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Universidad Nacional de Córdoba Facultad de Filosofía y Humanidades Secretaría de Posgrado (Re)territorialidades Comunitarias. Otra lectura sociodiscursiva de posible articulación entre procesos territoriales y comunitarios en la implementación de la megaminería en Chubut, Argentina Tesis para obtener el grado de Doctora Presentada por Lic. Marín, Marcela Cecilia Directora: Dra. Mirta Alejandra Antonelli Co Director: Dr. Bernardo Mançano Fernandes (Re)territorialidades Comunitarias Otra lectura sociodiscursiva de posible articulación entre procesos territoriales y comunitarios en la implementación de la megaminería en Chubut, Argentina A Muriel y Milo 5 (Re)territorialidades Comunitarias Otra lectura sociodiscursiva de posible articulación entre procesos territoriales y comunitarios en la implementación de la megaminería en Chubut, Argentina Introducción: Habitar entre…………………………………………………............... 8 Primera parte: La especulación comunitaria y territorial Capítulo 1. La singularidad de lo comunitario en el modelo extractivo megaminero 1.1 A modo de apertura…………………………………………………………..43 1.2. Entre Navidad y Esquel………………………………………………….….44 1.3 Lo comunitario en la Responsabilidad Social Empresaria……………….….47 1.4 Entre los mecanismos disciplinarios y los dispositivos de seguridad, Dispositivo especular……………………………………………………………57 1.5 Lo comunitario, otra especulación…………………………………………..67 1.6 La proliferación de lo comunitario en thinks tanks de alcance tendencialmente global…………………………………………………………………………….69 1.7 Relaciones Comunitarias en las empresas “propietarias” del Proyecto Navidad………………………………………………………………..81 1.8 Relaciones Comunitarias en los Reportes de Sostenibilidad de PAS……………………………………………………………………………..119 1.9 De las comunidades impactadas a las comunidades figurantes…………….136 Capitulo 2: Un (Des)montaje posible del extractivismo megaminero en Chubut 2.1 A modo de apertura. Una cuestión de Estado; el Estado en cuestión……...150 2.2 Normación, normalización y especulación en y del territorio en el paradigma extractivo………………………………………………………………………..155 2.2.1 Megaminería e IIRSA: (Des)montar algunas de sus interconexiones……155 2.2.2 Zonificación: el reparto sacrificial………………………………………..172 6 2.2.3 Desmontar y remontar el chenque………………………………………..175 2.2.4. Proyecto de Zonificación Provincial……………………………............188 Segunda parte: Umbral, interludio, espaciamiento Hacer entre ver y leer Capítulo 3. Comunidad, comunitario, lo común: Una cartografía posible 3.1 A modo de apertura…………………………………………………………199 3.2 En torno a lo comunitario…………………………………………..………199 3.3 En torno a la comunidad……………………………………………………215 3.3.1 Comunidad, una apertura………………………………………………....217 3.3.2 Entre comunidad e inmunidad……………………………………..….….225 3.3.3 La comunidad que viene……………………………………………….…230 3.3.4 Deseo de vida en común……………………………………………….…236 3.4 En torno a lo común, los comunes y los bienes comunes……………….…241 Capítulo 4: Partir (d)el territorio 4.1 A modo de apertura………………………………………………………...252 4.2 La naturaleza y sus repartos………………………………………………..252 4.3 El territorio y sus repartos………………………………………………….267 Tercera parte La excedencia que parte el espejo: Territorialidades Comunitarias Capítulo 5. De las comunidades figurantes policiales a las comunidades figurantes políticas 5.1 A modo de apertura: Resistir y cobrar figura………………………………280 5.2 De montajes y ritmos……………………………………………………... 295 5.2.1 De montajes y ritmos: “Poiesis del mundo que se realiza en la caminata”………………………………………………………………...296 a. 4 y 23…………………………………………………………………..297 b. “La meseta se puso de pie”…………………………………………….309 c. “Su palabra tomo la forma de cabalgata”……………………………....324 7 d. “Unir Trelew y Esquel a pie”…………………………………………..330 e. “En la 40, les cantamos las 40”…………………………………………352 5.2.2 De montajes y ritmos: producción y circulación de información y conocimiento de manera colaborativa e intercultural…………………………355 5.2.3 De montajes y ritmos: hacer aparecer pueblos de pueblos……………...362 a. Todos dijimos NO……………………………………………………..362 b. La Iniciativa Popular: “la imagen de esa certeza”…………………….377 5.3 Reconfiguraciones/repartos de un mundo común…………………………379 6. Por otro alumbramiento……………………………………………………..383 7. Bibliografía………………………………………………………………….394 8. Anexos 8 Introducción: Habitar entre Escribir es luchar, es resistir; escribir es devenir; escribir es cartografiar (Delueze, 2015, 71) Nuestra investigación parte y forma parte de los espacios en los cuales hemos podido pe(n)sar y caminar (pasar y hacer pasaje) estos conceptos aquí trabajados. Desde 2007 y hasta 2016 hemos integrado el equipo de investigación dirigido por la Dra. Mirta A. Antonelli “Dispositivos hegemónicos y construcción de neomapas en la Argentina actual” proyecto que en sus cuatros etapas 1 albergó distintas inflexiones respecto del avance extractivo megaminero, en nuestro país. A su vez, este proyecto ha integrado, en red nacional, otros dos proyectos dirigidos por la Dra. Maristella Svampa, a saber: “Modelos de desarrollo: escenarios, actores y disputas en la Argentina contemporánea” (PICT- Foncyt) y “Actores, disputas y modelos de desarrollo en la Argentina contemporánea” (PIP- CONICET). Por otra parte, esta investigación tiene como antecedente inmediato y específico nuestro Trabajo Final de Licenciatura El acontecimiento ‘No a la mina’ de Esquel: Resistencia, creación y control de otro(s) mundo(s) posible(s), dirigido por la Dra. Antonelli (2010). Allí planteamos que la productividad del acontecimiento del “No a la Mina” en Esquel en las voces hegemónicas y en las voces del disenso vuelve posible y habilita otras prácticas comunitarias en territorio que disputan, en y para su misma efectuación, los sentidos atribuidos a estos conceptos (Véase Weinstock 2005; Claps, Colao, 2008; Renauld) Analizamos la emergencia y construcción de modalidad colectiva de enunciación y el enunciado colectivo “No a la Mina”-consigna de lucha colectiva que irrumpe con la consulta popular efectuada en Esquel el 23 de marzo de 2003 en el que entre el 81% y 82 % de la población votó “No a la Mina”- “emergencia de una discontinuidad” (Lazzarato, 2006), “suplemento incalculable de la situación” 1 Primera etapa: “Conflicto, territorio, verdad y formas jurídicas en la explotación minera aurífera” (2007-2009) Segunda etapa: Modelo minero y proyectos de sociedad: Actores, disputas y escenarios. (2009-2011) Tercera etapa: Modelo minero y proyectos de sociedad: Estrategias corporativas y (des)inscripciones de lo justo (2011-2013). Cuarta etapa: “El discurso de la megaminería: Constelando violencias estratégicas para un modelo de ocupación territorial” (2013- 2015). 9 (Badiou, 1998, 5), “inasimilable exceso cualitativo” (Lewcowicz, 2004, 153), acontecimiento que, en el acto colectivo de enunciación, resulta intervenido, funda y establece, recíprocamente, al sujeto colectivo de la enunciación, Asamblea de Vecinos autoconvocados de Esquel, y al enunciado, pacto, al que suscribe. (Naishat en De Ípola, 2001) En este marco, el acontecimiento del NO de Esquel abre una grieta, una rarefacción dentro de los “neomapas de la Argentina haciéndose minera” (Antonelli, 2009) (Foucault, 2007) e inaugura la posibilidad de pensar y crear otro(s) mundo(s) posible(s), otras modalidades, posibles o virtuales, de pensar, decir y habitar en él: “muestra lo que una época tiene de intolerable, pero también “hace emerger nuevas posibilidades de vida” (Lazzarato, 2006). El enunciado “otro mundo es posible” es un síntoma de esta metamorfosis.El acontecimiento expresa nuevas posibilidades de vida, de pensar en otro mundo, pero esta posibilidad es sólo pensamiento: resta cumplirlo, objetivarlo, efectivizarlo. (Lazzarato; 2006, 43-44). Este mundo posible expresado en el lenguaje modifica las modalidades de sentir, de afectar y de ser afectado. El acontecimiento se entiende bajo la modalidad de la problemática, la interrogación que no lleva en sí implícitas sus soluciones sino que éstas deben ser creadas. Abre, emerge, irrumpe un nuevo campo de posibles. Parafraseando a Lazzarato, actualizar y consumar los posibles que un acontecimiento ha creado son efectuaciones (invenciones) de mundos. La Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Esquel ha sido, a nivel nacional, el primer colectivo de resistencia autoorganizado que convocó un plebiscito y logró frenar un proyecto minero, a pesar de la explotación que ya se había iniciado en otras zonas cordilleranas tales como Minera La Alumbrera en Catamarca, desde 1997 (Véase Machado Aráoz, 2009; Marín, Orellana, 2014), y Cerro Vanguardia, en Santa Cruz, en 1998. En efecto, a nivel municipal se sancionó la ordenanza 33/03 que declara a Esquel “Municipio no tóxico y ambientalmente sustentable”. A nivel provincial, se sanciona la ley 5001 que prohíbe la actividad minera metalífera en la provincia de Chubut 10 Esta lucha y resistencia local migró, despertó y contagió a otros “territorios en resistencia 2 ” (Zibechi; 2008), multiplicando y (re)territorializando la lucha -y sus modos- contra el saqueo y la contaminación de los bienes comunes 3 (Wagner, 2008). En efecto, la articulación en red entre diversas asambleas y colectivos de resistencia creó, en 2006, un metacolectivo asambleario, la Unión de Asambleas Ciudadanas 4 (UAC), que articula las resistencias a nivel nacional, así como asambleas regionales y provinciales. Así como la sociología nos permite hablar de “movimientos socioambientales 5 ”; la geografía nos permite hablar de “movimientos socioterritoriales territorializados 6 ” (Mançano Fernandes, 2005 y 2010) 2 Después de Esquel, siete provincias dictaron leyes que prohibieron o restringieron la explotación minera: Río Negro en 2005 (Ley 3.981), La Rioja en 2007 y anulada en 2008 (Ley 8.137), Tucumán en 2007 (Ley 7.879), Mendoza en 2007 (Ley 7.722), La Pampa en 2007 (Ley 2.349), Córdoba en 2008 (Ley 9.526) y San Luis en 2008 (s/d) (Fuente: Svampa, Bottaró, Solá Álvarez; 2009, 137). 3 Estos movimientos socioambientales y socioterritoriales resisten el avance de las fronteras megamineras aurífera y uraníferas Sin embargo, es importante subrayar que si bien Argentina no tiene una historia económica vinculada a la minería aurífera, como otros Estados latinoamericanos, han existido explotaciones uraníferas a cielo abierto, con efectos sanitarios y ambientales negativos que se extienden hasta nuestros días, de difícil y costosa remediación: Malargüe (Mendoza), Córdoba, Los Gigantes (Córdoba), Tonco, Huemul, Pichichán (Chubut) y Los Colorados (véase Informe PRAMU- BM; 2005). En el caso de Chubut, el área de remediación es Pichichán, planta de procesamiento de uranio que abastecía a la mina Los Adobes (1976-1980). Sin embargo, más allá de esta experiencia de daño compartida con otras provincias, Chubut condensa una memoria colectiva asociada a la defensa socio-ambiental articulada y autogestionada ya que, como se viene sosteniendo (véase Javier Rodriguez Pardo 2006 y 2009) ha logrado frenar la instalación de un repositorio nuclear en Gastre (Marín; 2010 y 2011) (Svampa, Bottaró, Solá Álvarez; 2009). 4 “Los inicios de la articulacion entre los colectivos que, provenientes desde diversos puntos del país, se pronuncian contra la minería a cielo abierto se remontan a 2003, cuando se conformó la Red de Comunidades Afectadas por la Minería -Red CAMA-, la cual, además de contar con miembros de Catamarca, Chubut y Río Negro, estaba integrada por san Juan y Tucumán. La red organizó un encuentro por año (Ciudad de Buenos Aires, Tafí del Valle -Tucumán- y Andalgalá - Catamarca-. Hacia 2006, la temática ambiental asumiría una mayor visibilidad a partir del conflicto por la localización de las pasteras sobre el río Uruguay y el surgimiento de la Asamblea Ambientalista de Gualeguaychú. Con motivo de la Cumbre de Presidentes del Mercosur realizada en Córdoba en agosto de ese mismo año se conformaría la UAC, cuyo primer encuentro se llevó a cabo en Colonia Caroya, provincia de Córdoba, a modo de “contracumbre”” (Svampa, Bottaró, Solá Álvarez; 2009, 129) (Antonelli, 2007) 5 Maristella Svampa nombra cuatro dimensiones características de los movimientos sociales contemporáneos: 1.”territorialidad”; 2. “Acción directa no convencional y disruptiva como herramienta de lucha generalizada”; 3. Desarrollo de formas de democracia directa y 4. “demanda de autonomía”. 6 “Los movimientos (socioterritoriales) territorializados son aquellos que actúan en diversas macroregiones y forman una red de relaciones con estrategias políticas que promueven y fomentan su territorialización. Todos los movimientos socioterritorializados comienzan como movimientos 11 Por otra parte, a partir de una estancia de investigación realizada en UNESP-PP, Brasil, en el marco de la cual cursamos el seminario de Posgrado Teoría de los Territorios y de la cuestión agraria, esta investigación ha contado, desde 2015, con el acompañamiento del Dr. Bernardo Mançano Fernandes. Esta investigación, entonces, cuenta con aportes, lecturas, devoluciones de nuestra directora Dra. Mirta A. Antonelli, y nuestro co-director, el Dr. Bernardo Mançano Fernandes, a quienes agradecemos nuevamente su apoyo y colaboración. A su vez, hemos querido compartir y poner a consideración nuestro trabajo a otras lecturas que nos acompañan desde otros lugares y hacen a la pertinencia y relevancia de lo que hemos aprendido y que en esta escritura queda expuesto a su consideración. En este sentido, es un trabajo entre-partido con quienes hacen día a día desde hace catorce años este mundo posible y quien escribe tratando de aprender de esta experiencia de lucha. El proceso de elaboración y corrección de este trabajo busca, en este sentido, seguir entre-partiendo este espacio. Es por ello que queremos agradecer la voz, la escucha y la mirada de quienes nos han recibido en su casa para contarnos su experiencia singular plural de lucha y resistencia. A su vez, agradecemos la contribución significativa que parte del gesto de habernos facilitado materiales, haber leído y corregido las versiones previas de este trabajo, a un ramillete de personas que se han tomado ese tiempo que siempre falta para hacerlo. Agradecemos de manera singular y enormemente las lecturas y los materiales que nos han aportado Marta Sahores, Corina Milán, Angel Callupil, Luis Claps y la radio Kalewche. Nuestra metodología intenta, humildemente, poder practicar, ejercitar, así sea de manera exploratoria, con cuidado y siempre alerta, un diálogo de saberes (siempre polémico) que permita aprender y desprender de la diversidad e irreductibilidad entre otras y otros con quienes hemos compartido experiencias y producido este trabajo. aislados. Estos al territorializarse y romper con la escala local, se organizan en redes y amplían sus acciones y dimensionan sus espacios”. (Mançano Fernandes, 2010, 9) 12 Nuestra investigación parte de interrogarnos acerca de lo comunitario en el escenario actual de (des)/(re)territorialización de la megaminería en la provincia de Chubut. En efecto, abordamos lo comunitario a partir de un movimiento tríadico propuesto en el marco de este trabajo. Este flujo, desplazamiento,intensidad para-con-entre desea hacer ver y hacer oír lo comunitario como territorio (in)material en disputa y tensión que (des)aparece en una “tensión de territorialidades” (Porto Gonçalves, 2015), entre los territorios de y en explotación y los “territorios en resistencia” (Zibechi, 2008). A su vez, esta investigación está motivada por una figura que la provoca, la interpela; y se parte: lo especular. Como sostiene Josefina Ludmer, el término especular actúa: como adjetivo (del latín specularis) con el espejo y sus imágenes, dobles, simetrías, transparencias y reflejos” y “como verbo (del latín speculari): pensar y teorizar (con y sin base real, todo podría ser una pura especulación). Y a la vez maquinar y calcular ganancias. Tiene un sentido moral ambivalente” (Ludmer, 2010, 9- 10). Nuestro trabajo hace memoria de una discusión paradigmática 7 establecida entre el “paradigma del capitalismo agrario” y el “paradigma de la cuestión agraria” (Mançano Fernandes et.al, 2015), siguiendo los planteos y aportes de Mançano Fernandes, para actualizar esta discusión, esta vez entre el paradigma extractivo y el paradigma de la cuestión extractiva, reparto y escisión singular y diferencial que busca ser especular. Como sostienen Mançano Fernandes et. al. (2014, 47-49) 7 “El paradigma de la cuestión agraria tiene como punto de partida las luchas de clases para explicar las disputas territoriales y sus conflictualidades en la defensa de modelos de desenvolvimiento que viabilicen la autonomía de los campesinos. Entiende que los problemas agrarios forman parte de la estructura del capitalismo, de modo que la lucha contra el capitalismo es la perspectiva de construcción de otra sociedad. (Fernandes, 2008). Para el paradigma del capitalismo agrario, las desigualdades generadas por las relaciones capitalistas son un problema coyuntural, el cual puede ser superado por medio de políticas que posibiliten la “integración” del campesinado o “agricultor de base familiar” al mercado capitalista. En esa lógica, campesinado y capital componen un mismo espacio político, formando parte de una totalidad (sociedad capitalista) que no los diferencia, porque la lucha de clases no es elemento de ese paradigma (Abramovay, 1992). Para el paradigma de la cuestión agraria, el problema está en el capitalismo y, para el del capitalismo agrario, el problema está en el campesinado” (Mançano Fernandes et. al., 2014, 48. Traducción personal para este trabajo). 13 Los paradigmas representan visiones de mundo, que contienen intereses e ideologías, deseos y determinaciones que se materializan a través de políticas públicas en los territorios de acuerdo con las pretensiones de las clases sociales. A través del recurso paradigmático, los científicos interpretan las realidades y procuran explicarlas. Para tanto, ellos seleccionan un conjunto de constituyentes como elementos, componentes, variables, recursos, indicadores, dados, informaciones etc., de acuerdo con sus perspectivas y sus historias, definiendo políticamente los resultados que quieren demostrar. Los paradigmas son construcciones mentales que utilizan el embate de las ideas, los campos de disputas, por medio de relaciones de poder, configurándose como territorios inmateriales, para defender y/o imponer diferentes intenciones (Mançano Fernandes et. al., 2014, 48. Traducción personal para este trabajo). En este sentido, los paradigmas son construcciones que aparecen como “conjuntos constituyentes que contribuyen a presentar una visión sobre los procesos de mudanzas de realidad”. El movimiento y la lectura paradigmática se extienden desde la construcción de interpretaciones hasta la ejecución de políticas, públicas o no. Sin embargo, los paradigmas no son absolutos sino que muchas veces son transversales o parecen confundirse, por lo cual el análisis y la interpretación cuidada permiten hacer aparecer sus diferencias (Mançano Fernandes et. al., 2014, 48. Traducción personal para este trabajo). Nuestra investigación, entonces, hace memoria de esta distinción, discusión y reparto en términos paradigmáticos. Para conceptualizar el paradigma extractivo recuperamos a Maristella Svampa, quien sostienen que América Latina ha atravesado “el pasaje del Consenso de Washington, asentado en la valorización financiera, al Consenso de los Commodities, basado en la exportación de bienes primarios a gran escala” (2015, 32), pasaje en el que podemos registrar rupturas y continuidades. Este nuevo Consenso se trata de un “proceso complejo, vertiginoso y de carácter recursivo”, que requiere, en sus lecturas, una “perspectiva múltiple”. Desde un punto de vista económico, actualiza una matriz de reprimarización de las economías latinoamericanas y desde un punto de vista social, profundiza dinámicas de desposesión (Svampa, 2015). 14 En este sentido, de acuerdo con los planteos y definiciones de Eduardo Gudynas, el (neo)extractivismo se define como una forma de extracción de recursos naturales, en gran volumen o alta intensidad, para ser exportados como materias primas sin procesar, o con un procesamiento mínimo. El autor distingue, para América Latina, dos expresiones del extractivismo: “convencional o clásico 8 ” y “neo-extractivismo progresista 9 ”. Ambos resultan una expresión de los planteos clásicos de desarrollo, entendido como crecimiento económico progresivo, con efectos “derrame”, atravesado por flujos exportadores y captación de inversiones transnacionales, que necesitan objetivizar, instrumentalizar, dominar y violentar la Naturaleza y los territorios expuestos a explotación. El neoextractivismo desarrollista instala una dinámica vertical que irrumpe en los territorios, y a su paso va desestructurando economías regionales, destruyendo biodiverisdad y profundizando de modo peligroso el proceso de acaparamiento de tierras, expulsando o desplazando comunidades rurales, campesinas o indígenas, y violentando procesos de decisión ciudadana. (…) Un rasgo decisivo del neoextractivismo desarrollista es la gran escala de los emprendimientos, lo cual nos advierte también sobre la envergadura de las inversiones –se trata de actividades capital- intensivas y no trabajo-intensivas. (Svampa, 2015: 33) La modalidad actual conocida como extractivismo predatorio o depredador es fuertemente intensiva, extensiva y sistémica (véase I.I.R.S.A.); como “patrón de acumulación” basado en la sobre- explotación de commodities avanza, conquista y coloniza otras fronteras ya que se expande hacia zonas 8 “Es llevado adelante sobre todo por empresas transnacionales, mientras el Estado tiene un papel secundario (usualmente brindando protección a las inversiones y las exportaciones, con bajos niveles de tributación). A su vez, se asume que los beneficios se lograrán por medio de los mecanismos de mercado, donde las exportaciones generarán efectos de derrame en el resto de la economía (como nuevos empleos), y todo ello desembocará en promover el desarrollo” (Gudynas, 2013, 8). 9 “(…) hay una mayor presencia del Estado de diversas maneras. En unos casos, las actividades extractivas son llevadas adelante por empresas estatales o mixtas; en otros casos, el nivel de las regalías y la imposición tributaria es más elevado; e incluso, hay mayores controles sobre la producción. Bajo esta modalidad, se entiende que los mayores beneficios no se lograrán por los simples mecanismos mercantiles, sino que es necesario contar con el concurso del Estado. Paralelamente, el extractivismo es justificado políticamente ante la opinión pública como necesario para el progreso, y en particular para captar mayores proporciones de riqueza, la que sería devuelta a la sociedad mediante diversos programassociales” (Gudynas, 2013, 8) 15 “improducivas 10 ” o marginadas (Svampa, 2011, 2015); supone economías de enclave, que no se encadenan con redes productivas locales y regionales; produce fuertes, en muchos casos irreversibles, impactos socio-ambientales y sanitarios, con la consecuente invisibilización y externalización de costos -“mochila ecológica” (Gudynas, 2013, 3)-, y dudosos beneficios para el desarrollo nacional y regional, aun cuando ese avance supone riesgos para la continuidad de la vida y conlleva al desplazamiento y despojo de las poblaciones que habitan en las zonas afectadas por la explotación. Como sostiene Joan Martínez Alier, se trata de un “comercio ecológicamente desigual” que comprende, por un lado, la exportación de materias primas -que conlleva pérdidas de biodiversidad, desplazamiento sin consentimiento de comunidades indígenas, agotamiento de recursos renovables y no renovables, daños irreparables en términos sociales, económicos y sanitarios- y, por el otro, la importación de los residuos tóxicos de norte a sur, por un simple cálculo económico del valor de la vida y la salud en términos económicos (2009). El actual extractivismo predatorio no puede ser pensado sin la dependencia política y económica -políticas sociales asistenciales- y sin el ejercicio de la violencia -militarización de los territorios y criminalización de la protesta social-, como condición necesaria para su desarrollo y profundización. Por ello, “la maldición de la abundancia” es consustancial a la “maldición de la violencia” (Acosta, 2011). Eduardo Gudynas propone, desde la ecología política, el término “extrahección 11 ” para dejar señalado vinculaciones directas y necesarias entre cierto nivel de apropiación de los recursos naturales y la violencia de derechos humanos y de la naturaleza (Gudynas, 2013). El avance del “capitalismo neoliberal posdictaduras” (Svampa, Bottaró y Solá Álvarez; 2009: 31) se expande y afianza en América Latina, en general, y, en nuestro país, en particular, en diferentes momentos. Un primer momento está 10 La actual etapa se corresponde con demanda cada vez mayor de países desarrollados hacia países periféricos, en términos de materias primas o de bienes de consumo. Este proceso se verifica en el corrimiento de las fronteras hacia territorios antes considerados como “improductivos” o marginales: expansión de la frontera agrícola, petrolera, minera, energética, pesquera, de las plantaciones celulósicas, entre otras (Svampa, 2011) 11 “Esta palabra tiene su origen en el vocablo latino “extrahere”, donde “ex” que significa fuera, y “trahere” alude a quitar y arrastrar hacia sí.”(Gudynas, 2013, 11) 16 marcado por la década de los noventa que, en nuestro país como en otros de la región, creó las condiciones jurídicas de posibilidad de este modelo ya que modificó la normativa legal de acuerdo a las necesidades y derechos de los capitales transnacionales para consolidar la inversión extranjera directa y el desarrollo de la minería a gran escala en nuestro país. Con la reforma constitucional de 1994, por un lado, se provincializaron los recursos naturales que anteriormente dependían del Estado nacional y, por el otro, el propio Estado, en sus escalas nacional y provincial, se auto-inhibió para la exploración y explotación del subsuelo, proceso que impulsó el arribo de capitales y tecnología externos para la explotación. La minería aurífera presenta una preocupante y provocativa particularidad: la inhibición del propio estado nacional para explorar / explotar los recursos mineros en su (nuestro) “propio” territorio, auto- inhibición por ley del estado para disponer de su (nuestra) soberanía. El mapa de la minería aurífera corresponde al de una supra nación, una nación que se delimita en un territorio otro, aquel que ya no responde al lazo de la soberanía, y que nos ha instituido a los argentinos desde entonces con la figura del superficiario, ante el beneficiario del subsuelo, el empresariado privado, casi dominantemente transnacional (Antonelli; 2007(b): 5-6). En consonancia con esta auto-inhibición, se reformuló el Código de Minería. Dentro de sus modificaciones se incluyen la eliminación de las restricciones al tamaño de las superficies dadas en concesión para exploración y explotación, la prolongación de los plazos de arrendamiento y usufructo de las minas. El Código de Minería vigente establece que las minas son “bienes privados” (Svampa, Bottaró, Solá Álvarez; 2009, 34) de la Nación o las provincias, de acuerdo al lugar en que se ubiquen pero que el Estado no puede disponer de ellas para su explotación sino que debe delegar tal facultad a los particulares. Puesto que las minas son propiedad del Estado, el territorio en el que se encuentran no pertenece ni al propietario de la tierra, devenido “superficiario”, ni a quien las descubre sino al Estado, nacional o provincial, según correspondiera. 17 La segunda etapa de este “modelo extractivo-exportador” (Svampa, Bottaró, Solá Álvarez; 2009, 31), a partir de la cual el número de proyectos mineros en distinto estado de avance crece a ritmo vertiginoso, se caracteriza por un impulso sostenido a este modelo -en 2004, la minería es declarada de interés público y se institucionaliza el Plan Minero Nacional (Gobierno de Néstor Kirchner)- a partir de la combinación una fuerte presencia del Estado a través de subsidios e incentivos a las inversiones extranjeras directas y licitaciones para infraestructura necesaria y consiste en la generalización de este tipo de economía que, a medida que se afianza, consolida un modelo de saqueo y contaminación de lo que en otro momento significaron bienes comunes necesarios para la vida humana y no humana. En 2005, comienza la explotación de Veladero en San Juan. En 2008, Cristina Fernández de Kirchner veta la Ley de Protección de Glaciares que luego fue aprobada en septiembre de 2010 y que aún espera la realización del Inventario Nacional de Glaciares, prevista en el marco de esa ley, pese a que, con la llegada del nuevo presidente, esta normativa ha quedado expuesta a (des)aparecer en favor de los intereses del sector minero, nuevamente. Esta forma de extracción -que no es más la pequeña minería de galerías o minería de socavón debido a que, en la actualidad, el material no se encuentra en grandes cantidades dentro de la roca sino que se encuentra diseminado en pequeñas partículas en toda la montaña- consiste en dinamitar toda la montaña hasta reducir a polvo los minerales que luego se obtienen por lixiviación -lavan y amalgaman- por medio de sopas químicas compuestas, en su mayoría, de cianuro de sodio y enormes cantidades de agua. Sin embargo, una especulación a considerar ha sido la revitalización del proyecto minero Cordón de Esquel que, “reinventándose para producir” (Latinominería.com, 2014) pasó de ser un proyecto de minería a cielo abierto en manos de Meridian Gold. Corp a llamarse proyecto Suyai en manos de Minas Argentinas S.A (MASA), subsidiaria de la firma transnacional Yamana Gold Corp., en el que se modifica su sistema de extracción y propone un sistema de explotación subterránea. Como postula Mirta A. Antonelli, esta forma de explotación que se nos presenta como “Minería Responsable” bajo la bandera del “Desarrollo 18 Sustentable” son maneras de (des)nominalizar y generar “condiciones de aceptabilidad” (Antonelli; 2007(b): 2) de esta actividad extractiva Las denominaciones “Minería Responsable “ y “Desarrollo Sustentable”, como se las encuentra en las páginas institucionales de las empresas auríferas y en discursos gubernamentales, entre varios otros, funcionan como reaseguros a priori para enmarcar la economía extractiva transnacional mediante la evocación del principio jurídico deresponsabilidad ante terceros -compromiso de no daño- y, a la vez, la postulada naturaleza filantrópica del empresariado sensible a las necesidades y deseo de la comunidad y las comunidades bajo explotación (Antonelli, 2007(b), 2). El Proyecto Navidad es uno de los depósitos de plata y plomo más grandes a nivel mundial ubicado en la meseta central de la provincia de Chubut. La construcción del yacimiento ocupa más de 10 mil hectáreas y está emplazado en la meseta central de la provincia de Chubut, entre las localidades de Gastre y Gan Gan. La meseta central aparece, en los discursos gubernamentales y empresariales como zona postergada y deshabitada convertida en desierto y el “descubrimiento” (y no construcción) del yacimiento Navidad como la única oportunidad socio-económica y el modelo ¿deseado? de “desarrollo equilibrado” pensado a partir del uso estratégico de “recursos naturales” no renovables en territorio. Sin embargo este “descubrimiento” de la plata en la meseta chubutense del suelo argentino abre y monta palabras e imágenes de “un tiempo padecido” a partir de la crítica y la ofensa la violencia fundacional de este “Nuevo Mundo” que se abre en 1492 (Didí Huberman, 2015) En nuestro país quedaron numerosas huellas de ese sueño de leyendas, locura y riquezas que mezclaba todo y no dejaba ver nada. Sin ir más lejos, pensemos que frente a la ciudad de Buenos Aires tenemos el Río de La Plata, llamado así porque los españoles suponían que viajando por su cauce hacia el norte se llegaba a El Dorado, una ciudad toda de oro y plata. Incluso la palabra Argentina deriva de argentum, que significa plata. Los conquistadores creían que éramos la puerta de entrada al país de la plata. Aunque no parezca, la geografía encierra más de una sorpresa (Valko, 2016, 9) 19 Esta temporalidad que abre el proyecto de plata y plomo llamado Navidad se mueve entre dos temporalidades; 1492, marca que nombra “el encubrimiento imperial de los orígenes mineros de esa entidad geohistórica que es hoy América Latina” (Machado Aráoz, 2014, 67) y 1540-1545, el descubrimiento del Cerro Rico del Potosí, que “significa ya el sitio donde podemos excavar sus principios de constitución y consolidación” que hicieron (des)aparecer a América como “territorio minero de la geografía colonial” (Machado Aráoz, 2014, 86). La invención y trastocamiento de los territorios expuestos a la explotación minera se corresponde con determinadas zonas grises, formas de violencia no tipificadas que legitiman la construcción (y actualización) de desiertos, la invención de la zonificación y la condición sacrificial de cuerpos y territorios “disponibles” para el par extracción/acumulación. Hablar de violencia(s) nos interroga respecto de mecanismos de ejercicios grises, sutiles y poco visibles por parte del Estado, de las empresas transnacionales y de los think tanks. (…) El dispositivo hegemónico instituyente de consensos glocales (Antonelli, 2009), opera como una máquina de producir, crear y actualizar formas de violencia “disponibles”, prácticas sociales estratégicas, físicas y simbólicas, desplegadas en los territorios, los cuerpos y el lenguaje, resultantes, en cierta medida, de “un cálculo estrictamente racional que evalúa el costo y la rentabilidad de la acción” (Crettiez, 2009: 41). En este sentido, conceptualizamos violentamiento como acción y proceso de determinadas formas de violencia no tipificadas jurídicamente (…). (Antonelli, Cerutti, Marín, Orellana, Gómez, 2015) La ley 5001 que nace a partir de la resistencia en Esquel para prohibir la megaminería en la provincia de Chubut también hace (des)aparecer y funda la escisión estratégica entre “zonas de sacrificio” y “zonas libres de sacrificio”, a partir de la zonificación del territorio que propone en el segundo artículo del texto de ley. Esta zonificación actualiza un dispositivo sacrificial e instituye una (de)limitación triádica: de la resistencia, de los tiempos y de los territorios sometidos a explotación, adecuación que “habilita” el desarrollo de otros megapoyectos en la provincia, como es el caso del Proyecto Navidad que introduce un régimen de administración de esta (in)disponibilidad postulada de 20 acuerdo a la cuantificación, rentabilidad y “sensibilidad socioambiental” que (des)afecte los “recursos” en cuestión (Marín, 2015). “desde una perspectiva bio(tánato)política, la potencia del desierto actúa como “zona de excepción”, como “umbral (…) en el que se entretejen, cada vez en su singularidad, cuerpos, enunciados e imágenes (…)” (Giorgi, 2011) y busca actualizar, en este discurso, aridez, homogeneidad, pobreza, ausencia de vida o de determinadas formas de vida que el capital requiere. Es también el desierto una construcción, una intervención territorial que busca invisibilizar, negar, hacer aparecer formas de la nada o los nadie que vuelve posible y habilita que capital y el modelo extractivo predatorio pueda instituir sus “mitos de origen” (Antonelli) y sus formas de vida” (Marín y Orellana; 2014). Por otra parte, queremos hacer presente un territorio en construcción habitado de pistas, señales, latencias, de alternativas que han sido construidas como locales, residuales, anacrónicas, que sin embargo abren otro reparto, disensual esta vez, a partir del paradigma de la cuestión extractiva. En el contexto latinoamericano actual de debate sobre las “alternativas al extractivismo”, “alternativas al desarrollo”, “desarrollos de otra manera” o “desarrollos otros” (Gudynas; 2009), las discusiones se centran en avanzar en un proceso de transiciones orientadas a alcanzar el post-extractivismo, como alternativa al desarrollo. En este sentido, E. Gudynas plantea la distinción de tres tipos de extractivismo -depredador, sensato, indispensble-, en los que progresivamente, se van ensayando, explorando estrategias, alternativas plurales y abiertas, que limitan la extracción de bienes comunes materiales e inmateriales. Dentro de estas alternativas encontramos, además de los aportes de la geografía crítica, la recuperación de las filosofías indígenas del “Sumak Kasay”, “Suma qamaña”, “buen vivir”, “vivir bien”, “buen convivir”, una apuesta de diálogo intercultural (Véase Caudillo Felix, 2012; Mato, 2008; Briones, 2006), solidaria de una “ecología de saberes 12 ” (De Sousa Santos, 2006) y del “ecologismo popular 13 ” 12 Frente a la ciencia moderna hegemónica, monocultural y monolingüe, la ecología de saberes o ecología de prácticas de saberes planteada por Sousa Santos configura una constelación más amplia de saberes (y prácticas) científicos y no científicos que sobreviven a la invisibilidad epistemológica y al “epistemicidio” (Sousa Santos, 2006,156). La ecología de saberes, en este sentido, se basa en el “reconocimiento de la pluralidad de conocimientos heterogéneos (uno de ellos es la ciencia moderna) y en las articulaciones dinámicas entre ellos sin comprometer su 21 (Martínez Alier, 2009) que, como apertura ética, estética y política crea territorios en construcción, “un campo de ideas en construcción” (Gudynas, Acosta; 2011), donde convergen saberes, ignorancias y prácticas comunes, heterogéneas que cuestionan el modelo clásico de desarrollo y proponen otros modos de hacer lazo entre singularidades. Planteamos esta discusión paradigmática como reparto especular. Recuperamos algunas distinciones planteadas por Jacques Ranciére para pensar estos repartos. Una de ellas consiste en la diferencia entre policía y política. Por policía leemos un ordenamiento y distribución de los cuerpos, de lo visible y de lo decible, que, como sostiene el autor, no es tanto un disciplinamiento, en el sentido foucaultiano del término, como una “regla de su aparecer”, “una configuración de las ocupacionesy las propiedades de los espacios donde esas ocupaciones se distribuyen” (Ranciére, 1996, 44- 45). La política, antagónica de la policía, es “la que rompe la configuración sensible donde se definen las partes y sus partes o su ausencia por un supuesto que por definición no tiene lugar en ella: la de una parte de los que no tienen parte” (Ranciére, 1996, 45) No hay política porque los hombres, gracias al privilegio de la palabra, ponen en común sus intereses. Hay política porque quienes no tienen derecho a ser contados como seres parlantes se hacen contar entre éstos e instituyen una comunidad por el hecho de poner en común la distorsión, que no es otra cosa que el enfrentamiento mismo, la contradicción de dos mundos alojados en uno solo: el mundo en que son y aquel en que no son, el mundo donde hay algo “entre” ellos y quienes no los conocen como seres parlantes y contabilizables y el mundo donde no hay nada (Ranciére, 1996, 41-42). En efecto, en este planteo, la política no se encuentra y no se ocupa del ejercicio del poder y la lucha por éste. La política es la configuración de un espacio específico y es el conflicto acerca de la existencia de ese espacio, de objetos que resultan establecidos y designados en este reparto como autonomía. La ecología de saberes se fundamenta en la idea de que el conocimiento es interconocimiento” (Sousa Santos, 2006, 49) 13 “(…) el ecologismo popular o ecologismo de los pobres son nombres aplicados a movimientos del Tercer mundo que luchan contra los impactos ambientales que amenazan a los pobres, que conforman la mayoría de la población en muchos países.” (Martínez Alier, 2009, 28) 22 pertenecientes a lo común y de sujetos que se hacen contar capaces de una palabra común (Ránciere, 2011, 25-26). “La política se refiere a lo que vemos y a lo que podemos decir, a quien tiene la competencia para ver y la cualidad para decir, a las propiedades de los espacios y los posibles del tiempo” (Ranciére, 2014, 20). Esta distribución y redistribución de lugares e identidades, esta delimitación y redelimitación de espacios y tiempos, de lo visible y lo invisible, del ruido y la palabra constituyen lo que yo he llamado el reparto de lo sensible. La política consiste en la reconfiguración del reparto de lo sensible que define lo común de una comunidad, en la introducción de sujetos y objetos nuevos, en hacer visible aquello que no lo era y en hacer escuchar como hablantes a aquellos que eran percibidos como animales ruidosos. (Ranciére, 2011: 26) Este reparto, sostiene Ranciére, se trata de “la constitución de un mundo sensible común”, de la existencia y posibilidad de ese espacio y sus recortes, sus partes exclusivas. Esta configuración es un (re)partir y (com)partir (co-presencia) espacialidades, temporalidades, ocupaciones, (in)visibilidades, palabras y ruidos heterogéneos. “Reparto de lo sensible revela quien puede tomar parte en lo común en función de lo que él hace, del tiempo y del espacio en los cuales esta actividad se ejerce.” (Ranciére, 2014,20). La constitución de este mundo común es, siempre, una distribución polémica de las maneras de ser y de la “ocupación” en un espacio de posibles (Ranciére, 2014, 67). Un mundo “común” no es simplemente el ethos, la estancia en común, que resulta de la sedimentación de un cierto número de actos entrelazados, sino que es siempre una distribución polémica de las maneras de ser y de la “ocupación” en un espacio de posibles. (2014, 67) Nuestra metodología encuentra como primer momento de trabajo la construcción de un “archivo audiovisual’ (Deleuze, 2015) -que no puede ser pensado como “el reflejo especular inmediato de lo real, sino una escritura con sintaxis e ideología”-, escritura rizomática, lacunar, hecha de huecos, fisuras, carencias, de lo que falta, de cenizas, de imágenes y palabras, documentos y monumentos supervivientes, que hemos podido encontrar a pesar de la vulnerabilidad y la bio(tánato)política a la están sub y sobre expuestos estos 23 documentos y sus modos de (des)aparición. Puesto que cada palabra y, más aún, cada imagen “reúne en sí misma varios tiempos heterogéneos” pensamos un archivo de palabras e imágenes no en términos de un ordenamiento y clasificación lineal y cronológica sino términos de estallido y reconstrucción, lo cual es pensar, también, en “un conocimiento por el montaje” (Didí Huberman, 2007) Así, nos encontramos con frecuencia ante un formidable y rizomático archivo de imágenes heterogéneas, que sólo con dificultad puede ser dominado, organizado y comprendido, precisamente porque ese laberinto está compuesto tanto de intervalos y huecos como de material observable. Forzosamente, la empresa arqueológica debe correr el riesgo de ordenar fragmentos de cosas supervivientes, que siempre se mantienen anacrónicas, puesto que provienen de diversos tiempos y espacios, separados por agujeros. Este riesgo lleva el nombre de imaginación o montaje (Didi Huberman, s/d, 2). En este sentido, nuestro recorte temporal abarca desde 2003 hasta 2014. El recorte producido tiene que ver con una temporalidad que hace visible y decible, especularmente, un archivo de cultura y un archivo de barbarie. Es un tiempo que se abre entre excepciones. El año 2003 marca un corte en esta “Argentina haciéndose minera” (Antonelli, 2009) y abre un umbral en las resistencias puesto que el 23 de marzo de 2003, la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Esquel dice “No a la Mina” enunciado-acontecimiento que crea otro mundo posible y abre multiplicidad de formas de resistencia y leyes prohibitivas en diferentes territorios. Efecto de este “No a la Mina” en la consulta popular, surge la Ley 5001 por la cual se prohíbe la actividad minera metalífera en la provincia de Chubut en la modalidad a cielo abierto y con utilización de cianuro. Sin embargo, es también la primera ley que zonifica el territorio provincial para exceptuar de tal prohibición parte de la provincia y, en definitiva, para exceptuar la provincia de tal prohibición, lo cual hace visible y decible la disponibilidad de lo vivo y no vivo como premisa del modelo extractivo. El proyecto Navidad, respecto del proyecto Cordón de Esquel, activa y suscita otras palabras e imágenes otra “invención de lo visible” (Vauday, 2009) y lo decible, de las comunidades que 24 construye donde lo visible es parte del cálculo, de la especulación con que juega el proyecto en la definición de la política minera a nivel provincial. El otro punto de este recorte temporal es el año 2014, año en que la Iniciativa Popular para prohibir la megaminería en Chubut llega a la legislatura provincial para su tratamiento. Sin embargo, la “gobernanza neoliberal” ha pregnado en las instituciones y el tratamiento de esta Iniciativa no fue sino una excusa para dar tratamiento a otro proyecto que, aunque conserva el mismo nombre, responder a los intereses que este modelo necesitaba. Entonces, 2003- 2014, tiempo que se abre, espaciamiento especular y de especulaciones. Subyace una premisa en nuestro trabajo que guarda relación con la distinción y el estatuto que le damos a la palabra y la imagen. En este sentido, recogemos el planteo de Didí Huberman al pensar, a partir de Pasolini, la palabra y la imagen 14 como “topos”, “figuras” (2014, 172). Sin embargo, nuestra investigación no está enfocada en problematizar qué es una imagen o qué es una palabra, sino en su poder y su deseo de ver y hacer oír. Nuestro trabajo no se detiene en considerar qué es una imagen sino qué puede (no) una imagen, qué hace una imagen. En este sentido, Didí Huberman piensa la imagen como “herramienta de trabajo” -también, de parto “hacernacer”- y Mondzain se pregunta “¿pueden matar estas imágenes? En este sentido, estamos pensando en palabras e imágenes que pueden “hacer nacer” y también pueden “hacer y dejar morir”. En este sentido, Vauday distingue entre una policía y una política de las imágenes. 14 “La imagen nunca es sólo una incisión en el mundo de la visibilidad. Es, aún más, una huella, una estela visual del tiempo, que intentó tocar la imagen, pero también de los tiempos complementarios –forzosamente anacrónicos, heterogéneos entre sí- que la imagen, como arte de la memoria, necesariamente agrega. Es ceniza mezclada, más o menos caliente, de distintos hornos. Por eso arde la imagen. Arde de realidad, pues se acercó a ella por un momento (…). Arde del deseo que la mueva, de la direccionalidad que la estructura, por el enunciado con el que carga. La imagen arde en la destrucción, en el fuego que casi la carboniza, del cual sin embargo emergió y al cual ahora puede hacer imaginable. Arde en el fulgor, es decir, en la posibilidad visual que se abrió a partir de su misma extinción. Finalmente, la imagen arde de memoria, es decir, flamea aún incluso cuando ya es ceniza: una forma de dar expresión a su vocación de vida póstuma. [Nachleben] No obstante, para saber y experimentar esto, hay que exponerse a la osadía de acercarse a su superficie. Y soplar cuidadosamente en la ceniza, de modo tal que la brasa debajo irradie nuevamente su calor, su fulgor, su peligro” (Didí Huberman, 2012) 25 [ya] que las imágenes no son todas iguales. (…) es oportuno distinguir entre una policía y una política de las imágenes. (…) La policía de las imágenes se traduce sobre todo por el establecimiento de un orden positivo que define las condiciones de acceso a la visibilidad, al jerarquizar los géneros y al evaluar los estilos; regular y legislar sobre el dominio de la percepción común, censura menos de lo que conforma, replica, prescribe. Una política de las imágenes debe ser entendida en el sentido de la excepción que viene a perturbar el reino de las normas perceptivas a través de un cambio de régimen de las imágenes que trastornan o contradicen las identificaciones recibidas. (…). Si tiene como efecto el volver visible lo invisible, no es para acoger favorablemente una trascendencia de lo irrepresentable sino para dar lugar a lo excluido por la institución misma de la escena de lo visible. Lo visible no es nunca tan puro como lo quisiera la fenomenología, es una escena de montaje compleja, un dispositivo articulado por un sistema de configuración y de nominación que no vuelve visible seres, cosas, lugares y relaciones sin ocultar otros. Siempre una imagen esconde otras. (Vauday, 2009, 29) Foucault, siguiendo a Blanchot, dirá que “hablar no es ver” (Deleuze, 2015, 89). Entre ver y hablar, entre “existe lenguaje” y “existe luz”, visibilidades y enunciados, hay una diferencia de naturaleza. Pese a que cada forma se inserta en la otra para producir cada estrato o cada saber, esta diferencia mantiene la irreductibilidad de lo visible. Esta diferencia marca un límite que separa y a la vez pone en común y que mantiene, pese a que se inserte una forma en la otra, la especificidad de ver. Pero esta no relación puede ser pensada como una manera de mantener la relación (Deleuze, 2015, 89) Entonces, entre ver y hablar existe disyunción puesto que “lo que se ve nunca aparece en lo que se dice, y a la inversa” (Deleuze, 2015, 93) En términos de Deleuze, esta conjunción no es posible puesto que: el enunciado tiene su propio objeto correlativo, y no es una proposición que designaría un estado de cosas o un objeto visible, como desearía la lógica; pero lo visible tampoco es un sentido mudo, un significado de potencia que se actualizaría en el lenguaje, como desearía la fenomenología. El archivo, lo audiovisual es disyuntivo (Deleuze, 2015, 93). Mientras uno se limita a las cosas y a las palabras, se puede pensar que se habla de lo que se ve, que se ve aquello de lo que se habla, y que las dos cosas se encadenan: uno se está limitando a un 26 ejercicio empírico. Pero, desde el momento en que se abren las palabras y las cosas, desde el momento en que se descubren los enunciados y las visibilidades, la palabra y la vista se elevan a un ejercicio superior, a priori, de tal manera que cada una alcanza su propio límite que la separa de la otra, un visible que solo puede ser visto, un enunciado que solo puede ser hablado. Y, sin embargo, una vez más, el límite propio que separa cada una también es el límite común que las pone en relación, y que tendría dos caras disimétricas, palabra ciega y visión muda (Deleuze, 2015, 94) Por su parte, Ranciére, en El destino de las imágenes (2011), introduce su lectura singular al pensar este entrecruzamiento entre lo visible y o decible. La imagen no es exclusividad de lo visible. Existen cosas visibles que no conforman una imagen, hay imágenes que son sólo palabras. Pero el régimen más común de la imagen es aquel que pone en escena una relación de lo decible con lo visible, una relación que juega al mismo tiempo con su analogía y con su diferencia. Esta relación no exige en lo absoluto que los dos términos estén materialmente presentes. Lo visible se deja disponer en tropos significativos, la palabra despliega una visibilidad que puede ser enceguecedora. (Ranciére, 2011, 28-29) Deleuze propone abrir, hendir, las palabras y las cosas. Abrir las palabras, frases, proposiciones para extraer de ellas enunciados y abrir, hender y romper las cosas para hacer surgir visibilidades 15 , formas de luminosidad. Ahora bien, “entre el enunciado y su condición se insinúan visibilidades” y “entre lo visible y su condición circulan enunciados”. De allí que, entre hablar y ver exista entrecruzamiento, intervalo que parte de una distancia y produce espaciamiento (Deleuze, 2015, 95-97). El autor se pregunta “¿Por qué estas extracciones [son] necesarias?”, pues, porque los enunciados no permanecen ocultos pero tampoco son directamente legiles, decibles, audibles y porque las visibilidades no se confunden ni se corresponden con elementos visuales o formas de objetos (Deleuze, 2015, 80-81). Entonces, “la tarea de la arqueología es doble” puesto que 15 “Las visibilidades no se confunden con elementos visuales o más generalmente sensibles, cualidades, cosas, objetos, compuestos de objetos. (…) hay que hendir las cosas, romperlas. Las visibilidades no son formas de objetos, ni siquiera formas que se revelarían al contacto de la luz y de la cosa, sino formas de luminosidad, creadas por la propia luz y que solo dejan subsistir las cosas o los objetos como resplandores, reflejos, centelleos” (Deleuze, 2015, 80). 27 “hay que extraer de las palabras y de la lengua los enunciados correspondientes a cada estrato y a sus umbrales, pero también extraer de las cosas y de la vista las visibilidades, las “evidencias” propias de cada estrato (Deleuze, 2015, 80-81). A partir de ese archivo, hemos propuesto un montaje como procedimiento de construcción y análisis entre palabras e imágenes. Didí Huberman postula que montar es hender, remontar y desmontar lo que permite emancipar la mirada del espectador. En este mismo sentido, Vauday se pregunta “¿Cómo extraer o hacer imágenes libres y dignas de la mirada a partir de imágenes formateadas para anestesiar la sensibilidad? ¿Cómo dar vida a una imagen que no prescriba la mirada?” (Vauday, 2009, 137) El montaje, según el autor, es una operación doble, de “hendidura”, -abrir, fisurar- y de “lazo”, procedimiento no sintético, de separación y continuidad, que puede hacer aparecer, exponer, juntas, palabras e imágenes. Se trata de “hender, entonces, sin descanso,toda certeza y toda unidad provisoriamente reformadas en el montaje. Mantener el riesgo –el ritmo- dialectico.” (Didí Huberman, 2015, 127) El montaje permite abrir un espacio, “producir una hendidura en lo visible” para hacer aparecer posibilidades y legibilidades. Montaje es, en algún punto, remontaje, “retomar la lectura” tarea infinita que demanda “reaprender, reconocer y remontar” (Didí Huberman, 2015, 135) El montaje como la danza, va y viene, organiza, crea figuras. Es un “acto de decisión” que “zanja” al hacer que las imágenes “tomen posición” unas en relación con otras. Sin embargo, como en la danza, estas posiciones pueden modificarse, puesto que ellas no dejan de ir y venir. Por eso, este trabajo puede ser recomenzado. Frente a un montaje dado, existe la posibilidad y la apertura de proponer, a partir del mismo material, un montaje diferente. El montaje permanece virtualmente abierto (Didí Huberman, 2015,139). Este procedimiento permite que las singularidades aparezcan y se articulen de manera dinámica, se relacionen en sus movimientos y sus intervalos. La selección y diversidad de cosas con las que hace contacto un montaje lo hace un trabajo reflexivo, crítico, abierto, en movimiento. El montaje o remontaje, en tanto “decisión de pensamiento” y “decisión poética”, es una lectura precaria, he aquí su vitalidad que invita a ser recomenzado (Didí Huberamn, 2015, 141). 28 Puede considerarse como un modo de exposición que muestra “cada cosa, al menos, bajo una doble óptica, de respetar las singularidades, de ser preciso al crear relaciones perpetuamente transformables, perfectibles, entre las imágenes puestas en copresencia” (Didí Huberman,2015, 144). Por su parte, Vauday sostiene que existen “montajes impuestos prescriptos, autoritarios que prohíben otros montajes y que al mismo tiempo empobrecen el campo de la sensibilidad y las perspectivas de experimentación” frente a los cuales podemos practicar desajustes y desmontajes que permitan volver a darle juego y liberad a quienes hacen y miran esas imágenes (Vauday, 2009, 132-133). En este sentido, no se trata de estar en contra o muy cerca de las imágenes sino de la oposición entre dos regímenes de imágenes, un régimen de prescripción que ordena la mirada y un régimen de disrupción que la libera al oponer una contra-imagen a las imágenes dominantes (Vauday, 2009, 132-133. Cursivas nuestras). Entonces, si bien nuestro archivo audiovisual abarca temporalmente, desde el año 2003 hasta el año 2014, como ya señalamos anteriormente, nuestro trabajo busca abrirse y remontarse anacrónica y rítmicamente a partir del gesto de acercarnos y tensionar ciertas visibilidades y decibilidades. En este sentido, nuestro trabajo de montar parte de fragmentos -documentos monumentos supervivientes- de un discurso del entonces gobernador de Chubut, Mario Das Neves, y su Coordinador de Gabinete, Norberto Yahuar, ante la Embajada de Canadá, en 2008. Por otra parte, recuperamos imágenes y el relato que hacen asambleístas de la realización de un mural comunitario “No a la navidad de los mineros”, a fines de agosto de 2008, como práctica de resistencia frente al evento que congrega a empresas y consultoras vinculadas al modelo, Argentina Minning 2008, que en esa oportunidad se llevaba a cabo en Mendoza y San Juan, para expresar su rechazo frente a los “ofrecimientos” que el gobernador y su coordinador de gabinete habían hecho en Canadá, país del que provienen muchas de las empresas transnacionales que buscan instalarse en Chubut. Nos preguntamos, entonces, de la mano de Didí Huberman “¿no nos había prevenido 29 Walter Benjamín del terrible lazo que implica todo archivo de cultura como archivo de barbarie?” (Didí Huberman, 2014, 31). A partir de este archivo superviviente (Didí Huberman), nos proponemos, entonces, hacer aparecer un montaje -que es desmontaje y remontaje, cada vez- anacrónico 16 -puesto que mezcla tiempos heterogéneos- e idiorrítmico 17 -puesto que el poder 18 impone un ritmo de tiempo, de discurso, de pensamiento, este rhythmos alberga la posibilidad un ritmo singular- (Barthes, 2003). Postulamos, entonces, un montaje anacrónico y rítmico, artesanía conceptual y metodológica (Rivera Cusicanqui, 2015), que recupera ciertas materialidades textuales y visuales, documentos y monumentos supervivientes 19 . 16 “(…) el anacronismo deja ver en cada secuencia histórica un montaje temporal heterogéneo, y evita que los conflictos queden reducidos a opciones binarias que tienden a bloquear toda politización efectiva. La sensibilidad anacrónica ofrece entonces la alternativa de saltar fuera de la línea cronológica hacia otro tipo de procesualidad, más bien rítmica: la de un largo aliento que sin embargo se desplaza a los saltos”. (Gutiérrez Aguilar,2008) 17 Barthes distingue ritmo de rhythmós: “Rhythmos: es el ritmo que admite un más o un menos, una imperfección, un suplemento, una falta, un idios: lo que no entra en la estructura, o entraría por la fuerza” (Barthes, 2003, 82). 18 Para explicar la idiorritmia Barthes introduce la siguiente escena: “Desde mi ventana (1 de diciembre de 1976), veo a una madre llevando a su hijo de la mano y empujando el cochecito vacío delante de ella. Iba imperturbable, a su paso, el chico estaba tironeado, sacudido, obligado a correr todo el tiempo, como un animal o una víctima sadiana a la que castigan. Ella va a su ritmo, sin saber que el ritmo del chico es otro. Y sin embargo ¡es su madre! El poder -la sutileza del poder- pasa por la disritmia, la heterorritmia” (Barthes, 2003, 52). 19 “La teoría de los discursos sociales es un conjunto de hipótesis sobre los modos de funcionamiento de la semiosis social. Por semiosis social entiendo la dimensión significante de los fenómenos sociales: el estudio de la semiosis es el estudio de los fenómenos sociales en tanto procesos de producción de sentido. Una teoría de los discursos sociales reposa sobre una doble hipótesis que, pese a su trivialidad aparente, hay que tomar en serio: a) Toda producción de sentido es necesariamente social: no se puede describir ni explicar satisfactoriamente un proceso significante, sin explicar sus condiciones sociales productivas. b) Todo fenómeno social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de producción de sentido, cualquiera que fuere el nivel de análisis (más o menos micro o macrosociológico). (…) Toda producción de sentido, en efecto, tiene una manifestación material. Esta materialidad del sentido define la condición esencial, el punto de partida necesario de todo estudio empírico de la producción de sentido. Siempre partimos de “paquetes” de materias sensibles investidas de sentido que son productos; con otras palabras, partimos siempre de configuraciones de sentido identificadas sobre un soporte material (texto lingüístico, imagen, sistema de acción cuyo soporte es el cuerpo, etcétera…) que son fragmentos de la semiosis. Cualquiera que fuere el soporte material, lo que llamamos un discurso o un conjunto discursivo no es otra cosa que una configuración espacio-temporal de sentido” (Verón, 2004, 124-127). 30 Nuestra lectura se abre entre Navidad y Esquel en el marco de la cual adquiere otra fuerza el trabajo con las con comunidades como intervención estratégica para lograr la Licencia Social para Operar, como parte de invenciones e intervenciones semióticas de la RSE. Establecemos y desplegamos nuestro dispositivo especular, que habita entre los mecanismos disciplinarios y los dispositivos de seguridad y postulamos la emergencia de lo comunitario en esta articulación. En nuestra lectura en torno al extractivismo megaminero en la meseta de Chubut, lo comunitario se actualiza en-clave de inversión estratégica a partir del “dispositivo panóptico”(Deleuze, 2015); emerge como adjetivación bio(tánato)política a partir del dispositivo de seguridad; y, finalmente, entre estos dispositivos, lo comunitario (des)aparece como ese espacio que se abre entre proyectos, comunidades y territorios y habilita la invención e inversión especular y de especulación -espejo y bisagra- para permitir la megaminería en la provincia. Postulamos lo comunitario como dinámica (de) en-clave estratégica en el doble juego, al menos, que el término nos permite. En primer término, lo comunitario puede considerarse en-clave como un aspecto o espacio que, dentro de la RSE, el sector extractivo ha identificado como crucial en la prevención y gestión de conflictos con las comunidades locales en donde buscan establecer sus proyectos. En segundo término, el abordaje de lo comunitario actualiza dinámicas de en-clave en los territorios y comunidades bajo exploración y explotación minera puesto que, en sus matrices de funcionamiento, estos modos de involucramiento comunitario actualizan “dispositivos de segregación” (Svampa, 2015) que delimitan y recortan zonas de excepción (Svampa, 2015) al establecer “zonas de influencia” como umbral de visibilidades y decibilidades a gestionar y controlar. Nuestro recorrido en torno a lo comunitario interroga este procedimiento de adjetivación bio(tánato)política que, como policía discursiva y visual (Ranciére, 1996), nombra una multiplicidad de prácticas, discursivas y no discursivas, que los actores hegemónicos (Estado, empresas y think tanks), en “alianza hegemónica” (Antonelli, 2009), ensayan para conseguir la Licencia Social para Operar. En multiplicidad de prácticas encontramos “relaciones 31 comunitarias”, “desarrollo comunitario”, “participación comunitaria”, “inversión comunitaria estratégica”. Estas metodologías y conceptualizaciones en umbral de formalización o epistemologización se arborifican de manera glocal y se disponen para ser aplicados en determinadas “zonas de influencia” previamente identificadas, en-clave estratégica. Finalmente, postulamos, lo comunitario como cálculo y especulación estratégica entre lo (des)a-parecido, en su diferencia y repetición ¿Cómo especular [hacer ver/crear imágenes] lo comunitario? ¿Cómo se especula [calcula] con lo comunitario? Como modo de organización, invención e inversión de lo visible, es un mercado que produce visibilidades. Nuestra línea de indagación, en este sentido, se abre con algunas preguntas ¿Qué imágenes activa y suscita lo comunitario cuando aparece así agenciado? Recuperamos, entonces, a Mondzain para preguntarnos a partir de ella ¿Pueden matar estas imágenes? (Mondzain, 2016). Este montaje es heterogéneo y diverso y gran parte de su heterogeneidad y singularidad esta dado por palabras e imágenes producidas en sedes y redes multiescalares y multiactoriales 20 (Antonelli, 2009), selección que invita a actualizar en cada apartado del primer capítulo el espacio que se teje y se cruza entre estas serie a partir de corpus ad hoc, sin abandonar una mirada trans e interescalar. (…) Las prácticas sociales pueden llegar a engendrar dominios de saber que no sólo hacen que aparezcan nuevos objetos, conceptos y técnicas, sino que hacen nacer además formas totalmente nuevas de sujetos y sujetos de conocimiento (Foucault, 2005, 12. Cursivas nuestras) En este sentido, nuestro recorrido considera lo comunitario a partir de su emergencia y singularidad dentro del universo de la Responsabilidad Social Empresaria, universo que abarca y excede el paradigma extractivo y el 20 “Las sedes designan instituciones globales que representan a la corporación minero-metalífera y definen las políticas de acción para los intereses del sector. Las redes corresponden más estrictamente a las relaciones y los procesos multiactoriales y multiescalares en los que se verifica en la actualidad la producción, circulación, inculcación, apropiación y recepción de los discursos y representaciones sociales de la minería transnacional, entre los que se destacan los think tanks o tanques de ideas (Mato, 2005; Mato y Alvear, en Grimson, 2007)” (Antonelli, 2009, 52) 32 “desarrollo”, “inversión” o “relacionamiento comunitario”. Por otra parte, nuestro análisis trabaja con ciertos documentos producidos por think tanks o usinas de pensamiento que definen políticas y prácticas para las empresas transnacionales que integran este sector extractivo (ICMM, IFC) en la producción de un saber especifico por lo cual hemos considerado pertinente hacer parte de esta serie, de modo ejemplar, fragmentos de un Curso en Relaciones Comunitarias para la industria minera para poder considerar o por lo menos señalar formas de subjetividad que resultan de esta producción de saber: el relacionista comunitario y las comunidades que se vuelven objeto de análisis, toda vez que este saber pone en juego conceptos, objetos y metodologías de trabajo en territorio. Otra serie se abre a partir de interrogar lo comunitario en los Estudios de Impacto Social y Ambiental del Proyecto Navidad, elaborados por las consultoras Rehuna S. A. y MWH Argentina, para las difrenetes emprsas “propietarias” de Navidad en los años 2003, 2006, 2007, 2011, a partir de la invención e inversión especular entre Navidad y Esquel. A su vez, hemos considerado los reportes de sostenibilidad de Pan American Silver (período 2009-2014), empresa “propietaria” del Proyecto Navidad desde fines de 2009 e inicios de 2010. de Esta adjetivación hace aparecer una multiplicidad de y divergencias entre prácticas discursivas y no discursivas nombradas de diversas maneras tales como “relaciones comunitarias”, “desarrollo comunitario”, “participación comunitaria”, “inversión comunitaria estratégica”. En este sentido, podemos postular y articular un régimen de lenguaje que hace aparecer un desplazamiento en el modo de relacionamiento empresa-comunidad que, en el marco de la tríada propuesta en esta investigación, se corresponde con la mudanza estratégica para-con las “comunidades locales”. Enfatizamos la divergencia que existe entre prácticas discursivas y no discursivas en torno a lo comunitario en este contexto extractivo singular, distancia y desarreglo que puede advertirse, por ejemplo, entre el enunciado de propuestas y proyectos comunitarios para generar y garantizar información respecto de las acciones que se llevan a cabo en cada etapa del proyecto minero y la implementación efectiva de tales proyectos, sus alcances e impactos. 33 Como hemos mencionado anteriormente, el “desarrollo comunitario” o las “relaciones comunitarias” forman parte de un modo de involucramiento y relación entre la empresa y la/s comunidad/es donde opera. En tal sentido, nos interesa problematizar las “comunidades” que imagina (Anderson), postula (Antonelli), hace (des)aparecer (Didí Huberman, 2014) el enfoque comunitario desplegado por la racionalidad extractiva megaminera. A partir de la pregunta “¿Qué cosa es comunidad en nuestros estados técnico-administrativos de comienzos del siglo XXI?” (Corea et al., 2003, 3, 4), nos preguntamos, específicamente ¿Qué cosa es comunidad en nuestros “Mineralo-Estados” (Sacher, 2010)? Una de las formas de lo visible y lo enunciable que insiste en estos planes y programas de “relaciones comunitarias” es la formación de las “zonas de influencia” directa e indirecta que se instituye, casi como correlato, con el establecimiento del proyecto minero, en sus distintas etapas.. En términos de Ranciére, esta policía discursiva y visual funciona y actualiza una distribución policial de cuerpos, lugares, prácticas, miradas, voces y escuchas, que hace aparecer la nominación “zona de influencia” como forma de exposición, como umbral a partir del cual las visibilidades que este espacio recorta,expone y nombra resultan disponibles, figurantes, sacrificables. Las “comunidades locales”, “comunidades afectadas”, “comunidades que habitan la zona de influencia” de estos proyectos son, en efecto, comunidades figurantes, rostros, cuerpos, voces, decorado humano, formas de vida residuales/resituables (Antonelli, 2015) “geografías dispensables” (Mendiola Gonzalo, 2009); humanidad parcelada que el extractivismo megaminero requiere administrar para conseguir y sostener la Licencia Social para Operar -permiso de las comunidades que busca ser controlado, gestionado, expropiado- que la RSE, en tanto invención semiótica, pretende garantizar. Esta megaminería requiere en su puesta en escena construir comunidades dóciles, formas de vida, palabras e imágenes componibles y disponibles en montajes consensuales para hacer visibles ciertas zonas de este modelo extractivo. Este dispositivo produce, controla y calcula un modo de hacer ver que especula con la “visión” que las “comunidades” tienen de la empresa y, por tanto, hace 34 (des)aparecer “comunidades”, modos de relacionamiento y objetos de relacionamiento. De manera que el modelo de la “gobernanza neoliberal 21 ”, como “nueva matriz social y politica” (Sousa Santos, 2007), se articula, se aplica y se extiende al “modelo extractivo-exportador” que atraviesa América Latina. Como sostiene Svampa, Solá Álvarez Y Bottaro, La concepción que subyace en este modelo es que, más allá de la opacidad de los sistemas de representación y de las nuevas incertidumbres, los antagonismos y las contradicciones pueden resolverse en una esfera de mediación y de entendimientos recíprocos, en los que el objetivo es tanto la consolidación de la gobernabilidad como la materialización del llamado “capital social” en términos de redes sociales y políticas. En este sentido, esa visión apunta a diluir la idea de que los antagonismos pueden ser, en un punto, irreconciliables, que están insertos en relaciones de poder asimétricas y que en definitiva enfrentan -o pueden enfrentar- proyectos de sociedad diferentes y, en muchos casos, opuestos (2009, 48-49). Esta primera parte se cierra la adecuación, normación, normalización y especulación territorial. En este sentido, esta reflexión en torno al territorio parte del umbral que se abre a partir del Estado de Excepción que inaugura la ley provincial 5001 -sancionada en 2003, efecto del plebiscito de Esquel- y que establece prohibir la minería en Chubut y, en el mismo acto enunciativo, suspender esta prohibición “en nombre de la ley” y habilitar la zonificación. A nivel nacional, en el año 2004, la minería se convierte en cuestión de estado y abre un nuevo Estado de Excepción (Véase Svampa, Antonelli, 2009) El corpus de este capítulo se constituye entre excepciones. Se abre con esta suspensión de la ley y se cierra con otra suspensión de la ley. En el año 2014, y luego de un intenso trabajo de asambleas y colectivos de diferentes partes del territorio provincial presentan ante la legislatura provincial un Proyecto de 21 “A la luz de ello, sugeriría que la gobernanza es una forma de derecho y de gobierno genéticamente modificada que pretende inmunizarse frente a dos peligrosas plagas: a las presiones desde abajo, potencialmente caóticas, y a los cambios no predecibles e las reglas del juego de la acumulación del capital que pueda introducirse por el Estado o por la legislación interestatal” (Sousa Santos, 2007, 40) 35 Iniciativa Popular (efecto Esquel) con otro texto de Ley prohibitivo de la megaminería, superador de la ley 5001 en la provincia. Este proyecto fue secuestrado y expropiado por intereses sectoriales de la Alianza hegemónica, que introdujeron otro proyecto que sólo ha prolongado la suspensión; nuevamente Estado de Excepción. En nuestra lectura, el avance de la zonificación definitiva de la provincia de Chubut aparece como una macrointervención estatal, en términos de una política pública con intereses privados que busca garantizar la seguridad jurídica, efecto de las modificaciones legislativas en la década de los noventa, a capitales transnacionales para que, pese al rechazo y resistencia legítima de las poblaciones, la lógica del capital logre imponerse. La disposición y disponibilidad de estos recursos está asociada a la inversión en infraestructura y transporte en- clave extractiva que se realiza en la provincia. En este sentido, nuestro análisis se detiene en considerar ciertos ejes de los Corredores Bioceánicos Patagónicos previstos por la Iniciativa para la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), en articulación con pasos fronterizos que empalmen con rutas nacionales y provinciales “con vistas a crear un espacio común para la inversión” (Iglesias en Menna; 2008: 169. Cursivas nuestras) A partir del “sacrificio extractivista”, postulamos la actualización de un dispositivo sacrificial (Nancy, 2002; Cerruti, 2010) que permita hacer ingresar una modalidad específica de captura, apropiación, “disponibilidad” y despojo de cuerpos humanos y no humanos, territorios, tiempos, energías en el (neo)extractivismo predatorio. Este dispositivo se fundamenta en modos de ejercicio de violencia y violentamientos que se despliegan a partir de una operatoria utilitaria que hace sacrificar para preservar; de esta manera, se instala la posibilidad de hacer morir y de dejar morir una parte en beneficio de la salvación o preservación de otra; selección, criterio y decisión sacrificial que habilita, autoriza y zanja esta tánatopolítica. Como máquina sacrificial actualiza dinámicas de intercambio, donde la vida queda expuesta al juego estratégico entre dar y recibir, que implica renunciar a una parte en beneficio de otra como justificación y afirmación de la vida a través de la muerte. Este dispositivo decide y establece zonas de indistinción, de indiferencia, 36 umbrales en los que se actualiza toda y cada vez su poder instituyente de cesuras fundacionales: “zonas de sacrificio” y “zonas libres de sacrificio” (Véase Cerruti, 2010). La denominación “zona de sacrificio” repone un presente próximo de disponibilidad respecto del carácter provisional de las “zonas libres de sacrificio”. La excepción no es definitiva, sino” “temporal”, del orden de la “suspensión entre la vida y la muerte” (Esposito, 2011), lo que recupera el carácter efímero de la “indisponibilidad” postulada. “Esta condición provisoria ingresa dentro de “los tiempos del mineral” e inaugura una temporalidad otra en la que queda colonizada y capturada la disponibilidad de los espacios y tiempos por venir.” (Antonelli, Cerutti, Marín, Orellana, Gómez; 2015) En este sentido, la denominación “zonas libres de sacrificio” instituye otro régimen de decibilidad que actualiza un estado sacrificial de cuerpos y territorios, parcelas de humanidad expuestas a su (des)aparición como modo (uno, homogeneizador, para decirlo con Mançano Fernandes) de existencia -exposición y figuración- y permanencia del modelo, puesto que el extractivismo se realiza en los cuerpos (Véase Bauman, 2012) La zonificación abre una distribución policial (Ranciére; 1996) discursiva y visual que hace aparecer “recursos naturales” disponibles para su extracción y mercantilización; disponibilidad que se delimita de acuerdo a la cuantificación, rentabilidad y “sensibilidad socioambiental” que (des)afecta esos “recursos”. Esta partición territorial se verifica y se actualiza en el desarrollo de la Matriz productiva de la meseta central, territorio en el cual se ubica el proyecto Navidad y otros proyectos mineros, a partir de la Declaracion de Telsen y la declaración de los Altares (2010). Esta matriz postula posibles y compatibles articulaciones entre distintas actividades económicas, incluida la minería aurífera y
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