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Esta obra está bajo licencia 2.5 de Creative Commons Argentina. Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Documento disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE) de la Universidad Nacional de La Plata. Gestionado por Bibhuma, biblioteca de la FaHCE. Para más información consulte los sitios: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar IV Jornadas de Sociología de la UNLP 23 al 25 de noviembre de 2005 Cita sugerida: Frassa, J. (2005). Procesos de privatización y desregulación de mercados. El caso de la política naviera y su impacto sobre la industria naval argentina. IV Jornadas de Sociología de la UNLP, 23 al 25 de noviembre de 2005, La Plata, Argentina. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.6755/ev.6755.pdf Frassa, Juliana Procesos de privatización y desregulación de mercados. El caso de la política naviera y su impacto sobre la industria naval argentina http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/ http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar/ http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/ Cuartas Jornadas de Sociología – UNLP “La Argentina de la crisis. Desigualdad social, movimientos sociales, política e instituciones” Título: Procesos de privatización y desregulación de mercados .El caso de la política naviera y su impacto sobre la industria naval argentina. Autor: Frassa Juliana (CEIL-PIETTE – CONICET) E-mail: mfrassa@ceil-piette.gov.ar Mesa temática: Mesa 13: El Estado como problema y solución Abstract En el contexto global de las transformaciones experimentadas por el Estado, en el presente trabajo1 nos proponemos presentar una primera aproximación al proceso de desregulación experimentado, a lo largo de la década del 90, por un sector económico estratégico y tradicionalmente regulado, el transporte marítimo, para, en segundo término, dar cuenta de las implicancias, dada su íntima imbricación, que dicha reforma tuvo sobre la industria naval local, sector, también, protegido por el estado. Ambos sectores, que podríamos situar en el marco más amplio de la política naviera nacional, constituyen, a nuestro entender, sectores productivos y comerciales claves para comprender el papel central que juega el estado en la actividad económica. En este sentido, el análisis de la política naviera nos permitirá, por su intermedio, poner en evidencia el proceso de retraimiento que tuvo el estado, a lo largo de los años 90, de las acciones de regulación económica y, más directamente, de producción de bienes y servicios. Luego de comentar la situación preexistente del sector y de describir en detalle el proceso de desregulación comentado, señalamos las principales consecuencias que los cambios introducidos en el marco regulatorio tuvieron sobre el sector de la industria naval. Finalmente, presentamos algunas primeras reflexiones sobre el rol fundamental que la intervención estatal tiene sobre los procesos de desarrollo de determinados sectores económicos considerados estratégicos. 1 El presente trabajo forma parte de un estudio más extenso llevado a cabo sobre “Reestructuración productiva de la industria naval nacional y su impacto en las condiciones de trabajo” que se desarrolla en el marco de una beca de postgrado CONICET, con sede en el CEIL-PIETTE. 1 Cuartas Jornadas de Sociología – UNLP “La Argentina de la crisis. Desigualdad social, movimientos sociales, política e instituciones” Título: Procesos de privatización y desregulación de mercados .El caso de la política naviera y su impacto sobre la industria naval argentina. Autor: Frassa Juliana (CEIL-PIETTE – CONICET) E-mail: mfrassa@ceil-piette.gov.ar Mesa temática: Mesa 13: El Estado como problema y solución Introducción El rol que ocupa el estado en el desarrollo económico de un país es una cuestión de permanente debate, tanto en el ámbito político como académico, que, luego de la oleada de pensamiento neoliberal, ha vuelto a ser objeto de reflexión teórica y práctica. A lo largo de las últimas dos décadas hemos asistido a la revitalización del discurso liberal sobre las ventajas de la liberalización de los mercados y la privatización de las empresas públicas. Los argumentos, la aplicación y las consecuencias macroeconómicas de dichas orientaciones ya son harto conocidos en nuestro país: diferentes políticas de desregulación y apertura económica han sido introducidas en Argentina modificando radicalmente la estructura productiva y las relaciones de fuerza establecidas. La industria naval nacional, de fuerte presencia estatal y tradicionalmente subsidiada, no permaneció ajena a este proceso. En un contexto internacional de contracción del sector, las políticas económicas de corte neoliberal implementadas en nuestro país afectaron fuertemente a su producción. Estas políticas fueron introducidas en el sector, principalmente, a través del decreto Nº1771 de 1991, que determinaba la desregulación del mercado de transporte internacional de mercaderías y la eliminación del régimen de bandera nacional, la disolución, en 1994, del Fondo de la Marina Mercante (principal fuente de financiamiento para la construcción naval doméstica) y, por último, la puesta en práctica de estrategias privatizadoras en los astilleros estatales. Uno de los resultados de la implementación de estas medidas fue, entre otros, la pérdida, durante la década del 90, de 30.000 puestos de trabajo en el sector y la subsistencia de sólo el 10 % de los astilleros existentes en el país (Marti Garro, 2003). 2 El objetivo del presente trabajo es indagar sobre el papel desempeñado por el estado en la regulación de ciertos sectores económicos considerados estratégicos, como son el transporte marítimo y la industria naval, y las consecuencias que la retracción de su acción, expresada, en este caso, a través de los cambios introducidos en la política naviera, produce sobre estos sectores. En lo que respecta al orden de exposición, en primer lugar, señalamos brevemente las principales características de los sectores considerados así como los rasgos más destacados por estos asumidos, a nivel regional y, particularmente, local, durante la etapa de industrialización por sustitución de importaciones. En segundo término presentamos una primera aproximación al proceso de desregulación experimentado, a lo largo de la década del 90, por el transporte marítimo, para, en tercer término, dar cuenta de las implicancias que, dada su íntima imbricación, dicha reforma tuvo sobre la industria naval local. Ambos sectores, que podríamos situar en el marco más amplio de la política naviera nacional, constituyen, a nuestro entender, espacios claves para comprender el papel jugado por el estado en la actividad económica. En este sentido, el análisis de la política naviera nos permitirá, por su intermedio, poner en evidencia el proceso de retraimiento que tuvo el estado, a lo largo de los últimos 15 años, de las acciones de regulación económica y, más directamente, de producción de bienes y servicios. Finalmente, a modo de conclusiones, presentamos unas primeras reflexiones sobre el rol fundamental que la intervención estatal tiene sobre los procesos de desarrollo de determinados sectores económicos considerados estratégicos. El transporte marítimo y la industria naval. Principales características La globalización de la economía, el desplazamiento de las actividades productivas y el consumo generalizado de mercancías hacen de la distribución física de bienes una actividad económica central que, asimismo, se halla cada vez más integrada a las funciones de producción y consumo. En una economía abierta al comerciomundial, la calidad y los costos del servicio de transporte contribuyen a mejorar la productividad, competitividad e integración comercial de las economías involucradas (Sánchez 2004b) Dada su capacidad de carga de mercancías, el transporte marítimo ocupa un lugar central en el comercio internacional. Si bien esto no es una novedad, ya que desde los inicios de la revolución industrial el transporte por mar posibilitó la expansión del comercio mundial, su importancia no ha decrecido; actualmente los dos tercios del 3 comercio internacional, medido en valor, se realizan por vía marítima (Sánchez, 2004a). La Argentina canaliza cerca del 83% de su comercio exterior, aunque sólo el 15% de su comercio interior, por vía acuática (INDEC). Teniendo en cuenta este alto porcentaje, podemos imaginar la impronta que adquiere en el comercio exterior de nuestro país la marina mercante nacional. Antes de continuar debemos señalar el papel fundamental que la marina mercante2 ocupa en el ámbito económico y estratégico de un país. Por un lado, se la considera un instrumento fundamental en lo referente al desempeño autónomo de una nación en el comercio internacional debido a que garantiza la disponibilidad del servicio de transporte en caso de producirse interrupciones en el intercambio. Por otro lado, la marina mercante nacional puede regular las tarifas de los fletes, cuestión que incide directamente en el precio de las mercaderías transportables. Asimismo, desde el punto de vista económico, la marina mercante nacional tiene un papel fundamental en la balanza de pagos en tanto fuente ahorradora y generadora de divisas: por un lado, genera divisas, en tanto presta servicios marítimos a extranjeros, y, por otro, ahorra divisas que los compradores nacionales, de otro modo, tendrían que pagar a transportadores externos. La actividad industrial más íntimamente imbricada con el transporte marítimo, y que es aquí objeto de nuestro interés, es la de la construcción naval. Dicha actividad provee los bienes de capital necesarios para el transporte marítimo, siendo, en este sentido, una actividad fuertemente dependiente del comercio internacional. Las diversas fluctuaciones ocurridas en la economía mundial se reflejan directamente en el comercio y, así, en el transporte marítimo y la actividad de construcción naval. En este sentido decimos que esta industria es directamente dependiente de los flujos del comercio internacional. El sector de la construcción naval es considerado en los países industrializados como un sector estratégico, de fuerte intervención estatal, que tiene importantes efectos multiplicadores en otros sectores industriales y ofrece medios esenciales para el comercio internacional y las marinas de guerra. La industria naval, a diferencia de las industrias de productos masivos y estandarizados, presenta ciertas singularidades que le otorgan una fisonomía particular a su proceso productivo, convirtiéndola en un sector estratégico desde el punto de vista económico. Brevemente, podemos señalar que esta industria produce 2 La definición más acotada de marina mercante hace referencia al conjunto de unidades destinadas al transporte de mercaderías incorporadas a distintas flotas de armadores que, por lo general, llevan el pabellón del país de la empresa transportista a la que pertenecen (Roquero, 1995). 4 bienes utilitarios de larga duración y alto valor agregado unitario, es intensiva en uso de capital, su proceso productivo es no seriado y de “ciclo largo”3, requiere mano de obra altamente calificada y comprende importantes eslabonamientos productivos. Dado el elevado nivel de agregación incorporado en los buques, la complejidad de los procesos y la diversidad de ramas industriales que intervienen en la construcción de los mismos, podemos decir que la industria naval es una actividad fabril de síntesis. Dada esta característica, se calcula que por cada empleo directo generado en esta industria, se crean 2 o 3 empleos indirectos en las industrias subsidiarias y de servicios a ella asociados. Según las características de la actividad productiva, la industria naval comprende tres grandes sectores: industria pesada, construcción de embarcaciones livianas y reparaciones generales. Dados los objetivos de este trabajo, y en relación con el transporte marítimo internacional, nos centraremos en el sector de construcción naval pesada ya que es el sector que fabrica embarcaciones de más de 1000 TN. de porte bruto (TPB4). Como hemos anticipado, la industria naval se caracteriza por presentar una demanda derivada del nivel de actividad y rentabilidad de otros mercados tales como el del transporte, el petróleo, la pesca o los servicios de defensa. Asimismo, las características del proceso productivo y el considerable tiempo de construcción de los buques hacen que su oferta se caracterice por presentar una fuerte rigidez. En el sector naviero existe una ciclicidad de los equilibrios/desequilibrios de oferta y demanda, debido a una falta de simultaneidad en la producción que causa que la oferta sea baja durante la etapa de altos precios de fletes y que se torne alta tiempo después provocando la baja de los precios y sobreoferta. Una industria protegida y subvencionada Tradicionalmente los países de gran desarrollo naval (Japón, Reino Unido, España, Alemania) contaron con importantes mecanismos de protección y subvención para la construcción de buques, dada la importancia fundamental que, a nivel económico, tenían estas industrias a nivel nacional. Estos instrumentos comprendían subsidios oficiales, beneficios impositivos, préstamos a bajísimas tasas de interés y otras tantas facilidades tanto para las empresas armadoras como para los astilleros. Este conjunto 3 Según el tipo de buque y la tecnología implementada en su construcción, el tiempo promedio anual de producción a nivel mundial oscila entre los 6 meses y los 3 años. 4 La medida Toneladas de porte bruto (TPB) determina el peso que puede transportar cada buque en concepto de carga en mercaderías, más el combustible, el agua, la tripulación y los víveres. 5 de medidas hizo de la industria naval una actividad fuertemente subvencionada. Sin embargo, a partir de la crisis económica de 1973 y sus consecuencias sobre esta industria, las grandes potencias navales europeas, tal como hemos adelantado, comienzan, en la década del 80, a abandonar las prácticas proteccionistas a favor de un libre mercado sin intervención estatal. Hacia 1970, la expansión constante de la demanda de buques posibilitó el pleno uso de la carga de tonelaje mundial disponible y el aumento de los fletes. Sin embargo esta situación se revirtió a fines de 1973 con la reducción de las exportaciones de petróleo de los países árabes y la consiguiente caída de los tráficos de transporte, ya que buena parte del transporte marítimo mundial correspondía a carga de petróleo y sus derivados. La reducción de entregas de petróleo originó un excedente en la capacidad de tonelaje de los buques5 y una caída en el precio de los fletes. La crisis derivó en la caída de la demanda de buques petroleros y el posterior declive de la industria naval mundial, ya que este tipo de buques representaba en 1975 el 56% de los buques construidos (Delelienne, 1980). Esta situación derivó en una fuerte recesión mundial y una retracción del comercio internacional que afectó al sector del transporte durante los años sucesivos. La crisis económica tuvo consecuencias directas en el sector, por un lado, sobre el nivel de empleo (en los países de la OCDE entre 1975 y 1979 el empleo se redujo en cerca de un 30%) y, por otro lado, sobre la capacidad económica y financierade los astilleros para introducir nueva tecnología (Delelienne, 1980). Como consecuencia de la sobreoferta de buques y del excedente de capacidad productiva, los tradicionales países constructores europeos (Alemania, Francia, Suecia, Reino Unido, Holanda) comenzaron una política de ajuste estructural en el sector, basada fundamentalmente en la reducción de los puestos de trabajo. Si bien la tendencia hacia el retraimiento de las ayudas estatales en el sector naval de los países europeos se venía promoviendo desde principios de los años 706, en la década del 80 adquiere una nueva centralidad en tanto se propone como solución a la crisis. Por ese entonces, las líneas de orientación de las políticas gubernamentales de los países de la OCDE en este tema señalan como objetivo principal la “reducción de las 5 Mientras que hacia 1973 existían 1.800.000 TRB de buques tanque inactivos, en 1975 dicho valor se elevó a 45.000.000 TRB (Gonzalez Lebrero, 2000). Las TRB (Toneladas de Registro Bruto) determinan el tamaño de los buques de acuerdo al volumen de sus maquinarias y equipos.; es decir que sirven para determinar el volumen del casco y la superestructura del buque. 6 El “Acuerdo general para la eliminación progresiva de los obstáculos a las condiciones normales de la competencia en la industria de la construcción naval” firmado por los países de la OCDE en 1972 ya establecía la intención de disminuir las ayudas de origen estatal tales como las subvenciones directas a la construcción, los derechos de aduanas o impuestos a la importación y las ayudas de inversión a la reestructuración de las industrias navales (Delelliene, 1980). 6 capacidades de producción para establecer un término medio entre oferta y demanda y fijando como principio el mantenimiento de una competencia leal” (Delelliene, 1980). Las principales medidas de reestructuración introducidas en el sector desde 1976 fueron la reducción de la producción y del empleo mediante despidos inducidos que lograron una reducción del 50% del nivel de producción que presentaban a inicio de los años 707. Desde ese entonces el porcentaje europeo de participación en la construcción global ha ido disminuyendo gradualmente hasta alcanzar en la actualidad sólo el 10% de participación. Japón, Corea y, desde fines de los años 90, China son, actualmente, los principales países productores de buques gracias a la alta productividad de su fuerza de trabajo, a la posibilidad de adquirir tecnología en el exterior y a las ayudas y subvenciones estatales otorgadas a dicha actividad (Barry Rogliano Salles, 2005; Stopford, 2004). A diferencia de Europa, estos países han desarrollado una estrategia fuertemente intervencionista sobre sus industrias. A este respecto, la diversidad de situaciones actuales entre los productores mundiales de buques demuestra que, en última instancia, la política de subsidios y promoción industrial depende de la voluntad política de cada país según las prioridades estratégicas de su desarrollo económico8. Los estados pueden en este sentido adoptar un proteccionismo a ultranza, una apertura total a la libre competencia o una política intermedia entre ambos extremos. La regulación del transporte y el fomento de la industria naval a nivel regional En América Latina, la estrategia de desarrollo basada en la industrialización por sustitución de importaciones se articuló en torno a un rol activo desempeñado por el estado en la vida económica. La intervención estatal en la producción de bienes y servicios y en la regulación del sector privado se sostenían, por aquel entonces, en la idea de insuficiencia del mercado para lograr los niveles de acumulación y distribución social de la riqueza deseados (Fishlow, 1990). Estas directrices generales se aplicaron en diversos mercados. En lo que respecta al transporte en general, los países latinoamericanos han aplicado una fuerte regulación del sector privado intentando, asimismo, maximizar la participación de las 7 Cabe señalar, sin embargo, que si los estados de estos países no hubiesen prestado ciertas ayudas encubiertas a este sector, los nuevos encargues de buques, en su mayoría, hubiesen sido absorbidos por países en vías de desarrollo dados sus menores costos productivos. En este sentido, aunque no se lo afirme directamente, la protección y fomento estatal indirectos favorecieron la competitividad de estos países. 8 A nivel internacional existe un importante debate, en torno al grado y características de la intervención estatal deseadas en el sector de la industria naval, entre los partidarios de la “política liberal” de la Comunidad Europea y los que defienden las “medidas proteccionistas” de los países asiáticos. 7 empresas nacionales estatales en el comercio nacional e internacional (líneas navieras, empresas de aviación comercial, redes ferroviarias y transporte terrestre). En lo que respecta al transporte marítimo, la mayoría de los países latinoamericanos han adoptado, desde fines de la 2da. Guerra Mundial, diversas medidas para fortalecer sus marinas mercantes y así aumentar su participación en el transporte de su comercio exterior. Durante la 2da. Guerra Mundial, debido al desabastecimiento sufrido en el tráfico de los países latinoamericanos, estos países tomaron conciencia de la necesidad de crear marinas mercantes nacionales para liberarse de la dependencia exterior y fortalecer sus balanzas de pago a través del ahorro de fletes. En los años 60 los gobiernos de orientación desarrollista plantearon la preocupación por lograr que América Latina poseyera su propia marina mercante para evitar la erogación de divisas en concepto de fletes ya que la mayor parte del tráfico marítimo y fluvial se realizaba con flotas extranjeras (Gorban, Herman y Serrato, 1966). Así, en muchos de los países latinoamericanos se dictaron medidas referentes a la reserva de carga9 y se crearon fondos para la marina mercante con el objetivo de promover la construcción naval nacional. La aplicación de estas medidas favoreció el desarrollo de la flota regional presentando un crecimiento del 300% entre las décadas del 60 y el 80. Cabe señalar además que el principal crecimiento en TRB se observa en las flotas del estado: mientras que las naves de propiedad estatal representaban en 1961 el 53% de la flota total, en 1983 ese porcentaje asciende al 67% (Roquero, 1990). Otro dato que ilustra la fuerte presencia del estado en el sector naval señala que en 1974 el 84% de los barcos comprados por las empresas navieras de la región fueron adquiridos por empresas estatales (Thomson, 2001). Por ese entonces, la flota más numerosa a nivel regional era la de Brasil, seguida por la de Argentina, México, Perú y Venezuela. Desarrollo y evolución reciente de la industria naval nacional Desde sus inicios, el desarrollo de la industria naval pesada de nuestro país se caracterizó por la fuerte intervención del estado. La creación de la Empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) en 1923 y su flota de buques tanques para el transporte de petróleo, constituyen el primer sector estatal demandante de los bienes y servicios de la industria local a la cual se agregaría, en 1941, la Flota Mercante del Estado (FME), primera empresa armadora de carácter estatal que comenzará a 9 La reserva de carga se refiere a la reglamentación que establece que un cierto porcentaje del volumen total de mercancías del comercio internacional del país se transporte a través de buques nacionales. 8 demandar servicios de reparación en los talleres de la Armada, embrión de los futuros grandes astilleros estatales, y astilleros privados. En 1943, la FME ya contaba con 28 barcos, ubicándose como el mayor armador argentino seguido por el grupo privadoDodero y, en tercer lugar, YPF (González Climent, 1973). En 1961, los buques de la Flota Mercante del Estado junto con los de la Flota Argentina de Navegación de Ultramar (ex grupo Dodero) pasan a integrar la Empresa estatal Líneas Marítimas Argentinas (ELMA), que se convertirá en los años sucesivos en el principal cliente de la industria naval local. La década del 60 constituye un cambio cualitativo en la oferta nacional de buques, produciéndose un importante avance en el equipamiento de los grandes astilleros e incorporándose mejoras en los procesos productivos. Este crecimiento fue posible, entre otros factores debido a la instalación de escuelas técnicas y cursos de especialización en la temática naval, que aportaron recursos humanos calificados al sector, y a la expansión de importantes ramas industriales que fueron conformando una base de proveedores locales para la construcción naval mayor. Hacia 1963 el sector de construcción y reparación de buques ocupaba a 13800 personas, de las cuales el 75% eran ocupadas por el sector estatal. Asimismo el estado era, por ese entonces, propietario del 90% de la infraestructura y equipos industriales relacionados con la construcción y reparación naval (Manera, 1968). Los principales astilleros estatales, Astillero Río Santiago y Tandanor, continuaron, durante la década del 70, incrementando tanto sus niveles de producción como de ocupación. Pero el estado no sólo ocupaba un lugar central en el lado de la oferta, sino también en la demanda de buques. Hasta principios de los años 80 existió un importante sector de armadores de origen estatal que demandaba distintos bienes de la industria naval para el tráfico marítimo y fluvial. Este entramado de empresas estatales, que constituían una demanda cuasi-cautiva para la industria local, estaba compuesto por: - Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF): incluía el transporte petróleo crudo y sus derivados a los centros de procesamiento y comercialización en navegación costera y fluvial. - Empresas Líneas Marítimas Argentinas (ELMA): dedicada al tráfico de ultramar en general. - Sociedad de Transportistas Navales: realizaba tráficos costeros internacionales y de cabotaje. - Subsecretaría de la Marina Mercante y Secretaría de Estado de Intereses Marítimos: realizaba tráficos de ultramar de mercaderías a granel. 9 - Empresa Flota Fluvial del Estado Argentino: dedicada a los tráficos fluviales internacionales y de cabotaje. - Yacimiento Carboníferos Fiscales (YCF): incluía el transporte del carbón. - y Empresa Ferrocarriles del Estado Argentino: poseía un trasbordador de vagones ferroviarios Este conjunto de empresas constituía el núcleo fuerte de la demanda de industria naval. ELMA era el principal armador del país con una flota que representaba el 25% de la marina mercante nacional. En segundo lugar se ubicaba YPF comprendiendo algo más del 15% del armamento nacional. Siendo los principales astilleros también propiedad del estado, quedaba conformado, así, un extenso entramado productivo y comercial de carácter estatal que se vio completamente desarticulado a partir de la desaparición y/o privatización estas empresas. Como observa Pérez Pradal (2001) en su investigación sobre el Astillero Río Santiago, hasta mediados de los años 80 en Argentina existió “un conjunto de regulaciones orientadas a estimular un desarrollo `equilibrado´ de la marina mercante y la industria naval, las cuales operaban bajo un esquema de mercado de alta participación de empresas públicas, tanto en el mercado naviero como en la propia industria naval”. La posterior ruptura de este “circuito estatal” implicó, para la industria naval, la pérdida de gran parte de su mercado. A partir de este breve recuento, podemos señalar que el desarrollo, reciente, de la industria naval argentina ha estado íntimamente vinculado a la acción del estado y a la existencia de un entramado industrial nacional que pudo satisfacer sus requerimientos. La política naviera nacional. El marco protectorio del tráfico marítimo y la industria naval Según González Lebrero (2000), la política naviera forma parte del marco más general de la política económica nacional. Entre otros, los objetivos básicos de esta política deben ser “asegurar la estabilidad del tráfico marítimo del país, asegurar la capacidad, regularidad, continuidad y eficiencia de los servicios marítimos que atienden ese tráfico, y asegurar el desarrollo de una industria naval propia adecuada a las necesidades nacionales y a las posibilidades de prestación de sus servicios a terceros no nacionales”. 10 La política naviera, tanto de países desarrollados como subdesarrollados, ha estado desde siempre ligada a la regulación, por parte del estado, de lo referente a la reserva de carga y a la exclusividad de los tráficos marítimos. Como hemos señalado, podemos concluir, de acuerdo a la bibliografía consultada, que tanto el tráfico marítimo como la industria de la construcción naval de los países han estado tradicionalmente ligados a las políticas estatales. En lo que respecta a nuestro país, Argentina ha dictado, desde los años cuarenta, diversas disposiciones legales de protección para los buques de su bandera, que garantizaban la posibilidad de ejercer su derecho a participar en el tráfico marítimo. La primera de ellas surge en 1948 con el decreto Nº6087 el cual disponía que las importaciones hechas por el estado argentino debían hacerse preferentemente por barcos de bandera argentina mientras que las exportaciones serían transportadas únicamente por barcos nacionales. Asimismo, la política naviera argentina ha favorecido la construcción de buques en el país, optando, al menos en lo que respecta al sector estatal, por la adjudicación de órdenes a favor de los astilleros nacionales por sobre los extranjeros. Pero fue en los años 60 que la legislación nacional se propone firmemente proteger la producción local, incorporando diversas medidas de promoción a la industria naval y a la marina mercante nacional. Así, se establecieron por ley, distintas pautas de fomento al sector que incluyeron regímenes de exenciones impositivas, limitaciones a la importación de buques y obligación de construcción en el país. Entre las medidas más importantes cabe citar las siguientes: - Creación del Fondo Nacional de la Marina Mercante. A través del Decreto de Ley Nº 6677/63 de 1963 (luego reestructurado en 1972), se crea el “Fondo Nacional de la Marina Mercante” (FNMM), con el objetivo de generar para la industria naval local condiciones de competitividad internacional en materia de precios. Esta medida fijaba gravámenes a los fletes de importación y exportación, en un 12% y un 2% respectivamente sobre el valor final del flete, con el objetivo de crear un fondo destinado a otorgar créditos a armadores privados nacionales para la construcción, reparación o transformación de buques en astilleros nacionales y a otorgar subsidios a astilleros nacionales para la construcción de buques que “satisfagan requerimientos de interés nacional”. Dicho subsidio (no reintegrable) estaba destinado a cubrir la diferencia entre el precio internacional de construcción de buques y el precio local que, por ese entonces, llegaba al 50%. La ley 22.374 de 1981 dejó sin efecto real al sistema del Fondo Nacional de la Marina Mercante al eliminar los ingresos originados 11 directamente en los fletes de ultramar. Se mantuvo la vigencia de dicho fondo pero en lugar del sistema de ingresos automáticos se puso en vigencia el aporte del Tesoro Nacional lo cual restó agilidad al sistema. - Promulgación de la Ley de Reserva de Cargas.La Ley 18.250 de 1969, modificada y reglamentada por el decreto 6942/72 establecía que la totalidad de las importaciones oficiales y la importación privada, financiada por cualquier organismo de crédito del sistema estatal o que gozara de cualquier tipo de beneficio, debían ser transportadas en buques de bandera argentina. Esta ley fue complementada en 1973 con la ley de Promoción de la Marina Mercante Nº20447 que asentaba el derecho de la república Argentina a transportar en buques de su propia bandera el 50% del total de su comercio exterior efectuado por agua. La ley de reserva de cargas fue fundamental en el sector, al otorgarle a la marina mercante nacional una importante cuota de poder en los tráficos internacionales. - Promulgación de la Ley de Industria Naval. En 1972 se promulga la Ley 19.831 que, con el objetivo de “promover la industria naval a fin de aumentar su eficiencia y la de sus industrias concurrentes”, dispone la exención de los derechos de importación a “los materiales y bienes de capital de uso naval, así como también a la de materiales, herramientas, maquinarias y elementos para el equipamiento de astilleros y talleres navales que no produzca la industria nacional” (Ley 19831). - Incorporación prioritaria de la industria naval al régimen crediticio del Banco Nacional de Desarrollo a través de la modalidad de crédito naval (decreto 4367/73) En síntesis, este conjunto de medidas afirmaba el derecho de la nación a transportar en buques nacionales el 50% de su comercio exterior, reforzaba la reserva de cargas a favor del armamento nacional, daba prioridad a la actividad armadora estatal y fomentaba la industria naval local a través de normas generales y taxativas; es decir, protegía a la actividad nacional evitando la fuga de divisas al exterior por concepto de fletes. Cambios en las reglas de juego. La desregulación del transporte marítimo A pesar de su éxito inicial, la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones implementada en varios países latinoamericanos no fue viable en el largo plazo, lo cual favoreció la llegada de los “aires de cambio” liberales que tendieron a demonizar el papel intervencionista del estado en la economía y a enfatizar las virtudes de la “mano invisible” del mercado (Fishlow, 1990). Así el énfasis estuvo 12 puesto en los costos y no en los resultados de la acción estatal. A lo largo de los últimos 15 años, con el objetivo de “lograr que el mercado funcione”, los gobiernos han vuelto atrás con sus políticas regulatorias sobre diversos mercados, favoreciendo, junto con la apertura de la economía, el libre juego de la oferta y la demanda. En nuestro país, podemos identificar al menos tres elementos fundamentales que operaron en la estrategia económica de largo plazo desde fines de los años 80: la privatización de empresas públicas proveedoras de bienes y servicios, la desregulación, o reconfiguración del marco regulatorio10, de la economía en general, y de sectores y mercados, en particular, y la profundización del proceso de apertura externa (Aspiazu, 1995). Dichos elementos tuvieron una impronta fundamental sobre el sector industrial, modificando de manera radical tanto su nivel como su composición11. Asimismo, el papel del sector público en la economía fue profundamente transformado a partir de la promulgación de la ley 23.696 de Reforma del Estado, que implicó la apertura de nuevos mercados a la actividad privada a través de la privatización de empresas públicas y del otorgamiento de subsidios a determinados sectores (Aspiazu, 1995). En el sector de transporte, el discurso liberal, con el argumento de que las empresas privadas, a diferencia de las estatales, son, naturalmente, más eficientes ya que buscan evitar la bancarrota, permeó las decisiones políticas de desregulación y desestatización aplicadas al sector. Entre estas medidas cabe señalar la privatización de las empresas navieras estatales de transporte, la derogación del régimen de reservas de carga y la cesión a manos privadas, principalmente a capitales internacionales, de la gestión de la infraestructura y terminales portuarias12. En nuestro país, las anteriores legislaciones de corte proteccionista se derogaron en 1991, con los decretos 1772/91 y 2284/91. El primero de estos decretos autorizó a los armadores argentinos a solicitar, por el término de dos años, el cese de bandera de los buques de matrícula nacional para poder matricularlos en registros extranjeros. El decreto 2094/93 prorrogó esta disposición que asumió finalmente el carácter de 10 En términos generales la desregulación no implicó la regulación propia de los mecanismos del mercado sino que por el contrario, como señala Aspiazu (1995), la regulación “se transfirió a determinados agentes económicos que, por la propia morfología de los mercados y su posicionamiento oligopólico, cuentan con amplios márgenes para regular el funcionamiento de los mismos”. 11 En términos generales, las consecuencias de la implementación de estas políticas fueron la concentración de la propiedad, consolidación de nuevos monopolios y oligopolios, reestructuración regresiva y pérdida de dinamismo del sector industrial (Kosacoff 2000). 12 Cabe señalar que dentro de esta tendencia general en el transporte marítimo de la región, podemos encontrar excepciones como el caso de Brasil y México, donde, debido a la existencia de empresas petroleras estatales con flota propia, la participación estatal en la flota nacional sigue siendo mayoritaria: 80% en el caso de Brasil y 53% en México (Thomson, 2001). 13 permanente con el decreto 2733 del mismo año. Durante la vigencia de este régimen de excepción los buques que optasen por el nuevo mecanismo (cese de la bandera argentina y asunción de alguna bandera de conveniencia) se consideraban como inscriptos en la matrícula nacional a los efectos de su intervención en tráficos conferenciados y en “todo régimen preferencial aplicable a los buques de bandera nacional”. En este sentido, los armadores nacionales se beneficiaban, por un lado, con la opción de cambio de bandera y la posibilidad de reducir así los costos de su actividad, y, por otro lado, con la garantía de utilizar el tráfico correspondiente a buques de bandera argentina. Este decreto introdujo, al mismo tiempo, la flexibilización laboral en la administración de los buques. El personal de a bordo que se adherían a este mecanismo podía optar entre darse por despedidos o solicitar una licencia sin goce de sueldo. En este último caso el trabajador podía ser empleado en el buque pero bajo el régimen de trabajo y las condiciones salariales estipuladas en un contrato laboral según el régimen legal del nuevo registro de matrícula. El decreto 2284/91, por su parte, estableció la derogación de la ley de reserva de carga para armadores argentinos, estableciendo que “la administración pública no debe disponer de medidas que interfieran en la libre oferta y demanda ni obstaculicen el incremento de la oferta de servicios y transporte”. Por otra parte, los Decretos Nº 1.493/92 y 343/97 instituyeron un régimen de importación temporaria de buques libre de aranceles y otros cargos, que, en la práctica, implicó la desaparición de la demanda de construcción de buques en el mercado local. El decreto 1493/92 que disponía la creación del Registro de Buques y Artefactos Navales extranjeros, garantizaba a los buques incorporados el derecho a ser considerados de bandera nacional a todos los fines de navegación, comunicación y comercio. Así, con el propósito de modernizar las flotas de los armadores nacionales,bajando los costos de su explotación, el gobierno procuró facilitar el uso de barcos extranjeros por parte de firmas nacionales. Aquí también se sostuvo la línea argumental de corte liberal: la reducción de costos permitiría a los armadores argentinos incrementar su oferta para poder así alcanzar los niveles de competencia internacional. De acuerdo a estas medidas los armadores nacionales estarían, ahora, en mejores condiciones para adaptarse a las constantes fluctuaciones del mercado naviero, competir en el mercado y, así, aumentar su participación en el total de fletes generados. Sin embargo, las estadísticas muestran una tendencia opuesta. Las medidas implementadas no sólo no 14 pudieron revertir la tendencia descendente observada desde 1987 sino que la profundizaron Una de las consecuencias directas que tuvo dicha legislación, como puede observarse en el Gráfico 1, fue el masivo abandono de la bandera argentina por parte de los armadores nacionales. Si comparamos los extremos de la serie, la caída ocurrida en el registro nacional de los buques se hace evidente: mientras que en 1978 la flota nacional estaba compuesta por 209 unidades de más de 1000 TRB, en el año 2003 sólo se registran 17 buques bajo bandera nacional (Delú, 2003). El reemplazo de bandera argentina se realizó a favor de las banderas denominadas “de conveniencia” las cuales presentan un alto grado de flexibilidad en los aranceles, regímenes laborales y controles de las embarcaciones, todo lo cual favorece la reducción de costos de explotación de los buques, maximizando la ganancia de las empresas armadoras. Gráfico 1: Cantidad de buques registrados bajo bandera argentina (1970-2003) 0 50 100 150 200 250 19 70 19 73 19 76 19 79 19 82 19 85 19 88 19 91 19 94 19 97 20 00 20 03 UNIDADES Fuente: Para el período 1970-88, Dirección nacional de Planeamiento, Secretaría de Marina Mercante. Centro Marítimo de Armadores Argentinos - memoria 1988. Para el período 1988-2003, Delú (2003). Nota: Se computan únicamente los buques de más de 1000 TRB. Estas medidas de desregulación, a su vez, fueron acompañadas por políticas de apertura a las líneas de transporte marítimo internacionales. Así los grandes operadores, como Grupo Hamburg Sud, Grupo CSAV o Mediterranean Ship Co., 15 desplazaron del mercado a los armadores nacionales a través de una fuerte política de fijación de precios. En síntesis, los diferentes decretos de corte desregulacionista introducidos en el sector provocaron tres movimientos complementarios: la caída del porcentaje de buques bajo bandera argentina, la reducción de la demanda de construcción de buques en el país y la concentración del tráfico marítimo en los grandes agentes navieros. En cuanto a la participación de los buques nacionales en el mercado de fletes del comercio internacional, Argentina paso de absorber el 43.9% del monto total en 1980 a sólo el 6.3% en el 2002. Esto se traduce en el pago, en los últimos años, de cerca de 3.000 millones de dólares anuales por parte de Argentina a armadores extranjeros que construyen sus buques fuera del país, lo cual tiene un efecto fuertemente negativo en la balanza de pagos. En el año 1997, donde se registra el nivel más alto de fletes generados, de los US$ 3.600 millones que el país gastó en fletes marítimos, los buques argentinos sólo absorbieron 160 millones, lo cual representa el 4,4% del total, dejando el resto en manos de armadores extranjeros. Así, en un mercado de fletes en expansión la participación de la bandera argentina, como se puede observar en el Gráfico 2, es la peor de la historia. Dicho de otro modo, la desregulación del mercado y, particularmente, de la reserva de cargas, resultó funcional a las flotas extranjeras. Gráfico 2: Participación de bandera nacional y extranjra en fletes generados en el comercio exterior (1980-2002) 0 20 40 60 80 100 120 19 80 19 82 19 84 19 86 19 88 19 90 19 92 19 94 19 96 19 98 20 00 20 02 BANDERAS EXTRANJERAS BANDERA NACIONAL 16 Fuente: Dirección Nacional de Cuentas Internacionales, Secretaría de Programación Económica, Ministerio de Economía, citada en Delú (2003). Elaboración propia Asimismo este conjunto de políticas desregulacionistas fue acompañado por la privatización de la mayor parte de los grandes puertos y la concesión a manos privadas de las principales vías navegables. En definitiva, durante la década del 90, el control anteriormente ejercido por el estado sobre el sector de transporte marítimo y fluvial fue cedido casi por completo a manos privadas. Finalmente los decretos 1493/92 y 343/97 fueron derogados en 1999 por la ley 25230. Sin embargo la situación del sector parecía no haber mejorado en absoluto: los armadores nacionales que, con el objetivo de maximizar sus ganancias, habían importado buques de alto promedio en la edad de uso se encontraban ahora con una flota envejecida y, ahora, sin la posibilidad de renovación vía importación. El objetivo teórico de los decretos señalados, a saber, favorecer la modernización y renovación de la flota nacional, no parece haberse cumplido; por el contrario el balance de la década del 90 es netamente negativo: una industria naval cercenada que perdió su anterior capacidad productiva y una marina mercante con flota envejecida que no puede competir frente a las grandes empresas internacionales. En el año 2004 se instrumentan nuevas medidas desde el estado. El decreto 1010/2004 deroga al decreto 1772/91 y dispone el restablecimiento del tratamiento de bandera nacional a los buques y artefactos navales de bandera extranjera arrendados a casco desnudo bajo el régimen de importación temporaria por armadores argentinos. Este decreto es acompañado por otras dos medidas que intentan, en conjunto, revertir la crítica situación del sector naval: la implementación del Leasing Naval que financiará la construcción de embarcaciones pesadas en astilleros argentinos y la financiación, a través del programa Más y Mejor Empleo del Ministerio de Trabajo de la Nación, del costo de capacitación del personal del sector. A pesar de que este nuevo decreto fue anunciado, tanto por el gobierno como por los medios de comunicación como el pivote del resurgimiento de la industria naval y la consiguiente creación de miles de nuevos empleos13, creemos que todavía no se han enfrentado los verdaderos desafíos productivos y tecnológicos que tiene por delante la industria naval nacional. 13 Veamos por ejemplo la postura optimista de los dirigentes de la FINA expresada en un artículo del diario La Nación: “Datos de FINA prevén que este programa permitiría la creación de 15.000 nuevos puestos de trabajo de forma directa y 10.000 nuevos empleos en la industria navalpartista. Además, se incorporarían a la marina mercante 21 buques y 120 artefactos navales sin propulsión, y nuevas unidades como barcazas, remolcadores, barcos con capacidades de entre 250 y 500 TEU (unidad de medida equivalente a un contenedor de 20 pies) y embarcaciones multipropósito, entre otros (La Nación 20/10/2004) 17 El impacto de la desregulación sobre el sector de construcción naval Las medidas de desregulación implementadas afectaron de manera compleja y heterogénea al sector industrial14. En el caso que aquí nos compete, el de la industria naval, la aplicación de estas políticas, sumado al contexto de crisis que esta industria atravesaba a nivel internacional, tuvo importantes consecuencias sobre su desempeño productivo. Tanto los niveles de producción como los de empleo se vieron fuertemente reducidos a raíz de los cambios introducidos en la política naviera desde comienzos de los años 90 llevando a la industria naval nacional, y a su industriaauxiliar, a una situación claramente regresiva. La derogación de los regímenes de promoción y franquicias especiales tuvo efectos claramente negativos en el sector ya que se eliminó el marco protectorio en el que se desenvolvía dicha industria15. En este sentido, y en un contexto de regulación de precios vía apertura de la economía, debemos hablar de una reestructuración regresiva del sector (Schorr, 2005). En lo que respecta a la producción, durante la vigencia del régimen de importación se calcula que ingresaron al país unos 200 buques extranjeros, principalmente barcos de pesca que, en el período 1990-2001 representaron el 42.2% de la composición del total de importaciones del sector (FINA 2001). Para el mismo período, sólo una docena de buques se construyeron en el país y solamente dos de ellos de proporciones tales que pueden ser incluidos en el sector de industria naval pesada (La Nación, 4/4/00). La balanza comercial del sector exhibió a lo largo de la década un saldo negativo; entre 1990 y 2001 ingresaron 460.9 millones de dólares por exportaciones frente a los 820 millones de dólares egresados en importaciones, lo cual arroja un saldo negativo de 360 millones de dólares (UIA, 2005). A su vez, la introducción masiva de importaciones en el sector produjo fuertes cortes en la cadena productiva nacional. Frente a la anterior etapa de desarrollo caracterizada por una importante integración productiva, la sistemática ruptura del entramado industrial derivó en la desarticulación de la industria auxiliar y en el aumento general de los costos de los bienes de producción (Schwarzer, 1995; Kosacoff, 2000). Esta situación tuvo efectos directos en el caso de la industria naval; los sectores nacionales proveedores de insumos y materias primas se redujeron o 14 A pesar del impacto negativo que la desregulación tuvo sobre ciertos sectores específicos, algunos autores sostienen que esta política ha traído aparejada una relativa mejoría en la competitividad global de la industria (Aspiazu, 1995) 15 Cabe señalar que la derogación de estos regímenes de promoción sectorial también afectó a la industria aeronáutica, de maquinaria vial y siderúrgica. 18 directamente desaparecieron provocando un importante aumento en los costos de producción debido a la necesaria importación de estos insumos16. Dada la recesión productiva existente en el sector, buena parte de los astilleros nacionales reestructuró sus actividades hacia el sector de reparaciones navales. Otro amplio conjunto se vio obligado a reducir su capacidad productiva o, directamente, a cerrar sus puertas. Varios grandes astilleros, entre los que podemos nombrar a Alianza, Principe-Menghi-Penco, Corrientes, Domecq García, Mestrina y Astarsa, cerraron sus puertas durante los primeros años de la década del 90, reduciéndose el promedio histórico de ocupados por establecimiento de 32 a sólo 7 (UIA, 2005). A partir de los datos provistos por los últimos censos económicos podemos realizar un primer análisis de la evolución de la industria naval nacional. Aunque estos datos no comprenden todo el período de desregulación analizado, ya que el último censo del cual se dispone información es el de 1994, podemos, sin embargo, advertir las grandes tendencias presentes en el sector. Cuadro1 SECTOR DE LA CONSTRUCCION Y REPARACION DE BARCOS DATOS CENSALES CNE AÑO Establecimientos Ocupación Asalariados Ocup/Estab. Asalar/Ocup. 1974 327 10568 9846 32.3 93.2% 1985 326 10201 9573 31.3 93.8% 1994 301 2210 1582 7.3 71.6% DIFERENCIAS 85 - 74 -1 -367 -273 94 - 85 -25 -7991 -7991 VARIACION % 85 - 74 -0.3% -3.5% -2.8% 94 - 85 -7.7% -78.3% -83.5% 16Se calcula que el costo de construcción de embarcaciones pesadas está compuesto en un 35% por costos de mano de obra y servicios adicionales y en un 65% por equipos, insumos y materiales de construcción. Como consecuencia de las políticas de promoción a la importación y el consiguiente desmembramiento del tejido industrial local, actualmente la industria naval nacional importa gran cantidad de insumos entre los que cabe mencionar las bombas especiales, máquinas de timón, grúas de carga, equipos electrónicos y de navegación y, principalmente chapas y perfiles navales. La ponderación de este último insumo es importantísima ya que constituye cerca del 50% del costo total del buque. 19 Fuente: INDEC Censos Económicos 1974, 1985 y 1994. Elaborado por FINA (2001). Como podemos observar en el cuadro 1, entre 1974 y 1985 se observa un comportamiento estable del sector tanto en el número de establecimientos como en el nivel de ocupación, con una pequeña variación negativa en este último del 3.5%. A diferencia de la etapa anterior las cifras del censo de 1994, con información correspondiente a 1993, muestran una clara contracción del sector. Si bien, entre 1985 y 1994, la reducción en el número de establecimientos no parece significativa (los 25 astilleros que desaparecen no llegan a representar el 8% del total), al observar los datos referentes a la ocupación podemos observar una reducción del 78% de la ocupación total y del 84% de la mano de obra asalariada así como también del promedio de ocupados por establecimiento. Es decir que, los datos hacen suponer que durante ese período se cerraron o, al menos contrajeron fuertemente su nivel de ocupación los grandes establecimientos que ocupaban un alto porcentaje de mano de obra. De acuerdo a información provista por otras fuentes17 podemos suponer que esta es la principal causa que explica la caída de la ocupación en este período, aunque también se debería, en segundo término, a la reducción del empleo en los astilleros más pequeños que continuaron en actividad. Otro de los argumentos que puede sostener esta afirmación es la importante reducción observada en el porcentaje de asalariados empleados, que pasó del 93.8% en 1985 al 71.6% en 1994. Este dato muestra que la mayor pérdida de empleo tuvo lugar en grandes astilleros ya que entre las firmas pymes, dedicadas, en su mayoría, a la reparación de buques pequeños, el porcentaje de no asalariados es tradicionalmente más alto. Así, si desagregamos esta información, según el CNE de 1994, tenemos que los puestos de trabajo asalariados en el sector de “Construcción y reparación de embarcaciones de recreo y deporte” representan el 58% del total, mientras que en el sector de “Construcción y reparación de buques” alcanza al 75% del total de puestos de trabajo18. Por otro lado, la reducción neta de la producción derivó en el cierre de las escuelas de aprendices y técnicos que aún conservaban algunos astilleros. Esta situación, 17 Hemos triangulado la información del Censo con datos provenientes de fuentes específicas del sector; por ejemplo, Informe FINA (2001) y UIA (2005). De acuerdo a estas fuentes hacia 1986 los principales astilleros que componían el sector de la industria naval pesada eran ALIANZA, DOMECQ GARCIA, ALNAVI, AFNE, ASTARSA, CORRIENTES, MESTRINA, CONTESSI, NAVALTEC, VANOLI y TANDANOR (Boletín del Centro Naval, 1987). Hacia 1990 sólo permanecían en funcionamiento los astilleros estatales ARS y TANDANOR (privatizado unos años más tarde) y los astilleros privados ASTARSA, ALIANZA y CONTESSI. 18 Recordemos que recién en el censo de 1994, la clasificación CIIU Revisión 3, permite diferenciar entre el sector “Construcción y reparación de buques” (35110) y el de “Construcción y reparación de embarcaciones de recreo y deporte” (35120). En los censos anteriores se utiliza el código 38410 que abarca, sin discriminar, a ambos sectores en la categoría “Construcciones navales y reparación de barcos”. 20 sumado a la caída de la ocupación, derivóen la pérdida de mano de obra calificada en el sector, truncándose el recambio generacional de los operarios. A falta de datos censales actuales, hemos utilizado fuentes más específicas para ver cómo ha sido la evolución del sector, en términos del nivel de ocupación, producción y precio de los buques, entre el año 1993 (año referente del último censo económico) y el 2001. CONSTRUCCION Y REPARACION DE BUQUES 0.0 20.0 40.0 60.0 80.0 100.0 120.0 140.0 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 Año In di ce 1 99 3= 10 0 Producción Ocupación Precios Producción Ocupación Precios Fuente: Centro de Estudios de la Producción de la Secretaría de Industria, Comercio y Minería. Elaborado por FINA (2001). A partir de este gráfico podemos observar que, mientras los precios de los buques se mantienen constantes durante el período considerado, el nivel de producción registra un descenso del 76% respecto a 1993, año en que ya se registraban niveles muy bajos (INDEC, 1997). En lo que respecta a la ocupación, a pesar de su tendencia descendente entre 1994 y 1997, parece haber recuperado, hacia el final del período, los valores, también bajos, de 1993. Actualmente la Argentina cuenta con alrededor de 100 astilleros y talleres de reparación y/o construcción en operaciones. Sin embargo sólo dos astilleros, el 21 Astillero Río Santiago y el complejo Tandanor, tienen capacidad instalada para realizar construcciones navales pesadas (UIA, 2005). Según los representantes de los distintos sectores gremiales y patronales se calcula que la industria naval local ocupa actualmente entre 4 mil y 7 mil trabajadores de manera directa, pero que aún se encuentra funcionando utilizando el 60% de su capacidad instalada (UIA, 2005). A modo de conclusiones Los distintos decretos promulgados sobre el sector naval durante la década del 90 fueron favorecidos por discursos políticos y académicos de corte liberal. Dados los “cambios en la competitividad mundial” estos sectores sostenían que, para el desenvolvimiento competitivo de la economía nacional, se hacía necesaria la implementación de la “filosofía de la desregularización”. En este sentido, se promulgaba que “debe existir un dimensionamiento óptimo de la industria naval en función de las demandas internas y externas, la equiparación de su eficiencia a nivel internacional y la necesidad lógica de permitir al armamento nacional su expansión en base a la máxima rentabilidad de los patrimonios netos empresarios” (Roquero 1990). Este posicionamiento teórico también fue enarbolado por diferentes organismos internacionales. Jan Hoffmann, por aquel entonces especialista en transporte marítimo de la CEPAL, señalaba que “debería ser el mercado internacional el que determine qué empresas de qué países serán exitosas. Lo más importante para la política es que las compañías sean lo más competitivas posible sin subsidios que, a la larga, son financiados por otros sectores del país que pierden eficiencia” (La Nación, 9/11/99). Podemos en estos discursos encontrar el argumento tradicionalmente esgrimido por los sectores productivos y comerciales favorecidos con la apertura del mercado: sólo se puede ser competitivo a nivel mundial a través de la importación de bienes, planteo este que se basa en el principio de las ventajas comparativas estáticas según el cual cada país debería dedicarse únicamente a la producción de aquellos bienes que les resultaran menos costosos (Schorr, 2005). Sin embargo, el recuento de las medidas adoptadas en el sector naval durante los años 90 nos aleja de la visión de un estado no intervencionista que promueve únicamente el libre juego de la oferta y la demanda. Por el contrario, el análisis de este sector nos presenta un estado que cambia su direccionalidad en la regulación del mercado, favoreciendo ahora a nuevos agentes productivos y, especialmente, comerciales. Así, las medidas implementadas en los años 90 favorecieron, por un lado, a los armadores nacionales, quienes redujeron sus costos de producción gracias 22 al charteo de buques extranjeros y al cese de la bandera, y, por otro lado, a las empresas navieras trasnacionales, que fueron ocupando, en un contexto de crecimiento del comercio exterior argentino, cada vez mayor lugar en el mercado de transporte. Como pudimos observar, parte del existente debate en el sector del transporte marítimo y la industria naval se centra en torno al grado de intervención estatal deseable. Los diferentes actores ejercen presión sobre el estado con el objetivo de adecuar sus propios intereses a las variaciones de la coyuntura económica nacional y del mercado internacional. En este sentido, y a partir del análisis aquí expuesto, cabe recordar que nada hace suponer que la intervención del estado, necesariamente, derive en el fracaso de los mecanismos del mercado. Por el contrario, como bien evidencian las experiencias de industrialización del sudeste asiático, la acción estatal efectiva, a través de una real estrategia de desarrollo, puede promover una exitosa orientación de la economía. Tal como advertía Fishlow en 1990, alcanzar el equilibrio macroeconómico, tal como se propusieron las políticas liberales de los años 90, no garantiza por si solo el desarrollo económico de los países. Para ello, especialmente en nuestro caso, el estado debe ser rediseñados sobre nuevos principios; el nudo del problema no consiste simplemente en “deshacerse del estado” sino en encontrar la manera de volver al sector privado más eficiente. El análisis que aquí presentamos da muestras claras de las graves consecuencias que puede causar, en materia de producción y empleo, el retraimiento del papel del estado de sectores económicos estratégicos. En este sentido, creemos que una de las principales medidas que favorecerán el crecimiento de la producción en el sector naval será la proveniente de la legislación que disponga el estado nacional con respecto a la regulación del transporte marítimo. Los instrumentos para lograr la reactivación económica no dependen exclusivamente de las oportunidades de mercado sino también, al menos en este sector, del papel jugado por el estado en su doble rol de regulador y demandante de bienes. En términos más generales se trata de preguntarse si el nuevo modelo económico, post-convertibilidad, implementado desde el 2002 supone un cambio radical con respecto a las políticas promovidas por el modelo de los 90, especialmente en lo que atañe al rol jugado por el estado en la economía. En el sector industrial el debate puede plantearse de la siguiente manera: ¿Se impulsa un proceso de reindustrialización basado en nuevos cimientos o, por el contrario, se profundiza la tendencia a la reprimarización industrial?. La recuperación de procesos de 23 industrialización sustitutivos de bienes finales, creemos, sólo podrá consolidarse con la redefinición del grado de apertura de la economía y la implementación de medidas proteccionista en ramas estratégicas de la estructura productiva. Para ello, sin embargo, es necesario reconstruir ciertas capacidades estatales y, así, consolidar un nuevo tipo de estado que dirija activamente el desarrollo económico nacional a favor de los sectores populares. 24 Bibliografía consultada Aspiazu, Daniel (1995), “La industria argentina ante la privatización, la desregulación y la apertura asimétrica de la economía”, en Aspiazu, D. y Nochteff, H. (1995), El desarrollo ausente. FLACSO, Edit. Norma, Bs. As. 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