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Esta obra está bajo licencia 2.5 de Creative Commons Argentina. Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Documento disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE) de la Universidad Nacional de La Plata. Gestionado por Bibhuma, biblioteca de la FaHCE. Para más información consulte los sitios: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar IV Jornadas de Sociología de la UNLP 23 al 25 de noviembre de 2005 Cita sugerida: Barbetta, P.; Sabatino, P. (2005). Las experiencias productivas del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) y la Asociación de productores del noroeste de Córdoba (Apenoc). IV Jornadas de Sociología de la UNLP, 23 al 25 de noviembre de 2005, La Plata, Argentina. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.6693/ev.6693.pdf Barbetta, Pablo; Sabatino, Pablo Las experiencias productivas del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) y la Asociación de productores del noroeste de Córdoba (Apenoc) http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/ http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar/ http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/ CUARTAS JORNADAS DE SOCIOLOGÍA DE LA UNLP LA ARGENTINA DE LA CRISIS Desigualdad social, movimientos sociales, política e instituciones 23, 24 y 25 de noviembre de 2005 Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. La Plata, calle 48 e/ 6 y 7. Mesa 21: Civilización y Barbarie. El mundo Rural: interculturalidad, familia y trabajo Las experiencias productivas del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) y la Asociación de productores del noroeste de Córdoba (Apenoc): ¿reconfigurando relaciones sociales en el campo argentino?♦ Pablo Barbetta∗ Pablo Sabatino* Introducción Las acciones políticas de las organizaciones campesinas por lo general han logrado una gran visibilidad en los escenarios políticos latinoamericanos. Algunos ejemplos son el Movimiento Sin Tierra de Brasil, el Barzón de México, CONAMURI y la Federación Nacional Campesina en Paraguay, entre muchos otros. A nivel internacional, Via Campesina y la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo. Sin embargo la fuerte impronta de las acciones políticas ha relegado en importancia analítica otro aspecto de las organizaciones campesinas. Nos referimos puntualmente a los emprendimientos productivos y estrategias de comercilización que apuntan a consolidar las unidades productivas y desarrollar una “política de vida” (Giddens, 1995) de las familias campesinas. Argentina luego de la última dictadura militar ha sido testigo del surgimiento de organizaciones campesinas e indígenas que tiene como eje central la lucha por la tierra, Este trabajo se enmarca en el proyecto “Agro y alimentación en Argentina: los problemas de la seguridad y la soberanía alimentaria. Programas estatales y las estrategias de los actores.”, dirigido por el Dr. Miguel Teubal y financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Técnica de la República Argentina. Licenciados en Sociología, Grupo de Estudios Rurales, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales; Universidad de Buenos Aires. E-mails: pablobarbetta@fibertel.com.ar; psabatino@mail.fsoc.uba.ar mailto:psabatino@mail.fsoc.uba.ar mailto:pablobarbetta@fibertel.com.ar la defensa de los recursos naturales, el medioambiente y derechos comunitarios. Entre ellas se encuentran el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) y la Asociación de Productores del Noroeste de Córdoba (APENOC). A la par de estas reivindicaciones políticas ambas organizaciones han desarrollado una serie experiencias tendientes a desarrollar emprendimientos productivos e iniciativas de comercialización. El objetivo de nuestro trabajo es abordar la reconfiguración de las relaciones sociales en los mundos rurales a partir de dichas experiencias. En otras palabras nos preguntamos en qué medida la dimensión productiva de las organizaciones campesinas reconfiguran las relaciones sociales en los espacios rurales. Y en qué medida estas experiencias adquieren una dimensión política transformando las relaciones de poder local. El presente trabajo esta organizado en cuatro apartados. El primero de ellos, hace referencia a las transformaciones económicas y su incidencia en los mundos rurales. En el segundo se realiza una presentación de las organizaciones mientras que en el tercero se abordan las experiencias de producción y comercialización. El último apartado está dedicado a las reflexiones finales del trabajo. Las transformaciones macroeconómicas en los escenarios rurales Desde mediados de la década del ’70, y con una profundización en la última década, se vienen aplicando en América Latina políticas económicas “neoliberales”. Éstas se basan en la premisa de que “el mercado” es el mejor asignador de recursos de una sociedad, por lo cual el Estado sólo debe intervenir en la medida en que garantice su buen funcionamiento. De esta manera, se fijan nuevas prioridades en la economía, como la apertura externa, la privatización de empresas públicas, la desregulación económica, la reducción de la presencia estatal, la disciplina fiscal y la liberalización financiera. Dentro de la agricultura, la aplicación de este tipo de políticas1 modificó sustancialmente un escenario que en el pasado se había caracterizado por una fuerte intervención estatal. La apertura de las fronteras para la importación y exportación de productos agrícolas; la eliminación de los mecanismos y organismos de regulación estatales; y la prioridad dada a los productos de exportación de grandes y medianos 1 Implementadas a partir de la Ronda Uruguay del GATT de 1985, que luego derivó en la constitución de la Organización Mundial del Comercio. agricultores que cuentan con inversiones en tecnología; influyeron para que las agriculturas campesinas y de pequeños productores se hagan más frágiles o que directamente desaparezcan del escenario rural (Chonchol; 1995). En el caso específico de la Argentina, estas medidas se comenzaron a insinuar a mediados de la década del ’60, aunque se aplicaron definitivamente a principios de los ’90. El impacto de estas medidas fue heterogéneo pero, a grandes rasgos, se podría afirmar que esta reorientación de la economía agraria hacia la exportación favoreció a la producción del área pampeana, sobre todo en los rubros de cereales, oleaginosas y lácteos. En cambio, las economías regionales –productoras de bienes ligados a la demanda interna, especialmente la de los sectores asalariados- se estancan o disminuyen su nivel de actividad (Aparicio, Giarracca, Teubal, 1992, en Jorrat y Sautú, 1992). De todas maneras, el crecimiento del sector agropecuario contrasta con la caída en la rentabilidad, impulsada por el fuerte endeudamiento del sector debido a la presión tributaria, el aumento de las tarifas de los servicios públicos privatizados, la falta de crédito y el aumento de los precios de los insumos, lo que provoca el éxodo de pequeños y medianos productores (Giarracca, 1995; en Piñeiro, 1995). En Santiago del Estero y el noroeste de Córdoba, las transformaciones que empezaron a operar a mediados de la década del ’60 repercutieron fuertemente en la región, revalorizando las tierras como consecuencia de la expansión de la frontera agropecuaria, impulsada por el ciclo favorable de la ganadería pampeana entre 1960 y 1970. Esta expansión de la frontera agropecuaria llega a ambas provincias a través de la introducción de cultivos orientadosa la exportación (principalmente, soja), cuya producción hasta ese momento había estado concentrada en la región pampeana y en las provincias periféricas a ésta (Manzanal y Rofman, 1989). En el caso santiagueño, la producción de poroto y soja se hace atractiva para firmas de Salta y Tucumán, conocedoras de la actividad, que sufrían el deterioro de las tierras de estas provincias. La introducción de estos actores se apoyó en una expansión productiva en la que el excedente generado correspondió a empresas no residentes en la zona y en donde la producción, basada en un uso intensivo del capital, no modificó la demanda de mano de obra ni tampoco implicó un aumento en los salarios. Además, el desmonte de tierras restó el recurso de la leña a los pobladores locales e impidió que el ganado caprino aproveche el monte como abrigo (Aparicio, 1985). Asimismo, otro proceso que hizo más atractivas a las tierras de Santiago del Estero fue la sobrevaluación de estos inmuebles con el fin de obtener créditos hipotecarios, práctica ampliamente diseminada durante la liberalización financiera instrumentada durante la última dictadura (Dargoltz, 1997). Durante el mismo período que se desarrollaron estas transformaciones, la distribución de la tierra evidenció un rápido proceso de concentración de la propiedad –que se mantiene hasta la actualidad- en un contexto que coexiste con una marcada importancia de los pequeños productores (Barbetta; 2005). En el caso de la provincia de Córdoba, el desarrollo de variedades de soja aptas para las condiciones de la región generaron una expansión de la frontera agrícola, que a su vez, generó principalmente una (re)localización de productores ganaderos proveniente de las zonas tradicionales de ganadería en el sureste de la provincia de Córdoba que se veía reconvertida a la agricultura. El avance de la agricultura, de la mano de la soja, produjo en Córdoba un proceso de desplazamiento de la ganadería desde las zonas tradicionales hacia zonas anteriormente consideradas marginales. El desarrollo de la ganadería en estas zonas se vio favorecida por la introducción desde Sudáfrica de un pasto apto para zonas desérticas, bouffel gras, y por los bajos precios de la tierra. De esta manera comenzó a ser corriente en la zona la presencia de empresarios foráneos que llegan a reclamar tierras con sus respectivos títulos. Este conjunto de situaciones configuran el escenario donde se manifiestan los conflictos por la propiedad de la tierra: la expansión de la frontera agropecuaria supuso un desplazamiento coactivo de sectores campesinos, los cuales poseían una tenencia precaria de la tierra, ya que en la provincia existe, aún hoy, un alto porcentaje de familias rurales que no son propietarias de los predios que habitan: a veces se trata de poseedores inscriptos a favor de un particular en el registro de la propiedad; o muchas veces no se hace juicio sucesorio y el inmueble pasa a ser un bien mancomunado de los herederos, o en ocasiones se trata de ocupantes de tierras fiscales cuya estado no ha sido regularizado. Presentación de los casos de estudio Desde la década de 1960 hasta el surgimiento de las organizaciones, ambas provincias fueron testigo de un proceso de desplazamientos y del desalojo judicial de muchos campesinos, cuando empresas –en su mayoría no radicadas en la provincia- reclaman como propias las tierras ocupadas legítimamente por los pobladores. El surgimiento del MOCASE y de APENOC está íntimamente relacionado con esta problemática. El movimiento santiagueño nace paralelamente a la emergencia de un nuevo actor social: las ONG’s. Éstas -ligadas, la mayoría, a una labor pastoral y social tanto de las parroquias locales como de los Obispados católicos- promovieron la conformación de equipos de apoyo y de promoción rural y comenzaron a trabajar con campesinos y otros sectores sociales subordinados de la estructura agraria santiagueña Es así como surge la organización campesina, cuyo primer paso tiene lugar en lo que se dio en llamar el “Grito de los Juríes”: el 29 de octubre de 1986, se realiza en Suncho Pozo una movilización popular que reúne a 1500 campesinos de la zona y de otros lugares de la provincia. Las sucesivas peregrinaciones religiosas en devoción al "Señor de Mailín" –protagonizadas por los sectores campesinos- favorecen un proceso de movilización, sentando un precedente que puede ser señalado como el disparador de la formación del MOCASE. Así, el 1º de diciembre de 1989, a tres años del “Grito de Los Juríes”, se reúnen en esta misma localidad los representantes de estas organizaciones, quienes, luego de ese primer encuentro, establecen otros en Forre, Colonia Dora y Añatuya. Finalmente, el 4 de agosto de 1990, se constituye formalmente en Quimilí el Movimiento Campesino de Santiago del Estero. Analíticamente podemos diferenciar dos momentos de la organización. El primero meramente político, con la construcción de un “discurso del derecho” y la densificación de la sociedad civil generando las condiciones de posibilidad para que la “exclusión silenciosa” pudiera revertirse, adoptando una postura que reivindica la propiedad de la tierra. El segundo, remite al momento económico de esta construcción. El resultado de estas acciones posibilitó el surgimiento de cooperativas para fortalecer los aspectos económico-productivos. A lo largo de los años, el MOCASE ha podido construir un capital político que le ha permitido expandirse territorialmente en la provincia, aumentando sus comunidades de base, además de situarse como uno de los principales referentes de la lucha por la tierra a nivel nacional. Actualmente, y desde principios de 2002, la organización se encuentra fracturada. La ruptura del MOCASE significó la conformación de dos organizaciones con claras diferencias en cuanto a la forma organizativa, las estrategias, los recursos y los grupos de apoyo. En este trabajo haremos referencia únicamente a una de ellas, que participa en Vía Campesina y que está conformada por 106 comunidades de base organizadas en once centrales campesinas. Por su parte, la Asociación de Productores del Noroeste de Córdoba (APENOC) surge en el año 1999 tras un encuentro regional de campesinos que deciden auto organizarse para encarar en forma conjunta una serie de iniciativas tendientes a mejorar sus condiciones de vida. El 20 de agosto de ese mismo año, obtuvo personería jurídica, aprobada mediante resolución DIPJ Nº 440/A/99 del Ministerio de Justicia de la Provincia de Córdoba. Desde entonces la organización se propuso como objetivos principales: la defensa de los derechos campesinos sobre la tierra, la generación de proyectos productivos orientados a la diversificación y sustentabilidad de la producción, el acceso digno a la salud y a la atención primaria, adquisición comunitaria de insumos, comercialización conjunta de la producción, y la formación y capacitación de sus miembros. APENOC está compuesta por campesinos, productores familiares y trabajadores rurales, diseminados en parajes rurales aislados (en términos viales y de comunicación), dedicados principalmente a la producción para el autoconsumo y a la comercialización de un pequeño excedente en los mercados, cabritos, huevos, ladrillos, carbón y verduras son sus principales productos. A su vez, las condiciones climáticas de la región no permiten el desarrollo de la agricultura, es por ello que la mayoría de las familias se dedican a la ganadería o son trabajadores rurales. Si bien las comunidades que conforman APENOC se localizan en los departamentos de Cruz del Eje y de Minas, ubicados en el noroeste de la provincia de Córdoba, susacciones, demandas e influencia no se restringen sólo a dichos territorios dado que APENOC ha establecido vínculos con otras organizaciones de la provincia tales como la Unión Campesina de Traslasierra (UCATRAS), Organización de Comunidades de Artesanos y Productores de Pampa de Achala (OCAPPA), Organización de Trabajadores Barriales Unidos de Cruz del Eje (OTRABU), Organización de Campesinos Unidos del Norte de Córdoba (OCUNC) y Unión Campesina del Noreste de Córdoba (UCAN). Este proceso de articulación, interacción y trabajó en común condujo a finales de 2004 a la formación del Movimiento Campesino de Córdoba. A diferencia del proceso de surgimiento del MOCASE en el caso de APENOC la organización es producto de las acciones orientadas tanto a la lucha por la tierra y el agua, como así también de aquellas carácter productivo. Es decir, no es posible afirmar la preeminencia del momento político por sobre el económico, o viceversa, si bien son analíticamente diferenciables, en la práctica dichos momentos se dieron conjuntamente. Las iniciativas encaradas, en un principio, estuvieron centradas en la construcción de botiquines comunitarios y ganaderos, y en la realización de proyectos productivos. Con el correr del tiempo y a medida que se afianzaba la organización las actividades se orientaron a la lucha por el agua de riego (buscando evitar la discriminación en la distribución de la misma), a la compra comunitaria de insumos, la generación de una red de comercialización basada en el comercio justo (encarada en conjunto con organizaciones de las ciudades), proyectos productivos orientados a la diversificación y mejoramiento de la producción, un almacén popular, administración de micro créditos y fondos rotatorios, adopción de energía solar, la creación de una red de comunicación interna (radios comunitarias), etc. En ambos casos, la conformación de las organizaciones campesinas posibilitó la aparición de un “discurso del derecho”, situando a los campesinos como sujetos legítimos del reclamo al defender sus derechos de posesión frente a las usurpaciones de empresas y/o particulares, las que muchas veces son apoyadas por los poderes públicos. Supuso la puesta en duda de los esquemas clasificatorios y de divisiones objetivas que situaban a los campesinos en una posición de subordinación en el orden social. En consecuencia, la acción política desarrollada por los movimientos, al mismo tiempo que generó una subversión cognitiva de ese orden, supuso una politización de la subjetividad, esto es, la aparición del antagonismo y la definición de adversarios. Los emprendimientos productivos y las iniciativas de comercialización Las acciones colectivas que se inscriben en la lucha por el derecho a la tierra constituyen la cara de mayor visibilidad de estas organizaciones, pero a la par de tales acciones se desarrollan una serie de iniciativas en el ámbito de la producción. En efecto, las experiencias en torno a la producción y comercialización de alimentos y productos campesinos cobran cada vez mayor relevancia en la práctica y discurso de las organizaciones, en la medida que aquellas son percibidas como una dimensión importante que constituyen una reafirmación activa de sus derechos sobre la tierra. Estas iniciativas son prácticas locales orientadas a recrear modos de producción y mercados locales, generalmente caracterizadas por tender a incorporar criterios agro- ecológicos, recuperar relaciones de reciprocidad en la producción, establecer vínculos entre productores y consumidores, etc. A nuestro entender estas experiencias cobran relevancia, en la medida que implican pensar a las prácticas sociales en toda su complejidad al extender el campo de la política al espacio de la producción. En efecto, la economía liberal y el capitalismo establecieron una separación artificial entre política y economía. Según Santos, la teoría política liberal transformó lo político en “una dimensión sectorial y especializada de la práctica social –el espacio de la ciudadanía- (...) Del mismo modo, todas las otras dimensiones de la práctica social fueron despolitizadas” (2000:271) En un trabajo reciente sobre las iniciativas productivas de distintos movimientos sociales el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos sostiene que “las alternativas de producción no son sólo económicas: su potencial emancipatorio y sus perspectivas de éxito dependen en buena medida de la interacción que consigan entre procesos de transformación económica y procesos culturales, sociales y políticos.” (Santos, 2002:64) Entendemos pues que una de las características emancipatorias de los movimientos sociales consiste en extender el campo de acción de la democracia del espacio político al económico. En tal sentido, pensamos que la expansión de la política significa identificar relaciones de poder e imaginar formas prácticas de trasformarlas. Esto nos permite pensar a las iniciativas de producción y distribución alternativas en toda su complejidad. Los emprendimientos productivos del MOCASE responden a las características clásicas de la provincia, en general, y al del sector campesino, en particular. Entre la producción agrícola encontramos sorgo, maíz, algodón, alfalfa, sandía y melón; entre la ganadera prima el ganado caprino y en menor media el vacuno y el ovino. Por último, la forestal, a partir de la cual se realiza carbón y postes y la producción de miel y la recolección de miel silvestre (en base a prácticas ecológicas) Con los años, el movimiento avanzó en la industrialización de estos productos. Con la lana y fibras, las mujeres del movimiento realizan colchas, ponchos y tapices. Por otra parte, se realizan dulces, arropes, escabeche de pollo y de cabrito. También se está planeando la construcción de una carnicería y una fábrica de chacinados para la venta al público en general. Se tratan de proyectos productivos sustentables que buscan garantizar la soberanía alimentaria de las comunidades (en base a prácticas agrícolas, ganaderas y forestales que se desarrollan respetando un equilibrio ecológico y social). En cuanto a la comercialización, el movimiento cuenta con una cooperativa (nombre), la cual en sus orígenes era utilizada para la venta de los productos de los asociados con la intención de mejorar la integración de los productores con el sistema agroindustrial (sobre todo en el caso del algodón). El objetivo no era más que evitar los intermediarios para obtener un mayor precio por los productos. Con el crecimiento y afianzamiento de la organización este objetivo pasó a un segundo plano convirtiéndose ésta no sólo en una cooperativa de comercialización sino también de trabajo y formación. De esta manera, el movimiento armó un aserradero y una metalúrgica, expandiéndose esta experiencia hacia otras zonales. Por otra parte, la comercialización fue resignificada con el fin de impulsar el “comercio justo” (Saroldi, 1997), es decir, un intercambio social donde lo determinante es el valor del trabajo incorporado al producto y no su precio de mercado. Para el desarrollo de esta forma de comercialización, la organización cuenta con un fondo de comercio para que el productor reciba el pago cuando entrega la mercadería y no tenga que esperar hasta que el producto sea vendido. El productor establece un precio por su producto y la diferencia entre el precio pactado con el productor y el de venta queda en la organización para la financiación del fondo. Los emprendimientos productivos de APENOC se centran, por una parte, en el mejoramiento de la producción caprina (actividad principal de las familiasque conforman la organización), por otra parte, en la diversificación de la producción familiar mediante la incorporación de actividades complementarias. Para el mejoramiento de la actividad caprina la organización ha implementado una serie de dispositivos orientados al mejoramiento genético, sanidad animal y comercialización. En cuanto a la diversificación productiva las iniciativas implementadas han sido: la capacitación y producción de dulces, licores y conservas, y la producción apícola. También, mediante el mejoramiento de canales de riego que garanticen el acceso al agua, se busca mejorar las tierras destinadas a la agricultura y a la producción de pasturas para los animales. Las actividades complementarias tienen por objetivo no solo el mejoramiento de ingresos de las familias, sino también el aminoramiento del impacto negativo (tanto a nivel ambiental como de la salud humana) de actividades, como la producción de carbón vegetal, antiguamente características de la región. Tanto el mejoramiento de la producción clásica como el desarrollo de actividades complementarias han llevado a la organización a problematizar los canales de comercialización de sus productos. En efecto, existían canales de comercialización de los productos clásicos (cabritos y carbón vegetal) pero no sucedía lo mismo para los nuevos productos. A su vez, el canal existente consistía en la intermediación que realizaba el “cabritero de la zona” entre el productor y el consumidor, relación asimétrica desfavorable al productor al cual, por lo general, se le imponía un precio muy inferior al del mercado. La búsqueda de alternativas a ésta dinámica y la necesidad de canales de comercialización para los nuevos productos coadyuvaron a la formación de la Red de Comercio Justo de Córdoba y a la revalorización de los mercados locales. La Red de Comercio Justo de Córdoba constituye una iniciativa colectiva en la cual confluyen organizaciones campesinas de la provincia de Córdoba, organizaciones barriales, agrupaciones estudiantiles y de consumidores. “La Red” es una apuesta que cuestiona la figura del Mercado y tiende a revalorizar los mercados locales, incorporando criterios de comercio justo, basándose en la relación directa entre productores y consumido, estableciendo relaciones de confianza y criterios de calidad y precio entre los distintos actores participantes de dicho espacio. Por lo general estas iniciativas de producción y distribución no se agotan ensimismas, sino que son parte de proyectos más amplios en donde las actividades productivas están integradas a dinámicas no económicas, es decir, conforman una unidad con aspectos culturales, sociales y políticos. En este sentido las alternativas de producción son, como sostienen Santos y Rodríguez (2002), iniciativas híbridas, es decir, una amalgama compleja de actividades y significados muy diversos, y que como afirma Melo (2002) están ligadas a un territorio dado o a un grupo específico bajo amenaza de marginalización, si no de erradicación, por ser considerados ‘descartables’ por los poderes hegemónicos” (465). Entonces, ¿por qué considerar a estas experiencias como en el marco de una política emancipatoria? Consideramos junto a Giddens (1995) a la política emancipatoria como “una visión general interesada sobre todo en liberar a los individuos y los grupos de las trabas que afectan adversamente a sus posibilidades de vida. La política emancipatoria implica dos elementos principales: el esfuerzo por liberarse de las ataduras del pasado, permitiendo así una actitud transformadora frente al futuro, y el objetivo de superar el domino ilegítimo de algunos individuos o grupos sobre otros.” (Giddens 1995:267) En este sentido, los emprendimientos arriba expuestos intentan romper con la lógica capitalista, en la medida en que su objetivo principal supone lograr la sustentabilidad económica, social y ambiental de las comunidades campesinas. La construcción política de las organizaciones ha logrado articular el espacio de la producción con el sentido que estas comunidades campesinas le otorga a la tierra. Dicha articulación implica la incorporación de una pluralidad de criterios que coloca a estas experiencias a distancia de la lógica capitalista. Es decir, la implementación de proyectos productivos sustentables que buscan garantizar la soberanía alimentaria de las comunidades, en base a prácticas agrícolas, ganaderas y forestales que se desarrollan respetando un equilibrio ecológico y social, se contraponen a una agricultura basada en una utilización intensiva de los recursos naturales y guiada por racionalizaciones monetarias. Es así como el sentido que adquiere la tierra para estos campesinos, difiere de aquel que considera la tierra como un recurso productivo y/o especulativo, el cual debe ser explotado en búsqueda de la mayor ganancia en el menor tiempo posible. Estos emprendimientos productivos inciden a nivel de la unidad de producción campesina. En efecto, algunos de estos emprendimientos apuntan a diversificar el horizonte productivo de la unidad familiar posibilitando además la ocupación de miembros del grupo familiar que de otra manera se verían obligados a emprender migraciones estacionales o permanentes, asalariarse, etc. Por otro lado permiten problematizar la división sexual del trabajo ya que muchos de estos emprendimientos son realizados por mujeres, por ejemplo, los tejidos, los dulces y conservas, etc. Por otra parte, buscan reducir o eliminar la explotación, la desigualdad y la opresión, característica básica de las relaciones sociales en que se funda el capitalismo. En este sentido, las distintas experiencias de estas organizaciones se proponen transformar relaciones asimétricas tales como la relación productor–acopiador, patrón– asalariado, agricultura familiar-agricultura industrial. A modo de ejemplo, la cooperativa del MOCASE y APENOC a través de la Red de Comercio Justo de APENOC constituyen un instrumento por el cual se logra eliminar la figura del intermediario o acopiador. Esta relación consistía en el adelanto de insumos para la producción con la condición que a modo de pago el productor entregue parte de su producción. En la medida en que los criterios siempre eran fijados por el acopiador, el pago en mercadería de los insumos adelantados implicaban una apropiación clara de plusvalor. La importancia de estas iniciativas de comercialización trascienden la lógica misma de la comercialización, en la medida en que inciden en las relaciones de poder. Por ejemplo, en una oportunidad no estaban dadas las condiciones para realizar una campaña de venta de cabritos por parte de APENOC, los integrantes de la misma lanzaron el rumor de una posible campaña, haciendo que los cabriteros de la zona aumenten el precio pagado por cabrito. Por otra parte, la resignificación de la comercialización mediante la adopción de criterios basados en el “comercio justo” permite resignificar la lógica misma del intercambio. Ya no se trata del intercambio entre productor y consumidor mediado por las leyes de “el mercado” sino del encuentro entre estos, basado en, el establecimiento de relaciones cara a cara, mecanismos conjuntos para el establecimiento de los criterios de la transacción, la introducción de contenidos éticos en las prácticas comerciales, la igualdad de géneros, sistemas de producción respetuosos del medio ambiente, el respeto a la indentidad cultural, etc. A su vez, los nuevos términos del encuentro, en algunos casos, deja de pensarse en términosde intercambio entre individuos fomentándose la organización de productores y consumidores. En conclusión, de la misma manera en que los emprendimientos productivos reconfiguran las relaciones al interior de la unidad productiva, las iniciativas de comercialización, posibilitan resignificar los vínculos con la comunidad no sólo a nivel del intercambio de productos sino también transmitir o difundir el contenido político de estas organizaciones que se fundan en los a los imperativos de justicia, igualdad y participación. Conclusiones Nosotros consideramos, a nivel teórico, la relevancia de estas experiencias de producción y distribución de alimentos, en la medida que constituyen campos de experimentación social (Santos, 2001; 2000), es decir, iniciativas tendientes a pensar, construir, experimentar relaciones sociales alternativas a las hegemónicas dentro del capitalismo. Más que pensar la emergencia y fortalecimientos de estas organizaciones como el paso de una relación de opresión a una relación de dominación, tal cual lo sostendrían Laclau y Mouffe (1987), sostenemos la idea de que la emergencia del discurso del derecho sitúa a los campesinos en una relación de igualdad con el “otro” que viene a amenazar dichos derechos (Rancière; 1996). Entender estos procesos en términos de igualdad nos permite distanciarnos de aquellos teóricos que sostienen estas experiencias productivas como “economías de la nueva pobreza” (Salvia; 2004). Estas teorizaciones jerarquizan la economía formal por sobre todas otras economías, caracterizándolas de “informales” y por lo tanto, son vistas como meras estrategias adaptativas tendientes a morigerar los impactos de la exclusión y por lo tanto, como residuales. Nuestra postura, en cambio, intenta pensar estos emprendimientos como la politización del espacio de la producción, en tanto estrategias sociales (Bourdieu; 1988, 1999), tendientes a la conformación de un campo de experimentación social (Santos; 2001). De esta manera, frente a aquellas conceptualizaciones que sitúan a la producción campesina en un “no lugar”, debido a su atraso tecnológico, ineficiencia económica, entre otras razones, asumimos una postura donde la irrupción de estas organizaciones permite problematizar el lugar que le estaba asignado a la economía y la cultura campesinas. Bibliografía Aparicio, S., (1985) El proceso de modernización en Santiago del Estero, tesis de posgrado, FLACSO, mimeo. Aparicio, S; Giarracca, N. y Teubal, M. (1992); “Transformaciones en la agricultura argentina”, su impacto sobre los sectores sociales; en Jorrat, R. y Sautú, R.; Después de Germani. Exploraciones sobre la estructura social argentina.; Paidós, Buenos Aires. 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