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UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA 
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES 
LICENCIATURA DE TRABAJO SOCIAL 
PSICOLOGÍA SOCIAL I 
Curso 2004 
Documento 20 
Nora Aquín 
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En el capí tu lo que discute conc epc iones de c iudadanía, hemos señalado que 
la mi sma se puede anal izar desde un plano j ur ídico, desde uno pol í t i co o des-
de uno sociocul tura l . Las ref l exiones del presente capí tulo se l igan con e l ter­
cer plano de anál isi s, y aborda aspectos sociocul íural es imbri cados con pro­
cesos de const i tución de c iudadanía en espacios comuni tar ios. 
A ta l f in, me propongo presentar , part iendo de una c aracter i zac ión de los es­
pac ios terri tor ia les en l a actual i dad, a lgunas impl icanc ias de la noc ión y l a 
práct ica de ciudadanía para el Trabajo Social Comuni tar io , para formular , f i ­
nalmente, a lgunas propuestas en el campo de l a intervenc ión profesional . 
1. La actual idad de los espacios terri toriales 
Considerando l as rel aci ones Estado -soc iedad, en Argent ina, a l i gual que en 
gran parte de América Lat ina, vemos que han mostrado hi stór icamente un c la­
ro desequi l ibr io a f avor del Estado, y una notable debi l idad por parte de l a 
soc iedad ci vi l . El l o porque e l Estado argent ino ha expresado histór icamente 
una m odal idad de relaciones soc ia les marc ada por un modelo de autor idad 
paternal - vert icat ista y caudí l lesco, productor de re lac iones de favor en detr i ­
mento de re lac iones de derec ho, esc asamente suje to a reglas, y con una im­
pronta cl iente lar capaz de consagrar t ransgresiones a cambio de cier tas gra­
c ias. 
Como expresiones evidentes de esta modal idad de relaci onamiento, se ha 
producido, por un lado, un est i lo de po l í t ica socia l más c ercano a una suerte 
de estatuto para la minor idad en r iesgo que un rec onocimiento act ivo de dere­
chos socia les; y por ot ro , una sociedad ci vi l al tamente dependiente que, en 
términos generales, ha reproduc ido en su in ter ior los patrones de comporta­
miento vert ica les y autor i tar ios of recidos por el Estado, lo cual ha jugado 
fuertemente en e l plano de las prác t icas y representaci ones de sus d ist intas 
asociaciones. 
Sin embargo, los úl t imos quince años han produc ido extensas y profundas 
modi f icaci ones en el modelo soc iopol í t ico vi gente, entre las cuales nos in ter­
esa destacar aquí la prol ongada cr i sis económica y el vi r tual derrumbe del 
Estado benefactor , a part i r de lo cual los mercados autorregulados se han 
convenido en un nuevo y poderoso imaginar io que ha afectado los d isc ursos y 
comportamientos de grandes capas de la poblaci ón. Concomi tantemente, se 
han producido importantes cambios en los procesos de reproducción cot id iana 
de la exi stencia 1, en tanto e l Estado ha venido t ransf i riendo las responsabi l i ­
dades propias de esos proc esos a las f ami l ias y grupos de benef ic iarios. Es 
dec i r que la concepción vigente en torno a los procesos de d i st r ibuc ión se­
cundar ia del ingreso, además de restr ing i r dicha redi st r ibución, asigna func io­
nes especí f icas a l sector públ ico, al sector pr ivado, al sec tor no gubernamen­
ta l y al sec tor informal ( representado por re l ac iones sociales pr imar ias com o 
la f ami l ia , las relaciones de parentesco y l a vecindad). El lo en e l marco de un 
pasaje desde una concepc ión de dist r ibución secundar ia basada en la ofer ta 
de servic ios socia les, a una con eje en la demanda. Este pasaje impl ica una 
t ransferencia a l a sociedad civi l de los gastos considerados " improduct i vos" , 
entre e l los los relacionados con los servi cios sociales. De ahí la t ransferencia 
de funciones, responsabi l idades y rec ursos f inanc ieros a los benef iciar ios or­
gani zados en una var iada gama de asoc iac iones no gubernamenta les. Simul ­
táneamente, se viene produciendo una resi gni f i cación profunda de lo que se 
considera estatal y socie tal , públ ico y pr ivado, indi vidual y colect ivo. 
Si tuados en el seno de l a soc iedad c ivi l , e l mapa viene presentando en los 
ú l t imos ve inte años antagonismos, desintegrac iones, anomias, exclusiones 
múl t iples e inclusi ones def ici entes, d i scr iminac ión entre iguales, competencia 
e i ndividual i smo, que han producido desgar ramientos en los espac ios micro, 
mul t ipl icando la conf l ictividad. Sin embargo, y a l mi smo t iempo que se presen­
tan condic iones de desintegrac ión, nos encontramos f rente a oportun idades 
muy ri cas de una profunda reorganizac ión de las re lac iones sociales. Como 
sabemos, el proceso de descentra l ización de las po l í t icas sociales, simul tá­
neo a la revalor i zaci ón de la soc iedad c ivi l (núc leos const i tu t ivos de las pres­
cr ipc iones del Banco Mundial ) ha provocado, además de una crec iente d i f icu l ­
tad para acc eder a c ier tos bienes y servicios, un proceso cont radic tor io de 
ampl iac ión y f or talecimiento de la acción c olec t iva a nivel comuni tar io, en tan­
to sus representantes han debido const i tu i rse como in ter locutores del Estado 
en su cal idad de otorgante de servi cios soc ia les loca les2. 
Es así que las cada vez mayores di f i cul tades para acceder a cier tos b ienes y 
servicios —sea por escasez en el mercado, por escasez en los ingresos do­
mést icos, por insuf i cienc ia de los servic ios públ icos u ot ras si tuac iones— han 
1 Entendida como el conjunto de actividades extraproductivas de muy dist in­
to orden, a través de las cuales los individuos, grupos, sectores e instancias 
sociales propugnan, intencionalmente o no, mantener o mejorar las condi­
c iones de vida adquiridas en una s ituación socia l dada. 
2 En los hechos, las decisiones de la pol ít ica públ ica han quedado concentra­
das en la cúspide tecno-burocrática del Estado, cuya pretensión fundamental 
estriba en a liviarlas del control ciudadano y protegerlas de la pres ión de las 
demandas de la sociedad. La sociedad c ivi l, por su parte, queda liberada a s í 
misma, emancipada de la tute la estatal y con nuevas responsabi lidades de 
gestión de servicios para los que carece de recursos o que, en todo caso, 
quedan enteramente a merced de las reglas del mercado. 
demostrado ser un importante motor de acciones co lec t ivas y de part ic ipación 
en el ámbi to de lo público, part icularmente del espac io barr ial , en e l que pro l i ­
f eran microemprendimientos product ivos, cooperat i vas de consum o y de pro­
ducción, asam bleas, organizac iones de desocupados y ot ras exper ienc ias que 
dan cuenta de que, a pesar de la f l aqueza del Estado de Bienestar , la pobla­
c ión ha dispuesto tom ar en sus manos aspectos que afectan a su propia re­
producc ión, como una de las sal i das a la tensión entre las promesas de la 
democracia y los reclamos más urgentes de l os sectores empobrecidos, por 
un lado, y los resul tados c oncretos obten idos a t ravés de l f unc ionamiento de l 
régimen pol í t ico, por e l ot ro3. En esta perspect iva, l os espac ios terr i tori ales se 
han const i tuido en escenar ios de demanda de cuest iones que exceden las 
luchas por e l derecho al espacio4, abarc ando necesidades l igadas a l t rabajo y 
a estrategias co lec t ivas de sobrevi vencia , entre ot ras. Efec t ivamente, como 
expresión de fenómenos genera l izados de desocupación y de femin ización de 
la pobreza, se evidenc ia un c onjunto de modi f icac iones en las d inámicas fami­
l i ares y en los roles t radi cionales, desplazamientos en relación con las f un­
c iones habi tua les, modi f icaciones en la cant idad de t i empo que t ranscurre en 
e l barr io, y demandas por espac ios, inst i tuciones y organi zaciones locales 
que a l ivianen l as tareas propias de la reproducción domést ica. 
2. Pensar la ciudadanía en las nuevas cond iciones de los espacios terri ­
toria les 
Nuevos actores, nuevos objetos de d isputa, nuevas formas organi zat i vas 
asoman o se consol idan en e l espac io públ ico soc ieta l , dando l ugar a lo que 
se vi ene denominando com o c iudadanía emergente5 que se abre paso en las 
condic iones que impone la "democrat izac ión con ajuste" , y cuyo sent i do y di ­
recc ional idad se puede considerar opuesto a l proceso de “desc iudadani za­
c ión”6 que marcó la década anter ior . 
Pensar en los términos propuestos por el subt í tulo , implica re f lexionar en 
torno a las posib i l idades y l im itaciones de la c iudadanía como act ivi dad de­
seable, d i reccionada a una profundi zac ión de l a ca l idad de la c iudadanía y su 
extensión en correspondencia con la cal idad y la extensión de la part ici ón en 
la comunidad de pertenencia, y con la democrac ia. Es en e l la que se pueden 
def in i r las f ormas de ident idad c iudadana más sign i f icat ivas para l a propia 
gente, ten iendo en cuenta que la ident i dad c iudadana impl ica ideas compart i ­
das, de l as cuales se siguen inst i tuciones y const i t uci ones7. 
3 Tomado de Repetto, E: "Pol ít ica Social entre la democracia y el desarrol lo", 
en revista Nueva Sociedad Nº 131, Venezuela, mayo-junio, 1994. 
4 Más adelante hacemos una breve referencia a este concepto acuñado por 
Oszlak (1991). 
5 Así la denomina El izabeth Jelin en su art ículo "¿Ciudadanía emergente o 
exclusión?". En revista Sociedad NQ 8, Facultad de Ciencias Socia les, UBA, 
abril de 1996. 
6 El término "desciudadanización" es util izado por Eduardo Grüner en su ar­
t ículo "Las fronteras del desorden. Apuntes sobre el estado de la sociedad 
c ivi l bajo el menemato", en el l it E l Menemato. Radiograf ía de dos años de 
gobierno de Carlos Menem; Edic iones Letra Buena,' ! Buenos Aires, 1991. Y 
def ine la desciudadanización como la pérdida de identif icación, tanto i»¡ 
c ional como afectiva, con las insti tuciones representativas de los derechos 
de c iudadanía. 
Esta idea pertenece a Adam Przeworski, c itado por Charles Ti lly en su artí­
culo "La democracia es un lago", en revista Sociedad Nº 7, Facultad de 
Ciencias Socia les, UBA, octubre de 1995, traducción de Javier Auyero. 
7 
Vi l lavicenc io y Garc ía Raggio8 enfat izan t res d imensiones del sent ido la ci u­
dadanía: en pr imer lugar, la c iudadanía se ident i f i ca con l os derechos — 
c ivi les, pol í t icos y socia les— cuya dinámica cambiante l leva a una ampl iación 
o a una restr i cc ión de sent ido. En segundo lugar, la c iudadanía es pertenen­
c ia a la comunidad pol í t ica. Y en tercer término, la c iudadanía es part icipa­
c ión, en l a que derechos signi f i ca no sólo su let ra l egal si no su e jerc icio efec­
t ivo y en la que pertenenc ia es, asimismo, part ic ipación en la construcci ón de 
una i dent idad y de un orden pol í t ico democrát ico. 
Entendem os que las t res dimensiones enunciadas t ienen resonanc ia en los 
espacios loca les. De ahí nuest ra af i rmación en el sent ido de que el Trabajo 
Socia l puede aportar a la construcc ión de c iudadanía t rabajando en seno de 
organi zaciones de l a sociedad civi l , en part i cul ar en e l espac io terr i tor ia l . Un 
espacio que en la actual i dad —part icu larmente a part i r de d iciembre de 
2001— se presenta como propici o para la problemat ización c olect iva, produc­
to en gran medida de las t ransformaciones ocurr idas en el mundo del t rabajo, 
y que arroj an c onsec uencias en las condiciones ob jet ivas de vida, en l as per­
cepciones y en la red de so l idar idades y per tenenc ias de los sujetos, con evi ­
dentes cam bios en las modal idades t radic ionales de asoc iac ión, dando l ugar a 
nuevas lóg icas de acc ión c olect i va. 
En general , los teór icos de l a sociedad c ivi l —pensamiento comuni tari sta de 
sól i do arraigo en la década de los '80— sost ienen que ni e l mercado n i la par­
t ic ipación po l í t ica garant izan el desarrol lo de una perspect i va dem ocrát ica, 
sino que el la es posible t rabajando en el seno de las organizac iones de l a 
soc iedad c ivi l : sindi catos, f amil ias, asoc iac iones étn icas, cooperat i vas, grupos 
de protección del medio ambiente, asoc iac iones de vecinos, grupos de apoyo 
a l as mujeres; donde se desarrol la una vi rtud que es esenc ial a la dem ocra­
c ia: la vi r tud del compromiso mutuo, que adquiere un carácter c ruc ial en l a 
const i tución de ci udadanos, y como mediac ión f rente a ot ros compromisos que 
sostenemos en el seno de l a acción c ivi l y en e l conjunto del espacio públ ico 
—tanto socie tal como estatal—, promoviendo una actuac ión t ransversa l . 
Histór icamente, e l enc lave terr i tor ia l de los sectores de pobreza ha sido esc e­
nar io de luchas por el derecho a l espac io9 l i gado a external idades propias de 
la local i zac ión de la vivienda, tal es c omo la educación, la recreac ión, l a f uen­
te de t rabajo, la sal ud, e l t ransporte y ot ros servic ios. En los ú l t imos t iempos, 
se habla de la terr i tor ia l izac ión de la conf l ict iva soc ial , a l ca lor de la pérdida 
de densidad de la f ábr ica como espac io de expresión de demandas, y de los 
procesos impuestos de descentral i zación10, lo que produce una revi tal ización 
de la condic ión de vecino como atr i buto de i dent idad. 
Trabajar en l os espac ios com uni tar ios en la perspect i va de la ciudadanía, re­
quiere una expresa di f erenc iac ión al menos con dos posiciones vigentes; por 
una parte, con aquel la que, en base a cálcu los de c osto-benef icio y po l í t ico­
8 "Nuevas cuestiones en tomo a la ciudadanía", en revista Sociedad Nº 7, 
Facultad de C iencias Socia les, UBA, octubre de 1995. 
9 En este aspecto, Oscar Oszlak, en su libro Merecer l a ciudad. Los pobres y 
el derecho al espacio urbano (Estudios CEDES-Humanitas, Buenos Aires, 
1991), def ine: " ...el derecho al espacio debe entenderse... como un derecho 
al goce de las oportunidades socia les y económicas asociadas a la localiza­
c ión de la vivienda o actividad. Perder o su frir la restricción de ese derecho 
puede suponer, además del eventual desarraigo físico, el deter ioro de las 
condic iones de vida material en cada uno de los p lanos en que exist ían ex­
ternalidades vinculadas con la localizaciónespacia l. Esto marca, entonces, 
una segunda dist inción: e l derecho al espacio se ejerce sobre bienes desi­
gualmente situados respecto del acceso a oportunidades económicas o a la 
satisfacción de necesidades de la vida material (pág. 24). 
10 Descentral ización que además de impues ta es asimétrica, en tanto se 
transf ieren en gran medida problemas, y en pequeña medida recursos y de­
cis iones. 
elec toral es, sost ienen la convenienc ia de la inserc ión en estos espac ios, 
apuntando a la e f icienc ia y control socia l de la pobreza, en e l marco de l o que 
Buste lo y Minuj in11 denominan ci udadanía asi s t ida. 
Por ot ra parte, también nos d i f erenciamos de quienes pregonan la ac ci ón so­
c ial basada en deberes mora les, en e l ejercic io de vi rt udes y en sent imientos 
de piedad, como pueden ser las ac tuales propuestas del voluntar iado. Por e l 
contrar io, nos inscr ib imos en la l ínea que sost iene la importanc ia de profundi ­
zar y expandi r la c iudadanía en el t rabajo comuni tar io, en tanto potencia l a 
real izac ión de los valores de sol idar idad, just ic ia , igualdad y l iber tad. En esta 
perspect i va —que i nauguró e l mismo Marshal l—, seguimos pensando en los 
derechos ciudadanos como habi l i taciones para su ejercic io, como desarrol l o 
de capac idades, ab ier tos a la posibi l idad de su conqui sta, y que por l o tanto 
presuponen la const i tuc ión de actores que "ganen" e l espacio pol í t i co que 
posibi l i te su implementación efect i va. 
3. El Trabajo Social Comunitario que proponemos 
Para el Trabajo Soc ial , un eje en relación a l cual se posi cionan las d ist in tas 
perspect i vas está de l ineado por la conc epc ión de la "cuest ión soc ial " 12 y de 
los suje tos que la suf ren, de lo que e l la es y de sus or ígenes y consecuenc ias 
soc iales. He sosten ido 13 que nuestro campo, part icu larmente la segunda mi tad 
de la década de los '90, ha sido impactado por la reestructu rac ión neol ibera l 
de las relaciones Estado-soc iedad, a fec tando nuestras teorías, nuestra inser­
c ión laboral , nuestras condic iones de t rabajo, y violentando l as bases func io­
nales y simból icas de nuestro of icio , produciendo una tendenc ia que hemos 
denominado reconceptual ización conservado ra14, t r ibutar ia de una conc epción 
neof i lant rópica de l Trabajo Soc ial , que se conforma con evi tar lo peor, que 
psicologi za la cuest i ón soc ial , que in teracciona con el o t ro como víc t ima, que 
promueve la instalación de la acción social voluntar ia en base a sent imientos 
de piedad, y que apela al pensamiento tecnocrát ico que t ransforma los pro­
11 En su trabajo denominado "La pol í tica social esqu iva", que fuera presen­
tado en el Primer Congreso del Centro Interamericano para el Desarrollo, en 
Río de Janeiro, los autores contraponen dos paradigmas de ciudadan ía: la 
asist ida y la emancipada; atribuyen a la primera la predominancia del hom­
bre económico y la maximización del benef ic io personal, negando e l interés 
públ ico, y por lo tanto, la solidaridad. La segunda tiene como ejes la consti­
tución de actores sociales y la construcción de la igualdad socia l, entendida 
como equidad y como justicia distribut iva. 
12 Entendida en los términos de Castel, como la apor ía fundamental a través 
de la cual una sociedad exper imenta el enigma de su cohesión y trata de 
conjurar el riesgo de su fractura, y como el desaf ío que interroga, que pone 
en tela de juic io la capacidad de una sociedad de ex ist ir como un conjunto 
ligado por re lac iones de interdependencia. En Castel, R. (1995): La meta­
morfosis de la cuestión social . Una crónica del salariado. Paidós, Buenos 
Aires. 
13 En Aquín, N.: "¿Hacia una reconceptual ización conservadora del Trabajo 
Social?". Revista Conciencia Social Nº 1, publicación de la Escuela de Traba­
jo Socia l de la Univers idad Nacional de Córdoba, dic iembre de 2001. Esta 
publ icación vio la luz pocos días antes del 19 de dic iembre. 
14 Para diferenciarla de la contundencia del Movimiento de Reconceptualiza­
c ión de los años 70, que expresó una ruptura epistemológica, ideológica y 
polít ica con los postulados anter iores, acorde con la promesa de la utopía 
social ista y al calor del auge de los movimientos de masas en la América 
dependiente. 
blemas soc ial es en problemas técnicos de costo-benef icio, acotando su hor i ­
zonte a la admin ist ración del statu quo , consin t iendo que la destreza suplante 
a la conciencia y la voluntad co lec t iva. 
La rec onceptual i zación conservadora en el seno del Trabajo Socia l enc ontró 
sus condic iones de exi stencia y de posibi l idad en e l neoconservaduri smo y e l 
neol ibera l ismo de las t ransformaciones ocurr idas, reconf i rmando que e l sent i -
do y d i reccional idad de las profesiones no se def ine sólo por contenidos di s­
cursi vos, y mucho m enos por la sol a voluntad de los agentes profesionales, 
sino que se def ine por su i nserción en l a dinámica soc ial como una prác t ica 
soc ial especí f ica, condicionada por determinac iones objet ivas y por la corre­
lación de fuerzas vigente. Y si de determinac iones obje t ivas y de correlación 
de fuerzas se t rata , se p lantea l a paradoja de una si tuac ión a la vez m uy d i f í ­
c i l y de una enorme r iqueza para el Trabajo Social . En efecto, dic iembre de 
2001 hizo vi sib le con mayor f uerza p rocesos socia les que se venían desarro­
l l ando en nuestra sociedad y que just i f ican un prudente opt imi smo desde e l 
cual mi rar a la Argent i na, part icu larmente si estab lecemos una comparación 
con la década anter ior15. Prudente de manera de no promover la evasión a 
t ravés de una utopía prom ete ica, y a la vez opt imista para i ntentar aqui la tar 
en su real d imensión este momento t ransformador, y sus impl icanc ias para e l 
Trabajo Socia l , part icu larmente el comuni tar i o. 
Sostenemos 16 que e l Trabajo Socia l , como toda prác t ica socia l , está estruc­
turado por una si tuación macrosocia l est ruc turante, y que impl ica una in ter­
vención socia l con el propósi to de t ransformar o estabi l izar cier to aspecto de 
la real idad socia l . En este marco, e l Trabajo Socia l part icipa a l mismo t iempo 
de las c aracter í st icas de una práct ica d i st r i but iva —como di st r ibución de va lo­
res de uso entre ind ividuos y grupos, cuyo objet ivo es lograr una di st r ibución 
deseada— y al mismo t i empo de aspectos propios de la práct ica c ul tural — 
entendida como constelación de símbolos y formas cul turales sobre las que se 
forman las l íneas de sol i dar idad y f ragmentac ión entre grupos, y su propósi to 
es la t ransformac ión o reproducc ión de estas herramientas de l discurso—. 
La esfera comuni tar ia de nuestra intervención aborda especí f icamente los 
obstáculos que cier tos sectores presentan para reproduci r su exi stencia , par­
t icul armente en la d imensión públ ica de la reproducción cot id iana 17. La impo­
15 En un capítulo publ icado durante e l año 2002, ti tu lado "Continuidades y 
rupturas de las formas de intervención con grupos y comunidades. ¿Una 
nueva reconceptualización?", sostenía: "Es paradójico y a ia vez doloroso 
reconocer un optimismo enraizado en las condiciones mismas de miseria de l 
presente: s in embargo la demanda actual —por cierto que s incrética y con­
fusa— de un cambio, expresada por dist intos sectores de ia sociedad, se 
enraiza precisamente en esas condiciones. Y dec imos prudente opt imismo, 
porque como di ría Feyerabend, e l punto de partida de la utopía no es una 
ensoñación cualquiera, pues de este modo siempre se corre el peligro de 
fuga y escape de la real idad hacia un idealismo que evada el momento trans 
formador; la utopía fructí fera se nutre, por el contrario, de l reconocimiento 
tanto dela profunda desdicha del ahora, como de que las sociedades f inal-
mente siempre son dueñas de su propio destino". En Netto. P., et al (2002): 
Nuevos escenarios y práctica profesional. Una mirada crít ica desde el Traba­
jo Social: Espacio Editorial, Buenos A ires. 
16 Aquín, N. "Las implicancias de la categoría en la intervención profesional" . 
En revista Prospectiva Nº 4, publicación de la Escuela de Trabajo Socia l y 
Desarrollo Humano de la Facultad de Humanidades, Univers idad del Valle, 
Cali. Colombia, dic iembre de 2000. También se encuentra en Aquín. N,: "La 
categoría y la condic ión de c iudadanos en el campo problemático del Trabajo 
Social"; en revista Miradas N" 1, publ icación del Colegio Profesional de Tra­
bajadores Socia les de la Provincia de Santa Fe, noviembre de 2000. 
17 Entendemos por reproducción el conjunto de actividades extraproductivas 
que individuos, grupos e instancias sociales desarro llan para mantener o 
mejorar las condic iones de vida alcanzadas. La idea de reproducción cotid ia­
sibi l idad de resolución ind i vi dual de ci er tas necesidades, determina la c rea­
c ión de un espacio socia l donde las dimensiones de lo públ ico, l o pr ivado y l o 
estatal se entrecruzan de di st intos modos y con d ist intos grados de formal iza­
c ión, al i nter ior de l espac io públ ico socie tal . 
Esta dimensión públ ica de los procesos reproduct ivos impl ica la l ucha por e l 
derecho a l espac io18 y se expresa en e l orden mater ia l por demandas de vi ­
vienda, in f raestruc tura y servic ios —que genér icamente se reconoc en c omo 
derechos socia les de c iudadanía—, y en e l orden no mater ial exi ge concomi­
tantemente procesos de capac i tac ión y organizac ión que permi tan a los su­
je tos hac er f rente a t ales necesidades. Con lo cual estamos reconoc iendo, en 
este ni vel de abordaje, t res d imensiones: reso lut i va, educat i va y organizat iva. 
Así , los sujetos del Trabajo Soc ial Comuni tar io son organizaciones de di st in to 
t ipo, de diverso grado de formal i zación y de dist in ta normat ivi dad, que expre­
san la manera especí f i ca que los sectores soc iales asum en para en f rentar sus 
necesidades, y que t i enen un enclave terr i tori al . Pero, además, un e lemento 
central a tener en cuenta en la def inición y concepción del espac io poblac io­
nal reside en c onsiderar la exi stencia de una estrecha re lac ión entre espacio 
terr i tor ia l y posic ión soc ial ; los d i sposi t ivos terr i tor iales expresan de manera 
contradic tor ia l os procesos fundamentales que acontecen en el conjunto so­
c ial . De el l o se der i va, en re lac ión a la c iudadanía, que los su jetos de l Traba­
jo Soc ial comuni tar i o son, en general , c iudadanos nominales19. 
Teniendo en cuenta estas af i rmac iones y las caracter izac iones anter iores: 
¿qué Trabajo Social Comuni tari o proponemos? 
• Una intervención que part iendo de la acción, colabore en la consti ­
tución de ciudadanos. 
En dist intos capí tulos de este l ib ro queda expresada la l i gazón estrecha entre 
Trabajo Soc ial y derechos soc iales de c iudadanía, y el l o es sin dudas vál ido 
para e l nivel de abordaje comuni tar io, en tanto arena de intersecc ión entre e l 
espacio públ ico estatal y e l espac io públ ico soc ieta l . Tam bién ha quedado 
expresado que tanto la ampl iación como la rest r icción de l os servicios soc ia­
les son a la vez expresión de y contr ibución a la vigencia de la democracia 
pol í t ica y social . 
Por o t ra parte , hem os sosten ido que la soc iedad civi l se ha poblado de de­
mandas y pr incip ios de acción que ya no son atendidos por la inst i tuci onal i ­
dad estatal , a l mi smo t iempo que se han " fugado" del re ino de l o pr ivado para 
insta larse en esta dimensión de la esfera públ ica. De ahí la ef icac ia de la no­
c ión de c iudadano de la soc iedad c ivi l , entendida como conjunto de derechos 
y prác t icas part icipat ivas que se ejerci tan y operan tanto a n i ve l del Estado 
como de l a sociedad c ivi l20. Esta af i rmación supone la exploración de todas 
las vías posibl es de desarro l lo soc ietar io de la in icia t iva y la part i cipación de 
na se deriva de la propuesta de Jelin, quien la diferencia de la reproducción 
biológica y la social, y a su vez considera en su seno dos dimensiones: la 
doméstica y la públ ica. 
18 Oszlak, op. cit. 
19 A partir del anális is de la tensión entre igualdad pol ít ica y desigualdad 
social, Hugo Quiroga designa como ciudadanos nominales o incompletos a 
aquel los que no pueden ejercer plenamente los atributos correspondientes a 
su condición. "Democracia, c iudadanía y el sueño del orden justo", en Qui­
roga, H., et al (2001): Fi losofías de la ciudadanía. Homo Sapiens Ediciones, 
Santa Fe. 
20 Quiroga, H., op. c it., pág. 198. 
aquel los su jetos que, abandonados por el Estado, por un lado, y exi g idos a 
t rascender su part iculari dad, por el ot ro , se reúnen en el hor izonte de esta­
b lecer vínculos so l idar ios. 
Sin embargo, no estamos pensando en una sust i tuc ión de l a ciudadanía com o 
re lac ión especí f i ca de los indi viduos f rente a l Estado, sino en una construc­
c ión de c iudadanos a c abal idad, que l o son tanto de cara a l Estado c omo a la 
soc iedad c ivi l . En este sent ido, también resul ta f ruc t íf ero desarro l l ar interven­
c iones t ransversales que t rasc iendan la part icu lar idad de c ada una de las co­
munidades, para que éstas logren art icu larse entre sí y a la vez co locar sus 
demandas en el espacio públ ico más ampl io . 
• Una in tervención que afirme los valores de igualdad, justicia, l i ­
bertad y sol idaridad 
La propuesta de formación en va lores parte del rec onocimiento de que e l 
comportamiento cot idiano se r ige por una heterogeneidad de valores, n ive les 
y contenidos, de modo que cuando se habla de estruc tura de valores se habla 
a l mi smo t iempo de ar t icu lac ión de d iversidades. Por o t ra parte, la f ormación 
de va lores no sólo impl ica la t ransmisión, como act i tud in tenc ional de formar 
en ci er tos y determinados valores que t iene como resul tado la acep tac ión de 
éstos, si no que también supone la el ecc ión e internal i zac ión de las referen­
c ias axiológicas que se ar t icul an en las di f erentes esferas de re lac ión en las 
que part ic ipa un ind ivi duo, en una real idad condicionada y desde deter­
minadas posi ciones de su jeto. 
La construcc ión de c iudadanía impl i ca el desarro l lo de valores y c reenc ias 
compart idas, lo cual es tan importante para l a acción co lec t iva como la orga­
n ización de los sujetos. Creemos que la const i tución de ciudadanos de la so­
c iedad c ivi l y ciudadanos del Estado desde los espac ios comuni tar i os, exige 
in tervenc iones que, en la dimensión cul tural de nuestra práct ica, desarrol len 
valores: 
Libertad , en t res d imensiones: en pr imer lugar, la posib i l idad consciente de 
los c iudadanos de hacer va ler sus garant ías contra la arb i t rar iedad pol í t ica o 
f rente a l a f uerza y la coacción organizada estatalmente 21. En segundo lugar, 
e l reconocimiento de l derecho a la part icipac ión en los d ist intos niveles que 
conforman la inst i tucional idad socio-pol í t i ca —part idos, organi zaciones vec i ­
nales, cooperat ivas, sind icato y ot ros— de manera de desarrol lar capac idad 
pol í t ica en e l seno de la sociedad ci vi l . Y en tercer l ugar, l iber tad de demanda 
de aquel los bienes que, como la educac ión, l a just ic ia, segur idad y l a susten­
tabi l i dad ambienta l , aseguran l a posib i l idad de igualac ión de oportunidades en 
re lac ión a la cal idad de vida. 
Igualdad en el sent ido de igualdad de oportun idades, apoyando a los más 
débi les para que part i cipen igual i tar iamente enl a vida socia l . Esta posi ción 
reconoc e que la igualdad debe ser promovida ac t ivamente, a la vez reconoce 
que hay presupuestos para la part ic ipación i gual i tari a en la vida soc ial que 
deben ser aportados desde intervenciones que no dependan de l a dotación 
in ici al de recursos de los agentes22. Además, pretende for jar la concienc ia de 
equidad, entendida com o proporcional i dad en e l acceso al benef i cios y costos 
del desarrol lo , y just icia dist r ibut iva con base en la sol i dar idad colect iva23 . 
21 Lo que se conoce como l ibertades negat ivas, de gran rel evanc ia en soci edades en 
l as que, como en Argent ina, es ev idente la arbi t rariedad de los aparatos estatal es 
frente a los derechos indiv idua les, atravesada por indudables di sc r iminaciones clas is­
tas. 
22 Tomado de Aquín, N., et a l : Vigencia de va lo res de ciudadanía en la soci edad cor­
dobesa : informes fina les 1999 y 2001. 
23 Bustelo y Minujin, op. c i t. 
Solidaridad, entendida estri ctamente como "operar col ec t ivamente, junto a 
ot ros, para resol ver prob lemas"24, y decimos estr i ctamente con la pretensión 
de di f erenciar nuestro p lanteo f rente a la moda de la sol i dar idad emparentada 
con e l deber mora l , que t iende a instalarse en e l imaginar io soc ial como l a 
p iedad con el que m enos t iene. En nuestra perspect iva, el valor de l a so l idar i ­
dad cuenta con un aspecto muy especí f ico que denota l a disposic ión a la ac­
c ión colect iva; se emparenta entonces con la cooperación, entendida como 
"operar conjuntamente con otros" . 
• Una intervención que desarrol lando la part icipación social se di­
r i ja hacia la part icipación ciudadana. 
Entendem os que la comple j ización de los espac ios terr i tor iales propia de 
nuestra époc a, o f rece va l iosas oportunidades para la construcción de la part i ­
c ipación c iudadana a pa rt i r de l a part ici pac ión socia l . Es mi interés d i f erenc iar 
estos dos t ipos de part ic ipación, señalando que la part ic ipación ciudadana 
t rasc iende a la social en tanto t iene en su hor izonte ya no só lo e l espac io pú­
b l ico socie tal , sino también e l públ ico estata l , y se propone i nci di r en l a f or­
mac ión de pol í t icas públ icas, in tentando ingresar en l a agenda pol í t ica aque­
l l os temas que afectan a la gente en sus espacios micro. Podría dec i rse, en 
este sent ido, que propender a la c iudadanía desde e l Trabajo Soc ial Comuni­
tar io exige e l esfuerzo de l a const i tuc ión de part i cipación c iudadana a part i r 
de la part icipac ión soc ial , t ransformando en públ icas y colect i vas dem andas 
que probablemente se inic ian como grupales o sectori ales. Este proceso, sin 
ser est r ic tamente pol í t ico, entendemos que pref igura nuevas y más ri cas con­
d iciones para la acción po l í t ica, en tanto fac i l i tar ía el ingreso de c uest iones 
del debate pol í t ico a l a esfera cot idi ana, a la vez que impul saría la po l i t iza­
c ión de las cuest i ones que se re i vindican en d icha esfera. 
En síntesi s, y para f ina lizar , estamos proponiendo un abordaje comuni tari o 
desde el Trabajo Social , que c ontemple est rategias de mejoramiento de las 
capacidades de representaci ón rea l de inte reses agregados, y de inter locu­
c ión a part i r de esos in tereses f rente al Estado y ot ras inst i tuc iones del espa­
c io públ ico. Un Trabajo Socia l Comuni tar io compromet ido en la const i tución 
de su jetos, cuya dimensión ci udadana no es un dato a pr i or i si no un proceso 
de construcción. Un Trabajo Socia l Comuni tar io que interacciona con los su je­
tos como ciudadanos ac tua les y potenc iales, y no como víct imas de una ca­
tást ro fe natural , lo cual exi ge, en pr imer lugar, e l reconocimiento de su perte­
nenc ia a l espacio públ ico común, propic iando a la vez derechos y responsabi ­
l i dades f rente a tal espacio , en la perspect iva de que los su jetos se em anc i ­
pen de las l im i taciones básicas que su condi c ión impone a su disposic ión. Un 
Trabajo Soc ial Comuni tar io , en f in, consciente de su dimensión di st r ibut iva, 
pero al mismo t iempo enc aminado a un proceso de const i tución de i dent idad 
c iudadana que represente un "nosotros" , a part i r de práct i cas y proyectos es­
pecí f icos que se propongan el reconocimiento públ ico y e l compromiso de par ­
t ic ipación en la construcc ión de lo públ i co. 
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