos 
enfrentamos a largas tradiciones de producciones teóricas, que hacen que algunas sean 
punto de partida –para adherir a ellas o para rechazarlas parcial o totalmente– de nuevas 
 
2 Ustedes conocerán en la carrera distintos desarrollos de la teoría y la crítica literarias, vinculados por 
ejemplo con el Formalismo ruso, el Estructuralismo, el Postestructuralismo, la Semiótica, el Marxismo, 
el Psicoanálisis y otras perspectivas. 
5 
 
líneas de producción de conocimientos, de nuevas perspectivas. Teorías que hoy por hoy 
ustedes creen que desconocen, pero en la escuela, los medios, o el lenguaje cotidiano, su 
uso se ha “naturalizado”. Esto quiere decir que cada vez que decimos “sustantivo”, 
“cohesión”, “narrador”, “épica” o “realismo”, estamos utilizando categorías que provienen de 
líneas teóricas, aunque no lo sepamos y no las asociemos con la teoría. 
Los objetos de estudio que se delimitan de la lengua y la literatura –una tragedia 
griega, un poema, un texto periodístico o una conversación en el tren, un cuento folklórico, 
un poema gauchesco o de vanguardia, una novela del siglo XIX, la producción de un autor 
literario o de un teórico, y muchos más– necesitan distintas formas de ser contemplados, 
tanto en la práctica, en la universidad, como así también en cuanto a su enseñanza, en los 
modosde transmitirlos. 
Al mismo tiempo que conocemos cómo un investigador ha teorizado en torno a 
cualquiera de estos tan diversos objetos, estamos conociendo formas de leer y escribir en la 
universidad, y nos estamos conociendo a nosotros mismos como lectores y productores de 
escritura. Nos conocemos también en nuestras propias maneras de “contemplar”, que en 
algunos casos se identificarán con las de los estudiosos reconocidos y, en otros, entrarán en 
tensión. 
Por ello, parte de lo que intentamos mostrar o sugerir en este Curso de Ingreso es 
que, más allá de la necesidad de incorporar aquellos conocimientos que les requerirán y que 
les serán evaluados, también es necesario reconocer que leer, escribir, pensar y teorizar no 
son prácticas “neutras”, universales o inmutables, sino construcciones “no naturales”, 
humanas, que se producen en el marco de las instituciones, y que no son inmunes a los 
cambios sociales e históricos. Ser universitario tiene mucho que ver con considerarnos 
artífices, hacedores de nuestras propias formaciones, y asumir esa responsabilidad. 
 
 
CONSIGNA 1: Un prólogo cumple la función de anticipar en alguna medida el contenido de un libro. 
Comenten entre todos o en pequeños grupos qué cuestiones referidas a la carrera que han elegido o a su 
ingreso y tránsito por la formación universitaria pretende anticipar este escrito y qué expectativas que 
tengan ustedes con respecto al curso o a la carrera no aparecen mencionadas. Anoten las conclusiones de 
lo conversado para poder compartirlas luego en plenario, plantear nuevas preguntas a partir de lo allí 
expresado o discutir algunas de sus propuestas. 
Actividad en grupo 10 minutos y luego Plenario 
 
 
 
2- Ensayo: extrañar la mirada y el conocimiento 
 
Durante el curso reflexionaremos sobre diferentes géneros de escritura. El ensayo es 
un género de reflexión subjetiva en el que el autor trata un tema por lo general humanístico 
y lo analiza e interpreta de manera personal y sin agotarlo, y donde muestra cierta voluntad 
de estilo, de forma más o menos explícita, encaminada a persuadir al lector de su punto de 
6 
 
vista sobre el asunto tratado. El autor se propone crear una obra no simplemente 
informativa sino también literaria, aunque presenta argumentos y opiniones sustentadas. El 
ensayo es una interpretación o explicación desarrollada de manera libre, por eso no hay un 
formato fijo, aunque sí un estilo mínimo, que explora un tema concreto o expresa sus 
reflexiones sobre él, o incluso discurre y diserta sin tema específico. Casi todos los ensayos 
modernos están escritos en prosa y suelen ser breves, aunque hay obras muy extensas que 
se ciñen al género. Su estructura es flexible, ya que la sistematización es, en el caso del 
ensayo literario, ajena a su propósito esencial, que es deleitar. Como no pretende agotar el 
tema, sino solamente explorarlo, se lo llama “razonamiento blando” o “poética del saber”. 
El modelo del ensayo científico debe tener una argumentación organizada para 
convencer al lector. Hay dos estrategias para conseguirlo: una lógica inductiva (que 
comienza el ensayo mostrando ejemplos concretos para luego deducir de ellos las 
afirmaciones generales), o una lógica deductiva (que comienza el ensayo mostrando 
afirmaciones generales, las cuales documenta progresivamente por medio de ejemplos bien 
concretos). Los ensayos literarios se apropian de esa forma y juegan con ella y el lenguaje. 
Les proponemos ahora leer el ensayo de Borges “El idioma analítico de John Wilkins”. 
En él, el autor reflexiona sobre las posibilidades de una teoría del lenguaje y su 
sistematización. La mirada extrañada sobre el objeto de estudio, en este caso la lengua, nos 
lleva al abismo de lo inclasificable o insondable del lenguaje. 
 
“El idioma analítico de John Wilkins” en Otras inquisiciones, 1952 
He comprobado que la décimocuarta edición de la Encyclopaedia Britannica suprime el 
artículo sobre John Wilkins. Esa omisión es justa, si recordamos la trivialidad del artículo (veinte 
renglones de meras circunstancias biográficas: Wilkins nació en 1614, Wilkins murió en 1672, 
Wilkins fue capellán de Carlos Luis, príncipe palatino; Wilkins fue nombrado rector de uno de 
los colegios de Oxford, Wilkins fue el primer secretario de la Real Sociedad de Londres, etc.); es 
culpable, si consideramos la obra especulativa de Wilkins. Éste abundó en felices curiosidades: le 
interesaron la teología, la criptografía, la música, la fabricación de colmenas transparentes, el 
curso de un planeta invisible, la posibilidad de un viaje a la luna, la posibilidad y los principios de 
un lenguaje mundial. A este último problema dedicó el libro An Essay Towards a Real Character and 
a Philosophical Language (600 páginas en cuarto mayor, 1668). No hay ejemplares de ese libro en 
nuestra Biblioteca Nacional; he interrogado, para redactar esta nota, The Life and Times of John 
Wilkins (1910), de P.A. Wright Henderson; el Woerterbuch der Philosophie (1924), de Fritz 
Mauthner; Delphos (1935) de E. Sylvia Pankhurst; Dangerous Thoughts (1939), de Lancelot 
Hogben. 
Todos, alguna vez, hemos padecido esos debates inapelables en que una dama, con acopio de 
interjecciones y de anacolutos, jura que la palabra luna es más (o menos) expresiva que la palabra 
moon. Fuera de la evidente observación de que el monosílabo moon es tal vez más apto para 
7 
 
representar un objeto muy simple que la palabra bisilábica luna, nada es posible contribuir a tales 
debates; descontadas las palabras compuestas y las derivaciones, todos los idiomas del mundo 
(sin excluir el volapük de Johann Martin Schleyer y la romántica interlingua de Peano) son 
igualmente inexpresivos. No hay edición de la Gramática de la Real Academia que no pondere 
"el envidiado tesoro de voces pintorescas, felices y expresivas de la riquísima lengua española", 
pero se trata de una mera jactancia, sin corroboración. Por lo pronto, esa misma Real Academia 
elabora cada tantos años un diccionario, que define las voces del español... En el idioma 
universal que ideó Wilkins al promediar el siglo XVII, cada palabra se define a sí misma. 
Descartes, en una epístola fechada en noviembre de 1629, ya había anotado que mediante el 
sistema decimal de numeración, podemos aprender en un solo día a nombrar todas las 
cantidades hasta el infinito y a escribirlas en un idioma nuevo que es el de los guarismos3 [1]; 
también había propuesto la formación de un idioma análogo, general, que organizara y abarcara 
todos los pensamientos humanos. John Wilkins, hacia 1664, acometió esa empresa. 
Dividió el universo en cuarenta categorías o géneros, subdivisibles luego en diferencias, 
subdivisibles a su vez en especies. Asignó a cada género un monosílabo de dos letras; a cada 
diferencia, una consonante; a cada especie, una vocal. Por ejemplo: de, quiere decir elemento; 
deb, el primero de los elementos, el fuego; deba, una porción del elemento del fuego, una llama. 
En el idioma análogo de Letellier (1850), a, quiere decir animal; ab, mamífero; abo, carnívoro; 
aboj, felino; aboje, gato; abi, herbivoro; abiv, equino; etc. En el de Bonifacio Sotos Ochando 
(1845), imaba, quiere decir edificio; imaca, serrallo; imafe, hospital; imafo, lazareto; imarri, casa; 
imaru, quinta; imedo, poste; imede, pilar; imego, suelo; imela, techo; imogo, ventana; bire, 
encuadernor; birer, encuadernar. (Debo este último censo a un libro impreso en Buenos Aires en 
1886: el Curso de lengua universal, del doctor Pedro Mata.) 
Las palabras del idioma analítico de John Wilkins no son torpes símbolos arbitrarios; cada 
una de las letras que las integran es significativa, como lo fueron las de la Sagrada Escritura para 
los cabalistas. Mauthner observa que los niños podrían aprender ese idioma sin saber que es 
artificioso; después en el colegio, descubrirían que es también una clave universal y una 
enciclopedia secreta. 
Ya definidoel procedimiento de Wilkins, falta examinar un problema de imposible o difícil 
postergación: el valor de la tabla cuadragesimal que es base del idioma. Consideremos la octava 
categoría, la de las piedras. Wilkins las divide en comunes (pedernal, cascajo, pizarra), módicas 
(mármol, ámbar, coral), preciosas (perla, ópalo), transparentes (amatista, zafiro) e insolubles 
 
3 Teóricamente, el número de sistemas de numeración es ilimitado. El más complejo (para uso de las 
divinidades y de los ángeles) registraría un número infinito de símbolos, uno para cada número entero; el 
más simple sólo requiere dos. Cero se escribe 0, uno 1, dos 10, tres 11, cuatro 100, cinco 101, seis 110, 
siete 111, ocho 1000... Es invención de Leibniz, a quien estimularon (parece) los hexagramas enigmáticos 
del I King. 
8 
 
(hulla, greda y arsénico). Casi tan alarmante como la octava, es la novena categoría. Ésta nos 
revela que los metales pueden ser imperfectos (bermellón, azogue), artificiales (bronce, latón), 
recrementicios (limaduras, herrumbre) y naturales (oro, estaño, cobre). La ballena figura en la 
categoría décimosexta; es un pez vivíparo, oblongo. Esas ambigüedades, redundancias y 
deficiencias recuerdan las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se 
titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales 
se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, 
(e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan 
como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) 
etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas. El instituto 
Bibliográfico de Bruselas también ejerce el caos: ha parcelado el universo en 1000 subdivisiones, 
de las cuales la 262 corresponde al Papa; la 282, a la Iglesia Católica Romana; la 263, al Día del 
Señor; la 268, a las escuales dominicales; la 298, al mormonismo, y la 294, al brahmanismo, 
budismo, shintoísmo y taoísmo. No rehusa las subdivisiones heterogéneas, verbigracia, la 179: 
"Crueldad con los animales. Protección de los animales. El duelo y el suicidio desde el punto de 
vista de la moral. Vicios y defectos varios. Virtudes y cualidades varias." 
He registrado las arbitradiedades de Wilkins, del desconocido (o apócrifo) enciclopedista 
chino y del Instituto Bibliográfico de Bruselas; notoriamente no hay clasificación del universo 
que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo. 
"El mundo - escribe David Hume - es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, 
que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente; es obra de un dios 
subalterno, de quien los dioses superiores se burlan; es la confusa producción de una divinidad 
decrépita y jubilada, que ya se ha muerto" (Dialogues Concerning Natural Religion,V.1779). Cabe ir 
más lejos; cabe sospechar que no hay universo en el sentido orgánico, unificador, que tiene esa 
ambiciosa palabra. Si lo hay, falta conjeturar su propósito; falta conjeturar las palabras, las 
definiciones, las etimologías, las sinonimias, del secreto diccionario de Dios. 
La imposibilidad de penetrar el esquema divino del universo no puede, sin embargo, 
disuadirnos de planear esquemas humanos, aunque nos conste que éstos son provisorios. El 
idioma analítico de Wilkins no es el menos admirable de esos esquemas. Los géneros y especies 
que lo componen son contradictorios y vagos; el artificio de que las letras de las palabras 
indiquen subdivisiones y divisiones es, sin duda, ingenioso. La palabra salmón no nos dice nada; 
zana, la voz correspondiente, define (para el hombre versado en las cuarenta categorías y en los 
géneros de esas categorías) un pez escamoso, fluvial, de carne rojiza. (Teóricamente, no es 
inconcebible un idioma donde el nombre de cada ser indicara todos los pormenores de su 
destino, pasado y venidero.) 
Esperanzas y utopías aparte, acaso lo más lúcido que sobre el lenguaje se ha escrito son estas 
9 
 
palabras de Chesterton4: "El hombre sabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más 
innumerables y más anónimos que los colores de una selva otoñal... cree, sin embargo, que esos 
tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son representables con precisión por un mecanismo 
arbitrario de gruñidos y de chillidos. Cree que del interior de un bolsista salen realmente ruidos 
que significan todos los misterios de la memoria y todas las agonias del anhelo" (G. F. Watts, 
pág. 88, 1904). 
 
 
 
CONSIGNA 2: Revisen en grupos el texto de Borges y elaboren un esquema de la argumentación. Elijan 
a un “escribiente” que anote lo que crean importante. ¿Cuáles proyectos de organizar en «universos de 
categorías» cita Borges como ejemplos semejantes al de Wilkins? Piensen si Borges utiliza alguna de las 
opciones de inducción o deducción que proponíamos en la presentación, para pensar los pasos. [Tengan 
presente que los autores literarios como Borges no siempre siguen al pie de la letra los modelos 
establecidos, sino que juegan a propósito con ellos]. Discutan en grupo en qué momentos les parece que 
Borges juega con el lenguaje y el formato del ensayo para lograr un efecto estético en el lector. Es 
importante que escriban sus opiniones para compartirlas con el plenario. 
Actividad en grupo 10 minutos y luego Plenario 
 
CONSIGNA 3: Hay quien dice que este texto de Borges es una larga glosa de la afirmación que el mismo 
contiene: “notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural”. ¿Están de 
acuerdo con esa interpretación? Las clasificaciones ¿sólo tienen que ser científicas? ¿A qué se refiere 
Chesterton con el «arbitrario mecanismo de gruñidos y chillidos»? Discútanlo en grupo y, nuevamente, 
escriban sus opiniones para compartir con el plenario aquello que discutieron. Sustenten su opinión con la 
selección de al menos dos pasajes del ensayo. 
Actividad en grupo 10 minutos y luego Plenario 
 
 
 
3- La recepción 
 
Hasta aquí hemos introducido el concepto de “teoría” en tanto una manera de 
contemplar un cierto objeto de estudio y de idear modos que intenten explicarlo. Hemos 
señalado también que la teorización supone un modo de leer, así como un modo de escribir 
aquellos conocimientos que resultan de lo contemplado, y que estas prácticas no son 
“neutras”, sino que se producen a partir de formas instituidas –para continuar con esas 
maneras o para proponer una nueva– y de distintos intereses. Esta práctica implica unos 
usos particulares de la lengua y es, sin lugar a dudas, una argumentación. Pues bien, 
ensayemos una breve práctica de este tipo, a partir de un texto literario. 
 
 
4 Chesterton fue un escritor y periodista británico de inicios del siglo XX. Cultivó, entre otros géneros, 
el ensayo, la narración, la biografía, la lírica, el periodismo y el libro de viajes. Se han referido a él 
como el «príncipe de las paradojas». Su personaje más famoso es el Padre Brown, un sacerdote 
católico de apariencia ingenua, cuya agudeza psicológica lo vuelve un formidable detective, y que 
aparece en más de cincuenta historias reunidas en cinco volúmenes, publicados entre 1911 y 1935. 
10 
 
 
Mi mujer5 
 
Cuando tenía veinticinco siglos de hastío y la fealdad repulsiva del ciudadano: cara de frente de 
fábrica, con dos ventanas por ojos y un cerrojo en la puerta para las buenas palabras llegaste vos, 
bruta y sencilla como una vaca, con apenas cinco años de escuela primaria, que, felizmente, no te 
hicieron mella. 
Por más que te encanalló mi contacto, tu pureza natural estaba tatuada en tu piel blanca, olorosa 
a leche agria, y en el pozo de tus ojos grises y vacíos de animal alegre. 
Cosa de carne tenías un alma maravillosamente simple, como una columna de agua o como un 
dolmen de piedra de sepulcroen la que los lagartos de tus pobres instintos salían a tomar el sol de 
mi lujuria. 
Eras la copa de oro de la materia inerte, sin una verruga de ideal que alterase la maravillosa liga 
de tu metal, opaco y sordo. 
¡Cuánto bien me has hecho! Volatilizaste el hastío con un gruñido de felicidad al besarme y a mi 
mala pata le hiciste un guiño muy mono. 
Yo te bendigo y te bendice mi entraña renovada y la entraña de todos mis antepasados, los 
ogros y burgueses, cargados de botín en el asesinato moral de la lucha por la vida. 
Mi cansancio racial fue tu túnica en la alcoba y danzamos en el espasmo con la gravedad 
ensimismada y animal que acaso hubiera querido Nietzsche. 
Tus vestidos eran lisos y blancos como tu espíritu, y más de una vez hirió la medialuna de 
celuloide de tu barbilla la complicación paradójica del nudo de mi corbata: símbolo de mi abulia 
acuciada y tenebrosa. 
Te amo porque aireaste los desvanes de mí mismo con el soplo de tu aliento; llenaste con la 
saliva de tu boca, profunda y dulce, los sótanos de mi indiferencia pesimista y clavaste en la frente 
de la personalidad el gallardete de sucederme en tu vientre con carne con que yo te hinchara. 
Te bendigo en el nombre de mi madre porque eres sencilla como ella y tus manjares han su 
mismo sabor de pueblo. 
Me hiciste humilde como un perro, lacio y leal, y a mí, ¡a mí! que tenía las embestidas del jabalí, 
pero impostadas, pero invaginadas... 
Me animalizaste a tu nivel y te bendigo porque la coraza orinada de mi cultura aflautaba mis 
pulmones en el grito ocarinesco del pedagogo. 
Eres tan del arrabal que tienes olor a tango y sabor al yuyo de la calle donde tus antepasados 
jugaban a los cobres. 
Tu voz es una guitarra herida y cantas tus tres palabras esenciales: comer, gozar, vestir... 
Tu piel granulada y blanca y blancos y granulados han de ser los mil gramos de tu cerebro justo. 
Te produciste en mágico milagro de creación y yo sé que el divino alfarero que alisó tus ancas, 
altas y ondulantes, no te dejó la marca de fábrica. 
Eres tan del arrabal que eres mi alma ahora y a tu lado estoy en mi tierra, en mi casa, en mi traje 
y en mi piel. 
Siento que te amaré toda la vida porque me has domesticado y estás en mí como una nueva 
circulación sanguínea y en mi mismo cerebro estás, alta y bella, pero muda, ciega y ausente para no 
entrometerte en la endiablada zarabanda de mis imágenes, de las que no entenderías gran cosa. 
Eres la perfección de lo sencillo y de lo común y sólo con mirarte pensativo siento que me 
 
5 CURSO: Olivari, Nicolás [1926]. “Mi mujer”. En: La musa de la mala pata. El gato escaldado. Buenos 
Aires, CEAL, 1992; pp. 48-49. [En los textos citados de otros autores, cuando la nota al pie diga 
“Curso” es que la nota es de los autores del cuadernillo y no del autor del texto citado]. 
11 
 
agarro a ti como un pulpo negruzco se agarra a un alga elegante y derivante. 
¡Vino de tu presencia para mi embriaguez nocturna! ¡Luz de tu figura para verme sombra y 
constatar que vivo! ¡Tabla a que me agarro! ¡Salvación de mi fe, puérpera y desangrada! ¡Turbión de 
delicias! ¡Tranquilidad de jornalero con los riñones doloridos y la mirada gozosa después de las 
ocho horas de trabajo! Gratitud de poeta que ha encontrado su musa de carne... ¡de carne! 
Darás tu alma, sabiamente necia, a mis hijos, y yo les daré mi cochino nombre prostituido en el 
periodismo pobre. 
Yo soy el escarabajo, redondo de angustia, que se amparó en tu luz. 
Así, sin ideas generales, así, tan sin especializaciones, así, tan de carne franca y caritativa, dame 
siempre el agua de tu ternura fiel para templar los altos hornos de mi orgullo, estéril y literatizante. 
Nicolás Olivari 
 
 
CONSIGNA 4: Luego de la lectura de “Mi mujer” de Nicolás Olivari,6 que tomaremos como objeto de 
estudio, escriban un texto corto en el que fundamenten si les ha gustado o no. Lógicamente, para ello 
deberán explicar los motivos que hacen a la posición que han tomado frente a “Mi mujer”, qué cuestiones 
“contemplaron” en este texto que provocaron su interés, entusiasmo o rechazo. Indiquen qué palabras o 
qué recursos (comparaciones, metáforas, descripciones, elecciones léxicas, …) les llamaron la atención o 
marcaron su lectura. 
Actividad individual en 10 minutos y luego Plenario 
CONSIGNA 5: Posteriormente, intercambien con sus compañeros, colaboradores y profesor lo que han 
escrito en sus hojas. Discutan acerca de las coincidencias o diferencias que presenten sus lecturas y, 
también, acerca de cómo miraron/conocieron “Mi mujer”. Por último, discutan si este texto podría 
agregarse a la tradición de la literatura amorosa y piensen el por qué de su respuesta. 
Actividad de plenario 
 
 
En la práctica anterior les propusimos que se colocaran en la posición de un teórico. 
O por lo menos, a que asumieran una mirada distanciada, investigativa de lo que hasta ese 
momento sólo sabíamos que era un texto, sin referencia alguna a géneros literarios, estilos 
o tradiciones. 
Pero seguramente ustedes no miraron “desde la nada”. Al contrario: ustedes miraron, 
leyeron, escribieron e intercambiaron lecturas desde aquello que saben e imaginan acerca de 
la literatura. Particularmente, al recorrer este texto, leyeron desde lo que conocen y 
entienden por literatura o por poesía amorosa (o erótica) y qué es lo que esperan en general 
encontrar en los textos de esa categoría. También desde su buena o mala disposición 
personal hacia este tipo de manifestaciones literarias, y varios etcéteras. 
Es posible, por eso, que al leer este escrito de Nicolás Olivari –un poeta argentino 
inscripto en los movimientos de vanguardia de la década de 1920- hayan experimentado 
una puesta en tensión de sus maneras de clasificar y describir la poesía de amor, o la poesía 
en general, o bien la literatura en sentido amplio. Lo decimos en el sentido de que no toda la 
gente espera encontrar en la poesía, o en la literatura cosas “de mal gusto”, imágenes 
grotescas, sentidos supuestamente irreverentes alrededor de uno de los grandes temas de la 
 
6 Nació y murió en Buenos Aires (1900-1966). Fundamentalmente poeta, pero también periodista, 
guionista de radio y cine. Asimismo, escribió piezas de teatro y tradujo numerosas obras teatrales 
europeas. Fue uno de los miembros fundadores de la “Academia Porteña del Lunfardo” en 1962. 
12 
 
literatura, como la exaltación de la mujer amada. También, en el sentido de que desde el 
punto de vista formal (disposición en la hoja, rima, ritmo, etc), la de Olivari no parece una 
“típica” poesía. Distinto quizá sería si les hubiésemos presentado este poema de Mario 
Benedetti como poesía de amor: 
 
Te quiero 
 
 
Tus manos son mi caricia 
mis acordes cotidianos 
te quiero porque tus manos 
trabajan por la justicia 
 
 
si te quiero es porque sos 
mi amor mi cómplice y todo 
y en la calle codo a codo 
somos mucho más que dos 
 
 
tus ojos son mi conjuro 
contra la mala jornada 
te quiero por tu mirada 
que mira y siembra futuro 
 
 
tu boca que es tuya y mía 
tu boca no se equivoca 
te quiero porque tu boca 
sabe gritar rebeldía 
 
 
 
 
 
 
 
si te quiero es porque sos 
mi amor mi cómplice y todo 
y en la calle codo a codo 
somos mucho más que dos 
 
y por tu rostro sincero 
y tu paso vagabundo 
y tu llanto por el mundo 
porque sos pueblo te quiero 
 
y porque amor no es aureola 
ni cándida moraleja 
y porque somos pareja 
que sabe que no está sola 
 
te quiero en mi paraíso 
es decir que en mi país 
la gente viva feliz 
aunque no tenga permiso 
 
si te quiero es porque sos 
mi amor mi cómplice y todo 
y en la calle codo a codo 
somos mucho más que dos. 
 
En este poema podemos reconocer sin dudar elementos formales y temáticos que 
tradicionalmente se consideran el canon de la poesía, y el canon de la poesía amorosa para el 
sentido común hegemónico. Por otra parte puede ser que, al margen de estas nociones tan 
arraigadas en el sentido común, ustedes, como lectores asiduosde literatura, estén 
acostumbrados a la lectura de literatura en un sentido más amplio, poesías de vanguardia o de 
escritos literarios que rechazan la idea de la literatura como el arte “de las bellas letras”. 
Entonces puede que el poema de Olivari no les haya chocado ni sorprendido. Luego, 
mas allá de los análisis, está la cuestión del gusto a la que apeló la consigna, ya que aceptar y 
“clasificar” un escrito dentro de nuestros parámetros de literatura no implica necesariamente 
que ese escrito tenga que gustarnos o parecernos bueno. Ese ejercicio muestra que clasificar, 
describir, interpretar o valorar una obra de la literatura no es nunca una tarea que se realice 
de manera neutra o “desde la nada”. 
En un juicio como este participan una cantidad de factores, relacionados tanto con 
nuestra formación escolar como con cuestiones más informales (variadísimas formas de 
relación con la literatura, con los libros, con otros objetos culturales que pudimos haber 
13 
 
experimentado desde muy pequeños y en adelante, que han generado en nosotros ciertas 
representaciones acerca de lo que estas cosas significan). 
Esas representaciones no las inventamos como sujetos individuales ya que, si bien el 
recorrido personal es único, construimos nuestras ideas sobre el arte y la literatura a partir de 
otras que circulan en nuestra familia, nuestro ámbito social, los medios de comunicación, 
nuestros amigos, nuestros profesores. En varias de estas ideas, así no sean saberes 
sistematizados desde la escuela o la universidad sino provenientes del sentido común, 
persisten fragmentos de teorías de las que ese sentido común se ha apropiado, 
resignificándolas. Por eso, algunos términos y conceptos que vean en la Facultad en los 
próximos años les podrán sonar en parte familiares. Les permitirán integrar conocimientos y 
reflexiones que ustedes ya traen con las nuevas perspectivas que ofrezca la formación 
universitaria. 
En otros casos esas perspectivas, lejos de integrarse armónicamente, podrán entrar en 
fuerte tensión con los modos de leer y concebir la literatura a los que están acostumbrados, 
hacerles sentir que “han vivido equivocados”. También puede pasar que les parezca que tienen 
que dejar de lado aquello que les gusta y les genera interés al leer o escribir literatura. Por 
suerte hay mucha literatura, muchas materias y muchos profesores. Unos les gustarán, otros 
no, pero eso los ayudará a definirse como Graduados de Letras. 
El momento que inician tendrá momentos de crisis en relación con la carrera (crisis que, 
quien más quien menos, todos hemos atravesado) y que tendrán su origen en cuestiones de 
este estilo. Estos vínculos, a veces más felices, por momentos más tensos o conflictivos, que 
vamos sosteniendo con la formación que nos da y nos exige la carrera, están a veces 
motivados por nuestras experiencias personales, las experiencias en la escuela y, siempre, por 
nuestra trayectoria vital. Es importante sostenerse en los objetivos propuestos más allá de los 
obstáculos. 
 
 
4- El carácter ideológico de la lengua 
 
El concepto de ideología 
A lo largo de nuestras vidas, nos hemos apropiado de infinidad de valoraciones respecto 
de disímiles aspectos de la realidad. Lo hacemos a cada paso y muchas veces de manera 
insensible, sin detenernos a pensar o a “valorar”. Nuestros intercambios cotidianos están, sin 
embargo, atravesados por tales valoraciones. Por ejemplo, si decimos o escuchamos decir que 
la televisión “degrada” las formas del pensamiento, o que es un mero entretenimiento, o que 
los medios de comunicación tergiversan los hechos políticos y sociales, estamos proponiendo 
nuestros valores. Y también sus contrarios: si decimos que la cumbia es “grasa”, o si decimos 
que no lo es porque nos gusta, o si nos gusta que lo sea. Si renegamos contra la ropa de moda 
porque nos parece careta, o si nos gusta estar a la moda. Si defendemos la escuela pública 
14 
 
porque consideramos un bien social que la educación sea gratuita, o si creemos que la privada 
tiene el mismo rol social. 
La ideología, como acá queremos entenderla, no aparece sólo en las posiciones más 
elaboradas respecto de los que en un determinado momento se constituyen como los “grandes 
temas”, los “temas de agenda”, para una sociedad. Tampoco se define exclusivamente por las 
posiciones que adoptamos frente a cuestiones existenciales de importancia permanente, como 
las creencias religiosas o las filosofías de vida. Ni por una opción política partidaria. Muchas 
veces escuchamos decir en un debate en televisión, o en un programa de radio: “Eso que 
usted dice es ideológico o político”, como una manera de descalificar al adversario. Quien 
profiere esa frase pretende valorarla negativamente, ya que implicaría más bien un sesgo, una 
imposibilidad de apreciar el problema en todos sus aspectos. Quien dice esa frase supone no 
tener esa imposibilidad por carecer de “ideología”. Pero, más allá o más acá de los dogmas y 
preceptos, o de las apreciaciones elaboradas como sistemas de pensamiento, hay hechos que 
diríamos triviales en los que lo ideológico se manifiesta, y la réplica citada no es sino un 
ejemplo de ello. 
Todos somos sujetos ideológicos porque la ideología no es solamente asumir un 
pensamiento político e interpretar un aspecto de la realidad. Desplegamos nuestra ideología 
cuando hablamos o escribimos, y en nuestras actitudes. En lo que decidimos leer y estudiar. 
Cuando decidimos preocuparnos por algo y no por otra cosa. En denotar nuestra sexualidad. 
También en nuestros cuerpos: en la ropa que usamos, en hacernos o no un tatuaje, en el 
peinado que llevamos. 
En relación con el lenguaje, y para decirlo rápidamente, el acto de ponerle palabras a lo 
que miramos y analizamos –como ustedes hicieron en la actividad con “Mi mujer”– supone una 
operación del orden de lo ideológico, una vez que definimos la ideología de esa manera amplia. 
Además, si bien supone una acción individual (“yo digo”, “yo pienso” que la literatura puede o 
no puede contener nada del orden de lo grotesco, por ejemplo), también es una acción de tipo 
social. Lo que decimos o pensamos, aparte de la marca personal, posee la huella de lo que 
dijeron o pensaron otros a quienes conocemos –a saber, nuestros padres, hermanos, amigos, 
maestros, profesores, escritores, periodistas, políticos, otros “sin cara y sin nombre”, nuestra 
cultura. La cultura a la que pertenecemos nos dice desde pequeños cómo nombrar cada cosa, 
qué es lo que está bien y qué está mal. En consecuencia, de manera inevitable, cada vez que 
usamos la lengua para dar cuenta de algo, desde un chisme del barrio o la caracterización del 
escrito de Olivari, lo hacemos en relación con usos que la cultura ha hecho y hace de la 
lengua. De ahí la relación estrecha entre los factores ideológicos y los usos del lenguaje, y por 
eso la importancia de percibirlo como instrumento. 
En este sentido, aunque pueda parecer impertinente en relación con lo que venimos 
diciendo (y ya hablarán luego de “pertinencia” o “relevancia”, cuando ahonden en otra rama de 
la Lingüística), acerca de las palabras y la historia del léxico, dice José Antonio Millán: “Y un 
caso especial es el de las medias (de vestir), que provienen de la expresión medias calzas. Tan 
15 
 
especial que merece un apartado nuevo.” La cita suena ridícula, pero resulta perfectamente 
oportuna para que, como John Wilkins, continuemos reflexionando juntos sobre la lengua 
como objeto de estudio. 
 
 
CONSIGNA 6: Lean el siguiente fragmento extraído del libro El candidato melancólico, de José Antonio 
Millán.7 No se trata de un libro sobre política lánguida, como el título podría hacer pensar, sino sobre el 
origen de las palabras, sus viajes, sus transformaciones, sus cambios de sentido. La travesía que propone 
puede incluso llevarnos miles de años atrás. Y, si no, presten atención a todo lo que puede informarnosuna 
simple palabra, “medias”: 
En el origen está el latín calceus, 'zapato' (de donde viene nuestro calzado). Cuando los romanos 
tuvieron contacto con los pueblos germanos vieron que usaban una prenda que cubría pie y pierna 
(hoy diríamos una media), y la llamaron con un derivado de calceus: calea, que pasó al español. 
Durante la Edad Media la población adoptó las calzas, que fueron extendiéndose hasta cubrir 
también el vientre, y llegaron a la cintura, manteniendo siempre el mismo nombre. Pero en el siglo 
XVI la prenda se dividió en dos partes: la que cubría el vientre conservó el nombre de calzas, aunque 
se usó también en aumentativo: calzón. Las partes que vestían pie y pierna se llamaron calcetas (un 
diminutivo), o medias calzas (puesto que eran la mitad inferior de las calzas primitivas). La expresión 
medias calzas, siguiendo la tendencia general que hemos visto, se quedó en medias. 
(…) 
Pues bien: como el nuevo pantalón llegaba hasta el tobillo, las medias ya no necesitaban subir 
hasta el muslo o la rodilla, y siguieron disminuyendo (excepto en las mujeres, que no usaban 
pantalones), hasta llegar a cubrir sólo el pie. Para aludir a esta nueva prenda se usó la palabra 
calcetín (¡el diminutivo del diminutivo calceta!), aunque en América se siguieron llamando medias. 
Por recapitular este singular viaje hemos pasado de una prenda del pie (el calceus primitivo) a 
llegar a cubrir hasta la cintura (calzas), para dividirse y quedar una parte reducida de nuevo al pie 
(calcetín), todo ello en un par de milenios y sin abandonar la misma raíz. 
Y aquí acabaría la historia de esta productiva palabra de no ser porque las prendas que antaño 
fueron exteriores pasaron al interior. (Ahora que he escrito antaño no puedo dejar de señalar que 
aquí tenemos otro paso de la parte al todo: ante annum significaba en latín 'el año pasado', pero hoy 
indica en general 'en el pasado'). Los avatares del nombre de la ropa interior son aún más 
complicados que los de la exterior, porque a las modas y a la introducción de nuevas prendas se unen 
las dinámicas de eufemismo y sustitución que vimos anteriormente. 
Con la llegada del pantalón los calzones quedaron relegados a nombre de la ropa interior, tanto 
masculina como femenina. Durante un periodo las mujeres llamaron también pantalones a su ropa 
interior (y en algunos países de América las 'bragas' se siguen llamando con el diminutivo 
pantaletas). Pero en su versión para hombres los calzones pronto pasaron a llamarse calzoncillos (¡el 
diminutivo de un aumentativo!). Ese nombre permaneció largo tiempo, pero cuando en la década de 
1960 se importaron del extranjero unas prendas exiguas que, a diferencia de los antiguos calzones, 
 
7 Millán, José Antonio. “El por qué de los dichos: partes y todos”, en El candidato melancólico, Barcelona, RBA 
Libros, 2006, 119-121. José Antonio Millán es poeta, novelista, filólogo en ejercicio, blogger preocupado tanto 
por lo que ocurre dentro como fuera de la Red, director de la primera edición en CD-ROM del Diccionario de la 
Real Academia de la Lengua Española y un profesional de la lengua ocupado en los profundos cambios que las 
nuevas tecnologías están operando en el español. Pero ante todo Millán es un optimista que asegura que 
nuestro idioma es un ser vivo que se enriquece día a día a la vez que se globaliza. 
16 
 
tenían forma de taparrabos, vino con ellas su nombre inglés, slip o braslip. Para no desentonar, el 
calzoncillo con la forma tradicional pasó a llamarse boxer, 'boxeador' (aquí se da al objeto el 
nombre de quien lo utiliza, al contrario que en azafata). 
(...) 
¿Y las medias, qué había ocurrido con ellas? Pues que con la llegada del pantalón se convirtieron 
en prenda únicamente femenina (salvo en el sentido americano de 'calcetín'). Y cuando hace tres o 
cuatro décadas subieron de nuevo hasta la cintura —¡volviendo al mismo sitio al que habían llegado 
las calzas en el siglo XV!— se llamaron media-pantalón o, usando una palabra inglesa, panty (que ya 
era diminutivo de pantaloon). 
 
El fragmento que acabamos de leer nos da una pequeña muestra del asombro y el 
vértigo que produce reconocer la lengua “en tres dimensiones”, con toda su carga de historia y 
de variación. Nos muestra una mirada, entre las muy distintas y múltiples teorías que existen 
sobre la lengua: la etimología. La etimología hace su propio recorte, porque mira la palabra, 
para descubrir la historia de lo que significa y de lo que significó antes de significar lo que 
ahora significa. ¿Y cuál es la etimología de etimología? Viene de dos raíces griegas: étymos, 
“verdadero”, y lógos, “palabra”, algo así como “el sentido verdadero de una palabra”. Hoy 
sabemos que la etimología no nos “descubre” exactamente la “verdad” que esconde la lengua, 
pero sí que nos da una perspectiva privilegiada de su historia, los contextos y las causas que 
los pudieron impulsar, y de los cambios de la sociedad que la hablaba. Este, claro, es también 
otro tipo de recorte, el de pensar en una “sociedad” que hablaba “determinada” lengua 
(justamente, allí nos va a llevar, finalmente, este apartado). Más allá de esta mirada que 
implica cierta construcción artificiosa, lo cierto es que, hablemos de medias o calzones, la 
lengua nos permite hablar con los otros, pero también nos habla de nosotros. 
 
 
CONSIGNA 7: “Los humanos estamos sumergidos en nuestra lengua como en el aire que respiramos, y 
sólo lo notamos cuando nos vemos fuera de ella”, dice Millán en el prólogo de El candidato melancólico. No 
les vamos a pedir que se conviertan en etimólogos de un día para el otro, tampoco en filólogos, ni en 
lingüistas... pero les pedimos que tomen distancia del lenguaje (el que usan ustedes, el que usa un familiar, 
un amigo, un conocido, un famoso) y escriban una reflexión a priori, así, como sale (bien escrito, claro, en 
cinco o diez líneas) sobre alguna palabra, frase, expresión o “dicho” que les llame la atención por las 
palabras que lleve. No tiene que contener terminología específica ni mucho menos, pero sí señalar el caso y 
por qué despierta su curiosidad. Puede parecerles algo sencillo, y así pretende ser. Pero estarán 
considerando a la lengua como objeto de estudio y, como podrán reflexionar luego en clase, no lo estarán 
haciendo, aunque lo crean, “desde la nada”. 
Actividad individual (puede ser fuera de clase) 
 
Bajtin 
Como decíamos, ideología significa en principio “ver”, refiere a un conjunto de nociones 
con las que interpretamos la realidad, y esas ideas son en buena medida, como vimos en el 
apartado anterior, construcciones sociales e históricas. Mijail Bajtin (1895-1975), teórico de la 
lengua y también de la literatura, de origen ruso, señala que desde que nacemos nos 
17 
 
vinculamos con nuestra lengua materna como una entidad ya dada8. O sea, no somos como 
Adanes que vamos nombrando la realidad a medida que la conocemos y la experimentamos, 
sino que vinculamos lo real con sentidos que otros le dieron antes que nosotros, y que están 
inscriptos en la lengua. Para Bajtin, la lengua no es únicamente una gramática que explica la 
normativa de sus usos en la escritura, o el desarrollo de una capacidad genética del ser 
humano. Puede ser eso, pero ante todo es un hecho social, con una dimensión histórica, y 
desde estos presupuestos teoriza sobre ella. No existe una lengua aislada de los sujetos, como 
un sistema que pueda ser descripto. 
Lo que decimos o escribimos está ligado, para el autor ruso Bajtín, con las maneras como 
hemos conocido qué se dice y se escribe en determinadas situaciones sociales, y según las 
ideologías y políticas de la lengua que como sujetos sociales asumimos. Así sucede también 
con las teorías. Como ya dijimos al comienzo del Cuadernillo, las teorías son distintas formas 
de mirar, en principio, lo mismo. Pero ese objeto cambia según lo que queramos mirar, lo que 
nos interese como investigadores. Estos intereses estarán a su vez fuertementeligados a 
nuestras convicciones, nuestras certezas, o lo que valoremos que vale la pena problematizar 
para avanzar en el conocimiento. Por ejemplo, elegir licenciarse en una literatura europea por 
conocer lo diferente, o en Literatura Argentina para desarrollar saberes sobre nuestra cultura. 
O elegir estudiar las lenguas antiguas para conocer los orígenes o sumergirnos en la lingüística 
contemporánea para pensar el futuro. 
El hecho de volver a mirar, volver a conocer, es una acción propia de la teoría. Y otra 
vez, esas decisiones que recortan y enfocan un objeto de estudio desde determinada 
perspectiva no son nunca puramente personales, sino que se inscriben en una larga historia de 
desarrollo de los saberes en nuestro ámbito académico, en nuestra disciplina y en otras 
cercanas (aun cuando se inscriban en una tradición para discutirla). Algo del orden de lo 
político está presente en cada teorización, como algo del orden de lo político los llevará a 
ustedes a elegir alguna de las áreas de la carrera para licenciarse, o a seleccionar como 
profesores determinadas perspectivas como las más adecuadas para enseñar a sus alumnos 
cuestiones de Lengua o de Literatura. 
 
8 Algunas categorías de Bajtin resultan interesantes para el recorrido que queremos hacer a lo largo del 
Curso de Ingreso, no tanto por un favoritismo teórico hacia este autor, sino porque nos permite mirar a 
lengua y a la literatura “en simultáneo”, por decirlo así. A lo largo de la carrera comprobarán que los 
estudios literarios y los estudios lingüísticos desarrollan sus propias líneas con su propia terminología. 
Como no queremos sobrecargar de terminología el Cuadernillo del Ingreso, las nociones de Mijail Bajtin 
resultan convenientes por permitirnos usar una misma categoría para trabajar tanto con la lengua como 
con la literatura. Términos como “géneros discursivos”, “dialogismo” y “esferas de uso”, además de una 
cierta idea de “estilo”, están presentes en este Cuadernillo inspiradas en buena medida en las propuestas 
bajtinianas. Hoy por hoy para algunos filólogos que han estudiado al autor, como Patrick Sériot, mucho 
de lo que “leemos” en Bajtin no son exactas ideas del autor, sino que ha habido una traducción por parte 
de representantes del estructuralismo francés –en especial Julia Kristeva- que en sus interpretaciones y 
lecturas ha desdibujado algunos sentidos presentes en los originales rusos y enfatizado otros, llegando a 
darles un alcance que Bajtin no le hubiese dado a esos términos. Es decir –y esto va a manera de dato 
curioso– que al leer las traducciones de Bajtin que circulan en este y otros países, derivadas en su 
mayoría de las primeras traducciones francesas, no sabemos exactamente si estamos leyendo “a Bajtin”, 
las teorías del autor, o ciertas ideas suyas mezcladas con otras propias del estructuralismo francés, que 
fue posterior. Por ejemplo, la misma noción de “discurso” que usarán toda la carrera tiene un fuerte 
sesgo estructuralista. 
18 
 
También expusimos ya que este carácter ideológico de nuestros enunciados, de 
nuestras manifestaciones orales o escritas, no se vincula sólo con las prácticas académicas o 
científicas, sino con todas las prácticas sociales. De allí también que cada uno de nosotros 
como sujetos no hagamos un único uso de la lengua según nuestra ideología, sino que 
dominemos variados usos de acuerdo al contexto en que nos encontremos (Bajtin diría “de 
acuerdo con cada esfera de uso”). La universidad, el barrio, el club, la familia, el boliche o el 
whatsApp, por poner sólo algunos ejemplos, constituyen distintos contextos o distintas esferas 
de uso. Y es obvio que no dialogamos de la misma manera con un profesor rindiendo un 
examen que con amigos en una salida. 
Por otra parte, si existen variados usos de la lengua en distintos contextos, y si en un 
mismo sujeto pueden coexistir usos diversos, no todos tienen la misma legitimidad. Es decir, 
no todos se imponen socialmente como “buenos usos”, y eso más allá de las situaciones en 
que se los utilice. Si una persona dice “voy de mi tía” para indicar que se dirige a la casa de su 
pariente, y otra en cambio dice “voy a lo de mi tía” en la misma situación, es probable que 
muchas personas juzguen que la segunda de las frases está bien empleada, mientras que la 
primera puede hacer pasar a quien la utilizó como alguien que “habla mal”. Y eso con 
independencia de que la forma de uso correcta original es “voy a la casa de…”, por lo que la 
frase “voy a lo de…” sería en principio tan “incorrecta” como la primera. Ocurre que ha sido 
mucho más aceptada por el uso, legitimada, y quienes la emplean no corren el riesgo de ser 
juzgados de la misma manera que quienes utilicen la primera expresión citada. Esto quiere 
decir que, en cualquier contexto, académico o no, excepcional o de la vida cotidiana, lo que 
decimos dice mucho acerca de “quiénes somos”, cómo los demás pueden caracterizarnos o 
juzgarnos –que es, por supuesto, otra operación del orden de lo ideológico–, 
independientemente de que nos importe o no. 
 
5 -La cuestión de la lengua y la literatura nacional 
 
Cuando decimos que la lengua tiene un carácter ideológico, también estaríamos 
diciendo que se relaciona con la identidad de las personas en un medio social. Y no sólo con las 
personas como individuos, también en un sentido colectivo con la identidad de los grupos 
sociales, incluso de las grandes comunidades como las naciones. En nuestro país, el impacto 
en la lengua cotidiana de Buenos Aires, que tuvo la llegada masiva de la inmigración en el 
inicio del siglo XX, constituyó un tema de debate significativo sobre la lengua y la identidad 
también en la literatura. 
La cuestión del idioma tuvo una presencia significativa en tanto problema ideológico, 
cultural y político que acompañó los debates intelectuales referidos a la emancipación respecto 
de España9, primero, y a la organización del Estado nacional después, ya que el fomento de la 
 
9 Si bien declaramos la Independencia en 1816, durante todo el siglo se desarrolló el proceso 
independentista de las instituciones e ideas españolas que formaban parte de nuestra identidad colonial. 
19 
 
inmigración constituyó uno de los ejes fundamentales del programa de transformación iniciado 
con la llamada Generación del 80. El objetivo sostenido por la política inmigratoria, que 
hablaba de “poblar el desierto” (sic: el territorio dominado aun por los pueblos originarios), 
apuntaba a acelerar la economía por el aumento de la población y por la inclusión de 
componentes étnicos europeos que mejoraran la “barbarie” –en términos de Sarmiento– de la 
población autóctona. El éxito de la empresa queda rápidamente evidenciado en cifras: entre 
1869 y 1914 arribaron más de cuatro millones de extranjeros, lo que cuadruplicó la población 
total del país. Sin embargo, la mayor parte de estos inmigrantes se instaló en los centros 
urbanos. 
El impacto en la topografía urbana, particularmente de Buenos Aires, resulta 
sumamente intenso por lo vertiginoso de los cambios producidos. La capital repentinamente 
dejó de ser “la gran aldea” que había sido hasta entonces para convertirse en una ciudad 
cosmopolita con una gran proporción de extranjeros de diversas procedencias entre sus 
habitantes. Entre estos había hablantes de español pero también de otras lenguas de España 
(gallego y catalán), e italianos, franceses, irlandeses, entre otros. Para 1910, Buenos Aires 
constituía la mayor ciudad de América del Sur y estaba entre las diez primeras del mundo; 
tenía la mayor cantidad de hablantes en lengua española a nivel mundial y el segundo puesto 
considerando en general las lenguas romances. En un lapso de 50 años –entre 1880 y 1930– 
aumentó diez veces su población. 
La escuela sería la encargada de llevar adelante la estandarización pretendida para la 
lengua oficial, tarea compleja si se tiene en cuenta que, hacia el Centenario, el porcentajede 
alumnos provenientes de familias con ambos padres argentinos era sólo del 21,36%, mientras 
que los alumnos con ambos padres italianos rondaba el 42%. La inmigración italiana fue la que 
superó en número a todas las demás, mientras que la española tuvo el segundo lugar. Sin 
embargo, la participación en la vida política y cultural de los inmigrantes españoles fue mucho 
más activa que la de cualquier otro grupo, tanto en una significativa intervención en los 
debates en torno del idioma (defendiendo el español estándar de la península) pero también 
como actores muy significativos en el desarrollo de la industria editorial en nuestro país, desde 
finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX. 
Introducimos este tema aquí ya que la definición con respecto a la pureza del idioma, la 
vinculación con España (y el hablar “castellano” o “español”), el control de la prensa y el 
mercado editorial, el aceptar o no a los inmigrantes como pares, son variables determinantes 
en la consolidación del campo cultural argentino y la identidad de la literatura argentina. Con 
largos y frondosos debates durante todo el siglo XX, marcan todo lo que ustedes estudiarán 
como contenido y usarán como tradiciones críticas durante la carrera. 
A continuación les proponemos leer fragmentos del capítulo “Una cultura de 
integración” del libro Caras y Caretas. Cultura, política y espectáculo en los inicios del siglo XX 
20 
 
argentino de Geraldine Rogers, profesora de Literatura Argentina de nuestra facultad.10 En ese 
libro se estudia y analiza una revista de principios del siglo XX en Buenos Aires, Caras y 
Caretas. En particular este capítulo se refiere a cuestiones asociadas a los usos de la lengua y 
sus efectos, tal como venimos hablando.11 
 
“Una cultura de integración” (frag.) por Geraldine Rogers 
La proporción de extranjeros en la población dejaba sus huellas en la vida cotidiana de los habitantes 
de Buenos Aires y en sus formas de intercambio. Personas de diverso origen se comunicaban en el 
espacio urbano gracias a un uso flexible del español criollo, en permanente mutación por el impacto de 
distintos idiomas, jergas y registros. Ese lenguaje abigarrado fue combatido por observadores de la 
elite, que alertaban sobre los efectos perniciosos de las «incrustaciones enfermizas» (…) En ese marco, 
buscaban también reglamentar y hacer cumplir códigos ordenadores que eliminaran los usos 
transgresivos en el campo de la cultura. Sabían, como Antonio Gramsci, que imponer una gramática 
normativa presupone una dirección cultural, es decir, constituye un acto de política cultural para la 
nación12. Como miembros conspicuos de la ciudad letrada sostenían la vigencia de un poder reservado a la 
estricta minoría a la que pertenecían y desde ese lugar observaban los rumbos del lenguaje, al que 
asignaban una relevante función social. Se trataba, en suma, de intervenciones político-culturales por 
parte de miembros de una elite de fuerte voluntad rectora. (…) 
La polémica sobre el lenguaje no se limitó al ámbito de la alta cultura. Caras y Caretas registró 
sus términos y expresó puntos de vista en cuentos y diálogos que se inscribían lateralmente en el 
debate contemporáneo. En ellos, personajes de ficción mostraban la inclinación por posiciones 
antiintelectualistas, consideradas como democráticas y populares, en contra del purismo lingüístico, 
la pedantería y las pretensiones jerárquicas. (…) 
Los escritores-periodistas, al margen de los altos círculos letrados, no se subordinaron a las 
regulaciones de éstos en materia lingüística. Pusieron su escritura a disposición de un público nuevo a 
cuya exclusiva sanción prestaron oídos. En ese contexto, el desafío a los criterios emanados de la 
 
10 Siempre que copiamos en nuestro texto un fragmento de otro texto que ya ha sido publicado por otro 
autor, lo incorporamos como una cita: señalamos cuándo empieza y termina con comillas o con una 
tipografía diferente, y anotamos todos los datos de esa publicación (autor, “título de capítulo”, título de 
libro o revista, lugar donde se publicó, editorial que lo publicó, y año en que se publicó. Si sólo nos 
referimos a unas páginas, también anotamos qué páginas. (El orden de estos elementos varía según 
diferentes normas de publicación, pero siempre deben estar todos): 
Rogers, Geraldine (2009). “Capítulo 6: Una cultura de integración”, Caras y Caretas. Cultura, política y 
espectáculo en los inicios del siglo XX argentino”. La Plata, Edulp, 2008. 
11 En este caso les proponemos leer fragmentos del capítulo especialmente seleccionados para este 
Curso, ya que la versión completa incluye muchos más temas de los que podemos tratar aquí, y que 
ustedes abordarán durante la carrera. Las omisiones del texto se marcan con paréntesis “(…)”. La versión 
completa del capítulo, y del libro, la pueden consultar en el siguiente link, ya que el libro está editado por 
EDULP, la editorial de la UNLP: http://libros.unlp.edu.ar/index.php/unlp/catalog/book/360. Les presenta-
mos aquí otro tipo de texto académico que van a visitar asiduamente en la carrera: de un libro mayor 
que desarrolla una tesis, un fragmento, un capítulo. Para llegar a demostrar una tesis o un tema es 
necesario ir desmigajando y definiendo los elementos que conforman los argumentos. En este caso, el 
libro completo aborda cuestiones acerca de una revista, su circulación y otros muchos temas. Pero para 
hacerlo debe dedicar un capítulo al público de Buenos Aires de la época. Como nos sirve para el tema, 
vamos a leer sólo este capítulo. Muchas veces en la carrera tendrán que estudiar partes sueltas de un 
libro mayor. Es importante no perder de vista que estamos leyendo un fragmento de un pensamiento 
complejo. 
12 Gramsci,A., Cuadernos de la cárcel:Literatura y vida nacional,México, J. Pablos Editor, 1976, pp. 223-4. 
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elite era, más que una postura programática, un efecto de la autonomía del mercado. La polémica 
sobre el lenguaje tuvo continuidad a lo largo de varias décadas. En los años treinta la reeditó, casi en 
los mismos términos, Roberto Arlt, quien se autoincluyó en la genealogía de escritores-periodistas 
iniciada con Caras y Caretas. 
(…) Con el seudónimo «Jack The Ripper» Florencio Sánchez [el dramaturgo] firmó el monólogo 
ficcional de un argentino que cultivaba un lenguaje artificioso, con términos extranjeros, 
expresiones arcaizantes y abstrusos neologismos. El texto mostraba la intencionalidad social de esas 
preferencias lingüísticas, ya que el personaje se proponía adoptar una «fisonomía aristocrática, 
como se ven pocas en estas modernas y pobres repúblicas, en las que todos los hombres comienzan y 
acaban por ser ciudadanos. Es decir, vulgaridades». [Al personaje] Le fastidiaba hablar «una maldita 
lengua» cuyo defecto era que la entendían hasta los carreros y que «sólo se puede tolerar, entre 
gente decente, cuando va mezclada con el francés. ¡Oh, el francés!». Escribía a su novia una 
invitación que decía: «Iré a buscarte, mi pequeña, en un landau, para llevarte a la soirée, si te place. 
Yo amo verte con la toilette créme de velours. Se prepara un buffet comm’il faut» y a una joven «—
Señorita, le dije: haced el favor de cerrar vuestros zafirinos ojos, porque estáis opacando las 
fuscuraciones del rubicundo Febo». 
En una revista que constantemente usaba expresiones de otros idiomas cuando las creía eficaces, se 
criticaba el afrancesamiento porque era elitista, desde una posición tácitamente definida como popular y 
democrática. (…) 
En conjunto, las ficciones polémicas sobre el lenguaje mostraban criterios independientes de los 
sostenidos por los intelectuales de la alta cultura, así como la existencia velada o manifiesta de una 
marcada controversia con aquellos. 
Las formas de la mezcla 
Lejos de lo que proponían los jueces y legisladores culturales, Caras y Caretas practicaba un uso 
más desrregulado de la letra en el que convivían desprejuiciada y graciosamente lenguaje literario yantiliterario, registro oral y erudito, elevado y rústico. Mientras que la alta cultura privilegiaba la 
letra escrita, cuya rúbrica permanente debía imponerse sobre la cambiante oralidad, la revista 
incorporaba desprolijamente todas las incrustaciones del habla cosmopolita. En textos ficcionales de 
Fray Mocho, Correa Luna y otros autores se intentaba transcribir los rasgos fónicos del habla 
criollo-extranjera para que los lectores asistieran, como en la calle o en el teatro, al diálogo vivo de 
sus contemporáneos. Como sucedía en general con todas las publicaciones de la naciente industria 
cultural, la reverencia por la letra estaba ausente y los errores proliferaban. La corrección era 
menos importante que la rapidez y la actualidad. De ese modo, muy lejos de la función modeladora 
atribuida en otros círculos a las letras de molde, la escritura reproducía de manera deliberada, o 
multiplicaba involuntariamente, las condiciones de descuido y cambiante fluidez propias de la 
oralidad. La lengua era un sistema flexible, no un tesoro que debiera custodiarse. (…) 
Era frecuente la inserción de términos o fragmentos en idioma extranjero, a modo de cita entre 
comillas o con tipografía diferente para connotar, según el caso, modernidad, mundanidad, autenticidad 
o saber. 
Son numerosos los ejemplos en propagandas y notas sobre modas. Las expresiones francesas eran 
frecuentes en las notas sobre moda y las locuciones latinas solían tener fines humorísticos por sus 
connotaciones13 cultas. Otras veces se reproducían o transcribían hablas de grupos específicos, con 
 
13 CURSO: Por “connotación” entendemos todos los significados “accesorios” o contextuales que tiene una frase o 
una acción, más allá de sus significados “denotados”, que son los que tiene por definición o por diccionario. 
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fines realistas, humorísticos o paródicos, resaltando la diferencia con comillas, letras itálicas o 
guiones de diálogo para el discurso directo. En rigor, se trataba de una elaboración escrita de 
formas de la oralidad, ya que trasladaba a la página sonidos para los cuales no había un código de 
transcripción establecido. La imitación era común en diálogos ficcionales y en otros textos que 
elaboraban una versión escrita de las formas de la oralidad contemporánea. Allí «hablaban» los 
vascos («¿Qué estás disiendo ahí de chisme? Dises usté tanta seta que no te entiende yo nara. Aquí 
no haser falta discursos»); los andaluces («Pío la palabra, zeño preziente... Zeño preziente; zeñore 
consocio: dende lo verjele del Beti, la tierra de lo Cánova y de lo Catelare, hata la garganta der 
Pirine, donde vieron la lú los Ezpoze y Mina; dende la zerva etremeña, hata lo muro de la inmortá 
Zaragoza [...]»); los italianos («—Ma... ¿dícame un poco?... Cosa li parece in amuramientos tras ina 
lavandiera é in bombiero?... E anque... tra ina cringa come me e ono criollo comi osté»); los aborígenes 
(«—Sí siñor... Quen sabe si cacica recibiendo: ayer mucho camino y mucho perdío»); los compadritos 
(«—Pa qué querés que haiga luz si tu mamá vé en l’oscuro»); los judíos («—La madre de ousté casi se 
morió del disgusto? ... ouna noche muy oscura se le antoujó entrar»); los criollos del ámbito rural («—
¡Qué arrastrao!... ¿Con que eso le decía? [...]. Por lo aquerenciao, parece que se hubiese criao 
guacho»); los alemanes («Ich liben ich! Her Cabezas. Pueno el smoking ¡muy pueno! Esda noche me lo 
estreno»); y gente de toda índole entre las múltiples identidades culturales de Buenos Aires. 
(…) Otro recurso frecuente consistía en la invención de palabras o frases para connotar 
coloquialismo, distensión e irreverencia («promiscuaba », «empedratori de la via publica»). Un relato 
creaba su propia versión del inglés con fines humorísticos: «Y aconteció que comisionado mister 
Mac’Hor Athor por la Exchang Save Alm Society London Ld. para predicar el evangelio en South 
América [...] con un ‘¡Halt in God’s name!’ 
En 1901 «La casa más importante de Sud América en ropa hecha y sobre medida para Hombres, 
Jóvenes, Señoras, Niños, Niñas», introdujo cambios en la campaña publicitaria que realizaba desde 
Caras y Caretas. Hasta esa fecha, la empresa «A. CABEZAS» exhibía en una página la lista de 
artículos disponibles con ilustraciones a modo de catálogo, donde consignaba datos sobre materiales, 
colores, detalles de confección y precios. La nueva estrategia, en cambio, no se orientaba a informar 
a los consumidores sino a atraerlos y provocar su identificación. El aviso ocupaba, igual que antes, 
una hoja completa, solo que ahora la información sobre los artículos ofrecidos se limitaba a la 
indicación «Pidan catálogo». Un dibujo presentaba a dos personajes, un pueblero y un hombre de 
campo. El título con grandes letras –«De un pajuerano»– precedía una larga tirada de versos 
octosilábicos que adoptaba el lenguaje rural y la forma de las composiciones gauchescas o 
payadorescas: 
 
 Recibí de mi cuñao, 
 Que es un pueblero ladino, 
 Un traje de paño fino, 
 De don Cabezas mentao. 
 Debe de estar bien cortao 
 El pantalón de bombilla, 
 Y el futraque o chaquetilla 
 Ha de ser cosa perfecta, 
 Porque en ningún lao me aprieta, 
 Ni menos me hace cosquilla. 
 Yo les tenía aprensión 
 A las prendas del pueblero, 
 Y me parecía un tero 
 Un hombre con pantalón 
 
En el número siguiente el aviso disponía a la izquierda de la hoja un listado de indumentaria con 
dibujos de distintos tipos de consumidores –una niña, un hombre, un niño– luciendo los modelos. La 
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ilustración presentaba también a un personaje con gesto de orador, cuyo origen extranjero se 
indicaba con un escudo en la pared de la escena. Al pie, una leyenda explicaba el dibujo y la 
composición en versos que venía a continuación: «Carta de un caballero catalán, reconocedor de 
vinos, y presidente de una sociedad coral, autorizando a Cabezas a llamarse sastre». Los cuartetos 
imitaban la pronunciación catalana combinada con formas criollas: 
 Cabezas: puede ustet ya, 
 Llamarse sastre dende hoy. 
 Yo se lo digo a ustet noy, 
 Por mi fe de catalá. 
 Vames que me ha dado ustet 
 Con el corte; estoy contento. 
 Es ustet, como talento, 
 Algo ansí como Moret. 
 Este traje lo pregona, 
 Pero muy alte, a mi ver. 
 Ustet debería ser 
 Catalá, de Barcelona. 
En el número siguiente, la disposición gráfica se repetía, pero donde antes aparecía el catalán 
ahora se veía a un hombre vestido de negro con un niño de la mano. La leyenda al pie de la ilustración 
explicaba: «Párrafos de carta de un italiano almacenero aclimatado en el país». Los versos imitaban 
esta vez el habla cocoliche: 
 
…………Pé andar in to Chaquerita, 
 Ner día de lo dicunto, 
 O comperato a Cabezas 
 Un bel vestido di luto. 
 Ma costao cuaranta pezzi 
 Lo vestito ttuto cunto 
 Ma, l’asicuro que un traque 
 Veramente macanuto. 
 A Cuancito il chiquilin 
 También lo vestí. ¡Qué gusto 
 Quell del mochacho! Saltaba 
 Come un perito lanuto! 
 Andiamo a veder la mamá, 
 Que sa morío di susto, 
 Despoi de manggiar polenta, 
 Do pavitos, e un prosciutto. 
 Doppo andiamo a merendar 
 Nell restorán del Vesuvio, 
 E finiamo allegremente 
 Lo día de lo dicunto. 
 
La idea consistía en presentar un espejo multifacético en el que pudieran identificarse los 
potenciales compradores, cuyos lenguajes adoptaba en los anuncios comerciales nombrando además 
algunos emblemas o intereses característicos: la polenta y la familia en los italianos, el orgullo 
nacional en los catalanes, la dificultad de adaptación de los hombres de campo a las costumbres 
puebleras. Todos, fueran criollos o extranjeros, podían reconocerse ahí como protagonistas o 
espectadores de la escena urbana. La estrategia era inclusiva, de gran apertura y flexibilidad 
cultural, y representaba a los consumidores como un conjunto heterogéneo que, a pesar de su 
diversidad, coincidía en algo fundamental: la preferencia por la marca A. Cabezas. En 1902 la 
campaña propagandística llegaba a su clímax con una fantástica representación de sus ilimitados

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