Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Percivale, Bruno The gutters are full of blood: propuesta de análisis para la historieta Watchmen Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciado en Letras Director: Saxe, Facundo Percivale, B. (2022). The gutters are full of blood: propuesta de análisis para la historieta Watchmen. Tesis de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria Académica. Disponible en: https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.2382/te.2382.pdf Información adicional en www.memoria.fahce.unlp.edu.ar Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ Tesina de Licenciatura en Letras Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Universidad Nacional de La Plata The gutters are full of blood: propuesta de análisis para la historieta Watchmen Bruno Percivale Legajo nº 81743/7 Directorx: Drx. Facundo Saxe Agosto de 2022 1 Índice 1. Introducción: de la historieta y los estudios literarios 2 2. Algunos presupuestos teóricos 6 2.a) Solidaridad icónica: una teoría 10 2.b) Ritmo y sustancia 15 3. La historieta como producto de la industria cultural 21 3.a) Apuntes para una historia cultural de la historieta (1837-1979) 21 3.b) La década de 1980 y la génesis de Watchmen 34 3.c) Watchmen, un paso en falso antes de empezar: la conformación de su equipo creativo y la disputa por los derechos de explotación 41 4. El dispositivo narrativo de Watchmen 44 5. Nothing ever ends: tres ensayos de interpretación 62 5.a) Un historietista del hambre. Primer ensayo de interpretación: alegoría. 63 5.b) El (super)hombre demolido. Segundo ensayo de interpretación: géneros y tensiones. 70 5.c) Tema del traidor y del (super)héroe. Tercer ensayo de interpretación: intertextos borgeanos. 78 6. Conclusiones 82 7. Bibliografía 87 8. Anexos 91 2 Calvin and Hobbes por Bill Watterson, 22 de Julio de 1992 1. Introducción: de la historieta y los estudios literarios En el contexto de una tesina de grado de la carrera de letras, nombrar a la historieta como objeto de análisis comporta un riesgo: abordarla como si fuera literatura. Ese como si es prácticamente un factor constitutivo de la historieta: siempre es posible que sea literatura, siempre es posible pensar su validación, su utilidad, su “madurez”, su desarrollo en tanto que medio, como si fuera literatura. La literaturización de la historieta vendría a funcionar como una clausura, el fin de su historia. De ahí que la historieta siempre pareciera sorprender tanto a propios como extraños toda vez que de su entramado (industrial, creativo, artístico, pero siempre precario) surge alguna obra (una historieta a la que que distintos públicos lectores consideran adecuado llamar obra) que trasciende las barreras del consumo de nicho por las razones que fuere: ya sea que “anticipe” algo del orden de lo histórico, como en el caso del Eternauta (1957-1959), ya sea que toque alguno de los “grandes temas de la humanidad” con maestría u originalidad, como ha pasado con Maus (1980-1991), ya sea que “exprese” los imaginarios, ansiedades, frustraciones, miedos, potencias e impotencias, en fin: todo aquello que se quiera considerar como un “clima de época”. Este último es el caso de Watchmen (1986-1987), que, para poner un ejemplo de su éxito y circulación exteriores al circuito historietístico, en 2005 fue la única historieta incluida por la Time Magazine como una de las 100 mejores novelas publicadas desde 1923 ; pero1 1 Una lectura cínica de este hecho, como plantea Andrew Hoberek (2014, 3), debería tener en cuenta sobre todo que la Time Magazine es una publicación de Time-Warner, el mismo holding propietario de DC Comics, editorial dueña de Watchmen, y su inclusión en esta lista puede obedecer lisa y llanamente a motivos publicitarios. 3 también participa prácticamente de casi cualquier reivindicación que se haga de algo que se suele llamar “la madurez del medio” , desde que concluyó su publicación en 1987 hasta el2 día de hoy. Esta supuesta madurez vendría a enmascarar, mediante una metáfora evolutiva y adultocéntrica, una teleología en cuyo centro anida, nuevamente, la literaturización de la historieta como régimen de identificación: allí donde leemos el enunciado "las historietas se volvieron adultas" se atisba que "las historietas se volvieron libros" y se concluye que “los libros son literatura”. Y aquí tenemos un nuevo problema. La literaturización de la historieta está recomenzando todo el tiempo: cada vez que algún actor del campo literario decide considerarla como parte de su tradición, cada vez que algún actor de la crítica decide considerar alguno de sus más valorados exponentes como3 parte de ese acervo de todo lo bueno que algunos llaman “literatura universal”, cada vez que algún actor de la industria del libro decide comercializarla como objeto de consumo no vergonzante para el público adulto bajo el rótulo "novela gráfica". ¿Es literatura la historieta? La respuesta podría ser afirmativa teniendo en cuenta al menos estas dos coordenadas: 1. Lo es bajo una concepción muy amplia de literatura que se permita incluir a objetos tan diversos como el cine, las performances, los juegos de rol, la ópera, los videojuegos, las fotonovelas, los radioteatros, etc. y 2. Lo es en la misma medida en que consideramos literatura a, por ejemplo, la Ilíada, que, sabemos, fue compuesta, circuló y fue recibida oralmente como una forma específica de la recitación (una performance particular de aquel antiguo 3 En nuestro país, por ejemplo, la Primera Bienal Internacional de Historietas organizada por Oscar Masotta a fines de 1968 marcó el corolario de una larga operación crítica que intentaba instalar a la historieta como objeto pasible de contemplación artística y análisis intelectual llamándola Literatura Dibujada, nombre que también lleva la revista de teoría y crítica, que dirigió entre noviembre de 1968 y enero de 1969. Esta operación, no obstante, es un hito fundamental en la tradición crítica moderna de la historieta, como establece Lucas Berone en “La fundación del discurso sobre la historieta en Argentina: de la ‘Operación Masotta’ a un campo en dispersión” (2011). 2 Existe un libro de Pablo De Santis llamado “La historieta en la edad de la razón” (1998), que es una breve historia de la historieta desde finales de la década del 60, cuyo hito de inicio son los primeros intentos de una teoría de la historieta de la mano de los desarrollos del pop art, hasta los inicios de la década del 90. Esa metáfora biológico-jurídica de una historieta que deja atrás la infancia pareciera ser otro emergente de esta narrativa sobre la historieta moderna que señalamos. 4 recitador-performer llamado aedo) y no fue puesta por escrito en libro sino hasta que Pericles lo ordenó. En cualquier caso, no podríamos de ninguna manera considerar a la historieta (o a una historieta cualquiera) como literatura sin que, del otro lado, el concepto Literatura y el conjunto de objetos, disposiciones, instituciones, circuitos de mercado, capitales simbólicos, y el larguísimo etcétera que éste designa, permanezcan incuestionados. Lejos está de las intenciones de este trabajo apuntar a semejante objetivo. Oscar Steimberg, respecto del vínculo entre historieta y literatura, afirma: Las relaciones entre historieta y literatura componen una historia larga y aburrida; y recorrida, además, desde el lado de la historieta, por una casi uniforme secuencia de humillaciones. Pensemos en las publicaciones tradicionales en lengua española, dedicadas con asiduidad a la composición de versiones de novelas famosas: el mejor de sus productos consiste siempre en un resumen del relato, adornado con ilustraciones que parecen querer reproducir lo que el sentido común o una lectura distraída pueden decir acerca de los personajes (2013:147). Tampoco está entre las intenciones de este trabajo establecer las condicionesde literaturidad de la historieta y mucho menos descubrir su ser: pero si en la práctica ocurren estas identificaciones en las que la historieta no se distingue de la literatura es precisamente porque hay razones para que esto pase, razones materiales y objetivas que exhiben ambas según sus modos de existencia (circular en libros o revistas, tal vez, o quizás que estén hechas de materia verbal), razones estéticas o filosóficas (habría algún tipo de experiencia ofrecida por la literatura que también se encontraría en la historieta) o razones estratégicas al interior de uno o varios campos de parte de quien o quienes deciden apuntalar esta identificación .4 De manera que sólo por cuestiones políticas se sostendrá, aquí, su diferencia, con el pretexto de que, tanto para ser compuesta como para ser leída, alrededor de una historieta giran otras competencias, otras técnicas (otras τέχναι) y otras valoraciones y réditos socioculturales relativamente distintos que los que giran alrededor de, por caso, una obra 4 Algunas reflexiones sobre la posición de la historieta en la jerarquía de los medios artísticos puede leerse en Reggiani (2010) 5 literaria cualquiera. En este aspecto, damos a nuestro posicionamiento un sentido parecido al de Andrew Hoberek cuando, en su Considering Watchmen (2014), afirma que Al tensar la diferencia de Watchmen con la literatura, entonces, debemos recordar que esta es una diferencia no de logros sino de especie: la historieta es un medio con sus propios componentes formales, sus propias condiciones de producción, y su propia historia. Estas diferencias van más allá de la combinación de imágenes y texto, aunque esta combinación provee un punto de partida para abordarlas (28). Entonces, si bien es cierto que las teorías literarias nos aportan una serie de instrumentos e ideas útiles para acercarnos a la historieta, al igual que para propiciar acercamientos a cualquier otro tipo de textualidad, para dar cuenta de un objeto cuyos modos de producción y de circulación tanto como su régimen de identificación difieren, si no en su totalidad al menos en parte, de los de la literatura, debemos hacernos de un arsenal teórico y una metodología que tenga esto en cuenta. En esta advertencia, como en tantas otras cosas, seguiremos los pasos de Thierry Groensteen, que en su Système de la bande dessinée sostiene:5 “La tradición milenaria del logocentrismo nos ha entrenado para concebir una relación de soberanía del verbo para con la imagen”, nos recuerda justificadamente Michel Thévoz. Esta tradición, en la realidad, ha producido dos consecuencias importantes, que no siempre se distinguen suficientemente como debieran. Una pertenece a la semiología general, la otra a la narratología: - La langue ha sido tomada como modelo de todo lenguaje. - La literatura ficcional es considerada casi en todos lados y por casi todos como el modelo de todas las formas narrativas. (Esta segunda consecuencia es en parte el corolario lógico de la primera). (2007, 7) El punto, y quizás el desafío epistemológico, metodológico y crítico de este trabajo, es lograr un abordaje que dé cuenta de la especificidad (material, retórica, estética, cultural, expresiva, artística) de la historieta Watchmen (1986) en tanto que objeto de la industria cultural contemporánea a la vez que de su modulación particular de un lenguaje que se ha desarrollado mayormente en el seno de la cultura de masas durante el siglo XX. 5 Système de la bande dessinée es un aporte fundamental para una teoría de la historieta al que no puedo acceder en su idioma original por desconocerlo. Cuento con la traducción estadounidense (Groensteen: 2007), de la que en adelante traduciré todas las citas, al igual que del resto de los textos en inglés de la bibliografía citada. Los fragmentos de la historieta, por otra parte, quedarán en su idioma original, pero traduciré las referencias cada vez que necesite aludir a algún texto. 6 De manera que, siguiendo a Jean Gabilliet, diremos que En tanto que medio de expresión, las historietas no deben ser analizadas como un objeto ahistórico y trascendental. Son el resultado de una multiplicidad de factores endógenos y exógenos [...]. La categoría “historieta” -a falta de un mejor término- aplica a todas las narrativas construidas a partir de imágenes (ya sean dibujadas, talladas, fotografiadas, pintadas o hechas de cualquier otra manera) que: 1. se caracterizan por la posibilidad no necesariamente actualizada de la interacción entre el mensaje icónico y el mensaje escrito, donde lo icónico no funciona simplemente como apoyatura de lo escrito sino que es un componente indispensable de la formulación de la narrativa; 2. fueron producidas en el contexto de la prensa masiva desde la década de 1830. (2009, Introduction para. 10-12) Se suelen rastrear múltiples precursores de la historieta, desde las pinturas rupestres de las cuevas de Altamira pasando por los libros ilustrados medievales. Sin embargo la posibilidad de la reproducción técnica en masa de las imágenes sumada a la alfabetización creciente de la población obrera y urbana, que en el contexto de expansión del capitalismo iba comenzando a poblar las grandes ciudades, produjo algún tipo de cambio estatutario en las imágenes como modo de representación. Éstas ya no serían utilizadas como apoyo de un texto, a la manera de los libros medievales, donde servían para que los legos también pudieran comprender lo que en esa escritura se presentaba inaccesible, sino que desde entonces se presentan con independencia de lo escrito y más aún: como resorte fundamental de la producción de sentido. Para pensar la historieta, o lo que podríamos llamar la configuración actual de la historieta, será clave, entonces, que tengamos en cuenta tanto la primacía de la imagen como la importancia de la invención y posterior masificación de la imprenta y sus consecuencias materiales y culturales, al menos para Occidente. 2. Algunos presupuestos teóricos Necesitamos, entonces, munirnos de una constelación de conceptos teóricos que sean relevantes. Para esto es clave que consideren la especificidad material, cultural y 7 semiótica de la historieta y a la vez sean productivos para un análisis de Watchmen. En primer lugar debemos establecer que la historieta es un modo especial de ocupar un espacio: el de la página (sea esta una hoja de papel impresa o una pantalla retrolumínica). El espacio de la página no es infinito: con esta restricción material es que se encara la creación historietística. En segundo lugar, que el material gráfico que se dispone mediante el montaje en ese espacio debe estar distribuido, escandido, en compartimentos que llamaremos viñetas. No es necesario que una viñeta esté delimitada gráficamente (aunque en Watchmen esto sea una regla general), pero el lector debe poder diferenciar una viñeta de otra en el momento de la lectura. Tampoco hay una equivalencia entre una viñeta y un núcleo narrativo: en su interior puede desarrollarse una acción, varias, o puede no haber ninguna .6 En tercer lugar, que el espacio de la página puede y debe ser aprehendido como un espacio-tiempo, puesto que, al encarnarse una sucesión de viñetas en una página, quien lea entenderá, salvo que se le señale lo contrario, que lo que está dibujado en una viñeta previa es narrativamente anterior a lo que aparece dibujado en una viñeta subsiguiente. De modo que al montaje de dos o más viñetas sobre la superficie de la página lo llamaremos secuencia, teniendo presente que, al momento de la lectura, en occidente, abordamos ese espacio desde la esquina superior izquierda y leemos de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha una viñeta después de la otra. A la disposición de las viñetas en la página y de los elementos al interior de las viñetas (que generan, por estar copresentes en el mismo espacio, trayectorias de lectura alternativas que complementan y en algún caso subvierten el orden de lectura tradicional) lo llamaremosdiseño de página. Una observación preliminar sobre Watchmen es que el diseño de página exhibe dos 6 La existencia de las historietas abstractas, tal como las analiza Thierry Groensteen en “Comics and narration” (2013) da cuenta de que la historieta no es exclusivamente un medio de expresión narrativo aunque la narración constituya su uso más habitual. 8 regularidades: se organiza siempre en tres tiras de viñetas y generalmente lo hace en lo que se conoce como una grilla de tres viñetas horizontales por tres verticales. Figura 1. Watchmen, p 9. Moore, Alan y Dave Gibbons. Watchmen, DC Comics, California. 2019.7 7 Cada vez que en el cuerpo del texto introduzca un fragmento de la historieta, se indicará al pie de la imagen su paginación correspondiente a la edición Watchmen: New Edition de 2019. 9 Analicemos la primera página (ver Figura 1) para abordar tentativamente todo esto. Por una parte, la página tiene una organización de “portarretrato” (más alta que ancha) según el uso más extendido de la industria para las revistas de superhéroes . Las viñetas8 están distribuidas en tres tiras de la misma altura, como ya comentamos, y tienen la misma proporción que la página (también son más altas que anchas). Las dos primeras tiras tienen tres viñetas delimitadas por una línea, la última tira es una sola viñeta que abarca todo el espacio entre los dos márgenes de la página. El espacio que no está ocupado por el dibujo es blanco y a los intersticios que hay entre viñeta y viñeta los llamaremos gutter. También observamos que la materia verbal aparece en la página dentro de globos de texto para indicar cuando un personaje habla en la escena (como se ve en la última viñeta) pero además aparecen una serie de cajas de texto cuyos bordes dentados simulan o representan papel cortado a mano. En esas cajas, cuyos textos pertenecen al diario de Rorschach (según se indica en una caja de texto cuyo enunciador no podemos verificar), la tipografía es diferente a la de los globos (y su letreado coincide con el que aparece en los globos de texto “hablados” por dicho personaje, de manera que, diríamos, esa tipografía es parte de la constelación de rasgos que constituyen su identidad). Un rasgo estructurante de Watchmen en tanto que maxiserie es que las portadas de cada uno de los 12 números que la componen son detalles de la primera viñeta. En este caso, la portada del capítulo #1 es un detalle del smiley ensangrentado. Este procedimiento obtuvo una ampliación paratextual, a falta de un nombre mejor, cuando la maxiserie fue recopilada en libro: como veremos más abajo, la portada clásica del volumen es un detalle del ojo del smiley cruzado por la mancha de sangre (ver Figura 2). A los efectos perceptuales de la lectura, los dispositivos gráficos estandarizados para introducir material verbal en la historieta, es decir: globos y cajas de texto, ocupan un espacio de la misma manera que cualquier dibujo. Su organización y distribución al interior 8 Un ejemplo conocido de otro formato son las revistas de Patoruzú o la Hora Cero, donde se publicó el Eternauta: en ellas la disposición de la página era más ancha que alta. 10 de las viñetas predisponen un cierto orden de lectura atendiendo, como dijimos, a que el ojo de un lector occidental siempre comienza en la parte superior izquierda de la página, se mueve hacia el margen opuesto y salta hacia la tira inferior trazando con la mirada un vector con forma de “Z”. La elección del escandido del texto obedece en cada caso a una multiplicidad de factores de distinta índole y motivación estratégica. Si observamos en la tercera viñeta cómo está distribuido el texto, vemos que hay dos bloques que ocupan la esquina superior izquierda y la esquina inferior derecha, quedando la acción dibujada en el centro. Es posible que la estrategia sea generar una suerte de silencio, un corte en el discurrir de ese monólogo de Rorschach que opera en dos niveles: aumenta la tensión narrativa al interior de la viñeta y al mismo tiempo define co mayor fuerza al personaje en su dimensión ética. Por último, el humor atraviesa distintos niveles de Watchmen, pero uno muy interesante y específico es el que ocurre al hacer una lectura superficial, sintagmática, de la secuencia de viñetas. Entre las últimas dos de esta primera página hay un momento humorístico que se produce encadenando la diferencia de tonos entre el monólogo de Rorschach, que en la sexta viñeta enuncia con gravedad “...y de pronto nadie tiene nada para decir”, con la reflexión liviana y morbosa del detective que destaca, mirando hacia abajo del rascacielos, la altura desde la que cayó el recientemente fallecido The Comedian. De modo que, por otra parte, ya vemos desde el primer momento de encarar la lectura de la historieta que reclama para sí distintos regímenes o un grado alto de intensidad en el recorrido visual de la página. 2.a) Solidaridad icónica: una teoría En El sistema de los cómics, el investigador, teórico y editor de historietas belga Thierry Groensteen considera a la historieta como lenguaje, “es decir: no como un fenómeno histórico, sociológico o económico, cosa que también es, sino como un ensamble 11 original de mecanismos productores de sentido” (2007, 2), con especial énfasis en la primacía de la imagen en desmedro de la idea recurrente de que “los cómics son esencialmente una mixtura de texto e imágenes, una combinación específica de códigos lingüísticos y visuales” (2007, 3). Groensteen plantea que su teoría, la cual inserta en una tradición neo-semiótica, debe superar un viejo gesto semiotista que él califica como inútil para el análisis de la historieta: el de identificar sus “unidades mínimas de significación”. Si los semiólogos estructuralistas fatigaron las viñetas con el fin de señalar líneas, puntos y planos, que constituirían un código de la historieta, Groensteen ubicará la productividad del análisis en un nivel superior: Quiero establecer especialmente que los códigos más importantes conciernen a unidades mayores, que ya están altamente elaboradas. En este caso, estos códigos rigen la articulación, en tiempo y espacio, de unidades que llamamos ‘viñeta’ : ellos9 obedecen criterios que son tanto visuales como narrativos, o, más específicamente, discursivos (2007, 4). De modo que, siempre según Groensteen, la clave para dar con un principio de entendimiento de los resortes de la producción de sentido en el lenguaje de la historieta es observar los modos en los que se articulan las unidades significativas, sean de naturaleza icónica o plástica, y no aislando y atendiendo a esas unidades un vez individualizadas. Por ejemplo, el uso de un color o de un tipo de encuadre de la acción no tiene valor por sí mismo “sino al estar opuesto a un esquema general o al ser parte de una progresión solamente observable si se tiene en consideración el sintagma conformado por varias viñetas consecutivas” (2007, 7). Así, estos elementos u otros, cualesquiera sean, están “simultáneamente informados por las imágenes circundantes y a veces por imágenes distantes” (2007, 7). Entonces, dice el belga, “los códigos se entretejen dentro de la imagen de historieta de una manera específica, que ubica a la imagen en una cadena narrativa donde los vínculos están 9 La tradición francobelga, al igual que la inglesa, denomina a esta unidad “panel”. En este trabajo seguiremos la nomenclatura hispana. 12 esparcidos en el espacio, en una situación de copresencia” (2007, 7). Teniendo todo esto en consideración, la piedra fundamental del andamiaje teórico que propone Groensteen para dar con una definición razonable que sirva para pensar “la totalidad de las manifestaciones históricas del medio y también para todas las manifestaciones no realizadas todavía pero teóricamente concebibles” (2007, 17), es el concepto de solidaridad icónica: Lo defino como imágenes interdependientes que, al participar de una misma serie, presentan la doble característica de estarseparadas (esta especificación descarta imágenes únicas y delimitadas dentro de una profusión de patrones o anécdotas) y que están plástica y semánticamente sobredeterminadas por el hecho de su coexistencia in praesentia. (2007, 18) Esta condición, reconoce Groensteen, es necesaria pero no suficiente: así como describe el engranaje fundamental para la producción de sentido en la historieta, no contextualiza la instancia de comunicación. Así, como para hacer una historieta no es suficiente alinear imágenes en una página, para identificar más adecuadamente a una en un momento dado habría que considerar otros factores igualmente debatibles como la ‘naturaleza’ de las imágenes (su sustancia, su modo de producción, sus características formales), seguido de su(s) modo(s) de articulación, y eventualmente la forma de publicación que tomen, su distribución y sus condiciones de recepción (2007, 18) Sin embargo, el pilar teórico que supone la solidaridad icónica descansa sobre un hecho comprobable al hojear cualquier revista o libro de historietas: Lo que se ofrece a la vista es siempre un espacio que ha sido dividido, compartimentado, una colección de marcos yuxtapuestos. [...] A primera vista, la página de historieta se ofrece a una visión global sintética, pero eso no puede ser satisfactorio. Demanda ser atravesada, cruzada, que se le eche un vistazo, y que se la descifre analíticamente. Esta lectura momento-a-momento no tiene menos en cuenta la totalidad del campo panóptico que constituye la página (o la doble página), ya que la visión focal nunca deja de estar enriquecida por la visión periférica. (2007, 19) La teoría que propone Groensteen intenta, entonces, hacerse cargo del hecho de que la lectura de una historieta supone una mirada que es a la vez panóptica y focalizada, que fragmenta y aglutina la composición de íconos que ocupan el espacio de la página. La 13 solidaridad icónica, en este sentido, trabaja sobre dos grandes principios rectores que funcionan articuladamente: la “espacio-topia” (spatio-topia) y la “artrología”. Una historieta, dijimos más arriba, es la ocupación de un espacio. Cualquier imagen que componga una historieta obtiene su forma y está dispuesta en un espacio bidimensional: el de la página. La espacio-topia describe la relación de reciprocidad entre la viñeta y ese espacio: “Toda viñeta, situada relacionalmente, está necesariamente dispuesta en relación con un espacio y opera en una porción de ese espacio” (21). Los dos anclajes que intenta reponer el nombre de este concepto son el de espacio (spatio) y el de lugar (topia): una geografía en la que se perciben parcelas cuya relevancia pragmática y cognitiva está en gran medida determinada por su posición. Así, por ejemplo, un grupo específico de dispositivos para ocupar y delimitar el espacio de la página, por ejemplo, son el globo de texto, la viñeta y su marco. El lugar refiere al locus de la página: al cuadrante exacto en el que una determinada unidad de sentido encarna. La espacio-topia, entonces, es la potencialidad del lenguaje historietístico de ocupar, delimitar y modular la página en tanto que plano. La importancia del espacio es tan crucial para Groensteen que, según sostiene, al revés de lo que opina el sentido común, un historietista comienza por definir el contenido de una historieta, en la negociación entre el espacio material que le fue asignado para el trabajo, y una forma mental, que él denomina aparato espacio-tópico: un complejo de unidades, funciones y parámetros que va variando con el tiempo pero que, si se los pudiera describir en su totalidad en un momento dado, darían cuenta de la historieta posible. Así también, dice Groensteen, “la espacio-topia es el punto de vista que se puede tener sobre la historieta antes de pensar en cualquier historieta particular, y a partir del cual es posible pensar en una nueva interpretación del medio” (2007, 23). El complemento y el reverso de la espacio-topia es la artrología: la operación de vinculación, de iteración, de conjunción. Groensteen explica que hay dos grados o modos 14 de artrología, la restringida y la general. Éstas de ninguna manera son sucesivas o jerárquicas sino que ocurren en simultáneo, se codeterminan: ○ La artrología restringida trabaja en las relaciones de tipo lineal y está gobernada por la operación del montaje: es la que constituye sintagmas secuenciales yuxtaponiendo viñetas y está principalmente subordinada a los fines narrativos. ○ La artrología general trabaja en las relaciones de tipo translineares y es la que produce una articulación más compleja entre la energía narrativa y el aparato espacio-tópico. Es la que vincula formas distantes en el espacio, que no depende de la yuxtaposición sino de otros factores. En Watchmen, como ya vimos en la página inicial, una de las primeras decisiones que tomaron Alan Moore y Dave Gibbons fue la de utilizar una grilla de tres por tres viñetas. Esa configuración puntual del espacio de la página implica que se decantaron por una opción posible del aparato espacio-tópico de la historieta norteamericana industrial de mediados de los ‘80s por sobre otros. Tomaron esta decisión con objetivos bien puntuales del proyecto estético y en oposición a ciertas tendencias de la industria en su época. Figura 2. Watchmen, detalle de portada y página 1. Moore, Alan y Dave Gibbons. Watchmen, DC Comics, California. 2019. La portada del #1 corresponde a la edición original en revista (septiembre de 1986). 15 Por otro lado, la decisión de que entre la portada y las primeras viñetas de cada capítulo se simule lo que en el cine se nombraría como “zoom out” (ver Figura 2) tiene que ver con una operación dentro de la artrología restringida, pero al mismo tiempo la repetición de motivos como el de la portada del capítulo #1 (una figura cruzada por una mancha) entrelaza viñetas, escenas, símbolos, en otras direcciones, de modo que aquí vemos funcionando también a la artrología general. Todo esto, es decir: las posibilidades de la página, las operaciones sobre la secuencialidad, las reminiscencias que producen unas viñetas en otras a la distancia, no ocurre de manera consecutiva o causal sino que opera en simultáneo, por sobredeterminación. 2.b) Ritmo y sustancia Según el análisis de Groensteen en su artículo “Los ritmos de las historietas” (2011: 133-157) una de las principales características de la historieta en tanto que mecanismo productor de sentido es la de “convertir el espacio en tiempo” (133). Toda operación sobre el territorio de la página implica, entonces, dos modulaciones temporales simultáneas: una sobre el tiempo de la narración y otra sobre el tiempo de la lectura. Dice Groensteen que el descubrimiento del ritmo por parte de la historieta clásica (vgr. “narrativa”) es bastante tardío en comparación con el cine, que ya en la década de 1920 estaba experimentando efectos rítmicos a partir del montaje. El ritmo en una historieta sería lo que resta cuando se hacen tender a cero la anécdota y la mímesis (2015, 134), es decir: cuando queda en primer plano el modo en que el historietista modula el aparato espacio-tópico y cómo se articulan las diferentes maneras de compartimentar el espacio material de la página. De manera que cualquier historieta que ponga hoy, siempre según Groensteen, el ritmo en primer plano (como lo hacen las historietas abstractas en las que la anécdota y la 16 mimesis suelen ser exiguas o inexistentes) da una impresión de vanguardismo anacrónico: como en una clásica experimentación vanguardista, el ritmado (parafraseando a Rubén Darío) de una historieta se consigue a partir de poner en primer plano las estrategias formales disponibles en este lenguaje para producir un mensaje con sentido. El ritmo, entonces, es un efecto de lectura que trabaja produciendo pausas, retardos, avances, en suma: un pulso vascular de la vista en su recorrido por la página mediante distintos instrumentos materiales y estrategiasplásticas y de diseño que operan sobre los modos específicos de ocupar el espacio. A la vista de esto, es imposible no vincular ritmo, tiempo y espacio para pensar qué es lo que las historietas hacen, como analizan Jan Baetens y Charlotte Pylyser en Time and comics (2016, 303). Con la finalidad de observar la especificidad de la historieta en tanto que medio, los autores destacan que la historieta desborda la clásica distinción de Lessing de "artes del tiempo" y "artes del espacio" por tres razones: ○ En primer lugar, porque las historietas son un arte secuencial que consiste en organizar múltiples viñetas de modos particulares, de manera tal que su lectura involucra una cierta cantidad de tiempo. Tal es así que aún la lectura de historietas de una sola viñeta no es instantánea: implica decodificar las capas narrativas del dibujo además de destinar un tiempo para leer los textos que acompañan. ○ En segundo lugar, porque las historietas entrelazan espacio y tiempo ya que tienen "una capacidad especial de representar el movimiento y el tiempo aún dentro de viñetas aisladas" (2020, 303). Las historietas generalmente contienen dibujos que representan acciones en el momento de su transcurso; este aspecto dinámico del dibujo implica que la imagen de una viñeta no es autosuficiente sino que, dado que la narración en la historieta es eminentemente secuencial, demanda que la siguiente viñeta sea leída. ○ En tercer lugar, porque el tiempo es sistemáticamente trasladado a formas espaciales: "la acción de un personaje o la transformación de un objeto en el tiempo está sugerida por la 17 disposición espacial de viñetas separadas pero organizadas secuencialmente" (2020, 303). Así, la conversión mutua de tiempo y espacio es una de las principales características de lo que las historietas hacen. La idea de que las historietas convierten el espacio en tiempo, entonces, puede tener distintos espesores o niveles, en otras palabras: implica que la historieta en tanto que plano establece múltiples conexiones rizomorfas con estratos temporales heterogéneos. Partiendo de la base de estos presupuestos, los autores postulan cuatro maneras en las que el tiempo y las historietas se vinculan. Por una parte, los autores distinguen en el nivel narrativo un estrato temporal y afirman que existen estrategias visuales utilizadas por los historietistas para dar la impresión de velocidad. En términos narratológicos, sólo las que atañen al punto de vista de la duración de las acciones son las que más especificidad medial tienen, a diferencia de los otros conceptos clásicos de orden y frecuencia. Esto es por lo difícil que resulta cuantificar la duración en el nivel de un discurso cuya extensión "sólo puede ser estimada objetivamente en términos de espacio, no de tiempo" (2020, 304). Los historietistas pueden alcanzar un cierto grado de manejo o modulación de la velocidad a través de técnicas visuales y otras vías específicas del medio, aunque no haya una relación directa entre el tiempo del discurso y el tiempo de la lectura o haya lectores que se resistan a la temporalidad propuesta por el historietista. Algunas de las técnicas que se utilizan para lograr esto son ensanchar horizontalmente las viñetas o saturarlas de información visual y verbal. Ambas tienen que ver con estimulaciones distintas de la mirada: la primera implica operar sobre el recorrido del ojo por la página, que va a recorrer de un margen hacía el otro en busca de información aún cuando no la haya, la segunda implica que el ojo va a detenerse más tiempo en los cuadrantes en los que haya más información. Asimismo también hay indicadores visuales de que una acción se realiza con velocidad (el desenfoque de los contornos de un cuerpo que se mueve rápido o el uso de líneas cinéticas) 18 o modalidades de narración simultánea que permiten el análisis de una acción muy rápida en distintas viñetas sucesivas. Para Baetens y Pylyser, en suma, nunca hay una sincronicidad directa entre tiempo del discurso y tiempo de la lectura, y la modulación del segundo término, cuya especificidad es de dramática importancia para la historieta, recae sobre el concepto paraguas que, retomando a Groensteen, llaman ritmo. Esta noción, entonces, "tiene más relación con la experiencia del tiempo propuesta por la organización visual de la página" (2020, 306) que con la del tiempo de la ficción. El ritmo es, entonces, una experiencia bastante subjetiva y dependiente de la lectura, de las competencias del lector en el acto de leer, de su sensibilidad y su percepción. No obstante, para los historietistas es un tema clave y se valen de estrategias múltiples para intentar modular el de cada historieta que componen (Groensteen: 2007, 133). Según Baetens y Pylyser, "el ritmo depende primero que nada de la organización de aquello que la historia utilice como unidad mínima" (2020, 306), que bien puede ser la viñeta pero también hay historietas cuya unidad mínima de lectura es la tira (es decir: el sintagma de viñetas secuenciales organizadas linealmente de un margen al otro de la página) e incluso podríamos llegar a postular que en algún punto la unidad de lectura mínima es la doble página .10 La relación entre estas unidades produce un pulso, un ritmo específico que "se hace visible una vez que el lector se percata de la repetición sistemática de cierta unidad formal, por ejemplo el tamaño de las viñetas" (2020, 306). En Watchmen, nuevamente, la altura de las viñetas es casi siempre la misma, de manera que las páginas tienen tres tiras casi sin excepción. Lo que puede llegar a variar es si al interior de cada tira hay una, dos o tres viñetas, modulación que tiene consecuencias y efectos en la experiencia del tiempo (en 10 A modo de argumento para probar esta hipótesis pueden consultarse las páginas que funcionan como corolario de cada capítulo de Bakuman (Editorial Ivrea, Buenos Aires, 06/2012-01/2018), creado por Tsugumi Ōba y Takeshi Obata, donde se aprecia cómo el guionista contempla siempre dos páginas para desarrollar la acción de alguna escena del capítulo. 19 algún caso puede obedecer a que se están narrando dos acciones que ocurren en simultáneo). Pero no solo la linealidad está involucrada en la modulación de un ritmo: también lo está la tabularidad, o, en palabras de Groensteen, tanto la artrología restringida como la general operan entrelazadas en la creación, repetición y modificación del ritmo. La mirada panóptica que domina el ámbito de la artrología general es la que permite al lector dar cuenta de la configuración de la página en tanto que superficie. En ese aspecto, y no en otro, dice Groensteen, se aprehende el ritmo, puesto que este "nunca es un asunto de intervalos de tiempo que puedan medirse, sino de intervalos de tiempo que puedan sentirse" (2015, 149), y la construcción de esa sensación se da en los gutters: la pausa que se produce en el espacio en blanco entre viñetas. Allí converge la tensión generada entre la necesidad de pasar a la viñeta siguiente y la de aprehender la mucha o poca información que se perciba en una viñeta. El teórico belga también afirma que el modo de ocupación de la superficie de la página y la densidad de información dispuesta son criterios objetivos (2015, 151) para mensurar el ritmo, teniendo en cuenta, como ya dijimos, que es un efecto de la experiencia de lectura, dominada por muchos otros aspectos mayormente subjetivos como la implicación del lector en la fábula. Retomando a Baetens y Pylyser, otro estrato temporal que consideran es el tiempo exterior: el que habitan los lectores, el que dialoga con la Historia. Es que, según afirman, no solo hay cada vez más historietas de no-ficción, sino que también el mundo representado en las historietas de alguna forma está relacionado con el mundo físico de los lectores. Algo que a veces se señala como mérito de Watchmen es que la diégesis está muy abiertamente atravesada por el contexto histórico de su publicación.Esto, si bien es cierto, no es un mérito exclusivo de nuestro objeto: basta recordar simplemente las portadas de Superman peleando contra Muhammad Ali o del Capitán América dándole un puñetazo a 20 Hitler . El tiempo histórico nunca estuvo ausente de las historietas, y mucho menos de las11 historietas de superhéroes. Sin embargo, en este último aspecto los indicios y referencias que Watchmen establece sobre entidades históricas de su contexto de producción son siempre oblicuos: están desplazados, mediados, transformados por el prisma de la ucronía. El último estrato temporal que atraviesa las historietas, según distinguen los autores, es el del tiempo de publicación. Los avatares de la imprenta, las posibilidades de producción y reproducción de la imagen, las condiciones del trabajo de historietista (que normalmente necesitan sostener simultáneamente varias publicaciones mensuales y otros trabajos en el mercado de la ilustración o el diseño para asegurar la subsistencia), las modalidades de publicación y circulación (el periódico, la revista, el libro; la venta en kioscos, librerías generales o librerías especializadas): todos estos aspectos que hacen a las condiciones materiales de producción son más o menos legibles en una historieta. En este sentido es necesario recordar al teórico argentino Oscar Masotta, pionero de los estudios modernos de historieta, quien sostenía que los signos producidos por el lenguaje de la historieta “exhiben en sí mismos la evidencia del ‘lado palpable’ que los constituye” (1969, 198). Así, esos signos ocupan un espacio en la página pero a la vez revelan información sobre el estado de la técnica y la industria que los hicieron posibles. Para Baetens y Pylyser, el advenimiento de la novela gráfica, es decir: la llegada (o más bien el regreso, como veremos más adelante) de la historieta al libro, “ha cambiado dramáticamente la percepción del formato de publicación de una historieta” (2020, 309). Una consecuencia de esto es que las historietas publicadas como seriales en revistas son percibidas como un formato de paso hasta la llegada del libro. Estos cambios materiales y otros, que anclan la historieta al análisis de la cultura, los veremos someramente a continuación. 11 Ver anexo 1. 21 3. La historieta como producto de la industria cultural Como dijimos más arriba, una historieta cualquiera exhibe en su superficie, al mismo tiempo, el modo particular de ocupar un espacio con signos visuales y verbales entrelazados y las huellas de un estado de la técnica y de la industria, es decir las condiciones materiales objetivas que hicieron posible su artesanado. En particular, Watchmen evidencia además, a lo largo de la narración, una cierta perspectiva histórica, tanto del devenir de su propio mundo intradiegético (algo que, como ya dijimos, no era extraño pero sí está articulado de una forma relativamente novedosa para las historietas de superhéroes) como del devenir de los personajes y del género. Esta mirada tiene en cuenta, entre otras cosas, que la ucronía que da consistencia a su mundo ficcional, le depara también un desarrollo a la industria de la historieta. De manera que es importante atender al devenir extradiegético (histórico, creativo, económico) de la historieta en tanto que medio para después analizar qué le ocurre dentro del mundo ficcional de Watchmen, por una parte, y, por otra, cuáles fueron las condiciones que hicieron posible la emergencia de una historieta de sus características. Este último aspecto reviste especial interés para desmarcar a nuestro análisis del manto de excepcionalidad con que invisten a Watchmen los comentarios que se vienen haciendo sobre ella desde dentro, pero también, y sobre todo, desde fuera del campo de la historieta y la prensa especializada. La excepcionalidad de Watchmen funciona, también, como otro factor de invisibilización de la historieta: si Watchmen, y sólo ella, es excepcional, es única en sus características, es “la mayor novela gráfica que fuera capaz de surgir desde dentro de la industria”, el resto de la producción es insignificante, no merece ser mencionada, no merece recibir el estatus de obra. 3.a) Apuntes para una historia cultural de la historieta (1837-1979) 22 La primera pregunta a responder para una historización la historieta como medio ya comenzamos a abordarla al principio de este trabajo. Algunos críticos, como por ejemplo los argentinos Carlos Trillo y Alberto Brócoli en su libro Las historietas (1971, 9), trazan líneas de precursión hacia las cuevas de Altamira. En otros casos, como Scott McCloud en su Understanding Comics (1994, 10-20), la serie de precursores inicia con el Ocho Venado Garra de Jaguar mexicano, los jeroglíficos egipcios, los libros ilustrados medievales, y hasta incluye una novela-collage de Max Ernst. Se vuelve necesario, por lo tanto, establecer cuándo es histórica y culturalmente pertinente hablar de historieta. El punto de agregar un anclaje histórico para circunscribir nuestro objeto con criterios más estrictos tiene por finalidad, como dice Gabillet, que la enumeración de precursores no se transforme en dos cosas: por un lado, una sucesión caótica de objetos heterogéneos creados en épocas diversas y, por otro lado, una sucesión de hitos en una aparente línea evolutiva donde la historieta se erige como su forma final y definitiva (2009, Introduction para. 7). Las tradiciones críticas norteamericana y europea de la historieta se disputaron durante la última parte del siglo XX el lugar geográfico donde situar su comienzo: como apunta Gabillet, “en los EEUU se decía que la primera historieta es el ‘Yellow Kid’ de Richard Felton Outcault de finales del siglo XIX, mientras que los europeos destacaban las narraciones ilustradas de Rodolphe Töpffer publicadas en Suiza durante la década de 1830” (2009, Introduction para. 6). Entonces, y recogiendo el consenso actual de la crítica, Gabillet resuelve situar el hito fundacional a principios del siglo XIX “por un cambio que no es estético (prácticamente todas las estrategias narrativas que hallamos en las historietas existían desde hacía tiempo) sino cultural, resultado de la innovación tecnológica de la imprenta masiva” (2009, Introduction para. 7). Entonces, y de un modo paradojal a un rasgo establecido por algunos teóricos12 12 Por ejemplo Oscar Masotta, quien, en La historieta en el mundo moderno, afirma que “la historieta es moderna. Nacida hace ya setenta años, se halla profundamente relacionada con el nacimiento y evolución de los grandes periódicos masivos [...], y en el centro mismo, tal vez, del entrecruzamiento y la influencia múltiple y recíproca de los modernos medios de comunicación” (1982, 11) 23 arrebatados por la deriva massmediática de su objeto durante el siglo XX, la historieta comienza con un libro y después llega a la prensa y las revistas: como marca Gabillet, el Histoire de M. Vieux Bois de Töpffer se publicó en Suiza en 1837 y las primeras historietas que llegaron a la prensa son de la segunda mitad del siglo XIX. El interesante trabajo que hace Gabillet consiste en consignar cómo se fue gestando en los Estados Unidos una pequeña industria de epígonos de Töpffer hacia mediados del siglo XIX (2009, Chapter 1) y cómo, luego, la efectividad y el éxito de esos libros de historieta trasplantó este lenguaje nuevo del libro a la prensa masiva. Allí floreció y se comenzaron a explorar sus capacidades expresivas a medida que la demanda de producción iba en aumento. Como consecuencia de este crecimiento y de la necesidad de fidelizar al público, los editores de los diarios comenzaron por otorgarle una página completa a las historietas, donde reunían una cierta cantidad de tiras en las que, edición tras edición, se iban desarrollando distintos tipos de aventuras. Para la década de 1930, época del nacimiento de Superman, los editores de historietas ya habían descubierto que el público tenía vínculos fuertes con sus personajesy decidieron arriesgarse a recopilar las tiras que se salían en las contratapas de los diarios en publicaciones independientes, mayormente consistentes en dos o tres pliegos unidos por grapas. El nacimiento de la revista de historieta estuvo marcado por el trasplante de material que venía desde los diarios, pero fue cuestión de tiempo que los editores se lanzaran a producir material nuevo que no hubiera pasado antes por la prensa. Durante ese período se investigaron las posibilidades que la historieta tenía de hacerse cargo de los géneros narrativos modernos, pero también de historias clásicas: se crearon las primeras historietas de ciencia ficción, policiales, fantásticas, históricas, costumbristas, westerns, de piratas, y un larguísimo etcétera. Pero también ocurrió un segundo hito que para nosotros tiene doble relevancia: la invención del único género nacido de la historieta, los superhéroes, es importante para el despegue industrial del medio al 24 mismo tiempo que tiene una gravitación obvia y fuertísima dentro del argumento de nuestro objeto de análisis, Watchmen. Dice Gabillet que Aún cuando los superhéroes fueron la innovación esencial de 1938 -aunque, de nuevo, les llevó a los editores varios meses darse cuenta- este año marcó el debut de géneros que ejemplifican cómo los comic books co-optaban contenido de los pulps . En el verano de 1938 Fiction House, la editora más grande de pulps, publicó13 Jumbo Comics #1 (septiembre 1938), un título que contenía varios géneros de sus líneas de pulp: el primer número tenía historias de aviación, guerra, piratas y ciencia ficción acompañando a “Sheena de la selva”, una versión femenina de Tarzan que se volvería muy popular, especialmente entre lectores masculinos. (2009, Chapter 2 para. 8) Todas estas transformaciones se dieron apalancadas en un cambio importante en la distribución motorizado por Harry Donerfeld (uno de los dueños de la que terminaría siendo DC Comics) que permitió que las revistas llegaran a kioscos de diarios, almacenes y farmacias alcanzando la enorme demanda que estaban recibiendo las historietas. Entonces, a principios de la década de 1930, consigna Gabillet (2009, Chapter 2 para. 10), había un solo editor de comic-books y un formato de revista de entre 50 y 70 páginas que salía diez centavos de dólar y competía directamente en el mercado de los lectores de pulps. Para finales de los 30 los editores eran dieciocho y la cantidad de títulos mensuales que se producían había crecido de 1 a 322. Editar en revistas y no en la prensa masiva afectó puntualmente la cuestión de la mano de obra, lo cual implicó una enorme ventaja económica para los editores, que evitaban tratar con los fuertes syndicates que protegían a los dibujantes de tiras diarias publicadas en la prensa. De modo que, relatado en estos términos, no sorprende tanto la anécdota de que Joe Siegel y Jerome Shuster vendieran a National Comics (el nombre anterior de DC Comics) sus primeras páginas de Superman por unos US$ 130, cediendo automáticamente todos los derechos a la editorial mediante la firma de un documento de renuncia: el crecimiento de la producción de historietas estuvo siempre íntimamente 13 Elegimos dejar la palabra pulp sin traducir porque designa un tipo de publicación identificable no solo en cuanto a sus características materiales sino también con una época y unos géneros más o menos delimitables. 25 relacionado con la precarización laboral y ese es otro aspecto que atraviesa la génesis de Watchmen en particular y el trabajo de Alan Moore en general, sobre todo durante la década de 1980, como veremos más adelante. En los siguientes treinta y cinco años, el mercado de historietas, y en particular las de superhéroes, se expandió muchísimo y se oligopolizó. Muchísimas aventuras editoriales que comenzaron a partir de la publicación de alguna serie cuyo personaje era una copia de Superman o de Batman, terminaron enjuiciadas por DC Comics, que se fue quedando con los derechos de explotación de esas creaciones. La aventura militar de EEUU durante la segunda guerra mundial significó para la historieta una ampliación sideral de las ventas: el ejército llegó a comprar millones de ejemplares mensuales a las casas editoriales para enviar a sus soldados material de entretenimiento. De manera que, además de favorecer el florecimiento de editoriales para satisfacer esa demanda, este hecho tuvo efectos temáticos en las historias publicadas: desde la aparición de personajes como el Capitán América, que directamente era un supersoldado estadounidense peleando en la guerra contra los nazis, hasta cierta exacerbación del tono nacionalista, el clima de guerra promovió una cierta radicalización patriótica en las historietas en general y la de superhéroes en particular. Terminada la Segunda Guerra, el ejército cortó las compras de revistas para entretener a los soldados. Si la industria tenía fundadas razones para temer un golpe a las ventas, lo cierto es que estas no dejaron de crecer hasta el principio de la década de 1950. Según Gabillet (2009, Chapter 4 para. 3), tres factores compensaron las ventas ante la pérdida del Ejército como cliente fijo: primero, la estabilidad del precio de tapa en 0,10 US$, algo que se consiguió a partir de una reducción paulatina de la cantidad de páginas de cada ejemplar, y en contraste con otros pulps que para este momento ya habían aumentado a 0,25 US$; segundo, el baby boom, que amplió el público base al que la historieta ya se había orientado durante la primera mitad del siglo XX; y por último, la ampliación de los 26 nichos de mercado a los que la historieta estaba dirigida, que, como estrategia editorial, llevó a las editoriales y los autores a explorar y buscar maneras de contar historias que atrajeran al público femenino y a adolescentes y adultos en general. Sin embargo, la década de 1950 marcaría el comienzo de un declive en las ventas del que la historieta no podría recuperarse nunca. La industria del entretenimiento sumaba a la TV como un actor fundamental que cambiaría para siempre la dinámica de los hogares y la gestión del ocio, y sería una competidora fuertísima en el ecosistema de medios, al mismo tiempo que también traería aparejada una retroalimentación transmedial con personajes muy importantes nacidos de la historieta. En este contexto las verdaderas perdedoras del regreso de la paz fueron las historietas de superhéroes. Gabillet consigna que “más de setecientos superhéroes fueron creados durante los años de la guerra y el éxito del género alcanzó un pico de cuarenta títulos diferentes en 1944” (2009, Chapter 4 para. 11). Sin embargo un descenso notable en las ventas redujo inexorablemente esta cantidad en los años siguientes: en 1945 ya había bajado a 33 y para 1957 solo quedaban tres. Los superhéroes estaban dejando un hueco que intentó ser llenado por historias de otros géneros: por ejemplo historietas de western, de crímenes o de terror. El umbral entre las décadas de 1940 y 1950 estuvo marcado, en la historieta norteamericana, por dos cosas: por un lado, el ascenso y caída de la editorial EC Comics, una editorial que se especializó en historieta de terror y de crímen empleando buenos dibujantes que sentaron un precedente de calidad, entre 1948 y 1952 y, por otro, una oleada de pánico moral que terminó con editores de historietas, entre ellos el de EC, interpelados en el Congreso y la conformación de un organismo de censura orquestado entre las propias editoriales del medio: la Comics Magazine Association of America. Como comenta Gabillet, La CMAA fue una asociación de comercio cuyos miembros debían acatar un código de autoregulación basado en el Código Hays de la industria cinematográfica. 27 Infinitamente más restrictivo que su modelo hollywoodense, el llamado Comics Code limpió la industria; su aplicación estricta pronto descarriló a todas las pequeñas y medianas editoriales que, como EC, esencialmente ahora publicabangéneros inaceptables. (2009, Chapter 4 para. 23) Este órgano se constituyó como una autoridad externa cuyo sello de aprobación sirvió, durante este tiempo de conservadurismo, como garantía para los compradores de que el contenido de la historieta no dañaba la moral ni las buenas costumbres de los niños. Los siguientes 25 años de la historieta de género, y en particular la de superhéroes, estuvieron dominados por la vigencia del código aplicado por la Comics Code Authority (en adelante CCA), que prohibía cosas como que triunfara el mal, que no se condenara al comunismo, que se mostrara violencia excesiva, que se utilizaran ciertas figuras monstruosas como vampiros o zombies o que apareciera cualquier forma de sexualidad o de pasión fuera de los límites del matrimonio, entre muchas otras. En esas condiciones, un dato que Gabillet señala y que posiblemente sea significativo para el desarrollo posterior de la historieta de superhéroes, pero lo es en particular para la génesis de Watchmen, como veremos más adelante, es que la ciencia ficción poseía un potencial considerable para el escapismo y hacía posible contar historias apasionantes sin violencia (como las de “Tales of the unexpected” de DC); un cambio inequívoco en estas historietas fue la ropa de los personajes femeninos mucho menos apretada que en el pasado (2009, Chapter 5 para. 27). Esta valorización de la historieta de ciencia ficción y de la ciencia ficción en la historieta probablemente haya sido una influencia fuerte en el comienzo de lo que lo que popularmente se conoce como Silver Age, que según las historias del género ocurrió con la aparición del Flash moderno en Showcase #4. No obstante, Gabillet indica que este hito es más bien simbólico, ya que el verdadero primer superhéroe moderno había sido publicado cuatro meses antes y se trató de J’Onn J’Onzz, el Detective Marciano (2009, Chapter 5 para. 29). Además, señala que Flash tampoco fue un éxito instantáneo y que Showcase era precisamente lo que su nombre proponía: una publicación vitrina que permitía a DC explorar conceptos y personajes nuevos y probarlos antes de apostar por ellos. Por entonces DC 28 realizó con varios otros superhéroes el mismo procedimiento de modernización, aparte de Flash, relanzándolos como conceptos nuevos desde cero, mientras que al mismo tiempo seguía explotando a los conceptos viejos en otras publicaciones. Esto llevó eventualmente a una especie de caos que DC reorganizaría a mediados de la década de 1980. Según Gabillet, hay tres razones para la resurrección de los superhéroes hacia finales de la década de 1950 (2009, Chapter 5 para. 32). Por un lado, el comienzo de la carrera espacial en los albores de la Guerra Fría sirvió de abono para un retorno del culto a los héroes y de la exaltación patriótica. Por otro lado, la prolongada duración del éxito de Superboy dio la pauta a los editores de DC de que debían crear personajes basados en estereotipos adolescentes como los que aparecían en las series de televisión o en Hollywood. Y por último, DC tomó la decisión de mejorar el arte interior y de portada de sus publicaciones, y también comenzó a producir un sistema de asociación entre un personaje franquicia y un dibujante importante de los que trabajaban para la editorial. Todo esto fue de especial importancia en la década siguiente, marcada por el dominio de Marvel Comics en la industria. El final de la década de 1950 encontraba a Marvel haciendo una profunda reestructuración, llegando a cancelar cincuenta y cinco títulos y cerrar la rama de distribución propia de la empresa. Por ese momento, Stan Lee, editor de Marvel desde 1945, contrató a Jack Kirby, co-creador del Capitán América unos años antes, para relanzar la línea de superhéroes que guionaría el propio Lee. El otro dibujante que trabajaría en ese relanzamiento fue Steve Ditko. Apunta Gabillet que Sacando ventaja del impulso que DC le había dado al género superheróico desde 1956, a Marvel le llevó dos años y medio, desde la aparición de Fantastic Four en el verano de 1961 hasta la de Daredevil, el superhéroe ciego, a finales de 1963, crear el núcleo protagónico del “Universo Marvel”: entre los personajes que aparecieron en la segunda mitad de la década, sólo Nick Fury, Agent of S.H.I.E.L.D., un agente secreto de alta tecnología, y el atípico Silver Surfer iban a transformarse en protagonistas principales en el largo plazo. (2009, Chapter 6 para. 5) En la década de 1960, tanto el descubrimiento que el arte Pop hizo de la llamada 29 estética de la historieta como el lanzamiento de la serie televisiva de Batman fueron14 factores que determinaron un furor por los superhéroes como nunca se había visto. Fue la época de apogeo económico de los superhéroes y redundó en que tanto DC como Marvel, editoriales dominantes del oligopolio que todavía hoy estructura a la industria norteamericana, comenzaran a ser un engranaje más de grandes conglomerados empresariales: DC pasó a formar parte del conglomerado Kinney, que a principios de la década de 1970 formaría Warner Communications, y Marvel de Perfect Film and Chemicals, un conglomerado que se estaba haciendo de empresas de medios. El crecimiento en ventas de Marvel durante esta década no se detuvo, incluso cuando, en 1967, después del final de la serie televisiva de Batman, la industria de la historieta entrara en una depresión. Fue en ese momento que Marvel sobrepasó en ventas a DC, cosa que no se revertiría hasta precisamente mediados de la década de 1980, luego de que DC desplegara distintas estrategias para recuperar la primacía en el mercado. El historiador español Gerardo Vilches explica de esta manera algunas razones del éxito de Marvel, que por otra parte son las novedades introducidas por Stan Lee y su equipo de dibujantes al género: Consiguieron mostrar a los superhéroes como seres humanos imperfectos, con dudas y problemas cotidianos: «superhéroes con superproblemas». Un superhéroe podía enfermar, tener dificultades para pagar el alquiler, y podía equivocarse y ser derrotado en ocasiones por algún enemigo. Además, en su faceta de editor, Lee introdujo otra novedad: un trato más cercano con el lector a través de secciones de correo y otros textos que aparecían en los comic-books. (2014, 102-103) Además de esta inversión en la hegemonía del gran mercado, durante la década de 1960 ocurrieron otros dos procesos solapados pero que vale la pena distinguir. 14 En La historieta en el mundo moderno (1982), un texto seminal que, entre otras cosas, puede ser leído también como un estado de situación de la historieta a finales de la década de 1960, Oscar Masotta escribió que Si el arte Pop se ha inspirado, o ha tomado como asunto a la historieta, ahora hay dibujantes que se inspiran y toman como asunto al arte Pop. Jodelle, así, se halla evidentemente inspirada en Wesselmann y en Rosenquist. El círculo de la influencia se cierra y se abre, las formas emigran y recorren todo el ciclo: se impregnan entonces de valores nuevos, de significaciones sospechosas. Por lo demás, ¿no existe hoy una cierta extensión difusa, una cierta influencia por momentos vaga, pero siempre reconocible, del grafismo propio de la historieta sobre las tapas de revistas, los posters, los afiches publicitarios? (12-13) 30 Por una parte, nacieron los primeros comic-books independientes gracias a una conjunción de variables que viabilizaron la producción historietística por fuera de la gran industria. Lógicamente, para los historietistas independientes los beneficios económicos eran menores, pero en contrapartida gozaban, por un lado, de mayores libertades artísticas y creativas, y, por otro, de la posibilidad de usufructuar los derechos plenos sobre sus obras. Hacia finales de la década de 1960, la producción independiente encontró un canal de distribución efectivo en las head shops, tiendas especializadas en la llamada contracultura. Por otra parte, se intensificó y masificó el proceso de comodificación, individualizacióne institucionalización de la figura de autor en la historieta que había comenzado en la década anterior, como dijimos más arriba. Hasta entonces, las opciones que brindaba el mercado a los lectores eran elegir historietas en función de algún género de los muchos que se practicaban o de algún personaje. Sin embargo, quizás por la aproximación al coleccionismo, quizás por la aparición del Pop, que descubría a la llamada estética de la historieta como una forma posible del arte, o tal vez por la aparición de la lógica alternativa del mercado independiente, mucho más individualizante en cuanto a su matriz de producción, en este punto del devenir de la industria las grandes empresas empezaron a listar en las portadas a los creadores de cada historieta, algo que, como destaca Gabillet, era “muy común en la publicación temprana de comic-books pero había desaparecido masivamente durante la década de 1940” (2009, Chapter 6 para. 26) generando, de este modo, que la firma de autor también sea otro comodity del que extraer beneficios. Esta década terminó con la industria exhibiendo signos de una crisis que nunca se ha resuelto del todo. Por un lado, la coexistencia de dos lógicas heterogéneas, donde el mainstream tiende hacia las reglas del mercado y el underground, a las del arte. Por otro lado, las contradicciones entre los imperativos del mercado y la innovación. Además, se percibía el desgaste de las narrativas superheróicas después de una década de esplendor. 31 Por otra parte, y dado que no se podía innovar demasiado en la faz narrativa por el corset del Comics Code, comenzó una nueva renovación visual que implicó un cambio sustantivo en el star system de dibujantes de la industria. Y, por último, se dio el ascenso de Marvel en desmedro de la pérdida del liderazgo de DC en unas ventas que, a nivel global, lenta pero sostenidamente comenzaban a caer. En este contexto por fin sucedió que, como forma de contrarrestar la caída de las ventas, el precio de tapa de las revistas comenzó a aumentar (la cantidad de páginas había caído paulatinamente de unas setenta, cuando se comenzaron a publicar los comic-books, a alrededor de treinta, consistentes en portada, contraportada, veinticuatro páginas de historietas, correo de lectores y espacios publicitarios). Así, se estabilizaron relativamente las características materiales del comic-book como formato de publicación. Durante los primeros años de la década de 1970 el mercado independiente siguió creciendo. Gabillet detalla (2009, Chapter 7 para. 25) que en 1968 había 22 publicaciones y para 1972 se contabilizaban 233. Un síntoma de este crecimiento fue la producción de la película Fritz el gato, basada en la historieta homónima de Robert Crumb, reconocidísimo autor del circuito independiente, que se negó a autorizar la transposición y a recibir las ganancias que representó el gran éxito que tuvo la película. Este episodio también es indicador de que durante esta década las historietas y sus conceptos crecieron como insumo de la industria del entretenimiento, cada vez más transmedial y más diversificada, y en el caso de las historietas de superhéroes esto sigue pasando aún en la actualidad. La caída del underground dio paso al nacimiento de una industria alternativa, donde fueron a parar muchos autores huérfanos del circuito independiente que seguían en busca de la libertad creativa y otro grado de control sobre los derechos creativos de las obras que la gran industria negaba. Si el circuito independiente de antaño estaba signado por el valor de la protesta de los movimientos utopistas de finales de la década de 1960, el circuito alternativo se iba a quedar con los valores de libertad creativa y libertad artística. 32 En el contexto de la edición alternativa, es necesario destacar el regreso de Will Eisner a la historieta. Veterano reconocido de la gran industria, Eisner había comenzado a publicar The Spirit a mediados de 1940 y la había abandonado en 1952. Según cuenta Vilches (2014, 117) su historieta fue recuperada durante los setenta y reivindicada por los autores independientes jóvenes, que ponían a Eisner como modelo, dado que había retenido los derechos sobre sus obras. Después de dedicarse él mismo a la edición de historietas educativas para adultos, regresó al circuito con la intención de publicar material adulto con aspiraciones de sofisticación. Así, según se cuenta, Eisner edita A Contract with God “con Baronet Books, una editorial literaria a la que convenció argumentando que su obra no era un tebeo infantil sino una novela gráfica, término que no era nuevo pero que Eisner devolverá a la palestra ahora” (Vilches: 2014, 117). Si bien este experimento no prosperó en lo inmediato, la búsqueda de Eisner en cuanto al formato de publicación y el canal de distribución fue seminal y repercutiría notablemente en la década posterior. En los dos grandes de la industria, la década de 1970 fue problemática. La ampliación de la relevancia que se le había comenzado a dar a los autores durante la década anterior ocasionó que, por una parte, la presencia de una firma en alguna serie particular incidiera en sus ventas, y, por otra, que estos comenzaran a pedir mejores condiciones de trabajo. Un efecto claro de este último punto fue el reconocimiento por parte de DC sobre el derecho de Jerome Siegel y Joseph Shuster a beneficiarse del gran éxito que había tenido Superman, lo cual, como destaca Gabillet, comenzó a erosionar “la lógica económica de los comic books, intacta durante el transcurso de cuarenta años, según la cuál guionistas y dibujantes eran trabajadores por encargo que no gozaban de ninguno de los derechos sobre los productos de su trabajo” (2009, Chapter 7 para. 33). En 1972, Marvel abrió una filial inglesa: Marvel UK. Como señala Jackson Ayres (2021, 18), este hecho sería “el punto de partida para el influjo de creadores británicos hacia el mercado Americano”. La filial comenzaría republicando material de la casa matriz pero 33 hacia 1976 lanzó un paquete de series originales producidas por y para ingleses. En ese contexto, Alan Moore comenzaría a trabajar en 1982 con una historieta que le daría gran reconocimiento, Captain Britain, porque, como señala Ayres, a pesar del bajísimo presupuesto la publicación era muy apreciada y respetada. Moore contribuyó con relatos en prosa, reseñas y ensayos de opinión. Tanto Gabillet como Vilches (2014, 144) coinciden en hacer notar que en esta década las historietas de superhéroes comenzaron a dejarse permear mucho más por la coyuntura, con la particularidad de que ejercieron por primera vez la crítica social y tuvieron un alineamiento de centro-izquierda. Si bien no fue una tendencia global de la industria ni duró demasiado, como remarca Gabillet, “como máximo rompieron la armadura de decoro en la que habían sido conservadores desde la década de 1950” (2009, Chapter 7 para.13). No obstante, como consecuencia de este momento en que se tensaron los límites de lo decible que imponía el Comics Code ocurrió que, por una parte, las grandes empresas comprobaron que ya no era necesario tener el sello de aprobación de la CCA para asegurar un piso de ventas, y, por otra, se produjo una revisión de la letra del código, eliminando la prohibición sobre varios aspectos, y consecuentemente comenzó un período paulatino pero sostenido de relajamiento de la vigencia y la aplicación del Código, que concluiría recién en la década de 2010. Todas estas cosas, en la larga proyección, van a incidir especialmente en la coyuntura editorial y creativa de Watchmen. Una última consecuencia del lento deshielo del Comics Code, quizás menor, pero importante para nuestro análisis, fue que su revisión volvería a admitir el uso de personajes monstruosos, y, así, regresaron a la vida las historietas de terror (entre otros géneros que también volvieron). En un contexto en el que los superhéroes dominaban todas las narrativas de la gran industria, una mezclacon el género terror originó al personaje Swamp Thing en la pluma de Len Wein y los dibujos de Bernie Wrightson. La Cosa del Pantano, como se sabe, sería un título absolutamente relevante para la industria de la historieta en la 34 década de 1980 y para la carrera de Alan Moore. La década concluyó con una profunda reorganización en ciernes: las ventas nunca dejaron de caer, los creadores siguieron tensando las relaciones laborales con las grandes empresas, los productos derivados de los superhéroes cobraron cada vez más importancia económica para las ganancias de las empresas dueñas de los personajes, que nunca pararon de crecer, y la desaparición lenta del kiosco de diarios como medio de distribución obligó a la industria a explorar otros canales de distribución y ventas. 3.b) La década de 1980 y la génesis de Watchmen El panorama de la gran historieta industrial en el inicio de la década de 1980 comienza con las dos grandes empresas buscando extraer el máximo de ganancia de los dos canales de distribución que tenían funcionando: el tradicional y ya bastante esclerosado, los kioscos de diarios, y el nuevo, las tiendas especializadas. Como explica Gabillet, el deseo de maximizar beneficios extraídos de ambas formas de distribución se expresa, por ejemplo, en “la expansión del sistema de ventas directas , en el que veían el15 futuro de la industria”. De este modo fue que ocurrió una mutación clave de la industria que explica la forma de publicación de Watchmen y de otras historietas igualmente relevantes de su época: el crecimiento de dos tipos de producto al comenzar 1982 que hasta entonces habían sido marginales: la serie limitada, que consistía en títulos publicados por un número predefinido de ejemplares para testear la viabilidad de un nuevo concepto y/o artista, y la novela gráfica, que era el término de la industria para nombrar libros que ofrecían nuevas historias al estilo de los álbumes europeos. (2009, Chapter 8 para. 5) 15 Así explica Gerardo Vilches este sistema: Para exprimir este punto de venta al máximo, las grandes distribuidoras idean el direct market, o mercado de venta directa, que consiste en ofrecer los productos con un margen de beneficios mayor a las librerías, además de otras ventajas, a cambio de eliminar la posibilidad de devolver los ejemplares invendidos. De esta manera, las editoriales aceptaban que el mercado se había reducido para siempre, pero se aseguraron unos mínimos sostenibles. De todas formas, aún era una época de bonanza, que además trajo cierta madurez al género de los superhéroes. Conscientes de que su público ya no eran chavales de diez o doce años, los creadores y editores se sintieron con más libertad para tratar determinadas temáticas y hacer evolucionar a sus personajes (2014, 176). 35 Hay, además, otros dos factores sistémicos que terminan de bosquejar las coordenadas materiales de la génesis de Watchmen y que se vinculan con la búsqueda de expandir los márgenes de ganancia para contrarrestar la caída de las ventas: por una parte, una intensificación en la estrategia de comoditización de la firma y, por otra, una rediscusión profunda respecto del vigor y la vigencia de la Comics Code Authority. Al inicio de esta década, ambas empresas detectaron que la reducción de los beneficios extraídos de la producción de historieta en parte tenía que ver con el terreno que la lectura estaba perdiendo frente al cine, la televisión y los videojuegos en el tiempo de ocio de los lectores, principalmente de los más jóvenes. Esto derivó, como indica Vilches (2014, 175), en un recálculo del público objetivo: ya no serían niños de doce años los lectores de preferencia sino adultos jóvenes, coleccionistas, fanáticos activos y compradores de varias series en simultáneo. Según señala Gabillet (2009, Chapter 8 para. 10), ambas empresas también detectaron que había vaivenes en las ventas de un título según qué equipo creativo lo estuviera desarrollando. El aprendizaje de este estudio de mercado fue que algunos títulos se sostenían más allá de los autores, por su peso específico histórico o por el cariño que les tuvieran los lectores, y otros recibían impulso directo de los autores que estuvieran a su cargo. Gabillet pone como ejemplo a los X-Men de Marvel, que fueron un título muy popular durante la década de 1970, durante la cual estuvieron a cargo de la exitosísima dupla creativa de Chris Claremont y John Byrne, y sus ventas no sufrieron una vez que estos autores dejaron de trabajar en la publicación. Por el contrario, el serial de Daredevil se resintió con una baja notable de seguidores una vez que Frank Miller la abandonó en 1982 para irse a trabajar a DC. Así, mientras que los nombres de la mayoría de los guionistas y dibujantes de historietas eran largamente desconocidos durante la década de 1950, la década de 1980 demostró que estos se habían transformado en un indicador casi certero de las chances que tenía un título de alcanzar el éxito, concluyendo el proceso que empezó 36 con la ascensión de Neal Adams a finales de la década de 1960. En la década de 1980, la industria de la historieta abrazó la lógica de la creación traccionada por “auteurs”: ciertos títulos dominaron el mercado por un período de tiempo particular porque sus auteurs, en ese preciso momento, destacaban del resto. (Gabillet: 2009, Chapter 8 para. 11) Fue a partir de la adopción de este preciso modelo que los editores Karen Berger y Len Wein contactaron a Alan Moore para ponerlo a cargo de la historieta que le vale su primer éxito como guionista en el mercado norteamericano: Históricamente, este cambio en la distribución de las narrativas gráficas, de los lugares donde tradicionalmente se vendían las revistas a tiendas especializadas, se lo suele llamar el ascenso del “mercado directo”. Como señala Joshua Lurkin, la transformación de la industria de la historieta en los tempranos ochentas hizo posible un libro como Watchmen: el ascenso de las tiendas especializadas al menos favoreció que algunos creadores de historietas publicaran de manera independiente en lugar de trabajar para DC y Marvel; en respuesta las dos grandes empresas dieron a “sus escritores y artistas una nueva libertad” y salieron a en busca de nuevos talentos, lo cual incluyó al escritor inglés Moore, a quien el editor de DC Len Wein contrató para hacerse cargo de una historieta de terror de DC que estaba en problemas: La Saga de la Cosa del Pantano. Lopes nota que esta inversión en talento no sólo habilitó a “los artistas a ver a la historieta como un medio de autoexpresión” sino que también fue redituable tanto para las dos grandes compañías como para las editoriales independientes, en tanto que proveyeron “un puente hacia el mundo exterior”. (Hoberek, 13) Como dijimos, el personaje de Swamp Thing había sido inventado en 1971 por Wein y Wrightson, discontinuado en 1976, y retomado en 1982 por Martin Pasko y Dan Mishkin como una estrategia de DC para aprovechar la tracción generada por la película homónima de Wes Craven. Hasta entonces, Alan Moore había tenido trabajos menores en algunas revistas inglesas de ciencia ficción entre fines de la década de 1970 y principios de 1980 pero para 1982 ya había pasado a guionar en la nueva revista Warrior dos historietas muy significativas para su obra en general y para la génesis de Watchmen en particular: Miracleman y V for Vendetta. La primera es un trabajo de modernización de un superhéroe inglés de los cincuentas con tono e ideas nuevos: en manos de Moore, Miracleman, una simple copia más de Superman, ya no tendría tan resuelta la cuestión de su identidad y los límites de sus poderes como antes, lo cual deriva, en la ficción, en una serie de planteos éticos y psicológicos poco transitados para la historieta de la época; la segunda proponía a 37 un héroe enmascarado, anarquista y quijotesco luchando prácticamente en soledad contra el poder en una distopía donde existe un estado totalitario gobernado por un partido
Compartir