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Universidad Nacional de Córdoba 
Facultad de Filosofía y Humanidades 
Secretaría de Posgrado 
 
 
(Re)territorialidades Comunitarias. 
Otra lectura sociodiscursiva de posible articulación entre procesos territoriales y 
comunitarios en la implementación de la megaminería en Chubut, Argentina 
Tesis para obtener el grado de Doctora 
 
Presentada por 
Lic. Marín, Marcela Cecilia 
 
Directora: Dra. Mirta Alejandra Antonelli 
Co Director: Dr. Bernardo Mançano Fernandes 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
(Re)territorialidades Comunitarias 
 
Otra lectura sociodiscursiva de posible articulación entre procesos 
territoriales y comunitarios en la implementación de la megaminería en 
Chubut, Argentina 
 
 
 
 
 
 
A Muriel y Milo 
5 
 
 
 
(Re)territorialidades Comunitarias 
 
Otra lectura sociodiscursiva de posible articulación entre procesos 
territoriales y comunitarios en la implementación de la megaminería en 
Chubut, Argentina 
 
Introducción: Habitar entre…………………………………………………............... 8 
 
Primera parte: La especulación comunitaria y territorial 
 
Capítulo 1. La singularidad de lo comunitario en el modelo extractivo 
megaminero 
1.1 A modo de apertura…………………………………………………………..43 
1.2. Entre Navidad y Esquel………………………………………………….….44 
1.3 Lo comunitario en la Responsabilidad Social Empresaria……………….….47 
1.4 Entre los mecanismos disciplinarios y los dispositivos de seguridad, 
Dispositivo especular……………………………………………………………57 
1.5 Lo comunitario, otra especulación…………………………………………..67 
1.6 La proliferación de lo comunitario en thinks tanks de alcance tendencialmente 
global…………………………………………………………………………….69 
1.7 Relaciones Comunitarias en las empresas “propietarias” del 
Proyecto Navidad………………………………………………………………..81 
1.8 Relaciones Comunitarias en los Reportes de Sostenibilidad de 
PAS……………………………………………………………………………..119 
1.9 De las comunidades impactadas a las comunidades figurantes…………….136 
Capitulo 2: Un (Des)montaje posible del extractivismo megaminero en Chubut 
2.1 A modo de apertura. Una cuestión de Estado; el Estado en cuestión……...150 
2.2 Normación, normalización y especulación en y del territorio en el paradigma 
extractivo………………………………………………………………………..155 
2.2.1 Megaminería e IIRSA: (Des)montar algunas de sus interconexiones……155 
2.2.2 Zonificación: el reparto sacrificial………………………………………..172 
6 
 
2.2.3 Desmontar y remontar el chenque………………………………………..175 
2.2.4. Proyecto de Zonificación Provincial……………………………............188 
 
Segunda parte: Umbral, interludio, espaciamiento 
Hacer entre ver y leer 
 
Capítulo 3. Comunidad, comunitario, lo común: Una cartografía posible 
3.1 A modo de apertura…………………………………………………………199 
3.2 En torno a lo comunitario…………………………………………..………199 
3.3 En torno a la comunidad……………………………………………………215 
3.3.1 Comunidad, una apertura………………………………………………....217 
3.3.2 Entre comunidad e inmunidad……………………………………..….….225 
3.3.3 La comunidad que viene……………………………………………….…230 
3.3.4 Deseo de vida en común……………………………………………….…236 
3.4 En torno a lo común, los comunes y los bienes comunes……………….…241 
Capítulo 4: Partir (d)el territorio 
4.1 A modo de apertura………………………………………………………...252 
4.2 La naturaleza y sus repartos………………………………………………..252 
4.3 El territorio y sus repartos………………………………………………….267 
Tercera parte 
La excedencia que parte el espejo: Territorialidades Comunitarias 
 
Capítulo 5. De las comunidades figurantes policiales a las comunidades 
figurantes políticas 
5.1 A modo de apertura: Resistir y cobrar figura………………………………280 
5.2 De montajes y ritmos……………………………………………………... 295 
5.2.1 De montajes y ritmos: “Poiesis del mundo que se realiza 
 en la caminata”………………………………………………………………...296 
 a. 4 y 23…………………………………………………………………..297 
 b. “La meseta se puso de pie”…………………………………………….309 
 c. “Su palabra tomo la forma de cabalgata”……………………………....324 
7 
 
 d. “Unir Trelew y Esquel a pie”…………………………………………..330 
 e. “En la 40, les cantamos las 40”…………………………………………352 
5.2.2 De montajes y ritmos: producción y circulación de información y 
conocimiento de manera colaborativa e intercultural…………………………355 
5.2.3 De montajes y ritmos: hacer aparecer pueblos de pueblos……………...362 
a. Todos dijimos NO……………………………………………………..362 
b. La Iniciativa Popular: “la imagen de esa certeza”…………………….377 
5.3 Reconfiguraciones/repartos de un mundo común…………………………379 
6. Por otro alumbramiento……………………………………………………..383 
7. Bibliografía………………………………………………………………….394 
8. Anexos 
8 
 
Introducción: Habitar entre 
Escribir es luchar, es resistir; escribir es devenir; escribir es cartografiar 
(Delueze, 2015, 71) 
Nuestra investigación parte y forma parte de los espacios en los cuales 
hemos podido pe(n)sar y caminar (pasar y hacer pasaje) estos conceptos aquí 
trabajados. Desde 2007 y hasta 2016 hemos integrado el equipo de investigación 
dirigido por la Dra. Mirta A. Antonelli “Dispositivos hegemónicos y construcción 
de neomapas en la Argentina actual” proyecto que en sus cuatros etapas
1
 albergó 
distintas inflexiones respecto del avance extractivo megaminero, en nuestro país. 
A su vez, este proyecto ha integrado, en red nacional, otros dos proyectos 
dirigidos por la Dra. Maristella Svampa, a saber: “Modelos de desarrollo: 
escenarios, actores y disputas en la Argentina contemporánea” (PICT- Foncyt) y 
“Actores, disputas y modelos de desarrollo en la Argentina contemporánea” (PIP-
CONICET). 
Por otra parte, esta investigación tiene como antecedente inmediato y 
específico nuestro Trabajo Final de Licenciatura El acontecimiento ‘No a la mina’ 
de Esquel: Resistencia, creación y control de otro(s) mundo(s) posible(s), dirigido 
por la Dra. Antonelli (2010). Allí planteamos que la productividad del 
acontecimiento del “No a la Mina” en Esquel en las voces hegemónicas y en las 
voces del disenso vuelve posible y habilita otras prácticas comunitarias en 
territorio que disputan, en y para su misma efectuación, los sentidos atribuidos a 
estos conceptos (Véase Weinstock 2005; Claps, Colao, 2008; Renauld) 
Analizamos la emergencia y construcción de modalidad colectiva de enunciación 
y el enunciado colectivo “No a la Mina”-consigna de lucha colectiva que irrumpe 
con la consulta popular efectuada en Esquel el 23 de marzo de 2003 en el que 
entre el 81% y 82 % de la población votó “No a la Mina”- “emergencia de una 
discontinuidad” (Lazzarato, 2006), “suplemento incalculable de la situación” 
 
1
 Primera etapa: “Conflicto, territorio, verdad y formas jurídicas en la explotación minera aurífera” 
(2007-2009) Segunda etapa: Modelo minero y proyectos de sociedad: Actores, disputas y 
escenarios. (2009-2011) Tercera etapa: Modelo minero y proyectos de sociedad: Estrategias 
corporativas y (des)inscripciones de lo justo (2011-2013). Cuarta etapa: “El discurso de la 
megaminería: Constelando violencias estratégicas para un modelo de ocupación territorial” (2013-
2015). 
9 
 
(Badiou, 1998, 5), “inasimilable exceso cualitativo” (Lewcowicz, 2004, 153), 
acontecimiento que, en el acto colectivo de enunciación, resulta intervenido, 
funda y establece, recíprocamente, al sujeto colectivo de la enunciación, 
Asamblea de Vecinos autoconvocados de Esquel, y al enunciado, pacto, al que 
suscribe. (Naishat en De Ípola, 2001) 
En este marco, el acontecimiento del NO de Esquel abre una grieta, una 
rarefacción dentro de los “neomapas de la Argentina haciéndose minera” 
(Antonelli, 2009) (Foucault, 2007) e inaugura la posibilidad de pensar y crear 
otro(s) mundo(s) posible(s), otras modalidades, posibles o virtuales, de pensar, 
decir y habitar en él: “muestra lo que una época tiene de intolerable, pero también 
“hace emerger nuevas posibilidades de vida” (Lazzarato, 2006). El enunciado 
“otro mundo es posible” es un síntoma de esta metamorfosis.El acontecimiento 
expresa nuevas posibilidades de vida, de pensar en otro mundo, pero esta 
posibilidad es sólo pensamiento: resta cumplirlo, objetivarlo, efectivizarlo. 
(Lazzarato; 2006, 43-44). Este mundo posible expresado en el lenguaje modifica 
las modalidades de sentir, de afectar y de ser afectado. El acontecimiento se 
entiende bajo la modalidad de la problemática, la interrogación que no lleva en sí 
implícitas sus soluciones sino que éstas deben ser creadas. Abre, emerge, irrumpe 
un nuevo campo de posibles. Parafraseando a Lazzarato, actualizar y consumar 
los posibles que un acontecimiento ha creado son efectuaciones (invenciones) de 
mundos. 
La Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Esquel ha sido, a nivel 
nacional, el primer colectivo de resistencia autoorganizado que convocó un 
plebiscito y logró frenar un proyecto minero, a pesar de la explotación que ya se 
había iniciado en otras zonas cordilleranas tales como Minera La Alumbrera en 
Catamarca, desde 1997 (Véase Machado Aráoz, 2009; Marín, Orellana, 2014), y 
Cerro Vanguardia, en Santa Cruz, en 1998. En efecto, a nivel municipal se 
sancionó la ordenanza 33/03 que declara a Esquel “Municipio no tóxico y 
ambientalmente sustentable”. A nivel provincial, se sanciona la ley 5001 que 
prohíbe la actividad minera metalífera en la provincia de Chubut 
10 
 
Esta lucha y resistencia local migró, despertó y contagió a otros 
“territorios en resistencia
2
” (Zibechi; 2008), multiplicando y (re)territorializando 
la lucha -y sus modos- contra el saqueo y la contaminación de los bienes 
comunes
3
 (Wagner, 2008). En efecto, la articulación en red entre diversas 
asambleas y colectivos de resistencia creó, en 2006, un metacolectivo 
asambleario, la Unión de Asambleas Ciudadanas
4
 (UAC), que articula las 
resistencias a nivel nacional, así como asambleas regionales y provinciales. Así 
como la sociología nos permite hablar de “movimientos socioambientales
5
”; la 
geografía nos permite hablar de “movimientos socioterritoriales territorializados
6
” 
(Mançano Fernandes, 2005 y 2010) 
 
2
 Después de Esquel, siete provincias dictaron leyes que prohibieron o restringieron la explotación 
minera: Río Negro en 2005 (Ley 3.981), La Rioja en 2007 y anulada en 2008 (Ley 8.137), 
Tucumán en 2007 (Ley 7.879), Mendoza en 2007 (Ley 7.722), La Pampa en 2007 (Ley 2.349), 
Córdoba en 2008 (Ley 9.526) y San Luis en 2008 (s/d) (Fuente: Svampa, Bottaró, Solá Álvarez; 
2009, 137). 
3
 Estos movimientos socioambientales y socioterritoriales resisten el avance de las fronteras 
megamineras aurífera y uraníferas Sin embargo, es importante subrayar que si bien Argentina no 
tiene una historia económica vinculada a la minería aurífera, como otros Estados latinoamericanos, 
han existido explotaciones uraníferas a cielo abierto, con efectos sanitarios y ambientales 
negativos que se extienden hasta nuestros días, de difícil y costosa remediación: Malargüe 
(Mendoza), Córdoba, Los Gigantes (Córdoba), Tonco, Huemul, Pichichán (Chubut) y Los 
Colorados (véase Informe PRAMU- BM; 2005). En el caso de Chubut, el área de remediación es 
Pichichán, planta de procesamiento de uranio que abastecía a la mina Los Adobes (1976-1980). 
Sin embargo, más allá de esta experiencia de daño compartida con otras provincias, Chubut 
condensa una memoria colectiva asociada a la defensa socio-ambiental articulada y autogestionada 
ya que, como se viene sosteniendo (véase Javier Rodriguez Pardo 2006 y 2009) ha logrado frenar 
la instalación de un repositorio nuclear en Gastre (Marín; 2010 y 2011) (Svampa, Bottaró, Solá 
Álvarez; 2009). 
4
 “Los inicios de la articulacion entre los colectivos que, provenientes desde diversos puntos del 
país, se pronuncian contra la minería a cielo abierto se remontan a 2003, cuando se conformó la 
Red de Comunidades Afectadas por la Minería -Red CAMA-, la cual, además de contar con 
miembros de Catamarca, Chubut y Río Negro, estaba integrada por san Juan y Tucumán. La red 
organizó un encuentro por año (Ciudad de Buenos Aires, Tafí del Valle -Tucumán- y Andalgalá -
Catamarca-. 
Hacia 2006, la temática ambiental asumiría una mayor visibilidad a partir del conflicto por la 
localización de las pasteras sobre el río Uruguay y el surgimiento de la Asamblea Ambientalista de 
Gualeguaychú. Con motivo de la Cumbre de Presidentes del Mercosur realizada en Córdoba en 
agosto de ese mismo año se conformaría la UAC, cuyo primer encuentro se llevó a cabo en 
Colonia Caroya, provincia de Córdoba, a modo de “contracumbre”” (Svampa, Bottaró, Solá 
Álvarez; 2009, 129) (Antonelli, 2007) 
5
 Maristella Svampa nombra cuatro dimensiones características de los movimientos sociales 
contemporáneos: 1.”territorialidad”; 2. “Acción directa no convencional y disruptiva como 
herramienta de lucha generalizada”; 3. Desarrollo de formas de democracia directa y 4. “demanda 
de autonomía”. 
6
 “Los movimientos (socioterritoriales) territorializados son aquellos que actúan en diversas 
macroregiones y forman una red de relaciones con estrategias políticas que promueven y fomentan 
su territorialización. Todos los movimientos socioterritorializados comienzan como movimientos 
11 
 
Por otra parte, a partir de una estancia de investigación realizada en 
UNESP-PP, Brasil, en el marco de la cual cursamos el seminario de Posgrado 
Teoría de los Territorios y de la cuestión agraria, esta investigación ha contado, 
desde 2015, con el acompañamiento del Dr. Bernardo Mançano Fernandes. 
Esta investigación, entonces, cuenta con aportes, lecturas, devoluciones de 
nuestra directora Dra. Mirta A. Antonelli, y nuestro co-director, el Dr. Bernardo 
Mançano Fernandes, a quienes agradecemos nuevamente su apoyo y 
colaboración. 
A su vez, hemos querido compartir y poner a consideración nuestro trabajo 
a otras lecturas que nos acompañan desde otros lugares y hacen a la pertinencia y 
relevancia de lo que hemos aprendido y que en esta escritura queda expuesto a su 
consideración. En este sentido, es un trabajo entre-partido con quienes hacen día 
a día desde hace catorce años este mundo posible y quien escribe tratando de 
aprender de esta experiencia de lucha. El proceso de elaboración y corrección de 
este trabajo busca, en este sentido, seguir entre-partiendo este espacio. Es por ello 
que queremos agradecer la voz, la escucha y la mirada de quienes nos han 
recibido en su casa para contarnos su experiencia singular plural de lucha y 
resistencia. A su vez, agradecemos la contribución significativa que parte del 
gesto de habernos facilitado materiales, haber leído y corregido las versiones 
previas de este trabajo, a un ramillete de personas que se han tomado ese tiempo 
que siempre falta para hacerlo. Agradecemos de manera singular y enormemente 
las lecturas y los materiales que nos han aportado Marta Sahores, Corina Milán, 
Angel Callupil, Luis Claps y la radio Kalewche. Nuestra metodología intenta, 
humildemente, poder practicar, ejercitar, así sea de manera exploratoria, con 
cuidado y siempre alerta, un diálogo de saberes (siempre polémico) que permita 
aprender y desprender de la diversidad e irreductibilidad entre otras y otros con 
quienes hemos compartido experiencias y producido este trabajo. 
 
aislados. Estos al territorializarse y romper con la escala local, se organizan en redes y amplían sus 
acciones y dimensionan sus espacios”. (Mançano Fernandes, 2010, 9) 
 
12 
 
Nuestra investigación parte de interrogarnos acerca de lo comunitario en el 
escenario actual de (des)/(re)territorialización de la megaminería en la provincia 
de Chubut. En efecto, abordamos lo comunitario a partir de un movimiento 
tríadico propuesto en el marco de este trabajo. Este flujo, desplazamiento,intensidad para-con-entre desea hacer ver y hacer oír lo comunitario como 
territorio (in)material en disputa y tensión que (des)aparece en una “tensión de 
territorialidades” (Porto Gonçalves, 2015), entre los territorios de y en 
explotación y los “territorios en resistencia” (Zibechi, 2008). 
A su vez, esta investigación está motivada por una figura que la provoca, 
la interpela; y se parte: lo especular. Como sostiene Josefina Ludmer, el término 
especular actúa: 
como adjetivo (del latín specularis) con el espejo y sus imágenes, 
dobles, simetrías, transparencias y reflejos” y “como verbo (del 
latín speculari): pensar y teorizar (con y sin base real, todo podría 
ser una pura especulación). Y a la vez maquinar y calcular 
ganancias. Tiene un sentido moral ambivalente” (Ludmer, 2010, 9-
10). 
 
Nuestro trabajo hace memoria de una discusión paradigmática
7
 establecida 
entre el “paradigma del capitalismo agrario” y el “paradigma de la cuestión 
agraria” (Mançano Fernandes et.al, 2015), siguiendo los planteos y aportes de 
Mançano Fernandes, para actualizar esta discusión, esta vez entre el paradigma 
extractivo y el paradigma de la cuestión extractiva, reparto y escisión singular y 
diferencial que busca ser especular. 
Como sostienen Mançano Fernandes et. al. (2014, 47-49) 
 
7
 “El paradigma de la cuestión agraria tiene como punto de partida las luchas de clases para 
explicar las disputas territoriales y sus conflictualidades en la defensa de modelos de 
desenvolvimiento que viabilicen la autonomía de los campesinos. Entiende que los problemas 
agrarios forman parte de la estructura del capitalismo, de modo que la lucha contra el capitalismo 
es la perspectiva de construcción de otra sociedad. (Fernandes, 2008). Para el paradigma del 
capitalismo agrario, las desigualdades generadas por las relaciones capitalistas son un problema 
coyuntural, el cual puede ser superado por medio de políticas que posibiliten la “integración” del 
campesinado o “agricultor de base familiar” al mercado capitalista. En esa lógica, campesinado y 
capital componen un mismo espacio político, formando parte de una totalidad (sociedad 
capitalista) que no los diferencia, porque la lucha de clases no es elemento de ese paradigma 
(Abramovay, 1992). Para el paradigma de la cuestión agraria, el problema está en el capitalismo y, 
para el del capitalismo agrario, el problema está en el campesinado” (Mançano Fernandes et. al., 
2014, 48. Traducción personal para este trabajo). 
13 
 
Los paradigmas representan visiones de mundo, que contienen 
intereses e ideologías, deseos y determinaciones que se 
materializan a través de políticas públicas en los territorios de 
acuerdo con las pretensiones de las clases sociales. A través del 
recurso paradigmático, los científicos interpretan las realidades y 
procuran explicarlas. Para tanto, ellos seleccionan un conjunto de 
constituyentes como elementos, componentes, variables, recursos, 
indicadores, dados, informaciones etc., de acuerdo con sus 
perspectivas y sus historias, definiendo políticamente los 
resultados que quieren demostrar. Los paradigmas son 
construcciones mentales que utilizan el embate de las ideas, los 
campos de disputas, por medio de relaciones de poder, 
configurándose como territorios inmateriales, para defender y/o 
imponer diferentes intenciones (Mançano Fernandes et. al., 2014, 
48. Traducción personal para este trabajo). 
 
En este sentido, los paradigmas son construcciones que aparecen como 
“conjuntos constituyentes que contribuyen a presentar una visión sobre los 
procesos de mudanzas de realidad”. El movimiento y la lectura paradigmática se 
extienden desde la construcción de interpretaciones hasta la ejecución de 
políticas, públicas o no. Sin embargo, los paradigmas no son absolutos sino que 
muchas veces son transversales o parecen confundirse, por lo cual el análisis y la 
interpretación cuidada permiten hacer aparecer sus diferencias (Mançano 
Fernandes et. al., 2014, 48. Traducción personal para este trabajo). 
Nuestra investigación, entonces, hace memoria de esta distinción, 
discusión y reparto en términos paradigmáticos. Para conceptualizar el paradigma 
extractivo recuperamos a Maristella Svampa, quien sostienen que América Latina 
ha atravesado “el pasaje del Consenso de Washington, asentado en la valorización 
financiera, al Consenso de los Commodities, basado en la exportación de bienes 
primarios a gran escala” (2015, 32), pasaje en el que podemos registrar rupturas y 
continuidades. Este nuevo Consenso se trata de un “proceso complejo, 
vertiginoso y de carácter recursivo”, que requiere, en sus lecturas, una 
“perspectiva múltiple”. Desde un punto de vista económico, actualiza una matriz 
de reprimarización de las economías latinoamericanas y desde un punto de vista 
social, profundiza dinámicas de desposesión (Svampa, 2015). 
14 
 
En este sentido, de acuerdo con los planteos y definiciones de Eduardo 
Gudynas, el (neo)extractivismo se define como una forma de extracción de 
recursos naturales, en gran volumen o alta intensidad, para ser exportados como 
materias primas sin procesar, o con un procesamiento mínimo. El autor distingue, 
para América Latina, dos expresiones del extractivismo: “convencional o 
clásico
8
” y “neo-extractivismo progresista
9
”. Ambos resultan una expresión de 
los planteos clásicos de desarrollo, entendido como crecimiento económico 
progresivo, con efectos “derrame”, atravesado por flujos exportadores y captación 
de inversiones transnacionales, que necesitan objetivizar, instrumentalizar, 
dominar y violentar la Naturaleza y los territorios expuestos a explotación. 
El neoextractivismo desarrollista instala una dinámica vertical que 
irrumpe en los territorios, y a su paso va desestructurando 
economías regionales, destruyendo biodiverisdad y profundizando 
de modo peligroso el proceso de acaparamiento de tierras, 
expulsando o desplazando comunidades rurales, campesinas o 
indígenas, y violentando procesos de decisión ciudadana. 
(…) 
Un rasgo decisivo del neoextractivismo desarrollista es la gran 
escala de los emprendimientos, lo cual nos advierte también sobre 
la envergadura de las inversiones –se trata de actividades capital-
intensivas y no trabajo-intensivas. (Svampa, 2015: 33) 
 
La modalidad actual conocida como extractivismo predatorio o depredador 
es fuertemente intensiva, extensiva y sistémica (véase I.I.R.S.A.); como “patrón 
de acumulación” basado en la sobre- explotación de commodities avanza, 
conquista y coloniza otras fronteras ya que se expande hacia zonas 
 
8
 “Es llevado adelante sobre todo por empresas transnacionales, mientras el Estado tiene un papel 
secundario (usualmente brindando protección a las inversiones y las exportaciones, con bajos 
niveles de tributación). A su vez, se asume que los beneficios se lograrán por medio de los 
mecanismos de mercado, donde las exportaciones generarán efectos de derrame en el resto de la 
economía (como nuevos empleos), y todo ello desembocará en promover el desarrollo” (Gudynas, 
2013, 8). 
9
 “(…) hay una mayor presencia del Estado de diversas maneras. En unos casos, las actividades 
extractivas son llevadas adelante por empresas estatales o mixtas; en otros casos, el nivel de las 
regalías y la imposición tributaria es más elevado; e incluso, hay mayores controles sobre la 
producción. Bajo esta modalidad, se entiende que los mayores beneficios no se lograrán por los 
simples mecanismos mercantiles, sino que es necesario contar con el concurso del Estado. 
Paralelamente, el extractivismo es justificado políticamente ante la opinión pública como 
necesario para el progreso, y en particular para captar mayores proporciones de riqueza, la que 
sería devuelta a la sociedad mediante diversos programassociales” (Gudynas, 2013, 8) 
15 
 
“improducivas
10
” o marginadas (Svampa, 2011, 2015); supone economías de 
enclave, que no se encadenan con redes productivas locales y regionales; produce 
fuertes, en muchos casos irreversibles, impactos socio-ambientales y sanitarios, 
con la consecuente invisibilización y externalización de costos -“mochila 
ecológica” (Gudynas, 2013, 3)-, y dudosos beneficios para el desarrollo nacional 
y regional, aun cuando ese avance supone riesgos para la continuidad de la vida y 
conlleva al desplazamiento y despojo de las poblaciones que habitan en las zonas 
afectadas por la explotación. 
Como sostiene Joan Martínez Alier, se trata de un “comercio 
ecológicamente desigual” que comprende, por un lado, la exportación de materias 
primas -que conlleva pérdidas de biodiversidad, desplazamiento sin 
consentimiento de comunidades indígenas, agotamiento de recursos renovables y 
no renovables, daños irreparables en términos sociales, económicos y sanitarios- 
y, por el otro, la importación de los residuos tóxicos de norte a sur, por un simple 
cálculo económico del valor de la vida y la salud en términos económicos (2009). 
El actual extractivismo predatorio no puede ser pensado sin la dependencia 
política y económica -políticas sociales asistenciales- y sin el ejercicio de la 
violencia -militarización de los territorios y criminalización de la protesta social-, 
como condición necesaria para su desarrollo y profundización. Por ello, “la 
maldición de la abundancia” es consustancial a la “maldición de la violencia” 
(Acosta, 2011). Eduardo Gudynas propone, desde la ecología política, el término 
“extrahección
11
” para dejar señalado vinculaciones directas y necesarias entre 
cierto nivel de apropiación de los recursos naturales y la violencia de derechos 
humanos y de la naturaleza (Gudynas, 2013). 
El avance del “capitalismo neoliberal posdictaduras” (Svampa, Bottaró y 
Solá Álvarez; 2009: 31) se expande y afianza en América Latina, en general, y, en 
nuestro país, en particular, en diferentes momentos. Un primer momento está 
 
10
 La actual etapa se corresponde con demanda cada vez mayor de países desarrollados hacia 
países periféricos, en términos de materias primas o de bienes de consumo. Este proceso se 
verifica en el corrimiento de las fronteras hacia territorios antes considerados como 
“improductivos” o marginales: expansión de la frontera agrícola, petrolera, minera, energética, 
pesquera, de las plantaciones celulósicas, entre otras (Svampa, 2011) 
11
 “Esta palabra tiene su origen en el vocablo latino “extrahere”, donde “ex” que significa fuera, y 
“trahere” alude a quitar y arrastrar hacia sí.”(Gudynas, 2013, 11) 
16 
 
marcado por la década de los noventa que, en nuestro país como en otros de la 
región, creó las condiciones jurídicas de posibilidad de este modelo ya que 
modificó la normativa legal de acuerdo a las necesidades y derechos de los 
capitales transnacionales para consolidar la inversión extranjera directa y el 
desarrollo de la minería a gran escala en nuestro país. Con la reforma 
constitucional de 1994, por un lado, se provincializaron los recursos naturales que 
anteriormente dependían del Estado nacional y, por el otro, el propio Estado, en 
sus escalas nacional y provincial, se auto-inhibió para la exploración y 
explotación del subsuelo, proceso que impulsó el arribo de capitales y tecnología 
externos para la explotación. 
La minería aurífera presenta una preocupante y provocativa 
particularidad: la inhibición del propio estado nacional para explorar / 
explotar los recursos mineros en su (nuestro) “propio” territorio, auto-
inhibición por ley del estado para disponer de su (nuestra) soberanía. 
El mapa de la minería aurífera corresponde al de una supra nación, 
una nación que se delimita en un territorio otro, aquel que ya no 
responde al lazo de la soberanía, y que nos ha instituido a los 
argentinos desde entonces con la figura del superficiario, ante el 
beneficiario del subsuelo, el empresariado privado, casi 
dominantemente transnacional (Antonelli; 2007(b): 5-6). 
En consonancia con esta auto-inhibición, se reformuló el Código de 
Minería. Dentro de sus modificaciones se incluyen la eliminación de las 
restricciones al tamaño de las superficies dadas en concesión para exploración y 
explotación, la prolongación de los plazos de arrendamiento y usufructo de las 
minas. El Código de Minería vigente establece que las minas son “bienes 
privados” (Svampa, Bottaró, Solá Álvarez; 2009, 34) de la Nación o las 
provincias, de acuerdo al lugar en que se ubiquen pero que el Estado no puede 
disponer de ellas para su explotación sino que debe delegar tal facultad a los 
particulares. Puesto que las minas son propiedad del Estado, el territorio en el que 
se encuentran no pertenece ni al propietario de la tierra, devenido “superficiario”, 
ni a quien las descubre sino al Estado, nacional o provincial, según 
correspondiera. 
17 
 
La segunda etapa de este “modelo extractivo-exportador” (Svampa, 
Bottaró, Solá Álvarez; 2009, 31), a partir de la cual el número de proyectos 
mineros en distinto estado de avance crece a ritmo vertiginoso, se caracteriza por 
un impulso sostenido a este modelo -en 2004, la minería es declarada de interés 
público y se institucionaliza el Plan Minero Nacional (Gobierno de Néstor 
Kirchner)- a partir de la combinación una fuerte presencia del Estado a través de 
subsidios e incentivos a las inversiones extranjeras directas y licitaciones para 
infraestructura necesaria y consiste en la generalización de este tipo de economía 
que, a medida que se afianza, consolida un modelo de saqueo y contaminación de 
lo que en otro momento significaron bienes comunes necesarios para la vida 
humana y no humana. En 2005, comienza la explotación de Veladero en San 
Juan. En 2008, Cristina Fernández de Kirchner veta la Ley de Protección de 
Glaciares que luego fue aprobada en septiembre de 2010 y que aún espera la 
realización del Inventario Nacional de Glaciares, prevista en el marco de esa ley, 
pese a que, con la llegada del nuevo presidente, esta normativa ha quedado 
expuesta a (des)aparecer en favor de los intereses del sector minero, nuevamente. 
Esta forma de extracción -que no es más la pequeña minería de galerías o 
minería de socavón debido a que, en la actualidad, el material no se encuentra en 
grandes cantidades dentro de la roca sino que se encuentra diseminado en 
pequeñas partículas en toda la montaña- consiste en dinamitar toda la montaña 
hasta reducir a polvo los minerales que luego se obtienen por lixiviación -lavan y 
amalgaman- por medio de sopas químicas compuestas, en su mayoría, de cianuro 
de sodio y enormes cantidades de agua. Sin embargo, una especulación a 
considerar ha sido la revitalización del proyecto minero Cordón de Esquel que, 
“reinventándose para producir” (Latinominería.com, 2014) pasó de ser un 
proyecto de minería a cielo abierto en manos de Meridian Gold. Corp a llamarse 
proyecto Suyai en manos de Minas Argentinas S.A (MASA), subsidiaria de la 
firma transnacional Yamana Gold Corp., en el que se modifica su sistema de 
extracción y propone un sistema de explotación subterránea. 
Como postula Mirta A. Antonelli, esta forma de explotación que se nos 
presenta como “Minería Responsable” bajo la bandera del “Desarrollo 
18 
 
Sustentable” son maneras de (des)nominalizar y generar “condiciones de 
aceptabilidad” (Antonelli; 2007(b): 2) de esta actividad extractiva 
Las denominaciones “Minería Responsable “ y “Desarrollo 
Sustentable”, como se las encuentra en las páginas institucionales de 
las empresas auríferas y en discursos gubernamentales, entre varios 
otros, funcionan como reaseguros a priori para enmarcar la economía 
extractiva transnacional mediante la evocación del principio jurídico 
deresponsabilidad ante terceros -compromiso de no daño- y, a la vez, 
la postulada naturaleza filantrópica del empresariado sensible a las 
necesidades y deseo de la comunidad y las comunidades bajo 
explotación (Antonelli, 2007(b), 2). 
El Proyecto Navidad es uno de los depósitos de plata y plomo más grandes 
a nivel mundial ubicado en la meseta central de la provincia de Chubut. La 
construcción del yacimiento ocupa más de 10 mil hectáreas y está emplazado en 
la meseta central de la provincia de Chubut, entre las localidades de Gastre y Gan 
Gan. La meseta central aparece, en los discursos gubernamentales y empresariales 
como zona postergada y deshabitada convertida en desierto y el 
“descubrimiento” (y no construcción) del yacimiento Navidad como la única 
oportunidad socio-económica y el modelo ¿deseado? de “desarrollo equilibrado” 
pensado a partir del uso estratégico de “recursos naturales” no renovables en 
territorio. 
Sin embargo este “descubrimiento” de la plata en la meseta chubutense del 
suelo argentino abre y monta palabras e imágenes de “un tiempo padecido” a 
partir de la crítica y la ofensa la violencia fundacional de este “Nuevo Mundo” 
que se abre en 1492 (Didí Huberman, 2015) 
En nuestro país quedaron numerosas huellas de ese sueño de 
leyendas, locura y riquezas que mezclaba todo y no dejaba ver 
nada. Sin ir más lejos, pensemos que frente a la ciudad de Buenos 
Aires tenemos el Río de La Plata, llamado así porque los españoles 
suponían que viajando por su cauce hacia el norte se llegaba a El 
Dorado, una ciudad toda de oro y plata. Incluso la palabra 
Argentina deriva de argentum, que significa plata. Los 
conquistadores creían que éramos la puerta de entrada al país de la 
plata. Aunque no parezca, la geografía encierra más de una 
sorpresa (Valko, 2016, 9) 
 
19 
 
Esta temporalidad que abre el proyecto de plata y plomo llamado Navidad 
se mueve entre dos temporalidades; 1492, marca que nombra “el encubrimiento 
imperial de los orígenes mineros de esa entidad geohistórica que es hoy América 
Latina” (Machado Aráoz, 2014, 67) y 1540-1545, el descubrimiento del Cerro 
Rico del Potosí, que “significa ya el sitio donde podemos excavar sus principios 
de constitución y consolidación” que hicieron (des)aparecer a América como 
“territorio minero de la geografía colonial” (Machado Aráoz, 2014, 86). 
La invención y trastocamiento de los territorios expuestos a la explotación 
minera se corresponde con determinadas zonas grises, formas de violencia no 
tipificadas que legitiman la construcción (y actualización) de desiertos, la 
invención de la zonificación y la condición sacrificial de cuerpos y territorios 
“disponibles” para el par extracción/acumulación. 
Hablar de violencia(s) nos interroga respecto de mecanismos de 
ejercicios grises, sutiles y poco visibles por parte del Estado, de las 
empresas transnacionales y de los think tanks. 
(…) 
El dispositivo hegemónico instituyente de consensos glocales 
(Antonelli, 2009), opera como una máquina de producir, crear y 
actualizar formas de violencia “disponibles”, prácticas sociales 
estratégicas, físicas y simbólicas, desplegadas en los territorios, los 
cuerpos y el lenguaje, resultantes, en cierta medida, de “un cálculo 
estrictamente racional que evalúa el costo y la rentabilidad de la 
acción” (Crettiez, 2009: 41). En este sentido, conceptualizamos 
violentamiento como acción y proceso de determinadas formas de 
violencia no tipificadas jurídicamente (…). (Antonelli, Cerutti, 
Marín, Orellana, Gómez, 2015) 
 
La ley 5001 que nace a partir de la resistencia en Esquel para prohibir la 
megaminería en la provincia de Chubut también hace (des)aparecer y funda la 
escisión estratégica entre “zonas de sacrificio” y “zonas libres de sacrificio”, a 
partir de la zonificación del territorio que propone en el segundo artículo del texto 
de ley. Esta zonificación actualiza un dispositivo sacrificial e instituye una 
(de)limitación triádica: de la resistencia, de los tiempos y de los territorios 
sometidos a explotación, adecuación que “habilita” el desarrollo de otros 
megapoyectos en la provincia, como es el caso del Proyecto Navidad que 
introduce un régimen de administración de esta (in)disponibilidad postulada de 
20 
 
acuerdo a la cuantificación, rentabilidad y “sensibilidad socioambiental” que 
(des)afecte los “recursos” en cuestión (Marín, 2015). 
“desde una perspectiva bio(tánato)política, la potencia del desierto 
actúa como “zona de excepción”, como “umbral (…) en el que se 
entretejen, cada vez en su singularidad, cuerpos, enunciados e 
imágenes (…)” (Giorgi, 2011) y busca actualizar, en este discurso, 
aridez, homogeneidad, pobreza, ausencia de vida o de 
determinadas formas de vida que el capital requiere. Es también el 
desierto una construcción, una intervención territorial que busca 
invisibilizar, negar, hacer aparecer formas de la nada o los nadie 
que vuelve posible y habilita que capital y el modelo extractivo 
predatorio pueda instituir sus “mitos de origen” (Antonelli) y sus 
formas de vida” (Marín y Orellana; 2014). 
 
Por otra parte, queremos hacer presente un territorio en construcción 
habitado de pistas, señales, latencias, de alternativas que han sido construidas 
como locales, residuales, anacrónicas, que sin embargo abren otro reparto, 
disensual esta vez, a partir del paradigma de la cuestión extractiva. En el contexto 
latinoamericano actual de debate sobre las “alternativas al extractivismo”, 
“alternativas al desarrollo”, “desarrollos de otra manera” o “desarrollos otros” 
(Gudynas; 2009), las discusiones se centran en avanzar en un proceso de 
transiciones orientadas a alcanzar el post-extractivismo, como alternativa al 
desarrollo. En este sentido, E. Gudynas plantea la distinción de tres tipos de 
extractivismo -depredador, sensato, indispensble-, en los que progresivamente, se 
van ensayando, explorando estrategias, alternativas plurales y abiertas, que 
limitan la extracción de bienes comunes materiales e inmateriales. Dentro de estas 
alternativas encontramos, además de los aportes de la geografía crítica, la 
recuperación de las filosofías indígenas del “Sumak Kasay”, “Suma qamaña”, 
“buen vivir”, “vivir bien”, “buen convivir”, una apuesta de diálogo intercultural 
(Véase Caudillo Felix, 2012; Mato, 2008; Briones, 2006), solidaria de una 
“ecología de saberes
12
” (De Sousa Santos, 2006) y del “ecologismo popular
13
” 
 
12
 Frente a la ciencia moderna hegemónica, monocultural y monolingüe, la ecología de saberes o 
ecología de prácticas de saberes planteada por Sousa Santos configura una constelación más 
amplia de saberes (y prácticas) científicos y no científicos que sobreviven a la invisibilidad 
epistemológica y al “epistemicidio” (Sousa Santos, 2006,156). La ecología de saberes, en este 
sentido, se basa en el “reconocimiento de la pluralidad de conocimientos heterogéneos (uno de 
ellos es la ciencia moderna) y en las articulaciones dinámicas entre ellos sin comprometer su 
21 
 
(Martínez Alier, 2009) que, como apertura ética, estética y política crea territorios 
en construcción, “un campo de ideas en construcción” (Gudynas, Acosta; 2011), 
donde convergen saberes, ignorancias y prácticas comunes, heterogéneas que 
cuestionan el modelo clásico de desarrollo y proponen otros modos de hacer lazo 
entre singularidades. 
Planteamos esta discusión paradigmática como reparto especular. 
Recuperamos algunas distinciones planteadas por Jacques Ranciére para pensar 
estos repartos. Una de ellas consiste en la diferencia entre policía y política. Por 
policía leemos un ordenamiento y distribución de los cuerpos, de lo visible y de lo 
decible, que, como sostiene el autor, no es tanto un disciplinamiento, en el sentido 
foucaultiano del término, como una “regla de su aparecer”, “una configuración de 
las ocupacionesy las propiedades de los espacios donde esas ocupaciones se 
distribuyen” (Ranciére, 1996, 44- 45). La política, antagónica de la policía, es “la 
que rompe la configuración sensible donde se definen las partes y sus partes o su 
ausencia por un supuesto que por definición no tiene lugar en ella: la de una parte 
de los que no tienen parte” (Ranciére, 1996, 45) 
No hay política porque los hombres, gracias al privilegio de la 
palabra, ponen en común sus intereses. Hay política porque 
quienes no tienen derecho a ser contados como seres parlantes se 
hacen contar entre éstos e instituyen una comunidad por el hecho 
de poner en común la distorsión, que no es otra cosa que el 
enfrentamiento mismo, la contradicción de dos mundos alojados en 
uno solo: el mundo en que son y aquel en que no son, el mundo 
donde hay algo “entre” ellos y quienes no los conocen como seres 
parlantes y contabilizables y el mundo donde no hay nada 
(Ranciére, 1996, 41-42). 
 
En efecto, en este planteo, la política no se encuentra y no se ocupa del 
ejercicio del poder y la lucha por éste. La política es la configuración de un 
espacio específico y es el conflicto acerca de la existencia de ese espacio, de 
objetos que resultan establecidos y designados en este reparto como 
 
autonomía. La ecología de saberes se fundamenta en la idea de que el conocimiento es 
interconocimiento” (Sousa Santos, 2006, 49) 
13
 “(…) el ecologismo popular o ecologismo de los pobres son nombres aplicados a movimientos 
del Tercer mundo que luchan contra los impactos ambientales que amenazan a los pobres, que 
conforman la mayoría de la población en muchos países.” (Martínez Alier, 2009, 28)
 
22 
 
pertenecientes a lo común y de sujetos que se hacen contar capaces de una palabra 
común (Ránciere, 2011, 25-26). “La política se refiere a lo que vemos y a lo que 
podemos decir, a quien tiene la competencia para ver y la cualidad para decir, a 
las propiedades de los espacios y los posibles del tiempo” (Ranciére, 2014, 20). 
Esta distribución y redistribución de lugares e identidades, esta 
delimitación y redelimitación de espacios y tiempos, de lo visible y 
lo invisible, del ruido y la palabra constituyen lo que yo he llamado 
el reparto de lo sensible. La política consiste en la reconfiguración 
del reparto de lo sensible que define lo común de una comunidad, 
en la introducción de sujetos y objetos nuevos, en hacer visible 
aquello que no lo era y en hacer escuchar como hablantes a 
aquellos que eran percibidos como animales ruidosos. (Ranciére, 
2011: 26) 
 
Este reparto, sostiene Ranciére, se trata de “la constitución de un mundo 
sensible común”, de la existencia y posibilidad de ese espacio y sus recortes, sus 
partes exclusivas. Esta configuración es un (re)partir y (com)partir (co-presencia) 
espacialidades, temporalidades, ocupaciones, (in)visibilidades, palabras y ruidos 
heterogéneos. “Reparto de lo sensible revela quien puede tomar parte en lo común 
en función de lo que él hace, del tiempo y del espacio en los cuales esta actividad 
se ejerce.” (Ranciére, 2014,20). La constitución de este mundo común es, 
siempre, una distribución polémica de las maneras de ser y de la “ocupación” en 
un espacio de posibles (Ranciére, 2014, 67). 
Un mundo “común” no es simplemente el ethos, la estancia en 
común, que resulta de la sedimentación de un cierto número de 
actos entrelazados, sino que es siempre una distribución polémica 
de las maneras de ser y de la “ocupación” en un espacio de 
posibles. (2014, 67) 
 
Nuestra metodología encuentra como primer momento de trabajo la 
construcción de un “archivo audiovisual’ (Deleuze, 2015) -que no puede ser 
pensado como “el reflejo especular inmediato de lo real, sino una escritura con 
sintaxis e ideología”-, escritura rizomática, lacunar, hecha de huecos, fisuras, 
carencias, de lo que falta, de cenizas, de imágenes y palabras, documentos y 
monumentos supervivientes, que hemos podido encontrar a pesar de la 
vulnerabilidad y la bio(tánato)política a la están sub y sobre expuestos estos 
23 
 
documentos y sus modos de (des)aparición. Puesto que cada palabra y, más aún, 
cada imagen “reúne en sí misma varios tiempos heterogéneos” pensamos un 
archivo de palabras e imágenes no en términos de un ordenamiento y 
clasificación lineal y cronológica sino términos de estallido y reconstrucción, lo 
cual es pensar, también, en “un conocimiento por el montaje” (Didí Huberman, 
2007) 
Así, nos encontramos con frecuencia ante un formidable y 
rizomático archivo de imágenes heterogéneas, que sólo con 
dificultad puede ser dominado, organizado y comprendido, 
precisamente porque ese laberinto está compuesto tanto de 
intervalos y huecos como de material observable. Forzosamente, la 
empresa arqueológica debe correr el riesgo de ordenar fragmentos 
de cosas supervivientes, que siempre se mantienen anacrónicas, 
puesto que provienen de diversos tiempos y espacios, separados 
por agujeros. Este riesgo lleva el nombre de imaginación o montaje 
(Didi Huberman, s/d, 2). 
 
En este sentido, nuestro recorte temporal abarca desde 2003 hasta 2014. El 
recorte producido tiene que ver con una temporalidad que hace visible y decible, 
especularmente, un archivo de cultura y un archivo de barbarie. Es un tiempo que 
se abre entre excepciones. El año 2003 marca un corte en esta “Argentina 
haciéndose minera” (Antonelli, 2009) y abre un umbral en las resistencias puesto 
que el 23 de marzo de 2003, la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Esquel 
dice “No a la Mina” enunciado-acontecimiento que crea otro mundo posible y 
abre multiplicidad de formas de resistencia y leyes prohibitivas en diferentes 
territorios. Efecto de este “No a la Mina” en la consulta popular, surge la Ley 
5001 por la cual se prohíbe la actividad minera metalífera en la provincia de 
Chubut en la modalidad a cielo abierto y con utilización de cianuro. Sin embargo, 
es también la primera ley que zonifica el territorio provincial para exceptuar de tal 
prohibición parte de la provincia y, en definitiva, para exceptuar la provincia de 
tal prohibición, lo cual hace visible y decible la disponibilidad de lo vivo y no 
vivo como premisa del modelo extractivo. El proyecto Navidad, respecto del 
proyecto Cordón de Esquel, activa y suscita otras palabras e imágenes otra 
“invención de lo visible” (Vauday, 2009) y lo decible, de las comunidades que 
24 
 
construye donde lo visible es parte del cálculo, de la especulación con que juega 
el proyecto en la definición de la política minera a nivel provincial. 
El otro punto de este recorte temporal es el año 2014, año en que la 
Iniciativa Popular para prohibir la megaminería en Chubut llega a la legislatura 
provincial para su tratamiento. Sin embargo, la “gobernanza neoliberal” ha 
pregnado en las instituciones y el tratamiento de esta Iniciativa no fue sino una 
excusa para dar tratamiento a otro proyecto que, aunque conserva el mismo 
nombre, responder a los intereses que este modelo necesitaba. Entonces, 2003-
2014, tiempo que se abre, espaciamiento especular y de especulaciones. 
Subyace una premisa en nuestro trabajo que guarda relación con la 
distinción y el estatuto que le damos a la palabra y la imagen. En este sentido, 
recogemos el planteo de Didí Huberman al pensar, a partir de Pasolini, la palabra 
y la imagen
14
 como “topos”, “figuras” (2014, 172). Sin embargo, nuestra 
investigación no está enfocada en problematizar qué es una imagen o qué es una 
palabra, sino en su poder y su deseo de ver y hacer oír. 
Nuestro trabajo no se detiene en considerar qué es una imagen sino qué 
puede (no) una imagen, qué hace una imagen. En este sentido, Didí Huberman 
piensa la imagen como “herramienta de trabajo” -también, de parto “hacernacer”- 
y Mondzain se pregunta “¿pueden matar estas imágenes? En este sentido, estamos 
pensando en palabras e imágenes que pueden “hacer nacer” y también pueden 
“hacer y dejar morir”. En este sentido, Vauday distingue entre una policía y una 
política de las imágenes. 
 
14 “La imagen nunca es sólo una incisión en el mundo de la visibilidad. Es, aún más, una huella, 
una estela visual del tiempo, que intentó tocar la imagen, pero también de los tiempos 
complementarios –forzosamente anacrónicos, heterogéneos entre sí- que la imagen, como arte de 
la memoria, necesariamente agrega. Es ceniza mezclada, más o menos caliente, de distintos 
hornos. Por eso arde la imagen. Arde de realidad, pues se acercó a ella por un momento (…). Arde 
del deseo que la mueva, de la direccionalidad que la estructura, por el enunciado con el que carga. 
La imagen arde en la destrucción, en el fuego que casi la carboniza, del cual sin embargo emergió 
y al cual ahora puede hacer imaginable. Arde en el fulgor, es decir, en la posibilidad visual que se 
abrió a partir de su misma extinción. Finalmente, la imagen arde de memoria, es decir, flamea aún 
incluso cuando ya es ceniza: una forma de dar expresión a su vocación de vida póstuma. 
[Nachleben] 
No obstante, para saber y experimentar esto, hay que exponerse a la osadía de acercarse a su 
superficie. Y soplar cuidadosamente en la ceniza, de modo tal que la brasa debajo irradie 
nuevamente su calor, su fulgor, su peligro” (Didí Huberman, 2012) 
 
25 
 
[ya] que las imágenes no son todas iguales. (…) es oportuno 
distinguir entre una policía y una política de las imágenes. (…) La 
policía de las imágenes se traduce sobre todo por el 
establecimiento de un orden positivo que define las condiciones de 
acceso a la visibilidad, al jerarquizar los géneros y al evaluar los 
estilos; regular y legislar sobre el dominio de la percepción común, 
censura menos de lo que conforma, replica, prescribe. Una política 
de las imágenes debe ser entendida en el sentido de la excepción 
que viene a perturbar el reino de las normas perceptivas a través de 
un cambio de régimen de las imágenes que trastornan o 
contradicen las identificaciones recibidas. (…). Si tiene como 
efecto el volver visible lo invisible, no es para acoger 
favorablemente una trascendencia de lo irrepresentable sino para 
dar lugar a lo excluido por la institución misma de la escena de lo 
visible. Lo visible no es nunca tan puro como lo quisiera la 
fenomenología, es una escena de montaje compleja, un dispositivo 
articulado por un sistema de configuración y de nominación que no 
vuelve visible seres, cosas, lugares y relaciones sin ocultar otros. 
Siempre una imagen esconde otras. (Vauday, 2009, 29) 
 
Foucault, siguiendo a Blanchot, dirá que “hablar no es ver” (Deleuze, 
2015, 89). Entre ver y hablar, entre “existe lenguaje” y “existe luz”, visibilidades 
y enunciados, hay una diferencia de naturaleza. Pese a que cada forma se inserta 
en la otra para producir cada estrato o cada saber, esta diferencia mantiene la 
irreductibilidad de lo visible. Esta diferencia marca un límite que separa y a la vez 
pone en común y que mantiene, pese a que se inserte una forma en la otra, la 
especificidad de ver. Pero esta no relación puede ser pensada como una manera de 
mantener la relación (Deleuze, 2015, 89) Entonces, entre ver y hablar existe 
disyunción puesto que “lo que se ve nunca aparece en lo que se dice, y a la 
inversa” (Deleuze, 2015, 93) En términos de Deleuze, esta conjunción no es 
posible puesto que: 
el enunciado tiene su propio objeto correlativo, y no es una 
proposición que designaría un estado de cosas o un objeto visible, 
como desearía la lógica; pero lo visible tampoco es un sentido 
mudo, un significado de potencia que se actualizaría en el lenguaje, 
como desearía la fenomenología. El archivo, lo audiovisual es 
disyuntivo (Deleuze, 2015, 93). 
 
Mientras uno se limita a las cosas y a las palabras, se puede pensar 
que se habla de lo que se ve, que se ve aquello de lo que se habla, y 
que las dos cosas se encadenan: uno se está limitando a un 
26 
 
ejercicio empírico. Pero, desde el momento en que se abren las 
palabras y las cosas, desde el momento en que se descubren los 
enunciados y las visibilidades, la palabra y la vista se elevan a un 
ejercicio superior, a priori, de tal manera que cada una alcanza su 
propio límite que la separa de la otra, un visible que solo puede ser 
visto, un enunciado que solo puede ser hablado. Y, sin embargo, 
una vez más, el límite propio que separa cada una también es el 
límite común que las pone en relación, y que tendría dos caras 
disimétricas, palabra ciega y visión muda (Deleuze, 2015, 94) 
 
Por su parte, Ranciére, en El destino de las imágenes (2011), introduce su 
lectura singular al pensar este entrecruzamiento entre lo visible y o decible. 
La imagen no es exclusividad de lo visible. Existen cosas visibles 
que no conforman una imagen, hay imágenes que son sólo 
palabras. Pero el régimen más común de la imagen es aquel que 
pone en escena una relación de lo decible con lo visible, una 
relación que juega al mismo tiempo con su analogía y con su 
diferencia. Esta relación no exige en lo absoluto que los dos 
términos estén materialmente presentes. Lo visible se deja disponer 
en tropos significativos, la palabra despliega una visibilidad que 
puede ser enceguecedora. (Ranciére, 2011, 28-29) 
 
Deleuze propone abrir, hendir, las palabras y las cosas. Abrir las palabras, 
frases, proposiciones para extraer de ellas enunciados y abrir, hender y romper las 
cosas para hacer surgir visibilidades
15
, formas de luminosidad. Ahora bien, “entre 
el enunciado y su condición se insinúan visibilidades” y “entre lo visible y su 
condición circulan enunciados”. De allí que, entre hablar y ver exista 
entrecruzamiento, intervalo que parte de una distancia y produce espaciamiento 
(Deleuze, 2015, 95-97). El autor se pregunta “¿Por qué estas extracciones [son] 
necesarias?”, pues, porque los enunciados no permanecen ocultos pero tampoco 
son directamente legiles, decibles, audibles y porque las visibilidades no se 
confunden ni se corresponden con elementos visuales o formas de objetos 
(Deleuze, 2015, 80-81). Entonces, “la tarea de la arqueología es doble” puesto que 
 
15
 “Las visibilidades no se confunden con elementos visuales o más generalmente sensibles, 
cualidades, cosas, objetos, compuestos de objetos. (…) hay que hendir las cosas, romperlas. Las 
visibilidades no son formas de objetos, ni siquiera formas que se revelarían al contacto de la luz y 
de la cosa, sino formas de luminosidad, creadas por la propia luz y que solo dejan subsistir las 
cosas o los objetos como resplandores, reflejos, centelleos” (Deleuze, 2015, 80). 
 
27 
 
“hay que extraer de las palabras y de la lengua los enunciados correspondientes a 
cada estrato y a sus umbrales, pero también extraer de las cosas y de la vista las 
visibilidades, las “evidencias” propias de cada estrato (Deleuze, 2015, 80-81). 
A partir de ese archivo, hemos propuesto un montaje como procedimiento 
de construcción y análisis entre palabras e imágenes. Didí Huberman postula que 
montar es hender, remontar y desmontar lo que permite emancipar la mirada del 
espectador. En este mismo sentido, Vauday se pregunta “¿Cómo extraer o hacer 
imágenes libres y dignas de la mirada a partir de imágenes formateadas para 
anestesiar la sensibilidad? ¿Cómo dar vida a una imagen que no prescriba la 
mirada?” (Vauday, 2009, 137) 
El montaje, según el autor, es una operación doble, de “hendidura”, -abrir, 
fisurar- y de “lazo”, procedimiento no sintético, de separación y continuidad, que 
puede hacer aparecer, exponer, juntas, palabras e imágenes. Se trata de “hender, 
entonces, sin descanso,toda certeza y toda unidad provisoriamente reformadas en 
el montaje. Mantener el riesgo –el ritmo- dialectico.” (Didí Huberman, 2015, 127) 
El montaje permite abrir un espacio, “producir una hendidura en lo visible” para 
hacer aparecer posibilidades y legibilidades. Montaje es, en algún punto, 
remontaje, “retomar la lectura” tarea infinita que demanda “reaprender, reconocer 
y remontar” (Didí Huberman, 2015, 135) El montaje como la danza, va y viene, 
organiza, crea figuras. Es un “acto de decisión” que “zanja” al hacer que las 
imágenes “tomen posición” unas en relación con otras. Sin embargo, como en la 
danza, estas posiciones pueden modificarse, puesto que ellas no dejan de ir y 
venir. Por eso, este trabajo puede ser recomenzado. Frente a un montaje dado, 
existe la posibilidad y la apertura de proponer, a partir del mismo material, un 
montaje diferente. El montaje permanece virtualmente abierto (Didí Huberman, 
2015,139). Este procedimiento permite que las singularidades aparezcan y se 
articulen de manera dinámica, se relacionen en sus movimientos y sus intervalos. 
La selección y diversidad de cosas con las que hace contacto un montaje lo hace 
un trabajo reflexivo, crítico, abierto, en movimiento. El montaje o remontaje, en 
tanto “decisión de pensamiento” y “decisión poética”, es una lectura precaria, he 
aquí su vitalidad que invita a ser recomenzado (Didí Huberamn, 2015, 141). 
28 
 
Puede considerarse como un modo de exposición que muestra “cada cosa, al 
menos, bajo una doble óptica, de respetar las singularidades, de ser preciso al 
crear relaciones perpetuamente transformables, perfectibles, entre las imágenes 
puestas en copresencia” (Didí Huberman,2015, 144). 
Por su parte, Vauday sostiene que existen “montajes impuestos 
prescriptos, autoritarios que prohíben otros montajes y que al mismo tiempo 
empobrecen el campo de la sensibilidad y las perspectivas de experimentación” 
frente a los cuales podemos practicar desajustes y desmontajes que permitan 
volver a darle juego y liberad a quienes hacen y miran esas imágenes (Vauday, 
2009, 132-133). En este sentido, 
no se trata de estar en contra o muy cerca de las imágenes sino de 
la oposición entre dos regímenes de imágenes, un régimen de 
prescripción que ordena la mirada y un régimen de disrupción que 
la libera al oponer una contra-imagen a las imágenes dominantes 
(Vauday, 2009, 132-133. Cursivas nuestras). 
 
Entonces, si bien nuestro archivo audiovisual abarca temporalmente, desde 
el año 2003 hasta el año 2014, como ya señalamos anteriormente, nuestro trabajo 
busca abrirse y remontarse anacrónica y rítmicamente a partir del gesto de 
acercarnos y tensionar ciertas visibilidades y decibilidades. En este sentido, 
nuestro trabajo de montar parte de fragmentos -documentos monumentos 
supervivientes- de un discurso del entonces gobernador de Chubut, Mario Das 
Neves, y su Coordinador de Gabinete, Norberto Yahuar, ante la Embajada de 
Canadá, en 2008. Por otra parte, recuperamos imágenes y el relato que hacen 
asambleístas de la realización de un mural comunitario “No a la navidad de los 
mineros”, a fines de agosto de 2008, como práctica de resistencia frente al evento 
que congrega a empresas y consultoras vinculadas al modelo, Argentina Minning 
2008, que en esa oportunidad se llevaba a cabo en Mendoza y San Juan, para 
expresar su rechazo frente a los “ofrecimientos” que el gobernador y su 
coordinador de gabinete habían hecho en Canadá, país del que provienen muchas 
de las empresas transnacionales que buscan instalarse en Chubut. Nos 
preguntamos, entonces, de la mano de Didí Huberman “¿no nos había prevenido 
29 
 
Walter Benjamín del terrible lazo que implica todo archivo de cultura como 
archivo de barbarie?” (Didí Huberman, 2014, 31). 
A partir de este archivo superviviente (Didí Huberman), nos proponemos, 
entonces, hacer aparecer un montaje -que es desmontaje y remontaje, cada vez- 
anacrónico
16
 -puesto que mezcla tiempos heterogéneos- e idiorrítmico
17
 -puesto 
que el poder
18
 impone un ritmo de tiempo, de discurso, de pensamiento, este 
rhythmos alberga la posibilidad un ritmo singular- (Barthes, 2003). Postulamos, 
entonces, un montaje anacrónico y rítmico, artesanía conceptual y metodológica 
(Rivera Cusicanqui, 2015), que recupera ciertas materialidades textuales y 
visuales, documentos y monumentos supervivientes
19
. 
 
16
 “(…) el anacronismo deja ver en cada secuencia histórica un montaje temporal heterogéneo, y 
evita que los conflictos queden reducidos a opciones binarias que tienden a bloquear toda 
politización efectiva. La sensibilidad anacrónica ofrece entonces la alternativa de saltar fuera de la 
línea cronológica hacia otro tipo de procesualidad, más bien rítmica: la de un largo aliento que sin 
embargo se desplaza a los saltos”. (Gutiérrez Aguilar,2008) 
17
 Barthes distingue ritmo de rhythmós: “Rhythmos: es el ritmo que admite un más o un menos, 
una imperfección, un suplemento, una falta, un idios: lo que no entra en la estructura, o entraría 
por la fuerza” (Barthes, 2003, 82). 
18
 Para explicar la idiorritmia Barthes introduce la siguiente escena: 
“Desde mi ventana (1 de diciembre de 1976), veo a una madre llevando a su hijo de la mano y 
empujando el cochecito vacío delante de ella. Iba imperturbable, a su paso, el chico estaba 
tironeado, sacudido, obligado a correr todo el tiempo, como un animal o una víctima sadiana a la 
que castigan. Ella va a su ritmo, sin saber que el ritmo del chico es otro. Y sin embargo ¡es su 
madre! El poder -la sutileza del poder- pasa por la disritmia, la heterorritmia” (Barthes, 2003, 52). 
19
 “La teoría de los discursos sociales es un conjunto de hipótesis sobre los modos de 
funcionamiento de la semiosis social. Por semiosis social entiendo la dimensión significante de los 
fenómenos sociales: el estudio de la semiosis es el estudio de los fenómenos sociales en tanto 
procesos de producción de sentido. 
Una teoría de los discursos sociales reposa sobre una doble hipótesis que, pese a su trivialidad 
aparente, hay que tomar en serio: 
a) Toda producción de sentido es necesariamente social: no se puede describir ni 
explicar satisfactoriamente un proceso significante, sin explicar sus condiciones 
sociales productivas. 
b) Todo fenómeno social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de 
producción de sentido, cualquiera que fuere el nivel de análisis (más o menos micro 
o macrosociológico). 
(…) 
Toda producción de sentido, en efecto, tiene una manifestación material. Esta materialidad del 
sentido define la condición esencial, el punto de partida necesario de todo estudio empírico de la 
producción de sentido. Siempre partimos de “paquetes” de materias sensibles investidas de sentido 
que son productos; con otras palabras, partimos siempre de configuraciones de sentido 
identificadas sobre un soporte material (texto lingüístico, imagen, sistema de acción cuyo soporte 
es el cuerpo, etcétera…) que son fragmentos de la semiosis. Cualquiera que fuere el soporte 
material, lo que llamamos un discurso o un conjunto discursivo no es otra cosa que una 
configuración espacio-temporal de sentido” (Verón, 2004, 124-127). 
30 
 
Nuestra lectura se abre entre Navidad y Esquel en el marco de la cual 
adquiere otra fuerza el trabajo con las con comunidades como intervención 
estratégica para lograr la Licencia Social para Operar, como parte de invenciones 
e intervenciones semióticas de la RSE. Establecemos y desplegamos nuestro 
dispositivo especular, que habita entre los mecanismos disciplinarios y los 
dispositivos de seguridad y postulamos la emergencia de lo comunitario en esta 
articulación. En nuestra lectura en torno al extractivismo megaminero en la 
meseta de Chubut, lo comunitario se actualiza en-clave de inversión estratégica a 
partir del “dispositivo panóptico”(Deleuze, 2015); emerge como adjetivación 
bio(tánato)política a partir del dispositivo de seguridad; y, finalmente, entre estos 
dispositivos, lo comunitario (des)aparece como ese espacio que se abre entre 
proyectos, comunidades y territorios y habilita la invención e inversión especular 
y de especulación -espejo y bisagra- para permitir la megaminería en la provincia. 
Postulamos lo comunitario como dinámica (de) en-clave estratégica en el 
doble juego, al menos, que el término nos permite. En primer término, lo 
comunitario puede considerarse en-clave como un aspecto o espacio que, dentro 
de la RSE, el sector extractivo ha identificado como crucial en la prevención y 
gestión de conflictos con las comunidades locales en donde buscan establecer sus 
proyectos. En segundo término, el abordaje de lo comunitario actualiza dinámicas 
de en-clave en los territorios y comunidades bajo exploración y explotación 
minera puesto que, en sus matrices de funcionamiento, estos modos de 
involucramiento comunitario actualizan “dispositivos de segregación” (Svampa, 
2015) que delimitan y recortan zonas de excepción (Svampa, 2015) al establecer 
“zonas de influencia” como umbral de visibilidades y decibilidades a gestionar y 
controlar. 
Nuestro recorrido en torno a lo comunitario interroga este procedimiento 
de adjetivación bio(tánato)política que, como policía discursiva y visual 
(Ranciére, 1996), nombra una multiplicidad de prácticas, discursivas y no 
discursivas, que los actores hegemónicos (Estado, empresas y think tanks), en 
“alianza hegemónica” (Antonelli, 2009), ensayan para conseguir la Licencia 
Social para Operar. En multiplicidad de prácticas encontramos “relaciones 
31 
 
comunitarias”, “desarrollo comunitario”, “participación comunitaria”, “inversión 
comunitaria estratégica”. Estas metodologías y conceptualizaciones en umbral de 
formalización o epistemologización se arborifican de manera glocal y se disponen 
para ser aplicados en determinadas “zonas de influencia” previamente 
identificadas, en-clave estratégica. 
Finalmente, postulamos, lo comunitario como cálculo y especulación 
estratégica entre lo (des)a-parecido, en su diferencia y repetición ¿Cómo 
especular [hacer ver/crear imágenes] lo comunitario? ¿Cómo se especula 
[calcula] con lo comunitario? Como modo de organización, invención e inversión 
de lo visible, es un mercado que produce visibilidades. Nuestra línea de 
indagación, en este sentido, se abre con algunas preguntas ¿Qué imágenes activa y 
suscita lo comunitario cuando aparece así agenciado? Recuperamos, entonces, a 
Mondzain para preguntarnos a partir de ella ¿Pueden matar estas imágenes? 
(Mondzain, 2016). 
Este montaje es heterogéneo y diverso y gran parte de su heterogeneidad y 
singularidad esta dado por palabras e imágenes producidas en sedes y redes 
multiescalares y multiactoriales
20
 (Antonelli, 2009), selección que invita a 
actualizar en cada apartado del primer capítulo el espacio que se teje y se cruza 
entre estas serie a partir de corpus ad hoc, sin abandonar una mirada trans e 
interescalar. 
 (…) Las prácticas sociales pueden llegar a engendrar dominios de 
saber que no sólo hacen que aparezcan nuevos objetos, conceptos y 
técnicas, sino que hacen nacer además formas totalmente nuevas 
de sujetos y sujetos de conocimiento (Foucault, 2005, 12. Cursivas 
nuestras) 
 
En este sentido, nuestro recorrido considera lo comunitario a partir de su 
emergencia y singularidad dentro del universo de la Responsabilidad Social 
Empresaria, universo que abarca y excede el paradigma extractivo y el 
 
20
 “Las sedes designan instituciones globales que representan a la corporación minero-metalífera y 
definen las políticas de acción para los intereses del sector. Las redes corresponden más 
estrictamente a las relaciones y los procesos multiactoriales y multiescalares en los que se verifica 
en la actualidad la producción, circulación, inculcación, apropiación y recepción de los discursos y 
representaciones sociales de la minería transnacional, entre los que se destacan los think tanks o 
tanques de ideas (Mato, 2005; Mato y Alvear, en Grimson, 2007)” (Antonelli, 2009, 52) 
32 
 
“desarrollo”, “inversión” o “relacionamiento comunitario”. Por otra parte, nuestro 
análisis trabaja con ciertos documentos producidos por think tanks o usinas de 
pensamiento que definen políticas y prácticas para las empresas transnacionales 
que integran este sector extractivo (ICMM, IFC) en la producción de un saber 
especifico por lo cual hemos considerado pertinente hacer parte de esta serie, de 
modo ejemplar, fragmentos de un Curso en Relaciones Comunitarias para la 
industria minera para poder considerar o por lo menos señalar formas de 
subjetividad que resultan de esta producción de saber: el relacionista comunitario 
y las comunidades que se vuelven objeto de análisis, toda vez que este saber pone 
en juego conceptos, objetos y metodologías de trabajo en territorio. Otra serie se 
abre a partir de interrogar lo comunitario en los Estudios de Impacto Social y 
Ambiental del Proyecto Navidad, elaborados por las consultoras Rehuna S. A. y 
MWH Argentina, para las difrenetes emprsas “propietarias” de Navidad en los 
años 2003, 2006, 2007, 2011, a partir de la invención e inversión especular entre 
Navidad y Esquel. A su vez, hemos considerado los reportes de sostenibilidad de 
Pan American Silver (período 2009-2014), empresa “propietaria” del Proyecto 
Navidad desde fines de 2009 e inicios de 2010. de 
Esta adjetivación hace aparecer una multiplicidad de y divergencias entre 
prácticas discursivas y no discursivas nombradas de diversas maneras tales como 
“relaciones comunitarias”, “desarrollo comunitario”, “participación comunitaria”, 
“inversión comunitaria estratégica”. En este sentido, podemos postular y articular 
un régimen de lenguaje que hace aparecer un desplazamiento en el modo de 
relacionamiento empresa-comunidad que, en el marco de la tríada propuesta en 
esta investigación, se corresponde con la mudanza estratégica para-con las 
“comunidades locales”. Enfatizamos la divergencia que existe entre prácticas 
discursivas y no discursivas en torno a lo comunitario en este contexto extractivo 
singular, distancia y desarreglo que puede advertirse, por ejemplo, entre el 
enunciado de propuestas y proyectos comunitarios para generar y garantizar 
información respecto de las acciones que se llevan a cabo en cada etapa del 
proyecto minero y la implementación efectiva de tales proyectos, sus alcances e 
impactos. 
33 
 
Como hemos mencionado anteriormente, el “desarrollo comunitario” o las 
“relaciones comunitarias” forman parte de un modo de involucramiento y relación 
entre la empresa y la/s comunidad/es donde opera. En tal sentido, nos interesa 
problematizar las “comunidades” que imagina (Anderson), postula (Antonelli), 
hace (des)aparecer (Didí Huberman, 2014) el enfoque comunitario desplegado por 
la racionalidad extractiva megaminera. A partir de la pregunta “¿Qué cosa es 
comunidad en nuestros estados técnico-administrativos de comienzos del siglo 
XXI?” (Corea et al., 2003, 3, 4), nos preguntamos, específicamente ¿Qué cosa es 
comunidad en nuestros “Mineralo-Estados” (Sacher, 2010)? Una de las formas de 
lo visible y lo enunciable que insiste en estos planes y programas de “relaciones 
comunitarias” es la formación de las “zonas de influencia” directa e indirecta que 
se instituye, casi como correlato, con el establecimiento del proyecto minero, en 
sus distintas etapas.. En términos de Ranciére, esta policía discursiva y visual 
funciona y actualiza una distribución policial de cuerpos, lugares, prácticas, 
miradas, voces y escuchas, que hace aparecer la nominación “zona de influencia” 
como forma de exposición, como umbral a partir del cual las visibilidades que 
este espacio recorta,expone y nombra resultan disponibles, figurantes, 
sacrificables. Las “comunidades locales”, “comunidades afectadas”, 
“comunidades que habitan la zona de influencia” de estos proyectos son, en 
efecto, comunidades figurantes, rostros, cuerpos, voces, decorado humano, 
formas de vida residuales/resituables (Antonelli, 2015) “geografías dispensables” 
(Mendiola Gonzalo, 2009); humanidad parcelada que el extractivismo 
megaminero requiere administrar para conseguir y sostener la Licencia Social 
para Operar -permiso de las comunidades que busca ser controlado, gestionado, 
expropiado- que la RSE, en tanto invención semiótica, pretende garantizar. Esta 
megaminería requiere en su puesta en escena construir comunidades dóciles, 
formas de vida, palabras e imágenes componibles y disponibles en montajes 
consensuales para hacer visibles ciertas zonas de este modelo extractivo. Este 
dispositivo produce, controla y calcula un modo de hacer ver que especula con la 
“visión” que las “comunidades” tienen de la empresa y, por tanto, hace 
34 
 
(des)aparecer “comunidades”, modos de relacionamiento y objetos de 
relacionamiento. 
De manera que el modelo de la “gobernanza neoliberal
21
”, como “nueva 
matriz social y politica” (Sousa Santos, 2007), se articula, se aplica y se extiende 
al “modelo extractivo-exportador” que atraviesa América Latina. Como sostiene 
Svampa, Solá Álvarez Y Bottaro, 
La concepción que subyace en este modelo es que, más allá de la 
opacidad de los sistemas de representación y de las nuevas 
incertidumbres, los antagonismos y las contradicciones pueden 
resolverse en una esfera de mediación y de entendimientos 
recíprocos, en los que el objetivo es tanto la consolidación de la 
gobernabilidad como la materialización del llamado “capital 
social” en términos de redes sociales y políticas. En este sentido, 
esa visión apunta a diluir la idea de que los antagonismos pueden 
ser, en un punto, irreconciliables, que están insertos en relaciones 
de poder asimétricas y que en definitiva enfrentan -o pueden 
enfrentar- proyectos de sociedad diferentes y, en muchos casos, 
opuestos (2009, 48-49). 
 
Esta primera parte se cierra la adecuación, normación, normalización y 
especulación territorial. En este sentido, esta reflexión en torno al territorio parte 
del umbral que se abre a partir del Estado de Excepción que inaugura la ley 
provincial 5001 -sancionada en 2003, efecto del plebiscito de Esquel- y que 
establece prohibir la minería en Chubut y, en el mismo acto enunciativo, 
suspender esta prohibición “en nombre de la ley” y habilitar la zonificación. A 
nivel nacional, en el año 2004, la minería se convierte en cuestión de estado y 
abre un nuevo Estado de Excepción (Véase Svampa, Antonelli, 2009) 
El corpus de este capítulo se constituye entre excepciones. Se abre con 
esta suspensión de la ley y se cierra con otra suspensión de la ley. En el año 2014, 
y luego de un intenso trabajo de asambleas y colectivos de diferentes partes del 
territorio provincial presentan ante la legislatura provincial un Proyecto de 
 
21
 “A la luz de ello, sugeriría que la gobernanza es una forma de derecho y de gobierno 
genéticamente modificada que pretende inmunizarse frente a dos peligrosas plagas: a las presiones 
desde abajo, potencialmente caóticas, y a los cambios no predecibles e las reglas del juego de la 
acumulación del capital que pueda introducirse por el Estado o por la legislación interestatal” 
(Sousa Santos, 2007, 40) 
 
 
35 
 
Iniciativa Popular (efecto Esquel) con otro texto de Ley prohibitivo de la 
megaminería, superador de la ley 5001 en la provincia. Este proyecto fue 
secuestrado y expropiado por intereses sectoriales de la Alianza hegemónica, que 
introdujeron otro proyecto que sólo ha prolongado la suspensión; nuevamente 
Estado de Excepción. 
 En nuestra lectura, el avance de la zonificación definitiva de la provincia 
de Chubut aparece como una macrointervención estatal, en términos de una 
política pública con intereses privados que busca garantizar la seguridad jurídica, 
efecto de las modificaciones legislativas en la década de los noventa, a capitales 
transnacionales para que, pese al rechazo y resistencia legítima de las 
poblaciones, la lógica del capital logre imponerse. La disposición y disponibilidad 
de estos recursos está asociada a la inversión en infraestructura y transporte en-
clave extractiva que se realiza en la provincia. En este sentido, nuestro análisis se 
detiene en considerar ciertos ejes de los Corredores Bioceánicos Patagónicos 
previstos por la Iniciativa para la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), 
en articulación con pasos fronterizos que empalmen con rutas nacionales y 
provinciales “con vistas a crear un espacio común para la inversión” (Iglesias en 
Menna; 2008: 169. Cursivas nuestras) A partir del “sacrificio extractivista”, 
postulamos la actualización de un dispositivo sacrificial (Nancy, 2002; Cerruti, 
2010) que permita hacer ingresar una modalidad específica de captura, 
apropiación, “disponibilidad” y despojo de cuerpos humanos y no humanos, 
territorios, tiempos, energías en el (neo)extractivismo predatorio. Este dispositivo 
se fundamenta en modos de ejercicio de violencia y violentamientos que se 
despliegan a partir de una operatoria utilitaria que hace sacrificar para preservar; 
de esta manera, se instala la posibilidad de hacer morir y de dejar morir una parte 
en beneficio de la salvación o preservación de otra; selección, criterio y decisión 
sacrificial que habilita, autoriza y zanja esta tánatopolítica. Como máquina 
sacrificial actualiza dinámicas de intercambio, donde la vida queda expuesta al 
juego estratégico entre dar y recibir, que implica renunciar a una parte en 
beneficio de otra como justificación y afirmación de la vida a través de la muerte. 
Este dispositivo decide y establece zonas de indistinción, de indiferencia, 
36 
 
umbrales en los que se actualiza toda y cada vez su poder instituyente de cesuras 
fundacionales: “zonas de sacrificio” y “zonas libres de sacrificio” (Véase Cerruti, 
2010). 
La denominación “zona de sacrificio” repone un presente próximo de 
disponibilidad respecto del carácter provisional de las “zonas libres de sacrificio”. 
La excepción no es definitiva, sino” “temporal”, del orden de la “suspensión entre 
la vida y la muerte” (Esposito, 2011), lo que recupera el carácter efímero de la 
“indisponibilidad” postulada. “Esta condición provisoria ingresa dentro de “los 
tiempos del mineral” e inaugura una temporalidad otra en la que queda colonizada 
y capturada la disponibilidad de los espacios y tiempos por venir.” (Antonelli, 
Cerutti, Marín, Orellana, Gómez; 2015) En este sentido, la denominación “zonas 
libres de sacrificio” instituye otro régimen de decibilidad que actualiza un estado 
sacrificial de cuerpos y territorios, parcelas de humanidad expuestas a su 
(des)aparición como modo (uno, homogeneizador, para decirlo con Mançano 
Fernandes) de existencia -exposición y figuración- y permanencia del modelo, 
puesto que el extractivismo se realiza en los cuerpos (Véase Bauman, 2012) 
La zonificación abre una distribución policial (Ranciére; 1996) discursiva 
y visual que hace aparecer “recursos naturales” disponibles para su extracción y 
mercantilización; disponibilidad que se delimita de acuerdo a la cuantificación, 
rentabilidad y “sensibilidad socioambiental” que (des)afecta esos “recursos”. Esta 
partición territorial se verifica y se actualiza en el desarrollo de la Matriz 
productiva de la meseta central, territorio en el cual se ubica el proyecto Navidad 
y otros proyectos mineros, a partir de la Declaracion de Telsen y la declaración de 
los Altares (2010). Esta matriz postula posibles y compatibles articulaciones entre 
distintas actividades económicas, incluida la minería aurífera y

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