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Ensayo-SamuelRamos - Alfredo Sánchez(1)

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Ramos, S. (1934). El perfil del hombre y la cultura en México (3a ed.). México: Colección Austral.
Por: Alfredo Humberto Pérez Sánchez
El contexto nacional de México propicia el cuestionamiento sobre la identidad nacional. Si bien tiene antecedentes en el siglo XIX, las crisis que dejaba la Revolución Mexicana en el país traen a la luz estas reflexiones durante la década de 1920 en voz de intelectuales y artistas. Además de los impulsos a esta controversia provocados por los grandes cambios que atravesaba el país, en 1932 se apresuraba la discusión a dar con estrategias que dieran resultados inmediatos para dotar de cohesión ideológica al anhelado Estado nacional. Durante este año México está abocado al tema desde diferentes ámbitos, ya sea desde lo económico como con la Campaña Nacionalista de Comercio, propaganda fundada por grupos asociaciones de comerciantes y hombres de negocios, adoptada por la federación para implementar en ese mismo marco políticas comerciales y hasta migratorias pretendidas en defender los intereses nacionales. Así también, en el medio literario se polemiza la expresión literaria de identidad mexicana, enfrentándose dos bandos, el de Emilio Abreu Gómez y Héctor Pérez Martínez, por un lado, empeñados en acusar la “desvinculación de México” en la obra de Alfonso Reyes, mentor de los Contemporáneos, bando contrario. Así, los primeros proponían relacionar la literatura a la realidad inmediata mexicana, mientras que los Contemporáneos pugnaban por entablar un estrecho diálogo con la literatura de Occidente. 
Samuel Ramos propone abordar el tema, la mexicanidad, desde un método pretendidamente científico, con ayuda de la psicología y la historia, especialmente retomando el psicoanálisis de Alfred Adler y el perspectivismo histórico de Ortega y Gasset, que consideraba Ramos eran teorías mutuamente complementarias, por un lado para explicar el sentimiento de inferioridad, tesis central del ensayo presentado, imposible de entenderse sin conocer la historia particular de la nación mexicana. 
No obstante, el perspectivismo orteguiano no es la única propuesta del filósofo español adoptada por Samuel Ramos, en ediciones posteriores agrega capítulos entre los que deja ver como motor de la historia a lucha de las generaciones, la confrontación (antítesis) entre pensamientos generacionales (tesis) para su renovación futura (síntesis). 
A modo de sistematizar el estudio, Ramos nos guía por la atención psiquiátrica de nuestro paciente, el mexicano, desde la determinación de su condición patológica, el complejo de inferioridad, descrita en el primer capítulo; en el segundo capítulo se investiga sobre su pasado para generar un diagnóstico; en los siguientes dos capítulos conocemos las consecuencias que le ha traído su complejo de inferioridad y culmina el propio mexicano al final del ensayo buscando su reintegración a la sociedad, proponiendo soluciones inmediatas que le ayuden a su salud.
La tesis del ensayo se centra en explicar el sentido de inferioridad en el carácter mexicano. Reconoce que con anterioridad ya se había hablado del tema pero en esta ocasión, en sus palabras, argumenta estar innovando pues “nadie, que sepamos, se ha valido sistemáticamente de esta idea para explicar nuestro carácter”. Desde el inicio del ensayo se anota esta tesis y describe brevemente las características que acompañan la patología del mexicano. Finalmente, esta pretendida sistematización que tendría como propósito darle validez a sus supuestos no logra ser definida, pues la estructura que guía la lectura da saltos constantes entre un apartado con otro. En ese sentido, el primer capítulo incluye parte de su interés por hacer un recuento histórico de México para entender ese sentimiento de inferioridad, que sería desglosado en el segundo capítulo. 
La imitación es el mecanismo de defensa inconsciente que intentaría ocultar su patología frente al otro y consigo mismo, por un lado, para ocultar su incultura a la mirada ajena y, por el otro, para liberarse parcialmente de ese sentimiento. Al respecto, nos habla extensamente al analizar el comportamiento del mexicano en el tercer capítulo, desde la individualidad examinada del “pelado”, el citadino y el burgués nos revela la imagen agrandada sobre la mexicanidad. El “pelado” es reconocido como menos que un proletario y deshecho humano de la gran ciudad, pero, al final, la expresión más elemental del carácter nacional. Tiene dos personalidades, una real y otra ficticia. Esta ficcional es la que se construye en torno a sí como reacción a su calidad realidad desgraciada, carente de bases intelectuales que encuentra los medios para autodefenderse en su propia naturaleza primitiva, la violencia y la exaltación del “yo” con su valía machista y falocéntrica. Sin bases solidas que soporten esta personalidad ficticia, se encuentra permanentemente desconfiado de todo lo que le rodea, hasta de sus semejantes, afrontando esta percepción con más violencia y exaltación del “yo”.
El mexicano de ciudad no se encuentra muy distante del “pelado”. Ramos lo caracteriza principalmente por su desconfianza irracional precedente a todo estímulo, antes de siquiera conocer a alguien o saber de algo. Esta condición psíquica le hace vivir por instinto, en un eterno presente sin miras en su futuro, tan incierto y lleno de inseguridades como la misma tierra que pisa. De lo anterior se deriva la susceptibilidad con la que lidia, todo aquello que agite su permanente estado de alerta tendrá como respuesta una reacción violenta, nada extraña, pues igualmente es identificado como un individuo iracundo, nervioso e impulsivo. 
Reconocer al “pelado” como la expresión más elemental del carácter nacional vuelve a cobrar sentido al referirnos al burgués mexicano, que a pesar de su revestimiento intelectual más elaborado, externa una personalidad ficticia que intenta ocultar su menor valía. Conforme pasamos de una clase social a otra, Ramos parece ablandar su posición crítica para describir una imagen justificable del burgués. En este caso, el deseo por construir una ficticia superioridad se encuentra fundado una supuesta falta de fe en sí mismo. En este apartado conjuga, para finalizar el capítulo, lo pertinente al entendimiento general del mexicano y su obra ficcional como reacción a su sentimiento de inferioridad, por ejemplo, anotando que su personalidad falsa tiene que estar robustecida por el reconocimiento social, pues sin ese reconocimiento su identidad sería endeble; el mexicano es tan introvertido al grado de no poner atención en su entorno, se encuentra ensimismado en su realidad personal, en el trabajo por construir su falsa identidad; los límites entre la personalidad real y ficticia se desvanecen pasando de una clase social a otra, siendo el “pelado” el más honesto – o cínico – demostrando su condición inferior al completo descubierto. Por último, tenemos anotaciones iniciales al objetivo esencial del siguiente capítulo, en el que se apuntan soluciones inmediatas a la patología presentada. “Para ello es indispensable que cada uno practique con honradez y valentía el consejo socrático de «conócete a ti mismo».”
Para completar nuestro estudio sobre el perfil del mexicano es necesario situarlo en sus particulares condiciones actuales definidas por su pasado. La cultura mexicana se descubre derivada de la española, en primer instante implantada durante la conquista y posteriormente asimilada durante siglos de colonialismo. Para Ramos la nación mexicana se construye a partir de este proceso civilizatorio, dejando en segundo plano la historia y culturas indígenas de este territorio, incluso afirma que estas fueron destruidas por el contacto con los conquistadores, quienes dejarían como descendencia a las nuevas razas americanas, los criollos. El mestizaje con indígenas y las condiciones arcaicas de una Nueva España que no puede reproducir la civilización de la que es heredera, dejaba a la presunta “cultura original” criolla con cuerpo desmembrado, ante un mundo de naciones definidas. El conflictopsicológico inicia aquí, pues su identidad no es completamente europea ni completamente americana y ante las civilizaciones ya conformadas, su sentimiento de inferioridad comienza a hacerse presente. Durante los primeros años de su vida independiente, más por falta de ejercicio que por incapacidad, el enorme encargo de conformar al Estado-nación y mejorar las condiciones de su vida, que hasta entonces había estado sometida por el orden colonial, significaría una aspiración exageradamente mayor a sus limitados alcances, pretendida a través de una labor individualista, conducta de herencia española y con genealogía que abarca al mexicano actual, como se anotó arriba.
La falta de ejercicio en sus habilidades se presume como un comportamiento originado durante el periodo colonial, dejó en los mexicanos un conservadurismo intelectual, lenta renovación en su espíritu. Citando la interpretación positivista de México y su evolución social, durante el siglo XVII llegó la mayor influencia ilustrada e intelectual, siguiendo este evolucionismo organicista, en los siguientes siglos se conservaron y descompusieron las mismas ideas. La empresa colonial – más de saqueo que de colonización – queda reservada como monopolio de una metrópoli que no permitiría injerencia ajena, perpetuando así un statu quo en el desarrollo de Nueva España y en la “cultura original” criolla. Este ritmo de renovación en México, dice Ramos, sigue presente en la actualidad. 
En esta rigidez hay influencia indígena, pese a su presencia pasiva, pues se asegura que es familiar este estado en su devenir histórico. Al respecto, la cuestión indígena, no se ahondará mucho, más que por su pertinencia, como en este caso para dar con otro factor que defina el perfil del mexicano o justificar las reacciones que provoca solo con su presencia, concibiéndolo como “substancia catalítica”. Aprovechando la oportunidad, debo comentar que Ramos tiene una visión particular sobre el indígena. Pese a su poco entendimiento sobre esta población, el perspectivismo orteguiano no aplica exclusivamente para los mestizos, pues igualmente parece hacerlo en favor del indígena; niega su inferioridad, en su lugar afirma que es diferente frente a la civilización que no le puede asimilar. Para entender y superar el sentimiento de inferioridad mexicano o indígena habría que dejar de situarnos desde las condiciones ajenas sino propias para entendernos por nosotros mismos y no en comparación. Ramos rechaza directamente la teoría de razas inferiores que sostenía el dominio de la europea sobre las demás. 
Ya sea por la marca colonial del conservadurismo intelectual o por la supuesta inmutabilidad indígena, la remarcada pasión religiosa dota de un tradicionalismo que pesa sobre la mayoría de la población. Si bien, en un inicio fungió como eje rector para introducir la cultura, avanzado el tiempo y enraizada con fuerza en este territorio participó en la rigidez del desarrollo intelectual americano. La minoría ilustrada mexicana sería capaz de verla contraria a los intereses del anhelado Estado-nación, por lo que, fundamentado en la doctrina positivista, buscaría desplazarla del ámbito educativo y, consecuentemente, político. Aunque eso no significaría eliminar por completo su influjo sobre el carácter de los mexicanos. 
Concluida la empresa de emancipación española, la minoría de intelectuales ahora mestizos encuentran en Francia su siguiente objetivo como cultura por simular y en correspondencia Francia ve su afinidad cultural en América, por compartir un espíritu latino. Como con el positivismo y otras doctrinas de pensamiento, en México se adoptan modelos para subsanar las necesidades del presente inmediato y, por mucho, del futuro próximo. Bajo esa lógica irreflexiva, se considera, los intelectuales mexicanos ven en Francia las características revolucionarias que requería la señalada emancipación de España, la opresión política, el Estado monárquico, el clericalismo. 
Soluciones inmediatas y para el futuro de los mexicanos
Podríamos decir que para comenzar a remediar la patología psicológica se requiere reconocerse a sí mismo, esforzarse en ser lo más honestos posibles consigo mismos para verse por completo. En la historia de la filosofía de México, el trabajo de Samuel Ramos es uno de los primeros intentos por hacer este ejercicio reflexivo. Dejándonos convencer por su retórica, representa el primer intento, el primer paso de un mexicano para sanar el padecimiento sinceramente autoreconocido, el sentimiento de inferioridad. Entenderse bajo sus propias condiciones como mexicano, entonces, es el objetivo de su ensayo, hasta aquí expuesto y discutido. 
El diagnóstico lo ha hecho mediante un supuesto método sistematizado, disfrazado de científico para completar tangencialmente el motivo de convencer a sus lectores. Las soluciones no solo quedan en propuesta, pues considero que la obra de Samuel Ramos en vida logra dar el primer paso significativo en la práctica de una filosofía por y para los mexicanos, siendo ampliamente reconocido en décadas posteriores por ensayistas como Octavio Paz, Leopoldo Zea o Carlos Monsiváis. 
El sentimiento de inferioridad solo es tal, un sentimiento que no se traduce a la realidad y que ciega al mexicano para ver su propia realidad, sus capacidades y habilidades, vicios y defectos, que al reconocerlos desde su pasado al presente le permitirán un determinado desarrollo diferente al mundo anglosajón o al que se esté comparando. 
Por último, la solución práctica a la afección psicológica se encuentra en una efectiva educación, orientando al pensamiento que contemple historia, geografía y economía de México, que aporte en el ejercicio de filosofar sobre nuestra naturaleza, aproveche la literatura y cultive la lengua. No es, ni de cerca, una labor sencilla o de extensión corta, requeriría la dual contribución entre profesores y estudiantes, la revisión de los planes de estudio, los libros de texto para mejorar la autopercepción nacional, aprovechando el ímpetu pasional del mexicano y la propuesta utópica de las juventudes, refiriéndose a la posición contra-positivista de Alfonso Caso y José Vasconcelos, para ser trabajada en la permisible realidad, apuntando al trato serio y no caótico que él mismo busca realizar.
Si bien, no infiero firmemente que Ramos esté consciente de la naturaleza subjetiva del ensayo como género literario, quizá en sus pretensiones confunde y cae en la misma trampa que él mismo señala sobre el mexicano: sus aspiraciones se encuentran fuera de su alcance, teniendo que imitar el modelo positivista de reconocimiento científico para hacer válido en la comunidad de intelectuales sus aseveraciones. Por tanto, el ejercicio ensayístico presentado tampoco se escapa de las características ordinarias del género, pues aunque no hace explicita una proyección autoral, salvo en contadas ocasiones, a través de referencias a experiencias, recuerdos y sentimientos personales, sí está hablando de sí mismo como mexicano; no se desliga de su realidad, significaría una enorme irresponsabilidad y contradicción a su escrito, aun sin utilizar el pronombre personal yo, en singular, sino en plural, nosotros. 
El examen sobre el perfil del hombre y la cultura no es sobre alguien ajeno, sino sobre sí mismo y sus semejantes. Aunque no sea consciente de estar cometiendo el mismo error que señala, la falta de correspondencia entre aspiraciones y alcances, el ensayo funciona por ser capaz de convencer a sus lectores de la década de los años 30 y posteriores, gracias, paradójicamente, al uso tangencial de recursos científicos en la elaboración subjetiva de su reflexión. El análisis de este tema íntimamente subjetivo no podría ser trabajado bajo otra óptica; la tradición ensayística que dejaría Ramos sobre este asunto nos da la razón.
Bibliografía
Houvenaghel, E. (2014). La retórica bajo el barniz de la lógica: Samuel Ramos y su discurso sobre la inferioridad mexicana. Romance Quarterly, 61(1), 54-64.
Houvenaghel, E. (2014). Samuel Ramos y el género ensayístico:el perfil del hombre y la cultura en México (1934) como ensayo camuflado. Literatura y lingüística, (30), 16-31. https://dx.doi.org/10.4067/S0716-58112014000200003
Ramos, S. (1934). El perfil del hombre y la cultura en México (3a ed.). México: Colección Austral.

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