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Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5
Documento disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, repositorio
institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE) de la
Universidad Nacional de La Plata. Gestionado por Bibhuma, biblioteca de la FaHCE.
Para más información consulte los sitios:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar
IV Jornadas de Sociología de la UNLP
23 al 25 de noviembre de 2005
Cita sugerida:
Barbetta, P.; Sabatino, P. (2005). Las experiencias productivas del Movimiento
Campesino de Santiago del Estero (Mocase) y la Asociación de productores del
noroeste de Córdoba (Apenoc). IV Jornadas de Sociología de la UNLP, 23 al 25 de
noviembre de 2005, La Plata, Argentina. En Memoria Académica. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.6693/ev.6693.pdf
Barbetta, Pablo; Sabatino, Pablo
Las experiencias productivas del
Movimiento Campesino de
Santiago del Estero (Mocase) y la
Asociación de productores del
noroeste de Córdoba (Apenoc)
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/
http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar/
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/
CUARTAS JORNADAS DE SOCIOLOGÍA DE LA UNLP
LA ARGENTINA DE LA CRISIS
Desigualdad social, movimientos sociales, política e instituciones 
23, 24 y 25 de noviembre de 2005
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. 
La Plata, calle 48 e/ 6 y 7.
Mesa 21: Civilización y Barbarie.
El mundo Rural: interculturalidad, familia y trabajo
Las experiencias productivas del Movimiento Campesino de Santiago del Estero 
(Mocase) y la Asociación de productores del noroeste de Córdoba (Apenoc): 
¿reconfigurando relaciones sociales en el campo argentino?♦
Pablo Barbetta∗
Pablo Sabatino*
Introducción
Las acciones políticas de las organizaciones campesinas por lo general han logrado una 
gran visibilidad en los escenarios políticos latinoamericanos. Algunos ejemplos son el 
Movimiento Sin Tierra de Brasil, el Barzón de México, CONAMURI y la Federación 
Nacional Campesina en Paraguay, entre muchos otros. A nivel internacional, Via 
Campesina y la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo. Sin 
embargo la fuerte impronta de las acciones políticas ha relegado en importancia 
analítica otro aspecto de las organizaciones campesinas. Nos referimos puntualmente a 
los emprendimientos productivos y estrategias de comercilización que apuntan a 
consolidar las unidades productivas y desarrollar una “política de vida” (Giddens, 1995) 
de las familias campesinas. 
Argentina luego de la última dictadura militar ha sido testigo del surgimiento de 
organizaciones campesinas e indígenas que tiene como eje central la lucha por la tierra, 
 Este trabajo se enmarca en el proyecto “Agro y alimentación en Argentina: los problemas de la 
seguridad y la soberanía alimentaria. Programas estatales y las estrategias de los actores.”, dirigido por el 
Dr. Miguel Teubal y financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Técnica de la 
República Argentina. 
 Licenciados en Sociología, Grupo de Estudios Rurales, Instituto de Investigaciones Gino Germani, 
Facultad de Ciencias Sociales; Universidad de Buenos Aires. E-mails: pablobarbetta@fibertel.com.ar; 
psabatino@mail.fsoc.uba.ar 
mailto:psabatino@mail.fsoc.uba.ar
mailto:pablobarbetta@fibertel.com.ar
la defensa de los recursos naturales, el medioambiente y derechos comunitarios. Entre 
ellas se encuentran el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) y la 
Asociación de Productores del Noroeste de Córdoba (APENOC). A la par de estas 
reivindicaciones políticas ambas organizaciones han desarrollado una serie experiencias 
tendientes a desarrollar emprendimientos productivos e iniciativas de comercialización.
El objetivo de nuestro trabajo es abordar la reconfiguración de las relaciones 
sociales en los mundos rurales a partir de dichas experiencias. En otras palabras nos 
preguntamos en qué medida la dimensión productiva de las organizaciones campesinas 
reconfiguran las relaciones sociales en los espacios rurales. Y en qué medida estas 
experiencias adquieren una dimensión política transformando las relaciones de poder 
local. 
El presente trabajo esta organizado en cuatro apartados. El primero de ellos, hace 
referencia a las transformaciones económicas y su incidencia en los mundos rurales. En 
el segundo se realiza una presentación de las organizaciones mientras que en el tercero 
se abordan las experiencias de producción y comercialización. El último apartado está 
dedicado a las reflexiones finales del trabajo. 
Las transformaciones macroeconómicas en los escenarios rurales
Desde mediados de la década del ’70, y con una profundización en la última década, se 
vienen aplicando en América Latina políticas económicas “neoliberales”. Éstas se basan 
en la premisa de que “el mercado” es el mejor asignador de recursos de una sociedad, 
por lo cual el Estado sólo debe intervenir en la medida en que garantice su buen 
funcionamiento.
De esta manera, se fijan nuevas prioridades en la economía, como la apertura 
externa, la privatización de empresas públicas, la desregulación económica, la reducción 
de la presencia estatal, la disciplina fiscal y la liberalización financiera.
 Dentro de la agricultura, la aplicación de este tipo de políticas1 modificó 
sustancialmente un escenario que en el pasado se había caracterizado por una fuerte 
intervención estatal. La apertura de las fronteras para la importación y exportación de 
productos agrícolas; la eliminación de los mecanismos y organismos de regulación 
estatales; y la prioridad dada a los productos de exportación de grandes y medianos 
1 Implementadas a partir de la Ronda Uruguay del GATT de 1985, que luego derivó en la constitución de 
la Organización Mundial del Comercio.
agricultores que cuentan con inversiones en tecnología; influyeron para que las 
agriculturas campesinas y de pequeños productores se hagan más frágiles o que 
directamente desaparezcan del escenario rural (Chonchol; 1995). 
En el caso específico de la Argentina, estas medidas se comenzaron a insinuar a 
mediados de la década del ’60, aunque se aplicaron definitivamente a principios de los 
’90. El impacto de estas medidas fue heterogéneo pero, a grandes rasgos, se podría 
afirmar que esta reorientación de la economía agraria hacia la exportación favoreció a la 
producción del área pampeana, sobre todo en los rubros de cereales, oleaginosas y 
lácteos. En cambio, las economías regionales –productoras de bienes ligados a la 
demanda interna, especialmente la de los sectores asalariados- se estancan o disminuyen 
su nivel de actividad (Aparicio, Giarracca, Teubal, 1992, en Jorrat y Sautú, 1992). De 
todas maneras, el crecimiento del sector agropecuario contrasta con la caída en la 
rentabilidad, impulsada por el fuerte endeudamiento del sector debido a la presión 
tributaria, el aumento de las tarifas de los servicios públicos privatizados, la falta de 
crédito y el aumento de los precios de los insumos, lo que provoca el éxodo de 
pequeños y medianos productores (Giarracca, 1995; en Piñeiro, 1995). 
En Santiago del Estero y el noroeste de Córdoba, las transformaciones que 
empezaron a operar a mediados de la década del ’60 repercutieron fuertemente en la 
región, revalorizando las tierras como consecuencia de la expansión de la frontera 
agropecuaria, impulsada por el ciclo favorable de la ganadería pampeana entre 1960 y 
1970. Esta expansión de la frontera agropecuaria llega a ambas provincias a través de la 
introducción de cultivos orientadosa la exportación (principalmente, soja), cuya 
producción hasta ese momento había estado concentrada en la región pampeana y en las 
provincias periféricas a ésta (Manzanal y Rofman, 1989). 
En el caso santiagueño, la producción de poroto y soja se hace atractiva para firmas 
de Salta y Tucumán, conocedoras de la actividad, que sufrían el deterioro de las tierras 
de estas provincias. La introducción de estos actores se apoyó en una expansión 
productiva en la que el excedente generado correspondió a empresas no residentes en la 
zona y en donde la producción, basada en un uso intensivo del capital, no modificó la 
demanda de mano de obra ni tampoco implicó un aumento en los salarios. Además, el 
desmonte de tierras restó el recurso de la leña a los pobladores locales e impidió que el 
ganado caprino aproveche el monte como abrigo (Aparicio, 1985). Asimismo, otro 
proceso que hizo más atractivas a las tierras de Santiago del Estero fue la 
sobrevaluación de estos inmuebles con el fin de obtener créditos hipotecarios, práctica 
ampliamente diseminada durante la liberalización financiera instrumentada durante la 
última dictadura (Dargoltz, 1997). Durante el mismo período que se desarrollaron estas 
transformaciones, la distribución de la tierra evidenció un rápido proceso de 
concentración de la propiedad –que se mantiene hasta la actualidad- en un contexto que 
coexiste con una marcada importancia de los pequeños productores (Barbetta; 2005). 
En el caso de la provincia de Córdoba, el desarrollo de variedades de soja aptas para 
las condiciones de la región generaron una expansión de la frontera agrícola, que a su 
vez, generó principalmente una (re)localización de productores ganaderos proveniente 
de las zonas tradicionales de ganadería en el sureste de la provincia de Córdoba que se 
veía reconvertida a la agricultura. El avance de la agricultura, de la mano de la soja, 
produjo en Córdoba un proceso de desplazamiento de la ganadería desde las zonas 
tradicionales hacia zonas anteriormente consideradas marginales. El desarrollo de la 
ganadería en estas zonas se vio favorecida por la introducción desde Sudáfrica de un 
pasto apto para zonas desérticas, bouffel gras, y por los bajos precios de la tierra. De 
esta manera comenzó a ser corriente en la zona la presencia de empresarios foráneos 
que llegan a reclamar tierras con sus respectivos títulos. 
Este conjunto de situaciones configuran el escenario donde se manifiestan los 
conflictos por la propiedad de la tierra: la expansión de la frontera agropecuaria supuso 
un desplazamiento coactivo de sectores campesinos, los cuales poseían una tenencia 
precaria de la tierra, ya que en la provincia existe, aún hoy, un alto porcentaje de 
familias rurales que no son propietarias de los predios que habitan: a veces se trata de 
poseedores inscriptos a favor de un particular en el registro de la propiedad; o muchas 
veces no se hace juicio sucesorio y el inmueble pasa a ser un bien mancomunado de los 
herederos, o en ocasiones se trata de ocupantes de tierras fiscales cuya estado no ha sido 
regularizado. 
Presentación de los casos de estudio
Desde la década de 1960 hasta el surgimiento de las organizaciones, ambas 
provincias fueron testigo de un proceso de desplazamientos y del desalojo judicial de 
muchos campesinos, cuando empresas –en su mayoría no radicadas en la provincia- 
reclaman como propias las tierras ocupadas legítimamente por los pobladores. 
El surgimiento del MOCASE y de APENOC está íntimamente relacionado con esta 
problemática. El movimiento santiagueño nace paralelamente a la emergencia de un 
nuevo actor social: las ONG’s. Éstas -ligadas, la mayoría, a una labor pastoral y social 
tanto de las parroquias locales como de los Obispados católicos- promovieron la 
conformación de equipos de apoyo y de promoción rural y comenzaron a trabajar con 
campesinos y otros sectores sociales subordinados de la estructura agraria santiagueña 
Es así como surge la organización campesina, cuyo primer paso tiene lugar en lo 
que se dio en llamar el “Grito de los Juríes”: el 29 de octubre de 1986, se realiza en 
Suncho Pozo una movilización popular que reúne a 1500 campesinos de la zona y de 
otros lugares de la provincia. Las sucesivas peregrinaciones religiosas en devoción al 
"Señor de Mailín" –protagonizadas por los sectores campesinos- favorecen un proceso 
de movilización, sentando un precedente que puede ser señalado como el disparador de 
la formación del MOCASE. Así, el 1º de diciembre de 1989, a tres años del “Grito de 
Los Juríes”, se reúnen en esta misma localidad los representantes de estas 
organizaciones, quienes, luego de ese primer encuentro, establecen otros en Forre, 
Colonia Dora y Añatuya. Finalmente, el 4 de agosto de 1990, se constituye formalmente 
en Quimilí el Movimiento Campesino de Santiago del Estero. 
Analíticamente podemos diferenciar dos momentos de la organización. El primero 
meramente político, con la construcción de un “discurso del derecho” y la densificación 
de la sociedad civil generando las condiciones de posibilidad para que la “exclusión 
silenciosa” pudiera revertirse, adoptando una postura que reivindica la propiedad de la 
tierra. El segundo, remite al momento económico de esta construcción. El resultado de 
estas acciones posibilitó el surgimiento de cooperativas para fortalecer los aspectos 
económico-productivos. 
A lo largo de los años, el MOCASE ha podido construir un capital político que le ha 
permitido expandirse territorialmente en la provincia, aumentando sus comunidades de 
base, además de situarse como uno de los principales referentes de la lucha por la tierra 
a nivel nacional. Actualmente, y desde principios de 2002, la organización se encuentra 
fracturada. La ruptura del MOCASE significó la conformación de dos organizaciones 
con claras diferencias en cuanto a la forma organizativa, las estrategias, los recursos y 
los grupos de apoyo. En este trabajo haremos referencia únicamente a una de ellas, que 
participa en Vía Campesina y que está conformada por 106 comunidades de base 
organizadas en once centrales campesinas. 
Por su parte, la Asociación de Productores del Noroeste de Córdoba (APENOC) 
surge en el año 1999 tras un encuentro regional de campesinos que deciden auto 
organizarse para encarar en forma conjunta una serie de iniciativas tendientes a mejorar 
sus condiciones de vida. El 20 de agosto de ese mismo año, obtuvo personería jurídica, 
aprobada mediante resolución DIPJ Nº 440/A/99 del Ministerio de Justicia de la 
Provincia de Córdoba. Desde entonces la organización se propuso como objetivos 
principales: la defensa de los derechos campesinos sobre la tierra, la generación de 
proyectos productivos orientados a la diversificación y sustentabilidad de la producción, 
el acceso digno a la salud y a la atención primaria, adquisición comunitaria de insumos, 
comercialización conjunta de la producción, y la formación y capacitación de sus 
miembros. 
APENOC está compuesta por campesinos, productores familiares y trabajadores 
rurales, diseminados en parajes rurales aislados (en términos viales y de comunicación), 
dedicados principalmente a la producción para el autoconsumo y a la comercialización 
de un pequeño excedente en los mercados, cabritos, huevos, ladrillos, carbón y verduras 
son sus principales productos. A su vez, las condiciones climáticas de la región no 
permiten el desarrollo de la agricultura, es por ello que la mayoría de las familias se 
dedican a la ganadería o son trabajadores rurales. 
Si bien las comunidades que conforman APENOC se localizan en los departamentos 
de Cruz del Eje y de Minas, ubicados en el noroeste de la provincia de Córdoba, susacciones, demandas e influencia no se restringen sólo a dichos territorios dado que 
APENOC ha establecido vínculos con otras organizaciones de la provincia tales como 
la Unión Campesina de Traslasierra (UCATRAS), Organización de Comunidades de 
Artesanos y Productores de Pampa de Achala (OCAPPA), Organización de 
Trabajadores Barriales Unidos de Cruz del Eje (OTRABU), Organización de 
Campesinos Unidos del Norte de Córdoba (OCUNC) y Unión Campesina del Noreste 
de Córdoba (UCAN). Este proceso de articulación, interacción y trabajó en común 
condujo a finales de 2004 a la formación del Movimiento Campesino de Córdoba.
A diferencia del proceso de surgimiento del MOCASE en el caso de APENOC la 
organización es producto de las acciones orientadas tanto a la lucha por la tierra y el 
agua, como así también de aquellas carácter productivo. Es decir, no es posible afirmar 
la preeminencia del momento político por sobre el económico, o viceversa, si bien son 
analíticamente diferenciables, en la práctica dichos momentos se dieron conjuntamente.
Las iniciativas encaradas, en un principio, estuvieron centradas en la construcción 
de botiquines comunitarios y ganaderos, y en la realización de proyectos productivos. 
Con el correr del tiempo y a medida que se afianzaba la organización las actividades se 
orientaron a la lucha por el agua de riego (buscando evitar la discriminación en la 
distribución de la misma), a la compra comunitaria de insumos, la generación de una 
red de comercialización basada en el comercio justo (encarada en conjunto con 
organizaciones de las ciudades), proyectos productivos orientados a la diversificación y 
mejoramiento de la producción, un almacén popular, administración de micro créditos y 
fondos rotatorios, adopción de energía solar, la creación de una red de comunicación 
interna (radios comunitarias), etc.
En ambos casos, la conformación de las organizaciones campesinas posibilitó la 
aparición de un “discurso del derecho”, situando a los campesinos como sujetos 
legítimos del reclamo al defender sus derechos de posesión frente a las usurpaciones de 
empresas y/o particulares, las que muchas veces son apoyadas por los poderes públicos. 
Supuso la puesta en duda de los esquemas clasificatorios y de divisiones objetivas que 
situaban a los campesinos en una posición de subordinación en el orden social. En 
consecuencia, la acción política desarrollada por los movimientos, al mismo tiempo que 
generó una subversión cognitiva de ese orden, supuso una politización de la 
subjetividad, esto es, la aparición del antagonismo y la definición de adversarios.
Los emprendimientos productivos y las iniciativas de comercialización
Las acciones colectivas que se inscriben en la lucha por el derecho a la tierra 
constituyen la cara de mayor visibilidad de estas organizaciones, pero a la par de tales 
acciones se desarrollan una serie de iniciativas en el ámbito de la producción. En efecto, 
las experiencias en torno a la producción y comercialización de alimentos y productos 
campesinos cobran cada vez mayor relevancia en la práctica y discurso de las 
organizaciones, en la medida que aquellas son percibidas como una dimensión 
importante que constituyen una reafirmación activa de sus derechos sobre la tierra. 
Estas iniciativas son prácticas locales orientadas a recrear modos de producción y 
mercados locales, generalmente caracterizadas por tender a incorporar criterios agro-
ecológicos, recuperar relaciones de reciprocidad en la producción, establecer vínculos 
entre productores y consumidores, etc.
A nuestro entender estas experiencias cobran relevancia, en la medida que implican 
pensar a las prácticas sociales en toda su complejidad al extender el campo de la política 
al espacio de la producción. En efecto, la economía liberal y el capitalismo 
establecieron una separación artificial entre política y economía. Según Santos, la teoría 
política liberal transformó lo político en “una dimensión sectorial y especializada de la 
práctica social –el espacio de la ciudadanía- (...) Del mismo modo, todas las otras 
dimensiones de la práctica social fueron despolitizadas” (2000:271) 
En un trabajo reciente sobre las iniciativas productivas de distintos movimientos 
sociales el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos sostiene que “las 
alternativas de producción no son sólo económicas: su potencial emancipatorio y sus 
perspectivas de éxito dependen en buena medida de la interacción que consigan entre 
procesos de transformación económica y procesos culturales, sociales y políticos.” 
(Santos, 2002:64) Entendemos pues que una de las características emancipatorias de los 
movimientos sociales consiste en extender el campo de acción de la democracia del 
espacio político al económico. En tal sentido, pensamos que la expansión de la política 
significa identificar relaciones de poder e imaginar formas prácticas de trasformarlas. 
Esto nos permite pensar a las iniciativas de producción y distribución alternativas en 
toda su complejidad. 
Los emprendimientos productivos del MOCASE responden a las características 
clásicas de la provincia, en general, y al del sector campesino, en particular. Entre la 
producción agrícola encontramos sorgo, maíz, algodón, alfalfa, sandía y melón; entre la 
ganadera prima el ganado caprino y en menor media el vacuno y el ovino. Por último, la 
forestal, a partir de la cual se realiza carbón y postes y la producción de miel y la 
recolección de miel silvestre (en base a prácticas ecológicas) Con los años, el 
movimiento avanzó en la industrialización de estos productos. Con la lana y fibras, las 
mujeres del movimiento realizan colchas, ponchos y tapices. Por otra parte, se realizan 
dulces, arropes, escabeche de pollo y de cabrito. También se está planeando la 
construcción de una carnicería y una fábrica de chacinados para la venta al público en 
general. Se tratan de proyectos productivos sustentables que buscan garantizar la 
soberanía alimentaria de las comunidades (en base a prácticas agrícolas, ganaderas y 
forestales que se desarrollan respetando un equilibrio ecológico y social).
En cuanto a la comercialización, el movimiento cuenta con una cooperativa 
(nombre), la cual en sus orígenes era utilizada para la venta de los productos de los 
asociados con la intención de mejorar la integración de los productores con el sistema 
agroindustrial (sobre todo en el caso del algodón). El objetivo no era más que evitar los 
intermediarios para obtener un mayor precio por los productos. Con el crecimiento y 
afianzamiento de la organización este objetivo pasó a un segundo plano convirtiéndose 
ésta no sólo en una cooperativa de comercialización sino también de trabajo y 
formación. De esta manera, el movimiento armó un aserradero y una metalúrgica, 
expandiéndose esta experiencia hacia otras zonales. Por otra parte, la comercialización 
fue resignificada con el fin de impulsar el “comercio justo” (Saroldi, 1997), es decir, un 
intercambio social donde lo determinante es el valor del trabajo incorporado al producto 
y no su precio de mercado. Para el desarrollo de esta forma de comercialización, la 
organización cuenta con un fondo de comercio para que el productor reciba el pago 
cuando entrega la mercadería y no tenga que esperar hasta que el producto sea vendido. 
El productor establece un precio por su producto y la diferencia entre el precio pactado 
con el productor y el de venta queda en la organización para la financiación del fondo.
Los emprendimientos productivos de APENOC se centran, por una parte, en el 
mejoramiento de la producción caprina (actividad principal de las familiasque 
conforman la organización), por otra parte, en la diversificación de la producción 
familiar mediante la incorporación de actividades complementarias. Para el 
mejoramiento de la actividad caprina la organización ha implementado una serie de 
dispositivos orientados al mejoramiento genético, sanidad animal y comercialización. 
En cuanto a la diversificación productiva las iniciativas implementadas han sido: la 
capacitación y producción de dulces, licores y conservas, y la producción apícola. 
También, mediante el mejoramiento de canales de riego que garanticen el acceso al 
agua, se busca mejorar las tierras destinadas a la agricultura y a la producción de 
pasturas para los animales.
Las actividades complementarias tienen por objetivo no solo el mejoramiento de 
ingresos de las familias, sino también el aminoramiento del impacto negativo (tanto a 
nivel ambiental como de la salud humana) de actividades, como la producción de 
carbón vegetal, antiguamente características de la región.
Tanto el mejoramiento de la producción clásica como el desarrollo de actividades 
complementarias han llevado a la organización a problematizar los canales de 
comercialización de sus productos. En efecto, existían canales de comercialización de 
los productos clásicos (cabritos y carbón vegetal) pero no sucedía lo mismo para los 
nuevos productos. A su vez, el canal existente consistía en la intermediación que 
realizaba el “cabritero de la zona” entre el productor y el consumidor, relación 
asimétrica desfavorable al productor al cual, por lo general, se le imponía un precio muy 
inferior al del mercado. La búsqueda de alternativas a ésta dinámica y la necesidad de 
canales de comercialización para los nuevos productos coadyuvaron a la formación de 
la Red de Comercio Justo de Córdoba y a la revalorización de los mercados locales.
La Red de Comercio Justo de Córdoba constituye una iniciativa colectiva en la cual 
confluyen organizaciones campesinas de la provincia de Córdoba, organizaciones 
barriales, agrupaciones estudiantiles y de consumidores. “La Red” es una apuesta que 
cuestiona la figura del Mercado y tiende a revalorizar los mercados locales, 
incorporando criterios de comercio justo, basándose en la relación directa entre 
productores y consumido, estableciendo relaciones de confianza y criterios de calidad y 
precio entre los distintos actores participantes de dicho espacio. 
Por lo general estas iniciativas de producción y distribución no se agotan 
ensimismas, sino que son parte de proyectos más amplios en donde las actividades 
productivas están integradas a dinámicas no económicas, es decir, conforman una 
unidad con aspectos culturales, sociales y políticos. En este sentido las alternativas de 
producción son, como sostienen Santos y Rodríguez (2002), iniciativas híbridas, es 
decir, una amalgama compleja de actividades y significados muy diversos, y que como 
afirma Melo (2002) están ligadas a un territorio dado o a un grupo específico bajo 
amenaza de marginalización, si no de erradicación, por ser considerados ‘descartables’ 
por los poderes hegemónicos” (465).
Entonces, ¿por qué considerar a estas experiencias como en el marco de una política 
emancipatoria? Consideramos junto a Giddens (1995) a la política emancipatoria como 
“una visión general interesada sobre todo en liberar a los individuos y los grupos de las 
trabas que afectan adversamente a sus posibilidades de vida. La política emancipatoria 
implica dos elementos principales: el esfuerzo por liberarse de las ataduras del pasado, 
permitiendo así una actitud transformadora frente al futuro, y el objetivo de superar el 
domino ilegítimo de algunos individuos o grupos sobre otros.” (Giddens 1995:267)
En este sentido, los emprendimientos arriba expuestos intentan romper con la lógica 
capitalista, en la medida en que su objetivo principal supone lograr la sustentabilidad 
económica, social y ambiental de las comunidades campesinas. La construcción política 
de las organizaciones ha logrado articular el espacio de la producción con el sentido que 
estas comunidades campesinas le otorga a la tierra. Dicha articulación implica la 
incorporación de una pluralidad de criterios que coloca a estas experiencias a distancia 
de la lógica capitalista. Es decir, la implementación de proyectos productivos 
sustentables que buscan garantizar la soberanía alimentaria de las comunidades, en base 
a prácticas agrícolas, ganaderas y forestales que se desarrollan respetando un equilibrio 
ecológico y social, se contraponen a una agricultura basada en una utilización intensiva 
de los recursos naturales y guiada por racionalizaciones monetarias. Es así como el 
sentido que adquiere la tierra para estos campesinos, difiere de aquel que considera la 
tierra como un recurso productivo y/o especulativo, el cual debe ser explotado en 
búsqueda de la mayor ganancia en el menor tiempo posible. 
Estos emprendimientos productivos inciden a nivel de la unidad de producción 
campesina. En efecto, algunos de estos emprendimientos apuntan a diversificar el 
horizonte productivo de la unidad familiar posibilitando además la ocupación de 
miembros del grupo familiar que de otra manera se verían obligados a emprender 
migraciones estacionales o permanentes, asalariarse, etc. Por otro lado permiten 
problematizar la división sexual del trabajo ya que muchos de estos emprendimientos 
son realizados por mujeres, por ejemplo, los tejidos, los dulces y conservas, etc.
Por otra parte, buscan reducir o eliminar la explotación, la desigualdad y la 
opresión, característica básica de las relaciones sociales en que se funda el capitalismo. 
En este sentido, las distintas experiencias de estas organizaciones se proponen 
transformar relaciones asimétricas tales como la relación productor–acopiador, patrón–
asalariado, agricultura familiar-agricultura industrial. A modo de ejemplo, la 
cooperativa del MOCASE y APENOC a través de la Red de Comercio Justo de 
APENOC constituyen un instrumento por el cual se logra eliminar la figura del 
intermediario o acopiador. Esta relación consistía en el adelanto de insumos para la 
producción con la condición que a modo de pago el productor entregue parte de su 
producción. En la medida en que los criterios siempre eran fijados por el acopiador, el 
pago en mercadería de los insumos adelantados implicaban una apropiación clara de 
plusvalor. La importancia de estas iniciativas de comercialización trascienden la lógica 
misma de la comercialización, en la medida en que inciden en las relaciones de poder. 
Por ejemplo, en una oportunidad no estaban dadas las condiciones para realizar una 
campaña de venta de cabritos por parte de APENOC, los integrantes de la misma 
lanzaron el rumor de una posible campaña, haciendo que los cabriteros de la zona 
aumenten el precio pagado por cabrito. 
Por otra parte, la resignificación de la comercialización mediante la adopción de 
criterios basados en el “comercio justo” permite resignificar la lógica misma del 
intercambio. Ya no se trata del intercambio entre productor y consumidor mediado por 
las leyes de “el mercado” sino del encuentro entre estos, basado en, el establecimiento 
de relaciones cara a cara, mecanismos conjuntos para el establecimiento de los criterios 
de la transacción, la introducción de contenidos éticos en las prácticas comerciales, la 
igualdad de géneros, sistemas de producción respetuosos del medio ambiente, el 
respeto a la indentidad cultural, etc. A su vez, los nuevos términos del encuentro, en 
algunos casos, deja de pensarse en términosde intercambio entre individuos 
fomentándose la organización de productores y consumidores.
En conclusión, de la misma manera en que los emprendimientos productivos 
reconfiguran las relaciones al interior de la unidad productiva, las iniciativas de 
comercialización, posibilitan resignificar los vínculos con la comunidad no sólo a nivel 
del intercambio de productos sino también transmitir o difundir el contenido político de 
estas organizaciones que se fundan en los a los imperativos de justicia, igualdad y 
participación.
Conclusiones
Nosotros consideramos, a nivel teórico, la relevancia de estas experiencias de 
producción y distribución de alimentos, en la medida que constituyen campos de 
experimentación social (Santos, 2001; 2000), es decir, iniciativas tendientes a pensar, 
construir, experimentar relaciones sociales alternativas a las hegemónicas dentro del 
capitalismo. 
Más que pensar la emergencia y fortalecimientos de estas organizaciones como el 
paso de una relación de opresión a una relación de dominación, tal cual lo sostendrían 
Laclau y Mouffe (1987), sostenemos la idea de que la emergencia del discurso del 
derecho sitúa a los campesinos en una relación de igualdad con el “otro” que viene a 
amenazar dichos derechos (Rancière; 1996). Entender estos procesos en términos de 
igualdad nos permite distanciarnos de aquellos teóricos que sostienen estas experiencias 
productivas como “economías de la nueva pobreza” (Salvia; 2004). Estas teorizaciones 
jerarquizan la economía formal por sobre todas otras economías, caracterizándolas de 
“informales” y por lo tanto, son vistas como meras estrategias adaptativas tendientes a 
morigerar los impactos de la exclusión y por lo tanto, como residuales. Nuestra postura, 
en cambio, intenta pensar estos emprendimientos como la politización del espacio de la 
producción, en tanto estrategias sociales (Bourdieu; 1988, 1999), tendientes a la 
conformación de un campo de experimentación social (Santos; 2001). De esta manera, 
frente a aquellas conceptualizaciones que sitúan a la producción campesina en un “no 
lugar”, debido a su atraso tecnológico, ineficiencia económica, entre otras razones, 
asumimos una postura donde la irrupción de estas organizaciones permite problematizar 
el lugar que le estaba asignado a la economía y la cultura campesinas. 
Bibliografía
Aparicio, S., (1985) El proceso de modernización en Santiago del Estero, tesis de 
posgrado, FLACSO, mimeo. 
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