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Este documento está disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, el repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, que procura la reunión, el registro, la difusión y la preservación de la producción científico-académica édita e inédita de los miembros de su comunidad académica. Para más información, visite el sitio www.memoria.fahce.unlp.edu.ar Esta iniciativa está a cargo de BIBHUMA, la Biblioteca de la Facultad, que lleva adelante las tareas de gestión y coordinación para la concre- ción de los objetivos planteados. Para más información, visite el sitio www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar Licenciamiento Esta obra está bajo una licencia Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Argentina de Creative Commons. Para ver una copia breve de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/. Para ver la licencia completa en código legal, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/legalcode. O envíe una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 94305, USA. Director: Viguera, Aníbal Omar Cingolani, Josefina Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciada en Sociología Cita sugerida Cingolani, J. (2011) Una aproximación a las representaciones y prácticas de la escena del rock post Cromañón [en línea]. Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en: http:// www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.699/te.699.pdf Una aproximación a las representaciones y prácticas de la escena del rock post Cromañón www.memoria.fahce.unlp.edu.ar www.memoria.fahce.unlp.edu.ar www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/ http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/legalcode UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA TESINA “Una aproximación a las representaciones y prácticas de la escena del rock post Cromañón” Alumna: Josefina Cingolani Legajo: 86260/2 Correo electrónico: cingolanijosefina@gmail.com Director: Aníbal Viguera Codirector: Jerónimo Pinedo Fecha: febrero de 2011 1 ABSTRACT El rock nacional es desde hace varias décadas objeto de investigación de la sociología de la cultura. En efecto, éste se ha constituido en un espacio privilegiado para explorar las prácticas y representaciones de grupos etarios y clases sociales. A esta altura, podríamos decir que ya existe una historia y una serie de conceptos más o menos consagrados por ese corpus de la bibliografía que ha estudiado el rock nacional guiado por el interés de conocer los procesos de transformación de la cultura y la sociedad. El 30 de diciembre del 2004, en la ciudad de Buenos Aires, se produjo un acontecimiento que muchos especialistas consideran un punto de inflexión en la historia de una de las vertientes del rock local: el incendio en el boliche República de Cromañón mientras una banda de rock barrial realizaba un recital. Esa noche se produjo la muerte de ciento noventa y cuatro personas. A raíz de lo sucedido, se abrieron varios debates. Algunos en torno a la pirotecnia utilizada en los recitales de éste tipo de rock y a las prácticas de los jóvenes dentro de éstos espacios; otros en relación a la negligencia del Estado; a la irresponsabilidad del dueño del boliche; a las responsabilidades políticas, entre otros. Sin embargo, nuestro interés no es tallar en esa discusión desde la opinión más o menos experta, sino explorar cómo se relaciona ese acontecimiento con las prácticas y representaciones de determinados agentes sociales que ayudan a producir esa vertiente del rock denominada rock chabón. Con datos recogidos en entrevistas en profundidad dirigidas a un universo pequeño pero variado de actores del campo rock, intentamos explorar los primeros indicios que nos muestran que efectivamente algunos cambios parecen estar produciéndose, aunque como veremos a lo largo de la tesina, esas modificaciones no son elaboradas y categorizadas de la misma manera por los distintos sujetos que investigamos. Es en la variedad de los procesos reflexivos de los actores frente a la 2 conmoción de un acontecimiento como el de “Cromañón”, donde intentamos buscar esos indicios, antes que en la opinión fundada o no de especialistas, críticos o artistas consagrados. TÉRMINOS CLAVE: Rock Nacional-Rock Chabón-Representaciones-Tragedia de Cromañón- Circuito del rock platense-Prácticas 3 INDICE INTRODUCCIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 1. EL ROCK EN ARGENTINA. UN RECORRIDO POR SU SIGNIFICADO Y SU HISTORIA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 1.1 Definición, estilo y género del rock argentino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 1.2 Cronología sobre el rock: rock nacional clásico y rock chabón . . . . . . .20 1.3 Breve revisión bibliográfica sobre los acontecimientos de Cromañón. .50 2. LA NOCHE DEL 30 DE DICIEMBRE DE 2004: CALLEJEROS, EL ORIGEN DE LA ORGANIZACIÓN Y EL INICIO DE LA CAUSA CROMAÑÓN. . . . . . 59 2.1 De Villa Celina a... Pelo Music. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 2.2 La reconstrucción del acontecimiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 2.3Dos caminos entrecruzados después del horror: Ni Olvido Ni Perdón. .76 3. MODIFICACIONES DE LAS REPRESENTACIONES DEL ROCK Y SUS PRÁCTICAS EN LA ESCENA POST CROMAÑÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88 3.1 Representaciones sobre el rock. La decepción de lo idílico. . . . . . . . . . . 89 3.2 Rock chabón: el carácter festivo de sus recitales y la metamorfosis de la contraescena. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .103 3.3 Consecuencias de las políticas de control. Reconfiguración de la relación entre bandas y gerenciadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115 4. CONCLUSIONES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .130 4 5. BIBLIOGRAFÍA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .134 5 INTRODUCCIÓN La noche del 30 de diciembre de 2004 ocurrió una de las tragedias no naturales más grandes de la historia. En un boliche llamado “República de Cromañón”, a dos minutos de comenzado un recital, mientras la banda tocaba su primer tema, alguien desde el público arrojó un elemento pirotécnico, conocido como “tres tiros”, que provocó el encendido del tejido sintético que cubría el techo. Así, los presentes iniciaron un intento fallido de escape, frente a las distintas irregularidades que presentaba el local. Los distintos grupos de jóvenes allí reunidos con el fin de ver a una banda de rock barrial, “Callejeros”, vivieron una experiencia traumática. Muchos de ellos reciben hoy el nombre de sobrevivientes, y muchos otros el de víctimas. Éstos últimos sumaron un total de ciento noventa y cuatro. El causante de la muerte no fue el producto de las quemaduras, sino la asfixia tras inhalar emanaciones tóxicas provenientes de los paneles que cubrían el techo del local. “Callejeros” es ubicada por Pablo Semán (2006a), como una de las bandas pertenecientes a lo que él denomina rock chabón. Ésta categoría depositaria de variadas características,será el eje en donde hará base la presente investigación. Ante los acontecimientos de Cromañón, nos preguntamos si el rock sufrió algún tipo de cambio; si hubo modificaciones en sus representaciones, y/o en sus prácticas. Éste es el interrogante nodal que guiará la presente investigación. Para dar cuenta de la pregunta en cuestión, dividiremos el trabajo en cuatro capítulos. En el primero de ellos, realizaremos un recorrido por el significado de la categoría rock nacional desde la vertiente sociológica específicamente. Luego, desarrollaremos un recorrido por la historia del mismo, hasta detenernos en el rock chabón, en donde 6 profundizaremos su caracterización. Por último, presentaremos una breve revisión bibliográfica de las producciones posteriores a Cromañón. En el segundo capítulo, comenzaremos presentando la historia de “Callejeros”. Seguiremos con la reconstrucción del acontecimiento, presentando una recopilación de las noticias de seis ediciones de periódicos, y una clave de lectura compartida. Finalmente, desarrollaremos el camino emprendido por afectados directos luego de la noche del 30 de diciembre. Así, presentaremos, por un lado, los distintos agrupamientos surgidos, y por otro, el inicio de la causa Cromañón, en términos legales. En el tercer capítulo abordaremos específicamente nuestra pregunta de investigación. Para ello, dividiremos el análisis en tres apartados. En el primero, desarrollaremos las modificaciones en las representaciones del rock en afectados directos. En el segundo, abordaremos las modificaciones en las prácticas del rock, indagando principalmente en torno a la reconfiguración de los recitales. Por último, nos entrometeremos en las consecuencias de las políticas de inspección, surgidas luego de lo sucedido en Cromañón, especialmente para las bandas pequeñas de rock platense. Para la realización de éste capítulo se realizaron entrevistas semiestructuradas. Las personas interpeladas fueron las siguientes: cuatro (4) padres de fallecidos; un (1) padre de sobreviviente; tres (3) sobrevivientes; cinco (5) bandas de rock platense; un (1) seguidor de Callejeros; dos (2) psicoanalistas que realizaron terapia grupal con adolescentes sobrevivientes de Cromañón en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, tres (3) dueños/encargados de locales/clubes donde tocan distintas bandas de rock en la ciudad de La Plata; un (1) director de teatro de la obra “La Memoria de Los Peces” que trata de lo sucedido la noche del 30 de diciembre. En el cuarto capítulo se presentarán las conclusiones de la presente investigación, así como los nuevos interrogantes surgidos. 7 1. EL ROCK EN ARGENTINA. UN RECORRIDO POR SU SIGNIFICADO Y SU HISTORIA. Este capítulo tiene por objetivo, por un lado, dar lugar a la pregunta por el significado del rock nacional; introduciendo la producción de la vertiente sociológica por sobre la crítica estrictamente musical. Por otro lado, realizar un recorrido histórico del desarrollo del rock en nuestro país, comenzando por el rock nacional clásico, hasta llegar y detenernos en el rock barrial, donde hace base nuestra investigación. Por último, realizaremos un breve recorrido bibliográfico por las producciones posteriores a los acontecimientos de Cromañón. 1.1 Definición, estilo y género del rock argentino Una de las primeras cuestiones que nos interesa rastrear y reconstruir es la pregunta por el rock nacional. Específicamente nos interesa saber a qué hacemos alusión cuando mencionamos dicho término, como así también su alcance y sus limitaciones. Para ello nos sumergiremos en diferentes puntos de vista. Al preguntarse acerca de la definición del rock nacional, Camila Juárez (Juárez, Camila, 2007:13) afirma que en la mayoría de la bibliografía especializada sobre el tema, los aspectos intrínsecamente musicales son muy pocas veces tomados en cuenta. Por lo tanto a continuación sostiene que la característica más relevante que detentaría el rock como género musical estaría conferida básicamente por aspectos de orden lingüístico, social, político y económico, más que por sus rasgos musicales. La misma autora agrega que tradicionalmente se ha comprendido al rock como un fenómeno amplio que excede los límites planteados por un género musical, al ser entendido, fundamentalmente, en términos identitarios o en relación a coyunturas político-sociales. 8 En la búsqueda por demostrar que la mayoría de los autores que se proponen definir al rock nacional desde una abordaje técnico- instrumental, terminan haciéndolo desde variables políticas, económicas y sociales, Juárez (2007) ofrece una interesante definición de Pablo Vila; a saber, que el rock es un fenómeno de fusión, constituido por distintos géneros claramente delimitados y que se construye a partir de la diferencia entre la emisión y la recepción. Hablando en términos estrictamente musicales, sostiene Vila (Vila, Pablo, 1987:24), el rock nacional es música de fusión; y en este sentido no se diferencia ni del tango ni del folklore. Define al tango como música de origen hispano-cubano que encumbra como instrumento típico al bandoneón, de origen alemán, y que a partir de la década del cincuenta se relaciona estrechamente, por lo menos en sus expresiones de vanguardia, con el jazz y la música clásica. Por otro lado, el folklore también caracterizado por Pablo Vila como música de fusión, al menos en sus cultores más difundidos -los conjuntos vocales-, ya que tales arreglos y formaciones típicos son inhallables en la música nativa, donde solo existen dúos, y sí en cambio en los conjuntos vocales de jazz americano de los cincuenta, y en la tradición de la música coral. “Lo que obviamente diferencia al rock del tango y del folklore es el contenido de la “mezcla”. A través de su historia, el movimiento del rock nacional se ha relacionado (de manera variable según las épocas y los cultores) con el rock and roll de la década del 50, el blues, el pop, el rock sinfónico, el punk, el jazz, el jazz-rock, en new wave, el reggae, el ska, el rockabilly, la música clásica, el folk norteamericano, el heavy metal, la canción de protesta, la bossa nova… el tango y el folklore.” (Vila, 1987:24) Pese a albergar semejante variedad de estilos, alega el mismo autor, tanto desde la emisión como desde la recepción, se decodifica a todo esto como “rock nacional”. Vila (1987:24) sostiene que estamos en presencia de un claro ejemplo de transformación de 9 lo que surge desde los emisores, por parte de los receptores. Al preguntarse por qué sucede ésto, él afirma que la definición de un tema (sea el estilo musical que represente) como perteneciente al rock nacional no se hace en función de la música ni de la letra, sino de la adscripción del intérprete (veraz o fantaseada) a un compromiso con las claves ideológicas (ciertamente de límites no claros) ligadas al movimiento de rock nacional. De esta manera, afirma Vila (1987:24), la variada emisión musical es resignificada como rock por la audiencia de jóvenes en función de los valores que el movimiento comparte o cree compartir con los músicos. El mismo autor agrega que, durante la larga etapa en que el rock se mantuvo fuera de los mecanismos de la difusión musical masiva (aquella que tiene su origen en el disco y no en una relación directa intérprete-músico en un ámbito compartido), es decir, con anterioridad al año 1982, el lugar de convalidación tanto de la ideología compartida como de la propuesta musical de fusión concebida por el músico fue el recital. “La estrecha relación entre artista y público fue el punto nodal de todo el fenómeno que se conoce bajo el nombre de rock nacional. Y el recital fue el lugar físico de su plasmación. En dicho ámbito puede triunfar la propuesta novedosa de grupos debutantes como fracasar la de intérpretes consagrados, en una suertede plebiscito cotidiano que exige la reafirmación del compromiso del músico con la realidad de su público en cada encuentro.” (Vila, 1987:24) Podría decirse, sostiene Vila (1987:24), que el rock nacional se había abierto a otros ritmos musicales en el pasado, y que algunas de sus vertientes, ensayaron la fusión desde los orígenes del movimiento, sobre todo con elementos del tango y el folklore. Sin embargo, afirma, lo que ha cambiado es lo que se mezcla con el rock; la lógica de las fusiones cambia desde fines de los ochenta. A modo de ejemplo comenta el caso de Los Auténticos decadentes que graban con Alberto Castillo, un cantante de tango que 10 desarrolló aspectos divertidos, clásicos y menos intelectualizados del tango y en el otro extremo, el caso de Andrés Calamaro grabando con Soledad, una cantante folklórica que para la mayoría de los críticos representaba la versión más pop y comercial de ese género. El mismo autor sostiene que el rock nacional se define a sí mismo como un movimiento, en el cual el factor aglutinante de sus miembros es una cultura compartida, una ideología de vida que tiene la particularidad de poner en juego a la personalidad en su conjunto, tanto lo racional y social, como lo afectivo. (Vila, 1985:132) A través de los testimonios citados en su trabajo “Rock nacional. Crónicas de la resistencia juvenil” Vila sostiene que el rock nacional es una cultura contestataria que no abarca solamente los órdenes político, económico o social, sino que pone en tela de juicio una forma de concebir el mundo. Al mismo tiempo sostiene que, como cultura alternativa, muchos de sus valores son los mismos que el sistema pregona y no cumple, y otros son creaciones propias o la revalorización de ideales y formas de vida de civilizaciones antiguas, como cristianismo primitivo, hinduismo, etc. “El rock como forma de vida (vivir en rock), como lo cotidiano, como ideología, como ámbito de lo propio, como interlocutor válido, cómo práctica de la libertad, así como otras apelaciones similares están muy presentes en el discurso de los integrantes del movimiento, mostrando la función resocializadora que cumplió en la Argentina contemporánea, caracterizada por la imposición de una cultura del silencio y la autocensura en el ámbito familiar.” (Vila, 1985:133) Esta cultura propia, agrega el mismo autor, si bien tiene múltiples manifestaciones, es decir, un lenguaje particular, determinado tipo de vestimenta, entre otras cosas, se centra fundamentalmente en la música, pasando a constituirse los intérpretes en los 11 conductores del movimiento. Así, Vila (1985), introduce una variable importante que debemos tener en cuenta: la relación entre el artista y el público. En este sentido, él sostiene que dicha relación es prácticamente simbiótica: uno no existe sin el otro. Agrega a continuación que esto va mucho más allá del mero problema económico de un público sosteniendo con su asistencia a recitales o compra de discos a un músico. El mismo autor ubica como razón de este tipo de relación la exigencia, por parte del público al músico, de seguir expresando las vivencias cotidianas, los anhelos y valores de los jóvenes que hacen de él su líder. Y de esta manera, el fenómeno resultante es compartido, dado que no le pertenece en exclusividad al músico, sino que éste sólo retransmite en un producto artístico, aquello que su gente depositó previamente en él. (Vila, 1985:134) Por lo tanto él sostiene que, la estrecha relación entre artista y público es el punto nodal de todo el fenómeno que se conoce bajo el nombre de rock nacional; y el recital es el ámbito físico de su plasmación. Así, agrega el mismo autor, ésta característica del movimiento trae aparejada la idea de igualdad, el no divismo; el músico es el representante de las vivencias de sus seguidores, y para continuar en ese sitial, debe compartirlas con éstos. El recital, afirma Vila (1985:135), como principal forma participativa, queda así conformado como ámbito de re-unión de los jóvenes con sus propias vivencias; y en él se reactualiza la ideología, se convalidan o no las propuestas de los líderes y se muestra hacia el exterior el peso numérico del movimiento. Según él, es vivido como un ritual de recreación, regeneración y reafirmación del “nosotros”, de la identidad colectiva. En definitiva, concluye el mismo autor, el rock nacional es un movimiento que crea líderes pero no ídolos, que exige la reafirmación del compromiso del músico con la 12 realidad de su público en cada encuentro, a modo de un plebiscito cotidiano que es el punto nodal de su pervivencia como movimiento contestatario juvenil. Continuando con Camila Juárez (2007:16), ella trae a colación a Ricardo Saltón, quien reafirma la tesis de Vila enunciada anteriormente, y alega al mismo tiempo que, el rock nacional, ha sido desde su origen música de fusión, y ha establecido desde su desarrollo distintas relaciones con otros géneros. Agrega a continuación que, cada uno de estos géneros tiene sus especificaciones técnicas diferenciables, en discrepancia con el rock, que no las posee. Ricardo Saltón, según Juárez (2007:16), explicita que el concepto de rock nacional sirve en Argentina para denominar un movimiento que excede lo estrictamente sonoro. Así, desde esta perspectiva, afirma la misma autora, el rock es pensado como algo más que un género musical. Igualmente, en el mismo trabajo, Juárez explica que Ricardo Saltón, junto a Marcela Hidalgo y a Omar García Brunelli, en una investigación presentada en el año 1983 destacan al rock como perteneciente a la música popular urbana, señalando las singularidades conferidas por la ciudad y los medios de comunicación masiva, e intentan delimitar el desarrollo cronológico del género en Argentina a través de los elementos técnicos musicales registrados en las canciones. Así, ellos enfocan su atención en las relaciones generadas entre música y letra, el tipo de melodías, armonías, métrica y rítmica más utilizados en cada período, las formaciones instrumentales y el vínculo con la coyuntura social y política. Sin embargo, afirma Juárez (2007:16), pese al intento por aplicar el análisis musical al nuevo fenómeno social, se trata de un primer acercamiento general y preliminar que no llega a presentar conclusiones específicas que contribuyan a avanzar en el estudio de este género. Lisa Di Cione (Di Cione, Lisa, 2007:19) afirma que, según el ya nombrado Ricardo Saltón, el rock nacional, a diferencia de otros géneros musicales, no tiene 13 especificaciones técnicas diferenciables; sin embargo el autor identifica la recurrencia general de cierta estructura formal vinculada con la de la canción, la utilización de instrumentos eléctricos y electrónicos y un ritmo fundamentalmente binario. Otro de los rasgos que agrega Saltón, según la misma autora, es una posible ordenación periódica de los cambios sufridos por el género. Juárez (2007) sostiene que Vila tiene constantemente presente el carácter social identitario del rock. De esta manera ella enfatiza el lugar que él le otorga a la dictadura militar dentro de la formación del rock; afirmando que dicha coyuntura favoreció a fines de la década del setenta la constitución de una fuerte identidad juvenil. La conclusión de Vila, afirma Juárez (2007), es que la construcción del rock en la Argentina se produjo sobre la base de la lucha por el sentido de ser joven. Desde la perspectiva sociológica de Vila, asevera Juárez (2007:16), el rock es pensado como algo más que un género musical, es considerado también y sobre todo, como un fenómeno social que confiere sentido de pertenencias a distintos actores sociales, en general aglutinados bajo la noción amplia de juventud. “Así, Pablo Vila agrega que los discursos sobre la autenticidad y los aspectos ideológicos- identitarios “son labase para la definición del género y nos permite entender, en general, porqué una canción es definida como rock nacional” (1989:8-9).” (Juárez, 2007: 16) La autora recién nombrada sostiene que Diego Madoery es uno de los pocos autores actuales que pone en juego el análisis musical a la hora de analizar la complejidad del objeto de estudio. Así, según su punto de vista, Madoery a la hora de indagar el 14 fenómeno del rock considera tanto las condiciones culturales de referencia como los procedimientos técnico-musicales empleados. 1 Camila Juárez (2007) finaliza su ponencia aseverando que se puede constatar que la línea de pensamiento centrada en la especificidad del rock se halla aglutinada en enfoques básicamente sociológicos, históricos o lingüísticos que revelan rasgos identitarios o expresan cronológicamente su historia. “Es decir que el rock, en su corta historia de vida académica, ha sido tratado, casi exclusivamente, desde un enfoque sociológico, en detrimento de su singularidad musical. De hecho, el análisis musical permitiría adentrase en la constitución interna de la música, lo que no puede ser realizado por otras herramientas de las ciencias sociales. Algunas variables para tomar en consideración para el análisis serían, entre otras, el registro del fenómeno sonoro o de multimedia, la interpretación, los parámetros como el del timbre o la variación del tempo, el estudio del espacio acústico, los avances tecnológicos-informáticos, etc.” (Juárez Camila, 2007:17) Por otro lado, según Di Cione (2007:18), esto revela una falta de integración aún vigente entre factores textuales y contextuales, a pesar de ser ambos igualmente importantes en la creación de significados. Si bien ella afirma que su propósito no es debatir acerca de las causas de este déficit de integración, sostiene que se puede sugerir que éstas posiblemente se encuentren en la reticencia prolongada hacia el estudio sistemático de la música popular que manifestó, al menos hasta casi treinta años atrás, la musicología histórica. Por otro lado, Claudio Fernando Díaz (Díaz, Claudio Fernando, 2000:1) sostiene que la ligazón original del rock con ciertos usos y concepciones del cuerpo vinculados a la 1 No menciono ni desarrollo ninguno de los trabajos de Diego Madoery porque son en su mayoría estudios de casos particulares, en donde desarrolla comparaciones entre distintos discos, o canciones, etc. desde lo musical estrictamente; no contribuyendo así al desarrollo de la cuestión planteada. 15 cultura negra, le ha provocado, al menos en Argentina, un rechazo inicial, y “una estigmatización que lo relegaba al lugar de lo “primitivo”, del “escándalo” e, incluso, de la “herejía”.” (2000:1) Pero al mismo tiempo, agrega, sus características musicales, es decir, el predominio de lo rítmico, el frenesí del baile, la estridencia del sonido y la elaboración tecnológica, quedaron vinculadas a todo un universo de sentido que ha hecho del primitivismo y de los recorridos estéticos, una forma contradictoria y compleja de establecer ciertas resistencias ante algunos aspectos de la cultura dominante. El autor recién mencionado, asevera que se puede pensar el rock en Argentina, desde fines de los años sesenta, no sólo como la emergencia de un género musical, sino también como la puesta en crisis del canon corporal vigente. Según Díaz, (2000:3) la posición corporal, los cabellos largos, la ornamentación y el vestido pueden leerse como un rechazo a los valores del otro orden: la hipocresía, la rutina, el sometimiento a los mandatos colectivos, el sinsentido de la vida. En consonancia con Díaz, Rodríguez (Rodríguez, Esteban, 2006a) afirma que al estar realmente en juego mucho más que el idioma, el rock era la promesa para tomar distancia del mundo de los adultos, de las generaciones pasadas. Acercándonos a nuestra pregunta inicial, Carlos Polimeni (Polimeni, Carlos, 2001) sostiene que debajo de la palabra rock se albergan hoy una multiplicidad de géneros, desde hip hop, reggae, tecno, hasta música melódica, Piero, Pappo, Christina Aguilera, entre otros. Por tanto, el autor asevera que el rock no habla de un género, ni de un ritmo, ni de un estilo, “sino no de un sistema de cosas un poco más profundo” (Polimeni, 2001). El rock, agrega, es una imposibilidad de definición. La palabra rock, sostiene el mismo autor, es un apócope de la expresión “rock and roll”, palabra inventada por Alan Freed, disc jockey norteamericano, que en los años „50 trabajaba cobrándoles a las 16 discográficas por pasar discos en la radio (tenía un programa en la radio que escuchaban los jóvenes blancos), y organizando bailes. Cuando programaba a los artistas de éxito en la zona, que casi todos eran negros, ellos tocaban “Rhythm and blues”, que a su vez era la mezcla de sucesivos géneros: el blues, la música country estadounidense y la música rítmica estadounidense. Por lo tanto, sostiene Polimeni (2001), a los bailes que Freed organizaba, los padres de hijos blancos no les permitían a éstos concurrir, ya que allí se escuchaba o bailaba música de negros. Fue así que Alan Freed decide cambiarle el nombre al “Rhythm and blues” y llamarlo “Rock and Roll”; rebautizando el género, limpiándolo y cambiándole el sentido, haciendo que la gente crea que era otra cosa, cuando en realidad era un truco. “Entonces cuando decimos “Rock” o “Rock and Roll” damos un parámetro, con el que el hombre blanco bautizó una música que estaba expropiando, o “blanqueando”, trayéndola para su propio terreno” (Polimeni, 2001) Pablo Semán y Pablo Vila (Semán, Pablo y Vila, Pablo, 2008), aportando a la conceptualización del término género, sostienen que lo que se llama de ese modo no es lo mismo desde el punto de vista de los oyentes, que desde el punto de vista de los grupos musicales, del mercado, de la crítica musical y aún de los investigadores. Los autores recién nombrados desarrollan dos percepciones relativas al gusto musical de los jóvenes en la Argentina; por un lado, que existe un “más allá” de las comunidades interpretativas fijas y homogéneas que no sólo revela más riqueza, sino también, otras bases para la relación con los géneros de acuerdo a la definición que de ellos proponen los músicos, los agentes del mercado musical, y muchos analistas. En relación a la segunda precepción sostienen que “por otro lado nosotros mismos también comenzamos a observar más allá de cada género a través de ellos y a descubrir otras regularidades en cuanto a temas, sujetos y actividades que implica cada “género” musical.” (Semán y Vila, 2008) 17 Los mismos autores afirman que tras las hipotéticas comunidades interpretativas de un género o un grupo musical se encuentra un universo complejo y difícil de ser captado en la univocidad y totalidad de su adhesión a un género, a un conjunto o a una trayectoria musical. Semán y Vila (2008), aportan algo muy interesante cuando alegan que la adhesión a géneros musicales no implica, más que como un modo posible entre varios, la existencia de “tribus”. En relación a ésto último, los mismos autores sostienen que uno de los supuestos que parece guiar muchos estudios sobre el consumo musical es presuponer que los escuchas asocian sus gustos por afinidades de manera tal que habría una relación de empatía favorable con un grupo x y con el tipo de grupos que tocan la misma música que ese grupo, e incluso con las personas que gustan de los grupos que participan de ese conjunto. De este supuesto, agregan, deriva toda una tendencia a suponer que una comunidad interpretativa constituye una tribu urbana más o menos homogénea y separada de otras, identificadas con los valores de esa comunidad concebidas de forma bastante unívoca. Los mismos autores,afirman que esta hipótesis de las tribus urbanas (Maffesoli), que ha guiado la percepción que tienen algunos estudiosos de las relaciones entre públicos y músicas, representa, desde el punto de vista lógico e histórico un verdadero obstáculo epistemológico. La postura de Maffesoli, sostienen los mismos, capta la adhesión a un grupo y a un género musical, como un caso de neo tribalismo, en el que la pasión comunitaria y la alegría de la vida primitiva vitalizan con la presencia de lo arcaico la posmodernidad concebida como frialdad, individualismo y racionalización. Ellos afirman que sus análisis chocan contra esta hipótesis en varios sentidos. En primer lugar, sostienen que el efecto sorpresa del uso del sustantivo tribu no va más allá del contraste y se revela inoperante ya que el contenido analítico del término tribu no se corresponde con ninguna elaboración contemporánea de la etnología y revela, más bien, su apoyo en referentes 18 modernocéntricos de la antigüedad. En segundo lugar establecen un problema derivado de su uso; es decir, al no extraer más denominador común que la propia voluntad de agregación, aún concebida en su carácter precario (generador de colectividades inestables) esta hipótesis se priva de establecer otras “comunidades”: las que atraviesan a las supuestas tribus y refieren a contenidos culturales significativos en una época y son recurrentes en las “tribus”. Una cuestión diferente es la que han planteado autores como Bennet, Kahn-Harris, Carrington, Wilson, Weinzier, y Muggleton, “que apuntan como nosotros, a la heterogeneidad interna de las comunidades -en nuestro caso apuntamos también a esto como elemento de su desestabilización y fragilidad”. (Semán y Vila, 2008) Los mismos autores agregan que, el sistema de opciones y las elecciones registradas van en el sentido de destruir la simplicidad que tiene la identificación con un “género”. “Y si bien distinguen las oportunidades y usos de la música en la definición de sus preferencias de forma tal que los géneros parecerían corresponderse con esas oportunidades y usos, lo cierto es que los usos son más amplios que los géneros.” (Semán y Vila, 2008) Definir al rock solo desde términos estrictamente musicales (aunque igualmente no existan grandes producciones en este sentido) u omitir la afirmación anterior que sostiene que los usos son más amplios que los géneros (Semán, y Vila, 2008), nos impediría dar tratamiento a otras variables. Tal vez sea pertinente preguntarse ¿en qué no cavilamos si pensamos el rock en términos estrictamente musicales? Creo que Semán y Vila nos aportan algunos (entre otros tantos) disparadores para comenzar a pensar en torno a ésta cuestión. Retomando lo anterior, en esta misma línea los autores recién nombrados agregan que una sensibilidad se establece transversalmente a los géneros que reconocen los músicos, los oyentes, o los agentes que intervienen en la 19 producción en el marcado. Y continúan afirmando que, más que de géneros, de combinaciones recurrentes de adhesiones musicales, de combinaciones de temas y actividades que atraviesan las definiciones de género, podemos hablar de tendencias de apropiación, consumo o escucha. “A través de los géneros existen pautas comunes de apropiación o conflictos que implican un trama común superior a las identificaciones en términos de géneros musicales contrapuestos.” (Vila y Semán, 2008) Los mismos autores definen al rock nacional como rock en español hecho por conjuntos argentinos; y afirman que es en la actualidad el que más transversalidad social ostenta. Así como los autores mencionan un cambio en la lógica de las fusiones, como hemos desarrollado páginas antes, lo hacen también para el caso de los oyentes. Así afirman que, como sucede desde el punto de vista de la emisión de la música, algo similar se puede sostener desde el punto de vista de lo que hacen los oyentes con sus gustos musicales y las “mezclas”. En este sentido, Pablo Alabarces (Alabarces, Pablo, 1993:33) sostiene que lo que caracteriza al rock es su hibridez constitutiva, fenómeno típico de las culturas modernas; y que es el cruce lo que constituye el género, no su pureza. Al mismo tiempo afirma que prefiere usar el término híbrido, antes que fusión, porque este último remite a formas musicales más o menos estandarizadas, como la fusión folklórica o tanguera, antes que a procesos más complejos “donde los ingredientes intervinientes son múltiples y no solamente dobles.” (Alabarces, 1993:33) Entendemos por lo tanto, para los fines de ésta investigación, al rock nacional en consonancia con los aportes de Pablo Vila y Pablo Semán. Pensar el rock nacional invita a utilizar expresiones como las de movimiento o fenómeno social; haciendo alusión a algo más que un género musical. Desbordando el aspecto estrictamente musical, el rock nacional hace referencia a múltiples variables, que van desde la 20 existencia de una cultura compartida a una “ideología de vida que tiene la particularidad de poner en juego a la personalidad en su conjunto, tanto lo racional y social, como lo afectivo. (Vila, 1985:132) 1.2 Cronología sobre el rock: rock nacional clásico y rock chabón En este apartado nos proponemos desarrollar la formación del rock nacional a lo largo de la historia. Evitando caer en detalles minuciosos trataremos de observar sus momentos fundamentales, sus influencias, sus principales protagonistas, así como también el nuevo modo de rock nacional, surgido alrededor de la década del noventa: el rock chabón. Pablo Alabarces (1993:30) sostiene que aunque la mayoría de la bibliografía coincide en señalar a 1965 como el momento fundacional del rock nacional, le parece más productiva la diferenciación que marca Pesce, entre un primer y un segundo rock nacional; “si la marca distintiva que inaugura la fundación es la de castellanizar el canto, aunque dentro de las formas musicales generadas por el rock que las discografías difunden insistentemente desde fines de los 50, la innovación ya había sido producida antes del arribo a Buenos Aires de Litto Nebbia, Ciro Fogliata y el resto de los pioneros argentinos.” (Alabarces, 1993:30) En el caso argentino, agrega, se reproducen dos vertientes sucesivas en el tiempo y disímiles en el espacio. La primera, acontece en Estados Unidos; la segunda irrumpe desde Gran Bretaña, en los inicios de los sesenta, cuando aquélla está desapareciendo. (Alabarces, 1993:30-31) El mismo autor sostiene que el rock and roll, considerado como género musical autónomo, surge en Estados Unidos como intento de fusión de formas musicales muy 21 variadas, que abrevan tanto en las tradiciones blancas como en las negras: el blues, el rhythm and blues, el jazz, el góspel, el country western, el boogie-woogie. Afirma al mismo tiempo que los británicos reinventan al rock cuando fundan el pop. Alabarces (1993:38) alega que la castellanización del rock se inaugura en México a principio de los años cincuenta de la mano de los Teen Tops, con Enrique Guzmán. Por esos años, el Club del Clan, según el mismo, ofrece más de lo mismo. La innovación llegaba, en ese momento, hasta el idioma. Desde su perspectiva, la segunda etapa del rock nacional se funda en 1965, de manera opositiva, instalándose en contra del Club del Clan. Mientras tanto, Halley y Presley han dejado lugar a The Beatles y The Rolling Stones. Sostiene también que es en éste mismo momento cuando se imponen los covers; y el grupo paradigmático es Los shakers, de procedencia uruguaya. En 1965 aparecen los Gatos Salvajes con su único LP, que lleva un cover de los Rolling Stones en español; dos años después Los Gatos (Nebbia, Ciro Fogliata, Kay Galiffi, Alfredo Toth y Oscar Moro) graban el simple La Balsa/Ayer Nomás y en dos meses venden doscientas cincuenta mil copias. Alabarces (2008b),sostiene que el rock se inventó como un hecho anticomercial, “(...) se inventó diciendo: estamos contra el sistema. Pero explotó en el momento en que La Balsa vendió doscientos cincuenta mil discos. Y esta contradicción marcó el inicio del rock.” (Alabarces, 2008b:92-93) Lo que une a Los Gatos con el resto de los precursores, según el mismo autor, es una actitud común, producto de la circulación de sentidos más o menos compartidos, proyectos y voluntades constitutivas puestas en juego por varios sujetos al mismo tiempo. 22 “Aparece por un lado la formación de un grupo, bastante lábil, pero que se incorpora al MITO FUNDACIONAL como el que opera la creación del rock nacional (…). En cada barrio, céntrico o periférico, de la Capital o del suburbano, los grupos BEATS se arman y desarman con la velocidad de un cambio de camiseta.” (Alabarces, 1993: 46-47) Según Alabarces (1993), Los Gatos tienen todos los elementos para ser considerados un Mito Fundacional, es decir, en el mismo se conjugarían todas las características que un relato mítico debería poseer. Como primer elemento ubica a los lugares sagrados, como la Cueva de Pasarotus, el bar La Perla de Once; en segundo lugar ubica a los periplos rituales, como deambular de una casa a otra, de un lugar a otro sin dormir; en tercer puesto se encuentran las vestimentas propiciatorias; mientras que en cuarto lugar ubica la humildad del origen. En relación a ésto, aclara que si bien todos los rockeros iniciales son hijos de clases medias urbanas, el relato recalca que han abandonado el hogar materno para sumergirse, por ejemplo, en pensiones. El último componente que agrega el autor para la completa constitución del mito es la víctima; y afirma que eso se tendrá en 1972 con la confusa muerte de Tanguito. Tras Los Gatos surgen Manal, Moris, Miguel Abuelo, Pajarito Zaguri y Tanguito, entre otros. Manal, grupo conformado por Javier Martínez, Claudio Gabis y Alejandro Medina, no será producido por grandes empresas, sino por un sello alternativo llamado Mandioca, editado por Jorge Álvarez (Alabarces, 1993:49). Por este mismo camino lo seguirán La Pesada del rock and roll, Vox Dei, Pappo´s Blues, Pescado Rabioso y Polifemo. “El rock duro se reivindica como el único auténtico, frente a los blanditos que empiezan a desplazarlo”. (Alabarces, 1993:49) El grupo que ocupa el lugar de “blanditos” según el mismo autor, es Almendra, grupo conformado por Luis Alberto Spinetta, Emilio Del Guercio, Edelmiro Molinari y Rodolfo García. Almendra, según Sergio Marchi (Marchi, Sergio, 2005:35), fue el 23 primer grupo de barrio, ya que Los Gatos provenían de diferentes lugares de la ciudad de Rosario. La banda de Luis Alberto provenía del Bajo Belgrano. Su debut en Buenos Aires se produjo en marzo de 1969 en un ciclo de recitales del instituto Di Tella. Luego lanzaron su segundo simple con temas como “Hoy todo es hielo en la ciudad” y “Campos verdes”. Durante este mismo año Almendra se embarcó en innumerables shows y presentaciones y comenzó a trabajar en la preparación de su primer álbum, que sería editado en enero de 1970. Luego de su separación, sus integrantes siguieron estando presentes en grupos como Pescado Rabioso, Invisible, Aquelarre y Color Humano, durante toda la década del setenta. En 1979, Almendra regresa de la mano del productor Alberto Ohanian. Así, volvió al escenario en varios recitales realizados en el estadio de Obras Sanitarias. Luego, en 1980, luego de nueve años, Almendra regresa con un nuevo disco grabado en Los Ángeles, llamado El Valle Interior. Sin embargo, es en éste mismo momento cuando anuncia su adiós definitivo. A este primer momento, Marchi lo define como la primera fase del rock argentino; y se desarrolla específicamente entre los inicios del mismo y el momento en que los tres grupos más importantes, Los Gatos, Manal y Almendra, se separan. La segunda fase la ubica en la década del setenta, en donde surgen nuevos grupos y ya se pueden detectar signos de lo que explotará en los noventa: el chabonismo (Marchi, 2005). Cuando se disuelven Los Gatos, Almendra y Manal, sostiene Marchi (2005) el rock argentino comienza a dividirse en dos frentes estéticos. Alrededor de lo que quedaba de Almendra se conformó un núcleo: Aquelarre, Color Humano y Pescado Rabioso. El otro sector, descendiente de Manal, se agrupó en torno a Billy Bond y La pesada; que junto a Pappo iniciaron la dinastía del blues y el rock pesado en Argentina. Un tercer 24 sector, no incluido en ninguno de estos dos frentes, estaría encabezado por Litto Nebbia solista y Arco Iris, con Gustavo Santaolalla al frente. Por último, decide sumar otro frente que llega con nuevos músicos más volcados a lo acústico como Raúl Porchetto y León Gieco, en el que se insertaría Pedro y Pablo. Lo más notable de la década del setenta, será la llegada de Sui Generis. Aquí comienza, según Marchi (2005), un largo reinado de Charly García, que junto a Spinetta, se convierte en uno de los compositores más destacados del rock nacional, hasta entrados los años ochenta. Luego de su paso por Sui Generis, Charly García, formaría parte de La Máquina de hacer pájaros y Serú Girán; mientras que Luis Alberto Spinetta seguiría su carrera en Pescado Rabioso, Invisible y Jade. El mismo autor ubica a Charly y a Spinetta, atravesando el segundo ciclo del rock argentino, que termina el 5 de septiembre de 1975 cuando Sui Generis se separa y su despedida llena dos Luna Park con veintiséis mil espectadores. Por su parte, Vila y Semán (1999) sostienen que el rock nacional se fue volviendo progresivamente masivo. En primer lugar, con la consolidación de un mercado discográfico y un circuito de recitales entre principios de los setenta y los momentos previos al golpe militar de 1976. Entrada la década del setenta, la política comienza a ser para amplios sectores de la juventud, según Vila (1987:27), la forma privilegiada de participación social. Así, el mismo autor sostiene que la revolución aparecía como posible, la militancia era una forma digna de vivir la juventud, que merecía la renuncia a la despreocupación y al pasatismo que se les ofrecía a amplias capas de la juventud de clase media. Para esta juventud socializada en la militancia, aclara el mismo autor, las propuestas del rock nacional aparecían cargadas de individualismo, carentes de contenido social y sus valores eran sumamente desleídos; así para estos jóvenes, los rockeros eran parte del 25 sistema, estaban cooptados por el stablishment. Él agrega que ésto coincide a nivel internacional con la decadencia de la cultura hippie, y su cooptación por la sociedad de consumo que comienza a vender sus símbolos (el signo de la paz, el flower power estampado en remeras, la marihuana, etc.) Entonces, se van perfilando dentro de la juventud dos posturas bien diferenciadas, dos modos de ver la vida: la militancia y la introspección, aunque ambas posturas son igualmente intensas y se juegan hasta las últimas consecuencias. (Vila, 1987) En estos días es cuando, según el mismo autor, a partir de la actitud de los rockeros, de querer profundizar su búsqueda interior, muchas veces recurriendo a alucinógenos, anfetaminas, marihuana, etc., se crea la imagen de “joven sospechoso.” De este modo se produce una suerte de empate que, según Vila (1987:27), es conciliado por Sui Generis, quien si bien se mantuvo fiel al núcleo ideológico del rock, fue cambiando poco a poco su estilo musical, con canciones de corte contestatario, que se ve claramente expresado en Pequeñas Anécdotas sobre las instituciones, con canciones como “Las increíbles aventuras del señor tijeras”; “Pequeñas delicias de la vida conyugal” y “Botas Locas” que fue censurado. Con el golpe militar de 1976, según el mismo autor, se termina de instalar el miedo como tributo social;por miedo la sociedad civil se repliega sobre sí misma en el marco de una situación de vacío de referentes. Así, los jóvenes no son ajenos a esta situación, ya que como afirma Vila (1987:28), la cultura del miedo lo tiene como protagonista privilegiado, a partir de la figura anteriormente mencionada del “joven sospechoso”. “Y mientras el movimiento estudiantil y las juventudes políticas poco a poco van desapareciendo como marco de referencia y sustento de identidades colectivas, el movimiento de rock nacional se afianza como ámbito de constitución de un nosotros que excede ampliamente los límites de sus seguidores habituales. Si en los períodos anteriores la definición 26 de los jóvenes rockeros como mero público es bastante cuestionable, a partir de 1975/76 deja definitivamente de tener sentido. De esta manera, ir a recitales y escuchar discos con grupos de amigos se convierten en actividades privilegiadas para un movimiento que, sin mucha conciencia de ello, intenta salvaguardar la identidad de todo un grupo etario cuestionado por el Proceso.” (Vila, 1987:28) En otro trabajo, Vila (1985:90) afirma que si para la lógica de la dictadura había relación entre movimiento de rock y subversión, la cuestión era desarticular el circuito de los recitales, dado que éste era el ámbito privilegiado de constitución del “nosotros” del movimiento. De esta manera, sostiene que, el accionar sobre el circuito de los recitales tiene distintas facetas, y se cumple en varias etapas. Primero, según el mismo autor, se comienza a boicotear los encuentros de menor envergadura; con la utilización, por ejemplo, de gases lacrimógenos. Luego, agrega en los primeros meses de 1977, se incrementa la represión policial en los grandes encuentros del Luna Park. Así, agrega, el movimiento intenta refugiarse en escenarios más pequeños de escuelas o de sindicatos, pero al ser la ofensiva tan amplia y tan fuerte, hacia fines de 1977, ante la imposibilidad de hacer recitales, gran parte de los conjuntos se disuelve, y los principales músicos deben emigrar al exterior para poder seguir trabajando. El autor ya nombrado sostiene que el movimiento de rock nacional no logra sustraerse al doble juego de represión/consenso que desarrollan los militares, y ve menguada su capacidad como actor colectivo al “individualizarse” o colectivizarse en función de otros referentes muchos de sus participantes. “El individualismo reemplaza a la solidaridad, el consumo privado a la sociabilidad. Hacia 1978/1979, el modelo de sociedad propugnado por el Proceso (personas que convergen como individuos en el mercado, despojados de sus connotaciones históricas ligadas a actores colectivos) parece imponerse a aquel otro que guió las utopías del rock y que, de alguna 27 manera, era “ensayado” en los recitales (personas relacionándose solidariamente a partir de dar amor, que se sienten partícipes de un mismo movimiento.)” (Vila, 1985:92) Sin embargo, Vila (1985:92) afirma que en esta misma etapa el rock nacional logra conservar dos instancias que lo sostienen como movimiento: el Expresso Imaginario (revista de rock), y el pequeño grupo de amigos. Estas dos instancias, para el ya nombrado, sostienen una identidad que encuentra pocos referentes externos para recrearse y al mismo tiempo cumplen el crucial papel de socializar a las nuevas generaciones de futuros miembros del movimiento. Según su perspectiva, éste ámbito también es detectado por el Proceso, que preocupado por la creciente masividad del fenómeno contestatario, incrementa la represión. Pero, a pesar de las represiones, el movimiento no deja de crecer y en diciembre de 1980 se congregan sesenta mil jóvenes en un recital de Serú Giran. A partir de aquí, agrega el mismo autor, la acción policial no va a ser la única relación que se establezca entre el Estado y el Rock Nacional, porque la naciente administración militar de Viola, en busca del objeto que se proponía, a saber, recuperar el consenso civil para el gobierno militar, se plantea una estrategia de diálogo con el movimiento. Pero, a diferencia de los partidos políticos, sostiene el mismo, que contribuyeron a mantener la estabilidad relativa del gobierno de Viola mediante una política de moderación y contención de la hostilidad antimilitarista, el movimiento del rock nacional no sólo no detiene su embate contra la dictadura, sino que lo incrementa. Durante la dictadura militar, según Vila (1985), el rock nacional comienza a perder su rol de único sostén de identidad joven. “cuando otros interpeladores hacen su aparición en escena -partidos políticos, el movimiento de derechos humanos, sindicatos, como así también todas las tendencias de consumo y disfrute 28 que son pos políticas y que para muchos jóvenes pesan más que las interpelaciones de esos sujetos colectivos ya lejanos. (…) Así la crisis no es otra cosa que la modificación del proceso de construcción de sentido que caracterizó al movimiento del rock nacional durante la dictadura, es decir, el contrapunto entre la condición social de los jóvenes bajo el régimen militar y las interpelaciones y narrativas que tuvieron su origen en las propuestas rockeras, las cuales ayudaron en la construcción de una identidad joven valorada, en un período durante el cual otras interpelaciones sociales o estaban ausentes o directamente negaban tal identidad. En la segunda mitad de los ochenta, en cambio la identidad juvenil se encuentra nuevamente fragmentada, no solo entre rockeros y otros actores juveniles políticos, sindicales o estudiantiles, sino dentro del propio movimiento de rock. Con este panorama, no es casual que el lugar preponderante que ocupara la música en la construcción de la identidad joven (…) durante la dictadura fuera, poco a poco, perdiendo su eficacia interpeladora.” (Vila, 1985:95) Hacia fines de 1977 estalla la “Fiebre del sábado por la noche” y la música disco, de la mano de los Bee Gees y Donna Summers, entre otros. La discoteca reemplaza al recital; así como también el baile sustituye al canto y el inglés al castellano. (Vila, 1985) “La sensación que embarga a los participantes del movimiento, es que el rock nacional se muere” (Vila, 1985:91) Con el arribo de la democracia, sostiene Vila (1985:112), el rock no tiene muy en claro que propuesta asumir. Asevera que las opciones van desde Spinetta (seguir siendo el reducto de lo incorruptible) hasta la vehiculizada por Los Abuelos de la Nada: divertir. En el medio, afirma el mismo autor, las variables son infinitas: transformar al movimiento en algo más que un público que asiste a recitales en “Centros de las Buenas Ondas” que realicen acción comunitaria (Piero); seguir jugando a la violencia contra el sistema (Pappo) o reinsertar al movimiento en el underground, como única alternativa de evitar la comercialización creciente (Miguel Zavaleta). Todas estas vertientes, continúa Vila (1985:112), conviven en un año, 1984, que claramente es de transición; y 29 son intentos de respuesta de un movimiento contestatario ante la apertura del espacio democrático. Antes esta situación, el autor en cuestión plantea lo siguiente: “una vez desaparecido el régimen militar que exacerbaba las características del “sistema” que el rock siempre criticó, sigue quedando el sistema” (Vila, 1985:112) La falta de una propuesta unitaria, según el mismo autor, hace aparecer a los ojos de los integrantes del movimiento esta etapa como crítica. Afirma también que, los intentos renovadores de los viejos líderes muchas veces son incomprendidos, y el período se caracteriza por la caída de varios ídolos sin el surgimiento de otros que los reemplacen. La crisis, sostiene el ya nombrado, es en verdad profunda, y se manifiesta por la declinación del principal circuito de comunicación que posee el movimiento: el recital. Ya que si por un lado nohay propuestas claras por parte del músico, tampoco hay requerimientos concretos por parte del público. Así, agrega que, habiendo desaparecido su carácter de ámbito de oposición a la dictadura, el recital se transforma en un evento musical, y como tal pierde las características rituales que lo caracterizaban. Por lo tanto, “ya no resignifican la política, y todavía no queda claro que van a significar.” (Vila, 1985: 114) Vila (1985) asegura que el movimiento de rock nacional ha desempeñado un papel sumamente importante en la socialización de amplios sectores de la juventud argentina durante el Proceso Militar, restaurando la comunicación veraz acerca del país real, rescatando el sentido de la vida en un contexto de mentira y terror, consolidando un actor colectivo como forma de contrarrestar un modelo de vida individualista, contraponiendo la acción solidaria a la primacía del mercado y a un proyecto de transformación global de los actores colectivos en la Argentina. 30 Sostiene que en el comienzo de los años ochenta, en el marco de la guerra de Malvinas 2 , se determinó una coyuntura favorable para la expansión del rock nacional, al deslegitimarse el rock en inglés y al realizarse la apertura política para abrir los medios de difusión masiva a los rockeros. Según Vila (1985), eso último fue aprovechado por los últimos para afianzar su popularidad y liderazgo en medio de una relación conflictiva con el gobierno militar. En vísperas de Malvinas, agrega el autor recién nombrado, los recitales presentan una masividad nunca vista con anterioridad, canciones de contenidos contestatarios cada vez más crecientes y un alto clima antimilitar en las tribunas. “Volver a las fuentes para salir de un período oscuro era la consigna que se planteaban los exponentes más representativos del movimiento, recuperar la esencia, las banderas históricas que “se diluyeron un poco” en el período en que el Proceso parecía haber logrado imponer su proyecto de redefinición de los actores sociales; demostrar que el movimiento no ha desaparecido. Y continuar transitando el camino que lo llevará a ser el referente de un amplio sector de la juventud” (Vila, 1985:91) Según Vila (1985), a mediados de los ochenta, por primera vez en su historia, el movimiento del rock nacional puede desarrollar plenamente uno de los rasgos característicos del movimiento mundial de rock: el énfasis en el cuerpo, el placer y la diversión, como marcas propias de la identidad juvenil. Marchi (2005), en consonancia con Vila, también sostiene que las cosas cambian dentro del rock a partir de la década del ochenta. De esta manera afirma que, entre el fin de la guerra de Malvinas y el momento en el que comienza el desencanto por el gobierno de Alfonsín, el rock nacional vivió sus días más gloriosos. Aparecen bandas como Los 2 Marchi (2005) afirma que la tercer etapa del rock nacional, comenzada en la década del setenta, finaliza en 1982 con la Guerra de Malvinas, donde comienza la cuarta fase. 31 Abuelos de la Nada, Virus, Los Twist, Andrés Calamaro, Fito Paéz, Sumo, Soda Stereo, Los Redonditos de Ricota. En 1987, sostiene Marchi (2005:54), tras la muerte de Luca Prodan, líder de Sumo, los miembros de dicho grupo se reorganizarán en torno a Divididos, Las Pelotas y Pachuco Cadáver. En este mismo año, aparecen Los Piojos, comenzando con un éxito masivo, convirtiéndolos en una de las bandas más populares. Más tarde aparecerían Bersuit Bergarabat, (banda que se convierte en una de las más exitosas en la década del noventa), Los Pericos, Masacre, Los fabulosos Cadillacs, Los Caballeros de la Quema y Catupecu Machu, sólo por nombrar algunas. Hasta aquí hemos presentado y desarrollado los momentos constitutivos de mayor relevancia del rock nacional clásico. Como podemos observar, hasta los años noventa, el rock nacional en nuestro país se desarrollaba compartiendo un conjunto de características en común. Se puede sostener, que en esta misma década, el rock nacional sufre grandes cambios que transforman radicalmente su estructura, dando origen al rock chabón, fenómeno en el cual hace base la presente investigación. Por consiguiente, en lo que sigue, nos adentraremos en el desarrollo de este nuevo modo de rock nacional y su contexto de origen. Abordar las diferencias entre el rock nacional y el rock chabón, implica en primer lugar tomar como eje la composición social del movimiento. En este sentido, Semán (2006a:204) sostiene que el desarrollo del rock en la Argentina se centraba fundamentalmente en las clases medias, estrato que más nutrió al movimiento de los músicos, los compositores y al público. “En los sectores populares, en la población de trabajadores manuales y de empleos poco calificados, como entre los desocupados, la tradición rockera se hacía presente de forma infrecuente, formando ínsulas de rock duro, básico, “cuadrado” o heavy metal después, en un 32 campo dominado por la música melódica, la cumbia, el chamamé y la música folklórica en general.” (Semán, 2006a:205) A esta línea de corte social, Semán le agrega una de corte geográfico. Mientras que hasta avanzados los años ochenta el rock nacional influía en y desde la Capital Federal y algunas cabeceras del primer cordón industrial, desde los años noventa tiene bases sólidas en el segundo y tercer cordón del Gran Buenos Aires. (Semán, 2006a) “Este desplazamiento implica la actuación de una nueva generación constituida por dinámicas sociales y culturales diferentes de las que operaron tradicionalmente en el rock, y al relevo generacional se le suman los efectos de la transformación en la estratificación social: aunque haya todo tipo de público, en todos los recitales es más fácil encontrar público de la periferia del Gran Buenos Aires entre los seguidores de Divididos, Callejeros o La 25 (...) En la sistematicidad de ese desplazamiento se cifra lo que durante mucho tiempo fue reconocido por la prensa especializada y por algunos músicos como rock “chabón”, para sintetizar en un nombre, para muchos impropio, este enraizamiento del rock en los sectores populares” (Semán, 2006a: 205) Semán (2006a) agrega que, así como aparecieron bandas nuevas que eran ubicadas bajo la categoría de rock chabón, otros conjuntos que eran preexistentes eran resignificados en torno a esta categoría. Así, cita como ejemplo el caso de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota, a quienes a fines de los años ochenta comenzó a visitarlos otro público; transformándose así, en emblema del rock chabón en una curiosa y radical operación de transformación de una banda por su público. El mismo autor afirma que las barras que con trapos y banderas acompañaban al grupo musical aguantando la parada, eran parte de la viabilidad moral y económica del proyecto del grupo. Sostiene así que, 33 “excluidos del gran consumo por razones en las que se mezclaban sus preferencias y sus posibilidades, armaron un circuito musical del que participaban los jóvenes del Gran Buenos Aires y los barrios pobres de la Capital. A él se agregaron luego los jóvenes de las clases medias. Para ese sector de jóvenes que comenzaba a cultivar aires de resistencia poco podían atraer los músicos de rock ya establecidos que oscilaban entre el divismo, los gestos de superación, las ironías y la sofisticación que, por valiosos que fueran, no llegaban a las víctimas de la recesión (...) (Semán, 2006a:215) Semán y Vila (1999) sostienen que los cronistas comenzaron a percibir que ésta era la emergencia de un rock callejero, chabón, futbolero, nacional y popular, “y al que nosotros denominaremos como rock argentinista, suburbano y neo-contestatario (aunque usaremos a través del texto el rótulo de “rock chabón” como su sinónimo)” (1999:225) Los mismos autores sostienenque desde un punto de vista sociológico este es un fenómeno crucial dentro del actual contexto 3 en el que se forman las vertientes culturales de los sectores populares. Según su perspectiva, es el rock de los que han visto heridas gravemente sus perspectivas de integración social en virtud de un proceso socioeconómico que, al mismo tiempo que liquida el empleo, rebaja la figura culturalmente consagrada del trabajador. Señalan al mismo tiempo que el rock chabón se constituye en la música de los desahuciados, los desesperados, de los hijos de los que fueron peronistas y de los que se hicieron trabajadores con expectativas de ascenso social, justicia distributiva y consumo, expectativas que el populismo había ayudado a fundar. En sus propios términos: “El rock chabón es el rock de aquellos jóvenes a los que les duele que el mundo de sus padres no exista más, de los jóvenes que encuentran alternativas a su no lugar en el modelo socio- 3 El libro es editado en 1999. 34 económico vigente en la expresión musical, en la barra de la esquina, o en pedir prepeando las monedas para la cerveza o la entrada al recital, porque piensan con algún criterio de realidad, que no podrían encontrar tales alternativas en ninguna versión de la política organizada tal cual está estructurada en la Argentina contemporánea. De esta manera, el rock chabón se transforma en la expresión de una diferencia popular en el mundo del rock nacional que hasta ahora no admitía plenamente la productividad de esa diferencia, en el sentido de que históricamente el rock nacional los había hecho escuchas, compradores de discos, seguidores, pero nunca los autorizó como “intelectuales” del movimiento. (...). En definitiva, creemos que el rock chabón es una práctica musical que ayuda a la construcción de una identidad, anclada en el cuerpo, del joven marginado de sectores populares (...)” (Semán y Vila, 1999:233-234) Ellos expresan que la performatividad musical en general, y la del rock chabón en particular, es un tipo de discurso que, a través de un proceso de repetición y de su inscripción en el cuerpo, tiene la capacidad de producir lo que nombra. De ahí entonces, que el rock chabón no “refleje” a un actor social previamente constituido, sino que, por el contrario, sea uno de los discursos que más ayuden a su constitución, en la medida en que al anclar una identidad pretendidamente esencial en el cuerpo, le da los visos de “realidad” que otros discursos no pueden proveer. (Semán y Vila, 1999:257) En relación a la afirmación anterior, tomo distancia críticamente; debido a que considero que el rock chabón tiene como protagonista a un actor social definido, constituido. Dicho actor es el producto de diferentes cambios y transformaciones sociales, políticas y económicas, que comenzaron en nuestro país en la década del setenta. Este sujeto tendrá como nueva fuente de sociabilidad al barrio, quedando desplazada así, de la mano de las transformaciones mencionadas, la figura de la fábrica como núcleo de sociabilidad. Tomaremos los aportes de Maristella Svampa para introducirnos en las transformaciones sufridas, y los de De Certeau para sumergirnos en la cuestión barrial. 35 Los cambios económicos y sociales que arrancaron en los setenta y se acentuaron en los noventa, según Maristella Svampa (Svampa, Maristella, 2005), reconfiguraron el mundo popular urbano, cuya identidad colectiva se había estructurado en torno a la dignidad del trabajador. Marcado por la desindustrialización, la informalización y el deterioro de las condiciones laborales, este conjunto de procesos, agrega la misma autora, fue trazando una distancia creciente entre el mundo del trabajo formal y el mundo popular urbano, cuyo corolario fue tanto el quiebre del mundo obrero como la progresiva territorialización y fragmentación de los sectores populares. Ella sostiene que este proceso fue sintetizado por la sociología argentina contemporánea como “el pasaje de la fábrica al barrio”; señalando así el ocaso del universo de los trabajadores urbanos, y la emergencia del mundo comunitario de los pobres urbanos. A partir de los años setenta, según la misma autora, la dinámica desindustrializadora y el empobrecimiento del mundo popular originaron un proceso de descolectivización, que fue traduciéndose en profundos cambios dentro del tejido social popular. Ella sostiene que, para un sector de los trabajadores menos calificados de la clase trabajadora formal, el proceso de descolectivización arrancó en 1976, con la última dictadura cívico-militar y se fue acentuando a lo largo de los primeros gobiernos democráticos. Así, agrega, en este período, no fueron pocos los trabajadores que comenzaron a desplazarse hacia actividades propias del sector informal, a partir del trabajo por cuenta propia o en relación de dependencia. Svampa (2005:167) afirma que, en términos de acción colectiva, este proceso de pauperización de las clases populares aparece ilustrado por las tomas ilegales de tierras (asentamientos); que expresan la emergencia de una nueva configuración social que pone de manifiesto el proceso de inscripción territorial de las clases populares. En relación a ésto sostiene: 36 “Ligadas a la lucha por la vivienda y los servicios básicos, esas acciones fueron construyendo un nuevo marco y, a la vez, un entramado relacional propio, cada vez más desvinculadas del mundo del trabajo formal. Una de las primeras consecuencias de esta inscripción territorial es que el barrio fue surgiendo como espacio natural de acción y organización, y se convirtió en el lugar de interacción entre diferentes actores sociales reunidos en comedores, salas de salud, organizaciones de base, formales e informales, comunidades eclesiales, en algunos casos, apoyadas por organizaciones no gubernamentales. En fin, el surgimiento de nuevos espacios organizativos dentro del barrio conoció un nuevo impulso, aunque fugaz, durante los dos episodios hiperinflacionarios de 1989 y 1990, visibles en la proliferación de ollas y comedores populares.” (Svampa, 2005:168) A esta primera ola, sostiene la misma autora, le sigue una segunda bajo el gobierno de Menem a partir de 1990-1991, a raíz de la implementación de una serie de reformas estructurales encaminadas a abrir la economía, privatizar las empresas públicas, descentralizar la administración pública y controlar la mano de obra mediante la flexibilización laboral. Según su punto de vista, esta segunda ola, afectó tanto a los trabajadores del cordón industrial del Conurbano Bonaerense, en donde residían gran parte de las firmas industriales del país, como a los empleados dependientes de la órbita del Estado. Finalmente, Svampa (2005:169) ubica en 1995 a una tercera ola, que se inicia con el “efecto tequila” y que abre una nueva etapa de crisis económica y de desempleo. Agrega también que, el período señala la emergencia de nuevas formas de resistencia colectiva surgidas en el interior del país como piquetes y levantamientos, entre otros. En términos subjetivos, sostiene la recién nombrada, las transformaciones del mundo popular tampoco son ajenas a los importantes cambios que afectan los procesos de redefinición de la subjetividad en las sociedades contemporáneas. En efecto, agrega, los cambios estructurales de las últimas décadas generaron un proceso de 37 desinstitucionalización que repercutió sobre las identidades laborales, al mismo tiempo que produjo una fuerte crisis de las identidades políticas, tal como éstas eran entendidas tradicionalmente. Sin embargo, a estos procesos, afirma, hay que sumar las consecuencias que tuvo la expansión de las industrias culturales en el proceso de socialización de las clases populares, en la medida en que éstas industrias fueron portadoras de nuevos modelosde subjetivación que no estarían anclados ni en la relación con el trabajo ni en la conciencia política peronista, sino más bien en la pura identificación con nuevas pautas de consumo. De este modo, Svampa (2005:177) concluye afirmando que, en definitiva, en la medida en que el trabajo (concebido de ahora en más como precario e inestable), deja de ser el principio organizador en el proceso de afirmación de la subjetividad, otros componentes, ligados al consumo, y sobre todo, los gustos musicales, adquieren mayor peso; así, ella sostiene que, una de las consecuencias de la nueva dinámica laboral es que los modelos de subjetividad emergentes se construyen a distancia del mundo del trabajo, y remiten cada vez más a nuevos registros de sentido centrados en las dimensiones más expresivas del sujeto. En tanto a la categoría central que emerge en los procesos descriptos anteriormente, a saber, el barrio, De Certeau (De Certeau, Michel, 1999) sostiene que es un dominio del entorno social, puesto que es para el usuario una porción conocida del espacio urbano en la que, más o menos, se sabe reconocido. Agrega que puede entenderse también como esa porción del espacio público general (anónimo para todo el mundo) donde se insinúa poco a poco un espacio privatizado particularizado debido al uso práctico cotidiano. El mismo autor toma la definición de Henri Lefebvre, para quien el barrio es una puerta de entrada y salida entre los espacios calificados y el espacio cuantificado. De Certeau 38 (1999:9) afirma que el barrio aparece como el dominio en el cual la relación espacio/tiempo es la más favorable para un usuario que ahí se desplaza a pie a partir de su hábitat; y que por consiguiente, es ese trozo de ciudad que atraviesa un límite que distingue el espacio privado del espacio público; es lo que resulta de un andar, de la sucesión de pasos sobre una calle, poco a poco expresada por su vínculo orgánico con la vivienda. Él sostiene que frente al conjunto de la ciudad, atiborrada de códigos que el usuario no domina pero que debe asimilar para poder vivir en ella, frente a una configuración de lugares impuestos por el urbanismo, frente a las desnivelaciones sociales intrínsecas al espacio urbano, el usuario consigue siempre crearse lugares de repliegue, itinerarios para su uso o su placer que son las marcas que ha sabido, por sí mismo, imponer al espacio urbano. Por tanto, afirma De Certeau (2005:10), el barrio es una noción dinámica, que necesita un aprendizaje progresivo que se incrementa con la repetición del compromiso del cuerpo del usuario hasta ejercer la apropiación de tal espacio. Debido a su uso habitual, agrega el mismo autor, el barrio puede considerarse como la privatización progresiva del espacio público; como un dispositivo práctico cuya función es asegurar una solución de continuidad entre lo más íntimo (el espacio privado de la vivienda) y el más desconocido (el conjunto de la ciudad o hasta, por extensión, el mundo). El barrio, sostiene el autor en cuestión, es el término medio de una dialéctica existencial (en el nivel personal) y social (en el nivel de grupo de usuarios) entre el dentro y el fuera. Por lo tanto, agrega que el barrio puede señalarse como una prolongación del habitáculo; para el usuario se resume en la suma de trayectorias iniciadas a partir de su hábitat. De Certeau (1999:10) sostiene que, en definitiva, el barrio es la posibilidad ofrecida a cada uno de inscribir en la ciudad una multitud de trayectorias cuyo núcleo permanece en la esfera de lo privado. Más tarde el mismo autor 39 agrega que el barrio es el espacio de una relación con el otro como ser social, que exige un tratamiento especial: salir de casa de uno, caminar en la calle, es para empezar, afirma, el planteamiento de un acto cultural, no arbitrario, inscribe al habitante en una red de signos sociales cuya existencia es anterior a él (vecindad, configuración de lugares, etc.) “El barrio es el sitio de un pasaje a otro, intocable porque está lejos, y sin embargo reconocible por su estabilidad relativa; ni íntimo ni anónimo, vecino (…) La práctica del barrio es signo de una táctica que sólo ocurre junto con “la del otro”.” (De Certeau, 1999:11-12) Por todo lo desarrollado anteriormente, situamos a este nuevo actor social y su fuente de sociabilidad principalmente en el barrio. Puede sostenerse que el principio organizador de su subjetividad lo constituye también el barrio. Por otro lado, cabe dejar en claro que este actor tiene el carácter de ser producto de un contexto socioeconómico que posee las características anteriormente desarrolladas. De esta forma, situamos al público del rock chabón particularmente en el barrio, de donde también es originaria la música que escucha y practica. Éste sujeto, que aparece de la mano del neoliberalismo, y sus consecuencias, se va constituyendo en un actor social que resiste. Trabajaremos con la idea de resistencia que plantea Gabriel Correa (Correa, Gabriel, 2002); quien define al espacio de resistencia como uno de contención que proporciona algún tipo de respuesta o vía de canalización a las presiones que ejerce el hábitat local en lo cotidiano. “Hablamos de resistencia a un poder desmedido que busca normalizar, disciplinar y hasta anular al otro. Ese poder que busca inhibir puede estar representado en una persona, una institución o un sistema de relaciones.” (Correa, 2002) Las posibles vías de canalización que ofrece ese espacio de resistencia, agrega el mismo autor, serían la posibilidad de recuperar la voluntad de búsqueda de alguna salida a las realidades acuciantes, o a veces simplemente inundarse por algunos minutos en la satisfacción de 40 escuchar a alguien que dice lo que a veces no sabemos o no podemos decir. Correa (2002) cree que, cuando una canción se convierte en espacio de resistencia, está de alguna manera reflejando pulsiones del legado, identificándose frente a lo otro que no quiere ser, y posiblemente intentando cristalizar un nosotros como sujeto de transformación de un mundo que en ciertas circunstancias se podría presentar como desfavorable para las realizaciones de aquellos involucrados. Ya hemos explicitado el contexto en el que surge el rock chabón, como así también su principal fuente de origen, variable que lo diferencia del rock nacional “clásico”. A continuación, abordaremos las características de este nuevo modo que, si bien toma elementos del rock nacional, presenta nuevas características que definen su especificidad. José Garriga Zucal (Garriga, Zucal, José, 2008) sostiene en su escrito, a modo de pié de página, que el término “rock chabón” fue creado por la prensa especializada a principios de la década del noventa y que académicamente es retomado por Semán y Vila. Afirma que chabón significa boncha al revés, en el lunfardo rioplatense de principios del siglo XX esta palabra significaba tonto. Pablo Semán, entre otros autores, entiende que esta categoría es problemática: “Es una realidad que no se puede definir por un recorte de estilos musicales, letrísticos o proveniencias sociales, sino como un efecto de la relación de los sectores populares con el rock, que tiene rasgos históricamente novedosos. (…) Pero el rock chabón tampoco se define por anclajes sociales exclusivos invariables o unívocos: hay grupos como Callejeros que muchos no dudarían en identificar con el rock barrial, que tienen un público heterogéneo socialmente que incluyen también a las clases medias. Y si se puede afirmar que en algún momento de la historia el público de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota correspondía al perfil popular con que se asocia al “rock chabón”, también debe decirse que no siempre fue así. Cabe aceptar el nombre como convención, pero bajo una restricción que lo connota de 41 forma diferente a cualquier uso convencional:
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