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Lingüística General I-VI Resumen - kobi(1)

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Ferdinand de Saussure 
 
 
RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS: 
→ CAPÍTULO I - OJEADA A LA HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA 
→ CAPÍTULO II - MATERIA Y TAREA DE LA LINGÜÍSTICA. SUS RELACIONES CON LAS 
CIENCIAS CONEXAS 
→ CAPÍTULO III - OBJETO DE LA LINGÜÍSTICA. 
→ CAPÍTULO IV - LINGÜÍSTICA DE LA LENGUA Y LINGÜÍSTICA DEL HABLA. 
→ CAPÍTULO V - ELEMENTOS INTERNOS Y ELEMENTOS EXTERNOS DE LA LENGUA. 
→ CAPÍTULO VI - REPRESENTACIÓN DE LA LENGUA POR LA ESCRITURA. 
 
 
 
 
 
NERI GONZÁLEZ KITZIA KITARA 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO I - OJEADA A LA HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA. 
 
La ciencia que se ha constituido en torno de los hechos de lengua ha pasado por tres fases 
sucesivas antes de reconocer cuál es su verdadero y único objeto. Se comenzó por 
organizar lo que se llamaba la «gramática». Este estudio, inaugurado por los griegos, 
continuado principalmente por los franceses. La gramática se propone únicamente es dar 
reglas para distinguir las formas correctas de las formas incorrectas; es una disciplina 
normativa, muy alejada de la pura observación, y su punto de vista es necesariamente 
estrecho. 
La lengua no es el único objeto de la filología, que quiere sobre todo fijar, interpretar, 
comentar los textos; esta también se ocupa de la historia literaria, las costumbres, de las 
instituciones, etc. Si aborda cuestiones lingüísticas, es sobre todo para comparar textos de 
diferentes épocas, para determinar la lengua particular de cada autor, descifrar y explicar 
inscripciones redactadas en una lengua arcaica u oscura. El tercer período comenzó 
cuando se descubrió que se podían comparar las lenguas entre sí. Éste fue el origen de la 
filología comparativa o «gramática comparada». En 1816, en una obra titulada Sistema de 
la conjugación del sánscrito, Franz Bopp estudió las relaciones que unen el sánscrito con 
el germánico, el griego, el latín, etc. Sin embargo, él no fue el primero en señalar esas 
afinidades y en admitir que todas esas lenguas pertenecían a una misma familia. 
El sánscrito es pariente de ciertos idiomas de Europa y de Asia, fue Bopp quien comprendió 
que las relaciones entre lenguas parientes podían convertirse en la materia de una ciencia 
autónoma. Esta lengua, al llegar como tercer testimonio junto al griego y el latín, le 
proporcionó una base de estudio más amplia y sólida, el sánscrito está en condiciones 
excepcionalmente favorables para aclarar esta comparación. 
Si se considera el paradigma del latín y el del griego las series de cada una no dicen nada 
ni tomadas por separado ni comparadas entre sí. Pero otra cosa es en cuanto se les añade 
la serie correspondiente del sánscrito, basta con echar una mirada para percibir la relación 
que existe entre los paradigmas griego y latino. Se saca en conclusión que en las formas 
griegas ha debido desaparecer una s, géne(s)os, etc., cada vez que se encontraba entre 
dos vocales. Y se deduce luego que, en las mismas condiciones, la s se vuelve r en latín. 
el paradigma sánscrito sirve para precisar la noción de radical, pues este elemento 
corresponde a una unidad perfectamente determinable y fija. 
La lingüística propiamente dicha, que dio a la comparación el lugar que le corresponde 
exactamente, nació del estudio de las lenguas romances y de las lenguas germánicas, se 
conocía el latín, prototipo de las lenguas romances, la abundancia de documentos permitía 
seguirla evolución de los idiomas en los detalles. Estas dos circunstancias limitaban el 
campo de las conjeturas y daban a toda la investigación una fisonomía particularmente 
concreta. Gracias a los neogramáticos ya no se vio en la lengua un organismo que se 
desarrolla por sí mismo, sino un producto del espíritu colectivo de los grupos lingüísticos se 
comprendió cuán erróneas e insuficientes eran las ideas de la filología y de la gramática 
comparada. 
CAPÍTULO II - MATERIA Y TAREA DE LA LINGÜÍSTICA. SUS 
RELACIONES CON LAS CIENCIAS CONEXAS. 
 
La materia de la lingüística está constituida en primer lugar por todas las manifestaciones 
del lenguaje humano, ya se trate de pueblos salvajes o de naciones civilizadas, de épocas 
arcaicas, clásicas o de decadencia, teniendo en cuenta, en cada período, no solamente el 
lenguaje correcto y el «bien hablar», sino todas las formas de expresión. 
El lenguaje no está las más veces al alcance de la observación, el lingüista deberá tener en 
cuenta los textos escritos, ya que son los únicos medios que nos permiten conocer los 
idiomas pretéritos o distantes. La tarea de la lingüística será: 
a) Hacer la descripción y la historia de todas las lenguas de que pueda ocuparse, lo 
cual equivale a hacer la historia de las familias de lenguas y a reconstruir en lo 
posible las lenguas madres de cada familia; 
b) Buscar las fuerzas que intervengan de manera permanente y universal en todas las 
lenguas, y sacar las leyes generales a que se puedan reducir todos los fenómenos 
particulares de la historia; 
c) Deslindarse y definirse ella misma. 
La lingüística tiene conexiones muy estrechas con varias ciencias, unas que le dan datos, 
otras que se los toman. 
La lingüística tiene que diferenciarse cuidadosamente de la etnografía y de la prehistoria, 
donde el lenguaje no interviene más que a título de documento; tiene que distinguirse 
también de la antropología, que no estudia al hombre más que desde el punto de vista de 
la especie, mientras que el lenguaje es un hecho social. 
En el fondo todo es psicológico en la lengua, incluso sus manifestaciones materiales y 
mecánicas, como los cambios fonéticos; y puesto que la lingüística suministra a la 
psicología social tan preciosos datos ¿no formará parte de ella? Éstas son cuestiones que 
aquí no hacemos más que indicar para volver a tomarlas luego. 
Las conexiones de la lingüística con la fisiología no son tan difíciles de desenredar: la 
relación es unilateral, en el sentido de que el estudio de las lenguas pide aclaraciones a la 
fisiología de los sonidos, pero no se las proporciona a su vez. En todo caso, la confusión 
entre las dos disciplinas es imposible: lo esencial de la lengua —ya lo veremos— es extraño 
al carácter fónico del signo lingüístico. 
Más evidente todavía es su importancia para la cultura general: en la vida de los individuos 
y la de las sociedades no hay factor tan importante como el lenguaje. Sería inadmisible que 
su estudio no interesara más que a unos cuantos especialistas: de hecho, todo el mundo 
se ocupa del lenguaje, poco o mucho; pero consecuencia paradójica del interés que se le 
presta no hay terreno donde hayan germinado más ideas absurdas, prejuicios, espejismos, 
ficciones. Desde el punto de vista psicológico, esos errores no son desdeñables; pero la 
tarea del lingüista es ante todo la de declararlos y disiparlos tan completamente como sea 
posible. 
CAPÍTULO III - OBJETO DE LA LINGÜÍSTICA. 
 
Un observador superficial se sentirá tentado de ver en ella un objeto lingüístico concreto; 
pero un examen más atento hará ver en ella sucesivamente tres o cuatro cosas 
perfectamente diferentes, según la manera de considerarla: como sonido, como expresión 
de una idea, como correspondencia del latín (dis)nūdum, etc. Lejos de preceder el objeto al 
punto de vista, se diría que es el punto de vista el que crea el objeto, y, además, nada nos 
dice de antemano que una de esas maneras de considerar el hecho en cuestión sea anterior 
o superior a las otras. Por otro lado, sea cual sea el punto de vista adoptado, el fenómeno 
lingüístico presenta perpetuamente dos caras que se corresponden, sin que la una valga 
más que gracias a la otra. 
Por otro lado, sea cual sea el punto de vista adoptado, el fenómeno lingüístico presenta 
perpetuamente dos caras que se corresponden, sin que la una valga más que gracias a la 
otra. Por ejemplo: 
Las sílabas que se articulan son impresiones acústicas percibidas por el oído, pero los 
sonidos no existirían sin los órganos vocales;así una n no existe más que por la 
correspondencia de estos dos aspectos. No se puede, pues, reducir la lengua al sonido, ni 
separar el sonido de la articulación bucal; a la recíproca, no se pueden definir los 
movimientos de los órganos vocales si se hace abstracción de la impresión acústica. 
Pero admitamos que el sonido sea una cosa simple: ¿es el sonido el que hace al lenguaje? 
No; no es más que el instrumento del pensamiento y no existe por sí mismo. Aquí surge 
una nueva y formidable correspondencia: el sonido, unidad compleja acústico-vocal, forma 
a su vez con la idea una unidad compleja, fisiológica y mental. 
El lenguaje tiene un lado individual y un lado social, y no se puede concebir el uno sin el 
otro. 
En cada instante el lenguaje implica a la vez un sistema establecido y una evolución; en 
cada momento es una institución actual y un producto del pasado. Parece a primera vista 
muy sencillo distinguir entre el sistema y su historia, entre lo que es y lo que ha sido; en 
realidad, la relación que une esas dos cosas es tan estrecha que es difícil separarlas. 
 
Cierta definición de lo que se llama lenguaje articulado podría con firmar esta idea. En latín 
articulus significa 'miembro, parte, subdivisión en una serie de cosas'; en el lenguaje, la 
articulación puede designar o bien la subdivisión de la cadena hablada en sílabas, o bien la 
subdivisión de la cadena de significaciones en unidades significativas; este sentido es el 
que los alemanes dan a su Gegliederte Sprache. Para hallar en el conjunto del lenguaje la 
esfera que corresponde a la lengua, hay que situarse ante el acto individual que permite 
reconstruir el circuito de la palabra, el punto de partida del circuito está en el cerebro de uno 
de ellos. 
La lengua es un sistema de signos que expresan ideas, y por eso comparable a la escritura, 
al alfabeto de los sordomudos, a los ritos simbólicos, a las formas de cortesía, a las señales 
militares, etc, etc. Sólo que es el más importante de todos esos sistemas. 
CAPÍTULO IV - LINGÜÍSTICA DE LA LENGUA Y LINGÜÍSTICA 
DEL HABLA. 
Al dar a la ciencia de la lengua su verdadero lugar en el conjunto del estudio del 
lenguaje, hemos situado al mismo tiempo la lingüística entera. Todos los demás 
elementos del lenguaje, que son los que constituyen el habla, vienen por sí mismos 
a subordinarse a esta ciencia primera, y gracias a tal subordinación todas las partes 
de la lingüística encuentran su lugar natural. 
La producción de los sonidos necesarios en el habla: los órganos de la voz son tan 
exteriores a la lengua como los aparatos eléctricos que sirven para transmitir el 
alfabeto Morse son ajenos a ese alfabeto; y la fonación, es decir, la ejecución de las 
imágenes acústicas no afecta en nada al sistema mismo. En esto puede la lengua 
compararse con una sinfonía cuya realidad es independiente de la manera en que 
se ejecute; las faltas que puedan cometer los músicos no comprometen lo más 
mínimo esa realidad. 
El estudio del lenguaje comporta, pues, dos partes: la una, esencial, tiene por objeto 
la lengua, que es social en su esencia e independiente del individuo; este estudio 
es únicamente psíquico; la otra, secundaria, tiene por objeto la parte individual del 
lenguaje, es decir, el habla, incluida la fonación, y es psicofísica. Sin duda, ambos 
objetos están estrechamente ligados y se suponen recíprocamente: la lengua es 
necesaria para que el habla sea inteligible y produzca todos sus efectos; pero el 
habla es necesaria para que la lengua se establezca; históricamente, el hecho de 
habla precede siempre. Por otra parte, oyendo a los otros es como cada uno 
aprende su lengua materna, que no llega a depositarse en nuestro cerebro más que 
al cabo de innumerables experiencias. 
 El habla es la que hace evolucionar a la lengua las impresiones recibidas oyendo 
a los demás son las que modifican nuestros hábitos lingüísticos. Hay, pues, 
interdependencia de lengua y habla: aquélla es a la vez el instrumento y el producto 
de ésta. El conjunto global del lenguaje es incognoscible porque no es homogéneo, 
mientras que la distinción y la subordinación propuestas lo aclaran todo. 
Tal es la primera bifurcación con que topamos en cuanto se intenta hacer la teoría 
del lenguaje. Hay que elegir entre dos caminos que es imposible tomar a la vez; 
tienen que ser recorridos por separado. Se puede en rigor conservar el nombre de 
lingüística para cada una de estas dos disciplinas y hablar de una lingüística del 
habla; pero con cuidado de no confundirla con la lingüística propiamente dicha, ésa 
cuyo objeto único es la lengua. Nosotros vamos a dedicarnos únicamente a esta 
última, y si, en el transcurso de nuestras demostraciones, tomamos prestada alguna 
luz al estudio del habla, ya nos esforzaremos por no borrar nunca los límites que 
separan los dos terrenos. 
CAPÍTULO V - ELEMENTOS INTERNOS Y ELEMENTOS 
EXTERNOS DE LA LENGUA. 
Nuestra definición de la lengua supone que descartamos de ella todo lo que sea 
extraño a su organismo, a su sistema, en una palabra, todo lo que se designa con 
el término de «lingüística externa». Esta lingüística externa se ocupa, sin embargo, 
de cosas importantes, y en ella se piensa sobre todo cuando se aborda el estudio 
del lenguaje. Son, en primer lugar, todos los puntos en que la lingüística toca a la 
etnología, todas las relaciones que pueden existir entre la historia de una lengua y 
la de una raza o de una civilización. 
En segundo lugar, hay que mencionar las relaciones entre la lengua y la historia 
política. Grandes hechos históricos, como la conquista romana, han tenido una 
importancia incalculable para un montón de hechos lingüísticos. La colonización, 
que no es más que una forma de conquista, transporta un idioma a medios 
diferentes, lo cual entraña cambios en ese idioma. 
Esto nos lleva a un tercer punto: las conexiones de la lengua con las instituciones 
de toda especie, la Iglesia, la escuela, etc. Éstas, a su vez, están íntimamente 
ligadas con el desarrollo literario de una lengua, fenómeno tanto más general cuanto 
que él mismo es inseparable de la historia política. La lengua literaria sobrepasa por 
todas partes los límites que parece trazarle la literatura: piénsese en la influencia de 
los salones, de la corte, de las academias. 
Por último, todo cuanto se refiere a la extensión geográfica de las lenguas y a su 
fraccionamiento dialectal cae en la lingüística externa. La lingüística externa puede 
amontonar detalle sobre detalle sin sentirse oprimida en el torniquete de un sistema. 
Para la lingüística interna la cosa es muy distinta: la lingüística interna no admite 
una disposición cualquiera; la lengua es un sistema que no conoce más que su 
orden propio y peculiar. 
Creemos que el estudio de los fenómenos lingüísticos externos es muy fructífero; 
pero es falso decir que sin ellos no se pueda conocer el organismo lingüístico 
interno. Tomemos como ejemplo los préstamos de palabras extranjeras: lo primero 
que se puede comprobar es que de ningún modo son un elemento constante en la 
vida de una lengua. 
Aquí es relativamente fácil distinguir lo que es interno de lo que es externo: el que 
haya pasado de Persia a Europa es de orden externo; interno, en cambio, es todo 
cuanto concierne al sistema y sus reglas. 
Es verdad que para hacer distinciones de esta clase hace falta cierta atención. Así 
en cada caso se planteará la cuestión de la naturaleza del fenómeno, y para 
resolverlo se observará esta regla: es interno todo cuanto hace variar el sistema en 
un grado cualquiera. 
CAPÍTULO VI - REPRESENTACIÓN DE LA LENGUA POR LA 
ESCRITURA. 
El objeto concreto de nuestro estudio es, pues, el producto social depositado en el 
cerebro de cada uno, o sea, la lengua. Pero este producto difiere según los grupos 
lingüísticos: lo que nos es dado son las lenguas. El lingüista está obligado a conocer 
el mayor número posiblede ellas, para sacar de su observación y de su 
comparación lo que en ellas haya de universal. 
Hasta para nuestra lengua materna intervienen los documentos a cada instante. Y 
cuando se trata de un idioma hablado a alguna distancia, todavía es más necesario 
acudir al testimonio escrito; con mayor razón con las lenguas que han dejado de 
existir. Para disponer en todos los casos de documentos directos sería necesario 
que se hubiera hecho en todo tiempo lo que se hace actualmente en Viena y en 
París: una colección de muestras fonográficas de todas las lenguas. Y todavía 
tendríamos que recurrir a la escritura para hacer conocer a los demás los textos 
consignados de esta manera. 
Lengua y escritura son dos sistemas de signos distintos; la única razón de ser del 
segundo es la de representar al primero; el objeto lingüístico no queda definido por 
la combinación de la palabra escrita y la palabra hablada; esta última es la que 
constituye por sí sola el objeto de la lingüística. Pero la palabra escrita se mezcla 
tan íntimamente a la palabra hablada de que es imagen, que acaba por usurparle el 
papel principal; y se llega a dar a la representación del signo vocal tanta importancia 
como a este signo ritmo. Es como si se creyera que, para conocer a alguien, es 
mejor mirar su fotografía que su cara. 
La lengua, pues, tiene una tradición oral independiente de la escritura, y fijada de 
muy distinta manera; pero el prestigio de la forma escrita nos estorba el verla. Los 
primeros lingüistas se equivocaron en esto, como antes se habían equivocado los 
humanistas. Ni el mismo Bopp hace distinción clara entre la letra y el sonido; al 
leerle, se creería que una lengua es inseparable de su alfabeto. 
Otra conclusión es que cuanto menos representa la escritura lo que debe 
representar, tanto más se refuerza la tendencia a tomarla por base; los gramáticos 
se encarnizan en llamar la atención sobre la forma escrita. Cuando se dice que es 
necesario pronunciar una letra de tal o de cual manera, se toma la imagen por el 
modelo. Se diría que se permite algo contra la escritura como si el signo gráfico 
fuese la norma. 
Estas deformaciones fónicas es verdad que pertenecen a la lengua, pero no resultan 
de su juego natural; se deben a un factor que les es extraño. La lingüística debe 
someterlas a observado en un compartimiento especial: son casos teratológicos.

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