Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Fernández Escalante, Manuel Asesoramiento pedagógico y reflexión sobre las prácticas de enseñanza y evaluación de los aprendizajes en la materia Prácticas Culturales de la UNAJ Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciado en Ciencias de la Educación Director: Longobucco, Hernán Fernández Escalante, M. (2017). Asesoramiento pedagógico y reflexión sobre las prácticas de enseñanza y evaluación de los aprendizajes en la materia Prácticas Culturales de la UNAJ. Tesis de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1814/te.1814.pdf Información adicional en www.memoria.fahce.unlp.edu.ar Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/ UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN DEPARTAMENTO DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN Carrera: Licenciatura en Ciencias de la Educación Informe de Práctica Profesional: “Asesoramiento pedagógico y reflexión sobre las prácticas de enseñanza y evaluación de los aprendizajes en la materia Prácticas Culturales de la UNAJ” Autor: Manuel Fernández Escalante Director: Mg. Hernán Longobucco Fecha: 20/12/2017 ÍNDICE INTRODUCCIÓN 3 ASPECTOS TEÓRICOS 5 El asesoramiento pedagógico en la Universidad........................................................... 5 La evaluación de los aprendizajes en la Universidad..................................................... 8 Instrumentos de evaluación...................................................................................... 12 Los criterios de evaluación........................................................................................ 15 El taller como modalidad pedagógica de reflexión y trabajo en Prácticas Culturales................ 16 LA UNAJ COMO ÁMBITO DE REALIZACIÓN DE LA PRÁCTICA PROFESIONAL 18 Encuadre y justificación de la práctica: la materia Prácticas Culturales como objeto de demanda de intervención............................................................................................................. 19 Propuesta de intervención: reflexión en torno al proceso de enseñanza y evaluación de la cátedra... 22 SISTEMATIZACIÓN DE LA PRÁCTICA 24 CONCLUSIONES 30 BIBLIOGRAFÍA 32 Anexo 34 INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 3 INTRODUCCIÓN El presente informe se propone sistematizar y analizar la experiencia de una práctica profesional, de enseñanza y evaluación de los aprendizajes, vinculada a un proceso de asesoramiento interno y reflexión, en el marco de una cátedra denominada Prácticas Culturales, perteneciente al Instituto de Estudios Iniciales de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ en adelante). Esta materia que pertenece al Ciclo Inicial de la UNAJ, junto con Matemática, Taller de Lectura y Escritura y Problemas de Historia Argentina, se dicta en el primer año de cursada obligatoria para todas las 23 carreras que se ofrecen en la Universidad1. Prácticas Culturales reconoce a la cultura como el espacio de reproducción social a través de la cristalización de determinadas prácticas, a la vez que se presenta como el lugar privilegiado para la innovación y la resistencia (Itchart y Donati, 2014). Reconocer este proceso y preguntarse acerca de él y del rol que cada uno de nosotros2 cumplimos como actores sociales, es uno de los principales contenidos que se busca enseñar. A su vez se identifican como objetivos, entre otros: promover la reflexión sobre las propias prácticas, ampliar el repertorio de prácticas culturales y conocer rutinas básicas de la actividad universitaria. Para cumplir con estos objetivos, Prácticas Culturales organiza su cursada de 4 horas semanales bajo la modalidad taller, distribuida en alrededor de 80 comisiones de lunes a sábados en las tres bandas horarias y a cargo de un equipo de 50 docentes. La formación de base de estos 50 docentes proviene de carreras tales como Comunicación Social, Comunicación Audiovisual, Ciencia Política, Filosofía, Artes Combinadas, Ciencias de la Educación, Psicología y Sociología. Esta situación produce que Prácticas Culturales refleje en su interior una gran heterogeneidad, no sólo por la cantidad de docentes, sino por la diversidad de procedencias y trayectorias de cada uno, muchos de los cuales no cuenta con una formación docente específica. El puntapié inicial para este proceso de asesoramiento, entonces, surgió cuando los coordinadores de la cátedra solicitaron a un grupo de cuatro docentes con formación en el ámbito de ciencias de la educación (entre los que me encuentro), que encararan un proceso de formación interna sobre estrategias de evaluación de los aprendizajes. Este pedido surge porque los coordinadores advirtieron que los y las estudiantes que llegan a la instancia de final, lo hacen por razones y en condiciones de desempeño muy disímiles. Es decir, detectaron la existencia de diversos criterios de aprobación y plantearon la necesidad de articular criterios comunes. Convencidos de que no se puede pensar la evaluación separada de todo el proceso de enseñanza, se realizó una propuesta de trabajo que implicó partir de la evaluación de los aprendizajes 1 La estructura y organización académica de la UNAJ serán detallados en el apartado denominado “La UNAJ como ámbito de realización de la práctica profesional. De todas maneras, se puede adelantar que las carreras más numerosas son la Lic. en Enfermería y la Lic. en Kinesiología del Instituto de Ciencias de la Salud; la Lic. en Administración y la Lic. en Trabajo Social del Instituto de Administración y Ciencias Sociales; e Ingeniería en Informática del Instituto de Ingeniería y Agronomía. 2 Para facilitar la lectura de este informe, se utiliza el género gramatical masculino de modo genérico. Sin embargo, asumiendo una postura no sexista, deberá leerse toda vez que se haga alusión a las personas involucradas los siguientes términos: la/el, los/as todos/as, ellos/ellas, profesores/as, etc. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 4 (particularmente de la instancia de final, tal como se requería), y revisar el conjunto de las prácticas de enseñanza de la materia. En este sentido, la propuesta de intervención que se diseñó fue la realización de un taller de reflexión sobre las propias prácticas de enseñanza que se despliegan en la cursada, para construir criterios de aprobación y estrategias de evaluación de los aprendizajes de los alumnos y alumnas, que sean coherentes con las propuestas de enseñanza y comunes al conjunto de la cátedra. A su vez, se presentaron diferentes opciones de estrategias de evaluación, tales como el portfolio, la autoevaluación, y el uso de rúbricas. Para narrar este proceso, el presente informe se organiza en diferentes apartados a fin de dar cuenta de su sistematización e implementación, a la vez que ordenar la lectura del mismo. En primer lugar, en el apartado Aspectos teóricos, se describen los aspectos conceptuales que orientaron la propuesta que aquí se presenta. Se indaga sobre el asesoramiento pedagógico en general y en la universidad en particular, comopráctica profesional específica del Licenciado en Ciencias de la Educación. A su vez, se analizan conceptos relativos a la evaluación de los aprendizajes, tanto en su vinculación con las propuestas de enseñanza (particularmente la idea de Taller que se promueve desde Prácticas Culturales), como en las estrategias de implementación. Así se mencionan el portfolio, las rúbricas, y la autoevaluación como instrumentos de evaluación que se trabajaron a lo largo de este proceso. En el segundo apartado, La UNAJ como ámbito de realización de la práctica profesional, se presenta una caracterización de la institución donde se desarrolló la práctica profesional, la justificación de la propuesta, así como los objetivos que se persiguieron y el planteamiento del diseño de intervención. En tercer lugar, en el apartado Sistematización de la práctica se describen las acciones implementadas, dando cuenta de su organización y análisis a la luz de los aportes teóricos y de los resultados obtenidos, así como de los reajustes necesarios, conforme se desenvolvía el proceso. Luego, en el aparto Conclusiones se expone una síntesis de lo trabajado, se detectan los logros obtenidos en función de los objetivos que se persiguieron y se señalan líneas de mejora y/o profundización, en caso de futuras intervenciones. Finalmente, se adjunta un Anexo con la planificación clase a clase que se presentó al conjunto de la materia como producto final del proceso de intervención. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 5 ASPECTOS TEÓRICOS El asesoramiento pedagógico en la Universidad El asesoramiento pedagógico surge como práctica dentro del campo profesional de las Ciencias de la Educación de nuestro país en la década del ‘80. Tradicionalmente ligados a la enseñanza en el nivel medio y superior, a la formación de docentes y a la gestión educativa como cuadros técnicos de administraciones estatales, los profesionales de ciencias de la educación asistieron a un reordenamiento del campo de inserción laboral a partir del proceso de normalización universitaria dispuesto con el retorno democrático en 1983 (Vicente, 2016). Ante las transformaciones acaecidas en las emergentes sociedades posmodernas, producto del avance en las tecnologías de la información y la comunicación, y de la redefinición de los paradigmas que orientaron la producción de conocimiento en la era moderna3, las universidades enfrentaron el desafío de convertirse en instituciones altamente complejas, diversificadas y multifuncionales, orientando la formación hacia sujetos creativos y capaces de procesar, reestructurar y recrear críticamente la información. Esta redefinición institucional, sumada a la configuración de perfiles profesionales dedicados exclusivamente a la docencia universitaria, a la investigación y la extensión o vinculación, abrieron el juego para la inserción de pedagogos en las diversas unidades académicas como profesionales “autorizados a decir, cuestionar, proponer, discurrir acerca del ideal en relación a las formas de transmisión de conocimientos, modos de evaluación, etc.” (Coria y Edelstein, 1993:6). Lucarelli (2008) también analiza la conformación del campo del asesoramiento pedagógico en la universidad y coincide en señalar las condiciones institucionales actuales, así como la configuración del perfil profesional de los docentes como condicionantes para la emergencia de este rol dentro del campo profesional. Señala a su vez, la necesidad de hacer frente al desafío de idear nuevas estrategias de enseñanza que sean capaces de sostener la calidad educativa de excelencia, en un contexto de democratización y ampliación del acceso a la universidad a nuevos sectores sociales que tradicionalmente quedaban por fuera de ella. Siguiendo estos planteos, la UNAJ puede enmarcarse en estas tres características señaladas ya que se ve atravesada por las condiciones institucionales de la complejidad epocal en que vivimos (en cuanto a la producción y transmisión del conocimiento), un gran número de profesionales se dedican exclusivamente a la docencia, a la investigación y a la extensión dentro de ésta y otras universidades, y el rasgo central del alumnado es que conforman la primera generación de estudiantes en acceder a estudios superiores dentro de sus familias (Colabella y Vargas, 2013), por lo que resulta imperioso idear nuevas formas de enseñanza que respondan a las expectativas 3 Boaventura de Sousa Santos (2000) sostiene que asistimos a un momento transicional en el mundo del conocimiento: la transición entre un paradigma de las certezas que signó a la ciencia moderna, al paradigma de las incertidumbres propio en nuestra cotidianeidad. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 6 de estos sujetos que acceden por primera vez a la universidad. De esta manera, el asesoramiento pedagógico en la Universidad se convierte en un ámbito de inserción propicio para los profesionales del campo de las ciencias de la educación. En este marco, la cátedra de Prácticas Culturales se presenta atenta a todas las reflexiones que contribuyan a mejorar los procesos de enseñanza, en pos de lograr los objetivos institucionales de inclusión social y educativa de las y los estudiantes y la conformación de un espacio de reflexión crítica y de profundización del conocimiento social y cultural. Por lo tanto, "la asesoría pedagógica universitaria se hace presente como uno de los recursos posibles a los que la institución puede acudir para emprender procesos de transformación en el campo de la enseñanza" (Lucarelli, 2008:4). Dicho esto, se entiende en este trabajo como asesoramiento pedagógico a una práctica especializada en situación (Nicastro y Andreozzi, 2003) orientada a promover renovaciones, adaptaciones, ofrecer algún tipo de ayuda, apoyo o asistencia con la finalidad de conseguir mejoras en la práctica educativa. Tales mejoras están constituidas por muchas y heterogéneas prácticas, lo que caracteriza a la tarea de asesoramiento en una “labor fronteriza y emergente de carácter diverso” tal como lo afirman Nicastro y Andreozzi (2003). De allí que no es posible asumir en esta tarea un único enfoque o metodología de acción, sino que resulta preciso investigar y adaptar los cursos de acción en función de las necesidades que se van encontrando. Es posible distinguir al asesoramiento según la naturaleza de su origen. Así por ejemplo, éste puede ser impuesto (cuando resulta establecido desde dentro de la institución por las propias autoridades); puede ser recomendado (cuando se da a partir de la percepción externa sobre necesidades institucionales); o puede ser demandado (cuando son los propios actores institucionales que lo solicitan). En nuestro caso, a raíz de la solicitud de los coordinadores de la cátedra para realizar nuestra intervención, podríamos decir que se trata de un proceso de asesoramiento demandado. En cuanto a los enfoques desde los cuales se produce el asesoramiento pedagógico a las instituciones, pueden mencionarse tres: enfoque técnico, práctico y crítico. El enfoque técnico, directivo o de intervención (Villa, S/D) tiene su raigambre en las concepciones positivistas de la ciencia. Postula la idea un conocimiento racional producido por expertos que puede ser aplicado de manera lineal para lograr los objetivos esperados, que se derivan de la propia racionalidad cientificista, lógica y normativa. En este caso, el asesor asume la responsabilidad de elaborar e indicar los caminos de acción a los sujetos asesorados, interpretar las necesidades y sugerir las soluciones. No se espera por parte de los asesorados otra actitud que la de someterse a las directivas del asesor, quedando todo el proceso de asesoramiento como una imposición del experto que llega a la institución a traer las soluciones. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 7 Podría decirse que, desde este enfoque,las personas asesoradas se constituyen en una relación de dependencia con el asesor. El enfoque práctico se presenta como lo opuesto al enfoque técnico ya que en este caso, el sujeto asesorado asume un rol protagónico del proceso de asesoramiento. Este protagonismo refiere fundamentalmente a que los sujetos implicados en el asesoramiento “toman sus propias decisiones y actúan autónomamente y se responsabilizan de la práctica” (Villa, S/D:4). En este enfoque el asesor ocupa un rol de apoyo, por eso se lo denomina también como reflexivo o de facilitación, ya que el objetivo es promover en los sujetos la autonomía necesaria para encarar los procesos de mejora para el conjunto de la institución, a partir de la reflexión sobre la propia práctica y sin que este proceso resulte de una directividad externa. Finalmente, el enfoque crítico también se opone al enfoque técnico y retoma algunos planteos del enfoque práctico referidos al interés de los sujetos y a la idea de reflexión sobre las propias prácticas. Pero lo que difiere en este enfoque es el objetivo que se persigue: en este caso, el asesoramiento se orienta a promover situaciones de igualdad entre los sujetos por encima de cualquier tipo de subordinación. El proceso de asesoramiento se origina voluntariamente en los propios sujetos y cultiva valores como la colaboración, la solidaridad, la democracia, entre otros. El enfoque crítico recupera del enfoque práctico la idea de que los sujetos alcancen altos niveles de autonomía para que puedan tomar sus propias decisiones, pero en pos de lograr mayores condiciones de igualdad en las relaciones y sus prácticas. Desde estos enfoques de asesoramiento, son fundamentalmente dos las maneras de concebir el perfil del asesor pedagógico. Por un lado, se lo puede considerar como especialista y portador de soluciones a la situación problemática que origina la demanda, lo que redunda en la constitución de un rol de corte mayormente propositivo. Por otro lado, es posible pensarlo como un analista o facilitador de procesos de análisis dentro de la institución a partir de la cual, los propios sujetos que demandan (o son objeto de) la intervención, revisan sus prácticas. Estos perfiles son complementarios, ya que uno se dedica a los procesos y el otro a los contenidos. “Asesorar implica ayudar a comprender y analizar particularidades institucionales, pero también implica proponer, compartir caminos de acción respecto de aquello sobre lo que se asesora” (Villa, S/D:7). En este sentido, el asesor pedagógico pone en juego dos tipos de saberes: los expertos sobre la educación y aquellos referidos al objeto de asesoramiento. Así, el asesoramiento pedagógico como profesión de ayuda requiere contar con un marco teórico, o conjunto de teorías factible de proporcionar orden, claridad y fundamento a las acciones (Lucarelli, 2008). De este modo, para la propuesta de trabajo que se presenta en el marco de Prácticas Culturales, será necesario abordar algunas nociones básicas de evaluación, así como de taller como estrategia metodológica para el desarrollo de las acciones. Estas referencias teóricas serán la apoyatura desde la cual presentamos una propuesta de asesoramiento basada en un enfoque crítico, que apunte a la promoción de mayores niveles de INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 8 autonomía entre los docentes de la materia a la hora de encarar sus instancias de evaluación, pero con la mirada puesta en que los instrumentos elaborados contribuyan a los objetivos de mayor igualdad que se sostienen en la UNAJ. Es decir, desde el rol de asesores asumimos un perfil de facilitadores, con la expectativa de generar instancias de reflexión sobre las propias prácticas para que las instancias de evaluación de la materia no se configuren en formas de exclusión, al presentar grandes distancias o disparidades respecto del proceso de enseñanza. La evaluación de los aprendizajes en la Universidad La evaluación es una temática que concita gran interés en el campo de la educación, por ser un elemento central en las reflexiones sobre el sentido y el impacto de las prácticas educativas intencionales y formalizadas. La evaluación educativa es, a su vez, una tarea de gran complejidad que al mismo tiempo reviste un carácter indispensable para la tarea docente. Su complejidad radica fundamentalmente en que puede evaluarse todo: los aprendizajes, la enseñanza, los planes y programas, el curriculum, las políticas, las instituciones, etc. En un fragmento del cuento Alicia en el país de las Maravillas, la niña le pregunta al Gato: “¿Me podrías indicar hacia dónde tengo que ir desde aquí?”. Y éste le responde: “Eso depende de adónde quieras llegar”. La referencia a la clásica obra de Lewis Carroll resulta de utilidad para señalar dos aspectos clave en la evaluación educativa: como Alicia preguntando al Gato, la evaluación educativa recaba información relevante sobre un estado actual de una situación, para orientar el camino hacia la consecución de determinadas metas (indica hacia dónde, desde aquí). Y tal como advierte el Gato en su respuesta, la utilización de la información no tiene un fin en sí mismo, sino que debe estar en estrecha vinculación con los propósitos de la acción educativa (depende adónde quieras llegar). Dicho esto, puede definirse, en términos generales, a la evaluación educativa como un proceso de relevamiento de información sobre una determinada realidad para, a partir de su interpretación, elaborar juicios de valor orientados a la toma de decisión con el fin de mejorar las prácticas educativas. Ahora bien, la idea de “evaluar para la toma de decisión” fue concebida desde corrientes tecnicistas, como el mecanismo para hacer las aulas, las instituciones y los sistemas educativos más eficientes, eficaces y productivos en un sentido netamente economicista y mercantil. El discurso neoliberal que impregnó desde la década del '80 estos debates, desplazó el sentido político y social de la educación, proponiendo que la eficiencia de las organizaciones era el elemento central para el “mejoramiento de la calidad educativa”. En ese marco, la calidad fue asociada casi exclusivamente a la eficiencia de la gestión de las instituciones y al rendimiento escolar de los y las estudiantes (que fue entendido de manera lineal y esquemática como el INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 9 resultado directo de la enseñanza). Así, la evaluación se convirtió en el instrumento “objetivo y neutral” de medición de la calidad, a partir del cual se derivarían las alternativas a seguir para el mejoramiento de las prácticas pedagógicas o del funcionamiento del sistema. Pero, si bien la información proveniente de una evaluación puede ofrecer opciones, orientaciones, recomendaciones, etc., la toma de decisión no se realiza desde una supuesta racionalidad técnica y neutral, sino que se apoya en consensos y/o negociaciones entre los diversos grupos de interés que participan del proceso. De esta manera, “los juicios de valor que indican calidad son construcciones colectivas en las cuales los diversos puntos de vista se ponen en juego en la reflexión conjunta, en un diálogo que conduce al aprendizaje colectivo y a la capacidad y responsabilidad de cambiar y tomar decisiones” que retroalimenten políticas educativas, prácticas pedagógicas y acciones de intervención (Sverdlick, 2012:56). En este sentido, se avanza en la consideración de la evaluación desde perspectivas críticas hacia la visión tecnicista, y recuperando, en cambio, el sentido político de la evaluación (propio de todo proceso educativo). La evaluación de los aprendizajes, como ya se mencionó anteriormente, se refiere a "recoger información útil para tomar decisiones". Pero hay que tener en cuenta que la naturaleza de la información cambia de acuerdo a quiénes son los evaluadores, quiénes los destinatariosy cuáles las finalidades del proceso de evaluación. Así, pueden distinguirse tres tipos de evaluación (Poggi, Bertoni y Teobaldo; 1996). La evaluación diagnóstica, también llamada inicial o puntual, se da al inicio de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Permite conocer cuáles son los conocimientos previos que tiene el alumnado y qué es lo que se sabe; así como identificar las dificultades que se poseen para entender algunos temas. Al docente, la evaluación diagnóstica le permite tomar las decisiones sobre las estrategias de enseñanza que puedan mejorar el proceso de aprendizaje. La evaluación formativa se realiza durante el desarrollo de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Su función es esencialmente de regulación del proceso educativo para adaptar las estrategias y actividades al aprendizaje de los estudiantes. Un docente puede obtener información que le sirva para orientar al estudiante en su desempeño futuro o para reflexionar sobre su propia práctica y conducirse a introducir cambios en su labor profesional. A su vez, la evaluación formativa puede señalar qué es importante en una materia. Los y las estudiantes prestan una atención selectiva a cómo, para qué y en qué se los evalúa, por lo que el conjunto del contexto evaluativo resulta una señal clara de qué es lo que han de aprender. La evaluación sumativa finalmente, se realiza luego de terminar un determinado proceso educativo (una unidad didáctica, un curso o un ciclo), con el objeto de verificar si los aprendizajes previamente establecidos fueron logrados de acuerdo a los criterios señalados. Las decisiones que se toman tienen que ver con las calificaciones y certificaciones. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 10 Anijovich y Cappelletti (2017) agregan a esta clásica distinción, dos modalidades más de evaluación: una evaluación de registro-verificación orientada a identificar el nivel de logro parcial de los objetivos propuestos, con el fin de avanzar en la secuencia de aprendizajes. Y una evaluación de selección-clasificación-jerarquización que se propone definir niveles de aprendizaje al interior de un grupo de estudiantes, con el fin de elaborar propuestas acordes a cada uno. Estas maneras de distinguir la evaluación están interrelacionadas, no son mutuamente excluyentes y su aplicación depende del interés que prime a la hora de implementarlas. Así, “la evaluación es una actividad que debe realizarse tomando en cuenta no sólo el aprendizaje de los alumnos, sino también las actividades de enseñanza que realiza el docente y su relación con dichos aprendizajes. En este caso, las acciones evaluativas se encaminarán a reflexionar, interpretar y mejorar dicho proceso desde adentro del mismo (evaluación para y en el proceso enseñanza- aprendizaje)” (Hernández Rojas y Díaz Barriga, 2003:354). William agrega además que el rasgo formativo de una evaluación no refiere solamente al momento en que se aplica (durante el proceso de enseñanza y aprendizaje) sino que “toda evaluación que provee evidencia que tiene el potencial de mejorar la toma de decisiones instruccionales puede ser formativa, tanto si estas decisiones son tomadas por los docentes, los pares o los aprendices por sí mismos” (2009:25). En otras palabras, una evaluación es valiosa cuando se constituye en una instancia más de enseñanza y aprendizaje. En el caso de la enseñanza cuando el docente puede hacer uso de la evidencia recogida para reconocer lo aprendido, y ofrecer nuevas oportunidades de enseñar lo que aún falta por aprender. En el caso del aprendizaje, si potencia las instancias de metacognición, haciendo consciente en el estudiante no sólo los contenidos aprendidos, sino las estrategias llevadas a cabo para lograrlo (Anijovich y Cappelletti, 2017). Estos aportes representan los fundamentos para una evaluación formativa, pensando que éste debe ser el rasgo que oriente todo proceso. Así, la práctica de asesoramiento que se presenta en este trabajo, busca afirmar estas nociones ya que si bien la demanda de intervención tiene su origen en aspectos sumativos de la evaluación (las modalidades de acreditación de la materia – examen oral final-), el interés está puesto en aprovechar de estas instancias su dimensión formativa tanto para docentes como para estudiantes, tal como se planteó anteriormente. Ahora bien, habiendo señalado estos planteos quedan por analizar los determinantes de la calidad de la evaluación. Algunos autores (Camilloni, 1998; Ravela, 2006) sostienen que son fundamentalmente tres las condiciones que debe cumplir cualquier programa o instrumento de evaluación: validez, confiabilidad y practicidad. La validez de un instrumento está dada en relación al grado en que éste evalúa lo que se supone que está evaluando. Esto es, en el caso de la evaluación de los aprendizajes, el instrumento debe poder recoger información específica al conjunto de saberes que dice que está evaluando. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 11 Como el instrumento será utilizado en un momento específico del proceso de enseñanza y de aprendizaje y con propósitos también específicos, la validez no podrá definirse de manera absoluta. Esto es así en primer lugar porque esta validez debe ser siempre referida a un criterio externo (sirve para dar cuenta de un grupo de aprendizajes pero no de otros, por ejemplo). Y, en segundo lugar, porque un instrumento sólo permite hacer inferencias y no medir de manera “completa” lo que sabe un estudiante, por lo que es dable pensar en grados de validez. Dicho esto, se pueden diferenciar diversas clases de validez (Camilloni, 1998): Validez de contenido: refiere al tipo de validez que se sustenta en el diseño curricular o propuesta pedagógica, en la medida en que el instrumento representa una muestra significativa del conjunto de contenidos presentes en dicha propuesta. Validez predictiva: este tipo de validez refiere a la capacidad de un instrumento para determinar las dificultades de un estudiante, así como su desempeño futuro en el área de aprendizajes observado. Validez de constructo: en este caso, la validez estará dada cuando el instrumento de evaluación se encuentre en consonancia con los principios pedagógicos de la propuesta de enseñanza. Esto es, ha de evaluarse de la misma forma que se ha enseñado. Este tipo de validez es la que presenta mayor dificultad en Prácticas Culturales, sobre todo en la instancia de examen final oral. Validez manifiesta: se refiere al proceso por el cual un instrumento aparece ante los sujetos evaluados como válido de ser implementado. Validez de significado: es similar al aspecto anterior. Pero tiene una vinculación con la evaluación formativa, en la medida en que el instrumento de evaluación es percibido por los estudiantes como válido para motivar una mejora del aprendizaje. Además de las cuestiones de validez mencionadas anteriormente, los instrumentos de evaluación han de ser también confiables para garantizar su calidad. La confiabilidad puede ser definida como la consistencia y precisión de los resultados de una evaluación.Se dice de una evaluación que es confiable cuando puede aislar factores de azar o transitorios (la subjetividad del evaluador, entre otros) que son irrelevantes para el proceso, de modo que los resultados obtenidos sean consistentes y precisos independientemente de esos factores. Por ejemplo, si se emplea un instrumento de evaluación y se obtienen ciertos resultados, ese instrumento será confiable si se aplica nuevamente unos días después bajo las mismas condiciones, arrojando resultados similares. Según Ravela (2006) la confiabilidad es una condición necesaria pero no suficiente para garantizar la validez de una evaluación. Así, ambos conceptos aparecen interrelacionados. De esta manera, un instrumento puede ser confiable pero no evaluar lo que se tenía previsto, por lo que carecería devalidez. A su vez, un instrumento válido en términos de su contenido y su construcción, pero que carezca de confiabilidad (si arrojara datos no precisos, ni consistentes en el tiempo sobre el desempeño de los sujetos) incide negativamente respecto de la validez de uso de esos datos. “El problema de la confiabilidad es una cuestión de grados en función de los propósitos de la evaluación. Es decir, según INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 12 cuál sea el propósito y consecuencias de una evaluación, se podrá tolerar un mayor o menor nivel de error en la precisión” (Ravela, 2006:71). Finalmente, la practicidad en la evaluación alude a las posibilidades de diseño de los instrumentos, implementación y análisis de los resultados al menor costo posible, tanto en su aspecto económico como de esfuerzo de los estudiantes y los docentes. Por último, es dable hacer mención a la utilidad de los resultados obtenidos en el proceso de evaluación. Es decir, es necesario tener presente el para qué se van a usar los datos obtenidos en el proceso de evaluación. Desde la perspectiva que se sustenta en este trabajo, si éstos no resultan útiles para la orientación de los procesos de enseñanza y aprendizaje, poca importancia reviste la confiabilidad y practicidad de los instrumentos. Instrumentos de evaluación Existen una gran variedad de instrumentos de evaluación que pueden usarse atendiendo a los propósitos que orienten el proceso de enseñanza y aprendizaje. A los fines de este trabajo, resulta conveniente destacar tres de ellos en particular: las rúbricas, el portfolio y la autoevaluación. Elegimos estos tres tipos de instrumentos por considerarlos los más adecuados para evaluar los aprendizajes en un curso cuya propuesta pedagógica de trabajo es la modalidad taller4. De este modo, se busca a su vez atender a los planteos relativos a la validez de constructo en los instrumentos de evaluación empleados en Prácticas Culturales. Las rúbricas Las rúbricas son escalas de evaluación ordinales y cualitativas en las que se establecen niveles o grados de desempeño respecto de procesos de aprendizaje o producciones que no admiten una respuesta única o que no son susceptibles de juzgar como “correctas o incorrectas”. Las rúbricas explicitan aquello que se espera los alumnos hayan aprendido (y los docentes hayan enseñado), a partir del establecimiento de criterios y de escalas que distinguen los niveles de desempeño. Uno de los aspectos de mayor importancia de este tipo de instrumentos es que otorga a los alumnos información sobre las expectativas de las y los docentes y los niveles de desempeño que pueden mostrar en el área evaluada. A la hora de estimar las posibilidades y usos que ofrecen las rúbricas es posible considerar que estas se constituyen en un buen instrumento para realizar evaluaciones formativas. En primera medida porque la interpretación de las evidencias recogidas puede ser útil para tomar decisiones acerca de futuras acciones, para mejorarlas, o para fundamentar más y mejor el curso de la acción pedagógica ya establecido. 4 Como Prácticas Culturales organiza su cursada bajo la modalidad taller, más adelante se abordarán también las características principales del “aula-taller”. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 13 De esta manera, las rúbricas (y las valoraciones que permiten construir a partir de su uso) serían “instruccionalmente tratables” (Wiliam, 2009) en el sentido de que se constituyen en una herramienta que recoge mucha información y que puede ser interpretada en términos de progresión del aprendizaje y además, mediante sus criterios, escalas y descriptores, ofrece una representación del conocimiento, habilidades, comprensiones, etc. que los estudiantes han desarrollado en el área de aprendizaje evaluada. Así, las rúbricas permitirían establecer en qué punto del proceso de aprendizaje se encuentran los alumnos, hacia dónde “están yendo” y ayudarían a establecer qué es lo que se podría hacer para que sus logros sean satisfactorios. Por otro lado y siempre que las rúbricas sean comunicadas a los sujetos evaluados, éstas son un instrumento que cumple con las estrategias claves de evaluación formativa que menciona William, ya que podrían facilitar la clarificación y comprensión de las metas del aprendizaje y los criterios de logro, aportarían al diseño de clases efectivas y tareas que permitan obtener evidencias acerca de los aprendizajes, podrían proveer información valiosa para retroalimentar los procesos que permitirían avanzar a los alumnos a estados de mayor conocimiento, y promoverían en los estudiantes una mayor autonomía y colaboración en sus propios procesos de aprendizaje. Finalmente, la utilidad de un instrumento de evaluación se relaciona con el uso que se le da a los resultados obtenidos, por lo que resulta dificultoso establecer a priori el aporte que pueden realizar las rúbricas a tal cuestión. Más allá de eso, las rúbricas por sus características, aportan información valiosa que sería de gran utilidad para orientar o reorientar a los alumnos, docentes, y los procesos de enseñanza y aprendizaje que se evalúen con ella, por lo tanto si los resultados obtenidos son utilizados en este sentido, las rúbricas incrementarían notablemente la utilidad en los procesos de evaluación. Portfolio El porfolio es una carpeta de trabajos donde se seleccionan las actividades, resúmenes, cuestionarios, etc. de los alumnos. Incluye actividades individuales, grupales y trabajos integradores. Es un instrumento de evaluación que puede ser una herramienta adecuada para visualizar el proceso total evaluativo, tanto para realizar un seguimiento del proceso de aprendizaje, evaluar contenidos y habilidades meta-cognitivas, y ponderar el logro de los objetivos propuestos. Tal como la acepción más tradicional del término (portafolio), el portfolio alude a un elemento portador de objetos personales vinculados a procesos de trabajo, seleccionados, organizados y valorados según los criterios de cada uno de los sujetos que emplean este instrumento. Su uso más difundido proviene de ámbitos como el arte, la arquitectura y la publicidad. En el campo educativo su empleo ha ido adquiriendo relevancia dado que permite mostrar un recorrido por el oficio de enseñar. Y su uso se aplica tanto a procesos de enseñanza como de evaluación. Como instrumento de evaluación, supone una participación muy activa de los alumnos durante INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 14 la construcción del portfolio. Integra una variedad de aspectos tales como conceptos, evidencias de aprendizajes, reflexiones personales sobre el proceso encarado, entre otros. El uso, finalidades y características del portfolio son muy variadas, algunos autores (Anijovich y González, 2016; Danielson y Abrutyn, 2000) coinciden en señalar tres aspectos fundamentales. En primer lugar, la idea de colección de trabajos. El portfolio supone necesariamente reunir una serie de trabajos, actividades, escritos, muestras, etc. elaboradas por los estudiantes durante su proceso formativo. En segundo lugar, esa colección no debe ser azarosa, sino que reviste un carácter intencional y organizado con un propósito determinado. Sobre este punto las cuestiones varían de acuerdo a cómo se eligen esos trabajos, ya que pueden ser seleccionados por los propios estudiantes, por el docente o en acuerdo entre ambos. Finalmente, “los portafolios incluyen la oportunidad que tienen los alumnos de comentar su trabajo o reflexionar sobre él” (Danielson y Abrutyn, 2000:11). Estas definiciones lo convierten en un instrumento muy potente para promover habilidades metacognitivas y procesos de reflexión y autocrítica, a la vez que da cuenta de información primaria sobre el progreso de los aprendizajes. Autoevaluación La autoevaluación es un proceso reflexivo en el que cada sujeto esa la vez, observador y objeto de análisis. A diferencia de otras técnicas de evaluación, la autoevaluación no es un instrumento en sí mismo, sino que se constituye en un proceso de reflexión sobre las propias prácticas pedagógicas, que se apoya en otros instrumentos para recoger información y realizar su análisis. Desde esta definición general, varios autores han aportado especificaciones sobre el proceso de autoevaluación. Así por ejemplo, para De Ketele (1984) la autoevaluación es el caso de evaluación en que el sujeto evaluador y el sujeto evaluado coinciden, se confunden. Considera que debe llevarse a cabo muy frecuentemente, ya que debe ser considerada uno de los objetivos generales de todo proceso educativo. En el mismo sentido, Santos Guerra dice que “la autoevaluación es un proceso de autocrítica que genera unos hábitos enriquecedores de reflexión sobre la propia realidad” (1988:156). Por su parte, Hernández Rojas y Díaz Barriga (2003) la definen como las situaciones o espacios propuestos para que los alumnos aprendan a evaluar el proceso y resultado de sus propios aprendizajes y la establecen como meta hacia la cual debe aspirar toda situación de enseñanza. Por otro lado, en el caso de las prácticas de enseñanza, los mismos autores consideran a la autoevaluación del profesor como una actividad necesaria que vendría a aportarle al docente mecanismos de autocontrol que le permitirían conocer y regular aquellos factores que promueven los procesos de enseñanza y los problemas que los perturban. Lo que se pone de manifiesto con los aportes de los autores anteriormente mencionados es que INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 15 la autoevaluación reviste un proceso sistemático y sujeto a determinadas pautas para su utilización. Por otro lado, se puede afirmar que todos los autores la consideran una práctica de evaluación formativa, en tanto que las evidencias obtenidas e interpretadas conducen a acciones de mejora de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. En el caso de los alumnos, la autoevaluación tiene por función primordial motivar procesos metacognitivos. Independientemente de cómo, con qué o quién haya diseñado y administrado el instrumento de evaluación, el foco está puesto en lograr que el estudiante pueda discernir por sí mismo qué sabe, cómo aprendió eso que sabe, y de qué manera puede usar esa información en otros contextos de su vida, desarrollando de esta manera su capacidad de autorregulación. En este sentido, esta práctica podría enmarcarse, siguiendo a Stobart (2010), en lo que él denomina “evaluación para el aprendizaje”, definida ésta como un elemento productivo del proceso de aprendizaje cuya tarea central es facilitar el aprendizaje directo (en tanto adquisición) y el indirecto (referido a la metacognición y la autorregulación de los estudiantes). La autoevaluación, en el caso de los profesores, es una estrategia clave que, mediante un proceso de reflexión sobre su práctica de enseñanza, les permite construir el espacio de problemas en que se ubica su quehacer docente, develar sus teorías implícitas respecto las prácticas pedagógicas y atender a los procesos de construcción de conocimiento. Siguiendo a Barros (2004), se puede afirmar que esta práctica supone una toma de conciencia sobre lo realizado que puede implicar un cambio, con el propósito de mejorar dichos procesos. Así, la autoevaluación de la enseñanza se constituye en una posibilidad genuina de revisar y mejorar las prácticas docentes, a partir de una mirada crítica de los cursos de acción. Tal como afirma Stenhouse (1991) no es la investigación sobre los docentes lo que mejora la acción educativa, sino la de ellos mismos al analizar su actividad. En los casos que mencionamos la autoevaluación cumple siempre una función pedagógica. Este concepto que plantean Hernández Rojas y Díaz Barriga (2003) remite al hecho de que el propósito de la evaluación vuelve con una mirada reflexiva hacia el propio proceso (ya sea de aprendizaje, de enseñanza o referido a las prácticas institucionales), en pos de operar una mayor comprensión, regulación y algún tipo de mejora. Los criterios de evaluación Más allá de la diversidad de instrumentos de evaluación, cuya utilidad estará ligada a los propósitos de la enseñanza, una reflexión fundamental a tener en cuenta en lo que respecta a los procesos de evaluación, refiere al establecimiento y comunicación de los criterios. En términos generales podría decirse que, como práctica habitual, los criterios de evaluación de una materia, un contenido, una producción requerida, etc. son dominio exclusivo del profesor y su comunicación se produce al momento de la corrección, cuando el alumno ya ha realizado su INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 16 trabajo. Sin embargo, este hecho puede conducir al riesgo de que los juicios de valor emanados de las evaluaciones provengan de apreciaciones personales de los docentes, obturando toda posibilidad de reflexión sobre los mismos. Ahora bien, si el propósito de una evaluación es su dimensión formativa, y se apela a lograr competencias metacognitivas entre los estudiantes, los criterios de evaluación deben ser también objeto de enseñanza, reflexión y tratamiento en la clase, porque “la evaluación es - entre otros- uno de los componentes de regulación de los procesos de aprendizaje” (Larripa, 2012:136). En este sentido, promover el retiro de los criterios de evaluación del ámbito privado del docente, para compartirlo con colegas y estudiantes, puede potenciar la enseñanza en una dimensión liberadora, al afirmar la autonomía de los sujetos no sólo en la regulación sino también en la validación de sus propios procesos de aprendizaje. Dicho esto, uno de los objetivos más importantes que tiene la propuesta de intervención profesional es avanzar en instancias de trabajo, reflexión y elaboración conjunta entre los y las docentes de la cátedra de Prácticas Culturales, donde se negocien y acuerden criterios que orienten instrumentos y acciones de evaluación (y que puedan luego ser comunicados a los y las estudiantes). El taller como modalidad pedagógica de reflexión y trabajo en Prácticas Culturales El taller como sistema de enseñanza-aprendizaje ha adquirido múltiples acepciones que no todas concuerdan entre sí. Para abordarlo desde una perspectiva pedagógica, Ander-Egg (1991) lo define como una forma de enseñar y aprender mediante la "realización de algo que se lleva a cabo conjuntamente”. De ahí que sea una modalidad pedagógica que tiene por objetivo "aprender haciendo". En este sentido, la principal tarea organizativa del taller reside en la elaboración del “proyecto de trabajo” en torno al cual los y las alumnas aprenderán haciendo. Este “aprender haciendo” tiene formas distintas a las de “dar y recibir” respuestas, y las actividades propuestas deben orientarse a la solución de problemas reales de la práctica de una disciplina, o bien vinculadas con conocimientos, habilidades o capacidades que se busca desarrollar. Así, en el taller los y las docentes y estudiantes conforman un mismo equipo de trabajo, con diferentes roles para la consecución de objetivos comunes. De esta manera, el taller cumple con tres funciones: docencia, investigación y práctica. En el caso de la primera, si bien en el taller se reemplaza la clase magistral por la realización de un trabajo en conjunto, la enseñanza de conceptos o marcos teóricos reviste un papel fundamental. “La teoría aparece como una necesidad para iluminar la práctica ligada a las INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 17 necesidades del trabajo que se realiza, ya sea para interpretar las problemáticas específicas que se enfrentan, ya sea para orientar las acciones que se llevan a cabo” (Ander-Egg. 1991:34). A su vez, la necesidad de conocimiento de la realidad concreta a la que apunta el taller, conllevaconsigo una tarea investigativa. Así como en el taller no existe la finalidad de adquisición teórica, pero se aprende teoría; tampoco existe la finalidad de adquisición de conocimientos metodológicos. Sin embargo, los y las estudiantes ponen en juego conocimientos referidos a métodos y técnicas de investigación. Finalmente, el taller constituye un modo pedagógico para adquirir destrezas y habilidades profesionales. Cumple la función de formar a los estudiantes en labores específicas de la profesión. Se propone también, que la práctica se transforme en estímulo para la reflexión teórica. Estas características son asumidas por el conjunto de Prácticas Culturales a la hora de planificar las clases y pensar las actividades que se desarrollarán con los y las estudiantes durante la cursada5. Sin embargo, la instancia de evaluación final de la materia guarda, en términos generales, poca relación con esta modalidad de enseñanza (dado que asume la tradicional forma de examen oral sobre los contenidos del programa de la materia) y por ello surge la necesidad de revisarla. Postulando la idea de una evaluación democrática como proceso colectivo de construcción y explicitación de los criterios que orientarán la toma de juicios de valor para la instancia de examen final, se propone el desarrollo de un taller de reflexión colectiva sobre esta instancia y el conjunto de las prácticas de enseñanza que se despliegan en la materia. 5 En el Anexo que forma parte de este trabajo se adjunta la planificación clase a clase de la materia, organizada según la modalidad taller que aquí se presenta. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 18 LA UNAJ COMO ÁMBITO DE REALIZACIÓN DE LA PRÁCTICA PROFESIONAL La Universidad Nacional Arturo Jauretche fue creada en el año 2009 por Ley 26.576, con asiento en la ciudad de Florencio Varela. Es la primera universidad nacional del país que asume su nombre a partir de un intelectual y no del distrito donde está emplazada. Esta ligazón a un pensador de la cultura nacional como Arturo Jauretche, inscribe a esta institución en su ideario intelectual e ideológico; a la vez que "le otorga una responsabilidad conexa, que es la de reivindicar un modo de comprender la realidad y hacerlo consistente, tanto en el plano de las definiciones de principios como en la acción concreta" (Itchart, Donati, Velasco, 2015:12). Desde este marco, los ejes que conforman los fines de la UNAJ6 son la inclusión social y educativa de los y las estudiantes, la implementación de medidas económicas competitivas que favorezcan el desarrollo local y nacional, y la conformación de un espacio de reflexión crítica y de profundización del conocimiento social y cultural, tendiente a constituirse como una institución dinamizadora de políticas públicas capaces de promover tanto el desarrollo personal de sus estudiantes como el lugar de procedencia de cada uno de ellos. La UNAJ comenzó sus actividades en el año 2011 con una matrícula superior a los 3000 alumnos, y para el ciclo lectivo 2017 cuenta con 9140 inscriptos, provenientes fundamentalmente de las localidades de Florencio Varela, Berazategui, Quilmes y Almirante Brown. En los últimos años, resulta llamativo el incremento de estudiantes provenientes de zonas más alejadas como Lomas de Zamora, Esteban Echeverría e incluso La Plata, lo que la constituye en una institución de suma importancia en la región7. La gran mayoría de sus alumnos son primera generación de estudiantes universitarios, con un promedio de edad de los ingresantes de 26 años. Este dato da cuenta del proceso de masificación y apertura al ingreso de nuevos sectores sociales (fundamentalmente sectores populares8) a las instituciones de educación superior que ha atravesado la región en general, y nuestro país en particular en los últimos años. A su vez, se observa que dada la cercanía de la institución a las zonas de residencia de la población, se produce un fenómeno de "simultaneidad intergeneracional de estudiantes de primera generación universitaria” (Colabella y Vargas, 2013). Esto es, varios miembros de una misma familia ingresan juntos por primera vez para cursar las carreras que ofrece la UNAJ. 6 Vale aclarar que, en la actualidad, la UNAJ se encuentra en proceso de revisión de su misión, fines y valores en vistas a elaborar su Plan Estratégico de cara a los próximos años. Para ello, se llevó a cabo el 27/11/2017 la I Jornada de Reflexión sobre la Misión de la UNAJ, con el objetivo de reflexionar situadamente a la universidad pública en general y a la comunidad universitaria de la UNAJ en particular, en el escenario nacional actual. 7 Para el año 2018, han formalizado su inscripción un total de 8186 personas. 8 Se entiende por sectores populares a aquellos sujetos que se encuentran en condición de subalternidad, en el polo de “inferioridad” o de desigualdad en una relación de poder hegemónica. Tomando aportes de Gramsci para definir lo popular ligado a lo subalterno, este concepto relacional es considerado como necesariamente histórico, situado, no homogéneo, plural. Y la condición de subalternidad refiere a una multiplicidad de desigualdades: clase, etnia, género, ocupación, edad, ubicación geográfica, que se articulan en una “trama de sumisiones y resistencias, de impugnaciones y complicidades” (Martín Barbero, 1987, 266. Alabarces y Añón, 2008). INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 19 La estructura de gestión de la Universidad se compone de dos centros: por un lado, el Centro de Política Educativa, encargado de coordinar las acciones que aseguren el funcionamiento académico, docente, de bienestar estudiantil y el desarrollo de la investigación. Por el otro, el Centro de Política y Territorio responsable de la vinculación de la UNAJ con las localidades de referencia en diferentes líneas estratégicas de acción. La estructura académica se organiza en torno a cuatro institutos que integran el desarrollo de las carreras y planes de estudio, la conducción de las tareas docentes y de extensión, y el impulso de la investigación y el desarrollo tecnológico vinculados a las temáticas de referencia. Estos institutos son: Estudios Iniciales, Ingeniería y Agronomía, Ciencias Sociales y Administración, y Ciencias de la Salud. En este esquema, el Instituto de Estudio Iniciales (IEI) es el encargado de coordinar algunas de las estrategias pedagógicas de la UNAJ, que tienen por objetivo mejorar la calidad de la experiencia formativa de los estudiantes que ingresan y revertir posibles situaciones de abandono temprano. Estas estrategias se enmarcan, por un lado en el Curso de Preparación Universitaria que constituye el primer acercamiento de los estudiantes a la institución en su condición de cursantes. Y por el otro, en el Ciclo Inicial que refiere a un trayecto formativo común a todas las carreras de la UNAJ, durante el primer año de cursada, compuesto por las materias de Matemática, Taller de Lectura y Escritura, Problemas de Historia Argentina y Prácticas Culturales. Es al interior de esta última materia donde se desarrolló la práctica profesional que se describe en este trabajo, referida a un proceso de asesoramiento pedagógico orientado a revisar las formas de evaluación de los aprendizajes por la que atraviesan los alumnos (fundamentalmente la instancia de examen final), pero en vinculación, a su vez, con una reflexión sobre los objetivos y las estrategias de enseñanza desplegadas por el cuerpo docente de la materia, apuntando a fomentar una modalidad de evaluación interna de la cátedra o autoevaluación. Encuadre y justificación de la práctica: la materia Prácticas Culturales como objeto de demanda de intervención Como se mencionó, Prácticas Culturales pertenece al Ciclo Inicial del Instituto de Estudios Iniciales. Esta materia reconoce a la cultura como el espacio de reproducción social a través de la cristalizaciónde determinadas prácticas, a la vez que se presenta como el lugar privilegiado para la innovación y la resistencia (Itchart, Donati, 2014). Reconocer este proceso y preguntarse acerca de él y del rol que cada uno de nosotros cumplimos como actores sociales, es uno de los principales propósitos que se busca lograr en la materia. El programa de estudios de Prácticas Culturales se estructura en cuatro unidades temáticas que abordan el análisis de la cultura y la producción de sentidos: Cultura y Prácticas Culturales; Cultura y Poder; Cultura y Arte; y Cultura e Identidad. En la unidad 1 se presenta la pregunta INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 20 por la cultura y las prácticas culturales. El sentido de esta pregunta apunta a desnaturalizar las propias prácticas para poder dar cuenta de ellas y analizarlas desde su diversidad y complejidad. En la Unidad 2 se agrega al análisis de las prácticas, la pregunta por el poder en clave gramsciana, en el convencimiento que los sentidos construidos responden a determinadas lógicas de poder que estructuran sus orientaciones hegemónicas o subalternas. En la Unidad 3, se busca que se comprenda al arte y las producciones artísticas como una dimensión constitutiva de la visión de mundo de los sujetos y los sentidos que construyen. Es precisamente esta mirada del arte lo que permite adentrarse en la dimensión simbólica que impacta en los discursos y las representaciones. Finalmente, en la Unidad 4 se espera abordar la identidad como elemento tanto de unión como de distinción y diferencia entre los sujetos y los grupos. Los objetivos de la materia son: Establecer un espacio de diálogo para conocer y relacionar diferentes prácticas culturales. Ampliar el repertorio de competencias o prácticas culturales de las y los estudiantes y reflexionar sobre las continuidades y rupturas en la tradición cultural. Promover la reflexión sobre las propias prácticas culturales, a partir del reconocimiento de las estrategias que acentúan la desigualdad y las acciones que reivindican la diferencia. Reconocer el espacio cultural propio, la cultura institucionalizada y otros espacios culturales. Analizar el lugar de las prácticas culturales de los jóvenes en la sociedad contemporánea, especialmente en el ámbito local. Reconocer la importancia de las nuevas tecnologías en la construcción de nuevas prácticas de comunicación y cultura. Conocer y trabajar las rutinas básicas de la actividad universitaria. Para alcanzar estos objetivos, la estrategia de trabajo en el aula está planteada a modo de taller, con un momento de trabajo individual o grupal y espacio para la reflexión y el debate. A su vez, se espera que los estudiantes realicen algunas “actividades extracurriculares acreditables” para compartir con el grupo. El trabajo en el aula se lleva a cabo a través de actividades. Los conceptos claves y las líneas de trabajo son planteadas a través de motivadores lúdicos o prácticos que lleven a los y las estudiantes a una mirada reflexiva. Todas las actividades tienen una puesta en común en el aula en la que los y las docentes guían la discusión para recuperar los conceptos claves de cada eje. Estas actividades son valoradas por los docentes y se realiza un seguimiento individual del proceso de cada estudiante en este recorrido didáctico. En el libro de trabajo, los y las estudiantes cuentan con una serie de lecturas ampliatorias para profundizar en algunas de las discusiones planteadas en clase. Estos materiales no son exhaustivos, sino que están pensados como una ventana más para asomarse a la relación “cultura y práctica”. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 21 Prácticas Culturales acompaña el desarrollo los contenidos propuestos por la materia, a partir de la utilización de diversos insumos gráficos, audiovisuales y digitales. El aula se constituye en sí misma en un escenario de cooperación y de intercambio de experiencias e información. Se alienta el desarrollo de prácticas expresivas y comprensivas de los estudiantes para iniciar la reflexión y la argumentación, tanto con códigos orales y escritos como en otros lenguajes. Las clases tienen eje en la experiencia de la cultura y su análisis crítico. Se facilita al grupo el acceso a determinadas producciones culturales diversas y múltiples. A su vez, se espera que los alumnos y alumnas participen muy activamente en el reconocimiento de experiencias culturales locales. Las actividades propuestas a los y las estudiantes buscan establecer una línea de continuidad con sus propias experiencias de la vida cotidiana, puestos en cuestión en el cruce con otras experiencias culturales diferentes. Se espera que, a medida que avance el recorrido, se logre una mayor complejidad en los argumentos y mayor profundidad en el análisis. Las actividades extracurriculares acreditables surgen para acompañar la importancia que tiene para la materia que los estudiantes protagonicen experiencias culturales que no podrían tener (o no les interesaría vivenciar) porque son ajenas a sus respectivas trayectorias de vida y universos culturales. Entonces, se estableció que cada estudiante deba acreditar tres actividades durante el cuatrimestre de cursada, que se desarrollan en la Universidad. “Acreditar” la participación en actividades organizadas por la universidad es, en principio, participar de tales eventos. Pero no sólo eso. Además, se les solicita que luego de asistir, escriban una reflexión que conecte los contenidos que se desarrollaron en la actividad con los temas que se están debatiendo en Prácticas Culturales hasta el momento. En este marco, “acreditar” tiene una doble finalidad: participar para adquirir la experiencia cultural, pero también para reflexionar en una instancia más de enseñanza-aprendizaje. Prácticas Culturales organiza su cursada de 4 horas semanales bajo la modalidad taller, distribuida en alrededor de 80 comisiones de lunes a sábados en las tres bandas horarias y a cargo de un equipo de 50 docentes. La formación de base de estos docentes proviene de carreras tales como Comunicación Social, Comunicación Audiovisual, Ciencia Política, Filosofía, Artes Combinadas, Ciencias de la Educación, Psicología y Sociología. Esta situación produce que Prácticas Culturales refleje en su interior una gran heterogeneidad, no sólo por la cantidad de docentes, sino por la diversidad de procedencias y trayectorias de cada uno. De esta manera, la diversidad que se presenta en la materia es a la vez una importante fortaleza (por la posibilidad de diálogo interdisciplinar) pero también una debilidad, a partir de la cual se INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 22 origina la demanda de intervención. En este sentido, los coordinadores de Prácticas Culturales9 advirtieron que los estudiantes que llegaban a la instancia de final, lo hacían por razones muy disímiles y en condiciones también muy dispares, lo que presentaba dificultades en su desempeño; y que, a su vez, algunos docentes no han realizado profesorados o trayectos formativos docentes. Con estos antecedentes, decidieron encarar un proceso de revisión de la instancia de examen final con el objetivo de llegar a acuerdos entre las y los docentes respecto de los criterios con los cuales evaluar a los y las estudiantes, y así, establecer cuándo un alumno/a: aprueba por promoción directa, debe rendir en la instancia de examen final, o directamente debe recursar la materia. En consecuencia, los coordinadores de Prácticas Culturales le solicitaron a un grupo pequeño de docentes provenientes del campo de las ciencias de la educación (entre los que me encuentro), colaborar profesionalmente en el proceso de evaluación interna. En pocas palabras, el proyecto de práctica profesional que se describe en este trabajo se encuadra en esta demanda inicial de asesoramiento pedagógico a la cátedra,sobre las instancias de evaluación ya comentadas. Propuesta de intervención: reflexión en torno al proceso de enseñanza y evaluación de la cátedra La propuesta de intervención resultó entonces en la realización un taller de reflexión sobre las propias prácticas de enseñanza y los aspectos vinculados a la evaluación de los aprendizajes de alumnos y alumnas, así como la revisión de los criterios de aprobación construidos por las y los docentes. Se indagaron, a su vez, los usos y posibilidades que brindan diversos instrumentos de evaluación (portfolio, rúbricas, autoevaluación) como estrategia para implementar de manera conjunta en toda la cátedra. Cabe aclarar que, a requerimiento de los coordinadores de la materia, se conformó un equipo de cuatro docentes (entre los que me encuentro), como responsables de diseñar e implementar esta propuesta. Objetivo General Asesorar y coordinar la implementación de una instancia de formación interna en la cátedra de Prácticas Culturales, orientada a la reflexión sobre las propias prácticas de enseñanza y de evaluación de los aprendizajes. Objetivos Específicos Desarrollar una propuesta de formación interna para la cátedra de Prácticas Culturales. Promover la reflexión sobre las propias prácticas de enseñanza y evaluación de los aprendizajes que se suceden en la materia. 9 Laura Itchart y Juan Donati, coordinadora y co-coordinador de la materia, a su vez, son los referentes institucionales del presente proyecto. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 23 Contribuir a revisar, debatir y construir colectivamente criterios de evaluación de los aprendizajes comunes para todas las comisiones de cursada de la materia. Presentar instrumentos de evaluación que respondan a las diversas prácticas de enseñanza y evaluación de los aprendizajes consensuados. Tareas a realizar y distribución horaria Se espera que las tareas a realizar sigan la siguiente distribución horaria: 1° Etapa (15 hs.): Acercamiento a la institución. Reuniones con los referentes para conocer la demanda de intervención. Elaboración de la propuesta de trabajo. Redacción del Proyecto de Práctica Profesional. 2° Etapa (70 hs.): Reuniones con los referentes para delimitar la demanda y encuadrar el proceso de intervención. Elaboración, en conjunto con los docentes responsables de este proceso, de la propuesta de taller. Revisión y selección de bibliografía. Planificación de cada encuentro del taller. Elaboración de materiales de trabajo. Coordinación de los talleres planificados. Registro y sistematización de las reflexiones producidas en cada encuentro del taller. Evaluación del proceso y producción de informe de resultados. 3° Etapa (15 hs.): Comunicación de los resultados al conjunto de la cátedra. Elaboración del informe final de la Práctica Profesional. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 24 SISTEMATIZACIÓN DE LA PRÁCTICA El comienzo de la práctica profesional, como ya ha sido mencionado, tuvo su origen a partir del pedido que los coordinadores de la materia hicieron, de iniciar un proceso de asesoramiento al conjunto de la cátedra en aspectos vinculados a la evaluación. Para ello, los cuatro docentes que conformamos el equipo de trabajo mantuvimos en primer término, reuniones con los coordinadores para definir inquietudes, identificar el pedido que se realizaba y acordar modalidades de intervención. En segundo lugar, avanzamos en reuniones entre los cuatro docentes (que asumimos ahora el rol de asesores) para encuadrar la demanda10 y elaborar la propuesta de intervención. En un primer momento, el pedido explícito tenía que ver con que podamos intervenir sobre las instancias de evaluación. Pero como equipo, y junto a los coordinadores de la materia, decidimos transformar el pedido de intervención directa, en un taller de reflexión sobre las propias prácticas, entendiendo que de este modo las transformaciones podrían resultar más efectivas, duraderas y podrían encarnarse como acuerdos colectivos. A su vez, todos nosotros compartimos los objetivos institucionales de lograr mayor igualdad, por lo que la asunción de un enfoque práctico/crítico de asesoramiento era lo que resultaba más coherente para este proceso. Finalmente, nos volvimos a reunir con los coordinadores para presentarles la propuesta de trabajo y realizar los últimos ajustes antes de iniciar las acciones. Durante la puesta en marcha de los talleres se realizaron dos reuniones más con los coordinadores para evaluar cómo se iba produciendo el desarrollo de la propuesta. Los talleres que se planificaron se implementaron en un espacio específicamente otorgado a este respecto durante las reuniones de cátedra que se realizan una vez por mes. Como criterio general para todos los encuentros, propusimos trabajar bajo la modalidad de formato taller y realizar actividades grupales, en sintonía con la propuesta de trabajo que realizamos con los y las estudiantes. El primer encuentro tuvo como objetivo generar un diagnóstico de la situación respecto a las prácticas de evaluación al interior de la materia y presentar a los colegas la propuesta de trabajo que desarrollaríamos. La actividad que se solicitó fue que los y las docentes de Prácticas Culturales, en grupos, respondieran a las siguientes preguntas: a) Enumerar aquellos elementos que considera que siempre deben ser tenidos en cuenta a la hora de evaluar las prácticas de enseñanza y de aprendizaje. b) Realizar una lista de fortalezas y debilidades que suele observar en los estudiantes. c) Realizar una lista de fortalezas y debilidades de sus propias prácticas como docente. 10 Villa (S/D) sostiene que una dificultad del asesoramiento pedagógico es reconocer la especificidad de “lo pedagógico”, convirtiendo al asesor en un especialista de lo universal que fracasa justamente en la definición de lo que se le demanda. Por ello, es fundamental la noción de encuadre, que refiere al establecimiento de tareas y responsabilidades claras frente al objeto de asesoramiento. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 25 d) Enumere las principales características que considera fundamental que se hagan presentes a la hora de enseñar bajo la modalidad de “aula-taller”. e) ¿Cuáles considera que deben ser los criterios de aprobación que un estudiante debe cumplir para alcanzar la instancia de final? f) ¿Cuáles considera que deben ser los criterios de aprobación que un estudiante debe cumplir para Promocionar? g) A partir de las experiencias que los integrantes del grupo han tenido a la hora de evaluar estudiantes que hayan regularizado sus cursadas con otros profesores en instancias de final, realizar un listado de la información que con la que les hubiese servido contar en dicha instancia. Con estas preguntas, lo que se buscó fue recuperar las nociones sobre la evaluación que tienen los y las docentes de Prácticas Culturales, tratando de advertir si se estaban poniendo en juego modalidades concernientes a evaluaciones formativas, o simplemente el interés radicaba en su función sumativa. A su vez, independientemente de cuál característica es la que prima, buscamos identificar las prácticas ya existentes que podrían ser de utilidad para introducir la reflexión sobre los rasgos formativos de la evaluación. En particular, apuntaban a este aspecto las preguntas sobre las fortalezas y debilidades y la referida a la información necesaria para tomar examen final. También se intentó conocer la percepción respecto a la relación entre las prácticas de enseñanza, de aprendizaje y los modos de evaluación. Como se indicó anteriormente, uno de los diagnósticos con los que comenzamos la intervención, tenía que ver con las dificultades en la validez (sobre todo de constructo) de las instancias e instrumentos de evaluación. Por ello quisimos reconocer elnivel de percepción sobre esta dificultad que existía entre los y las colegas de la cátedra. A su vez, quisimos abordar los criterios de aprobación que se ponen en juego en cada una de las comisiones. Se compartía la inquietud de que, ante la diversidad de procedencias en cuanto a la formación y recorrido académico, sumado a la cantidad de docentes que conformamos la cátedra, existía una disparidad de criterios de aprobación e instrumentos de evaluación de la materia que operaban como causas fundamentales de los bajos desempeños que presentaban los y las estudiantes en la instancia de examen final. Es por ello que, con esta actividad se esperaba hacer explícitas esas diversidades para empezar a trabajar desde allí, en torno a la reflexión sobre las propias prácticas en pos de construir criterios comunes. El desarrollo del encuentro se produjo, en términos generales, tal como había sido previsto. Durante los primeros minutos se evidenciaron ciertas incomodidades originadas en el rol que asumimos como asesores pares y a la novedad de la propuesta. Sin embargo, una vez iniciada la actividad, los y las colegas se plegaron y participaron activamente. El mayor inconveniente de este encuentro se suscitó por falta de tiempo para abordar de manera completa la actividad propuesta. Dado que la reunión de cátedra se extendió más de lo previsto ese día, para el taller de formación contamos con menos tiempo. Debido a esto, no se realizó la puesta en común de la reflexión sobre las preguntas orientadoras, quedando éstas pendientes para ser abordadas en la próxima oportunidad. INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 26 El segundo encuentro consistió de dos instancias. En la primera, se puso en común con el conjunto de los y las colegas los resultados de las respuestas obtenidas en el primer encuentro. Durante este momento, pudimos hacer explícitas las nociones y los criterios de evaluación que estaban circulando en la cátedra. Así, frente a la pregunta sobre “¿Qué evaluamos?”, pudimos encontrar una gran variedad de respuestas que clasificamos en tres grupos: 1. Contenidos/Saberes/Habilidades: referían al logro por parte de los estudiantes, de los contenidos, saberes y habilidades establecidos en el programa de la materia. El grupo de docentes que señaló estas cuestiones como prioritarias en la evaluación, consideraba que su presencia (o ausencia) era la que determinaba los aspectos a evaluar en la materia. 2. Esfuerzo, participación y asistencia a clase: esta clasificación daba cuenta del énfasis que algunos docentes pusieron en considerar la continua asistencia y participación en clase como condicionante de la evaluación. Asimismo, el esfuerzo por superarse que se pudiera evidenciar en los estudiantes era otro elemento dentro de esta categoría. En este caso, la ponderación del esfuerzo, la participación y la asistencia prima frente a la corrección conceptual. 3. Construcción del oficio de estudiante: en este caso, se consideraba indispensable que el estudiante diera cuenta de la construcción del oficio de estudiante a la hora de ser evaluado. Entre las evidencias referidas a esta cuestión se mencionaban la comprensión y producción de textos acorde al nivel académico de la universidad, la profundización en la argumentación, la socialización y afiliación institucional, entre otros. Con respecto a la pregunta sobre los criterios de aprobación para regularizar y enviar a final a los estudiantes, se mencionaron a los estudiantes que: no manejan los contenidos mínimos de la materia no entregan todos los trabajos no cumplen con el régimen de regularidad y asistencia no participan en los debates en clase Al momento de considerar los criterios para promocionar la materia sin examen final, se mencionaron a los estudiantes que: Manejan los contenidos mínimos de la materia Entregan todos los trabajos (en tiempo y forma) Cumplen con el régimen de regularidad y asistencia Participan en los debates en clase Articulan saberes previos con los contenidos de la materia Se apropian de conceptos teóricos y pueden aplicarlos a la vida cotidiana Producen y comparan textos escritos INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 27 Al presentar estas respuestas, se suscitó entre los colegas un gran debate, porque no todos estaban de acuerdo con estas aseveraciones, dado que algunos de los criterios mencionados para regularizar la materia eran señalados como causantes de desaprobación (no manejar los contenidos mínimos o no cumplir con el régimen de regularidad y asistencia).En el mismo sentido, varios de los criterios que se mencionaron para la promoción sin examen final, despertaron inquietudes en cuanto a que podrían referirse más bien a la regularización que a la promoción (manejar los contenidos mínimos, entregar todos los trabajos en tiempo y forma). Con el equipo encargado de llevar adelante los talleres, planificamos esta presentación adrede esperando que se sucedieran estos debates, para conducir al grupo a la explicitación de las disparidades y a la necesidad de aunar criterios comunes. Esto nos condujo a la segunda instancia de trabajo propuesta para este segundo encuentro. La misma consistió en repensar entre todos nuevamente los criterios, para acordar algunos de manera colectiva y reducir las divergencias. La dinámica resultó en proponer una simulación de entrega de notas a estudiantes, e indicar los motivos por los cuales se habría desaprobado la materia. Si bien otra vez fue dificultoso arribar a un acuerdo durante este encuentro, lo rescatable fue que se produjeron avances importantes. Una primera cuestión a señalar es haber logrado explicitar las disparidades y hacer visible también la necesidad de acuerdos comunes. Una segunda cuestión que se puso de manifiesto fue que cada docente pueda elaborar un breve informe sobre los estudiantes que llegan a la instancia de final, de modo de poder contar con un panorama sobre la trayectoria del mismo al momento de ser evaluado. A su vez, se manifestó la necesidad de contar con un registro de los estudiantes que deben dar el examen final, para poder realizar el seguimiento de los mismos, aportando tutorías, clases de apoyo e, incluso, planificar que al momento de rendir pueda estar presente en la mesa de examen su docente. El punto de partida del tercer encuentro supuso reconocer la existencia de diferentes concepciones y prácticas de la evaluación al interior de la materia Prácticas Culturales de la UNAJ. A partir de este reconocimiento, el objetivo principal de la propuesta fue construir colectivamente dispositivos que contribuyan a la realización de prácticas docentes consensuadas, sin que ello implique una pérdida de autonomía. Pensamos en momentos en los cuales podamos compartir y analizar propuestas a partir de: las particularidades y estrategias que debe tener un aula-taller, un marco conceptual común sobre evaluación, las características que deben tener los instrumentos de evaluación en nuestra materia, y la concreción de propuestas de actividades de evaluación para Prácticas Culturales. Para ello, habíamos compartido con los colegas una serie de materiales de lectura que nos facilitaran socializar algunos marcos comunes de discusión. En este sentido, el marco conceptual apuntaba a: Reconocer factores que constituyen y confluyen en la evaluación (Steiman, 2008). INFORME DE PRÁCTICA PROFESIONAL I MFE I 28 Explicitar la brecha entre las expectativas nuestras y los resultados de los aprendizajes de los estudiantes (Carlino, 2005). Analizar la importancia que tiene el reconocimiento del universo vocabular y el universo temático de los estudiantes (Huergo, 2006). Las especificidades del aula-taller como modalidad de intervención pedagógica (Ander- Egg, 1991). Reconocer aportes de la pedagogía crítica para pensar el aula taller en la materia11.
Compartir