Logo Studenta

Hermenéutica Jurídica Dialogo - Samuel Martinez

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

Introducción.
En el análisis de la hermenéutica, se ha podido ver que la comprensión no se basa en un desplazarse al interior del otro, a una participación inmediata de él. Comprender lo que alguien dice es, como ya hemos visto, ponerse de acuerdo en la cosa, no ponerse en el lugar del otro y reproducir sus vivencias. La experiencia de sentido que tiene lugar en la comprensión encierra siempre un momento, de aplicación. Ahora se considerará que todo este proceso es lingüístico. 
No en vano la verdadera problemática de la comprensión y el intento de dominarla por arte pertenece tradicionalmente al ámbito de la gramática y de la retórica. El lenguaje es el medio en el que se realiza el acuerdo de los interlocutores y el consenso sobre, la cosa. Son las situaciones en las que se altera o dificulta el ponerse de acuerdo las que con más facilidad permiten hacer conscientes las condiciones bajo las que se realiza cualquier consenso. 
El traductor tiene que trasladar aquí el sentido que se trata de comprender al contexto en el que vive el otro interlocutor. Pero esto no quiere decir en modo alguno que le esté permitido falsear el sentido al que se refería el otro. Precisamente lo que tiene que mantenerse es el sentido, pero como tiene que comprenderse en un mundo lingüístico nuevo, tiene que hacerse valer en él de una forma nueva. Toda traducción es por eso ya una interpretación, e incluso puede decirse que es la consumación de la interpretación que el traductor hace madurar en la palabra que se le ofrece. 
El caso de la traducción hace consciente la lingüisticidad como el medio del posible acuerdo, porque en ella este medio tiene que ser producido artificiosamente a través de una mediación expresa. Esta organización artificiosa no es desde luego el caso normal de las conversaciones. Tampoco la traducción es el caso normal de nuestro comportamiento respecto a las lenguas extrañas. Cuando es necesaria la traducción no hay más remedio que hacerse cargo de la distancia entre el espíritu de la literalidad originaria de lo dicho y el de su reproducción, distancia que nunca llega a superarse por completo.
Desarrollo.
La hermenéutica analógica.
Esta es la que intenta situarse como una alternativa a lo que él caracteriza como hermenéuticas univocistas y equivocistas. Para las primeras, un texto (o aquello que se está interpretando) tiene un solo significado, para las segundas, acepta una infinidad de interpretaciones válidas.
La hermenéutica univocistas o "positivistas" buscan un solo sentido y una sola interpretación; buscan un lenguaje perfectamente unívoco. El ejemplo de este tipo de hermenéutica, según Beuchot, es John Stuart Mill, quien afirma que incluso en las ciencias sociales y humanas los términos deben ser unívocos y las definiciones tienen que ser nominales y estar estipuladas para propósitos de la unificación. El positivismo lógico podría ser otro ejemplo de este tipo de actitud, pues soñaba con un lenguaje unívoco y puramente extensional. Sin embargo, por un lado, este proyecto resultó imposible de llevarse a cabo en las ciencias humanas y, por otro, como bien lo señala Beuchot, no es en sentido estricto una hermenéutica, porque "donde hay un solo significado no hace falta la interpretación".
La hermenéutica equivocista, según la cual el significado de las palabras y de los textos no está determinado y acepta una infinidad de interpretaciones tantas como perspectivas o contextos culturales para interpretar sean posibles. Lo que está detrás de las hermenéuticas equivocistas es una forma de relativismo cognitivo o epistémico, como el que encontramos desde Nietzsche ("No hay hechos, sino sólo interpretaciones") hasta la posmodernidad del deconstruccionismo de Derrida, con su crítica al logo centrismo y a cualquier criterio para determinar el significado de los términos.
La lingüisticidad como determinación de la realización hermenéutica.
Por regla general el historiador elige los conceptos con los que describe la peculiaridad histórica de sus objetos sin reflexión expresa sobre su origen y justificación. Sigue en esto únicamente a su interés por la cosa, y no se da cuenta a sí mismo del hecho de que la apropiación descriptiva que se encuentra ya en los conceptos que elige puede estar llena de consecuencias para su propia intención, pues nivela lo históricamente extraño con lo familiar y somete así a los propios conceptos previos la alteridad del objeto, por muy imparcialmente que pretenda comprenderlo. En la medida en que el historiador no se reconozca esta su ingenuidad, fallará incuestionablemente al nivel de reflexión exigido por su tema. Pero su ingenuidad se hará verdaderamente abismal cuando empiece a hacerse consciente de esta problemática y se plantee entonces la exigencia de que en la comprensión histórica es obligado dejar de lado los propios conceptos y pensar únicamente en los de la época que se trata de comprender.
El requisito de dejar de lado los conceptos del presente no postula un desplazamiento ingenuo al pasado. Se trata por el contrario de una exigencia esencialmente relativa y que sólo tiene sentido por referencia a los propios conceptos. La conciencia histórica se malentiende a sí misma cuando para comprender pretende desconectar lo único que hace posible la comprensión. Pensar históricamente quiere decir en realidad realizar la trasformación que les acontece a los conceptos del pasado cuando intentamos pensar en ellos. Pensar históricamente entraña en consecuencia siempre una mediación entre dichos conceptos y el propio pensar. Querer evitar los propios conceptos en la interpretación no sólo es imposible, sino que es un absurdo evidente. Interpretar significa justamente aportar los propios conceptos previos con el fin de que la referencia del texto se haga realmente lenguaje para nosotros. La vinculación a una situación no significa en modo alguno que la pretensión de corrección que es inherente a cualquier interpretación se disuelva en lo subjetivo u ocasional. No vamos a caer ahora de nuevo por detrás del conocimiento romántico que liberó al problema hermenéutico de todos sus motivos ocasionales. Objetivamente esto vale también para los casos en los que la comprensión ocurre inmediatamente y sin necesidad de asumir una interpretación expresa. Pues también en estos casos de comprensión tiene que ser posible la interpretación. Pero esto significa que en la comprensión está contenida potencial-mente la interpretación, la cual simplemente confiere a aquélla su condición de explicitud. En consecuencia, la interpretación no es un medio para producir la comprensión, sino que se introduce por sí misma en el contenido de lo que se comprende.
La generalidad de esta constatación sólo experimenta algunas variaciones características que la confirman indirectamente. Allí donde se trata de comprender e interpretar textos lingüísticos, la interpretación en el medio del lenguaje muestra por si misma coa claridad lo que la comprensión es siempre: una apropiación de lo dicho, tal que se convierta en cosa propia. La interpretación lingüística es la forma de la interpretación en general. Por lo tanto, se da también allí donde lo que hay que interpretar no es de naturaleza lingüística, no es un texto sino, por ejemplo, un cuadro o una obra musical. No conviene dejarse desorientar por estas formas de interpretación que no son en sí mismas lingüísticas, pero que en cambio presuponen realmente la lingüisticidad. La unidad interna de lenguaje y pensamiento es también el presupuesto del que parte ésta. Sólo así ha podido convertirse en ciencia. Pues sólo porque existe esta unidad le merece la pena al investigador realizar la abstracción por la que en cada caso convierte en su objeto al lenguaje como tal. Sólo rompiendo con los prejuicios convencionalistas de la teología y del racionalismo aprendieron Herder y Humboldt a ver las lenguas como otras tantas maneras de ver el mundo. Al reconocer la unidad de pensamiento y habla accedieron a la tarea de comparar las diversas maneras de dar forma a esta unidadcomo tales. Nosotros partiremos de la misma concepción, pero haremos el camino en sentido inverso. A pesar de toda la diversidad de las maneras de hablar intentaremos retener la unidad indisoluble de pensamiento y lenguaje tal como la encontramos en el fenómeno hermenéutico, como unidad de comprensión e interpretación.
Conclusión.
Si se reconoce esta relación fundamental entre lingüisticidad y comprensión, no se podrá confirmar ya que el camino que va de la inconsciencia lingüística a la devaluación lingüística, pasando por la conciencia lingüística represente un proceso histórico unívoco. El lenguaje que vive en el hablar, que comprende toda comprensión, incluida la del intérprete de los textos, está tan involucrado en la realización del pensar y del interpretar que verdaderamente nos quedaríamos con muy poco si apartáramos la vista del contenido que nos trasmiten las lenguas y quisiéramos pensar éstas, sólo como forma. La inconsciencia lingüística no ha dejado de ser la auténtica forma de ser del hablar. Por eso nos volveremos preferentemente hacia los griegos, que no tenían ningún término para lo que nosotros llamamos lenguaje en el momento en que empezó a serles problemática y digna de reflexión la unidad de palabra y cosa que todo lo domina, y a continuación examinaremos también el pensamiento cristiano de la edad media, que volvió a pensar el misterio de esta unidad desde su propio interés teológico y dogmático.
Bibliografía.
1. http://aulavirtualunibritanica.com/pluginfile.php/177602/mod_resource/content/0/5.1%20Gadamer_Hans_Georg_Verdad_y_Metodo_I-235-250.pdf

Otros materiales