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SUPERYÓ-IDEAL DEL YO

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SUPERYÓ-IDEAL DEL YO
INTRODUCCION AL NARCISISMO. PARTES IMPORTANTES (I-II-III). Tomo 14
El término Narcisismo proviene de la descripción clínica, que fue escogido por Nacke en 1899, para designar aquella conducta por la cual un individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; lo mira con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, alcanzando la satisfacción plena. El Narcisismo es el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación. 
El narcisismo es un momento de constitución del yo, dentro de los 3 momentos de evolución de la libido (autoerotismo, narcisismo, elección de objeto).
· Autoerotismo: momento de constitución de las zonas erógenas, las cuales son en un primer momento, parciales.
· Narcisismo: momento en que esas zonas erógenas se unifican en una concepción de cuerpo.
· Narcisismo primario: momento esperable del desarrollo, en el cual toda la libido está puesta en el yo. Este Narcisismo Primario se constituye por la proyección de los padres. Ellos proyectan sus propios ideales de perfección su majestad el bebé. El niño se cree ésto y coincide con su ideal, siendo él su propio Ideal.
· Posición del Yo-ideal: sigue existiendo a nivel Icc. al superarlo. Hay un sentir luego en el niño, donde él NO coincide con ese ideal en las medidas impuestas de los padres, moral, cultura, institución, etc.)
· Elección de objeto (complejo de Edipo): es el momento en que el niño debe alejarse de su ideal, lo abandona, y ese yo comienza a tomar distancia del yo-ideal, comenzando a ir hacia lo que debe llegar a ser ideal del yo (lo que constituye aquello a lo cual debe y quiere llegar a ser el hombre). El hombre nunca abandona su intención de volver a lograr su ideal.
EL IDEAL DEL YO (instancia del Superyó) donde el sujeto siempre busca volver a coincidir con su ideal. La distancia del yo con el Ideal hace a nuestra autoestima (+ o -).
· El sentimiento de sí = autoestima “grandor del yo”, el sentimiento de omnipotencia corroborado por la experiencia osea nuestros LOGROS (lo que nos hace coincidir con ese sentimiento de omnipotencia). El sentimiento de sí, depende de los logros a lo largo de la vida (omnipotencia) y del ser amado (lo que hace recargar al Narcisismo).
· Narcisismo Secundario: por el replegamiento de las investiduras de objeto
· Psicosis: (parafrenia) el yo vuelve a coincidir con su ideal. Es el retirar libido del mundo externo y volcarla al yo (lo que puede llegar a tener como resultado un delirio de grandeza) y el extrañamiento de su interés respecto del mundo ext.
· Neurosis: retirar la libido del mundo exterior y depositarla en la fantasía. Sustituyen objetos reales por objetos imaginarios de su recuerdo
II.
Una de las vías de acceso al estudio del Narcisismo, es la vida amorosa del ser humano dentro de su variada diferenciación en el hombre y la mujer. El niño (y el adolescente elije sus objetos sexuales tomándolos de sus vivencias de satisfacción. Las primeras satisfacciones sexuales autoeróticas son vivenciadas a remolque de funciones vitales que sirven a la autoconservación. 
Las pulsiones sexuales se apuntalan al principio en la satisfacción de esas pulsiones yoicas, y sólo más tarde se independizan de ellas; ese apuntalamiento sigue mostrándose en el hecho de que las personas encargadas de la nutrición, el cuidado y la protección del niño, devienen los primeros objetos sexuales: son la madre o lo que tenga ese papel. 
Junto a la elección de objeto, que puede llamarse el tipo de apuntalamiento “anaclítico”. Hay un segundo tipo de apuntalamiento. Según Freud ciertas personas, aquellas cuyo desarrollo libidinal experimento una perturbación (perversos o homosexuales) no eligen su posterior objeto de amor según el modelo de la madre, sino según el de su persona propia; se buscan a sí mismos como objeto de amor, exhiben el tipo de elección de objeto que ha de llamarse narcisista; observación donde se ve e motivo más fuerte de adoptar el termino de Narcisismo. Hay por lo tanto dos grupos según su elección de objeto: el Narcisista o el del apuntalamiento: “todo ser humano tiene abiertos frente a sí ambos caminos para la elección de objeto, pudiendo preferir uno o el otro. Decimos que tiene dos objetos sexuales originarios: él mismo y la mujer que lo crio y presuponemos entonces en todo ser humano el narcisismo primario que puede expresarse de manera dominante en su elección de objeto”. 
El pleno amor de objeto según el apuntalamiento es en verdad característico del hombre. Exhibe la llamativa sobrestimación sexual que sin duda proviene del narcisismo originario del niño y así corresponde a la transferencia de ese narcisismo sobre el objeto sexual. Tal sobrestimación sexual da lugar a la génesis del enamoramiento, ese peculiar estado que se reconduce a un empobrecimiento libidinal del yo en beneficio del objeto.
En el desarrollo de la mujer, con el desarrollo puberal, por la conformación de los órganos sexuales femeninos, parece sobrevenirle un aumento de ese narcisismo originario; aumento desfavorable a la constitución de un objeto de amor en toda la regla, dotado de sobrestimación sexual. Cuando el desarrollo la hace hermosa se establece en ella una complacencia consigo misma que la repara de la desgastación que la sociedad le impone en materia de elección de objeto. Tales mujeres solo se aman a sí mismas con intensidad pareja a la del hombre que las ama. Su necesidad de sacia siendo amadas.
El narcisismo de una persona despliega gran atracción sobre aquellas otras que han renunciado de la dimensión plena de su narcisismo propio y andan en requerimiento del amor de objeto; el atractivo del niño reside en buena parte en su narcisismo, en su complacencia consigo mismo.
Caminos para la elección de objeto: se ama…
Según el tipo narcisista:
a) A lo que uno mismo es (a sí mismo)
b) A lo que uno mismo fue
c) A lo que uno querría ser
d) A la persona que fue una parte del sí-mismo propio.
Según el tipo de apuntalamiento
a) A la mujer nutricia
b) Al hombre protector.
NARCISISMO PRIMARIO EN EL NIÑO.
Si consideramos la actitud de padres tiernos hacia sus hijos, habremos de discernirla como renacimiento y reproducción del narcisismo propio, el cual ha abandonado. La sobrestimación, marca inequívoca que apreciamos como narcisista ya en el caso de la elección de objeto, gobierna este vínculo afectivo. Así prevalece una compulsión a atribuir al niño toda clase de perfecciones y a encubrir y olvidad todos sus defectos (lo que mantiene estrecha relacion con la desmentida de la sexualidad infantil). Tambien prevalece la inclinación a suspender frente al niño todas las conquistas culturales cuya aceptación hubo de arrancarse al propio narcisismo, para renovar a propósito de él la exigencia de prerrogativas las cuales se han renunciado hace tiempo.
El niño debe tener mejor suerte que los padres, no debe estar sometido a las necesidades objetivas cuyo imperio en la vida hubo de reconocerse. Las leyes de la naturaleza y de la sociedad han de cesar ante él, y realmente debe ser de nuevo el centro y núcleo de la creación.
Su majestad el bebé, el cual debe cumplir los sueños, los irrealizados deseos de sus padres; el varón será un grande hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casara con un príncipe como tardía recompensa para la madre. El punto más espinoso del sistema narcisista, esa inmortalidad del yo que la fuerza de la realidad presiona, ha ganado su seguridad refugiándose en el niño.
El conmovedor amor parental, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su trasmudación al amor de objeto revela inequívoca su originaria naturaleza.
III.
Las mociones pulsionales libidinosas sucumben al destino de la represión patógena cuando entran en conflicto con las representaciones culturales y éticas del individuo. Freud supone que el individuo las acepta como normativas, se somete a las exigencias que de ellas derivan.
La represión (parte de yo), del respeto del yo por sí mismo. Las mismas impresiones y vivencias,y los mismos impulsos y mociones de deseo que un hombre tolera o procesa, son desaprobados por otro con indignación total o ahogados ya antes que devengan conscientes. La diferencia entre esos dos hombres, que contiene la condición de la represión: uno ha erigido en el interior de sí un ideal por el cual mide su yo actual, mientras que en el otro falta esa formación ideal. La formación ideal sería, de parte del yo, la condición de su represión.
Sobre este yo ideal recae ahora el amor de sí mismo de que en la infancia gozó el yo real. El narcisismo aparece desplazado a este nuevo yo ideal que, como el infantil, se encuentra en posesión de todas las perfecciones valiosas. Acá es donde el hombre se ha mostrado incapaz de renunciar a la satisfacción de la cual gozó una vez. No quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, y procura recobrarla en la nueva forma del ideal del yo. Lo que él proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal.
Relacion de la formación del ideal con la sublimación: la sublimación es un proceso que ataca a la libido de objeto y consiste en que la pulsión se lanza a otra meta, distante de la satisfacción sexual; es la desviación respecto de lo sexual. La idealización es un proceso que envuelve al objeto, éste es engrandecido y realzado psíquicamente. Por lo tanto, la formación de un ideal del yo, se confunde con la sublimación de la pulsión. El ideal del yo reclama esa sublimación, pero no puede forzarla; la sublimación sigue siendo ese proceso especial cuya iniciación puede ser incitada por el ideal. 
La formación del ideal aumenta las exigencias del yo y es el más fuerte favorecedor de la represión. La sublimación constituye aquella vía de escape que permite cumplir esa exigencia sin dar lugar a la represión. 
Freud plantea que puede haber una instancia psíquica particular cuyo contenido fuese velar por el aseguramiento de la satisfacción narcisista proveniente del ideal del yo y con ese propósito, observase de manera continua al yo actual midiéndolo con el ideal. LA CONCIENCIA MORAL, la cual tambien facilita comprender el delirio de ser notado o ser observado (en enfermedades paranoides o neurosis).
“Los enfermos se quejan de que alguien conoce todos sus pensamientos, observa y vigila sus acciones; son informados del imperio de esa instancia por voces que les hablan en tercera persona. Una queja descriptiva de la verdad, un poder así que observa todas nuestras intenciones, se entera de ellas y las critica, existe de hecho y en todos nosotros dentro de la vida normal”.
La incitación para formar el ideal del yo, cuya tutela se confía a la conciencia moral, partió en efecto de la influencia crítica de los padres, ahora agenciada por las voces, y a la que en el curso del tiempo se sumaron los educadores, maestros, y todas las otras personas del medio (prójimos, opinión pública).}
La institución de la conciencia moral fue en el fondo una encarnación de la crítica de los padres en primer lugar, y despues de la crítica de la sociedad. Una inclinación represiva nacida de una prohibición o un impedimento al comienzo externos. 
La rebelión frente a la instancia censuradora se debe a que la persona en correspondencia con el carácter fundamental de la enfermedad quiere desprenderse de todas esas influencias, comenzando por la de sus padres, y retirar de ellas la libido homosexual. Su conciencia moral se le enfrenta entonces en una figuración regresiva como una inserción hostil de fuera.
El sentimiento de sí, se nos presenta como expresión del “grandor del yo”. Todo lo que uno posee o ha alcanzado, cada resto del primitivo sentimiento de omnipotencia corroborado por la experiencia, contribuye a incrementar el sentimiento de sí. Este sentimiento de sí depende de manera particularmente estrecha de la libido narcisista. “Nos apoyamos en estos dos hechos fundamentales: en las parafrenias aquel aumenta, mientras que en las neurosis se rebaja; y en la vida amorosa, el no-ser-amado deprime el sentimiento de sí, mientras que el ser-amado lo realza”. El ser-amado constituye la meta y satisfacción en la elección narcisista de objeto. (Es por ello que el sentimiento de sí guarda relacion con el componente narcisista de la vida amorosa).
El desarrollo del yo: consiste en un distanciamiento respecto del narcisismo primario y engendra una intensa aspiración a recobrarlo. Este distanciamiento acontece por medio del desplazamiento de la libido a un ideal del yo impuesto desde afuera; la satisfacción se obtiene mediante el cumplimiento de este ideal. El yo ha emitido las investiduras libidinosas de objeto. El yo se empobrece de esas investiduras así como el ideal del yo, y vuelve a enriquecerse por las satisfacciones de objeto y por el cumplimiento del ideal.
Una parte del sentimiento de sí es primaria, el residuo del narcisismo infantil; otra parte brota de la omnipotencia corroborada por la experiencia (el cumplimiento del ideal del yo); y una tercera, de la satisfacción de la libido de objeto.
Ideal del yo “ser de nuevo, como en la infancia, su propio ideal, tambien respecto de las aspiraciones sexuales: he ahí la dicha a la que aspiran los hombres”
IDEAL SEXUAL E IDEAL DEL YO: el enamoramiento consiste en un desborde de la libido yoica sobre el objeto. Eleva el objeto sexual a ideal sexual, ya que según el tipo de apuntalamiento, adviene sobre la ase del cumplimiento de condiciones infantiles de amor: se idealiza a lo que cumple esta condición de amor. El ideal sexual entra en relacion auxiliar con el ideal del yo. La satisfacción narcisista tropieza con impedimentos reales, el ideal sexual puede ser usado como satisfacción sustitutiva. Entonces, se ama siguiendo el tipo de elección narcisista de objeto, lo que uno fue y ha perdido (se ama a lo que posee el mérito que falta al yo para alcanzar el ideal).
· Se interiorizan las normas impuestas por el padre, la ley paterna
· Se interiorizan las normas y el cómo ser de la madreM
Modelo ideal
P
Modelo ideal
N
PULSIONES EN ANÁLISIS: Narcisismo
En la sexología, el narcisismo no describe otra cosa que una conducta “por la cual un individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual”. Freud lo sitúa ya como una determinada colocación de la libido. “El narcisismo sería el complemento libidinoso del egoísmo, inherente a la pulsión de autoconservación, de la que justificadamente se atribuye una dosis a todo ser vivo”. 
La distinción entre egoísmo y narcisismo: cuando se habla de egoísmo se tiene en vista la utilidad para el sujeto, atañe a la pulsión de autoconservación inherente a todo ser vivo, y cuando se habla de narcisismo se alude a la satisfacción libidinal, al goce narcisista, y parece privativo de la especie humana. El humano nace en situación inhóspita, en estado de desamparo, de desvalimiento traumático inicial. De manera que el narcisismo, entre otras cosas, se presenta como una de las consecuencias del desamparo de comienzo. 
Para considerar la posibilidad de un narcisismo primario y normal, surge por el intento de incluir la esquizofrenia bajo la premisa de la teoría de la libido con su polaridad narcisista y objetal. El delirio de grandeza y el extrañamiento del interés respecto del mundo son los rasgos fundamentales que a Freud le permiten colegir la colocación de libido en el yo: “La libido sustraída del mundo exterior fue reconducida al yo”. El delirio de grandeza es la amplificación y el despliegue de un estado ya habido. El Narcisismo en la psicosis es secundario a la investidura de los objetos y “se edifica sobre la base de otro, primario, oscurecido por múltiples influencias” 
Sobre la vida anímica de los niños y de los pueblos primitivos: “sobrestimación del poder de los deseos y su consecuente omnipotencia de los pensamientos; creencia ciega en el poderío potencial de las palabras y en la magia como técnica de transformación del mundo, aspectos todos derivados de las premisas de la manía de grandeza”.A partir de ello, Freud concluye que se forma así la imagen de una originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los objetos; considerada en su fondo, ella persiste, y es a las investiduras de objeto como el cuerpo de una ameba a los seudópodos que emite; la originaria investidura libidinal del yo persiste como núcleo narcisista a pesar de las investiduras de objeto.
El narcisismo constituye la descripción de una conducta, y un modo particular de colocación y distribución de las investiduras en el yo, en el cuerpo y en lo que le concierne como representación. 
Las vías de aproximación indirecta para el estudio de la psicología del narcisismo: la enfermedad orgánica con su dolor, la hipocondría, la vida amorosa de los sexos y el estado de dormir donde está implicado un retiro narcisista.
Freud se vale de la vida amorosa entre los sexos como otro testimonio clínico indirecto para introducir el narcisismo. De la comparación entre hombre y mujer en su relación con el tipo de elección de objeto, hay diferencias fundamentales. “El pleno amor de objeto según el tipo de apuntalamiento es en verdad característico del hombre”, se encuentra la sobrestimación sexual proveniente del narcisismo originario que, corresponde a la transferencia de ese narcisismo sobre el objeto sexual. El desarrollo de la mujer, presenta un carácter diverso. El aumento de su narcisismo originario es desfavorable a la constitución de un objeto de amor en toda la regla. Cuando el desarrollo las hace hermosas esas mujeres sólo se aman, en rigor, a sí mismas, con intensidad pareja a la del hombre que las ama. Su necesidad no se sacia amando, sino siendo amadas, y se prenden del hombre que les colma esa necesidad. 
El pleno amor de objeto, por ejemplo, puede desarrollarse en algunas mujeres en relación con el hijo como lo que ha sido parte de su cuerpo, o bien en la capacidad de ansiar un ideal masculino.
HIS MAJESTY THE BABY: En la actitud de los padres hacia sus hijos, donde prevalece una compulsión a atribuirle toda clase de perfecciones y olvidar todos sus defectos, Freud discierne el renacimiento del narcisismo parental: His Majesty the Baby debe cumplir los irrealizados deseos de sus padres.
IDEAL DEL YO Y LA CASTRACION: la castración como bomba narcisista introduce una división como gradiente en el yo que se llama ideal del yo. El factor fundamental de las perturbaciones a las que está expuesto el narcisismo originario puede ponerse de resalto como “complejo de castración” y abordarse en su trabazón con el influjo del temprano amedrentamiento sexual. 
En forma sintética: la vos crítica del Otro destituye a “Su Majestad el Yo” del trono narcisista y luego se multiplica en una instancia particular vigilante y censora. Con esto Freud tiene preparado el camino para considerar los secretos tópicos del yo y la formación del ideal. “La incitación para formar un ideal del yo, el cual se confía a la conciencia moral, partió en efecto de la influencia crítica de los padres, ahora agenciada por las voces” a las que se suma un enjambre indeterminado cual zumbido que vocifera en el interior del yo como algo ajeno.
Se encuentra con su ideal narcisista, para cuya formación se requieren grandes montos de libido homosexual en combinación con el desplazamiento de libido narcisista y la proyección fuera de sí. El ideal del yo eclipsa un goce perdido que se procura recobrar mediante diversos caminos: el sentimiento de sí, el estado de enamoramiento, el retroceso de la libido al yo, el ser-amado, el ideal sexual como satisfacción sustitutiva, etc. 
PSICOLOGÍA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL YO. Tomo 18
Cada individuo es miembro de muchas masas, tiene múltiples ligazones de identificación y ha edificado su ideal del yo según los más diversos modelos. Alma de las masas; estas masas ruidosas, efímeras, que por así decir se superponen a las otras, se nos presenta el asombroso fenómeno. Comprendimos ese asombroso fenómeno diciendo que el individuo resigna su ideal del yo y lo permuta por el ideal de la masa corporizado en el conductor.
En muchos individuos, la separación entre su yo y su ideal del yo no ha llegado muy lejos; ambos coinciden todavía con facilidad, el yo ha conservado a menudo su antigua vanidad narcisista. La elección del conductor se ve muy facilitada por esta circunstancia, entonces transige con él la necesidad de un jefe fuerte, revistiéndolo con el hiperpoder que de otro modo no habría podido tal vez reclamar. Los otros, cuyo ideal del yo no se habría corporizado en su persona en otras circunstancias sin que mediase corrección, son arrastrados después por vía «sugestiva», vale decir, por identificación. El yo y el ideal del yo, y al doble tipo de ligazón así posibilitado: identificación, e introducción del objeto en remplazo del ideal del yo (la existencia de un grado de esta clase en el interior del yo).
Repárese en que el yo se vincula ahora como un objeto con el ideal del yo desarrollado a partir de él, y que posiblemente todas las acciones recíprocas entre objeto exterior, vienen a repetirse en este nuevo escenario erigido en el interior del yo.
Con el nacimiento pasamos del narcisismo absolutamente autosuficiente a la percepción de un mundo exterior variable y al inicio del hallazgo de objeto, y con ello se enlaza el hecho de que no soportemos el nuevo estado de manera permanente, que periódicamente volvamos atrás y en el dormir regresemos al estado anterior de la ausencia de estímulos y evitación del objeto. No hacemos sino obedecer una indicación del mundo exterior, el cual nos sustrae temporariamente de la mayor parte de los estímulos que operan sobre nosotros.
Sería también concebible que la división del ideal del yo respecto de que el yo no se soportase de manera permanente, y tuvieran que hacerse involuciones temporarias. A pesar de todas las renuncias y restricciones impuestas al yo, la regla es la infracción periódica de las prohibiciones.
El ideal del yo abarca la suma de todas las restricciones que el yo debe obedecer, y por eso la suspensión del ideal no podría menos que ser una fiesta grandiosa para el yo, que así tendría permitido volver a contentarse consigo mismo. Se produce una sensación de triunfo cuando en el yo algo coincide con el ideal del yo.
El sentimiento de culpa (y el sentimiento de inferioridad) puede compren darse como expresión de la tensión entre el yo y el ideal.
En el maníaco, yo e ideal del yo se han confundido, de suerte que la persona, en un talante triunfal y de autoarrobamiento que ninguna autocrítica perturba, puede regocijarse por la ausencia de inhibiciones, miramientos y autorreproches.
Hay melancolías en que el ocasionamiento desempeña un evidente papel etiológico. Son las que se producen tras la pérdida de un objeto amado, sea por su muerte o a raíz de circunstancias que obligaron a retirar la libido del objeto. Una melancolía psicógena de esta clase puede desembocar en manía.
En los casos en que el objeto fue resignado porque se había mostrado indigno del amor: se lo vuelve a erigir en el interior del yo por identificación, y es severamente amonestado por el ideal del yo. Los reproches y agresiones dirigidos al objeto salen a la luz como autorreproches melancólicos.
El ideal del yo se inclina a desplegar una particular severidad, que después tiene por consecuencia automática su cancelación temporaria.
YO Y EL SUPERYÓ (IDEAL DEL YO). PARTE III (YO Y EL ELLO. TOMO 19)
Si el yo fuera solo parte del ello modificada por el influjo del sistema percepción, el subrogado del mundo exterior real en lo anímico, estaríamos frente a un estado de cosas simple, pero se agrega algo mas, la existencia de un grado en el interior del yo, una diferenciación dentro de él, que ha de llamarse ideal del yo o superyó, los cuales conservan su vigencia.
Al comienzo de todo, en la fase primitiva oral del individuo, es por completo imposible distinguir entre investidura de objeto e identificación. Más tarde, lo que se supone es que las investiduras de objeto parten del Ello, que siente las aspiracioneseróticas como necesidades. El yo, todavía endeble al principio, recibe noticia de las investiduras de objeto, les presta su consentimiento o busca defenderse de ellas mediante el proceso de la represión. 
Quizás esta identificación sea en general la condición bajo la cual el Ello resigna sus objetos. Este es un proceso frecuente en fases tempranas del desarrollo, que da lugar a la concepción: el carácter del yo es una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas, contiene la historia de estas elecciones de objeto.
Puede haber una trasposición de una elección erótica de objeto en una alteración del yo. Este es un camino que permite al yo dominar al Ello y profundizar sus vínculos con el Ello. Cuando el yo cobra los rasgos del objeto, se impone a él mismo al Ello como objeto de amor, busca repararle su pérdida diciéndole “mírame, puedes amarme tambien a mí; soy tan parecido al objeto”.
La transposición cumplida de libido de objeto en libido narcisista conlleva una resignación de las metas sexuales, una desexualización (una suerte de sublimación).
Los efectos de las primeras identificaciones, producidas a la edad más temprana, serán universales y duraderas. Esto nos reconduce a la génesis del ideal del yo, ya que tras este se esconde la identificación primera “la identificación con el padre de la prehistoria personal”. Ésta es una identificación directa e inmediata, y más temprana que cualquier investidura de objeto. Las elecciones de objeto que corresponden a los primeros periodos sexuales y atañen a padre y madre parecen tener su desenlace, si el ciclo es normal, en una identificación de esa clase, reforzando la identificación primaria.
DOS FACTORES CULPABLES DE ESTA COMPLICACION: la disposición triangular de la constelación del Edipo, y la bisexualidad constitucional del individuo.
· Niño: en época temprana desarrolla una investidura de objeto hacia la madre, que tiene su punto de arranque en el pecho materno y muestra el ejemplo arquetípico de una elección de objeto según el tipo de apuntalamiento (anaclítico); del padre, el varoncito se apodera por identificación. Ambos vínculos marchan un tiempo uno junto al otro, y por el refuerzo de los deseos sexuales hacia la madre, y por la percepción de que el padre es un obstáculo para estos deseos, nace el complejo de Edipo. 
· Niña: se vio obligada a renunciar al padre como objeto de amor, retoma y destaca su masculinidad y se identifica no con la madre, sino con el padre, con su objeto perdido. 
La identificación padre cobra una tonalidad hostil, se trueca el deseo de eliminar al padre para sustituirlo junto a la madre. A partir de ahí, la relacion con el padre es ambivalente. La actitud (postura) ambivalente hacia el padre, y la aspiración de objeto exclusivamente tierna hacia la madre, caracterizan el contenido del Edipo Simple, Positivo.
Con la demolición del Edipo, tiene que ser resignada la investidura de objeto de la madre. Puede tener dos diversos reemplazos:
1. Una identificación con la madre
2. Un refuerzo de identificación con el padre (desenlace normal). De tal modo la masculinidad experimentaría una reafirmación en el carácter del varón por obra del sepultamiento del complejo de Edipo (análogamente, la actitud edípica de la niña puede desembocar en un refuerzo de identificación-madre, que afirme su carácter femenino)
La salida o desenlace de la situación del Edipo en identificación-padre o identificación-madre depende en ambos sexos de la intensidad relativa de las dos disposiciones sexuales. Este es uno de los modos en que la bisexualidad interviene en los destinos del complejo de Edipo. El otro es más significativo, tiene la impresión de que el complejo de Edipo simple no es el más frecuente, sino que corresponde a una simplificación, un complejo de Edipo más completo, uno duplicado, tanto positivo como negativo integrados, dependiente de la bisexualidad originaria del niño.
· El varoncito no posee solo una actitud ambivalente hacia el padre, sino que se comporta como una niña; muestra actitud femenina y tierna hacia el padre y la correspondiente actitud celosa y hostil con la madre.
El Complejo de Edipo Completo. Uno de los componentes del Edipo desaparece hasta dejar apenas una huella registrable, de suerte que se obtiene una serie en uno de cuyos extremos se sitúa el Edipo normal, positivo, y en el otro el inverso, el negativo. A raíz del sepultamiento del complejo de Edipo, las cuatro aspiraciones contenidas en él se desmontan y desdoblan de tal manera que de ellas surge una identificación-padre que retendrá el objeto-madre del complejo positivo, y simultáneamente, el objeto-padre del complejo invertido, lo análogo es válido para la identificación-madre. 
“Así como resultado más universal de la fase sexual gobernada por el complejo de Edipo, se puede suponer una sedimentación en el yo, que consiste en el establecimiento de estas dos identificaciones, unificadas de alguna manera entre sí. Esta alteración del yo recibe su posición especial: se enfrenta al otro contenido del yo como ideal del yo o superyó”.
El Superyó es tanto un residuo de esas elecciones de objeto como tambien, la significatividad de una enérgica formación reactiva frente a ellas. Su vínculo con el yo no se agota en la advertencia: “así como el padre debes-ser”, sino que comprende tambien la prohibición: “así como el padre no te es lícito ser, no puedes hacer todo lo que él hace, muchas cosas le están reservadas”. 
Distinguiendo en los progenitores, en particular en el padre, el obstáculo para la realización de los deseos del Edipo, el yo infantil se fortaleció para esa operación represiva erigiendo dentro de sí ese mismo obstáculo. Toma prestada del padre la fuerza para lograrlo. En consecuencia, el Superyó conservará el carácter del padre, y cuanto más intenso fue el Edipo y más rápido se produjo su represión (por influjos de autoridad, enseñanza, religión, etc.), más riguroso devendrá el imperio del superyó como conciencia moral sobre el yo.
La génesis del Superyó, es el resultado de dos factores biológicos: el desvalimiento y la dependencia del ser humano durante su prolongada infancia y el hecho de su complejo de Edipo. Así la separación del superyó respecto del yo, subroga los rasgos más significativos del desarrollo del individuo. Hay una esencia superior en el ser humano, y es la entidad más alta, el ideal del yo o Superyó, la agencia representante de nuestro vínculo parental. “cuando éramos niños, esas entidades superiores nos eran notorias y familiares, las admirábamos y temíamos, y más tarde, las acogimos en el interior de nosotros mismos”.
El ideal del yo tiene, a consecuencia de su historia de formación, el más vasto enlace con la adquisición filogenética, esa herencia arcaica del individuo. Lo que en la vida anímica individual ha pertenecido a lo más profundo, deviene, por la formación del ideal, lo más elevado del alma humana. El ideal del yo satisface todas las exigencias que se plantean a la esencia superior en el hombre. Como formación sustitutiva de la añoranza del padre, contiene el germen a partir del cual se formaron todas las religiones.
En el transcurso del desarrollo, maestros y autoridades fueron retomando el papel del padre; sus mandatos y prohibiciones han permanecido vigentes en el ideal del yo y ahora ejercen como conciencia moral (censura moral). La tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las operaciones del yo es sentida como sentimiento de culpa. Los sentimientos sociales descansan en identificaciones con otros sobre el fundamento de un idéntico ideal del yo.
Religión, moral y sentir social (contenidos principales de lo elevado en el ser humano) han sido en el origen, uno solo. Se adquirieron filogenéticamente en el complejo paterno (religión y limitación ética, por el dominio sobre el complejo de Edipo; sentimientos sociales por la obligación a vencer la rivalidad entre los miembros de la joven generación. Los sentimientos sociales nacen en el individuo como una superestructura que se eleva sobre las mocionesde rivalidad y celos hacia los hermanos y hermanas.
La historia genética del superyó permite comprender que conflictos anteriores del yo con las investiduras de objeto del ello, puedan continuarse en conflictos con su heredero el Superyó. Si el yo no logro dominar bien el complejo de Edipo, la investidura energética de éste, proviene del ello, retomará su acción en la formación reactiva del ideal del yo.
SUPERYÓ. OMAR MOSQUERA.
El superyó forma un nudo con la pulsión de muerte, el masoquismo erógeno y originario, la compulsión de repetición y el padre primordial despótico y tiránico. Constituye una de las consecuencia de esa torsión fecunda producida con Mas allá del principio del placer, donde la nueva definición de pulsión se articula estrechamente con la Compulsión de Repetición, y le permite la apertura de esa dimensión donde el inconsciente muestra su faz coerciva como superyó: deber-ser duro y cruel que impulsa siempre a lo imposible.
La paradoja del superyó consiste en que el superyó exige abstenerse de la satisfacción pulsional pero, a cada nueva renuncia, aumenta su inclemencia y su severidad. En el superyó, nos enfrentamos con una instancia que no colabora con el bienestar porque apunta siempre al más allá, a lo imposible de cumplir.
En la elaboración freudiana el superyó viene a dar cuenta de una enorme cantidad de manifestaciones clínicas donde el sujeto, actúa contra sí mismo en base a mandatos hiperexigentes, acusaciones o reproches humillantes. Todo esto ya que permite al Trieb proseguir sus demandas insaciables, y además perpetúa vivo el carácter del padre y lo mantiene vigente en la deuda culpable y fracasos.
EL SUPERYÓ ES LA HERENCIA DEL COMPLEJO DE EDIPO: es el resultado de la incorporación de la instancia parental y responde a la identificación con el superyó de los padres por lo que se articula con la tradición y asume la herencia del pasado cultural. Se sitúa en la línea de fractura entre lo individual y lo colectivo.
EL SUPERYÓ COMO INSTANCIA PARADOJAL: se formaliza como lugar de borde en representación del ello y del mundo exterior. Puesto fronterizo que articula padre y pulsión, expresa los destinos libidinales más importantes del ello, y se incorpora sin asimilarse. Se ejerce como vos imperativa o acusatoria y como mirada vigilante, que lo ve todo desde la subjetividad.
DISTINTOS NOMBRES PARA EL SUPERYÓ: Freud lo nombra instancia superior, heredero del Edipo, conciliador de los múltiples vasallajes del yo, abogado del ello, conservador del carácter del padre, representante del pasado cultural, descendiente de la instancia parental, abogado de la perfección, etc.
· Surgimiento de su concepto. 
El superyó es un concepto elaborado para responder a la cuestión ¿por qué el sujeto no aspira a su propio bien? El más allá del principio homeostático de placer introduce en la economía libidinal compulsión de repetición, Todestrieb (Pulsión de muerte) y una nueva definición de pulsión: “una pulsión seria entonces un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas; sería una suerte de elasticidad orgánica o si se quiere, la exteriorización de la inercia en la vida orgánica”. En esta trama conceptual, Freud sitúa al Superyó como instancia paradojal y su imperioso, compulsivo deber-ser duro y cruel que, desabonado del principio del placer, apunta al deber-gozar-ser.
Es a partir de un fenómeno clínico particular el delirio de ser notado que Freud ya no puede apartarse de la idea sobre la existencia de una instancia autónoma, que vigila y castiga.
En la interpretación de los sueños se encuentran otros vestigios conceptuales de lo que luego habrá de constituir el superyó. Sus principales exponentes en la elaboración secundaria en el trabajo del sueño:
· Atención (volcada al sueño), una atención que controla, critica y reserva el poder de interrumpirlo (todo por una instancia anímica que se mantiene despierta desde la vigilia al censor, que ejerce una influencia restrictiva tan fuerte sobre la plasmación del sueño. (observación de sí en el sueño)
· Censura (se articula con la observación de sí y la conciencia moral)
· Sueños punitorios, donde el deseo que se cumple no procede de lo reprimido, sino del deseo punitorio que reacciona contra aquel y pertenece al yo (inconsciente), y en estos sueños, es más fácil reconocer los cumplimientos de deseo del superyó
ARTICULACION DE YO Y SUPERYÓ: es compleja y supone un circuito de relaciones donde el primero, sujeto a la amenaza de la pérdida de amor asume estructuralmente una posición femenina, y eventualmente una modalidad masoquista de satisfacción sobre el fondo del desvalimiento psíquico.
FUNCIONES DEL SUPERYÓ:
CONCIENCIA MORAL.
Freud plantea que dentro de la vida sexual tiene que existir una fuente independiente de desprendimiento de displacer; presente ella, puede dar vida a las percepciones de asco, prestar fuerza a la moral, etc. (diques psíquicos). Lo característico de esto es que esa fuente libera displacer con la moral, algo equivalente a decir que la moral extrae su fortaleza de la sexualidad.
Los diques psíquicos, son los poderes que en calidad de resistencia encausan y orientan el trayecto pulsional; son sedimento histórico-cultural y el resultado del desvío de la meta: reemplazo de la satisfacción por resistencia a la meta, como procedimiento en el que ocurren sublimación y formación reactiva (periodo de latencia). 
Los diques serán la defensa, protegen de la contingencia de lo sexual, y el superyó como operador de la renuncia pulsional.
· La religión: se articula con un componente de la pulsión, la meta, y con la angustia de la conciencia moral, la culpa. Las acciones ceremoniales y obsesivas nacen en parte como defensa ante la tentación, y en parte como protección frente a la desgracia. Se trata de procedimientos defensivos ante la pulsión y la demanda punitiva del superyó- bajo la forma de angustia expectante de castigo, la culpa deriva de una tentación inextinguible de modo que el ceremonial obsesivo-compulsivo, muestra nudo entre el superyó y la pulsión.
· Prohibición y pulsión: las prohibiciones a que nosotros mismos obedecemos, impuestas por la moral y las costumbres, posiblemente tengan un parentesco con el padre primitivo. La añoranza del padre y el incumplido deseo de ocupar su lugar. El superyó es el conservador del carácter del padre y abogado del ello.
· Reproche (voz superyoica): en su fondo se halla la inquietud por hallar la fuente de la moral.
Luego de especulaciones, Freud señala que la moral, asco y vergüenza se generan a expensas de una sexualidad sepultada. Este factor lo combina con el desvalimiento inicial, como fuente primordial de todos los motivos morales. Desamparo y rechazo del goce concurren como nutrientes del superyó en su función moral.
· La culpa (angustia de la conciencia moral): la tos nerviosa de Anna O es respuesta al conflicto de inconciabilidad entre deseo y autorreproche, del que surge la angustia de la conciencia moral como factor de contradicción de la glotis. El síntoma de la tos radica el alcance de la voz ahogada por la superyoica angustia moral, la culpa.
· El castigo: donde se despliega el Trieb autoaniquilante. La tendencia a la auto punición, las lesiones infligidas a sí mismo son un compromiso entre esa pulsión de muerte y las fuerzas que todavía se le contraponen. El castigo (propuesta inconsciente) es una cobertura por cuyo medio ejerce el Trieb: esbozo este de una temprana articulación del yo y la pulsión.
TOTEM Y TABÚ: donde Freud se pregunta qué es la conciencia moral, diciendo que ésta pertenece a la máxima certeza. La conciencia moral consiste en la percepción interior surgida de la desestimación de deseos, esa desestimación que no necesita invocar ningún motivo que la justifique, ya que basada en los mandatos de la conciencia moral, recibe de ella su propia certeza. El superyó en su función moral es aquello que se sabe con extrema certeza.
Conciencia moral y ambivalencia:es probable que la conciencia moral tambien nazca sobre el suelo de la ambivalencia. La ambivalencia es el terreno firme donde surge la prohibición. Amor-odio al padre, que luego surge como nudo entre Eros y Pulsión de muerte.
En Introducción del Narcisismo, Freud propone a la conciencia moral como instancia psíquica, diciendo que su función consiste en velar por el aseguramiento de la satisfacción narcisista proveniente del ideal del yo, y éste es por el cual mide al yo con el ideal.
· El delirio de ser notado: revela que es el porta voz de la mirada crítica de los padres, demuestra un tácito goce narcisista al quedar el sujeto como centro y depositario de la mirada del Otro.
En conclusión para Freud la conciencia moral es por el amor de la madre que deviene el portavoz de todas las aspiraciones que, cumpliendo el papel de una conciencia moral, quieren hacer que la muchacha se vuelva hacia atrás en su primer paso por el camino nuevo.
· La melancolía: le permite acceder a la estructura del yo y de la conciencia moral. El yo identificado al objeto perdido es juzgado por una instancia particular (conciencia moral), que hostiga y humilla al sujeto, a punto tal de empujarlo a la muerte en el extremo delirio de insignificancia: el objeto retorna al yo como sombra en la economía narcisista. El superyó como cultivo de pulsión de muerte en la melancolía.
La melancolía muestra el estatuto de los autorreproches y la posición en la que ubican al yo situado como objeto ante la crítica despiadada y denigrante. La pérdida del objeto hubo de mudarse en una pérdida del yo y el conflicto entre el yo y la persona amada. “Si el amor por el objeto (ese que no puede resignarse al par que el objeto mismo es resignado) se refugia en la identificación narcisista, el odio se ensaña con ese objeto sustitutivo insultándolo, denigrándolo y haciéndolo sufrir, ganándolo en este sufrimiento, la satisfacción sádica”. 
En otro texto Freud plantea a la conciencia moral como un poder anímico heredado, y esa herencia concierne el complejo de Edipo. La humanidad ha adquirido su conciencia moral que ahora se presenta como un poder anímico heredado merced al complejo de Edipo. Además sitúa a la conciencia moral como un poder que prohíbe y sanciona el cumplimiento del deseo. 
En análisis de las masas y análisis del yo, Freud sitúa a la conciencia moral como función de una instancia: ideal del yo. A partir de Introducción al Narcisismo, el Ideal recibe una atención cada vez mayor hasta obtener el estatuto de un grado en el interior del yo: “en el yo, se vincula ahora como un objeto con el ideal del yo desarrollado a partir de él, y que posiblemente todas las acciones recíprocas entre objeto exterior y yo”.
La observación de sí, la censura onírica, la influencia ejercida en la represión, operaciones que antes constituían a funciones de la conciencia moral, ahora junto con ésta, son funciones del Ideal del Yo.
IDEAL DEL YO.
Reúne todo aquello a lo que se aspira en calidad de incumplido. Definido como a Herencia del Narcisismo originario, y va ocupando un lugar de relevancia al mismo tiempo que se introduce el concepto de narcisismo en la teoría del yo y en la economía libidinal.
Hay dos procedimientos en la formación del ideal del yo: 
1. Desplazamiento en la economía del narcisismo
2. Proyección 
Sostiene que para la producción del ideal del yo, han sido convocados grandes montos de una libido en esencia homosexual. Hay un traslado libidinal a esa nueva formación: el Narcisismo aparece desplazado a este nuevo ideal que, como el infantil, se encuentra en posesión de todas las perfecciones valiosas. La castración y el despertar del juicio propio, hacen difícil mantener la economía narcisista y, en consecuencia, se produce la mudanza libidinal a esa neoformación (regeneración) del ideal.
Ese desplazamiento es correlativo a la proyección que general el ideal como una metáfora, como sustituto del narcisismo: aquello que el hombre proyecta frente a si como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal. “castración por a que se pierde el goce narcisista, proyección y desplazamiento por los que el yo ideal se transforma en ideal del yo”.
En INTRODUCCION AL NARCISISMO, Freud se ocupa de articular Ideal del Yo e Idealización, a partir de la cual el objeto es engrandecido y realzado. La sobreestimación sexual, es una de las expresiones de la idealización y sus efectos dan lugar al enamoramiento determinado por una gran afluencia de libido narcisista sobre el objeto tratado así como el yo propio. La economía del enamoramiento consiste en un desborde de la libido yoica sobre el objeto. Tiene la virtud de cancelar represiones y de restablecer perversiones. El objeto se ha puesto en el lugar del ideal del yo.
Según Freud el Ideal sexual, mantiene una relacion auxiliar con el ideal del yo: “donde la satisfacción narcisista tropieza con impedimentos reales, el ideal sexual puede ser usado como satisfacción sustitutiva”. Este ideal sexual con la satisfacción sustitutiva que de él deriva, consiste en la destinación del objeto en el enamoramiento; el desborde de libido yoica sobre el objeto, que eleva al objeto sexual a ideal sexual. Cuando el objeto es situado en el lugar de ideal sexual, el yo demanda satisfacción narcisista sustitutiva.
Afectos que dependen de la función del ideal del yo:
· Sentimiento de sí. Fuentes: residuo del narcisismo, omnipotencia certificada por la experiencia y las satisfacciones de la libido de objeto.
· Sentimiento de inferioridad y de culpa, corresponde a la captación de las propias incapacidades y a las enormes investiduras en favor del objeto. (Puede comprenderse como expresión de la tensión entre el yo y el ideal). “Sería también concebible que la división del ideal del yo respecto de que el yo no se soportase de manera permanente, y tuvieran que hacerse involuciones temporarias. A pesar de todas las renuncias y restricciones impuestas al yo, la regla es la infracción periódica de las prohibiciones. El ideal del yo abarca la suma de todas las restricciones que el yo debe obedecer, y por eso la suspensión del ideal no podría menos que ser una fiesta grandiosa para el yo, que así tendría permitido volver a contentarse consigo mismo. Se produce una sensación de triunfo cuando en el yo algo coincide con el ideal del yo”
· La vergüenza 
LA OBSERVACION DE SÍ. (Las referencias freudianas a la observación de sí, son previas al surgimiento del concepto superyó)
Se trata de una prematura articulación de aquello que luego se nombrará como función del Superyó. Se relaciona con el delirio de ser notado y la conciencia moral. 
· El delirio de ser notado: un poder así, que observa todas nuestras acciones, se entera de ellas y las critica, existe de hecho, y por cierto en todos nosotros dentro de la vida normal.
· La conciencia moral: cuida y asegura la satisfacción narcisista si se cumple el ideal, y para ello observa y vigila al sujeto de manera permanente.
Referencia de la observación de sí que hace Freud: la sección de la empresa donde trabaja la muchacha está dirigida por una anciana, a la cual describe en estos términos: “tiene cabellos blancos como mi madre”. Se capta con facilidad, dice Freud, que la anciana es un sustituto de la madre: es el complejo materno el que hace suponer a la joven una relacion entre ambos. La jefa sabe de las relaciones amorosas de la muchacha, las ve con malos ojos y le da a conocer su juicio adverso mediante insinuaciones. El amor a la madre deviene el portavoz de todas las aspiraciones que, cumpliendo el papel de una conciencia moral, quieren hacer que la muchacha se vuelva hacia atrás en su primer paso hacia el camino nuevo. La madre deviene asi una observadora, y una perseguidora desfavorable.
II. DAS UBERICH-superyó.
En el Yo y el Ello, Freud integra el dispositivo pulsional (el cuerpo viviente) con el acaecer psíquico y donde diseña la última topografía del aparato anímico, y presenta una instancia paradójica que articula padre y pulsión, unlugar de borde entre el ello y el mundo exterior, un enclave extranjero interior que se ejerce como voz, como rumor parásito, acusatorio e imperativo, como una mirada vigilante. Freud la nombra de diversas maneras: instancia superior, heredero del Edipo, conciliador de los múltiples vasallajes del yo, conservador del carácter del padre, abogado del ello y de la perfeccion, representante del pasado cultural,, descendiente de la instancia parental, etc.
Los aspectos más elementales de la elaboración freudiana sobre el Superyó son:
a) Dos niveles de conjeturas: concernientes al origen y a la eficacia: 
· En la capacidad de producir efectos en lo individual y en la dimensión cultural
b) Dos hipótesis generales:
1. El superyó representa al ello y al mundo exterior
2. Hay dos caminos por los cuales los contenidos del ello acceden al yo: uno es directo y otro es indirecto (pasa por el superyó). El Trieb accede al yo por vía de su severo amo, el abogado del ello.
c) 5 teorías que componen una suerte de montaje conceptual, cuya articulación permite pensar uno de los más interesantes vasallajes del yo:
La teoría de las identificaciones.
El Superyó introduce una novedad que asume las líneas de fuerza trazadas en el Más allá del principio de placer, las concernientes a la compulsión de repetición y a Todestrieb, que en el fondo retornan como problemas desde la instancia superior. La teoría de las identificaciones es por donde Freud introduce los procedimientos relativos al origen del Superyó y presentarlo como herencia del Edipo. Se refiere a la identificación como proceso constitutivo del superyó y establece una articulación compleja, una mixtura de identificaciones primarias y secundarias (con el padre de la prehistoria personal, con la instancia parental) y con el superyó de los padres.
Las identificaciones por las que asume la herencia del Edipo son las Secundarias o regresivas. Estas introducen en el Superyó un resto de Todestrieb como parte de su dotación agresiva. “Como resultado más universal del Edipo, suponemos una sedimentación en el yo de dos identificaciones unificadas de algún modo entre sí (identificaciones madre y padre en tanto instancia parental, como resto de investidura, de la vuelta del objeto al yo). El efecto es una alteración en el yo que recibe una posición especial y se enfrenta al otro fragmentado como superyó. (El superyó es una alteración del yo de carácter estructural).
El superyó se genera por una identificación con el arquetipo paterno que tiene el carácter de una desexualización o sublimación. La identificación que introduce como resultado el superyó (alteración del yo), es una transposición de libido de objeto en libido narcisista, y con ello una suerte de resignación de la meta de Eros que así pierde gran parte de su capacidad de cohesión, de ligadura, de neutralización de Todestrieb.
El retorno del objeto al yo, a la fase narcisista de investidura libidinal, consiste en esa desexualización por una renuncia a la meta. En ese momento el yo, al apoderarse de la libido proveniente de las investiduras de objeto, desexualizando o sublimando la libido del ello, trabaja en contra de los propósitos de Eros, supone al servicio de las mociones pulsionales enemigas. 
La identificación fundante del superyó introduce desexualización por la renuncia a la meta de Eros, sobre el fondo de la inversión en la posición del objeto, y abre camino a la desmezcla pulsional. Como resultado de la identificación, permanece en su fondo un resto de Todestrieb débilmente neutralizada, fundamento de la dotación agresiva y disolvente del superyó. “Tras la sublimación, el componente erótico ya no tiene más fuerza para ligar la destrucción aleada con él y ésta se libera como inclinación a la agresión. De esta desmezcla el ideal extrae todo el sesgo duro y cruel del deber-ser.
Las identificaciones posedípicas van más allá de la mera incorporación de la instancia parental: vía sublimación, desexualizacion y su efecto de desmezcla, el superyó se agencia de un resto de Todestrieb. La desexualización es un efecto de la sublimación y de la transposición del objeto en la economía libidinal. Las primeras identificaciones serán las universales y permanentes que darán la génesis del Superyó, la identificación padre de la prehistoria personal. Es una identificación previa a toda investidura de objeto, una identificación fálica: el superyó impone una ley pero se sustrae de sus alcances, lo que es la paradoja del superyó, el cual impone renuncias de las que se sustrae y alimenta. 
El superyó no se edifica de acuerdo al modelo de los padres sino al superyó de ellos, ya que allí adquieren estatura las ideologías del superyó, donde subsisten el pasado, la tradición de la raza y del pueblo, resistentes a lo nuevo.
La teoría de las representaciones.
La instancia superior ingresa en la subjetividad por lo oído; se trata de la representación de la instancia parental agenciada por las voces. 
El fenómeno particular de “el delirio de ser observado” (en paranoias o neurosis), donde el sujeto se entera del imperio de esa instancia por las voces que le hablan en tercera persona, que relata sus pensamientos y acciones. En el delirio de ser observado, la voz de la conciencia moral adquiere estatuto fónico por regresión (la palabra ha sido en su origen palabra oída), y revela así su emergencia en la voz del Otro entrometida en la subjetividad.
La palabra en el superyó, como viva voz, se articula con cierto número de fenómenos, órdenes, mandatos, prohibiciones, rumoreo y a veces atormentador en la obsesión, reproches, críticas y acusaciones. En el Yo y el Ello, Freud se pregunta si cuando el superyó es inconsciente consiste en representaciones-palabra o en qué otra cosa, y argumenta: “la respuesta de lo oído es sin duda una parte del yo y permanece accesible a la conciencia desde las representaciones-palabra, pero la energía de investidura, les es aportada de las fuentes del ello”.
Hay una directa implicación pulsional desde las fuentes del ello: el Trieb como investimiento, toma posesión de la palabra, a través del superyó como operador vocal. El empuje (como exigencia incoercible), se hace presente a través de lo dicho, como voz superyoica. Lo oído queda investido por la pulsión, esto quiere decir que sobre la palabra, sobre la voz del superyó gravita el Trieb, la voz se hace eco de la exigencia pulsional como empuje.
La imagen sonora (componente de la representación-palabra), como resto mnémico de la palabra oída, es el ingrediente que permite el acceso a la conciencia de lo que se halla excluido. La palabra en el superyó, es ese mandato imposible cumplir, y es por eso que el Superyó accede a la conciencia en términos de reproches, críticas, acusaciones, etc.
La teoría de las funciones.
El superyó tiene 3 funciones: conciencia moral, observación de sí y de ideal. Freud se toma el trabajo de distinguirlas cuando al abordar el superyó, dice: “ya el contenido del delirio de observación sugiere que el observar es una preparación del enjuiciar y castigar y así colegimos que otra función de esa instancia tiene que ser lo que llamamos nuestra conciencia moral”. Y concluye “el superyó como instancia autónoma, cuyas funciones seria la conciencia moral y la otra observación de si, como premisa de la actividad enjuiciadora de la conciencia moral”. Y luego agrega “el superyó es portador del ideal del yo, con el que el yo se mide, al que aspira alcanzar y cuya exigencia de una perfección cada vez más vasta se empeña en cumplir”.
Cada una de las funciones ejecuta el imperativo de diferente modo, particularmente la conciencia moral y la observación de sí procesan diversas clases de pulsiones: 
· la conciencia moral ejerce la pulsión sádica
· la observación de sí la pulsión de mirar.
El superyó es parte del yo, pero es una instancia autónoma que cuenta con sus funciones y tiene economía propia. Ejerce vigilancia (observación de sí) y castigo (conciencia moral), y es abogado de la perfeccion (función de ideal).
· Conciencia moral: compara al sujetocon el ideal del yo
· Observación de si: vela por el aseguramiento de la satisfacción narcisista
El superyó además, es una práctica pulsional mediante la cual se ejercen la transformación en lo contrario, la vuelta hacia la propia persona, sublimación y la represión (destinos de pulsión), que a través de sus funciones, los asume, articulando empuje, meta y objeto.
Que el superyó tenga funciones implica que es funcional a la pulsión y a sus destinos, ya que los ejecuta en el circuito de la relacion con el yo. El yo, se sitúa como objeto medio de goce y así queda implicado en ciertos destinos de pulsión. La conciencia moral ejecuta el sadismo en la vuelta hacia la propia persona y asume lo activo de la meta en el trastorno a lo contrario.
El superyó como herencia del Edipo tambien se ocupa del origen de cada función particular, sobre el fondo de la castración como facto de ruptura del narcisismo. El empuje para la formación del ideal, parte de a critica de los padres de la que surge asimismo, la conciencia moral. Freud articula el origen del Ideal con el Trieb y el narcisismo, y para su formación se convocan grandes montos de una libido en esencia homosexual, y además el ideal del yo responde a una transformación del yo ideal, por eso lo que el sujeto proyecta ante si como si ideal es el narcisismo infantil donde era su propio ideal.
La conciencia moral surgida de la influencia crítica de la instancia parental, se origina en la renuncia de lo pulsional. Freud sitúa dos momentos en la instauración de la conciencia moral: el primero es el desvalimiento y la dependencia como reverso de la angustia por la pérdida de amor y el segundo, coincide con la formación del superyó. Cuando lo abruma la desdicha, el individuo se mete entero dentro de sí, aumenta las exigencias de su conciencia moral, se impone abstenciones y se castiga. Es por ello que el Superyó tiene una economía tóxica, y de ello dan cuenta sus funciones.
La teoría de los afectos. 
La noción de afecto le permite situar a Freud en el centro de la relación yo-superyó ciertos desenlaces que dependen del conflicto con determinadas funciones: la culpa con la conciencia moral, la vergüenza con la observación de sí y el sentimiento de inferioridad con el ideal del yo.
Freud, apela al concepto de Afecto para dar cuenta del origen de la instancia superior como formación sustitutiva del amor añorante al padre. “Al superyó lo hacemos generarse de aquellas vivencias que llevaron al totemismo”. Es una hipótesis hecha sobre la huella de Tótem y Tabú, la añoranza del padre, como afecto comprometido en esas vivencias destinadas a fundar el totemismo.
Otro de los afectos, en la génesis de la instancia superior “el martirio de los reproches de la conciencia moral, responde a la angustia del niño por la pérdida de amor, angustia que fue sustituida en el por la instancia moral”.
Añoranza y angustia concurren como afectos privilegiados en la formación sustitutiva del superyó como resto vivo del padre. La Angustia por la pérdida de amor que comanda todo el vínculo, sitúa al sujeto en posición femenina respecto del superyó.
Angustia ante el superyó: angustia social y angustia de la conciencia moral (como fundamento de culpa)
· La angustia social: corresponde a la angustia ante el superyó en cuanto representante del mundo exterior.
· La angustia de la conciencia moral: responde al superyó en tanto representa al ello, de la cual depende estrictamente la culpa. El superyó en función de conciencia moral, genera culpa y exige renuncia, además, demanda castigo como pago de deuda.
Otros afectos en la relación yo-superyó: sentimiento de inferioridad (por la tensión con el ideal) y orgullo (articulado con el narcisismo).
La teoría de las defensas.
En base a esta perspectiva, Freud afirma que le superyó surge como una enérgica formación reactiva frente al Edipo. “El superyó, es simplemente un residuo de las primeras elecciones de objeto del ello, y tiene tambien la significatividad de una enérgica formación reactiva frente a ellas”; “si el yo no logró dominar bien el complejo de Edipo, la investidura energética de éste, proveniente del ello, retomará su acción eficaz en la formación reactiva del ideal del yo”.
Se trata de una definición de la instancia superior desde el horizonte de la defensa, y en el fondo acentúa su paradoja, porque resulta que el Superyó hereda el Edipo y se rige como defensa, como resguardo para el yo: abandona la castración como amenaza, pero hereda el patrimonio erótico y hostil de Edipo. La instancia paradojal, es el resto de las investiduras posedípicas y además, una decisiva reacción defensiva en su contra.
“Puesto que se supone en el yo una instancia particular que subroga los reclamos de limitación y rechazo, el superyó, podemos afirmar que la represión es obra de ese superyó, él mismo la lleva a cabo o la hace por encargo suyo el yo que le obedece”. En Introduccion del narcisismo cuando aborda la formación del ideal, dice “la formación de ideal sería, de parte del yo, la condición de la represión”. Se trata de la represión conocida como secundaria (esfuerzo de desalojo psíquico; esfuerzo de dar caza).
Las defensas ante el superyó, pueden calificarse como medios para negociar con las diferentes funciones y sus demandas imperativas.
El superyó reúne en sí influjos de aquello que es la meta de todo querer-alcanzar del yo: la reconciliación de sus múltiples vasallajes. De modo tal que como el Superyó es una instancia comprometida en el conflicto y reúne los diversos vasallajes del yo, impone defensas aunque tambien en cuanto representante del mundo exterior y del ello, puede quedar involucrado por las defensas.
III. EL ABOGADO DEL ELLO.
Freud sitúa al superyó como representante del ello y del mundo exterior, como reconciliación entre los múltiples vasallajes del yo. En una de las hipótesis de Freud (los dos caminos por los cuales el contenido del ello accede al yo), podemos decir que hay dos caminos por los cuales el mundo exterior accede al yo: uno directo (P-Cc) y el otro indirecto (por el superyó). 
El superyó no solo representa al Ello, a la pulsión, a Eros, a Todestrieb, sino que además es su abogado. El Superyó, como la pulsión, no cesa en su exigencia imperativa y de ese modo traduce, vectoriza la exigencia incesante del Trieb. Sitúa en el Superyó crueldad y sadismo, y una capacidad para dominar el yo. Hasta es hiperexigente en su reclamo de perfección, donde tambien se articula la demanda incesante de la pulsión desabonada del principio de placer.
“Mientras el yo es esencialmente representante del mundo exterior, el superyó se le enfrenta como abogado del mundo interior, del Ello”. Al decir que es su abogado, lo representa de manera tal que la ley queda situada al servicio de la exigencia pulsional, y cuanto mayor es su resignación, es más riguroso es el reclamo imperativo del superyó como abogado del ello. 
De allí deriva el carácter compulsivo del superyó, que al anudar padre y pulsión, se traduce como voz imperativa: el superyó se alimenta con las renuncias que impone y empuja al goce. Cuando Freud plantea que el carácter compulsivo del superyó, se exterioriza como imperativo, produce un reordenamiento donde el placer queda excluido de la ética. 
El imperativo cuenta con dos matices específicos, se alinean con Trieb y Das Ding (La Cosa); como exigencia aboga por el reclamo de repetir la satisfacción como meta, en cuanto no comprendido ejerce el absoluto no dialectizable de La Cosa que confiere a la ley su carácter insensato.
Al enfatizar la perspectiva freudiana que sitúa al superyó como abogado del ello, conviene precisar que el imperativo está investido desde fuentes del ello por el resto de la desmezcla pulsional, con todo lo implicado como pulsión de muerte. Su emergencia es la resultante de una serie de procesos articulados sobre el fondo de la introyección de la instancia paterna, como constituyente del núcleo del superyó.
Así como la desexualizacion y la sublimación involucran a la meta, la identificación, la idealización y la introyección,envuelven al objeto como falta, así como la formación reactiva afecta al empuje (procesos que operan una trasposición en mandatos y valores).
El empuje, como exigencia insistente de repetir la satisfacción como meta, se transpone en el superyó como imperativo feroz y categórico (mandatos morales que deben guiar las acciones de las personas). La meta como goce a repetir, según esa exigencia de reclamo de satisfacción, se transpone en términos de valores morales, como productos de desecho subordinados al mandato inclemente, al imposible deber-ser. 
El objeto se constituye en la repetición, se coordina a la pulsión precisamente a condición de ofrecerse a la repetición, porque es el que causa el reencuentro en su condición de falta y su función es promover la satisfacción como repetición. Éste queda transpuesto en el Superyó como voz o mirada temerosa antes las que el objetalizado sujeto presenta.
En cuanto el abogado del ello, el Superyó expresa sus destinos de pulsión más determinantes. Los destinos más importantes del Trieb son ejercidos por el vocero del ello, que se presenta así como voluntad de goce, y no le permite al sujeto alojarse como un objeto hostigado. El destino en lo que concierne a la pulsión, es algo que le sobreviene necesariamente, es aquello de lo cual la pulsión es destinataria. Los destinos de la pulsión, constituyen aquello a través de lo cual la pulsión insiste como exigencia de trabajo en reclamo de satisfacción. Pueden considerarse a los destinos de la pulsión como modos de defensa contra la pulsión y ante ese despliegue continuo de exigencia.
Lo que se opone al despliegue de esa exigencia por reclamo de satisfacción, actúa contra la continuación de la exigencia apremiante de satisfacción. En cuanto a la satisfacción de la pulsión: En lo que consiste la satisfacción plena de una pulsión es en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción. 
SE PODRIA TENER AL SUPERYÓ, EL CUAL ARTICULA SU EFICACIA AL SERVICIO DE LA PULSION, COMO UN DESTINO DE PULSION:
1. Ya que toma en cuenta un aspecto que Freud se ocupa de acentuar cuando piensa al vocero del ello como instancia parental. La noción de destino pulsional, tambien cuenta con ese carácter paradójico. 
2. El superyó configura un dispositivo que permite a la pulsión proseguir el despliegue de la exigencia apremiante, a la cual agrega el plus del imperativo que ordena gozar, o pide lo imposible.
3. El superyó es un lugar obligado de localización del objeto y las metas pulsionales 
IV. EL SUPERYÓ FUNCIONAL A LOS DESTINOS DE PULSION.
En la noción de Función, el superyó encuentra la base a la cual Freud distingue los diversos modos mediante los que el Superyó gestiona sus demandas imperativas, ejerce vigilancia y castigo, y tensa el afán de perfección.
· El yo: ejerce la función inhibidora en cuanto es portador del reservorio de cantidad requerida para la función segundaria
· El preconsciente: es el encargado de esa función secundaria que domina, permite o cancela el acceso a la descarga por vía de la motilidad.
· La conciencia: su función es captar cualidades de las cantidades, sean sensibles o aquellas que derivan de la serie placer-displacer.
· Eros: su función es neutralizar a pulsión de muerte mediante los procesos de ligadura, de sujeción de la meta de la pulsión de muerte, que apunta a disgregar y corromper. Debe conservar al ser vivo.
El superyó como abogado representante del ello, se asume como expresión de los destinos de pulsión más importantes del ello. “el Ideal del yo es, la herencia del complejo de Edipo y, expresión de los mas importantes destinos libidinales del ello”.
Los destinos de pulsión corresponden a aquello a través de lo cual insisten las pulsiones como exigencias imperativas en reclamo de satisfacción. 
· Trastorno hacia lo contrario: involucra dos procesos, la reversión de actividad en pasividad, lo cual implica la permutación de la meta, y la conversión en cuanto al contenido, la cual queda ilustrada por el pasaje del amor al odio, los cuales responden a las recíprocas articulaciones conflictivas de la pulsión. Freud ilustra este destino de lo activo a lo pasivo con los pares de opuestos sadismo-masoquismo, placer de ver-exhibición.
· Vuelta contra la propia persona: involucra al objeto como componente del montaje pulsional, y de ello resulta la relacion fundamental entre meta y objeto, ya que en la reversión contra la propia persona, se capta la complementariedad entre las variaciones que involucran la meta (activo, pasivo) y las que conciernen al objeto (sujeto, objeto) como polaridades donde se despliegan los destinos. (placer de ver-exhibición)
El superyó opera una permutación en base a la vuelta contra la propia persona y el trastorno hacia lo contrario, y estructura el circuito de relaciones donde asume lo activo de las metas en que el yo queda situado como objeto en tanto lugar de destinación de la falta. (Puestas en juego en la relacion yo-superyó, por medio de las funciones de conciencia moral y observación de sí)
Trastorno hacia lo contrario y la vuelta contra la propia persona, son ejercidos por la conciencia moral y la observación de sí: 
· la conciencia moral ejerce el trastorno hacia lo contrario de la meta pulsional sádica, y mediante la vuelta contra la propia persona sitúa al yo como objeto pasivo. 
· La observación de sí, opera el trastorno hacia lo contrario de la pulsión de ver, y mediante la vuelta contra la propia persona sitúa al yo como objeto de permanente vigilancia.
En ambas queda involucrado el trastorno en cuanto al contenido de amor en odio. Se trata de toda una dimensión donde quedan articulados los destinos del trieb y ciertas funciones: pulsión sádica y conciencia moral encargada como función de castigo y tormento, pero tambien pulsión de mirar y observación de sí encargada de vigilar como función en la subjetividad. 
EN PULSIONES EN ANÁLISIS: LAS PULSIONES EN EL YO Y EL SUPERYÓ 
Superyó: se trata de una instancia paradójica, pues representa al mismo tiempo al ello y al mundo exterior y, como tal, constituye la suma de los múltiples vasallajes del yo. Freud le otorga un lugar muy preciso en el acaecer psíquico cuando lo sitúa como un camino indirecto de acceso de la pulsión al yo. Entre otras cosas, eso equivale a decir que en el superyó la exigencia pulsional, el Drang, se transforma en imperativo, en ocasiones cruel y compulsivo como empuje al goce. 
Puede decirse que hay dos modos en que opera el imperativo: uno es coordinado al ideal, en cuyo caso se ejerce como deber-ser; otro es en coordinación con la pulsión, en cuyo caso se impone como deber-gozar.

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